Mil campanas suenas en mi corazón (Poemas sobre ese asunto llamado amor)

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Mil campanas suenan en mi coraz贸n



Mil campanas suenan en mi coraz贸n (Poemas sobre ese asunto llamado amor)


Primera edición, febrero de 2013 Segunda edición, aumentada, febrero de 2015 “MIL CAMPANAS SUENAN EN MI CORAZÓN” (Poemas sobre ese asunto llamado amor)

Diseño de Portada e interiores: Paul Colque Quispe Imágen de portada: Detalle, Mad Dogs, Jack Vettriano Dirección Desconcentrada de Cultura de Arequipa Ministerio de Cultura del Perú Qetzal - Arqueología y Gestión ambiental Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú Tiraje: 1000 ejemplares Impreso en Perú - Printed in Peru


"Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallec铆a Matilde Urbach" (Verso ap贸crifo que Borges puso en boca de Gaspar Camerarius)



Peruanos



Mariano Melgar (Arequipa, 1790 - Umachiri, 1815) Elegía I

¿Por qué a verte volví, Silvia querida? ¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarse mi dolor en más triste despedida! Quiere en mi mal mi suerte deleitarse; me presenta más dulce el bien que pierdo: ¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse! ¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo! Te vi… ¡qué gloria! pero ¡dura pena! Ya sufro el daño de que no hice acuerdo. Mi amor ansioso, mi fatal cadena, a ti me trajo con influjo fuerte. Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena». Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte; este es mi gran dolor, este es mi duelo; en verte busqué vida y hallo muerte. Mejor hubiera sido que este cielo no volviera a mirar y sólo el llanto fuese en mi ausencia todo mi consuelo.

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Cerca del ancho mar, ya mi quebranto en lágrimas deshizo el triste pecho; ya pené, ya gemí, ya lloré tanto ¿Para qué, pues, por verme satisfecho vine a hacer más agudos mis dolores y a herir de nuevo el corazón deshecho? De mi ciego deseo los ardores volcánicos crecieron, de manera que víctima soy ya de sus furores. ¡Encumbradas montañas! ¿Quién me diera la dicha de que al lado de mi dueño, cual vosotras inmóvil, subsistiera? ¡Triste de mí! Torrentes, con mal ceño romped todos los pasos de la tierra, ¡piadosos acabad mi ansioso empeño! Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra; isla sin puerto vuelve las ciudades; y en una sola a mí con Silvia encierra. ¡Favor tinieblas, vientos, tempestades! pero vil globo, profanado suelo, ¿es imposible que de mí te apiades? ¡Silvia! Silvia, tú, dime ¿a quién apelo? no puede ser cruel quien todo cría; pongamos nuestras quejas en el cielo. Él solo queda en tan horrible día, único asilo nuestro en tal tormento, él solo nos miró sin tiranía. Si es necesario que el fatal momento [12]


llegue… ¡Piadoso Cielo! en mi partida benigno mitigad mi sentimiento. Lloro… no puedo más… Silvia querida, déjame que en torrentes de amargura saque del pecho mío el alma herida. El negro luto de la noche oscura sea en mi llanto el solo compañero, ya que no resta más a mi ternura. Tú, Cielo Santo, que mi amor sincero miras y mi dolor, dame esperanza de que veré otra vez el bien que quiero. En sola tu piedad tiene confianza mi perseguido amor… Silvia amorosa. El Cielo nuestras dichas afianza. Lloro, sí, pero mi alma así llorosa, unida a ti con plácida cadena, en la dulce esperanza se reposa, y ya presiente el fin de nuestra pena. (De Poesía completa)

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César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892 - Parí�s, 1938) El poeta a su amada

Amada, en esta noche tú te has crucificado sobre los dos maderos curvados de mi beso; y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado y que hay un viernesanto más dulce que ese beso En esta noche rara que tanto me has mirado la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso En esta noche de septiembre se ha oficiado mi segunda caída y el más humano beso Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos; se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura; y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura los dos dormiremos, como dos hermanitos.

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Idilio Muerto

Qué estará haciendo esta hora mi andina y dulce Rita de junco y capulí; ahora que me asfixia Bizancio, y que dormita la sangre, como flojo cognac, dentro de mí. Dónde estarán sus manos que en actitud contrita planchaban en las tardes blancuras por venir; ahora, en esta lluvia que me quita las ganas de vivir. Qué será de su falda de franela; de sus afanes; de su andar; de su sabor a cañas de mayo del lugar. Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje, y al fin dirá temblando: «Qué frío hay… Jesús!» y llorará en las tejas un pájaro salvaje. De codos yo en el muro, cuando triunfa en el alma el tinte escuro y el viento reza en los ramajes yertos llantos de quenas, tímidos, inciertos. suspiro una congoja, al ver que en la penumbra gualda y roja llora un trágico azul de idilios muertos! (De Los heraldos negros)

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César Moro (Lima, 1903-1956) Carta de amor

Pienso en las holoturias angustiosas que a menudo nos circundaban al acercarse el alba cuando tus pies más cálidos que nidos llameaban en la noche con una luz azul y tachonada de lentejuelas Pienso en tu cuerpo que hacía del lecho el cielo y las supremas montañas de la única realidad con sus valles y sus sombras con la humedad y los mármoles y el agua negra reflejando todas las estrellas en cada ojo ¿No era tu sonrisa el bosque retumbante de mi infancia no eras tú la fuente la piedra desde hace siglos escogida para recostar mi cabeza? Pienso tu rostro brasa inmóvil de donde proceden la vía láctea y esta inmensa desazón que me torna más loco que una lámpara bellísima balanceada sobre el mar Intratable a tu recuerdo la voz humana me es odiosa siempre el rumor vegetal de tus palabras me aísla en la noche total donde resplandeces con una negrura más negra que la noche. Toda idea de lo negro es endeble para expresar la vasta ululación de lo negro sobre negro esplendiendo ardientemente Ya nunca olvidaré [16]


Pero quién habla de olvido en la prisión en que tu ausencia me deja en la soledad en que este poema me abandona en el destierro en que me encuentra cada hora Ya nunca despertaré Ya no resistiré el asalto de las inmensas olas que vienen del dichoso paisaje que tú habitas Demorándome afuera bajo el frío nocturno me paseo sobre esta encumbrada tabla de donde se cae de golpe Yerto bajo el espanto de sueños sucesivos y agitado en el viento de años de ensueño prevenido de aquello que termina por encontrarse muerto en el umbral de castillos abandonados en el lugar y a la hora convenidos pero inhallables en las llanuras fértiles del paroxismo y del único objetivo este nombre antes adorado en el cual pongo toda mi destreza en deletrear siguiendo sus transformaciones alucinatorias Así una espada atraviesa de parte a parte una bestia o bien una ensangrentada paloma cae a mis pies convertidos en roca de coral sustento de despojos de aves carnívoras Un grito repetido en cada teatro vacío a la hora del inefable espectáculo Un hilo de agua que danza ante el telón de terciopelo rojo en las llamas de las candilejas Desaparecidos los bancos de la platea acumulo tesoros de madera muerta y de hojas vivaces de plata corrosiva No se contenta ya con aplaudir se aúlla mil familias momificadas tornan innoble el paso de una ardilla Decoración amada donde veía equilibrarse una fina lluvia [17]


encaminándose veloz hasta el armiño de una pelliza abandonada en el calor de un fuego de alba que intentaba dirigir sus quejas al rey así abro por completo la ventana sobre las nubes vacías reclamando a las tinieblas inundar mi rostro borrar la tinta indeleble el horror del ensueño a través de los patios abandonados a las pálidas vegetaciones maniáticas En vano exijo la sed al fuego en vano hiero las murallas a lo lejos caen los telones precarios del olvido agostados ante el paisaje retorcido en la tempestad (De Lettre d’amour. Versión de Emilio Westphalen)

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Guillermo Mercado (Arequipa, 1904 – 1983) La Asunta

La Asunta se había ido con el alba una mañana, desde entonces las madrugadas derraman la fragancia a geranio de su resuello y las acequias que peinaron sus trenzas y lavaron su alegría, hoy se sueñan ojerosas con el cielo pequeño de su cara en la huerta los gorriones buscan el corazón de la muchacha, y el aire obstinado deshoja el recuerdo DE SUS SENOS aún tiemblan goterones de su voz en los eucaliptus, desde la vez última que los mojara la cascada de su risa AHORA SIN LA ASUNTA sin sus dos ojos grandes donde las chacras se recogían en rebaño obediente todas las tardes, ahora sin su alma, a dónde irán los paisajes, dónde descansará la sombra de los árboles, dónde el Sol su bullicio, dónde hará el agua su remanso más dulce SIN ELLA, SIN LA ASUNTA el pueblo sudoroso en qué caderas guardará sus domingos. (De Tremos)

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Carlos Oquendo de Amat (Puno, 1905 – Guadarrama, 1936) a

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ataré mi corazón como una cinta a tus trenzas

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Aldeanita de seda

Porque en una mañanita de cartón (a este buen aventurero de emociones) Le diste el vaso de agua de tu cuerpo y los dos reales de tus ojos nuevos

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Tus dedos sí que sabían peinarse como nadie lo hizo mejor que los peluqueros expertos de los trasatlánticos ah y tus sonrisas maravillosas sombrillas para el calor tú que llevas prendido un cine en la mejilla junto a ti mi deseo es un niño de leche cuando tú me decías la vida es derecha como un papel de cartas y yo regaba la rosa de tu cabellera sobre tus hombros por eso y por la magnolia de tu canto qué pena la lluvia cae desigual como tu nombre

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Tu bondad pintó el canto de los pájaros

y el mar venía lleno de tus palabras de puro blanca se abrirá aquella estrella y ya no se volarán nunca las dos golondrinas de tus cejas el viento mueve las velas como flores yo sé que tú estás esperándome detrás de la lluvia y eres más que tu delantal y tu libro de letras eres una sorpresa perenne DENTRO DE LA ROSA DEL DÍA (De 5 metros de poemas)

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Martín Adán (Lima, 1908 – 1985) La casa de cartón (Fragmento)

Mi primer amor tenía doce años y las uñas negras. Mi alma rusa de entonces, en aquel pueblecito de once mil almas y cura publicista, amparó la soledad de la muchacha más fea con un amor grave, social, sombrío, que era como una penumbra de sesión de congreso internacional obrero. Mi amor era vasto, oscuro, lento, con barbas, anteojos y carteras, con incidentes súbitos, con doce idiomas, con acechos de la policía con problemas de muchos lados. Ella me decía, al ponerse en sexo: Eres un socialista. Y su almita de educanda de monjas europeas se abría como un devocionario íntimo por la parte que trata del pecado mortal. Mi primer amor se iba de mí, espantada de mi socialismo y mi tontería, “No vayas a ser socialista...” Y ella se prometió darse al primer cristiano viejo que pasara, aunque éste no llegara a los doce años. Solo ya, me aparté de los problemas sumos y me enamoré verdaderamente de mi primer amor. Sentí una necesidad agónica toxicomaníaca, de inhalar, hasta reventarme los pulmones, el olor de ella; olor de escuelita, de tinta china, de encierro, de sol en el patio, de papel del estado, de anilina, de tocuyo vestido a flor de piel –olor de la tinta china, flaco y negro-, casi un tiralíneas... Y esto era mi primer amor. Mi segundo amor tenía quince años de edad. Una llorona con la dentadura perdida, con trenzas de cáñamo, con pecas en todo el cuerpo, sin familia, sin ideas, demasiado futura, excesivamente femenina. Fui rival de un muñeco de trapo y celuloide que no ha cía sino reírse de mí con una bocaza de pilluela y estúpida. Tuve que entender un sinfín de cosas perfectamente ininteligibles. Tuve que decir un sin fin de cosas perfectamente indecibles. Tuve que salir bien en los exámenes, con veinte –nota sospechosa, vergonzosa, [23]


ridícula: una gallina delante de un huevo- Tuve que verla a ella mimar a sus muñecas. Tuve que oírla llorar por mí. Tuve que chupar caramelos de todos los colores y sabores. Mi segundo amor me abandonó como en un tango: Un malevo... Mi tercer amor tenía los ojos lindos, y las piernas muy coquetas, casi cocotas. Hubo que leer a Fray Luis de León y a Carolina Invernizzio. Peregrina muchacha... no sé por qué se enamoró de mí. Me consolé de su decisión irrevocable de ser amiga mía después de haber sido casi mi amante, con las doce faltas de ortografía de su última carta. Mi cuarto amor fue Catita. Mi quinto amor fue una muchacha sucia con quien pequé casi en la noche, casi en el mar. El recuerdo de ella huele como ella olía, a sombra de cinema, a perro mojado, a ropa interior, a repostería, a pan caliente, olores superpuestos y, en sí mismos, individualmente, casi desagradables, como las capas de las tortas, jengibre, merengue, etcétera. La suma de olores hacía de ella una verdadera tentación de seminarista. Sucia, sucia, sucia... Mi primer pecado mortal.

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Luis Fabio Xammar (Pasco, 1911 – Antioquí�a, 1947) Romance de la chola de Ripan

Cholita del caserío, puro verano en la boca con el sabor agridulce, mismo de la zarzamora. Contigo bajé del monte con sombrero y poncho habano cual si fuera de vicuña, a adorar la cruz de mayo. Contigo aprendí a hurtadillas nuevas ternuras salvajes; casi me olvidé la estancia de pirca en los roquedales. Casi me olvidé mi nombre, casi me enveté en un huino, casi nos desconocimos cuando nos emborrachamos. Cholo estanciero, a tu pueblo bajé por tu disimulo; mañana amaneceremos lejos —los dos—, una y uno.

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Mi ganado será tuyo. Tu cara mía en el frío. Mordiendo dicha en las noches, tu cuerpo lindo de abrigo. ¡Ah tu cariño de chola! ¡Ah tu fuerza! ¡Ah tu ternura! ¡Ah tus dos senos saltando, redondos como la luna!

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Jorge Eduardo Eielson (Lima,1924 - Milán, 2006) He aquí el amor

He aquí el amor. Repito: He aquí el amor. Pero mejor hablaremos de esta puerta. Una puerta es una puerta a la que yo golpeo día y noche, a la que yo golpeo día y noche, a la que yo golpeo día y noche. Y aunque nadie responda, y aunque nadie responda, y aunque nadie responda, el aire es el aire de todos los dias, las plantas son verdes como siempre, y el mismo cielo esférico me envuelve lunes, martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo. ¿Pero, qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? En cambio, esta puerta es indudable; por ella entro y salgo día y noche hacia los verdes campos que me esperan, hacia el mismo cielo esférico y perenne.

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¿Pero qué puedo yo decir del amor? ¿Qué puedo yo decir del amor? ¿qué puedo yo decir del amor? Mejor sigo hablando de esta puerta

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Primera muerte de María

A pesar de sus cabellos opacos, de su misteriosa delgadez, de su tristeza áurea y definitiva como la mía, yo adoraba a mi esposa, alta y silenciosa como una columna de humo. María vivía en un barrio pobre, cubierto de deslumbrantes y altísimos planetas, atravesado de silbidos, de extrañas pestilencias y de perros hambrientos. Humedecido por las lágrimas de María todo el barrio se hundía irremediablemente en un rocío tibio. María besaba los muros de las callejuelas y toda la ciudad temblaba de un violento amor a Dios. María era fea, su saliva sagrada. Las gentes esperaban ansiosas el día en que María, provista de dos alas blancas, abandonase la tierra sonriendo a los transeúntes. Pero los zapatos rotos de María, como dos clavos milenarios, continuaban fijos en el suelo. Durante la espera, la muchedumbre escupía la casa, la melancolía y la pobreza de María. Hasta que aparecí yo como un caballo sediento y me apoderé de sus senos. La virgen espantada derramó una botella de leche y un río de perlas sucedió a su tristeza. María se convirtió en mi esposa. [29]


Algún tiempo más tarde, María caía a tierra envuelta en una llamarada. Esposo mío —me dijo— un hijo de tu cuerpo devora mi cuerpo. Te ruego, señor mío, devuélveme mi perfume, mi botella de leche, mi barrio miserable. Yo le acerqué su botella de leche y le hice beber unos sorbos redentores. Abrí la ventana y le devolví su perfume adorado, su barrio polvoriento. Casi enseguida, una criatura de mirada purísima abrió sus ojos ante mí, mientras María cerraba los suyos cegados por un planeta de oro: la felicidad. Yo abracé a mi hijo y caí de rodillas ante el cuerpo santo de mi esposa: apenas quedaba de él un hato de cabellos negros, una mano fría sobre la cabeza caliente de mi hijo. ¡María, María —grité— nada de esto es verdad, regresa a tu barrio oscuro, a tu melancolía, vuelve a tus callejuelas estrechas, amor mío, a tu misterioso llanto de todos los días! Pero María no respondía. La botella de leche yacía solitaria en una esquina, como en un cono de luz divina. En la oscuridad circundante, toda la ciudad me reclamaba a mi hijo, repentinamente henchida de amor a María. Yo lo confié al abrigo y la protección de algunos bueyes, cuyo aliento cálido me recordaba el cuerpo tibio y la impenetrable pureza de María. (De Poesía escrita)

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Nicomedes Santa Cruz (Lima, 1925 – Madrid, 1992) El desprecio

Me despreciaste por negro y yo te quise por blanca que maldito sea el color que separó nuestras almas. Por un instante quise yo que el sol nublara mis esperanzas pero la noche no le quiso dar el color a mi alma. Y la culpa la tengo yo porque creí que ese amor cuando se quiere de veraz no se fija en el color. Te burlas de mi porque tengo esta piel negra que tanto te espanta, que tanto maldices que tanto desprecias. Mucho más blanca que tú tengo el alma y las entrañas. Por eso te digo mujer si Dios es más grande del mundo, porque me desprecias si tu al lado de Él: no eres nada. [31]


Razón tenía mi madre cuando supo que te amaba se compadecía de mi. Es que sabía la pobre como queremos los negros y como los blancos desprecian el color de nuestras almas. Mira, aunque mis ojos son tan negros lloran lágrimas blancas. Me despreciaste por negro y yo te quise por blanca.

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Blanca Varela (Lima, 1926 – 2009) Monsieur Monod no sabe cantar

querido mío te recuerdo como la mejor canción esa apoteosis de gallos y estrellas que ya no eres que ya no soy que ya no seremos y sin embargo muy bien sabemos ambos que hablo por la boca pintada del silencio con agonía de mosca al final del verano y por todas las puertas mal cerradas conjurando o llamando ese viento alevoso de la memoria ese disco rayado antes de usarse teñido según el humor del tiempo y sus viejas enfermedades o de rojo o de negro como un rey en desgracia frente al espejo el día de la víspera y mañana y pasado y siempre noche que te precipitas (así debe decir la canción) cargada de presagios perra insaciable (un peufort) madre espléndida (plus doux) paridora y descalza siempre para no ser oída por el necio que en ti cree [33]


para mejor aplastar el corazón del desvelado que se atreve a oír el arrastrado paso de la vida a la muerte un cuesco de zancudo un torrente de plumas una tempestad en un vaso de vino un tango el orden altera el producto error del maquinista podrida técnica seguir viviendo tu historia al revés como en el cine un sueño grueso y misterioso que se adelgaza the end is the beginning una lucecita vacilante como la esperanza color clara de huevo con olor a pescado y mala leche oscura boca de lobo que te lleva de Cluny al Parque Salazar tapiz rodante tan veloz y tan negro que ya no sabes si eres o te haces el vivo o el muerto y sí una flor de hierro como un último bocado torcido y sucio y lento para mejor devorarte querido mío adoro todo lo que no es mío tú por ejemplo con tu piel de asno sobre el alma y esas alas de cera que te regalé y que jamás te atreviste a usar [34]


no sabes cómo me arrepiento de mis virtudes ya no sé qué hacer con mi colección de ganzúas y mentiras y con mi indecencia de niño que debe terminar este [cuento ahora que ya es tarde porque el recuerdo como las canciones la peor la que quieras la única no resiste otra página en blanco y no tiene sentido que yo esté aquí destruyendo lo que no existe querido mío a pesar de eso todo sigue igual el cosquilleo filosófico después de la ducha el café frío el cigarrillo amargo el Cieno Verde en el Montecarlo sigue apta para todos la vida perdurable intacta la estupidez de las nubes intacta la obscenidad de los geranios intacta la vergüenza del ajo los gorrioncitos cagándose divinamente en pleno cielo de abril Mandrake criando conejos en algún círculo del infierno y siempre la patita de cangrejo atrapada en la trampa del ser o del no ser o de no quiero esto sino lo otro tú sabes esas cosas que nos suceden y que deben olvidarse para que existan verbigracia la mano con alas y sin mano [35]


la historia del canguro —Aquélla de la bolsa o la vida— o la del capitán encerrado en la botella para siempre vacía y el vientre vacío pero con alas y sin vientre tú sabes la pasión la obsesión la poesía la prosa el sexo el éxito o viceversa el vacío congénito el huevecillo moteado entre millones y millones de huevecillos moteados tú y yo you and me toi et moi tea for two en la inmensidad del silencio en el mar intemporal en el horizonte de la historia porque ácido ribonucleico somos pero ácido ribonucleico enamorado siempre (De Canto villano)

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Carlos Germán Belli (Lima, 1927) Poema

Nuestro amor no está en nuestros respectivos y castos genitales, nuestro amor tampoco en nuestra boca, ni en las manos: todo nuestro amor guárdase con pálpito bajo la sangre pura de los ojos. Mi amor, tu amor esperan que la muerte se robe los huesos, el diente y la uña, esperan que en el valle solamente tus ojos y mis ojos queden juntos, mirándose ya fuera de sus órbitas, más bien como dos astros, como uno. (De Poemas)

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Aníbal Portocarrero (Arequipa, 1930 - Lima, 2015) A manera de una súplica

Amada dime dónde vives ahora, lejos del mundo, casi en el silencio, donde el viento siente tu presencia y canta, derramada en mi nostalgia como una palabra triste. Dónde, dónde, dime amada se alza tu cuerpo contra el cielo. Déjame una palabra, tu voz definitiva, déjame partir hacia tu estrella donde estás como una catedral de olvido, no te vayas para siempre, deja que mis manos sepulten tu ternura y que no haya sino este silencio que baja de mis ojos como un invierno. (De Memoria de la destrucción)

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Francisco Bendezú (Lima, 1928 – 2004) Twilight A Mercedes Yo soy el granizo que entra aullando por tu pecho desquiciado. Soy tu boca. Yo atesoré a ras del sueño, debajo de las horas, el latido de tus pasos por el polvo de Santiago, y tu densa fragancia de magnolia, y tu lenta cabellera con perfil de éxtasis o algas, y el ardor fulmíneo de tus ojos, que de noche, como naves sobre el mar, la bruma iluminaban. Como guijarros de playa, o nostálgicos boletos entre cintas y violetas olvidados, enterré en mi corazón la línea de tu frente, la piedra gastada de tus codos, tus sílabas nocturnas, el fulgor de tus uñas, tus sonrisas, la loca luz de tus sienes. ¿No sientes trasminar mi dolor a través de tu cuchara? Mi memoria quedó tal vez en ti como las ediciones vespertinas [39]


en las bancas de los parques desahuciadas. Tu sombra es mi tintero. Juventud. ¡Juventud mía! ¿Qué tumbos socavaron la torre más alta de mi vida? ¡No habrá nunca hilo más puro que tu larga mirada desde lo alto de las escaleras, ni lampo de cometa comparable a la curva nevada de tus dientes! Cantaba la mañana en las pálidas cortinas y la hierba. El tiempo cintilaba en tus vidrieras como solo una vez el tiempo parpadea. Ya no estás entre las flores. Ni volverás jamás a estarlo ¿Qué tu amor sino labios que escrituras en el viento fueron? ¡Yo quiero que me digan si el amor, como los pájaros, se va a morir al cielo! Me acuerdo de una noche de trenzas y peldaños, y óxido, y collares, me acuerdo, como ayer, de lo futuro. ¡Quiero acuñar, como el otoño, medallas en las calles, o beberme llorando tu ausencia en los teléfonos, o correr, correr a ciegas por los tejados de todas las ciudades [40]


hasta perderme para siempre o encontrarte! ¡Otra vuelta estar contigo! Oh día de verano extraviado en alta mar como una mariposa! Contra el flujo incoercible de los años los días, uno a uno, absurdamente buscan tu lámpara en las sombras, no la penumbra, no el espejo de la muerte, sino el cristal de la esperanza: tu ventana que solo está en la Tierra. ¡Aspersiones de ceniza para tu boca cerrada! Otra vez tengo veinte años, y sonámbulo, y en llanto a la puerta de tu casa estoy llamando, al pie de tu reja, como antaño, bajo la lluvia sin telón ni máscaras ni agua. ¡Oh zumbantes calendarios que en vano el cierzo, como a encinas, deshojara! ¡No me digas que te quise! Te quiero. Te debía este lamento, y aunque un grito mi sangre apenas sea, también te lo debía: un solo interminable de un corazón en las tinieblas. (De Cantos)

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José Ruiz Rosas (Lima, 1928)

ESTA MADERA fiel de dura pose, tálamo, ara nupcial del himeneo, testigo cada vez que te poseo aun cuando ausente de su fibra el goce. Esta caoba nuestra, a cuyo roce, a cuya sola vista urde el deseo, cómplice mudo, compañera, veo que es orgánica, al fin, y nos conoce. Ahora sin tu estar puede que cruja con un sonido amante, y que nos llame como un planeta enorme, inútil caja. Pero mañana, cuando en ti derrame la esencia toda original que embruja, nos cantará otra vez mientras te ame. (De Sonetos conyugales)

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Luis Hernández (Lima, 1941 – Buenos Aires, 1977)

LO MEJOR que me Sucedió fue Haberte conocido How can I see you, No, how, no, because My love. Un día Conocí el poder Ligero de la palabra: Yo tartamudeaba En frases, Con los ojos: tales Ojos que en el mar Se agotan. Que En el mar pierden Un reflejo, el asfalto? Dime? Oíste allá Lontano de mi corazón: Era un atardecer Inexplicable Y tú tañías Las cercanas hojas Del geranio, hiedra. Agua que desciendes Y también eres hiedra, Sombra que [43]


No eres mía Pero refractas Los mágicos colores Que soñaste Sombra que No eres mía: Yo conozco de ti La forma cómo besas el tiempo Creo además, Que es lo único Que tengo

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Chanson D’Amour

Habiendo robado Lluvia de tu jardín Y tocado tu cuerpo Me duermo No se culpe a nadie De mi sueño (De Vox horrisona)

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Antonio Cisneros (Lima, 1942 – 2012) Tercer movimiento ( Affettuosso )

Para hacer el amor debe evitarse un sol muy fuerte sobre los ojos de la muchacha, tampoco es buena la sombra si el lomo del amante se achicharra para hacer el amor. Los pastos húmedos son mejores que los pastos amarillos pero la arena gruesa es mejor todavía. Ni junto a las colinas porque el suelo es rocoso ni cerca de las aguas. Poco reino es la cama para este buen amor. Limpios los cuerpos han de ser como una gran pradera: que ningún valle o monte quede oculto y los amantes podrán holgarse en todos sus caminos. La oscuridad no guarda el buen amor. El cielo debe ser azul y amable, limpio y redondo como un techo y entonces la muchacha no verá el dedo de Dios. Los cuerpos discretos pero nunca en reposo, los pulmones abiertos, las frases cortas. Es difícil hacer el amor pero se aprende. (De Agua que nos has de beber)

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José Watanabe (Laredo, 1945 – Lima, 2007) Cuatro muchachas alrededor de una manzana La música de Susana tocaba las lujuriosas fibras

Wallace Stevens

La manzana es alianza del hombre y su deseo. Y así perdura bajo mis uñas, inacabable en estridencia de la guitarra. Pienso en la frente del viejo Beethoven que he propuesto como una pausa; pero la manzana acecha y codicia en silencio el viejo fuego en la risa demasiado suelta de cuatro muchachas que hacen del fuego juego de entrega, juego y juego que me obligan a parapetos que me humillan: forzo gesto que no acostumbro como sonrisas condescendientes como miradas que se refugian en los rincones. En verdad que en el asalto nunca he sido ducho, sé que mi viejo caballo está hecho para dilatadas acechanzas y ante ellas de estos tiempos de desenfado se intimida no se consume ni en hoguera ni en discordia. Celebro el rasgueo vertiginoso de la guitarra en la fonola y mientras ellas aplauden yo sueño procacidades, me miro [47]


los dedos que ya no llevan guantes para arrojar al suelo y decido mi retiro, sin discordias y a desgana, mientras va devorándose sola mi manzana. Dormías como un suspiro perdido en el espacio retozando en las playas de océanos viejos y desconocidos jugando con la brisa que aquella tarde era un amor lejano querías para tus recuerdos como en los cuentos que escuchabas de niña urnas de cristal en medio de algún bosque encantado el pasado extendía para ti sombras cada vez más lejanas. Gemías cuándo tus sueños juveniles despeinaban dulcemente tus cabellos querías flotar en el tiempo de la Atántida coronada en algún reino mítico 3,000 años antes del dolor y avanzabas batiendo rítmicamente tu cuerpo de gacela perdida en los reinos de Enrique IV. No querías recordar pero tus cabellos mecidos por el silencio lloraban al compás de una melodía de Joan Báez te perseguían cinco continentes extasiados pero nadie osaba tocarte una noche mi ilusión te hizo fulgurar en el cielo más lejano allá donde no alcanza mi mirada muchas noches de desesperación acabaron por gritarme en pleno rostro como el corcho indiscreto de una íntima champaña francesa muchos siglos mis sueños durmieron como un poema escrito en la playa allá donde no pueden alcanzar las olas. Sólo el continente de tu mirada osaba despertarme de tarde en tarde [48]


El trasnochado

Mientras mi mujer duerme con sus dulces entrañas cerradas, algunas noches mi pene despierta. Solo estamos tú y yo, solos, le digo, ella dormirá hasta mañana. Mira alrededor. Una vena azul cruza toda su tristeza. Escucha la canción del deseo que nunca tiene sentido. Luego pregunta: ¿Otras? El mundo se ha acabado, ya no hay más mujeres, le digo. Ninguna mentira lo derrota, y porfía: ¿y los ángeles? El cielo también se ha acabado, y las sirenas y todas la quimeras. Entonces suspira, se emboza y se queda dormido. (De Poesía completa)

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Walther Márquez (Arequipa, 1945) Déjalo pues que se ilumine

El bosque se ilumina, déjalo pues que se ilumine, solo, en sus propias hojas. Y esa savia que asciende, ella sola se conduce. Cuando el naranjo florece y de súbito el bosque es una hoja de fuego, déjalo pues que se ilumine, Y tú pasas, circundas su tallo, voluptuosamente amas sus estrías, pero el verde esmeralda de sus hojas solo habla al contacto sonoro de la luz de la luna. Tú hablas, siempre hablas, no sabes … el silencio de la música. La miel que baja por el dorso del manzano es solo, la miel que baja, para el manzano. En vano intentan tu boca, tus ojos, regocijarse con su deliciosa luz. [50]


Déjalo pues que se ilumine, el bosque se ilumina, solo, en sus propias hojas. El finito estremecimiento dichoso de una hoja en su propia luz es un temblor anaranjado. La aromada lluvia cae amorosamente. Ajenjo, caída del viento, sol. Sumergido en licor de oro, camino, oh sueño: El bosque se ilumina. Déjalo pues que se ilumine, solo, en sus propias hojas (De Poesía reunida)

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Abelardo Sánchez León (Lima, 1947) Del roce de nuestras piernas

Del roce de nuestras piernas asomará un varón o una hembra. Y tendrá el cabello largo como el heno que acariciamos entre gritos esta noche. Esparciremos un blanco semen y goteará en los tejados, se recostará en los flancos, girará en la brisa como eco quiñado en nuestras manos. (Nacimos desnudos y salvajes, Estirándonos gruesos muñones cercenados en el frío de la distancia, ya calmados del brío fogoso, de la hoguera ardiente, de la noche cubierta de espasmos y estrellas. Nacimos removiendo nuestros cuerpos deformes y depilados, con el viento calmo esperando remover el astillado lecho, donde los padres se revolcaban con el sudor de las sábanas entre sus muslos agitados). De esta noche nacerá un varón o una hembra con el roce de nuestra piernas. En tu vientre nutrirás carne tuya con tu propia carne. Desde la ingle sentirás los dolores y su cabeza irá creciendo hasta abarcar todo el cuerpo. Donde vayas irá contigo. Donde calles callará contigo. Donde duermas dormirá contigo. Lo alimentarás con la sangre y la carne. [52]


Y se irá de un tirón cuando estés echada sudando todo el peso de su silencio. Déjame acariciar tu piel como agua deslizándose entre mis manos. Recostar el cuello en el vientre y revolcarnos hasta oscurecer la noche. Desnudemos nuestros cuerpos con la brisa y que el olor del heno nos cubra esperando la mañana en el hastío inmóvil. Sólo nos pertenece esta noche. Se lo llevarán como nos arrancaron a nosotros de los brazos, se arrastrará en las calles escalando los elaborados peldaños. Irá donde tú no vayas. Callará donde tú no hables. Dormirá donde tú no duermas. Está amaneciendo y veo las barbas del tiempo sobre nuestras sombras. Abrázame: que se aleje con el sudor de los dos cuerpos, y su piel olerá como el heno de la noche. (De Poemas y ventanas cerradas)

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Manuel Morales (Iquitos, 1947 – Porto Alegre, 2007) Y se me ocurre pensar A Evanice M. Signori Es hermosa porque es joven y está enamorada Vasco Pratolini

Y se me ocurre que al otro lado del mundo el amor siempre perdurará como aquel último jazz que el orgullo no alcanzó a quemar y/o colgar sobre la tierra. Y siempre estaremos desnudos convertidos en nuestra propia piel radiante Es decir libres de vanidad llenos de sabiduría como el agua. Y aun con nuestra soledad llena de pájaros pondremos ojos gigantes a la lluvia/ para que nos mire y nos oiga con la más curiosa extrañeza/ para que riegue la rosa que crecerá eterna en la Rua Silva Jardín s/n allá al otro lado del mundo en Palmeiras.

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Y así iremos edificando una tras otra la primavera en cualquier calle del mundo/ con grandes y pequeñas palabras voces que nos enseñarán hablar y/o gritar llamando a Gelinho & Ana Maris & Oneida & a Enedir con ojos y cuchillos a desconocidos sin nombre -sin sombras detrás de sus mundosen el cine donde nuestro amor respiró el gesto la adhesión de miles y millones de enamorados. Y se me ocurre pensar que somos bellos. /Bello es también todo "lo que se ama y permanece": una esquina una calle una mujer que escucha que intuye el olor del mar y la historia secreta de las piedras. (Bello es estar desnudos involucrados en la nomenclatura de la carne/el amor/el mundo/ mientras nuestra raíz se erige o mientras escuchamos la última noticia subversiva relacionada con el Capitán Lamarca detectado en Sao Paulo y Bahía y Minas Gerais es decir: en todo Brasil (PORQUE EL ES EL BRASIL INVISIBLE). Y pienso que al otro lado del mundo, [55]


mi mundo dio 20,000 millones de vueltas. Y el amor siempre perdurará como aquel último jazz que el orgullo no alcanzó a quemar y/o colgar sobre la tierra.

(De Antología de la poesía peruana II de Alberto Escobar)

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Si tienes un amigo que toca tambor

Si tienes un amigo que toca tambor Cuídalo, es más que un consejo, cuídalo. Porque ahora ya nadie toca tambor, Más aún, ya nadie tiene un amigo. Cuídalo, entonces, Que ese amigo guardará tu casa. Pero no lo dejes con tu mujer, recuerda Que es tu mujer y no la de tu amigo. Si sigues este consejo, vivirás Mucho tiempo. Y tendrás tu mujer Y un amigo que toca tambor. (De Poemas de entrecasa)

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María Emilia Cornejo (Lima , 1949 – 1972) Soy la muchacha mala de la historia

Soy La muchacha mala de la historia La que fornicó con tres hombres Y le sacó cuernos a su marido. Soy la mujer Que lo engaño cotidianamente Por un miserable plato de lentejas, La que le quitó lentamente su ropaje de bondad Hasta convertirlo en una piedra Negra y estéril Soy la mujer que lo castró Con infinitos gestos de ternura Y gemidos falsos en la cama Soy La muchacha mala de la historia. (De En la mitad del camino recorrido)

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Giovanna Polarollo (Tacna, 1952) Una noche Me gustaría dormir y al despertar ver que todo ha cambiado en mi vida. Raymond Carver Haz que él vuelva, suplica. Desolado arrepentido enamorado pero si es mucho pedir aburrido y cansado medio dormido, no importa pero tráemelo a cambio yo prometo vestirme de morado no ir al cine un mes un año dejar de fumar, por siempre pídeme lo que quieras pero haz que vuelva. Te lo ruego Señor. Amén. Se persigna y espera adivina el sonido de una llave la puerta que se abre pero El es sordo [59]


y ciego no la mira, la ha olvidado condenado a los infiernos del amor. Y ensaya la fórmula de su abuela en lugar de hilvanar promesas y oraciones contará ovejas hasta que llegue el sueño y no tendrá que saldar cuentas más que con los animales que acompañaron su noche. (De Entre mujeres solas)

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Ya no eres el joven al que amé Mucho me temo que en su cabeza estoy mezclado con otra persona. Raymond Carver le dije. Y no es su culpa. Yo tampoco soy la hermosa muchacha que eligió. (y a veces creo que es su culpa). Pero aun cuando el tiempo no hubiera mellado mi cara mis manos, mis piernas mi pelo aun cuando el tiempo hubiera dejado intacta mi manera de hablar y de caminar yo sería para él la hermosa muchacha que amó. Pantalón a cuadros beige. Polo anaranjado. Pelo largo, amigos impredecibles. Sin oficio ni beneficio. Ni camino a. A ese joven amé deslumbrada y temerosa. Recuerdo el pantalón beige a cuadros la noche, la primera noche cuando nos besamos en la sala de mi casa. Todos dormían vimos el reloj a la una y nos levantamos del sofá [61]


nos volvimos a besar para despedirnos. Entre el sofá y la puerta de calle dieron las cuatro de la mañana. Ese amanecer él dijo: ven conmigo, puedes confiar en mi Ese joven al que amé deslumbrada y temerosa me regaló un anillo juró que nunca dejaría de amarme y yo le creí. Pero ahora dice que el tiempo es como una orilla que el mar abandona me pide que deje de reclamar y de llamarlo mentiroso, que ha madurado, a Dios gracias antes solo vivía de sueños y no tenía carácter. Él no era ese joven Ya no es el joven al que amé. Lo confundo con alguien a quien él ni siquiera puede recordar. (De Entre mujeres solas)

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Oswaldo Chanove (Arequipa, 1953) Amor eterno

Los amores eternos tienen un problema: son Imposibles El amor eterno anida en un trozo de la vida como anida el virus en El sistema de la sangre El misterio del amor eterno es un misterio sin solución El misterio del amor eterno tiene su origen en que Una fracción eterna de la vida Es más potente que El resto de la vida Es más potente que Los días apacibles Es más potente que los logros inmensos de la civilización humana Los amores que en la vida Son atacados de pronto por un trozo eterno del amor No se terminan Nunca Nunca Aunque Pueden morir Es cierto Mueren

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Los amores eternos son demasiado eternos para ser completamente reales y Un día cualquiera ella dice Basta ya Basta ya O él se cansa de no saber seguir siendo feliz y Bota espuma por la boca O todo el mundo lucha contra el amor eterno porque el amor eterno es Irracional Antisocial Absurdo Una maldita maldición que le pasa a uno cuando está completamente enamorado Un trozo peligroso que Destroza vidas Produce llantos Y gritos Y aullidos Y hasta inventa las traiciones Porque hay quien cree que el amor eterno es sólo un trozo de cristal Y que es suficiente Dejar caer el amor eterno Para que estalle Pero cuando el amor eterno se esfuma un día cualquiera Pero cuando el amor eterno Se hace invisible por la mañana o por la noche Y parece que no fue nunca que Nunca existió Que el amor eterno No existe en realidad que Es una mentira que Todo está apagado en el maldito tablero que [64]


Todos aquellos actos Salvajes Los besos encendidos Los himnos en medio de la cama Todo eso Todo eso No fue nada Sólo un extraño caso de enfermedad en el país Una erupción, unos espasmos Un cuadro clínico que se puede registrar en aparatos Y que además Tiene remedio Sí, sí Sólo hay que sofocar la fiebre con violentas inmersiones Sólo hay que arrancar algo que está enterrado entre las venas Y luego quemar los cuerpos Alejarlos para siempre de la plaza De las calles De la casa Para que por fin los días de paz regresen al hogar Y todos podamos hacer nuestros deberes Y tener hijos Y hasta decir te amo Sin vergüenza. (De Canción de amor de un capitán de caballería para una prostituta pelirroja)

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Preguntas frecuentes ¿Qué es el amor? Es un fenómeno equivalente al contacto entre dos sustancias químicas. Si se precipita una reacción ambas serán transformadas.1 ¿Por qué el amor es problemático? Porque el amor nos arrastra a un universo con reglas propias y excluyentes. Por eso cesamos de orientarnos apenas el ardor se apaga.2 ¿Por qué los individuos singulares nunca encuentran su alma gemela? Porque si la encuentran dejan inmediatamente de ser singulares.3 ¿Por qué el triángulo amoroso es un género tan recurrente en el cine y la literatura? Porque no hay triángulo, por obtuso que sea, sin que la circunferencia de algún círculo pase por sus condenados vértices.4 ¿Qué le pregunta el amante a su amada? Existen millones de tipos felices que no te conocen. ¿Por qué soy el único que únicamente puedo ser feliz conociéndote?5 ¿Qué es lo primero que se piensa frente a la felicidad ajena? Nadie puede ser tan feliz sin ser castigado.6 ¿Cuál es el recurso preferido de los románticos irreductibles? Encontrar a la pareja ideal y entonces cambiarla.7 ¿Cuál es el problema del amor? El problema del amor es que a uno se le mete en la cabeza eso de ser feliz.8 ¿Qué es la pasión? La pasión es como el dinero: se ahorra durante mucho tiempo y se gasta en un solo instante.9 ¿Qué es lo que hay en lo más hondo del enamoramiento? En lo más profundo de cualquier enamoramiento ciego e insensato crece el odio hacia el ser amado, que posee la única llave existente de la felicidad.10 ¿Qué dice el amante luego de un desencuentro con su amada? [66]


Ella siempre habla mal de mí, pero no deja de nombrarme. Que me muera si no me ama. ¿Qué por qué lo sé? Porque me pasa lo mismo. Reniego continuamente de ella. Que me muera si no la amo.11 ¿Qué es el amor? Un maldito fastidio, especialmente cuando está unido a la lujuria.12 ¿Qué es el amor? Es creer en un cielo que cabe en un infierno (quien lo probó lo sabe).13 ¿Qué le dice la amada a su amante? Eres la única persona a la que le permitiría encogerse hasta un tamaño microscópico para nadar dentro de mí en una minúscula máquina sumergible.14 ¿Cómo se pide a alguien en matrimonio? No hay nadie como tú. Ahora entiendo porque a algunas personas se les ocurre unirse hasta que la muerte los separe.15 ¿Qué se le dice al ser amado que se va? No me dejes solo con mi corazón.16 ¿Qué se puede decir del amor? Love is lovely, and sex can be fun.17 ¿Qué dice la persona despechada a su pareja? Acepta que tienes corazón, aunque éste sea pequeño y muy débil, y que no recuerdes la última vez que lo usaste.18 ¿Qué es la masturbación? Es sexo con alguien a quien a uno amará hasta el final.19 ¿En el amor gana siempre el mejor? Al que lo toca ganar le toca ganar.20 ¿Qué pasa cuando uno está enamorado? La tierra se prolonga de rosa en rosa. El aire se alarga de paloma en paloma.21 ¿Cómo mira el amante a su amada? Como un niño que ve por primera vez a la luna llena.22 ¿Qué pasa cuando alguien de cierto nivel se une a una pareja inadecuada? Cuando una persona de cierto nivel confunde lo accidental con lo verdadero irremediablemente la futilidad alcanzará un nivel dramático y se generará una invisible conmoción. Entonces la persona de cierto nivel empezará a sentir que algo equívoco colorea cada una de las horas.23 [67]


¿Qué caracteriza a las grandes aventuras amorosas? La invencible marcha hacia el estruendo.24 ¿Qué fucking significa la palabra fuck? En la antigua Inglaterra la gente no podía tener sexo sin contar con el consentimiento del Rey. Cuando alguien quería tener un hijo debían solicitar un permiso, quien entregaba una placa que debían colgar afuera de la puerta del dormitorio. La placa decía"Fornication Under Consent of the King (F.U.C.K.)25 ¿Hay muchas maneras de conseguir placer? Con la mano también se puede obtener placer físico (por ejemplo al rascarse).26 ¿Qué es el complejo de Edipo? El complejo de Edipo no es universal, sólo manifiesta el deseo infantil de Freud por su madre. Es el problema de un hombre, uno solo, que logra neurotizar a la humanidad entera con la loca esperanza de que su neurosis le parezca más fácil de tolerar, más ligera, menos penosa, una vez extendida a los límites del cosmos.27 ¿Qué es la coquetería? Es un comportamiento que pretende poner en conocimiento de otra persona que un acercamiento sexual es posible, de tal modo que esta posibilidad no aparezca nunca como una seguridad. Dicho de otro modo: la coquetería es una promesa de coito sin garantía.28 ¿En cuántas categorías se pueden clasificar a los mujeriegos? Podemos distinguir dos categorías: líricos y épicos. Los líricos buscan en todas las mujeres su propio sueño. Los épicos ambicionan penetrar la complejidad del universo femenino. Los líricos se buscan a sí mismos en las mujeres. Debido a que el mujeriego lírico persigue siempre al mismo tipo de mujeres, nadie se da cuenta de que cambia de amantes. Los mujeriegos épicos, en cambio, se alejan cada vez más, en su búsqueda del conocimiento, de la belleza femenina convencional, y terminan como coleccionistas de curiosidades.29 ¿Qué hizo el amante al encontrar al amor de su vida? Cubrió de besos sus rodillas y comprendió que aquella mujer desdichada e impura era el único ser que había amado en la vida y que jamás podría sustituirla.30 [68]


¿Qué es propio del amor? Que después de los besos vengan los suspiros.31 ¿Qué le ocurrió a la mujer más amada? Un maharajá viajó desde la India y suplicó le obsequiase sus medias nylon. Luego las usó para ahorcarse.32 ¿Qué es la vida? La vida es una enfermedad que se contagia sexualmente.33 ¿Qué es el yo? El yo es una cosa viva compuesta de ficción.34 ¿Qué es el beso? En china y en Japón la cultura erótica no conoce el beso con la boca abierta. El intercambio de salivas no es, pues, una fatalidad del erotismo, sino una cochinada específicamente occidental.35 ¿Qué es el clítoris? El clítoris es el triunfo de la evolución, junto con la retina y la membrana timpánica36. El clítoris es el gesto más elegante de Dios hacia Eva.37 ¿Por qué algunos siempre buscan a la antigua enamorada? Porque el asesino siempre regresa al lugar del crimen.38 ¿Qué responde la mujer a esta respuesta? Ser hombre es un defecto de nacimiento.39 ¿Qué pasaría si las mujeres no existiesen? Si las mujeres no existieran la literatura, la fama el poder y el dinero no tendrían sentido.40 Advertencia: Esta es una obra de ficción. Los nombres de los personajes convocados en ocasiones no aluden a homónimas celebridades. 1.- C. Jung. 2.- M. Yourcenar. 3.- Søren Kierkegaard. 4.- Beckett. 5.- Francisco Cerpa. 6.- Cyd Charice. 7.- Ally McBeal. 8.- Anónimo. 9.- S. Jobs. 10.- Peter Hoeg. 11.- Catulo. 12.- J. Joyce. 13.- Lope de Vega.

14.- Joe Dunthorne. 15.- R. Altman. 16.- L. Lugones. 17.- Kate Winslet. 18.- Brothers Cohen. 19.- Woody Allen. 20.- Mariano Melgar. 21.- Huidobro. 22.- Larry McMurty. 23.- Eliot. 24.- Vicente Hidalgo. 25.- Encyclopedia Britannica. 26.- Wikipedia.

27.- Michel Onfray. 28.- M. Kundera. 29.- M. Kundera. 30.- Chejov. 31.- Larry McMurty 32.- Billy Wilder. 33.- Graffiti. 34.- Vicente Hidalgo. 35.- M. Kundera. 36.- P. Roth. 37.- Alejandro Borja. 38.- Sam Spade. 39.- Allan Cubitt. 40.- Aristoteles Onassis. [69]


Alejandro Medina (Apurí�mac, 1954) Hamhicha Por lo que fuiste, eres y serás siempre la razón de las gaviotas por el horizonte...

Con tu pollera al viento maranganí* a la medida ¡ay cinta morada de acrisolado chumpi* tu pallai lliklla* al vuelo...! Así nomás has de llegar por aquel caminito como tarukas y pichiuchas* hasta mis cantos chacareros. Allí juntos danzaremos entre peñascos incandescentes salpicados de molles pajarillos perseguidos palabras hechas de capulí y de surcos cañahuales. [70]


Allí nomás en la orilla del río esperaré tu retorno hasta el amanecer. Por eso ven a coger mi sombrero con tus juegos de vicuña. Ven a beber mis desiertos con tus aguas de trillas colibrí. Con tu pollera al viento maranganí* a la medida ¡ay cintita morada morada cinta! Así nomás has de llegar por aquel caminito entre tumbos embrujados a copular tus ojos con los míos. Y yo seré tu grano tu rocío tu relámpago.

[71]


Y tú serás tierra húmeda naturaleza rebelde mi humanidad ¡Mi conspiración!

* Maranganí: Tela suave de varios colores. * Chumpi: Faja de lana para sujetar polleras o pantalones. * Pallai lliklla: Manta tejida con adornos geométricos. * Pichiucha: Onomatopeya del canto de algunos pajarillos. [72]


Misael Ramos

Oración

(Arequipa,1956) A Ti/Para: Siempre

Que siempre exista tu sonrisa excepcional en la trama ruinosa de mis días Los ojos con luminosidad en los ojos miopes pulidos por lo inmutable Que exista siempre la agonía ardua irguiendo el amor en la desolación Que perdure la vía doble de arboles para la seducción cruel de los labios Que siempre exista tu rostro a poca distancia del anonadado La maravilla de una palabra libre en la campana limpia del verano y del otoño La grieta azul entre las aguas del mediodía y el surgimiento del cuerpo fugaz ante el insomnio Que siempre el inalcanzable bosque de las declinaciones enrede el tardío monólogo del amor Que siempre rija la espléndida luna de las ramas intemporal como la efigie neutra en el agua de tus ojos El bruñido lento del amor el aire interior La oscura pertenencia Que siempre (De LA POESIA EN AREQUIPA EN EL SIGLO VEINTE. Estudio y antología. Jorge Cornejo Polar)

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Luzgardo Medina (Arequipa 1959-2015) ¿Por qué traes esas flores si es otoño?

Si me amas es preferible que me lo digas o no lo digas de manera impúdica delante de quienes juran por Dios ser ateos Si me amas quédate quieto en tu rama de manzano no te muevas y aprende a ser una isla en donde necesitan vivir hasta con la muerte Si me amas ilógico amante seductor amante repudiable amante otoñal e inmenso amante bésame dentro de ti con tu instinto de pájaro estruja en mí todo lo que haya que estrujar lame mi empolvada luz y aprende a recorrer mis caderas de par en par sin ningún aviso Por mi ventana veo pasar al último otoño con su lampara sollozante y su camisa sin botonos y por esta época las flores son los que más detesto (De Bajas pasiones para un otoño azul)

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Alonso Ruiz Rosas (Arequipa, 1959) Comunión

Este es mi cuerpo Sueño y sudor bajo las sábanas Hasta que el alba lo recoge Y lo arroja a la luz Para que trote Por las habitaciones y los prados Para que en medio de la arena Escarbe Y halle al fin sustento En otro cuerpo Y lo devore Extremidades y deseo Y ojos oscuros que se aferran Al dulce fuego de su presa Y entre sus muslos sus axilas Su corazón en el incendio Donde se agitan y consumen Todo principio y toda dicha Van acoplándose y despegan Tocan el firmamento Y en una pobre cuja

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Tras la explosión Se desvanecen Pequeño ídolo capaz De canturrear ante la muerte Carne que crece enamorada Se multiplica Y descompone Presa que adoro y que retorna Discretamente a su guarida El universo me entretiene Pero es atroz la soledad Y ahora y siempre necesito Que de este cuerpo Te alimentes (De Sacrificio)

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Patricia Alba (Lima, 1961) Discurso

Basta ya de miradas tristes y parpadeos lentos Los tiernos ojos pronto pasarán Dejando el terreno libre a la maldición de la locura. Tendremos el tiempo insertado en la pupila Y sus formas no mirarán más con inocencia. De nada sirve levantar los párpados y mostrar Una lánguida mirada. Ahora son necesarias las palabrasgruesas Los gritos desaforados, los movimientos Y la provocación serán las armas Así, mientras estemos malditas Podremos ventilar nuestros cuerpos al sol Y los hombres gozarán como marranos Jugando encima de nosotros. Ya no tendremos que ocultar lo maravilloso Mientras estemos malditas. (De O un cuchillo esperándome)

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Odi Gonzales (Calca, 1962) Extranjera

divulgada por la lengua de los hombres llevada de boca en boca difundida por las habladurías tocada por el rayo descendiste al fin oral, ilusoria con la tropilla de camélidos resplandecientes en la rinconada más remota de las punas: mi galpón de condenado entonces pude decir:

soy el tamborero de Pisac y mi chica la cantante.

(De Tunupa/El libro de las sirenas)

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Alfredo Herrera (Puno, 1965) De tu cuerpo mana lentamente la victoria

De tu cuerpo mana lentamente la victoria. Una iluminación. La sabiduría se encarga del fracaso. Con todas mis fuerzas te recibo. Me entrego. Así descubrimos la destrucción. Tu cuerpo frágil como una flor recién abierta a la mañana sabe qué hacer ante cada caricia de mis manos. No conoce aún la tragedia. Se inclina primero, suavemente se acerca, se transforma, un segundo antes modifica su ritmo cardíaco, abandona su lenguaje y con suaves espasmos abre todos sus labios, atrapa partes húmedas y calientes de mi cuerpo, los devora. Delicados gemidos se convierten en poesía. Se ha consumado el encuentro. Tu cuerpo y mi cuerpo estallan y lo pierden todo. Aquí queda escrito este acto indestructible. La adolescencia queda distante. De tu vientre fluyen manantiales de licor. Pero el silencio domina el paisaje. Nuestro lecho hueles a pan recién horneado. Nadie sobrevive a la batalla. Pero el peligro no ha pasado. La nostalgia es otra forma de morir. Al hablar contigo hablo conmigo. Esa es la razón de la poesía. Como buenos amantes conocemos la incomprensión. (De Mares)

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Luz Vilca (Arequipa, 1969) Tomasino

Tomasino danza conmigo su poncho vuela cual cóndor Al zapateo de sus piernas Pareciera gallito de pelea ¡Ay! Mi tomasino Es grande en el pueblo Aunque yo solo lo sepa No me desprecia Cuanto chisme ha corrido No lo ha escuchado Le he engañado Y aun se acuesta conmigo Me acaricia y nos perdemos entre los trigos En su poncho de flores se estremecen mis carnes Él es mi rey y yo su divina señora La brisa congela Y nuestros callos están suavecitos Como pétalos de rosa trepados en los eucaliptos (De Retrato de una mujer malvada y otros poemas)

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José Luis Ramos Salinas (Arequipa, 1969) Celebro que me ames en otro cuerpo

Celebro que me ames en otro cuerpo porque yo soy todos los cuerpos que has de beber para salvarte Celebro que nos ames porque me prolongo en las pieles y en los espejos porque aunque tú creas que somos dos somos más del mismo amor No puedes tocarlo sin tocarme ni besarme sin besarlo hay en la punta de su glande el símbolo de mi deseo que se prolonga de tus labios a los nuestros Cuando él te posee el orgasmo es tuyo y mío el semen que te recorre (De Gala en el centro)

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Mirtha Nuñez (Arequipa, 1971) Heredad

Otra es Esa sangre que me devora que me tienta, un balbuceo violento y penetrante Sin arca, sin garras, sin cánula Otra, mortecina estampa en la bruma exótica, en fisuras plegadas Ajena al cuerpo, a la oscilación de su paseo Y otra vez, en depósitos próvidos En el fuelle pesaroso de las sábanas Es otra, una falange viscosa de húmedos escombros, [82]


lejanos que acaso caen Y que poseen el miedo turbado de la carne solitaria Es otra sangre, y es la mía en tórrida unión inaprensible que reúne sombras y esferas en jornadas y capilares longevos en el cuerpo En microscópica habitualidad Es otra, sangre unida a la carne a la que es mía cuando amanece Que ya es otra en la mañana que avanza y retrocede en movimientos migratorios Hasta encallar luego callar, desplazándose en el perfume que rebasa en el centelleo de los huesos emergidos Y sí, cae, no acaso

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Filonino Catalina (Coaza, Puno, 1974) La casa llena de un vacio

(A Manuel Scorza) Tu casa será la misma casa con el mismo color triste en su fachada no tendrá la flor parecida a tus pies que quise sembrar a la entrada Tu casa será la misma casa Y yo me quedaré con las ganas de verte llena como la luna (desnuda y solitaria) de besar el dedo gordo de tus pies y luego ver como cubres con sólo tu sonrisa el mundo Tu casa será la misma casa sin mi locura diaria sin el alboroto de los hijos que no tendremos sin la rosa que quise regalarte en febrero Tu casa será la misma casa y yo me quedaré con las ganas de sorprender tus labios por las mañanas de gritarte con dulzura y enojarme sólo por el gusto de reconciliarme [84]


Tu casa será la misma casa y para siempre será la tristeza con la que marcho esta tristeza de que no tengas mi corazón para remendarlo con vientos de siempre con hojas de invierno pero con los cinco pétalos de la flor que siempre serán tus manos.

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Carolina Quiñonez Salpietro (Lima, 1988) La primera vez y otros eventos

Yo dejaba de ser la hija mayor de mis padres la primera nieta de los abuelos la única prima de tu tamaño cuando dejaba que me toques las costras de la rodilla En la casa del árbol dejabas de ser un niño Te besaba sin enjuagarme los dientes me tocabas sin lavarte las manos de coleccionista de insectos disecados

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Extranjeros



Sor Juana Inés (México, 1651 -1695) Al que ingrato me deja

Al que ingrato me deja, busco amante; al que amante me sigue, dejo ingrata; constante adoro a quien mi amor maltrata, maltrato a quien mi amor busca constante. Al que trato de amor hallo diamante, y soy diamante al que de amor me trata, triunfante quiero ver al que me mata y mato al que me quiere ver triunfante. Si a éste pago, padece mi deseo; si ruego a aquel, mi pundonor enojo, de entrambos modos infeliz me veo. Pero yo por mejor partido escojo de quien no quiero, ser violento empleo que de quien no me quiere, vil despojo.

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Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla,1836 - Madrid, España,1870) Amor eterno

Podrá nublarse el sol eternamente; podrá secarse en un instante el mar; podrá romperse el eje de la tierra como un débil cristal. ¡Todo sucederá! Podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón; pero jamás en mi podrá apagarse la llama de tu amor. (De Rimas y leyendas)

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Constantino Kavafis (Alejandrí�a, Egipto, 1863-1933) Cuando, amigos míos, estuve enamorado...

Cuando, amigos míos, estuve enamorado —hace ya tantos años— no vivía en la misma Tierra que el resto de los mortales. Vivía en una fantasía lírica, y aunque consciente del engaño era feliz, como en un sueño cálido y arrebatador. Lo que veían los ojos se enriquecía con la belleza del amor, su palacio era nuestro nido. Y la ordinaria vestimenta que llevaba juro que para mí era seda. A sus brazos adornaban dos brazaletes burdos que para mí, lo juro, eran dos joyas de gran nobleza. En la cabeza llevaba flores silvestres [91]


recogidas en la montaña pero ante mis ojos era el más bello tocado. Nuestros paseos juntos eran felices por veredas libres de abrojos, que si los había, la tierra los ocultaba. La sabiduría de los oradores el conocimiento de los sabios no me conmovían entonces tanto como el más leve gesto suyo. Cuando, amigos míos, estuve enamorado —hace ya tantos años— no vivía en la misma Tierra que el resto de los mortales. (De Obra poética completa)

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Amado Nervo (México, 1870 – Urguay, 1919) El día que me quieras

El día que me quieras tendrá más luz que junio; la noche que me quieras será de plenilunio, con notas de Beethoven vibrando en cada rayo sus inefables cosas, y habrá juntas más rosas que en todo el mes de mayo. Las fuentes cristalinas irán por las laderas saltando cristalinas el día que me quieras. El día que me quieras, los sotos escondidos resonarán arpegios nunca jamás oídos. Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras que hubo y habrá en el mundo serán cuando me quieras. Cogidas de la mano cual rubias hermanitas, luciendo golas cándidas, irán las margaritas por montes y praderas, delante de tus pasos, el día que me quieras... Y si deshojas una, te dirá su inocente postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente! Al reventar el alba del día que me quieras, tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras, [93]


y en el estanque, nido de gérmenes ignotos, florecerán las místicas corolas de los lotos. El día que me quieras será cada celaje ala maravillosa; cada arrebol, miraje de "Las Mil y una Noches"; cada brisa un cantar, cada árbol una lira, cada monte un altar. El día que me quieras, para nosotros dos cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

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Edward E. Cummings (Estados Unidos, 1894-1962) Nadie ni la lluvia

en donde jamás he viajado, con gozo más allá de toda experiencia, tus ojos tienen su silencio; en tu gesto más frágil hay cosas que me encierran, o que no puedo tocar porque están aún muy cerca tú más tenue mirada fácilmente me abre aunque yo me he cerrado como los dedos de la mano, tú me abres siempre pétalo a pétalo como la primavera (tocándola hábilmente, misteriosamente) abre su primer rosa o si se te antojara cerrarme, entonces mi vida y yo nos cerraríamos bellamente, de súbito, como cuando el corazón de esta flor imagina la nieve cuidadosa que cae por todas partes; nada de lo que vamos a percibir en este mundo iguala al poder de la intensa fragilidad cuya textura me arrastra con el color de sus países que a cada aliento dicen muerte y eternidad (no sé lo que hay en ti que cierra y abre; únicamente hay algo en mi ser que comprende que la voz de tus ojos es más honda que todas las rosas) y nadie, ni la lluvia, tiene las manos tan pequeñas.

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Paul Éluard (Francia, 1895 - 1952) Nosotros dos

Nosotros dos tomados de la mano Nos sentimos dondequiera en nuestra casa Bajo el árbol dulce bajo el cielo negro Bajo todos los tejados al amor de la lumbre En la calle vacía a pleno sol En los vagos ojos de la multitud Cerca de los sabios y de los locos Entre los niños y los adultos Nada tiene el amor de misterioso Somos la evidencia misma Los que se aman se creen en nuestra casa. (De Poemas)

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Federico Garcia Lorca (Granada, España, 1898-1936) El amor duerme en el pecho de poeta

Tú nunca entenderás lo que te quiero porque duermes en mí y estás dormido. Yo te oculto llorando, perseguido por una voz de penetrante acero. Norma que agita igual carne y lucero traspasa ya mi pecho dolorido y las turbias palabras han mordido las alas de tu espíritu severo. Grupo de gente salta en los jardines esperando tu cuerpo y mi agonía en caballos de luz y verdes crines. Pero sigue durmiendo, vida mía. ¡Oye mi sangre rota en los violines! ¡Mira que nos acechan todavía!

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Jacques Prévert (Francia, 1900 - 1977) Este amor

Este amor Tan violento Tan frágil Tan tierno Tan desesperado Hermoso como el día Y malo como el tiempo Cuando el tiempo es malo Este amor tan verdadero Este amor tan hermoso Tan feliz Tan alegre Y tan irrisorio Tembloroso de miedo como un elefante en la oscuridad Y tan seguro de sí Como un hombre tranquilo en medio de la noche Este amor que inspiraba temor a los demás Que los hacía hablar Que los hacía palidecer Este amor acechado Porque nosotros los acechábamos Acorralado herido pisoteado acabado negado olvidado Porque nosotros los habíamos acorralado herido pisoteado acabado negado olvidado Este amor todo entero [98]


Tan viviente aún Y radiante de sol Es el tuyo Es el mío El que fue Ese amor siempre nuevo Y que no ha cambiado Tan verdadero como una planta Tan trémulo como un pájaro Tan cálido tan viviente como el verano Podemos los dos Ir y venir Podemos olvidar Y luego volver a dormirnos Despertarnos sufrir envejecer Dormirnos otra vez Soñar con la muerte Despertarnos sonreír y reír Y rejuvenecer Nuestro amor está allí Terco como una mula Viviente como el deseo Cruel como la memoria Tonto como las quejas Tierno como el recuerdo Frío como el mármol Hermoso como el día Frágil como un niño Nos mira sonriendo Y nos habla sin decir nada Y yo lo escucho temblando Y le ruego Ruego por ti Ruego por mí Te suplico [99]


Por ti por mí por todos aquellos que se aman Y que son amados Sí yo le ruego Por ti por mí y por todos los otros A quienes no conozco Quédate allí Allí donde estás Allí donde estabas antes Quédate allí No te muevas No te mueras Nosotros los amados Te hemos olvidado Tú no nos olvides Sólo a ti te teníamos en la tierra No dejes que nos pongamos fríos Mucho más lejos cada vez Y no importa dónde Danos señales de vida Mucho más tarde en el rincón de un bosque En la selva de la memoria Aparece de pronto Tiéndenos la mano Y sálvanos. (Paroles, 1945)

[100]


Pablo Neruda (Parral,1904 – Santiago, Chile, 1973) Poema 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir, por ejemplo: "La noche esta estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos". El viento de la noche gira en el cielo y canta. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Yo la quise, y a veces ella también me quiso. En las noches como ésta la tuve entre mis brazos. La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ella me quiso, a veces yo también la quería. Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla. La noche está estrellada y ella no está conmigo. Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos. Mi alma no se contenta con haberla perdido. Como para acercarla mi mirada la busca. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo. La misma noche que hace blanquear los mismos árboles. Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise. Mi voz buscaba el viento para tocar su oído. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos. [101]


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Porque en noches como esta la tuve entre mis brazos, mi alma no se contenta con haberla perdido. Aunque éste sea el último dolor que ella me causa, y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

[102]


Cecil Day-Lewis Ballintubber, 1904-Londres, 1972 Ven y vive conmigo y sé mi amada

Ven y vive conmigo y sé mi amada y probaremos vida regalada, tendremos la abundancia: el lecho, el pan que eventuales empleos nos darán. Descargaré primores en los puertos, soñarás con vestidos siempre inciertos y en la tarde, bordeando los canales agrios, acaso oigamos madrigales. En tu frente una arruga fatigada, caminarás por el dolor calzada y luego no tendrás ningún vestido y tu joven beldad se habrá perdido. El hambre y el cansancio con sus besos todo te sorberán menos los huesos; si te tienta esta vida regalada ven, vive conmigo y sé mi amada.

[103]


José Ángel Buesa (Cuba, 1910- República Dominicana, 1982) Canción del amor prohibido

Sólo tú y yo sabemos lo que ignora la gente al cambiar un saludo ceremonioso y frío, porque nadie sospecha que es falso tu desvío, ni cuánto amor esconde mi gesto indiferente. Sólo tú y yo sabemos por qué mi boca miente, relatando la historia de un fugaz amorío; y tú apenas me escuchas y yo no te sonrío... y aún nos arde en los labios algún beso reciente. Sólo tú y yo sabemos que existe una simiente germinando en la sombra de este surco vacío, porque su flor profunda no se ve, ni se siente. Y así dos orillas tu corazón y el mío, pues, aunque las separa la corriente de un río, por debajo del río se unen secretamente.

[104]


Mario Benedetti (Uruguay, 1920- 2009) Táctica y estrategia

Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos [105]


mi estrategia es en cambio más profunda y más simple mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites.

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Roberto Juarroz (Buenos Aires, Argentina, 1925- 1995) El amor empieza

El amor empieza cuando se rompen los dedos y se dan vuelta las solapas del traje, cuando ya no hace falta pero tampoco sobra la vejez de mirarse, cuando la torre de los recuerdos, baja o alta, se agacha hasta la sangre. El amor empieza cuando Dios termina Y cuando el hombre cae, mientras las cosas, demasiado eternas, comienzan a gastarse, y los signos, las bocas y los signos, se muerden mutuamente en cualquier parte. El amor empieza cuando la luz se agrieta como un muerto disfrazado sobre la soledad irremediable. Porque el amor es simplemente eso: la forma del comienzo tercamente escondida detrรกs de los finales. [107]


José Agustín Goytisolo (Barcelona, España, 1928- 1999) Esa flor instantánea

Miedo a perderse ambos, vivir el uno sin el otro: miedo a estar alejados en el viento de la niebla, en los pasos del día, en la luz del relámpago, en cualquier parte. Miedo que les hace abrazarse, unirse en este aire que ahora juntos respiran. Y se buscan y se buscan esa flor instantánea que cuando se consigue se deshace en un soplo y hay que ir a encontrar otras en el jardín umbrío. Miedo; bendito miedo que propicia el deseo la agonía y el rapto, de los que mueren juntos y resucitan luego

[108]


Juan Gelman (Argentina, 1930 - DF México, 2014) Oración

Háblame, penétrame. Sea tu sangre una con mi sangre. Tu boca entre a mi boca. Tu corazón agrande el mío hasta estallar. Desgárrame. Caigas entera en mis entrañas. Anden tus manos en mis manos. Tus pies caminen en mis pies, tus pies. Árdeme, árdeme. Cólmeme tu dulzura. Báñeme tu saliva el paladar. Estés en mí como está la madera en el palito. Que ya no puedo así, con esta sed quemándome. Con esta sed quemándome. La soledad, sus cuervos, sus perros, sus pedazos.

[109]


Gioconda Belli (Mangua, Nicaragua, 1948)

Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres I El hombre que me ame deberá saber descorrer las cortinas de la piel, encontrar la profundidad de mis ojos y conocer lo que anida en mí, la golondrina transparente de la ternura. II El hombre que me ame no querrá poseerme como una mercancía, ni exhibirme como un trofeo de caza, sabrá estar a mi lado con el mismo amor conque yo estaré al lado suyo. III El amor del hombre que me ame será fuerte como los árboles de ceibo, protector y seguro como ellos, limpio como una mañana de diciembre. IV El hombre que me ame no dudará de mi sonrisa ni temerá la abundancia de mi pelo, [110]


respetará la tristeza, el silencio y con caricias tocará mi vientre como guitarra para que brote música y alegría desde el fondo de mi cuerpo. V El hombre que me ame podrá encontrar en mí la hamaca donde descansar el pesado fardo de sus preocupaciones, la amiga con quien compartir sus íntimos secretos, el lago donde flotar sin miedo de que el ancla del compromiso le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro. VI El hombre que me ame hará poesía con su vida, construyendo cada día con la mirada puesta en el futuro. VII Por sobre todas las cosas, el hombre que me ame deberá amar al pueblo no como una abstracta palabra sacada de la manga, sino como algo real, concreto, ante quien rendir homenaje con acciones y dar la vida si es necesario. VIII El hombre que me ame reconocerá mi rostro en la trinchera rodilla en tierra me amará [111]


mientras los dos disparamos juntos contra el enemigo. IX El amor de mi hombre no conocerá miedo a la entrega, ni temerá descubrirse ante la magia del enamoramiento en una plaza llena de multitudes. Podrá gritar -te quieroo hacer rótulos en lo alto de los edificios proclamando su derecho a sentir el más hermoso y humano de los sentimientos. X El amor de mi hombre no le huirá a las cocinas, ni a los pañales del hijo, será como un viento fresco llevándose entre nubes de sueño y de pasado, las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron separados como seres de distinta estatura. XI El amor de mi hombre no querrá rotularme y etiquetarme, me dará aire, espacio, alimento para crecer y ser mejor, como una Revolución que hace de cada día el comienzo de una nueva victoria

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[113]


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Índice

PERUANOS Mariano Melgar Elegía I

Cesar Vallejo El poeta a su amada Idilio Muerto César Moro Carta de amor Guillermo Mercado La Asunta Carlos Oquendo de Amat a l d e a n i t a Tus dedos sí que sabían peinarse como nadie lo hizo Tu bondad pintó el canto de los pájaros Martín Adán La casa de cartón (Fragmento) Luis Fabio Xammar Romance de la chola de Ripan Jorge Eduardo Eielson He aquí el amor Primera muerte de María Nicomedes Santa Cruz El desprecio Blanca Varela Monsieur Monod no sabe cantar Carlos Germán Belli Poema

11 14 15 16 19 20 21 22 23 25 27 29 31 33 37 [115]


Aníbal Portocarrero A manera de súplica Francisco Bendezú Twilight José Ruiz Rosas Luis Hernández Chanson D’Amour Antonio Cisneros Tercer movimiento (Affettuosso) José Watanabe Cuatro muchachas alrededor de una manzana El trasnochado Walther Márquez Déjalo pues que se ilumine Alberto Sánchez León Del roce de nuestras piernas Manuel Morales Y se me ocurre pensar Si tienes un amigo que toca tambor María Emilia Cornejo Soy la muchacha mala de la historia Giovanna Polarollo Una noche Ya no eres el joven al que amé Oswaldo Chanove Amor eterno Preguntas frecuentes Alejandro Medina Hamhicha Misael Ramos Oración Luzgardo Medina ¿Por qué traes esas flores si es otoño?

[116]

38 39 42 43 45 46 47 49 50 52 54 57 58 59 61 63 66 70 73 74


Alonso Ruiz Rosas Comunión Patricia Alba Discurso Odi Gonzales Extranjera Alfredo Herrera De tu cuerpo mana lentamente la victoria Luz Vilca Tomasino José Luis Ramos Salinas Celebro que me ames en otro cuerpo Mirtha Nuñez Heredad Filonino Catalina La casa llena de un vacío Carolina Quiñonez Salpietro La primera vez y otros eventos EXTRANJEROS

Sor Juana Inés Al que ingrato me deja Gustavo Adolfo Becquer Amor eterno Constantino Kavafis Cuando, amigos míos, estuve enamorado… Amado Nervo El día que me quieras Edward E. Cummings Nadie ni la lluvia Paul Éluard Nosotros dos Federico García Lorca El amor duermen en el pecho de poeta

75 77 78 79 80

81 82 84 86

89 90 91 93 95 96 97 [117]


Jacques Prévert Este amor Pablo Neruda Poema 20 Cecil Day-Lewis Ven y vive conmigo y sé mi amada José Ángel Buesa Canción del amor prohibido Mário Benedetti Táctica y estrategia Roberto Juarroz El amor empieza José Agustín Goytisolo Esa flor instantánea Juan Gelman Oración Gioconda Belli Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres

[118]

98

101 103 104 105 107 108 109 110


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