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Colaboradores José Portaccio Fontalvo

Editorial

Mujer, arte y resistencia

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La Revista Porro y Folclor y el Equipo de Investigación de la Comuna 13, realiza un trabajo de investigación sobre Las

Mujeres en la Comuna 13, llamado Mujeres en la 13: generadoras de múltiples posibilidades1, cuyo objetivo es “visibilizar el papel de la mujer en la transformación territorial y social en la Comuna 13 – San Javier de Medellín, en la construcción de diversos sentidos de vida desde la organización, la movilización social y las expresiones artísticas como ejercicio de resistencia”; esta investigación reconoce los aportes de la mujer de la Comuna 13 en la transformación social y territorial, mediante la visibilización de sus escenarios y procesos de movilización

En esta edición de la Revista Porro y Folclor se hace un homenaje, se destaca, resalta y valora el papel que han tenido las mujeres en la construcción social y territorial no solo en la Comuna 13 sino en el país; pues a través de la historia, las mujeres han participado de manera directa e indirecta en los procesos de lucha, transformación y cambio social, cultural, político, económico y territorial.

Esta investigación fue Beca Ganadora de estímulos PP Cultura 2017. Línea de Participación: “Investigación cultural, histórica, Patrimonial o en Memoria” Secretaría de Cultura Ciudadana”. Del equipo investigativo hacen parte: Luz Amparo García, Ernesto Wilches, Humberto Arboleda y Alonso Franco L. Las mujeres hoy hacen parte de las diferentes actividades que desde los barrios benefician a sus comunidades, su inclusión permite que jueguen un papel determinante y clave dentro de la sociedad; su función es tan primordial que lideran procesos de transformación social contribuyendo al desarrollo cultural, político y económico en la ciudad.

Por años las mujeres resistieron los avatares del machismo y la discriminación religiosa, cultural y social, muchas no han podido expresar sus saberes artísticos por miedo al señalamiento, a la discriminación, a la burla y al marginamiento. Sin embargo su papel en las luchas sociales, la participación en la transformación y la construcción de una nueva sociedad es determinante; sus voces y acciones han marcado huellas en la transformación de los territorios.

Finalmente, hay que destacar la importancia de las mujeres en la música, en la danza, en las artes escénicas, en la plástica, en las artes visuales, en fin; ellas desde las expresiones artísticas se han convertido en el eje transformador social y reivindicador de una sociedad basada en la equidad e igualdad.

La Orquesta del Caribe

Por. José Portaccio Fontalvo

Desde tiempos inmemoriales existieron en Colombia agrupaciones musicales conformadas por instrumentos de cuerdas, vientos y percusión, que hacían su aparición en eventos culturales oficiales o particulares.

En principio existieron, y todavía existen, las bandas de viento, especialmente aquellas localizadas en zonas rurales de pueblos de la costa

Caribe de nuestro país. Eran copias de las bandas europeas o norteamericanas, países de donde procedían los instrumentos indispensables, como eran las tubas, cornos, bombardinos, trompetas, trombones, saxofones, clarinetes, redoblantes y platillos. Se sabe de músicos costeños que viajaron a Alemania, Francia, Estados Unidos, para comprar y traer dichos instrumentos a sus respectivas localidades.

La mayor parte de los miembros de las bandas eran empíricos y lo único que los instaba a hacer parte de la agrupación era su amor por la música y por el instrumento que habían aprendido. Algunos de ellos habían recibido alguna instrucción privada. Los directores tuvieron la oportunidad de asistir a una academia o consiguieron profesores particulares para el

Lucho Bermúdez. Fotos: http://cumbiapoder.blogspot.com.co/2012/03/luchobermudez-vive-en-argentina-segun.html

aprendizaje. En las bandas militares si existió un apreciado grupo de integrantes que recibieron una instrucción musical académica. Estas últimas acompañaron los ejércitos patriotas en las guerras de independencia.

El tipo de música que interpretaban estas bandas eran temas traídos de Europa y Estados Unidos como polkas, mazurcas, valses, shottis, marchas, fox, swings, one step, etc. Uno que otro interpretaba danzas asimilando nuestros bambucos y pasillos, ejecutados con auténtico sentir colombianista. Finalmente terminaron siendo, como lo son hoy en día, bandas de pueblos que en la costa Caribe llaman actualmente bandas pelayeras.

Con el tiempo, a muchas de esas bandas se les agregaron instrumentos de cuerda como piano, contrabajo y violines, y así se convirtieron en otra modalidad como eran las orquestas propiamente dichas, especialmente las Big Band o las orquestas Jazz Band. De este tipo tuvimos a la orquesta “A” No.1 del maestro José Pianeta Pitalúa, la de la Emisora Fuentes de Cartagena, la de Emisora Atlántico y en el caso nuestro, la Orquesta del Caribe del maestro Luis E. Bermúdez.

Lucho Bermúdez con la orquesta del Caribe Cartagena. Fotos: http://luchobermu.blogspot.com.co/2012/02/carrera-orquestal.html

Antecedentes

El joven Luis Eduardo Bermúdez Acosta, nacido en la población bolivarense de El Carmen, tuvo desde su niñez una inclinación por la música que fue orientada por su tío materno José María Montes quien lo puso en contacto con prestigiosos maestros de la localidad. Desde muy niño comenzó a dominar algunos instrumentos como el flautín y posteriormente otros como la guitarra, el clarinete y el saxofón.

Poco a poco el joven Bermúdez fue ascendiendo en su ininterrumpida carrera musical. A la edad de 9 años no solo ingresa a la banda municipal de El

Carmen, sino que con el tiempo llega a ser su director.

Posteriormente viaja a Santa Marta e ingresa a la banda de la ciudad y a la banda militar del batallón Córdoba, con apenas 19 años de edad, permaneciendo allí por 15 años. Luego funda las bandas de Aracataca y de Chiriguaná. Pasa a la de la Base naval de Cartagena y a la Banda Departamental. Allí en Cartagena, el maestro José Pianeta Pitalúa lo encarga para dirigir su orquesta “A” N° 1 y en 1936 se le cumple uno de sus más deseados sueños: dirigir la Orquesta Emisoras Fuentes de Cartagena. Allí estuvo durante tres años. En 1939 el ambiente musical de Cartagena estaba en todo su apogeo. No era gratuito pues el Corralito de Piedra reunía una serie de condiciones que no tenían otras ciudades del Caribe, como por ejemplo, contaba con varias orquestas. Además, el barrio Torices ostentaba el privilegio de ser un gran exponente de la cultura popular de la ciudad y de sus equipos de beísbol, era un sector eminentemente musical y con gran influencia cubana por la presencia de sextetos con marímbula, herencia de los ingenios azucareros instalados en 1907 en Sincerín. Cuando Lucho Bermúdez llegó a la capital del departamento del Bolívar, se codeó con estudiantes de la Universidad de Cartagena, todos parranderos, toma tragos y bailadores, pero amigos de la fiesta sana. Era la época en que a Lucho lo consideraban muy cartagenero.

Fundación

Lucho encontró un gran apoyo para la formación de la nueva orquesta en la persona del empresario José Vicente Mogollón, de una distinguida familia de importadores que habían hecho fortuna con la venta de equipos de oficina que ofrecían en sus negocios de papelería en los almacenes de Barranquilla y Cartagena. Su razón social era J.V. MOGOLLÓN. Traemos a colación a José Vicente Mogollón porque fue él quien sugirió a Lucho el nombre de la posible orquesta en momentos en que se estaban iniciando las construcciones de todo un andamiaje que daría lugar a un establecimiento turístico que iría a llamarse Hotel Caribe. Además, Lucho pensaba que, poniéndole ese nombre a su orquesta, los dueños del hotel lo llamarían para darle contrato, pero tal expectativa nunca se cumplió.

Lucho Bermúdez. Fotos: http://cumbiapoder.blogspot.com.co/2012/01/prende-lavela-de-la-cumbia-lucho.html

El joven maestro en 1939 contaba ya con 27 años de edad y pone en ejecución la fundación de su orquesta, hecho que ocurre exactamente en la calle de La Cruz, en Cartagena. De inmediato llovieron los contratos para amenizar bailes en la Heroica y Barranquilla, al tiempo que se comprometió con las Industrias Eléctricas y Musicales de Argentina, subsidiaria del sello Odeón Vorotin de Buenos Aires, a grabarle sus creaciones y a imprimir sus discos especialmente para los Laboratorios Fuentes S.A. de CartagenaColombia. Era una orquesta tipo Jazz Band con trompetas, trombones, saxofones, clarinetes, batería de bombo y platillos, piano y cantantes. Ello hizo que al poco tiempo la Orquesta del Caribe compitiera sobradamente con las otras, como eran la Atlántico, la “A” N° 1 y la Emisora Fuentes.

Grabaciones

Aunque el maestro Lucho Bermúdez aseguraba que la primera grabación que hizo con la Orquesta del Caribe fue el porro “Marbella”, nacido de un recuerdo que él conservaba, dedicado a un barrio popular de la Heroica: el color de la arena, el color del mar, la inmensidad de la bahía de Cartagena. Sin embargo, esa grabación no aparece, pues la versión más antigua del mencionado porro es la que Lucho y el maestro argentino Eugenio Nobile hicieron en Buenos Aires con la Orquesta Panamericana, sello Víctor en 1946, y el año anterior la Orquesta del Caribe ya había desaparecido. A esta grabación se agrega la versión de Eduardo Armani.

Los patrocinadores discográficos de la Orquesta del Caribe hicieron un contrato con el entonces joven director Luis E. Bermúdez A., a fin de que las Industrias Electro-musicales S.A. de Buenos Aires comenzaran a imprimir las grabaciones que desde La Heroica se creaban especialmente para Laboratorios Fuentes S.A., pues no existía en esta región una casa fonográfica impresora. Las grabaciones regresaban a Colombia bajo el sello Odeón Vorotín en la velocidad de 78rpm con un tema por ambos lados.

Los jóvenes Luis E. Bermúdez y Ramón de Zubiría habían visto que en las noches de Marbella muchos grupos de negros de la vecindad bailaban alegremente con velas. Eso los inspiró a escribir un mapalé, con música de Bermúdez y letra de Zubiría, y fue grabado con el nombre de “Prende la vela” con la voz del cantante Pedro Collazos.

Así, el maestro Bermúdez empezó a dar a conocer composiciones de su autoría, pero también la de otros compositores. Por ejemplo, el entonces maestro soledeño, Francisco de Asís Galán Blanco había escrito el célebre porro “Conejo cogí’o, conejo pela’o”, que ha subsistido hasta nuestros días interpretado por las bandas pelayeras de la costa Caribe. Hoy se le conoce simplemente como “El conejo pela’o”. Es una de las mejores creaciones del maestro Pacho Galán.

Cuando el joven Bermúdez estuvo en la Banda de la Base Naval de Cartagena, de toda esa juventud cuando se había enrolado como recluta, el maestro se inspiró en este recuerdo y por eso les rindió homenaje escribiendo el porro “Cadetes navales”.

En 1943, uno de los integrantes de la orquesta del Caribe había escrito una composición que a Bermúdez le llamó bastante la atención y no vaciló en grabarla bajo el título de “Tristezas del alma”, un vals criollo de la autoría de Luis Alberto Rodríguez Moreno. Como hecho especial se registra la presencia del órgano electrónico cuyo intérprete fue el panameño Salvador Muñoz, hermano del célebre pianista istmeño Avelino.

Lucho Bermúdez. Fotos: http://extranoticias.com.co/sitio/la-historia-arturo-garcialegendario-porro-lucho-bermudez/

Debemos destacar que a “Tristezas del alma”, que en 1945 fue grabado también por la Orquesta argentina de Eduardo Armani y en el mismo Sello Odeón, surgió en 1946 la versión de Los Trovadores de Barú, que es la más conocida y la que se consideraba como la primera. Pues bien, este vals ya había sido grabado cuatro años antes y se conocía en Argentina, tanto que el maestro Armani no vaciló en grabarla.

El maestro de El Carmen, amante de la libertad, ya que había experimentado épocas de verdadera guerra, fue siempre amante de la paz. Por eso escribió el porro “Libre Colombia”. Hoy en día a ese porro se le conoce con el nombre de “Mi pueblo”. En Cartagena existió un empresario riquísimo, parrandero y amigo del trompetista y compositor Luis Alberto Rodríguez Moreno, con quien en su casa disfrutó de su música. Se trataba de Vicentico Martínez Martelo. Fue así como el maestro Rodríguez Moreno le escribió el porro “Vicentico Martínez”. En 1954 el maestro Pedro Laza Gutiérrez y sus pelayeros resucitaron esta bellísima y alegre composición y la volvió a grabar simplemente con el nombre de “Vicentico”.

El éxito de la venta de discos de la

Orquesta del Caribe fue tal, que la casa argentina no vaciló en seguir haciendo grabaciones, a la vez que otras discográficas aprovecharon esa popularidad y también firmaron contratos.

Como sucedió con la norteamericana casa Víctor, pues ya en 1939 el maestro Lucho, aprovechando las fiestas carnestoléndicas de la capital del Atlántico, grabó el mapalé “Joselito carnaval” con la voz y dramatización cómico-fúnebre del cantante Manuel de J. Povea; al respaldo estaba “De que se cae, se cae”, un fandango, ambos del maestro Bermúdez. Además de “Jamón con yuca”, mapalé, el bolero “Eternamente” del mejicano Armando Domínguez Borras cantado por la antioqueña Maruja Yepez. Así mismo, el sello cartagenero Discos Fuentes se sumó a la serie de grabaciones que dejó la Orquesta del Caribe, apareciendo “Yegua en caldereta”, gaita de Germán Lambraño; “El burro”, porro de Clímaco Sarmiento; la primera grabación del porro “Santa Marta”, de Francisco Bolaño cantado por Cosme Leal; y tres temas de Lucho Bermúdez, entre ellos los fandangos “El gallito” y “Once de noviembre”. Así fue gran parte de la discografía que dejó grabada la Orquesta del Caribe y que hoy reposa en los anaqueles que guardan celosamente los coleccionistas.

Debut en Bogotá y disolución de la orquesta

El maestro Luis E. Bermúdez tenía la convicción de aprovechar su orquesta y llevarla a la capital del país. Fue así como empacaron todos sus instrumentos y abordaron una amplia embarcación, y atravesando el río Magdalena durante una semana llegarían al puerto de La Dorada y de ahí harían transbordo en un tren que los conduciría a Bogotá. Y efectivamente llegaron.

Lucho Bermúdez acompañado por orquesta argentina. Fotos: http://luchobermu.blogspot.com.co/2012/02/carrera-orquestal.html

El hotel Ceci de la calle 10 (Calle del Divorcio) con Carrera 8ª, esquina, los esperaba, y debidamente fueron alojados cada uno en sus habitaciones. Sin embargo, se presentó una dificultad de cuidado: muchos de los músicos estaban desabrigados y, por supuesto, llegaron resfriados, temblorosos, con dolor de cabeza. Lucho preguntó dónde podrían contactar un médico urgentemente pues en la noche harían su debut en el Restaurante Cabaret Metropolitano con el que el maestro había firmado contrato. Pero médico no había, solo un estudiante de tercer año de medicina, al cual acudieron con la buena suerte que supo diagnosticarlos y recetarles una inyección, cosa que se hizo inmediatamente y a las pocas horas todos se encontraban perfectamente recuperados. El estudiante era ni más ni menos que el joven barranquillero Plinio Guzmán Alandete, bachiller y normalista, conocedor del sistema Braille para ciegos y que estaba adelantando estudios en la Universidad Nacional de Colombia. Plinio era además cantante y guitarrista aficionado y junto con su hermano Hernando, habían conformado un dueto en Barranquilla. A partir de ese momento y por tan buen acierto, comenzó una amistad interminable que abarcó a familiares y amigos, solo se acabó cuando después de 50 años el maestro Lucho murió en 1994 y Plinio en 2016. Corría el año de 1944 y los meses de abril y mayo significaron un gran triunfo para el maestro Lucho Bermúdez quien acababa de traer el porro y la música costeña a Bogotá en el gran sitio del Metropolitan, y la gran orquesta del Caribe, después de estas actuaciones se disolvió debido a que sus integrantes se regresaron a Cartagena al no encontrar más trabajo o porque el frío de la capital los enfermaba. La orquesta estuvo integrada por los saxofonistas Luciano Castro y Clímaco Sarmiento, los trompetistas Cristóbal Romero y Manuel de J. Povea, el trombonista Arsenio Montes, el baterista Manuel Gómez, el bajista José María Crizón, el pianista Rubén Lorduy, y los cantantes Cosme Leal, Pedro Celestino Collazos y Gilberto Delgado Iglesias. Esporádicamente actuaron como cantantes Maruja Yepez, Hernando Guzmán y Matilde Díaz. Hernando Guzmán, bolerista, compuso el bolero “Soñar”, grabado en Buenos Aires por el cantante Gregorio Barrios con Don Américo y sus Caribes. Matilde Díaz cantó con la Orquesta del Caribe pero no grabó discos.

Y hasta aquí la historia de esa agrupación de la música costeña como fue la Orquesta del Caribe.

José Portaccio Fontalvo: Egresado de la Universidad nacional de Colombia Licenciado en ciencias de la educación. Locutor y libretista de emisoras de radio de Barranquilla y Bogotá

Juan Piña, el sabor de la música colombiana

Por: Juan Guillermo Sanmartín Romero

Es lunes festivo. Es temprano y hace frío. Por la Avenida La Playa el paisaje es el que suele verse en los puentes festivos.

Uno que otro borracho. Basuras en las calles.

Discotecas amanecidas y deportistas preparados para hacer ejercicio. En el Teatro Pablo Tobón

Uribe esperé a la persona que me llevaría hasta la casa familiar donde se hospedaba Juan Piña.

Una vez allá…

Juan Piña acompañado por Carlos y Jose Barros. Fotos: Cortesía, Carlos Piñas

“ Cuando digo no, es no”. Estas fueron las primeras palabras que escuché de Juan. La noche anterior a ese día había participado en una reunión familiar. Era claro que no quería atender citas al día siguiente.

“Vienes con un ángel”.

La persona que me llevó –sobrina de Juan- había estado hablando con él, contándole de mi deseo por escribir una nota y conocerlo. Así que tras una labor apoteósica de ese “ángel” para convencer a Juan, accedió a hablar conmigo. “Si pudiera volver a nacer, sería músico, usaría pantalón corto, pelo rebelde, bigote agraciado, sería un estupendo cantante, un paupérrimo bailador y amaría infinitamente el folclor colombiano”, dice.

Juguetes, instrumentos de música

“ Somos músicos porque mi abuelo Francisco

Piña le enseñó a mi padre Juan de la Cruz; mi padre le enseñó a sus hijos, los hijos enseñarán a sus hijos y estos a los suyos”.

Juan de la Cruz Piña hijo nació en el municipio de San Marcos, Sucre en el año de 1951. Juan estudió hasta segundo de primaria. Al ser uno de los hijos mayores de los 21 Piña, su labor comprendía en trabajar para darles educación a los hermanos menores. Su crianza estuvo rodeada de escasos recursos económicos y por la música. Esta última en la familia Piña Valderrama, era una opción. La falta de dinero no les permitía comprar juguetes. La diversión eran los instrumentos: el bombo, el redoblante, la guitarra, los platillos y otros instrumentos del aire sabanero, el porro.

Juan de la Cruz Piña padre, les ensañaba a tocar a sus hijos varios instrumentos musicales. El viejo dominaba a la perfección los vientos: clarinete, trompeta, bombardino. Juan, nunca quiso ser músico, dice él, porque no le gustaba pasar las “lidias” de cargar instrumentos y las marcas que dejaban las embocaduras de los aerófonos. Excusa, que le sirvió para formarse en el canto. Sin embargo, le tocaba cargar la trompeta de su padre.

No solía jugar en las polvaredas, arenales y árboles que dan sombra a la iglesia en la plaza pública de su tierra natal. Prefirió los aplausos, la música; cargar la trompeta y acompañar, junto con sus hermanos, a su padre en las presentaciones. Conocer a grandes artistas y agrupaciones como Celia Cruz, la Orquesta Billos Caracas Boys y ser algún día reconocido como “alguien en la música”, eran las metas del niño Juan. Escuchar la radio; tomar el tinto en la plaza; acompañar a su padre. Así eran los días de Juan Piña a sus 10 años en San Marcos. “Nunca me decidí por la música, nací junto a ella”.

Juan Piña en el programa Voz Populi de Blu Radio. Foto: twitter / @juanpinamusico

Juan, Carlos, Alfonso, Wálter, Elvira –ahora cantante de música católica- y otros hermanos más conformaron la orquesta del padre de Juan, llamada Juan Piña y sus Muchachos. La primera presentación de Juan Piña hijo con la orquesta, fue en el Teatro Carmencita de Montería, Córdoba. El niño Juan de 11 años estaba nervioso, sus piernas temblaban y la voz se le quebraba al ver la multitud en el teatro que “no le cabía una alma más”, en espera, del “show de los hermanos Piña Jr”. Los Piña, con sus pantalones cortos, que usaban los niños entre los 10 y 15 años en esa época, dieron un espectáculo: interpretaron porros, cumbias y merecumbés. Música, que dice Juan “ya no se interpreta, no se interpreta la verdadera identidad de Colombia”. Un año después de la presentación en el Teatro Carmencita, 1962, Juan y sus hermanos grabaron su primera canción. En ese tiempo, las grabaciones eran en bloque –todos los instrumentos a la vez-, así que cualquier error, implicaba volver al comienzo.

Empieza el legado

Cuando Juan de la Cruz Piña padre muere, Juan tenía 15 años. Tras este percance, Juan decide seguir con el legado del padre. Tras abandonar su pueblo natal, integró una de las más grandes orquestas de música colombiana. A sus 16 años en los 60´s, llegó a la Orquesta de Los Hermanos Martelo, con éxitos como Macondo y La Buena; además, famosa por sus versiones de canciones como La Piragua y Tres Perlas. La voz de Juan compartió escenario con Hernando Barbosa, María Elena y Edwin Betancourt, interpretando canciones como De Trago en Trago, Noche Costeña y Mentiras.

En época decembrina del año 1968, Juan Piña viajaba a New York –con permiso de su madre al ser menor de edad-, a presentaciones con la Orquesta de Los Hermanos Martelo. Como buen pueblerino, los principales recuerdos de Norteamérica fueron el frío y las difíciles comunicaciones al no saber el idioma inglés.

En la orquesta, recibía las prestaciones legales de un trabajo formal: seguro, pago periódico, primas, cesantías y salud. Aquí es cuando empieza a visionar su gran carrera musical. Practica y entrena esforzadamente su voz; piensa siempre en el “bailador”, llegan las mujeres, parrandas y las escaramuzas, actividades que se matizan por el amor de Juan a su familia y una fe inquebrantable en Dios. Estuvo siete años con Los Hermanos Martelo. A sus 24 años abandonó la orquesta y empezó realmente su carrera musical.

Los Piña: La Revelación

En la Orquesta de Los Hermanos Martelo dejó un legado musical. Juan entonces se encuentra con su hermano, el talentoso Carlos Piña. Es el símbolo más vívido del legado musical de Juan de la Cruz Piña. Su clarinete entona las notas más agudas y alegres de su vida, así como las más graves y cabizbajas. Carlos, además es un gran deportista. En la actualidad Juan y Carlos son dos paralelos opuestos en sus físicos: uno es más trozo, el otro más flaco. Los hermanos Juan y Carlos, conformaron durante 12 años la Orquesta La Revelación, interpretando éxitos como “El Machín” y “Emigrante Latino”. Juan Piña no sólo alternó junto a grandes orquestas e intérpretes. Cantó para proyectos musicales que marcaron la tradición musical de Colombia como La Colombian All Stars (Las Estrellas de Colombia). Esta orquesta, que ponía a “temblar” a los puertorriqueños y cubanos, tenía como base a la orquesta Fruko y sus Tesos” –conformada por músicos de diversos lugares de Colombia, temerarios a la hora de tocar una música entonces escuchada, pero no tocada en Colombia: la salsa-.

El proyecto Colombian All Stars, reunió a los más destacados artistas colombianos de la época, entre ellos Wilson “Saoko” Manyoma; José, El Joe Arroyo; Jairo Licazale; Piper Pimienta Díaz; Juan Piña; entre otros artistas más. El maestro Julio Ernesto Estrada Fruko –seudónimo puesto por el maestro Lisandro Mesa en el tiempo en que Fruko tocaba a sus 16 años para Los Corraleros de Majagual-, amablemente me compartió sus palabras e historias de música. La orquesta Los Tesos, instauró éxitos como El Preso, Al Son del Tren y El Ausente. El maestro Fruko recibió un regalo muy especial de su madre, una flauta de metal comprada al maestro Crescencio Salcedo en Junín con La Playa. Fruko comenzó su carrera desde entonces llevando discos a Guayaquil, cuando era el utilero de las cabinas de la disquera Metrópolis y posteriormente Discos Fuentes.

“Agárrense la pollera mujeres”, dice Juan en la canción Baila Simón. Al igual que la música, las mujeres han sido una constante en la vida de Juan Piña. No es de extrañar que un hombre exitoso y reconocido por un talento específico, atraiga con facilidad a las damas. Tampoco es de extrañar que los sentidos del baile de la cumbia caribeña y otros ritmos autóctonos, tengan como centro un acto de fecundidad –en el cual el hombre le coquetea a la mujer, y esta a su vez, se le escapa y arrima sutilmente con un gesto picarón-. La dualidad amor y licor, convergen en los amores y desamores de los artistas. Y es que como dice Juan en otra de sus letras, un cantante “para los hombres es un hombre, para las hembras es un macho…” Aunque letras de algunas canciones se expresen a favor de sus gustos y cualidades en el amor, también hay otras que connotan los desamores, pesares y desdenes de Juan Piña. En su disco Te Perdí, exclama vociferante “Barranquilla tu sabes quién es”. Los amores eran a escondidas. Las siete hijas de Juan son con diferentes mujeres. “Cuando era chico, en San Marcos tuve tres novias al mismo tiempo”, dice socarronamente.

El lugar de las mujeres

Emilia Piña y Bernarda “Berta” Piña –quienes aún viven con más de 90 años de edad-, son dos mujeres que desde sus vidas enmarcaron la identidad completa de la familia Piña. A parte de que son las integrantes más antiguas en tener consigo el apellido de la música colombiana, son dos mujeres que han criado a sus familias en la oración y en la alegría de la música. Emilia –residente en Medellín-, vestida siempre de blanco, llevó a la familia la oración y la espiritualidad. “Berta” de 104 años –residente en San Marcos-, vestida siempre de polleras coloridas y con su sonrisa de niña, llevó a la familia la alegría y el holgorio de la identidad colombiana. Juan recuerda entre risas y brillo en los ojos, que “mientras Emilia nos cantaba villancicos, Berta nos cantaba canciones de Celina González, Yo soy el punto cubano.” Así es de divergente, pero a la misma vez tan propia, la familia Piña.

“Me duele mucho que mi papá no haya disfrutado de la herencia que nos dejó de la música, a Dios y mi madre le debo lo que soy”. La pérdida temprana del padre y posteriormente la muerte de su madre, Blanca Rosa Valderrama, son los dolores más acerbos en la vida de Juan de la Cruz Piña Valderrama. Dice que en la vida siempre se copia “lo bueno, lo malo y lo feo, lo que no es del todo malo pero no está bien”. Verse en el espejo, poner los principios, enseñanzas y a Dios por encima de lo malo, es la llave que le ha permitido abrir las puertas de una vida llena de alegría. “Soy amigo de grandes personalidades de Colombia, aun así, también soy amigo de cualquier pordiosero, vale es el corazón, le doy mi mano”.

Ponerse la camiseta que dice Familia Piña. Asistir a las presentaciones; acompañar a los “tíos –Juan y Carlos-”. Bailar en las reuniones como “Baila Simón”. Cantar. Contar las anécdotas de los conciertos y los “dichos de mi abuelo”. Comer y tomar de “La Rama de Tamarindo”. Compartir sonrisas y si acaso, algo de traguito. Estas son las particularidades de una familia que acompaña a sus músicos –ganadores en diversas ocasiones del Congo de Oro, además del Latin Grammy en el 2012-. La familia Piña, cada vez que hay partido (presentaciones musicales), se ponen las camisetas con sus nombres como si fueran futbolistas.

Portada disco "Serie Tradicional" Juan Piña. Fotos: http://barranquillabicentenario.blogspot.com.co/2012/11/ juan-pina-el-nino-de-san-marcos-hijo-de.html

“Me acosté a las cinco de la mañana. Estaba en Neiva, Huila. Me acosté después de una presentación toda la noche. El hotel quedaba en la plaza. Me acuesto. Una hora más tarde, oigo unos ruidos. ‘piña, piña… toc-toc-toc, piña’. Suena la puerta. Me levanto furioso. Abro la puerta. Frente a ella, un carretero vendiendo piñas. Pensé que me llamabas”, suelta una carcajada. Juan Piña, el sabor de la música colombiana, seguirá llevando más sabor para el país del realismo mágico y las realidades azuzadas. Sabor para el país de los hombres que sueñan y las vidas que se lamentan. Es el sabor de la música colombiana. La música colombiana es el sabor más dulce de Colombia.

Juan Guillermo Sanmartín Romero: Estudiante de Comunicación Social de la Universidad Católica Luis Amigó. Integrante del Semillero de Periodismo y Literatura, Liteperiodismo, del programa de Comunicación Social de la misma universidad.

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