2 minute read
Introducción
Hace ocho años, en busca de un nuevo hogar, Claudia Aldana y Rafael Otálora decidieron arrendar su casa en Chía para mudarse a un entorno más abierto y campestre. Con hijos creciendo y un espacio que se quedaba pequeño para las necesidades y aspiraciones familiares, la pareja decidiò planear y construir una nueva casa. Fue así como encontraron un lote a las afueras de Cajicá que les permitiría explorar su gusto hacia la arquitectura moderna y la conexiòn con un estilo de vida más natural. La residencia de la familia Otálora Aldana, o Villa Claudia como fue nombrada por sus dueños, se encuentra en una zona poco habitada de la sabana de Bogotá. El altiplano cundiboyacense, la ausencia de los altos edificios citadinos, y un pequeño vecindario de villas campestres, conforman un panorama típicamente colombiano que sirve de paisaje para la casa.
Rafael relata que la arquitectura fue uno de sus sueños frustrados, que ha logrado materializar a través de sus viviendas. Siempre ha estado al frente de la planeaciòn y construcciòn de los lugares donde ha vivido, tomándolos como un proyecto de vida. En cierto sentido, Villa Claudia
Advertisement
vendría siendo el magnum opus de Rafael, una obra que ha dedicado a su familia. Por su parte, Claudia es diseñadora de modas, y, aunque ya no ejerce su profesiòn formalmente, esta sensibilidad se ve reflejada en la ambientaciòn de los espacios; una morada espaciosa y moderna pero cálida y hogareña. El interior despliega una contraposiciòn de blancos y negros, así como de tonos cálidos y oscuros característicos de los interiores modernos. Los primeros se presentan como colores base de los pisos, paredes y muebles; los segundos se comportan como acentos que brindan al ambiente un calor funcional entre los objetos.
Arquitectònicamente, en la casa predominan estructuras cuadradas y ángulos marcados. El exterior remite a un amalgama de cubos y rectángulos, con materiales contrastantes que, a pesar de su diferencia, forman un conjunto armonioso que se construye a partir de una aleatoriedad controlada. Este lenguaje continúa en el interior, en donde varios ambientes conviven en un mismo espacio, permitiendo así que los habitantes se encuentren y se separen dependiendo del ánimo de cada día. El resultado final de sus características, tanto arquitectónicas como de paisajismo y diseño, es una vibra que pendula entre lo terrestre, lo orgánico y lo chic. No se trata sòlo de priorizar lo moderno sino de preservar la energía natural característica de sus alrededores.