J.L. Tercero
Impresiones de La Sarguilla
Serie “Impresiones de La Sarguilla” (De la exposición, “Sarandangana, Tierra de Vientos”)
Definición: Se trata de un proyecto artístico multidisciplinar con predominio de la pintura, iniciado en la primavera de 2005 a partir de un viaje a la tierra de mis antepasados, como continuación y evolución de mi obra pictórica y que engloba no tan sólo la pintura, sino también el dibujo, la fotografía y la instalación. En líneas generales, el tema de todas las obras de estas series y en consecuencia del proyecto del cual forman parte y que bajo el título “De La Sarguilla a Bellvitge” pretende poner en contacto dos espacios tanto físicos como mentales tan dispares como el ámbito rural y el urbano e industrial, es el austero, pero rico paisaje de la llanura manchega, así como algunos de sus usos agrícolas y ganaderos. Y la omnipresente y crucial marca dejada por el hombre en su aspecto y fisonomía, ya desde tiempos remotos, con el aprovechamiento de la tierra. La lucha continua por el mantenimiento de las tierras de cultivo y los nuevos terrenos ganados al monte, en un intento de preservación de la naturaleza y desarrollo agrario. Pero el crecimiento industrial y económico así como la evolución tecnológica provocaron como tributo fatal el abandono paulatino de algunas pequeñas poblaciones, hasta su total abandono en algunos casos. Decenas de pequeñas pedanías, cortijos y caseríos de la zona quedaron desiertos hace años perdiendo su color en beneficio del propio de la tierra que los rodea, hasta el punto de casi confundirse con ésta. Y este abandono fue dejando “cadáveres” de objetos en desuso dignos de ser rescatados a la memoria y a la cultura de nuestro tiempo.
Intento reivindicar la importancia para la convivencia de vecinos la marca de los lindes del territorio con la existencia de los “Majanos”, auténticas construcciones de piedras amontonadas, de carácter agrícola, extraídas de la propia tierra y que en forma de cono principalmente, pero también cuadradas o circulares, se erigen en hitos, verdaderos “totems” ancestrales. La piedra, en diferentes formas, tan abundante en el terreno y que tanto dificulta la labor del arado, se constituye también en mi obra en un recurso temático reiterativo y cohesionador para otros elementos, que “salpica” en ocasiones la superficie de la tela, principalmente en la elaboración de los fondos, y otras veces como el tema principal de ésta. Rocas y piedras utilizadas desde la antigüedad para beneficio del hombre en construcciones sencillas como en los citados “majanos”; en la propia construcción de viviendas y cabañas para pastores y cazadores; en la parcelación del terreno en forma de pequeños muros que definen las terrazas para la contención de la tierra de cultivo ganada al monte, cuando esta se encuentra en desnivel; en la antigua construcción de pozos de agua, construcción de aljibes y hornos subterráneos para la obtención de cal. Como simples pero eficaces parapetos contra el viento,… En definitiva, la piedra y la roca como un elemento tan molesto en ocasiones para las labores agrícolas, como necesario y útil siempre. Y sobre todo, el uso de la piedra como historia viva de las gentes que habitan las regiones que aún subsisten en parte de la agricultura y la ganadería y que han sabido –y siguen sabiendo- aprovechar sus cualidades para el beneficio de su vida cotidiana.
Ámbito de creación: Pintura. En la mayoría de los casos, se trata de técnicas mixtas. Dispersión de pigmentos y látex, barniz sintético (satinado, brillante o mate) y collage de papel de cinta adhesiva y óleo, prácticamente siempre sobre tela de loneta cruda de algodón. También he utilizado ceniza, polvo de mármol, mica fina y pasta de papel para algunas obras, así como carboncillo y barra de cera negra. El formato más utilizado para muchas de estas obras ha sido el de 160 x 180 cm. En una amplia serie, el papel de acuarela de 300 gr. de grano medio, para dípticos de gran formato (200 x 300 cm.) y piezas sueltas de 200 x 150 cm. y 200 x 140 cm. También he realizado múltiples pinturas sobre papel de mediano-pequeño formato (70 x 50 cm. y 100 x 70 cm. de 370 gr.) Los bastidores para la tela son de madera de pino de Flandes de 3’5 x 7 cm. generalmente. En los últimos tiempos utilizo casi exclusivamente el óleo en abundantes capas, mezclado a veces con barniz mate y otras con esencia de trementina y médium para óleo. Las series: De unos años a esta parte trabajo con la idea de crear series de obras que forman parte de un conjunto, principalmente en cuanto a la temática, pero también con características formales comunes y de formato. Ya sea a nivel de pintura sobre tela o sobre papel o en cuanto a dibujo. También trabajo con la misma idea en la fotografía digital. Dentro de una serie, unas obras se complementan con otras y en muchas ocasiones se
explican entre sí para una mayor comprensión de la idea general de la obra. A veces incluso planteo “trilogías” para ser mostradas una frontal y dos laterales confrontadas, con la intención de generar un diálogo entre ellas y el espectador que ha de situarse en medio. No como una mini-serie, sino como parte de la serie total. Estas suelen tener un formato y unas medidas idénticas y/o proporcionales. El proyecto se estructura en series con características y elementos formales comunes entre todas, pero con algún elemento destacado y protagonista que define claramente en cuanto a dibujo su imagen final y su pertenencia a dicha serie. Estas reciben un nombre en función de tal elemento formal predominante. Defino como serie también el número de piezas que conforman la instalación de una obra. “Mutilados”. Esta serie de pinturas generalmente de gran formato sobre tela, en ocasiones como dípticos, surgió de mi observación y descubrimiento de un uso habitual en la tradición agrícola y consistente en la poda de las ramas principales de los viejos almendros con la intención que su rebrote otorgue un nuevo vigor al rendimiento del árbol y sus futuras cosechas frutales, así como el injerto de nuevas variedades de frutos, dado que se trata según los expertos, de un tipo de árbol muy resistente a este tipo de prácticas. Así grandes extensiones de terreno en el cultivo de esta especie, en determinadas ocasiones y épocas, aparecen a la vista del hombre como auténticos y fantasmagóricos cementerios, dado que el trabajo resultante de esta práctica agrícola tan antigua como efectiva, otorga la apariencia de auténticas “cruces” a los viejos árboles antes de que las nuevas ramas le devuelvan un aspecto de normalidad. Una apariencia relativamente efímera, por tanto, puesto que a los pocos meses y con
el crecimiento de las nuevas ramas, el árbol se vuelve a poblar de hojas y de nuevos frutos. Fue esta impresión en mi retina de “ignorante caminante urbano” por estos parajes, que me llevó a “descubrir” estos árboles en tal apariencia como auténticos “seres mutilados” y “abandonados” a su suerte en tales bastas extensiones de terreno. Como una mirada Quijotesca hacia la realidad y el paisaje. Como una verdadera “visión alucinadora” y alucinante. “Mutilados” es el título genérico que engloba una serie de obras de mediano-gran formato sobre tela y/o papel, con técnica mixta de látex, pigmentos, barnices, óleo, ceniza y collage de papel y tela. También incluye obras sobre papel de acuarela en una sola pieza o dípticos, asimismo de mediano-gran formato. Llamé así a los almendros podados desde los ancestros y que en infinitos renglones en las pedregosas tierras labradas, se iban presentando a mi vista como atormentados seres o cruces en un cementerio de cadáveres abandonados. Utilicé esta palabra para designar la impresión que causaron en mí estos árboles, que en extensos bancales, habían sido intervenidos por los agricultores seccionando sus ramas principales casi a nivel de tronco, en una poda para eliminar las viejas ramas, o para el injerto de nuevos brotes. Y así propiciar una mejora de la calidad de sus frutos y mayores cosechas futuras. Observé en la forma sencilla de estos almendros podados el elemento de dibujo necesario y primigenio para desarrollar una obra que en cierta medida hacía tiempo que andaba buscando y que me pudiera conectar con algunas obras de mis tótems pasa-
dos. Una forma de cruz irregular e imperfecta que empezaba a utilizar en dibujos y estudios sobre papel, en color pardo de pintura con base de látex. A veces esta forma sencilla se presentaba muy clara y dominadora del espacio. Y en otras ocasiones se fundía con el color del fondo o se presentaba en transparencia y tan solo visible por una cualidad de brillo diferente del resto. Situada generalmente en el centro del espacio del cuadro cuando se presentaba sola, o equidistante a otras de forma simétrica y ordenada. La simetría compositiva en estas obras se hace bastante evidente, así como la estructuración ordenada y ortogonal del espacio en franjas horizontales más o menos irregulares. En cierta manera siguiendo la ordenación en hileras de los campos labrados. Obras como “Mutilado en el muro” (160 x 160 cm.), “2 mutilados” (160 x 180 cm.), o “Gran mutilado blanco” (195 x 264 cm.) son un ejemplo de esta serie. Son precisamente las marcas del arado de los tractores sobre la tierra, en sus continuos pasos por ella, las que motivaron otra serie de obras que bajo el título de “Recorridos” o de forma más poética, “De los caminos que me conducen a ti”, pretenden mostrar nuevamente la acción del hombre sobre el paisaje y el campo. “Recorridos”. Las grandes extensiones de terreno labrado de La Mancha, como de cualquier otra región agrícola, presentan en las épocas del año en las que aún no ha crecido la planta a cuyo cultivo ha sido destinada esa tierra (básicamente el trigo o la cebada), la apariencia de verdaderos mares surcados. Dicha práctica además de preparar la tierra para el cultivo, la oxigena y extrae de ellas centenares de miles de guijarros y piedras de diferentes medidas en su mayor parte de forma redondeada, probablemente a
causa de la erosión y la posible acción de aguas subterráneas. La acción del arado en la tierra propicia la salida a la superficie surcada de gran cantidad de estas piedras erosionadas que a su vez erosionan y desgastan los elementos férreos de los tractores que en forma de flecha o cuña se hunden para remover la tierra. Las marcas del arado sobre la tierra son verdaderos dibujos a veces aleatorios, ordenados y estructurados otras, perfectamente visibles desde las alturas y en constante cambio. Estos recorridos como dibujos en grandes lienzos de tierra que son parcelas, en su regularidad o irregularidad hablan de esfuerzo y de tiempo, y llamaron poderosamente mi atención, para convertirse en el elemento principal de esta serie de obras, también de mediano-gran formato. Quiero destacar de esta serie la obra en cinco partes de diferentes anchuras, titulada “paisaje 5” por sus dimensiones (650 x 200 cm.) y por ser la obra que mejor ejemplifica la idea de dicha serie. Asimismo es destacable en la misma línea el tríptico “MUR3” (230 x 331 cm.) Y “XAV” (160 x 180 cm.), como una representación de cuatro fragmentos “desordenados” aleatoriamente de uno de estos recorridos. Esto me lleva al reconocimiento del aspecto ciertamente lúdico, de “juego de formas” que en ocasiones puede tener esta serie.
“Vientos del Sur”. La brisa que “peina” las grandes extensiones de los campos de trigo, o de rastrojo como elemento temático. Brisa hecha ondas que recorren la superficie del cuadro de lado a lado. Una forma esquematizada sobre fondo casi siempre oscuro.
“Piedras”. En numerosas obras, las piedras constituyen el elemento temático principal. Ya sea en construcciones significativas, o simplemente en distribución aleatoria por el espacio de la tela. Produjo en mí un importante impacto visual el descubrimiento de los “majanos” como así llaman por aquellas tierras a los elementos que definen las parcelas y sus propiedades. A veces pequeños, pero en su mayoría de gran tamaño y de forma cónica y blanqueadas las piedras exteriores de estas construcciones para una mejor visualización. Suelen servir a su vez como soportes para señales municipales de cotos de caza. La interpretación esquemática de estas construcciones rudimentarias dio como resultado en mi obra la forma triangular de pirámides conformadas por abundantes representaciones de piedras en la técnica de la “pintura lavada”, dejando una huella más liviana de éstas, así como José M. Brotto trataba las formas abstractas principales de sus obras desde los años 80. Los títulos de estas obras hacen referencia a esta forma piramidal más que a la cónica de su existencia real. “Piramid I”, etc. Los “Muros”. En zonas colindantes a los bancales, entre el matorral bajo del monte, entre romero, espliego y esparto, se levantan pequeños muros de piedra en disposición irregular de mampostería sin argamasa alguna, con el simple objetivo de servir de parapeto a pastores y ganaderos en los abundantes días de viento de la llanura. Piedras y rocas mayores extraídas en el proceso de labranza de la tierra y acumuladas con paciencia para la construcción de estos muros, paredes que aparentan restos de casas antiguas y ruinas abandonas. Me interesó su estética mucho antes que su función. Una imagen reminiscencia del pasado de una aparente simpleza no carente por ello de gran belleza y rotundidad. Así he realizado diferentes versiones de estos muros de piedra con casi la misma austeridad cromática y de procedimiento, como en su existencia. En algunos casos a
tamaño real e incidiendo en la cualidad de textura y materia de la propia superficie de la piedra. “Rebaños”. Esta serie en proceso no tan solo se constituye en una vuelta y mayor aproximación a la figuración, sino también y más importante y con el uso de la técnica del óleo, en una vuelta al realismo. Obras casi exclusivamente de gran formato en óleo sobre tela de algodón y loneta, en las que sobre un fondo neutro de color plano, se distribuyen en diferentes tamaños rebaños de ovejas pastando. Formas redondeadas trabajadas generalmente en un claroscuro acusado como las mismas piedras que pueblan los campos. “Pinturas en blanco y negro”. Esta serie exclusivamente realizada en óleo e iniciada el verano de 2012 casi como una consecuencia de la escasa atención de mi obra por el color, tiene como aspecto diferenciador respecto a las otras, no tan sólo esta cuestión de ausencia de color, sino también la variedad de formatos y un tratamiento mucho más fotográfico de la imagen aún con abundancia de materia pictórica. Esto se evidencia sobre todo en el tratamiento de los fondos claramente entendidos como paisaje y no como un color más o menos plano sin concreción espacial. En esta serie cobra mayor relevancia el propio paisaje de la llanura manchega con independencia del elemento de dibujo que conforma la composición. La temática principal viene marcada por la presencia rotun-
da y avasalladora de grandes balas de paja en muchas ocasiones centradas en la tela y ocupando gran parte de su espacio, tanto en grandes formatos como en telas medianas o de pequeño tamaño. Verdaderas construcciones arquitectónicas hechas con balas de paja de forma prismática y que en posición horizontal van subiendo en altura según la cantidad a almacenar. Aparentemente abandonadas, diseminadas por el campo, son recogidas por grandes tractores para volver a ser almacenadas en establos para el alimento invernal del ganado, vacas, ovejas, cabras y en muchas ocasiones, toros de lidia muy abundantes en la región. En la mayoría de casos, estas grandes balas de paja están tratadas en un acusado claroscuro con gran atención a la fuerte y en ocasiones violenta luz de la llanura manchega. Cientos de pequeñas pinceladas en diferentes tipos de blancos, negros y grises, a veces amarillentos, ocres, verdosos o azulados, se amontonan en la superficie de la tela de tal manera que a distancia corta puede llegar a costar apreciar qué formas definen. J.L. Tercero
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