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EDUCACIÓN EMOCIONAL: DIEZ RAZONES PARA UNA PROPUESTA La Educación Emocional es esencial para que todas las personas que conviven en la escuela se sientan arropadas en todos los ámbitos: del corporal al cognitivo, del afectivo al espiritual. Es un concepto reciente pero en constante evolución y abre nuevas perspectivas en torno a la finalidad última de la educación. A los docentes les tiene que importar algo más que el mero aprendizaje del alumnado, y su mirada debe abrazar tanto el currículo como las emociones.

Antonio Sánchez Román Orientador de Secundaria.

Laura Sánchez Calleja Universidad de Cádiz.


OPINIÓN

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“El ser humano está escindido por la razón” Jesús Ibáñez

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espués de varios años de formación, trabajo y experimentación de cómo desarrollar la Educación Emocional en los centros educativos, hemos llegado a conclusiones sobre lo que es o no es relevante para definir este concepto. No nos referimos solo a técnicas concretas ni a planteamientos didácticos. En este trabajo exponemos un decálo-

go de aquellas claves sin las cuales la Educación Emocional no cumpliría las funciones y los objetivos que desde nuestro planteamiento son imprescindibles. Aunque dado que es un concepto o disciplina reciente, necesariamente va a ir sufriendo una evolución permanente, la misma que como facilitadores de estas dinámicas venimos observando en nosotros mismos.

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LAS diez CLAVES 1. No me digas sí cuando me quieres decir no Existe una tradición en nuestro sistema educativo de colocar en el ambiguo campo de la transversalidad aquellos conocimientos, habilidades y actitudes que desde ninguna disciplina se quieren asumir como propios. Al final, o nadie los desarrolla en los centros educativos o se hace de una forma parcial y superficial. Numerosas investigaciones realizadas desde la entrada en vigor de la LOGSE (1990) demuestran la escasa implantación de las materias transversales en el aula. La Educación Emocional, como materia emergente, necesita tener sus propios espacios y, al mismo tiempo, ser un eje de transcomunicación en los centros. Tiene su propia disciplina, sus didácticas específicas y un cuerpo teórico, cada vez más amplio, que se viene enriqueciendo con avanzadas investigaciones en nuevos campos del saber. Posee además una estructura y planificación que, a diferencia de otras, no tiene una secuenciación organizativa de los contenidos. En la Educación Emocional se parte de una planificación general basada en ámbitos de intervención. Por lo tanto, el devenir diario del grupo clase y las situaciones que se van produciendo son las que conforman la temporalidad de su intervención. No se trata de trabajar desde la improvisación, sino desde la escucha de los intereses, inquietudes y necesidades del alumnado. Los ámbitos de intervención a los que nos referimos han sido descritos por autores como Salovey, Mayer, Caruso, Goleman, Bisquerra y Fernández-Berrocal, entre otros. Estos, aunque con matizaciones, coinciden, en lo general, en los mismos supuestos teóricos. Desde este planteamiento, la Educación Emocional tiene que tener

un horario definido en los centros, con carácter estable y específico, con el fin de asegurar que estos procesos se pueden atender con garantías. Por otro lado, lo transcomunicativo estaría enclavado en la propia relación que se produce entre todos los miembros de la comunidad de la clase, profesorado y alumnado, pero teniendo en cuenta que para algunos asuntos debe mantenerse un enfoque sistémico y hacer participar a las familias de estos procesos. Como dicen Watzlawick, Helmick y Jackson (1985, p. 52), no es posible no comunicar porque todo proceso de comunicación “no solo transmite información, sino que, al mismo tiempo, impone conductas”.

El tiempo verbal de la Educación Emocional es el presente En resumen, no es posible que se originen procesos educativos si no se producen procesos de comunicación como algo inherente a los mismos. Porque en todo proceso de relación hay comunicación y emociones, aunque no existan palabras.

2. Existo por mí, no por ti Como toda disciplina nueva, necesita buscar una justificación de su sentido y existencia. Múltiples investigaciones han incidido en los beneficios que se obtienen para la mejora del rendimiento académico y de la convivencia, lo cual no es poco. Sin embargo, la Educación Emocional tiene sentido y razón de ser en sí misma. Porque en la escuela no solo debemos centrarnos en enseñar a nuestro alumnado a aprender a conocer, a hacer y a convivir, que es lo que hemos hecho hasta ahora, sino que

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también debemos enseñarles a ser personas. Compartimos con Cury (2010) esta idea: “Estamos informando a los jóvenes, y no formando su personalidad. Estos jóvenes conocen cada vez más el mundo en el que están pero, casi nada, el mundo que son”. Utilizar la Educación Emocional en función de sus “beneficios colaterales” es desvalorizar su importancia y su esencia. Pues no es un sistema subsidiario de “las disciplinas clásicas” ni una estrategia más para la mejora de la convivencia en los centros. La Educación Emocional es imprescindible para formar personas integrales e integradas en todos los ámbitos que conforman nuestro ser: corporal, cognitivo, emocional y espiritual. No surge ni como paradigma sustitutorio ni en conflicto con otros, sino como integrador para conformar procesos holísticos.

3. Cuando ocupo mi lugar sé para qué vengo Dentro del modelo de planificación al que nos referíamos anteriormente, hablamos de la necesidad de partir de la realidad del grupo. El tiempo verbal de la Educación Emocional es el presente. Sin estar en el presente no es posible que el alumno tome conciencia de sí mismo y de lo que le sucede, lo intrapersonal, ni de conectar con las emociones de los otros, lo interpersonal. No se puede proponer al alumnado experimentar emociones o situaciones emocionales que no estén presentes en la vida del grupo. El modelo que preconizamos tiene su esencia de ser en trabajar con lo emergente y vivencial que surge en el aula, de esta manera el alumnado conecta con su parte más auténtica y conoce lo que realmente le sucede y lo que realmente es. Le encuentra sentido a lo que aprende y percibe


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que lo que siente y le ocurre es escuchado y respetado por los otros, al tiempo que se convierte en relevante para todos. Esto ayuda al alumnado a entender lo que experimenta y vivencia en su día a día, y al profesorado a responder a las necesidades e intereses de sus alumnos, aumentando su motivación. Como dice Goleman (1999, p. 21): “Las personas aprenden en la medida en que se hallan motivadas y comprenden, por ejemplo, que una determinada competencia es importante para hacer bien su trabajo, y hacen de ella un objetivo personal de cambio”.

4. No tengo un cuerpo, soy un cuerpo Nuestro cuerpo es instrumento para sentir y expresar. Nos habla de lo que somos, de cómo estamos, de cómo nos movemos por el mundo y de cómo nos posicionamos en él. En la escuela, el lenguaje se expresa casi exclusivamente a través de la lectura y la escritura. Hablar se hace de forma muy restringida, y expresar a través del movimiento lo que estamos experimentando, sintiendo y vivenciando es casi inexistente. El cuerpo es el otro gran olvidado, junto con las emociones, de nuestro sistema educativo. No se trata de hacer ejercicio físico, sino de saber escuchar los mensajes que el cuerpo nos envía en los momentos de placer y también en los de dolor. Nuestro cuerpo nos informa de cómo estamos, aquí y ahora, aunque a veces es nuestro gran desconocido porque no sabemos descifrar e interpretar los mensajes que nos emite. Trabajar la respiración consciente y saber realizar una escucha atenta de cómo está y de cómo nos sentimos son aspectos que debemos tratar en Educación Emocional, ya que uno de los componentes básicos de las emociones es la respuesta neurofisiológica, por lo que es imprescindible conocer nuestro cuerpo y lo que nos dice en

cada momento, lo que facilita también la toma de conciencia de lo que estoy sintiendo.

El cuerpo es el otro gran olvidado, junto con las emociones, de nuestro sistema educativo

El movimiento corporal nos permite sentirnos a nosotros mismos y a los demás, comunicar y comprender lo que el otro nos dice sin necesidad de palabras; respetar y apoyar, descansar, relajarnos es fuente de placer y de conocimiento de las emociones. Y la música se presenta como una herramienta idónea para favorecer el trabajo de las emociones en nuestras aulas.

5. Para todos y para todo Su carácter es fundamentalmente preventivo y su objetivo es atender a toda la población, pues las necesidades humanas en este sentido son universales. Coincidimos con GROP (1998) cuando dicen: “La Educación Emocional es una forma de prevención primaria y de promoción de la salud consistente en intentar minimizar la vulnerabilidad a las disfunciones o prevenir su ocurrencia, y potenciar los recursos emocionales para una mejor calidad de vida”. Su carácter grupal –que aunque es su espacio natural no entra en contradicción con intervenciones individuales– necesita de la conformación de grupos heterogéneos, ya que el grupo actúa como un laboratorio de la propia vida. La Educación Emocional es para toda la población y se debe impartir en todas las edades, desde la Educación Infantil hasta la Universidad, ya que nos per-

mite desarrollar competencias de y para la vida, necesarias e imprescindibles para cada uno de nosotros. Alejándonos, eso sí, del modelo que utiliza la Educación Emocional, en exclusiva, como metodología correctora para grupos de riesgo tales como el alumnado con fracaso escolar, de comportamiento disruptivo, etc.

6. Escuchas lo que digo y no lo que siento Debemos aprender a escuchar desde el corazón y con el corazón. Las emociones hablan por sí solas y debemos aprender como docentes a escucharlas para ver más a la persona que tenemos delante y no solo al estudiante. Necesitamos no quedarnos en lo cognitivo porque implica escuchar solo un ámbito de la persona y así no favorecemos su desarrollo integral. Como docentes, nos tiene que importar algo más que el mero aprendizaje de nuestro alumnado, porque esta no es la única finalidad que tienen los centros educativos, aunque sea la que realmente impera en ellos. De ahí la importancia de escuchar a la persona e ir más allá, porque lo que le sucede en su interior, en su entorno, con su familia, con sus compañeros incide en su aprendizaje, en su desarrollo y en su crecimiento como persona. La escucha que proponemos tiene una doble vertiente: desde el propio alumnado, proponiéndole situaciones en las que pueda escucharse interna y externamente, analizar su lenguaje verbal y no verbal, sus pensamientos, sus emociones y la plástica de sus movimientos. Y desde el profesorado, incorporando esta escucha interna y externa de lo que le sucede a cada alumno y alumna, a lo que cada cual vivencia en el grupo. Poner su atención en esos elementos como una herramienta imprescindible para la adquisición de competencias emocionales por parte del alumnado y del profesor.

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7. Tu mirada emocional me ve como persona La Educación Emocional necesita ahondar en lo igualitario desde una nueva perspectiva: considerar que todos somos todo: lo femenino y lo masculino, como características potenciales de cada persona, independientemente de si hemos nacido hombre o mujer. Es un artificio cultural, producto de una socialización discriminatoria, el asignar características masculinas o femeninas a cada uno, incluso antes de llegar al mundo. Todas las personas tenemos unas posibilidades muy altas de desarrollar todas las características que, de forma interesada, se nos han distribuido a los hombres y mujeres como propias, de una forma errónea. Lo igualitario, junto al respeto por la idiosincrasia y los derechos del otro, se manifiesta desde un nuevo lugar de intervención: la exploración de lo que somos realmente. Esto implica, por un lado, desarrollar y potenciar aquellas partes que han sido silenciadas, reprimidas o no permitidas. Por otro, colocar en sus justos términos aquellas características que han sido sobredimensionadas y amplificadas. En los dos casos, como deseo de superar un modelo parcial y discriminatorio. La posibilidad de ser, con todo nuestro potencial, no solo no nos hace perder identidad, sino que nos la refuerza aún más, porque podemos ser personas sensibles, cuidadoras, valientes, autónomas y fuertes, tanto siendo hombres como mujeres.

8. En la práctica de la virtud, soy ciudadano del mundo Conocer nuestras emociones y aprender a regularlas nos hace mejores personas, no solo como individuos, sino como miembros de la sociedad. Desde ese conocimiento, la relación con uno mismo y con el otro se produce desde el respeto y la conside-

ración. Al mismo tiempo, nos educamos en nuestros valores, ya que entre ambos, entre la emoción y los valores, existe una gran relación y reciprocidad. A menudo las emociones están condicionadas por el contexto cultural y social en el que nos desarrollamos. En la educación debemos dar un paso más y no quedarnos en la mera transmisión de unos valores humanos universales, sino que estos deben ser vivenciados, llevados a la práctica, porque solo de esta manera el alumnado entenderá la ética de los mismos.

Sin la Educación Emocional, la escuela es una realidad desconectada de la vida, porque no se puede vivir sin emociones

Enmarca muy bien nuestra propuesta la definición de Marina (2005, p. 33): “La Educación Emocional es un saber instrumental que ha de encuadrarse en un marco ético que le indique los fines, y debe prolongarse en una educación de las virtudes que permita realizar los valores fundamentales”. Asimismo, “Con la Educación Emocional solo pretendemos hacer más fácil el comportamiento adecuado, pero eso no quiere decir que el comportamiento adecuado solo puede lograrse si se ha conseguido una buena educación afectiva” (Marina, 2005, p. 36). Todo enfoque educativo para la adquisición de competencias emocionales debe estar encuadrado en la consecución de un mundo más justo. Comenzando por disfrutar de esta justicia en el ámbito familiar, educativo y social. Asumimos como nuestra la afirmación de Claudio Naranjo (2010, p. 95): Mientras no tengamos una edu-

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cación afectiva y transformadora (…) en vez de una moralizante y represora, difícilmente podremos tener un mundo mejor”.

9. La escuela es la vida y la vida es escuela Si el alumnado no encuentra sentido a lo que trabaja en la escuela, el aprendizaje no llega a producirse. Es necesario que entiendan el para qué y, sobre todo, que puedan ponerlo en práctica en su día a día, para comprender su entorno, sus relaciones y a ellos mismos. Ofrecerles herramientas que les permitan desarrollarse y crecer de forma integral. Lo emocional invade todas y cada una de nuestras acciones, forma parte de nuestra vida. Conocer lo que se está sintiendo, saber expresarlo y gestionarlo es una herramienta que sirve más allá del aula, pues posibilita un crecimiento personal que se verá reflejado en las relaciones sociales tanto dentro como fuera del recinto educativo. Sin la Educación Emocional, la escuela es una realidad desconectada de la vida, porque no es posible vivir sin emociones. Ignorarlas y reprimirlas es una forma explícita e implícita de alejar los centros educativos de la realidad vital del alumnado.

10. Cuando me transformo, me formo Hay que empezar por la formación del profesorado, no solo a nivel profesional, sino también a nivel personal. Como docentes nos construimos en nuestro quehacer diario y es muy importante que seamos conscientes de nuestro desarrollo personal porque siempre está presente, es decir, nuestra esencia, lo que somos, nos acompaña en todos y cada uno de los roles que asumimos a lo largo de nuestra vida. En palabras de Mir (autoría


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compartida, 2005): “Antes de conocer al alumnado es importante tener en cuenta las características del adulto como agente educador, ya sea docente o progenitor, porque su personalidad impregnará y condicionará en mayor o menor grado toda función educativa”.

Al igual que sucede con la educación del alumnado, la formación del profesorado necesita una nueva mirada. Una mirada que junto a lo curricular integre lo emocional.

LA EMOCIÓN, PARTE DE LO QUE SOMOS

La formación es esencial para nuestra profesión. Nos ayuda a transformarnos, a crecer. No debemos olvidar que el mundo cambia y que tenemos que prepararnos para afrontar esos cambios.

Queramos o no siempre educamos en emociones, puesto que es algo que forma parte de lo que somos y nos acompaña en cada instante de nuestras vidas, desde que aparecemos en este mundo

hasta que lo dejamos. La actitud que tomemos ante ellas, el cómo las entendamos, el lugar que les demos en nuestras aulas, la metodología que empleemos para su desarrollo es lo que diferencia un modelo de Educación Emocional de otros. Una emoción se vive, se siente y se experimenta. La realización de una ficha no facilita su comprensión, su expresión y su regulación, sino como dicen Maganto y Maganto (2010, p. 218): “Se trata de evitar vivir con uno mismo como si fuera un desconocido”.

PARA SABER MÁS   Autoría compartida (2005). Evaluación y postevaluación en Educación Infantil. Madrid: Narcea.

Cury, Augusto (2010). Padres brillantes, maestros fascinantes. Barcelona: Planeta.

Maganto, Carmen; Maganto, Juana María (2010). Cómo potenciar las emociones positivas y afrontar las negativas. Madrid: Pirámide.

Marina, José Antonio (2005). “Precisiones sobre la Educación Emocional”, en Revista Interuniversitaria de Formación del Profesorado, n.º 54, pp. 27-43.

Goleman, Daniel (1999). La práctica de la inteligencia emocional. Madrid: Kairós.

Naranjo, Claudio (2010). La mente patriarcal. Barcelona: Integral.

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Grup de Recerca en Orientació Psicopedagògica, GROP (1998). “Educación Emocional”, en Manual de orientación y tutoría. Barcelona: Wolters Kluwer.   Ibáñez, Jesús (1991). El regreso del sujeto: la investigación social de segundo orden. Madrid: Siglo XXI.

Watzlawick, Paul; Helmick Beavin, Janet; Jackson, Don D. (1985). Teoría de la comunicación humana. Barcelona: Herder.

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