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Dedicado a David, mi padre ‌
David MelĂłn Veiga Septiembre, 2011
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Inspirado por el Espíritu Santo, el Apóstol Pablo escribía a los cristianos de la ciudad de Filipos: “en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa” (Fil. 3:16). Y es que de unos pocos años para acá, lenta pero inflexiblemente, estamos viendo dentro de las Asambleas de Hermanos como después de tantos años siguiendo fielmente la instrucción dada por el Apóstol estamos llegando a la situación vivida por el pueblo de Israel en el tiempo de los jueces donde: “cada uno hacia lo que bien le parecía” (Jue 17:6). Como muestra de lo anterior, baste leer lo que la Coordinadora de Asambleas de Hermanos en España expresa en su página de internet (http://www.asambleasdehermanos.org.es/quienes_somos.htm) :
Fue el mismo Señor, en su oración de intercesión “por los que han de creer” (Juan 17), que por tres veces insiste en la unidad que habrían de mostrar los miembros de la Iglesia en su vivir diario de Cristo: “que sean uno”. Por lo tanto, es
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nuestra responsabilidad el conocer sobre este asunto del uso, o no, de la cruz como un objeto, símbolo o recordatorio de la Obra de salvación para el mundo llevada a cabo en aquel monte Calvario por el Señor Jesús. También se hace necesario retomar el ejemplo dejado por aquellos de Berea (Hech 17:11), para tratar de concluir si el símbolo de la cruz en nuestras asambleas es una utilización correcta (emanada de las Escrituras), o por el contrario, otra forma más de identificarnos con el cristianismo profesante de la actualidad. ¿Vamos a seguir “la corriente de este mundo” o vamos a “ceñir los lomos de nuestro entendimiento” a fin de comprobar””lo que es agradable al Señor”? (Efe 5:17). El símbolo de la cruz ha sido representativo del cristianismo por muchos siglos y entre los grupos o tendencias cristianas, sean católicas o evangélicas, la gran mayoría tienen en común acuerdo que la cruz representa el símbolo del cristianismo. No obstante, a fin de aproximarnos con la menor carga posible de prejuicio sobre el tema en cuestión, hemos de hacernos, entre otras legítimas y posibles preguntas, las siguientes: ¿Utilizó Jesús el símbolo de la cruz? ¿Debemos los cristianos usar una cruz como símbolo,
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emblema u objeto? ¿Enseña la Biblia que el cristiano tiene algún símbolo que deba obligatoriamente utilizar? Amigo lector, deseo que el presente trabajo sirva para afianzar en ti el único propósito de seguir lo que las Escrituras, y no los hombres, enseñan.
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La cruz … ¿Símbolo de Cristo?
A lo largo de más de trescientas profecías del Antiguo Testamento (muchas de ellas cumplidas ya durante su primera venida), jamás vemos al Señor Jesús portando distintivo, figura u objeto alguno relacionado con ellos durante el período de su ministerio publico antes del oprobio de la cruz. Distintivos, figuras u objetos que bien podrían reflejar o representar algo de aquello que los profetas declararon sobre su función, persona o procedencia. Por ejemplo: Sumo sacerdote según el orden de Melquisedec Gen 14:18 Heb 6:20 Cordero para el holocausto Gen 22:8 Jua 1:29 Que vendría de Siloh Gen 49:10 Jua 17:3 La piedra espiritual Exo 17:6 1Co10:4 La serpiente de bronce sobre un palo Num 21:9 Jua 3:14 Estrella de Jacob Num 24:17-19 Mat 2:2 Profeta de en medio de ti Deu 18:15 Jua 6:14 Descendiente de Rey
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2 Sam 7:12
Mat 1:1
La Roca 2 Sam 23:2-4 1Cor 10:4 Luz de la mañana 2 Sam 23:2-4 Apo 22:16 El buen pastor Sal 21:1 Jua 10:11 Hijo de David Sal 110:1 Mat 22:43 Su ministerio comenzara en Galilea Isa 9:1,2 Mat 4:12-17 Cabalgando sobre un asno Zac 9:9 Mat 21:6-9 etc., etc.
Notamos, pues, como nada nos dicen los escritores sagrados sobre estas figuras, objetos o símbolos de sacerdote, cordero, realeza, piedra, etc., que Jesús pudiese llevar tanto en lugar visible como oculto. Por tanto, comprobamos que ningún adorno mostró en sus vestidos, ni colgante alguno llevó puesto en su cuello o manos, incluso a pesar de la propia referencia que El mismo hizo al hecho acaecido durante los días de Moisés y el castigo que sufrió el pueblo de Israel con aquellas serpientes venenosas: como Dios le manda hacer una serpiente de bronce y colgarla en un asta (madero). 8
Quizás alguno podría señalar que después de resucitado el Señor muestra las señales de la crucifixión tanto a los dos de Emaus como después a los del aposento alto (Tomás y al resto de los discípulos). Y es cierto que así fue, pero no menos cierto es que jamás vemos ni la cruz ni su símbolo siendo manifestada o expresado por el Señor Jesús. Lo único que se nos narra del resucitado son las secuelas dejadas por la cruz (secuelas de las cuales cada uno en particular somos responsables directos). Pero, aún con ello, y en el cumplimiento exacto de la profecía de David en el Salmo 22:16 “horadaron mis manos y mis pies” no vemos en lugar alguno referencia o cita de figura, objeto o símbolo de la cruz siendo llevada por Jesús. Si a esto añadimos lo que la propia Escritura declara: “hecho maldición por nosotros”, en clara alusión no a su humanidad si no a la forma de muerte que sufriría: “maldito el que es colgado en un madero” (Gal 3:14), se concluye, por tanto, que a la luz de las Escrituras la cruz no es símbolo de Jesús. Al contrario; es un símbolo ajeno a su doctrina, no siendo elemento central, o secundario, en ninguna de sus parábolas.
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En su referencia a la cruz en los casos tanto del joven rico (“sígueme, tomando tu cruz” (Marcos 10:21), como el de sus discípulos (“si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame” (Lucas 9:23), resulta evidente que la referencia no es a elemento, figura o símbolo físico alguno. La referencia, inequívoca, es a lo que significaba el ser llevado a morir en una cruz, pues todos los de aquel entonces entendían muy bien acerca de tal horror, no solo por el castigo y dolor que llevaba consigo si no, también, el vituperio al que se hallaba expuesto el reo tanto por la exhibición pública de su castigo como de sus intimidades corporales. Era el significado del resultado de la cruz (la manera de aplicarla a fin de conseguir la muerte del reo), antes que la composición u origen de los materiales que la compusiesen, lo que el Señor relata en sus alusiones a ella.
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La cruz … ¿símbolo del cristiano?
Como otros muchos pasajes de las Escrituras, el conocido como el de “la gran comisión” sufre, también, su particular suerte de división a la hora de ser citado, y practicado, entre el mundo cristiano de la actualidad. Así, de estas palabras del Señor Jesús, recogidas en el evangelio de Mateo 28:19-20, prácticamente todo grupo o denominación cita la primera parte del mismo: “id por todo el mundo y predicad el evangelio” mientras que la expresión intermedia: “bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” ya solo es citada por una significativa mayoría. Sin embargo, llegados a la tercera parte de lo señalado por el propio Señor Jesús “enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado”, no resulta difícil constatar tanto el escaso hincapié en poner en obra este mandamiento como la supresión del adverbio “todas” a la hora de rebajar la exigencia escritutaria hacia el cristiano. Para la Iglesia de hoy, como para los Apóstoles en los días del Señor Jesús, el mandamiento dado en aquel aposento alto la noche previa al Calvario,
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permanece inmutable: “si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jua 14:15) Por lo tanto, teniendo en cuenta que la Iglesia es edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Efe 2:20), es en el Nuevo Testamento donde encontramos aquellos mandamientos, ordenanzas y actos ceremoniales que los cristianos tenemos la obligación de aceptar y poner en practica en nuestra vida cotidiana a fin de proclamar “las virtudes de aquel” que nos ha salvado (1 Ped 2:9), y de mantenernos en una vida de santidad “sin la cual nadie verá al Señor” (Heb 12:14). De entre todos estos mandamientos u ordenanzas recibidos consideraremos, de manera muy breve, aquellos que en su celebración o practica involucran elementos, objetos o símbolos materiales diferentes a cualquier acto, sentimiento o voluntad propios:
1.- Lavar los pies a otros Juan 13:14 “si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros”. 12
Más allá del ceremonial de los sacerdotes en los tiempos del tabernáculo y del templo o a la costumbre ancestral del lavamiento como acto de hospitalidad (como cuando vemos al Señor Jesús decirle a Simón, el fariseo: “entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies” (Luc 7:44)), esta ordenanza hace referencia a la humildad, la igualdad y el servicio que debe operar en cada cristiano en lugar del establecido egoísmo, orgullo y vanidad que suelen imperar en el hombre carnal. El hecho de que este mandamiento hoy esté prácticamente desaparecido en las iglesias viene a demostrar cuanto nos hemos auto proclamado en juez y parte a fin de decidir cual o tal mandamiento u ordenanza tendremos por vigente y cual por caducado.
2.- Partir el pan y beber el vino 1 Cor. 11:24-25 “comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí … Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí” Sin duda alguna, el momento de mayor relevancia para el cristiano con
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relación a las ordenanzas recibidas es el de partir el pan y el beber del fruto de la vid en memoria de Aquel que no solo nos pidió recordarlo así si no para no olvidar lo que fue hecho por El a favor nuestro; cuanto ha costado nuestra salvación.
3.- El Bautismo Mat 2:19 “haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” La expresión publica de la fe en Cristo por parte del cristiano, por cuanto al bautizarse expresa la voluntad de identificarse con la muerte y resurrección de Jesús aceptando, así, su autoridad y señorío sobre nuestras vidas.
4.- El velo 1Co 11:6, 10 “si la mujer no se cubre, que se corte también el cabello”…“la mujer debe tener señal de autoridad sobre su cabeza, por causa de los ángeles” Mucho más allá de costumbres o épocas, el hecho de que una mujer cristiana coloque sobre su cabeza algo que la cubra es expresar a quien la mira (de 14
manera particular los ángeles), que ella entiende y acepta el orden establecido por Dios mismo: “Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Cor. 11:3). De todos los demás mandamientos u ordenanzas recogidos en el Nuevo Testamento, salvo involuntario error de omisión, el que conlleva un elemento material ajeno a nuestra persona, tal como hemos visto hasta aquí, es el aceite citado en el capitulo 5, versículo 14, de la epístola de Santiago. No obstante, vemos que su referencia al aceite extraido de las aceitunas se haya vinculada más a sus excelencias medicinales que a relación espiritual alguna, máxime cuando se expresa, de forma inequívoca, que no el aceite sino “la oración de fe” es la que “salvará al enfermo”(verso 15). Por lo tanto, de lo que hemos visto hasta aquí (de manera tan breve como sencilla, dado que no se pretende aquí un estudio en profundidad de los mismos), podemos concluir que las figuras, objetos o símbolos externos que conllevan la aplicación de estas ordenanzas o mandamientos son: el agua, el pan, el vino y el velo. De todo lo que la Escritura nos llama a realizar en nuestro “culto racional” (Rom 12:1), no vemos, por 15
ningún lado, la figura, objeto o símbolo de la cruz. Podría argumentarse que la palabra “cruz” es citada varias veces en el Nuevo Testamento. Y es cierto, pues exceptuando los evangelios, hay más de doce referencias a la palabra “cruz” desde Hechos a Apocalipsis. No obstante, una atenta lectura de cada pasaje nos mostrará lo siguiente : En Hechos, las referencias son del Apóstol Pedro: al hablar a los judíos de Pentecostés (cap 2), al hablar ante las autoridades religiosas (cap 5), y al hablar a gentiles en la casa de Cornelio (cap 10). En estas tres ocasiones utiliza la expresión “una cruz” para referirse inequívocamente a la forma en la que se es dado muerte a Jesús. En Filipenses (cap 2) el Apóstol Pablo hace referencia a la forma en que el propio Señor Jesús se entrega voluntariamente a morir, pues la Escritura la señala como “muerte de cruz”. Por otro lado, en Colosenses (cap 1), al hablar sobre la preeminencia que Jesús tiene sobre todas las cosas, y en especial sobre la Iglesia, el Apóstol Pablo utiliza la expresión “su cruz”, donde el pronombre personal “su” se refiriere de forma clara, exclusiva e inequívoca a la del Señor
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Jesús. No hay resquicio alguno para que sea otra cruz distinta a aquella donde el Salvador del mundo fue clavado. El resto de los pasajes del Nuevo Testamento incide en aquella misma cruz, dado que la expresión utilizada siempre es “la cruz”, bien sea sola o acompañada de las palabras: “de Cristo” o “de nuestro Señor Jesucristo”. Por tanto, bien sea que se acompañe con estas expresiones bien sea que no esté acompañada, el articulo determinado “la” no deja lugar a duda alguna en cuanto a una concreta y específica cruz: aquella donde fue clavado Jesús. Por lo cual, hemos de preguntarnos aquí: ¿es la cruz que se utiliza en el mundo cristiano esa misma cruz que las Escrituras señalan? Por supuesto que no. Tantas y variadas formas hay, pero: ¿en cual de ellas fue clavado el Señor? Por supuesto,
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la cruz donde fue clavado nuestro Salvador no existe ya y es por ello que al día de hoy, cuando queremos hablar sobre un objeto ó símbolo, no podemos hablar de “la” cruz si no de “una” cruz. Con relación a las palabras del Apóstol Pablo a los de Galacia: “lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Gal. 6:14), a fin de sostener el uso de la figura u objeto de la cruz, a menudo se utiliza dicha expresión para decir que allí se nos llama a gloriarnos en ella. Es evidente que las palabras del Apóstol son inequívocas: “lejos esté de mi gloriarme”, es decir, ni tenemos motivo alguno para hacerlo ni debemos pretender hacerlo. Y si es que llega el caso de gloriarse en algo, lo único que ha de ser motivo para tal hecho es, no cualquier forma o tipo de ells, como siempre se nos dice, cercenando el pasaje bíblico, si no “la cruz de nuestro Señor Jesucristo”, que es lo que el texto sagrado recoge. ¿Dónde pues está esa cruz de nuestro Señor Jesucristo? ¿existe todavía hoy para que podamos gloriarnos en ella? ¿Cuál, de entre tantas formas y tamaños, es la inequívoca y verdadera cruz de nuestro Señor Jesucristo? Es evidente que no podemos dar respuesta a estas preguntas, sencillamente, por que no existe tal cruz
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hoy en día. Como tampoco existió ni se utilizó por los primeros cristianos, al menos, hasta finales del siglo II. A menos que aceptemos que no estamos refiriéndonos a los dos maderos que formaron la cruz donde el Señor Jesús fue clavado si no a la obra allí realizada por Quien fue clavado en ella. Hemos de saber que los primeros cristianos eran, de forma mayoritaria, judíos y, como tales, venían enseñados, desde el Antiguo Testamento, en la prohibición a la utilización de imágenes, figuras u objetos para uso personal (otra cosa son la figuras y objetos que Dios mismo mandó crear para el tabernáculo y el templo). De ahí que no encontramos ni en los anales escritos ni en los anales gráficos la utilización del símbolo de la cruz, máxime cuando la Escritura misma les recordaba: “El Mesías nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero” (Gálatas 3:13). Debemos remontarnos más allá del año 200 D.C. cuando el cartaginés Tertuliano describe como algunos utilizaban el símbolo de la cruz sobre sus frentes, algo que acarreó sobre ellos la acusación de idolatría. En los años 19
sucesivos vemos como muchos de los que usaban la cruz ya le asignaban un valor mágico, como una forma de exorcismo para alejar espíritus malos (como fantasmas o vampiros), llegando a marcar sus reses con la finalidad de protegerlas de enfermedades, influenciados cada vez más tanto por el misticismo como por otras formas de culto que gradualmente fueron afianzándose entre los cristianos, y que apenas tuvieron parte significativa en la Iglesia de los siglos I y II. Aún con todo lo expuesto anteriormente, no resulta difícil encontrar quienes señalan que la Biblia permite el uso de figuras, imágenes y objetos por cuanto las vemos en el tabernáculo y en el templo. Si bien es cierto esto último, pues todos los materiales y componentes en el tabernáculo y en el templo representaban elementos espirituales, no menos cierto es que la Escritura es clara, contundente, rotunda y tajante cuando de todas aquellas figuras, objetos o símbolos se dice: “conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis” (Exo 25:9). Por tanto, nada se dejó al deseo, imaginación o voluntad ni de Moisés ni de aquellos que levantaron el tabernáculo en el desierto. Al contrario, claramente se
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nos dice que: “Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová le mandó” (Exo 40:16). Vemos pues que ante el mandato tajante, inequívoco, de hacer todo conforme a lo que Dios ordenaba según su propio diseño, también a Moisés y a cada ciudadano de Israel se le dice con la misma claridad y contundencia: “No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra” (Exo 20:4), y también: “no os hagáis escultura o imagen de ninguna cosa” (Deu 4:23). Nótese que estos pronombres “te” (a ti mismo), y “os” (a vosotros mismos), anulan cualquier acción de voluntad personal de cualquiera de nosotros. Por tanto ¿Dónde está ese “permiso” del que algunos hablan? ¿Acaso no suena conocido este estribillo del permiso a aquel otro, ya antiguo, que decía: “¿con que Dios os ha dicho?” (Gen 3:1) Si nos fijamos en el rey David cuando expresa su voluntad de edificar el templo, vemos como Dios mismo le dice: “bien has hecho en tener tal deseo” (1 Rey 8:18), pero todos sabemos que sería su hijo Salomón quien al final lo edificase. ¿Cómo lo edificó? ¿De donde salieron el diseño y los planos? ¿Del rey David o sus
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ayudantes? ¿Acaso de Salomón y su extensa sabiduría? Leamos lo que la Escritura nos dice al respecto: “todas estas cosas, dijo David, me fueron trazadas por la mano de Jehová, que me hizo entender todas las obras del diseño” (1 Cro 28:19). Otra vez vemos que no es el conocimiento del hombre, ni su voluntad o intención (por buena que sea), si no por el mandato o autorización divinas que debamos hacer las cosas. Nótense las frases: “todas estas cosas” y “todas las obras del diseño”, no hay resquicio alguno para la introducción de elementos u objetos por parte de los hombres en el diseño de Dios. Resulta sorprendente descubrir la proporcionalidad existente en la utilización de los símbolos bíblicos y la utilización de otros no bíblicos como el que nos ocupa en este estudio: la cruz. Cuanto menos se utilizan los primeros más se utiliza el segundo. Es concluyente, por tanto, que la cruz no es figura, objeto o símbolo del cristiano.
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La cruz … ¿símbolo del cristianismo?
Asumiendo que el estimado lector sabe distinguir perfectamente entre la Iglesia invisible (cristianos a quienes solo el Señor conoce, (2 Tim 2:19)), y la iglesia profesante (el cristianismo, en donde están todos los que el Señor conoce pero que no conoce a todos los que en el están), analizaremos el momento en que se empieza a utilizar en la historia del hombre la figura, objeto o símbolo de la cruz, y cual tipo de cruz se utiliza. De modo cierto, y reconocido por prácticamente todas las denominaciones o grupos que componen el mundo cristiano, el uso de la cruz en las iglesias parte más allá del año 312 de nuestra era, cuando el emperador Constantino la introduce como ornamento dentro del cristianismo y establece éste como la religión oficial del imperio romano. De todos es conocido como el propio Constantino relata el haber tenido una visión en la cual se le aparece una cruz con las palabras “in hoc signus vince” (por este señal vencerás), casi cincuenta años antes de que decidiese hacerse a si mismo cristiano. Lo que pocos saben es que Constantino era adorador del dios solar (solis invictus) y
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cuya imagen o símbolo era un circulo con dos diámetros, uno vertical y otro horizontal, formando una cruz. Lo que muchos ignoran es que el siete de marzo del año 321 Constantino establece el domingo (die solis), como día de descanso en los trabajos en todo el imperio romano para dedicarse a la adoración de este dios pagano. No obstante, antes de adentrarnos en cuando se empieza a utilizar la imagen, objeto o símbolo de la cruz veremos como era la cruz en la que Jesús fue clavado, puesto que algunos, desde antes de la edad media hasta el día de hoy, sostienen que fue en un poste vertical y no en una cruz formada por un poste vertical y otro horizontal. El hecho de que el Nuevo Testamento fuese escrito en griego y que tan solo se utilizan dos palabras para designar la cruz: stauros (que señala la forma: palo vertical, traviesa, estaca), y xilon (que señala el material: de madera), les lleva a concluir que el Señor Jesús fue clavado en un poste vertical, conforme se hacía desde los tiempos de sus inventores, los asirios, pasando a ser utilizado
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posteriormente por persas, griegos y romanos. A esto añaden que la falta de madera en el tiempo de la dominación romana en Israel, así como el hecho de que el olivo, bajo y de tronco pequeño (era el árbol autóctono mayoritario), hacía casi imposible que se utilizase más cantidad de madera que el propio poste vertical. A pesar de su mucha argumentación a favor del uso de un solo madero, lo cierto es que esta postura deja a un lado las propias evidencias bíblicas de que el Señor fue clavado en una cruz formada por un palo vertical hendido en la tierra con un travesaño horizontal en su parte superior (en latín llamado patíbulo). Si Jesús fuese crucificado en un solo poste vertical, sus manos estarían clavadas encima de su cabeza, pero lo realidad es que un testigo directo de la crucifixión señala que: “pusieron sobre su cabeza su causa escrita: este es Jesús, el rey de los judíos” (Mat 27:37). Es decir, si estuviese en un solo poste vertical, el letrero estaría
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puesto sobre sus manos y no sobre su cabeza, como bien señala el evangelista. También recogen las Escrituras el testimonio de otro testigo directo de las secuelas que la crucifixión dejaron en el cuerpo de Jesús: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos” (Juan 20:25). Tomás habla de clavos en plural, por que fueron uno en cada mano y cada una de ellas extendidas en cruz. Y, ciertamente, habla de ver sus manos y no sus muñecas, como algunas veces se pretende señalar la posición de dichos clavos. Sus manos fueron traspasadas entre los huesos grande y semilunar, capaces de soportar más de cien kilos de peso. Trescientos años antes de Jesús, ya algunos historiadores señalan como al poste vertical (stipes en latín) de asirios, persas, griegos y cartagineses los romanes le añadieron el palo horizontal (patíbulo o furca en latín), para extender los brazos de las victimas. Plauto (254-184 A.C.) señala: “Déjenlo que cargue el patíbulo a través de la ciudad; entonces que a él se le clave a la crux”. (Carbonaria) ... “Yo sospecho que usted está condenado a morir fuera de las puertas, en esa posición: Con las manos
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extendidas y clavadas al patíbulo”. (Miles Gloriosus) Séneca (c. 4 A.C. al 65 D.C.) también escribe: “De más allá yo veo las cruces, de hecho no de un solo tipo sino diferentes, ideadas por personas diferentes; algunos cuelgan sus víctimas con la cabeza hacia la tierra, unos empalan sus partes privadas, otros estiran hacia afuera sus brazos en un patíbulo” (De Consolatione). Pero más allá del tipo de crucifixión utilizado, lo cierto es que Jesús “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil 2:6-8). Lo anunciado tanto por David: “horadaron mis manos y mis pies” (Salmo 22: 16), como por Zacarías: “mirarán a mí, a quien traspasaron” (Zacarías 12:10), anticipaban la forma en que el Señor iba a entregar su vida por el mundo. Con relación a cuando se empieza a utilizar una cruz como figura, objeto o símbolo, ha de señalarse que no es el mundo cristiano el primero en utilizarla. Prácticamente en
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todo pueblo o cultura remoto siempre ha existido la cruz como elemento místico o religioso, como este mosaico persa que acabamos de ver, el cual representa a Tamúz. Bien que fuese desde los tiempos de Tamúz, el hijo de Nimrod (2500 años A.C.), adorado como el hijo de dios y de donde deriva la cruz Tau, bien que fuese en el antiguo Egipto (2500 años A.C.) con la adoración al dios solar Ra, donde el “Ankh” es el símbolo de dicho dios egipcio, vemos ya el uso de una cruz como figura, objeto o símbolo religioso.
También vemos el uso de la cruz como símbolo sagrado en la India. Mientras al norte de esta nación la cruz se usaba para marcar los jarrones de agua sagrada que se extraen de los ríos Indus y
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Ganges, en el sur se usó como un emblema de los santos sin cuerpo. Los budistas y otras numerosas sectas de la India marcaban a sus seguidores con la señal de la cruz sobre sus cabezas. Los reyes de Asiria, como demuestran documentos antiguos igual al que vemos en la foto inferior, portaban una cruz colgante en sus collares, al igual que algunos extranjeros que luchaban contra los egipcios. Estos guerreros llevaban puesta una pequeña cruz colgada de su cuello o de sus collares. Significativo, también, ver como los persas portaban en sus escudos la forma de una cruz durante sus batallas contra Alejandro Magno (año 335 a. C.).
En África, los indígenas de Abisinia sumergen cruces en el río Gitche y las mujeres de Kabyle (norte de Argelia), aunque son musulmanas, se hacen tatuajes
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en forma de cruz entre los ojos. En Wanyamwizi (centro de África), sus habitantes decoraban sus paredes con cruces mientras que la tribu de los yaricks, que establecieron una línea de reinos desde el Níger hasta el Nilo, llevaban pintada en sus escudos la señal de la cruz. En el continente americano, narra la historia que cuando el conquistador español Herman Cortes y sus soldados desembarcaron en México no podían ocultar su sorpresa al ver la cruz erigida como objeto de adoración en los templos de Anahuac. Los españoles no comprendían que la cruz era un símbolo de adoración de gran antigüedad y era usado por muchas naciones paganas en las cuales
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la luz de la cristiandad no había brillado. En la localidad de Palenque, fundada por Votan en el siglo IX A.C., hay un templo pagano conocido como “el templo de la cruz”, en cuyo pedestal del altar hay una cruz inscrita, exactamente en el centro, la cual mide dos metros, fue adorada siglos antes de los españoles arribasen a las costas de México. Hemos de recordar que, en los tiempos pasados, los mexicanos adoraban la cruz como Tota, es decir: Padre de nosotros. Esta costumbre de dirigirse a un madero bajo el título de “padre”, no debiese resultarnos extraño por cuanto es mencionada en la Biblia cuando el pueblo de Dios en el Antiguo Testamento mezcló la idolatría con su religión: “se avergonzará la casa de Israel, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, que dicen a un leño: Mi padre eres tú” (Jer 2:26-27) . Los habitantes de la Patagonia se tatuaban sus frentes con cruces y en Perú se han hallado utensilios antiguos que están marcados con una cruz. En Europa, entre los pueblos que habitaban la
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península itálica, antes de que la gente conociera las artes de la civilización, creían en la cruz como un símbolo religioso. Aun en aquellos días la consideraban como una protección y la ponían sobre sus tumbas, siendo usada como un símbolo religioso hasta los días del Imperio romano. Por el año 46 a. de C. aparecen monedas romanas mostrando el símbolo de la cruz. Vemos pues que al propagarse el símbolo de la cruz por las antiguas civilizaciones ésta tomó diferentes formas en los distintos lugares hasta que se multiplicaron las diversas formas de la cruz. El cristianismo, adoptando la idea pagana del culto a la cruz, también aceptó varias formas de la cruz. Por eso es necesario preguntarnos que si el uso de la cruz en el cristianismo se originó con la cruz de Cristo ¿Entonces por qué son usadas tantas y tan variadas formas de cruces? Evidentemente, la cruz en la cual Cristo fue colgado, solamente fue una. Si el culto a la cruz se originó con la cruz de Cristo ¿no le parece que solamente una forma de cruz debiera ser usada? El caso es que el uso de la cruz no se originó con Cristo y toda la variedad de formas de la cruz fueron símbolos paganos
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desde antes de la Era Cristiana. Además, de las muchas variedades de cruces que siguen vigentes como emblemas, símbolos u objetos (la de san Jorge, san Andrés, la Maltesa, la Griega, la Latina, etc.), no hay una de entre todas ellas que no pueda ser relacionada con la más remota antigüedad. Se podría decir mucho más acerca de los distintos usos de la cruz como símbolo u objeto religioso de adoración dentro de los pueblos que nos precedieron pero lo presentado hasta aquí debe servir para reconocer que la cruz era usada mucho antes de la Era Cristiana. No obstante, alguno podría decir que ya que Cristo murió en una cruz ¿no la convierte en un símbolo cristiano? La respuesta debe ser siempre: ¡No! El hecho de que Jesús haya muerto crucificado indica que su uso como medio de castigo y muerte ya estaba establecido dentro del paganismo. Con todo, para el cristiano no se trata ni el como murió el Salvador ni donde entregó su vida. Lo verdaderamente importante es que con su muerte El nos da salvación y vida eterna. Dos últimas preguntas, a modo de reflexión personal, con las que me gustaría finalizar el presente trabajo:
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¿Cuántas cruces se han visto en los locales de las Asambleas de Hermanos hasta los días de hoy? De todos aquellos que gozan ya en la presencia del Señor ¿Cuántas lapidas llevan el emblema, objeto o símbolo de la cruz? Para todos aquellos que aprueban o sostienen el uso de una cruz como símbolo, objeto o recordatorio, dejo las palabras escritas por el Apóstol Pablo a los cristianos de Corinto: “¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?” (1ª Corintios 14:36)
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Impreso en:
C/ Álvaro Cunqueiro, 5 bajo 5 15008 – La Coruña
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