LA NUEVA GENERACIÓN DEL VINO MIENTRAS CRECE SU CONSUMO ENTRE LOS JÓVENES, LAS BODEGAS TAMBIÉN INCORPORAN EN SUS EQUIPOS A PROFESIONALES SUB 35. HERENCIA FAMILIAR, EMPRESAS PROPIAS Y RENOVACIÓN DE UNA INDUSTRIA TRADICIONALISTA.
Por DANIELA ROSSI
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Sebastián Zuccardi dice que su incorporación aporta “aire fresco” a la bodega que fundó su abuelo.
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C
uando el verano empieza a despedirse, el trabajo de todo un año cosecha sus frutos. Los viñedos de las más de dos mil bodegas que existen en el país viven la Fiesta de la Vendimia, momento en el que la recolección de las uvas dará inicio a la temporada de producción del vino. Declarado como “bebida nacional” el año pasado, en que se exportó por 865 millones de dólares, las
previsiones para la cosecha 2011 anuncian un crecimiento del 5% con respecto al año pasado, según el Instituto Nacional de Vitivinicultura. El Malbec argentino se afianza como la opción obligada en el mundo, y las bodegas argentinas se acostumbran a ser galardonadas por sus varietales en las publicaciones y entidades más prestigiosas. Mientras tanto, en el mercado interno aparece un fenómeno creciente: antes reservado a
“EL MUNDO DE LOS VINOS ES MUY TRADICIONAL, Y ES BUENO TENER UNA COMBINACIÓN ENTRE LA EXPERIENCIA DE UN PADRE Y LA ENERGÍA QUE PUEDE APORTAR UN JOVEN”. (GUILLO BARZI, DE CANALE)
“HOY SURGEN NEGOCIOS NUEVOS QUE HACEN QUE LOS JÓVENES SE INCORPOREN A BODEGAS ANTIGUAS” (FERNANDO MARCOS, DE NORTON) en la actualidad
un público más adulto, el vino gana espacio entre los grupos jóvenes, que buscan una experiencia de consumo distinta y cada vez más inteligente, con más información. “El vino, históricamente, estuvo asociado a un público más grande, que rondaba los 50 años, y eso con el tiempo se adelantó. El vino sedujo a un sector de gente más joven, que se acerca a la bebida a partir de los 30”, cuenta Marina Beltrame, directora de la Escuela Argentina de Sommeliers. Del otro lado del mostrador, las bodegas también incorporan en sus equipos a profesionales con un perfil más moderno, frente a las estructuras tradicionales del negocio del vino, para aggiornarse y desarrollar el fenómeno. HISTORIA FAMILIAR. Hacia 1950, el ingeniero Alberto Zuccardi dejó su Tucumán natal para trasladarse a Mendoza, en donde años después daría inicio al proyecto que hoy mantienen vivo su hijo y sus nietos. “Si bien la vida familiar gira alrededor de la empresa, nunca hubo presión para trabajar acá. Había que estudiar sí o sí, pero podíamos elegir qué”, cuenta Sebastián Zuccardi (30), que se sumó “formalmente” a la empresa en 2004. Además de su llegada a las fincas del Valle de Uco mendocino, también se produjo la de sus dos hermanos, también sub-30. “Los tres nos incorporamos con proyectos nuevos a la bodega: Miguel con el aceite de oliva, Julia con la Casa del Turista y el restaurante, y yo con los espumantes”, enumera el ingeniero agrónomo que desarrolló Área4 con un grupo de compañeros del liceo agrícola en el que hicieron la secundaria. Por experiencia propia y la que en su momento tuvo su padre, dice que el recambio “siempre aporta aire fresco”. Sebastián, quien hoy está a cargo del área de investigación y desarrollo de la bodega, asegura que “el vino es una actividad de generaciones”. Una experiencia similar, en cuanto al modelo de negocios familiar, vivió Guillo Barzi, quinta generación de bodegueros que inició su tío abuelo Humberto Canale –nombre que lleva la empresa– hace más de cien años. “El mundo de los vinos es muy tradicional, y es bueno tener una combinación entre la experiencia de un padre y la energía que puede aportar un joven”, cuenta quien ahora se desempeña como director comercial, pero que asegura que empezó “desde abajo” en la bodega, a los 25 años, después de una experiencia en una multinacional, siempre en el área administrativa. El nivel gerencial
de Canale está integrado por un grupo de alrededor de 10 personas, todas entre los 30 y los 40 años: “El mercado es muy dinámico, y está buena la sinergia de un buen equipo de trabajo. Si la bodega lleva tantos años, es gracias a quienes trabajaron en ella”, sostiene. A pesar de ser una empresa familiar, su estructura es grande (emplea a unas 400 personas en total) y tiene la particularidad –una clave, según Barzi– de que los únicos integrantes de la familia totalmente involucrados en el día a día son su padre y él, lo que evita rispideces que puedan entorpecer el desarrollo de la empresa del Alto Valle de Río Negro. EXPERIENCIA JOVEN. Así como Canale y Zuccardi ingresaron con menos de 30 años a las empresas familiares, algunas firmas eligen incorporar jóvenes con experiencia, aunque ajenos al “núcleo duro”. En Norton, fundada en 1895 por un inglés que importó las primeras vides de Francia, sumaron un grupo comercial proveniente de una multinacional de bebidas, la mayoría de
ellos treintañeros. “Está muy bien visto que haya jóvenes trabajando en bodegas”, explica Fernando Marcos, gerente de Marketing de la empresa. “Responde a una tendencia del mercado y del consumidor”, sostiene, aunque reconoce que “puede resultar un poco raro porque las bodegas, en general, son empresas tradicionales, de mucha trayectoria, pero también surgen negocios nuevos que hace que los jóvenes se incorporen a las antiguas”.
DIEGO RIBBERT DE BODEGA CHANDON ES INGENIERO AGRÓNOMO Y TÉCNICO ENÓLOGO Y HASTA 2008 ALTERNÓ SU TRABAJO ENTRE MENDOZA Y CALIFORNIA.
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HÉCTOR DURIGUTTI Y SU HERMANO PABLO ABRIERON FAMILIA DURIGUTTI. “AMBOS SOMOS ENÓLOGOS Y TENÍAMOS EL RECORRIDO HECHO COMO PARA ABRIR LA BODEGA PROPIA”, DICE. En el área técnica también suelen sumarse nuevos nombres, pero en su mayoría con una abundante trayectoria precoz. Diego Ribbert, ingeniero agrónomo y técnico enólogo, llegó por primera vez a Chandon en 2004, y hasta 2008 alternó su trabajo en los viñedos mendocinos con algunas visitas al Valle de Napa, la región californiana que es la principal tierra vitivinícola de los Estados Unidos, y las viñas de Numancia, España. Ya instalado en forma definitiva en Mendoza, se hizo cargo de Latitud 33, la línea de vinos de la firma. “En el grupo de trabajo somos varios que compartimos generación, venimos de las mismas carreras”, cuenta hoy el enólogo y encargado de comunicar el portafolio de vinos de Terrazas de los Andes al mundo. PROYECTO PROPIO. Después de trabajar en varias empresas de primera línea, los hermanos Durigutti se encontraron con una vasta experiencia profesional y las ganas de encarar un proyecto propio. Fue por eso que en 2002, Héctor con 30 (con formación más europea) y Pablo con 23 (seguidor del estilo americano) abrieron “Familia Durigutti”, una bodega especializada en la producción del Malbec y el Boyarda. “Ambos somos enólogos, y teníamos el recorrido hecho como para abrir la bodega propia”, cuenta Héctor, conocedor de los tintos y convencido de que es la variedad ideal para producir en el país. “Trabajé en Chile, Brasil, Italia, y en un momento me di cuenta que asesoraba a 28 proyectos en el país, así que creí que era el momento de volver y empezar un nuevo desafío con Pablo”, dice el también presidente de Bodegas Lamadrid, junto a quien en sociedad a su proyecto comenzaron a elaborar Cabernet, “que tiene un potencial enorme”. Sobre la manera en que la firma se propone ingresar en nuevos sectores de consumidores, sostiene que la relación precio-calidad es la clave. “No buscamos entrar a un merca-
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do con un producto creado específicamente, sino que apuntamos que todos los días en un hogar se pueda abrir un vino para acompañar las comidas”, ejemplifica. CAMBIO DE HÁBITOS. El segmento joven de consumidores de bebidas, antes reservado a la cerveza, empieza a cambiar. El aumento de la oferta de vinos y de las acciones de marketing de las bodegas surtieron efecto: “La comunicación de la bodega en general está dedicada al perfil joven”, cuenta Zuccardi. “Existe una consumo más inteligente y cualitativo. Los jóvenes no sólo toman, sino que eligen marca, etiqueta, variedad, cosecha. Lo hacen cada vez mejor”, asegura. Habitué de Mendoza, Ribbert se enorgullece cuando sostiene que en los bares y restaurantes de esa ciudad “hay más presencia de vinos que de cervezas en las mesas de grupos de amigos jóvenes”. “Se dio de forma paralela el crecimiento de la cartera de productos y el consumo de esa gente que antes buscaba otra cosa y quería meterse en el mundo del vino”, evalúa el enólogo de
Terrazas de los Andes. Los vinos espumantes y los de cosecha tardía suelen funcionar como puerta de entrada para los jóvenes. Unos por estar relacionados a la diversión nocturna, los otros por ser dulces y más amigables que otros varietales. “Existe mucha competencia en esos dos sectores, y están orientados a la aspiracionalidad de los jóvenes, aquellos que buscan un producto más premium que una cerveza o un trago”, sostiene el representante de Marketing de Norton, que tiene productos en ambos segmentos. En el caso de Humberto Canale, la incorporación más reciente fue la de los espumantes, “una veta para seguir el desarrollo que evidencia el mercado”. Marcos también destaca que se trata de una “nueva experiencia de consumo”: “Existe un grupo de consumidores jóvenes muy sofisticados, que elige vinos más complejos, de alta gama. Se toma mejor”. Durigutti coincide en la ampliación del sector que “sabe” tomar: “Por ejemplo, el Cabernet tiene un potencial enorme, y creemos que hay paladares nuevos que están preparados para redescubrirlo”. Q