El regionalismo leonés

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ÍNDICE Prólogo La construcción de un pueblo. El regionalismo leonés. Capítulo 1. El regionalismo leonés. Parte I. La formación del regionalismo leonés desde el pasado. Capítulo 2. El pasado remoto. Capítulo 3. El pasado reciente. Capítulo 4. El leonesismo político. Parte II. La formación del regionalismo leonés desde el presente. Capítulo 5. Las hablas leonesas. Capítulo 6. La simbología. Capítulo 7. El paisaje. Capítulo 8. La administración del territorio. Capítulo 9. Las festividades. Capítulo 10. Las cosas del día a día. Parte III. Perspectivas de presente y futuro. Capítulo 11. Desconocimiento, olvido y manipulación. León fuera de su región. Capítulo 12. Presente y futuro. Capítulo 13. Fuentes y bibliografía.



CAPÍTULO 1

1. El regionalismo leonés

L

os leoneses hemos hecho muchas cosas mal, nos hemos confundido bastantes veces, hemos fallado en demasiadas cuestiones, en las más importantes quizás, pero eso no significa que no haya una última oportunidad de hacer las cosas bien. Una de las que no hemos hecho bien, es que no hemos consensuado los puntos sobre los que se apoya nuestra definición como pueblo, o al menos, no nos han dejado. Cualquier corriente de exaltación territorial, la de aquí incluida, se apoya siempre en un pasado ancestral y en otro más reciente. Lo ancestral abarca desde la Edad Antigua hasta mediados siglo XIX, que es cuando se completa la toma de conciencia identitaria de las regiones españolas. El recuerdo de lo pretérito, tanto de forma remota como reciente, con unos mismos personajes y unos mismos episodios sobre un mismo espacio son segmentos básicos para formar una identidad. Nuestra diferencia con otros es que no ha existido un órgano público o administrativo que rescate, estudie y divulgue esos conocimientos que permitan definir de forma exacta en qué consisten. Esta situación acaba dando lugar a que el regionalismo leonés esté a día de hoy configurado como algo fragmentado, un montón de piezas de un mismo puzle, que aunque no tengan constancia o conciencia de pertenecer a esa misma figura, solo encajan en ella. Hay varios factores importantes si queremos profundizar en esto, el primero es que apenas existe una conciencia regionalista dentro de la cultura que aúne los estudios de música tradicional, historia, economía o lingüística en un territorio común (sí en cada una de sus partes pero no en general); el segundo, lo poco que se ha hecho en este sentido, no ha sido apenas recopilado. Hay que insistir en que de esto se suele encargar un ente autonómico, y en nuestro caso, al carecer de él, nos encontramos con dicho vacío. De forma individual el trabajo es inabarcable, un ejemplo es que cuando se ha buscado en el pasado reciente una legitimación de lo nuestro, se recure mucho al Tribunal de Garantías Constitucionales de la II República en el que la Región Leonesa estuvo representada por un miembro; sin embargo, hay pocos datos publicados de quién fue él o ella, si solo hubo uno, de dónde era, si su papel fue más territorial o más generalista... La falta de estudios serios desde las ciencias da lugar a otra cuestión, la división. Dentro de cualquier tendencia político—ideológica (aunque sus raíces estén en la etnografía) la primera ciencia que da luz sobre ello es historia, pero hay pocos (o insuficientes) estudios propios e independientes al respecto. Esta afirmación que puede resultar un tanto osada por lo que hay que explicarla mejor. Principalmente hay dos tipos de investigaciones: las primeras son los realizados «a golpe de talonario», generalmente por periódicos o instituciones públicas como ayuntamientos y diputaciones en colaboración con universidades e instituciones públicas. Esto no es malo, pero sí insuficiente. Aquí entra también la obra de las Comunidades Autónomas.

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EL REGIONALISMO LEONÉS Otro tipo son los realizados por personas con más intención que formación, lo que da lugar a intentos de construir un pasado falso y bastante ridículo. León tiene cimientos tan sólidos para construir su realidad política que no necesita caer en el falseamiento histórico o en el fanatismo al que estamos acostumbrados en la actualidad con otros territorios o incluso guardando muchas similitudes con el intento de crear una naturaleza «castellano—leonesa» desde la Junta. Por suerte esta tendencia está cambiando y van saliendo a la luz trabajos científicos para el público en general por parte de jóvenes investigadores que empiezan a cubrir esta necesidad. Otra ciencia de peso a la hora de aclarar conceptos es la economía, de la que siempre se dice que todo lo mueve, epicentro de los acontecimientos y motor de una sociedad. Es necesario hacer más estudios públicos y accesibles de las particularidades de la economía leonesa, pasada y presente, y de la evolución del modelo tradicional al actual, para ver sus fortalezas y debilidades. Además en este campo no hay que olvidar la deriva política que actualmente vive nuestro regionalismo. ¿Es rentable formar una comunidad autónoma? Nadie tiene dudas de ello, sin embargo no aparece (al menos de forma pública) un estudio minucioso que lo demuestre. Resulta obvia la rentabilidad de una comunidad autónoma de tres provincias y un entramado más sencillo que el actual, de nueve provincias, un parlamento grande y más de 300 entes innecesarios. Merece la pena recordar que el actual marco autonómico que sufrimos presenta varias «fugas» en este ámbito. Sin ir más lejos, tras la crisis financiera de 2010 y el proceso de reestructuración que vivieron las cajas de ahorros de toda España, la Junta entonces presidida por Juan Vicente Herrera Campo y con Tomás Villanueva como consejero de economía planteó la creación de la Caja de Castilla y León, pero el proyecto no pasó de una confederación sin fusión1. ¿Qué pasó? Que las cajas leonesas se unieron, que Burgos miró al País Vasco, que Segovia y Ávila miraron a Madrid y que, escándalos de corrupción a un lado, las cajas terminaron donde más les interesaban y todas tuvieron algo en común: Castilla y León no fue ni mucho menos una prioridad. La lingüística debe ser quizás la siguiente, pero la situación se enturbia siempre con estas cuestiones, no solo en León sino en todas partes. Es «la pescadilla que se muerde la cola»: la lengua no se defiende porque no hay una institución que la estudie, ordene, promueva y difunda, y esta no existe porque no hay unidad entre las distintas corrientes de defensa de la lengua, y esta unidad no existe porque no hay una institución que la estudie, ordene, promueva y difunda. En este caso lo hicimos lo mejor que pudimos, con lo poco que tuvimos y lo menos que nos dieron (y tras mucho pedir). Hemos hecho más cosas mal, no querer escuchar al otro, no ceder ante un igual, buscar —pese a quien pese— el ego personal por encima del interés total de la región, 1. «Las cajas de Castilla y León deciden unirse en una sociedad común», El País, 23-X-2008.

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CAPÍTULO 1 lo que nos aleja de tener una hoja de ruta clara. Quien quiera ver en este libro odas y vítores al trabajo individual de ciertos nombres propios que creen trabajar por León van a llevarse una decepción, que no sigan leyendo, no pierdan el tiempo. Los personalismos han sido uno de los grandes males del regionalismo en la actual. Nadie, y este humilde autor el primero, deben esperar ningún tipo de reconocimiento particular por su trabajo individual. Por esta tierra ha de trabajarse por obligación moral y amor a ella, no a uno propio. Quien espere un reconocimiento por su trabajo cuando este ha sido realizado desde una asociación, la cual implica que haya más gente trabajando, en estas páginas no lo va a encontrar. La labor en equipo implica que el reconocimiento se lo lleve el grupo, no un líder o un personaje carismático. León debe aprender a vivir y trabajar por los suyos así, en conjunto. Para entender la construcción de la idea de pueblo leonés se necesitan tres cosas: primero buscar la identidad en el más ancestral pasado, misión que más o menos se cumple. La segunda es mirar a su pasado más cercano junto a su huella cultural y explicar que la Región Leonesa existe, que es un segmento más en el marco español, nacido como los demás movimientos de características comunes, bajo las mismas pautas, en el mismo momento y sin nada que envidiar a Cataluña, Valencia, Asturias o Galicia. Y lo tercero es un plan de cómo llevar a la práctica el derecho constitucional a formar una comunidad autónoma que defienda los intereses de sus provincias. Esta obra pretende aproximarse a estos puntos, recopilar lo que supone el caso leonés, cómo se forma, cómo evoluciona y responder a preguntas como: —¿Cuándo se consolida nuestra identidad como territorio? —Como en todos lados, a partir del siglo XIX. —¿Hubo precedentes de crear una institución propia antes de la Transición? —Sí, como en casi todas partes. —¿Hubo un estudio del pasado como el que tuvo por ejemplo Cataluña en el siglo XIX? —Sí, como en toda España, Cataluña es el ejemplo más usado pero para nada particular. —¿Hay una literatura en lengua leonesa? —Sí. —¿Entonces en qué se diferencia lo nuestro de las demás regiones? —En nada más allá de que nos sea propio. —¿Por qué no conocemos la historia de nuestra propia identidad? —Porque no hemos tenido el amparo de una administración que se preocupe de ello sin engaños. Queda espacio para una última pregunta ¿Qué es entonces el regionalismo leonés? A la hora de entenderlo hay que empezar por una definición, algo bastante complicado y hasta discutible pero no imposible. Pensando como pensamos que «regionalismo leo-

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EL REGIONALISMO LEONÉS nés» y «leonesismo» son sinónimos (dada la trayectoria sociocultural del movimiento), se puede encontrar la principal en el DRAE: Leonesismo. 1. m. Locución, giro o modo de hablar propio de los leoneses. 2. m. Amor o apego a las cosas características o típicas de la región leonesa2. ¿Acaso el leonesismo no es el amor o apego a las cosas características o típicas de la Región Leonesa? Sin duda es eso y más, como veremos en estas páginas. En el vocabulario actual, a la palabra «leonesismo» le suelen salir otros significados populares completados por un «apellido» que ayuda a definir mejor el concepto. A día de hoy este movimiento no es solo el amor o apego por las cosas de la Región Leonesa, es también su defensa, cuidado y difusión a las generaciones venideras. Esos «apellidos» son tres: «social», «cultural» y «político». En primer lugar, «político» evidentemente se refiere a los distintos partidos adscritos a esta corriente durante el tiempo como UPL, UPS, UNLE o PREPAL, así como asociaciones vinculadas a este (Juventudes Leonesistas o Conceyu Xoven). Su objetivo es la defensa del leonesismo desde las instituciones públicas por medio de candidatos a comicios y un programa político. El segundo es el «cultural» y describe a aquellas asociaciones que no buscan un objetivo político ni están en las instituciones, prefieren dedicarse a la divulgación, la investigación de las tradiciones y la organización de actos, destacando asociaciones como Faceira o Arlafolk. Por último aparece el «social», que es un nexo entre el político y lo cultural, una transmisión que busca llevar esta inquietud a la calle, entre otras cosas organizado también actividades como Ciudadanos del Reino de León. Si uno vuelve a mirar a la definición de la RAE «[…] o típicas de la región leonesa», descubrimos una primera aproximación a los límites que han de marcar el territorio sobre el que trabajar. Algunos lo estudiaron como León, Zamora y Salamanca; otros como León, Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia; otros pueden entender lo regional adscrito únicamente a cada una de las provincias. La discusión se zanja rápido, el 30 de noviembre de 1833 el ministro del interior Javier de Burgos bajo el amparo de la reina regente María Cristina de Borbón, establece el Real Decreto que divide España en provincias y regiones que favorezca la organización de esta, especialmente la parte peninsular: este 2. Esta definición es la culpable de que se pueda ver en muchos casos «región leonesa» escrito en minúsculas. Desde el siglo XIX es algo habitual, de hecho no es hasta el XXI cuando se empieza a poner en mayúscula, como nombre propio. Aquí aparecerá en mayúsculas siempre, a no ser que la expresión actúe como adjetivo (como decir ciudad salmantina) o se haga referencia expresa a definiciones clásicas.

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CAPÍTULO 1 atiende a la trayectoria histórica de sus territorios, el Reino de León entre ellos. El texto dice literalmente así: […]El reino de León en las de León, Salamanca y Zamora. […] Puede surgir entonces la cuestión de qué pasa con Valladolid o Palencia, ¿son leonesas o no? Sin duda no lo son, ¿entonces por qué se estudiaban dentro de la Región Leonesa? Otra cosa apenas estudiada y también se trata de responder en estas páginas. Al tratar de definir nuestro territorio se plantean serios inconvenientes porque en muchos documentos, ya desde el siglo XIX se habla de León sin saber si se refiere a la ciudad, a la provincia o a la región, lo que repercute en la propia simbología. Al definir una bandera o un escudo propio, no hay consenso porque no existe un órgano político que lo regule, pero sí instrucciones que de forma indirecta lo hacen. Ya tenemos definidos un espacio y un nombre, Región Leonesa, pero también se utilizan las fórmulas «País Leones» y «Reino de León». ¿Qué sucede? Hay que detenerse un momento en este aspecto porque es una constante fuente de discusión y una grave falta de consenso. Una opinión generalizada es que «Región Leonesa» es un término más conservador, más regionalista, mientras que «País Leonés» es más reivindicativo, más nacionalista o incluso más amplio (al incluir algunas zonas de fuera pero de influencia leonesa). Lo cierto es que esta discusión es estéril, se puede llamar a las tres provincias de ambas formas, igual que se dice Valencia, Comunidad Valenciana o País Valenciano (y así innumerables ejemplos por todo el mundo). La geografía no tiene por qué ser lo que diferencie estos nombres. Tomando por ejemplo a España en tres fechas: 1800, 1850 y 1900 se explica bien. En 1800 España está formada los territorios peninsulares, americanos, sus islas adyacentes, Filipinas y los enclaves de África y Asia. En 1850 por la parte peninsular, enclaves africanos, islas adyacentes, Cuba Puerto Rico y Filipinas. En 1900 encontramos los mismos territorios salvo Cuba, Puerto Rico y Filipinas, además el suelo africano gobernado desde Madrid es mayor. Tres fechas, tres superficies y un solo ente, lo mismo que se puede decir de cualquier territorio del mundo. ¿Qué se pretende decir con esto? Principalmente que si España puede llamarse igual en estos tres años, León se puede llamar «reino» pese a los cambios territoriales. Aclarados todos estos conceptos y tratando de saciar al malvado monstruo de la curiosidad, hay que preguntarse por qué nace el leonesismo, y una vez más, al igual que todas corrientes ideológicas similares tiene dos orígenes posibles, el primero atiende a la espontánea recuperación de las tradiciones. En el caso español sucede a la vez durante la exaltación de la tradición y el pasado que conocemos como Romanticismo. Aquí las regiones españolas empiezan a rebuscar en su historia y a sentirse orgullosa de ella al verla como una valiosa herencia. En un espectro más amplio sucede con la propia

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EL REGIONALISMO LEONÉS identidad española en esta centuria, entendiéndose esta como la suma de las particularidades territoriales pasadas que confluyen en un ente común como fue el Imperio español, mecenas de arte y potencia política, económica y militar. En el nuestro no es hasta más avanzado el tiempo, entre las dos últimas décadas del XIX y las dos primeras del XX cuando se desarrolla plenamente. La evolución al campo de la política sin embargo tiene un origen menos amable, pues aparece cuando los intereses económicos del lugar peligran. Pasa primero en Cataluña, Galicia, País Vasco y Andalucía, a finales del XIX y les siguen otras: Valencia, Andalucía o Asturias. ¿Por qué el nuestro no da el salto político hasta la Transición, casi 100 años después? Porque no ve peligrar sus intereses hasta el macro proyecto de juntar León y Castilla en un engendro autonómico de 11 provincias. El adelanto ideológico hacia el nacionalismo se da cuando estos pensamientos primigenios ven sus objetivos superados y necesitan otros nuevos, los cuales no se cumplen desde la administración central ya que tienen que ver con un mayor nivel de autogobierno. ¿La Región Leonesa puede tomar un tinte nacionalista? Lo cierto es que cumple todas las características y de hecho estas vertientes existen3, pero la falta de afianzamiento cultural, de un órgano autónomo propio, el expolio folklórico sufrido y el propio carácter mayoritario de nuestros paisanos lo aleja de la realidad en estos momentos. En la actualidad hay que tener presente que existe la idea de que nacionalismo es igual a independentismo o ruptura con el Estado español, sin embargo las directrices de partidos como PNV, Unión Democrática de Cataluña o el nacionalismo valenciano o canario demuestran que esta idea hoy no es cierta y que se puede defender una tierra desde el nacionalismo sin llegar al independentismo. Otra cosa muy diferente es pensar en un autogobierno leonés dentro de una república federal, lo cual no implica necesariamente el independentismo. Quizás el peor de los males, por encima de la falta de entendimiento o de organización sea la falta de información, de un corpus documental que explique qué es la definición, defensa y ordenamiento de nuestra identidad y lo que en definitivita forma parte de nuestra definición como pueblo. Esta obra tampoco pretende ser ese «corpus», ni ser una cuestión definitiva, absoluta e indiscutible, sino un nuevo paso hacia ese objetivo. Dentro de la defensa de lo autóctono en el marco actual constitucional, no se puede perder de vista la cuestión autonomista. Otra pregunta, ¿qué sentido tiene sentirse de un lugar? ¿Por qué se aprecia en 2017 las Cortes de 1188 si ni estuvimos allí, ni puede que ninguno de nuestros antepasados? Dar valor a un lugar es algo innato al ser humano. Se puede poseer arraigo a una zona que no tiene por qué ser en la que uno nazca, sino simplemente en la que una persona es feliz. Esté donde esté, tiene un tiempo pretérito y unido a él una tradición que le da 3. Asociaciones como Conceyu Xoven o Agora País Llionés se encuadraron en su momento de forma voluntaria en esta tendencia.

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CAPÍTULO 1 sentido. Pasado, cultura, costumbre, arte, cosas casi únicas en el espacio y en el tiempo que definen un lugar. Lo bonito de sentirse «de allí» es seguir esa cadena de trasmisión a las generaciones que vienen detrás, entregándolo todo mejor de lo que lo recibimos. Sin duda puede haber quien valore este tipo de cosas y aún así, no se sienta ni de este ni de ningún lugar porque pese a reconocer su valía, no lo siente como suyo, no siente la necesidad, obligación, voluntad u orgullo de transmitirlo. Pero desde luego quien no sepa valorarlo, no tiene tan siquiera un pedazo de mundo al que llamar «suyo». Para ordenar y aclarar tantos argumentos, esta descripción de la construcción del pueblo leonés se clasifica en tres partes. La primera está dedicada a al pasado y cómo el pueblo leonés lo adopta como suyo, este es el objetivo de los capítulos 2, 3 y 4. No se trata de ver un relato, por ejemplo, de los tiempos del Reino de León, sino cómo influye en los leoneses que vinimos después y lo hicimos «nuestro». En segundo lugar, de los capítulos 5 al 10, se ve cómo aparecen y llegan a nuestros días los cimientos más sólidos de cuantos definen a nuestro pueblo como tal. La tercera parte expone cómo nos afecta nuestra imagen dentro y fuera de la región, destacando el agravio que supone el neonacionalismo de la Junta de Castilla y León. Aquí nace una de las definiciones más importantes del texto, el neonacionalismo, que se puede definir como el intento de imponer un sentimiento regional a una población ajena a ella desde una institución pública, sin que exista una tradición histórica o social. Por último en el epílogo se hace una reflexión sobre lo que queda por hacer, lo que se puede construir y lo que se debería fomentar para consolidar la defensa y divulgación de lo nuestro.

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Rodrigo Ferrer Diez, (Trobajo del Camino, 1989) es Licenciado en Historia por la Universidad de León. Actualmente es doctorando en Historia y Estudios Socioculturales por la Universidad de Oviedo. En los últimos años se ha dedicado indagar en dos ramas de conocimiento. Por un lado, los estudios socioculturales de la América Colonial, particularmente del caso de Cuba. Por el otro, se ha dedicado desde 2014 a la difusión de la historia de deporte en la Región Leonesa y su huella en la sociedad, especialmente del fútbol y de la Cultural y Deportiva Leonesa. Desde siempre, el autor ha tenido clara su conciencia de leonés y la necesidad de conocer el pasado de toda su región. Con experiencia en colectivos culturales y políticos de corte leonesista desde hace años, está comprometido con la necesidad de aumentar el número de estudios independientes y rigurosos que den luz sobre toda temática relacionada con la identidad pasada, presente y futura del territorio leonés, de Picos de Europa a El Rebollar.



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