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La Sonora Matancera y sus compositoras mujeres

La Viejoteca: el revivir de la música tropical en Medellín

Por. Alonso Franco L

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Abstrac Esta entrevista con uno de los coleccionistas, conocedores y defensores de la música tropical de la ciudad de Medellín y del espacio que creó en el canal local para el disfrute e impulsó de esta música, La Viojeteca

Cada semana, en Telemedellín, Hernán Darío Usquiano, entretiene a los televidentes de Medellín con su programa La Viejoteca1, un espacio de encuentro y anécdotas sobre la música tropical. Es un amante de la música costeña: porros, cumbias y gaitas; ha construido un espacio en este canal para reencontrarse con la historia, la memoria y la tradición cultural de la ciudad.

Este programa se emite en el canal Telemedellín, los sábados a las 9:00 p.m. Usquiano y La Viejotaca. Fotos: Cortesía,Hernán Darío Usquiano

Desde muy niño Hernán Darío Usquiano quiso ser periodista, animador, comentarista y locutor de las principales emisoras que estaban en su apogeo en Medellín.

“ Desde que tuve uso de razón fui seguidor de la radio; fui un niño que tuvo los juguetes convencionales […] pero siempre mi atractivo fue un radio, el RCA Víctor que tenía mi mamá. Yo la encendía y repetía todo lo que decían los locutores de la época: Octavio ”Octavito”, José Nicholls Vallejo, Enrique Hincapié, Antonio Henao Gaviria y todos ellos; esa fiebre de la radio se fue pegando[…]”.

Así comentó los sueños que desde chico construyó Usquiano2 .

La pasión por ser locutor, lo llevó a dar sus primeros pasos como operador en RCN en Radio Éxito, en los 1200 de Amplitud Modulada. Cada semana les alegraba los días y las noches a los amantes de las baladas con los intérpretes de este género musical.

Su ímpetu, ganas y el entusiasmo por la música le decían que no debía quedarse como operador de radio. De la mano de su talento, ingresó a la Compañía Codiscos que, junto con Discos Fuentes y Discos Victoria, eran las empresas discográficas más emblemáticas de Medellín en temas bailables y promotoras de la música colombiana.

Hernán Darío Usquiano. Director de la Viejoteca. Foto: Archivo revista Porro y Folclor

En estas empresas discográficas conoció a los maestros de la música tropical. En relación con esto, Usquiano cuenta:

2 Entrevista realizada por Alonso Franco L. Director de la Revista Porro y Folclor a Hernán Darío Usquiano. 2 de abril de 2017. “[…] yo los llevaba (a los intérpretes) a las frecuencias tropicales de la época como

Radio El Sol de RCN, Hondas de la Montaña,

Radio 24, Radio Visión la Tropical de Oro,

Radio Reloj y ahí empecé mis tareas como promotor discográfico y mi amistad con toda esta gente de la música, porque los tenía de cerca; ya sabía quién era el arreglista, quién era el compositor, el músico, el cantante; me hice muy amigo de este gremio […]”

El auge de la radio y la música tropical

Desde este puesto de privilegio, Hernán Darío Usquiano vivió la época de oro de los éxitos de la música tropical en Medellín. Su trabajo con las empresas Discos Victoria y Fuentes, lo formaron en el conocimiento y aprendizaje para entender y promocionar los éxitos de las orquestas paisas. “[…]Tuve el honor de ser productor de música tropical de Luis Felipe González, Pastor López; ser fundador, desde Discos Fuentes, del Tropicombo; productor discográfico de una de las voces más linda que tuvo la música tropical: Jairo Paternina”.

El auge de la música tropical bailable que había iniciado desde los años 60 en Medellín, hacia finales de los años 90, todavía gozaba de aceptación. Esto se debió a que orquestas de salsa, vallenato y de otros géneros venían a la ciudad a grabar en las empresas discográficas; se presentaban en los eventos de la ciudad, en bares de prestigio, clubes sociales y tablados artísticos de Feria de las Flores, entre otros escenarios. Usquiano lo narra de esta manera: “ Medellín para la música tropical y para cualquier tipo de música fue la meca, fue el centro de acopio; en Bomboná con El

Palo, donde está (en la actualidad) el Hotel

Metropol, podías encontrar a Jairo Varela escribiendo una canción; a Isaac Ramírez; en el Hotel Nutibara a Lucho Bermúdez; en Guayaquil, a Julio Jaramillo, Olimpo

Cárdenas o Daniel Santos. Medellín por ser la sede de estas disqueras: de Ondina, de Metrópolis, Disco Fuentes, Codiscos,

Discos Victoria, Sonoluz y posteriormente de Discos Dago, y Antioqueña de Discos se

convertía por épocas en un tertuliadero de músicos de géneros que estaba pegando en el comercio […] Eso se hizo gracias a que Medellín es la sede y ahí está la importancia que tienen esos ritmos”.

Medellín, ciudad musical

Para Usquiano la música tropical de Medellín tuvo íconos: Jairo Paternina, Gustavo Quintero y Rodolfo Aicardi, que marcaron una época dorada en la música en este género y dejaron huellas imborrables.

En relación con lo anterior, sostiene, “ Yo digo que el grupo que tuvo el oído y el olfato más comercial fueron Los Hispanos.

Los Hermanos Jiménez lograron tener en sus filas, al iniciar sus tareas en la música tropical, a Gustavo Quintero, el “Loco”, y reemplazarlo por otro ícono como fue

Rodolfo Aicardi. Ese grupo para mi fue el manda callar. Después, viene el resto[…]

Ellos le dieron la bendición a la música tropical con esos dos íconos de nuestra música […] Igual que Gustavo, no hay nadie para interpretar la música tropical y se lo puedo firmar en una notaría; nadie tiene la capacidad de cantar como Gustavo, de interpretar como él y que te ponga a bailar y se muera de la risa de las historias que narra… Juntar un cantante con todas esas características no se vuelve a ver; el ícono más grande que ha parido el pentagrama colombiano se llama Gustavo Quintero[…]” Sobre la influencia e importancia de la música del Caribe en Medellín, dice: “ Desde que se estableció aquí, en el año 1947, Toño Fuentes con Discos Fuentes, vino esa calentura costeña. Hablo de esto como si fuera un bus imaginario que empieza a hacer su recorrido desde El

Piñón Magdalena, pasa por Sabanagrande, por Barranquilla recogiendo gente y se encuentra con Los Hermanos Martelo, con Gabriel Romero y Lucho Bermúdez en Carmen de Bolívar; en Magangué, con

Rodolfo Aicardí y Armando Hernández; ese bus sigue recorriendo la costa porque va para Medellín donde están las disqueras, Se encuentra con Los Corraleros de Majagual, y la última parada la hace en Planeta Rica, donde está Jairo Paternina. Ya había pasado por San Marco, de donde trajeron a Los Hermanos Piña.

Estos costeños se asentaron en Medellín en diferentes barrios: uno en Pedregal, en La Floresta, en Guayabal, en Campo Valdés y en el sector de Jesús Nazareno, donde vivieron Jairo Paternina, Los Piña y Lucho Campillo. Esta gente se encontró con Jairo Grisales, con Fruko, Los Hermanos Jiménez, con Gustavo Quintero y hacen una década de música entre los años 60 y 70 […] Le pusieron pitos, saxofones, trompetas y trombones a la parranda de Gildardo Montoya, que venía del corregimiento de Palermo, municipio de Támesis; a la música de Darío Gómez, de Sopetrán y esto se volvió una fiesta. Medellín era una fiesta; teníamos compositores, arreglistas, músicos, cantantes […] Medellín era una ciudad musical”.

Hernán Darío Usquiano. Viejoteca. Foto: Cortesía, Hernán Usquiano

La Viejoteca, espacio para la música

Con esta experiencia acumulada, y promocionando la música tropical, Usquiano se ideó este programa de televisión, desde donde proyecta a las orquestas, compositores y músicos vigentes en el pentagrama musical colombiano.

Hernán Darío Usquiano. Foto: Archivo revista Porro y Folclor

La idea se la vendió a los productores de Telemedellín y así nace La Viejoteca: “ yo envié la carta a Telemedellín y era como hacer un reclamo porque las orquestas y los artistas de Medellín no tenían la difusión suficiente. No la tenían en la radio, ni en la prensa, ni mucho menos en la Televisión.

Yo les ofrecí un programa donde les llevaba el presentador, las orquestas y todo […] La idea era que el programa fuera de y para los músicos tropicales y que ahí tuvieran su ventana, su balcón, su vitrina para su catálogo de producciones nuevas”. De esta manera creó un espacio para el encuentro, la memoria y la unión para los aficionados de orquestas como La Combo Dilido, Los Graduados, El Combo de las Estrellas, Oscar Velázquez, El Tropicombo, y otras tantas agrupaciones que le han aportado a la música tropical en Medellín: “ La Viejoteca es muy importante; es una plataforma para orquestas, para bailes; pero necesitamos más refuerzos, hacerle más esfuerzo a la Viejoteca para que la música siga surgiendo”. Este espacio televisivo es un oasis en medio del desierto de la estulticia cultural de la ciudad. No se puede dejar que los imperios culturales homogeneizantes, la globalización, la tecnología y la falta de creatividad arrasen con la música construida, creada y realizada por los artistas populares.

En relación con lo anterior, Usquiano piensa que el futuro de la música tropical en Medellín tiene nuevas orquestas, porque

“[…] hay músicos nuevos que están creando música tropical y estoy seguro de que vuelve haber ese renacimiento de nuestra música y va a venir con más fuerza, con sangre nueva y sonido nuevo”.

Se espera que el vaticinio de Hernán Darío sea cierto y se puedan ver en los escenarios de Medellín y el país las orquestas tropicales; que sigan siendo un referente para las nuevas y futuras generaciones. Amanecerá y veremos.

José Alonso Franco Londoño: Docente, investigador y director de la Revista Porro y Folclor.

La ciudad y la música

Por: Reinaldo Spitaletta

Es un placer estar con coleccionistas y melómanos, gente que ha profundizado en esa arte tan maravillosa y que me parece la más alta y excelsas de las artes, la música.

La música es el pretexto para hablar de los sonidos de Medellín. Voy a referirme a aspectos históricos, a su desarrollo económico, social y cultural; también abordaré al bambuco, el tango, el bolero, la música antillana, hasta llegar a la década de los sesentas en que se dieron rupturas de paradigmas culturales.

Daniel Barenboim –músico, pianista y director de la orquesta judío argentino- estuvo en 1960 en el Teatro Colombia -que ya no existe, como muchos teatros de la ciudad- interpretando las 39 sonatas de Beethoven. Medellín para entonces era el meridiano por donde pasaba toda la cultura del Continente, eran tiempos de rupturas políticas y sociales. Aunque era una ciudad conservadora, en los años sesenta tuvo otra serie de puertas

Reinaldo Spitaletta. Conferencia Bar Malaga. Foto: Archivo revista Porro y Folclor

para hacer sus propias revoluciones en lo cultural. Voy a hablar de un sonido que revolucionó a Colombia, el Chucu-chucu; para ello retomaré la investigación del filósofo y músico Juan Diego Parra.

Hay en Antioquia una serie de escritores muy destacados; para mí el más brillante es Tomás Carrasquilla, quien retrató el talante de lo que era el antioqueño del siglo XIX y parte del XX, el que se acostaba con las gallinas, comulgaba a las seis de la mañana, era un cacharrero, negociante, gran comerciante. Ese Antioqueño cambia con el paso de un siglo a otro, e intermedia ahí la Guerra de los Mil Días y la Industrialización: ese paisaje aldeano y bucólico se trasfigura con la aparición de las chimeneas fabriles, lo que va a cambiar la forma de ser de esos medellinenses, que además reciben gente que viene del campo y de otras partes del país para ver la industrialización de Antioquia. También llegó el cinematógrafo, de fines del siglo XIX, y va a transformar esta parroquia, esta villita que, por demás, era una sociedad muy estratificada, donde estaba el “gran blanco” que humillaba a quienes no tenían dinero y afirmaba que había una serie de elementos inferiores en la sociedad como los negros y los descendientes de indígenas. Los mismos clubes –el Unión, fundado a fines del siglo XIX, el Campestre y otros clubes de las élites- no van a permitir la presencia de gente que no sea de su misma estirpe. Eso nos lleva a unas características terribles, como lo que pasó con el gran puertorriqueño Abel Hernández y su Cuarteto Victoria, que eran negros, vinieron a Medellín y no les permitieron presentarse en una ciudad que ya era industrial, cosmopolita en varios aspectos, con culturas distintas a las impuestas por la burguesía local. En los años cuarenta todavía éramos una ciudad segregacionista.

Reinaldo Spitaletta. Conferencia Bar Malaga. Foto: Archivo revista Porro y Folclor

En La María de Jorge Isaac, que se publicó en 1867, ponen el origen del bambuco en África, negro. Lo retomo porque el bambuco va a servir en Colombia para el gran debate nacional sobre la identidad y la búsqueda de raíces. En Medellín y Bogotá el debate frente al bambuco planteaba que ese ritmo nada tenía que ver con negros ni africanos, sino con blancos, españoles. Una cosa purista, fascista.

Medellín, ese pueblo que les estoy describiendo tenía un barrio, Guanteros, que se salía de los moldes establecidos por la iglesia y el gobierno, que no se acostaba con las gallinas y que si no había luz prendían velas para seguir en la rumba. Era un barrio de trabajadores y artesanos –rebeldes, de pensamiento liberal, eran jodidos, no se dejaban mandar ni manipular-. Leían con mucha fluidez a los ilustrados franceses –Voltaire, Rousseau…- era gente que tenía un pensamiento distinto. Además, estaban las salas de baile y las muchachas de la noche. Era un barrio festivo. De allí eran los sastres Pelón Santa Marta y Adolfo Marín, quienes serán muy importantes para la difusión del bambuco en Medellín, en Colombia, las Antillas y México. Hacia los años veinte Medellín contaba con un puerto seco: Guayaquil tenía la estación del tren que transformó las mentes y los comportamientos de mucha gente. El cartagenero, Coroliano Amador, que tuvo banco propio y fue el primero en traer un automóvil, los fonógrafos y el teléfono; se propuso colonizar ese destierro lleno de zancudos que era Guayaquil e hizo una plaza de mercado diseñada por el francés Charles Carré –quién dirigió la construcción de la Catedral Metropolitana-. También lo contrató para construir el Edificio –conocido hoy como Carré-. Alrededor de esa plaza de mercado surge Guayaquil. Según un cronista “Guayaquil es una ciudad dentro de otra”, con sus propias dinámicas y donde todo el mundo se iguala –el gran rico, el gran pobre, el gran comerciante, el pequeño comerciante, el informal, el formal, la prostituta, el estafador-. Todo estaba dado en Guayaquil para que los nuevos sonidos de la ciudad se escucharan.

Entretanto, el asunto del bambuco seguía en discusión: si es negro o blanco, si había que escribirlo en guión cuatro, si son músicos de aquí… Intervenía en ello compositores como Emilio Murillo Chapull (Bogotá) y Gonzalo Vidal (Medellín). Que si el bambuco es un aire nacional o andino que gusta solo a los ricos de Bogotá o Medellín, discusión que se enfocó más en las décadas del treinta y cuarenta… Pero según el dato del escrito de Jorge Isaac en María, eso es negro.

Mientras tanto aparece en Colombia la radiodifusión –la emisora y el radio-. ¡Eso es absolutamente maravilloso y transformador de las escuchas! A propósito, la primera sociedad que tuvo Medellín fue de espectadores, una sociedad visual afectada por el cinematógrafo: en 1909 a estos paisas de alta alcurnia les da por hacer un teatro poli-funcional, donde se programaban peleas de gallos, corrida de toros, boxeo… Más adelante será el Circo España, una sala de proyección cinematográfica donde ricos y pobres confluyen en una sola localidad; ahí se igualaron ricos y pobres, negros y blancos. En el Circo España, como en Guayaquil, todos se juntan. Esto rompe con comportamientos ya establecidos en una ciudad tan inequitativa y desigual; Guayaquil dio esas primeras puntadas y la radio será fundamental para esto; aunque conseguir un radio era, según testimonios de los años treinta y cuarenta, dificilísimo, no cualquiera podía adquirir un radiecito. Menciono esto porque se relaciona con la difusión de otras músicas, además del bambuco… el tango por ejemplo. Ya para los años treinta aparece el reporterismo ¡Eso fue una vaina revolucionaria en Medellín! ¡Una nueva forma de hacer periodismo! Hubo nuevos sonidos en la radio, los de la información. Se cubrían por La Voz de Antioquia y Ecos de la Montaña, dos emisoras muy importantes; después va a aparecer La Voz de Medellín –origen de RCN-. Para los años cuarenta está la radio instalada en Colombia.

En 1934 en Cartagena el señor Toñito Fuentes tuvo una disquera, que contó con la presencia de la música del Caribe. Aquí en Medellín no se escuchaba música de negros, pero aparece una disquera que la divulgaba. Eso contribuyó a cambiar a un pueblo que no bailaba. El antioqueño si bailaba era cosa rara; a visitantes extranjeros les parecía extraño que aquí no bailaran, que los cuerpos estuvieran tan alejados uno del otro. Eso de la relación del cuerpo lo transforma la música tropical, antillana y el bolero, la aparición del son del Trío Matamoros, esos negritos que estuvieron en Medellín en los años treinta, va a hacer que la gente baile, que se acerque. La música y el cine van a ser importantes en una nueva forma de relacionamiento. En los años treinta, en la Voz de Antioquia el maestro Peña metió a Agustín Lara en su onda corta; estaba en la cumbre y lo que estrenaba en México se transcribía y montaba para el radio teatro. Por esas vías entra el bolero mexicano a una ciudad bambuquera, de pasillos y de tangos.

Para los años cuarenta hay una industrialización muy formada, en la radio hay concursos, intervención de intelectuales, encuentros de bambuco y de radioteatro… eso procura una ciudad que suena distinto, que habla de otra manera, que no le hace caso solo a las campañas de la catedral y de iglesias.

Reinaldo Spitaletta. Fotos: http://www.elmundo.com/portal/cultura/cultural/ la_medellin_de_hoy_es_mas_interesante_que_la_de_1960.php#. WeRROWjWzs0

También tenemos que Gardel muere en Medellín. Aquí nadie era Gardeliano; cuando se cumplieron diez años de su muerte ningún periódico sacó una notica. A mediados de los años cuarenta, cuando la cantante argentina Libertad Lamarque llega al aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, dice: “cómo así, aquí no hay una placa de Gardel, nada que lo recuerde que aquí murió…”. Entonces manda a hacer una placa-recordatorio en memoria a Gardel. Es apenas para esa época, a través del cine argentino, que el tango empieza a degustarse: arrabalero, para los obreros, para gente de bajos fondos, para clases medias; y se conoce a Gardel, más por sus películas que por sus tangos. A ello se suma la aparición de la rocola o pianola, el traga monedas, eso cambia todo en las cantinas, la gente echando su monedita para escuchar el tango, el bolero, la música de carrilera –que no es música campesina, algo que se inventaron unos negociantes, música para beber aguardiente-.

En esa complejidad de sonidos de Medellín de los años cuarenta es cuando llega la música de las Antillas, los bailes. Me devuelvo hacia el Caribe nuestro: Lucho Bermúdez llega a la ciudad, va de grill en grill y ameniza los grandes bailes para las clases altas, que no gustaban de música de negros. Sonofuentes no había llegado a Medellín pero sus producciones sí. Otro personaje que dará mucho a nuestras músicas y bailes es Guillermo Buitrago. Ahí estaba también Alberto Burgos, el médico trovador del Magdalena, quién recoge ese vallenato con guitarra, eso influye a que en Antioquia, en los años treinta y cuarenta se formen los duetos. Yo siempre me preguntaba por qué tantos duetos, Obdulio y Julián, Dueto de Antaño, Espinosa y Bedoya… eso es una cosa típicamente Antioqueña, hecha por emisoras y radio-teatros. Por ejemplo, Obdulio y Julián se demoraron mucho para grabar, porque a esos duetos no les gustaba que los grabaran; el Dueto de Antaño era reacio a la grabación de su música a pesar de que en la década del cuarenta se establecieron muchas disqueras.

Guillermo Buitrago será una gran influencia de la música parrandera antioqueña que, aunque con influjo de nuestro Caribe maravilloso, se generó aquí: música medio campesina y medio urbana. Los diciembres tendrán en Medellín, a partir de los años cuarenta, ese toque caribeño promovido por estos artistas. Ya se había roto esos dogmas frente al cuerpo, donde músicas como la de Pérez Prado y de las Antillas van a llevar igualmente a la transformación musical. En los años cincuenta con la Dictadura que empezó Mariano Ospina en 1949, se cierra el Congreso, hay una gran censura de prensa… La iglesia en Medellín consolida un gran poder y ve en esos cines, en esa música y en muchas cosas, situaciones que pueden interrumpir la devoción de los feligreses católicos. Aparecen el arzobispo Joaquín García Benítez y el obispo Miguel Ángel Builes prohibiendo el mambo: “ningún católico puede bailar el mambo, está prohibido…” y lo prohibido ¡Ay que dicha…! Ahí mismo todos a aprender a bailar mambo y Guayaquil se llena de mamberos…

Además, en los años cincuenta aparece el rock roll, que influyó a la juventud de Colombia y particularmente en Medellín, que ya tenía una serie de culturas establecidas por la música: estaban los camajanes, una figura legendaria en la sociedad de Medellín de los años cincuenta. Daniel Santos, otra figura en la camaradería de los barrios. Es así que este sonido influye y da origen a una música que en los sesenta estará metida en bailes de Medellín, de Antioquia y creo que de Colombia: se va a utilizar guitarra y bajo eléctrico, ya no va haber clarinete ni trompetas, sino saxofón. Todas esas cosas aparecen con un vocalista y un grupo que lo respalda. Los Hispanos se van a volver una mezcla de rock and roll con cumbia, con porro y con la música paisa también de parranda que se tiene entre lo campesino y lo urbano, y aparece una de las expresiones musicales de esta ciudad, el chucu chucu, calificado así por los detractores. Pasa a la historia con eso nombre, que es una homeonatopeya de la raspa. Lo que pasa es que Caicedito1 en su novela Que viva la música despotrica de este sonido, pero en los sesenta en Colombia se escuchaba a Los Hispanos, con éxitos como La cinta verde grabada por Discos Fuentes con la voz de Gustavo Quintero, uno de los más grandes legendarios cantantes de este tipo de música.

1 Andrés Caicedo, escritor caleño (1951-1977).

Reinaldo Spitaletta: Texto retomado en algunos fragmentos, y transformado, de la conferencia realizada por Reinaldo Spitaleta en el marco de la Celebración de los 10 años de la Tertulia Amigos del Málaga, en el Salón. 30 de julio de 2017

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