LONELY PLANET TRAVELLER

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Zona de Embarque

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Pietrasanta Manos invisibles que otorgan vida

E

n el norte de la Toscana, muy cerca del mar de Liguria, el repiqueteo del cincel sirve a diario de banda sonora para los habitantes de Pietrasanta. Decenas de estudios, talleres y fundiciones ocupan los alrededores del casco histórico de este pueblecito, que sin querer se ha convertido, con los años, en un auténtico centro internacional de la creación artística. Mitoraj, Moore y Yasuda son algunos de los escultores que han encontrado en Pietrasanta o bien el lugar idóneo para perseguir musas, o bien las manos y la expresividad de artesanos anónimos capaces de dar forma a sus creaciones. En ocasiones, ambas cosas. Y no es de extrañar. Algo mágico envuelve a Pietrasanta. Quizá sea su cercanía a las canteras de Carrara o la exquisitez de su gastronomía –sublime el bistecca alla fiorentina con copa de vino toscano–, o el ambiente amable de la plaza del pueblo en las noches de verano. El caso es que, desde el Renacimiento, este rincón de la Versilia ha atraído a los espíritus más creativos del planeta. Miguel Ángel vivió aquí durante algunos meses, trabajando en el corte y el transporte de los bloques de mármol que se usarían para construir la sacristía nueva de la basílica de San Lorenzo, en Florencia. Unos 500 años

más tarde, Botero también eligió este lugar para moldear su imaginación. El artista colombiano trabaja en su estudio de Pietrasanta durante los tres meses estivales, elaborando pequeñas esculturas de barro que, más tarde, entrega a las manos de los fundidores de bronce, artesanos a la

sombra del artista, pero laboriosos y meticulosos trabajadores en cuya destreza está la clave para dar vida a las monumentales Gordas de Botero. En la Fonderia Mariani –creada en 1952– colaboran con el artista desde hace décadas. Alrededor de 40 operarios trabajan conjuntamente para transformar el Los almacenes de la fundición acumulan una sucesión de esculturas voluminosas, trabajadas por artesanos locales, obras de Botero

pequeño molde en una figura de bronce de cuatro metros de altura. Y lo hacen usando, esencialmente, la misma técnica que ya se empleaba en los tiempos de la antigua Grecia: moldes de cera y cerámica, vertido del bronce, ensamblaje de las piezas y pulido final. Paseando por los almacenes de esta fundición, uno tiene la sensación de haberse colado en la trastienda de la imaginación de Botero. Decenas de figuras de piel fina, curvas voluptuosas y volúmenes apetitosos te observan desde las alturas, cubiertas por una fina capa de polvo. Desde abajo, los artesanos anónimos que les han dado la vida les devuelven la mirada, orgullosos. En definitiva, las han parido ellos. Daniel Martorell es periodista, colaborador de revistas de viajes como Lonely Planet Traveller.

Diciembre 2012 Lonely Planet Traveller

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