Año I. N°1 Julio de 2012 Argentina
Narrativas Pedagógicas en la Práctica Docente
DOCUMENTOS PEDAGÓGICOS Realizado por Alumnas del Profesorado de Ed. Inicial
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Índice: A modo de Presentación………………… Pág. Relatos Comisión Prof. Díaz Experiencias entre telas por Moreno, O…. Pág. 5 La experiencia de una implementación
Superando los miedos por Oliverio, M……. Pág. 11 Trabajando con las diferencias por Colugnatti, V………………………………….. Pág. 15
¿Los dragones no? por Castro, J………….. Pág. 19
Ser practicante, ¿un miedo alentador? por Cardozo, Y. ………………………..…….. Pág. 25 Relatos Comisión Prof. Horovitz
Pequeño gran maestro por Brandt, M…..
Pág. 32
Jugando un juego con las palabras…
por Aguirre, S……………………………………. Pág. 35
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Relatos Comisión Prof. Macchi
Puertas adentro por Albornoz, C……….. Pág.
La experiencia de una implementación
Me fui con más inquietudes que al llegar. Repensando las efemérides en el Nivel Inicial por Apablaza, V………………….................. Pág. 40 Una experiencia de implementación por Muñoz, G. ………………………………. Pág. 48
¿Adaptarme, adaptarla y adaptarlos? por Pautasso, S. ……………………………. Pág. 56 La inexplicable e insólita ausencia por Zolezzi, F. ……………………………….. Pág. 72
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A modo de Presentación… En esta publicación compartiremos diversos relatos sobre las experiencias que transitamos en nuestra formación docente, las cuales fuimos elaborando en el transcurso de este espacio denominado: EDI “NARRATIVAS PEDAGÓGICAS EN LA PRÁCTICA DOCENTE”. Cada una de nosotras elaboró un relato sobre una temática específica relacionada con las múltiples problemáticas que atraviesan a la educación inicial. Para lograr un documento pedagógico, a estos relatos los relacionamos con aspectos teóricos e involucramos sentimientos y emociones que nos fueron surgiendo a lo largo de la experiencia relatada. Durante este proceso de escritura fuimos compartiendo, reflexionando y enriqueciendo nuestros relatos en interacción con el grupo de compañeras y los docentes a cargo del espacio. Ahora deseamos compartirlas con ustedes para continuar reflexionando juntos...
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Experiencias entre telas Ornella Moreno
Comenzaba mis implementaciones en el mes de octubre del año 2010. La ideología de la institución a la que iba a concurrir era exclusivamente asistencial, ellos se presentaban bajo esa denominación. La sala de predeambuladores estaba compuesta por 18 niños de entre 1 año y 1 año y 6 meses.
En la implementación de la última secuencia (Juegos con Tela) me surgieron muchas dudas y tenía interrogantes ya que notaba algunas falencias respecto a la relación de lo planificado, las características del grupo en general y cada niño en particular, como así tampoco sentía que se cumplían los objetivos que había propuesto para las actividades Siento que la actividad fue errónea al no tener en cuenta esto, es decir que el material responda a las necesidades de la actividad en sí, principalmente a los objetivos que yo me había propuesto.
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Existe
esa necesidad de que las estrategias educativas se enmarquen dentro de una propuesta como medio para la socialización y el aprendizaje, a su vez la selección de los materiales didácticos deben ser acordes a los propósitos que se persiguen, a los contenidos que se quieren desarrollar y a las estrategias que facilitarán el aprendizaje de los niños. Los errores e inconvenientes que el material presentaba los comencé a notar más precisamente en las ultimas actividades de la secuencia, donde se les presentaba a los niños una tela que atravesaba toda la sala sostenida de una soga. La tela era del mismo material que las sábanas, contenía diversos agujeros de diferentes tamaños y algunos cortes que generaban aberturas.
Previo a comenzar la actividad había colgado la tela y luego invité al grupo de niños que se acercaran y comencé a contarles lo que realizaríamos. Los niños al ver la tela colgada comenzaron a explorarla, tocándola, observándola, intentando traspasar los agujeros. Pero al poco tiempo ya no jugaban con la tela sino que deambulaban por la sala. Aquí es cuando las dudas me invadían y no sabía cual era el rumbo a seguir. ¿Por qué los niños no interactuaban con el material brindado? ¿Qué fallaba que impedía que los pequeños disfruten y estén presentes en la propuesta? ¿Qué debería presentar el material didáctico para que los niños se sientan atraídos por el? ¿Cómo debería prever las acciones de los niños hacia el material para confeccionarlo?
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Esta tela al no ser rígida lo que generaba era que los pequeños no encontraban fácilmente los agujeros para poder pasar como así tampoco las aberturas.
Considero
que a esta edad, lo importante del material es que sea completamente apto para la exploración y resistente a las acciones que los pequeños ejercen sobre él. Algunos niños, sentados, tomaban de la tela y la tiraban hacia abajo, de esta manera la misma se “movía” de la soga y se dificultaba aún mas la experiencia.
La tela que ofrecí a los niños, aunque no cumplió con todas mis expectativas creo que les permitió compartir experiencias, afianzar su autonomía, indagar y observar.
Las docentes de la sala notaban que algo no estaba funcionando e intentaban ayudarme a llevar adelante la propuesta realizando intervenciones, haciendo acotaciones sobre lo que iba sucediendo, entre otras cosas. Lo cual me generaba una sensación de desesperación y “fracaso” ya que, como mencioné anteriormente, lo que había planificado no se estaba cumpliendo en su gran totalidad. 7
El
material didáctico puede ser fundamental para enriquecer las prácticas pedagógicas de los docentes y facilitar buenos resultados en cuanto al producto final que se espera. En cuanto a enriquecer mi práctica creo que en un principio lo logró ya que me sentía a gusto con las primeras implementaciones, pero al hablar del logro de un resultado esperado, la tela no fue beneficiaria de ello ya que no permitió que se logre (en un primer momento sin los cambios realizados) que los niños pudieran disfrutar de la misma pasando a través de ella, explorándola al atravesarla y al jugar con los globos.
Durante la actividad realizaba intervenciones pero no
eran las suficientes como para mejorar la situación. Los niños parecían no escucharlas ni tenerlas en cuenta. Intentaba incentivar a alguno de los pequeños a “animarse” a jugar con el material pero no respondían a esto y seguían entretenidos deambulando por la sala o intentando agarrar la tela.
Al observar y notar que la actividad ya se estaba
desvirtuando tome la decisión de terminarla llamando a los niños a formar una ronda para continuar jugando con las docentes. El material definitivamente había sido lo que afectó a la actividad, no era ni el correcto ni el adecuado para la edad de los pequeños ni para la propuesta en sí. Este material debía cambiarlo por otro más rígido (De arpillera por ejemplo), como así también modificar el estímulo sonoro por uno instrumental que incite a la exploración y al juego. 8
Es importante saber que hay propósitos que
los materiales didácticos tienen para las actividades, puedo nombrar algunos que me parecen de suma importancia: Favorecer el desarrollo integral de los niños y niñas que asisten a los jardines de infantes y maternales. Estimular la expresión y la socialización de los niños y las niñas a través del juego individual y colectivo. Dentro de mi planificación intenté tenerlos presentes y de hecho creo que algunos se cumplieron, como por ejemplo el material sirvió para que los niños lo exploren, puedan jugar con él, a su manera.
En las primeras actividades de la planificación, el
material era variado y estimulaba la interacción y la acción de los niños con el mismo. Pero en la propuesta de la tela, siento que no fue tan estimulante como hubiera querido que sea. Los niños por más que interactuaban con el material era escasa la importancia que le daban y preferían deambular por la sala. Al día siguiente realicé nuevamente la actividad con los cambios en la tela presentada. (De arpillera y acorde a las necesidades del grupo y la actividad en sí).
En esta oportunidad no fueron necesarias tantas
intervenciones ya que los niños, cómodamente, jugaban con el material traspasando la tela y luego arrojando los globos. Al sentirme mas a gusto con la propuesta y cómoda, comenzaba a jugar con algunos de los niños e interactuaba con ellos. La actividad fue más extensa que la anterior y al retirar la tela los niños 9 pedían que la vuelva a colocar.
Siento que pude reinventar la actividad y mejorar la calidad de la misma. La aceptación de los niños para con la propuesta fue plena y eso se pudo observar durante todo el desarrollo.
Sentí
una gran satisfacción al ver las caras sonrientes de los pequeños, al ver como reían y jugaban entre ellos y con el material. Me sentí feliz porque pude cumplir lo que me había propuesto.
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SUPERANDO LOS MIEDOS Melisa Oliverio
Mi
experiencia surgió con un grupo de 15 niños, que contaba con 8 varones y 7 mujeres, de los cuales la mayoría hablaba fluidamente, tenían todos 2 años y algunos 3.
La planificación que armé para este grupo de niños tenía
como uno de los contenidos a trabajar: Escuchar activamente la lectura y narración de cuentos y relatos.
Muchos niños tienen la posibilidad de haber escuchado
que alguien, en sus casas, les narre o lea cuentos o historias, pero otros tendrán su primer encuentro con la literatura en el jardín, por lo tanto decidí que la primera actividad a realizar sea la narración del cuento “¿Qué se pondrá Osito?” De la autora Else Minarik.
La actividad consistía en invitar a los niños a sentarse en el suelo de la sala, formando un semicírculo, para que todos puedan ver y escuchar. La narración estaba acompañada de un títere que representaba al personaje principal de la historia.
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El día en que iba a implementar la actividad donde
les narraría un cuento a los niños, se acercaba y yo me preparaba para ese momento con muchos nervios, leyéndolo una y otra vez. Yo pensaba “¿Qué hago si me lo olvido? ¿Y si los nenes no me escuchan y se empiezan a parar? ¿Pueden nenes de 2 y 3 años quedarse sentados escuchando un cuento? “
Estas eran algunas de las cosas que se me cruzaban por la cabeza momentos antes de realizar la actividad. Era la primera vez que me “enfrentaba” a un grupo de nenes de 2 años sola, y el miedo me invadía cada día que pasaba, el momento de realizar la actividad se acercaba y yo no paraba de narrar el cuento frente al espejo, frente a mi hermana, frente a mis amigas.
Nunca había estado observando una actividad de
narración en niños de 2 años, por lo tanto, como reaccionarían era lo que más incertidumbre y miedos me causaba. El día de implementar la actividad llegó:
Llegue a la sala y compartí la primera parte del día junto a los niños, y luego me puse a realizar la actividad.
Primero los invité a que se sentaran en ronda con
una canción, y luego les conté lo que íbamos a hacer.
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Cuando empecé a contar la historia los niños estaban en
silencio y prestando atención tanto a lo que les contaba y como a los movimientos que realizaba el títere de Osito, algunos repetían partes de lo que yo les contaba: Yo: “hay que frío, que frío dijo osito” Nene: “ Sii que frío!” Continué con el relato, disfrutando en cada momento las expresiones de esos nenes de apenas 2 y 3 años que con ojos bien abiertos y expresiones de interés en sus caras, me escuchaban atentamente.
Al finalizar el cuento uno de los nenes dice: “Otra vez!”, enseguida otra nena se suma y dice “ Siii otra vez!”, en ese momento no sabia como reaccionar, estaba contenta porque eso me demostraba no solo que la actividad había salido muy bien, sino también que a los niños les había encantado, pero a la vez pensaba en si era acertado volver a contar una historia luego de recién haberla terminado de contar. Yo continuaba con mis inseguridades y me preguntaba ¿Y si algunos niños no quieren escucharla? ¿Y si ya no prestan tanta atención como la primera vez? ¿Y si la actividad no termina de forma adecuada? Estas preguntas fueron las que se me cruzaron por la cabeza en esos segundos en los que tarde en responder: “Otro día se los vuelvo a contar si quieren y hoy vamos a hacer otras cosas”.
Zabalza
explica que cuando los niños realizan una actividad que ya conocen o que realizan a menudo, lo que se estimula es la satisfacción, ya que al saber como se desarrolla y “funciona” la actividad se logra una seguridad de si mismo. 13
Hubiera sido interesante y enriquecedor que vuelva a narrar el relato, ya que como dice el Diseño Curricular, el echo que ellos mismos soliciten la repetición del cuento es un valioso indicador del interés que la narración suscito en ellos y también asumo que al ser algo “conocido” lo hubieran disfrutado nuevamente.
Al terminar el día la maestra de la sala me felicitó por la actividad que había propuesto, esto me causo mucha satisfacción, ya que no solo los niños y yo nos sentimos bien y disfrutamos de la actividad, sino también la docente de la sala como observadora había disfrutado el momento.
Creo
que el poder superar las inseguridades y los miedos a la hora de enfrentarnos a nuevas propuestas es parte de nuestra carrera como docentes, así como también mejorar o cambiar lo errores o fallos que tenemos durante nuestra practica como docentes, autoevaluarnos constantemente puede ayudarnos a repensar que cosas modificar de las actividad, para así poder crecer y aprender de nuestra propia practica diaria.
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Trabajando con las diferencias María Victoria Colugnatti
Mi experiencia surge durante mis prácticas de taller; la docente a cargo de la sala se caracterizaba por su gran capacidad de diálogo con los chicos; ante cualquier conflicto, llamaba al grupo a sentarse para poder hablar de lo sucedido, y se ocupaba siempre de saber qué sentían y qué pensaban. Este tipo de conducta se repetía en especial con “Matías”. Él era uno de los chicos de la sala, con una característica especial: estaba diagnosticado con Síndrome de Asperger. Matías tenía ciertos comportamientos distintos a los otros integrantes de la sala; podía jugar durante un tiempo muy prolongado con algo que le interesase, repetía frases continuamente, hablaba por lo general sobre sí mismo en tercera persona, no establecía mucho contacto con las personas que lo rodeaban, y cuando por algún motivo se sentía frustrado o enojado, salía corriendo de la sala y se dirigía hacia la puerta de entrada.
Si bien la docente de la sala recibía muy poca ayuda, ya que no contaba con docentes auxiliares, y a la institución concurría una maestra integradora que no siempre cumplía
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con la tarea de acompañar a Matías en la sala dos veces por semana, el trato y la dedicación con la que trabajaba con el niño me resultó sumamente significativa.
A medida que el tiempo transcurría pude observar cómo la docente acompañaba a Matías durante las actividades y lo invitaba a participar, sin forzarlo, y sin dejar de lado al resto de los niños. Si bien esto, me parecía que funcionaba tanto para el niño como para el resto del grupo, surgían en mí, diversos interrogantes acerca de la manera de trabajar una integración sin un equipo interdisciplinario de profesionales que orientasen y respaldasen a la docente en esta labor tan delicada.
Cuando Matías se frustraba y salía corriendo, la maestra debía ir a buscarlo, lo llevaba hasta la sala y allí ella le hablaba, le explicaba cómo eran las cosas y le decía que no debía salir corriendo de ese modo. El niño si bien no le contestaba oralmente, oía lo que ella le decía.
La
dinámica que la docente logró me resultaba muy pertinente e inspiradora de nuevos interrogantes que me plantearía luego, como ¿qué posibilidades de trabajo brindaba tanto la integración misma, como trabajar con las diversas diferencias que podían surgir en la sala?, ¿cómo repercutía en los niños la integración de su compañero?, ¿qué características del grupo podía observar en la sala, que surgían debido a este trabajo integrador?, también me pregunté si era conveniente esta integración y si estaba dando un resultado positivo para todos, y además, si 16
permitía que este niño en particular avanzara dentro de sus posibilidades.
Considero que estos interrogantes que me resultaron tan
propios y de tanto interés, los pude ir contestando a través de la observación y de la participación, que me permitieron ver que la docente logró ir trabajando de a poco las similitudes y diversidades dentro de la sala, no sólo por el niño en cuestión, sino que lo elaboró desde el punto de vista en que ninguno de nosotros es igual a otra persona, sino que cada niño tiene gustos, necesidades y actitudes diferentes entre sí. Esto generó que el clima en la sala se desarrollara de una manera sumamente armónica, y de plena contención tanto para los chicos, como para Matías en particular, y para la docente misma, ya que no sólo ella trataba de integrar al niño, sino que el resto de sus compañeros se acercaban proponiéndole juegos, acompañándolo a instancias como lavarse las manos, o prepararse para el desayuno, etc.
Frente a toda esta experiencia, mi rol, muchas veces sólo de observadora, me permitió observar la gran cantidad de posibilidades y riquezas que permite el plantear situaciones especiales desde la diferencia de cada individuo y no de sólo un niño en particular, brindando así el apoyo y contención necesarias, para construir ámbitos de aprendizaje que posibiliten la igualdad de oportunidades a cada uno de los integrantes de la sala.
Si bien el trabajo con las integraciones debería contar con
un equipo de profesionales de diversas áreas, que aportasen sus miradas y estrategias para lograr que los niños puedan integrarse a las salas con la contención necesaria, considero que en primera instancia, la docente de la sala es quien debe hacer un trabajo con ella misma
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acerca de sus propias concepciones de “alumno”, y de correrse de esa etiqueta de un “educando ideal”, entendiendo que cada niño trae a la escuela su propio bagaje de experiencias, de sentimientos y de necesidades, que deberá respetar, conocer y por qué no, compartir para luego aprovechar ese enriquecimiento que permite y trabajarlo con los demás.
Por eso mismo, al rever esta experiencia puedo decir
que la maestra se ha ocupado de asegurar la atención a la diversidad, respetando las características de sus alumnos, y pensando en las posibilidades de hacer de cada uno de ellos, en vez de pensar en sus restricciones, poniendo a las diferencias como un valor, un punto de encuentro, una instancia de enriquecimiento.
Para finalizar, me gustaría citar a López Melero, con una
frase que creo que los/las docentes deberíamos utilizar a la hora de enfrentar las diferencias que encontraremos en nuestras salas: “La naturaleza es diversa y no hay cosa más genuina en el ser humano que la diversidad. Ésta hace referencia a que cada persona es un ser original e irrepetible”.
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¿LOS DRAGONES NO? Julieta Castro
Este
relato transcurre a fines del año 2011 durante mis prácticas de formación docente en un jardín de entidad pública situado en el Barrio de Saavedra.
La breve descripción que había obtenido de la profesora
de prácticas de la sala de 5 años hacia alusión a un grupo bastante inquieto. Durante la semana de observación logre un relevamiento y proximidad de las propuestas. Al observar a los chicos en acción, me pareció muy interesante cuando escribieron el final de una historia que habían leído el día anterior. Uno de los niños, que se encontraba en la etapa alfabética, escribía lo que los compañeros dictaban y lograba hacerse cargo del grupo con un excelente desempeño. Teniendo en cuenta estas características, resultaban propicias las actividades que me proponía a realizar.
La
propuesta correspondía al área de literatura. La docente de la sala me propuso que continúe con la unidad didáctica que estaba desarrollando: “El barrio chino” y así tratar el tema de los dragones.
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Un día tuve la oportunidad de presenciar la lectura del
cuento relacionado con la unidad, y los niños se dispersaban mucho, luego se dirigieron a observar imágenes de dragones en la computadora, el grupo parecía no estar interesado, por lo que concluí que los dragones no eran de su agrado, a mi parecer los niños eran forzados a un tema sin motivación.
Decidí trabajar “LOS ODOS”
de Graciela Montes, La propuesta consistía en la lectura de tres cuentos y el registro las características de los odos en un cuadro, el cual serviría de apoyo para realizar la última actividad de la secuencia: dibujar a los odos. El fin de dicha actividad radicaba en el desarrollo de la creatividad, imaginación y el acercamiento a valiosos textos literarios ya que los cuentos serian leídos sin ningún tipo de apoyo de imagen.
Llego el día de la primera actividad y estaba muy nerviosa, era la primera vez que leía sin apoyo de imágenes en una sala de 5 años. Convoque a los niños en un sector próximo a la biblioteca dentro de la sala y les propuse que escogieran un lugar que les resultara cómodo. Al comenzar la lectura el grupo estaba muy disperso, comencé a realizar las inflexiones de voz, onomatopeyas y todos los recursos necesarios tratando de crear el clima apropiado para la lectura pero no resulto como esperaba, los niños conversaban entre si, algunos deambulaban por la sala sin dar importancia a lo que estaba sucediendo. Como consecuencia no se pudo realizar el cierre de la actividad como estaba planificado.
¿Qué fallo?
Si la lectura era correcta, no era necesario el apoyo de imágenes, si bien los niños no lo
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solicitaron en ningún momento tampoco daba a lugar ya que el texto era enriquecedor en todas sus descripciones.
El desarrollo de la secuencia fue complejo
hasta se produjo una especie de boicot, en una d las actividades, antes de comenzar la lectura, los niños comenzaron todos juntos a zapatear mientras estaban sentados en las sillas para interrumpir el inicio de la lectura.
Por lo que me planteo un desafío que no contaba:
¿me afrontaba con falta de motivación?
Frente a estas
dificultades e inquietudes comencé a buscar diferentes estrategias con el fin de reorganizar al grupo para el momento de escucha. Mi postura de practicante solo me conducía a pensar y analizar las diferentes causas. Debía intentar todo lo que estuviera a mi alcance en tan poco tiempo.
En las diferentes lecturas/actividades fui modificando
aspectos que creía relevantes para continuar la secuencia, acomode el grupo sentados en las sillas como lo hacían en otras actividades, en otra ocasión se colocaron en forma de semi círculo, sentados en las sillas frente a mi, también se organizo con las sillas como cine, separando los subgrupos, teniendo en cuenta los líderes así como también separados por género. Nada de lo implementado modificaba plenamente la atención de los niños. El registro de las
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características de los odos se pudo armar gracias a algunos de los niños que demostraron un poco de interés en el cuento.
Para dar cierre a la secuencia se confeccionaron dos
libros de cuentos con “los odos” de Graciela montes e ilustraciones realizadas por la sala de 5 años. Los niños se mostraron entusiasmados, realmente me dejo asombrada, ellos debían imaginarse los odos, dibujarlos o pintarlos según su preferencia. El cuadro realizado fue utilizado para recordar lo que habíamos registrado juntos. La actividad se desarrollo satisfactoriamente, todos los chicos se compenetraron en sus producciones. Una vez que se armaron los libros, solicitaron la lectura de uno de los cuentos. Esta vez ellos estaban dispuestos a escuchar el cuento.
¿Qué fue lo que paso? ¿Será que su participación,
su protagonismo despertó cierto interés? ¿Como debemos plantearnos como docentes ante una situación así?
Si bien el docente es el mediador entre el texto y el niño con el fin de acercarlo a la literatura ¿cuáles son las estrategias que debe tomar para dicha tarea?
El docente es el que presenta los libros, selecciona, propone armar la biblioteca, lee en voz alta, problematiza lo leído, retoma, explica cuando es necesario.
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En
La
el camino de la enseñanza de la literatura, la educación tiene como objetivo el trabajo de los textos en diferentes etapas, desarrollando la capacidad de comprensión de los mismos y el acercamiento al habito de lector, también podríamos dar prioridad a la participación de los niños a fin de lograr el afán por la lectura. Será el docente quien favorezca el aprendizaje y la aproximación de dicho trabajo y el niño, el productor de sus propias ideas.
escucha de cuentos y el placer por los textos literarios no es algo que surja en un instante, es un trabajo arduo que comprende desde la edad más temprana, es de fundamental valor por tratarse de una etapa clave que podrá configurar las bases de una vinculación extendida hacia el futuro, propiciando un lector competente, sensible y crítico, capaz de disfrutar de esta expresión que permite también una manera de conocerse más a sí mismo y a su relación con el mundo.
Considero
que como docentes deberíamos trabajar desde los primeros años, a través del acercamiento a la literatura. Por lo que es necesario destacar que nuestro perfeccionamiento debe continuar creciendo a lo largo de nuestra profesión ya que resulta de gran utilidad cuando deseamos un objetivo y ya se nos acabaron las estrategias.
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A
fin de como afirma el diseño curricular: “El contacto del niño de nivel inicial con la literatura es ante todo un contacto gozoso y placentero”.
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Ser practicante ¿un miedo alentador? Yanina Cardozo
Retomando
varias experiencias vividas como practicante en el profesorado de Educación Inicial, me encuentro con una gama de sensaciones que me recuerdan el placer y el displacer que sentí al estar a cargo de actividades esporádicas en una sala. Es por eso que para reflexionar sobre estas inquietudes y expectativas, me pareció muy significativo retomar una de las propuestas más valiosas en mis primeras pasantías, la narración del cuento-relato “Un grillito que quería tener una casita” de Teresita Costas.” en la sala de 2 años.
Recuerdo que tenía muchísimos nervios al realizar
esta propuesta, nunca había narrado un cuento anteriormente, era la primera vez que lo hacía, sentía nervios por no saber cómo los chicos reaccionarían a una actividad tan nueva. Pensaba antes de iniciar la actividad “¿Les gustará a los niños que les narre un cuento si nunca lo experimentaron anteriormente? ¿Me sentiré cómoda al hacerlo? ¿Podré representar con mis voces y expresiones todo aquello que tenía pensado hacer y que había planificado? ¿Podré contener al grupo? ¿Los nervios se me irán en algún momento? ¿Me jugarán en contra?
En fin, muchas eran las preguntas, los interrogantes,
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las dudas, los miedos de no poder desinhibirme, de no poder disfrutar de la actividad por sentir ese miedo, de imaginar cómo el grupo de niños pierden el interés en la actividad a falta de mi incentivación, entre otras cuestiones ya sabidas… Fue por eso que como toda practicante y como todo desafío, junte fuerzas, respiré profundo, miré el reloj y llevé la actividad adelante tratando de no pensar en todas mis preocupaciones e interesándome nada más que en los chicos y en el desarrollo de la propuesta, ya que no quería que los nervios me privasen de disfrutar ese momento.
Convoqué al grupo al centro de la sala donde había
colocado previamente una manta grande para que se sentaran allí; y con la mente en blanco comencé a anticiparles que iban a escuchar un cuento llamado “Un grillito que quería tener una casita” y que para esto debían prestar mucha atención.
Una vez presentado el cuento, comencé a narrarlo.
Como toda narración, previamente, me había aprendido los lineamientos más importantes para poder evocar en ese momento y que el mismo cuento no perdiera su riqueza literaria.
Cuando inicié la narración me dediqué a observar las caras y los gestos de los niños, éste indudablemente fue el factor que hizo que ésta experiencia se defina por sí misma como una de las más significativas en mi recorrido docente. Recuerdo que cuando emití el primer sonido del grillo “Crí Crí Cri Crí”, uno de los niños presentes que se 26
encontraba jugando con su dedo índice en el suelo, levantó inmediatamente la cabeza para fijarse de dónde provenía ese sonido, y cuando percibí ésta expresión continué el cuento diciendo “Cri, cri, ¿mi casita está aquí?” levantando las cejas y con mis manos acercándolas a mi rostro convirtiéndome de a poco en un verdadero grillo. Las expresiones de los niños eran de puro asombro, que no me puedo olvidar del rostro de uno de los niños, como siguiendo con su cabeza cada gesto que yo hacía con el rostro, tampoco puedo dejar de recordar cómo una de las nenas sonreía cada vez que pronunciaba la frase “crí crí crí crí”; ni cómo brillaban los ojos de tantos niños cuando les sonreía o cambiaba la voz de un personaje a otro.
Estas escenas encendieron, por unos segundos, el
arte en mí. Me creí artista al mirar los rostros llenos de alegría, de asombro, de concentración, de sorpresa y fascinación; todas estas palabras se me venían a la cabeza al mirarlos, y provocaron que definitivamente disfrute de ese momento tan peculiar.
Recuerdo
que hasta había modificado algunos sonidos que tenía pensado reproducir, por canciones y ritmos sonoros que acompañaban perfectamente el cuento, mismo me animé a improvisar muchas otras cosas que ni se me habían ocurrido jamás, como por ejemplo: acurrucarme en el suelo para parecer aún más un caracol, convertirme en grillo nuevamente con la cara alargada y con la voz algo cansada; al colibrí le dibujé dos alas a los costados de mis brazos y con mi boca más extendida que nunca emití una voz muy finita, la que se parecía a la de un colibrí; ¿se parecía a un colibrí? ¿Cómo voy a hacer una voz que se
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parezca a la de un colibrí? ¡Si los colibríes no hablan!; claro pasa que en ese ambiente tan mágico que se había generado, existían colibríes que además de tener cien mil colores hablaban con esa voz, un grillo con una voz algo cansada, un caracol acurrucado con voz de anciano y muchos paisajes más que se iban modificando al pasar de palabra en palabra y de personaje en personaje.
Una vez que terminé la narración, es decir cuando dije
“Y colorín, colorado, este cuento se ha terminado”, hice dos minutos de pausa interna para registrar cada una de las caras de los niños. Algunos chicos me miraban muy fijamente como esperando algo más, otros se miraban entre ellos y volvían nuevamente hacia mi, Lucía decía “cri cri” y otra niña aplaudía al mismo tiempo. El clima era mágico, había mucha tranquilidad, los chicos me miraban y continuaban sonriendo, hasta que uno de ellos, (de quién no me olvido jamás) rompió el silencio diciendo en voz alta “¿Y el guillo?”; en ese momento lo miré y le respondí “¿El grillo?” y éste niño más otro que lo acompañaba a su lado, me asintieron que “si” con la cabeza”; les volví a preguntar “¿Dónde estará el grillo?”; los niños inmediatamente miraron a su alrededor, (como buscándolo), hasta que uno de los chicos me miró y me respondió “se fue a casa”…
Eran increíbles aquellas sensaciones que me hicieron
sentir, diría yo “como una “artista”, lo tan llena de emociones que estaba al escuchar sus aplausos, risas, y emisiones; me sentí totalmente satisfecha además, por haber podido vencer todo ese miedo que tenía al principio de la actividad, con todas esas preocupaciones y expectativas que tenía, realmente fue increíble cómo esos nervios fueron desapareciendo casi sin darme cuenta pudiendo involucrarme tan fuertemente en la propuesta.
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Con esta experiencia tan valiosa lo que me interesa hacer es problematizar una experiencia valiosa como lo fue la narración del cuento , pensándola desde los temores y nervios que un practicante o docente puede tener ante una actividad o situación nueva, y pensar también, cómo revertir esta situación para poder disfrutarla al máximo cada propuesta.
Y
es aquí donde me pregunto: ¿Cuál es verdaderamente el miedo que tiene un practicante o residente? ¿Miedo a qué? ¿Ansiedad o temores? ¿Tiene que ver solamente con el miedo a lo desconocido o se esconde algo más? ¿Cómo enfrentar esos temores? ¿Cómo vencer los nervios? ¿Qué cosas debemos anticipar para no entrar en pánico? ¿Cómo debemos mostrarnos frente a los niños para formar un vínculo real? ¿Cómo conocer realmente las propuestas que pueden ser significativas para el grupo?...
Leyendo al autor Birgin, A, Dussel, puedo vincularme con su texto expresando que todo ese miedo que sentí en el momento previo de comenzar la actividad fue motivo de ser una situación nueva, donde también intervienen sentimientos de incertidumbre por lo que va a pasar y amenaza por las propias exigencias.
También desde el texto de Ma. Teresa González
Cuberes, en su libro “Al borde de un ataque de prácticas” puedo decir que el mecanismo de defensa que use en ese momento de nervios, fue el de adaptarme a la situación por medio de la narración,
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vinculándome de manera expresiva con los chicos.
Precisamente
ese vínculo que generó el relato sumado a mi expresión, el clima y el interés de los niños fue el que desató en mi imaginación, las ganas de disfrutar el cuento, dejando atrás cualquier sentimiento negativo.
Además
muchos de los temores que poseemos consciente o inconscientemente están ya construidos en nuestra subjetividad desde nuestra historia formativa y personal, probablemente algo de nuestro recorrido en instituciones provocaron esas incertidumbres, desde la imagen que tenemos de una maestra sea positiva o negativa, el rol de los chicos en la escuela, los miembros de una institución, los conflictos de la misma, una mala experiencia con los procesos evaluativos, entre otros tantos más. Es importante poder atender nuestros miedos y reconocer la ansiedad que nos puede producir una situación nueva para de esta manera, buscar y encontrar medios de resolución a nuestro problema.
Quisiera terminar diciendo que mi intención final en
este trabajo es también invitar a todos los docentes a recordar aquellas experiencias que seguramente también dejaron su huella impresa, para volver a retroalimentar el deseo y las ganas de diseñar experiencias valiosas y significativas para la vida de los niños; las que a la vez formarán parte del repertorio valioso de cada uno de los docentes en su práctica profesional y recordando siempre que no importa
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desde el lugar en el que estemos si como practicantes, residentes o maestros de sala, lo que de verdad interesa son los chicos y c贸mo nosotros desde nuestro rol podemos dejarles impresa una huella similar a la que esta experiencia me marco a mi.
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Pequeño gran maestro Al comenzar el año me asignaron sala como maestra de Deambuladores, el desafío era grande más allá de que había trabajado como auxiliar de chicos de esta edad. Luego de unos días (antes de comenzar las clases, me enteré que en mi sala habría un niño con síndrome de Down,
creí que esto me iba a resultar imposible de enfrentar, ya que no contaba con una maestra integradora que me ayudara en este trabajo.
Yo pensaba: Es interesante el hecho de querer integrar a un niño con esta problemática, pero también creía necesaria la presencia de una persona especializada en este tema.
Muchas preguntas y dudas se me cruzaron por la cabeza ese tiempo, definitivamente se de algo estaba segura era de que no iba a poder, trataba de buscar en mi memoria algo, alguna enseñanza en estos años de carrera u nada, era claro que la respuesta a todas mis dudas la iba a encuentra una vez que este frente con Juan Cruz, así se llama el. 32
Llegó el primer día de clases, llego Juanchi, lo recibí y todos juntos con el resto de los chicos y los papas comenzamos a realizas las actividades planificadas para ese día. Él estaba feliz o eso parecía, pero yo tenia el cuerpo a disposición de cada uno de mis alumnos, aunque la mente solo en el, sentía que el necesitaba de mi presencia mas que nadie, aun así no lograba permanecer mas de cinco minutos con cada uno, agregando a esto las preguntas e inquietudes lógicas de los padres.
Pasó el primer día, ahora si empezaba el desafío, el despegue con los padres, y ahora si, éramos el y yo. La adaptación resultó muy buena…perfecto, ya comenzaban a suceder cosas inesperadas, por algún motivo creía que iba a ser muy difícil, pero Juanchi me sorprendió, feliz de este primer paso o… pasito, comenzó a transcurrir el año. -Juanchi, vamos a tomar el desayuno, ante esta propuesta, una total negación. Quise sentarlo en la silla, una dos tres muchas veces y siempre la misma resistencia, repitiéndose esto para pararse, comer una galletita, limpiarse la cara, etc. Pasaron los días y en una leve distracción, me doy vuelta y ahí estaba, parado y caminando, ese mismo día, al cabo de unas horas lo llamé…Juanchi vamos a caminar, lo incentive, lo levanté, hice todo lo necesario y, nada. Me quedó claro, necesitaba librarse de presiones, de pedidos, de miradas, pensé: Si por las tardes concurre a la integración ¿Por qué no darle libertad acá? Hasta el momento sabía que poder, él podía hacer lo que le pedía, pero necesitaba su tiempo, su lugar. 33
Día a día, paso a paso continuaba aprendiendo algo nuevo, mejor dicho el me enseñaba algo nuevo.
Y así fue, un día (sin una mirada ni un pedido) caminó, sin insistencias se sentó a desayunar con sus compañeros, sin darme cuenta, algún tirón de pelo le da a algún nene, y con entre una puesta de límites y alegría por dentro puedo decir: si, le pegó a un compañero ¿el motivo? Porque todo chico a esta edad lo hace, y aunque todos creían que este iba a ser un desafío mas que difícil, (me incluyo) hoy en día lo afirmo, lo fue y aun lo es, pero no imposible. Creía que para lograr integrarlo, para lograr que adquiriera hábitos iba a ser necesario trabajar individualmente, y el me demostró que por su solo puede hacer mucho mas de lo que nosotros como adultos esperamos. A veces me quedó observando… observando y pensando, con cuanta naturalidad sus compañeros se acercan a jugar con el, y cuantas vueltas da alguien mayor para simplemente acercarse a conocerlos.
No necesitaba darle un lugar mayor o menor, con mas o menos dedicación, aprendí… me enseñó que lo que necesitaba es ser tratado como uno más.
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Jugando un juego con las palabras… Sofía Aguirre
Me encuentro sentada frente a un papel en blanco
para trasmitir una de la tantas experiencias que me hace sentir que la profesión que elijo día tras día es para mí. Sin embargo, también considero que es ella quién se cruzo en mi camino de manera imprevista y al evaluarlo, siento que cumple todas mis expectativas en lo social, emocional y personal. Durante su estudio y desde mi rol como docente, logré ir descubriendo y aprendiendo la importancia del andamiaje para favorecer el desarrollo del niño en el proceso de aprendizaje.
En lo que respecta a mi formación como docente de
nivel inicial, y teniendo en cuenta los saberes que construyo día a día, considero importante el tomar a la práctica educativa como un trabajo creativo, conveniente y responsable. A su vez, considero que la educación debe estar dirigida al apoyo del docente para que pueda beneficiar y generar la creación de nuevos conocimientos a favor de los niños. Tomando como eje la relación educador-educando que debe mantenerse y generarse desde una posición activa, para, luego, utilizarlo como elemento unificador del proceso enseñanza-aprendizaje. 35
Por otra parte, la experiencia en sala la considero
imprescindible. Ya que es ahí donde se debe estar en estado de alerta para poder observar actitudes e imprevistos. Para luego proyectar, en las planificaciones, soluciones que beneficien el aprendizaje del niño.
El caso a tratar, transcurre en el jardín “Creciendo”,
del barrio “Laguna del Sol”, donde trabajo desde hace 4 años. La modalidad del mismo es rodante, donde funcionan 3 salas, de 1, 2 y 3 años. La sala en la cual me encuentro es la de 3 años y está compuesta por 6 niños, de los cuales 3 son varones y 3 son nenas.
Mi primer acercamiento a Lucas fue durante el
período de adaptación en el jardín. Con mucha información nueva que asimilar, una docente desconocida, un ámbito nuevo y compañeros a los que no ve hace varios meses, él mostró fastidio y angustia. A causa de que no hubo un buen acompañamiento de su casa para contenerlo. En cada una de las situaciones, Lucas comenzaba a llorar. Me acercaba para darle algún consuelo, pero él demostraba rechazo sin generar un vínculo o contacto. Frente a esta reacción, decidí ofrecerle algún tipo de juego para lograr, paulatinamente, cierto acercamiento y confianza hacia mi persona.
Esta misma dificultad de acercamiento también se
presentaba con los demás niños. Así, luego de un tiempo, fue adaptándose y generando un vínculo con los niños y conmigo, que va fortaleciéndose día a día.
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En cuanto a las actividades que realizamos en la
sala, él se muestra muy interesado y con entusiasmo. Sin embargo, hay veces que debo intervenir, como por ejemplo, en algunas ocasiones donde no logra cumplir con la consigna. También cuando se presenta alguna ocasión donde Lucas debe interactuar con sus pares.
Ya sea por su mala pronunciación o que no cuenta
con un gran vocabulario, los chicos no logran entenderlo, y por ello, no quieren jugar con él. Del mismo modo, esto se pone de manifiesto a la hora de la merienda, nadie lo invita a sentarse con el grupo. Él intenta tomar la iniciativa de acercarse al resto de los varones, pero al ver la poca atención que ellos le brindan, debo intervenir para generar un espacio de diálogo y mayor interacción con sus compañeros.
A
raíz de todas estas situaciones, me surgieron interrogantes que tienen que ver, no sólo con factores propios de Lucas, sino también con el ámbito que lo rodea, desde la institución, su familia y quiénes lo estimulan y acompañan : ¿Será que debe tener una maestra integradora para que progrese en las actividades? ¿Será solo falta de estimulación? ¿Tendrá alguna dificultad en cuanto al desarrollo cognitivo? ¿Lucas tiene un grado de desarrollo notorio en el lenguaje?
Se pone en evidencia que Lucas no logró desarrollar
las características correspondientes a su edad. Sus palabras son difíciles de comprender y no produce
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oraciones “extensas”. Por este motivo considero que incorporar lo lúdico en las actividades es fundamental ya que constituye la ocupación primordial del niño, pues a través de las mismas puede estimularse y adquirir mayor desarrollo en sus diferentes áreas como son psicomotriz, lenguaje, cognitiva y afectivo-social.
Hay que entender que si bien la maestra tiene un rol importante. Lo infantes debe acercamiento por de quienes los institución.
que se enseña desde el jardín de venir acompañado por un parte de los padres, familiares o chicos dependen fuera de la
Desde mi rol de docente, pensé en el juego como posible estrategia para llevar a cabo en la sala y así poder ayudar a Lucas. Considero significativo e imprescindible este momento, ya que es un recurso donde el niño desarrolla sus capacidades cognitivas, ayuda a la representación de diferentes roles y estimula intelectualmente la imaginación, comunicación y comprensión de la realidad. A su vez, como M. A. Zabalza [1] describe, resuelve la necesidad de acción, la seguridad, el manejo de los objetos y de contacto con los otros niños. También estimulando y desarrollando mayor capacidad de relación con los pares. 38
Al
abocarme con mayor dedicación a los requerimientos que surgían por parte de Lucas, puede ver que, día a día, presenta un cierto progreso. Logra adquirir mayor claridad y cierta apertura del lenguaje y ha incorporado ciertos hábitos. Sin embargo, considero que su total integración y nivelación con el resto del grupo, será una tarea a largo plazo.
Las situaciones de juego son las privilegiadas para el
desarrollo infantil. Los juegos son tanto lingüísticos como no lingüístico: las acciones que implican los mismos están acompañadas y posibilitadas por los significados. Donde en el trascurso de los juegos se configura una matriz del lenguaje en la que, progresivamente, los usos infantiles del lenguaje se van desarrollando. Por lo tanto, las situaciones lúdicas son situaciones de enseñanza informal, en las que los niños aprenden y usan formas lingüísticas cada vez más precisas y complejas.
El
juego le permite al niño conocer su mundo, descubrir su cuerpo, conocer a otras personas y relacionarse con estas, desarrollar vocabulario e imitar roles de adultos. El juego es un medio primordial en el aprendizaje de los niños de nivel inicial.
Tenemos que tener en cuenta que en el jardín los
educadores tenemos la oportunidad de generar entornos e interacciones, entre los niños y los maestros, en los que las situaciones del juego sean formatos en los que potencie al máximo el desarrollo del lenguaje infantil. Ya que el juego se vincula con el lenguaje ya que es el primer instrumento del cual se vale el hombre para vivir en sociedad.
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Puertas adentro Cecilia Albornoz
Me encuentro en la puerta del jardín donde hoy voy a empezar mis prácticas como docente. Entre nervios y ansias espero a la profesora llegar. Cuando ella se acerca me comenta que mi sala será la de Lactarios. Mi corazón comienza a latir más fuerte, inmediatamente, pienso: ¡Qué bueno, muchos bebés para abrazar y llenar de besos!.
Entro a la sala y allí los veo; algunos sentados sobre una gran manta de colores rodeada por muchos almohadones, hay bebés jugando y otros durmiendo en sus cunas calentitos. Esta vez no sólo vengo a observar y ayudar a las maestras ahora también podré implementar propuestas ¡Sí! Es el momento de asumir mi rol de practicante, esto supone profundizar mi conocimiento: pensar, planificar y hacer la actividad con los bebés. Todas estas decisiones serán de mi responsabilidad ¡Qué nervios!.
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Decidida a llevar a cabo todo aquello que había aprendido hasta el momento en el Profesorado comencé a pensar (en el colectivo, en la cocina o caminando por la calle) e idear aquellas propuestas que voy a ofrecer al grupo de bebés en el jardín.
Lo
primero que tengo que pensar son las actividades cotidianas, o más conocidas en el jardín maternal como actividades de crianza. Mientras decido qué hacer, amigas o compañeras que ya trabajan me desaminan un poco contándome que este tipo de actividades en los jardines no son muy importantes. En sus relatos me cuentan que mientras se le da la mamadera a un bebé sentado en un baby - sit a otro se lo cambia rápidamente para seguir palmeando a dos o tres niños que están llorando y todavía no se pueden dormir. Me asusta y me asombra lo que escucho, me pregunto: ¿pero cómo... y la "didáctica de la ternura" que había leído y aprendido dónde está? ¿y los besos y los abrazos como andamios afectivos en qué momento se dan?¿ y el aprendizaje y el cariño? Mil preguntas sin respuestas no me dejan ni pensar, lo único que espero es que esto no me suceda en el jardín. Imagínense ¿qué haría? ¿como haría para decirle a las maestras que eso no está bien? ¿yo?, una estudiante impartiendo lecciones de cómo llevar a cabo las actividades en la sala? ¡¡¡¡Nooo!!!!.
Antes de empezar a implementar, necesito conocer
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a las maestras, al grupo, sus rutinas, su forma de trabajar con ellos, etc. Es mi primer día y ya me siento como en casa, las docentes me reciben cálidamente y se ofrecen a ayudarme en lo que necesite, me presentan a los niños y me dejan formar parte del trabajo diario con ellas. Juego, abrazo y acaricio a los niños al igual que como ellas lo hacen a diario. Las observo darles la mamadera, sentadas cada una con un niño en brazos, mirándolo y acariciándolo mientras lo alimentan. Con todo, pienso: ¿cómo otros docentes se pueden privar de este momento?, ¿cómo pueden excusarse diciendo que es mejor darles la leche acostados para que la aprendan a tomar solos?...¿cómo es posible que las actividades de crianza hayan perdido su valor, su importancia?. No lo sé. Por suerte en este jardín esto no sucede. Al momento de conciliar el sueño, una de las docentes acuesta a una de las bebés sobre su cuna, la acaricia y le canta suavemente hasta que la pequeña se duerme. Otra de las maestras mientras tanto le cambia el pañal a otro niño, entre sonrisas y un tarareo suave el niño disfruta de este momento junto a ella.
Es increíble ver como todo aquello que aprendí en el profesorado se despliega con una clara intencionalidad educativa, estas observaciones me alientan y llenan de alegría confirmando mi vocación a la vez que posibilitan que mis miedos desaparezcan.
Ahora es momento de planificar, de utilizar todas las herramientas y disponerme a plasmar todas mis
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ideas en un papel. Elijo el momento del sueño para comenzar, con la ayuda de mi voz y un palo de lluvia acuno a los niños de a uno a la vez para ayudarlos a dormirse. Canto suavemente el "Arrorró" hasta ver que sus ojitos se cierran. Me siento feliz y contenta de compartir este momento placentero. ¡Siento que lo logré! Termino mis prácticas con mucha alegría y tristeza, superé una etapa de formación. Entre lágrimas y nostalgia, me despido de este maravilloso grupo de bebés y maestras. Sé que mi camino profesional aún empieza y estoy dispuesta a recorrerlo con compromiso y responsabilidad.
Dos
años pasaron ya desde mis primeras prácticas en aquel jardín. Estoy por terminar mi carrera, mejor dicho, en realidad mi carrera aún está por comenzar. Este es un gran comienzo pero todavía falta mucho más.
Hace un año tuve la posibilidad de comenzar a trabajar como docente, y así fue como llegué nuevamente a una sala de lactarios pero ésta vez nada era igual. Cuando ingreso a la institución me recibe amablemente una docente, se presenta, me comenta sobre los bebés que pronto comenzarán a llegar, me habla sobre el jardín, las tareas, etc. Suena el timbre y veo entrar a “las melli”, cuidadosamente tomo a una de ellas en mis brazos y la recuesto sobre 43
la manta de la sala, mientras mi compañera conversa con la madre de las niñas. A medida que van llegando los demás, ella me presenta y comenta brevemente las características de cada uno, me dice: "a Feli le gusta jugar con este almohadón, duerme boca arriba y siempre con un almohadón junto a ella". "A Pedro le encanta la hamaca, no hay otra forma de dormirlo". Y así sucesivamente con cada uno de los bebés que van llegando, no son muchos, sólo nueve niños; pero a su entender los suficientes para que, pronto, ella se fastidie cuando un pequeño comienza a llorar.
Transcurre la jornada, mientras jugamos con los niños, decido alzar a uno de ellos para darle su leche. Sin vacilar, al verme tomar al niño en mis brazos, ella me aclara que no suele hacerles upa para que los chicos no se acostumbren, agregando que prefiere dejar que tomen la leche solos en el baby -sit para no perder tiempo y hacerlo con todos a la vez. Sí, sí, así como lo digo fue... Mientras escucho lo que dice, sus palabras resuenan una y otra vez en mi cabeza: ¿Para qué no se acostumbren? ¿A qué? ¿A recibir cariño, amor, afecto y sostén? Me vienen a la mente recuerdos de las clases de Enseñanza donde aprendíamos que acunar y mimar era una forma de enseñar en el Jardín Maternal, donde alimentar,
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higienizar y hacer dormir a los niños eran momentos para dar amor, cariño y afecto a los bebés. Pienso en aquellos aportes teóricos que destacan la importancia de ofrecer un ambiente estimulante en el cual la enseñanza, el apego afectivo y el juego se conjugan para propiciar oportunidades de aprendizajes significativos.
Escenarios
de crianza donde las actividades cotidianas son momentos de enseñanza en los que se transmiten saberes sociales íntimamente ligados al desarrollo social y personal del niño. Allí ofrecer los brazos del docente, acunar, sostener, sonreír, mantener la mirada dedicar tiempos y espacios íntimos, resultan ofertas educativas centrales. Sin embargo, en este nuevo Jardín esto no sucede. No lo puedo creer pero no digo nada porque es mi primer trabajo, continúo con el niño en brazos y mientras lo acaricio le doy su leche.
Los días pasaron y aunque no se haya tocado el tema con la maestra de la sala, mantengo mi postura firme de abrazar, besar y mimar a cada uno de los bebés, mientras los cambio, los hago dormir o les doy de comer. Cada uno es especial para mí y sin importar lo que me digan lo voy a seguir haciendo. 45
Mientras escribo estas líneas pienso “mañana se lo voy a decir”, aunque seguramente discutamos se lo tengo que decir, no puedo callar y dejar que esto siga así, alguien le tiene que decir que compartir las actividades de crianza con los bebés es una experiencia enriquecedora para el vínculo pedagógico, que no es ético sólo alzar a un bebé cuando la puerta de la sala se abre ante la mirada de un directivo.
Yo sé que se puede y que es posible dar amor, que estos momentos diarios son tan importantes como los proyectos o secuencias didácticas que uno planifica para desarrollar la tarea. También sé que los bebés no se “acostumbran al upa”, no se duermen si sienten a su maestra tensa o furiosa porque no dejan de llorar, sólo necesitan que estemos disponibles y receptivas frente a ellos, necesitan que los abracemos y que los acunemos, necesitan sentirse queridos y acompañados.
Aunque los días pasaron, confieso que no me animé; era mi primer trabajo, quizás sentía inseguridad o quizás deseaba evitar algún conflicto. Pensando en esta situación a la distancia, puedo expresar que estas ideas se habrán transformado en algunas razones por las que opté buscar una nueva institución donde trabajar. Ahora estoy en otro jardín, a cargo de la sala de 1 año. 46
Hoy puedo decir que entre besos y abrazos transcurren mis días, en cada momento procuro desarrollar las actividades de crianza en un clima de tranquilidad y calidez con la clara convicción de apostar a una valiosa educación integral desde una escuela que contenga, que propicie el encuentro con el otro, que sea capaz de enlazar el juego, la palabra, el cuidado, la cultura.
Quizás algún día nos juntemos con aquella maestra u otras que piensen como ella y podamos debatir y repensar juntas nuestros supuestos, quizás lo que observé y viví "puertas adentro" pueda transformarse hoy en puertas abiertas, puertas abiertas a la reflexión, a la revisión de la práctica, al devenir del pensamiento y la formación.
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“Me fui con más inquietudes que al llegar… Repensando las efemérides en el Nivel Inicial” Vanesa Apablaza
Desde
pequeña siempre me interesó todo lo relacionado a las Ciencias Sociales, especialmente la Historia y más aún la Historia Argentina. Conocer el pasado, problematizarlo, buscar información y distintas opiniones siempre llamó mi atención.
Al comenzar mis estudios en el Profesorado de Nivel Inicial, sentía que dicho interés pasaría a un segundo plano. Sin embargo, al cursar materias relacionadas a la Didáctica en el Nivel Inicial y especialmente a la enseñanza de las Ciencias Sociales y su abordaje, me di cuenta que era mucho más complejo de lo que podía imaginar porque no todo el contenido de la Historia puede ser enseñado en el Jardín sino que hay que proponer un abordaje con los niños que los acerque a la realidad compleja y multidimensional. Por lo tanto, se deben utilizar distintas dimensiones de análisis que permitan establecer relaciones para llegar a distintas conclusiones. 48
P
ara el análisis debemos tener en cuenta: la
dimensión relativa a la Función Social, la Dimensión Espacial, la Dimensión Temporal, la Dimensión Tecnológica, la Dimensión Económica, la Dimensión Política y la Dimensión Cultural. Estas dimensiones permitirán abordar el estudio de contextos que estén adecuados a la edad de los niños, pero no por eso, simplificados, con una coherencia interna y dónde se puedan establecer relaciones que se irán desarrollando durante el trabajo en clase. Por lo tanto, la selección de un contexto facilita la lectura del ambiente, que no puede ser abordado en su totalidad.
Expresado de esta forma suena muy interesante, pero el gran desafío aparece cuando vamos a la práctica. En mi recorrido como alumna practicante y escuchando a compañeras que trabajan en diversas instituciones, surge un problema a la hora del abordaje de las Ciencias Sociales en la sala. Muchas veces, las docentes se encuentran con la dificultad y el temor de realizar un acto para abordar una efeméride en particular. En ese momento surgen diversos problemas porque aún están muy arraigadas creencias del enfoque tradicional donde se planteaba una descripción de la vida cotidiana, los vendedores ambulantes, los medios de transporte, sin problematizar estos conocimientos, sumado al uso de conceptos tan abstractos como “Independencia” y “Libertad”. 49
Además, usualmente, se recurría a estereotipos y prácticas inadecuadas como la selección de los chicos por un “canon de belleza”. Así, las niñas y niños más lindos eran “damas antiguas” y “caballeros”, y el resto serían “los negritos”, “las lavanderas”, “los vendedores ambulantes”.
En
estas puestas en escena, los niños recitaban versos de memoria, sin entender en profundidad lo que había sucedido. Muchas veces se seleccionaba a los más “inteligentes o más aptos” para actuar o recitar un verso y el resto del grupo no participaba o para que todos estuvieran en el escenario se creaban papeles de árbol, charco, etc.
Por lo tanto, estos actos se transformaban en una carga tanto para los niños, las docentes y los padres. De hecho, hoy en día se pueden encontrar en algunas escuelas resabios de estas tradiciones, cuyos orígenes y causas fueron desdibujados por el tiempo y se alejan de los nuevos enfoques. Basta con recordar nuestra biografía escolar y seguramente algún recuerdo aparecerá en relación a estas prácticas que durante años fueron incuestionables. Sin ir más lejos, en mi propia experiencia, siempre hice el papel de “negrita” porque, obviamente, no era rubia… 50
También
se pueden ver otros tipos de intereses relacionados a modas o “Marketing” realizando por ejemplo, fiestas de cierre del año lectivo exclusivamente para “mostrar” a los niños, se los somete a largos ensayos armando una puesta en escena para los adultos, y se pierden de vista los intereses y derechos de cada niño.
Frente a esta situación se fueron despertando en mí algunos interrogantes: ¿Cómo llevar a cabo propuestas con un alto contenido social y emocional, respetando las características y necesidades de los niños que son los verdaderos protagonistas y destinatarios de los actos escolares?, ¿de qué manera podemos cambiar estereotipos y prácticas inadecuadas que están tan arraigadas en la comunidad escolar?, ¿cuál es el propósito de un acto escolar en relación con la Historia Nacional?, ¿qué valor tienen estos encuentros familiares o comunitarios como oportunidad para la transmisión de la historia personal y la Historia Nacional?
Como propone Beatriz Goris, se ha ido transformando este enfoque en pos de propuestas que expliquen la realidad, la indagación de los cambios, el análisis de los cambios sin perder la complejidad. En este enfoque se abren nuevas propuestas para el abordaje de las efemérides donde se puedan establecer relaciones, elaborar conclusiones, identificar cambios y permanencias.
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Con
todas estas inquietudes decidí asistir a mi primer Jornada de Capacitación, que abordaba el tema de las Efemérides en el Nivel Inicial, focalizando la figura de Belgrano a lo largo de los hechos Históricos más sobresalientes de la época. Fue así que llegué a la Jornada preguntándome: ¿Para qué voy a una Jornada de Capacitación?, ¿cómo aprovechar al máximo ésta oportunidad para llevarlo a mis prácticas docentes?, ¿cómo realizar un correcto abordaje de las diversas efemérides sin caer en la simplicidad o estereotipos?, ¿qué estrategias y recursos puedo utilizar para llevar a cabo el trabajo en la sala? Realmente estaba muy interesada y con ganas de participar y aprender, sentía una gran expectativa por enriquecer mis saberes acerca del abordaje de las efemérides.
La jornada abordó diversos temas, por un lado el contexto histórico en el cual Belgrano fue una figura importante. Datos biográficos y de conocimiento cultural sobre la época, que me resultaron acertados para pensar las diversas propuestas que se planteaban en torno a las distintas efemérides ( 25 de Mayo, 20 de Junio, 9 de Julio, 17 de Agosto). En menor medida se vieron temas exclusivos a la didáctica de las Ciencias Sociales, como por ejemplo: redacción de contenidos, organización de las actividades, elaboración de preguntas problematizadoras, que se encontraban implícitas en las distintas propuestas..
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El problema fue que durante la jornada, la gran mayoría de docentes y estudiantes que asistieron no estaban conformes con lo tratado, y “esperaban algo más útil”. ¿Algo más útil o algo más simple que fuera directo a la implementación en la sala?, ¿algo que no me lleve mucho trabajo previo para implementarlo?, ¿algo que me venga “masticado” dónde no me tenga que esforzar?
Y
esto me hizo pensar en nuevos interrogantes: ¿Qué tipo de docente queremos?, ¿realmente se aprovechan estas jornadas o sólo son un requisito, una obligación para acumular puntaje?
Como docentes tenemos una gran responsabilidad que es perfeccionarnos, estudiar continuamente para enriquecer las experiencias y saberes de los niños. En aquella oportunidad, sentí que la mayoría de quienes asistieron lo hicieron como una obligación o una búsqueda de “recetas mágicas” listas para implementar.
Obviamente,
cuando uno asiste a una jornada puede estar de acuerdo o no con quién la lleva a cabo pero lo valioso para nuestra formación es que se abra un espacio de reflexión, de encuentro con otros, de apertura al diálogo, respetando las diferentes opiniones, dónde se manifiesten las propias inquietudes...
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Este espacio se habilitó en la Jornada, pero no fue aprovechado por estas docentes y futuros docentes que se quedaron en la cómoda situación de decir “no me gustó” o “no me va servir”, o “por lo menos me llevé un libro con planificaciones”. Y esto produjo en mí una sensación de vacío e irresponsabilidad por parte de docentes que no toman en serio su función, que desaprovechan los espacios de encuentro, de problematización y reflexión y de búsqueda de nuevos conocimientos.
Quien
coordinaba la Jornada al comienzo de la misma dijo: “Es bueno que tengan interrogantes e inquietudes al llegar, pero se van a ir con nuevos interrogantes que posibilitarán la búsqueda de nuevos conocimientos...” Es verdad surgieron en mí nuevos interrogantes porque me preocupa el tipo de docente que quiero llegar a ser, ¿Cómo evitar caer en una situación cómoda, dónde la práctica docente es rutinaria, estereotipada y sin problematizar ni buscar nuevas estrategias? Y también me preocupa ver que muchos docentes han caído en esta situación y no son conscientes de lo que eso implica.
Frente a todo esto,
creo, como docentes somos responsables de transmitir diversos conocimientos, entre ellos uno muy importante: la Historia Nacional.
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porque los niños forman parte de un pueblo, de una nación que se fue gestando por el accionar de hombres y mujeres que tenían diversas ideologías y características personales.
Trabajar
las efemérides en el Nivel Inicial es acercarlos a esta historia que influye en nuestra vida personal, que permite explicar y comprender nuestra sociedad. Considero que este acercamiento debe realizarse desde el respeto, la concientización de las posibilidades y particularidades de nuestros niños.
Nuestras propuestas deben abordar la historia desde una mirada que se centre en la construcción de la identidad, rescatando la diversidad, hablando de las diferencias, las desigualdades, sabiendo que la realidad es un construcción social colectiva. Obviamente no hay recetas mágicas y como docentes debemos investigar, probar y evaluar si nuestras propuestas cumplen con estos objetivos, sin perder nunca de vista los derechos de la infancia y el respeto por la misma.
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La experiencia de una implementación Guadalupe Muñoz
Suele
ocurrir que cuando uno hace prácticas muchas veces observa actividades que no se ajustan a los marcos didácticos, ese fue mi caso.
Mis prácticas se harían en sala de dos años. Debía planificar actividades dentro del área de Literatura, más precisamente la lectura de un cuento. Para eso antes debía conocer al grupo y sus experiencias lectoras. Tuve esa posibilidad, pude observar al grupo en la lectura de unas revistas que trataban de animales, pude observar que la organización del grupo era bastante dispersa, no todos veían ni oían lo que la maestra les leía, sus interrupciones eran constantes, algunos chicos estaban en una punta de la sala, otros detrás de la maestra sin prestar atención a lo que la misma les contaba, a mi entender era un clima inadecuado, ya que no propiciaba la escucha de todos, la mayoría de los niños se mostraban desinteresados y dispersos frente a la propuesta. Recuerdo que mi pensamiento fue: “no están acostumbrados a participar de actividades de lectura”.
Pero como todo buen docente debía ingeniármelas, atravesar nuevos desafíos, buscar recursos y pensar en estrategias apropiadas para captar la atención de los niños en un clima propicio para el momento de lectura. 56
Comencé
a idear la actividad para poder lograr un buen resultado de la misma, deseaba sentir que los niños podían disfrutar de la lectura, participar activamente y apreciar la literatura de modo tal que este no sea un cuento más o una simple lectura para llenar huecos en el tiempo escolar. De esta manera, volví a releer bibliografía que hablaba sobre la literatura en el jardín maternal como fuentes de consulta para pensar y diseñar mi propuesta.
Primero que nada pensé: ¿qué cuento elijo?, tiene que ser un cuento que les resulte interesante, que sea atractivo, con una historia que convoque al grupo para escucharlo. Fue así como elegí el cuento, y plasmé su formato realizando un atrayente rotafolio, con las mismas imágenes del cuento ampliadas. Claro era grande, podían verlo todos, y de esa manera tenía más posibilidades en que todos participen de la escucha.
No sabía cómo iba a resultar esa actividad, pero sí estaba convencida que tanto mi fundamentación como la planificación se sustentan en el marco didáctico y en las experiencias observadas. De esta manera, procuré atender la relación entre la teoría y la práctica que yo iba a realizar. También lo conversé con la docente que asesoraba en el área de Literatura de mi taller 3, le pareció buena mi propuesta. Por lo tanto, sólo quedaba el desafío de implementar.
Mis nervios eran intensos, tanto por las expectativas frente a la actividad como por saber si en mi futuro iba a poder desarrollarme óptimamente de acuerdo a lo que venía construyendo día a día con los saberes. 57
Antes de realizar la lectura, mostré el cuento a la docente de la sala, a ella le encantó. Sin embargo, al leer su contenido me pidió que modificara el nombre de un animal que contenía el cuento porque entendía que “mapuche” era una palabra desconocida para el grupo y en su lugar creía más conveniente llamarlo “ardilla”. Siguiendo la teoría, no considere óptimo cambiar los nombres reales de los personajes, lo pensé pero no le dije nada.
Minutos más tarde, comienzo la tan ansiada actividad. Realicé algunos comentarios sobre la selección del cuento, el nombre del mismo y su autor para introducir al grupo en la propuesta. Recuerdo que traté de organizar un clima placentero que propiciara la escucha literaria, un espacio donde todos estén cómodos y pudieran ver al cuento y a mí. Una vez lograda estas premisas, comencé con la lectura, no sería objetiva si dijese que todos me estaban prestando atención pero no eran más de dos o tres chicos los que se encontraban dispersos, sin embargo, esto no afectaba al grupo. Por ello continúe con mi lectura, sin interrumpirla, disfrutando de ese mágico momento, donde reinaba la escucha y el goce por la literatura, todos estábamos inmersos en la fantástica historia.
A mi entender la lectura salió perfecta, pude superar los miedos que toda actividad nueva conlleva. Mientras escribo estas líneas recuerdo que al comenzar la actividad sentí que mi voz temblaba pero al avanzar con la historia mi cuerpo se distendía, mi voz cobraba soltura y expresaba mi inmensa alegría al ver que la mayoría de los niños escuchaban, observaban y se mostraban interesados frente a la propuesta. 58
En suma, el cuento les gustó a los niños, disfrutaron tanto que pidieron que vuelva a leerlo. Lo leí nuevamente, fue una experiencia maravillosa, confieso que me sorprendió observar cómo los niños volvieron a involucrarse en la historia.
Al recibir la devolución de la docente de la sala, se desarrolla el siguiente diálogo:
Docente: “No estuvo mal, pero tendrías que haber interrumpido más de una vez el cuento ya que Mili no te estaba prestando atención, y Augusto tampoco, después a esa distracción se te sumo Trini” Yo: “Pero…Hoy son quince en la sala, por ende si la mayoría de los chicos estaban participando de la actividad prestando gran atención no tengo que cortar la lectura, eso provoca el desinterés del auditorio, podría provocar el aburrimiento por el corte de la historia del cuento, además, tienen solo dos años y si interrumpo la lectura no pueden seguir el hilo de la narración” Docente: “Estás muy agarrada a lo que lees en fotocopias, en los libros o sujeta a lo que tus docentes dicen, más puntualmente creo que estás pendiente de la teoría, pero lo que vos estudias no siempre lo tenés que tener en cuenta dentro de la sala. Vuelvo a repetirte, la vida dentro del aula es otra realidad pero igual estuviste bien en la lectura”. 59
Al día siguiente busqué a la profesora de Literatura y le conté la situación porque yo necesitaba evaluar lo ocurrido, ya había llegado al punto de pensar en que tal vez me había equivocado, tal vez tendría que haber cortado la propuesta, cambiar de nombre a los personajes, etc. Al hablar con la profesora asesora, me alentó para seguir en la línea de trabajo planteada porque era correcta. Ella me dijo, “es verdad, muchas personas no siguen la teoría y hace lo que les parece, pero vos estuviste muy bien”.
Recuerdo que ese día fueron dos sentimientos opuestos, por un lado me sentí orgullosa como practicante, al haber podido responder a las devoluciones de la maestra de la sala, con una fundamentación basada en lo aprendido durante los años cursados; pero por el otro lado sentí dentro mío un estallido, no podía creer que para algunas personas seguir la teoría, que a mi entender está basada no sólo en la lectura del marco didáctico sino también en la observación de la práctica, no era lo correcto en algunos casos.
Me hice preguntas en cuanto a la relación teoría- práctica, ¿cuántas personas siguen la postura de aquella docente?, ¿cuántas concuerdan conmigo y relacionan la teoría con la práctica?, ¿tantos años de estudio para después hacer otra cosa, sin contemplar la realidad en donde debe estar inserta?, ¿qué hubiese pasado si la lectura la cortaba por Mili, Augusto y Trini y no tenía en cuenta a los doce nenes, que dada su edad seguramente no pueden seguir el hilo de la narración con interrupciones? 60
Por otro lado, pienso que la planificación es la herramienta donde debemos apoyarnos como docentes, en ella aunamos la teoría con la práctica de acuerdo al grupo de educandos para el que planificamos; no debe ser estática sino lo suficientemente flexible para adecuarse a imprevistos sin perder el foco en los propósitos que se buscan. ¿Será que muchas veces las planificaciones dejan de ser una herramienta didáctica para transformarse en “lo exigible para la dirección / inspección” quedando el desarrollo de contenidos y actividades supeditado a lo “que la experiencia me dicta año tras año”, entrando en contradicciones con los marcos didácticos vigentes? Considero que tanto la teoría como la experiencia deben enlazarse una con otra en pos del desarrollo del niño. La teoría sin adaptarla a la realidad y al contexto no sirve, del mismo modo que la experiencia o práctica sin tener en cuenta el marco teórico tampoco arroja los resultados esperados.
Al profundizarme más en el contenido de este relato, me surgieron otros interrogantes: ¿esos niños me prestaron atención porque para ellos era algo novedoso la lectura de un cuento?, ¿porque no estaban acostumbrados?, ¿porque nunca se les dedicó el tiempo necesario para hacerlos entrar en clima?, y ahora reflexiono la postura de la docente ¿cómo entiende ella la práctica de lectura en una sala de dos años?
Podemos leer fotocopias, ver documentales, asistir a jornadas o conferencias de especialistas y destacar importancia de la literatura desde la más temprana edad porque ayuda a la formación del bebé desde que se encuentra en la panza, o acaso ¿la música no es literatura? 61
La literatura es esencial en la formación de todo sujeto, no sólo ayuda la estimulación imaginaria, ayuda a sacar miedos, ayudan a las etapas que como todo individuo puede o debe atravesar, todos dejan una enseñanza. Como docentes debemos proponernos estimular a los niños en la escucha de la literatura, y no sólo me refiero a la escucha de un cuento, sino a todo aquello que la literatura conforma.
Para
mí esta experiencia fue enriquecedora ya que pude replantearme la actitud del docente frente a la literatura y gracias a ella a la conexión entre teoría y práctica. Para cerrar este relato elegí una contestación en una entrevista realizada al autor Gustavo Roldán, quien recupera el valor de la literatura desde la más temprana edad. “La mamá cuando agarra esa cosita pequeña que tiene ahí, que la ama profundamente, que la mece, la mece, y le canta una canción, le cuenta un cuentito y le canta otra canción, que es un cuento la canción. Por supuesto el chico no entiende absolutamente nada pero va componiendo toda la persona que va a ser esa que está escuchando porque la literatura está siempre, es oralidad, es eso que está haciendo esa mamá, hablándole, cantándole, contándole un cuento a un chico que no entiende nada pero que oye profundamente”.
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¿Adaptarme, adaptarla y adaptarlos? Silvina Pautasso
Mi nombre es Silvina Pautasso, soy estudiante del Profesorado en Educación Inicial en la Escuela Superior Normal 10 “Juan Bautista Alberdi”, estoy cursando el último año y me encuentro trabajando en un jardín que me dio la posibilidad de aprender, continuar enriqueciendo mis conocimientos y, además, me brindó la oportunidad de conocerla a ella, a “Coni”.
Al comienzo de este año, 2012, me indicaron que Sala Azul (dos años) iba a ser mi sala, yo iba a ser la maestra titular, por lo que, montones de ideas afloraron en mi mente, como por ejemplo idear las actividades a desarrollar en el período de iniciación. Luego dichas ideas fueron traspasadas a papeles y, finalmente, contaron con la firma del equipo directivo.
Un solo tema me preocupaba, era el período de adaptación. No sabía cómo debía abordarlo: qué juegos presentar, qué recursos y estrategias utilizar para lograr llevar a cabo este período de una forma apropiada y valiosa para todos, en especial para el grupo de niños. Así aparecieron en mi mente un montón de preguntas: ¿cómo debía llevar a cabo este proceso?, ¿qué actividades presentar?, ¿cómo hacer para que los niños se adapten a mí, al jardín, a la sala, a sus compañeros?, ¿cómo interactuar con sus padres?, ¿cómo responder a los interrogantes de sus padres 63
respecto a este período?, ¿qué juegos realizar?, ¿qué estrategias y recursos docentes usar?, ¿cómo hacer para que se separen de sus padres sin vivenciarlo con angustia?, ¿eran los chicos que se tenían que adaptar al jardín o la escuela debía abrir sus puertas y adaptarse a cada uno de ellos? No me sentía del todo segura y tranquila ya que era algo nuevo dentro de mi experiencia docente. De todas formas, intenté no paralizarme por el miedo y comencé a buscar en libros y enciclopedias modos de pensar este período de inicio; también le pregunté a personas con más experiencia sugerencias acerca de cómo debía abordarlo. La información que pude recopilar consistía en: realizar más que nada juegos grupales, jugar con pelotas, con sábanas y títeres, realizar diferentes actividades para ver cuáles les gustaban más y ahondar en las mismas para favorecer esta instancia de adaptación. Todas estas propuestas a realizar fueron avaladas por el equipo directivo, cosa que provocó en mí mayor seguridad ya que parte del camino estaba recorrido y sólo debía esperar a que se inicie el período de adaptación.
El lunes era el comienzo del inicio de clases, me encontraba en la plaza blanda con varios niños nuevos, entre ellos estaba Coni. Algunos no presentaron grandes dificultades para separarse de sus padres, cuando los invité a entrar a la plaza blanda y jugar conmigo varios chicos participaron activamente de la propuesta lúdica, esto mismo pasó los siguientes días; en general, cuando los invitaba a participar de una actividad siempre estaban dispuestos a realizarlas. Al principio los padres de los niños se quedaban en el mismo espacio donde los niños se encontraban junto a mí, se ubicaban en un espacio visible con el fin de que los mismos no se sintiesen abandonados, ellos también compartían algunas propuestas escolares. A medida que fueron pasando los 64 días, los niños se quedaban más tiempo dentro de la institución.
Así fue como estos niños comenzaron a disfrutar de la jornada en el jardín y comenzaron a reconocer este nuevo espacio como un lugar donde interactuar con otros, jugar y aprender cosas nuevas.
Sin embargo, este no fue el caso de Coni. A la niña no le gustaba jugar conmigo ni con sus compañeros, necesitaba estar constantemente con su madre o con sus abuelos. Coni necesitaba estar siempre en contacto con el familiar que la acompañaba, si alguno de ellos debía ir al baño o separarse de ella algunos minutos, comenzaba a llorar, patalear y gritar.
Pasaron tres semanas y todavía no había logrado lo que me había propuesto, Coni todavía no se quedaba en la sala sin que el familiar se encuentre presente, no me dejaba acercarme mucho a ella, tampoco dejaba que sus compañeros se acerquen, si alguien se acercaba a ella respondía mordiéndolo, no jugaba, no pintaba, no cantaba. En varias oportunidades intenté hablar con la familia pero hacían caso omiso a lo que les decía, esto me enojaba porque yo sentía que no respetaban las indicaciones que como docente de la sala les daba, creía que no consideraban mi criterio profesional. Recuerdo que en una oportunidad hablé con la madre y le pedí que sólo uno de todos los familiares viniese a realizar el período de adaptación ya que de esa manera se iba a lograr el proceso en mejores términos porque un día avanzábamos y al otro día con la presencia de otro familiar retrocedíamos, no podían sostenerse los acuerdos. Pareciese que la madre no quedó del todo conforme con mi explicación,65 por lo que horas más tarde llamó al jardín para hablar con la directora
de la institución y mencionarle lo que yo le había comentado para ver cuál era su opinión en base a mi pedido. Tengo entendido que la directora estuvo de acuerdo con mi criterio y mi justificación por lo que la madre comenzó a respetar el pedido y sólo venía la abuela a realizar junto a Coni el proceso de adaptación.
Superado
un obstáculo, comenzaron a presentarse otros, cuando Coni lloraba porque quería un juguete, porque tenía hambre o por lo que fuese, yo me acercaba a ella y la alzaba en mis brazos. Mi intención era crear un vínculo afectivo fuerte con ella, demostrarle que dentro de la escuela contaba con una docente que se ocuparía de ella para que se sienta segura, una maestra que intentaría que esté cómoda y satisfecha a la vez que la ayudaría a construir aprendizajes significativos. Sin embargo, la abuela al ver que Coni lloraba instantáneamente se acercaba y me la sacaba de los brazos, se excusaba diciendo “Si Coni llora mucho después le agarra tos y tiene mocos, prefiero agarrarla yo”.
En otra oportunidad, recuerdo que estábamos jugando en el patio, Coni quería subirse al sube y baja pero éste estaba ocupado por otros dos compañeros. Coni comenzó a llorar e indicar que quería subirse al juego, yo le dije que en ese momento había dos compañeros jugando ahí, que podía jugar con otro juego hasta que alguno se bajase y ella pudiese subir. Coni respondió a esto mordiendo a un compañero. En ese instante, me acerqué a ella y le comencé a decir que lo que hizo estaba muy mal, que no debía morder, ni patear, ni tirar del pelo porque a ella tampoco le gustaría que le hagan eso. A la distancia, hoy puedo comprender que esas palabras no fueron 66 las mejores ni las que tendría que haber utilizado, Coni estaba
molesta porque nada de lo que ella quería hacer podía darse en el Jardín: no podía irse a su casa, no podía estar con su mamá y, además, no podía subirse al juego que ella quería; tampoco es correcto realizar juicios de valor, como decir “lo que hiciste está muy mal” ya que recurrió a esa acción porque con palabras no lo podía resolver. Por lo tanto, ahora comprendo que como docente hubiese sido mejor poner en palabras lo que Coni no podía, tal vez decirle: “Coni vos mordiste porque estás muy enojada porque querías subirte al juego pero ahora está ocupado y cuando alguno de los dos se baje vas a poder subir”.
En aquel momento era muy difícil establecer acuerdos con la familia de Coni, de hecho las situaciones cotidianas manifestaban esta problemática. Me acuerdo que un día Coni mordió a su compañero en presencia de su abuela, ella al ver la situación ocurrida no me dio oportunidad de intervenir ante el conflicto que, intempestivamente, se acercó a donde nos encontrábamos, retó a Coni y le pegó. La situación fue tan violenta que en ese mismo instante le dije a la abuela que no volviese a hacer eso en el jardín, ya que en la escuela no se avala la agresión física de ninguna manera. Es el día de hoy que no sé lo que pensó la abuela en ese momento o cómo tomó mis palabras, porque luego de decirle esto, ella se dio media vuelta y volvió al lugar donde en un principio estaba sentada. Intenté agarrar a Coni en ese momento pero ella no quiso, se mostraba muy angustiada. En varias oportunidades hablé con la abuela y le dije que no debía obligar a Coni a jugar o a realizar todas las actividades propuestas porque hay veces que los niños necesitan primero observar para luego participar; también le dije que no debía decirle que si no se ponía a jugar con otros compañeritos no iba a ver más a su mamá porque los niños en este período tienen 67 miedo a que sus padres los abandonen y ella diciendo eso
alimentaba esa fantasía; que no debía sacármela de los brazos porque sino así se me iba hacer muy difícil poder crear un vínculo afectivo con ella, entre otras cosas.
Una mañana, el equipo directivo me pidió una reunión y me mostró su disconformidad con respecto a la integración de Coni, ya que la madre de ella se había comunicado con ellas diciendo “la maestra no le presta debida atención a mi hija”. Esto generó en mí un gran malestar, por un lado, me sentía decepcionada como docente, tal vez era yo la responsable de su no adaptación, tal vez no me había acercado lo suficiente a Coni. Por otro lado, me sentía enojada ya que hubiese esperado que la madre de Coni hablase conmigo y me preguntase lo que yo creía y no directamente hablar con el equipo directivo. De todas maneras, lo peor fue sentir cierta competencia entre la familia y yo, esto me pareció muy absurdo porque todos nos encontrábamos ahí por la misma razón: acompañar a Coni en esta primera experiencia escolar y contribuir en su educación.
Por esta razón, nuestro trabajo debía ser conjunto porque ambos actores éramos significativos para Coni, ella necesitaba de la participación de su familia y maestra para que juntos la acompañen en este proceso. Luego de la reunión con los directivos e intercambiar ideas acerca de esta temática, pensé que lo mejor era construir un nuevo vínculo con su familia, empezar de nuevo. Opté por dejar de lado los sentimientos de malestar o guerra absurda para ver quién tenía la razón y aproveché esa oportunidad para comunicarle a la mamá de Coni mis supuestos sobre las dificultades de adaptación que atravesaban a esta experiencia escolar. También le pedí disculpas por si en algún momento no se sintió bien o le ocasioné 68 algún molestar. Ella estuvo de acuerdo en todo lo planteado y me
pidió disculpas por no haber respetado mi criterio como docente de la sala, extendió sus disculpas en nombre de la abuela de Coni.
En esta reunión, me contó que había acordado con la Directora del jardín que en los próximos días Coni se quedaría en la sala sin ningún adulto de su entorno familiar ya que ningún miembro de la familia podía continuar permaneciendo en el Jardín y todos debían volver a sus trabajos. Estoy segura que esta no era la mejor forma de adaptar a Coni ya que para ella se produciría un cambio muy abrupto, de repente pasaba a estar dentro del jardín sin poder ver a ningún adulto significativo para ella. Frente a ese accionar un montón de interrogantes aparecieron en mí: ¿esto era lo que habían acordado la directora y la madre de Coni?, ¿era la mejor decisión para Coni?, ¿y mi opinión?, ¿la familia no debería haber hablado conmigo para ver qué pensaba yo y qué estrategias juntos poder desplegar?, ¿realmente la familia y la directora creían que lo mejor era “adaptarla a la fuerza”?, ¿Coni se debía adaptar a la escuela…y nosotros no debíamos adaptarnos a las necesidades de Coni?
Mientras
escribo estas líneas vienen a mi mente nuevas inquietudes y reflexiones, acaso: ¿no tendría que haber expresado mi desacuerdo si sabía que eso no era lo mejor para Coni? Acaso, si tenía fundamentos para explicar por qué no estaba bien la decisión que ellas habían tomado ¿por qué no supe cómo accionar en ese momento? Otra vez resuena en mis oídos ¿cómo entablar otras alianzas con las familias para que acompañen dentro de sus posibilidades este período de iniciación escolar?
En el instante que la madre se retiró del Jardín, Coni comenzó 69
a llorar y gritar. Me acerqué a la niña para contenerla aunque sentía dentro de mí esa molestia que todavía no podía sacarme.
Sin embargo, les aseguro que todo cambió cuando me detuve a mirar con ternura a Coni y ella me abrazó. En ese momento otro sentimiento se apoderó de mí, Coni se volvió una nena súper especial. Con el tiempo siento que pudimos crear un fuerte vínculo afectivo. Paulatinamente, Coni empezó a darme besos y abrazos, los cuales se fueron intensificando día a día. Supe esperarla, mostrándome muy disponible para ella. Todos los días, le ofrecía propuestas que compartía con sus pares en un clima de contención.
Progresivamente, Coni fue confiando en el grupo, superando sus miedos y disfrutando del encuentro con los otros. Este lazo de confianza se produjo cuando Coni comprendió que valía la pena estar con otros, en un espacio educativo donde también valía la pena estar. Este buen vínculo repercutió positivamente en la relación con su familia, el trato comenzó a ser más cordial y confiable.
Hoy por hoy no puedo salir de la sala porque si Coni no me ve comienza a llorar, lo mismo sucede para dormir, no puede dormirse si no me agarra la mano o la pierna. Por este motivo, ahora me toca trabajar con ella el tema del apego hacia mí.
Considero que este fue un momento donde se llevaron a cabo varias adaptaciones: una de ellas fue la “adaptación de Coni” al nuevo espacio escolar, a participar de las actividades junto a70sus compañeros y su maestra; por otro lado “adaptar a los padres”,
haciéndolos sentir seguros demostrándoles que la maestra de Coni está a su disposición y por último, adaptarme yo a mi nueva sala, a un nuevo grupo escolar y a construir con las familias nuevos acuerdos, animarme a atravesar retos y desafíos.
Escribiendo este relato, entendí que es necesario comprender que las dificultades forman parte del proceso y no hay que vivirlas como un obstáculo. Lo más importante es darnos y darles a todos: tiempo.
También comprendí que un aspecto importante a tener en cuenta es que la institución trabaja en conjunto con los padres, por lo que, se debe construir una buena comunicación con ellos en el transcurso de los procesos pedagógicos. Hay que apostar a nuevas alianzas con las familias, promover encuentros para establecer acuerdos y sostener la tarea educativa tomando en cuenta todos los intereses: de los niños, sus familias y el equipo docente.
Por
último, aprendí que los docentes frente a distintas situaciones problemáticas debemos buscar la forma de resolverlas y no considerar que la culpa es siempre de otro. Esta experiencia nos muestra nuevos desafíos en nuestra tarea cotidiana, sé que tengo mucho que aprender y este recién es un comienzo.
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La inexplicable e insólita ausencia Florencia Zolezzi
Primer
día de implementación de una actividad en taller 4, nervios habituales, repaso mental de los puntos planificados a no olvidar. Los chicos de sala de cinco, ya desayunaron y realizaron una activad breve con la docente de sala, no recuerdo cuál,
pero sí que su postura obligada era la de estar sentados sobre las sillas. Esto me lleva a pensar ¿Somos los maestros conscientes del tipo de actividades que brindamos a los niños? ¿Cuántas veces en el día las maestras dicen: sentados, la cola en el piso, quietitos, sentate bien, una cola para atrás, el que termina se sienta en…? ¿Son estas indicaciones realmente necesarias?, ¿no puede acaso un niño pintar con temperas parado y así poder alejarse y acercarse para apreciar su obra? ¿Tenemos en cuenta a la hora de planificar la disposición corporal de los niños durante la jornada? ¿Consideramos los contextos de nuestros niños? 72
Las aulas o a veces también los patios pueden ser chicos; las casas son reducidas; las plazas, varias enrejadas, cuando no tiene el cartel que dice prohibido pisar el césped y el camino lleno de Otros para llevarse por delante; las veredas peligrosas y la mamá recuerda “no te alejes mucho, quédate por acá”. En resumen, que un niño se pregunte dónde y cuándo puedo moverme por placer no sería de extrañar.
Es importante considerar, que el ser humano, también es cuerpo además del intelecto que suele privilegiarse en la escuela. El cuerpo necesita sentir, vincularse, conocerse y expresarse. Lo escribo de esta manera para destacar el aspecto corporal, pero no hay escisión con el ser, no va separado el cuerpo, la mente, los sentimientos; todo es el Ser y todo debe ser atendido, considerado. El cuerpo en movimiento es una fuente de placer y creatividad, en los espacios, con objetos, con otros, consigo. El juego vehiculiza esta expansividad y apertura a actividades, situaciones, personajes, emociones, etc.
Devuelta en mis prácticas y organizado el espacio en el patio, regreso a la sala, los chicos están parados inquietos, la energía está contenida, La docente les pide que se porten bien y que me hagan caso. Las cabezas giran de un lado para el otro entre el pizarrón, la maestra, yo y la puerta. Les comento que iremos al patio, sus párpados se elevan por encima del iris, les pregunto si quieren ir a jugar. Brincos altos, saltos pequeños, brazos en alto y gritos contentos, es la respuesta. Pienso “esto se complica un poco”. 73
¡Qué alegría tenían los chicos!, ¡yo también! Pero a la distancia con ojos críticos la alegría tal vez se convierta en tristeza. Esta fotografía de sus caras y sonrisas nos habla de algo ausente que se hace presente en ese instante, ¿qué es lo que falta en esos niños?, ¿qué es lo falta en los espacios y tiempos del jardín?, ¿es solo un caso aislado?, ¿cuál es la responsabilidad de los educadores y de la institución?
Ante la pregunta sobre cuál es la actividad fundamental en los niños, nadie vacilaría en su respuesta: el juego. Entonces cabría preguntarse ¿qué se está haciendo en las escuelas que el lugar del Juego figura en escasez? ¿Por qué a pesar de la enorme cantidad de textos, publicaciones y conferencias sobre la importancia e influencia del Juego en el desarrollo de un niño, este no tiene el lugar y tratamiento que se merece? Acaso, ¿los maestros están sordos?, ¿o es que en el barullo de las exigencias diarias pierden el foco de sus prácticas? Indudablemente hay una bisagra entre la fundamentación teórica y la puesta en práctica que no funciona o no está.
Tintinean
en mí las palabras de Miguel A. Zabalza quien sentenció en la última Feria del Libro. “La escuela tiene la culpa que dejemos de ser niños prematuramente” (1)
En el aula, Bruno da la voz de mando y grita “¡la pelota!”, los varones miran y señalan por encima del armario. Les explico que no hace falta la pelota, porque van a compartir un juego conmigo. Estoy delante de la puerta, les agrego algunas otras indicaciones, los veo más calmados. Más tarde, corregiré mi pensamiento, 74 en realidad estaban sorprendidos y otros desorientados. En la
aparente calma abro la puerta junto a la propuesta de caminata, algunos niños siguen la propuesta. Dos pasos bastaron para que los chicos salieran como estampida de búfalos, sedientos de planicie y espacio. Reflexiono “lo bueno, es que están contentos”; veo a la docente de prácticas que vino a observarme, está sentadita en la diminuta silla; decido mejor olvidarme de ella.
El papel del practicante, es un personaje complejo y difícil, es tironeado por sus expectativas personales; por las exigencias del profesorado; por las demandas, acuerdos con la docente de sala; sumado a las expectativas de los niños y sus necesidades, que pueden ser vistas como cumplidas o muchas veces insatisfechas y hasta contrariadas en la labor institucional. El panorama es abrumador, las contradicciones desbordan, las dudas carcomen y en el medio la insignificancia de un “aprobado”. Prepararse como docente es pensar en los chicos; como cuando se es profesor, escuela, gobierno y padre también se debe pensar en ellos. Tal vez en esa milésima mi mente haya recordado-intuido eso y/o tal vez solo haya confiado en los niños, pues bien saben marcarnos el camino. Escuchar a un niño, en el amplio sentido, es el mejor indicador, de lo que se hace por, para y con ellos. También los artistas saben compartir ese privilegio. Recordemos a María Elena Walsh cuando denuncia metafóricamente en su “Plapla” la ausencia del juego infantil en las escuelas (2). Y allí otra vez aparece la preocupación por el orden establecido, el cuerpo y sus movimientos moldeados.
Hay carencias que no pueden subsanarse. Hay tiempos que deben darse en ciertos tiempos y necesitan tiempo. Todos los niños necesitan su tiempo, para crecer, conocer, pensar, reparar 75 sus angustias, crear, maravillarse y Dis-fru-tar. Estudios hablan sobre aquellos que no jugaron en su niñez y no jugarán de
adultos. Estudios demuestran los peligros psicológicos que apareja la falta de juego o el insuficiente tiempo para este. ¿Cómo será una sociedad del futuro que sufrió la pérdida del espíritu lúdico?, ¿Cómo serán estás personas, cómo se llevarán entre sí, cuánto se conocerán a si mismas y a los otros?, Hasta aquí pareciera un script de película de ciencia ficción lejana; pero ¿cuán lejana? ¿Qué valores motivarán/movilizarán a estas personas, cuán propios o ajenos serán estos? Ahora el film se vuelve de terror, si no hay garantía en los tiempos, espacios y adultos que acompañen al juego en la escuela.
Esperando
el tiempo para comenzar a jugar, en el patio considero mis estrategias mentalmente, ¿convocar al grupo, llamando uno por uno?… un desperdicio. Simplemente sé que cuando empecemos a jugar, van a sumarse. Junto a un grupo, iniciamos un breve juego de indicaciones posturales; aquellos que estaban en la lontananza y ensimismados se acercan, incorporándose al juego. Siento satisfacción, pude captar su atención. Propongo el juego “la mancha congelada” y lo explico. Escucharon, pero las ganas de jugar son muchas, están inquietos, algunos se dispersan en el espacio. Vuelvo a convocarlos y divido los roles, últimas indicaciones y… ¡Jugamooss!
Varios días después, nuevamente en la sala les comento que iremos a jugar al patio. La emoción circula por los huesos que quieren moverse. Las costumbres salen a la luz, Bruno rápidamente las interpreta y marcando el “alto” dice, “Hoy jugamos con la Seño”. Me sonrío y asiento. Tranquilos y entusiastas, vamos todos a jugar al patio. 76
“Jugamos con la Seño” aquellas palabras resonaron, no necesité acudir a mi carpeta de prácticas para recordarlas, están aún conmigo. Tan prontamente Bruno pudo captar la diferencia y expresarla, jugar solos o con alguien. En su contracara nos revela que aquellos espacios y tiempos que compartían con la docente, justamente no trataban de juegos.
“Hoy jugamos con la Seño” nos lleva a reflexionar sobre la necesidad vital del juego, sobre los niños y sus contextos, sobre el futuro, sobre nosotros como docentes y padres. Y principalmente sobre cómo nos relacionamos con los niños y qué es lo que esperamos de ellos. Tal vez el título de la conferencia de Zabalza sea una buena respuesta “ser niño y ser feliz”. Para que esto suceda, no le robemos Su tiempo; su incuestionable y vital derecho a Jugar, ojalá que las ausencias retomen su presencia.
1. Conferencia “Jugar, aprender, crecer, convivir: ser niño y ser feliz”.38 ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, 2012. 2. “Es una letra peligrosa por su rebeldía que rompe con el estereotipo escolar de los chicos quietos en sus bancos y el adulto poderoso que todo lo sabe y lo controla” M. E. Walsh, en Origgi de Monge, A., Textura del disparate, pag20. Nota: “La Plapla”, es una nueva letra del abecedario que juega en los renglones del cuaderno de Felipito Tacutún, la letra transgresora provoca la ruptura del orden establecido, causa revuelo entre los chicos e inquieta a la maestra, que la esconde, para que nadie se entere. Bibliografía: •Origgi de Monge, A., “Textura del disparate”, Ed. Lugar, Bs. As., 2004. •Zabalza, M.A., Conferencia “Jugar, aprender, crecer, convivir: ser niño y ser feliz”.38 ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, 2012. 77
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