Señas ciales, Culturales y Ambientales y el DIH hacia acciones de exigibilidad; y tiene como referentes la consolidación de la entidad territorial, el avance de la autonomía y la institucionalidad indígenas, la planeación participativa, el fortalecimiento de la economía comunitaria y solidaria, ejes centrales del Plan de Vida del pueblo nasa del norte del Cauca. En la actualidad, la Casa de Pensamiento de la ACIN viene siendo acompañada en su implementación por la Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política.
71 Declaración XIII Asamblea Zonal
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Organización de Mujeres Indígenas de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN
Diana Granados, Marcela Amador y Rosalba Velasco
Relato de vida de la mayora Carmen Ulcué
9
Rosalba Velasco
Alejandra Coll Agudelo
La construcción de una agenda de paz desde las mujeres 25
Las apuestas de las mujeres para la terminación de la guerra y la construcción de la paz 38
Equipo de la Casa de Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe-ACIN y Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política
75 Acceso de las mujeres a la tierra en Colombia. El caso del Cauca
Entrevista con Juliana Rodríguez de la Ruta Pacífica de Mujeres
Esta publicación es posible gracias al auspicio de:
Las luchas de las mujeres: escenarios para la investigación, la acción y la paz
Las mujeres juntamos nuestras voces y memorias para aportar a la paz desde el reconocimiento a las víctimas 48 ¿Por qué nos movilizamos?
63
Espacio de formación psicocultural de las mujeres indígenas de la Çxhab Wala Kiwe-ACIN 65 Programa Mujer-ACIN
85 Declaración de las mujeres afros, indígenas y campesinas 88 Mujeres en junta tejiendo y trenzando vida digna en los territorios
97
Propuesta de un “Pacto político de organizaciones afrodescendientes, indígenas y campesinas e instituciones gubernamentales en defensa de los derechos de las mujeres del Cauca”
103 Para motivar el compromiso de los hombres: una visión desde algunos hombres nasa sobre la violencia contra las mujeres 105 Notas para una aproximación hacia la comprensión de la situación de violencias contra las mujeres nasa en el norte del Cauca Marcela Amador Ospina
FOS-COLOMBIA
Fondo para la Sociedad Civil Colombiana por la Paz, los Derechos Humanos y la Democracia
Con la participación de:
G RUPO D E T RA B A JO I N T E RCULT URA L
ÜUS YATXNXI YAT CASA DE PENSAMIENTO
Centro de Iniciativas para la Cooperación
CXAB WALA KIWE - ACIN TERRITORIO DEL GRAN PUEBLO
Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca – ACIN
Señas Revista de la Casa del Pensamiento de la Cxhab Wala Kiwe - ACIN ISSN 2248-5430 Nº 3, 2014
Casa del Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe para el Fortalecimiento de Procesos Sociales y Comunitarios Ûus ya´htxnxi yat Cxhab Wala Kiwe La “Casa del Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe para el Fortalecimiento de Procesos Sociales y Comunitarios” es un espacio al interior de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca ACIN, cuyos propósitos estratégicos son la producción intercultural de saberes y el fortalecimiento de los tejidos que sustentan la agenda de la Minga Indígena y Popular y la revitalización del Plan de Vida de la ACIN. Su objetivo específico es construir y aportar conocimientos, información y análisis crítico pertinente para la toma de decisiones estratégicas de la ACIN. La Casa del Pensamiento realiza actividades de investigación-acción, seguimiento, análisis y valoración crítica intercultural; adelanta procesos pedagógicos de capacitación y formación política comunitaria; acompaña y apoya el Plan de Vida y las estructuras organizativas de ACIN; y realiza un apoyo especial en tareas de incidencia para la consolidación de la Minga de los Pueblos. La Casa del Pensamiento promueve prácticas y reflexiones para una construcción equitativa de relaciones entre mujeres y hombres, el mejoramiento de las condiciones de vida de la mujer indígena y su participación activa en los diferentes espacios sociales y políticos; desarrolla estrategias que comuniquen y permitan la democratización de la información y el conocimiento; se guía por un enfoque de derechos que transforme y dirija el conocimiento de los Derechos Humanos, los Derechos Económicos, So
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Editorial
Políticas
Las luchas de las mujeres: escenarios para la investigación, la acción y la paz 5 Diana Granados, Marcela Amador y Rosalba Velasco
Participación
Alejandra Coll Agudelo
Relato de vida de la mayora Carmen Ulcué 9 Rosalba Velasco
Movilización Mujeres y paz
Declaración de las mujeres afros, indígenas y campesinas 85 Mujeres en junta tejiendo y trenzando vida digna en los territorios 88
La construcción de una agenda de paz desde las mujeres 25 Entrevista con Juliana Rodríguez de la Ruta Pacífica de Mujeres y Comunitar
Propuesta de un “Pacto político de organizaciones afrodescendientes, indígenas y campesinas e instituciones gubernamentales en defensa de los derechos de las mujeres del Cauca” 97
Las apuestas de las mujeres para la terminación de la guerra y la construcción de la paz 38
ÉlPorElla: el discurso de Emma Watson sobre feminismo que emocionó a la ONU 100
Equipo de la Casa de Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe-ACIN y Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política
Las mujeres juntamos nuestras voces y memorias para aportar a la paz desde el reconocimiento a las víctimas 48
Para motivar el compromiso de los hombres: una visión desde algunos hombres nasa sobre la violencia contra las mujeres 103
¿Por qué nos movilizamos? 63
La Çxhab Wala Kiwe
Acceso de las mujeres a la tierra en Colombia. El caso del Cauca 75
Informes especiales
Espacio de formación psicocultural de las mujeres indígenas de la Çxhab Wala Kiwe-ACIN 65 Programa Mujer-ACIN
Notas para una aproximación hacia la comprensión de la situación de violencias contra las mujeres nasa en el norte del Cauca 105 Marcela Amador Ospina
Declaración XIII Asamblea Zonal 71 Organización de Mujeres Indígenas de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN
Esta publicación es posible gracias al auspicio de:
Con la participación de:
Señas Revista de la Casa de Pensamiento de la Cxhab Wala Kiwe - ACIN N° 3, 2014 ISSN: 2248-5430
Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca — ACIN
CXHAB WALA KIWE (Territorio del gran pueblo)
El contenido de los artículos de esta publicación es de entera responsabilidad de sus autores y la línea editorial es responsabilidad exclusiva de la Casa de Pensamiento de la ACIN y la Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política; en ningún caso debe considerarse que refleja los puntos de vista de las entidades financiadoras.
EditorAs Rosalba Velasco y Diana Granados
Revisión de textos María José Díaz Granados
FOTOGRAFÍA Cubierta: Michael Guetio- GuetioArt. Beatriz Cano Uribe, Paola Chávez, Rosalba Velasco, Eimy Chilo y Familia de Carmen Ulcué. Archivo fotográfico de la Casa de Pensamiento de la ACIN y la Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política.
Impresión Ediciones Antropos Ltda., Bogotá D.C. Se autoriza su reproducción parcial o total citando la fuente. Se agradece enviar copia.
Consejería ACIN Gabriel Pavi Júlicue, Héctor Favio Dícue Rengifo, Ernesto Cunda Dauquí, Gersaín Cuetia Dagua, Orlando Güejia Campo, Carlos Adelmo Cobo y Luciano Méndez Dagua.
Divulgación Casa de pensamiento y Corporación Ensayos
Consejo editorial Equipo Casa de Pensamiento
Preparación editorial Marta Rojas
MAQUETA Juan Sánchez
Calle 7 N° 6 -22. Barrio Los Samanes. Santander de Quilichao. Cauca, Colombia Telefax (57-2) 829 0958 Correo electrónico: casadepensamientoacin@hotmail.com corp.ensayos@gmail.com Calle 30A N° 6 - 22 Oficina 2702 Barrio San Diego, Bogotá. Teléfono: 338 21 33
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Tres temas centrales convocan los artículos que presenta esta edición especial de la revista Señas dedicada a las luchas por los derechos de las mujeres. El primero de ellos es la reflexión sobre la participación política de las mujeres. El segundo, las violencias contra las mujeres y, el tercero, las iniciativas y visiones de las mujeres sobre la paz. Los tres temas hacen parte de una trenza que enlaza las posibilidades, las potencialidades y, al mismo tiempo, las dificultades y limitaciones que tenemos las mujeres en diferentes contextos, en especial en las comunidades indígenas, para el ejercicio pleno de los derechos. La interrelación de la participación política, las violencias contra las mujeres y la paz, representan retos y desafíos no solo para las prácticas políticas de las mujeres y las organizaciones sociales, sino también para los procesos de investigación y la construcción de conocimiento.
Las luchas de las mujeres: escenarios para la investigación, Participación política la acción y la paz
La Casa de Pensamiento ha venido trabajando en la consolidación de una línea de investigación sobre mujeres y participación política en articulación con el Observatorio de Cultura Política de la Corporación Ensayos y el Programa Mujer de la ACIN. Historias de vida de mujeres indígenas que han caminado y han llevado, paso a paso, el proceso organizativo, así como las reflexiones sobre la participación y la realización de la política desde el punto de vista de las mujeres, componen los principales temas de esta línea. La perspectiva de nuestra línea de investigación es ampliar las reflexiones que hasta ahora se han reproducido de manera dominante sobre la participación de las mujeres —vinculadas al estereotipo de luchadoras y guerreras— que también, al igual que los hombres, hicieron parte de las recuperaciones de tierras. Si bien este constituye un referente importante para situar la participación política de las mujeres, nos parece que hoy esta participación se ha diversificado, se ha ampliado, ha abierto ventanas y también ha encontrado puertas cerradas. Es decir, la participación de las mujeres se ha potenciado, pero aún no como quisiéramos. Los obstáculos para que las mujeres hagan política, participen de diferentes instancias y procesos de la organización indígena, así como de los espacios electorales, aún no han sido superados. Es tarea de todos y todas ir derribando y transformando estas limitaciones para abrir los caminos hacia la participación y fortalecer políticamente el proceso organizativo indígena y la sociedad en general.
Beatriz Cano
Editorial
Desde nuestro punto de vista, la participación política, en el caso del pueblo nasa, está relacionada Equipo editorial: Diana Granados, de manera directa con los cinco mandatos comuMarcela Amador y Rosalba Velasco nitarios que orientan el accionar de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN: el gobierno propio, los territorios autónomos, los sistemas propios, la identidad y la constitución de la Minga social y comunitaria; estos mandatos requieren procesos de participación política activa de todas las comunidades y, por supuesto, de las mujeres que representan la mitad del pueblo nasa.
En esta perspectiva, Señas presenta un fragmento de la historia de vida de una de las mujeres más relevantes del proceso indígena nasa del norte del Cauca: Carmen Ulcué. Como ella, muchas otras tienen testimonios, historias, silencios, acciones y sueños que hablan sobre las diferentes formas de participación política de las mujeres.
Editorial
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En la separata de esta edición, Señas incluye un estudio pionero sobre la participación y la cultura política de las mujeres nasa que profundiza en su situación actual, las diferentes visiones sobre la forma de hacer y pensar la política, los obstáculos a los que estas se enfrentan en sus vidas cotidianas, así como los retos y desafíos para las mujeres, para la organización y para el Estado colombiano en general. Las mujeres han hilado diferentes reflexiones para promover una política de participación, tanto al interior de la organización indígena y sus diferentes estructuras, como hacia las instancias externas con las cuales interactúa el movimiento indígena. No solo exigen que el Estado reconozca, promueva y garantice la participación de las mujeres en general y de las mujeres indígenas en particular, sino que también las Autoridades Indígenas y la comunidad en general sean más contundentes a la hora de considerar medidas y acciones efectivas para que las mujeres participen decididamente en todos los espacios organizativos. Propuestas como los planes de incidencia construidos por mujeres y hombres participantes del proceso de la Escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”, la Agenda interétnica “Mujeres en junta tejiendo y trenzando vida digna en los territorios”, entre otros, revelan las propuestas y visiones de las mujeres para potenciar su participación política y contribuir con el fortalecimiento de los Planes de Vida de las comunidades.
Violencias Las diferentes formas de violencia representan un continuum en la vida de las mujeres. Innumerables son las investigaciones que documentan la violencia basada en género que ha afectado a las mujeres en distintos niveles. Igualmente, muchos han sido los textos que han documentado la impunidad y los silencios de esas violencias. En esta oportunidad, Señas presenta un aporte para contribuir con la documentación de las violencias contra las mujeres nasa en el norte del Cauca. Se trata de un esfuerzo por motivar la elaboración de un diagnóstico mucho más amplio que sirva para identificar, comprender, analizar y plantear alternativas ante las violencias que afectan la vida de las mujeres. El enfoque del informe que presentamos en esta revista, contrasta los estudios e informes tradicionales que se han centrado en la violencia contra las mujeres indígenas en el conflicto armado, dejándonos ver las múltiples violencias que trascienden las dinámicas del conflicto y más bien tienen como escenario la casa y la comunidad. Señas quiere hacer un aporte para acompañar las luchas de las mujeres indígenas y de sus comunidades en la construcción del wet wet fxizenxi (buen vivir). La posición de los hombres también es fundamental para repensar las prácticas de violencia y su eliminación. En diferentes escenarios ellos han sido llamados por las mujeres para convertirse en aliados que ayuden a deconstruir los valores del sistema patriarcal que alimenta las desigualdades de género. Por este motivo, también son parte de esta edición algunos pronunciamientos de mujeres y de hombres que convocan al género masculino a trabajar en la lucha contra las violencias hacia las mujeres. Como parte de la cadena de violencias y desigualdades que afectan las vidas de las mujeres, en esta edición presentamos algunas reflexiones sobre el tema del acceso a la tierra por parte de las indígenas, pues esta ha sido definida como una estrategia y medida
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Editorial
prioritaria para construir la paz. Sabemos que el despojo ha afectado en gran medida a las mujeres; sin embargo, la actual política de restitución de tierras aún no contempla medidas claras que respondan a las exigencias de estas y que garanticen su derecho a la tierra y el territorio desde una perspectiva de género, étnica y generacional. Profundizar esta política, ampliar su alcance y garantizar que sea participativa, incluyente y equitativa debe ser una de las piedras angulares en la transición hacia el posconflicto.
Paz Con optimismo, amplios sectores y organizaciones de mujeres hemos decidido participar en la construcción de la paz en Colombia. Sin lugar a dudas, la mesa de diálogo entre las FARC-EP y el Gobierno colombiano que se desarrolla en La Habana, así como un eventual diálogo con la guerrilla del ELN, son vistas como escenarios clave para terminar la guerra y construir la paz. Los avances sobre el “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” son una posibilidad para desactivar la guerra y, lo que es más importante, caminar hacia la eliminación de las causas que generaron el conflicto. Las mujeres hemos dedicado tiempo de nuestras vidas no solo a pensar la paz sino a poner en práctica acciones de construcción y exigibilidad de la paz. Si la violencia contra las mujeres ha sido una cadena continua, la paz debe ser la posibilidad de debilitarla y desaparecerla. Por eso, las mujeres estamos convocadas a incidir en la construcción de la paz. Lo que se derive de la negociación de La Habana abre las puertas para cimentar mejores condiciones para la transformación de las desigualdades de clase y de género. Esto lo sabemos, y no vamos a abandonar la oportunidad de incidir. Nuestra convicción por la paz no está revestida de ingenuidad. Por eso también nos preguntamos: ¿hasta dónde los grandes empresarios, los militares, la clase política y los actores armados insurgentes están dispuestos a hacer concesiones en sus intereses para la construcción de la paz? Esfuerzos como la concreción de la plataforma Mujeres por la Paz, e iniciativas como la Agenda de Mujeres por la Paz en el departamento del Cauca, y los planes de incidencia de mujeres nasa del norte del Cauca, entre otros, constituyen aportes importantes que hablan sobre la participación política de las mujeres y sus apuestas por la construcción de la paz. Por eso, en esta edición presentamos algunas de estas importantes iniciativas. Finalmente, como Casa de Pensamiento ACIN y Corporación Ensayos, queremos hacer un reconocimiento a las diferentes mujeres y hombres que contribuyeron con sus reflexiones para el desarrollo de esta publicación. Los compañeros y las compañeras nasa, las compañeras campesinas de Inzá y Sucre en el departamento del Cauca, las compañeras de organizaciones afro del norte del Cauca que participaron en espacios formativos que dieron lugar a muchos de los textos que aquí aparecen, así como las compañeras de Mujeres por la paz, de la Ruta Pacífica de las Mujeres-Cauca, de la Corporación Ecofeminista Comunitar y del Programa Mujer ACIN, que nos aportaron varias de la reflexiones aquí expuestas. A todas ellas y ellos un agradecimiento especial y un llamado para continuar aportando a las luchas de las mujeres por sus derechos, por la terminación de la guerra y la construcción de la paz en una sociedad más justa, equitativa y antipatriarcal.
Editorial
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Las luchas de las mujeres indígenas
Relato de vida de la mayora Carmen Ulcué Rosalba Velasco
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8Sección
Carmen Ulcué Menza nació el 6 de abril de 1955; es la menor de seis hermanos: Julia, Marleny, Elías, Domingo y Benjamín. Sus padres, Daniel Ulcué y Clara Menza, eran oriundos de la vereda Vilachi del resguardo indígena de Canoas, del municipio de Santander de Quilichao. Cuando Carmen tenía cinco años de edad, la familia se trasladó definitivamente a la vereda La Aurora, del resguardo de Munchique Los Tigres, donde había conseguido una parcela. Carmen estudió solo hasta segundo de primaria en la vereda Dominguillo, en aquella época era el único sitio donde había una escuela. No pudo seguir estudiando debido a los duros castigos impartidos por los profesores que reprimían a los niños y las niñas nasa por hablar en su propia lengua. Recuerda que al cumplir los doce años le realizaron un ritual en el cerro Munchique, con el fin fortalecer las habilidades laborales, artesanales y la buena conducta personal. En su juventud, Carmen se encargaba de varios oficios y los desarrollaba con mucha destreza, por ejemplo, trabajar la agricultura, cocinar, tejer chumbes y jigras de cabuya y lana de ovejo, buscar revuelto y leña, entre otros. Sus padres no la dejaban salir a fiestas, solo a mingas familiares, trabajos comunitarios y encuentros religiosos en la comunidad. A los 15 años de edad conoció a Esaú Menza Daza quien sería tiempo después el padre de sus cinco hijos: Rodrigo, Juan Carlos, Wilfran (fallecido), Saúl y Gloria; 15 nietos y 10 bisnietos son también parte de la familia que dejó Carmen Ulcué tras su muerte. Carmen hizo parte de importantes luchas en el resguardo de Munchique Los Tigres, en la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN) y en el Consejo Regional Indígena de Cauca (CRIC). Fue parte del proceso de La Legión de María, junto con el sacerdote nasa Álvaro Ulcué Chocué, y participó de la creación del Plan de Vida Yu´luucx, en compañía del sacerdote Antonio Bonanomi. Falleció a los 59 años de edad, el 6 de junio de 2014, a causa del deterioro de su salud, como consecuencia de una cirugía practicada por la diabetes que padecía desde hacía algunos años. Rosalba Velasco
PARTICIPACIÓN
*
* Coordinadora de la Casa de Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe ACIN; comunera indígena del resguardo de Munchique Los Tigres; economista e integrante de la línea de investigación Mujeres y participación política, de la Casa de Pensamiento, en articulación con la Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política.
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Participación
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La vida de Carmen Ulcué señala un camino de lucha decidida, de mucha fuerza y voluntad para el fortalecimiento del proceso organizativo y la transformación de las realidades que viven las mujeres nasa en las diferentes comunidades. A ella, gracias por su vida de lucha, resistencia y entrega a su familia, a la comunidad y al proceso organizativo. A su familia, gracias por darnos la oportunidad de publicar esta entrevista, realizada el 20 de octubre de 2010 en el marco de la línea de investigación “Mujeres y participación política” de la Casa de Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe-ACIN, en articulación con el Observatorio de Cultura Política y Paz de la Corporación Ensayos para la promoción de la Cultura política. Esta línea busca investigar
La vida de Carmen Ulcué señala un camino de lucha decidida, de mucha fuerza y voluntad para el fortalecimiento del proceso organizativo y la transformación de las realidades que viven las mujeres nasa. 10
Participación
Señas: Carmen, coméntenos un poco ¿en qué año se inició usted en el proceso organizativo? ¿Cómo ha sido su experiencia en este proceso? Carmen: en el 72, cuando comenzaron a hablar de las recuperaciones de tierra, de que había unos derechos y unas leyes para nosotros los indígenas. Empezaron a hablar dentro del resguardo en la vereda La Aurora, yo estaba joven participé en la primera reunión en la que estuvo el compañero Avelino Ul, también estuvo el compañero de Caldono Patricio Acalo. En la primera reunión fueron ellos los que estuvieron mostrando los derechos, que había una ley que era la Ley 89, empezaron a hablar de eso y de que había la necesidad de conformar un cabildo, y de empezar ya a conformar la junta. En esos tiempos era hablando y haciendo, no se la pasaban de reunión en reunión, esa misma noche se reunieron a elegir un gobernador y una directiva y empezaron a buscar candidatos, programaron todo, los mayores dijeron quiénes eran los candidatos y fueron donde un mayor a consultar. El mayor les dijo quién podía servir a la comunidad, entonces ahí mismo, para la otra semana, dieron 15 días, no podían informar a nadie. Como no eran sino unos poquitos porque allí no había conciencia todavía y era muy peligroso porque estaba el terrateniente, era para entrar a esta misma finca. Fue muy oculto, entre cuatro o cinco personas no más se habló y convocaron a la comunidad y en un taller explicaron para qué era y la gente participó y elegimos el
Rosalba Velasco
Es toda una vida de lucha, de organización y de participación política, desde su hogar, con sus hijos y la comunidad; desde su ser mujer, hija, madre, esposa, abuela, compañera, lideresa; desde el fogón; desde enseñar a hilar, tejer y ejercer la autoridad.
y escribir la historia de vida de mujeres de diferentes resguardos, para conocer y reconocer los aportes, las debilidades y las fortalezas que deja el ejercicio de la participación política y el liderazgo femenino, con el propósito de reescribir nuestra propia historia, como aporte para las nuevas generaciones dentro del sistema educativo propio, porque contar la historia sin el aporte de las mujeres, es contar solo una parte.
Créd. foto
En esta edición especial de Señas, sobre mujeres, presentamos a través de una entrevista, un relato de vida de la compañera Carmen Ulcué. Hablar de la vida de Carmen es hablar del aporte de las mujeres nasa a la historia de la comunidad, del resguardo Munchique Los Tigres, del Plan de Vida Yu´Luucx, del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), de la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca Cxhab Wala Kiwe y del papel de las mujeres en el caminar del proceso organizativo.
gobernador. El gobernador de ese primer cabildo fue Marcelino Díaz, fue el que eligieron, participé yo y mi… andábamos ya de novios con mi esposo Esaú, yo estaba joven, pero iba, yo no tenía sino 15 años y él también participó, pero no teníamos nada (risas) solo éramos novios. Señas: bueno, y a partir de allí ¿qué más le interesó a usted del proceso? ¿Cómo se hizo usted parte de este proceso? Carmen: bueno, entonces empezaron a decir que no podían hablar nada así por fuera porque era muy peligroso que los fueran a matar y dijeron que iban a invitar más compañeros. Y a hablar todo en nasa yuwe y nos reuníamos por allá en un sitio de La Aurora hacia abajo, era la casa como en un cafetal, dentro de un cafetal para que nadie escuchara o viera porque el mayordomo y los trabajadores estaban por ahí mismo, se hablaba pero así muy escondido ¿no? Entonces empezaron a mandar a convocar. A mí me daba mucho miedo porque mi hermano que fue Benjamín
se fue a meter de lleno allá, él participaba de lleno, hablando en nasa yuwe, allá era prohibido hablar en castellano para que no fueran a entender, para que no fueran a escuchar. Si alguien llegaba todo era en nasa yuwe y así empezaron a hablar y a citar a reunión, a citarnos, y dijeron que venían otros personajes, que después íbamos a esperar a otros más. Como a los 15 días o las tres semanas volvió otra vez el compañero Avelino Ul, ya después de elegido, a explicar cuáles eran los compromisos que tenía la directiva. Se hicieron las chontas, los trabajos medicinales, se preparó para la repartición de la tierra y desde allí comenzamos. Yo me iba así de noche con un mechero, todo el mundo llevaba un mecherito que hacíamos de unos tarros. Cortábamos unos tarros de aceite y lo metíamos adentro para que la luz no se viera, para que la gente no fuera a ver que iban personas reuniéndose. Entonces todo era muy escondido, muy oculto, y así comenzamos a participar; a mí me gustaba ir a la reunión, y yo seguía yendo, seguía yendo. En ese momento nadie coci-
Participación
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naba porque todas las comiditas las llevaban hechas, así, decían: “lleve gato, cocinen y lleven el almuerzo”. Y así llevaba cada uno su gatico, pero si se demoraban mucho, por allá almorzaban, se sentaban a almorzar cada uno. No se podía cocinar porque lo veían a uno, era un peligro porque los profesores de allí también eran enemigos, eso era tenaz porque se vinieron todos en contra de los niños, empezaron a perseguir a los niños y a decirles: “su papá ¿qué hace reuniéndose por allá?” Les decían que tenían que avisar y empezaron los profesores a reprender a los niños. Entonces nosotros les decíamos a los niños que no fueran a avisar nada, que todo lo contestaran en nasa yuwe para que la profesora no siguiera preguntando. Pero entonces la profesora les pegaba mucho a los niños porque no contestaban. Y así comenzamos, empezaron a invitar para las recuperaciones, a trasladarse de un lado a otro. A hablar de Corinto, de Delicias, la gente comenzó a programar, a salir. Todo era a pie, en bestia, no había carro, no había nada, y nosotros preparábamos. A veces nos levantábamos a las dos de la mañana a sancochar yuca, a pelar mote, a organizar el gato a la gente y, así, empezaban a moverse para otros resguardos. Y las guías eran los niños porque ellos no maliciaban, eran las personas adultas las que cogían a los niños y empezaban a preguntar que para dónde iban, que por qué no estaban trabajando en la casa, que por qué empezaban andar pa’llá y pa’ca. Los niños en esos tiempos fueron Roberto y Arcesio, el marido de doña Luz Mila, esos fueron los primeros guías hasta ahora.
A los hombres los echaban atrás y ellas eran las que hacían frente al ejército y nosotros todos los muchachos por ahí participando en todo lo que más a pasar agua, a correr, a avisar, 12
Participación
Señas: Carmen, cuéntenos ¿cuáles fueron las primeras fincas que se recuperaron en el resguardo de Munchique? Carmen: la primera finca fue allí en La Aurora, allí donde estamos, en donde está la sede, era de José Manuel Tovar. En la finca de allí fue muy dura la recuperación porque vino la represión, el ejército, y ¡no! Empezaron a garrotear a la gente pero nunca le tuvimos miedo, desde allí empezó la mujer a organizarse, fue la mujer de Emiliano Toconás, doña María, se llamaba ella. Ella ya no vive, que en paz descanse, era una mujer muy valiente, muy luchadora. Y la finada Emilia, la que falleció ora poco. Ellas eran las mujeres que se paraban duro ante el ejército, ante la policía, adelante de los hombres, ellas no dejaban que tocaran a los hombres, se hacían adelante, los niños y las mujeres adelante y a los hombres los echaban atrás y ellas eran las que hacían frente al ejército y nosotros todos los muchachos por ahí participando en todo lo que más a pasar agua, a correr, a avisar, lo que sea nos tocaba. Después recuperaron allá abajo en Loma Alta la finca que era de un cura, y después ya fue la de acá arriba del Roblar hacia arriba, todas son recuperadas. Señas: Carmen, coméntenos un poco de los diferentes cargos que usted ha ejercido en la organización. Carmen: bueno entonces de allí pa’llá, yo comencé así, ayudando a cocinar, a trabajar, me gustaba mucho andar. Nos regañaban porque perdíamos mucho tiempo pero nosotros salíamos y nos íbamos a trabajar. A veces me encontraba con mi novio que era Esaú, él también de vez en cuando se iba, pero yo sí era constante, y él decía que para qué nos metíamos tanto allá, que de pronto nos lleva el ejército. Yo le decía: “¡Ay! ¿Y es que usted le tiene miedo a eso o qué?” Pero nosotros no le teníamos miedo (risas). Él también participaba hasta que ya después nos juntamos con él y seguimos saliendo igual. Ya después nos dijeron que otro compañero nos venía a
capacitar, que participáramos en los talleres. Fue Gustavo Mejía, él participó bastante. Era un compañero de la gente, que no era pues de los que siempre hablan, él andaba haciendo trabajos políticos organizativos. Otros ahí empezaron a darnos talleres de capacitación, la formación de la mujer, a participar en todo, derecho de la mujer; mi esposo también participó. Todos participamos, ahí fue donde entendimos que el hombre no podía ceñir a la mujer ni la mujer al hombre, que debíamos dar una libertad a ambos, tomar una conciencia de empezar las luchas por los derechos. Yo como mujer tenía que conocer mis derechos y él como hombre tenía que conocer sus derechos, las leyes que nos pertenecían. Todo eso nos lo explicó él, que no podíamos ir con los partidos liberales ni conservadores, por eso nunca voté por ninguno de los partidos tradicionales en mi época. En esos tiempos llegó la organización allá pero ellos, Gustavo Mejía y los otros, de una vez dijeron: “nada de partidos conservadores”, era recuperación de tierras y no votar por los partidos tradicionales porque ellos eran los que tenían las tierras invadidas dentro de los resguardos. Cuando ya tuve mi edad y pude votar, ya había frente democrático, después pasó a ser la Unión Patriótica, intentaron trabajar con Gustavo Mejía. De ahí para allá vinieron más compañeros, por ejemplo, Manuel Santos. Todos ellos por allá anduvieron capacitando a la gente, andaban caminando por todas partes. Señas: sería importante conocer un poco los cargos que usted ha venido desempeñando en la comunidad, sabemos que usted ha sido gobernadora. Carmen: primeramente empecé a participar en el cabildo, fue cuando ya eligieron el gobernador Gregorio Ulcué, el de La Aurora. Eso fue en el 74. Me nombraron de cabildante, quedé de alguacil; yo seguía trabajando, participando, después volvieron y me nombraron ya fue de alcaldesa. Tres veces estuve.
Me dejaron descansar un año, después me nombraron de fiscal y mi esposo también tuvo varios cargos: fue secretario, gobernador suplente y así nosotros íbamos a participar y todo era con unos compromisos. Me dejaron descansar un año, después me nombraron de fiscal y mi esposo también tuvo varios cargos: fue secretario, gobernador suplente y así nosotros íbamos a participar y todo era con unos compromisos. Ahí los mayores lo iban analizando a uno, no es como ahora que nombran gobernadoras que aparezcan allá. En esos tiempos no era así, sino que lo metían a uno y después ellos iban mirando cómo era la forma de portarse, cómo trataba a la gente. Ellos iban mirando a esa persona, consultando con un mayor si esa persona iba a servir o no para recibir cargos. Así fue como ya en el 90, 91, empezaron a hablar de la participación de la mujer, pero ya en el 73 habíamos empezado a trabajar en el grupo de la mujer interno aquí, con doña Emilia, doña Eva. Trabajábamos sembrando comida para la gente que empezaba a salir: que no había revuelto, entonces el Programa de la Mujer se empeñaba en producir comida. Había que sembrar yuca, plátano, en una parte, en otra. Cuando nos íbamos a mover, “allá hay revuelto, vayan a traer de allá”, y así… como primero la mujer era la que sembraba la comida, así fue el trabajo que desempeñamos. En el 89 yo estaba enferma, entraron al hospital y me dieron la razón de que me habían elegido de candidata para el CRIC. Yo recibí la noticia acá en el hospital, le dije a los muchachos: “¿Cómo así? ¿No están viendo que yo estoy enferma acá en el hospital? Estoy operada, cómo voy a ir, ya no faltan sino 15 días” Fue en Tóez el Congreso. Pero allá se reunieron los mayores y dijeron: “que usted ya no podía trabajar acá porque usted
Participación
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Decíamos: “tenemos que capacitar personal propio porque ¿hasta cuándo?” Ya empezamos a promover el programa de salud, a llegar a los resguardos, a coordinar la capacitación, empezamos por medio de educación a promover a los profesores indígenas. estaba operada, pero que por allá sí podía representar”. “Usted va a ir”, dijeron. Fueron dos candidatos que nos nombraron, fuimos yo y Eliber, Eliber Menza, era en esos tiempos. Ya coordinaba la guardia del resguardo desde esa época y yo era la que preparaba la guardia. Entonces fuimos los dos, llegamos a Tóez, y yo así enferma, no podía comer nada de las comidas que cocinaban, pues no más tenía como un mes y medio de operada. El último día definieron los mayores. Ahí se reunieron Canoas y Munchique y definieron quién podía servir, si yo o Eliber. Me parece que se reunieron los mayores médicos y catearon, entonces dijeron que yo era la que había salido bien y así fue. Trabajé dos años allá en el CRIC. Empezamos a trabajar, fue muy duro porque nos tocó lo de la Constitución [la Constituyente]. Desde esa época, como no estábamos dentro de la Constitución, entonces con los abogados empezamos a trabajar, a promover ese trabajo dentro de los resguardos para poder quedar incluidos, y empezamos a trabajar hasta que eso se fundó… un trabajo muy duro. Como ejecutivos movimos todos los programas para trabajar la parte política para poder lograr entrar allá porque era muy difícil entrar, también colaboraron mucho los mayores, consultamos con el mayor Manuel Santos que trabajó de noche y de día para que nos dejaran entrar. Con él bajamos al río Cali, lo metieron al río Quilichao, lo bañaron para que él subiera allá y todo fue muy bonito. En esos tiempos, como ahora, había problemas
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políticos, problemas de gestión con el AICO.1 Cuando de pronto el AICO también lanza un candidato, y empezó ese choque como pasó ahora que días… entonces decíamos que todos trabajábamos para el cabildo. Yo personalmente me confundí porque en mi resguardo estaba el AICO, estaba la parte de Pitalito alto, entonces yo dije: “para entrar a trabajar, por ejemplo, el mayor Angelmiro era uno de ellos, no era del CRIC”. Era un choque entre los mismos. “¿Y ahora cómo hacemos?” Yo fui y consulté con el mayor, le dije: “mayor, mire, hay este problema: nosotros trabajábamos era para promover la campaña”. Entonces él dijo: “no, no peleen, déjelos, usted hágale campaña al suyo y deje que ellos le hagan campaña al otro. El que quiera votar, vota por Lorenzo o si no, vota por Birri. Entonces van a trabajar. Déjelos que lleguen los dos, que los dos van a hacer mucho allá, porque uno solo no podría, los dos van a llegar y van a arreglar las leyes a favor de nosotros y eso está muy bien. ¡Hágale!” A los otros compañeros los veía trabajando también. Yo daba el nombre de mi candidato, el otro daba el nombre de Lorenzo Muelas y así trabajábamos de la mano y no entramos a alegar ni a pelear. Por fuera, en otras partes, sí había como ahora que días con el senador este, Marcos [Avirama], y yo me acordaba y decía: “¡Qué bonito que empezaran a trabajar lo mismo, que si los dos llegaran sería mucho mejor”. En vez de estar peleando hay que trabajar duro para que los dos lleguen, pero empezaron a escupir y a no hacer caso, ni el uno ni el otro, entonces esas cosas no nos traen nada bueno, esos conflictos internos hay que ver cómo se trabajan, hay que ser muy inteligentes porque si uno entra a pelear no consigue nada, es muy difícil entrar a pelear con la gente. Señas: ¿qué cargo específico entró usted a desempeñar en el CRIC? ¿Después de estar en el CRIC qué más pasó en su vida? 1
Autoridades Indígenas de Colombia.
Archivo Casa de Pensamiento ACIN.
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Carmen: yo era fiscal, eso era entre el 90 y el 91. Al estar allá en el CRIC empezamos a trabajar, a mirar los programas porque siempre abren programas de educación, de salud y empezamos a traer estos programas a los resguardos. De ahí fue que comenzamos con los promotores indígenas, a capacitarlos dentro del resguardo a ver cómo promover la salud propia desde los mismos indígenas. A Gladis, que era la primera candidata, no la quisieron recibir pues ella no tenía estudio, no tenía sino segundo de primaria. En esos tiempos las promotoras entraban por política, había una promotora que era una negrita de acá de Puerto Tejada, era una promotora pero nos tocaba más atenderla nosotros a ella. Por el problema del frío, esa muchacha mantenía con cólicos. Nosotros decíamos: “tenemos que capacitar personal propio porque ¿hasta cuándo?” Ya empezamos a promover el programa de salud, a llegar a los resguardos, a coordinar la capacitación, empezamos por medio de educación a promover a los profesores indígenas. Cuando yo estuve allá me tocó moverme mucho, empecé a entrar en los resguardos, a mirar, y no había escuelas ni en el Piñuelo, ni en Río Claro, ni en Arauca, ni en
el Roblar. Empezamos a recoger el listado de muchachos, a mover si se podía conformar una escuela, a hablar con alcaldes de acá del municipio y todo eso se dio, gracias a Dios; en todas esas escuelas se comenzó con profesor bilingüe que fue Manuel Jesús Quitumbo y él comenzó a trabajar dando ánimo a los jóvenes. De ahí para allá empezamos a dar capacitaciones de profesionalización de maestros, a que todos esos programas llegaran al resguardo, igual aquí en Canoas empezamos a mirar. En la comunidad de Munchique, en la finca que habían recuperado en Juan Tama, estaban trabajando en un rastrojero pero no había ganado, no había nada, la gente trabaje y trabaje. Creo que fue Lorenzo Díaz el gobernador en esos días. Yo entré en el programa de producción en el CRIC, empecé a conocer al PPCI,2 a ver qué posibilidades había de que fueran al resguardo y vieran que allá la comunidad tenía una finca recuperada pero no tenía nada, entonces hubo la posibilidad de que ellos hicieran un crédito y fui al PNR,3 2
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Proyecto de Fomento a la Producción Agropecuaria y Desarrollo Cooperativo para las Comunidades indígenas del Nororiente del Cauca. Plan Nacional de Rehabilitación.
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empezamos a hablar por ahí. También conseguimos 204 novillas y un toro por el PPCI, conseguimos los mismos animales para Canoas que tenía la finca de El Águila recuperada, y como a mí me habían delegado los dos gobernadores, me tocaba buscar para los dos, yo nunca podía hacer para mi resguardo no más. Yo estaba en Canoas y estaba en Munchique en reuniones, en talleres, en todo estaba yo, acompañaba el programa del CRIC. Cuando llegaban yo dejaba los programas en la comunidad y salía a integrar a los jóvenes, y volvía a salir para otros resguardos que me delegaban, ese fue el trabajo que desempeñamos, preocuparnos por el programa de la mujer, entrar de lleno a capacitar y a conformar la directiva del programa de la mujer; la coordinadora, que era Irma, fue a contactar. En esos tiempos, en Popayán estaba el Programa de la Mujer, entonces yo intenté que se contactaran con la base en los resguardos y empezamos a mover desde esos tiempos el Programa de la Mujer duro. Y todos los programas llegaron al resguardo y se trabajaba todo en conjunto, a nivel organizativo, político, se trabajaban los programas con la comunidad, y así podía ser el consejero mayor
El compañero finadito Palechor, me dijo: “vea, no se deje meter el dedo en la boca del Gobierno, conforme las escuelas en cada vereda y entre más cerca les quede las escuelas a nuestros hijos, mucho mejor”. 16
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que era el presidente, era normal llegar a las comunidades y quedarse en las asambleas. En lo que fuera nosotros nos dirigíamos a la asamblea, si eran dos días, nos quedábamos dos días con la comunidad. Cuando se acababa la asamblea todo el mundo se iba para la casa y así participábamos todos, pero ahora no sé, eso hace que la gente se aleje. Ese fue mi trabajo. Empezamos a formar las escuelas, a promover el quinto de primaria, terminar la primaria y de ahí para allá pensábamos qué hacer. Ahí fue cuando empezamos a hablar del primer colegio, que fue el Juan Tama. A hablar con el doctor Caicedo que ya tenía esta propuesta, con Mariano que era el gobernador. Así conformamos una directiva y empezamos a convocar una asamblea. Había muchos desacuerdos. La gente de Vilachí y El Águila no quería que se montara el colegio, los de acá de Canoas estaban de acuerdo y tenían el respaldo de Munchique, pero el gobernador de Munchique tampoco nos aportó; ese día yo espere con tanto afán que el gobernador bajara, pero era Bernabé y no quiso participar en esa reunión; yo estuve como representante del CRIC allí en Munchique, […] hasta que se aprobó montar el colegio. Entonces necesitaban un abogado, yo fui al CRIC y conversé con un abogado Perafán. A él lo pusimos a trabajar asesorando los proyectos y yo estaba pendiente de cómo iban hasta que eso se volvió una realidad. Se aprobaron los proyectos, comenzamos el colegio. Después, en los dos años siguientes yo estaba pendiente; participamos en muchos resguardos para el Cesar, para el Chocó, para donde nos delegaba la directiva principal,
Rosalba Velasco
Familia de Carmen Ulcué.
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allá nos íbamos, volteábamos mucho con el compañero Palechor. Decían en esa época: ahora los profesores empiezan a decir que si no hay niños no podemos enseñar, que si hay tres niños, cuatro niños, hay que recoger esos profesores y amontonarlos en una sola parte. En esos tiempos, el compañero finadito Palechor, me dijo: “vea, no se deje meter el dedo en la boca del Gobierno, conforme las escuelas en cada vereda y entre más cerca les quede las escuelas a nuestros hijos, mucho mejor. ¿Cómo el hijo del rico sí en la cuadra tiene el bus cuadrado o tiene un profesor? Ellos tienen ese derecho, nosotros tenemos el mismo derecho, así que no se deje llevar del cuento cuando digan que no, que esas escuelas están muy juntas, que ahí no puede haber un profesor. Cuente con la que está en embarazo, cuente con el muchacho que está de novio, eso ya van a tener un niño, y es un derecho la educación que tenemos que tener. No se deje meter el cuento, nosotros no nos dejamos meter el cuento por eso conformamos las escuelas en todas las veredas, conformamos las veredas y empezamos a ir montando las escuelas. En cambio ahora no, hacen caminar a los niños yo no sé para dónde porque hay muy poquitos niños y no puede estar allá el quinto y ellos tienen que ir yo no sé a dónde. Entonces la comunidad se dejó meter el dedo en la boca. Se hubieran parado duro, tampoco eso se hubiera dado”. Como dijo él: “donde hay tres, cuatro, cinco niños, hay un derecho, son niños y tienen derecho a educación y empiecen a pelear por eso, si el hijo del rico tiene derecho a un profesor por niño cómo nosotros no vamos
a tenerlo también”. Y así nos planteábamos nosotros y ganábamos, no nos dejábamos montar de ellos. Señas: después de su paso por el CRIC usted volvió a la comunidad, ¿qué otros cargos desempeñó allí? Carmen: cuando yo volví a los tres años, que me volvieron a tener en cuenta, empezamos a trabajar la parte política que fue la Alianza Social Indígena (ASI). Empezamos a promoverla fuerte aquí en el municipio de Santander. En esos tiempos, cuando yo regresé del CRIC, me lanzaron candidata de aquí para el Concejo, pero me quemé por 10 votos, no llegué, me quemé (risas). Eso fue en el 93, porque ya en el 95 y 96 estuve de gobernadora, como no gané para el Concejo de ahí la comunidad dijo: “listo, para gobernadora entonces”. Para mí fue una sorpresa tenaz porque yo nunca pensé llegar a ser gobernadora. Un día yo estaba en la casa y se habían ido a trabajar todos, los muchachos estaban estudiando, cuando fueron llegando dos, cuatro, cinco mayores a mi casa. Los hice entrar, dijeron: “nosotros veníamos a conversar con usted”. “¿Qué sería?”, les dije. “¿El mayor Esaú está?” Yo les dije: “no, está trabajando”. “Necesitamos conversar con usted”. “¿Qué sería?” Pues él está por allá abajo, si quiere lo llamo. Lo llamé y subió. Cuando subió fue que los mayores se pararon. “Nosotros venimos a conversar a ver si usted nos sirve a la comunidad para este año para gobernadora”. Yo me asusté. “¿Como así? ¿Ustedes cómo me dicen eso? No, no, no, yo no puedo, eso es trabajo duro. No, no, hasta allá no. Ya salí del
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En el 73 tuvimos una persecución muy grande del ejército, pues estábamos en plena recuperación de tierras por todo eso, una persecución tan dura que llegaron por nosotros a la casa para matarnos. otro trabajo, llegué de Popayán, estoy como descansando, ahora que estoy con los muchachos ellos necesitan que esté con ellos. Cuando yo estaba en Popayán era seguro que yo estaba en la casa sábados, viernes y así, llegaba a la Quiebrapata, subía a pie, volvía y salía a pie a la Quiebrapata los días lunes. ¿Yo de gobernadora? Entonces ya los mayores decían: “no, antes le queda fácil, usted viaja aquí interno, queda aquí en la comunidad”. Entonces yo dije: “yo no sé, los muchachos no están, tengo que consultar primero con ellos. Entonces me pasaron una botellita de aguardiente y yo les dije: “no, yo no puedo recibir el aguardiente, porque primero Esaú no ha dicho nada. A ver qué dice. Él dijo: “yo no sé, ella es la que decide, yo no puedo decir nada, si ella se siente capaz que diga si, sino que de una vez diga no”. Entonces mandé llamar a los muchachos. Les dije: “los muchachos llegan por la tarde”. Los mayores se quedaron ahí no más. Llegaron Carlos y Rodrigo, que era el mayor, entonces le dije: “mijo, los mayores llegaron a decir a ver si yo sirvo de gobernadora”. Rodrigo dijo: “¡Ay! Mami usted dijo que iba a estar en la casa con nosotros”. Le dije: “pues sí mijo, pero por eso, qué dicen ustedes”. Dice el mayor, Rodrigo: “Mami, lo primero que me dijo usted es que tienen que consultar al mayor, al médico. Si él dice que usted puede recibir el cargo puede y si no, no, porque usted para quedar mal tiempo le sobra mamá porque así fue para Popayán. Usted fue a consultar el mayor, dijo que usted iba a trabajar bien y le fue bien, mamá, no hubo problema. Entonces si le dice lo mismo puede aceptar. Por ahora diga que
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todavía no”. Le dije: “bueno, entonces deme la media yo voy donde el mayor y consulto a ver qué me dice. Si él me dice que yo salgo bien para esto, acepto. Si no, yo no acepto, busquen otro”. El señor dijo: “no, pero nosotros ya fuimos a consultar con los mayores, ya está consultado que usted es buena, que es capaz”. “No, pero yo tengo que ir, fueron ustedes pero yo tengo saber”. Entonces fui al otro día con la media y le dije: “vea mayor, a mí me fueron a decir esto y esto, yo quiero que usted me diga si puedo o no, si soy capaz porque para tener problemas tiempo me sobra, mejor me quedo en la casa”. Él me hizo brindar y me dijo: “¡Noo! usted sí va a trabajar bien muy bien, recuerde que cuando la lanzaron para el CRIC también yo le dije que le iba a ir bien y salió bien sin ningún problema, y así va a ser también, no se preocupe, acéptelo, usted sale bien para gobernadora”. Y siguió: “Ya espere en las votaciones a ver cómo sale, hay dos candidatos, espere las votaciones”. Él me hizo brindar de una vez y me dijo: “tiene que bajar si usted gana. De aquí a ocho días (eso era muy rápido, no es como ahora que dan tiempo) son las elecciones, si gana, baja derecho acá, no vaya a quedarse por allá ni nada. Si usted ganó permanezca allí pero al otro día madrugue con su marido aquí”. Le dije: “ah, bueno”, y así fue. Cuando ganamos yo fui derecho lo mismo que él había dicho. “Llegue con sus hijos y todo, yo voy a ligarlos para que no anden con problemas. Por eso es que salen, cogen cargo, consiguen otro marido y él otra mujer. Para que esas cosas no estén sucediendo. Igual cuando usted fue a Popayán le dije que trabajara solamente pensando en la comunidad, nada de cosas y así lo hizo entonces ahora en la gobernación tiene que ser lo mismo”. Él me hizo brindar y me dijo: “piense en su marido, en sus hijos, en la comunidad, haga de cuenta que son sus hijos…”. Él dijo: “haga de cuenta que estos cuatro que trae aquí ya no son, es toda la comunidad, usted es la mamá de toda la comunidad, usted va a ser la que la va a cui-
dar a la comunidad, entonces coja la botella y ofrezca allá a la laguna de Juan Tama diciendo: ‘papa usted me ayuda a cuidar mis hijos que me dieron un cargo, no soy nada, soy una persona pero diga que usted va a ser grande y poder sostener a todos mis hijos, y durante este tiempo que no le pase nada a mis hijos ni a los animales de la comunidad porque todos pasan a mi nombre’, diga eso y brinde”. Y así fue. Así me hizo brindar y verdad, gracias a Dios en el año nada pasó, pequeños problemas y malos entendimientos pero no fue mucho y todo fue más o menos tranquilo. No hubo problemas graves. Con mi esposo nada porque él ha sido una persona muy entendida: él cocina, lava, él me apoya y cuando él se va yo también digo: “vaya”. Él también tiene que ir a reuniones y así. Él me dice: “vaya”. Yo a mis hijos, a todos desde pequeñitos, les enseñé a cocinar y a lavar ropa. Allá nadie lava ropa de nadie, cada uno lavaba la ropa de ellos, yo lavo mi ropa, mi esposo la de él y así no amontonábamos ropa sino que nos bañábamos, cambiábamos y todo el mundo lavaba la ropa y así no nos ateníamos. Ni ellos esperaban a que llegara a lavar ropa, sino que a veces yo llegaba corriendo y dejaba la ropa tirada. Cuando yo llegaba mi ropa ya estaba limpia, mi esposo me la había lavado toda (risas). Así no tuvimos dificultades en eso, ellos cocinaban, asaban arepa, de todo. Iban a traer las vacas, ordeñaban, iban a trabajar porque el papá de nosotros en eso sí era muy duro. Les enseñó a trabajar y a sembrar, ellos llegaban de la escuela, no teníamos agua en la casa, nos tocaba cargar agua lejos, en bestia, en los tarros. Llegaban de la escuela, y era sagrado que tomaban arepa, agua de panela y nos íbamos a cargar agua, traer la leña… Cuando no era de trabajo, a sembrar la mora, porque de eso se movían ellos; mi esposo empezó a vender la mora el día sábado, de eso es que compraba la sal y yo empezaba a andar y a veces no tenía cómo moverme. La plata de la mora me daba para que yo me moviera
(risas), y así comenzamos. Problemas no tuvimos, dificultades en el hogar tampoco; ellos sabían: cuando yo llegaba, ellos me esperaban y el uno tostaba café, porque a mí me gusta tomar mucho café pero de allá mismo. Ellos decían: “[…] hay que tener café tostado, porque mi mamá ya llega el viernes”. Ellos […] fueron muy lindos, para que, no tengo nada qué decir. Por ejemplo, Rodrigo, él era muy… él ordenaba a los otros hermanitos a moverse. Le decía a Carlos, por ejemplo: “Carlos, movete que mi papa ya va a venir”. Ellos eran muy obedientes pero a veces Rodrigo era duro cuando le daba rabia, así como es ahora, no le contesta nada a nadie y uno ya sabe que él está bravo, dejémoslo quieto (risas). Pero todos eran muy formalitos, todos eran así. Saúl, que era el más joven, y Gloria también era muy obediente. Ella es muy conversona, habla mucho; con la abuela a toda hora era hablando nasa yuwe. Llegaba la abuela y empezaba era a hablar. Tuvimos dificultad antes de ir al CRIC, que eso fue en el 73, tuvimos una persecución muy grande del ejército, pues estábamos en plena recuperación de tierras por todo eso, una persecución tan dura que llegaron por nosotros a la casa para matarnos. La orden salió de aquí de Santander, eran los políticos; nos avisaron tiempo antes. Ya habían matado a todos los líderes, a todos, recuerdo tanto al finado Avelino Úl, los únicos que quedamos fuimos nosotros, en Santander se reunieron y dijeron que no quedaban sino Esaú y Carmen. Que a ellos había que darle era a los dos, porque si se quedaba la mujer, que eso era un peligro. Nos dijeron: “el ejército va a ir
Con mi esposo nada porque él ha sido una persona muy entendida: él cocina, lava, él me apoya y cuando él se va yo también digo: “vaya”. Él también tiene que ir a reuniones y así. Él me dice: “vaya”.
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La persecución fue muy dura, ... eso lo siguieron, lo empezaron a buscar casa por casa. Nosotros nos desplazamos un tiempo, nos fuimos para Bogotá, estuvimos como seis meses allá; él estuvo un poquito más, como ocho meses. 20
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Cuando yo llegué ellos decían: “vea, aquí está el invasor, la cabeza principal, el invasor”. Claro, como él era secretario, tenía todos los papeles, como no había oficina en esos días ellos iban de casa en casa. ¡Uy! No, Dios mío, cuando yo llegué, la niña llorando allí dijo: “mami, mami, mi papi”. Uno de los soldados dijo: “señora, esto es del batallón San Mateo y a su marido lo van a matar, hoy lo matan para que ahorita haga algo. Ellos habían cogido todos los líderes, los líderes los están matando. Esta semana matamos varios, a su marido lo van a matar”, me decía uno de los soldados. Yo le decía: “confiando en mi Dios él no debe nada”. Bueno, al rato después de que ya quemaron todos los papeles ahí, lo echaron por delante, se lo llevaron. Él dijo: “¿Por qué me van a llevar?” La niña cogió y abrazó al papá, entonces la cogieron de la mano y la tiraron por allá, ella se quedó llorando y se lo llevaron. Más arriba la gente se reunió, llegó la información y los cabildos. Como el sargento autorizó a dar candela a la gente, entonces Esaú dijo: “no, pues déjenme que me lleven, qué tal, es mejor morirse uno y no todos”. Entonces se lo llevaron, por allá arriba lo habían llevado por ahí por donde Mario Díaz, por ese monte. Como a las siete de la noche llegó la orden para matarlo, le hicieron el hueco, lo hicieron parar a la orilla del hueco, le pegaron cinco tiros. Dijeron: “Péguenle tres en el pecho y dos en la cabeza”. Eso dijeron, a él no lo cogió ni una bala porque en ese momento se calló y les dijo: “Ustedes no me iban a respetar la vida, ustedes por matarme a mí ¿qué me están comprobando? Ustedes no han comprobado nada para matarme, ustedes me prometieron que me devolvían”. ¡Noo! Ahí mismo cuando él dijo eso dice que le iban a disparar, cerró los ojos, cayó al suelo y empezó a rodar. Como tenía la capa puesta él dice que empezó a rodarse la capa, se la quitó y se fue rodando solo. Entonces claro, todos los tiros llegaron ahí en la capa, entonces un perro
Rosalba Velasco
por ustedes”, nos avisaron. Yo les dije: “qué va, mentira, qué van a venir por nosotros”. Allá participamos en una limpieza de varas con el gobernador de ese año, el médico en el río nos dijo: “va a llegar una gente armada a la casa, entonces acá tienen que estar muy pendientes”. Nosotros no les paramos bolas, pues no estábamos haciendo nada; él [Esaú] tenía cargo de secretario y ya llegó el ejército por nosotros. Como a las seis de la mañana vino una nube negra. Mire que la naturaleza nos anunció, una nube negra, una brisa fría que entró a la sala y abrió la puerta. Dijo la niña: “vea mami cómo abrió la puerta, ¿qué será?” Él había estado en Popayán haciendo unas vueltas con el gobernador y había llegado como a las 10:00 p.m., yo le dije: “mijo, levántese, mire cómo llovió duro, la nube abrió la puerta”. Él dijo: “¡Qué va a pasar, mija! Yo ya estoy aquí, gracias a Dios ya estoy”. “Pero ¡mijo levántese que como llovió duro y la nube abrió la puerta yo no sé qué vaya a pasar!” Yo dije: “¿No será que el ejército va a venir?” Él dijo: “¿No será que esos perros que están allá cogieron a la gente? ¿Quién quita que ellos volteen para acá?” Ya como a las 7:00 a.m. se fue la nube. Yo fui a traer un plátano porque él vino y no trajo nada. “Mija, yo no traje nada, no hay plátanos”. Fui a traer plátanos ahí a la huerta, yo fui con Carlos a cortarlos. Cuando volvimos el ejército ya lo tenía afuera, lo había hecho arrodillar, ya estaba allí, habían sacado todos los papeles, nosotros habíamos hecho créditos, escrituras, todos los papeles de nosotros los quemaron, todo amontonado metiendo candela a eso.
grandote se aventó ahí en la capa y los tiros se los dieron fue al perro, ahí fue que bramó y pararon. De ahí para allá la persecución fue muy dura, en la casa esperando que dijeran que sí se había escapado, eso lo siguieron, lo empezaron a buscar casa por casa. Nosotros nos desplazamos un tiempo, nos fuimos para Bogotá, estuvimos como seis meses allá; él estuvo un poquito más, como ocho meses. Los hijos se quedaron así volando por ahí: el uno con el hermano; la niña, que era la más pequeña, estaba en la escuela, ahí ya le echó mano el profesor Alberto. Como él ha recogido a los hijos fue que empezó a tenerlos en
la casa; Rodrigo estaba donde los tíos, él no se alejó de la casa, él apenas disque afilaba el cuchillo y se acostaba allá adentro. El ejército disque iba y él allá adentro acostado con el cuchillo en la cabecera del miedo que le daba pero no se salió. Llegaron y le dijeron: “Usted ¿qué es que no se va? ¿Y el papá?”, le preguntaban. Por eso es que hoy en día él es así, detesta esa gente. Mejor dicho: él desde esa época dice que le hervía la sangre, decía: “Si quiere, máteme, máteme aquí!” Pero él no se fue de la casa, el ejército llegó ocho días. Se quedaron acá y esos ocho días estuvo en la casa. El abuelo pasaba a verlo y le decía:
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“mijo, váyase, camine que…” Y nada. Todos los demás sí salían y eso fueron crisis en un tiempo muy tenaz. Nosotros pasamos por cosas muy… después nos corretearon por allá, por esos lados. Yo me fui al monte, amanecimos dos días sentados sin comer en el monte, horrible, con la niña para allá y para acá. Ya un día yo me puse a llorar por allá sentada en un cafetal, dije: “¡Dios mío! ¿Por qué nos tiene que pasar esto? ¿Será que recuperar tierra era malo o por qué será que nosotros llegamos a esto?” Estaba sentada debajo del cafetal por la noche, después de que me había quedado sentada llorando me baja algo del firmamento, como una estrella que me abrigaba, un calor fuerte en mi cuerpo me decía: “mija, no llore, lo que hicieron no es malo, no se preocupe que a ustedes nos les va a pasar nada, nosotros estamos con ustedes cuidándolos”. Y la estrellita me jugaba dándome calor así en el cuerpo. Yo dejé de llorar, de ahí para allá cogí más fuerza a Dios, el miedo todo se me fue, así hasta ahora. Señas: fuera de ser gobernadora en el 95 y 96 ¿qué otros cargos ha ocupado en la comunidad? Carmen: después de ser gobernadora… como yo me estaba capacitando en salud, empecé a trabajar en el centro de salud dentro del resguardo con las promotoras impulsando el grupo a nivel veredal, o sea que el objetivo de nosotros era no capacitar una sola promotora sino que teníamos que mirar el programa de salud en cada vereda, en cada vereda una promotora. El problema en esos tiempos
El cólera era tan fuerte que aplicó dentro del resguardo, entonces empezamos a capacitar en cada vereda una o dos personas o las que quisieran para hacerle frente a ese cólera y le hicimos frente porque nosotros combatimos.
eran los cólicos. El cólera era tan fuerte que aplicó dentro del resguardo, entonces empezamos a capacitar en cada vereda una o dos personas o las que quisieran para hacerle frente a ese cólera y le hicimos frente porque nosotros combatimos. Estaban Lilia, yo, Gladis, Saúl, y después se formó el Yuu lucx, entonces empezamos a capacitarnos con el CISEC4 y nos dotaron de elementos para trabajar esa parte y empezamos a combatir; […] en muchas partes lo combatimos solo con plantas, en otras partes con ayuda de drogas, pero muy poco, la mayoría fue con plantas. De ahí para allá empezamos a promovernos y yo no sé, ahora eso también se acabó, no sé dónde están los agentes de Caloto, se capacitaron un tiempo pero el cabildo no fue capaz de acoger y continuar con esas personas, impulsarlas, promoverlas. Ahora que se está hablando de la salud propia hay un recurso ya preparado dentro de los resguardos para los muchachos, con una capacidad muy buena, pero no los han acogido… entonces esas personas están quietas. Las capacitó el CRIC y el programa del CISEC, ya después nos fuimos capacitando con el programa de la AIC,5 […] yo tengo los diplomas y todo eso, y nunca nos han dicho nada. Yo trabajé después en Cali como agente de salud, atendiendo personas; me mandaron de aquí de la finca para reemplazar a doña Fabiola que tenía salida. Estuve allá, después vine de allá y empecé a trabajar aquí en Santander en el hospital, trabajamos tres años aquí en Santander, después con la comunidad, y con las pocas experiencias que cogí en las capacitaciones, pero más me gustaba lo propio, capacitar hacia a fuera es muy bueno, sí, pero uno se aleja mucho de la comunidad. Uno aprende de acá y se aleja de la comunidad. Cuando yo estuve en Cali empecé a analizar el tema de las enfermedades: niños desnutridos, mujeres desnutridas, mucho problema, aquí en Santander era lo
mismo, en Cali también, aquí hay que ir a trabajar en el resguardo, empezar a promover las siembras. Ahora llevamos dos años con el programa de semillas propias, nos dieron semillas, animales propios. Dos años trabajé, me fue muy bien, me cansé, entregué porque habían propuestas, sí, pero dedicarse de lleno es muy difícil. El transporte no más tampoco da abasto. Los hijos me decían: “mamá, retírese porque usted no es presa, usted trabaja voluntariamente tanto tiempo, no es justo, mejor quédese trabajando en lo suyo”. Y verdad, algunos gobernadores como Aureliano fueron conscientes, él nos llamaba, nos daba una pequeña bonificación a las que trabajábamos con salud. Los otros gobernadores nos tenían en cuenta, treinta mil pesos mensuales, pero nos pagaban ya cuando iban a salir, ahí es que nos pagaban alguna cosita. Casi todo el tiempo trabajé mucho, hoy en este tiempo estoy en la casa descansando; eso desde que no haiga (sic) una bonificación más o menos pues uno se cansa. Dos años antes del AIC, cuando salieron las empresas de salud, trabajé con Vida Nueva. Dos, tres años trabajé con el señor José María de gobernador, en esos tiempos aquí en el municipio la empresa empezó a dirigirse con personas capacitadas que hablaran nasa yuwe y que tuvieran la capacidad, entonces mandaban a alguien para acá a representar y el gobernador José María me tuvo en cuenta a mí. Trabajé tres años, me retiré porque salió la empresa propia de la AIC, nos retiramos todos y empezamos a promover acá. Como yo tenía un contrato no podía renunciar, de una terminé y nos pasamos a la AIC; me fue muy bien, ellos me querían mucho, me decían que volviera a trabajar, pero yo les decía: “Queda como muy maluco volver a trabajar otra vez, ya tenemos la empresa propia, uno no puede estar para allá y para acá, no, ya tenemos la empresa propia, mejor yo me quedo y así”.
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Señas: en estos últimos años ¿a qué se ha dedicado?
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Centro de Investigaciones y Servicios Comunitarios. Asociación Indígena de Cauca.
En las capacitaciones nos vamos con mi esposo los domingos, los sábados; porque nos nace aprender más cosas, […] el lunes estuvimos aquí en Santander en un taller. Carmen: ahorita, como le digo, he estado en mi casa, en mi rancho dedicada a trabajar. Ahora poco me resultó el tema del azúcar, soy diabética, entonces los médicos empezaron a exigirme los cuidados de la alimentación y todos los cuidados, los medicamentos, entonces los muchachos me dijeron: “Mami, retírese de todo eso y quédese quieta, empiece a sembrar, a trabajar usted misma las hortalizas”, y a eso me he dedicado, pero siempre le hace falta a uno ver que alrededor están pasando cosas y a uno le da por salir a trabajar otra vez. Les digo a los muchachos de tanta cosa que está pasando, pero ahora estoy quieta. En las capacitaciones nos vamos con mi esposo los domingos, los sábados; porque nos nace aprender más cosas, […] el lunes estuvimos aquí en Santander en un taller, y ahorita que estamos así… estoy en mi casa, viniendo aquí a la reunión del cabildo. No he salido mucho en estos días, estoy allá y acá. Señas: Carmen, ¿qué opinión o consejo le daría usted a las mujeres que están iniciando en el proceso organizativo? Desde su experiencia como mujer, ¿qué aporte le hace a la futura generación? Carmen: que tomen una conciencia muy clara, piensen para el futuro de ellas mismas, primero en lo personal y la familia, y empiecen a preocuparse de verdad en el futuro de la comunidad, que tengamos un buen futuro; que nuestros hijos, nuestra comunidad cambien y tomen una conciencia clara y empecemos a analizar […] nuevamente cómo superarnos en la organización también. Señas: Carmen, muchas gracias por su valioso tiempo.
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MUJERES DEL CAUCA
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Entrevista con Juliana Rodríguez de la Ruta Pacífica de Mujeres y Comunitar
Mural colectivo elaborado con Cartografía Sur, Foro de mujeres interétnico, 2013. Archivo Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
MUJERES Y PAZ
La construcción de una agenda de paz desde las mujeres En el año 2010, se creó en el Cauca el Espacio Regional de Paz. En la segunda edición de Señas publicamos un artículo acerca del surgimiento de este espacio de confluencia de organizaciones sociales,1 que tiene como propósito abordar temas y acciones centradas en la construcción de paz y la terminación del conflicto armado. Tras el inicio de los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC-EP en el 2012, y el reciente anuncio de un proceso de paz con el ELN, el Espacio Regional de Paz (ERPAZ) ha venido trabajando en diferentes iniciativas que articulan a las organizaciones sociales del departamento en torno al fortalecimiento organizativo y la promoción de acciones hacia la solución política y negociada del conflicto armado.
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Las organizaciones que hacen parte del ERPAZ son: Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), Comité de Integración del Macizo Colombiano (CIMA), Coordinación de Consejos Comunitarios y Organizaciones de Base del Pueblo Negro en la Costa Pacífica del Cauca (COCOCAUCA), Unión de Organizaciones Afrodescendientes del Cauca (UOAFROC), Movimiento Campesino de Cajibío (MCC), Corporación para el ecodesarrollo COMUNITAR, Ruta Pacífica de Mujeres regional Cauca, Organización para el desarrollo urbano y campesino (ORDEURCA), Corporación pro Desarrollo Comunitario CODESCO, entre otras.
Una de las iniciativas generada en el ERPAZ, y con ampliación hacia otras organizaciones, es la construcción de una Agenda de paz de las mujeres del Cauca. La agenda está en construcción y refleja el trabajo de articulación de varias organizaciones de mujeres y de organizaciones mixtas por construir apuestas políticas y rutas de trabajo comunes. Igualmente, la Agenda es una posibilidad de potenciar la interlocución de las mujeres con relación al tema de paz y elevar sus condiciones de participación política a nivel regional. El gran reto de procesos como este, en medio de un debilitado movimiento nacional por la paz, es tener la capacidad de articular y hacer sinergia con diversas agendas locales y regionales que se han venido tejiendo a propósito de la paz en los territorios. Señas entrevistó a Juliana Rodríguez, activista de la Ruta Pacífica de Mujeres, politóloga de la Universidad del Cauca, integrante del equipo de la ONG Comunitar, encargado de dinamizar el proyecto “Mujeres pactantes de paz”, que se desarrolla con el apoyo de la Unión Europea y Diakonia, y es ejecutado por la Ruta Pacífica de Mujeres, la Fundación Mujer y Futuro y la Corporación Comunitar. Juliana hace un
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Señas: con el actual proceso de negociación de paz, las organizaciones sociales, las mujeres, los sindicatos, los pueblos indígenas, los campesinos, afro, entre otros, vienen manifestando sus propuestas y sus visiones frente a un posible acuerdo de paz. Desde un sector de las mujeres, en el caso del departamento del Cauca existe una iniciativa denominada Agenda de mujeres. Al respecto: ¿Cómo nació la agenda? ¿Cuáles son sus objetivos y sus principales ejes de discusión? Juliana Rodríguez: el proceso de construcción de la agenda nace básicamente de la propuesta de tres organizaciones del Espacio Regional de Paz que son: el Proceso de Mujeres Maciceñas de la Fundación Estrella Orográfica del Macizo Colombiano (Fundecima), la Ruta Pacífica de las Mujeres y la Corporación Comunitar. Nace también de la necesidad de empezar a reflexionar acerca de las vocerías de las mujeres en el Espacio Regional de Paz (Erpaz), y de la poca participación que hay de las mujeres de otras organizaciones en las vocerías y en la toma de decisiones.
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Dijimos que había que iniciar un proceso con las mujeres para fortalecer los liderazgos en estas organizaciones y hacerlo también para discutir las necesidades, las problemáticas y las propuestas que tienen las mujeres en todos los territorios donde operan las organizaciones que hacen parte del Erpaz y construir una agenda avalada por este espacio que busca, no solamente el empoderamiento de las mujeres —los liderazgos de las mujeres que están participando de las vocerías en el Espacio Regional de Paz—, sino también juntarnos mujeres muy diversas para pensar sobre las problemáticas que nos aquejan y qué tenemos en común por el hecho de ser mujeres. Por ejemplo, hay un tipo de violencias muy específicas que se ejercen en nuestra vida y en nuestros cuerpos, y en nuestros territorios y los impactos son distintos. La propuesta surge de allí, de esta necesidad, y empezamos a conversar con las otras organizaciones: con el Erpaz, con el Programa Mujer del CRIC, con las compañeras de la ACIN, con Ordeurca, con Uoafroc. Hicimos esa convocatoria en chiquito, a fin de comenzar el proceso, sacar
una agenda de las mujeres que quede para Erpaz, que esté orientada a fortalecer los liderazgos y a motivar que las mujeres estén en las vocerías políticas y en la toma de decisiones. También para juntarnos, hacer una incidencia fuerte, posicionarnos y decirles: mujeres, estamos pensando en el tema de la paz, estamos construyendo paz, y finalmente sacar una propuesta de agenda de paz de las mujeres del Cauca. Pensamos en ampliar la convocatoria a otras organizaciones que no hacen parte de este espacio, pero que tienen procesos organizativos, como en el trabajo de red que hacemos las organizaciones sociales. Para este caso, pudimos vincular a organizaciones de víctimas, al Consejo Comunitario de Mujeres de Popayán, al proceso de mujeres Misak. En total las organizaciones que han hecho parte de este proceso son alrededor de dieciséis. Hay mujeres muy diversas: indígenas, campesinas, afrodescendientes, urbanas y víctimas. La mayoría son lideresas, hay algunas que están empezando en este proceso y también se trata de motivar el proceso político de las mujeres, de organizarse, de debatir todos es-
tos temas. Hasta febrero de este año hicimos cinco encuentros de reflexión, de construcción de agenda de paz, con unos debates muy amplios y de hondo calado. Tratamos de encontrarnos en las distintas necesidades, pero también reconocimos las diferencias que tenemos, pues somos mujeres muy diversas. Se trataba de poder acordar, en medio de esa diferencia, unos ejes y evidenciar que es necesario juntarnos, caminar juntas, para incidir en el tema de la paz y posicionarnos como protagonistas y sujetas activas en este proceso. Las mujeres no queremos ser pactadas, sino ser pactantes de este proceso, de la construcción de paz y de todos estos hechos de paz que hay en los territorios en donde las mujeres trabajan como hormiguitas. La Agenda es producto de todas estas experiencias, reflexiones, del análisis y de las problemáticas que tenemos en el territorio, no solo en torno al conflicto armado, sino en torno a lo que pasa con las mujeres: las violencias contra las mujeres, la participación política, entre otras problemáticas que tienen que ver con la minería, por ejemplo. Partimos de nuestra realidad, de nuestras capacidades ¿qué podemos hacer?, ¿qué podemos lograr?, ¿con quiénes nos podemos juntar?, ¿con quiénes no? Ha sido un proce-
Marcha de Mujeres por la Paz, 22 de noviembre de 2013. Archivo Casa de Pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
recuento del proceso de construcción de la Agenda, los temas centrales, sus desafíos y el actual proceso de legitimación y difusión que se está dando alrededor de esta propuesta.
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Las mujeres no queremos ser pactadas, sino ser pactantes de este proceso, de la construcción de paz y de estos hechos de paz que hay en los territorios en donde las mujeres trabajan como hormiguitas.
so muy bonito, de mucho esfuerzo porque no teníamos financiación, pero hicimos una bolsa común en donde fuimos juntando y así pudimos sacar cinco encuentros adelante, para tener lo que hoy podemos denominar la Agenda de paz de las mujeres del Cauca. Señas: ¿cuáles son los principales temas que tiene la agenda? J. R.: son cuatro, priorizados en medio de un universo grandísimo de necesidades y problemáticas. Un tema que salió con mucha contundencia fue el de las violencias contra las mujeres desde todos los ámbitos, es decir, aquellas que se ejercen contra las mujeres en el marco del conflicto armado, pero también las que se ejercen por el género. Concretamos esos dos espacios así: el tema de las violencias en el marco del conflicto armado y las otras violencias. Partimos de la realidad, de decir qué tenemos, qué podemos hacer; pero también qué nos falta, y allí encontramos que nos falta la caracterización y la información acerca de las violencias contra las mujeres en los territorios. Es un ejercicio que tenemos que hacer desde cada territorio, no necesitamos propiamente un observatorio de violencias contra las mujeres, lo que necesitamos es montar un observatorio itinerante, que vaya de territorio en territorio para levantar la información de las violencias que se ejercen. También vemos que hay un vacío de información. En los centros oficiales hay mucha información que no está registrada, un gran subregistro de violencias. De violencia sexual, por ejemplo, el subregistro es altísimo. Un primer
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paso es levantar esa información y saber qué está pasando con las mujeres en nuestros territorios. Y así, juntando toda la información de los territorios, por organizaciones, vamos a tener un resultado bastante amplio de la situación de las mujeres en el departamento del Cauca. De otro lado, es muy importante el conocimiento de nuestros derechos, de los mecanismos de exigibilidad, bien sea en el marco de la justicia ordinaria o en la justicia indígena. A veces se peca por desconocimiento, aunque también hay muchos obstáculos en el momento en que se activan estos mecanismos. La idea es conocerlos y saber que las mujeres estamos protegidas, que tenemos unos mecanismos y unas rutas. También es muy importante la prevención y la sensibilización acerca de los impactos de las violencias contra las mujeres. Vemos que hay muchas deficiencias, que la Ley 1257 tiene unas cosas muy importantes que no están siendo aplicadas. Hay un apartado que habla de las campañas de prevención y sensibilización y nos damos cuenta de que en realidad no se están dando recursos y no hay campañas. Y esas campañas tienen que ser pensadas a partir de las mujeres. Es decir, cómo se llega a las comunidades, porque es distinto lo que se pueda presentar en las capitales frente a lo que se pueda presentar en la ruralidad. Se trata de pensar campañas que de verdad lleguen hasta lo rural, que sean contextuales y que generen lo que se pretende, que es sensibilizar frente al tema. También allí entran las comunidades indígenas: ¿cómo se piensan ese tema de la sensibilización y la prevención de violencias desde su cosmovisión? Hay que invertirle a todas las distintas apuestas y cosmovisiones sobre cómo se puede hacer el tema de la prevención y la sensibilización. Lo otro que es muy importante es que las mujeres exigimos participar en la creación y en los ajustes de las rutas de atención para las mujeres víctimas. Sentimos que nos están
imponiendo modelos que no son contextualizados, que no atienden las realidades de las mujeres, que no miran de verdad qué sucede con una mujer cuando es violentada. Lo hablo desde la justicia ordinaria, cuando tiene que pasar a medicina legal, cuando tiene que pasar a la Fiscalía. Las ponen a voltear por mil cosas, sin plata, a veces las revictimizan. No tenemos algo de verdad integral. No hay comunicación entre las entidades que deben atender, no hay una buena comunicación entre medicina legal, entre la Fiscalía, entre la Comisaría de Familia. Cuando hay medidas cautelares, toca ir a cada entidad para que funcione la ruta y no debería ser así. Creemos que se debe hacer un ajuste de las rutas de atención y es muy importante que nosotras estemos ahí, porque sabemos qué necesidades y qué obstáculos tenemos para activar esas rutas de atención. Señas: como mencionabas, uno de los puntos es violencia contra las mujeres, ¿hay otros temas? J. R.: Sí, son cuatro puntos. El segundo es el del reconocimiento y las garantías para la representación y participación política de las mujeres de las organizaciones y los procesos sociales. Los liderazgos de las mujeres en los procesos sociales son muy importantes. Son unas hormiguitas en los territorios, son las que dinamizan: que la convocatoria, que esto, que lo otro. Pero digamos que no son liderazgos que trasciendan de lo territorial, de su municipio, del corregimiento, y no son tenidas en cuenta en el momento de las decisiones políticas. Digamos que hay mujeres a las que de pronto no les gustaría mucho figurar, pero son unas lideresas. Sus criterios son muy importantes a la hora de la toma de las decisiones y no se están tomando en cuenta. Es muy importante que se nos empiece a dar el espacio y reconocimiento a las mujeres, no solamente en las organizaciones sociales, sino también en los escenarios de toma de decisiones. Por eso también decimos que es
muy importante la formación política para las lideresas de los procesos sociales. Participar en política no tiene que estar ceñido a hacer parte de un partido político, sino que también se puede hacer política, pero no en el sentido clientelista que se maneja ahora, sino política desde los procesos sociales, porque finalmente todos son políticos. Consideramos que es importante este tipo de formación. Que también las candidatas, o las que hagan parte del Concejo, estén sensibilizadas frente al tema de las mujeres. En este momento la ley de cuotas no se está cumpliendo ni en la Gobernación ni en la Alcaldía de Popayán. Pero digamos que la ley de cuotas no garantiza que las mujeres que estén allí aboguen por nuestros derechos. Es importante hacer ese acercamiento, más que distanciarnos y decir: no, es que eso hace parte de la politiquería. Se trata de acercarnos y decirles: mire, usted está en una representación de las mujeres y es importante posicionar los temas de las mujeres. La idea no es seguirnos dividiendo, sino plantear que somos diferentes, también hay algunos intereses particulares, pero creo que hay algo que nos junta. Eso lo hemos conversado mucho. El tema de la participación política también tiene que ver con el de los presupuestos en los planes de desarrollo. Aquí hay organizaciones y procesos muy interesantes de mujeres ejecutando recursos, y es problemático ver que para ejecutar algún tipo de programa traen personas y organizaciones de otras partes, cuando aquí hay quiénes pueden asumirlo, hay procesos de mujeres que se han cualificado, que han hecho carreras universitarias, carreras técnicas en administración y en todas las áreas. Creo que nosotras estamos preparadas para la ejecución de recursos del departamento para las mujeres y no queremos que nos sigan trayendo consultorías externas. El tercer punto mencionado tiene que ver con el acceso directo, uso y goce de la tierra para las mujeres en condiciones de equidad.
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Las mujeres han sido excluidas históricamente de la tenencia de la tierra, la historia de los derechos de las mujeres da cuenta de eso. Una de las cosas que planteamos es levantar un diagnóstico sobre las mujeres y el acceso a la tierra, y ahí encontramos una primera dificultad y es que las instituciones no tienen información desagregada. Entonces esa es una de las primeras exigencias, porque es su tarea, no pueden seguir con esa información globalizada. Queremos ver cómo está la distribución de la tierra aquí en el Cauca y pensamos que la información tiene que estar desagregada, con un enfoque diferencial de género, etnocultural y geográfico. Las notarías aquí por ejemplo, en la Corporación, nos responden derechos de petición diciéndonos que ellos no están encargados de hacerlo, que si queremos vayamos a la notaría y nosotras empecemos a mirar y a hacerles el trabajo. Eso es un descaro. Eso pasa con todas las instancias que tienen que ver con el tema de tierras, con el Instituto Colombiano Agropecuario (ICA), con el Incoder y con las notarías. Necesitamos levantar esa información y que ellos se pongan en la tarea de desagregarla con el enfoque diferencial de género, étnico y geográfico, para tener de verdad un mapa de distribución de la tierra en el departamento del Cauca. Es necesario iniciar programas de adjudicación de tierras para las mujeres, acompañados de proyectos productivos, pues existe la ley de mujer rural pero hay muchas dificultades. Por ejemplo, para estar en la convoca-
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toria, la ley no les garantiza a las mujeres ni proyectos productivos ni el acceso a la tierra; las ponen más bien en una cantidad de diligencias y, en últimas, estos trámites solamente consiguen desgastarlas. Ahora está el programa de formalización con el Ministerio de Agricultura, pero es para las familias o personas poseedoras de tierra. Pero, por ejemplo, las mujeres que están en arrendamiento no van a poder estar en ese programa de formalización. Es necesario crear formas de adjudicación de tierra para las mujeres. La investigación que hizo Comunitar sobre el acceso a la tierra en el Cauca arroja que a los hombres les dan más hectáreas de tierra que a las mujeres. A mujeres cabeza de familia les dan menos tierra que a los hombres cabeza de familia. Y cuando uno pregunta cuál es la razón, si igual también tienen que responder por una familia, la respuesta es que por el hecho de ser hombres pueden producir la tierra y en cambio las mujeres no. Y resulta que eso no es cierto, las mujeres también llegan a ser muy productivas en la tierra. Creemos que es necesario abrir esos mecanismos de adjudicación para las mujeres en la calidad en la que estén, de poseedoras, de tenedoras, incluso de propietarias porque pueden ser propietarias, pero no tienen un peso para estar en la tierra, para un proyecto productivo y les toca irse a trabajar a otras fincas. ¿Y las arrendatarias? Señas: ellas están en peores condiciones. J. R.: Sí. No figuran ni siquiera para los subsidios. Es necesario asesoría y acompañamien-
to técnico para las mujeres y sus proyectos productivos. Se hace énfasis en empezar con un programa de recuperación de semillas nativas, lo que tiene que ver con la soberanía alimentaria. Las mujeres somos muy conscientes de todos los daños y perjuicios que traen las semillas transgénicas y de la necesidad de volver a nuestros productos nativos y seguir reivindicando la soberanía alimentaria. Lo otro tiene que ver con los fondos de crédito para las mujeres, fondos rotatorios, algo que no está previsto de manera muy clara en la Ley de Mujer Rural. Creo que son muchas las exigencias, pocas las garantías y malas las condiciones. Es necesario repensar todo este tema de los programas para proyectos productivos para las mujeres.
Sentimos que nos están imponiendo modelos no contextualizados, que no atienden las realidades de las mujeres, que no miran de verdad qué sucede con una mujer cuando es violentada. unos altos índices de mujeres asesinadas por armas de fuego. Eso da cuenta de que la militarización está y hay muchas armas que están rondando por aquí.
Y, por último, algo que generó mucho debate y que es bastante peliagudo, es el tema de la militarización de los territorios, que afecta la vida y el cuerpo de las mujeres. Allí hablamos de ambientar la cultura de paz, de ambientar compromisos para la convivencia, a propósito de los conflictos interétnicos. Las mujeres tenemos un rol muy importante para mediar en el tema de la resolución de conflictos. Es necesario diagnosticar el estado de la guerra en los territorios a partir de las necesidades y las apuestas de las mujeres.
En el tema de la resolución de los conflictos también está contemplado el Servicio Militar Obligatorio. Hay que cogerle la piola al presidente Santos cuando dijo que el Servicio Militar Obligatorio iba a desaparecer. Allí estamos pensando: ¿cómo le hacemos frente a todo este tema de la militarización? Y nos referimos a la militarización de la vida civil, no solamente de los actores armados. Un escenario de posconflicto no significa que la militarización deje de existir. No sabemos qué va a pasar con las fuerzas militares. Pero el otro punto son los impactos y los rezagos que van a quedar en los territorios y en los imaginarios de todas las personas frente a lo que se ha vivido por más de cincuenta años de conflicto armado.
Hablamos de la militarización no solamente por la presencia de los actores armados, sino también de cómo esta se encuentra en el imaginario de las personas y se cree que todo debe resolverse por la vía de la violencia. No es gratuito, por ejemplo, que aquí haya
Esos son los cuatro temas, muy resumidos, de lo que hemos trabajado. Hemos tenido tres reuniones con mucha incidencia . Tuvimos una reunión con el gobernador y la Secretaría de la Mujer en donde se firmó una carta de respaldo político a la agenda de las
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Marcha de Mujeres por la Paz, 22 de noviembre de 2013. Archivo Casa de Pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
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mujeres y estas instancias se comprometen a dinamizarla y apoyarla. Tuvimos una reunión con Oscar Ospina, el parlamentario, que también está muy interesado en que esta agenda quede incluida en las discusiones, por ejemplo, en Bogotá. Pero también nos pregu0ntamos: ¿cómo hacer para que quede incluida en las discusiones acá en el Cauca, en las dinámicas del Cauca? Lo que él nos decía es que hay una dificultad con las mujeres parlamentarias en Bogotá y es que están pensando el tema del posconflicto y de la paz desde las capitales y no desde la región. En esta Agenda las mujeres hablan desde la región, desde la ruralidad, y entonces es muy importante que queden posicionadas estas apuestas. Tuvimos una última reunión con tres empresarios de la región: con Acopi, con el Consejo Gremial y con la Coordinadora Territorial de la OIT para el respaldo político de la agenda. También para que se comprometan de manera muy precisa con Ley 1257 en lo que tiene que ver con el empleo para las mujeres víctimas. Es muy importante que se cree un sello de calidad y responsabilidad social con las mujeres del Cauca. Ellos están muy interesados y ya firmaron un acuerdo de respaldo para la agenda y para eso se les está pidiendo también el compromiso social que tienen con las caucanas. Señas: nosotros vemos que el Cauca es uno de los departamentos de mayor movilización social, con ejercicios de resistencia y articulación popular. Como tú lo mencionabas, se-
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guramente en la construcción de la Agenda, a pesar de que existen esas articulaciones de movilización, también hay tensiones entre los mismos sectores sociales. Creemos que también eso se expresa en las relaciones que construimos las mujeres, que allí también pesan esas divisiones o esas tensiones que hay entre los pueblos indígenas, campesinos y afro. ¿Cómo se expresó esto en la construcción de la Agenda? Tú nos decías que uno de los nudos, por así decirlo, fue el tema de la militarización. ¿Cómo se hizo para construir consensos en medio de la diversidad? J. R.: lo que ayudó a sintonizarnos a todas fue el cómo iniciamos, y lo hicimos presentando los contextos de cada mujer, de dónde venía, es decir, cuáles eran las problemáticas particulares. Lo hicimos no solo para conocer el “estado de”, sino también para evidenciar que lo que pasa en un territorio también pasa en otros. Fuimos encontrando puntos en común y quedamos con la claridad de que una agenda no iba a recoger todo, había que priorizar lo que podíamos hacer en colectivo. Había otras cosas que de pronto no teníamos la capacidad para asumir pero sí las podíamos trabajar. Que nos vamos a juntar obviamente cuando se requiera, cuando haya la solicitud. Pero sí había unos temas que necesitaban de mucho más trabajo y que eran muy contextuales, muy particulares y se nos iba a volver una cosa gigante. Salieron muchísimos asuntos al inicio, pero había que priorizar; decir, bueno: ¿en cuáles nos encontramos todas? Y allí iniciamos.
Con la militarización el asunto fue muy peliagudo, porque claro, había mujeres urbanas y ellas no ven este tema de la misma manera como lo ven las mujeres indígenas o las campesinas. Hubo que hacer un ejercicio para posicionar el tema de la militarización porque no se lograba entender muy bien. Se entendía que era solamente el desmonte o que se retiraran las fuerzas militares y surgía el debate: “pero entonces ¿quedamos a merced de?” Escuchar las experiencias de las mujeres que viven en zonas donde el conflicto armado está acentuado fue muy importante para decidir que es necesario tener el tema presente. No lo entenderemos del todo, pero creo que el escuchar a las otras compañeras y que ellas nos digan: que el reclutamiento forzado, el tema de la violencia sexual, el tema de las minas antipersonales; es decir, que nos contaran cómo ellas tenían que ir a rescatar a sus hijos y sus hijas nos hacía pensar: ¿qué tal que esa fuese mi situación? Eso nos concientizó mucho para decir que era necesario plantear el tema. De pronto no lo entenderemos del todo pero no estamos exentas de que situaciones como esas nos puedan suceder. Quizás no quedaron todos los temas que las mujeres que estábamos allí hubiésemos querido, pero había que hacer una priorización porque esto es una agenda, con tiempos, que es programática y que debe tener resultados. Entonces había que aterrizarla, así como toda negociación. Señas: pensando en la aplicación de la Agenda, digamos que el Cauca está catalogado como uno de los departamentos con
mayor índice de violencia, por lo menos física, hacia las mujeres. Y, digamos que hay fuertes obstáculos por el modelo patriarcal y el machismo que se vive en la sociedad. También en las propias organizaciones sociales hay obstáculos, por ejemplo, cuando las mujeres pertenecen a organizaciones mixtas sabemos que no es tan fácil a veces hablar o promover el tema de derechos de las mujeres. ¿Cuáles son entonces las condiciones para que la Agenda tenga una aplicabilidad, una resonancia importante en las mismas organizaciones de las que hacen parte las mujeres, donde también hay estos obstáculos que ustedes han reflexionado en la agenda y en el propio departamento? Se vuelve muy interesante haber logrado el respaldo de sectores empresariales, institucionales, pero ¿cómo avanzar en un respaldo en la misma sociedad caucana? ¿Cuáles son las posibilidades para lograr el desarrollo de la agenda? J. R.: pensamos que no es una agenda solamente para afuera, sino también para el interior de las organizaciones sociales. Estamos conscientes de que el primer obstáculo que a veces se encuentra son los mismos compañeros y las dinámicas que se desarrollan en
En esta Agenda las mujeres hablan desde la región, desde la ruralidad, y entonces es muy importante que queden posicionadas estas apuestas.
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las organizaciones. Al respecto, planteamos que hay que posicionar la agenda al interior, al menos convencernos políticamente de que es correcto hacerlo. Eso se nos convierte en una herramienta y un derrotero para tener de dónde agarrarnos. Lo otro es trabajar a partir del conocimiento y las dinámicas que tienen las mujeres, porque no es lo mismo si yo digo: es que hay que reunirnos y empezar ¿sí? Y pensando en que los procesos de formación son importantes, hacer un día de subjetividades, por ejemplo, para que nosotras empecemos a deconstruir los modelos culturales que nos han impuesto sobre cómo deben ser las mujeres y cómo deben ser los hombres. Pero ellas saben que eso no va a calar mucho en sus espacios. Y ellas lo que nos dicen es: nosotras no nos vamos a hacer eso, porque lo primero que nos dicen es que estamos odiando a los hombres y que ya no queremos nada con ellos, entonces, encontrarnos para eso va a fracturar las organizaciones. Lo que están diciendo es que desde lo que ellas hacen como hormiguitas van a seguir posicionando el tema, irse metiendo también en las vocerías y decirles: vea, aquí todo el Cauca está respaldando una agenda, ¿nos vamos a quedar rezagados? Entonces, convencerlos de que por lo menos es políticamente correcto apoyar esa agenda. Desde el quehacer propio de las mujeres en sus territorios ellas le están metiendo a la Agenda. Una compañera yanacona nos decía: yo estoy en el tema de educación. “Sí, que
Omaira vaya para aquí, que vaya para allá, que con los niños. Y yo con los niños y las niñas es métales y métales el tema; y así, sin tenerme que poner a pelear le estoy metiendo. Y ya están empezando de que sí, que las mujeres, que esto y que lo otro”. De esta manera lo están haciendo. No es la confrontación “con”, sino trabajar desde las herramientas que ellas tienen y los espacios que han ganado —porque en donde están y lo que están haciendo se lo han ganado— están metiéndole al tema. Creo que es muy importante y que están convencidas, además, de que lo que estamos haciendo allí es lo que todas dijimos y es lo que estamos trabajando. Y entonces vemos a las mujeres hablar del proceso de la agenda con orgullo, con satisfacción. Yo digo que si una está convencida de eso, pues creo que empieza a trabajarle y a meterle mucho más. Eso es lo que hemos pensado en términos de las organizaciones sociales, que no va a ser sencillo, claro que no. Allí tendremos que estar también, trabajar en red y plantear el tema desde la dimensión política. Por ejemplo con el Erpaz, decirles: bueno, ¿la representación de las mujeres qué? Digamos que ya lo estamos haciendo. Respecto a la incidencia y la institucionalidad, y ya en colectivo con la sociedad civil, es un trabajo bastante arduo pero creo que ya las primeras reuniones nos dan cuenta de que es posible hacerlo, que a veces el distan-
ciamiento que tenemos las organizaciones sociales con las instituciones a veces llega a ser muy dañino. Porque, ¿cuál es la real incidencia? ¿La incidencia solo la queremos pensar cuando tenemos que salir a marchar, cuando tenemos que salir a hacer un plantón? Creo que esta también se puede hacer de otras maneras, es necesario hacer los acercamientos y no seguir con esto de que la institucionalidad tiene errores garrafales, que a veces les cuestan la vida a las mujeres, pues no podemos distanciarnos, debemos acercarnos y exigir como ciudadanas, y desde esa ciudadanía que nos enviste de derechos, incidir. Y lo estamos haciendo.
serían los caminos para permitir que más gente, más mujeres, más organizaciones se adhieran? y ¿cómo articularlo con otras iniciativas? Por ejemplo, en el norte del Cauca acaba de terminar un proceso de formación política interétnica que deriva en una Agenda Interétnica de Mujeres, que comparte muchos de los puntos que se han planteado en la Agenda regional. Pero en aras de juntar un poco, de hacer minga, de hacer junta de todos estos procesos ¿cuáles podrían ser los caminos?
Ahora nos estamos agarrando de la Secretaría de la Mujer Departamental, porque toca fortalecerla, moverla y aprovecharla lo más que se pueda. Así como en esta gobernación tuvimos secretaría, no sabemos si la tendremos para la siguiente. Estamos iniciando ese proceso, pero la idea es que haya recursos para las propuestas y las apuestas de la agenda. Lo que te decía de la campaña, del diagnóstico, todo eso va a ir dinamizándose en la medida en que comencemos a hacer estos acercamientos, porque la institucionalidad por sí sola no va a venir a nosotras. Eso no va a ser así.
J. R.: la Agenda no es estática, si bien tiene unos tiempos para evaluar qué tanto estamos logrando, qué debemos ajustar, la agenda también está en constantes ajustes. Y todo porque las dinámicas sociales y también los contextos van cambiando. No podemos pretender que lo que estamos trabajando aquí […] funcione más en el tiempo, pero digamos que sí habrá que hacerle ajustes. Y esos ajustes se irán haciendo en la medida que nos vayamos juntando y en la medida que muchas más mujeres, que muchas más organizaciones y procesos vayan conociendo de ella (y digan) ¡ah! qué chévere, sería bien articularnos en la medida en que se incluyan tales cosas. Y eso lo vamos a hacer en la medida en que se vaya conociendo.
Señas: la Agenda la suscriben por ahora dieciséis organizaciones, es algo representativo en relación con las dinámicas del departamento, pero ¿cómo se ha pensado o cuáles
La Agenda no va a ser cerrada. La idea es seguir retroalimentándola, que gane mucha legitimidad. La invitación es que conozcan las propuestas para irle sumando a la Agenda.
Temas de la Agenda de paz de las mujeres del Cauca: 1. Violencias contra las mujeres. 2. Reconocimiento y garantías para la representación y participación política de las mujeres de las organizaciones y los procesos sociales. 3. Tierra y territorio. 4. Desmilitarización de los territorios y la vida civil. 34
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La Agenda está ya en la escritura. Vamos a hacer un proceso de validación, un encuentro al cual estamos pensando invitar a muchas mujeres y más organizaciones. De ahí la invitación para la escuela interétnica, para que le aporten a los ajustes de esta agenda. Hay que seguirle metiendo más cosas a los cuatro lineamientos que ya tenemos, porque no nos da la vida pa’ meterle más temas. Pero sí, es irle metiendo más, ir juntando más, ir posicionando esa agenda y que se vayan apropiando de ella como una herramienta, que tenemos que movilizarla en donde estemos. Estamos pensando en una estrategia de comunicación bien amplia para que se conozca la agenda. El proceso es bien importante porque llegamos a ser setenta mujeres de distintas partes del Cauca. Pero también es importante que en esta estrategia de comunicación queden las propuestas, por ejemplo, la tierra, como un derecho para las mujeres. Se trata de sacar las propuestas tal como están, para ponerlas en las alcaldías, en las personerías, en las organizaciones y también generar reflexiones acerca de lo que estamos diciendo: que es necesario que hayan condiciones para las mujeres en el escenario del posconflicto. Porque si sigue existiendo esta exacerbación de las violencias, si seguimos sin tierra, sin participación, pues sí, muy chévere que estén hablando de participación allá, pero ¿para las mujeres qué? ¿Cuál va a ser el verdadero proceso de construcción de paz?
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Señas: con relación a esto último que estás mencionando, ya pensando en una proyección más nacional y más de cara el proceso de paz, nosotros sentimos que también hay un deseo en la sociedad de cómo llegar a La Habana. Y uno de estos sectores es el de las mujeres, que también a nivel nacional es diverso. Entonces, ¿cómo ves, desde la opinión de Comunitar, del trabajo que hace la Ruta, esta posibilidad de llegar a La Habana con cosas más conjuntas? Que podamos decir: aquí hay una agenda del Cauca, en otros departamentos hay otras alternativas, hay plataformas de paz de mujeres también distintas. ¿Cómo ven ustedes un poco la construcción de ese escenario y las posibilidades de llegar más unitariamente? Sobre todo en el sentido de recoger la diversidad pero también con sentido realista, de que la negociación tampoco se puede desbordar recibiendo las propuestas y las iniciativas de todas las mujeres o todas las organizaciones de mujeres que existen. ¿Cómo ves tú ese panorama? J. R.: lo que plantea la Corporación Comunitar y también la Ruta Pacífica es que no fue la mesa que queríamos, mucho menos con el plenipotenciario de la mayoría hombres y dos o tres mujeres. Ahí vemos el total desequilibrio que hay, pero respaldamos el proceso de negociación en La Habana. Vemos como un hecho muy afortunado el que ya haya una subcomisión de género. Eso también nos marca una ruta mucho más directa para enviar las propuestas, para incidir
y que queden plasmadas. Estamos haciendo una lectura de los acuerdos que ya han salido hasta el momento, los preacuerdos, y el tema de las mujeres: por ningún lado. Vemos lo de la subcomisión de género muy importante, pero [...] la paz no se va a firmar en La Habana. Sí, ese es un primer paso muy importante, el de acabar el conflicto con un actor armado, que son las FARC —que esperamos que eventualmente también se dé con el ELN— pero nosotras tenemos una preocupación mayor y es la que tiene que ver con la implementación de los acuerdos. Creemos que es muy importante llevar la propuesta a La Habana, pero no todo se va a resolver allá. El asunto se va a resolver acá, territorialmente. Se habla de la paz territorializada y consideramos que precisamente esta Agenda habla de esa paz, de este escenario de posconflicto, de cómo nosotras vamos a ser las veedoras de que esos acuerdos se cumplan. De que esto, por ejemplo, lo que ahorita se logre con la subcomisión de género también quede aquí, que se vea reflejado en los territorios, y esa es la apuesta. Vamos a hacer de todo para que esta agenda llegue a La Habana, claro que sí, nosotras no nos vamos a agotar porque ese es un escenario, pero no es el único. El escenario que vemos muy importante es el de acá, el de convencer a las personas de que es necesario este proceso de paz. Porque hay mucha gente que todavía no está convencida de eso y que de hecho dice: me da lo mismo, no me impor-
ta. Creemos que hay un trabajo muy fuerte por hacer, a nivel territorial, a nivel regional. Pero que vamos a aprovechar, nos vamos a aprovechar de que haya una subcomisión de género para decir: vea, las mujeres del Cauca estamos trabajando, estamos pensando en un escenario de posconflicto para extraer lo que esté para los acuerdos. Normalmente se habla sobre tierra, sobre participación, y allí tiene que estar. Pero también hay un trabajo muy fuerte que se debe hacer a nivel de la región, y al que también le estamos metiendo mucho la ficha porque es un escenario que no es nada sencillo. El escenario de posconflicto trae muchas cosas, ya lo estamos viendo con los defensores y las defensoras amenazadas. Por ejemplo, la coordinadora nacional de la ruta está amenazada. Entonces eso nos preocupa, pero no nos desalienta, son los desafíos que trae este proceso, que es pertinente que tengamos una agenda justamente para abordar todos estos temas.
La subcomisión de género es muy importante, pero la paz no se va a firmar en La Habana. Es un primer paso, pero tenemos una preocupación mayor y es la que tiene que ver con la implementación de los acuerdos.
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Retos y desafíos para la paz:
Las apuestas de las mujeres para la terminación de la guerra y la construcción de la paz Equipo de análisis político de la Casa de Pensamiento de Cxhab Wala Kiwe-ACIN y Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política En un evento de reflexión acerca de la justicia transicional y la paz, convocado por la Cumbre Nacional de Mujeres y Paz y otras organizaciones nacionales, como ONU Mujeres, Dejusticia y el Centro Internacional de Justicia Transicional (ICTJ), una compañera del pueblo wayúu planteó que “las mujeres no deberíamos pensar más en dejarle un mejor país a nuestros hijos e hijas, sino pensar en dejarle a este país mejores hijos e hijas”. Este pensamiento nos abre las puertas para imaginar dos elementos centrales con relación a la construcción de la paz, a propósito de los diálogos para la terminación del conflicto establecidos entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC desde 2012, y un posible inicio de diálogos con el ELN. El primero de ellos es que pensar un mejor país, por lo menos uno más justo, con menores desigualdades de género y de clase, constituye una de las aspiraciones centrales en los procesos de paz. El segundo elemento es que los cambios ligados a la paz no solo tienen que ver con terminar la guerra. De hecho, terminar la guerra debería abrir las puertas para consolidar transformaciones sociales, políticas, culturales y económicas que conduzcan
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para incidir decididamente en la terminación de la guerra y la edificación de la paz.
No se puede todo de una sola vez: la paz es un proceso integral de largo plazo Los diálogos de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC han movilizado diferentes opiniones en la agenda pública con relación a la definición de sus objetivos y posibles resultados. Desde quienes mantienen una visión absolutamente contraria para alcanzar la paz por la vía de la negociación política, hasta quienes ven en los diálogos una posibilidad de terminar la guerra.
En este artículo queremos señalar algunas reflexiones y desafíos en torno a la construcción de paz en Colombia. Para ello retomamos varios elementos construidos en diversos espacios de formación y reflexión en los que participamos como equipo de análisis político de la Casa de Pensamiento de la ACIN y de la Corporación Ensayos durante el año 2014. Nos referimos a talleres, foros y encuentros interétnicos de mujeres impulsados a través de la Escuela “Mujer, Derechos Humanos y Participación Política”, desarrollados en el norte del Cauca. Igualmente, retomamos varias reflexiones de escenarios de discusión de paz convocados por plataformas y organizaciones de mujeres a nivel regional y nacional.
Entre uno y otro extremo hay múltiples intereses, algunos en clave real de poner fin al conflicto armado por una vía no militarista, otros bajo el móvil de pacificar el país para ganar seguridad en las inversiones estratégicas de gran calado ligadas a las locomotoras del desarrollo que impulsa el Gobierno colombiano. También hay sectores que no creen en los diálogos y en la posibilidad de desactivar la guerra, y por ello no se comprometen decididamente a acompañar e incidir en la agenda de paz. En todo caso, después de más de sesenta años de conflicto armado, vemos con gran preocupación un movimiento social por la paz que no asume un rol decidido, protagónico y masivo para enfrentar la posibilidad más cercana que ha tenido el país en la búsqueda de una salida política y negociada a la guerra (Houghton, 2014).
Con estas reflexiones queremos hacer un aporte a las discusiones de las mujeres para pensar el tema de la paz más allá del contexto comunitario local o de la pertenencia étnica. Consideramos que es urgente mirar dentro de nuestros procesos los elementos políticos, sociales y culturales que hemos tejido en medio de la movilización y las luchas populares
Varios actores del orden internacional, con experiencia en procesos de paz, recomiendan y ven útil y necesaria la participación de la sociedad civil en la búsqueda de la paz. Definitivamente, hay temas de la negociación de paz que competen a los actores armados que se han enfrentado, pero hay otros temas de agenda, incluso la posible
a que las causas que dieron origen al conflicto sean mitigadas.
aprobación e implementación de la misma, que deben contar con la participación de amplios sectores de la sociedad. Un sector importante de las mujeres del país confluimos en la Plataforma Mujeres por la Paz porque compartimos la necesidad de movilizarnos políticamente desde las luchas y visiones de las mujeres frente a los diálogos de paz. Varios objetivos nos juntan en esta plataforma. El primero de ellos está relacionado con el desarrollo de acciones para la construcción de una paz con justicia social. El segundo y tercer objetivo están relacionados con el posicionamiento de las mujeres como actoras e interlocutoras políticas cualificadas en
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los diálogos de paz. El cuarto propósito se centra en la realización de control político a la agenda pactada entre el Gobierno y la insurgencia. Los demás propósitos se refieren al imperativo de desarrollar alianzas estratégicas con sectores políticos y entre las mujeres, potenciar una agenda de las mujeres con capacidad de incidencia en los diálogos de paz y fortalecer escenarios nacionales y regionales (Mujeres por la paz, 2012). Al igual que Mujeres por la Paz, otras iniciativas mixtas y de mujeres desarrollan diversas acciones en varios territorios del país, en ámbitos formativos, de investigación e incidencia política para desactivar el conflicto armado (ONU Mujeres Colombia y Cumbre Nacional de Mujeres y Paz, 2014). Estos esfuerzos de movilización y preocupación por los diálogos de paz, en nuestra opinión, arrojan varios elementos importantes. En primer lugar, aunque el movimiento social por la paz hoy en Colombia no es contundente ni masivo, está claro que muchos sectores, entre ellos las mujeres, le apostamos a la terminación de la guerra a través de un proceso de negociación. En segundo lugar, hemos comprendido que la paz, más que un acuerdo acelerado, es un proceso en construcción, y que las aspiraciones de cambiar el modelo de desarrollo inequitativo, depredador de la naturaleza, patriarcal, clasista y discriminador, no se concretan en la mesa de diálogo del Gobierno colombiano y la insurgencia. Como se ha sugerido en algunos documentos de análisis político (Houghton, 2014), el movimiento popular debe continuar con su agenda de cambios y transformaciones estructurales pues estas no se resuelven del todo en la mesa de negociación de paz. El “Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” posibilita discutir aspectos de orden trascendental para el país como la política agraria o la política contra el narcotráfico. Sin embargo, no es de resorte
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de la mesa resolver de manera estructural las causas que generaron el conflicto y que hoy perpetúan las desigualdades en el país. Consideramos, siguiendo algunas reflexiones sobre procesos de paz de otros países, que las negociaciones pueden conducir no solo a la terminación de la confrontación armada, sino también a la cimentación de cambios en las reglas de juego del sistema político que conduzcan a la ampliación de la democracia (Azpuru et al., 2007). De ahí que sepamos que el proceso es una piedra angular para edificar un sistema democrático más sólido, menos clasista y antipatriarcal.
Los mil rostros de las mujeres: participación y justicia Las mujeres hemos venido apostando por una participación paritaria en todos los escenarios de la vida política. Hemos cuestionado que la mesa de negociación de La Habana, en las primeras rondas, no contara con una participación equitativa de mujeres en las comisiones de las partes negociadoras. Hoy, la mesa ha propuesto la creación de una Comisión de Género que se encargará de analizar que las medidas y los acuerdos de paz incluyan de manera efectiva una perspectiva de género. Los acuerdos y las medidas de implementación del Acuerdo General, sin lugar a dudas, deben contar con la participación y las propuestas de las mujeres, al tiempo que redundan en avances significativos para la garantía de sus derechos. Esto supone considerar la diversidad de las mujeres y de los impactos que generó la guerra sobre nosotras. De este modo, deben considerarse medidas en todos los puntos del acuerdo que acojan las demandas y necesidades de las mujeres, y que, en especial, tiendan a procesos de verdad, justicia, reparación y no repetición. Nos parece fundamental, desde el movimiento de mujeres, impulsar la reflexión, como ya se ha hecho en diversos informes, sobre los
impactos diferenciales del conflicto. Es muy importante considerar a las mujeres víctimas, así como a las combatientes que se acojan al acuerdo de paz en términos de las medidas de reparación y de no repetición. En este sentido, no se pueden repetir errores de procesos anteriores donde las medidas que se aplicaron para las mujeres desmovilizadas no tuvieron un enfoque de género que permitiera a las excombatientes enfrentar su retorno a la vida civil en condiciones adecuadas después de la desvinculación de un grupo armado.
Hacia la reparación y la no repetición La negociación de paz implica que ambas partes puedan ceder en algunos de sus propósitos e intereses con el fin de lograr el acuerdo y, como mujeres, hemos insistido en que ninguno de los actores se levante de la mesa hasta que no hayan culminado los diálogos. Sin embargo, somos conscientes de lo espinoso que resulta el tránsito hacia un acuerdo que pueda beneficiar a todas las partes y salvaguardar los derechos de las víctimas. Indudablemente, aminorar la impunidad se convierte en un tema central para que el acuerdo logre ser legitimado por la sociedad colombiana. De este modo, en el camino hacia el posconflicto, es central la implementación de todos los componentes de la justicia transicional: verdad, justicia, reparación y medidas de no repetición. Asociado a la justicia transicional, son claves las medidas de justicia restaurativa, en aras de garantizar medidas para una no repetición. La justicia restaurativa va más allá de las medidas penales y se enfoca … en una construcción más amplia y compleja de medidas jurídicas y extrajurídicas orientadas a buscar reconstruir la memoria histórica, reparar el daño, reconstruir el tejido social, lograr que las partes asuman sus responsabilidades frente a las víctimas y la sociedad, y otorgar a las víctimas un rol protagónico y político que les corresponde
en todo el proceso de JT (Mujeres por la paz, 2014).
En el campo de la justicia transicional, también es muy importante reconocer los aportes a las formas de hacer justicia provenientes de contextos comunitarios y populares (Houghton, 2014). Consideramos que las medidas de justicia no pueden ser solamente de tipo penal, y aun las penales no deberían traducirse exclusivamente en la cárcel. Desde nuestro punto de vista, es necesario recuperar e imaginar otras formas de hacer justicia de manera equilibrada y respetuosa de los derechos de las víctimas, pero con el propósito de crear condiciones para la no repetición. Asimismo, elementos centrales de justicias no estatales, como la indígena, basada en la restauración del equilibrio y la armonía comunitaria, podrían jugar un papel importante para ampliar la visión de lo penal. Estrategias de retorno de las personas excombatientes a sus comunidades, con base en principios de acompañamiento y construcción de criterios por parte de estas últimas, son algunos ejemplos. En este caso nos referimos al programa “Recomponiendo el camino de regreso a casa”, promovido por la Cxhab Wala KiweACIN. Este programa fue liderado por el Tejido de Defensa de la Vida de la ACIN, para que comuneros y comuneras indígenas que salieran de los grupos armados y quisieran reintegrarse a las comunidades, lo hicieran bajo el acompañamiento espiritual, emocional, social y político de las autoridades indígenas y sus equipos de trabajo. Reconociendo estos aportes, nos parece igualmente importante y urgente, desde la justicia indígena, revisar sus procedimientos con el fin de mantener los principios de equilibrio y armonía que la erigen, le dan sentido y le permitirían aportar al momento histórico que vive el país en camino hacia la terminación de la guerra. En nuestra opinión, pensar la justicia en el proceso de paz debe hacerse bajo el enten-
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dido de que las víctimas y el país debemos saber la verdad acerca del conflicto y de los crímenes que dentro de él se cometieron. En este sentido, juzgar a los responsables de crímenes en el marco del conflicto armado pasa por dar cuenta de las responsabilidades del Estado y su Fuerza Pública, al igual que las responsabilidades de la insurgencia. El proceso de negociación, como mencionamos, puede conducir a ampliar la democracia. Los procesos de garantías de no repetición pueden comprender un espectro amplio de medidas. En este espacio, sería clave la insistencia del movimiento popular por medidas encaminadas a aminorar las causas centrales del conflicto. Por ejemplo, temas como la desigualdad en el acceso y la propiedad de la tierra, y la restricción de las autonomías populares y regionales que ha provocado el sistema político, son un foco clave para pensar la no repetición. El acuerdo en materia de política agraria, que contempla el primer punto del Acuerdo General, podría desempeñar un papel importante en mejorar condiciones de acceso a la tierra por parte de los sectores más empobrecidos del país. Pero sin lugar a dudas, la no extinción del latifundio
(Houghton, 2014) en manos de élites políticas que en gran medida han financiado el paramilitarismo, obstaculiza cambios estructurales para la no repetición del conflicto armado.
maciones en las maneras de hacer política así como en la forma de relacionarnos con ella no solo se circunscriben a los ámbitos de participación electoral, también deben atravesar los espacios de las organizaciones sociales y comunitarias. Se trata de pensar de manera autocrítica en lo que han derivado algunos ejercicios populares de organización política y comunitaria que terminan repitiendo prácticas autoritarias y de dominación, en contravía de los principios que les llevaron a organizarse. Si bien hay mucho que rescatar en nuestras organizaciones, también hay mucho que transformar para hacer una política que aminore las visiones mezquinas del poder.
Otro ámbito importante para la no repetición y transformación de las circunstancias que llevaron a la guerra es la educación. Escenarios movilizadores de nuevas ideas, cambios en las formas de comprender la historia del conflicto armado, la promoción de nuevas formas de relacionamiento entre géneros, mecanismos para la tramitación de conflictos de manera no violenta, y la eliminación de las prácticas y políticas militaristas, podrían promoverse desde la educación formal y comunitaria.
Las mujeres sabemos que solas no podemos soñar y concretar un mundo hecho también a nuestra medida. Por eso, somos conscientes de que necesitamos seguir tejiendo alianzas con otras mujeres a nivel local, regional, nacional e internacional. Las recomendaciones y los aportes sobre las luchas que otras mujeres han librado en otras latitudes para enfrentar los impactos del conflicto armado e instar a las élites políticas, económicas y sociales a terminar la guerra y construir la paz, pueden convertirse en referentes importantes para asumir los retos que tenemos en este momento histórico que atraviesa el país.
También las reglas y las formas de hacer política son otro escenario relevante para asegurar cambios de fondo en la sociedad colombiana. Pensar una nueva cultura política, no centrada en las élites económicas, en el clientelismo, en vanguardias o caudillos, asegurando formas de participación equitativa con perspectiva de género, son imperativos en un proceso de construcción de paz. Las transfor-
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Los aprendizajes de otros procesos de paz
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En el auditorio se oían con fuerza los destartalados ventiladores que intentaban mitigar los 36 grados de temperatura. Ni siquiera el aguacero de la mañana había logrado disminuir la sensación de calor que embargaba a la ciudad de Maicao. Pocos rostros desacostumbrados a las altas temperaturas se asomaban por ahí y, con miradas cómplices, hacían de ello una conversación. Las coloridas mantas de las mujeres wayúu que convocaban el evento internacional “Mujeres y paz” empezaban a aparecer en la sala. Una a una iban llegando. Los efusivos saludos iban y venían entre las conocidas de siempre.
En esa oportunidad, Sara Muks, una mujer maya de Guatemala, expuso de manera elocuente la experiencia del proceso y negociación entre el Estado guatemalteco y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) en 1996. Sus palabras fueron una invitación a pensar los retos y desafíos que tenemos en Colombia tanto en el marco de la negociación para la terminación del conflicto armado entre el Gobierno y las FARC, como en la construcción de paz. El conflicto armado en Guatemala se prolongó durante 36 años y alcanzó la cifra de más de 250.000 víctimas. Sara caracterizó el proceso en tres etapas. Comentó que durante la primera fase las personas empezaron a organizarse mucho más, a tal punto que la sociedad civil realizó una asamblea para debatir sus propias demandas, logrando ocupar un lugar que le había sido negado al inicio del proceso. Las reivindicaciones étnicas por parte de los pueblos indígenas no se hicieron esperar y quedaron consignadas en el “Acuerdo sobre identidad y derechos de los pueblos indígenas”, en el que el Estado guatemalteco se comprometía a reconocer y respetar los derechos de los pueblos indígenas y a promover mecanismos para luchar en contra de la discriminación histórica de la que han sido objeto. Las mujeres indígenas también jugaron un papel fundamental porque lograron articular y hacer visibles sus demandas en los acuerdos de paz, apoyadas en los instrumentos internacionales de defensa y protección de sus derechos, así como en los mecanismos de interlocución con organismos internacionales y los movimientos de mujeres en el mundo. En esa oportunidad, Sara señaló que no fue una tarea fácil porque había muchas organizaciones con intereses diversos, lo cual obstaculizaba las alianzas políticas. Sin embargo, las mujeres lograron un consenso en las demandas que tenían y pudieron materializarlas en la mesa de diálogo.
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La tercera fase planteada consiste en la reconstrucción de la memoria histórica colectiva sobre las afectaciones del conflicto armado en las poblaciones y la aplicación de justicia como eje fundamental para alcanzar la paz. Según Sara, para el proceso de reparación o “resarcimiento”, como ella lo llamó, se han priorizado cuatro ejes: material, psicosocial, reconstrucción de la memoria histórica y acompañamiento a las víctimas. Sin embargo, hasta el momento solo se ha logrado un avance significativo en el componente material de la reparación. Según la compañera indígena, muchas organizaciones de Guatemala están impulsando acciones en contra de la impunidad y la corrupción. Hasta ahora se han logrado algunos avances, incluyendo los juicios por genocidios, principalmente a Ríos Mont, el expresidente que cometió diferentes delitos contra la población. Sara se refirió a la lucha que ha sido llevar a dicho expresidente ante
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los tribunales de justicia, y señaló que pocos días después de haber sido sentenciado se declaró la nulidad del proceso y la sentencia como tal. Esto, por obvias razones, significó un gran golpe para las defensoras y los defensores de derechos humanos en Guatemala. A pesar de esto, actualmente se están adelantando diferentes procesos de justicia contra algunos expresidentes y exmilitares, y también se está tipificando el delito de tortura sexual. Profundizar y promover acciones de concientización de la población frente a la historicidad del conflicto armado en Guatemala sigue siendo un desafío importante porque la construcción de la paz también depende del reconocimiento de las causas estructurales que dieron origen al conflicto armado. Al sentenciar: “cuando se firma la terminación del conflicto es necesario que todos y todas construyamos la paz”, Sara puntualizó sobre algunos criterios que han analizado las mujeres indígenas en Guatemala para avanzar en la implementación de los acuerdos de paz: fortalecer la fuerza social para visibilizar las demandas y las propuestas de cambios; construir alianzas dentro del sector social y popular; presionar al Estado de Guatemala para que implemente los acuerdos de paz, principalmente en las agendas políticas de cada presidente; lograr que haya justicia dentro de las estructuras socioeconómicas porque el país está sumido en la pobreza; erradicar los niveles de pobreza que vive la población, principalmente de los pueblos indígenas; eliminar la opresión étnica y el racismo, así como la opresión de género, entre otros. En relación con la opresión de género, las mujeres indígenas en Guatemala afirman que conocer y reconocer los impactos diferenciales del conflicto armado para las mujeres debe ser uno de los referentes fundamentales en la construcción de paz pues implica asumir la existencia de condiciones estructurales de discriminación y exclusión a las que estas han estado sometidas históricamente.
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Durante la segunda fase, la sociedad civil en su conjunto inició una lucha por la implementación de los acuerdos de paz que se firmaron en diciembre de 1996 (etapa de posconflicto). Muks señaló que uno de los avances más significativos fue la creación de la Defensoría de la Mujer indígena como entidad del Estado. Sin embargo, aclaró que hasta el momento esta ni siquiera cuenta con un presupuesto fijo, y que los mecanismos para lograr un acceso y participación directa en dicha entidad todavía son muy incipientes. Otra de las instituciones que se crearon tras la firma de los acuerdos fue el Foro Nacional de las Mujeres, que busca visibilizar sus problemáticas a partir de información estadística. Hasta el momento, según Sara, las instancias guatemaltecas no han sido suficientes y el desafío es impulsar leyes y acuerdos con el Estado para que, por ejemplo, se tipifique el acoso sexual como delito, así como la reforma agraria y la reforma educativa desde una educación trilingüe.
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En definitiva, la reflexión de Muks apuntó a mostrar la importancia de la participación activa de la sociedad civil tanto en el proceso de diálogo y negociación de los acuerdos de paz como en la fase de su implementación. Esto implica la reconfiguración del tejido social, profundamente afectado por el conflicto armado, así como el fortalecimiento de las organizaciones sociales y populares cuya capacidad de agencia política fue cercenada por las fuerzas políticas y militares en disputa.
Las mujeres nos unimos para construir propuestas y asumir los desafíos que implica la construcción de la paz Durante mucho tiempo, las mujeres hemos desarrollado acciones por la paz. En los últimos años, múltiples organizaciones de mujeres han ambientado las discusiones para presionar una salida negociada al conflicto armado que azota al país desde hace varias décadas. Aun cuando la actual mesa de diálogo y negociación para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera no vinculó de manera profunda a la sociedad civil, sabemos que todo lo que allí se negocie tiene repercusiones e impactos en nuestras vidas cotidianas, y que es necesario no perder de vista que este es un momento histórico para la sociedad colombiana en su conjunto. Por este motivo, como mencionamos, las mujeres hemos respaldado el cese de la guerra, hemos decidido blindar el espacio de diálogo y negociación para que ninguna de las partes se levante de la mesa sin haber logrado un acuerdo definitivo, y hemos construido espacios de incidencia política para visibilizar las apuestas y los sueños que tenemos para la construcción de la paz. Atender a dichas propuestas, demandas y sueños es un paso clave a fin de garantizar una mejor vida para las mujeres. Sabemos que la construcción de la paz está directamente vinculada con la manera como se afronta el pasado. Aquí las memorias jue-
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gan un papel fundamental y, por ello, los esfuerzos por construir espacios incluyentes, participativos y democráticos donde emerjan la verdad, la justicia, la reparación y las garantías de no repetición deben profundizarse. Desde esta perspectiva, y teniendo en cuenta las formas diferenciales en las que el conflicto armado afecta a las mujeres dada la discriminación histórica de la cual estas han sido objeto, tanto la justicia como la igualdad de género deben convertirse en los principios éticos y políticos en la construcción de la paz. En múltiples oportunidades, las mujeres indígenas, campesinas, afrodescendientes y urbanas hemos narrado nuestras experiencias vitales de discriminación y exclusión cuando señalamos, por ejemplo, que nuestros hermanos varones sí tuvieron la oportunidad de ir a la escuela, o de acceder a un trabajo, o de heredar la tierra de sus padres, entre otros. Estos tipos de discriminación, que tienen lugar en razón del sexo, hablan de que históricamente las mujeres no hemos gozado de la justicia. Por esto, coincidimos en que la construcción de paz pasa por el restablecimiento de la dignidad y de la humanidad, lo cual implica soñar y materializar un mundo que hasta ahora las mujeres no hemos conocido. Como lo reiteraron en su agenda política las mujeres nasa, afrodescendientes, campesinas y urbanas que participaron en la Escuela interétnica “Mujer, derechos humanos y participación política” convocada por la Casa de Pensamiento, el Programa Mujer, el tejido de Educación de la Cxhab Wala Kiwe y la Corporación Ensayos para la promoción de la cultura política, ... para las mujeres, entonces, la paz es un proceso social y colectivo que se construye con toda la sociedad civil y con todos los sectores de la sociedad que le apuestan a ella. La paz que queremos reconoce la diversidad, es incluyente e integral, se vive desde la familia y la comunidad, todos los días, y tiene como pilar la justicia social. La paz
también significa tener territorio autónomo, vivir en tranquilidad, vivir en armonía y equilibrio con la madre naturaleza y con las demás personas. No podemos pensar la paz desligada del resto de derechos, por eso la paz también es justicia social, implica garantías para el ejercicio de los derechos, acceso a la justicia y garantías de no repetición.
Por esto, es importante mencionar brevemente algunas de las apuestas políticas de varios colectivos de mujeres que han logrado reunirse para reflexionar sobre los retos que plantea este momento histórico de un posible acuerdo para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera. Y a partir de allí, tejer y trenzar juntas los caminos de la paz y la justicia social. En particular, las mujeres nasa, campesinas y afrodescendientes del norte del Cauca han reafirmado su decisión de seguir tejiendo y trenzando juntas a fin de garantizar la educación para las niñas, la formación y la participación política de las mujeres, el ejercicio del derecho a la tierra y el territorio, la consolidación de alianzas para hacer pactos interétnicos por la tierra, la creación de condiciones para el acceso a la justicia, la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres, el procesamiento de los delitos de violencia sexual, la construcción de medidas que aseguren condiciones para el retorno o
la reubicación de las mujeres desplazadas, la reintegración de las excombatientes, los diálogos humanitarios con los actores armados para continuar en el ejercicio de defensa de la vida, así como el rechazo a la guerra, la militarización de los cuerpos y los territorios, el reclutamiento forzado de menores, las acciones de desminado humanitario, entre otros. Estos son algunos de los temas y las apuestas que hacen parte de la agenda política que las mujeres hemos tejido a lo largo y ancho del país, y que se constituyen en ejes fundamentales para la construcción de la paz desde una perspectiva que reconozca y vele por la justicia y la igualdad de género. En este contexto, las mujeres sabemos que debemos prepararnos y unirnos para enfrentar y asumir las situaciones del posconflicto. Los retos y desafíos son de gran envergadura y todavía quedan muchos vacíos por llenar en términos de las estrategias y los procedimientos para materializar algunos de los consensos que hemos construido las mujeres hasta el momento. De esta manera, seguir tejiendo y trenzando la construcción de una paz estable y duradera, respetuosa de los derechos de las mujeres, debe convertirse en un imperativo ético que nos reúna y convoque a todas las mujeres del país para pensar y caminar un mundo que se ajuste a nuestros sueños.
Referencias Azpuru, D., Blanco L., Córdova, R., Loya, A., Ramos, C., Zapata A. (2007). Construyendo la democracia en sociedades posconflicto. Un enfoque comparado entre Guatemala y el Salvador. Guatemala: Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo y F & G editores. Houghton, J. (2014). Nuevos elementos para la lucha por la paz (sin publicar). Mujeres por la paz (2014). Las mujeres juntamos nuestras voces y memorias para aportar a la paz desde el reconocimiento a las víctimas. Documento entregado en el Foro Nacional de víctimas, Cali, Colombia, agosto 3, 4 y 5 de 2014 (sin publicar). Mujeres por la paz (2012). Acta de conformación (sin publicar). ONU Mujeres Colombia y Cumbre Nacional de Mujeres y Paz (2014). Gestando la paz, haciendo memoria. Iniciativas locales de construcción de paz en Colombia desde la perspectiva de las mujeres. Bogotá: ONU.
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Introducción
Foro de mujeres interétnico, 2013. Archivo Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
Mujeres por la Paz es un escenario de encuentro y articulación de importantes organizaciones de mujeres, de procesos de movilización y producción social y política, que estamos comprometidas desde nuestra diversidad con la construcción de paz desde lo local, lo regional y lo nacional. Hemos acordado distintos mecanismos de implementación de una agenda de movilización social que se expresa en nuestras acciones deliberativas y propositivas para una agenda de paz, en la cual esperamos se recoja la riqueza de la diversidad que nos compone y que ha realizado un especial esfuerzo en el marco de los desarrollos de los diálogos de paz en La Habana. Presentamos los siguientes aportes al debate y la construcción del acuerdo sobre el punto cinco de víctimas.
Las mujeres juntamos nuestras voces y memorias para aportar a la paz desde el reconocimiento a las víctimas *
* Documento de Mujeres por la Paz, para el Foro Nacional de Víctimas, Santiago de Cali 3, 4 y 5 de agosto de 2014.
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Como Mujeres por la Paz reconocemos la complejidad que encarna la degradación de un conflicto político y social de larga duración, en el cual las principales víctimas han sido la población civil y como principales victimarios los agentes estatales y paraestatales que bajo acciones de persecución y asesinato sistemático basadas en la política contrainsurgente, han negado el legítimo derecho a la oposición política. Dado que la complejidad del conflicto se ha evidenciado por una parte en las múltiples desmovilizaciones ficticias de combatientes que rápidamente fueron reciclados a otras formas de paramilitarismo y que siguen operando en los territorios, como también la infiltración de la justicia para garantizar la impunidad, con el objetivo de cooptar las instituciones estatales al servicio del proyecto paramilitar. Nuestra propuesta de abordaje del punto de víctimas no puede circunscribirse solo a una dimensión homogénea y unilateral de lo que para nosotras política e históricamente tiene una relación directa con la agenda de paz y son las transformaciones que de fondo re-
quiere la sociedad colombiana para no seguir generando condiciones para la guerra. Es necesario, entonces, enunciar el proceso de configuración de las distintas dimensiones del concepto víctima, y se requiere un esfuerzo que holística e históricamente, desde la memoria colectiva, recoja esa dimensión social, política, económica, cultural y de las configuraciones del poder, que ha violentado al conjunto de la sociedad colombiana en todas las formas del desarrollo histórico de nuestro conflicto y, en especial, a las mujeres por razones que el mismo conflicto ha agravado. Nuestra agenda de paz considera imprescindibles, en un escenario de posacuerdo, garantías concretas de acceso a la verdad histórica, a la justicia social, a la reparación integral para todas las víctimas en condición de civilidad que de forma directa por razones económicas o políticas han sido violentadas en el marco de la confrontación armada, y por ende para el conjunto de la sociedad colombiana garantías de no repetición de los hechos de la confrontación armada, pero especialmente no repetición de las causas y los procesos que nos han sumergido en el prolongado conflicto social, político y armado.
Las mujeres víctimas del conflicto y protagonistas de la solución Los conflictos en general, y el colombiano en particular, no afectan por igual a hombres y mujeres, las distintas expresiones del conflicto e igualmente los caminos de solución reproducen y potencian las condiciones de desigualdad e inequidad dominantes. Hay una relación estrecha entre conflicto y género (Wilches, 2012) que no puede ser invisibilizada. Es necesario conocer y tomar en cuenta los impactos diferenciales del conflicto para las mujeres con miras a que el abordaje de los derechos de las víctimas se construya sobre bases sólidas e igualitarias que viabilicen la paz. Para nosotras, ignorar este aspecto sería avanzar de una manera incompleta que
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reproduciría las condiciones estructurales de discriminación, desconociendo los derechos de las mujeres. La prolongación del conflicto armado interno ha causado un efecto desproporcionado en nuestras vidas, tal y como lo ha reconocido la propia Corte Constitucional. Como consecuencia de ello, una serie de violencias recurrentes contra las mujeres se exacerban y multiplican. Siguiendo lo expresado por la Corte, “la violencia ejercida en el conflicto armado interno colombiano victimiza de manera diferencial y agudizada a las mujeres, porque por causa de su condición de género, las mujeres están expuestas a 10 riesgos particulares1 y vulnerabilidades específicas dentro del conflicto armado” y “como víctimas sobrevivientes de actos violentos que se ven forzadas a asumir roles familiares, económicos y sociales distintos a los acostumbrados, las mujeres deben sobrellevar cargas materiales y psicológicas de naturaleza extrema y abrupta, que no afectan de igual manera a los 1
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Estos riesgos son: el riesgo de violencia sexual, explotación sexual o abuso sexual en el marco del conflicto armado; el riesgo de explotación o esclavización para ejercer labores domésticas y roles considerados femeninos en una sociedad con rasgos patriarcales, por parte de los actores armados ilegales; el riesgo de reclutamiento forzado de sus hijos e hijas por los actores armados al margen de la ley, o de otro tipo de amenazas contra ellos, que se hace más grave cuando la mujer es cabeza de familia; los riesgos derivados del contacto o de las relaciones familiares o personales —voluntarias, accidentales o presuntas— con los integrantes de alguno de los grupos armados ilegales que operan en el país o con miembros de la Fuerza Pública, principalmente por señalamientos o retaliaciones efectuados a posteriori por los bandos ilegales enemigos; los riesgos derivados de su pertenencia a organizaciones sociales, comunitarias o políticas de mujeres, o de sus labores de liderazgo y promoción de los derechos humanos en zonas afectadas por el conflicto armado; el riesgo de persecución y asesinato por las estrategias de control coercitivo del comportamiento público y privado de las personas, que implementan los grupos armados ilegales en extensas áreas del territorio nacional; el riesgo por el asesinato o la desaparición de su proveedor económico o por la desintegración de sus grupos familiares y de sus redes de apoyo material y social; el riesgo de ser despojadas de sus tierras y su patrimonio con mayor facilidad por los actores armados ilegales dada su posición histórica ante la propiedad, especialmente las propiedades inmuebles rurales; los riesgos derivados de la condición de discriminación y vulnerabilidad acentuada de las mujeres indígenas y afrodescendientes, y el riesgo por la pérdida o ausencia de su compañero o proveedor económico durante el proceso de desplazamiento.
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hombres” (Corte Constitucional de Colombia, Auto 092, 2008, párr. II.I). El desplazamiento forzado, las violencias contra las mujeres familiares de actores armados, el reclutamiento forzado, los mecanismos de control social vividos por las mujeres en territorios de conflicto, los ataques a mujeres lideresas y defensoras de derechos humanos, los ataques mujeres indígenas, afros y sindicalistas, el exilio que trae también afectaciones particulares para las mujeres, y, las diferentes manifestaciones de la violencia sexual,2 son algunas de las prácticas en la dinámica del conflicto que vienen afectando la vida las mujeres, marcado sus cuerpos, destruyendo sus proyectos de vida como mujeres, madres, sujetas sociales y políticas, y contribuyendo al aumento de la feminización de la pobreza. Consideramos que no hay estadísticas que nos muestren en cifras la magnitud real de los efectos del conflicto armado en las mujeres víctimas. El subregistro existente es justamente una de las consecuencias de la invisibilidad y el miedo. Según el Registro Único de Víctimas,3 entre 1985 y 2012, 2.420.887 mujeres fueron víctimas del desplazamiento forzado, 2.601 de desaparición forzada, 12.624 de homicidio, 592 de minas antipersonal, 1.697 de reclutamiento ilícito y 5.873 de secuestro” (GMH, 2013, p. 305). La violencia sexual en contra de las mujeres en Colombia ha sido y sigue siendo una práctica habitual, extendida, sistemática e invisible en el contexto del conflicto armado.4 De este delito han sido responsables todos los grupos combatientes. En efecto, víctimas de presuntos hechos de violencia sexual perpe2
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Violencias sexuales recurrentes. En contextos de privación de la libertad: acoso sexual, desnudez forzada, esterilización forzada, violación. En Contextos de ocupación de territorio: control sobre la sexualidad y los cuerpos, violación, incitación a la prostitución. Para mujeres combatientes: planificación, aborto forzado y servicios sexuales (Caicedo, Humanas, 2014). 31 de marzo de 2013. Así fue reconocido por la Corte Constitucional en el Auto 092 de 2008.
trados en 2004, y entre 2007 y 2012, atendidas por el Instituto Colombiano de Medicina Legal y Ciencias Forenses (ICMLCF), adjudican responsabilidad a las Fuerzas militares y de policía en el 64 % de los casos, 14 % a los grupos guerrilleros, 9 % a los grupos paramilitares, 10 % a grupos de seguridad privada y 4 % a narcotraficantes.5 Sobre la violencia sexual en marco del conflicto armado la Corte Constitucional ha considerado que “la violencia sexual contra la mujer es una práctica habitual, extendida, sistemática e invisible en el contexto del conflicto armado colombiano y que esta violencia permanece en la impunidad” (Corte Constitucional, Auto 092, 2008).
Aportes en relación a la Justicia: la adopción de un modelo de Justicia Transicional para una paz posible y sostenible Consideramos importante subrayar la necesidad de adoptar un modelo de Justicia Transicional (JT) como resultado de las negociaciones, que compatibilice la paz con los derechos de las víctimas. Desde esta perspectiva, entendemos la JT como una herramienta política que incorpora mecanismos jurídicos y extrajurídicos, en un contexto de transición orientado hacia la superación del conflicto armado interno, posibilitando la reconciliación y abonando el terreno para abordar las transformaciones sociales y políticas hacia una sociedad en paz.
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Los porcentajes han sido establecidos por la Corporación Humanas con base en los datos reportados por los informes Forensis datos para la vida del Instituto Colombiano de Medicina Legal y Ciencias Forenses (ICMLCF) del año 2004 y del periodo comprendido entre 2007 y 2012. Los grupos sobre los que se presenta información son aquellos que el ICMLCF lista como actores armados en el Forensis de 2010 (cfr. ICMLCF, Forensis 2010. Datos para la vida. Herramienta para la interpretación, intervención y prevención de lesiones de causa externa en Colombia, Bogotá, p. 162). La denominación paramilitares comprende la información clasificada bajo: paramilitares-autodefensas utilizada en los Forensis de los años 2004, 2008 y 2012; bandas criminales usada en los de 2009 y 2010, y grupo de delincuencia usada en el de 2011.
Reconociendo a los movimientos de víctimas en todo el mundo y en particular en América Latina, cuyas luchas y reivindicaciones han permitido avanzar hacia este enfoque de Justicia en contextos de transición política, como Mujeres por la Paz, consideramos elementos esenciales dentro del modelo de JT por adoptar:
El reconocimiento pleno de los derechos de las víctimas Verdad, justicia, reparación y no repetición, orientadas a posibilitar la superación de la impunidad, como condición indispensable de la reconciliación, sin dejar de lado que existen unos mínimos irrenunciables o líneas rojas para las partes, fijadas por el derecho internacional. El Estado no puede renunciar a investigar y juzgar a los autores de graves violaciones de los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra. Las graves violaciones de derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra no pueden ser objeto de amnistías, indultos o medidas similares que impidan su investigación o exoneren a sus autores (Movice, 2013, p. 197). Saludamos la declaración conjunta de las partes sobre los principios de discusión para abordar el tema de víctimas, por recoger el reconocimiento de las víctimas y de sus derechos como principios orientadores de la discusión.
La adopción de un enfoque de justicia restaurativa Que no pone el énfasis en elemento punitivo sino en una construcción más amplia y compleja de medidas jurídicas y extrajurídicas orientadas a buscar reconstruir la memoria histórica, reparar el daño, reconstruir el tejido social, lograr que las partes asuman sus responsabilidades frente a las víctimas y la sociedad, y otorgar a las víctimas el rol prota-
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gónico y político que les corresponde en todo el proceso de JT.
El reconocimiento amplio del delito político como delito complejo En el entendido de que los considerados delitos políticos: sedición, rebelión, asonada, implican para su ejecución por parte de los alzados en armas la realización en el desarrollo de las hostilidades, y para su organización y sostenibilidad, la planeación y ejecución de otros delitos consagrados por el DIH y comunes, que deben ser considerados como conexos a estos. Deben incorporarse delitos contra bienes protegidos por el DIH, que no atentan contra la vida e integridad de personas protegidas (como la destrucción y apropiación de bienes y la exacción y contribuciones arbitrarias); conductas cometidas en medio del combate que no constituyen actos de ferocidad o barbarie (como la muerte en combate o lesiones personales) y delitos comunes que guardan relación directa con los objetivos del delito político (hurto y extorsión por ejemplo); quedan excluidas las graves violaciones de los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad, el genocidio y los crímenes de guerra,6 que no podrán calificarse como delitos políticos aunque sus autores aleguen razones políticas o ideológicas para cometerlos. Desde un enfoque constitucional, el reconocimiento del delito político como delito complejo implica algunas excepciones a la aplicación del régimen de inhabilidades con miras a viabilizar su participación en cargos de elección popular o desempeñar funciones públicas, lo que favorece la participación política de los alzados en armas que no estén incursos en delitos excluidos de acuerdo al derecho internacional. Se calcula que en Colombia existen en la actualidad aproximadamente 9.500 personas consideradas prisioneros y prisioneras políti6
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Algunos delitos sexuales se encuentran consagrados como crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad por el Estatuto de Roma.
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cas, cifra elevada que hace necesario aclarar que no todas son miembros de la insurgencia, sino que un gran un numero están privadas de su libertad y procesadas por la judicialización de actividades de protesta social o resistencia civil mediante procesos amañados. Como Mujeres por la Paz consideramos que una de las finalidades de los acuerdos es posibilitar la acción política democrática de las y los alzados en armas y, por tanto, el proporcionar garantías para su participación política guarda una relación directa y estrecha con un marco flexible de las medidas jurídicas por adoptar en el marco de la JT. Queremos llamar la atención sobre el cuidado que se debe tener al momento de proferir las leyes que desarrollen los parámetros establecidos en el Marco Jurídico para la Paz, para que estas no se conviertan en un obstáculo para el avance hacia la paz. Reiteramos también que por principio nos oponemos a la extradición, por razones de soberanía nacional y de respeto a la rama judicial, como elemento sustancial de la división de poderes en una democracia, aunque respetamos y acogemos con carácter de excepcionalidad la normativa adoptada por el derecho internacional sobre extradición para responsables de crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra, genocidio y graves violaciones de los Derechos Humanos. Consideramos que en el marco del proceso de paz, se deben repatriar a las personas extraditadas que guardan relación con el conflicto (guerrilleras/os y paramilitares) no solamente como un ejercicio de reafirmación de soberanía en el camino de tránsito hacia la paz, sino también como contribución al esclarecimiento de múltiples hechos y a la satisfacción del derecho a la verdad de las víctimas.
Incorporación de una amnistía restringida El Protocolo II a los Convenios de Ginebra establece la posibilidad de conceder amnistía a personas que hayan tomado parte en
el conflicto armado y que se encuentren privadas de la libertad, internadas o detenidas por motivos relacionados con el conflicto armado al cesar las hostilidades.7 Sin embargo, estas amnistías no pueden cobijar delitos no considerados conexos con el delito político.8 Consideramos viable, en el marco del modelo de JT por adoptar, el otorgamiento de amnistías a los alzados en armas por los delitos políticos y conexos cometidos durante el conflicto armado interno, con excepción de violaciones de los derechos humanos, los crímenes de lesa humanidad, el genocidio y los crímenes de guerra. En cuanto a las medidas jurídicas que adopten consideramos como un elemento fundamental proporcionar la certeza jurídica de quienes se incorporen a la vida civil, de manera que no puedan ser llamados a responder con posterioridad por los mismos hechos que han sido tratados en el marco de la JT.
La remoción de obstáculos que han favorecido la impunidad o limitado los derechos de las víctimas La JT debe favorecer el cambio político hacia la paz y la reconstrucción democrática, que 7 8
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Artículo 6(5) del Protocolo Adicional II a los Convenios de Ginebra de 1949. Algunos de los preceptos de derecho internacional que sustentan esta limitación son: la norma 159 del derecho internacional huma-nitario consuetudinario elaborada por el CICR establece: “Cuando hayan cesado las hostilidades, las autoridades en el poder se esfor-zarán por conceder la amnistía más amplia posible a quienes hayan participado en un conflicto armado no internacional o a las personas privadas de libertad por razones relacionadas con el conflicto armado, salvo a las personas sospechosas o acusadas de haber cometido crímenes de guerra, o que estén condenadas por ello”. La sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra El Salvador por la masacre de Mozote establece un horizonte limitado de interpretación del articulo 6(5) del Protocolo Adicional II al afirmar que existe “en el Derecho Internacional Humanitario una obligación de los Estados de investigar y juzgar crímenes de guerra. […] Por consiguiente, puede entenderse que el artículo 6.5 del Protocolo II adicional está referido a amnistías amplias de quienes hayan participado en el conflicto armado no internacional o se encuentren privados de libertad por razones relacionadas con el conflicto armado, siempre que no se trate de hechos que, como en el presente caso, cabrían en la categoría de crímenes de guerra, e incluso, en la de crímenes contra la humanidad” (CIDH, sentencia del 25 de octubre de 2012).
implica también incorporar al modelo cambios legislativos, reformas a las instituciones del Estado u otros que doten de confianza a las partes que posibiliten recuperar la credibilidad de las instituciones y cumplan con los deberes y obligaciones frente a las víctimas. Es importante identificar elementos que han sido utilizados en detrimento de los derechos y a favor de la impunidad, y que deben ser superados en el marco de un modelo de JT. Algunos elementos para tener en cuenta son: 1) la necesidad de revisar y limitar el fuero penal militar a los delitos típicamente militares, incorporando la prohibición expresa de ampliarlo a delitos relacionados con graves violaciones de los derechos humanos y del DIH, crímenes de guerra, genocidio y crímenes de lesa humanidad. 2) La ampliación de las posibilidades de actuar como parte civil en los casos de graves violaciones de los derechos humanos, crímenes de lesa humanidad, genocidio y crímenes de guerra, de las víctimas o sus familiares, las organizaciones de víctimas, las organizaciones de derechos humanos u otras con interés legítimo, para actuar en todas fases del procedimiento. 3) La prohibición de adoptar legislaciones especializadas que no garanticen la imparcialidad de los jueces, las garantías al debido proceso y el respeto al derecho de defensa de conformidad con los estándares internacionales.
Incorporación de un régimen sustitutivo y condicionado de penas Adoptar un régimen sustitutivo y condicionado de penas distintas a la pena privativa de
Proporcionar garantías para la participación política de las y los alzados en armas guarda una relación directa y estrecha con un marco flexible de las medidas jurídicas por adoptar en el marco de la JT.
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la libertad aplicable según el tipo de delito, el reconocimiento y grado de responsabilidad, la colaboración en el esclarecimiento de los hechos y la reconstrucción de la verdad, el compromiso con la reparación, y orientadas a contribuir a cumplir los objetivos planteados bajo el enfoque de la justicia restaurativa.
El reconocimiento a los derechos de las mujeres víctimas
Mural colectivo elaborado con Cartografía Sur, Foro de mujeres interétnico, 2013. Archivo Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
El modelo de JT que se adopte debe garantizar responder a las demandas de las mujeres, dar cuenta de la discriminación que hemos sufrido y no reforzar las bases del patriarcado como condición necesaria para avanzar en una paz incluyente, duradera y sostenible (Benjumea, 2013).
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Hay que tomar en cuenta que la JT debe reconocer las afectaciones diferenciadas a las mujeres de prácticas recurrentes en el desarrollo del conflicto armado como por ejemplo, el desplazamiento forzado, el reclutamiento forzado, el despojo de tierras. Igualmente, considerar la violencia sexual como práctica especialmente ejercida contra las mujeres y niñas, así como las violencias sufridas por las mujeres partícipes en el conflicto. Para el abordaje de estos comportamientos particulares, como de las afectaciones diferenciadas a las mujeres, el modelo de JT debe ubicarse en el concepto de justicia de género con miras a garantizar el respeto de sus derechos y evitar el riesgo de nuevas discriminaciones (Benjumea, 2013). No se trata, entonces, de una aproximación desde el lenguaje del acuerdo, sino del reconocimiento de afectaciones y necesidades particulares de las mujeres y la implementación de su participación efectiva en el proceso de JT. De lo que se trata entonces, es que las mujeres seamos tratadas “como actoras legítimas y relevantes dentro del proceso de construcción de las políticas públicas encaminadas a buscar la reparación integral de las víctimas del conflicto armado colombiano” (Salcedo López, 2013).
Aportes en relación a la Verdad: Creación de una Comisión de la Verdad incluyente y participativa Consideramos la verdad la piedra angular sobre la que se edifican los derechos de las víctimas y en particular, los derechos de las mujeres víctimas. Saber que ocurrió, las circunstancias, los autores materiales e intelectuales, cómplices y encubridores, y sus motivaciones, es un presupuesto esencial para allanar el camino de la justicia, para permitir a las víctimas sanar sus dolores, para sentar las bases de la reconciliación y la convivencia pacífica. Es importante considerar que en medio de una cultura patriarcal y machista como la colombiana, las violencias sexuales que ocurren en el marco de la violencia sociopolítica y el conflicto armado, hacen parte de un continuum de las violencias que las mujeres enfrentan día a día y cuya invisibilidad, justificación y naturalización cotidiana se extienden a los delitos sexuales que sufren por parte de los actores armados legales e ilegales. Para nosotras como mujeres nuestro derecho a la verdad pasa por reconocer que hemos sido víctimas de violencias sexuales por parte de todos los actores armados como lo han evidenciado múltiples voces y testimonios de las mujeres, los informes que durante estos años han documentado redes y plataformas de derechos humanos y la propia la Corte Constitucional. En este marco consideramos que la creación de una Comisión de la Verdad (CV) es un mecanismo esencial del modelo de JT por adoptar, y una herramienta idónea que nos permitirá asumir como sociedad las graves violaciones de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario, crímenes de lesa humanidad y de guerra, que hemos vivido en las últimas décadas y en particular los impactos diferenciados del conflicto armado en la vida y cuerpos de las mujeres.
La Comisión de la Verdad que se cree, según el Marco Jurídico para la Paz,9 como organismo oficial, debe ser aprobada por decreto presidencial y no por vía legislativa, dada la composición actual del Congreso de la República. La CV debe ser extrajudicial, independiente y temporal, y se debe constituir para investigar hechos de graves violaciones de los derechos humanos o del derecho internacional humanitario, sus causas y patrones, otorgando especial atención a la participación de las víctimas, el reconocimiento de sus derechos, las propuestas para la transición, la reparación y la no repetición. Consideramos criterios importantes para tomar en cuenta en su conformación la paridad y diversidad en su composición; garantías de seguridad y asignación de recursos para el desarrollo de sus actividades. Para Mujeres por la Paz son elementos clave para tomar en cuenta en la definición del alcance de la Comisión de la Verdad nociones planteadas por Carlos Beristaín (2009) como son: 1) contribuir a la reconstrucción de una memoria colectiva incluyente; 2) contribuir a la reconstrucción de la verdad desde lo local; 3) garantizar la participación de las Victimas; 4) garantizar la Verdad de las Mujeres y un enfoque de Género, y 5) propiciar escenarios de reconocimiento de responsabilidad por las partes en conflictos, en especial la responsabilidad del Estado. Igualmente importante para Mujeres por la Paz es considerar un escenario público de reconocimiento de las partes de sus responsabilidades diferenciadas en relación con la violencia sexual, como un ejercicio de dignificación de las mujeres víctimas y un elemento importante en términos de la reparación colectiva y la no repetición. La CV debe investigar las violaciones de derechos humanos, crímenes de lesa humani9
El Marco Jurídico para la Paz (Acto Legislativo 01 de 2012), declarado exequible por la Corte Constitucional, prevé la creación legal de una Comisión de la Verdad.
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dad y violaciones al DIH incluidos el exilio, las persecuciones políticas contra partidos, movimientos políticos y organizaciones de derechos humanos. Finalmente, creemos que la CV debe aportar a la construcción de paz haciendo recomendaciones en torno a las reformas legales e institucionales de orden político, social, económico y cultural que se requieran.
Aportes en relación a la Reparación: Reparación con Vocación Transformadora El derecho a la reparación forma parte integral del núcleo de derechos internacionalmente reconocidos a las víctimas10 y, por consiguiente, implica la obligación exigible al Estado de satisfacer este derecho incorporando dos dimensiones interdependientes y complementarias: 1) la respuesta de las autoridades a los distintos niveles de afectación: individual, familiar y colectiva, y 2) la respuesta de las autoridades frente a los factores que produjeron la vulneración del derecho, con miras a garantizar que no vuelva a repetirse (Reiniciar, 2013). Para nosotras, el derecho a la reparación y a la no repetición son dos caras de una misma moneda: “no habrá reparación integral sin garantía de no repetición”. Como Mujeres por la Paz la reparación debe permitirnos: …reconstruir nuestro anhelo a una vida digna en la ciudad y en el campo, que garantice la soberanía alimentaria y privilegie la economía campesina como fórmula para el equilibrio entre los seres humanos y la naturaleza, una vida que reconozca nuestro derecho a la tierra, valore nuestro trabajo, respete nuestro descanso, le abra espacio a nuestra creatividad y nos permita ser mujeres campesinas y urbanas con derechos 10
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“Principios Básicos sobre el derecho de las víctimas de violaciones de los derechos humanos y de violaciones graves al derecho internacional humanitario a interponer recursos y obtener reparaciones”.
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y libertades (Asamblea Mujeres por la Paz, 1999).
Queremos llamar la atención sobre el limitado acceso de las mujeres a las políticas de reparación vigentes para identificar los errores que no deben repetirse. Durante el 2011, de 28.755 personas que accedieron a medidas de reparación, solamente 5.142 fueron mujeres. En tres años (2009 a 2011), solo el 13,62 % de las personas beneficiarias de alguna medida de reparación han sido mujeres (Salcedo López, 2013). Como Mujeres por la Paz consideramos como elementos importantes para tomar en cuenta en relación con la obligación de reparar:
Reparación con vocación transformadora El derecho a la restitución implica el restablecimiento de la situación al estado anterior a la vulneración del derecho. No obstante, en un contexto de graves violaciones de los derechos humanos o de prolongación del conflicto armado interno, el volver a la situación anterior, en lo que se refiere a algunos derechos, no garantiza en términos sustanciales su reparación. En determinados contextos y frente a algunos derechos asumir la reparación implica “transformar la situación”. Que la reparación más que un efecto restitutivo tenga un efecto correctivo. Este enfoque ha sido reconocido por la Corte Interamericana de Derechos Humanos11 y es especialmente importante y re11
“450. La Corte recuerda que el concepto de ‘reparación integral’ (restitutio in integrum) implica el restablecimiento de la situación anterior y la eliminación de los efectos que la violación produjo, así como una indemnización como compensación por los daños causados. Sin embargo, teniendo en cuenta la situación de discriminación estructural en la que se enmarcan los hechos ocurridos en el presente caso y que fue reconocida por el Estado (supra párrs. 129 y 152), las reparaciones deben tener una vocación transformadora de dicha situación, de tal forma que las mismas tengan un efecto no solo restitutivo sino también correctivo. En este sentido, no es admisible una restitución a la misma situación estructural de violencia y discriminación. Del mismo modo, la Corte recuerda que la naturaleza y el monto de la reparación ordenada dependen del daño ocasionado en los planos tanto material como inmaterial. Las reparaciones no pueden implicar ni enriquecimiento
levante para la reparación a las mujeres por las violaciones y afectaciones particulares de las que hemos sido víctimas, dado que desde esta óptica no es admisible una reparación que devuelva a la misma situación estructural de violencia y discriminación.12 También en la Declaración de Nairobi sobre el derecho de las mujeres y niñas a interponer recursos: “Las reparaciones deben ir más allá de las razones y consecuencias inmediatas de los crímenes y las violaciones; deben apuntar a la transformación de las desigualdades políticas y estructurales que influyen negativamente en la vida de las mujeres y las niñas”.
Enfoque diferencial y de género de la reparación Una eficaz acción reparadora con visión transformadora debe adoptar como parámetro general un enfoque diferencial en el que se consideren las particulares afectaciones en razón de la identidad sexual, edad, convicción política, pertenencia a una organización social étnica. También deben reconocer, no solo los impactos diferenciados en las mujeres, sino los roles diferentes que en la sociedad y en el conflicto armado cumplen las mujeres. Cuando se habla de reparación para las mujeres víctimas en el marco del conflicto armado, se debe tener como base la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Cedaw),13 así como las recomendaciones del Comité de seguimiento de esta Convención.
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ni empobrecimiento para la víctima o sus familiares, y deben guardar relación directa con las violaciones declaradas. Una o más medidas pueden reparar un daño específico sin que estas se consideren una doble reparación”. Corte Interamericana de Derechos Humanos, caso González y otras “Campo algodonero vs. México”, sentencia de 16 de noviembre de 2009. Mujeres y paz: debates y experiencias para la incidencia política, Universidad Nacional, FOKUS, 2012. Colombia ha firmado y ratificado esta convención, y entró en vigor para el país el 19 de febrero de 1982 en virtud de la Ley 51 de 1981.
En las Recomendaciones 12 y 19 del Comité de la Cedaw se incorpora la violencia como forma extrema de discriminación de las mujeres que afecta el goce y ejercicio de todos los derechos humanos. Estas recomendaciones explican la obligación del Estado en este tema y el principio de debida diligencia al señalar que en “…virtud del derecho internacional y de pactos específicos de derechos humanos, los Estados también pueden ser responsables de actos privados si no adoptan medidas con la diligencia debida para impedir la violación de los derechos o para investigar y castigar los actos de violencia y proporcionar indemnización”.14 La Recomendación 19 también refiere las medidas de protección y prevención, indemnización, servicios de apoyo y protección, medidas de rehabilitación y procedimientos eficaces de denuncia y reparación. Un enfoque diferencial y de género para la reparación debe partir de considerar los derechos de las niñas, jóvenes y mujeres adultas, afros, lesbianas, indígenas, etc., la obligación del Estado de implementar acciones claras y comprometidas para la erradicación de la violencia y la discriminación contra las mujeres. Una paz sostenible contiene medidas de reparación y garantías de no repetición, que permitan a las nuevas generaciones de mujeres vivir una vida libre de violencias. Las medidas de reparación para las mujeres deberán contener, entonces, además de compensaciones económicas, procesos de rehabilitación, que incluyen la asistencia jurídica, médica, psicológica y social. La restitución de sus bienes con políticas claras que propendan por eliminar la brecha de pobreza histórica de las mujeres. La implementación de políticas públicas que incorporen acciones afirmativas de reconocimiento a las mujeres, sus historias de lucha y sus particulares afec14
Recomendación General 19, adoptada por el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, 11° periodo de sesiones, 1992, UN Doc. HRI\GEN\1\Rev.1 at 84 (1994), párrafo 9.
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taciones en el marco del conflicto armado interno. Posibilitar el reconocimiento a sus liderazgos y potenciar su acción política. Realizar acciones de reparación colectiva a las mujeres, que incorporen reconocimientos simbólicos y homenajes a las mujeres víctimas en lugares públicos.
Fortalecimiento de mecanismos de reparación colectiva La afectación de proyectos de vida, políticos, sociales o reivindicativos que han vivido diferentes sujetos colectivos, como consecuencia de graves violaciones de los derechos humanos e infracciones al derecho internacional humanitario en el marco del conflicto armado, hace necesario que los Acuerdos de paz adopten mecanismos y herramientas orientadas al fortalecimiento de la reparación colectiva como base para la reconstrucción del tejido social, el fortalecimiento de la participación, la generación de escenarios que alienten la pluralidad política y los procesos organizativos, elementos esenciales de una sociedad democrática, diversa e incluyente.
Acciones de reparación al conjunto de la sociedad En contextos de graves violaciones de los derechos humanos y prolongados conflictos armados la sociedad en su conjunto es un sujeto indeterminado que debe ser tomado en cuenta en materia de reparación como condición necesaria para la construcción de nuevos imaginarios sociales orientados hacia la construcción de paz. Desde esa perspectiva, es importante tomar en cuenta: la difusión en los medios de comunicación masiva del informe de la Comisión de esclarecimiento15 sobre las causas del conflicto, acciones simbólicas de reconocimiento a las víctimas desde lo local a lo 15
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Esta comisión está dirigida a generar un análisis histórico y reflexivo frente a las complejidades y naturaleza del conflicto, el universo de actores y sus responsabilidades.
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nacional, la reforma curricular en los colegios públicos y privados de la enseñanza sobre el conflicto a partir del informe de la Comisión de la Verdad, y la enseñanza permanente de los derechos humanos, como elemento de una pedagogía de paz.
Aportes en relación con las garantías de No repetición: desmilitarización de la vida cotidiana, los territorios y los cuerpos como punto de partida Hablar de garantías de no repetición a las víctimas conlleva necesariamente garantizar el pleno y efectivo goce de sus derechos, lo que a nuestra manera de ver incorpora tres dimensiones: 1) reformas legales e institucionales tendientes a superar la impunidad. 2) Reformas políticas, sociales, económicas y culturales que permitan avanzar en el pleno disfrute de los derechos humanos en general y los derechos de las mujeres en particular. 3) Acciones tendientes a superar las afectaciones y el involucramiento de la población civil en acciones militares en la etapa de transición. Como Mujeres por la Paz nos limitaremos solamente a plantear tres elementos que consideramos fundamentales como punto de partida y que atraviesan de una manera u otra las dimensiones anteriormente anotadas:
Desmilitarización de nuestros territorios, nuestras vidas, cuerpos y mentes Avanzar hacia la superación del conflicto en términos de no repetición de las múltiples afectaciones que nos ha dejado, pasa por iniciar un proceso de largo alcance tendiente a recuperar el sentido de civilidad para la vida cotidiana, reduciendo al mínimo la presencia armada en los territorios, eliminando la influencia del pensamiento militar en el comportamiento ciudadano, y adoptando un enfoque de seguridad humana que revaloriza a la persona en el entendido, “de que el Estado está al servicio de las personas y no al revés” (Palma, Unesco-Flacso, 2001).
La militarización de los territorios deja en las sociedades una concepción de la seguridad, desde lo armado, lugar que además es aprovechado por el Gobierno para dedicar cada vez más recursos a la consecución de armas y menos a unas políticas que trasciendan este concepto a uno de seguridad humana. Los territorios militarizados tienen efectos diferenciados en hombres, mujeres, niños y niñas y son los cuerpos de las mujeres los que viven su principal impacto. En un nuevo escenario de terminación del conflicto que exige una noción y condiciones distintas de seguridad, es necesario redimensionar y reorganizar las fuerzas armadas. En miras a avanzar en las garantías de no repetición se debe tener como marco la desmilitarización de los territorios y los cuerpos, que pasa por la exigencia de: desmantelamiento del servicio militar obligatorio en el marco de una perspectiva de paz, el desminado como responsabilidad de todos los actores armados: ya que no solo lo han hecho las FARC, sino también el ejército y el paramilitarismo; la depuración del Ejército Nacional, la reducción del presupuesto para el gasto militar, la reformulación de su accionar y doctrinas para tiempos de paz, la reconversión de la Policía a un organismo totalmente civil. Paralelo a las reformas normativas e institucionales orientadas a reducir la presencia armada en la vida cotidiana, se hace necesario la implementación de una campaña pedagógica ciudadana de cultura de paz, que cuente con un decidido compromiso de los medios de comunicación, orientada a la transformación de un imaginario colectivo arraigado y consistente en que la fuerza, la violencia y las armas se imponen como alternativa para la resolución de los conflictos. El desarrollo del paramilitarismo ha sido un factor determinante no solamente en el involucramiento de los civiles al desarrollo de la confrontación armada a partir de una doctrina contrainsurgente, sino también de
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la degradación del conflicto y el desarrollo de múltiples patrones de violencia por fuera de todo marco de respeto a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario; la desarticulación y sometimiento a la justicia de las llamadas bandas criminales Bacrim o paramilitares de nueva generación es una condición indispensable para abordar un escenario de transición con garantías de no repetición.
La adopción de compromisos humanitarios que posibiliten el tránsito hacia la seguridad humana y la construcción de paz La prolongación del conflicto armado ha implicado un alto costo para la población civil no solamente por su involucramiento, sino también porque múltiples acciones defensivas y ofensivas de las partes en conflicto han conllevado múltiples impactos para la vida de comunidades asentadas en territorios considerados de guerra o “zonas rojas”. Asumir un escenario de transición implica entonces que estas comunidades puedan transitar de la zozobra permanente a condiciones de normalidad en su vida cotidiana. Por ello, es necesario y urgente avanzar en acuerdos humanitarios con acompañamiento internacional que permitan desarrollar acciones de desminado, de libre movilidad para poblaciones en condiciones de confinamiento, de cese de bombardeos y acciones militares que ponen en alto riesgo a las comunidades y también, la eliminación definitiva de la política de fumigaciones por aspersión aérea en zonas de cultivos considerados ilícitos.
Un enfoque de desmovilización, desarme y reinserción (DDR) tendiente a que las y los excombatientes sean considerados ciudadanos y ciudadanas con plenos derechos Para la Escuela de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona …algunos DDR han fracasado y ha sido motivo de nuevas hostilidades, y ello por haber partido de un concepto falso, a saber, pensar que las siglas significaban Derrota, Desprecio y Rendición. Sin embargo, para tener éxito, el DDR en ningún caso ha de significar claudicación, despolitización, demonización, marginación, soborno, o, especialmente, humillación. Por el contrario, ha de ser un proceso de dignificación de las personas que intervienen en el, pues han dejado las armas de manera voluntaria y como resultado de una negociación, un acuerdo o un cese de hostilidades (Fisas, 2011, p. 5).
Un enfoque de DDR debe tener una perspectiva de género consensuada con las mujeres excombatientes que garantice su integración a la vida civil con ciudadanas políticas y que no las fuerce a regresar a roles de subordinación tradicionales. También las mujeres que han participado en la guerra han sido víctimas de violencias por ser mujeres que deben ser tenidas en cuenta en todas sus dimensiones. Este documento es el aporte de Mujeres por la Paz a la discusión sobre el cuarto punto de la agenda, porque estamos convencidas de que las partes deben seguir avanzado hacia una salida negociada al conflicto social y armado que vive el país.
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Contacto
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Mujeres y paz
Correo electrónico: mujeresporlapaz.colombia@gmail.com Facebook: Mujeres Paz Twitter: @MujeresPaz
Mujeres y paz
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¿Por qué nos movilizamos? Las mujeres de todos los rincones y territorios de nuestro país y de países hermanos nos juntamos para movilizarnos una vez más, haciendo un llamado a la sociedad colombiana, a las organizaciones sociales y populares, a la comunidad internacional, al Gobierno y a la insurgencia colombiana para exigir y respaldar un acuerdo que asegure y garantice la paz en nuestro país. Sin las mujeres, sin los jóvenes, sin los niños y las niñas es imposible pensar la paz. La paz no se hace por decreto, la paz la construimos entre todas y todos, la paz requiere de legitimidad, y por eso es necesaria la participación de todos y todas. Nosotras, como muchas otras mujeres, hemos vivido la guerra y estamos cansadas de ella. El conflicto armado continúa afectándonos a las mujeres, jóvenes y niñas afrodescendientes, indígenas y campesinas quienes sufrimos diversas formas de violencia al ser víctimas de violaciones sexuales, desplazamientos forzados, asesinatos, afectación por minas antipersonal, reclutamientos forzados, amenazas y señalamientos, prostitución y embarazos forzosos, así como prácticas de enamoramiento por parte de todos los actores armados en disputa. Frente a esto, las mujeres campesinas, afrodescendientes, indígenas y urbanas del Cauca, venimos caminando la palabra, con la convicción de alimentar confianzas con diferentes organizaciones sociales, populares y de mujeres, para fortalecer una propuesta de paz para nuestro país. Esta es una oportunidad histórica y no podemos desaprovecharla. Queremos vivir tranquilas, felices en nuestras casas, en nuestras comunidades y en nuestros territorios. Sabemos también que la paz es un derecho y que si no se garantiza tampoco podremos
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Participación
Marcha de Mujeres por la Paz, 22 de noviembre de 2013. Archivo Casa de Pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
22 de noviembre de 2013 disfrutar plenamente de nuestros territorios, de la educación, de la salud, de la justicia, de un ambiente sano. No hay una vida en paz si no hay una vida libre de violencias. Como mujeres queremos respaldar diferentes iniciativas que conduzcan a la construcción de la paz en Colombia, una paz justa y duradera. Sabemos que a nivel local y nacional las mujeres venimos tejiendo muchas iniciativas que deben entrelazarse y fortalecerse: la desmilitarización de nuestros territorios, los diálogos humanitarios, el cese de la violencia sexual contra las mujeres, niñas y niños, el desminado humanitario, el pacto nacional por la paz, entre otras. Como mujeres estamos dispuestas a aportar en esta gran movilización por la paz, porque consideramos que es la posibilidad de tener mejores condiciones sociales y políticas, de avanzar en la democracia, de frenar la guerra y sus graves impactos sobre la vida de las mujeres y las comunidades en general. Además estamos en el convencimiento de tejer confianzas con otros y otras que conduzcan a un proceso de paz transparente, con justicia y con una amplia participación social. Escuela interétnica del norte del Cauca: Mujer, derechos y participación política Mujeres indígenas de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN Corporación Ensayos para la promoción de la Cultura Política Mujeres de la Escuela de cultura política y paz del municipio de Sucre, Cauca Comité de Mujeres-ACIT
¡La paz con mujeres sí va!!!
Participación
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Espacio de formación psicocultural de las mujeres indígenas de la Çxhab Wala Kiwe-ACIN Programa Mujer-ACIN En el presente artículo se explica uno de los procesos de formación de las mujeres indígenas orientado por el Programa Mujer de la ACIN, como estrategia para el acompañamiento frente a la vulneración de sus derechos. En concreto, se explica el proceso denominado “Espacio de formación psicocultural”, sus características, propósitos y componentes. La existencia de este espacio nos permite hacer una reflexión sobre la situación de las mujeres indígenas y la necesidad de promover estrategias y herramientas de apoyo desde la justicia indígena para el restablecimiento de la armonía y el equilibrio comunitario, que solo se logran cuando también a las mujeres se les repara y acompaña tras los procesos de afectación de sus derechos.
¿Qué es lo psicocultural?
Archivo Programa Mujer de la ACIN.
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Lo psicocultural es la integración de dos saberes: el psicológico y el cultural. El saber psicológico nos permite adquirir estrategias y herramientas para la prevención, la atención y orientación individual y colectiva, basadas principalmente en el “conocimiento occidental”. El saber propio parte del conocimiento ancestral, de la Ley de Origen y de la relación con la madre naturaleza. Milenariamente ha sido vivenciado mediante las prácticas culturales, en la familia y en la comunidad, fundamentado en nuestra cultura, usos y costumbres, y es orientado directamente por los mayores y mayoras de la comunidad, y los
mayores espirituales, principales rectores de la vida del ser nasa. Desde el ejercicio psicocultural es posible posibilitar a las víctimas el empoderamiento como personas con derechos y el sentimiento de que además pueden aportar al fortalecimiento de la familia y la comunidad. Lo psicocultural no discrimina a las personas por su creencia religiosa, lo que se pretende es incluir a todas las víctimas de la violencia, específicamente a las mujeres, niñas, jóvenes y mayoras de la comunidad a través de los ejercicios psicosociales, es decir, que en este proceso se incluyen mujeres con otras creen-
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cias y prácticas que son, como todas las otras, muy respetables.
¿Cómo surge el espacio de formación psicocultural? Desde el año 2011, la organización de mujeres indígenas de la ACIN viene realizando un ejercicio de acompañamiento a mujeres y niñas víctimas del conflicto armado y de la violencia de género en los territorios de la zona norte del Cauca. Este acompañamiento se hace a partir de los componentes psicológico, cultural y jurídico con un enfoque que contempla la relación entre la jurisdicción especial indígena y el derecho ordinario. Desde este ejercicio identificamos una gran problemática que están viviendo las mujeres en las comunidades, que va desde la vida familiar, social, la participación política, hasta el conflicto armado que diariamente se vive en el territorio. Debido a esta situación, pensamos que era urgente actuar a partir de una estrategia de formación de las mujeres y para las mujeres. No está de más indicar que a través de diferentes organismos e instituciones se ha venido prestando este acompañamiento u orientación a las familias y comunidades por parte de profesionales en psicología, pero claramente no se alcanzan a atender las problemáticas en todos los cabildos por su extensión y difícil acceso a nuestros territorios. Aparte de que no hay suficientes recursos económicos para suplir las necesidades de los profesionales, existen otras situaciones que impiden que el acompañamiento sea constante y vemos que la dinámica de trabajo se ve limitada para llegar a todas las comunidades. La idea, entonces, es que en cada territorio haya mujeres formadas con conocimientos en prevención, atención y orientación a mujeres víctimas de violencia, pero también que puedan ayudar al fortalecimiento político de las mismas mujeres en cada uno de los cabildos y resguardos, pues se ha evidenciado que las
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coordinadoras del Programa Mujer en cada cabildo no cuentan con un equipo de apoyo. Pensamos que a partir de la formación psicocultural de dos o más personas, estas compañeras puedan acompañar y apoyar el proceso del Programa Mujer en cada territorio, porque así será posible escuchar, apoyar y orientar el trabajo de las mismas mujeres en torno a los temas políticos y económicos, además de la exigencia y garantía de sus derechos.
¿Por qué es necesaria la formación psicocultural? Habitualmente, en los casos de las violencias contra las mujeres existen circunstancias que agravan la situación de quienes han sido víctimas, por ejemplo, las amenazas, los atentados, entre otros. En muchos casos existe el temor a denunciar o expresar lo que ha pasado, ya sea por sentimientos de culpa, por miedo o por vergüenza, además de no encontrar mecanismos adecuados de atención por parte de las diferentes autoridades competentes, que garanticen una atención oportuna, respetando las particularidades de las mujeres víctimas. En consecuencia, se presentan situaciones de vulneración o revictimización de las mujeres. Como resultado de esto, encontramos que muchas víctimas optan por no acceder a los mecanismos de denuncia, prefiriendo el silencio como una medida de protección, lo que genera a nivel interno más daños o desequilibrios espirituales y físicos y aumenta las afectaciones psicológicas. También se debe tener en cuenta que hay situaciones culturales y religiosas que hacen ver “normales” las violencias hacia las mujeres, lo que en muchos casos dificulta la atención a las víctimas. Vemos, por ejemplo, situaciones de machismo, que consideran que la mujer es un objeto y debe servir a su marido, o creencias sociales que justifican las acciones de los agresores, como por ejemplo, “ella se lo buscó, para qué andaba vestida así”, entre otras. Esto nos lleva a que en la atención de las mujeres víctimas sea nece-
sario buscar herramientas y estrategias de acompañamiento.1
haber armonía y equilibrio en la persona, en la familia y mucho menos en la comunidad.
Establecer las estrategias y herramientas de acompañamiento a las mujeres afectadas por las violencias no ha sido fácil. En muchos casos se han generado espacios para dar a conocer la realidad de las mujeres y escuchar de sus propias voces las historias de violencias cargadas de dolor y de sufrimiento. En este sentido, ha sido difícil plasmar todas sus experiencias y diseñar herramientas adecuadas que respondan a sus necesidades en el campo del acompañamiento.
Las herramientas psicoculturales2
En este proceso ha sido vital el acompañamiento y la orientación de los médicos y las médicas tradicionales Kiwe Thë, ellos y ellas han estado acompañando los encuentros y recomiendan que para hacer este trabajo hay que prepararse bien y estar fuerte, ya que si la persona que acompaña no es fuerte, las cosas no van a salir bien.
En los diferentes encuentros que hemos desarrollado se han realizado reflexiones que nos han permitido identificar herramientas para el trabajo de atención a las víctimas de la violencia. Estas herramientas surgieron de las experiencias que han tenido las mujeres, así como de las distintas reflexiones en torno a la necesidad de una atención diferente, por el respeto a las particularidades que hay entre las mujeres y los hombres. A continuación presentamos algunos criterios y herramientas que son parte del proceso de atención psicocultural. ■■
Brindar confianza: este es uno de los temas que se plantea como fundamental para el desarrollo de todo el acompañamiento, porque si hay confianza se puede ayudar. Es claro que esta se construye realizando las visitas, poco a poco, cuando se muestra un interés por brindar apoyo.
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Buscar un lugar adecuado para hablar: se plantea que debe haber un lugar adecuado, privado, en el cual se garantice de alguna manera que otras personas ajenas o extrañas no escuchen la conversación y que la información no sea pública.
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La confidencialidad: es importante que la información que brinda la víctima tenga un manejo adecuado, cuidadoso, es decir, que se le debe garantizar que esa información va a ser de uso exclusivo de la institución garante de derechos y se va a manejar con cautela.
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Buscar ayuda con el Kiwe Thë: es una de las partes fundamentales en este acompañamiento, ya que es importante restablecer el equilibrio espiritual después de una afectación o un daño. En este proceso hay que tener en cuenta, ade-
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Tejer la Palabra - Memorias del Proceso de Formación Mujer ACINAVRE, 2013.
¿Para qué sirve la formación psicocultural y qué se ha hecho? El espacio psicocultural nos permite formar mujeres y hombres en estrategias y herramientas para acompañar, orientar y atender a mujeres, niñas, jóvenes y adultas que hayan sido víctimas de cualquier tipo de violencia en el territorio. La apuesta es que haya personas preparadas para la atención de las mujeres víctimas en la comunidad, en los diferentes equipos de apoyo de los cabildos, como son los programas de familia, de mujeres, del tejido jurídico, entre otros, logrando así que se mejore el acceso y la credibilidad en la justicia propia. Es decir, estamos apuntando al fortalecimiento del derecho propio y a la gobernabilidad de nuestro territorio. Porque mientras en nuestro territorio no haya mecanismos y estrategias que nos ayuden a la búsqueda de la justicia, no va a 1
Tejer la Palabra - Memorias del Proceso de Formación Mujer ACINAVRE, 2013.
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Acompañar los procesos de armonía y equilibrio desde el derecho propio: muchas veces este suele ser un proceso muy largo y complejo, donde encontramos casos llenos de insatisfacciones y frustraciones. Por lo que es importante estar acompañando, orientando, para en lo posible evitar que se le cause más daño a las víctimas.
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Buscar otro tipo de ayuda: hay casos que debido a la complejidad de la violencia, como por ejemplo, violencia o abuso sexual, ameritan otro tipo de ayuda, como intervenciones en la salud física o atención psicológica. La idea es que la promotora psicocultural pueda ayudar en la búsqueda de estas redes de apoyo, a través de los programas del cabildo, del plan de vida o de la ACIN.
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Ayudar a vincular a las personas a procesos sociales: cuando se presentan procesos de recuperación de cualquier tipo de violencia, se considera que una de las maneras de ayudar es orientar a las víctimas a que se vinculen a procesos sociales tales como: espacios de formación, de jóvenes, de la guardia indígena, de las mujeres o procesos artísticos. En el caso de las mujeres indígenas es vital que continúen practicando los diferentes rituales de armonización, que ayuden al restablecimiento de la armonía y el equilibrio. El kit de la familia nasa: es una estrategia que se pensó para realizar los diferentes acompañamientos a las comunidades y es una herramienta que nos permite acercarnos a las personas que posiblemente hayan sido víctimas de violencia o abuso sexual. El kit de la familia nasa es una jigra que contiene figuras del padre,
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la madre, los hijos, las hijas, los abuelos y algunos animales. Esta herramienta didáctica permite hacer un trabajo con los niños por medio de la realización de juegos en donde se indaga sobre sus relaciones familiares, sobre las historias que han vivido, teniendo en cuenta que los niños demuestran muchas de sus vivencias a través del juego. Se pueden realizar trabajos en torno al tema de la educación sexual, de los derechos sexuales y reproductivos, entre otros. En el trabajo con adultos, las figuras didácticas se convierten en instrumentos para lograr que las personas exterioricen sus emociones, vivencias, sentimientos, etc., y así se exprese el dolor y el sufrimiento de algunas situaciones. Es decir que el kit se convierte en una herramienta que se puede utilizar en el trabajo con la comunidad, para realizar reflexiones sobre situaciones que han generado un impacto en sus vidas. La clave del proceso de acompañamiento está en la recuperación de los saberes pro-
pios, ellos son los que nos dan la fuerza para poder realizar las diferentes actividades, así como para que las personas que han sido víctimas puedan fortalecer y reconstruir su proyecto de vida.
dar a otras personas, pero lo fundamental es sentir la práctica que ayuda a vivir.3
Las prácticas psicoculturales Las prácticas psicoculturales son espacios que se han organizado en tres resguardos de la zona, que son: Corinto, Munchique y Tacueyó. En cada uno de ellos se realizan dos talleres que son dirigidos por las mujeres que han participado en el proceso de capacitación, para poder así poner en práctica sus saberes adquiridos. Este espacio, además, permite que las promotoras psicoculturales puedan acercarse realmente a su comunidad y, al mismo tiempo, posicionar el trabajo que se está realizando desde las mujeres y para las mujeres. Asimismo, se aprovechan estas prácticas para presentar a las promotoras psicoculturales en sus territorios como mujeres formadas, con saberes y capacidades para acompañar diferentes procesos en sus comunidades.
Entre nuestros saberes ancestrales encontramos el uso de las plantas medicinales, pues son estas las que ayudan a mantener en armonía a las personas y la comunidad en los momentos difíciles. De igual manera, hay que rescatar el trabajo que realizan las parteras, los pulseadores, los Kiwe Thë, que son las personas que ancestralmente nos han orientado con sus saberes, es decir, son personas vitales en el desarrollo de la vida nasa y las que hacen práctica la cosmovisión. Entre las recomendaciones que realizaron los Kiwe Thë, que nos han venido acompañando en este proceso de formación, es que este trabajo se debe hacer desde el corazón, es decir, que estas herramientas se deben sentir y que con ese sentir es que se puede ayudar a otras personas. También es claro que las herramientas no son fórmulas, son medios a través de los cuales se puede ayu-
¿Quiénes han participado del espacio de formación psicocultural y quiénes han apoyado este proceso? De este espacio de formación hacen parte algunas coordinadoras del Programa Mujer de cada cabildo, y de igual manera hombres y mujeres interesados en la formación psicocultural, a las cuales hemos denominado promotores y promotoras psicoculturales. Muchas de las mujeres y hombres vienen de los diferentes territorios del norte del Cauca, como son: Cerro Tijeras, Pueblo Nuevo Ceral, Delicias, Canoas, Munchique, Nasa Kiwe Tek Sxaw, Huellas, Jambaló, Toribío, Tacueyó, Corinto, Guadualito, San Francisco y Miranda. A todas y todos nos une el interés por aprender y poder ayudar a otras personas. Archivo Programa Mujer ACIN.
más de la víctima, a su familia. La idea es que la promotora psicocultural ayude a establecer el acercamiento entre la víctima y el Kiwe Thë y, si es posible, acompañe el proceso de armonización y limpieza.
Es muy importante mencionar que las y los promotores psicoculturales no solamente están en relación con los diferentes proble3
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mas de la familia, sino que están en torno a las diferentes problemáticas de la mujer, por ejemplo, en el campo político, económico, de derechos humanos, entre otros, por lo que consideramos que son personas idóneas para el acompañamiento en los diferentes espacios de cada una de las comunidades de las cuales hacen parte. En el momento contamos con un grupo de 35 mujeres y 4 hombres que participan en este proceso de formación; la motivación general que nos une es ayudar a las diferentes autoridades a mejorar la atención de los casos jurídicos, a descongestionar y evacuar casos represados en los cabildos de familia, pero, sobre todo, brindar apoyo y acompañamiento a las personas víctimas de cualquier tipo de violencia. Hemos contado con el apoyo de organizaciones solidarias que nos han venido acompañando con personal profesional y recursos económicos para llevar a cabo este proceso de formación. Mediante talleres, nos ayudaron a construir las herramientas y los pasos que se deben tener en cuenta para el acompañamiento a mujeres víctimas. En este proceso es fundamental el apoyo que nos han brindado los mayores espirituales Kiwe Thë, especialmente un mayor del resguardo de Munchique y una mayora del resguardo de Canoas. Con su sabiduría nos han venido orientando desde sus saberes y siguiendo nuestros usos y costumbres. De igual manera, son los que nos han venido ayudando a abrir el camino desde la parte espiritual. A ellos les debemos este trabajo que venimos desarrollando, porque nos han compartido su conocimiento de manera incondicional y nos han ayudado en los momentos en los cuales algunas personas tuvieron que enfrentarse a situaciones difíciles por sus historias de vida.
Proyecciones Una de las apuestas de las mujeres de la ACIN es poder continuar con este espacio
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de formación psicocultural, a fin de que se consolide como un espacio de formación de las mujeres. Es una estrategia que no solo se fundamenta en la prevención de las diferentes violencias y la atención de las mujeres víctimas de la violencia intrafamiliar, sino también es una apuesta política nuestra para tener mujeres y hombres preparados para el posicionamiento político de las mujeres indígenas, para realizar incidencia ante las diferentes entidades del estado para la exigibilidad de los derechos y de igual manera ante las autoridades propias.
Declaración XIII Asamblea Zonal
La idea también es que las personas que se logren capacitar puedan ayudar a su comunidad mediante los equipos de apoyo o programas de los cabildos, para que de esta manera se pueda ir mejorando la atención que las autoridades les brindan a los comuneros y comuneras indígenas. También queremos, en este espacio, aportar en la consolidación de un observatorio de las mujeres indígenas. Hasta el momento hemos venido trabajando en la consolidación de un instrumento que permite recoger la información de los casos de las mujeres víctimas en el marco del conflicto armado y social. Pero como no contamos con información suficiente sobre la situación real de las mujeres, pensamos que es muy importante también la consolidación de un diagnóstico, para que nos brinde un panorama más claro sobre las situaciones de violencias que viven las mujeres en el norte del Cauca, tanto a nivel interno como en el marco del conflicto armado. En este sentido, consideramos que es un paso fundamental para mejorar el proceso de sensibilización, visibilización y transformación de las situaciones que nos impiden vivir el wet wet fxizenxi como mujeres. De esta manera, creemos que estamos aportando a la consolidación del gobierno propio, mejorando la atención de las comunidades y, sobre todo, el acceso a la justicia.
Organización de Mujeres Indígenas de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN Siguiendo la tradición de los y las ancestras y con el permiso de los espíritus, las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe llegadas de muchos lugares del norte Cauca y acompañadas de mujeres emberas y zenús, nos reunimos en el territorio de Las Delicias, en la XIII Asamblea de Zonal de Mujeres. Asamblea que realizamos en el marco de la conmemoración del 25 de noviembre, Día de la No Violencia contra las mujeres. Fueron tres días en donde tuvimos la oportunidad de tejer nuestra historia, trayendo a la memoria los momentos más significativos del proceso y algunos de los nombres de las mujeres que con su visión y trabajo han contribuido a la realización de nuestro Plan de Vida. Igualmente, tuvimos la oportunidad de reflexionar sobre el contexto y las afectaciones en la vida de las mujeres y los pueblos, deliberamos sobre estas situaciones y finalmente aprobamos algunas propuestas que debemos hacer vida en nuestro proceso.
atender. La paz será posible cuando nuestros territorios estén libres del conflicto armado, de los actores armados y del maltrato intrafamiliar. Cuando vivamos en armonía y equilibrio.
Constatamos con preocupación que: QQ
El conflicto armado sigue vigente en nuestras comunidades y en el país causando enormes daños en nuestras vidas y territorios, por ello nos alegra que se estén realizando diálogos para avanzar en un proceso para ponerle fin al conflicto. Las mujeres tenemos una visión integral de la paz, por eso sabemos que habrá paz cuando esta se realice en nuestras familias y territorio, la una es condición de la otra; por eso nos preocupa que junto con el conflicto armado persista la violencia interna que golpea y discrimina especialmente a mujeres, niñas y niños. Son dos realidades que tenemos que
La Madre Tierra es mujer, y estamos seguras que ella como nosotras siente dolor y sufre por lo que le está pasando. Es una realidad que en gran parte de nuestro territorio estamos permitiendo la entrada de proyectos extractivistas que buscan expropiarnos de la riqueza que por siglos ha estado guardada en las montañas y en los lechos de los ríos. Proyectos que llegan acompañados de gente extraña y guardiados por militares que solo protegen intereses ajenos a los nuestros.
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Pero no solo nos preocupan los proyectos externos, nos preocupa la explotación artesanal en la que se están utilizando métodos de extracción que afectan la tierra, el agua, la salud y la vida de personas, animales y las plantas que habitamos este territorio. De igual manera, nos preocupa en particular la situación de violencia intrafamiliar que hay en nuestros territorios, está muy extendida y en muchos casos se considera como normal que suceda. Somos conscientes que es necesario romper esta cadena; el maltrato se va reproduciendo de generación en generación. Reconocemos que situaciones como la minería, el narcotráfico y la guerra agudizan las situaciones de violencia al interior de las familias, especialmente contra las mujeres. También sabemos las mujeres indígenas de la Cxhab Wala Kiwe que la justicia es condición necesaria para la paz y nos preocupa que nuestro sistema de justicia está debilitado y no se esté garantizando el acceso y la justicia para las mujeres que se atreven a denunciar las situaciones de violencia que sufren. El reto es incidir en la manera como construimos, aplicamos y administramos justicia propia en nuestros territorios. Esto solo es posible en la medida en que seamos reconocidas y valoradas como sujetos políticos, tanto por los otros como por nosotras mismas.
Tenemos la certeza las mujeres que una vida en paz es igual a una vida libre de violencias. De nada nos sirve a las mujeres, niñas y niños indígenas tener mucho territorio si nuestra vida en él es una vida infeliz, una vida llena de violencias. La paz solo existirá si las mujeres podemos vivir una vida libre de violencias. Este es un lineamiento que debe ser una política transversal en nuestra organización y debe asumirse como una prioridad.
Luego de las deliberaciones aprobamos en asamblea lo siguiente: QQ
Seguir comprometidas y trabajando por el fortalecimiento de nuestro proceso y el Plan de Vida con la armonización permanente, el trabajo medicinal y la fuerza de los espíritus. Nos comprometemos a seguir en la defensa del territorio, realizando recorridos, controles y
Ratificamos y llamamos al cumplimiento de los Mandatos del Congreso de Jambaló, del Décimo Punto de la Plataforma del CRIC y el Mandato de Coconuco. Ratificamos la apuesta de las mujeres para que se realice la paz en Colombia y en nuestros territorios, una paz resultado de un proceso de diálogo y acuerdos en donde las voces de los pueblos indígenas y en particular nuestras voces como mujeres sean tomadas en cuenta. Nos proponemos seguir caminando junto con nuestros compañeros en el proceso de fortalecimiento del Plan de Vida, el Gobierno Propio, especialmente la Guardia Indígena, el Movimiento Juvenil y el Programa de Familia de manera coordinada y en unidad con las autoridades, comunidades y los tejidos de la Cxhab Wala Kiwe. Trabajar de manera articulada para avanzar en el fortalecimiento de las familias, para que sean un lugar en donde los y las jóvenes, niñas y niños reciban orientación, consejo y las enseñanzas de las mayoras y mayores, y los prepara para la vida de manera responsable y de acuerdo al Plan de Vida en armonía y equilibrio. Apoyar y participar en los diálogos que sean necesarios con los actores armados y en las acciones de Defensa del Territorio y el Plan de Vida convocando a la unidad de las mujeres a favor de la vida y el rechazo a la guerra y militarización de nuestros territorios. Nos proponemos, confiando en el fin del conflicto, empezar a trabajar el posconflicto en temas como la acogida a los actores armados que regresen a sus casas, en la sanación de los impactos del conflicto en nuestras vidas; y a la vez apoyar el fortalecimiento del programa “Reconstruyendo el camino a casa”. Proponemos que se revise y evalúe el cumplimiento del Mandato de Coconuco en cuanto al cumplimiento del mandato de “Territorios libres de minería”. Nos proponemos analizar y visibilizar las afectaciones que tiene la minería en la vida de la comunidad y el
como promover la incorporación del tema de derechos humanos de las mujeres indígenas en los currículos escolares.
medioambiente. Sensibilizar a la comunidad sobre estas afectaciones y convocar a la unidad en la defensa del territorio libre de minería.
movilizaciones, mingas, en coordinación con autoridades y comunidades. QQ
Articular y unificar fuerzas y acciones con otras organizaciones afros, campesinas e indígenas para la defensa de nuestros territorios.
Movilizarnos como mujeres en una acción de defensa y control del territorio y contra la explotación minera y megaproyectos en nuestro territorio. Apoyar el diseño e implementación de una estrategia integral de inversión social y desarrollo económico propio que garantice alternativas de vida sostenible en las comunidades y, en particular, a las nuevas generaciones. Sensibilizar, conocer y profundizar en el conocimiento de las distintas formas de violencia y discriminación contra las mujeres en el ámbito intrafamiliar, social y del conflicto armado; entre las familias, comunidades, mujeres y hombres líderes y autoridades. Así como dar a conocer y denunciar ante las autoridades los crímenes de violencia hacia las mujeres.
Trabajar hacia la conformación de una Comisión Jurídica de mujeres que le haga seguimiento a los casos, procesos y la actuación de las autoridades con relación a la aplicación de justicia en las situaciones que afectan e imposibilitan nuestro wet wet fizenxi (buen vivir) como mujeres indígenas. Motivar y trabajar por el fortalecimiento de la medicina tradicional tanto para la prevención como para la aplicación de remedio; incorporar de manera transversal un enfoque de género en la apuesta política de la Cxhab Wala Kiwe y en la proyección de cada uno de sus tejidos y programas.
Acompañar a las autoridades y los equipos jurídicos responsables de la aplicación de justicia en la atención a situaciones de violencia contra las mujeres y niñas.
Para seguir tejiendo este camino, dialogando, discutiendo y sensibilizando a las mujeres y a los hombres que hacemos parte de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN, instamos a la Consejería y a las autoridades de cada uno de los 19 cabildos del norte del Cauca a convocar a una junta directiva que cuente con la participación de las coordinadoras locales del Programa Mujer, los equipos jurídicos, los coordinadores y las coordinadoras de cada uno de los programas para reflexionar juntos y juntas el tema de la justicia para las mujeres indígenas.
Nos proponemos apoyar y motivar la participación política de las mujeres en espacios locales y zonales, en espacios políticos organizativos, de toma de decisiones, de concertación y negociación de manera equitativa de tal manera que se garantice el equilibrio, principio fundamental de nuestra cosmovisión.
Finalmente, cerramos nuestra asamblea eligiendo la coordinadora zonal que sabiamente deberá liderar el proceso de las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe en los próximos dos años, elegimos a nuestra compañera Gloria Edilma Peña, comunera del Resguardo de Delicias, junto con ellas vamos a caminar invocando la luz y sabiduría de los espíritus.
Exigir el cumplimento del Décimo Punto de la Plataforma CRIC y de la creación de los consejos o cabildos de familia y fortalecer los ya existentes; así
A nuestra compañera coordinadora Emilse Paz, toda la gratitud y estamos seguras que en el camino como nejwe´sx en la causa de las mujeres estará presente.
Por la paz y la vida en armonía y equilibrio, por nuestro Plan de Vida Territorios libres de violencias contra las mujeres, libres de minería y de actores armados Mujeres de la Cxhab Wala Kiwe Delicias, 29 de noviembre de 2013.
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Acceso de las mujeres a la tierra en Colombia. El caso del Cauca Alejandra Coll Agudelo
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El acceso de las mujeres a la tierra suele ser uno de los aspectos más sensibles en el análisis de las inequidades de género existentes en Colombia, que suelen recrudecerse en contextos de conflicto armado. La restitución de tierras es una oportunidad potencial para permitirles a las mujeres víctimas de la guerra recuperar la ciudadanía plena, incluyendo la posibilidad de ser propietarias. Existen una serie de obstáculos, todos salvables, que en el corto y mediano plazo han afectado la posibilidad de las mujeres de contar con un enfoque diferencial en el proceso de restitución de tierras como un mecanismo de reparación. Este artículo pretende analizar esos obstáculos y proponer algunas soluciones a las dificultades encontradas por las mujeres reclamantes de tierras o las campesinas que desean acceder a ella.
Introducción El acceso a la tierra y la restitución de predios despojados es uno de los temas más polémicos actualmente en Colombia. Existen dificultades de todo orden: desde amenazas a líderes y lideresas, problemas de orden técnico, hasta la oposición de sectores políticos. En este contexto, una de las falencias evidentes es la aplicación de un enfoque diferencial de género en la restitución de tierras, como una de las medidas creadas en el marco de la Ley de víctimas para reparar los daños del conflicto armado.
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Cuando hablamos de enfoque diferencial, nos referimos a la aplicación de la ley de forma tal que consulte las realidades de los diferentes grupos poblacionales, sociales y étnicos que hay en Colombia. En más de medio siglo de conflicto, todos los sectores del país han sufrido afectaciones, cada uno desde su particularidad. Citando el informe de la Defensoría del Pueblo “El conflicto golpea, pero golpea distinto”, si bien la guerra tiene un efecto en toda la sociedad, las condiciones inequitativas que viven las mujeres en la cotidianidad se recrudecen cuando llegan conflictos armados.
* Abogada; magíster en Estudios de género de la Universidad de Hull, Inglaterra, y la Universidad de Granada. Consultora en derechos humanos.
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Esta afirmación ha sido cuestionada y tachada de “lugar común”. Sin embargo, el análisis del conflicto colombiano y sus realidades lleva a confirmar precisamente que las mujeres viven la guerra de una forma particular, en donde se hacen más evidentes los factores de discriminación que usualmente existen en la mayoría de escenarios sociales. Los servicios forzados, por ejemplo, son una clara muestra de cómo los estereotipos de género presentes en el día a día se reflejan en conductas lesivas del derecho internacional humanitario (DIH) que restringen las libertades fundamentales. Muchas mujeres son forzadas a lavar ropa, cocinar o prestar este tipo de servicios de forma gratuita e inmediata a actores armados de todos los orígenes. Esta conducta no califica como secuestro, y en pocos ordenamientos jurídicos, incluyendo el colombiano, tienen tipificación punitiva. Así, en muchos aspectos, las mujeres ven cómo sus condiciones empeoran y la inequidad existente se transforma en agresiones aún más directas de su libertad y derechos fundamentales en contextos de guerra. Partiendo de la base de la afectación diferencial de las mujeres en el marco de los conflictos armados, pasamos a analizar cómo se puede plantear la restitución de tierras con un enfoque de género que atienda las necesidades particulares.
¿Es solo un asunto de restitución? El acceso a la tierra no es solo un tema relacionado con la restitución. El acceso a la propiedad y el uso de la tierra es un derecho que en Colombia tienen una consagración legal específica para las mujeres en la Ley 731 de 2002, en donde se establece la obligación estatal de crear medidas efectivas para que estas puedan ser propietarias y ejercer uso y goce sobre predios. Desde 1932 las mujeres lograron, con la Ley 28 de ese mismo año, que se les reconociera su derecho a ser propietarias directas de
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tierra. Previo a esta ley debían estar bajo la “tutela” de un hombre que autorizara la compra y venta de bienes que, por demás, nunca aparecían a nombre de una mujer. La Ley 28 permitió que las mujeres pudieran comprar y vender sin intermediaros. Solo hasta el 2002, con la Ley 731, se crean mecanismos para que las mujeres accedan a ayudas estatales con miras a lograr la condición de propietarias. Como se analizará más adelante, los programas creados por la Ley 731 de 2002 y legislación posterior aún están en fase de implementación. En lo relacionado con la propiedad, en el sistema registral colombiano se hace complejo el cálculo de cuántas mujeres actualmente son propietarias. Las notarías y oficinas de registro de instrumentos públicos no cuentan, con contadas excepciones, con mecanismos que les permitan sacar una estadística diferenciada respecto de las mujeres y su relación jurídica con predios o bienes inmuebles. Sin embargo, Magdalena León y Diana Deere (2000, p. 409) han logrado una aproximación a las principales formas de acceso a la tierra para las mujeres en Colombia, concluyendo que estas son la herencia y el momento de la liquidación de sociedades conyugales o patrimoniales. Son estos los dos momentos jurídicos claves que en Colombia les permiten a las mujeres acceder a la propiedad. Existen pocos estudios respecto a las implicaciones que tiene el derecho civil en el acceso de las mujeres a la propiedad. Sin embargo, de un estudio cuidadoso de las normas existentes en relación con el derecho registral y la ritualidad que rodea la propiedad en Colombia, se puede concluir que las mujeres tienen en general una menor participación en negocios jurídicos que los varones, sobre todo en zonas rurales.
Mujer rural y programas estatales El Programa Mujer Rural es una parte de los programas del Ministerio de Agricultura para
el apoyo a la producción agrícola. Anualmente se hace una convocatoria que varía en fechas dependiendo del departamento en que se aplique y la priorización que se haga desde el Ministerio. Para el 2014, en el Programa de Formación de Capacidades se focalizaron las regiones de Catatumbo, Sur del Tolima, Cauca y Bolívar. El Programa de Proyectos Productivos, en el marco del Programa Mujer rural, se abre usualmente cada año para todo el país. La dificultad que esto presenta es la difusión del programa en las diferentes zonas rurales. Mientras que programas como Oportunidades Rurales tienen dinamizadores /as locales por cada zona, Mujer Rural cuenta con encargadas/os territoriales que tienen la responsabilidad de difundir la información en toda la zona, que suele comprender el departamento. En un acápite anterior se analizaron las dificultades que identificaron las mujeres participantes en el diplomado “Trenzando saberes y poderes” en el departamento del Cauca, al estudiar la convocatoria Mujer Rural para el año 2013. Una de las principales fue su falta de difusión en las zonas rurales del departamento. Esta misma situación se repite en diversas zonas del país. El número de subsidios otorgados en el marco del programa Mujer Rural es sensiblemente inferior a los que se entregan en el marco de otros proyectos que no tienen un enfoque diferencial de género, como Alianzas Productivas y Oportunidades Rurales, pese a que todos están a cargo del mismo ministerio. Esto se debe, entre otras cosas, a la poca difusión y a la falta de asesoría en la elaboración de prepuestos. Muchas organizaciones de mujeres optan por presentarse a otros programas del Ministerio de Agricultura por falta de conocimiento de la convocatoria de Mujer Rural, pese a que esta representa mayores ventajas. Mujer Rural pide una contrapartida del 5 % del valor total del proyecto, mientras que otras convo-
catorias del Ministerio de Agricultura suelen pedir alrededor del 20 %. Mujer Rural no exige que las mujeres postulantes tengan una organización registrada ante cámara y comercio, siendo el único requisito que haya más de veinte mujeres interesadas y que tengan un terreno sobre el cual trabajar. Los demás procesos (Alianzas Productivas y Oportunidades) suelen tener como requisito sine qua non la existencia legal de la organización, y estar al día con las obligaciones tributarias. Pese a las ventajas y relativa flexibilidad que ofrece Mujer Rural, la poca difusión y las restricciones a la cobertura (20 % insumos y hasta 5 % de otros gastos, que en ningún caso sean servicios), hacen que en algunas zonas las mujeres no accedan a este programa.
El caso del Cauca En cuanto a programas como Mujer Rural y el Subsidio Integral de Tierras, es importante señalar que son dos estrategias del Ministerio de Agricultura que pretenden permitirle a las mujeres el acceso a la tierra, y, en muchos casos, priorizan a víctimas del conflicto armado. El Incoder, a la fecha, no ha dado respuesta del número de subsidios otorgados en el marco de estos dos programas en 2014, pero manifestó que la convocatoria del programa Mujer Rural no tuvo muchas proponentes para el 2013 en el Cauca. En el diplomado “Trenzando saberes y poderes”, auspiciado por la Unión Europea y liderado por la Corporación Comunitar, se hizo un ejercicio con las mujeres participantes para determinar la factibilidad de desarrollar un proyecto con el presupuesto establecido por la convocatoria y con los requisitos establecidos por la misma, concluyendo que es muy complicado para una mujer campesina lograr cumplir con todos los requisitos establecidos. Algunos de los obstáculos que las mujeres encontraron son: ■■
Falta de capacitación para la elaboración del presupuesto solicitado.
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Restricciones de los rubros que cubre la convocatoria (no cubre servicios y limita el porcentaje de insumos que cubre).
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Ausencia de capacitación y seguimiento.
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Poca difusión de la convocatoria.
Adjudicación de baldíos. El caso caucano Los datos consolidados a 2012 sobre la adjudicación de baldíos a hogares con jefatura femenina muestran que en los últimos ocho años, si bien ha venido en aumento el número de predios adjudicados a mujeres, este se mantiene en una cifra constante por debajo de los 200 predios. La adjudicación de baldíos es un elemento importante en lo relacionado con el acceso de las mujeres a la tierra, dado que en un
contexto donde la adquisición por compra se hace difícil debido al poco reconocimiento que tiene la labor reproductiva de las mujeres desde una perspectiva económica, esta se convierte en una alternativa para poder ser propietarias. En lo relacionado con las competencias de Incoder, el Programa de compra de predios (Subsidio integral de tierras) y la adjudicación de baldíos son los más conocidos por la población campesina y la población víctima del conflicto, pero su oferta no llega a satisfacer la demanda actual. Los datos disponibles a 2012 del Subsidio integral de tierras de Incoder muestran la tendencia decreciente de este beneficio que permite el acceso de las mujeres a la tierra para
Tabla 1. Otorgamiento de subsidios integrales de tierra en el Cauca 2008-2011 Jefatura femenina Jefatura masculina Familias Hectáreas Familias Hectáreas 2008 33 225,54 29 200,48 2009 65 262,34 98 386,62 2010 16 76,66 14 66,69 2011 30 76,16 67 302,38 Total 144 640,70 208 956,17 Fuente: elaboración propia con información suministrada por el Incoder. Año
Tabla 2. Otorgamiento de subsidios integrales de tierra en el Cauca 2008-2011 atendiendo al número de personas en situación de desplazamiento forzado beneficiadas Año 2008 2009 2010 2011 Total
F. Jefatura femenina F. Jefatura masculina Campesinas Desplazadas Campesinas Desplazadas 26 7 26 3 45 20 70 28 0 16 0 14 26 4 64 3 97 47 160 48
Fuente: elaboración propia a partir de información suministrada por el Incoder.
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Total Familias 62 163 30 97 352
Hectáreas 426,02 648,96 143,35 378,54 1596,87
el departamento del Cauca, tendencia que no se aleja de la realidad nacional. Valdría la pena preguntar las razones que existen para que este subsidio presente un decaimiento en su rendimiento, pese a ser una de las formas prioritarias de acceso a la tierra para las víctimas del conflicto armado y campesinos/ as sin tierra. El número de hectáreas otorgadas en el Subsidio integral de tierras a hogares con jefatura femenina es sensiblemente inferior al que se otorga a familias nucleares. A la fecha, este hecho no ha sido explicado por el Incoder; los datos usados para este artículo llegan a diciembre de 2011, dado que no se han aportado datos nuevos por parte de este organismo al momento de la preparación de este texto. En este momento se está preparando un nuevo estudio en donde actualizaremos los datos presentados. El número de mujeres beneficiadas por el Subsidio integral de tierras, que a su vez son víctimas de desplazamiento forzado, muestra unas cifras más cercanas a las que se presentan para hogares nucleares. Esto se debe en su mayoría a que buena parte de las familias víctimas de desplazamiento en el departamento ostentan jefatura femenina. Análisis de la situación del Cauca muestran que la mayor cantidad de asesinatos en el marco del conflicto recaen sobre hombres, por lo que muchos hogares quedan a cargo de mujeres cabeza de familia. El Cauca tiene una cifra cercana a las 300.000 víctimas, de las cuales el 52,8 % son mujeres y niñas, hasta enero de 2014.
lución el que realmente contiene la sustancia de los procedimientos que aplicará esa dependencia para favorecer a las mujeres. Ni en la resolución ni en el documento que la desarrolla se contemplan términos distintos o procedimientos de excepción para los casos en que la víctima de despojo sea una mujer. Se establece la posibilidad de priorizar casos en la medida en que las circunstancias lo requieran con el ánimo de no revictimizar. El protocolo de atención a mujeres en particular establece que se debe indagar con particular interés las causas de despojo en casos con reclamantes cabeza de familia, y en todos los casos de mujeres reclamantes se debe lograr la detección de posibles casos de violencia basada en género como causa primaria del despojo. Se ordena a su vez la activación de la ruta de atención cuando la víctima haya padecido un hecho victimizante constitutivo de violencia basada en género, y una coordinación interinstitucional permanente para evitar requerir a la víctima la misma información varias veces. Por supuesto que hay aspectos técnicos (la extensión del predio, el uso y goce que se tenía del mismo), que deben ser preguntados por la URT aunque la víctima ya haya dado su testimonio ante otra entidad, dado que esta información es fundamental para la individualización de l territorio despojado.
La Resolución 080 de 2013
La resolución y el documento técnico que la desarrolla establecen a su vez procesos de capacitación para funcionarios de la URT y mujeres reclamantes para informarlas de sus derechos y darles a conocer los procedimientos que se aplicarán respecto de sus casos.
La Resolución 080 de 2013, de la Unidad de Restitución de Tierras (URT), incorpora una estrategia de aplicación de un enfoque diferencial de género. El texto de la resolución expresa solamente los objetivos de la URT para aplicar un enfoque de género, pero es el documento técnico que desarrolla la reso-
Un avance importante que se evidencia en la Resolución 080 es el interés por los casos de niñas cuya relación jurídica con el reclamante o la reclamante no está debidamente probada y el registro del grupo familiar completo en la información recaudada por la URT a las y los solicitantes.
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yor importancia. El trabajo conjunto con las demás entidades del Sistema Nacional para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (Snariv) permite que la víctima del despojo reciba la atención y el acompañamiento oportuno y acceda a programas estatales que estén encaminados a garantizar su permanencia en el predio.
Es importante resaltar que dentro del documento técnico no hay orientaciones para el área jurídica en la elaboración de la demanda, a fin de que esta incluya aspectos como el cumplimiento de disposiciones de la Ley de Mujer Rural (Ley 731 de 2002) o el acceso a programas del Ministerio de Agricultura específicamente destinados a mujeres.
Esta es una de las etapas en donde se presentan más críticas a la aplicación de la Ley 1448/11. En lo que respecta al enfoque de género, se evidencia que las sentencias no solicitan la aplicación de la Ley 731 de 2002 (Ley de Mujer Rural) y no hacen llamados a la incorporación de las mujeres en los diferentes programas del Ministerio de Agricultura.
Si bien la resolución y las demás disposiciones de la URT en materia de incorporación del enfoque de género representan un avance respecto de lo aplicado con anterioridad a la Ley 1448 de 2011, hacen falta medidas contundentes en relación con la priorización de casos, la identificación y documentación de las causas del despojo cuando las reclamantes son mujeres, y la garantía de la incorporación de un enfoque de género en las solicitudes que los abogados de la Unidad hacen en las demandas, en donde pueden incluir una serie de medidas afirmativas contempladas en otras normas.
Si bien es cierto que las sentencias analizadas a la fecha dan cuenta de la importancia que le han dado los jueces y magistrados de restitución de tierras al acceso a la educación y asistencia pública para las mujeres víctimas de despojo, se evidencia un enfoque familista en estas decisiones, dado que la mayoría de órdenes adicionales a la restitución suelen beneficiar a los hijos e hijas de la víctima mas no a la reclamante misma. Se solicitan programas de formación para los menores de edad asociados/as al caso, dejando en algunas ocasiones de lado a la demandante.
El posfallo Esta etapa es una de las más delicadas en lo que respecta a la real garantía del acceso de las mujeres a la tierra en casos de despojo. Es aquí donde se garantiza que el predio restituido pueda ser usado efectivamente por la reclamante, en condiciones de dignidad y seguridad. En esta etapa la Unidad de restitución de Tierras puede usar todos los medios necesarios conforme el Decreto 4801 de 2011 para garantizar unas condiciones óptimas para el uso y goce del predio. Es aquí donde la articulación interinstitucional adquiere la ma-
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Una cuestión de seguridad En ninguno de los casos adelantados en el país ha sido posible garantizar por completo la seguridad de quienes reclaman tierras. De hecho, uno de los obstáculos centrales de la restitución es precisamente la falta de garantías para la vida e integridad personal de quienes inician estos procesos. Este es uno de los riesgos de restituir en medio del conflicto. Si bien como manifiesta Vinodh Jaichand, no es necesario esperar a terminar el conflicto para empezar a devolver la tierra despojada, esto debe hacerse de forma tal que garantice que aquellos predios restituidos puedan ser retomados por las víctimas sin riesgos previsibles.
Si bien el mecanismo de la macro y microfocalización es una herramienta útil en materia de seguridad (aunque no sea este su único objetivo), las continuas amenazas y muertes de lideresas de restitución de tierras muestran que estos procedimientos no están resultando útiles en el propósito de garantizar la seguridad de las víctimas de despojo. Por el contrario, la micro y macrofocalización han terminado por convertirse en un procedimiento que ataja el avance de la restitución. Según el observatorio de la red de defensoras y defensoras de derechos humanos (Programa somos defensores), más de 100 reclamantes de tierras han sido asesinados en los dos años de vigencia de la Ley 1448/11. Los casos más frecuentes se dan en la zona del Urabá antioqueño. Los funcionarios/as de la URT también han sido atacados. Cerca de veinte funcionarios han padecido diferentes tipos de afectaciones, tres de los cuales han sido asesinados en razón de sus funciones.
Conclusiones Si bien es cierto hay avances y el país nunca había contado con tantas herramientas alrededor de la restitución de tierras, se hace necesario darle vida a la Resolución 080 de 2013 con acciones concretas expresadas en demandas con enfoque diferencial presentadas desde la URT y medidas de seguimiento efectivamente encaminadas a garantizar un proyecto vital digno a las reclamantes. A dos años de la Ley, las cifras de mujeres beneficiadas con sentencias de restitución no son claras, dado que la información hasta ahora se está empezando a disgregar, lo que impide tener mapas del despojo que den cuenta de las afectaciones vividas por las mujeres en cuanto a su relación jurídica con la tierra. La ausencia de información precisa y de medición del impacto del despojo sobre las mujeres sigue siendo una constante.
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Se evidencian esfuerzos para incluir, en el marco de la resolución, a esposas, hijas y compañeras permanentes de reclamantes varones en igualdad de condiciones. Esto ha representado un reto jurídico a fin de determinar la existencia de posibles uniones maritales concomitantes con la vigencia de sociedades conyugales.
La participación de las mujeres en espacios como los Consejos de Desarrollo Rural de cada municipio se hacen importantes como un posible mecanismo del posfallo que puede facilitar la incorporación práctica de la Ley de mujer rural en las decisiones de los entes territoriales. Celebrando la voluntad evidenciada desde la URT, y en atención a las necesidades existentes, es importante socializar con mayor intensidad el documento técnico desarrollado por la Unidad de Tierras, para permitir que todas las partes involucradas en la restitución tengan clara la prioridad que debe dársele a los casos en donde haya violencia basada en género incorporada. Sería valioso pensar en un esquema de tiempos más cortos para casos excepcionales como mujeres adultas mayores o madres gestantes, en donde sus condiciones sociales y económicas ameritan hacer la restitución con mayor premura para atender sus necesidades específicas.
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Declaración de las mujeres afros, indígenas y campesinas
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Participación
Foro "Trenzando y tejiendo: mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes hacemos memoria y conmemoramos nuestra historia de lucha", marzo 14 de 2014. Archivo Casa de Pensamiento y Corporación Ensayos.
movilización
En el foro "Trenzando y tejiendo: mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes hacemos memoria y conmemoramos nuestra historia de lucha".14 de marzo de 2013 Santander de Quilichao, Cauca En conmemoración del 8 de marzo, nosotras, mujeres afros, indígenas y campesinas, herederas ancestrales de Orika, Winni, UMA y TAY, tejedoras, trenzadoras y soñadoras, partícipes de una lucha que no siempre ha sido fácil, nos encontramos el día de hoy para reanimar el camino, para compartir nuestras experiencias y levantar nuestra voz en medio del difícil contexto que viven los sectores populares en Colombia. Estamos decididas y convencidas de la importancia de nuestra participación en la lucha contra los intereses que afectan nuestras vidas y de recomponer el camino para garantizar que los derechos de las mujeres sean una realidad en nuestras vidas. Las mujeres venimos desde los ríos, las montañas y el valle, hoy dejamos nuestras labores para este encuentro y para juntas manifestarles nuestros pensamientos: La madre tierra es mujer, si ella sufre, nosotras sufrimos con ella, su dolor es nuestro dolor,1 porque de ella somos hijas e hijos y por ella lucharon nuestros padres y madres, por ella luchamos nosotras y nuestras familias. Nuestros territorios están amenazados y en desequilibrio. El monocultivo de la caña, los cultivos de uso ilícito, los actores armados y sus agresiones, los asesinatos, desplazamientos forzados, masacres, violencias sexuales, reclutamientos forzados, afectaciones por minas antipersonal y el modelo económico que nos imponen, atentan contra nuestra tranquilidad y la de nuestras comunidades. Nos han obligado a abandonar las viviendas con nuestras familias, sufrimos la escasez de alimentos en los momentos de agudización del conflicto armado. Sabemos que la guerra es un camino equivocado, estamos cansadas de ella y de los intereses que la motivan. El proyecto de muerte, que se expresa de múltiples formas en nuestras vidas y territorios, nos está desdibujando la risa y la alegría de vivir.
derecho a producir nuestros propios alimentos por las consecuencias nefastas de las políticas impuestas por los tratados de libre comercio. El conflicto armado nos ha afectado de manera particular a las mujeres, somos víctimas de violencia sexual, nuestros hijos e hijas son reclutados y reclutadas, la mayoría de personas desplazadas forzosamente somos mujeres. En nuestros hogares y comunidades estamos expuestas cotidianamente a diferentes formas de violencia que desarmonizan nuestras vidas. No podemos vivir una vida en paz, si nuestros territorios, nuestras vidas y nuestros cuerpos no están libres de violencias. Por todo esto reafirmamos nuestra decisión de seguir caminando y trenzando juntas, tejiendo nuestro gran sueño: una vida en paz, una vida alegre, una vida sin violencias, llena de música, color, tejidos y trenzas.
Hoy asistimos a una nueva forma de colonización. Nuestros territorios, nuestros ríos, nuestras montañas y nuestros conocimientos son tratados como mercancías. Una hectárea tras otra ha sido subastada a las transnacionales. Estamos perdiendo la posibilidad y el
Para nosotras, la paz es sentirnos tranquilas, es vivir bien, es sentirnos orgullosas de ser mujeres indígenas, afrodescendientes, campesinas y urbanas. Es la posibilidad de volar libres y sin ataduras, es encontrar nuestro camino libre de todo tipo de violencias, incluso de la violencia interna que golpea y discrimina especialmente a mujeres, niñas y niños. La paz será posible cuando nuestros territorios estén libres del conflicto armado y de las violencias que ocurren a nivel familiar.2
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Relatoría asamblea de mujeres. Plenaria último día, noviembre 27 de 2013.
Declaración XIII Asamblea de las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe – ACIN, resguardo indígena Las Delicias, noviembre 29 de 2013.
Movilización Documen-
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Reafirmamos nuestros sueños de construir territorios autónomos donde sea posible estar bien en una relación armónica y respetuosa con todos los espíritus y seres con los que compartimos esta gran casa, en donde hombres y mujeres indígenas, afrocolombianas y campesinas, unidas y en la diversidad, caminemos en libertad por nuestros territorios.3 Como mujeres nos comprometemos a continuar con nuestras luchas, por ello seguiremos trabajando por: Fortalecer acciones conjuntas en defensa de nuestros territorios como recorridos, controles territoriales, movilizaciones, mingas y juntas, en coordinación con autoridades propias, organizaciones sociales y comunidades. QQ Apoyar y participar en los diálogos que sean necesarios con los actores armados y en las acciones de defensa del territorio convocando a la unidad de las mujeres a favor de la vida y el rechazo a la guerra y militarización de nuestros territorios. QQ Respetar la madre tierra que es nuestra madre, somos sus hijas. QQ Avanzar en acuerdos sobre el tema de tierras y otros relacionados entre afros, indígenas y campesinos y de las acciones inconsultas del Gobierno nacional que han venido generando conflicto entre los distintos grupos y profundizando el conflicto social en la región. QQ Seguirle apostando al diálogo, a la terminación del conflicto armado y al respeto y la autonomía de nuestros cuerpos, de nuestras autoridades y de nuestros territorios. Las mujeres hemos caminado la paz, y estamos dispuestas a ser parte de ella, a elevar nuestras voces y nuestras propuestas, para un nuevo país, uno más justo, uno con mayor equidad para todas y todos. QQ Trabajar para garantizar la participación e incidencia de las mujeres en los diferentes espacios de toma de decisiones tanto a nivel interno como externo y exigir nuestros derechos y los de nuestros pueblos consagrados en el Auto 004, Auto 092, así como los procesos de consentimiento libre e informado para los proyectos que afectan nuestro territorio, autonomía y pervivencia. QQ
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Mujeres caminantes de la palabra en defensa de la vida y la autonomía de nuestros pueblos. Caloto, Cauca, 24 de junio de 2011.
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Motivar a nuestras familias, comunidades y organizaciones para que nos apoyen y acompañen en la recuperación de la armonía en nuestras casas, en nuestros hogares, para sentirnos tranquilas en cualquier rincón, libres y con la confianza de que somos valoradas, respetadas, reconocidas y apoyadas en la lucha por la defensa de nuestros derechos.
Al Estado las mujeres le exigimos que: Reconozca, proteja y garantice el ejercicio de nuestros derechos en igualdad para todas. QQ Reconozca, garantice y respete nuestro derecho al territorio ancestral libre y autónomo. QQ Cese todas las prácticas de exterminio físico y cultural que amenazan nuestra pervivencia como pueblos, desmilitarice nuestros territorios, detenga la avanzada de lo que ha llamado la “locomotora del desarrollo” y derogue los tratados de libre comercio. QQ Respete y garantice nuestros derechos a la paz, a una vida libre de violencias, a la participación política como mujeres indígenas, afro, campesinas y urbanas. QQ Reconozca, garantice y respete nuestras concepciones y miradas propias sobre la salud, la educación y la justicia. QQ Se garanticen procesos de verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición, a partir de nuestras perspectivas propias como mujeres, asegurando condiciones adecuadas y pertinentes culturalmente para la toma de decisiones sobre los temas que nos competen. QQ Detenga todas aquellas prácticas políticas que pretenden romper con la unidad de los pueblos y sectores sociales y populares que hemos estado vinculados y articulados a lo largo de la historia. QQ
A los actores armados las mujeres les exigimos: QQ El respeto de nuestra autonomía y el derecho a la libre autodeterminación. QQ Detener todas las prácticas que afectan nuestra autonomía y la de nuestros pueblos. QQ A las insurgencias que mantenga los diálogos en función de terminar la guerra y apostarle a una paz integral con justicia social. QQ Reafirmamos nuestros cinco puntos básicos de exigencia y diálogo a los actores armados: diálogos humanitarios, respeto a la autonomía comunitaria, rechazo al reclutamiento de menores, rechazo a la
violencia sexual contras las mujeres y erradicación de las minas antipersonal. Hacemos un llamado a nuestras autoridades, nuestras organizaciones, nuestras comunidades y nuestras familias para que: QQ Nos reconozcan y valoren como sujetos políticos, con capacidades para participar, representar e incidir en la toma de decisiones de nuestros procesos comunitarios. QQ Se comprometan por transformar las situaciones de múltiples violencias que vivimos en nuestros territorios, se solidaricen con las consecuencias que estas generan y se comprometan en generar procesos educativos que ayuden a transformar las relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres que continúan alimentando los ciclos de violencias. QQ Se comprometan en fortalecer nuestros sistemas de justicia, salud, educación y de una economía con sistemas de producción limpia y comercialización justa.
Promuevan procesos de concientización y acciones de protección a la madre tierra frente a los daños que causa la explotación minera. A todas las mujeres, compañeras de lucha, las invitamos a: QQ Tejer, hilar y trenzar en la construcción de una alianza política de mujeres que nos permita unir esfuerzos en la lucha por la defensa de nuestros derechos y la construcción de la paz a partir de fin del conflicto armado, como condición de la construcción de paz, la defensa de nuestros territorios libres de la exploración y explotación minera. QQ Cualificar nuestro ejercicio de participación política e incidencia para lograr sistemas de aplicación de justicia propia justos para con las mujeres. QQ Unir esfuerzos para construir confianzas y solidaridades entre nosotras. QQ Hacer que los hombres, nuestros compañeros se conviertan en nuestros aliados. QQ
Nuestros rostros de mujeres indígenas, afrodescendientes, campesinas y urbanas, alumbrados por el sol, acompañados por la luna, bañados por el agua, iluminados por el arco, muestran que seríamos mujeres más alegres y que tendríamos una vida en paz si el Estado, los actores armados y las empresas multinacionales reconocieran que el territorio en el que vivimos es un territorio ancestral que nos pertenece como pueblos, un territorio que va desde el páramo hasta el valle, desde las montañas hasta el plan. Un territorio marcado por nuestras miradas, por nuestros cuerpos, por nuestras memorias y por nuestras historias de lucha. Un territorio propio, autónomo y en paz. También seríamos más felices si nuestras organizaciones, nuestras autoridades y nuestras comunidades en general se sensibilizaran con las situaciones que nos duelen y que desarmonizan nuestras vidas y nuestros territorios, si escucharan nuestras denuncias y fortalecieran los procedimientos para garantizar que las mujeres sí vamos a tener una vida digna en nuestros territorios, una vida libre de violencias, de discriminaciones y de maltratos. Seguramente tendremos una vida más alegre si entre todas y todos podemos ayudar a construir nuestros sueños de vivir una vida justa y en paz. La paz sin justicia ¡no va! La paz sin mujeres ¡no va! La paz es sanar el territorio, defender la madre tierra, la paz es el equilibrio y la armonía, la paz es equidad. Mujeres de la Cxhab Wala Kiwe - Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca - ACIN Escuela interétnica: Mujer, derechos y participación política Comité de mujeres de Inzá, Cauca Mujeres de la Escuela de cultura política y paz del municipio de Sucre, Cauca Apoyan: ACIN Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura de Política Llamamiento de Ginebra Agencia de Cooperación Española (AECID) Unión Europea Sary, agrupación Huellas Africanas de Puerto Tejada
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Agenda interétnica:
Mujeres en junta tejiendo y trenzando vida digna en los territorios
Archivo Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
Durante un año nos hemos venido reuniendo mujeres del departamento del Cauca, de diferentes comunidades y sectores sociales en la Escuela Interétnica “Mujer, derechos humanos y participación política”. La escuela ha sido nuestro espacio de encuentro, de conversación, de discusión y de reconocimiento de nuestras luchas, nuestros problemas, nuestra diversidad y nuestras proyecciones. De este espacio hemos participado mujeres afrodescendientes, campesinas, indígenas y activistas políticas de sectores populares. Nuestro encuentro ha tenido dos objetivos centrales. De un lado, formarnos y debatir temas de interés para las mujeres: el territorio, la participación política, la minería, la paz, la violencia y la justicia. De otro lado, construir una Agenda desde las mujeres que nos permita continuar proyectándonos e incidir en nuestras organizaciones y en la vida política de nuestra región. La Escuela contó con nueve sesiones temáticas. En la mayoría de los casos, las orien-
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tadoras fuimos lideresas de las organizaciones sociales de base y, en otros, invitamos a compañeras de otros procesos organizativos a compartir sus análisis. En cada sesión presentamos elementos de contexto sobre el tema definido, teniendo en cuenta las propuestas que todas las mujeres habíamos priorizado discutir. Usamos un material de referencia que recopilaba artículos, textos, leyes y análisis de organizaciones sociales y este nos permitió enriquecer nuestras opiniones. Las propuestas construidas en la escuela fueron retroalimentadas por dos espacios de amplia participación y análisis: I Foro interétnico “Mujer, participación política y paz”, celebrado en septiembre de 2013, y el encuentro en conmemoración del día internacional de la mujer al que llamamos “Trenzando y tejiendo: mujeres indígenas, campesinas y afrodescendientes hacemos memoria y conmemoramos nuestra historia de lucha”, desarrollado en marzo de 2014.
Al finalizar cada temática destinamos un espacio para pensar las propuestas y acciones que consideramos pertinentes y urgentes, con el fin de enfrentar las problemáticas que nos afectan y fortalecer nuestra participación e incidencia política de manera conjunta y organizada. El esfuerzo y la necesidad de unir todas esas propuestas es lo que da origen a la Agenda interétnica: mujeres en junta tejiendo y trenzando vida digna en los territorios. A través de esta Agenda queremos contribuir con otros espacios y mandatos de construcción interétnica y popular que se han dado en la región, como los Encuentros Interétnicos, las iniciativas de Mujeres por la paz, los Mandatos de las comunidades indígenas, los Planes de vida campesinos, el Congreso de los Pueblos, entre otros. Se trata de una apuesta por seguir alimentando las luchas de las mujeres y de los sectores sociales de manera colectiva. Por eso,
buscamos enfrentar las problemáticas que afectan nuestros territorios, nuestra vida en comunidad y nuestros derechos como mujeres. Además, queremos extender la invitación a todas las mujeres de todos los territorios y a todos los hombres solidarios, para que con sus experiencias, sus luchas, sus propuestas, sus manos decididas y su convicción de un mundo más equitativo y justo, nos acompañen en el desarrollo y ampliación de esta Agenda. Las estrategias que componen la Agenda se refieren a los cinco temas que abordamos en el espacio de la Escuela, y que reflejan varias problemáticas relevantes para nosotras y nuestras comunidades: el territorio, la minería, la participación política, las violencias contra las mujeres, la justicia y la paz. A continuación presentamos algunos elementos de contexto, los principales problemas identificados y las propuestas centrales
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para cada tema, alrededor de las cuales queremos concentrar nuestros esfuerzos para fortalecer este caminar femenino, solidario e interétnico.
Territorio El Cauca es considerado un departamento con una gran diversidad poblacional y profundamente rural pues casi el 60 % de la población reside en las áreas rurales. El 43, 62 % de la población se reconoce como integrante de un grupo étnico, mientras que las mujeres representamos el 49,30 % de la población del departamento. Aunque las mujeres somos casi la mitad de la población, vemos que persisten ciertas desigualdades hacia nosotras. En el tema territorial, evidenciamos como uno de los grandes obstáculos el acceso de las mujeres a la tierra y, en consecuencia de ello, las múltiples barreras para garantizar nuestra autonomía y soberanía alimentaria, así como el apoyo con programas que permitan mejorar las condiciones de vida en el campo. Igualmente, nuestros lazos y relaciones de vida con el territorio se han visto afectados por los efectos de la economía extractivista y las dinámicas de la guerra que en muchos casos nos han conducido mayoritariamente a las mujeres a desplazarnos. Frente a la perspectiva de la explotación de los territorios prevista por las locomotoras minero-energéticas, los tratados de libre co-
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mercio, los monocultivos, las leyes del despojo, la militarización, la guerra, entre otros, las mujeres entendemos el territorio desde una concepción amplia como espacio de vida, como la madre, como nuestra casa y la de los demás seres de la naturaleza y de nuestros espíritus. Nuestro territorio también es nuestro cuerpo y como territorio es sagrado y es deber nuestro y de nuestras organizaciones respetarlo. Sabemos que los pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos han dado una dura lucha en la defensa del territorio y el reconocimiento de los derechos colectivos sobre el mismo. Sin embargo, esos derechos son desconocidos y, en el caso campesino, se está dando una dura lucha por la titulación colectiva y la autonomía territorial. También sabemos que persisten tensiones y conflictos interétnicos por el territorio y que es urgente como mujeres generar caminos para tramitarlos y resolverlos respetando los derechos de todos y todas.
tas ante diferentes actores institucionales y ONG. ■■
Conformación de un equipo interétnico central y unos locales responsables de dinamizar estas acciones.
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Hacer un diagnóstico de los territorios, afrodescendientes, campesinos e indígenas, investigando de manera profunda sobre las problemáticas y potencialidades que tienen para diseñar estrategias para su defensa.
Espacios de incidencia: Mesas regionales de paz, Juntas de Acción Comunal, autoridades locales, sabedores y sabedoras ancestrales, organizaciones indígenas, consejos comunitarios, campesinas y afrodescendientes.
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Socializar en las comunidades el trabajo realizado en la Escuela Interétnica a través de estrategias de comunicación sobre la defensa del territorio. Incluye la realización de programas radiales en las emisoras comunitarias, la elaboración de volantes, foros y la realización de cine-foros. Intercambio de experiencias entre comunidades para potenciar acuerdos territoriales para contribuir en la solución de los conflictos interétnicos.
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Intercambio o trueque entre las comunidades para el fortalecimiento de la soberanía alimentaria desde la protección de la semilla y nuestra identidad cultural.
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Incentivar líderes y lideresas para que nos apoyen y motiven en estas iniciativas.
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Desarrollar una estrategia de gestión de recursos para llevar a cabo las propues-
Para nosotras, la participación política se hace desde diferentes espacios: la familia, la comunidad, las organizaciones sociales y los espacios político electorales. La participación política debe servirnos entre otras cosas para reconstruirnos como proyecto político, darnos cuenta de lo que ha pasado y que no puede volver a ocurrir, manifestar y darle valor a nuestras opiniones. Reconstruir la historia de la participación política de las mujeres significa darle un valor a las luchas de todas las que nos antecedieron y se enfrentaron a los obstáculos que impedían levantar su voz. Recuperando las luchas feministas decimos que la política no solamente tiene que ver con el espacio público, sino que lo personal es político, eso quiere decir que todo lo que nos pasa a las mujeres es político porque allí se generan relaciones de poder, de subordinación y de violencias.
Propuestas: ■■
participación más efectiva. El porcentaje de mujeres en las corporaciones públicas es muy bajo en relación con el de los hombres, siendo las mujeres la mitad de la población. Aunque poco a poco se han ido mejorando lentamente algunas condiciones para nosotras como el acceso a la educación y al campo laboral, las desigualdades persisten e impiden una participación política más efectiva.
Participación política Las mujeres hemos construido procesos interesantes de participación política en nuestras organizaciones y en espacios institucionales. Las memorias de nuestras abuelas, madres y las nuestras son una evidencia de la lucha que hemos dado por la defensa de los territorios y de nuestros derechos. Sin embargo, como en todo el territorio nacional, en nuestra región persisten obstáculos sociales, culturales, políticos y económicos para una
Para mejorar nuestra participación política es clave la formación política de las mujeres. Afirmamos que la formación política tiene que recuperar las luchas de las mujeres y de los pueblos de los que hacemos parte, debe ser una formación que nos permita ejercer
Las estrategias que componen la Agenda reflejan varias problemáticas relevantes para nosotras y nuestras comunidades: el territorio, la minería, la participación política, las violencias contra las mujeres, la justicia y la paz.
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el poder de una manera distinta, sin prácticas autoritarias, machistas, de corrupción y clientelistas y que, por el contrario, promueva prácticas de amistad, reciprocidad, cooperación y solidaridad que solo se construyen a través de la confianza. Esto implica formarnos para participar en los escenarios políticos donde se orientan los destinos de nuestros pueblos.
Propuestas: ■■
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Recuperar a través de un proceso investigativo la participación política de las mujeres en las luchas de los pueblos afro, indígenas y campesinos.
Realizar un documental que reivindique las historias de las mujeres.
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Conformar equipo interétnico de mujeres que lidere la investigación y se capacite para ello.
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Definir una fecha especial de movilización interétnica que se convierta en un día simbólico de acción colectiva interétnica de mujeres.
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Realizar el Primer Congreso o Encuentro Interétnico de Mujeres en el Cauca. Proyectar una segunda fase de la Escuela interétnica de mujeres con seminarios
La política no solamente tiene que ver con el espacio público, sino que lo personal es político, eso quiere decir que todo lo que nos pasa a las mujeres es político porque allí se generan relaciones de poder, de subordinación y de violencias. 92
Espacios y actores de incidencia: Consejos comunitarios, organizaciones sociales a las que pertenecemos las mujeres, Organizaciones no gubernamentales amigas, Mesa interétnica, Mesa de tierras, Espacio regional de paz, Minga social y comunitaria, Congreso de los pueblos.
Elaborar un material educativo que visibilice estos procesos de participación y que nos permita posicionar la participación política de las mujeres en nuestras organizaciones y que nos enseñe qué es ser mujer desde la identidad.
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temáticos ampliados y con espacios de encuentro cultural y artesanal como formas de expresión de las mujeres, que nos permita conocer los diferentes territorios.
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zado muchas de nuestras comunidades sin alterar o desequilibrar la vida. Sin embargo, hoy vemos desbordadas las prácticas de explotación en nuestros territorios, los conflictos aumentan y la tierra cada vez está más desprotegida y vulnerable. En algunas comunidades, seguimos haciendo resistencia para enfrentar la locomotora minera y creemos que estas acciones deben ser potenciadas. Muchas de las personas dedicadas a la minería somos mujeres y creemos que debemos analizar mejor los efectos de la industria minera sobre nosotras y nuestros territorios y de esta manera repensar nuestra participación en espacios de incidencia sobre el tema minero.
Propuestas:
Minería La minería es en la actualidad un componente muy relevante dentro del modelo de desarrollo. Pero sus prácticas están afectando a las comunidades, las mujeres y las fuentes de vida naturales. Para nosotras es fundamental el cuestionamiento al modelo de desarrollo que se nutre de la actividad minera sin dejarnos grandes beneficios a las comunidades. La actual legislación minera es condescendiente con la gran minería y persigue a pequeños mineros sin tener en cuenta sus contextos históricos y culturales. La minería está enlazada con otros tipos de conflictos sociales, políticos y económicos, internos y externos, afectando y complejizando la vida en las comunidades. Reconocemos las prácticas de minería ancestral que han reali-
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Concientización sobre la importancia del territorio a través de conversatorios y diálogos interétnicos con participación de las comunidades, las autoridades afro, indígenas, campesinas y actores institucionales. Para el desarrollo de conversatorios tienen prioridad las comunidades más afectadas por la minería.
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Formación jurídica en torno a los temas relacionados con el territorio.
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Acción simbólica de acompañamiento en los sitios recientes de tragedias mineras como el caso de San Antonio.
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Salvaguarda y protección de las prácticas mineras artesanales y tradicionales o protección de la minería artesanal tradicional.
Espacios de incidencia: Organizaciones sociales, consejos comunitarios, organizaciones campesinas e indígenas.Espacios de diálogo con actores institucionales.
Paz Las mujeres coincidimos en que la paz es más que un acuerdo o un decreto y no solo es terminar la guerra. Para nosotras, la paz es un proceso social y colectivo que se construye con toda la sociedad civil desde las víctimas y con todos los sectores de la sociedad que le apuestan. La paz que queremos reconoce la diversidad, es incluyente e integral, se vive desde la familia y la comunidad, todos los días, y tiene como pilar la justicia social. La paz también significa tener territorio autónomo, vivir en tranquilidad, vivir en armonía y equilibrio con la madre naturaleza y con las demás personas. No podemos pensar la paz desligada del resto de derechos, por eso la paz también es justicia social, implica garantías para el ejercicio de los derechos, acceso a la justicia y garantías de no repetición. Uno de los escenarios donde a pesar de los obstáculos las mujeres en el mundo han participado y se han movilizado masivamente son los procesos de negociación de paz. En primer lugar, las mujeres han elevado sus denuncias y planteamientos frente a los impactos diferenciales del conflicto armado en sus cuerpos y en sus vidas. En segundo lugar, instrumentos jurídicos como la Resolución 1325 de las Naciones Unidas, y los procesos de paz en varias partes del mundo, han demostrado que la paz sin la participación de las mujeres no es una paz completa
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violencia, feminismos y paz, paz como una construcción colectiva, transformación de una cultura machista, masculinidades no hegemónicas, derechos sobre la paz, cambios institucionales y comunitarios en un proceso de posconflicto.
y no conduce a la resolución integral de los conflictos. Muchos movimientos y organizaciones de mujeres han adelantado tareas de incidencia, de movilización y de investigación frente a los procesos de paz en el mundo contribuyendo con la resolución de los conflictos. Colombia vive actualmente un proceso de negociación de la paz que consideramos clave e importante para la vida del país. Sin embargo, hemos sido críticas porque la participación de las mujeres no ha sido la esperada en este proceso. Aún no vemos muchas de nuestras demandas y aportes recogidos en los acuerdos que se conocen sobre los avances de la negociación en el marco del “Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera”. Respaldamos que cese la guerra y que se generen por parte de los negociadores las condiciones para una paz sin impunidad y con justicias, por eso es clave que este acuerdo facilite la participación de la sociedad y atienda las demandas y propuestas de las mujeres. Queremos hacer un aporte a que el proceso sea representativo de la sociedad y justo con la sociedad en su conjunto y con las miles de víctimas que ha dejado a su paso la guerra.
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Construir propuestas más reflexivas y específicas sobre las condiciones para un posconflicto que garantice los derechos de los actores que dejan las armas y de las comunidades que se han visto tremendamente afectadas por el conflicto armado.
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Elaboración de programas radiales en emisoras comunitarias.
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Escoger como fecha posible de movilización el 25 de noviembre, día de la no violencia contra las mujeres.
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Campaña por el desarme y el desmonte del ejército y los actores armados como una condición para la justicia y la paz.
Propuestas: ■■
Formación y capacitación en temas de paz a través de intercambios de experiencias en espacios públicos y comunitarios, abordando temáticas como: el cuerpo de las mujeres como territorio de paz y no
La paz es un proceso social y colectivo que se construye con toda la sociedad civil desde las víctimas y con todos los sectores de la sociedad que le apuestan. 94
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Movilizaciones por la paz a través de plantones en las vías, en espacios públicos y donde persistan actores armados. Acciones de recuperación de lugares comunitarios y sagrados que han sido copados por la guerra para exigir la reparación colectiva por las afectaciones de la guerra.
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Motivar la objeción de conciencia para el no pago del servicio militar obligatorio de nuestros jóvenes.
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Foros alternativos sobre mujeres víctimas y paz.
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Comisión de mujeres que trabaje en la verificación de los acuerdos de paz.
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Gestionar una segunda fase de la Escuela interétnica.
Espacios de incidencia: Organizaciones sociales locales, regionales y nacionales. Congreso, comisiones de paz, Consejo Nacional de paz, ONU.
solo nos convoca a las mujeres, es también necesaria la sensibilización y la participación de los hombres y de nuestras organizaciones de base.
Justicia y no violencias Las propuestas sobre el acceso a la justicia han sido un tema de preocupación de las organizaciones sociales, de mujeres y de las propias instituciones del Estado. En el marco jurídico se han logrado algunos avances, sobre todo a través de la Ley 1257 y el Auto 092, que reflejan la necesidad de promover acciones desde el Estado para garantizar los derechos de las mujeres. Igualmente, las comunidades indígenas han desarrollado algunos avances para mejorar el ejercicio de la justicia a partir de la construcción de unas “Rutas o caminos de acompañamiento” en casos específicos de violencia contra las mujeres, especialmente violencia sexual por parte de actores armados legales e ilegales y civiles. Estas propuestas representan una alternativa para capacitar a las autoridades y las comunidades con relación a los derechos de las mujeres y revelan la urgente necesidad de contribuir con las garantías para el acceso a la justicia. Para nosotras, pensar el acceso a la justicia significa tener conciencia de las difíciles realidades que enfrentamos y que impiden la realización de nuestros derechos. Como lideresas hemos podido constatar que la mayoría de las mujeres hemos vivido o nos hemos visto expuestas a acciones de violencia que han marcado nuestras vidas. Por eso, la tarea de la no violencia y de la justicia, no
Las violencias hacia nosotras han sido múltiples e históricas. De manera muy grave constatamos las violencias cotidianas que afectan nuestra vida personal y colectiva, porque si las mujeres no estamos bien y nuestros derechos no se garantizan, tampoco la comunidad puede estar en armonía y equilibrio. Con preocupación registramos las debilidades en los aparatos de justicia ordinaria para atender las violencias contra las mujeres, y aunque hoy tenemos mejores instrumentos legales, la mayoría de veces no se hacen efectivos para prevenirlas o sancionarlas. La guerra también ha marcado nuestras vidas, y hemos visto el aumento de las cifras de víctimas mujeres a lo largo del desarrollo del conflicto armado. La violencia sexual y psicológica, los asesinatos, la vinculación de jóvenes hombres y mujeres menores de edad a los actores armados, las afectaciones por hostigamientos y enfrentamientos, el uso del enamoramiento como práctica de guerra, el desplazamiento, las amenazas, entre otros, han sido las violaciones más permanentes. En nuestras comunidades consideramos que existen propuestas para avanzar en el acceso de las mujeres a la justicia y que hemos logrado empezar un gran trabajo de sensibilización que debe fortalecerse y proyectarse.
Propuestas: ■■
Campaña de sensibilización contra las violencias que afectan las mujeres que exprese nuestra realidad interétnica. La campaña incluye: cuñas radiales, espacios o reuniones con presencia de actores institucionales y comunitarios, establecimiento de un “Pacto” que comprometa a las autoridades institucionales y comunitarias para apoyar la campaña.
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Foro interétnico de mujeres sobre el tema de justica con enfoque de intercambio de experiencias sobre justicias comunitarias.
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Conformación de un equipo interétnico que lidere el desarrollo de la campaña y el foro.
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Conformación de un comité de seguimiento en materia de acceso a la justicia para las mujeres. El comité participa en mesas de interlocución sobre el tema de acceso a la justicia para las mujeres y dinamiza el desarrollo de diagnósticos comunitarios sobre la situación de las mujeres en materia de justicia.
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Creación de un blog del espacio de mujeres interétnicas del Cauca que visibilice el trabajo y las luchas de las mujeres de los diferentes sectores.
Espacios de incidencia: Instituciones del Estado, Alcaldías municipales, cabildos, consejos comunitarios, instituciones educativas, JAC, emisoras comunitarias y medios alternativos. Las anteriores constituyen las principales propuestas y acciones construidas en este caminar interétnico. Sabemos que son muchos los desafíos y estamos con la fuerza y la convicción de asumirlos. Queremos llegar a más mujeres para que se vinculen y nutran estas propuestas. También sabemos que tenemos que trabajar mucho para sensibilizar a los hombres para que más adelante sean ellos
nuestros aliados en los diferentes espacios de incidencia. Reconocemos que tenemos las posibilidades como mujeres de sectores sociales de caminar, tejer y trenzar juntas desde la diferencia de pensamiento que es lo más importante. Esta Agenda requiere no solo el compromiso de nosotras las mujeres, sino el apoyo decidido de nuestras autoridades indígenas, de los consejos comunitarios afros, de las asociaciones campesinas y de un compromiso de los actores institucionales de garantizar las condiciones para el goce pleno de nuestros derechos y libertades. Dejamos las páginas de esta Agenda interétnica de mujeres abiertas porque creemos que es un espacio para llenarse de más ideas, de más tejidos, de más colores, de más sueños, de más apuestas, de más experiencias, de más luchas y de más sentidos para trenzar la autonomía comunitaria y la unidad interétnica.
Organizaciones participantes Mujeres indígenas de la Cxhab Wala Kiwe - ACIN. Consejo comunitario de mujeres afro y organizaciones de mujeres de Puerto Tejada
Los esfuerzos de las mujeres indígenas, campesinas y afros por desarrollar acciones que contribuyan a la garantía de sus derechos han sido innumerables. Las mujeres caucanas se han encontrado en diferentes iniciativas con el propósito de reivindicar sus derechos, analizar y visibilizar las problemáticas que las vulneran, y hacer propuestas para organizarse e incidir colectivamente para que diferentes actores contribuyan con sus luchas. Esta vez, fruto de los procesos de formación desarrollados entre el año 2013 y 2014, a través de las Escuelas: Mujer, derechos humanos y participación política, se construyó la propuesta de un “pacto político” destinado a generar alianzas con organizaciones sociales indígenas, campesinas, afrodescendientes, de mujeres e instituciones públicas en pro de la defensa de los derechos de las mujeres. El pacto fue socializado el día 14 de septiembre de 2014, en el marco del evento de clausura de las Escuelas locales y la Escuela interétnica: Mujer, derechos y participación política. Señas reproduce el texto del pacto e invita a las autoridades indígenas, a las organizaciones afrodescendientes y campesinas y a las instituciones a comprometerse y participar activamente en su concreción.
Propuesta de un “Pacto político de organizaciones afrodescendientes, indígenas y campesinas e instituciones gubernamentales en defensa de los derechos de las mujeres del Cauca”
Comité de mujeres de Inzá, Cauca Red de Mujeres Unidad y Fortaleza REMUNORCA Corporación Colombia Joven UOAFROC Asociación de Juntas Comunales
La paz que queremos reconoce la diversidad, es incluyente e integral, se vive desde la familia y la comunidad, todos los días, y tiene como pilar la justicia social.
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Grupo SECOM Mujeres Mineras Afro de Buenos Aires Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política
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Nuestro encuentro tuvo dos objetivos centrales. Por un lado, formarnos y debatir temas de interés para las mujeres: los derechos humanos, derechos de las mujeres, el territorio, la participación política, la minería, la paz, la violencia, la justicia, la cultura política y la política pública. De otro lado, construir planes de incidencia para continuar proyectándonos e incidir en nuestras organizaciones y en la vida política de nuestra región.
Si vivimos en un territorio interétnico e intercultural, las rutas que debemos trazar para resolver los problemas que nos afectan deben partir de reconocer estas situaciones y de plantear estrategias que nos vinculen a todas las comunidades que hacemos presencia en el territorio. Fruto de estos análisis, las mujeres hemos construido cinco Planes de incidencia local y una Agenda Interétnica que nutren este pacto por los derechos de las mujeres y que ponemos a consideración de actores comunitarios e institucionales.
Los y las que suscriben este pacto se comprometen a: QQ
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Garantizar desde sus capacidades y competencias todas las condiciones para posibilitar el acceso a la justicia en casos de violencias hacia las mujeres, niños, niñas, jóvenes y mayores de las comunidades nasa, campesinas y afrodescendientes de los territorios del Cauca. En las comunidades indígenas, crear, fortalecer y capacitar los equipos jurídicos para garantizar el acceso de las mujeres a la justicia propia en condiciones de equidad y respeto. Tomar medidas, desde sus competencias, tendientes a garantizar el derecho a la participación política equitativa de las mujeres, a nivel de las organizaciones comunitarias, cabildos, consejos comunitarios, asociaciones campesinas, juntas directivas y en los cargos de las corporaciones públicas que, como mínimo, debe ser del 30 %. Apoyar los procesos de investigación social que permitan conocer y estudiar a fondo las realidades y problemáticas de las mujeres en los territorios para transformar y brindar mejores condiciones de vida sobre la base de conocimientos estratégicos. Crear, fortalecer y apoyar política, económica y pedagógicamente los espacios de formación política
para las mujeres en los diferentes territorios del Cauca, teniendo en cuenta la identificación de temas relevantes para la formación. QQ
Generar espacios de formación y capacitación con perspectiva de género y generación para las autoridades indígenas, líderes y lideresas de organizaciones campesinas, afros y funcionarias y funcionarios públicos. Promover y facilitar las condiciones para la creación de una cátedra de género en las instituciones educativas de la región. En el caso de las autoridades indígenas, hacer cumplir el mandato del XIV Congreso regional del CRIC, realizado entre los días 17 y 20 de junio de 2013 en el resguardo indígena de Kokonuco, Cauca, referido al aporte del 3 % de las transferencias de cada cabildo para el fortalecimiento del trabajo realizado por el Programa Mujer, los y las jóvenes, el Programa de Familia y la Guardia Indígena. Apoyar política y económicamente la ejecución de los planes de incidencia presentados por las participantes de las escuelas a nivel local y regional.
Los abajo firmantes suscribimos este pacto, comprometidos y comprometidas con el respeto y la promoción de los derechos de las mujeres en el marco de los derechos humanos y de los pueblos. Somos conscientes de que es necesario y urgente eliminar cualquier tipo de violencia ejercida contra las mujeres en nuestras organizaciones y territorios y trabajar por unas relaciones equitativas, de equilibrio y armonía colectiva.
Luchar contra todas las formas de violencia hacia las mujeres, niños, niñas, jóvenes y mayores de las comunidades nasa, campesinas y afrodescendientes de los territorios del departamento del Cauca. De manera prioritaria, a apoyar la realización de un diagnóstico regional que permita identificar los tipos y los niveles de violencias que viven las mujeres.
Dado en el resguardo Munchique los Tigres, finca Gualanday a los 14 días del mes de septiembre de 2014.
Archivo Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
Las mujeres hemos decidido apostar por el camino de la unidad y la articulación. Hemos decidido trenzar, tejer y caminar en Junta, por nuestros derechos y los de nuestros pueblos. Como parte de estas alianzas, más de 225 personas afrodescendientes, campesinas, indígenas y activistas políticas de sectores populares fuimos parte de la Escuela “Mujer, derechos humanos y participación política” en cinco territorios indígenas del norte del Cauca y en un espacio de carácter interétnico a nivel regional, coordinado por la Casa de Pensamiento, el Programa Mujer, el Tejido de Educación de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN y la Corporación Ensayos para la promoción de la Cultura Política. Esta escuela responde a los mandatos de Gobierno propio y de Minga social y comunitaria y busca, especialmente, fortalecer la participación e incidencia política de las mujeres en la
familia, la comunidad, la organización, los espacios interétnicos y la política púbica desde una perspectiva de respeto, reconocimiento y exigibilidad de los derechos de las mujeres. La escuela ha sido nuestro espacio de encuentro, de conversación, de discusión y de reconocimiento de nuestras luchas, nuestros problemas, nuestra diversidad y nuestras proyecciones.
Archivo Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
Las mujeres del Cauca somos conscientes de los múltiples desafíos que enfrentamos en nuestra región. La presión económica y militar sobre nuestros territorios, la discriminación cultural y de género y la grave situación de violación de los derechos humanos, son parte de las complejas realidades que por años hemos tenido que enfrentar. Sin embargo, también reconocemos que en nuestra voz y nuestros cuerpos hacen presencia las luchas de las comunidades indígenas, campesinas, afrodescendientes y de los sectores populares urbanos que han reivindicado las apuestas políticas de las mujeres y de los pueblos por el goce de los derechos, la autonomía, el territorio y la autodeterminación.
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ÉlPorElla:
el discurso de Emma Watson sobre feminismo que emocionó a la ONU1 Hoy estamos lanzando una campaña llamada HeForShe (ÉlPorElla). Me dirijo a ustedes porque necesitamos de su ayuda. Queremos terminar con la inequidad de género y, para hacerlo, necesitamos que todos se involucren. Esta es la primera campaña en su tipo en las Naciones Unidas. Queremos tratar de movilizar a cuantos hombres y niños podamos para que sean agentes de cambio, y no solo hablar de ello. Queremos tratar de asegurarnos de que sea algo tangible. Fui designada como Embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres hace seis meses, y mientras más hablé sobre feminismo, más me di cuenta de que luchar por los derechos de las mujeres muy a menudo es sinónimo de odio hacia los hombres. Si hay algo de lo que estoy segura, es de que esto debe terminar. Es conveniente recordar que el feminismo, por definición, es la creencia de que los hombres y las mujeres deberían tener iguales derechos y oportunidades. Es la teoría de la equidad política, económica y social de los sexos. Yo comencé a cuestionarme las conjeturas basadas en el género hace mucho tiempo. A los 8 años me confundía que me llamaran «mandona» porque quería dirigir las obras de teatro que montábamos para nuestros padres, pero a los niños no. A los 14, comencé a ser sexualizada por ciertos sectores de la prensa; a los 15, mis mejores amigas comenzaron a salirse de sus amados equipos deportivos porque no querían parecer «machonas»; y a los 18, mis amigos hombres eran incapaces de expresar sus sentimientos. Decidí que yo era feminista. Y 1
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esto no me parece complicado. Pero mi reciente investigación me demuestra que el feminismo se ha vuelto una palabra antipática. Las mujeres están eligiendo no identificarse como feministas. Aparentemente, me encuentro entre aquellas mujeres cuyas expresiones son vistas como muy fuertes, “muy agresivas”, aisladas y antihombres, incluso poco atractivas. ¿Por qué la palabra se ha vuelto tan incómoda? Vengo de Inglaterra y pienso que es correcto que me paguen lo mismo que a mis colegas hombres. Pienso que es correcto que yo pueda tomar decisiones sobre mi propio cuerpo, pienso que es correcto que las mujeres se involucren en mi nombre en las políticas y decisiones que afecten mi vida. Pienso que es correcto que, socialmente, se me deba el mismo respeto que a los hombres. Pero tristemente, puedo decir que no existe un solo país en el mundo donde todas las mujeres puedan esperar recibir estos derechos. Ningún país en el mundo puede decir que ha alcanzado la equidad de género. Considero que estos derechos son derechos humanos, pero soy una de las afortunadas, mi vida es un auténtico privilegio porque mis padres no me amaron menos porque fuera hija. Mi escuela no me limitó por ser niña. Mis mentores no asumieron que llegaría menos lejos porque algún día podría dar a luz a un hijo. Estos agentes fueron los embajadores de la equidad de género que me hicieron quien soy el día de hoy. Puede que ellos no lo sepan, pero ellos son los feministas inadvertidos que están cambiando el mundo hoy en día. Necesitamos más de estos, y si ustedes aún odian la palabra, no es la palabra
Tomado de: http://www.lanacion.com.ar/1729594-elporella-el-discurso-de-emma-watson-sobre-feminismo-que-emociono-a-la-onu
Movilización
lo que importa. Es la idea y la ambición detrás de ella. Porque no todas las mujeres han recibido los mismos derechos que yo he recibido. De hecho, estadísticamente, muy pocas los han tenido. En 1997, Hillary Clinton dio un famoso discurso en Beijing acerca de los derechos de las mujeres. Tristemente, muchas de las cosas que ella quería cambiar aún están presentes en nuestros días. Pero lo que más me impresionó fue que menos del 30% de la audiencia eran hombres. ¿Cómo podemos tratar de cambiar el mundo cuando solo la mitad de él se siente bienvenido o invitado a participar en la conversación? Hombres, me gustaría aprovechar esta oportunidad para extenderles una invitación formal. La equidad de género también es asunto de ustedes. Porque, a la fecha, sigo viendo menospreciado por la sociedad el rol de mi padre en la paternidad a pesar de que, en la infancia, su presencia me era tan necesaria como la de mi madre. He visto a hombres jóvenes sufrir enfermedades mentales, incapaces de solicitar ayuda por miedo a que eso los hiciera menos entre los hombres —o menos hombres—. De hecho, en el Reino Unido, el suicidio es el mayor asesino de hombres de entre 20 y 49 años, eclipsando a los accidentes viales, el cáncer y la enfermedad coronaria. He visto a hombres volverse frágiles e inseguros por un sentido distorsionado de lo que constituye el éxito masculino. Los hombres no tienen, tampoco, los beneficios de la equidad. No queremos hablar de que los hombres se vean atrapados por los estereotipos de género, pero puedo ver que lo están. Cuando sean libres, las cosas cambiarán para las mujeres como consecuencia natural. Si los hombres no tienen que ser agresivos, a las mujeres no se les enseñará a ser sumisas. Si los hombres no necesitan controlar, las mujeres no tendrán que ser controladas. Es tiempo de que todos veamos el género como un espectro en lugar de como dos conjuntos opuestos de ideales. Deberíamos dejar de definirnos por lo que no somos y comenzar a definirnos por lo que somos. Todos podemos ser más libres
y eso es de lo que se trata ÉlPorElla. Se trata de libertad. Quiero que los hombres tomen esta responsabilidad para que sus hijas, hermanas y madres puedan ser libres de prejuicios, pero también para que sus hijos tengan permiso de ser vulnerables y humanos, y, que al hacerlo, sean una versión más completa y verdadera de sí mismos. Ustedes podrían pensar, «¿Quién es esta chica de Harry Potter? ¿Qué está haciendo en Naciones Unidas?» Y es una muy buena pregunta, yo misma me lo he estado preguntando. Todo lo que sé es que me importa este problema y quiero ayudar. Y al ver lo que he visto, y dada la oportunidad, siento que es mi responsabilidad decir algo. El estadista Edmund Burke dijo que todo lo que las fuerzas del mal necesitan para triunfar es que los buenos hombres y mujeres no hagan nada. En mi nerviosismo por este discurso, y en mis momentos de duda, me he dicho firmemente a mí misma, «Si no soy yo, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?» Si ustedes tienen dudas similares cuando las oportunidades se les presenten, espero que estas palabras les sean de ayuda, porque la realidad es que, si no hacemos nada, tomará unos 75 años, o para mí, casi llegar a los 100, antes de que las mujeres puedan esperar a que se les pague lo mismo que a los hombres por el mismo trabajo; 15,5 millones de niñas se casarán en los próximos 16 años aún siendo niñas, y con base en las tasas actuales, no será sino hasta el 2086 que todas las niñas en el África rural puedan cursar la educación secundaria. Si tú crees en la equidad, podrías ser uno de esos feministas inadvertidos de los que hablé antes y, por esto, te felicito. Estamos luchando por una palabra que nos una, pero la buena noticia es que tenemos un movimiento que nos une. Se llama ÉlPorElla. Los invito a dar un paso adelante y preguntarse a ustedes mismos, «Si no soy yo, ¿quién? Si no es ahora, ¿cuándo?» Muchas, muchas gracias.
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Para motivar una visión el compromiso desde algunos hombres nasa de los hombres: sobre la violencia contra las mujeres1 Hombres, compañeros nasa: hermanos, padres, esposos, los invitamos a ser parte del proyecto de las mujeres, el sueño de la igualdad de género, de la equidad, de la armonía y el equilibrio entre mujeres y hombres en nuestro territorio. Es un hecho que la desigualdad de género es también un problema de nosotros; por eso, los invitamos a que nos comprometamos para que nuestras hijas, nuestras hermanas, nuestras madres, nuestras compañeras y todas las mujeres con quienes compartimos este territorio ¡nunca!, ¡nunca más!, sean víctimas de violencia de género. Estamos en los tiempos de la era de acuario, de la que dicen las tradiciones indígenas mesoamericanas y orientales que es “el momento del retorno a lo femenino, a lo sutil, a la intuición, a la creatividad, al útero, a la madre, al corazón, a la sexualidad sagrada, aspectos de la Gran Madre”,2 que está dentro de cada una y cada uno de nosotros. Es el momento, podemos cambiar, debemos cambiar, dejemos que nuestro lado femenino se tome nuestras vidas y todas nuestras palabras, y que las acciones sean un acto de amor por las otras personas. Necesitamos cambiar las formas de relacionarnos y entendernos de tú a tú. Los hombres somos unos compañeros de vida, de batalla, de trabajo, somos cómplices y aliados en la búsqueda de una sociedad más justa. Es importante decir que los hombres ya nos estamos concientizando, y sectores de las nuevas masculinidades han ayudado a que tengamos nueva manera de concebirnos como hombres, pero en relación con las otras y los otros.3
Es el nuevo tiempo, con hombres que nos cuestionemos por los privilegios y el poder que nos otorga el patriarcado, que comprendamos, que no por ser hombres tenemos el derecho a decidir sobre la sexualidad y la vida de las mujeres. El tiempo es ahora y hace parte de todos y todas comprometernos con el cambio, buscando el equilibrio y la armonía de nuestras comunidades, de nuestras mujeres representadas en nuestra Mama Kiwe...
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Archivo Casa de pensamiento y Corporación Ensayos.
Documento presentado el 25 de noviembre de 2014, en el marco de la conmemoración del día de la no violencia contra las mujeres, en el resguardo indígena de Tóez, Caloto. 2 www.lawebdepedro.com.ar/2012/08/la-era-del-acuario/ 3 www.eltiempo.com/carrusel/los-hombres-tambien-hacen-parte-de-la-lucha-feminista/14823428
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Notas para una aproximación hacia la comprensión de la situación de violencias contra las mujeres nasa en el norte del Cauca *
Marcela Amador Ospina
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Introducción
Escuela interétnica: mujeres, derechos humanos y participación política, julio 19 de 2014. Archivo de la Casa de pensamiento ACIN y Corporación Ensayos.
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En los últimos años, diferentes actores han empezado a nombrar y a documentar las historias de violencias que viven las mujeres nasa en el departamento del Cauca. En una cotidianidad que transcurre en medio de bases militares, retenes de control, bombardeos, hostigamientos, amenazas, asesinatos selectivos, desplazamientos forzados y violencias
sexuales por parte de los actores armados en disputa, se hace necesario entender los impactos que tienen dichas violencias sobre las vidas de las mujeres nasa. A través de diferentes estrategias, el Programa Mujer de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN viene documentando la forma como el conflicto armado continúa afectando de manera particular a las mujeres, jóvenes y niñas nasa, quienes sufren
** Este informe se elaboró en el marco de los proyectos “Fortalecimiento de las capacidades de la ACIN en la protección de los derechos territoriales de las comunidades indígenas y de los derechos de las mujeres indígenas en el Cauca. Fase II”, financiado por el Gobierno de Navarra y “Fortalecimiento de la participación política de las mujeres nasa del norte del Cauca, para una cultura democrática y de paz”, financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Agradezco a todas las mujeres y hombres que participaron en el “Diplomado en derechos de los pueblos indígenas: derechos al territorio y derechos de las mujeres” y en la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política” por compartir sus historias y memorias, y contribuir con sus reflexiones a buscar estrategias para mejorar las vidas de las mujeres nasa en el norte del Cauca. También un agradecimiento especial a Berta Rivera, coordinadora general de las escuelas y miembro del equipo zonal del Programa Mujer de la
Chxab Wala Kiwe-ACIN, así como a Eimy Johanna Chilo, estudiante de Trabajo social de la Universidad del Valle y miembro del equipo de la Casa de Pensamiento. Sin su esfuerzo, apoyo, compromiso y dedicación, la tarea de sacar adelante las escuelas, así como este informe, habría sido imposible. A Celia Umenza Velasco, quien en calidad de tallerista de las escuelas locales, así como de estudiante de la escuela interétnica, enriqueció las discusiones sobre las diversas formas de violencias que afectan a las mujeres nasa, y promovió importantes debates sobre el ejercicio de la justicia propia. A Rosalba Velasco, coordinadora de la Casa de Pensamiento, y a Diana Granados, directora de la Corporación Ensayos, por permitirme compartir la riqueza de este espacio, así como por su apoyo y lectura minuciosa del presente informe. Sin más rodeos, aunque el apoyo, la discusión y el diálogo con todas estas personas enriqueció la construcción de las ideas que aquí se exponen, la responsabilidad es únicamente mía.
* Antropóloga de la Universidad Nacional de Colombia, candidata a magíster en la Maestría de Antropología Social de la Universidad Nacional San Martín/IDAES-IDES de Argentina, miembro del colectivo Rexistiendo y del grupo de investigación “Problemáticas y perspectivas contemporáneas de los pueblos indígenas y grupos étnicos” de la Universidad Nacional de Colombia; investigadora de la Corporación Ensayos para la promoción de la Cultura Política.
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diversas formas de violencia al ser víctimas de violaciones sexuales, desplazamientos forzados, asesinatos, afectación por minas antipersonal, reclutamientos forzados, amenazas y señalamientos, prostitución y embarazos forzosos, así como prácticas de enamoramiento por parte de todos los actores armados en disputa, tal como lo documentó la Corte Constitucional en el Auto 092 de 2008. Generalmente, estos hechos no se visibilizan en los sistemas de información y registro, y no son debidamente atendidos por las instancias competentes, lo cual viola el derecho de las mujeres al acceso a la justicia y, de manera más profunda, el de las mujeres indígenas. La invisibilidad y la impunidad de estos casos fueron alertadas por la Corte Constitucional a través del Auto 092 de 2008, que reconoció de manera expresa el impacto desproporcional del conflicto armado (en particular del desplazamiento forzado) sobre la vida de las mujeres, y la estrecha relación entre este y las discriminaciones históricas y estructurales contra las mujeres. Recientemente, en su esfuerzo por interpelar la anulación y el silenciamiento histórico de lo que ha sido una práctica constante en Colombia, las organizaciones de mujeres a nivel local, regional y nacional, así como las organizaciones de derechos humanos nacionales e internacionales y los organismos supranacionales, han empezado a documentar, caracterizar y denunciar la alarmante situación de violencia sexual contra las mujeres en el conflicto armado colombiano (Mesa “Mujer y conflicto armado”, 2001, 2009; Defensoría del Pueblo, 2008; Guamá, Pancho y Rey, 2009; Amnistía Internacional, 2004; CIDH, 2005; Oxfam, 2009; Coomaraswamy, 2001). Estos trabajos parecen coincidir en dos aspectos importantes. Por una parte, definen la violación como un arma de guerra y al cuerpo de las mujeres como el escenario donde se libran las batallas. Por otra parte, destacan que conocer la magnitud del problema es
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todavía una tarea inconclusa, y se detienen, sobre todo, en el subregistro que existe en las cifras de denuncia. Así, las mujeres indígenas constantemente se ven expuestas a una triple exclusión y discriminación en las políticas para garantizar su participación e inserción en actividades productivas; a la negación de su derecho a la tierra, la reparación y la restitución como mujeres cabeza de hogar; a la entrega efectiva de ayuda humanitaria; a la atención culturalmente adecuada en casos de violencia sexual, entre otros. Sin embargo, en Colombia, a diferencia de lo que ocurre en México, no se ha construido una literatura específica sobre la violencia de género en los pueblos indígenas. Además, poco se ha explorado la forma en la que se relacionan las violencias hacia las mujeres ejercidas por parte de los actores armados y aquellas que ocurren “internamente”, bien sea por parte de comuneros indígenas como de comuneros no indígenas que están censados en los cabildos (Amador, 2012). Y si esto no se ha hecho todavía, el panorama es mucho más desalentador cuando se trata del análisis sobre la existencia de sexualidades no hegemónicas en los pueblos indígenas, que desafían el régimen androcéntrico y heterosexual. Estos estudios son todavía una tarea pendiente. Por ahora, este documento busca empezar a llenar un vacío que existe sobre las violencias hacia las mujeres nasa que ocurren a nivel “interno”, pues hasta ahora estas continúan siendo silenciadas y su denuncia pospuesta bajo el argumento de que pueden quebrantar las reivindicaciones colectivas de los pueblos indígenas. Frente a esto, las mujeres nasa han reiterado que no tendrán una vida en paz si no tienen una vida libre de violencias como quedó consignado en la Declaración final de la XIII Asamblea de Mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN: No nos sirve de nada a las mujeres, niñas y niños indígenas tener territorio si nuestra
vida en él es una vida infeliz, una vida llena de múltiples formas de violencia. La paz solo existirá si las mujeres podemos vivir una vida libre de violencias. Este lineamiento debe convertirse en política transversal en las organizaciones indígenas y debe asumirse como una prioridad (Mujeres de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN, 2013).
De allí que las mujeres indígenas hagan un llamado a fortalecer las organizaciones de las cuales hacen parte, así como los espacios comunitarios y familiares, construyendo nuevas y mejores prácticas de relacionamiento que subviertan los arreglos de género que ubican a las mujeres en general, y a las mujeres indígenas en particular, en una posición de subordinación. Esto implica, a la vez, fortalecer la justicia indígena.1 En este escenario, las mujeres nasa saben que tienen un reto fundamental pues deben lograr incidir en la manera en la que construyen, aplican y administran justicia propia en sus territorios. Esto solo es posible en la medida en que logren promover de manera cualificada su participación política como mujeres indígenas. Aun cuando las mujeres y algunos hombres han empezado a pronunciarse sobre la urgencia de transformar los prejuicios misóginos que ubican a las mujeres en una posición desigual, y a reclamar la construcción de prácticas comunitarias que valoren de una manera positiva y constructiva el papel de las mujeres, los silencios persisten en relación con las sexualidades no hegemónicas en las comunidades indígenas y, por el contrario, 1
los prejuicios homofóbicos que afectan la vida de la población LGBTI nasa subsisten y se mantienen vigentes en los contextos comunitarios. A tal punto que ninguno de los escenarios de formación política a los que se refiere este documento registró discusiones alusivas a este tema. Las reflexiones sobre las diferentes experiencias de violencias que viven las mujeres nasa se desarrollaron en el marco de un espacio creado por las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN al que llamaron la “Tulpa de las mujeres nasa y el territorio”. También, durante el Diplomado sobre derecho internacional y pueblos indígenas (fase I), coordinado por la Casa de Pensamiento, la Corporación Ensayos para la promoción de la cultura política2 y el Tejido de Justicia y Armonía de la ACIN. En ese espacio había surgido la idea de entablar una demanda por etnocidio. Sin embargo, la urgencia era seguir profundizando en estas discusiones para evaluar la viabilidad de dichas propuestas. Emilse Paz Labio, en su condición de estudiante y, en ese entonces, coordinadora del Programa Mujer de la ACIN, propuso que la segunda fase del diplomado concentrara una parte de sus esfuerzos en el tema de derechos de las mujeres. Así, en una intención de articulación entre diferentes tejidos de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN, empezamos a soñar con la necesidad de crear un espacio de formación e investigación sobre los derechos de las mujeres. Después de participar en varios espacios de discusión, vimos 2
La Constitución de 1991 reconoció a Colombia como un país pluriétnico y multicultural, lo cual ratificó los derechos colectivos de los pueblos indígenas, las poblaciones afrodescendientes, raizales y rom. En el caso particular de los pueblos indígenas, dicho reconocimiento posibilitó, entre otras cosas, el ejercicio del derecho al gobierno y la legislación propia en los territorios indígenas. De acuerdo con el artículo 246 de la Constitución Política de Colombia, “las autoridades indígenas podrán ejercer funciones jurisdiccionales dentro de su ámbito territorial, de conformidad con sus propias normas y procedimientos, siempre que no sean contrarios a la Constitución y las leyes de la República. La ley establecerá las formas de coordinación de esta jurisdicción especial indígena con el sistema judicial nacional”.
La Corporación Ensayos para la Promoción de la Cultura Política es una ONG feminista que busca la profundización de la democracia directa, la participación cualificada y equitativa de hombres y mujeres en la vida política, el fortalecimiento de la diversidad étnico-cultural y de las estructuras locales de participación y toma de decisiones de la sociedad, y el impulso a una cultura política alternativa para la construcción de una paz justa y duradera. Desde el año 2009, la Corporación Ensayos ha trabajado en la consolidación del centro de investigación interétnico e intercultural Casa de Pensamiento de la Cxhab Wala Kiwe-Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca (ACIN), aportando en la consolidación de las líneas de formación política, investigación y análisis de políticas públicas, y en la definición de una estrategia de paz de la ACIN.
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la necesidad y la urgencia de construir un diagnóstico sobre los derechos de las mujeres nasa en el norte del Cauca. Como estaba definida la apuesta de elaborar una estrategia jurídica en el tema territorial, pero también en relación con los derechos de las mujeres, nos pudimos dar cuenta que el nivel de avance en lo territorial y en los derechos de las mujeres era todavía bastante desigual en términos de la información de la que disponíamos, y también de la legitimidad de ambos temas en la organización. Reflexionamos que todavía estábamos en un nivel incipiente en el caso de la situación de los derechos de las mujeres en comparación con los derechos territoriales; asimismo, señalamos que en el caso de seguir pensando en una estrategia jurídica a nivel internacional, era necesario llenar un gran vacío en la información sobre la situación de los derechos de las mujeres. Por eso consideramos que el primer paso que teníamos que dar era la construcción de un diagnóstico. En principio, nos preguntamos si este debía ser sobre todos los derechos o sobre algunos de ellos. En un inicio, en función del plan curricular de la fase II del Diplomado, planteamos que debía ser sobre cuatro derechos: derecho a una vida libre de violencias, a la paz, a la participación política y derecho a la tierra y al territorio. Luego, a través de otras discusiones en las que también contamos con el apoyo de dos compañeras de la Corporación Humanas, el Programa Mujer y la Casa de Pensamiento, definimos apostarle a construir de manera
Las mujeres nasa saben que tienen un reto fundamental pues deben lograr incidir en la manera en la que construyen, aplican y administran justicia propia en sus territorios. 108 Informes especiales
articulada un diagnóstico sobre las violencias contra las mujeres nasa en el norte del Cauca. Aun cuando el diagnóstico sobre la situación de violencias hacia las mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN es todavía una tarea pendiente, realizarlo es un paso urgente para la consolidación del gran sueño que tienen las mujeres: la construcción de un observatorio de derechos de las mujeres nasa. Solo así podremos generar procesos de visibilización, sensibilización e incidencia política ante el estado, ante las propias autoridades y ante las comunidades, para transformar las situaciones de violencias que viven las mujeres nasa en el norte del Cauca, y así poder gozar del wet wet fxizenxi (buen vivir). Además, solo así las mujeres estarían operativizando lo que han mandatado en diferentes asambleas y congresos. Como mencioné, este documento avanza en llenar el vacío de información que existe sobre el tema y tiene como fuentes fundamentales las sesiones de la segunda fase del Diplomado en derechos de los pueblos indígenas: derechos al territorio y derechos de las mujeres. coordinado por la Casa de Pensamiento, el Tejido de Justicia y Armonía de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN y la Corporación Ensayos para la promoción de la cultura política, los talleres de la Escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”3 3
Esta escuela la desarrollamos en cinco resguardos nasa del norte del Cauca (Munchique-Los Tigres, Pueblo Nuevo-Ceral, Corinto, Nasa Kiwe Tek Ksaw y San Francisco), y tuvo quince meses de duración (diez talleres presenciales de dos días cada sesión). También hicimos la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”, de carácter interétnico, donde participaron mujeres nasa de la zona norte, campesinas y afrodescendientes. Así, la mayoría de historias de mujeres y hombres que aparecen referidas en este documento son de personas que participaron en los diferentes espacios de formación política y de encuentro comunitario de la Cxhab Wala Kiwe. Algunos y algunas de ellas son líderes de sus comunidades, también son comuneras y comuneros de los diferentes cabildos de la zona norte del Cauca y, por lo general, en algún momento de sus vidas participaron de alguna forma en la estructura del cabildo. Es necesario aclarar que por petición de las personas participantes, y por respeto a su voluntad, la mayoría de los nombres que aparecen en este documento fueron cambiados.
que realizamos en conjunto entre la Casa de Pensamiento, el Programa Mujer, el Tejido de educación de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN y la Corporación Ensayos, así como diversas entrevistas que realizaron el equipo de la Casa de Pensamiento y la Corporación Ensayos a algunas mujeres y hombres nasa participantes de dichos espacios de formación política. Vale la pena mencionar que estos espacios respondían al mandato de Gobierno Propio y al de Minga social y comunitaria con el propósito de fortalecer la participación política de las mujeres en la familia, la comunidad y la organización desde una perspectiva de respeto, reconocimiento y exigibilidad de los derechos de las mujeres indígenas. Desde un inicio consideramos la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política” como un espacio privilegiado para hablar sobre las violencias hacia las mujeres nasa, y entendimos que iba a ser un espacio de formación política y, a la vez, un espacio de investigación. Fue en esa perspectiva que estructuramos los tres módulos que componen el currículo de la escuela: derechos humanos y derechos de las mujeres, cultura política y política pública. Aun cuando el plan curricular no contemplaba un desarrollo en profundidad sobre las violencias hacia las mujeres nasa, en el primer módulo propusimos algunas actividades que buscaban reflexionar sobre las situaciones que desarmonizan4 la vida de las mismas y que impiden el ejercicio de sus derechos. Por supuesto, las violencias emergieron como una de las situaciones recurrentes, a tal punto que atravesaron el desarrollo de la escuela en su conjunto en cada uno de los territorios donde esta tuvo lugar. Sin embargo, como las violencias hacia las mujeres nasa no eran 4
Entre los nasa, el wet wet fxizenxi es vivir bien, es la armonía y el equilibrio. Según la cosmovisión nasa, la ruptura de las normas naturales y culturales genera desarmonía y desequilibrio. Estas fuerzas sólo pueden ser armonizadas por el The Wala (médico tradicional).
el eje principal de la escuela, esto también representó una limitante en la profundidad de alguna información. Por esto, más que respuestas definitivas, este informe abre una serie de preguntas que buscan estimular la construcción de conocimiento sobre las violencias hacia las mujeres indígenas y las estrategias para transformar esta realidad que les impide vivir el wet wet fxizenxi. En la primera parte del informe presento algunos de los abordajes teóricos en relación con la violencia, partiendo de la idea expresada por varios autores y autoras sobre la dificultad e imposibilidad de construir una definición única sobre esta. Esta breve discusión conceptual sobre la violencia se entreteje con la perspectiva planteada por las teóricas y activistas del feminismo poscolonial que muestran cómo las violencias también signan a las mujeres según su clase, etnia y raza, invitando a contextualizar e historizar sus procesos de subordinación. Con la intención de llenar los vacíos existentes sobre las violencias hacia las mujeres nasa, en la segunda parte analizo las representaciones y estereotipos de género que existen sobre los hombres y las mujeres nasa, y la manera como estos producen, reproducen y legitiman las distintas formas de violencias hacia las mujeres nasa. Luego, a partir de las experiencias de las mujeres y los hombres nasa, profundizo en sus formas de socialización, en sus definiciones acerca de las violencias, en las distintas formas en las que la han experimentado, y avanzo en una discusión sobre las encrucijadas y los desafíos frente a la justicia propia desde la perspectiva de las mujeres nasa. Finalmente, presento algunas recomendaciones, propuestas y desafíos en la lucha contra las violencias que han emergido en diferentes escenarios de discusión política de las mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN y que deben asumirse como una prioridad en la organización para enfrentar este problema que impide a las mujeres vivir el wet wet fxizenxi.
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¿De qué hablamos cuando nos referimos a las violencias hacia las mujeres indígenas? Las décadas de los sesenta y setenta fueron testigos de efervescencias sociales, económicas y políticas desencadenadas por las luchas independentistas de Asia y África, los movimientos de liberación nacional, la emergencia de la nueva izquierda, la lucha por los derechos civiles y políticos, el movimiento estudiantil de Mayo del 68 y el feminismo de la segunda ola que se movilizó contra las formas de opresión y cuestionó la jerarquía y la autoridad. Esta efervescencia, que reacomodó relaciones y cuestionó poderes, tuvo efectos muy fértiles en la investigación social en general, pues la obligó a revisar sus presupuestos epistemológicos, teóricos y metodológicos. Así, situados en esta escena, irrumpieron nuevos sujetos (campesinos, obreros, indígenas, mujeres, entre otros), temas y problemas (cuerpos, identidades, subjetividades, sexualidades) otrora invisibilizados o representados por Occidente (Said, 2003; Mohanty, 2008; Rosaldo, 1991; Coronil, 1998; Spivak, 2003). Articulados a los nuevos paradigmas de la investigación social, y guiados por la perspectiva que plantean, también emergieron los estudios sobre las violencias hacia las mujeres pues el feminismo de la segunda ola y su consigna de “lo personal es político” contribuyó a sacar la problemática del espacio privado, donde se mantenía resguardada, visualizándola como algo social (y no individual) y público. Este trabajo se inscribe en la prolífica producción teórica y metodológica sobre la violencia que se ha desarrollado en las últimas décadas, que privilegia que esta es una construcción social y cultural, y que tiene un carácter relacional, intersubjetivo y expresivo (Feldman, 1991; Das, 1995; Nordstrom y Robben, 1995; Das y Kleinman, 2000; Segato, 2003; Scheper-Hughes y Bourgois, 2004; Riaño, 2006; Blair, 2010).
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Varios autores y autoras coinciden en la dificultad para definir conceptualmente la violencia (Blair, 2010; Das, 2008, Ferrándiz y Feixa, 2004). Elsa Blair (2009), por ejemplo, desarrolla una aproximación teórica y una lectura crítica al concepto de violencia, y problematiza la dificultad para conceptualizarla por la variedad semántica que tiene la palabra. Siguiendo a Sémelin, quien apunta que la inflación de la palabra violencia es lo que se vuelve un problema e indica que no existe una teoría capaz de explicar todas las formas de violencia, Blair recoge la sugerencia planteada por dicho autor: “a quien habla de violencia hay que preguntarle siempre qué entiende por ella” (Sémelin, 1983, p. 17, en Blair, 2009, p. 10). En relación con el caso colombiano, Elsa Blair (2009) señala que “lo que hemos hecho en Colombia es describir la presencia de la violencia como fenómeno más que definirla. La mayoría de trabajos no dice qué es la violencia sino cómo se manifiesta y qué podría explicarla” (p. 21). En la vía que trazan los estudios antes mencionados, ubico la violencia en el campo de la cultura y parto de reconocer que “las subjetividades, entendidas como la experiencia vivida del sujeto y su posición en un campo de relaciones de poder, son producidas a través de las experiencias de violencia” (Das y Kleinman, 2000, p. 1). El énfasis en la experiencia de la gente que vive en medio de múltiples violencias subraya no solo su carácter destructivo sino también la agencia de los sujetos en el proceso de definición de los sentidos que le asignan a las violencias en sus vidas y su papel en la reconstrucción de las relaciones sociales (Feldman, 1991; Das, 1995; Riaño, 2006). En esa vía, estos trabajos privilegian la idea de que no existe solo un tipo de violencia sino que esta reviste múltiples formas. Signadas por el género, entendido en este documento como un elemento constitutivo de las relaciones sociales y como forma primaria
de relaciones significantes de poder (Scott, 1990), las diversas y disímiles formas de violencia marcan diferencialmente las experiencias de las mujeres y los hombres. Como ha sido alertado por Henrietta Moore (1994), la violencia debe ser discutida en relación con la categoría de género pues “lo que resulta verdaderamente difícil no es explicar por qué las relaciones de género son tan violentas, sino por qué la violencia está tan impregnada de género, está tan sexualizada” (Moore, 1994, p. 155). Así como no existe un único tipo de violencias, tampoco existe una única forma de ser mujer. Y las violencias también afectan de manera diferencial a las mujeres, pues estas están signadas por la clase, la etnia y la raza. Precisamente, durante las décadas de los setenta y de los ochenta, el debate sobre las diferencias entre las mujeres ocupó un lugar fundamental en el feminismo que, finalmente, devino en feminismos. Inspirados por los teóricos y teóricas poscoloniales como Said (2003), Bhabha (2002) y Spivak (2003), los cuestionamientos al sujeto mujer del universalismo feminista hegemónico blanco por parte de las otras mujeres que reivindicaban el reconocimiento de sus experiencias históricas y culturales particulares, no se hicieron esperar. Al denunciar la complicidad del feminismo abanderado por las mujeres blancas, occidentales, universitarias y de clase media con otras ideologías racistas, clasistas, sexistas y heteronormativas, los llamados “feminismos de color” (bell hooks, Patricia Hill Collins, Angela Davis, entre otras representantes del Black Feminism) y “feminismos del Tercer Mundo” (Mohanty, entre otras), apuntaron a visibilizar las maneras diferenciales en las que operaban (y lo siguen haciendo) las distintas formas de opresión de las que somos objeto las mujeres. En sus intentos por imaginar otras cartografías posibles (Suárez y Hernández, 2008), estas mujeres, aun cuando hablan desde lu-
gares de enunciación disímiles y desde trayectorias disciplinarias y políticas diferentes, coinciden en la importancia de contextualizar e historizar sus experiencias de subordinación, signadas por la clase, la etnia y la raza. Por ejemplo, la antropóloga de origen hindú Chandra Talpade Mohanty (2008) examina los modos a través de los cuales los textos del feminismo hegemónico de Occidente producen y representan discursivamente a la “mujer del tercer mundo” como un sujeto monolítico y homogéneo, borrando los trazos de sus heterogeneidades materiales e históricas. En su análisis del universalismo etnocéntrico, Mohanty critica el hecho de que la categoría “mujeres” refiera a un grupo constituido, coherente y homogéneo, con los mismos intereses, y sin contradicciones de clase, de raza ni de etnia. En particular, en relación con la violencia masculina, Mohanty señala que los estudios que han ahondado sobre el tema tienden a erradicar las realidades históricas y materiales en las que tienen lugar dichas prácticas, llamando la atención sobre la necesidad de interpretar y teorizar sobre la violencia masculina ubicándola en contextos locales específicos. Atendiendo a este llamado, la tarea de entender las violencias según el contexto social, histórico y político en las que estas tienen lugar, trae aparejado el desafío por entender cómo las mujeres indígenas definen las violencias de las que son objeto, cómo las afectan y las estrategias que construyen para mitigar sus impactos, como mostraré a continuación. Como han mostrado diferentes trabajos en reiteradas ocasiones, la lucha por los derechos de las mujeres indígenas genera resistencias y críticas dentro de algunos sectores de las organizaciones de las que estas hacen parte. Estas tensiones y resistencias fueron abordadas, por ejemplo, por Guamá, Pancho y Rey (2009) en una sistematización realizada por los equipos de género y el área jurídica de la Organización Indígena de Antioquia
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(OIA) y el Centro de Cooperación al Indígena (Cecoin) a partir del trabajo con mujeres embera katías y senúes vinculadas en la Escuela de Género, Generación y Familia de la OIA. Allí, siguiendo a Meentzen (2001), las autoras muestran la existencia de dos corrientes que se resisten a mirar críticamente las culturas indígenas. Una de ellas está representada por algunos dirigentes indígenas quienes no reconocen, o por lo menos no públicamente, las desigualdades y formas de discriminación de la mujer bajo el argumento de proteger sus reivindicaciones y luchas de autoafirmación frente a la sociedad dominante. La otra corriente está encabezada por sectores políticos y académicos que idealizan las culturas indígenas resaltando el principio de complementariedad que caracterizaría las relaciones entre hombres y mujeres, lo cual niega de entrada la existencia de las relaciones jerárquicas y de subordinación (Guamá, Pancho y Rey, 2009, p. 13). Al preguntarse por el tema de la complementariedad como estructuradora de las relaciones de género entre los pueblos indígenas, las autoras señalan la existencia de dos corrientes: una de ellas, a la que llaman conservadora, sostiene que la complementariedad existe y es innata a la sociedad indígena, motivo por el cual no es necesario cuestionarse sobre el papel de las mujeres allí. La otra corriente, llamada revisionista o crítica, parte de la idea de que las relaciones de género en los pueblos indígenas sí estuvieron construidas con base en la complementariedad antes de la Conquista, pero que esta en la actualidad no existe y que es necesario construirla nuevamente. Según apuntan las autoras, ambas corrientes consideran la familia (entendida como una formación heterosexual) como la unidad social básica de la vida indígena y donde es necesario construir dichas relaciones (Guamá, Pancho y Rey, 2009). Atravesadas por estas tensiones y ubicadas contra este telón de fondo, las mujeres indí-
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genas del mundo han construido y fortalecido sus redes de intercambio para promover y fortalecer las luchas por sus derechos. En 1995, en el marco de la Cuarta Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer, surgió la “Declaración y Plataforma de Acción de Beijing”, que es uno de los referentes más importantes en la lucha por los derechos de las mujeres. Pero allí las indígenas, que también estaban presentes, se reunieron para reflexionar sobre lo que estaba ocurriendo en ese evento y se dieron cuenta que la Declaración, aunque recogía muchas de las cosas que también las afectaban a ellas como mujeres, no recogía gran parte de sus experiencias particulares como mujeres indígenas. Le hicieron varias críticas al documento y promulgaron la “Declaración de las mujeres indígenas del mundo en Beijing”. En esa declaración las mujeres indígenas presentaron varias demandas y propuestas importantes, entre las que se encuentran: reconocer y respetar el derecho a la autodeterminación; reconocer y respetar el derecho al territorio, a la salud, a la educación; detener las violaciones de los derechos humanos y la violencia contra las mujeres indígenas; reconocer y respetar los derechos de las mujeres indígenas a la herencia cultural e intelectual; asegurar la participación política de las mujeres indígenas y ampliar sus capacidades y acceso a los recursos (Guamá, Pancho y Rey, 2009). A raíz de la promulgación de la Declaración, las mujeres indígenas lograron tejer una red y articular sus demandas a través de un espacio que llamaron Foro Internacional de Mujeres Indígenas. En este espacio plantean que las mujeres indígenas solo pueden disfrutar de su derecho a una vida libre de violencias cuando los derechos de los pueblos a los que pertenecen son respetados. Pero también dicen que sus demandas como mujeres indígenas no pueden seguir posponiéndose mientras luchan por los derechos de todo el pueblo (Guamá, Pancho y Rey, 2009).
Así, es importante mencionar el esfuerzo que viene realizando el Foro Internacional de Mujeres Indígenas (FIMI) en su lucha contra las violencias hacia las mujeres indígenas. En 2006, FIMI realizó un informe complementario al estudio sobre violencia contra las mujeres presentado por el Secretario General de las Naciones Unidas. Este informe, al que llamaron Iwanka Raya: mujeres indígenas confrontan la violencia. Informe complementario al estudio de violencia contra las mujeres del Secretario General de las Naciones Unidas (2006), desarrolla y promueve una conceptualización indígena sobre la violencia de género para desarrollar estrategias efectivas que permitan confrontar sus distintas facetas de manera pertinente y adecuada a los contextos sociales y culturales. El informe plantea, por un lado, la importancia de abordar el tema de las violencias contra las mujeres desde una perspectiva intercultural y, por el otro, la necesidad de entender la dimensión espiritual de las violencias contra las mujeres. El informe de FIMI (2006) está dividido en tres partes: la primera, presenta una conceptualización sobre la violencia contra las mujeres señalando que: …esta no debe ser entendida como una patología de los individuos perpetuadores y de las víctimas, sino como una violación a los derechos humanos de alcance universal, la cual es mediada por aspectos de identidad que van más allá del género, como son la raza, la clase, la casta, la religión, la orientación sexual, la situación geográfica y el grupo étnico.
La segunda parte se extiende en desarrollar la afirmación de que existen cuestiones que las mujeres indígenas enfrentan en todo el mundo y que generan situaciones particulares de violencia contra ellas: el neoliberalismo y el desarrollo agresivo; la violencia “en nombre de la tradición” (un término creado para describir prácticas perjudiciales para las mujeres como la mutilación femenina, el ma-
trimonio forzado, quemar a las viudas, que algunos defienden como culturalmente legítimas); la violencia por parte del estado y la violencia doméstica; los conflictos armados y la militarización; la migración y el desplazamiento de las mujeres indígenas; el VIH-SIDA y la violencia sexual contra las mujeres. En la tercera parte, el informe examina lo que llama “prácticas prometedoras”, profundizando en la pregunta por cómo entretejer los procesos de justicia comunitaria indígena con los instrumentos internacionales de derechos humanos. Finalmente, plantea una serie de desafíos y retos, entre los cuales el más importante es continuar profundizando en conceptualizaciones sobre la violencia contra las mujeres indígenas que permitan desarrollar, entre otras cosas, indicadores culturales que reflejen la prevalencia de la violencia y ayuden a proponer acciones contundentes para enfrentarla. Siguiendo la perspectiva planteada por los trabajos a los que he hecho referencia, cabe preguntarse aquí por la manera como las mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN conceptualizan las violencias de las que son objeto, así como por las estrategias que construyen para enfrentarlas. Sin embargo, antes de adentrarme directamente en la situación de las mujeres nasa del norte del Cauca en relación con las violencias que viven, la intención del siguiente apartado es esbozar un panorama general sobre la situación de violencias hacia las mujeres en este departamento.
Quedan muchos vacíos por llenar: las violencias contra las mujeres en el departamento del Cauca El departamento del Cauca es uno de los referentes a la hora de hablar sobre las reivindicaciones políticas y étnicas de los pueblos indígenas en Colombia. Fue allí donde nació la primera organización indígena, el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC), en 1971. La alta presencia indígena hace parte de la
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historia del departamento y ha configurado las dinámicas sociales, económicas, políticas y culturales de la región. Es precisamente allí donde se concentra la mayoría de la población nasa, el segundo pueblo indígena más grande del país. Al año 2005, según los datos del último censo nacional del DANE, el departamento contaba con una población total de 1’268.937 personas, de las cuales 553.504 (43,62 %) se reconocían como pertenecientes a un grupo étnico. De ese porcentaje, el 20,72 % se reconocían como indígenas y el 22,9 % como afrocolombianos. Sin embargo, esta situación parecería haber pasado inadvertida para las instituciones del estado encargadas de producir y analizar la información concerniente a las características demográficas de la población en Colombia. Esto no ocurre únicamente en el caso del Cauca sino también en los demás departamentos, como ha sido señalado de manera recurrente por parte de expertas y expertos en el tema (Rey, 2007). La información producida por las instituciones del estado colombiano, en la mayoría de los casos, no está desagregada por etnia. La ausencia de esta información habla de la continuidad de los procesos de exclusión y discriminación hacia los pueblos y las comunidades indígenas, afrocolombianas, rom y raizales. A pesar de las limitaciones que genera el hecho de que las encuestas realizadas no estén desagregadas étnicamente y, en muchos casos, tampoco por género, es importante tener un panorama general sobre
Así como no existe un único tipo de violencias, tampoco existe una única forma de ser mujer. Y las violencias también afectan de manera diferencial a las mujeres, pues estas están signadas por la clase, la etnia y la raza. 114 Informes especiales
la situación de violencias hacia las mujeres en el departamento del Cauca con la poca información disponible al respecto. En este caso, el instrumento disponible para ello es la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS), realizada por Profamilia, una entidad privada sin ánimo de lucro, pionera en el tema de salud sexual y reproductiva en Colombia. La encuesta se realiza cada cinco años. En el año 2010, la muestra fue de aproximadamente 50.000 hogares ubicados en las zonas urbanas y rurales de la mayoría de departamentos del país, sin incluir los de Amazonia y Orinoquia, departamentos con población mayoritariamente indígena, dados los costos elevados que se generan por la dispersión poblacional (Profamilia, 2010). La ENDS de 2010 habla específicamente sobre la violencia intrafamiliar entendida como un tipo de violencia que puede ser verbal, psicológica o de cualquier otra índole, y que es ejercida por un miembro de la familia hacia otro. Aun cuando la definición de violencia intrafamiliar utilizada por la ENDS no se limita a la que se da entre cónyuges o parejas que han convivido, pues también contempla el maltrato infantil, la violencia hacia el adulto mayor, hacia personas con capacidades especiales o cualquier otra persona del núcleo familia, la información provista sí tiene un énfasis especial (y en la mayoría de los casos se limita a ella) en la violencia entre cónyuges o parejas que han convivido. A esto se suma que la unidad social en la que se basa es la familia, entendida como una familia heterosexual. La encuesta agrupa la violencia intrafamiliar bajo las siguientes categorías: violencia verbal, maltrato psicológico, violencia física, abuso sexual y maltrato económico. En relación con la violencia verbal hacia las mujeres por parte del compañero o esposo en el departamento del Cauca, la ENDS profundiza en las situaciones de control que este ejerce. Por ejemplo, el 54,4 % de las mujeres indicaron que en alguna ocasión su pareja
se ha puesto celoso, el 38,2 % de las mujeres señalaron que fueron acusadas de infidelidad y el 37,2 % de las mujeres manifestó que su compañero insistió en saber dónde se encontraban. La mayoría de estos porcentajes son similares a la media nacional. También son muy comunes las situaciones de amenazas por parte de los compañeros o esposos y la más frecuente de ellas es el abandono (20,1 %), seguida por la amenaza de quitarles a los hijos (18,0 %) y de quitarle el apoyo económico (16,3 %). Según indica la ENDS, las situaciones de control y amenazas ocurren sobre todo hacia las mujeres jóvenes. Sobre la violencia física ejercida por parte del esposo o compañero, la ENDS señala que el Cauca se encuentra entre los departamentos con los niveles más altos con un 43 % de mujeres agredidas físicamente. Este tipo de violencia parece ser más común entre las mujeres de 45 años y más, entre las que estuvieron casadas o conviviendo. La ENDS señala que se presenta en menor grado entre las que han cursado una educación superior y entre aquellas con nivel de riqueza más alto, pero apunta que las diferencias no son muy significativas, lo que indica que las mujeres de todos los grupos poblacionales son susceptibles de sufrir este tipo de violencia. Por ejemplo, un 38,5 % de las mujeres manifestó haber sido empujada, el 31,1 % refirió haber sido golpeada con la mano, otras fueron pateadas o arrastradas (15,2 %), el 12,2 % de las mujeres manifestó haber sido violada, mientras el 8,1 % fue amenazada con un arma. Entre las secuelas de los episodios violentos por parte de un compañero o esposo, los moretones/dolores son los más frecuentes (60,6 %), seguido de sentir que no vale nada (55,7 %), de perder el interés en el sexo (71,5 %), del deseo de suicidarse (26,6 %), entre otros. Otro de los datos importantes que aparece reportado por la ENDS es que el lugar con el porcentaje más alto donde las mujeres han
sido manoseadas o tocadas en el departamento del Cauca fue la casa, con un 53,5 %, seguido de la calle, con un 29,7 %. A pesar de esto, un 74 % de las mujeres manifestó nunca haber buscado ayuda en una institución tras haber sido maltratada. Una de las razones principales que manifiestan para no haberlo hecho es la idea de que puede resolverlo sola (29,8 %), considera que los daños no fueron serios (25,6 %), siente miedo de más agresiones (20,1 %) y siente vergüenza y humillación (17,5 %). La ENDS también señala que en el Cauca el 35,9 % de las mujeres manifestaron que el principal motivo por el que han pensado en separarse es por la violencia conyugal, bien sea física, sexual o psicológica; el 10 % por infidelidad, el 10,4 % por incumplimiento de deberes del esposo o compañero y el 10,6 % por embriaguez habitual. En relación con la forma como las madres y los compañeros/ esposos castigan a sus hijos, el 57,2 % de las mujeres manifiesta haberlo hecho con golpes mientras que los compañeros/esposos castigaron de la misma forma en un 50,7 %. Como mencioné al inicio de este apartado, uno de los vacíos más serios en relación con este panorama es que no contamos con información cuantitativa disponible sobre la situación de violencias hacia las mujeres indígenas en general, y las nasa en particular, lo cual se constituye en uno de los grandes desafíos en la lucha contra las violencias hacia las mujeres indígenas.
Las mujeres nasa hablan sobre las violencias que viven Actualmente, la población nasa en el departamento del Cauca asciende a un total de 204.704 personas, distribuidas en 46.980 familias cuya composición es de 98.305 hombres y 96.520 mujeres. Esta población está organizada en 77 cabildos cabildos indígenas, del total de 120 articulados en el Con-
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Tabla 1. Población nasa del norte del Cauca Departamento Municipio
Comunidad/resguardo
Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca Cauca
Cabildo Pueblo Nuevo Ceral Resguardo La Paila – Naya Resguardo Las Delicias Cabildo Alto Naya Resguardo Huellas Resguardo Toéz Resguardo Corinto Resguardo López Adentro Resguardo Jambaló Resguardo La Cilia La Calera Resguardo Canoas Resguardo Concepción Resguardo de Guadualito Resguardo Munchique-Los Tigres Resguardo Nasa Kiwe Tek Ksxaw Cabildo Cerro Tijeras Cabildo Kite Kiwe Resguardo San Francisco Resguardo Tacueyó Resguardo Toribío Total
Buenos Aires Buenos Aires Buenos Aires Buenos Aires-Buenaventura Caloto Caloto Corinto Corinto Jambaló Miranda Santander de Quilichao Santander de Quilichao Santander de Quilichao Santander de Quilichao Santander de Quilichao Suárez Timbío Toribío Toribío Toribío
Familias
Hombres
175 113 320 315 2.450 212 2.340 2.935 2.700 1.653 1.883 370 382 934 659 470 95 2.018 3.765 2.389 26.178
335 ND 1.002 ND 4.242 376 5.299 6.709 7.994 2.561 3.591 1.057 742 1.856 1.737 1.475 161 3.973 7.117 4.706 54.933
Mujeres
343 ND 968 ND 4.231 350 5.045 6.367 7.942 2.609 3.386 1.086 718 1.806 1.882 1.347 161 3.849 6.968 4.771 53.829
Total
678 980 1.970 1.974 8.473 726 10.344 13.076 15.936 5.170 6.977 2.143 1.460 3.662 3.619 2.822 322 7.822 14.085 9.477 111.716
Total m/pal
5.602 5.602 5.602 5.602 9.199 9.199 23.420 23.420 15.936 5.170 17.861 17.861 17.861 17.861 17.861 2.822 322 31.384 31.384 31.384 111.716
Fuentes: censos de resguardos, comunidades y asentamientos elaborados por los cabildos nasa (2012), Planes de Desarrollo Municipal, DANE (2011), Incoder (2011), IGAC (2012), Equipo Nacional Plan de Salvaguarda Nasa (2013).
sejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). La población nasa del norte del Cauca, según datos de los censos de los cabildos, es aproximadamente de 111.716 personas, de las cuales 54.933 son hombres (51.82%) y 53.829 (48.18%) son mujeres, distribuidos según el cabildo o resguardo al que pertenecen como aparece en la tabla. A pesar de los vacíos de información que aún existen, este documento pretende contribuir cualitativamente en la comprensión sobre las situaciones de violencias que viven las mujeres nasa de la Cxhab Wala-Kiwe-ACIN en sus vidas cotidianas, teniendo en cuenta que este fenómeno fue identificado por las mujeres como uno de los principales obstáculos que les impiden gozar de lo que los nasa lla-
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man el wet wet fxizenxi. Como mostraré de aquí en adelante, a través de los diálogos y encuentros, las mujeres y los hombres nasa reflexionaron, a partir de su propia experiencia, sobre sus formas de socialización, sus definiciones acerca de las violencias, las distintas formas en las que la han experimentado, las posibles maneras para transformar estas situaciones, entre otras. Partir de la experiencia de los sujetos ayuda a comprender las redes de sentido que estos construyen sobre la violencia, posibilita la construcción de un espacio de diálogo colectivo, provoca procesos de reflexión individual y colectiva sobre el papel de las violencias en sus vidas y habilita la construcción de estrategias para transformar dichas situaciones.
Los relatos construidos por las mujeres y los hombres nasa permitieron identificar los tipos de violencia que viven las mujeres. Varios de ellos están asociados al avance del frente colonizador del estado colombiano y de las empresas nacionales y multinacionales en los territorios indígenas que promueven e imponen mediante diferentes prácticas coercitivas las visiones del desarrollo y el progreso. Fue frecuente escuchar sobre los impactos de las violencias en sus vidas cotidianas vinculadas a la presencia de bases militares, a la existencia de cultivos de uso ilícito y tráfico de drogas, a la expansión de las economías agroindustriales, a la profundización de la política minero-energética, a la implementación de tratados de libre comercio que atentan cada vez más contra la soberanía alimentaria, a los desplazamientos forzados, a las masacres, los señalamientos, las detenciones arbitrarias y las diferentes formas de violencia sexual hacia las mujeres. En particular, se refirieron al aumento de la prostitución generada por la presencia de actores armados y cultivos ilícitos, la drogadicción, la violencia sexual hacia las mujeres y las niñas por parte de los actores armados, el tráfico de órganos, las afectaciones en la salud de las mujeres, niños, niñas y ancianos por causa de las fumigaciones de cultivos de uso ilícito, entre otras. También reflexionaron sobre la violencia intrafamiliar, sexual y el maltrato de los hombres indígenas hacia las mujeres; las calumnias, las infidelidades, las discriminaciones hacia las mujeres con cargos de autoridad, los embarazos a temprana edad, la “irresponsabilidad” por parte de los padres, el debilitamiento de la educación y la salud propias, los conflictos territoriales interétnicos, la baja participación de los jóvenes en los espacios de la organización, entre otras. A pesar del amplio repertorio de formas de violencia que afectan a las mujeres nasa, estas se refirieron de manera reiterada a las que viven y han vivido en sus hogares, en la familia, bien sea como hijas o compañeras
sentimentales. Por este motivo, me concentraré únicamente en las formas de violencia que tienen lugar en dicho escenario. En particular, a continuación me detendré en las memorias sobre la niñez de las mujeres y los hombres nasa, las relaciones con sus padres y madres, con sus hermanos y hermanas y el papel que jugó la violencia en sus historias familiares y en su construcción como sujetos.
Los primeros años de la niñez: “El estudio no es para las mujeres” Durante una de las primeras sesiones de la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”, mientras abordábamos el tema de la historia de los derechos de las mujeres que habíamos previsto en el programa curricular, propusimos una actividad que buscaba comprender las formas diferenciales de socialización de los niños y las niñas nasa. Para ello, en algunas escuelas, las personas participantes escribieron cartas recordando su infancia y la manera como se relacionaban con sus padres y madres, hicieron juegos de palabras y también algunos dibujos. Los recuerdos, en muchos casos, se tornaron oscuros. En otros, estaban cargados de experiencias alusivas a los primeros años de vida, a las posibilidades que tuvieron o no para ir a la escuela, a los oficios que aprendieron a desempeñar, a la situación económica de sus familias, a las reiteradas migraciones que muchas de ellas hicieron para trabajar como empleadas domésticas en casas de familia en Cali y Popayán, a su papel como madres y padres, entre otros. En las narraciones se volvió frecuente escuchar de boca de varias mujeres que oscilan entre los 35 y 60 años, expresiones que fueron compartidas por las demás participantes en todas las escuelas: “mi papá no me mandó a estudiar porque decía que eso era botar la plata porque después uno iba a conseguir marido y se iba”, o “mi papá no me mandó a estudiar porque la mujer era de la casa para cocinar y
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cuidar a los hermanos pequeños”. Al respecto, Ana, estudiante de la escuela de Corinto, de aproximadamente 36 años, mencionó: Yo tengo 6 hermanos, somos 3 mujeres y 3 hombres. En el momento vivimos unidos como familia y yo tengo un hijo y una hija. Mi niñez fue muy dura porque mis padres eran rígidos. Como yo era mujer, mi papá decía que no tenía derecho a seguir estudiando porque la mujer era de la casa para cocinar y cuidar a mis hermanos pequeños y mis padrinos. En mi infancia me gustaba mucho el estudio, pero desafortunadamente por la situación económica no pude seguir estudiando la primaria, pero mis hermanos sí siguieron.
Los recuerdos de la infancia de la mayoría de las mujeres están asociados al estudio y a las labores que desempeñaban en su casa durante su infancia. Por un lado, las mujeres que oscilan entre los 35 y los 60 años, se refirieron al estudio. Como relata Ana, aunque tuvo la posibilidad de estudiar un tiempo, después no pudo continuar porque la situación económica de su familia no lo permitió. Sin embargo, fue enfática al mencionar que a sus hermanos varones sí les dieron estudio. Para su padre, seguirle dando estudio a su hija mujer era “botar la plata”. Como mencionaron algunas de ellas, “era suficiente con que aprendiéramos a firmar”. Por este motivo, la mayoría de las mujeres solo cursó hasta segundo grado de primaria y algunas lo hicieron hasta quinto. Abundan las historias al respecto. Así, las referencias al estudio siempre fueron expresadas desde la desigualdad en el acceso a la educación escolarizada que tuvieron los hombres y las mujeres en el hogar, y desde el sentimiento de frustración que generó en muchas de ellas el hecho de no haber podido seguir estudiando. Hoy, ellas expresan las luchas que han tenido que librar para lograr que sus hijas y sus hijos puedan tener la educación que ellas no tuvieron. Las mujeres también se refirieron a las labores que desempeñaban en su casa porque
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desde pequeñas empezaron a ayudar en los oficios del hogar: barrer, cocinar, cuidar a los hermanitos, tejer, entre otros. El aprendizaje de estas labores es considerado como una de las partes fundamentales del proceso educativo en el ámbito familiar. Al respecto se refirió Elisa, una mujer de aproximadamente 34 años, y quien actualmente representa a las mujeres de su resguardo en el Programa Mujer de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN. Elisa participó en el ejercicio de escritura de una carta contándole a una persona imaginaria cómo fue su vida durante la infancia. Ella lo recordó de la siguiente manera: Queridos tataranietos: me dirijo a ustedes para contarles la historia de mi vida. Yo, Elisa, su tatarabuela, nací en el cafetal de mi abuelo, un gran líder de mi vereda. Fui un bebé prematuro porque nací antes de tiempo cuando cumplí siete meses de gestación. Como era un bebé que solo medía 15 centímetros, en ese mismo día criaba una vaca y me envolvieron con la placenta de la vaca y me bañaron con la calostra que sacan la primera vez llena de sangre. Los que me han visto habían dicho que yo no crecía porque parecía una lombriz muy flaquita y pequeña y que en cualquier momento me podía morir. A los cinco años entré a estudiar a mi escuela. Desde los seis años me tocaba lavar los platos, ayudar a mi mamá en la cocina y atender mis tareas de la escuela. A los ocho años ya me tocaba atender los trabajadores que mi papá contrataba para que le ayudaran en la finca. Me acuerdo tanto que un día me dejaron con mi hermanito más pequeño haciendo unos fríjoles para el almuerzo pero como el plátano era muy duro para picar nosotros lo mascábamos y así cocinamos. A los nueve años me fui a estudiar a Caldono en un internado y allá terminé la primaria. A los diez años regresé a la casa para empezar mi bachiller pero la sorpresa que me llevé fue que mi mamá me mandó para Palmira, Valle, a trabajar con unos japoneses. Fue
muy duro para mí habituarme en ese espacio y además las comidas eran muy diferentes a la de nosotros. Eran comidas raras a las que uno no está acostumbrado. A los once años me llevaron a trabajar a otra casa de familia en Cali y ahí me quedé hasta los dieciséis años que regresé a mi casa y de donde yo hacía un aporte a mis padres para ayudarles a mis hermanitos. Entonces yo me formé en un espacio muy diferente, a los diecisiete me organicé con el padre de mis hijos que son dos hermosos a los cuales quiero mucho.
Los fragmentos sobre su vida, que aparecen plasmados en una carta de dos páginas, revelan detalles sobre su nacimiento, indican las labores a las que se dedicaba, las diferentes migraciones que hizo (primero a Caldono por motivos de estudio y luego a Palmira y Cali para trabajar en casas de familia) y el momento en el que decidió “organizarse”. Aunque la narración no especifica el motivo por el cual se fue a estudiar la primaria a un internado de Caldono, ni tampoco detalla la relación que mantuvo con su familia mientras estuvo allí, esta experiencia pareciera ser valorada de una manera más cercana y familiar a la que tuvo que enfrentarse posteriormente cuando se encontró con la “sorpresa” de que su mamá había decidido mandarla a Palmira, Valle del Cauca, a trabajar en la casa de unos japoneses. La valoración que hace Elisa de su experiencia como empleada doméstica en una casa de familia en Palmira como “muy dura” está vinculada con la “rareza” de la comida. La nostalgia sobre la vida en el territorio indígena en el que nació aparece ligada a extrañar la comida que allí se produce. En su caso, la dificultad en su proceso de migración a la ciudad está valorada en función de los nuevos sabores y productos que esta ofrece. La comida, entonces, se convierte en uno de los símbolos que marcan los límites de la frontera étnica entre indígenas y no indígenas, y es uno de los elementos a través de los cuales las mujeres nasa comparan su
Las referencias al estudio fueron expresadas desde la desigualdad en el acceso a la educación escolarizada, y desde el sentimiento de frustración que generó en muchas de ellas el hecho de no haber podido seguir estudiando. experiencia en la ciudad en relación con su experiencia en el campo. La mayoría de las historias de las mujeres nasa reconstruyen las redes de apoyo por parte de otras mujeres que habían migrado previamente a la ciudad para trabajar en casas de familia. Sus propias migraciones responden a dichas redes pues, por lo general, llegan recomendadas por alguna familiar, amiga o vecina. Sus experiencias de migración, sin embargo, hablan en profundidad sobre las relaciones jerárquicas, sexistas y de discriminación a las que se ven expuestas desempeñando dicho oficio en la ciudad. Como señala Manuela Camus para el caso de las mujeres indígenas en Guatemala, “como un empleo asociado a la modernización y a la migración rural-urbana en su precarización más extrema, es una forma laboral seudo servil, seudo colonial, seudo patriarcal, semi tutelar que se renueva en el contexto de la ciudad con patrones ideológicos de clase media” (2002, p. 323). La valoración sobre la migración de las mujeres nasa por familiares, amigas, amigos y vecinos que se mantienen en los territorios indígenas reviste dos formas: por una parte, las sitúa en una posición de prestigio en relación con quienes se quedan en los antiguos lugares de residencia; por otra, es fuertemente criticada y las mujeres que la experimentaron con frecuencia son señaladas de haber “perdido” la identidad cultural nasa. Durante la misma sesión, Elvia, otra mujer nasa, de aproximadamente 27 años, reconstruyó y compartió con el resto de las personas
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presentes algunos detalles que recuerda de su niñez: Mi mamá me cuenta que yo nací en la vereda El Crucero. Ella me esperaba con mucho amor porque yo era la segunda hija y ella ya tenía un hijo varón por eso quería una niña. Cuando nací ella me tuvo sola en una casa y ella dice que casi me muero y que ella se asustó mucho. Mi mamá me empezó a enseñar todos los quehaceres de la casa, desde que yo me acuerdo me tocó cuidar a mis hermanos que mi mamá tuvo después de mí. Yo era la que le cuidaba la dieta por eso yo perdía clases cuando yo estudiaba pero a pesar que me ausentaba de clases yo era buena en el estudio y no perdía el año. Estudié a mucho sacrificio porque mi papá no nos ayudaba económicamente. Siempre uno tiene que lidiar con la irresponsabilidad de los padres y por eso las mamás llevan toda la carga. Terminé el quinto, no pude estudiar más por falta de apoyo y me puse a trabajar en la finca como lo hacía mi mamá y empecé a ayudarla económicamente para que ella pudiera darles estudio a mis hermanitos y para comprar remesa. No teníamos una casa propia y nos echaban donde vivíamos. Cuando mi hermano creció entre los dos hicimos el esfuerzo de hacer una casa para nosotros y lo pudimos lograr. Luego nos vinimos a vivir a la vereda San Pedro. Cuando yo tuve trece años mi mamá me propuso que me fuera a trabajar a una casa de familia en Cali para que pudiera estudiar y no consiguiera marido tan joven. Yo acepté pero me aburrí a los tres meses y volví y me puse a estudiar acelerado, conseguí un novio pero mi mamá nunca me regañó, me aconsejó que no fuera a tener hijos tan joven pero yo no le hice caso y me embaracé. Como ella me había dicho, me dejaron sola con mi hija, sin embargo cuando la tuve seguí estudiando y llegué hasta noveno. Luego me retiré del colegio y me dediqué a sacar a mi hija adelante. Después tuve un varón.
En la narración de Elvia escuchamos una situación reiterada que genera un punto de
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encuentro y reconocimiento entre las mujeres alrededor de una experiencia compartida colectivamente: la “irresponsabilidad” de muchos de los padres, uno de los motivos a través de los cuales las mujeres explican la precariedad en las condiciones de vida de sus familias. La situación es tan recurrente que muchos de los casos de denuncias que las mujeres nasa realizan en el cabildo están relacionados con este hecho.
a las mujeres, también está asociado a la idea de que “ellas son más trabajadoras”, como señaló uno de los participantes varones de la escuela. Al compartir estas experiencias, Hilario, un hombre de aproximadamente 37 años, asiduo participante de la escuela de Corinto, interrumpió la sesión para contar su propia idea sobre el asunto: “Tengo algo que decir sobre mi educación. En secundaria, fueron once mujeres que salieron y ocho hombres. De esos ocho, siete estamos sin ninguna carrera y en cambio las mujeres todas terminaron una carrera”.
Según los relatos de muchas de las mujeres, para subsanar la “irresponsabilidad” del padre, es frecuente que la hermana mayor migre a la ciudad para apoyar económicamente a la madre que se quedó al cuidado del resto de los hijos e hijas. Migrar a los trece años, en el caso de Elvia, aparece vinculado no solo con ayudar a mantener económicamente a la familia a través de su trabajo como empleada doméstica en Cali, sino también surge como una pauta trazada por su madre para que “no consiguiera marido tan joven” y así evitara que “la abandonaran” con un hijo. Poco tiempo duró Elvia en la ciudad, según relata, pues se “aburrió” rápidamente y regresó. En contra de lo que le había aconsejado su mamá, consiguió un novio y “se embarazó” a los dieciséis años. Así como su padre había abandonado a su madre, situación que la llevó a aconsejarla para que no tuviera hijos tan joven, Elvia se refiere a su vida como una “historia repetida”: “como ella me había dicho, me dejaron sola con mi hijo”. Sin embargo, eso no impidió que siguiera estudiando hasta alcanzar el grado noveno.
Los estereotipos sobre los hombres y las mujeres nasa
Así como lo recuerdan las mujeres, en las historias narradas por los hombres también resuena la idea de que era a ellos a quienes los padres les daban estudio. Pero al valorar las capacidades de los hombres y las mujeres en el estudio, tanto los unos como las otras coincidieron en identificar la “responsabilidad” como una de las características que identifica a las mujeres. Este sentido de “responsabilidad” que se le atribuye de manera particular
En el marco de una de las actividades propuestas durante las escuelas, las y los participantes reflexionaron y discutieron sobre las diferencias entre hombres y mujeres. La discusión permitió identificar estereotipos de género que, en la mayoría de los casos, producen y reproducen relaciones de desigualdad. No podríamos afirmar que todos los estereotipos son negativos, ni que solo representan negativamente a las mujeres. Lo
En los resguardos nasa del norte del Cauca abundan las historias sobre los obstáculos que las mujeres han tenido históricamente para acceder a la educación escolarizada. Sin embargo, Hilario valora y visibiliza las habilidades, la responsabilidad y el compromiso que sus compañeras de estudio asumieron cuando estaban en la secundaria. “Sabían aprovechar la oportunidad” fue la expresión que utilizó después. Al resaltar esto, Hilario expresó varias diferencias que existen entre los hombres y las mujeres en relación con la habilidad, la responsabilidad y el compromiso. Su intervención y otras más que fueron excepcionales en el espacio de las escuelas, invitan a reflexionar en profundidad sobre las representaciones y los estereotipos que existen sobre los hombres y las mujeres nasa, asunto en el que me concentraré a continuación.
que sí es cierto es que en su mayoría producen y reproducen relaciones de discriminación contra las mujeres, reificando el poder ostentado históricamente por los hombres. Identificar estos estereotipos, reconocerlos y entender la manera en la que operan en nuestras relaciones cotidianas, hace parte de un ejercicio para pensar en las posibilidades para erradicar y transformar aquellos que continúan reproduciendo relaciones jerárquicas y desiguales entre hombres y mujeres. Como varios autores y autoras lo han advertido, estos estereotipos se instalan y circulan en la vida cotidiana, y se convierten en un “sentido común compartido” que produce una “verdad” a través de la cual las personas entendemos e interpretamos el mundo y nos ubicamos en él. Las diferencias fenotípicas y las características de “comportamiento” que las y los participantes de las escuelas les atribuyen a los hombres y a las mujeres, aparecen entretejidas y, muchas veces, sobrepuestas, para clasificar socialmente a las personas y ordenarlas jerárquicamente. Sensibles, obedientes, delicadas, trabajadoras, celosas, chismosas, fieles, comprensivas, tímidas, apasionadas, gritonas, pacientes y “dadoras de vida” son algunas de las características que les atribuyen a las mujeres nasa. Los hombres, por su parte, son definidos como bravos, fuertes, infieles, posesivos, irresponsables, mujeriegos, machistas, egoístas, entre otros. En cuanto a los roles, las mujeres aparecen desempeñándose como madres y trabajadoras, mientras que los hombres figuran como jefes, líderes, políticos y trabajadores. La división sexual del trabajo expresa una jerarquía entre ambos sexos y reafirma los lugares que están dispuestos y destinados para las mujeres y para los hombres. Al reflexionar sobre los oficios que realizan las mujeres, quienes participan en las escuelas parecen coincidir en que estas tienen más posibilidades que los hombres para conseguir empleo doméstico en “casas de familia”, como suelen decir.
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Al hablar sobre las ventajas y desventajas que consideran que existen por el hecho de ser hombre o ser mujer, hay dos de ellas que resaltan con fuerza: la capacidad para ser “dadoras de vida” de las mujeres y la poca libertad que tienen para salir solas porque no sienten que tienen la misma tranquilidad de la que gozan los hombres. De manera generalizada, el pueblo nasa valora como una ventaja la capacidad biológica de las mujeres para reproducirse y, así, la maternidad aparece como el rol fundamental que estas cumplen en la sociedad, como epítome de la feminidad y como marca identitaria de las mujeres indígenas. Entre los nasa, la maternidad es concebida como un hecho natural y la mujer es representada a partir de metáforas que asocian el carácter femenino de la madre tierra y su capacidad para alimentar a los seres. Culturalmente, este discurso y práctica política esencializa las identidades femeninas y mantiene vigente la responsabilidad otorgada a las mujeres como reproductoras y guardianas de la cultura, perpetuando uno de los pilares fundamentales de la dominación masculina: el control de los hombres sobre la capacidad de reproducción biológica y cultural de las mujeres. En los diferentes espacios de las escuelas, la mayoría de las mujeres coincidió en que uno de los comportamientos de los hombres que más las afecta es que “toman mucho y le pegan a la mujer”. Las mujeres también enfatizan en que los hombres tienen más posibilidades para acceder a la educación, para “asumir cargos” y para expresarse en público.
Sensibles, obedientes, delicadas, trabajadoras, celosas, chismosas, fieles, comprensivas, tímidas, apasionadas, gritonas, pacientes y “dadoras de vida” son algunas de las características que les atribuyen a las mujeres nasa. 122 Informes especiales
Las mujeres de las escuelas, y algunos de los hombres que participan, definen las identidades femeninas y masculinas a partir de diferencias no cuestionadas, incorporadas y naturalizadas que orientan sus acciones cotidianas. Lo que es claro acá es que el género permea la definición y la identidad de los hombres y las mujeres, estructurando una relación jerárquica y desigual que perpetúa la posición de subordinación de las mujeres frente a los hombres. Son precisamente estas representaciones las que generan las condiciones de producción, reproducción y legitimación de las violencias contra las mujeres. Sin embargo, vale la pena detenerse en otros asuntos que se desprenden de las reflexiones suscitadas en las escuelas. . La mayoría de las características atribuidas a los hombres son valoradas como negativas. Estas características se mueven en dos campos fundamentales: el laboral y el de la sexualidad. En el plano del trabajo, mientras que las mujeres resaltan su capacidad para trabajar, ahorrar y ser responsables, a los hombres se les interpela por su irresponsabilidad. Resulta muy sugerente, además, que la mayoría de los hombres que participan en las escuelas han reiterado en varias ocasiones la disposición y capacidad de las mujeres para el trabajo, reconociendo además que este no es igualmente valorado que el de los hombres ni tampoco igualmente remunerado. En el plano de la sexualidad, la imagen de las mujeres fieles y celosas contrasta con la de los hombres infieles, posesivos y violentos cada vez que se emborrachan. La característica que le atribuyen tanto a hombres como a mujeres son los celos. En las escuelas, las referencias a los celos como desencadenantes de las violencias hacia las mujeres fueron constantes. Por lo general, al referirse a estas situaciones, las mujeres participantes señalaron varios momentos en sus vidas en los que sus parejas limitaron sus salidas aduciendo que si salían era porque iban a encontrarse
con “el mozo”, nombre con el que los nasa se refieren comúnmente a la persona con la que se comete una infidelidad. Estas salidas incluían, sobre todo, su participación en espacios de formación política, en asambleas comunitarias, en congresos de la organización, entre otros. Fue común también escuchar que este discurso era usado por sus padres y madres durante su infancia y adolescencia para restringir y limitar el deseo de estudiar de las mujeres. En una oportunidad, una de las mujeres señaló: “mi papá me decía que quería ir a estudiar era porque quería aprender a escribirle cartas al novio y que para eso era mejor que no fuera”. El control sobre la sexualidad femenina atraviesa las prácticas y los discursos de los hombres y, a la vez, es compartido, defendido y custodiado por muchas mujeres, tanto jóvenes como adultas, como mostraré a continuación.
La performatividad de las violencias en los chistes y refranes Con la intención de continuar reflexionando acerca de las imágenes y representaciones sobre los hombres y las mujeres nasa (así como de las relaciones entre ambos), y la manera como operan en sus vidas cotidianas, propusimos, en una de las sesiones de las escuelas, realizar una recopilación de los chistes y refranes que circulan sobre ellas y ellos en los resguardos del norte del Cauca. Su identificación y análisis nos puede ayudar a entender cómo se estructuran los roles de género y cómo se definen los parámetros de las conductas aceptadas y no aceptadas. Los chistes y los refranes expresan los sentidos comunes compartidos que construimos sobre la realidad que vivimos, las relaciones que establecemos y las maneras como vemos y entendemos el mundo. Estos son fundamentales en los procesos de socialización de los niños y las niñas, así como de las mujeres y los hombres jóvenes y adultos. Los temas y las situaciones a las que aluden son variados,
los personajes que evocan son disímiles, las estrategias comunicativas y los escenarios en los que estas se despliegan también son diferentes. Su eficacia radica en que las imágenes que producen y recrean reproducen los sistemas de clasificación que ordenan nuestro mundo. A través del humor y la jocosidad, los chistes y los refranes producen y legitiman roles, actitudes, formas de actuar y maneras de ver el mundo y las personas que están en él. Su circulación y continua reiteración desarrollan una especie de “conciencia práctica”, en el sentido propuesto por Giddens, pues regulan ciertos modos de ser y hacer en los contextos donde interactuamos cotidianamente. Así, su presencia y persistencia habla del poder que tienen a la hora de mantener un orden social jerárquico. Como construcciones sociales y culturales, los chistes y los refranes adquieren sus sentidos y significados en el contexto en los que estos son producidos, difundidos y legitimados. Rastrear el origen de un chiste o de un refrán, por lo general, resulta una tarea imposible. Se instalan de tal manera en la vida cotidiana de la gente que aparecen como si fueran “de siempre”, como solían mencionar las y los estudiantes de las escuelas. A continuación mostramos algunos de los que pudimos identificar: 1. Esa mujer es una chiva. 2. Las partes del brazo de una mujer: brazo, antebrazo, mano y escoba. 3. Deje que pegue que pa´eso es marido. 4. El que monta, manda. 5. Las mujeres en la casa y los hombres con el costal para la plaza. 6. Vaca ladrona nunca olvida portillo. 7. Mujer borracha afloja la cucaracha. 8. Usted no lo manda, yo soy el que se lo mando. 9. La percudida de la casa. 10. La mantequera.
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En varias oportunidades, mientras las personas que participaban en las escuelas recordaban y compartían los chistes y refranes que conocían sobre los hombres y las mujeres, se escuchaban carcajadas. Varias personas apuntaron que estos comentarios “siempre se hacían en recocha”, pero que pocas veces se habían detenido a reflexionar sobre sus significados. Las imágenes y representaciones que circulan en los chistes y refranes dan cuenta de las desigualdades de género que estructuran las relaciones entre hombres y mujeres nasa del norte del Cauca. Estos definen identidades (el ser), mandatan prácticas (el hacer) y pautan los espacios que ocupan los hombres y las mujeres. Los campos a los que alude son: la sexualidad, el trabajo y la violencia. En este sentido, las imágenes que definen cómo son las mujeres oscilan entre el ser “una vagabunda que se monta a todo el mundo”, como lo expresa el refrán “esa mujer es una chiva”, hasta “una brincona o bien chiva que siempre sale a la calle y engaña al marido”, como lo indica el refrán de “vaca ladrona nunca olvida portillo”. También el refrán “mujer borracha afloja la cucaracha” pone el acento en el comportamiento sexual de las mujeres. Por su parte, no encontramos un chiste o refrán que explícitamente hablara sobre el “ser” hombre, pues la mayoría de estos se refieren a lo que hacen los hombres, como lo sentencia la expresión “el que monta manda”. Las ideas sobre el “hacer” de las mujeres están recogidas en el chiste sobre las partes del brazo de una mujer: brazo, antebrazo, mano y escoba, señalando que la mujer es la encargada de los oficios domésticos. También aparecen expresadas en un refrán que legitima la violencia de los hombres contra las mujeres; este resulta eficaz en la medida en que resalta las condiciones de posibilidad del ejercicio de la violencia a través de su capacidad para ser sujetos activos dada su condición de
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maridos, mientras que refuerza la pasividad de las mujeres por su condición de esposas, como lo indica la expresión “dejá que pegue que pa´eso es marido”. Lo que llama la atención es que opera como un mandato, o una especie de consejo que da una mujer mayor a otra, como señalaron las personas participantes de las escuelas. Los chistes y refranes también se refieren a los espacios que ocupan los hombres y las mujeres, y las actividades asociadas a estos, como indica el enunciado: “las mujeres en la casa y los hombres con el costal para la plaza”. Otras imágenes, que no son ni chistes ni refranes, también dan cuenta de cómo son representadas las mujeres y los espacios que deben ocupar: “la percudida de la casa” y “la mantequera”, indicando que su lugar en la casa, además, es la cocina. La mayoría de los chistes y refranes representan de manera desigual los comportamientos sexuales de las mujeres y los hombres, reafirmando que estos últimos tienen el poder y el control sobre los cuerpos de las mujeres y legitimando los usos y abusos sobre ellos. Las representaciones y los estereotipos de género se producen, se ponen a circular y se legitiman a través de los chistes y refranes, lo cual revela el poder de este tipo de discurso que logra producir lo que enuncia mientras construye una realidad social y cultural signada por la heterosexualidad (cfr. Butler, 2001). Estos estereotipos crean las condiciones que producen y reproducen las desigualdades de género, y se convierten en factores determinantes a la hora de entender cómo se estructuran y operan las violencias hacia las mujeres, como lo exploro a continuación.
Algunas situaciones que generan desarmonía en la vida de las mujeres nasa: los cambios en la menstruación y la planificación familiar En un taller donde discutimos sobre las situaciones que generan desarmonía en la vida
de las mujeres, las y los participantes se dividieron en tres grupos, dialogaron durante dos horas y después presentaron sus reflexiones y análisis en plenaria al resto del grupo. Todos los grupos coincidieron en señalar que dichas situaciones son: el maltrato verbal y físico contra las mujeres en el hogar, los embarazos no deseados a temprana edad, los estados de embriaguez de los compañeros que desembocan en situaciones de violencia hacia las mujeres, la violencia sexual, la irresponsabilidad de los hombres, la infidelidad, la alimentación, los cambios en la menstruación, la presencia de los actores armados en el territorio, quienes son también responsables de casos de violencia sexual contra las mujeres nasa, y cuyas acciones han generado transformaciones en los trabajos y las actividades cotidianas que las mujeres solían realizar como ir al río o a zonas alejadas de la comunidad para recolectar, entre otros. La tallerista indagó por el tema de la menstruación, porque no quedaba muy claro en qué sentido desarmonizaba la vida de las mujeres. Una de ellas señaló: Hay cambios de en la menstruación y eso es responsabilidad de las madres porque no hay conciencia con las hijas. Antes era tratado de manera diferente. Se hacían prácticas culturales vinculadas con esto y eso es lo que hemos ido perdiendo. Por eso es que hay desequilibrio y falta de armonía entre la pareja y enfermedades de las mujeres. Las madres ya no dialogan con las hijas y esto hace que no haya control y pueden darse embarazos no deseados. La primera menstruación ahora llega antes respecto a lo que pasaba antes. Y esto es debido sobre todo al cambio de alimentación.
En la explicación de Ana, los cambios en la menstruación son atribuidos a las transformaciones en la alimentación. En su línea argumentativa, la “pérdida” de las prácticas culturales asociadas a la llegada de la primera menstruación tienen una figura responsable: la madre. En esta narración, los tiempos apa-
recen cifrados en un antes y un después, marcados por un presente donde dichas prácticas culturales se han perdido y han traído como consecuencia la desarmonía en la vida de las mujeres y de las parejas. Impactada por el tono de acuerdo que parecían manifestar todas y todos los participantes de la sesión, y una vez los tres grupos terminaron de socializar sus reflexiones, una de las compañeras se dirigió al resto y señaló que los tres habían incurrido en un error y preguntó: “¿El tema de las menstruaciones es solo de las mujeres o también los hombres pueden participar a este aspecto de la educación? Porque según esta visión solo las mujeres son responsables de la educación”. En su intervención, Carmen interpela a los hombres y a las mujeres sobre la figura en la que recae la responsabilidad de la educación de las hijas y los hijos. Cuando la responsabilidad sobre la “pérdida” de las prácticas culturales realizadas para la llegada de la menstruación recae sobre la madre, y cuando esta “pérdida” genera desequilibrios y desarmonías, las madres en particular, y las mujeres, en general, terminan siendo señaladas como las responsables de las propias desarmonías que viven en sus vidas. El cuestionamiento que le plantea la compañera al grupo tiene una doble vía: por un lado, lo interpela sobre una idea que permea la cultura nasa: que la procreación, la crianza y el cuidado de los hijos e hijas, como epítomes de la feminidad, son responsabilidad de las mujeres, que son ellas las “guardianas de la cultura”. Y, por el otro, que las mujeres son responsables de las desarmonías que viven en sus vidas. En el marco de esta reflexión, Jorge, un hombre de aproximadamente 37 años y habitante de una de las veredas del resguardo de Corinto, se refirió a la “conciencia” que hoy en día han asumido los hombres frente a algunos temas que antes solo recaían sobre las mujeres. Particularmente, profundizó en los embarazos. Al respecto, dijo:
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En este momento muchos de nosotros estamos tomando conciencia, antes siempre se daba la culpa a la mujeres del embarazo, hoy muchos piensan en el aumento de la familia y no quieren que el apellido se acabe, sobre todo en la parte alta del resguardo. En la parte baja ya se habla más de tomar conciencia y se dice que máximo dos o tres hijos.
El lugar al que hace referencia Jorge es el resguardo. Su clasificación parte de distinguir entre la “parte alta” y la “parte baja”. Esta distinción explica el grado de “conciencia” de los hombres frente a los embarazos de las mujeres, el cual varía, siguiendo su explicación geográfica, dependiendo de la cercanía o no al casco urbano del municipio de Corinto. Esto, sin duda alguna, está vinculado con la participación de las mujeres entre los 17 y los 30 años en los procesos de capacitación sobre derechos sexuales y reproductivos, como varias de ellas lo hicieron saber. Sin embargo, la idea de Jorge sobre la mayor “conciencia” de los hombres es cuestionada por otro compañero más adulto, a quien se refieren como “mayor”, lo cual revela diferencias generacionales: Antes no se pensaba en la planificación, si aumentaba la familia era una forma de controlar el territorio. Por esto hay familias que son 20 hijos. Ahora, a raíz de las múltiples capacitaciones que se han dado, se han venido capacitando tanto a niñas y niños para que no se tengan tantos hijos. Esta fue una estrategia del estado. Si nosotros lo hubiéramos hecho antes, ya estuviéramos extinguidos. Ahora nosotros estamos equivocados. Uno de los compañeros que fue uno de los promotores de la planificación, ahora se arrepiente y dice que fue una estrategia para ir reduciendo el número de los nasa.
En esta narración, la planificación familiar asoma como una estrategia del estado para reducir al pueblo nasa. El tiempo aparece cifrado entre un antes en el que “no se pensaba en la planificación”, lo cual aseguró la pervivencia del pueblo nasa, y un ahora en el
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que “estamos equivocados” por estar planificando. Frente a esta intervención, Flor, una mujer de aproximadamente 33 años, señaló: Más que todo se dice que la planificación es prejuicio (sic) para la salud. Son siempre las mujeres que tenemos que planear (sic), nunca los hombres. Mi hija no planeó bien y quedó embarazada y el marido le echó la culpa. Antes no había esta forma de planeación, antes había otros métodos sin todos estos químicos. Pero ahora el hombre dice todo el tiempo “usted es la culpable” y se saca de la responsabilidad de los hijos.
Los efectos nocivos que generan los métodos para la planificación familiar que se usan actualmente ocupan un lugar central en la narración de Flor. Su intervención cuestiona el hecho de que sean solo las mujeres quienes tienen que “planear” y que, para completar, terminen siendo culpadas por no hacerlo. Al contar una experiencia de su vida personal, Flor comparte con las otras personas presentes las implicaciones de no “planear” pues, como mencionó, “mi hija no planeó y quedó embarazada”. Sin embargo, el énfasis de su intervención es que “el marido le echó la culpa” por haber quedado embarazada. El tono en el que Flor comparte su experiencia revela la manera en la que valora la situación (calificándola de “un descaro”), y lo que este señalamiento de culpabilidad de los hombres hacia las mujeres permite: que el hombre se “saca de la responsabilidad de los hijos”. Lo que pudimos encontrar en la mayoría de las sesiones de la escuela es que las percepciones sobre los métodos de planificación son muy variadas y, muchas veces, contrapuestas. Sin embargo, es necesario seguir profundizando en este tema. Por ahora, avanzaré en otra de las situaciones que desarmoniza la vida de las mujeres nasa y que apareció de manera recurrente en todos los encuentros: las violencias.
“Nuestras historias hablan de las violencias que hemos vivido” Para las mujeres nasa, las diferentes violencias que viven en su cotidianidad “desarmonizan” sus vidas y las de sus familias. Al reflexionar sobre estas situaciones aparecen de manera relevante: el maltrato verbal, físico y psicológico por parte de los compañeros sentimentales o “maridos”, la infidelidad, la irresponsabilidad, los embarazos no deseados, las violencias cometidas por parte de los actores armados, la desconfianza de la pareja, el irrespeto, el desequilibrio familiar, la discriminación, las dificultades económicas y los obstáculos que existen para lograr que los hijos e hijas puedan acceder a la educación. En pocas ocasiones las mujeres definieron las situaciones que vivían como violencia. Por el contrario, en la mayoría de las oportunidades se refirieron a estas como maltrato. Gran parte de las mujeres señaló que este no se basa solo en los insultos sino en todas las ocasiones en las que sus ideas y opiniones no son tenidas en cuenta para la toma de decisiones en el hogar. También la infidelidad, los celos y el alcohol como desencadenantes de las violencias que viven las mujeres aparecieron como situaciones que desarmonizan sus vidas. Al respecto, se manifestó de manera enfática que no se debería castigar la infidelidad sino la irresponsabilidad. Frente a los embarazos no deseados, en varias oportunidades y escenarios las mujeres manifestaron que estos se presentan sobre todo en el caso de las mujeres jóvenes; otros son producto de violaciones por parte de sus parejas, pero en otras ocasiones son el resultado de la poca preocupación que manifiestan los hombres frente a la planificación familiar. Por lo general, son las mujeres quienes más se ocupan de estos asuntos. Cuando en algunas oportunidades las mujeres se refirieron a las violencias ejercidas por parte de los actores armados, señalaron que
¿El tema de las menstruaciones es solo de las mujeres o también los hombres pueden participar a este aspecto de la educación? Porque según esta visión solo las mujeres son responsables de la educación. estas han generado miedo y han provocado cambios en las prácticas espaciales y en los trabajos que ellas hacían antes. Por ejemplo, las idas al río o a recolectar en zonas alejadas de la comunidad dejaron de ser prácticas frecuentes entre las mujeres nasa del norte del Cauca. Las imágenes sobre las violencias en la vida cotidiana están impresas en las memorias de las mujeres nasa. Trayectorias entretejidas y atravesadas por las diferentes formas de violencias que han vivido a lo largo de sus vidas y de sus cuerpos, mentes, deseos y sentimientos. Al hablar sobre las violencias, la ráfaga de recuerdos, silencios y olvidos se hace presente. Son “marcas” que hablan no de las violencias ejercidas por los otros, los actores armados en conflicto, sino por los más cercanos: el padre, el compañero o marido, el novio, el tío, el primo y hasta el abuelo. La mayoría de mujeres nasa coincide en que “todavía hay cosas que a uno todavía lo tocan, le duelen”. Al respecto, se refirió con voz entrecortada una mujer nasa, Julia, proveniente del resguardo de Jambaló, y quien compartió fragmentos de su historia de vida durante un taller de la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”: Algunas cosas a uno todavía lo tocan, le duelen. La vida está llena de cosas buenas y negativas. Para poder estar en este espacio a mí me costó mucho. Venía de una familia donde decían que las mujeres no debíamos estudiar, que éramos para tener hijos y marido. Y después porque me conseguí un compañero que lo humillaba a uno todas
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las veces. Uno como que le dicen eso y se cree el cuento. Entonces esos espacios así lo van marcando a uno. Para mí fue muy difícil salir de esas dos cosas. Más que todo mi mamá me decía que uno debía obedecerle al marido, cocinarle, lavarle, no alzarle la voz. Entonces uno cree que eso es lo que tiene que hacer.
El espacio al que Julia se refiere no se limita a la escuela en la que participa durante la sesión, sino al “espacio” de liderazgo que ocupa actualmente como miembro del Programa Mujer a nivel zonal. Su valoración está definida en términos del costo que implicó para ella “poder estar”. Su mamá le decía que debía “obedecerle al marido, cocinarle, lavarle y no alzarle la voz”, a la vez que alimentaba la idea de que las mujeres no debían estudiar sino que eran “para tener hijos y marido”. Las indicaciones sobre su destino estaban pautadas de antemano por su madre, quien se encargó de reiterarlo a lo largo de su vida. Lo mismo sucedió con sus hermanas. “Conseguir el marido”, sin embargo, no transformó la situación pues la convirtió en objeto de múltiples humillaciones. La idea de su “predestinación” a los hijos, al marido y a las violencias, creada por su madre durante su niñez y juventud, fue reforzada posteriormente por su marido a través de la reiteración de las humillaciones y los maltratos. La frase: “A uno le dicen eso y como que uno se lo cree” muestra la manera como las mujeres incorporan las violencias físicas y psicológicas pues “así lo van marcando a uno”. Expresa, a la vez, que los niveles del “creer” configuran las posibilidades para salir o no de allí. Una vez en el círculo, parece inevitable salir, como lo expresó previamente Julia. Guardar silencio, guardar las penas y creer que las merece hace parte de la vida de muchas mujeres que han compartido algunos fragmentos de sus vidas. Las situaciones y condiciones vividas por Julia fueron mencionadas en casi todas las sesiones del diplomado y de la escuela, o en las entrevistas que realizó el equipo de la Casa
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de Pensamiento, Programa Mujer y la Corporación Ensayos con las mujeres tanto en las escuelas como fuera de ellas. Durante una sesión de la escuela en el cabildo de Pueblo Nuevo - Ceral, Nancy, una mujer de 46 años aproximadamente, y líder en su resguardo, compartió con otras mujeres algunos retazos de su vida. Empezó por recordar que “en el tiempo de nosotros, hace 30 años, no teníamos los espacios de formación”. Al referirse al estudio, cuenta que su mamá desconfiaba de los hombres, incluidos sus hermanos, y que por ese motivo no la mandaba a la escuela para que “no me fueran a violar”, como indicó. Su hermano mayor era un asiduo participante de las reuniones comunitarias y a él se le pegaba “como si fuera garrapata” cuando era pequeña. Las imágenes sobre la “ruanita” de ovejo que le ponía en el piso para que se durmiera debajo de la mesa mientras él participaba en las reuniones no se hicieron esperar. Recordaba entonces que “mientras iba creciendo, cada vez me volvía más cansona y le preguntaba cosas a mi hermano en nasayuwe, porque yo español no sabía hablar”.
sistió en que se fuera para la capital. Allí fue donde aprendió español, en un colegio de monjas. Aun cuando Nancy no profundizó demasiado en su vida en Bogotá, el motivo por el que se fue y a dónde llegó, sí mencionó que poco a poco se le fue haciendo más difícil hablar el nasayuwe, aunque nunca dejó de entenderlo. También mencionó que no alcanzó a terminar el bachillerato. Cuando regresó al resguardo, aproximadamente en el año 1991, muchas cosas estaban por cambiar para los pueblos indígenas. O así, por lo menos, queda registrado en su relato. Sobre su regreso, la relación con su madre y la “conseguida de marido”, Nancy apuntó:
Fue él quien insistió en que debía ir a estudiar. Pisó la escuela como a los siete años. Mientras hablaba, dudaba un poco sobre la edad exacta que tenía, hizo una cuenta rápida y reiteró que fue a los siete años. Eran tres largas horas de ida y otras tres de regreso “andando” por las trochas de su resguardo, ubicado en la “parte alta” de la cordillera. Cuando estaba cursando segundo de primaria sus hermanos se retiraron de la escuela y ella no siguió estudiando porque ya no la podían “mandar”. “Hasta ahí llegó el estudio”, señaló con fuerza. Tampoco muchos esfuerzos se hicieron porque, según su papá, no había motivo ni justificación para que estudiara: “mi papá decía que uno para criar hijos no había necesidad de estudio”.
Yo regresé como en el 91 para acá. Entonces comencé a hablar con mi familia. Yo no había terminado el bachiller y yo era madre ya porque aquí lo primero que hice fue conseguir marido y hasta allí llegó el estudio y todo. Sin embargo, comencé a asistir a las diferentes reuniones. Pero yo era la oveja negra de mi familia: yo no me dejaba. Mi mamá era evangélica y ella decía que yo estaba con los demonios que se habían apoderado de mí. Yo donde estaban los hombres estaba ahí metida, me decían que yo era marimacho. Porque a mí no me gustaba cocinar, no soy mujer de casa. Yo me iba a volear machete con mi papá, toda mi vida yo había estado por fuera de la casa. Y también me decían mis hermanos y siempre me ponían esa mala fama que un muchacho se arrimaba y le decían a los muchachos que yo era una mujer perezosa, una mujer haragana, según ellos. A pesar de esa campaña, conseguí marido. Tuve mis hijos, ya tenía que lavar ropa, cocinar, mi exmarido tenía 32 trabajadores diarios. Noooo, eso me fue […] pero mi mamá siempre ella salió más con mi exmarido entonces cuando teníamos un problema me echaba la culpa porque yo como era disque tan perezosa no hacía lo que él me mandaba.
A los 12 años, según mencionó, tuvo la oportunidad de “salirse” del resguardo e irse para Bogotá. Fue también su hermano quien in-
Escuchamos decir de Nancy que era reconocida como “la oveja negra de la familia” y fue identificada como “marimacho” por las
personas que la rodeaban. La figura de “marimacho” es una construcción cultural de género que se le atribuye a una mujer que tiene comportamientos de hombre, descalificándola por “no ser femenina”. Primero su mamá, y después sus hermanos, se encargaron de hacerle fama de perezosa y haragana por “no ser una mujer de casa” a quien no le gustaba cocinar y quien, por el contrario, prefería salir a “voliar” machete. Hasta ese momento, Nancy transgredió los roles que le habían sido asignados por el hecho de ser mujer. En el norte del Cauca, como en muchos otros lugares indígenas y no indígenas, la socialización de las mujeres está atravesada por las tareas que debe aprender a desempeñar para formar una familia. Las posibilidades de que esto ocurra están valoradas en función de sus capacidades para realizar dichos oficios. A la hora de “conseguir marido”, una “campaña” como la que le hicieron a Nancy podría haberle jugado una mala pasada, frustrando todo aquello para lo que había sido preparada. Sin embargo, en contra de todos los pronósticos, ella lo hizo. En su relato, “conseguir marido” aparece casi como un logro y, para ella, una gran hazaña. Como reiteró en varias oportunidades, “hasta ahí llegó el estudio”, tuvo sus hijos y se vio en la necesidad de cumplir con lo que parecía un mandato: lavar ropa, cocinar, cuidar a los hijos, atender al marido y hasta a sus 32 trabajadores. Así como le ocurrió a Julia, Nancy y muchas mujeres más enfatizaron en el papel que jugaron sus propias madres en sus relaciones de pareja: todas las culparon por los problemas que surgían con sus maridos en la vida cotidiana. Como señaló Nancy, “cuando teníamos un problema, ella me echaba la culpa porque como era disque tan perezosa no hacía lo que él me mandaba”.
“Romper con eso es muy difícil” “Romper con eso es muy difícil”, prosiguió Julia en una de las sesiones de la escuela
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que tuvo lugar en el resguardo de Munchique – Los Tigres. Todas las personas presentes siguieron con atención su relato. Ante la voz entrecortada de Julia y los momentos en los que tuvo que interrumpir para tomar el aire que le faltaba, las personas presentes se mantuvieron en silencio. Una de las mujeres se paró y le apretó la mano con fuerza. Poco tiempo después, ella continuó: A pesar de que venía de un espacio así tenía una fuerza muy impresionante y yo dije: “si eso es así, yo prefiero separarme”. Él siempre llegaba borracho. En ese tiempo en mi vereda tomaban de viernes a martes y cuando llegaba el día martes sin un peso y con hambre, entonces se agarraba con uno diciendo que uno no hacía nada y lo golpeaba a uno. Yo estaba en la casa con los hijos, tratando de buscar revuelto para darles de comer. Cuando ya tomé una decisión y fue como que uno como que está ciego o como que le han puesto una venda y uno no ve más allá. Pero hay gente en la vereda que le dice a uno que uno puede. Y me animaron a estudiar. Yo cuando era pequeña siempre quise estudiar. Y entonces yo dije: “pues me voy a poner a estudiar”. Cuando yo le dije a él que no quería vivir con él, yo no pensé ni en mis hijos, yo tengo cinco hijos, pero yo pensé en mí. Ellos estaban pequeños y si ellos ven todo esto ellos van a repetir todo esto. Los golpes hasta los he olvidado pero las palabras no. De ahí comencé y llamé a mi mamá y hermanos y les dije que iba a separarme. Les dije: “a mí me duele por los muchachos pero para vivir así es mejor que no”. Uno de qué le sirve seguir con la persona si uno no vive bien, siempre pegando.
En pocas ocasiones las mujeres definieron las situaciones que vivían como violencia. Por el contrario, en la mayoría de las oportunidades se refirieron a estas como maltrato. 130 Informes especiales
Yo les dije que me separaba. Mis hermanos eran jóvenes y no se metieron. Mi mamá me dijo que por qué me separaba, que quién iba a trabajar. Estando con él faltaban tantas cosas entonces separarse no iba a ser muy diferente.
Julia cuenta la historia en primera persona. Es su historia, la que guarda en su memoria y pone a circular con las demás compañeras y compañeros presentes. Compartirla hace parte de su propio proceso de “sanar las heridas”, como comentó en otra oportunidad. Antes, según recuerda, cada vez que se sumergía en sus recuerdos, no podía parar de llorar. “Mi dolor seguía ahí, como que no lo superaba, y eso que ya habían pasado años”, señaló. Pero hoy, las lágrimas ya no se asoman a borbotones como solían hacerlo. Su relato habla sobre los conflictos que tenía con su pareja, atravesados por las borracheras y los golpes que esta desencadenaba. También se detiene en el momento en que decidió “romper lo que parecía difícil”. Las imágenes de “estar ciego” y “tener una venda en los ojos”, que no le permitían ver más allá, hablan sobre el tránsito entre el no ver y el ver. Ver que la vida que llevaba no la hacía feliz, que su pareja la humillaba tanto que ella había llegado a creer que no valía nada, que no hacía nada, como él frecuentemente se lo insinuaba. Dicha “humillación” nunca logró quebrantar la fuerza que sentía, que fue precisamente la que la llevó a tomar una decisión: “si eso es así, yo prefiero separarme”, mencionó con fuerza. “Romper” y “quitarse la venda de los ojos” definen el momento en el que decidió actuar y ponerle fin a la “mala vida”. La decisión de separarse está vinculada con sus sucesivos conflictos de pareja. Su referencia a la “ceguera” que la mantuvo durante más de diez años en esta situación la llevó a preguntarse en voz alta: “¿por qué las mujeres aguantamos tanto?” “Aguantar” aparece con frecuencia en el lenguaje local usado por las mujeres. La capacidad para “aguantar”, en una de sus más frecuentes acepciones,
indica una cualidad altamente valorada. Es común escuchar que las madres promueven y fomentan en sus hijas la capacidad para el “aguante”. En la jerga local, “aguantar” parece adquirir dos sentidos: por una parte, resalta el valor de la fortaleza para asumir y afrontar las situaciones de la vida tal cual se presenten, y, por otra parte, expresa una actitud de pasividad de las mujeres que es interpelada por la misma Julia, quien se pregunta a sí misma y a las otras el motivo de su “aguante”. En la narración, cuando la madre de Julia cuestiona su decisión de separarse aparece explícita su preocupación: “¿y ahora quién va a trabajar?” Al parecer, uno de los motivos que produce y explica el “aguante” de las mujeres está relacionado con el papel que cumple el hombre como proveedor del hogar. Sin embargo, así como lo señala Julia, y como lo reiteraron varias mujeres más, son ellas quienes tienen que “rebuscar” para alimentar a los hijos. Recordó, entonces, lo que había pensado en ese momento: “estando con él faltaban tantas cosas que separarse no iba a ser muy diferente”. No fue muy diferente en el caso de Nancy, quien se sumergió en sus recuerdos para referirse a su mamá: “Mi mamá tenía un vicio de decir que nosotras las mujeres cuando conseguíamos marido éramos como las mulas vendidas que teníamos que morir en las manos de él”. La comparación entre las mujeres y las mulas, atravesada por una relación monetaria donde ambas son compradas en función de su nivel de obediencia, resalta en la narración de Nancy. Ella contó que su mamá con frecuencia la amenazaba con llevarla al cabildo para que la fuetearan si se separaba. Al reflexionar al respecto, Nancy menciona que “en esa época el cabildo le hacía mucho caso a los papás, y uno a los papás, así uno fuera casado y con hijos”. Frente a esta amenaza, y ante la “mala vida” que llevaba, Nancy acudió a uno de sus tíos. Sobre él, cuenta que solo tuvo hijas mujeres, todas estudiadas y madres solteras. En su tío
encontró las palabras y el consejo que quería y necesitaba escuchar, porque según recuerda, fueron sus palabras las que la alentaron a tomar la decisión de separarse pues él le dijo: “sepárese y póngase a estudiar”. Él fue a hablar con su mamá y le dijo que ser madre soltera no era una vergüenza, le mencionó a sus propias hijas señalando que eran unas “verracas” y que habían salido adelante solas. Pero que para eso necesitaban el apoyo de unos padres comprensivos. Con voz animada y fuerte, Nancy señaló: “Y claro, al otro día me separé”. La decisión de separarse trajo consigo nuevos rumbos y caminos que Julia y Nancy habían interrumpido. Sus estudios se habían quedado hasta tercero y quinto de primaria, así que los retomaron. Las potentes imágenes sobre las jornadas de caminata que tenían que hacer diariamente para llegar al lugar de estudio, así como el apoyo que recibieron de sus compañeros, compañeras y profesores hacen parte de sus recuerdos. Después del estudio vino su inserción en los espacios comunitarios del cabildo, su frecuente participación en las asambleas y espacios de formación política de la organización. La vinculación de estas dos mujeres, así como la de la mayoría de las mujeres que participaron en las escuelas locales del Programa Mujer, o en otros espacios de formación política aparecen como un punto de quiebre en sus historias de vida, pues son señalados cuando valoran la manera como sus vidas cambiaron en relación con la violencia. El estudio, históricamente negado para las mujeres en general, y para las mujeres nasa en particular, es uno de los nudos a través de los cuales las mujeres explican y entretejen la transformación de sus vidas atravesadas por las violencias.
La violencia sexual en la vida de las mujeres nasa La violencia sexual atraviesa la vida de las mujeres nasa. Las historias sobre su ocurren-
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cia en los territorios del norte del Cauca son frecuentes. Podría uno pensar que por ser un escenario donde el conflicto armado golpea tan fuerte, quienes la ejercen son los actores armados. Efectivamente, esto también sucede, aunque el nivel de registro y denuncia todavía es muy bajo, como lo reiteraron las mujeres indígenas durante el Primer Encuentro Internacional de Mujeres Indígenas convocado por las mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN en 2011. Lo que sorprende es que esta violencia se presenta en menor proporción de la que ocurre por parte de los comuneros indígenas. Así lo hicieron saber las mujeres nasa tanto en las escuelas locales como fuera de ellas. Varias mujeres, en diferentes oportunidades, recordaron que sus madres no las dejaban salir con otros hombres, incluidos sus hermanos, porque siempre tenían el temor de que pudieran violarlas. Las restricciones sobre la cercanía corporal de las niñas con alguno de sus familiares hombres, incluido el padre, eran (y lo siguen siendo) frecuentes: no sentarse en las piernas, no abrazar, no dar muchas muestras de afecto corporal. La madre, en la mayoría de los casos, era quien se encargaba de establecer estas regulaciones. Al reflexionar sobre la recurrencia de eventos de violencia sexual en los resguardos nasa, en varias oportunidades las mujeres nombraron su existencia pero en pocas ocasiones profundizaron con detalle sobre los eventos, las motivaciones, las personas implicadas, entre otras. En el marco de las escuelas, ninguna de las mujeres u hombres participantes señaló haber sufrido de este tipo de violencia ni de haberla ejercido contra otra persona. Siempre señalaron su existencia en referencia a mujeres conocidas: por ser vecinas, familiares, amigas. En pocas ocasiones, las reflexiones se detuvieron sobre las personas que ejercían dicha forma de violencia. La frecuencia sobre su ocurrencia en los resguardos no es muy clara, aunque
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varía dependiendo del resguardo. Pero en lo que sí coincidieron todas las personas que participaron en el diplomado de derechos de las mujeres y en las escuelas es en que esta siempre ha existido, aunque antes no se denunciaba como ahora. Sobre el tema de las violencias en general, y de la violencia sexual en particular, y su relación con la justicia, me detendré más adelante. En una de las escuelas, las personas participantes se detuvieron a explicar las causas de la existencia de la violencia sexual en los resguardos nasa: una de las mujeres, quien tiene aproximadamente 42 años, señaló que uno de los factores es que desde pequeños los niños empiezan a imitar lo que ven en la televisión. En esta vía, y frente a esta reflexión, uno de los hombres indicó que viendo eso, “los niños se ponen a experimentar y cogen cualquier niña y le hacen daño”. Otra mujer, de aproximadamente 34 años, señaló que “también hay irresponsabilidad en los padres porque tienen relaciones delante de los hijos y ellos también quieren hacer lo mismo”. En esta intervención, el hecho de que los padres tengan relaciones sexuales frente a los hijos es catalogado como un “mal ejemplo”, que explica el hecho de que después estos ejerzan violencia sexual contra las niñas. Una de las mayoras presente apuntó que el hecho de que existan estos casos en los resguardos está vinculado con “la pérdida de la espiritualidad porque hoy en día no hacemos el sembrado del ombligo de los hijos como antes”. Solo en una oportunidad, durante la última sesión de la escuela del resguardo de San Francisco, las personas participantes reflexionaron con mayor profundidad sobre la violencia sexual. La facilitadora del taller pidió a todo el grupo que mencionara casos de violencia sexual que hubieran ocurrido en su resguardo. Pasados breves minutos, el tablero que utilizábamos mostró seis casos ocurridos recientemente. Una de las participantes preguntó si tenían que ser casos recientes o si
podían ser antiguos. El grupo respondió que podía ser cualquier caso que recordaran. Teniendo en cuenta la cantidad de personas que participaban, decidimos escoger únicamente tres de los casos. La intención era que cada grupo eligiera sobre cuál caso quería trabajar y a partir de eso reconstruyera el evento de violencia sexual. Por pedido expreso de las personas que participaron en el taller, y teniendo en cuenta que uno de los casos todavía está en investigación, decidimos no detallar en este documento ninguno de los eventos sobre los que reflexionaron los hombres y las mujeres de la escuela. Sin embargo, sí es importante reconstruir algunos de los elementos que resultaron del análisis colectivo que hizo el grupo en plenaria. En sus narraciones, las personas que sufrieron de violencia sexual fueron mujeres. En dos de los casos, eran mujeres que oscilaban entre los 50 y 65 años. Eran “mayoras”, como es común escuchar entre los nasa. “La cogió” fue la expresión que se utilizó al hablar sobre estos eventos de violencia. En dos de los casos, fueron hombres los que ejercieron la violencia hacia las mujeres. Uno de ellos fue un mayor que “cogió” a una muchacha joven, el otro fue un grupo de muchachos jóvenes en un alto grado de alicoramiento que “cogió” a una mayora. Sobre el último caso no se sabe nada del responsable. Escuchamos en las narraciones la hora, el lugar y la manera como ocurrieron los eventos de violencia sexual. Uno de ellos terminó en el posterior asesinato de la mujer. Aunque ninguna de las personas que reconstruyeron los eventos fue testigo directo, supieron de los hechos a través de sus vecinos en uno de los casos, por medio de uno de sus familiares en otro, y a través de la emisora comunitaria, en el último. La noche fue testigo de los tres eventos de violencia. La chichería, el cafetal y la casa fueron los lugares donde ocurrieron. Quienes perpetraron dichos actos de violencia fueron personas cercanas, de la comu-
nidad, pero en ninguno de los casos fueron familiares. Estas narraciones hablan sobre las diversas maneras en las que la violencia altera la vida cotidiana e indica cómo las mujeres están expuestas constantemente a ella. Hablan, además, del miedo incorporado. Al reflexionar sobre estos casos, todas las mujeres coincidieron en las regulaciones que ellas mismas se imponen por el miedo que les da solo pensar en la posibilidad de ser violadas. Una de ellas, al recordar el caso de una vecina que transitaba por un camino en la noche cuando fue “atajada” por un hombre, dejó de salir por la noche, a pesar de que sus salidas en la madrugada eran para ir a “coger turno” en el centro de salud para su bebé. De ahí en adelante le dijo a su marido que fuera él, porque “a usted no le pasa nada”. Cuando la misma mujer, una joven de 26 años, señaló que “uno siempre corre peligro”, varias mujeres empezaron a contar casos cercanos de los que tenían algún conocimiento y profundizaron en los diferentes momentos en los que han sentido miedo cuando transitan solas por los caminos.
¿Cómo hablan los hombres nasa sobre la violencia? En los relatos de los hombres, las reflexiones sobre la violencia aparecen ligadas a las ideas de “corrección”, “autoridad” y “respeto”. Es importante resaltar, sin embargo, que los hombres y las mujeres, al hablar sobre la relación entre padres e hijos, comparten esta misma perspectiva. Muchas de las madres también ejercen castigos violentos sobre sus hijos e hijas, aunque no son valorados como tal por quienes los ejecutan. Al contrario, son entendidos como acciones necesarias para “corregir”. Por lo general, incluso, es muy frecuente que tanto los hombres como las mujeres califiquen como “más duros” los castigos de sus madres que los de sus padres. Los hombres extienden las ideas de “corrección”, “autoridad” y “respeto” a la relación
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que construyen con su compañera o esposa. Sin embargo, no se trata de sostener que los hombres siempre son los perpetradores de las violencias, mientras que las mujeres son las víctimas de ellas pues este razonamiento escondería la complejidad y el entramado de las relaciones de poder, atravesadas por el género, que estructuran las relaciones en la familia, en la pareja, entre otras. En todos los casos, lo que quedó en evidencia es que es válido y legítimo que los padres y las madres, que son quienes ejercen la autoridad en la familia, lo hagan a través de la violencia para “castigar” y “corregir”. Por eso fue tan frecuente la reflexión sobre la “pérdida de autoridad” de los padres y madres para explicar los actuales comportamientos de los jóvenes que se consideran como “desviados” o con “malos comportamientos”. En relación con esto, fue frecuente escuchar que estas “desviaciones” y malos comportamientos actuales de los jóvenes están relacionadas con el hecho de que no se están llevando a cabo los rituales durante el embarazo y el nacimiento, como antes. No obstante, esta idea aparece cuestionada o matizada por un hombre de 55 años aproximadamente, uno de los participantes de las escuelas, quien señaló: Antes sí se daba el tema del sembrado del ombligo, pero igual mi padre peleaba mucho con mi mamá. Aun así crecí en ese ambiente pero no soy grosero como lo fue mi padre. Conocí la palabra de dios y gracias a dios no se presentaron los mismos problemas con mi mujer, antes eran muy rígidos para manejar a los hijos.
En su narración, el compañero se refiere a la relación de pareja entre sus padres y a la relación entre padres e hijos. La “rigidez” nuevamente aparece como el nudo que articula la relación de los padres hacia los hijos. Él se ubica como testigo, como sujeto del pasado y del presente, capaz de transformar las situaciones de violencia que vivió durante su niñez. Haber conocido la palabra de dios
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explica por qué, “aun cuando crecí en ese ambiente, no soy grosero como mi padre”. En esta expresión aparece cifrada la forma como logró romper con el círculo de violencia que había vivido en su niñez. Su reflexión sobre la manera como “la palabra de dios” logra romper los círculos de violencia llena de contenido una situación que continúa causando perplejidad a un líder indígena que se declara ateo: el hecho de que sean las mujeres indígenas y no indígenas quienes golpeen de casa en casa invitando a conocer y a “acercarse” a la palabra de dios. El papel de las mujeres en la difusión de las iglesias evangélicas en los territorios indígenas todavía es un asunto por explorar. Lo que sí queda claro, porque varias de ellas han hablado al respecto, es que en la medida en que el evangelio prohíbe el consumo de alcohol, las situaciones de violencias a las que se ven expuestas disminuyen considerablemente (cfr. Harvey, 1989, 1994). En los relatos de la mayoría de las mujeres las referencias a situaciones de “maltrato” que tuvieron que presenciar de su padre a su madre durante su niñez son muy recurrentes. No ocurrió lo mismo en el caso de los hombres; en pocas oportunidades se refirieron a situaciones de violencia que hayan presenciado de su padre hacia su madre, ni tampoco escuchamos decir de alguno de ellos que en la actualidad o en algún momento de su vida hubiesen ejercido alguna forma de violencia con su compañera o hijos e hijas. En realidad, mientras las mujeres se desbordaban en detalles y situaciones de su vida, los hombres presentes durante las sesiones se mantuvieron en silencio. Escuchaban, observaban. Algunos comentaban los impactos que tenía esa violencia tanto en la vida de las mujeres como en la de sus familias. Otros, se mostraron condolidos con las historias que escuchaban de las mujeres presentes. Incluso, algunos no dudaron en plantear propuestas para enfrentar estas situaciones, pero ninguno fue más allá. Compartir sus vivencias y reconocerse como actores de las diferentes formas
de violencia no hizo parte del repertorio de situaciones que vivimos durante las sesiones de la escuela. En contraste, en varias oportunidades, los hombres señalaron que ellos también sufren la violencia. Por lo general, ponen de ejemplo las experiencias de sus amigos a quienes sus compañeras les pegan. Cuando un muchacho de aproximadamente 24 años intervino haciendo esta afirmación durante un taller en Corinto en el marco de la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”, encontró su reafirmación por parte de otros hombres. Ninguno de ellos refiere que haya sido su propia experiencia, siempre ponen ejemplos de amigos. Frente a esta intervención, los comentarios en el salón no se hicieron esperar. La mayoría de las personas que participaban en el taller murmuraron sobre el tema. Algunas mujeres manifestaron su desacuerdo, mientras otras también contaron experiencias de familiares o amigas cercanas que maltrataban a sus parejas. En respuesta, la orientadora del taller señaló: En todo el país, la violencia intrafamiliar contra las mujeres es de 95 %, el otro 5 % que es contra los hombres es sobre todo contra los niños y adultos mayores. La violencia en el hogar contra los hombres entre 20-40 años no llega al 1 %. Solamente en la ciudad de Bogotá este porcentaje sube un poco. Así que el amigo del compañero ni siquiera llega al 1 %. Históricamente las víctimas de violencia en el hogar han sido las mujeres y hoy estas cifras lo demuestran.
Profundizar en las percepciones que tienen los hombres nasa sobre las violencias y sobre el papel de estas en sus trayectorias vitales es todavía una tarea pendiente y fundamental para comprender la complejidad de la manera como estos hechos signan las vidas de los hombres y las mujeres nasa, estructurando las pautas jerárquicas de interrelacionamiento de los géneros, no solo entre hombres y mujeres, sino también entre varones, pues allí descansan las claves para comprender el
La frase: “A uno le dicen eso y como que uno se lo cree” muestra la manera como las mujeres incorporan las violencias físicas y psicológicas pues “así lo van marcando a uno”. proceso de configuración de la masculinidad nasa.
“¿De dónde vienen estas violencias que vivimos las mujeres nasa?” La que los hombres y las mujeres nasa definen como la principal causa de las violencias contra las mujeres aparece ligada a un acontecimiento al que remiten la mayoría de narrativas y que corresponde a un periodo en el que confluyen, de manera desigual, la historia nasa y la de la sociedad nacional. Esta fecha marcó significativamente sus vidas y es el referente sobre el que se erige la historia de la resistencia nasa: 1492, año de la invasión ibérica, aparece como el eje alrededor del cual se anudan las memorias y las historias de la lucha nasa. Se refieren a este periodo como “la conquista” y sus relatos se extienden en la descripción de hechos que resaltan el carácter guerrero nasa, así como en detallados recuentos sobre las proezas de los caciques y cacicas que se enfrentaron a los españoles para defender su territorio. Al referirse a las luchas de las mujeres nasa en la actualidad, la mayoría de las narraciones conectan el pasado con el presente para resaltar el carácter de guerreras de las cacicas: La Gaitana, María Mandiguagua y Guyumús. Asimismo, 1492 marca un punto de inflexión que divide temporalmente entre un antes y un después. El antes, aparece caracterizado por una “armonía” y un “equilibrio” que se vieron trastocados por “la conquista”. Este hecho explica la situación de violencia que hoy viven las mujeres. Al respecto, una mujer
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nasa, comunera del resguardo de San Francisco, señaló: En la historia de antes el hombre no le pegaba a la mujer. La mujer era sagrada. A nosotras no nos maltrataban. Y el trabajo era compartido. El esposo le consultaba a la esposa cuando iba a vender una gallina y ella también a él. El deber era que se respetaban mutuamente, había una vaina muy equilibrada. Eso se rompe en 1492 cuando llegan los españoles. Antes para juntar a las parejas, el papá y la mamá eran los que definían con quién casar. Iban trabajando en la parte espiritual y duraban los matrimonios. Ellos no se enamoraban pero los matrimonios se conservaban. Cuando menos pensaba, el papá del muchacho alistaba el aguardiente, la arepa, la gallina y llevaba la ofrenda a la casa de la muchacha. Toda esa situación se fue perdiendo. Cuando llegan los españoles y se meten al territorio se genera un rompimiento de todo eso que nuestros caciques tenían y ahí se pierde. Toda la vida las mujeres hemos trabajado, pero era un trabajo muy compartido. Ahí nuestros hombres se volvieron malos y agresivos porque los españoles maltrataban a sus mujeres, las sometían, las violaban. El hombre indígena empieza a volverse agresivo porque le quitaron, porque le cambiaron, porque le dijeron, porque vio todo lo que hicieron los españoles. Entonces la cultura indígena nos cambia cuando hay esta invasión por los españoles: nos cambian el pensamiento, los sueños, la cosmovisión, nuestro propio idioma. Y esos hombres que teníamos se vuelven agresivos. El maltrato fue aprendido porque para la cultura nuestra la mujer siempre ha sido una mujer sagrada, intocable. Dicen que no se nos puede tocar porque tenemos mucha fuerza espiritual pero hoy no es valorada esa fuerza.
El carácter sagrado de la mujer, la toma de decisiones y las labores compartidas aparecen en sus recuerdos como los elementos que se “rompen” con la llegada de los españoles en 1492. También emerge allí la pérdida de los arreglos matrimoniales, que se caracteriza-
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ban por perdurar en el tiempo, “aunque no se enamoraban”. Al hablar sobre las violencias, en particular el maltrato hacia las mujeres y la violación, uno de los argumentos que aparecen con más frecuencia es la manera como los hombres indígenas se apropiaron de ellas, pues no hacen parte de su cultura sino que fueron aprendidas de la gente no indígena, de los “españoles”. La agresividad y maldad, características atribuidas a los hombres indígenas después de la llegada de los españoles, son explicadas y justificadas por los vejámenes a los que los hombres indígenas fueron sometidos por parte de los españoles: “les quitaron, les cambiaron, maltrataron sus mujeres”. En el relato, es el hombre indígena quien lo pierde todo, incluida la capacidad de proteger a sus mujeres. Ante este despojo, su reacción aparece explicada como obvia, lo cual, en últimas, termina eximiéndolos de la responsabilidad sobre los actos de violencia que hoy en día estos ejercen contra las mujeres. La explicación sobre la manera como se trastocaron los roles adquiere también otra connotación cuando los hombres y las mujeres se refieren a la figura de las cacicas como “guerreras”. Al remontarse a su existencia en épocas precoloniales y coloniales, las narrativas señalan que antes eran ellas quienes ejercían el poder y mantenían el orden, y que fue precisamente tras “la conquista” que los hombres se “volvieron superiores”. Durante un taller, una de las mujeres señaló: Si revisamos en tiempos anteriores, vemos que cuando llegó la conquista llegaron muchas cosas malas como la violación en las mujeres y el maltrato. Antes, las mujeres, las cacicas, eran las que tenían el orden y el poder, eran las guerreras. Pero después de la conquista pasó el hombre a ser superior a las mujeres y hasta el día de hoy se ven estas situaciones. Estas son las cosas que queremos que cambien y si esto se lograra serían muchas las cosas que tendríamos a nivel organizativo de la comunidad y de la familia.
Según la narración, la superioridad de los hombres se configuró después de “la conquista”. El tránsito de la mujer “guerrera” a la mujer subalterna de hombres también subalternos cifra las transformaciones en el orden de las relaciones entre hombres y mujeres, poniendo el acento nuevamente en el evento que desencadenó dicha modificación: “la conquista”. La persistencia de esta idea hace parte de un repertorio de imágenes que aparecen presentes en otros estudios andinos sobre el tema (véase Harris, 1994; Barrig, 2001). Sin embargo, aquí argumento que este es uno de los núcleos que habría que deconstruir para transformar la situación de violencias que viven las mujeres indígenas.
los sentidos que las mujeres nasa construyen sobre la justicia propia y su relación con las violencias.
La justicia propia para las mujeres nasa: encrucijadas y desafíos
Estas ideas hablan de la justicia no en un sentido abstracto, sino de una justicia que aparece encarnada en los cuerpos de los seres humanos: la asamblea y los jurídicos, por ejemplo. Y pueda ser que aquí esté una de las claves para comprender las transformaciones de los sentidos sobre la justicia nasa motivadas por la promulgación de la Constitución de 1991. Pues lo que resulta evidente hoy es que las nuevas funciones políticas, jurídicas y administrativas que pueden ejercer los cabildos han centralizado el ejercicio de la autoridad y la justicia, otrora descentralizado y con múltiples formas de autoridad. Por eso, hoy en día, es posible señalar el proceso de institucionalización de la justicia comunitaria y las tensiones y contradicciones que se despliegan en este nuevo contexto. Sin embargo, no me detendré en esto en este trabajo.
En varios espacios de encuentro, como las escuelas “Mujer, derechos humanos y participación política”, pero también en diferentes asambleas y congresos, las mujeres nasa han reflexionado sobre la justicia, al parecer una de las preocupaciones más fuertes que en este momento manifiestan y comparten. Pensar, reflexionar y ejercer el derecho a la justicia implica entenderla en sus diferentes niveles y escenarios: la justicia ordinaria, la justicia propia, tanto en casos que vinculan a los comuneros indígenas como en casos relacionados con el conflicto armado, entre otros. También en relación con los interlocutores frente a quienes se reclama y exige la justicia: el Estado, los grupos armados, las autoridades indígenas, los comuneros y comuneras indígenas, entre otros. En este momento, por ejemplo, en el marco del proceso de diálogo y negociación entre el Gobierno y las FARC, el tema de la justicia transicional cobra mucha relevancia: ¿cómo garantizar los derechos de las mujeres a la verdad, la justicia, la reparación y las medidas de no repetición? Sin embargo, como es un tema tan amplio, en este documento solo nos vamos a enfocar en
Las referencias a las debilidades que actualmente enfrenta la justicia indígena son frecuentes en las narraciones que comparten las mujeres en diferentes espacios. Las reflexiones van desde la conciencia por la urgencia de fortalecer el fuero indígena, de mejorar los perfiles en los equipos jurídicos de los cabildos, hasta reiterar que “la asamblea es sabia pero también se equivoca”. Entre los nasa, la asamblea es la máxima autoridad y es la que toma las decisiones. Por este motivo, su sentido del ejercicio de autoridad se articula alrededor de la idea de “mandar obedeciendo”.
Durante varios talleres, los grupos de mujeres y algunos hombres que participaban en la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”, compartieron sus ideas sobre la justicia. Al explorar sus definiciones y sentidos, varias de las mujeres coincidieron en que “significa ser escuchadas”, “es corregir los errores y aceptarlos para vivir en equilibrio”, “es el respeto a la naturaleza”, “es tener derecho a la salud, a la educación, a la
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alimentación propia, a la paz, a una vida sin violencia, al territorio”. La noción de justicia para las mujeres nasa parte de la aceptación de que se pueden cometer errores, pero que el hecho de aceptarlos es lo que ayuda a restablecer la armonía y el equilibrio, dos de los principios que estructuran las relaciones y la vida nasa. Ambos principios siempre están en juego, en cuestión. Por este motivo, existen diferentes tipos de mecanismos culturales para restablecer y restaurar el orden social. Al hablar sobre su acceso a la justicia propia, las mujeres se despliegan en todos los “obstáculos” que tienen que sortear. La mayoría coincide en lo difícil que es para ellas acceder a la justicia y señalan que cuando deciden denunciar los casos, muchas veces no son escuchadas ni atendidas en la forma adecuada. La mayoría de casos denunciados por las mujeres son: inasistencia alimentaria, infidelidad, maltrato, violencia sexual. “No ser escuchadas” traza uno de los sentidos que definen la injusticia para las mujeres. Las referencias constantes a la práctica de la “no escucha” por parte de las autoridades, de los cabildos, de los equipos jurídicos, entre otros, apunta a explicar por qué las mujeres perciben la justicia propia como “débil”. A esto se suma que muchos de los hombres que ejercen diferentes formas de violencias contra las mujeres nasa ocupan cargos de autoridad, son cabildantes, promotores o profesores. Su percepción es que cuando esto ocurre, “la mujer es la que lleva todas las de perder”,
Persiste un patrón de impunidad en el procesamiento judicial y en las actuaciones en torno a casos de violencia hacia las mujeres debido a que la gran mayoría de los casos carece de una investigación, sanción y reparación efectiva. 138 Informes especiales
como apuntaron en reiteradas ocasiones. La apreciación generalizada es que la justicia siempre es más “permisiva” con los hombres que con las mujeres, y que al final ellas son las que terminan siendo castigadas. Esto se agudiza cuando el sujeto vinculado ocupa una posición de prestigio en la comunidad o, incluso, cuando sobre la autoridad encargada de adelantar el proceso jurídico recae la sospecha (o la certeza) de haber incurrido en comportamientos similares. En este caso, las mujeres preguntan: “¿y entonces ahí quién corrige?” “Al final, terminan tapándose unos con otros”, como indicaron las mujeres en varias oportunidades. Las mujeres también señalaron que muchas veces prefieren no ir a denunciar porque no les creen. Incluso muchas de ellas compartieron momentos en los que se han sentido burladas. Al respecto, Juana, una de las mujeres participantes de las escuelas y líder de su comunidad, señaló: Además de que lo maltratan a uno y quieren que uno siempre esté sirviéndoles. Pero le toca a uno como mujer hacerse valer como persona. Las mujeres indígenas tenemos muchas mujeres cabeza de hogar, las responsabilidades de los hijos están cayendo directamente sobre nosotras las mujeres, y siempre dicen que dónde está la mamá, eso no lo miran las autoridades y dicen que las mujeres abandonan a los niños y nunca le preguntan al papá dónde estaba cuando pasó eso. No es que tenga que estar viviendo con el compañero, es el tema de la responsabilidad de los dos. Entonces al final las autoridades también sancionan a las mujeres porque trabajan.
“Hacerse valer como persona” aparece como el referente a través del cual Juana construye su papel como sujeto, resaltando las capacidades que tienen las mujeres para “salir adelante”, como mencionó durante su intervención. La responsabilidad sobre el cuidado de los hijos e hijas, que recae sobre la mayoría de las mujeres (situación que ella misma
cuestiona), aparece ligada a la necesidad de trabajar por fuera de la casa para “traer el sustento”. En esta vía, al final de su intervención, Juana le preguntó al resto de participantes: “¿y entonces quién se encarga? ¿No será el cabildo o las autoridades?” En su intervención, Juana no solo interpela el hecho de que las responsabilidades recaigan únicamente sobre las mujeres, sino de que estas sean sancionadas por las autoridades por tener que salir a trabajar y “abandonar a los hijos”. Después de un suspiro colectivo, que se escuchó en todo el salón, al unísono las mujeres dijeron: “eso siempre pasa”. Una de ellas recordó el caso de un pastor que violó a una niña. Esta quedó en embarazo aunque después lo perdió porque se cayó de un árbol mientras jugaba. La investigación se hizo pero como era un pastor se reunió toda la comunidad evangélica, incluida la mamá de la niña, convenció a la autoridad del cabildo y al final la niña terminó perdonando al violador. La asamblea hizo la aplicación de remedio que, para este caso, fueron diez minutos en el cepo.5 Pero no pasó ni un minuto cuando se desmayó. Quien narraba la historia se detuvo por un segundo y dijo: “No pasó nada más”. Luego continuó su relato para mencionar que la comunidad había justificado el hecho aduciendo que “se había entregado mucho a dios y que era una tentación del diablo”. A manera de chiste, quien narraba dijo: “si el diablo está suelto, pues la autoridad tendrá que amarrar ese diablo”. Otra de las mujeres intervino para contar un caso que conocía de un comunero que había “intentado coger” una niña. Mencionó 5
El cepo es un instrumento usado entre los nasa para aplicar una sanción a la persona que haya cometido una falta en la comunidad. Después de una tutela interpuesta por un indígena embera-chamí acusado de homicidio, la Corte Constitucional se pronunció sobre el cepo a través de la Sentencia T-349 de 1996, del entonces magistrado Carlos Gaviria Díaz, quien llegó a la conclusión de que dicha sanción o pena corporal no constituye tortura ni trato inhumano o degradante pues no hay allí desproporcionalidad ni daños físicos o mentales.
las condiciones en las que ocurrieron los hechos, las personas involucradas y finalmente señaló el remedio: el cepo. Como en el caso anterior, este “aguantó solo cinco minutos” y después lo soltaron. A continuación, muestro el intercambio que tuvo lugar en esa oportunidad entre dos participantes de la escuela, ambas mujeres: Mujer 1: Después de eso, pasaron nueve años y había tenido violaciones de diferentes niñas y él empezó a pagarles a las niñas que tenían necesidad. Ahora último lo hizo con sus sobrinas. Mujer 2: ¿Y no tenía mujer? Mujer 1: la mujer se separó porque ella no quería y él borracho la cogía a la fuerza. Ella se cansó y se separó y lo dejó. Él la demandó que porque tenía mozo y el cabildo la jueteó a ella.
El relato en su conjunto remite a la inconformidad que expresan muchas mujeres que consideran que la aplicación de remedio con el cepo no es suficiente para un caso de violación. En algunos resguardos, frente a esta inconformidad, se ha puesto en práctica lo que se conoce en el lenguaje local como “patio prestado”, que consiste en que el comunero o comunera que cometió la falta es juzgado por la justicia propia, se hace la aplicación de remedio definido por la asamblea con el consejo de un the wala pero este paga la sanción impuesta en el “patio prestado”: la cárcel. Esta modalidad hace parte de uno de los mecanismos de coordinación entre la justicia indígena y la justicia ordinaria. Esta situación muestra, sin embargo, una de las encrucijadas más agudas que atraviesa en este momento la justicia propia, pues salta a la vista que entre más débil esté la justicia comunitaria, más se acude a métodos represivos. Mi perplejidad mientras oriento la sesión, sin embargo, se manifiesta cuando una de las compañeras interrumpe la narración que hacía otra para preguntar: “¿Y no tenía mu-
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jer?” En su pregunta aparece una asociación compleja sobre la que valdría la pena profundizar más, pues la compañera parece explicar y atribuir las sucesivas violaciones cometidas por el hombre por el aparente hecho de que este no tenía mujer. Sin embargo, sí tenía pero esta tomó la decisión de separarse para no verse sometida a que su marido “la cogiera” cuando estaba borracho, y fue “jueteada” por el cabildo después de que su marido la demandó por separarse aduciendo que esta “tenía mozo”. El control de la sexualidad de las mujeres, en un escenario como este, aparece en manos del compañero sentimental, de las autoridades de los cabildos y de la asamblea que, en últimas, es la que toma la decisión sobre la aplicación de remedio. En esta y otras oportunidades, las mujeres señalaron que “escuchar antes de juzgar” es una de las primeras garantías para el ejercicio de la justicia propia. Pero incluso esta disposición de “escuchar antes de juzgar” no garantizaría la justicia para las mujeres porque si los mecanismos de administración de justicia continúan siendo discriminatorios y excluyentes para las mujeres, es también porque la justicia no es una cosa natural sino que es una construcción cultural y, por ese motivo, está atravesada por todos los prejuicios de género que hay en cada una de nuestras sociedades. Transformar dichos prejuicios es un componente fundamental para transformar también la justicia, anclada históricamente en el sistema patriarcal. Por esto, es necesario generar las condiciones para eliminar las causas que dieron origen a las múltiples violencias contra las mujeres; esto implica transformar las condiciones de discriminación, exclusión y subordinación de las que hemos sido objeto históricamente, que también permean los sentidos sobre la justicia. Las mujeres apuntaron que existen vacíos, irregularidades y deficiencias en la investigación, el juzgamiento y la sanción de los casos
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de violencias. La persistencia de este fenómeno indica que la discriminación contra las mujeres todavía es un hecho aceptado y que esto también se refleja en la respuesta de las autoridades, la comunidad y el equipo jurídico de los cabildos frente a la administración de la justicia hacia las mujeres víctimas de violencia y en el tratamiento de los casos. Según las mujeres nasa, persiste un patrón de impunidad sistemática en el procesamiento judicial (tanto en la justicia propia como en la ordinaria) y en las actuaciones en torno a casos de violencia hacia las mujeres debido al hecho de que la gran mayoría de estos casos carece de una investigación, sanción y reparación efectiva. La impunidad perpetúa la aceptación social del fenómeno de la violencia hacia las mujeres, el sentimiento y la sensación de inseguridad en ellas, así como una persistente desconfianza de estas en el sistema de justicia. Las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN han manifestado en diferentes oportunidades que el gran reto que tienen es incidir en la manera como construyen, aplican y administran justicia propia en los territorios, como mostraré a continuación. Esto solo es posible en la medida en que las mujeres nasa sean reconocidas y valoradas como sujetos políticos, tanto por los otros y otras como por ellas mismas.
Las mujeres nasa en la búsqueda por fortalecer la justicia propia Las mujeres nasa de la Cxhab Wala KiweACIN consideran que callar no es la solución a los problemas de violencias que están viviendo actualmente. Por el contrario, consideran que reflexionar y darle solución a estos problemas es un elemento fundamental para fortalecer la justicia propia en particular, y la organización indígena, en general. En esta vía, el Programa de Familia de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN viene trabajando con las comunidades nasa los caminos o las ru-
tas de acompañamiento para la prevención, atención y reparación de la violencia sexual contra las mujeres por parte de comuneros indígenas y no indígenas, así como por parte de los actores armados. Los caminos trazan como componentes fundamentales el fortalecimiento de la comunidad educativa frente a las violencias que ocurren en los hogares, a los riesgos y las amenazas de la presencia de los actores armados en los territorios, a la promoción de campañas de prevención, al fortalecimiento de los planes de protección en las escuelas y su declaración como Sitios de Asamblea Permanente, el fortalecimiento de la medicina tradicional, entre otros. De igual manera, pone especial énfasis en la importancia de la puesta en marcha de los mecanismos de coordinación entre la justicia ordinaria y la jurisdicción especial indígena, cuya eficacia solo es posible en la medida en que se parta del reconocimiento y el respeto de la justicia indígena (Programa de Familia de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN, 2012). En una oportunidad, Ana María Ramos, mujer nasa que en la actualidad coordina el Programa de Familia de la Cxhab Wala Kiwe, contó a varias mujeres participantes de la escuela interétnica que a través de los mandatos comunitarios que se han producido en el marco de congresos regionales y zonales de la organización indígena, se ha trabajado en el décimo punto de la plataforma del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) que impulsa el fortalecimiento de las mujeres, la familia y los jóvenes. La conciencia sobre la desarmonía y el desequilibrio que se viven en los territorios indígenas ha llevado a las mujeres y los jóvenes a pensar estrategias para enfrentar las enfermedades que impiden que las mujeres gocen de lo que los nasa llaman el wet wet fxizenxi. Según señaló, existen tres enfermedades principales que es necesario combatir y esto implica fortalecer la justicia propia: la violencia intrafamiliar, la violencia sexual ejercida por parte de comuneros in-
dígenas y no indígenas y la violencia sexual por parte de los actores armados. Desde el derecho propio, las rutas o los caminos que existen en la actualidad están definidos para cada uno de los casos mencionados. Por ejemplo, para el caso que nos ocupa en este trabajo, cuando un comunero ejerce un acto de violencia sexual el caso llega al cabildo mayor y, en los resguardos donde hay cabildo de familia, este lo asume junto con la comisión jurídica; la investigación la realiza esta comisión. El siguiente paso es el análisis técnico, que se articula con lo espiritual pues, como mencionó la coordinadora del Programa de Familia, a la persona que comete el acto hay que armonizarla a través de un the wala. Luego se hace la recolección de las pruebas: cómo fue, dónde, se recogen los testimonios de las personas, se hace la respectiva documentación, se hace la valoración médica. Todo el proceso debe partir de creer lo que dice la persona “afectada”, como se mencionó. El acompañamiento psicosocial también se ha venido trabajando a partir de la formación y capacitación de promotores psicosociales nasa. En esa vía, revisan casos anteriores para ver si ya han ocurrido y si la persona ya los ha cometido. También se hace una revisión del código penal que existe en la ley ordinaria. Se investiga la historia familiar del victimario para ver por qué está desarmonizado y esto implica identificar la fase de la luna en el nacimiento. Según contó, lo que se ha visto es que las personas que hacen eso nacen con una enfermedad, con un espíritu y por eso hacen daño. El cateo que hace el the wala define elementos de la naturaleza para aportar a la definición del remedio. Hoy la aplicación de remedio se ha hecho a través del fuete y la sanción que, en la mayoría de los casos, ha sido la cárcel aunque se está buscando otro camino para que realmente la persona se armonice. Indicó que antes, cuando este tema no se asumía como algo relevante, cuando se creía que esto no gene-
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raba una desarmonía, se daba fuete y ya volvían a la casa. Ahora, sabiendo que cuando desarmonizan a una mujer desarmonizan a una comunidad y al territorio, la comisión de análisis e investigación es la que empieza a recoger la información y a decir cuál debe ser el camino. Asimismo, Ramos planteó que cuando la comisión de investigación no tiene las cosas claras para llevarlas a la asamblea (que es la máxima autoridad), ocurre que la víctima termina más afectada y a veces la asamblea hasta defiende al victimario. Mencionó la importancia de aplicar el remedio en una reunión pública para que la gente sepa y tenga en cuenta que eso desarmoniza el territorio. Una vez realizada la investigación y el acompañamiento espiritual, el caso se presenta a la asamblea para escuchar las sugerencias de la comunidad y la asamblea define cuál es la aplicación de remedio y cuánto tiempo debería ser la sanción. También se detiene a explicar que en la armonización se tiene en cuenta a las personas que aplican remedio, señalando que estas tienen que hacerse remedio espiritual porque si no lo hacen después ellos mismos desarmonizan el territorio “porque se nos pega el sucio, la enfermedad”. Fue muy enfática al señalar que es necesario orientar y armonizar a los afectados y a los agresores desde su cosmovisión, pues en muchos casos los familiares terminan diciendo que ella se lo buscó. Aun cuando en la actualidad existen las rutas de acompañamiento, su aplicación todavía sigue siendo un desafío. Por este motivo, las mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN han socializado en diferentes escenarios estos caminos de acompañamiento e instan a las autoridades de los cabildos, a los equipos jurídicos y a la comunidad en general a conocerlos para fortalecer el ejercicio de la justicia propia.
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Recomendaciones, propuestas y desafíos en la lucha contra las violencias Las mujeres nasa de la Cxhab Wala KiweACIN, en conjunto con otras mujeres indígenas y no indígenas que apoyan su proceso, han reflexionado sobre las posibles formas para transformar sus vidas y construir el wet wet fxizenxi. ¿Qué es el wet wet fxizenxi para las mujeres nasa? Es vivir bien, en armonía y equilibrio, es “poder expresar las ideas en función de mis deseos”, es “poder tener independencia económica, tener una relación de confianza entre hombres y mujeres, tener una vida sin violencias, un territorio donde podamos ser autónomas, es tener justicia, estar unidas con hombres y mujeres para poder defendernos”. Frente a las violencias, muchas de las mujeres de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN saben que es necesario que toda la sociedad nasa empiece a concientizarse, a sensibilizarse y a rechazar las violencias contra las mujeres. El ejercicio es todavía una tarea pendiente, tanto para los hombres como para muchas mujeres que todavía no tienen una postura crítica y reflexiva frente a los impactos de las violencias en sus vidas. “Volver a los hombres nuestros aliados” ha sido una de las reflexiones más importantes en este proceso. Aunque muchas de ellas han dado pasos importantes en los procesos de sensibilización y visibilización de las formas en las que las violencias que viven en su vida cotidiana las afectan, saben que solas no pueden garantizar una mejor vida para ellas, para sus hijas, para su familia y para la comunidad. Transformar esta lucha en una lucha que no solo sea de las mujeres es una de las tareas sobre las que hay que seguir avanzando. “La primera lucha que hay que dar es con uno mismo”, dijo una de las participantes de las escuelas. Al plantear esta idea reflexionó sobre la importancia de generar procesos de autorreconocimiento y autoestima de las
mujeres porque, por lo general, tras varios años de sus vidas sometidas a diferentes humillaciones y formas de violencia, el ser de las mujeres termina muy “aporreado” y lastimado, indicó. Continuó su reflexión preguntando a las personas que participaban en el taller: “¿Quiénes son las que por lo general educamos?” Somos las mujeres, respondió ella misma. Eso significa “que tenemos que educar de una manera diferente a nuestros hijos y a nuestras hijas, tenemos que aprender a orientar mejor”. Las mujeres nasa también son conscientes de que los espacios que hoy ocupan han sido el producto de sus luchas y alianzas como mujeres. Enfatizan en la necesidad de convertir a sus compañeros, padres, primos, tíos e hijos en sus aliados. En esta vía, en varias oportunidades, llamaron la atención sobre la importancia de aumentar la participación de los hombres en los espacios de formación sobre derechos de las mujeres “para que ellos también conozcan y podamos luchar juntos para tener una mejor vida”, señaló una mujer nasa durante un taller. Todas las mujeres nasa con las que trabajamos coincidieron en que la educación debe ser un espacio de acción política e incidencia de las mujeres nasa pues es allí donde se pueden generar nuevas formas de relacionamiento entre hombres, entre mujeres y entre hombres y mujeres que no reproduzcan las situaciones de subordinación que viven las mujeres en la actualidad, que no potencien ideas de una masculinidad que hace daño, que ayuden a generar nuevos patrones de comportamiento y que valoricen las prácticas y los roles desempeñados por las mujeres. Esto implica, como señaló una de las participantes, transformar aquellas cosas de la cultura que van en detrimento del ejercicio de los derechos de las mujeres y de su derecho al wet wet fxizenxi. La mayoría de las mujeres nasa también coincidió en valorar el papel que ha desem-
Promover la formación y capacitación de los programas y las áreas de mujer en herramientas a nivel jurídico, psicosocial y cultural para atender los casos de violencias contra las mujeres que se reciben en los cabildos. peñado su participación en espacios de formación y capacitación, de reunión y alianzas con otras mujeres, en la transformación de sus situaciones de violencias. Los espacios de formación a los que actualmente pueden acceder las mujeres se han convertido en escenarios para compartir sus historias, para comprender y reflexionar sobre las diversas maneras en las que las violencias las afectan, y para tomar decisiones a fin de mejorar sus vidas y las de sus hijos. Sin embargo, es una idea generalizada que estas sientan que el mayor impacto y consecuencia que desencadenan las violencias que viven como mujeres recae sobre sus hijos e hijas y no sobre ellas mismas. “Como mujeres nos duele que esto nos pase por el hecho de ser mujeres”, dijo con fuerza una de las participantes de las escuelas, y manifestó su preocupación por la brecha que existe entre los avances internacionales en el ámbito legal para la protección de los derechos de las mujeres indígenas y su aplicación práctica por parte de los Estados. Las mujeres sienten que es necesario avanzar en el campo de la exigibilidad porque a pesar de que las leyes existen, todavía hay un abismo con la realidad. Esto expresa también que la lucha en contra de las violencias hacia las mujeres no puede reducirse únicamente al ámbito jurídico, sino que es necesario realizar un trabajo amplio en la educación, como señalé. Así, a la vez que es necesario generar condiciones para lograr mayor incidencia en la justicia, también es urgente incidir en el ámbito cultural pues la justicia se va transfor-
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mando en la medida en que se transforme la cultura. La justicia es también una construcción cultural, por tanto, está basada en un sistema patriarcal y jerárquico. A continuación enumero varias de las recomendaciones y acciones urgentes que las mujeres y los hombres de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN han esbozado en los diferentes escenarios donde han reflexionado sobre las estrategias para continuar en la lucha contra las violencias hacia las mujeres nasa del norte del Cauca. Muchas de estas acciones fueron planteadas tanto en la XIII Asamblea de las mujeres nasa de la Cxhab Wala KiweACIN como en los planes de acción política e incidencia que construyeron las mujeres y los hombres de la escuela “Mujer, derechos humanos y participación política”: 1. El Programa Mujer de la ACIN viene promoviendo la importancia de crear un Observatorio de Derechos Humanos de las Mujeres indígenas de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN. En el marco de la “Tulpa de las mujeres y el territorio” se propuso que se podía lograr aprovechando la plataforma que ya existe en el Tejido de Defensa de la Vida y Madeja pero que se haga desde una perspectiva de género porque es el vacío que hay a nivel local. 2. La primera acción urgente para empezar a construir el sueño de un Observatorio de Derechos Humanos de las mujeres nasa de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN es hacer un diagnóstico sobre las violencias contra las mujeres nasa en el norte del Cauca. En un proceso de articulación, el Programa Mujer y la Casa de Pensamiento de la ACIN están comprometidos con esta tarea. Disponer de datos estadísticos completos, confiables y desagregados es un requisito indispensable para crear políticas a nivel interno e incidir en la creación de política pública para combatir las violencias contra las mujeres indígenas. Solo así será posible generar procesos de
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visibilización, sensibilización e incidencia política ante el estado, ante las autoridades indígenas y ante las comunidades para transformar las situaciones de violencia que viven las mujeres nasa en el norte del Cauca. Además, solo así se estaría operativizando lo que las mujeres han mandatado en diferentes asambleas y congresos. En este tema, lo que sí es cierto, es que el estado colombiano ha incumplido sus compromisos frente a la eliminación de todas las formas de violencias contra las mujeres, pues la ausencia de datos estadísticos lo que revela es la continuidad de formas de discriminación histórica y de violencia institucional contra las mujeres indígenas. 3. Promover procesos de sensibilización, formación y capacitación en derechos humanos de las mujeres y derechos de las mujeres indígenas. Esto implica, por ejemplo, continuar desarrollando escuelas sobre derechos de las mujeres, promover campañas de sensibilización frente a las violencias contra estas e incorporar el tema de derechos humanos de las mujeres indígenas en los currículos escolares en el marco del Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP). Frente al papel de la formación en derechos de las mujeres, quienes participaron en las escuelas insistieron de manera reiterada en la urgencia de promover la participación de los niños y los hombres en los espacios de formación política. Esta reflexión se articuló alrededor de tres preguntas fundamentales que planteó una de las participantes de la escuela durante un taller. Estas preguntas pueden ayudar a pensar la estrategia de creación e incidencia en estos espacios: ¿cómo lo debemos trabajar con los hombres? ¿Cómo un hombre llega a golpear, violar y asesinar a una mujer? ¿Como hombre, usted cómo trabajaría con los hombres?
4. Incorporar de manera transversal un enfoque de género en la apuesta política de la Cxhab Wala Kiwe-ACIN y en la proyección de cada uno de sus tejidos y programas. 5. Fortalecer la justicia propia a través de las siguientes acciones y estrategias que han sido definidas en las asambleas de las mujeres a nivel zonal y congresos regionales: estimular el fortalecimiento o la creación de los consejos o cabildos de familia tal como fue definido por el décimo punto de la plataforma política del CRIC y los diferentes mandatos; propulsar el fortalecimiento de las escuelas jurídicas en los cabildos; impulsar la conformación de una comisión jurídica de mujeres para hacerle seguimiento a las autoridades en relación con el ejercicio y la aplicación de justicia en los casos que afectan e imposibilitan el wet wet fxizenxi (buen vivir) como mujeres indígenas. 6. Promover la formación y capacitación de los programas y las áreas de mujer en herramientas a nivel jurídico, psicosocial y cultural para atender los casos de violencias contra las mujeres que se reciben en los cabildos. 7. Motivar el fortalecimiento de la medicina tradicional tanto para la prevención como para la aplicación de remedio y la definición de la sanción.
8. En la búsqueda del fortalecimiento de los Planes de Vida, las mujeres han señalado que deben tener una participación, un reconocimiento y una representatividad equitativa (50/50) en la definición de la política organizativa. 9. Fortalecer las redes de solidaridad y colaboración entre organizaciones de mujeres indígenas y en organizaciones mixtas en la región. 10. Participar y fortalecer los espacios de redes de mujeres que existen actualmente a nivel continental a fin de promover y consolidar acciones para la lucha contra las violencias hacia las mujeres. 11. Fortalecer el liderazgo de las mujeres en sus propias organizaciones y redes. 12. Desarrollar estrategias de comunicación más efectivas para luchar en contra de las violencias hacia las mujeres indígenas. 13. Organizar intercambios de experiencias de mujeres de las diferentes regiones del país. 14. Fortalecer las capacidades de las instituciones judiciales y los mecanismos de coordinación entre la justicia interna y la justicia ordinaria. 15. Exigir la efectiva aplicación de las leyes nacionales e internacionales sobre violencias hacia las mujeres.
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