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Juan Manuel Lozano
Editorial Claret
UN PUEBLO ANDALUZ Y SU VIRGEN -Historia de Lora y Setefilla-
UN PUEBLO ANDALUZ y SU VIRGEN -Historia de Lora
y
Setefilla-
EDITORIAL CLARET Barcelona, 1986
Cubierta: Ernest Puig Editorial Claret, S.A. Roger de Ll煤ria, 5 - 080lO Barcelona Impreso en Imprimeix Eduard Maristany, 100 - Badalona ISBN: 84-7263-451-5 Dep贸sito Legal: B. 24.001 - 1986
A mi madre, a quien por vez primera o铆 hablar de Setefitta, y a la Hermandad Mayor que mantiene viva la devoci贸n.
BIBLIOTECA
DE TEMAS
LOREÑOS
T. A. de Gúseme, Noticias pertenecientes a la historia antigua y moderna de Lora del Río, Alcolea del Río, Setefilla y Arva, en Andalucía. R. Molina del Valle, Estampas Loreñas. M. Borrero y M. L. Pardo, La población de Lora del Río en la Baja Edad Media 1491-1534. sus J. Montoto, Visión de Lora del Río a fines del siglo XIX (sus costumbres, calles, su vecindario). J. González Carballo, Documentación inédita hallada recientemente en el Archivo Municipal de Lora del Río. J. M. Lozano, Un Pueblo Andaluz y su Virgen. Historia de Lora y Setefilla.
INTRODUCCION
Hace pocos años, Lora del Río ha dejado de ser tema exclusivo de arqueólogos forasteros (desde Bonsor y Thouvenot hasta el equipo de la profesora Aubet) para convertirse en objeto de estudio, amoroso o interesado, para investigadores que aquí han nacido o han pasado algún tiempo. Buena parte de ello se debe al profesor José Remesal y a los miembros de la Agrupación Cultural «Amigos de Lora» (ACAL). Se reanudaban así, a distancia de· más de dos siglos, el interés y las iniciativas del gobernador ilustrado de la villa, Don Tomás Andrés de Gúseme. De modo independiente, hace ya unos diez años, habíamos. comenzado a estudiar el origen del culto loreño a Nuestra Señora de Setefilla. El Concilio Vaticano Il había dado un impulso definitivo a la liturgia, realzando su valor central y había concentrado la doctrina y la praxis en lo esencial: la revelación de Dios en Cristo Jesús. Ambas direcciones parecían cuestionar el papel principalísimo que en la religiosidad de Lora tienen los usos setefillanos. Esto produjo cierta confusión. Pero la Iglesia Latinoamericana volvió a reconocer el valor de las devociones populares y los católicos en Asia y Africa reafirmaron sus tradiciones culturales. Volvía así a valorarse lo autóctono junto a la liturgia común. Pero el autor de estas páginas tenía además otro motivo poderoso para interesarse por el origen del culto setefillano y sus varias tradiciones. Se trataba de entender ese impulso ancestral que brota desde muy hondo de la psique popular y de la suya y se expresa intensamente (somos andaluces, por gracia de Dios) cada vez que se trae o se lleva desde la sierra aterciopelada al valle, verde tierno, del Guadalquivir la imagen de la Virgen Patrona. Hasta ahora existían poquísimas recopilaciones sobre el tema, alguna muy popular, pero no había ningún estudio hístórico global sobre ello. Es lo que pretendimos hacer. Los libros de acuerdos del cabildo de la villa y los primeros de la Hermandad, sobre todo los del cabildo, fueron revelándonos hechos y aspectos insospechados. Al mismo tiempo, la documentación nos ha venido descubriendo hechos significativos 7
No sólo los loreños, sino también muchos andaluces, saben la importancia grande que tiene para los loreños la devoción a la Virgen de la Encarnación venerada en Setefilla. y saben que es sobre todo alrededor de esa devoción como se ha venido manifestando la creatividad popular en un sin número de tradiciones. El tema es pues bastante rico y ofrece interés no sólo para los comprometidos en la acción pastoral o evangelizadora, sino también para los antropólogos, los sociólogos y los historiadores de la piedad popular. Nosotros vamos a tomarIo fundamentalmente desde el punto de vista del historiador. Sin embargo, ocasionalmente, vamos a ofrecer algunas reflexiones sobre el significado social o sobre el sentido religioso que parece desprenderse naturalmente de los hechos narrados. Que todo ello sirva para que la gran mayoría de los Ioreños puedan entender mejor las raícez profundas de su devoción, el origen de sus varias tradiciones, y algunas de las implicaciones religiosas y sociales de las mismas. No queremos terminar sin recordar la grata memoria de D. José Ledro, que nos facilitó el estudio de las actas capitulares. Queremos así mismo manifestar nuestra gratitud a D. José González Carballo, por habernos facilitado algunos documentos interesantes del siglo XVI y habernos ayudado a leer algún acta capitular del mismo período que ya conocíamos. El descubrimiento por él de esos documentos de la primera mitad del XVI, inéditos cuando escribimos, y los estudios que él está realizando, permiten reconstruir la historia de la villa de Lora en ese período. El autor.
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MARCO GEOGRAFICO y ANTECEDENTES HISTORICOS
El pasado de Lora y Setefilla se pierde, lejos en la protohistoria andaluza. Situada la comarca en que ambas se levantan (hoy término municipal de Lora del Río) parte en el valle por donde discurre el Guadalquivir, antes de llegar a Sevilla, parte en la Sierra Norte Sevillana, este territorio ha sido paso obligado de pueblos transhumantes o invasores y lugar estratégico desde donde vigilar esas vías de comunicación. Así no es extraño que aquí se hayan aposentado sucesivas civilizaciones desde mediados del segundo milenio antes de Cristo hasta la invasión castellana del siglo XIII de nuestra era.
La protohistoria de Lora La comarca ha sido investigada con excavaciones arqueológicas sólo en época reciente, aunque ya en el siglo pasado se produjeran, más o menos ocasionalmente, algunos hallazgos arqueológicos de los que se dedujo que Lora había sido habitada ya en el Eneolítico o Calcolítico 1, período de la prehistoria que, para Andalucía, se sitúa hacia finales del tercer milenio antes de Cristo. La primera exploración sistemática la realizaron en 1926 y 1927 G. Bonsor y R. Thouvenot, concentrándola en unos túmulos situados en la loma de los Cuadrejones, enfrente de la Mesa de 1. C. Cañal, Sevilla prehistórica. Yacimientos prehistóricos de la provincia de Sevilla. Madrid-Sevilla, 1894, p. 148. F. Candau y Pizarro. Prehistoria de la provincia de Sevilla. Sevilla, 1894, p. 42.
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En este tell estuvo situada la población de Lora desde el período de! Bronce, al menos, es decir entre 1500 y 1000 antes de Cristo. Quien conozca su emplazamiento puede imaginarse por qué estos pobladores primitivos eligieron e! lugar. Se trata de una colina que domina una amplia zona del valle de! Guadalquivir y precisamente una de las áreas más ricas de éste. Hacia el norte, en el término de Palma de Río se halla la confluencia de! Genil, por abajo la del Corbones en el término de Carmona y en medio, por tierras loreñas, del Guadalbacar y otros arroyos menores. El Guadalquivir, como es posible constatar desde el castillo, lamía en otros tiempos los pies mismos de la colina. Desde aquí podían los pobladores vigilar los trabajos de agricultura y el cuidado de la ganadería, actividades características de las culturas neoIíticas. Desde ese alto podían, al mismo tiempo, custodiar la vía fluvial del Guadalquivir y los accesos a la Sierra, rica en minerales, y por lo mismo siempre tentadora. La población parece haber tenido cierto auge, en época posterior, todavía en período tartésico, como muestran las cerámicas encontradas en el tell loreño. D. José Remesal ha estudiado un grupo de éstas, de producción local, caracterizada por unos motivos orientalizantes: e! toro, la flor de loto, el grifo. Han sido fechadas por su descubridor en la primera mitad del siglo VI a.C. Se trataba de una de esas numerosa poblaciones que, según los griegos, florecían en las márgenes del Guadalquivir. Gente civilizada que se dedicaba a la agricultura, a la ganadería, a la explotación de minas y mantenía relaciones comerciales con los fenicios, instalados en las costas andaluzas desde aproximadamente e! año 1000 a.C. Tenían su lengua particular y un alfabeto propio. No sabemos cuándo comenzó el poblado a llevar el nombre de Axati, que luego conservaría en período romano.
Setefilla en la protohistoria La protohistoria de Setefilla nos es bastante más conocida gracias a las excavaciones del equipo de la Universidad de Barcelona dirigido por Doña María Eugenia Aubet> , Setefilla está ubicada en e! punto más elevado de una mesa, algo pendiente hacia el valle, que corona uno de los contrafuertes más altos y escarpados de estas estribaciones de Sierra Morena. También él, desde más arriba, domina un 2. G. E. Bonsor - R. Thouvento, Nécropole ibérique de Setefille, Lora del Río (Sevilla). Bibliotheque de l'Ecole des Hautes Etudes Hispaniques, fase. XIV. Bordeaux, 1928. 3. M. E.Aubet, La Necrópolis de Setefille en Lora del Río, Sevilla. Barcelona, 1975. La mesa de Sete-. filla. Madrid 1982. 4. J. Remesal Rodriguez, «Cerámicas orientalizantes andaluzas» : Archivo Español de Arqueología, 48 (1975). 5. M. E. Aubet. «Tartesios de Setefilla. Algo más que una leyenda». Revista de Arqueología, Año 3, Segunda Epoca, n. 22, pp. 37-43.
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paralela al arroyo del Pilar, ha pasado desde tiempo remotos la Vereda de la Carne, antiguo sendero por donde el ganado transhumaba hacia la meseta castellana o hacia las tierras andaluzas, según las estaciones. El hecho de que el cerro cuente con un pozo y de que en sus cercanías haya todavía vestigios de minas de cobre, plomo, cinc, plata y hierro explica que fuera por mucho tiempo lugar de asentamiento humano. Los primeros pobladores aparecen alrededor de 1650 a.C., portadores ya de una cultura del Bronce pleno. Primero construyen una serie de cabañas, al parecer sólo en el Castillo y posteriormente una serie de edificaciones de piedra y adobe. Este primer asentamiento termina con un incendio que devasta la pequeña población alrededor de 1570. Poco después el poblado es rápidamente reconstruido. Los pobladores poseían una cerámica de óptima y elaborada producción local. De este período es una sepultura colectiva que contenía restos de cuatro hombres, uno con puñal y espada y otro con alabarda, todo de cobre arsenicado y alta calidad. Estamos pues ante una tumba de jefes guerreros. Hay en el poblado escorias de metal, lo que supone una actividad minera, y restos de cabras, ovejas, toros y cerdos. Los pobladores se dedicaban a la caza del conejo y liebre, del ciervo y el jabalí. El poblado de Setefilla siguió habitado durante un segundo período (Bronce final antiguo) que va de 1300 a 900 a.C. y en el que los pobladores parecen haber sufrido cierta regresión cultural y depresión económica. No hay vestigios de minas por entonces y las viviendas parecen haber consistido en chozas de tapial y material orgánico, desparramadas por varios puntos de la mesa. La población se dedicaba al pastoreo de ovejas, cabras y vacas. Sigue un período de Bronce final reciente (900750 a.C.) en el que se reanudan con intensidad las actividades mineras, los pobladores, dedicados además a la ganadería tradicional, habitan en cabañas, y se afianza entre ellos la cerámica tartésica. Desgraciadamente de todo este largo período del Bronce final no han quedado sepulturas. Siguió la época de mayor auge cultural y económico entre 700 y 550 a.C. Las habitaciones son ahora de planta rectangular, con zócalo de piedra y alzado de adobe, los pisos de arcilla apisonada o guijarros, las paredes revocadas de color blanco, rojo o amarillo. Sus vestigios se desparraman por toda la meseta e incluso por cerros vecinos, lo que sugiere un neto aumento de población. Hubo entonces una intensa actividad minera, se produjeron manufacturas de bronce y hierro y se introdujo el torno de alfarero para la cerámica, aunque buena parte de ésta aún se hiciera a mano. Durante este período, llamado orientalizante por los influjos fenicios, comenzó a construirse la necrópolis tartésica en la loma de los Cuadrejones. Los túmulos que la componen consisten en sepulcros de familias o clanes en los que se depositaban urnas con los restos incinerados de sus miembros junto a algunos objetos personales, como fíbulas, broches, anillos. Han aparecido así mismo algunas 11
trucción de sillares ... que recuerdan sistemas de construcción del mundo clásico mediterráneo (Aubet). Fue levantada alrededor del 500 a.C. Por fin, en los siglos IV y III a.C. tenemos el período íbero, con cambio casi repentino de la cerámica, predominio de la ganadería mayor sobre la menor (hasta entonces equivalente) 'y presencia del gato y del caballo entre los animales domesticados. Cesan los túmulos en la necrópolis y abundan las tumbas de incineración dispersas. El poblado de Setefilla dejó de existir alrededor del 400 a.C. y según M. E. Aubet no fue habitado de nuevo hasta la Edad Media. Esto significa que no hubo poblado de Setefilla durante todo el período romano, y ni siquiera durante el visigótico, en pleno cristianismo.
Conexiones con la historia del valle La arqueóloga M. E. Aubet ha puesto de relieve el significado valiosísimo de los hallazgos en el tell Setefillano. Hasta ahora se opinaba comúnmente (todavía lo leemos en las historias) que mientras en el SE español se produjo un desarrollo cultural interesantísimo que va del Neolítico (cultura de Almería) al Eneolítico (cultura de los Millares) y al Bronce Pleno (cultura del Argar), el SO de la península se habría mantenido estático y conservador, prolongándose acá la cultura típica del vaso campaniforme (los Millares, 2700-2500 a.C.) casi hasta el Bronce final (a lo largo. del segundo rnilenio). Los hallazgos en Setefilla han mostrado que existía aquí a partir de 1600 una cultura del Bronce que tiene algunos contactos con la del Bronce Pleno del Argar, aunque posea características locales. Esta cultura se hallaba ya bastante desarrollada cuando sus portadores se asentaron en Setefilla. El período Orientalizante, a mediados del primer milenio cuadra también con lo que sabemos del período de mayor auge del reino de Tartessos que se sitúa precisamente en los últimos decenios del siglo VII y primera mitad del VI (reinado del legendario Argantonio). Tartessos comerciaba con las Islas Británicas, de las que importaba el estaño, enviaba sus naves a pescar a las costas occidentales de Africa y mantuvo relaciones con griegos y púnicos, a los que permitió asentarse en sus costas. Adviértase que fue hacia el final de este período de esplendor tartésico (700550 a.C.) cuando comenzó a desarrollarse la necrópolis de Setefilla. Así no es extraño que se hayan hallado en ella un 10 % de cerámica púnica junto a un 20 % de producción refinada proveniente de algún horno del Bajo Guadalquivir y a ella llegaban los productos púnicos intercambiados por las colonias situadas en el litoral. Al siglo VI ha sido atribuido por el Dr. Remesal la cerámica local con motivos orientales descubierta por él en el tell del castillo loreño.
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jerarquía terrestre, colocando en la cumbre un dios, a veces guerrero y siempre fuertemente masculinizado. Pero en Lora nos hallaríamos con una situación en buena parte diferente. Porque aquí la situación climatológica (sequedad frecuente) y el cultivo de la tierra presentan condiciones favorables a un culto de la fertilidad similar ·a los existentes en el Medio Oriente. En ellos juega un papel importante una imagen femenina de la divinidad, diosa-madre. La presencia del toro en las cerámicas tartésicas del tellloreño podría estar vinculada con este culto de la fertilidad, exactamente como en Canaán y Fenicia. El culto servía sobre todo, en regiones de lluvia escasa, para atraer el agua del cielo sobre los campos y recabar la fecundidad para el ganado. No sabemos si y hasta qué punto los contactos con las colonias púnicas del litoral colaboraron con las condiciones climatológicas y la dedicación a la agricultura en la formación de un culto de la fertilidad. Es significativo sin embargo que la imagen del toro aparezca en cerámicas de influjo oriental. Si hubo algo de esto, tendríamos ya aquí un sustrato sociocultural que permanecería inalterado a lo largo de los siglos y contribuiría a configurar el culto de Setefilla, asociando un símbolo religioso cristiano, de predominio mediterráneo (La Madre del Señor) con los ciclos de las sequías y riadas. El hecho no puede causar extrañeza: el cristianismo debía por fuerza responder a las mismas necesidades urgentes de la población.
En el período romano
Ignoramos en qué fecha precisa extendieron los romanos su dominio por la comarca de Lora. La conquista del Sur de la península quedó prácticamente terminada con la rendición de Cádiz el año 206 a.C. Ya hemos oído afirmar a la arqueóloga Aubet que Setefilla dejó de existir alrededor del año 400 a.C. Cuando llegaron los romanos estaba ya despoblada. Sobre la Lora romana tenemos cierto conocimiento gracias algo al interés de Don Tomás Andrés de Gúseme, gobernador de Lora a mediados del siglo XVIII 6 Y bastante más gracias a las investigaciones del arqueólogo D. José Remesal. Los romanos obligaron a la población a bajar del alto en que había estado instalada desde siempre (el castillo) y a situarse al pie del mismo, dando así lugar al que luego sería el casco antiguo de Lora. Al principio, la llamaron Axati. En efecto, Plinio el Viejo (Cayo Plinio Secundo, 23 d.C. -79) menciona por estas riberas del Betis a una ciudad llamada Axati, perteneciente al Conventús Hispalensis o circunscripción de Sevilla. Que se trate de Lora, se deduce de una inscripción que Rodrigo Caro 6. T. A. de Gúseme, Noticias Pertenecientes a la historia antigua y moderna de Lora del Río, Aleolea del Río, Setefilta y Arva, en Andalucía (1758). Comentarios J. Remesa!. Lora del Río: ACAL, 1981.
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Ignoramos si con anterioridad Axati había tenido el estatuto de ciudad federada, sometida a Roma mediante pacto que dejaba cierta autonomía, o el de stipendiaria, pagadora de impuestos y sometida al derecho provincial. Las poblaciones romanas imitaban el régimen de la metrópoli, siendo gobernadas por dos duumviri (algo así como dos alcaldes) y dos ediles que cuidaban del abastecimiento. Al lado de ellos, como cuerpo deliberativo existía la Curia, compuesta por cierto número de ciudadanos (decuriones). Por la inscripción citada sabemos el nombre de un loreño que fue edil y uno de los dos duumviri del municipio: Caius Iuventius A/binus. Por otra, conocemos el de un cordobés de origen, Lucius Lucretius Severos, hijo de un liberto, que se domicilió en Axati y aquí adquirió cierta importancia, puesto que, a pesar de su origen, llegó a ser miembro de la Curia municipal (decurio). Mayor interés que estos datos anecdóticos tienen el conocimiento de la situación general del Municipio Flavio Axatitano. Sobre ello tenemos una serie de datos de primer orden suministrados por el investigador Remesal. Ya M. Ponsich había hecho ver la diferencia entre la explotación romana del Bajo Guadalquivir y la del valle situado entre Sevilla y Córdoba". Mientras por debajo de Sevilla y en la Vega de Carmona se cultivaban los cereales, el valle por encima de Sevilla era la zona olívarera por excelencia. Mucho antes, el gobernador Gúseme había deducido que la comarca axatitana había gozado de cierta importancia y riqueza bajo los romanos. Don José Remesal ha confirmado que fue uno de los grandes centros exportadores de aceite, en una región, la Bética, que era famosa por ellos . En Lora del Río se hallaban dos de los cuatro centros más importantes de la zona en la producción del aceite: el Castillejo y Azanaque. Había aquí alfares muy activos, donde se cocían las ánforas destinadas a llevar el aceite por todo el imperio. La finca La María, entonces Pagus o Fundus Grumensis era un conjunto de talleres de alfarería'. Entre 198 y 222 d.C. fue propiedad de los mismos emperadores Severo (Septimio Severo, Caracalla, Geta y Heliogábalo) hasta que fue vendida por el emperador Severo Alejandro (222-235) a un tal Aurelio Heracla, exportador de aceite. Otra villa o fundus romano existía en Azanaque, de bastante riqueza, a juzgar por los restos. También allí había un taller de alfarería. Cerca de Axati, en el Castillejo, junto a la Peña de la Sal, se hallaba la población Arva, o Municipio Flavio Arvense, existente al menos en el siglo III; una población bastante importante estaba situada en Lora la Vieja, desde el período tartésico. Algo más alejada, al norte de Alcolea del Río, estaba Canama, población que existía ya al comienzo del tercer milenio a.C. En las riberas del río había numerosos embarcaderos para los minerales de Sierra
7. M. Ponsich, .Structure rurale et paysage antique du Bas Guadalquivir, París, 1974. 8. Tesis Doctoral en curso de publicación. CF J. M. Blázquez, Historia Económica de la Hispania Romana. Madrid: Cristiandad, 1978, pp. 107, us, 135, 158, 160, 181, 188,203.
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Más difícil de aceptar, como prueba de la implantación temprana del cristianismo por aquí, es la identificación, hecha por otros en el pasado, de Lora con la Laurus, lugar de origen del presbítero Ianuarius que asistió al célebre concilio de Illiberis (Elvira, Granada) entre el 306 y el 314 d.C.9 y es que es difícil de comprender que a una población en pleno florecimiento se le cambiara el nombre con que era conocida desde mucho antes, sin que interviniera ningún abandono de población o conquista. Efectivamente, hoy se está inclinado a identificar Laurus con Alora y ocasionalmente aunque menos fundadamente con Alhaurín, ambas poblaciones de la provincia de Málaga.
El período visigático
La decadencia y caída del imperio romano debió suponer para la comarca, como para el resto de la Bética, un cambio profundo en el plano económico. Desaparecía la organización comercial romana con sus canales de exportación de las ánforas llenas de aceite. Pasaron por aquí los vándalos, dejándonos para siempre su nombre, camino del Norte de Africa. Y se establecieron junto a la población romanizada, los pueblos del norte europeo. De! período visigótico no se ha hallado en Lora más que algún resto de broche. Dada la gran importancia, civil y eclesiástica, que tuvo Sevilla, todavía Hispalis, en este período, podemos afirmar que Lora siguió orbitando alrededor de la capital andaluza, como en época romana. Fue éste el tiempo de San Leandro y San Isidoro. El culto de los dioses y diosas romanos, de profundas raíces en el campo, puesto que el cristianismo se afianzó antes en las ciudades, debió extirparse entonces definitivamente. Es sabido que los Concilios Hispánicos de este período tuvieron aún que luchar con vestigios de los cultos paganos. No sabemos si existió en la comarca alguna minoría judía, aunque existía, en número considerable y con vigor económico en e! reino visigótico.
Lawra y Shant-Fila
Entre e! 711 Y el 715 se produjo la conquista musulmana (árabes, sirios y bereberes) de la España visigótica. Astigi (Ecija) cayó en manos del conquistador Tariq, Córdoba en las de un liberto suyo, mientras Alcalá de Guadaira, Carrnona y finalmente Sevilla se rindieron a Musa ben Nusayr, wali del Africa islámica. Lora debió caer cuando fue conquistada Carmona o bien en la campaña que siguió a la conquis9.
R. Villoslada,
dir. Historia de la Iglesia de España, Madrid:
BAC, 1979, 1, p. 91.
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ánimo a los pobladores de Lora, pero pronto perdieron éstos toda esperanza. Una parte de la población cristiana en toda la España sometida a la media luna se convirtió al Islam, en parte por razones económicas y sociales. Los que permanecieron fieles a la religión cristiana (minoría despreciada por los creyentes), quedaron como dimmies (pagadores de un tributo) con sus iglesias y su clero. Junto a ellos subsistía la minoría judía. Ambos constituían a los ojos de los musulmanes, la Gente del Libro (la Biblia), reconocida por el Corán. Casi toda la Hispania romana y visigótica se había transformado en Al-Andalus, emirato independiente desde 756 y califato desde el año 929. La vieja Axati aparece en los documentos musulmanes con el nombre de Lawra y Setefilla comenzó a llamarse Shant-Fila, nombre compuesto cuyo primer vocablo aparece en otras localidades andalusíes: Shant-Ulaya o Santa Olalla, Shant Aflah o San Félix: Shant Turrus era al parecer el nombre de dos localidades, más arriba de Setefilla (por La Puebla) y otra al norte de la Campana 10 • Sin embargo, sobre el significado del primer vocablo shant en el caso de Setefilla hay una discusión entre los arabistas, según nos ha explicado el profesor D. Rafael Valencia, del Departamento de árabe de la Universidad de Sevilla que se ha ocupado expresamente de ello. Ya R. Dozy en su comentario a la Geografía de Edrisi defendía que el shant árabe sustituye aquí al latín Septem (siete) como en el caso de Shant Turrus, donde Setefilla antes del siglo XII es llamada por los significa Siete Torres 11. Precisamente autores árabes Shit Fila y en algún caso Shad Fila con que lo designa Edrisi en el hipotético de alguna inscripción latina siglo XII. Hay que esperar al descubrimiento anterior, para averiguar el origen y significado del término Fila. La población musulmana de la comarca debió ser en parte oriental (los sirios fueron diseminados por varios puntos del Guadalquivir) y en parte bereber o norteafricanau , Es sabido que los medioorientales se asentaron sobre todo en los valles y los bereberes en las zonas montañosas, ocupando las serranías de Málaga y Ronda, la ciudad de Carmona y parte de la sierra norte entre Sevilla y Córdoba. Edrisi en el siglo XII nos dice, como vamos a ver, que Shant-Fila pertenecía desde hacía mucho tiempo a los bereberes. Lawra se hallaba casi en el centro de uno de los dos caminos que unían Ishbiliya (Sevilla) a Córdoba. El primero se recorría en tres jornadas por Carmona y Ecija. El segundo lo llama Edrisi precisamente el camino de Lora y lo describe así: «He aquí el camino de Lora: de Sevilla se va a la estación de Abán (manzil Abán, La Rinconada) y de allí a Marli y al fuerte de Alcolea (al-Qulaya), se divisa enton10. A. Arjona Castro, Andalucía Musulmana. Estructura político-administrativa. Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, 1980, pp. 52, 55, 57, 59,120. 11. Edrisi, Description de l'Afrique et de i'Espagne, ed. R. Zozy et M. J. de Goeje. Leiden: E. J. Brill, 1968, p. 255. 12. L. Torres Balbás, «Ciudades Yermas de la España Musulmana»: Boletín de la Real Academia de la Historia, Madrid (1948) 149~153.
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hace mucho tiempo a los bereberes. De Cadif se va a Melbál, fuerte situado junto al arroyo de este nombre, el que pasa cerca de Hornachuelos, Desde este puente a Hornachuelos hay doce rnillas.» 13 Advertirá el lector la importancia que tenía entonces Lora, no sólo por dar su nombre a toda la ruta, sino por el hecho de que Edrisi llame a su castillo grande. Que Lora fuera una villa amurallada lo indica el mismo nombre de Hisn Lawra con que aparece designada a veces. Por Lora pasaba así mismo la ruta fluvial, con servicio regular de embarcaciones entre Córdoba y Sevilla 14 • También nos habla de ella Edrisi: «Quien quiere dirigirse por agua de Sevilla a Códoba, se embarca en el río y lo sube pasando por los molinos de az-Zarade, por la estación de Abán (Rinconada), por Cantillana, por Alcolea, por Lora, por el fuerte de al-Djarf. .. »15. La situación de Lawra, más cerca de Sevilla que de Córdoba la hizo pertenecer de ordinario a la capital hispalense, aunque en la distribución administrativa de la monarquía hispano-omeya (756-1010), Lawra parece haber pertenecido a la cora de Carmona, mientras que Shant-Fila era el último de los iqlim (distritos) de la cora de Sevilla. Sin embargo durante el gobierno autonómico de los Banu Hayyay en la capital hispalense (895-913) Lawra parece. haber caído en la órbita de Sevilla. Esto explica que Muhammad, el hijo de Ibrahim ben Hayyay, en su intento por reconquistar el gobierno de Sevilla que le había arrebatado su primo conquistara primero en 913 la fortaleza de Lora e instalara allí un grupo de mercenarios 16 • A la caída del califato cordobés y sobre todo con el fin del reino taifa de Carmona (1067), la zona pasó enteramente a pertenecer al reino de Sevilla, mientras éste subsistió. En la primavera de 1091 cayó Lawra en manos de los invasores Almorávides, de camino para Sevilla. En marzo de 1173, cuando Sevilla era la capital del imperio Almohade tuvo lugar otro hecho que debió asustar a los loreños musulmanes. El conde Gimeno de Avila, apellidado el Giboso, pasó el Guadalquivir entre Palma y Lora, saqueando toda la campiña al sur de Córdoba hasta Ecija y llevándose cautivos a unos 150 hombres y numeroso ganado. El 30 de marzo salían de Sevilla las tropas almohades, cruzaban el Guadalquivir por Cantillana y siguiendo la ribera del río, pasaban por Lora. El 5 de abril las tropas alrnohades daban batalla al Giboso cerca de Calatrava y el conde era derrotado y muerto. La cabeza del Giboso volvió a pasar cerca, esta vez camino de Sevilla 17 • No fueron sólo los sucesos políticos y militares los que conmovieron la vida de la región. Hubo, como siempre, periódicas riadas. Las más destructoras parecen ha13. 14. 15. 16. 17.
Edrisi, Description ... pp. 254-255. J. Bose Vilá, La Sevilla Islámico. Sevilla: Pub!. Universidad, 1984, pp. 204-205. Edrisi, Description ... p. 256. J. Bose vus, La Sevilla Islámico, p. 73. Ibíd., pp. 161-162.
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22 de junio de 1182. El rey se apoderó de la fortaleza serrana y tomó prisioneros a sus 700 moradores. Los prisioneros fueron rescatados con oro musulmán, recogido en parte en las mezquitas. El rey castellano dejó allí a unos 500 jinetes y 1.000 infantes, bien abastecidos. Pero naturalmente los andalusíes no podían tolerar esta espina clavada en el flanco, sobre todo dado el valor estratégico de la fortaleza entre Sevilla y Córdoba. Primero, la guarnición de Carmona derrotaba a los castellanos que habían salido de correrías por el valle, obligando evidentemente a encerrarse en sus murallas a los loreños, Luego, una expedición sevillana puso cerco a la población de Shant-Fila. Acudió Alfonso VIII desde Toledo para defenderla, pero al constatar a qué extremos habían reducido la peste y los combates a la guarnición castellana, dio orden de evacuar la fortaleza el 16 de septiembre del mismo año. Los Anales Toledanos 1, al recordar esta conquista, llaman al lugar Sietfila: «El Rey Don Alfonso, dicen los Anales, entró con gran hueste en tierra de moros, e prisió Sietfila». Era 1222 (= 1182)19. La carta de amistad de las Ordenes de Santiago y Calatrava (8 agosto 1182) lo llama en Latín Setilia-Sectifilia 20. La breve presencia castellana iba a ser el preludio de la conquista definitiva que iba a tener lugar aproximadamente medio siglo más tarde. Los reinos musulmanes del sur se iban debilitando y desmoronando, a causa de las luchas entre hispanos musulmanes y almohades y de los varios reyes y reyezuelos entre sí. Mientras, el vigor del reino castellano iba presionando contra sus fronteras, favoreciendo a unos contra otros, hasta que por fin se derramó como una riada incontenible. Córdoba cayó en manos cristianas el 29 de junio de 1235. Por las mezquitas del valle del Guadalquivir la plegaria musulmana adquirió un tono de lamentación dolorida.
18.
19. 20.
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Ibíd., pp. 315, 257. Anales Toledanos, 1, en E. Flores, España sagrada. Madrid, 1747, vol. 23, p. 392. Anales y Documento de Amistad, citado por L. Torres Balbás, Ciudades Yermas ... p. 150.
11 LA EDAD MEDIA CRISTIANA La conquista castellana Por las villas y poblados de la Sierra Norte, la ribera del Guadalquivir y la vega de Carmona, la caída de Córdoba «Patricia de las otras ciudades, esto es padrona et enxienplo de los otros pueblos del Andalozía», en 1236 fue un toque de atención que anunciaba el acercarse de su hora. Don Fernando se había. establecido en Córdoba y desde allí sus huestes comenzaron pronto a ejercitar su presión en dirección del sur, por la sierra y por aquellas llanuras fértiles que los musulmanes andaluces habían cultivado con maestría. La primera en ceder, entregándose, fue Shant-fila. El Arzobispo Don Rodrigo de Toledo, en su historia, acabada de componer el 30 de marzo de 1243, nos relata como hecho más reciente la rendición de algunos castillos y villas, entre ellos el de Setefilla. Dice así la Historia de Don Rodrigo: «Dieron los moros al rey don Fernando unos castiellos que estaban maltrechos et como yermos por correduras et mortandades que los cristianos avien fecho en los moros moradores que moravan en ellos, y esto era ya luego tienpo; et que los moros que moravan y aun, veyendo crecer el poder de los cristianos et que ellos no podían allí fincar, amenos de perder quanto avien et los cuerpos; et con todo esto, queriendose ellos fincar en sus tierras et en sus logares, diéronse al rey don Fernando por bevir en paz y ser anparados; et fezieron sus posturas con él, de los tributos de los pechos (impuestos) quel diesen cada anno, et recibironle por rey et sennor, et él a ellos por vasallos; et todo esto ante los infantes, et otorgandolo todo el infante don Alfonso. Entonce se dieron allí al rey don Fernando cip19
Hemos querido citar por entero el párrafo de la Historia del Arzobispo Don Rodrigo, porque nos da varios datos interesantes. En primer lugar, Setefilla es considerado lugar estratégico de cierta importancia, puesto que es nombrado expresamente, cosa que no se hace con los «muchos logares menores» de que habla a continuación. En segundo lugar, sus moradores musulmanes decidieron entregarse, previendo lo que iba a acontecer. Con ello salvaban sus vidas y el derecho a quedarse en el lugar, pagando ciertos tributos al rey. Por fin, sabemos que el rey puso en la alcazaba del lugar, cierto número de soldados cristianos, para afianzar allí su poder. Lawra (Lora) siguió siendo musulmana hasta 12472• Hornachuelos había sido uno de los lugares menores que se habían entregado al rey, casi al mismo tiempo que Almodóvar y Setefilla. Siguió en 1247 la capitulación de Carmona. Una vez caída esta ciudad fuerte, Constan tina envió sus emisarios al rey, para entregarse". Lawra parecía resistir. Nos informa la Primera Crónica General, mandada componer por Alfonso el Sabio: «Esto acabado, el rey don Fernando mandó a los conceios que fuese con Fernant Royz, prior del Ospital que fue después grant comendador, a cometer Loras; et los moros desde, temiéndose de yr en perdición, salieron con pleytesya, et recodieronle a boz del rey don Fernando et entregaronle el castiel/o; et el rey diolo al Ospital luego con su villa et con sus pertenencias . todass,» Los musulmanes loreños, entregándose mediante pacto (o pleitesia) al rey salvaban de hecho sus vidas y propiedades y conservaban el derecho a quedarse en Lora, entregando sólo el castillo, reconociendo a don Fernando por rey y pagándole un impuesto. Adviértase que a la cabeza de los que venían a conquistar Lora se hallaba el prior del Hospital, es decir de la Orden de San Juan de Jerusalén, a la que el rey entregó a continuación el castillo y los derechos sobre la villa y su territorio. Por otra noticia que nos da la misma Primera Crónica General sobre «un frayre muy buen comendador de Setefilla, muy buen cavallero»> que murió en una emboscada cerca de Sevilla, sabemos que ya entonces el rey había entregado a la misma orden el castillo y poblado de Setefilla y que ésta tenía un comendador. En 1248, un año después que Lora, caía Sevilla. Poco a po:o la frontera entre 1. Primera Crónica General de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. Publicada por Ramón Menéndez Pida!. Madrid: Gredos, 1955, c. 1048, II, p. 736. . 2. Cf. Historia de Andalucía dirigida por M. González Jiménez y J. E. López de Coca. Barcelona: Cupsa-Planeta, 1980. II, p. 104. 3. Primera Crónica General, c. 1075, p. 749. 4. Primera Crónica General, c. 1076, p. 749. 5. Primera Crónica General, c. 1098, p. 757.
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cién conquistadas. Buena parte de Andalucía fue así vendida, donada o dada en premio a nobles castellanos, órdenes militares y obispos. Constantina, nos dice la Primera Crónica General, fue dada a la ciudad de Córdoba. Lora y Setefilla, y con ellas el castillo de Almenara (junto a Pei'iaflor), fueron donadas a la Orden de San Juan de Jerusalén, en premio de la ayuda prestada al rey en la conquista. El acto de donación fue firmado por" el rey en Córdoba el 6 de marzo de 1249. Dice así un pergamino, conservado en el Archivo Histórico Nacional de Madrid: «Ut facta regum ac principum qua digna memoria habeantur dignum est ea scripturae testimonio communicari. Idcirco notum facimus tam praesentibus quan futuris quod ego Fernandus, Dei gratia rex Castellae et Toleti, Legionis et Galleciae et Cordubae ex assensu et beneplacito Reginae Dominae Berengariae carae genitricis meae una cum oxore mea Regina Domina Ioanna, et cum filiis meis Alfonso, Frederico, et Fernando, et Henrico, facio Cartam donationis, concessionis et confirmationis et stabiiitatis Deo et Hordini (sic) Hospitalis Jerosoiimitani Sancti Joannis et vobis Domino Fernando Roderici existen ti Priori eiusdem Ordinis in Castella et Legione et vobis Domino Roderico Petri existen ti Commendatori in Consogra et successoribus vestris universis fratribus eiusdem Ordinis praesentibus et futuris perpetue et irrevocabiliter valituram. Dono itaque et concedo vobis villam et castrum quod dicitur Setesila, et castrum quod dicitur Almenara, et villam et castrum quod dicitur Lora. Haec inquam ita loca supradicta dono vobis libere ut ea semper iure hereditario integre habeatis, et in perpetuum possideatis pacifice et quiete. Cum omnibus terminis suis quos Saracenorum tempore habuerunt, cum montibus et com fontibus et cum rivis et pascuis et cum montaticis et portaticis et cum ingressibus et egressibus cum omnibus directuris et pertinentibus suis et .haec mea donationis et concessionis pagina firma et sta bilis omni tempore perseveret. Si quis vera hanc cartam infringere, seu in aliquo diminuere praesumpserit vel ei ausi temerario contradicere iram Dei omnipotentis plenarie incurrat et cum Juda Domini proditore penas sufferat infernales et Regiae parti mil/e aureos in cauto praeslvat et damnum super hoc iIIatum Ordini restituat duplicatum. Facta Carta apud Cordubam sexta die Martii era 1279. El ego pronominatus Rex Fernandus regnans in Castella et Toleto, Legione, Galaecia, et Corduba, Badallocio et Baecia hanc Cartam quam fieri iussi manu propria roboro et confirmo. »
Suscribían la Carta de donación con el rey el Arzobispo Rodriga de Toledo, el Infante Don Alfonso, hermano del rey, el arzobispo Juan de Compostela, el obispo Juan de Burgos, canciller del rey y una serie de prelados del reino. Don Fernando donó así mismo a la Orden de San Juan la villa de Tuxina (Toci21
zález advertía que para la fecha en que se hizo el donadío, había muerto ya Doña Berenguela, madre de San Fernando? . Efectivamente la reina había muerto en 1246, cuando ya hacía unos años había caído Setefilla y tal vez acababa de caer Lora, mientras el rey Fernando preparaba el ataque final a Sevilla. Pero el privilegio de concesión a la Orden del Hospital está fechado el seis de marzo de mil doscientos ochenta y siete de la era hispánica, es decir de 1249 de la era cristiana, tres años después de la muerte de la reina madre. ¿Qué sentido podía tener en un documento jurídico citar el consentimiento de una persona fallecida? Por ello el profesor D. Julio González juzgaba falsificada la copia que del documento se halla en el Archivo Municipal de Carmona. Sin embargo los reparos que él ponía al texto de Carmona, han de hacerse igualmente al del Archivo Histórico Nacional y al de las confirmaciones en castellano por Sancho IV y Alfonso XI, copias de las cuales se hallaban en 1882 en los archivos municipal y parroquial de Lora del Río. La donación de Lora y Setefilla a la Orden fue efectivamente confirmada en Segovia por Sancho IV el 24 de diciembre 1322, era hispánica, es decir 1284 de la cristiana y primero de su reinado. Volvió a confirmarlo, insertando el texto de su abuelo Sancho, el rey Alfonso XI con privilegio fechado en Sevilla el 1 de septiembre de 1385 de la era hispánica y 1327 de la cristiana. El texto de Sancho IV fue transcrito por el gobernador Gúserne de la copia notarial que se hallaba entonces en el archivo de la villa. Dice así: «Sepan quantos este Privilegio vieran e oyeran como Nos Don Sancho, por la gracia de Dios Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Ga/izia, de Sevilla, de Cárdova, de Jaén, de Algarbe, etc. viemos Carta del Rey don. Fernando, nuestro abuelo, hecha en esta guissa: Porque los hechos de los Reyes e de los príncipes que son dignos sean en remembranza, digna cossa es que aquellas cossas por testimonio de escriptura sean confirmadas: por esto fazemos a saber así a los presentes como a los venideros, que Nos Don Fernando, por la gracia de Dios, Rey de Castilla, de Toledo, de León, de Galizia e de Cárdova, de consentimiento e complazer della Reyna doña Berenguela, cara madre mía, de consuno con mi muger la Reyna Doña Juana e con mis Fijos Alfonsso, Fadrico, et Fernando e Enrrico, fago Carta de donación e de otorgamiento he de confirmación e de establecimiento a Dios e a la Horden de Ospital de San Juan de Jerusalén e a vos Don Fernant Rrodriguez estante Prior de la sobredicha Horden en Castilla e en León, e a vos Don Rodrigo Pérez, estante comendador en Consuegra e a vuestros subssesores e a todos los frayles de la mesma Horden presentes e venideros para siempre valedera. 6. 7.
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J. González y González, Repartimiento de Sevilla. Madrid, 1951. 1, pp. 26-27. J. González y González, Repartimiento de Sevilla, pp. 186.
asst como los obieron en tiempos de Miramamoltn, e con todas sus pertenencias e derechos así como nos la entregaron por mio mandado Fernán Sánchez e Garzia Pérez los míos partidores, según serán dichos en esta mi Carta que es el primero mojón en cavo del Cañaveral de su Alcolea, rivera del Guadalquivir, e el otro mojón es enzima de una eaveza que está zerca del camino que va de Sevilla ha Cárdova y el río de Guadalquivir arriva, hasta que llega a una eaveza haguda que está a ojo del arroyo de la fuente Sarta, y el otro mojón es en el Portichuelo que está en el camino que va de Lora ha Costantina asoman te a la fuente del Alberca e atraviessa por la Sierra fasta que llega al Caste/lejo que está sobre la fuente de la Figuera e la Sierra arriba, otro mojón que está sobre Septifila, como vierten las aguas a Guadalquivir e ba otro mojón que está encima de la Cabeza de Zebrán e el otro mojón está enzima de otra cabeza alta que está sobre Castriel; e está otro mojón enzima del Portizuelo cerca del camino que va de Lora a Canabulla, e otro mojón en una eaveza que está sobre Almenara e como va del camino que va de Cantabulla a Fornachuelos, e está otro mojón en una eaveza que es asomante a arroyo Tertre/lo, e el otro mojón es a la puente de río Tertrello, e esse río Tertrello ayusso fasta que da en Guadalquivir e Guadalquivir ayusso fasta que llega a Abuit Alquet e aquí traviessa Guadalquivir e ba a la vega arriva fasta que llega al millar de los foyos que dijeron en tiempo de moro Darithaje, e el otro mojón está a Guadalbardiella como "entra el camino que va de Lora a Palma, e el otro mojón es en la eaveza de sobre Guadalbardiella como vuelve Guadalbardiella contra Guadalquivir e Guadalbardiella arriva fasta encamas, e el otro mojón está zerca de la taza de la fuente de los Alzes e atraviessa por el encinar que ba a la Fuente de canales, que es de sobre el camino que ba de Carmona a Palma, e el otro mojón es de la alamata de las Cañas e va derecho -a la fuente de susso fasta que llega a otro arroyo que entra en él e sube desde para Carmona e va a la eaveza alta Fanagosa e ba derecho al villar que está sobre el camino que va de Lora a Carmona e deste al Albezar e ba derecho a la Figuera que está en el camino que va de Cárdova a Sevilla cerca de Guadalquivir, e esto todo vos do para siempre jamás valedero e nunca rebocadero, e dovoslo e otorgoboslo por muchos e grandes que a mi fezistes servicios e mercedes, señaladamente por el servicio que me fezistes en la prisán de la Ziudad de Sevilla e aquesta mi Carta de Donación e de otorgamiento, que sea estable para siempre, la Ira de Dios Padre Poderosso plenaria mente sea incurrida sobre él e con Judas traidor de Nuestro Señor sufra penas infernales e peche a la parte del Rey mili Dineros de oro e sobre esto peche a la Horden el daño doblado. Hecha fue esta Carta en Cárdova seis días de marzo hera de mili e duzientos e ochenta e siete años. E Nos el sobredicho Rey Don Sancho reynante en uno con la Reyna Doña 23
siempre e defendemos que ninguno no sea osado de ir contra él sin quebrantarle ni para menguarle en ninguna cossa e qualquier que lo fiese avería la nuestra ira e pecharnos ta en coto mili dineros de oro e al Prior de la Horden sobredicho todo el daño por ende rezibieren doblado e desto les amdamos dar este Privilegio sellado con nuestro sello de plomo pendiente. Hecho en Segovia veinte e quatro días del mes de diziembre hera de mili e trezientos e veinte e dos años. »8 El hecho de que Setefilla y Lora se entregaran por pacto o pleitesía al rey, y no fueran tomadas por asalto, significa que los musulmanes que quisieron pudieron quedarse en ellas, conservando sus bienes y tierras, su religión y sus proprias autoridades. Lo mismo sucedió en Carmona. Los de Cantillana en cambio, por haber resistido, fueron todos matados, al entrar las huestes: unos setecientos habitantes musulmanes perecieron, nos dice la Primera Crónica Generalv , En Lora y Setefilla, además de las alcazabas, pasaron a poder de la Orden inicialmente sólo las tierras fiscales (el «cillero» del rey) y las propiedades de los musulmanes que hubieran ya huido o prefirieron luego emigrar. Poco a poco, detrás de los soldados, fueron llegando los nuevos pobladores de la Andalucía cristiana, gente de la meseta y del norte que venían huyendo del hambre, atraídos por las promesas de unas tierras feraces, que se iban quedando sin amos ni braceros 10 •
La Orden de San Juan La Orden de San Juan de Jerusalén, religiosa, hospitalaria y militar, era fruto típico de la mentalidad y de las condiciones de vida en que se desarrollaba el cristianismo medieval. Nacida en Jerusalén, alrededor de un hospital para peregrinos, hacia 1050, se había extendido a lo largo de las rutas de pereginación y en los puertos italianos, creando en ellos establecimientos hospitalarios. Hacia 1137 la Orden se había desdoblado en institución militar y caballeresca, para defensa de sus instituciones de caridad, amenazadas por los musulmanes. Constituían entonces la Orden clérigos que seguían la Regla de San Agustín, laicos solteros sometidos a los mismos votos y otros casados. Más tarde, por la isla en que constituyeron su centro se llamarían Caballeros de Malta. No es extraño que la Orden, existente ya en el reino de Castilla, diera su apoyo a Fernando III en sus campañas conquistadoras del Sur musulmán y que éste, en premio, donara a una Orden, especializada en la 8. Transcripción notarial hecha sobre una copia realizada en Lora el 1 de febrero de 1540, en Archivo Histórico de Madrid, Ordenes Militares, lego 143, 2.• serie, n. 2. 9. Primera Crónica General, C. 1076, p. 749. 10. Sobre repartición, cf. Historia de Andalucía, Cupsa-Planeta, 11, p. 134.
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San Juan. Si la jurisdicción civil de la Orden recibió un duro golpe, a principios del siglo XIX, cuando José Bonaparte comenzó a nombrar directamente al Gobernador de la villa y terminaría definitivamente con la revolución de 1868 (decreto del 2 de noviembre de ese año), el Arzobispo de Sevilla no gozó de jurisdicción alguna en Lora hasta el Concordato de 1851. En 1259, la corona de Castilla, concedió a la villa de Lora el fuero de Toledo, el mismo que se concedió a otras numerosas poblaciones andaluzas. Inicialmente, la villa y su comarca pasaron sin más al Gran Priorato de Castilla y León. En 1295 (cuando estaba ya surgiendo una mentalidad diferenciada en los nuevos pobladores cristianos de Andalucía) Frey Riombalt, Comendador Mayor de la Orden, otorgó a los vecinos de Lora carta de población, y algunos privilegios y donaciones. Dominaba la escena local un grupito de familias de condición hidalga, más adineradas. Algunas debieron venir con los conquistadores. Otras se fueron estableciendo sucesivamente. El resto de la población lo constituían artesanos, trabajadores del campo o mozos de ganado a sueldo de los propietarios, y una masa de jornaleros que se convertían periódicamente en mendigos. Ignoramos qué parte de la población andalusí se quedó en Lora después de la conquista, aunque suponemos que no fue considerable. Los más debieron refugiarse entre los connacionales y correligionarios del sudeste musulmán. Los que se quedaron, debieron agruparse en lo que hasta ahora se llaman las Morerías. Todavía hoyes posible reconstruir el perímetro de la Lora medieval, primero islámica y luego cristiana. Las murallas pasan aún por detrás de la Iglesia Mayor de Nuestra Señora, en el sitio donde se erigía antes la mezquita, seguían entonces por la calle del Río, dejaban fuera las Morerías, formaban una puerta al final de la . calle Sevilla y continuaban luego por detrás de esta calle, dejando fuera la actual Roda Abajo, seguían por la calle estrecha del Hospital y terminaban por detrás del ábside de la Iglesia Mayor. Según un documento del siglo XVII que se refería a textos anteriores todavía en 1500había sólo dos iglesias en la villa, aunque es posible que se refiriera al casco urbano, porque es creíble que existieran ya entonces algunas de las ermitas levantadas en las cercanías, la de San Sebastián abogado contra la peste y patrón de Lora, muy cerca del sitio donde luego se levantó la de Jesús; la de la Señora Santa Ana, en la actual Roda Arriba, y la de Santa Isabel, con su Hospital, cerca del Castillo. La primera de esas dos Iglesias era la Mayor que debió ser construida a lo largo del siglo XIV, en estilo gótico mudéjar. Comparadas con la extensión de la villa por entonces, las dimensiones de la Iglesia fueron calculadas con generosidad. Mide 41 metros y medio por la nave central y casi 38 por las laterales. Consta de tres naves, la central de 7,38 metros de anchura y las laterales de 4,20 cada una, separadas entre sí por arcos góticos apoyados en cinco pilastros. Está cubierta la iglesia, a lo largo de las naves, por un artesonado en cuyo centro campea la cruz de la 25
donde estaba colocada una imagen (en el lado del evangelio se hallaba la de Santa Ana). Ambas secciones laterales del tríptico se hallaban enmarcadas en el exterior por otra columna idéntica a las que las separaban del centro. Es claro que el retablo, ya renacentista, es de época posterior. Es el que preside hoy la Iglesia de Jesús. A la nave del evangelio se abrían tres capillas de 7,50 metros de anchura (dos de ellas han sido convertidas en una sola en fecha reciente) mientras que en la de la epístola había dos más pequeñas de 3,80 de ancho, además de la sacristía y en los patios se hallaba hasta el siglo XIX el camposanto y entre la capilla del altar mayor y éste se halla aun hoy la capilla entierro de los Dávila, una de las familias más ilustres de Lora hasta el siglo XVI. La torre reproducida en un ex-voto de la ermita era de tres cuerpos' cúbicos escalonados y se alzaba sobre lo que es hoy archivo parroquia!. La iglesia estaba totalmente aislada y constaba de tres portadas. La opuesta al altar mayor se cerró en el siglo XIX, al trasladar el coro desde la mitad de la nave central al extremo que hoy ocupa. Además de la iglesia mayor se edificó, tal vez con alguna posterioridad otra capilla de San Juan y Nuestra Señora de los Remedios en la calle de San Juan, a la altura del bloque de pisos que se halla hoy en el número 6. Era sede de beneficio y tenía su prior. Fue erigida obviamente para honrar al Patrón de la Orden Hospitalaria. El gobierno eclesiástico de la villa y su comarca estaba en manos de un Vicario y Gobernador eclesiástico, sacerdote miembro de la Orden. Había además un Prior, encargado inmediato del culto, y cierto número de clérigos que gozaban de algún beneficio. Frecuentemente, ambos cargos de Vicario-Gobernador y de Prior (párroco) recaían en la misma persona. Para las visitas de inspección, ordenadas por el derecho eclesiástico, a la iglesia de Lora, la Orden designaba habitualmente al prior que la misma tenía en Tocina.
Siglos XIV Y xv La villa de Lora y el poblado de Setefilla quedaron enmarcados en la organización de la Andalucía conquistada por Castilla, como uno de esos señoríos que se multiplicaban como islas en los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla. El término de Lora era de dimensiones medianas, ligeramente mayor que los de Pahua y Can tillana, menor que el de Marchena y desde luego que los de Osuna y Medina Sidonia. Con estas otras poblaciones tenía precisamente en común el ser señorío, no estando directamente bajo el poder real como las ciudades y villas de realengo (Córdoba, Sevilla y Carmona, por ejemplo). Pero, a diferencia de otros numerosos señoríos, Lora no estaba bajo la autoridad de una de las grandes familias de la nueva nobleza andaluza. Ello impidió sin duda que, como otras villas y ciudades, Lora se viera 26
siones de los mudéjares. O las incursiones de los benimerines que en 1275 saquearon Almodóvar, Córdoba, Ubeda y Ecija y por el sur atacaron Huelva. Dos años más tarde asolarían el Aljarafe sevillano. El siglo XIV fue muy duro. La depresión económica, fruto de la crisis de población, vino a agudizarse en los momentos de carestía o hambre colectiva, ocasionadas por la inclemencia del tiempo o las epidemias. Hubo carestía aguda en 1302, 1311, 1343, 1355-1356Y 1375. Entre las epidemias, hubo por aquí brotes de peste bubónica en 1350, 1364, 1374 Y 1383. La de 1350 fue parte de la célebre Peste Negra que asoló a toda Europa y dejó sin amos y trabajadores no pocas tierras. En el siglo xv la población se estabilizó y volvió a crecer de modo significativo en toda la región. Lora contaba entre 3.000 y 3.500 habitantes, lo que la convertía en villa de mediana categoría, de las mismas dimensiones que Lebrija, Arcos y Medina Sidonia, pero por debajo de Carmona (8.000) y sobre todo de Ecija y Jerez (entre 13.000 y 15.(00). Por el Guadalquivir pasaban las barcazas que llevaban el trigo desde las tierras cordobesas a Sevilla. Esto no quiere decir que no se viera la comarca sujeta a tribulaciones periódicas. Las epidemias fueron ciertamente menos virulentas a lo largo de este siglo, pero hubo brotes frecuentes: en 1400-1401, 1413-1414,1422, 1458, 1467, 1477, 1481, 1485 Y 1488. También hubo períodos de hambre, que coincidían a veces con los de epidemia, pero estaban ordinariamente relacionados con la sequía: 1400, 1413, 1444, 1448, 1459, 1462, 1467-1469, 1473, 1482,1485. Según los datos que nos suministraron los archivos de la casa de Medinaceli, Lora contaba en 1491 613 vecinos y 62 menores y en 1496 652 vecinos y 44 menores. Ello arroja un total de habitantes entre 2.514 y 2.820 para 1491 y entre 2.652y 2.978 para 149611• Entre los vecinos de Lora, no sólo en este período sino a lo largo de los siglos sucesivos sobresale la figura del que luego sería Cardenal Juan de Cervantes, De origen gallego, don Juan nació más probablemente en Lora, donde su familia tenía la casa solariega, hacia 1380. Estudió en Sevilla, se doctoró en derecho y fue, aun joven, arcediano de la Catedral. Martino V, en 1426 lo creó Cardenal presbítero del título de San Pedro ad Vincula. Asistió al Concilio de Basilea y fue uno de los dos legados pontificios de Eugenio IV en Italia, donde intervino para reconciliar a la república de Venecia con el duque de Milán. Administró los obispados de Avila y Segoviay en 1445 obtuvo el Arzobispado de Sevilla. Aquí fundó el Hospital de San Hermenegildo y costeó la capilla del mismo santo en la Catedral, donde luego sería sepultado. Murió el 25 de noviembre de 1453, siendo ya obispo de Ostia y decano del Colegio Cardenalicio. La casa solariega de los Cervantes estaba situada en el barrio del Pozo, números 11. Cf', M. A. Ladro 1980, p. 62.
Quesada,
Historia de Sevilla, ll, La Ciudad Medieval. Sevilla:
Universidad,
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los siglos XVI y XVII. Estuvieron emparentados con las familias más notables de la villa, los Ribera, Carrera, Dávila y Liñán, todos ellos hidalgos con derecho a sitial en el cabildo 12. Si los Cervantes desaparecieron de Lora hace ya tiempo, otra familia, cuya presencia en Lora puede ser documentada desde el siglo XV, aun tiene representantes en ella. Se trata de los Quintanilla. Un Diego Garzía de Quintanilla (si prestamos fe a lo que esculpió en su tumba un descendiente suyo en 1765) construyó en 1473 la capilla pequeña de San Bartolomé para entierro propio y de su familia en la que luego se llamaría calle del Bailío, casi enfrente de la casa de ésteu. La capilla abandonada desde hacía tiempo, fue demolida en los años cuarenta. El de los Quintanilla es pues el apellido de que tenemos más antigua y constante prueba documental en Lora. Estaba ya presente en la villa al menos de la segunda mitad del siglo xv y era ya una de las familias notables, puesto que entonces se construyeron su enterramiento. Los Quintanilla han venido afirmando por tradición que tuvieron su origen en una de las varias poblaciones de Burgos llamadas Quintanilla. Esta tradición cuadra muy bien con el hecho, históricamente comprobado, de que fueron los burgaleses, sobre todo, quienes poblaron el reino de Sevilla tras la conquista castellana. El apellido Quintanilla aparecerá luego entre los de los regidores perpetuos de Lora, a partir de la documentación más antigua que ha sido conservada en los archivos municipales (siglo xvr).
Los Hospitales
La fundación más antigua de beneficencia de que se tiene noticia es la del Hospital y Albergue de Peregrinos de Santa Isabel. Estaba situada fuera de las murallas, en el barrio del Castillo. Tenía su capillita dedicada a Santa Isabel. La documentación del archivo municipal demostraba la existencia de dicho albergue y casa de recogimiento para pobres transeúntes a mediados del siglo XIV. Más tarde, se convertiría en patronato de la familia Aguilar y Fernández de Córdoba 14. La capilla, convertida en ermita, fue lo último que siguió funcionando. Al siglo xv remontan los orígenes del Hospital de Santa Catalina, el principal de la villa y el último que ha venido a clausurarse hace más de veinte años, Según una exposición cursada por el ayuntamiento al gobernador de Sevilla en 1926, el Hospital de Santa Catalina parece haberse constituido plenamente en el siglo XVI, a 12. J. Garcia Millán, Apuntes sobre [as fiestas celebradas en honor de [a Virgen Santísima de Setefilta en el año 1920. Murcia: La Verdad, 1934, pp. 167. 13. El sepulcro 'se halla actualmente en la iglesia mayor, nave del evangelio, cerca de la capilla del Sagrario. 14. J. Garcia Millán, Apuntes, p. 159.
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El gobierno de la villa
El gobierno de Lora reflejaba fielmente la evolución que había venido atravesando desde mediados del siglo XII la administración de las poblaciones castellanas. A la cabeza del mismo se hallaba el gobernador y lugarteniente del Gran Prior de la Orden de San Juan, nombrado por éste y encargado de velar por sus intereses. Solía ser un caballero forastero y luego más a menudo un letrado. Si anteriormente, las decisiones sobre iniciativas e intereses comunes las tomaban en Castilla todos los vecinos, reunidos en concejo abierto, a mediados del siglo XII este régimen de democracia municipal había ido cayendo en desuso. Ello se debió en parte a la dificultad que se experimentaba en reunir a una población que estaba creciendo notablemente en todo el reino. De ello se aprovecharon los notables de las poblaciones para reservarse ese derecho. Al concejo (aunque a menudo se siga llamándolo así), sucede el regimiento o ayuntamiento de prohombres de la población, representantes de las familias más ricas. Son éstos los que desde la mitad del siglo XII comienzan a gobernar las poblaciones. Se había pasado a un régimen de oligarquía 16 • Lora, al pasar a la corona de Castilla, heredó ya este sistema. El gobierno de la villa, bajo la presidencia y supervisión del gobernador, estaba reservado a los regidores perpetuos, miembros de unas cuantas familias de caballeros. hidalgos. Entre estos se sacaba a suerte, el día de San Juan, quienes habían de ocupar hasta la misma fechadel año sucesivo los varios oficios de alcaldes y alguaciles. Es significativo el hecho de que en dos pleitos que hubo en el siglo XVJII entre el bailío y vecinos de Lora, ni el primero ni los segundos pudieran presentar los títulos originales relativos a los oficios de regidores y al carácter perpetuo de los mismos. Posiblemente los adquirieron de hecho, ocupando pacíficamente esos oficios, según se usaba en las demás poblaciones. Por el índice de documentos presentados por el bailío en un recurso al Real Consejo de Hacienda en 1744, tenemos noticia de que el 28 de octubre de 1490 los ReyesCatólicos concedieron al Gran Prior de la Orden de San Juan un privilegio sobre aranceles y derechos de portazgo en la villa de Lora.
15. J. García Millán, Apuntes, p. 161, 164. 16. J. A. García de Cortázar. La época medieval. Historia de España. Alfaguara. Madrid: Alianza Editorial, ged. 1983, pp, 315-316.
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III COMIENZA NUESTRA HISTORIA Sietfila, Sietefilla, Setefilla, fueron los nombres que los cristianos de la meseta norte fueron dando entre el siglo XII y el XIII al lugar, traduciendo a la fonética castellana el nombre árabe de Shant-Fila. La población constaba ya de una fortaleza y una población extendida por la mesa. Recuérdese que el rey Alfonso VIII había cogido prisioneros a 700 moradores de Shant-Fila en 1182. El poblado tenía pues dimensiones no despreciables para aquel tiempo. Los musulmanes debieron salir pronto, porque buena parte de ellos debían pertenecer a la guarnición militar y por otro lado era peligroso dejar en la montaña un número considerable de moros. Los cristianos comenzaron pronto a practicar su culto, a los comienzos, probablemente, en uno de los salones de la fortaleza, hasta que se construyó un pequeño templo. Del culto en el mismo se encargó un prior, que residía en el lugar y era sacerdote de la Orden de San Juan. Según notas tomadas por el Gobernador Gúsem de documentos hoy perdidos, el poblado de Setefilla tuvo ya a raíz de su conquista su comendador de la Orden de San Juan! Lo era a mediados del siglo XIII Frei Alvar Pérez y hacia finales de él Frei Payo Rodríguez. Entre los pobladores hubo de haber algunos soldados a sueldo de la Orden y otros que debieron dedicarse a la ganadería, mayor y menor. Recuérdese que la ganadería, junto conla explotación minera, ahora inexistente, había sido desde la proto-historia una de las fuentes principales de riqueza en estos terrenos accidentados y secos. Todo esto tuvo, en realidad, poca importancia. El poblado debió ser pequeño y su existencia precaria, puesto que iba a subsistir sólo algo más de dos siglos hasta y
l. T.A. Gúseme, Noticias antiguas de la villa de Lora. Papeles del conde de Aguila. Archivo Municipalde Sevilla, tomo XIV n. 13, p. 12.
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llevaba el manto pintado de azul con estrellas y el vestido rojo con destellos dorados. J. Alonso Morgado en la descripción de la imagen que transmitía en 1882, nos dice que quedaban vestigios de oro en los cabellos, indicando que estos habían sido dorados y que la Virgen calzaba unos zapatos negros de forma puntiaguda. Se la colocó sobre una peana de madera de diecinueve centímetros de altura, en cuyo laterales se hallaban fijas dos asas de hierro para su traslado en procesión. Puesto que, como vamos a ver, la devoción a la Virgen de la Encarnación de Setefilla había ya llegado a Lora durante el siglo xv, la imagen tuvo que ser esculpida, lo más tarde, a principios de ese siglo, o tal vez en el siglo XIV. Dadas sus características no pudo ser anterior. Debió pues ser labrada, por encargo de la Orden, cuando la población se hallaba ya asentada allí establemente, no traída con los pobladores.
Contexto histórico El hecho que narramos se enmarca en un cuadro histórico bien preciso. Ante todo, la imagen pertenecía al tipo románico de la Virgen como Madre y Trono de Cristo, que se había desarrollado en el Occidente europeo a mediados del siglo XII. La representación de María con el Niño en sus brazos data de los primeros siglos de la cristiandad. Pero hasta mediados del siglo XII, esa representación era parte de la escena de la adoración de los Magos. Así se halla por ejemplo en Vézelay. Fue en el pórtico Real de Chartres, entre 1145 y 1155, cuando el grupo de la Virgen con el Niño fue sacado de la escena de la adoración y reproducido aisladamente por vez primera. Ahora la Virgen presentaba su Hijo a la adoración de los fieles. Desde Chartres el modo nuevo de representar a la Virgen con su Hijo se extendió a numerosas iglesias. Ya antes, a partir de 946, se habían comenzado a esculpir estatuas de madera de la Virgen sentada con su Niño en brazos. Pero fue en el siglo XII, cuando este tipo de imagen se hizo popularísimo: la Virgen trono de la sabiduría. En ambos casos, los pórticos románicos y las imágenes de madera, el centro de la representación lo constituye Cristo: Se trata de afirmar y recordar a los fieles la encarnación del Hijo de Dios. En el gótico, a lo largo de los siglos XIII y XIV, el grupo de María con su Hijo en brazos continuó siendo reproducido. A menudo, el Niño está a un lado y la Virgen-Madre lo mira con ternura. La Madre es menos hierática y más humana. Por otro lado, en el siglo XIII gozó de gran popularidad la representación en los pórticos y ábsides de los templos del Triunfo de María, en donde la Virgen está sentada, como reina, al lado de su Hijo. Con estos datos por delante, es claro que la imagen de madera de la Virgen de Setefilla (esculpida probablemente en el siglo XIV) seguía, con gusto arcaizante, el modelo románico. La Virgen, aunque con una son32
El primer templo setefillano fue sin duda construido en época cercana a la toma de posesión del poblado por la Orden de San Juan (1282). A principios del siglo XIV Setefilla debió tener su pequeño templo en el mismo sitio en que está emplazado el actual. La orden de San Juan no pudo dejar a los lugareños sin iglesia por muchos años. Que estuviera en el mismo sitio se deduce del hecho que desde 1539, cuando acabó de despoblarse Setefilla, no se construyó jamás templo nuevo. Los documentos hablan sólo de obras de reconstrucción de un edificio ya existente. El templo estaba en obras en 1581, aunque ignoramos de qué magnitud eran éstas. Lo cierto es que el Cabildo municipal destinó a dichas obras las multas que se cobraban de las familias que no enviaran un representante a despedir a la Imagen, al final de su estancia en la villa- . El 22 de marzo de 1693, algo más de un siglo después, la iglesia estaba amenazando ruinas. Por fin una reconstrucción a fondo se realizó a principios del siglo XVIII, acabándose en 1712. Ha habido pues, escalonadas en el tiempo, una serie de obras que suponen la permanencia de la iglesia en el mismo lugar desde el siglo XVI hasta nuestros días y puesto que el poblado entre la conquista castellana y su muerte tuvo sólo algo más de dos siglos de vida, la iglesia en que se hacían obras al medio siglo de la desaparición del poblado debía ser la misma que se había construido para éste a raíz de su conquista. Desgraciadamente, la falta de noticias detalladas sobre las obras de reconstrucción (la del siglo XVIII se hizo muy a fondo) nos hace hoy difícil imaginamos las características del templo primitivo. Tal vez los expertos puedan decimos algo en el futuro. Anotemos estos hechos. El camarín de la Virgen está asentado en una especie de torre octogonal, de construcción muy antigua. El muro exterior de la capilla mayor (según se puede advertir desde fuera por el lado del castillo) está construido de forma mucho más irregular que el resto del santuario. Ciertamente el camarín de la Imagen y la capilla mayor es aparentemente la única construcción antigua conservada. Por otro lado, la que llamamos capilla mayor es algo desproporcionada en relación con el resto del santuario, demasiado prolongada. Nos viene la sospecha de que ésta fuera tal vez, la única iglesia prioral primitiva (el poblado cristiano debió ser muy pequeño) y el resto del santuario fuera añadido poco después, cuando el lugar se había convertido en centro de devoción para la comarca. Pura hipótesis que sólo el estudio de los expertos podría corroborar, corregir o rechazar. El santuario, tal como nos ha llegado desde principios del siglo XVIII consta de tres naves con una anchura total de 10,50 metros, de los que 5,50 están ocupados
P. Schine Gold, The Lady and (he Virgin. (University 3. LA 1578-1581, fo1s. 365r-366. 4. J. Montoro, Tradiciones, p. 54. 2.
of Chicago
Press,
1985) pp. 46-68.
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fue decorada hermosamente con pinturas azuladas, probablemente por los mismos que decoraron la de la ermita de Jesús. El templo a lo largo de las naves se halla rodeado por unos soportales con arcos góticos, destinados a dar sombra y descanso a los peregrinos. Los soportales debieron ser añadidos al templo, cuando éste tenía ya sus dimensiones actuales, puesto que la portada principal, de piedra, se halla cubierta por ellos. Nos referimos a la portada situada enfrente del altar mayor. Hay otra, a mitad del templo, por la derecha. Al construirse ésta aparecieron las tumbas del cementerio cristiano medieval. Detrás del templo, a la altura del camarín aparecen las hospederías, conjuntos de apartamentos edificados en épocas diversas: el del clero, el del Hermano mayor y otros usados en el pasado por las familias ricas en días de romería y hoy ocupados, sobre todo durante el verano, por quienes lo soliciten.
XVlII
Albores del culto setefillano El poblado de Setefilla tenía pues una iglesia prioral dedicada a Nuestra Señora de la Encarnación, cuya imagen presidía desde el altar los actos litúrgicos y de devoción. El culto a la imagen quedó al principio confinado al poblado serrano y por lo mismo seguía el ritmo sosegado de la vida de sus habitantes. Allí estaba la imagen en la iglesia del lugar, rodeada por el pequeño caserío presidiendo con su sonrisa indescriptible los sucesos del vivir cotidiano: los nacimientos y bautizos, los matrimonios, las muertes y funerales de los setefillanos. Se trataba de una población sencilla al servicio de los ganaderos y labradores de las fincas comarcanas. Algún pequeño propietario, tal vez, y algún artesano completaban el cuadro. Dado que los propietarios de fincas y ganados vivían en Lora, cuando no más lejos, el poblado orbitó siempre alrededor de la villa loreña, de la que dependía en lo civil y a cuyo Vicario Eclesiástico estaba sometido el prior de Setefilla. La vida económica no debió ser nunca brillante: lo suficiente para vivir. Y como las solemnidades religiosas reflejan necesariamente el nivel económico y cultural de un pueblo, también aquellas debieron tener aspecto sencillo. Momento culminante del culto local era la función que a su titular y patrona dedicaba el poblado el día de la Encarnación del Señor. Las dos asas fijas en la peana indican que había costumbre de sacar en procesión a la imagen por las calles de Setefilla. Puesto que la imagen de madera no era muy grande, cuatro hombres bastarían para llevarla. Sin embargo, algo ocurrió por aquellos tiempos, entre el siglo XIV y XV, que iba a tener consecuencias decisivas para el culto a la Patrona de Setefilla. La devoción a la Virgen de la Encarnación arraigó profundamente en su pueblo, más, mucho más de lo que suele acontecer con las Vírgenes o los Santos titulares de los templos. ¿Fue 34
al traerse la imagen a la villa el 17 de mayo de 1925. El hecho es que ya, por lo menos, en el siglo xv, la devoción a Nuestra Señora de la Encarnación venerada en Setefilla había trascendido los límites del poblado, para implantarse en Lora, la villa cabeza de la comarca. Unos documentos del siglo XvI lo comprueban definitivamente. El primero se halla en el «Libro de Acuerdos Celebrados por el Consejo y Ayuntamiento de esta Villa de Lora desde el año 1550 hasta 1553» y se refiere a una sesión tenida el jueves dos de abril de 1551. En ese actalos señores Gobernador y Regidores de la villa recuerdan el voto que se tiene antiguamente de yr desde esta vil/a en procesión ... a Nuestra Señora de Setefilta cada un año... y para evitar «desordenes y desacatos que se hazen, ordenan que desde hoy en adelante cada un año salgan todos los del Cabildos. Puesto que el acta está contenido en el códice más antiguo conservado en el Ayuntamiento de Lora, es imposible hallar documentos anteriores a esta fecha. Pero éste nos dice ya mucho. Los miembros del Concejo de la villa en 1551 refieren el voto que dicho Concejo tenía desde «antiguamente», de trasladarse en procesión a laiglesia prioral de Setefilla, situada a dos leguas de distancia. Antiguamente supone la existencia del voto desde al menos un siglo: nos hallamos pues como mínimo a mediados del siglo xv, y el acta nos habla de los desórdenes que en ciertas ocasiones se producen durante esa procesión, lo que demuestra que no se trasladaban sólo los miembros del Concejo sino que los acompañaban grupos de loreños. Otra acta del mes de marzo de 1580 confirma que el voto lo tiene hecho este Cabildo y que consistía en yr cada un año perpetuamente para siempre jamás en procesión a Nuestra Señora de Setefil/a el día de la Encarnación de Nuestro Señor«. Por fin otras Actas de abril del año siguiente hablan de la particular devoción así de los vecinos de esta vil/a como de otros lugares comarcanosr a la misma Virgen Nuestra Señora y en la del 1 de abril de 1581, mandan los miembros del Consejo que se hagan súplicas por las necesidades que aquejan a la comarca, en particular la falta delluvia. El voto aparece mencionado periódicamente en las Actas del Cabildo, al acercarse la fecha de su cumplimiento, a lo largo del siglo XVI: 16 marzo 1586, 21 marzo 1590,27 abril 1590, 13 abril 15918• El voto hecho por un cabildo municipal en nombre de la población respectiva era algo muy común en la Baja Edad Media y al principio de la Edad Moderna. Se hacía más a menudo durante una Misa, en presencia del pueblo, respondiendo a una petición de la colectividad. El voto comprometía a sus habitantes no sólo delante de Dios, sino también de las autoridades eclesiásticas. Era un hecho social, 5. 6. 7. 8.
LA LA LA LA
1550-1553, 1578-1581, 1578-1581, 1585-1591,
falso 79r-81. fols. 184-184r. fol. 322. fols. 46, 407r, 423r, 593.
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fender determinado privilegio de la Virgen), sino que respondía a una necesidad apremiante. El pueblo pedía ser liberado de ella. En las relaciones enviadas por los pueblos de Castilla la Nueva a los cronistas de Felipe Il en 1575-1580, de los 745 votos colectivos, cuyo origen se explica, 90 OJo dan como razón una catástrofe naturalv . El voto se hacía a un Santo especializado en la protección contra ese mal, con mucha mayor frecuencia que a la Virgen, aunque el número de ermitas dedicadas a ésta superara con mucho el de las construidas para honrar a un Santo. Así en las relaciones de Castilla la Nueva se habla de 277 ermitas marianas y sólo 120 votos hechos a la Virgen, mientras a San Sebastián con sólo 156 ermitas se le habían hecho 216 votos ya Santa Ana, con 28 ermitas, 67 votos 10 • ¿Por qué se hacía el voto a un Santo con preferencia a la Virgen? Porque hacer un voto era de hecho comprometerse a rendir culto a ese Santo, cosa que podía hacerse y no hacerse, mientras que todas las poblaciones tributaban culto a la Virgen. De hecho el voto equivalía a tomar a ese Santo o a la Virgen en esa imagen como patrono o patrona de la localidad. En algunos casos, el voto se hizo en agradecimiento a un beneficio, pero más comúnmente para recabar la intercesión del Santo o de la Virgen contra una calamidad. Analizando las razones del voto en esas relaciones enviadas a los cronistas de Felipe n, nos hallamos con que los motivos más frecuentes son una epidemia, una peste' de langostas en las mieses o de larvas que devoraban las vides. Una sequía no parece haber sido causa de un voto, tal vez por su carácter gradual y porque contra la sequía era frecuente el uso de rogativas o procesiones.
Orígenes del culto Cabe así preguntarse ¿cómo y cuándo entró en Lora la devoción a la Señora de la sierra? Cuando es imposible averiguarlo con precisión. Hemos fijado como término ad quem (último) el de mediados del siglo XV, puesto que a mediados del siglo siguiente el Cabildo afirmaba estar vinculado a ella con un voto desde antiguamente y un siglo es lo menos que se puede suponer para una costumbre cuyo principio no se recuerda. Pero un voto público, hecho no a la Virgen en general, sino a la Virgen representada por tal imagen en tal sitio, supone ya cierta fama por parte de la imagen a la que se hace y por lo mismo una devoción ya establecida. Pisamos pues terreno muy firme, al afirmar que la devoción a la Virgen de Setefilla fue entrando en Lora en la primera mitad del siglo xv o tal vez en el siglo XIV. Y con 9. W. A. Christian, pp. 32-33. 10. W. A. Christian,
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Local Religion in Sixteenth Century Spain (Princeton Local Religion, p. 72.
University
Press,
1981)
por necesidad la villa de Lora. La vinculación tuvo lugar porque esa Imagen tenía famade eficaz instrumento de gracias. Que Lora no se dirigiera a la imagen de la Virgenvenerada en la Iglesia Mayor de la villa, puede explicarse por el hecho de que esta iglesia se estaba construyendo aún. Pero indica que la de Setefilla gozaba yade cierto prestigio. Qué necesidad llevó Lora a invocar la intercesión de la Virgen venerada en Setefillay a vincularse con ella mediante un voto público? En lo sucesivo Lora acudiráa la Virgen, cuando se halle amenazada por dos calamidades, sobre todo: unaepidemia o una sequía. O bien, cuando, en algunas ocasiones, se halle aquejada por las dos. Es significativo que como intercesor contra las epidemias Lora tenía ya a San Sebastián y para recabar la fecundidad de los campos solía invocar a SantaAna. Debió tratarse por lo mismo de una calamidad extraordinaria. A la Virgense recurría a menudo como a una intercesora más alta, en casos desesperados. Durante el siglo XIV había habido en la región de Sevilla hambre y carestía en 1302,1311, 1343, 1355-1356, 1375. Hubo en cambio, cosa menos frecuente, temporalesmuy grandes, con crecida del río en 1373. El siglo xv se inauguró tambíen con hambrey carestía en 1400 y de nuevo en 1413, para repetirse en 1423, en 1435, 1444,1448, 1359, 1473, 1482, 1485. En el siglo XIV la población sufrió el pavor causado por los terremotos en dos ocasiones, 1356 y 1394. El hambre y carestía estuvoen ocasiones causado por el abandono de los campos a causa de una epidemia,pero mucho más frecuentemente por las sequías. Ya hemos visto, sin embargo, cómouna sequía no era ordinariamente causa de un voto, mientras las epidemias, que amenazaban la vida de las poblaciones de modo más grave, solían serio con frecuencia. Durante el siglo XIV Lora tuvo sobradas ocasiones en que invocar la protecciónde la Virgen. Las epidemias hicieron entonces verdaderos estragos. Las hubo en la comarca en varias ocasiones. A mediados de este siglo, de 1346 a 1353 toda Europa se vio asolada por la peste negra, bubónica, que desde China había entrado por Constantinopla y se había extendido por el este europeo. Murió por lo menos un tercio de la población europea y fue la mortandad mayor registrada en la historia. Murió de ella Alfonso XI durante el asedio a Gibraltar. Un conocido documento de Pedro I (1351) nos dice que Sevilla había quedado «mucho yerma e despoblada»!",Hubo una segunda epidemia general de peste bubónica en 1364, y por terceray cuarta vez cayó el flagelo sobre la población en 1374 y 1383. Durante el sigloxv hubo epidemias en la comarca en 1400, 1413, 1440-1442, 1447, 1467, 1481,148512• Motivos graves no le faltaron a Lora en los siglos XIV y XV para hacer
11. Historia de Andalucía, dirigida por M. González Jiménez y J. E. López de Coca Castañer (Barcelona:Cupsa, 1980) 11,p. 185. 12. Sobre calamidades en la comarca (ss. XIV y XV). cf. M. A. Ladero Quesada, Historia de Sevilla,lILa Ciudad Medieval. Sevilla: Universidad, 1980, pp. 219-228.
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En la Alta Edad Media los lugares de culto y peregrinación se erigían alrededor del cuerpo de un Santo que se decía descubierto milagrosamente, gracias a una aparición o a señales sobrenaturales. Típico es el caso del hallazgo de la tumba de Santiago. Europa se llenó de centros de peregrinaciones. Las Siete Partidas todavía alrededor de 1248, condenan a esos hombres fraudulentos que erigen altares en el campo o en las poblaciones «asegurando que allí se hallan reliquias de ciertos Santos y pretendiendo que realizan milagros, con lo que atraen a gente de varios lugares para que vayan allí en peregrinación, con el intento de robarles; y otros que influenciados por sueños y vanas ilusiones que se les aparecen, levantan altares y pretenden descubrir reliquias en dichos lugares». La fuerte tendencia de los cristianos medievales a la peregrinación daba pues lugar a supercherías y a ilusiones. En el siglo XII tuvo lugar un extraordinario florecimiento de la devoción a la Virgen. Fue entonces cuando comenzaron a hacerse populares sus estatuas, románicas primero y luego góticas. Poco a poco desapareció la devoción a los cuerpos de los Santos y las iglesias consagradas a Nuestra Señora se convirtieron en centros de romerías y peregrinación, con todas las secuelas de intercambios comerciales, ferias, y folklore popular que esto llevaba consigo. Buena parte de los nuevos santuarios marianos, o bien los dedicados en menor número a Santos patronos, se levantaban en el 'campo, algo lejos de las poblaciones. y es que era conveniente, aunque no esencial, que el lugar sagrado se colocara a cierta distancia del sitio de la vida ordinaria y el pueblo tuviera que hacer algún esfuerzo para llegar a él. Se quería hacer algo extraordinario el día de la fiesta. Los santuarios (ermitas) se construían en lugar solitarios, en el campo, si fuera posible sobre una colina o montaña. Castillos morunos arruinados, iglesias abandonadas que se reconstruían, o bien emplazamientos junto a una fuente o un cauce de agua eran los lugares preferidos. Las Relaciones topográficas hechas por orden de Felipe II entre 1575 y 1580 hablan insistentemente de las procesiones que hacían los pueblos a iglesias rurales que fueron parroquias de aldeas ya desaparecidas. A primera vista parecería que todos estos hechos venían a darse en Setefilla. La distancia, la montaña, el castillo moruno, el haber sido el templo iglesia de poblado abandonado. Pero en realidad, a excepción de la distancia, nada de esto tuvo influjo en la localización del culto en Setefilla. Porque cuando el cabildo de Lora hizo el voto, más tarde a mediados del siglo xv, Setefilla estaba todavía habitada y el castillo debía estar en pie y posiblemente con guarnición facilitada por la Orden de San Juan. Lo que sucedió es que con el pasar del tiempo, todo esto se fue dando y vino a darle un marco nuevo al culto setefillano: la aldea se despobló, el castillo comenzó a desmoronarse, etc.
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se aparece para indicar donde se halla oculta su imagen. Las leyendas de este tipo se repiten, con rasgos idénticos centenares de veces a lo largo de toda la península. En las relativas a los santuarios catalanes recogidas por el dominico Narcís Camós entre 1651 y 1653 se dan 117 casos en que se dice que el culto a la Virgen en ese lugar se debe a haber sido hallada milagrosamente su imagen y sólo en 14 casos se habla de una aparición de la Virgen sin descubrimiento de imagen 13. La estructura de las leyendas sobre el hallazgo de una imagen viene a ser la misma: ordinariamente un pastor varón o bien, rara vez un labrador o un cazador, o aisladamente un leñador, casi siempre siguiendo un animal, descubre la sagrada imagen en una gruta o bien bajo tierra o junto a una fuente. La imagen en ciertas ocasiones, si se la traslada, vuelve milagrosamente al sitio donde la encontraron, o bien se hace tan pesada que no se la puede transportar. El hecho de que los rasgos de la leyenda se repitan centenares de veces se debe sin duda a que los ciegos iban cantando romances sobre el tema por los pueblos y poco a poco los mismos rasgos eran atribuidos a las imágenes veneradas en las diversas localidades. Es significativo que en el caso de Setefilla la leyenda ocupa un puesto insignificante. Se dice que la Virgen apareció en el santuario en que se la venera. A la aparición se refiere la oración que en su honor para después de la Salve compuso el Beato Diego José de Cádiz y «aparecida» llama a la Virgen la novena que hoy se reza en preparación a su fiesta. Pero ni el «hecho» de la aparición parece tener peso alguno en la devoción loreña, ni sobre ella hay narración escrita alguna hasta fines del siglo XIX. Es cierto sin embargo que ha habido por largo tiempo una tradición oral sobre esa «aparición». ¿Qué ha venido contando el pueblo? La Sagrada Imagen estaba oculta junto al pozo o fuente de Setefilla. Había sido ocultada allí en tiempo remotos. Pero a poco de ser Setefilla conquistada por los cristianos, la Imagen apareció a un pastor. Se quiso levantar una ermita para darle culto en un lugar distante, pero la Imagen volvía a aparecer en el lugar donde se había manifestado. Alguna tradición oral que hemos recogido de varios loreños nos dice que esa ermita que quisieron levantarle en otro lugar se derrumbó. Por fin levantaron en su honor la ermita de Setefilla, junto al lugar donde había estado escondida y se había manifestado. El hecho de que hubiera aparecido la Imagen junto a una fuente muy fresca hizo que se la llamara Nuestra Señora de Fuenfría (tradición recogida por Alonso Morgado) o bien de Rocafría según un texto contemporáneo que inserta el mismo Alonso Morgado y en el que se cita «un antiguo manuscrito» no mejor identificado. De tal manuscrito, más aún de relación escrita anterior a 1882no queda ni huella. Es evidente que la leyenda de Setefilla sigue exactamente los motivos que apare13. Narcís Camós, Plantada, 1657).
Jardín de María plantado en el Principado de Cataluña (Barcelona:
Jayme
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geografía española, Esas leyendas parten de un anacronismo, al suponer que en el período romano y en el visigótico había ya estatuas de la Virgen a las que se daba culto. Por otro lado esas leyendas chocan con el hecho evidente de que las imágenes a qu~ se refieren fueron evidentemente esculpidas en los períodos románico y gótico. Advirtamos por lo que toca a esa leyenda, marginal, sobre Setefilla que la asociación con el agua (aparición junto a una fuente), que se repite en leyendas medievales tiene conexiones psíquicas profundas que alegrarían a Carl Jung (el agua virgen ~ fecunda) y la resistencia de la Imagen a ser trasladada a otro sitio (hecho también frecuente) tenía el claro propósito de defender el santuario contra intentos de llevar la Imagen a otra Iglesia, en ese caso la de Lora. Margina~ hemos llamado la leyenda setefillana, porque realmente tiene poco peso en la devoción loreña. La verdadera razón sentida y aducida por el pueblo loreño para ex~licar su devoción intensa a Setefilla es la continua protección que la Virgen le ha dispensado a lo largo de los siglos. En este sentido sí que puede hablarse de una «aparición» real. En Setefilla se ha revelado y se revela la gracia de Dios y la intercesión de la Virgen.
Lora, promotora del culto Pero a mediados del siglo XVI pasó algo importante. Lora dejó de asociarse al culto ~ue. Setefilla trib~taba a la titular de su Iglesia, para convertirse en principal depositari a de la devoción, El acta del Cabildo ciudadano del 5 de agosto 1581 afirma que «al particular deboción así de vezinos de esta villa como de otros lugares comarcanos de yr el día de Nuestra Señora de Agosto a su casa que es la ermita de Setefillaai- . Como se ve, la villa de Lora ha pasado aquí a ser el centro de la devoción. Que la villa de Lora se constituyera en promotor a del culto a Nuestra Señora de la Encarnación de Setefilla se explica sobre todo por un hecho. Hacía ya algunos decenios que Setefilla había dejado de existir como poblado. En un documento relativo a un pleito que sostuvo la villa de Lora con el Gran Prior de la Orden de San Juan, en Castilla y León, Frey Diego de Toledo, en 1539, se menciona a Setefilla como «lugar que acaba de despoblarse por haberse pasado sus vecinos a Lora»!", Lo confirma el acta del cabildo municipal del 5 de agosto de 1581 en que se habla de la que fue iglesia de Setefilla como de una ermita 16 • Un ermita es, etimológicamente, un templo que se halla en un despoblado. ¿Por qué murió el pueblecito de 14. LA 1578-1581, fols. 364r-365. 15. T. A. Gúseme, Noticias Antiguas, p. 12. 16. LA 1578-1581, fol. 364r.
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Estos setefillanos, al emigrar a Lora, contribuyeron a robustecer aquí la devociónde su Patrona. Sorprende a primera vista que no se trajeran con ellos la imagen. Talvezpor estar ya vinculada la devoción a un lugar, al que acudían peregrinos de la comarca.Pero también porque la Orden de San Juan decidió mantener abierta al cultola Iglesia de Setefilla. Allí siguió residiendo un prior, nombrado por la Orden. Elprior de Setefilla aparece en un acta del 9 de agosto de 1581 entre los cuatro clérigosquehabían de acompañar a la imagen en el traslado. Un Frey J. V. Romás era prior «deesta Santa Casa» de Setefilla en 1614, según consta en la inscripción de un cuadrode la Cena que donó dicho prior al templo. Todavía en el siglo XVIII aparece enla lista de donantes para la reconstrucción del templo serrano el prior de Setefilla. Ladecisiónde mantener abierta la iglesia sorprende aun más si se considera que con frecuenciahubieron de hacerse trabajos de mantenimiento, a veces de bastante consideración.Pudo haber razones de prestigio y otras de orden económico, al estarvinculado algún beneficio al templo pero pudo intervenir también el hecho de la conexión entre el culto de la Virgen de la Encarnación, difundido ya por la comarcacon el lugar de Setefilla. El acta ya citada del 5 de agosto de 1581 recuerda que la Imagen de Nuestra Señora, a la sazón, en la Iglesia Mayor de Lora, llevaba ya «muchos días fuera desu Casa» y subraya que «hay particular devoción así de vecinos de esta villa como deotros lugares comarcano s de ir el día de Nuestra Señora de Agosto a su Casa que es la ermita de Setefilla» y «para que la dicha devoción no se pierda, acordaron quela dicha imagen de Nuestra Señora se lleve a la ermita el día de San Lorenzo, paraque el día de Nuestra Señora de Agosto esté en su Casa»!", A pesar de haberse convertidola iglesia prioral de Setefilla en una ermita, es decir, en un templo situado en despoblado, seguía siendo considerada la Casa de la Virgen y allá acudían fieles de Lora y de sus alrededores. La devoción a la Virgen protectora había salvado a Setefilla. En Lora ha habido hasta hoy una tradición oral según la cual el núcleo principal dehabitantesde Setefilla, al trasladarse a Lora, fijó su residencia en la Roda Arriba. Estaera la razón por la que en el siglo XIX y a lo largo del XX, hasta la reciente reformade los Estatutos del culto setefillano correspondía al hombre de mayor edad de los habitantes de la Roda Arriba presidir la manifestación con la que se pedía fuera traída la Imagen a Lora en caso de necesidad grave. Es algo comprensible quelos setefillanos se establecieran en una prolongación de la villa y precisamente en la parte donde comenzaba el camino hacia Setefilla, donde algunos de ellos podíanconservar intereses (sepulturas familiares, trabajo, alguna pequeña propiedad).En el padrón de 1644 hemos hallado algo que puede confirmar esta tradición. En la Roda Arriba hay varias familias que llevan el apellido Sietefilla, con la orto17. LA 1578-1581, fols. 264r-265.
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18.
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Padr贸n
2 julio 1644. Archivo Municipal
de Lora. Leg. 109.
IV LORA EN EL SIGLO XVI Las tradiciones más antiguas sobre la devoción setefillana aparecen ya en las actas del Cabildo de la villa de Lora fechadas en la segunda mitad del siglo XVI. Másatrás es imposible, por ahora, retroceder, por haber perecido la documentación. El incendio por los soldados de Napoleón del castillo de Consuegra, centro de la Orden de Malta en Castilla y León, nos ha privado de los documentos que debía guardar el archivo del mismo. El libro más antiguo de Actas del Cabildo de Lora es de 1550-1553. Suponemos que hubo actas más antiguas, pero éstas han perecido con la incuria del tiempo. De todos modos es evidente, por lo que vamos a ver a continuación, que las tradiciones sobre el culto a Setefilla se estaban todavía formando en el siglo XVI, aunque hubiera ya costumbres sobre ello bastante arraigadas, existente, o por que debían provenir del siglo xv por lo menos. La documentación lo menos la hallada hasta ahora, nos lleva directamente o por vía de conclusión lógicaa los mismos orígenes de las tradiciones loreñas.
Recurso contra el prior: 1501 Pero si las Actas capitulares no llegan a más allá de 1550, hay otros dos documentos interesantes sobre la historia de Lora, fechados en la primera mitad del siglo XVI. Han sido descubiertos recientemente, entre unos papeles «olvidados» y aún no· clasificados, por D. José González Carballo. Ambos tratan de recursos y pleitos. El primero, precisamente, se refiere a Setefilla, aunque no directamente al culto de la Virgen. Está fechado el 28 de marzo de 1501 y contiene un recurso hecho al 43
Señoria a la qual suplicamos plega saber cómo puede aver dos meses poco más o menos tiempo que ovimos enbiado a vuestra Sefloría una petición por la qual le faziamos saber que a cabsa de estar la mayordomya de Nuestra Señora Santa María de Setefilla en poder de Ferranco (?) de Consuegra, prior de dicha yglesia, y asy mesmo todos los bienes e hornamentos e limosnas del/a que para la dicha yglesia dan la devoción de las gentes, es menoscabada y que era deservicio de Dios nuestro Seflor y que cargava sobre la conciencia de vuestra Señoria y de las nuestras porque el dicho prior trata va e trata mal la dicha yglesia e bienes del/a, que le suplicamos lo mandase rremediar como fuese servicio de Dios nuestro Señor y descargo de la conciencia de vuestra Señoria y vuestra Señoria lo remitió a Juan Capata su .tenyen te, al qual mandó por su provisión que oviese ynformacián cerca des te caso y si fal/ase ser más servicio de Dios nuestro Señor y de la dicha yglesia que oviese mayordomo para la dicha yglesia e bienes e limosnas del/a, que lo pusiese y quitase el cargo al dicho prior. Y el dicho Juan Capota, tenyente de vuestra Señoria, conforme al mandamiento y provisión que para ello le enbiá, obró la dicha información por la qual falló que convenya y era más necesario para el servicio de Dios nuestro Señor y de la dicha yglesia e de vuestra Señoria y descargo de su conciencia que oviese el dicho mayordomo para que tuviese a su cargo los hornamentos e. limosnas de la dicha yglesia y conforme a todo aquello el dicho Juan Capota mandó poner e señalar mayordomo tal qual convenya. De lo qual todo el dicho Frey Feranco apeló para ante vuestra Señoria, diziendo que le fazia agravio, el qual dicho tenyente le otorgó la dicha apelación, por acatamiento e rreverencia de vuestra Sefloría. Suplicamos a vuestra Señoria todavía lo mande rremediar, mandando al dicho tenyente que todavía ponga el dicho mayordomo en la dicha yglesia porque de otra manera, estando el dicho prior por mayordomo, en poco tiempo se acabaría de perder la dicha yglesia, y pues aquello carga sobre la conciencia de vuestra Señoria y este concejo se descarga con solamente hazello saber a vuestra Señoria, suplicamos lo mande todo rremediar como sea más servicio de Dios nuestro Seflor y descargo de su conciencia; lo qual todo (delzimos con cargo de no enojar ni escrivir más a vuestra Señoría sobre este caso. En lo que toca, Señor, a lo que vuestra Señoria enbiá mandar desde frayle frey Feranco (?) dezimos, Señor, que fue muy justo y por el/o besamos las manos a vuestra Señoria, porque demás de estar como está descomulgado, somos ynformados que el cardenal lo dexá puesto de su mano en esta villa y creemos que sería en desservicio de vuestra Señoria, y pues ya sabe vuestra Señoria el daño que se nos podría seguir si el cardenal toviese alguna entrada e juresdicián en esta villa, suplicamos a vuestra Se44
ladirección: Al muy magnífico e muy generoso Señor el Prior de Sant Juan, nuestro
señor': El documento, como habrá ya advertido el lector, es obra maestra de diplomacia. El concejo de Lora tenía fuertes motivos de queja contra el prior de la iglesia de Setefilla, que actuaba al mismo tiempo como mayordomo, es decir, administrador únicode sus bienes. Por ello había recurrido al gran prior de Castilla y León (todavía no era Lora bailiaje) y éste había ordenado a su teniente, que se informara personalmente y dispusiera lo más justo y conveniente. El prior había apelado al Gran Prior en persona y la causa volvía a éste. Por ello el concejo recurría de nuevoal mismo Gran Prior. Se seguía pues el curso normal de toda causa. El concejo repite los motivos de las quejas y diplomáticamente carga con ello la conciencia de su señoría, advirtiéndolo que no volverá a recurrir sobre ello, para no cansarle.Ellos ya han cumplido su obligación. Pero hacia el final le comunican un hechoque no podía menos de inquietar a su señoría: dicho prior estaba ya excomulgado y en ello había tomado parte el Cardenal. Creemos que se trata del cardenal D. Diego 11 Hurtado de Mendoza (+ 1504), arzobispo de Sevilla. Los capitulares hacían ver al Gran Prior el peligro en que se hallaba la jurisdicción de la Orden de San Juan, si el Arzobispo de Sevilla se entrometía para cortar el escándalo. Sedespertaban así los celos de una autoridad contra otra ... De hecho, el Gran Prior se apresurará a responder al concejo, mandándole lo informaran del motivo por el cualFrey Feranco está descomulgado. Más que todo esto, por muy interesante que sea, conviene subrayar el hecho, revelado por este documento de que la iglesia de Setefilla, a pesar de ser templo de poblado muy pequeño y ya en vías de abandono, contaba con cierto número de bienesy ornamentos y de que a ella la devoción popular hacía confluir limosnas. El documento llama a la Iglesia de Nuestra Señora Santa María de Setefilla. Esta última palabra no constituye aún parte del título de la Virgen, sino que se refiere a la población en que está localizada, por haber muchas iglesias de Santa María, entre ellas la de Lora. Las limosnas y ornamentos debía ser de cierta cuantía, porque el concejo se sentía obligado a recurrir una y otra vez al Gran Prior, para que pusiera fin al mal uso que estaba haciendo el prior (sacerdote responsable del culto). La razón de esta cierta cuantía no puede ser otra que el culto a la Virgen Nuestra Señora, venerada en la localidad. Esto nos confirma el hecho de que la devoción a la Virgen de la Encarnación estaba ya arraigada en el siglo xv. 1. José González Carballo, Documentación Inédita hallada recientemente en el archivo Municipal de Lora del Río. Biblioteca de Temas Loreños, n. 5. Lora del Rió: ACAL, 1986, pp.
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de la villa contra los abusos que decían perpetrados por los regidores perpetuos de la misma, solicitando que el oficio de estos se convirtiera en anual, para que dieran cuenta de su gestión, como se hacía en la villa de Alcaraz. El pleito tuvo cierta resonancia, no sólo en la villa donde debió despertar grandes animosidades sino en los varios escalafones del poder judicial, puesto que los denunciantes lo llevaron sucesivamente ante el Gran Prior de Castilla y León, Don Frey Diego de Toledo, y a la Real Audiencia de Granada, y hasta el mismo «Don Carlos, por la gracia de Dios, rey de romanos», el emperador Carlos V. Comenzó una nueva fase con la firma de los querellantes en la iglesia de San Sebastián, fuera de la villa, el 22 de abril de 1526. Representaba a los vecinos y hombres buenos de Lora un tal Antón Díaz. En nombre de ellos éste exponía que los regidores de Lora, por ser perpetuos y por lo mismo no deber dar cuenta de su gestión al acabar su oficio, causaban numerosos daños a los demás vecinos, haciendo apacentar sus ganados en las fincas acotadas de los demás, atropellando a guardias y propietarios, y por ser ellos los que juzgaban las quejas de los vecinos, se abstenían de condenarse unos a otros. Las actas procesuales revelan sobre todo una fuerte tensión social entre la clase media de pequeños hacendados y la élite local que gozaba del privilegio de sentarse en el concejo de la villa y por lo mismo dirimía con el gobernador los asuntos relativos al gobierno de la misma. Eran éstos también propietarios de tierras y ganados y debían ser ordinariamente más ricos. Al menos detentaban el poder. Los «hombres buenos» los acusaban de orientar la justicia hacia su propio interés. Nos encontramos ante una lucha encontrada de intereses entre dos grupos sociales de Lora. Los menos favorecidos, hablando (decían) en nombre de los demás vecinos, pedían que cesara el carácter perpetuo de los regimientos y se convirtieran éstos en anuales. La posibilidad de cesar debía poner freno a la tentación de abusar del cargo. La sentencia final fue contraria a la petición. Los regimientos seguirían siendo perpetuos. Las familias a las que estaba reservado el gobierno de la villa podían descansar tranquilas, aunque naturalmente el hecho de que el asunto hubiera sido llevado a los tribunales, los debió hacer pensar dos veces antes de realizar algo de lo que los vecinos pudieran quejarse. El pleito debió ahondar aún más el foso que separaba a ambos grupos y los recelos debieron mantenerse vivos. Las actas del proceso nos suministran además algunas informaciones sobre la composición de la población de Lora, en sus dos capas más altas, hacia 1516. Era gobernador, en nombre del Gran Prior, D. Francisco Maldonado; alcalde mayor, Gonzalo Cornejo, alcaldes ordinarios Diego de la Barrera y Arias Gutiérrez de Cervantes; regidores Alonso de Quintanilla, Ruy Pérez de Quintanilla, Perceval de Sotomayor, Antón Gutiérrez de Santana, Fernando de Mallén y un tal Juan Pérez, que por no acudir al tribunal, cuando fue convocado, sería declarado rebelde. Entre los vecinos 2.
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José González
Carballo,
Documentación Inédit, pp.
López,Lope Sánchez de la Carrera, Alonso Martín Carballo, Fernando Sánchez del Castillo,Antón Morales, Alonso Fernández Mailas, Juan Martín Rabadán, Alonso de Cea, Fernán Jiménez Trigo, Martín Muñoz, Juan López de la Calleja, Antón Fernández, Alonso Moreno, Fernando López, hijo de Diego López Herrero, Antón Garcíade Palma, García de Arce. Tenemos así una visión clara de quienes constituían los varios grupos activos en la villa de Lora. La lista de los regidores nos informa de todas las familias quecomponían la clase dirigente. Se trata de nombres que ya han aparecido, los Cer.vantesy los Quintanilla, estos últimos más numerosos. Según un proceso sobre una capellaníade 1678 Arias Gutiérrez de Cervantes estaba casado con una Quintanilla y era sobrino de un Ruy Pérez y Beatriz Hernández, que por entonces fundaron dicha capellanía. Otros nombres seguirán apareciendo en las Actas capitulares, comolos dos de la Barrera y otros no vuelven a aparecer en lo sucesivo, como Cornejo,Sotomayor, Gutiérrez de Santana y Mallén. La de los querellantes parece informamosde la mayoría de los que componían el segundo coto social. Entre ellos aparecenpor vez primera los apellidos Caro y Roxas, muy arraigados en Lora. Ambosaparecerán más tarde entre los regidores, con mayor frecuencia los Roxas. Por fin, entre los llamados a declarar aparecen algunos nombres pertenecientes a familiasque tendrán cierta resonancia en el siglo XVII. Los Liñán, emparentado s con los Cervantes, serán fundadores del convento de Mercedarias y se sentarán en el concejo. Los Camuña, de la Carrera y de Lisbona pagarán tributos anuales al mismomonasterio. En cambio se advertirá que no aparece en estos primeros documentosdel siglo XVI el apellido Montalbo. No habían aún llegado a Lora.
Iglesiay cofradía de la Cruz
El pleito de 1616-1627 nos da además una información aislada que conviene recoger.En· él declara cierto Bartolomé Carballo que se dice alcalde de la cofradía establecidaen la iglesia de la Santa Cruz. En el siglo XVIII aparecerá una cofradía de la Veracruz, que localizaremos en la iglesiaque con ese nombre de la Veracruz se hallaba ya antes de comienzos del sigloXVII en la actual plaza Nueva junto a Abastos. Se trata evidentemente de la mismaiglesia y con toda probabilidad de la misma cofradía.
Altibajos de la población
En la primera mitad del siglo
XVI
se advierte un hecho que es clara señal de 47
período 1510-1512 (entre 2.288 y 2.569 habitantes). En 1515 nos encontramos con 626 vecinos y 44 menores (de 2.548 a 2.861 habitantes). Pero de nuevo en 1524 los vecinos bajaron a 502 con 13 menores (de 2.021 a 2.272 habitantes). Poco a poco se recuperaría la villa aunque todavía para 1534 se le calcula un número de habitantes entre 2.481 y 2.789, es decir algo inferior al que tenía en 149 P . Es sabido como por aquellos tiempos, más que ahora, el crecimiento o disminución de la población estaba estrechamente relacionado con los años de buena o mala cosecha (esta última significaba hambre para buena parte de la población) y con las epidemias. Sabemos que los primeros años del siglo XVI estuvieron caracterizados alternativamente por sequías y temporales. Hubo grandes sequías en 1501, 1502 y 1506 y continuados temporales de lluvia de 1503 a 1505. En 1507 hubo una epidemia de peste. El descenso demográfico aún más pronunciado de 1524 se debe sin duda a las epidemias que azotaron la comarca en 1521 y 1522 y a la grande sequía que la afligió de 1520 a 15224• Buena parte del descenso debe atribuirse a las muertes ocasionadas por ambas causas, peste y hambre, y en menor número a la emigración. Pocos, poquísimos, partieron para América: siete vecinos, para ser precisos, según el Indice geobiográfico de Boys-Bowman: Luis Cabrera, Francisco Martín y Jorge de Valdés en 1512. Pero Martín en 1513, Sebastián Delgadillo en 1528, Francisco Moreno y más tarde su hijo Gonzalo Moreno que se estableció en México en 15325• El resto de la emigración, si la hubo, debió ser interior. En 1539 Lora entabló un pleito contra el Gran Prior de la Orden de San Juan, Frey Don Diego de Toledo. El gobernador Gúseme, que nos da dicha información- , cita la ejecutoria de una sentencia de revista (apelación) en el pleito seguido por un grupo de vecinos inicialmente contra Frey Don Diego de Toledo, Prior de San Juan, y luego contra el bailío D. Pedro Núñez de Herrera. Don Diego murió en 1557 y por lo mismo el pleito debió comenzar antes. D. Pedro fue el primer bailío de Lora, de 1558 a 1563 o 1564. Tuvo que ser entonces cuando se hizo el recurso de apelación. Tanto el original como la copia se hallan interrumpidos, sin las páginas finales, de modo que, por el documento del archivo loreño, no es posible conocer ni la sentencia definitiva ni su fecha exacta? .
3. Mercedes Borrero y María Luisa del Rio: ACAL, 1983, pp. 16-17. 4. A. Collantes de Terán, Sevilla en 438-439. Cf. M. Borrero y M. L. Pardo, p. 5. Cf. M. Borrero y M. L. Pardo,
Pardo, La población de Lora del Río de 1491 a 1534. Lora la Edad Media. La ciudad y sus hombres. Sevilla, 1977, pp. 18. La población, p. 21 Y Pról. de M. Castillo Guerrero, ibid.,
p.9.
6. 7.
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T. A. de Gúseme, Noticias, p. 12. Archivo Municipal de Lora, leg. 321.
enumeran hasta dieciocho. El gobernador estaba presente en el cabildo, cuando se discutíanen él cosas tocantes al dicho Prior (lo que limitaba la libertad del concejo); avocaba a sí, sin previa apelación, las causas civiles y criminales que pendían ante los alcaldes; cobraba doce maravedís de todo el que vendía vino y dos libras de carnede todo puerco jabalí o venado que se vendía; sus ganados vacunos y ovejunos pastaban en dehesas y baldíos; el gobernador los obligaba a dar posada y ropas, cuando pasaba el Prior con sus criados camino de Sevilla; tomaba gallinas, para el Prior; exigía asesorías por las causas civiles y criminales; se reservaba el uso de las dehesas la Matallana, el Rincón y Azanaque, de varias maneras; se apoderaba de los rastrojos de. fincas ajenas y cobraba diezmos de los lechones para el Prior. La sentencia de la cancillería de Granada daba razón en todo a la villa, excepto en lo de los lechones, que deberían seguir pagando. Aquí se interrumpe el documento. Sospechamos que a ese mismo proceso se refiere el pleito descrito en el número segundo de la documentación de un pleito loreño del siglo XVIII que se halla en el Archivo Histórico Nacional. Aquí se habla de controversias entre Rodrigo de Quintanilla y consortes (los demás regidores) y Don Diego de Toledo, prior que fue de San Juan, al que sucede como parte D. Pedro Nuñez de Herrera «sobre diversos agraviosque propusieron sus vecinos». La sentencia de vista fue pronunciada en la cancillería de Granada el 29 de marzo de 1529 y la de revista el 23 de noviembre de 1540. Se trata de los dos mismos señores que fueron demandados en el pleito cuyosautos se hallan incompletos en el archivo municipal y ambos se refieren a agravios hechos a los vecinos de Lora. Desgraciadamente no se elencan los agravios, a excepciónde uno sobre la barca que poseía el prior haciendo pagar un precio exagerado por el pasaje e impidiendo que otros constn yeran barcas para el paso del río, con lo que obligaba a todos a pagar la suma que él quería. Pero ya hemos dicho que la documentación del archivo de Lora se halla incompleta y por otro lado una hoja a modo de portada afirma que el pleito versa sobre una barca. Extraña sólo que como parte. se mencione en la documentación del Archivo Histórico Nacional a Rodrigo de Quintanilla, que no aparece como demandante en la documentación loreña. Es posible que él fuera quien encabezara la demanda en el proceso de segunda lectura, como sucesor de los anteriores. Quedaría hipotéticamente la solución de que se tratara de dos pleitos distintos, pero es difícil entender que la villa de Lora entablara dos procesos simultáneamente contra las mismas personas, siempre por motivos de agravios. Los procesos costaban mucho. Lo importante es una noticia que nos da el extracto contenido en el pleito del siglo XVIII. Según éste en las sentencias de vista y revista del proceso de 1529 y 1540se ordenó que «el concejo de dicha villa en el día de San Juan de junio de cada un año nombrase veinte hombres y que éstos bajo de juramento eligiesen y nombrasen dos personas para provisores del concejo, cuyo nombramiento enviasen al 49
des y villas andaluzas contra el poder central de la monarquía o contra los señores castellanos o andaluces. En los siglos XIV y XV había habido ya levantamientos en las ciudades de Córdoba, Sevilla, Baena y Ubedas ,
Las ordenanzas de 1550 A menudo, el poder de la corona actuaba como árbitro moderador contra el posible despotismo del poder señorial o local. Esto se repitió en la villa el año 1550, pero esta vez contra todo el concejo, gobernador, alcaldes y regidores. Tal vez ello se debiera al recuerdo que había dejado el pleito entablado por los «hombres buenos» en 1527 contra el concejo. O tal vez fuera fruto de la política respetuosa de las autonomías locales, propia de la Casa de Austria. El concejo de Lora había enviado al emperador Carlos V unas ordenanzas que para el gobierno de la villa se acababan de redactar. Es de saber que, a más del fuero de Toledo, concedido por los reyes de Castilla a Lora, como a las gran mayoría de las poblaciones andaluzas, la villa tenía para su gobierno unas ordenanzas, que eran revisadas periódicamente. El gobierno de Lora las había enviado a Carlos V para su confirmación. Este, con carta provisión dada en Valladolid el 12 de setiembre de 1550, respondía, después de haber hecho estudiar el asunto a su Consejo real:
«mandamos que veais las dichas ordenanzas y, llamados los regidores, procuradores y oficiales vecinos de esa villa y en concejo abierto las hagais leer públicamente.» y conformidad de la población, Una vez releídas y sometidas al conocimiento las enviarían de nuevo al consejo regio. Los regidores hubieron naturalmente de cumplir la provisión realv . El hecho es significativo. La decisión regia había obligado los regidores perpetuos (el coto cerrado de pocas familias) a consultar al resto de la población sobre las ordenanzas por las que se había de regir la villa. Lo que tocaba a todos, había de ser visto por todos.
8. J. Acosta Sánchez, Andalucía. Reconstrucción de una Identidad 1978. pp. 22-25. mo. Barcelona: Anagrama, 9. J. González Carballo. Documentación Inédita, pp.
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y la Lucha
contra el Centralis-
bailío, de 1558 a 1563 D. Pedro Núñez de Herrera, al que sucedió D. Juan Barrientos de 1564 a diciembre de 157310• Precisamente, una lista de documentos alegados en una disputa que hubo en 1730 entre los regidores de Lora y el bailío, menciona unos Autos de 1560 «sobre la jurisdicción eclesiástica y secular de Lora». La constitución en bailiaje de la anterior encomienda de Lora tuvo consecuencias para el del bailío régimen local, tanto civil como eclesiástico u • Desde ahora dependerá y no directamente del Gran Prior de Castilla y León. El título de bailío era concedido por bula pontificia y en los pleitos sobre su posesión era competente el Tribunal de la Rota. Fue considerado segunda dignidad de la Orden en el Priorato de Castilla y León. En el historial de algunos de los que poseyeron el título se advierte cómo primero habían sido bailíos de Toro, ascendiendo luego al bailiaje de Lora, para subir a la dignidad de Gran Prior de Castilla y León. Fueron primero bailíos de Lora y luego Gran Priores el sexto conde de Alba de Liste, D. Antonio Enrique de Guzmán, D. Bernardino de Zúñiga, D. Iñigo de Belandía y Arellano, D. Fernando Francisco de Escobedó. El título de bailío de Lora lo llevó a menudo el lugarteniente del Gran Prior de Castilla (D. Bernardino de Zúñiga, D. Alonso del Castillo y Samaro, D. Martín de Villalba y Toledo, D. Juan de Villavicencio) y otras veces el embajador de la Orden en Madrid (don Juan de Tordesillas Cáceres, D. Fernando de Villalobos y Porres). Naturalmente, quien poseía esta dignidad no habitaba en Lora (aunque aquí hubiera unas Casas de Bailío en la calle del mismo nombre), sino a menudo en la corte. Solía venir para tomar posesión, cuando no lo hacía por representante, o en ocasiones solemnes, como en la venida de Felipe 11 a la villa en 1570. El tercer bailío, D. Fernando de Alarcón, juzgó probablemente que la iglesia mayor de Lora era el lugar más adecuado para sepultura de sus bailíos y en 1577 hizo para sí y sus sucesores una sepultura que aún se halla en el presbiterio de la misma, delante del altar mayor. El último bailío que visitó Lora fue precisamente D. Francisco de Paula Antonio Borbón, quien vino a la villa, con su familia, en septiembre de 1832. A él, «bailío y señor de la villa de Lora en lo espiritual y en lo temporal» correspondía el gobierno de la misma. En realidad el ejercicio de su autoridad se limitaba a nombrar los que habían de cuidar del gobierno tanto espiritual como temporal y alguna otra medida de mayor importancia, como la fundación de conventos en el término de la villa. Para el gobierno inmediato el bailío nombraba al gobernador y juez único en lo civil y al vicario y juez eclesiástico. El gobernador de la villa, forastero y letrado, defendía los derechos de la Orden sobre la comarca, no sólo en cuanto al gobierno, sino también en los asuntos lO. 11.
T. A. de Gúseme, Archivo Histórico
Noticias, p. 34. Nacional,
Madrid:
Ordenes
Militares,
Leg. 143, 2.
a
serie, n. 2.
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ceso contra los regidores del mismo año. En 1578, bajo el bailío lo era D. Francisco González de Pineja, en 1580 aparece en cambio D. Juan Morán y en 1581 el Licenciado Antonio de Terrazas. Si con el bailío, a través del gobernador, había que contar para decisiones ordinarias de alguna importancia, el poder real bajo los Austrias tenía en cambio poca incidencia en el gobierno efectivo de la villa. Se recurrió a Carlos V, como último recurso, en el proceso contra los regidores en 1527 y, naturalmente, se debió recurrir a él en 1550 para la confirmación de las ordenanzas por las que se había de gobernar la villa. De la corona dependían las leyes y normas fundamentales del gobierno. En 1581 Felipe 11 mandó un real decreto a los concejos de Lora y Setefilla, ordenándoles pagaran ciertos impuestos. Puesto que para entonces se había ya despoblado Setefilla, el concejo de Lora debía tener autoridad única sobre las tierras del antiguo poblado. Esta inhibición ordinaria del poder real, o corno diríamos hoy, respeto de las autonomías locales, sufrirá un cambio profundo con la llegada de los Borbones, como fruto de la evolución del concepto del reino en estado y de la mentalidad centralizadora "(francesa) de la nueva familia real.
Las autoridades
locales
El concejo de la villa lo componían, además del gobernador, algunos regidores, con voz y voto, y oficiales. En el siglo XVI aparecen mencionados un alcalde, un alcalde ordinario, un alguacil y cuatro o cinco regidores. Había pues una asociación estrecha entre el poder forastero (el bailío, representado por el gobernador) y el de la clase local dominante. Excluida totalmente de la dirección de los asuntos ciudadanos se hallaba la casi totalidad de la población, compuesta por algunos propietarios, un número algo mayor de arrendatarios, algunos mercaderes, un grupo mayor de artesanos y un número aún mayor de asalariados del campo, cuyas entradas reducidas seguían el ritmo de las estaciones'. Mejor suerte tenían los numerosos criados de las casas señoriales de Lora y sus cortijos, que tenían al menos segura la subsistencia. Ya vimos cómo el grupo de los «hombres buenos», personas de cierto nivel económico, se había quejado inútilmente de esta situación en 1527. No es de extrañar que el bailío, hombre seglar, nombrara también al vicario y juez eclesiástico y al prior, porque en el bailío se encarnaba la jurisdicción de una institución eclesiástica, como era la Orden de San Juan. Ambos cargos, vicario y prior, recaían siempre en sacerdotes miembros de la Orden. Había además un prior en la Iglesia de San Juan en la calle del mismo nombre. Y a una de estas dos iglesias, la mayor y la de San Juan, estaban adscritos sacerdotes, clérigos ordenados in sacris y otros de órdenes menores, que gozaban de alguna de las numerosas capellanías o beneficios. 52
gozaban de los mismos, el bailía D. Fernando Alarcón no había querido dar colación del oficio de regidor a las personas en cuyo favor habían renunciado Juan Carbailo Moreno y Francisco de Santana. Llamado a defenderse, el bailío alegó que dichos oficios eran concedidos por el titular del bailiaje por el tiempo que él quisiera. Eran pues revocables y no podían ser enajenados por los que recibían dichos oficios. La sentencia de vista del 20 de diciembre de 1580 y la de revista del 13 de diciembre de 1583condenaban al bailía y le ordenaban que diese colación a las personas en cuyofavor renunciasen los regidores. Con ello los regidores de Lora se reafirmaban como poder distinto del bailía, independientede él en su origen, aunque sometido a su autoridad superior en cosas del gobierno de la villa. No creemos que ésta, como tal, ganase con la sentencia, porque lo que ésta confirmaba era sólo los provilegios de algunas familias adineradas.
La élite local a fines del siglo
Leyendo las listas de regidores, es posible reconstruir al grupo de familias que formaban la clase dominante. En 1578 aparecen Francisco de Cervantes, Francisco de Santa Cruz, Hernando de Carvallo, Fernando de Hurtado, Andrés Garrido de la Carrera, Andrés Sánchez, Francisco López de la Carrera. Poco después aparece en dos ocasiones un Antonio de Carranca y en 1580 un de Carrillo y un de Cáceres. En 1581 eran miembros del concejo Francisco de Cervantes, Francisco de Abila, Juan de Quintanilla, Juan de Cervantes. Una lista más completa del 1 abril del mismo año enumera además a Juan de Liñán, alcalde ordinario, Alonso de Roxas, alguacilmayor, Antonio .de Carranca, Francisco de Santa Ana y Pero de Vozmediano de Ribadeneyra. Tenemos aquí representadas las familias más poderosas de Lora por aquellosaños: los Dávila, los Cervantes y los Quintanilla. Los Dávila tenían su enterramiento en una capilla aneja al presbiterio de la iglesia mayor, entre aquel y la actual sacristía (entonces cementerio). A ellos hay que añadir los Montalbo, que aparecen ya en actas capitulares de fines del siglo XVI. Los Liñán seguirán apareciendoconstantemente entre los regidores de los siglos sucesivos y estuvieron emparentados en el s. XVII con los Cervantes. Sobre los Quintanilla ya hemos dicho que estaban en Lora por lo menos en el siglo xv. Por un documento firmado por D. Francisco de Valencia, bailía, el 1 de agosto de 1599 en la ciudad del Turia consta que el 3 de julio de ese año había fallecido Juan Polo de Morales, regidor de Lora. Parece ser que dicho regidor había renunciado a su oficio en favor de otro, pero había muerto antes de que transcurriera el plazo requerido por la ley para que la persona favorecida pudiera gozar del oficio y por lo mismo éste había quedado vacante. El bailía hizo merced del mismo a un tal Martín Ramos, alguacil mayor 53
Toledo aparecen un Francisco Gutiérrez de Cervantes, y un Juan de Liñán, además de Alonso de Cea el viejo, Francisco Jiménez de Aranda, Francisco López de Fuenteovejuna, Juan de Palma, Francisco García Cano, Francisco Gómez de Castro, Juan Márquez Alférez. La mayor parte de estos últimos no pertenecían al consejo. Eran sin embargo propietarios.
Ensanche urbanístico Reflejo del auge económico de la villa desde mediados del siglo XVI fue su crecimiento urbanístico. Fue esta la época en que se construyeron los llamados «Barrios», fuera ya del recinto amurallado de la villa. Que los barrios fueron construidos por este tiempo parece demostrarlo el que todavía en el siglo XVII la Roda de En Medio y el Barrio Santa María fueran habitados por gente humilde, e incluso este último por emigrantes portugueses. Sólo a lo largo del siglo XVII se irán asentando algunas familias pudientes en la Roda y algunas de clase media en Santa María. El pueblo se iba ensanchando y el centro se extendía desde las Ollerías, la Merced y el Bailío a la Roda de En Medio. «Barrio» en la antigua nomenclatura de Lora es una calle algo más ancha de lo que se usaba en la Edad Media, relativamente larga y recta que servía de eje a otras calles y callejas: Barrio de Santa María, Barrio Nuevo. Aun hoy aparecen claramente los criterios urbanísticos particulares que inspiraron sus trazados. El Barrio de Santa María existía ya ciertamente en el siglo XVI, puesto que en sus casas venían a hospedarse los frailes franciscanos, cuando venían de Palma a predicar, antes de que fundaran aquí en el siglo XVII. Se había comenzado construyendo a lo largo de las murallas, en la llamada Roda, siguiéndose luego por los «Barrios». En una lista de calles de la villa hecha en 1639 aparecían ya la Roda Abajo, la Carrera (¿calleja del cine?), la Calle de Santa María, la Roda de Enmedio, la Calle de Alcántara, la Roda Arriba, la del Postigo, el Barrio Nuevo, el Barrio Nuevo abajo, la calle de San Ildefonso, el Barrio del Pozo, la Calle de Cabras, la Calle del Hospital, Mexías, la Plaza (de la Iglesia), la Calle de San Juan, la Calle de la Cilla (Cella, graneros donde se recogían los tributos), la Calle del Bailío, la de San Antonio, la del Río, la Morería, la Morería Vieja y el Barrio de Sevilla y la Calle de la Merced. Puesto que el Barrio de Santa María existía ya en el siglo XVI, para entonces debía estar ya construida toda la Roda. Recuérdese que según tradición popular la Roda Arriba fue poblada (tal vez construida) por los Setefillanos, al trasladarse a la villa en la primera mitad del siglo XVI. Por el otro lado, debió construirse a partir del Barrio del Pozo y la calleja del Hospital (hasta entonces extramuros, como buena parte de los hospitales medievales), para terminar en el llamado «Barrio Nuevo».
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Juan de la Cerda, duque de Medinaceli, poseía en Lora unos bienes heredados de su madre Doña María de Silva. Se trataba de unas tierras de cereales que producían al año 374 fanegas de pan terciado. La villa de Lora le exigía contribución por ellas y él se negaba amparándose en el hecho de que ni sus antecesores ni él jamás habían pagado impuesto hasta entonces. Para dernostrarlo, el duque hizo transcribir por escribano el censo de los vecinos de la villa. Gracias a ello se han conservado los censosrelativos a este período, desaparecidos del archivo municipal. Mucha mayor resonancia tuvo la llegada a Lora del rey don Felipe Il el 28 de abril de 1570. Llegó entre las diez y las once de la mañana, acompañado por el Gran Prior de la Orden de San Juan, Don Antonio de Toledo y por el bailío de Lora, Don Frey Juan de Barrientos, entre otros nobles. El rey pasó la noche en la villa, hospedándose en las Casas del Bailío, en la calle del mismo nombre. Era entonces Vicario eclesiásticoy Prior de la iglesia mayor un tal Frey Peralvarez 12. En 1581 un tal Alonso Fernández el Rico, hombre con muchos bienes y dado a la generosidad, fundó una cátedra de latinidad, donde pudieran aprender latín los que aspiraban a letrados o clérigos. La dotó con los frutos de una finca que por ello mismo recibió el nombre de «La Cátedra» o en lenguaje popular «La Catria»!". La cátedra subsistiría, como veremos en su lugar, hasta principios del siglo XIX. Pocos años después, en 1587, hallándose en bastante mal estado la iglesia de San Juan y Nuestra Señora de los Remedios (calle de San Juan, pisos actuales) dio el cabildo licencia a Juan Poilo, para que la reconstruyera y convirtiera en entierro familiar. Por la documentación transcrita en 1774 y las noticias que se dan entonces, sabemos que en 1500, al estar en obras la iglesia mayor, había servido esta iglesia de San Juan como iglesia de la villa. Era prior de la misma Frey Juan Sánchez de la Peña. Tenía su domicilio en dicha iglesia una Hermandad de San Juan. En 1774se hallaba ya extinguida 14. Por un acta capitular del siglo XVII sabemos que en el siglo XVI, sin que podamos precisar más, el bailío de Lora (debe ser pues posterior a 1558) había costeado la construcción del puente sobre el arroyo Churre en el camino de Sevilla por Alcolea. Otro dato de la vida de Lora, tal como es posible reconstruirla a través de la documentación del archivo municipal es la existencia todavía en 1566 de una feria en Setefilla, celebrada en el mes de septiembre. Este año el concejo decidió acudir a Su Majestad (Felipe Il) para suplicarle que dicha feria se trasladase a Lora y fuese tenida en la primera quincena de agosto». Las gestiones no debieron dar resultado positivo, porque el 16 de agosto de 1602 todavía se referirán las actas a la feria de Setefilla 16. 12. 13. 14. 15. 16.
LA LA. LA, LA, LA,
1564-1571. 1578-1581, fol. 311r. 1774-1776, fols. 75 sqq. 1564-1571, sin fol. 1597-1605, fol. 219.
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bitantes 3.648 (si se utilizan el coeficiente 4) y 4.104 (si utilizamos 4,5), contra 2.481 o 2.789 en 1534. El aumento (si los últimos datos son ciertos) es significativo, porque si bien la población de Castilla había ido creciendo notablemente a partir del reinado de los Reyes Católicos, alcanzando su punto culminante entre 1530 y 1570, a partir de esta fecha, se advierte un estancamiento e incluso descenso en el número de habitantes. Pero eran precisamente excepción, a partir de 1534, las villas y ciudades del valle del Guadalquivir que entonces gozaron de gran prosperidad 18 • La extensión urbanística que se dio en Lora en el siglo XVI, confirma estos datos. Una parte menor del auge demográfico se debió a la incorporación de los habitantes de Setefilla al casco urbano loreño poco antes de 1539.
17. M. Moreno Alonso, Historia General de Andalucía. Sevilla, 1981, pp. 277, 293. 18. M. Moreno Alonso, Historia, p. 275.
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v NACEN
LAS TRADICIONES
DE SETEFILLA
Recorrida así la historia de Lora hasta el siglo XVI, definida su situación como villa propiedad de la Orden de San Juan de Dios y descritas sus estructuras sociales, es ahora más fácil entender el nacimiento y primer desarrollo de las tradiciones populares que circundan el culto a Nuestra Señora de la Encarnación de Setefilla. Del período en que Setefilla era aún poblado, es decir hasta la primera mitad del siglo XVI, tenemos por seguro el hecho de que el Cabildo de Lora iba cada año a celebrar una función en el santuario de la sierra y ello por voto que tenía hecho desde tiempo inmemorial, es decir, al menos desde el siglo xv. Es posible además que fuera en este período, en que Setefilla estaba aún habitada, cuando por primera vez se trajera la Imagen con motivo de alguna calamidad. Posible decimos, solamente. Más tarde nos volveremos a ocupar de este tema. El hecho de que en la primera mitad del siglo XVI Setefilla se despoblara y Lora se convirtiera en promotora principal del culto a la Virgen Serrana llevó consigo algunas consecuencias.
El nombre de la Virgen El primer cambio se produjo en el nombre. Los setefillanos llamaban a su Patrona, Nuestra Señora de la Encarnación, por estar dedicada a este misterio la iglesita prioral. Se la llamó también de Rocafría, por la fuente junto a la que se decía había aparecido. Más tarde, se la llamó Nuestra Señora de Setefilla. El hecho se dio ya con la segunda mitad del siglo XVI, puesto que así aparece en las Actas del 57
se tenía clara conciencia de que se veneraba la Encarnación del Verbo en María o bien la colaboración de la Virgen en la Encarnación, y se siguió acudiendo al Santuario el día 25 de marzo, fiesta de la Encarnación del Señor. Por bastante tiempo la cofradía fundada en Lora en honor de la Virgen, siguió llevando el título de Cofradía de Nuestra Señora de la Encarnación. Pero con el tiempo, se olvidó la conexión con el misterio cristo lógico y mari ano y la Virgen se quedó simplemente en Nuestra Señora de Setefilla. La denominación topográfica prevaleció, como en tantas otras devociones a la Virgen, vinculadas a un Santuario (Montserrat, Lourdes, Pornpeia, Loreto ... ). Pronto se olvidó que Setefilla había sido el nombre de un pueblecito de la sierra y se lo consideró nombre propio de la Virgen. Más brevemente, no se designaba a la Madre del Señor como «la Virgen», modo de referirse a ella que comenzó a aparecer en los documentos, ya casi a mediados del siglo XVIII 2. En español clásico se aludía a Ella como a «Nuestra Señora» y así la llaman los documentos oficiales de Lora en los siglos XVI y XVII 3 • Eco de este uso es el hecho de que aún hoy en medallas, convocatorias y en el título de la Hermandad se hable sólo de Nuestra Señora de Setefilla, aunque el pueblo no se refiera nunca a Nuestra Señora, sino a «la Virgen». «La Virgen» para los loreños es su Patrona y más concretamente su Imagen, «van a traer ollevar a "la Virgen" ... el 8 de septiembre es el "día de la Virgen".»
La fiesta de Nuestra Señora A lo largo del siglo XVI se produjo también un cambio en la fecha en que se celebraba la fiesta de la Virgen. El acta capitular del dos de abril de 1551, ya citada varias veces, nos dice que desde «antiguamente» el Cabildo de Lora tenía voto de acudir al Santuario de Setefilla- y la de marzo de 1580 afirma con mayor precisión que el voto era de acudir en procesión el día de la Encarnación del Señor. Hay en las actas de la segunda mitad del siglo XVI varias alusiones a este voto, para cuyo cumplimiento el Cabildo de la villa tomaba varios acuerdos- . Que el Gobernador y los Regidores de Lora prometieran con voto acudir al Santuario precisamente ese día tiene fácil explicación: ese día tenía lugar la fiesta
1. Jueves 2 abril 1551: LA 1550-1553, fol. 79r. Marzo 1580, 1 abril 1581. 5 agosto 1581: LA 15781581. fols. 322. 364r. 2. LA 1741-1745, sin n. fol. Cabildo 7 febrero 1843. 3. Es conocido que el título de Nuestra Señora, Domina nostra, fue dado por primera vez a la Madre del Señor en los monasterios cistercienses durante el siglo XII. De ellos se extendió la costumbre al resto del Occidente. 4. LA 1550-1553, fol. 79r. 5. 16 marzo 1586,21 marzo 1590,13 abril 1591: LA 1585-1591, fols. 46, 407r, 423r, 597r.
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«particular devoción así de vecinos de esta villa, como de otros lugares comarcanos de ir el día de Nuestra Señora de agosto a su Casa que es la ermita de Setefillaxe . Treinta años después de acabarse de despoblar la aldea de la sierra, existía la costumbre de reunirse en peregrinación fieles de Lora y de otros lugares cercanos en el santuario el día de la Asunción. Ignoramos si existía ya esta segunda fiesta cuando aún Setefilla estaba habitada, pero sospechamos que, si no nació más tarde, al menos esta costumbre se desarrolló cuando el poblado no existía ya. Y es que si para los vecinosde Setefilla daba casi igual celebrar la fiesta en marzo o en agosto, para los que tenían que acudir de diez o quince kilómetros a la redonda en caballería, o a pie, era preferible un día largo de verano, cuando el buen tiempo estaba asegurado. Sin olvidar que las fiestas patronales se fueron celebrando casi todas en el verano, cuando la cosecha estaba ya hecha y el pueblo tenía algún dinerillo más para los festejos. Que la celebración de una fiesta el 15 de agosto fuera cosa relativamente reciente en 1581, lo confirma la coexistencia por entonces de las dos usanzas, la fiesta del 25de marzo y la del 15 de agosto, porque como saben bien los historiadores del culto cristiano, a raíz de la introducción de una nueva norma o usanza, suele darse por algún tiempo el fenómeno de la presencia simultánea, junto con ella, de la usanza antigua a la que la nueva acabará por reemplazar. Puesto que el Concejo Municipal se había vinculado con voto a la fiesta del 25 de marzo, esta subsistirá por bastante tiempo, pero precisamente no ya como fiesta patronal sino como la fiesta del voto y es que lo que el 25 de marzo había quedado de la antigua fiesta patronal, trasladada a otra fecha, era el hecho de que el Cabildo loreño acudiera ese día al Santuario. Todavía en las Constituciones de la Hermandad de 1767 se mencionaba la función que el Ayuntamiento costeaba el 25 de marzo? . Por fin, el poblado de Setefilla, como todas las ciudades, villas y aldeas andaluzas, celebraba cada año un acontecimiento de carácter prevalentemente económico: el de su feria el 8 de septiembre. Dadas las características económicas de la zona, la feria hubo de ser de ganado. Con esa ocasión subían a la sierra, propietarios y colonos de las fincas cercanas y, ciertamente, no pocos habitantes de Lora, unos a vender y comprar, otros a distraerse. Y es comprensible que se aprovechara la subida, para entrar en la iglesia prioral a decirle al menos una salve a su Patrona. La feria ganadera seguirá celebrándose todavía a lo largo del siglo XVII, a pesar de que el poblado no existía ya hacía más de un siglo. De la feria se ocuparía entonces el Consejo de Lora. Adviértase que entre todas las fechas festivas de Setefilla, será esta la que acabe por prevalecer, al convertirse el 8 de septiembre en fiesta de la Virgen y día de la romería. 6. 7.
LA 1578-1581, fols. 364r-365. J. Montoto, Tradiciones, p. 90.
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La Hermandad En la misma Acta capitular del 5 de agosto de 1581 aparece la mencion más antigua de la Hermandad de la Virgen, que nos ha sido posible hallar hasta ahora, , designada en ese documento como «cofradía de Nuestra Señora»". Ese día el Cabildo de la villa, con aquella autoridad absoluta que le reconocía la mentalidad del tiempo, para decidir en todo lo humano y entrometerse en casi todo lo divino, ordenaba que la cofradía de Nuestra Señora acompañara la Imagen Sagrada en su vuelta a su casa, como es costumbre. Dejemos a un lado lo que esto supone en el asunto de las idas y venidas y quedémonos por ahora con el hecho de que ya en 1581, era usanza establecida el que la Hermandad interviniera en los traslados de la Virgen, lo que demuestra que la Hermandad o cofradía existía ya hacía algún tiempo. Puesto que las idas y venidas de la Imagen se realizaban con algunos años de distancia entre unas y otras, y se requiere un mínimo de hechos repetidos para establecer una costumbre, la Hermandad debió existir ya por lo menos alrededor del período en que acabó de despoblarse Setefilla. ¿Se fundó la cofradía cuando todavía existía la aldea de la sierra o al morir ésta, como medio para mantener viva la devoción a su Patrona? Y si existía antes de despoblarse, ¿se fundó la cofradía en Lora o en Setefilla? Es imposible dar una respuesta definitiva a estas preguntas, por falta de documentación. Pero el hecho de que trafuera asociación exclusiva de los dicionalmente hasta el siglo XIX la Hermandad miembros de las dos o tres familias más conspicuas de Lora, ninguna de las cuales residió en Setefilla, nos hace suponer que la cofradía fue fundada en la villa, con el objeto de tributar culto a la Virgen de la Sierra. Sin embargo, como vamos a ver a continuación, la Hermandad no contaba entonces con alguna iniciativa. Las decisiones las tomaba exclusivamente el poderoso Cabildo municipal. Los cofrades no hacían más que asociarse a los actos de culto fijados por las autoridades civiles.
Idas y venidas de la Imagen Hecho de mayor transcendencia para la creacion de unas costumbres y ritos centrados en el culto a la Virgen venerada en Setefilla, fue la decisión que se tomó de traer a la villa de Lora la Imagen desde su santuario. Decimos que este hecho tuvo mucha mayor transcendencia, puesto que, como es sabido, desde hace siglos los traslados de la Virgen, en una u otra dirección, han constituido el hecho culminante del culto setefillano y ha sido alrededor de esas traídas y vueltas cómo el pueblo de Lora ha ido sobre todo creando los ritos que lo distinguen. La primera mención de un traslado de la Virgen, descubierta hasta ahora, es la que contiene el Acta capitular del 1 de abril de 1581, según la cual, estando
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para suplicar a Dios nuestro Señor con oraciones y suplicarle rremedie las dos necesidades presentes de peste y falta de aguas, se tome por yntercesora la Virgen María su bendita madre e se trayga en proscesión a esta villa la ymagen de Nuestra Señora de Sietefilla con quien tanta deboción tiene esta villa y en ella y por el camino, con toda humildad e deboción, se suplique a Nuestra Señora sea rrogadora a su bendito hijo, tenga por bien de alear su yra de sobre nosotros e rremedie los dapnos e necesidad suso dichos y se acordó que el sábado venidero bayan a dormir a la Yglesia de Nuestra Señora de Sietefilla para que vengan en amaneciendo con la ymagen derecha a San Sebastián para que ambas ymágenes vengan a esta villay se les haga la dicha rrogativa, porque allí saldrá la procesión a rrecibirtas . Esta es la primera venida de la Virgen a Lora de que tenemos noticia documentaPo. No fue ciertamente la primera, porque, como veremos en el acta relativa a su devolución al santuario, poco después, existía ya entonces una costumbre. Pero el acta nos suministra una información interesante sobre varios hechos. En primer lugar, la Imagen fue traída ya entonces, como lo será siempre en lo sucesivo hasta 1958, para solicitar la intercesión de la Madre del Señor en alguna necesidad. Esta vez, el mal que aquejaba a la población loreña era doble: peste y sequía. En el futuro se traería ordinariamente la Imagen por lo primero o bien, en la medida en que vayan cesando las epidemias, por lo segundo. El que hubiera peste, nos explica el que esta vez, como acontecerá a menudo en lo sucesivo, se trajera también la imagen de San Sebastián, patrón de la villa y abogado contra la peste, desde su ermita, situada en la Huerta de Jesús. Pero lo que no consta se hiciera en ninguna otra ocasión posterior es que la Imagen de la Virgen fuera traída directamente (cderecha», dice el acta) a la ermita de San Sebastián y que fuera desde allí, desde donde acompañada por el pueblo en procesión y por la imagen del Santo patrón, se la llevara a la iglesia mayor. El acta nos habla de la «tanta deboción» que la villa de Lora profesaba a la Virgen de la Encarnación de Setefilla, lo que confirma lo arraigada que está ya en Lora dicha devoción, cosa que ya conocíamos por el acta capitular del 2 de abril de 1551, en que se habla del voto que tiene la villa «antiguamente». Pero nos revela también la popularidad de que gozaba San Sebastián, devoción típicamente medieval, alimentada por el miedo popular ante las epidemias, que entonces hacían repetidamente estragos en las poblaciones europeas.
8. 9. lO.
5 agosto 1581: LA 1578-1591, fol. 365. 1 abril 1581: LA 1578-1581, fols. 321-322. A. Cappelli, Cronología, Cronografia e Calendario Perpetuo. Milano:
Hoepli,
1969, p. 44.
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imágenes a Lora para hacer rogativas a la Virgen y al santo patrón. La aureola que rodeaba a Nuestra Señora de la Encarnación no había aún eclipsado el prestigio del santo mártir. El hecho de que se siguiera trayendo a San Sebastián cada vez que venía la Virgen, no era pues debido al deseo de que el Santo patrón acompañara cortésmente a la Señora, sino a que también, originariamente, al menos en tiempos de epidemia, se hacían rogativas públicas al santo mártir. Por fin, el texto nos habla de la presencia en el cabildo, a petición de sus miembros, del vicario y juez eclesiástico, doctor Antonio de Consuegra. Aunque, por otro lado, sabemos que el cabildo se consideraba ya entonces patrono de las iglesias de la villa, no creía poder prescindir del clero al tomar la decisión de traer la Virgen a Lora, como hará más tarde. El acuerdo del 2 de julio de 1781 no haría más que volver, en parte, a lo que se hacía al principio, aunque a finales del siglo XVIII se ignoraran estos hechos. Afortunadamente, se ha conservado también en el Libro de Acuerdos del Cabildo, el acta relativa al sucesivo traslado de la Imagen a su iglesia en la sierra. Se tomó la decisión el 5 de agosto del mismo año, de 1581: la devolución tendría lugar el diez de agosto inmediato, cinco días más tarde. Se trata también en este caso de la primera vuelta de que tenemos constancia en el archivo municipal. Dice así el acta del cabildo:
Otrosí acordaron que, por quanto la imagen de Nuestra Señora de Se tefilla está en la yglesia maior desta billa i (h)a muchos días que está fuera de su casa i porque (hlai particular debocián así de vezinos desta billa como de otros lugares comarcanos de ir el día de Nuestra Señora de agosto a su casa que es la ermita de Setefilla i porque la dicha debocián no se pierda, acordaron que la dicha imagen de Nuestra Señora se /leve a la dicha ermita el día de San Lorenzo primero (= próximo) de agosto, para que el dicho día de Nuestra Señora de agosto esté en su casa i para el mismo efecto se saque de la iglesia maior desta billa donde está, con la solenidad i reberencia que se deve, llevándola en procesión fuera desta billa i que sea obligado el cabildo a salir con la dicha procesión so pena de duzientos maravedís si alguno fa/tare, i sea apercibido para ello, i desde fuera desta billa hasta la dicha ermita. Pidieron y suplicaron a su señoría que la cofradía de Nuestra Señora bayan en compañía de dicha imagen con su cera, como es costumbre, i así mesmo quatro clérigos, a los qua les se les dé lo que es costumbre, ecepto el clérigo que por su deboción quisiera ir en la dicha procesión i fuere cofrade i para el dar de dicha limosna y señal a los dichos clérigos lo cometieron al señor Gregario Lápez, alcalde.
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tribución de los clérigos acompañantes, demuestra que la Imagen de la Virgen había sido trasladada ya, al menos varias veces, en uno y otro sentido. Puesto que esto se hacía con intervalos de algunos años, podemos afirmar sin temor alguno a equivocarnos que la Imagen venía al menos desde mediados del siglo XVI, es decir unos treinta años antes de la fecha que nos ocupa, poco después de que Setefilla acabara de despoblarse. ¿Cuándo vino por vez primera? Don Alonso Morgado en su Sevilla Mariana afirma que la imagen fue trasladada por vez primera a Lora con motivo de una epidemia y que hasta el Palmar del Albadalejo la acompañaban el prior y vecinos de Setefillat>. Esto quiere decir que según este autor (que no prueba documentalmente su afirmación), la Virgen fue traída a Lora cuando todavía existía el poblado de Setefilla, es decir, antes de 1539. Dada la devoción que tenía Lora a la Patrona de Setefilla al menos desde mediados del siglo xv (recuérdese el voto del Ayuntamiento) nada se opone a que fuera así. Es incluso muy posible que puesto que esevoto de ir cada año al Santuario lo hizo el Concejo de la villa con motivo de alguna grave necesidad de que se vio libre el pueblo después de invocar a la Virgen, se decidiera ya entonces recurrir al remedio supremo de traer a Lora la Imagen. El hecho de que siglos más tarde se continuara observando la costumbre de firmarse en la ermita de Santa Ana, a la entrada de la villa, la entrega de la Imagen por el prior de Setefilla con el compromiso por parte de Lora de su devolución, hace suponer que esta costumbre se estableciera cuando todavía Setefilla estaba habitada, pero el argumento no es plenamente probativo puesto que esta cautela pudo ser tomada por el prior de Setefilla, cargo que siguió existiendo hasta el sigloXVIlI. Quedémonos con que la Virgen venía ya a Lora a mediados del siglo XVI. Decidía su traída y su devolución el' Concejo de la Villa, sin que ni el pueblo, ni el clero, ni la cofradía tuvieran en ello parte alguna, al menos oficialmente. La venida era decidida para dentro de muy pocos días, dentro de la misma semana, lo que suponía que no se hacían ni funciones ni preparaciones especiales. Iban a buscarla tres clérigos, a los cuales se unía el prior de Stefilla y un grupito de cofrades. La villa, presidida por el Gobernador y los Regidores, salía a recibirla en procesión en las afueras del pueblo, por el camino de la Virgen (final de la Roda Arriba). Una vezla Imagen en la Iglesia Mayor, se hacían algunas rogativas. Las mismas sencillas normas se observaban en la vuelta de la Virgen al Santuario. . El Cabildo Municipal en agosto de 1581, al decretar volviera la Imagen a su Santuario el día de San Lorenzo, ordenaba que salieran a despedirla en procesión todos los miembros del Concejo y un representante de cada familia, so pena de multa en caso de ausencia, con destino a las obras que se estaban haciendo en la ermita, determinaba el número de clérigos que habían de acompañarla y mandaban 11. LA 1578-1581, fols. 364r-365. 12. J. Monroto, Tradiciones, p. 53.
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del XVII. No hemos hallado ningún traslado en el Libro de Acuerdos del Concejo de la villa relativo a los años 1550-1553, el más antiguo de los conservados en el archivo municipal de Lora. Tampoco hemos hallado mención alguna en los códices de los años 1564-1571 y 1572-1578. Faltan del Archivo las Actas que se refieren a los años 1554-1563. Damos a continuación la lista de traslados de la Virgen efectuados por este tiempo, y sobre los que tenemos constancia en las Actas de Cabildos. No excluimos la posibilidad de que se nos hayan pasado algunos.
sábado
Venidas 8 abril 158113
Vueltas 10 agosto 158114 lunes 16 marzo 158215
25 julio 1588, lunes!s 25 marzo 1593 17 sábado
19 abril 159318 5 septiembre
159919
Ya hemos visto que en esa primer venida de la Virgen, de que tenemos pruebas documentales, las razones fueron dos: sequía y peste. No hemos logrado averiguar e~ ,l~s actas del Cabildo el motivo por el que se trajo la Imagen en 1581, pero no es difícil saberlo. De 1580 a 1583 asoló las tierras andaluzas la peste, de forma bastante grave, y unida a una gran carestía de alimentos». Como por entonces parece cosa tradicional y no nueva el traer a la Virgen en épocas de calamidades, aunque carecemos de documentación antes de esta fecha, podemos imaginar que a la Virgen se la trajo a Lora tal vez ya con ocasión del último flagelo medieval, la peste de 1507, con ocasión de la peste y epidemia de 1521-1522, y en 1564 cuando la peste penetró de nuevo en Andalucía por el Estrechou . Añadamos los desastres climatológicos, entonces tan decisivos para el empobrecimiento de una población agrícola que dependía en su máxima parte de la lluvia. A lo largo del siglo XVI hubo veinticinco años de sequía grave, de los cuales quince se sitúan en la primera mitad 13. 14. 15. 16. 17. 18. 19. 20. Planeta, 21.
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LA 1578-1581, fols. 321-322. Cf. A. Cappelli, Cronología, p. 44. LA 1578-1581, fols. 364r-365. LA 1585-1591, fol. 149. Cf. A. Cappelli, Cronología, p. 50. LA 1585-1591, fols. 252-252r. LA 1597-1605, sin paginación. LA 1591-1595, sin pág. Cf. A. Cappellli, Cronología, p. 76. LA 1597-1605, fol. 118r. AA. VV. Historia de Andalucía bajo la dirección de A. Domínguez Ortiz. Barcelona: Cupsa1980. IV, p. 228. AA. VV. Historia de Andalucía, IV, p. 228.
del 5 de agosto de 1581 se advertía, como cosa inacostumbrada, el que la Imagen estuviera en la Iglesia Mayor «ha muchos días», más precisamente desde abril. EllO de agosto de 1581 se la devolvía para que el pueblo pudiera celebrar su fiesta en la ermita el 15 de agosto y el 25 de marzo de 1593, para que el Concejo de la villa pudiera ir a cumplir su voto, lo que no tendría sentido si la imagen permaneciera ese día en Lora. Esto quiere decir que hacia finales del siglo XVI no se celebraban en Lora las fiestas de la Virgen (25 de marzo y 15 de agosto). Estas había que celebrarlas en la ermita y por lo mismo la Imagen había de estar allí por aquellas fechas. Hubo un afio en que la Imagen estuvo en Lora dos veces. Se hallaba aquí en marzo de 1593, por haber sido traída para impetrar la gracia de la lluvia. Habiéndose conseguido algo y debiendo el Gobierno ir a la ermita el 25 de marzo, se llevó allá la Imagen para celebrar delante de ella la función. Pero la sequía siguió requemando las tierras de Lora y casi un mes más tarde, el 19 de abril se decidía volverlaa traer el sábado siguiente, día 24. La traída de la Imagen venerada a Lora estaba siempre motivada por el deseo de impetrar la intercesión de Nuestra Señora en alguna necesidad pública, más concretamente, en caso de epidemia o de sequía. Así en 1581 se la trajo por ambos motivosa la vez, peste y falta de agua, yen 1582 y abril de 1562 por sequía. La venida del 25 de julio de 1588 tuvo motivos muy particulares, de carácter político-religioso. Dicen así las Actas: «Por cuanto al presente hay necesidad de hacer plegarias y procesiones, encomendando a Dios el suceso de la guerra de Inglaterra contra luteranos y esta villa tiene particular devoción con Nuestra Señora de Setefilla, a quien se acude en necesidades semejantes ... acordaron que se vaya por Nuestra Señora mañana domingo en la tarde ... ». Se trataba de rogar por la victoria de la Armada, más tarde llamada la Invencible, que el 20 de mayo de ese año había zarpado de Lisboa y precisamente por aquellos días (27 de julio de 1588) tendría que refugiarse en Calais, deshecha antes por los temporales y batida luego por los ingleses. Por fin hallamos confirmado en estos traslados algo que habíamos ya descubierto con ocasión del de 1581, a saber, que la venida se decidía siempre para dentro de muy pocos días, lo que demuestra que no se hacían preparativos algunos ni funcionesreligiosas con anterioridad. Por otro lado, la imagen venía a Lora para que se hicieran delante de ella algunas rogativas. En la de julio de 1588, por la guerra contra Inglaterra, el Cabildo decidió costear un novenario (de Misas) que comenzaran al día siguiente de la llegada de la Imagen a la villa23 •
22. AA. vv. Historia de Andalucía. IV, p. 243. 23. LA 1585-1591. fols. 252-252r.
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VI LORA EN EL SIGLO XVII
Los Conventos El hecho de mayor significado en el siglo XVII, entre otros más o menos episádicos, es la fundación, a principios del mismo, de nada menos que tres conventos, dos de hombres y uno de mujeres. Esto habría de tener importancia para la vida religiosa de la población, e incluso en el aspecto cultural, puesto que alguno de los conventos de hombres contó con su Escolasticado, al menos durante cierto período. Pero la fundación casi simultánea de tres conventos viene a confirmar el prestigio de que gozaba la villa de Lora en el siglo XVII y al mismo tiempo el auge económico de la misma, puesto que los tres conventos de mendicantes, habían de depender, al menos en parte, de la ayuda de la población. El primero en erigirse fue el de los Franciscanos, perteneciente a la Provincia de los Angeles. Los Hijos de San Francisco tenían desde tiempos atrás relaciones frecuentes con la villa, a donde venían a predicar desde el cercano convento de Palma del Río. Cuando estaban en Lora, se hospedaban en unas casas que para albergue de frailes de paso (al no haber en la villa convento alguno) se habían destinado en el Barrio de Santa María. A principios del siglo XVII, nos informa el cronista de la Provincia de los Angeles, los frailes de la Provincia de San Gabriel pusieron los ojos en Lora para fundar en ella. Los de los Angeles se alarmaron por considerar que Lora correspondía a su territorio y dieron los pasos oportunos para impedir la intrusión. Al mismo tiempo, «muchos principales de la villa» recurrieron al Ministro Provincial Fray Juan del Hierro, solicitándole que hicieran
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tan principal y de tan gran vezindad, territorio y comarcao.s . El convento había de estar bajo la advocación de San Antonio. Naturalmente, se trataba solo de ocupar el terreno, mientras se preparaba una fundación más estable, puesto que las casas de Santa María ni tenían capilla ni estaban adaptadas a la vida conventual. Allí vivieron los' frailes, mientras se construían iglesia y convento en su lugar definitivo, eri la esquina de la calle del Río con la que luego fue calle de San Francisco. La iglesia era «grande y costosa», tanto que, comentaba el cronista algunos decenios más tarde, contrastaba con la pobreza estrecha profesada en la Provincia. Parece ser que tenía cierto valor artístico. El convento, en cambio, era más conforme con los ideales franciscanos, por su sencillez, aunque fuera limpio y decente. Desde sus celdas, los frailes podían descansar de los estudios, contemplando el río y las vegas y recibiendo las brisas que de allí venían. Afirmaba el cronista que no había convento en toda la Provincia en que se gozara de tanta salud. A la construcción de la iglesia y convento contribuyó generosamente Don Bartolomé de Quintanilla, a quien se concedió el Patronato de los mismos, transmisible a sus descendientes. El traslado al nuevo edificio se hizo siendo Guardián Fray Gabriel de Perea y la primera Misa se celebró el 1 de enero de 1617, con licencia oral del Vicario Eclesiástico de la villa Frey Martín Gallego y escrita del Bailío Don Pedro González de Mendoza, confirmada luego por el Gran Prior de la Orden en los reinos de Castilla y León, el Príncipe Emanuel Filiberto de Saboya en fecha 1 abril 1618.
Los Mercedarios La iniciativa de los frailes Franciscos, como entonces se decía, animó otros a la misma empresa. Por los mismos años en que aquellos se instalaban en la calle de Santa María, Don Jerónimo de Valencia, caballero natural de Zamora y regidor perpetuo de Lora, solicitaba de la Orden de Mercedarios la fundación de un convento en la villa. Era Don Jerónimo pariente muy cercano de Don Francisco de Valencia, que fue Bailío de Lora desde el 16 de marzo de 1592 hasta su muerte en 1607 y estaba casado con Doña María de Liñán y Cervantes, miembro de dos de las familias más ilustres y de más antigua raigambre en Lora, los Liñán y los Cervantes. Vino a Lora, al ser nombrado por su pariente, administrador de los bienes del bailiaje. Recibió el título y privilegios de regidor perpetuo, es decir miembro vitalicio del Concejo de la villa. l. Frey Andrés de Guadalupe, Historia Sagrada S. Provincia de Los angeles, en Madrid, por Mateo Fernández, impresor del Rey en el Capital de Rey N.S.R. Año de 1662. Libro V. c. 24, pp. 179-181. 2. LA 1969. fol. 256.
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Primer Comendador del convento fue Fray Alonso de la Concepción Cerías de Cárdenas que sería Provincial de Andalucía por los años 1637-1639. También el segundoComendador, Fray Juan de San Ramón (1617-1619) sería más tarde Secretariodel Vicario de la Descalsez Mercedaria y a continuación (1624-1626) Provincial de Andalucía. Siguieron los Comendadores Fray Ramón de San Francisco, Fray Alonsode San Lorenzo. Fray Manuel de la Madre de Dios, Fray Simón de Jesús María,Fray Marcos de la Santísima Trinidad ... La lista sería larga, si la quisiéramos darcompleta, puesto que los Comendadores solían durar pocos años en el gobierno de la comunidad. Más interés tenga tal vez el saber que gracias al buen influjo de los Padres, entraron en la Orden, a los pocos años de fundado el convento, un caballeroregidor de Lora, Don Diego de Marmolejo y su señora. El, bajo el nombre de Fray Diego de San Ramón, sería más tarde Provincial de la Provincia de San Ramónde Sicilia y ella, con el nombre de Sor Catalina de Santa Gertrudis tomaría el hábito en el convento de monjas de Lora el 9 de junio de 1617, al día siguiente dehaberse fundado aquél y sería la segunda en profesar en él el 22 de julio de 16183•
Las Mercedarias El convento de la Veracruz y del Señor San José pertenecía al ramo reformado o descalzode la Orden Mercedaria. Esta, cuando fundó en Lora, se componía sólo de conventos de varones. Es comprensible que sus miembros desearan la constituciónde un ramo femenino y de hecho los fundadores y patronos del convento se mostraronpronto deseosos de completar su obra fundando otro convento para monjas Mercedarias. La ocasión la dieron un grupo de Beatas (se llamaba así entoncesa las mujeres que con hábito monjil, pero sin clausura, profesaban como terciariasde alguna Orden) que llegaron de Sevilla, dirigidas por un tal presbítero del Castillo.Pretendían fundar un Beaterio afiliado a la Orden de San Juan y de hecho seconstituyeron como tal, estableciéndose en la villa y poniéndose el Santísimo en la casa que habitaban. El fundador nombró Superiora de las mismas a una tal BárbaraMaría. Parece ser que el grupo andaba algo enredado con pretendidas visiones y comunicaciones divinas y bien presto cayeron en manos de la Inquisición de Sevilla,por la que fueron castigadas. Al fracasar este grupo, el P. Fray Juan de San Ramón, confesor del convento de San José, que tenía un cierto número 'de dirigidas a alguna de las cuales había dado el hábito, organizó con cuatro de ellas un Beaterio en un aposento que había en la misma calle de la Merced. Formó parte de este grupola famosa María de Jesús, mujer de grande vida de oración y gracias místicas, quemás tarde entraría en la Orden Mercedaria, iría a fundar el convento de Osuna 3. Libro de Profesiones, convento de Mercedarias, fol. 3.
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se construyó con sus limosnas un convento e iglesia espaciosos en la esquina de la Roda de Enmedio (como entonces se decía) y la Calle de Alcántara. Para ocuparlo vinieron tres monjas del convento de Mercedarias de la Asunción de Sevilla. Eran Sor Clemencia de la Santísima Trinidad que venía para comendadora, Sor María de la Encarnación, vicaria, y Sor Lucía de la Resurrección, tornera. Llegaron a Lora el 8 de junio de 1617, al amanecer. Si hemos de creer a Fray Andrés de San Agustín, autor de la vida de Sor María de la Antigua (la documentación del convento no nos dice nada sobre ello) las tres monjas se instalaron provisionalmente en otro edificio, mientras se acababa de construir su convento e iglesia. Fue a primero de mayo de 1623 cuando la comunidad se mudó definitivamente a su residencia, trasladando a ellas los restos de algunas monjas muertas mientras tanto. Llamóse el convento de la Limpia Concepción de Nuestra Señora. Al día siguiente de la fundación, 9 de junio de 1617 entraron las dos primeras novicias. Una de ellas, muy niña aún, se llamaba Sor Isabel de Jesús y era hija de los fundadores. Su acta es la primera del libro de profesiones, con fecha 22 de julio de 1618. Con ella tomó el hábito la ya citada Sor Catalina de Santa Gertrudis, esposa del regidor Don Diego de Marmolejo+. Las monjas que habían venido de Sevilla pertenecían a las Mercedarias Calzadas. Al llegar aquí se constituyeron en el primer convento femenino de la Descalzez. El de Lora fue pues la matriz de la Reforma Mercedaria para las monjas. Contó siempre con número suficiente de profesas, por no faltarle nunca vocaciones en Lora, aunque también vinieran de fuera. De aquí salieron monjas para fundar otros conventos: el de Fuentes en 1620, el de Ecija, el de Osuna, el de la calle Góngora en Madrid en abril de 1665. Y es que la comunidad tuvo pronto renombre por las virtudes de sus moradoras y la estrechez de su observancia. Fue la más famosa de las que aquí vivieron, Sor María de la Antigua. Había nacido en Cazalla de la Sierra en noviembre de 1566 y fue bautizada el 25 del mismo mes y año. Su padre era portugués, de buena familia aunque empobrecido, y su madre de Badajoz. Pasó la infancia en el Convento de la Antigua de Utrera, donde sus padres trabajaban como sirvientes. Más tarde entró como Hermana de velo blanco en el convento de Clarisas de Marchena, viéndose pronto aureolada por la fama de virtudes y de frecuentes comunicaciones divinas. En ellas fue entendiendo que el Señor la quería sacar de allá para hacerla entrar en casa religiosa en la que había de complacerse particularmente. Al fin entendió que Dios quería que se trasladase al convento de Mercedarias Descalzas que se acababa de fundar en Lora y aquí se vino, recibiendo el hábito de la Merced el 24 de junio de 1617. Enfermó al poco, de unas fuertes calenturas y murió el viernes 22 de septiembre del mismo año. El libro de profesiones del convento se abre con un testimonio firmado por el confesor y vicario del mismo 4.
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Notas de crónica, convento
.
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de Mercedarias,
pág. 7.
to que en 1720 era editado por cuarta vez> . Fama de virtudes y gracias espirituales tuvo también Sor María de Jesús, natural de Lora donde había nacido el 7 de marzo de 1588 de padres hidalgos, aunque no muy ricos. A raíz de haber oído un sermón en la iglesia de los Mercedarios, decidió consagrarse a Dios y recibió el hábito de Beata (terciaria), profesando en manos del Comendador Fray Alonso de la Concepción. Formó con otras tres parte de aquel grupo de Beatas que preparó la fundación del convento de monjas. A los dos días de fundado este, el 10 de junio tomó con otras tres (¿las Beatas?) el hábito en el rnismos , pero se salió pronto según explica su biógrafo, para dejar la dote a su hermana. Murió ésta poco después y volvió María de Jesús a recibir el hábito el 20 de enero de 1618. Fue enviada en 1626 a fundar el convento de Osuna, delque más tarde fue elegida Comendadora, conquistándose el respeto y la devoción de los Duques. Antes de salir de Lora había pedido al Señor la gracia de volver a su convento antes de morir y efectivamente volvió a éste y en él murió el 11 de agosto de 1632 a los cuarenta y cuatro años de edad, rodeada por la fama de virtudes, gracias místicas y milagros. Un año más tarde, el Comendador de la Merced recogía informaciones sobre ella y sobre estas se redactó a una breve relación biográfica titulada «Epítome de la Vida de la V.M. Sor María de Jesús» 7. Por fin, citamos el nombre de otra monja célebre por sus virtudes, Sor Leonor del Espíritu Santo. Había tomado el hábito el 13 de abril de 16228 y profesado el 2 de julio de 16239• Murió en 1624. En 1647, al abrirse su sepultura para enterrar a otra monja, se halló su cuerpo incorrupto y flexible. Volvió a verificarse el hechodelante de testigos en 1733, en 1862 y en 1924. Desgraciadamente en el saqueo del convento que tuvo lugar en 1931, fueron sacados los restos de la tumba y, por orden del juez, enterrados en el cementerio público.
LaCofradía del Smo. Sacramento De principios del siglo XVII, a juzgar por la grafía y los nombres, son las ordenanzas de la cofradía del Santísimo Sacramento, conservadas aún por la Sacramental actual, su heredera. Se trata de las Reglas más antiguas de una cofradía loreña
5. Desengaños de Religiosas y de Almas que Tratan de Virtud. Escrito por la Venerable Madre Sor Maria de la Antigua. Quarta Impresión. Barcelona: Imprenta de Juan Piferrer, en la plaza del Angel, Ano de 1720.
6. Libro de Profesiones, fol. 2. 7.
Copia manuscrito
en convento
de Mercedarias.
8. Notas de crónica, p. 19. 9. Libro de Profesiones, 2 julio 1623.
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por herencia, a persona del campo o que sea jornalero». Tenían pues que ser personas de condición social elevada. Los hermanos tenían por obligación acudir a la procesión del Corpus, a todo viático, a la función que se hacía el domingo infraoctava del Corpus (y en la que podía haber danzas), y a las de los terceros domingos de mes. Se imponían multas por ausencias injustificadas de un real o diez maravedises, según los casos, o de dos reales por no ocupar su lugar por antigüedad o por no salir a pedir. Las ordenanzas nos dan los nombres de los Hermanos que las componían: B~rtolomé López Cerezo, Juan García de Beas, Juan Flores, Martín Muñoz, de Ribera, Juan de Quadros, Pedro Delgado, Martín Ximénez Parrado, Francisco de la Peña, Miguel de Quintanas, Juan López Carpintero, Hernando de Cuéllar el mozo, Alonso Pérez de la Barrera, notario apostólico, Juan de Eslava, Pedro García de Miranda, escribano público, Tomás Mexía, el Sr. Jerónimo de Valencia, del hábito de San Juan, administrador del bailiaje de esta villa de Lora Andrés de Guerra Francisco Reales, Diego Muñoz Parrado. Algunos nombres no~ eran ya conocidos: Don Jerónimo de Valencia es el fundador del convento de Mercedarios. Andrés de la Guerra es citado en una lista de bienhechores del convento de Mercedarias que luego estudiaremos.
La población Los padrones hechos en Lora a lo largo de la segunda mitad del siglo XVII, 1644, 1654 y 1657 nos dan una idea precisa de la población loreña, al final del período que estamos historiando. En 1644 había 736 vecinos, es decir, multiplicando por 4, aproximadamente unos 2.944 habitantes. En 1654 diez años más tarde los vecinos eran exactamente 771, y los habitantes aproximadamente unos 3.084. Tres años después, después, en 1657, Lora contaba 897 vecinos y alrededor de 3.588 habitantes. Adviértase que en este último padrón, más detallado, se cuentan como reside.n~es e~ Lora 70 forasteros, todos ellos portugueses, menos un tal Antonio, de oficio tejedor que era francés y uno de origen moro. No pocos de estos residían ya en Lora en 1654. Un buen número de portugueses tenía su domicilio en el Barrio de Santa María. Aña-damos como dato histórico relevante que para entonces se había instalado ya aquí la familia Montalbo, que no aparece en el siglo XVI. El 24 de junio de 1632 hemos visto por vez primera en una acta capitular el apellido Montalbo. Esos padrones nos informan detalladamente sobre las características que tenía en la segunda mitad del siglo XVII la población de Lora. Se encuentran nombres conocidos. En 1644 hay un Dávila y Cervantes en la calle Larga, un D. Jacinto de Cervantes en las Ollerías y un Don Andrés de Cervantes Cabrera en el Barrio del 72
un Juan de Lisbona que tenía su morada en calle Postigos. En el Barrio Nuevo tenía también su casa una Doña Beatriz de Quirós. En la calle de la Merced vivían Doña Catalina de la Carrera y Doña Juana de Roxas. Don Fernando de Quintanilla vivíaen la calle del Bailío cerca de donde tenía su casa un Don Diego de Padilla. Otro Quintanilla, Don Juan, aparece en el censo de la Calle de la Cilla y Plaza, probablemente en el mismo lugar de la actual Casa de los Leones. En el censo de 1657 aparecen en la calle del Bailío además de Don Fernando otros dos Quintanilla, un Don Alonso, clérigo de menores y capellán y un Don Rodrigo, caballero del hábitode Santiago. En la Calle de la Cilla y Plaza aparece en cambio un Don Juan de Quintanilla y Loyola, alcalde ordinario por el estado noble y en la misma calle dos Ramírez de Montalbo, Don Alonso, regidor perpetuo y su hijo Don Cerón Jerónimo, clérigo de menores y capellán. Otras familias de algún relieve en la vida de lavilla llevan los apellidos de la Guerra o Barrera. La población trabajadora vivía en las tres Rodas, incluida la de En medio, en el Barrio Santa María y en parte de los demás Barrios, y alrededor del Castillo. Lasfamilias más pudientes tenían sus moradas en la Merced, el Bailío, las Ollerías, San Juan y la Cilla, y alguno que otro en la Roda de en medio. Algunos de medianorelieve vivían en Postigos, Barrio Nuevo y Roda Abajo. La mención de esos 68 cabeza de familia portugueses en el censo de 1657, en un total de 897 vecinos (en proporción considerable, por consiguiente) suscita una pregunta. ¿Cómo se explica esa afluencia de forasteros a Lora? La mayor parte de ellos residían aquí desde hacía algún tiempo, puesto que .los mismos nombres aparecenen el padrón de 1654 y, en parte, en el de 1644. Ese aflujo de extranjeros, sobre todo portugueses, se explica por el auge comercial del Bajo Guadalquivir; en relaciones continuas con América. En Sevilla sobre todo había muchas familias extranjeras, dedicadas a los negocios. La unión de Portugal con Castilla bajo Felipe 11,en 1580, había facilitado la venida de portugueses a Andalucía, aflujo que se intensificó algunos decenios más tarde. Felipe II dio facilidades para que vinieran de Portugal numerosos criptojudíos, dedicados al comercio, y muchos de los cuales erandescendientes de judíos andaluces. Los que vinieron a Lora, o no se mencionan susoficios, o se dedicaban a trabajos humildes: eran albañiles, zapateros, pastores. Es muy posible que no pocas de esas familias fueran judías, como lo eran buena parte de los portugueses que entonces se trasladaron a la Baja Andalucía huyendo delos mayores rigores de la Inquisición portuguesa. Nos lo hace sospechar sus apellidos. Algunos de ellos llevan nombres usados como apellidos; Gaspar Francisco, Pedro Lorenzo, Antonio Luis, Juan Luis, Gaspar Francisco o Franco. Hay además unaMaría de Marchena, viuda portuguesa. Por otro lado, un cierto número de ellos fijó su residencia, cerca unos de otros, en el extremo de la población, como solían hacerlos judíos. Por fin, estas familias que tenían un nombre como apellido desaparecenalgo más tarde de los padrones de Lora.
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largo de todo este período, los apellidos Dávila y Montalbo. Otros nombres, iban y venían. Fijándonos en el final de esta época, el Cabildo de la villa lo componían el 24 de junio de 1683, García Antonio Dávila, Bartolomé Fernando de Quintanilla, Francisco Guerra Márquez, Luis Galindo y Aguilar, Antonio Ruiz Pérez, Diego de Torres, Juan Antonio de Cervantes, Gonzalo Muñoz, Bartolomé Montero de la Barrera, Fernando Ponte de Vera, Francisco Caro de Mallén, Antonio de Liñán, Alonso Ramírez de Montalbo, y Francisco Liñán de la Carrera y Rivera 10. Una lista de tributos pagados anualmente al convento de las Mercedarias durante el siglo XVII nos da a conocer una serie de apellidos de familias que debían contar con bienes. Hay en ella nombres que hace tiempo se perdieron y otros de formación topográfica, como los de Francisco de Cuenca, Ochoa de Burgos Noceda, Diego de Beas, Diego de Osuna, al lado de Bartolomé de Cuadros y Andrés de Buenrostro. Aparecen también un Diego Martínez de Lisbona y un Gabriel Polo de Morales, tal vez emparentado con aquel Polo que quiso convertir en enterramiento de su familia la iglesia de San Juan. Juntamente con ellos aparecen nombres que aún tienen resonancia en Lora: María de Quirós, María de Rojas, Cristóbal Carballo Rebollar, Luis Carballo Carrera, Francisco Gutiérrez, Andrés de la Guerra, Alonso Guerra de la Carrera, Juan García Linares, Juan Díaz Camuñas, Melchor Hernández. De ellos sólo los apellidos Guerra y de la Carrera aparecen en las listas de Regidores. En otro documento relativo al convento aparecen los nombres de Francisco de Ximénez, María de Valderrama, María de Santiago, Elvira Romana y se repite en varias ocasiones el apellido Liñán, que llevaban los fundadores del convento, Don Juan de Valencia, un hijo, Don Andrés de Liñán además de la otra hija Doña Ana de Valencia, un hijo, Don Andrés de Liñán además de la otra hija, ya mencionada, que entró en el convento con el nombre de Sor Inés de Jesús. Un Juan de Liñán aparece entre los bienhechores del convento en los años sucesivos y una Francisca de Liñán entre los vecinos de Lora citados en la Vida 1 1 • Hacia finales del siglo XVII contamos con una nueva información sobre la población de Lora: el Libro de la Cofradía con las listas de los que daban limosnas por haber llevado las andas o el estandarte o a cambio de un cabrito, un borrego o unas rosquillas que les enviaba la Hermandad. Naturalmente, estas listas, sobre todo las de los que llevaban las andas nos dan sólo noticia de un sector determinado de la población loreña: aquellos que además de ser particularmente devotos de la Virgen contaban con fanegas de trigo que regalar. Tenían por fuerza que ser los más agricultores, propietarios o arrendatarios o mercantes. Además de los nombres ya conocidos de familias más importantes, Barrera, de Liñán, de Valencia y ocasionalmente 10.
LA 1681-1690,
fol. 139.
11. Epítome de /0 vida de /0 V.M. Sor Inés de Jesús, Mss. en Convento
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Mercedarias.
deSevilla, y de Lebrijav
.
Alborotos en 1618 El autor de la vida de sor María de la Antigua, Fray Andrés de San Agustín, nos informa de un hecho fuera de lo común, acontecido, nos dice poco después de 1617.A raíz de la muerte de Sor María de la Antigua (22 de septiembre de 1617), hubo algunos alborotos en la villa porque los clérigos de Lora, enemistados con los Mercedarios, o tal vez celosos del prestigio que éstos habían adquirido en la población, quisieron enterrar el cuerpo de la Sierva de Dios en la iglesia mayor. Frailes y monjas se opusieron y éstas la enterraron secretamente en la casa que entonces ocupaban provisionalrnente'". De allí se la llevarían al convento, cuando tomaron posesión de éste en mayo de 1623)4. Poco después, nos dice el biógrafo, hubo alborotos y grande persecución (imaginamos que contra los Mercedarios y Mercedarias), que duraron todo un año. Un tercio de soldados cercó la villa y se llevópresa a mucha gente, clérigos y seglares.
Serefuerza el poder del bailto Si a lo largo del siglo XVI Lora había conseguido poner freno a ciertos excesos enlas exigencias del bailío y los regidores habían conseguido reafirmar la base de sus privilegioscontra él, a mediados del siglo XVII se produjo en cambio un reforzamiento del control que el bailío ejercía sobre la villa. El 3 de agosto de 1638 Felipe IV había hecho merced a Juan Fernández de Muñana del oficio de Mayordomo y Guarda Mayor del Campo de los Propios y Rentas de Lora. Naturalmente el bailío de Lora, D. Alonso del Castillo y Samano recurrió contra esa merced. El 2 de febrero de 1640 el rey se ponía del lado de D. Alonso anulando la merced y uniendo el oficio de Mayordomo y Guarda del Campo a la dignidad de bailío, concediendo a ésteel derecho de asiento en los actos públicos del ayuntamiento y el de nombrar un Teniente que actuase en su nombre. La concesión fue confirmada por Felipe IV con Real Cédula fechada el 12 de abril de 1642. Con ello se creaba un regidor más, con voz y voto en el cabildo, a merced del Bailío, puesto que quien ocupaba ese oficiolo hacía a nombre de él y por el tiempo que él quisiera. El mismo Felipe IV con fecha 23 de octubre de 1650 unía a la dignidad de bailío de Lora la escribanía de millones, con facultad de nombrar Teniente que actuase 12. Libro Cofradías, 1688, fols. 2r-14. Andrés de San Agustin, Vida Exemplar de la V.M. Sor María de la Antigua, 1674, p. 197. Andrés de San Agustin, Vida Exemplar, pp. 187-198.
13. 14.
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tumbre iniciada por Felipe 11, se había convertido por estos años en verdadera calamidad pública. Naturalmente, quienes los compraban, lo hacían por las ganancías que pensaban recabar de ellos. A mediados del siglo XVII, el 9 de junio de 1650, el concejo de la villa decidió hacer voto de defender la creencia en la Inmaculada Concepción de María y celebrar una fiesta en su honor, es decir, hacer celebrar una misa, sin duda el 8 de diciembre. El voto de defender la creencia se había venido propagando por universidades y cabildos del reino. Aquí se añadía la de hacer cantar una misa. La decisión tomada por el gobierno de Lora fue probablemente debida al influjo de los franciscanos que se habían instalado en la villa el año 160215• En 1678 hubo un célebre pleito entre dos clérigos pertenecientes a las dos familias de mayor abolengo, los Cervantes y los Quintanilla. D. Rodrigo de Quintanilla, arcediano de Jerez, dignidad y canónigo de la Colegiata de dicha ciudad, iniciaba ante las autoridades eclesiásticas un pleito pidiendo se le diera la capellania fundada en la iglesia mayor por Ruy Pérez y Beatriz Hernández, por haberse dado siempre a parientes de los fundadores y ser él tercer nieto de Arias Gutiérrez de Cervantes, sobrino de la fundadora y casado con una Quintanilla. Si el fundador Ruy Pérez, es el Ruy Pérez de Quintanilla que aparece entre los regidores en el pleito de 1527, D. Rodrigo tenía doble razón para que se le diera. Pero la capellanía había sido concedida ya por D. Juan de Herrera Manfil, vicario eclesiástico de la villa, a Francisco de Cervantes Gómez, clérigo de menores. Las actas del pleito ocupan nada menos que 2.103 folios 16. Ignoramos su resultado. Por fin, por una nota de fines del siglo XVII se tiene noticia de que en Madrid se había concedido el 23 de diciembre de 1692 a Don Juan Caballero de Carmona, vecino de Valverde del Camino, «persona de calidad y exercicio militar» la alcaldía del castillo de Setefilla 17 y se menciona como «alcaide y castellano del castillo de esta villa de Lora» a D. Rodrigo Caballero y Llanesu. Incidentalmente, por unas transcripciones hechas en 1774 de documentos anteriores del archivo municipal, sabemos que el 12 de mayo de 1601, durante una visita de inspección hecha a la villa, los Visitadores de la Orden de San Juan habían mandado reparar el castillo de Lora. Las reparaciones debieron ser llevadas a cabo, puesto que a fines del siglo XVII, por los menos, había un alcaide a cargo del castillo.
15. LA, 1650-1660, fol. 22. 16. Archivo Arzobispal de Sevilla, Leg. 308. 17. LA, 1691-1700, fols. 159r-160. 18. lb íd. , fol. 161.
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VII EL SIGLO XVII: TRANSICION El siglo XVII aparece en la historia del culto a Nuestra Señora de la Encarnación deSetefilla como un siglo de transición. En su primera mitad, el culto de la Virgen de Setefilla tenía aún la característica sencilladel siglo XVI; en la segunda comienzan a aparecer iniciativas que hacen ya presagiarel gran fervor popular que reinó a lo largo del siglo XVIII. Podemos decir que en lo fundamental ese culto continúa entonces dando vueltas alrededor de dos ejes,uno periódicamente fijo y otro ocasional.
Lafiesta del voto El eje fijo lo constituían las peregrinaciones que hacía el pueblo de Lora al santuariode la Sierra en las dos fiestas de la Virgen, la litúrgica del día de la Encarnación del Señor y la popular el día de la Asunción o, como entonces se decía, de la Virgende Agosto. En la fiesta de la Encarnación o Anunciación se trasladaba el pueblo junto con elclero y el Concejo de la villa. El día solía variar, sobre todo por razones de orden litúrgico, puesto que con frecuencia el 25 de marzo caía en plena semana santa, período en el que las leyes de la Iglesia no permiten ninguna celebración que no sea la de la Pasión de Cristo. De ahí que se trasladara entonces con frecuencia al lunes de Pascua o a la octava de la Resurrección l. Otras veces se trasladaba la fiesta a 1. Actas 25 marzo
1617, fol. 412-412r;
6 marzo
1642, fol. 131r; 2 abril 1655, fol. 230; 9 abril 1656,
rol. 24-24r.
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ba en Lora en el período anterior, se procuraba devolverla a su Casa por entonces o, si había que traerla a Lora, para invocar a la Virgen en alguna necesidad, se iba ese mismo día por la mañana, para celebrar la función en la ermita y a continuación se traía la Virgen al pueblo>. Solamente el 25 de marzo de 1650 se hizo la función en la Iglesia Mayor de la villa, donde se hallaba la Imagen desde hacía exactamente un año, por habérsela traído para pedir a la Madre de Dios librara al pueblo de Lora de la peste que se había declarado en Cartagena+. Como la epidemia estaba aún amenazando y Lora no había sido tocada, el pueblo se resistía a desprenderse de la Imagen venerada y la fiesta hubo de celebrarse en Lora «pero con mayor solemnidad». El hecho volvió a repetirse en mayo de 1675, sin que digan los documentos por qué motivo no se había devuelto la Imagen al Santuario con antelación-. La fiesta del 25 de marzo tenía en el siglo XVII amplio eco en el pueblo. Todavía a mediados del siglo XVIII, informaría el entonces Gobernador de la villa a los Regidores, haberse reunidos en la ermita el día anterior, fiesta de Nuestra Señora, gran concurso de fieles, «así de esta villa como de los lugares circunvecinosas . A principios del período de que nos estamos ahora ocupando, el 18 de marzo de 1607, acordaba el Cabildo que para la fiesta del 25 de marzo llevara el Mayordomo «pan amasado y una arroba de queso para los pobres» 7• Dado que no se menciona costumbre alguna y se fija la cantidad que habría que repartir, podemos suponer razonablemente que la costumbre tuvo comienzo ese año. Lo cierto es que a partir de éste se mencionará con frecuencia en las Actas el pan y el queso y en ocasiones también el vinos «que se suele llevar para los pobres». Tan popular se hizo esta costumbre que la que entonces se llamaba «fiesta del voto»? acabaría en el siglo XVIII por llamarse la fiesta del pan y del queso 10 • El hecho comenzó a darse a finales del siglo XVII. El Acta del Cabildo de la Hermandad correspondiente a 1689 habla de las sumas «que se juntaron de limosna el día del pan y del queso del año pasado ochenta y ocho». Poco después el mismo Libro se refiere al «día en que se dio el pan y el queso el año pasado»!", El modo de hablar demuestra que la distribución del pan y queso se había convertido en el hecho más 2. Acta 26 abril 1628: LA 1628-1637, fols. 24-24r. 3. Actas 17 marzo 1610, fol. 296r; 17 febrero 1616, fol. 417 y fol. 420; 16 Y 24 marzo 1627, fols. 451r y 452. 4. Se la trajo el25 de marzo de 1649. Cf. Acta del 19 marzo 1650: LA 1650-1660, fol. 9r. 5. Acta 12 mayo 1675: LA 1671-1680, fol. 331r. 6. Acta 26 marzo 1734, fol. 18r. 7. Acta 18 marzo 1607: LA 1605-1610, fol. 78. 8. Actas 24 marzo 1627, fol. 452; 9 marzo 1631: LA 1628-1637, fol. 117r. 9. Actas 2 abril 1655: 9 abril 1656: LA 1650-1660, fols. 230, 243r-246. 10. Actas 12 marzo 1712, fol. 4-4r. 4 marzo 1733, fol. 16r; 25 marzo 1734, fol. 13; 26 marzo 1734, fol. 18r. 11. Libro Cofradía, fol. 17, 17r.
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expresión de piedad. Llegados al santuario se le hacia a Nuestra Señora «una fiesta de Misa cantada y sermón» 13 • El término «fiesta», como revelan los documentos de los siglos XVII y XVIII no significaba entonces sólo el día en que se celebraba un misterio cristiano o un santo y menos las celebraciones profanas que tenían lugar entonces, sino lo que en época reciente hemos venido llamando «función», la ceremonia litúrgica con que se veneraba dicho misterio o Santo. Más carácter de romería tenía la fiesta popular de la Virgen que en el siglo XVII continuaba celebrándose el día de la Asunción. El pueblo salía por la mañanita, huyendo de los calores que dentro de pocas horas pesarían como una plancha sobre la llanura, y subía por los olivares hacia la meseta donde está el santuario. Allí tenía lugar la «fiesta», oficiada por el prior de Setefilla y algunos clérigos de Lora y los festejos del baile popular, el cante, las comidas frías junto al arroyo o bajo un árbol. Por la tarde, ya con el sol algo caído, se volvía demás puntos dé residencia en la comarca. El 8 de septiembre se volvía a subir a la meseta setefillana, esta vez para la feria ganadera.
Trasladosde la Virgen Venidas a Lora abril 160515 abril 160717 marzo 161018 30 abril 1613 20 febrero 161621 21 marzo 162723 marzo 162824
Vueltas al Santuario abril 160014 10 agosto 160516 mayo 161019 marzo 161622
12. W. A. Christian, Local Religion in 16th Century Spain (Princeton Press, 1981) pp. 35,48, 57, 58. 13. Acta 19 marzo 1650: LA 1650-1660, fol. 9r. 14. LA 1597-1605, fol. 143. 15. LA 1597-1605, fol. 376. 16. LA 1597-1605, fol. 401. 17. LA 1605-1610, fol. 89. 18. LA 1605-1610, fol. 296r. 19. LA 1605-1610, fols. 318r-319. 20. LA 1611-1618, fol. 281. 21. LA 1611-1518, fol. 417. 22. LA 1611-1618, fol. 420. 23. LA 1618-1627, fol. 451r. No se sabe si se trajo la Imagen, porque el 24 de marzo decidió el Cabildoacudir a la ermita para la fiesta del pan y queso. 24. LA 1628-1637, fol. 43.
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167534 167735 22 abril 167837 20 abril 168739 168841 169142 169644
16 agosto 167736 12 mayo 168538 Dom. 11 mayo 168740 1688 169143 169645
También aquí hemos de repetir lo que dijimos a propósito de los traslados del siglo XVI. Aunque del siglo XVII se conservan todos los Libros del Cabildo Municipal, con excepción del relativo a 1649, algunas idas o venidas de la Virgen anotadas en ellos se nos ha podido pasar inadvertida entre tanto folio y tanta caligrafía enrevesada de escribanos. De algunas ocasiones, tenemos además constancia de que se tomó el acuerdo de trasladar a la Imagen sin que ello conste en ,Acta contemporánea. Por ejemplo en un acta de marzo de 1653 se dice que el domingo anterior había acordado el Cabildo volver la Imagen a su Casa, pero a causa del temporal se decide ahora diferir el traslado-s , Ahora bien, de la reunión del domingo anterior no se había levantado Acta. Lo mismo ha podido acontecer en otras ocasiones: se tomó la decisión, sin reunión formal del Concejo, o sin que se redactara el Acta correspondiente. El lector habrá advertido en la lista de traslados que a partir de 1687 hemos comenzado a citar el «Libro de la Cofradía de Nuestra Señora de Setefilla» y es 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34. 35. 36. 37. 38. 39. 40. 41. 42. 43. 44. 45. 46.
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LA 1650-1660, fol. 9r. LA 1650-1660, fol. 172. LA 1650-1660, fol. 187r. LA 1661-1670, fol. 172. LA 1661-1670, fol. 593. LA 1661-1670, fo1s. 731r-732. LA 1661-1670, fols. 240r-241. Cf. A. Cappelli, Cronología, p. 105. Acta 12 junio 1670: LA 1661-1670, fol. 11Or. Acta 12 mayo 1673: LA 1671-1680, fol. 201. Acta 12 mayo 1675: LA 1671-1680, fol. 331r. Acta 1 julio 1677: LA 1671-1680, fol. 566. Acta 7 agosto 1677: LA 1671-1680, fols. 573-573r. LA 1671-1680, fols. 598-599. LA 1681-1690, fols. 194r-195. LA 1681-1690, fols. 261r.-262. Libro Cofradía, fols. 17 y 18. LA 1681-1690, fol. 265. Libro Cofradía, fol. 20. Libro Cofradía, fol. 8r. Ibíd. Libro Cofradía, fol. 48. Ibíd. LA 1650-1660, fol. 172.
1695las limosnas dadas en ese período, en la de 1696 vuelve a transcribirse una larga lista de donaciones hechas con motivo de traslado SO. Así mismo habrá advertido el lector cómo mientras en algunas décadas son varios los traslados (cuatro de 1600 a 1610, dos en la siguiente, dos por los años sesenta, cinco en los setenta, tres en los ochenta y dos en los noventa) de los años treinta no consta alguno y de los cuarenta y cincuenta uno en cada década. No excluimos el que estas lagunas se deban a falta de información, es decir que hubiera algún traslado más que desconocemos, pero también pudo haber décadas más afortunadas, en las que no se hiciera necesario recurrir a la traída de la Imagen venerada. Aun así tenemos la impresión de que las venidas de la Virgen se multiplicaron en el último tercio del siglo, coincidiendo con un auge en la devoción. En cuanto a los motivos por los que se trajo la Imagen Sagrada. a la villa, siguen siendolos mismos que se venían aduciendo desde que por vez primera se hizo: ordinariamente por sequía, alguna que otra vez por epidemia y en alguna ocasión por temporales. Se la trajo por «falta de agua» en noviembre de 1613, febrero de 1616, enero de 1653, abril de 1664, marzo de 1666, y abril de 1678. En abril de 1687 se nos dice que se trae a la Virgen «por la lluvia». Esto hay que interpretarlo «para pedir la lluvia» y no por exceso de ella, porque sabemos que la situación climatológicade ese año fue de sequía grande hasta el punto de que en Córdoba se perdieran las cosechas». Se trajo a la Virgen, en cambio, para pedir que cesasen los temporalesque asolaban la comarca en junio de 1670. Finalmente, se la trajo para rogar que se salvara la región de la peste que asolaba otras tierras en marzo de 1649 y en 1677. Tenemos en esta lista de motivos un eco débil de los numerosos y graves males que aquejaron los pueblos de la región a lo largo del siglo XVII. En el fondo hay que destacar la ruina en que dejaban al erario real las guerras prolongadas con las consiguientes exacciones tributarias cada vez más elevadas. Esto se hizo sentir de modo particular en Sevilla, ciudad más populosa y la más activa en el comercio de todo el reino, pero no dejaba de repercutirse en las demás regiones y poblaciones. El coste de la vida subía sin cesar. Sobre este fondo de empobrecimiento progresivo, hay que colocar las ruinas ocasionadas por las numerosas calamidades que tuvieron lugar a lo largo del siglo, sequías sobre todo, pero también riadas que causaban la pérdida de la cosecha. Cuando no se cernía sobre las poblaciones la espada vengadora de la peste. 47. Libro Cofradía, fol. 48. Libro Cofradía, fol. 49. Libro Cofradía, foL 50. Libro Cofradía, fol. 51. J. Díaz del Moral,
2r. fol. 17. 20. io. 48.
Historia
de las Agitaciones
Campesinas
Andaluzas.
Madrid,
1977,
p. 64, n. 2.
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bres periódicas: una en 1652 llevó al pueblo cordobés a amotinarse. Si del norte cordobés pasamos a Sevilla, en el sur, sabemos que hubo inundaciones en 1604 (con grandes destrozos), 1626, 1642 y 1649. Fueron años de particular carestía y hambre 1605, 1627, 1636 (gran sequía), 1652, 1677 y 1678, 1683. En la carestía de 1652, también en Sevilla hubo levantamiento popular, por valer la hogaza de pan seis reales, que era el salario medio de un trabajador. En la gran sequía de 1636 se habían hecho en la ciudad numerosas rogativas y en la de 1678 murieron numerosos pobres. A esas calamidades producto de adversidades climatológicas hay que añadir el fuerte terremoto que conmovió a toda Andalucía en 1680. Mayor terror, si cabe, suscitaban las epidemias. Tristemente famosa es la peste que habiendo comenzado en Valencia (1647) Murcia y Cádiz (1648) segó la vida de la mitad de la población sevillana, es decir unos cincuenta mil habitantes, entre abril y julio de 1649. Con este motivo se hicieron en la capital hispalense no pocas rogativas, sacándose en procesión el Lignum Crucis el 13 de mayo, el 26 de junio la Virgen de los Reyes (con novena de rogativas a continuación) y el Santo Cristo de San Agustín el 2 de julio. La peste fue decreciendo a lo largo de este mes, para extinguirse con é152• Estas listas de calamidades que asolaron Córdoba y Sevilla nos confirman en la sospecha de que las venidas de la Virgen de Setefilla a Lora en el siglo XVII fueron más numerosas de lo que hemos podido ver en las actas del Concejo de la villa. Es evidente que si hubo temporales fuertes el año 1626 en Córdoba y Sevilla, también debieron sentirse aquí. La sequía que afligió a Córdoba en 1635 y 1636, nos da una posible fecha para una venida de la Virgen, de la que no tenemos constancia en todos los años treinta. Por fin, por lo que sabemos de la comarca, la venida de 1691 fue debida probablemente a temporales. Adviértase que si peste y terremotos afligían a todos, las carestías pesaban sobre ·los pobres, porque los vendedores de harina y pan se aprovechaban para subir el precio.
Usos y ritos (le los traslados Si fijamos nuestra atención en los traslados de la Virgen cuyas fechas de venidas a la villa e idas al santuario nos son conocidas, advertimos que la imagen estaba en la Iglesia mayor de Lora sólo por un corto período de tiempo, un mes en algunas ocasiones (1616, 1664, 1687), dos meses en otras (1610, 1666); en una ocasión se la retuvo unos cuantos meses, de abril a agosto (1605) y en otra, ocho meses, de enero al 8 de septiembre (1653). Pero en esta ocasión sabemos que la permanencia 52. A. Dominguez pp. 309-315. Cf. además Mañara, Sevilla, 1963.
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Ortiz, Historia de Sevilla. La Sevilla del siglo XVI/. Sevilla: Universidad, 1984, la información algo dispersa sobre Sevilla de J. M. GHranero, Don Miguel de
dela villa seguía acordando que tuviera lugar dentro de muy contados días, «el domingoque viene»>", «el lunes en la tarde»>. Tampoco se celebraban ritos litúrgicos o festejospopulares antes de devolverla a la ermita, puesto que también la vuelta se decidíapara dentro de muy pocos días: «el lunes siguiente de madrugada» dice elacta del 7 de mayo de 168556. Lo que sí aparece a lo largo del siglo XVII es que entre la venida y la vuelta de la Virgen se hacían algunos cultos de rogativas. Precisamenteera para realizar estos actos de culto delante de la Imagen para lo que se traía ésta al pueblo. No se tenía entonces la idea, desarrollada posteriormente, deque lo importante era la presencia de la Imagen, por lo que se esperaba recabar lagraciapor el simple hecho de hacerla entrar en la villa. Se la traía, para que todo el pueblo pudiera hacer las rogativas delante de la Imagen venerada. «Se truxo NuestraSeñora para que se le hiciesen rogativas y oraciones», dirá todavía un Acta de 167757• Ya en julio de 1588, cuando la expedición naval contra Inglaterra, se le había hechoun novenario «a costa del Cabildox» , En 1650 volvía el Cabildo a ordenar que puesto que seguía la falta de agua, se dedicase a Nuestra Señora un novenario, antes de devolver la Imagen a su Santuario 59 • De novenario hablan los textos con ocasión de la presencia de la Virgen en la villa en 161060,161661,166862, 167063, 168564, 168765. Qué se entendieran entonces por novenario lo explican algunosde estos documentos: no se trataba de ese conjunto de devociones privadas, oracionesy letrillas, rezadas durante nueve días que ha sido tan del gusto de la piedad católica en los dos últimos siglos. Entonces se tenía un sentido más vivo de la liturgia:los novenarios eran «nueve Misas cantadasxss , En 1610 además consta que se hicieron rogativas en la forma tradicional, saliendo la procesión alrededor de la plazael domingo 18 de marzo y los demás días del novenario por el interior de la IglesiaMayor. Naturalmente todo esto lo disponía el Concejo de la villas". Lo hacía en virtud del poder omnímodo que ejercía sobre todos los aspectos de la vida del puebloloreño. Es muy significativo, sin embargo que ya en 1653, el gobierno de 53. 54. 55. 56. 57. 58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67.
Actas 18 enero 1653, fol. 171; marzo 1653; fol. 172; 3 septiembre 1653. fol. 187r. Acta 16 marzo 1627: LA 1618-1627, fol. 451r. Acta 6 marzo 1666: LA 1661-1679, fols. 731r-732. LA 1681-1690, fols. 194r-195. LA 1671-1680, fo1s. 573-573r. Acta 23 julio 1588: LA 1585-1591, fo1s. 252-252r. Acta 7 abril 1600: LA 1597-1605, fol. 143. Acta 17 marzo 1610: LA 1605-1610, fol. 296r. Acta 17 febrero 1616: LA 1611-1618, fol. 389. Acta 22 diciembre 1668: LA 1661-1670, fols. 56-56r. Acta 12 junio 1670, fol. 110r. LA 1661-1670, fol. 11Or. Acta 27 abri11685: LA 1681-1690, fol. 194. Acta 17 abril 1687: LA 1681-1690, fol. 261r.-262. cr. Actas citadas de 1610, 1668, 1670, 1677, 1678 Y 1685. Acta 17 marzo 1610: LA 1605-1610, fol. 296r.
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En el último tercio del siglo XVII se deja constancia de un hecho del que no habíamos hallado huellas desde 158668• Para ultimar los detalles del culto a la Virgen Protectora (fiesta del voto o traslados), el Concejo, después de fijar la fecha, solía nombrar diputado (delegado del mismo) en la persona de uno de los Regidores perpetuos. En 1673 nombró a Don Alonso de Quintanillae , en 1677 eligió al pariente del anterior D. Bartolomé Francisco de Quintanilla?>.
Las Pujas La información transmitida por el «Libro de la Cofradía» de 1688 nos sorprende con un hecho que nunca habíamos descubierto en las Actas de los Cabildos Municipales: las limosnas que ya entonces daban grupos de loreños por llevar las andas durante cierto trecho en los traslados de la Virgen. Aunque conste sólo quien dio efectivamente la limosna, era inevitable que el recabar el honor de llevar las andas se hiciera por el sistema de pujas conocido posteriomente, puesto que a menudo coincidirían varios grupos en solicitar ese honor para el mismo trozo de trayecto. Lo que sí nos dice el Libro expresamente es que en 1687 esos ofrecimientos de limosnas eran popularísimos. En los traslados de este año dieron limosna por llevar las andas once grupos diferentes: en las cuentas de 1689 aparecen dieciocho limosnas dadas por grupos diversos» y en las de 1691, hasta veinticinco, dadas siempre por el mismo motivo. Esto nos hace ver que la costumbre estaba muy arraigada y por lo mismo venía de atrás. Ignoramos cuándo había comenzado. Las limosnas no se daban sólo por llevar las andas; se ofrecían también por llevar el estandarte de Nuestra Señora durante una parte del camino: «Se hizo cargo de una fanega de trigo que mandó de limosna Juan Sánchez Arroyo por llevar el estandarte» 72. Este sefíor debía tener particular devoción por llevar el estandarte, puesto que en las cuentas del mismo año aparece otra vez con una limosna de. dos fanegas de trigo por la misma razón». Debe tratarse en un caso de la venida de la Virgen y en otro de la vuelta a la ermita. En las cuentas relativas a 1691 aparecen once limosnas por llevar el estandarte. También aquí vuelve a mencionarse el mismo donante>. El lector habrá sacado de esto una conclusión: a fines del siglo XVII los trasla68. 69. 70. 71. 72. 73. 74.
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LA 1585-1591, fol. 46. Acta 11 mayo 1673: LA 1671-1680, fol. 201. Acta 1 julio 1677: LA 1671-1680, fol. 566. Libro Cofradía, fols. 4-5r. Libro Cofradía, fol. 3. Libro Cofradía, fol. 3. Libro Cofradía, fol. 5r.
culto de la Virgen toda clase de productos del campo, como veremos luego, por llevarcon algunos compañeros las andas o, solo, el estandarte se ofrecía siempre una cierta cantidad de trigo. Más frecuentemente se trataba de dos fanegas, en ocasionessólo de una, y alguna vez, media. En algunas ocasiones se hacían, sin embargo, ofertas de dinero. Así, en las cuentas de 1687 aparecen doscientos reales dados por Don Bartolomé de Quintanilla y sus compañeros y Manuel Medrano y sus compañeros">. La aparición en las listas de donantes de estos dos apellidos nos hace ver que aunque el honor de pertenecer a la Hermandad, como hermanos mayores se lo reservaran los miembros de algunas familias loreñas, en el culto popular a la Virgen caían por tierra las distinciones sociales. Miembros de familias señoriales alternaban, codo a codo, con otros pertenecientes a cetos populares en el honor de llevar sobre sus hombros la Imagen de la Señora de todos.
Predicación En el curso del siglo XVII aparece con gran relieve un elemento que tal vez pudiera haber existido ya en época anterior, pero del que no hay constancía hasta entonces: la mayor importancia atribuida a la predicación que había de tener lugar en la función del voto (25 de marzo) o en los novenarios de Misas Cantadas celebrados a modo de rogativas para obtener alguna gracia. No se trata ya de la homilía que podía predicar el ministro que celebrara la Eucaristía, sino de algún predicador extraordinario invitado por el Cabildo Municipal a través de los dos Diputados designados para organizar las funcionests . Coincide este hecho con un fenómeno que se produce en la religiosidad católica a partir de la edad barroca y se va intensificando a lo largo de los siglos siguientes: el énfasis particular que se pone en la predicación de la Palabra Divina. En el protestantismo, con la práctica desaparición de los ritos sacramentales, el culto se había quedado en puro oír y predicar la Palabra. En el Concilio de Trento (un concilio que fue en muchos aspectos profundamente renovador) se había aceptado el principio fundamental del valor de la Palabra junto con el sacramento y se había mandado a los pastores que predicaran y catequizaran. A raíz de entonces hubo un reflorecimiento de la predicación en campo católico, del que por tierras andaluzas, fue San Juan de Avila la expresión más alta. La producción literaria de los siglos XVII y XVIII la forman en buena parte sermones, publicados para ayudar a quien tuviera menos doctrina o menor inventiva. Sin embargo, a lo largo del siglo XVII y más claramente en el XVIII advertimos un fenómeno curioso: no sólo el sermón se convierte en la parte principal de las celebraciones 75. Libro Cofradía, fol. 18. 76.
Actas 17 febrero
1616, fol. 389; 19 febrero
1629, fol. 43; 7 marzo
1630, fol. 77r; 2 abril
1655,
rol. 230.
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de la Imagen de Nuestra Señora con participación de toda la villa se había dado un gran paso hacia adelante: se daba al pueblo ocasión de escuchar conjuntamente la Divina Palabra.
Colaboran los Conventos Otro elemento nuevo, introducido en el siglo XVII, fue la participación de los frailes de la Merced y de los Franciscanos en el culto rendido por Lora a su Patrona. Como hemos visto la Orden de la Merced había fundado su convento de varones (sobre el terreno que ocupan hoy la Plaza Nueva y la de Abastos) en 1609 y los Franciscanos de la Provincia de Los Angeles se habían instalado en Lora el año 1602. Pronto debieron incorporarse ambas comunidades al culto a Nuestra Señora de Setefilla porque en noviembre de 1613 al acordar el Cabildo de la Villa que se trajera la Imagen el sábado 30 del mismo mes se decidía avisar «al Comendador de la Merced y al Guardián del Convento para que de cada convento den dos frailes que vayan allá (a la ermita a traer la Imagen) junto con los regidores, los cuatro clérigos y los cofrades) y los demás salgan a la tarde a recibir a Nuestra Señora» 77. Ignoramos la respuesta que dieron los Padres Comendador y Guardián en cuanto a mandar sendas parejas de frailes a la ermita. Lo que sí está demostrado es que años más tarde seguían ambas comunidades saliendo a recibir la Imagen de la Virgen en un punto determinado. Para la venida de 1616 acordaba el Cabildo que «los señores diputados conviden a los conventos que salgan a recibir a donde suelen salir» 78. La costumbre estaba ya restablecida. La asociación de estas comunidades al culto de Setefilla debió durar hasta la supresión de ambos conventos a raíz de los decretos contra las Ordenes Religiosas de 1835.
Nuestra Señora de Setefilla y Jesús Nazareno A finales de 1669 se deja constancia por vez primera de un hecho que fue repitiéndose luego hasta nuestros días, como un elemento más de las tradiciones religiosas de Lora, paralelo a las que se refieren a la devoción setefillana. Por el acta del Cabildo Municipal celebrado el 22 de diciembre de 1668 sabemos que por entonces existía ya en las cercanías de Lora una ermita y una imagen de Jesús Nazareno. El templo debió hallarse en las cercanías, si no en el mismo sitio, del lugar en que se halla emplazado el actual. En ese cabildo se acordaba que el 26 de 77. 78.
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Acta noviembre Acta 17 febrero
161: LA 1611-1618, fol. 281. 1616: LA 1611-1618, fol. 389.
parecensugerir que se trataba de una costumbre nueva. La ermita y la imagen de Jesúsdebieron existir desde antes, puesto que la primera debería ser ya reconstruida enel sigloXVIII, pero hasta entonces el culto a Jesús Nazareno debió haberse llevado a cabo en la ermita. Ahora, en 1668 se decidía traerlo a la Iglesia Mayor y, dato significativo,se lo asociaba al culto a Nuestra Señora, pero llevando en procesión a buscarla imagen del Hijo, la de la Virgen del Rosario. Fue una primera tentativa. Dos afíos más tarde, el 12 de junio de 1670 acordaban las autoridades civiles deLora traer a Nuestra Señora de Setefilla para pedirle hiciera cesar «tantas aguas y malostemporales». Para ello se le había de dedicar «un novenario de nueve Misas Cantadas».Ese mismo día el Cabildo ordenaba «que se trayga juntamente a Jesús Nazarenoy que entren juntos Sus Majesradesxw. Se daba así comienzo a una tradiciónque ha subsistido hasta hace pocos años, aunque con ligeras variantes: en casode necesidad apremiante, el pueblo de Lora recurría igualmente a Cristo y a la Virgentrayendo en procesión desde sus respectivas ermitas las imágenes de Jesús Nazarenoy de la Virgen de Setefilla. La Hermandad
De la Cofradía de Nuestra Señora de Setefilla en tiempos anteriores sabemos sólo por unas notas sueltas de las Actas del Cabildo Municipal que tenía ya en 1581la costumbre de acompañar a la Imagen de la Virgen en sus traslados de la ermita a Lora y de Lora a la ermita, lo que nos hace suponer que la cofradía existíaya por lo menos a mediados del siglo XVI. Consta documental mente que en 1616la cofradía seguía acompañando a la Imagen en los traslados. A partir de esteaño y hasta 1687, nos falta toda documentación referente a su existencia misma, a su constitución, cargos y actividades. En 1688 nos vemos sorprendidos por una abundanciade documentación contenida en el «libro de la Cofradía de Nuestra Senora de Setefilla», el más antiguo de los códices de la Hermandad que se abre conel Acta del Cabildo celebrado el 21 de mayo de 1686. Por lo que toca al período que nos ocupa, el Libro contiene las Actas de los Cabildos de 1688, del 29 de agostode 1692, del 22 de marzo de 1693, 8 de septiembre de 1694, 9 de septiembre de 1696,la relación detallada de las cuentas dadas por el Mayordomo de 1686 a 169181, de 1691 a 169582, 1696-170383 y las Actas de la Visita efectuada por el Priory Vicario Eclesiástico de la villa, el 4 de óctubre de 169184• 79. Acta 22 diciembre 1668; LA 1661-1670, fols. 56-56r. 80. Acta 12 junio 1670: LA 1661-1670, fol. 11Or. 81. Libro Cofradía, fols. 2-29r. 82. tu«, fols. 34r-73. 83. tu«, fols. 73r-89. 84. tu«, fols. 29r-30.
87
los traslados de la Imagen. Comparando las iniciativas tomadas por el Concejo de la Villa con las que tomaba la Cofradía, notamos que al Concejo estaba reservado decidir los traslados de la Imagen en uno y otro sentido y que el mismo Concejo determinaba las funci?nes lit~rgicas que. se habían de celebrar ante la Imagen (los novenarios y rogativas) aSI como la busqueda del predicador. La Cofradía llevaba, al menos a ficorría a su cargo nales del si~lo XVII el peso de todo lo demás y en particular recoger las limosnas y con ellas sufragar los gastos de las obras en el Santuario los del aceite y de la lámpara, los «fuegos que se quemaban» (cohete o salvas), y los que ~carreó por este tiempo la construcción de las nuevas andas de plata. Con este motivo la cofradía acordó vender las «cuatro joyas» que entonces poseía la Imagen, lo que significaba que la cofradía era la única administradora de los bienes de la Virgen. Unica fuente de ingresos eran las limosnas que daban los Hermanos y el pueblo. Se daban limosnas por llevar las andas y por llevar el estandarte de la Virgen en los traslados. Había gran devoción en ello, puesto que en un mismo traslado se, dan numerosas limosnas por lo uno y lo otro. También se recogían limosnas «el dia del pan y del queso», 25 de marzo85 y el día de la feria, 8 de septiembre86• Además los Hermanos salieron por las calles a pedir limosna para la Virgen al menos c:n agosto de 168787, y 1689, e! 27 de agosto de 1691, el 27 de agosto de 1692, en la misma .fecha de 1693, el 15 de septiembre de 1694, e! 16 de septiembre de 1695, simel 4 de septiembre de 169688• Había no pocos loreños que daban limosnas plemente «por devoción». ' La naturaleza de las limosnas dadas entonces responde al sistema de cambios qu~ entonces prevalecía: se daban cuatro, ocho, diez, setenta y dos realesw , pero la umd~d fundamental de cambio parecía ser la fanega de trigo. Se recibían además c~bntos, bor~egos, gallinas con sus pollitos, etc., panales que eran regularmente env~ados a algun loreño con un mínimo de posibilidades, e! cual daba por ello una cierta suma.' La Cofradía ~en una ocasión el Libro de 1688 la llama Hermandad y Cofradiaw, y en otra Cofradia y Hermandad» estaba compuesta a fines de! siglo XVII por dos clases diferentes de miembros, los Hermanos Mayores y los Hermanos Menores. Sabemos esto, porque en el primer Cabildo cuya Acta ha llegado a nosotros,
85. 86. 87. 88. 89. 90. 91.
88
Libro lb íd., Ibíd., lbíd., Ibíd., Ibíd., Ibíd.,
Cofradía, fol. 17 y 17r. fol. 17r. fols. 16r-17. fol. 35. fol. i7r. fol. 31r. fol. 2.
cuentade que el título de Hermano Mayor estaba reservado a los miembros de pocasfamilias, las más ricas de la villa. Más que de mentalidad clasista, hay que hablarde mentalidad de casta y linaje, aunque entonces apellidos y fortuna coincidieran.Adviértase, sin embargo, como en el mismo Cabildo se aceptó la candidatura a HermanoMayor de un cierto Juan Carballo Roxas, el cual, como su nombre (Roxas)indica tenía ascendencia judía, cosa que entonces no aparecía precisamente comotítulo de honor. Los miembros del Cabildo debían ignorar el origen judío del apellido.Evidentemente, había además otros criterios para la selección de los HermanosMayores, sobre todo la buena conducta. Los Hermanos Mayores presentesen el Cabildo de 1688 eran Don Alonso Ramírez de Montalbo, Francisco López, Antoniode Liñán Rincón, Juan de Liñán Lemos, Marcos Alférez, Bartolomé de Liñán, Pedro de Cervantes, Juan García Santaolalla y Don Enrique Ramírez de Montalbo». Los mismos nombres, con la adición del Lic. Don Domingo Carrillo y laausenciade Don Enrique Ramírez de Montalbo aparecen en el Cabildo de 169294. Enel de 1693 hay que añadir a Don Francisco de Santillán, a Juan Carballo Roxas ya Juan de Lisbonaw. En el de noventa y cuatro, aparece además un Juan NúilezdeTorow. En la lista de Hermanos Mayores aparecen varios de los apellidos de las familias quese sentaban en el Concejo de la Villa, Ramírez de Montalbo, Cervantes, Liñán. Esraro sin embargo que no aparezcan entre los Hermanos otros apellidos de abolengocomo Dávila, Aguilar y sobre todo los Quintanilla que jugarían poco después un papelactivísimo en la Hermandad. Las tres familias se hallaban entonces en Lora?' yDonBartolomé de Quintanilla dio en 1687 una limosna por llevar las andas de la Virgen98• Otros apellidos podían ser los de clérigos de la Orden de San Juan o escribanosy abogados que ejercían en Lora (Lic. Don Domingo Carrillo). Regíala Cofradía un Mayordomo, que presidía los Cabildos y administraba las limosnas.Le asistían un Alcalde de la cofradía y un Diputado de cuentas. Sólo losHermanos Mayores asistían a los Cabildos, en que se tomaban las decisiones. Lacofradía estaba sujeta a la visita del Vicario General y Visitador en nombre de la Orden,como lo estaban todas las demás asociaciones y obras pías de la villa y sutérmino.
92. Libro Cofradía, fol. l. 93. Ibíd., fol. l. 94. Ibíd., fol. 30r. 95. Ibíd., fol. 31r. %. lb íd., fol. 32r. 97. LA 1681-1690, fol. 139. 98. Libro Cofradía, fol. 18.
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sión fue tomada por la Cofradía y el Clero. Se decidió vestir la Imagen de la Virgen. Recuérdese que esta era una fina imagen gótica de talla de madera, sentada sobre un como castillo. Así la habían conocido siempre primero los setefillanos y luego los loreños. Pero a mediados del siglo XVII se tenía más inclinación al fasto y al ropaje rico que a la línea escultórica. Naturalmente a una imagen de talla no se le podían poner joyas; a lo más, una corona. ' La decisión de vestir la Imagen fue, en cierto modo revolucionaria, porque modificó totalmente su aspecto. Se modificaba uno de los símbolos religiosos más profundamente arraigados en la psique de los loreños. Y esto no se pudo hacer sin desencanto y algunas protestas. ¿En qué nos fundamos para decir que el cambio se introdujo en esta época? Ante todo, en el aspecto que se dio a la Virgen, con su rostrillo de dueña o de monja, y en el estilo de los vestidos. Pero además hay un hecho que lo confirma. La imagen del Niño estaba tallada en la misma madera y aunque separada en el resto quedaba unida a las manos de la Madre, que la sostenían, por los lados. Hubo pues que separarla y para ello aserrarla cuidadosamente. Una vez separada, fue sustituida por otro Niño y la Imagen anterior fue regalada al Convento de Madres Mercedarias, De aquí se la llevaron las cuatro monjas que fueron a fundar el Convento de la Merced Descalza en la calle de Góngora de Madrid. Ahora bien, las monjas dejaron el convento loreño el día de San Pedro Mártir, 29 de abril de 1665. Una conclusión se impone, la vestición de la Virgen hubo por fuerza de tener lugar antes de esta fecha. A partir de este momento, fue más posible regalar joyas a la Virgen. A fines del siglo tenía esta sólo cuatro pequeñas que fueron enajenadas para sufragar en parte el coste de las nuevas andas de plata. En las cuentas dadas por el Mayordomo en 1703 sabemos que la Virgen tenía entonces una corona de plata de libra y media, otra el Niño de cinco onzas, un cetro de plata dorada y un pectoral de cinco piezas. La Virgen tenía además un rostrillo de oro y esmeraldas. Era la joya más valiosa de la pequeña colecciónw.
Las andas de plata Si el rostrillo de oro, el pectoral y el cetro y probablemente también las coronas de plata fueron ofrecidas a la Virgen después de que ésta fuera vestida, en cambio la Virgen y su cofradía poseían desde hacía más tiempo un objeto de mucho más valor: unas andas de plata. Como deducía muy bien Don José Montoto en sus Tradiciones de Lora y Setefilla había unas andas de madera que eran las utilizadas para los traslados de la Imagen Sagrada de la ermita a la villa y al contrario. Todavía 99.
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Libro Cofradía,
fols. 84-85r.
l
y p V q h p p de di H za Se re la ga 9 de an
lavilla, dado que no se las utilizaba en los traslados. En el Cabildo del 22 de marzo de 1693 se nos informa que la Cofradía estaba yatratando de hacer unas nuevas andas de plata, al afirmar los Hermanos que no podían dar más de 30 reales de vellón para la campana que quería el PriorVicariohacer para la Iglesia Mayor «por hallarse la Cofradia con las andas de plata quese han de hacer» 101. Algo más de un año después se nos dice que las andas viejas habíansido ya llevadas a Sevilla y entregadas al platero Diego Gallegos, para con su platahacer las nuevas. El asunto de la construcción de las andas fue bastante complicado.El platero había quedado con la Cofradía que harían falta ochocientos pesos de plata, además de las andas viejas, para hacer las nuevas. Pero luego salió diciendo que sería necesario mucha más plata. El asunto preocupó no poco a los Hermanos Mayores, porque al mismo tiempo la iglesia de la Virgen estaba amenazandoruina. Por ello en el Cabildo del 8 de septiembre de 1694 se acordó enviar a Sevillaal Hno. Don Francisco de Santillán y al Vicario Eclesiástico de la villa, para recobrar las andas viejas y lo entregado hasta entonces y tratar con otro platero la construcción de las nuevas «a menor costa»I02. La amenaza de retirarle las ganancias debieron surtir efecto en el platero Gallegos, porque en el Cabildo del 9 de septiembre de 1696 se decía que se estaba ya «para finalizarlasaw' . Antes de terminado el siglo, las andas nuevas debieron estar ya en Lora. Son las mismas andas,bellísimas, en que hoy se traslada a la Virgen.
100. 101. 102. 103.
Libro Ibid., Libro /bíd.,
Cofradía, fol. 31 r. Cofradía, fol. 33r.
fol. 32r. fols. 32r-33.
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VIII EL SIGLO XVIII EN LORA El siglo XVIII tuvo una importancia particular en la historia de Lora y en la delculto a Nuestra Señora de Setefilla, sobre todo en éste. Para la villa fue esta epocade construcción de varios edificios que aún cuentan entre los más hermosos queposee. Para el culto a la Virgen fue este tiempo de renacimiento y creación de nuevastradiciones.
Lora en el siglo
XVI/J
En este siglo no se amplió el casco urbano. Sin embargo, se advierte a lo largo deélcierto afán por construir y reconstruir grandes edificios, indicio de la situación económicabrillante. Lora en el siglo XVII aparecia ya con el trazado que había de tener hasta mediados del siglo XX, con la excepción del Barrio de Jesús. Un censode 1719 enumeraba las calles existentes: Roda Abajo, Santa María, Alcántara, Roda Arriba, Postigos, Barrio Nuevo, Barrio Nuevo Abajo, Barrio del Pozo, Cabras, Calle Larga, Calle del Hospital, del Río, Barrio del Castillo, Barriode Sevilla, Calle de la Merced, del Bailío. Faltan en el censo, aunque existían, las calles de San Francisco, de San Juan, de la Cilla. Las calles de la Mercedy del Bailío eran las que pasaban al lado del convento de la Merced (enel solar de las actuales Plaza Nueva y del Mercado), la primera por la parte del BarrioSevilla y la segunda por el lado opuesto. El afán por' construir o reconstruir edificios amplios se manifiesta ya a principiosde siglo con la reconstrucción a fondo del santuario de la Virgen, comenzada 93
sujeto como obra pía a la visita del Vicario y E se reconstruyó la ermita extramuros del Patrón des Don T. A. Gúserne, Gobernador de Lora en sus nueve «Noticias Antiguas de la vil/a de Lora» escritas poco después durante su gobierno. negro El mismo nos dice que al reconstruirse la ermita se descubrió una base de estatua esclav con una inscripción latina dedicada a un personaje romano+. libera En 1761 se acaban de construir la nueva Casa del Concejo, actual AyuntaRoda miento, por haberse acabado de arruinar las antiguas Casas ya en 1738. Mientras co y se construía el nuevo edificio, el Archivo Municipal estuvo custodiado en la casa de ademá Don Bartolomé de Quintanillas , Siguió la construcción de la llamada Casa de los Eduar Leones por Don Ildefonso Montalbo y Aguilar, obra terminada en 1765. En el misL mo año Don Juan Rodrigo de Quintanilla y Arce reconstruía la ermita pequeña de segund San Bartolomé, que era lugar de entierro de su familia desde 1473. La ermita esque d tuvo situada hasta mediados del siglo xx casi enfrente de las Casas del Bailío, la de en la calle del mismo nombre. En 1774 se había acabado de construir la ermita so, la extramuros de Jesús Nazareno (así se la llamaba entonces) y se estaba construyendo camino otra de Nuestra Señora de la Soledad y San Ildefonso entre el Barrio del Pozo y la la de Alameda del Río. En 1781 Doña Ana María de Quintanilla y Andrade, viuda de en la y Don Alonso Montalbo Aguilar vendía a Doña María Manuela de Quintanilla T Arce un solar de morada que, tenía en la Roda por 30.000 realess . Se trata del lino d mismo solar donde poco después Don Fernando de Quintanilla y Andrade edificaría maestro la que desde el siglo XIX sería la Casa de los Montalbo. Montalbos y Quintanillas Varios estaban entonces emparentados. Es claro que todas estas obras supusieron gran o en a caudal de dinero. ficándo mente el Gobierno de la villa y estaba Juez Eclesiástico- . Poco después San Sebastián, según nos informa
Habitantes Una imagen exacta de lo que era la población loreña en el primer cuarto del siglo XVIII nos la da el censo, muy detallado de 1719, hecho en ejecución de una Real Cédula del 4 de julio 1718, en la que mandaba empadronar a cada uno de los habitantes, con su nombre, oficio y condición social. El padrón nos da ~~ total de 3.489 personas domiciliadas en la villa. Había en ella 115 cabezas de familia que 141 eran vivían de un jornal, pero «la mayor parte del año» no tenían trabajo, 1. 2, 3. 4, 5. 6,
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LA 1774, foL LA 1740: LA 1738-1740, foL 21. LA 1730-1740, fo1s. 17-18, T. A, de Gúseme, Noticias, n, 4, Acta 28 noviembre 1739, LA 1738-1740, LA 1779-1782, fol. 24,
En abiertas expensa San Ba reno, y la de culto d reconstru Alg
entonces enseñánd linos d chachas fols. 34-34r. 7.
L
El padrón de 1719 nos sorprende por un detalle: el número de personas humildes«de nación morena» que habitaban entonces en Lora. Hemos contado unos nuevecabezas de familia o individuos aislados, calificados como tales. Debían ser negroso más bien mulatos. Había así mismo un pequeño número de esclavos y esclavas,uno de ellos cabeza de familia. Aparece cierto número de profesiones liberales:algún escribano, un boticario, un subdiácono preceptor de gramática en la Rodade En Medio, un maestro de primeras letras en la calle Larga. Había un médico y un cirujano en Santa María y otro médico en San Francisco. Se menciona ademásel primer estanco o despacho de tabaco, que regentaba un tal Don Tomás Eduardoen la Roda de En Medio. La topografía loreña es prácticamente la misma que revelaban los censos de la segunda mitad del siglo XVII. Están todavía en función una serie de ermitas quedesaparecerán luego: Tienen santero la de los Remedios en la calle de San Juan, la de Santa Isabel en la calle del Hospital, la de la Soledad en la calle San Ildefonso, la de Santa Ana en la Roda Arriba; fuera del caso urbano la de Jesús, en el caminode Constantina, y la de Santa Lucía en el camino de Sevilla. No tiene santero la de San Bartolomé, por estar sin duda contigua a la casa de los Quintanilla enla calle del Bailío. Trabajaban en propio un mesonero en la Roda Abajo, un propietario de molino de aceite en Santa María, un mercader rico en la misma calle y numerosos maestrosalfareros, herreros, zapateros, barberos, sastres, algún que 'otro albañil, etc. Varioscabezas de familia se califican como hortelanos, no sabemos si propietarios en arriendo. Las familias que controlan la mayor parte de la riqueza, siguen calificándosea sí mismas como Labradores. La población continuaba siendo esencialmenteagrícola. En 1774 tenía Lora 800 vecinos, una Iglesia Mayor, tres conventos con capillas abiertas y Misas diarias, una capilla de Santa Ana con Misa los días de fiesta a expensasde una Hermandad, el Hospital de Santa Catalina con capilla, la capilla de SanBartolomé, patronato de los Quintanilla, las ermitas extramuros de Jesús Nazareno, Santa Lucía y Nuestra Señora de la Soledad cada una con su Hermandad, y la del Patrón San Sebastián, también extramuros. Se había en cambio cerrado al culto definitivamente la de San Juan, a pesar de que alguien quiso por entonces reconstruirla para convertirla en enterramiento de su familia. Algunos detalles más nos dan las respuestas al censo de 1779. La villa tenía entonces 778 casas habitadas y 8 arruinadas, un hospital, un estudio de gramática, enseñándose además filosofía en los dos conventos de varones. Había en ella 17 molinos de aceite, diez tabernas y una tahona. Había 836 muchachos y 770 muchachas menores de 16 años, 323 solteros y 226 solteras entre los 16 y los 25,
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7. L. M. Alonso, Historia general de Andalucía.
Sevilla,
1981, p. 350.
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profesas y cinco legos, el de Mercedarios veintidós profesas un lego y un novicio, y el de Monjas veintitrés profesas y una novicia. Al lado de esta abundante población eclesiástica había veinticinco nobles o hidalgos, de los que cinco empleados por el Rey, dos escribanos, un abogado, ocho procuradores, dos médicos, un cirujano, dos boticarios, dos arquitectos. Quince eran los labradores propietarios, 166 los arrendatarios y 1.012 los jornaleros del campo. Siete los ganaderos no labradores y ochenta y dos pastores a su servicio. Había seis mercaderes y once quincalleros, un platero, cinco hilanderos de seda, siete sastres, dieciséis zapateros y cinco sombrereros con once empleados, tres tejedores, diez taberneros, tres aguadores, dos barberos y cuatro sangradores, doce alarifes, tres arrieros, tres agrimensores. Este es el resumen que de los datos del censo de ese año nos da el libro de acuerdos del Cabildo de la villa en 1774.
En la cumbre social Basta dar una mirada a las estadísticas que acabamos de transcribir de las Actas del Cabildo Municipal para advertir cómo la sociedad loreña seguía formando una pirámide, en cuya cumbre se hallaban unas pocas familias que poseían fincas y ganados y estaban seguidas en un plano algo inferior por las profesiones liberales, a los que sucedían algo más abajo los arrendatarios, seguidos estos por los oficiales urbanos, los jornaleros y los pastores. Los eclesiásticos se entremezclaban con los seglares en la pirámide. En la cumbre se hallaba el Vicario General, Juez Eclesiástico y Prior del hábito de San Juan que representaba a la Orden en lo religioso, seguido por los beneficiados de vario tipo, y algo más abajo por los frailes y monjas de los tres conventos. El censo de 1719 menciona a un Montalbo en la Cilla, otro en la calle de San Juan, y otros dos Montalbo en el Barrio del Pozo. Don Pedro de Aguilar Ponce de León, casado con una Fernández de Córdoba, y en casa contigua Doña Constanza de Aguilar vivían en la calle Larga. Don José Dávila Ponce de León vivía en la Roda de En Medio, cerca de donde tenía su casa Don Francisco de Padilla, casada con una Cervantes. Don Juan de Quintanilla y Andrade casado con Plaza, San Juan y Cilla. D. Juan Rodriga de Quintanilla y Andrade casado con Doña María Manuela tenía su casa en la calle del Bailía. Siguen apareciendo nombre loreños tradicionales como Roxas, Quirós, Liñán, Camuñas, de la Guerra, y otros como Nieto, Aranda, Carrera, Naranjo, de León, de Sosa, un Trigo, sargento retirado, un Merino y un Becerra, amén de los numerosos López, Rodríguez, etc. Los nombres de los que entonces ocupaban la punta de la pirámide son en la primera mitad del siglo XVIII los mismos de antes. Siguen los Cervantes, Dávila, Montalbo y Aguilar y los de Liñán y con ellos aparecen los de Andrade, emparen96
r
La historia de los Quintanilla presenta aspectos interesantes y a veces enigmáticosen este siglo. Ya vimos cómo los Quintanilla estaban en Lora desde al menos el sigloxv, puesto que en 1473 Don Diego García de Quintanilla construyó la capilla de San Bartolomé para entierro de su familia. El apellido Quintanilla sigue apareciendoen las Actas del Concejo de la villa a partir de los códices más antíguos". Algún Quintanilla aparece como Caballero de Calatrava y alguno como Caballero de hábitode San Juan. Un Don Bartolomé de Quintanilla y Deza era clérigo de menoresen 1676 y solicitó para sí la capellanía del Pedroso:«. Y sin embargo, los Quintanillano aparecen entre los Hermanos Mayores de la Virgen en las Actas del Libro de la Cofradía relativas a los últimos trece años del siglo XVII ni asociados al culto de la Virgen con excepción de una limosna que dieron en 1667 un Don Bartolomé deQuintanilla y sus compañeros por llevar las andas!' . De repente en el Cabildo del 8 de abril de 1708 los Hermanos Mayores con la mayor parte de votos eligieron parasuceder a Juan de Lisbona como mayordomo a Don Juan Rodriga de Quintanicaballero de lIa y Andradev. Este señor, era hijo de Don Antonio de Quintanilla, Calatravau, vecino, regidor y alcalde de la ciudad de Carmona!-. En 1769, un pariente suyo (él había muerto en 1726 o 1727) que llevaba exactamente el mismo nombre, obtenía carta de vecindad en Lora donde tenía casa abierta desde hacía algúntiempo». Aun entonces el Cabildo de Carmona, a quien había recurrido «por tenervecindad en ella desde tiempo inmemorial» declaró seguir reconociéndolo como miembrode dicho cuerpo «dispensándolo de las franquicias y gajes». 16 • Todo esto quieredecir que a lo largo del siglo XVII había Quintanillas en Carmona y en Lora, aunque la presencia de la familia en esta última hacia finales de siglo parece haber disminuido mucho. En el siglo XVIII, tal vez por haber heredado tierras por aquí vienena instalarse en Lora al menos algunos de los Quintanilla de Carmona. De todos modos, los Quintanilla se convierten en el siglo XVIII en los líderes de Lora. Ellos dirigen la Hermandad de 1708 a 1767, como Mayordomos, primeras Camareras y bienhechores. En 1742 un Don Bartolomé de Quintanilla y Andrade es tenientede Gobernador de Lora" y los representantes de la familia siguen teniendo parte activa en los Cabildos del Concejo Municipal. Este papel de protagonistas
8. LA 1738-1740, fol. 24r. 9. LA 1578, fols. 34r, l24r; 1580, fols. 96r, 361; 1587, fol. 157; 1639, fol. 39r; 1673, fol. 201; 1676, fols. 562-563;1683, fol. 139. 10. LA 1671-1680, fols. 562-563. 11. Libro Cofradía, fol. 18. 12. Libro Cofradía, fol. lOOr. 13. LA 1746-1750, sin n. fol. (septiembre 1746). 14. Acta de118 de octubre 1708: LA 1701-1710, fols. 28r-29. 15. LA 1769-ln3, fol. 25. 16. Acta 24 abril 1769: LA 1769-1773. 17. LA 1741-1745, sin n. fol.
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Quintanilla y Andrade hará pleito contra Don José de la Granja, Procurado~ de Lora, Don Juan de Andrade y Francisco Ybio, alguacil mayor, por haberle denigrado, al parecer negando su hidalguía» , En 1574, Don Bartolomé de Quintanilla (parece tratarse del mismo) alcalde honorífico de Lora y apoderado del Bailío y su Hermano Frey Don Fernando de Quintanilla, caballero de San Juan, nombran a su sobrino carnal Don Juan Rodrigo de Quintanilla alcalde honorífico de Lora. Se opuso a ello Don Bartolomé de Almanza, por ser dicho Don Juan Rodrigo capitular de Carmona, pero sus tíos le dieron posesión. Habiendo recurrido sus adversarios a la Real Audiencia de Sevilla, ésta mandó que cesase Don Juan en el cargo y título de alcalde honorífico de Lora (5 febrero 1574). En 1571 había habido un lance sonado entre un Don Juan de Quintanilla y Don Andrés de Cervantes en plena iglesia. Don Andrés, durante una función, se había sentado en el banco de su familia, prefiriéndolo al del Concejo de la villa, donde tenía su puesto. Don Juan, alcalde, le mandó públicamente que se sentara con los Concejales y Don Andrés se negó, por lo que Don Juan quiso apresarle allí mismo, sin atender a que el lugar sagrado tenía derecho de asilo y por consiguiente hacia imposible apresar a nadie. Don Andrés recurrió al Rey Don Carlos y la sentencia apaciguadora se dio en Madrid el 20 de abril de 177120• Son estas sin duda historias de otros tiempo, ajenas en buena parte a nuestra sensibilidad, aunque entonces de gran trascendencia (el puntillo de honor estaba entonces vivísimo y ardía por un quítame allá esas plumas), pero su relato aunque breve, era necesario, para reconstruir la vida de Lora en toda su entereza.
Pleitos y más pleitos Tal vez fue el gran auge económico de Lora en el siglo XVIII (visible ya al principio del mismo) lo que motivó una serie de litigios por la posesión de los oficios más importantes del ayuntamiento. Ciertamente fue esa riqueza la que permitió a algunos vecinos de Lora, excluidos del gobierno de la villa, intentar hacerse con ellos. Tod-ocomenzó con el intento por la Real Hacienda de apoderarse de algunos oficios. Le salió al paso con un recurso el bailío D. Alonso de Guzmán afirmando que pertenecian al bailiaje la escribanía de rentas, las dos escribanías públicas de la villa, el oficio de Mayordomo y Guarda Mayor del Campo y el derecho de Roa y Portazgo, cuyos arrendamientos a otros producían 2.623 reales al año. Se luchaba pues por intereses económicos. Al mismo tiempo recordaba el bailío que todo ello era «cosa eclesiástica» por 18. Libro Cofradía, fol. lOOr. 19. 20.
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LA 1746-1750, LA 1769-1773,
sin n. fol. (septiembre sin n. fol. (1771).
1746).
de ma
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la po ve di m el el p re h e o L z a u
Esemismo día se ratificaban los privilegios del bailío que no eran pocos: posesión de gobernador, justicia mayor o alcalde dela villa de Lora y su castillo; nombramiento mayor,alcaides de los castillos y de la cárcel, alguacil con voz y voto en el ayuntamiento, dos escribanos públicos del juzgado, alguaciles ordinarios, mayordomo del concejo, depositariode sus propios; derecho de roa y portazgo y demás derechos. Así mismo le correspondíapor título posterior la propiedad de los oficios de Mayordomo y Guarda mayordel campo, la escribanía de millones y cerramiento de dehesas. Quedaba por dilucidar la cuestión de los oficios de regidores. Sobre ellos se echó laHacienda Real, ordenando a quienes los ocupaban que presentasen los títulos correspondientes.En ésta se presentaron D. Fernando Llorente Carrillo, presbítero, y otros vecinoseclesiásticos y seglares de la villa de Lora, solicitando que se secuestrasen dichosoficios, para ponerlos en subasta. Esto era para la Hacienda música agradabilísimayel6demarzo de 1745 se apresuraba a aceptar la instancia. EI30 de abril se registraba elhechode que varios vecinos hacían postura de arrendamiento de dichos oficios. Todo elloiba contra los intereses del bailío, quien inmediatamente recurrió reivindicando parasu dignidad el derecho de nombrar a los regidores. Por su parte también los regidoresrecurrieron afirmando no ser idóneos para el oficio de regidores aquellos que habían hechopostura y ofreciendo un ducado más por oficio, dejándolos en 41 y otro más por eloficio que era propiedad del bailío según la ejecutoria de 1580. Es de notar que los oficiosde regidores eran entonces ocho, amén del de bailío que se contaba como noveno. Lajusticia decidió que dieran 61 ducados por arrendamiento del oficio y siguieran gozandode ello. La hacienda cobraba pues por ellos. El bailío recurrió por lo que tocaba al noveno regimiento de su propiedad, pero el tribunal sentenció que no le pertenecía unoficiode regidor, sino el que iba unido al título de Alcalde mayor de Lora. Con ello salió a relucir la célebre barca de que se habían venido quejando los vecinosdesde el siglo anterior. Se sentenció que la barca pertenecía a la Hacienda Real. El 3 deagosto de 1748 recurría el bailío contra una sentencia que le privaba de un ingreso pingüe.Al final ganaría el bailío. Con sentencia del Consejo del 4 de junio de 1762 se confirmaba al bailío en la propiedad de uno de los regimientos y en la de la barca. La ejecutoriarelativa fue librada el 19 de mayo de 1763. Todo parecía ya atado y bien atado, cuando el 5 de mayo de 1772 comenzó otro pleitopromovido por el procurador Sata a nombre de D. Andrés Cervantes y Aguilar, personero de Lora en el año 1770. La querella tenía por objeto la inseculación de los oficios(alcalde, alguaciles, etc.) del ayuntamiento. Se refiere al acto realizado anualmenteel día de San Juan, por el cual se echaban en un saco o jarra papeles con los nombres de todos los oficios y cada regidor sacaba uno, quedando éstos distribuidos a suerte. D. Andrés Cervantes, heredero de una de las familias más antiguas y prestigiosas deLora (la del Cardenal del mismo nombre), denunciaba algunas irregularidades cometidas con esa ocasión y que quedaban ocultas por ser todo los regidores parientes estrechos entre sí. Hubo el necesario y complicado papeleo, se presentaron ante el Con99
gio del bailía el conferir todos los oficios y por los mismo oponiéndose al tanteo. La documentación del Archivo Histórico Nacional termina aquí. Pero la sentencia final debió ser favorable a los regidores y al bailía, puesto que en la primera mitad del siglo XIX todavía seguían las cosas como antes. El gobernador Gúseme A poco de iniciarse la segunda mitad del siglo XVIII, en 1756, vino como gobernador a la villa de Lora, el personaje más ilustre de todos los que han venido ocupando dicho cargo hasta que desapareció en el siglo XIX. Se llamaba Don Tomás Andrés de Gúseme y había nacido en Jerez de la Frontera el 30 de noviembre de 1712. Tal vez por ello se le había dado como segundo nombre el de Andrés. Estudió en Granada y allí obtuvo el título de abogado, en 1735. Ocupó varios cargos administrativos en Zahara, Marchena, Pruna y Puebla de Algámitas. Durante su estancia en Marchena se casó con una señora de allí, Doña María de Navas Medicis, emparentada con la noble familia florentina. El mismo año de su casamiento, 1650, pasó a Marchena, donde nacería su primer hijo. A principios de 1756 era nombrado bailía de Lora Frey Don Gonzalo Adorno Dávila, jerezano también. Inmediatamente nombró a·D. Tomás Andrés gobernador y lugarteniente suyo para la villa de Lora. El 13 de enero tomaba éste posesión del bailiaje, en nombre de Don Gonzalo, y del oficio de gobernador. Aquí en Lora nacerán tres desushijos. Era hombre erudito, típico representante de la clase «ilustrada» que anima la cultura europea en el siglo XVIII y llega a penetrar en los escalafones superiores de la administración civil. El16 de octubre de 1656, a los pocos meses de haber llegado a Lora, era nombrado académico honorario de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras, la ilustre institución fundada en 1751 por el presbítero Don Luis Germán y Ribón. El 16 de junio de 1759 fue nombrado miembro supernumerario de la Real Academia de la Historia. Sus méritos eran pues notorios. En 1756, nada más llegar a Lora se puso a estudiar restos arqueológicos y documentación de la villa, componiendo con sus resultados las Noticias pertenecientes a la historia antigua y moderna de la villa de Lora del Río en Andalucía. El 12 de mayo firmaba una Breve Noticia del Despoblado de Setefilla, con una adición sobre el municipio arvense, fechada el 10 de octubre siguiente. Gracias a él se han conservado así informaciones sacadas del archivo, datos e inscripciones arqueológicas, que se han perdido en su mayor parte. En diciembre de 1764abandonaba Gúseme la villa de Lora. Moriría en Arcos, donde está enterrado, a fines de 1773, apenas publicado el primer volumen de su Diccionario Numismáticou 21.
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T. A. de Gúseme, Noticias Pertenecientes, prólogo, pp. 5-7.
e d a
enelsolar donde entre 1970 y 1973 se ha construido el bloque de pisos. La iglesia se llamó deSan Juan del Monte y también de Nuestra Señora de los Remedios, por venerarse allíSan Juan Bautista, patrón de la Orden de Malta, y una imagen de la Virgen bajo dichaadvocación. Ya dijimos de paso que hacia finales del siglo XVI, cuando se hallaba ya con algunos desperfectos,dieron licencia a un tal Juan Polo, para que la reedificase y la convirtiera en lugarde entierro para su familian , Los Polo aparecen en el siglo XVI y XVII entre los regidoresperpetuos del ayuntamiento de Lora. Pero o dicha familia se extinguió o, al menos,desapareció de la villa. Quedaba el templo a cargo de la cofradía del Sr. San Juan y Nuestra Señora de los Remedios que existía todavía a principios del siglo XvIII23 y de un santero que vivía con su familia en una vivienda aneja>. Era, desde que seerigió,sede de un beneficio eclesiástico y había en ella un prior 25 • Pero la iglesia de San Juan debía por fuerza tener una situación precaria, al haber sidoconstruida a pocos metros de la iglesia mayor. La construcción de las tres iglesias conventuales, a principios del siglo XVII (cada una servida por una numerosa comunidad) puso aún en mayor peligro a la de San Juan. Las visitas canónicas realizadas ennombre de la Orden de San Juan en los años 1706, 1716 y 1721 hallaron a la iglesia biencuidada y con mucho aseo. En la de 1712 habían descubierto que el ara del altar estabaquebrada y ordenaron al mayordomo Francisco López que la hiciera sustituir-e . En 1730 pasó el templo por un período de auge, al trasladarse aquí el culto de la iglesia mayor,mientras se hacían obras en ésta> . Pero, al acabar este corto período, comenzó la iglesiade San Juan a ser abandonada. La visita canónica de 1739 hacía ver que el altar delsanto patrón se hallaba todo despojado y su imagen colocada a un lado del altar de los Remedios. La de 1743 descubría que el techo se hallaba apuntalado y la de 1756 la describía«quasi destruida, sin aparatos ni omamentosx-e . No se sabe por qué motivo el asunto llegó al «venerando Tribunal de la Santa Asamblea», cuyo secretario escribía el3 de agosto de 1774 al concejo de la villa, pidiéndorelegar a lesinformación sobre dicha iglesia, para decidir si se había de reconstruir usoprofano-s .. El concejo nombró a dos regidores como diputados, para que investigaran sobre el origen e historial de dicho templo en el archivo de las Casas Palacio del Bailiaje. Allíhallaron un volumen en folio «que nombran Libro Becerro que comprehende varios ó
22. LA 1774-1776, fol. 79. Transcribe «Libro Becerro», fol. 364r. 23. LA 1774-1776, fol. 84r: «Libro de Quentas de la Cofradía del Señor San Juan de los Remedios», 1681-1704. 24. LA 1774-1776, fol. 81. 25. LA 1774-1776, fol. 78r. 26. LA 1774-1776, fols» 8182r. 27. LA 1774-1776, fols. 82r-83. 28. LA 1774-1776, fols. 83-84. Transcribe datos de un Libro de Visitas. 29. LA 1774-1776, fol. 69.
y
Nuestra Señora
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dre Jesús, ésta acabada de reconstruir), la capilla del hospital de Santa Catalina y la de San Bartolomé (calle del Bailío) y al término del casco urbano, la ermita de Santa Ana, donde había Misa los días festivos, a cargo de la Hermandad del mismo nombre. Adviértase que no se habla ya de la ermita del Sr. San Sebastián y se dice que se reconstruía la de Nuestro Padre Jesús. El gobernador Gúseme nos había dicho que a mediados del siglo XVIII se había reconstruido la de San Sebastián. Debió de algunas obras provisorias de reparación. Porque poco después, en 1764, se ponía fin a la construcción del templo de Nuestro Padre Jesús, utilizándose algunos materiales de la del santo patrón de la villa, situada en el mismo sitio o muy cerca. La construcción del nuevo templo, hecha bajo el patronato del Sr. Fray Don Fernando de Quintanilla y Andrade, caballero de la Orden de San Juan 31 , venía a enriquecer la arquitectura religiosa de Lora. Por esa misma exposición de razones que llevaban al cabildo a opinar que se debía relegar a uso profano la iglesia de San Juan, nos enteramos de que en 1774 se estaba construyendo la ermita de la Soledad «a expensas de limosnas y de la Hermandad».
Ermita de San Bartolomé y capilla de San José La preponderancia económica y política de la familia Quintanilla a lo largo del siglo XVII en Lora se ve confirmada por dos iniciativas tomadas por algunos de sus miembros en la segunda mitad del siglo. En primer lugar don Juan Rodrigo de Quintanilla y Arce en 1765 llevó a cabo algunas obras de reconstrucción en la ermita de San Bartolomé, entierro de su familia desde el siglo xv. Lo afirma la inscripción que él mandó poner en el panteón familiar situado en dicha ermita, rehaciendo la lápida medieval probablemente ya bastante maltratada por los años. Dice así la inscripción:
Aqui yaze Diego Garzia de Quintanilla queenelañode 1473 mandáhazer esta bóveda y lápida delante de la Capilla y Altar por el mismo (construida) y dedicada a honra y gloria de Dios y del Apóstol Sr. San Bartholomé para entierro suyo, de sus herederos y descendientes. La mandó reedificar su noveno nieto D. Juan Rodriga de Quintanilla y Arze, Alcalde Mayor y honorífico de la ciudad de Carmona. Año de 1765. 30, 31.
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LA 1774-1776, fols. 73-77. Inscripción sobre la puerta del templo,
por dentro.
familiaren el centro de la capilla que el
Altar de San José y bóveda y entierro, fueron construidos por Doña Ana y Don Juan de Quintanilla y su hijo D. Antonio Enrique Montalbo y Quintanilla parasíy sus descendientes. AflO 1781. Es claro que a estos miembros de la familia Quintanilla les parecio mejor tocar el panteón familiar de la ermita de San Bartolomé y hacerse un sepulcro la iglesia mayor.
no en
UnaIglesiarica El catastro de. Ensenada (1775) nos da una visión clara de cómo estaba repartida la propiedad de fincas urbanas y rústicas en la villa de Lora durante la segunda mitad del siglo XVIII. Del cúmulo de datos emerge el hecho de la gran riqueza que había venido acumulando la Iglesia en la villa, debido en máxima parte a las donacionesque las familias ricas le habían venido haciendo. Una excepción a ello lo constituía el convento de franciscanos, que, por ser orden mendicante, no podía tener posesiones. Sobresalía en riqueza la iglesia mayor. Esta poseía quince casas en la Roda Abajo, nueve en la de En Medio y 13 en la Roda Arriba. Diecinueve casas poseía en la calle Santa María, cinco en la calle Alcántara, 7 en Postigos, 13 en el Barrio Nuevo, 7 en el Barrio Nuevo de Abajo, 11 en Cabras, 7 en Santa Catalina, 10en el Barrio del Pozo, 2 en la calle Larga, 4 en Mas Cabras, 6 en las Ollerías, 3 en la Plaza de San Juan (de la Iglesia), 5 en la calle San Juan, 10 en la calle del Río, un solar y 4 casas en la Plazuela del Castillo, 16 casas en la calle Sevilla, 4 en la calle de San Francisco, y 2 en la del Bailía. Poseía además una casa en la Cilla, que tenía arrendadas el Bailía. Finalmente, dos en las Morerías. Por todo ello, la iglesia mayor percibía rentas de alquiler. Más importantes eran tal vez las fincas rústicas que poseía la iglesia mayor. Hemos contado hasta 31 olivares, propiedad de la misma, dispersos por todo el término (había varios en El Naranjo), unas viñas en el Helecho, dos huertas en el camino de Sevilla, una en el Llano, otra en el arroyo de las Huertas, amén de la de Santa Ana y la del Cano. Tenía tierras en los Fresnos, en San Juan Ancho, en Carrascales, en el cortijo Santa María, junto al Guadalquivir, otros des trozos en el Rincón y tierras de secano en Azanaque. Poseía dos molinos de aceite y uno de pan. Además pagaban tributos anuales a la iglesia mayor los que gozaban de las numerosas capellanías, no pocas familias pudientes, de sus bienes, y varias cofradías>. 32. Catastro de Ensenada, vol. 7: Archivo Municipal de Lora, Leg. 193.
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de Doña María Manuela Valencia 33 • Quienes poseían menos eran las Monjas Mercedarias. Estas tenían un olivaren el Aljarafe, y como herederas de Doña María Manuela Valencia, trozos de tierrasen el Castaño, en el Cascajal, en el Zahoril y en el Rincón>. Estaban además los bienes de las numerosas capellanías fundadas por los ricos en los siglos anteriores y consistentes en alguna que otra casa y algún trozo de tierra. La más rica parece ser la fundada por Arias Gutiérrez de. Cervantes en la primera mitad del siglo XVI. Alonso Fernández el Rico había fundado dos, dejando para ello la finca La Cátedra en el Acebuchal y un pedazo de tierra en la Vega. También tenía fincas la Cofradía del Rosario; la de la Pastora, un solar en la calle del Rastro. También era muy rica la fundada por Doña Francisca de Valencia y la del Vicario Canesas tenía hasta veinte pedazos de tierras. En el catastro de Ensenada aparecen cincuenta y ocho capellanías. Algunas eran muy recientes y habían sido fundadas por los mismos sacerdotes que gozaban de sus rentas». El tema, con la rica documentación que sobre ello posee el Archivo Diocesano de Sevilla, está esperando un estudio monográfico.
Los propios de la vil/a El catastro de Ensenada nos informa así mismo de los bienes que poseía la villa misma. Eran tierras de sembradura de secano la dehesa de los Toros, la Dehesilla, la Mata, la Matilla, los Melonares, la Gitana Alta, la dehesa Boyal, la del Carcho, del Merchante, la de Zafariche, la del Rincón, de Potros, el cortijo del Tinajero, la Palmosa, la Mesa de los Tirahones, el Prado de la Lana, la dehesa del Charco, la del Merchante, La Fila del Góngora, el Soto, los Hoyos, el Moredal, el Cuadrejón, las Barbas, la Vega del Toril, la vega de Valdeconejos, y otras tierras menores dispersas por el término. Entre los baldíos se mencionan tierras en la Matallana Alta, los Carrascales, la Cuenca de los Majadales, los Gallos, la Mesa del Almendro, el Naranjo, los Cotos, las Lapas, Archidona, etc.>. Es evidente que la villa poseía fincas mucho mayores que la Iglesia y más numerosas. Las de la villa eran administradas bajo el control de los regidores perpetuos. Si unimos los bienes de la Iglesia (iglesias y capellanías) con los de la villa, nos damos cuenta del alto porcentaje de fincas rústicas y urbanas, poseídas en Lora por instituciones. Aún quedaban naturalmente tierras, para las varias familias ricas y de 33.
Catastro, vol. 7. Leg. 193.
34.
[bid. [bid.
35. 36. 2001.
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Catastro vols. 7, 8, 9. Legajo 193. Las fincas del caudal de Propios de la villa se hallan en el Catastro desde el folio 1821 al folio
Bien
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Bienes del Bailío El bailío y señor de Lora, en cuanto representante de una institución eclesiástica, cobraba hasta mediados del siglo XIX los diezmos de todos los productos de fincas que fueran propiedad privada. Se les pagaban diezmos de los lechones que nacíane incluso de las colmenas. Todo esto constituía una renta muy suculenta. Es comprensible que el último bailío se resistiera a perderla. Pero además el bailío tenía en propiedad algunos cortijos: La Hornada, La María, Algarín y la Rambla, que eran explotados por arrendatarios de Lora o forasteros. Eran junto con el cortijo Felipe propiedad de las monjas dominicas de la Madrede Dios de Carmona, las únicas fincas cercadas del término de Lora» .
Cofradías loreñas El catastro de Ensenada nos informa indirectamente sobre un aspecto importante de la vida religiosa de Lora en el último cuarto del siglo XVIII. Aparecen comotributarias de la iglesia mayor las varias cofradías que existían en la villa: cofradía del Santísimo Sacramento, del Rosario, del Cristo de la Veracruz, de Santa Lucía,del Señor San Pedro, de Nuestra Señora de Setefilla, del Cristo de la Humildad, de Nuestro Padre Jesús Nazareno, de las Benditas Almas y de la Pastora». Todas poseían bienes y a la del Rosario se le atribuyen fincas rústicas. La del Sr. SanPedro (su altar se hallaba por donde está hoy la capilla del Santo Entierro, en la Asunción) poseía ornamentos litúrgicos riquísimos, que fueron quemados en 1936.Adviértase que había, aparentemente, tres cofradías de Pasión, las de los dos Cristos y la del Nazareno. La de la Veracruz, debía hallarse en la Merced, porque eseera el nombre de la iglesia, junto a la cual edificaron su convento los Mercedariosdescalzos. Es sabido que las cofradías de Pasión tuvieron por aquí un desarrollo extraordinario en este siglo. En Sevilla había cuarenta y cinco. La cofradía de la Pastora debía ser reciente. Se hallaba, con una imagen que fue quemada en 1936, en la iglesia mayor. Decimos que debía ser reciente, porque el culto a María como Pastora, fue propuesto por vez primera en Sevilla el año 1703 por el capuchino fray Isidoro de Sevilla (+ 1756). Fueron apóstoles de la devoción, a partir sobre todo de 1729, los capuchinos, quienes debieron traerla a Lora. De todas estas cofradías han quedado sólo las que más raigambre tenían en el pueblo: la de Setefilla y la de Nuestro Padre Jesús Nazareno. Se habrá advertido que no hemos citado la
37. P. Sanchis Domínguez, «Descripción de la Riqueza Agropecuaria mediados del siglo XVll »: Feria y Fiestas, Lora del Río 1985, p. 71. 38. Catastro, vol. 7leg. 193.
de la villa de Lora del Río a
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El último acontecimiento de que tenemos noticia es de carácter religioso. En octubre de 1798 pasaba por aquí el Beato Fray Diego José de Cádiz, capuchino, con su lengua barba ya blanquecina, sus ojos encendidos por la fe y su palabra estremecedora. Era Fray Diego segundo apóstol de Andalucía, después de San Juan de Avila, y había popularizado las misiones parroquiales. Tan popular se había hecho en Sevilla que en 1792 se le había hecho caballero veinticuatro honorario y canónigo de la catedral con sitial y voto. Su venida a Lora, seis años más tarde, fue todo un acontecimiento. En el momento culminante de la misión, probablemente en el curso de una procesión, predicó a todo el pueblo desde el balcón del ayuntamiento. Recomendó mucho a los loreños la devoción a la Santísima Trinidad. Era el 17 de octubre de 1798. Unos años más tarde, en 1805, se instaló bajo el balcón un retablo del misterio trinitario, para recomendar la devoción y recordar el paso del célebre misionero. En 1961 el retablillo, consumido por el tiempo, fue sustituido por un azulejo.
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IX PUJANZA DEL CULTO SETEFILLANO (Siglo XVIII) Concentrándonos ahora en la historia de la devoción a Nuestra Señora de la Encarnaciónde Setefilla, aspecto primordial de la vida religiosa de Lora del Río, advertimosque en la primera mitad del siglo XVIII se dio en dicho culto un reflorecimientoy pujanza que no dudamos en calificar de extraordinarios. Debido a ese florecerintenso, se crearon por el mismo período nuevos usos que acabarían por convertirseen tradiciones. Algo de ello se debió a la Hermandad y particularmente a la familia Quintanilla que la presidió por todo este tiempo, algo al Concejo de la villaque contribuyó también generosamente a algunas obras importantes, pero el papelprincipal lo desempeñó, por vez primera, el pueblo de Lora, creando esos usos a que nos hemos referido y arrebatándole la iniciativa a los señores del Concejo dela villa. Procediendo cronológicamente, vamos a recordar primero la reconstrucción delSantuario .' Ya hemos visto cómo hacia 1581 debían estar efectuando algunos trabajos en el mismo,porque a ellas destinó entonces el Cabildo de la villa lo que se recabara delas multas impuestas a las familias que no enviaran un representante a acompañar a Nuestra Señora! . Ignoramos de qué género y cuantía fueron las obras' realizadas entonces.El 5 de marzo de 1604 acordaba el Cabildo municipal que se averiguaran losgastos que había hecho el mayordomo de Setefilla en el arreglo del camino de NuestraSeñora y se le diera Iibranza- . Poco después, en 1611, constataban las auto1. LA 1578-1581, fo1s. 365r-366. 2. Acta 5 marzo 1604, fol. 312r.
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a finales del siglo, en marzo de 1693, la Hermandad se lamentase del mal estado en que se hallaba el edificio «está la iglesia de Nuestra Señora amenazando ruina Aun así, se siguió teniendo la Imagen en el santuario qu~ es necesario reparársela»>. y SI, se efectuó algún trabajo en los años sucesivos, éste debió consistir en reparar algun ~esperfecto más urgente, sin acometer a fondo las obras necesarias. El 20 de .abnl. de 1707 entraba de Hermano el ya mencionado, Don Juan Rodrigo de QUl?~amlla y Andrade, natural y vecino de Carmona- , aunque miembro de una familia que desde hacía siglos estaba presente en Lora. Un año más tarde, al cesar en su may.ordomía Don Juan de Lisbona, fue elegido Mayordomo el citado Don Juan Rodngo. Ya dijimos que la sesión fue algo movimentada. El Acta no revela el motivo de la agitación. ¿Se hicieron reproches por el estado de ruina en que se hallaba el santuario? ¿Se dividió el Cabildo al estudiarse los medios necesario~ para reconstruir el santuario? ¿O se opusieron algunos Hermanos a la candidatura a Mayordomo de quien no era ni natural ni vecino de Lora y hacía sólo un año que era Hermano? Esto parece insinuar el Acta al decir que fue elegido «por la ~ayor parte de los votos». Pero es cierto que si fue así, los que se opusieron, erraron Sin. duda alguna. Porque iban a ser el carácter decisivo y el tesón de Don Juan Rodngo los ~ue harían posible la reconstrucción del santuario, dejándolo en la forma en que existe aún hoy. Parece ser que por entonces, a juzgar por lo que dice la inscripción del arco ~el altar ma~or de la ermita, un huracán había venido a empeorar la situación dejando la ermita en estado ruinoso. El 18 de octubre de 1708, las obras se hallaban ya en marcha y Don Juan Rodrigo Quintanilla y Andrade, «alcalde de la ciudad de Car~ona y m~yordomo de Nuestra Señora de Setefilla» se dirigía al Gobernador y Concejo de la villa de Lora manifestando la estrechez de fondos en que se hallaba la Hermandad para .prosegui.r la obra y pidiendo al Cabildo que, puesto que era patrono .del sant~ano contnbuyese a las obras para que no se interrumpiesen y se pudiese ~ubnr la Capilla Mayor", El 24 de octubre de 1709 volvía el Mayordomo a dirigirse al Concejo, manifestándole que aunque ya estaba rematada la obra, se retras~se la restitución de la Imagen al Santuario (se hallaba en la Iglesia ~ayor de la villa) hasta que estuviera dorado el retablos. Por fin el 20 de septlem~r~ de 1711 el Go~ierno de Lora constataba haberse ya terminado las obras y decidía la vuelta de la Imagen a su casa al día siguiente? .
3. 4.
5. 6. 7. 8. 9.
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LA 1611-1618, LA 1611-1618,
fols. 52-53. fols. 302r-303. Libro Cofradía, fol. 31. Libro Cofradía, fol. 99. Acta 18 octubre 1708: LA 1701-1710, fols. 28r-29. Acta 24 octubre 1709: LA 1701-1710, FOLS. 24r-25. Acta 20 septiembre 1711: LA 1711-1720.
ap L 3 qu ni po re re p P F to e d c 4 c d p s v
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aparte. ¿Quiénes contribuyeron a la obra? Contribuyó ciertamente el pueblo de Lora, con las lismosnas de las pujas en la venida de 1708. A las 180 fanegas y hay 3 almudes de trigo de las pujas 13 , vendidos en 12.216 reales y 16 maravedises, Queañadir los 3.264 reales y 15 maravedises que dieron de limosna en la misma venida y varias cantidades que los Hermanos fueron recogiendo, al pedir de limosnas por las calles y el campo de la villa 14 • El Cabildo de Lora costeó el dorado del retablo, trono, frontalero y atril por un total de 7.500 reales, y donó 2.290 realespara ayuda en lo demás 15, amén de 15 troncos de pino para madera 16. Tampoco quedó mal el clero: el Prior de Setefilla dio 500 reales; Don Gregorio Basco, Prior y Vicario Eclesiástico de Lora dio 270 y el clérigo de menores, Don Bartolomé Francisco de Quintanilla y Deza dio 1.80017 • Entre los dos últimos además costearon todo el retablo de la ermita con un gasto de 7.000 reales. El Bailío envió 500 reales y el Gobernador de la villa, Don Andrés Pretel, dio 6018• Por su parte, Don Juan Rodrigo Quintanilla Andrade, además de haber sido el promotor de todo y haber dedicado a la obras sus energías durante estos años, consideró dadas por limosna los 4.344 reales que saldaban a su favor las cuentas. Declaraba Don Juan Rodrigo al cerrar las cuentas «por la mucha devoción que ha tenido y tiene con Nuestra Señora de Setefilla y para que Su Majestad Santísima sea servida de darle eficaces auxilios para que en esta vida la ame y sirva y después sea su Intercesora y Abogada con su Santísimo y Preciosísimo Hijo le perdone sus pecados cuando de este mundo vaya», remitía y perdonaba los 4.344 reales que quedaban de saldo a su favor 19 • ¿Qué obras se hicieron en el Santuario? Tanto la inscripción que se halla todavía en el arco del altar mayor como el Acta del Cabildo de la Hermandad del 4 de abril de 1712 hablan de reedíficación». Fueron pues obras considerables. Dejando de lado informaciones parciales que nos van dando las Actas del Concejo Municipal sobre la marcha de las obras, por las cuentas finales sabemos que por lo menos se techó de nuevo toda la Iglesia (maderas y tejas), se construyó y adornó por dentro la cúpula, se hicieron nuevas las dos puertas de entrada en el santuario, se construyó y doró un nuevo retablo, el trono de la Virgen y el atril y se pusieron nuevo púlpito y' nueva pila de agua bendita. ¿Se modificó o al menos amplió el trazado de la iglesia? Dada la calidad y cantidad de material empleado (8.400 ladrillos) no 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16.
Libro Libro Libro Libro Ibíd., Ibíd., Ibíd.,
17. Ibid.,
18. Ibíd., 19. Libro 20.
Ibid.,
Cofradía, Cofradía, Cofradía, Cofradía, fol. 109r. fol. 109. fol. 115. fol. 110. fol. 110. Cofradía, fol. 106r.
fol. 111r. fols. 115 y 115r. fol. 115. fol. 107r.
fol. 116.
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que además donde está hoy la habitación del santero, se hallaba la hospedería de San Marcos. Todavía se harían en la segunda mitad del siglo XVIII algunas obras en el santuario y sus alrededores. Primeramente en 1768 el entonces mayordomo, D. Antonio Enrique Montalbo y Quintanilla, constataba que las antiguas Escaleretas (camino serpenteado que sube desde el pie del monte a la Mesa del santuario) se hallaban en tan mal estado que era prácticamente imposible arreglarlas y por ello obtuvo el consentimiento de la Hermandad para abrir unas escaleretas nuevas, de más fácil tránsitou . El cambio llevaba cierta carga emotiva, puesto que las Escaleretas habían sido el camino por donde desde hacía siglos se había llevado la imagen de la Virgen a Lora y devuelto a su casa. Al mismo tiempo se acordaba hacer unas reparaciones en la ermita y en los cuartos anejos. En 1770-1771 se amplió el conjunto de edificaciones del santuario, construyéndose detrás del mismo las hospederías de la Hermandad, de la camarera y de los Gremios. También entonces, para sufragar los gastos considerables que esto supuso se pidió limosna por el pueblo y los Hermanos contribuyeron en lo posiblev . Al acabarse de edificar dichas hospederías, la casa de la Virgen tomaba, a fines del siglo XVIII, el aspecto exterior que ha conservado hasta las obras realizadas en los últimos años. Ignoramos si fue entonces cuando se construyó la casa del santero, junto a la puerta lateral del santuario. Fue construida sobre el cementerio medieval. Al destruírsela no hace mucho, aparecieron las tumbas.
El pueblo toma la iniciativa Mucha más importancia que la reconstrucción del santuario tuvieron, para el desarrollo de las tradiciones setefillanas, dos hechos, de género muy diferente, que se produjeron en la primera mitad del siglo XVIII. En primer lugar, el pueblo de Lora que había sido siempre tenido al margen de las iniciativas referentes al culto a Nuestra Señora de Setefilla, reservadas al Gobernador y a los representantes de las familias más ricas que se sentaban en el Concejo de la Villa, arrebató a los señores la iniciativa sobre los traslados de la Virgen. En segundo lugar, el mismo pueblo, a través de los Gremios, comenzó. a celebrar funciones durante la estancia de la Imagen en Lora. Ambos hechos estaban destinados a enriquecer considerablemente el caudal del folklore religioso de Lora. Reconstruyamos primero la historia del primer hecho: la iniciativa pasa a las manos del pueblo. 21. Acta 12 mayo 1768: LA 1762-1768. fol. Libro Quentas, fol. 59-59r. 22. Libro Quentas, fols. 70r-71.
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13de abril de 171630• En todo esto la iniciativa había sido tornada por el Cabildo de la Villa, sin queal pueblo de Lora le hubiera cabido otra parte que la de secundar con su devoción,la decisión tomada por el Gobernador y los Regidores, yendo un buen grupo por la Imagen y recibiéndola los más a las puertas de la Villa. En el Cabildo celebrado por las autoridades civiles el 14 de marzo de 1718 aparece un hecho nuevo que va a incidir profundamente en la historia ulterior. En él el Gobernador da cuenta de que «la mayoría de los labradores de esta villa y sus vecinos hacen repetidas instancias sobre que venga a favorecerles la Reina de los Angeles con la advocación de Nuestra Señora de Setefilla que está en su ermita en la sierra». Los alcaldes y regidores aceptan la petición y deciden que se traiga a Lora el jueves 17del mismo mesu . Exactamente la misma expresión usa el Gobernador en el Cabildo del 10 de abril de 172232 y en el del 22 de marzo de 172633• No conviene adelantar hechos, proyectando hacia aquellas primera venidas de la Virgen del siglo XVIII las costumbres y ritos posteriores. El hecho de que se hable de «repetidas instancias» demuestra que no se produjo en estas ocasiones una de aquellas manifestaciones de multitud que es ahora parte integrante del ritual de la traída de la Imagen. Se trataba, sin duda, de manifestaciones privadas de un deseo que se estaba generalizando. Recuérdese que los principales propietarios de tierras ocupaban un puesto en el Cabildo de la Villa. La primera manifestación colectiva y pública de que tenemos constancia parece haberse producido en marzo de 1733, puesto que en el cabildo del 13 de este mes Don Juan de Quintanilla, alcalde, manifesta a sus colegas de Cabildo que «el pueblo con la devoción que tienen a la Imagen de Nuestra Señora de Setefilla está conmovido y piden se traiga a Su Majestad a esta villa»>. El término «conmovido» significa ciertamente en la pluma del secretario capitular en las actas de los años siguientes, no un sentimiento interior, sino un movimiento exterior y público. Este sentido es evidente en el acta del 26 de marzo de 1734 donde se dice que «la gente que concurrió a dicha fiesta (del 25 de marzo en la ermita) así de esta villa como de los lugares círcunvecinos, que era mucha de ambos sexos, se conmovió, 23. 24.
25. 26. 27. 28. 29. 30. 31. 32. 33. 34.
LA 1701-1710, fol. 6. LA 1701-1710, fol. 4. Libro Cofradía, fols. 96r-97. Acta 24 octubre 1708; LA 1701-1710, fols. 24r-25. LA 1701-1710, fol. 7. Acta 20 septiembre 1711: LA 1711-1720, sin n. fol. Acta 12 marzo 1712: LA 1711-1720, fols. 4-4r. Acta 4 abril 1716: LA 1711-1720, fols. 6r-7. Acta 14 marzo 1718: LA 1711-1720, fol. 7. Acta 10 abril 1722: LA 1721-1730, fol. 2. Acta 22 marzo 1726: LA 1721-1730, fols. 24-24r. Acta 13 marzo 1733: LA 1731-1740, fol. 20.
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Lora, comunicaba a los alcaldes y regidores que «la noche precedente acudió a su merced porción de gente de este pueblo, pidiendo que para el remedio de dicha necesidad (sequía) se trajese a esta villa a la Virgen de Setefilla, nuestra Madre Santísima, lo que ponía en noticia del Cabildo para que diese la providencia que conviniesen». El Cabildo por entonces rehusó acceder, dando como motivo que la necesidad no era urgente «y sin ella no es justo mover de su Santuario a tan Soberana Imagen», pero el 17 siguiente ordenaba que el 27 del mismo mes de febrero, miércoles de ceniza, se trajera a la Virgenw , El 7 de octubre de 1749 se comunicaba así mismo que en la noche del viernes pasado «muchas personas de ambos sexos» habían propuesto al Gobernador la traída de la Imagenw , Algo semejante se dice el 16 de abril de '1771: en' la noche anterior se habían presentado «varias
personase» .
.
De manera mucho más signifícativa-a expresa el Acta del 6 de marzo de 1770: «En la noche anterior se conmovió todo el pueblo por las calles y plazas, pidiendo se traiga la Imagen ... »42. La afirmación vuelve a aparecer el 14 de marzo de 179043 y 13 de diciembre 179544. Su significado no puede ser más claro. Tenemos por consiguiente que a partir de 1718 el pueblo de Lora comenzó a tomar la iniciativa de pedir al Cabildo Municipal se trajera la Venerada Imagen. A partir de entonces, durante todo el siglo XVlII, el pueblo sigue repitiéndolo y a partir de 1733 lo hizo casi siempre con manifestación callejera. Hubo sin embargo a lo largo de ese siglo casos en que el Cabildo de la Villa, como había hecho hasta entonces, siguió decidiendo la venida de la Imagen, sin que en las Actas se mencione la iniciativa popular-' . Hemos por fin de recordar dos ocasiones memorables en que la fuerza de la devoción popular fue tan grande que el pueblo se le escapó de las manos al Gobierno de la Villa. La primera vez que sucedió esto fue el 25 de marzo de 1734. Lo contaba así el Gobernador en el Cabildo celebrado el día siguiente:
«Hallándose ayer 25 del corriente en la ermita de Nuestra Señora de Setefilla, celebrando la fiesta (función) del pan y queso, que se acostumbra 35. Acta 26 marzo 1734, LA 1731-1740, FOL. 18r. 36. Acta 10 marzo 1739: LA 1731-1740, fol. 8. 37. Acta 2 diciembre 1667: LA 1661-1670, sin n. fol. 38. Acta 7 febrero 1743: LA 1741-1745, sin n. fol. 39. Acta 27 feb rero 1743: LA 1741-1745, sin n. fol. 39. Acta 27 febrero 1743: LA 1741-1745, sin n. fol. 40. Acta 7 octubre 1749: LA 1746-1750, sin n. fol. 41. Acta 16 abrill771: LA 1769-1773, sin n. fol. 42. Acta 6 marzo 1770: LA 1769-1773, fols. 34r-35. 43. Acta 14 marzo 1790: LA 1787-1790, sin n. fol. 44. Acta 13 diciembre 1796: LA 1795-1800, sin n. fol. 45. Actas 10 marzo 1739, fol. 8; 17 febrero 1743, sin pág.; 26 marzo sin pág.; 2 abril 1772, sin pág.; 13 abril 1780, fols. 47r-48r.
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1744, sin pág.;
19 abril
1763,
nos, que era mucha de ambos sexos se conmovió pidiendo a voces se trajese a esta villa la Imagen de Nuestra Señora» .» El Sr. Gobernador no pudo menos de acceder y la Imagen fue traída de improviso el mismo día, con sorpresa del resto del pueblo y de los regidores que no habían acudido a la ermita. El cabildo hubo de celebrarse, pues, a hecho consumado. La mención de testigos y circunstancias hecha por el Gobernador revela claramente su intención de acallar los recelos y posible protestas de los miembros del Cabildo, por no haber podido usar de un derecho que les correspondía en virtud decostumbre ininterrumpida desde hacía más de dos siglos. La segunda vez que en el siglo XVIII el pueblo se le escapó de las manos al Cabildo Municipal tuvo lugar en la primavera de 1773. Habían comenzado a moverse los loreños a mediados de abril, pidiendo se trajera a su Patrona, pero en el Cabildo del 19 de este mes las autoridades acordaban no traerla, dando corno razón el «poco tiempo que hace se trasladó a su capilla, por cuyo motivo no tienen los gremios fondos ... »47. Unos días más tarde, volvían a reunirse las autoridades dado que «el pueblo se ha vuelto a conmover», pero por esta vez diferían el tomar una decisión, debido al hecho de que, por hallarse algunos Capitulares en la feria de Mairena, el Cabildo no era pleno. Pero al pueblo le apremiaban más sus necesidades y su devoción que las razones económicas y jurídicas dadas por las autoridades y a principios de mayo volvía a echarse a la calle para pedir a la Virgen. El Cabildo se reunía el 3, fiesta de la Santa Cruz, muy popular entonces, mientras el pueblo se quedaba aguardando en la calle. Como la decisión tardaba, algunos decididos subieron a la torre de la Iglesia Mayor y echaron a vuelo las campanas, señal con que se anunciaba y celebraba la decisión de traer a la Virgen. Al Cabildo no le quedó más remedio que dejar en acta constancia de su protesta porque aquello era «contra su regalía», pero, para no enfrentarse con el pueblo y porque se trataba de la devoción a la Virgen Santísima su Patrona, ordenaron que el Ayuntamiento hiciese de todas maneras la función en honor suyo cuando se trajera la Imagen-e.
Actitud del Cabildo En todo esto es útil examinar la actitud del cabildo ante los deseos populares de que se trajera la Imagen de la amadísima Madre y Señora. Esta actitud es claramente de contención y moderación en defensa de una costumbre según la cual la Imagen
46. 47. 48.
Acta 25 marzo 1734: LA 1731-1740, fol. 18r. Acta 19 abril 1773: LA 1769-1773, sin n. fol. Acta 3 mayo 1773: LA 1769-1773, sin n. fol.
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Soberana Imagen», se difiriera el traslado para más adelante y se limitaran por ahora a hacer celebrar en la ermita una Misa cantada «para que Su Majestad alcance de su Hijo Santísimo conceda el agua que se necesitao-s . Diez días más tarde, sin embargo, la necesidad se había hecho más urgente y los mismos Capitulares decretaban la traída de la Imagen. El hecho se repite el 16 de abril de 1771. En la noche anterior «varias personas» habían acudido al Gobernador, para pedirle se trajera a la Virgen. Los miembros del Concejo juzgaban no ser tan urgente la necesidad y oponían por otra parte el que los Gremios se hallaban sin fondos. Es de advertir que la Virgen había venido a Lora un año antes 50 y por lo mismo había sido devuelta a su Santuario hacía sólo algunos meses» Por tercera vez se repite el hecho el 19 de abril de 1773. De nuevo se habían adelantado los loreños y de nuevos los Capitulares decidían no poder acceder al deseo popular por el «poco tiempo (que) hace se trasladó a su capilla (había venido el año anterior) por cuyo motivo no tienen los gremios fondos»». Todavía unos días más tarde, ante nueva manifestación popular difería el Cabildo la decisión por no estar presentes todos sus miembros, hasta que, como hemos visto, el 3 de mayo el pueblo le forzaba la mano. El Cabildo de la Villa requería pues que hubiera necesidad urgente para que se trasladara a la Virgen, puesto que sin ella -«no era justo mover a tan Soberana Imagen». Pedía además, que hubiere ya pasado cierto tiempo y se oponía por lo mismo cuando se pedía a la Virgen, al medio año de habérsela llevado. En una ocasión, 28 de marzo 1744, mandaba el Cabildo que la Imagen estuviera en la Villa sólo un mes exacto y que durante él se hicieran todas las funciones. ¿Motivo? Entre otros, «para que la devoción no se resfrie»:». Quedaban pues todavía rastros de la idea primitiva de que el lugar propio de culto a Nuestra Señora en la veneración de su Imagen era su «Santa Casa» y que se traía a la Villa, para que todo el pueblo por un breve período le hiciera rogativas. Por otro lado la devoción a Setefilla toma a lo largo del siglo XVIII unos tonos de corte real. Se habla de «Soberana Imagen», se la designa simplemente con el título de «Su Majestad» ... No hay que olvidar que es entonces cuando Lora regala a la Sagrada Imagen sus joyas más preciosas y regias. Había también motivos económicos. Desde principios del siglo XVIII el ritual que acompañaba la presencia de la Virgen en Lora se había venido complicando, como vamos a ver. Y ello suponía dispendio de dinero, ¿Hubo también en estas resistencias del Cabildo, a los deseos populares, reflejos de una conciencia de clase dirigente? Hubo ciertamente -lo demuestran los textosuna fuerte voluntad de 49. 50. 51. 52. 53.
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Acta 7 febrero 1743: LA 1741-1745, sin n. fol. LA 1769-1773. fol. 35r. Acta 16 abril 1771: LA 1769-1733, sin n. fol. Acta 19 abril 1773: LA 1769-1773. sin n. fol. Acta 28 marzo 1744: LA 1741-1745. fol. 14.
Bailío y de origen forastero. Por ello mismo en estos momentos de tensión el Gobernador aparecía como una figura más bien neutral, limitándose a exponer a los Capitulares los deseos del pueblo. Luego estaban los regidores perpetuos, hidalgos que por ello mismo, tenían derecho a voz y voto en la asambles municipal. Eran representantes de las ricas familias de labradores y ganaderos, de ahí que en las listas de capitulares se vayan repitiendo constantemente los mismos apellidos. Según las respuestas dadas a un formulario de censo enviado por el Gobierno Real a fines delsiglo XVIII había en Lora 15 labradores propietarios y 7 ganaderos no labradores. Deestos tenían título reconocidos de hidalguía 25 personas y por consiguiente los representantes de sus familias, según el sistema político-administrativo de la época, eran miembros del Concejo de la Villa. Los hidalgos del tiempo tenían viva conciencia de su clase, alimentada por ciertos derechos y exenciones fiscales que ellos estaban acostumbrados a defender con energía particular. No podemos ignorar estos hechos, la defensa era explícitamente de «derechos de la institución», pero la institución capitular era pura y simple expresión de unas cuantas familias, entre las que intervenía como árbitro el Gobernador. A la luz de estos datos podemos concluir dos cosas. En primer lugar, la devoción a la Virgen estaba entonces arraigadísima en toda la comarca loreña. Acabamos de leer en las Actas que en la ermita se habían dado cita muchas personas de ambos sexos, tanto de Lora como de lugares circunvecinos. Y entonces los traslados a la sierra eran mucho más arduos que ahora. El pueblo tenía fe ciega en la intercesión de la Virgen para remediar sus necesidades más urgentes y creía medio eficacísimo para recabar dicha intercesión, el traer su Imagen a la villa. De ahí que se manifestara y alborotara, en ocasiones, cuando no conseguía que se trajera. En segundo lugar, es claro que estas manifestaciones públicas y el hecho de que el pueblo en algunas ocasiones arrebatara la iniciativa a los Señores del Concejo revelaun cambio en las relaciones tradicionales entre las clases sociales. La distancia seacorta entre ellas. La devoción a la Virgen fue entonces el catalizador de una nueva mentalidad política que se estaba difundiendo en los estratos sociales más amplios. La base de la pirámide se movía y la cumbre de la misma, inteligentemente, tenía que seguir las oscilaciones. Advirtamos que estamos a mediados del siglo XVIII, algunos decenios antes de la Revolución francesa. Y es que las transformaciones sociales no se forman de golpe, aunque a veces casi de golpe se revelen, ni son jamás totalmente de importación.
54.
Acta 3 mayo 1773: LA 1769-1773.
sin n. fol.
115
de los cultos tributados a la Virgen en sus venidas hacia fines del siglo XVII no aluden jamás a funciones que pudieran dedicarle grupos particulares de personas, organizadas o no. Y ya se sabe que los Gremios han estado tradicionalmente vinculados a las funciones organizadas durante la presencia de la Imagen en Lora. Los Gremios comienzan a aparecer en la segunda década del siglo XVIII. Todavía el 23 de marzo de 170655, el Cabildo, al fijar los cultos que se habían de dedicar a la Señora, ordenaba que después de la «fiesta solemne de Misa Mayor y sermón» con vísperas de rogativas por la tarde se diera por terminados los cultos y al día siguiente se la restituyera a su Santísima Casa en lo cual no haya dispensación ni demora alguna, si no es en caso que algunas personas devotas quieran hacer otras fiestas de igual acompañamiento a la referida, con (tal) que estas no excedan de ocho y haya de ser consecutivamente sin interpolación alguna»w. Adviértase bien: la Imagen se traería el 10 de abril, octava de Resurrección, se cantarían vísperas en la Iglesia Mayor, al recibirla el día siguiente el Ayuntamiento le dedicaría la función (entonces se decía la fiesta) y un día más tarde se la restituiría a la ermita, a no ser que algunas personas devotas quisieran hacerle hasta ocho funciones más en días consecutivos formando así un novenario de Misas. Es muy posible que haya sido esta sugerencia, lanzada por el Cabildo civil, la que impulsara a los Gremios a dedicar funciones litúrgicas a la Virgen de la Sierra. La Imagen estuvo en Lora mientras se hacían las obras de reconstrucción del Santuario en 1708-1711 y volvió a venir el 25 de marzo de 1712, pero las actas no se refieren al culto tributado entonces. Tampoco son mencionados, cuando tratan de la venida de la Imagen el 13 de abril de 171657 y, sin embargo, en el acta relativa a la venida de la Virgen el 17 de marzo de 1718 en la cual se mencionan por vez primera las repetidas instancias que «la mayoría de los labradores de esta villa y sus vecinos hacen» para que se traiga a la Virgen, se dice a continuación:
«Por cuanto en los novenarios y fiestas que por devoción hacen los oficiales (artesanos) y cultivadores del campo se han ocasionado algunos disturbios por solicitar cada parte ser los últimos que han de hacer la fiesta (función) a que dio motivo que para aquietarlos el Cabildo hubiese discurrido el que una vez hiciesen la fiesta primero los oficiales y otra los labradores, alternando en las ocasiones que se ha de traer a dicha Señora. y habiéndose guardado esta regla, aunque no se ha puesto por scripto quando se trajo dicha Señora el año pasado de 1716, hicieron dicha fiesta y tocó a los oficiales
55. 56. 57.
116
Acta 23 marzo 1706: LA 1701-1710. fol. 7. ¡bid. fols. 7-8. Acta 13 abril 1716: LA 1711-1720. fols. 6r-7.
c h p a c
comenzadoa organizar funciones en honor de la común Patrona y que en 1714 se habían disputado el honor de hacer la última, por lo que el Cabildo municipal, paraponer paz, había decidido que alternaran en ese honor, comenzando ese mismo año. Tenemos, por lo tanto, que a más de la función que el Ayuntamiento hacía celebrarnada más traída la Imagen, se hacían por lo menos otras dos funciones, la de los artesanos u oficiales y la de los labradores. Pero es muy probable que hubieraotras funciones pagadas por personas particulares, como sugería el acta de 1706. En 1718 la costumbre de las funciones de gremios se estaba estabilizando no sólo porque es la vez primera que expresamente se hace constar por escrito, sinoporque al referirse a ella, cuando la devolución de la Imagen a su Santuario, en elacta del 4 de mayo de 1718 se habla de «las fiestas y novenarios que la devoción delos vecinos» había consagrado a la Madre de Dios. El 10 de abril de 172259, volvía a recordarse al acuerdo de 1716-1718. A mediados del siglo, la costumbre ya estaba sólidamente establecida y se adoptaba la medida de elegir en el Cabildo Municipal dos diputados para la fiesta quededicaba dicho Cabildo y otros dos diputados para organizar la fiesta de los Labradorese'. De los oficiales o artesanos no se hace nunca mención. ¿Por qué esta diferencia?Sencillamente, porque los hidalgos presentes, por derecho familiar, en el Cabildoeran los mismos labradores ricos que organizaban su función. Mientras que los artesanos no tenían representación alguna en la asamblea y por lo mismo hacíansu elección de diputados fuera de ella y por su cuenta organizaban la función. Hemos de advertir, sin embargo, que además de los 15 labradores propietarios, Lora contaba hacia fines del siglo XVIII con 166 arrendatarios y 1.012 jornaleros. Es evidente que al nombrarse los Diputados de Labradores por designación del CabildoMunicipal esos 166 arrendatarios y los 1.012 jornaleros quedaban privados de voz y voto. Se ignora por qué se inició esa costumbre de designar a los Diputadosde Labradores en el Cabildo, mientras los de artesanos los elegían ellos mismos. Es posible que fuera porque mientras los artesanos constituían una sola clase social, los cultivadores del campo estaban divididos en tres diferentes categorías, propietarios, arrendatarios y jornaleros y la elección de alguno podía ser mal vista por otrosde más alto rango. De los datos recogidos se deducen que en el siglo XVIII había sólo dos Gremios, el de los oficiales o artesanos y el de los labradores, identificados en el acta del 14 de marzo con «los cultivadores del campo». No se crea, sin embargo, que se trataba, necesariamente, de organizaciones estables con cargos renovados periódicamente. Gremio podía significar entonces simplemente todo el conjunto de vecinos 58. 59. 60.
Acta 17 marzo 1718: LA 1711-1720, fols. 7-7r. Acta 10 abril 1722: LA 1721-1730, fol. 2. Actas 7 octubre 1749. sin pág.: 13 diciembre 1796, sin pág.
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dos ... ». Esto significa que hacia esa fecha los Gremios contaban con fondos permanentes, recogidos sin duda entre los loreños que componían ese estamento social con el fin de gastarlos en la función que se dedicaba a la Virgen durante su estancia en la villa. Esto supone que 'había alguien encargado de custodiar y administrar esos fondos. Con toda seguridad lo era el Diputado que había sido elegido para organizar la función, al decidirse la venida de la Virgen a Lora. Esta presencia de los Gremios en el cuita setefillano a lo largo del siglo XVIII está sin duda relacionado por la atención que la sociedad del tiempo prestaba a las organizaciones gremiales. El siglo había comenzado con un decreto que en 1703 había pretendido darles vigor y casi acabaría con una Real Cédula. de 1790 en que se desmontaba la organización gremial, permitiendo a cualquiera ejercer un oficio sin someterse a examen por parte de los gremios. Recuérdese por otro lado que la Real Cédula del 18 de marzo de 1783 reconoció como honrados oficios que no lo eran hasta entonces, como los de curtidores, herreros, sastres, zapateros y carpinteros. Se había ido introduciendo una nueva mentalidad que reconocía dignidad a no pocos trabajos antes llamados serviless' .
Traslados de la Imagen En los párrafos que preceden tanto en lo que se refieren a la toma de iniciativa por el pueblo como a las primeras funciones celebradas por los Gremios, han venido apareciendo no pocas fechas de traídas de la Virgen a la villa y de su vuelta al Santuario. Tratemos ahora de dar la lista más completa que podamos de dichos traslados en uno y otro sentido, fundándonos en los datos suministrados por las Actas del Cabildo Municipal y por los Libros de la Cofradía. Traídas 1705 (antes de mayo)» 10 de abril 1706 (por sequía y para pedir por el buen éxito de la guerra del rey en Cataluña)» 1708 (para reconstruir el santuario) 61.
62. 63. 64.
118
Idas
abril 1706
21 septiembre las obras)>
J. Beneyto, Historia Social de España y de Hispanoamérica: Madrid, Libro Cofradia, fols. 86r-97r. Acta 23 marzo 1706. LA 1701-1710, fol. 7. Acta 20 septiembre 1711: LA 1711-1720, sin n. fol.
1711 (al acabarse
1973, p. 315.
171567 lunes 13 abril 1716 (por sequía)ss domo 8 mayo 171870
jueves 17 marzo 1718 (sequía)»
domingo 12 abril 1722 (sequía)?' jueves 28 marzo
172672
19 marzo 1733 (sequía)?' 25 marzo 1734 (sequíaj> Iniciativa 20 febrero
popular.
173875
domingo 15 marzo 1739 (sequia)?s Miércoles Ceniza 27 febrero
174377
lunes Pascua 6 abril 174478 (<<sólo esté un mes»)> 65. 66. 67. 68. 69. 70. 71. 72. 73. 74. 75. 76. 77. 78. 79.
Acta 12 marzo
1712: LA 1711-1720,
fo1s. 4-4r.
Libro Cofradía, fols.117r,119. lbíd., fol. 117r. Acta 4 abril1716: LA 1711-1720, fol. 8r. Acta 14 maro 1718: LA 1711-1720, fo1s. 6r-7. Acta 8 mayo 1718: LA 1711-1720, fol. 1Or. Acta 10 abrill722: LA 1721-1730, fo1s. 6r-7. Acta 22 marzo 1736: LA 1721-1730, fols. 24-24r. Acta 14 marzo 1733: LA 1731-1740, fol. 20. LA 1731-1740, fol. 18r. (1734). Acta 13 febrero 1738: LA 1731-1740, sin n. fol. Acta 10 marzo 1739: LA 1731-1740, fol. 8. Acta 17 febrero 1743: LA 1741-1745, sin n. fol. LA 1774-1776, fol. 13 (1744). LA 1774-1776, fol. 14 (1744).
119
fines 1755. (por temblor grande de tierra que tuvo lugar el sábado 1 nov. 55)83 26 abril 1763 (sequía)« 26 diciembre (sequía)»
1767
Entre septiembre 176986
1768 y septiembre
12 marzo 177087 (sequía)« 2 abril 177289 (por mucha lluvia y frío) mayo 177390 177491 3 abril 177592 15 abril 178093 (sequíaj= 80.
Acta 7 octubre
81. 82.
Libro Cofradía, fol. 171. Libro Cofradía, fol. 171. Libro Quentas, fol. 5.
83. 84. 85. 86. 87.
88. 89. 90.
91. 92. 93. 94.
120
1749: LA 1746-1750,
sin n. fol. Libro Cofradía, fol. 171.
LA 1762-1768, Acta 19 abril 1763. Acta 2 diciembre 1767: LA 1762-1768. Libro Quentas, fol. 69. Libro Quemas, fol. 66. LA 1769-1773, fols. 34-35r. Libro Quemas, fol. 69. Acta 25 marzo 1772: LA 1769-1773. Acta 3 mayo 1773: LA 1769-1773. Libro Quentas, fol. 110. Acta 24 marzo 1775: LA 1774-1776. LA 1779-1782, fols. 47r-48. Libro Quemas, fol. 110. Acta 13 abril 1780: LA 1779-1782.
(sequía) 21 diciembre 1796101 9 julio 1797102 Treinta tres venidas de la Virgen en el siglo XVIII hemos podido comprobar documentalmente, lo que supone un promedio de una venida cada tres años. Pero también aquí hemos de repetir lo que dijimos a propósito de los siglos anteriores, a saber, que hubo más venidas de las que podemos demostrar con documentos. Por ejemplo, según las cuentas rendidas por el mayordomo don Juan Rodrigo de Quintanilla para el período que va de marzo de 1716 a diciembre de 1721 hubo tres venidas de Nuestra Sefíora a la villa en este período 103, mientras nosotros hemos podido comprobar sólo dos, la de abril de 1716 y la del 17 de abril de 1718. Así mismo en las cuentas relativas al período que va de septiembre de 1739 al mismo mes de 1742, se habla de «las venidas» de la Virgen en este tiempo, en el que nosotros no hemos podido hallar traza documental de ninguna 104 • Un suplemento de información nos lo dan los vítores (cuadros con inscripciones de loa al predicador de una función) que se comienzan a multiplicar en el siglo XVIII. En la lista que publicó J. Alonso Morgado en 1882 (alguno puede haberse deteriorado desde entonces) hay vítores por funciones celebradas en 1720, 1781, 1784, 1785, 1789, 1793 Y 1797. Como las funciones se predicaban ya entonces para despedir a la Virgen, todos estos afíos fueron afíos de vuelta de la Imagen al santuario y dado que la estancia en Lora de ésta era entonces muy breve, hemos de concluir que normalmente se la trajo y se la llevó esos mismos afíos. Si comparamos esta información con las obtenidas de las Actas del Cabildo y de la Hermandad, advertimos que la de 1720, no contenida en estas, viene a confirmar lo que ya nos decía el libro de la Hermandad, es decir, que hubo una tercera estancia de la Imagen entre 1716 y 1721. Sabíamos ya por las Actas que había venido la Imagen de la Virgen en 1781, 1789 y 1797, pero no que hubiera sido trasladada en 1784, 1785 y 1793. A las treinta y tres venidas de la Virgen que constan en los libros, hay pues que añadir, según los vítores, cuatro más: 1720, 1784, 1785, 1793. 95. Acta 18 marzo 1781: LA 1779-1782, fo1s. 38-39. LA 1779-1782, fols. 87-90 (1781). 97. Acta 11 marzo 1781: LA 1779-1782. 98. cf'. Relación Mascarada, N. Montalbo y Coronel, Resumen Histórico de N. Sr. María Santísima de Setefitta. Sevilla: Artes gráficas Salesianas, 1960, p. 63. 99. Acta 14 marzo 1790: LA 1787-1790. 100. Acta 21 junio 1790: LA 1787-1790. 101. Acta 13 diciembre 1796: LA 1791-1800. 102. Acta 6 julio 1797: LA 1791-1800. 103. Libro Cofradía, fol. 126. 104. Libro Cofradía. fol. 153. %.
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J unto a la sequía aparece el «pedir por el Rey» en dos ocasiones (1706 y 1712) y en un caso se habla de epidemia (1749). Podemos afirmar que en las venidas de Nuestra Señora de Setefilla a Lora tienen los que se ocupan de climatología una traza segura, para descubrir cómo fue de seco el siglo XVIII por estas tierras andaluzas. El hecho de que la venida de la Virgen esté unida de ordinario a la «necesidad de agua», explica el que la Imagen se traiga de ordinario entre febrero y abril. Hubo dos ocasiones, sin embargo, en que la Virgen vino en diciembre (1767 y 1796). Ordinariamente, la Imagen debió estar en la Iglesia Mayor de Lora sólo algunos meses y a veces menos. En 1706 estuvo s610 en el mes de abril y en 1744 el Concejo Municipal determinó que estuviera exactamente un mes. En 1718 estuvo del 17 de abril al 8 de mayo. En 1790 del 18 de marzo al 24 de junio y en 1781 de mitad de marzo a mitad de septiembre, pero la dilación se debió a que el Concejo de la villa por una parte y el clero y la Hermandad por otra estaban pleiteando sobre sus respectivos derechos en la fijación de la fecha. A lo largo del siglo, el Gobierno de Lora fue fijando la traída de Nuestra Señora para dentro de muy pocos días: «el lunes próximo», en 1716; el 10 de abril de 1722 decidía que se trajera el 12 del mismo mes y el 10 de marzo de 1739, que se trajera el 15. El 14 de marzo de 1790, acordaban la venida para el 18 siguiente. Esto demuestra que no había funciones propiciatorias previas y que se necesitaban pocas preparaciones para el traslado. La Virgen era traída en las andas de madera dorada 103 y en una ocasión las cuentas contienen la suma pagada a los jornaleros por traer del Santuario las andas de plata J()6, lo que hac~ suponer que la Imagen era colocada en éstas cuando estaba en la Iglesia Mayor o bien que se la sacaba en procesión por el pueblo. . Durante el siglo XVIII se fue reforzando la costumbre de hacerle a la Virgen un novenario de Misas solemnes, dos de las cuales le dedicaban los Gremios de Labradores y Artesanos. Ya vimos CÓmo en el Libro de la Cofradía, en sus cuentas más antiguas, relativas a 1687, aparece ya establecida la usanza de que los fieles dieran limosnas de fanegas de trigo o en metálico por llevar las andas, tanto en la venida como en la vuelta. Es muy posible que dicha tradición comenzara en el siglo XVII, puesto que las Actas de Cabildos municipales del siglo XVI nos dan la impresión de que eran poquitos los que iban a acompañar a la Imagen. Las cuentas de la cofradía de todo este tiempo siguen hablando de las limosnas dadas por ello.
105. 106.
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Libro Cofradía, Libro Cofradía,
fol. 97r. fol. 97.
del día de la Anunciación (Encarnación del Señor), 25 de marzo, o estando esta fecha impedida la celebración por caer en Cuaresma o Semana Santa, el día primero libre que fuera posible. Dicha función era ya conocida por la «fiesta del pan y del queso», nombre debido al hecho de que al acabar la visita se repartían estos alimentos entre los pobres a cargo del mismo Concejo. Asistían a la función los Hermanos Mayores y cierto número de devotos. La fiesta era aún entonces muy popular. De ella se halla abundante información en las actas Municipales 107 • A menudo, por coincidir la fecha con un período de sequía y habiéndose producido peticiones populares, el Concejo determinaba que se trajera la Imagen a Lora ese mismo día de fiesta, después de celebrada la función. Alrededor de 1741 parece que el Concejo había dejado de organizar la ida al Santuario y la celebración de la Misa en el mismo con dicho motivo, por lo que en el Cabildo del 23 de febrero de 1742, se acordaba reanudarla. Es posible que el descuido se debiera al hecho de haberse traído repetidas vecesa la Virgen por este tiempo, lo que hacia inútil la ida a la ermita. La otra fiesta, muy popular, de la Virgen se celebraba ya entonces' el día en que antiguamente se tenía la feria del poblado de Setefilla, es decir, el 8 de septiembre, la festividad profana se había convertido en celebración religiosa. En las cuentas de 1703-1704 aparece ya una partida de gastos por los «quatro dozenas de cohetes para la fiesta de septiembre» 108 y de las «seis libras de zera menuda que se trajo de Sevilla para la fiesta de septiembre» 109 • Las cuentas de 1767-1768 contienen una entrada de limosnas recogidas el 8 de septiembre 1 10 • A juzgar por datos sueltos suministrados por los documentos en nuestro poder, mientras la fiesta del voto era organizada por el Concejo y la Cofradía participaba algo marginalmente, en la del 8 de septiembre ésta era la protagonista. Hemos de advertir, sin embargo, que ya en las Constituciones de 1767 se decía que el Cabildo de la Villa había de entregar el estipendio de la función votiva del 25 de marzo al Mayordomo de la Cofradía «como ha sido siempre costumbre» para que «este junto con la Hermandad dirija y había disponga la mencionada Fiesta» 111. En el curso del siglo XVIII la Hermandad comenzado por lo mismo a convertirse en organizadora principal del culto a la Virgen. Para principios de este siglo había desaparecido ya la fiesta del 15 de agosto trasladándosela al 8 de septiembre. Ignoramos cuándo exactamente se hizo el cambio. De todos modos hemos de advertir que en este período no se celebraba aún novena alguna preparatoria a la fiesta de la Virgen. Y es que los cultos Iitúrgicos a la Patrona seguían haciéndose sólo delante de su Imagen. El 8 subían el pueblo. la 107. Actas 12 marzo 1712, fols. 4-4r. 22 marzo 1726, fol. 24r. 4 marzo 1733. fol. 20; 16 marzo 1733, fols. 20r-21; LA 1734, fols. 13 y 18r; Acta 7 marzo 108, Libro Cofradía, fol. 92r. 109. Libro Cofradía, fol. 97, 110, Libro Quemas, fo1.61r. 111. Constituciones 1767, n , 1; Libro Quemas, fol. 15r.
1733, fol. 16r; 14 marzo 1748, sin pág.
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tocaba la aceptación de las Misas en el Santuario, aunque éstas fueran celebradas por otro sacerdote 1 14 • Sabemos que durante todo este siglo el capellán celebraba la Eucaristía en la ermita todos los domingos y días festivos y además en la Cuaresma 115. De 1743 a 1755 se encargaron de la capellanía los Padres Franciscanos del convento de San Antonio 116. Otras veces, hubo un sacerdote secular. Durante no pocos años fue dando el estipendio para las Misas de los días festivos Doña María de Quintanilla, madre del Mayordomo '!? •
Usanzas en los traslados de la Virgen Sobre el ritual seguido en los traslados de la Sagrada Imagen del Santuario a la villa, tan frecuentes en este siglo, y en su vuelta al Santuario algunas semanas o meses más tarde, tenemos ya información detallada en las Constituciones de 1767, que en su mayoría canonizan costumbres ya existentes. La decisión de traer a la Imagen siguió correspondiendo exclusivamente al Gobierno de la villa hasta el célebre pleito y acuerdo relativo de 178l. Todavía confirman este hecho las citadas constituciones 118 • Tocaba según ellas al Mayordomo (que a menudo fue un Regidor, miembro del Concejo Municipal, avisar al Vicario Eclesiástico de la decisión tomada. Es significativo que las Constituciones, de 1767, no se refirieran todavía a las peticiones populares, a pesar de que éstas venían teniendo lugar desde hacía medio siglo. En el día señalado subían al Santuario serrano seis sacerdotes, destinados por el Vicario Eclesiástico para acompañar a la Señora durante todo el trayecto y los Herrnanosuv , además de otros devotos. Por la mañana del día señalado se celebraba Misa cantada en el altar Mayor de la ermita. Esto hace suponer que por este tiempo (1767), la Imagen se traía siempre por la mañana. Al tiempo de salir del santuario la Imagen, se cantaba la salve y comenzaban las letanías que se iban repitiendo luego durante el trayecto. Salía la Imagen descubierta desde el altar mayor a hombros de los Hermanos Mayores. Se la traía siempre en las andas de madera dorada. Al salir de los portales se corrían los velos de éstas y a continuación podían llevar las andas los devotos que ofrecieren una limosna. Si esto no acontecía, seguían llevándola exclu112. 113. 114. 115. 116. 117. 118. 119.
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Libro Quentas, fol. 106. Constituciones 1767, fol. 16. Constituciones 1767, n. 8, fols. 17-17r. Libro Cofradía, fols. 122r, 135, 139, 144r, 158, 163, 172r, 173r-174; Libro Quentas, fols. 5r, 11. Libro Cofradía, fols. 163, 172r. Libro Cofradía, fol. 144r. Constituciones 1767, n. 9, fol. 18. Ibíd. n. 9 fol. 18r.
la ermita a la Iglesia Mayor? Las Constituciones no dan cuenta de la anomalía, pero sabemos por antigua tradición que en tiempos anteriores firmaban aquí los vecindariosde Setefilla y Lora la entrega de la Imagen a la villa y el compromiso dedevolverla. En la ermita de Santa Ana se encargaban de llevar las andas de la Virgenlos miembros del Concejo de la villa hasta la «Plaza Mayor» en que la tomaba el clero. En la puerta de la Iglesia Mayor volvían a hacerse cargo los Hermanos Mayores. El mismo orden, decían las Constituciones, se seguirá para la vuelta de la Imagende Nuestra Señora al Santuario. Puesto que la Imagen se traía, para celebrar delante de ella cultos de rogativas y, una vez se alcanzara el favor, de acción de gracias, una vez instalada la Imagen en la Iglesia Mayor, comenzaban las funciones (celebraciones solemnes de la Eucaristía que le dedicaban el Gobierno de la villa, los dos gremios y algunos devotos. En ocasiones el Gobierno acordaba la celebración de todo un novenario deMisas, con sermones.
Vítores y Pregones A principios del siglo XVIII podemos ya constatar la existencia de una costumbre que fue conservándose hasta mediados del siglo xx. Para recordar la función religiosatributada por alguno de los Gremios durante la presencia de la Virgen Patrona en Lora, dicho Gremio solía hacer un Vítor, es decir, un texto escrito sobre madera o luego pergamino en el que se hacía constar la función celebrada y el predicador que había tenido el sermón. Decimos que consta ya a principios de este siglo la existencia de dicha costumbre, puesto que provienen de este período los Vítores más antiguos que se han conservado. Creemos que fue entonces cuando comenzó la tradición, al menos por lo que toca a los Gremios, porque fue entre 1706 y 1716cuando los Gremios comenzaron a organizar de modo fijo sus funciones y por cierto, con espíritu de mutua superación. Si antes hubo algún Vítor dedicado por el Cabildo civil o el eclesiástico, no lo sabemos. El hecho es que nada anterior a principios del siglo XVIII ha llegado hasta nosotros. Ni hay trazas de esa costumbre en las Actas Municipales. El Vítor se exponía públicamente, rodeado de luces, la noche del día de la función. A continuación, se fijaba en las paredes internas de la ermita, donde aún siguen expuestos'. El primero conmemora una función celebrada por el Gremio de Agricultores y en la que predicó Fray Juan Bravo. El siguiente, de 1720, es del Gremio
120.
Ibíd. n. 9. fol. 19.
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llovido. El pueblo estaba contento y la función fue de acción de gracias. A las tres de la tarde comenzó a salir el cortejo de la Casa Palacio de los Bailíos, casi en frente de donde hoy está la Plaza de Abastos. El cortejo consistía de una primera parte, alegre, con titirimundis y locos, ciegos y lazarillos y de otra, seria, con coros de ángeles y sibilas que rodeaban una imagen de la Virgen. Terminó el cortejo o mascarada al toque del ave maría (tres o cuatro horas más tarde) y a continuación salió por la calle el rosario 121 •
121.
126
. Monta1bo
y Coronel,
Resumen Histórico, pp. 63-68.
x HERMANDAD, CLERO Y CONCEJO DE LA VILLA (Siglo XVIII) El pueblo de Lora, cuya devoción de la Virgen de Setefilla, ha sido siempre la base sólida del culto público a la Patrona, consiguió, como hemos visto, introducirsedurante el siglo XVIII en el coto cerrado de los que tomaban las decisiones sobre las traídas y vueltas de la Imagen venerada, la élite social que formaba el Cabildo de la Villa. En realidad, no fue el pueblo el único, cuyo «conrnoverse», como se decía entonces, y manifestarse denotaba una cambio incipiente en las relaciones sociales. El clero fue también emancipándose de la tutela total ejercida por el Cabildo civil. Y la Hermandad acabó por rebelarse, dando lugar a un pleito quese ha hecho célebre en la historia del culto setefillano.
La Hermandad Comencemos hablando de la Hermandad. Sobre ello tenemos una información suficiente y en algunos aspectos abundantes entre 1668 y 1803, gracias a los dos Libros de Actas y Cuentas, el Libro de la Cofradía, iniciado en 1668, y el Libro de Quentas y Acuerdos que se abrió en 1762, casi un siglo más tarde, y llegará hasta 1803. Las Actas de la Hermandad nos hacen ver el papel activísimo que ésta tuvo en promover el culto a la Patrona del pueblo y titular suya en el curso del siglo XVIII. SU actividad parece haber sido superior a la de siglos anteriores, aunque esta impresión puede derivar en parte de que para este período contamos con información 127
ciones a lo largo del siglo. Mientras originalmente se la designaba sólo con el nombre de «Cofradía de Nuestra Señora de la Encarnación de Setefilla» 1, en el siglo XVIII se olvida el título relativo al misterio (Encarnación) y se mantiene exclusivamente el topográfico (Setefilla) con la sola excepción de las Actas de los Cabildos de 1706 y abril 1708 en las que alguien más versado en la historia le daba el título de «Cofradía de Nuestra Señora de la Encarnación, María de Setefilla». Siguieron además, a lo largo de todo el siglo las oscilaciones ya advertidas en el anterior, entre el nombre de Cofradía y el de Hermandad. Todavía se hablaba a veces, hasta 1788, de Cofradía y Hermandad o Hermandad y Cofradía en los títulos de los Cabildos y las Cuentas>, pero mientras el nombre de Cofradía, solo, es rara vez usado, se nota una preferencia creciente por el de Hermandadt sobre todo desde que las Constituciones de 1767 le dan ese nombre en el título mismo y repetidas veces en el texto-. La dirección y administración económica de la Cofradía estaba en las manos de un Mayordomo, elegido periódicamente en Cabildo por todos los Hermanos Mayores presentes. El Mayordomo daba cuenta de la administración de los fondos a los demás Hermanos Mayores y para tomárselas se elegían dos «Diputados de Quentas». Posteriormente las revisaba dura!1te la visita de inspección, el Vicario General de la villa que era Visitador de todas las cofradías y obras pías de la misma. En 1703 y 1706 se eligió un segundo «Mayordomo para llevar el estandarte» y dos de libreta y llevar el estanalcaldes S • En el segundo caso se lo llamó «mayordomo darte». En 1708 se eligió sólo Mayordomo, sin que conste que se eligiera ningún otro cargo hasta la muerte del Mayordomo y elección de su hijo para el mismo cargo en 1727. Este año se eligieron un Diputado de cuentas y dos alcaldess , En las Constituciones de 1767 se amplió la que hoy llamaríamos Junta Directiva, incorporándose a ella los cargos de capellán, secretario, muñidor, dos consiliarios y dos diputados de cuentas". El muñidor tenía por oficio convocar los Hermanos a Cabildo por encargo del Mayordomo. El capellán se encargaba no sólo del culto sino de velar por la limpieza del santuario y el buen estado de los ornamentos y enseres litúrgicos. La misión del secretario es obvia y la de los diputados de cuentas es la misma que venían ejerciendo desde muchos años atrás. La de los Consiliarios no está definida, pero fácilmente se comprende que era muy semejante a la de los vocales de las Juntas de hoy. Libro Libro 3. Libro 4. Libro go cofradía en 5. Libro 6. Libro 7. Libro 1. 2.
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Cofradía, fols. 88 y lOOr. Cofradía, fols. 161r, 166r; Libro Quentas, fols. 2, 7r, 9, 61, 94, 107r, 110, 112. Cofradía, fols. 142, 153, 177, 177r. Quentas, fols. 13, 13r, 17, 21r, 23, 24, 32, 59, 64, 69, 79, 80, 81,101, 102r. Cf. sin embarConstituciones, fols. 20r y 21. Cofradía, fols. 83 y 88. Cofradía, fol. 130r. Quentas, fol. 59.
obligación que dar cuenta periódica de la administración de los bienes a los diputados. Esta impresión sobre la dirección personal de la cofradía se acentúa cuando advertimos que mientras hasta 1708 los Mayordomos eran cambiados cada pocos años, de 1708 a 1727 estuvo en este cargo una sola persona, Don Juan Rodrigo de Quintanilla y Andrades , quien 10 dejó sólo a su muerte, momento en que fue elegido su hijo Don Bartolomé Francisco Quintanilla y Quintanilla, el cual lo conservará hasta la aprobación de las Constituciones en 1767. El fenómeno se repetirá en 1778 al ser elegido Mayordomo Fray Don Bartolomé de Quintanilla y Andrade. Este conservó el cargo hasta su muerte en 18009• Dando una mirada a las actas de elecciones hallamos que al comenzar el siglo XVIII era Mayordomo Don Alonso Ramírez de Montalbo, a quien sucedió en 1703 Francisco López Morales 10, seguido en 1706 por Juan de Lisbona 11. El 8 de abril de 1708 era elegido por mayoría de votos Don Juan Rodrigo de Quintanilla y Andrade'>, quien había sido admitido como hermano Mayor sólo un año antes 13 • El acta de su elección como mayordomo nos dice que «en este Cabildo hubo discordias y se salieron todos los hermanos a la calle, habiendo elegido con la mayor parte de votos a Don Juan Rodrigo de Quintanillasnt- . Como no se eligió ningún otro oficial, según solía hacerse, tenemos razón para sospechar que las discordias tuvieron como origen precisamente las elecciones. Es muy posible que algunos se resistieran a elegir por Mayordomo a un señor que era vecino de Carmona, y por lo mismo forastero, y, para más, nuevo en la cofradía. Sin embargo, los Hermanos quedarían tan satisfechos de su actuación que, al poner Don Juan Rodrigo el cargo a disposición de ellos en 1712, una vez terminada la reconstrucción del Santuario, lo reeligieron unánimemente. Sería Mayordomo vitalicio, puesto que cesaría sólo con su muerte en 1727. Le sucedió su hijo Don Bartolomé Francisco de Quintanilla y Andrade» quien había sido recibido como Hermano Mayor sólo un mes y medio antes 16 y gobernaría la Cofradía durante cuarenta años hasta la aprobación de las Constituciones en 1767. Con él, sin embargo, habían sido elegidos algunos oficiales. En 1767 fue elegido conforme a las Constituciones Don Antonio Enrique Montalbo Quintanilla, reconfirmado el año siguiente!" . Le siguió don Fernando de Salamanca y 8. 9. 10. 11. 12. 13. 14. 15. 16. 17.
Libro Cofradía, fol. 101; ef. fol. 102r. Ibíd. fols. 126r-127. Libro Cofradía, fol. 83. Ibíd., fol. 88. Ibíd., fol. lOOr. Ibíd., fol. 99. Ibíd., fol. lOOr. Libro Cofradía, fol. l30r. Libro Cofradía, fols. 129-129r. Libro Quentas, fols. 24r y 63.
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del Santo Sepulcro, Comendador de Cubillas> e intendente de las nuevas poblaciones de Sierra Morena», Los Hermanos Mayores le enviaron a su quinta La María donde se hallaba una diputación para ofrecerle el cargo y él aceptó. El acta habla de la gran «devoción que dicho Sr. Comendador desde su niñez había tenido a nuestra singular Patrona, como heredada de sus padres y abuelos»> Frey Don Fernando sería Mayordomo hasta su muerte en 1800, pero de hecho dirigiría la vida de la Cofradía como Mayordomo «interino» (hoy diríamos como Vice-mayordomo) el sacerdote Don Antonio Tomás Garaondo» . En la misma sesión en que fue elegido Don Fernando, el Mayordomo saliente sugirió la conveniencia de que se eligiese una Camarera de Nuestra Señora, quien se encargase de vestirla y velar por la conservación de sus joyas y vestidos. La idea fue aceptada y resultó elegida Doña María Manuela de Quintanilla y Arce>. Hasta entonces había estado encargado, por Constitución, del cuidado de todos los objetos relativos al culto de la Virgen el Capellán». Se trata de la primera elección de Camarera en la historia del culto setefillano. Sin embargo, como Don José Montoto, quien reproduce el acta de esta elección, ha demostrado, ya antes había actuado de hecho como Camarera Doña María Manuela de Quintanilla Deza, esposa de Don Juan Rodrigo de Quintanilla y madre de Don Bartolomé Francisco, Mayordomos de la Cofradía en el período 1708-1767. Del Acta del 1 noviembre 1778 se deduce que hasta entonces no había tenido lugar elección alguna para dicho cargo, dado que lo que prácticamente se propuso fue la creación del mismo, dándose razones para ello. Sin embargo el inventario de alhajas tomado en 1739, llama a la viuda de Don Juan Rodrigo «Camarera y Depositaria de Nuestra Señora de SetefilIa»28. El hecho tiene fácil explicación. Desde 1708 habían dirigido la vida y actividades de la Cofradía primero su marido y luego su hijo, sin que el primero fuera asesorado por Junta alguna. En cierto momento, Doña María Manuela comenzó a encargarse del cuidado de los vestidos y alhajas de la Imagen y también de vestirla, que era precisamente lo que las camareras de la reina y señoras de la aristocracia solían hacer. Se convirtió, pues de hecho, en la Camarera de la Virgen y ello le fue reconocido tácitamente por los Hermanos, aunque no hubiera sido elegida ello y por lo mismo no existiera oficialmente el cargo. 18. Libro Quemas, fols. 64-64r. 19. 20. 21. 22.
23. 24. 25. 26. 27.
28.
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Ibid., fol. 70r ef. fol. 79. lbid. fols. 9Or-91. Libro Quemas, fol. 101. Cf. Libro Quemas, fols. 126r-127. Libro Quemas, fol. 107r. Libro Quemas, fols. 101-101r. Cf. Libro Quemas, fol. 107r. Ibid. fol. 101r.
Ibid. Libro Cofradia, fol. 147.
de 1767 prescribirían para ser Hermano Mayor «regular decencia, buenas costumbres y limpio nacimíentoa» , repitiendo unos requisitos que se venían ya pidiendo desde antes. Lo de la decencia y buenas costumbres no puede extrañar. En cuanto al limpio nacimiento, pudiera pensarse que se trataba de excluir, según las costumbres del tiempo a los hijos ilegítimos, puesto que entonces no se ponía ya el problema de los llamados «cristianos nuevos», convertidos del judaísmo o del Islam y sus inmediatos descendientes. Sin embargo, la conducta seguida por estos años en la admisión, demuestra que por «limpio nacimiento» se entendía de hecho el pertenecer a una familia de reconocida hidalguía. La pertenencia a los sectores más altos de la sociedad loreña (hidalgos y clérigos). Hoy diríamos (pero es concepto moderno) que se trataba de una asociación clasista a la que la élite local trasplantaba las mismas barreras sociales que existían en lo civil. La exclusión no puede extrañar, cuando se la aplica a la masa de jornaleros del campo, pastores, y criados al servicio de esa élite. Ellos mismos no hubieran ni soñado sentarse en cabildo con los señores para los que trabajaban. Las relaciones entre amos y criados estaban inspiradas por un respeto, algo campechano por parte de los señores, y distante y casi religioso por parte de los asalariados. Pero tampoco podrían pretender asociarse a ellos los pequeños artesanos (coficiales», se decía entonces) que había en la villa. Las presiones, si las había, podrían venir sólo del grupo medio de escribanos, médicos, y maestros del estudio de gramática (venidos ordinariamente de fuera) y de los mercaderes establecidos en la villa. A todos estos debió aplicarse la exclusión, con criterios más estrictos o más amplios, según los casos, dado que en las listas de Hermanos aparecen siempre los mismos nombres: familias de labradores y ganaderos. En el acta del Cabildo celebrado el 21 de mayo de 1688, la más antigua de las conservadas, aparece ya una distinción entre hermanos mayores y menores a la que las constituciones de 1767 darán todavía un refrendo legal. En ese cabildo se rechazó la candidatura de Juan de Góngora, dejándoselo en hermano menor. ¿Quiénes eran estos Hermanos menores? Lo dice claramente la Constitución número 13: «Itern se recibirán por Hermanos menores de esta Cofradía a todas las personas de ambos sexos que lo pretendan, de cualquier estado, condición y calidad que sean»:». Ignoramos quien fuera este Juan de Góngora. ¿Se trata del mismo Don Juan de Góngora y Villalba, vecino de Alcalá la Real, que el 17 de marzo de 1671 fue nombrado Gobernador de la villa por el Bailía de entonces? Si se trata de la misma persona, habría que reconocer que los criterios de selección eran realmente estrechos. De todos modos, nos interesa sólo el hecho de que había hermanos mayores y menores. ¿Quiénes eran estos? ¿Se trataba, como se ha dicho alguna vez, de los 29. Constituciones 1767, art. 11 Libro Quentas, fol. 20. 30. Libro Quentas, fol. 20r.
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y aun entonces, a lo largo del siglo XVIII, no se trataba de asociaciones organizadas, sino del relativo grupo social que con motivo de la presencia de la Patrona en la villa organizaba una función en su honor. Ahora bien, hemos visto que los hermanos menores existen ya al menos en 1688. La distinción entre Mayores y Menores en el seno de la misma Hermandad, se fundaba principalmente en criterios de clase social, puesto que a los primeros correspondían exclusivamente los cargos directivos y la asistencia a los Cabildos. Algo nos dicen a este respecto los apellidos de los Hermanos. En la primera mitad del siglo aparecen los Ramírez de Montalbo, Quintanilla, Liñán, y de Lisbona, abundan los Carballo, además de un del Hierro, un Nuñez de Toro, un López Morales, un Ramírez, un de la Barrera. Después de la restauración de la Cofradía en 1767, nos encontramos con el presbítero Don Marcos Orbaneja, dos Casaus, un Quintanilla y Arce, dos Montalbo y Quintanilla, dos Aguilar y un Carballon , En la lista siguiente, hallamos un Salamanca y Quincoces, dos Andrade, algunos Roxas, del Pozo, del Castillo, de Pineda, un Don Nicolás Coronel y naturalmente los Quintanilla, Montalbo y Aguilar combinados diversamente; un Aguilar llevaba además el apellido de Fernández de Córdobav . Forman parte de la Cofradía a partir de la restauración algunos sacerdotes, Orbaneja y Garaondo, este último fue incluso Mayordomo (Hermano Mayor) de la Cofradía y luego Vice Mayordomo de parte del Comendador frey Don Fernando de Quintanilla y Andrade, del hábito de San Juan». Al lector no se le habrá pasado sin duda por alto el hecho de que según las Constituciones de 1767, se podían aceptar como hermanos menores a personas de ambos sexos. Así, las mujeres, fuera cual fuera su condición podían ser sólo hermanas menores. Con ello incluso las señoras que llevaban apellidos muy respetados se veían colocadas al mismo nivel que el pueblo. La discriminación de que entonces sufría la mujer se hace aquí evidente. Pero por otro lado nos confirma el hecho de que lo que distinguía precisamente a los Hermanos mayores es el derecho a decidir con su voto en las elecciones y participar en las demás decisiones. Al ser impensable que la mujer participara en las juntas con voto igual al del hombre, quedaba ella relegada a la categoría de Hermana menor. El hecho discriminatorio subsistirá aun cuando las mujeres entren a formar parte de la Hermandad Mayor, puesto que aun entonces en los cabildos y elecciones intervendrán sólo los varones. El hecho subsiste aún hoy. Una sociedad agraria tiene muchísima dificultad en superar la barrera de la diferencia sexual. Resultado de estos criterios selectivos en la admisión de miembros fue el hecho
31. 32.
33.
132
Libro Quentas, fol. 25. 1781. Libro Quentas, fol. 114. Libro Quentas, fol. 107r. (Cabildo
1779); fol. 110 (1780); fols. 112. 119 (1781).
número de Hermanos. Es más basta comparar la lista de los asistentes a los Cabildos inmediatos, para ver cómo algunos se hallaban ausentes, pero se tiene la impresión de que los que asistían era la casi totalidad. En el acta de aprobación del inventario de 1743, firmada por el visitador eclesiástico, hizo éste constatar que ese año habían quedado sólo dos Hermanos, por lo que el visitador los exhortaba a que procuraran incorporar a otros, para que la Hermandad no llegara a extinguirsew. La exhortación debió caer en el vacío, puesto que en 1748, se constataba en acta no haber «quedado hermano alguno», a pesar de «la mucha devoción que todos tienen» a la Virgenw . La situación no debió cambiar mucho en los años siguientes, puesto que en 1758, para poder llevar adelante un pleito, se hizo necesario admitir algunos Hermanos. De los nuevos miembros, tres eran presbíteros, incluyéndose el vicario eclesiástico, uno ordenado de menores y cinco seglares-e. Casi la mitad de la Hermandad estaba pues formada entonces por clérigos. Algo mejor estaba la situación a fines de 1767, a raíz de la aprobación de las Constituciones. Hecho nuevo, debido sin duda a una cierta evolución de la mentalidad en la segunda mitad del sigloXVIII y probablemente también al deseo de multiplicar el número de Hermanos, es la aparición por vez primera en las listas de un grupo de señoras. La admisión de Hermanas era posible gracias al artículo doce de las recién estrenadas Constituciones que decían: «Se recibirán así mismo por Hermanas Mayores de esta Cofradía a todas las Señoras Mujeres que lo pretendan, siendo de las mismas circunstancias que los Hermanoso-i . La primera lista de Hermanas, en 1767 enumera dos Saavedra, una Hidalgo, tres de Andrade, una Quintanilla, una Quintanilla y Arce, tres Montalbo y Quintanilla y una de Almanza. Los apellidos se refieren exclusivamentea los salones más exclusivos de Lora. Y no hay otros nombresv , El estado de la Hermandad en el último tercio del siglo XVIII fue ya más brillante, no sólo por la inclusión de un nutrido grupo de señoras, sino por la agregación de un número niás crecido de caballeros. Siguieron, sin embargo, imperando los criterios selectivos que limitaban la admisión a los miembros de las familias más poderosas. Aparecen algunos apellidos de antigua raigambre loreña como Cervantes, Liñán, Rojas, predominan los Montalbo, y Quintanilla y Aguilar, emparentados entre ellos, y se añaden los Coronel y Casaus, trasplantados a Lora por estos años.
34. 35. 36. 37. 38. 39.
Libro Cofradía, fol. 83. Ibid. fol. 88. ¡bid. fol. 106r. tua. fol. 130. Libro Cofradía, fol. 160. tu« fol. 166. 40. Ibid. fols. 182r-183. 41. Libro Quentas, fol. 20. 42. Libro Quentas, fols. 25-25r.
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recogiéndose las limosnas en las traídas de la Virgen y también al menos en la segunda mitad del siglo por subir a la Imagen Sagrada por las escaleretas, evidentemente en su vuelta al Santuarioe. En cuanto a las limosnas recogidas durante las traídas de la Virgen= es de advertir que en 1768 se comenzó a hablar de «puxasx-s , escrito con la grafia «pujas» en 177246• Al mismo tiempo sabemos que por este último período se recogían limosnas en ciertas mesas que se ponían con ocasión de la venida de la Virgen-? . Algunas limosnas se hacían en cumplimiento de una promesa, como la de aquel muchacho que se pesó en trigo-e. Una buena parte de las limosnas era dada en cereales o animales. Recuérdese enviarlas luego a algún devoto que daba por que en el siglo XVII se acostumbraba ello alguna cantidad en metálico. Hacia 1726 se inició la costumbre de poner a subasta las mercancías donadas para el culto a la Virgen. Nos informa de esto el acta del Cabildo de la villa celebrado el 22 de marzo de 1726: «y respecto que se ha experimentado el introducir almonedas de todo lo que se dé de limosna con el nombre de Nuestra Señora de Setefilla y, después lo suelen aplicar para sus fiestas (funciones), debiendo ser todo lo que se pone el día en que se trae Nuestra Señora para su Cofradía y no para otra fiesta ni uso alguno, acordaron que así se tenga entendido para que el mayordomo tenga el cuidado de que se recoja lo que produjere la limosna-s . Puesto que uno folios antes se había tratado de las primeras funciones organizadas por los Gremios, es posible que se suscitara la cuestión de si no se podía emplear en éstas parte de lo obtenido en las subastas. El Gobierno de la villa ordenaba que se reservasen para la Cofradía. Un ingreso fijo anual, no despreciable, lo constituían los tributos que algunas familias se comprometían a pagar a la Cofradía para el culto de la Virgen. Hay constante mención de dichos tributos en las cuentas dadas por el mayordomo a lo largo de todo este siglo 50. De un tributo que solía pagar un tal Sebastián Fernández Jabado de las rentas de unas casas situadas en el Barrio del Pozo procedió el que la Cofradía de la Virgen se hiciera dueña de dichas casas. En la visita hecha por el Vicario Eclesiástico en 1756, constataba éste que ya hacía algunos años que tal tributo no era pagado, alegándose como razón el que dichas casas del Barrio del
43. 44. 45. 46. 47.
Libro Quentas, Libro Cofradía, Libro Quentas, Ibíd. fol. 83. Libro Quentas,
48. 49.
Ibid. fol. 73r. LA 1721-1730,
fols. 61 r, 66. 72r. fols. 112, 126. foL 61 r. fols. 61r, 72r. fol. 24r.
50. Libro Cofradía, fols. 76-76r, 119r-120r, Quentas, fols. 1-4, 9r-IO, 84r, 94-95, 103r.
134
126r,
134, 139, 143r,
151-152,
162, 167-169r.
Libro
tales, situada en el pago de huertas que se halla en el camino de Sevilla dentro de los límites de Lora». Pagó por ella 4.072 reales de vellón 52 • La huerta fue arrendada y la Hermandad fue gozando de sus rentas 53 • Igualmente consta que la Hermandad poseía ganado vacuno, el producto de cuyas ventas se anota en las cuentas de la misma 54 • Los gastos ordinarios de la Hermandad consistían en la cera que se adquiría en Lora, Sevilla, Carmona o Constantina, en el aceite de la lámpara, en la retribuciónal capellán que decía Misa en la ermita los días festivos y durante la cuaresma, y al predicador del sermón de la fiesta y en los arreglos periódicos que se iban haciendo en el Santuario. De 1708 a 1711 tuvieron lugar los gastos extraordinarios de la reconstrucción de la ermita hecha con donaciones. En 1768 se abordaba la tarea de abrir, por estar intransitables las Escaleretas, otras' nuevas para la subida al Santuario, con limosnas que para ello fueron dando los Hermanos» y a continuación se iniciaba la construcción de las Hospederías, cuyos gastos se hallan en las cuentas de 1771 y 177256• La vestición de la Virgen en la primera mitad del siglo XVII, hizo posible la donaciónpor devotos ricos o la compra por la Hermandad de joyas y vestidos. A principios del siglo XVIII, para el culto poseía la Hermandad algunos objetos de plata: una lámpara grande, otra de eslabones, una cruz para la manga de la procesión, dos vinajeras con su plato, un incensario y dos candelabros grandes 57 • Acababan de construirse además las bellísimas andas de plata. Joyas para el aderezo de las Imágenes de la Virgen y el Niño había ya algunas. Había un rostrillo de oro con esmeraldas y un pectoral también de oro con cinco joyas: una corona de libra y media de plata para la Virgen y otra de cinco onzas para el Niño, además de alguna cosa de menor valor como un pectoral de cinco piezas y un rostrillo de azofar. El tesoro de la Virgen no era, como se ve, considerable. De vestidos para la Virgen, y ornamentos y paños de altar y púlpito había una buena colección 58 • En 1739 el tesoro de la Virgen había aumentado algo. Entre los objetos de plata hallamos una media luna grande, un cetro grande para la Virgen y uno pequeño para el Niño, un rostrillo de filigrana de plata. Para la Iglesia y el culto hallamos dos arañas de plata y dos cálices de plata, uno dorado. En el capítulo del oro, la Virgen acababa de estrenar un rostrillo de oro y diamantes y se estaba entonces 61. 52. 53. 54. 55. 56. 57. 58.
Libro Libro Libro Libro Libro Libro Libro Libro
Quentas, Cofradía, Cofradía, Quentas, Quentas, Quentas, Quentas, Cofradía,
fols. 4, IOr, 73, 83, 95. fol. 122r. fols. 127, 139r, 144, 152, 157, 163, 169r. fol. 4r. Cabildo 12 mayo 1768. fols. 86-9Or. 1703, fol. fols. 84r-87.
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cerlas. En el último cuarto del siglo XVIII y más concretamente en 1781, se produjo un hecho que, por un lado, tuvo consecuencias para el desarrollo posterior de las tradiciones relativas a las traídas y llevadas de la Virgen, y, por otro, revela muy claramente el nuevo contexto político-social en el que tuvo lugar entre el Cabildo Municipal, por una parte y el Clero y la Hermandad por otra. El hecho en sí mismo ha sido ya estudiado por Don José Montoto con ayuda de los documentos redactados entonces, tanto por el Cabildo como por la Hermandad. La sucesión de los hechos es pues suficiente conocida. Nuestra aportación, además de recordar brevemente esos sucesos, va a consistir en encuadrarlos en un ambiente social en clara evolución, aduciendo para ellos algunos datos nuevos. Bajo la Casa de Austria las estructuras político-religiosas de la villa de Lora fueron fiel reflejo de las que existían en todo el reino. Las distinguía un estrecho maridaje entre lo político, lo social y lo religioso. La villa con su comarca pertenecia a la Orden de San Juan de Jerusalén y constituía un Bailaje, del que era titular algún noble cortesano. La Orden y por ella el Bailía nombraba un Gobernador para lo civil y un Vicario General para lo eclesiástico. Las dos esferas eran distintas en el sentido de que ni los eclesiásticos tenían voz ni voto en la conducción de los asuntos civiles y económicos, ni el Bailía o su Gobernador para lo civil reivindicaron jamás atribuciones en la esfera de la predicación del evangelio o en el cuidado pastoral. Pero no eran totalmente distintas, puesto que lo eclesiástico aparece más bien como un departamento del gobierno civil de la villa. El Cabildo municipal pagaba a los predicadores cuaresmeros, costeaba los objetos de culto que se iban necesitando, ordenaba que se tocaran las campanas de la Iglesia y desde luego regulaba el culto fuera de las iglesias. Esto explica el que originalmente fuera el Cabildo de la villa y él sólo quien decidiera si y cuándo se había de traer o llevar la imagen de Nuestra Señora. ¿No se creía el Cabildo con autoridad para imponer no sólo a sus miembros sino también a todas las familias de Lora que enviaran un representante para acompañar a la Virgen en su traslado? En aquel tiempo y aquella mentalidad una objección de conciencia era simplemente inconcebible: todos eran católicos, apostólicos romanos (la Inquisición se había encargado de cercenar de raíz los brotes del pluralismo religioso) y por lo mismo el Gobierno civil podía ordenar manifestaciones públicas de devoción y obligar toda la población a participar. Esto y sólo esto explica el que el Ayuntamiento decidiera todo lo relativo a la Virgen, como ordenaba las predicaciones de cuaresma. En la segunda mitad del siglo XVII, concretamente a partir de 1653, para explicar el particular interés que tenía el Concejo de la Villa en los asuntos de la Virgen, 59. 60.
136
Libro Cofradía, fols. 147-149. lbíd. fols. 149-150.
siástico era en los siglos XVII y XVIII quien era reconocido como tal por la Iglesia en pago de haber contribuido a su construcción o reconstrucción. Los tres conventos de Lora tenían por ello sus patronos. Pero en el siglo XVIII se fueron advirtiendo algunos fermentos que iban a modificar profundamente esta situación de estrecho maridaje entre lo civil y lo eclesiástico. No se olvide que se trata del siglo de las luces, del racionalismo y la Enciclopedia y que todo ello iba a culminar en la revolución francesa. Los primeros fermentos aparecen a nivel de pueblo, con la reivindicación, a partir de 1734, de la iniciativa para traer a la Imagen. Se trataba de una verdadera innovación popular, puesto que hasta entonces la iniciativa había salido siempre del Concejo y éste, aunque presidido por el Gobernador de la villa (forastero), estaba compuesto por los representantes de las pocas familias poderosas. Cuando el pueblo anticipó la decisión, el Cabildo protestó por ver lesionadas sus regalías, pero tuvo que ceder porque se trataba de la devoción a la Virgen. Por un lado, los poderosos cedieron algo de su poder en lo religioso, dando parte al pueblo en la decisión, porque en lo religioso el poder civil era más débil. Por otro, la devoción a la Virgen Patrona ayudó a resolver la tensión. Así mismo en el curso del siglo XVIII se advierte otro fenómeno: la mayor independencia de la autoridad eclesiástica para con la del Gobernador y Regidores de la villa. Se advierte por vez primera en el acuerdo tomado en el Cabildo del 17 de febrero de 1743 y relativo a la traída de la Virgen el día 27 siguiente. Transcrito el acuerdo, el acta continúa: «y para que conste dicha venida se pase recado por los diputados que se nombraren por este Cabildo al Sr. Vicario, Juez Eclesiástico de esta villa, para que dé la licencia que acostumbraxw. Lo vuelve a repetir el acta del acuerdo del 26 marzo 1744: «y para que el Sr. Vicario y Juez EclesiásticO preste su venia y consentimientooss y las sucesivas= (19 abril 1753,2 diciembre 1767, 6 marzo 1770). Aunque el redactor del Acta habla de la licencia que acostumbra dar el Sr. Vicario, no ha sido posible hallar traza de este hecho en los documentos anteriores. Ciertamente el Cabildo, desde que aparecen los primeros documentos relativos a la Virgen, había comunicado al clero de la Iglesia Mayor la decisión de traer o llevar a la Imagen venerada, pero no hacía más que comunicar una decisión que él ya había tomado y para cuya ejecución no necesitaba licencia alguna de la autoridad eclesiástica. Se comunicaba, con aire de orden, para que fueran cuatro clérigos a acompañar a Nuestra Señora. Ahora en cambio se alude a la licencia que daba el Vicario. 61. 62. 63. 64. 65. 66.
LA 1653, fol. 171; 1678, fol. 599; 1708, fols. 28r-29. Acta 18 octubre 1708, fols. 24r-25; cf. 24 octubre 1709: LA 1701-1710, fols. 24-24r. LA 1721-1730, fols. 24-24r. Acta 17 febrero 1743: LA 1741-1745, sin n. fol. Acta 26 marzo 1744: LA 1741-1745, fol. 13. Acta 19 abri11763; 2 diciembre 1767; 6 marzo 1770: LA 1769-1773, fol. 53r.
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Procesión de Penitencia hasta el Santuario de Nuestra Patrona y Señora María Santísima de Setefilla, rogando a Dios Nuestro Señor por la lluvia»67. Todavía era pues el Cabildo quien había de ordenar se hiciera una procesión de penitencia hasta la ermita, pero la idea venía esta vez del clero. El Cabildo, presionado por «una pandilla de gente» (adviértase los términos usados) que se había reunido pidiendo se trajera la Imagen, acordó que se hiciera antes la procesión de rogativas, solicitada por el Sr. Vicario, dejando a éste el determinar «día y modo ... y si se han de convidar a las comunidades de los dos conventosnw , El clero, a través de su más alto representante, estaba cobrando en el culto a la Virgen, el papel que le correspondía por derecho propio y que la nueva mentalidad le permitía ahora ejercer.
El pleito de 1781 Así iba cuajando la nueva situación social, cuando tuvo lugar entre el Gobierno de la villa y el clero el pleito célebre de 1781. Ocasión de éste fue el culto a la Virgen de Setefilla que había sido traída a Lora para impetrar, por su intercesión, la lluvia, el domingo 18 de marzo de 1781, por acuerdo del Cabildo Municipal en sesión del 11 anteriorw . Obtenida la gracia de la lluvia, el 27 de mayo siguiente decidía el Vicario sacar a la Imagen en procesión de acción de gracias por la villa, sin dar previa cuenta al Cabildo de su decisión. Al día siguiente, se reunía .el Concejo municipal. y el Gobernador daba cuenta a los Regidores del «irregular procedimiento». Se enviaban dos Diputados, Don Juan de Guzmán Montalbo y Don Diego del Pozo Colomo, para que preguntaran al Sr. Vicario y al Prior porqué habían sacado la Imagen Sagrada «sin anuencia ni consentimiento de este Cabildo como su Patrono» y en virtud de qué facultades habían obrado así. Como se ve, el Ayuntamiento recurría, para defender las usanzas, al concepto de Patronato civil sobre templos u objetos sagrados, limitándolo a lo relativo al culto a la Patrona. El Vicario y Juez Eclesiástico, Don Marcos José de la Carrera Orbaneja, y el prior,. don Diego Sánchez Calleja, respondieron preguntando a su vez a la autoridad civil qué autoridad tenía para pedirles cuentas sobre ell070• En Cabildo del 2 de junio el Concejo de la villa mandaba investigar en los libros de su Archivo, para comprobar el derecho que le correspondía" y el 20 de junio los dos comisionados para ello daban cuenta del trabajo realizado y de los resultados favorables al gobierno civil">.
138
67.
Acta 11 marzo
68.
Ibid.
69. 70. 71. 72.
Acta Acta Ibíd. Ibíd.
1781: LA 1779-1783,
11 marzo 1781: LA 1779-1783, 28 mayo 1781: LA 1779-1782, foL 72. fols. 77-78.
fols. 38-39. f'ols. 38-39. fols. 72-73.
ello al clero y a la Hermandad>. El pleito parecía resuelto, al haber ambas partes coincidido en la misma decisión, aunque cada una, según creía, en virtud del derecho que le correspondía. Pero la Hermandad no quería ni siquiera dar la impresión de haber cedido. En efecto el Gobernador había notificado a la Hermandad que «ni ésta, ni el Mayordomo, ni el Prior, ni el Vicario, ni nadie tenía facultades para semejante determinación de llevarse a la Señora al Santuario ni moverla de esta iglesia donde se hallaba colocada, porque privativamente estas funciones corresponde decretarlas al Ayuntamiento» 76. En vista de ello la Hermandad decidía retrasar la vuelta de la Imagen y enviar al Gobernador dos diputados, para reivindicar el antiguo derecho de la hermandad a decidir el traslado de la Virgen. El gobernador respondía en tono conciliatorio estar dispuesto a hacer determinar en Cabildo Municial que se trasladara a la Virgen el día que agradara a la Hermandad y su respuesta fue notificada a ésta en cabildo celebrado el 25 de junio. Pero entonces la Hermandad ponía nuevo entorpecimiento. El Mayordomo Don Fernando de Quintanilla, ausente, hacía saber a través del mayordomo accidental, don Antonio Tomás Garaondo, estar dispuesto a sufragar los gastos de cera y demás que ocurrieran al permanecer la Imagen por más tiempo en la Iglesia Mayor y la Hermandad determinaba prolongar la estancia de la misma hasta el 8 de septiembre, por no haber entonces luna por la noche, por haber muchas enfermedades en el pueblo y por no haberse terminado la recolección?". El Ayuntamiento protestó y el Vicario protestó a su vez porque el Ayuntamiento no reconocía su derecho. El Concejo Municipal determinó entonces que se tuviera el traslado el día de San Pedro y que se publicara por bando esta decisión, amenazando con intervenir por la fuerza en defensa de sus regalías». El 28 de junio se reunía de nuevo la Hermandad y ésta, temiendo lo peor, a pesar de reafirmar el derecho que creía corresponderle, en cuanto a fijar la fecha de los traslados de la Virgen, decidía enviar una embajada conciliatoria al Gobernador. Este respondía invitando a los Sres. Vicario y Prior y a los diputados de la Cofradía a una sesión del Concejo de la villa que se había de celebrar el 2 de julio para tomar un acuerdo definitivo. Efectivamente en el Cabildo celebrado ese día se hizo pasar al Vicario Don Marcos José de la Carrera, al Prior don Diego Sánchez Calleja y a los delegados de la Hermandad, Don Juan José de Quintanilla presbítero, y Don Juan Rodrigo Montalbo Quintanilla y de común acuerdo, Gobernador y Concejales, clero y delegados de la Hermandad, determinaron que en lo sucesivo las decisiones
73. 74. 75. 76. 77. 78.
J. Montoto, Tradiciones, p. 110. Ibíd. LA 1779-1782, fols. 80-82. J. Montoto, Tradiciones, pp. 111-112. Ibíd. P 112. Acta 26 junio 1781: LA 1779-1782, fols. 83-86.
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y los diputados de la Hermandad sancionaba el fin de una época en que la autoridad civil que antes decidía en materias de culto público que se saliera de lo ordinario, había acabado por reservarse, por costumbre, las decisiones que tocaran el culto de la Patrona de Lora, aceptaba la independencia de la autoridad eclesiástica y reconocía por vez primera a la Hermandad el derecho a intervenir. Por amor de la paz los tres derechos se habían de realizar conjuntamente en sesión abierta del Cabildo Municipal. El pleito había sido originado por el deseo del clero de afirmar sus derechos y al mismo tiempo por la voluntad expresada por la Hermandad de tener voz y voto en estos asuntos que la tocaban muy de cerca. Es sabido como la Hermandad había jugado un papel importante en todo lo relativo a la Virgen desde cohubo mienzos del siglo XVIII. Pero creemos que, aunque no se dijera expresamente, algo más que una reivindicación de derechos, o mejor que esa reivindicación, es más comprensible si se la coloca en un contexto histórico muy preciso. La Hermandad de la Virgen estaba compuesta por un reducido grupo de caballeros y estos por las fechas que nos ocupan venía casi a reducirse a los miembros varones de las familias Quintanilla y Montalbo, emparentadas entre sí. Hemos visto cómo el Mayordomo era Frey Don Fernando de Quintanilla, caballero del hábito de San Juan, el mismo que se ofreció a sufragar todos los gastos que ocurrieran por prolongarse la permanencia de la Imagen. Como Hermanos aparecen además, Don Juan José Quintanilla y Don Juan Montalbo y Quintanílla, los mismos que fueron enviados por la Hermandad como diputados al Cabildo Municipal del 2 de julio. Ahora bien, entre la familia Quintanílla y el concejo de la villa no corrían por aquellos años aires de paz. Los Quintanilla, en efecto, tenían hidalguía reconocida en la vílla y derecho a tener un representante suyo, como regidor, en el Concejo de Lora. En 1769, un miembro de la misma familia, Don Juan Rodriga de Quintanilla, hasta entonces legalmente vecíno de la ciudad de Carmona, pero que tenía casa abierta en Lora, obtuvo en ésta carta de vecindad, aunque conservando los privilegios que le correspondían en la ciudad de Carmona, donde era regidor perpetuo. El viernes santo de 1771 hubo en la Iglesia Mayor un lance entre Don Andrés de Cervantes, hidalgo de antígua familia loreña y Don Juan de Quintanílla, por hallarse aquel sentado en el banco que estaba reservado a su familia y no entre los regidores del ayuntamiento. El pleíto llegó hasta el Rey Don Carlos y la sentencia fue dada en Madrid el 20 de abril siguiente. Hacia 1771 los hermanos Don Bartal amé y Frey Don Fernando de Quintanílla, del hábito de San Juan, nombraron alcalde honorífico de Lora a su sobrino Don Juan Rodrígo de Quintanilla y Arce, el mismo quien de dos años antes había trasladado su domicilio legal desde Carmona a Lora. Es de saber que tal título de alcalde honorífíco correspondía a Frey Don Fernando. Otras famílias loreñas vieron con mal ojo tanta acumulación de prestigio 79.
140
Acta z julio 1781, fols. 87-90. Cf. J. Montoto, Tradiciones, pp. 115-117.
de ocupar el puesto que les correspondía entre los Regidores de la villa. Hubo pues durante largos años una desaveniencia profunda entre el concejo municipal y dicha familia. Ahora bien fue en este período cuando se produjo el pleito de 1781. Puesto que los Quintanilla no sólo ocupaban entonces la mayordomía sino que constituían un grupo mayoritario en la Hermandad, no es malicioso suponer que la lucha legítima por ampliar derecho de voz y voto en lo relativo a la Virgen al clero y a la Hermandad fue posible porque quienes dirigían entonces la Hermandad no sólo se habían excluido del Concejo de la villa, sino que se hallaban en tensión con él. Esto es lo que ocurría detrás de los bastidores. Lo importante es, sin embargo, lo que se llevó a cabo a telón descubierto: gracias a ese forcejeo entre clero, Hermandad y Ayuntamiento se logró dar con una fórmula que respondiera al nuevo tipo de sociedad que había venido formándose. Es la misma fórmula que viene aplicándose hasta nuestros días. En realidad, es claro que el compromiso firmado por el Concejo Municipal, el clero y la Hermandad dejaba entonces al pueblo sin voz ni voto. Tenían derecho a él, doblemente, las familias que se sentaban en los bancos de los regidores, que eran las mismas que tomaban parte en los cabildos de la Hermandad, junto con el Gobernador (forastero) y el clero. Pero aunque no se hiciera constar en el acuerdo, el pueblo siguió saliendo a pedir la venida de la Sagrada Imagen y al haberlo hecho ya por casi tres siglos, ha creado un derecho respetable basado en la costumbre. De hecho ha sido el pueblo quien ha tomado la iniciativa, y cuando decimos pueblo hablamos de todos los vecinos de Lora sin exclusión de grupos sociales, mientras que el Ayuntamiento, la Hermandad y el Clero han venido refrendando la voluntad popular.
80.
LA 1769-1773, sin n. fol. (1771).
141
XI EL LARGO
CAMINAR
DEL SIGLO XIX
El XIX fue para Lora del Río un siglo difícil y lleno de contradicciones, como lo fue para toda España. Comenzó con el sobresalto de la invasión napoleónica, cuando nos encontramos con un ayuntamiento que profesa lealtad a Don José I Bonaparte, hasta que su hermano cayó. Sigue la vuelta al pasado (al absolutismo del rey respondía en la escena local el restablecimiento de los privilegios de los regidores perpetuos). Por fin, el liberalismo se abre paso, la burguesía loreña (comerciantes y labradores) logran entrar en el ayuntamiento y el poder político pasa a los señoritos, en lucha con el bailía. El afán renovador, en ocasiones revolucionario, de las nuevas familias se irá amortiguando, hasta que éstas acaban de formar con las antiguas familias un grupo conservador, cada vez más, estrechamente asociado con la Iglesia. La propiedad base de ese poder político sufrió, como veremos en detalle, una transformación profunda, hasta hacerse toda propiedad privada, mayoritariamente en manos de ese grupo mixto de nuevos y antiguos. Se habrá ido creando la sociedad loreña tal como la hemos conocido hasta casi los años sesenta, ya en el xx.
La primera mirad: decadencia Económicamente la primera mitad del siglo se caracterizó como un período de gran 'decadencia. Cesó casi por completo el gran impulso que en la segunda mitad del siglo XVlll había enriquecido la villa con nobles edificios, civiles y religiosos: el Ayuntamiento y la Casa de los Leones entre los primeros, la iglesia de Jesús, la ermita de San Ildefonso y la Soledad entre los segundos. A mediados del si143
1820-1823, estaban años más tarde amenazando ruina, la cárcel se hallaba en estado tan deplorable que se hacía difícil la custodia de los presos; y la iglesia parroquial tenía urgente necesidad de algunas obras costosas. ¿A que se debió esa progresiva decadencia de Lora en la primera mitad del en la vida económica loreña siglo XIX? Inicialmente incidió mucho y negativamente la guerra de independencia. Conviene recordar los impuestos extraordinarios que fueron exigidos con ese motivo. Como igualmente las destrucciones causadas por los ejércitos de paso. Y mucho más el hecho de que, dados los peligros que corrían trabajadores y cosechas, hubo cierto abandono de los campos. Todo esto trajo como consecuencia una notable penuria de alimentos durante y a raíz de la guerra. De Lora conocemos un hecho concreto: la Matallana, finca de alcornoques, olvidada de hecho por el Bailía, acabó de ser asolada en la guerra que comenzó en 1808. Hubo luego causas más duraderas. Por un lado el Estado impuso numerosas contribuciones, algunas con carácter extraordinario, para sostener la guerra contra los insurgentes del Norte, realistas primero, carlistas después. A estas causas generales hay que añadir algunas propias de la condición jurídica propia de la villa, en cuanto sometida a los intereses económicos de su bailía. El bailiaje había acabado por convertirse en simple goce de rentas por parte del bailía, que era nada menos que el infante Don Francisco de Paula Antonio Barbón, hermano de Fernando VII y por lo mismo cuñado de la regenta María Cristina. Sus fincas no pagaban impuesto alguno al municipio. Más aún su administración cobraba los diezmos eclesiásticos, a nombre de la Orden de San Juan, de los demás hacendados y agricultores de Lora. Esto iba a producir una guerra tenaz entre el cabildo loreño (los hacendados locales) y el bailía, como vamos a ver. A la fuerte depresión económica de la primera mitad del siglo vinieron a asociarse, para crear esa recesión demográfica las epidemias que asolaron la región andaluza a lo largo de ese tiempo. Son bien conocidos los estragos causados por la fiebre amarilla. La primera epidemia de este tipo se propagó en 1800 por Sevilla y Cádiz. En 1803 comenzó de nuevo en Málaga con nuevo brote en 1804, cuando se extendió vigorosamente hasta Ecija y Córdoba. En Marón con 11.000 habitantes hubo 2.000 muertos. La mortandad fue muy desigual en las varias poblaciones. El cólera azotará amplias zonas de Andalucía en 1833 y 1844. Por fin tenemos la gran epidemia de cólera de 1854-1855, traída, al parecer por el ejército de O'Donnell. 1857 será el año de la gran carestía. Recuérdese que España era la nación europea con tasa de mortalidad más alta+. 1. LA 1838-1849, fol. llOr. (1839). 2. Acta 24 septiembre 1844: LA 1844-1846, sin n. fol. 3. Actas 26 julio 1844: 20 septiembre 1844. LA 1844-1846. 4. Historia de Andalucía, VIII, dirigida por A. M. Bernal. Barcelona: Cupsa-Planeta 1981, pp. 101-104. '
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denciaeconómica impidió normalmente que otros se establecieran aquí. Pero dada la grandiferencia que existe entre las cifras según las cuales Lora tendría en 1835 algo más de la mitad de los vecinos que tenía en 1774 y el 40070 de los que tenía en 1803,es posible que se hayan tenido criterios diferentes al hacer el último censo.
El gobierno
Administrativamente, Lora sufrió un cambio profundo durante el siglo XIX. En diciembre de 1833 la Reina Gobernadora cambiaba el sistema administrativo del Estado, aunque dejaba por un año intactos los Bailiajes y encomiendas de que disfrutaba el Infante Don Francisco de Paula Antonio. El decreto de división territorial sefirmaba el 21 de abril de 1834 y el 31 de mayo siguiente se constituía el Partido de Lora del Río con los municipios de Alcolea, Brenes, Cantillana, Guadajoz, Lora del Rio, Peñaflor, Puebla de los Infantes, Tocina, Villanueva del Río y Villaverde. A fines de 1838, sin embargo, el Ayuntamiento solicitaba al Gobierno que el poblado de Guadajoz (iglesia, una casa y algunas chozas) pasara a depender del municipiode Carmona o del de Tocina por estar al otro lado del río y ser en ocasiones muydifícil el paso a la otra ribera 7 • El gobierno de la villa fue configurándose de modo diverso en sintonía con la direcciónpolítica que tomaba el Estado. Es sabido cómo José Bonaparte, tomando como partida la Constitución de Bayona, intentó poner algún orden en la división administrativa del país, caótica hasta el extremo. Su hermano Napoleón, venido en su ayuda, decretaba la supresión de los derechos feudales. En consecuencia, Lora dejaba de tener su Gobernador y el rey intruso nombró a don Andrés García AlvarezCorregidor de Lora con jurisdicción sobre la margen derecha del Guadalquivir entre el límite de la provincia de Córdoba y el término municipal de Can tillana.Los Regidores perpetuos, representantes de los hidalgos cesaban como tales. En 1814, en virtud de la Real Orden del 30 de julio (uno de los tantos pasos con que Fernando VII intentó dar marcha atrás a la historia) volvían a integrarse en sus derechos los Regidores perpetuos y salían del Concejo los representantes más populares. En el período liberal, iniciado en 1820 con el pronunciamiento de Riego, hubo en Lora Junta Provisional de Gobierno y Presidente de la misma con relativo eclipsedel Gobernador y Regidores. Decimos relativo eclipse porque a la cabeza de la Junta Constitucional loreña se hallaba un Coronel Montalbo (Don Nicolás).
5. LA 1803-1806, sin n. fol. (septiembre 1803). 6. Documento del 4 abril 1835 en LA 1835, sin n. fol. 7. Acta 7 noviembre 1838: LA 1838-1840, fols. 119-119r.
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pudieron llegar a celebrarse, por oposición del bailío. Todavía en 1835, cerca ya del triunfo liberal, comunicaba el secretario del bailío a la villa que habían de seguir en sus puestos los Regidores de antaño. Más aún el bailío recurría contra el nombramiento de alcalde de Lora 10 • El nuevo régimen triunfó, aparentemente, a raíz de la proclamación de la constitución en 1836. La transformación del gobierno de la villa fue pues reflejo exacto de los avatares por los que fue pasando el de la nación. El ayuntamiento fue bonapartista hasta que fueron expulsados los franceses, partidario de los plenos derechos del rey Fernando VII en períodos absolutistas y saludaba con júbilo la Constitución en período liberal. Las actas capitulares reflejan la ideología imperante en Madrid. Se pensará que la ideología cambiaba porque se daban el cambio los partidarios de las varias tendencias. Algún cambio hubo, ciertamente, pero hay nombres y apellidos que aparecen casi constantemente en las actas firmando los proclamas en una y otra dirección. Y son los más. Eso exige otra explicación. Si el poder polítice es a nivel nacional soporte del económico, a nivel local poder político y riqueza se habían venido identificando por siglos. Los que primero tenían su escaño en el Concejo de la villa por derecho familiar, lo tuvieron luego por designación de la Reina Gobernadora y entre ellos estaba el juego político, cuando se estrenaron las elecciones municipales. La democracia liberal fue de hecho una democracia de ricos. Se votaba por censo, es decir se requería ser propietario para poder votar. Es curioso leer en las actas cómo se medían las riquezas de cada familia para averiguar quién tenía derecho a voto. Sin embargo, el régimen liberal tuvo como consecuencia la extensión del control de la administración local a aquel grupo de 242 pudientes que tenía Lora en 1803. El gobierno local fue dejando de ser a lo largo del siglo XI·X derecho de los Quintanilla, Montalbo, Casaus y Coronel, aunque ellos siguieran participando en el mismo. La nomenclatura de las familias que dominan la escena local se ve algo alterada a lo largo del siglo XIX. En la primera mitad del siglo XIX no aparecen ya los Aguilar (emparentados con los Montalbo y los Quintanilla), ni los Fernández de Córdoba, que estuvieron poco por Lora. Siguen en las listas de concejales, desde siempre, los Liñán y, desde finales del siglo XVIII, los Oliveros. En el ayuntamiento vuelve a aparecer hacia 1820 el apellido Caro. En 1837 hay una referencia a una Doña María Leiva, viuda de un militar, procedente de Ruteu ,
8. 9. 10. 11.
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Decreto 13 junio 1823. Acta 23 octubre 1834: LA 1833-1834. 24 febrero 1835. LA 1835, sin n. foL Acta 23 noviembre 1837: LA 1836-1837, fols. 141-141r.
José Napoleón», pero, todavía en 1810 naturalmente no les podemos reprochar el usar el único tipo de papel timbrado que tenía entonces curso legal. A principios de 1810 un escuadrón de patriotas entró en Lora, invitándola a rebelarse contra el dominio extranjero. Algunos .Joreños debieron sumarse al escuadrón. Se sabe, por ejemplo, que el titular de la cátedra de latinidad desapareció entonces de Lora y debió morir en algún encuentro, porque nunca se lo volvió a ver. El Gobernador de la villa, Don Alberto Belvidares y Jurado visitaba al intruso Jefe del Estado, José Napoleón en abril siguiente, para hacerle pleito homenaje. Al mismo tiempo el 23 de abril los regidores (eran los apellidos de siempre) en el informe sobre lo acontecido llamaba al escuadrón de patriotas una «partida de bandidos» y explicaba tratarse de «algunos centenares de insurgentes, que no teniendo nada que perder, no desean sino el desorden, para poder entregarse al robo y al pillaje» y que «lejos de haber tomado parte en él ningún propietario ni vencido honrado, ha habido muchos que han expuesto sus vidas ... con particular, el Párroco, pero todo fue inútil». El Cabildo protestaba por consiguiente de su «fidelidad al Rey»12. Quiénes eran los que se entregaban al pillaje, lo descubrimos el 23 de febrero de 1813 al advertirse que de Lora se tuvieron que mandar quince carretas para recoger los bienes que los franceses se habían llevado de aquí y. almacenado en el castillo de Constantina'>. ¿Eran afrancesadas nuestras autoridades locales por aquellos años? No lo parecen. La ilustración enciclopédica no había alterado aún la mentalidad plurisecular de Lora. Lo que pasó es que, como bien dijeron los regidores, a la calle se echaron en favor de la Independencia patria los que no tenían nada que perder. El poder ata al poder. Y éste se hallaba encarnado entonces en Don José Primero. Naturalmente ello no fue obstáculo para que destruido el poder esas mismas personas mandaran engalanar e iluminar las calles y cantar en la iglesia un solemne tedeum en acción de gracias a Dios por haber vencido el Emperador de todas las Rusias al «tirano de la Europa» 14. Advierta el lector que para denostar al vencido francés se usaba un galicismo.
La lucha con el Bailío No se vaya a creer que el haber dejado Lora su condición de Bailiaje, para asumir la moderna de cabeza de Partido, fuese una pérdida para la villa. El Bailiaje fue beneficioso para Lora o al menos no parece haberle causado daño hasta que
12. 13. 14.
Acta 23 abril 1810: LA 1810. Acta 23 febrero 1813: LA 1812-1815, Acta 23 febrero 1813: LA 1812-1815,
sin n. fol. sin n. fol.
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yera para nada a las obras que se hacían aquí necesarias. Como los bienes del bailiaje estaban exentos de contribuciones, éstas habían de salir del resto de los propietarios. Consecuencia de ello fue la seria crisis económica que atravesó la villa hacia mediados de siglo. A principios de 1836, Hacienda preguntaba a la Alcaldía cuál era el motivo de que la villa se resistiera a pagar los diezmos. En el Consejo de 19 de enero se acordaba responder que aquí se resistían a pagar los diezmos, porque tradicionalmente lo pagaban sólo los agricultores 15 • Dichos diezmos los percibía el Bailío que a la sazón era el Infante Don Francisco de Paula Antonio Borbón. Pero su administrador en Lora se hacía pagar últimamente los diezmos de los lechones, pollos, miel, cera y hasta de las mismas colmenas. Las exacciones del Bailío habían aumentado considerablemente desde que lo era el poderoso Infante, sin que éste se interesara mínimamente por la villa. Los miembros del Concejo hablaban de «propotencia del Bailío» y de «ominoso despotismo». En 1837 el Ayuntamiento recurrió al Congreso de Diputados para que se hiciera pagar al Bailiaje contribución de todos los bienes que aquí poseía, pero en abril de 1839 aún estaba el decidió incluir dichos asunto esperando solución 16. Sin esperarla, el Ayuntamiento bienes en el reparto de contribuciones, pero puntualmente el Administrador presentó recurso en contra 17 • En 1841 todavía estaba sobre el tapete la cuestión de las contribuciones que debía pagar el Bailío« y el Ayuntamiento, con buena dosis de valor, decidió embargar los bienes del mismow . Fruto de este doble sistema de exacciones que venía a recaer en una base económica reducida (al excluirse de impuestos los numerosos bienes del Bailiaje) fue la seria crisis económica que atravesó Lora por los años treinta y cuarenta. El altar mayor de la Iglesia se estaba desmoronando desde 1834 y de las tres campanas de la torre, tres estaban inútiles y «ridículas en su tañido»?«. Repetidamente se pedía hacer una cárcel nueva, porque la que había se estaba viniendo abajo y se debió siempre retardar el comienzo de la obrau . El empedrado de las calles estaba «en el peor estado posible», pero el Ayuntamiento carecía de fondos>. : En el aspecto político .hubo más bien que tensiones entre la villa y el bailío, presiones de éste para que se exceptuaran los territorios de sus Encomiendas y Bailiajes de la nueva ordenación del Estado. Después del primer período constitucional en que Lora tuvo su Corregidor, en 1814 Fernando VII, devolvió el poder a los que lo tenían antes y Lora volvió a estar sometida al bailío y a tener su Gober15. 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22.
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Acta Acta Acta Acta Acta Acta Acta Acta
19 enero 1836: LA 1836-1837, sin n. fol. 4 abril 1839: LA 1838-1840, fo1s. 47-47r. 18 diciembre 1838: LA 1838-1840, fol. 140. 8 junio 1841: LA 1841-1843, fols. 38-39. 11 agosto 1841: LA 1841-1843, fol. 49. 19 enero 1836: LA 1836-1837, sin n. fol. 12 enero 1843: LA 1841-1843. 26 julio 1844: LA 1844-1846, sin n. fol.
seguirá por un año con el mismo sistema de gobierno y de designaciones con el dedo. Lora parece que no estaba muy de acuerdo y el Ayuntamiento hace caso omiso de los nombramientos de Su Alteza. Este acude a la reina y Su Majestad vuelve a poner a Lora bajo la autoridad del Infante, por unos meses más. Por fin a fines de 1834 se hacen ya elecciones de Concejales y a principios de 1835 deja definitivamente de existir el cargo de Gobernador, al que suceda un alcalde nombrado por la Reina, en la persona de un letrado, natural de Constantina. Unos años más tarde, la Alcaldía estaba ya en manos de hijos de Lora, un Quintanilla, al que sucedió un Montalbo. Pero el bailío volvió con las suyas y la Reina Gobernadora manda que siguieran los regidores nombrados por Su Alteza, aunque por lo que toca al Alcalde, el Infante pierde la partidao . Poco a poco, sin embargo, durante este período liberal, el bailío acaba de perder sus derechos y Lora (perdón: sólo los contribuyentes de Lora, una pequeña fracción de la misma) elegía sus autoridades. Perdida la batalla en el ramo ejecutivo, el bailío la llevaba al judicial. Una real Orden del 5 de julio de 1847 confirmaba otra de noviembre de 1837 declarando subsistir los juzgados primitivos de los Maestrazgos y Encomiendas con jurisdicción privilegiada. Se los había de considerar como juzgados de l. a instancia de los que cabía apelar a las Audiencias Territoriales respectivas. El Ayuntamiento de Lora debió tomar nota de lo decretado> .
Transformación económica El nuevo período liberal que comenzó a la muerte de Fernando VII tuvo además para Lora algunas consecuencias económicas importantes. A fines del siglo XVJll, como muestra el censo de Godoy, había en Lora quince labradores propietarios y siete ganaderos no labradores>. Casi todos esos grandes propietarios se reducían entonces a las cuatro o cinco familias, archiconocidas ya en nuestra historia: Montalbo, Quintanilla, Coronel, Casaus. Las mismas cuyos representantes componían exclusivamente con el gobernador forastero el cabildo municipal de la villa. Poder económico y poder político les pertenecía. De hecho, el bailío, señor de Lora, no intervenía en los asuntos de la administración ordinaria, aunque su representante, el gobernador por él nombrado, velaba por la salvaguarda de sus intereses económicos. Pero vinieron las desamortizaciones y éstas, junto con la abolición del bailiaje y la designación por elección de las autoridades municipales, modificaron pro-
23. Acta 24 febrero 1835: LA 1835. sin n. fol. 24. Acta 5 agosto 1847: LA 1847-1849. 25. Censo de Godoy. Respuestas al cuestionario (en 1797).
enviado
el 28 noviembre
1797. LA
1795-1800
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En la venta limitada de bienes de instituciones que se había hecho durante el reinado de Carlos IV, a fines del siglo XVIII, se habían vendido ya las fincas del Hospital de Santa Catalinas«. Pero las instituciones seguían siendo hasta bien entrado el siglo XIX los mayores propietarios del término de Lora: en orden descendente, la villa con sus propios, la iglesia mayor, el convento de mercedarios, las numerosas capellanías, y las varias hermandades. El poder económico en la villa era pues de tipo señorial, constituido por bienes que no se podían enajenar, pero de cuyas rentas gozaba o el municipio o los numerosos eclesiásticos. El resto de la propiedad rústica o urbana estaba sobre todo en manos de las familias de regidores perpetuos, y en cuantía menos de amos forasteros (nobles o plebeyos) y de una clase media de propietarios menores. Sobre todos estaba el bailío que percibía numerosos diezmos, amén de las rentas que le daban sus fincas. La desamortización tuvo un carácter revolucionario radical. Desaparecieron las propiedades de la Iglesia y los propios del Ayuntamiento. Y aparece una burguesía agraria, que compra esos bienes, a precios mínimos, enriqueciéndose así grandemente. Dado que había que pagar por esas fincas, sólo pudieron acceder a su propiedad personas que contaban ya con algún dinero. El régimen liberal seguía criterios rígidamente económicos y de clase. Tan estrictos eran éstos que todavía en 1844 estaban esperando se les distribuyeran gratis las parcelas del baldío, a que tenían derecho por ley, los que habían combatido en la guerra contra los ejércitos de Napoleón> , Si leemos atentamente las actas del cabildo municipal en las que se deciden las cesiones de pedazos de tierra y fincas enteras (estos acuerdos llenan numerosas actas a partir de la primavera de 1844), advertimos que parcelas de tierras dispersas por el término de un mínimo de cuatro fanegas a un máximo de cien, fueron cedidas a pequeños agricultores que pedían las tierras para trabajarlas ellos mismos. Otros de los que adquirían esos trozos, los querían para redondear fincas limítrofes. Como algo curioso anotemos que al presbítero D. Antonio Quirós y a su pariente D. Antonio Fernández Quirós se les vendieron tres pedazos de olivar procedentes de la obra pía de Doña Josefa Orbaneja>. Al sacerdote Don Francisco Caro, domiciliado en la calle de las Torres (hoy Rafael de Flores) se le vendieron tierras en el Guaperow , Las grandes fincas y dehesas fueron en cambio a parar en manos de los que más dinero tenían. Algunos fueron a aumentar el número de las que ya poseía alguna de las «antiguas familias». Las dehesas de la Gitana y Cortera fueron así a manos de Don Manuel Montalbo>. Este Don Manuel debía ser señor algo libe26. 27. 28. 29. 30.
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Acta Acta Acta Acta Acta
3 agosto 1846: LA 1844-1846, sin n. fol. 2 abril 1844: LA 1844-1846, sin n. fol. 19 abril 1844: LA 1844-1846, sin n. fol. junio 1844:: LA 1844-1846, sin n. fol. 11 febrero 1845. LA 1844-1846, sin n. fol.
",
de alguna cuantía. Los Reina eran también labradores (el mismo título que se da a los Quintanilla, Montalbo y Coronel en los censos), aunque creemos que de implantación más reciente. Ambas familias aparecen ya emparentadas a mediados del siglo XIX. D. Manuel Cepeda Reina adquirió, en la desamortización el Acebuchal-' . Comerciantes eran los de Flores». D. Críspulo, natural de Constantina y vecino de Lora desde 181832, comerciaba en licores». D. Romualdo de Flores adquirió la Matilla, del caudal de propios del Ayuntamiento>. Comerciante era también Don Francisco Xavier Mirambell», que será alcalde constitucional y obtuvo también algunosterrenos. La transformación sufrida por la clase dirigente de Lora se advierte claramente comparando dos listas, una de 1831 y otra de 1846. En el cabildo del 27 de agosto de 1831 se pide que en el censo se ponga nota de «hidalgos» a las familias Quintanilla, Coronel, Montalbo, Caro de la Guerra, Barba, Figueroa, Almanza, Casaus y de Herrera ». El 26 de enero de 1846 aparecen como máximos contribuyentes un Coronel, dos Quintanilla, un Montalbo, un Almanza (hijo de una Montalbo), es decir, los de siempre, junto con D. Romualdo de Flores, D. Manuel Sánchez, D. AntonioRamón Cepedar' . La multiplicación de los propietarios y sobre todo la abolición de los diezmos que éstos hubieran debido pagar al bailío hicieron afluir nuevos ingresos a las arcasmunicipales y causó una mayor circulación de dinero por la villa. Casi a mediados del siglo el Ayuntamiento volverá a tomar algunas iniciativas. Quien lo pasó mal fue la Iglesia. Porque al faltarle los bienes con que se sostenían el clero y las fábricas de los templos, estos últimos entraron en una época de penuria. El retablo se venía abajo, el cementerio de la iglesia mayor ponía en peligro la salud pública, etc.
La nueva burguesía
Se había, pues, ensanchado la clase dominante, gracias a la nueva riqueza que se había lanzado al mercado. Esto es lo que había pretendido Mendizábal: crear «una copiosa familia de propietarios», materialmente interesada en el triunfo de la causa liberal. Pero se había mantenido intacto el principio de identificar, a nivel 10-
31.
lbíd.
32. 33. 34. 35. 36. 37.
Censo de 1938, en Santa María, n. 4. Archivo Municipal de Lora del Río. Acta 10 febrero 1836, s.f. Acta 16 junio 1844: LA 1844-1846. Sin n. fol. Acta 1 noviembre 1847: LA 1847-1849. Censo 1844, Ollerías. Acta 3 setiembre 1844. Habia sido alcalde de Constantina, Acta 27 agosto 1831: LA 1831-1832. Acta 26 enero 1846: LA 1844-1846, sin n. fol.
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fondos para hacer reparaciones en la iglesia mayor, algunos de estos nuevos máximos contribuyentes aparecerán como «ausentes injustificados» en una reunión municipal. En el trienio radical, más concretamente en 1836, eran alcaldes constitucionales D. Francisco Javier Quintanilla y D. Domiciano Naranjo, éste comerciante. En 1843, con Espartero, era alcalde constitucional D. Romualdo de Flores, con un del Valle y un Oliveros en el concejo. Pero en 1844, con el liberalismo moderado ya triunfante, volvía a entrar Mirambell y lo acompañaban un Casaus, del Pozo y Rojas (de los de antes) con un Naranjo. En 1846, predominando netamente el liberalismo conservador, hay un concejo municipal amplísimo en el que se hallan todos representados, los antiguos y los nuevos. En setiembre de 1868, como veremos, actuará como presidente de la Junta revolucionaria D. Juan Cepeda y Reina y entre los concejales aparecerán los apellidos Cepeda-Naranjo, de Flores y Cepeda (D. Rafael), Trigo-Guerrero, Prada Naranjo, además de un del Pozo y de la Guerra que habían logrado sobrevivir. Los datos son significativos.
El resto de la población Por debajo de estas luchas políticas de ricos antiguos y nuevos, se hallaba la casi totalidad de la población loreña, sin protagonismo alguno, excepto en la guerra de independencia. Ya vimos cómo a principios del siglo, según el censo de 1803, Lora contaba con 1.018 vecinos, es decir, unos 4.072 habitantes. Datos más precisos obtenemos con los cens<?sposteriores. En 1833 Lora tenía 1.058 vecinos y 4.053 almas; en 1834, 1.106 vecinos y 4.053 habitantes. En 1849 los vecinos habían subido a 1.397 y los habitantes a 4.671. En 1852 eran ya 1.421 los primeros y 4.787 los segundos. Para 1860 nos da el censo 2.006 vecinos y 6.711 habitantes. El censo de 1871 nos da 2.038 vecinos y 6.717 habitantes. Si la población había quedado prácticamente estancada en la primera mitad del siglo, a mediados del mismo, había comenzado decididamente a crecer. Permítanos el lector (puesto que hablamos tanto de otras familias) una nota familiar. Según el censo de 1838 vivía en la Roda Abajo n. 31, el hortelano Francisco Nieto, de 30 años, casado con Carmen León. Sus hijos eran Juan Nieto, de 8, Francisco Nieto, de 6, Manuel, de 2, y Antonio de 1. En las Ollerías n. 15 vivían Manuel Nieto, de Lora y de edad de 34 años, casado con Setefilla Ferrer, con sus hijos Antonio, de 7, Manuel, de 4 y Dolores de 2. El Francisco de la Roda y el Manuel de las Ollerías debían ser hermanos. De ellos proceden los varios Nieto de Lora. Uno de los dos niños llamados Manuel fue el abuelo paterno de mi madre. Los nombres de Manuel, Francisco, Antonio o Antonia se han venido repitiendo en nuestra familia. El crecimiento de la población a partir de 184~ demuestra que la multiplicación 152
J
sintió defraudado. Hubo ocupaciones de fincas el año 1840 en Casa Bermeja, Tarija y el Puerto de Santa María y en 1857 incendios de edificios en Utrera, Arahal y Morón. Esta última vez la represión fue despiadada, dando un balance de 98 muertos. Todavía en el verano de 1861, Rafael Pérez de Alamo, al sublevarse en Loja, clamaba contra el latrocinio perpetrado contra los pobres con la desamortización.
Instrucción pública Es sabido que la sociedad decimonónica con sus ideales humanitarios, se preocupó bastante por la asistencia a los enfermos y ancianos y por la ampliación del nivel mínimo de educación a más amplios sectores de la infancia. No contando el Estado con fondos suficientes, fomentó ya con Fernando VII la creación de Juntas locales y provinciales de Beneficiencia e Instrucción. En Lora la asistencia atravesó un período difícil. Había quedado un solo Hospital, en la calle llamada comúnmente con ese mismo nombre y que va, paralela a la calle del Bailío desde la Roda hasta el Barrio del Pozo. El hospital poseía unas fincas, con que había sido dotado por bienhechores para cubrir sus gastos. Pero esas fincas habían sido vendidas durante el reinado de Carlos IV y los gastos del hospital seguían siendo sufragados por las rentas producidas por el capital». Durante el siglo XIX era responsable de la administración de las mismas la Junta Diocesana de Caridad. Fue la primera vinculación de Lora a la archidiócesis hispalense. Por la instrucción se hizo en cambio mucho. Lora se adelantó a los esfuerzos de los gobiernos liberales, gracias a dos capellanías que Don Marcos y Doña María de Orbaneja habían fundado con testamentos fechados el 8 de diciembre de 1834, dotándolas de cuantiosos bienes, con la obligación de dar clases gratuitas a los niños de Lora, naturales o forasteros, pobres o ricosv . Eran los Orbaneja una familia adinerada, uno de cuyos miembros había sido Vicario y Prior de Lora por bastantes años. Al desaparecer la familia, devolvieron esos bienes a la villa de Lora, dedicándolos a la educación de los niños. Gozaron de las capellanías los sacerdotes Don Manuel Bohorque y Don Antonio Vergara. La villa tenía en 1838 260 niños de edad escolar. De ellos Don Manuel Bohorque daba instrucción a 140 niños. El otro sacerdote, al prescribir el gobierno que los maestros tuvieran título reconocido, hubo de cesar en la enseñanza y pagar a un maestro, a quien pasaba diariamente la cantidad de tres reales. Como esta suma no era suficiente para el mantenimiento de Don Manuel Muñoz (así se llamaba el sustituto), el Ayuntamiento completaba su salario con una asignación anual-e.
38. 39. 40.
Acta 3 agosto 1846: LA 1844·1846. Acta 27 enero 1835: LA 1835. Acta 30 octubre 1838, LA 1838-1840, fol. 116r. 21 mayo 1846, sin n. fol.
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«amígaa-' .
En cuanto a instrucción que hoy llamaríamos media a principios del siglo XIX existía todavía en Lora la cátedra de latinidad, pero en la guerra de Independencia había desaparecido su titular, pasando a encargarse de ella los Franciscanos, hasta la supresión de la comunidad en 182042• Más tarde Don Manuel García Millán, párroco de Lora, fundaría el Colegio de Nuestra Señora de Setefilla en la Casa solariega de los Cervantes situada en el Barrio del Pozo. Era el primer intento de organización de la enseñanza a nivel secundario. Todavía corren por ahí algunas fotografías amarillentas de principios de siglo con los profesores y alumnos de entonces. En el colegio recibían instrucción no sólo los hijos de las pocas familias ricas sino también los de la clase media y hasta hijos de artesanos. Sin espíritu partidista, está comprobado que en la Lora del siglo XIX el progreso de la instrucción se debió al clero y que esta enseñanza, fruto de iniciativas privadas, con las que colaboró el Ayuntamiento, no tuvo carácter clasista.
Lora en 1847
Una descripción de Lora a mediados del siglo XIX, más concretamente en 1847, nos la da. el Diccionario Geográfico-Estadístico Militar de España y sus Posesiones, publicado entonces por Madoz. Lora contaba entonces 1.106 vecinos y 4.633 habitantes que moraban en 763 casas de regular fábrica pero mal distribuidas. El casco urbano estaba compuesto por treinta calles empedradas y dos plazas pequeñas (la de la Iglesia y la del Ayuntamiento). Sobresalía una «muy buena Casa Consistorial». Se nos dice en cambio que, el templo parroquial era «reducido, mezquino y mal situado». Es posible que la falsedad evidente de esta opinión se deba al prejuicio anticlerical de quien suministró desde aquí los datos. Había además tres ermitas, la de Santa Ana, la de San Bartolomé y la de Nuestro Padre Jesús «construida con los restos de otra inmediata, titulada de San Sebastián, de que existen todavía algunos vestigios». El cementerio había sido trasladado recientemente a la cerca de la ermita de Jesús. Quedaban todavía en pie los conventos de Mercedarios (futura Plaza Nueva y Mercado) y el de los Franciscanos (actual Colegio de Mercedarias de la Caridad) y habitaban el suyo las Monjas Mercedarias de clausura. Se nos dice así mismo que las alhajas de la Virgen de Setefilla «están apreciadas en un millón de reales». El artículo de Madoz nos habla además de otras instituciones locales: las tres escuelas públicas, dos gratuitas, el hospital de Santa Catalina y Casa Cuna, el matadero público. Abundan en el término las canteras de piedra toba y hay abandona41. 42.
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Acta 21 marzo 1846,4 septiembre 1848. Acta 2 marzo 1838. 1 abril 1839: LA 1838-1840, fol. 46.
,,
Relaciones Clero-Ayuntamiento Las relaciones entre el clero y las autoridades civiles fueron en todo este tiempo correctas, aunque es visible en el período liberal que comenzó en 1833 una mayor distancia. En este tiempo, como veremos, no se observa el acuerdo de 1781 según el cual la decisión de traer o llevar a la Imagen venerada de la Patrona había de ser tomada conjuntamente por el cabildo municipal, dos representantes del clero y dos diputados de la Hermandad. La última reunión conjunta tuvo lugar el 22 de enero de ordenando que se 183144• En 1848 el acuerdo volvió a tomarlo el Ayuntamiento, comunicara al Sr. Prior Vicario «para su conocimiento». Este alejamiento que ocurrió entre el clero y el municipio, aunque respetuoso y sin contrastes era eco local de las relaciones tensas que hubo entonces entre la Iglesia y el Gobierno en España. Pero lo extraño es que, a pesar de ello, no perdieron las autoridades civiles el gusto por inmiscuirse en asuntos eclesiásticos. El 2 de marzo de 1848 el Ayuntamiento había decidido por su cuenta, sin participación del clero, que en vez de venir la Virgen, como pedía el pueblo, se trajera el cuatro de ese mes, la imagen de Jesús Nazareno y se hicieran rogativas->. El Vicario aceptó la decisión, pero al llover a los pocos días suspendió aquellas y cantó un tedeum. iVálgame Dios! Nuestras autoridades se sintieron ofendidas, celebraron cabildo y oficiaron al Vicario protestando por lo sucedido ¡y pidiendo que se reanudasen las rogativas! El Vicario, que no debía tener ganas de batallar, lo hizo y el 20 de marzo una vez satisfecho el pundonor de los concejales, oficiaron de nuevo al Prior diciéndole que el 22 podía ya cantar el tedeum-s . Esto del tedeum cantado llegó a ser un arma política. Todo nuevo régimen ordenaba repicar las campanas de la Iglesia y cantar solemne tedeum. Hubo tedeum ordenado por los concejales que antes eran fieles a José Bonaparte para festejar la victoria del Zar ruso sobre Napoleón-? . Hubo tedeum el 28 de agosto de 1836 para solemnizar la promulgación de la Constitución liberal-e. Se cantó tedeum para celebrar la huida del Pretendiente (Don Carlos) obligado «a ocultar su ignominia en país extranjerosw . Más aún en dicha ocasión para celebrar la victoria de unos españoles contra otros, se decidió que el Señor Prior hiciera un discurso. Felizmente Dios envió una enfermedad (¿diplomática?) al Prior y no hubo sermón y sí corridas 43. V .Madoz, Diccionario Geogrúfico-Estadistico-Militar vol. 10, p. 373. 44. Acta 22 enero 1831: LA 1831-1832. 45. Acta 2 marzo 1848: LA 1847-1849. 46. Acta 20 marzo 1848: LA 1847-1849. 47. Acta febrero 1813: LA 1812-1815, sin n. fol. 48. Acta 26 agosto 1836: LA 1836-1837, sin n. fol. 49. Acta 26 septiembre 1839:LA 1838-1840.
de España y sus Posesiones. Madrid,
1848,
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fico y religioso a quien deben someterse con gusto»>: . El truco es antiguo: declararse piadosos y pedir a la Iglesia que use su influjo para robustecer el poder. Naturalmente, las autoridades civiles velaban cuidadosamente para que ese influjo no se volviera contra ellas.
El nuevo Cementerio Si por lo que toca a la cárcel y a la Plaza de Abastos hubo de esperarse tiempos mejores, autoridades locales pudieron en cambio llevar a cabo otros proyectos en bien de la población. Hasta 1835 el cementerio estuvo contiguo a la Iglesia Mayor ocupando todo el terreno que había entre ésta y las murallas desde la puerta hoy tapiada del lado de la torre hasta el ábside. Dos puertas de la Iglesia daban al Camposanto (probablemente se refieren a la hoy tapiada y a la puerta del patio interior). Los miembros del Consejo municipal juzgaron que esto era contrario a la salud y decidieron construir un cementerio «extramurose s . Por sugerencia del Vicario, lo construyeron en el terreno que rodeaba a la Ermita de Jesús. Varias alusiones hechas en actas sucesivas a la necesidad de cerrar el pasaje entre la Iglesia de Jesús y el cementerio demuestran que por algunos años éste estuvo contiguo a dicha er-
mita».
La vida eclesiástica El panorama eclesiástico cambió mucho en Lora durante la primera mitad del siglo XIX. En el período constitucional de 1820-1823 las dos comunidades de frailes (franciscanos y mercedarios) hubieron de abandonar sus conventos, en virtud de un decreto de expulsión dado por el gobierno Iíberal». Al restablecerse el poder absoluto del monarca en 1823, acudió el Provincial de los Mercedarios, Fray Manuel de San Cayetano, pidiendo se les devolviese su convento, devolución a que les daba derecho un reciente decreto regio» , El Ayuntamiento se declaró incompetente, por estar el asunto pendiente de decisión superior, pero al final los Mercedarios volvieron. La vida de la comunidad de frailes Mercedarios no fue ya nunca lo que había sido. A principios de 1833, el Ayuntamiento de Lora se quejaba de que aquella 50. 51. 52. 53. 54. 55.
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LA 1839, fol. 109r.: LA 1838·1840. Instrucción del Gobierno, n. 11: LA, 1810. Acta I julio.1835: LA 1835, sin n. fol. Acta 16 julio 1846: LA 1844-1846, sin n. fol. Acta I marzo 1824: LA 1823-1826. Acta 7 julio 1823: LA 1823-1826.
J
Sr. Vicario, pidiendo o que suprimiera el convento de la Merced o se aumentase el número de miembros hasta llegar a doce, como prescribía el Concilio de Trentoss . Los Franciscanos debieron volver por la misma fecha que los Mercedarios (aunque no hemos hallado constancia de la vuelta), dado que en ese acuerdo de 1833 se habla del alternar de las dos comunidades en los sermones. Puesto que de los Franciscanos no hubo quejas, hemos de creer que la comunidad se componía de un número suficiente de miembros. La situación la resolvió a su manera el gobierno liberal que se instaló en el poder a la muerte de Fernando VII con las leyes que sucesivamente fueron asfixiando y suprimiendo las comunidades religiosas. Las dos de varones debieron cesar en 1835. A la de monjas se les prohibió admitir a la profesión. Simultáneamente hubo una reducción de edificios dedicados al culto. La ermita de la Soledad y San Ildefonso fue cedida a una familia en 183457• La de San Sebastián, reedificada en el siglo anterior, dejó de existir pronto sin que sepamos exactamente cuándo. La ermita de Santa Ana se cerrará al culto durante la revolución de 1868. La iglesia, espaciosa y bella de los Franciscanos quedó cerrada definitivamente, al ser éstos expulsados en 1835. Quedaron por consiguiente en la villa sólo cuatro templos. El de la Iglesia Mayor, el de los Mercedarios, en el que se siguió diciendo Misa los domingos hasta bien entrado el siglo xx, el de las Monjas Mercedarias, y la ermita de Jesús. Existía además la pequeña capilla de San Bartolomé, propiedad privada y entierro de Quintanilla. Sin embargo, ya a fines del siglo pasado, la sepultura fue trasladada a la Iglesia Mayor y en 1936 la capilla acabó por ser desvalijada completamente. Lora siguió siendo territorio nullius hasta el Concordato de 1851 en que desaparecieron las jurisdicciones eclesiásticas de las órdenes Militares. Hasta aquel año, siguió pues perteneciendo a los Caballeros de San Juan de Jerusalén o, como se decía ya entonces, de Malta. En el vértice del clero local se hallaba aún el Vicario y Juez Eclesiástico que además en este tiempo fue siempre Prior o responsable del culto en la Iglesia Mayor. Todavía en 1810 había un Prior en Setefilla; es la última mención que hemos hallado de este cargo tradicional. Había además numerosos sacerdotes que disfrutaban de capellanías. Dos de ellos, como hemos visto, se encargaban de la enseñanza gratuita de los niños. Eran los únicos maestros de educación básica para los varones. Sin embargo, en las dos décadas que precedieron a la firma del Concordato se fue haciendo más visible el influjo de la Mitra de Sevilla. Para los bienes de las Capellanías por ejemplo el Ayuntamiento se había de entender con la Junta diocesana. Económicamente la situación de la Iglesia en Lora no fue nada brillante en la 56. 57.
Acta 24 febrero 1833: LA 1833-1834. Acta 30 julio 1844. LA 1844-1846.
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altar mayor la cantidad que había de pagar una señora por haberse quedado con la ermita de la Soledad, pero, diez años más tarde aún no había entregado nada 59. A fines de 1837 el Vicario-Prior pedía ayuda al Ayuntamiento para el altar, pero éste se negaba, por principio, dado que era el Bailía quien se llevaba los diezmosw . Todavía en 1844 constataban las autoridades municipales que «era indispensable la construcción de un altar mayor, translación del coro y órgano» y se convocaba a los contribuyentes mayores para tratar el asunto-' , se fijaba una contribución especial para ell062 , pero poco después se suspendían las obras de la Iglesia, a petición de los mismos conttibuyentess. En cuanto a los dos conventos abandonados por los frailes estaban ya ruinosos en 1838. En 1846 debieron desalojarlos las personas que los habitabané+. En marzo de 1843 el Ayuntamiento había solicitado del Gobierno le fuera cedido el de franciscanos, para instalar en él la cárcel del Partido. Fue concedido con la condición de que las obras se habían de hacer en el término de seis meses. Como el Ayuntamiento, sin medios, no pudo, el convento volvió al fondo de desamortizaciones del Estado y el Ayuntamiento tuvo que renovar varias veces la solicitud sin éxito por todo este tiempow . Los planes eran hacer del de franciscanos cárcel y Juzgado, dejar la Iglesia de la Merced para el culto y edificar en el lugar del convento una plaza de abastos.
Una reina y un santo En 1859, se abrió por fin al tráfico la línea ferroviaria que unía Córdoba y Sevilla, pasando por Lora del Río. Los loreños salieron a ver la maravilla; la máquina que echaba humo y carbonilla, con su estruendo nunca oído, el silbido que anuru::.\aba e\ tren 'J \OS \)()COS <:.()C\\~ <:\"\l.e\a 'S.e~'Ql\. \)~ l\:!t It\ !t~ t ~ :\1 que ~sabel n realizó ~or casi toda Andalucía en el otoño de 1862, la comitiva regia tomo el tren para bajar de Córdoba a Sevilla. El 18 de septiembre a media tarde pasaban por. aquí. La reina había sido invitada a inaugurar oficialmente el puente tu?ular d~ hierro sobre el Guadalquivir, primero de esta clase en España. Con la rema venia su confesor, el arzobispo San Antonio María Claret. Este fue el en-
58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65.
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Acta Acta Acta Acta Acta Acta Acta Acta
19 enero 1836: 1836-1837. 30 julio 1844: 1844-1846. 4 noviembre 1837: LA 1836-1837. 26 setiembre 1844: LA 1844-1846. 1 abril 1845: LA 1844-1846. 24 junio 1845: LA 1844-1846. 16 julio 1846: LA 1844-1846. 16 julio 1846: LA 1844-1846.
tardes- .
La «gloriosa» en Lora Seis años más tarde, explotaba la «gloriosa revolución» de setiembre. Lora, según el padrón vecinal de 1868 tenía 1.827 vecinos y 6.523 habitantes. Tenían además simple residencia en la villa otros 55 vecinos por un total de 165 almas. Contaba pues la villa de hecho con 6.688 habitantes. Poco después del pronunciamiento del almirante Topete el 18 de setiembre de 1868 y de la alocución de Prim al día siguiente, los aires revolucionarios llegaban desde Cádiz y Sevilla a Lora. Habían comenzado los ntilitares, pero estos reflejaban un amplio sentir. Liberales radicales y moderados se unieron en la empresa, aunque cada uno veía la revolución como medio de realizar sus sueños de monarquía constitucional o de república federal. Por todas partes se constituyeron Juntas revolucionarias. Sevilla se adhería a la revolución el 20 de setiembre e inmediatamente incitaba las poblaciones de la provincia a unirse a ella. Lora hubo de tener ese mismo día o al siguiente su Junta Revolucionaria, encarnación de la revolución o, si se quiere, de la soberanía nacional levantada contra el régimen anterior. Fue desde el principio presidente de la Junta revolucionaria local D. Juan Cepeda y Reina. La Junta nombró en seguida un nuevo ayuntamiento, en sustitución del isabelino. El nuevo concejo municipal lo constituyen D. Miguel Simón, alcalde primero, D. Francisco de los Reyes, segundo y los regidores D. Juan Durán Jiménez, D. Eduardo Fareño Rodríguez, D. Manuel Cepeda Naranjo, D. Rafael de Flores Cepeda, D. Antonio del Pozo y de la Guerra, D. Cayetano Chías, D. Agustín Caro y Toro, D. Diego Caballero Repulido, D. Francisco Pérez Guerrero, D. Bartolomé Trigo Guerrero y Don José Prada Naranjo. La lista nos indica quienes en la burguesía, alta o baja, participaban de los ideales de renovación y cambio que perseguía el movimiento revolucionario. El ayuntamiento tomó algunas medidas de tipo populista: suprimió la contribución de consumo y ordenó que se repartiera para sembrar la dehesa Matallana, con excepción de cien fanegas reservadas para el ganado que acudiera a la feria. En realidad, se trató de medidas de alcance muy limitado. La revolución de setiembre seguía siendo, como los demás movimientos liberales, una revolución burguesa, de gente adinerada o de quienes se acercaban a ellosst .
66. La Andalucía, 21 setiembre 1862. 67. Acta 22 septiembre 1868: 23 septiembre; 26 septiembre. .. LA 1868-1870.
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giosas, había sido misionero muy popular en Venezuela, Cuba (donde había trabajado con San Antonio María Claret) y América Central. Cuando llegó a Lora contaba ya los 71 años de edad. Sería ésta su penúltima misión porque moriría en Sanlúcar de Barrameda en octubre del año siguiente. Tuvo lugar la misión a fines de enero y principios de febrero. Había Misa de alba y a continuación catecismo de adultos. A las once, tocaba a los niños y por la noche salían los Misioneros capuchinos de la casa donde se hospedaban, acompañados en procesión por el pueblo hasta la iglesia, donde se rezaba el rosario y se tenía el sermón principal. El templo estaba lleno pero se advertía cierto distanciamiento del confesionario y el comulgatorio. El 28 de enero había habido comunión general de niños, el 31 de las mujeres miembros de la Escuela de María y el 1 de febrero de las Hijas de la Inmaculada. Pero los más se resistían. El P. Esteban tuvo uno de aquellos gestos emotivos y algo teatrales que no eran raros entre célebres misioneros. Arrodillado en el púlpito con el crucifijo en las manos, se dolió de la frialdad de los adultos. La atmósfera cambió y el 2 de febrero, la Candelaria, hubo lucida comunión general. Por la tarde salió en procesión la Virgen del Rosario seguida por gran muchedumbre y al acabar subió el P. Esteban al balcón del Ayuntamiento para predicar al pueblo, recordando que allí mismo lo había hecho Fray Diego José de Cádiz en 1&01. La misión tuvo que ser prolongada hasta el 5 de febreross .
El hospital y la torre Los dos últimos decenios del siglo XIX fueron para Lora un período de desahogo económico y de iniciativas. Que fuera así lo denotan sobre todo dos hechos que acontecieron entonces. El primero fue la fundación de una comunidad de Mercedarias de la Caridad para encargarse del Hospital de Santa Catalina. Se hallaba éste desde el siglo xv por lo menos en la llamada calleja del hospital, fuera de los muros de la villa al principio, hasta que esta fue creciendo y lo englobó. Había gozado de buenas rentas, y lo habían favorecido con donaciones y legados miembros de las familias ricas de Lora. Pero las rentas se habían ido disipando. El futuro del hospital estaba pues haciéndose menos seguro. En esta situación el ayuntamiento de la villa decidió traer una comunidad de religiosas que se encargaran del único hospital que había sobrevivido los avatares del tiempo. Fue escogida una comunidad andaluza recientemente fundada, la de las Mercedarias de la Caridad. Para ello se celebró el 20 de marzo de 1882 68. Boletín Eclesiástico de Sevilla, 1879. I1defons.o de Ciárruiz, Cap. Vida del S. de Dios, Fr. Esteban de Adoain. Barcelona: Gili, 1913.
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el arcipreste García Millán hizo edificar la sala de mujeres y al mismo tiempo arregló una casa para que las religiosas pudieran impartir gratuitamente instrucción a niñas pobres. Tuvo así origen el colegio de las Mercedariasw . La segunda iniciativa, de mayor envergadura, aunque de menor utilidad social, fue la construcción de una torre nueva y mucho más elevada en la iglesia mayor de la Asunción. Fue ésta debida a la decisión y energías del arcipreste D. Manuel García Millán, uno de los párrocos que más huellas han dejado en Lora desde que ésta se reincorporó a la diócesis de Sevilla. En 1866 se derribó la vieja torre que debía hallarse, si hemos de creer a un ex-voto del santuario sobre el sitio donde. a fines del siglo pasado se instaló el archivo. El 15 de febrero de 1887 se empezaron a excavar los cimientos y el 30 de marzo de 1889 se coronaba con la bóveda del campanario. El pueblo subió gratis los materiales de construcción del segundo cuerpo durante dos días. El 9 de agosto del mismo año se colocaban la cruz y veleta y al día siguiente, fiesta de San Lorenzo, se celebraba en el santuario una misa en agradecimiento a la Virgen por el buen éxito de la obra v.
Lora a fines del XIX Hacia fines del siglo XIX Lora del Río había cobrado ya el aspecto que iba a mantener hasta bien entrada ya la segunda mitad del xx y que desapareció en parte con la mecanización del campo, la emigración y la instauración de la democracia. Villa rural, pequeña si se la compara con las otras cabezas de partido de la provincia, frecuentemente aquejada por sequías, alguna que otra vez por temporales y riadas y donde el paro estacional era la norma. La clase dirigente se había transformado. La nueva burguesía, de talante liberal y en ocasiones revolucionaria, se había hecho conservadora (ahora tenía mucho que conservar) y de Iglesia. Poco a poco se fundieron con las familias antiguas. Lo hicieron antes en el Ayuntamiento. En cuanto a uniones familiares, lo hicieron primero entre sí. Al final, algunas emparentarán con los Quintanilla, ya en este siglo. Es significativo que el último reducto en ceder fuera el cargo de Hermano Mayor de la Hermandad de Setefilla que se mantuvo en la familia Montalbo hasta 1913-1914, como veremos. Hacia fines de siglo dominaba la escena loreña, por su riqueza, legendaria en Lora, D. José González Prieto «el niño de oro». En él había confluido las herencias de los Prieto y los Mucha. Tenía su casa en la calle del Horno (hoy Reyes Católicos) entre la de Mascabras y el Barrio nuevo. Desgraciadamente D. José 69. 70.
J. García Millán, Apuntes sobre las Fiestas. pp. 161·162. J. García Millán, Apuntes. pp. 156·158.
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mero en llegar fue D. Ildefonso Sanz, casado con Doña Flora García, cuyo padre era originario de Murcia. Vinieron luego los varios del Río, García Revuelto, Heras. Casi todos los soriano s llegaron en pos de ganados. Los Sanz comprarán tierras y se harán labradores. Los demás abrieron comercios.
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XII LA DEVOCION
A SETEFILLA
EN EL SIGLO XIX
Si la vida de los loreños, en el aspecto político y en el económico fue en el siglo XIX por épocas de signo contrario, una cosa siguió inmutable, ción a la Virgen de Setefilla. Uno y otro año el pueblo subía en romería a el 8 de septiembre, cuando allí se hallaba la Imagen y periódicamente traída a la villa y devuelta a su santuario.
pasando la devola Sierra esta era
Los traslados en Lora con una venida de la Virgen. Lo El siglo XIX comenzó prácticamente decidieron en el Cabildo del 15 de enero de 1800 y se la traj o el 26 del mismo mes. El 6 de junio siguiente, habiendo sido informado el Ayuntamiento de que estaban para terminarse las funciones en honor de la Virgen, se acordaba devolver la Imagen a su Santuario el próximo día 13 de julio por la tarde". La Virgen estuvo poco en la Sierra. Constatando «lo conmovido que se halla el pueblo» por miedo a la epidemia que se había ya declarado en Cádiz, SeviJIa y El Puerto (la fiebre amarilla), se decidía en Cabildo abierto volverla a traer el jueves 2 de octubre, pasándose aviso a las comunidades religiosas y ordenándose tocar las campanas a rogativa. El 7 de abril de 1801 se acordaba que se hiciese el 3 de mayo una función de acción de gracias a la Virgen por haber salvado a Lora de la pestet . La imagen volvió 1. 2.
Actas 15 enero 1800 y 6 de junio 1800: LA 1795-1800. Acta 7 abril 1801: LA 1800-1802.
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(de nuevo la fiebre amarilla) y se acordaba traer en la noche del 12 a Jesús Nazareno y a San Sebastián y el domingo inmediato a la Virgens . Volvía la Imagen a la ermita el domingo 29 de septiembre de 18056• A partir de entonces las traídas y vueltas de la Imagen se fueron sucediendo regularmente. Damos a continuación la lista de aquellas cuyas huellas hemos podido hallar en los documentos de la época. Advertimos que para todo el largo período que va de 1803 a 1887 nos basamos en la información que nos dan los Libros del Ayuntamiento, por no tenerse en los de la Hermandad de todo este tiempo otra cosa que los nombres de los Hermanos, un nombramiento de Camarera y otro de Hermano Mayor. Seguimos además la pista que nos dan los vítores colocados en la ermita con motivo de las funciones. Vueltas
Traídas 26 enero 18007 jueves 2 octubre 1800 por epidemias
13 julio 1800 por la tardes 24 junio 180110
20 enero 1803 lluvias e inundaciones 11
?
domingo 14 octubre 1804 penuria y epidemia 12
29 septiembre 180513
La Virgen estaba en Lora en 181314 1817, 1818, 182015
3. 4. 5. 6. 7. 8. 9. 10. inusitada 11. 12. 13. 14. 15.
164
Acta 28 abril 1801: LA 1800-1802. Acta 2 enero 1803: LA 1803-1806. Acta II octubre 1804. La fiebre amarilla había aparecído en Málaga en junio de 1804. Acta 24 septiembre 1805: LA 1803-1805. Acta 15 enero 1800: LA 1795-1800. Acta 6 junio 1800. Acta 30 sepliembre 1800. Acta 23 abril 1801. La permanencia de la Imagen en Lora por nueve meses consecutivos, cosa por entonces, se debió sin duda al hecho de que subsistía la amenaza de la epidemia. Acta 2 enero 1803: LA 1803-1806. Acta II octubre 1804: LA 1803-1806. cr. nota 5. Acta 24 septiembre 1805: LA 1803-1806. Acta 20 septiembre 1813: LA 1812-1815. Vítores en el santuario.
3 mayo 183021
25 abril 183020 1833 (Vitor)22
viernes 19 febrero lluvias>
1841
8 septiembre 1838, cinco de la tarde» 24 junio 184}25
1844 se ha trasladado
ya, por sequla»
1849 1851 1856 1859 186327 1867 1869 1871 1874 7 octubre 187929
187828
1881 1887 189230 189631 16. 17. 18. 19. 20. 21. 22. 23. 24. 25. 26. 27. 28. 29. 30. 31.
Vítor. Acta 30 agosto 1824: LA 1823-1826. Vítor. Acta 1 abril 1829: LA 1826-1830. Acta 23 abril 1830: LA 1826-1830. Acta 23 abril 1830: LA 1826-1830. Vítor en el santuario. Acta 2 septiembre 1838: LA 1838-1840. fol. 101r. Acta 14 febrero 1841: LA 1841-1843. fol. 16. lbíd. Acta 16 abril 1844: LA 1844-1846. Vítores. Vítores. Libro Hermandad, Junta 6 septiembre 1878. Vítor. Vítor.
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que de algunas presencias documentadas por las Actas de Cabildos Municipales o Juntas de Hermandad no hay vítores en el Santuario. Las razones dadas para la traída de la Virgen fueron las de siempre, sequía, en dos casos demasiados temporales e inundaciones, en otros dos epidemia. Añadamos que en enero de 1831 se produjo una petición popular de traída de la Virgen para rogarle hiciera cesar las lluvias, pero el Cabildo acordó el 22 del mismo mes que se trasladara al día siguiente la Imagen de Jesús Nazareno, mientras que sobre la de la Virgen se decidiría más tardev . Al parecer no fue necesario traer a la Virgen. Lo mismo se produjo en marzo de 1848, aunque esta vez por sequía. El pueblo pidió a la Virgen, como se dice aún hoy en Lora, el Ayuntamiento se reunió el 2 de marzo, acordando que se hicieran seis días de rogativas y se trajera a Jesús Nazareno en la tarde del 433• El 19 comenzó a llover y no se trajo la Imagen de la Patrona. Don Alonso Morgado en su Historia de la Antigua Imagen de Nuestra Señora de Setefilla, de 1882, recuerda las gracias más notables que el pueblo de Lora recibió en varias ocasiones con motivo de la venida de la Virgen. En 1817, se la traía por sequía, y al descorrer los velos en el Albadalejo «empezó a caer tanta agua que dejó inundada la tierra». 1833 comenzó con gran sequía, que pronto se remedió, y acabó con la primera explosión del cólera morbo asiático en España. Lora del Río sin haber dejado de' relacionarse con otros pueblos, incluso contagiados, se vio inmune. En 1841 se trajo la Virgen para pedirle cesasen los continuos temporales. Todavía la vigilia del traslado llovía a cántaros. Al entrar la Virgen en el pueblo, la mañana siguiente, salió el sol y el cielo quedó claro y sereno, cesando así los ternporalesw. La historia de las calamidades públicas a lo largo del siglo XIX nos confirma la sospecha de que se la trajera en algunas ocasiones más. Por lo que respecta a las enfermedades, sabemos que en Sevilla, y Cádiz y por toda la costa hasta Barcelona hubo epidemia de fiebre amarilla en 1821, de cólera, de enero de 1853 a enero de 1855, nuevamente de cólera de noviembre de 1853 a marzo de 1856, y por tercera vez en 1865. En 1870 hubo fiebre amarilla y en 1885 tuvo lugar la última epidemia de cólera que asoló sobre todo el campo andaluz. Adviértase que de ninguno de estos años hemos podido documentar la venida de la imagen a la villa de Lora y, sin embargo, es probabilísimo que viniera en alguno de esos años» .
32. 33. 34.
Acta 22 enero 1831: LA 1831-1832. Acta 2 marzo 1848: LA 1847-1849. A. Morgado, Historia de la Antigua Imagen, 1882. 35. Historia de España y América, social y económica, 1979. V. p. 8.
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Vives.
Barcelona,
traída y vuelta de la Imagen venerada. A lo largo del siglo prevalece el uso del Cabildo Municipal en el que tomaban parte con voz y voto el Vicario Prior, y el Mayordomo y un Diputado de la hermandad. Así consta en las dos venidas de 18()()36y en la vuelta de 180137• El 20 de septiembre de 1813 asistieron los mismos señores al Cabildo en que el Ayuntamiento permitió sacar en procesión la Imagen de la Patrona por el pueblo el día de San Miguel. Recuérdese que según lo convenido en 1781, se necesitaba este Cabildo municipal ampliado para sacar a la Virgen en procesión por el pueblo, cuando estuviera aquí, con la sola excepción del día del Corpus. El mismo tipo de Cabildo ampliado tuvo lugar el 30 de agosto de 1824, para decidir la vuelta de la Imagen a la ermita el 18 de septiembre, el 18 de marzo y 1 de abril de 1829 y el 22 enero 1831. La situación cambió en 1838, es decir en pleno período constitucional, cuando el Ayuntamiento decidió la vuelta de la Imagen, sin la presencia del clero o de la Hermandad, acordándose únicamente que se oficiara al Sr. Prior Vicario y al Hermano Mayor, sin duda para inforrnarlos» . Es muy posible que esta ruptura del acuerdo de 1781 por parte del Ayuntamiento haya que explicarlo por las tensiones que solía haber entre autoridades civiles constitucionales y el clero, en general poco favorable al nuevo sistema político. En 1841 se volvió al Cabildo ampliado previsto en 178p~. Con las Constituciones de 1887, resultado de una revisión de las del siglo anterior, el péndulo se movió hacia el lado opuesto, puesto que el texto revisado reservaba a la Junta de Hermandad el derecho exclusivo a determinar las venidas y vueltas de la Virgen. Efectivamente en las Juntas de la Hermandad del 18 de marzo y 1 de abril de 1888, la Hermandad usó de este derecho-c. Recuérdese que se estaba y que se tendía a cierta separación de esferas entonces en período constitucional entre lo religioso y lo civil. Lo que no faltó durante todo el siglo fue la petición del pueblo. El hecho se había convertido ya en una tradición más.
Rogativas
y
funciones
Otro fenómeno que se advierte ya a principios del siglo XIX y se consolida a lo largo de él, es el que, a pesar de traerse de hecho la Imagen de la Patrona con tanta
36. 37. 38. 39. 40.
Actas 6 junio y 30 septiembre 1800. Acta 28 abril 180\. LA 1800-1802. Acta 2 septiembre 1838: LA 1838-1840. Acta 14 febrero 1841: LA 1841-1843. LH (Libro Hermandad), fols. 13 y 17.
fol. 101r.
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en las afueras de la villa y, tratándose de epidemia también la de San Sebastián. Finalmente, si la necesidad persiste, se acuerda traer la Imagen de la Virgen Patrona. Las dos Imágenes de Jesús y San Sebastián vinieron en 180441 y la de Jesús sólo en 183142 y en 184843• Esta última vez no hizo falta traer a la Virgen por haber llovido. Alguien podía objetar contra este decidir traer la Imagen de Jesús Nazareno, cuando el pueblo pedía la venida de la Virgen, como medida intermedia, antes de acordar el traslado de la Imagen de la Patrona. ¿No parece esto subordinar Cristo a su Madre, lo cual equivaldría a convertir la devoción a Nuestra Señora de Setefilla en culto idolátrico, al ponérselo por encima del tributado al Hijo de Dios? No creemos que nadie pueda honestamente pretender que en el plano de la fe y la doctrina Lora haya colocado a la Virgen por encima de Cristo. Lo que sucedía es que, por un lado, la traída de la Virgen era más difícil, por estar más lejos su ermita, (mientras la de Jesús estaba en las mismas afueras del pueblo) y por requerirse tradicionalmente ciertos preparativos para la venida de la Patrona. Por otro lado, el pueblo de Lora ha tenido conciencia desde hace siglo que la gracia de Dios se ha derramado sobre él de modo particular por intercesión de la Virgen en su advocación de Setefilla y en ello ha visto la voluntad de Dios. De hecho, sin pretender hacer recaer necesariamente sobre estos hechos la categoría de milagro, aunque sí la de gracia y la más bíblica de signo de la presencia salvadora de Dios, los loreños se han visto confirmados en el siglo XIX en esta su creencia por hechos repetidos: las lluvias que por fin caían sobre los campos y tal vez aún, más significativamente el haberse visto Lora preservada de la peste de fiebre amarilla que se había declarado en Sevilla, Cádiz y El Puerto en 1800 y estaba asolando Andalucía en 1804. Con ello no queremos excluir el que en la sensibilidad del pueblo, la traída de la Imagen de la Virgen acabara por convertirse en algo más importante que la de la Imagen de Jesús Nazareno, dándose así lugar a lo que hoy llamamos una heteropraxis, o desviación de la práctica religiosa. Por ello a nosotros personalmente no nos parece mal el que recientemente el culto a Cristo en su Imagen de Jesús Nazareno haya sido desconectado del conjunto de tradiciones setefillanas. La antigua ermita extramuros es hoy tan iglesia parroquial como la de la Asunción y se halla ya dentro de la población. Otro elemento de las tradiciones setefillanas que aparecen con alguna novedad solemnes de ia Eucarisen el curso del siglo XIX son las funciones (celebraciones tía) que promueven durante la presencia de la Imagen de Nuestra Señora de Setefilla en la población los gremios y el pueblo de Lora. Sabemos ya que desde princi-
41. 42. 43.
168
Acta 11 octubre 1804: LA 1803-1806. Acta 22 enero 1831: LA 1831-1832. Acta 2 marzo 1848: LA 1847-1849.
Tenemos, por lo mismo, que a fines del siglo XVIII, se hacían ya al menos cuatro funciones durante la estancia de la Imagen en Lora: Ayuntamiento, dos de los Gremios y doncellas. Pero esas funciones, que a menudo llegaban a formar un novenario de Misas con sermones, se tenían escalonadas durante las semanas o pocos meses que pasaba la Virgen en Lora. Comenzaban como Misas de rogativas y acababan en Misas de acción de gracias, una vez obtenido el favor solicitado. A principios a considerarse como actos preparatorios del siglo XIX las funciones comenzaban a la despedida de la Imagen, puesto que en el Cabildo Municipal del 6 de junio de 1800 se dio como razón para pedir se fijara el día de la vuelta el hecho de que «están para concluirse las funcioness e . Seguía la costumbre de traer un predicador de renombre para el sermón de las diversas funciones. El 23 de abril, por citar un sólo caso, de 1844 acordaba el Ayuntamiento «proporcionar un buen orador» para la función que él tenía de dedicar a la Virgen Santísima' el 26 de mayo siguiente-s . Y naturalmente, seguía la costumbre de colocar en la ermita un Vítor conmemorativo de la función y del sermón. Ya a principios de siglo el Vítor se exponía públicamente el día de la función. En el Cabildo celebrado por la Hermandad el 31 de julio de 1803 para cortar los gastos que se iban haciendo excesivos ocasionados por la exposición de los Vítores, se decidía que éstos estuvieran expuestos en las puertas de la Iglesia con sólo seis luces, la noche del día de la función desde las Avemarías (Angelus del atardecer) hasta el toque de ánimas-t .
La novena Por fin, es de 1888 la primera mencion de la Novena a la Virgen, preparatoria a su fiesta. En el Cabildo del 18 de marzo de este año se recordó efectivamente la necesidad de buscar con tiempo el predicador «de la nota que es costumbre escuchar en las novenas que anualmente celebra esta Herrnandad» «. Un año más tarde, el 4 de agosto de 1889, se acordaba que la novena comenzara siempre el 30 de agosto «por ser esta la costumbre más antigua»-v . También en ese caso nos hallamos con un punto oscuro. ¿Cuándo comenzó a celebrarse anualmente la novena preparatoria el 8 de septiembre? Hasta el siglo XVIII no era costumbre dirigir cultos a Nuestra Señora de Setefilla, sino delante de su Imagen. Por eso se la traía a Lora 44. 45. 46. 47. 48. 49.
LQ (Libro Quentas) fol. 91 r. Acta 6 junio 1800. 23 abril 1844: LA 1844-1846. LQ. fol. 136r. LH fol. 15. LH fol. 26.
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La mascarada de 1879 Del último cuarto del siglo XIX parece ser la costumbre que vigió hasta 1960 aproximadamente de anunciar las funciones que iban a celebrar los gremios como despedida de la Virgen con un pregón en versos mejor o peor construidos. Solía recorrer las caJ1es un cortejo de carrozas y jinetes que periódicamente se detenían para que alguien pudiera leer a los cuatro vientos el pregón. Decíamos que la costumbre parece haber nacido en el último cuarto del siglo pasado, porque la relación escrita que se conserva de la mascarada de 1879 habla de este pregón como de una iniciativa tomada ese año por el gremio menestral. Ese mismo pregón si es que fue primero, tuvo lugar el 8 de septiembre de dicho año. Los festejos que ese mes de septiembre de 1879 organizó el gremio de artesanos (o menestral) dejaron un eco duradero. Todavía se habla alguna vez de ellos. Se tuvo el ocho ese cortejo a que acabamos de referimos y luego, a partir del quince un septenario de salves solemnes. El 14 entraba solemnemente en Lora, el célebre predicador de entonces D. Vicente Manterola y Pérez. Lo recibieron carrozas, jinetes y una gran muchedumbre de loreños de a pie. Se cantaron en la iglesia mayor vísperas y una salve, acompañadas por una orquesta. Comenzó la función el 21 a las ocho de la mañana, con acompañamiento de la orquesta. Punto principal al gusto de la altura de su fama y con la oratoria entonces, fue el sermón del Dr. Manterola, solemne y acompasada que pedían los tiempos. Por la tarde, a las tres, dio comienzo el festejo popular: un gran cortejo de disfraces, conocido por ello como mascarada. Salieron soldados romanos, Don Quijote y Sancho, con su calabaza de vino, una comparsa de estudiantes con instrumentos, dos doctores, un astrólogo, una banda de música perruna, una pareja de ciego y ciega con lazarillos, ocho parejas de danzantes, una carroza en que iban representadas las cinco partes del mundo, un grupo de cinco mujeres bíblicas, cuatro profetas, la banda de música de Lora, y por fin una carroza triunfal en que era llevado un cuadro de la Virgen bajo dosel y estaba rodeado por una escolta. El vítor que los artesanos dedicaban al predicador había sido expuesto en la fachada del ayuntamiento 51 •
a
50. 51.
170
Acta 15 septiembre 1834: LA 1833-1834. N. Montalbo y Coronel, Resumen Histórico, pp.
relativos a la elección de Mayordomo en 1800, el acta de Cabildo de 180352, Y el de la elección de Camarera en 184853, el de Mayordomo en 1870 y el del Cabildo de 1882,relativo a la compra en pública subasta de los terrenos de la ermita 54. En cuanto a listas de Hermanos y actas de recibimiento en la Hermandad, tenemos una lista de los Hermanos existentes en 184855, un recibimiento de tres nuevos Hermanos en 1850, de tres en 1853, de uno en 1866, de siete en 1869, ocho en 1874 y tres en 187456• Esto parece demostrar que la vida de la Hermandad fue prácticamente inexistente entre 1803 y 1848, aunque la asociación como tal siguiera existiendo y hubiera siempre un Mayordomo. En 1848 parece haberse producido cierto resurgimiento y a partir de entonces se van incorporando, casi con cuentagotas, algunos Hermanos y Hermanas. Tan decaída estaba la Hermandad que en 1887 se decidió promover un efectivo renacimiento de la misma, haciéndose constar en acta un voto de agradecimiento a Don Salvador Montalbo y Quintanilla y a sus señoras Hermanas «pues a su devoción se debe la vida de la Hermandad, pues a causa de mil desgraciadas circunstancias quizás hubiera desaparecido esta piadosa Congregación si Dios Nuestro Señor no hubiera conservado en estos beneméritos Hermanos nuestros la piedad y el fuego sagrado de esta devoción, para que hoy pueda propagarse de nuevo» ». Ignoramos qué circunstancias se citaban entonces para explicar la decadencia grande de la Hermandad. Nosotros señalamos una fundamental, la de siempre: el carácter exclusivo de la Hermandad que impedía su extensión. Es interesante dar una mirada a las listas y nuevas inscripciones de Hermanos, aunque sólo sea porque éstas nos revelan quienes formaban en el siglo pasado la clase dominante de Lora. En la lista de Hermanos de 1848 y contando sólo los apellidos paternos (por haber variadas combinaciones entre ellos) hallamos once Montalbo, uno de ellos sacerdote, ocho Quintanilla, cuatro Coronel, dos Santiago, dos García, dos Valle de la Guerra, dos Lopera, un Del Pozo, un Almanza, un Liñán, un Reyna del Castillo y un Cepeda Reyna. Las Hermanas, más exclusivas, se llaman exclusivamente Quintanilla, Coronel, Montalbo, Almanza, Santiago y Barba junto a dos Rodríguez, emparentadas con ellas. En 1850 entran dos Cepeda, Antonio Ramón y Juan y en 1869 dos Pacheco, Alvaro e Ildefonso. La dirección de la Hermandad por todo este siglo había sido ya estudiada por Don José Montoto. Añadimos nosotros algún dato tomado de las Actas del Ayuntamiento. Consta en el Libro de Quentas de la Hermandad la elección en 1800 como Mayordomo de Don Juan Rodrigo Montalbo Quintanilla, sobrino del anterior Don 52. 53. 54. 55. 56. 57.
LQ fol. 135-137r. LQ fol. 131. LQ fols. 145-146. LQ fols. 132-133. LQ fols. 132-134r. LH, 1897, fols. 2r-3.
171
Lo era ya, a principios de 1831 como consta por su presencia como tal en un Cabildo del Ayuntamiento de este año en que se decidió un traslados' y sigue firmando las actas de recibimiento de nuevos Hermanos en 1848, 1850, 1869, y 197062• Este año murió don Manuel y le sucedió su hijo segundo Don Salvador Montalbo Quintanilla quien lo será hasta 1900. Don José Montoto ha hecho ver cómo en el siglo XIX la sucesión en la dirección de la Hermandad fue considerada como derecho transmitido de padre a hijo. Al morir en 1800 Frey Don Fernando de Quintanilla, que como Caballero Religioso profeso de la Orden no dejó sucesión, le sucedió su sobrino Don Juan Rodrigo. Al morir éste le sucedió su yerno probablemente por ser su hijo, don Manuel, muy joven (debía tener 17 años), pero poco después toma éste a su cargo la dirección de la Hermandad. Le sucede, al morir, su hijo segundo Don Salvador, por haber muerto ya su primogénito don Antonio Enrique. Sucedió a su tío don Salvador en 1900, precisamente el hijo primogénito del difunto don Antonio Enrique, don Fernando Montalbo Barba, quien en 1870 al morir su abuelo tenía sólo catorce años y no podía por lo mismo ejercer su derecho. En cuanto al título que llevaban los Presidentes de la Junta Directiva, hemos de puntualizar que a lo largo del siglo XIX se produce ya una oscilación en el modo de llamarlo. En 1800 se elige todavía un Mayordomos' pero los miembros de la Hermandad no son ya llamados Hermanos Mayores, sino simplemente Hermanos. Las AcEl Cabildo tas del Ayuntamiento en 182464, 1831 siguen hablando de Mayordomo. municipal de 1838 habla ya de oficiar al Prior Vicario y al Hermano Mayor de la hermandadss , Este es precisamente el título que se da al mismo Don Manuel Montalbo y Obando en el acta del Cabildo de la Hermandad de 184866• En la lista de miembros de la Hermandad compilada este año se los llama en el proemio Hermanos Mayores, según la costumbre antigua y a continuación simplemente Hermanos y Hermanase". El Acta del Cabildo Municipal de 1841 llama a Don Manuel Montalbo Hermano Mayorw . Esto significa que en los años treinta fue sustituyéndose el título de mayordomo por el de Hermano Mayor. En las actas de recibimientos de Hermanos de 1869 y 1874 firman Don Manuel y Don Salvador con el título de Hermano Mayoré? . El acta de elección de 1870 vuelve atrás llamando a todos los miembros 58. 59. 60. 61. 62. 63. 64. 65. 66. 67. 68. 69.
172
LQ fol. 128. Acta 6 junio 1800. LQ fol. 135. Acta 30 agosto 1824: LA 1823-1826. LQ fols. 143-144. LQ fols. 123r-128. Acta 30 agosto 1824: LA 1823-1826. Acta 2 septiembre 1838: LA 1838-1840, fol. 101r. LQ fol. 131. LQfo1.132. Acta 14 febrero 1841, LA 1841-1843, fol. 16. LQ fols. 133-134r.
Resurgimiento de la Hermandad Ya hemos indicado más arriba que a partir de 1887, cuando se inaugura el tercer Libro de la Hermandad, se produjo en ésta un fuerte resurgimiento. Era Hermano Mayor Don Salvador Montalbo y Quintanilla y Cura Párroco Don Manuel García Millán. Es muy posible, conociendo el entusiasmo del último (fue él quien hizo levantar la torre de la Iglesia), se deba a este sacerdote el impulso inicial. Lo cierto es que en la Octava del Corpus de este año, 1887, se eligió ya una comisión para que revisara las Constituciones de la Hermandad. La comisión dio cuenta de su trabajo el 10 de julio realizándose entonces algunas modificaciones al texto propuesto por la Comisión, aprobándosele con esos cambios en Junta General del 24, víspera de Santiago. Tres novedades contenían sobre todo dichas Constituciones. En primer lugar, se atribuía a la Junta Directiva la decisión sobre los traslados de la Virgen. En segundo lugar se reorganizaba la Junta Directiva, instituyéndose, además del cargo de Hermano Mayor, el de Mayordomo, el de Tesorero y los de Secretario y Vice-secretario. La Junta Directiva estaba pues constituida por cinco personas. Por fin, las nuevas constituciones dejaban de mencionar a los Hermanos menores y con ello se constituía una sola clase de hermanos. En la misma Junta en que se aprobaron las Constituciones, fue reelegido Hermano Mayor Don Salvador Montalbo y Quintanilla y elegida Camarera Doña Visitación Montalbo y Quintanilla. Dos Hermanos fueron elegidos Protectores respectivamente del Gremio de Agricultores y Artesanos>. En otra Junta celebrada dos días más tarde, se encargaba al Sr. Arcipreste, García Millán el encargo de medallas con sus cordones, de los Estandartes para los Hermanos y Hermanas, del sello de la Hermandad y que estudiara así mismo la posible reorganización de los Gremios». Es posible advertir en todo esto un ansia de renovación. Lo que hemos dicho más arriba sobre la supresión de la distinción entre Hermanos Mayores y Menores puede dar falsamente la impresión de que se tuvo entonces lugar lo que ha dado en llamarse la «popularización de la Hermandad». Popularización, no la hubo por entonces. Lo que sí se dio entonces fue un ensanchamiento de la misma desde los hidalgos de antes (Quintanilla, Montalbo, Coronel, Casaus) a los nuevos apellidos de las familias adineradas de Lora y a los que ejercían las profesiones liberales. En este sentido la Hermandad siguió siendo 70. 71. 72. 73. 74. 75.
LO LO LO LH LH LH
fol. fol. fol. fol. fols. fol.
143. 143r. 145. l. 1-3r. 8.
173
glo una de las familias más ricas de Lora). Todavía sin embargo, las dos familias, emparentadas por muchos lados, de los Montalbo y Quintanilla seguían dando muestras de su devoción particular a la Virgen. En 1896 las hermanas Carmen, Dolores, Visitación y Setefilla Montalbo y Quintanilla costearon la nueva Capilla y altar de la Virgen en el sitio donde hasta entonces estaba la sacristía de la Parroquia. La capilla costó 30.000 pesetas y el altar 7.500.
Compra de terrenos
y
obras en el Santuario
Unos años antes habían tenido lugar hechos importantes. El 14 de marzo de 1882 se reunieron el Cabildo municipal con la Junta directiva de la Hermandad, para tratar de la propiedad de los terrenos que rodean al santuario. Estos como bien eclesiástico, habían pasado a manos del Estado, en virtud de las varias leyes de desamortización. En esa Junta se decidió comprarlos al Estado con dineros recabados por suscripción para que esos terrenos fueran «de todos y para todos». Se evitaba cuidadosamente que fueran de la Virgen y su santuario (lo que estaba en la mente de todos) para no darles carácter eclesiástico y exponerlos así a alguna medida discriminatoria en caso de conflicto entre la Iglesia y el Estado. Se abrió inmediatamente la suscripción a la que contribuyeron todos los que pudieron con cantidades que van de 368 pesetas a un real. Se compraron las ciento veinte fanegas de tierra y se otorgó escritura a favor del Hermano Mayor Don Salvador Montalbo Quintanilla. Fue ésta, época de iniciativas en Lora, como veremos en seguida. Ello indica que pasaba entonces la villa por un' período de desahogo económico. Algo de ello se advierte en las mejoras que se hicieron por entonces en el santuario. En 1876 se renovaron el maderaje y losa de los tejados y la portada con fondos provenientes de un legado dejado por D. Rafael García Márquez, doblado por sus albaceas D. Sebastián García Márquez y D. José Gonzalo Prieto y García de sus propios peculios. En 1877 Doña María de Bustos de Prieto costeaba el púlpito. Nuevas obras vinieron a hacerse en el santuario y las hospederías «en tiempos del arcipreste D. Manuel García Millán», es decir por los años ochentat«.
76.
174
J. García
Millán, Apuntes sobre las fiestas ... Murcia
1934, pp. 98-99.
XIII EL SIGLO XX Lora del Río se dispuso a entrar en el siglo xx con optimismo. Pocas semanas antes de que acabara el XIX, se había instalado la luz eléctrica. Desaparecieron de las calles las farolas románticas, de petróleo (aquí nunca entró el gas) y vinieron unas bombillas que lanzaban una luz débil, amarillenta sobre los transeúntes. En las casas de los que podían pagar, se fueron poniendo poco a poco bombillas por las habitaciones. En las de los pobres, una sola en el centro de la casa, de modo que iluminara algo la entrada de las demás habitaciones. En las alcobas seguía la luz trémula de las mariposas de aceite y en las cocinas las capuchinas de aceite y los quinqués de petróleo, que aun adornan, bien pulidos, nuestras casas. El agua, en cambio, la seguían trayendo los aguadores, con sus burros, desde las fuentes más cercanas. En la del Pilar, todavía hasta casi 1940, seguía el lavadero público, lugar de tertulia para mujeres del pueblo. Pero pronto se trajo el agua a Lora, a principios del siglo, desde el Churre, por encima de los molinos. Unos veinte años más tarde, durante la dictadura de Primo de Rivera, se la trajo, más abundante, de los Caños. La plaza de abastos, proyectada y pedida desde mediados del siglo XIX, acabó por fin de construirse, desapareciendo así los puestos de verdura que por la mañana se instalaban en la plaza del Ayuntamiento. Se la había levantado en una parte del solar que había ocupado el convento de Mercedarios. En la parte opuesta se hallaba la iglesia de la Merced, donde se celebraba la Misa los domingos y fiestas a las once de la mañana. La iglesia acabaría de arruinarse ya antes de la guerra civil y en el solar que ocupaba, más la parte aún libre del convento de Mercedarios, se construyó después de la contienda la Plaza Nueva.
y la de Santa Lucía cerca del Pilar, junto al arroyo Churre. La ermita de Santa Ana, en la Roda Arriba se hallaba ya desvalijada y sin uso, hasta que en 1977 se abrió en ella la biblioteca municipal. Seguía cerrada la de San Bartolomé, en la calle del Bailía, propiedad de la familia Quintanilla, hasta acabar de arruinarse por los años treinta. Lora crecía, pero le sobraban iglesias y capillas. Por otro lado el clero que debía atenderlas, se había reducido muchísimo. Desde mitad del siglo XIX estaban extinguidas las dos comunidades de mercedarios y franciscanos y habían desaparecido, con la desamortización, numerosas capellanías y beneficios. La supresión de iglesias benefició a las que quedaban. El altar de la iglesia de la Merced pasó a ser retablo mayor de la Iglesia de la Asunción. Los cuadros grandes de la Merced pasaron a adornar la nueva sacristía de la iglesia mayor. La imagen de Santa Ana había sido llevada desde la ermita de su nombre, ya en el siglo pasado, al altar mayor de la Asunción. La de San Juan que hasta principios de este siglo se hallaba en el nicho más alto del mismo altar mayor provenía probablemente de la iglesia de San Juan y los Remedios en la calle de San Juan, ya arruinada a fines del XIX. La de San Ildefonso que hoy ocupa ese nicho más alto, procedía también de la Merced.
La población El casco urbano de la villa quedó durante la primera mitad del siglo xx tal como lo había dejado el XIX. Por la iglesia, la villa se había quedado en los límites que había tenido desde la Edad Media, por estar la construcción impedida por la alameda del Río, abierta a principios del siglo XIX, Y las periódicas riadas. Por el lado del castillo la contenía el arroyo Churre, que también se solía salir de madre y por Jesús, el ferrocarril. El acceso por la carretera de La Campana fue facilitado mucho con la construcción del puente de hierro sobre el Guadalquivir. Una extensión significativa, a principios del siglo XX, la del barrio de Jesús que venía a ocupar el llamado Llano, entre la villa y el ferrocarril. El número de habitantes de Lora fue creciendo a lo largo del siglo. En 1920 había 6.751 habitantes. En 1936 había 10.752, pero en el período de la guerra hubo 1.552 bajas en el censo, casi todas en 1936, entre «difuntos», como dice el padrón, y desaparecidos. Luego hablaremos de ello. En 1955 había ya 18.722 habitarites de hecho y 18.824 de derecho. En 1970, los habitantes de hecho habían subido a 23.807 y los de derecho a 25.3891 • El crecimiento del número de habitantes exigió y el desarrollo económico de los años sesenta hizo posible el gran desarrollo urbanístico que ha tenido Lora última1. Archivo Municipal de Lora: Censos.
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hacia la compra de viviendas. Se construyó, poco, cerca de la Iglesia de Jesús. Pero sobre todo se comenzó a construir por el norte entre el final de la Roda Arriba y el ferrocarril. Nació así la barriada de la Santa Cruz y más allá la de San José. Se construyeron algunas casas de pisos al borde del casco urbano desde el castillo al Barrio Nuevo. En los últimos años se comenzó a construir en la antigua huerta de Santa Ana, hoy Polígono de las Viñas. Por el casco urbano han venido también elevándose edificios de pisos, aunque en menor número: a un extremo y otro de la Plaza de Abastos, en la antigua calleja del Hospital, en Colón y en San Juan. Hemos anotado estos hechos concretos, para futuros investigadores.
Iniciativas de la Iglesia En 1923 se hicieron algunas obras en la Iglesia. Ante todo, se amplió el presbiterio, demasiado estrecho, desde el arco hasta donde llega hoy. Se pusieron alrededor las verandas de hierro que había en la iglesia de la Merced. Aún revela su origen el escudo de los atriles. Menos acertada a nuestro parecer fue la decisión de substituir el retablo renacentista del altar mayor por el barroco de la Merced. Sin duda éste permitía colocar más imágenes de Santos y agradaba más al clero y fieles de la época. El retablo antiguo quedó almacenado por algunos años hasta que después de la guerra civil se lo colocó en la iglesia de Jesús, porque el que allí había, había sido destruido en las algarada s de 19362• A raíz de la guerra y hasta hace unos veinte años, se dio en poner imágenes y más imágenes en la Iglesia mayor. De mal gusto y pobre material, casi todas. La del patrono San Sebastián, una de las pocas que se salvan, era antes un Cristo atado a la columna que se veneraba en la Iglesia de la Merced. En 1967, cesada la racha imaginera, el párroco D. Juan de la Cruz Bocardo, hizo sustituir algunas campanas de la torre de la iglesia mayor de la Asunción. Pero la contribución principal de dicho párroco a la fábrica de la iglesia, fue la fusión de dos capillas, para construir una mayor para el Sagrario. Fue inaugurada el 18 de diciembre de 1960, por el Cardenal Bueno y Monreal. Por entonces se inauguraba el Asilo de ancianos que en parte de los solares del Ave María (antiguo convento de franciscanos) había promovido el mismo párroco. Las nuevas parroquias Si a partir
del siglo XIX se había
venido cerrando
en Lora iglesias y capillas,
2. Testimonio de D. Francisco Rodríguez Nieto.
177
el santuario de la Patrona había quedado incorporado a la parroquia de San Sebastián (entonces del Santo Cristo). El Hermano Mayor D. José María Cep~d~ Rodríguez expuso personalmente al Cardenal Arzobispo, Bueno y Monreal, las dificultades que esto había de ocasionar en las tradiciones setefillanas, puesto que la Imagen de la Virgen había siempre venido a la iglesia mayor, ahora parroquia de la Asunción, donde estaba radicada la Hermandad. Otros loreños, entre ellos D. José Montoto, se dirigieron al Sr. Cardenal, exponiéndole lo mismo. Poco después (corría el año 1957), se corregía la división parroquial de Lora para atribuir el santuario a la parroquia de la iglesia mayor. Se salvaba con ello una tradición plurisecular.
Instrucción
y cultura
A fines del siglo XIX había en Lora dos escuelas de niños y dos de niñas. La de los niños estaban, una (Maguilla) junto a la cárcel, en la calle de San Antonio y otra en Santa Ana. Las de las niñas estaban una en frente de la cárcel (Doña Adriana) y otra en las Ollerías. Había además algunos colegios privados. Uno era el de doña Mercedes Piña y otro, la «amiga» de las hermanas Mellizas (Setefilla, Aurora y Encarnación), regentada todavía en los años cuarenta por el hijo de Doña Aurora, D. Manuel. Ultimamente abrieron su colegio de niñas las Hermanas Mercedarias de la Caridad. En los años que siguieron a la guerra había dos escuelas nacionales de niños. Una, la de D. Manuel Algarín, estaba en la Roda de En Medio, casi en frente de los Montalbo. Otra en el edificio más amplio de las «Escuelas Nuevas», por Santa Catalina. Las niñas, aún discriminadas, seguían yendo o al colegio de las Hermanas o a varias «amigas» particulares. A raíz de la guerra, por pocos años, se abrieron en los locales del antiguo convento franciscano, unas escuelas del Ave María, del tipo de las fundadas por D. Andrés Manjón en Granada. Los niños, en esta Andalucia soleada gozábamos de las lecciones al aire libre, saltando de una provincia a otra por el mapa construido en el suelo. Actualmente, hay en Lora cinco colegios estatales de EGB, uno privado subvencionado (las Hermanas), dos centros de enseñanza media, uno de capacitación agrícola (Molino Azul) y un centro de educación de adultos. En diciembre de 1977 se abría al público la biblioteca municipal en los locales de la antigua ermita de Santa Ana y se trasladaba allí el archivo, que ha sido ordenado y catalogado en los años sucesivos. En abril de 1981 tenía lugar un hecho que había de tener no poca influencia en la vida culturalloreña: la fundación de la Agrupación Cultural Amigos de Lora (ACAL) que iba a promover estudios y conferencias y editar una colección de temas loreños. 178
En la 31 acaba el acta de otro cabildo que ignoramos cuándo se celebró, por faltar el comienzo con la fecha. Consta sólo que había ya Junta Directiva y fue confirmada y que la Imagen de la Virgen se hallaba entonces en Lora, puesto que se deja a la Junta el fijar la fecha de su vuelta>. Sabemos que en este período continuó siendo Hermano Mayor D. Fernando Montalbo y Barba. Las informaciones sobre quiénes y cuándo le sucedieron son confusas. Según D. Nicolás Montalbo, le sucedió en 1914 D. Alvaro Pacheco y Montalbo (hijo) y en 1915 D. Cesáreo Montoto y Laniella. Según D. José Montoto fue con su padre D. Cesáreo en 1913 cuando se rompió la sucesión «hereditaria» en el cargo de Hermano Mayor que ostentaba desde hacía más de un siglo la familia Montalbo, sucediendo a su padre en 1915 D. Alvaro Pacheco y Montalbo (hijo). Lo que sí es cierto es que en 1917 no fue elegido, sino reelegido D. Juan Cepeda y Flores, lo que demuestra que este señor era ya Hermano Mayor en 1916. De todos modos, fue en este período cuando cesó definitivamente la dirección exclusiva de la Hermandad por las familias Quintanilla y Montalbo y fueron sucediéndose en la misma Hermanos de vario orige familiar. Una era histórica en la historia de la Hermandad se cerraba y se inauguraba otra nueva. Adviértase que los nuevos Hermanos Mayores pertenecían a familias relativamente nuevas en Lora. Los Flores estaban aquí desde la primera mitad del siglo XIX. D. Cesáreo Montoto, médico, se había trasladado a Lora en el último cuarto del siglo. El nombramiento de Hermanos Mayores consagraba su afincamiento en la villa. Habían llegado al corazón de Lora. Algo parecido hay que decir de D. Ildefonso Santos y Sánchez Alcobendas que fue elegido Hermano Mayor en 1919. En 1922 fue elegido de nuevo D. Juan Cepeda y Flores, al que sucedió en 1923 D. José García Millán, secretario del Ayuntamiento, pariente del párroco ya mencionado. A D. José debemos el primer libro escrito por un vecino de Lora sobre la Virgen de Setefilla con ecos de su historia. En 1924 sucedía D. 11defonso Pacheco Montalbo. En 1928, a la muerte de éste se encargaba de la dirección de la Hermandad como Teniente de Hermano Mayor D. José Montoto, hijo de D. Cesáreo. Seguían en 1929 D. Manuel Coronel y Torres y en 1931 D. Julián Quinlanilla de Flores. En 1933, en circunstancias ya difíciles era elegido D. Alfonso Coronel y Torres, quien sería asesinado el 31 de julio de 1936. En 1937 era elegido D. José Montoto y González de la Hoyuela, en 1941, D. Romualdo Cepeda y López y poco después. D. Rafael Coronel y Torres. D. Sebastían Sanz García lo era en 1943, D. José Montoto volvía a serio en 1945, D. Manuel Cepeda Rodríguez en 1947, D. Rafael Montoto de Flores en 1951, D. José María Cepeda Rodríguez en 1954 y D. J osé Montoto de nuevo en 1957. Era ésta la cuarta vez que el ilustre loreño se encargaba de la dirección de la 3.
LH, fol. 31.
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tancia para convertirlo en anécdota y rasgo sabroso, gustado por numerosísimos lectores. Su discurso de ingreso en la Academia de Buenas Letras de Sevilla tuvo por título «De cómo los viejos lugares de Lora y Setefilla se unieron por la Virgen y en la Virgen» (1947). En 1975 publicó su libro «Tradiciones de Lora y Setefilla». A su muerte, en 1977, le sucedió como Teniente de Hermano Mayor D. Pedro Leyva Sobrado, hasta que en las siguientes elecciones fue designado como Hermano Mayor D. José Antonio Heras Muñoz (13 julio 1978), reelegido en 1984.
El crecimiento de la Hermandad Leyendo los nombres de los asistentes a los cabildos en lo que va de siglo, hallamos como miembros de la Hermandad, a principios del mismo los apellidos Caro, Cepeda, Sosa, Campos, Naranjo, Santos, Sanz, García Millán, .Montoto, Oliveras, García Olmo, del Río, Rendón, Revuelta, además de los Quintanilla, Montalbo, Coronel y Pacheco. Poco después van apareciendo los de Becerra, Ledro, Boronat, Pérez, Porras, Torres. Los loreños, al leer los apellidos de los Hermanos a principios de siglo, se habrán dado cuenta de un hecho, cuyos aspectos negativos han sido puestos de relieve por D. José Montoto. La Hermandad había sido coto cerrado durante siglos de las familias que componían la cúspide social de la villa. En la segunda mitad del siglo XIX se había ensanchado la burguesía local (labradores, profesionistas) que compraban tierras y sus apellidos comienzan a aparecer en la Junta Directiva y en las listas de Hermanos. Pero aún así el número de Hermanos era reducido y venía a coincidir con el censo de los contribuyentes mayores y medianos. Eran casi todos miembros de la burguesía, propietarios, comerciantes y profesionales. Se produjo, hacia 1913, un intento de extender la admisión de la Hermandad a grupos más populares. «Trabajo costó que se popularizase la Hermandad, porque es difícil vencer un pasado de prejuicios» escribía el ilustre D. José Montoto. Sus palabras nos hacen reflexionar. Porque ello significa que los miembros de la nueva clase dirigente loreña se enfrentaron decididamente con la mentalidad exclusivista de algunos de los antiguos «señores». En realidad, tan pronto como esta nueva élite local ocupó la dirección de la Hermandad, se advirtieron los aires renovadores. No sólo en ese intento de ampliar la Hermandad a grupos más amplios, sino en su labor legisladora. Ellos fueron quienes compusieron, con espíritu vivamente renovador, las nuevas normas de la Hermandad, como veremos en seguida. La popularización de la Hermandad, en griego su democratización, no tuvo sin embargo lugar hasta años después de la guerra, cuando gente nueva, jóvenes de intensa devoción a la Virgen y al mismo tiempo no atados a clase social alguna, entren en la Junta Directiva. Entonces comenzó a popularizarse la costumbre de hacer 180
Estatutos y Reglamentos El 23 de septiembre de 1917 la Junta General de los Hermanos había aprobado el Reglamento para el uso de las Hospederías, redactado, al parecer en 1915. Había entonces doce Hospederías y podía solicitar hospedarse en ella por cierto período cualquier loreño, e incluso forastero, con preferencia los Hermanos. Tenían que dejarlas desalojadas para antes de la fiesta de la Virgen, 8 de septiembre, en que las ocupaban las familias de Hermanos que las habían solicitado. El Reglamento contenía así mismo un capítulo segundo dedicado a las obligaciones del Santero. El culto a la Virgen seguía siendo regulado por los Estatutos redactados por vez primera en 1767 y cuya última revisión databa de 1887. En 1920 acordó la Junta Directiva hacer imprimir dichos Estatutos junto con el Reglamento de las Hospederías, para distribuirlos entre los Herrnanos-. Pero se advirtió pronto que antes de ser impresos, debían ser revisados y por ello y el 16 de septiembre de 1923 se elegía una comisión de cuatro Hermanos para llevar a cabo la revisión. El 11 de mayo siguiente se nombraba nueva comisión para la redacción del texto, compuesta por los tres sacerdotes Hermanos, el Párroco Don Francisco Arias, Don Juan Coca y Don Luis Peñas- . El 14 de febrero de 1924 se comenzaba el estudio del texto y se decidía trabajar tambien en el de las Reglas sobre la constitución y gobierno de la Herrnandads . Vistos por un asesor jurídico, fueron estudiados y aprobados junto con las Reglas en Junta General extraordinaria del 25 de enero 1927. Comparando el texto de los Estatutos aprobados en 1927 con el de las Constituciones de 1767, advertimos que se trata en su máxima parte de un texto nuevo. Dieciocho párrafos o constituciones tenía el texto antiguo, cincuenta y uno tiene el nuevo. Por no haberse conservado el de 1887, ignoramos si alguna de las modificaciones que aparecen en el nuevo, se habían hecho ya en el de fines del siglo pasado. En el nuevo se suprime toda mención de la fiesta de la Encarnación, que era todavía la más importante en el texto de 1767, y se incluye la novena, que antes no aparecía. Por lo que respecta a los traslados de la Virgen, el texto nuevo trata de la petición popular que el del siglo XVIII ignoraba, a pesar de estarse ya practicando desde hacía bastantes años. El texto antiguo mandaba cubrir la Imagen al salir de los soportales de la ermita, sin decir quién lo hacía; el texto nuevo es contradictorio, porque por un lado afirma que los velos son corridos por un sacerdote y a continuación se reconoce· que es el privilegio exclusivo de la familia Martínez el correr el velo. uno antiguo y otro que debió ser Tenemos aquí en el artículo i4 dos párrafos, añadido en 1927. Es posible que el primer párrafo provenga de la revisión de 1887. 4. 5. 6.
LH, fol. 39. LH, fol. 75, ef. fol. 45. LH, fol. 87.
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una mesa en la ermita de Santa Ana, explicando su origen histórico. Por fin, afirmaba el nuevo en el número 37 que en el convento de Mercedarias tomaban las andas los frailes de la Merced y al llegar al convento de éstos por la calle del Bailío lo tomaban los franciscanos. Ignoramos de dónde se tomaron estas noticias, que no hemos hallado en ningún documento anterior. El texto nuevo reconocía ya la costumbre antigua de las funciones. Las Reglas de gobierno eran en cambio un texto nuevo, de carácter jurídico y fue redactado, según la Ley de Asociaciones, para presentarlo al Gobierno Civil. Trata de la constitución de la asociación, la recepción de sus miembros (cosa que en 1767 se hallaba en el texto de las Constituciones), el gobierno de la misma, las obligaciones de los que detectan los varios cargos, y los deberes de la Camarera, las elecciones, las reuniones, y disposiciones para el caso de disolución", Las Reglas fueron aprobadas por el Gobernador civil de Sevilla el 27 de septiembre de 1927. Como es fácil deducir de lo que llevamos dicho, desde 1927 las .norrnas que regulaban la vida y actividades de la Hermandad Mayor de Nuestra Señora de la Encarnación de Setefilla se hallaban transcritas en dos textos fundamentales. Uno, llamado en el siglo XVIII «Constituciones» y luego «Estatutos» trataba fundamentalmente de las normas consuetudinarias relativas al culto tributado a la Patrona. Era un código donde se recogían costumbres, muchas inmemoriales. El otro, llamado Reglas, de origen más reciente (1827) y trataba de la constitución, miembros, cargos y juntas. Este texto fue el que se llevó a la aprobación de la autoridad diocesana y civil.
Traslados de la Imagen En lo que llevamos de siglo XX, la Virgen ha sido traída periódicamente a Lora y devuelta a su Santuario en la sierra. Debió ser traída a principios del siglo, porque por los vítores de las funciones que penden de los muros de la ermita sabemos que fue devuelta en 1905. Se trajo de nuevo el 8 de diciembre de 1917 y se la devolvió el 31 de octubre de 1920. Fue de nuevo pedida por el pueblo, en las primeras horas de la noche del 8 de abril de 1924, pero cesaron las lluvias persistentes que amenazaban las cosechas y se decidió celebrar en la Iglesia Mayor un triduo los días 12, 13 y 14 del mismo mes yel 15 acudir al Santuario para dedicar allí a la Virgen una función de acción de graciass . Fue traída nuevamente a la villa el 17 de marzo de 1925 (el día de la lluvia prodigiosa) y regresó a su Casa el 7 de noviembre de 1926. El día 1 de marzo de 1931, en vísperas ya de la Segunda República, se trasladaba la, Imagen a Lora, aquejada de nuevo por la sequía. En la Iglesia pa7. 8.
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N. Montalbo, Resumen histórico, pp. 47-58. N. Montalbo, ib. pp. 160-161.
salía la Imagen por las calles de Lora. El Sr. Alcalde Constitucional invitaba los loreños a asociarse a los cultos. Algo más de un año más tarde, un grupo de loreños decidían por sí y ante sí quemar la Imagen venerada de la Patrona de Lora. El suceso merece que lo narremos por separado, a continuación. Esculpida una nueva Imagen, hacía ésta su primera entrada en el santuario el 5 de abril de 1942. Volvía a Lora el 19 de marzo de 1945 y regresaba a su Casa el 27 de octubre de 1946. Seguía un largo período en que la Imagen permanecía en su Santuario, por no haberse producido una de esas calamidades por las que periódicamente se la traía a la villa. Entraba de nuevo por las calles de Lora el 5 de octubre de 1958 y volvía a su ermita el 27 de abril de 1960. Era traída el 21 de abril de 1965 y se la devolvía el 24 de octubre de 1966. Nuevo traslado a la villa el 12 de diciembre de 1971 y vuelta a su Casa el 7 de octubre de 1973. Entraba de nuevo por las calles de Lora la Patrona bendita el 29 de diciembre de 1974, por sequía extrema, y se la devolvía a su Santuario. Se la volvía a traer el 25 de enero de 1981 y se la devolvió el 10 de octubre de 1982. Antes, por ser grande la falta de aguas, se había sacado la Imagen en rogativas por las calles de Lora el 8 de diciembre eje 1981.
El cabildo abierto de Santa Ana Acabamos de decir que a lo largo de este período el pueblo pedía la venida de la Virgen cuando lo aquejaba alguna calamidad grave. En el pasado, la Virgen venía con gran frecuencia, aunque siempre por uno de estos motivos, sequía, lluvias persistentes o epidemias. Sólo en dos ocasiones, cuando la Armada Invencible y durante la guerra de Felipe V contra Cataluña, se trajo la Imagen Sagrada para pedir por el éxito de los ejércitos del Rey. En el primer caso Dios decidió que la historia siguiera otro rumbo y en el segundo no creemos que en la victoria y la represión que le siguió tuviera parte alguna la intercesión de la Virgen. Esto nos hace ver que a la Virgen no hay que mezclarla en nuestras guerras, ella que es la Reina de la Paz y Madre de todos, a un lado y otro de los frentes. En algún caso se trajo la Imagen por hallarse la comarca bajo la amenaza de terremotos. Pero esto suele acontecer muy raramente por el valle del Guadalquivir. Quedan pues los tres motivos tradicionales: las epidemias que venían asolando periódicamente a Europa, y las sequías y más rara vez las lluvias inorportunas que traían la desocupación y el hambre a una comarca, cuyas frágiles estructuras económicas la hacían grandemente vulnerable. A lo largo del siglo xx se advierte un fenómeno: no se trae ya a la Virgen por epidemia. y es que la generalización de la higiene y los mejores servicios médicos y farmacéuticos habían reducido muchísimo este peligro y hacía más fácilmente controlable al183
una interpretación rígidamente conservadora de las tradiciones setefillanas la Virgen estuviera sin venir a la villa desde octubre de 1946 hasta octubre de 1958. Y la ausencia de la Imagen se habría prolongado más, a no haberse introducido un cambio en la interpretación de los motivos. En todo este período, de 1946 a 1958 la Virgen había sido pedida tres veces, pero ninguna de ellas llegó a venir, por juzgar una parte de la Hermandad que no había motivo suficiente. En marzo de 1958, con motivo de una sequía, el pueblo la pidió de nuevo. El 23 del mismo mes subió a la ermita el «rosario de hombres». 1.428 varones subieron allá rezando el rosario. Al volver a Lora, apenas entrados en el pueblo, comenzó a llover. La gente se echó a la calle y se abrieron los templos, se cantó la Salve a la Virgen y el aire se estremeció con el repique de las campanas y los estallidos de las salvas. Esto significaba que la Imagen no vendría a Lora, pero el pueblo tomó de nuevo la iniciativa y el 24 se congregó en la plaza del Ayuntamiento pidiendo que se trajera de todos modos a la Imagen Sagrada. DOI\ José Montoto, Hermano Mayor, prometió que vendría antes de acabar el año. En el mes de agosto se celebró en el Cine de Santa Ana un Cabildo abierto al pueblo, presidido por el Sr. Alcalde, Don José Rubio, el Párroco, Don Juan de la Cruz Bocardo, el Hermano Mayor y el ex-gobernador de Málaga e hijo de Lora, Don Manuel García del Olmo. Don José Montoto dando conocimiento de la frecuencia con que había venido la Virgen en los siglos anteriores, convenció a la asamblea popular de que la ausencia de la Imagen venerada por tantos años era motivo suficiente para traerla. Y así se decidió. La Virgen venía poco después. La decisión del Cabildo abierto del Cine de Santa Ana, en 1958, fue el inicio de un proceso que culminaría años más tarde en la redacción de los Estatutos del culto setefillano en 1980. Con ese procese, las manifestaciones más importantes de la devoción a la Patrona de Lora, sus traslados de la ermita a la villa y de ésta a aquella quedaban desvinculadas del ciclo de calamidades naturales tan dañosas en una sociedad puramente agraria. El cambio fue, sin duda, acertado. No sólo porque una interpretación rígidamente conservadora de las tradiciones históricas, hubiera acabado por matar a éstas, sino sobre todo porque se abría los ojos al hecho repetido de que las necesidades naturales habían sido sólo ocasión para un despertar de la fe y un renovarse periódico de la vida cristiana en los loreños. Más aún, con esto el culto a la Virgen de Setefilla no estaba ya tan vinculado a las necesidades cíclicas de una sociedad agraria que se ha transformado profundamente. Y finalmente porque la devoción setefillana dejaba de estar relacionada predominantemente con la petición de ayuda en nuestras necesidades que es sólo un aspecto, entre tantos, de la religión.
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el horizonte, se fue a uno de aquellos hechos pre el poder intercesor hoy se lo conmemora. Don José Montoto:
la Sierra por la Virgen. Fue entonces cuando aconteció sorprendentes, en los que el pueblo de Lora ha visto siemy el amor materno de la Virgen Nuestra Señora. Todavía Pero dejemos que nos lo cuente un testigo presidencial
«Lucía un día espléndido, sin una nube y sin nada que augurase cambio alguno. Así salió la Virgen del santuario, así bajó por las Escaleretas, y así recorriá las llanuras de Sancha. Al entrar en los chaparrales surgió una como mancha redonda en lo alto del cielo. No era una nube que viniera de oriente o de poniente o del norte o del sur. Fue como una mancha gris que apareció sobre nuestras cabezas. Mirada desde abajo parecía tener como unos dos metros de diámetro. Aquello fue extendiéndose muy poco a poco, y cuando llegamos a la Cruz de la Lengua ya era gris todo el cielo y empezó a lloviznar. Con esto la gente se animó, arreciaron los vítores y súplicas, y de este modo se llegó al Helecho. Allí empezó a llover copiosamente. El pueblo, entusiasmado, rodeó a la Señora, con lo que se hizo difícil caminar. [Despaciol, gritaban todos. ¡A mojarnos con esta agua bendita que nos envía la Virgen! ... Aquello fue jornada impresionante. Del Helecho hasta el pueblo se tardaron tres horas. Los pies se hundían en el barrizal ... Se nos hizo de noche ... No se veía el camino ... Arreciaba el tremendo chaparrón ... Al entrar en el pueblo caía un diluvio que a nadie acobardó, puesto que todo el vecindario se había echado a la calle aclamando a la Virgen. Al día siguiente amaneció un día espléndido. El campo había sido remediado y el cielo estaba azul ... »9 Los que hemos nacido en Lora algo más tarde, hemos oído hablar de la lluvia del 17 de mayo de 1925. Hasta hace poco años circulaban por las casas de Lora las «capillitas» de la Virgen, costumbre iniciada para conmemorar el favor y todavía se celebra el triduo y función de acción de gracias, al cumplirse el aniversario del suceso. Los que tengan dificultad en aceptar el concepto de «milagro», en el sentido filosófico del término, pueden suscitar a este propósito algunas cuestiones. Tranquilícense. La Iglesia católica se negaría a dar a este hecho el título de milagro. Nos basta el concepto de favor divino, para caracterizarlo. El pueblo de Lora se hallaba angustiado por la sequía y sacó a la Virgen, un día con cielo totalmente despejado, de un azul que ponía a prueba la fe del pueblo. Muchas otras veces se ha hecho lo mismo y no pasó nada. Aquel día, casi de repente, diluvió y diluvió. Los loreños 9.
J. Montoto, Tradiciones de Lora y Setefilla, pp. 203-204.
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Queman la Imagen Lo que vamos a narrar es ya historia vivida y sufrida por los loreños que superan hoy los cincuenta años de edad. El que esto escribe la vivió y la sufrió cuando sólo tenía seis años, de ella le quedan en el recuerdo sólo unas instantáneas aisladas y fugaces. El 18 de julio de 1936 se levantó contra la República una parte del Ejército. Comenzaba así la agonía de un sistema político en el que las «dos Españas» habían convivido materialmente sin un mínimo de consenso. En las ciudades y pueblos de España se desató, como una erupción, la violencia. Se comenzó a asesinar a mansalva. Lora se quedó, por pocos días, en zona republicana. La capital, Sevilla, era ya de Queipo de Llano, y habían comenzado allí los fusilamientos de los fieles a la República, comenzando por el capitán general. El frente pasaba muy cerca y los numerosos republicanos loreños se sentían amenazados. Cayó el cuartel de la Guardia Civil, se fusiló públicamente al capitán, y se llevó a la cárcel a los miembros de las familias más ricas y con ellos a los dos sacerdotes. Poco a poco, a partir del 31 de julio, se fue asesinando a la mayoría de ellos. Unos días antes de que comenzaran los asesinatos, los responsables del movimiento obrero, convertidos en milicianos, a raíz de la sublevación de parte del ejército, decidieron acabar con las imágenes de las Iglesias. La Imagen de la Patrona se hallaba entonces en la Iglesia parroquial y con ella, en la capilla próxima, la de Jesús Nazareno, ambas traídas de sus ermitas. Hubo intentos de hacer sustituir la de la Patrona por otra (Divina Pastora), vistiéndola con las ropas de la primera y escondiendo a ésta en un hueco sobre el coro. Don Antonio Pérez, el sacristán se lo sugirió a los dos sacerdotes, pero éstos no lo juzgaron respetuoso de la Virgen. Cierto, el desacato inútil hubiera sido lo mismo con esta sustitución, pero una joya histórica se hubiera salvado. ¿Quién quería ya iglesias y conventos? Los que los querían, no podían hablar. El 28 de julio de 1936, hacia las cinco de la tarde, un grupo de entre veinticinco y treinta hombres, todos de Lora, irrumpió en la Iglesia Mayor. Allí estuvieron unas dos horas sacando de sus nichos todas las imágenes y arrojándolas en' un montón junto a la entrada, al lado de la pila. La Imagen venerada de la Patrona fue sacada de la caja fuerte en que se hallaba y arrojada sobre el montón. La de Jesús Nazareno fue arrojada desde el camarín al suelo. Sobre las imágenes cayeron los ornamentos, algunos de mucho valor. Todo fue cargado sobre un carro que esperaba en la plaza. Hacia las seis, en medio de un calor sofocante, el carro, rodeado por los milicianos, se puso en marcha dirigiéndose a la Alameda del Río. Allí, al comienzo de la misma 186
ver si podían robar y esconder la Imagen de la Virgen. Gesto quijotesco, adolescencia!. Los miliciano s los alejaron, amenazando al mayor con una escopeta apuntada contra el abdomen. En la iglesia había caído sobre el coro bajo el gran órgano situado en el lado de la epístola de la tribuna superior y que llegaba hasta el techo. Había quedado hecho añicos. En una tragedia de las proporciones de la que entonces se desarrollaba en España la quema de las imágenes y los incendios de los templos no eran, ni mucho menos, lo más deplorable. Todas las imágenes de los templos juntas nos valen, en el juicio de la fe cristiana, la vida de un solo hombre. Y hombres y mujeres caían entonces a millares y millares. Pero, una vez afirmado nuestro profundo pesar por todo aquel odio fratricida, debemos afirmar que la destrucción de la Imagen de la Patrona fue un insulto inútil al sentir religioso de la mayoría de los loreños y una pérdida irreparable para la historia. El 7 de agosto de 1936, pocos días más tarde, entraban en la villa los soldados del Ejército levantado. A la mañana siguiente, comenzaron las matanzas, por el otro lado. Fueron ejecutados algunos responsables de delitos de sangre y asesinados otros muchísimos por simples motivos ideológicos, por venganzas personales, en sustitución de familiares huidos (la madre de una joven que había bordado una bandera). Si la lista de los 93 inscritos en el mausoleo de los «caídos» de derechas produce honda pena, la lectura de la lista de bajas al censo de 1935, confeccionada en diciembre de 1936, produce verdadero escalofrío. Largas listas de jornaleros, mujeres de condición humilde, en su casi totalidad, llenan las calles, especialmente las más populares: las Morerías, Santa Catalina, el Llano, Colón. Hay 1.552 entre desaparecidos y difuntos. Hemos contado 383 muertos y nos consta que no están todos. Si descartamos los 93 fusilados por las izquierdas y las varias decenas de muerte natural que hubieron de producirse en ese año, no estaremos muy lejos de la realidad afirmando que limitándonos sólo a los que el censo declara muertos (y faltan muertos) la «gente de orden» mató unos 270 hombres y mujeres. Fueron más. La sonrisa de la Virgen aún estaba muy lejos de Lora.
Vuelve la Virgen
El 21 de septiembre de 1936 celebraba Junta General Extraordinaria la Hermandad de la Virgen. En otra del 2 de abril siguiente se eligió Hermano Mayor a Don José Montoto y González de la Hoyuela, en sustitución de Don Ildefonso Coronel y Torres, asesinado el 31 de julio de 1936. U no de los primeros acuerdos tuvo por objeto hacer esculpir una nueva Imagen de talla de la Patrona, lo más semejante 187
pero el Cardenal Arzobispo Don Pedro Segura negó el permiso y la lápida fue colocada en el Santuario 12. El 8 de septiembre de 1938 era presentada al pueblo la nueva Imagen de la Patrona. Había sido costeada por todo el pueblo. Desgraciadamente, se cometió el desacierto de no reproducir la talla entera, de madera, de la Virgen sentada en el castillete. Se modificó profundamente la imagen tradicional de la Patrona, aunque no se advirtiera porque los vestidos eran los mismos. Contaban más las apariencias. Ante una gran muchedumbre que se había reunido en la alameda del Río fue descubierta la Imagen en el mismo lugar en' que había sido quemada la antigua. La Virgen permanecía en la Iglesia Mayor hasta el 5 de abril de 1942 en que fue llevada de nuevo a su ermita. Lora reanudaba sus tradiciones setefillanas.
Obras recientes Bajo las Juntas presididas por los dos últimos Hermanos Mayores se han efectuado una serie de mejoras, algunas importantes, en el santuario y sus accesos. El 3 de diciembre de 1960 se hacía constar en las Juntas de Hermanos que se habían arreglado ya las escale retas viejas 13. Por el acta del 31 de enero de 1963 nos enteramos de que se acaba de construir, con donativo de D. Benito Villamarín, una pérgola en frente del santuario. El mismo día se decidió arreglar la casa del santero que se hallaba arruinada 14 • Para ello se destruyó la casilla construida en el siglo XIX al lado de la puerta lateral, apareciendo entonces numerosas tumbas del cementerio medieval. En 1969 D. José Montoto recabó ayuda financiera del Gobierno civil de Sevilla y del Ayuntamiento, para. arreglar los accesos al santuario 15. En el cabildo del 29 de noviembre de 1973 se informaba que se habían arreglado los soportales por la parte del castillo, derribando unas hospederías que se hallaban ruinosas 16. Poco después, gracias al tesón de D. José Caro González, secretario, se instalaba el fluido eléctrico en el santuario y sus dependencias. Entraba entonces en funciones la primera Junta de gobierno presidida por D. José Antonio Heras. Además de la dirección ordinaria de la vida de la Hermandad y del culto a Nuestra Señora, los esfuerzos del nuevo Hermano Mayor y sus dos Juntas sucesivas se iban a orientar en tres direcciones. Ante todo, se arregló definitivamente lO. 11. 12. 13. 14. lS. 16.
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LH, 1887, fol. 143. LH, fol. 149. LH, fol. lS4. LH,fol.l1. lb. fol. 11. lb. fols. 21-21r. lb. fol. 28r.
ensanchada, al abrirse un segundo carril. Al mismo tiempo se inauguraron unas nuevas escaleretas, por el lado del monte que mira a la Mesa del Romeral!" . Recientemente (1985) la compañía constructora del pantano, que se está haciendo en la sierra, más allá del castillo, ha abierto desde los Montoncitos una carretera amplia que enlaza rectilíneamente con el comienzo de las escaleretas, evitando el descenso serpenteante que antes hacía difícil la llegada de los coches al santuario. En el capítulo de mejoras hay que incluir además el adecentamiento de las hospederías, y la instalación, por vez primera, de servicios y el muro de defensa de la cantera, por la cruz del humilladero. Las iniciativas más significativas y duraderas de las últimas dos Juntas se sitúan en planos diferentes. Nos referimos a las de tipo jurídico (denuncia del pacto de 1781), legislativo (nuevos estatutos) y a la adquisición de la Casa de la Hermandad y obras realizadas en ella. Cada cosa se merece un párrafo aparte.
Los nuevos Estatutos y Reglas La Junta Directiva de 1927, presidida por D. Ildefonso Pacheco Montalbo, y los Hermanos de entonces no tuvieron dificultad en crear un nuevo texto jurídico, las Reglas de gobierno, y en rehacer profundamente el texto venerable de los Estatutos del culto que databan de 1767, para incorporar los usos que se habían venido creando. O tal vez hubo dificultad también entonces, porque siempre hay un grupo más apegado a la letra. No sabemos si a esto o a que no pudo trabajar mucho, lo cierto es que la primera comisión nombrada para la revisión (la directiva, el párroco y Don Ignacio Torres) cesó y al final el texto fue preparado por los sacerdotes D. Francisco Arias, Don Juan Coca y Don Luis Peña. Actuó como asesor jurídico (las Reglas) don Luis Montoto. A finales de los años sesenta, nos hallábamos con un hecho mucho más trascendental que el de introducir algunos usos recientes: el Concilio Vaticano 11. El Concilio, al proponer a toda la Iglesia una renovada visión teológica y espiritual y pedir la adaptación de las varias estructuras que se podían renovar a las nuevas condiciones, señaló el comienzo de una revisión de la legislación eclesiástica, tanto a nivel general (el Código de Derecho Canónico) como particular (institutos religiosos y otras instituciones). La Curia diocesana advirtió que había que renovar las normas por las que se regían las Hermandades y Cofradías. A los Institutos religiosos les pidió el Concilio que fundieran la teología y la espiritualidad con las normas simplemente jurídicas. Se ha producido pues en toda la Iglesia un trabajo amplio y serio de renovación de todas las legislaciones. 17. Acta 13 noviembre 1981, fols, 4041r.
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comenzó a tratar de revisión de las Reglas de gobierno, tomándose algunas decisiones sobre su contenido, como el que de allí en adelante se eligiera sólo al Hermano Mayor y que este nombrara el resto de la Junta y el que el número de miembros de ésta se aumentara de cinco a nueve20• El proyecto de Reglas fue leído el 8 de abril de 1983, enmendado, y se decidió enviarlo a la Curia Arzobispal. Pero entonces se tuvo noticia de que el Sr. Arzobispo iba a promulgar una legislación básica con la que debían conformarse las normas de Hermandad y Cofradías. Hubo pues que esperar a que éstas aparecieran. Fueron presentadas por el Sr. Arzobispo a las Hermandades el 2 de julio de 1985 y entraron en vigor el 1 de octubre siguiente. La Junta directiva volvió a estudiar los dos textos, de Estatutos y Reglas, preparados hace pocos años, para adaptarlos al nuevo texto diocesano. En realidad, lo que había de adaptarse, eran las Reglas de gobierno. El 6 de diciembre de 1985 fue convocada Junta General Extraordinaria para examinar el texto. El anteproyecto, aprobado con algunas enmiendas, recogía fundamentalmente los textos aprobados en 1981 y 1983 con las adaptaciones a las últimas normas diocesanas. Pero presentaba una novedad. Esta vez se fundían en un sólo código fundamental los Estatutos del culto y las Reglas de gobierno, que existían separadas desde 1927. Las características del nuevo texto son visibles. Ante todo, en obediencia al Vaticano I1 e imitando lo que la Iglesia ha hecho en su Código, se han incluido párrafos de doctrina teológica y espiritual, con una visión más eclesial, y de irradiación apostólica. En segundo lugar se recogían, como se había hecho en 1767 y en 1927, unas pocas normas que respondían a la nueva realidad, como es la independencia de la Hermandad con relación al Ayuntamiento, y el paso de la Imagen de la Virgen por el nuevo poblado de Setefilla. La tradición setefillana sigue siendo un río vivo que a lo largo de los siglos, va cambiando sus aguas, sin perder su fisonomía.
Se denuncia el pacto con el Ayuntamiento Hasta 1979, las venidas de la Imagen a Lora y sus devoluciones a Setefilla habían sido siempre acordadas por el Ayuntamiento, excepto en algún raro período de ruptura o distanciamiento. Por siglos lo decidía sólo el Concejo de la villa (gobernador y regidores), que eran quienes tomaban todas las decisiones en la población. Existía entonces una visión unificada de lo religioso y lo civil. Con el tiempo además, el Concejo se había declarado (creemos que abusivamente) patrono de todas las iglesias y ermitas de Lora, título que les daba autoridad sobre ellas. 18. Acta, fol. 35r. 19. Acta, fol. 36. 20. Acta 26 noviembre 1982.
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denunciado el concordato y se instauraba una mayor autonomía de las esferas eclesiásticas y civil, esas prerrogativas del Ayuntamiento parecían a muchos chocar con el sentir de la Iglesia. De ahí que la Junta directiva propusiera a la Hermandad denunciar el pacto de 1781 y reivindicar para los Hermanos la decisión de hacer venir o volver la Imagen de la Patrona. En Junta celebrada el 6 de enero de 1979, leyó quien esto escribe una carta, previamente estudiada y aprobada por la Directiva, con la que ésta se dirigía al Alcalde y Concejales para proponer la denuncia del pacto. La iniciativa y el texto fueron aprobados. Poco después firmaban la carta el Hermano Mayor, Don José Antonio Heras y el párroco, Don Juan de la Cruz Bocardo. El ayuntamiento en Cabildo del 26 de enero de 1979, presidido por el alcalde Don Manuel Ledro, renunció a las prerrogativas de que había gozado en el culto de Setefilla. A partir de esa fecha, se han debido modificar algo los ritos de la «petición de la Virgen». La piden los fieles, presididos por el Hermano más antiguo, dirigiéndose al Hermano Mayor y al Sr. Párroco de la Iglesia Mayor de la Asunción. Luego la Hermandad celebra Junta Extraordinaria de Hermanos y Hermanas para decidirlo.
La Casa de la Hermandad La familia Montalbo poseía desde fines del siglo XVIII, uno de los edificios más bellos de Lora, junto con el Ayuntamiento y la Casa de los Leones, de la familia Quintanilla. Está situado en la Roda de En Medio, hoy calle Don José Montoto, n.? 15. En 1972 había fallecido la Srta. Cruz Montalbo Coronel. Quedaba sólo su hermano Don Nicolás. Por haber permanecido soltero este último varón de los Montalbo, el apellido familiar estaba llamado a desaparecer. Se desvanecía así el nombre de una de las familias que más peso habían tenido en la villa desde fines del siglo XVI y que con sus parientes los Quintanilla, más habían hecho por la Virgen. En 1973 cumplía Don Nicolás Montalbo los sesenta años de inscripción en la Hermandad Mayor de Nuestra Señora de Setefilla. La Hermandad, recogiendo una sugerencia del Hermano Mayor Don José Montoto, declaró al anciano Hermano Mayor honorario y tributó un homenaje a él y un agradecido recuerdo a su familia-! . Dos años más tarde, Don Nicolás coronaba los servicios que los suyos habían tributado a Nuestra Señora cediendo en propiedad a la Hermandad los bajos de su casa» . La nueva Junta, desde 1976, se encontró con la necesidad desagradable de entablar un pleito con los nuevos propietarios del piso superior, que querían libre entrada y salida por la puerta principal y el interior de los bajos. El pleito, acabó 21. Acta 29 noviembre 1973, fols. 29-29r. 22. Acta 6 diciembre 1975. fol. 33.
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Camarera Por fin, no se puede dejar de mencionar otros nombramientos importantes hechos por la Hermandad. En 1965 pedía la Camarera perpetua, Srta. Cruz Montalbo, cesar en su oficio, a causa de la enfermedad que la aquejaba. En la Junta General del 4 de diciembre del mismo año, se elegía para suceder la a Doña María Jesús Quintanilla de Flores. Volvía a aparecer otra vez más este ilustre apellido en la lista de los servidores de la Virgen>. El 12 de agosto de 1978 se le daban cuatro vicecamareras, para ayudarla en sus tareas>.
23. Acta 29 julio 1980, fol. 37; 30 junio 1981, fol. 40. 24. LH, fol. 17. 25. LH, fol. 35.
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EPILOGO Ponemos aquí punto final a nuestro relato. El lector habrá podido advertir como en él, hemos intentado recoger cuantos datos sobre el pasado de Lora y SetefiHa nos ha sido posible hallar. Nuestro intento principal era reconstruir la historia de la devoción a la Virgen de la Encarnación venerada en Setefilla. Pero era de todo punto imposible reconstruir esta historia mariana, sin prestar atención al desarrollo histórico de la villa de Lora del Río que desde fines de la edad media ha venido siendo la promotora de dicha devoción y la creadora de las tradiciones anejas. Al tener que desdoblar nuestro relato en una historia de la villa y una descripción del desarrollo de la devoción setefillana, teníamos conciencia de que abordábamos, con la primera, un terreno más lacunoso. Porque si, creemos, la historia de la devoción que presentamos es completa (algo podrá tal vez añadirse sobre los orígenes, si aparece algún documento oculto) la de la villa tenía por fuerza que ser más genérica y por lo mismo debería ser completada aquí y allá, una vez vayan apareciendo estudios monográficos sobre los varios períodos. Porque una historia general se funda siempre en estudios especificos. Y sobre nuestro tema, aún contamos con poquísimo. Nuestro relato queda pues como telón de fondo. Pero había que intentarlo. Por lo que toca a la devoción a la Virgen de Setefilla, el lector con mayor preparación cultural podrá advertir los varios puntos de vista desde los que puede ser estudiada. Las tradiciones setefillanas pueden ser vistas por un estudioso de antropología cultural, como un caso, particularmente denso de rasgos y hechos, de religiosidad popular, en la que se repiten actitudes y gestos que se pueden descubrir en otras religiosidades. Sequías y pestes han sido por muchos siglos inspiradoras de creencias y ritos en los sitios y contextos culturales más distantes. Aquí tuvo ello 193
pensación popular. Las tradiciones setefillanas pueden ser estudiadas así mismo desde un punto de vista sociológico. No sólo porque serían inexplicables sin una sociedad agrícola marcada por el ritmo de las estaciones y aquejada por sequías periódicas, sino porque en esos ritos populares, tan centrales para la población, se han venido siempre insertando exigencias de privilegios y afirmaciones de posición social. Las reivindicaciones exclusivas del cabildo municipal sobre sus «regalías», las luchas posteriores entre el mismo cabildo, la hermandad y el clero, el nacimiento de los gremios, las peticiones populares del siglo XVIII, la entrada de la nueva burguesía en la dirección de la hermandad a fines del siglo XIX, son todos hechos reveladores. Nada de eso puede causar extrañeza. Las tensiones sociales se reproducen siempre en el campo religioso. Pero si nos limitáramos a la antropología, la psicología o la sociología, nos quedaríamos sin percibir el sentido más profundo de los hechos. Estamos ante un fenómeno religioso. El pueblo cristiano de Lora ha venido viviendo su fe y expresándola no sólo en las celebraciones cristianas comunes (de Navidad, a la Pasión, a Pascua florida), sino además, con creatividad, alrededor de la imagen de la Virgen Madre de Dios. Ha sido con ocasión del culto setefillano, como los loreños han recordado mejor su condicion de hijos e hijas de Dios, redimidos por Cristo. La predicación del evangelio que los católicos de Lora han escuchado siempre con mayor atención y en mayor número ha sido la que se les impartía en las celebraciones setefillanas. Y ha sido entonces cuando todo el pueblo se ha sentido más en comunión. Todos vienen a sentirse miembros de la misma familia, alrededor de la Virgen. Sacerdotes y seglares comprometidos en la evangelización lo deben tener en cuenta. Con estas consideraciones ponemos punto final. El lector habrá advertido que debajo de la narración histórica de los hechos latía el pulso de la devoción. Por amor a la Madre y Señora de los católicos loreños comenzamos nuestro trabajo. Bajo su sonrisa materna lo terminamos.
En el Santuario de la Sierra, sábado santo 1986
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INDICE Biblioteca de temas loreños . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
6
INTRODUCCION
-. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
7
1. MARCO GEOGRAFICO y ANTECEDENTES HISTORICOS La protohistoria de Lora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Setefilla en la protohistoria. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Conexiones con la historia del valle. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ¿Creencias religiosas? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . En el período romano ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El período visigótico. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . .. .. . ......... Lawra y Shant-Fila.....
9 9 10 12 13 13 15 15
Il.
LA EDAD MEDIA CRISTIANA ··· La conquista castellana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La orden de San Juan Siglos XIV y xv Los Hospitales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El gobierno de la villa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
19 19 24 26 28 29
IlI.
COMIENZA NUESTRA HISTORIA. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Contexto histórico ..................................... El templo de Setefilla. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Albores del culto setefillano . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
31 32 33 34 195
Recurso contra el prior: 1501 El pleito contra los regidores Iglesia y cofradía de la Cruz Altibajos de la población Las ordenanzas de 1550 Lora bajo los Bailíos Las autoridades locales Nuevo pleito contra el bailío La élite local a fines del siglo Ensanche urbanístico Acontecimientos La población a fines del XVI ...•..........................•••.... V.
VI.
VII.
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. . . . . . . . . . .
43 46 47 47 50 51 52 53 53 54 55 56
. . . . .
57 57 58 60 60
LORA EN EL SIGLO XVII Los Conventos Los Mercedarios Las Mercedarias La Cofradía del Smo. Sacramento La población : Algunos nombres Alborotos en 1618 Se re fuerza el poder del bailío
. . . . . . . . .
67 67 68 69 71 72 74 75 75
EL SIGLO XVII: TRANSICION La fiesta del voto Traslados de la Virgen Usos y rítos de los traslados Las Pujas Predicación Colaboran los Conventos Nuestra Señora de Setefilla y Jesús Nazareno La Hermandad Se viste a la Virgen ' Las andas de plata
. . . . . . . . . . .
77 77 79 82 84 85 86 86 87 90 90
NACEN LAS TRADICIONES El nombre de la Virgen La fiesta de Nuestra Señora La Hermandad Idas y venidas de la Imagen
DE SETEFILLA .'
'
La iglesia de San Juan del Monte. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ermita de San Bartolomé y capilla de San José. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una Iglesia rica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los propios de la villa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Bienes del Bailío . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cofradías loreñas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una racha de religiosidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
101 102 103 104 105 105 106
IX.
PUJANZA DEL CULTO SETEFILLANO (siglo XVIII) El pueblo toma la iniciativa Actitud del Cabildo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los Gremios ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Traslados de la Imagen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Culto y celebraciones populares en honor de la Patrona. . . . . . . . . . . . . Usanzas en los traslados de la Virgen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vítores y Pregones. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
107 110 113 116 118 123 124 125
X.
HERMANDAD, CLERO Y CONCEJO DE LA VILLA (siglo XVIII).. La Hermandad :.......................... Los Hermanos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Finanzas de la Hermandad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El pleito de 1781 .. ................... . . . . . . . . .. . . .
127 127 131 134 138
XI.
EL LARGO CAMINAR DEL SIGLO XIX. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La primera mitad: decadencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El gobierno. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La guerra de Independencia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La lucha con el Bailío Transformación económica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La nueva burguesía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El resto de la población. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Instrucción pública. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Lora en 1847 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Relaciones Clero-Ayuntamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El nuevo Cementerio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La vida eclesiástica. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Una reina y un santo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La «gloriosa» en Lora. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Predica el P. Esteban. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El hospital y la torre. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
143 143 145 147 147 149 151 152 153 154 155 156 156 158 159 160 160 197
XIII.
198
La novena .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las mascarada de 1879 La Hermandad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Resurgimiento de la Hermandad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Compra de terrenos y obras en el Santuario. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
169 170 171 173 174
EL SIGLO XX . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La poblaci贸n. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Iniciativas de la Iglesia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las nuevas parroquias. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Instrucci贸n y cultura La Hermandad de la Virgen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El crecimiento de la Hermandad .... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estatutos y Reglamentos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . Traslados de la Imagen '. . . . . El cabildo abierto de Santa Ana. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El 芦milagro禄 de 1925 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Queman la Imagen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Vuelve la Virgen. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Obras recientes. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los nuevos Estatutos y Reglas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Se denuncia el pacto con el Ayuntamiento. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La Casa de la Hermandad........... . .. Camarera. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
175 176 177 177 178 179 180 181 182 183 185 186 187 188 189 190 191 192
EPILOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
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