Un Siglo de Quito a través de los prebendados de su Iglesia Monografías. 2
El tesorero Leonardo de Valderrama Juan Corbalán de Celis y Durán
Nacido en 1510, en Morón de la Frontera, arzobispado de Sevilla, empezó a servir al rey a los 19 años como soldado en los tercios de Lombardía, desde donde pasó a Roma. En esa época, estando acantonado con su tercio en la ciudad de Capua, se ordenó de sacerdote. En el mes de junio de 1535 y como capellán de una de las compañías, embarca con el Tercio de Nápoles en la escuadra que se envió de refuerzo para la toma de la Goleta y Túnez. Tras la victoriosa jornada, regresa a Nápoles donde se encontraba el virrey don Pedro de Toledo, marqués de Villafranca, y a la llegada del emperador Carlos V a esta ciudad, su majestad le concedió el puesto de uno de los capellanes de su capilla real, que había quedado vacante por muerte de su último poseedor, cargo en el que estuvo durante catorce años, hasta que el virrey le proveyó una canonjía en la iglesia de san Nicolás de la ciudad de Bari, en la provincia de Pulla, “las cuales canonjías son a proveer por el virrey, porque el emperador la hizo iglesia patrimonial”1. 1
AGI. Quito 82, N4
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Después de algunos años en Italia, decide regresar a España con el fin de poder atender a sus ancianos padres, y en el viaje de regreso, la nave en la que viajaba es capturada por una galera de “Aliamatte, general que en aquel tiempo era de Argel”2, quitándoles a él y a otros cincuenta pasajeros todo lo que llevaban. En 1550 viaja a Madrid, donde estaba la Corte, con el fin de suplicar al rey, en recompensa de sus servicios, que se le concediese alguna dignidad en las Indias, logrando que se le concediese la prebenda de tesorero de la catedral de Quito. Según su relación3 llega al Perú en 1551 trasladándose a la nueva sede de San Francisco del Quito, donde su obispo García Arias le admite en el cargo de primer tesorero de su pequeña iglesia con funciones de catedral. Ante la pobreza de la renta que disfrutaba, tiene que acudir a desempeñar otras funciones, siendo proveído por fray Juan 2
Dalihamat, Ali Hamet, o Aliamate, pirata turco de Barbarroja que en 1540 había saqueado Gibraltar. 3 AGI. Quito, N.5
Solano, obispo del Cuzco de cargos más provechosos, con los que consiguió ahorrar hasta 12.000 castellanos, y considerándose con suficiente dinero, decide volver a España, consignando en Lima casi toda esa cantidad, reservándose una pequeña parte para su camino de regreso hasta Sevilla.
250 pesos.5 Así que con esa renta, como él mismo decía, apenas tenía en su casa para comer, ya que una arroba de vino, cantidad que gastaba al mes, costaba 10 pesos, y en ello se le iba la mitad de la renta, y para comida, alquiler de casa, criados, y una mula, apenas tenía, y andaba siempre empeñado.
Pero estando para partir, el Virrey, marqués de Cañete, falto de hombres ejercitados, no le dejó marchar y le envió a Chile en la expedición que comandaba su hijo don García de Mendoza. Marchó a esta expedición junto con su hermano Martín de Herrera Albornoz y unos 600 hombres, provistos de infantería y caballos ligeros, yendo como capitán de la gente de acaballo4. Pasó en esta tierra cinco largos años, gastando toda su hacienda ayudando a poblar cinco ciudades, y salió de Chile muy pobre, “porque todavía no se sacaba oro de la ciudad de Valdivia”, y ya viejo y cansado tuvo que volver a su mal pagado cargo de tesorero, del que tan solo obtenía una renta anual de
Según relataba el obispo Pedro de la Peña en mayo de 1572, el tesorero Valderrama había sido expulsado de Quito por el primer obispo Arias y había pasado a Chile, desde donde había vuelto hacía ya siete años, siendo admitido nuevamente en su cargo por la sede vacante, poco antes de que él llegase. Decía que el tesorero, de unos sesenta años de edad, que estaba en Quito desde 1556, era hombre inquieto y desasosegado, que estaba acusado de “vicio contranatura”6, que traía revuelto al obispo con los oidores de la Audiencia, y que no tendría paz mientras estuviese en su iglesia. También le acusaba de que había sido fraile, y que había engañado al Consejo para poder pasar a Indias7, hechos que como hemos visto discrepan en algo con las noticias que nos daba el propio Valderrama, no teniendo al presente documentación para poder rebatir las anteriores y graves insinuaciones. Lo cierto es que la relación con el obispo Peña fue mala desde que éste tomó posesión del obispado en mayo de 1566.
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Martín de Herrera Albornoz, fue con don García a la pacificación del estado de Arauco y provincia de Tucapel, sirviendo de Alférez de la gente de acaballo en la compañía del capitán Alonso de Reinoso. Participó en la reedificación de la ciudad de la Concepción y en la fundación de Cañete, siendo recompensado por sus servicios con dos encomiendas de indios; Meligueque, a tres leguas río arriba de la ciudad de Valdivia; y Cabi Lupuali, en la bahía de dicha ciudad. En la concesión de la encomienda, dada en diciembre de 1559, se citaba como mérito los servicios que su hermano el tesorero Leonardo Valderrama había hecho en la doctrina de los indios de aquellos pueblos. AGI. Justicia, 411, N.1
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Este sueldo de los prebendados podía llegar a los 300 si se disfrutaba además de alguna capellanía. 6 AGI. Quito 76, N.13 7 BURGOS GUEVARA (1995)
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A primeros de enero de 1577 dirigía un memorial al rey en el cual se quejaba del trato que le daba el obispo, diciendo que desde que llegó al obispado lo había estado molestando, habiéndolo tenido preso en la torre de la iglesia, “cárcel muy grave”, con grillos y cadena, durante cinco meses, sin dejarlo comunicarse con nadie. Se quejó de ello ante la Audiencia, y ante su reclamo, el obispo respondió que lo tenía preso por causas que concernían a la Inquisición. Pero llegado su proceso a Lima aquella respondió que no había caso para ese tribunal. Se lamentaba Valderrama que tanto a él como al deán Bartolomé Fernández de Soto les había hecho acusaciones tan infames, “que serían un escándalo por toda esa tierra si fuesen verdad, pero Jesucristo nos ha dado victoria contra él, que no ha podido salir con ninguna cosa”.
“estaban todos interesados en las cosas del mundo y no en el servicio de Dios”. El chantre (Diego de Salas) porque era su provisor y no quería perder el cargo, además de que se dedicaba a mercadear; y el canónigo Tapia porque era mayordomo de la iglesia, y esto le suponía una mejora de renta de 100 pesos anuales. Decía Valderrama que los prebendados estaban a favor del obispo, para de esta manera tenerlo de su parte, ya que todos gozaban de alguna mejora; y así el canónigo Alderete se había ido a un beneficio en la iglesia de Zamora; el canónigo Talavera hacia dos años que estaba en una doctrina de los religiosos, junto a Pasto; y el canónigo Villaquirán, que acababa de llegar, andaba negociando para ir a servir un beneficio en Pasto. No estaba de acuerdo con que el obispo ordenase a los mestizos sin que hubiesen pasado antes unos años de instrucción, “hasta que hubiesen entendido el gran misterio que era el sacerdocio, pues ellos son de por si gente desvergonzada y de mal ejemplo”, acusándoles de que para pasar las pruebas, estos mestizos acudían a testigos amigos y conocidos, siendo aprobados por el obispo, y que así mismo, con ruegos e inoportunidades habían obtenido la aprobación del presidente y oidores de esta Audiencia. Se quejaba también de que a pesar de la poca edad que tenían, pues el más viejo de ellos apenas alcanzaba los veintiséis años, y de su falta de gramática, pedían que
Y continúa el memorial dando una visión negativa de lo que ocurría en el obispado, lo cual achacaba a la ineficacia y permisividad del obispo. Relataba que el arcediano, bachiller Francisco Galavis, que había venido en la última flota, se volvía en ella por haber visto la pobreza que había en la iglesia, y que aprovechando el viaje, el obispo le había entregado cierta cantidad de dinero y poderes, para que fuese a negociar a España el que lo nombrasen arzobispo, “y otras cosas harto fuera de razón, que eran seguro no las mandarían proveer”. El deán y él estuvieron en contra de estos poderes, pero cuatro canónigos habían votado a favor porque, según les acusaba,
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se les concediesen algunas prebendas en esta iglesia, “y algunos habían conseguido un beneficio en pueblos de indios”.
Panamá, de donde lo hicieron salir, y llegó a Lima, y desde aquí paso a esta ciudad de Quito. Se le acusaba de bigamia, pues se había casado tres veces, siendo una de ellas mujer viuda. En la Audiencia de Quito se recogía información sobre la acusación que pesaba sobre él “porque era prevaricato con las partes”. A pesar de todo ello el obispo lo había ordenado y lo había nombrado su letrado. Igualmente avisaba de todo ello porque sabía que también había pedido una prebenda.
Extiende también sus quejas a la permisividad del obispo hacia ciertos seglares, contando el curioso caso del relator de la Audiencia, el licenciado Valverde, natural de Sevilla que, según decía, tenía un tío en aquella ciudad apodado “el manquillo” al que se le había probado que tenía por costumbre cuando se decía en su presencia el nombre de la Virgen, escupir y decir ”en hora mala para mí”. Enterado el arzobispo lo mando quemar y otorgó cuarenta días de indulgencias al que dijese “en hora mala para el manquillo, español de Sevilla”. Este funcionario tenía un hijo, que había nacido en el Perú y que había sido ordenado por el obispo, y era hombre de mal ejemplo y deshonrado, y hacía unos tres meses que al sacerdote Esquivel, estando en el coro, durante la celebración del oficio divino, le tiró un libro, de esos grandes de canto, y le dio tal golpe “que le sacó mucha sangre”, por lo que estuvo un par de días preso, pero su padre, con fiadores, “lo hizo todo noche”. Avisaba de todo esto al rey porque Valverde había pedido ciertas prebendas, “y siendo confeso, era de los prohibidos”.
Del notario apostólico Jácome Freile decía que era gallego, casado y presbítero, y que sin saber latín el obispo lo había ordenado de Epistolar, y que había solicitado, con la aprobación del obispo, una canonjía. Se lamentaba “que era lástima ver lo que por acá pasa, que Vuestra Alteza ha de ver y saber propis oculis quienes son las personas que lo merecen y si son de los prohibidos, porque a las Indias generalmente han pasado y pasan sin licencia, y con ellas, gentes de casta de moriscos y confesos, y han hecho mala casta por acá”. Suplicaba Valderrama en su largo memorial, que se mandase al obispado un Visitador, que auditase al obispo y a todos los prebendados y clérigos “y el que la hubiere hecho lo pague, porque se hallaran tantas simonías y cohechos que es lástima”. Escribía que hacía unos años que el rey había mandado hacer una relación secreta de moribus et vita, de los prebendados, que la Audiencia había encargado
Acusaba también al bachiller Gil Rodríguez, del que decía que era notorio que en la iglesia de Zafra tenía colgado su sambenito, y había salido huyendo de España hacia la isla de Santo Domingo, y desde allí siguió huyendo a
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realizar al oidor Salazar, ahora fallecido, el cual en aquel tiempo tenía dos mestizas con las que estaba amancebado, y dieron orden, dicho oidor y el obispo, para que los testigos fuesen ”de manga”, con lo que el rey no pudo saber la verdad.
asuntos para que fuesen aprobados por la Audiencia fue un clérigo llamado Gaspar de Ulloa, porque le habían prometido entregarle 300 o 400 pesos, según la prebenda que obtuviesen. Pedía al rey mandase a esa iglesia un chantre cristiano viejo y hábil en el canto, “porque es el que mantiene el coro y honra la iglesia”. A continuación hace una relación de los clérigos que, según él, eran públicamente confesos e indignos para ocupar la chantría y beneficios vacantes, y decía de ellos lo siguiente:
En 1580, cumplida ya la edad de 70 años, continuaba en la iglesia de Quito ocupando su prebenda de tesorero, y en febrero de ese año enviaba otro largo memorial dando nuevas noticias del obispado8. Comunicaba que en el mes de enero había fallecido el chantre don Diego de Salas, natural de Trigueros del Condado, del que decía fue nieto de unos sambenitados, y que había traído esa iglesia revuelta en tiempos del obispo pasado, y de éste. A pesar de su condición de eclesiástico, le acusaba de haber tenido arrendadas las carnicerías de la ciudad Quito, y también el cobro de los diezmos. Había sido mercader, andando comprando y vendiendo, teniendo tienda de mercaderías. Según decía, en Pasto había dejado muchas deudas, sin contar “las que cada día vienen”.
Don Álvaro de Paz, criollo de unos 27 o 28 años, hijo de Rodrigo de Paz, quien había obtenido del marqués de Cañete el que a sus hijos le llamasen don, “porque le había presentado un indio chocarrero, que era un truhán”. Era clérigo de mala fama, amancebado con una hija de María de Ulloa, de la cual tenía dos o tres hijos, mentiroso y trapacero, y que no tenía autoridad ni sabía canto para ser chantre. Le acusaba también de ser nieto de uno con fama de confeso, que escribía libros en Salamanca. Moscoso, natural de Zafra, del que se sabía que era confeso, hombre de mal vivir, y que había sido uno de los que se levantaron contra el rey cuando se alzó Francisco Hernández.
Seguía relatando Valderrama, que a la vacante de Salas se habían presentado “muchos confesos y personas de mal vivir”, los cuales, habían arreglado entre ellos las pruebas y justificantes que tenían que presentar, y se habían enviado los expedientes hacia el Consejo, aprobados por la Audiencia y por el obispo. Según decía, el que principalmente llevó a cargo estos 8
De Juan Sánchez de Miño, presbítero, que también era natural de la villa de Zafra, decía que era confeso, tramposo y mercader, hombre deshonesto que iba con mujeres casadas.
AGI. Quito 80, N.17
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Cantos11, clérigo nacido también en esta ciudad de Sevilla, de unos 27 años de edad, hijo de Miguel de Cantos, natural de Fuente de Cantos, es tenido por confeso. Este clérigo ha sido aquí como “porquerón”, prendiendo a las dignidades y canónigos cuando el obispo lo enviaba. Es hombre de mal ejemplo y fama.
Continuaba su relación con Lobato9, mestizo, mentiroso, chismero, públicamente amancebado y con muchos hijos, “sería infamia de esta iglesia que fuese chantre”. Gabriel Migolla, natural del Corral de Almaguer, ha estado por cura en el obispado de Popayán. Se dice en esta ciudad que ha venido huyendo por escándalo. Es hombre de mal ejemplo y que trata y contrata en mercaderías.
Acababa suplicando que se mirase que persona se proveía, “porque es grande la sinvergüenza de los sacerdotes acá ordenados”
Para beneficios que se pretenden en este obispado, hay un Sarmiento, natural de Sanlucar, confeso, y hombre de relajada conciencia y mal ejemplo, quien después que se ordenó de misa mató a un vecino en Pasto.
En mayo de 1592 la Audiencia comunicaba al rey una serie de noticias dando cuenta, entre otras cosas, del fallecimiento del tesorero Leonardo de Valderrama y del chantre Álvarez de Cuellar12, lo que
Otro llamado Miguel Jerónimo, natural de Sevilla, confeso, que ha dado de palos a un fraile de Santo Domingo y una bofetada a uno de Pasto. Hará dos años andaba vendiendo y comprando. Es hombre de mala vida y mal ejemplo.
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Bernardino de Cantos El presbítero Francisco Álvarez de Cuellar había llegado a la iglesia de Quito en 1563, sucediendo al cabo de los años al canónigo Diego de Salas en la dignidad de chantre. En 1589 hallándose muy viejo, con cerca de ochenta años de edad, solicitaba licencia para poder pasar a España, por un periodo de tres años, porque tenía necesidad de arreglar unos asuntos particulares referentes al remedio de unas sobrinas suyas, pobres y huérfanas . El consejo le contestaba que debía enviar un informe favorable sobre ello del presidente de la Audiencia y del obispo. Les contestaba que dada su avanzada edad, si tenía que esperar a que le hiciesen los informes y reenviarlos, podría llegar el caso de ya no necesitarlo por haber muerto mientras tanto. AGI. Indiferente 2098, N.119. Entendiéndolo así el Consejo, en septiembre de 1590 informaba favorablemente, obteniendo la cedula real el 4 de octubre de ese año 1590, lo que nos hace pensar que seguramente no pudo realizar su viaje a España y que sucedió lo que el ya vaticinaba, había fallecido durante el largo papeleo. AGI. Quito 211, L.3, F.23v-23r. Falleció el 24 12
Rueda10, sacerdote nacido en esta ciudad, de edad 27 años, hijo de una mujer de baja condición que tiene un hijo de cada padre. Es clérigo de mal ejemplo y no merece beneficio.
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Diego Lobato de Sosa. Ver su semblanza. El obispo fray Luis López decía que se ocupaba de la predicación a los naturales con notable fruto, y que merecía ser premiado con una canonjía. 10 Juan Antonio de Rueda. De él decía este obispo que era hombre virtuoso, buen eclesiástico y predicador de naturales, que merecía ser premiado. Ver nota 35
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comunicaba para que se proveyesen estas prebendas que habían quedado vacantes13. Valderrama falleció el día 5 de noviembre de 1591, siendo enterrado al día siguiente en la Capilla mayor14. El 15 de abril de 1600 todavía no se había ocupado la plaza dejada vacante por la muerte del tesorero Valderrama, y la solicitaba el quiteño Alonso Mejía Mosquera, clérigo, como veremos, que debido a las muchas cartas de acusaciones que mandaba al Consejo contra el obispo y ministros de la Audiencia, no era muy bien considerado en su ciudad, y seguramente por ello no le concedieron la vacante que solicitaba.
de octubre de 1591, siendo enterrado ese mismo día en la bóveda que había en la Capilla mayor. AGI. Quito 83, N.49 13 AGI. Quito 8, R.26,N.100 14 AGI. Quito 83, N.49
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