Avísales
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AVÍSALES Era una noche lluviosa, el río se desbordaba, eran tan grandes la lluvia y la oscuridad que a veces no se distinguía si se estaba dentro del río o no. El río había destrozado el único puente que comunicaba la región con el resto del mundo. No sabemos qué hacía allí, pero un hombre con impermeable llegó hasta la cabecera donde, alguna vez, comenzaba el puente; se asomó por el abismo, allí vio remolinos insaciables devorando agua, lodo, troncos y grandes piedras hacia sus entrañas, sin dejar nada a su paso. El hombre pudo ver dos cocuyos atravesando a lo lejos la cortina de agua, viniendo directamente hacia él, se llevó las manos a la cabeza y exclamó: —¡Oh! ¡Ahí viene alguien y el puente está caído! ¡Tengo que avisarles! El hombre se colocó en medio de la carretera, el vehículo seguía acercándose y sólo ese hombre, SOLAMENTE ese hombre, podía salvar a los tripulantes de una muerte segura, entonces, mientras agitaba los brazos en medio de la vía, pensó: — Pero si los detengo ¿se enojarán? Tal vez sí y no quiero tener los ojos morados por un golpe —entonces miró al abismo y evaluó, —quizás el peligro no es tan grave como creo. El vehículo no detenía su marcha, el hombre se retiró a un lado del camino: — Si los detengo van a pensar que soy pájaro de mal agüero y de seguro no les va a gustar la noticia, mejor que se enteren por su cuenta, como hice yo… es más, ¡qué hace por aquí alguien a esta hora y en estas condiciones! —el carro pasó a su lado, el hombre no les advirtió, ni siquiera hizo un saludo, ni ellos a él: —Ahí está, ni siquiera saludan, solo puedo pensar que si los hubiese detenido, son capaces de tomarme por fanático, me retiran su amistad y me dan un trancazo ¡nooo que va! déjalo así. Lanzó un último vistazo por el abismo y vio al auto caer libremente, luego, fue tragado ferozmente por las aguas de la muerte, que ahogaron sus gritos, el hombre solo dijo, luego de presenciar tan horrendo espectáculo: —Ves, ahí está, la gente que iba allí, estaban bravos, si les hubiera dicho algo, la pagan conmigo. Y siguió tranquilo su camino.
David Alexander Garrido Michalczuk