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TENDENCIAS | LATERCERA | Sábado 16 de mayo de 2015
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OMO EN LOS CHISTES, el bioquímico chileno Matías Hernández (31) recibió el 2013 una buena y una mala noticia. Primero llegó la buena, que era buenísima: el Instituto Max Planck, el prestigioso centro de investigación alemán donde trabajaba en el departamento de biofísica celular y molecular, cuna de 18 premios Nobel, le otorgó la medalla Otto Hahn, con la que se destaca a sus mejores investigadores jóvenes, un reconocimiento que se sumó a haber publicado en la prestigiosa revista Science. Fue una sorpresa, porque las postulaciones las hace un superior y son secretas. Recibió felicitaciones del embajador de Chile en Alemania, del director de Conicyt y le hicieron una nota en El Mercurio. Matías pensó que todo llegaba en el momento justo, porque estaba postulando a una universidad chilena, a la que le había ofrecido un acuerdo con el centro Max Planck para montar un laboratorio de fusión celular, con financiamiento alemán e iniciar una nueva línea de investigación. La universidad, a la que prefiere no mencionar, hizo un llamado público a concurso y dado su currículum y el proyecto presentado, Matías estaba tan confiado que rechazó una oferta en Dinamarca. Y llegó la mala noticia. “Quedé en el quinto lugar para cuatro puestos”, cuenta. Ahí quedó su plan de volver a Chile. “La experiencia me sirvió para aprender mucho de lo que ocurre en el mundo científico en Chile”, comenta. Pero todo pasa por algo. El Instituto Max Planck le extendió su contrato, y este año lo nombró “group leader”, uno de los puestos más prestigiosos dentro de la institución y que lo tendrá dirigiendo en el centro de Dortmund su propia investigación sobre la bioquímica de la fusión celular que permite la reproducción. Su objetivo es entender, entre otras cosas, el origen molecular de la infertilidad. “Si me resulta me voy a hacer famoso”, comenta riéndose. También conoció a Marija, la inmunóloga serbia con la que se casará en los próximos meses. ¿Te han rechazado en alguna otra posición? Ehh, ¡no!…- contesta riéndose. ¿Por qué crees que en el único lugar en que te ha pasado es en Chile? Creo que un aspecto fue mi edad. Competí con gente cinco o siete años mayor que yo y eso tiene que ver con la estructura de las carreras en Chile, es raro todavía darle oportunidad a gente muy joven. Otro aspecto, quizá más importante, tiene que ver con la manera en la que se fomenta la investigación. Lo que yo ofrecía era una línea nueva, con apoyo externo, abrir un equipo. Irónicamente, no todos los departamentos buscan eso, y en este caso los seleccionados trabajaban en temas que podían incorporarse a las investigaciones en curso. Aunque esto al comienzo parece lógico, a la larga se traduce en menos competencia
MATÍAS HERNÁNDEZ:
“Hay condiciones para hacer ciencia a nivel mundial si se hacen cambios en la política científica” Quiso volver a Chile y su postulación fue rechazada, justo en la misma semana en que uno de los institutos más prestigiosos del mundo lo premiaba por sus investigaciones. Ahora dirigirá su propio grupo en Alemania, desde donde hace un crítico análisis de los lineamientos que hay para la ciencia en Chile. POR: Daniela Ruz
real y menor calidad de la ciencia.
Cambios a la política científica Decidió ser científico en la enseñanza media, tras leer a Carl Sagan. Le fascinó la búsqueda del principio de la vida. Postuló a bioquímica en la Universidad en Chile, pero finalmente se fue a Australia, donde vivía su hermano. Después de terminar sus estudios de química allá hizo un doctorado en biología molecular en Max Planck, institución que financia a sus estudiantes, la gran mayoría extranjeros. Hoy está trabajando en Múnich, a la espera de su traslado a Dortmund. Una estudiante de doctorado mexicana se le acerca y entre risas dice: “Quiero tocarlo porque es la persona que ha logrado el cargo más alto de los que conozco personalmente”. Durante su paso en el instituto alemán ha podido trabajar de cerca con su vicepresidente, Herbert Jäckle, quien le ha enseñado mucho de política científica y con quien ha comentado varias veces la situación chilena. El tema también ha sido analizado en instancias más formales como el coloquio Chile- Max Planck, del que fue organizador. “Uno de los premios Nobel que trabaja acá me comentó, después de una visita a Chile, que encontraba que la calidad de los estudiantes era buena, pero que le preocupaba su futuro en un país sin espacio en la industria para ellos. El sistema científico en nuestro país funciona de manera diferente que en los países donde se hace ciencia de calidad. Si quieres investigar en Chile necesitas tener un puesto en una universi-
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dad, porque sin eso no puedes acceder al financiamiento que sí existe y es bueno. Acá es posible postular a ciertos programas antes de tener el puesto, y al ganar los fondos te vuelves muy atractivo para las universidades y centros de investigación. En Chile todavía muchos de los que reclutan buscan gente que les sea útil, no necesariamente los mejores, y si llega alguien con una línea nueva significa una competencia indeseada. En ese sentido, la comunidad científica chilena está cómoda por la falta de competencia”. ¿Pero dónde se podría hacer ciencia si no es en la universidad?
Max Planck es el mejor ejemplo de eso. Es un centro independiente que tiene diversas fuentes de financiamiento. Se orienta sólo a la investigación y tiene una estructura de grupos en los que hay macrotemas en el que se insertan nuevas líneas. Esa es la realidad alemana, ¿se podría replicar en Chile? Sí, varios de sus elementos sí se pueden, como el start up de laboratorios científicos, en los que se promueva la figura de un científico joven elegido por un panel de expertos internacionales que tiene un espacio, un equipo y financiamiento. Se puede y ya se está empezando a hacer. El Centro de Neurociencia de Valparaíso, que dirige el biólogo Ramón Latorre, acaba de firmar un acuerdo que crea dos posiciones de group leaders, en el marco de un Centro Milenio, asociado con la Universidad de Valparaíso y al Instituto Max Planck. Esos investigadores se reclutarán a nivel internacional, se instalarán en Valparaíso y trabajarán con estudiantes de doctorado de la UV. Hay muchos fondos internacionales para que ese tipo de experiencias se hagan en países como Chile. ¿Qué opinas de los fondos chilenos como Fondecyt? La gente piensa que no hay financiamiento para la ciencia en Chile, y sí lo hay y es bueno. El problema es que actualmente tiene una tasa de aceptación del 40 por ciento, que es altísima. Piensa que su equivalente en Estados Unidos aprueba el 8 por ciento y en Alemania alrededor de un 20. Entonces con esa tasa de aprobación no estás financiando ciencia de excelencia. Además, como hay que estar ligado a una universidad hay un filtro previo que elimina las nuevas líneas. Hay que aceptar mucho menos proyectos, dar la posibilidad a grupos independientes y asignar más dinero por iniciativa, porque el equipamiento es muy caro, hay que traerlo de fuera y pasan cosas insólitas como que tienes que pagar IVA sobre el material de labora-
torio usado en investigación. ¿La investigación que tú estás haciendo se podría hacer en Chile? Sí, sería más lenta la fase de iniciación pero es factible. Mi proyecto tiene financiamiento de una fundación alemana y yo podría hacerlo allá si es que tuviera espacio en un laboratorio y pudiera trabajar con estudiantes de doctorado. Están las condiciones para hacer ciencia a nivel mundial si se hacen cambios en la política científica. ¿Crees que Becas Chile es una buena manera de mejorar el capital humano? Becas Chile sigue la lógica de la cantidad, así se creó. Es una manera rápida de aumentar cifras del tipo “número de doctores por cantidad de población”, pero eso no tiene una incidencia directa en la excelencia. Se dieron demasiadas y ahora creo que se está corrigiendo un poco. Mi mayor problema es el criterio de selección. Por ejemplo, se da puntaje por la universidad como un todo, cuando hay departamentos o profesores que son líderes en su materia, en universidades que globalmente pueden tener más bajos puntajes. Incluso hay centros top que quedan fuera porque no pertenecen a una universidad. Tampoco puede ser que se asignen sin una entrevista a los candidatos, donde puedan exponer su proyecto a gente especializada. No quiero decir que en algunas áreas, como en las ciencias sociales donde el financiamiento es menor, estas becas no sean útiles, pero sí creo que no es proporcional a lo que Chile puede absorber considerando, además, la gran cantidad de investigadores que están afuera sin el apoyo de Becas Chile. ¿Crees que la cláusula de regreso que tienen las Becas Chile es una manera eficiente para que la gente buena vuelva? No. A diferencia de lo que uno ve trabajando con gente de muchos países, los chilenos sí quieren regresar. El problema es que actualmente hay apoyo para que la gente salga a formarse, se le obliga a vol-
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Actualmente hay apoyo para que la gente salga a formarse, pero no hay un programa de reinserción que haga atractivo volver en términos profesionales”.
ver bajo amenazas económicas, pero no hay un programa de reinserción que haga atractivo volver en términos profesionales. Los buenos tienen ofertas en el extranjero, así que a pesar de que les gustaría regresar por un aspecto personal e incluso estarían dispuestos a bajar su nivel de productividad, estarían castigando demasiado su carrera si lo hacen. Encontrar un puesto con las condiciones mínimas para poder investigar no es fácil. Es urgente crear un programa que atraiga al 20 por ciento mejor, incluyendo a investigadores jóvenes que ya están en Chile, ofreciéndoles alternativas atractivas como las que les hacen de otros países. ¿Pero no es lógico que el Estado quiera proteger su inversión? Pero hay otras formas de mantener ese vínculo, no a la fuerza. Y la mejor manera es atrayendo al talento nacional con alternativas reales como un programa de inserción que sea atractivo para cualquier investigador, incluyendo los extranjeros. Los países líderes buscan calidad, no ven la nacionalidad de las personas, y Chile podría atraer el talento de la región. Si logramos que los mejores estudiantes peruanos, bolivianos, ecuatorianos, vengan, su trabajo va a ser de provecho para el país, sus publicaciones van a ser a nombre de una institución chilena y van a ser una referencia. Hay que abrir las puertas a la calidad y a las nuevas ideas. ¿Hay suficientes puestos en las universidades chilenas? Lo que no hay es recambio porque no existe la jubilación forzosa como en muchas instituciones de prestigio del mundo. Si los mayores no se jubilan, no hay espacio para los más jóvenes. Hay que crear la figura del profesor emérito, de manera que las personas con más experiencia puedan quedarse influyendo, pero dejando libre su puesto después de cierta edad. Acá hasta los premios Nobel se jubilan de forma obligatoria.T