Poemario al otro lado de la eternidad

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El otro lado de la eternidad



El otro lado de la eternidad Poesías sobre ese asunto al que llamamos muerte

Dirección Desconcentrada de Cultura Arequipa - Ministerio de Cultura Sociedad de Beneficencia Pública de Arequipa


Primera edición, noviembre de 2014 EL OTRO LADO DE LA ETERNIDAD

Diseño de portada e interiores: Paul Amilcal Colque Quispe Imagen de portada: Arim Almuelle Dirección Desconcentrada de Cultura Arequipa - Ministerio de Cultura Sociedad de Beneficencia Pública de Arequipa Impreso en Perú - Printed in Peru


La mala noticia de su muerte no nos debe borrar la buena noticia de su vida. Padre Gustavo Gutiérrez Hay dos clases de seres humanos: aquellos que apartan la muerte de su pensamiento para vivir mejor y más libremente, y aquellos que, por el contrario, se sienten vivir con más fuerza y más inteligencia cuando acechan en cada una de las señales que ella les hace a través de las sensaciones de su cuerpo y de los azares del mundo exterior. Esas dos clases de mentes no se amalgaman nunca. Lo que unos llaman manía morbosa es para los otros una heroica disciplina. Marguerite Yourcenar Si vives cada día haciendo de cuenta que es el último de tus días va a llegar un momento en que va a ser cierto. Anónimo La muerte (o su ilusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Borges. El inmortal.



Anónimo El manuscrito data del siglo XVI. Constituye uno de los primeros textos de resistencia inca a la invasión española. Por su magnitud y trascendencia, por su dramatismo y destreza formal es comparable con los grandes textos épicos fundadores de nacionalidades; como el Cantar de Rolando, con el que tiene especiales afinidades. (Odi Gonzales). Este poema ha sido motivo de inspiración para el pintor Fernando de Szyszlo.

Apu Inka Atawallpaman ¿Qué arco iris nefasto es este negro arco iris que se encima? Un resplandor horrendo amaneció para hostigar al Cusco Granizada incontenible arremete contra todo Ya mi corazón lo presentía una y otra vez Y en mis sueños también, azorado, sumido, advertí el funesto moscardón de la muerte, fatalidad, infortunio En uno de los presagios el sol amarillea, se oscurece amortajando el cadáver de Atawallpa, extinguiendo su nombre, su estirpe en un cerrar y abrir de ojos Dicen que ya decapitaron su testa torvos enemigos Dicen que ya discurre un río de sangre bifurcándose en ramales Dicen que su firme dentadura empieza ya a roerse, dolencia inaguantable Dicen que ya se empañan los ojos fulgentes del gran patriarca Dicen que ya se ha helado el gran corazón de Atawallpa Dicen que en sus cuatro señoríos le lloran hasta desgañitarse Dicen que ya descendió la densa niebla oscureciendo Dicen que ya se encoge la madre luna como si volviera a nacer Y dicen que ya todo se va sumiendo con pesar Dicen que la propia tierra se niega a cobijar en su seno a su Señor como si le abochornara el cadáver del que la amó, como si temiera engullirlo, sumir a su guardián

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La dura roca también ceja por su hacedor horadándose, También el río brama de pesar cuando se desborda. Las lágrimas juntas, vertidas, se entremezclan ¿Qué mortal no habría de llorar por quien le amó? ¿Qué vástago no estaría del lado de su progenitor? Doliente, compungida; malherida del corazón, sin sosiego ¿Qué doncella, qué paloma no cuidaría de su galán? ¿Y qué apasionado ciervo cerril no se deja llevar por sus pulsiones? Se desangran lágrimas disputadas a la quita-quita de su regocijo Y con reverberante cascada de lágrimas lava el cadáver en su regazo cobijado con infinita ternura Los que fueron rozados por sus diez dedos forjadores Los que fueron alcanzados por sus brazadas, arropados por su corazón Los que fueron abrigados con la fina malla de su torso chillan con gritería de viudas plañideras Ya las castas oficiantes se aglomeran vestidas de luto. El celebrante o Memoria Parlante se ha ceñido ya su manto más oscuro Y el resto se ha alineado camino a sus fosas Cunde la muerte, el dolor aturde y las lágrimas de la reina madre fluyen cómo riadas, ¡cadáver amarillento! su rostro de fría natilla, sus labios yertos ¿A dónde vas, desvaneciéndote ante mis ojos? Dejando esté reino abandonado su pena Separándote para siempre -de mi corazón? No obstante el recinto colmado de oro y plata el enemigo foráneo rapaz y voraz, precipitándose en tumulto con su afán irrefrenable; hoscas alimañas a quienes diste todo, te dieron muerte Les colmaste de sus antojos sólo tú Mas con tu muerte, en Cajamarca, todo se extinguió Ya coaguló tu sangre en las venas Ya se hizo borrosa la visión en tus ojos Tu mirar se disuelve en el lado oscuro de la estrella más radiante

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Sola, se conduele, solloza, deambula, discurre tu paloma, tu compañera Su febril corazón pena gime Se desgarra por la desgracia de tu perecimiento Tu dorada litera, descoyuntada, tu solio Y todo cuanto fue urdido con fibras de oro vil repartija Regidos por una mano que nos hacina en el dolor, disgregados Atolondrados, enajenados, sin juicio, aislados, Contemplando nuestro cuerpo sin sombra sollozamos Sin recurrir a nadie entre nosotros, desvariamos Permitirá tu corazón, gran patriarca, que deambulemos sin norte dispersos Separados; en manos ajenas, humillados? Condesciende a abrir tus ojos que irradian claridad Extiéndenos tus manos generosas Y con esa buena seña alentados dinos: ¡regresen!

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Mariano Melgar Nació en Arequipa el 10 de agosto de 1790. Gran poeta revolucionario que participó en la guerra por la independencia del Perú del dominio de España. Fue tomado prisionero en la batalla de Umachiri y fusilado el 12 de marzo de 1815, cuando apenas tenía 24 años de edad.

Si Hay Tras De La Muerte Amor Si hay tras de la muerte amor, Después de muerto he de amarte, Y aunque esté en polvo disuelto Seré polvo y polvo amante. Cuando en el sepulcro frío Esté, después que no viva, Con fuerza allí más activa Revivirá el amor mío: Allí amaré tu desvío, Allí amaré tu rigor, Allí con mayor ardor Te he de amar entre los muertos, Aunque esté cadáver yerto, Si hay tras de la muerte amor. Cuando en escombros deshecho No le quede a mi existencia Más que una muerta apariencia, Tú estarás viva en mi pecho. Y en el cadavérico lecho Donde solo se ve el arte De destrucción y desastre De los héroes que han vivido, Allí, entre ellos reunido, Después de muerto he de amarte. Cuando todos los amores Del mundo hayan acabado, Y cuando no haya quedado Sombra de los amadores, Revivirán los ardores De un triste cadáver yerto, Que aunque esté en la nada envuelto,

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Si por suerte oye nombrarte, Se levantará a buscarte Aunque esté en polvo disuelto. Ya no tengo qué temer, Ya no tengo qué sentir; Tampoco temo el morir, Pues siempre tuyo he de ser. También puede suceder Que en los precisos instantes Venga la segura constante; Pero esta, impía, ¿qué hará? En polvo me volverá Polvo seré, polvo amante. (De Poesías completas)

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César Vallejo Santiago de Chuco, 16 de marzo de 1892 - París, 15 de abril de 1938). Uno de los innovadores de la poesía del siglo XX y el máximo exponente de las letras en el Perú. Es, en opinión del crítico Thomas Merton, el más grande poeta católico desde Dante, y por católico entiendo universal. Según Martin Seymour-Smith, el más importante poeta del siglo XX en todos los idiomas.

Masa Al fin de la batalla, y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre y le dijo: «No mueras, te amo tanto!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Se le acercaron dos y repitiéronle: «No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil, clamando: «Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Le rodearon millones de individuos, con un ruego común: «¡Quédate hermano!» Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo. Entonces, todos los hombres de la tierra le rodearon; les vió el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó al primer hombre; echóse a andar (De Poemas Humanos. España Aparta de mí este cáliz.)

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Piedra Negra Sobre Una Piedra Blanca Me moriré en París con aguacero, un día del cual tengo ya el recuerdo. Me moriré en París y no me corro tal vez un jueves, como es hoy, de otoño. Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. César Vallejo ha muerto, le pegaban todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga; son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos... (De Poemas Humanos)

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Hoy Me Gusta La Vida Mucho Menos Hoy me gusta la vida mucho menos, pero siempre me gusta vivir: ya lo decía. Casi toqué la parte de mi todo y me contuve con un tiro en la lengua detrás de mi palabra Hoy me palpo el mentón en retirada y en estos momentáneos pantalones yo me digo: ¡Tanta vida y jamás! ¡Tantos años y siempre mis semanas! Mis padres enterrados con su piedra y su triste estirón que no ha acabado; de cuerpo entero hermanos, mis hermanos, y, en fin, mi ser parado y en chaleco. Me gusta la vida enormemente pero, desde luego, con mi muerte querida y mi café y viendo los castaños frondosos de París y diciendo: Es un ojo éste, aquél; una frente ésta, aquélla...Y repitiendo: ¡Tanta vida y jamás me falla la tonada! ¡Tantos años y siempre, siempre, siempre! Dije chaleco, dije todo, parte, ansia, dije casi, por no llorar. Que es verdad que sufrí en aquel hospital que queda al lado y está bien y está mal haber mirado de abajo para arriba mi organismo Me gustará vivir siempre, así fuese de barriga, porque, como iba diciendo y lo repito, ¡Tanta vida y jamás! ¡Y tantos años, y siempre, mucho siempre, siempre, siempre! (De Poemas humanos)

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Abraham Valdelomar Nació en la ciudad de Ica el 27 de abril de 1888 y murió en Ayacucho el 3 de noviembre de 1919. Reconocido ampliamente como el renovador de la narrativa peruana con sus cuentos criollos, también en el campo poético tuvo logros interesantes. Su poesía se enmarca dentro de la corriente modernista.

Desolatrix La cruz abre sus brazos sobre el pecho del muerto, cuya frente parece querer aún pensar, y en su lívida boca juguetea un incierto sonreír vago y triste. ¡Cuán incómodo está! Sombra, silencio, frío, soledad infinita en el estrecho ambiente. Apacible vagar del perfume que exhala la corona marchita. No se oye el badilejo, sobre la mezcla, ya... El enjambre voraz dentro del cráneo horada, y las que ideas fueron nutren a los gusanos, que van hurgando, elásticos, la roña descarnada hasta que muertos caen de los despojos vanos. El Cristo de metal se oxida entre las manos, y desde aquel instante ya no se siente nada...

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Cesar Atahualpa Rodríguez Nació en Arequipa 1879 y murió en 1972. Uno de los creadores más sólidos de esta ciudad.

Desesperado

Esta noche estoy “triste hasta la muerte”, como dijo el Rabí de Galilea, que hasta el agua que bebo se convierte en repugnante acíbar...así sea. Sobre mi crudo invierno doloroso la serpiente del tiempo se desliza tengo la boca amarga, todo es soso y el aire que respiro es de ceniza. Si en el osario del ayer me pierdo para encontrarme con lo que he vivido, veo que hasta el cadáver del recuerdo se pudre sin cesar en el olvido. Y si quiero agarrarme del ahora con mi terca ansiedad desesperada, veo también que todo se evapora, que mis manos están llenas de nada. ¿Que dónde voy, Señor, de senda en senda con estos pasos por demás inciertos? Voy a cumplir tu frase que es tremenda: “que los muertos entierren a sus muertos”.

Oración

Cristo hace ya rato que el mundo te ha visto; y que el hombre, animal insensato, queriendo materializarte, para mirarte ha pintado su propio retrato. Te puso cara compungida y contusiones sanguinolentas A ti que eres la vida, te hizo vivir escenas cruentas y te metió en las fauces del delito: y como muere todo lo que existe para que tú existieras, moriste con el párpado marchito. Así son todas las normas de esta criatura falible. El hombre, pensador de formas, busca siempre de lo imposible lo posible. Cuando se lanza en otras aventuras y el infinito se niega a sus miradas, con sus medidas rígidas y duras todo lo mide por pulgadas. Y Tú que no tienes porte, ¡Dios inmenso! ¿Con qué herramienta quieres que te corte para que quepas donde pienso? Estoy jadeante de fatiga como el que acaba de hacer una hazaña. ¿No me has sentido? Soy hormiga que te subí, creyéndote montaña. Y no eres, no, montaña ni acomodo, ni campo de medir mostrenco. Como la parte no conoce al todo, te percibo en el aire azulenco, en el hilo de luz mañanero que me lleva como una vasija, en el labio de mi hija, en diciembre y enero. Los que te buscan sólo a ratos y creen conocerte, son los mismos que le pidieron a Pilatos, tu muerte. Ellos te oran y te llaman en el momento decisivo, ellos por miedo te aman yo, Cristo, te vivo.

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Gamaliel Churata ( Puno, 1897 – Lima, 1969). Considerado el más lúcido de los escritores del llamado Indigenismo. La originalidad de su obra le ha granjeado un creciente, aunque tardío, entusiasmo por parte de la crítica.

CXXXV De solo un dolor se duele: la vida. Si los muertos nos duelen es porque les dolemos; y les dolemos allí donde nos duele: nosotros. Se podría sentir lo que no está, y así, los muertos de sentirse es que nos sienten y de dolernos les dolemos. ¿Si lo que más duele de América es el indio, será porque está muerto? No parece. Si el indio nos duele es porque nada hay más vivo en nosotros que el indio. Y si nada en el indio duele más que América, será porque solo en el indio América está viva. Observa que al abrigo de tus alondras sapos venenosos fornican en tu corazón: están vivos: no pueden evitarlo. Ni ellos saben morir. Somos necrademias que andan. El “ego” unidad en cadena. Cargas vivos a tus muertos desde el infinito. Inevitablemente eres sólo en ellos. Vivir: invivir. (De El pez de oro)

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Alberto Hidalgo (Arequipa, 1897 – Buenos Aires,1967). Poeta caudaloso y excesivo, disfrutó hasta sus últimos años de su espíritu iconoclasta. Recibió el Gran Premio de la Fundación Argentina para la Poesía y fue propuesto por estos para el premio Nobel de Literatura

El Sepelio Simplista El zinc del cielo para el ataúd. Soldadura de lágrimas. La caja construida de recuerdo, la madera mejor para los que se van. El dolor queda encargado de prestar los clavos para ajustar la tapa. ¡Que la fosa la caven en el aire! (De Simplismos)

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Multiplicación De La Muerte Me cierro a la luz y la veo morir entre mis párpados Eso es lo que más queda de su vida: su muerte Aquel instante de irse cuando los ojos batían sus (pañuelos de viaje frecuenta mis minutos con los golpes de una significativa (tenacidad y se hace en mi visión cabal de pena según si fuese un cuadro perennemente evocado en un (espejo Todo puede olvidarse de la mujer querida su redondez de senos hechos a la medida de las manos el encaje sutil de su ternura enredando de besos el diario (despertar el goce que nos dio esa especie de vals de las olas de su (carne mientras la sembrábamos con algo que nos bajaba desde (la cabeza hasta los pies en un descenso de termómetro por nuestra columna (vertebral todo puede olvidarse menos las pupilas de su despedida ausente ya de labios toda voluntad de palabra Tal es la causa de su eterna vida pero también lo que repite su muerte en mi congoja persistente (Se muere muchas veces tantas treces como retorna la última mirada en quien para acunarla se hizo ataúd el corazón) Y pues se fue primero yo sé que sólo moriré una vez (De Antología personal)

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Guillermo Mercado Nació en 1904 en la calle Cruz Verde Nº 118, y murió en Yanahuara en 1983. Poeta de enorme talento, consiguió retratar el colorido y la vitalidad de la Arequipa de principios del siglo XX.

Romería Cuánto tiempo ya querrás cambiar de posición padre mío, ya querrás desperezarte, tomar el sol, salir al campo. !Ya te deben doler los huesos mucho¡ Ahí adentro encerrado, cómo estarás esperando a tu mujer, a tus hijos, que vayan a darte los buenos días llorarás como un niño sofocado a media noche para que lo levanten en brazos cómo estarás ¡hasta preferirás morir, morir! a quedarte en esta estúpida manera de estar metido, apretado en un cajón Y ¡quién te ha de levantar! si para abrirte no encontramos la llave en el llavero de nuestras lágrimas.

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El Carpintero Silva El carpintero Silva ganaba una peseta al día Haciendo cajones para una fábrica. Era tan solo, tan solo en medio de sus hombros, estaba tan distante de donde se está un poco bien apenas... Recuerdo su taller humilde, los golpes de su martillo honrado, el trajín por los maderos de sus manos deformes, ese agudo llorar cada momento de su viejo serrucho. Y hasta su triste solitario silbado siempre al medio día. El carpintero Silva envuelto en sus pobrezas se acostaba junto al río, bajo esas sombras familiares su cuerpo hallaba lecho blando sobre la tierra dura. Las aguas negras y heladas amasaron su alma de desheredado, ese frío del río acribilló hasta su sombra. El carpintero Silva trabajó tanto que al fin murió de hambre, entonces el hospital y los hombres lo sepultaron desnudo como una semilla, él, que había hecho cajones no tuvo ni una madera para su único lecho definitivo. La tumba fue su único gran salario, en las puertas de la fábrica ha quedado el tufo de su miseria. y en las aguas cargadas de piedras del río la protesta entredientes que fue toda su existencia.

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Javier Sologuren Lima, 19 de enero de 1921 - Lima, 21 de mayo de 2004. Perteneció a la Generación del 50. Su obra poética, de orientación purista, se caracteriza por una combinación de clasicismo, simbolismo y un muy particular surrealismo. Como editor de La Rama Florida contribuyó a estimular la producción poética de su país.

Morir

O soleil c´est le temps de la Raison ardente APOLLINAIRE

Morir como una flor en el seno de dos olas instantáneas ante el indeciso fulgor de una dicha imprevista y cercana. Morir como un pájaro que cae entre nubes de rosados anillos; entre tallos de vibrátiles pestañas y copas de luz impalpable. Morir en un castillo de mercurio al resplandor de una amorosa mirada. Morir viendo el sol a través de gaseosas laderas. Morir como una rosa cortada al fuego de la noche. Morir bajo una lluvia de sedosas escamas. Morir en las fragantes olas de unas sienes sensibles. Morir en esta ciudadela esculpida en una desierta mañana. Morir llevado por el mar que respira contra los muros de mi casa. Morir en una súbita burbuja de amor a punto de no ser más que vacío. Morir como un pequeño caracol que el mar deja rezumando en las arenas blancas igual que una sonrosada oreja cubierta de rayos estivales. Morir para encontrar la escultura bajo tierra de un viejo sueño humano. Morir donde las aves toman rumbos desconocidos entre las olas y la noche, entre un suntuoso iris y el deslumbrante laberinto de la fauna en acecho. Morir en la distancia de tu cuerpo desnudo como un jirón de nácar inflexible, de lácteos racimos y agudas flores esparcidas apasionadamente. Morir solo en la tierra al tibio ramalazo del aire caído con amoroso peso 24


y al temible contacto de una piel suave y frescamente colmada. Morir en un mimoso dúo de estrechas flautas de oro a media agua de tus ojos bajo la tierra incandescente. Morir asido a una dura garganta en la silenciosa espuma del follaje. Morir junto a una cabellera que barre el fondo de las minas de preciosas llamas que han de ser brillante gas en la nocturna velada de mi amor. Morir a nivel de una sonrisa delicada. Morir en un lago de fría seda donde hierven las ardientes piedras del mediodía, en tus ojos de pequeños frutos solitarios donde la tarde es hoja de miel inhollable. Morir en un cuerpo embellecido por la más remota nieve. Morir sintiendo que en la tierra aún son hermosos la sangre, el desorden y el sueño.

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Jorge Eduardo Eielson Lima, 13 de abril de 1924 - Milán, 8 de marzo de 2006. Su obra literaria se caracteriza por la búsqueda de la pureza en la expresión. No se limitó a la poesía y consiguió amplio reconocimiento como artista plástico vanguardista. Es memorable su particular elaboración sobre temas de la cultura precolombina, especialmente el lenguaje del Quipu.

Primera Muerte De María A pesar de sus cabellos opacos, de su misteriosa delgadez, de su tristeza áurea y definitiva como la mía, yo adoraba a mi esposa, alta y silenciosa como una columna de humo. Cuando la conocí, María vivía en un barrio pobre, cubierto de deslumbrantes y altísimos planetas, atravesado de silbidos, de extrañas pestilencias y de perros hambrientos. Humedecido por las lágrimas de María, todo el barrio se hundía irremediablemente en un rocio incontenible. María besaba los muros de las callejuelas y toda la ciudad temblaba de un violento amor a Dios. María era fea; su saliva, sagrada. Las gentes, sin confesarlo, esperaban ansiosas el día en que María, provista de dos alas blancas o montada en un animal divino, abandonara la tierra sonriendo por primera vez a los transeúntes Pero los zapatos rotos de María, como dos clavos milenarios, continuaban fijos a la tierra. Durante la espera, la muchedumbre impaciente escupía la casa, la pobreza y la melancolía de María. Una noche María fue embestida por un ciego, como por un árbol lleno de flores. María tomó una flor y de su perfume vivió varios años. Con tal perfume, una botella de leche y un perro macilento -IaíasMaría alimentaba su corazón y su cuerpo y vivía apartada en una cabaña de madera.

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Hasta que aparecí yo como un caballo sediento y me apoderé de sus senos. La virgen espantada derramó su leche y un río de perlas sucedió a su tristeza. Perseguida por mil velos pálidos, como un nupcial cometa, su rostro inocente aparecía y desaparecía entre un bosquecillo de naranjos en flor. Sin que ella lo supiera, durante un minuto fulgurante, la virgen acababa de estrenar su incorruptible, mortal belleza; María se convirtió en mi esposa. Pero su felicidad duró tan poco como su belleza. Todas las noches yo rompía una botella de leche en mi habitación mientras María lloraba su inocencia perdida. Poco a poco conseguí alejar de su memoria el inefable perfume del ciego y asesiné a Isaías de un golpe en el estómago. Unos días más tarde María caía a tierra envuelta en una llamarada: Esposo mío -me dijo- un hijo de tu cuerpo devora mi cuerpo. Te ruego, señor mío: devuélveme mi perfume, mi botella de leche, mi perro miserable. ¡Pobre esposa mía, su cuerpo sediento se debatía entre las llamas, asfixiado por el peso viviente de mi amor! El instante de belleza perduraba en ella convertido en sangre, en tejidos, en una carne viva y dolorosa como la mía y como la suya. Yo le acerqué su botella de leche y le hice beber unos cuantos sorbos redentores. Abrí las ventanas y le devolví su perfume adorado. Casi simultáneamente Isaías saltó a sus brazos, hambriento como siempre, moviéndole la cola, oliendo como la infancia, como la soledad, como la virgen que sólo él había venerado. Luego una criatura de mirada purísima abrió sus ojos ante mí, mientras María cerraba los suyos, cegados por un planeta de oro: la felicidad.

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Yo abracé a mi hijo llorando y caí de rodillas ante el cuerpo santo de mi esposa: devorado por un fuego imposible, apenas quedaba de él un hato de cabellos negros, una mirada, una mano fría sobre la cabeza caliente de mi hijo. ¡María, María -grité- nada de esto es verdad, regresa a tu barrio pobre, a tu melancolía, vuelve a tu cabaña, amor mío, a tus callejuelas oscuras, a tu incomprensible llanto de todos los días! Pero María no respondía. Isaías temblaba solitario en una esquina, como en el extremo de un cono de luz divina. Toda la ciudad, en el otro extremo, me reclamaba a mi hijo, repentinamente henchida de amor a María. Yo confié mi hijo al abrigo y la protección de algunos bueyes, cuyo aliento cálido me recordaba el cuerpo tibio y la impenetrable pureza de María.

(De Primera Muerte de María)

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Sebastián Salazar Bondy (Lima, 1924 -1965) . Miembro destacado de la generación del 50. Sus contribuciones más importantes se encuentran en la poesía y el teatro, asimismo realizó una intensa labor periodística, en diarios y revistas, sobre temas literarios, culturales, artísticos y sociales, que lo convirtieron en una de las figuras más influyentes y populares del Perú.

Testamento Ológrafo Dejo mi sombra, una afilada aguja que hiere la calle y con tristes ojos examina los muros, las ventanas de reja donde hubo incapaces amores, el cielo sin cielo de mi ciudad. Dejo mis dedos espectrales que recorrieron teclas, vientres, aguas, párpados de miel y por los que descendió la escritura como una virgen de alma deshilachada. dejo mi ovoide cabeza, con patas de araña, mi traje quemado por la ceniza de los presagios, descolorido por el fuego del libro nocturno. Dejo mis alas a medio batir, mi máquina que como un pequeño caballo galopó año tras año en busca de la fuerte del orgullo donde la muerte muere dejo varias libretas agusanadas por la pereza, unas cuantas díscolas imágenes del mundo y entre grandes relámpagos algún llanto que tuve como un poco de sucio polvo en los dientes. Acepta esto, recógelo en tu falda como unas migas, da de comer al olvido con tan frágil manjar. (De El tacto de la araña)

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Carlos Germán Belli Nacido en Lima en 1927, notable poeta, traductor y periodista peruano de la llamada generación literaria del 50, ha obtenido importantes premios. Catedrático de la Universidad de San Marcos. Ha sido nominado al premio Nobel en 2007.

Papá, Mamá Papá, mamá para que yo, Pocho y Mario sigamos todo el tiempo en el linaje humano, cuánto luchasteis vosotros a pesar de los bajos salarios del Perú, y tras de tanto tan solo me digo: “venid, muerte, para que yo abandone Este linaje humano, y nunca vuelva a él, y de entre otros linajes escoja al fin una faz de risco, una faz de olmo, una faz de búho” (De ¡Oh hada cibernética!)

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Blanca Varela Nació el 10 de agosto de 1926 en Lima, considerada como una de las voces poéticas más importantes del género en América Latina. Murió el 12 de marzo de 2009.

Epitafio Esto es hoy, algo perdido. Brilla el césped. Cae una hoja y es como la señal esperada para que vuelvas de la muerte y cruces con resplandor y silencio de estrella mi memoria. (De Muerte en el jardín )

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Nadie Nos Dice nadie nos dice cómo voltear la cara contra la pared y morirnos sencillamente así como lo hicieron el gato o el perro de la casa o el elefante que caminó en pos de su agonía como quien va a una impostergable ceremonia batiendo orejas al compás del cadencioso resuello de su trompa sólo en el reino animal hay ejemplos de tal comportamiento cambiar el paso acercarse y oler lo ya vivido y dar la vuelta sencillamente dar la vuelta (De El falso teclado )

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José Ruiz Rosas A pesar de haber nacido en Lima en 1928, vivió gran parte de su vida en Arequipa, contribuyendo de manera esencial a la cultura de esta ciudad. Su obra poética irradia una insólita belleza, introspectiva y solidaria, que conduce a lo trascendental.

Qué Bella Está Tu Muerte, Moribundo QUÉ BELLA está tu muerte, moribundo echado en el planeta como un lago donde refleja el ojo su memoria. Has conocido el sol y entre las noches has brindado tu muerte al todo ignoto y por tu cuerpo abierto a la nostalgia ha pasado un sereno aire de ausencias; has esperado el tiempo únicamente, tiempo tú mismo ya, tiempo presente, tiempo tangible, realidad perpetua si la perpetuidad es lo que digo; has llegado a la luz cual caminante que desdeña un lugar para sus huesos y ambula entre las altas claridades, has hecho de tu muerte una madura fruta en cuya semilla queda escrita la señal más antigua y perdurable. Qué perfectas tu muerte y tu agonía ya iniciada, total, irreversible, sin prontitud, como el cometa enorme, sin calma, como el tiempo que medimos. Has reiniciado el viaje de la vida hacia su misma esencia, lago amplísimo donde naufragaré después del alba. (De La sola palabra)

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Efraín Miranda Es uno de los poetas más destacados de la literatura puneña. Nació el 2 de marzo de 1925 en Putina (Puno). Fue maestro de una comunidad campesina de Jacha Winchoca donde vivió por más de quince años en Ilave, Puno. Su poemario Choza fue recibido con gran entusiasmo por la crítica nacional destacando su particular expresión del mundo indígena.

Muerte… Muerte, lo sé, estás allí, atenta, vigilas. Otras veces te presentabas como una cosa entre las cosas y yo en silencio bebía las largas horas que hasta ti llevaban. Oh, sí siempre te acercaras de ese modo: que mis honduras no se conmuevan cuando tus superficies se mueven; ocurre, entonces, que la voluntad ya no es mía y al llamado de mis fuerzas, éstas huyen como refugiados en espanto; los días vacilan sin unidad ni sentido, el mundo se torna vacío como una gran casa habitada, en cuyo exterior nuestra locura instalara el interior, y los árboles humanos que se desarraigan caen como vestimentas sin dueños… -Si tú vieras su abandono y su miseria regresarías conmovida, devolviendo al mundo su corazón alegre y dulcificado (de Muerte cercana)

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Alberto Vega (Arequipa, 1932) Autor de tres poemarios: Tierra interna, Palabra natal y La arena del tiempo, que junto a otros poemas inéditos fueron publicados en un solo volumen en 1989 por el Concejo de Ciencia y Tecnología del Perú. En 2002 se publicó Poesía 1970/2002, en el que se recopila toda su obra.

Ahora Tus Huesos… Ahora tus huesos ya se confunden con la tierra. Tierra profunda tu forma, tus negras trenzas, tu canto de niña triste, tu uniforme azul de colegiala, tu modo de tocar la puerta de la casa, tu alegría y tu dolor, tu herida inacabable… Ahora ya es de tierra el hospital la cama en que moriste, el llanto de mi madre, cuando al palparte, todavía estabas tibia… Ahora tus ojos ya no estarán cerrados para siempre, ni tu boca en silencio, ni tus oídos sordos para escuchar tu nombre, ni estarás rígida y fría, ni en ataúd ni en cementerio. porque ahora tus huesos, tu vida y su historia, y hasta tu muerte, ya son la tierra misma… Y qué es la tierra sino la indestructible…? (De Palabra natal)

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Luis Hernández A la par de su profesión de médico, Hernández cultivó la poesía y fue uno de los más conspicuos representantes de la generación del 60. Fue uno de los primeros en incorporar el humor y las citas metatextuales en la poesía peruana. Dueño de una obra singularísima, Hernández es también uno de los responsables de la incorporación en la poesía peruana de la astronomía y de las ciencias en general.

Poema A Un Suicida En Una Piscina No mueras más Oye una sinfonía para banda Volverás a amarte cuando escuches Diez trombones Con su añil claridad Entre la noche No mueras Entreteje con su añil claridad Por lo que Dios más ame Sal de las aguas Sécate Contémplate en el espejo En el cual te ahogabas Quédate en el tercer planeta Tan sólo conocido Por tener unos seres bellísimos Que emiten sonidos con el cuello Esa unión entre el cuerpo Y los ensueños Y con máquinas ingenuas Que se llevan a los labios O acarician con las manos Arte purísimo Llamado música No mueras más Con su añil claridad.

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Javier Heraud Nació en Miraflores, Lima, el 19 de enero de 1942, y falleció en Madre de Dios el 15 de mayo de 1963. Poeta, profesor, guerrillero peruano. Destacó ostensiblemente en los estudios, ocupó el segundo puesto de su promoción en el colegio Markham y el primer puesto de ingreso en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú. En 1960, siendo menor de edad, publica El río, poemario donde hizo gala de su talento para la composición literaria.

Yo No Me Río De La Muerte Elegía Tú quisiste descansar en tierra muerta y en olvido. Creías poder vivir solo en el mar, o en los montes. Luego supiste que la vida es soledad entre los hombres y soledad entre los valles. Que los días que circulaban en tu pecho sólo eran nuestras de dolor entre tu llanto. Pobre amigo. No sabías nada ni llorabas nada Yo nunca me río de la muerte. Simplemente sucede que no tengo miedo de morir entre pájaros y arboles Yo no me río de la muerte. Pero a veces tengo sed y pido un poco de vida, a veces tengo sed y pregunto diariamente, y como siempre sucede que no hallo respuestas sino una carcajada profunda y negra. Ya lo dije, nunca 37


suelo reir de la muerte, pero sí conozco su blanco rostro, su tétrica vestimenta. Yo no me río de la muerte. Sin embargo, conozco su blanca casa, conozco su blanca vestimenta, conozco su humedad y su silencio. Claro está, la muerte no me ha visitado todavía, y Uds. preguntarán: ¿qué conoces? No conozco nada. Es cierto también eso. Empero, sé que al llegar ella yo estaré esperando, yo estaré esperando de pie o tal vez desayunando. La miraré blandamente (no se vaya a asustar) y como jamás he reído de su túnica, la acompañaré, solitario y solitario. (De El Viaje)

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Pablo Guevara Miraval Nació en 1930 en Lima, estudió en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos fue poeta, profesor universitario y cineasta y el representante más joven de la llamada “generación Literaria de los 50”; recibió el Premio Nacional de poesía en 1954 y el Primer Premio COPÉ de Poesía en 1997; murió en el 2006.

Mi Padre Tenía un gran taller. Era parte del orbe. Entre cueros y sueños y gritos y zarpazos, él cantaba y cantaba o se ahogaba en la vida. Con Forero y Arteche. Siempre Forero, siempre con Bazetti y mi padre navegando en el patio y el amable licor como un reino sin fin. Fue bueno, y yo lo supe a pesar de las ruinas que alcancé a acariciar. Fue pobre como muchos, luego creció y creció rodeado de zapatos que luego fueron botas. Gran monarca su oficio, todo creció con él. La casa y mi alcancía y esta humanidad. Pero algo fue muriendo, lentamente al principio; su fe o su valor, los frágiles trofeos, acaso su pasión, algo se fue muriendo con esa gran constancia del que mucho ha deseado. Y se quedó un día, retorcido en mis brazos, como una cosa usada, un zapato o un traje, raíz inolvidable quedó solo y conmigo. Nadie estaba a su lado. Nadie. Más allá de la alcoba, amigos y familia, qué sé yo, lo estrujaban. Murió solo y conmigo. Nadie se acuerda de él.

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Antonio Cisneros (Lima, Perú, 27 de diciembre de 1942 - Lima, 6 de octubre de 2012) Pertenece a la llamada “generación del 60” de la literatura peruana. Ha sido uno de los que más ha publicado y el más reconocido poeta peruano de este grupo.

Los Funerales De Atahualpa (Óleo De Luis Montero)

En cuál de los infiernos se hallará el alma de Atahualpa, señor antiguo y muerto. Su gesto no señala ninguna preferencia. Aunque detrás del párpado de piedra se arremolina un viaje inacabable. Apenas la nariz tiene un mohín de triunfo o de soberbia. Sus inmensas orejas reposan como un par de escarabajos a los lados del cráneo. Sus labios son aún esa gran bocanada que limita el mundo de los vivos y los muertos. Una columna asiría (según boceto de Malet) distribuye los tonos de verde igual que en una fuente de ensalada. Alumbra un reflector. La luz se tambalea en el lugar del crimen. Unas matronas blancas como la cal lloran al inca. Las vírgenes del sol. Raro linaje para unas labradoras italianas posando en el estudio del pintor (sito en Florencia) a la mitad del siglo XIX. (De Las inmensas preguntas celestiales)

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Por Robert Lowell Lowell retornaba en taxi a Nueva York desde el aeropuerto Kennedy. Al llegar al destino el chofer se dio cuenta de que el pasajero no se movía constatando que estaba muerto. (Nota periodística sobre la muerte de Robert Lowell)

Del avión al taxi, del taxi al sudor frío, del sudor al diafragma cerrado. 90.000 kilómetros de sangre a la deriva en el fondo de un taxi. Rojos caballos bajando las colinas, evitando las altas hierbabuenas, corriendo, siendo, riendo, hundiéndose en las aguas como el sol del Pacífico. Más libres que un cadáver azul a la deriva. Sólo tumbos y chillidos de delfín. Sin duelo alguno en los acantilados. En el fondo de un taxi. (No hay quien tome tu mano y te consuele y te seque el sudor y te recuerde -en 14 segundos- el mar Atlántico contra un bosque de pinos y el orden de la tierra perfecta como una tía vieja.) Azul a la deriva No hay duelo en los semáforos que guardan el camino ni un abeto en tu puerta todavía.

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Rodolfo Hinostroza Escritor, cocinero y astrólogo nacido en Lima, Perú, el 27 de octubre del año 1941. En noviembre de 2013 recibió el Premio Nacional de Cultura en el Perú, otorgado por el Ministerio de Cultura y PetroPerú.

Los Huesos De Mi Padre Hemos cerrado el pasado con gruesas lágrimas de acero Javier Heraud

Serán éstos los 206 aristocráticos huesos de mi padre? Todos completos, con su maxilar inferior, su frontal, sus falangetas, su astrágalo, su vomer, sus clavículas? No se habrán confundido en la Fosa Común con los de un vagabundo de esos que abundan en las calles de Lima, y mueren sin un grito? Cómo voy a confiar en que sean éstos los huesos de mi querido padre, don Octavio, Tachito, si en la Fosa Común donde lo echaron puede ocurrirle cualquier cosa a los huesos de uno? Su hermano, tío Reynaldo había jurado encontrar a mi padre, y recorrió toda esta Lima a pie durante un año, para hallar a mi padre, el poeta, que se había perdido en la ciudad, como suele ocurrirles a los ancianos y a los locos. Todos los días salía, después del desayuno, a buscar al hermano mayor, a aquel poeta provinciano, talentoso, desgraciado y perdido por los barrios de Lima. Llevaba una vieja foto de mi padre, amarillenta, donde aparecía con su pelo muy blanco, sus ojillos brillantes de inteligencia, sus mejillas fláccidas labradas por años de inútiles batallas contra lo que él llamaba su destino adverso cuando se hallaba de un ánimo blasfemo, 42


dispuesto a enrostrarle a un Dios en el que no creía, sus continuos fracasos. La boca grande, elocuente. La frente alta y despejada. Con un terno marrón, creo, a rayitas. Esa imagen debió corresponder a una época feliz, tal vez la de Huaraz, cuando estábamos todos juntos, mi hermana mi madre y yo, mucho antes del divorcio. Reynaldo la mostraba a la gente, los interrogaba venciendo su enorme timidez: “¿Ha visto a este hombre?” indesmayablemente a pie, tío de a pie como un remoto soldado de una guerra perdida, raso, humilde, cumplido, indagando en los parques, en los hospitales, en las estaciones de autobús, en los mercados, pues quería encontrarlo, esa era la misión que se había impuesto antes que la muerte se lo lleve. Pero la muerte se llevó primero a tío Reynaldo de un cáncer al estómago, sin saber que mi padre lo había precedido en el último rumbo, y no fue sino mucho más tarde que mi hermana al fin encontró a mi padre en una Fosa Común del cementerio de Miraflores donde sus huesos misteriosamente habían venido a dar porque nadie había reclamado su cadáver. La muerte que con callado pie todo lo iguala lo había sorprendido en un asilo municipal donde llevan a los locos que vagan por las calles de Lima y había muerto, enloquecido y solo, él, Octavio, Tachito, el poeta, el hermano mayor que había nacido en cuna de oro. Siempre pensé que moriría rodeado como Maese Manrique de sus hijos, hermanos y criados reconciliado con su terco destino 43


y cesaría la angustia la loca angustia que desorbitaba sus ojos porque no quería morir como un fracasado y su muerte le cerraría para siempre las puertas de La Gloria. No reposó un instante en vida acechando a la suerte en todos los caminos, en todos los concursos, esperando un cambio del destino un premio, algo definitivo que sacase su nombre del anonimato y le diese la paz. Ya no soñaba con el Premio Nobel, si no con la publicación de sus poemas que eran profundamente hermosos y cada día más bellos cuanto más desgraciada era su vida. Se sentía en deuda con nosotros sus hijos, y los recuerdos de nuestra infancia feliz lo atormentaban hasta hacerlo sangrar como un patriarca loco que ha perdido el paraíso inadvertidamente por una mala mano en el Tresillo un mal consejo, o una debilidad de temple inconfesable. Entonces quería estar solo, huía de la familia, se confundía en Lima entre los vagabundos, le aterraba y le atraía como un destino escrito la mendicidad al final del camino. No aceptaba el rol que todos querían para él: el del abuelo sabio y respetado que mora y aconseja en el hogar de su hija: prefirió seguir en la batalla hasta el final, irse a la calle esperando un milagro. Sus despojos fueron a dar a la Fosa Común, hasta que el proceso de putrefacción termine, en cosa de tres años y sus huesos, mondos, nos fueron entregados en una caja de zapatos, con una etiqueta identificatoria. 44


Ahora reposan en el Cementerio el Ángel en una de esas fúnebres bibliotecas de huesos a pocos bloques de donde mi madre duerme su sueño eterno. La muerte, piadosamente, ha acercado los huesos de dos seres que la vida separó, y sus nombres han vuelto a aproximarse en el silencio de este camposanto como cuando se vieron por primera vez y se amaron. En ocasiones mi hermana y yo llevamos flores, a un sepulcro y el otro, y todavía sufrimos por su amor desgraciado, que sin embargo dio maravillosos frutos. (De: Memorial de Casa Grande)

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César Calvo Nació en Iquitos en 1940 y falleció en 2000. Pertenece a la generación del 60. Su obra refleja el interés de este grupo en usar imágenes de la cultura y sociedad contemporáneas en la poesía; además de incorporar, en algunas ocasiones, otras propias de su región amazónica natal.

Responso Para Un Abrazo Me has dicho que naciste y que no sabes cuando en una calle triste del barrio de Belén. Me has dicho que creciste sin padres ni cumpleaños y que un día te fuiste para jamás volver. Y a mí me lo dijiste, a mí que fui tu abrazo: el primero que diste al dejar la niñez. Y ayer cuando me viste después de tantos años en un lugar más triste que el barrio de Belén, no me reconociste: bailabas con extraños los pasos alquilados de la danza más cruel. No me reconociste pero nos abrazamos. Nuestro primer abrazo, anoche lo compré. Tú fingiendo reírte, tú sin oír mi llanto. Yo buscando una niña en tu piel de mujer. Y ayer cuando me viste después de tantos años dijiste no era triste tu calle de Belén, que allí no te desviste el baile de un extraño, que allí solo sentiste un abrazo de miel. Y a mí me lo dijiste, a mí que soy tu abrazo: el único que diste, lejos, en tu niñez. Me dijiste que nunca podrías recobrarlo, que del amor huiste y que hoy pagas por él. No me reconociste, y sin decirte nada yo te dejé más triste que cuando te encontré. Y en el espejo amargo de tu cuarto quedaron dos niños abrazados que murieron ayer.

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Walter Márquez Arequipa, 1945. Uno de los más importantes poetas arequipeños. Es autor de Ángel inesperado, Cantar de gesta y Odiseo en la urbe.

No En Elogio Y Loor De Los Muertos Sino Cómo Aguardan Retomar La Ciudad No pensamos ir en busca de los muertos, sin embargo, están perpetuamente anotando debajo de la tierra un traspié y el insólito número de nuestras pisadas. Dibujan en el estuco de los muros el estruendo de las bombas, el número de acémilas perdidas, la hora del paso de los cortejos funerales. Nocturnos y furtivos nos vigilan por el intersticio de los biombos o, en el balcón en el sillón de mimbre, aparentan tomar el fresco de la tarde. Montan guardia en la bocatoma o se recuestan en cables de alta tensión. Sus discretos graneros se desdoblan en polvorines al conjuro de la noche. Habitan casas abandonadas con cánticos hermosos, ancianos y venerables; hacen abluciones en la sombra, humedecen en agua pura y viva el pan sencillo. Suelen viajar golosamente sumergidos en cestas de legumbres y descansan todos en la hierba y en el olor a flores los domingos. En espera de que el viento agite su abanico de garza real y mueva la rueda de la fortuna anudan la red para retomar la ciudad.

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Gloria Mendoza Puno 1948. Poeta precoz, perteneció al Grupo Carlos Oquendo de Amat, de Puno. Ha sido expositora en eventos literarios en Uruguay, Chile, Puerto Rico y en distintas universidades peruanas. “Dulce naranja dulce luna”; “Qantati deshojando margaritas”.

Las Embarcaciones De Epifanía Suaña El agua es el espejo de nuestra conciencia. Yasuko Notoy Naito (Chile) Mi nombre es Epifanía Suaña con los años mi nombre crece en el agua mi nombre está poblado de manzanilla danza de peces y olas el legendario Titicaca enmascaró mi rostro el agua guarda mi nombre junto a los helechos en la límpida orilla de Puerto Puquis en las pequeñas embarcaciones que atravesaron mi infancia el río serpiente y ave retiene mi nombre en el susurro de los eucaliptos soy Epifanía Suaña venida de Puerto Puquis una kantuta profunda alegra mi camino busqué mi nombre en el trébol el frío quemó mis trenzas 48


mis manos son balsas de agua dulce catarata señala días especiales el recuerdo wala wala de madre y niño esculpidos en piedra compuerta de Ayabacas mi nombre gira en la paja brava mi nombre piedra eterna en el lago en los putucos que cobijaron mi adolescencia para seguir viviendo no basta el presente hoy en la urbe la lejana brisa enciende llamas en mis ojos carajo soy Epifanía Suaña venida de Puerto Puquis. (De Dulce naranja dulce luna)

Cuando La Abuela Gumercinda Decidió Habitar En El Vientre De La Tierra Húmeda Mi fantasía mi canasta de fruta única confidente la compañera de carpeta en la escuela rural la amiga que me trajo agua en las agotadoras horas de paseo oh ciudadana libre en el fondo del gran lago rompe la desolación de las ciudades. (De Qantati deshojando margaritas)

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José Watanabe Nacido en Laredo, Trujillo. Su madre de origen serrano y su padre, japonés de quien aprendió el arte del haiku.Perteneció a la generación del 70.

Las Piedras De Mi Hermano Valentín Nuevas recién llegadas de Pirzgyin me informan que mi hermano vive todavía. Tu Fu Después que Juan murió abrazando su atormentado vientre, tú eres nuestro hermano mayor. Necesitamos un hermano mayor por cuestiones de responsabilidades de la memoria. Sé que tú durarás más que nosotros porque en nuestro pueblo sólo el río que te da aire fresco y camarones va rápido. La vida transcurre como una lenta ceremonia y el tiempo es más mesurado. Cuídate. No bebas demasiado cuando mis mentirosas palabras aparecen en los periódicos . Cuídate, sigue buscando esas piedras calientes tan benéficas para tu panadizo de próstata. Felizmente nuestro pueblo sólo tiene piedras y barro. Me olvidaba: … y sol que calienta las piedras donde te sientas para aliviar tu punzante dolor. Ay, hermano, perdona esta risa irreverente, pero imagino que cuando te vas queda sobre las piedras una lengüita de fuego de Pentecostés. (De La Piedra Alada) 50


En Esa Casa... En esa casa, a puerta cerrada, mataban chanchos. Ver muertes y destripes nos hubiera sido más benigno: ya habríamos olvidado. Pero no: sentados en la vereda rota sólo oíamos gritos desesperados, largos vagidos de agonía. Nuestra imaginación creó un animal casi humano. Los ruidos de la muerte venían por el aire. No respires, dijo alguien. ¿Fui yo el que habló? No lo sé, pero todos intuimos que esa agonía entraba en nosotros como un oscuro veneno que algún día tenemos que devolver.

(De La Piedra Alada)

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Oswaldo Chanove Arequipa 1953 . Su primer poemario, “El héroe y su relación con la heroína” (1983), lo situó como uno de los renovadores de la poesía de su generación. Su obra reunida fue publicada el 2013 por el Gobierno Regional de Arequipa donde se recopila cerca de 40 años de trayectoria.

Homenaje a Guillermo Mercado Pronto morirá Guillermo Mercado. Se desvanecerá como un tiempo pasado como un reloj de diecisiete rubíes colgado detrás de la puerta Sus cabellos ondulados dejarán de caer No hará dibujos en sus vagabundeos ni enredará sus quebradas piernas de azúcar entre los innumerables garabatos de hierba Su corbatín ya no será ni sello ni pluma ni pintura El viejo Guillermo Mercado no humedecerá los delgados labios resecos por el opio del tiempo ¿Fue en la era de la matutina catarata del Sol, cuando el recuerdo del la ceremonia del maíz era fresco? ¿He nacido ayer? ¿Construí tal vez las pirámides de Egipto? Te vi, Guillermito, en una esquina de San Camilo ¿En qué pensabas con el cabello engominado? Desconocido, facha de ratón, fragilidad inmensa sobre tu tumba cantaremos salmos de gloria. (De El Héroe y su relación con la heroína)

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Alonso Ruiz Rosas Integra la generación de poetas de los años 80. Trabajó activamente para conseguir que el Centro Histórico de Arequipa sea designado como Patrimonio de la Humanidad. Autor de La gran cocina mestiza de Arequipa, recetario canónico

Ir En Paz

(Marcha Morán) IMPERTURBABLE al fin Nuestro señor cabalga Sobre una mula ciega hacia el poniente. La soledad lo tiene sin cuidado El dolor le es ajeno No reconoce a nadie No se le ocurre nada No escucha los elogios y pasa indiferente por el fuego Ya no ama ni deja que la ira lo enrojezca Su lengua es de algodón, su piel de cera, sus entrañas de cal. (La criatura Lloraba sin consuelo entre la paja. Los pastores, borrachos, ayudaban A lavar los pañales. El padre estaba ausente. La madre le mostraba Sus espléndidos senos Y el pequeño, dejando la sonaja y los sollozos Mamaba con placer) Atrás, los del cortejo Sacuden sus pañuelos con los brazos en alto. Llueven pétalos rojos y amarillos. Relinchan los clarines. Alguien pide silencio y solicita tres hurras por el muerto. Era mi gran amor —suspira en mis oídos una puta Volverá —grita un viejo Y otros derraman lágrimas u observan La cera derramada por el fuego.

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(Resumen biográfico: Un sermón memorable en la montaña, ayunos y milagros Y una muerte espantosa) El corazón, enorme, Remojado en vinagre y traspasado Humea, irresistible, entre las brasas. Las tripas sancochadas Y fritas en manteca y ají seco. Ramilletes de ruda y de romero. Las manzanas más brillantes que nunca Y copas de anisado para todos. (En sus faldas, la madre Como a un trozo de mármol Al desnudo muchacho sostenía. Las moscas daban vueltas, El mundo daba vueltas Y el dolor la punzaba Sin cesar) Imperturbable, pues Nuestro señor se interna En la más apacible oscuridad. El murmullo se aleja Las flores se marchitan Los reclutas, cansados y con los labios negros, enfundan sus clarines Garúa tenuemente Y en la plaza vacía Alguien me exige Música, maestro. (De Sacrificio)

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Odi Gonzales Nació en Calca en 1962. Su lengua materna es el quechua. Por sus poemas obtuvo en 1992 el Premio Nacional de Poesía de Perú César Vallejo y el Premio de Poesía de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima. Es un reconocido especialista en la tradición oral del idioma quechua. Reside en Manhattan (EE.UU).

Cortejo Silencioso lleva al hombro el cadáver de su hijo mayor los restos mortales adentro en el costal de yute como si fuera media arroba de coca o de maní Atrás van, la cónyuge tan joven como él los niños con el licor para los deudos Y más atrás el perro escuálido y fiel como todo chusco Si, pues la víspera de su muerte le perseguían taparacos Y días antes, alma bendita, ni jugaba hacía hoyos en el suelo Pero el taparaco es fatal ronda a los que van a morir

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Alfredo Herrera Flores Poeta puneño nacido en Lampa en 1965. Ha sido ganador de la VII Bienal Premio Copé de Poesía (1995). Es uno de los intelectuales más importantes de los últimos años, su poesía es referente obligado de la nueva literatura nacional.

Mar de abandono Detengo mi cuerpo en pleno viaje. Desde mi cabello hasta el guante. Me sorprendo en el siglo. Descanso mi alegría, mi propia vida, para tener las manos vacías. Un cuerpo un alma que descansa no es un jardín escondido. Es como un naufragio, dicen, que ignora el peligro. Megube, nunca sabré del silencio tuyo. No veré más tus pupilas de hierba, tus senos tibios, tu boca de lluvia desatada, tu sonrisa que navega como un sueño arrastrado por el mar. (De Mares, 2002)

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Vicente Hidalgo Mollendo 1950, Arequipa 2014. Su obra, desordenada e irregular, se ha divulgado en publicaciones periódicas casi clandestinas sin haber sido jamás reunida en un libro.

Las últimas palabras de Jaime Sabines Y yo, y yo, y yo, el señalado por mi corazón, el aturdido, el inacabado, el solitario el que interpretó (devotamente) el misterioso guion, he trepado por fin la escarpada pendiente desde ese huerto imaginario llamado infancia hasta el cañón del eco de la vejez (donde ahora grito estas inútiles palabras) (donde ahora grito mi nombre y apellido) Y yo, y yo, y yo Tendré ya que desatender este mundo con pena, (que es el dolor más hondo) y queriendo (siempre, siempre) todo, todo.

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Los Otros


Dylan Thomas Swansea, Gales, 27 de octubre de 1914 – Nueva York, 9 de noviembre de 1953. El lirismo apasionado y la musicalidad de su poesía contrastan con el resto de sus contemporáneos. Famoso por su cautivante manera de leer sus poemas, atraía a cientos de personas a sus recitales. El caos y el exceso fueron su camino a la genialidad.

Y La Muerte No Tendrá Señorío Desnudos los muertos se habrán confundido con el hombre del viento y la luna poniente Cuando el alto mentón sea roído y polvo se vuelvan los huesos quedarán estrellas en sus codos y esquirlas de plata en los dedos de los pies Y aunque se vuelvan locos serán cuerdos Y aunque en el mar se sumerjan alzarán la nariz Y aunque los amantes se extingan quedará el amor y la muerte no tendrá señorío Bajo las ondulaciones del mar los que yacen tendidos no sucumbirán al espanto Se retorcerán en el potro hasta que el nervio estalle Amarrados a la rueda se mantendrán intactos Atravesados por malvados unicornios cada ligamento dejará de gemir, agotado y hasta se partirá en dos la fe en sus manos Pero la muerte no tendrá señorío. Aunque las gaviotas no griten más en su oído ni las olas rompan ruidosas en sus costas Aunque no broten ya flores donde antes brotaron ni levanten ya más la cabeza al golpe de la lluvia Aunque todos estén locos y muertos como clavos, las cabezas de los cadáveres martillarán margaritas estallarán al sol hasta que el sol estalle, y la muerte no tendrá señorío

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No Caigas Mansamente En La Blanda Noche La vejez debe calcinarse y delirar hacia el final del día Furor, furor contra la luz que se extingue Aunque al final los sabios reconocen que las tinieblas son lo verdadero Porque ningún relámpago ha bifurcado su palabra Y no van tan dóciles hacia la fofa oscuridad Hombres buenos, la última ola ha pasado estridente y tan soleada Sus frágiles acciones pudieron danzar en la verde ensenada Furor, furor contra la luz que se extingue Hombres disparatados que cantan y al vuelo cogen al sol Y lo asimilan, demasiado tarde, y a su manera se afligen Y no van tan dóciles hacia la fofa oscuridad Hombres circunspectos, casi muertos, que ven con ojos sofocados Ojos ciegos que pueden arder como meteoros y aún ser jubilosos Furor, furor contra la luz que se extingue Y usted, mi padre, allí en su elevada tristeza Bendígame, carajo, yo estoy ahora con sus terribles lágrimas y rezo Y no voy tan mansamente hacia la fofa oscuridad Furor, furor contra la luz que se extingue (Versión del inglés: Oswaldo Chanove)

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Pablo Neruda Nació en Parral el 12 de julio de 1904, fallece en Santiago el 23 de septiembre de 1973. Fue un poeta chileno, considerado entre los más influyentes de su siglo. Premio Nobel de Literatura en 1971.

XXXV No será nuestra vida un túnel Entre dos vagas claridades? O no será una claridad Entre dos triángulos oscuros? O no será la vida un pez Preparado para ser pájaro? La muerte será de no ser O de sustancias peligrosas?

XXXVI No será la muerte por fin Una cocina interminable? Qué harán tus huesos disgregados, Buscarán otra vez tu forma? Se fundirá tu destrucción En otra voz y en otra luz? Formarán parte tus gusanos De perros o de mariposas?

Corazón Hay cementerios solos, tumbas llenas de huesos sin sonido, el corazón pasando un túnel oscuro, oscuro, oscuro, como un naufragio hacia adentro nos morimos. como ahogarnos en el corazón, como irnos cayendo desde la piel al alma. Hay cadáveres, hay pies de pegajosa losa fría, hay la muerte en los huesos, como un sonido puro, 62


como un ladrido sin perro, saliendo de ciertas campanas, de ciertas tumbas, creciendo en la humedad con el llanto o la lluvia. Yo veo, solo, a veces, ataúdes a vela zarpar con difuntos pálidos, con mujeres de trenzas muertas, con panaderos blancos como ángeles, con niñas pensativas casadas con notarios, ataúdes subiendo el rio vertical de los muertos, el rio morado, hacia arriba, con las velas hinchadas por el sonido de la muerte, hinchadas por el sonido silencioso de la muerte. A lo sonoro llega la muerte como un zapato sin pie, como un traje sin hombre, llega a golpear con un anillo sin piedras y sin dedo, llega a gritar sin boca, sin lengua, sin garganta, Sin embargo sus pasos suenan y su vestido suena, callado como un árbol. Yo no sé, yo conozco poco, yo apenas veo, pero creo que su canto tiene color de violetas húmedas, de violetas acostumbradas a la tierra, porque la cara de la muerte es verde, con la aguda humedad de una hoja de violeta y su grave color de invierno exasperado. Pero la muerte va también por el mundo vestida de escoba, lame el suelo buscando difuntos, la muerte está en la escoba, es la lengua de la muerte buscando muertos, es la aguja de la muerte buscando hilo. La muerte está en los catres: en los colchones lentos, en las frazadas negras vive tendida, y de repente sopla: sopla un sonido oscuro que hincha sabanas, y hay camas navegando a un puerto en donde esta esperando, vestida de almirante.

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Edgar Lee Masters Garnett, Kansas, 23 de agosto de 1868 - Melrose Park, Pensilvania, 5 de marzo de 1950. Se hizo célebre con su Antología de Spoon River (1915), libro escrito en una corta temporada de iluminación, luego de la cual tuvo que ser internado en un sanatorio.

Cassius Hueffer Cincelaron en mi piedra sepulcral las palabras: “La vida le fue grata, y los elementos que la constituían se compaginaron de tal modo que, la naturaleza, irguiéndose, podía decir al mundo entero: este fue un hombre” Mientras leían está vacía retórica los que me conocieron ocultaron la sonrisa Mi epitafio debería haber sido: “La vida le fue ingrata, y los elementos se compaginaron para desencadenar una conflagración en la que él fue victimado” Mientras estuve vivo no soporté las lenguas enredosas ¡Ahora que estoy muerto me toca soportar el epitafio escrito por un cretino!

Sarah Brown Mauricio, no llores, no soy yo bajo este pino. El aire tibio de la primavera pasa entre la yerba suave, cintilan las estrellas, canta el mochuelo, ¡pero tú te enluteces en tanto mi alma yace extasiada en el sagrado Nirvana de la luz sin fin! Ve con aquél bondadoso corazón que es mi marido, que está meditando en nuestro amor culpable, que él así lo llamó: dile que mi amor por ti, no menos que mi amor por él forjaron mi destino; que a través de la carne gané el espíritu, y en espíritu, la paz. No hay nupcias en el paraíso,’ pero existe amor (Versión del inglés de Oswaldo Chanove)

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Cesare Pavese Cesare Pavese, Nació en Santo Stefano Belbo, el 9 de septiembre de 1908, fallece en Turín el 27 de agosto de 1950. Fue un escritor italiano, uno de los más importantes del siglo XX.

Vendrá La Muerte Y Tendrá Tus Ojos Vendrá la muerte y tendrá tus ojos -esta muerte que nos acompaña de la mañana a la noche, insomne, sorda, como un viejo remordimiento o un vicio absurdo-. Tus ojos serán una vana palabra, un grito acallado, un silencio. Así los ves cada mañana cuando sola sobre ti misma te inclinas en el espejo. Oh querida esperanza, también ese día sabremos nosotros que eres la vida y eres la nada. Para todos tiene la muerte una mirada. Vendrá la muerte y tendrá tus ojos. Será como abandonar un vicio, como contemplar en el espejo el resurgir de un rostro muerto, como escuchar unos labios cerrados. Mudos, descenderemos en el remolino.

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Ernesto Cardenal Nació en Granada, Nicaragua, 20 de enero de 1925. Poeta de gran influencia en los años setenta.

Oración Por Marilyn Monroe Señor recibe a esta muchacha conocida en toda la Tierra con el nombre de Marilyn Monroe, aunque ése no era su verdadero nombre (pero Tú conoces su verdadero nombre, el de la huerfanita violada a los 9 años y la empleadita de tienda que a los 16 se había querido matar) y que ahora se presenta ante Ti sin ningún maquillaje sin su Agente de Prensa sin fotógrafos y sin firmar autógrafos sola como un astronauta frente a la noche espacial. Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times) ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas. Tú conoces nuestros sueños mejor que los psiquiatras. Iglesia, casa, cueva, son la seguridad del seno materno pero también algo más que eso... Las cabezas son los admiradores, es claro (la masa de cabezas en la oscuridad bajo el chorro de luz). Pero el templo no son los estudios de la 20th Century-Fox. El templo —de mármol y oro— es el templo de su cuerpo en el que está el hijo de Hombre con un látigo en la mano expulsando a los mercaderes de la 20th Century-Fox que hicieron de Tu casa de oración una cueva de ladrones. Señor en este mundo contaminado de pecados y de radiactividad, Tú no culparás tan sólo a una empleadita de tienda que como toda empleadita de tienda soñó con ser estrella de cine. Y su sueño fue realidad (pero como la realidad del tecnicolor). Ella no hizo sino actuar según el script que le dimos, el de nuestras propias vidas, y era un script absurdo. Perdónala, Señor, y perdónanos a nosotros por nuestra 20th Century por esa Colosal Super-Producción en la que todos hemos trabajado. 66


Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes. Para la tristeza de no ser santos se le recomendó el Psicoanálisis. Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara y el odio al maquillaje insistiendo en maquillarse en cada escena y cómo se fue haciendo mayor el horror y mayor la impuntualidad a los estudios. Como toda empleadita de tienda soñó ser estrella de cine. Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva. Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados que cuando se abren los ojos se descubre que fue bajo reflectores ¡y se apagan los reflectores! Y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico) mientras el Director se aleja con su libreta porque la escena ya fue tomada. O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río la recepción en la mansión del Duque y la Duquesa de Windsor vistos en la salita del apartamento miserable. La película terminó sin el beso final. La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono. Y los detectives no supieron a quién iba a llamar. Fue como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga y oye tan solo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER O como alguien que herido por los gangsters alarga la mano a un teléfono desconectado. Señor: quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar y no llamó (y tal vez no era nadie o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles) ¡contesta Tú al teléfono!

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Edith Södergran San Petersburgo, 4 de abril de 1892 - Raivola, 24 de junio de 1923. Atacada por la tuberculosis tuvo una vida corta, pero poéticamente de gran intensidad. Es una de las grandes poetas del siglo XX.

Dios Dios es el lecho sobre el que nos extendemos en el todo replicando a las estrellas con ojos tan azules Dios es la almohada sobre la que inclinamos la cabeza Dios es el apoyo a nuestros pies Dios es el arsenal de ímpetu y una impoluta oscuridad Dios es el alma inmaculada de todo lo no visto y el cuerpo ya rancio de lo jamás deliberado Dios es el agua dormida de la eternidad Dios es el grano fértil de la nada y el puñado de cenizas de los mundos incendiados Dios es la infinitud de los insectos y el éxtasis de las rosas Dios es un columpio vacío entre el todo y la nada Dios es el grillete de las almas Dios es un arpa para la mano con la ira más violenta ¡Dios es todo aquello que el deseo puede hacer descender a la superficie de esta tierra! (Versión del inglés de Oswaldo Chanove)

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Sylvia Plath (Nació en Boston, EE.UU. el 27 de octubre de 1932. Aquejada por un transtorno bipolar se suicidó en Londres el 11 de febrero de 1963). Junto con Anne Sexton, es reconocida como una de los principales cultivadoras del género de la poesía confesional. Estuvo casada con el notable poeta Ted Hughes.

Lady Lazarus Lo he vuelto a hacer. Lo consigo una vez cada diez años Una especie de milagro andante, mi piel resplandece como la pantalla de una lámpara nazi Mi pie derecho Un pisapapeles Mi cara sin rasgos, excelente Lino judío. Retira la venda Oh enemigo mío ¿Te doy miedo? La nariz, la cuenca de los ojos, la dentadura completa? El corrosivo aliento Desaparecerá en un día Pronto, pronto la carne que la fosa consumió, estará en mí como en su hogar. Y yo seré una mujer sonriente Sólo tengo treinta Y como el gato tengo nueve muertes Esta es el número tres Qué manera de tirar a la basura Cada década. Qué infinitos hilos La multitud ruidosa Se empuja para verlos Me desenvuelven manos y pies El gran streptease. Señoras y señores Estas son mis manos Mis rodillas Puedo ser piel y huesos De cualquier manera soy la misma, idéntica mujer 69


La primera vez que me pasó tenía diez años Fue un accidente La segunda vez intenté Llegar hasta el final y no volver más. Me encerré Como una concha de mar. Ellos tuvieron que llamar y llamar Y sacarme los gusanos como perlas pegajosas.

Morir Es un arte, como todo lo demás, Yo lo hago excepcionalmente bien. Lo hago de tal manera que parece infiernal Lo hago de tal manera que parece real Supongo que diréis que tengo un don Es tan fácil hacerlo en una celda Es tan fácil hacerlo y quedarse inmóvil Es la teatral Reaparación en pleno día En el mismo lugar, la misma cara, el mismo grito brutal y Y asombrado: ¡Un milagro! Eso me deja noqueada Hay que pagar Por ver mis cicatrices, hay que pagar Por oír mi corazónQue realmente funciona. Y hay que pagar, hay que pagar mucho, Por una palabra o un roce O un poco de sangre O un mechón de pelo o ropa. Así que, Herr Doctor Así que, Herr Enemigo Soy tu obra, Soy tu valiosa, La chica de oro Que se disuelve con un alarido. Giro y ardo. No pienses que subestimo tu gran preocupación. Ceniza, cenizaTú atizas y remueves. Carne, hueso, no hay nada aquí70


Una pastilla de jabón, Un anillo de matrimonio, Un empaste de oro. Herr Dios, herr Lucifer Cuidado Cuidado Resucito de las cenizas Con mi pelo rojo Y me como a los hombres como aire.

Últimas palabras No quiero una caja cualquiera, quiero un sarcófago con rayas de tigre, y una cara redonda como la luna para poder contemplar. Quiero estar mirándolos cuando vengan juntando los minerales estúpidos, las raíces. Ya los veo - con las caras pálidas, lejanas como estrellas. Ahora no son nada, ni siquiera bebés. Me los imagino sin padre ni madre, como los primeros dioses. Se van a preguntar si fui importante. ¡Tendría que azucarar y conservar mis días como frutas! Mi espejo se está empañando -Unas pocas respiraciones, y no reflejará nada más. Las flores y los rostros se blanquean como sábanas. No confío en el espíritu. Se escapa en sueños como vapor, a través de la boca o del ojo. No puedo detenerlo. Un día no volverá. Las cosas no son así. Se quedan, sus brillitos especiales se calientan de tanto uso. Casi ronronean. Cuando se me enfríen las plantas de los pies, el ojo azul de mi turquesa me va a consolar. Dejen que me lleve mis ollas de cobre, dejen que mis potes de rouge florezcan sobre mí como flores nocturnas, perfumadas. Me van a envolver con vendas, van a guardar mi corazón bajo mis pies en un paquete prolijo. Difícilmente me reconoceré. Va a estar oscuro, y el brillo de estas pequeñas cosas será más dulce que la cara de Ishtar. (Versión del inglés de Willard Díaz)

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Adam Zagajewski Nació en 1945 en Lwów. Poeta polaco, novelista, traductor y ensayista. Recibió en 2004 el Neustadt International Prize for Literature. El 2014 fue voceado como fuerte candidato al Premio Nobel de Literatura.

Otoño El otoño siempre llega demasiado pronto. Todavía florecen las peonias, las abejas aun están trabajando en sus formas ideales y las frías bayonetas del otoño de pronto destellan sobre los campos y el viento ruge. ¿De dónde viene? ¿Por qué tendría que destruir sueños, árboles, recuerdos? Un ajeno entra en el bosque silencioso, ira que avanza, insinuante plaga; humo de leña, el aullido estridente de los tártaros. El otoño arranca hojas y las lleva lejos, nombres, frutos, cubre fronteras y caminos, apaga lámparas y cirios; joven otoño, labios púrpura, abraza a todo lo mortal, roba su existencia. Jugo de vida, sangre sacrificada, vino, aceite, ríos salvajes, ríos amarillos de cadáveres hinchados, que fluyen: barro, lava, avalancha, chorro. Otoño sin respiro, carreras, azules cuchillos brillando en su mirada. Siega nombres como yerbajos con su hoz filosa, implacable en su resplandor y en su aliento. Carta anónima, terror, Ejército Rojo. Versión del inglés de Willard Díaz 72


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Prosa

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Relato tradicional Sufí El gesto de la muerte Érase una vez, en la ciudad de Bagdad, un criado que servía a un rico mercader. Un día, muy de mañana, el criado se dirigió al mercado para hacer la compra. Pero esa mañana no fue como todas las demás, porque esa mañana vio allí a la Muerte y la Muerte le hizo un gesto. Aterrado, el criado volvió a la casa del mercader. —Amo -le dijo-, dame el caballo más veloz de la casa. Quiero partir hacia la ciudad de Samarra. Esta noche quiero estar lejos de Bagdad. —Pero, ¿por qué quieres huir? -le preguntó el mercader. —Porque he visto a la Muerte en el mercado y me ha hecho un gesto amenazante. —El mercader se compadeció de él y le dio el caballo, y el criado partió con la esperanza de estar por la noche en Samarra. Por la tarde, el propio mercader fue al mercado, y, como le había sucedido antes al criado, también él vio a la Muerte. —Muerte -le dijo acercándose a ella-, ¿por qué le has hecho un gesto de amenaza a mi criado? —¿Un gesto de amenaza? -contestó la muerte-. No, no ha sido un gesto de amenaza, sino de asombro. Me ha sorprendido verlo en el mercado Bagdad por la mañana, cuando tengo una cita con él por la noche en Samarra.

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José María Pérez Gay Ciudad de México, 15 de febrero de 1944 - 26 de mayo de 2013.

El entierro Partió el cortejo del palacio rumbo a la Cripta de los capuchinos, donde reposaban los restos de todos los Habsburgo. Al mediodía el maestro de la Corte descendió de la carroza y se dirigió a la puerta de madera. Desde el fondo del pasillo se oyó la voz de un monje: -¿Quién desea entrar? El maestro de la Corte anunció: -Su Majestad Imperial, Real y Apostólica, Francisco José I, Emperador de Austria, Rey de Hungría, Rey de bohemia, Rey de Lombardía y Venecia, Rey de Galicia y Lodomeria, Rey de Croacia y Eslovenia, Rey de Jerusalén, Archiduque de Austria y del alto y bajo Enns, Duque de Steiermark, Duque de Salzburgo, Duque de Carniola, Duque de Karnten y de Mark, Duque de Silecia, Duque de Bucovina, Conde de Moravia, Conde del Tirol, Señor de Trieste y Transilvania, de Bosnia Herzegovina. -A ese no lo conozco -respondió el monje. El maestro de la Corte, irritado, llamó de nuevo a la puerta. En esta ocasión mencionó sólo títulos menores. El monje, sin embargo, respondió una vez más que no lo conocía. El maestro de la Corte frunció el ceño y contempló el lodo que manchaba el cuero de sus botas. Estrelló los nudillos contra la vieja madera de la Cripta de los Capuchinos. -¿Quién desea entrar? -recitó, inalterable, el fraile. -Un pobre pecador. -A ese sí lo conozco -dijo el monje. (En El Imperio Perdido)

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Willard Díaz Quiero irme Vincent abrió los ojos y contempló en silencio a su hermano sentado a los pies de la cama. Cuando Theo ad¬vierte que el pintor ha despertado quiere hablarle, abre la boca pero no llega a arti¬cular una palabra; es Vincent quien murmura con voz apagada y confusa algo pa¬recido a una respuesta traída de algún oscuro rincón del sueño: la explicación que le han estado pidiendo desde el día anterior, su razón última resumida en dos palabras deslizadas desde el sopor de la agonía. —Quiero irme... Y después Vincent Van Gogh volvió a cerrar los ojos. Irme, piensa. ¿Adónde? A cualquier lugar; en realidad eso es lo que menos importa. Ni siquiera importa que exista otro lugar: sólo irme. Dejar esto, dejarlo todo como está. Eso quiso decir de su propia muerte. Sentado junto a la cama Theo, el hermano menor, contempla con atención el bello rostro pálido y querido del hombre que reposa. Todos los sentimientos se entre¬mezclan junto al dolor y al cansancio en esa mirada. El día anterior en la mañana Vincent le pidió prestado el revólver a Ravoux, para espantar a los cuervos que arruinan el campo de trigo de la familia; pero al llegar al campo, a solas, se dio un disparo en el pecho. Tuvo sin embargo las fuerzas para volver a la habitación que tenía alquilada en el piso alto de la posada. Ha sido el doctor Gachet quien hizo llamar a Theo en cuanto se vio que la muerte era inevitable. El hermano menor ya está junto Vincent casi un día vigilando. Ha visto la luz del sol avanzar sobre el piso de la habitación escueta y subir lentamente por los muros cubiertos de cuadros, antes de apagarse. A ratos los hermanos conversan en holandés frases contrariadas, incom-pren¬sibles para la familia del mesonero que espía desde el primer piso a la muerte que hace su trabajo arriba. Mesié Ravoux subió a las siete con un plato de sopa y una lámpara encen-dida que dejó, acomodada, sobre la mesa, entre aceites y pinceles. Hasta la media noche sólo se oyó una que otra frase suelta en la habitación. Afuera el frío del otoño perfila las sombras y los ruidos de la campiña próxima a París. 78


—¿Duermes? —pregunta Theo en voz baja. Silencio. El menor de los Van Gogh conteniendo el aliento aguza el oído y busca signos de vida. Le llega el apagado rumor de la respiración dificultosa de Vincent que duerme de cara a la pared ahora. Hace frío. Theo se sube el cuello del saco, se frota las manos para hacer circular la sangre, y después de meditarlo un momento con gran cuidado se echa en la cama, acurru¬cándose junto a su hermano.

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ÍNDICE

ANÓNIMO Apu Inka Atawallpaman

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MARIANO MELGAR Si Hay Tras De La Muerte Amor

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CÉSAR VALLEJO Masa Piedra Negra Sobre Una Piedra Blanca Hoy Me Gusta La Vida Mucho Menos

14

ABRAHAM VALDELOMAR Desolatrix

17

CESAR ATAHUALPA RODRÍGUEZ Desesperado Oración

18

GAMALIEL CHURATA CXXXV

19

ALBERTO HIDALGO El Sepelio Simplista Multiplicación De La Muerte

20

GUILLERMO MERCADO BARROSO Romería El Carpintero Silva

22

JAVIER SOLOGUREN Morir

24

JORGE EDUARDO EIELSON Primera Muerte De María

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SEBASTIÁN SALAZAR BONDY Testamento Ológrafo

29

CARLOS GERMÁN BELLI Papá, Mamá

30

BLANCA VARELA Epitafio Nadie Nos Dice

31

JOSÉ RUIZ ROSAS Qué Bella Está Tu Muerte, Moribundo

33

EFRAÍN MIRANDA Muerte…

34

ALBERTO VEGA Ahora Tus Huesos…

35

LUIS HERNÁNDEZ Poema A Un Suicida En Una Piscina

36

JAVIER HERAUD Yo No Me Río De La Muerte

37

PABLO GUEVARA MIRAVAL Mi Padre

39

ANTONIO CISNEROS Los Funerales De Atahualpa (Óleo De Luis Montero) Por Robert Lowell

40

RODOLFO HINOSTROZA Los Huesos De Mi Padre

42

CÉSAR CALVO Responso Para Un Abrazo

46

WALTER MÁRQUEZ No en elogio y loor de los muertos sino cómo aguardan retomar la ciudad

47


GLORIA MENDOZA Las Embarcaciones De Epifanía Suaña Cuando La Abuela Gumercinda Decidió Habitar En El Vientre De La Tierra Húmeda

48

JOSÉ WATANABE Las Piedras De Mi Hermano Valentín En Esa Casa...

50

OSWALDO CHANOVE Homenaje A Guillermo Mercado

52

ALONSO RUIZ ROSAS Ir En Paz (Marcha Morán)

53

ODI GONZALES Cortejo

55

ALFREDO HERRERA FLORES Mar De Abandono

56

VICENTE HIDALGO Las Últimas Palabras De Jaime Sabines

57

DYLAN THOMAS Y La Muerte No Tendrá Señorío No Caigas Mansamente En La Blanda Noche

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PABLO NERUDA XXXV XXXVI Corazón

62

EDGAR LEE MASTERS Cassius Hueffer Sarah Brown

64

83


84

CESARE PAVESE Vendrá La Muerte Y Tendrá Tus Ojos

65

ERNESTO CARDENAL Oración Por Marilyn Monroe

66

EDITH SODERGRAN Dios

68

SYLVIA PLATH Lady Lazarus Morir Últimas Palabras

69

ADAM ZAGAJEWSKI Otoño

72

RELATO TRADICIONAL SUFÍ El Gesto De La Muerte

76

JOSÉ MARÍA PÉREZ GAY El Entierro

77

WILLARD DÍAZ Quiero Irme

78


85


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