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La candonga del Patrimonio Cultural

Desde hace algunos años, el concepto de cultura, como todo lo relacionado con las dinámicas sociales, ha sido el centro de refle xiones y apuestas por parte de organismos nacionales e internacionales. Voces que se hacen escuchar para clamar por la salvaguarda del patrimonio cultural inmaterial.

Pare la UNESCO, “el patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, rituales, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional”

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En Colombia el debate es reciente, cuando en algunos casos el daño al patrimonio cultu ral inmaterial, es irreversible. Nos percatamos de la necesidad de defender nuestra manera de ser a partir de ciertas normas como la Ley de la Cultura y las reglamentaciones que viene haciendo el Ministerio de Cultura, también muy joven en el panorama de la sociedad colombiana. El Ministerio en mención, considera que “el patrimonio cultural de la nación está constituido por todos los bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los productos y las representaciones de la cultura, que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la tradición, las costumbres y los hábitos, así como los bienes ma- teriales de naturaleza mueble e inmueble, a los que se les atribuye, entre otros, interés histórico, artístico, estético, plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, paisajístico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, científico, testimonial, documental, lite rario, bibliográfico, museológico o antropológico (Ley 397 de 1997, artículo 4º)

Este concepto parece un poco más amplio, pero lo que sucede en la realidad es a todas luces paradójico. Una ciudad como Medellín le ha apostado a venderse como turística y privilegia el espectáculo al proceso. Aten diendo a eso, la Revista PORRO Y FOLCLOR, presenta una serie de artículos que apuntan a preservar ese bien intangible que es la cultura. El deterioro de la escultura del Cacique Nutibara; el currulao como expresión autóctona; la propuesta de Fuerza Uno, como una actualización y defensa de la música vernácula; las obras de Primo Paternina; las composiciones de José Barros y el trabajo denodado, riguroso y único de Totó la Momposina, constituyen un mosaico inigua lable en la divulgación de nuestros ancestros. El único problema de este asunto, es que el Estado, y los medios de información, encargados de crear opinión, se han hecho los de la vista gorda con este asunto, vital para las comunidades. Los medios “nacionales” hacen negocios con la miseria humana. ¿Hasta cuándo este sufrido pueblo soportará estoicamente y con mansedumbre la imposición de “nuestra tele, más cerca de ti” y su reguero de miseria televisiva?

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