EL PODER DE LA ORACIÓN

Page 1

M. BASILEA SCHLINK

EL PODER DE LA ORACIÓN


EL PODER DE LA ORACIÓN

de M. Basilea Schlink

Hermandad Evangélica de María Darmstadt, Alemania


ÍNDICE

Presentación

7

El poder de la oración es ilimitado

9

1. EL PODER DE LA ORACIÓN

16

• 1.1. La oración de petición

16

• 1.2. La oración de acción de gracias

23

• 1.3. La oración de intercesión

28

• 1.4. La oración de adoración

34

• 1.5. La oración constante

42

2. EL ARMA DE LA ORACIÓN

48

• 2.1. Las riquezas de la gracia de la oración

48

• ¿Qué significa orar?

48

3. EL SECRETO DE LA ORACIÓN DIARIA

52

• 3.1. La oración cuando surgen problemas y dificultades

52

• 3.2. La oración en días oscuros de sufrimiento

54

• 3.3. La oración cuando ninguna respuesta parece venir

56

• 3.4. La oración en días de desierto espiritual

59

• 3.5. La oración en grandes pruebas y tentaciones

61

• 3.6. La oración en la lucha contra mis pecados

64

• 3.7. La oración en tiempos de escasez

67

• 3.8. La oración durante las preocupaciones

70

• 3.9. La oración al sentirse desanimado

72


M. BASILEA SCHLINK

• 3.10. La oración al sentir miedo

76

• 3.11. La oración por los demás

78

• 3.12. Conversación diaria con Dios

82

4. CÓMO PONERSE EN CAMINO

84

• 4.1. Orando en favor de otros

84

• 4.2. Oración pidiendo el arrepentimiento

89

• 4.3. Oración de victoria

91

• 4.4. Oración al Salvador

92

• 4.5. Oración en el Nombre de Jesús

92

6


EL PODER DE LA ORACIÓN

PRESENTACIÓN En nuestra vida de fe, una y otra vez reconocemos el poder y los grandes beneficios de la oración. Sin embargo, muchísimas veces no sabemos cómo practicarla de manera fluida, constante y sincera. En este libro, la Madre Basilea, una auténtica mujer de oración, nos hace partícipes de su profunda experiencia espiritual y nos presenta, de manera sencilla y edificante, un camino para orar más y mejor. De esta forma, nos enseña: La oración diaria tiene que acercarnos a Dios, de otro modo no cumple su propósito. ¡Orar correctamente es permanecer en oración hasta que Dios conteste! La Madre Basilea Schlink fue una líder cristiana que se entregó con gran fervor a proclamar el Señorío de Jesús entre los hombres. Nació en 1904 en la ciudad de Darmstadt, en Alemania. Durante la 2° Guerra Mundial, fue arrestada en dos oportunidades por la Gestapo. Una vez liberada, en 1947 fundó, junto a la Madre Martyria Madauss, la Hermandad Evangélica de María, cuya misión fundamental era –y sigue siendo en la actualidad– el ministerio de la oración y la proclamación del Evangelio. En los inicios, la Hermandad se ganó la hostilidad de gran parte del mundo protestante alemán porque representaba una visión católica de la vida cristiana. Sin embargo, muchos años antes, Dios había preparado a estas mujeres para abrazar su vocación invitándolas a vivir sin ninguna seguridad material y a depender completamente de Él. Con la fuerza de esta entrega incondicional, al dejar que el Padre fuese su única ayuda y refugio 7


M. BASILEA SCHLINK

en cada situación, ellas crecieron en confianza y, fortalecidas en la fe, otras mujeres comenzaron a formar parte de ese carisma. La vida de la Madre Basilea y lo experimentado por la comunidad, ha quedado registrado en una gran serie de libros. Cada uno de los volúmenes tiene el valor de su testimonio y enseñanzas que sus hijas espirituales le pedían que dejara por escrito. La Editorial de la Palabra de Dios ha tenido el privilegio de publicar Realidades: Milagros de Dios hoy (abril, 2018) en donde ella narra testimonialmente los hechos del obrar del Padre ante el que ora con fe. En esta oportunidad, hemos realizado una delicada selección de textos originales en los cuales la Madre Basilea se ha referido a la experiencia de quien se dispone a orar: El poder de la oración, El secreto de la oración diaria, Cómo ponerse en la brecha y El arma de la oración. Entre otras cosas, en este libro, Basilea Schlink nos enseñará cómo tener una oración eficaz, al valor de la intercesión por otros, a no desfallecer en los intentos y, sobre todo, a confiar en el poder de la oración como verdaderos hijos de Dios. Editorial de la Palabra de Dios Setiembre 2018

8


EL PODER DE LA ORACIÓN

El poder de la oración es ilimitado La Palabra de Dios nos exhorta constantemente a “orar” (Cf. Lc 18,1; Rom 12,12; Col 4,2; Tes 5,17). ¿Hemos respondido a esta invitación? Es mucho lo que está en juego en este aspecto, pues el Señor nos desafía con estas palabras: “En este día pongo al cielo y a la tierra por testigos contra ustedes, de que les he dado a elegir entre la vida y la muerte, y entre la bendición y la maldición. Elijan, pues, la vida...” (Deut 30,19). Si tomamos en serio la Palabra, al obedecerla y cumplirla, nuestra vida se irá llenando de fuerza divina, de victoria y alegría. Con frecuencia pensamos que el hecho de orar o no es asunto de nuestra disposición, y también lo extensas que sean nuestras oraciones. Cuando lo que sucede en realidad es que olvidamos que la palabra “oren” (Cf. Mt 26,41) es una orden. Esta palabra ha salido de la boca del Señor de los señores, y ante Él no puede darse más que una actitud: la obediencia. Jesús nos ha liberado de todos los poderes de las tinieblas, que nos tientan a apartarnos de la oración. Esos poderes quieren impedir que nuestra vida esté marcada por la oración y sea, en efecto, una vida de oración. “Oren en todo momento” (1Tes 5,17), nos dice la Escritura. Pidamos que la oración sea la raíz de nuestro hablar y de nuestro actuar. El mandato de orar no dice, expresamente, que nos dediquemos a la oración solamente por la mañana, al mediodía y por la noche. No, en realidad debemos establecer, en la medida de lo posible, ciertos tiempos de oración para el diálogo personal con Dios y para la intercesión. Nosotros somos elegidos de su 9


M. BASILEA SCHLINK

amor, por lo tanto, el Señor nos ha llamado a algo mucho más grande y glorioso. Nos ha llamado a una vida total de oración, a una vida de constante comunión con Él, representada de muchas maneras. Solamente así alcanzaremos una vida de oración, en pleno sentido de la palabra. La oración que nos es más conocida es la de petición. En ella presentamos a Dios todos nuestros deseos personales, así como un niño se dirige a su Padre celestial. Después, tenemos la oración de fe, que frecuentemente se presenta como una oración de lucha, según las Palabras de Jesús: “Esta clase de demonios solo se expulsa con la oración” (Mc 9,29). Esta oración corresponde, sobre todo, a la de intercesión. Otro tipo de oración es la de acción de gracias. A ella pertenecen la alabanza y la adoración. El Señor también quiere regalarnos la oración interior; es decir, la oración incesante, que consiste en una constante comunicación del corazón y una tendencia del alma hacia Dios. Quien vive en esta oración interior, se verá conducido a las otras formas de oración, porque el Espíritu de Dios lo llevará a dirigirse al Señor, impulsándolo de igual forma al combate de la intercesión y a la alabanza y la adoración. Dios quiere que nuestra vida sea de oración interior constante. Él se complace en hacernos el bien, y sabe que la mayor bendición para nosotros es la oración. Por eso, el Señor anhela que nuestra vida sea una experiencia de oración permanente. Dios ha puesto en las manos de los hombres un enorme poder, con el mandato y el don de la oración. Con sus claras promesas, Él, el Dios todopoderoso, se ha comprometido a cumplir lo que le pidamos, con tal de que hagamos nuestra oración con fe y en el Nombre de Jesús. Con el mandato “oren” nos ha concedido un vale a nuestro favor, que podemos presentárselo, pues Él se ha comprometido a pagar dicho vale, es decir, a cumplir con su promesa. Así precisamente lo expresó un hombre de Dios: “La 10


EL PODER DE LA ORACIÓN

oración es el poder más grande del mundo, pues puede mover la mano de Aquel que mueve el mundo”. La oración nos presenta una oportunidad sin igual, porque mediante ella nosotros podemos hacer que el Señor cambie todo: personas, cosas, necesidades y situaciones. El poder de la oración es ilimitado; por eso Satanás hace todo lo posible por impedir que oremos. Satanás sabe que no somos peligrosos para sus planes si trabajamos y somos muy activos, incluso en lo referente al Reino de Dios; pero reconoce que invadimos su reino y saqueamos su botín, si oramos mucho. Satanás no teme a nada tanto como a nuestras oraciones. Durante mis viajes me ha llamado especialmente la atención el hecho de que donde encontraba una iglesia con intensa vida espiritual, era por algo particular también. Recuerdo un pueblo que se mantuvo como muerto espiritualmente, siendo evidente una opresión que impedía nueva vida espiritual. Sin embargo, allí vivía una mujer que había orado diariamente, durante ocho o diez años, a favor de aquel lugar. Un día, de manera milagrosa, surgió allí un despertar de la vida espiritual y, desde entonces, éste ha sido un sitio lleno de vida y entrega. Sí, la oración de una persona venció aquella muerte interior que permaneció por varios siglos, haciendo que las personas, sus vidas y sus mutuas relaciones fueran completamente transformadas. Cuando oramos podemos ver cómo todas las necesidades pueden ser superadas por las riquezas de Dios, mediante la victoria de Jesús. Pero ¡cuánta negligencia de nuestra parte! ¡Cuán frecuentemente faltamos al amor ante las personas, simplemente por el hecho de no orar por ellas! Quien no ora, está faltando al amor, pues hace una omisión de la que no puede excusarse. Bien percibimos nosotros mismos 11


M. BASILEA SCHLINK

que estamos obrando mal cuando pretendemos disculparnos por la falta del tiempo. ¿Por qué? Porque precisamente cuando tenemos poco tiempo y nuestra vida está inmersa en el trabajo, éste debe ser un motivo especial para dedicarnos más a la oración y así no ser dominados por la prisa, la impaciencia y el enojo. Únicamente la oración puede protegernos y ayudarnos a hacer las cosas de la mejor forma y en el tiempo adecuado, pues atraerá la bendición de Dios, de la cual depende todo en nuestro servicio y en los quehaceres de la vida diaria. Escuché decir que en una casa de Baviera, Alemania, estaba escrito este proverbio: “Así como el afilar la guadaña no retrasa la siega, la oración no retrasa el trabajo”. Esto me impresionó mucho. Y es que resulta insensato ir al trabajo de la siega sin afilar la guadaña. Ciertamente se puede trabajar sin afilarla, pero el trabajo no rinde, pues para la misma tarea se necesitará el doble de tiempo y acarreará mucho más esfuerzo y disgustos. La persona inteligente no considera como pérdida de tiempo el trabajo de afilar su herramienta. Por el contrario, cuando se tiene poco tiempo y mucho trabajo por delante, la afilará cuidadosamente y así adelantará mucho más rápido en su trabajo. Los hijos de este mundo suelen ser necios al respecto. Sin embargo, los hijos de la luz, que conocemos la siembra eterna, es decir, la oración y su cosecha eterna, ¡cuán ciegos y cortos de vista somos! Probablemente no percibimos que se trata de una cosecha eterna, del eterno trabajo de nuestra vida, y que lo importante está en “afilar” bien nuestra herramienta que es la oración. De lo contrario, todo trabajo, ya sea en la casa o en la oficina, en la educación de los niños o jóvenes, o el trabajo para el Reino de Dios, se realizará con una guadaña roma (una herramienta no filosa), es decir, con un corazón insensible por no estar lleno del Espíritu divino de paz, amor, humildad y paciencia, productos de la oración. ¿Cómo entonces puede realizarse bien el trabajo? 12


EL PODER DE LA ORACIÓN

Cuando estamos sobrecargados mental o físicamente, es preciso dedicar mucho tiempo a la oración, porque con un corazón embotado, seco, sin afilar, no podemos ser fieles ni siquiera en las cosas pequeñas. Si no nos preparamos con la oración, cualquier objetivo o tarea no lograda nos llenará de irritación. Entonces, irritados, haremos todo mal y gastaremos el doble de tiempo. Incluso tendremos problemas y dificultades en nuestra relación con aquellas personas con quienes trabajamos. Si llegásemos a comprender que la oración prolonga nuestro tiempo y da a todas nuestras tareas paz, orientación, amor, paciencia y, con ello, buen logro, se grabaría en nosotros esta frase de manera inolvidable: primero, afilar la guadaña o la herramienta; luego, trabajar. Por lo tanto, “sobre todo y primero, la oración” (Cf. 1Tim 2,1). Así experimentaríamos la facilidad y rapidez de nuestro trabajo. Hagamos un compromiso con el Señor, con estas palabras: “De ahora en adelante no quiero emprender nada sin haber orado antes. Cuanto más apremie el trabajo, tanto mayor cuidado pondré en presentárselo primero a Dios. Me tomaré tiempo para la oración y estaré en la presencia de Dios con todo mi ser, bajo el poder liberador de la Sangre de Jesús, y me dirigiré a mi trabajo como quien está en Cristo Jesús”. Grabemos esto profundamente en el corazón: tal como sea nuestra vida de oración, así será nuestro trabajo, el fruto de nuestra vida y nuestra cosecha, obteniendo la victoria sobre nuestras necesidades y tentaciones. Una vida de oración es una vida de victoria, de fortaleza y de fecundidad. Sí, el Señor quiere llevar a cabo este propósito en nuestra vida, de una forma plena, haciendo que nuestra vida sea de oración, de intercesión, acción de gracias y de constante oración interior. Para alcanzar esto, no basta nuestra propia decisión: “A partir de ahora, mi vida debe llegar a ser una vida de oración, quiero 13


M. BASILEA SCHLINK

orar más y dedicar a ello más tiempo, aun a costa de mi sueño”. Ser llamado al servicio de Dios quiere decir ser llamado a una dedicación total a nuestro Señor Jesús y a realizar una nueva entrega a Él. Orar significa, entonces, presentarse ante el Dios santo y tener audiencia con el Rey de todos los reyes. ¿Cómo podemos presentarnos ante Él, si no estamos limpios y santificados? ¿Cómo podemos orar, si no le hemos entregado nuestra voluntad? Él solamente nos escucha cuando pedimos algo de acuerdo con su voluntad. Dios promete atender nuestras oraciones cuando las hacemos en el Nombre de Jesús, esto es, orando en su espíritu y en su sentir, según su voluntad. Sentirse llamado nuevamente a una vida de oración significa ser llamado a una nueva revisión de vida. Esto implica dejarnos iluminar y corregir por el Señor y que nuestras relaciones con los demás sigan los caminos del amor y del perdón. Entonces, es cuando podemos elevar nuestras manos suplicantes y el maligno no podrá acusarnos ni impedir nuestras oraciones. Ciertamente, sentirse llamado a una vida de oración y tomar la decisión de orar más significa, también, declararle la guerra a Satanás, pues cuando nosotros en oración alabamos y proclamamos la victoria de Jesús sobre nuestros pecados, pedimos la liberación de ataduras en nuestras vidas y en de otras personas, y luchamos para que otras almas alcancen la fe, penetramos en el reino de Satanás para destruir su obra. En este intento, hemos de esperar resistencia y ataques de su parte. Estos ataques sólo los resisten las almas humildes, pues únicamente a éstas teme Satanás. John Hyde1, un gran hombre de oración, dice lo siguiente gracias a su enorme experiencia: “Sólo corazones contritos y quebrantados quiebran el poder del enemigo”. Sólo a las almas humildes se les da poder; únicamente a las almas que se dedican a la oración, sin ningún pecado 1. John Nelson Hyde (1865-1912), misionero estadounidense que predicó en la región de Punjab (India).

14


EL PODER DE LA ORACIÓN

escondido y, por eso, sin impedimento (Ver Isaías 59,1-2), y aquellos que constantemente, según la primera carta de Juan, confiesan sus pecados ante Dios y los hombres, y se dejan purificar por la Sangre del Cordero (Cf. 1Jn 1,7), tienen poder para enfrentar al maligno y arrebatarle las almas. El ministerio de la oración es un servicio sagrado y exige, como consecuencia, corazones santos. El ministerio de la oración es la declaración de guerra al príncipe de las tinieblas y, por tanto, exige almas purificadas por la Sangre del Cordero, personas quebrantadas y humilladas a causa de sus pecados. Sabemos que nosotros no podemos transformarnos en semejantes almas; sin embargo, el Señor ve nuestros corazones, así como vio el corazón del ladrón en la cruz. Él se da cuenta si el Espíritu de la Verdad nos dirige, de tal manera que estemos dispuestos a sacar a la luz todos nuestros pecados y confesar aquellos que conocemos. Él ve si estamos dispuestos a humillarnos bajo su poderosa mano y ante sus instrumentos, o sea, las otras personas. Él acepta la entrega de nuestra voluntad, que se hace eficaz por el poder de su sacrificio, y la sella con la gracia de la oración. Tales personas experimentan que sus oraciones son atendidas. “…Y Él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada” (1Jn 3,22). ¡Cuánto poder concede Dios a la oración de personas humildes y santas! Por eso, la Sagrada Escritura nos invita a que hagamos todo lo posible por cumplir nuestro llamado, que se encierra en este “¡oren!”. Es de vital importancia este anhelo de Dios: Él quiere hacer de nuestra vida una vida de oración y, con ello, una vida plena de poder y victoria.

15


M. BASILEA SCHLINK

›1‹

EL PODER DE LA ORACIÓN 1.1. La oración de petición Existen distintos modos de orar: oración de petición, de acción de gracias, de intercesión, de adoración o alabanza, y la que hemos llamado “oración constante”. La oración de petición, es casi la predominante en toda vida de oración. Solamente cuando ella ocupa su lugar exacto, y la realizamos desde el Espíritu de la Palabra, las otras formas de oración pueden llegar a alcanzar su madurez en nosotros. Casi todas las personas, incluso aquellos que nada o muy poco saben del poder de la oración de intercesión o de alabanza, recurren con frecuencia a la oración de petición. Esto sucede cuando se encuentran en grandes dificultades. Aun cuando llevan una vida completamente alejada de Dios, siguen siendo criaturas de Dios y, por tanto, son dependientes de Él. Estas personas piden protección para sus vidas, curación de las enfermedades y uno u otro tipo de auxilio, porque reconocen que no pueden ayudarse a sí mismas. No obstante, muchas veces, a pesar de las más fervientes peticiones, no se percibe que las oraciones sean escuchadas. Entonces, la oración de petición conduce a una situación de gran duda y dificultad. Esto sucede porque tales personas son “siervos”, pero no “hijos”. Es natural que el siervo dude si su señor está interesado o no en atender su petición. 16


EL PODER DE LA ORACIÓN

Si esta duda de ser escuchado o no, prevalece a menudo en los creyentes, nos indica que estamos ante una oración de petición procedente de almas que no se presentan ante Dios como hijos. Su relación con Él es de siervos y de ahí esa inquietud inevitable. Sin embargo, todas las preocupaciones y preguntas sobre la oración de petición desaparecen cuando reconocemos que, según la Sagrada Escritura, la oración personal de petición es, precisamente, la oración que procede de la boca de los hijos de Dios. Solo a los hijos se les ha dado el derecho y la promesa de que serán atendidos en sus oraciones. La Sagrada Escritura nos habla repetidas veces del gran acontecimiento: Jesús, por su muerte reconciliadora, nos lleva de nuevo al corazón del Padre y, de la condición de siervos, nos cambia al beneficio de ser sus hijos. Bien entendido: sólo a aquellos que reciben a Jesús, “Pero a todos los que lo recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1,12). Son los que ya no viven en el espíritu de siervo, sino en un espíritu de hijo, por lo cual claman: “¡Abba, Padre!” (Rom 8,15b). Como hijos de nuestro Padre celestial, nosotros podemos presentarle todos nuestros pequeños o grandes deseos y peticiones, pues un niño, un hijo, presenta a su padre todo lo que conmueve su pequeño corazón y todo lo que para él es importante en su corta vida. Por ejemplo, el niño interrumpe con toda naturalidad a su padre, sin hacer caso de lo que está haciendo, para que le arregle la rueda de su pequeño auto que se ha roto. El niño sabe que tiene este derecho ante el padre porque es su hijo. En sus peticiones ejerce influencia sobre su padre. Dios, el Señor, nos dice que Él es nuestro Padre en Jesucristo; y como padre, sabe todo lo que necesitamos y hasta se ocupa de un solo cabello que cae de nuestra cabeza. Por eso, nos invita a que usemos nuestros derechos de hijos.

17


M. BASILEA SCHLINK

Con alegría podemos acercarnos a Él, haciendo uso del poder que amorosamente nos dio y así presentarle todos nuestros asuntos, por pequeños e insignificantes que sean. Sí, el amor del Padre se inflama tiernamente por su hijo cuando este se le acerca con infantil confianza. La petición de un hijo tiene tal poder sobre el Padre que Él hace todo por atenderlo o hacerle el bien. Por eso, no es que Dios por ser tan grande no quiera ocuparse de todos nuestros pequeños deseos, tal como piensan muchas personas, incluso creyentes. Él, siendo Rey y Señor del mundo entero, es también mi Padre en Cristo Jesús y su amor paternal desea tomar parte en las más pequeñas necesidades de sus hijos para ayudarlos. Pero este Padre no tiene ante sí solamente un pequeño niño, sino, a veces, un niño atolondrado, que presenta peticiones necias e insensatas. ¿Qué ha de hacer, en este caso, el Padre? Tomará al niño en sus brazos con especial cariño y, como el cumplimiento de esas peticiones podría hacerle daño, el Padre no le concede aquello que le perjudicaría. Por el contrario, le obsequia cosas mejores y más bellas, que causarán una mayor alegría al pequeño. Por otra parte, hay también muchas peticiones infantiles, que son juzgadas por otros como inútiles y tontas, pero que no nos perjudicarán si las recibimos. ¡Si comprendiéramos con qué alegría el Padre celestial desea satisfacer nuestros deseos! La paternidad es la esencia de Dios, ya que Dios es Amor. La alegría de su corazón está en satisfacer nuestras peticiones, ya que somos sus hijos, y desea cubrirnos de amor y toda clase de beneficios, con tal de que realmente sean buenas para nosotros y nos traigan verdadera felicidad. Sí, el hijo tiene poder sobre su Padre. En realidad, las peticiones como de un pequeño, presentadas con amorosa confianza al Padre, tienen un gran poder, ya que para Él es una gran complacencia hacer bien a sus hijos. 18


EL PODER DE LA ORACIÓN

Podríamos dar testimonio de las innumerables respuestas dadas a la oración. El cuidado paternal nos asiste, incluso en las circunstancias más simples, como la que pudimos experimentar en la posguerra2, cuando carecíamos de todo utensilio y recurrimos al Padre para pedirle hasta una escoba que nos hacía falta. Poco tiempo después recibimos un paquete con una escoba, enviado por una hermana que nos escribía: “El Señor me ha movido a enviarles una escoba. ¿La necesitan realmente?”. ¡Qué infantil alegría nos dio esta atención amorosa de nuestro Padre celestial! Éste es sólo un ejemplo entre cientos otros. En los tiempos de escasez pudimos experimentar, casi diariamente, las respuestas a nuestras peticiones de oración.3 Por eso, no terminaban la alegría y la gratitud de sus hijos para con el Padre que nos inundaba con tantos regalos y bendiciones, como señales de su amor y cuidado. Por otra parte, un buen hijo recibe también las correcciones de su Padre celestial, y sabe que debe aceptarlas. Éstas no dejan de ser una prueba del amor paternal de Dios. Si el hijo se deja preparar por la corrección, podrá entonces recibir nuevamente los regalos de la mano del Padre. Un verdadero hijo percibe la disciplina paterna, pero también es sensible ante la ternura de su amor, pues se mantiene siempre en una relación afectuosa y confiada con su padre. Esto es solamente concedido a aquellos para quienes Dios se convirtió en Padre mediante nuestro Señor Jesucristo. Aquellos que aprendieron a decir con alegría: “¡Abba, querido Padre!”. Ellos saben que su amor los rodea. Los verdaderos hijos no conocen las inquietudes y dudas sobre si hay oraciones no atendidas o no las hay, pues tener un Padre verdadero significa que mis oraciones serán escuchadas y 2. Período de la historia entre 1945 y 1947 luego de la Segunda Guerra Mundial caracterizado por el hambre y la pobreza en muchas naciones. 3. Los testimonios de la Hermandad Evangélica de María se pueden leer en Schlink, M. Basilea, Realidades: Milagros de hoy, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Editorial de la Palabra de Dios, 2018.

19


M. BASILEA SCHLINK

que siempre seré bendecido abundantemente, aunque a veces, de modo distinto al que yo me imaginaba. Solamente el siervo no está seguro de si su amo lo escucha, pues no tiene derecho a los bienes y regalos que el dueño tiene para conceder. Estos bienes son, por el contrario, patrimonio del hijo de la casa. Si nos damos cuenta de que Dios atiende poco nuestras peticiones y no recibimos pruebas de su amor, este hecho no habla contra Dios, sino que puede decir algo de nosotros mismos. Llega a ser evidente que nosotros, en nuestra vida de fe, nos presentamos ante el Señor más como siervos que como hijos. El siervo está, en general, preguntándose siempre si tendrá o no el favor de su dueño, y por esto se rebela cuando no alcanza lo que había deseado. Con frecuencia, el pensamiento escondido del siervo podría expresarse así: “Si no me das lo que te pido, me niego a seguir sirviéndote”. ¡Cuántas veces demostramos esta actitud en nuestra relación con Dios, de una manera inconsciente! Solamente como resultado de esta actitud de siervo pueden surgir muchas veces las dudas angustiantes: “¿Escucha Dios las oraciones?” “¿Tiene sentido orar?”. Ciertamente, nunca cuestionaríamos si las peticiones de un hijo tienen sentido para su querido padre que ama profundamente a su hijo, ya que es propio de un verdadero padre, llevado por el amor a su hijo, colmarlo de regalos y hacerle el bien. Nunca quedará satisfecho su amor, por más regalos que otorgue. Puesto que, por el Señor Jesús, he llegado a ser hijo de Dios, puedo estar seguro en absoluto de su amor. Yo sé que Dios ha entregado a su único Hijo a la muerte por amor. Ya no soy un pecador condenado, separado de Dios, ni bajo su juicio, sino que he sido acogido como pecador perdonado y como hijo del Padre. ¡Un hijo de Dios sabe qué indescriptiblemente rico es, por ser amado con un amor tan grande! Y esto es lo que le da valor para presentar sus peticiones al Padre celestial, pues sabe que 20


EL PODER DE LA ORACIÓN

sus oraciones son algo importante para su Padre y que siempre serán oídas y contestadas con un torrente de gracia y toda clase de dádivas. La oración de petición nos habla del privilegio maravilloso que consiste en tener acceso a un Padre que nos ama de manera indescriptible, y que, siendo todopoderoso, pone en movimiento todo su poder para ayudarnos. Sí, pidan. Y sus vidas serán colmadas por los regalos del Padre que está en los cielos. Hagamos uso de nuestro derecho de hijos y presentemos muchas peticiones al Padre. Dios quiere que le pidamos. Se alegra con nuestras peticiones y se complace en atenderlas. ¡Pidamos! ¿Por qué somos tan pobres? Por la sencilla razón de que no hacemos uso de nuestro derecho de pedir. ¿Acaso no será ésta la causa de que nuestra vida sea tan pobre en alegría? El que pide recibe, y quien siempre está recibiendo, tiene siempre nuevas alegrías y experimenta el amor del Dador, y en este amor es rico espiritualmente y se siente feliz. Cada día debería ser una conversación permanente de un hijo con su Padre. El hijo le presenta todas sus angustias y necesidades, y por la noche, descansa feliz en el amor y la ayuda ofrecida por el Padre. Si al final del día no tenemos mucho que agradecer por lo que recibimos, es señal de que durante la jornada no hemos vivido en una relación filial con Dios. Pues quien como niño pide, recibe. Así, la oración de petición es una fuente de continua alegría, pues el hecho de que yo pueda presentarme ante Dios con todo lo mío y contárselo, es una prueba de cuánto soy querido “como hijo” por mi Padre celestial. De esta forma, puedo tener con Él un trato confidencial e íntimo con Él, que es todopoderoso. Puedo mantener una relación íntima con Él, el Altísimo, como la tiene un hijo con su Padre. La oración personal de petición incluye también el hecho de que yo pueda acercarme siempre con mis pecados a mi Salvador 21


M. BASILEA SCHLINK

y Liberador, para pedirle que los perdone. Puedo invocarlo como el Vencedor sobre la muerte y el infierno, cuando me ataque el maligno, el cual entonces tendrá que ceder. Y puedo invocarlo como el Vencedor que rompe el poder del pecado en mí. ¡Qué maravilla! ¡Verdaderamente es maravilloso esto de ser hijos del Rey! Nuestro Padre es el Señor del cielo y de la Tierra, el Todopoderoso. Nuestro amigo y Salvador es el Liberador del mundo, el Vencedor sobre el infierno y la muerte. El Espíritu Santo es nuestro Consejero que obra en nuestras almas y las moldea. Y a este Dios Trino es a quien le podemos pedir y, en respuesta, recibir de Él gracia sobre gracia. Que nuestra oración de petición demuestre que somos hijos de Dios, resulta algo de suma importancia. Un día no se nos preguntará si, intelectualmente, nos reconocemos como hijos de Dios por la fe en Jesús. No, la pregunta será: “¿Eres tú, realmente, un hijo de Dios?”; lo cual se demuestra con nuestra vida de oración y las oraciones de petición. ¿Acaso las raíces de nuestra poca oración –todos sufrimos de ese mal–, no estarán en no haberle presentado constantemente a Dios todas nuestras pequeñas peticiones? No nos hemos presentado ante Dios como hijos, sino como “personas adultas” que, con sus razonamientos, piensan que Dios es demasiado grande para ocuparse de pequeñeces. Tal vez sabemos mucho sobre el poder de Dios, pero no conocemos su amor, que es un amor de Padre. Con la oración de petición tiene que comenzar una renovación de nuestra vida de oración. Debemos tener una orientación completamente nueva. Aquí está el punto de partida para que toda nuestra vida se transforme en una vida de oración y, con ello, se llene de gloria y frutos divinos.

22


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.