«LOS AUTORES NOS PONEMOS A VECES ESTUPENDOS Y NO LLEGAMOS AL LECTOR»

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Miércoles. 28 de octubre de 2015 • LA RAZÓN

TELEO Andrea Sánchez

erónimo Tristante es profesor de Biología y, de verano en verano, escribe novelas. Saltó a la fama en 2007 con la primera historia de Víctor Ros y ahora, tras el éxito de la serie de Televisión Española basada en su personaje, vuelve a darle vida al detective. Esta vez, un asalto a mano armada al Banco de España lo obliga a dejar el balneario donde se recuperaba de su última aventura y volver a la Brigada Metropolitana de Madrid para resolver el misterio. –Víctor Ros se había retirado, pero aquí está otra vez... –Bueno, dejó la Policía y estaba con su propia agencia de detectives en la cuarta novela. Así que no tenía pensamientos de cargármelo, de hecho cuando publiqué el libro anterior me decían: «¿Cuándo sale la siguiente?», y ahora me pasa igual. –La última página del libro da qué pensar. ¿Veremos la sexta entrega de las aventuras de Ros? –Me alegra mucho escuchar eso. La última página se me ocurrió cuando ya tenía la novela prácticamente terminada. Pensé que era interesante terminar así, dejar una puerta abierta, un frente tremendo de cara al futuro. Y con algo que no se espera el lector. Me lo han dicho muchas veces: todo el que lo lee se quedan pensando en qué va a pasar ahora. Son trucos de cuentacuentos que utilizamos para generar ganas de saber y de leer. –Aldanza es uno de los personajes que reaparecen en esta entrega. ¿Es el Moriarty de Víctor Ros? –El Moriarty de Ros iba a ser Bárbara Miranda, pero no podemos hacer «spoilers». Yo me había cargado a Aldanza al final de la primera novela, pero decidí recuperarlo porque en la serie de televisión lo interpreta Helio Pedregal, que está inmenso. Verlo en manos de un actor tan grande me hizo pensar: este malo es tan fantástico que lo tengo que recuperar. Y lo hice. –¿Volverá la serie de televisión? En ese caso,¿estaría involucrado en la producción? –En Televisión Española están contentos porque después de todo hemos conseguido el premio de Hamburgo y el de Nueva York. La audiencia fue buena y, sobre todo, han visto que el personaje ha calado en el espectador. No sé si participaría en el proyecto, yo no soy guionista, así que procuro delegar. En la serie me consultaban los aspectos más importantes del rumbo que

EL LECTOR

J

Suele leer la Prensa por las mañanas, porque en el instituto donde trabaja como profesor de Biología compran varios periódicos, pero en casa lee las noticias en digital. «De LA RAZÓN me gustan mucho Alfonso Rojo y Alfonso Ussía; lo que más me llama la atención de la prensa, en general, es la opinión», asegura Tristante.

JERÓNIMO TRISTANTE Por D. MENDOZA

Escritor. Presenta la quinta entrega de la saga del detective Víctor Ros.

«LOS AUTORES NOS PONEMOS AVECES ESTUPENDOSY NO LLEGAMOS AL LECTOR» iba a tomar el guión, pero no participé en el desarrollo del texto porque ése no es mi trabajo. –¿Ha habido un traspaso de televidentes a lectores? ¿Hay más gente que ahora lee sus libros? –Claro, los hay que se ha incorporado porque son públicos distintos. Llegas a mucha más gente a través de la televisión: los lectores se cuentan por miles y los espectadores por millones. Así que mucha gente, al acabar la serie se ha incorporado a las novelas. –¿Le hace eso repensar cómo plantear las novelas de Ros? Además esta última entrega es muy cinematográfica...

–Sí, aunque casi todas mis novelas son así. Pertenezco a una generación de autores que hemos crecido en una cultura audiovisual.Veo muchas series de televisión policiacas; desde pequeñito he estado muy ligado a la televisión y al cine y eso se tiene que notar. –Compartió el proceso de escritura de este libro a través de las redes, quizá para obtener «feedback». ¿Cómo influyó en la trama lo que le decían o pedían sus lectores? –Hay dos tipos de autores: los que escriben una novela y piensan que van a hacer una gran contribución a la cultura occidental, y

luego hay otros que, cuando escribimos, pensamos que puede haber alguien al otro lado. Entonces, toda retroalimentación que haya en el proceso me es útil. Porque a veces los escritores nos ponemos estupendos y no conseguimos llegar al lector. Por lo cual es muy importante saber que en el proceso tú escribes solo, pero sí hay alguien al otro lado y, si consigues llegar a él, si tienes una comunicación, has acertado. Para mí la literatura es comunicación; entonces, si no hubiera nadie del otro lado no tendría sentido. Todo el mundo escribe con la ilusión de que lo lean. –¿Tendremos una sexta entrega de Víctor Ros? –Sí, aunque la continuidad del personaje dependerá siempre de la demanda de los lectores, de que ellos quieran seguir leyendo las aventuras de Víctor. Pero mi idea es llevarlo la próxima vez a Nueva York, una ciudad que me gusta mucho. –En esta novela lo llevó a Londres. ¿Recrear la ciudad de finales del siglo XIX, como ya ha hecho con Madrid, requirió de mucha investigación? –Sí, lleva tiempo porque tienes que familiarizarte con una ciudad que ya no existe. Así que tienes que buscar todas las vías de información posibles, desde planos hasta libros de grabados, fotografías, a veces ensayos sobre las ciudades. Todo lo que pillo lo

utilizo para intentar plasmar cómo era la vida a diario, porque hay que ir más allá del entorno arquitectónico. –Ros tiene mucho de Sherlock Holmes y en esta novela no sólo hay guiños al detective inglés, sino que aparece como un personaje más... –Víctor Ros es un homenaje que yo hago a Holmes y a la literatura en folletín. Siempre pensé que si Víctor iba a Londres se lo encontraría. No tenía otra solución que hacer que así fuera. Como Holmes era tan aficionado al disfraz y Víctor también pensé que era positivo que se encontraran los dos disfrazados y que se reconocieran y que Holmes le echara una mano. –Sus conocimientos de Historia son evidentes tanto en la saga de Ros como en sus demás novelas, pero usted es biólogo. ¿Cómo dio el salto de la biología a la escritura? –Precisamente porque cuando salgo de trabajar lo último que me apetece es seguir hablando de biología, necesito hacer algo distinto. Yo salía de trabajar y me ponía a leer sobre, yo qué sé, la batalla de Stalingrado, las cruzadas o los Templarios. Eso me oxigenaba una barbaridad, al igual que ponerme a escribir sobre estos temas, porque me evado y creo mi propio mundo. Porque escribir es como jugar a ser Dios.


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