Un siglo de quito el padre gómez moscoso

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Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 9

El padre Gómez Moscoso Juan Corbalán de Celis y Durán

El presbítero Gómez Moscoso, había enviado un memorial al Consejo en 1580, pero no solicitando la vacante de Salas, como vimos que decía el tesorero Valderrama, si no pidiendo se le concediese el beneficio curado de la ciudad de Cuenca, donde había estado ejerciendo como tal desde hacía muchos años, siendo el primer cura y vicario que se nombró para la misma, pero por una discusión que había tenido con el obispo de la Peña sobre cierta Visita que le tomó de dicho curato, lo había mandado a la doctrina de Paccha, en el termino de dicha ciudad de Cuenca, doctrina que decía era de poco provecho. Natural de Zafra, había pasado a Indias hacia 1538, siendo seglar, residiendo un par de años en la ciudad de los Reyes. Después pasó a la ciudad de Quito, en cuya catedral “cantó misa nueva” y fue ordenado sacerdote por el obispo Díaz Arias, ejerciendo durante un tiempo como cura de dicha catedral. Cuando el levantamiento de Francisco Hernández tomó parte a favor del rebelde, hecho del que más tarde se le estará acusando repetidas veces. En enero de 1567 el escribano de cámara Diego Suárez escribía al Consejo quejándose de la mala actuación del presidente Santillán. Decía que eran tantas las cosas que habían pasado relativas al presidente y al oidor 2

Ribas, que sería largo de contar y lo dejaba porque ya se había avisado de ello y se esperaba en breve el remedio, y además ya había dado cuentas de ellas el propio doctor Ribas, y que no faltaría gente que escribiese sobre ello, pues lo que había pasado había sido un gran escándalo en todo ese distrito. Entre las cosas que quería añadir a su escrito estaba la connivencia que tenía el presidente con el nuevo fiscal, el doctor Pedro de Hinojosa, el cual había traído consigo a dos hermanos a los que el presidente había dado cargos muy bien remunerados, nombrando a uno de ellos corregidor de Riobamba y al otro, hombre lego y sin letras, alguacil mayor de la Visita que se le hizo a Gaspar Suárez, sin que fuese necesario proveer tal alguacil, y lo había hecho solo para que se aprovechase del mucho dinero que ganó con ello. Seguía relatando Suárez que después que se creó la Audiencia en esa ciudad, el presidente nombró por capellán de ella a Gómez Moscoso, su amigo, “y uno de los que fueron con Francisco Hernández Girón contra el servicio de Vuestra Magestad”, y le señaló un salario anual de 500 pesos, pagados de la caja y hacienda real, y esta cantidad se le había pagado durante dos años, pero ahora que había llegado a la Audiencia el nuevo oidor, el licenciado Valverde, fiscal que había sido en el


nuevo reino de Granada, que era hombre que entendía bien su oficio, los de hacienda no quisieron pagarle su salario sin que fuese firmado por el oidor y el presidente, a lo que aquel se negó aquel, hecho que enojó mucho al presidente, que insultó a Valverde diciendo “que se había de pagar aquel salario aunque al oidor le pesase”, y estando presente el fiscal Hinojosa, que habría tenido que defender que no se pagase, hizo que se entregase a Moscoso el salario que él le había señalado, cuando “por menos de la mitad se encuentran personas de mejor vida y ejemplo que tomarían la capellanía”1

testigos al capitán Alonso de la Bastida, alguacil mayor; al capitán Francisco de Olmos; a los alcaldes Juan Ríos y Bonifaz de Herrera; a Diego Méndez, contador de la Audiencia; y otros vecinos. Todos ellos ratificaban que vivía honrada y honestamente como hombre de calidad, celoso del servicio de Dios y de su majestad, dando buen ejemplo a los naturales, y que era uno de los clérigos más hábiles y suficientes, y que se ocupaba en la doctrina y predicación de los naturales con mucho fruto y aprovechamiento, como persona que entendía y sabía la lengua de ese reino, en lo que muy pocos lo igualaban. Uno de los testigos decía que lo había visto de cura y vicario de la ciudad de Cuenca, y que sabía que había sido cura en el Cuzco.

El 8 de junio de 1570, siendo Moscoso cura y vicario de la ciudad de Loja, lo vemos en Riobamba participar, como testigo, en la toma de posesión del curato de este lugar que hacía Joan Sánchez Miño. El 27 de diciembre de 1572 estando en Loja el obispo Pedro de la Peña, considerando que en la ciudad de Zamora había necesidad de clérigo beneficiado que administrase los sacramentos a los vecinos y naturales de aquella ciudad, y teniendo en cuenta la habilidad y suficiencia demostrada por el padre Moscoso, le dada licencia para que ejerciese de beneficiado en la iglesia de dicha ciudad de Zamora. nombrándolo cura y vicario de la misma, asignándole el salario acostumbrado. Al año siguiente, el 3 de diciembre, lo confirmaba como cura y vicario de Loja.

Miguel de Contreras, uno de los primeros pobladores de la ciudad de Cuenca, decía en 1578 que, después del chantre (Diego de Salas) y del canónigo Tapia, Moscoso era uno de los curas más antiguos del obispado, y al presente era cura vicario de esa ciudad. Gaspar de Ulloa, clérigo y beneficiado, vecino de Quito, declaraba que desde el tiempo que le conocía, siempre se le había tenido por hombre principal y de limpia casta y generación, y era hábil en su oficio de sacerdote, porque sabía latín, y era buen cantor, (según otro testigo “era muy diestro en el canto del órgano”) y uno de los mejores lenguas del inca que había en estas provincias del Perú.

En agosto de 1576, siguiendo ejerciendo de capellán de la Audiencia, solicitaba al presidente Santillán que se hiciese una información testifical sobre su buena vida, fama y costumbres, y de la habilidad y suficiencia con que se había ocupado, y se ocupaba, en el servicio de Dios y de su alteza pues, según decía, necesitaba presentarlos ante el Consejo. Presentaba como 1

Según relataba el tesorero Valderrama, cuando en 1580 se producía la vacante del chantre Diego de Salas, fue uno de los que solicitaba la prebenda, pero ya vimos que todavía se seguía recordando su apoyo a la sublevación. Según Valderrama era “hombre de mal vivir, y que había sido uno de los que se levantaron contra el rey cuando se alzó Francisco

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Hernández”. En 1581 solicitaba, al parecer desesperado y quizá harto de que el obispo lo tuviese de un lado para otro, que se le concediese la merced de darle la prebenda de alguno de los beneficios curados de la catedral de la ciudad de Lima, o de Huánuco, o de Jaén, o de Guayaquil2.

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AGI. Quito 82, N.25

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