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PRITZKER 2020 POR PRIMERA VEZ, DOS MUJERES GANAN EL MÁXIMO PREMIO DE ARQUITECTURA

Dos irlandesas fueron consagradas como ganadoras del Pritzker Price 2020, considerado el Nobel de la Arquitectura. Detalles de una producción conectada con el humanismo, la artesanía y la cultural de cada lugar.

Yvonne Farrell (69) y Shelley McNamara (68) se conocieron en la Escuela de Arquitectura del University College Dublin (UCD). Hoy son las ganadoras del mayor premio mundial de la arquitectura, el Pritzker 2020.

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Dueñas de una arquitectura llamativamente proporcionada que no reniega de la monumentalidad, ni pierde relación con la escala humana, estas irlandesas de pura cepa han visto crecer su carrera en forma exponencial en estos últimos años. El gran salto, seguramente, fue su nominación como curadoras para la última Bienal de Arquitectura de Venecia. Pero antes, los premios a sus obras ya las mostraban como talentos fuera de serie. Humanismo, artesanía, conexión cultural con cada lugar y con cada contexto son algunas de las condiciones que respeta este equipo femenino. De allí surgen obras complejas, de sutil coqueteo con el Brutalismo, pero más cerca de Tadao Ando que de Kenzo Tange. La formación de las dos arquitectas en la UCD estuvo condicionada por el Racionalismo que acababan de llegar a la universidad con espíritu revolucionario. Los nuevos profesores buscaban desafiar el pensamiento y la cultura conservadoras que tenía la institución en ese entonces. Yvonne y Shelley tomaron de esa época el espíritu iconoclasta más que algún tipo de estilo moderno. Apenas egresadas de la facultad se convirtieron en docentes de la misma casa de estudios. “Para nosotras, enseñar siempre ha sido una realidad paralela -comenta Farrell- una forma de destilar nuestra experiencia y regalarla a nuevas generaciones para que jueguen un papel importante en el crecimiento de la cultura”.

Enseñar y aprender de los estudiantes son uno de los objetivos que marcaron a estas dos creadoras, lo mismo que entender a su disciplina como una herramienta cultural. “La arquitectura podría describirse como una de las actividades culturales más complejas e importantes del planeta”, comentó Yvonne al enterarse que habían ganado el Pritzker. En el sitio oficial del Premio, destacan que Yvonne y Shelley han demostrado saber crear espacios respetuosos y novedosos, “honrando la historia al mismo tiempo que demostraron un dominio del entorno urbano y el oficio de la construcción. Saben equilibrar la fuerza y la delicadeza, y defender una reverencia de los contextos específicos del sitio, sus instituciones académicas, cívicas y culturales, así como los desarrollos de viviendas, dan como resultado obras modernas e impactantes que nunca se repiten o imitan, pero son decididamente de su propia voz arquitectónica”. la honestidad de su trabajo y superan los requisitos del campo a través de la responsabilidad y la comunidad”, dijo. Para los miembros del jurado, Yvone y Shelley son merecedoras del premio por la integridad en su enfoque tanto en sus edificios, como en la forma en que realizan su práctica, su creencia en la colaboración, su generosidad hacia sus colegas. El jurado destaco especialmente su comportamiento durante la organización de la Bienal de Venecia 2018 con estas palabras: “Su compromiso incesante con la excelencia en arquitectura, su actitud responsable hacia el medio ambiente, su capacidad de ser cosmopolitas al tiempo que adoptan la singularidad de cada lugar en el que trabajan”. A las irlandesas les sucede lo mismo que a Alejandro Aravena en 2016, cuando ganó el Pritzker después de haber sido curador de Venecia un año antes. La gran cita veneciana parece haberse convertido en una bendición para futuros lauros.

Durante el anuncio de las ganadoras, Tom Pritzker, presidente de la Fundación Hyatt, señaló que las irlandesas exhiben una fuerza “increíble” en su arquitectura. “Muestran una profunda relación con la situación local en todos los aspectos, establecen diferentes respuestas en cada comisión al tiempo que mantienen Farrell y McNamara están conscientes del diálogo entre el interior y el exterior, lo que deja su impronta en la mezcla de espacios públicos y privados. “Intentamos encontrar una arquitectura que se ocupe de la superposición de esos espacios, que aumente la relación entre los usuarios”, ilustra Farrell.

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