EDICIÓN # 13 - NOVIEMBRE 2021 BOGOTÁ - COLOMBIA ISSN: 2539 - 4967
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L E D S A C I N Ó R ENCIERRO C
Y OTRAS
PRISIONES
IMAGINARIAS
ESCRITORES Y COLABORADORES
IDEA Y CREACIÓN Alexis García Ardila
DISEÑO GRÁFICO Fabiana Martínez Sebastián Flórez Natalia Acevedo Nicole Castañe Danna Villamil Alexis García
COMITÉ ACADÉMICO Angélica Casallas Edward Valderrama Franklin Arciniegas Jorge Vargas Nelson Pérez Yobany Mora Albeiro Montoya Alexis García
Laura Daniela Malagón Nataly Gómez Bermúdez Deisy Gómez Akash Khumar Paula Valentina Diaz Vera Valentina Banoy Quintero Daniela Cárdenas Silva Miguel Angel Bonilla Rosas Jocelyn Alejandra Solaque Jahath Cáceres Jenny Alejandra Niño Daniela Barrera Forero Laura Mariana Cortes Gabriela Patiño Vanessa Alcalde Karen López Carlos Mario Albarracín Búho Anónimo Alexandra Mesa Peralta Karen Estéfani Pérez Vanessa Rueda Katherine Rosario Suarez Cristian David Riaño Andrés Eduardo Patiño Anamaría Bohórquez
COMITÉ EDITORIAL POESÍA
CUENTOS
Sebastián Flórez Vanessa Rueda Camila Campuzano
Danna Villamil Nicole Castañeda
ARTES
TRADUCCIÓN
María Fernanda Mesa
Natalia Acevedo Nanyi Calvo
PENSAMIENTOS Nicole Castañeda Fabiana Martínez Karen López
Ediciones
Ediciones
Contenido a C í u s e e n o t o P Tra duc c i ó y n o y a s n E o l s u o c í t t n r e A i m a s n A e rte P s
Prólogo
CLAUSTROFOBIA AL AIRE LIBRE
Para referirme al encierro, y después de lo que recientemente hemos vivido y en algunos lugares se sigue viviendo, creo que nos es imposible separar los conceptos de encierro y aislamiento. Por supuesto que me refiero al aislamiento pandémico, ese que nos confinó en nuestros hogares, pequeños o no, aunado a la esperanza de permanecer vivos: encerrados pero vivos. Muchas personas tuvieron que, quizá por primera vez, compartir con sus familiares el limitado territorio en el que muchas veces antes solo se llegaba a dormir; y en cierto sentido, conocerse por primera vez. Poder apreciar, para fortuna o no, cómo esa persona que supuestamente conocemos, se desenvuelve ante los demás; cuáles son sus recursos de supervivencia para la interacción con otros: pudimos ver cómo actúa o reacciona el animal acosado, incluso dentro de su misma madriguera. No fue una moneda de dos caras, sino multidimensional: en algunos casos pudo funcionar positivamente, pero poder apreciar cómo nos comportamos ante nuestros familiares, y cómo se comportan ellos con nosotros, cuando nos vimos obligados a, súbitamente, compartir ese espacio finito que se supone era tan nuestro, tuvo diferentes resultados. Entre esos, a muchas personas, ansiosas ante el confinamiento o amargadas por él, ese espacio finito supuestamente propio, les pareció ajeno, o un lugar que aprisiona, triste, que debía ser suyo pero en el que irónicamente no querían habitar, aunque estuvieran obligados, ya que durante el aislamiento “obligatorio”, algunas personas fueron dejando que sus “true colors” se mostraran involuntariamente: pudimos apreciar (o ver con sorpresa o desdén, en el caso de aquellos a quienes se les maltrató) cómo íbamos transformando nuestro hogar en nuestro lugar de trabajo y estudio, lo cual llevó a muchos al estrés y a la ansiedad. Para el caso de la literatura, que es lo que nos convoca alrededor de nuestra revista Voices, también puede tomarse como una moneda multidimensional. Uno de los escenarios más palpables, cuando hablamos de encierro, lo ofrece innegablemente el maestro Edgar Allan Poe. Junto a él, en algunas de sus narraciones el encierro se hace aún más minúsculo que los confines de una casa o apartamento. En unos de sus más célebres cuentos, vemos personajes desesperados luchando por salir de un ataúd, o ya sin vida, en su tumba improvisada entre dos paredes estrechas. En otros casos, el encierro fue en lugares más grandes, como la gigantesca mansión donde el pobre Usher debía sumergirse en la oscuridad debido a su fotofobia y la hipersensibilidad; o la bóveda de vinos donde Fortunato fue víctima de la venganza; o la casa del viejo cuyo ojo invocaba su propia muerte o el castillo del príncipe Próspero. Muchos conocemos a Poe, pero para no hacer spoilers, no me aventuro a mencionar más, solo dejo los cuentos del considerado por muchos como uno de los grandes maestros del terror: El entierro prematuro, El gato negro, El corazón delator, La máscara de la muerte roja, La caída de la casa Usher y El barril de Amontillado, solo por mencionar algunos. Además, muchos de sus personajes estaban o están “encerrados” en frías celdas o, metafóricamente, en el alcohol o en sus propias angustias.
Por otro lado, quiero mencionar otras formas de estar encerrado, pese a no tener paredes, muros o murallas que no nos permitan movilizarnos. En El viejo y el mar de Hemingway, evidentemente Santiago, ya muy entrado en años y desesperanzado al haber pasado un largo periodo sin obtener resultados de la única tarea que sabía hacer, la pesca, queda atrapado en la que quizá puede ser la prisión sin muros más grande que existe: el océano. Quienes admiramos esa novela corta, sabemos que no es solo una historia de redención al final de la vida, sino que el mar evidentemente lo ha encerrado, como también sucede en la crónica real Relato de un náufrago de García Márquez, o en Moby Dick; y por supuesto, en el clásico poema de Samuel Taylor Coleridge, La rima del anciano marinero, y del cual la banda británica Iron Maiden hace una majestuosa adaptación musical (esta referencia indudablemente me hizo pensar en el prólogo anterior de nuestra revista, que tuve el honor de escribir, para la edición “Rock y literatura”). Son demasiadas las narraciones que muestran al mar en todo su esplendor y belleza, pero también como ese lugar inexplorado, profundo y misterioso, que puede engullirnos en cualquier momento. ¡Qué ironía que el mar, al que muchos anhelamos acercarnos en nuestros viajes, sea sinónimo de encarcelamiento! Una recomendación respecto a ese tema, y que me dejó gratamente sorprendido en la literatura colombiana, es el maestro Tomás González, con sus novelas Primero estaba el mar (su ópera prima) y Temporal (mi ensayo “El mar como magnificador de la muerte:análisis de la voluntad de parricidio en Temporal de Tomás González” está incluido en esta versión de Voices). Por último, y relacionado nuevamente con las otras formas de estar encerrado, sin paredes o murallas, vienen a mi mente tres más: los círculos polares, la selva y el desierto. En la primera situación, los personajes literarios se ven impelidos a luchar contra las bajísimas temperaturas, la carencia de alimento y las pocas probabilidades de sobrevivir. En este sentido, cómo olvidar la bellísima novela corta La llamada de la selva de Jack London (aunque, a decir verdad, prefiero su título original, Call of the wild, pues “la selva” no es necesariamente lo único que podemos asociar con “lo salvaje”), en la que se nos presenta a Buck, uno de los personajes animales no personificados más entrañables: ¡cómo olvidar la bella escena afuera del bar, en la que el perro es capaz de arrastrar el muy pesado trineo y la conexión con su humano!
En cuanto a la segunda forma de prisión “al aire libre”, podemos pensar en los Cuentos de la selva del maestro Horacio Quiroga, o en el clásico de la literatura colombiana de José Eustasio Rivera, La vorágine, en el que la jungla amazónica “devora” a algunas personas que fenecen, suponemos, atrapadas en las inhóspitas características de la selva.Asimismo, junto con el mar, la literatura nos ha ofrecido muchas narraciones en las que este ecosistema se transforma en prácticamente otro protagonista de la historia, para bien o para mal de los personajes. Finalmente, y quizá lo primero en lo que pensé cuando me ofrecí a la la tarea de escribir un prólogo para nuestra presente edición de “Crónicas del encierro y otras prisiones imaginarias”, fue en el maravilloso Los dos reyes y los dos laberintos, del gran Jorge Luis Borges. A pesar de ser un cuento corto (o mejor, un texto corto, pues no estoy seguro de si sea un cuento per se, pues con Borges creo que nunca se sabe), el argentino nos muestra una de las más temibles formas de morir o de perderse en una prisión a cielo abierto: el desierto. Uno de los laberintos allí descritos no es la estructura arquitectónica tortuosa o zigzagueante, diseñada con el propósito de que “alguien” se perdiera entre sus muros mohosos y maltrechos, como era el caso de las presas humanas arrojadas al minotauro; sino que es un “laberinto” natural, que no tenía paredes pero del que tampoco era posible escapar: me disculpo por el spoiler, pero aquí sí no lo pude evitar (de todos modos, pueden ustedes disfrutar de su lectura (http://www.ub.edu/las_nubes/archivo/uno/wunderkammer/antologiaborges/Tres_cuentos/dosre yes.htm), pues como ya lo dije, es un texto breve en su extensión): el segundo rey muere en ese laberinto natural, víctima de la inanición y la sed, bajo las terribles temperaturas del desierto: claustrofobia al aire libre. Cierro este prólogo a manera de invitación a explorar las páginas que tanto estudiantes de nuestro programa profesional de Lenguas Modernas o de otras carreras, así como profesores y escritores de diferentes universidades o comunidades, hemos querido compartir con ustedes. Esperamos que puedan disfrutar de estos textos que fueron escritos desde el encierro propio del silencio de cada escritor, o quizá escritos rodeados por ruidos ensordecedores, motores en marcha o la irrupción continua de quienes viven con nosotros. Una cosa sí es segura: sea cual sea el tipo de encierro, la literatura nos ofrece su liberación catártica y nos permite renacer, despojándonos de las marcas y hematomas que dicho encierro nos deja en el alma y en la piel.
NELSON PÉREZ Docente Tiempo Completo Programa Profesional en Lenguas Modernas Editor - Revista Literaria VOICES
Ella, era un turpial, Revoloteando siempre en círculos, A veces, en las mañanas, Traía en su pico algunas ramitas para suavizar el entorno. Él, era un sinsonte salvaje, Se veía nostálgico, Su mirada se extraviaba en el acero, Pues anhelaba aquellos días de libertad. De vez en cuando se encontraban, danzaban juntos en el horizonte, Sobre todo, a través de aquellas barras invisibles, Y ahí danzaban de rama en rama. Su mirada, se perdía en aquellos ojos, Sus patas se aferraban a la vida, Pues él quería ser libre, y revolotear muy alto con ella… Quizá lo que ella no sabía, Era que aquella jaula estaba de su lado, ¡Y no podía volar! ¡Pues la jaula de papel, la vigilaba!
¿La venus? Sí, la venus, la deseada, la codiciada, la apetecida, la acosada, la sumisa ¿la sumisa? Sí, la sumisa, la endeble, la floja, la enclenque, la frágil, la quebradiza, la vulnerable, la agredida ¿La agredida? Sí, la agredida, la maltratada, la amordazada, la violada, la asesinada. ¿La asesinada? Sí, la asesinada, la amortajada, la sepultada, la juzgada, la olvidada, la mujer. ¿La mujer? Sí, la mujer, la anciana, la adulta, la joven, la niña, la bebé, la humana. ¿La humana? No... la humana no, la venus, la deseada.
Seguro que ahí en algún lado está brillando el sol, pero no sé dónde. Quizás esté frente y no lo podemos ver, quizás esté escondido, para encontrarlo, todo tenemos que hacer. Será difícil, será complicado pero lo tenemos que traer a nuestro lado. Ese sol que acabará la oscuridad Ese sol que en nosotros creará la fidelidad Ese sol que nos llenará de confianza Ese mismo sol que nos dará la perseverancia. Es ese sol con que nos despertamos Es ese sol con que soñamos A ese sol siempre le esperamos Con ese sol siempre avanzamos. Hasta que ese sol esté con nosotros ¡no paremos! Hasta que ese sol esté con nosotros ¡no nos rindamos! Seguro que ahí en algún lado, está brillando ese mismo sol pero para lograrlo, todo tenemos que hacer y cuando lo logremos, no lo dejaremos perder
Una noche de luna llena corre el viento que purifica al alma, las estrellas que atraen, el silencio profundo todo sonoroso, esa misma noche robaré tu alma. Agarrarnos las manos en la calle, caminamos toda la noche sin saber el destino ¡que la luna nos persiga! con ella jugaremos escondite. Por un momento desaparecidos, en otro, aparecidos, así pasaremos la noche gozando todo el momento. Por fín llegamos a un paraíso, con que siempre hemos soñado,
una casa linda al lado de un lago. Esa misma noche, bajo de esa luna tú y yo, yo y tú juntos, lejos de todos, guardamos silencio solo hablan los ojos, dicen, ¡ay, mi cariño! ¡Abrázame! ¡Abrázame! ¡que disminuya está distancia entre nosotros! ¡Bésame! ¡Bésame! mis labios ya tiemblan ¡cálmalos! ¡acarícialos! ¡que no perdamos el momento! Esa misma noche, bajo de esa luna, ¡Ay, mi cariño! Vamos a ser uno.
Y tú, qué has logrado? La alegría no tienes, tampoco la tristeza, siempre andas con dudas; nada de certeza. Ves a los niños jugando, quieres volver a serlo, pero de repente, no vuelves a pensarlo. Dime tú, ¿Qué has logrado? Ni el poder tienes de ver los sueños, porque sabes que esos sueños te llevan lejos. Te ánimas a hacerlo, pero no vuelves a pensarlo. Quieres planear tu vida, como te hubiera gustado, sabes que para lograrlo todo hubieras sacrificado. Te ánimas a hacerlo, pero no vuelves a pensarlo. Dime sí tú, ¿Qué has logrado?
Quieres ser el mar, quieres ser el monte, tanto profundo como alto; guardas un secreto. Te ánimas a revelarlo, pero no vuelves a pensarlo. Ahora, sí, dime, ¿qué has logrado? Andas disfrazado haces feliz a otros, andas corriendo satisfaciendo a otros. Llevas un cuento contigo, te animarías a narrarlo, pero, Sí, ya no vuelves a pensarlo.
Terapia intensiva Sigo yendo a terapia aun así sabiendo que, la solución a mi gran tristeza existencial se encuentra en tus labios.
Sebastián Flórez
Vacío
Cuando alguien se va de tu vida, Queda un vacío en el alma, Aunque al principio no lo percibas, Es un sentimiento que desgarra.
Las costumbres son el peor error del ser humano, Si alguien que quieres se aparta de tu vida, Sientes que algo te falta. Lidiar con los dolores del corazón, Nunca es algo fácil, Pero las personas tienen la razón, Solo el tiempo aliviará tu corazón. Cuando estés tan triste y vacío como yo, Busca algo que te motive, Ya que el amor, No es algo que fácil se olvide. Haz lo que te haga feliz, No te cohíbas, Bien sabes la vida es una, Y de igual forma acabarás en una urna. Encontrarse a uno mismo no es algo sencillo, Busca ayuda si no sabes cómo. A veces somos tan tercos, Y creemos poder lidiar con los problemas solos.
Miguel Bonilla.
Cada página que paso, se convierte en una espiral. Las letras se alargan, se acortan, Y se desdibujan sin aparente final. Desearía poder comprender lo que dice, Saber cada parte de si, sus matices. Sus sabores, olores y raíces Poder palpar cada sentimiento, Ese que se plasmó alguna vez con tinta, En un papel fino, acaramelado y grotesco. Quisiera fingir que entiendo, Que leerle es como el vivo recuerdo, De aquella noche en que le miré, Y no supe que le solté. Anhelo analizar cada punto, cada acento, cada frase, Cada partícula y enlace. Podría aprender un sinfín de idiomas Si eso sirviera para resolver, Eso que nadie ha podido leer, En esos cientos de páginas que veo correr. ¿Por qué es tan cruel la persona que lo escribió? Plasmó más problemas de los que resolvió, Podría ser él o ella, pero terminé siendo yo.
El conducto al lagrimal vibra en el día Mientras el ojo abierto recibe coletazos de viento frío El conducto y lagrimal sacuden y brincan Caída la noche el ojo se cierra Y con el sonido eléctrico de las paredes que encierran el conducto Brota la sangre, inunda el lagrimal, desborda el conducto. En la oscuridad de la noche el conducto se expande Se abre un hueco enorme en el pecho. Lagrimal y pecho conectados por un conducto coagulado. Me miro en el reflejo de mis párpados Abro los ojos y con mis dedos escarbo. El lagrimal es angosto y con la punta de mi uña Rasgo profundo, hasta el pecho profundo. Lágrimas rojas bajo mis uñas, entre mis dedos, Guantes oscuros sobre los cuellos Intentan cortar el vínculo del conducto Guantes oscuros intentan parar la vibración de las cuerdas Guantes oscuros que disfrutan desgarrar Guantes oscuros que disfrutan desangrar Guantes oscuros sin consciencia Rompen mi cuello en el suelo sobre la tierra Guantes oscuros ríen sin pena.
Lo que más extraño de antes, Es ese café en la mañana contigo. Pues desde que dejamos de beberlo juntos, Desde ese entonces, El sabor del café ya no es el mismo…
¿Por qué justo ahora me es tan difícil escribir? Si se supone que más cercano a mí mismo he podido estar, Y cuando en este encierro, sin coraza me tengo… Me pregunto si he perdido la inspiración, O si simplemente, Ya me perdí a mi mismo…
Y con la ignorancia que nos apresura, matemos a quienes nos dan de comer. Que aquellos gobiernen en paz de lo que les conviene. Que la defensa contra todo es asesinar, no hagas más cuentas, van tres muertos más. Pobre en el suelo, a la deriva de un impostor con promesas falsas de equidad. Será la pena, lo será orar, la impunidad o callar. No pasan inadvertidos pies y manos juntas al caminar, frente al otro nos dejamos enjuiciar, de lo que nos humaniza, de lo que nos duele. Que la lucha nos vuelve inmortales frente a la maldad, y que no nos queda de otra, sino andar, perderse en la luz de la libertad. Que nuestra arma de fuego es tentar, al que nos mira, al que nos dispara por andar. Poder, ¿Poder de qué? De quitarme, de masacrarme, de dejarme a salvedad de la vida punzante y desgarradora, monstruo propio. Creación de ti. Perro y cerdo a la vez, no tienes perdón ni del que te vio nacer.
Así como el árbol se refugia debajo del suelo para no caer, Así como las hojas se refugian en el tallo para no morir, Así como las nubes se refugian unas en otras para no desaparecer, Así como las aves se refugian en sus nidos para sobrevivir, Así mismo, refugiémonos entre nosotros/as para no desfallecer.
I Me había escondido tanto tiempo, tal vez por instinto, tal vez por miedo, cada vez más acorralado, huía de lo estrepitoso, estaba turbado, huía como si la culpa me acechara en este mundo. Huía de esos olores extraños, huía de esos extraños desechos, huía de esos ruidos intensos, y huyendo me volví prisionero. II Prisioneros en un rincón de este mundo, hemos aprendido a coexistir en este diario ajetreo, tal vez por el instinto de sobrevivir. Y aunque las mañanas pasan nuestros cuerpos se cansan, nuestros corazones no se sacian, los deseos de libertad no cambian.
III De pronto, nos trastoca una urbe solitaria allí, en los lugares de los que hui, el desasosiego no me turbaba, el instinto esta vez me decía que saliera. No sentía olores extraños, No sentía más extraños desechos, No sentía ruidos intensos. IV Entonces, me abrí paso al mundo, mis sentidos se alertaron, olí las flores, sentí la tierra. ¡Libertad!, gritaba nuestro cuerpo, ese momento era nuestro, el sosiego nos invadía y de gozo nuestros corazones bailaron. Pero, ¿hasta cuándo? ¿Por qué, mi corazón angustiado me dice que es efímero?
Se me hizo estrecho el cuarto y pronto se me hizo estrecha la casa Salía corriendo a la ventana, me aferraba a ella, le contaba que deseaba traspasarla, ver más allá de ese cristal, ver cucarrones en mayo, y ver cometas en agosto.
Tanto tiempo esperando, y hoy puedo salir, aunque sea un corto tiempo. Una cosa extraña me cubre parte del rostro se aferra a mis orejas, siento que me asfixia, me enrojece la piel, aun así, quiero sonreír, me esfuerzo, deseo que mis ojos muestren lo que esta cosa extraña ha ocultado.
Estaba tan acostumbrado a ser un lienzo, plasmaban en mí, ideas y sentimientos, luego, me limpiaban y empezaba de nuevo, me convertí en el confidente, el aliado. Me llenaba al escuchar, a sabios y aprendices, secretos y confesiones, me convertí en ese lugar para experimentar. Soy el juego de la vida, a veces te daba pereza verme, otras veces, por tus amigos me anhelabas, pero, yo siempre con los brazos abiertos te esperaba. Soy a quien le contaban todo y nada decía, así, sus vidas eran parte de la mía. Lloraban de tristeza y de alegría, llegaron a cantar en una sola sinfonía. Y quiero que lo hagan de nuevo, nací para ustedes, por ustedes vivo, ustedes son mi razón de ser, y yo, soy quien los ha visto crecer. Quiero que sus risas vuelvan, porque aquí, las horas pasan, y los silencios me abruman.
Recorro las calles en las que crecí, pero por alguna razón están vacías, se han convertido en una ciudad fantasma. ¿Hambre, por qué no eres un fantasma?
Cadáveres cansados y podridos se agitan en este hoyo nauseabundo que por mí espera. Entre tanto, gritos encarnados e iracundos, con dolor y desespero, mi carne demanda. Sin refutar, en el vacío me encuentro, segundos caídos que por voluntad acepta para presurosos, revolcarnos en desechos repugnantes dispuestos a compartir destino. Con un beso muerto se despiden, y yo, sin triunfos ni nombre, niego su existencia. Ahora, podredumbre, te espero y los años de mí se alejan.
Quien vive con dignidad, se refugia en su hogar; hogar al que no faltará comida sobre la mesa, ni un techo donde escampar. Quien vive con dignidad, sigue su rutina; rutina que no concluye, porque tienen lo necesario para continuar con ella. Quien vive con dignidad, agradece por cada mañana; mañana que pudo observar a través de su ventana. Quien vive con dignidad, no tendrá que escuchar los sonidos de los hospitales; aquellos sonidos que retumban cada puerta que se cierra sin esperanza alguna. Quien vive con dignidad, puede tomar la decisión de protegerse a sí mismo y a su familia; decisión que toma desde un sillón con la televisión encendida. Quien vive con dignidad, se encuentra en paz; paz que encuentra en medio de la desgracia. Aquella noche, sostenía las manos de mi madre, dibujando con mi dedo índice cada grieta que se encontraba en ellas. Con un trozo de tela, ella cubrió mi nariz y boca, me besó, se arrodilló y empezó a orar; mi padre había fallecido, mi padre se había ido sin levantar su mano, sin darme un abrazo ni regalarme uno de los tantos dulces que no lograba vender en el día. Venturoso ha sido quien ha construido una celda teniendo el derecho de vivirla, y quien no ha tenido que ocultarse en las calles huyendo de la violencia. ¿Vivir con dignidad es estar sometido bajo las cadenas de la injusticia mientras otros nos juzgan desde sus comodidades? La dignidad sí la encontré, la encontré en cómo viven la vida unos, mientras nosotros observamos.
Cuento
Reclusión Una celda... Cuatro paredes sin una ventana o luz que ilumine un poco el lugar donde estoy. Abismo, vacío y profundo… frío y oscuro, solo se siente esa brisa congelante. ¿Soy yo? Es mi cabeza imaginando todo, una y otra vez. Sentada en el suelo arenoso, lo veo pasar todo de nuevo, como una película que no tiene final. ¿Qué hago? La voz en mi cabeza me pide reaccionar, pero estoy consciente, este dolor tan profundo y punzante no se puede imaginar. ¿Y si borras los recuerdos? Todo pasa muy rápido y de pronto se detiene, mostrándome el momento donde todo comenzó a caer; y desde ahí, todo fluye más lento, más desgarrador. ¡Despierta! Ya lo estoy, inconscientemente entierro mis uñas en mis muñecas y sé que estoy despierta, porque el dolor no se finge. Una lágrima baja por mi mejilla cuando en el proyector frente a mí, su sonrisa ilumina todo y luego se esfuma.
Fue mi culpa y los lamentos y palabras tristes comienzan a plasmarse en la pared a mi lado; debí haber hecho más, debí haber corrido hasta que mis pies dolieran si eso hubiera salvado su alma. Es tarde, se ha ido llevándose consigo lo mejor de mí, arrancándome lo poco que me quedaba. Todo se siente tan liviano, como si mi corazón ya no estuviera. Despierto y me doy cuenta que ha pasado de nuevo. La cárcel que creé en mi mente se vuelve cada vez más y más pequeña. Soy reclusa de un pasado imborrable y de sentimientos de culpa inquebrantables. ¿Hasta cuándo? Me repito una y otra vez, agarrando mi cabeza con mis manos y sintiendo las lágrimas caer
de mis ojos. Es insoportable, la angustia se apodera de mi cuerpo y me siento temblar de nuevo, pero es lo que me merezco por ser quien la asesinó, por ser quien acabó con su vida.Y ahora sus ojos están dibujados por todas las paredes, como el recuerdo permanente de lo que hice, como una marca indeleble de lo que puede llegar a hacer una persona en un momento de crisis. Caigo de nuevo en el duro suelo y desde arriba veo su foto mirándome orgullosa, Te odio le digo con una sonrisa y mis ojos se cierran de nuevo, esperando llegar a ese lugar donde puedo volver a verla y sentirla a mi lado.
Leana Gianelli.
Insecticida En un olvidado lugar del sur de Bogotá, vivíamos en un pequeño apartamento mi madre y yo. Desde que nos mudamos empezamos a ver cómo unos horrendos insectos negros salían de todos lados. Al principio eran tres, luego seis, después docenas hasta que se convirtieron en un problema. Salían de los sifones, de las tomas de la luz, de los gabinetes, estaban detrás de la nevera, en el inodoro, en los cajones del armario, no había lugar que no invadieran con sus pequeñas patas negras. Intentamos matarlos de todas las formas. Utilizamos todo tipo de insecticidas, hojas de diferentes plantas, recetas de internet, humo, tiza. El mismo gato comenzó a comérselos, pero un día salió y no regresó.
Un día nos rendimos, todos los intentos fueron fallidos y no teníamos a dónde escapar. Con el tiempo, las paredes se volvieron negras de tanto insecto, incluso olvidé el color de los cubrelechos, todas las cosas estaban llenas de esos asquerosos insectos. Empezamos solo a sacudirlos de la cama para poder dormir, todas las noches recorrían nuestros cuerpos, ya era algo normal, el cosquilleo de sus patas se volvió arrullador. Mi madre solía dormir con la boca abierta, pues no podía respirar bien por la nariz. Anoche entraron en su boca, fueron tantos que la ahogaron. Esta mañana desperté y estaba muerta. Escribo, pues espero mi muerte una de estas noches.
Vanessa Alcalde
Horas Extras Una secretaria. O tal vez una recepcionista. Una ingeniera. En todo caso, una mujer de silueta muy hermosa fue la que se subió a aquel taxi como a la 1:20 de aquella tarde lluviosa. Parecía de unos 40 años a lo mucho. La recogí por el centro de la ciudad e iba vestida con un gabán de esos de presentadora de televisión y pude ver por encima de su tapabocas que sus ojos eran demasiado expresivos, llamativos diría yo. En ese momento, recibió la llamada de un hombre. Ella le dijo que iba hacia el lugar donde haría sus horas extras
y que después lo llamaba porque la señal allá no era muy buena. Se despidió con un: "chao mi vida, nos vemos más tarde en la casa" y le mandó un beso mientras colgaba su celular. —Hace frío. ¿Cierto? —Sí señora. E imagínese usted que el pronóstico según el noticiero para esta semana es de más lluvia. Hasta dónde iremos a parar. Y esta ciudad que no está lista para tanta agua. Además, los muertos no cesan y el virus aún anda suelto en las calles. Qué horror. Miré por el retrovisor del carro. Se iba retocando y de vez en cuando miraba su reloj, parecía tener afán en llegar a su lugar de destino. Se aplicaba rubor en sus mejillas, se delineaba sus cejas y sus labios parecían que estuvieran pintados con el pincel de los dioses:
rojos, carnosos y muy provocativos. Me dijo que íbamos hacia el CC Plaza de las Américas y que podría tomar la vía más rápida para ahorrarnos algunos trancones en aquella ciudad caótica. Recibió un mensaje. Miró su celular y su mirada estaba como distraída mientras leía la pantalla que iluminaba sus ojos. En ese momento, miró cómo se deslizaban las gotas de lluvia por el cristal de la ventana del carro. Finalmente, guardó su celular en el bolso y pude notar que esta vez en su cara se asomaba una sonrisa pícara. En ese momento, me confesó que su esposo siempre estaba ocupado y que no tenía mucho tiempo para compartir con ella entre semana y que por eso había decidido empezar a hacer algunas horas extras que la sacaran
del aburrimiento y la monotonía. Me dijo que era profesora en una universidad y que pronto culminaría sus estudios de maestría. Que eso sí la hacía muy feliz. Sin darnos cuenta llegamos al lugar de destino. Me dijo: —Déjeme por aquí en la esquina, por favor, donde pueda parquearse. Y ¿cuánto es? Le señalé con el dedo el taxímetro y marcaban quince mil pesos. Tomó de su bolso un billete nuevo de veinte mil y me dijo: —Quédese con el cambio. Muchas gracias señor. Ha sido usted muy amable en traerme aquí tan rápido y de forma segura. Que le vaya bien -me dijo y se fue remangando su gabán. A la vista de todos se bajó del taxi. Afuera llovía. Una mano la ayudó a bajar del taxi y la esperaba con un paraguas. Él, un muchacho de apenas unos 19 años, de contextura fuerte y
de ojos pardos la recibió con un abrazo. Cerró la puerta y finalmente, se alejaron del carro entre la multitud. Pensé que estaba loco, que aquello que estaban viendo mis ojos no era lo que yo pensaba. O al menos no podía suceder de la manera en que yo me estaba imaginando. Me dije: "Quizá era su propio hijo, o simplemente un empleado de la empresa donde trabajaba o qué sé yo" pero me rehusaba a pensar que aquella señora pudiera estar engañando a su marido a plena luz del día y con semejante adolescente… no… no puede ser… pero… ¿Cómo es posible que esto suceda? Y… En aquel momento, un rayo cayó de la nada y sentí como alumbró todo el entorno. Sentí como si me hubieran tomado una foto. Me había quedado dormido dentro del taxi con las luces
estacionarias puestas. Reaccioné e inmediatamente encendí el carro y salí disparado de aquel lugar. Lo más extraño fue que a unas cuadras más adelante me hizo la parada la misma mujer de aquel extraño sueño. Bajé el vidrio del pasajero y me dijo que si estaba en servicio. Le dije que ya estaba reservado. Esta vez, le dije que era yo quien iba a hacer unas cuantas horas extras… aquella tarde.
Alexis García Ardila
Gracias a la Desgracia
Laura Mariana Cortés
El aislamiento voluntario de la moral No te toques la cara, lávate las manos, no te acerques a los demás; eran las frases que daban vueltas en la cabeza de Lizeth cuando comenzó la pandemia, sentía como si fuera nuevamente una niña donde todo estaba prohibido a pesar de sus 27 años, no podía comprender el mundo desde esta nueva realidad todo se había convertido en una tortura, encontrarse sola y encerrada en su apartamento, era como estar en el vacío en caída libre hacia la nada. Pasaba las tardes enteras durmiendo, mirando televisión, revisando las redes sociales que no hablaban más que del miedo de vivir, o más bien el miedo a morir de una forma cruel como lo es perder la vida sin aire, ahogada, esto la deprimía más día a día, cada mañana era iniciar lo mismo del día anterior. Una tarde, Lizeth estaba revisando sus redes sociales cuando sintió que algo se apoderaba de ella, dominando su cuerpo en contra de su voluntad obligándola
a ingresar en páginas desconocidas para ella y a entrar en contacto con personas que conocía a través de la web, donde ella se ofrecía con fotos y videos desnuda a cambio de dinero, quedó en un trance donde pierde el sentido del tiempo y la razón, despierta y se da cuenta que ha amanecido, pasó gran parte de la tarde y noche sin tener noción de su vida, encuentra su celular lleno de mensajes, fotos y transacciones económicas con las personas en que estuvo en contacto su otro yo, sin saberlo se había convertido en una especie de chica webcam. El día transcurrió en la monotonía del encierro, en la tarde sintió un fuerte impulso por pintar aunque no tenía los conocimientos para hacerlo, nuevamente se le nubló la mente y se trasladó a los intersticios ocultos de la mente donde veía cómo la humanidad se exterminaba entre ellos, el cielo se tornaba oscuro y la única fragancia que había en el ambiente era el olor de la muerte y la sangre derramada a causa de la ambición humana, en el torbellino de confusión que se encontraba su mente y su voluntad sentía sus manos llenas de esa sangre de ese odio que se ha convertido en la atmósfera de la contemporaneidad. Nuevamente fue una noche larga donde Lizeth dejó de ser ella y al despertar observó manchas de sangre en las paredes en forma de un paisaje macabro, su cara de asombro era superior al panorama terrorífico del momento, los interrogantes no tardaron en surgir y las respuestas no tenían eco ante la confusión; no comprendía de dónde había salido la sangre, no estaba herida en ninguna parte lo que le generó más incertidumbre.
El encontrarse en esa situación confusa, le hacía más gris cada uno de los días, el no saber si era una asesina o una ninfómana compulsiva era como estar en un laberinto donde la única salida estaba llena de dinamita, cada paso que daba en su apartamento retumbaba en su cabeza como una tonada de una banda de pueblo, todo le daba vueltas y entraba en una nueva realidad donde nuevamente no era ella sino era él, pero esta vez todo era distinto. La sala de su apartamento se convertía en una estrecha celda y estaba totalmente seguro de esa realidad, no perdía el sentido ni la conexión de este nuevo mundo, aquí su nombre es Rafael y sabe que está condenado a 40 años de prisión, por la muerte de su novia Lizeth, a quien ultimó dos meses después de haber iniciado la pandemia, el aislamiento obligó a su novia a convertirse en modelo webcam y él al enterarse la desmembró y con su sangre tiñó las paredes de la sala y la habitación del apartamento donde ella vivía y él la visitaba ocasionalmente. La defensa sostiene que él padece de síndrome de cautiverio, o síndrome de la cabaña propiciado por las continuas cuarentenas y éstas le generaron la creación de personalidades múltiples; Rafael sigue recluido y en ocasiones cree que es Lizeth y que está inmerso en una cuarentena eterna donde el encierro es la única circunstancia verdadera en ese mundo.
Eduard Valderrama
Días grises, días tristes Daniela Barrera Forero Frio, solo, melancólico; ese era el lugar donde yacía el cuerpo de un chico al que toda esperanza de ser salvado de la eterna noche, se había esfumado. Un pozo, un hoyo, una perdición, se le podría llamar de muchas formas menos felicidad. Cierta oscuridad constante que atormentaba al chico atraía presencias despreciables que solo asfixiaba con palabras llenas de odio y dolor. Aquellas voces eran profundas, se escuchaban casi que fúnebres cuando en medio de lamentos llamaban al chico por su nombre: Alex…
Estas eran las noches y días de Alex, siempre grises, siempre tristes. No creía poder salir de ese pozo nunca.
Un día incluso pensó en darle fin al sufrimiento; solía llevar una daga por si un día era capaz de dormir perpetuamente. La luz nunca tocaba el lugar, claro estaba. De vez en cuando se asomaba alguien a acudir a sus desesperados gritos; sin embargo, se marchaban al no poder ayudarlo. Esos rayos de luz cada que alguien iba, se esfumaban rápidamente. Otra vez, la ilusión de salir se fue al suelo y la afición llegó a su corazón. No solo era el nombre, Alex, era la desgracia, la soledad, el olvido. Un nombre que en este pozo no era más que un triste sonido que golpeaba las fuertes paredes y se volvía un sutil susurro. Las voces que lo acechaban eran cada vez más fuertes y atemorizantes; con estas, él se sentía diminuto y asustado. Sin duda, sentía su fin.
Su cansancio se volvió extenuado y tan insistente que el solo relajo el cuerpo, se dejó caer y se sumió en las voces que poco a poco fueron suprimiendo al joven. Ahí estaba Alex, sentado en la sala de su casa, con la mirada perdida, el televisor aún sonando de fondo. Esa noche él sintió que algo en él había muerto, que ese pozo al que tanto temía, pero estaba destinado, no acabaría. Iba a ser el eterno prisionero de sus pensamientos y agonías.
A LA M... CON LOS CUERDOS Bonjour, je suis Emilio. Y sí, soy todo menos lo que se considera normal. De hecho, considero que soy especial, me explico: en cuestiones de estudio… no tengo estudios, aun así, manejo el francés de una manera que ni un nativo lo haría, Je suis parfait. Además de manejar 2 idiomas a la perfección, me di cuenta desde los 16 años de que soy poeta y desde entonces decidí manejar un perfil acorde a esto; lógicamente siguiendo mi época, no quiero verme como Shakespeare en pleno 2021. Qué complejo es eso, en serio, medir 1.87, pesar 103kg, cargar con los lentes de Harry Potter y tener el cabello hasta la cintura es un trabajo de tiempo completo. También contar con la formación de carácter que me ha dado la vida por medio de varios estados mentales… A los 17 años conocí mi conciencia y desde que llegó, jamás me ha abandonado y no me imagino continuar sin ella. Kefiné es simplemente la razón más clara que tengo en mi vida, es como un ángel guardián, me advierte sucesos, siempre sabe qué decir y cómo actuar. Mi estadía con ella estuvo excelente hasta una tarde, recuerdo el 25 de enero en 2012. Apenas tenía 35 años y firmar el papel de divorcio ¿por querer mantener una vida normal?, es hasta ahora la excusa más grande que he oído y a pesar de no compartir más con ella está en mi mente recordándome que debo ser algo más que normal. Charles Chaplin una vez dijo “Un día que no sonrías, es un día perdido”, ODIO con mi vida esa frase y creo… eso es lo que la hace mi favorita. Mi verdad es simple, la felicidad no se basa en reglas, ni estados y mucho menos en ambientes, es un sentimiento subjetivo donde los cuerdos no van, porque alguien imagina esto: ¿en 2035 ver Betty La Fea por 40ava vez? O simplemente dedicar desde las 7 de la noche cada sábado para el gran programa: samedis heureux.
En serio, un país debe estar muy mal en todos los aspectos para poder sentir felicidad un día a la semana por medio de un show de televisión. Desde muy niño he dejado correr mi mente a lugares inauditos, y prefiero comentar que siempre he convivido con amigos imaginarios. Un día simplemente decidí no hacerlo más… ¿La única razón? descubrí un tipo perverso y jamás pensé que se convertiría en mi mayor pesadilla. Al inicio fue traumático, después me empecé a acostumbrar a verlo unas 3 veces al día; desde que empezó a atormentarme generó grandes controversias en mi salud, ¿tendencias suicidas? Esa fue la gota que rebasó el vaso y creo que el tipo no es tan malo, el problema es que me recuerda lo que no quiero ser; es que ama tener todo tan aburrido, sin sentido ni dirección… ¿Qué carajos pasa con él? Es un caos. Y fin de hablar del maldito triptiliano. Recuerdo que cuando le conté a mamá mi pasión por la poesía solo me miró fijo y dijo que era idéntico a mi abuelo Arquímedes, en parte me sentí mal, ¡pero era verdad, maldita sea! Mi abuelo no era exactamente un ejemplo a seguir; 3 cervezas de desayuno no era una dieta a la cual yo me quisiera someter. Pero logré entender que él siempre vivía su vida por medio de refranes y poemas. Nunca olvidaré mi fiesta de 10 años donde le pregunté porqué era tan alcohólico y él, sabiamente, me respondió “tu peux aller à la merde, c’est ma vie” mientras se rascaba el trasero… Supongo que era su manera de mostrar intelectualidad. En cambio, yo prefiero simplemente levantar la ceja derecha. No recuerdo muy bien mi niñez: no fui a la escuela, ni conozco colegios. Leer, escribir y demás me los enseñó una doctora… Fue una etapa larga; mi madre vivía en el hospital buscando desintoxicarse; creo que desde muy pequeño tuve grandes responsabilidades y siendo un escuincle conseguir trabajo es muy complejo, sin mencionar que desde que tengo memoria vivo en Bogotá… Es una ciudad igual de cambiante a mí. ¿Saben lo complicado que es levantarse a las 5 de la mañana un LUNES? Después cuando logras salir; casi al medio día y algunas horas
de la tarde es un calor picante y suerte si no llueve y para culminarlo, si eres como yo, que vive cerca de un humedal a las 5 de la tarde eres la presa perfecta de los zancudos… En fin, no es tan malo realmente, te ayuda a formar la responsabilidad y aguante. Latinoamérica es la representación gráfica de cómo formar personas, creo yo, es como un regalo de la tía Mery: no es malo, pero pudiste obtener algo mejor. Volviendo al trabajo, no es imposible conseguir uno. Yo por ejemplo, soy bastante dedicado a mi trabajo; una investigación biomédica en seres humanos basada en el mundo por medio de experimentos. Es más sencillo de lo que se oye, en realidad son pocas funciones, en ocasiones solemos hacer estos llamados “Podcast” en los que solo digo respuestas alternas a diferentes preguntas, es fácil… aunque existen momentos de alto riesgo como utilizar medicamentos en estudio… En pocas palabras, ser un ratón de pruebas. No todo es trabajo y debo aceptarlo, existen más razones buenas que malas para amar mi trabajo, por ejemplo: Lulena… Ella es una batera, sí. Así es como llamo a mis compañeros de trabajo debido a que siempre andamos con batas, soy un genio creando sinónimos para todo tipo… Retomando a Lu,’ es una mujer encantadora con la mirada más tierna que jamás habrás visto, su cabello es rizado bastante negro, es mi principal obsesión, además tiene una figura realmente esbelta; es el prototipo perfecto, se muere por mi y supongo que yo también por ella, pero en mi mente está Kefiné y ya todos conocen esa historia: la parte buena, la parte mala, sentimientos acá y allá; es exhaustivo, también vale decir que no nos vemos muy seguido y siempre anda de la mano con mi mejor amigo… Él, en cambio, tiene un nombre realmente extraño, ni lo recuerdo; yo lo llamo Estalo, es un chico pequeño y pálido con un aspecto realmente depresivo, nunca lo he visto de otra manera y vive siempre con un vaso de agua, supongo que es por su piel reseca es muy fiel y leal a mí; y nos conocemos a la perfección a pesar de vernos solo en la mañana de cada día. Otra cosa que adoro de trabajar acá son las pausas activas, cada cierto tiempo me dan a mi específicamente un tiempo de 2 a 3 horas de descanso en
plena paz, mi mente se viste de blanco, en ese espacio todo se vuelve tan acolchonado es como si nada te pudiera hacer daño. Lo difícil es volver al trabajo después de esas hermosas pausas. “Conciencia de locura, La cual me trae a la demencia, Porque no existe cura, Para el sentimiento de ausencia. No puedo sacarlo, No puedo adoptarlo, Es un estado de insuficiencia mental, Que me da menos ganas de actuar. Porque la ruina es natural, Pero no es racional, Pensamientos rondan mi cabeza, No mantengo mi destreza, El síndrome de Cotard abruma mi mente, Demostrando que mi extinción, Solo incrementa mi temor a la muerte.” -Camisa blanca consciente, Jahath Cáceres. Los poemas van y vienen en esos lapsos de tiempo, es como un pensamiento tras otro alineándose a la perfección y lastimosamente no los recuerdo todos. En medio de la paz y ese estado de tranquilidad todo es fácil pero cuando vuelvo a mi realidad, las palabras se olvidan y los poemas se desvanecen. Conozco muy bien mi entorno, sé dónde se encuentra todo, soy como un mapa andante, y eso trae sus desventajas: por ejemplo, nadie te habla si no es por interés… a veces. El otro día debí ir por un medicamento para un paciente, lo encontré y decidí llevar algunas pastillas por si acaso; él murió esa noche, no sé por qué razón. Nadie nunca se enteró de mi robo pero Kefine insistía en que debía dejar las pastillas donde estaban, solo quise ignorarla y olvidar
lo que había hecho. Continué con mis actividades pero cada noche se enfrentaba mi cabeza en la gran controversia por lo que había hecho, yo sabía que no era grave pero ese sentimiento de culpa no me dejaba estar en paz, fue similar a cuando vi a papá colgando del puente plateado… No faltó mucho para que mis días se tornaran oscuros, estresantes y agobiantes. Recordé que las pastillas eran antidepresivos y viendo la situación, tomé unos cuantos, no podría afectar mi salud, supuse. Recuerdo que cuando pude dormir, comencé a ver al maldito triptiliano persiguiéndome por todos lugares y después simplemente me tomó del cuello y me asfixió, cuando desperté fue como si estuviera en aquel cuarto donde mi mente se deslumbraba por el blanco y la paz que le brindaba, no escuchaba voces, no veía nada, era yo en mi estado de conciencia natural, por fin… Por fin podía descansar de aquellos días agobiantes, me sentí tan bien que cuando quise despertar para seguir mis actividades simplemente no lo pude hacer solo… Acabó todo. Unos minutos después tuve una visión como en pantalla gigante: era yo acostado, estaba algo pálido y no me veía muy bien como de costumbre, un rayo de sol se asomaba en mis ojos cerrados y las puertas de los dormitorios se habrían, Lu aparecía en la puerta corriendo con sus ojos aguados y por primera vez había soltado a Estalo… y de manera extraña había recordado su nombre, Escitalopram. Poco después llegaron mis compañeros angustiados por el ruido y entendí que había muerto, no entendía cómo, hasta que los forenses descubrieron que mis antidepresivos en realidad eran Amitriptilina. Caí en shock y pude entender todo con claridad, Kefiné siempre quiso protegerme de aquellas visiones que tuve toda mi vida desde que era un chico; el maldito triptiliano me quería asesinar y yo solamente jugué y perdí en sus reglas… solo soy. Yo, uno mas a la lista de nuestra señora de la paz.
JAHATH CÁCERES
COVID 19, an event to cause humanity awakeness
Since that time, all places that are created for sharing physically with others like parks, will be full of people who understood and learnt that this change was to be conscious and also that the isolation that separated us from our relatives just was a bad experience that reminded us of the value of the priceless. Specially all that happened taught us to never lose the hope because even if everything seems lost, always there is a light at the end of the tunnel, that light that fights to stay lit even if there is completely dark and that indicate us that each circumstance is temporary and the desire to be able again to express the emotions with our family, friends, and acquaintances is “ the dream of the awakened” as Aristoteles said, that is the goal of this challenge, that just can be made for “who are awakened” metaphorically, just for those who understood the meaning of what happened.
¿Vivo en un encierro o muero en libertad? Así que si, me encuentro vivo y muerto, en un encierro que ni yo mismo entiendo, con la única esperanza de que algún día, mi deseo de volver a sentir se haga un hecho en mi realidad. Entre dos mundos, uno bueno y otro malo, aunque en realidad ¿qué es bueno y qué es malo? Si cuando algo malo sale por algo bueno y viceversa ¿se mezclan dos esencias? Una pregunta relevante con respuestas inútiles. Ahogado y triste en un encierro sobrenatural que me acecha cada vez que salgo a la calle.. porque aunque no me encuentro atado a mis cuatro paredes, me encuentro encarcelado en mi triste, desolador, sádico y egocéntrico entorno, uno lleno de cosas superficiales cuya única intención es destruir lo bello para alimentar la podredumbre representada en lujos, bienes materiales, más vidas en redes que en carne y hueso... totalmente patético y decepcionante.. ¿si hay algo peor que esto? Si! No hay escape. En todo rincón de este mundo sórdido y abandonado hay una sociedad que se convierte en suciedad en todo aspecto.. mi única salida, es aquel único recuerdo del que no tengo memoria, no es consecuente en lo absoluto... Pero no debe ser coherente para ser real, para hacerme sentir como antes de nacer, para hacerme sentir... lejano... superior a un mundo tan bajo como este.
Finalmente debo aceptar la tortura de levantarme a diario y pensar en cómo voy a soportar el día a día… como Drácula en su eterno tormento de no alcanzar la muerte para estar en paz, como un muerto viviente que soporta un castigo latente e igualmente condenado por una eternidad incierta…mi posición se convierte en alguien que detesta el día en el que llegó aquí, y añora ver que el fin de tanto sufrimiento se precipite, purificando así mi alma y volver a donde todo comenzó, para tener allí un gran final.
Karen Pérez
The Nightmare Please come here and save me, give me a reason to stay in my life. Is it a joke? Is it just my problem? Solo quiero ser feliz ¿Es mucho pedir? ¿Es acaso imposible? Eres una gran mentira, te describes por lo que te gustaría ser más no por tu yo real. The nightmare ends but the next one soon arrives. ¿Por qué lo feliz dura tan poco? Se disuelve fácilmente, pero lo malo con sus tristezas deja una huella y marca capaz de recordar infinitamente. It is believed to leave the realistic prison of life, but only enter another created for pleasure. ¿Cuánto tiempo durará? Se desvía la mirada hacia otro lado esperando el inminente aburrimiento que me acompaña diariamente. That disguises itself as illusions, dreams and goals.
Fabiana Martínez
De la tristeza, la soledad, la revolución, la decepción, la patria, las heridas. Siempre habrá un lugar en el mundo, un espacio dentro de sus afectos donde pueda ser usted mismo sin ataduras, sin miedo.
mm
T.t
Contemplar la inmensidad, Un cielo lleno de estrellas, Azules y plateadas, Luminosas y radiantes, Un cielo completo para surcar, Para no regresar, Lo que la muñeca necesita para motivar los dedos a jalar el gatillo.
La raíz, un dolor que no se calcula Hoy la vi y me he prometido a mí mismo que será la última, uno debe tener orgullo y dignidad, es una cuestión de humanidad, no tienen idea lo que me ha costado todo esto, ha sido inconmensurable.
Carlos Mario Albarracín
Cuerpo sin vida Estoy perdido, ¡claro que sí! El encierro me lo ha quitado todo. Me siento como un cuerpo sin vida, sin aspiraciones, sin ilusiones, con sueños rotos y olvidados, sin esperanza. He de admitir que nunca me consideré enteramente feliz; sin embargo, con las cadenas que ahora me atormentan, no veo salida alguna. Por supuesto, sé que el encierro llegó para cambiarlo todo (y, al menos en mi caso, no fueron cambios positivos); me lleno de envidia al escuchar a las personas hablar sobre cuán bueno fue el encierro para sus vidas, ¿por qué no me puedo sentir igual? No es justo, de eso estoy seguro. Extraño vivir, sentir. Sentir algo más que este vacío que me carcome entre estas cuatro paredes. Quisiera abrir la puerta, salir, huir de aquí, ir en busca de algo que me haga feliz. Pero no puedo.
Búho Anónimo
Querida yo:
Cuando te alejas de mí, es cuando me siento en paz. Cuando sufres en silencio, mis gritos se escuchan por todo el lugar. Cuando te haces daño me libero de ti. Paso a paso se escuchan las cadenas, una a una caen y se rompen. Paso a paso te diriges a la inmensidad del olvido. Ignore que soy yo quien te da poder, pero ahora estamos mano a mano. El espejo que se rompía noche tras noche ante mis lamentos hoy se une, no hay marca que me impida ver mi reflejo. La marioneta que creías poseer te ha poseído y tan solo en un suspiro, la bruma se alejó. Fue solo ahí cuando pude ganar la batalla contra mí.
NIX
—Le vi hace un mes… pero ya no era la persona que conocía. Creo, honestamente, que había caído en lo profundo de un oscuro pozo. Lo supe ese día. Muchos de ustedes lo sabían también, pero nadie hizo nada al respecto. Supongo que nadie supo cómo ayudar. Como sea, ahora ya no está y nos encontramos en su funeral.
Libre
Lo sé, es tarde para lamentos. Por eso estamos aquí, ¿no? porque ya es tarde... Por el momento, quiero leer un pequeño fragmento de pensamientos que escribió no hace mucho: «Cada semana espero con ansias e ilusión el día en que podré salir del encierro al que la vida se ha encargado de condenarme. Al llegar el día, siempre me percato de que es todo lo opuesto a lo que había esperado; hay aún más oscuridad, soledad, desespero y frustración. ¡Sáquenme de aquí, por favor!» —Tras leer estas palabras olvidadas en su único cuaderno, he llegado a la conclusión de que el encierro le mató… Pero, finalmente, lo comprendí. Ahora, sé que en ese ataúd será mucho más libre de lo que fue en vida.
Danna Villamil
Mi viejo querido
Hace un año de tu partida... El último recuerdo que nos quedó juntos, es aquel en el que sostengo tu mano mientras me miras fijamente presintiendo una pronta despedida, y aceptando que la vida, nos dio la oportunidad de decirnos adiós con la mirada… Y ahora, que solo puedo pensarte, más no mirarte; prometo que nos recordare. Yo corriendo a sentarme en tus piernas, para luego jugar con cada una de las arrugas en tus manos. Y aunque nos quedamos sin niño ni viejo, ganas de correr, o piernas a donde llegar; te seguiré buscando… Encontrando la manera de vernos cuando te recuerde. Eres único e imborrable en mí. Por siempre, mi viejo querido.
Sebastián Flórez
Hora y media Me acosté para tomar una siesta. Eran alrededor de las 10:45 o 11:00 am. Una vez sumergida en el sueño, sentí como si supiera que estaba dormida, era consciente de ello. Quería abrir los ojos (y creo que lo hice en algún momento), pero me pesaban demasiado, me era casi imposible abrirlos. Lo poco que creí ver era muy borroso. Empecé a escuchar algunos ruidos, por ejemplo, cuando se toma una bolsa plástica, moviendo paquetes de un lado a otro, pasos, ruidos que puede hacer una persona cuando realiza alguna actividad casera (eran ruidos de ese tipo). El frente de mi cuerpo estaba mirando hacia a la ventana (la cual queda en sentido contrario a la puerta de la habitación), y ahí sentí como si alguien se acostara junto a mí, sentí un leve movimiento en la cama. Sonreí. Estaba convencida que era Felipe quién se había acostado a mi lado. Luego me di vuelta, yo seguía dormida, cuando abrí mis ojos no había nadie en la cama ni en la habitación. Silencio en toda la casa. Todo parecía hacer parte de mi imaginación. Seguí durmiendo, nuevamente mi cabeza creaba imágenes. De repente vi una figura blanca saliendo de la habitación, tenía la forma de cuerpo humano, pero parecía ropa colgando, no vi rostros, no vi piernas, brazos, ni manos humanas, solo telas con franelas blancas colgantes; intenté seguirla, veía que entraba y salía de las otras dos habitaciones, nunca fueron claras aquellas imágenes. Regresé a la cama. Los ruidos y las sombras blancas desaparecieron. Desperté en otro sueño. La cama se encontraba en el centro de una habitación. No era la misma casa, esta era vieja; las paredes estaban llenas de humedad y con la pintura desprendiéndose (parecía un lugar abandonado). Había una luz amarilla encendida en una de las paredes, el piso estaba húmedo, y se veía sucio, con marcas de zapatos. Había muchos insectos pequeños en el piso, parecía una escena de una película de terror. Desde alguna parte se escuchaba una gotera. Felipe entró al cuarto y dijo: -¡Por fin despertaste! Me sentí a salvo. Entraron otras personas, que nunca había visto en realidad, pero en aquel sueño eran mis amigos. Vi los últimos libros que yo había comprado, sobre una mesa café. Me emocioné y pregunté qué hacían en ese lugar. Todos se miraron
y respondieron: -Tú los trajiste, ¿No te acuerdas? Me sentí realmente confundida, incluso sentí miedo. Indirectamente insinuaron que cuando llegué a ese lugar, antes de quedarme dormida, mi comportamiento no había sido “adecuado”. Luego fuimos a un bar. Las paredes del sitio eran de color amarillo oscuro, no había mucha luz allí, no era bonito, las mesas y butacas eran de madera oscura. El lugar estaba casi lleno. Vi a Felipe desnudo, corriendo con otro hombre (era Diego un amigo de hace años y a quién Felipe no conoce). Ellos corrieron en sentido diagonal en un patio interno que había seguido a ese bar, y se unía mediante la puerta por la cual los vi. Diego desapareció. Noté que una mujer caminaba tras Felipe. No pude contenerme, los seguí. En una de las esquinas de ese patio, había un baño con paredes y baldosa blanca, la luz era amarilla, no había puerta. Vi que ella se acercaba a él, y empezaba a tocarlo. Me apresuré, los celos me invadieron inevitablemente. Yo les hablaba, les gritaba, pero me ignoraban por completo, en ese momento yo no existía, yo parecía un fantasma. De repente Felipe se desmayó, cayó al suelo, su cabeza cayó dentro de un balde amarillo lleno de agua, y su cabeza empezó a sangrar. Me desesperé y lo ayudé, lo tenía inconsciente en mis brazos. La mujer no hacía nada, estaba pasmada. Le grité, le rogué que fuera por ayuda, no dijo nada, solo salió corriendo. Levanté a Felipe, lo llevaba en mis brazos, él estaba frío y tenía sus labios morados. Yo lloraba. Entramos en un taxi que se detuvo para ayudarnos. En el trayecto pasó una ambulancia. Yo gritaba y golpeaba la ventana del de aquel vehículo, pidiendo ayuda. Tanto la ambulancia como el taxi pararon. Subimos a Felipe a una camilla. Él parecía muerto, yo no podía dejar de llorar, el dolor era inefable. Él abrió sus ojos, se levantó, preguntó qué sucedía, tomó una bicicleta, y decidió irse. Me quedé sola y confundida en la calle, en medio de la multitud, con mis brazos vacíos, mis ojos llenos de lágrimas. Desperté llorando y él estaba allí, abrazándome.
Vannessa Rueda
“ESTADO DE SITIO” El cielo se pinta de rojo, el choque entre luz y oscuridad hace que los rayos del sol golpeen más fuerte; se sabe cómo terminará todo, pero aun así se disfruta de la vista de algún modo. Se siente tan lejos, pero se ve tan cerca, pacíficamente uno de ellos se va desvaneciendo en frente de nosotros, bloqueado por la inminente dominación del otro. De un calor abrumador y envolvente se cambia al frío que trae consigo la noche, imperceptible el tiempo real que toma la llegada del final del día, cuando en el reloj solo ha pasado un minuto y el cielo de repente cubre la vista con un azul oscuro. Observando a través de la ventana el inevitable desenlace, no queda más sino esperar por la calma, ignorar los sonidos, pensar en el día de mañana y cerrar las puertas. Escuchando música externa a la casa con el tempo que otorgan las manecillas del reloj al momento de dar las siete; ya no hay más luz y se cierran las cortinas, se debe recibir al sueño y silenciar los pensamientos. Comienza un nuevo reinado, que controla a los visitantes que aman ver las estrellas, que sueñan con el nuevo día, el nuevo comienzo, para algunos desde el primer minuto los ojos se cierran, y empiezan de nuevo a jugar a las escondidas; no se permite por ningún motivo hacer trampa, no hay vendas sobre los ojos, nadie acordó estas reglas, solo se impusieron, el romperlas es decisión de cada uno; pero una vez que encuentras tu escondite te dicen que no puedes cambiar de lugar, y hasta que el reloj de nuevamente las siete el que cuenta deberá buscar.
No hay problema si no se encuentra a nadie, así lo preferirían algunos, otros quisieran descubrir a los que se esconden solo por mejorar su marcador personal, sin saber que a fin de cuentas todos siempre pierden alguna vez así quieran ganar. Las reglas sin embargo cambian constantemente, y a nadie se le informa realmente, si prestas atención podrás cuidarte, pero si no, mejor prepárate, porque si alguien sale de su escondite ya no puede volver a jugar y durante el siguiente juego, y tanto como los buscadores quieran, se le ha de castigar. Suena la campana que da por terminada la sesión de esa noche, nadie salvó patria esta ronda, pero constantemente se espera que la próxima se consiga la victoria. Familiares y amigos celebran el sobrevivir la partida, no han sido descubiertos, pero no todos han tenido tanta suerte; los que caminaban ignorando las reglas impuestas terminan corriendo, salvar la patria es todo lo que quieren, pero difícilmente se pueden salvar ellos. Ha sido su última partida, conocidos, familiares y amigos de ellos que no consiguieron estas noches sufren su pérdida; que puede durar un tiempo, solo la siguiente partida o para siempre. Durante el día no se habla de lo que pasa entre siete y siete, se padece el dolor y se resiste la espera hasta la nueva partida, los encargados organizan todo, y pintan de rosa o rojo según les parezca conveniente.
En las horas del día, que hay menos vigilancia algunos siguen sin salir, como si la noche se extendiera por siempre, esperan la señal de que la batalla ha acabado para estar seguros de que las reglas no seguirán cambiando, nadie quiere perder la partida; como los demás participantes, lloran, palidecen y se afligen por los que fueron encontrados que no se sabe si volverán y aquellos que despiden con honor y tristeza pero no con silencio, porque desde sus casas, noche y día gritan tan fuerte como los que salen, velando por su protección. El rojo del cielo ahora pinta en su lugar el suelo bajo sus pies, aún cuando de este “juego” impuesto van pocas rondas, pero si no se salva patria ahora, no importará el color del cielo, se recordará el rojo como el color natural del suelo, día o noche, no tendrán diferencia, y además de no poder salir, no se podrá recobrar el aliento.
ALEXANDRA MESA
Querida libertad ¿Qué has hecho? Me convertiste en uno de los peones que se pasa toda su vida persiguiéndote, sabes que tienes control y no hay algo que pueda hacer sobre eso, porque a pesar de que no me guste la idea de rogarte para que te quedes junto a mí, es inevitable. Prefiero ir tras de ti hasta mi último aliento que quedarme cómodamente encarcelada dentro de los encantos de lo normal y lo cotidiano.
Así que, sin más que agregar… corre… corre y escóndete porque sin importar cuán lejos estés te alcanzaré. Me verás pronto por encima de tu hombro, caminando detrás de ti tratando de siquiera rozar tu hermoso ser. Espero no te incomode mi compañía, porque será un viaje largo y eterno que estaré dispuesto a recorrer solo para llegar a tí.
Atentamente. Tu eterno soñador.
Fabiana Martínez
Otra terapia intensiva
La última vez que fui a terapia, hace unos tres días, mi psicóloga me dijo lo siguiente: “Sebastián, tú no eres tus pensamientos” Así que por eso entiendo que llevo siendo por mucho tiempo quien no soy, exactamente unos catorce años… De haberlo entendido antes, tal vez todo sería diferente, pero, resulta que me hizo falta estar seiscientos días encerrado y una sesión de terapia para darme cuenta que, de haber pensado que no soy mis pensamientos, sí pude haber dado antes ese beso.
Sebastián Flórez
Presagio El Ruiseñor se abalanzó sobre el metal aquella tarde lluviosa, Ella, un Turpial, vio como la puerta se abrió ante sus ojos, Él, casi sin vida, le indicó con su pico el camino a la libertad, Ella, no supo si salir o quedarse con el cuerpo entre sus alas.
Alexis García Ardila
Paranoia Me encontraba en una casa grande. Era una casa silenciosa, el piso era de madera, las ventanas eran grandes, el marco de las ventanas y las puertas eran blancas. Era de noche. Al parecer dormiríamos allí, mi madre, mi hermana y yo. Al principio tuve la percepción de que aquella casa era de un solo piso. No obstante, luego aparecí corriendo con mi hermana, recorriéndola, jugábamos. Pero se sentía demasiado frío, había habitaciones demasiado lúgubres a los cuales no nos atrevíamos a entrar. Estábamos en el pasillo que daba al primer piso. Luego mi hermana me advirtió que nos fuéramos de ahí, que regresáramos a la sala con mi madre, porque había alguien en la habitación de al lado, nos observaban. Al mirar, vi unas sombras y una extraña luz verde en el fondo. Salimos corriendo. Era divertido sentirnos un poco asustadas, porque en el fondo sabíamos o teníamos certeza que no podía sucedernos nada. Sin embargo, al llegar la hora de ir a dormir, vi que la puerta se movía un poco. Era muy confuso. La oscuridad de la noche y de aquella habitación, no me permitía ver con claridad qué había detrás de la puerta. Solo sé que su contorno tenía ese brillo verte y extraño. De repente, una mano negra, grande con dedos delgados y alargados intentaba empujar la puerta que ya estaba entre abierta… Desperté, pero seguía viendo mi sueño. No podía recuperar completamente la conciencia. Así que no sabía si lo que ocurría era real o no. Volví a los brazos de Morfeo, y el sueño se transformó en otro.
Lady Vannessa Rueda Villamil
Mente en caos Me encontraba en la cocina con mi madre, conversábamos, parecía un día tranquilo. Se cayeron las cortinas, se rompieron los vidrios de las ventanas, se cayó la estufa, empezaron a caer los platos y algunas repisas que colgaban de la pared. Polvo, movimiento, gritos, miedo. Era un terremoto, no muy fuerte, y hubo tiempo suficiente para salir y sacar a las mascotas de la casa. Mi madre subió corriendo por las escaleras para bajar a Tarja (mi gata). Una vez estábamos todos afuera, sentí alivio. Cerré mis ojos, al abrirlos ya no estábamos en casa, era un lugar distinto en el cual había algunas personas reunidas. Era un primer piso, un sitio con varias salas y compartimientos. De un momento a otro, empecé a entender que era un lugar en el que se reunían personas para conversar, para ser “entrenadas” o preparadas para determinada cosa. En este caso, había una sala en la que solo había hombres, y allí estaban en su mayoría, hombres con los que salía en ese momento o había salido en algún momento de mi vida. No se conocían entre sí, ni sabían que yo era la persona en común entre ellos. Yo intenté evitar que me vieran, no sabría qué hacer en caso de que así fuera. Luego, aparecí en otro lugar con uno de esos hombres. Él era un amigo con el que al parecer tendría relaciones sexuales. Estábamos en su casa, en ropa interior. Hablábamos, y hasta ese momento no sabía que era bisexual y que recientemente había tenido y tendría relaciones con otros hombres. Sonó el timbre.
“Su mamá la necesita”, dijeron. Me sentí afortunada en ese instante. Sin dudarlo me fui. Cuando regresé a aquel lugar en donde se encontraban mis papás, sonó una fuerte detonación. Todos quedamos en shock, nos mirábamos sin entender qué sucedía. Salí a la calle, me ubiqué en la puerta de ese lugar, el cual seguía sin entender. Y el cielo ya no era azul, era gris y tenía un tono anaranjado, algunas partes eran de color rosa. Entré de nuevo y vi que había un gato bebé ahogándose en una alberca. Era un gato blanco, quizá tenía menos de dos meses. Lo saqué, lo abracé. Lloré. En esa alberca también había un pez muerto. Yo aún no entendía lo que sucedía. Pero a los pocos minutos llegaron detonaciones cada vez más frecuentes, y más fuertes. Estábamos mi padre, mi madre, mi hermana, mis mascotas y yo en frente de ese lugar, en toda la entrada. Era una puerta grande como la de una bodega. Contemplé el panorama. Caos. La gente corría, gritaba. Veíamos venir las bolas de fuego. Cada vez que caía una, caímos al suelo. Silencio, pitidos en los oídos. En ese momento descubrí que eran nuestros últimos minutos de vida. Inevitablemente moriríamos. Sentí terror, quizá jamás había sentido algo así. Vi venir la bola de fuego justo hacia nosotros, todo era de color naranja. Mi madre sería la primera persona en desaparecer. La tomé de la mano, le grité que no me soltara, que entraramos, quizá estando adentro podríamos salvarnos. Lloré con desespero, le dije que la amaba. Ya no podíamos tener control sobre nuestro cuerpo. Aire caliente y todo se nublaba. Cerré mis ojos. Desperté con lágrimas.
Lady Vannessa Rueda Villamil
Prisión Ignorantemente miman, acarician y alaban las asquerosas mentiras en las que nos quieren envolver, se vuelve rutinario, ajustándose a unas cadenas que nos condenan, estas cuatro paredes de estrés, cansancio, insomnio y desesperación, que calabozo tan perfectamente diseñado. Mi mente ya está harta de este encierro, ideal confinamiento que no me deja ver más allá de estos muros que evitaran que me salga de su zona, porque simplemente ya hago parte de mi propia prisión. Pensar en lo patético que es demostrar empatía suficiente para entender a otra persona, pobres ilusos si creen que tengo tiempo para fijarme en ellos, tendré que terminar esta lucha, no contra ellos eso es darles importancia, se trata de combatir contra mí, contra esa persona que ni siquiera creo
conocer bien, ansío salir de este encierro, pero tal vez anhelo quedarme aquí, todo sería más fácil si solo me dejo consumir por lo que me rodea. No creo ser lo suficientemente inteligente para poder entenderme, no seré capaz de comprender a alguien más, no más esfuerzo, es hora de dejar de remar contra marea, tal vez mi destino no es estar en contra de esto, solo soy un libro más sin terminar, una idea que no se formalizó, solo hago parte de ese cuarteto ideal del cual ya no quiero escapar. No tengo dudas, solo me encierro en mi propia prisión mental, es el mejor lugar para evitar salir herido, nadie llegará a mí, debo de estar destinado al confinamiento de una mente sin resolver aún, no querer salir de esto, me condenará al olvido.
Cristian Riaño, Katherine Suarez
En el borde de mi cama Puesto de lágrimas que no me dejan ver y necesitado de algún consuelo, llegó como cada noche al borde de mi cama buscando respuesta en ti. Soluciones para la ecuación que sanara una mente desgastada, o simplemente, un respiro para descansar del desastre de una vida llena de obsesiones y compulsiones que llevo desde niño. Ya prefiero hasta dejar de soñar, por miedo a naufragar en charcos de desilusión al no aprender a aceptar una realidad que tanto me agobia, y entregando mi vida a una tristeza que no entiendo… Tan chico se me está quedando el universo, que a mis ojos parece ser finito… Y es que la felicidad ahora último parece tener la costumbre de marcharse con el viento como amante y cómplice, llevándose consigo todo aquello que alguna vez fue flor de león, alejándose con todo lo que fui y lo que ahora nunca podré ser. Sin cuerda alguna que me sostenga a la vida, he pensado en cruzar la calle sin mirar a los lados y creyendo que voy ciego… Ahora, en el borde de mi cama estoy en busca de ti, por eso vengo a timbrar de nuevo a tu portal, y aunque sé que alguna vez prometí entregarte una parte de mi vida y no lo hice, te ofrezco
estas letras que se escriben con lágrima en tinta como regalo, y espero me puedas ayudar. Pues me enseñaste que en la vida hay segundas oportunidades después de la tercera, y una quinta por si la vista me falla. Te pido si me escuchas, me des la fuerza necesaria para sostener lo que quiero con estas manos de mantequilla que se quedan en ocasiones cortas al perseverar atrapar el mundo entre ellas. Acepto que no soy normal, y menos en las noches… Pues mi corazón se me escapa de lugar a la media noche, dejando así los miedos volverme salvaje a mí mismo y temeroso a los demás, y no importa si una hora es más larga o corta que la otra cuando estoy conmigo mismo; en cada fase lunar no cambia y sigue siendo lo mismo después del amanecer. Recuérdame ahora que el perdón es una mejor vivencia al dolor de no perdonar y la culpa venidera de no saber alivianar cargas por pensar solo en mí. Porque tú piensas en cómo curarme, como, por ejemplo, con suerte que se transforma en gente de papel y tinta en mi piel, con, además, un pequeño sabor a café.
Soy yo de nuevo, acudo a tu portal nuevamente esta noche ¡Porque te necesito! Te necesito más que nunca… No me dejes solo a la mitad de la carretera mendigando solitario, jugando un juego de azar, pues creo que ahora mismo se juega con una moneda de igual cara por lado y no puedo perder… Ayúdame a encontrarte, a encontrarme. Conocer las respuestas que necesito, el respiro que piden mis pulmones ya cansados de vacíos; la calma que necesita mi barcaza para seguir navegando y que cese ya la tormenta en mis ojos. Haz que se asome nuevamente el amanecer por el borde de mi mundo. No dejes que las palabras salidas de mi alma se queden en el aire, conviértelas en la realidad que tanto anhelo por las noches cuando trato de hablarte de lo que quiero y de esos sueños que no puedo cumplir. No me abandones si miro a otro lado cuando la ilusión me da la espalda. Escúchame y siente conmigo… Ahora, sin más que decir o escribir en la almohada y las sábanas que no logran encontrarse conmigo, te dejo por esta noche y espero regresar pronto, sin que la esperanza se haya acabado, y el universo finalmente, ya me haya olvidado. Sé que me escuchas cada noche.
Sebastián Flórez
He holds me in a cage Seals it with a lock Leaves me there to wait Staring at a clock. He displays his endless love The love he has for another But still leaves me to wait Believing we love each other But this is one ended love His feelings aren't real Holding me in solitary confinement Feeding off what I feel. - Cameron Godfrey May 2012.
Solitary Confinement
Encierro solitario
Él me mantiene en una jaula La sella con un candado Me deja allí esperando Mirando un reloj. Muestra su infinito amor El amor que tiene por alguien más Pero aún me deja para esperar Creyendo que nos amamos el uno al otro Pero este es un amor ya terminado Sus sentimientos no son reales Manteniéndome en este encierro solitario Alimentándose de lo que siento. - Cameron Godfrey Mayo, 2012.
Traducción inglés-español Por Danna Villamil.
Traducción inglés-español Por Danna Villamil.
The Mountain The tallest mountain Once lay dormant Confined between Tectonic plates Tremors and upheavals Jolted it from slumber Broke away from the shackles Of solitary confinement And oppression Grazed and razed with every move Now reaches the summit To kiss the soft clouds In silent meditation for ages Mighty and tall, towers above all Revered by many. Amitav Radiance Feb 2015.
La montaña más alta Alguna vez dormida Confinada entre Placas tectónicas Temblores y convulsiones La sacaron del sueño Rompieron los grilletes Del solitario confinamiento Y opresión Rozada y arrastrada con cada movimiento Ahora alcanza la cumbre Para besar las suaves nubes En silenciosa meditación por siglos Poderosa y alta, torres encima Venerada por muchos. Amitav Radiance Febrero, 2015.
La Montaña
And Then There Were None (Ten Little Niggers) Agatha Christie Original Text: Chapter XIII (fragment) "One of us . . . One of us . . . One of us . . . Three words, endlessly repeated, dinning themselves hour after hour into receptive brains. Five people-five frightened people. Five people who watched each other, who now hardly troubled to hide their state of nervous tension. There was little pretence now-no formal veneer of conversation. They were five enemies linked together by a mutual instinct of selfpreservation. And all of them, suddenly, looked less like human beings. They were reverting to more bestial types. Like a wary old tortoise, Mr. Justice Wargrave sat hunched up, his body motionless, his eyes keen and alert. Ex-Inspector Blore looked coarser and clumsier in build. His walk was that of a slow padding animal. His eyes were bloodshot. There was a look of mingled ferocity and stupidity about him. He was like a beast at bay ready to charge its pursuers. Philip Lombard's senses seemed heightened, rather than diminished. His ears reacted to the slightest sound. His step was lighter and quicker, his body was lithe and gra-
ceful. And he smiled often, his lips curling back from his long white teeth. Vera Claythorne was very quiet. She sat most of the time huddled in a chair. Her eyes stared ahead of her into space. She looked dazed. She was like a bird that has dashed its head against glass and that has been picked up by a human hand. It crouches there, terrified, unable to move, hoping to save itself by its immobility. Armstrong was in a pitiable condition of nerves. He twitched and his hands shook. He lighted cigarette after cigarette and stubbed them out almost immediately. The forced inaction of their position seemed to gall him more than the others. Every now and then he broke out into a torrent of nervous speech. "We-we shouldn't just sit here doing nothing! There must be something- surely, surely, there is something that we can do? If we lit a bonfire-" Blore said heavily: "In this weather? " The rain was pouring down again. The wind came in fitful gusts. The depressing sound of the
pattering rain nearly drove them mad. By tacit consent, they had adopted a plan of campaign. They all sat in the big drawing-room. Only one person left the room at a time. The other four waited till the fifth returned. Lombard said: "It's only a question of time. The weather will clear. Then we can do something-signallight fires-make a raft-something!" Armstrong said with a sudden cackle of laughter: "A question of time-time? We can't afford time! We shall all be dead. . . ." Mr. Justice Wargrave said, and his small clear voice was heavy with passionate determination: "Not if we are careful. We must be very careful.
Eran diez Agatha Christie Fragmento Capítulo XIII: “Uno de nosotros… Uno de nosotros… Uno de nosotros…” Tres palabras, repetidas sin cesar, devoraban hora tras hora sus susceptibles cerebros. Cinco personas, cinco personas asustadas. Cinco personas mirándose la una a la otra, y que ahora difícilmente batallaban para ocultar su estado de nerviosismo. Ahora había poca intención de fingir, sin ningún tema formal de conversación. Eran cinco enemigos unidos por un mutuo instinto de supervivencia. Todos ellos, de repente, lucían menos humanos. Se estaban convirtiendo en bestias. Como una vieja y cautelosa tortuga, el juez Wargrave se sentó encorvado, con su cuerpo inmóvil y sus ojos perspicaces y alertas. El ex inspector Blore se veía más torpe y tosco. Su caminar era el de un animal lento, con los ojos inyectados en sangre. Había una mirada de ferocidad mezclada con estupidez en él. Era como una bestia lista para atacar a sus perseguidores. Los sentidos de Philip Lombard lucían intensificados en lugar de disminuidos. Sus oídos reaccionaban al más leve sonido. Su paso era más ligero y veloz, su cuerpo ágil y elegante; y sonreía a menudo, sus labios se curvaban en
torno a sus grandes y blancos dientes. Vera Claythorne estaba muy callada. La mayor parte del tiempo se sentaba acurrucada en una silla. Sus ojos miraban el espacio que tenía en frente. Parecía aturdida. Era como un pájaro estrellado contra un cristal, recogido por una mano humana y que se agacha allí, horrorizado, incapaz de moverse y esperando salvarse con su inmovilidad. Armstrong estaba en un lamentable estado de nervios. Se retorcía y le temblaban las manos. Encendía cigarrillo tras cigarrillo y los apagaba casi de inmediato. La forzada inmovilidad de su posición parecía irritarlo más que a los demás. A veces estallaba en un torrente de discurso nervioso: — ¡No- no deberíamos solo sentarnos aquí sin hacer nada! Debe haber algo… Seguramente, seguramente, ¿hay algo que podamos hacer? Si encendemos una hoguera… Blore dijo pesadamente: —¿Con este clima? La lluvia de nuevo caía a cántaros. El viento venía en rachas intermitentes, y el deprimente sonido de la lluvia tamborileando casi los volvía locos. Tácitamente, habían adoptado un plan
de campaña. Todos estaban sentados en el salón y solo una persona dejaba la habitación a la vez. Los otros cuatro esperaban hasta que el quinto regresara. Lombard dijo: —Es solo cuestión de tiempo. El clima mejorará. Entonces podremos hacer algo: señales, fogatas, hacer una balsa, ¡algo! Armstrong dijo con una repentina carcajada: —¿Cuestión de tiempo? ¡No podemos permitirnos esperar! Todos estaremos muertos…
Traducción inglés-español por Danna Villamil. Fragmento capítulo 13 del libro And Then There Was None – Eran Diez (originalmente Ten Little Niggers/Diez Negritos) de Agatha Christie.
Los Marginados
Anamaría Bohórquez
¿En qué momento el muerto está en el centro de un salón? Probablemente cuando se está velando. En 1956, Alejandro Obregón pinta, al estilo cubista y durante la dictadura de Rojas Pinilla, una persona sobre una mesa, un gallo y varias flores representando la violencia en Colombia cuando el ejército disparaba a varios estudiantes que protestaban en las calles. Violencia que cierra ojos y abre fuego contra aquellos que piden con arengas la validación de los derechos; contra aquellos que se convierten en la voz del pueblo.
Obregón pudo haberse anticipado y pintar también a Nicolás Guerrero, Santiago Murillo o Dilan Cruz. Doce años antes, Annelies Frank, en un contexto un tanto diferente, escondida La casa de atrás, expresaba que, por ser una niña, no la dejaban opinar: “¡No nos dejan opinar! Nos pueden decir que nos callemos la boca, pero no que no opinemos: eso es imposible. Nadie puede prohibir a otra persona que opine, por muy joven que esta sea”. Nicolás tenía 22 años, Santiago, 19 y Dilan, 18. Jóvenes que, a pesar de todo, opinaban con la boca abierta buscando un cambio en una Colombia que acostumbraba a callar.
En La masacre de los inocentes (1565-67) de Pieter Bruegel el Viejo muestra, basado en las muertes de los niños a manos de Herodes, cómo el pueblo de Flandes es masacrado por soldados españoles. La obra fue modificada, pues originalmente había niños en lugar de perros, cabras, jarrones... Ocultando la cruel realidad. Es pertinente preguntarse ¿qué tienen en común las tropas españolas que atacaron Flandes, los soldados mandados por Herodes para matar niños y los soldados que atacan al pueblo colombiano? La orden. No son los soldados quienes ordenan, son las voces de mando, aquellas quienes están tan distanciadas del pueblo que no saben cuánto cuestan unos huevos.
Como dice Juan Eslava respecto a la Primera guerra mundial: “Claro, el alto mando que dicta las normas permanece confortablemente instalado en palacetes campestres o en las alcaldías de los pueblos de retaguardia, lejos de las trincheras, donde no alcanza el hedor de la putrefacción”. Así, el alto mando es quien ordena, escondiéndose bajo estrategias de una sociedad de entretenimiento, detrás de instituciones creadas como “salvavidas”. A propósito de esto, Dan Brown, en Inferno, expresa “he aprendido a esperar lo peor de la gente que ostenta el poder”. Como pueblo, ya no creemos en aquellos que dicen representarnos, pues ¿qué podemos esperar de un gobierno que usa al pueblo en contra del pueblo?
El Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá como cambio social en la ciudadanía. The Ibero-American Theater Festival of Bogotá as a social change in citizenship Andres Eduardo Patiño Martínez
Las sociedades o pueblos siempre son dinámicos están en constante cambio a veces evolucionando o retrocediendo dependiendo del punto de vista crítico, los colombianos están alejados de su pasado y de su historia, los hechos de los años 80s de violencia parecen un mundo lejano como si hubieran sucedido hace siglos respecto al presente, sin embargo al día de hoy estos actos repercuten y tienen secuelas, a veces los proyectos de arte y cultura son capaces de cambiar la ciudadanía imagínense el año de 1988 el primer año en que se realizó el festival era una época violenta, caótica era un infierno como lo diría Ítalo Calvino: <<El infierno de los vivos no es algo que será; hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos
los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos; buscar, y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio [1]». Es así como Fanny Mikey y Ramiro Osorio se dieron cuenta que el teatro no era parte del infierno y debían crearlo para hacerlo durar, el lugar más adecuado era la calle donde suceden casi todos los acontecimientos importantes además donde nadie tiene estrato, en la calle todos están al mismo nivel. El primer festival se tituló "Un acto de fe en Colombia" en el cual lograron crear un laboratorio social que le
apostaba al arte y la cultura, la ciudadanía pudo crear crítica social o política para ella misma. “la gente cree que yo mantuve los teatros, simplemente porque conseguí la plata y no más. Pero no, yo lo hacía con una fe inquebrantable en lo que estaba haciendo y decidida a no tirar la toalla nunca. Cualquier persona en este momento abandona una empresa cultural como la nuestra si no lo alienta la fe. [2]”
Autónoma de México, me invitó a tomar un café a su oficina y después salimos a caminar por el centro cultural y en medio del círculo de pirámides le dije: como me gustaría hacer un festival como el cervantino, Ramiro me preguntó inmediatamente ¿y por qué no lo haces? le respondí: Y si lo hago ¿tú vendrás a ayudarme? Regresé a Bogotá y me puse a soñar y a darle vueltas al proyecto [3]” .
Fanny tenía conocimientos administrativos que había aprendido en Buenos Aires. “La idea del festival surgió a raíz de una conversación que tuve con Ramiro Osorio, justamente durante un viaje a México, cuando llegué de Guadalajara a México DF, me puse a pensar: que lindos festivales y empecé a acordarme de esos festivales de Cali y la importancia que tenían, del entusiasmo que generaban y de la creatividad que provocaban. Entonces Ramiro Osorio quien era director de la universidad de teatro y danza en la Universidad Nacional
El festival recibió apoyo financiero por parte del gobierno, institutos y sector privado así se logró la primera edición del festival se realizó del 25 de marzo al 3 de abril de 1988. Contó con 1622 artistas, de 60 grupos provenientes de 21 países y se presentaron 179 funciones 52 de ellas al aire libre dentro de las cuales hubo 14 funciones de títeres y tuvo una asistencia de 150.000 personas en salas de teatro y 80.000 en la calle, logró crear un fenómeno cultural histórico en la ciudad y en Colombia.
Pero la primera versión del festival no estuvo fuera de inconvenientes en ese año alguien puso una bomba en el baño de una de las salas que estalló teniendo 400 personas en el teatro. Fanny estaba amenazada por esa época e incluso pensaron que la explosión era parte de la obra, afortunadamente ninguno de los asistentes resultó herido, fue algo devastador para ella pero sucedió algo increíble y es que ninguno de los grupos se retiró, pero las cosas malas siguieron para ella ya que siguió recibiendo amenazas de muerte y tuvo que estar rodeada de escoltas, lamentablemente es por lo que tienes que pasar en un país como Colombia si estás intentado cambiar la sociedad o estás creando algo histórico. “Finalmente cuando se terminó el festival nos abrazamos, gritamos con la gente, de repente se dieron cuenta las personas en la plaza de Bolívar de que estaba ahí y empezaron a gritar ¡Fanny! ¡Fanny! ¡Fanny! Y después empezaron a cantar todos los presentes el
himno nacional [4]“. Este acto fue un momento inolvidable, había creado algo histórico y ese era solo el comienzo, en 2006 el festival se consagró como el más grande del mundo finalmente los entes gubernamentales se han dado cuenta que el festival es importante para la ciudad y el país y del cambio que ha realizado en la vida social. "El distrito me tiene que ayudar porque el festival le ha ayudado al distrito el festival es la ciudad [5]" decía Fanny.
Referencias [1] Ítalo Calvino (1983). Las ciudades invisibles. http://www.pensamientocritico.org /primera-epoca/checas1114.htm [2-5] Miguel Carillo Samper (2006). La fundación teatro nacional y el festival iberoamericano de teatro: Él espíritu detrás de un programa cultural exitoso. https://repositorio.uniandes.edu.c o/bitstream/handle/1992/22979/u2 76765.pdf?sequence=1
EL MAR COMO MAGNIFICADOR DE LA MUERTE: ANÁLISIS DE LA VOLUNTAD DE PARRICIDIO EN TEMPORAL DE TOMÁS GONZÁLEZ NELSON PÉREZ ROJAS Magister en Literatura Pontificia Universidad Javeriana Este trabajo se propone como posibilidad de análisis de la novela Temporal, del escritor colombiano Tomás González, partiendo desde una perspectiva en la que el mar, en la obra, no solo es el escenario en el cual los personajes deben librar sus luchas, tanto externas como internas, para intentar mantener su supervivencia; sino que además es el ente que amplifica el deseo de aniquilar a quien ha hecho daño irreversible, proponiendo una suerte de complicidad, oculta bajo el cielo nocturno y envuelta en la inmensidad de sus aguas. Temporal fue publicada en 2013. Es la séptima novela del autor y cuenta con gran aceptación, al igual que La luz difícil, publicada 2 años antes. La historia en Temporal gira en torno a la tensa situación en la que un padre sale a altamar a pescar, acompañado por sus dos hijos, en una pequeña lancha de diez metros de largo, cuando se presagia la tormenta. La tensión de esa situación se acrecienta porque entre padre e hijos no hay amor; hay un sinfín de sentimientos, relacionados con los reclamos y el rencor mutuo, y nostalgias de lo que cada uno considera que el otro debió ser para sí: fuente de amor, apoyo y fraternidad. Particularmente, es más fuerte el malestar de los hijos hacia el padre, incluyendo la desatención a la que él ha sometido a la madre de ellos, quién ha caído en las garras de la insania mental, probablemente a causa del desamor. Todos los acontecimientos suceden en el transcurso de 26 horas. La hipótesis que se plantea es que el mar, como la naturaleza hecha escenario indómito en la novela, en una tensión que se va desarrollando paulatinamente, acrecienta las posibilidades de la consumación de parricidio, dado el silencio cómplice que impera en las aguas y la noche, así como el mismo temporal. Mario y Javier, los hijos, sienten que podrían, en cualquier momento, verse impelidos a “deshacerse” o “librarse” de quien no ha sabido cómo tratarlos, ni a ellos ni a Nora, la madre de ellos, refutando sus actos y echándoles en cara la crianza carente de afecto que les ha dado.La tensión ante la
posibilidad de la muerte se desarrolla en la novela de forma magistral, pues no hay angustia más punzante que la incertidumbre: “El padre, Mario, Javier, los peces, la lancha y el mismo mar eran un cuerno de abundancia al borde del abismo. La brisa era suave. Del azul tranquilo era más que posible pasar en una fracción de segundo, pensó Javier, en cualquier fracción de segundo, a un mundo de confusión y muerte” (González, 2013, p. 49). El mar, entonces, aparece aquí voraz, para alimentar la sensación de la muerte. Voraz como lo es en la ópera prima de González, Primero estaba el mar, en cuyas páginas arremete, indómito, lenta pero decididamente, contra J. y Elena, los protagonistas de esa novela. Este planteamiento se genera desde las primeras páginas de la obra, en las que se está disponiendo todo para salir a altamar, se presenta la relación conflictiva entre los personajes y, asimismo, se da cuenta de que el clima está por complicarse. Con el avance en la lectura, el lector es testigo de situaciones y recuerdos específicos, que explican el odio de Mario y Javier hacia el padre y, por otro lado, el desdén de él hacia ellos, menoscabándolos con palabras como “güevones” u otras que se refieren a su “inutilidad”, según él, tanto diciéndolas como pensándolas. Ese resentimiento mutuo, aunado a la explosividad de la rabia repentina por alguna ofensa, podría provocar el asesinato, del cual ni siquiera debían darse explicaciones, pues podrían atribuírselo al temporal, a las fauces del mar: “¡Que Dios los perdone a él por su maldad y a ellos si llegaran a hacer lo que el mar les propone!” (González, 2013, p. 69). La voluntad de parricidio no surge aquí como una intención de matar al padre para heredar el reino, sino como una especie de liberación de un yugo que ha sido opresor toda la vida. El tema se manifiesta como relevante, teniendo en cuenta que las eventualidades de matar al padre o morir a manos de los hijos circunda gran parte de la novela. El rencor es más ácido, más amargo, en Mario, quien es a su vez más impulsivo. Por su parte, Javier es un poco más tranquilo o, al menos, más analítico, posiblemente fruto de sus muchas lecturas (además del narrador de la mayoría de las horas- secciones en las que está estructurada la novela, así, como lector asiduo, nos lo presenta David, quien aquí narra algunas de esas secciones y es, a su vez, el personaje principal de La luz difícil). Su carácter analítico le otorga, quizá sin él querer, el rol de árbitro en un virtual combate entre su padre y su hermano; aunque prefiere que no haya tal, sabe que el carácter de los otros crea una bomba de tiempo. Antes de la llegada del temporal, Javier es consciente que Mario puede iniciar una pelea, especialmente cuando debe reparar el motor de la lancha, lo que aumenta un estado
de ansiedad: “Javier vio la muerte en el destornillador de su hermano y se acercó para lanzarse sobre él y retenerlo en caso de que fuera necesario” (González, 2013, p. 74). También sabe que el aprecio por la vida es menor en su hermano, quién pensaría que sería bueno, o por lo menos daría igual, que se los tragara el mar. Javier analiza la situación y se atribuye el papel de redentor, si se requería: “Aunque las cosas parecían tranquilas, el alma de todos en la minúscula lancha, incluso la suya, estaba demasiado tensa por la angustia, y la soberbia, y la incertidumbre y el desdén, por todo eso junto y entremezclado, y alguien tenía que mantener, hasta donde fuera posible la cordura” (González, 2013, p. 76). Sin embargo, y aunque había asumido el rol de pacificador, y aunque la voluntad de parricidio solo estuviera en su mente con ciertas intermitencias, Javier estaba dispuesto a matar, tanto por su hermano como por su madre. La lancha, como el territorio en que se salvaguardaban, se apocaba aún más ante la vastedad del mar, y con el amenazante temporal. Posteriormente, el padre se convierte en blanco fácil, pues a pesar de ser descrito como un hombre que, a pesar de su edad, conserva una gran fortaleza física y habilidades para la pesca, se golpea fuertemente en el tobillo, y las ajetreos propios de la pesca bravía del océano, el pez sábalo que lucha pertinaz, más la lobreguez de la noche (7:00 p.m.), lo dejan a merced de su hijo: “Mario se dio cuenta de que en el momento de subir el sábalo a la lancha tendría la oportunidad de darle otro empellón a su padre en la oscuridad. Se acordó del garfio y pensó que, desesperado por el dolor, el viejo sería capaz de usarlo contra él. Aún así, su decisión se hizo firme” (González, 2013, p. 90). Era como si el mar le susurrara al oído, instándolo a matar a su padre, mostrándole la facilidad con la que podría hacerlo caer en las aguas, liberándose así de toda la desdicha que les había acarreado. A pesar de la ya mencionada tensión de la situación, y del odio acérrimo, Mario experimenta un sentimiento previo a la compasión por su padre, al verlo triturado por el dolor del tobillo, pero aún así, pescando, luchando con los peces; y después Javier, un haz de admiración, cuando se percata de que sigue subiendo peces a la lancha. El lector puede percibir que, aunque no lo quieran aceptar, estos hijos advierten en su padre, en ése a quien tanto aborrecen, un atributo heroico: “A pesar de la euforia, Mario no podía evitar cierta sensación de sobrecogimiento por el estado en que se encontraba su padre. Ni él ni Javier lo habían visto jamás postrado, ni siquiera las
raras veces que había bebido demasiado o padecido gripas” (González, 2013, p. 119). El autor nos lleva a enfrentarnos a todo un universo de sensaciones, en ocasiones opuestas, todas dentro de una lancha de diez metros, que debate su equilibrio ante las olas del mar hostil. Cuando el padre es arrebatado por la furia del mar y la tormenta, Mario ignora la situación y no detiene el motor, hasta que Javier lo obliga a virar y regresar. Buscar al padre en las venas de la noche (2:00 a.m.) y con la tenue luz de una linterna en la infinidad del mar, de ese mismo mar que los convocaba a una tarea que les dibujaba fácil, parecía una labor imposible. La voluntad de parricidio en Mario, aunque él no lo había materializado, llegaba a su cúspide posible: la omisión. Era verdad que no lo había hecho, pero de no ser por el golpe que le asesta Javier, no habría regresado a intentar salvarlo. Entonces, pensando que sus hijos quisieron dejarlo ahogarse, al padre lo inunda la autocompasión, que para una persona como él, fuerte de carácter, afrentoso y parco con sus hijos y la madre de ellos, y con una consciencia de sí tan narcisista, sería un sentimiento débil (una “maricada”): “Se le ocurrió que tenía la muerte cerca y desechó el pensamiento como espantándose una mosca de la cara. Volvió a sentir tristeza. Las lágrimas presionaron contra la cuenca de los ojos (...)” (González, 2013, p. 134- 135). Como ya se mencionó antes, el autor permite que confluyan distintas sensaciones. Aquí nos muestra a su personaje más recio, conmovido porque sus hijos (o uno de ellos) y el mar, le daban otra oportunidad. A suerte de conclusión, y después de haber hecho un análisis de algunos aspectos de Temporal, especialmente de los enfocados en la intención de mostrar al mar como el escenario que engrosaba el punto final del odio y el rencor, se espera que esas reflexiones y extractos de la novela sirvan para ejemplificar la relación e influencia que el océano tiene como instigador, como magnificador de la muerte, aunque esa muerte ocurra, o no.
ARTS
A R T E S
"La noche estrellada" Vincent Van Gogh (1889)
Misteriosa en la oscuridad
Andres Patiño, 2021
La fantasía va de la mano con el corazón Andres patiño, 2020
Reunión de los humanos al final del túnel de la pandemiaSebastian VIllalba
"Habitación de hotel" Edward Hopper (1931)
La vida que tejemos día a día, y la magia de ella misma Andres patiño, 2020
Las profundidades del mar a veces son iluminadas por los seres más extraños. Andres Patiño 2020
fACES maria Fernanda Mesa (2021)
"There are many faces inside my mind, but any one of them can define me"
"La columna rota" Frida Kahlo (1994)
"Primera línea" Darío Ortiz "El gobierno quiere estigmatizar la protesta y considerar guerrilleros y asesinos a esos jóvenes que son representados en mi cuadro"
T h e l o r d o f t h e f l i e s
S e b a s t i á n G a r n i c a
"ESCRITOR INVITADO A NUESTRA EDICIÓN"
FERNANDO QUIROZ
"NI TÚ NI AQUELLA GENTE"
"No se muera vuestra merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años, porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir sin más ni más, sin que nadie le mate ni otras manos le acaben que las de la melancolía" .
"Don Quijote de La Mancha" Miguel de Cervante
FERNANDO QUIROZ
Escritor colombiano nacido en 1964. Fernando Quiroz ha sido
editor
cultural
y
Estudió
Comunicación
Social
y
Periodismo en la Universidad de La Sabana de Bogotá. Editor cultural de las revistas Semana y El Tiempo, ha colaborado también en otras. Su novela más conocida es "Justos por pecadores", en la que en forma de ficción narra sus experiencias cuando fue miembro del Opus Dei y con la que llegó a ser finalista del Premio Planeta - Casa de las Américas.
"COMO EN LOS TIEMPOS DE LA PESTE" No es la primera vez que al despertar debo tomarme un tiempo para reconocer si vengo de una pesadilla o si me muevo hacia una verdad que parece inspirada en las películas de terror, probablemente en un ejercicio de invertir el orden de las cosas: la realidad como fruto de la imaginación. Los hechos ciertos y probados como una consecuencia de la fantasía. La ficción como ama y señora de la existencia.
Aunque solo haya durado unos cuantos segundos, esta mañana estuve convencido de que todas las barbaridades que desfilaban de prisa y de manera desordenada por mi cabeza no eran más que los estertores de un sueño. Me senté en la cama, como si pretendiera alejar el aturdimiento y alcanzar la conciencia, y empecé a reírme tímida y silenciosamente de las entelequias que es capaz de crear el cerebro: aunque corría el año 2020, andábamos todos confinados en las casas. Todos: los sanos y los enfermos, los jóvenes y los ancianos, los creyentes y los descreídos, los juiciosos y los necios. Todos. Como en los tiempos de la peste. Todos. Y no solo en esta Bogotá que era difícil de imaginar vacía de puertas para afuera –vacía en las calles, en los teatros, en los parques, en los cafés– sino en la suma de las ciudades del mundo: vacía la Roma que siempre anda saturada de turistas, vacío el Madrid en el que adoro caminar por la calle de Manuela Malasaña al lado de centenares de paseantes, vacíos los cafés de Buenos Aires en los que la algarabía habla de una multitud que necesita contar sus historias. Vacíos los restaurantes de Nueva York, las plazas de Lisboa, los templos de Estambul, los burdeles de Manizales, los estrechos callejones de Sevilla, las parrillas de Montevideo y las librerías de viejo de Barcelona. Me puse de pie cuando aún se dibujaba una sonrisa en la palidez de mi cara, una sonrisa que se burlaba de las fantasías que somos capaces de producir mientras dormimos… una sonrisa que se fue perdiendo a medida que avanzaba hacia la ventana. Cuando corrí la cortina, allí estaba el silencio que imaginé como la banda sonora de un sueño que no fue.
"NI TÚ NI AQUELLA GENTE" Yo soy la muerte, yo soy la muerte… la muerte soy. El hombre del corbatín ha puesto a sonar a El Gran Combo de Puerto Rico.
Me refiero al vecino del edificio naranja, cuarto piso, interior, derecha. Desde que paso tantas horas al día en esta habitación que me hace recordar a Hitchcock, sé unas cuantas cosas de la vida de este hombre y de otros vecinos de los que nos ocuparemos en su momento.
LMUERZOS COMPAÑA SUS A E SIESTAS A E QU O, L SO E E DUERM SÉ QUE VIV VINO TINTO, QU UTOS, QUE ES E D PA CO A N U CON CUARENTA MIN TE DE TREINTA O OVEN, QUE LOS MARTES REPI H SI T CA EE FANÁTICO DE B LOS LUNES, QUE USA CORBATÍN N LOS LA CAMISA DE INCLUSO, ALGUNOS SÁBADOS E OR AD TODOS LOS DÍAS… CONECTARSE A ESE COMPUT LOS A O L E E V QUE NO LO SESORAR A AQU A ÍA R CE E R PA L DESDE EL CUA LES PESA SOBREMANERA LA HA . HOY SE QUIENES ESTA PANDEMIADE VINO Y HA E D E R B M U ID T COPA INCER O MÁS QUE UNA SA. PERMITIDO MUCHO LA MÚSICA CLÁSICA POR SAL RÁ? D SE A É Z U A REEMPL CON OH, ¿Q COLÓN: EMPEZÓ FINAL. NO SÉ SI LA IE L IL W O R E IM PR TODO TIENE SU NTA Y TERMINÓ CON OPÓSITO O SI CAYÓ EN LA CUE QUE PR S PUSO A RODAR A COINCIDENCIA CON LOS TIEMPO IRLE L B A SU T U IÓ R D , Y DECI DE LA B S. O LA OYÓ SONAR VIVIMOS CUAND Y REPETIRLA UN PAR DE VECE CON R N A E IL M IMÓ A BA EL VOLU AN COMBO SE AN A CUANDO ME R G L E E D S E T AN . Y NI SIQUIER EL GRUPO NICHE O HACIA SU VENTANA DECIDIÓ . TOS AND DESCUBRIÓ MIR A O SUSPENDER SUS MOVIMIEN A ST IN BAJAR LA CORT UELTAS Y TOMANDO VINO HA O SE V O “N D E N A E DIJO QU SIGUIÓ D LA MUERTE Y L CUANDO LLEGÓ , NI TÚ NI AQUELLA GENTE”. SALVA NADIE
VARGAS Y GARCÍA (I)
PERSONAJES DE NOVELA
Había logrado, por fin, caracterizar a los personajes de mi próxima novela, cuando empezó esta locura colectiva llamada Covid19. O coronavirus, como impropiamente se le conoce. Pero, a fin de cuentas, ¿quién se fija ahora en precisiones si no hay lugar para la confusión? ¿Acaso existe un ser sobre la faz de la tierra al que, por estos días, se le ocurra algo distinto a la pandemia que se nos vino encima cuando le mencionan la palabra virus? Les contaba, sin más consideraciones, que tenía clara la fisonomía y claros los rasgos de la personalidad de Vargas y de García, que son los protagonistas de esa novela a la que llevo tanto tiempo dándole vueltas en la cabeza y de la cual tantas notas sueltas he tomado en libretas y en cuadernos. También en el reverso de esas facturas que me acompañan cuando se me ocurre una idea que considero definitiva para la historia, aunque muchas veces, al llegar a casa, lo aparentemente definitivo se diluya pronto y se sume al listado de las iniciativas imposibles. Vargas era, como habría dicho mi madre, de notable estatura y buena presencia. García, en cambio, no llamaba la atención por su aspecto físico, pero muy pocos se resistían a la tentación de acercarse a él una vez lo oían hablar. Vargas y García eran narradores natos. Dominaban el lenguaje. Eran precisos en sus descripciones. Tenían el don de la palabra. Sabían contar historias como pocos. Ellos son los protagonistas de la novela que aún no aterriza en el papel, pero en la cual pretendo avanzar si el virus y el ánimo y las noticias y los vecinos me lo permiten.
DISTRAER LAS GANAS Hay días, como este que agoniza, en los que no me hallo cómodo en ningún lugar de la casa, en ninguna actividad. Concentrarme es un desafío mayor, y terminar tareas, un propósito imposible. Me asomo al balcón con cualquier disculpa: el trino de un pájaro, la sombra de una nube negra, el aroma de los eucaliptos que se alborota de repente, y a veces creo inventar sonidos en medio del silencio de la cuarentena como si sacara conejos blancos del sombrero negro del mago. Los invento para levantarme de la silla, para distraerme a la fuerza, para escapar del encierro sin salir de las cuatro paredes de mi apartamento. Concibo sonidos, así como multiplico la necesidad de consultar el diccionario en busca de las palabras que me ofrezcan el significado preciso para aquello que escribo o aquello que pienso. Alimento la manía de volver a enfrentarme con las primeras frases de novelas leídas tiempo atrás, para concluir, por ejemplo, que “¿Encontraría a la Maga?” es un comienzo genial. El hambre no tengo que inventarla: la conozco desde siempre, la llevo en la sangre y habla de mi raza. En busca de un puñado de marañones o de una pastilla de chocolate amargo me levanto de la silla decenas de veces. Hay días, como este que agoniza, en los que busco con ansiedad palabras y marañones y nubes negras para tratar de distraer las muchas ganas que tengo de lanzarme a la calle.
Ni siquiera el aire Los miro como sospechosos, y sé que también yo lo soy para ellos. Los miro con desconfianza, con temor. Los miro de reojo, reviso si tienen bien puesto el tapabocas –me gusta como lo llaman en la Argentina: barbijo–, si llevan guantes, si un rubor en su cara o un brillo en sus ojos podría ser indicio de fiebre. Mido con la mente el par de metros que recomiendan como barrera, cruzo de prisa frente a ellos y pongo atención para establecer si conversan. Aterrizan en un restaurante que despacha sopas y ensaladas. Serán cocineros, imagino.
Mientras me alejo, pienso si habrán atravesado la ciudad a bordo de uno de esos buses rojos que casi siempre llevan gente en exceso, si se habrán aferrado a los tubos a los que otros cientos de pasajeros se aferraron antes, si se habrán lavado las manos con suficiente jabón… y pienso, con asco ofensivo, que no quisiera una ensalada de aquel lugar. No termino mis preguntas sin respuesta ni mis suposiciones inútiles cuando calculo que tendré que pasar al lado de la mujer encargada de la seguridad en la tienda a la que he elegido ir y a la cual estoy por llegar. ¡Maldición! Creo advertir que su tapabocas no es más que una tela porosa por donde podrían desfilar sin incomodarse los camellos bíblicos que pasaban por los ojos de las agujas. Paso de prisa y llego sin escalas a la góndola del arroz –¡cuánta falta me hace un buen basmati!–, y encuentro a un hombre con bata blanca que revisa diversas referencias, hasta que opta por un paquete de arroz bomba. Doy media vuelta, aterrado, salgo del lugar y camino tres calles más en busca del arroz que allí no pude comprar, como si la nueva tienda a la que voy pudiera ofrecer granos impolutos, jamás tocados por las manos del hombre. Como si mis propias manos no pudieran llevar el temido virus, acaso adquirido apenas unos minutos atrás, acaso multiplicándose en mi organismo, silencioso, durante la última semana. Fueron tres calles de ida y otras tres de vuelta sintiendo como sospechoso a todo aquel con el que me cruzaba. Tomando distancia. Aguantando la respiración para no compartir ni siquiera el aire… Me aterra la idea de pensar que así será durante mucho tiempo este mundo que hasta hace poco fue de manos entrelazadas, de abrazos apretados, de uno o dos besos, y en el que ahora todos somos sospechosos. También yo.
FIN DEL MUNDO Por un momento pienso que ha llegado el fin del mundo. Siento que recorro el túnel aquel del que hablaban, aunque aún no veo la luz ni el final del recorrido. Acepto por un instante que mi madre tenía razón, que el más allá sí existe e imagino que muy pronto seré castigado o premiado. Lo primero, supongo, porqué no acaté los preceptos en los que tanto me insistieron, me pasé los mandamientos por la faja, no reconocí a los representantes de dios en esta tierra que está a punto de quedar deshabitada. No sé si lo que oigo es un coro celestial o un lamento multitudinario de almas en pena. Me demoro en entender las palabras que me zumban en los oídos: ave maría, gratia plena, dominus tecum, benedicta tu in mulieribus et benedictus fructus ventris tui, iesus... Con un esfuerzo descomunal abro los ojos para resolver el misterio y noto que duermo –cosa rara en mí– con la cabeza bajo la almohada. Tardo en comprender que lo hago en un intento por aislarme de aquel sonido que me sacó del sueño y que proviene del piso de abajo, en donde la vecina se ha entregado a la oración. Al parecer ha sintonizado un canal religioso y repite las palabras que un grupo de mujeres en trance entona con emoción. Son las cuatro y media de una mañana que ha comenzado mal.
EL LEJANO 2021 No era usual que permaneciera al frente de la pantalla durante los noventa minutos –o noventa y tres, como en este caso– de una película futurista, ruidosa, protagonizada por guerreros con exceso de hormonas que se enfrentan a vándalos con exceso de fuerza. Ni siquiera era normal que me tomara el trabajo de ir a la tienda y alquilar una película de este estilo –así eran las cosas entonces, y el Netflix de hoy primero fue un negocio de alquiler de cintas– y me metiera bajo las cobijas con la ilusión que me suele producir el buen cine. Pero lo hice. Alquilé una película australiana protagonizada por Mel Gibson llamada Mad Max y convertida en éxito mundial. La recordaba en estos días porque se trata de una historia apocalíptica, en un mundo señalado por la escasez, por la sed y por grupos humanos que recurren a la violencia para sobrevivir. Me sorprendió comprobar que el mundo imaginado por George Miller en aquella cinta es el del 2021, un año lejano entonces al que en todo caso le llegó su turno.
La oscuridad, por fin A VECES SOLO PIENSO EN DORMIR. EN QUE LLEGUE PRONTO LA NOCHE PARA VOLVER A DESCONECTARME. COMO SI ACASO, LUEGO DE SIETE U OCHO HORAS DE SUEÑO, PUDIERA AMANECER A UN MUNDO RESTAURADO, LIBRE DE LA PESTE, LIBRE DEL MIEDO. UN MUNDO EN EL QUE ESTÉN PERMITIDOS LOS ABRAZOS. Y, DE VEZ EN CUANDO, UN BESO EN CADA MEJILLA. HAY DÍAS EN LOS QUE MIRO EL RELOJ CON UNA FRECUENCIA QUE POR MOMENTOS AUMENTA LA ANSIEDAD. HAGO CUENTAS Y CALCULO CUÁNTAS HORAS FALTAN PARA QUE PUEDA TIRARME EN LA CAMA. PARA QUE LA OSCURIDAD ME ACOJA, COMO SI NECESITARA HUIRLE AL ENEMIGO QUE ESTÁ CAUSANDO TANTOS ESTRAGOS. COMO SI PRETENDIERA CAMUFLARME. COMO SI EL VIRUS NO ADORARA LA OSCURIDAD DE NUESTROS PROPIOS ÓRGANOS: Y SOBRE TODO LA QUE PROYECTA EL HOLLÍN DE LOS PULMONES ENNEGRECIDOS POR LA CONTAMINACIÓN Y POR TANTOS AÑOS DE CIGARRILLO. REVISO EL ANDAR LENTO DE LAS MANECILLAS Y COMPRUEBO CUÁNTO TIEMPO DEBO ESPERAR PARA METERME, POR FIN, DEBAJO DE LAS COBIJAS: TAL VEZ OTRA MANERA DE ESCONDERME, DE SENTIRME A SALVO. OTRA MANERA DE DESAPARECER.
EDICIÓN # 13 - NOVIEMBRE 2021 BOGOTÁ - COLOMBIA ISSN: 2539 - 4967
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