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UN FENÓMENO SOCIAL
UNA CORONA BRILLANTE QUE NO QUISO USAR
Puede decirse que fue el primer héroe nacional de color. Le correspondió navegar en una época de dictaduras y su voz nunca tuvo resonancia para las causas sociales
Por: Luis Alvarado De Sousa / @AlvaradoDeSousa / Fotos: Web
Si alguien supo ser y cargar la cruz de ser Pelé, ese fue Edson Arantes Do Nascimento. Aun cuando muchas veces tampoco quiso ser ese personaje heroico para toda una nación. “O Rei” siempre llevó su corona, no lejos de cargar con algunas culpas de ser él mismo. Pero siempre con un importante orgullo de representar y ser uno de los íconos en los que se piensa cuándo mencionan a Brasil.
Negritud y militares
Desde los 17 años de edad, levantó el orgullo de un país, que en 1950 quedó en las ruinas al perder su copa ante Uruguay. Una promesa que le hizo a su padre y que le cumplió a toda una nación: ser campeones del mundo. Desde ese momento, no importó que era negro, salido desde la pobreza en el pueblo Três Corações de Minas Gerais. Pelé verdaderamente se convirtió en el primer héroe nacional de color en Brasil. Casi al nivel de Pedro I, el primer emperador de Brasil y gestor de la independencia del país.
Aunque bien sabía lo que esto representaba, se mantuvo al margen de las luchas sociales. Era un rey conciliador, orgulloso de ser un representante de la población negra, pero nunca quiso ser el abanderado al frente de las batallas raciales en Brasil.
“Él dijo que jamás habría jugado si hubiera tenido que parar cada vez que escuchaba esos cánticos", explicó Angelica Basthi, una biógrafa de Pelé para la Agencia AP. No fueron
pocas las veces que desde las gradas rivales bajaban sonidos en los que se imitaba a un mono.
Tampoco alzó su voz contra la dictadura militar (1964-1985) que marcó todo su período como jugador con el Santos y en la selección. Si existió un momento en el que Pelé no quiso estar en sus zapatos, fue luego del Mundial México 1970. Brasil estaba comandado a mano de hierro por Emílio Garrastazu Médici, militar y presidente del país desde 1969 hasta 1974. Por esos años, arrecia la represión contra los disidentes y “O Rei” tuvo que mostrarse al lado de los tiranos sin mostrar oposición. Incluso fue obligado por el gobierno para participar en el mundial del 70, luego de haber anunciado su retiro de la Canarinha al final del Mundial de Inglaterra 1966. Al llegar a Brasil con la copa del mundo, Pelé recibió un automóvil como regalo del gobierno, una oferta que ninguno pudo rechazar. Desde ese momento, aumentaron aún más las críticas hacia el rey del fútbol.
En ese mismo momento, Pelé quiso ser uno más del montón. Pero su corona era muy pesada y vistosa como para ser ocultada de la vista. Eligió un nuevo rumbo al irse del Santos al New York Cosmos, solo para volver en 1977 cuándo el país estaba en vías de democratización.
Un leve cambio
Ya luego de su retiro, alzó su voz de forma más tajante contra las injusticias en el fútbol. Criticó a la FIFA y a la Confederación Brasileña de Fútbol, ganando el veto para asistir al sorteo del Mundial USA 1994. Incluso fue ministro del deporte en Brasil, sin mostrarse mucho ante las cámaras por siete años.
Ya para las elecciones de los Juegos Olímpicos del 2016, fue clave para que Río se llevara la victoria ante las demás candidaturas.
Pelé no fue un gran activista contra el poder establecido, tampoco un abanderado de las causas sociales. Fue un gran símbolo que pudo cohabitar con las altas esferas del poder, pero que con sus acciones siempre elevó a Brasil y le brindó una alta inyección de autoestima con cada triunfo y logro.
Como afrodescendiente, logró convertirse en un ícono de todo un país para superar todas las barreras y mostrarle a todo el mundo que el color de piel no es un factor a la hora de ser decisivo para todo un país. Con un balón en los pies, creó una identidad cultural y se convirtió en el símbolo de perfección que necesitaba Brasil para olvidar su pasado.