Mirta E. Ridruejo
BUSCAR LA
SANTIDAD
Un desafĂo cotidiano
Índice Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 Introducción I. II. III.
IV. V.
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Nuestra vocación a la santidad: tarea y proceso . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Síntesis esquemática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 20 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Síntesis esquemática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
Enraizar la gracia
Es tiempo de espera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Volver a comenzar siempre . . . . . . . . . . . . . . . . 26 Aprender a ser pacientes con nosotros mismos 26 Síntesis esquemática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .32
Mirar como Dios mira . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33
Síntesis esquemática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .40
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 La decisión abre la puerta . . . . . . . . . . . . . . . . .41
¿Y cuál es nuestra tarea?
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VI.
Hacer aprendizaje de vida . . . . . . . . . . . . . . . . .42 Para sostener la decisión . . . . . . . . . . . . . . . . . .43 Optar por la santidad en este hoy . . . . . . . . . . .46 Obedeciendo a Dios para ser transformado . .48 Caminando sobre aguas tormentosas . . . . . . . .50 Revisar la imagen que tenemos de Dios . . . . .52
. . . . . . . . . . . . 55 La conducción del Espíritu . . . . . . . . . . . . . . . .55 La oración . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .56 Los sacramentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .66
Usar las herramientas del Espíritu
VII. Enraizando la gracia en los vínculos . . . . . . . . . . . . 74
Dificultades en el vínculo . . . . . . . . . . . . . . . . . .73 Caminando nos encontramos . . . . . . . . . . . . . . . .76 El amor es posible, es victorioso . . . . . . . . . . . .84
Epílogo
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Presentación La lectura de este libro podría comenzar a hacerse por lo que dice la autora en el epílogo: “Somos llamados amorosamente a no terminar nuestros días en el sinsentido, en el no saber hacia dónde vamos, en el que todo termine en lo que no vemos o no podemos”. El escrito de Mirta es una comunicación fraterna y pastoralmente familiar; al decir de ella misma, es “mi síntesis personal del proceso de integrar la vida de fe al proceso humano de crecimiento y maduración personal”, de buscar “aprender a vivir como Jesús vivió”. Más que una relación académica, es una descripción sencilla y espiritual “para la práctica de las virtudes”. Esto, por ejemplo, puede apreciarse en el interesante capítulo sobre los vínculos.
Es para destacar también que la acción de la gracia es presentada no como una experiencia vivencial pasajera o como una fugaz toma de conciencia, sino como una disposición a fijarla o establecerla en el contenido concreto de la vida cotidiana, como signos de pasos interiores que el Maestro quiere que dé su discípulo animado por el Espíritu • 5
Pidamos también nosotros la gracia de que la santidad sea vida en nuestras vidas: Anhelo estar con vos, Padre. Mi corazón anhela y tiene sed de tu Presencia. En Ti está todo: mi principio y mi fin, el sentido primero y último de todo lo que hago. Te pertenezco y me alegro en tu Presencia. Tu misericordia me arrastra, tu fidelidad me conmueve. Todo es tuyo, Eres lo más importante: ¡lo sabes, Padre! Estar con Contigo es mi llamado más hondo. La inquietud de mi corazón que descansa sólo ante Ti: mi bien y mi amado, anhelo de mi corazón, llévame ante tu Rostro. Te busco, te anhelo, bien de mi alma, remedio de mi enfermedad, luz de mi corazón. ¿A quién iré sino a Ti? Te amo, te alabo... ¡Bendito Padre, amado Dios!
Síntesis esquemática
• CIRCULA POR LA PERSONA
• TRANSFORMA (modifica, convierte, educa)
• SE HACE VIDA Y SABIDURÍA • QUE VA HACIA OTROS
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cia de Dio ra
s
• GRACIA DE DIOS
G
Proceso completo de la santidad de la persona
Circula por
la persona
Transforma Va hacia otros
II. Enraizar la gracia
¿Cómo comienza a actuar la gracia en tanto experiencia interior y personal? La gracia, al derramarse, ilumina, clarifica, permite descubrir el sentido que tiene para Dios. Por ejemplo, identificar nuestro estado interior, tomar conciencia de una situación de pecado, etcétera. Éste es el momento crítico en donde la gracia comienza un proceso en la persona para enraizarse en ella o no.
¿Por qué tantas veces recibimos la gracia de ver y la perdemos rápidamente? ¿Dios en realidad solamente quiere que veamos? Dios no sólo busca que tomemos conciencia de tal o cual cosa, sino que hagamos un proceso de conversión y virtud que lleva a la santidad.
El primer paso es ver, pero sólo es el primero. A veces intentamos pasar mágicamente a resolver la situación, sin considerar el proceso que corresponde al trabajo personal en esta etapa de tránsito hacia la transformación. Como seres humanos, todo lo emprendemos en busca de resultados rápidos y eficaces, todo es fracaso o éxito, pero Dios no mira como nosotros. Lo vemos en el Antiguo Testamento en 1 Samuel 16,7: “Pero Yahvé dijo a Samuel: No mires las apariencias ni su gran estatura, porque lo he descartado. Pues la mirada de Dios no es la del hombre; el hombre mira las apariencias, pero Yahvé mira el corazón”. • 21
IV. Mirar como Dios mira ¿Cómo entender a Dios en este tiempo que nos toca
vivir? ¿Cómo ver lo que Dios quiere? ¿Cómo comprender lo
incomprensible? ¡Lo que alcanza a entender nuestra razón, no alcanza para entender a Dios! Él no tiene nuestra lógica.
Él no mira nuestra vida sólo desde el resultado que buscamos, sino que mira todo lo que podemos madurar o convertir en este proceso.
¿Cómo acceder a algo más de lo que nuestros ojos
limitados ven? El acceso es la fe: la fe es creer en lo que no
se ve, en un vínculo de confianza en Aquel que promete y conduce. En un vínculo de encuentro con Dios podemos preguntarnos: “¿Cuál es tu mirada sobre esto o aquello?” A
partir de ahí se abre un abanico de posibilidades, para ir
comprendiendo, en alguna medida, que Dios es un Padre que nos ama y sostiene, que está con nosotros y hace pro-
videncia de toda situación que vivimos. Ahora bien, ¿qué quiere decir esto?, que de una situación que para nosotros
puede tener un resultado, Él además, puede hacer cosas mayores.
Mirar con sus ojos es una búsqueda que no debe faltar
si amamos, si anhelamos que se realice la voluntad de Dios en nuestra vida. Este mirar con sus ojos se da en la medida • 33
Síntesis esquemática Mirar como Dios mira
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IV. ¿Y cuál es nuestra tarea?
La decisión abre la puerta
Para que este proceso se realice se necesita un sí constante, una decisión: es la puerta que permite obrar a la gracia. Nos posibilita acceder a la trascendencia en medio de la situación que nos toca vivir. Esta decisión no es un sentimiento, es una elección permanente hasta que se arraigue en nosotros la conversión. Siempre podemos elegir, aun en medio de nuestra más profunda carencia. Pero a la decisión se llega por muchos “volver a empezar”. También la decisión es un aprendizaje de vida. Nunca existe una situación por la cual podamos decir: “no puedo volver a empezar”.
Este minuto a minuto (parafraseando al Papa Juan XXIII en su oración “Sólo por hoy”) es la experiencia de decidir nuevamente cuando el corazón entra en la angustia, en el desaliento, en estos movimientos internos que nos asaltan. Nos toca creer, creer y volver a creer en el proyecto de Dios Padre para nosotros, en que “todo lo puedo en Aquel que me sostiene” (Cf. Flp. 4, 13). Este es nuestro trabajo en la esperanza: creer que la resolución, o lo que esperamos, llegará en el tiempo de Dios. El minuto a minuto construye ese objetivo sobre roca.
Este proceso lo encontramos descrito en Lucas 15, 1132 en la parábola del hijo pródigo: somos el hijo que vuelve • 41
la desobediencia original de Adรกn. Y esto abre las puertas a Satanรกs para que quedemos obstaculizados frente a una imagen falsa de Dios.
Si nos dejamos conducir, Dios toma lo que hay de hombre viejo en nosotros. Dios no sรณlo nos deja ver claramente sino que ademรกs abre caminos donde no los hay. El Padre quiere que su luz brille en nuestro corazรณn. En este ver, en este mirar con la mirada de Dios, paso a paso, momento a momento, con paciencia infinita, comenzar siempre.
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VI. Usar las herramientas del Espíritu Este proceso hacia la transformación también suele ser una batalla espiritual. Para avanzar en este camino es necesario aprender a luchar con las armas que Dios nos pone en las manos como lo son la conducción del Espíritu, la lectura de la Palabra, la oración personal, los sacramentos. Vamos a caracterizar el uso de algunas de estas herramientas que llamamos armas.
La conducción del Espíritu
Nos toca pedir ser conducidos por la gracia que hay para nosotros en este tiempo. Pero no sólo es pedir la gracia que creemos necesitar, sino la que el Padre sabe que necesitamos.
Otra cosa es orar para que el Espíritu Santo que habita en nosotros desde el bautismo, obre en los momentos de mayor dificultad. Es tiempo de desarrollar lo que Dios tiene para nosotros aunque experimentemos que no tenemos nada para darle.
Por último, aprendamos a escuchar y seguir la voz del Espíritu Santo dentro de nosotros y a través de los otros. Tengamos el anhelo de ser conducidos por Él, de dejarlo todo por seguir al Señor, minuto a minuto. Por más insignificante que nos parezca la conducción, seguirle la pista. Sea• 55
mos fieles como el grano de mostaza: “Es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas” (Mt. 13, 31-32).
La oración
En la oración de estos tiempos no es necesario detallar todo para que Dios nos reciba. El que nos creó conoce nuestro corazón y lo que vivimos. Hagamos convicción el Salmo 139 (138): “Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta de si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares. Antes de que la palabra esté en mi lengua, tú, Señor, la conoces plenamente; me rodeas por detrás y por delante y tienes puesta tu mano sobre mí...” Y así orar: “Señor vos sabes todo lo que vivo y está entre tus manos. Lo sabes todo. Ahora sólo necesito estar con vos, descansar en vos y que vos estés conmigo.”
A esta altura del camino, es parte del discernimiento reconocer que el estilo, el modo en que orábamos en otros tiempos (cuando el sentir acompañaba a la gracia) quizás no sea para este momento interior. Debemos buscar nuevas formas de orar: dejarnos ayudar por la Palabra, los Salmos, el Rosario, pero no dejar de estar con y en Dios, no dejar de orar. En tiempos de dificultad, puede ocurrir que detallar lo que nos pasa nos haga quedar en nosotros, nos centre, demos vueltas y vueltas. Aprendamos a estar, a quedarnos, esperar, descansar en Dios que nos vincula y abre a la conducción del Espíritu Santo para que siga obrando en nosotros.
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No seamos mezquinos en la oración sino generosos en el ofrecernos en este tiempo para que el proyecto de Dios se realice en nuestra persona. Seamos incondicionales para que Dios cuente con nosotros momento a momento de esa oración; para volver a comenzar siempre con tal que la santidad se realice en nosotros. En la oración, el ofrecimiento de los límites y la renuncia al pecado se hacen camino de conversión a través de este caminar. Es una actitud fundamental para estos tiempos duros y difíciles el saber que el Señor ya recibió nuestra ofrenda, porque conoce todo. Avancemos en la oración sabiendo que, si nos ocupamos del Reino, de la añadidura (nuestras cosas) se ocupa Dios.
Oraciones para hacer nuestras en este tiempo: “Dios mío de la Alianza, te pido que mi alma esté dispuesta a vos, que ocupes todos mis espacios. Que ocupes, amplíes y expandas tu gracia. Que aumentes tu espacio en mí. Sin vos nada puedo y con vos nada me falta. Alianza de Dios: habita en mí, mora en mí para que mi próximo sea prójimo, para que amar sea lo que me convierta y me lleve a amar sin medida. Padre amado, en vos confío. Padre amado, hasta la última fibra de mi ser se estremece ante tu Presencia, se obnubila la vista, se callan los sentidos, se silencia, ante la gracia, mi ser. • 57