El niño con tocado de plumas contaba cuentos, cuentos narrados sin palabras. Con sus gestos, su expresión, su sonrisa y su mirada, transmitía todo lo que el que
escuchaba necesitaba recibir. Sus relatos despertaban emociones profundas, trasmitían unión y solidaridad, lograban que manos y pieles de colores diferentes se
entrelazasen y se uniesen para siempre. El niño con piernas en forma de corazón se comunicaba con ese lenguaje tan especial: el que nace del interior.