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LA RAZÓN • Sábado. 2 de junio de 2018
gts personal. El esposo de su hermana Janet, que también la golpeaba a ella, abusó de Lee cuando era un niño. Janet finalmente cedió a ser entrevistada y en el documental cuenta con lágrimas en los ojos el sentimiento de culpa que la invadió cuando lo supo. De la impotencia de haber sufrido esa violencia nació «Highland Rape», para la que McQueen indagó también en el pasado escocés de su familia. Fue, además, el momento en que se consagró como «niño malo» de la moda, ya que acaparó titulares de críticos enfurecidos por haber osado subir a mujeres desaliñadas, con los vestidos de tartán rasgados, a la pasarela. Lee estaba encantado. El desprecio era mejor que la indiferencia.
Lee Alexander McQueen falleció a los cuarenta años después de disfrutar de una meteórica pero corta carrera como diseñador
Del la pasarela a McDonald's
EFE
EL SUICIDIO ANUNCIADO DE
Alexander McQueen
Un documental, que se estrena el 8 de junio, cuenta cómo el niño malo de la moda entró en una espiral destructiva después de hacerse cargo de Givenchy: se sentía presionado, comenzó a consumir drogas y no pudo superar las muertes de su mejor amiga y de su madre D. MENDOZA - MADRID
C
ualquiera que haya oído hablar de Alexander McQueen sabe también que era un provocador. Al diseñador británico le gustaba repetir que sus «shows» debían despertar emociones, poner la piel de gallina a los espectadores: «Quiero ataques al corazón. Quiero ambulancias». El documental sobre su vida, titulado sencillamente «McQueen», logra justamente eso, y allí está el cincuenta por ciento de su mérito. El otro cincuenta está en el arduo trabajo de sus directores, Ian Bonhôte y
Peter Ettedgui, que se encontraron con dos rotundos «no» cuando compartieron su idea del filme a la familia del modisto y a la marca, hoy dirigida por Sarah Burton. Fueron los amigos y compañeros de trabajo de McQueen los que accedieron a relatar cómo se embarcaron juntos en una aventura que los llevó del este de Londres a la grandiosidad de las oficinas de Givenchy, en París. Ellos, como su familia, le llamaban Lee. Lo de Alexander fue invención de Isabella Blow, su autodenominada descubridora. La editora de moda vio su poten-
cial antes que nadie y formó con McQueen una estrecha amistad que, como todo en su vida, se vio contaminada más adelante por el éxito, los egos y las drogas. El deterioro de su relación con Isabella fue como un presagio de lo malo que estaba por venir. Y es que si algo deja claro el filme es que McQueen nunca separó su vida personal de la ropa que diseñaba, y su honestidad creativa cautivó a un gran público. Eso quiere decir que la oscuridad presente sobre todo en sus primeras colecciones también venía de su experiencia
El sastre del este de Londres De Lee se esperaba que fuera fontanero o constructor, como la mayoría de hombres de su barrio. Pero su madre apoyó su pasión por la moda, sector en el que comenzó como sastre (era un genio con las tijeras), para luego romper todas las reglas de la pasarela.
Un diseño de McQueen de otoño invierno 2004
Su éxito indiscutible en Londres lo llevó a París. Aunque no parecía tener interés en diseñar en nombre de otro, le sedujo la posibilidad de finalmente ganar suficiente dinero para sacar adelante su marca. Y es que, como cuenta su novio y asistente durante aquellos primeros años, Andrew Groves, el gran McQueen, dios de la pasarela, cenaba en McDonald's después de los desfiles por falta de dinero para comer en un sitio mejor. Fue el comienzo de su declive. La presión de crear catorce colecciones al año –para su firma y para Givenchy– y las críticas que recibió tras su primer desfile en la casa francesa lo cambiaron. Él, que hasta se ufanaba de su aspecto algo desaliñado y con unos kilos de más, comenzó a llevar traje, se tiñó de rubio y adelgazó insólitamente. Las relaciones con sus amigos y colaboradores comenzaron a sufrir. En el amor tampoco tuvo suerte. Las drogas no ayudaron, desde luego, y la vida se encargó de darle varios duros golpes: la muerte de Isabella Blow –en el aniversario de su fallecimiento, Lee sufrió una sobredosis de la que se recuperó– y la de su madre, un pilar fundamental para el diseñador. Quizá el más duro de los testimonios recogidos en el filme sea el de Sebastian Pons, que recuerda que su amigo estaba convencido de que se quitaría la vida: «Me voy a suicidar. Voy a acabar con esto», le dijo, y hasta le contó que su plan era hacerlo al final de su último desfile, «Plato's Atlantis», dentro de una caja de vidrio y dándose un tiro en la cabeza frente a todos. Finalmente, murió solo, ahorcado, la víspera del funeral de su madre.