Pajar del Cortijo Montano al noreste del Cortijo deEl Fraile, entre cerros: Montano, Blanco, Rincón de la Cueva y del Huevo
Descubrimientos, hallazgos y desplazamientos en el pajar del Cortijo Montano al mediodía del diez de diciembre de 2011 © José Joaquín Parra
1 Dentro del pajar del Cortijo Montano ya crece una higuera: del suelo sin pavimentar, de la tierra humedecida por la lluvia brota una higuera respaldada por el muro del oeste
la higuera es una cruz asim茅trica vencida hacia la izquierda, una equis buscando el equilibrio, unas aspas sin molino precedidas del signo de puntuaci贸n de una coma
la higuera incipiente es una línea obscura contra los rojos sangrantes del fondo; es una línea quebrada frente a los derrames cárdenos que bajan del cielo pretendiendo el subsuelo; es una línea orgánica contraria a los excrementos blanquecinos de las torcaces
la higuera que acabará apropiándose del pajar y del cortijo, que terminará por destruir el muro y por devolverlo a la tierra de la que procede, la higuera que lidera el combate fraticida de la naturaleza contra la arquitectura, es una núbil de ojos verdes.
2 El sur del pajar del Cortijo Montano carece de cubierta, de amparo. Se hundiĂł todo lo un dĂa no lejano hubo sobre las viguetas de madera, el caĂąizo, las hojas de palma, la tierra de relleno compactada, las baldosas de barro o las lajas de piedra
por techo quedan, cada treinta y tantos centímetros, las viguetas prismáticas: sobrevive una perfecta viguería geométrica, extraña para estos cerros sin árboles que abastezcan las carpinterías; es un sistema de líneas paralelas a contraluz de un cielo nimbado, un pentagrama reiterativo en el que el blanco le pone a la composición el ritmo y las notas
quedan hieráticas, como peines de cien púas, las vigas importadas de los bosques de la Sierra de los Filabres y los muñones de las cañas cortadas en las ramblas. Quedan, como rastrillos, como horcas multiplicadas, como costillas prehistóricas, como ciempiés, como surcos del arado
leves, etĂŠreas, ingrĂĄvidas, antepasadas de Theo van Doesburg,, de Piet Mondrian, de Paul Klee, de Alexander Rodchenko y de tantos otros constructores de manchas.
3 Sobre la puerta abierta al sur hay una ventana. La luz que entra por este orificio al medio dĂa del diez de diciembre de dos mil once impacta cilĂndricamente contra la pared cĂĄrdena de la derecha
un romboide de luz alumbra el pajar al encender el granate de las paredes de siete metros de altura, al seccionar el prisma del rayo el plano vertical que se interpone en su camino
la luz derramada, la declinaci贸n, los 谩ngulos dependientes del lugar desde el que se vean, el giro del objetivo pretendiendo paralelismos inncesarios
la grieta, el rasguño, la brecha de luz desplazándose, resbalándose por la pared, alargándose conforme el sol desciende y se acuesta en el horizonte.
4
En el suelo del pajar del Cortijo Montano, cerca de la higuera, entre la hierba, hay un ba煤l sin tapa, un caj贸n abierto
un recipiente de madera vacío y desfondado, una habitación huera de la que se también se está adueñando la naturaleza
También, por allí tirada, no lejos de las botellas vacías, oxidada, contemporánea, una lata de aceite para motores, un trozo de tubería, una piedra
y entre las matas silvestres, roto, dorado, tendido de espaldas con los brazos abiertos, de plรกstico, un crucificado sin crucifijo.
5 El Cristo de Montano se puso en pie y se encamin贸 hacia el umbral y, apoy谩ndose en el tranco de la puerta y en la jamba,
tom贸 impulso y, como un mu帽eco animado enemigo de Hans Bellmer, cual aut贸mata o ciborg, de un salto felino se encaram贸 a la higuera
y en la higuera quiso hacer equilibrio y demostrar sus pericias de acr贸bata, y all铆 el crucificado de juguete jug贸 a ser trapecista
y porque tenĂa los pies atravesados uno sobre otro por un clavo, los pies soldados a una cuĂąa de bronce falso, para alegrĂa del man on wire Philippe Petit, no pudo ejercer como funambulista.
6 El ecce homo abandonado, privado de la cruz por su último dueño, cual Zaqueo al bajar de la higuera que maldijeron sus profetas, eligió un agujero, una de las cuevas del acantilado
y metió su brazo dentro (igual que Tomás le había metido a él en la herida del costado dos dedos). Allí arriba el trozo que le faltaba en la cara se trasformó en una boca boquiabierta que grita, en una de las fauces desdentadas de los trípticos pintados por Francis Bacon
y se puso bocabajo, cabeza abajo, imitando a una alcayata, como saliendo de la sombra a pedir auxilio
y salt贸 de la peana del acantilado al precipicio y los jueces le concedieron una puntuaci贸n de diez en el campeonato mundial de salto de trampol铆n.
7 Para ponerle fin a la representación se fue a la puerta de la cochera a hacerle competencia al tirador y al cerrojo, a establecer simetrías y homotecias a la luz del sol de Campos de Níjar, entre cerros, cañadas y collados, cerca del mar de Cabo de Gata.