Apuntes Sobre Pastos y Quillacingas

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2016

GUILLERMO ALFREDO NARVÁEZ RAMÍREZ

PÁGINAS LIBRES AUSTRALES | Editor General: Guillermo Augusto Narváez Burbano


APUNTES SOBRE PASTOS Y QUILLACINGAS Una interpretación de su historia y leyenda

Una Interpretación de su Historia y Leyenda Páginas Libres Australes

Autor: Guillermo Alfredo Narváez Ramírez Editor: Guillermo Augusto Narváez Burbano

Edición Digital: Marzo 2016. Blog: http://paginaslibresaustrales.blogspot.com.co/

Esta obra está sujeta a la licencia Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional de Creative Commons. Para ver una copia de esta licencia, visite http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/. Marzo de 2016

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CONTENIDO INTRODUCCIÓN

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1. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA INICIAL

7

1.1. Elementos Contextuales Especiales

1.2. Aspectos Investigativos Y De Presentación

7 7 8 10

1.2.1 El Método 1.2.2 Premisas de un Marco Referencial 2. HURGANDO EN EL REMOTO PASADO

10 13 16

2.1 Las Teorías Sobre El Origen Americano

16

2.1.1 Planteamientos Básicos 2.2 Esquemas Urbanizacionales

16 25

2.3 FORMAS PRODUCTIVAS

27

3. APROXIMACIÓN A PASTOS Y QUILLACINGAS

31

3.1 Unas Precisiones

31

3.2 Practicas Económicas Y Sociales De Los Primitivos Habitantes

32

3.3 Acercamiento A Los Pastos

35

3.3.1 Elementos Básicos 3.3.2 El Nombre 3.3.3 El Territorio 3.3.4 Aspectos Particulares

35 38 40 43

4. CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL PROCESO PRODUCTIVO DE LOS PASTOS

50

4.1 Hipótesis Generalizadora.

50

4.2 Discriminación De Ciertos Componentes.

4.2.1. Generalidades 4.2.2. Unas Características Importantes 4.2.3 La Tenencia De La Tierra 4.3 Una Síntesis Didáctica

58 58 60 62 64

5. SOBRE LOS QUILLACINGAS

68

5.1 Aspectos Primarios

68

5.2 Elementos Económicos

70

5.3 Cultura Y Creencias

75

5.4 Hipótesis De La Invasión Inca

81

6. CULTURA Y ARTE DE PASTOS Y QUILLASINGAS

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6.1 Generalidades

89

6.2. Síntesis Básica De Cultura Y Arte Del Sur

92

1.1.1 El Espacio 1.1.2 La Población Objeto Del Estudio

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6.3 La Cultura Musical En El Sur

97

6.3.1. Aproximaciones 6.3.2 Un Apunte Sobre La Música Del Pasado En Nariño

97 98

6.4 Arte Entre Pastos Y Quillacingas

102

6.4.1 Un Contexto 6.4.2 El Arte De Los Pastos 6.4.3 Arte Rupestre Quillacinga 6.5. Fiestas Ancestrales

102 107 114

6.6 Algunas Leyendas

123

7. EL AYER DE PASTOS Y QUILLACINGAS

130

7.1. Llegada De Los Españoles

130

7.2. Conquista Y Colonia

132

7.2.1 El Comienzo De La Conquista 7.2.2 La Conquista En Firme 7.2.3 Primeras Fundaciones

132 134 135

7.3. La Colonia En Acción

137

7.4. Algunos Efectos De La Llegada De Los Hispanos

140

7.5. El Quiebre Del Proceso Autóctono

142

7.5.1 Introducción 7.5.2. Aspectos Relevantes

143 144

7.6. La Rebeldía Indígena

150

7.6.1. Generalidades 7.6.3. Los Comuneros y los Clavijos

150 153 155

8. ACTUALIDAD DE LAS COMUNIDADES DE PASTOS Y QUILLACINGAS

158

8.1 LA COMUNIDAD DE LOS PASTOS

158

8.2. Elementos Socioeconómicos Importantes

159

8.2.1. Documentos De Los Resguardos 8.2.2. Aspectos Sociales. 8.2.3. Variables Económicas

159 161 162

8.3 La Comunidad Quillacinga

165

8.3.1. Una Macro Visión 8.3.2. El Valle De Atríz Y Los Quillacingas 8.3.3 Relaciones Productivas Y Sociales 8.3.4. Resguardos, Historia Y Actualidad

165 168 174 181

BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA Y CITADA

187

7.6.2. Los Comuneros Del Sur

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INTRODUCCIÓN A pesar de todos los esfuerzos y los avances de la modernidad en Colombia y más aún, en el departamento de Nariño, no existen estudios encaminados a descorrer el velo que cubre la historia de los antepasados del sur antes de la llegada de los españoles, que haga énfasis en las condiciones en las cuales se desenvolvieron sus formas económicas y sociales, y que se guíe por los más apropiados métodos de interpretación de ese pasado. Al menos no existe un solo texto en que incursione conjuntamente en las remotas épocas que, sin embargo, son importantes en su causal de motivaciones hacia los ciclos posteriores, como fueron la conquista y la colonia española, las luchas de la independencia, los avatares dentro de la república y el presente angustioso, como puede ser fundamental para la proyección al mañana. Más allá de una mera necesidad académica y humanista es imprescindible escarbar en las huellas del pasado, con la paciencia del arqueólogo, con la habilidad del historiador, con la metodología del investigador policial, tal vez, para lograr reconstruir una historia que no se ha podido sistematizar en forma adecuada en estos lares del sur, pero ante todo, lograr su interpretación en función de una proyección. Se trata de entender un pasado remoto, valorarlo y ubicarlo en la dimensión de presente, para que la sociología de las masas sureñas pueda ser comprendida en un espacio diacrónico y sincrónico a la vez, y así surtan efecto los posibles remedios al atraso que hasta ahora no se vislumbran, y encaminar a Nariño por la meta del desarrollo jamás logrado. Tal vez por no conocer el pasado o por interpretarlo en forma parcializada, mal informada o deficiente, en gran parte, todos los esfuerzos por encaminarse hacia esa senda hayan sido fallidos. Sin ambages es preciso recalcar al respecto que las investigaciones sobre la historia económica del sur de Colombia, inclusive de economía regional actual, no se dan, no existen casi y si las hay, no se difunden, por cualquier motivo. Se debe comprender por tanto que la carencia actual de estos estudios no deja de ser inquietante y deben ser una obligación de quienes contamos con la preparación para enfrentarnos al reto. Es así que la facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Nariño, en primer término, debería haber afrontado el problema, pero no lo ha hecho. No obstante, alguien debe empezar, y esto es lo que nos proponemos en principio, tratando de incitar a llenar el vació con estudios científicos sobre la realidad económica

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sureña, sustentada en un examen acorde lo sucedido en el pasado remoto e en el inmediato. Estas páginas, entonces, se dedican a tratar de recorrer los secretos del pasado de los comunidades sureñas que antes de la llegada de los españoles gozaron de una cultura y una forma de vida destacable, en la cual, quizás, había más posibilidades de desarrollo que lo que hoy se tiene. Entre las múltiples etnias que existían alrededor del siglo XVI, las más importantes eran, a no dudarlo, las de los Pastos y Quillacingas. A ellas se refiere este libro. Se busca con este trabajo enfrentar al enemigo más poderoso que estas comunidades tienen en la actualidad, como es el olvido y la indiferencia que este trae a su realidad cotidiana. Recorremos así, en las páginas siguientes, las huellas dejada por Pastos y Quillacingas en su lucha eterna por supervivir en medio del “mal desarrollo” heredado luego de la llegada de los conquistadores españoles. Como afirma Melville Herccovits, el hombre vive en varias dimensiones, existe en el tiempo, lo cual lo provee de un pasado histórico y de un sentido de futuro. Por eso es importante conocer nuestro pasado, descubrir, en este caso, a través de importantes realizaciones culturales del sur de Colombia prehispana y de la colonia, aquellos elementos que se convirtieron en fundamentales hacia el presente, y que a veces detienen el paso del futuro. En este contexto, en estas páginas se busca reconstruir lo que fue la cultura, lo que fueron unas costumbres, entre los principales pueblos precolombinos del sur de Colombia. Se tiene en cuenta para ello que la cultura es el conjunto complejo de conocimientos, creencias, arte, moral, leyes, costumbres y otras capacidades y hábitos adquiridos por los seres humanos como miembros de una sociedad, todo ello permeado por la estructura económica y la historia y, por qué no, por las leyendas y tradiciones. Como afirma Kluckhon “detrás de las costumbres de cada sociedad existe una filosofía unificadora en un momento dado de su historia. Los perfiles principales de las suposiciones fundamentales y de los sentimientos recurrentes, sólo en casos raros han sido creados de un material de herencia biológica singular y de la peculiar experiencia de la vida. Generalmente son productos culturales”.1 Sobre esta base, esta obra está dividida en ochos capítulos que en forma secuencial desarrollan los temas proporcionando una visión estructural coherente y de conjunto. 1

KLUCKHON, Clyde. “Antropología”. Fondo de Cultura Económica, México, 1971, pág. 47

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En el derrotero de esos capítulos se describe en el primero el escenario, a través de los puntos referenciales que hacen parte de una metodología especial de estas páginas. Ya en el segundo se desarrollan las diversas hipótesis sobre las formaciones sociales pre-hispanas, como preámbulo a lo que sigue. El tercero enfoca lo que se refiere a las culturas de Pastos y Quillasingas, en su ámbito económico y social, planteando las hipótesis generalizadoras al respecto de lo pudo ser su historia y desarrollo, antes de la llegada de los españoles. El cuarto y quinto se dedican específicamente de Pastos y Quillacingas. El sexto capítulo hace una incursión en la cultura y el arte de las dos comunidades indígenas objeto de esta obra. Finalmente se hace un estudio comparativo entre el ayer y el hoy. Así el Séptimo capítulo estudia a las dos comunidades desde la llegada de los españoles, su conquista y colonia, junto a los resultados inmediatos. Finalmente, en una aproximación a la realidad, se presentan en el octavo capítulo los elementos básicos que determinan la caracterización de los descendientes de esos habitantes precolombinos, aquí en el sur de Colombia, en la actualidad.

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1. FUNDAMENTACIÓN TEÓRICA INICIAL Este texto desarrolla una visión del pasado de dos grandes grupos de habitantes del sur de Colombia, los Pastos y Quillacingas, quizás los más importantes en la época de la llegada de los españoles, en lo que hoy es el departamento de Nariño. Para ubicarnos en el contexto de la obra, empezamos por lo aspectos metodológicos que hacen posible una aproximación esa realidad remota. En tal sentido se explican a continuación los elementos referenciales que tienen que ver con el espacio, la población, el método y el marco teórico básico del libro.

1.1. Elementos Contextuales Especiales

1.1.1 El Espacio. Colombia es un país ecuatorial-tropical, cuya situación geográfico-política es de encrucijada; no ha tenido el impulso suficiente para sacar partida de ese recurso. Tener costas en los dos grandes océanos, territorios sobre inmensas cuencas fluviales, los enclaves insulares de San Andrés y Providencia y su gran plataforma marítima, de carácter de país andino, caribeño y centroamericano, entre otras, son las fortalezas no aprovechadas de una situación geográfica privilegiada, que pueden ser una realidad proyectada hacia el desarrollo cuando exista la voluntad política de actuar con grandeza. Histórica y físicamente, Colombia forma parte de istmo de Centroamérica pero así mismo hace parte de Suramérica. Pero es la pertenencia regional andina la más dura para el colombiano medio. El núcleo histórico del país, desde el pasado precolombino, se sitúa en el corazón de los Andes y desde allí se ha dirigido siempre la nación. Específicamente se divide en cinco grandes regiones geográficas, como son la Llanura Atlántica, la Región Andina y sus Valles Interandinos, la Costa Pacífica, la Orinoquia y la Amazonía. El departamento de Nariño, está ubicado en la esquina suroccidental de Colombia, formando parte tanto de la región andina, de la del Pacífico y de la la Amazonía. El Nudo de los Pastos es su accidente geográfico más característico, pero a la vez, ha significado uno de los causales del aislamiento de la región tanto del norte de Colombia, como del Ecuador, del Océano

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Pacífico y de la Amazonía. El otro ha sido el olvido y abandono de los gobiernos centralistas de la nación. El Departamento de Nariño limita al norte con el departamento del Cauca, al sur con la República del Ecuador, al oriente con el departamento del Putumayo y al occidente con el Océano Pacífico. Este trabajo se ubica dentro del espacio del departamento de Nariño, en su región central. Específicamente el espacio de estudio está delimitado por los ríos Guáitara y Mayo al sur y al norte, respectivamente, y por la cordillera entre sus extremos hasta llegar al Nudo de los Pastos. Administrativamente por el territorio de los Pastos en lo que fue la exprovincia de Obando, con Ipiales como su centro de influencia; y la provincia de Pasto, con algunas zonas de la provincia del Mayo, con la ciudad capital como su núcleo central, en el denominado Valle de Atriz. Claro está que en cuanto a los Pastos, unos municipios de la antigua provincia de Túquerres, hacen parte del espacio que sirve de base al análisis de la historia indígena del surandino.

1.1.2 La Población Objeto Del Estudio. Este estudio se refiere a los primitivos habitantes de lo que hoy es el departamento de Nariño, un conglomerado humano con existencia consolidada antes de la llegada de Colón al continente americano. En esa dimensión busca hacer el análisis económico-histórico-social de los antepasados sureños como lo fueron Pastos, Quillacingas, Abades, Sindagua, Chapanchicas, Mocoa y otros, entre los cuales los dos primeros grupos fueron los más importantes, en el momento de su encuentro con los invasores europeos. Como se ha llegado a comprobar ya para el siglo XV se distinguían en el actual departamento de Nariño y parte del Putumayo, tres grandes concentraciones humanas. En el Oriente se hallaban los Quillacinga de la montaña, los Sucumbios y los Mocoa. Los Quillacinga se componían de de los del “pueblo de la Laguna (La Cocha) y más adentro, de los del Valle de Sibundoy. Al sur de estos estaban los Sucumbios, y también se hace cuenta a los Mocoa, que habitaban el río del mismo nombre. En el Occidente, estaban otras tres agrupaciones diferenciadas. Por una parte la aguerrida tribu de los Sindagua, que dominaba los contrafuertes de la cordillera, desde los afluentes del río Telembí. En la llanura del Pacífico, vivían

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esparcidas las tribus o sub-tribus que los españoles denominaron “los indios de los barbacoas”, y en el Noreste de este sector estaba la comarca llamado por los conquistadores Chapanchica. Esta, que era sustancialmente la hoya del Río San Pablo, era habitada en parte por sindaguas y en parte por pequeños grupos conocidos genéricamente como los taguantina o taguitine y otros. En el sector central del departamento, el más pequeño e intensamente aprovechado, se hallaban los Pastos, los Quillacinga y los Abad o Abades. Los Pastos eran dueños de la hoya alta y media del río Guáitara, hasta Ancuya, inclusive en la banda izquierda, y hasta la mesa de Guapuscal, entre los ríos Téllez y Curiaco-Guapuscal, en la banda derecha. Sus límites al Este y al Oeste eran las cimas de las cordilleras y las primeras vertientes occidentales del Cumbal. El territorio Pasto se extendía también por el altiplano allende la frontera colombo-ecuatoriana, que es la misma que se opuso el inca Huayna Capac y su imperio, y que más tarde separaría la gobernación de Popayán del Reino de Quito. Los Quillacingas del sector central habitaban las tierras al norte de los Pasto, en la banda derecha del río Guáitara, el Valle de Atriz, y la mayor parte del valle de la cordillera, Central hasta las partes altas y medianas del río Mayo, límite más septentrional de su territorio. Los Abad lindaban al sur con los Pastos, al norte con el río Patía, al este con los Quillacingas, el río Guáitara de por medio, y al oeste con los Sindagua. Pero recalcamos: aunque se hace la obligada mención de todos los grupos humanos nombrados, el objeto de estudio de este trabajo son los Pastos y Quillacingas. Para situar mejor el contexto del análisis, es importante precisar sobre su ubicación. Los Pastos, una tribu fuerte, numerosa y organizada, ocupaban un amplio territorio que se extendía de sur a norte desde Tuza, en el Ecuador, hasta Ancuya, en Colombia. Dominaban ambas bandas del río Guáitara en su curso alto y medio. Más al norte, el Guáitara servía también de límite natural con los Quillacingas. Estos habitaron de oriente a occidente toda la zona andina, posiblemente hasta el pueblo de San Miguel. Tenían como epicentro el Valle

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de Atriz. Su límite por el sur llegaba hasta la confluencia del río Bobo con el Guáitara; por el norte se extendía hasta La Cruz, en la actual frontera con el departamento del Cauca. Por el oriente hasta la cordillera de Portachuelo y por el occidente hasta el río Guáitara. Importante resulta destacar en este comienzo, que Cieza de León, en “La Crónica del Perú”, al hablar de los indios que poblaron el territorio comprendida entre el Angasmayo (el Guáitara) y el Mayo, la tierra nariñense, asegura que ellos eran indómitos, a diferencia de los del Perú, de connotación doméstica y servil. Los pinta trashumantes, nómadas, gozando de la plenitud de la propiedad territorial, fértil y ubérrima. Pero ante todo, como expresara monseñor Justino Mejía y Mejía, los antepasados nariñenses eran indómitos y rebeldes, jamás propensos al servilismo. “Los indios nariñenses –escribióllevaban en sus arterias como elemento predominante la sangre destructora de los caribes y no el agua madre de la esclavitud...”.

1.2. Aspectos Investigativos Y De Presentación

1.2.1 El Método. Es importante aclarar que este es un trabajo de interpretación histórica, no de una mera historiografía. Está realizado con la mirada del economista político y del historiador, guiado por el norte preclaro del profesor Jaime Jaramillo Uribe. Precisamos. El método que se utiliza en estas páginas se desprende de la teoría crítica de la ciencia y de la historia, específicamente dentro del campo hermenéutico, con la orientación dictada por Habermas. En esa dimensión, ejerciendo la hermenéutica, se busca interpretar el sentido de la acción, dentro de un contexto, el de los pueblos primitivos del sur de Colombia. Esa interpretación se hace interrogándonos acerca del interés que mueve los hechos, los actos económicos y sociales, para hallar una explicación en las causas y en los fines perseguidos por los seres humanos objeto del estudio. En este proceso se trata de comprender los hechos y formular hipótesis interpretativas. El terreno metodológico se labra entonces a través de la formalización de la realidad en términos de categorías, construidas a su vez mediante un proceso de abstracción, que aísla los elementos empíricos y los coordina. El camino lo traza el materialismo histórico pero en una dimensión crítica, en una relación de económica y sociedad, entendida como la historia de su producción social, pero sin que sea una senda dogmática, sino dialéctica. Se acepta la posibilidad de errar en la interpretación y de corregir el sendero. Es Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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un método tolerante, comprensivo y abierto, con un pensamiento crítico en permanente elaboración. En estas condiciones, la metodología utilizada es la de escoger determinadas variables, las fundamentales en el campo de la producción, la sociedad y la política, como aconsejaba Kalmanovitz en alguna ocasión. Sobre esta base se elaboran unas categorías y se arrean modelos simplificados que persisten establecer a grandes rasgos las leyes de funcionamiento económico y social en el sur de Colombia, antes de la llegada de los españoles y en la época de la conquista y comienzos de la colonia. De allí se parte hacia la conceptualización hermenéutica, formando hipótesis interpretativas, comparando el sistema hipotético con el proceso real, para luego determinar la importancia causal de los elementos 2 Estás páginas, eso sí, entienden que el método no es un instrumento, sino la construcción de una opinión epistemológica en un momento dado. Pero es también el motor que pone en acción al científico. Significa por ello una forma de posición, una definición ante lo que sucede en el universo con el hombre y la sociedad. Como tal la posición de quien escribe es la teoría y el método crítico. En tal medida se utilizan los estudios descriptivos pero el fin del trabajo no es describir sino explicar a través de una (OJO) interpretación en una relación causa-efecto dialéctica, la historia y las leyendas de Pastos y Quillacingas. Se trata así de afirmar el papel de la reflexión, de la autorreflexión, que es el punto de unión entre conocimiento e interés. Esto significa la reflexión que hacen los individuos sobre los intereses que animan la práctica social e individual. Dentro de la metodología crítica utilizada, al considerar el problema de la historia de Pastos y Quillacingas, no se pierde de vista la acción del ser humano ni tampoco su experiencia. Aceptamos por ello que a través de la acción el humano construye la historia, la cual, a su vez no es otra cosa que otro nombre para la praxis. O mejor: la procesa toma forma a través de la historia y esta se entreteje en el interior de la práctica social. Así mismo se entiende por experiencia humana la relación compleja y multiforme que se establece entre el hombre y los diversos tipos de entes que aparecen en el horizonte del universo. Es un fenómeno unitario con tres elementos, el hombre que vive la experiencia, los entes hacia los cuales se dirige y el mundo en que aparecen.

KALMANOVITZ, Salomón, “Economía y Nación. Una breve historia de Colombia”. Siglo XXI Editores, Bogotá, 1988, p. 15. 2

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En fin, con el método empleado, desde el campo del materialismo histórico no dogmático, se coloca como base primaria de una concepción de la historia la relación fundamental entre la acción (praxis) y la historia. Esta integra tres relaciones primordiales: la dinámica de la naturaleza y su interacción con el hombre, la dinámica de lo social o expresión de la interacción de los hombres entre sí y la dinámica de la conciencia social, o sea nuestras experiencias de vida colectiva. El método pretende así interpretar la historia de los Pastos y Quillacingas, utilizando todos los estudios realizados, los análisis ya hechos, y las fuentes documentales apropiadas, acompañadas de las tradiciones y leyendas que hacen parte de un colectivo memorístico no necesariamente escrito y que subyace en el espíritu social. Enfatizando en cada momento en una dialéctica y estratégica interpretación, se presenta la historia de estos grupos aborígenes en su contenido económico, social y político, con énfasis en lo cultural. Se entiende así que lo cultura es “el complejo de conocimientos, creencias, arte, moral, ley, costumbres y otras capacidades y hábitos adquiridos por el hombre como miembro de la sociedad” 3. Y como se trata de un trabajo de interpretación histórica, se hizo relevante analizar, las relaciones de producción en las diferentes épocas de la sociedad primitiva, incursionando en los aspectos supraestructurales, para lograr una narración crítica de los hechos que se construyen entre historia y leyenda. Bajo el camino trazado por el profesor Jaramillo Uribe se ha buscado utilizar una capacidad de síntesis y de imaginación indispensables para una obra como esta. Bajo su conceptualización esa imaginación para interpretar la documentación historiográfica sobre el pasado del sur de Colombia se entiende como “la capacidad de plantearse problemas, de formular hipótesis, de perseguir fuentes y pruebas. Muchas veces hemos comparado su labor con la del detective o la del juez investigador. Es conocer a ellos establecer hipótesis a partir de los hechos, para establecer relaciones, levantar imputaciones causales, fundamentar generalizaciones. Y por sobre todo, el establecer y analizar las pruebas de sus hipótesis. Uno y otro trabajan con testimonios, indicios, declaraciones del actor o los actores y los testigos. La acción que los penalistas llaman crítica de las pruebas, es el equivalente de lo que los historiadores llaman análisis o crítica del documento, solo que las sentencias del historiador nunca podrán ser definitivas como las de juez y estas mismas MARSHALL, Sahlims. “Cultura y medio ambiente. Antropología de una nueva visión”. Norma, Cali, 1964, p. 54. 3

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no siempre lo son, porque nunca o casi nunca, podrá tener a su disposición todos los hechos ni encontrar todas las pruebas cuando trata de explicarse y reconstruir un período, una época o un proceso histórico complejo como una revolución. Por eso sus sentencias estarán siempre sujetas a revisión y nunca podrán tener el efecto “de cosa juzgada” De ahí el carácter de abierto, de provisionalidad y de antidogmático que tiene el conocimiento histórico. 4 En síntesis, también bajo la óptica del profesor Jaramillo, el método de esta obra se impregna de una de las virtudes del historiador por él señaladas el sentido crítico. Así se escriben estas páginas con la convicción de que “el conocimiento histórico es el conocimiento abierto por excelencia. Siempre habrá en la historia posibilidad de encontrar nuevos documentos, nuevos hechos que nos lleven a rectificar o confirmar con mejores razones los juicios que se han dado sobre una época, un acontecimiento o el carácter de una estructura social económica o intelectual. Por eso la historia el producto y el origen del pensamiento antidogmático de la tolerancia y casi diríamos de la civilización política.

1.2.2 Premisas de un Marco Referencial. Como se ha planteado, estas páginas son ante todo el desarrollo de una historia económica en la dimensión de la teoría crítica de la ciencia, y no una de historiografía. Por ello se pretende aportar la concepción crítica e interpretativa de los procesos en el desarrollo histórico de Pastos y Quillacingas. Se trata así de vincular a la investigación el sentido crítico que descubre el pensamiento occidental a partir de Descartes, que maduró con Kant y los filósofos de la ilustración y que se ha convertido en el camino de la ciencia, desde la óptica de la racionalidad crítica. Sobre esta base teórica, con el objetivo de explicar e interpretar, se trata de detectar los factores relevantes que permitan analizar y a veces imaginar, en el buen sentido de la palabra, como hacía Ospina Vasquez en sus estudios económicos, los sucesos estudiados en una relación de causa-efecto. Se hace uso así de hipótesis explicativas e interpretativas teniendo en cuenta que ellas hacen referencia a condiciones. En ellas se buscan regularidades más que leyes inminentes. Ello implica aceptar que 5 las leyes económicas son el resultado de la acción de las fuerzas productivas materiales y de las relaciones de producción, y son producto del desarrollo de la humanidad. Es decir que el alcance de tales leyes tiene un límite en el tiempo y en el espacio. Cada ley JARAMILLO U., Jaime. “Manual de Historia de Colombia”, Instituto Colombiano de Cultura, Segunda Edición, Bogotá, 1982, p.p. 25 – 26. 5 Ídem. 4

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actúa en condiciones estrictamente definidas y cesa de actuar cuando ellas cambian6. Se trata de comprender la realidad como historia. En ella la praxis tiene una estructura contradictoria, en la cual su motor es el conflicto interno. Las contradicciones son múltiples, articuladas entre sí y con un tiempo propio, o sea que el tiempo no es una realidad homogénea, lo vital está en advertir que se trata del ser en curso, que el comienzo de toda explicación y el punto clave de su dinámica está en su interés determinable históricamente. Como explica Orozco, “La búsqueda del origen consiste en reencontrar en el tiempo de la vida, de la historia y de la naturaleza el hombre en su identidad. El tiempo del hombre no es el tiempo de las cosas. El hombre estado por la vida, la historia y el lenguaje y el lenguaje, a la vez que es el sujeto que los funda. Es la conciencia de esta finitud fundamental lo que hace posible una antropología filosófica como analítico de la finidad 7. En esta medida, la interpretación de la historia de los habitantes del sur de Colombia tiene como marco la teoría crítica de la ciencia, sobre la base de una concepción del ser humano definido a través del trabajo, el lenguaje y la interacción. Se realiza el estudio dentro del marco referencial de sus tesis básicas a salir! 1) Las acciones del sujeto trascendental tienen su base material en la historia material del género humano. 2) El conocimiento es instrumento de autoconservación. 3) Los intereses orientadores del conocimiento se conforman en el “medium” del trabajo, lenguaje y poder. 4) En la fuerza de la autorreflexión llegan a unificarse el conocimiento y el interés. 8 La historia se caracteriza a través de la relación praxis e interacción humana. Ella considera las relaciones historia-naturaleza e historia-sociedad, a partir de una base natural. En la posibilidad de producir sus medios de vida se hace posible que el hombre produzca indirectamente su propia vida. Al producir el hombre no sólo subsiste sino que configura un modo de vida, generando una cultura, a través de las ideas, los valores, las instituciones, las costumbres, etc. Pero esa producción espiritual depende de las condiciones materiales que el análisis empírico ayuda a estudiar. A su vez, estas condiciones morales tienen que ver con el grado de desarrollo de la división

LANGE, OSKAR, “Economía Política”. Fondo Cultura Económico, marzo 1986. OROZCO, S., Luis Enrique. “Estructuralismo y subjetividad en el sujeto como objeto de las Ciencias Sociales”. CINEP. 8 HABERMAS Jürgen. “Conocimiento e interés”. Revista Ideas y Valores, números 42 – 45. Bogotá, 1972 – 75. 6 7

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del trabajo alcanzado en cada formación social, y con las relaciones de intercambio.9 Con la concepción crítica de la historia y la sociedad, además, se entiende que aquella se da en una dinámica de lucha por el mutuo reconocimiento entre los hombres, de tal manera que no se oculta el posible conflicto que pueda surgir en el interior de la sociedad por la lucha de intereses diferentes. Pero cualquiera que sea la modalidad del conflicto, este pasa por la conciencia de los hombres, puesto que ellos son el sujeto de la historia. Se entiende así que la historia es la acción responsable de un sujeto que obra en libertad, dentro de las condiciones determinadas que él, con su iniciativa, podría modificar. No se puede negar eso sí que el núcleo teórico de este estudio, es el marxismo y su aporte al análisis de las ciencias sociales. Por ello la interpretación de la realidad concreta de Pastos y Quillacingas sigue el camino del ascenso de lo abstracto a lo concreto. El proceso se inicia con el estudio de lo concreto, a través del estudio de las fuentes documentales y luego se procede a realizar la abstracción. Se realiza entonces la concatenación de definiciones esenciales para retomar a lo concreto, pero ya bajo la visión del “concreto pasado”, tomado como una totalidad. Es decir, el esfuerzo por aprender la realidad antigua, va en una vía de lo concreto a lo abstracto, y a la inversa. Su punto de partida es la consideración de que las sociedades originarias se caracterizan por una unidad del hombre con el hombre y del hombre con la naturaleza. Pero posteriormente, con la aparición de las sociedades basadas en la explotación y la enajenación, lo que inicialmente estaba unido se rompió y se separó, con la estratificación social. Es decir que originariamente el hombre se presenta como un ser social, animal, tribal y gregario y a través del proceso histórico se aisló.

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OROZCO, Luis Enrique. “Teoría Analítica de la Ciencia y Dialéctica”. Textos M.D.U. 18, Uniandes.

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2. HURGANDO EN EL REMOTO PASADO 2.1 Las Teorías Sobre El Origen Americano

2.1.1 Planteamientos Básicos. El origen del hombre americano ha sido el campo de discusión y conjetura que aún hoy se sigue haciendo válido. Diversas teorías se han planteado tratando de responder al cuándo llegaron y quiénes fueron los primeros pobladores del continente. Entre las principales teorías se mencionan las denominadas del origen autóctono, que consideran que el hombre americano surgió en América; la del origen único, que afirma que por lo menos, una parte importante de la población americana llegó del Asia por el noroeste del continente; y la hipótesis del origen múltiple, debida a Rivet, que admite que los habitantes pudieron haber llegado en cuatro oleadas distintas y de diferentes lugares. Además se mencionan las teorías del origen africano y oceánico. El cráneo del llamado “hombre de Otavalo” ha sido considerado como el resto humano más antiguo de los encontrados en el continente americano. Según varios análisis, se le otorga una antigüedad que oscila entre 3.600 y 2.670 años. Específicamente, hablando de la zona que ocupa Ipiales, y los territorios aledaños, hacia el sur de la República del Ecuador, parece ser que hace unos veinte mil años se dan los primeros indicios de población por formaciones de tipo “Lagoano”, según la teoría de Rivet. Se supone que las primeras migraciones en la zona que corresponde al departamento de Nariño, se concentraron en la zona amazónica. En la parte Andina, eventualmente se había formado un sistema poblacional representado por reducidos grupos de migrantes de tipo “Lagoano”. Entre los dos se dieron relaciones que tuvieron en la formación amazónica una predominante influencia. Entre los elementos de influencia que posteriormente serían determinantes está la horticultura especializada. En ese proceso poblacional también se ha llegado a conjeturar con muchos visos de probabilidad en las oleadas migraciones desde Centro América, de pueblos chibchas que, según varios autores 10 , puede ser probado en la influencia del chibcha en el idioma Pasto. 10

Al respecto se puede profundizar en los estudios que ha realizado sobre el tema el historiador ecuatoriano Jacinto Jojoa y Caamaño.

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Los chibchas ante todo, dejaron los cimientos de sus formas productivas agrícolas. En una ajustada síntesis de las opiniones de distintos especialistas, y siguiendo la orientación del ecuatoriano Luis Paz y Miño 11, se puede determinar que la zona andina de Nariño y norte ecuatoriano, estuvo ocupado por diferentes oleadas de sucesivas influencias premayoides, mayoides y toltecas y que los ascendientes de los Pastos, los ancestros más cercanos de la región de Ipiales, salieron de Centro América, cruzando el territorio de Colombia, antes del asentamiento de los chibchas. Esto significa que lo más seguro es que este terreno Andino sólo fue ocupado por dos grandes grupos de migrantes pertenecientes a diferentes épocas y regiones. El primero provino de la Amazonía, y muchísimos siglos después, el segundo grupo fue el de los migrantes Centro Americanos. Lo más probable es que los Pastos poseyeran sin interrupción su territorio, desde tiempos remotos, posiblemente antes de la era cristiana; ellos lo encontraron ocupado por tribus primitivas, provenientes de migraciones. Una vez asentados, recibieron la influencia de los migrantes y aportaron la suya propia con una rudimentaria agricultura, y su forma de vivir en forma permanente, con el aporte de particulares viviendas. Poco a poco se fueron extendiendo y asentando a su dominio, y según ese dominio del territorio, pudieron establecer relaciones con otras tribus como las de los ascendientes de los Quillacingas. Según parece posible, después del cultivo practicado durante muchos años, se logró una especialización de los Pastos en diversas actividades, en medio de una organización tribal de tipo federativo. El resultado de esas especializaciones y de esa federación fue el intercambio que pudieron mantener con sus recursos, señalándose desde los albores de la prehistoria sureña, una predisposición hacia el comercio. Además se impuso en su modo de vida el carácter definido de sus poblados, ante las posibilidades de invasión de sus tierras, configurándose una tendencia urbanizadora sedentaria, en semi-complejos urbanos, que tenían como centro de aglutinamiento la defensa de las tierras. En ese proceso de asentamiento del sedentarismo se deben mencionar varios elementos importantes. En primer término se encuentra una división Consultar: “Lenguas Indígenas del Ecuador: La Lengua Pasto. Boletín Academia Nacional de Historia, Quito. 11

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social del trabajo entre los hombres jóvenes, dedicados a la caza y pesca, y las mujeres, ancianos y niños, a la agricultura, sin que ésta última sea determinante en esas épocas lejanas. También se pudo haber presentado una tendencia semiesclavista, ante las invasiones. Con el proceso semiurbanizador se exigió una mayor y obligada cooperación humana, pero cada vez se va involucrando al proceso una estratificación social explícita. Según afirma Omar. V. Villarreal12, “Carecemos de una cronología exacta de tales eventos, pero, en todo caso, podemos concluir que por lo menos entre 500 años A. de C. hasta unos 1.000 años D de C. las federaciones proceden de sus intentos unitarios con una intensiva lucha de intereses respectivos”. De acuerdo con la opinión del mismo autor, en el proceso productivo autóctono, los Pastos, los ancestros ipialeños y de los habitantes de la ex provincia de Obando, se presentaron algunos elementos relevantes. Sintetizando tal proceso, se identifican la formación de federaciones de “pueblos” de comunidades productoras, con un eje en la aldea-depósito del producto, que fue motivo de potenciales invasiones; por lo tanto se generaba en esos “pueblos” la necesidad de defensa militar, que los obligó, incluso a construir grandes edificaciones militares para tal efecto, como se prueba en los restos de fortificaciones halladas en la región. Además se presentan por un lado la construcción de edificaciones megalíticas, como semi-ciudades, en diversos puntos de influencia y dominio de los primitivos habitantes de la región, y en la constitución “sui generis” formas de trabajo que nacidas en la cooperación, llegaron hasta lo que se denomina el “Ayni”, una forma de producción bajo cuadrillas de tribus dirigidas por un “caporal”, y que era un sistema de reciprocidad en terna configurada como su forma de trabajo. Este proceso sería mezclado posteriormente por el trabajo comunitario que se denomina “minga”. Las federaciones de pueblos se configuraron posteriormente en grupos más grandes y homogéneos. Con el nombre de “Naciones”, las encontramos ya en la época de la conquista española. Cuando los hispanos llegan a estos territorios los cronistas utilizan el término “nación” y con ellos distinguen entre otros las siguientes: Chapanchicas, Paranquis, Sindaguas, Pastos, Quillacingas y Cayambis. Cada uno de estos grandes conjuntos estaba formado por pueblos o semi-ciudades principales y secundarias (llaktas) y la población rural a su alrededor. VILLARREAL, Omar. “Relaciones de Producción Precolombina en el sur de Colombia”. Universidad de Nariño, Pasto, 1987, p. 94. 12

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2.1.2 Hipótesis Sobre La Formación Social Prehispánica .

Empecemos por

reflexionar acerca de las categorías fundamentales de la economía política aplicada a los pueblos primitivos en el sur de Colombia. Se trata de fundamentar hipótesis explicativas e interpretativas sobre una prehistoria o del pasado “pre-europeo” de grupos humanos, de los cuales no se cuenta con mayores indicios sobre su forma de vida. Es pertinente al respecto partir de la categoría de la Formación Económica Social (FES), que de la tradicional del “modo de producción”. Al respecto en la zona de estudio en la época prehispánica, se puede plantear que esa FES emerge a partir de la llegada de las primeras bandas de migrantes (nómadas). Estas inician el proceso con determinadas relaciones de producción y un nivel de desarrollo de las fuerzas productivas. Se ha probado que para esa época contaban con una experiencia que lindaba con el paleolítico superior. La formación tuvo un avance notable con la aplicación de la agricultura, observándose relativamente cambios fundamentales en la organización social, hasta llegar a una complicada estructura jerárquica, sobre todo a partir de una época que puede estar situada en el último milenio anterior a la era cristiana. En ella se dan como características fundamentales el ejercicio de la economía solidaria y comunitaria, con unas relaciones de producción más homogénea y equilibradas, apartadas del “interés individual”, que se impondría con los europeos. En este escenario conceptual entre la época prehispana y la llegada de los conquistadores españoles se pueden diferenciar hipotéticamente tres formas de modos de producción, que corresponden a diferentes etapas de la historia de las comunidades primitivas en el sur de Colombia, que tal vez podrían denominarse “formas productivas”. El primer “modo productivo”, el primigenio, se basa en las actividades propias de la caza, pesca y recolección, en el cual la horticultura puede ser fundamental, como en el caso de los Pastos. Estas actividades fueron de tipo básico en la fase de las primeras migraciones humanas, inclusive, este modo de producción apropiación, se mantenía en su forma más pura en las zonas selváticas del Amazonas y del Litoral, a la llegada de los españoles. La organización se basaba en la reciprocidad con reglas implícitas del nomadismo. Se mantenía la unidad tribal con base en las tradiciones y enseñanzas del orden mitológico transmitidas por tradicional oral. La base comunicativa fueron

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las relaciones parentales primarias, celebraciones rituales inestables.

el

intercambio

elemental

y

las

Esta forma productiva no fue guiada por el desarrollo inventivo, quedándose en un estudio transicional que combina formas propias del paleolítico y del neolítico en general. Tal vez la tecnología no fue un factor determinante para alcanzar niveles importantes de productividad social para lo cual utilizaron más bien formas generales de cooperación. Se utilizó ante todo la fuerza de trabajo humana para actuar en las ramas de la producción de la época. Una segunda forma productiva se presenta cuando surge en la sociedad primitiva sureña la estratificación social acusado de desigualdades, con el acceso diferencial a las tierras. Quizá la deba hablar de un tipo de organización de base federal, lo cual permitió crear lo que los cronistas especiales distinguieron como “ocasiones, se confabularon. El poder se centralizó en los pueblos o “ciudades” principales detentado en curacas, shiris, shamanes y “jefes”, a la par que en consejos comunitarios que parecen funcionaban en época de conflictos. Aquí se da una apropiación del excedente de producción hacia quienes sustentaban el poder o el prestigio. Además unos individuos se consideraban depositarios de la propiedad al interior de una estructura colectiva. La tercera forma productiva se genera luego de la invasión inca. Este “modo de producción” basó su organización económica social en el uso de una tecnología avanzada, en relación a las épocas anteriores, manejo de la agricultura de forma intensiva, y de otras ramas de la producción; explotación de una gran masa de población trabajadora, con un Estado Inca estableciendo relaciones de subordinación sobre los individuos. Las relaciones jurídicas, políticas y religiosas, fueron orientadas por la nobleza incaica, que buscaron mantener sus relaciones de consangüineidad sin mezcla alguna. Son relaciones de producción caracterizadas por la sujeción general, la centralización del poder económico, político, ideológico y social en el inca y su casta delegataria. Supraestructuralmente, la FES prehispánica en el sur de Colombia tenía una específica conformación. El arte estuvo representado en los petroglifos, pictogramas, las cerámicas, la orfebrería y los tejidos, en los cuales se reflejaban la composición social, sus creencias y concepciones cosmogónicas, los elementos hasta ahora estudiados, sin embargo, no permiten avanzar en el estudio sobre las formas escriturales de los habitantes sureños.

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Pero el grado de conocimiento plantea para ellos un cierto avance. Ellos aplicaron nociones de ingeniería en la construcción de complicadas ciudades de vivienda, que algunos llegaron edificar cuadrangulares, para construir fortalezas, terrazas (o andenes), montículos en zonas anegadizas y bohíos de albergue comunitario; para movilizar bloques de piedra y abrir camino. Se ha podido comprobar además que utilizaron la palanca, las cuerdas, el trineo, el palo aguzado, el hacha de piedra pulimentada, la técnica de la quema del fuego, la intercalación de cultivos y el descanso de las tierras, en la agricultura. Además es mencionar que utilizaron conocimientos astronómicos y las variaciones climáticas, a través de sus conocimientos mitológicos. Avanzando en la hipótesis interpretativa se puede afirmar que las sociedades primitivas del sur basaban sus relaciones propiamente en un sistema clanil en cierto modo exógeno, con un tipo de descendencia paralela y residencia patrilocal en forma relativa. Para la época de la llegada de los europeos, estos clanes se componían por agrupaciones de familias extensas y nucleares. Específicamente para el caso de los Pastos, esos clanes estaban compuestos por descendencia paralela, las mujeres heredaban el apellido materno y los hombres el paterno, las mujeres eran hijas naturales nacidas de uniones inestables, permanecían en la comunidad y los hijos de éstas, hombres y mujeres, recibían el apellido materno 13.

2.1.3. Formas de Poblamiento Básico. Los distintos estudios realizados permiten referir que con el desarrollo de la agricultura y la convivencia de los demás factores generales en todo proceso de evoluciones humanas, en los milenios posteriores a los tres mil años A. de C. se impulsó en el ser el sedentarismo de las tribus, hasta entonces nómadas. Este proceso parece fue lentamente asimilado y luego acelerado por el impacto de las migraciones, hasta llegar en la era cristiana de occidente a considerarse en un asentamiento semi-urbano que se consolidó y perduró los primeros mil años de esta época. En este desarrollo se presentó posiblemente la organización tribal tipo “federativa”, inherente al proceso de transformación en las actividades de producción, talvez después de cultivar muchos años y con el perfeccionamiento de determinadas actividades productivas. Esta especialización trajo como resultado el intercambio “comercial” entre las tribus, generando círculos de tipo económico más amplios.

URIBE, Maria V. “Documentos del S. XVIII referentes en la provincia de los Pastos, Problemas de interpretación” en “Revista Cultura Nariñense”, No. 112, Pasto, Nov. Dbre. 1978. 13

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Es importante resaltar que es muy factible que en el proceso de formación social andina en el sur surgieron contradicciones internas principalmente en el esfuerzo de allegar conocimientos técnicos para incrementar la productividad y en sus aspectos supraestructurales. Lo más probable es que las castas dominantes llegaron a centralizar al máximo su poder inicial localizada ya en un pueblo (tal vez con la asimilación a la noción de las “ciudades-estado”, de los griegos), generando la formación de tribalidades asociadas (“nacionalidades”). A la vez construyeron centros de tipo defensivo. Es muy probable también que en el período comprendido entre los 500 años A. de C. hasta 1.000 años D de C., se presenta el desarrollo de pueblos, con ciudades con intentos importantes de federarse, cada vez que se cualificaban intereses comunes de defensa y subsistencia. Así mismo, ya en el primer milenio de nuestra era se consolidan las federaciones, regidas por un pueblo principal. La hipótesis más estudiada y sustentada al respecto plantea que los primitivos habitantes del territorio actual del departamento de Nariño lograron una organización asimilable a la nación de “pueblos-estados”. Cada uno de ellos tenía como base de respaldo bélico y productivo a una Federación de “ayllus! (parcialidad, genealogía, linaje o parentesco o casta), cuyos rasgos de parentela eran relativamente homogénea. Quizás sobre estos elementos se generaría un proceso de integración de esas formaciones humanas, que se pueden haber consolidado entre el 1.000 y el 1.300 de nuestra era. La base de análisis y de interpretación de estas hipótesis son las construcciones (¿edificaciones?) megalíticas levantadas por las comunidades y cuyos restos han sido encontrados en distintos sitios del sur de Colombia. Sobre esta base se plantea la existencia de una específica forma social y política, con intereses económicos y bélicos, que se remiten las “semiciudades”, los pueblos líderes, las federaciones, las aldeas y las “naciones”. Tomando como base la región del norte del Carchi (Ecuador) y la zona andina del departamento de Nariño, la más estudiada y analizada del territorio de Pastos y Quillacingas, se pueden clasificar en cuatro tipos de procesos urbanizantes, bajo el término de semi-ciudades. Ellos son: 1. Semi-ciudades en la zona de Llorente, Guachavéz, que corresponden a los restos megalíticos encontrados en las proximidades de Chiltarán (municipio

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de Funes) 14 , Cuarris (municipio de Sapuyes)15, Patascoy el antiguo Túquerres (sección de los Arrayanes)16. 2. Se puede asimilar al término de semi-ciudades también las que se encontraban en el territorio netamente Pasto, entre San Gabriel y el sur del departamento de Nariño. En esta zona se podría señalar con mayor importancia los complejos semiurbanos que pudieron haberse desarrollado sobre todo alrededor de la Cuenca del río Chota en el Ecuador, en la provincia del Carchi. La base de esta aseveración está en el estudio e interpretación de los restos ubicados al sur de San Gabriel en el Carchi (Ecuador), y en las localidades de Quilque, Pimampiro, Coaque y Mira. Sobre el tema es necesario mencionar al escritor Carlos Emilio Grijalva, natural del Carchi quien hace una extensa descripción del tipo de bohíos que se encuentran en las proximidades de Tulcan y de Tusa (San Gabriel. Este autor también hace referencia sobre complejos semi-urbanísticos en los alrededores de la parte norte de la provincia del Carchi, y especialmente de la sección de Guamialamag 17 3. También en territorio Pasto colombo-ecuatoriano, se plantea la existencia de semi-ciudades alrededor del eje Mayasquer-Sucumbíos, que corresponde a las ruinas encontradas en la Paz (provincia del Carchi), Pan (Carchi), Guamialamag (municipio de Carlosama), Panamal (municipio de Aldana) y los Aposentos de Gualmatán (mencionados por Cieza de León). También se supone un complejo semi-urbano en los alrededores de Sandoná, especialmente sobre las ruinas de El Ingenio. 4. Se destaca un conjunto amplio urbanizante Pasto en un centro “urbano” en Alambuer (municipio de Ipiales y Pupiales), que posiblemente fue un punto de conexión interna en el denso intercambio entre la meseta de los andes nariñenses, la costa del pacífico y los territorios del norte ecuatoriano. TRIANA, Miguel. “Por el sur de Colombia”, Editorial Kelly, Bogotá, 1950, p.p. 387. MEJIA Y MEJIA, Justino (Mons.). “Ensayos de Prehistoria nariñense”. Imp. De la Diócesis, Pasto 1937, p. 45. 16 SANTA GERTRUDIS, Fray Juan de. “Maravillas de la naturaleza”. Editorial Kelly, Bogotá 1970, Tomo III p.p. 112 – 113. 17 GRIJALVA, Carlos E. “La expedición de Max Uhle a Cuasrual o ser la protohistoria de Imbabura y Carchi”. Editorial Chimborazo, Quito, 1934. “Toponimia y antoponimia de las provincias del Carchi, Imbabura, Túquerres y Obando”. Edit. Sallescura, Quito 1941. 14 15

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Más concretamente este complejo urbanizante, quizás el más importante en el sur prehispánico en Nariño, estaba constituido sobre el eje Alamber – Chires – Ipiales antiguo (Tusandala – Cuatro Esquinas) – Yapuetá. Se puede interpretar su desarrollo con relación al crecimiento del proceso productivo y de intercambio que giró en el mismo circuito interno de abastecimiento y de comarca que fue muy relevante entre los Pastos del sur de Colombia. Comprendía alrededor de nueve fortalezas circulares y cuadrangulares, cuyas señales aún se encuentran, y el conjunto interno de la “ciudad”, ubicado entre extremo y extremo de cada fortaleza. En esa semi-ciudad predominaban los bohíos de variado tipo (adobe, piedra, cercados completamente de troncos, depósitos y centros ceremoniales y manufactureros) que casi han desaparecido con el tiempo. 18 Al hablar sobre estas formaciones poblaciones básicas que parece ser se configuraran en el sur de Colombia antes de la llegada de los españoles y que se hallaron perfectamente configuradas en los siglos XV y XV, hay necesidad de elaborar más reflexiones. Cuando se habla de pueblos, aldeas o ciudades, se trata de asimilar esos conglomerados poblacionales de antaño a los que se conoce, en la modernidad. Así “pueblo” es un término hispano que se refiere a la presencia de conglomeraciones humanas, agrupados en familias que vivían a corta distancia unas de otras o agrupadas en un mismo asentamiento. Sobre esa base los conquistadores españoles identificaron esos conglomerados como “pueblos”, identificándolos con los caciques o con el nombre de alguna autoridad visible. El pueblo principal era así el asiento de los sectores hegemónicos y muchos de los cacicazgos del sur de Colombia funcionaban de acuerdo a este esquema. Este nivel de organización fue característico en los andes altos. Los textos hispanos sugieren también la existencia de fortalezas, levantadas en sitios próximos a pueblos indígenas, donde residía habitualmente el contingente encargado de la defensa, el que a la vez, en tiempos de paz se dedicaba a labores productivas. Específicamente para las áreas comprendidas entre Guayllibamba y Chota, y entre Pasto y el norte, en

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Sobre el tema los más documentados y sesudos estudios se deben a Tomás Hidalgo, Roberto Sarasty y José Vallejo.

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territorio de los Quillacingas de la montaña, se han podido detectar 40 fortalezas que posiblemente fueron empleadas contra la invasión inca.19

2.2 Esquemas Urbanizacionales Buscando representar las formas organizacionales de los pueblos primitivos en el sur de Colombia, hay que disentir que lo determinante en este aspecto fue la necesidad de adecuarse a las necesidades productivas, económicas, y a las militares, a pesar de que Pastos y Quillacingas no fueron agresivos, pero su constante y la defensa de su territorio. En tal dimensión se deben hacer las inferencias del caso a los llamados aposentos y tambos. El aposento era el sitio donde se guardaban los tesoros, la riqueza de la época, en una especie de almacenes reales. Parece ser que hubo pueblos dedicados con mayor predominancia a los aposentos, pero en todo caso, estos se podían asimilar a palacio, centros de guarniciones, o templos. Allí residían posiblemente sacerdotes, consejeros, jefes. Pero esos sitios también eran sitios donde se almacenaban los tributos y centros de distribuciones de los recursos alimenticios. De acuerdo a lo que se había referenciado por Cieza de León y otros cronistas, se puede deducir que entre Quito y Pasto existieron cinco grandes aposentos: Caranque, Otavalo, Cochasqui y Quito en el Ecuador y Gualmatán en Colombia, a la vez esas crónicas hacen alusión a un sinnúmero de pueblos y parcialidades. Los Tambos eran construcciones en las cuales se depositaban tejidos, alimentos y armas, levantados a lo largo de las grandes vías de comunicación y localizadas a intervalos más nuevos regulares. Estos ante todo se han identificado mucho más determinante para el caso de los Incas. Entre los Tambos identificados además como residencias para caminantes se mencionan posiblemente uno en el Guáitara y otro en Carlosama, en el sur de Colombia, pero tal vez el más importante haya sido el que corresponde precisamente a El Tambo (municipio de Nariño). Por otra parte, asomándose al término de “nación” que fue utilizado por los cronistas por especificar un tipo de organización política que encontraron LARRAING, B. Horacio. “Demografías y asentamientos indígenas en la sierra del norte del Ecuador en el S. XVI”, En Colección Pendonera. avalo – Ecuador, 1980 p. 77. 19

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los españoles, y que provenía de un pasado remoto, el se refiere a los distintos grupos étnicos del sur de Colombia. Si se acepta lo que más se ha utilizado en diversos estudios sobre la época, es posible pensar en una organización basada en “llaktas” (pueblos o semiciudades) y naciones. Así se logra identificar a las “naciones” (etnias) de los Pasto. Quillacingas, Sindaguas y Abades. Cada uno de estos grandes complejos organizacionales estaba formado por llaktas principales y secundarios y población rural propiamente dicha. Así mismo es interesante destacar que entre Pastos y Quillacingas se daba un carácter organizativo en forma de behetrías, como lo deducen los cronistas Joseph de Acosta y Francisco de Anuncibay. Lo anterior simplemente significaba que en tiempos de guerras elegían a un capitán a quien toda una nación o pueblo obedecían. Al respecto es posible pensar que para la defensa de sus territorios se hayan dado federaciones de nacionalidades. Lo que se vislumbra como más certero en este sentido son las federaciones entre Pastos y Quillacingas y entre estos y los Caranquis y Cayambis del Ecuador, cuando se llegó la época de los ataques Incas. Sin embargo lo más notable en términos organizacionales ocurrió alrededor del ámbito económico, específicamente en el sistema de intercambio, sobre todo los investigadores ecuatorianos, quienes han profundizado sobre estos temas, exponen que varios tipos de “unidad nacional” se debieron afianzar mediante el intercambio. En ello son notables los estudios de monseñor Federico González Suárez, como los de John V. Murra, Hartman Roswith y Udo Oberen. En este orden de ideas, se debe enfatizar que fueron el trueque y el comercio en general, los que lograron una cierta unidad Inter.-étnica entre Pastos, Quillacingas, Abades, Caranques y Cayambis. Incluso se llega a mencionar con preponderancia el llamado “camino de los Incas”, que necesariamente era anterior a ellos, construido alrededor de puntos de intercambio, inclusive sobre este aspecto, se plantean algunas hipótesis relevantes. Privilegiado un esquema organizacional fundamentado en el intercambio, en una fase que podría así anclarse a una forma de comercio organizado, los investigadores de los primitivos habitantes del Ecuador formulan una interpretación que puede ser válida para el caso de Pasto y Quillacingas. Se llega a afirmar por parte de Gonzalez Suárez, Hartman Rosveth y Udo Oberen

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que tanto en la costa del Pacífico como en la sierra se pudo haber dado una unidad monetaria aceptada, como símbolo de una especie de “unidad social” de tipo comercial. Profundizando sobre el tema Oberen afirma20que esa unidad monetaria se denomina “carato”, ésta consistía en una chaquira formada por 24 pedazos de hueso (o tal vez de “mullo” o concha marina) ensartadas en un hilo, y que cada chaquira equivaldría a un “jornal” por un día de trabajo. No obstante, lo que parece más realista es la provocada antes de la llegada de los hispanos, con la intromisión del gran imperio Inca. Si bien este también experimentaba en el siglo XV y comienzos del XVI una diferenciación en sus estructuras, también tuvieron que chocar con el nivel organizativo andino del norte del Ecuador y el sur de Colombia. Sobre todo se tiene la sensación de que en la época del enfrentamiento entre ellos la diferenciación de estos se agudizaba por los cambios profundos que experimentaban en el choque entre un imperio típicamente expansionista y unos habitantes de por sí pacíficos, pero nunca dispuestos a perder el dominio sobre su territorio. Inclusive con el intento fallido aún de los Incas de imposición de un nuevo sistema productivo y tributario, se confirmaba su imagen de dominio implantando su sistema social y organizacional al mundo andino.

2.3 FORMAS PRODUCTIVAS Sobre la base de los estudios realizados por Armando Oviedo Z., se puede señalar a manera de síntesis que la formación económico-social prehispana, correspondiente a la zona andina del sur de Colombia, norte ecuatoriana y áreas circunvecinas, se presenta con características de complejidad, sustentativa multilineal. Este emerge a partir de la llegada de las primeras bandas de migrantes y se consolidan luego en unas particulares relaciones de producción y un nivel especial del desarrollo de las fuerzas productivas. Pero lo determinante está en hallar unas formas características que no necesariamente se puede señalar como modo de producción que bien pueden ser asimiladas pero interpretar la realidad económica y social de los habitantes del sur de Colombia en la época en estudio. Sobre este asunto quizá es mucho más valedero hacer relación a las formas productivas y los tipos de organización que se derivaban de ciertas categorías económicas precapitalistas, claramente diferenciadas.

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OBEREN, Udo. “Los Quijos”, 197 p.p. 971 – 72. MURRA, J.V. “El tráfico del Mullu en la costa del Pacífico”

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Al respecto seguimos la guía de Aldo Cardona para afirmar que la forma de producción se basaba en la “utilización de instrumentos de tipo individual y no en la cooperación compleja la cual está determinada por la utilización de instrumentos de carácter colectivo y que se establece sobre la base de una división técnica del trabajo”.21 No obstante, como en cualquiera de las organizaciones sociales primitivas, los principios de solidaridad, colectividad y cooperación fueron característicos en un relativo ciclo de tiempo, los cuales unían al causal económico las prácticas y costumbres asimiladas a los ritos y creencias. Nada impide pensar en un régimen de tipo “cooperativo” que se mantuvo muchos cientos de años, régimen que solo fue drásticamente quebrantado con la llegada de los europeos, como se enfatiza más adelante. Se destaca a la vez que en las sociedades prehispánicas del sur de Colombia la fuerza de trabajo fue el elemento dominante del proceso de producción. Pero en esa actividad la organización del trabajo pudo estar planificada en diferentes formas de cooperación. Claro está que había también trabajos individuales cuyos procesos se disgregaban en la comunidad sin que se dieran actitudes de competencia ni el deseo de enriquecimiento individual. Con relación a Pastos y Quillacingas es posible identificar dentro de esa forma productiva primitiva, sustentada en la cooperación, en las ramas de producción que a partir de la recolección primero y luego la caza, determinaron sus costumbres económicas y de supervivencia. Ellas fueron recolección, caza, pesca, crianza, agricultura, extracción de minerales y trabajos que se asimilan al artesanado. En todo caso, estas sociedades realizaron sus diferentes actividades productivas, basándose en el trabajo de forma cooperada entre aldeanos. Claro está que se presentaron rompimientos y contradicciones en esta forma productiva, sobre todo cuando los miembros de las comunidades trabajaban para la elite gobernante. Como en todo proceso de desarrollo, circunstancias como la propiedad individual o grupal, por fuera del común, apropiación del poder, también entre los habitantes del sur prehispánicos implicaron un rompimiento de las costumbres del comunalismo primitivo, dando origen a la desigualdad entre sectores. Inclusive se puede pensar que los primeros beneficiados con el predominio del carácter subordinado y obligante de jefes y súbditos hayan sido los Curacas o Chiris y demás jefes de CARDONA, A. Aldo. “Formas de Cooperación en las comunidades indígenas de Colombia”. Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1974 p.p. 29 – 30. 21

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lustre o subclase intermediaria. Así el trabajo cooperado se iba diluyendo en un sistema de clases privilegiadas. Uno de los aspectos a considerar al respecto, en ese quiebre de las normas comunalistas, es el de la propiedad de las tierras. En este sentido, y como lo concretaban documentos del siglo XVI, en muchos lugares de la región andina, en la época preinca, la tierra había sido reasignada periódicamente por la comunidad de acuerdo con las necesidades de la familia y probablemente del ayllú. Esta política fue continuada sistematizada después de la conquista cuzqueña. El trabajo en las parcelas las hacían los miembros de la aldea en cuadrillas. Pero parece ser que en el período de la llegada de incas y luego de españoles, la producción de los gobernantes, curacas, caciques y sacerdotes tenían una característica diferente a la tradicional. Se presentaba así que estos individuos ya no tomaban parte directa en la producción sino que sus tierras eran trabajadas por la masa de los miembros de la sociedad. Según se infiere de los diversos estudios la tierra pertenecía a los gobernantes; poseedores temporales y hereditarios. Estos eran quienes la trabajaban en común en parcelas familiares sin que se efectuase un reparto común del producto ya que estaba de por medio la prestación personal y el tributo en especie. Se debe entender en estas condiciones que el “excedente” (que no era todavía económico, como no se dio tampoco en ninguna sociedad primitiva) había cambiado de destino si en las comunidades de Pastos y Quillacingas, antes de la llegada de los Incas, el excedente era apropiado en forma comunitaria, cuando esto sucede, del excedente potencial que las castas burocráticas, sacaban de la comunidad, una fracción fue transmitida de una comunidad a otra. Estas transferencias constituyeron tal vez la base de la riqueza y el poder de los dirigentes. Importante resulta el destacar que es factible que la base estructural del régimen prehispánico en el sur de Colombia la formaban las unidades productivas, como eran las que estaban en contacto directo con la tierra, los animales, la naturaleza, en general ellas fueron indiscutiblemente las poblaciones aldeanas y rurales de Ayllus cuya forma de producción tenía como elemento fundamental la cooperación simple y se expresaba en el sistema de mingas, por medio de las cuales y en forma rotativa, reorganizaban la mano de obra.

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En un intento caracterizador de la forma productiva en los límites con la historia, Pastos y Quillacingas pueden haber estado estratificados en base al poder detentado así: 1) Clase dominante (Shiris, Sinchis o Curacas principales); 2) Clase auxiliar de la dominante (jefes militares, consejos); 3) Clase intermedia de las semiciudades (principales y jefes militares intermedios); 4 sector de comerciales; 5) sector manufacturero artesanal; 6) Clase aldeana campesina, productora, propiamente dicha.22

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Se realiza al respecto una especie de parangón con la clasificación realizada por el jesuita Juan de Velasco A “Historia del Reino de Quito en la América Meridional” Quito 1844.

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3. APROXIMACIÓN A PASTOS Y QUILLACINGAS En el actual departamento de Nariño, los antepasados de los habitantes de Ipiales fueron sin duda los indios Pastos. El territorio de estos primitivos pobladores de la ciudad fronteriza se extendía desde Tusa, hoy San Gabriel, en el Ecuador siguiendo las orillas del río Guáitara, hasta su encuentro con el río Patía, en el norte. Desde hace mucho existe un error de ubicación de las tribus primigenias. Hay necesidad por esta razón de distinguir entre Pastos y Quillacingas. Estos ocupaban lo que es el Valle de Atriz y un poco más; los Pastos, en cambio, habitaban en los territorios correspondientes a las extinguidas provincias de Obando y Túquerres. La confusión se presentó por ser Pasto una ciudad Quillacinga y no de los Pastos.

3.1 Unas Precisiones La remota historia, punto de partida de estas páginas, se ubica en una época en la cual, antes de la hazaña de Colón, los Pastos colindando con los Quillacingas, independientemente de los Incas, poblaban las feroces comarcas sureñas de Colombia. Precisamente en este punto de encuentro sobreviene la primera conquista de nuestro territorio, según una primera hipótesis. Los Incas eran expansionistas por costumbres. Entre ellos el Inca Tupac Yupanqui es tal vez el más famoso conquistador en la historia del imperio. Desde el Cuzco inicia la conquista del Sur, en tierras del actual Chile, de Uruguay y Argentina. Luego de esta campaña mira hacia el norte, hacia lo que ellos denominaban el reino de quito, según afirma el Inca Garcilaso de la Vega23. Según los historiadores más documentados, la conquista imperialista se inicia en la segunda mitad del siglo XV, aproximadamente. Entre 1460 y 1470 tuvo lugar la conquista de los Incas hacia el norte del Imperio interrumpida entre 1520 y 1533 por la Guerra Civil entre Atahualpa y su hermano Huascar. Cabe aquí mencionar que la conquista española se concreta a partir de 1535.

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INCA, Garcilaso de la Vega. “Comentarios reales de Incas”. Editorial Universal, S.a. Lima, Perú.

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La conquista de Pastos y Quillacingas se logra en virtud al gran poderío de los Incas y a su mejor organización militar. No obstante, existe una segunda hipótesis, según la cual los Incas nunca llegaron a dominar el territorio de los Pastos, en Colombia, en el actual departamento de Nariño, ni menos en el altiplano de Ipiales; solamente lograron sojuzgar durante muy poco tiempo, y en medio de la rebelión permanente, a los Pastos del territorio ecuatoriano. Según Kathleen Romoli24, la tierra Pasto, lo que hoy es Ipiales, nunca fue tierra Inca; el imperio sólo llegó hasta el Guáitara. “El motivo por el cual el emperador se abstuvo de subyugar los pueblos al norte del Carchi –El mismo Guáitara- pudo ser, afirma por considerar muy poco cosa a sus habitantes, “miserables”, al decir de Cabello de Balboa, o a que llegó al Carchi con un ejército cansado de combatir y los Pastos seguían resistiendo y por lo tanto, de acuerdo con el historiador Cristóbal de Molina, “se hicieron aquella gente inexpugnable y los suyos acobardaron y no querían ir en aquella conquista”. Queda sentada como hipótesis, entonces, que los Incas conquistaron y dominaron a los Pastos del hoy territorio ecuatoriano, y que a los Pastos del Sur de Colombia no lograron controlar del todo parece ser eso sí que bordeando al territorio de Ipiales, llegaron hasta el río Mayo, dominando, a los Quillacingas.

3.2 Practicas Económicas Y Sociales De Los Primitivos Habitantes Teniendo en cuenta los estudios más documentados, con opiniones como las de Pedro de Casas, Agustín Ventarino, monseñor Justino Mejía y el erudito Ignacio Rodríguez Guerrero, se puede confirmar que antes de la conquista española, en la época precolombina, nuestras tribus gozaban de la propiedad milenaria de sus tierras, sin que pagaran por ello censo o tributo a nadie. El poder lo detentaban los caciques y en su cabeza se representaba la propiedad de la tierra. En tal sentido los indios no poseían sino aquella porción que los caciques les permitían; en la misma medida se les permitía tener bienes, poseer inmuebles y conseguir el dominio sobre las mujeres. El trabajo personal solo podía ser señalado y ordenado por el cacique que, a su vez, era el dueño del producto de tal trabajo. ROMOLI, De Avery, Kathleen. “Las tribus de la antigua jurisdicción de Pastos en el S. XVI”. Revista Colombia de Antropología”, Bogotá, Arcos 1977 – 78. 24

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Contradiciendo un tanto el carácter y prácticas que en general se describen, los Pastos eran sedentarios, con actividad productiva combinada. Al menos así lo ha podido comprobar Armando Oviedo 25, cuando afirma que nuestros antepasados indígenas conocidos por los españoles como “Pastos” “Pastores”? como dice el cronista Cristóbal de Albornoz) no eran (no son, de fondo?) básicamente agricultores, solo secundariamente lo eran, y ante todo estructuraban su forma de producir mediante una combinatoria de prácticas recolectora de caza – pesca o domesticación animal, hortícolas, avícolas, manufacturas y de denso intercambio que les servirá para suplir, sobre todo en épocas de crisis, sus necesidades en alimentos y bienes diversos. Hay que anotar, al margen, que en esta economía se explotaban minas de oro. Si se pudiera hablar de un modelo “económico de producción”, se tendría que decir que se trataba de un proceso de desarrollo agrícola en una práctica de la horticultura extensiva, acompañada de prácticas de recolección –caza – pesca- pecuarias, que solo se vertebra en la agricultura en momentos de crisis de producción del modelo. El producto necesario de estas regiones era por tanto conseguido con mucha dificultad, de tal manera que casi como una constante se presentaba un déficit en el excedente hortícola. Aparece entonces, según la hipótesis más aceptada y probada, un régimen de relaciones semi-mercantiles que trata de contrarrestar el insuficiente producto, a la vez que, por múltiples circunstancias sobre todo por lo endeble de una estructura productiva de esta índole, que dependía en gran medida de las circunstancias positivas o negativas del medio ambiente, la superproducción de aquellos primitivos pobladores dependía de su habilidad para el intercambio de otros productos diferentes a la horticultura, con lo cual florecen algunas artesanías y manufacturas, como termina analizando Oviedo, de manera coherente. Esta hipótesis afirma que en el intercambio de tales mercaderías influyó mucho el carácter itinerante de estos pueblos, y que fue de tan alto grado el desarrollo que, se llegó a un cierto intercambio monetario, de tal manera que su expansión económica empujó la extensión de sus ámbitos de influencia, sin necesidad de las armas, llegando hasta los límites del Perú, antes de la invasión Incaica. Los aborígenes de Ipiales tenían una forma de Estado semi monárquica parecida a la Azteca o Inca. La influencia de las dos culturas en esto era manifiesta y se explica: ésta última era la que los rodeaba y existió paralelamente; aquella, junto con la Maya, según tradiciones orales, visitaron 25

OVIEDO. Z, Armando. “El camino a la serpiente”. Ediciones Consejo Municipal de Ipiales, 1985, p. 11

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varias veces el territorio, estableciendo nexos que hasta pueden ser asimilados en la orfebrería llamada Quillacinga y en la cultura Tumaco, y en muchas costumbres que los pueblos del sur conservan y que se asemejan a ancestrales prácticas de los pueblos mejicanos o guatemaltecos, por poner un ejemplo. Su organización se hacía por medio de comunidades gobernadas de acuerdo a un Consejo de Notables. Entre sus costumbres se confirma que “no comían carne humana”, “no ofrecían sacrificio de hombres”. Sus armas consistían en palas y lanzas mal hechas. Eran idólatras, teniendo como dioses al sol, la lluvia y los astros. Su idioma propio se perdió entre la influencia del Inga y del Castellano, y lógicamente por la influencia del Kechua. Según monseñor Mejía, “Su escritura fue ideográfica”. A diferencia de Incas y Aztecas y Mayas, en los Pastos el absolutismo teocrático de sus gobiernos no llegaba al extremo. Vivían en relativa paz y no existían síntomas de crueldad en sus tratos. La llegada de los conquistadores españoles significó su cambio: la esclavitud en la más dura de sus formas. En cuanto a los Quillacingas, habitantes del Valle de Atriz y sus alrededores, se puede inferir sobre todo de las anotaciones de Cieza de León que constituían una “nación” muy poblada y también en un grado de desarrollo productivo que puede ser asimilado al de los Pastos, lo mismo que a los caranquis, cayambis – Otavalos y Pastos del Ecuador. Se puede inferir la existencia de centros productivos y políticos girando alrededor de cacicazgos o dominios encomendados a Curacas. Al menos la concentración de pueblos en el Valle, que han sido identificados en no menos de nueve, así hace se pone en claro que también pudo ser que en este territorio se hallara circundado de viviendas rurales, en veredas de los campos agrícolas. Es interesante anotar que los Quillacingas habían sobrepasado las tradicionales prácticas productivas de la agricultura, la caza y la pesca, incursionando en algún tipo de arquitectura sea para protegerse de invasiones como para servir de centros de acopio o de rito. Se habla así de una construcción posterior erigida en base a grandes bloques basálticos, techos de paja y uso de madera. Sobre el tema varias pueden ser las hipótesis sobre todo si se tiene en cuenta que los Incas dieron el nombre genérico de “Killacingas” a todos los

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habitantes de lo que hoy es el departamento de Nariño. De allí que las prácticas sociales, económicas de los Pastos se asimilen a los Quillacingas o viceversa.

3.3 Acercamiento A Los Pastos Los Pastos, los indígenas que tradicionalmente han sido ubicados desde la colonia temprana en el territorio encerrado entre el norte de Ecuador y el suroccidente de Colombia son de las más ignorados por la conciencia nacional y hasta por el imaginario social y académico, cuando no relegadas al más remoto pasado. Inclusive al diferenciar hoy a los hoy habitantes de Nariño y el Carchi, solo como colombianos o ecuatorianos, se olvida o desconoce su pasado común; se desprecia que la evidencia de una u otra autenticidad o identidad como el idioma y el vestido, les fueron arrasados tan pronto como le inventaron el nombre de Pastos. Este trabajo pretende hacer un tratamiento académico necesario sobre estas comunidades indígenas menospreciadas. Particularmente se trata de recoger, profundizar y sistematizar las diversas visiones que sobre el territorio indígena de los Pastos y sobre su significado e historia se puede ahora reconstruir.

3.3.1 Elementos Básicos. Como ya se ha dicho, los Pastos fueron un conglomerado que se asentaba en territorio del norte del Ecuador y el sur de Colombia. Pero en nuestro caso nos centramos en los Pastos que circundaron lo que hoy se conoce como la ex provincia de Obando, con Ipiales como centro. Allí encontramos aún hoy recuerdos de esos antepasados en los nombres de ríos y quebradas, en sus veredas y montañas, en las “guacas” y hasta en el vocabulario de las gentes del campo sureño, allí en los resguardos que aún subsisten. Una de las más antiguas referencias se encuentra en Pedro Cieza de León. Este al referirse a esta zona, en la descripción que hace de su viaje de Norte a Sur, dice: “De Ipiales se camina hasta llegar a una provincia pequeña que da por nombre de Guaca y antes de llegar a ella se ve el camino de los Incas. También se llega a un río cerca del cual se ve donde antiguamente los reyes ingas tuvieron hecha una fortaleza, de donde daban guerra a los Pastos, y salían en conquista dellos y esta un puente en este rio, hecho natural, que parece artificial, el cual es de una peña viva, alta y muy gruesa y hácese en el

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medio della un ojo donde pasa la furia del río y por encima van los caminantes que quieran... Llamase a este puente Lumichaca..(Sic).26” Tomando como fuente la misma crónica, se halla que Cieza de León enumera los pueblos Pastos así: “...Ascual, Mallama, Túquerres, Sapuyes, Iles, Gualmatan, Funes, Chapal, Males, Ipiales, Pupiales, Turca, Cumbas. Todos estos pueblos y caciques tenían por nombre Pastos”. Ahora, citando al profesor Jaime Jaramillo Uribe, estos pueblos Pastos eran: Males, Puerres, Comichala, Tiscuas, Chapal, Carlosama, Chunga, Yapueta, Yarabal, Putesnan, Capuis, Funes, Pastos, Cumbal, Nostar, Mallama, Guachoral, Muellamues, Ipiales, Potosi, Ires, Túquerres, Guaytarilla, Ymues. Buscando precisar entre los nombres antiguos y la actualidad, hay que resaltar nuevamente que los Pastos ocupaban el territorio que se extendía de sur a norte desde tuza, en el Ecuador, hasta Ancuya y en Colombia, dominando ambas bandas del río Guáitara. En el sur de Colombia corresponden ahora a ese territorio que comprende a las exprovincias de Pasto y Túquerres hasta llegar al Valle de Atriz. De ascendencia Pasto son los actuales Ipiales, Túquerres, Pupiales, Puerres, Cuaspud, Carlosama, Cumbal Gualmatán, Iles, Sapuyes, Imués, Guáitarilla, Calcán y Ospina. Parece ser que los vestigios más remotos de la cultura Pasto provienen de Otavalo, excavados por Atheus y Osboru en 1970 con una antigüedad de 700 A. de C. También resultan relevantes los materiales encontrados en Cayambe y Tatabuela también en el Ecuador. Se parte de aquí con la hipótesis de que entre los siglos IX y X de C., se desarrolla en la región y ampliando hacia el norte su influencia, la llamada “cultura Piartal”, con una concentración de tribus tanto en el norte del Ecuador como en sur de Colombia. Posiblemente enfermedades tropicales, plagas y conflictos tribales empujaron a estas gentes hacia climas fríos, donde se desarrollan en plena época prehispánica. El florecimiento de la cultura Piartal se da en territorio que se ha llamado “Pastaran”, como lo registran monseñor Justino Mejia y otros estudiosos, formado por fértiles laderas y valles y que luego se llega a ser famoso porque en los alrededores de Potosí, sus habitantes hablan de esa región para denominar el sitio del hallazgo de la imagen de la Virgen de las Lajas.

CIEZA DE LEON, Pedro. “La Crónica del Perú”. Edición de la revista Ximenez de Quesada, Bogotá, 1971, cap. 37. 26

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Sobre la lengua que hablaban los pastos no hay un criterio cierto. Si se exceptúa la hipótesis de que el Cuaiquer es el idioma o uno de los dialectos de los Pastos, hoy no existe ninguna expresión significativa más que algunos topónimos y antropónimos. Es importante señalar que a la llegada de los españoles e inmediatamente después, estos pueblos hablaban idiomas peculiares. Se menciona así que, por ejemplo, durante el sínodo de la Iglesia de 1593, el obispo de Quito Luis López de Solís, pidió que el catecismo fuera traducido a las lenguas Pasto y Quihacinga, y hasta comisionó a los sacerdotes Andrés Moreno y Diego Bermúdez para dicha traducción.27 Otros tratadistas ubican el idioma Pasto en el grupo Barbacoa de la familia Chibcha, junto a otros que según Federico González Suárez, estuvieron presentes entre los Pastos como el Cuaiquer, el Muellamués, el Páez, el Colorado y el Cayapa. Ya al respecto es curioso citar que algunos aceptan que el Cuaiquer y el Muellamués fueron dialectos del Pasto prehistórico. Otros, no muy lejos de los anteriores, conciben estas lenguas locales de filiación macroChibcha y Arawak (Caribe y Tupi), llegadas por la vía de las lenguas serranas y costeras con cuyos pueblos se desarrolló una fuerte comunicación, intercambio y comercio. Parece ser, no obstante, que se puede asumir una precisión. Se plantea la existencia del idioma Quechua, entre los pastos, sin saberse a ciencia cierta cuando y como llegó al sur de Colombia. En torno al tema se ha llegado a expresar una hipótesis que explica que llegó primero desde el suroriente unos seis mil años antes de la era cristiana y posteriormente, con la expansión incásica. Sin embargo, hasta ahora, la mayoría está de acuerdo en que llegó a través de la invasión incásica, con Yanaconas y Mitimaes, y a través de la colonización española que lo estableció como lengua franca para la cristianización ante la dificultad de entender y manejar los diversos y complejos idiomas y dialectos. En relación a este punto, sobre el tema han surgido nuevos elementos. Así algunos investigadores, aunque sin la suficiente profundidad, establecen que antes ya se hablaba no sólo por influencia, sino porque muchos grupos o

27 CALERO, Luis Fernando. “Pastos Quillacingas y Abades”. 1535-1700. Biblioteca Banco Popular, colección Textos Universitarios, Bogotá, 1991, p. 49.

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pueblos de habla Quichua entraron a formar parte de la identidad étnica, la organización y la vida de estas comarcas. Interesante resulta aclarar al respecto que también se esgrime el argumento de que si el Quechua hablado entre los Pastos y otros pueblos del sur de Colombia es el original (Quichua) o un dialecto (Quechua). Al respecto la conocedora de la región, Romoli, diferencia el Quechua propio de una provincia del noroeste del Cuzco, llamado por los españoles “Lengua del Inga”, “Lengua General” o “Lengua Cortesana” y el dialecto ecuatoriano o “Lengua de Quito”. La tendencia se inclina por aceptar que la mayor influencia viene del Quichua por la presencia de grupos y pueblos desde el Perú y Bolivia por la vía del sur-oriente, desde tiempos muy remotos. De todas maneras, en la actualidad, nada se puede afirmar en concreto puesto que sí se descarta la posibilidad que el Cuaiquer sea el idioma de los Pastos, con algunas excepciones lexicales, todas las comunidades han sido castellanizadas En todo caso, valiéndose de múltiples documentos y de escritos de historiadores, se puede hacer una aproximación a lo que podría denominarse una descripción de los Pastos del sur de Colombia en la época prehispánica y en la época de la conquista de los europeos, en cuanto a sus costumbres e idiosincrasia.

3.3.2 El Nombre. Sobre el nombre de “pastos” hay diversas versiones de tal manera que ha sido motivo de muchas acepciones sin que hasta el presente haya un acuerdo definitivo entre los escasos estudios que existen sobre este pueblo aborigen. Para sintetizar algunos conceptos se menciona en principio que González Suárez afirma que es un gentilicio propio de la lengua castellana, relativo a la fertilidad herbácea de las tierras que ocupaba esta población.28 Mientras tanto, Jijón y Caamaño asegura que viene del idioma cuayquer, relativo a pattstan, que significa alacrán, con lo cual, con alguna connotación totémica, resultarían los Pastos como el pueblo de los alacranes. Similarmente GONZÁLEZ SUAREZ, Federico. “Los Aborígenes de Imbabura y Carchi”. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1902. 28

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Monseñor Justino Mejía manifiesta a su vez que este gentilicio estaría ligado al nombre del principal río que recorre estas comarcas: el Guáitara, río que antes era conocido con el nombre de Pastarán, es decir: alacrán. En torno al nombre hay una tesis curiosa. Aquiles Pérez relaciona la palabra Pastos al concepto dieciséis, y familia antigua. Dieciséis, por la voz cayapa: pasto y familia antigua de acuerdo con la lengua páez, considerando que en páez pas significaría tribu o familia y tax: raíz. Pérez sustenta el origen páez y cayapa bajo el supuesto de que este territorio reconocido como de los Pastos fue corredor y asiento de gentes que hablaron distintos idiomas como los ya mencionados, además del cuayquer el Muellamués y el colorado. 29 Sobre el asunto tercia Eduardo Martínez quien considera que en tal sentido no traduciría Pastos sino pastas. Pastas es uno de los apellidos más tradicionales hasta la actualidad y el nombre ancestral de una de las comunidades que persisten como indígenas Pastos; además, tanto en esta comunidad como en Muellamués, Pastás es el apellido del cacique primordial que vino de arriba, como del Ecuador, para casarse con la cacica y constituir la primera humanidad de estas micro sociedades. No es superfluo anotar también que hacia el oriente del Ecuador existió una población ancestral de nombre Pastan, nombre utilizado para designar el espacio políticoadministrativo de la Provincia de Pastaza.30 Al respecto es tal vez José Rafael Sañudo, uno de los más versados de siempre sobre el asunto, quien nos acerca hacia una salida del laberinto. El afirma que: “Creemos que los españoles llamaron estos lugares (Pasto y la Provincia de los Pastos) así, porque hicieron pie en voces indígenas parecidas a esos vocablos. En efecto, según el inteligente padre Mejía, el río que pasa por Las Lajas era llamado Pastarán, y Cieza nana que había un pueblo cerca de la Cocha, Pastoco, y es cierto que en Obando existe Pastás: lo que hace probable nuestro aserto de nombrarlas Pasto, por esa semejanza autofónica y después los Pastos, una vez que ya se fundó Pasto en el valle de Yacuanquer y después en el de Atriz...31” Tomás Hidalgo a partir de un vocabulario recolectado en Muellamués, y Sergio Elías Ortiz, han propuesto la relación cercana de la lengua de los PÉREZ, Aquiles. “Contribución al conocimiento de la prehistoria en los pueblos del norte del Territorio de la República del Ecuador”. Quito, 1958. 30 MARTINEZ, Eduardo. “Etnohistoria de los pastos”. Editorial Universitaria, 1977 31 SAÑUDO, José Rafael. “Apuntes sobre la historia de Pasto”. Imprenta Nariñense, Pasto, 1938, p.10 29

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pastos con el cuaiquer,kwaiker o Awá pit, de la familia Barbacoa, además de una notoria influencia del quechua, explicable por lo demás, dada la vecindad con el imperio Inca, que incluso se estableció transitoriamente la región hacia 1492 y levantó una fortaleza, aún visible, en Males (hoy municipio de Córdoba).

3.3.3 El Territorio. También acerca de la localización y ubicación ecogeográfica de los pastos se han dado las más variadas opiniones: Empezando por Cieza de León se debe decir que éste sólo menciona algunos pueblos, pero no la delimitación del espacio que ocupaban. Es Juan López de Velasco, cosmógrafo y cronista de Indias, quien escribió en 1574, enumera “los repartimientos y pueblos de indios” del hoy sur de Colombia, sin seleccionar o identificar cuáles pertenecen a los Pastos y cuáles a los otros. Realizando una explicación sobre lo expuesto se pueden concretar algunas referencias. Así, se puede decir que Juan de Velasco, que fue un jesuita quiteño, escribió en 1789. El incluye entre los Pastos al pueblo de Yacuanquer identificado por otros como de los Quillacingas, y en el mismo sentido lo mismo hace con el pueblo de Cuaiquer. Por otra parte González Suárez dice que fueron los Quillacingas los que poblaron las comarcas de Carchi, Ipiales y Túquerres. Sin embargo, Rivet y Verneau, establecen ciertos mojones generales así: al norte, hasta el suroeste de la actual ciudad de Pasto, al sur ocupando todo el valle interandino situado al norte del Chota, al oeste, en contacto con los Barbacoas del río Mira y el Alto Patía, y al este colindando con los Quillacingas y las poblaciones amazónicas del Alto Aguarico conocidas con el nombre de Cofanes.32 El que precisa un tanto el tema es Jijón y Caamaño al indicar el territorio de los antiguos Pastos en términos generales, señalando que, en la parte serrana, ocupaban las actuales provincias de Obando y Túquerres (Colombia) y la Provincia del Carchi (Ecuador); más una vasta extensión hacia los costados oriental, sobre todo, hacia el Pacífico.

32 RIVET Y VERNEAU. “Etnografía antigua del Ecuador Quito”. 1912

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Al respecto escribió: “Se había extendido, desde parte del San Juan, en la costa, hasta la bahía de San Mateo, a lo largo del mar, comprendiendo todo el Valle del Patía y la parte baja del Mayo, la ribera occidental del Guáitara, hasta la confluencia del Téllez, o del Guapuscal, para remontar por uno de éstos hasta las cumbres de la cordillera por el este, las que servían de límites hasta las fuentes del Pisquer, afluente del Chota; estos dos ríos eran el lindero que separa a los Pastos de los Caranquis, en el callejón interandino. Ya en la costa ocupaban buena parte de las dos orillas del Mira y tenían una colonia, resto de una expansión antigua, en el Alto Daule y su afluente, el Colima”33. En las investigaciones encontradas es importante resaltar que muchas veces existe una tendencia a identificar a los Cuaiqueres y Pastos. Es en ese sentido que se ha planteado que, tratando de delimitar el área de los Pastos desde los aportes de la lingüística, se considera que la terminación “quer” de los toponímicos y antroponímicos pasto, encontrada hasta la actualidad, coincide con el área sugerida por Cieza de León, pero con extensiones: dos pequeñas hacia Yacuanquer y Tapialquer del territorio definido como Quillacinga y Pueranquer en territorio de los Abades, y dos considerables hacia las cuencas de los ríos Mayazquer San Juan y Güisa, del territorio definido como Cuaiquer.34 Cabe mencionar al respecto a investigadores como Groot de Mahecha y Hooykaas, que con el aporte de datos y fuentes documentales del siglo XVI, complementan y precisan lo expresado por Cieza de León. Ellas afirman que Los Pastos ocupaban la mayor parte de la región interandina comprendida entre el tajo del río Chota, en el Ecuador, hasta la población de Ancuyá en la banda izquierda del río Guáitara; en sentido este y oeste sus límites los constituían las cimas de las cordilleras, con excepción de una extensión que tenía hacia el occidente por el valle del río Guabo y por las estribaciones del nevado volcán Cumbal.35 En todo caso se puede comprobar que los más recientes estudios están de acuerdo en que los pastos poblaron el altiplano rectangular de la meseta Túquerres - Ipiales – Carchi entre los ríos Guáitara y Chota, y que los limites 33 JIJÓN y CAAMAÑO. “El Ecuador Interandino y Occidental”. 1941. “Las civilizaciones del Carchi”. Revista del Colegio Bolívar de Tulcán, Tulcán, 1952 34 ROMOLI, Kathleen. “Las tribus de la antigua jurisdicción de Pasto en el siglo XVI!”. Revista Colombiana de Antropología, vol. XXI (1977-1978), Bogotá, 1979. 35 GROOT DE MAHECHA, Ana Maria y HOOYKAAS, Eva María. “Intento de Delimitación del Territorio de los Grupos Etnicos Pastos y Quillacingas en el altiplano nariñense”. Fundación de Investigaciones Arqueológicas Nacionales N° 48, Bogotá, 1991.

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orientales y occidentales eran las cimas de las cordilleras de ambos lados, pero que también existían dos extensiones más allá de la cordillera, hacia el Pacífico, en las hoyas altas de los ríos Mayasquer, Salado y Guabo. Tratando de dar una delimitación precisa, se puede sentar la hipótesis de que el territorio tradicional de los Pastos limitaba hacia el sur con los Caranquis hacia el oriente con los Cofanes, hacia el norte con los Quillacingas y Abades y hacia el occidente con diversos grupos selváticos genéricamente denominados “Barbacoas” como los Masteles, Puises, Nulpes, Tangalaes. Sobre el tema Doumer Mamian señala que cronistas como Cieza de León, visitadores como Tomás López o García de Valverde e investigadores como Eduardo Martínez, Alice Francisco, María Victoria Uribe o Luis Fernando Calero, etc., coinciden en identificar a los Pastos como una nación, pueblo o etnia que ocupó y ocupa esta franja transversal del sur de Colombia y norte del Ecuador y que tiene como centro el nudo de Huaca o de los Pastos. Expresa además que aunque muchas otras estructuras espacio-temporales, poblaciones y culturas han hecho presencia y sobrepuesto impositivamente sobre los Pastos, esta extensión y ocupación territorial no ha cambiado sustancialmente. Del lado colombiano persiste ocupado e identificado como de comunidades indígenas de Resguardo y Cabildo o sin estas instituciones pero con formas de vida y organización andino indígena subrepticias; de lado del Ecuador aparentando identificaciones nacionales y mestizas.36 Continúa diciendo Mamían que aparentemente, los limites orientales y occidentales de los Pastos son las cimas de las cordilleras de ambos lados; sin embargo, la ocupación práctica, el saber comunal y los estudios de académicos muestran la presencia de un espacio territorial más allá de estos accidentes, hacia el Piedemonte y las selvas tanto del Pacífico como del Amazonas, siguiendo las hoyas de los ríos Chota, Plata, Mayasquer, Guiza, Mira, Telembí y Pacual al occidente y el Guamuez y Sucumbios al oriente; cosmológicamente, entendido por los comuneros como el mundo de la oscuridad, del silencio, de la sabiduría y la riqueza.

36 MAMIAN, Doumer. “Los Pastos. Geografía Humana de Colombia Región Andina Central”. Banco de la República, Colombia.

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Doumer Damián señala también una característica importante. Cuando afirma que pocos lugares de la Tierra como el de los Pastos pueden concentrar en un espacio tan pequeño características físicas y ambientales que se prolongan desde las condiciones selváticas del Amazonas hasta las del Litoral Pacífico y desde las alturas nevadas del Chiles y el Cumbal hasta las profundidades verticales del Guáitara y el Chota, pasando por los altiplanos y piedemontes, con lo cual se configura un ambiente accidentado y diverso de zonas y microzonas climáticas, ecológicas, bióticas y de nichos ecológicos que comprenden desde los bosques, cultivos, etc., tropicales, los de clima medio, hasta los páramos. Condiciones que les han permitido a sus habitantes producir y tener acceso a una extensa variedad de productos que incluyen desde los tubérculos andinos como la papa, la quinua, la oca, el ulluco, posteriormente el haba, la cebada, el trigo y hortalizas, hasta las frutas tropicales autóctonas y adaptadas. Lo mismo podemos decir de animales y por qué no de minerales. Continúa diciendo Mamían que en la parte alta - serrana, e interandina, el sistema fluvial de los ríos Carchí, Guáitara y Chota; las altas cimas y volcanes como el Chiles, Cumbal y Azufral y el altiplano Túquerres - Ipiales - son los accidentes geoecológicos más representativos. La meseta de Túquerres Ipiales - Carchies la parte más densamente poblada y quizá el principal escenario de los Pastos. El río Carchi- Guáitara que, corriendo hacia el noroccidente, corta esta parte de los Andes en una profundidad hasta de 1.000 metros, con lo cual participa de manera definitiva en el desecamiento y la constitución microclimas y suelos, y, en fin, en la estructuración de la vida, su ordenamiento y reordenamiento ecohumano microvertical. Con razón, dentro de la cosmología de los Pastos, es una entidad espacio-temporal axial, umbral del mundo, del oriente y del occidente, de la vida y la vida después de la vida. Para los habitantes de la margen derecha del río, el mundo de abajo es el oriente, mientras que para los habitantes de la margen izquierda es el occidente. Las alturas y volcanes, de Chiles, Cumbal y Azufral con su elevación, ubicación y erupciones, comparten la producción de este ambiente territorial y de su vida.37

3.3.4 Aspectos Particulares. La región ocupada por los Pastos ofrecía una buena cantidad de recursos naturales de acuerdo a los diferentes pisos térmicos entre los 2.000 y 3.500 metros. Cultivaron en la sabana de Túquerres y el altiplano Ipiales – Carchi: papa, oca, ollocos y quinua, en las laderas 37

Ídem

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andinas del Guáitara: maíz, fríjol, zapallo, yuca, maní y cabuya y en El chota: algodón, coca y añil. Para condimentar las comidas emplearon la sal que provenía de la región llamada Salinas en el mismo Valle del Chota y el ají que junto con frutas como la chirimoya, piña, aguacate, motilón, mora, cerote, etc. Complementaban el régimen alimenticio que se cultivaban aprovechando la diversidad de climas en las laderas terraceadas de la Hoya del Guáitara. Tenían animales domésticos, entre ellos el cuy, domesticado por sus antepasados en Piquimachay, Perú, entre los años 4500 y 3500 a. C; el paujil, que es una especie de pavo. En el Perú, los incas tenían la llama, la alpaca y el guanaco, también domesticados allí por sus antepasados, de estos animales utilizaban el cuero y la lana para vestidos y la carne y leche para alimentación y, además, servían como animales de carga. En los bosques y en las montañas había venados, armadillos, jabalíes, dantas y para cazarlos empleaban la bodoquera, la honda y la lanza. Se puede hablar de un poblamiento planificado. Su caserío consistía en pequeños caseríos situados a poca distancia unos de otros, las casas eran hechas de tierra apisonada con tapial o de bahareque, con tirantes de madera y techos de paja amarrados con cabuya, tenían una sola entrada y en dirección opuesta al viento para resguardarse del frío; si la topografía del terreno lo permitía cerca de la vivienda pasaba una acequia para proveerse de agua y así cocinar los alimentos y echar riego a las chagras o parcelas. La vivienda del cacique se hallaba separada del conglomerado, como señal de respeto y categoría, la cual era construida sobre una tola o montículo de tierra hecha por ellos mismos. Especificando aún más acerca del tipo de vivienda se puede decir que en su construcción usaban el barro, la madera y la paja u hojas de palma para el techo, en el corregimiento de la Victoria se han logrado descubrir algunas viviendas, en las cuales se encuentra la madera totalmente podrida pero las paredes delimitadamente bien formadas, enterradas por la erosión, de lo cual deducimos que la habitación era de bahareque. Como instrumentos de trabajo solamente se han encontrado en las guacas y entierros hallados pequeñas hachas de piedra para uso manual. Sin embargo

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se deduce que utilizaban instrumentos de madera, entre ellos el cute. En cuanto a los utensilios de cerámica, unos se usaban en las ceremonias y ritos y otros para la preparación de alimentos. Los Pastos fueron pacíficos y por lo tanto no se conocen armas propiamente dichas. Para la cacería y la defensa fabricaron hachas de piedra, punzones, masas estrelladas, boleadoras y fechas. Interesante resulta destacar las actividades del comercio y la artesanía, además de sus creencias y celebraciones rituales. El comercio lo ejercían por igual hombres y mujeres y se los llamaba mindalaes o mercaderes utilizando una especie de moneda llamada carato o collares de hueso, también, los mullus fabricados de conchas y en vísperas de la conquista hispánica aparecieron pequeñas piezas de cobre sin forma definida. Para la venta de granos utilizaban medidas en platos, tal como se acostumbra todavía. En sitios estratégicos existían los catus o mercados, donde se hacía la compraventa o el trueque de todos los productos agrícolas, más la sal, el algodón y la coca, de igual manera se conseguía allí tinajas, bateas, ollas, hachas de piedra, ocarinas, pingullos y churos de mar para la música. Los principales catus impulsaron el desarrollo de pequeñas aldeas en ese entonces, como: Los arrayanes, Guáitarilla, Ancuya, Calcán, Imués, Sapuyes, Iles, Cumbal y otros más que después aparecen como los pueblos más adelantados a la llegada de los españoles; estos mismos núcleos humanos estaban conectados por caminos que recorrían los mindalaes llegando inclusive hasta la costa pacífica. Caminos que después fueron ampliados por los Incas, confirmando al Sur como la entrada de Los Pastos, ruta que después sirve a Belalcázar para conquistar este territorio y emprender la búsqueda del Dorado. Todas las mujeres sabían hilar y tejer en las pangas o telares de cintura; utilizando las olcas, las guangas y el sicse fabricaban los anacos, cobijas, capas y sayos, igualmente elaboraban con maestría las gualcas para adornar el cuello y las oshatas que después fueron reemplazadas por las alpargatas en tiempo de los españoles. El cronista Cieza de León, describe la manera de vestir de Los Pastos. Escribe que “Andan las mujeres vestidas con una manta angosta a manera de

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costal, en que se cubren de los pechos hasta la rodilla, y otra manta pequeña que viene a caer sobre la larga. Los indios se cubren asimismo con una manta larga que tendrá 3 o 4 varas, con la cual se dan una vuelta por la cintura y otra por la garganta y echan el ramal que sobra por encima de la cabeza, y en las partes deshonestas traen maures pequeños”. Para elaborar las vasijas, copas y ollas empleaban las tres tierras: Yana allpa – tierra negra, Puca allpa – tierra roja y Yura allpa – tiera blanca. Restos de estos utensilios se han encontrado en Miraflores, Arrayanes, Imbued y La Lomita, veredas de Pupiales, Túquerres, Imués y Guáitarilla respectivamente. Para decorar estos elementos utilizaron como únicos colores el amarillo, el crema, el rojo y el negro. Confeccionaban sus tejidos en telares primitivos, en telar estaba formado de dos palos paralelos, el uno sujeto a un poste y el otro a la cintura del tejedor. En su atuendo personal, gustaban mucho de los adornos para lo cual usaron a profusión el oro, las piedras preciosas y vistosas, plumas de aves, conchas y dientes de puma. En cuanto a la pintura, dice la antropóloga Lucía R. de Perdomo, que la decoración predominante es la pintada roja sobre color crema y también la negativa negra sobre rojo. Este último sistema es considerado como el máximo avance en la técnica decorativa logrado por las tribus precolombinas, debido a la complejidad del procedimiento para el logro final de la decoración. Desengrasaban y lavaban los utensilios de cocina después del uso con arena, como lo hacen aún hoy en día las gentes pobres del lugar. Y luego agrega la misma antropóloga, la manufactura, el acabado, la decoración y las formas (incluyendo las recolectadas ya en el museo) revelan el gran adelanto logrado por este grupo en la técnica alfarera, dice la citada antropóloga. El hecho es que los pastos sobresalieron mucho en el arte de la cerámica pintada y decorada. En las culturas superiores, hombres especializados ejercían este oficio, pero en los demás pueblos eran las mujeres quienes ejercían el oficio de la alfarería. Gustaban decorar la cerámica con figuras zoomorfas, antropomorfas y geométricas, se conocieron solamente la circunferencia sino también el triángulo en sus diversas clases. Extraían las tinturas para colorear de sustancias vegetales y minerales.

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En cuanto a los objetos de oro, se ha podido comprobar también el empleo de tumbaga en las láminas, el oro y el cobre debía ser extraído de las minas del Gualcalá. Empleaban el método de oxidación, el laminado, el troquelado y el de la cera perdida para la elaboración de variados objetos de adorno con oro como collares, diademas, brazaletes, narigueras, aretes, pectorales, objetos especiales para el cubrimiento y adorno de las partes íntimas personales del hombre y de la mujer y para adorno de las mismas. Entre las figuras geométricas que utilizaban para los adornos está el triángulo, lo que indica el avanzado conocimiento que tenían de esta figura geométrica. En todo caso, elaboraban el oro con maestría y técnica maravillosa. Interesante resulta también referirse a sus rituales y creencias. Veamos Enterraban a sus muertos con algunas de sus mejores pertenencias pues pensaban que iban a emprender un largo viaje con el propósito de conseguir una vida mejor, más placentera y más amena para lo cual el difunto debía llevar sus mejores prendas, las más valiosas y útiles. Los señores principales eran enterrados, además, con sus mujeres preferidas y algunos de sus más fieles servidores, y los amigos del occiso le obsequiaban algunas de sus mujeres para que lo acompañaran en el viaje. Al respecto dice Cieza de León, “Cuando se mueren hacen las sepulturas grandes y muy hondas; dentro dellas meten su haber, que no es mucho. Y si son señores principales les echan dentro con ellos algunas de sus mujeres y otras indias de servicio. Y hay entre ellos una costumbre, la cual es (según me informaron) que si muere alguno de los principales dellos, los comarcanos que están a la redonda cada uno da al que es ya muerto, de sus indios y mujeres dos o tres, y llévanlos donde está hecha la sepultura y junto a ella les dan mucho vino de maíz; tanto que los embriagan y viéndolos sin sentido, los meten en las sepultural para que tenga compañía el muerto”...(Sic)38 . Si los españoles hubieran sabido que los enterraban con sus mejores joyas de oro y tumbaga, como se ha descubierto ahora con la guaquería, ellos también hubieran excavado los sepulcros. Sobre el ajuar funerario, los cronistas dicen que enteraban a los muertos con muchos cántaros de “vino” y brebajes y otras comidas y les ponían, además, varias ellas de diversos tamaños y formas.

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Pedro Cieza de León. “La Crónica del Perú”. Editorial España, 1965, p. 38

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Las tumbas eran en forma de pozo con cámaras laterales y las construían para colocar los cadáveres mirando al oriente. Las profundas, entre 14 y 30 metros, son las que contienen mayor cantidad de joyas de oro y debieron ser para sepultar a las personas importantes, pero en cambio, las superficiales, menos de dos metros, si bien presentan la misma disposición de las demás, el cadáver solamente tiene una olla pequeña de barro cocido. Sobre el tema religioso los Pastos rendían culto al sol y parece ser que hubo el culto a los muertos, como otra forma que conecta a los habitantes del sur de Colombia con aztecas y mayas, curiosamente. Ceremonialmente tomaban chicha preparada con base al maíz. Pero como alucinógenos y estupefacientes, asimilando esto un tanto exageradamente a lo que hoy se conoce, parece ser que bebían esa chicha, tomaban soporíferos extraídos del “guanto”, borrachero o floripondio. Pero también se menciona el masticar de la coca, esta última, conocido a través de los incas. Al respecto se puede deducir que la masticaban para calmar el hambre, la sed y la fatiga y posteriormente fue utilizada en un sentido mágico. Especificando aún más sobre los rituales mortuorias y las costumbres en las fiestas algunos estudiosos comentan que enterraban a los muertos con vasijas llenas de maíz, chicha, cuentas de collar, ocarinas y otros elementos que les servirían para el largo viaje de la otra vida. Las tumbas variaban según el rango del difunto, se han encontrado algunas muy amplias con objetos de oro y abundantes utensilios, otras en cambio muy pobres. Rindieron culto a algunos animales como el mono y la rana, que llamaba la lluvia cuando croaba; posteriormente veneraron al sol con la llegada de los Incas. Particularmente en uno de los caseríos llamado Cunchila (Ospina) se encontró las ruinas de un templo donde se adoró a la Turumama (madre Tierra). Celebraron fiestas como la de: Játun Mama que coincide con el equinoccio de invierno en septiembre, para pedir los favores de los dioses en la siembra del maíz y la de Játun Puncha en junio durante el solsticio de verano para dar gracias por la cosecha. Durante las fiestas se tomaba la chicha y el champús y habían marchas a pie donde competían los jóvenes mientras los niños jugaban al Cushpi (cuspe): juguete de madera similar a un trompo, que se hace girar dando azotes suaves en la parte superior con un fuete de cabuya; los mayores danzaban al son de la música ejecutada con los instrumentos ya descritos. Muestras de todas estas

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herramientas, instrumentos y artesanías existen en el museo de las cultura en Cotacachi y en Otavalo, asimismo son muy importantes los documentos de La Casa de la Cultura de Tuza, hoy San Gabriel.

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4. CONTRIBUCIÓN AL ESTUDIO DEL PROCESO PRODUCTIVO DE LOS PASTOS 4.1 Hipótesis Generalizadora. Los hombres trabajan, crean y reproducen su existencia en la práctica cotidiana, en acción social. Lo hacen en la naturaleza, venciéndola y transformándola conscientemente, tomando de ella sus frutos en la búsqueda del producto necesario y de su excedente. Esta interacción entre el hombre y la naturaleza produce la evolución social. En la contradicción productiva, el hombre, como animal social, desarrolla la cooperación y la división social del trabajo, en el proceso de especialización de las funciones, cuando hace su aparición el excedente económico, que asegura la subsistencia con la continuidad del necesario, suma que además incrementa las nuevas posibilidades de obtenerlo. Cuando el excedente y la división social del trabajo se presentan, se hace posible el intercambio. Claro está, que, inicialmente, la producción y el intercambio tienen como único objetivo el valor del uso, o sea el mantenimiento del productor y de su comunidad. Pero, en el mismo orden de ideas, tomar de la naturaleza, determinar la utilización de algunas de sus partes, incluso de la fuerza de trabajo, es una apropiación que por su génesis, es un aspecto del trabajo, lo cual, simplemente se expresa en el concepto de propiedad. El hombre se libera constantemente de la naturaleza y es así que el progreso se hace objetivo en esa creciente emancipación, y en el control que cada vez más ejerce el medio ambiente. A partir de la situación dada en que los hombres primitivos se ocupan de su vida y de sus relaciones espontáneas que surgen del proceso de transformación de los animales en grupos humanos, esa emancipación afecta a las relaciones de producción y a las fuerzas productivas, por supuesto. Las relaciones surgidas a través de la especialización, sobre todo la del intercambio, se clarifican y sofistican a la vez, hasta el surgimiento y creación del dinero, y a partir de él, la producción mercantil y el cambio, que producen fenómenos hasta ese entonces extraños como la acumulación del capital. Pero también, en ese mismo proceso, se quiebra la doble relación de trabajo – propiedad, en forma progresiva, al alejarse crecientemente el hombre de su relación primitiva con la naturaleza desarrollada en forma espontánea.

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No obstante, el proceso de liberación de la naturaleza, en sus condiciones primitivas, significa para el hombre el comienzo de la individualización humana. Siendo un ser social, un animal gregario, el intercambio mismo es un medio fundamental para ese aislamiento, haciendo perder importancia y transformando ese carácter gregario. Esto implica una transformación en las relaciones del individuo con lo que originariamente fue la comunidad en cuyo seno funcionaba. Hoy por ejemplo, la comunidad primitiva ha quedado convertida en el mecanismo social deshumanizado, a través del capitalismo, que hace posible la individualización, pero a la vez es externa y hostil al individuo. Pero, eso sí, este proceso histórico presentó y presenta inmensas posibilidades para la humanidad. El materialismo histórico que tiene su núcleo no sólo en una interpretación económica o sociológica de la historia, sino también desde el ángulo unificador de las relaciones trabajo – propiedad y la división del trabajo, se concreta en forma objetiva y no tecnológica, en la concepción de los modos de producción. Pero en tal concepción hasta hace unos años, solo se clasificaban los modos primitivos, esclavista, feudal, capitalista y socialista. Solo a partir de 1953, se “descubre” a los GRUNDISSE de Marx, y en ellos, como fruto que fueron de la madurez de la dupla Marx Engels, aunque no fueron publicados, se puede analizar lo que se conoce como las formaciones económicas precapitalistas. Y sólo con su ayuda, la forma productiva de las civilizaciones americanas precolombinas, puede ser analizada, asimilándola al nuevo concepto del modo de producción asiático. Esto es posible cuando el panorama de clasificación es ampliado en los Grundisses, con el concepto de que en la formación económica de la sociedad, como otras tantas épocas de progreso, se puede designar el modo de producción asiático, el antiguo el feudal y el moderno burgués. Claro está que se debe tener en cuenta aquí, como una anotación al margen, que no se está obligado a aceptar la lista de Marx en estricto orden y contenido. La teoría general del materialismo histórico exige solo que haya una sucesión de modos de producción, no necesariamente de cualquier modo en particular; y quizá no en un orden predeterminado en especial. Sin embargo el empleo de este modo de producción asiático, no debe ser ubicado como una categoría residual. Por el contrario, se debe hacer de los casos concretos de la historia particular de los pueblos, como en esta ocasión, con los Pastos, una aplicación del modo de producción asiático, como una guía que ayude a comprender la investigación económica e histórica de nuestros aborígenes. Jamás utilizaremos esta nueva herramienta como un dogma; se

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trata de usar la gran hipótesis de trabajo de Marx y Engels, como eso; un instrumento de trabajo que ayude a dar luces al tema. Como término de referencia necesario y obligado, tratemos de verificar primero, en forma resumida, si la sociedad Inca, entendida como una forma despótica – comunitaria se funda sobre el modo de producción asiático. La célula social primitiva del imperio Inca era AYLLU, formado por familias que suponían descender de un ancestro común, aunque posteriormente se abrió a miembros que no pertenecían al clan original. Antes del nacimiento del imperio, solo había territorios comunitarios; una parte era cultivada en común mientras otra era objeto de repartición por rotación entre diferentes familias. Cuando el imperio se conforma, la autoridad despótica del poder central ordena la realización de ciertos trabajos de interés infraestructural imperial, como la construcción de caminos, o de interés general, como fortificaciones, sistemas de irrigación, terrazas de cultivo. Pero allí el Inca reafirma su poder territorial: además que una parte de los típicos terrenos comunales les son reservados directamente, otra se asignaba al cultivo, como tierras del sol. Solo una superficie reducida le quedaba a la comunidad como tierras del Ayllú. Cada año estas tierras comunales se dividían en parcelas, denominadas TUPO, se distribuían a los jefes de familia, en una extensión que se consideraba una “una parcela vital”, para cada pareja de cónyuges sin hijos, más otro Tupu para cada hijo y la mitad de un Tupu para cada hija. Como la repartición se hacía cada año, estas tierras no perdían su carácter de pertenencia a la comunidad; además en tales reparticiones, solo la apropiación de los frutos tenía carácter individual, como repartición del usufructo. La repartición tenía en cuenta tan solo la necesidad del grupo familiar, el cual, si no era capaz de trabajar, tenía derecho a que sus propias tierras fueran cultivadas por la comunidad; no se tenía en cuenta por lo tanto la capacidad de trabajo. Además hay que tener en cuenta que estaban previstas la asistencia mutua en la “MINGAS”, en un fenómeno de producción que algunos se atreven a llamar socializante. Sin poder determinar las extensiones de las diferentes formas de tenencia de la tierra, el hecho era que cada AYLLU debía reservar una parte de sus propias tierras al sol y al Inca. Parece ser que eran lo que sobraba luego de la repartición por TUPU. Las tierras del sol y las del Inca debían ser cultivadas

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por toda la comunidad bajo la dirección del jefe AYLLU. Los productos de la tierra del sol iban para la casa sacerdotal y las tierras del Inca, iban al poder despótico central. Mientras los sacerdotes no podían usufructuar individualmente las tierras, sino que eran de la comunidad sacerdotal, el Inca gozaba del dominio personal, y él podía hacer donaciones a favor de sus dignatarios, a quienes por el tamaño de sus lóbulos alargados por el peso de los zarcillos, los españoles llamaron OREJONES. Las tierras recibidas del soberano eran inalienables, pero podían transmitirse en forma hereditaria, aunque no podían subdividirse, lo cual en el fondo no violaba la regla tradicional de la colectividad, según la cual nadie podía gozar de lo que no había contribuido a producir. Hablando del modo de producción asiático en sus formas fundamentales, Marx señala que existe como condición una forma despótica comunitaria. En ese modo de producción, se presenta una comunidad de aldea, en la cual no existe prácticamente la propiedad privada. En esa comunidad además se sustenta un poder despótico que ejerce funciones económicas de utilidad general, en cambio de las cuales se impone a los miembros una condición especial de esclavitud generalizada. En dirección hacia esa caracterización, expresa que “una parte de su plustrabajo (de la propiedad comunitaria) pertenece a la colectividad superior, que en última instancia existe como persona, y este plustrabajo se hace efectivo tanto en tribus, etc. Como en el trabajo común destinado a exaltar a la unidad, en parte al déspota real, en parte a la entidad tribal imaginada, al dios. Este tipo de propiedad comunitaria, en tanto se realiza realmente en el trabajo, puede a su vez aparecer (de dos maneras): por un lado las pequeñas comunidades pueden vegetar independientemente una al lado de la otra y en ellas el individuo trabaja independientemente, con su familia en el lote que le ha sido asignado (un trabajo determinado para reservas colectivas, por así decirlo para “insurance”, por un lado, y para costear los gustos de la entidad comunitaria en cuanto tal, también para la guerra, para el servicio divino, etc. ...Aquí se da la transición a la prestación personal, etc.), o por el otro lado, la unidad pueden extenderse hasta medir también el carácter colectivo del trabajo mismo, lo cual puede constituir un sistema formalizado como en Méjico, en especial en Perú, entre los antiguos Celtas, algunas tribus de la India... En consecuencia, las condiciones colectivas de la apropiación real a través del trabajo (P. Ej.) acueductos, muy importantes entre los pueblos asiáticos, medios de

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comunicación, etc., aparecen como obra de la unidad superior, del gobierno despótico que flota por encima de las pequeñas comunidades.”39 Si comparamos las afirmaciones de Marx y la descripción sobre las relaciones del trabajo – propiedad entre los Incas, que se han hecho, se puede concluir que nos encontramos con una típica forma del modo de producción asiático, al menos en cuanto a sus características básicas. Con estos elementos generalizadores y a la vez específicos, se puede intentar hacer las anotaciones que contribuyan al estudio de la forma productiva de los aborígenes ipialeños, los indios pastos. No existen en el altiplano de Ipiales indicios de grandes obras públicas relacionadas con la agricultura. Tal vez con la excepción de las terrazas de cultivo de la hoya del río Guáitara, no hay evidencias de adecuación de tierras para sembrar. Pero estas terrazas son tardías. Hay en cambo rastros de la caza de venados, llamas, conejos y sainos. Es posible que cazaran también la danta y el sachacuy, a la vez que comían el cuy, animal doméstico. Con armas que posiblemente fueron lanzas de madera chonta, con estólicas o con propulsores de piedra para lanzadores, es indudable que la caza desempeñó un papel importante tanto en la economía como en la alimentación de los aborígenes sureños. Según las representaciones de cerámicas halladas, y que datan de la época, hay posibilidad de que la pesca en los ríos y en las lagunas como las de Cumbal y Azufral, también era conocida y practicada. Aunque conocían los metales, lo cierto es que la metalurgia no se utilizó para implementar la tecnología productiva, sino como un elemento de adorno personal y de estética; por tal razón no se conocen herramientas de metal para la agricultura. En cambio la orfebrería presentaba un notable desarrollo en lo que se refiere a técnicas y motivos decorativos. Mientras se han hallado muy escasos implementos en hueso, es notable la utilización de la madera con diversos fines, desde las armas hasta los telares, puesto que se ha podido comprobar, a propósito, que entre los Pastos hubo un notable desarrollo textil.

MARX, Karl.” Formaciones Económicas Precapitalistas”. Cuadernos Pasado y presente – 20. Buenos Aires argentina, p.p. 53 – 54. 39

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Los habitantes del altiplano Ipialeño vivían en poblados compuestos por varias casas redondas hechas de tierra pisada, llamadas “bohíos”. Se han podido distinguir asentamientos de dos (casos excepcionales) hasta 80 bohíos, a la vez que se ha logrado identificar un patrón de asentamientos prehispánicos consistente en núcleos apretados de vivienda, dispersos en las partes altas de los cerros. Estos núcleos se hallaban relativamente cercanos unos de otros, separados por las tierras de cultivo.40 Un aspecto muy importante en el análisis que nos ocupa es que se ha podido corroborar que en los aborígenes Ipialeños, a pesar de la alta especialización de las técnicas metalúrgicas, la separación entre la agricultura y la industria artesanal no era muy clara. Además no existieron grandes obras hidráulicas ni religiosas. Si se tienen en cuenta los documentos de la época de conquista española, Los Pastos eran la tribu más numerosa de la zona interandina, de tal manera que en 1558, se puede comprobar que casi un 14% de la zona estaba poblada por ellos. Era también la más organizada. En el sector más densamente habitado, es decir entre Ipiales y Túquerres, pueblos grandes como Ipiales, Carlosama y Túquerres, tenían a su derredor varios subgrupos a cuyos jefes los españoles daban tratamiento de cacique, y esos asentamientos de caciques parecen haber sido verdaderos poblados en los cuales se concentraban parte de los miembros de los grupos respectivos. Ahora, desde el punto de vista propiamente económico vale la pena anotar que en la visita que hiciera en 1570 el Oidor García de Valverde, interrogó a los habitantes de la región de los Pastos, españoles y tributarios, sobre su forma económica. “Los declarantes en la pesquisa que hizo el Oidor Valverde sobre los recursos de las tribus, concordaron en que los Pastos gozaban de una situación económica mejor y más evolucionada que la de sus comarcanos. El padre Juan Bautista Reyna, dice que los Pastos tienen productos agrícolas sobrantes y mucho algodón, y que las mujeres tejen muy bien telas finas, todo lo cual venden en sus mercados. El capitán Rodrigo Pérez dice que los Pastos producen para negociar; entre ellos hay trato y contrato y MYNDALES, y pueden pagar tanto en oro como en mantas. Los otros testigos continúan; únicamente los Pastos tienen mercado y comercio organizado41”.

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URIBE, María Victoria. “Asentamientos Prehispánicos... pág. 158 ROMOLI DE AVERY, Kathleen. Ob. Cit. P. 29.

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Sin embargo, el orden de los elementos parece ser de otra manera, aunque conservándolos. Los Pastos eran básicamente agricultores, con una forma de producir combinada: recolección, caza-pesca, domesticación animal y sobre todo la horticultura, labores agrícolas y manufactureras; pero sobresale además el intercambio, una forma de comercio precapitalista de gran contenido. La agricultura surgió cuando la cultura del maíz penetra en estas tierras, no se sabe a ciencia cierta por donde. Se trata entonces de una forma de producción sustentada en una combinatoria de prácticas que aseguran la producción y reproducción, en un esquema “centralizante” (diferente del modelo de economía Incaico), basado en un desarrollo, con determinaciones sociales-productivas en apoyo del intercambio mercantil, de manufacturas y artesanías, en una concepción del grupo humano itinerante, mercader, que incluso llegó a configurar el cambio monetario, como se ha mencionado, ya sea en oro, que extraían de su territorio, o en mantas, que elaboraban en virtud de su habilidad y desarrollo textil. Tal vez aquí no solo en la situación de hoy, sino en haber sido siempre frontera, centro independiente entre el sur y el norte, radica el carácter comercial del ipialeño, y a la larga de todos los nariñenses. Con estos elementos de juicio retomemos el análisis, teniendo como punto de referencia la civilización Inca, considerada dentro del modo de producción Asiático. Los Pastos, los primitivos habitantes de Ipiales y la exprovincia de Obando, no eran un imperio; tampoco fueron parte nunca del gran Imperio Inca, a pesar de todos los esfuerzos. Formaban un sistema productivo reproductivo, central, entre aquellos y las culturas del norte. En él la forma de Estado tenía un cierto carácter monárquico, parecido en este aspecto a la forma Inca, aunque nunca en su magnitud ni alcance. El término Marxista de un Estado “despótico”, no se aplica, entonces en toda su magnitud. En el mismo sentido se ubica la categoría propiedad de la tierra. Si bien parece ser que en la época prehispánica, la propiedad de la tierra, este régimen de tenencia no tuvo las connotaciones de los Incas. La relación trabajo – propiedad es menos caracterizada que en ellos. Se puede afirmar que tal vez lo dominante era una comunidad de aldea con lo cual la propiedad privada de la tierra no es tan clara como ya se daba entre los Incas (como lo era también entre los Aztecas) pareciéndose más a las características de los Mayas.

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Pero las diferencias se establecen a través de la característica del Estado despótico. Entre los Pastos no hay poder despótico absoluto que imponga una especie de esclavitud o al menos de servidumbre generalizada, para llevar a cabo una serie de iniciativas públicas con miras a mejorar la situación colectiva. Por eso, en estas tierras no hay vestigios de fortificaciones, grandes redes de caminos, acueductos, obras de irrigación, etc. Esto constituye de por sí un elemento que asegura que a los Pastos no se puede aplicar el modo de producción asiático en toda su dimensión. El nexo con este modo de producción está en primer lugar en la comunidad de aldea, entendiendo que en ella la propiedad significa pertenecer a una tribu, entidad comunitaria, al decir Marx, quien al respecto afirma que “Propiedad no significa entonces originariamente sino el comportamiento del hombre con sus condiciones naturales de producción con condiciones pertenecientes a él, suyas, presupuestas con su propia existencia; comportamiento con ellas como con presupuestos naturales de sí mismo, que, por así decirlo, solo constituyen la prolongación de su cuerpo... Las formas de estas condiciones naturales de la producción son dobles; su existencia como miembro de una entidad comunitaria; en consecuencia, la existencia de esa entidad comunitaria, que en su forma originaria es organización tribal, modificada en mayor o menor grado; según el comportamiento con el suelo como algo que es suyo por intermedio de la entidad comunitaria, único frente a una propiedad territorial colectiva que, al mismo tiempo, es posesión individual para el individuo o de tal modo que sólo se parta los frutos, pero el suelo mismo y su labranza permanecen en común42”. En este contexto, la forma productiva de los Pastos prehispánicos contiene en sí misma un elemento positivo fundamental, constituido por la posesión de la tierra como bien natural comunitario. En esa comunidad de aldea, sin embargo, existe un fuerte nexo con el comunalismo primitivo, porque la posesión por parte del individuo, aún existiendo, no es la predominante y las dos formas no constituyen en sí el modo de producción asiático. Pero hay que tener en cuenta la relación productiva combinada, manufactura, hortícola, artesanal y comercial. En este sentido, la comunidad de los Pastos se aparta totalmente no solo del modo de producción asiático sino también del modo incásico. Se establece así una forma productiva independiente agrícola con relaciones sociales semi – mercantiles. Hay que tener en cuenta al respecto que “entre los antiguos, la manufactura aparece 42

MARX, Karl. “Formaciones Económicas Precapitalistas”. p. 70.

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como una decadencia (ocupación de los libertini (libertos), clientes, extranjeros), etc. Este desarrollo del trabajo productivo separado de la subordinación pura a la agricultura como trabajo doméstico de gente libre, manufactura destinada sólo a la agricultura y a la guerra o para el servicio divino y manufactura utilizada por la entidad comunitaria... disuelve el modo de producción sobre el cual está basada la entidad comunitaria y (también) por lo tanto el individuo objetivo, esto es, el individuo determinado como romano, griego, etc. De igual modo actúa el intercambio, el endeudamiento, etc.43”. En este orden de ideas, el esquema productivo de los Pastos, con relaciones semimercantiles, hace que, por el otro lado en su configuración parecida al modo de producción asiático, se aparte de él avanzando hacia el progreso, en otra forma productiva. Se trata indiscutiblemente de un “híbrido” de modo de producción asiático, en su entronque con el comunalismo primitivo y su posterior enlace con la fase semimercantil – manufacturera. Tenemos en esa forma productiva lo remoto y lo cercano; el ayer lejano y el ayer inmediato. Es una forma productiva basada en el eco desarrollo, particular, centralizante, humanística lo cual no tenían ni la cultura Inca ni la del Norte, según enfatiza Armando Oviedo. Se trata, entonces, de una economía específica de “manera humana”, culta y avanzada en sus proyecciones, que así no lo parezca, está por fuera de la “Prehistoria” que Marx y Nietzche, entre otros, criticaban como resultante opresiva de una tendencia magnificada de lo instintivo o irracional propiamente dicho, como fuerza autodestructiva y destructiva de lo humano e incrustada en la fase cavernaria de la precultura del viejo mundo, y, en síntesis, autóctonamente nominable como “Kat’Kil”, o no sedentarizables y no sujetables.44

4.2 Discriminación De Ciertos Componentes.

4.2.1. Generalidades. Por fuera de la visión del economista, y quizá por no serlo, pero si conocer de otras ciencias sociales, se plantean otras versiones. Al respecto es útil presentar unos componentes que siendo económicos en su esencia se exponen desde otros contenidos. Especialmente resulta bastante elocuente Doumer Damián con unas hipótesis de la orientación descrita. Su interpretación se auxilia de una 43 44

IDEM. p.p. 74 – 75. OVIEDO, Armando. Ob. Cit. P.p. 14 – 15.

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concepción y un manejo geoeconómico de la totalidad del territorio y la población, pero desde la diversidad social, es decir, desde la autodinámica comunal y familiar. Debe aclararse que Mamián45 explica que cada comunidad organiza su territorio comprendiendo o buscando comprender, de modo continuo o discontinuo, de modo más político o más social, los espacios ecológicos duales, transversales y verticales. Transversalmente, quiere decir el acceso a los recursos de la selva tropical húmeda de los dos costados y, por supuesto, de la sierra andina. Verticalmente, el acceso a los recursos de las tierras altas y bajas, sobre todo hacia el interior de la sierra andina. Intensifica su discriminación de componentes económicos afirmando que tradicionalmente, la relación con la selva y el mar hacia los dos costados (el imaginario concibe el mar Amazonas) busca el acceso a recursos exóticos, generalmente de connotaciones sagradas: la chonta para las varas de justicia, husos y macanas de tejer, mullos y chaquiras, plumas y toda una serie de productos animales y vegetales curativos (uñas, pezuñas, pieles, manteca o dientes de jaguar, oso o culebra). También de minerales y productos agrícolas tropicales: maíz, plátano, dulce de caña y toda una variedad de frutas. Continúa Mamián expresando que se debe destacar también que los ubicados en la sierra, hacia el costado oriental del río Guáitara se relacionan más con el oriente y los que están hacia el costado opuesto, lo hacen más con el occidente. Cómo acceden a estos espacios y recursos. Las comunidades periféricas, extendiendo directamente sus dominios particulares o trasladando familias. En los últimos tiempos acondicionados o entreverados dentro de las oleadas de colonización nacionales. Hacia el occidente, desde Tulcán, San Gabriel, Tufiño, Chiles, Panan y Cumbal, Muellamués y Mallama, poco a poco se han ido internando por las vías de Maldonado, Mayasquer, Chicandina, Pialapí, Ricaurte y el Gualcalá Hacia el oriente los de Funes, Puerres, Males y Potosí por Monopamba, el Guamuez y el Pun. Pero también los no periféricos han participado en alguna medida en el envío de estas colonias.46 Estas colonias, dice nuestro autor citado, hasta hace poco aparecían difuminadas como colonos mestizos, pero en los últimos tiempos se han identificado como fuerza indígena convirtiéndose en principales animadoras en MAMIAN, Doumer. “Los Pastos. Geografía Humana de Colombia Región Andina Central”. Tomo IV - Volumen I 46 Ídem 45

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la constitución de Resguardos y Cabildos hacia la selva Pacífica ligados a los AwaCuaiquer, hacia el Putumayo ligados a los Ingas, Sionas y Kofanes. Junto al acceso directo o como proceso alterno, la obtención de recursos se presenta a través de la ocupación temporal de estos espacios, las relaciones familiares, compadrazgos, amigancia, mindalas o mercados. Comunidades como los pananes tienen trabajaderos por los lados de Mayasquer y hacia el Mira; muchas familias de Cumbal y Muellamués tienen trabajaderos por Pialapí el Guiza y el Gualcalá hacia el occidente. Los compadrazgos y amigancía, incluyendo a los Awa-cuaiquer con los que viven entreverados los serranos, no han perdido vigencia. De la forma mindala se conocen dos modalidades: una en la cual familias de las comunidades andinas o del piedemonte occidental periódicamente, cada ocho días, traen de esta parte productos para ser vendidos o cambiados; es muy común ver todos los viernes y sábados, en las cuatro esquinas de Guachucal o en la plaza de Cumbal, a estos “mercaderes”, sentados con sus canastos hechos de bejucos selváticos llenos de chiraríos la otra modalidad consiste en que hay ciertas familias o personas que recogen en su comunidad, sobre todo entre parientes y amigos, productos como habas, papas, ocas o quesillos, para llevarlos hacia el piedemonte occidental a cambiarlos con productos de estos lugares para, a la vuelta, entregar a cada uno el o los productos que pudo cambiar (plátanos, frutas, dulce de caña, pollos).

4.2.2. Unas Características Importantes.

Sobre

la

discriminación

de

componentes económicos, sin precisar lo referente a modos ni formas productivas, Doumer Mamían, tiene otras versiones. Así escribe que la obtención de los recursos se hace sobre la estructura vertical macro y micro, es decir, la relación tierras frías - guaicos del conjunto interandino y tierras altas- tierras bajas en cada comunidad. Además que en el conjunto interandino macro hay productos, familias y comunidades productoras de lo frío, y productos, familias y comunidades productoras del guaico, que siguiendo la macroestructura del río Guáitara y el Chota se ubican en sus vertientes altas y en la parte media - baja, respectivamente. Y sobre la producción hortícola y agrícola Damián tiene unas interesantes aportaciones. En ese sentido llega a plantear que productos, familias y comunidades de Cumbal, Panan, Chiles, Carlosama, Muellamués, Guachucal, Colimba, Iles, Tuquerres, Aldana, Ipiales, Potosí, Pun, Tulcán, y San Gabriel son las expresiones más evidentes de lo frío; Sapuyes, Guaitarilla, Sandoná, Imués, el Angel y Bolívar son prototipos de los guaicos. En cambio que la parte fría es productora de tubérculos como la papa y la oca, y de productos

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manufacturados como los canastos de bejuco chilán y las cobijas de lana; también quesos y quesillos; los guaicos, de maíz, dulce de caña, guineos, calabazas, arracachas, frutas y especies de animales menores. Pero donde hay un aporte curioso es el uso de variables diferentes a las económicas. Uno de los ejemplos más dicientes es utilizar el término “cambeo”, tal vez por intercambio o trueque, como se conoce en economía. Al respecto Mamián47 expresa que la principal forma de acceso a estos recursos es el cambeo, que significa cambiar determinada cantidad de un producto de tierra fría por otra de un producto del guaico y viceversa, por ejemplo un canasto de bejuco chilán por la cantidad de maíz que quepa en él. Cuando hay cosechas de maíz, es común el traslado de los fríanos con canastos y tubérculos hacia los guaicos del Guáitara y el Chota, o a la inversa. En este cambeo suele utilizarse el dinero; en el ejemplo, el dueño del canasto cambia primero su producto por dinero y luego compra o cambia este dinero por maíz, pero siempre andando por el guaico. Continúan Damián con sus términos al decir que ligado al cambeo están los dones del compadrazgo y la amigancia. Es costumbre hacerse compadres y amistades entre familias de estos diversos pisos térmicos (generalmente el compadrazgo está precedido de la amistad: amigancia). En ese orden de ideas, este investigador establece que en las cosechas y en las fiestas hay invitaciones mutuas; en ellas, el invitado lleva como “regalo” productos de su tierra y al regreso recibe lo correspondiente de la otra. Así mismo se acostumbra aunque hoy ha decaído, asignarse mutuamente lotes para trabajar y sembrar, es decir, el compadre de un espacio ecológico le asigna un lote al compadre de otro espacio ecológico. Y continúa explicando, según si visión, que los mercados regionales y locales son espacios de intercambio, y bajo la mediación del dinero otra forma de acceder a los recursos y productos necesarios. Termina señalando que se supondría que esto es válido únicamente para las comunidades, Parcialidades o veredas que tengan sistemas ecológicos lo suficientemente variados: lo frío, lo templado y caliente. Sin embargo, en los espacios territoriales donde aparentemente no hay mayor diferencia también funciona entre la parte alta, hacia el páramo y la parte baja hacia el plano, 47 Ídem

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pues hay productos que se dan sólo hacia el páramo, como la oca, el olluco o ciertas variedades de papa no comercializables y otros de la parte media o baja como el trigo, la cebada, las hortalizas, las habas y la papa. En ese sentido, dice Mamián, lo anterior corresponde a algunos aspectos básicos de la economía intracomunal y a cómo se organiza el territorio comunal y la economía para acceder a la diversidad ecológica y sus respectivos productos.

4.2.3 La Tenencia De La Tierra. Retomando el tratamiento de las ciencias económicas, tal vez desde el ámbito de la economía política, se hace necesario volver sobre el rumbo de esta obra. Sobre la tenencia de la tierra se empieza utilizando dos formas o clasificaciones, para referirse a los Pastos. En una primera clasificación que podemos hacer de la tenencia de la tierra entre los Pastos, miramos la historia y la tradición. Allí aparecen vinculadas las formas comunitarias y privadas. Pero se debe tener en cuenta que la segunda a lo largo de estos quinientos años ha sido la principal opción impositiva y en la actualidad ha penetrado ostensiblemente hasta el interior de los mismos Resguardos, es decir, en un 80% de la tierra cultivable del territorio de los Pastos es de propiedad privada. Esta propiedad privada de la tierra, en una segunda clasificación tiene dos variantes: la propiedad privada de particulares y la propiedad privada de indígenas. Históricamente, la primera, como herencia de los antiguos encomenderos y terratenientes coloniales y republicanos, como resultado de compraventas hechas con herederos de antiguos invasores y con el Estado en el caso de aquellas declaradas realengas, de manos muertas, de pública subasta, baldías o simplemente tierras del Estado (aquellas adquiridas a través del Incora); como compraventa con los mismos indígenas herederos de los antiguos Resguardos eliminados o aun subsistentes. Como propiedad privada de indígenas están aquellas que, teniendo el carácter de asignación mediante documento del Cabildo, fueron tituladas al desintegrarse los Resguardos, a sus poseedores o a nuevos compradores indígenas. Aquellas de los Resguardos actuales que, habiendo sido asignadas por el Cabildo han sido escrituradas o simplemente tratadas como propiedad privada. Están, así mismo, las tierras que, habiéndolas tomado el Estado como

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baldías o incoradas por la Reforma Agraria, han sido asignadas en propiedad privada a indígenas. Finalmente, aquellas que los indígenas han comprado a particulares, pues, en los últimos tiempos por las deudas crediticias de campesinos, las migraciones y por el movimiento de recuperación de la tierra, pequeños, medianos y hasta grandes propietarios se han visto abocados a venderlas a los mismos indígenas. Estas tierras privadas se encuentran constituyendo grandes latifundios, medianos fundos y minifundios. Los primeros concentrados en el altiplano de Túquerres-Guachucal-Cumbal, Carchi. Junto a ellos y en las laderas medias y bajas de este conjunto altiplánico las medianas propiedades. Y el sinnúmero de minifundios hacia las partes altas y páramos, en las terrazas interandinas y en las vertientes inclinadas de las quebradas y los ríos. Hay microminifundios o simples asentamientos al borde de las actuales o antiguas haciendas o en la vera de los caminos y carreteras. Comparativamente, los latifundios están ocupando una mínima cantidad del territorio. La mayor parte corresponde a medianos y pequeños fundistas. Los latifundios y buena parte de las medianas propiedades del altiplano corresponden a las antiguas haciendas coloniales y tierras de la Iglesia; mientras que las medianas y pequeñas propiedades de las laderas hasta los páramos corresponden a los Resguardos abolidos en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX, entre los que sobresalen: Tescual, Puerrés, Putis, Punes, Iles, Imués, Guaitarilla, Calcán, Sapuyes, Pupiales, también, aquellas resultantes de la desintegración comunal en la hoy Provincia del Carchi (del lado del Ecuador), correspondientes a los antiguos cacicazgos de Tulcán, Huaca y Tuza. Hacia los flancos exteriores de las cordilleras y especialmente hacia el costado occidental, la selva y llanura del Pacífico, fruto de la colonización nacional se han establecido medianas y pequeñas propiedades. Hay que decir, así mismo, que, parte de las tierras ocupadas como propiedad privada son predios urbanos o asiento de concentraciones urbanas con densidad poblacional diversa, desde las grandes como Ipiales, Tulcán y Túquerres, las medianas cabeceras cantonales (San Gabriel) y municipales (Cumbal, Guachuca, Córdoba, Carlosama, Pupiales, Puerrés, Punes, Iles, Imués, Sapuyes, Ospina, Mallama o Guachavés), hasta las pequeñas parroquias y caseríos.

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Las tierras llamadas del Estado son las tierras indígenas pasto apropiadas por el Estado nacional bajo tres modalidades o categorías: Aquellas consideradas baldías por no estar ocupadas o trabajadas y que para los indígenas son reservas o espacios de los espíritus y de los antepasados, ubicadas hacia la selva Amazónica y Pacífica; aquellas compradas por el Estado a particulares, a través del Incora, algunas de ellas constituidas como empresas comunitarias (El Laurel, Cualapud, La Flor, Pipulquer, Santa Rosa, etc.), y aquellas bajo las cuales hay depósitos minerales como el oro, ubicadas sobre todo en los Resguardos de Mallama y Guachavés. Se ha demostrado fehacientemente que en extensión las tierras que se calificaron como incoradas y de minas son mínimas, no así las tierras baldías que corresponden a grandes extensiones de las vertientes del Guainués, hacia el oriente, y las vertientes del río Plata, Mayasquer, Vegas, Guiza y Telembí hacia el occidente.

4.3 Una Síntesis Didáctica. Con los elementos planteados en las páginas anteriores, es posible hacer una aproximación, a la manera de una hipótesis simplificadora, acerca de lo que era la formación económico-social de Pastos, antes de la llegada de los españoles, al menos los de la región que tuvo como epicentro al territorio actual de Ipiales. Con la llegada de las primeras oleadas de migrantes, nómadas, al territorio sureño, se configura la más antigua formación económico-social. Las elementales relaciones de producción, que corresponden, a su vez, a fuerzas productivas primitivas inician su evolución. Su característica fundamental fue la de ser colectivizante, homogénea y con ausencia de factores de índole individual. Su actividad se basa en la dedicación propia de la caza, la pesca, la recolección y la horticultura. La tecnología no encontró una vía hacia el crecimiento; siendo la fuerza de trabajo la que lo utilizó y lo aprovechó para transformar la naturaleza, aunque algunas técnicas fueron desarrolladas en diversos grados. Se mencionan entre ellas la palanca, el trineo, las cuerdas, el palo aguzado y el hacha de piedra pulida. Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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La cooperación era lo fundamental de la conformación de la estructura de esta formación. Al decir de Cardona 48 este sistema se basaba en la utilización de instrumentos de tipo individual, sobresaliendo la cooperación simple ampliada. Este régimen cooperativo fue manifestado por muchos cientos de años y sólo fue modificado con el encuentro con el español. En tal condición, lo importante está en la jerarquización de la esfera productiva, de manera que las relaciones de producción son predominantes sobre las de distribución. Las ramas de producción que configuraron la forma productiva, primordialmente fueron la recolección, la caza, la pesca, la crianza, la agricultura y la extracción de minerales. La recolección primero y la caza, luego han sido actividades que se han practicado por lo menos unos veinte mil años en América, y así sucedió desde los más remotos tiempos con Pastos y Quillacingas. La pesca, empezando por los métodos más rudimentarios, también se remonta a épocas lejanas. Cerca ya a la época española, estas actividades son complementadas por la crianza, sobre todo de cuyes y patos. La agricultura fue la principal actividad de los Pastos. Pero como hemos mencionado, con el progreso de la horticultura, en cuya práctica se inicia esa agricultura, se genera un nuevo proceso económico social que tiene que ver, entre otras cosas, con el sedentarismo, cuando los primitivos colonos americanos inician el ascenso hacia las faldas de la cordillera, para asentarse definitivamente. Además se produce con ello la colaboración de una economía de apropiación – producción propiamente dicha. La relación de producción predominante para el efecto es la de cooperación simple. “Conviene añadir que debió ser el pequeño grupo o cuadrilla la forma de cooperación usada en las actividades que corresponden al AYLLU y la comunidad de aldea, y para las labores o beneficio de las elites de los jefes y curacas, debió primar la minga o cooperación de vecinos y súbditos”. 49 Es de suponer que las sociedades andinas de Colombia fueron cultivadoras de alimentos, unas más que otras, y que se especializaron en diferentes cultivos. En lo que respecta a los Pastos se ha comprobado que basaban su alimentación en una trilogía caracterizadora: el maíz, la papa y la quinua. CARDONA, Aldo. “Formas de Cooperación de las Comunidades Indígenas en Colombia”. Ed. Tercer Mundo, Bogotá, 1974 p.p. 29 – 30. 49 VILLARREAL, Omar. Ob. Cit. P. 170. 48

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Entre las actividades de extracción de minerales que se conocen los Pastos, se caracterizaron en la zona al comprobarse que conocían el cobre, el oro y la plata. Pero hay dos actividades que parece se escapan a una formación social primitiva, basada en el sector primario, y con relación de cooperación, enlazadas y mantenidas a través del rito, los mitos y tradiciones. Son las actividades semiartesanales y semicomerciales. Entre los Pastos se ha comprobado la existencia prehispana de individuos que además de desempeñarse como agricultores, cazadores, recolectores, etc., se desenvolvían en oficios como la cestería, la cerámica y algo en la metalurgia. Pero lo que más ha llamado la atención, ha sido que los indígenas de las federaciones al norte del Ecuador, los Pastos de Colombia, estaban muy dedicados al mercantilismo, de tal manera que en esa estructura social hasta ahora descrita, se debe añadir, como ya lo hemos mencionado en otras partes, al comerciante, más precisamente al mercader. Se trata de una actividad que desde remotos tiempos desempeñan los Pastos. 50 Cuando el Inca llega a este territorio, la estructura se ha modificado. Existe en ese momento un alto grado de estratificación social, y por lo tanto un nuevo sistema de relaciones sociales de producción, donde según se deduce, el aspecto más importante y dominante es una centralización de poder, con diferentes niveles de autoridad en las federaciones. Entre tales niveles, en orden jerárquico se encuentran el cacique principal, los consejos, los caciques menores de cada comunidad, la autoridad de cada pueblo (Llakta) y los productores, Además se entremezclaban los militares, los sacerdotes y los sabios de la aldea. Es en esta época, preincásica, en la cual el intercambio fue la base complementaria de la economía primitiva. Del excedente potencial, las castas burocráticas, en esa formación estratificada, sacan de la comunidad una parte de excedente para ser intercambiado con otra comunidad.

John Murva enfatiza sobre este aspecto, en su libro “La Organización Económica del Estado Inca”. Siglo XXI Editores. 50

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En este momento histórico la formación social y económica de los Pastos aparece estratificada y cargada de desigualdades. Su organización fue de base federal, para constituir las denominadas “Naciones”, con la característica de un acceso diferencial a las tierras, haciendo mejor uso de ellas los jefes. Se había centralizado el poder, con un tipo de relaciones sociales que legitimaron la función de ese poder de los caciques, por ejemplo, y la dirección política e ideológica de los sectores privilegiados. Sin embargo, aún en esta época no se puede hablar de una explotación propiamente dicha, a pesar de la apropiación del excedente, aunque allí estaba el fermento de la misma. A diferencia de los Incas que controlaban el intercambio estatalmente, el de los Pastos era fortuito, impulsado por sectores sociales y sancionado y admitido por la comunidad. El desarrollo de la agricultura, con visos de una técnica y productividad avanzadas; el surgimiento de oficios con notables grados de especialización y con innatas condiciones artesanales; el alto grado de desarrollo de los tejidos, la cestería y la cerámica, son términos generales los elementos cualificadores de una Economía que, tal vez, sin la intrusión feudal – esclavista de la conquista, habría avanzado en otra dirección.

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5. SOBRE LOS QUILLACINGAS Como ya se ha afirmado, el actual departamento de Nariño, en su región central, estaba habitado en la época precolombina por Pastos y Quillacingas, que constituían las culturas más avanzadas de la zona andina departamental. Los Quillacingas fueron los primeros pobladores del valle de Atriz y habitaban la zona a la llegada de los españoles en 1535. Existen diversas teorías sobre su origen y antigüedad. La localización de los quillacingas puede definirse de la siguiente manera: su epicentro fue el valle de Atriz, en el sitio que hoy se levanta la ciudad de Pasto y su constelación de pequeños pueblos que rodean el Valle. Su límite por el sur llegaba hasta la confluencia del río Bobo y el Guaitara; por el Norte, hasta los pueblos de San Pablo y La Cruz (Mamendoy); por el Oriente hasta la cordillera de Portachuelo y por el Occidente hasta el río Guaitara. Ahora bien, tampoco se debe descartar otro hecho: el tiempo transcurrido durante la conquista de estos territorios hasta la fecha del censo (22 años). Dos largas décadas de presencia española debieron influir de manera notable en la extinción de efectivos humanos no tanto por acciones de conquista, cuanto por duros trabajos a que fueron sometidos los indios.

5.1 Aspectos Primarios El término “quillacingas”, consignado en los diferentes documentos elaborados por los españoles, redactados entre 1534 y 1547, no correspondía a concepto alguno de contenido étnico, ya que con tal vocablo no se designaba a pueblo aborigen alguno. En esa época designaba genéricamente a todo territorio que no había sido dominado por la conquista, derivado de la costumbre inca. Únicamente a partir de 1547 y como consecuencia de la visita que realizara el cronista Pedro Cieza de León, el término se convierte en un antroponímico, que designaba a tribus que moraban en la provincia aborigen que los quechuas denominaban Hallantacta, comprendida entre los ríos Tellez (al Sur), mayo (al norte) y Guáitara (al occidente). Antes de 1547 el calificativo “quillacinga” contenía un significado político administrativo, con el se designaba a toda una región situada al norte del límite septentrional de la provincia de Quito. Más concretamente, entre 1534 y 1547,

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y consignado en diversos documentos públicos de origen conquistador, provenientes del Rey de España, o de Francisco Pizarro en su calidad de gobernador de la Nueva Castilla o Perú, o emitidos por Gonzalo Pizarro como gobernador de Quito, o expedido por Lorenzo de Aldana cono teniente general en las gobernaciones del Perú y de Quito, o ya por Sebastián de Belalcázar y el cabildo de la Villa de San Francisco de Quito, se encuentra que el vocablo “quillacinga”, era un término de contenido político administrativo sin significado étnico, con el cual se designaba, exclusivamente, a territorio situado al norte del Carchi (en el Ecuador o rió Grande de Quillacinga.51 Solo con Cieza de León, a partir de 1547, se toma el término quillacinga con su contenido étnico, es ya un antroponímico, que designaba a pueblos aborígenes que se conocen hoy como mocondino, pejendino, Buesaco, yacuanquer y otros, además de los del valle de Sibundoy, y ya en 1558 se halla una descripción más completa de los llamados quillacingas en el recuento hecho por el licenciado Tomas López, con el objetivo de la primera tasación de tributos que debían pagar los indígenas. En ella se distinguen cinco subgrupos de quillacingas, que Tomás López denominó como del Valle de los Pastos del Camino de Popayán, del Camino de Almaquer del camino de Quito y de la provincia de la montaña. Es de advertir que también incluye como quillacingas a los indígenas del Valle de Sibundoy. En la actualidad, teniendo en cuenta estos antecedentes y los estudios hechos sobre todo por José Rafael Sañudo (1928), Jacinto Jijón y Caamaño (1938) Sergio Elías Ortiz (1963) y Kathleen Romoli (1979), la localización de los quillacingas se pude definir de la siguiente manera: su epicentro en el Valle de Atriz, en la Pasto de hoy y su constelación de pequeños pueblos que rodean el valle, al sur limitaban con la confluencia del río Bobo y el Guaitara; por el norte hasta los pueblos de San Pablo y la Cruz; por el oriente hasta la cordillera de portachuelo y por el occidente hasta el río Guaitara. Un buen número de investigadores acepta la hipótesis que la lengua Kamsá, que se habla todavía en el valle de Sibundoy, sería posiblemente, una supervivencia del antiguo idioma de los quillacingas. También hay quienes consideran a los sibundoy como entidad independiente de los quillacingas. Al respecto se consideraba los quillacingas hablaron una lengua diferente a la de los Pastos. Así se deduce el menor del nombramiento de luz sacerdotes por el obispado de Quito, para confesar a los pastos y quillacingas, a partir del GOMEZ, JURADO, F. Alvaro. “Precisiones sobre algunos términos y conceptos empleados con la época de la conquista”, en manual de historia de Pasto, Academia de H. de Pasto. Tomo III, 1999. 51

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dominio de cada lengua en 1583, según estudios posteriores se lanza entonces la hipótesis de que la lengua hablada por los quillacingas era el Kotche o Kamsa, como una rama del arwaco- chibcha.52 Estudiando el posible significado del vocablo “Quillacingas”, planteamos tres hipótesis posibles, a saber: QUILLA= Luna; SINGA= Marices. Tomando al quechua como base, significaría “NARICES DE LUNA”. QUILLA – SHINGA = Luna lenta o perezosa Concretando en torno a los quillacingas del epicentro, los del valle de atríz, se afirma que los cacicazgos estaban situados unos cerca de otros, formando pequeñas confederaciones en forma circunvalar, lo que facilita las fundaciones españolas del siglo XVI. Sus nombres fueron Pendiaco, Mocondino, Pejendino, Catambuco, abomica, Juana y, Anganoy, Matituy, Buesaqullo, Chatato y mapachico.

5.2 Elementos Económicos Tomando como base el censo realizado por Tomás López en 1558, en la zona andina del actual departamento de Nariño, el número de indígenas tributarios ascendió a 23.240 Al respecto de la primera variable, la población, a partir de la cifra citada se puede aceptar las hipótesis que elabora Eduardo Zúñiga53 y que nos dan una visión aproximada de la realidad durante la conquista española en el sur de Colombia. De acuerdo con Zúñiga, si se tiene en cuenta que los tributarios contabilizados en el censo de López, eran los jefes de familia, sin incluir los caciques, los viejos mayores de sesenta años, las mujeres y los niños menores de catorce, la población puede bien ser cuatro veces el censo, lo cual da unos 97 mil habitantes en 1558, sin embargo para la época del llamado descubrimiento y la conquista, la población debió ser mayor, ya que en los 22 años transcurridos hasta 1558, hubo ese proceso de caída de la población, por GRANDA PAZ, Oswaldo. “Arte Rupestre, Quillacinga y Pasto“. Ediciones Sindamanoy” Pasto, 1983. ZÚÑIGA ERASO, Eduardo. ”Los Quillacingas, en manual de historia de Pasto, Tomo I, Academia Nariñense de Historia, Pasto, 1996. 52 53

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efecto de la conquista. Los cálculos atribuyen así para esa época una población aborigen de la región andina del actual departamento de Nariño, no inferior a unos 248.000 habitantes. Para 1536, los quillacingas desagregados, dice Zúñiga, representaban un 32% de la población compuesta además por los pastos (54%) y abades (14%). Esto significaría que los primeros serían unos $83.000 habitantes. En cuanto a su forma de producción, se pueden plantear hipótesis explicativas en relación a sus elementos constitutivos teniendo en cuenta tanto a Cieza de León, en la antigüedad como algunos serios estudios posteriores, como los de Fray Jerónimo Escobar, Sergio Elías Ortiz, María Victoria Uribe y Eduardo Zúñiga. Sobre esta base se plantea que entre los quillacingas en forma productiva y estaba caracterizada por la agricultura, el comercio y algunos oficios artesanales. Cieza de León escribía que “los españoles tienen todo en este Valle (de Atriz) sus estancias y caseríos, donde tienen sus granjerías, y las vegas y campiñas de este río está siempre sembrado de muchos y hermosos trigos, cebadas y maíz y tienen un molino en que muelen trigo porque ya en aquella villa no se come pan de maíz, pero la abundancia que tienen de trigo.”54 Habiéndose comprobado que la etnia quillacinga tenía una gran población antes de la llegada de los españoles, debía haber desarrollado la agricultura en un grado importante, ya que poseían la técnica de la educación de las tierras que laboraban. Además contaban con la alternativa de ocupar distintos pisos térmicos. Esto les permitió lograr una producción variada y abundante. Cultivaron principalmente, con importantes rubros, maíz, papas, fríjol, yuca, camote, arracacha, zapallo, oca, maní, algodón, aguacate y otros más. Con la llegada de los españoles las tierras ocupadas por los aborígenes del valle de Atriz, se convirtieron en grandes productos de los cultivos que provenían de Europa, como fueron la cebada, el trigo y las hortalizas, esto fue posible gracias al desarrollo agrícola que ya poseían y a la calidad de los suelos. Por eso, cuando Cieza de León se refiere a los cultivos, tiene que reconocer la gran importancia del trigo, originario de Europa, además del maíz, el aporte americano. 54

CIEZA DE LEÓN, Pedro. “La Crónica del Perú”. Biblioteca Peruana Lima.

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Es importante anotar al respecto de la forma productiva que además de la agricultura, el sector primario de la economía contemplaba con la caza y la domesticación de animales. En esa medida complementaban su dieta alimenticia con los venados, conejos, perdices, tórtolas, palomas, tuisanes y pavas. En cuanto a la actividad comercial al contrario de lo expuesto alrededor de los pastos no se hallan referencias documentales que certifiquen su desarrollo. Sin embargo el grado de dominación de la agricultura que permitió la diversión del trabajo, de tal manera que llegaron a desarrollar varios oficios y la fabricación de cerámicas, arte que salió de sus fronteras, sirve para deducir un hecho importante. El arte y la técnica de estos oficios fue adquirida o fue difundida a través de intercambio. Solo relaciones comerciales y culturales, permiten esa ampliación de la frontera económica. Por otra parte, el hallazgo de conchas, caracoles marinos y chaquiras en los enterramientos demuestra que el comercio se dio en algún grado. Sin su existencia no de puede justificar la presencia de objetos marinos. El comercio también desarrollo en el intercambio con los pueblos del putumayo obteniendo de ellos plantas medicinales y plumas. En cuanto se relaciona al vestido y la vivienda anota Zúñiga que: “Los hombres utilizaban maures para cubrir el sexo y manta de algodón ancha y abierta a los lados. Las mujeres usaban una manta pequeña y, sobre ella, otra para cubrir la espalda y el pecho. Cultivaron en abundancia cabuya con la cual, posiblemente, no sólo desarrollaron cordelería sino también tejidos que pudieron tener usos múltiples, entre ellos la confección de prendas de vestir. No se han encontrado grandes ni sólidas construcciones que sirvieran de albergue, defensa o rituales. Vivieron en bohíos elaborados, como acostumbran hoy nuestros campesinos, utilizando bahareque y barro par a las paredes y paja para el techo. El piso era de tierra apisonada. Dada su fragilidad, la arqueología no ha podido reconstruir con exactitud la forma de la vivienda. No tenía poblados de carácter nuclear. Las unidades habitacionales estaban dispersas “55.

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ZUÑIGA, Eduardo. Op. Cit.

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Tomando como cierta la hipótesis de relativo grado de desarrollo de la agricultura entre los quillacingas que debe haber empezado por la horticultura, se debe aceptar que se haya dado una consecuente división del trabajo. Esta llevo al menos a la conformación de tres oficios, que se ejercían paralela o separadamente de las labores en el campo. Se mencionan al respecto los oficios en lítica, alfarería, orfebrería y la textilería. Analizando las deducciones que hace Sergio Elías Ortiz en su obra “Estatuas prehistóricas del valle de chimayoy” se pude deducir que entre los quillacingas el trabajo en piedra tuvo gran importancia. A esa conclusión se llega por la amplia difusión del arte rupestre y la fabricación de monolitos. Estos se han hallado en distribución regular por todo el territorio de los aborígenes sureños, particularmente en Pasto, El Tambo, Buesaco, Arboleda, Albán, El Tablón, La Unión, San Pablo y la Cruz y Ortiz.56 Señala la posible existencia de sus oficios en la lítica, precisamente en dos “talleres” en Chimayoy. En cuanto a la alfarería, se puede afirmar que este oficio se dio a través de la cerámica, sin conocer el horno alfarero. Fabricaron así cerámica utilitaria para las necesidades diarias y ofrendatoria en los rituales. Aunque se ha creído que solo los pastos llegaron a un alto desarrollo de la cerámica a través de la secuencia Capulí, Piartal y Tuza, los informes de María Victoria Uribe57, permiten plantear que estos desarrollos también llegaran al Valle de Atriz, a los quillacingas inclusive se ha llegado a señalar algunas semejanzas en el diseño y las técnicas de manufactura de cerámica, en áreas que iban más allá de los quillacingas. Se relacionan así similitudes entre las cerámicas piartal – Tuza de los pastos, y por ende de los quillacingas con las que se daban en el Alto Patia.58 Los estudios realizados sobre las piezas en contadas señalaba que en la cerámica utilitaria predominan las ollas globulares unas de boca ancha y otras de tipo estrecho, los cuencos, las copas y las cazuelas, con una técnica y un acabado rudimentario. Pero también se halla fina textura y brillo en la cerámica ofrendatoria, la cual lleva impresas figuras zaomortas, ORTIZ, Sergio Elías. “Estatus prehistóricos del Valle de Chimayoy”. Talleres prehistóricos de estatura”, en miscelánea Paul Rivet, México. 57 URIBE, Maria Victoria. “Asentamientos Prehispanicos en el Altiplano de Ipiales” en Revista Colombia de Antropología – 1978 – 1979. 58 PATIÑO Y GNECCO C. “Reconocimiento Arqueológico en el Valle del Patía”. Fundación de la Investigación. Arqueológicas, Bogotá, 1983, pág. 34. 56

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antropomorfas, diseños geométricos, se utilizan en ellas los colores negro, crema y rojo. También en la orfebrería se ha hallado similitudes entre los pastos y quillacingas. En ese sentido, el oficio se realizaba a través de las técnicas de la cera perdida, el repujado y el martillado. Se ha encontrado que las formas más comunes fueron las narigueras, los colgantes de orejera y los brazales, además de alambres a los cuales les daban formas variadas. Es importante resaltar que en la división de trabajo que permitió el desarrollo de la agricultura, también dio origen a los oficios que se dirigieron a la textilería. Esto se desarrollaba a través del tejido utilizando la técnica de la “aguanga”. Cabe anotar además los quillacingas tenían un alto conocimiento de la botánica con propósitos medicinales y el de la ecología en general. Manejaron en forma particular la resina mopa – mopa (que luego será lo que se conoce como la técnica de barniz de Pasto. De manera explicativa y sintética se puede plantear que tres aspectos esenciales merecen destacarse desde el punto de vista económico en los quillacingas: el desarrollo agrícola, la división social del trabajo y el comercio. Eran agricultores avanzados. Dada la técnica empleada y los distintos pisos térmicos que ocuparon, la producción fue abundante y variada. Cultivaron con gran éxito maíz, papas, fríjol, yuca, camote, arracacha, oca, zapallo, maní, algodón, piña, aguacate, etc. y plantas medicinales. La fácil adaptación de los productos agrícolas europeos como cebada, trigo y hortalizas obedeció no sólo a la calidad de los suelos sino a dos circunstancias favorables: el conocimiento que sobre la materia tenían los nativos y la adecuación previa de los terrenos que habían sido utilizados en cultivos propios de la tierra antes de la llegada del conquistador español. En la época precolombina la producción agrícola fue importante por la diversidad de cultivos y por su volumen, de otra manera hubiese sido imposible sustentar una población numerosa, como fue la quillacinga. Su dieta alimenticia la complementaban con la caza de venados, conejos, perdices, palomas, tórtolas, faisanes y pavas.

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Gracias al desarrollo de la agricultura fue posible la aparición de especialistas al menos en tres oficios básicos: lítica, alfarería y orfebrería. Es un hecho significativo que hubiesen alcanzado esta etapa pues, como se sabe, la división social del trabajo constituye un hito a partir del cual se aceleran los procesos de cambio en todos los niveles: tecnológico, social y cultural.

5.3 Cultura Y Creencias El área de asentamiento quillacinga se caracteriza por la amplia difusión petroglifos y pictógrafos que demuestran su alto grado de espiritualidad. Aunque no se han encontrado verdaderos templos para rituales de tipo religioso, los quillacingas habían desarrollado un sistema de creencias fincadas en otro mundo al que se llega después de la muerte. Las tumbas en las cuales enterraban a sus muertos variaban en profundidad estructura y riqueza del ajuar, según la categoría del difunto. La profundidad iba de uno a ocho metros. En el cementerio encontrado en Maridiaz se excavaron 104 tumbas con un promedio que oscilaba entre 4 y 6 metros. La forma general es de pozo directo o con una o varias cámaras laterales en donde se colocaban los despojos mortales y las ofrendas. Estas consistían en cerámica, orfebrería, cuentas de collar fabricadas en distintos materiales, conchas y caracoles de mar, alimentos, etc. El sol y la luna debieron jugar un papel importante en su cosmología, lo mismo que algunos animales considerados sagrados por tenerse como antecesores del grupo. Entre ellos pueden mencionarse el mono, el venado, la rana y la lagartija cuyas figuras aparecen representadas con frecuencia en el arte rupestre, la orfebrería y la alfarería. Analizando los petroglifos y pictografos se puede pensar que pudieron tener un alto grado de espiritualidad, el sol y la luna debieron tener papel importante en su cosmología. Así mismo se deduce que deberán considerar como sagrados al mono, la rama y la lagartija. Sobre sus creencias se pueden deducir algunos detalles a través de las observaciones de Cieza de León, cuando escribe: “Cuando se mueren hacen las sepultura grandes y muy hondas; dentro de ellas meten su haber, que no es mucho. Y si son señores principales les echan dentro con ellos algunas de sus mujeres y otras indias de servicio. Y hay entre una costumbre, la cual es (según a mi me informaron) que si muere alguno de los principales de ellos, los comarcanos que están a la redonda cada uno da al que ya es muerto, de Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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sus indios y mujeres dos o tres, y llévanlos donde está hecha la sepultura, y adjunto a ella les dan mucho vino de maíz, tanto que los embriagan; y viéndolos sin sentido, los meten en las sepulturas para que tenga compañía el muerto. De manera que ninguno de ellos bárbaros muere que no lleve veinte personas arriba en su compañía; y sin esta gente, meten en las sepulturas muchos cántaros de su vino o brebaje y otras comidas… Según ellos dicen el demonio les parece espantable y temeroso, y les hace entender que han de tomar a resucitar en un gran reino que él tiene aparejado para ellos, y para ir con más autoridad echan los indios y indias en las sepulturas.59 Para la época del análisis que se viene haciendo – y como ya se ha aclarado- el sector central del departamento de Nariño actual y en la parte oriental, en los alrededores de La Cocha, habitaban los Quillacingas, compartiendo territorio con las demás tribus del sur. En general, cuando los españoles hablaron de estos se referían a los “del Guáitara o Mamendoy y con ello excluían a los del oriente y del valle de Sibundoy. Es así que el vecino fundador Juan Rosero dice al visitador Valverde 60 “En cuanto a la provincia de los quillacingas lo que le parece es que ay diferentes gentes quillacingas que los unos son los que están en este valle a la redonda del pueblo que serán mil y trezientos yndios poco más o menos y otros de tierra caliente que son de la provincia de joanambú y quiña y otros a ellos comercanos.” (Sic). Más concretamente – como también se ha aclarado – los Quillacingas tenían como centro de acción lo que hoy se conoce como el Valle de Atriz, con Pasto como núcleo fundamental y sus poblados aledaños. Sin embargo se extendían hacia el norte hasta la actual “La Cruz” (antes Mamendoy), por el oriente hasta la cordillera de Portachuelo y por el occidente hasta el río Guáitara (Angasmayo). Sobre la base de los primitivos habitantes del Valle de Atriz habría que destacar sin embargo que al referirnos a los Quillacingas, se habla de aquellos que vivieron alrededor de lo que es hoy la capital de Nariño, Pasto y todos los antiguos poblados de ese Valle. Es decir de los indígenas que vivieron en La Laguna, Obonuco, Pandiaco, Tescual, Cujacal, Genoy, Jongovito, Catambuco, Jamondino, Aranda, Canchala, Mocondino, Puerres, Males, Gualmatán, Juanoy, Caracha, Anganoy, Penjendino, Chapal, Cabrera y Buesaquillo.

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CIEZA DE LEÓN., Op.cit. Citado por Katheen Romoli en “Las tribus de la antigua jurisdicción de Pasto en el S. XVI”. Revista Colombia de Antropología. Bogotá 1977 – 1978 – p. 31. 60

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Resulta importante anotar que cuando los cronistas se refieren a los centros de poblamiento más importantes de los Quillacingas, se señalan varios pueblos sin hacer precisiones. Es así como algunos no citan a Pasto (o Patstán, como algunos llaman. No se concreta en cambio que en el actual sitio de Pasto en verdad existió un pueblo preincaico. Es lo más apropiado inferir que en lo que fue área quillacinga, hubo asiento de verdaderos cacicazgos, ya que así lo prueban todos los indicios documentales. Entre ellos el más destacado necesariamente debió ser el del Valle de Atriz. Pero haciendo referencia al pueblo preincaico tal vez denomina Patstan (topónimo deformado luego en Pasto, por los españoles), Armando Oviedo menciona que esta Jatun-Llakta Quillacinga, había estado rodeada de una arquitectura pétrea, erigida en base a grandes bloques basálticos, techos de paja y uso de maderas, sobre los cuales se levantaría la población española al sur fundada como tal. También expresa que a Patstan se le reseña en tiempos coloniales tempranos. 61 Interpretando lo que se ha investigado se puede hablar de una “federación” Quillacinga ubicada en el Valle de Atriz que mantuvo cierto privilegio y dominio en la zona, con un radio de acción que comprendía lo que ahora son barrios, veredas y corregimientos de Pasto como los que se mencionaba arriba. Las confusiones empiezan con los mismos Incas. Se puede comprobar al respecto que estos dieron el nombre genérico de “quillacingas” tanto a los Pastos como a los que comprendían a Pasto y su sector de influencia. Inclusive se debe aclarar que el término “Quilla”, “Killac” ó “Killam”, y por tanto su deformación en Quillacinga, llegó a representarse como sinónimo de “perezoso”, “charlatán”, “cobarde”, y hasta “sucio”. Estos términos fueron utilizados por los Incas para denominar a quienes no conocían pero de quienes tenían noticia al ser mercaderes, oficio que aquellos despreciaban. Como se ha mencionado, el oficio de mercader era más claramente definido para los Pastos. A propósito del “Valle de Atriz” , una versión habla de Atriz como una contracción que los españoles hicieron de voz kamsá “Archibiche” con que los indios de Mocoa llamaron a la serranía alta. También se habla de una deformación del término “Antares”, aunque con menor fundamento lingüístico.

OVIEDO Z, Armando. “Comprendió historia y geografía de la intendencia del Putumayo”. Mocoa, marzo 1978. 61

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Siguiendo otra vez a Oviedo, se puede pensar que los Quillacingas adoraban bajo multitud de formas a la luna, al sol y a la tierra. Se trataba de una triple creencia con un politeismo astral. En cuanto a los ritos religiosos no se tiene mayores evidencias. Solo existe el testimonio del Agustino fray Jerónimo de Escobar que tal vez visitó estas zonas por allá en 1582. Esta habla de una especie de “orgías” que con pretextos religiosos celebran los Quillacingas. No obstante, lo que se ha deducido es que al hacer esta referencia, el agustino equivocó su interpretación o los llamados “taquíes”, según el frayle, no eran más que fiestas anuales que los indígenas realizaban para festejar las cosechas. Inclusive pudo haberse dado algún rito o danza de tipo simbólico a lo sexual, a la reproducción, a la vida, que no podía ser entendida por el religioso. Pero esto solo era la confirmación de una constante iniciada por el mismo Pedro Cieza de León en su “Primera parte de la Crónica del Perú”. Lo anterior es mucho más grave si se tiene en cuenta que la descripción de los indios del sur de Colombia que ofrece el capítulo XXXIII han sido prácticamente la única fuente en materia de esas tribus. En esas crónicas se recogen en forma desordenada las opiniones de los orgullosos Incas y de los mismos hispanos. Se llama allí a los Quillacingas (y por extensión a los Pastos) los “Upa runa”la gente bruta- que tal vez es el comienzo de un doloroso apelativo falso que luego sería eternizado por Simón Bolívar, para referirse a los “indolentes pastusos”. Pero llega mucho más allá Cieza – y seguramente de manera equivocada, cuando señala que los Quillacingas eran “gentes desvergonzadas”, sucios, piojosos, antropófagos, aunque “dispuestos y belicosos”, algo indómitos”, comparándolos, según el cronista, con los Pasto gente simple y de poca malicia, “que no comían carne humana, pero miserables”, que no poseían más armas que piedras en la mano, ciertos palos delgados como cayados y una que otra lanza mal hecha. Es de anotar sí que los Quillacingas eran la segunda tribu en cuanto a número de la región andina del actual departamento de Nariño. Así, en 1558 se censaron 19.041 familias Quillacingas, Pastos y Abades, de los cuales el 31.92 por ciento eran de la primera etnia, contra el 53.78 por ciento de los de la segunda y sólo 14.29 por ciento de Abades. 62

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ROMOLI, Kathleen. Ob. Cit. P. 29.

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Se debe recalcar que ya en doce años, en 1570, y sobre todo en 1590, cuando se realizaron otros censos se nota un decrecimiento drástico de la población del distrito de Pasto, parece ser que sobre todo por la evasión de los indígenas, su huida a las montañas y las epidemias de las enfermedades traídas de España, entre ellas la de la viruela, de ello, como es lógico, no escaparon, los Quillacingas, que disminuyeron entre 1558 y 1590 en un promedio aproximado al 50%. Haciendo alusión a esos censos cabe anotar por otro lado que, mientras los documentos solo se refieren a una sola clasificación de Pastos y Abades, de ellos se hace diferenciación entre los Quillacingas interandinos y los Quillacingas de montaña, pero siempre consignando la importancia en número de los primeros sobre los segundos. Esto confirma definitivamente que los Quillacingas habitaron tanto el Valle de Atriz limitando con el Guáitara a sur y se extendieron hasta La Cruz por el norte y hasta los límites con el Putumayo; por el oriente. De otra parte se debe destacar que la toponimia y la antroponimia de las regiones quillacingas son muy parecidas a las que en la misma zona se registraron en documentos de tiempo de la conquista. Esto ha llevado a la conclusión que la lengua quillacinga antigua se haya transformado en el idioma Kamsá o en Sibundoy que todavía hablan unos cientos de indígenas sobrevivientes actuales, en la zona de influencia de los Quillacingas, como afirma Sergio Elías Ortiz. 63 Sin embargo cabe aquí una observación fundamental. Quillacinga es una voz quechua, por lo tanto palabra utilizada por los Incas. Según algunos estudiosos el vocablo estaría compuesto por el término quilla, que significaría luna, y singa nariz. Tal vez salió de mirar a los indígenas con cierta “nariz aguileña”. Pero Garcilaso traduce la palabra por “nariz de hierro” y dice que fue dado por los incas porque los Quillacingas usaban narigueras de metal. La segunda versión es realmente equivocada, puesto que los primitivos habitantes del sur, entre ellos los Quillacingas, no conocieron el metal antes de la llegada de los españoles. Pero además “Quillacinga” primordialmente fue un topónimo. Más validez tiene la hipótesis de Oviedo de hablar del término quechuizado “quilla”, que los incas utilizaron en forma despectiva para con los habitantes al norte del Angasmayo. Es decir que Quillacinga pudo haber sido Ver “Lenguas y dialectos indígenas de Colombia”, Historia extensa de Colombia, Prehistoria. Vol I. Tomo III. Bogotá, Academia Colombiana de Historia. Bogotá, 63

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un apodo injurioso o despreciativo puesto por los españoles que primero se toparon con ellos (los del capitán Tapia). Sobre el idioma si se ha llegado a probar que tanto Pastos como Quillacingas y Abades contaban con una diferente, pero ha sido lengua Pasto de la que nada o casi nada se sabe, fuera de los nombres de lugares y personas. En cambio, deforma curiosa, porque se sabe menos de otras características, de los Quillacingas se puede hacer mayores inferencias acerca de su idioma. Sobre el tema es tal vez el historiador Sergio Elías Ortíz quien más avanzó en su interpretación. Al respecto cabe hacer una inferencia utilizando sus estudios sobre la lengua de los Quillacingas. De su obra “Apuntaciones Etnologías”, en el aparte que el ilustre nariñense llama “Estudio de las comunidades indígenas de Jamondino y Males”. Se puede hacer unas interpretaciones válidas, si se tiene en cuenta que esas comunidades se pueden clasificar de origen Quillacinga. 64 El historiador Ortiz afirma al respecto, cuando hace referencia a Antroponímicos y Toponímicos en Jamondino y Males, que los habitatntes actuales de estas regiones ocupan “gran parte de lo que antiguamente fue el territorio de los Killacingas”, que “tanto los indios de Jamondino como los de Males, perdieron su idioma” y que “lo único que se ha conservado, mas o menos intacto, a través de los tiempos son los apellidos de los indios que alguna luz pueden dar. La lista de apellidos de Jamondino, posiblemente de origen Quillacinga, según Ortiz era; Insandará, Insandarais, Isandarai, Chapal, Putukuar, Botina, Putistan, Putakan, Jojoa, Sinsajoa, Canchala, Potosí, Guakán, Guancha, Jamondino, Kalpio, Guakas, Timaná y Carlosama. Los predominantes son Jojoa, Guakán e Insandarán. La lista de apellidos en Males es la de Insandarán, Canchala, Jojoa, Guakas, Nupán, Kalpio y Potosi, predominando el de Guakas (o Huacas). Ortiz anota a la vez que estos antroponímicos corresponden también a toponímicos. Así por ejemplo se encuentra como componente el apellido Jojoa en los nombres de pueblos desaparecidos de los que habla López de Velasco: 64

Ver revista “Progreso Nariñense”. Imprenta Caja del Seguro. Quito, Ecuador, 1938, p.p. 43 – 48.

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Chuñejoxoa, Botiñaxoxoa, el apellido Botina comprende del extinguido pueblo Botiñaxoxoa y de Botinachanaque. Sobre sus formas productivas habría que hacer un simil a lo hecho con los Pastos en las páginas anteriores, sin embargo cabe reafirmar que entre éstos y los Quillacingas habían conformado un grupo humano que había logrado superar la simple recolección sino que en su seno se dio la primera división social del trabajo con la aparición de grupos de especialistas dedicados a la orfebrería, textilería y alfarería. Todo parece indicar que entre los Quillacingas utilizaron técnicas como la denominada “cera perdida”, el martillado, “soldadura” y el repujado”, que concretan un nivel técnico que se distingue en el concierto nacional. Es posible que desde el punto de vista artesanal entre los Quillacingas hubiesen podido existir otros especialistas como los talladores de madera de chonta con la cual fabricaban instrumentos para telares, bancos, armas, bastones ceremoniales, y talladores de piedra. Pero el surgimiento de especialistas tuvo como fundamento un amplio desarrollo de la agricultura, que fue la base de la economía. Del excedente logrado en ese proceso de producción, surgió parece una fuerte estratificación. En ella, la elite dominante, tenía prerrogativas que la distinguía del común. Finalmente cabe hacer dos observaciones, el grado de desarrollo socio – cultural alcanzado por los Quillacingas debe haber sido superior a la de las “behetrías” que con tanta frecuencia hacen alusión tanto Cieza como otros cronistas hispanos y que el despectivo apodo referido a incultos, perezosos, de escasos conocimientos fue una equivocada e injuriosa alusión a un pueblo trabajador, que no se dejó doblegar ni de Incas ni de hispanos. Por otro lado, se debe interpretar las conclusiones allegadas por esos cronistas, en cuanto a las referencias dadas sobre los quillacingas, como pueblos antropófagos, con la hipótesis de que la referencia quizá se aplicaba a grupos del oriente fronterizo con los quillacingas. Lo más evidente, a la luz de los más modernos estudios, es que jamás se presentó la antropofagia como una de las costumbres del pueblo Quillacinga.

5.4 Hipótesis De La Invasión Inca Como se ha mencionado, acerca de la relación que existió entre Incas, Pastos y Quillacingas, y en general entre el gran imperio del Cuzco y los Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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habitantes del Sur de Colombia existen dos corrientes que hemos plantado como hipótesis. La primera dice que los incas desdeñaron la conquista de estos territorios despreciándolos por su escaso desarrollo y el atraso de los habitantes, de tal manera que el historiador Valdemar Espinosa señaló que conquistarlos se constituía en una carga y en un fastidio. La segunda habla de que en efecto se dio la conquista y que Pastos y Quillacingas fueron tributarios. Pensamos que ni lo uno ni lo otro aconteció y que existen otras posibilidades de interpretar la historia y la leyenda. Para reinterpretar lo hasta ahora difundido empecemos por examinar algunas fuentes importantes. Necesariamente la primera se refiere a las obras de Pedro Cieza de León, especialmente la “Crónica del Perú” y “El señorío de los Incas”. Según la primera se habla de llegar a un “río cerca del cual se ve donde antiguamente los reyes ingas tuvieron hecha una fortaleza, de donde daban guerra a los Pastos y salían en conquista dellos.... Llámase este puente Lumichaca. Cerca deste quisigua... hace otra fortaleza...por que tenían por conquista sin provecho la que hacían en la región de los Pasto”. Al hablar de la conquista sin provecho lo que se quiso decir puede ser el de una conquista inútil por la valiente y obstinada resistencia de Pastos y Quillacingas. Por eso decidieron hacer otra fortaleza con soldados fieles para que no se volviesen a Cuzco y Quito. O sea que el avance inca solo llegó hasta el puente de Rumichaca. Lo anteriormente expresado se corrobora con lo escrito por Cieza en “El señorío de los Incas”, donde afirma que Huayna Cápac llegó hasta el río Angasmayo porque es el límite de su imperio. Si se examina lo escrito por el cura doctrinario del pueblo de Funes, Miguel Cabello de Balboa65, éste narra que Huayna Cápac estando en Tomipamba (hoy Cuenca) decidí que antes de atacar a los Caranques era conveniente entrar a la provincia de los Pastos. Allí solo encontraron noticias de un pueblo débil y poco desarrollado, lo cual da a pensar que aquellos utilizaron como estratagema el aparente pobreza para derrotar con éxito al invasor. Pero además el cronista narra que Huayna Cápac establece como límite de esta incursión Rumichaca, cerca de cuyo puente construye una fortaleza, luego CABELLO DE BALBOA, Miguel. “Miscelánea Antártica”. 1586. Obras, Vol I. Quito, Ediciones Ecuatorianas. 65

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afirma que el inca quiso dar una visita al territorio y llegó a Rumichaca. Allí mandó a sus capitanes a entrar en territorio Pasto, quienes llegaron pacíficamente al Valle de Atures (tierra Quillacinga). Resaltando estos hechos situemos ahora la interpretación sobre la llegada de los incas a Nariño, ubicando la historia en la dimensión comprobada. Es necesario para ello hacer alusión al imperio que comienza con invadir los territorios sureños, a los Incas y sus trayectorias, a través de una apretada síntesis histórica. Como fundador del imperio Inca se considera a Manco Cápac, a este le sucedió su hijo Pacha Cutec, a quien se debe la expansión enorme y rápida del gran imperio; ayudado de su hijo Tupac Yupanqui; conquistó toda la región andina desde el Norte de Chile hasta el Sur de Colombia en menos de 50 años. Durante este período se construyeron 16.000 kilómetros de caminos. Uno de estos era el que iba desde Pimampiro en el Valle del Chota, pasaba por Huaca, territorios ecuatorianos y llegaba a Guachucal, Nariño, anteriormente comarca de Los Pastos. Todavía se puede observar las huellas del empedrado hecho con técnica y simetría; los campesinos de la región aún lo siguen utilizando. Huaina Cápac, duodécimo Inca había ampliado las fronteras hasta la meseta boliviana; siguiendo las costumbres se casó con su hermana, de ese matrimonio nació Huáscar y de su concubina favorita Pacha de Caranqui nació Atahualpa. A la muerte de Huaina Cápac, el imperio fue repartido entre estos dos hijos, correspondiendo a Atahualpa la región del Norte, el resto del imperio lo heredó Huáscar, vino la guerra entre los dos hermanos saliendo victorioso Atahualpa. A la disputa por el territorio se sumó la irreverencia de Huáscar quien quitó el óvalo sagrado del Coricancha, colocando en su lugar el disco solar; sacó a la plaza pública a todas las vírgenes que estaban al servicio del templo y las hizo violar por sus guerreros. Este sacrilegio hace que la guerra que empezó con fines políticos tome también características religiosas y se vuelva una guerra santa.

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Del millón aproximado de combatientes en el lado de los Quiteños comandados por Atoc Huallpa, solamente quedaron un escaso millar de hombres de los cuales era considerable el número de mutilados, heridos y enfermos, los demás murieron o huyeron. Con este reducido ejército al mando de los generales Quisquis y Calcuchimac entraron aprovechando la obscuridad de la noche en una operación sorpresa al campamento de Atoc Huáscar, lo secuestraron en silencio y ganaron la guerra. Mientras esto sucedía los españoles llegaban a las costas, iniciando un de conquista, con la ayuda de los irreconciliables enemigos del bando Inca contrario; premeditada o coincidencialmente anclaron en el mismo puerto por donde Viracocha entró al mar caminando sobre las aguas sin hundirse junto con sus acompañantes, porque podía caminar sobre el agua como si fuera tierra firme, lo llamaron Viracocha que significa espuma de mar. El conquistador Pizarro supo esta situación y la aprovechó de la mejor manera a su favor, logrando ventajosos arreglos con los traidores y fáciles sometimientos con los vendidos. Pero estoes ya parte de la historia que no es de la leyenda. Volvamos entre tanto a interpretar las hipótesis acerca de la llegada de los Incas, tanto aquella de la invasión y conquista del territorio de Pastos y Quillacingas por parte del imperio del Sol, como aquella de que no hubo sometimiento ni conquista alguna, teniendo en cuenta lo expresado hasta el momento. Los Pastos eran por naturaleza libres, con alma de caribes y no de esclavos, como afirmara monseñor Justino Medía. Sin embargo, tras dura lucha, y gracias a las alianzas de sus vecinos los Quillacingas, los Incas llegaron a su territorio y fueron sometidos según expresa una hipótesis. Pero a los invasores imperialistas les costó no solo vidas sino mucho esfuerzo y recursos. En la tradición popular se refiere como una noche, los atacados indígenas, salieron de sus escondites y mataron a los principales generales y jefes Incas, mientras éstos dormían en el ocupado territorio. Solo el poderío del Imperio vecino sometió a los aborígenes de Ipiales, “bastaría atenerse –afirma Rodríguez Guerrero- a los resultados conseguidos por la acción bélica de las técnicas en la segunda mitad del siglo XV, para advertir sin más averiguaciones, que su ejército era por entonces el más poderoso del continente y, sin duda, uno de los más numerosos y mejor organizados del mundo en esta época. No se

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trataba de montoneras armadas, sin preparación suficiente ni disciplina técnicamente argumentada, sino de todo lo contrario”. 66. Según la hipótesis que afirma existió una conquista Inca, entre 1460 a 1470 tendría lugar esa conquista de los Incas, encabezada como ya se ha mencionado, por Huayna Cápac, quien avanzó desde el Ecuador ya conquistado, hacia el territorio actual de Nariño, por el suroeste de Colombia, hasta el río Patía, en el sitio denominado Paquinango, la dominación Incaica en la región de los Pastos, sin embargo, no duró mucho, a lo sumo treinta años, según los más acuciosos investigadores. Lo relevante está que tras una larga campaña de grandes victorias y derrotas, los Incas establecieron una especie de colonia en el Valle de Atriz, en lo que hoy es La Cruz y en la región de Túquerres – Sapuyes, al parecer el centro administrativo de los nuevos territorios, al mando de un Sapay-Inca, o delegado del Inca como Gobernador – Sacerdote. Pero la guerra continuó, puesto que los aborígenes sureños no se resignaron jamás al dominio Inca. Solo un acuerdo para que del matrimonio de un príncipe Inca con una princesa Pasto-Caranqui, el hijo fruto de esa unión, rigiera los territorios conquistados, aplacó la rebelión continua de los sureños aunque, según la tradición, no fue sino una disminución que no una terminación de las hostilidades. Los Incas se desencantaron, se desanimaron de tanta lucha y de tanto trato infructuoso. A la muerte de Huayna Cápac, la sublevación es aún mayor, y la lucha entre Atahualpa y Huayna es aprovechada por los Pastos y Quillacingas para levantarse en forma casi masificada. Capusigra (Cafusigra?) y Tamasagra, vencen a los invasores y los llevan hasta territorios del Chota, en el Ecuador, en cuyos arenales muere Anqui-Toma, hermano de Huayna Cápac. Teniendo en cuenta la segunda hipótesis, o sea que nunca hubo conquista inca para los Pastos de Colombia, bien puede ser que esta batalla se diera si en el Chota, pero sin que antes los invasores atravesaran el Guáitara hasta el Chota llegaron, en cambio, Pastos y Quillacingas de Colombia, uniéndose a los Pastos del actual Ecuador, y de allí, en ese Valle, derrotaron a Anqui-Toma, luego de lo cual, los pocos deseos de seguir hasta el norte, se terminaron para los Incas, y se detuvieron en su avance. Sólo los españoles lograron lo que el Inca no pudo: doblegar por medio de artimañas a los aborígenes de Ipiales.

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RODRIGUEZ G., Ignacio. “Perfiles Nariñenses de Antaño”. Biblioteca Nariñense de Bolsillo. Tomo I. Pág.

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En todo caso, en lo que corresponde a los Pastos del Sur, según Cabello de Balboa67, con un ejército no inferior a 20 mil hombres, con unos dos mil orejones (fuerzas de choque del Cuzco), atacaron y vencieron a los Pastos del Ecuador, asediando las fortalezas tusas y mirus y tras varios días de guerra lograron un triunfo definitivo. Allí obtienen la noticia de que la población mayoritaria Pasto se concentraba hacia el Norte. Tomando guías entre los vencidos avanzaron hasta el nuevo territorio. Los ejércitos Incas invaden el altiplano nariñense, no mostrando mayor resistencia, puesto que sus habitantes se refugian en las fortalezas que para el efecto habían construido. Llegando hacia la meseta central del actual Ipiales, en el lugar denominado Puenes, en una treta de los Pastos, son recibidos por éstos. En dicho poblado se les ofreció un homenaje, narra la leyenda, y en medio de la fiesta, y por efecto de bebidas embriagantes, ya en la noche, los Incas fueron atacados en el lugar conocido como las Alturas de Las Collas, en lo que hoy es la carretera que de Ipiales conduce a Túquerres, siendo masacrados, muriendo los principales jefes militares invasores. Así, entre “los principales que allí murieron fue el general Cuntimollo”. 68 Conocida la noticia Huayna Cápac envía todo su ejército y entra a fuego y sangre en las tierras del sur, aunque los Pastos en su mayor parte se esconden en las altas montañas o presentan resistencia en las fortalezas. Se llega a decir que unificados por Caranquis y Quillacingas, se refugiaron en los alrededores de Ancuya, en la margen derecho del río Juanambú. Mientras los Pastos huyen, dejando el territorio en manos Incas, éstos, se dirigen hacia el Norte y vencen la resistencia de los Quillacingas entrando al Valle de Atriz. Así, según algunos cronistas, la influencia del Imperio Inca se dejó sentir en gran parte del territorio nariñense y del Occidente del Putumayo” sin embargo, en el sur no hubo una victoria total que significara dominación, puesto que los Pastos huyeron a otras tierras. Veamos ahora algunos efectos de la invasión Inca. En todo caso está comprobado que el Inca invasor, ese imperio extraño, alteró el proceso en torno de los ascendientes de los nariñenses, repercutiendo en la forma productiva y el esquema organizativo de la sociedad, que comienzan con el ejercicio del poder desde El Cuzco. CABELLO DE BALBOA, Miguel (Pbro.). “Historia del Perú bajo la dominación de los Incas”. Imprenta y Librería San Martín, Lima, 1920. P. 365. 68 Ibid. P. 367 67

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El primer efecto económico-social, surgido del despotismo imperial, se materializa en el despoblamiento, ya sea por la huida hacia las zonas bajas o por las masacres producidas entre los guerreros, con lo cual la base productiva se arruina. Así mismo, y en medio de esta situación, la dominación hace estragos con la lengua y con las formas sociales imperantes. Los Incas controlan la mitad, trasladando mitimaes bajo el control de sus jefes militares, con una redistribución del personal. Para ello se organizaron sectores de producción para que le trabajaran al monarca impuesto, determinándose que en las antiguas relaciones de colectividad pasaran a tomar parte del imperio. Las relaciones de producción impuestas por la dominación se fundan ahora, claramente, en la tributación basada en el trabajo, cuyo producto tiene el destino del estado Inca y su organización social, en la cual se destaca su propia religión. Con la mitad, además, los indios mitimaes recibían tierra para su propio usufructo, aunque tenía el límite del mitayo en las tierras del Inca. Sin embargo aquí había una gran diferencia con las anteriores formas de propiedad. Es decir que el nuevo régimen mitayo, a pesar de no significar una propiedad en sí de la tierra, representaba una especie de régimen feudal sobre ella, porque al fin y al cabo las nuevas poblaciones así organizadas se basaba en un pago del tributo personal, por el uso de las tierras ahora asignadas al Inca. Incluso, esto facilitará el trabajo de los españoles, quienes nunca lograron destruir estas relaciones de producción. Es así como, a manera de ejemplo, la corona se apropió de las tierras del Inca y asignó a la iglesia católica las del sol. Por otro lado, hay que anotar que entre Pastos ni entre Quillacingas no se han encontrado vestigios de una clase semi-esclavizada, aunque sí parece que existió un sector de indígenas selváticos, surgidos de los enfrentamientos bélicos que sufrieron tal dominación. En cambio, con la invasión imperial Inca, se institucionaliza la clase semi-esclavizada, con la llegada de los Yanakuna o sirvientes, que se encontraban bajo el mando de las nuevas clases dominantes. Los Pastos eran fundamentalmente “comerciantes”. Pero esta caracterización se acentuó más con los Incas. Es posible pensar que las prácticas comerciales se incrementaron, se constituyeron en una real que llegaba hasta tierras lejanas, de tal manera que el intercambio sobrepasó su propia frontera cultural. El proceso de circulación de mercancías debió configurar un sector de “mercaderes”, más especializado, mediante el sistema

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de mindala. Está comprobado que las mindalaes eran comerciantes que tuvieron a su cargo hacer posible la dotación de los artículos necesarios a la clase dominante, y que éstos, sobre todo, se asentaron en la región Pasto. En resumen, se debe tener en cuenta que el Imperio, aunque mantuvieron las antiguas formas ideológicas, también impusieron su propia supraestructura. En este sentido, luchó por acabar con la forma de producción encontrada, combinando las relaciones no solo de propiedad, sino las políticas y las económicas, basadas en el trabajo de los aborígenes sojuzgados. Lo más notorio es que todo el proceso comunitario, sobre el derecho a la tierra, dirigido hacia la comunidad, se acaba, puesto que el estado Inca daba la tierra no a cada comunidad sino cada individuo, a cada familia tributaria. Para hacerlo se estableció la práctica de otorgar a cada hombre un “tupu” de tierra, a cada hijo otro “tupu” y medio “tupu” a cada hija. Las formas de propiedad que antes no eran claras, lo fueron mucho más definidas con la invasión Inca.

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6. CULTURA Y ARTE DE PASTOS Y QUILLASINGAS 6.1 Generalidades El mundo del hombre es el mundo de la cultura; es el espacio donde de una u otra manera se desarraiga de su condición puramente natural, para verterse en el campo de las subjetividades, los ensueños, las fantasías, así como de las explicaciones objetivas, filosóficas y racionales; el hombre ha reunido en un sólo estamento la díada de su temperamento bi relacional. Es aquí donde termina por forjar un lenguaje cargado de símbolos, como lo anota Danilo Cruz Vélez, la palabra hablada o escrita es como un intermediario entre la subjetividad humana y el mundo, el hombre traspone así al objeto con su propio símbolo, deja el objeto para reemplazarlo por esa simbología, intermediaria entre el mundo natural y el mundo del hombre. De la cultura van a brotar el Estado, la sociedad, las religiones, la ciencia, el arte, la técnica, etc., es decir que es en últimas el sustento de donde emergen las sociedades como tal. Varios autores encuentran dos raíces, que ayudan a comprender la relación existente entre lengua y cultura, y más concretamente en la facticidad dentro de la vida cotidiana del hombre, trascendida en su propio espíritu, el folclor, que es eso y no otra cosa. Cultura viene de colere, cultivar, un verbo latino cuyo participio perfecto es cultus. Colere se refirió en un principio al cultivo de la tierra (colere agrum). La agricultura es el comienzo de la cultura. Después se usó el vocablo en sentido metafórico. Es decir, se trasladó su significado a otro dominio, el dominio de la vida humana, y comenzó a designar el cultivo de esta. La vida humana se ve aquí como una tierra que hay que cultivar. Lo cultivable en un hombre es su naturaleza -sus instintos, impulsos e inclinaciones, que lo hacen igual al animal- De modo que el fin de la cultura es superar la animalitas en el hombre y fomentar su humanización, desarrollando su humanitas. Y una acepción más antigua de colere es su participio sustantivo, cultus, tomando en su valor religioso, el cual designa el culto divino, la veneración, la adoración de los dioses. Este vocablo adquirió tal connotación porque colere, en el sentido de habitar, se empleaba también referido a los dioses locales, y significaba "habitar en un lugar el dios, habitar con los dioses".

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Como se sabe, estos dioses locales, a diferencia de otros dioses, residían en un lugar terrestre, como vecinos del hombre, protegiéndolos. Por esta razón, colere se hizo, además, sinónimo de protegere, "proteger", y se aplicó al culto que rinde el hombre a los dioses para invocar su protección. Es mediante la cultura, así entendida, que el hombre es en el mundo, es decir que toma conciencia de su existencia, de comprensión del mundo, como lo anotaría Heidegger, y de allí la importancia del habla, de la forma de comunicarnos de una manera simbólica, de especificarnos dentro de la generalidad, pero a la vez de hacernos universales en la comprensión del mundo que nos rodea, somos seres hablantes, esa no es solo nuestra característica sino nuestra auténtica y original tipificación: nadie se atreverá a negar, ni a declarar como inútil o incorrecta, la caracterización del habla como una exteriorización fónica de estados de ánimo; como una actividad humana y como una representación simbólica y conceptual , es mediante el habla que expresamos nuestras sensaciones, motivaciones, frustraciones, deseos, anhelos, realidades, etc., etc., es mediante el habla que nos manifestamos como humanos. No quiere decir por ello que el habla funde otra realidad diferente a la de nuestro mundo, pero si es una manera que permite delimitarlo para comprenderlo. De allí que, en nuestro tema, ahora debamos detenernos en el habla Quechua, sus variantes, sus giros y modos dependiendo del receptáculo que lo recibe; ello, en clara relación con lo anterior, para demostrar que el habla corresponde a tiempos y a lugares, que no es una pieza de museo anquilosada, petrificada; no, todo lo contrario, el habla corresponde a los saberes, se nutre de ellos, se alimenta de su medio. De allí la característica fundamental de los pueblos amerindios en su totalidad: el habla corresponde a su medio, a su entorno, y sabido es por todos, por ello no merece nuestro detenimiento, el profundo respeto que éstos tuvieron por la naturaleza, no desligándose del todo de ella para fundar su mundo, sino integrándose en una simbiosis que le permitió vivir en y con ella sin destruirla, al contrario de las experiencias del hombre occidental. En síntesis, como se ha planteado académicamente la cultura es el conjunto de todas las formas, los modelos o los patrones, explícitos o implícitos, a través de los cuales una sociedad regula el comportamiento de las personas que la conforman. Como tal incluye costumbres, prácticas,

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códigos, normas y reglas de la manera de ser, vestimenta, religión, rituales, normas de comportamiento y sistemas de creencias. Desde otro punto de vista se puede decir que la cultura es toda la información y habilidades que posee el ser humano. El concepto de cultura es fundamental para las disciplinas que se encargan del estudio de la sociedad, en especial para la antropología y la sociología.

En la actualidad de entiende más concretamente el tema acudiendo a las declaraciones de la UNESCO. Es así como esta definió en 1982, en la denominada Declaración de México que… la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. Pero todo lo actual nos obliga a volver a lo pasado. En ese contexto, para complementar lo escrito en los capítulos anteriores, es necesario hacer una nueva incursión en el pasado de estas tierras australes, a través de la tradición oral y de los descubrimientos arqueológicos realizados. Finalmente, el sistema de representaciones colectivas de los grupos humanos, es el conjunto de conocimientos, creencias y actitudes sobre el medio ambiente y los acontecimientos histórico-sociales, elementos que forman parte de la manera particular como cada grupo humano piensa su mundo, lo conoce y los transforma. Como sucede con todos los aspectos de la cultura de un pueblo, la cosmovisión está sujeta a la dinámica de supervivencia de tradiciones antiguas, reapropiaciones de elementos culturales externos, reelaboraciones simbólicas y transformaciones, fenómenos que son el resultado de los mismos cambios socio-culturales de las colectividades humanas. El sistema de representaciones colectivas de las comunidades de Pastos y Quillacingas, hoy, muestra una conjugación de elementos cosmogónicos de tradición andina y formas religiosas Católicas de tradición Hispana. Estos dos factores hoy estructuran un sistema de pensamiento a través del cual los pueblos del Sur de Colombia conocen y transforman su propio mundo.

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Se penetra así en una descripción acerca del arte y la cultura precolombina en Nariño, representado ante todo por la cultura Pasto y de los Quillacingas de quienes han quedado vestigios representativos, en las expresiones fiesteras de estas sociedades primigenias del sur y en las leyendas que han llegado hasta nosotros de generación en generación y que hacen parte de la memoria colectiva.

6.2. Síntesis Básica De Cultura Y Arte Del Sur Los pastos eran la tribu más numerosa en la zona interandina de Nariño y la más organizada e industriosa. Tenían mercados y comercio organizado que ellos pagaban con oro y mantas, pues cultivaban y trabajaban con esmero el algodón. En 1558 según la visita del oidor de la Real Audiencia de Quito, García de Valverde, los pueblos de los Pasto tenían en promedio 488 familias. De su lengua se sabe muy poco, con excepción de los nombres de lugares y personas. Al llegar los españoles su población se calcula en 23.000 personas. Para la cultura de los pastos enfocándonos hacia el punto de la explotación y la producción de sus tierras, su cosmovisión con respecto a la tierra, es que el mundo es el centro entre el cielo y el infierno, y su productividad depende de la armonía de lo que simboliza uno y otro. Se tiene en cuenta también la reciprocidad del hombre y las manifestaciones religiosas de las fiestas agrarias. Como en todas las sociedades agrarias para los pastos, la tierra es la madre, de ella proviene el sustento material espiritual de los hombres, la tierra produce las frutas de las que vive la comunidad. Los pastos mantiene en su cultura “dichos”, que implican para ellos un mensaje en cuanto a la madre tierra, “para dar recibir”, “perder para ganar”, para ellos son ofrendas básicas de la agricultura y la producción. La producción agraria estaba implantada desde pasado tiempo, del cual fueron sacados por primera vez productos como tubérculos y maíz, pero también podemos nombrar algunos productos autóctonos o apropiados para

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el clima de la zona, cebolla, frijol, calabaza, cal, repollo, yuca, plátano, y una gran variedad de frutas. Empezando por la lítica, los Pastos fueron de los más destacados por la decoración con pintura positiva rojo sobre crema, decorados geométricos, antropomorfos y zoomorfos. Son frecuentes los cuencos, las copas de base anular, ollas lenticulares, vasijas sin cuello, ocarinas y ánforas. La presencia de estos complejos cerámicos en territorio Quillacinga plantea varios interrogantes. Se piensa son las relaciones comerciales y culturales las que explican este fenómeno. No olvidemos que existen algunas semejanzas en el diseño y las técnicas de manufactura que van más allá del área quillacinga. La nación Quillacinga alcanzó la etapa cultural conocida como Formativo Medio en la cual se tiene un amplio conocimiento de la agricultura, un estructurado sistema de cosmovisión, se ejecutan otologías fúnebres, se aumenta el culto de los animales como el Mono en este caso, se instauran prácticas religioso-mágicas corno la antropofagia, costumbre que entre los quillacingas fue observada por varios cronistas, los que a su vez los diferenciaban por esta costumbre de Los Pastos, que según ellos, "no comían carne humana". Además los quillacingas conocían los prodigios de la Alfarería y el Telar, de la metalurgia y el trabajo en piedra tanto a nivel de arte rupestre como de escultórica. Se vestían con "maures" y mantas de algodón abiertas a los lados (según Cieza), tanto hombres como mujeres utilizaban "faldellines" o faldas y encima las mantas mencionadas, tal como aún hoy lo utilizan grupos indígenas vecinos como los Sibundoyes y Guambíanos. Marianne Cárdale de Scrimpf menciona claramente que el único textil liso encontrado en Nariño, pertenece al Valle de Pasto y que su sistema de unir conjuntos de urdimbres, lo hace diferente a los tejidos encontrados en territorio de Los Pastos. Por otro lado practicaban la caza y la pesca. En sus cacerías utilizaban, macanas, lanzas, arcos y dardos con las puntas quemadas en Ijas que seguramente se untaba veneno. Esta práctica se ve representada en algunas cerámicas y probablemente es el motivo de unas de sus pinturas rupestres que describiremos oportunamente.

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La orfebrería Quillacinga tiene rasgos similares a la orfebrería de los pastos. Las técnicas utilizadas no cambiaron sustancialmente: cera perdida, repujado y martillado. Las formas más comunes son los colgantes de orejera, narigueras, brazaletes y alambres a los cuales se les daba formas diversas. Entre los Quillacingas el trabajo en piedra tuvo gran importancia según se deduce de la amplia difusión del arte rupestre y de la fabricación de monolitos. Estos se encuentran distribuidos regularmente en todo el territorio y de manera especial en los municipios de Pasto y Buesaco. Las tallas en general son relativamente pequeñas. En el caso de Tajumbina el promedio fue de 41. cm. de alto por 22 de ancho. Muy pocas excedían los 50 cm exceptuando una que pasaba de un metro (1.08 m), solamente dos llegaban a 72 cm. De éstas una es bastante rústica, con un diseño elemental de la cara y los brazos; la otra, por el contrario, se distingue por su factura ya que en ella aparecen en forma definida la cara, los hombros y el sexo masculino. Por lo general los monolitos carecen de hombros, la cabeza se une directamente al tronco. La cerámica alcanzó un notable desarrollo técnico a pesar de que no conocieron el torno. Fabricaron cerámica utilitaria para las necesidades diarias y para sus rituales. La primera es burda en su técnica de fabricación y en su acabado. Las formas predominantes son las ollas de boca ancha o estrecha, cuencos, copas y cazuelas. La segunda se distingue por su fina textura, su brillo, la representación de figuras zoomorfas, antropomorfas, diseños geométricos y la utilización de colores negro, crema y rojo. La cerámica capulí se caracteriza por la decoración con pintura negativa negro sobre rojo. Las formas principales son copas con base de pedestal o “cargadores” y vasijas antropomorfas. La cerámica piartal se distingue por la utilización de pintura positiva y negativa de tres colores básicos: rojo, negro y crema, las formas comunes son los cuencos, copas de base anular, botijuelas y botellones. Los Pastos y los Quillacingas cumplen tres aspectos esenciales que merecen destacarse desde el punto de vista económico: el desarrollo agrícola, la división social del trabajo y el comercio.

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Eran agricultores avanzados. Dada la técnica empleada y los distintos pisos térmicos que ocuparon, la producción fue abundante y variada. Cultivaron con gran éxito maíz, papas, fríjol, yuca, camote, arracacha, oca, zapallo, maní, algodón, piña, aguacate, etc. y plantas medicinales. La fácil adaptación de los productos agrícolas europeos como cebada, trigo y hortalizas obedeció no sólo a la calidad de los suelos sino a dos circunstancias favorables: el conocimiento que sobre la materia tenían los nativos y la adecuación previa de los terrenos que habían sido utilizados en cultivos propios de la tierra antes de la llegada del conquistador español. En la época precolombina la producción agrícola fue importante por la diversidad de cultivos y por su volumen, de otra manera hubiese sido imposible sustentar una población numerosa, como fue la Quillacinga. Su dieta alimenticia la complementaban con la caza de venados, conejos, perdices, palomas, tórtolas, faisanes y pavas. Gracias al desarrollo de la agricultura fue posible la aparición de especialistas al menos en tres oficios básicos: lítica, alfarería y orfebrería. Es un hecho significativo que hubiesen alcanzado esta etapa pues, como se sabe, la división social del trabajo constituye un hito a partir del cual se aceleran los procesos de cambio en todos los niveles: tecnológico, social y cultural. Los Pastos y Quillacingas se caracterizan por la amplia difusión petroglifos y pictógrafos que demuestran su alto grado de espiritualidad. Aunque no se han encontrado verdaderos templos para rituales de tipo religioso, los quillacingas habían desarrollado un sistema de creencias fincadas en otro mundo al que se llega después de la muerte. Las tumbas en las cuales enterraban a sus muertos variaban en profundidad estructura y riqueza del ajuar, según la categoría del difunto. La profundidad iba de uno a ocho metros. En el cementerio encontrado en Maridiaz se excavaron 104 tumbas con un promedio que oscilaba entre 4 y 6 metros. La forma general es de pozo directo o con una o varias cámaras laterales en donde se colocaban los despojos mortales y las ofrendas. Estas consistían en cerámica, orfebrería, cuentas de collar fabricadas en distintos materiales, conchas y caracoles de mar, alimentos, etc. El sol y la luna debieron jugar un papel importante en su cosmología, lo mismo que algunos animales considerados sagrados por tenerse como antecesores del grupo. Entre ellos pueden mencionarse el mono, el venado, la

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rana y la lagartija cuyas figuras aparecen representadas con frecuencia en el arte rupestre, la orfebrería y la alfarería. Los hombres utilizaban maures para cubrir el sexo y manta de algodón ancha y abierta a los lados. Las mujeres usaban una manta pequeña y, sobre ella, otra para cubrir la espalda y el pecho. Cultivaron en abundancia cabuya con la cual, posiblemente, no sólo desarrollaron cordelería sino también tejidos que pudieron tener usos múltiples, entre ellos la confección de prendas de vestir. No se han encontrado grandes ni sólidas construcciones que sirvieran de albergue, defensa o rituales. Vivieron en bohíos de bareheque que dada su fragilidad, la arqueología no ha podido reconstruir con exactitud. Las unidades habitacionales estaban dispersas. Los Quillacingas practicaron la agricultura en forma organizada, ya que pudieron sostener una población muy numerosa, también son reconocidos por los trabajos en cerámica, piedra, alfarería, orfebrería y manufacturas. Por lo tanto se catalogan como Agro-Alfareros. La densidad de la población está íntimamente relacionada con el adelanto tecnológico y económico. En este caso, el desarrollo agrícola y la división social del trabajo les permitió sustentar un elevado índice demográfico, si se tiene en cuenta que los tributarios contabilizados eran tan sólo los indios jefes de familia y se excluían caciques, ancianos mayores de sesenta años, mujeres y niños menores de catorce. La estructura social corresponde a las formas económicas dominantes. No existía propiedad privada sobre los medios de producción; en consecuencia no había clases sociales muy demarcadas. Sin embargo, la generación de un plusproducto logrado por la eficiencia de la agricultura, determinaba una creciente diferenciación social. Esta se advierte en las crónicas de los conquistadores y en la información arqueológica. Tanto en la cerámica como en la lítica se observan personajes con tocados y cráneos deformados intencionalmente con fines de distinción. La calidad de las tumbas y de las ofrendas funerarias variaba de acuerdo a la importancia del personaje, lo que demuestra la existencia de jerarquías y rangos escalonados en la sociedad. El cacicazgo o señorío, como también suele denominarse, constituía una vía intermedia entre la tribu y la sociedad estatal. Ya que no se encontró un núcleo establecido de población con obras arquitectónicas importantes como depósitos, templos, mercados, etc., no se

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conocen con precisión las formas de acceder al poder, ya sea por orden personal o herencia, lo nos induce a suponer que la forma de cacicazgo aquí imperante estaba en proceso de formación y consolidación. Es probable que cada poblado estuviese dirigido por un cacique, con prerrogativas especiales y que un grupo minoritario compuesto por shamanes o jefes religiosos y guerreros distinguidos compartiesen con él algunos privilegios. No se ha determinado la existencia de un poblado que ejerza liderazgo político y económico sobre los demás, ni que hubiese una federación de tribus.

6.3 La Cultura Musical En El Sur

6.3.1. Aproximaciones. Con base en los estudios arqueológicos se deduce que estas sociedades sur colombianas, como todas las de los Andes centrales, incluidos Bolivia, Perú, el norte del Ecuador, han concebido, desde épocas prehispánicas, al mundo, a la naturaleza y al cosmos como la unión de fuerzas opuestas que a su vez son complementarias. Esta es una cosmogonía que se incrusto en sus expresiones artísticas y que hace parte de su especial forma de hacer música y danzar. Cabe anotar eso si, de acuerdo a la opinión del gran estudioso del tema el mexicano Julio Estrada69, que la música de las grandes civilizaciones preeuropeas suramericanas quedará para siempre oculta entre las incógnitas del pasado. El cómo sonaría pertenece a una de las interrogantes permanentes de una pérdida que sólo permite evocar, no recobrar. Por eso, el autor plantea unas hipótesis al respecto. Imaginemos—escribe-- una música monumental, en la cual el sonido debió de haber sido altamente eficaz para comunicar a grandes grupos humanos o a vastos espacios entre sí. Imaginemos la música como un elemento más al lado de las edificaciones religiosas, guerreras o palaciegas. Imaginemos la música religiosa, destinada a las fuerzas que provienen del cosmos, que exigía la muerte del músico cuyo error desordenara al Universo. Imaginemos aquella realidad fincada en las fuerzas de la tierra y en la mitología para poder entenderla en su dimensión más que en la propia. Al intentar la búsqueda de aquellas raíces y tradiciones, es indispensable preguntarse ¿Cuánto falta por imaginar? ¿Cuánto más por alcanzar a conocer con rigor? Además de estimular toda investigación científica del campo, queda todavía la posibilidad, de imaginar, al encauzar la fantasía hacia una aventura formidable, donde aquel 69

ESTRADA, Julio. “La Música de México”. Ediciones UNAM, 2000

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universo fuese capaz de despertar una evocación nueva de los cauces ignorados del pasado. Estrada advierte que el evocar lo imaginado de los pueblos de América, hoy modernos, pero también con ello, parcialmente cortados de sus raíces más antiguas. Por otra parte hay que destacar que los usos musicales en las culturas originales de América tienden a su extinción casi total a partir de la Conquista. Además de la destrucción inspirada en una lucha religiosa, que llega a abolir las prácticas de la cultura indígena, la entonces reciente independencia española de la dominación árabe, se opone a esta última a través de la eliminación de todo vestigio oriental para afirmar, de modo inquisitorial, la fe y la cultura católica. Por lo tanto, la búsqueda de los elementos originales en la música de origen prehispánico, como la de las culturas que existieron en el hoy departamento de Nariño, es una cuestión que para una mayoría carece de propósito; con base en el principio de que las grandes culturas fueron destruidas, aquellas que sobreviven se encuentran, ya contaminadas por las sonoridades modernas, o bien su música carece de importancia para toda etnomusicología avanzada. En oposición a ello, se plantea que a pesar de la obvia invasión cultural y de la sencillez de las músicas de los pueblos más apartados en el Continente, siempre será posible la elaboración de hipótesis reconstructivas, dirigidas a recuperar la pérdida de la invención metafísica que es toda música, que hacen parte de la metodología de las hipótesis interpretativas para el caso de la escasez y limitación de fuentes de información.

6.3.2 Un Apunte Sobre La Música Del Pasado En Nariño. Preocupados nuestros historiadores en narrar sobre guerras y política, sobre todo cuando se trata del sur de Colombia, despreciaron muchos otros aspectos. Fueron pocos los que se preocuparon por conservar los escasos objetos, documentos, piezas y demás fuentes que nos pudieran acercar a la cultura de los antepasados de estas tierras australes, sobre todo en lo que se refiere a la música. Incluso hoy son escasos los estudios sobre el tema y sigue siendo muy difícil hallar documentos y fuentes que permitan reconstruir nuestro pasado cultural en lo musical cada generación ha preferido olvidar o despreciar lo que las anteriores hicieron.

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Como ya se ha dicho con la música es más grave el problema que alude a todo el pasado cultural de Nariño. Vagamente sabemos que la hubo, pero no sabemos como fue. Apenas si podemos suponerlo, como lo hace Estrada. Por ejemplo el cronista Pedro Cieza de León, muy atento en describir defectos y miserias de los aborígenes, nada dice de la música de Pastos, Quillacingas, Tumacos, Abades y demás antepasados sureños70. Hoy se sabe que tenían industrias de cerámicas y tejidos, y algo de orfebrería; practicaban el intercambio comercial; tenían una organización social y militar y una religión que el cronista consideró diabólica. Sin embargo los arqueólogos han encontrado instrumentos de música como las ocarinas de caracol y es posible que usaran pingullos de tres huecos. Pero con ello todavía sigue siendo difícil aproximarse a su realidad musical. Como se ha mencionado, el descubrimiento de los objetos heredados por la historia en nuestro departamento, especialmente la cerámica, ha hecho posible el estudio de los seres del pasado hoy sobrevivientes. Y sin embargo, distamos mucho de conocer en su totalidad lo que puede significar para las culturas indígenas su propio universo, debido a su parcial extinción, a la conservación secreta de lo sagrado y a las confusas interpretaciones que hemos tenido y podamos tener del pasado americano. Aun así, se puede mostrar la originalidad musical de nuestros antepasados, cuya inventiva característica se refleja en la ingeniosidad instrumental del periodo prehispánico, en la concepción de sus monodías y de su ritmo, en la integración de la música a una dimensión más vasta, donde el creador artístico alterna su contacto con lo cotidiano y lo sagrado. Claro está que, como analiza Estrada71, el problema clásico de la organología y la musicología de todas las épocas, detrás de un instrumento cuyos músicos y cuya música desaparecieron, es que se tiende a intentar acertar con una tradición musical ignorada a través del potencial musical mismo que el objeto presenta en sus recursos: nuestras relaciones con aquellos objetos tienden a averiguar cómo ejecutarlo, en qué principios se sustenta, cómo sería la música, cómo sería para el otro, cómo indagarlo a través de aquel instrumento o, bien, de qué manera orientar nuestra percepción musical y auditiva. Por los instrumentales encontrados y en los investigados por los expertos, podemos saber que existía una música no solamente monódica, como la que ha podido preservarse hasta hoy, sino heterofónica; sin embargo, no contamos con suficientes evidencias sobre la 70 71

CIEZA DE LEÓN, Pedro. “La Crónica del Perú”. Editorial Espasa-Calpe, Madrid, 1962 ESTRADA, Julio. Ob. Cit.

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organización musical que permitan describir las relaciones tiempo-espacio y la combinatoria sonora. En todo caso los proyectos de recuperación o de simple contacto con el universo musical precolombino nos colocan frente a una música que, por sus vestigios o por sus manifestaciones preservadas hasta hoy, muestra una originalidad que no puede asociarse con la de otras culturas. Esa música ha sido el producto de la relación cotidiana del hombre a lo largo de miles de años con un entorno también único, y por ello generador de una subjetividad que aquí es distinta a la de otros sitios. Aun hoy, concluye Estrada, la audición de los instrumentales precolombinos o la de una música original como la de las comunidades indígenas que han podido conservar sus tradiciones a lo largo del Continente, es una experiencia particular para la percepción. En principio, escucharemos según lo que nuestro propio oído ha aprendido y quizá, si no acaso con toda seguridad, dejaremos a un lado aspectos centrales para la audición de lo otro. Nuestras versiones de aquello, a través de la descripción verbal, del intento de ejecución, de la imitación de la música, o de su transcripción tenderán a ser inexactas. Será necesario escuchar de forma distinta: con oídos acústicos y no con oídos culturizados, con una percepción que aspire a ser independiente de nuestra estética, para ser más eficientes y capaces de conducir a conciencia el proceso de comprensión auditiva. Lo dicho se repitió con los períodos de la conquista y la colonia española en Nariño. No se hallan nombres de músicos destacados y menos de sus obras, pero, necesariamente los hubo. Es claro pensar que los primeros pobladores españoles, igual que en otros lugares de América, trajeron al sur de Colombia su música. Esta ya era muy variada y rica en los siglos XV y XVI. El caso es que la música entre los antepasados de los actuales nariñenses reflejaba su modo de ser, de sentir, de pensar, de esa cosmogonía especial y diferente. Quizás por eso, por allá en 1871, en una visita que hacía al Ecuador el alemán Joseph Kolberg, decía al respecto que “Los indígenas poseen su peculiar manera de cantar, es una repetida recitación que desliza en forma monótona, entre tres o cuatro acordes en escala menor, acompañada siempre de guitarras o arpas, naturalmente, sin armonía alguna… en lo demás es muy acostumbrado un pequeño rondador…72 72

KOLBERG, Joseph. “Quito a través de los siglos”. Crónicas, p. 179

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Pero el alemán no podía explicar que en las sociedades indígenas de Ecuador, Bolivia, Perú y del sur de Colombia, como se ha planteado, se concebía al mundo, a la naturaleza y al cosmos como la unión de fuerzas opuestas que a su vez son complementarias. Fue así que este concepto se materializó en la música con el uso de instrumentos machos y hembras; en el sonido dulce de la flauta de Pan, que acompañó al agudo y disonante sonido de las ocarinas; en el potente silbido de las trompetas frente al profundo sonido de los caracoles. También en la danza, donde el tintineo de los sonajeros metálicos, atados a los tobillos, marcaron el compás en las diferentes ceremonias y rituales de lluvia y sequía, frío y calor, siembra y cosecha; todo con significados duales. Los instrumentos de viento y en especial las flautas de Pan ocuparon un lugar destacado en el ritual; su uso recaía en las personas de más edad y con amplios conocimientos musicales, por lo que su sonido se asociaba con jerarquía. En Nariño y Carchi son comunes las figuras arqueológicas elaboradas en arcilla con la representación de personas importantes sentadas sobre bancos interpretando este instrumento. Como explican los estudiosos del tema, la flauta de Pan es por naturaleza un instrumento dual pues su armonía e integridad musical depende de la unión de dos flautas; cada una es la mitad complementaria de la otra. Para su interpretación es necesaria la presencia simultánea de dos músicos quienes de común acuerdo alternan las notas en la producción de melodías. Los orfebres de Nariño y Carchi materializaron el concepto de dualidad, mediante la elaboración de flautas de Pan en oro y en plata, metales asociados a la dualidad masculina y femenina, al sol y a la luna. Los estudios antropológicos, sobre todo los de Gerardo ReichelDolmatoff73, en Colombia, señalan que en los rituales y ceremonias, chamanes y sacerdotes transforman su cuerpo con máscaras, pintura corporal y el uso de adornos resplandecientes. Se dice así que bajo el efecto de sustancias psicotrópicas entonaron cantos, gritos y susurros, para convocar a los espíritus alrededor del ritual. La voz y el canto, copiados de los animales y de las fuerzas de la naturaleza, permitieron al chamán entrar en trance y de esta forma comunicarse con los espíritus.

73

REICHEL- DOLMATOFF, Gerardo. “Estudios antropológicos”. Colcultura, Bogotá, Colombia, 1977

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Con el canto recrearon el mito que perpetúa el orden ancestral, legitima el poder y consolida el sentimiento de pertenencia. La representación de hombres con la boca abierta, modelados en arcilla, sugiere el poder y la importancia del canto en estas sociedades. Ahondando en el tema de los instrumentos de música indígena el Padre Juan Velasco en 1789 describe el uso de “una especie de órgano” o zampoñas, taquis o tamboras de pieles templadas con sonajas y cascabeles, pingullos, flautas de madera, caña, hueso y metal, diversas trompas hechas de caracoles marinos. Además menciona el uso del Cuybi, silbador simple de cinco voces; el Tinya, especie de guitarra; el Huayllaco, un flautín; el Ihuancari, tamborcillo de baile; y la Quipa, una trompeta.74 Claro está que se debe aclarar que en el antiguo departamento de Nariño, como en todos Los Andes y en Mesoamérica, no se conocía ningún instrumento de cuerda. Estos fueron introducidos en le época colonial y favorecieron el desarrollo de formas rítmicas y melódicas. Es así como el charango, que es una guitarra pequeña, nace en el continente suramericano como una derivación de la vihuela española. La caja del charnego se hacía de la concha o caparazón del armadillo. En la actualidad los grupos folclóricos utilizan los instrumentos típicos de los ancestros indígenas, que varían de nombre. La Flauta de pan se conoce como zampoña, rondador, capador, tarka y sikuris, y es de diversos tamaños. La flauta de caña se denomina Kena. Los mohoseños o moseños son flautas de caña hueca, embocadura y pitillo. El pinkillo o pinquillo, de unos 45 centímetros, tiene tres agujeros y se toca con una sola mano. La otra mano se utiliza para llevar el ritmo con el wankara, un tambor.

6.4 Arte Entre Pastos Y Quillacingas

6.4.1 Un Contexto. El arqueólogo mexicano José Corona Nuñez escribió este texto que resume lo que pudo ser la cultura precolombina en el sur de Colombia, sobre todo entre Pastos y Quillacingas: “ El hombre prehispánico sentía en el viento la presencia de Dios. Pero no concibió su palabra sino hasta

DE VELASCO, Juan. “Historia del Reino de Quito”. Puebla, México, Editorial J. M. Cajica Jr., 1961, p. 395 74

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que el viento salió a través de un caracol marino. Entonces fue cuando el caracol se convirtió en el instrumento de la palabra divina. 75” En las altiplanicies andinas y los valles del departamento de Nariño y el norte del Ecuador habitaron desde el año 400 hasta el 1600 d.C. sociedades de agricultores, pastores y mercaderes. Al llegar los conquistadores europeos, en 1550, en este territorio vivían los indígenas Pastos, Quillacingas, Abades y Sindaguas, entre otros. Los descendientes de estas comunidades permanecen aún y mantienen algunas de sus costumbres y tradiciones. Ajuares funerarios diversos y elaborados, hallados en tumbas del norte y centro de Nariño, permiten suponer que en este territorio existieron sociedades con jerarquías desde por lo menos el siglo IV d.C. Para elaborar estos adornos se cortaron láminas de cobre y se cubrieron con hojillas de oro que se calentaron al fuego hasta fundirse. El dorado por fusión fue una técnica metalúrgica utilizada en Ecuador y Perú desde el primer siglo de nuestra era, y es uno de múltiples indicios que vinculan a la arqueología de Nariño con la de los Andes Centrales. Sin embargo, como se ha expuesto, en cuanto a la música vagamente se sabemos que la hubo, pero no sabemos como fue. Apenas si podemos suponerlo. A partir del hallazgo de instrumentos de música como las ocarinas de caracol y pingullos, se puede suponer lo demás. Cabe anotar sobre este tema lo que afirma el musicólogo Luis Antonio Escobar cuando dice: “El caso excepcional es el de la región que comprende el sur de Colombia y el norte de Ecuador. Allí existieron varias culturas precolombinas que se distinguieron por el inmenso amor por el caracol como instrumento y como forma expresiva. Los Pasto, Nariño o Quillacinga y los Mallamúes debieron recibir influencias recíprocas con las que, poco a poco, sincretizaron determinados tipos de caracoles verdaderamente hermosos. (…)El caracol, como el laúd del medioevo y del renacimiento en Europa, encarna el espíritu y la materia, la música y la forma, y resume las actitudes nobles de muchas generaciones.76 “ En los altiplanos del sur de Colombia y el norte del Ecuador, una sociedad de cacicazgos intercambió productos y bienes exóticos con el litoral Pacífico y Citado por Escobar Luis A. “La Música precolombina en Colombia”. Historia de Colombia. Editorial Salvat, Tomo II, Bogotá, 1988, p. 226 76 Ídem, p.227-28 75

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las selvas del Putumayo. Poco se conoce acerca de su organización social, pero el hallazgo de dos tipos de ajuares funerarios con suntuosos emblemas de poder sugiere que coexistían dos grupos de señores principales. Objetos de orfebrería y cerámica con diseños figurativos y esquemáticos, donde las representaciones humanas son estáticas y las de animales como monos y aves tienen movimiento, fueron usados por uno de los grupos de señores. Grandes adornos con diseños geométricos, bastones labrados en palma de chonta y otros objetos suntuarios como espejos de pirita y collares de caracoles marinos del género Spondylus, traídos de las costas ecuatoriales, formaron parte del atuendo del otro grupo de señores principales. Las hojas de coca tostadas y mezcladas con cal de conchas molidas eran usadas con fines rituales. Las figuras de personajes sentados que mastican coca, y los pequeños poporos de piedras exóticas, sugieren la importancia de esta planta sagrada. Discos decorados con motivos geométricos de colores y texturas contrastantes producían efectos visuales e hipnóticos cuando en las ceremonias se les hacía girar suspendidos de un cordel. En la época de la Conquista, la región andina del sur de Nariño y el norte del Ecuador estaba habitada por los Pastos, quienes vivían en aldeas densamente pobladas ubicadas en las cimas de los cerros. Los quillacingas, por otra parte, ocupaban el centro y el norte de Nariño en viviendas dispersas en las laderas o en lugares planos. Ambos grupos intercambiaron productos y materias primas de diversos pisos térmicos. En la cerámica de los Quillacingas predominan los diseños geométricos y en sus vasijas se resalta la figura humana. Sobre el cráneo de los muertos depositaron pectorales ovalados, a manera de ofrenda. La cerámica utilitaria de los pastos ilustra su vida cotidiana: son frecuentes las escenas de pesca, caza y pastoreo. La gente del común usó narigueras sencillas de metal. Los Pastos, al igual que sus antecesores y muchas otras sociedades andinas de Ecuador, Perú y Bolivia, tuvieron una estructura social y de pensamiento de carácter dual. Para comunicarla de forma simbólica emplearon los opuestos complementarios de la naturaleza y el cosmos: lo masculino y lo

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femenino, el sol y la luna, arriba y abajo, noche y día, frío y calor. Era una aplicación de la lucha y unidad de contrarios. En ese contexto, los materiales y las características físicas de los objetos, como el color, la forma y la textura, expresaron oposiciones duales: oro-plata, oro-cobre; rojo-habano; lleno-vacío; mate-brillante. En las flautas de Pan y los cascabeles, las formas y aleaciones fueron cuidadosamente controladas para afinar la sonoridad. Instrumentos musicales en forma de caracol ululaban en el aire al hacerlos girar en el extremo de una cuerda. Los Quillacingas fueron los primeros pobladores del valle de Atriz y habitaban la zona a la llegada de los españoles en 1535, y actualmente existen diversas teorías sobre su origen y antigüedad. Afirma la investigadora María Clemencia Ramírez de Jara que en la visita de Tomás López (1558), se establece claramente el territorio quillacinga: distingue la Provincia de los Quillacingas interandinos, dividiéndolos en los siguientes grupos: los Quillacingas camino de Quito, los Quillacingas camino a Popayán, los Quillacingas del valle de Pasto y los Quillacingas del camino a Almaguer. Por otro lado, diferencia la Provincia de los Quillacingas de la Montaña. Los Quillacingas interandinos habitaban el nororiente de Nariño, hacia la banda derecha del río Guáitara, el valle de Atriz, el valle del río Juanambú y las partes altas y medias del río Mayo, constituyendo éste el límite norte de su territorio. Los Quillacingas de la Montaña, se encontraban alrededor de La Cocha, en el valle de Sibundoy y en el cerro de Patascoy. En todo caso, en la región central del actual departamento de Nariño, en la época precolombina, moraban los Quillacingas que, junto con los Pastos, ubicados al sur, constituían las culturas más avanzadas de la zona andina Nariñense. Un buen número de investigadores acepta la hipótesis que la lengua Kamsá, que se habla todavía en el valle de Sibundoy, sería posiblemente, una supervivencia del antiguo idioma de los Quillacingas. También hay quienes consideran a los Sibundoy como entidad independiente de los Quillacingas

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La localización de los Quillacingas puede definirse de la siguiente manera: su epicentro fue el valle de Atriz, en el sitio que hoy se levanta la ciudad de Pasto y su constelación de pequeños pueblos que rodean el Valle. Su límite por el sur llegaba hasta la confluencia del río Bobo y el Guáitara; por el Norte, hasta los pueblos de San Pablo y La Cruz (Mamendoy); por el Oriente hasta la cordillera de Portachuelo y por el Occidente hasta el río Guáitara. El área de asentamiento Quillacinga se caracteriza por la amplia difusión petroglifos y pictógrafos que demuestran su alto grado de espiritualidad. Aunque no se han encontrado verdaderos templos para rituales de tipo religioso, los Quillacingas habían desarrollado un sistema de creencias fincadas en otro mundo al que se llega después de la muerte. Las tumbas en las cuales enterraban a sus muertos variaban en profundidad estructura y riqueza del ajuar, según la categoría del difunto. La forma general es de pozo directo o con una o varias cámaras laterales en donde se colocaban los despojos mortales y las ofrendas. Estas consistían en cerámica, orfebrería, cuentas de collar fabricadas en distintos materiales, conchas y caracoles de mar, alimentos, etc. El sol y la luna debieron jugar un papel importante en su cosmología, lo mismo que algunos animales considerados sagrados por tenerse como antecesores del grupo. Entre ellos pueden mencionarse el mono, el venado, la rana y la lagartija cuyas figuras aparecen representadas con frecuencia en el arte rupestre, la orfebrería y la alfarería. La orfebrería Quillacinga tiene rasgos similares a la orfebrería de los Pastos. Las técnicas utilizadas no cambiaron sustancialmente: cera perdida, repujado y martillado. Las formas más comunes son los colgantes de orejera, narigueras, brazaletes y alambres a los cuales se les daba formas diversas. Las comunidades que hasta la mitad del Siglo XX eran identificadas con el etnónimo de Quillacingas, hoy ocupan parte de la zona centro y nororiental de los Andes del Departamento de Nariño, en los actuales Municipios de Pasto, Sandoná, la Florida, Tangua y la Cruz. En el actual Municipio de Pasto, se localizan pequeños poblados que hasta la mitad del Siglo XX, aproximadamente, constituyeron resguardos indígenas pertenecientes a la etnia Quillacinga y hoy forman parte de la organización político-administrativa del Municipio. Estas comunidades se encuentran en los actuales corregimientos de Catambuco, Gualmatán, El Encano, Mapachico,

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Genoy, La Laguna, Jongobito, Mocondino, Buesaquillo, Obonuco, Catambuco, y en los asentamientos del área suburbana de la ciudad de Pasto, conformando un pintoresco paisaje de pequeños pueblos que la circundan tales como Canchala, Jamondino, Anganoy, Pandiaco, Pejendino, Puerres y Tescual. Dentro de los topónimos así catalogados figuran nombres de pueblos hoy existentes tales como: Mocondino, Pejendino, Genoy, Obonuco, Jongovito, Catambuco, Jamondino, Pandiaco, Buesaquillo y Chachaguí. Existen además dos topónimos de origen Pasto: Gualmatán y Tescual. Los antroponímicos que hoy existen entre los habitantes de estos lugares corresponden en su mayor parte a antropónimos Quillacingas y en menor proporción a vocablos Pastos: Achicanoy, Mavisoy, Botina, Buesaquillo, Criollo, Montanchez, Naspirán, Pinza, Insandará, Timarán, Tulcán, Jojoa, Josa, Yamá, Chachinoy, Cuchala, Chaucanés, Jobsoy, Pejendino, Pistala, Matabanchoy, entre otros. En este punto cabe hacer una afirmación relevante, tomada de un libro oficial Quiteño: “las expresiones artísticas logradas en siglos por los pueblos precolombinos—en este caso, las expresiones musicales—no podían ser siquiera apreciadas por la ralea europea, ávida de oro y riqueza. Por eso, a oídos de los colonizadores, la música indígena sonaba—como se desprende de los testimonios de cronistas e historiadores—como música infernal, fúnebre, lúgubre, etc.77 “ Sin embargo se debe recalcar otro aspecto. El mestizaje cultural, como el racial, empezó con los primeros contactos con los españoles, sin que sea fácil detallarlo. En ese proceso que fue ayudado por la religión católica se borraron las huellas de la cultura de todos nuestros antepasados, cobre todo en lo que respecta a su lengua y la música. Poco a poco lo que fue quedando fue una mixtura de música española, indígena y africana. El pasado se borró y solo puede adivinarse o suponerse mediante hipótesis generalizadoras.

6.4.2

El Arte De Los Pastos. A partir de los hallazgos ocasionados de

“guaqueros” y de algunas excavaciones arqueológicas, realizados en Miraflores, Ipiales, Pupiales, San Luis, La Victoria, Potosí, Sapuyes, Túquerres y Pilcuán, se ha logrado estudiar la producción cerámica de los Pastos. La más antigua que se conoce corresponde a una tumba de Miraflores (municipio de Pupiales), la cual analizada por el método del sistema Carbono 14 data del año 860 d C. 77

Municipio de Quito. Canciones a Quito. Departamento de Desarrollo y Difusión Musical, Quito, 1993, p.1

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Hay que resaltar que ha sido en la República del Ecuador donde se ha estudiado con gran dedicación al territorio Pasto de la nación. Aplicando lo realizado allá se han hecho extensivas las conclusiones y las denominaciones aplicadas a la cerámica, sobre todo, según las denominaciones planteadas por los doctores Alice de Francisco y María Victoria de Uribe se habla cronológicamente de los estilos Capulí, Piartal, Tuza, aunque Uribe los denomina complejos. En tales condiciones se han identificado para la cultura Pasto del departamento de Nariño los complejos el Capulí, el Piartal y Tuza derivado del Piartal tardío, casi en la época de la llegada de los hispanos. En nuestro medio y en la época contemporánea, ha sido el maestro Oswaldo Granja el más connotado estudios del arte de los Pastos (tal vez, el único, sobre todo de su cerámica)78. Por lo tanto a él debe acudirse cuando se trata de analizar estos aspectos. Según el maestro Granda se debe analizar en la cerámica Pasto los siguientes aspectos: métodos de manufactura, el manejo de la decoración por aplicación, las formas y temas, y las tendencias de los estilos. Así afirma Granda que los Pastos practicaron diversos métodos de manufactura en sus vasijas. El modelado por presión o método directo que consiste en modelar directamente una vasija valiéndose únicamente de las manos y partiendo de la masa de arcilla blanda. También conocieron el método de Enrrollamiento, quizá el más practicado por ellos por cuanto esto les permitió lograr unas paredes finísimas en sus recipientes. Estas dos técnicas de elaboración se combinaron libremente, de allí que muchas de las vasijas demuestran haber sido elaboradas en varias partes que posteriormente se unieron, así a vasijas elaboradas por enrrollamiento se les sobreponía elementos modelados, (monos, ranas, figuras antropomórficas). Entre sus técnicas de decoración se destacan, la decoración mediante incisiones del período Capulí posiblemente que aparece en cerámica monócroma y generalmente sobre el exterior de las piezas, algunas veces parecen estas incisiones trazos caprichosos, pero en los que se observa una recreación estética; así ocurre por ejemplo en las rayas sucesivas hechas en los bordes de algunas copas, las cuales cumplen un oficio eminentemente estético. En otros casos si aparecen figuras bien definidas y sistemáticas como

78

GRANDA P., Oswaldo. “Cerámica Pasto”. En Pasto 450 años de Historia y Cultura. IADAP, Pasto 1988.

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rombos, círculos, círculos con círculos inscritos, grecas o guardas y semiespirales. Por aplicación se dieron las siguientes variantes: Pintura negativa. Este procedimiento se ha propuesto como el más antiguo. En este caso pintaban totalmente la pieza con un fondo monócromo, muchas veces se utiliza el del engobe o el del baño dado a la pieza; una vez fondeada procedían a elaborar los diseños o motivos con alguna substancia oclusiva, entre los Pastos existen indicios que llevan a pensar que utilizaron resinas de tipo vegetal parecidas al Mopa-Mopa que hoy se trabaja artesanalmente bajo la denominación de Barniz de Pasto. Una vez elaborados estos diseños con resina, se procedía a pintar nuevamente toda la pieza con color negro y se la sometía a cocción con lo que se disolvía la resina y se fijaba la pintura, quedando al descubierto en el lugar de la resina con la forma de los diseños requeridos el color del fondo. Las combinaciones más utilizadas en esta técnica decorativa fueron: Negro sobre fondo rojo, y negro sobre fondo café. Pintura negativa con sobrepintura. En este caso se trata de piezas que después de estar decoradas con pintura negativa, y después de la cocción, eran pintadas nuevamente con un color que cubría parcialmente la superficie; en el caso de las copas solamente se procedía a dar sobrepintura al borde y el interior, o se elaboraban diseños nuevos con lo que se lograba jugar con los diseños en negativo y los de la sobrepintura. El color rojo similar al del achiote es el más utilizado en esta técnica a veces como “refuerzo” del diseño negativo. Pintura seudonegativa. Esta técnica que bien podría llamarse positiva, trata de imitar el efecto logrado mediante Pintura negativa, para lo cual una vez el recipiente ha recibido el color del fondo, se elaboraron los diseños a partir de la silueta de los mismos, o sea que el segundo color se aplicaba con sumo cuidado, sin rellenar el espacio interior de las figuras, que como en el Negativo propiamente dicho, quedaban con el color del Fondo. Pintura positiva. Es este el procedimiento más difundido y no únicamente entre los Pastos sino en todos los pueblos precolombinos. Mediante él llegaron los ceramistas Pastos a desarrollar una gran creatividad. En este caso después de darle un baño total a la pieza o después de cubrirla de engobe, pintaban la superficie interna, externa o en su totalidad con un fondo unicolor, se procedía

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luego a pintar con color contrastante los diseños escogidos para tal efecto, estos diseños se pintaban directamente y a trazos contínuos para lo cual debieron utilizarse una especie de “pinceles” o finas espátulas que les permitieron una entera seguridad y libertad en el trazo. Los colores más frecuentes o típicos en la decoración con pintura positiva son: café-oscuro o negro sobre fondo crema y rojo-oscuro sobre el mismo fondo crema. Según Granda, en cuanto a las formas se distinguen los siguientes grupos: Vasijas de contorno sencillo. En este grupo se incluyen aquellas vasijas cuyo contorno se aproxima a la forma de las figuras geométricas simples y que corresponden a ollas globulares con o sin asas,, ollas semiglobulares, cuencos hemiésféricos, copas con base alta o baja, forma esta que es la más abundante en el área, ollas lenticulares de diferentes altura y diámetros, ollas trípodes y tetrápodes copas de boca amplia rectangular y de pie alto, jarrones de diversas alturas, vasijas “estilo mocasín”, vasijas que remedan la forma de los puros o calabazos, platos hondos, platos pandos, y por último los aryballos que alanzan entre los 80 y 90 centímetros de cuello alargado y base falsa y elíptica. Vasijas antropomorfas. Este tipo o forma de vasija es frecuente en toda el área Pasto y se presenta en dos modalidades. La primera en la que se observa que prevalece la forma de la vasija o recipiente sobre la cual por el método del modelado se dispusieron aditamentos antropomorfos, como brazos, piernas, nariz, o cabello. Son típicas entre los Pastos las ollas globulares sobre cuya panza o cuerpo se aumentaron brazos y piernas en forma de rollos delgados y la boca de la vasija hace a la vez de boca del personaje, en este caso las representaciones se llaman comunmente “Gritones”. Luego sigue una serie de vasos de tipo conocido como “gazofilaciones” que conservan la estructura de las figuraciones antropomorfas a que hicimos alusión antes y en los que se ha elaborado inicialmente una vasija globular o semiglobular y posteriormente se ha desarrollado otro glóbulo que viene a ser la cabeza de la representación y que se deja abierta en la parte superior, se elaboran sobre ella el tocado del cabello muy típico en toda la región nariñense, y con incisiones o pedazos de arcilla modelada se destacaron los rasgos de la cara. Además hay que incluir en este grupo aquellos vasos tubulares con características penianas y de posible uso ritual en cuya parte superior se modelaron levemente los rasgos de la cara y los brazos.

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La segunda modalidad son las vasijas antropomorfas compuestas por aquella serie de cerámicos en los que las figuras humanas se han dispuesto como soportes o pies de la misma vasija, a menudo se trata de copones de boca bastante amplia que están sostenidos por un grupo de figuras antropomorfas masculinas o femeninas de características muy realistas, en algunos casos ha sido la representación antropomorfa el motivo principal del cerámio y al cual se le adicionó sobre la cabeza un plato hemiesférico. Vasijas zoomorfas. Por lo general se tratan de vasijas modeladas globulares o lenticulares con aditamentos zoomórficos como monos, pájaros, o serpientes. Pero también aparecen vasijas elaboradas directamente con forma de algún animal; en la zona de Pupiales muy frecuente encontrar representaciones de “llamas” o “guanacos”. Instrumentos musicales y sellos. Quizá el tipo más común de instrumentos musicales haya sido precisamente, las “ocarinas” elaboradas en cerámica que conjuntamente con los caracoles o churos y pitos o silbatos diminutos se hallan en gran cantidad. Si bien las ocarinas en su apariencia externa son muy sencillas, al interior están revestidas de extrema complejidad en su elaboración pues, poseen un conducto serpentiforme que permite pasar el viento y produce un especial sonido. En cuanto a los sellos, en el Museo Alfonso Zambrano de Pasto se pueden observar sellos en forma de rodillos extraídos de algún sitio en el área Pasto. Pero además de esto allí mismo puede observarse una pieza antropomorfa sedente que lleva en la mano un sello rectangular con un diseño frecuente en los diseños de los tejidos (faldas o fajas) lo que nos certifica el uso de estas pintaderas o sellos en el estampado de sus vestidos. En referencia al diseño plano se distingue en primer término un sistema escritural. Dentro del terreno puramente plástico, una de las facetas más interesantes está ligada a un sistema o “codificación”, sobre todo en los diseños pintados se evidencia el uso constante y metódico de ciertas formas, en su mayoría estilizaciones geométricas en base de las cuales los Pastos ejecutaron su propia estructura o tipología estética, su propio estilo el cual se consuma en su última época, denominada Fase o Complejo Tuza caracterizada por la pintura positiva café sobre crema o rojo sobre crema. En la época en que impera este estilo se ve la omnipresencia de motivos que a primera vista parecen elaborados con molde o plantilla, y este fenómeno se produce en la

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producción de poblaciones lo suficientemente distantes como Cuasmal (Ecuador) y Cumbal o Pupiales en Nariño. La práctica del diseño plano o ejecución de diseños por el procedimiento de aplicación de pintura positiva o negativa, es uno de los aspectos más importantes en su arte y en su cultura, en tanto a través de ellos se ha podido conocer algo de sus costumbres ya que sus representaciones equivalen a documentos pictóricos de su etnohistoria. En los diseños Pasto Granja halla dos tendencias, una de carácter naturalista y otra de geometrización pura. En el estilo naturalista existe amplitud de temas que incluyen desde motivos de la fauna y motivos antropomorfos en los cuales se captaron escenas de la vida diaria. Pero aun cuando se traten de diseños con estilo naturalista tienen los rasgos más importantes de la figura, lo que nos demuestra la decidida vocación de los ceramistas Pasto por la simplificación de las formas. Es por ello que con rápidos y elementales trazos resuelven las características anatómicas de seres humanos o animales que repiten desde ahí infinitamente, pero que ha sido simplificado tan magistralmente que no permite en ningún caso confundir una representación con otra, no permite confundir un “pescador” con un “danzante” o un “guanaco” con una “garza” cada representación sigue guardando sus rasgos distintivos. Entre los motivos mas frecuentes tenemos “pescadores” en diferentes instancias, caminando, descansando; también aparecen personajes posiblemente “héroes” o personajes míticos como uno que lleva en su hombro una ave majestuosa que se asemeja al águila, también aparecen “Shamanes” y caciques, otra representación frecuente e importante que aparece pintada en los platos es aquella pareja de hermanos a manera de los “gemelos” representados en el arte maya. 79 En cuanto al estilo geométrico se infieren dos tendencias, una figurativa y otra de abstracción pura. La primera se presenta sobre todo cuando se representan personas o animales en los que se ha llegado a una simplificación de estilización tan importante en cuanto no se produce sino en esta área cultural. La segunda seguramente ligada a su estructuración cosmovisiva y que debió obedecer a determinado círculo simbólico y mágico como ya ha ocurrido en otras culturas. NIETO PLAZAS, Clemencia. “Orfebrería prehispánica del Altiplano Nariñense”. En Rev. Colombiana de Antropología, vol XVII Bogotá, 1977-78. 79

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En este estilo geométrico de tendencia Naturalista Granja anota que tiene muy amplia cobertura geográfica y aparece elaborado sobre fondo crema y en colores oscuros que van desde el café hasta el rojo, pasando por todas las tonalidades; al final se ven superficies y diseños pintados de magnífico acabado, sin defectos de golpes de fuego y de una textura brillante que parece haber recibido un bruñido especial, con alguna substancia resinosa o que bien puede ser el producto de su utilización en las pinturas como aglutinante y que después de la cocción producía dicha brillantez. Los motivos típicos son personajes masculinos con suntuosos atuendos y tocados de plumas, o con sombreros al estilo de los “guambianos” o de forma cónica, en estos personajes construidos en base a un rectángulo que hace de cabeza, otro que hace de tronco y unas piernas muy rectas y portan en las más de las veces una “lanzadera” o bastón en cuya parte anterior aparece un diseño que podría corresponder a la “estólica” o propulsor de dardos, por lo general está retratado de perfil y detrás del penacho pende casi siempre un sobrante de su vestido. En la segunda instancia del Estilo Geométrico o de abstraccionismogeométrico puro, se puso a prueba toda la sensibilidad de los artífices Pastos, se desarrolla en base de formas-estereotipos composiciones de gran valor rítmico y serialidad compleja. Es esta misma tipicidad la que permite ver cuan difundidos estaban los diseños, así por ejemplo el motivo escalona o el de “escuadra” se verá reaparecer más al norte sintomáticamente, en piezas de orfebrería del llamado Estilo “Cauca” y en la cerámica Quillasinga que conecta estos dos “países”. Los diseños estereotipos que sirvieron para toda la gama de muestras decorativas pasto son: el triángulo, el motivo “escuadra” (llamando motivo escuadra a aquel que se compone de dos rectángulos que conforman ángulo recto), la espiral, el círculo, el motivo escalona y la pirámide pequeña y escalonada, y las líneas triangulares opuestas con hipotenusa común. En las dos tendencias estilistas, la de tipo Naturalista y la Geométrica, existen elementos del conocimiento del diseño y su estética que hay que resaltar, son ellos el conocimiento de la simetría, del ritmo y de la serialidad, es decir de la repetición en una sola dirección de las figuras, del equilibrio por dirección y tamaño y hay que destacarlos diciendo que tenían un profundísimo conocimiento de estos elementos técnicos-teóricos que en ellos parten de un empirismo milenario, y hay que resaltarlos máxime cuando se cae en cuenta

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de que todos estos diseños fueron pintados en superficies cóncavas, en el interior de los platos y en otras superficies, de manera directa, es decir a pulso.

6.4.3 Arte Rupestre Quillacinga. Como se ha visto, los quillacingas llegaron a un grado de desarrollo notable del trabajo en piedra. Pero esta destacó ante todo en el arte rupestre y escultórico.

lítica se

La profusión de sus obras rupestres permite vislumbrar un destacado desarrollo artístico y cultural, en la época de la llegada de los españoles. Al respecto se anota que el arte rupestre sobre la piedra, antecede a la escultura lítica, en el caso de los quillacingas. Al respecto, siguiendo las deducciones de hechas por el maestro Oswaldo Granda80, se pueden destacar unas conclusiones interesantes acerca del desarrollo del arte rupestre. Las observaciones que hace Granda Paz, tiene en cuenta los análisis hechos sobre el pictógrafo de Briceño, el pictógrafo de Higuera y el Petroglifo de la Cocha. En síntesis le permiten afirmar que el arte rupestre de los quillacingas, era altamente significativo y representa el desarrollo espiritual de su cultura. Particularmente sobre cada uno de los estudios realizados el maestro Oswaldo Granda tiene unas versiones interesantes que se sintetizan en los siguientes párrafos.81. En el municipio de Pasto se ha reconocido obras rupestres, de las cuales cuatro son pictóricas o piedras pintadas, verdaderos murales precolombianos, sobre todo el PICTÓRAFO DE BRICEÑO o “PIEDRA DE LOS MONOS”. Al estar próximo al Pictógrafo del Higuerón, forma un centro ceremonial de gran interés para conocer el pensamiento mágico-religioso del mundo precolombino. Los grabados quillacingas fueron ejecutados en bajorrelieves y en huecorelieves, es decir que los diseños podían sobresalir de la superficie o estar sumergidos en ella, de acuerdo a la función que desempeñaban. En ambos casos se recurrió a los procedimientos de raspado, percusión o los dos a la vez.

80 81

GRANDA, Oswaldo., Ob..cit. Ibid.

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En las piedras pintadas o pictografías se percibe su avanzado conocimiento de las cualidades físico- químicas tanto de las tinturas como de las superficies pétreas, de allí que estos murales primigenios hayan podido conservarse. El Pictógrafo del Higuerón, conserva sus signos, la brillantez pura de color, tal como si no hubieran pasado más de cuatro centurias. Esa brillantez y vivacidad del color se logró con el uso de un aglutinante de origen animal o vegetal, quizá resinoso. En colores utilizados en estas pictografías se limitan al rojo y el amarillo, el color amarillo al parecer tenía predilección en esta zona y se convierte en una de sus peculiaridades. Las pinturas quillacingas obedecen a trazos directos sin silueteo, son muy exactos y de tendencia al linealismo. El Pictografo de Briceño, o “Piedra de los Monos” está ubicado a la altura del kilómetro 5 de la vía que conduce de Pasto a Genoy, se encuentra a mano izquierda del Higuerón. La pintura se aplicó sobre una roca que forma parte de una peña algo perpendicular y sobre cuya base existe una especie de abrigo rocoso, en donde se encuentran algunas piedras removidas por “huaqueros”. Según ellos, datan hallazgos en el área, de restos óseos pero de dimensiones pequeñas y de ollas no muy finas. En este pictógrafo o “piedra de los monos”, se reafirma el culto que los quillacingas rendían al mono. Aquí se presentan dos monos de cola entorchada, uno en la parte superior y otro en la inferior de la superficie total del espacio pictórico. (1.70 mts. aprox.). El mono de la parte inferior, la cría, es doblado en tamaño por el de la parte superior, la madre. En la franja intermedia están pintados una figura antropomórfica y una antropozoomórfica (forma humana y animal). El personaje que mira de frente lleva una especie de máscara y sobre el torso están trazadas dos bandas cruzadas, símbolo antiguo de jerarquía ritual. A su lado aparece un mono erguido y con su cola entorchada hace un gesto que completa con su extremidad superior. A primera vista, esta figura aparenta ser humana. Esa pintura se trabajó en su totalidad con color amarillo ocre, pero por efectos del clima y la exposición al agua y al aire, ha sufrido oxidación y deterioro.

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Desde este sitio, siguiendo la quebrada del Higuerón hacia arriba se encuentra el PICTÓGRAFO DEL HIGUERÓN. Se trata de una pintura elaborada sobre roca diédrica, aunque otro elemento pintado en rojo está sobre este diedro y casi tapado por las raíces del árbol del higuerón que se introducen en la superficie pétrea. El vegetal tenía mucha vinculación con los rituales y practicas curativas, entre las comunidades precolombinas. El Pictógrafo del Higuerón está a unos 400 metros del punto en el cual se cruzan la quebrada que lleva su nombre y la carretera que de Pasto lleva a Genoy. La técnica que se utilizó fue la de la pintura plana. Los diedros líticos tienen entre 4 y 5.50 mts., de alto por 1.50 y 2.00 mts., de ancho. La tercera cara en la que se encuentran un motivo pintado es de formación irregular. Las figuras que allí se encuentran pintadas con colores amarillos y rojos, son las siguientes: 2 figuras antroformas de conformación masculina y que aparentemente corren portando una lanza. Dos manos pintadas intencionalmente en colores amarillo y rojo y tamaños homogéneos. En la parte inferior se encuentra una figura circular con rayos o patas, en color rojo. No se sabe si se trata de una representación solar o de una araña. Aparece también una figura de triángulos opuestos en color ocre. Haro Alvear las identifica como "alas del sol". Curiosamente aparecen una especie de letras E invertidas. Encima aparece otra E en dirección opuesta, 3 líneas o trazos en amarillo de una especie de tocado o rayos. Lydia Muñoz, interpreta estas imágenes como la representación de dos volcanes humeantes. En la cara opuesta aparecen: 7 figuras antropomorfas "estilo muisca", 5 de ellas en ocre y 2 en rojo. Una espiral en rojo de trazo delgado y exacto, 2 manos, una en amarillo y otra en rojo. Triángulos opuestos y en color rojo. Dos cuadriláteros en el mismo color, de diferente tamaño. A unos 50 cmts., de este conjunto, sobre la misma superficie se inicia otro conjunto pintado solamente en amarillo y de figuras abstractas magníficamente elaboradas y que se han conservado con la vivacidad del color inicial. Se trata de una composición abstracta conformada por circunvalaciones, espiraloides y rectas entre las que se destaca una G o media luna (símbolo lunar?). Una figura que a manera de cuernos se entrecruza (relación con el venado mítico?) Sobre la base superior, aparecen tres espiraloides que se unen y son interceptadas por otros signos, que reaparecen en otros petroglifos de ese mismo sector, exactamente en Pandiaco.

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Además, existe un motivo solitario, pintado en rojo y ubicado en un espacio escondido de este abrigo natural. Es una figura con tendencia antromorfica y también de ave. Este importante pictógrafo ubicado en el Higuerón, Municipio de Pasto, reviste un notable interés por la sugestión de sus figuras ligadas al lugar, sitio de encuentro para la ceremonia y la ofrenda. Alrededor del Volcán Galeras y en el Valle de Atriz, se encuentran otras muestras de arte rupestre, especialmente en Pandiaco, Chatatoy, Mapachico, Tescual y Juanoy. En este último, en el monolito grabado se distinguen espirales y monos en huecorelieves sobre la superficie superior de la piedra. El diseño de las espirales, nexo con el movimiento, la fertilidad y el agua, aparece con frecuencia en este tipo de pitroglifos. Cabrera (Municipio de Pasto). Y se multiplica con trazo firma y mágico en el PETROGLIFO DE LA COCHA. Los grabados en el petroglifo de la Cocha, son bajorrelieves, dispuestos alrededor de esta piedra. El monolito se encuentra a 3 Km. De la Laguna de la Cocha o Lago Guamués y a 2 de la carretera que va a Sibundoy, partiendo desde el sitio donde estuvo dispuesto un retén. Sus dimensiones son: 3 mts., 4 y 2.50 de ancho y 2 y 2.50 mts. De alto. Entre sus representaciones se destacan las del mono de cola entorchada en diferentes posiciones. Además 3 representaciones antropomorfas que hacen alusión a personajes humanos.

6.5. Fiestas Ancestrales Sobre las formas específicas de festejar entre Pastos y Quillacingas, son pocos los estudios realizados en nuestro medio y solo se remiten a interpretar lo narrado por los cronistas coloniales. Actualmente se ha descuidado este tema por los especialistas y hay que contentarse con la escasa producción al respecto. Lo más destacado de la época contemporánea es tal vez la labor de la historiadora Lydia Inés Muñoz, en el marco de sus investigaciones acerca del carnaval de Blancos y Negros en Pasto. Para realizar un análisis sobre el entorno etnocultural de la fiesta indígena ancestral se deben enlazar los estudios acerca de las costumbres de incas y los de México, que influenciaron de una u otra forma a Pastos y Quillacingas. Pero el punto de partida, como bien lo expresa Lydia Inés, es afirmar que entre

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ellos hubo una relación permanente entre trabajo y fiesta popular, para lo cual fue necesario la medida del tiempo, el calendario. Según el cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara 82 el año de los Incas estaba dividido en doce meses. Comenzaba en Junio, y lo llamaban Ycuxqui Yquiz, que quiere decir mes de las holganzas. Julio: Chauaxa Yquiz o mes del trabajo. Agosto: Ciruya Yquiz, de las sembraduras. Septiembre: Puzqua Yquiz, mes de los tejidos. Octubre: Cantara Yquiz, o mes de la chicha. Noviembre: Layme Yquiz, mes de los regocijos y de las grandes fiestas. Diciembre: Cama Yquiz, mes de los ensayos y representaciones. Enero: Pura Opia Yquiz, mes de las correrías. Febrero: Cacma Yquiz, mes de las labranzas. Marzo: Rura Yquiz, mes de la experanza. Abril, Qrigua Yquiz, mes de las cosechas. Mayo: Anday Mura Yquiz, mes de los placeres. El Quillahuata o “Año Lunar” comenzaba en marzo a celebrarse en Quito y en el Curzco, en el mes de diciembre. Según Haro Alvear 83 el Quillahuata se componía de doce meses y medio para su correspondencia con el Intihuata o “Año Solar”, teniendo tantas semanas cuantos eran los cuartos de luna. La actividad agraria, la cosmovisión y el propio arte manifiesto a través del teatro, la danza y la música. El calendario shiri-incaico según lo asevera el P. Velasco se cumple en torno a la siembra, maduración y cosecha del maíz en la zona andina. Su tesis concuerda con la de otros cronistas e historiadores o las precisan mejor dentro del Reino de Quito. Además los meses de Diciembre, Enero y Febrero constituían los centros de las mayores celebraciones, circunstancia que pervive en los Carnavales andinos contemporáneos. En la región surcolombiana, los festejos populares comienzan el 28 de diciembre y finalizan en febrero con las celebraciones Alegóricas de La Cocha. En febrero o marzo también se cumple el Calusturinda o “Fiesta Bonita”, como Carnaval Indígena en el Putumayo. La Tamiamita denominada por el cronista Juan de Velasco como “Fiesta del Invierno”, se desarrollaba en la época colonial, en la zona ecuatorial del norte, precedida de ayuno general “zazci pucha”. También en el mes de diciembre y durante el Raymi (Inti Raymi: Baile del sol) se hacía un obsequio

82 83

DE SANTA CLARA, Pedro. Biblioteca Ecuatoriana Mínima. Cronistas Coloniales IADAP, Quito, 1980. HARO ALVEAR, Silvio. “Historia del Reino de Quito”.

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al sol intermedio de dos solsticios, comenzándose en día de luna llena, con música y bailes generales. 84 En enero durante la fiesta del Collapucuy “pequeña maduración” (refiérese al maíz), las danzas más comunes –según Velasco- eran las llamadas Tushinacuy, las del Ruyru-Tushuy de Ungui-Tushuy, la Auca Tushuy y la Zapa Tushuy. Haro Alvear sostiene que “En Cochasqui se levantaron observatorios para explorar el cielo... Este pueblo conocía la astronomía que coincide con los conocimientos de hoy, el cambio de la luz solar sobre el Cayamba. El cruce del sol –explica- significa el paso del sol del Hemisferio norte al del sur, con relación a la línea ecuatorial equidistante de sus dos polos. Se cumple el 24 de junio y el 24 de diciembre. En esas mismas fiestas, los Quitus celebraban sus fiestas de adoración al Sol, tradición que aún se conserva entre los indígenas de Guaraní y Tupigachi que festejan el “paso del Sol” como si fuera el pase del niño, coincidiendo así –dice el autor- las fechas cristianas e indígenas. Durante la época colonial, las fiestas religiosas de San Juan y de la Navidad se celebran precisamente el 24 de junio, la primera y el 24 de diciembre la segunda”. Los “pases del Niño” que se celebran los días 22, 23 y 24 de diciembre en el norte del Ecuador, en el sur del Cauca y en el altiplano nariñense, corresponden al solsticio invernal, festejado con gran solemnidad por las comunidades indígenas de esta zona desde el siglo XIV. La danza indígena resume la expresión artística precolombina, porque en ella se hace presente la música, el tatuaje, el disfraz, la representación. Es por esa razón que se inscribe en el núcleo de todo Carnaval. Así, entre los bailes indígenas de la sierra –según el Presbítero José Coba Robalino- 85, sobresalen, el Itaco o “baile de la Luna”, el Kimboco o “baile de las contorsiones”, el Azanco o “baile del ratón”, el Imegueneico que es el “baile de los gallipavos”, la danza Telcovivo que es marcial y guerrera y el Izaco o “danza de los adolescentes”. Así mismo existe un orden de Danzas Totémicas –escribe Coba Robalino”: “En Nono y Calcalí, los danzantes y bailarines asomaban vestidos de urcus es decir serpientes boas, o de pumas, de jaguares, de cóndores... tal como aún ahora asoman comparsas, esos disfrazados en los bailes tradicionales de los MUÑOZ CORDERO, Lydia Inés. “Raíces culturales del Carnaval de Pasto”. En Pasto 450 años de historia y cultura. IADAP, Pasto 1988. 85 HARO DE ALVEAR, Ibid. 84

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fiscales y alcaldes, entre los indios de Pastocalli, Aláquez, Toacaso, Cusumbamba, Mulatillo, Quisapincha y Pasa”. Observamos como la representación del aspecto zoomorfo con marcada simbología de la fecundación, pervive en nuestros “Matachines” que abren el Carnaval de enero, con su vestido de costales y musgo, con alusión al motivo o representación del “mono o cusillo”, elemento mítico inscrito en la cosmovisión de los Pastos y Quillacingas. Se considera que en la tradición del Matachín se evidencia “la ley de la retención”, como remembranza de aquellos bailes totémicos precolombinos. Igual caso ocurre con la presencia de las Comparsas del Carnaval o Juego de Blancos donde se recurre en un 90% a la representación zoomórfica de alta significación cosmogónica. En el Calusturinda, el Matachín es el “huaco” o guía de la danza indígena. En Sibundoy se presenta con chaleco castellano roido y cusma, luciendo una careta roja, bien tallada y aderezada con una peluca de crines y cabuya. 86 En México se encuentra una analogía interesante. William Spratling 87, dice que entre todas las danzas aztecas antiguas, sobresale la Danza del Tigre o “tehuanes”, en donde hay diálogo en náhuatl. Su tema es la caza y los personajes centrales los conforman “el tigre”, “los viejos”, que son los cazadores (o españoles) y llevan trajes de hacendados, así como médicos, sirvientes, perros, venados y zopilotes. Todos llevan sus enormes máscaras de zompantle propias para su papel; a veces son de cuero o de hojalata. Continúa Spratling: “Hay un hombre altísimo que representa una viejita de rizos largos, enaguas bajas, que lleva una muñeca de trapo en un palo. Naturalmente, su parte es cómica, porque la danza en sí, es cosa seria y formal. El papel de la viejita se concreta a mostrar su susto ante el tigre que anda saltando de un lado a otro y que la persigue y la azota con la cola”. En esta danza de los Tehuanes en México, que se celebra con mucha regularidad en varios pueblitos de la República, el Matachín toma la forma zoomorfa del “tigre” –elemento mítico preponderante en la cultura azteca- y asume el mismo papel de nuestro “mono-Matachín” en el Carnaval de Pasto. En los “pases del sol” y el “pase del Niño”, hoy; en los bailes totémicos y “el Matachín”, “las comparsas”, hoy encontramos válido el espacio para aplicar MUÑOZ, Lydia, “Investigación sobre el Carnaval Indígena de Sibundoy “San Francisco – Putumayo”. Marzo de 1984. 87 SPRATLING, William. “México tras Lomita”. 1ª Edición Editorial Diana S.A., México 1968, pp. 90 – 91. 86

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la llamada “ley de la retención” evidenciada en tales manifestaciones, en la búsqueda exhaustiva de las raíces culturales del Carnaval Andino surcolombiano. Con la conquista española la fiesta indígena sufre persecución sistemática a fin de lograr su desarraigo, bajo el pretexto de calificarla como “Idolatría”. La fiesta indígena se ha caracterizado esencialmente por ser democrática. Como derivación de su propia filosofía del trabajo, donde hombres, mujeres y niños sin discriminación alguna participaban por igual en las faenas económicas así como en la fiesta. Era un derecho adquirido. Los bailes de hombres y mujeres cantando en su lengua nativa y tocando tamboriles, no cabían dentro de los estrechos esquemas de la moral hispana. Es por eso que los califican “como pecados públicos” e instauran el tabú de la participación de la mujer en la fiesta, obligando a los hombres a disfrazarse de mujeres. 88 En el gran proceso de la deculturación durante la colonización española, se fundarían innumerables colegios para caciques y sus hijos con el fin de coadyuvar en la lucha ideológica contra la fiesta indígena. Pero, a pesar de ello el rito agrario y cosmológico omnipresentes en la memoria colectiva de los pueblos subyugados, asume el reto del reflujo en los modernos carnavales populares, en su intento de afirmación de su primera raíz cultural. En versión del cronista Cieza de León 89 “Los quillacingas hablan con el demonio; no tienen templo ni creencia. Cuando mueren, hacen sepulturas grandes y muy hondas...” Horacio Larraín considera lo anterior como una clara alusión a las imprecaciones que los pueblos quillacingas dirigían a sus divinidades. Y si bien carecían al parecer de la familia nuclear, ya que se han encontrado figurillas zoomorfas y antropomorfas así como en el orden cosmológico que denotan una muy variada e interesante ritología, no observada por el cronista de oficio. Sus observaciones sobre las costumbres religiosas de los Pastos son muy similares. Cieza, sostenía que “los pastos, algunos hablan con el demonio”, potenciando según lo interpreta Larraín la existencia de determinados oráculos.

MUÑOZ, Lydia Inés. “Raíces Culturales del Carnaval de Pasto”. Citado por LARRAIN, Horacio. “Cronistas de Raigambre Indígena”. Colección Pendoneros. Inst. Otavaleño de Antropología. Otavalo, Ecuador, 1980. 88 89

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Pero es en la Cerámica de la cultura Pasto, donde mejor se retrata en forma fidedigna la instancia de la fiesta indígena ungida a la actividad productiva como la caza del venado, el culto al sol, el culto al mano. Así en la cerámica Tuza –que abarca territorios del Carchi y sur de Nariñoaparece con frecuencia la escena de la caza del venado. Este testimonio arqueológico, sostiene la riqueza expresiva de la fiesta y el rito indígena en la caza del venado. En el diseño aparecen los danzantes principales ataviados con túnicas altas con motivos heráldicos piramidales divididos en dos zonas triangulares, portando tocados de plumas y máscaras con picos y lanzahondas, estolas de huaco o bastón de mando. En otros platos precolombinos aparecen danzantes y guerreros armados con lanzas estólicas y propulsores de dardos y de piedras. En el rito al sol de los Pastos, los danzantes portan curiosas maracas. Sin embargo, lo más notable de las fiestas y celebraciones entre Pastos y Quillacingas, puede ser deducido en el presente investigando las costumbres aún visibles en los resguardos y comunidades indígenas. En las festividades religiosas y de otra índole, en las cuales, naturalmente ya existe un sincretismo con los ritos y creencias católicas y las costumbres de los blancos, todavía subyacen los ritmos y los pasos de danzas y las formas de celebración nacidas en sus ancestros precolombinos. Lo anterior se puede observar sobre todo en el sur de Nariño en el territorio tradicional de los Pastos, lo cual se hace evidente en las comunidades indígenas de los resguardos de Ipiales y del Gran Cumbal, como en las veredas de Yarumal, la Orejuela e Inagán, y medio más conocido entre la comunidad del municipio de Córdoba, con sus danzantes. También se destacan algunas danzas y fiestas con características ancestrales en algunas comunidades de los pueblitos de ascendencia quillacinga en los alrededores de Pasto. En esas celebraciones con desfiles, con vestidos de colores, con máscaras, espejos, collarines, chaquiras, etc., pero sobre todo con danzantes todos masculinos, se halla una remembranza de lo que pudo haber sido una forma de celebrar entre los indígenas desde la época precolombina. En esas celebraciones se canta, se baila con tonalidades y ritmos propios, ahora ya mezclados con arreglos ecuatorianos y algo de Colombia, se ofrecen donativos consistentes en los “fruteros”, que son una especie de carrozas con todos los productos del sur; los “fiesteros” acogen a la necesidad con comida, chicha y aguardiente, y luego de las celebraciones propiamente religiosas se baila, se

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toma y se come durante unos dos días con sus noches. Luego se vuelve al trabajo, en ese enlace entre fiesta y trabajo, que siempre existió en las fiestas ancestrales.

6.6 Algunas Leyendas Perdidas, como muchas de las verdades acerca de Pastos y Quillacingas, permanecen las leyendas, la tradición oral, los relatos seculares que han pasado de generación en generación, esperando su encuentro. Pero allí están y debería haberse trabajado mucho más de lo hecho hasta ahora para reconstruir esa memoria construida oralmente sobre mitos, ritos, creencias y cultura en general de nuestros antepasados sureños. Narrar es natural al ser humano. Como tal relato sus realidades, experiencias e imaginaciones como mejor se acomode a su yo: fantasea, solemnizar, satisface su necesidad de comunicarse con sus semejantes. Desde el comienzo de su existencia no puede evitar contar las sensaciones que le producen el enfrentamiento a los elementos y demás seres de la naturaleza. Desde las cavernas hasta el día de hoy el hombre ha contado su historia y la forma en que enfrentó a la naturaleza, para explicarse el mundo que lo rodea, su propia existencia y sus relaciones con los demás congéneres, crea el mito, reproduce sueños, fantasea o investiga, hace historia y también leyenda. Transcurre así el camino de la construcción y organización cultural. Al fin y al cabo el hombre ha buscado maneras diferentes de comunicar sus vivencias, sobre todo en su contexto social, de proyectar su ser, su manera de pensar, y ha construido, para lograrlo, variadas formas de expresión, diversos lenguajes y dentro de ellos, en la tradición oral, las leyendas también hacen parte de la historia. En el mismo contexto, Pastos y Quillacingas, en su tradición oral instrumentaran e instaurarán el pensamiento no como simple recorte de lo simultáneo, sino como profundo ordenamiento en el espacio. Fue una instrumentación sonora significativa, una práctica oral que agenció su maravillamiento de la naturaleza que contemplaba. Ese discurso ancestral tuvo y tiene valor simbólico, organización, sucesión de signos verbales y ante todo existencia artística. Es su discurso portador de sus sentimientos, de su manera de entender, de pensar y sentir, en una práctica social donde el autor no es un individuo, porque el autor de tal creatividad se diluye en la colectividad, es anónimo. Su resultado se distribuye en los relatos, las fábulas, la leyenda el mito, lo conserva. Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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En esta parte del trabajo, como el mejor homenaje a nuestros antepasados indígenas, especialmente a Pastos y Quillacingas, nos sumergimos en el mundo interno de la historia a través de la leyenda, tomada de la tradición oral, narrando aquellos pocos relatos que han sido recogidos por la escritura de los blancos. Se trata de la síntesis de narraciones que han calado los siglos y se han cuantificado con su imponencia y con su sabor antiguo. Relatos mágicos que de cualquier manera han eternizado sus raíces andinas y se han conservado entre montes, ríos y mesetas, tomando un rostro propio, escondido sí, pero allí latente, con personalidad propia. Veamos entonces, el sustrato de algunas leyendas y mitos sureños, aprovechando a la vez a investigadores sobre el tema, como al maestro Oswaldo Granda.90 Entre los Pastos su dios era el sol. Ese sol de los Pastos tan propio. En los lienzos relieves de estos ancestros, se encuentra el sol representado como una estrella de ocho puntas. Es una cruz de diferentes formas: cuadrada con la vertical y horizontal equidistante, cuadrada y encerrada dentro de un círculo, similar a la cruz cristiana con la vertical mayor que la horizontal, también formando proyecciones de cada segmento, pero al fin y al cabo, el sol de los Pastos. Por eso el sol amaba a los Pastos. Por eso quiso regalarles el metal más preciado. Para ello hizo brotar del interior de las montañas australes el oro en grandes cantidades, surtiendo los ríos y los valles de la región con vetas del metal precioso. Esa era la montaña que los indios llamaron Hualcalá, que en su lengua tal vez traduce “montaña de oro”. El sol cada mañana observaba a sus súbditos y veía que utilizaban el oro, solamente para adorno y no para la ambición. Pero temió que otras gentes extrañas vinieran a quitárselo y actuar mal y entonces el sol decidió encantar el Hualcalá. Pero una vez llegó un cacique y su tribu a visitar a los Pastos y convenció a uno de ellos a que lo llevara hasta la montaña. El indio aceptó guiarlos pero les advirtió que solo podían mirarlo de lejos pero no llegar hasta la cima. Así se hizo y luego de un viaje fantástico llegaron frente a la dorada montaña. El Se ha enfatizado ante todo a Oswaldo Granja en su obra “Leyendas de Nariño” Editorial Kelly Bogotá, 1981. 90

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guía no quiso seguir adelante y desapareció. En cambio los ambiciosos extranjeros se adelantaron montaña arriba recogiendo oro en abundancia en el trayecto. De repente todo fue tempestad, rayos, truenos, viento y hasta el oro que llevaban en las manos se convirtió en heces verde y pestilente. En medio de una inmensa neblina, los invasores se perdieron para siempre en la montaña. El Hualcalá no dejó que nadie regresara. Potosí, esa población cercana a las Lajas tiene en su haber otro relato. Se dice que en la época de Manco Capac, los soldados del imperio del Sol en una de sus avanzadas llegaron hasta la tierra de los Pastos. Ya sabían de oídos de las riquezas que guardaban las montañas, del oro que podría brotar de sus entrañas y en su búsqueda pasaron de Yaramal hacia las cumbres borrascosas que desde arriba ven correr el río Guáitara o Pastarán. Muchos días transitaron por cerro, valles y laderas, hasta que sobre la más empinada montaña, el jefe inca se detuvo y detuvo a su gente. Estaba seguro que era el sitio que tanto había oído hablar. Y en verdad así era. Muchos años antes sabedores los Pastos de la ambición del imperio de Cuzco, habían encontrado este sitio misterioso y allí decidieron enterrar las riquezas que habían recogido gracias a las bondades del Sol. Por eso los españoles, que lo buscaron también, después de los Incas, llamaron a ese sitio El Potosi, recordando al Potosi de la provincia de Charcas en Bolivia, donde el oro y la plata abundaban. Entre los Quillacingas de la montaña y entre sus vecinos, los Mocoa se ha hecho imborrable el relato del origen de la Cocha. Se dice que en esas tierras al oriente de Nariño, en los limites con el Putumayo había dos amantes que no contaban con la aceptación de sus familias para casarse. Por ello huyeron y se fueron a vivir juntos en una vida de trashumancia. Eran dos “ amancebados”, dirán los hipócritas españoles, más tarde. Los dos amantes andaban pidiendo agua y en su caminar llegaron hasta la cueva de Ñamuy, el Creador, que había tomado la forma de un niño. A él le pidieron agua y luego de tanto ruego, el niño les regaló un pilche lleno de agua.

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La pareja de amantes salieron de la cueva y prendieron el viaje por los terrenos de lo que hoy es la cocha, que en ese entonces eran planos y secos. En la mitad de la planada el cansancio los venció y decidieron acostarse en el suelo, asentando en el suelo el pilche del agua. En uno de los movimientos bruscos del sueño, el hombre sin darse cuenta, pateó el pilche que se volcó y el agua empezó a derramarse. El agua que brotaba del pilche crecía a borbotones y no dejaba de hacerlo. Fue entonces cuando la mujer despertó y bebió el agua estando acostada y siguió bebiendo, pero un insecto le pico una nalga y le hizo vomitar toda el agua... Y el agua siguió creciendo hasta que se formó la Cocha. Entre tanto los amantes fueron arrastrados por la corriente hacia arriba y fueron a parar a un peñasco, se convirtieron en piedras y allí permanecen en medio de la laguna. También entre los Quillacingas de la montaña y entre los “Sibundoy” se transmitió una leyenda milenaria. Se dice que Jaet Sangú, vistiendo cusma y capisayo, luego de haber enseñado a muchos hombres a trabajar, a sembrar, a amar, se fue hacia tierra de los sibundoys. Quería también enseñarles todo lo que sabía, sobre todo las buenas costumbres. En efecto, llegó hasta el Valle de Sibundoy y se quedó entre sus gentes. Empleaba el día enseñándoles todo lo que sabía y así les enseñó como saber principal su propio idioma. En la noche Jaet Sangú se desaparecía. Los sibundoy prohibían salir en la noche de las casas y por ello, cuando se dieron cuenta que su maestro lo hacía, decidieron castigarlo. Luego de recriminarlo acreciente lo azotaron. Sin lanzar un gemido Jaet Sangú aguantó el castigo y cuando éste terminó, se levantó. De pie miró con fiereza, con furor a sus injustos lacerantes y luego, sin pronunciar palabra, salió corriendo, ágil y rápido como el venado. El pueblo entero quiso seguirlo pero cada vez se hacía imposible alcanzarlo. En su huida los llevó hasta la tierra de hullaguanga (tierra de los gallinazos, de donde él provenía, en territorio Quillacinga. Allí Jaet Sangú se detuvo a descansar sentado en una piedra. Fue entonces el momento en que los

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sibundoy pensaron en cercarlo, atraparlo y llevarlo de vuelta, cuando estuvieron ya a sus espaldas y se avalanzaron sobre él, Jaet Sangú, desapareció misteriosamente. Los sibundoy se regresaron a su valle y jamás supieron de él. En la soledad de sus noches y días los sibundoy comprendieron al fin que Jaet Sangú era un hombre bueno que les había enseñado cosas buenas. Que les había enseñado una lengua nueva, la misma de los Quillacingas, y que además les había abierto el camino hacia ellos, con quienes en adelante comerciaron, mantuvieron buenas relaciones y hasta se hermanaron. Tal vez una de las más bellas leyendas recogidas entre los Pastos del sur de Colombia es la que explica el surgimiento del río Guáitara. Se cuenta que Manco Capac, el señor del Sol, Inca Dios, luego de conquistar para sí el reino de Quito, envió a su capitán y súbdito, el más fiel, Guáitara, a la conquista del norte. Pero el jefe guerrero, inca erguido y potente, llegó a la tierra de los Pastos como un amigo, a ofrecer su sabiduría, sus dones y sus palabras de cordialidad. Guáitara lleva al territorio de los Pastos no sólo sabiduría y cariño; afincó allí llamas, vicuñas, su idioma y sus costumbres. Trabaja junto a ellos; ama y es amado. Así se une a una mujer Pasto de su talla y decide quedarse allí, para siempre. La felicidad que se vivía en la comunidad con Guáitara a la cabeza, se desdibuja cuando los chasquis comenzaron a llevar noticias de la llegada de extraños hombres blancos. Uno de ellos, que venía del territorio chibcha, llegó ante los Pastos y comunicó a Guáitara la llegada de los hispanos. Asombrado, el jefe inca decidió acompañar al chasqui hasta esas tierras del norte, en las cuales pudo observar la fiereza e inhumanidad de los conquistadores. Pudo ver con dolor e impotencia como morían sus hermanos indios entre las espadas y los caballos de los conquistadores, y una inmensa pena invadió su corazón. Triste y desilusionado retornó a su pueblo pasto. El mismo día en que llegó, conmovido y apesadumbrado acerca del lúgubre futuro que aguardaba a su comunidad, pero sin atreverse a contar lo que presentía, se alejó de todos los que lo esperaban ansiosos. Pensando en su mujer, en sus hijos, en ese pueblo que ya era el suyo, se enterró montaña adentro y allí, ya solo y dolido, el bravo guerrero lloró... lloró pensando en la tragedia que estaba por llegar a su raza.

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Fue tanto el llanto, tan triste y sincero, que el padre Sol se conmovió y bajó hasta la montaña al amanecer y transformó el llanto en río. Ese es el río que de allí en adelante los Pastos del sur de Colombia llamaron Guáitara, en recuerdo del valiente y amoroso jefe inca, que se había convertido en su mentor. Los Pastos dejaron para la posteridad varios petroglifos hasta ahora indescifrables, como las llamadas piedras de las manos, como las que se observan en los alrededores de las Lajas, en Charris, municipio de Sapuyes, en la vereda de los monos, en el municipio de Túquerres en la orilla derecha del río Cualanquisán y en el Guabo, también se han encontrado en Cumbal y Guachucal. En ellas se hallan representaciones de la Cruz o Sol de los Pastos y figuras de monos. Preguntándose desde la época de la conquista, los cronistas no hallaron respuestas concretas sobre el significado de esos petroglifos. La único que se logró vislumbrar es una leyenda que habla de un Amauta, sabio astrónomo, que habría llegado a tierras de Pastos y Quillacingas. Este sabio que visitaría estos lares, enseñó a sus gentes sobre el tiempo y el calendario observando las estrellas. Así aprendieron ellos a regirse a través del Sol, la Cruz del Sur y la constelación del mono. Por eso en los petroglifos, en la piedra de los monos, se observan difuminadas las figuras de un hombre con un bordón (el Amauta) unos monos, unas cruces y unas estrellas. Al respecto del idioma como se ha visto, no ha sido posible rescatar palabras Pasto que servía de base para reconstruirlo. Sólo la leyenda atribuye que este es el mismo que hablaron los Kuaykeres. Inclusive se ha llegado a afirmar que el Kuaiker (o Cuaiquer) fue un dialecto del idioma Pasto prehistórico 91. Y precisamente, esa llegada del recuerdo colectivo Kuaiker o Pasto, se oye hablar del Astarun que era un cuscungo salido de la vagina de una india mala. El Astarun tenía cuerpo de animal y cabeza de humano, con dos caras, una buena y otra maligna. Si miraba a los indios con la cara mala, ellos moría, si lo hacía con la cara buena podrían seguir viviendo. Hasta ahora resulta atractiva una leyenda que se atribuye a los Quillacingas de los pueblos aledaños a la ciudad de Pasto. Entre ellos se tenía 91

MARTINEZ, Eduardo N. “Etnohistoria de los Pastos” Editorial Universitaria, Quito, 1977.

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la costumbre de ir hasta el sitio denominado El Bordoncillo, cuando debían encontrar esposa. Allí estaría situada una piedra mágica, que en adelante se conocía como de los matrimonios. Según esa leyenda esa piedra conocida como “Rumi-casaranga”, respondía al que buscaba esposa, llegado el momento, sobre el sendero que debía recorrer para encontrarla. Para ello debía lanzar un leño sobre la piedra y según su posición debía tomar el camino hacia ella. Pero donde tienen asiento las leyendas es sobre los petroglifos, pictogramas y construcciones pétreas y megalíticas, que se han identificado en diversas regiones del sur de Colombia. Sobre su existencia, construcción y propósitos, cada vez que se pregunta a los campesinos que viven a su alrededor, el viajero encontrará más y más leyendas y mitos que se confunden con la prehistoria de los indígenas australes. Así, miles de leyendas, tradiciones y mitos giran sobre los siguientes petroglifos: De los Machines (Cumbal), del río Pasto (Pasto), San Bernardo (Arboleda), Kualanquisán (Sapuyes), Negro Huaico (Pasto), en las pictografías de la carretera Pasto-Sandoná y de los Hachines (en Las Lajas), de Meneses (Pasto). Y la imaginación se desborda acerca de las minas o señales acerca de construcciones megalíticas y pétreas, que han permitido identificar los siguientes complejos urbanos y fortalezas de los precolombinos Pastos y Quillacingas: complejos urbanos de Guamiala (Carlosama), Cuarris (Sapuyes), Chiltarán (Funes), Alambuer (Pupiales), Patascoy (El Encano) y El Ingenio (Sandoná); fortalezas de Rumichaca (Ipiales), de Panamal (Sapuyes) y de Gualmatán (Gualmatán). Sobre estas ruinas y sobre los caminos pétreos todavía transitan las sombras de nuestros antepasados, que los recorren desde el pasado. Y todavía se escondían entre el silencio de la noche el reinar de los “mullos” y el nostálgico sonido de las ocarinas, entonando el lamento de una raza vencida.

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7. EL AYER DE PASTOS Y QUILLACINGAS 7.1. Llegada De Los Españoles Entre 1492, año del encuentro de América con Europa y 1520, cuando se da la primera llegada de españoles a territorio nariñense, las condiciones antes descritas para sus primitivos habitantes eran las descritas, con el Imperio Inca marcando su dominio así sea estructural. Entre 1520 y 1526 llega a la costa nariñense del Pacífico y en la isla del Gallo, en la ensenada de Tumaco, los 13 intrepitos inician la conquista del gran Imperio del Sol, lo cual logran con la caída del Cuzco en 1533. La fama de la riqueza de los Incas se extendió por Centroamérica y los españoles que estaban conquistando estas tierras quisieron participar del botín y pronto armaron expediciones para lograr tal propósito. Entonces, Don Sebastián de Belalcázar es enviado a San Miguel con el fin de detener a quienes tuvieran dichas pretensiones. Pero estimulada la ambición en torno al Dorado marchó hacia el norte y sin órdenes de Pizarro. Así llega al Ecuador y funda Quito y ya a partir de 1534 recibe noticias de tierras más al norte, la de Pastos y Quillacingas, y organiza las primeras expediciones de conquista de sus territorios. De ello se enteran, claro está, los habitantes primitivos del sur de Colombia, como también de la muerte de los jefes Incas Atahualpa y Huascar, vencidos por los españoles. En 1534 irrumpe definitivamente el español y su conquista. “El capitán Pedro Tapia adelantado de Don Sebastián de Belalcázar en diciembre de 1534 conquistó a los Quillacingas y por ende a los Pasto. Venciendo incontables dificultades llegó hasta el río Angas Mayo. La resistencia fue tenaz sobre todo en Tulcán. Regresó a Quito con la noticia del Dorado y la existencia del reino de los Chibchas... Una vez sometido el antiguo Reino de Quito, Belalcázar envió a su teniente Juán de Ampudia y a Pedro de Añasco, a descubrir territorios que moraban al norte, poblados de feroces indígenas, hoy día de la provincia de Pasto o de los Pastos. Ampudia recorrió todas aquellas regiones, continuando su marcha hasta un punto en que lo atajó el río Cauca”. 92

CORAL B., Luis Alberto. “Ipiales –Ypiales- Piales – Ipialpud. Pasado y Presente” – Fundación Católica del Libro. Pág. 14. 92

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Los hechos de esta nueva conquista son de antología. El capitán Diego (Pedro?) de Tapia llegó hasta el territorio de Pasto y Quillacinga pero fue rechazado en los alrededores de Tulcán y tuvo entonces que buscar otro camino al que se aconsejaba para entrar al territorio. No fue otro que el seguido por la invasión Incaica hacía más de sesenta años. Indígenas del mismo territorio guiaron al español por un sendero que atravesando la región o parroquia de Huaca en el Carchi, llegaba a Cumbal y de allí pasaron a Guachucal y a Túquerres – Sapuyes. Sólo así pudo rodear y tomar el territorio. En todo caso, Ampudia y Añasco, a mediados de 1535, por medio de la lucha primero, y luego por medio de alianzas y pactos establecieron un primer asentamiento español en tierras de los Pastos, en los alrededores de Guachucal. Allí también empieza el nuevo núcleo mestizo con características de urbano, mediatizando con el indígena a través del régimen encomendero y señorial de los españoles. Pero el comienzo de la nueva conquista nunca fue fácil para los españoles. Las rebeliones eran constantes; la resistencia ante el ataque hispano no cesaba; las negativas a reclutar mano de obra para las mitas y el servicio personal, o para trabajos semi-esclavistas, era permanente. Sólo la influencia religiosa, posteriormente, sobre todo la de los dominicos, facilitaría las cosas a los conquistadores. En todo caso, el nuevo régimen que venía a quebrar el “modelo” tradicional indígena de economía autóctona, y que implantaron los españoles con los Pastos fue el de las encomiendas. “Por lo que hace a las encomiendas y doctrinas de los Pastos –consigna monseñor Justino Mejía-, podemos remontarnos a las conquistas de Sebastián de Belalcázar, quien fue el primero que repartió esas tierras entre los vecinos de la ciudad de San Francisco de Quito, como consta en la página 107 de las actas capitulares del libro verde. Ignoramos, empero los nombres de los primeros encomenderos”. 93. El mismo Mejía y Mejía señala que años más tarde, los encomenderos de Ipiales entre otros fueron: Hernando Cepeda Almeida, casado con Doña Catalina Belalcázar, hija del adelantado; Sebastián de Belalcázar, nieto del mismo, a la muerte de su padre en 1568. Agustín Belalcázar, en 1557; Juan de Salazar en 1616; Antonio José Salazar en 1640; Juana Salazar y 93

MEJIA M., Justino. En “Revista Las Lajas”. No. 68, diciembre 31 de 1953.

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Muñetones, en 1568; Gaspar Carlos Díaz de Fuenmayor en 1662; Gabriel Bernardo de Quiroz, en 1617; las Marquesas de Monreal en 1697. A fuerza de látigo, dolor y de injusticias, en todo caso, el régimen de las encomiendas se impuso en América, y por ende en el territorio nariñense, derrumbando el tradicional modelo productivo. Según la narración de Jorge y Antonio Ulloa, enviado del rey Carlos III, el estado deplorable en que se encontraba el indígena en esa época era causa de horror.

7.2. Conquista Y Colonia

7.2.1 El Comienzo De La Conquista.

Recapitulemos

unos

hechos

fundamentales. En 1535 Don Sebastián de Belalcázar era capitán y teniente de Gobernador en Quito. En ese año conoció las primeras noticias de un reino situado hacia el norte, una tierra que los Incas habían llegado a conocer. Quien llegó hasta el Guáitara fue el capitán Diego (Pedro) de Tapia. Allí fue rechazado, en Rumichaca, por los indios Pastos y rodeando el territorio, llegó hasta Túquerres, luego comunicó a Quito lo descubierto. Convencido y curioso de lo que oía sobre ese territorio, Belalcázar mandó a dos subalternos suyos, Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, para que descubrieran las tierras que se extendían, según se escuchaba, Allende el Angasmayo, o Guáitara, por los lados de Ipiales. Añasco salió primero con 40 hombres a caballo y atravesando el territorio Pasto en San Gabriel, bordeando el Guáitara, llegó hasta el Valle de Atriz, de donde envió emisarios a Belalcázar para comunicarle de los éxitos obtenidos. Más tarde salió hacia ese territorio Juan de Ampudia, llegando a él en junio de 1535. Las dos expediciones se unieron y emprendieron nuevas aventuras descubridoras, llegando hasta el Valle de Sibundoy. Pero ya en ese momento, a los españoles les interesaba más llegar al reino de “Condelumarca”, del cual habrían oído hablar a un indio “forastero peregrino”, que habían apresado en Latacunga, y hacia allá emprendieron la marcha. Es interesante anotar que con los conquistadores marchaban peones hispanos e indios yanaconas, sirvientes tomados de las conquistas, en el territorio norteño de los Incas. También viajaban indios Pastos Ecuatorianos, vencidos al paso de los hispanos, quienes sirvieron de guías e intérpretes en la empresa de sojuzgar a los Pastos y Quillacingas en Nariño. Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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Conociendo las noticias de Añasco y Ampudia, a comienzos de 1536, el mismo Belalcázar, al frente de 300 españoles y unos 2 mil indígenas, salió de Quito hacia el norte y también pasó el río Guáitara penetrando en tierras de los Pastos. Cerca al sitio de Arroyo Hondo, Belalcázar se unió a sus capitanes Añasco y Ampudia, y fue en los alrededores de este sitio, donde se fundó a Santiago de Cali, un domingo de ramos. Pero el paso de estos tres conquistadores por Nariño no se constituyó en un proceso colonizador. El primer ensayo de colonización se hizo en 1537, cuando Pedro de Puelles, nombrado teniente de Quito, por la ausencia de Belalcázar, llevó a su vez una expedición a poblar “las provincias de Quillacingas”. Enterado Belalcázar del intento de colonización de Pedro de Puelles, se enfureció, movido por los celos, y se enfrentó a éste venciéndolo. Inmediatamente lo llevó prisionero hasta Santafé de Bogotá, acabando con el intento de colonización. Unos meses más tarde el capitán Lorenzo de Aldana, apoyado por Pizarro, salió también de Quito dirigiéndose a lo que es hoy Popayán y Cali. En el camino, según cuenta Cieza de León, encontró una sublevación en la provincia de los Pastos, pacificándola antes de seguir hacia el norte. Posteriormente regresó a estas tierras y se dedicó a fundar poblaciones, convirtiéndose casi seguramente en el verdadero colonizador del sur de Colombia. Una de tales poblaciones, atribuidas a su fundador, se dice fue la ciudad de Pasto. Sin embargo, por haberse quemado los libros capitulares, tal hipótesis, no puede ser probada. Al respecto, cabe señalar, como dice el maestro Rodríguez Guerrero, que tal vez lo que hubo fue tres fundadores de Pasto: Belalcázar, Aldana y Puelles, como se verá más adelante94. En esos comienzos del siglo XVI, una vez hallado el territorio sur de Colombia, se había iniciado su conquista y luego su lenta colonización, pero la característica que se marcó desde ese entonces es que eran tierras consideradas de paso hacia el norte o el sur, sea en busca del Dorado o el imperio del Perú.

94

RODRIGUEZ G., Ignacio. “Perfiles nariñenses de antaño”. Biblioteca Nariñense de bolsillo. Pág. 76 – 80.

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7.2.2 La Conquista En Firme. Como ya se ha mencionado Belalcázar y los suyos penetran en el territorio nariñense, a comienzo de 1536. Para tal año se considera que existían no menos de 140.000 aborígenes. Sin embargo, el paso de los españoles resultó relativamente fácil, porque encontró a esos habitantes, ancestros de los nariñenses, diezmados y desorganizados, como efecto de la invasión y la guerra que habían sostenido con el imperio Inca. Es así como los europeos dominan a los Pastos y Quillacingas, adueñándose fácilmente de su territorio. Solo los Abades parece que presentaron fuerte resistencia, y junto con la escenificada por los Chapanchicas, fueron los principales obstáculos para la conqjuista. Por eso, las tierras aledañas a los Quillacingas, en el Valle de Atriz, no pudieron ser dominadas y luego de muchos esfuerzos y luchas, alrededor de 1592 decidieron abandonar tales tierras sin lograr su dominio. Lo mismo aconteció con poblaciones fundadas como Agreda de Mocoa (1563) y Ercija de Sucumbíos (1595), abandonadas luego, sin que se pudiera sojuzgarlas. Lo concreto en la conquista se da cuando los hispanos logran dominar y exterminar a los Quillacingas; pero no pueden hacer lo mismo con los poblados Pastos de Ipiales, los suelos de Abades y Chapanchicas, ni en tierras de Mocoa y de Sucumbíos. Allí, la conquista y colonización demoró mucho tiempo y costó al europeo muchos sufrimientos. También cabe mencionar que el sector occidental de Nariño fue un caso especial, pues solo hasta el último tercio del siglo XVI, no se consideró abierto a la explotación y poblamiento desde Pasto. Precisamente el distrito de Pasto, creado como anexo del Perú de Francisco Pizarro, y brevemente administrado por Pascual de Andagoya, pasó a formar parte de la gobernación de Popayán y únicamente solo desde Pasto, con sus habitantes, más que con los españoles, se logró afirmar y asegurar la conquista, venciendo a los Sindagua y los Barbacoas. Así mismo fue muy difícil someter a las tribus ribereñas del Patía, las cuales, como los Pastos en el sur, permanentemente se rebelaban y destruían las avanzadas de los blancos. Esto continuó hasta finales del siglo XVI, cuando en 1587 y 1595 se envían expediciones especiales, con el fin de someter a los rebeldes, desde Quito y desde Pasto. Pero al final, a sangre y fuego, los antepasados de los nariñenses tienen que aceptar la dura realidad y entregarse al nuevo proceso “civilizador”. La conquista había vencido y se iniciaban la colonia y el mestizaje.

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7.2.3 Primeras Fundaciones. En el año de 1558 se realizaron los primeros censos de las tierras interandinas de Nariño y según esos datos se censaron 19.041 aborígenes, entre los cuales se hallaron más de la mitad correspondientes a familias de los Pastos, y el resto perteneciente a Quillacingas y Abades. En el distrito de Pasto se contaron 23.028 familias, de las cuales 3.836 vivían más o menos aisladas en las provincias de las montañas. Lo relevante de los datos es la notable disminución de la población indígena, desde la llegada de los españoles. Como en toda América el primer y más grande efecto de la conquista, se dio con la dramática y sangrienta desaparición de miles de los habitatntes. Sobre ella, y tras el pillaje y el saqueo, se iniciaron las fundaciones de las principales poblaciones del departamento. Para ello volvamos con las primeras expediciones hispanas. Lo más comprobable es que una vez unidos los ejércitos de Añasco y Ampudia, en tierra de Pastos y Quillacingas, continuaron su marcha hacia el norte, tomando la vía de la cima de la cordillera oriental. Después de muchas penalidades, llegaron a una población indígena, que ellos bautizaron como La Cruz. Era el año 1535 y se supone que esa fue la primera fundación española en Nariño. Tras este primer gran acto fundacional se puede mencionar las hipótesis sobre la fundación de Pasto. El primer fundador de la ciudad actual de Pasto fue Sebastián de Belalcázar o Benalcázar, aunque su nombre propio era Sebastián Moyano, nacido en esa población, en Córdoba, España, en 1495 y muerto en Cartagena en 1551. Vino a la América saliendo de Sevilla con las huestes de Pedrarias Dávila, acometiendo la conquista de Nicaragua y luego la del Perú con Pizarro. Realizó así la conquista del reino de Quito, venciendo al valiente jefe Rumiñahui, para luego fundar Quito y Guayaquil. En 1536 emprende el viaje al norte, hacia tierras de Pastos y Quillacingas, en busca del Dorado. En ese año funda Pasto en el Valle de Yacuanquer, como queda anotado en el libro de los Cabildos o libro verde en Quito.

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En 1541 Belalcázar fue nombrado gobernador en Popayán y dividió la gobernación en 14 tenencias.95 . Lorenzo de Aldana, nacido en Extremadura, llegó a América empezando la conquista de Venezuela y también se enroló en la campaña del reino de Quito, en 1534, bajo las órdenes de Pedro de Alvarado. Pasó luego a las de Pizarro en la conquista del Perú, para luego tomar parte en la rebelión de parte de Almagro, para finalizar al mando de los Pizarro. Obedeciendo sus órdenes siguió los pasos de Belalcázar y llegó a tierras de Nariño y Cauca en 1538. Luego volvió a Quito. En el camino de retorno volvió a fundar Pasto, posiblemente porque la primitiva población fundada por Belalcázar estaba abandonada por sus habitantes, en una acción que se repetiría con otras poblaciones como Ipiales. Los españoles fundaban las Villas pero apenas salían de ellas, siguiendo su campaña conquistadora, la ciudad era desocupada o arrasada. Parece que Don Lorenzo murió en Arequipa en 1572. Pedro de Puelles nació en Sevilla y vino a América con la expedición de Alvarado en 1534. Nombrado teniente de gobernador de Quito, vino luego a la recién fundada Villaviciosa de la Concepción de Pasto, en junio de 1537, con el ánimo de pacificar a los rebeldes Quillacingas. Luego acompañó a Belalcázar al Norte en busca del Dorado y fue con él hasta Cartagena en el año 1539. Volvió hacia Quito y a su paso organizó el poblamiento de la Villa de Pasto. 96. Ya en Quito, fue nombrado capitán para una nueva expedición por parte de Gonzalo Pizarro, a cuyas órdenes se pasó. Sin embargo, éste y otros actos no fueron bien recibidos por algunos de sus fingidos amigos que buscaron su muerte. En la mañana del 20 de mayo de 1547, presentáronse al aposento de Puelles, quien aún dormía, algunos de sus “amigos”, a las órdenes de Rodrigo Salazar, natural de Toledo, apodado Corcovado, y so pretexto de invitarlo a misa, lo apuñalaron inmisericordemente. Era la mañana de mayo 20 de 1547. A estos tres conquistadores, por lo tanto, se deben no solo las primeras fundaciones, sino las de otras poblaciones, las más importantes del departamento y a ellos se debe el mérito de la erección y organización española del núcleo urbano más importante del departamento. 95 96

ZARAMA, José Rafael. “Reseña histórica de Pasto”. Imprenta del Departamento, Pasto. 1942 pag. 73. ZARAMA, José Rafael. Op. Cit.

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Por otra parte, cabe mencionar que entre las primeras fundaciones debe tenerse en cuenta la de Ipiales, en pleno centro del reino de los Pastos. Esta primera fundación de la ciudad se atribuye a los religiosos dominicos Fray Andrés Moreno de Zúñiga y Fray Diego Benavides. Aunque el año está todavía en discusión, todo parece indicar que alrededor de 1535 a 1540, ya existió la fundación española; pero ésta no subsistió, ya que sus habitantes, a la salida de los españoles, destruyeron o desocuparon el poblado.

7.3. La Colonia En Acción El comienzo de la colonización española en América y sus efectos, fueron muy parecidos en todas partes y Nariño no fue la excepción, aunque con características específicas. El resultado más elocuente del paso de la forma autóctona de producción a la impuesta por los conquistadores, fue la disminución continua y persistente de la población indígena. El decrecimiento drástico en el sur, entre Pastos, Quillacingas y Abades, según los documentos más fidedignos, se verificó entre 1558 y finales del siglo XVI. Entre la emigración y las enfermedades, la población sureña disminuyó de manera notable; los indios huyeron; se fueron a las montañas; no quisieron habitar en las villas españolas; y los que se quedaron, enfermaron, especialmente de sarampión y viruela, y fallecieron por cientos. Por otra parte, el régimen de la encomienda tuvo como efecto colateral la desintegración de las sociedades aborígenes. Y fue precisamente a través de la encomienda más que, a la fuerza, los españoles fueron logrando el asentamiento de poblaciones, con la aceptación paulatina de los indios en el sur. Pero también, debido a sus excesos, el régimen de la encomienda se sometió a reformas, en los últimos años del gobierno de Felipe II, estableciéndose, en contraposición, el régimen de los resguardos, sobre todo en el gobierno de Antonio Gonzales, proceso que se inició en 1593 y se prolongó hasta 1637, época de las últimas Composiciones Generales. Pero esta situación planteó un nuevo conflicto económico-político entre los encomenderos y los indígenas del resguardo; entre usurpadores y dueños tradicionales de la tierra.

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Los resguardos del sur de Colombia fueron creados entre 1593 y 1633, aproximadamente, pero la verdad es que fueron poco reconocidos en tal época.97 La vida jurídica –hablando en un término moderno-, de estas instituciones sólo se inicia entre 1750 y 1760. Este hecho marcaría un nuevo conflicto en el sur, entre los indígenas acogidos en los resguardos y los intereses opuestos de los mestizos, ya ubicados en los linderos de las Villas, como se verá más adelante. Recalcando en el aspecto principal del tema, digamos que las fundaciones efectivas y el poblamiento de las villas fundadas, con la aceptación, así sea a la fuerza de los indígenas, para regirse por el sistema urbanizante, se dio con el régimen de la encomienda, un sistema semifeudal-esclavizante, que de manera sui-generis sirvió para dominar y volver servil a una clase aborigen libre y autónoma. Sobre ese régimen encomendero, se puede hacer algunos comentarios, ante todo alrededor de la forma de vida en el sur de ese entonces, utilizando algunos elementos de juicio. Entre los documentos más valiosos al respecto, se menciona el del empadronamiento hecho en estas tierras, con motivo de la visita realizada en 1558 por el oidor de la Real Audiencia de Santafé, licenciado Tomás López, y el del obispo de Quito Don García Díaz Arias. Según tal empadronamiento se pueden citar los siguientes datos sobre pueblos encomenderos e indígenas tributarios.98.

Provincia de los Pastos: Pueblos: Funes, Chapal, Cumbal, Males, Ypiales, Carlosama, Pupiales, Gualmatán, Putizman, Yles, Guaytara, Tuquerres, Ancuya, Calcan, Yascual, 97

SAÑUDO, José Rafael. Op. Cit. En términos generales se sigue la documentación que presenta Francisco de Pacheco, en su colección de documentos inéditos relativos al descubrimiento, conquista y colonización de las posesiones españolas en América, sacados en su mayor parte del archivo de Indias. Madrid, España. 98

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Guachaocal, Mallama, Muellamaz. (Se ha dejado la misma ortografía de ese entonces). Encomenderos: Juan Armero, Theodosio Hurtado, Vicente Rodriguez, Hernando Alvarez, Hernan Nuñez de Trejo, Capitán Francio Perez, Juan Sanchez de Xerez, Lorenzo de Hurtado, Alonso del Valle. Total indios tributarios: 10.241. Provincia de los Abades: Pueblos: Pacual, Chauldi, Zacanpaz, Panga (Sotomayor), Xancul, Aminda, Ataviles (Tabiles). Encomenderos: Vicente Rodriguez, Juan Velasquez Samaniego, Capitán Hernando de Alamada. Total tributarios: 2.721. Provincia Quillacinga (Sur): Pueblos: Ciquitan, Yacuanquer, Chapacual, Tuquerresma, Consacá. Encomenderos: Capitán Mancio Perez, Hernando de Ahumada, Juan de Arguello, Juan Galindez, Toribio Nieto. Total tributarios: 814. Quillacingas, Pastos y Norte: Pueblos: Genoy, Mohombuco (hoy La Florida), Matabuyo, Mataconchui, Sandoná, Cachanga, Manzano, Pegindino, Mocondino, Catambuco, Xangonbi, Pachenduy, Coconuco, Xaxinagena, Bezachanan, Botina, Pandiaco, Jobocuco. Encomenderos: Juan Sanchez de Xerez, Capitán Hernando de Cepeda, Capitán Mancio Perez, Toribio Nieto, Lorenzo Hurtado, Luis de Cagañas, Pedro Alonso, Hernando de Espada, Diego Ximenez, Rodrigo Perez, Hernan Nuñez de Trejo, Juan de Arguello, Alonso Osorio, Juan Galindez, Juan Velasco, Hernando de Aranda.

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Total tributarios: 2.562. Quillacingas de Almaguer y la Montaña: Pueblos: Guaxaganga, Palacino, Xacanacata, Zacadonoy, Quiña, Juanambú, Buysaco, Yaui, Mocondo, Guascay, Chachaubi, Cibundoy, Patascoy, La Laguna, Zacambuy, Mocondinejo, Pomoque, Ruquerresme. Encomenderos: Luis de Villalobos, Juan Machin, Hernan Nuñez de Trejo, Alonso Osorio, Capitán Rodrigo Perez, Luis Perez de Leyva, Luis de Cazañas, Diego de Meneses, Luis de Villalobos, Juan Rosero, Alonso del Valle, Diego de Meneses, Marco Perez, Juan Armero. Tributarios: 6.690. Pero tal vez más dicientes en relación al proceso inicial de colonización y de poblamiento en el sur de Colombia, son las cifras comparativas de los principales pueblos, entre Pastos, Quillacingas y Abades. Al respecto, en el cuadro siguiente, se anotaron datos comparativos correspondientes a 1558, 1570 y 1589, en los cuales se observa cómo este proceso colonizador estuvo acompañado de una dramática disminución de los indígenas.

7.4. Algunos Efectos De La Llegada De Los Hispanos Las principales jornadas de la conquista americana se cumplen bajo el reinado del más poderoso monarca europeo en su época, Carlos I. Es a partir del año 1500 que las expediciones proliferan, y al mando de ellas surgen caudillos y aventureros como Alonso de Ojeda, Martín Fernández de Enciso, Francisco Pizarro, Vasco Núñez de Balboa, Pedrarias Dávila, Rodrigo de Bastidas, Diego de Almagro, Sebastián de Belalcázar, Pedro de Heredia, Gonzalo Jiménez de Quesada, etc. Pero también con las expediciones, el saqueo y la aventura, surgen las desavenencias, las guerras. El ansia de riquezas y de poder enfrentó a unos contra otros: gobernadores contra visitadores; encomenderos contra funcionarios oficiales. Entre tales riñas son notables las desavenencias entre los encomenderos de las gobernaciones de Popayán y Cartagena que, en la Nueva Granada, se prolongarían varios años, y que se agravaron a partir de la segunda mitad del siglo XVI.

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La invasión y conquista de Colombia y de Nariño, como se ha dicho, se desarrollaron frente a la resistencia relativa, grande en unas partes y menor en otras, de las tribus aborígenes. Esta resistencia fue intensa sobre todo después de que los naturales se percataran de las verdaderas intenciones de los conquistadores, que hablaban de un soberano y un Dios que aquí no conocían, y de derechos que nadie les había otorgado. Los peninsulares tuvieron que encarar enorme resistencia en el litoral Atlántico, en Córdoba y Antioquia, a lo largo del Valle del Magdalena, en las vías de penetración del gran río en la Sabana de Bogotá, y en la ruta comercial entre la Sabana, Quito y Perú. Pero en Nariño este proceso, diferente del resto del país, la historia de la conquista y colonización aparece como una serie de pacificaciones, sujeciones, levantamientos, nuevas sujeciones y nuevos levantamientos. La pacificación de la región solo se enrumbaría por buen camino desde mediados del siglo XVI y en el segundo decenio del siguiente, aunque algunas tribus, como los Pastos, jamás fueron sometidas. Pero al fin y al cabo el invasor triunfó. 99 Y como se ha visto tres son los grandes efectos inmediatos de la conquista: la reducción cruel de la población aborigen; la implantación de un sistema económico y político de dominación, de crueldad y saqueo; y la terminación de una civilización autóctona, reemplazada por otra, en las manos de la religión, el idioma y la cultura foráneas. Pero el efecto concreto del proceso fue el despojo de las tierras, a través de las Capitulaciones, contratos de usufructo otorgados por merced real a los conquistadores, que se convirtieron efectivamente en la encomienda, la mita y concierto, para utilizar también una específica forma de despojo a través de los Repartimientos. En síntesis, cuando la colonia llega a implantarse, se enfrenta a un indio desalojado violentamente de la economía natural extensiva, hacia otra mercantil, intensiva, de explotación agrícola y minera. La disculpa fue sacar del estado “salvaje” al indígena, civilizándolo, lo cual solo significó convertirlo al cristianismo, hacerlos asalariado, siervo o esclavo, en lugar de hombre libre, y hacerle olvidar su cultura, su idioma, su historia.

Una relación bastante realista de estos sucesos se encuentran en “Por el sur de Colombia”, de Miguel Triana, Biblioteca Popular de Cultura. 99

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En estas tierras del sur, la paz de un sistema económico y político autonomista y ecologista, se rompe a través de la violencia y de un sistema económico atrasado. Esa mezcla de feudalismo (encomienda) y semicapitalismo, sirvió de base al desenvolvimiento de una economía colonial deformada, retrasada, dependiente del exterior, que en nuestro caso se concretó en el predominio posterior de la pequeña propiedad y de un comercio deformado. Como es obvio, para los españoles no bastaba la sola propiedad de la tierra, era necesario además la explotación de la fuerza de trabajo indígena en condiciones serviles. Para esto se instituyó la encomienda y la mita. La encomienda, obliga a la población indígena a pagar un tributo anual al señor encomendero quien, por este beneficio, tiene la obligación de evangelizarlos. La tributación, hasta 1.559 se hizo al arbitrio de los conquistadores. Pese que existían leyes que los obligaba a utilizar pesas y medidas y a regirse a lo establecido en tasa oficial, los encomenderos de Pasto hacían caso omiso de tales disposiciones. Durante el siglo XVI se hicieron en Pasto dos tasaciones. Una en 1559 y otra en 1570. Según los datos de la primera tasación se repartieron entre 32 encomenderos 65 pueblos de indios, con un total de 23.240 tributarios. En esta ocasión los indígenas quedaron duramente grabados tanto por la cantidad como por la variedad de tributos que debían pagar. Como ya se indicó los encomenderos jamás se ciñeron a las tasaciones oficiales. Explotaron la fuerza de trabajo indígena a su libre albedrío para lo cual, de acuerdo a sus conveniencias, hacían traslados de población de una región a otra, principalmente de la provincia de los Pastos a sus haciendas del valle de Atriz o a las zonas mineras ubicadas en el Tambo, en la provincia de los Abades y en Sibundoy. Sin embargo los efectos de la llegada hispana son de mayor alcance al significar el quiebre de un proceso que era autónomo y que ya nunca pudo reencontrar el camino. Veamos el punto.

7.5. El Quiebre Del Proceso Autóctono

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7.5.1 Introducción. La conquista española y el sistema de la encomienda que se implantó en tierras americanas, tuvieron como efecto la desintegración de las sociedades indígenas. El resultado más evidente de aquella colonización fue la desaparición en el término de pocos años de vastas masas humanas allí en donde los conquistadores se iban asentando. El choque de dos culturas, a su vez, tuvo que producir desajustes violentos en la “autoctonía” de nuestros aborígenes, y determinados y específicos proceso de destrucción de la estructura original de éstos, acompañados de una aculturación de las sociedades dominadas. La colonización británica implantó la esclavitud en Estados Unidos. Este fenómeno se hizo sin nexo alguno con la población, pero a la vez introdujo el capitalismo más avanzado. Este proceso de economía se hizo con el exterminio a sangre y fuego de la población nativa, pero teniendo en cuenta el papel relevante de la producción, de tal manera que la preocupación de los colonos giraba en torno a la actividad económica... Además en esto se debe tener en cuenta que los conquistadores vinieron a quedarse, por múltiples razones, religiosas, entre otras. Por eso no pensaban en regresar sino en fundar un nuevo país, donde vivir y por lo tanto producir. De allí que su conquista fue lenta, porque cada grupo se quedaba en un sitio, fundaba una factoría y un comercio y alrededor de ellas crecía una ciudad, con todos los elementos del modo de producción capitalista. La acumulación extraída de los esclavos y de los obreros no se iba a ninguna parte, se quedaba en manos de los mismos colonos-empresarios y por lo tanto en el límite geográfico del nuevo país, Estados Unidos. Al contrario, la conquista y la colonia española, se efectuaron alrededor de una iglesia. Se adoptó un modo de producción feudal, que a través de instituciones como la encomienda, los tributos, los resguardos, etc., coexistió con el esclavismo. Se trató, entonces, de la conformación de un híbrido feudoesclavista, que se mezcló con los predominantes modelos aborígenes, todos, al fin y al cabo, en algún grado de comunalismo primitivo y el modo de producción asiático. Los españoles no venían a quedarse; venían a extraer las riquezas para irse a su España, a demostrar su valía ante los que los habían menospreciado – buscando representar el papel de nuevos ricos, y por lo mismo deseaban ganar la carrera de la explotación porque también había que cumplirle a la corona, que tenía fuertes deudas con quienes financiaron el descubrimiento y la conquista, como eran los grandes grupos capitalistas mercantiles de países como Holanda, Alemania, etc., representados en casas de contratación como los banqueros Fugger. Por tal razón no se buscaba

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fundar “ciudades”, que como tales, es decir como la categoría productora mercantil industrial, célula del capitalismo, no existían ni en la Metrópoli española, sino “Villas”, que en el proceso de desarrollo se ubican en el Feudalismo. Nuestros conquistadores “fundaban” con actas y todo, pero no para instalar un proceso productivo, sino para convertir las villas en un centro de acopio del fruto que ellos querían extraer a toda prisa, corriendo unos contra otros, con la mente puesta en España. Por eso, mientras en Norteamérica, instalando fábricas y comercio la conquista duró cinco siglos, pero en ellos se produjo la implantación del capitalismo joven, que se convertiría en el gran poderío imperial financiero de nuestra época, la conquista y colonización española estuvo hecha en menos de dos siglos. Era tal el ímpetu de saqueo que en un siglo los españoles habían recorrido la América desde la Tierra de Fuego hasta el corazón de Norteamérica. Al respecto opina Alejandro Lipschutz que desde el punto de vista territorial la conquista significó en América la lucha contra el sistema tribal-señorial autóctono, con el designio de reemplazarlo por un régimen feudal señorial de origen europeo. Así, en contraste con el régimen tribal-señorial autóctono nació y se afirmó el régimen fiscal-señorial hispano-americano. 100. Pero hay que tener en cuenta que la implantación de ese modo de producción atrasado, para ser convertido en un híbrido feudo- esclavista, se hizo como un instrumento de poder y de marco jerárquico. En este sentido – recalcamos- los conquistadores no se propusieron introducir un sistema productivo, como lo hicieron los ingleses. La mentalidad española era la del buscador de oro, del saqueo y del aventurerismo. Sólo tenía sed de riquezas, al mejor estilo de los finales del feudalismo: riqueza que representaba poder, en una clara idea del mercantilismo, excluyente y exclusivo, que pregonaba España.

7.5.2. Aspectos Relevantes. En virtud a tales condiciones específicas a los españoles no les interesaba buscar la destrucción total del viejo sistema, como sí le interesaba a los nuevos pobladores de Estados Unidos, sino que se trataba de modificar, de sustituir, mejor, el viejo poder. Es por esto probable que en el caso que nos ocupa, tras su relativo triunfo militar y político, luego de la entrada de Diego de Tapia, Ampudia y añasco, y el propio Belalcázar, hayan 100

LIPSCHUTZ, Alejandro. “La Comunidad Indígena en América y Chile”. Santiago, 1956.

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tomado el modelo incásico de producción y sujeción para consolidar su dominio entre Pastos, Quillacingas, Abades, etc., los primitivos pobladores de nuestro departamento. Pero en el particular caso de los Pastos quienes, como hemos visto, no estaban dentro del clásico modelo Inca, sino que se apartaban en definitiva de él, esta artificial implantación por parte de unos “extraños”, significó un choque de tipo sociológico y económico negativo. El modo cultural y de economía que sus ancestrales vecinos a la vez que enemigos Incas, no pudieron implantar ni por la guerra ni por medios pacíficos, les era trasladado por unos personajes extranjeros, que venían acompañados de otros indígenas, ya sometidos, como intérpretes y guías. En el territorio Ipialeño, y por extensión en los dominios de los Pastos de Colombia, ante todo en lo que más tarde se conocería como la Provincia de Obando, en forma muy diferente a lo que sucedería en otras partes, la conquista no significó colonización. Muy difícil les fue a los hispanos penetrar en la cultura y costumbres económicas de los aborígenes, aunque ya se habían adueñado del territorio. El asedio y la campaña de penetración fue variada y constante, de largo énfasis en relación al tiempo, para lograr al cabo de esfuerzos aún más grandes, una colonización relativa de los indígenas. Sólo al final de ese largo trayecto, se inicia un novísimo proceso urbanizante, aunque teniendo que conceder por parte del peninsular el derecho a una relativa autonomía, de tal manera que coexistían, en principio, dos formas productivas y dos culturas. Sólo el surgimiento del mestizo, como nueva fuerza productiva, social y cultural, va a permitir un cambio en la rígida composición de ese ambivalente esquema socio-económico. Este nuevo elemento, no sólo es el centro de procedencia de la mayoría de la población actual, sino que a la vez, fue el intermediario transmisor de la cultura indígena hacia la configuración urbanizante del esquema posthispánico. Esto se condensa sobre todo en la adopción por parte del mestizo de los conocimientos y cultura de los aborígenes aunque al comienzo lo hicieron en forma lenta, difícil, para luego aceptar como parte propia esa configuración. A la vez chocaron con la transculturación que la colonización hispana estaba logrando en el esquema surcolombiano de la economía y la sociología, tratando de ubicar una propia forma mestiza, que se constituyó en una especie de crisálida del proceso posterior. El resultado, sin embargo, fue un desarrollo autóctono únicamente en el campo político, en el sentido de la defensa de las instituciones nacidas del centro de opinión indígena, mientras en el terreno cultural significara un atraso. O un estancamiento y un relativo retroceso en el campo político el comienzo del siglo XVIII significa, en términos

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de relación tiempo espacial, el comienzo de la rotura de las formas productivas aborígenes. La forma productiva, a partir de 1700, se basa en un obligado sedentarismo, con énfasis en la agricultura y con características artesanales en un esquema reproductivo que facilita el intercambio. El resultado, como se ha venido afirmándolo, fue un estancamiento en el proceso económico, con la característica de una separación entre el modo productivo aborigen y el del mestizo, es decir, con el comienzo de una separación del campo y del modelo urbanizante feudal, en las villas hispanizadas, que señalan una dicotomía en la esfera productiva de la región. Una nueva coyuntura vivencial se hizo presente entonces en la vida de nuestros pueblos, portadores de la herencia actual. Las relaciones socioeconómicas distribuyen el objetivo de la vida colonial en diferente sentido al que tradicionalmente se había buscado. Se vive en medio de las labores agrícolas y el comercio, enlazado el proceso a través de una vida religiosa, en la cual la Virgen de las Lajas, preconizada por los mestizos, sirve de un bastión supraestructural de aquietamiento de los constantes rechazos al nuevo modelo de vida. En toda América las comunidades indígenas empezaron a sufrir el resquebrajamiento total de sus antiguas formas productivas. Como muy bien explica Hugo Rodríguez “La conquista no respetó ni las lenguas nativas, ni las tradiciones ancestrales, ni la misma supervivencia del nativo. Y la tierra fue el primer objeto de codicia. Desde principios del siglo XVI la corona, para estimular el proceso migratorio, que luego tuvo que impedir, fue supremamente generosa con los ávidos conquistadores españoles. Grandes porciones territoriales se repartieron, en forma arbitraria y sin que fuere necesario méritos comprobados por parte del beneficiario, para entrar legalmente en posesión de las mismas”. 101 Con el surgimiento de la encomienda, aunque esta institución no estaba relacionada formalmente con las tierras ocupadas por las tribus, se levantó una relación de dependencia de las personas y de las tierras de los indios a los encomenderos, porque no recibían tributos. Los indios debían pagar sus contribuciones en dinero, pero como muchas veces no lo podían hacer, se admitió el pago en especie y mediante el servicio personal. Es decir, que las RODRIGUEZ A. Hugo. “Elementos críticos para una nueva interpretación de la Historia Colombiana”. Ediciones Ideas, Bogotá, p. 18. 101

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encomiendas, en la práctica, establecieron el trabajo forzoso, a la vez que, a través de los tributos se apropiaron de las tierras, prácticamente, aunque no se permitía formalmente. Como plantea muy bien Diego Montaña Cuellar, esta contradicción entre la teoría y la práctica de la ley, marca una mayor incompatibilidad de la institución de la encomienda y la condición libre de los indígenas. La solución mediada da a una conformación entre el esclavismo y el hombre libre –que era la encomienda, como una forma política económica sui géneris-, se convirtió entonces una fórmula curiosa y de filosofía obtusa: “es lícita la servidumbre de aquellos a quienes perjudica la libertad”. Y es precisamente en este momento histórico-económico, cuando el concepto de libertad vuelve a ser fundamental en la vida de los pueblos del sur de Colombia, como en toda América, empleado en forma totalmente diferente a la libertad preconizada por los colonizadores contra la metrópoli, o a la defendida por aquellos contra los aborígenes. Antes de la llegada hispana, como se ha visto, los Pastos colombianos eran un pueblo industrioso, pacífico, agrícola, manufacturero y comerciante que se mantenía inmune ante la agresión, haciendo de su tierra una especie de despensa cuya mentalidad se respetaba. Los Pastos, por otro lado, eran la tribu más numerosa de la zona interandina nariñense, de tal manera que en 1558, según censo de la época, el 53.78% de los 19.041 censados en la zona, tenían esta raíz, frente a un 31.92% de Quillacingas (los indígenas de la actual Pasto y sus alrededores) y 14.29% de Abades. 102 Así mismo era la tribu más organizada, gozando de una situación económica mejor y más evolucionada que la de sus comarcanos y un ambiente de libertad que no se comparaba al comportamiento imperialista de los poderosos Incas. El resultado más elocuente del paso de la autóctona forma productiva a la impuesta por los conquistadores fue la baja continua y persistente en la población indígena. El decrecimiento drástico de la población en el sur entre los Pastos, Quillacingas y Abades, según los documentos más fidedignos se verificó entre 1558 y finales del siglo XVI. Entre la emigración y las enfermedades, la población sureña se disminuyó de una manera notable; los indios huyeron, se fueron a las montañas, no quisieron habitar en las villas españolas, y los que se quedaron posiblemente enfermaron, especialmente de sarampión y viruela y fallecieron, aunque no hay cifras fidedignas como términos de referencia; lo cierto es que la disminución de la población indígena fue notable en todo el sur de Colombia, como lo fue en todo el continente. “La 102

ROMOLI, Kathleen. Ob. Cit. P. 29.

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conquista española y el sistema de la encomienda implantado en seguida tuvieron como efecto la desintegración de las sociedades indígenas americanas. La consecuencia más palpable de la ocupación española fue, sin duda alguna, la desaparición casi fulminante de vastas masas humanas allí donde los conquistadores se iban asentando”. 103 La encomienda –instrumento principal de quiebra de las formas autóctonas de producción- llegó a límites que la corona tuvo que someter a reforma. Es así como en los últimos años del reinado de Felipe II, culminando todo el proceso del siglo XVI, se hace una revisión de títulos, que fue llevada a cabo principalmente por el gobierno de Antonio González, con una reforma a la propiedad de la tierra en lo que se denominó la “Composición”, que en términos generales planteaba que los ocupantes simples debían ser desposeídos y aquellas que pudieran exhibir un título precario se admitían mediante el pago de una suma a la corona. Así mismo se debían reservar las tierras necesarias para ejidos propios, pastos, calles y plazas en los lugares poblados, reconociendo a los indígenas las tierras necesarias para sementeras y ganados. Por otro lado, y dentro del proceso reformista del Presidente González, se instituyeron los resguardos indígenas. Sta institución fue reconocida a partir de 1593 y el proceso se prolongó hasta 1637, época de las últimas composiciones generales. Las primeras otorgaciones de resguardos entraron a menudo en conflicto con las pretensiones de encomenderos y ocupantes españoles. Los indios tuvieron que hacer valer sus títulos y amparos sobre su posesión tradicional, contra los exhibidos por los españoles. El conflicto entre los dueños comunes, los indígenas, por siempre, y los conquistadores, estaba dado; la lucha entre poseedores y usurpadores se había planteado. Los conflictos de los resguardos eran inevitables; entre indios y españoles, por las circunstancias ya anotadas. Entre los indios mismos, porque no podía seguirse una regla para determinar sus posesiones tradicionales sino que esto se hacía de una manera arbitraria. De otra parte, los indígenas se veían presionados y enfrentados entre ellos mismos no sólo por la presencia de propietarios españoles sino también por estar divididos en encomiendas. En general todas las tensiones obedecían en gran parte a la presión ejercida sobre los resguardos y sobre las posesiones COLMENARES, Germán. “Historia Económica y Social de Colombia 1537-1719”. Editorial Oveja Negra, pag. 40. 103

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tradicionales por los propietarios españoles. Estos no dejaron de hacer peticiones de tierras o de invadir las tierras de los indígenas, aún después de otorgados los resguardos. El conflicto se había transformado en una lucha de clases. El modo autóctono de producción, sin una propiedad privada concreta, con una propiedad comunalista se quebraba con una nueva forma productiva feudal-esclavista en la que la propiedad privada de la tierra originaba la primera gran lucha clasista. Los resguardos de la región sur de Colombia fueron creados entre 1593 y 1633 aproximadamente, pero la verdad es que poco fueron reconocidos en aquella época. La vida jurídica si así se puede denominar- de estas instituciones, en Ipiales y sus alrededores, asignada por el reconocimiento real, sólo se inicia entre 1750 y 1760. Este hecho sin embargo marca un nuevo conflicto en el sur, entre los indígenas acogidos en los resguardos y los intereses opuestos de los mestizos ya ubicados en los linderos de las villas, y más precisamente con los pobladores mestizos de Ipiales, Cumbal, Carlosama, etc. Es evidente que la reducción de la población traumatismos entre ella y la nueva forma productiva.

indígena

causaba

El mestizo en cambio fue ganando poco a poco derechos y derrumbando prohibiciones, de tal manera que llegó también a convertirse en arrendatario o poseedor de los resguardos indígenas. En el siglo XVIII se experimentaron nuevas formas de organización social, llegando hasta tratar de borrar los esquemas de dominación original. Como la población indígena iba desapareciendo, con ella también desaparecía la dualidad racial para tener en cuenta en adelante otra realidad que se concretaba en un centro urbano, núcleo de acción impuesto por el mestizaje, y por tanto adopta nuevas formas de acción y organización económica y social. Por otro lado el proceso de mestizaje hizo posible la transferencia de parte del poder económico de los conquistadores peninsulares, a sus descendientes nacidos en América. El final del proceso de transformación y de dominio económico impuesto por la conquista y la colonia significa un rompimiento con la autóctona forma productiva. Esta es reemplazada por la implantación de un modo híbrido de producción feudo-esclavista; su expresión se da en la existencia de instituciones sui géneris como la encomienda y el resguardo. La primera, fuera de cualquier intento de explicación religiosa, se creó con fines tributarios, de manera tal que se beneficiaban igual tanto España como el Encomendero, que

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ante la imperfección de las fuerzas productivas que imposibilitaron la creación de excedentes para pagar tributos, obligó a la implantación del feudal “Servicio Personal” de los indígenas. Al final sin embargo, el encomendero terminó apropiándose violentamente de la tierra perteneciente a las encomiendas. Por la segunda institución, la tierra estaba fuera del comercio legal; ello quería decir que los indios adolecían de la facultad de vender o conmutar la tierra del resguardo. Aquí estaba latente otro conflicto económico social, puesto que españoles y criollos ambicionaban las tierras de resguardos para incluirlas en el ciclo comercial de las tierras mal habidas por la conquista y el avasallamiento de las encomiendas. En el sur, como en toda América, se agigantaba cada vez más la lucha, el conflicto social, y la chispa de la libertad, siempre latente, buscaba prender la hoguera.

7.6. La Rebeldía Indígena

7.6.1. Generalidades. Examinando la historia escrita y la tradición oral del departamento de Nariño, se halla que el denominador común es la resistencia popular, la rebelión. Los pueblos sureños, Pastos, Quillacingas, Abades, Sindaguas, responde con la rebeldía, con la lucha contra el invasor, contra quien ofende sus tierras. Esto se repetirá contra las injusticias coloniales. Recordemos que cuando la primera invasión Inca presidida por Auqui Toma (1480), se genera la reacción de los indios Pasto, que inician contactos con sus vecinos los Quillacingas, produciéndose la primera gran coalición interétnica contra el invasor peruano, impidiendo su dominación, con el surgimiento de los héroes indígenas Capusigra y Tamasagra. A ella le seguirá el segundo intento de sojuzgamiento Inca al mando de Huayna Cápac, por allá en 1526, con su ejército de orejones, indios Pastos Ecuatorianos, sometidos, a cuya penetración los Pastos Ipialeños oponen resistencia, de tal manera que los invasores solo llegan hasta el Guáitara, en Rumichaca, en el puente natural. El Tahuantisuyo, el imperio del Sol, será detenido allí, por un pueblo rebelde, imposible de esclavizar. Cuando logran penetrar a su territorio, una noche, narra la leyenda, los Pastos les preparan un banquete y en medio de la celebración, atacan a los Incas matando a sus principales príncipes. Pero el panorama de la libertad ancestral de estas tierras sureñas se oscurece a partir del siglo XVI. En 1527, Francisco Pizarro y Diego de Almagro Guillermo Alfredo Narváez Ramírez

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arriban con sus hombres a un punto del Pacífico nariñense, a Gorgona y Bocas de Satinga, en Nariño, que más tarde bautizaron como Santa Bárbara de la Isla del Gallo del Mar del Sur. Desde allí comienza la feroz conquista hispana, con la insurrección permanente de los pueblos sureños en diversas formas. Este hecho se concretó en 1535, cuando Diego de Tapia remonta el Guáitara, en expedición preliminar, para que luego Pedro de Añasco y Juan de Ampudia, inicien la conquista de las tierras de Pastos, Quillacingas y Mocoas. Los Quillacingas de Sibundoy, Sindamanoy y Magnasoy, asumen una fuerte resistencia que dura tres años, con guerras y retiradas hacia las montañas, para luego volver al ataque. En 1537 sale desde Quito Don Rodrigo de Ocampo para ayudar a conquistar y pacificar la Villa de Pasto. Luego Pedro de Puelles solicitará al Cabildo de Quito “auxilios para la guerra de pacificación de los indios Quillacingas”. A finales de ese año, Diego de Tapia, solicita al capitán Sebastián de Belalcázar se envíe a Pasto gente para la guerra. La conquista española en el sur es respondida por los indígenas con rechazo y rebeldía, a pesar de que son sometidos al gobierno de los encomenderos, en nombre del rey. Una vez conquistado el territorio y en pleno auge colonial; ya en los años 1550-1560, cuando Pasto ya ha adquirido la calidad de Villa, Don Gonzalo Rodríguez, logró extender una red de comunicaciones rebeldes, una especie de servicio secreto de la insurrección, entre Quito, Pasto y Cali. Este acto es causa del ajusticiamiento de este pastuso, denominado el precursor de precursores, quien ve la muerte en la plaza de Rumipamba. Por allá en 1587 se intenta la colonización de la región de los Pastos Ipialeños, y se realiza la fundación española de la ciudad. La rebelión de los aborígenes es la respuesta a la incursión hispana. Por esto los capitanes Primitivo Astorquiza y Francisco Terán, se encargan de pacificar la región. Los líderes rebeldes, a pesar de la denodada lucha, son vencidos, por lo cual emprenden la retirada hacia el Guamuez y por la cordillera hacia Iles y Gualmatán, permaneciendo fuera de la población, sin dejarse “civilizar”. En esta época colonial se concretan también las alianzas inter-étnicas, para defenderse de las invasiones y de la dominación hispana. Son el comienzo de una especie de federaciones indígenas y negras, que marcarán con rebeldía la nueva historia de los pueblos sureños. Así en los del Patía, los SindaguasNulpes, Paquinangos y Chapanchicas, se alían con negros cimarrones para

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defenderse. En El Castigo se conforman los palenques de cimarrones y pardos libres. Por eso, en 1732, la Audiencia de Quito, tratando de apaciguar los movimientos de protesta, realiza ingentes esfuerzos, hasta que en 1745 envía una expedición de pacificación. Una de las más largas resistencias la protagonizan los Sindaguas. Se recuerdan los hechos de 1614, cuando éstos instan a los de Sotomayor a “sublevarse y abandonar a los españoles”, en una rebelde campaña contra el vasallaje y la dependencia de los servicios personales. La resistencia Sindagua fue duramente reprimida, sobre todo por Francisco de Prado y Zúñiga en 1635. El peso de la justicia del Rey cae sobre 16 caciques, quienes, luego de ser bautizados, atados con una soga al cuello, fueron apaleados hasta la muerte; luego se les cortó la cabeza y empaladas en diversos puntos de las poblaciones. En 1700 se promueven nuevas sublevaciones y alzamientos de indios y mestizos en el Perú, que repercutirán en el sur de Colombia. Son ellos la culminación de protestas y de movimientos contra el régimen fiscal español que acosa a la inmensa población trabajadora de estas tierras. Se ha pasado de la resistencia pasiva y de movimientos de intercomunicación de Gonzalo Rodríguez, a nuevos intentos rebeldes. Así en 1778 se acude a los pasquines contra los españoles. En Chinchila, contra la ley de impuestos, se llegan a publicar amenazas contra españoles y blancos. Ya se oyen claramente los gritos contra el mal gobierno, hasta llegar a diversas formas de rebelión. Se llega entonces al ajusticiamiento popular de las autoridades civiles en Catambuco, en 1781 y Túquerres, en 1800; deposición de gobernantes coloniales y asomo de gobiernos comuneros en Tumaco en 1781; las conspiraciones de Cunchila (1778), Males (1784), Pasto (1784), los linchamientos de autoridades como los Peredo en Catambuco (1781) y de los hermanos Rodríguez Clavijo, en Túquerres, hasta llegar al gran movimiento de las masas comuneras. El proceso de federación indígena y mestiza, de hecho parece concretarse, luego del grito de Tupac Amarú, en el alto Perú, con los Comuneros del Sur, un movimiento popular que tiene como protagonistas a Lorenzo Piscal, Francisco Aucu y Manuela Cumbal, en el año 1800. Y ya en los umbrales de la gesta independista, se presenta uno de los últimos procesos de insurrección, cuando el indio Antonio Tandazo Montoya, natural de Loja, en el Ecuador, logra encabezar un movimiento de lucha contra

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la opresión de los blancos, en 1803, que se hace muy fuerte en la patria vecina, y llega a tener eco en los pueblos del actual departamento de Nariño, con respuestas concretas ante todo en Carlosama, Túquerres, Ipiales y Cumbal. La rebeldía permanece, entonces, latente en estas tierras australes. Siempre se respirará en toda la colonia y luego en la formación de la república un hálito de libertad. Lo fundamental de esta historiografía de la rebelión, sin embargo, es recalcar que los brotes continuos de resistencia indígena y de su permanente lucha se inició en el momento mismo de las fundaciones españolas. A pesar de que la historia oficial no hace mayor mención a ello, la constante durante la colonia siguió siendo la misma: el ansia de libertad y el no sometimiento al sistema imperante, esperando el mejor momento para rebelarse. Por eso es importante recalcar sobre el significado de los llamados Comuneros del Sur y su relación con los Clavijo. La libertad siempre tuvo su tea encendida en tierras de Pastos y Quillacingas y fue su voz la guía de libertad. Desde el sur, pero con cierto apoyo en las demás regiones, las contradicciones políticas, económicas y sociales, internas y con la metrópoli, se iban convirtiendo en movimientos libertarios.

7.6.2. Los Comuneros Del Sur. Contra la opresión española, la lucha de los aborígenes en toda América fue casi permanente. Pero en contra del colonialismo el siglo XVIII fue crucial. En estas épocas se produjeron una serie de levantamientos de todos los grupos sociales, pero sobre todo de la población indígena. Así, en 1740, en Lima se crea una Junta Revolucionaria que llama al inca Felipe y envía un emisario hacia la Nueva Granada y Venezuela tratando de organizar juntas revolucionarias. En 1742, Juan Santos Atahualpa se rebela y se toma la provincia de Tarma y Jampa, en un movimiento que dura hasta 1761, en la llamada Provincia de la Montaña 104 En 1750 se produce otra rebelión que es traicionada al parecer por un sacerdote. En 1761 se da el movimiento rebelde del indio Jacinto Canek, mientras en Quito en 1765, Eugenio Espejo planeaba un levantamiento sistemático de todas las capitales de los virreinatos. Pero el gran levantamiento, planificado y organizado y de gran trascendencia, fue el del inca José Gabriel Condorcanqui, Tupac Amarú, en 104

CASAS, Ulises. “La rebelión Latinoamericana”. Editorial Banderas Rojas, Bogotá, pág. 12.

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Tinta en 1780. Todo empezó con la consigna del jefe indígena que ordenó a todos los caciques no pagar impuestos y arrestar a los corregidores caciques no pagar impuestos y arrestar a los corregidores y él, personalmente, dirigió la detención del corregidor Antonio de Arriaga. El gran movimiento se regó como pólvora y utilizando los mensajeros incas, los chasquis, se conoció en toda América, y por eso llegó a la Nueva Granada, empezando primero en la provincia de los Pastos. El mensaje rebelde tuvo eco y en toda América se respiraba rebelión, y esto sucedió también en el sur de Colombia, como lo hizo en El Socorro, en Vélez y en Santafé de Bogotá. Se había generado así el movimiento de los comuneros, y con ellos empezaba el comienzo del fin del imperio español, que había llegado al colmo de la explotación y la tributación exagerada. Y Nariño es también escenario de lo que la historia debe conocer como los Comuneros del Sur. En la Villa de Pasto, el pueblo se subleva contra el estado opresor, representado por el visitador Ignacio Peredo, en 1781. El visitador se ve obligado a huir ante el ataque de la turba refugiándose en el Colegio de la Compañía y luego trata de escapar hacia Ipiales por el camino a Catambuco. Pero los indios sublevados lo descubren y persiguen y acosado por los rebeldes, trata de esconderse, pero el indio Naspirán lo alcanza y lo remata de un puyazo. En el mismo año, en Tumaco, el negro Vicente de la Cruz encabeza una insurrección contra el “mal gobierno” en otra epopeya precursora de la independencia. Se cuenta también que en esta ocasión Juan Bautista Vallejo, otro rebelde, incluso llegó a encadenar al Teniente de Gobernador. En 1796 los indígenas de Ipiales se insurreccionaron contra el contador Francisco Rodríguez Clavijo en otra acción rebelde del sur. Al ánimo rebelde, tal vez oxigenado por los mensajes llegados de Tinta en el Perú, se agiganta y sobre todo en la provincia de los Pastos, la revuelta se generaliza. El exceso de impuestos y la entrega al poder civil de los diezmos, según determinaciones de Carlos V, generó un nuevo elemento de explotación y de abuso por parte de las autoridades, convirtiéndose en la coyuntura para las rebeliones. Para ello se contó con un proceso de planeación, organización y comunicación, en una unidad de indígenas, mestizos y esclavos, y que se

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materializó en los mensajes de los chasquis o correos indígenas, que desde el sur del continente llegaron también a estas tierras, con su mensaje rebelde.

7.6.3. Los Comuneros y los Clavijos. El movimiento comunero en estas tierras del sur puede ser narrado en dos grandes actos. Uno de ellos se refiere a lo sucedido en las tierras andinas, en el suelo de los Pastos, y el otro a lo que se dio en la costa más, específicamente en Tumaco. La chispa que encendió la hoguera de la rebelión, fue la orden del Provisor del Obispo de leer en la misa dominical el decreto de rendimiento, por el cual se ordenaba el pago de diezmos que no se venía pagando entre los Pastos ni tampoco en Pasto. El domingo 11 de mayo de 1800 en Guáitarilla el cura Bernardo Eraso recibe la visita de don Atanasio Rodríguez Clavijo, hermano de Francisco Rodríguez Clavijo, corregidor de la provincia de los Pastos (Ipiales – Túquerres – Guáitarilla, etc.), quien le ordena leer el rendimiento. El sacerdote cumple con la orden, recibiendo como respuesta una gran rechifla y, como afirma Germán Arciniegas, en un caso insólito en la América Española, católica, los indios Manuela Cumbal y Francisca Aucú, en pleno templo, le arrebatan el papel y lo rompen, mientras la masa popular se toma la plaza al grito de VIVA MANUELA! VIVA FRANCISCA! MUERA EL REY! LIBERTAD! LIBERTAD! Don Atanasio, asustado, se escuda tras el cura Bernardo y logra así huir hasta Túquerrres, donde le cuenta a su hermano lo sucedido. Francisco, conocido por sus arbitrariedades, el lunes 12 envía al cacique Pablo Díaz de Salvador Armaza a calmar los ánimos y ordena aprehender a las dos indias rebeldes, Cumbal y Aucú, lo cual en efecto se cumplió. 105. El 18 de mayo, aniversario del sacrificio de Tupac Amarú, el cura Eraso en la misa dominical, vuelve a leer el rendimiento, pero el pueblo se enfurece y se rebela dando a los hermanos Clavijo, representantes directos de la explotación. La revuelta crece y se agiganta extendiéndose a toda la provincia. El 19 en horas de la mañana marchan con destino a Túquerres más de 300 personas y allí con gentes llegadas de otras partes, se dividen en dos grupos, uno que se dirige a la fábrica de aguardiente donde se encuentran los Clavijo y otro va la casa del cura Ramón Ordóñez.

105

PEREZ SILVA, Vicente.” Ensayo histórico”. Bogotá, 1980.

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Siendo la 8 de la noche, cuando la revuelta llega a las puertas de la fábrica, también lo hace don Francisco Sarasti y Ante, administrador de tributos de los Pastos, y gran líder entre los ipialeños, quien propone una mediación y logra calmar los ánimos 106 Pero en ese momento llega el segundo grupo rebelde, a la cabeza del cual iba el indígena Lorenzo Piscal, y el movimiento vuelve a hacerse ingobernable. Los Clavijos temerosos, tienen que huir y se refugian en la iglesia acompañados de siete u ocho individuos que lograron armar para defenderse. El cura Ordóñez tratando de calmar a los rebeldes salió con él, pero no sirvió de nada. Los indígenas penetraron a la iglesia y localizaron escondidos en el camarín de Nuestra Señora a los Clavijos, y con lanzas y puyas les dan muerte, arrastrando luego sus cadáveres hasta la plaza, donde despedazan furiosos lo que queda de los hermanos. Al otro día prenden fuego a la casa de la estanquillera Margarita Figueroa y del maestro sacador de aguardiente Raimundo Argoty, y fueron a las casas del Estanco de pólvora y tabaco, echando agua a la primera y prendiendo la otra. En Colimba, entre tanto, los rebeldes queman las casas del Teniente y en el Guavo la casa del estanquillero. La rebelión continúa en todas partes y solo al tercer día se van calmando las cosas. 107 Es el momento en que el gobierno colonial toma el asunto en sus manos y el movimiento al final es vencido. El levantamiento popular contra los Clavijos, que fue de la misma índole de los Comuneros, no podía quedar sin castigo y en efecto lo fue. Los cabecillas incas, Piscal y Carlosama fueron descuartizados, puestas sus cabezas en picas, mientras las indias Manuela Cumbal y Francisca Aucú se pierden en el olvido de la historia. Las páginas amarillas de los archivos han dejado algunos nombres de esos comuneros, de esos valientes, que tras la pantalla de una revuelta contra los Clavijo, encabezaron y lograron iniciar un movimiento con carácter político, con lineamientos nacionalistas. Entre esos nombres se deben recordar los de Julián Carlosama, Ramón Cucas, Romo, Marcelo Ramírez, Jerónimo Cruz, Manuel Yacuarán, Francisco Naspucil, Sebastián Sapuyes, Pedro Isacas, Calixto Calpa, Manuel Chipud, Mariano Pastás, Mariano Colimba, Manuel 106 107

LOPEZ ALVAREZ, Leopoldo. “Los Clavijos”. Boletín de estudios históricos. Pág. 120-121. SAÑUDO José Rafael.”Apuntes sobre la historia de Pasto”. 1980

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Caliacamag, Atanasio Piarpuzán, Manuel Santander, José Betancourth, Pedro Valenzuela, Juan Cuaspud, Antonio Tilac, Pablo Arpas, Manuel Telial, Juan Criollo, Baltazar Tutistar, Bernardo Bacca y Mariano Cerón. Pero también se debe recordar que el movimiento rebelde de 1800 convocó directamente a siete pueblos: Túquerres, Guáitarilla, Sapuyes, Cumbal, Guachucal, Imués y Ospina. Indirectamente a Ipiales y su zona de influencia. Todo ello en tierra de Pastos y Quillacingas.

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8. ACTUALIDAD DE LAS COMUNIDADES DE PASTOS Y QUILLACINGAS 8.1 LA COMUNIDAD DE LOS PASTOS Como se ha planteado son dispersas las concepciones del origen del pueblo de los Pastos. Sin embargo ya en la actualidad, que es el objeto de las siguientes páginas, se pueden concretar algunos aspectos que nos acerca de esos comienzos como también sobre lo que el presente significa para los descendientes más directos de los aborígenes del ayer. Mediante las técnicas del carbono catorce se ha logrado ubicar los inicios de la cultura de los Pastos en el año 80 de nuestra era, a la vez que se ha podido comprobar que su mayor desarrollo se presentó hacia los siglos XI y XII. Cuando los españoles llegaron su régimen estratificado constituido en diversas dominaciones de una elite de caiques, acababan de recibir la cultura de los Incas con dominación o no, y se encontraban en un grado de desarrollo relativo en relación a ella. Se habían librado muchas luchas contra ese imperio recordándose en las leyendas la derrota propinada a los invasores en el sitio de la Collas, allá entre Ipiales y Aldana , lo mismo que la venganza que tomaron los Incas, bajo el mandato de Huayna Capac, cuando fueron sacrificados decenas de indios Pastos, los de San Gabriel y sus alrededores, en el lago de Sangres (Yaguarchocha), en Ibarra. Como se ha visto, el territorio de los Pastos comprende dos áreas diferentes. La primera la del Ecuador, que se halla al norte del a la actual provincia del Carchi, con centro en San Gabriel. La segunda, la de Colombia, en el sur occidente es lo que ahora comprende las áreas municipales de Ipiales, Aldana, Carlosama, Cumbal, Guachucal, Túqueres, Mallama, Guachavez( Santacruz), Potosí y Córdoba. Para situarnos en la realidad actual hay que tener presenta que luego de la llegada de los españoles, cuando se inicia la conquista, luego de muchas vicisitudes se implanta la colonia, el despojo de las tierras de los aborígenes se hizo a través de la Capitulaciones de tierras, a cargo de los grandes conquistadores, sobre todo de Sebastián de Belalcázar, acá en el sur. Más adelante los cabildos y los gobernadores encargados de hacer estas operaciones con las Encomienda y luego los Resguardos, a nombre del rey,

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mediante “Mercedes”, con alarmante voracidad arrinconaron a los Pastos hacia las tierras peores. Los aborígenes, entonces, perdieron a mayor parte de sus territorios. Con la llegada de la República, lo único que había quedado de la tierra de los Pastos, como la de las demás comunidades indígenas, encontró refugio en los denominados resguardos al mando de los Cabildos, los cuales han sido permanentemente atacados por la ambición y la explotación de los blancos y mestizos poderosos, que han logrado hasta ahora reducirlos aún más a la más mínima expresión. En el departamento de Nariño, actualmente, se reconocen como pastos a los indígenas pertenecientes a los resguardos indígenas de Mayasquer, Panan, Chiles, Cumbal, Cuaspud, Aldana,Ipiales, San Juan, Potosí, Males, Yaramal, Puerres, Funes, Iles, Imués,Calcan, Túquerres, Guaitarilla, Yascual, Guachaves, Mallama, Colimba, Muellamués, Guachucal y Sapuyes. También se encuentran comunidades pastos en de Putumayo y en la Provincia de Carchi (Ecuador).

el

Departamento

En 2005 la población Pasto censada por el DANE fue de 129.801 personas, siendo los municipios de Ipiales, Cumbal y Córdoba los de mayor número de habitantes indígenas pastos. Con base a este Censo las oficinas de Planeación y las Universidades han realizado proyecciones aceptables, que en nuestro caso, para las comunidades indígenas del trabajo, son apropiadas. En este ambiente, el de hoy es un presente de pobreza y de atraso en esos territorios Pastos.

8.2. Elementos Socioeconómicos Importantes

8.2.1. Documentos De Los Resguardos. En la actualidad el sustento legal de la existencia de los resguardos de los pastos se encuentra en una serie de documentos antiguos que respaldan los existentes en diez municipios del sur de Colombia. Estos se refieren específicamente a 18 resguardos, que se relaciona a continuación.

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Municipio de Cumbal: Resguardo de Cumbal: Escritura Nro. 997 de 30 de Noviembre de 1906, Notaría de Ipiales- Títulos de 1711-1757. Resguardo de Panan: Escrituras Nros. 997 y 115 de 5 de Octubre de 1940. Notaría de Cumbal. Resguardo de Chiles: Escritura Nro. 47 de 26 de Agosto de a895- Títulos 1650 y amparos de 1866 Resguardo de Mayasquer: Escritura Nro. 108 de 7 de abril de 1892 de títulos de 1711 Municipio de Guachucal: Resguardo de Guachucal: Escritura Nro, 47 de 26 de agosto de 1895 ; título de 1650 y amparos de 1866. Resguardo de Colimba: Escrituras Nro. 395 de 18 de mayo de 1904 y Nro, 88 de 24 de enero de 1948, notaría segunda de Ipiales. Resguardo de Muellamués: Escritura Nro. 94 de 1 de septiembre de 1985 que recoge documentos de 1768 y la Nro, 81 de 26 de septiembre de 1911. Municipio de Cuaspud: Resguardo de Carlosama: Escritura Nro. 244 de 15 de enero de 1912. Protocoliza títulos de la corona de 1593, 1638 y 1653. Municipio de Túquerres: Resguardo de Túquerres: Escritura Nro. 214 de 1911. Protocoliza títulos de 1699- 1740. Resguardo de Yascual: Escritura Nro. 214 de 1911 de 15 de mayo.

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Municipio de Ipiales: Resguardo de Ipiales: Escritura Nro. 528 de 12 de febrero de 1906, con documentos de 1741. 1767 y 1772. Resguardo de Yaramal: Reconocimiento del ministerio de Economía mediante oficio de 25 de julio de 1940. Resguardo de San Juan: Escritura Nro. 528 de 12 de febrero de 1906 y la Nro, 319 de 13 de marzo de 1961.

Municipio de Mallama: Resguardo de Mallama: Escritura Nro. 395 de 18 de mayo de 1906. protocoliza títulos de la corona de 1646. Municipio de Aldana: Resguardo de Pastás: Autos, croquis, expedidos de abril 7 al 30 de julio de 1874. Municipio de Córdoba: Resguardo Males: Título Nro. 509 de 13 de enero de 1906. Protocoliza documentos de 1778. Municipio de Potosí. Resguardo de Potosí: Documentos de 1712 protocolizado en la escritura del 7 de marzo de 1932 en la notaría 2 de Pasto. Municipio de Santacruz: Resguardo de Guachavez: No hay documentación clara.

8.2.2. Aspectos Sociales. En la actualidad se puede ubicar a la etnia Pasto en un situación social de penuria, pesar de que la Constitución actual ha reconocido derechos que antes estaban colculcados para los indígenas. Se puede afirmar en ese contexto que las condiciones de vida son marginales en

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su mayor parte, con serias deficiencias en lo que se refiere a los aspectos educativos, salud y modo de vida en general. Entre los pastos los índices de pobreza son elocuentes y demuestran un alto grado de abandono por parte de la acción del Estado. En términos amplios se puede decir que en los territorios actuales de los pastos la vida sigue siendo tan difícil como lo fue siempre , luego del encuentro con los europeos. Sin negar los avances de al modernidad en cuanto a energía y servicios públicos, mucho es lo que falta por hacer para lograr que en ellos se viva al menos de manera más humana. Su modo de vida basado en gran medida por la filosofía de la cooperación ha sido traspasado por los vicios del capitalismo. En el momento, por ejemplo, hay conflictos de poder entre algunos grupos que buscan llegar a las gobernaciones de los cabildos y a las demás autoridades de los resguardos. Como ya e hay de por medio el manejo de ciertos presupuestos de la nación y de otras ventajas constitucionales, la ambición y el egoísmo, aprendidas de los blancos, han hecho mella en los indígenas. Por otra parte se mantienen, con tendencia incrementarse, los conflictos debido al escasez de las tierras, la falta de trabajo, la imposición de los planes de desarrollo desde la urbe, la falta de voluntad política de los gobiernos nacional y departamental, y aun de los de cada municipio, para resolver los más importantes problemas de la comunidad indígena. Además se vuelve cada vez más difícil el concertar un modo de vida que se enlace a los planes de desarrollo de las ciudades y de la nación, en medio de un modelo económico que no privilegia en ningún grado lo social y para el cual las minorías parecen ser estorbos.

8.2.3. Variables Económicas. Si bien es cierto que la economía en los territorios de los pastos tiene como fundamento la comunidad, basada en la naturaleza y domino del ecosistema, para logra subsistir los pastos tienen que resolver el dilema entre sus costumbres ancestrales, de solidaridad, y los del egoísmo y el afán de lucro del mercado, lo cual ha convertido la forma productiva actual en un híbrido que no genera desarrollo. Como una forma de conocer la realidad actual dela etnia Pasto, se puede hacer referencia a las principales variables económicas y otras que siendo sociales, dependen de esa forma híbrida de producción y subsistencia, que ha generado un punto crítico de no desarrollo.

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La Forma de producción: Entre los pastos se subsiste a través de la producción en el sector primario. Más particularmente se labora en el campo agropecuario. En lo único que se ha evolucionado en relación al remoto pasado es que de ser casi exclusivamente horticultores, los pastos de hoy son agricultores y explotan en diverso grado el subsector pecuario. Rotundamente se puede afirmar que en estos territorios la estructura económica desconoce lo que son los sectores secundario y terciario; no existen. Y sin ellos no existe la espiral del desarrollo. Por otra parte, en relación a las relaciones de producción y por lo tanto de la propiedad, se puede afirmar que el híbrido es aún más complicado. En tierras indígenas del sur coexisten, sin saberse cómo, los regímenes serviles del feudalismo, con sus arrendatarios y aparceros, junto a los valiosos de la propiedad comunal y sus prácticas sociales como las mingas, a la vez que se deben aceptar y practicar las formas capitalistas de las fuerzas del mercado. Trabajando en los campos, con regímenes no salariales, las principales actividades son la agrícolas y hortícolas, sobre todo cultivando papa, cebada, maíz, haba y algo de quinua. En cuanto a las actividades pecuarias se da la producción minifundista de la leche y algo de ganadería. En este sentido hay una importante producción lechera y de sus derivados. Se destaca una cooperativa lechera en la que se mueven más de 20 mil litros de leche diarios. Es también importante destacar que en los hogares de los pastos se da a una escala importante la cría de cuyes, ovinos y porcinos y el de la trucha Población: Si en la nación no existe un censo actualizado, lo existe en menor grado entre los resguardos indígenas y por eso la población pasto del momento solo puede ser inferida. Según las últimas cifras de organismos oficiales conocidas se puede afirmar que en promedio en todo el territorio pasto de hoy un 30% de la población pertenece al etnia pasto.

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Sin embargo hay grandes diferencias. Mientras que en los municipios de Cumbal y Guachucal, por ejemplo, el porcentaje promedio de población pasto bien puede estar alrededor del 80%, en Ipiales no supera el 8%. En esos términos se calcula que los pastos Túqueres y Carlosama, se ubica en un 15%, mientras que en Mallama, Aldana y Córdoba, en promedio se calcula un 45% de la población perteneciente a los pastos. Mientras que en Potosí y Guachavez el porcentaje de esa población sobre el total es cercan al diez por ciento. 108 En cuanto a cifras absolutas, se ha calculado que en la actualidad en los 18 resguardos de los pastos pueden existir alrededor de unos 110 mil habitantes.109 Educación: Uno de los problemas entre los pastos sigue siendo el alto índice de analfabetismo que se calcula supera el 38%. Existen escasos centros educativos, tanto de primaria como de secundaria. En su mayoría carecen de una planta física adecuada además de que los componentes de una educación basada en los valores étnicos no es la característica. Se destacan en la actualidad seis colegios agropecuarios indígenas ubicados en los resguardos de Colimba, Panan, Cumbal, Muellamués, Túquerres e Ipiales, como los más notable entre el territorio pasto. Pero no hay nada más y se puede así afirmar que en lo relativo a la educación está una de las principales falencias de la realidad de estas comunidades. Salud: La infraestructura hospitalaria en la región pasto es débil, casi inexistente. Aunque se han conseguido algunos avances en los últimos diez años, todavía se puede decir que este es uno de los aspectos negativos en la diaria lucha por la subsistencia de estas comunidades.

108 109

Porcentajes calculados tomando con base cifras de Planeación Departamental de Nariño, 2004. Cifra calculada con base en los informes del Ministerio del Interior, 2005.

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Se ha detectado que las enfermedades endémicas más comunes son la gripe, el parasitismo, la gastroenteritis y las de tipo hepático. Es también notable lo que tiene que ver con las enfermedades respiratorias. Un elemento negativo entre las comunidades el alto grado de alcoholismo que se ha encontrado y que no ha sido tratado en cuanto a prevención como se debe. En lo que se refiere a la infraestructura hospitalaria se cuenta con tan solo los hospitales de Ipiales y Túquerres y centro de salud de menor importancia en Cumbal, Guachucal y Carlsama y los puestos de salud de los otros municipios. Vivienda: En las regiones de los descendientes de los pastos predominan las viviendas con teja de barro y teja de paja, y en grado menor los de eternit y otros materiales. Las paredes son en su mayoría de adobe de barro y de ladrillo, con ya alguna importancia en los de cemento. N forma minoritaria se hallan también las de bahareque y de tapia pisada. En esas viviendas se ha calculado que un 53% de ellas carecen de servicios básicos. En términos más precisos un 44% de las viviendas poseen ya servicio de energía eléctrica y un 28% de agua potable, pero tan solo un 4% tienen el servicio moderno de alcantarillado.110

8.3 La Comunidad Quillacinga

8.3.1. Una Macro Visión111. En la economía de las comunidades Andinas, una de las características más importantes es la utilización de varios pisos térmicos en forma simultánea, como sistema que permite a los pueblos Andinos tener acceso a los distintos recursos que en cada clima es posible obtener. Esta forma de apropiación del ecosistema Andino, por parte de lo grupos humanos que en él convivan, se conoce como “microvertilidad” que en términos de Udo Oberem significa que los “habitantes de un pueblo tenían

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Cifras proyectadas por la Oficina de Planeación Departamental. Planeación Departamental Nariño. 2010

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campos situados en diferentes pisos ecológicos, alcanzables, en un mismo día, con la posibilidad de regresar al lugar de residencia por la noche”. La comunidades de Valle de Atriz comparten esta forma de apropiación del ecosistema Andino, contando así con la posibilidad de tener acceso a diferentes pisos términos simultáneamente y en los cuales se realizan actividades económicas específicas. Existen unas denominaciones propias para identificar los diferentes pisos términos que son apropiados por estas comunidades. Las expresiones “Guaicos” o “Yunga” son los nombres con los que se conoce a las regiones cálidas y templadas comprendidas entre los 1500 y 2200 m, sobre el nivel del mar, aproximadamente. Son catalogadas como tierras del “Guaico” las regiones de Sandoná, Consacá, el Tambo, al noroccidente del Municipio de Pasto, como también el corregimiento de Chachaguí y la región de Buesaco hacia el nororiente. “La Sierra” es el nombre utilizado para referirse a las zonas de clima frío, comprendidas entre los 2200 y 3000 m, sobre el nivel del mar, donde se localizan los pueblos del Valle de Atríz. En estas condiciones, el sistema económico de los pueblos en mención trasciende los espacios locales originando un concepto de espacios económicos regionales. En las comunidades rurales y semiurbanas del Valle de Atríz, además de la pequeña parcela dentro de la zona de alto minifundio, los núcleos familiares procuran tener una parcela en zonas del “Guaico” o “Yunga”. Algunas familias de Obonuco poseen su finca de “Yunga” en regiones como Chachaguí, Bomboná, El actual Municipio de Sandoná, territorio perteneciente a la antigua provincia de los llamados Quillacingas es el principal productor de caña de azúcar en el Departamento de Nariño, utilizada en la producción industrial de panela, actividad que da empleo a buena parte de la población rural de esta región e incluso a gente de otras regiones del departamento. La industria panelera requiere mucha mano de obra en los trabajos de siembra, corte, acarreo, elaboración de la panela y su posterior transporte a los mercados de Cali, Bogotá y Medellín.

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Otra de las actividades económicas que se destacan en la región de Sandoná y Consacá, al oriente del Municipio de Pasto es la producción artesanal de sombreros y otros elementos elaborados en fibra de Iraca. En las inmediaciones del corregimiento de Nariño se destaca la producción de fique o cabuya, fibra que una vez procesada e hilada es transformada en “empaque papero” por las manos de hombres y mujeres de esta región. Los empaques se distribuyen en el mercado local a los productores de papa en el Valle de Atríz. La población de Genoy, actual corregimiento del Municipio de Pasto, establece relaciones sociales y de intercambio económico con las poblaciones del Valle de Atríz, aportando tazas y canastas de bejuco elaborados artesanalmente, los cuales son utilizados en la recolección de las cosechas de papa. Ascendiendo desde las zonas de “Yunga” se llega al Valle Interandino de Atríz, región ya incluida dentro de la categoría territorial de la “Sierra”. Allí se percibe el frío de los climas de altura, la “la colcha de retazos” aparece con su variedad de colores y texturas de los policultivos. En “la Sierra” cobra importancia la agricultura intensiva con fines comerciales. Cada familia se dedica a cultivar en el reducido espacio de la “Chacra” o parcela, varios productos, algunos de los cuales estarán destinados al consumo familiar y otros serán llevados al mercado de la ciudad de Pasto. Dentro de los productos para el autoconsumo, el más apreciado es el maíz, cereal en el que se basa el desarrollo sociocultural de las comunidades de los Andes de páramo, en la región septentrional de la cordillera de los Andes “El maíz es una golosina para la casa; cada familia procura destinar una tira de terreno pata su cultivo”. El maíz es el alimento básico para estos pueblos, es considerado una importante fuente de energía física. Además de ser el alimento cotidiano es también consumido en ocasiones especiales donde la “Chicha” es un elemento fundamental como factor de socialización; se consume Chicha én las mingas de labranza, y las fiestas de “Enteje”. La población de Genoy fue uno de los principales centros de producción de maíz, pero su producción decae paulatinamente después de la desestructuracción del resguardo.

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Las condiciones socioeconómicas que sucedieron después de la extinción de los resguardos en el Valle de Atríz impulsaron cambios en la producción agrícola. El incremento del minifundio incentivó el policultivo y las posibilidades de continuar produciendo maíz se vieron más reducidas. Sandoná, sitio donde las condiciones climáticas facilitan la producción de cultivos como maíz, caña de azúcar, café, cabuya, frutales, plátano, yuca. Los habitantes de Genoy establecen estas relaciones con los pueblos de El Tambo, El Peñol al noroccidente del departamento. (Melo 1992: 127). El actual Municipio de Sandoná, territorio perteneciente a la antigua provincia de los llamados Quillacingas es el principal productor de caña de azúcar en el Departamento de Nariño, utilizada en la producción industrial de panela, actividad que da empleo a buena parte de la población rural de esta región e incluso a gente de otras regiones del departamento. La industria panelera requiere mucha mano de obra en los trabajos de siembra, corte, acarreo, elaboración de la panela y su posterior transporte a los mercados de Cali, Bogotá y Medellín. Otra de las actividades económicas que se destacan en la región de Sandoná y Consacá, al oriente del Municipio de Pasto es la producción artesanal de sombreros y otros elementos elaborados en fibra de Iraca. En las inmediaciones del corregimiento de Nariño se destaca la producción de fique o cabuya, fibra que una vez procesada e hilada es transformada en “empaque papero” por las manos de hombres y mujeres de esta región. Los empaques se distribuyen en el mercado local a los productores de papa en el Valle de Atríz.

8.3.2. El Valle De Atríz Y Los Quillacingas. Al llegar a las tierras de los Andes Nariñenses sorprende la variedad de colores, texturas y formas que se desprenden de los cultivos de papa, trigo, cebada, cebolla, zanahoria, repollo, etc., paisaje que comúnmente se ha comparado con una “colcha de retazos” y que impacta por su belleza al visitante desprevenido. Pero tras la pintoresca colcha de retazos, se esconde otra realidad, conflictos ocasionados por las difíciles condiciones de disponibilidad de tierra, la agricultura intensiva en condiciones de minifundio y microminifundio es lo que caracteriza al Valle de Atríz.

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La presión del aumento natural de población sobre la escasa tierra disponible, es un problema que ya venía gestándose en el altiplano nariñense, desde antes de la extinción de los resguardos, condiciones que obligaban a los indígenas a buscar otras opciones por fuera de los resguardos. El minifundio es el resultado de procesos sociopolíticos como el avance de las grandes haciendas sobre las tierras de resguardo, causando serias repercusiones en la dinámica social al interior de las comunidades lo que motivé la incorporación de indígenas a las haciendas como peones conciertos, amedieros y terrajeros. Estas condiciones resquebrajaron las garantías que representaba la propiedad colectiva de la tierra conllevando a la desintegración de los resguardos. Entre 1944 y 1958 se extinguieron los resguardos del Valle de Atríz quedando del reparto parcelas pequeñas, hecho que contribuyó a agudizar el problema del minifundio. En el resguardo de Anganoy y después de la repartición resultan lotes de 500 a 700 mts2. En Obonuco, 70 hectáreas fueron divididas entre 200 familias. En Jongovito 84 hectáreas fuero repartidas entre 100 familias, resultando parcelas de un cuarto de hectárea o una hectárea. Y en el resguardo de Gualmatán resultaron parcelas de 1 a 3 hectáreas. En este espacio aconteció una ola de violencia y conflicto entre los mismos indígenas. Para las comunidades semiurbanas y rurales que hoy viven en las inmediaciones de la ciudad de Pasto, la tierra es el elemento fundamental en la construcción de su sentido de vida además de garantizar a estos pueblos su subsistencia, la tierra es el factor que hace posible la transformación de sus valores socioculturales, es el elemento que fortalece el sentido de cohesión social, coadyuvando a la reafirmación de la identidad sociocultural de estos pueblos. La tierra es el fundamento de los sueños, de los conflictos y de las transformaciones políticas, económicas y sociales de estas comunidades. Las comunidades que en la actualidad viven en áreas rurales y semiurbanas del Municipio de Pasto, enfrentadas a unas condiciones económicas, politicas y sociales específicas, hoy no se identifican con el etnónimo Quillacinga. Al respecto quizá el único elemento de enlace con el pasado Quillacinga son los nombres de los pueblos que hoy ocupan y los apellidos que ellos llevan, términos catalogados como topónimos y antropónimos de la lengua que posiblemente hablaron los llamados Quillacingas.

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Dentro de los topónimos así catalogados figuran nombres de pueblos hoy existentes tales como: Mocondino, Pegendina, Genoy, Obonuco, Jongovito, Catambuco, Jamondino, Pandiaco, Buesaquillo y Chachaguí. Existen además dos topónimos de origen Pasto: Gualmatán y Tescual. Los apellidos que hoy existen entre los habitantes de estos lugares corresponden en su mayor parte a antropónimos Quillacingas y en menor proporción a vocablos pastos: Achicanoy, Botina, Buesaquillo, Criollo, Matanche, Naspirán, Pinza, Sandarás, Timarán, Tulcán, Tumbaco, entre otros. El etnónimo Quillacinga desapareció en la época en que el Ministerio de Economía Nacional según el Decreto-ley 1421 de 1940, declara inexistentes los resguardos indígenas. En el Departamento de Nariño se extinguen la mayor parte de los 88 resguardos existentes, siendo el departamento de mayor población indígena en ese entonces, no sin antes suscitarse serias discusiones sobre su conservación o disolución. Entre 1943 y 1958 se parcelaron los resguardos catalogados como Quillacingas, entre ellos todos los resguardos del Valle de Atríz (Pandiaco, Buesaquillo, Genoy, Chachaguí, La Laguna Obonuco, Penjendino, Puerres, Tescual, Chanchala, Anganoy, Gualmatán, Mocondino Jongovito, Jamondino y Botanilla) quedando solamente 19 resguardos, en su mayoría pertenecientes a la etnia Pasto.112 Los actuales habitantes del Valle de Atríz, hoy utilizan otros términos para identificarse como pueblos. Se distinguen tres formas específicas. La primera es la utilización del término “campesinos”, categoría utilizada por los habitantes de la ciudad de Pasto y pequeños centros de población nucleada para referirse a los habitantes de zonas rurales. Los habitantes de los pequeños pueblos que rodean a la ciudad de Pasto, se consideran pertenecientes al conglomerado urbano de la misma, haciendo notoria la diferencia entre quienes viven en estas áreas semiurbanas y los que habitan las áreas rurales de población dispersa. Pero la forma más utilizada para efectos de autoidentificación de los habitantes de los pueblos del Valle de Atríz, es la utilización del topónimo como

ZÚÑIGA ERASO, Eduardo. ”Los Quillacingas, en manual de historia de Pasto, Tomo I, Academia Nariñense de Historia, Pasto, 1996 112

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gentilicio, de tal manera, ellos se denominan “Obonucos”, “Jongovitos”, “Mocondino”, “Catambucos”, etc. Los habitantes de las zonas rurales y semiurbanas en el Valle de Atríz, rechazan las categorías de “campesinos”, “pueblerinos” e “indios”, con los que se han tratado de forma peyorativa: “los del centro (Pasto), nos dicen indios, yo no sé qué cosa quiere decir indio, no nos gusta, ni campesinos, ni indígenas, nosotros somos hombres de Mocondino”. De esta manera los habitantes del Valle de Atríz se identifican como pueblo, únicamente dentro del contexto de cada localidad. La actual forma de identificarse como grupos humanos se traduce en el reconocimiento de grupo dentro de sus espacios locales. No existe el reconocimiento de su identidad a nivel regional como un conjunto de pueblos unidos por elementos étnicos, ya sean fundamentados en la existencia de formas culturales o en la gestión de procesos organizativos. La poca disponibilidad de tierras cultivables ha obligado a los habitantes de los pueblos del Valle de Atríz a buscar otras formas de trabajo que les garanticen los recursos necesarios para subsistir. Las difíciles condiciones que hoy viven las comunidades del Valle de Atríz, hacen que el significado de la tierra como factor de cohesión social, hoy se desvertebre. Estas comunidades están dejando su tradicional forma de vida basada en la agricultura, para vincularse al mercado de la fuerza de trabajo en las grandes ciudades que se convierten en pocos receptores de población migrante de estas zonas marginales. Un nuevo estilo de vida se gesta en tomo a este fenómeno: “como las parcelas ya no dan resultado, nos toca obligatoriamente salir a rebuscamos la vida porque aquí ya no da para nada". Los productos que estas comunidades del Valle de Atríz destinan al mercado son la cebolla, zanahoria, remolacha, repollo, arveja, coliflor, cebada, trigo y la papa como producto principal en esta zona con el que los pequeños y medianos productores se vinculan al mercado. En el Valle de Atríz se distinguen ciertos pueblos especializados en la producción de cultivos determinados, Obonuco, Catambuco, Botana y Anganoy son los principales productores de papa. La Laguna y Buesaquillo producen cebolla, en Jamondino hay mayor producción de maíz y en Gualmatán se destaca el cultivo de hortalizas como coliflor y repollo.

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En relación con las técnicas de producción agrícola, antes de sembrar cualquier tipo de semilla es necesario preparar el terreno quemando los restos de cultivos anteriores. Un tiempo después, se ara la tierra con yunta de bueyes. Si es terreno quebrado o con tractor si es un terreno plano y si hay las condiciones para utilizarlo, pues las posibilidades de acceso a esta maquinaria son limitadas. Luego se abona la tierra con los productos químicos indicados para cada cultivo destinado al mercado, pues aunque la población es consciente de los perjuicios que ocasionan este tipo de abonos en la población humana y al medio ambiente, es la única posibilidad que les puede garantizar una buena competencia en el mercado. Los cultivos para el autoconsumo familiar como el maíz son fertilizados con abono orgánico. De esta manera se dejan los terrenos preparados para la siembra de productos a través del sistema de rotación de cultivos. El ciclo agrícola del maíz se inicia en el mes de octubre, cuando los agricultores del Valle de Atríz, esperan el llamado “Cordonazo de San Francisco” que es el quinto día del mes, para comenzar a sembrar el maíz. En este día, según la tradición de la gente, se inician las primeras lluvias que ayudarán a germinar las semillas de “maíz blanco”, “amarillo”, “capio” y ”pintado”, que son las variedades cultivadas en esta zona del altiplano nariñense. El maíz se siembra generalmente asociado con el fríjol. Los agricultores del Valle de Atríz, al sembrar, limpiar y cosechar sus cultivos, están pendientes de las condiciones de la luna que influye de manera decisiva en la prosperidad de los mismos. Este conocimiento hace que las siembras se realicen “pasado el 5 de luna”. “La siembra no se puede hacer en luna tierna” porque sus condiciones de “brava” afecta los cultivos. Pasado el 5 de luna se puede sembrar hasta el día de luna llena, la luna menguante o “mermas’ tampoco es apropiada para efectuar estas labores. Los cultivos destinados al mercadeo como la papa, zanahoria, arveja, repollo, coliflor, haba, cebada, trigo, son los que mayores insumos y fuerza de trabajo demandan. Para garantizar la buena calidad de estos productos es necesario suministrar los abonos químicos requeridos para cada cultivo, los cuales deben comprarse a altos precios en el mercado de la ciudad de Pasto. La papa es el cultivo que suministra ingresos a pequeños propietarios y minifundistas del Valle de Atríz, en la actualidad se cultivan variedades mejoradas en los centros de investigación agrícola del país, los cuales han

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desplazado las semillas nativas que existían en dicha región. “Antes la tierra era abundante y buena, se daba la papa morada que era plancha como una piedra, había la “ojo de buey”, la “calavera” la “chaucha blanca”, ahora ya no hay de esas, se perdieron, ahora todo es nuevo”. La papa puede ser sembrada en cualquier época del año y está lista para ser cosechada a los 5 o 6 meses. Los productos destinados al mercado son recogidos en las veredas y poblados del Valle de Atríz, por los mayoristas de la ciudad de Pasto quienes se encargan de distribuirlos a los mercados del centro del país. Los pequeños productores llevan sus cosechas a los mercados locales. La alteración de los ciclos climáticos hace que los agricultores del Valle de Atríz inicien sus cultivos en cualquier época del año, cuando las condiciones estén dadas. Se dice que anteriormente, sujetos a la regularidad estacional, había épocas señaladas para la siembra de cualquier producto. Hoy al romperse la regularidad de los ciclos climáticos, se alteran también los ciclos agrícolas. Ascendiendo desde las zonas de “Yunga” se llega al Valle Interandino de Atríz, región ya incluida dentro de la categoría territorial de la “Sierra”. Allí se percibe el frío de los climas de altura, la “la colcha de retazos” aparece con su variedad de colores y texturas de los policultivos. En “la Sierra” cobra importancia la agricultura intensiva con fines comerciales. Cada familia se dedica a cultivar en el reducido espacio de la “Chacra” o parcela, varios productos, algunos de los cuales estarán destinados al consumo familiar y otros serán llevados al mercado de la ciudad de Pasto. Dentro de los productos para el autoconsumo, el más apreciado es el maíz, cereal en el que se basa el desarrollo sociocultural de las comunidades de los Andes de páramo, en la región septentrional de la cordillera de los Andes. El maíz es el alimento básico para estos pueblos, es considerado una importante fuente de energía física. Además de ser el alimento cotidiano es también consumido en ocasiones especiales donde la “Chicha” es un elemento fundamental como factor de socialización; se consume Chicha én las mingas de labranza, y las fiestas de “Enteje”. Las condiciones socioeconómicas que sucedieron después de la extinción de los resguardos en el Valle de Atríz impulsaron cambios en la producción

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agrícola. El incremento del minifundio incentivó el policultivo y las posibilidades de continuar produciendo maíz se vieron más reducidas.

8.3.3 Relaciones Productivas Y Sociales. En las comunidades del Valle de Atríz, cada familia al trabajar en su “chacra” o parcela, organiza el trabajo de tal manera que a cada miembro le competen unas actividades específicas. La organización del trabajo dentro del núcleo familiar se establece de acuerdo con la división por sexo y edad. La mujer con su capacidad de trabajo juega un papel fundamental dentro de la economía familiar. Además de los oficios cotidianos del hogar como preparar los alimentos, atender a los niños, esposo y peones cuando los hay, cuidar los animales, subir al “monte” a conseguir leña y yerba para los cuyes, participa también en los trabajos de labranza y cuidados de los cultivos; especialmente los de la huerta casera donde se encuentran las hortalizas de consumo familiar y algunas plantas medicinales. La mujer adulta se emplea como peona en las cosechas de papa en las haciendas cercanas a la población del Valle de Atríz, y en los últimos tiempos, las mujeres se han asociado para la producción de especies menores como cuyes y conejos que tienen alta demanda en el mercado regional. Además, algunas mujeres todavía se dedican al tejido de ruanas, cobijas y mantas de lana de oveja, elaboradas en el telar o “guanga”. El trabajo de la mujer, su importancia y dedicación son reconocidas dentro de su propio hogar: “las mujeres aquí para trabajar le pueden ganar al hombre. Enfermitas (embarazadas) también van a paliar, ellas no respetan nada”. Los hombres adultos, ya sean esposos, hermanos o hijos dentro del núcleo familiar, tienen a su cargo el cuidado de los cultivos, actividad de la que depende en gran parte la economía del hogar. En la actualidad las difíciles condiciones de acceso a la tierra, resquebrajan la economía agraria de tal forma que se hace imprescindible buscar otro tipo de actividades económicas que les permita obtener ingresos para sus familias. La ciudad de Pasto se convierte en el foco receptor de fuerza de trabajo campesina, a donde acuden los hombres de los pueblos y veredas del Valle de Atríz, para emplearse como albañiles, choferes, etc. “Los pedacitos de tierra que se tienen aquí ya no se alcanzan. Toca a veces salir a la ciudad, por lo menos el que tiene más comodidad baja a trabajar al centro. La situación aquí es preocupante, ahora es tiempo de verano ya no hay nada, es desesperante ver las parcelas del corregimiento (Obonuco), pero

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no hay nada. Entonces toca recurrir a otros medios para mantenerse uno mismo porque aquí no se produce nada”. Hoy, las actividades económicas realizadas en la ciudad de Pasto con las cuales los hombres se vinculan al mercado de la fuerza de trabajo, forman parte de la cotidianidad económica de estos pueblos al lado de actividades como la agricultura y la ganadería. “Aquí es la agricultura, la ganadería y nuestra ciudad de Pasto. Nosotros no sentimos mucho porque tenemos la ciudad. Algunos jóvenes se van a la ciudad y otros viven de lo que da la tierra”. Desde niños, hombres y mujeres se vinculan al trabajo del hogar, de la mano de sus padres y personas adultas, los niños aprenden a cuidar los cultivos y los animales, traen leña, yerba y agua hasta la casa. En comunidades donde al vínculo con la tierra es su razón de ser como pueblo, las relaciones y actitudes entre los hombres y la tierra se aprenden desde muy temprana edad. Por fuera del núcleo familiar, las relaciones que se establecen en torno a la producción agropecuaria son las llamadas “amedierias” consistentes en que una persona coloca la tierra y la semilla o bien los animales cuando se trata de producción pecuaria y la otra parte contribuye con la fuerza de trabajo, repartiendo luego las ganancias obtenidas de a mitad. Es posible que aún tengan vigencia las relaciones de terraje, es decir, cuando familias que no poseen tierra deben dedicarse a trabajar una parcela ajena, de cuyo fruto derivan su subsistencia, en tanto que el dueño de la tierra obtiene mano de obra constante, y la mayor parte de lo que produce. Hoy las relaciones de terraje, no tienen la trascendencia que tuvieron hace unos 50 años cuando fue una de las principales formas que utilizaban los hacendados para atraer fuerza de trabajo indígena, situación que coadyuvó a la desestructuración de los resguardos en el Valle de Atríz. Tal como sucede en muchas comunidades andinas, entre los pueblos y veredas del Valle de Atríz, son importantes las relaciones de reciprocidad, entendidas como “aquellas que se establecen entre individuos y grupos simétricos, donde los deberes económicos de unos implican los deberes de otros en un intercambio mutuo de dones y contradones”. Este tipo de relaciones se manifiesta en el intercambio de productos que se establecen entre núcleos familiares diferentes. Las mujeres intercambian los cuyes que

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ellas crían, con maíz y papa o cualquier otro tipo de productos de consumo cotidiano. Muchos de los trabajos de labranza en las “chacras” del Valle de Atríz se realizan a través de las mingas o “manos prestadas”, actos donde se expresa el sentido de reciprocidad en el intercambio de la fuerza de trabajo: “Para hacer minga se habla a los trabajadores, se les ruega que le vayan a ayudar. Cuando se ayuda sin paga se llama minga. De mañana se les da el café, a las 9 otro café, a las once se les da merienda de papa y ají, por la tarde se les da guarapo o aguardiente y por la noche ya comienza el baile”. En la minga, como forma de trabajo comunitario se establece una relación de intercambio recíproco de fuerza de trabajo, pues la persona que se beneficia con la ayuda en el trabajo, queda comprometida a devolver o pagar de igual manera a cada una de las personas que colaboraron en el trabajo. En el concepto de la “minga” no tiene cabida el sentido de “comercialización” de la mano de obra. Además de realizar las mingas en los trabajos agrícolas, entre las comunidades de esta zona del Departamento de Nariño se destaca la realización de mingas en los llamados “entejes” o “enteches” de las casas nuevas que se construyen. Los “entejes” son actos sociales donde se manifiesta el sentido de reciprocidad, aglutinan la población en tomo al trabajo comunitario. El “enteje consiste en terminar la construcción de una casa durante la realización de una minga donde participan amigos, parientes y vecinos del dueño de la casa. El acto recíproco se expresa en el compromiso adquirido por el propietario de la casa de atender a los colaboradores con buena comida, bebida y por supuesto baile. Las relaciones de reciprocidad establecidas a través de las actividades económicas trascienden hacia el espacio regional mediante el sistema de intercambio recíproco dentro del modelo de microverticalidad presente en las comunidades andinas. Desde muchos años atrás, los pobladores del Valle de Atríz o “Serranos, han mantenido contactos y relaciones de intercambio recíproco con los “guaicosos”, es decir, con los habitantes de las partes cálidas o “guaicos”, territorios que han sido apropiados por los “Serranos” a través de la parcela

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que les proporciona los productos que en la “Sierra” debido a las condiciones climáticas le es imposible obtener. Las comunidades del Valle de Atríz suelen efectuar intercambios de productos con los habitantes del “guaico”, realizando largos viajes hacia regiones como Buesaco, Sandoná, El Peñol, El Tambo, igualmente, los habitantes del “yunga” o “Guaico” intercambian sus productos subiendo hasta “La Sierra”. Desde las poblaciones de Obonuco, Catambuco, La Laguna, Mocondino se llevan productos como papa, cebolla, cebada y trigo, para intercambiar por maíz, plátano, panela, café y frutales. Los habitantes de Genoy elaboran “canastos” y “tazas” para intercambiar con los pueblos de Obonuco, Anganoy, Mapachico. Este tipo de relaciones de intercambio, se establecen por vínculos de amistad, parentesco y compadrazgo. Y desde épocas prehispánicas, las relaciones microverticales de las comunidades andinas, se manifiestan como un complejo de relaciones económicas, políticas y territoriales que permitían a diferentes grupos locales tener acceso a los productos de pisos términos distintos a aquellos donde asentaban. El sistema económico de los habitantes rurales del Valle de Atríz, lejos de limitarse a la “pintoresca colcha de retazos”, involucra una serie de relaciones territoriales, económicas y sociales en el espacio de la microverticalidad de los Andes. Las comunidades rurales y semiurbanas del Valle de Atríz viven en asentamientos nucleados, en los pequeños pueblos que circundan la ciudad de Pasto y también en las veredas que conforman el paisaje rural de esta zona, según el patrón de asentamiento disperso. Veamos unas características113. La vivienda: Buena parte de las viviendas de los pequeños pueblos, y zonas rurales del Valle de Atríz, son construcciones antiguas hechas en “Tapia”. Técnica de construcción que consiste en hacer gruesas paredes (0,8m a 1m de ancho), mediante el sistema de apisonar la tierra dentro de un molde o “tapial” 113

Proyecciones Oficina de Planeación. Nariño. 2015

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previamente construido con madera. Esta técnica de construcción requiere de gran cantidad de mano de obra, que hay que contratar para trabajar “al jornal”. Este hecho hace que una casa construida en “Tapia”, sea un indicador de status económico entre los pobladores del Valle de Atríz. Aquí, antes la gente más pobre iba a buscar “chacla” arriba y hacían las casitas, la gente más rica hace casas de “Tapia” y de teja, ellos pueden pagarles a los “Tapiadores”. En la actualidad la mayor parte de las viviendas son construidas en adobe y las más modernas en ladrillo. En cuanto a la estructura de la vivienda, las casas más antiguas constan de una sola planta de forma rectangular, amplios corredores como sitios preferidos para el descanso, una sala para atender las visitas, dormitorios y cocina. Los techos en su mayoría de teja, aunque anteriormente fueron pajizos, con estructura a cuatro aguas. Las construcciones modernas pueden tener una o dos plantas al etilo de las construcciones urbanas. En las áreas rurales y pequeños pueblos del Valle de Atríz y al parecer en una buena parte del antiguo territorio Quillacinga es frecuente encontrar una cruz en la cumbrera de los techos de las casas, colocadas en las ya mencionadas “mingas de enteje”, ocasión en que se expresa el sentido de la redistribución económica y reciprocidad, a través del trabajo colectivo y la repartición de alimentos con ocasión de la celebración de tal acontecimiento. En el “enteje” las participantes regalan al dueño de la casa unas tejas pintadas y bien decoradas en señal de amistad. El acto final es colocar la cruz en el techo de la casa, para que la proteja de los rayos, “centellas”, los “cocos”, “los demonios que pasan en el viento”, según lo expresa el pensamiento “los antiguos y personas mayores”. Familia y sociedad: En cada vivienda, en el Valle de Atríz, habita una familia nuclear conformada por el padre, la madre y los hijos solteros. En ocasiones una vivienda puede albergar parte de una familia extensa, es decir, por ejemplo cuando uno de los esposos queda viudo, generalmente es acompañado por un hijo o hija casado, quedándose a vivir en la casa paterna, pero lo más cotidiano en la vida familiar es que cada pareja que decida hacer vida marital construya su vivienda independiente.

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No existe un patrón específico de residencia, puede ser viriocal o uxorilocal. La nueva pareja construye su vivienda en el lote que los padres del esposo o esposa indistintamente, le han adjudicado. Allí también hacen “chacra” o parcela y se constituye en una unidad económica independiente, organizando su vida familiar según las pautas de la división sexual del trabajo. En cada corregimiento y sector suburbano del Valle de Atríz, se percibe cierta tendencia a la exogamia local pero también existe la tendencia a la endogamia regional, involucrando a los pueblos localizados hacia el oriente y occidente de la ciudad de Pasto. Existen vínculos matrimoniales entre los pobladores de Obonuco, Jongovito, Catambuco y Gualmatán localizado al occidente de Pasto, de igual manera se establecen este tipo de relaciones entre los pobladores de Mocondino, Jamondino, Pejendino ubicados al oriente de Pasto: “ahora se traen mujeres de Anganoy, de Catambuco, de Jongovito, los únicos que no han venido es de esos pueblos de Mocondino, Jamondino, La Laguna. Los de allá no han venido por aquí como no les gusta a la gente de aquí, allá y los de allá, acá porque no se conoce el trato de esa gente”... sin embargo, existen relaciones de parentesco consanguíneo y ceremonial entre las poblaciones de oriente y occidente en el Valle de Atríz. Al parecer, “el amaño” se practicó hasta hace algún tiempo en estas comunidades, “el amaño” es un período en la relación de pareja que antecede al matrimonio, en el cual la pareja convive durante un año aproximadamente, tiempo suficiente para conocerse, comprobar la capacidad de trabajo de ambas personas y la reproductividad de la mujer: “Eso todavía se hace, yo con la mujer viví un año sin casarme. En ese año lo que uno hace es andar no más, por ahí nos fuimos enseñando y me quedé hasta la fecha”. No existen normas específicas respecto al matrimonio o la vida de pareja, la única condición es que los integrantes de la pareja sean personas adultas para que asuman con responsabilidad su nueva forma de vida y que de ambas partes se sustenten cualidades como la buena capacidad para el trabajo y honradez, condiciones que son muy importantes en la sociedad cuya forma de vida se ha fundamentado en el trabajo de la tierra. “El hombre tiene que ser trabajador y honrado, tiene que coger pala, azadón, palendra, y largarse a la paliadera de la agricultura. La mujer la misma cosa trabajadora para la agricultura, ayudar a sembrar papa y maíz”. La tierra es el bien más preciado que se transmite de padres a hijos. La cantidad de tierra que cada familia posea es el principal indicador de status

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económico. La propiedad sobre la tierra es transmitida bilateralmente a todos los hijos sin distinción de sexo. El derecho a la propiedad sobre la tierra, por parte de la mujer fue un espacio ganado por ella a partir de su unificación para transformar las disposiciones que al respecto regían dentro de la figura jurídica de resguardo. La reducida cantidad de tierra que posee cada familia nuclear en el Valle de Atríz, las parcelas del “Guaico” y “el monte” es repartido por los padres a los hijos adultos, cuando éstos ya casados necesitan un terreno donde construir su vivienda y tener su parcela para cultivar. La nueva familia puede contar con las parcelas heredadas por ambos cónyuges. La presión sobre las tierras en las comunidades del Valle de Atríz es tan intensa que desde hace muchos años hasta el presente constituye una de las importantes causas de conflictos sociales. Son frecuentes las rencillas entre hermanos y parientes cercanos debido a la repartición de herencias, pues resultan parcelas a las que se les llama “tiras” o “cuadros”; siendo su extensión tan reducida que resultan insuficientes para las actividades económicas de una familia nuclear. Dentro del concepto de familia extensa se considera tanto a los parientes consanguíneos y afines. Como parientes consanguíneos se reconocen a los abuelos paternos y maternos, tíos, primos bilaterales, también a los sobrinos. Existe el reconocimiento de parientes consanguíneos en segundo grado. Los parientes por afinidad son los tíos políticos a quien se les denomina como “tíos” se reconocen también los suegros, yernos, nueras y cuñados a quienes se les denomina “parientes” la terminología de parentesco en el Valle de Atríz es similar a la que se utiliza en nuestra sociedad. Los abuelos paternos y maternos gozan del reconocimiento de su familia, nuclear en tanto les sea posible convivir juntos. Dentro de la organización social de las comunidades tiene mucha importancia la relación de pareja como mecanismo para mantener la unidad familiar y social, constituyendo una desventaja el hecho de que alguno de los cónyuges muera o que se desintegre la relación de pareja. Una mujer viuda muy difícilmente puede establecer una nueva relación de pareja, debiendo asumir sola las responsabilidades con sus hijos. Existen también muchos casos de ancianos viudos que generalmente se quedan viviendo solos y a quienes los hijos les proporcionan cuidados parciales, viéndose muchas veces obligados a mendigar en la ciudad de Pasto.

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No existe una escala de estratificación social definida en las comunidades rurales y semiurbanas del Valle de Atríz. Sin embargo, es posible tener acceso a ciertos niveles de prestigio social y económico, pero esta mobilidad que despierta sentimientos de envidia, es controlada socialmente a través de mecanismos como el chisme o en casos extremos recurriendo a la magia.

8.3.4. Resguardos, Historia Y Actualidad. Los primeros resguardos indígenas parcelados en el Departamento de Nariño fueron los del Valle de Atríz. Entre 1944 y 1958 se desestructuraron los resguardos de Pandiaco, Buesaquillo, Genoy, Chachaguí, La Laguna, Obonuco, Pejendino, Puerres, Tescual, Chanchala, Anganoy, Gualmatán, Mocondino, Jongovito, Catambuco, Jamondino, Betanilla (Oficina de Asuntos Indígenas de Nariño). El Ministerio de Agricultura fue el que en la aplicación del Decreto-ley 1421 de 1940, se encargó de llevar a cabo las políticas de parcelación de los resguardos, declarando que éstos dejaban de existir “porque sus títulos no se encontraban en la notaría”. Las tierras fueron consideradas baldías y los indígenas que las ocupaban fueron catalogados como colonos a quienes se les podía reconocer sus cultivos o mejoras. La extinción de los resguardos en el Departamento de Nariño obedeció a diferentes factores entre los que considera las relaciones de peonaje, terraje y amedrería que la población indígena se vio obligada a establecer con los dueños de las haciendas cercanas a los resguardos, pues la presión sobre la tierra de los resguardos, ya se dejaba sentir como un problema agudo, debiendo recurrir la población indígena a otro tipo de actividades y relaciones económicas para poder subsistir. También se habla de la “Mestización Biológica y Social” como factores que coadyuvaron a la extinción de los resguardos en el Departamento de Nariño. Respecto a la “Mestización Biológica” dice que la población de estos pueblos en el primer cuarto del presente siglo “no eran indígenas puros”, más parecían “mestizos del tipo campesino andino”. Respecto a lo que él denomina “mestización social” señala que quizá como consecuencia de discriminaciones e injusticias, los indígenas de Nariño buscaron identificarse con los valores de los “blancos”, actitud que entra a modificar la forma de vida de los pueblos indígenas.

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Estos planteamientos nos inducen a pensar el proceso de desestructuración de los resguardos desde una perspectiva externa, es decir, a partir de factores que desde “afuera” incidieron en la generación de conflictos políticos, sociales y económicos que contribuyeron a la extinción de los resguardos. Existen, sin temor a dudas, factores de carácter interno, motivados por el pensamiento y aspiraciones propios de la gente que habitaban los resguardos, los cuales es necesario explorar. En la población de La Laguna, al oriente de la ciudad de Pasto, se comentó que fue un grupo de mujeres quienes apoyaron en forma decidida la posibilidad de parcelación del resguardo; ellas decidieron impulsar este proceso porque las disposiciones internas que regían dentro de la figura jurídica del resguardo, les negaba el derecho a heredar. Si las posibilidades de resguardo no eran suficientes para las aspiraciones de las colectividades en transformación, podía percibirse esta figura como un límite que debía ser trascendido. La desintegración de los resguardos indígenas en Nariño ocasionó transformaciones socioculturales dentro del estilo de vida de las comunidades implicadas. Se señala la proliferación del minifundio, la pérdida del sentido de colectividad de la tierra como las consecuencias negativas, aunque también se evidencian aspectos positivos como la finalización de conflictos entre familias por posesión de tierras, disminuyeron también las relaciones de peonaje. Además se dice que después de la parcelación de los resguardos se dio una apertura a la innovación tecnológica en la agricultura y la utilización de abonos se hace necesaria para la producción agrícola con fines comerciales. Desde la época en que se declararon inexistentes los resguardos indígenas del Valle de Atríz, catalogados como pertenecientes a la etnia Quillacinga, estas comunidades pasaron a ser parte integrante de la administración municipal siendo catalogadas como corregimientos, veredas y áreas suburbanas del Municipio de Pasto. Sin duda, el nuevo régimen político-administrativo al que por decisiones estatales debieron sumarse estas comunidades, ha generado transformaciones en la estructura política de estos pueblos. No obstante, han continuado desarrollando su dimensión sociocultural de acuerdo con sus posibilidades y expectativas.

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El reconocimiento de la autoridad del “corregidor” en los corregimientos de Catambuco, Genoy, La Laguna, Obonuco, Chachaguí, Santa Bárbara, Nariño, y El Encano, como también el reconocimiento de la Junta de Acción Comunal en cada una de las veredas que conforman dichas jurisdicciones, son las actuales formas de autoridad existentes en las comunidades del Valle de Atríz. El “corregidor” como representante de la autoridad dentro del corregimiento asume las funciones de velar por el bienestar social de la comunidad que tiene a su cargo, agenciando programas específicos sobre salud, educación, servicios públicos, el corregidor es el representante de poder jurídico y asume también las funciones notariales como registro de nacimientos y defunciones. La reglamentación del cargo de corregidor se rige por el Código Nacional de Policía, y éstos son nombrados por decreto según las disposiciones del Alcalde Municipal. En las veredas que conforman los corregimientos, la Junta de Acción Comunal es el órgano representante de autoridad. Hasta hace algunos años existió el cargo de “Comisario” pero ya fue suspendido. La Junta de Acción Comunal es elegida por votación popular en cada tina de las veredas, para un período de 4 años. La función que compete a las juntas es la organización de trabajos comunales para la realización de obras civiles en las veredas. La autoridad de la Juntas de Acción Comunal no se basa en el ejercicio del poder sino en la capacidad de convocar la acción social con el fin de realizar tareas para suplir las necesidades inmediatas en cada localidad. Además de los cargos “Corregidor” y Juntas de Acción Comunal, en cada Vereda o Poblado se reconocen otros líderes, que generalmente son personas que se destacan por su espíritu de trabajo en beneficio de la comunidad, o que quizá tengan una solvente situación económica y sean colaboradores en las actividades sociales que se realizan. No se percibe en estas comunidades la existencia de una escala de estratificación social diferenciada. Al parecer todos se incluyen dentro del

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mismo nivel social reconociendo los vínculos por parentesco consanguíneo entre la mayor parte de las familias de cada localidad, factor que contribuye al fortalecimiento de la cohesión social de estos pueblos. “Aquí nos hemos llevado bien, alguna gente sí tiene más comodidad que otra pero aquí no diferenciamos por eso, aquí todos somos una misma familia, no hay más de 3 o 4 apellidos, todos venimos a ser una familia” dicen varios habitantes. El reconocimiento de cierta diferenciación se hace en términos económicos, tomando como base para tal efecto la cantidad de tierra de que se disponga: “Aquí no hay ricos, pero hay unos más acomodados que otros, son pocos, son dos o tres personas las que tienen fincas de 3 o 4 hectáreas, son de aquí propiamente nativos, vinieron forasteros a adueñarse de las tierras, así con el dinero”. Sin ser sociedades estratificadas, existe el reconocimiento de prestigio social fundamentado en el acceso a la educación o en la participación dentro de la vida política como líderes de movimientos electorales “Aquí gente para respeto sí hay gente capacitada, licenciados, hay gente que se va por la parte política”. Las personas que gozan de este tipo de prestigio son las que potencialmente están en capacidad de agenciar procesos sociales en las comunidades. Su opinión cuenta mucho en la toma de decisiones para elegir el destino de estos pueblos. Desde hace muchos años, el principal factor que ha suscitado conflictos entre las comunidades rurales y semiurbanas en el Valle de Atríz es la tenencia de la tierra. Como ya se ha establecido, el minifundio acarrea graves problemas sociopolíticos que inciden en la desestructuración social de estas comunidades: En la actualidad se puede percibir que los habitantes de las comunidades del Valle de Atríz han aprendido a sobrellevar los conflictos que por dentro abriga la pintoresca “Colcha de retazos”, los problemas entre familias por repartición de herencias y delimitación de linderos han disminuido notoriamente.

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Si bien, en el presente año no se siente la gravedad del problema, sí se prevé como uno de los mayores conflictos en un futuro no muy lejano, al cual es necesario comenzar a buscarle soluciones: “se avecina el problema de las tierras, es un problema grave, la falta de tierras es lo que perjudica, se le hizo una petición al Incora para que parcelara la tierra y se le va pagando. Esa sería una de las posibles soluciones al problema que se avecina”. Para estas comunidades en donde el vínculo con la tierra a través del trabajo agrícola es el eje que sostiene su sentido de vida, una de las situaciones que se perciben como factor de conflictos en el desarraigo cultural que sufren los jóvenes cuando van a prestar servicio militar o se ven en la necesidad de buscar otras formas de subsistir en las grandes ciudades a donde migran, adquiriendo otro estilo de vida y entrando a crear conflictos en la cotidianidad, pensamiento y aspiraciones socio políticas de sus comunidades de origen. “El punto más delicado es llevar a los hijos, a los jóvenes al ejército donde reciben un entrenamiento para manejar un fusil y matar, después el Gobierno los deja a mitad de camino. Esa gente no va a regresar al campo, a su parcela a trabajar porque ha adquirido otro ambiente. Si el Gobierno quiere ayudar al campesino debe darle capacitación profesional, la guerrilla también está a la expectativa de esta gente que al encontrar un sitio allí, se va...”, opinan unos habitantes. Las comunidades del Valle de Atríz hoy se enfrentan a un doble juego de factores que coadyuvan al resquebrajamiento de su unidad como pueblos: en primer lugar, los conflictos internos llevan a sus miembros a buscar otras opciones de vida por fuera de su contexto local. Pero al enfrentarse a estas situaciones, son muchas las posibilidades de que el nuevo medio los adsorba, quedando desarraigados de sus lugares de origen, de su gente, sus aspiraciones y su cultura. La capacidad de gestión político-organizativa de los líderes que representan la autoridad o tiene una importancia significativa en la toma de decisiones, se mantiene en el nivel de organizar la población en torno a la solución de necesidades inmediatas. No se percibe, en estas comunidades, un proyecto político y social definido que trace los lineamientos de un proceso organizativo y donde se manifiesten las aspiraciones e ideales sociales de estos pueblos. Esta es una lectura que un “Mocondino” hace de su pueblo.

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“Hemos sido individualistas, tenemos esa ley. Aquí sufren los de la Junta, el otro cree que él no más puede hacer las cosas solo, yo también fui de la junta y sé bastante de tolerancia de la gente... en Nariño con 400 personas se hace un millón de votos... No es que sea hablar del terruño de uno, hay que decir la franqueza y todavía no tenemos remedio para nada”, plantean unos grupos de habitantes. Buscando alternativas políticas que aglutinen los intereses de las comunidades rurales del Municipio de Pasto, han surgido movimientos electorales campesinos que tratan de crear espacios de participación en la vida política del municipio. Igualmente, se busca la integración de los 8 corregimientos del Municipio de Pasto: Santa Bárbara, Catambuco, La Laguna, Chachagui, Nariño y El Encano, Genoy, Obonuco. Pero este tipo de acciones, al parecer están mediatizadas por intereses partidistas que entran a disminuir la eficacia política de tales intentos. Todavía no se vislumbra un proyecto político y social con pensamiento propio que conduzca a la autodeterminación de estos pueblos.

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