Julieta Oriolo: "La cocina simple me emociona"

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“LA COCINA SIMPLE ME EMOCIONA” Txt: Daniela Rossi

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Ph: Gentileza La Alacena

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esde que salió de su casa hasta que llegó al restaurante le estuvo dando vueltas a la receta de unos canelones de conejo. Así, cuando se le ocurre un producto, un sabor, una textura que quiere lograr, trabaja en la idea hasta que la encuentra. Relajada pero potente, creativa pero cautelosa, risueña, emprendedora, primera generación nacida aquí de sangre llegada desde Italia. Julieta Oriolo cumple tres años al frente de La Alacena, el proyecto que soñó y concretó junto a su socia Mariana Bauzá. “Una esquina chiquita que pudiéramos manejar nosotras, una en la cocina y la otra en el salón, que abriera sólo de día”, se propusieron. En Gascón 1401 imprimieron su identidad: ambiente amable, vajilla de cerámica creada para la ocasión, una carta corta, preparaciones simples, productos tratados con respeto. Un lugar que abraza... Cuando llegó a Buenos Aires desde Mar del Tuyú, Julieta tenía 17 años. Había empezado a trabajar en una empresa a la vez que cursaba Psicología en la universidad. Ser chef no se le había cruzado por la cabeza hasta que un contador de la oficina comentó que había empezado un curso en el Colegio de Cocineros Gato Dumas. “En mi casa se cocinaba y se hablaba de comida todo el tiempo. En las primeras clases noté que las cosas me salían naturalmente, había algo... A los 6 meses, empecé una pasantía”, cuenta. Arrancó en Lomo, luego se sumó a Katrine, durante 6 años trabajó en Bar Uriarte, después participó de la apertura de Malvón Confitería, asesoró en el armado de cartas y equipo en Balthazar y Le Blé, y llegó como chef Ejecutiva a BASA y Grand Café. “Había alcanzado un punto en mi carrera, con casi 20 años como gastronómica, en el que tenía ganas de volcar todo lo aprendido en un lugar que fuera mío”, confiesa. La carta, que empezó con ensaladas y sándwiches —prensatti en la concepción propia, es decir, terminados a la plancha—, fue sumando pastas, bruschettas y antipasti que traen el sello familiar de Oriolo. ¿Cuál es el concepto de tu restaurante, que empezó como boutique y luego se expandió? Creamos algo que después creció pero en la misma línea. Siempre había estado en la cocina, pero en Malvón me enamoré de la pastelería y la panadería, que era menos pacata, más rústica, con

“HABÍA ALCANZADO UN PUNTO EN MI CARRERA, CON CASI 20 AÑOS COMO GASTRONÓMICA, EN EL QUE TENÍA GANAS DE VOLCAR TODO LO APRENDIDO EN UN LUGAR QUE FUERA MÍO. FUE CLAVE LA CONFIANZA PARA DAR EL PASO”.

otro tipo de masas. Traje acá una versión de eso, y al año abrimos la panadería en el local que está al lado. Nos agrandamos, se armó otra unidad de negocio al público que, además, nos abastece de postres y desayunos. Al comienzo dudaba si una propuesta así, un poquito más arriba para el mediodía, iba a funcionar. Me preguntaba quién iba a querer venir. ¿Y cuál fue la clave para que funcionara? Ofrecemos un buen producto al precio que hay que cobrar, ni más ni menos. En un plato pongo lo que tiene que ir, está hecho de forma


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