LORA DEL RÍO
Estudios Locales Revista de Investigación y Creación Nº 15
-
II ÉPOCA
2018
Juan Francisco Cárceles Pascual
LORA DEL RÍO
Estudios Locales Revista de Investigación y Creación Nº 15 2018
Ayuntamiento de Lora del Río
Área de Ciudadanía y Cultura
SUMARIO Pag. 1
PORTADA Juan Francisco Cárceles Pascual.
Pág. 5
EDITORIAL Miguel Ángel Nogales Ruda. Concejal Delegado del Área de Ciudadanía y Cultura
Investigación Pág. 7
APROXIMACIÓN A LA BIODIVERSIDAD DE LA MESA DE SETEFILLA Servando López Hernández.
Pág. 11
EL PALMITO, TESORO NATURAL Antonio Contreras González.
Pág. 17
LA DESAPARECIDA ERMITA DE SAN JUAN DE LORA DEL RÍO, SU CONTEXTO HISTÓRICO Y SU PROCESO DE DEGRADACIÓN Teresa Castellano Cuesta.
Pág. 27
EVOLUCIÓN RECIENTE DE LORA DEL RÍO COMO CIUDAD MEDIA DE LA COMARCA DE LA VEGA ALTA DEL GUADALQUIVIR (2000-2010) Carlos Parejo Delgado.
Pág. 33
FIEBRE AMARILLA EN LORA DEL RÍO AÑO DE 1800 Pascual Sanchís Domínguez.
Pág. 43
LOS ORÍGENES DEL PÓSITO DE LORA DEL RÍO Pascual Sanchís Domínguez.
Pág. 49
LA VIRGEN DEL ROSARIO DE LORA DEL RÍO Araceli Montoto Sarriá.
Creación Pág. 55
POEMARIO Lourdes Soriano Arias.
Pág. 61
BAJO EL CIELO DE ORIÓN Emilio Morales Ubago.
Pág. 69
INMOVILIDAD Juan Francisco Cañones Castelló.
Pág. 75
EL PUENTE DE HIERRO Lourdes Soriano Arias.
Pág. 77
UNA VISITA SINGULAR Lourdes Soriano Arias.
Pág. 81
EL INTIMISMO POÉTICO DEL PINTOR JUAN FRANCISCO CÁRCELES Juan Francisco Cárceles Pascual
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Estudios Locales Revista de Investigación y Creación
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Estudios Locales Revista de Investigación y Creación
Edita Excmo. Ayuntamiento de Lora del Río.
Concejal Delegado del Área de Ciudadanía y Cultura. Miguel Ángel Nogales Ruda Coordinadora Teresa Castellano Cuesta Presidenta de ACAL
Consejo de Redacción Teresa Castellano Cuesta Manuela Cas llo Soler Juan Manuel Cumplido López Araceli Montoto Sarriá Mª Dolores Sánchez Rey Administración Excmo. Ayuntamiento Lora del Río
Área de Ciudadanía y Cultura Plaza de España, 1 41440 Lora del Río (Sevilla) Tfnos.: 661 41 04 36 e-mail: cultura@loradelrio.es Maquetación Manuel Moya Pérez Imprime Editorial Almijar SL 673 79 55 80 Portada y contraportada Juan Francisco Cárceles Pascual Catedrá co de Universidad. Área de Conocimiento: Pintura.
Nº ISSN: 1135-9706 Depósito legal: SE-858-1990 Tirada: 600 ejemplares Periodicidad: Anual Las no cias, asertos y criterios contenidos en los dis ntos ar culos de esta publicación, son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente la opinión que pueda tener la propia En dad Editora, Excmo. Ayuntamiento de Lora del Río o de su Consejo de Redacción.
EDITORIAL P
resentamos el número 15 de LORA DEL RÍO. REVISTA DE ESTUDIOS LOCALES, en su Segunda Época, que se caracteriza, como indicábamos en la edición anterior, por aunar investigación y creación.
En esta ocasión hemos contado con una amplia participación que nos permite abarcar diversas parcelas en el plano de la investigación de nuestro entorno: estudios puntuales de la ora y fauna que nos presentan Servando López y Antonio Contreras; análisis de nuestro patrimonio históricoartístico de la mano de Teresa Castellano; artículos sobre nuestra historia por Pascual Sanchís; ensayo sobre las características sociales de nuestro pueblo realizado por Carlos Parejo y un exhaustivo trabajo sobre devoción religiosa que nos trae Araceli Montoto. Los autores de la faceta creativa literaria y artística nos muestran igualmente un vasto abanico en este campo. Podemos recrearnos con los relatos de Emilio Morales, Juan Francisco Cañones y Lourdes Soriano, deleitarnos con el poemario de Lourdes Soriano y saborear imágenes de nuestro pueblo con las fotografías de Francisco Javier Murube. Además, en la misma línea que marcamos en la anterior edición, hemos de tener en cuenta la valiosa colaboración de un pintor loreño para ilustrar nuestra portada y contraportada así como insertar una breve muestra de su obra pictórica. Juan Francisco Cárceles se asoma a estas páginas con una selección de sus cuadros evidenciando una magistral habilidad con los pinceles. Hemos de agradecer, de igual forma, a la Asociación Cultural “Amigos de Lora” su inestimable ayuda técnica y dedicación integrando casi en su totalidad el Consejo de Redacción. Su labor es no solo necesaria, sino imprescindible para que esta publicación vea la luz. Nuestra intención es continuar con futuras ediciones de esta Revista pues creemos que da respuesta a un amplio sector de la población loreña interesado por estos temas. Esperamos que disfruten con el contenido de estas páginas. Miguel Ángel Nogales Ruda. 2º Teniente de Alcalde Concejal Delegado de Cultura y Ciudadanía.
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PREVALECER Fco. Javier Murube García
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APROXIMACIÓN A LA BIODIVERSIDAD DE LA MESA DE SETEFILLA Servando López Hernández
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a Mesa de Setella es un enclave de nuestro término municipal de sobra conocido por todos, ya que allí se encuentra situado el santuario de Nuestra Señora de Setella, y es, por tanto, donde se celebra la romería de nuestro pueblo. En diversos medios de comunicación, sobre todo locales, se ha tratado bastante sobre el culto a Nuestra Señora o sobre los monumentos enclavados en esta mesa; sin embargo, nosotros vamos a ver este lugar principalmente desde el punto de vista medioambiental, un aspecto poco tocado pero no menos interesante.
altiplanicies y cerros, de los cuales uno de los más elevados lo constituye la mesa de Setella. Este cerro, cuya cota más alta alcanza los 220m de altura sobre el nivel del mar, se encuentra en medio de un grupo de elevaciones rocosas que destacan del macizo de Sierra Morena. Al pie del cerro, y por su lado izquierdo, transcurre el Guadalvacar entre hondonadas y barrancos, que desemboca unos pocos kilómetros al sur en el Guadalquivir. A la derecha de la mesa corre el torrente o arroyo del Pilar, que auye al Guadalvacar a los pies de la elevación. También a poca distancia encontramos la presa de José Torán.
Empezaremos por ver geográcamente qué se entiende por mesa. Una mesa es una elevación sobre el terreno, normalmente no demasiado alta, que está truncada, es decir, que no termina en pico, sino en una zona bastante plana que le da una forma parecida al mueble del mismo nombre. En nuestro caso, la Mesa de Setella se encuentra en la margen derecha del Guadalquivir a unos 9 kilómetros de nuestro núcleo urbano. A partir de la orilla derecha del río la geografía cambia totalmente de aspecto, haciéndose más abrupta y montañosa, e iniciándose, en este punto, los primeros contrafuertes de Sierra Morena, que descienden en suave pendiente hacia el Guadalquivir. Al pie de la sierra y en las laderas entre la zona más elevada y el terreno llano próximo al río, se extiende una amplia zona, rica en pastos, en la que se crían actualmente extensos rebaños de reses bravas. La llanura se eleva por el norte en dirección a Sierra Morena, formando una serie de
Como se ve por esta descripción geográca, la Mesa de Setella está muy próxima a otras zonas de distinta clase, biológicamente hablando; es, por tanto, lo que se conoce en ecología como un ecotono, es decir, un lugar donde conuyen varios ecosistemas, de forma que su biodiversidad no es la suma de todos esos ecosistemas, sino que es todavía mayor al existir especies animales y vegeta-
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les propias de estos lugares de transición, de cambio entre distintas comunidades vivas. Sin embargo, la profunda transformación que desde la antigüedad ha sufrido la mesa de Setella hace que su riqueza biológica no sea tal como debería ser. A la hora de hablar de los seres vivos que nos podemos encontrar allí vamos a destacar los más importantes y/o interesantes, distinguiendo por un lado la fauna y por otro la ora. Además vamos a distinguir tres zonas distintas en la mesa.
Al llegar a la Mesa de Setella, para ascender a ella tenemos que subir las Escaleretas. La parte oeste de la elevación ha sido más transformada por el hombre que la zona este, precisamente por ser lugar de paso hacia el santuario y el castillo. Así nos encontramos con un bosque mediterráneo en degradación, que signica, hablando ya de la ora -de las plantas-, que no se encuentra ni la encina, ni el alcornoque, ni otros árboles típicos de nuestros bosques, sino que aparecen manchas –grupos- de palmitos, acebuches y lentiscos, como vegetales más representativos. También como arbustos más importantes podemos encontrar la zarza, la zarzamora y, sobre todo, la esparraguera. Entre las hierbas, el cantueso y el matagallo son los más típicos. Una vez que llegamos a la parte alta de la mesa se observa que el paisaje es muy distinto, compuesto por un extenso herbazal en el que se han plantado varias especies de árbo8
les ornamentales. En ese herbazal encontramos típicas “malas” hierbas como el jaramago, la malva y varias especies de margaritas, entre otras, y ejemplares más o menos aislados de gamón, lirios o candiles. En la parte sur de la mesa los árboles plantados son en su mayoría falsas acacias y moreras. En la parte norte esos árboles son olmos, tipuanas y eucaliptos. Hay que destacar que cerca de la fuente podemos ver ejemplares de chumbera y, sobre todo, el magníco ejemplar de algarrobo cerca de la ermita, cuya majestuosidad ha hecho que sea incluido en la relación de Árboles y Arboledas singulares de Andalucía. En concreto, en la serie de libros editados por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía, aparece su cha en la página cuarenta del libro dedicado a la provincia de Sevilla. En la parte este, la que da al Guadalvacar, al estar algo menos humanizada, ya podemos encontrar ejemplares de encina y coscoja, de jaguarzo, jaras y romero, además de las especies nombradas en el lado oeste. En todas las zonas, indicando la pureza del aire y por tanto la falta de contaminación, podemos encontrar musgo sobre las rocas y líquenes sobre los árboles.
No podemos terminar esta parte dedicada a las plantas sin destacar otro ejemplar arbóreo muy interesante. Efectivamente, si decidimos acercarnos a la parte de atrás del castillo, donde se encuentra un descampado habilitado para aparcamiento de coches y autobuses, primero podremos apreciar de
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cerca, en el camino de acceso, la ora que antes hemos descrito para la ladera que da al Guadalvacar, y en segundo lugar se podrá observar cómo al nal de esta explanada, cerca del punto de acceso a la carretera, aparece un ejemplar de acebuche digno de admiración. El olivo salvaje normalmente aparece como pies que miden entre 1,5 y 3 metros, pero excepcionalmente pueden llegar a medir hasta 10 en ejemplares bien conservados y de bastante edad. Pues bien, nuestro protagonista alcanza ya unos 7 metros de altura, con un diámetro de copa alrededor de los ocho, un diámetro de tronco que mide aproximadamente unos 70 centímetros y, por tanto, un perímetro troncal de más de dos metros. Sería interesante el catalogarlo, e incluso ver si también puede acompañar al algarrobo del santuario en el libro que antes hemos mencionado. Lo más urgente es que sea protegido, y desde aquí pedimos a los loreños que vayan a admirarlo y, sobre todo, que lo traten con cariño y lo cuiden. En lo que se reere a la fauna, en la parte plana de la mesa podemos encontrar insectos como los saltamontes, los grillos y las mariquitas; arácnidos como la araña lobo; mariposas como la blanca de la col, la saltacercas, la mariposa del cardo o incluso, con suerte, la papilion macaon; reptiles como la lagartija colilarga; aves como el gorrión, el jilguero, el verderón, el mirlo o el cernícalo primilla y mamíferos como el ratón de campo. En esta parte, la fauna es más limitada por la presencia humana, pero no podemos dejar de nombrar que precisamente por esto podemos encon-
trar un rebaño de ovejas, cuya labor es mantener la hierba controlada para prevenir incendios en la zona. En las laderas de la mesa podemos encontrar más variedad de animales, por ser, como hemos visto, un terreno más silvestre. Así, podemos ver insectos como la mantis religiosa o los insectos-palo, mariposas como la loba, la mariposa de los muros, la manto bicolor o la ninfa de Esper; reptiles como el lagarto ocelado, la culebra bastarda o la víbora; aves como la abubilla, la urraca, el zorzal, los milanos negro y real, el mochuelo o el búho real y mamíferos como el meloncillo, el tejón, el gato montés, el jabalí y el zorro. Además, es posible ver esporádicamente algún ejemplar de buitre leonado o águila real sobrevolando la mesa en busca de comida. Este último dato nos recuerda que la Mesa de Setella está rodeada de terrenos de una gran riqueza natural, terrenos que no fueron incluidos en el Parque Natural de la Sierra Norte de Sevilla, Reserva de la Biosfera y uno de los pocos Geoparques de España, no por no igualar en valores naturales a los sí incluidos, sino por temas más administrativos que otra cosa. Tanto es así, que mientras la Consejería de Medio Ambiente sigue estudiando si introducir el lince ibérico en el citado Parque, el felino más amenazado del planeta ya vive muy cerca de nuestro querido santuario. Efectivamente, desde hace algu-
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nos meses se ha comprobado cómo un ejemplar de lince tiene su territorio de campeo en la nca Don Pedro. El hombre quiere poner fronteras a la naturaleza pero ya todos sabemos que no se le pueden poner puertas al campo. Hay una muy conocida romería que alardea del entorno natural que rodea su lugar de celebración; pues este dato nos indica que en ese aspecto no tenemos por qué envidiarlos. Para terminar, una vez hemos constatado la riqueza en biodiversidad de la mesa de Setella y su entorno, me gustaría dar unos consejos para cuidar de esa riqueza. En primer lugar, cuando lleguemos al campo debemos ir lo más en silencio posible, tanto para no perturbar a los animales que allí se encuentran como para que nos podamos acercar lo máximo a ellos y poder observarlos (está claro que el día de la romería debe ser la única excepción). No debemos arrancar ningún trozo de rama, o ninguna or. No arranquemos la corteza de los árbo-
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les ni grabemos en él con una navaja nuestro nombre u otra cosa. No debemos coger huevos de los nidos, e incluso ni siquiera acercarnos a ellos. No hay que disparar con la escopeta de aire comprimido ni con un tirachinas a los pájaros u otro animal. Recojamos toda la basura que echemos antes de irnos, ya que muchas cosas tardan años en degradarse, algunas no se degradan nunca y otras, como los cristales y vidrios, pueden provocar incendios. No hay que hacer fogatas fuera de las zonas habilitadas y en el período permitido, y cuando las hagas asegúrate de apagarlas bien. Si recolectas del campo plantas comestibles, como espárragos o tagarninas, no arranques la planta entera ni dañes el resto de la planta al coger la parte comestible. Si recoges setas córtalas en vez de arrancarlas, y échalas después en una cesta de mimbre sin forrar para esparcir sus esporas mientras caminas, así saldrán más el año siguiente. Por descontado que estos consejos valen también para otros lugares de gran riqueza natural que visitemos.
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EL PALMITO, TESORO NATURAL
Antonio Contreras González
INTRODUCCIÓN
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a familia de las palmas se compone de unas 1.400 especies arbóreas si nos atenemos a su altura, a menudo muy elevada, pero con el tronco casi siempre simple, sin ramicar, y aproximadamente con el mismo número de hojas, dispuestas en sus extremos formando un enorme penacho; a veces son bejucos, esto es, tienen el tronco más endeble, pero muy prolongado, y, en las selvas intertropicales, apoyándose en el arbolado, se elevan hasta considerable altura. Hay palmas de hojas palmeadas, es decir, divididas o rasgadas, de manera que sus segmentos arrancan todos del extremo del rabillo; y otras las tienen laciniadas de tal manera que sus divisiones se disponen como las barbas de una pluma sobre un astil, tal como vemos en la palmera de dátiles y en las palmeras de bendecir. Las ores de las palmas son pequeñas y poco vistosas, por lo común regulares, con tres piezas que corresponden al cáliz y otras tres a la corola, pero ni unas ni otras de colores llamativos. Suelen tener seis estambres. Pero a menudo hay plantas machos, con las ores estaminadas, y plantas hembras que son las fructíferas. Si las ores son inconspicuas, los ramilletes orales, que las tienen innumerables, son de buen ver. El fruto se compone de tres partes, aunque con frecuencia forman una unidad trímera, como los cocos de cocotero, que sólo revelan su complejidad por aquellos tres huecos u ojos de uno de sus cabos. En los dátiles sucede lo mismo. Las palmas se crían en los países cálidos del Antiguo y Nuevo Mundo.
Distribución geográfica del palmito en la Península Ibérica. Observese su localización litoral o casi litoral; y en el norte, su querencia al calcáreo.
Elaboran principalmente grasas, que suelen acumularse en las semillas, como el aceite de coco; también almidón y azúcar. Raras veces contienen alcaloides, glucósidos y saponinas. La orilla hispánica del Mediterráneo y la vertiente meridional de la costa atlántica portuguesa reejan algunos aspectos de su lado opuesto, el africano. Es aquí donde crecen las palmeras, signo vegetal de los grandes calores estivales. El palmito, la palma enana de monte y la palmera datilera son plantas cuyas hojas se aprovechan para el trabajo artesanal. El primero da lugar a una extendida labor manual de familias y pueblos enteros, cuya tradición se ha ido perdiendo con el paso del tiempo en los lugares tradicionales, como el litoral meridional y levantino, y en las islas Baleares. Las formas sencillas y el tacto suave de la cestería del palmito, blanda y maleable, reproducen
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agrupadas formando panículas. Las masculinas tienen 6 estambres y las femeninas un pistilo formado por 3 carpelos libres, frutos en baya (palmichas), aovados, de 2-3cm; de color verde brillante al principio y pardorojizo en la madurez, semillas con un solo cotiledón. Las yemas jóvenes pueden comerse y la palmicha en sí produce un buen aceite. Florece en primavera y las palmichas maduran al nal del verano. HÁBITAT la ligera y la lisa ductilidad de sus partes lanceoladas. El palmito, asentado en las tierras más pobres, pedregosas y resecas, ayudó en su momento a la subsistencia de las gentes que habitan esos lugares en condiciones extremas. En el interior del Campo de Níjar, Almería, donde la tierra esteparia cría apenas un esparto corto y sin lustre, el palmito, la pita y la chumbera son las contadísimas riquezas vegetales del entorno.
Es indiferente respecto a la naturaleza mineralógica del suelo; tiene preferencia por lugares secos y calurosos y por las exposiciones de solana. Resiste bien el frío, pero no las fuertes heladas. Se sitúa entre el nivel del mar y 1.000 m de altitud. Sus sitios preferidos son los montes bajos y las laderas secas con mucha solana, en zonas pedregosas.
DISTRIBUCIÓN GEOGRÁFICA En la península se extiende por el litoral mediterráneo y atlántico sur, desde Barcelona hasta Portugal, penetrando en el interior del valle del Guadalquivir. En las Baleares es frecuente. Fuera de España también está presente en el Norte de África, sur de Italia y en algunas islas del Mediterráneo Occidental. CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES Está considerado como un arbusto o arbolillo perennifolio de hasta 5m de altura. La corteza es brosa y las hojas coriáceas muy grandes, de hasta 80 cm, con 12-15 segmentos rígidos en forma de abanico soldados por la base; peciolos leñosos de hasta 40 cm con fuertes espinas en los bordes. Especie dioica de ores pequeñas y amarillentas, con envuelta de 6 piezas; están 12
Hay que decir que mientras el bosque se mantenga con regular espesura, la presencia del palmito sólo puede interpretarse como un hecho accidental, dado que se trata de una especie cuyo temperamento no la hace propicia para vivir bajo cubierta. En cambio, cuando el bosque degenera y se aclara, la entrada del palmito es un fenómeno natural y lógico,
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que puede llegar a calicarse de invasión cuando las condiciones de la habitación le sean particularmente favorables. Resumiendo, podemos decir que esta planta, único representante autóctono en nuestro país de la familia de las Palmas, que se trata de una especie bastante indiferente en cuanto a suelos -aunque preere los arenosos y sueltos- es muy exigente respecto a la luz y temperatura y sumamente resistente por lo que se reere a la falta de humedad. Aun siendo planta propia de la región baja, puede llegar a considerables alturas siempre que las condiciones de temperatura lo permitan; en ciertos lugares, sobre laderas expuestas al mediodía, hemos visto ejemplares instalados por encima de los 1.000 m. Se asocia con los lentiscos, coscojas, retamas y demás típicos representantes del matorral xerólo. HISTORIA DEL PALMITO El nombre viene del griego Chamai (pegado al suelo, bajo) y rhps (ramaje), por su pequeño porte. Existe una sola especie en la Península y Baleares. Su nombre cientíco es Chamaerops humilis, que signica también pequeño o humilde matorral.
Siendo el palmito especie propia de las tierras mediterráneas occidentales, parece ser que Dioscórides no llegó a conocerlo y, por tanto, no gura como materia médica. Pero Andrés de Laguna, en sus comentarios al capítulo 65 del Libro I de la “Materia Médica”, que trata del bedelio, se reere al palmito en los términos siguientes: “Serapión hace dos capítulos diversos y son dos especies de bedelio, la una de las cuales llama bedelio judaico, que es el mismo del cual trata en este lugar Dioscórides, y la otra dice que es el fruto de cierta planta semejante a la palma, entendiendo el corazón del palmito. Es ordinariamente, el palmito poco mayor de un codo, crece debajo de tierra, es todo cubierto de hojas semejantes a las de la palma, por donde solamente en Castilla se le dio este nombre. Llámase margallón en Cataluña y Valencia. Crecen los palmitos en Sicilia, y en grande abundancia”. Desde antiguo se conocen los efectos de esta fruta. Se creía que desataba la lujuria y fue llevada a Roma. Porque no era justo que la reina de los deleites faltase a Madona Venus “Cómese solamente de ella un cogollito tierno que, a manera de corazón, se halla en las entrañas de aquella planta, para llegar al cual es menester quitar mil pañales con gran dispendio de
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tiempo. Al cual corazón o cogollo llaman cilio los árabes”. Decían que despertaba la virtud genital y es propia para holgazanes; se decía antiguamente que el palmito “tenía mucho ruido y pocas nueces, visto que trae mucho embarazo consigo y poco dentro”. Como todos sabemos hay que pelar mucho para comer poco. Hasta hace poco se ha estado comiendo el cogollo como estimulante y afrodisíaco. Las raíces contienen sacarosa y almidón. El palmito fue cultivado en los jardines hispano-árabes, y desde entonces se cultiva en parques y jardines, existiendo formas de mayor talla, mas vistosas. Se utiliza también en las zonas litorales para contener la erosión, por el buen desarrollo de su sistema radical.
sino que, a cambio de sus servicios, utiliza las estructuras orales para la puesta y el desarrollo de su progenie. Si hay un ave ligada al palmito seguramente es el torillo andaluz (turnix sylvatica); tiene una longitud entre 15-16 cm y una envergadura de 25-30 cm. De pequeño tamaño y hábitos extraordinariamente recatados, el torillo es una de las pocas especies en que la hembra exhibe un plumaje más vistoso que el macho, si bien ambos son bastante crípticos. El aspecto general del torillo nos recuerda al de una codorniz.
Los beduinos del Sinaí hacen cuerdas similares a las que han sido descubiertas en las pirámides de Egipto y en los yacimientos de Israel, tomando cinco foliolos de palma largos y abriéndolos en bra na.
EL PALMITO, SU AVE Y SU GORGOJO En la naturaleza no es frecuente que el palmito alcance un porte arbóreo. Lo más habitual es que sus hojas broten prácticamente a la altura del suelo o muy cerca de él. Como hemos dicho anteriormente, es una especie dióica, o sea que existen tanto individuos masculinos como femeninos. Se distinguen por sus inorescencias masculinas secas y las femeninas que ya han perdido sus frutos. Ligado al ciclo reproductor del palmito se desarrolla el de su polinizador principal, si no exclusivo, el gorgojo (Derelomus Chamaeropsis), con quien mantiene una relación de mutualismo muy particular que ha recibido el nombre de “polinización de guardería”. El término alude a que en estos casos el polinizador no se limita a tomar algo de néctar o polen e irse a otra or para transferirlo, como hacen abejas, moscas y mariposas, 14
Es muy raro en la Península Ibérica actualmente, solo se sabe de su presencia, y muy escasa, en algunas zonas de Andalucía occidental. Hay que decir que se trataba de un ave frecuente en numerosas localidades del sur de España, donde empezó a escasear a lo largo del siglo XX. Es un ave omnívora que incluye en su dieta diferentes invertebrados, así como brotes y semillas. El torillo es un habitante característico de los palmitos. Es una especie poliándrica, es decir, una hembra se empareja con varios machos. Al nido se accede por un corto túnel practicado en la hierba. Suele poner de
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tres a cuatro huevos. La incubación y el cuidado de los pollos corre exclusivamente a cargo del macho. Es la hembra la que emite un reclamo parecido al mugido de un toro, por eso su nombre.
recogiéndola seca en fajos que tenían que transportar a hombros hasta los puntos donde podían llegar las caballerías.
Las grandes recolecciones de cogollo o palma blanca se efectuaban en el sur. Lora del Se le llama el fantasma del palmitar, debi- Río fue uno de los centros importantes de do a que es muy difícil de ver. En el libro Rojo concentración del cogollo de campiña y del de los vertebrados de Andalucía está decla- cogollo de sierra, procedentes de Carmona, rado como “en peligro crítico de desapari- la Campiña y la zona de Cazalla de la Sierra. El fomento de plantaciones de algodón en ción”. tierras de palmitos motivó que se arrancasen En los palmitos de Lora, cuando estos los palmitos masivamente en las últimas eran abundantes, seguro que estaría presen- décadas. te; ahora, por desgracia, debido a la masiva Como anécdota, decir que un jornalero destrucción de los palmitos, hemos perdido la presencia de un ave tan importante. Ojala llamado Pedro Pérez, procedente de Alcalá la Real (Jaén), estando desmontando palmas algún día volvamos a tenerla entre nosotros. en la Mesa de Lora allá por el mil novecientos LORA Y EL PALMITO veinte, encontró el famoso “Lar Romano de Lora”, entregándolo a la Guardia Civil y reciSin lugar a dudas Lora le debe mucho al biendo la cantidad de 25 pesetas por ello. palmito. Lo utilizó para innidad de utensilios, como canastos, soplillos para el brasero, serones para el transporte en animales, capachos y cestas para la recolección de aceitunas, esterillos, sombreros para trabajar en los tajos, escobas, espuertas, quincanas; y, hablando de alimento, también nos ha servido para calmar el hambre con su fruto, la palmicha, que madura en septiembre. Cuando Lora era un extenso e inmenso palmichal, muchísima gente vivía de la recolección de la palma; prueba de ello está en nuestra abandonada fábrica La Celulosa, cerca del río, donde se transformaba la palma en diversos utensilios. Había varias maneras de aprovechar la hoja del palmito: una era la recolección de las hojas crecidas y abiertas, segadas con la hoz. La otra forma, y la que más se daba en Lora, era los cogollos, o sea las nuevas hojas aún sin abrir. Constituyen la palma blanca de los trabajos cuidados y más nos. Las gentes permanecían grandes temporadas en el campo, primero, segando la palma y, a los 21 días,
En Lora se le hizo y se le sigue haciendo mucho daño al palmito, sobre todo por la agricultura intensiva, al acabar con los padrones y linderos entre ncas, donde suelen encontrarse en la actualidad. Si en los colegios se enseñara a los alumnos a conocer esta planta sería más respetada, porque, si queremos conservarla, lo primero que hay que hacer es aprender y darla a conocer.
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Es de vital importancia conservar a toda costa el último refugio para el palmito; la Matallana es su último salvavidas en nuestro pueblo. Un palmichal extenso y unido como el nuestro es muy escaso en la actualidad. El día que lo perdamos habremos perdido un gran tesoro natural para siempre. Y por último recordar que está protegido por la ley y no se puede arrancar.
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BIBLIOGRAFÍA - CALVO, G; JÁCOME, M; DELIBES, M; y FEDRIANI, J.M. El Palmito, su gorgojo y un incendio en Doñana. Revista Quercus. Año 2017, nº 372, págs. 5157 - LÓPEZ. C. Nuestra ora: El palmito. Revista Ecologistas en Acción. Año 2017, pág. 12 - RIVERA, D. La guía de incafo de las plantas útiles y venenosas de la Península Ibérica y Baleares. Año 1991, págs. 1039-1041 - KUONI, B. Las Palmeras: cestería tradicional Ibérica. págs.: 179-191 - FONT QUER, P. Plantas medicinales. Año 1992, págs. 955-956
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LA DESAPARECIDA ERMITA DE SAN JUAN DE LORA DEL RÍO,
SU CONTEXTO HISTÓRICO Y SU PROCESO DE DEGRADACIÓN
Teresa Castellano Cuesta
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l siglo XVIII supuso para Lora una etapa de auge económico y un período de paulatino incremento poblacional. Un el reejo de la población loreña nos lo da el censo de 1719. Lora contaba entonces con 3.489 habitantes. Existían 115 cabezas de familia que vivían de un jornal, 141 viudas pobres, 14 huérfanos, 212 forasteros menesterosos. Había 30 presbíteros, 15 clérigos, 28 frailes mercedarios, 30 franciscanos y 23 monjas mercedarias. Los nobles constituían un grupo de 31. Sin embargo, durante el setecientos, parece ser que el casco urbano de la villa de Lora se mantuvo como en el siglo XVII. Contaba con las calles Roda Abajo, Santa María, Alcántara, Roda Arriba, Postigos, Barrio Nuevo, Barrio Nuevo Abajo, Barrio del Pozo, Cabras, Calle Larga, Calle del Hospital, Calle del Río, Barrio del Castillo, Barrio de Sevilla, Calle de La Merced, Calle del Bailío, Calle de San Francisco, Calle 1 de San Juan y Calle de la Cilla . El ayuntamiento era el que se responsabilizaba del abastecimiento de la villa en artículos de primera necesidad y de que se cobrasen los impuestos establecidos, pero esto no lo llevaba a cabo él directamente, sino que se adjudicaba a proveedores mediante subasta. A este tipo de abastos estaban sujetos la carne, el bacalao, la nieve, el vino y la sal. Para la gestión del trigo existía el Pósito, que lo llevaban miembros del cabildo. Los monopolios reales del tabaco, pólvora, munición y aguardiente necesitaban un administrador; por ejemplo, el duque de Medinaceli tenía el monopolio sobre la caldera de fabri2 cación del jabón .
Fachada de la ermita de San Bartolomé (1950)
Es ahora cuando se realizan gran número de construcciones, tanto civiles como eclesiásticas; unas serán de nueva planta y otras serán amplias reformas. Entre 1708 y 1711 se reconstruyó el Santuario de la Virgen de Setella; hacia 1730 se realizan obras de cierta importancia en la Iglesia mayor; en el año 1740 se repara el Hospital de Santa Catalina; hacia 1765 D. Juan Rodrigo de Quintanilla y Arce reconstruía la ermita de San Bartolomé, lugar de entierro de su familia desde 1473; estaba situada frente al Palacio del Bailío y desapareció a comienzos del siglo XX. Por estos años también estaba en construcción la 3 ermita de la Soledad . Se restaura la ermita de Santa Ana a mediados de la centuria, se cons-
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truye el nuevo ayuntamiento entre 1730 y 1761, así como la Casa de los Leones en 1765. Se rehace la iglesia de Nuestro Padre Jesús, que la concluyó D. Fernando de Quintanilla en 1764, así como también naliza la edicación de su propia casa palacio en la Roda de En Medio, hoy Casa de la Virgen. Según un documento del año 1749, consistente en una carta enviada por Fray D. Diego de Vergara y Vela, Caballero Gran Cruz de la Sagrada Religión de San Juan, Gran Bailío de Lora y Comendador de Calasparra, al Gran Prior de San Juan en Castilla y León, el Infante D. Felipe de Borbón, consta la situación en la que halló el bailiaje de la villa de Lora en el momento de su toma de posesión. Según se expresa textualmente, en ese momento el bailiaje de Lora se encontraba “muy desmejorado porque la iglesia parroquial y sus ermitas están faltas de ornamentos y otras cosas y los que hay se hallan muy deteriorados y por lo que hace a las propiedades y alhajas que tiene el bailiaje también están muchas de ellas menoscabadas y descompuestas”.
En dicha misiva solicitaba que en el plazo de seis meses, tras su toma de posesión, se levantara acta ante notario de la situación precaria del bailiaje de Lora, para que no le causara perjuicio personal alguno; pedía que se hiciera un reconocimiento de las “desmejoras, menoscabos y daños” que hubiese en las casas, propiedades, iglesia y demás pertenencias del citado bailiaje y que se hiciera constar el tiempo en los que se originaron esos desperfectos4. Vemos, pues, cómo a mediados del siglo XVIII existía bastante deterioro en las edicaciones religiosas de la villa, señal de que la situación económica no remontó totalmente hasta la segunda mitad del siglo.
Vista de los terrenos del desparecido convento de S. Francisco de Paula
Unos años después, Tomás Andrés de Gusseme, en el año 1758, escribía acerca de las construcciones de Lora en sus “Noticias pertenecientes a la historia antigua y moderna de Lora del Río, Alcolea del Río y Arva, en Andalucía”; además de referirse al convento de San Francisco de Paula, de franciscanos observantes, al convento de San José, de mercedarios descalzos y al convento de monjas mercedarias descalzas de la Limpia Concepción; también alude a la iglesia de San Juan Bautista, armando que se cree que fue la primitiva iglesia parroquial de la que dispuso la villa.
Fachada del palacio de D. Fernando de Quintanilla, actual Casa de la Virgen (1950)
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A su vez, hace mención de la ermita de Santa Ana, cuyo día se celebraba con “excepcional júbilo”; la ermita de San Bartolomé
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Apóstol, propiedad de los caballeros Quintanilla; la ermita y hospital albergue de Santa Isabel, patronato de los Aguilar Fernández de Córdoba; la ermita y hospital de Santa Lucía Mártir, situada a la izquierda del camino de Sevilla, pasado el pilar de Santa Lucía; la de Jesús Nazareno y San Sebastián, de “fábrica moderna y muy primorosa” y la ermita de la Soledad y San Ildefonso que en esos años 5 se estaba reedicando .
experimentar una gran restauración en esos momentos, la ermita de San Bartolomé, emplazada en la calle del Bailío, además de los tres conventos existentes en la villa, el de San Francisco de Paula, el de mercedarios de San José y el de mercedarias de la Limpia Concepción, junto con la Iglesia Mayor, la ermita de Setella en la falda de la sierra, y la ermita de “Nuestro Patrono San Juan Bautista”, edicio que traemos a colación, y del que se dice estaba situado en la calle de su nombre y que 7 se hallaba casi destruido . A mediados del siglo XVIII, la ermita de San Juan, según vemos, ya se hallaba en un estado lamentable, como así se reeja en la visita anterior; situada en la calle de San Juan, se encontraba casi destruida, sin ornamentos y en bastante mal estado8. Esta capilla, junto con la iglesia mayor parece ser que era de las dos más antiguas de la villa y las únicas existentes hasta el siglo XVII.
Vista de los terrenos del desaparecido convento de S. Francisco de Paula
Basándonos en un libro de visitas fechado en el año 1762, pero que al parecer comenzó a elaborarse en octubre de 1756, obtenemos una visión bastante completa de la situación arquitectónica de la villa a mediados del siglo XVIII. Existía la ermita de Santa Lucía, que se hallaba a las afueras de la población; en esos años estaba bien dotada, con aseo y limpieza. La ermita de Jesús Nazareno también se ubicaba en el extrarradio de la villa; este edicio sustituía a uno anterior (ermita de San Sebastián, que se situaba aproximadamente en los terrenos que hoy ocupa la Huerta de Jesús); el nuevo edicio comienza a 6 reedicarse en 1733 y se concluyó en 1764 . Otras ermitas que existían en la población eran la de Santa Isabel, que en esos años estaba en estado ruinoso, mientras la imagen de su titular se hallaba depositada en la iglesia parroquial de la Asunción, la ermita del Hospital de Santa Catalina, que se encontraba limpia y con decoro, la ermita de Santa Ana, situada en la Roda Arriba, que terminaba de
Sin embargo, la trayectoria de la ermita de San Juan nos la proporcionan las actas capitulares de la villa de Lora de los años 1774, 1775 y 17769. A través de ellas conocemos que mediante carta orden del Venerando Tribunal y Sacra Asamblea de San Juan, se pide al cabildo loreño que comunicara si era útil la reedicación de dicha ermita y si su existencia era necesaria. Fueron comisionados D. Fernando de Andrade Hidalgo y D. Diego del Pozo Colomo, regidores del ayuntamiento de la villa, con asistencia de notario, para que investigasen en los documentos del
Ermita de Ntro. Padre Jesús Nazareno (Foto de 1950)
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archivo del bailiaje y hallaran noticias sobre la citada ermita a n de emitir un informe al respecto. Para acceder al archivo, tuvieron que acudir los claveros del mismo; así lo mandó el sr. licenciado D. Francisco Martín Colorado, abogado de los Reales Consejos, Gobernador y Justicia Mayor de la villa, el 9 de septiembre de 1774.
Ermita de Ntra. Sra. de Setefilla (Foto de 1950)
otra mitad de la renta y oro del donadío11 la tenía el señor bailío.
Vista de la ermita de Santa Ana y Roda Arriba (Foto de los años 50)
El archivo se ubicaba en las casas del Bailío, en una de sus salas principales10. Las actas nos narran cómo se reconoció, inicialmente, un libro al que llamaban “Becerro”, por su cubierta, en el que se reunían documentos relativos a la dignidad del bailiaje y donde también se recogían distintas visitas eclesiásticas. La primera visita databa del año 1565, siendo realizada por el sr. licenciado Fr. Pedro Álvarez Prior, visitador de la Provincia de Andalucía de la Orden de San Juan. Se inspeccionó el beneciado e iglesia de San Juan del Monte, en la calle que iba de la plaza de la iglesia mayor al ayuntamiento; la ermita recibía también el nombre, en esos momentos, de Nuestra Señora de los Remedios; estaba formada por dos cuerpos cubiertos; en el primero existía un altar con la imagen de nuestra señora de vestir, con niño Jesús y, pintados en la pared, las imágenes de San Juan y de San Andrés. El beneciado de la ermita disponía de las limosnas que llegaban a la misma y de la mitad del pan en que se arrendaba cada año el donadío de Juáguez en el término de la villa, que lindaba con Latercera y con la haza del Membrillo, porque la 20
La siguiente noticia sobre la ermita nos llega de la visita que se acometió el 3 de julio de 1587, que también constaba en el mismo libro becerro. Tras el reconocimiento de la capilla de San Juan, la hallaron abierta en dos testeros, temiendo que si no se arreglaba se arruinaría totalmente. El bailío mandó a Antonio Maldonado que hiciera repararla en el plazo de tres meses, bajo pena de 20 ducados para el común del tesoro de la Religión. Un tiempo después, la ermita seguía arruinada “por no hallar razón para obligar al Bailío ni a sus sucesores” a arreglarla, por lo que los visitadores dieron licencia a Juan Polo, regidor,
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Calle del Bailío, actual Blas Infante. Aparece a la izquierda la ermita de S. Bartolomé y al fondo la iglesia del convento de S. José
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para que la reedicara e hiciese en ella un entierro, dejando el dominio y señorío a la Religión de San Juan y al Bailío, en su nombre. Otra noticia de esos años, menciona que la ermita de San Juan de la villa, también llamada de Nuestra Señora de los Remedios, que había sido visitada nuevamente, la halláron corroída y la imagen de la misma en la iglesia mayor; se le tomaron cuentas al mayordomo Juan de Cáceres, a quienes encargaron las ropas y joyas que se hallaban en ella; así mismo, se le encomienda que custodie el dinero, tejas, maderos y limosnas que se habían legado a dicha iglesia, para la asistencia de la imagen y del edicio. El estado de deterioro que muestra la ermita en estos años de nes del siglo XVI, nos habla de la antigüedad de la misma. Avanzando al año 1601, volvemos a tener noticias de otra inspección general, justo del día 2 de mayo, llevada a cabo por los señores Fr. D. Francisco de Guzmán, caballero del hábito de San Juan, Comendador de Vadillo, y el licenciado Fr. Juan Esteban, Prior de Villacañas y de la Concepción de la villa de Urda; consta la visita en el mismo libro becerro que mencionábamos anteriormente. Los visitadores ordenaron que, puesto que el Castillo de la villa estaba mal reparado y tenían conocimiento de que Rodrigo de Tapia, vecino de Sevilla, tenía en su poder 400 ducados por los que fue condenado D. Alonso Tamarín, vecino de Carmona, para reparar dicho castillo, mandaron que se cobraran de inmediato; de los mismos, 300 ducados se emplearían en el arreglo de la fortaleza y los 100 restantes se destinarían a reparar la ermita de San Juan del Monte, debido a que se encontraba “muy destruida y maltratada y sin puerta, de manera que entran bestias en ella”12.
y forrado con pergamino, en el que se recogían diferentes visitas que se hicieron, incluyendo su paso por la ermita. La primera data del 4 de marzo de 1687, por obra del sr. licenciado D. Juan Garrido, vicario general de la villa y de la Orden de San Juan. Durante el examen se observaron el altar, ara y ornamentos, además de la casa del santero, y se halló con falta de aseo y limpieza, necesitándose algunas reparaciones tanto en la ermita como en el altar y ornamentos, de tal forma que pudiera celebrarse el culto con decencia. Las imágenes que presidían el recinto en esos años eran Nuestra Señora de los Remedios y 13 San Juan . En el año 1706 se gira otra nueva visita a la ermita de San Juan del Monte por Fr. Gregorio Vasco, del hábito de San Juan, prior y vicario general de la villa. En esta ocasión, tanto el altar, como el ara y ornamentos se hallaban dispuestos con total decencia. Vemos cómo se había llevado a cabo en este
Según sigue narrando la documentación consultada, fue localizado otro libro en el archivo del bailiaje, también de tamaño folio
Vista de parte de la ermita de San Bartolomé, al fondo la iglesia del convento de S. José
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intervalo de diecinueve años tanto el arreglo 14 como la limpieza y adorno del edicio . Este mismo visitador vuelve a inspeccionar el recinto en 1712 y halló el ara del altar quebrada y hundida por varias partes y sólo habían transcurrido seis años, ante lo cual mandó se quitara dicha ara y se le noticara al mayordomo de la ermita, Francisco López Valiente, que comprara otra a la mayor brevedad, así como que realizara el enmaderado 15 del segundo cuerpo de la iglesia .
Vista del castillo de Lora (Foto de 1950)
Así mismo, el 16 de febrero de 1716 se vuelve a visitar el templo de San Juan del Monte de la villa, encontrando en esta ocasión el altar, ara y ornamentos en muy buen estado, con aseo y limpieza, por lo que se exhorta al santero de la misma para que continúe así. Se revisaron las cuentas de la cofradía de San Juan, cuyo mayordomo era Juan Muñoz Toledano, y en ellas se alcanzó a dicha cofradía en 11 reales y 26 maravedíes en los que fue condenada16. Pasamos a la visita girada el 18 de octubre de 1721 por el sr. licenciado Fr. Bartolomé Arias Delgado, del hábito de San Juan, prior y vicario, en la cual todos los elementos del recinto se hallaban en perfecto estado, por lo que consta se felicitó al santero y exhortó a que siguiera así en adelante17. El 13 de mayo de 1730 se organiza nueva inspección; en este caso la lleva a cabo 22
el sr. D. Bartolomé Arias, visitador general, nombrado por el ilustrísimo Fr. Diego Vélez de Guevara, Bailío de la villa. En este momento, la ermita de San Juan del Monte hacía las veces de parroquia ya que la iglesia mayor se encontraba en obras. En el recinto se visitó el sagrario, santo óleo y pila bautismal y se comprobó el estado de los cajones, ornamentos, libros, cálices, patenas y demás objetos de plata labrada que pertenecían al servicio de la iglesia parroquial; todo se 18 encontró en buen estado . La situación cambió en la visita celebrada el 11 de febrero de 1739, llevada a cabo por Fr. Bartolomé Velarde y Biedma, caballero del Orden de San Juan, apoderado y lugarteniente del ilustrísimo Fr. D. Luis Velarde y Céspedes, caballero Gran Cruz, Bailío de esta villa, y Fr. D. Antonio de Velasco, presbítero. Al pasar por la ermita de San Juan se halló que los segundos manteles del altar eran inexistentes, el misal se encontraba en muy mal estado, el altar del señor San Juan estaba desierto, sin frontal, ni mantel, ni retablo y el santo desplazado a un lado del altar de la Virgen; la sacristía estaba en un estado pobre e indecente y la fábrica de la iglesia, tanto los arcos como la techumbre, amenazaban ruina19. Igualmente, en el archivo del bailiaje, se encontraba otro libro de tamaño folio, encuadernado así mismo en pergamino, en el que se recogían diferentes visitas eclesiásticas, testamentos, cuentas de capellanías y colecturía de la parroquia. La primera visita que contiene el libro data del 8 de septiembre de 1743, realizada por Fr. D. Pedro Antonio de Velasco. A su paso por la ermita de San Juan encontró el techo mantenido con puntales, al parecer, tal y como estaba en una anterior visita a la que hacen referencia. Decide que hay que recurrir urgentemente a quien correspondiera para acometer su reedicación. Un tiempo después, en la inspección del 3 de octubre de 1756, llevada a cabo por el visitador Fr. D. Bartolomé de Lora Barrio-
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nuevo, nombrado por el bailío D. Gonzalo Adorno Dávila, se narra el paso por la ermita de San Juan Bautista, situada en la calle de ese nombre, hallándola casi destruida, tanto de obra como de enseres y sin ornamentos; así mismo, se hace constar que ignora a quién corresponde su reedicación y que se ordena se diera cuenta al señor Bailío para que se 20 pusiera remedio .
Exterior de la cúpula de la ermita de la Soledad, posteriormente convertida en “discoteca el Molino”
Según nos siguen relatando las actas capitulares, se reconoció en el archivo del bailiaje otro libro que estaba escrito en papel común y mal encuadernado, en el que parece se escribían los acuerdos de los cabildos y las cuentas de la cofradía de San Juan Bautista y Nuestra Señora de los Remedios, situada en la ermita de San Juan. Recogía los cabildos celebrados desde el 1 de agosto de 1681 hasta el de San Juan de 1704, y en algunas de las cuentas consta haberse dado en data, por los mayordomos, diferentes porciones de reales de gasto de reparación del monumento que se hacía en dicha iglesia. No se hallaron más reseñas de la iglesia de San Juan, por lo que se decide dar por terminada la búsqueda de antecedentes en el archivo, concluyendo las diligencias y procediendo al cierre del mismo por los señores claveros. Los regidores comisionados para tal empresa rmaron el documento, junto con los archiveros y escribano, e hicieron entrega del mismo al Ayuntamiento para
que decidiera acerca de la ermita de San Juan, a petición de su Alteza Real y Sacra Asamblea del Señor San Juan de Jerusalén. Las actas capitulares consultadas nos ofrecen, así mismo, la respuesta del señor regidor D. Juan Casaus, a modo de informe, a la Sacra Asamblea, acerca del destino que se daría a la ermita de San Juan del Monte, en consideración a si era conveniente y necesaria su reedicación o se podía prescindir de la misma. Con respecto a la utilidad que había tenido el edicio, se pronuncia el corregidor diciendo que había sido un templo donde se veneraba a San Juan y Nuestra Señora de los Remedios a expensas de una hermandad. Reconoce que se edicó a nes del siglo XVI, cuando no había en la villa más templo que la iglesia mayor y algunas capillas, por lo que en ese momento admitía tener sentido la reedicación de la ermita. El señor Casaus hace, a su vez, una relación de los edicios religiosos con los que contaba la villa en el siglo XVIII; además de los tres conventos de los que dice estaban bien dotados, adornadas sus iglesias y asistidos por religiosos, menciona la ermita de Santa Ana en la que se ociaba misa todos los días de esta a expensas de la hermandad; la de Santa Catalina que estaba reedicada y adornada en esos momentos; la de San Bartolomé que era patronato de la familia Quintanilla, en la que se celebraba misa al menos una vez a la semana; la de Santa Lucía, extramuros, que costea el culto su hermandad; la de Nuestro Padre Jesús Nazareno, también extramuros y de reciente edicación y la de la Nuestra Señora de la Soledad que se estaba fabricando a expensas de limosnas de la hermandad. Así mismo, el señor Casaus mantiene que en esos años la villa contaba con unos 800 vecinos21 y que había buena proporción de iglesias, además de bien distribuidas y, por tanto, según su criterio, había cesado ya la utilidad de la capilla de San Juan; pone de maniesto que sería dicultoso volver a erigir la hermandad, que se hallaba en esos
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años extinguida y sin fondos algunos, porque nunca los tuvo, más que la limosna de los eles y, aunque se reedicase la ermita, se encontraría la dicultad de dotarla de caudales para el mantenimiento de culto y santero. El señor regidor deja patente que no era necesaria la reedicación de la ermita de San Juan, al menos en el emplazamiento que siempre había ocupado; da la posibilidad de que se reedicara dentro del recinto de la iglesia mayor, o bien que, en caso de necesidad, se usara alguna de las capillas de la parroquia. Así mismo, aboga porque el terreno que deja la ermita de San Juan se dedique a edicar casas de habitación de forma que el solar que afea esa arteria principal quedara ocupado; por tanto, se debía facilitar la iniciativa privada para dicha edicación de viviendas. Incluso el regidor, en su postura de rechazar la reedicación de la iglesia de San Juan del Monte, por considerarla innecesaria, hace alusión a la situación por la que había atravesado hacía poco tiempo la ermita de Santa Lucía, extramuros de la villa, cuyo santero se hallaba preso en la ciudad de Carmona por haber ocultado en ella una porción de trigo que robó a un ladrón en el término de dicha ciudad, dando muerte al joven que lo transportaba y escondiendo el cargamento en dicha ermita para luego venderlo a varios vecinos de la villa loreña. Incluso en su exposición expone que en la iglesia de San Juan nunca hubo sagrario. Todo ello lo explica en
respuesta a las preguntas formuladas por su 22 Alteza Real y Sacra Asamblea . Como contrapartida, también presenta informe sobre el edicio el Sr. D. Fernando de Andrade que, así mismo, participó con D. Diego del Pozo Colomo en la investigación y reunión de datos que sobre el mismo solicitaba el ayuntamiento, a n de decidir sobre la utilidad o no de la ermita. El regidor era partidario de su reedicación, ya que partía de la consideración de que la ermita de San Juan fue de las principales y más antiguas de la villa, que en algún tiempo fue parroquia, en sustitución de la iglesia de la Asunción cuando se hallaba en obras; mantiene que había tenido sagrario, santo óleo y pila bautismal e incluso en algunas de las visitas giradas se le denominaba iglesia de “Nuestro Patrón Sr. San Juan”; en la documentación que consultó en los archivos del bailiaje constaba el gasto de cera del Monumento que se hacía en dicha iglesia y, basándose en palabras de D. Tomás Andrés de Gusseme, gobernador que fue de la villa, hace constar que la iglesia del señor San Juan se creía que “según su antigüedad y noticias, fue la primitiva iglesia parroquial que hubo en esta villa”. Así mismo, para defender la reedicación del edicio se basa en el testimonio de la visita del año 1568, en la que exponía que poseía una renta sobre el donadío de La Junquilla, en este término, que en esos años pertenecía la mitad al señor Prior de la villa y la otra mitad al señor Bailío. Así
Calle de San Juan. A la izquierda foto de 1940, a la derecha situación actual
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mismo, la consideraba muy proporcionada para el tamaño de la localidad y no suponía apropiadas ni la ermita de Santa Catalina, por ser de distinto patronato, ni a las otras ermitas, incluso la de Santa Ana, que aunque estaba dentro del pueblo, la considera “improporcionada”; las restantes ermitas se hallaban fuera de la población y “no acabadas”. Vemos, pues, dos posturas contrapuestas con respecto al futuro que habría de sobrevenir a la iglesia de San Juan del Monte. El señor Fernando de Andrade, partidario de su reedicación, y el señor Casaus, partidario de su total demolición a n de vender el terrero para la construcción de viviendas. Según vemos, el afán de derruir lo antiguo para
dejar paso a otras edicaciones no es nada nuevo, y si eso acarreaba buenos emolumentos, pues aún mejor. Sin duda, prevaleció la opinión del Sr. Casaus; de esta forma, se produjo la desaparición de uno de los edicios religiosos más antiguos de la localidad. Fue alternando, a lo largo de los siglos, momentos de decencia en su estructura y ornamentos con momentos de abandono y decrepitud, sucediéndose estas situaciones ya desde el siglo XVI. Tiempo después, en el último tercio del siglo XVIII, tras decidir dejar baldío dicho solar, se termina por construir una vivienda particular y en el siglo XX concluye con la edicación del bloque de pisos que podemos contemplar en la actualidad.
Las imágenes pertenecen al fondo fotográco de ACAL, al Laboratorio de Arte de la Universidad de Sevilla y algunas de colección particular.
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LOZANO NIETO, J. M.: Un pueblo andaluz y su virgen: Historia de Lora y Setefilla. Barcelona, 1986. SANCHÍS DOMÍNGUEZ, P.: El comercio interior de la villa de Lora del Río en el siglo XVIII (abastos y suministros de artículos de primera necesidad). Revista de estudios locales, nº 2. Lora del Río, 1991. 3 LOZANO NIETO, J. M. Ibíd. 4 Carta del Bailiaje de Lora al Gran Prior en Castilla y León en el año 1749. Documento cedido por D. Gonzalo Gómez. Archivo privado. 5 GUSSEME, T. A. Noticias pertenecientes a la historia antigua y moderna de Lora del Río, Alcolea del Río, Setefilla y Arva, en Andalucía. Lora del Río, 1981. 6 CASTELLANO CUESTA, T. La ermita de Nuestro Padre Jesús. Revista de Feria de Lora del Río, 2016. (Para ampliar información sobre el edificio.) 7 A.G.A.S. Sección IV. Administración General. Visitas. Libro 1412. HERNÁNDEZ GONZÁLEZ, S. Las ermitas de Lora en 1756. Revista de Estudios Locales. Actas II Jornadas de Historia Local “Lora y su patrimonio”, nº 7, 1996. 8 A.G.A.S. Sección IV. Administración General. Visitas. Libro 1412. 9 A.M.L. (Archivo Municipal de Lora). Actas capitulares 1774-1775-1776. Caja 16. 10 El palacio del bailío se situaba en el espacio que hoy ocupa el Centro de Profesores, la sala de exposiciones el Bailío, La Casa de Cultura y el centro de Visitantes de la Ruta de la Orden de Malta. 11 Donadío era un conjunto de bienes que los reyes cristianos en la Edad Media española concedían en propiedad a una persona o institución como premio a su participación en la Reconquista. 12 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 13 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 14 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 15 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 16 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 17 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 18 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 19 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 20 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 21 Seguramente se refiere a familias, porque el número de habitantes era bastante mayor. 22 A.M.L. Actas capitulares 1774-1775-1776.Caja 16. 2
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ENTRE ANEAS Fco. Javier Murube García
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EVOLUCIÓN RECIENTE DE LORA DEL RÍO COMO CIUDAD MEDIA DE LA COMARCA DE LA VEGA ALTA DEL GUADALQUIVIR (2000-2010)
Carlos Parejo Delgado
INTRODUCCIÓN
L
ora del Río, situada a unos sesenta kilómetros de Sevilla capital (alrededor de una hora de tiempo de desplazamiento), es la ciudad media por excelencia del sector de la Vega Alta del Guadalquivir, o extremo centro-oriental de la provincia de Sevilla. Su población lleva más de un siglo oscilando en torno a los 20.000 habitantes, con cierta tendencia regresiva. Dicha estabilidad demográca guarda relación con el “efecto pantalla” que - para ampliar su área de inuencia hacia otros municipios próximos a ella - ejercen otras ciudades medias mejor comunicadas como Écija, o con potentes desarrollos locales como Palma del Río (ya en la provincia de Córdoba). No obstante, Lora del Río sigue ejerciendo una pronunciada centralidad administrativa y en la dotación de determinados servicios públicos respecto a un conjunto de municipios y pedanías próximos de tamaño pequeño o muy pequeño. Y lo hace tanto dentro de su término municipal (pedanías de El Priorato y Setella) como en los municipios cercanos de Peñaor, Alcolea del Río, Villanueva del Río y La Puebla de los Infantes. De modo y manera que su área de inuencia real alberga una población que supera ampliamente los 30.000 habitantes. Sin embargo, podemos preguntarnos: ¿Se ha consolidado plenamente Lora del Río como ciudad media que presta servicios públicos supramunicipales a los núcleos y pedanías de su entorno o área de inuencia? ¿Qué expectativas mejorarían su situación actual?
PARTE PRIMERA: FUNCIONES DE LORA DEL RÍO COMO CIUDAD MEDIA DE LA VEGA ALTA SEVILLANA Para caracterizar cuáles son las funciones supramunicipales del municipio de Lora del Río, y a qué servicios públicos afectan en mayor o menor medida, se ha recurrido a la información aportada por las páginas WEB y FACEBOOK municipal, el PGOU local y la consulta de la plataforma MIRADOR o Sistema de Información Local de la Diputación de Sevilla (Área de Cohesión Territorial). El uso de este último recurso permite compararla con el resto de ciudades medias de la provincia de Sevilla, cuyos equipamientos supramunicipales también guran en el sistema de información territorial antes consignado. Primeramente, Lora del Río viene ejerciendo tradicionalmente funciones supramunicipales como ciudad media de la Vega del Guadalquivir en relación con determinados equipamientos o servicios públicos estatales. Entre éstos, los de su Agencia Tributaria, su Ocina de la Seguridad Social (edicio multiusos Cardenal Cervantes) y, sobre todo, su Juzgado de Primera Instancia e Instrucción/Registro Civil (recientemente trasladado a un nuevo y moderno emplazamiento en la Avenida de La Campana), y su Registro de la Propiedad. Es decir, la descentralización de determinadas funciones de la administración del gobierno de España es notable y se mantiene relativamente estable. La principal carencia es la ausencia de una Comisaría de Policía Nacional, que se solventa parcialmente con un equipo itinerante que se desplaza a la población periódicamente para la expedición/renovación de los carnés de iden-
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tidad y pasaportes. Respecto a este décit, el Ministerio del Interior ha jado el umbral de los 30.000 habitantes para su dotación como instalación permanente en los municipios españoles aunque, si se considera su área de inuencia directa, sí alcanzaría dicho umbral de demanda. Otros servicios públicos para la prestación de servicios de ámbito supramunicipal, competencia de la Junta de Andalucía o de la Diputación, que se han ubicado en Lora del Río son la Ocina del Servicio Andaluz de Empleo y el Servicio de Orientación al Empleo (Andalucía Orienta), así como la ocina comarcal de recaudación de impuestos municipales (OPAEF) de la Diputación de Sevilla. - Mención aparte hay que hacer de los equipamientos de promoción económica y desarrollo local, con una casuística peculiar. Lora del Río se ha incorporado tardíamente (año 2014) a la Mancomunidad de Municipios de la Vega (creada el año 1998 y con sede en el municipio de Guillena). Dicha entidad presta de forma mancomunada servicios municipales como la limpieza viaria y el ciclo integral de los residuos. Por su parte, el Grupo de Desarrollo Rural Vega Alta se ha localizado en el municipio de Cantillana, elección en la que inuyó su localización más céntrica y equidistante del conjunto de municipios que la integran, aunque su tamaño demográco sea inferior al del municipio loreño. La excepción a las tendencias anteriores es la presencia en Lora del Río de un Centro de Apoyo al Desarrollo Empresarial o CADE (edicio San Sebastián), que forma parte de la red de la Fundación Andalucía Emprende. Sin embargo, la ciudad media de Lora del Río no ha sido capaz de aglutinar, hasta el momento, asociaciones empresariales y para el emprendimiento de la comarca de la Vega Alta ( tales como las Asociaciones de empresarios, industriales y comerciantes; las asociaciones de mujeres empresarias; las asociaciones de jóvenes emprendedores o, las asociaciones de artesanos y artistas), como sí sucede en otras ciudades medias sevillanas 28
como Mairena del Aljarafe en relación al resto de su comarca. En cualquier caso, la ciudad media de Lora del Río no ha aglutinado ni impulsado las más importantes iniciativas supramunicipales habidas en la Vega del Guadalquivir sevillana en los últimos años, bien sea por su posición excéntrica dentro de este territorio, o por otros motivos. - En materia de servicios sanitarios, la situación de Lora del Río es, si cabe, más decitaria, sobre todo en cuanto a la atención especializada. Una vez inaugurado recientemente el Hospital Comarcal de Écija se prevé que mejore la situación anterior. Los algo más de 50 kilómetros que las separan pueden recorrerse en algo más de media hora. Antes, sus habitantes tenían que recorrer más de 60 kilómetros hasta el hospital de Sevilla capital. En Lora del Río funciona un Centro de Salud, que también oferta tratamiento ambulatorio de asistencia a las drogodependencias, pero no funciona ningún Centro o Unidad de Salud Mental, estando las más próximas en Écija y La Rinconada. Una demanda a cubrir en este aspecto es la progresiva conversión del Centro de Salud de Lora del Río en un CARE o Centro de Atención Primaria con determinadas especialidades médicas, similar a los que se han puesto en marcha en ciudades medias con oportunidades y problemáticas similares como Mairena del Alcor o Coria del Río, relativamente alejadas de sus hospitales de referencia. - A diferencia de los equipamientos antes citados, Lora del Río sí está concentrando los servicios asistenciales supramunicipales de su comarca, o sea, de los municipios de Vega Alta. Y ello gracias a la rapidez e intensidad con que ha tomado cuerpo desde el año 2012 su Red Solidaria Local/Comarcal, con un punto municipal de información sobre Voluntariado y la adhesión de numerosos colaboradores. Dichos servicios asistenciales atienden - además de al núcleo urbano- a los usuarios de las pedanías de su término municipal como El Priorato y Setella- y a peda-
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nías y pequeños pueblos próximos de los municipios de Alcolea del Río, Peñaor y La Puebla de los Infantes. Bajo este concepto de “servicios asistenciales” se incluye la tradicional atención a los mayores (Unidad de Estancia Diurna y Residencia de Mayores AVE MARÍA) y otros servicios sociales emergentes. Entre éstos, los dedicados a la población con determinadas discapacidades físicas y psíquicas, los colectivos y familiares afectados por determinadas enfermedades (cáncer, alzheimer, bromialgia, enfermos cardiacos,…), la atención temprana a la infancia y la solidaridad con los colectivos menos favorecidos tanto a nivel local y comarcal (bancos de alimentos, comedores y economatos sociales,…), como en el ámbito internacional. Casi todos los equipamientos asistenciales se encuentran ubicados en el núcleo urbano de Lora del Río. Se corresponden con actividades muy diversas, participando activamente fundaciones y asociaciones privadas como la Fundación TAS (discapacitados), la Asociación ASAENES (enfermos mentales), la Asociación de Familiares Enfermos de Alzheimer, y entidades de interés social como CARITAS Parroquia de Santa Cruz o la Asamblea Local de Cruz Roja. El ayuntamiento loreño ha impulsado que se vayan reagrupando estos servicios asistenciales en modernos edicios multifuncionales. Así, en el edicio de la Casa de Juventud se han cedido locales a la Asociación de Familiares de Alzheimer y la Asociación “Reiki Madre Durga”; mientras que en el nuevo edicio multifuncional de la calle Salinas tienen su sede entidades como la Fundación TAS para discapacitados o ASAENES para personas con discapacidad mental. Además, en el edicio multifuncional de la Avenida de la Cruz funciona el Centro o Unidad de estancia diurna y ocupacional para discapacitados “Siete Villas” y en un edicio de la Avenida de Huelva lo hace la Casa Hogar para discapacitados.
- Por lo que se reere a los equipamientos educativos existe una concentración parcial de este tipo de servicios públicos, que también atienden a los municipios de su área de inuencia. Funcionan el Centro del Profesorado y Orientación Educativa de la Vega Alta, una academia privada para la Enseñanza de Idiomas y una Escuela Municipal de Música y Danza. No posee, sin embargo, ni Conservatorio Elemental de Música, ni Escuela Ocial de Idiomas, ni sede auxiliar de la Universidad Nacional a Distancia, que se localizan en la próxima ciudad media de Écija. - Grandes esperanzas se han puesto en el turismo como nuevo yacimiento de empleo y desarrollo económico del municipio loreño. Buena parte de la oferta de equipamientos culturales y turísticos se ha ubicado en dos edicios históricos del casco antiguo, los del Palacio del Bailio y el del Palacio de la Justicia o antiguos Juzgados, en la calle Blas Infante. Aquí se encuentran instalaciones de acogida al visitante como la Ocina de Información Turística y el Museo Local y Centro de Interpretación de la Ruta Turística de los Caballeros de la Orden de Malta. Este producto turístico, impulsado por el Grupo de Desarrollo Rural, ha pretendido dar personalidad propia a los atractivos turísticos de los municipios de Vega Alta de la provincia de Sevilla. A tenor de los resultados actuales, la Ocina de Información atiende una media de 300 visitantes mensuales –algo más de 3.600 anuales-, el desarrollo del sector turismo a nivel local aún tiene un carácter incipiente. En este sentido, Lora del Río tiene muy escasos alojamientos turísticos y no disfruta de una fácil y rápida conexión mediante autovía con Sevilla capital, como otras ciudades medias en que ha triunfado la fórmula del turismo urbano-cultural como son Carmona y Écija. Sin embargo, sí posee una ventaja aún poco aprovechada, como es su condición de terminal de la línea ferroviaria de cercanías con Sevilla capital. No obstante, la estación ferroviaria no está aún plenamente aprove-
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chada como puerta de entrada del visitante a la localidad. - Lora del Río, como nodo logístico o de intercambio entre diferentes modos de transportes, destaca por su condición de terminal de la línea ferroviaria de cercanías C1 con Sevilla capital, que discurre por la Vega, paralela al trazado del tren AVE. Es una línea doble y electricada. El reto de futuro que se plantean los municipios de la zona es que Lora del Río se conecte con la línea ferroviaria de cercanías de Córdoba capital, a través de Palma del Río, desdoblando y electricando el tramo entre ambas localidades. De esta manera, sería la terminal de ambas líneas ferroviarias de cercanías y daría un salto cualitativo en cuanto a centralidad respecto al territorio que la rodea. No obstante, el transporte por carretera ha mejorado con el acondicionamiento de las variantes de la carretera intercomarcal A 431, que une Sevilla y Córdoba capital por la Vega, evitando las antiguas y numerosas travesías urbanas. La variante inaugurada en la localidad (año 2010) evita el paso de más de cinco mil vehículos diarios por su casco urbano. Sin embargo, Lora del Río aún no posee una Estación de Autobuses -dentro de la red impulsada por la Junta de Andalucía- a diferencia de otras poblaciones como Estepa, Palma del Río o Écija. En relación con el turismo se ha acondicionado recientemente un aparcamiento y área para auto caravanas en la calle Olivo (año 2016). - Por último, los equipamientos ambientales más representativos de la condición de ciudad media del municipio de Lora del Río son su complejo de residuos y su parque periurbano, ambos en el paraje de Matallana. Respecto al complejo de residuos, cumple una función comarcal o supramunicipal en lo referente a la planta de transferencia de residuos urbanos (inaugurada el año 2003). Aquí se reciben entre 13.000 y 15.000 toneladas de 30
basuras anualmente, que se trasladan a la planta de recuperación y compostaje ubicada en el municipio de Alcalá del Río (que atiende al conjunto de municipios de la Vega Baja del Guadalquivir y Sierra Norte). Además, el proyecto de restauración del antiguo vertedero comprende un punto limpio (año 2014) y más de sesenta parcelas dedicadas a huertos sociales o familiares. Por lo que atañe al parque periurbano de Matallana, una de las últimas grandes dehesas que tuvo antaño la Vega del Guadalquivir, con más de 600 hectáreas, hay que mencionar la ventaja que supone la actual propiedad municipal de la nca, cedida por el Ministerio de Defensa, que tenía aquí una yeguada militar. De ahí que se haya impulsado la mejora integral de la misma, acondicionando una vía verde que la conecta con el núcleo urbano, y tratando de impulsar su uso por el turismo mediante el diseño de un área recreativa y de acampada (en el antiguo cuartel militar), un centro de educación ambiental orientado a la enseñanza del medio natural, un circuito de motocross, así como modernas actividades de turismo activo como los juegos de orientación y paint ball. PARTE SEGUNDA. CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO Y REEQUIPAMIENTO URBANO Si atendemos a las características del patrimonio inmueble de Lora del Río, llama la atención la diversidad de épocas históricas conservadas en su arquitectura. La arquitectura medieval, a diferencia de otras poblaciones sevillanas, conserva restos muy parciales de antiguas fortalezas militares como el Castillo de Lora o el de Setella, de los que quedan sólo algunos elementos de sus trazas, muros y torres. La mayoría están en desuso. La excepción es el santuario de Setella, de origen mudéjar (siglo XV) pero remozado en la época barroca.
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Sucede lo contrario con la arquitectura barroca (siglos XVII y XVIII), que ha legado al núcleo urbano de Lora del Río algunos de las joyas más preciadas de su arquitectura civil y religiosa, por ser los edicios de mayor valor histórico artístico. Se han restaurado y adecuado como edicios municipales multifuncionales los edicios de las Casas Capitulares, Torre del Reloj y antiguo Pósito (año 2006) que alberga las dependencias del actual Ayuntamiento), el Palacio del Bailio y los antiguos juzgados. Y, entre las Casas Palacio está en proyecto la rehabilitación de la Casa de los Leones (siglo XVIII), bien para alojamiento turístico u otra función. De su arquitectura religiosa se mantienen en uso edicios tan interesantes como la Iglesia Parroquial de la Asunción y el convento de la Pura y Limpia Concepción o de las Mercedarias. Además, se ha restaurado para biblioteca municipal la antigua ermita de Santa Ana y está pendiente de restauración la iglesia de Nuestro Padre Jesús y San Sebastián.
De la arquitectura regionalista (nales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX) destacan las varias restauraciones realizadas al Mercado de Abastos, diseñado por el afamado arquitecto Aníbal González, y la rehabilitación del edicio de las Escuelas Nuevas. Éstas últimas se han adecuado como Palacio y Escuela de Música y Danza. Además, está en obras la restauración del edicio del antiguo Teatro-Cine Goya. Por lo que respecta a otra arquitectura tradicional de la localidad destaca la restauración del antiguo matadero como edicio multiusos municipal, mientras que está en desuso el antiguo silo ubicado en las proximidades de la estación ferroviaria. Por último, hay que mencionar la originalidad de la arquitectura organicista de mediados del siglo XX de los principales edicios públicos y casas de poblados de colonización como el del Priorato y Setella, con un buen estado de conservación en líneas generales.
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CENTINELA Fco. Javier Murube García
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FIEBRE AMARILLA EN LORA DEL RÍO AÑO DE 1800 Pascual Sanchís Domíguez
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l otoño de 1799 y el invierno de 1800 fueron estaciones de intensos temporales de lluvias y vientos huracanados. La villa carecía del suministro de pescado fres1 2 co , de pan , carne y leguminosas. No se extrañaban los vecinos de Lora de que, cuando el Guadalquivir experimentaba grandes crecidas, los pescadores dejaran de faenar, y que por la misma razón los caminos se hicieran impracticables para carros, carretas y galeras. El transporte de mercancías sólo era posible a lomos de mulas y asnos por trochas y caminos de herraduras, medios de locomoción muy costosos que encarecían ostensiblemente el precio de los productos traídos de fuera del pueblo. La situación descrita provocaba, como hemos señalado anteriormente, la subida exorbitante de todos los productos sometidos a comercio en general, dando lugar a que los de primera necesidad demandaran unos pagos que limitaban su consumo a las economías más saneadas. Como en todas las sociedades históricas sustentadas por una división social en función del nivel económico, las clases más populares sufrieron con virulencia la pertinaz carestía. En julio de 1800 se inician en Cádiz los 3 primeros brotes de la ebre amarilla transmi-
tida por la tripulación de un barco procedente de América del Sur. Las altas temperaturas y los vientos de levante avivaron la epidemia; el temor al contagio saltó desde las poblaciones de la bahía gaditana a las ciudades, pueblos y villas del interior. A Sevilla arribó por la vía uvial a través de un navío con marineros contagiados que infectaron Triana, desde donde se propagó a otros barrios populares. La enfermedad se trasmitió a lo largo de 100 días a la mayor parte del vecindario. Las autoridades municipales, oponiéndose a las recomendaciones de los médicos, no supieron atajar la plaga en su momento; sólo pasado algún tiempo, se percataron de que las rogativas no surtían el efecto deseado, más al contrario agravaron el mal al celebrarse rosarios, misas y procesiones multitudinarias. Por n, los responsables políticos municipales y sanitarios decidieron aislar a los infectados y proceder a enterrar a los fallecidos fuera de los lugares sagrados. Una vez más la ignorancia y la superstición, en lugar de la ciencia y la razón, se utilizaron como recursos tan esperanzadores como inútiles para evitar una mortalidad catastróca que disminuyó la población sevillana en el 18% de sus efectivos. ¿Cuántas veces los hechos históricos nos han demostrado que las rogativas, al congregar a un gran número de individuos tanto sanos como enfermos en lugares cerrados y repletos de sepulturas, han originado verdaderas pérdidas humanas? La primera referencia que tenemos de que la funesta noticia llegó a Lora del Río aparece reejada en el acta de cabildo celebrado el 2-IX-1800 (leg. 19. A.H.L.R.), cuando el médico titular de la Villa, D. Juan José Álvarez informa a la Corporación Municipal de que la epidemia ha llegado a Sevilla y pueblos limí-
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trofes; ante este peligroso hecho, el referido facultativo aconsejaba que se tomasen las medidas oportunas para evitar la infección y propagación del mal: “[…] por lo que hacia presente al cavdo tenía por conveniente y presiso se tomaren las mas serias providencias y precausiones quales son la limpieza de las calles en sus salidas; corrte a las aguas estancadas y el aseo de las casas4, especialmte se crien serdos y ceban; qe se procure el posible aseo en el trigo; como también que en los molinos no muelan los trigos si no es con su total aseo y limpios de toda semilla y otra macula. Que los panaderos el pan que amasen esta bien condimentado y liudo5. Que los estercoleros de las hazas de los verdes se extien6 dan sin estar amontonados . Que se hagan salir fuera de la población las piaras de puercos que hay en ella o tengan su dormida y todas las demas que juzguen conducentes a dho. n”. El Cabildo aceptó las sabias recomendaciones prolácticas del eciente galeno y ordenó que se publicaran por medio de bandos y pregonero. El 6-IX-1800, reunidos los responsables políticos del Ayuntamiento con la máxima autoridad gubernativa de la Villa, el gobernador o representante del bailío comunicó que le habían transmitido información sobre la enfermedad que estaban padeciendo Sevilla y sus poblaciones limítrofes, y del peligro de contagio que corrían los demás pueblos si no se tomaban las medidas prolácticas oportunas. En primer lugar proponía el principal munícipe de la Villa que se sacara la imagen de San Sebastián, patrono de Lora que era invocado para erradicar las epidemias, en procesión por las calles el día siete de octubre desde su capilla hasta la iglesia parroquial y que los frailes hagan rogativas públicas por nueve días. El Ayuntamiento aprobó lo propuesto por el gobernador jando la hora del traslado procesional para la siete y media de la mañana con asistencia del Consistorio Municipal en pleno, el clero secular, regular, hermandades y el pueblo. En el caso que nos ocupa, en la Villa no produjeron los efectos deseados estas piado34
sas medidas; sin embargo, los remedios adoptados por prescripción facultativa paliaron algo la crudeza de la epidemia. En aquellas localidades donde la enfermedad había iniciado su mortífera faena y que sólo demandaron auxilios mediante remedios píos como procesiones y rogativas donde acudían multitudes de vecinos enfermos y sanos, se produjeron mayor número de afectados y muertos7. De nuevo se reunieron los munícipes el 10-IX-1800 para tratar el asunto de la amenazante plaga. Fue el alcalde por el estado de hijodalgo quien informó a los presentes reunidos en la sala capitular de que la epidemia se estaba extendiendo por toda la comarca. Propuso que, en prevención de contagio, se suspendieran las comunicaciones con los lugares infectados. Carmona, que había cortado la relación comercial con Sevilla, prohibió que entrasen en esta ciudad del Alcor personas de cualquier condición y clase. Los vecinos loreños eran sabedores y conscientes de los peligros que corrían si alguien que estuviera enfermo entraba en la Villa; lógicamente, entre el vecindario se había propagado el fundado clamor, produciéndose un alarmante estado de ánimo próximo al pánico del que no quedaron eximidas ni las autoridades municipales. Había que tomar resoluciones audaces urgentemente. El Ayuntamiento convocó una reunión a la que fue invitado el médico de la Villa D. Juan José Álvarez para que arbitrara una solución que evitara la entrada y propagación de la ebre amarilla en Lora. El facultativo se pronunció al respecto ordenando que se impidiera la entrada en la Villa a personas enfermas del mal, que se nombrara vigilante y celador, tanto de día como de noche, para que controlara las entradas de forasteros en el pueblo, especialmente por el pilar de Santa Lucía y puente del Churre, lugar por el que discurría el camino de Córdoba a Sevilla por la margen derecha del Guadalquivir. Que los transeúntes que utilizasen dicho camino en sus tránsitos hacia sus destinos, lo hicieran por los ruedos o afueras de la población. Que aquellas
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personas que garantizaran no estar enfermas puedan entrar en la Villa sólo por el tiempo necesario para proveerse de lo necesario y poder continuar su camino. Se jó el sueldo del vigilante celador en ocho reales que se pagarían de los derechos (impuestos) cargados sobre el consumo de carne. Así mismo, las autoridades dispusieron que se jase bando prohibiendo que en los mesones y casas particulares se hospedasen forasteros y vecinos de Lora que procediesen de los lugares contaminados sin dar parte de ello a las autoridades para su reconocimiento. Además impidieron que entrasen en la Villa bastimentos (provisiones, suministros y víveres) procedentes de ciudades y pueblos contagiados.
ánimos de los residentes que, llevados por el recelo que les infundía el pánico, protagonizaron “[…] desordenes y excesos en el pueblo con diferentes partidas de vecinos que de noche han salido sobre querer de impedir enteramte la entrada de todos los transeuntes y personas de carácter, aunque vengan de países sanos, causando grandes alborotos e inquietando a s. md. el sr. gobernador pasando a sus propias casas y aun a la de los srs. alcaldes y a algún individuo de esta Ayuntamiento”.
Al parecer la dotación de vigilantes fue insuciente, pues el vecino encargado de vigilar los caminos manifestó que él solo no podía llevar a buen efecto su cometido si no era asistido por un ayudante. El Cabildo celebrado el 12-IX-1800 acordó admitir la solicitud y nombró siete guardas más: “[…] cuyo zelo han de tener noche y dia sin permitir a alguno, aunque sea vezino de este pueblo, que venga de fuera, la entrada con ningún motivo ni pretesto, pues el que salga para otro, ha de entender que no se le ha de permitir su regreso”. Los recién nombrados vigilantes percibirían cinco reales diarios, pero en caso de incumplimiento de su cometido se le impondrían multas y se le daría cuenta de ello al gobernador de la Villa. Del mismo modo designaron al el de los hechos, encargado de acompañar a los celadores en las diligencias que ocurriesen, pagándole un salario diario de siete reales y medio. Los vecinos loreños desconaban de las medidas señaladas por las autoridades: el miedo a contraer la epidemia y la ignorancia supina sobre los remedios más convenientes para evitarla, hicieron mella en los inquietos
Para evitar estos desórdenes y garantizar la quietud, el sosiego de los vecinos y asegurar que la Villa quedaría libre de contraer “las enfermedades contagiosas”, los regidores y el gobernador, reunidos en cabildo el 15-IX1800, establecieron unas reglas jas a saber que se publicaron y jaron en los sitios acostumbrados: 1. Que la prohibición de la entrada de personas y artículos en la Villa se entienda sólo a los provenientes de lugares contaminados: “y si estos necesitaren algun auxilio de humanidad o de hospitalidad para su socorro, lo han de manifestar a los mismos guardas para que por mano de estos se le subministren los auxilios y socorros”. Para controlar mejor las entradas, acordaron de doblar la presencia de los guardas
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poniendo seis celadores de día y otros tantos de noche. 2. “Que aquellos que vengan de lugares no contaminados (Extremadura, Cazalla, Constantina, Ecija, Cordoba) no se le prohiba la entrada porque no se puede impedir el traco comercial, siempre que traigan pasaportes”. 3. Que los vecinos no organicen: “alborotos ni escándalos, ni hablar en corrinchos contra las provdª de este gobierno y su cabildo, ni conmuevan a otras personas para que lo hagan directa ni indirectamente, ni para ello usen la osadía y abilantez (descaro) de arrojarse a casa de s. md el sr. golvernor y srs juezes a subsitar estos bullicios y arrojos que solo sirven para alterar los animos de todo el vecindario”. Por otra parte a todos los que transgredan estas normas se les pondrán 20 ducados de multa y un mes de cárcel sin exacción posible. La aplicación de las normas acordadas por el Cabildo del día 15 del presente facilitó los nes perseguidos ante transeúntes, forasteros y vecinos que procedían de los lugares infectados; pero he aquí que dos individuos vecinos de Lora y miembros de los estamentos privilegiados, uno perteneciente al estado noble y otro al eclesiástico, quisieron saltarse las normas establecidas. La Historia ha aportado innidad de casos en los que los cuerpos privilegiados (hoy las clases económicamente más acaudaladas y los políticos prepotentes gozan también de esas prerrogativas) están por encima de la ley, en tanto en cuanto los anónimos o desafortunados, sobre los que recae el rigor de las leyes, no se lo impidan. Pero veamos el caso que nos ocupa y cómo se resolvió. En el Cabildo celebrado el 17-IX-1800 se presentaron dos memoriales cursados por el escribano público del Cabildo ante el gobernador: uno despachado por el alcalde de hijodalgo solicitando que se dejase entrar en la Villa a un sobrino suyo (acompañado de su 36
criado) que venía de Sevilla a donde había acudido a tomar posesión del título del mayorazgo de Sahudín, hacienda distante de Sevilla8 una legua. El peticionario solicitaba que el médico titular de la Villa en presencia de un regidor comisionado le hiciera un reconocimiento a su sobrino y al criado de este sobre “la sanidad y perfecta salud de los referidos”. La otra solicitud correspondía a una petición de un fraile mercedario del convento de San José de esta Villa que se encontraba en la hacienda de Las Lapas con su sobrino que había venido desde Sevilla, con las mismas cualidades que el anterior caso. Hasta aquí podemos armar sin lugar a dudas que se cumplía con las normas establecidas: algunos días de cuarentena en el campo, reconocimiento por el médico titular, garantías de no estar enfermo de la ebre amarilla y aval legitimado. Sin embargo, el pueblo de Lora, entiéndase el común de los habitantes, exigía un cumplimiento rigurosísimo del acuerdo del día 15 del presente, a lo que se sumaba el referido recelo, desconanza e ignorancia de los vecinos, y que los individuos solicitantes pertenecieran al estado noble y eclesiástico agravaba aun más la embarazosa situación que podía desembocar en disturbios y manifestaciones callejeras a las que la máxima autoridad local tenía verdadero pánico. El gobernador, que se vio obligado a tomar partido, optó por trasladar la responsabilidad al Consistorio, comunicándole a éste que había personas que le advirtieron de la resistencia de los vecinos a que se le diera permiso al hijodalgo y clérigo para entrar en la Villa. La máxima autoridad, declinando su compromiso, informaba al Cabildo de todo ello para que acordara lo conveniente con el n de evitar y/o contener el tumulto y excesos que pudieran producirse. Los munícipes, reunidos en Cabildo, se pronunciaron en contra de conceder las licencias o permisos solicitados y cumplir a rajatabla lo acordado el día 15 según ordenaba la regla 1ª: “ y para evitar qualesqrª sublevación en el pueblo, no se permita la entrada de los referidos individuos hasta que pase el deido tpo, mediante a
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el conto de dos o tres días que llegaran a dhas haziendas y por s. md. el sr. governor acompañado de alguacil maor y de mi el snº el competente recado de atencion a dho sr. alce de hd. y al fraile mercederaio descalzo para que hagan suspender la referida entrada a esta Vª de los susodhs hasta su debido tiempo”. La estrategia de este prudente acuerdo tuvo dos objetivos: en primer lugar, apaciguar las masas que estaban muy sensibilizadas con el peligro que representaba el contagio de la Villa, y en segundo, conceder a los demandantes su solicitud aun a costa de tenerlos de espera algunos días mientras tanto se calmaban los ánimos de los vecinos. La Audiencia de Sevilla, haciéndose cargo de la lastimosa situación que padecía la ciudad debido a la carencia de víveres, quiso exibilizar las rigideces de las normas adoptadas en las localidades libres de contagio para fortalecer los cordones sanitarios. A este respecto, la Audiencia aprobó un Real Acuerdo el 12-IX-1800 que contenía un auto proveído el día 11 del mismo mandando a las justicias de los pueblos de su jurisdicción que: “bajo la multa de quinientos ducados no impidan el transito y entrada en ellos a qualesqra persona qe pase á comprar viveres para el abasto de dha ciudad trayendo la corte fé de sanidad”. Esta norma se hacía extensiva a aquellos que fuesen a Sevilla a vender sus bastimentos, así como la multa igual que se les impondrían a los que estorbasen o impidiesen este tráco comercial. El gobernador, reunido con el Cabildo el 18-IX-1800, mandó que se publicase el referido acuerdo por bando y se cumpliese. Sin embargo, el recelo del gobernador y su astucia para mantenerse fuera del peligro de contagio consistió en advertir a los vecinos que no era preciso traer de Sevilla ni víveres ni otros artículos, pues la Villa no necesitaba de ellos. De esta forma, aplicando la recomendación de la máxima autoridad local se garantizaba, dentro de lo posible, que la ebre amarilla no entrara en Lora.
En el Cabildo celebrado el 18-IX-1800 el escribano leyó un memorial del fraile presidente del Convento de San José de hermanos mercedarios descalzos pidiendo que permitiesen la entrada del comendador de la orden y un sobrino que ya llevaban seis días en Las Lapas desde que llegaron de Sevilla9. Los ediles acordaron que si los frailes estaban sanos o libres de contagio no había inconveniente en permitirles la entrada en la Villa dentro de tres días, siempre que fuesen reconocidos por el médico y con la anuencia del comisionado del Cabildo, y si dictaminasen estar libre y sanos de toda enfermedad podrían entrar en Lora. Los vecinos, muy concienciados de la peligrosa situación, no se hicieron esperar y presentaron otro memorial que fue leído en el Cabildo celebrado el 21-IX-1800. En dicho documento se solicitaba por boca de dos portavoces de los loreños, que se extremaran las medidas conducentes a preservar la Villa de la epidemia, sin contravenir lo mandado por el Real Acuerdo emitido por la Audiencia de Sevilla. Los comisionados, que representaban a la población, entraron a exponer al referido Cabildo unas medidas más férreas: que se aumentara el número de guardas que pudieran pagarse con los fondos del vecindario y que se nombrasen a dos diputados responsables de facilitar los víveres a Sevilla a precios corrientes bajo multa de 50 ducados a los que los encarezcan. Una vez más vemos como cualquier norma, tomada para reforzar el cordón sanitario establecido con el propósito de preservar al pueblo de la pestilencia, iba acompañada de una atención añadida: el auxilio ya prestado a la ciudad de Sevilla. La aplicación del Real Acuerdo de la Audiencia se hacía más suave si a cambio se aumentaba o mejoraba el abasto de víveres a la capital. Pero reparemos en lo que decía el memorial exhibido por esos dos comisionados defensores de la salud de los habitantes de Lora. Se quejan de que, amparándose en el Real Acuerdo, muchas personas han salido de
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La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real. Cuadro de José Aparicio que representa los efectos de la fiebre amarilla.
Lora hacia la ciudad de Sevilla no para llevar víveres, sino para traer los géneros a la Villa procedentes de barrios sevillanos contaminados y de entrar en Lora con sus caballerías sin prevención alguna. Por ello presentían que la epidemia no tardaría mucho tiempo en aparecer. Es por lo que pidieron el escrupuloso cumplimiento del Real Acuerdo: “[…] y una vez que esto se cumpla, puede el Aytº por si u oyendo a los vecinos que sin duda tienen el dêho de hacer presente quanto conduzca para su felicidad, acordar las medidas”. El memorial termina con súplicas de los dos comisionados pidiendo permiso para entrar en el Cabildo y solicitar la resolución que consideren oportuna y garantizar que el pueblo continúe libre del contagio proponiendo las medidas, arbitrios y prácticas que sean pertinentes sin pérdida de tiempo. Hubo 48 11 rmas , la mayoría con caligrafía aceptable, de lo que se deduce que tenían cierto nivel de instrucción por encima de la común ignorancia que padecía aquella desdichada sociedad sumida en la superstición y el oscurantismo, mecanismos de suma utilidad para la forma 38
de estado y el régimen político anterior a la invasión napoleónica y que los curas de misa y olla se encargaban de fomentar. Los comisionados (apoderados que representaban al vecindario) presentes en el Cabildo de 24-IX1800 expusieron: “que a consecuencia del nombramiento de y facultades que por este Aytº se le conrieron para que asociados de los caballeros rexidores y diputados tambien nombrados (cuatro individuos) […] practicaren todas las diligencias y tomasen las providencias oportunas a precaver el Pueblo del contagio”. Los componentes de esta comisión se habían reunido en varias ocasiones para tratar de poner tapias en las bocacalles del pueblo que dan al campo, dejando algunas abiertas y bien controladas. El costo de estas obras se sufragaría con los fondos que voluntariamente prestasen los vecinos. De todo lo expuesto hicieron presente al Consistorio para que al efecto acordaran lo que estimasen oportuno. Pero como no hubo acuerdo entre los ediles, el Cabildo se cerró en falso.
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El recurso de solicitar un milagro a la divinidad cuando otras soluciones se resisten al remedio, es muy habitual en nuestra cultura popular. Así que, si no había dinero para tapiar las bocacalles, se acudía a implorar el milagro a la patrona la Virgen de Setella; por eso en el Cabildo de 30-IX-1800 se acuerda por unanimidad la traída de la imagen desde su ermita a la iglesia parroquial de Lora. En estos casos tomar esta decisión no era una resolución arbitraria de la Corporación Municipal, sino que ésta se hacía eco de la entusiasta petición multitudinaria de los vecinos que, siempre que padecían una calamidad o en prevención de la misma, imploraban a la patrona para que auxiliara a la Villa reclamando su traslado a la misma. La Hermandad de Setella y el Ayuntamiento señalaron el jueves día 2-X-1800 para su partida desde la ermita; previamente se jó el día 1-X-1800 para hacer las rogativas y el traslado de la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno desde su ermita a la iglesia parroquial en procesión de penitencia. De nuevo la Audiencia de Sevilla dictó un acta de buen gobierno que se leyó en el Cabildo de 9-X-1800 mandando que pudiesen transitar de un pueblo a otro, dando reglas preventivas y apercibimientos a las Juntas de Sanidad locales. Hubo otro Cabildo fallido el día 15 del mismo mes donde acudieron los comisionados de la referida Junta de Sanidad. Afortunadamente Lora del Río quedó resguardada de la epidemia porque debido a las medidas tomadas por la Junta de Salud Pública, a la colaboración del vecindario y a la presencia en el término de unos efectivos militares encargados de vigilar los vados del Guadalquivir y los caminos, se evitaron las entradas de individuos infectados en la Villa. No obstante, en el Cabildo de 25-X-1800 se dio noticia de que el cordón de tropas, que se hallaba custodiando los puertos [de barcazas sujetas a un cable que cruzaban el río] y vados del Guadalquivir cercanos a Lora para evitar que las personas procedentes de lugares contaminados entrasen en la Villa iba en aumento. El Ayuntamiento convino que la Junta de
Salud Pública, a la que competía proceder con amplias facultades, tomase las providencias oportunas a n de impedir el contagio; claro está, siempre ajustándose a lo dispuesto por la Audiencia de Sevilla y de las nuevas órdenes que llegaban de Madrid de fecha de 17 y 30 de septiembre último sobre el modo de guardar cuarentena las personas provenientes de pueblos contagiados. Sobrevino, sin embargo, a pesar de haberse tomado todas las medidas precautorias recomendadas e impuestas, un temor ante un posible contagio que se extendió por todas las capas sociales; las autoridades, pues, no tuvieron más remedio que mejorar el celo en la prevención de una potencial propagación de la plaga. Pero estas nuevas disposiciones reforzadas exigían disponer de mayores fondos si querían poner en práctica todas las diligencias y normas que debían tomarse. El Consistorio determinó que era preciso gravar con dos cuartillos la libra de carne de vacuno, macho cabrío o carnero que entrasen en las carnicerías públicas. El eciente médico, que tanto contribuyó en la prevención de la enfermedad, presentó un memorial al Cabildo pidiendo que se habilitase un lugar en las afueras de la Villa para instalar un cementerio, ya que el que había en la parroquia de la Asunción era un lugar muy húmedo, saturado de cadáveres y proclive a transmitir las enfermedades padecidas por los difuntos. Nuestro galeno quiso apoyar su petición amparándose en una real cédula de 30-IV-1787 que mandaba establecer los cementerios extramuros de la población. Todos hemos oído alguna vez, especialmente en los momentos que hoy nos toca vivir, que en las empresas privadas se privatizan los benecios y se socializan las pérdidas. Pues esta práctica tan al uso en estos tiempos, ya viene de antiguo en su aplicación, que presumimos que es contemporánea de la sociedad que inventó la propiedad privada de los medios de producción y servicios. Veamos, por tanto, en lo tocante a esto, lo que ocurrió
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en Lora como consecuencia del cordón sanitario establecido aquel otoño de 1800.
servicio de pasaje que tan necesario era a la Villa.
La barca que cruzaba el río Guadalquivir era propiedad del Bailiaje, pero la explotación de la misma corría a cargo de unos arrendatarios que pagaban un alquiler anual al bailío y obtenían un benecio por el cobro del barcaje a personas, carros y caballerías forasteros que hacían uso del servicio para franquear el río; los vecinos de Lora estaban exentos de tal tributo. La prohibición de entrada de forasteros en la Villa les supuso unas pérdidas considerables a los arrendadores, sus ingresos disminuyeron y el negocio entró en pérdidas. Entonces acudieron al Ayuntamiento con un memorial que fue leído en el Cabildo de 25-X1800 en el que exponían que tenían arrendada la barca en:
Por n el 17 de noviembre del año en curso, el corregidor de Carmona declaraba a esta ciudad y por extensión a Lora del Río, mediante un ocio que se leyó en el Cabildo celebrado el 20-XI-1800, del que destacamos que la Villa quedaba “[…] libre de todo contagio y epidemia y en estado de perfecta salud pública”. Desde Carmona y por la Intendencia de Marina se mandaba crear en Lora del Río una Junta de Sanidad local13, organismo que ya se había establecido en septiembre de aquel año. El encargado de organizar en Lora la ya creada Junta de Sanidad traía también varias instrucciones que presentó a los capitulares y comisionados de la susodicha para mejorar el funcionamiento y establecimiento de la misma, que agrupaba a las fuerzas vivas de la Villa, médicos, regidores, ricos hacendados, representantes del clero y el escribano como secretario.
“crecida cantidad de reales y qe con motivo de estar interrumpido el comercio y transito de los vecinos de unos pueblos a otros, a causa de la epidemia o contagio que se padece, no se obtenga la cantd necesaria para el pago de dos hombres qe en la actualidad ay en dha barca.” Ante tan clara y lastimosa exposición de tan ruinoso negocio, solicitaban al Cabildo que aprobasen una propuesta presentada por los interesados: que fueran los vecinos del pueblo “labradores o de quien estime justo, continue y paguen a dos hombres”. El Consistorio se vio en la encrucijada de autorizar una proposición que, si bien garantizaba la permanencia de un servicio imprescindible para la población, por otra parte, gravaba la ya maltrecha economía de los loreños. No obstante, los regidores arguyeron que la barca no era 12 competencia suya , por lo que no había lugar a que tuviesen que abonar los vecinos pago alguno. El memorial presentado por los arrendatarios daba pormenores de la situación gravosa que sufría el negocio por los costes del mantenimiento del servicio: 400 ducados por carenado de la barca, el gasto de maromas y el sueldo de dos barqueros jos (un ducado por hombre). Pedían al Cabildo que afrontase el salario de los barqueros para que no cesara el 40
Como ocurre con regularidad en la mayoría de los ayuntamientos, los arbitrios que se habían establecido para defender la villa de la enfermedad (dos cuartos por libra de carne) no cubrieron los gastos que se habían originado. Reunido el Ayuntamiento acordó que fuera la Junta de Sanidad, que tenía asumidas facultades competentes, quien estableciera: “los arbitrios oportunos para subvertir a dhos gastos […] que por esta se tomen todas las providencias concernientes a el intento exigiendo por repartimiento proporcional o por otro medio las cantidades necesarias”. Para cerrar el año se celebró un Cabildo el 15-XII-1800 por el que, entre otros acuerdos, los regidores convinieron en imponer una multa a los componentes de la Junta de Salud Pública que no asistieran a las reuniones. Pues había quejas por parte del vicepresidente de que un miembro de la referida junta no acudía, por lo que el Ayuntamiento pidió que fuese sustituido por otra persona más responsable y cumplidora; pero la propuesta no pros-
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La revista digital de las Bibliotecas de Vila-real La fiebre amarilla en Barcelona.
peró, sino que se exigió permanecer en el cargo bajo multa de 100 ducados cada vez que causase falta. Conclusión. Fueron varios los factores que impidieron la entrada de la ebre amarilla en Lora del Río en el verano y otoño de 1800. Por una parte las autoridades provinciales y locales, que con celo arbitraron los medios necesarios para evitar el contagio y los motines. En segundo lugar, la pericia del médico titular de la Villa, que con sus conocimientos propuso los procedimientos más idóneos para salvar al pueblo de la epidemia. Y por último, el pueblo de Lora, que colaboró en todo aquello que le demandaron las autoridades comprometidas, ya fueran prestaciones personales, ya recursos monetarios. GLOSARIO Antiguo Régimen: Se conoce como el período de la Historia de Europa Occidental que abarca los siglos XVII, XVIII y parte del XIX, cuando las naciones estuvieron gobernadas por monarcas absolutos que dirigieron sus estados sin sometimiento alguno a constituciones ni a parlamentos. Esos reyes legitimaban su poder por derecho divino, es decir, recibían potestad de gobernar de manos de Dios. En el caso español duró hasta la muerte
de Fernando VII en 1833. Bando o pregón: Edicto o mandato solemnemente publicado de orden superior (RAE). Cuando el Cabildo quería que el pueblo supiera de alguna toma de decisiones o noticia importante, publicaba el bando que era vociferado por el pregonero. Cabildo: Ayuntamiento, Corporación Municipal, Consistorio. Grupos de personas que gobiernan los pueblos, villas y ciudades. Ducados: Moneda: Hasta nales del siglo XVI era una moneda de oro de valor variable. En los siglos siguientes pasó a ser una moneda imaginaria o de cuenta (no tenía presencia real ni en pieza de metal ni en papel) que equivalía a 11 reales de vellón (cobre). Epidemia: Enfermedad contagiosa que se propaga con rapidez a una numerosa población durante algún tiempo. Galeras: Carro de cuatro ruedas arrastrado por mulas o caballos, cubierto por una gruesa lona o lienzo de piel utilizado para transportar personas y mercancías delicadas. Gobernador: Primer munícipe de la Villa. Persona que desempeña la jefatura y administración de una población o territorio. En Lora del Río asumía la máxima autoridad política y judicial por encima de los dos alcaldes (alcalde por el estamento noble y alcalde por el estado común). No era elegido por los regidores como otros cargos del Ayuntamiento, sino designado por el bailío. Por tanto, era un el servidor al servicio de los intereses de este. En las poblaciones de realengos (bajo la tutela del Estado) esas funciones eran desempeñadas por el corregidor como en Carmona. Hidalgo: Baja nobleza: Grupo social muy reducido y compacto cuyos miembros estaban fuertemente emparentados y acaparaban la mayor parte de la riqueza agropecuaria y los cargos municipales. Munícipes: Rexidores o regidores, ediles, concejales. Personas que colaboran con los alcaldes para gobernar un municipio. A lo largo del Antiguo Régimen formaban una casta: los títulos de rexidores, que en muchos casos habían sido comprados (siglos XVI y XVII) a la corona, se heredaban de padres a
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hijos recayendo en las familias más ennoblecidas y/o afortunadas de la Villa. Pósito: Banco de granos al que acudían los campesinos en el otoño a sacar granos (trigo y cebada) para su siembra y que, una vez recogida la cosecha, tenía que devolver lo prestado más un doceavo de interés. En épocas de escasez vendía trigo subvencionado a los panaderos para que no subieran el precio del pan y pudiera consumirlo la población más necesitada. Pregonero: Empleado del Ayuntamiento encargado de publicar los bandos en voz alta en los lugares de más auencias de vecinos como plaza pública, mercado, cruce de calles, etc.
FUENTES DOCUMENTALES A.M.L.R. Acta Capitular: signatura 19. Años 1800-1802 Sanidad: signaturas 383- 385 . Años 1621-1934
BIBLIOGRAFÍA AGUILAR PIÑAL, F., Historia de Sevilla. Siglo XVIII, Utrera, 1982. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Barcelona, 1976. GARCÍA-BAQUERO GONZÁLEZ, Andalucía en el siglo XVIII: el perl de un crecimiento ambiguo. En FERNÁNDEZ, R. ed. España en el siglo XVIII, Homenaje a Pierre Vilar. Barcelona, 1985. NADAL I OLLER, J., La Población Española (siglos XVI a XX). Barcelona, 1976. PRESSAT, R. Introducción a la Demografía, Barcelona, 1977.
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Barbos, carpas, anguilas, sábalos y esturiones eran las especies más frecuentes que se capturaban en el Guadalquivir y su afluente el Guadalvacar. Era fundamental que en épocas de cuaresma la población pudiese disponer de pescado para su alimentación. Para ello tomaron cartas en el asunto las autoridades municipales. 2 Ese año la Caja de Amortización de Sevilla exigió a la Villa el 20% del trigo y dinero que se hallaba en el Pósito en 1798. El banco de granos (Pósito) quedó bastante disminuido para asistir a las necesidades de la población como había ocurrido en otras ocasiones similares. 3 La fiebre amarilla o vómito negro es una enfermedad viral aguda, hemorrágica e infecciosa causada por un virus del género flavivirus (Aëdes Aegiptus) y transmitida por mosquitos infectados. Es endémica en África y América del Sur en las regiones cálidas y muy húmedas. Es más frecuente en los núcleos urbanos donde se concentran grandes efectivos humanos. Las zonas rurales son menos proclives a la epidemia. 4 Las vías urbanas servían de canal de desagüe para evacuar las inmundicias y excrementos humanos; los de los animales los utilizaban como abonos orgánicos. La acumulación de aguas fecales se estancaba en las partes más bajas de las calles formando charcos en los que proliferaban gran cantidad de mosquitos transmisores de enfermedades contagiosas y ratas. Por otra parte las casas con sus corrales albergaban animales domésticos: gallinas, burros o caballos y el socorrido cerdo para la matanza familiar de cada año. 5 Leudo: masa de pan levantada con levadura con textura blanda o floja. Hubo casos en los que algunos panaderos desaprensivos mezclaban afrecho, harinas de otros cereales, de leguminosas e, incluso, serrín. 6 Las parcelas pequeñas conocidas como cortinales que rodeaban el casco urbano o en algunos extensos corrales dentro del mismo se aprovechaban para el cultivo de berza, cebada o avena que cosechaban cuando todavía la espiga estaba verde para alimento del ganado. Cuando no se sembraban y quedaban abandonados servían de muladares o daban cobijo a gentes sin hogar o de mal vivir como ocurría detrás de los corrales de la calle Postigos. 7 El médico de Lucena D. Juan Manuel de Aréjula que vivió esta epidemia en varias ciudades andaluzas, recomendaba a las autoridades la prohibición de que se hicieran tales manifestaciones religiosas. "Extrait d´une dissertation de M. Proust, qui a pour titre, Résultat des expériences faites sur le camphre de Mucie", en Annales de Chemie, nº 4, pp. 179-109, (1790). Cita extraída de www.mcnbiografías.com 8 Sevilla estaba en esos momentos fuertemente invadida por la epidemia. Actualmente se conoce como hacienda de Zaudín, una explotación olivarera en el término municipal de Tomares. 9 Eran acompañados de una mujer que los asiste y de otros dos hombres de escolta. 10 Uno era el presbítero D. Juan Carballo y el otro un vecino conocido como D. Simón García de Texada. 11 Los firmantes del manifiesto o memorial pertenecían a los tres estados: 36 del estado común, 5 presbíteros y 2 con títulos de hidalguía. 12 Existía un acuerdo celebrado entre el bailío y el Ayuntamiento por el cual el primero, propietario de la barca “debía de tener en uso inhiesta y reparada dha barca por el pasage de todos los vecinos y labradores de esta Vª, como también sus ganados sin llevarles por ello el más leve estipendio”. 13 La orden para su creación se recibió en octubre. Se componía del gobernador como presidente, el alcalde de hijodalgo como vicepresidente, cuatro regidores, cuatro personas pudientes y el escribano como secretario.
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LOS ORÍGENES DEL PÓSITO DE LORA DEL RÍO Pascual Sanchís Domínguez
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os pósitos, que nacen a nales del siglo XV y principios del XVI, fueron fundaciones privativas de iniciativa puntual, patrocinadas por personas o instituciones previsoras que, conocedoras y sufridoras de las frecuentes hambrunas que asolaban a las sociedades que vivieron el tránsito de la Edad Media a la Moderna, arbitraron los medios necesarios para evitarlas o paliarlas. Se ha relacionado el nacimiento de esta institución con el de los “montes faraónicos italianos”, creación de un fraile franciscano en Italia. A lo largo del siglo XVI se propagaron con rapidez y ecacia por todo el reino hasta sobrepasar varios millares a nes de la centuria. Las crisis de subsistencias no desaparecieron, pero atenuaron sus consecuencias en todos los lugares donde se establecieron los pósitos. Los bancos de granos estuvieron muy vinculados en sus principios a las prácticas de la caridad cristiana protagonizadas por congregaciones religiosas (Pósitos Píos), el Estado (Pósitos Reales) y los ayuntamientos (Pósitos Municipales). En sus orígenes se regían por unas ordenanzas especícas ajustadas a cada pósito en concreto. En la primera mitad del siglo XVI proliferaron en número, por lo que hubo que homogeneizar sus funciones y articular su funcionamiento1. El benecio y utilidad que estos establecimientos proporcionaban al estado común –conocido más por tercer estado según la nomenclatura más al uso- eran notorios y evidentes. Para el estamento no privilegiado, el único perjudicado de los tres en que se dividía la sociedad de la época, la creación de los pósitos no sólo fue un pequeño alivio ya que atenuaba el precio del pan –principal alimento de los más pobres- durante los frecuentes períodos de prolongadas carestías, sino que
también socorría a los agricultores de modestos caudales. Se intentaba (y no precisamente con mucho éxito) evitar en lo posible las tan temidas hambrunas, azotes permanentes que aigían a los colectividades más desfavorecidas, es decir, a las incontroladas masas de famélicos súbditos que, según las opiniones de las represoras autoridades, provocaban los tan temidos motines, revueltas y disturbios que atemorizaban a los grupos privilegiados. Por tanto, el Pósito desempeñaba una doble misión: reducir la hambruna de los más pobres y evitar los violentos tumultos; dicho de otro modo: garantizar una frágil paz social que perpetuara el “statu quo” de una desigual, rígida e injusta sociedad estamental. La monarquía hispana, bajo el reinado de Carlos I de Habsburgo, promulgó la Pragmática Sanción de 1548, norma superior que regulaba el funcionamiento de los pósitos. En dicho ordenamiento se incidía en la fundación de estos almacenes con el n de garantizar el abastecimiento del vecindario del lugar y de los caminantes en los periodos críticos de serias carencias de pan. Además señalaba la posibilidad de que cuando hubiere mucho trigo en los graneros ("paneras"), el Ayuntamiento, para evitar que se pudriera si
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no se consumía, se podía disponer su entrega a personas abonadas –entiéndase ricos hacendados- en calidad de depósito, siempre que entregasen las correspondientes anzas y contrajeran el rme compromiso de devolverlo al Pósito cuando recolectara la 2 cosecha siguiente . A partir de aquella fecha se desarrolla un corpus legislativo para regular su funcionamiento hasta su desaparición en el siglo XIX.
El propio rey Felipe II, en 1555, reconoció la importancia de los pósitos como la medida más ecaz y decisiva para mitigar el hambre y la necesidad en que se encontraba sumido el pueblo3. El 15 de mayo de l584 se implantó la primera normativa ocial de estos establecimientos, se dispuso que el dinero de los pósitos se guardase en un arca de tres llaves y el trigo en una panera (almacén) de dos cerra44
duras, y que su administración se llevase por separado de las cuentas de los bienes de propios4 (cuentas del Ayuntamiento); es decir, dos contabilidades: una para el Pósito y otra para los caudales producidos por los recursos económicos del Ayuntamiento. Una junta directiva, integrada por el alcalde, un regidor y el mayordomo, era la responsable del control y repartimiento del trigo y dinero entre los caminantes y los vecinos más pobres. Los pósitos, en un principio, eran entidades benécas, pero más tarde se convirtieron en bancos de crédito agrícola que prestaban semillas, siempre que estuviese garantizado el abasto de pan para la población y dinero. Los beneciarios de los empréstitos debían devolver el principal más los intereses (1/12, llamados “creces pupilares”) una vez recogida la cosecha. En caso de impago los deudores podían sufrir hasta penas de prisión. En 1735 el rey Felipe V dictó una Real Provisión con el propósito de regular el reparto de granos de los pósitos. A nales de septiembre de cada año se realizaba un primer repartimiento para que los labradores necesitados dispusiesen de simiente con la que realizar la sementera; otra entrega, que se hacía en fases, se destinaba al panadeo, prolongándose desde la primavera hasta la recolección de la cosecha y trasferencia del grano a las paneras públicas (julio y agosto). En Lora del Río hubo pósito antes de 1575, pero no disponía de una casa-almacén donde guardar el trigo. En su defecto, este cereal panicable se recogía en cámaras de vecinos o camarajes5, práctica que resultaba costosa y, por ende, perjudicial para la institución. Veamos el siguiente informe: “[…] el Posito desta villa tiene mucha necesidad de unas casas que sean apropiadas para recoger el pan que tuviere cada un año porque cada un año se ahecha el dho pan a camaraje en diversas cámaras de VS. desta villa en la qual gastan mucha cantidad de mrs., de tal manera que el Posito no se puede aumentar. Ante se podría consu-
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mir por tpos. Por razón de los dhos camarajes y para hebitar los dhos gastos es notorio hazer la dha casa y no hay mejor pte ny lugar en esta villa donde se pueda hedicar la dha casa que en la casa de Lorenço Batallanes y en los corrales que están junto a ella, porque esta en la Plaça y en parte donde cada dia facilmt se puede requerir el pan y remediar el daño“6.
Batallanes nombró al alarife Melchor López vecino de Peñaor que se encontraba en Lora del Río. Por la otra parte, el Cabildo de la Villa designó a Rodrigo de Madrigal perito tasador.
Este pedimento, manifestado por D. Juan de Liñán, corrobora la necesidad que tenía el Pósito de disponer de una casa propia donde poder establecerse tan imprescindible organismo. El inmueble idóneo no podía ser otro que las casas de vivienda y corrales pertenecientes a un acomodado loreño que residía en Peñaor, Lorenzo Batallanes. Dicho edicio contaba con el valor añadido de estar colindante a las casas del Consistorio situa7 das en la Plaza Pública . No faltaron argumentos que justicaron la idoneidad de que la inversión en la compra de aquella casa sería en poco tiempo amortizada, una vez que cesasen los pagos de los alquileres a los vecinos dueños de los camarajes (graneros particulares alquilados al Pósito). El Sr. Liñán, autor de la petitoria demanda (22-V-1577) contó con el beneplácito del Alcalde Mayor D. Francisco Ximénez Hurtado, quien actuaba en nombre del Gobernador de la Villa Sr. Ldo. D. Diego López. Los dos mayores responsables políticos de Lora del Río vieron como buena, necesaria, beneciosa y útil para el común de los vecinos la citada y justa solicitud. Para conseguir lo requerido, ambas autoridades instaron al Concejo de la Villa para que comprase las aludidas casas, que se nombrasen alarifes que peritaran el valor del dicho inmueble, que al dueño del edicio, Sr.Batallanes, se le enviase una requisitoria a través del Concejo de Peñaor, localidad de su habitual residencia, para que nombrase otro alarife, que en el plazo de tres días se presentase en Lora del Río para efectuar la valoración de la nca en cuestión. Los gastos de las tasaciones correrían a costa de los caudales del Pósito. El Sr.
Esta transacción comercial de compraventa de una nca urbana, que puede considerarse como un simple reemplazo en la titularidad de la propiedad, estuvo salpicada de obstáculos que paralizaron la operación mercantil y a punto estuvo de suspenderla. Veamos, pues, como las primeras desavenencias del matrimonio propietario de la referida nca paralizaron por algún tiempo, aunque escaso, el prometedor negocio.
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D. Lorenço Batallanes, el vendedor, estaba casado con Dª. Ynés Franca, pero la pareja mantenía una relación atípica, impropia de unos consortes unidos por el cristiano sacramento del matrimonio. Según el testimonio aportado por la esposa llevaban siete u ocho años sin hacer vida matrimonial ni pasarle el importe de su manutención, lo que suponía un abandono de sus obligaciones como marido. Por otra parte, el Sr. Batallanes, que sólo poseía esa casa, fue demandado por su desdeñada esposa quien para vengarse, resarcirse o recuperar lo que le adeudaba, se negó a concederle el permiso para efectuar la venta de la propiedad, en tanto en cuanto no le devolviese el montante de su dote aportada al matrimonio que ascendía a 46000 mrs. más 4000 mars. en arras, todo lo cual justicaba exhibiendo la escritura pertinente. “[…] no lo pudiendo hazer porque el dho marido no tiene otros bienes ningunos sino las dhas casas de que yo puedo ser pagada de la dha mi dote y arras y es como notorio y por tal lo alego. No haze vida maritable conmigo siete (ocho) años ni me sustenta ni da lo que era obligado a dar como tal marido.” Dª Ynés Franca requería al Regimiento y
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Justicia de Lora que no le comprasen las nombradas casas por ser patrimonio de ella, y en caso de que las comprasen la venta no tendría efecto, pues demandaría al Concejo con todos los intereses, daños y pérdidas que le ocasionase la referida operación, al menos que con la transacción su marido le restituyese el montante de la dote y las arras. El Concejo de la Villa, atendiendo al pedimento y testimonio manifestado por la Sra. Franca, noticó a Batallanes del requerimiento de su cónyuge, a lo que respondió este que, con el dinero que recibiera por la venta, compraría otra casa para vivir con su mujer y que, mientras encontraba la vivienda apropiada para vivir “en buena parte y lugar que convenga”, depositaría los mrs. en una persona abonada señalada por su mujer. Ante dos testigos rmó el compromiso de cumplir lo prometido. El escribano público noticó a la interesada Dª Ynés Franca la respuesta dada por su marido al pedimento. Lorenço había accedido a la demanda de su mujer y se comprometía ante testigos a reintegrarle a su esposa la dote. Hasta ahora se presumía que la compraventa podría llevarse a cabo: el vendedor
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estaba de acuerdo con la venta, la esposa lograría la reposición de su dote y el Consejo de la Villa conseguiría hacerse con el inmueble. Sólo quedaba jar el precio de la transacción mercantil. Entre tanto los peritos encargados de evaluar el precio de la casa y corrales procedieron con una minuciosa descripción: “[…] pozo y escalera y horno […] cuerpo alta de la delantera.” Gracias a este detallado informe sabemos que dicha vivienda era de las mejores residencias de aquella época. Los tasadores, Melchor López designado por Batallanes y Rodrigo Madrigal habilitado por el Ayuntamiento, asignaron un valor de 68000 mrs. y 60000 mrs, respectivamente. Ante esta diferencia de valoraciones intervino el bailío frey Fernando de Alarcón que, actuando de salomónico juez mediador, jó el precio en 64000 mrs; no obstante, mandó que el Concejo y el propietario de las casas “[…] platiquen y coneran sobre esto y determinen lo que sea más justo y provechoso para el dho Posito”. El dictamen del bailío se noticó a los alcaldes, al alguacil mayor, al regidor y a Lorenço Batallanes. Todos ellos se juntaron en la iglesia de la Santa Cruz8 y aceptaron el laude del bailío. Los esposos propietarios de la nca otorgarían escritura de compraventa al Pósito, representado por los señores del Concejo que pagarían a los vendedores los 64000 mrs. Una vez puestos de acuerdo vendedores y compradores, los primeros hacen sendas declaraciones sobre su situación jurídica y capacidad legal para poder enajenar su propiedad a favor del Concejo. El matrimonio Batallanes Franca declaró que era natural de Lora del Río, pero que residía en Peñaor y que en ese momento se encontraba en la Villa. La mujer, con licencia de su marido, le pide y demanda que le dé y otorgue “para hazer y otorgar todo quanto en esta escriptura será contenido. E yo el dho Lorenço Batallanes, que presente soy, otorgo y conozco que doy e concedo la
dicha licencia y autoridad a vos la dicha Ynes Franca mi mujer”. Por todo lo cual venden al Concejo, Justicia y Regimiento de Lora del Río unas casas con corrales para la construcción del Pósito. A continuación reproducimos la carta escritura que es una descripción detallada de la nca en cuestión. “[…] corrales y transcorrales, soberados, pozo, pila, horno y con todo quanto le pertenece que nosotros sabemos y tenemos en esta Vª de Lora en la Plaça Publica della que alindan con las casas del Cabildo y corral de los toros y por la otra parte alindan con casas de Alonso Quintanilla […] vos vendemos vendida buena sana justa sin ninguna condición y sin censos ny tributos con todas sus entradas y salidas pertenencias derechos usos, costumbres y servidumbres y con todo quanto le pertenece”. En esta escritura se hace una pormenorizada exposición del inmueble, su situación, ubicación y condición jurídica. El precio se liquidó en los 64000 mrs. y se otorgó la escritura procediéndose al pago en presencia del escribano público y un testigo que actuaba en nombre del depositario del Pósito. El abono se hizo en monedas de oro, plata y menudos (monedas pequeñas de escaso valor intrínseco) el 8 de junio de 1577. Batallanes dio a su mujer la mitad de la suma recibida por la venta (37000 mrs.), a cuenta de la dote que ella aportó al matrimonio, en presencia del escribano. Los vendedores renunciaban a lucrarse en su derecho a exigir al Pósito una parte del dinero que obtuviera en una futura venta del inmueble. El negocio se había llevado a buen n, el Pósito de Lora del Río ya tenía su almacén y comenzaba una nueva etapa que se desarrollaría hasta mediados del siglo XIX. No poseemos información a día de hoy acerca de la construcción de dicho edicio de Pósito, pero dada la exacta ubicación que se da del inmueble sujeto de la compraventa, sabemos que su edicación fue totalmente reformada en el siglo XVIII, levantándose un
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inmueble de dos plantas, una baja con bóvedas de medio cañón labrada en ladrillo sobre el suelo que servía de cámara de aislamiento para evitar la humedad y un piso encima que era el almacén donde se amontonaban los granos. A día de hoy el edicio, recientemente remodelado y adaptado a las necesidades de la administración municipal, alberga la Ocina Técnica del Ayuntamiento de la Villa, de lo cual debemos sentirnos satisfechos los loreños. Desgraciadamente otros inmuebles que fueron de uso público (conventos, capillas, murallas, arcos, fuentes, puentes, etc.) y privado (casas solariegas y
molinos) cayeron bajo la piqueta que empuña el moderno, especulador y ciego progreso. Nuestro patrimonio, como el de muchas localidades de nuestra geografía, ha sufrido también el olvido, el abandono y la destrucción. Todavía estamos a tiempo de salvar lo que queda. Esperemos que los responsables de los mismos (organismos públicos y ciudadanía) se conciencien y tomen partido para la conservación de nuestro patrimonio material que nuestros antepasados nos entregaron y que nosotros estamos obligados a legar a las generaciones venideras.
FUENTES DIRECTAS: A.M.L.R. Pósito: Leg. 471-475 Actas Capitulares: Leg. 11-14 FUENTES INDIRECTAS: ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G., Los Pósitos en la España del siglo XVIII. Moneda y crédito nº 105, Madrid, 1968. ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, G. Economía e Ilustración en la España del siglo XVIII, Barcelona1969. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., Sociedad y Estado en el siglo XVIII español, Barcelona 1976. FERNÁNDEZ, R., España en el siglo XVIII. (Homenaje a Pierre Vilar),1985.
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Los historiadores especialistas en la Edad Moderna coinciden en fechar el origen de los pósitos en la Pragmática Sanción de 1548. No sabemos con certeza que esta institución, habitual en la mayoría de las poblaciones de la época, pudiera ser coetánea de otras fechas anteriores. Para ello nos basamos en la hipótesis de que las leyes escritas aparecen por demanda que de ellas hacen los súbditos cuando necesitan regular usos, costumbres, establecimientos u organismos ya existentes. 2 Los préstamos de trigo que hacía el Pósito estaban sujetos a un interés de 1/12 del principal. Por cada fanega (43,247 Kg ó 55,5 litros) .que recibiera en préstamo se obligaba a devolver dicha fanega y un almud de creces (3,603 Kg. Ó 4,625 litros). 3 Hubo casos en que con los beneficios del Pósito se pagaron sueldos de maestros, médicos, se costearon obras públicas, se auxiliaron a los vecinos en épocas de epidemias o ayuda al pago de contribuciones. 4 Se les denomina “bienes de propios” a los bienes rústicos y urbanos que posee en propiedad el Ayuntamiento cuyas utilidades o beneficios se computan como ingresos que se destinan a sufragar los gastos municipales. 5 Casas particulares en cuyos sobrados o estancias aisladas de la humedad, se almacenaba el trigo del Pósito previo el pago de un alquiler 6 A.M.L.R. Leg. Nº 472. 7 Consideramos que el edificio que ocupa el Ayuntamiento actual, construido en el siglo XVIII, es el mismo solar donde se ubicaba la antigua casa del Concejo de la que hace mención la petición transcrita. Así mismo, la vivienda y corrales referidos en dicho documento no pueden estar en otro solar que no sea el espacio que hoy alberga “Las Arenas”. 8 Ocupaba una parte del solar donde hoy se alza la Plaza de Abastos, concretamente frente a las casas palacios del bailío.
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LA VIRGEN DEL ROSARIO DE LORA DEL RÍO Araceli Montoto Sarriá
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l artículo que a continuación se desarrolla es la conferencia leída el día 22 de junio de 2013, con motivo de la donación de unas reliquias de la Virgen del Rosario por parte de la familia Lena Pacheco y que, desde el fatídico verano de 1936, en que fue quemada la imagen de dicha advocación junto con otras que se encontraban en la parroquia de la Asunción de Lora del Río, entre ellas, la imagen gótica de la Virgen de Setella, conservaba esta familia con especial devoción. Tras la recuperación de la salida procesional en el día del Corpus Christi de la imagen de la Virgen del Rosario, tras unos veinte años sin hacerlo, y con la formación de un grupo de devotos, formando una Asociación de Fieles, la señora D.ª Josefa Lena Terry, depositaria de esas reliquias, decidió donarlas a la parroquia por considerar ser el lugar idóneo para su custodia. La autora de la conferencia, esperando tiempo y lugar para poder ser publicada, tiene a bien ponerla hoy a disposición de la nueva Revista de Investigación y Creación de Lora del Río, para su divulgación. EL ROSARIO Y LA HISTORIA DE LA DEVOCIÓN A LA IMAGEN DE N.ª S.ª DEL ROSARIO EN LORA DEL RÍO En primer lugar, querría agradecer al Vicario Episcopal de la zona norte de la Archidiócesis de Sevilla y párroco de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, Don Marcelino Manzano Vilches, y al presidente de la Agrupación Cultural “Amigos de Lora”, a la cual pertenezco, Don José Fernández Velarde, la conanza depositada en mí para dirigiros hoy estas palabras. A Dña. Jose-
fa Lena de Terry, depositaria de las reliquias y que, de manera tan desinteresada, hoy dona. Igualmente, expresar mi apoyo y entrega a la Asociación de Fieles y Devotos de Nuestra Señora del Rosario, en su tarea de recuperación y engrandecimiento de este ancestral culto. A todos los asistentes, muchas gracias por su presencia a este acto. El Rosario, palabra procedente del latín rosarium, es decir, rosa o guirnalda de rosas, es una oración vocal y mental que se materializa en un instrumento de cuentas. Parece que se empezó a utilizar hacia la baja edad media, y que fueron unos monjes irlandeses los que lo introdujeron en sus misiones por Europa. Era un modo de rezar de forma práctica y sencilla contando las oraciones, gracias a unos nudos hechos en una cuerda o cuentas enhebradas, entre las personas que no podían seguir los rezos en los libros de oraciones pues no todos sabían leer en aquella época. Hay que decir que esta forma de rezar y el propio instrumento no son privativos de la religión católica y que lo encontramos en las otras religiones mayoritarias, como el judaísmo, budismo o Islam, que también lo utilizan de forma habitual en sus rezos. Hay varios momentos claves en los orígenes del rezo del Santo Rosario y de las cofradías de dicha advocación. En primer lugar, hacia el 1208, cuando a Santo Domingo de Guzmán, en una visión mística de la Virgen María, Esta le enseña a rezar el rosario y le insta a la propagación de esta forma de
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orar, utilizándola contra los enemigos de la fe. Este santo crea la orden de predicadores, los Dominicos, que se encargarán de predicar y de difundir esta práctica en todos los territorios, llegando muy tempranamente a Andalucía. Por otro lado, fray Alan de la Roche fue quien funda la primera cofradía del Rosario en Francia en 1470 y, unos años más tarde, Jacobo Spreger, al fundar otra cofradía en la ciudad de Colonia, instauran el modelo a seguir de las del resto de Europa, consiguiendo además del Papa Sixto IV que consagrara el rosario como fórmula maravillosa de oración para la vida de la Iglesia. Es en esta época cuando se fundamenta la costumbre del rezo público del rosario a dos coros. El rezo aparece estructurado, casi como lo conocemos hoy en día, rezándose cinco o quince misterios, cada uno compuesto por diez Avemarías. Estos misterios, se dividían en gozosos, dolorosos y gloriosos, repasando así en el ciclo semanal los hechos centrales de la vida de Jesús y de María.
Pero el hecho más trascendental para la devoción de Nuestra Señora del Rosario fue cuando el Papa Gregorio XIII proclama su festividad el 7 de octubre de 1572, día en que se conmemoraba el aniversario de la batalla de Lepanto, acaecida un año antes y que, se asegura, se ganó gracias a la intercesión de la Virgen del Rosario. Desde entonces, son muchos los papas que han proclamado las bondades espirituales del rezo del Rosario y del culto de Nuestra Señora bajo su advocación, sobre todo en el siglo XX. El papa y 50
beato Juan Pablo II, además, agrega los misterios luminosos a los ya existentes. No podemos terminar este recorrido por la historia sin mencionar las grandes apariciones marianas y que tanto han contribuido a esta devoción: en 1858, la aparición de la Virgen en Lourdes, Francia, a Santa Bernardet y en 1917, en la Cova de Iría, Fátima, Portugal, cuando Nuestra Señora se les aparece a los niños pastores, Lucía, Constanza y Francisco. Las dos llevan un rosario en las manos y fue en Fátima donde ella misma se identicó con el título de "La Señora del Rosario". ¿CUÁNDO Y CÓMO LLEGA EL CULTO Y DEVOCIÓN A ANDALUCÍA Y MÁS CONCRETAMENTE A LORA DEL RÍO? Como hemos visto, desde nes del siglo XV y gracias a la labor de los dominicos, las cofradías del rosario pronto se asientan en los cenobios andaluces y, por medio de las misiones fomentadas por los obispos, se promueve el rezo del rosario por las calles, asociándose con una imagen de la Virgen como titular. La devoción, por tanto, se centra en la imagen, se le rinde culto procesionándola el día de su festividad o acompañando a otras cofradías, que desde muy pronto se asocian a ella, como la Sacramental o la de Ánimas Benditas del Purgatorio. Queda ya así unida al pueblo como símbolo de religiosidad popular, se le proclama patrona de numerosas poblaciones, entre ellas y más cercanas, Alcolea o Brenes, siendo además la iconografía de la Virgen del Rosario una de las más repetidas en pueblos y ciudades, es decir, en casi todas las iglesias andaluzas existe una Virgen del Rosario. El Rosario rige la vida cotidiana de la población. Como manifestación popular se organizan por varios motivos, según las horas del día; tenemos Rosarios de primas, de vísperas, vespertinos y los populares de la aurora, estos, sobre todo, en los siglos XVIII y XIX. Por las épocas del año, en noviembre se
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organizan los de las Ánimas, en Semana Santa los penitenciales y no podemos olvidarnos de los Rosarios de rogativas o acción de gracias, que conocemos perfectamente ya que también están asociados al culto de N.ª S.ª de Setella. Y aunque la Cofradía o Hermandad, como institución, preserva y canoniza una devoción, esta, la devoción, surge espontáneamente en el pueblo y para el pueblo, la siente como algo suyo pues el Rosario marca el pulso de su vida. No sabemos fecha concreta para el culto en Lora del Río, pero es más que probable que llegara, si no antes, gracias a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalén que, gracias a la donación hecha por el rey castellano Fernando III, fundó el Priorato de Lora y Setella en el siglo XIII y posterior Bailía en el XVI. Sabemos que esta Orden monásticomilitar, promocionaba su culto. Las primeras noticias de una cofradía con esta advocación las encontramos en unas mandas testamentarias de D.ª María de Quintanilla, otorgado (el testamento) el 20 de enero de 1543 y que dice así: “para la cera del santísimo y cera para el Rosario de N.S., a ambas cofradías a cada una 100 maravedíes”. Estos datos, inéditos hasta hoy, me han sido facilitados, por D .José González Carballo, lo cual le agradezco innito. Aprovecho este momento para decir que para la realización de esta conferencia, he recabado información de los libros Las Encomiendas de D. José González Carballo y el de los autores Luis Javier Cava Cepeda y Fernando Quiles, Historia de las Hermandades y Cofradías de Lora del Río. Gracias a las visitas pastorales, realizadas a la parroquia en el siglo XVI, recabamos más e importantes datos: En 1550, sabemos que una Imagen de Nuestra Señora, con un niño Jesús en los brazos, presidía el altar mayor de la Iglesia de Nuestra Señora Santa María de la Asunción,
con dos ángeles dorados de bulto redondo a los lados. En 1565, una imagen similar aparece ya en el altar de San Juan, el titular de la Orden de Malta (de nuevo la vinculación), que se encontraba en la cabecera de la nave de la epístola, junto a la puerta principal del Sagrario (hoy se encuentra en el lado del Evangelio), es decir, justo donde se encuentra hoy en día. La imagen era de bulto en madera y de vestir, hoy diríamos de candelero, y de la misma condición el niño Jesús. Se vestía con saya, saboyana, camisa, coa y toca y se adornaba con una corona de rubíes y zaros, una cruz con dos pinjantes y dos joyeles de oro y una esmeralda. El niño tendría una rica saya y una corona de plata con diadema. Contaba con sus propios ornamentos y un ajuar mucho más completo: pues en una gran arca se guardaban: 5 sayas, 3 ropas, 1 sobrerropa, 2 mantos, 2 sayos, 2 delanteras de corpiño, toca, tocado, 2 gorgueras, 5 camisas y 2 coronas. El Niño tenía dos conjuntos de ropa y 2 coronas. Seguramente, en estas se incluía: una saboyana de red o encaje donada por D.ª María de Quintanilla, dato que es recogido en la visita de 1555; una saya de camelote y una sobrerropa de tafetán, regalo de D.ª María, mujer de D. Rodrigo de Quintanilla, mencionada en la de 1565. Y en la 1568 se menciona una saya y sobrerropa de terciopelo donado por D.ª María de Benjumea. Además, sabemos que se procesionaba y para lo cual la cofradía contaba con una tabla o mesa, probablemente con asas para ser transportada. A nes de este siglo, la cofradía tuvo que tener gran devoción y predicamento, pues solo así pudo conseguir un ajuar tan rico. En el s. XVII, sabemos que existía una cofradía de la Virgen del Rosario, formada por clérigos, que organizaban rosarios públicos. Tenía una organización típica con una jerarquización de hermanos mayores y menores y entre ellos existía el cargo de mayordomo que estaba encargado de la administración general. Subordinados a él, estarían los
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alcaldes, un secretario y un escribano. Tenía sus reglas y todo un culto establecido en el que se incluía la procesión de la Imagen Titular, así como el rezo del Santo Rosario con días y horas concretas. Pero la devoción popular debió de ser muy importante, y como ejemplo damos unos datos: la creación de una capellanía fundada en 1638 por D.ª María Romero, viuda de Francisco García Meléndez, que dice así: “Fundamos una capellanía en la Iglesia Mayor de Santa María de esta villa, en el altar de Nuestra Señora del Rosario de ella, que está junto a la puerta principal de la sacristía”. Y en 1696 D.ª María Rodríguez mandó en su testamento: “se dé de limosna un peso de plata a la cofradía de N.S. del Rosario de esta villa, para que se gaste en cera para los faroles que alumbran el rosario cantado que se reza por las calles”. Algo que tenía que ser ya una costumbre antigua y que acompañaría toda la población, al igual que el rezo del rosario en la parroquia todas las noches donde acudían, según se nos dice: “hombres, mujeres, estudiantes y muchas diferentes personas”; es decir, casi todo el pueblo. Pero es en el siglo XVIII cuando la hermandad que ya no era exclusiva de clérigos, adquiera mayor esplendor. En 1743, siendo D. Bartolomé Quintanilla mayordomo, se obtuvieron 5892 reales y 18 maravedíes de ingresos, además de aumentar los bienes patrimoniales. En el catastro de Ensenada, aparece que la Cofradía y Hermandad de N.ª S.ª del Rosario poseía tierras de primera calidad en lugar llamado del “Salto de la Mula” (actualmente por la carretera de Peñaor, en dirección norte) con 1 aranzada y ¾ de olivar. En el mismo sitio y con tierras de segunda calidad, 2 parcelas más una de 3 aranzadas y 2/3 y otra de 2 aranzadas y 1/10. En el sitio que llaman de “Gómez” (por el arroyo del mismo nombre) poseía una parcela de tercera calidad. Además, cobraba diferentes tributos anuales más 90 reales de las vacas que poseía.
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Las reglas primitivas de la Hermandad tuvieron que ser renovadas y adaptadas a los nuevos tiempos en época del rey Carlos III y, así, en 1791 se eleva al Consejo de Castilla una petición para aprobar las nuevas Ordenanzas que fueron sancionadas por la Hermandad en Cabildo General el 13 de febrero del mismo año. El scal propuso 5 correcciones pero solo de forma. Estas nuevas reglas, estaban formadas por 6 capítulos. De ellos, destacaremos el primero que nos habla de la aceptación de los nuevos hermanos. Estos tenían que demostrar limpieza de sangre, algo muy normal en la época y en casi todas las cofradías, y no se admitían ni judíos ni moros ni negros, mulatos ni berberiscos, tampoco penitenciados o que se ocupen de ocios viles. Todo aspirante tenía que presentar su solicitud al Hermano Mayor que, junto con dos diputados, la estudiaban y una vez admitido se le llamaba a Junta mediante muñidor. Entonces, el secretario le tomará juramento de las reglas y lo hará de rodillas. Para nalizar, el Hermano Mayor le cobraba 10 reales por la entrada y quedaría inscrito, así, en el libro grande de la Hermandad. Los hermanos tenían la obligación de acudir a todos los actos y reuniones de la Hermandad: Cabildos, visitas al Santísimo Sacramento, visitas a los enfermos, misa y procesión claustral. Se pagaba 4 maravedíes por la misa de difuntos y 2 cada domingo y días de esta. La función principal era el primer domingo de octubre, alrededor del día 7, día de la festividad y se hacía una novena. El primer domingo de cada mes del resto del año se hacía procesión claustral con la Sagrada Imagen y todas las noches se rezaba el Rosario. En el año de 1794 la Congregación recibe el nombre de Hermandad de María Santísima del Rosario, con sede en la Iglesia parroquial y teniendo sala de juntas en la sacristía.
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Los diferentes autores que recogen datos sobre la Cofradía la hacen desaparecer a mediados del siglo XIX, coincidiendo con las desamortizaciones y el nuevo laicismo de la población, pues no se ha encontrado ningún dato de ella, solo una referencia de una visita pastoral de 1886 que comenta que en un altar de madera dorada de estilo churrigueresco quedaba de la Antigua Cofradía una Imagen titular en su propia capilla, adornada con corona, ráfagas, media luna, cetro y rosario de plata y el niño con potencias, zapatos y mundo del mismo material. Sin embargo, en Lora del Río, el día 19 de marzo, día del santo patriarca Señor San José, de 1895, se alistan (tal cual lo pone un título que conmemora el hecho) a la cofradía del Santísimo Rosario, D.ª Dolores Quintanilla Briones y D. Ildefonso Pacheco y Montalvo. Por lo que parece, esta cofradía y retomando la larga tradición de ancestral devoción local, sería de reciente fundación en la Iglesia de Asunción y se crea, como nos dice textualmente: “a HONRA Y GLORIA de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en prenda de devoción a la Virgen María, Madre de Dios y Sr. Nuestra y al gran patriarca Santo Domingo de Guzmán, autor del Santísimo Rosario. Se comprometen con solemnidad, a rezar el rosario 3 veces por lo menos a la semana y comulgar el primer domingo de cada mes; para que Dios por intercesión de María Santísima y Santo Domingo, salve su alma, convierta a los pecadores, dé perseverancia a los justos y alivio a las almas del purgatorio, en especial a las de sus allegados y forman la intención desde ese mismo momento de ganar todas las indulgencias plenarias y parciales concedidas o que en adelante se concedan por la Iglesia a los cofrades”. Está rmado el documento por el director espiritual, D. Francisco Martín. Diez años después, esta cofradía seguía vigente, pues he encontrado un recibo, que dice así: “Hermandad del Santísimo Rosario, Nuestro Hermano D. Ildefonso Pacheco y
Señora ha satisfecho la cantidad de 4 pesetas 40 céntimos, que le corresponde según previene nuestros estatutos, por la cuota del mes de la fecha. Lora del río, 31 de marzo de 1905, es secretario José Rojas y Gómez y Hermano Mayor Álvaro Pacheco (hermano de Ildefonso)”. La vinculación con la familia Pacheco Quintanilla ya es clara, y lo seguirá siendo, durante todo el siglo XX, pues D.ª Dolores Quintanilla será la camarera de la Imagen de la Virgen del Rosario y en su casa se custodió su ajuar hasta época reciente, ya que dejó el cargo al cuidado de sus nietas D.ª Dolores, D.ª Alfonsa y D.ª Rosa Lena Pacheco. La Imagen, por lo que hemos visto, bastante antigua, fue quemada en el año 1936, y de la que solo conservamos las pequeñas reliquias que hoy son el motivo de nuestro encuentro. Estos pequeños fragmentos de dedos fueron recogidos por una persona que al parecer se encontraba en las cercanías de la hoguera y que conociendo a la familia Pacheco Quintanilla se las llevó como un precioso tesoro. En el año 1939 se decide encargar una nueva imagen para volver a desarrollar su culto y devoción. En el taller del escultor al que se dirigen, se encontraba ya terminada una imagen con niño, encargo que se le había hecho al artista y no había sido recogido. Como si fuese providencial, sin pensarlo, se decide su compra, pagándose por ella 100 pesetas. La mayor diferencia con la anterior, es que la antigua era más pequeña, por lo que hubo que rehacerle casi todo el ajuar. De las tres nietas, fue Alfonsa, probablemente por ser soltera, y con ayuda de su tía D.ª Josefa Pacheco Quintanilla, que poseía casa en Lora y era depositaria de los enseres, la que venía cada año a prepararlo todo para la salida anual el día del Corpus Christi, esta a la que ya, y aunque viniera de lejos, había quedado denitivamente unida. Al fallecer su tía, le ayuda en esos menesteres la nuera de aquella, Eloísa Sarriá Lucas, a la que le cede el cargo cuando a ella ya se le hace muy pesado, por la edad, venir hasta aquí. D.ª Eloísa, ayudada por sus hijos (le decíamos de broma
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que, después de tener 8 hijos, se había quedado para vestir santos), cumple con la misión, hasta que hacia los años 90, y por causas ajenas a la familia y al mismo pueblo de Lora del Río, deja de procesionar. Pero, como sabemos, la historia no acaba aquí ya que, bajo la dirección de un nuevo cura párroco, un grupo de jóvenes retoman con gran devoción y mucha ilusión el culto a la Madre de Dios del Rosario, identicado en esta venerada imagen a la que mi familia ha estado tan vinculada, volviendo a procesionarla, acompañando a la Custodia y al patrón de Lora, San Sebastián, el día 6 de junio de 2010. Esta salida fue todo un acontecimiento y todas las demás Hermandades de la localidad aportaron su granito de arena para que luciera en las calles de Lora del Río con todo su esplendor. Desde aquí, y de parte de todos nosotros, enhorabuena, gracias y larga vida a este magníco proyecto.
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POEMARIO AL PUENTE VIEJO A principios del siglo XX, el puente de hierro de Lora del Río ( hoy, Puente Viejo ) vino a sustituir a la barcaza que trasladaba a la gente de una orilla a otra, junto a sus carros y mulos, de la mano de los hermanos Federico y Javier Rosa Gómez, que, uno por barquero y banderillero y el otro por torero, dieron origen a la leyenda mítica que se recoge en la famosa copla “Barquerito de Lora”
Tú, puente viejo de hierros y quimeras, te alzaste tras los sueños de un barquero que, entre amores y juncos, fue torero de coplas, de jazmín y primaveras. Yunque de unión, de luz y simetría de un río de historia, milenario, con piel de agua y corazón agrario, a golpes de sudor y de poesía.
Lourdes Soriano Arias
SONETO A LA TORRE DE LORA Palmito gigante que al cielo miras, perl luminoso en noches de estío, grácil prestancia, noble poderío, álamo de piedra y sueño que inspiras. Quisiera, como tú, oh, torre mía, del alma de mi pueblo ser espejo, y de su rica historia, el reejo, conocer sus secretos, ser vigía. Seña de identidad de relevancia, proyectas tu silueta sobre el río en sublime y perfecta consonancia. Tú fuiste de mi infancia el presencia, y de horas de adolescencia y hastío que avivaron la luz de mi conciencia.
¡Oh Puente!, sobre el Betis de aceituna, sobre el Guadalquivir de lunas verdes, de los algodoneros fuiste cuna. Háblanos con tu aire parisino para que, eternamente, nos recuerdes nuestro noble pasado campesino. Sé tú también el pulso del ahora que marque laberintos de esperanzas, Puente de Axati, de Al-Lawra, de Lora…
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LA PALMERA RESILIENTE DE LORA El retrato paisajístico de la entrada a Lora del Río lo ha conformado, durante el último siglo, un frondoso naranjal, a orillas del Guadalquivir, desde el que se alzaban dos centenarias y esbeltas palmeras. Recientemente fueron trasladadas de lugar. A una de ellas este cambio le costó la vida. La otra consiguió vivir y sigue al lado del río, a pesar de los pesares. Hoy se ha convertido para nuestro pueblo en un icono natural que simboliza las ganas de vivir y la resiliencia.
Hoy admiré el perl de tu gura derramando tu fuerza sobre el suelo. Con humildad, venciste al hombre en duelo y te alzaste, poderosa, hacia la altura.
A MIGUEL NÚÑEZ PEDREGOSA, POETA DEL PUEBLO “Nací en camastrón de hierro y crecí como el olivo con los pies llenos de erra y la cintura de trigo”
Fuerte palmera de alma resiliente, tu corazón sigue sembrado en Lora y late del crepúsculo a la aurora, fundido en un abrazo permanente.
(Miguel Núñez Pedregosa)
Yo quiero, como tú, palmera mía, contemplar la existencia con bravura sin detenerme en vacuas naderías.
Yo he visto tu sudor de tierra y luz empapar de nobleza los terrones y sembrar con tus manos algodones, digno andaluz cargado con tu cruz.
Y sembrar esperanzas cada día sabiendo que resurge aquel que quiere y bebe primaveras de utopías. Sobre el Guadalquivir de aguas verdes, reejas tu belleza y tu hermosura y en sus espejos, al atardecer, te pierdes.
Sé que naciste en “camastrón de hierro” y creciste con la gracia del olivo; tu corazón, como un suspiro estivo, de tu sabia poesía desentierro. A Sabadell te fuiste, “¡ por ahí !”; así decíamos de quien el tren cogía y dejaba atrás a Andalucía arrancándose el alma de raíz. Siempre amaste sin miedo ni sura, desvelo tu honradez de campesino y tus versos de sal y de ternura. Te siento, Miguel Núñez Pedregosa, porque la libertad fue tu camino y la justicia tu esperada rosa.
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LLANTO POR UNA MADRE PRESENTIMIENTOS
LA MUERTE
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III
Hoy, madre, te he mirado y, como si de un sueño se tratara, he visto desdibujarse tu cuerpo entre velos de niebla y humo blanco.
Te fuiste con la última aurora violeta pero vives. Y tu risa de primavera blanca aún orece en las azucenas; porque entregaste tu sangre y dejaste sin aceite la lámpara que ardía en tus entrañas; porque alzaste el vuelo por encima de nubes de miedos desgranando tu amor a raudales; porque bebimos hasta la última gota del agua fresca que guardabas en tu vasija y nos tragamos tu alma.
Melodías preñadas de muerte se confunden con cantos de pájaros y el claro aire se llena de rumores negros y suspiros vagos. La tarde, herida por lanza de sombras, derrama sus tristes notas de melancolía sobre la oscura noche del alma rota. Amasijo de tedio, decrepitud, vacío…, sentimientos sutiles labrados con ansia durante horas lentas de monótono hastío. Todo a mi alrededor se torna grave y de repente percibo muy pequeña la sala que en la infancia me pareciera grande.
Te siento respirar conmigo y uir con mi sangre porque tú toda entera, madre, formas parte de la luz que irradia la estrella de mis noches.
El silencio quieto habla de tenues anhelos y a golpes de lluvia y nostalgia se derrumban verdades, antaño absolutas, hoy convertidas en quimeras de secreta magia. Pensamientos viejos descienden, indecisamente, hacia verticales laberintos nuevos.
IMPOTENCIA II Intento atrapar el tiempo, verterlo en un valle de innitos instantes, para que no transcurra, para que nunca lleguen las horas innombrables, y la penumbra negra permanezca distante.
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CATARSIS A BLAS INFANTE Con motivo de la celebración del Centenario de la Asamblea de Ronda de 1918
La sombría visión del jornalero clavó una espina en tu alma de niño, sueños blancos de nieve y armiño hicieron de la paz tu camino certero. Sembraste tu semilla de nobleza en el campo andaluz que tanto amaste, tu corazón a los surcos arrojaste y brotó un ideal de luz y de grandeza. La aurora de Agosto y de or grana te regaló una Luna blanca y verde para que vieras, tú, la Vega Llana. Los crueles verdugos de la muerte no pudieron destruirte con pistolas ni tapar tu verdad, ni enmudecerte. Y agrandaron tu humanidad gigante. Tu sangre alimentó a las amapolas. Andalucía de ella bebe, Blas Infante.
Caminaba sola, pero no sentía el abismo dentro, porque estaba llena de sus propios besos, y buscaba en ella el encuentro único con lo más hendido de su calavera. Caminaba sola, y en su primavera vomitó la pena entre las cloacas, sin ningún atisbo de juego sombrío, sin saliva negra y sin arañazos en las entretelas. Con el vientre de azucena, como un río desnudo, descubrió un enjambre de algarabías y anchas hileras, lejos del vacío. Rió con carcajadas sin hiel, retorció la tristeza, hizo agujeros con los tenedores, rompió platos contra la pared, estrelló la plancha, y sintió latir la piel agradecida por su resiliencia. Caminaba sola y con la libertad, prendida en el talle, se sentía un volcán de cintura sosegada. Escuchaba el pulso de la vida en sus capilares de hierro. Caminaba sola, hizo el tiempo suyo, y el sol y el lagarto, el reloj, la lluvia, y la vida toda… y se abrió de piernas al aire y al agua. Ningún humo empañaba sus espejos. Ningún martillo quebraba sus suspiros. La noche, rellena de plata y de ironía, la arrastró, ansiosa, hasta los sueños. Ascendió a los cuernos de la Luna por su propio pie, y decidió ser feliz.
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LORA EN OCTUBRE Otra vez el vientre de la tierra abre su entraña a los campos. En el Guadalquivir hay puñados de estrellas sobre los algodones blancos. Sierra Morena se alza a lo alto. A pie de monte, Lora y su Torre, en un abrazo, miran a un cielo, ya sin verano. De color oro, el amor lejano tiene la palidez amarilla del membrillo temprano. La lluvia empapa tiempos pasados, jóvenes besos por los naranjos. Nuestra niñez nos sale al paso y ríe sola, tras del barranco. El río arrastra viejos anhelos y llantos quebrados. En su ruina, sigue esperando quién sabe qué, el el castillo, mudo y callado.
Lora parece un pueblo antiguo, de enciclopedia, en blanco y negro recién pintado, con plaza, torre, luz y palmeras y campanarios. El puente viejo ha olvidado a la Luna, y, en su fracaso, le pesa el tiempo sobre su espalda de hierro callado. La tarde cae sobre el vacío y envuelve el aire un olor triste a tierra mojada y limón bravío. Todo se esfuma, se desdibuja... Todo se pierde y en lo sombrío se desvanece. Todo, menos el amor, que no sabe deshacerse.
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¿ JUGAMOS ? Fco. Javier Murube García
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BAJO EL CIELO DE ORIÓN Emilio Morales Ubago
H
acía más de media hora que el santero había terminado ya su siesta habitual. No se trataba de la clásica siesta de pijama y orinal como, según dicen algunos, mandan los cánones. Pero, para una persona que estaba acostumbrada a madrugar y estar en danza una hora antes de la alborada, esa media hora era más que suciente para reparar organismo y espíritu después de una atareada mañana. El otoño había llegado a la Peña de Setella. Se disfrutaba de una buena temperatura, agradable para más señas. Los rigores del pasado verano quedaban ya lejos y alacranes y garrapatas habían desaparecido con los primeros vientos fríos. Muy atrás estaban también aquellos días previos a la Romería, cuyo trajín culminaba el 8 de septiembre, y que dejaban aún más trabajo en jornadas posteriores. El romero había involucionado en los últimos años y, para prevenir la posibilidad de convertir los contornos del sacro recinto en un auténtico estercolero, la Hermandad e incluso la Autoridad Municipal ofrecían todo tipo de medios, en forma de bolsas de basura y enormes papeleras repartidas por toda la supercie de la peña; a pesar de ello la gente, irresponsable e inconsciente, seguía arrojando el botellín, la servilleta, el vaso, la bolsa o el plato de plástico al suelo. “Con todo el progreso que trae la ciencia, vamos para atrás como personas”, había pensado más de una vez aquel santero. Valeriano Belda había llegado a aquel menester por un giro del destino. Una desavenencia entre el anterior encargado del santuario y la junta de gobierno de la Hermandad Mayor había provocado que ésta última
tuviera que realizar un nuevo sondeo en busca de un sustituto. Tampoco era esto normal en la historia de la institución, pues lo frecuente era que los santeros terminaran sus días cuidando de la ermita y de los tesoros, ya fueran artísticos o espirituales, que en ella se guardaban; o jubilándose cuando llegara el oportuno momento. No, no era normal terminar dicho ocio con premura y anticipación. Pero ya se sabe, los tiempos estaban cambiando y para disfrutar de aquel trabajo había que ser muy devoto, muy entregado a la causa y tener gran capacidad de sacricio a la hora de perder tu propia vida social. Belda se había adaptado bien a todo aquello, aunque echaba mucho de menos su antigua vida. ¡Joder! Si es que aquí nunca pasaba nada, todo era una rutina que se repetía una y mil veces. Podía decir que se levantaba cada día con la rara sensación y convencimiento de saber lo que iba a ocurrir durante la jornada. Durante cualquier día. Aún así y después de los trabajos por los que había pasado a lo largo de toda su vida y que nunca le habían gustado, que nunca le habían llenado, consideraba que era muy feliz allí. “Te han regalado una casita de campo con todos los gastos pagados”, le había dicho un amigo, que vino al cabo de un mes de estar instalado, al observar la cara de felicidad que éste mostraba. Y Valeriano, que no sabía mentir, no tuvo más remedio que reconocer que así era. El santero había salido hasta la explanada de piedra que se extendía en la cara sur de la ermita. Su mujer se había marchado al pueblo esa mañana y no regresaría hasta el día siguiente, por lo que auguraba una jornada aburrida, a pesar de que las hospederías ane-
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xas a la ermita estaban del todo ocupadas y siempre encontraría alguien con quien pegar la hebra. Se había encendido un cigarrito y como cada tarde, cuando terminaba de su siesta, se dirigía hasta la base de lo que quedaba de una columna romana que remataba un poyete ubicado en el extremo suroeste del complejo sacro. Allí se sentaba y se terminaba su dosis de nicotina, observando cómo la niebla otoñal se iba tragando el conjunto de casas y edicios que hasta hacía un par de años había sido su hogar. El pueblo quedaba allí a lo lejos, a una distancia de doce kilómetros aproximadamente, amparado y protegido de los vientos del norte por la numinosa y arcana Sierra de la Cruz. Y entonces los vio venir. Se encontraba con la mirada perdida sobre el paisaje algo neblinoso de la Vega cuando por el rabillo del ojo detectó cierto movimiento. Algo, que no era un vehículo, subía por el último tramo de cuestas que llevaba al santuario. Eran cuatro chicos. No tendrían más de diecisiete años y venían cargados con mochilas. Eran más bien altos y delgados, a excepción del último, que era achaparradete y metido en carnes. Al pobre el tramo de escaleretas de subida a la Peña le estaba pasando buena factura e, intentando atrapar la mayor cantidad de aire posible, traía una boca tan abierta que bien podría anidarle en ella y sin dicultad una mirla y sus cuatro polluelos. Valeriano esperó a que los jóvenes llegaran hasta donde se encontraba. Le pareció recordar haber visto alguno en el pueblo, pero no podría jurarlo; así que aguardó a que ellos mismos se presentaran. -Buenas tardes, Valeriano –dijo el primero que llegó hasta él. -Hola, chavales –saludó con afabilidad el santero. ¿Qué os trae por aquí?
de quedarnos a acampar aquí –contestó el muchacho. -No pretendemos darle la lata, Valeriano- dijo otro que se incorporaba. -No, no me la dais –dijo el hombre-, pero ya sabéis que la Hermandad con esto de las acampadas… -Hemos pedido permiso y nos han dicho que le entreguemos esta carta. Valeriano se puso las gafas del cerca, que llevaba siempre colgadas del cuello con un cordón, y leyó las instrucciones que el vocal de santuario o quizá el propio secretario de la Hermandad había reejado en el papel. Una vez leído su contenido el hombre la dobló y la metió en el bolsillo de la camisa. -Bueno, todo está correcto –dijo con una sonrisa. Ya sabéis que si vais a encender fuego tenéis que tomar las precauciones pertinentes –continuó-, no vaya a ser que terminéis como pinchitos morunos. -No se preocupe, Valeriano. Hemos pensado hacerlo en el estanque de piedra, junto al castillo. Ahí tenemos hasta dónde sentarnos. -Buena elección –asintió Belda-, es un buen sitio alejado de matas donde pueda prender. -Bueno, con su permiso nos vamos para allá –dijo impaciente el tercero de los chicos-, que queremos dejar todo montado antes de la puesta de sol. -Pues daos prisa, porque escasamente queda una hora y pico. -¿Tan poco? –dijo resoplando el último en incorporarse-. ¡Pero si son casi las cinco!
-Pues, mire, venimos con las intenciones 62
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-¿Y qué quieres, chaval? –contestó Valeriano-. Ya no estamos en verano. Los días no sólo son mucho más cortos sino que, además, aquí en la sierra la altura de las montañas provoca que el sol se ponga casi media hora antes. Las cosas no son como ahí abajo en la Vega. -¡Ah! –acertó a decir el chico, que de inmediato dejó caer al suelo la enorme mochila que llevaba consigo. -Eso es, chaval. Quítate eso de encima, que te va a dar un algo –se compadeció el hombre-. ¡Por Dios, qué manera de sudar! Dadle agua, que no llega a mañana. -No sea exagerado, Valeriano –dijo el gordito. Sólo necesito respirar y recuperar el aliento. Sus compañeros ya se habían marchado, pero el chico permaneció con el santero todavía unos minutos más hasta que, despidiéndose y prometiendo que le haría una visita para charlar antes de la cena, también se dirigió al lugar hasta donde el grupo tenía pensado pernoctar. El grupo de jóvenes había llegado al lugar previsto. Tal como habían planeado y también les había adelantado el santero, el lugar era óptimo para encender un buen fuego, pero tendrían que montar las tiendas en otro lugar. El estanque era ideal para el fuego, pero muy pequeño para albergar las tiendas y demasiado expuesto al viento. Comerían allí, no habría problema; pero a la hora de preparar el campamento, dormirían más al este, al pie del promontorio sobre el que se situaba el Castillo de Setella y protegidos de los vientos fríos que pudieran soplar en la noche desde el norte. Se distribuyeron los trabajos y dos de los chavales preparaban la fogata que les serviría para asar letes que las madres de cada
uno habían preparado para la ocasión y dispuesto en unas ambreras que los chicos habían colocado cuidadosamente en el fondo de las mochilas. Los otros dos, más habilidosos, se ocupaban de montar las tiendas con la suciente distancia del fuego como para que no les pudiera afectar alguna chispa que se llevara el viento y con la separación necesaria entre ellas para poder hablar desde el interior entre ambas tiendas y que, si por una desgracia alguna se desmontara, no cayera la una sobre la otra. Así se hacían las cosas y así lo habían hecho en otras ocasiones, pues hasta la fecha nunca habían tenido problema alguno. Una vez todo estaba preparado, tocaba vaciar mochilas. Uno sacaba y enseñaba a los otros una tableta de chocolate, otro mostraba una caja de galletas y apostaba que no llegaría al desayuno y uno de ellos, el más osado, sacaba una pequeña neverita con ocho botellines de cerveza. -¿A que ninguno os habíais acordado de traer de esto? –dijo el muchacho, desaante, mostrando un botellín helado. -Hombreeee –dijo el gordito-, yo traigo la petaca de mi padre con coñac. -¡Ostras! –dijo otro-. ¿Te la ha dejado? -Bueno –dijo el chaparrete-, digamos que no sabe que nos la ha prestado. Los demás le rieron la gracia y terminaron de disponer la “despensa”. Colocaron en el interior de las tiendas las esterillas, los sacos de dormir y las mantas; y se sentaron tranquilamente alrededor de la candela en el momento en el que el último rayo de sol despuntaba tras el cerro de Mariquilla, la hilandera, apenas ahora visible en el contraluz de la montaña. Sobre el horizonte, Venus se alzaba con fuerza, destacando sobre el celeste desvaído del cielo al atardecer. No tardaría
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mucho el rmamento en cuajarse de estrellas. -Le prometí a Valeriano que iría a charlar un poco con él antes de la cena –dijo el gordito-. ¿Alguno se apunta? -Tú eres muy cumplido, chaval, yo me voy a quedar por aquí, que hay que estar pendiente de esta candela. Los otros dos hicieron gestos como de que rehusaban la invitación, así que el chico se marchó en dirección a la ermita. El cielo se había poblado de nubes color del fuego que destacaban sobre los oscuros perles de los montes que, próximos, quedaban al oeste. Y, únicamente ocurre en los primeros promontorios de la Sierra Morena, la peña sobre la que marcaba sus pasos se había cubierto con la luz ambarina de esos mágicos atardeceres que sólo se dan por estas latitudes. Rodeó el santuario por su cara oeste y llegó hasta la puerta de la casa del santero, justo al lado de la escalinata que sube a los soportales donde se encuentra la entrada lateral de la ermita; la que se usa con más frecuencia a la hora de visitar a la Santa Madre que allí habita, ese Principio Femenino al que los romeros rinden fervorosa pleitesía. Dio un par de golpes con los nudillos en la puerta y lanzó un “¿Se puede?” hasta el interior de la vivienda.
tas de barro cocido. A la derecha, había una puerta que daba a una pequeña cocina y a un aseo. Y, justo frente a la puerta por la que el chico había entrado, una escalera subía a lo que él suponía los dormitorios de la casa. El santero estaba sentado en el sillón que se encontraba más al fondo y desde su asiento avivaba las llamas de la chimenea con un palo largo. -Siéntate, muchacho –dijo Valeriano-, y, cuéntame: ¿Cómo van las cosas por el pueblo? -Pues igual que siempre –dijo el gordito con aire cansado-, Lora es tan aburrido. Nunca pasa nada. -Vaya –dijo el santero con una sonrisa que no le impedía fruncir el entrecejo-, a lo mejor si te quedas una temporada por aquí, al cabo de dos o tres meses lo mismo vuelves con otra forma de pensar. -Eso digo yo –comentó el chaval muy ocurrente-. ¿No se aburre usted aquí sin hacer nada? -¿Sin hacer nada? –el hombre soltó una risilla-¿Y quién te ha dicho a ti que aquí no hay nada que hacer? -Hombre –dijo el muchacho dudando-, como usted es su propio jefe se puede organizar como usted quiera…, como si le da por no trabajar algún día.
-Entra, chaval –escuchó desde el interior. El muchacho accedió a una habitación de medianas dimensiones donde una buena chimenea se ubicaba al fondo de la misma. El santero había dispuesto además una mesa camilla que había rodeado con un sofá y dos sillones. Al otro lado de la mesa una televisión de pantalla plana quedaba entre las dos únicas ventanas que daban al exterior. El suelo estaba conformado por modernas lose64
-Eres audaz, chaval –dijo con una sonrisa-. Tienes muy poca vergüenza pero aprecio tu sinceridad. Mira, para que te enteres, es posible que en este lugar nunca pase nada, que cada día sea un calco del otro, pero aquí la jornada empieza a las siete de la mañana y no se para hasta las dos del mediodía. Hay que comprobar que todo está en perfecto estado, hay que limpiar continuamente para que el visitante lo encuentre todo limpio, aseado
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y recogido, hay que revisar que todo funciona adecuadamente…, averías, animales muertos, goteras, hospederías, riegos…, pues anda que no hay cosas. Aquí siempre hay trabajo –sentenció.
El chaval hizo una mueca sin mucho convencimiento. -¿Qué tipo de historias? -¿Te gustan o no?-insistió el santero.
-Ya, ya…-balbuceaba el gordito a sabiendas de que no era un buen comienzo el que había tenido con el responsable de la ermita.
-Depende…-el chico dudó hasta que nalmente comentó-. ¡Vale! Venga esa historia.
-Y por la tarde empiezan las visitas, que a veces llegan intermitentes y en otras ocasiones vienen de continuo.
-Llegas cuatro años tarde, muchacho –expresó el santero abriendo los brazos a la vez que subía los hombros y cerraba los ojos. -No entiendo –dijo confundido.
-¿Y qué diferencia hay? -Pues que con unos estás continuamente saliendo y entrando a abrir y cerrar; y con las otras estás todo el rato con ellos, colocando ramos de ores, atendiendo a la tienda de recuerdos… -Vale, vale –dijo el muchacho levantando las manos-. Me ha convencido usted y me disculpa por mi atrevimiento. -“Me disculpa por mi atrevimiento”-el santero repitió las palabras del chico-. Esas no son palabras de un chaval de tu edad. Tú eres de los que leen mucho, ¿verdad? -Verá, bueno... –reconoció- Yo diría que sí. -Ya lo veo, esa barriguilla no es de doblar mucho la raspa. -¿Cómo dice? -Que tu fuerte no es el deporte –dijo cínico-¿verdad? -La cierto es que no, yo soy más de jugar a las consolas y de un buen libro. -No tienes que asegurármelo. A propósito, ¿te gustan las historias?
-Si hubieras llegado hace cuatro años el santero anterior te habría contado un montón de historias, yo no me sé ninguna. -Valeriano, me está usted vacilando. –dijo el chico sin dar crédito. -Mira –dijo el santero sin dar importancia a la observación del muchacho-, él te habría contado unas trolas la mar de gordas. Decía en una de sus historias que el Guadalvacar, el arroyo que hay ahí abajo en el lado este, era navegable y que los antiguos venían en barcas desde la embocadura del Guadalquivir hasta aquí arriba. Y que aquella gente llegaba para recoger minerales y se marchaban cargados de hierro. -Bueno, ¿quién sabe? –justicó el gordito-. Ahí, en alguna de las ncas de los alrededores de esta peña, mi padre dice que hay un pequeño yacimiento de hierro. -Claro que hay hierro por estos contornos –dijo Valeriano divertido-, pero… ¿Tú sabes lo que les pasa a las barcas que van cargadas de hierro? El muchacho hizo una mueca silenciosa dando a entender que no sabía a dónde quería llegar.
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-¡Que se hunden! – y el tipo comenzó a reírse de su propio chiste. “Lo que hace la soledad”- pensó el chico. -Bueno, será mejor que me vaya con mis compañeros. Estarán a punto de preparar la cena y como no despabile son capaces de no dejarme nada. -Anda, sí –dijo Valeriano-, que ya se ha puesto el sol y no es bueno andar a oscuras por aquí, aunque te advierto que ya se habrá encendido de forma automática la iluminación exterior de la ermita. Está programada para que permanezca encendida hasta las tres de la madrugada. -Mejor, así me orientaré con facilidad en la oscuridad. -Gracias por la visita, chaval –dijo el santero mientras se levantaba de su sillón. -Hasta luego –se despidió el gordito, levantando el brazo a la vez que salía al exterior. Efectivamente, la iluminación ornamental del edicio se había puesto en funcionamiento y el regreso no fue tan dicultoso como en un principio temía. El santero, que había salido a despedirle, lo vio perderse entre las sombras. Pensó que realmente el chico tenía razón, en la ermita nunca pasaba nada fuera de la rutina, a excepción de ciertas fechas que se podían contar con los dedos de ambas manos. “Lo mismo algún día se pone de moda y a todos les da por casarse aquí”reexionó. El gordito no tardó en llegar junto a sus amigos. La ermita también estaba iluminada en su parte norte y las luces de las hospederías, que a mediados de octubre ya estaban llenas en su totalidad, estaban también encendidas. Era una imagen sencilla pero no 66
exenta de cierta belleza. Arriba en la oscuridad del cielo la constelación de Orión, el cazador, se veía con total claridad. Nítida. El muchacho recordó el mito que había leído en alguno de sus libros y que hacía referencia al héroe griego. Orión, que cazaba con Artemisa, diosa de las tierras vírgenes, de la caza y de los animales; murió por una echa de ésta y fue elevado a los cielos por la propia diosa. “Y ahí arriba sigue, velando para que no nos ocurra nada”, pensó. Después miró a la ermita y reexionó: “Debemos ser terribles, hay demasiada gente cuidando de nosotros”. -¿Qué tal el santero? –preguntó uno de sus compañeros. -¡Está loco! –casi gritó, para luego recticar con una sonrisa-. Pero es un cachondo. Sus amigos se miraron entre ellos, sin comprender. Luego comenzaron a preparar la cena entre charlas y risas, como sólo lo hacen los adolescentes que juegan a ser mayores, sintiéndose independientes y libres de la tutela de adultos que aún los consideran niños. Comieron y bebieron, charlaron y contaron chistes; hablaron de chicas, de fútbol y de desafíos. Aquella noche no era para hablar de estudios, además el curso se había iniciado hacía poco y prácticamente había muy poco que comentar. Vieron cómo gradualmente las luces de las ventanas de las hospederías desaparecían. La iluminación del edicio no se apagaría hasta eso de las dos o las tres de la madrugada. Pero el camino y las emociones de aquel día habían hecho mella en aquellos muchachos y poco a poco se fueron retirando a dormir. Cuando su compañero de tienda apagó la luz de la linterna, el gordito llevaba ya diez minutos en brazos de Morfeo, el dios de los sueños. Sería un poco antes de las dos de la madrugada cuando algo sacó a los chavales de su respectivos sueños. El gordito salió de su saco de dormir, apartó la manta que le
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cubría, se levantó como pudo en aquella estrechez y salió a orinar. Se alejó varios pasos de la tienda hasta unas matas. Algo extraño otaba en el ambiente, de hecho notaba cierto zumbido en sus sienes. La peña estaba en total oscuridad, no había luna y curiosamente y sin saber por qué motivo las luces ornamentales del Santuario se habían apagado, pues recordaba haber oído al santero que estaba programada para apagarse una hora más tarde. Sólo había estrellas y la lejana iluminación pública de pueblos y pedanías que salpicaban la ahora oscura supercie de la Vega. Cuando regresaba a la tienda, una vez relajada la vejiga, notó cómo un relámpago iluminaba fugazmente toda la peña y pudo observar que sus tres compañeros habían salido también al exterior. -¿Qué os pasa, chicos? –dijo-. ¿Tampoco podéis dormir? -Sí –respondió uno de sus compañeros-, qué raro. Nos hemos despertado todos al mismo tiempo. He oído incluso cómo salías de la tienda… Sobresaltado por lo que acababa de ocurrir y sin poder terminar lo que iba a decir, el muchacho guardó silencio. Los cuatro pudieron observar, sobrecogidos, cómo de repente la sombra de la torre del homenaje del castillo se proyectaba sobre la peña, ahora iluminada por una potente luz. Los chicos miraron hacia arriba y algo muy grande, gigantesco, cuajado de una miríada de pequeñas luces de diferentes colores, comenzaba a mostrarse tras la arcana construcción en ruinas. Los chicos, más asustados que curiosos, corrieron hasta el centro de la peña y se volvieron a observar lo que acababa de sobrepasar lentamente y con suavidad las ruinas del castillo. El corazón parecía que se les iba a salir del pecho y todos y cada uno de los cuatro observadores notaban cómo una vibración parecía surgir de sus propias tripas, similar a esa sensación que nos produce ver pasar una banda de
música cuando el retumbar de los tambores se nos mete en el estómago. Pero no había sonido alguno y aquellas pequeñas, pero potentes luces, se proyectaban sobre ellos como si estuvieran en medio de la pista de una sala de baile, víctimas de una desatada y extraña psicodelia. Embobados como estaban viendo aquel extraño espectáculo no pudieron ver cómo algunos de los que se alojaban en las hospederías salían del edicio, mientras que algunas madres, protegiendo a sus hijos, algunos en brazos, miraban alarmadas tras las ventanas de la construcción donde se hospedaban. Alguien llegó hasta el lugar donde se encontraban aquellos muchachos. Era Valeriano, enfundado en un pijama de verano con rayas celestes. Traía el pelo alborotado por la almohada y enarbolaba un grueso bastón. -¡Madre de Dios! ¡¿Qué demonios es eso?! -Yo, yo, yo… -balbuceaba el gordito- ¡Y yo qué sé, Valeriano! -Venga, no podemos quedarnos aquí en medio, desprotegidos. Puede ser peligroso –dijo tirando de los brazos de dos de los chicos. De repente aquel extraño objeto se desplazó con suavidad hasta el barranco sobre el cañón del Guadalvacar y despareció tras los árboles. Todos, absolutamente todos, corrieron hacia el borde del despeñadero. Algunos, en la oscuridad que había caído de nuevo sobre la peña, rodaban por el suelo al tropezar con piedras y rocas que, aunque suaves, sobresalían del terreno como trampas para aquellos improvisados corredores. Finalmente los chicos, guiados por el resplandor que surgía de la quebrada que el
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arroyo había perforado durante millones de años, llegaron al borde de la depresión al tiempo que aquello, que habían ido a mirar, se elevaba con más celeridad, hasta el punto de sentir cómo un golpe de aire los desequilibraba y agitaba sus cabellos. Algo muy grande, sólido y con volumen, se había elevado y ahora volaba hacia arriba, en dirección a la constelación de Orión. El conjunto de luces se hizo pequeño en unos segundos para desaparecer nalmente. Se dieron la vuelta y vieron que el uido eléctrico había vuelto y todas las luces de las hospederías permanecían encendidas. Les vino bien a todos para orientarse en el regreso a la ermita a través de la arboleda y el terreno irregular. Nadie abría la boca, caminaban en silencio. No tardaron ni cinco minutos en llegar junto a la hospedería de la planta baja en la trasera del edicio. Casi todos los que allí se alojaban y no habían corrido hasta el barranco ahora se concentraban allí. Una señora salió afuera con una cafetera humeando y un tipo en pijama la acompañaba, repartiendo vasos y cucharillas de plástico. Dos de los chicos aceptaron un par de vasos que éste les alargó. Se hablaría durante mucho tiempo
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de lo ocurrido aquella noche. De hecho, la prensa y los programas de televisión especializados en temas de misterio acudirían como moscas en semanas posteriores, cosa que no sería del agrado de la Hermandad, pero que sería algo inevitable. El santero conversaba con otra persona cuando el gordito llegó hasta donde se encontraba. -Valeriano –interrumpió con ironía-. Que nunca pasa nada aquí,¿no? -Ya ves –observó muy serio el santero, que aún no acababa de salir del estado de excitación en el que se encontraba-, por lo visto no siempre es así. Habrá que ver la cara que va a poner mi mujer cuando se entere de todo este jaleo. El gordito le sonrió, miró de nuevo hasta el sector del cielo por donde había desaparecido el extraño y misterioso objeto. Y sin dejar de mirar la Constelación del Cazador volvió a preguntar.
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-¿Y se paga bien el trabajo de santero?
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INMOVILIDAD
Juan Francisco Cañones Castelló
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epe el Estatua era uno de aquellos personajes que ejercen de guras inmóviles en las ferias de los pueblos. Podía pasarse horas enteras sin pestañear, sorprendiendo a los inquietos paseantes. Y en el bulle bulle de la feria el misterio de aquella criatura doliente –así se lo parecía a ellos- les encogía el corazón. Algunos echaban una moneda no se sabe si por lástima o por algún luminoso sentimiento de solidaridad con los artistas. Porque, ¡vean ustedes!, el trabajo de Pepe tenía rango de labor artística o cuando menos artesanal. ¡Vaya usted a saber si aquel individuo no era un alquimista del silencio o un remendón de los corazones rotos por las prisas y el ajetreo inmisericorde de las grandes ciudades! Aquel lento entretejerse de soledades efímeras de quita y pon en torno a un observador desolado en la trama incierta de la tarde, ¿no tenía algo del pintoresquismo de una acuarela de Daumier? Por cierto, si va uno a las urbes descomunales, allí encontrará otros especímenes parecidos en las grandes plazas o en el metro, aunque siempre dotados de poderosa e inconfundible individualidad. A Pepe había que emparentarlo con otras guras como la del músico ambulante que habiendo venido de la Europa del Este, instrumento en mano, se dedicaba a tocar en las esquinas, a exhibir su extraordinaria preparación técnica y su habilidad de profesional, por no haber encontrado una plaza ja en una orquesta, o con el vendedor de artilugios y artefactos eléctricos que con un minúsculo y deslucido carrito pregona entrañablemente su mercancía, integrada por relojes coreanos y calculadoras de bolsillo, pilas y cintas de casette. ¿Por qué no con la mendiga rumana que se coloca en la puerta del supermercado a solicitar la caridad pública o que se prostituye en el extrarradio de Madrid?
OJOS. Obra de Juan Francisco Cañones, 1984
Pertenecía a las mitologías de arrabal de las que habló Borges en una tarde de tedio, era un carácter extraído de no se sabe qué página del Tobogán de hambrientos de Camilo José Cela, y puestos a crear símiles recordaba a la araña en la paciente espera de sus víctimas, a la mujer barbuda en lo estrafalario de su atuendo, al autómata que en el reloj mecánico de la torre del ayuntamiento de Plasencia golpea con un martillo la campana que apuntilla las horas. Aquel lugarteniente de los marginados se colocaba todos los días con la mejor voluntad a las seis de la tarde, no bien comenzaba a animarse el jolgorio, embutido en sus caprichosas ropas, con un algo de agitanadas o moriscas, y un turbante que no se lo salta un galgo, y embadurnado de blanco hasta más
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allá de las cejas, como un trágico griego al que sólo le faltaran los coturnos o como un aprendiz de fantasma. ¡Menudo pastiche! Que almas en pena no faltan en ningún paisaje urbano que se precie de ese nombre.
objeto de su curiosidad si no lo era de su devoción. ¿Qué sabe nadie de lo que pasa por el ardiente caletre de un mozo casadero algo ligero de cascos y con la chaveta un poco perdida?
No sé si por haberse inspirado en algún espectáculo de mimos, de vez en cuando hacía algún movimiento como a cámara lenta y luego se quedaba inmóvil creando un efecto de marioneta a la que se le hubiese roto el resorte, de títere accionado por un muelle que de pronto hubiera saltado. Y era siempre para él sorprendente observar al público reaccionar ante esos movimientos inesperados, el único alimento que sostenía al artista, como algunos músicos callejeros se nutren del fervor y de los aplausos de un improvisado público...
Ya podía soplar el viento o lloviznar, que Pepe siempre estaba en su puesto, como el vigía que avizora la llegada de algún navío en lontananza o la aparición de algún solemne y respetado personaje. Con todo algunas veces se le cruzaban los cables, bien porque aquel día no hubiera dormido lo suciente o ya sea porque se hubiera levantado con el pie izquierdo; era entonces el grotesco momento en que los viandantes, que habitualmente se paraban a cuentagotas junto al personaje y dejaban en su plato unas monedas movidos por una misteriosa y mágica ternura para con los que se piensa desvalidos, escuchaban unos sonoros tacos lanzados como al vacío o al fondo del aire, palabras dichas no contra
Si indagamos en los motivos que le llevaron a tan peregrina ocupación, haberlos haylos, pero ¿quién será ese ingenio lúcido que sea capaz de precisar con total certeza las causas? Malas lenguas dicen que fue su tendencia a la soledad y misantropía la que le condujo a semejante dislate, aunque los vecinos de su barrio, que lo conocían bien, según pregonaban a los cuatro vientos -que en esto de divulgar los defectos ajenos el que no corre vuela-, no dejaban de insistir en que había sido un desengaño amoroso la razón, o quizás la temprana muerte del padre había dejado en su alma castigada por el destino una inclinación al misticismo y a pasarse las horas muertas contemplando el paisaje y pensando en las musarañas. Lo cierto y verdad es que Pepe había salido un sí es no es estrambótico e irreverente, con fondo de rebelde sin causa. Y, cuando en la dilatada extensión de una tarde de feria se acercaba alguna guapa moza acompañada del novio al punto donde con innita paciencia posaba el hombreespectáculo, el solitario Pepe, desaando todas las normas de respeto social a la mujer emparejada, orientaba su mirada de manera palpablemente escandalosa, tras una descarada torsión del cuello, hacia aquélla que era 70
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El pájaro de los sueños. Obra de Juan Francisco Cañones, 1985
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nadie sino expresión notoria de descontento y de cansancio, de desahogo existencial y de rebelión juglaresca. Porque los improperios, dichos por la boca pequeña y a la callandola por el actor de lo estático, por paradójico que pudiera parecer, tenían la virtud de atraer sobre él toda suerte de transeúntes y curiosos, que de esta fauna se nutren semejantes eras circenses. Y menudeaban entonces las exclamaciones de sorpresa y los comentarios, que llenaban de orgullo el corazón de Pepe, porque “más vale que hablen de uno aunque sea mal, que no que no hablen en modo alguno”, opinión que había suscitado más de un gesto de aprobación por algún amigo de Pepe que le espetaba: “¡No, si ya te había dicho yo que eres un lósofo!” Y es que la losofía se vende barata por estos pagos y entre este tipo de sabihondos faltos de autoestima y sénecas de andar por casa. No es que el pensamiento no preocupara a Pepe, que tiempo tenía, en aquellas largas tardes de exposición (no al sol sino a las risas de la gente o a su asombro), para losofar sobre todo lo divino y lo humano o sobre la variada galería de tipos que atravesaban junto a la banqueta en que el centinela del silencio hacía su guardia. Pero como primero era aquello de vivir y luego lo de losofar, pues no era cosa de complicarse demasiado la existencia. Que con aquellos euros que allí arrojaban a la descuidada y sin concederles demasiada importancia, más por lantropía que como homenaje al pensamiento divergente y al individualismo en una sociedad de masas, algunas noches no había ni para pagarse la pensión, y había que dormir en el banco de algún paseo. Y de malcomer no digamos nada, que los bocatas de mortadela, de foie-gras o de atún con tomate y las latas de cocacola se sucedían con la misma monotonía que las tardes de sevillanas y copitas de no en la feria de abril. ¿Riesgos para la psique del personaje? Muchos. Habría que decir que considerables. Porque, como daba a entender su propia
madre, ¿a ver quién es el guapo que permanece con la cabeza en su sitio estando un día detrás de otro en esa incómoda posición antinatural? -- [Imaginemos la voz de Rafaela Aparicio, la entrañable actriz de “Mamá cumple cien años”] Que te lo tengo dicho, Pepe, que de eso no va a salir nada bueno. Que así no te van a dar una medalla ni te van a poner una estrella en Jolivú. Que para trabajar hay que moverse, que te van a salir telarañas en las entendederas. Los hay tozudos. Pues Pepe es uno de ellos. No es que tuviera una voluntad de hierro, que no hubo forma de que acabara el Bachillerato en el Instituto, pese a que el hermano de su padre era Profesor de Educación General Básica y le echaba alguna mano de vez en cuando, sino que cuando al Estatua se le metía entre ceja y ceja alguna empresa era difícil removerlo de ella. Y es que estaba cansado de pedir el dinero a sus padres hasta para un sello de correos. Y cuando se le ocurrió la feliz idea de ganar unos euros “sin mover ni un dedo” (la expresión hay que tomarla en su más agrante literalidad) aquello le pareció coser y cantar y se entregó de corazón a su nueva e inspirada exhibición de voluntarismo y de pasividad, con la premeditación, alevosía y nocturnidad que le conferían los interminables años de amarga dependencia de sus padres. ¡Por n tenía un negocio propio y sin tener que invertir un capital para montarlo! Alguien dijo alguna vez que el ajedrez era el más literario de los juegos. Y el Estatua se mudaba cada puesta de sol en una contragura del rey blanco arrinconado en solitario contra una esquina del tablero por la dama soledad, por la dama miseria, por la dama locura. Y, dejando a un lado el entretejerse de losanges de luces y sombras que el sol hiciera sobre las losetas del pavimento, no se puede olvidar en este recuento de desdichas a los estorninos de los paseos, que no respetan
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nada, ni siquiera a los aprendices de inmortales, como tampoco a los poetas del tiempo detenido, mucho menos a los muecines del hastío. Por eso cada tarde le condecoraban los hombros con unas cuantas cagadas ostentosas y evidentes que hacían prorrumpir en gritos de sorpresa a un público que no pecaba de papanatismo precisamente y sí de un leve asomo de crueldad. Porque hay que ser malo de verdad para reírse de la desgracia ajena, ¡qué caramba! Y si sólo fuera eso… Había chiquillos que aprovechándose de que él no iba jamás a infringir las reglas tácitas (y tácticas) del juego, como era su aparente incapacidad de reaccionar a los estímulos exteriores (salvo las contadas excepciones antes mencionadas), se acogían a la primera oportunidad que tenían, que solía coincidir con el descuido de los padres, que estaban en el kiosco contiguo comprando un balumbo róseo de algodón dulce, para birlarle las escasas ganancias que extraía de tan penoso peregrinaje por las avenidas de la monotonía y del
travestismo espiritual. Vistas así las cosas, ¿qué provecho podía sacar de aquella ocupación? El ego de estas criaturas místicas visto por un observador externo, que quieras que no peca de omnisciente y salpimenta con ironía sus comentarios y sus datos eruditos, y es cualquier cosa menos imparcial, se va inando como un globo, hasta que un imponderable, un pinchazo, el capricho de los dioses o un arrebato del destino lo hace estallar y desvanecerse en la nada. Y habría que remontarse a las anécdotas de su infancia, a no se sabe bien qué carencias, frustraciones o complejos de psicoanalista rebuscado, para entender los entresijos de su sensibilidad, las claudicaciones y deserciones de su alma, para vislumbrar en lo remoto tamaño abismo de soledad como el que rodea, a modo de atmósfera sacralizante, a esta víctima ofrendada en la cuerda oja de nuestra rastrera civilización. Un poco de cotilla sí que era –y esto no es criticarlo, que conste en acta- pues le gustaba sgonear en las conversaciones de las parejitas de novios que retozaban en la periferia en alguno de los bancos próximos del paseo, espiar el inacabable muestrario de los rostros de los viandantes que lo analizaban a su vez con miradas atrevidas, coleccionar sonrisas despectivas o tiernas, en suma, captar esa interminable exhibición de matices con que el espíritu humano gusta de mostrarse en avatares. Pero no había malicia alguna en esa mirada de arlequín fotograado a la luz de la luna, en ese fondo de licor amargo que destilaba su alma cándida de desahuciado.
Arlequín. Obra de Juan Francisco Cañones, 1987
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Ni San Simeón el estilita tenía un mérito como el suyo, seamos francos, porque si al santo eremita del desierto le picaba la cabeza se rascaba y haya aquí paz y después gloria, pero a Pepe algunos picores le traían por la calle de la amargura. ¿Era un asceta? ¿Tenía parentesco con aquellos santones hindúes que ponen su escudilla ante el público y en la postura yóguica del loto se pasan los días
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Fantasmagoría. Obra de Juan Francisco Cañones, 1985
meditando? ¿O lo suyo tenía que ver con lasdotes del fakir que se tiende en un lecho de clavos con una piel más dura que la de los elefantes nigerianos? Y qué decir de las tentaciones que a su vista surgían, el adolescente que ante sus narices y cuando las tripas del Estatua danzaban su zarabanda proletaria reclamando su pitanza se enfundaba un descomunal bocadillo de tortilla, la parejita que se daba sensuales e inacabables besos ante este hambriento de afecto y aquejado de una orfandad cósmica, el padre de familia que como un nuevo Epulón ante un Lázaro de la modernidad sacaba el fajo de billetes para dar unas perras a un hijo suyo con la honesta intención de sufragar sus montaraces expediciones a los cacharritos de la feria. De todo había en la viña del Señor. Y a Pepe se le iban los ojos como tras una revelación celestial, aunque al punto sentía remordimiento por haber sido inel a su propósito de inmovilidad absoluta y total, a ese adentrarse en la muerte viviente de los ausentes, de los que están pero ya no son.
Y ¿a qué recuerda este lento proceso de momicación a que se veía sometido el individuo en sus largos días de reclusión en el interior de su silencio? Había poetas callejeros que decían que tenía alma de ostra y que iba recubriendo del nácar del olvido sus dolores vitales hasta lograr la perfecta insensibilidad kármica. Otros lósofos de plazoleta encontraban remotos paralelismos con cuentos folclóricos como el de la bella durmiente o el de la rana encantada. Y algún osado se atrevió a ponticar que Pepe era un trasunto de Gregorio Samsa, el personaje de “La Metamorfosis de Kafka”, y que si tenía la paciencia de permanecer en esa postura mucho tiempo le crecerían élitros y azabachado caparazón y se acabaría trocando en escarabajo volandero. Gruesas láminas córneas sí que habían ido endureciendo el esqueleto del espíritu de aquel coleóptero del desierto urbano, porque, hombre hecho a sí propio, lo mismo valía para un roto que para un descosido, tenía idéntica facilidad para asimilar los insultos que los elogios, la calderilla que los insólitos y rarísimos billetes que como aves de paso se posaban al desgaire en el platillo de sus penurias. Desatenciones y desprecios los hubo y hasta algún despistado policía municipal pretendió llevárselo al cuartelillo aduciendo que alteraba la paz y el orden público, aunque fueron otros los que, con impúdica manifestación de inhumanidad, lo tildaron de fantoche grotesco, de espantapájaros zao, de ruina de la civilización o de entretenimiento de babiecas urbanos. Sólo una vez en el laberinto de los días el descolocado habitante de la nada recibió un gesto de ternura. Fue que una solterona no muy agraciada pero con entrañas de misericordia depositó, a los pies del Estatua, un ramo de claveles blancos recién cortados.
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CARICIA Fco. Javier Murube García
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EL PUENTE DEL RÍO Lourdes Soriano Arias
o tengo en mi mesilla de noche un pequeño puente de marl. Sobre el sofá de mi sala de estar, presidiendo la estancia, hay colgada una fotografía del Puente Viejo de Lora. Las paredes del pasillo de entrada a mi casa están adornadas con varias pinturas del puente de Triana y dos retratos, uno del Alamillo y otro, más pequeño del que en Lora llaman el Puente Romano. ¡Me encantan los puentes!
Y
Una de las veces, se nos agolparon los recuerdos de la horrible tarde de julio y rastrojos. Los niños y las niñas, asustados y curiosos, corrimos en tropel a mirar todo lo que abajo ocurría. Encaramados al amasijo de hierro y con la barbilla sujeta entre los huecos que con perfección geométrica diseñan el puente, no perdíamos detalle del siniestro espectáculo, ni a nadie le preocupaba, entonces, que así fuera, a pesar de nuestra corta edad.
Siempre me ha gustado mirar el uir de la vida, subida a lo alto de un puente y, desde allí, contemplar el aire transparente de octubre, los atardeceres de noviembre, las crecidas del río en otoño, el discurrir de las aguas turbias tras las lluvias del invierno, y los espejos quietos en las noches de abril. Yo les digo algunas veces a mis amigos que vayamos a pasear por el Puente de Hierro y nos llevemos una onza de pan con chocolate para merendar, como cuando éramos pequeños. Y lo hacemos.
Cuando sacaron al “ahogao” se mascaba el silencio. Yo le vi desde el puente, por primera vez, la cara a un muerto. “El Damián” - así le llamábamos- tenía los ojos abiertos y la lengua pillada entre los dientes, igual que la ponía mientras veía ensartar los jeringos en el junco a María o lo mismo que cuando metía un gol en el descampado del Arroyo Hondo. Al Damián lo taparon con unos sacos de la fábrica de harina, escritos con letras “colorás”. El siniestro bulto quedó tendido sobre el inmenso arenal que entonces había alrededor
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de la aceña. “El Tate”, su gemelo, dio un grito que parecía provenir de las entrañas del inerno y se tiró, chillando, a un tarajal. El hermanillo más chico se revolcaba pataleando en el suelo, mientras que su padre, Bartolo “El Aperaó”, mirando al cielo, renegaba de Dios y de la Virgen. Decía palabrotas que resonaban como sacrílegas y temerarias en mis oídos infantiles y hasta me rebotaban en el pecho. De vez en cuando el pobre escupía al suelo y rompía en un llanto desconsolado y aterrador. Sentí un miedo compasivo y profundamente triste. Nunca había visto llorar a un hombre, a un padre… Por eso, la mezcla de amargura y desesperanza que encontré en aquel rostro despertaron en mí hacia Bartolo un respeto conmovedor y admirativo, casi sagrado. Mi cuerpo, invadido por un silencio venal y helado, estrenaba emociones que anudaban mi garganta. Y en el alma aún conservo la cicatriz. El desgarro ilimitado me asomó al dolor sin remedio, a la impotencia rebelde y a la rabia irracional y humana contra lo inexplicable. Aquella tarde vi nacer a la muerte del mismo corazón de la vida que latía en las aguas del río. Con la continua tarea de trasladar a los labradores que iban a “El Álamo” o venían de él, la barca de “Chaborique” me desveló una honda verdad: la vida es movimiento continuo, todo puede cambiar de forma repentina en un momento. Un solo minuto contiene, a veces, toda la eternidad. Allí quieta, desde lo alto del puente, observé que la muerte no podía frenar el ímpetu de la vida; más aún, que formaba parte de su esencia. La tragedia y las escenas cotidianas y sencillas convivían ante mis ojos perplejos. Comencé a intuir la dualidad indisoluble entre las dos realidades, aparentemente antagónicas. Me dejé llevar por el ir y venir constante y, como si de la de Caronte se tratara, la barca de “Chaborique”, en su rutina diaria, me mostró las dos orillas de la existencia humana. Yo comprendí, observando su cuerpo desde el puente, que aquel chaval había llegado a la que no tenía retorno. Que Damián había hecho su últi-
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mo viaje. Nunca lo olvidé y me quedé atada al río para siempre. Un anochecer de junio, mis amigas y yo vimos desde el puente cómo copulaban dos perros ante nuestros asombrados ojos de niñas, con nueve años de los de entonces. Antoñito, el hijo del cabrero, nos contó que después de hacer eso la perra se quedaría preñada y pariría a sus cachorros igual que hacían sus cabras y que así nacían también los conejos, los gatos y los niños y que la cigüeña y los Reyes no existían. Dijo, además, que los novios se daban besos debajo del puente y que algunos hacían entre ellos algo parecido a los perros, pero por delante, y que quien quisiera verlo que se viniera todas las tardes aquí, al salir de la escuela, que se esperara hasta que se hiciera de noche y, el día menos pensado, desde lo alto, podría verlo todo. Antoñito, tras su retahíla, con aire solemne de clase magistral, se alejó silbando y, con maneras de hombrecito, bajó la ladera. De repente, se volvió hacia nosotras, y, desde abajo, gritó: - ¡A eso se le llama follar! Todas rieron nerviosamente. Yo también, pero luego estuve llorando mucho rato durante varios días y, al menos, diez de un buen número de noches. Por octubre, cuando los campos de Lora me parecían arroz con leche, yo veía pasar, sobre el Puente de Hierro, las cuadrillas de hombres y mujeres algodoneros. A veces entre ellos iban algunos niños. En los ojos de todos siempre adiviné una mezcla de luz agridulce que desprendía tristeza de siglos. Mirándolos, se me coló Andalucía en el corazón. Creo que para siempre. Quiero continuar contemplando la existencia con generosidad amorosa y desde arriba de todos los puentes, porque los espejos del agua enseñan y devuelven lo que reciben. Creo que ésta puede ser una de las claves para seguir aprendiendo y, sobre todo, para vivir con plenitud y alegría el misterio de la vida.
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UNA VISITA SINGULAR Lourdes Soriano Arias
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esde que apagaron la estrella de su vida, aquella tarde horrible de noviembre, Águeda de Prada había estado primero sumida en un dolor amargo y negro; después, con la lengua atada a un silencio impuesto y el alma doblegada a la convencional resignación de una señora de su clase, por demás, discreta y educada. Su vida discurría en la mediocre y rutinaria monotonía del pueblo de la Serranía de Málaga, que la asxiaba y hundía en un luto eterno e irremediable. Alguna vez pensó en suicidarse y acabar, así, con este inmisericorde martirio para siempre, pero, cada vez que lo intentaba, un sentimiento irreprimible de indómita rebeldía le encendía, repentinamente, las ganas de vivir y espantaba las sombras de muertes que rondaban por su cabeza. Como hubiera leído mi artículo sobre la libertad de opinión y algunos otros de mis escritos clandestinos, parecía tener buenas referencias mías. No agradándole el cura del pueblo para confesar sus cuitas, ni teniendo cerca persona merecedora de su conanza, decidió desahogarse conmigo, autora de este relato y creadora de su propia existencia. Emprendió, pues, el camino a Sevilla, donde vivo, buscando salidas y consuelo a sus angustiosas contradicciones. Cuando me comunicaron su llegada, la hice pasar al cuarto que, en mi casa, llamamos de estudio, donde habitualmente escribo y leo. Entró con timidez y, tras un saludo de cortesía, la invité a sentarse junto a mí, no sin antes expresarle mi sorpresa y alegría por tan inesperada y singular visita. Se acomodó sin apenas mirarme, pareciéndome que mi presencia la sobrecogía. Queriendo ayudarla en su aturdimiento, le dije:
- Sé para lo que has venido. La osadía aparente de mi armación, a la par que la dejó perpleja le impidió pronunciar palabra, aunque sus ojos, ansiosos, me interrogaban con curiosidad, por lo que proseguí: - Piensas que puedo ayudarte a aliviar la tortura interior y el remordimiento que te carcome. Me miró casi con veneración, demandándome con gestos que continuara. - Quieres consultarme -seguí- las formas con las que pretendes dar salida a la rebeldía contenida que te aprieta las entrañas. Ella, con admiración patente y el rostro demudado, exclamó: - Nunca me había ocurrido nada parecido. No puede ser. ¡Sabe usted más de mí que yo misma! - En efecto, mucho más. Debes saber que soy la diseñadora y arquitecta de tu destino. Más aún, puedo hacer que tu vida discurra por el camino que a mi antojo yo te trace. - ¡Noo!- dijo con la cara desencajada y perdiendo la compostura. - ¡Soy libre! y dueña maestra de mi existencia. ¿Me oye usted? ¡¡ Dueña!! - Pobre Águeda, ni siquiera controlas un minuto de tu vida. Tu vida toda está en mis manos, de modo, que, si así yo lo quisiera, podría nalizarla ahora mismo.
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Aterrorizada exclamó: - Explíquese, por favor; se me está helando el tuétano de los huesos. ¿Quiere decirme que podría determinar el momento de mi muerte cuando lo desee? - Eso es- contesté. Y, como era mucha la inquietud y zozobra que en ella observaba tras oír mis respuestas, tomé su mano y comencé a hablarle en un tono más afectuoso y cercano: -Cálmate, mujer, espero vivir muchos años y, por tanto, tú conmigo. No te aseguro nada porque, a su vez, tampoco yo manejo la nalización temporal de mi vida. Este es un doble drama, querida mía, en el que estamos inmersas tú y yo y, desde luego, toda la humanidad. También conozco esta angustia, amarga e irónica. - Sigo sin entender. Le suplico me explique con más detalles. Estoy cada vez más confundida. - Querida Águeda, la única certeza es que tú no existes.
reproches-. Tratas a tus criaturas como títeres. Las encierras en la cárcel del dolor. Permites, impasible, su sufrimiento inútil y les impides que griten la verdad a los cuatro vientos. No tienes corazón. ¿Por qué me condenas a convivir con una clase social hipócrita, llena de comportamientos ngidos y que permitieron que asesinaran a Álvaro, mi marido, sin hacer nada por impedirlo? ¿Por qué me presentas en tus relatos sumisa, desleal y educada sonriendo a los verdugos de mi esposo en los círculos sociales que detesto? Tal vez, porque la comprendía demasiado, escuché, paciente, las acusaciones que sobre mí vertía, esperando que tras la tempestad volviera la calma. Comenzó a llorar con un desgarro que entendí podría ser liberador, para luego continuar de nuevo echándome en cara, una y otra vez, la verdad que yo le había contado y que ella no terminaba de digerir. -Sepa usted que lo que me ha dicho es más terroríco que mi propia existenciaexclamó.
- ¿Se ha vuelto loca? -exclamó rebelándose incrédula.
- No. Querrás decir que tu propia cción -maticé-. Te he dejado muy claro que existencia real no tienes - repetí con autodeterminación.
- No, hija mía, no eres más que un personaje de cción, inventado por mí para dar verosimilitud a mis relatos. Ahora, ya conoces el secreto de tu existencia volátil y frágil.
- No me torture más -volvió a implorar ella-, se lo ruego, y, por favor, permítame que dude, no me niegue también ese derecho, no me lo niegue.
Al oír mi confesión, la infeliz se puso pálida y a punto del desvanecimiento. Le sugerí que respirara profundamente y, al poco, reconfortada, guardó un prolongado silencio y le salió una era del alma que, a mí misma, que la había parido, me sobrecogió por la violencia que destilaban su mirada y sus histéricos gritos. Prescindiendo de sus exquisitos modales me tuteó sin miramiento.
Tomó aire, se levantó y, de nuevo, dio rienda suelta a un llanto ancestral que parecía provenir de los veneros de sus adentros. Con la voz, aún entrecortada, me habló, esta vez en tono suplicante, casi derrotado y desgarrador:
- ¡No! -me incriminaba, con insultos y 78
-Me entregaron el anillo de Álvaro, mi marido, este anillo que le muestro, el anillo que él puso en la mano de alguien para que
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me lo hicieran llegar. Ya, en ese momento, sus entrañas tenían todo el plomo dentro y una alfombra de sangre helada y de metralla fría cobijaban su agónico cuerpo. ¿Cómo puede decirme que no es real esto?
-Permita pues, aunque sea, que me quite la mordaza con la que me describe en las páginas de su relato; muéstreme a sus lectores rebelándome contra tanta podredumbre e hipocresía. Quiero que mi personaje pueda Y con los ojos de lágrimas llenos, me ense- gozar con la libertad de expresar mi amor por ñaba el anillo que lucía en su dedo. Llegado a Álvaro y denunciar la bajeza de los que, por este punto, como la viera llena de sufrimiento su forma de pensar o sabe Dios si por envidia, y representaba el suyo el dolor de otras lo mataron impunemente. Quiero decirles en muchas mujeres, a las que yo quise inmortali- su cara que nada me une a ellos. zar con Águeda, sentí repentinamente por mi Y como a mí misma me estaba fascinanpersonaje el mismo agradecimiento y la misma admiración que siempre había tenido do esta Águeda mía, elegante y recatada, que por aquellas heroínas anónimas, protagonis- llevaba el mantón como nadie en su pueblo, tas del periodo más negro de la historia de le dije: España. Así se lo hice saber a ella. Me miró y -Está bien. Cambiaré en mi relato el musitó bajito: rumbo de tu vida en la dirección que quieres, -Acepto lo irremediable. No soy dueña pero debes saber que esta lógica interna de de mi vida, ni siquiera de mi dolor… pero, al rebeldía podría llevarte a la muerte. menos, podría decirme cómo y cuándo será -Sí, lo sé. Y no me importa. Moriría por la mi muerte. libertad verdadera, por la misma que luchó -Denitivamente, no. Eso es sólo y exclu- Álvaro, el verdadero amor que impulsó toda mi vida. sivamente de mi incumbencia. - ¡ Qué injusto es todo esto ! -musitó-. Al menos, antes de que su fantasía me creara, podría haberme pedido permiso.
Sonrió con tristeza, se despidió de mí con un saludo emocionado. Abrió, suavemente, la puerta y se marchó con dignidad solemne.
- Tampoco a mí me lo pidieron y también he aceptado lo irremediable.
Fue así como, tras este encuentro, rocambolesco e inaudito, con mi propio personaje, llegué a concebir la idea de convertir mi relato en una novela. Complacer a Águeda de Prada se ha convertido en mi nuevo propósito.
Suspiró y comprendiendo quizá este teatro de la vida en un relato (¿o relato es toda la vida?) prosiguió:
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CONFIDENCIAS Fco. Javier Murube García
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EL INTIMISMO POÉTICO DEL PINTOR JUAN FRANCISCO CÁRCELES
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n esta edición llega a nuestras páginas la obra de uno de nuestros más insignes y afamados pintores locales, J. F. Cárceles. Una muestra de su obra, plena de simbolismo y realidad, llenará esta revista del intimismo poético que desprende toda ella. Juan Francisco Cárceles Pascual nace en Lora del Río en 1952. Con apenas 12 años comienza a asistir al taller del pintor local Miguel González Sandoval y en 1969 participa por primera vez en una exposición colectiva celebrada en Lora del Río, “I Certamen de Arte”, obteniendo el segundo premio.
Escuela Superior de Bellas Artes Santa Isabel de Hungría de Sevilla, en 1975, cuando obtiene el título de profesor de dibujo. En 1986 se doctora en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y un año después consigue una plaza de Profesor Titular en esta Facultad, área de pintura. Desde entonces y hasta la actualidad ha ejercido su docencia tanto en cursos anuales como en cursos de doctorado. En 2010 obtiene en concurso–oposición una plaza de Catedrático, área de pintura, en la misma facultad donde estudió y ejerce su profesión. Su vida profesional y artística ha sido y es muy fructífera, como apreciamos en el amplio y completo Currículo que le acompaña.
Su gran interés y capacidad para el arte le hace ingresar y terminar sus estudios en la LORA DEL RÍO
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Ha sido vocal de 18 comisiones para resolver concursos a plazas de Profesor Titular en diferentes Universidades españolas; ha pertenecido a diez tribunales de Tesis doctorales, en Sevilla, Granada y Madrid; ha dirigido 11 Tesis doctorales y 20 Trabajos de Investigación .
Socio fundador de la Agrupación Cultural “Amigos de Lora”, ha participado de forma activa en multitud de actividades de la Asociación destacando como editor de la publicación de la Colección Aceña de Poesía, de autores locales, de la que se llegaron a publicar ocho libros.
En 2002 le fue entregada la Medalla de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla por haber cumplido 25 años de docencia, donde también ha desempeñado numerosos cargos de gestión y representación en el ámbito académico.
Su actividad artística se ve representada en las diferentes exposiciones que ha realizado a lo largo de los años. Son 11 sus exposiciones individuales, 135 exposiciones colectivas en las que ha participado, de ellas 121 en España y 14 en otros países.
Actualmente es Coordinador del Programa de Doctorado “Arte y Patrimonio”, que se imparte en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Sevilla.
Ha obtenido 12 premios en certámenes nacionales e internacionales, destacando el Premio de la Dirección General de Bellas Artes, obtenido en un certamen nacional del 1974 siendo aún estudiante. La obra premiada pertenece al Museo de Bellas Artes de Sevilla. Además de en éste, su obra está representada en el Museo de Cáceres, Museo de Cádiz, Museo de Baeza (Jaén) y Museo de San Fernando (Cádiz), así como en otros organismos ociales y colecciones privadas de España, Portugal, Francia, Alemania, Estados Unidos y Taiwán.
Junto a su labor docente, también se ha dedicado a la investigación, donde se le han reconocido 4 tramos de investigación por la Comisión Nacional Evaluadora de la Actividad Investigadora del Ministerio de Educación y Ciencia. Todo su bagaje cultural le lleva a publicar los libros La Pintura al Temple como medio de expresión plástica (2002) y Proyecto s-21. Cinco Miradas (2008), este último con motivo de la exposición del mismo título. Asimismo ha publicado numerosos capítulos de libros, reseñas críticas, prólogos y artículos varios.
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Por todo lo anterior era de justicia que la Revista de Estudios de Investigación y Creación le dedicara, como lo hace en este número, un artículo especial dedicado a su vida y su obra.
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Obras 1976-79
La Vida, La muerte..., La Esperanza. Óleo sobre madera 40 x 60,5 cm (1978)
Flor Encadenada. Óleo sobre madera. 91,5 x 122 cm (1977-1978)
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Mendigo de esperanza. Óleo sobre madera 81 x 61 cm (1979)
El Instante Retenido. Óleo sobre madera 48,5 x 40 cm (1979)
El día que murió la Primavera (tríptico). Óleo sobre madera 114 x 250 cm (1976-1981)
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Creación
Obras 1980-87
La Piel del Viento. Óleo sobre madera 122 x 82 cm (1980)
Y su Voz Viento. Óleo sobre madera 50 x 35 cm (1984)
El alba encadenada. Óleo sobre tela 200 x 300 cm (1982)
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Creación
Obras 1990-96
Como la Ausencia. Técnica mixta/ Madera 33 x 24 cm (1993)
Espacio Ausente Técnica mixta sobre tela pegada en madera 55 x 38 cm (1990)
Mariposas sobre el cielo. Óleo sobre cartón pluma 29 x 59,5 cm (1992)
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Creación
Pensaba en ti. Técnica mixta sobre madera. 24,5 x 39 cm (1996)
De la mar y el olvido. Óleo sobre madera 33 x 24 cm (1990)
Ausencia. Técnica mixta sobre madera. 36 x 26 cm (1991)
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Obras 1997-2004
Como abrazar al viento Óleo/ Panel DM, 33 x 44 cm (2001-2002)
La Puerta Cerrada Óleo sobre tela pegada en madera, 54 x 73 cm (2004)
Espacio Ausente Técnica mixta sobre tela pegada en madera, 55 x 38 cm (2001-2002)
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Creación
La Espera. Técnica mixta papel pegado en tablex, 28 x 13 cm (1999)
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Creación
Obras nuevas
El despertar del viento. Óleo sobre tela pegada en madera, 30 x 20 cm (2004)
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Juan Francisco Cรกrceles Pascual