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Christian Villamide
IG: @christian_villamide
Pequeñas reflexiones de confinamiento o un estado natural de ser
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Siempre me identifiqué, y lo sigo haciendo, con ese niño que describe Foucault, con ese aislamiento natural no buscado, inconsciente, inocente, sino espontáneo. Quizás también porque fui un niño metido en mi pequeño mundo, en verdad, confinado.
El estado de confinamiento no me afecta como tal. Creo que, como artista, necesito ese confinamiento, ese aislamiento, esa catarsis. Ese perderse casualmente, ese caminar sin rumbo para descubrir, ese no buscar una cosa para deleitarse con la improvisación del momento...
Nunca consideré el estudio físico como necesario (yo lo llamo mi almacén de objetos perdidos y reencontrados). Mi estudio es el lugar donde me encuentro en ese momento; y, por supuesto, en plena naturaleza el placer es completo.
FOR SALE uno de los trabajos de Christian Villamide realizado durante el confinamiento
Me recuerdo de niño jugando en soledad en casa de mis abuelos. En Lúa, principalmente durante los veranos, yéndome solo por caminos y montes próximos. Me gustaba subir al Pedregal donde colocaba piedras formando líneas que discurrían entre los descampados y humedales como un pequeño Richard Long que, mucho años más tarde, me interesaría. También interviniendo arbustos y pequeños árboles que hoy me recordarían los trabajos de David Nash, sin olvidarme de los juegos con barro y tierras.
Esto sucedía cuando no sabía lo que era el arte, tampoco sabía que quería ser artista. Esos juegos donde las piedras, los árboles, las tierras, eran mis cuadernos, mis lápices. Curiosamente, años más tarde, cuando ya comenzaba a exponer, renegaba de todo aquello o no consideraba que tuviese algún valor y menos que tuviese que ver con el arte.
Recluirme, confinarme para crea,r es un acto de individualismo, mi proceso de creación es íntimo, donde la reflexión es constante y cambiante. Necesito esconderme de estorbos cotidianos, adentrarme en la parte más espiritual.
A veces, en el estudio interior, trabajo obras para la ubicación a posteriori en un espacio exterior. Otras, en cambio, son realizadas en plena naturaleza y son concebidas para un espacio interior o para ambos. Personalmente tiendo a confinarme tanto física como mentalmente, pero es un estado no buscado, es una desconexión espontánea, no buscada, sino inherente a mi forma de ser. Necesito esas heterotopías.
Pero la naturaleza me emociona, nada puede aproximarte más a la naturaleza como el contacto directo con ella.
Mi taller físico es inhóspito, es un lugar de confinamiento. Mi taller es tránsito, es adentrarse, es abstraerse. Mi taller es desorden, es caos; caos que luego reorganizo en mi obra. Mi taller es fetichismo de objetos adheridos a mí.
De mi taller de paisajista, desde ese confinamiento espontáneo, salen también escenas imágenes realizadas sin estar presente en los lugares, como los pintores del siglo xviii, con descripciones de transmisión oral o imaginativas.
Me viene a la cabeza ese texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture, cuando el ejército entra en el campus y ella se queda encerrada en los baños de la Facultad de Filosofía y Letras durante 13 días; y me interesa la descripción de ese exterior:
«Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado y divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era grande. Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentistas, pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo me detuve en lo alto del valle y me senté en el suelo.Estaba ansada. Quería respirar. No sabía qué iba a ser de mi vida. Tal vez, conjeturé, alguien me proporcione una chamba en la Facultad.Respiré. El aire era sabroso. Atardecía.El sol comenzaba a ponerse mucho más allá, en otros valles singulares, tal vez más pequeños que el enorme valle que yo había encontrado. La claridad que flotaba sobre las cosas,n oobstante, era suficiente.Comenzaré a bajar, pensé, apenas reponga un poco mis fuerzas y antes de que anochezca estaré en el valle.
detuve en lo alto del valle y me senté en el suelo. Estaba cansada. Quería respirar. No sabía qué iba a ser de mi vida. Tal vez, detuve en lo alto del valle y me senté en el suelo. Estaba cansada. conjeturé, alguien me proporcione una chamba en la Facultad. Respiré. Quería respirar. No sabía qué iba a ser de mi vida. Tal vez, conjeturé, alguien me proporcione una chamba en la Facultad. Respiré. El aire era sabroso. Atardecía. El sol comenzaba a ponerse mucho más allá, en otros valles singulares, tal vez más pequeños que el enorme valle que yo había encontrado. La claridad que flotaba sobre las El aire era sabroso. Atardecía. El sol comenzaba a ponerse mucho más cosas, no obstante, era suficiente. Comenzaré a bajar, pensé, apenas allá, en otros valles singulares, tal vez más pequeños que el enorme reponga un poco mis fuerzas y antes de que anochezca estaré en el valle que yo había encontrado. La claridad que flotaba sobre las detuve en lo alto del valle y me senté en el suelo. Estaba cansada. valle. cosas, no obstante, era suficiente. Comenzaré a bajar, pensé, apenas Quería respirar. No sabía qué iba a ser de mi vida. Tal vez, reponga un poco mis fuerzas y antes de que anochezca estaré en el conjeturé, alguien me proporcione una chamba en la Facultad. Respiré. Me levanté. Las piernas me temblaban. Me volví a sentar. A unos Me levanté.Las piernas m etemblaban.Me volví a sentar.A unos metros de donde estaba había una lengua de nieve.Me acerqué a ella y me lavé la cara. Me volví a sentar. Un poco más abajo había un árbol. En una rama vi un gorrión. Luego una mancha verde atravesó el aire. Vi un quetzal. Vi un gorrión y un quetzal. Los dos pájaros encaramados sobre lamisma rama.Mis labios partidos susurraron: la misma rama. Escuché mi voz. Sólo entonces me di cuenta del enorme silencio que se cernía sobre el valle.» Como decía Schiller: El hombre solo juega cuando es libre. Trabajar desde un espacio interior protegido-confinado. Homo ludens… tal vez. Me viene a la cabeza este texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture cuando el ejército entra en el campus y ella queda encerrada en los baños de la facultad de filología letras durante 13 días, e interesa la descripción de ese exterior “Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado y divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era grande. Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentistas, pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo me Me viene a la cabeza este texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture cuando el ejército entra en el campus y ella queda encerrada en los baños de la facultad de filología letras durante 13 días, e interesa la descripción de ese exterior “Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado y divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era grande. Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentistas, pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo me Me viene a la cabeza este texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture cuando el ejército entra en el campus y ella queda encerrada en los baños de la facultad de filología letras durante 13 días, e interesa la descripción de ese exterior “Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era gran Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentist pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo Me viene a la cabeza este texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture cuando el ejército entra en el campus y ella queda encerrada en los baños de la facultad de filología letras durante 13 días, e interesa la descripción de ese exterior “Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado y divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era grande. Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentistas, pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo me Me viene a la cabeza este texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture cuando el ejército entra en el campus y ella queda encerrada en los baños de la facultad de filología letras durante 13 días, e interesa la descripción de ese exterior “Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado y divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era grande. Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentistas, pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo me Me viene a la cabeza este texto donde Roberto Bolaño describe el encierro de Auxilio Lacouture cuando el ejército entra en el campus y ella queda encerrada en los baños de la facultad de filología letras durante 13 días, e interesa la descripción de ese exterior “Yo aguanté y una tarde dejé atrás el inmenso territorio nevado y divisé un valle. Me senté en el suelo y miré el valle. Era grande. Parecía como el fondo que se ve en algunas pinturas renacentistas, pero a lo bestia. El aire era frío, pero no cortaba la cara. Yo me detuve en lo alto del valle y me senté en el suelo. Estaba cansada. Quería respirar. No sabía qué iba a ser de mi vida. Tal vez, conjeturé, alguien me proporcione una chamba en la Facultad. Respiré. El aire era sabroso. Atardecía. El sol comenzaba a ponerse mucho más allá, en otros valles singulares, tal vez más pequeños que el enorme valle que yo había encontrado. La claridad que flotaba sobre las cosas, no obstante, era suficiente. Comenzaré a bajar, pensé, apenas reponga un poco mis fuerzas y antes de que anochezca estaré en el valle. Me levanté. Las piernas me temblaban. Me volví a sentar. A unos metros de donde estaba había una lengua de nieve. Me acerqué a ella y me lavé la cara. Me volví a sentar. Un poco más abajo había un árbol. En una rama vi un gorrión. Luego una mancha verde atravesó el aire. Vi un quetzal. Vi un gorrión y un quetzal. Los dos pájaros encaramados sobre la misma rama. Mis labios partidos susurraron: la misma rama. valle. Me levanté. Las piernas me temblaban. Me volví a sentar. A unos metros de donde estaba había una lengua de nieve. Me acerqué a ella y me lavé la cara. Me volví a sentar. Un poco más abajo había un árbol. En una rama vi un gorrión. Luego una mancha verde atravesó el aire. Vi un quetzal. Vi un gorrión y un quetzal. Los dos pájaros encaramados sobre la misma rama. Mis labios partidos susurraron: la misma rama. Escuché mi voz. Sólo entonces me di cuenta del enorme silencio que se cernía sobre el valle.” El aire era sabroso. Atardecía. El sol comenzaba a ponerse mucho más allá, en otros valles singulares, tal vez más pequeños que el enorme valle que yo había encontrado. La claridad que flotaba sobre las cosas, no obstante, era suficiente. Comenzaré a bajar, pensé, apenas reponga un poco mis fuerzas y antes de que anochezca estaré en el valle. Me levanté. Las piernas me temblaban. Me volví a sentar. A unos metros de donde estaba había una lengua de nieve. Me acerqué a ella y me lavé la cara. Me volví a sentar. Un poco más abajo había un árbol. En una rama vi un gorrión. Luego una mancha verde atravesó el aire. Vi un quetzal. Vi un gorrión y un quetzal. Los dos pájaros encaramados sobre la misma rama. Mis labios partidos susurraron: la misma rama. Escuché mi voz. Sólo entonces me di cuenta del enorme silencio que se cernía sobre el valle.” metros de donde estaba había una lengua de nieve. Me acerqué a ella y me lavé la cara. Me volví a sentar. Un poco más abajo había un árbol. En una rama vi un gorrión. Luego una mancha verde atravesó el aire. Vi un quetzal. Vi un gorrión y un quetzal. Los dos pájaros encaramados sobre la misma rama. Mis labios partidos susurraron: la misma rama. Escuché mi voz. Sólo entonces me di cuenta del enorme silencio que se cernía sobre el valle.” Escuché mi voz. Sólo entonces me di cuenta del enorme silencio que se cernía sobre el valle.”