p10
p26
CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE
UN CLUB ÚNICO EN EL MUNDO
GOLDBERG PALESTINO
p38
p52
p58
CONVERSANDO DE FÚTBOL
SI ESA PELOTA ENTRA... POR NICOLÁS VIDAL
INCONDICIONALES DE LA INCERTIDUMBRE
BURGOS CUENTOS DE CABEZA PATO HIDALGO
EDICION N°1
TEMA CENTRAL
El conflicto árabe israelí en el fútbol chileno. ESCRIBEN EN ESTA EDICIÓN Ina Groovie Leonardo Burgueño Diego Zúñiga Sergio Castro Daniel Campusano Sebastián Santamaría Ezio Costa Claudio García
BURGOS “ME PARECE BIEN GASTAR DINEROS PÚBLICOS EN TRANSMITIR EL FÚTBOL NACIONAL” p38
WWW.THEFMFORMATION.COM
EL REY BESA LA COPA PELÉ BESA LA COPA JULES RIMET 1958
EL FÚTBOL DE PANTALÓN LARGO EDICIÓN N°1 DE CABEZA DIC 2014
pag 03
HTTPS://MIRROR.ENHA.KR/WIKI
DOS LEYENDAS BECKENBAUER VS CRUYFF UN CLÁSICO DE LA HISTORIA
EDICIÓN N°1 DE CABEZA 2014
EDITORIAL EL PITAZO INICIAL
E
STA REVISTA EXISTE en nuestras cabezas desde hace años. Como un magma inconsciente, cultivado por miles de horas viendo fútbol sentados frente al televisor, en un tablón de madera, o ficcionándolo con la oreja pegada al transistor. Es, de esta forma, fruto de interminables tertulias con amigos que cuentan con el bendito don de escuchar. Hasta que llegó un minuto en que dijimos: “¡Tenemos que hacerlo!”. De Cabeza es la firme decisión de rebelarnos frente a la caricatura del hincha termocéfalo, cuya “sabiduría” consiste únicamente en repetir números y formaciones; y asegurar, a quien quiera oírlo, que el suyo es mejor equipo que el Santos de Pelé. No pretendemos dictar cátedra ni ser líderes de opinión. La nuestra es una misión simple y quijotesca: demostrar, en la lectura de nuestras páginas, que la imagen del hincha no puede reducirse a lo que pretenden mostrar los medios tradicionales. Que también nos interesamos (porque nosotros somos hinchas, y desde ese lugar escribimos) por la cultura, la política, el diseño y la sociedad en que vivimos. Vemos con desánimo que los medios sobre fútbol subestiman a sus lectores, reduciéndolos a un puñado de bárbaros que sólo buscan que se les entreguen datos y resultados. En De Cabeza, en cambio, encontrarán un espacio de apertura, de honesta y respetuosa confrontación. Es una revista atemporal para amantes del fútbol que también se interesan por el cine, la literatura, la música, la política y la historia. Por las historias. Por esa maravillosa máquina de ficciones que es el fútbol. Aquí también encontrarán cariño y respeto por los llamados equipos chicos que no salen usualmente en las portadas. Con humildad, con una dedicación tremenda, con amor al fútbol más que a la camiseta, los invitamos a acompañarnos en este desafío de ponerle pantalones largos al fútbol chileno, rescatando sus raíces –sus olvidadas memorias–, y confiando en su futuro.
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SUMARIO EDITORIAL / p05
DE CABEZA. EL PITAZO INICIAL
GOLDBERG / CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE / p10
TENGO MUCHA ADMIRACIÓN POR EL PUEBLO JUDÍO
CLAUDIO GARCÍA / p22
COLUMNA - PASIÓN DE MULTITUDES
CRÓNICA / P26
PALESTINO: UN CLUB ÚNICO EN EL MUNDO
TODO EMPEZÓ EN INDEPENDENCIA / P36
FRAGMENTOS - SOY DE CATÓLICA POR DIEGO ZÚÑIGA
BURGOS / P38
ME PARECE BIEN GASTAR DINEROS PÚBLICOS EN TRANSMITIR EL FÚTBOL NACIONAL
INA GROOVIE / P48
NO ES COSA DE GÉNEROS
11 IDEAL / P50
POR LEONARDO H. BURGUEÑO
COLECCIÓN CUENTOS DE CABEZA / P52
SI ESA PELOTA ENTRA... POR NICOLÁS VIDAL
INCONDICIONALES DE LA INCERTIDUMBRE / P58
COLUMNA - PATRICIO HIDALGO
FÚTBOL, INGLATERRA Y NAZISMO / P62
HISTORIA - REVISTA UN CAÑO / ARGENTINA
COLUMNA EZIO COSTA / P66
EL HINCHA COMO CIUDADANO Y NO COMO CONSUMIDOR
FÚTBOL Y CINE / P68
REALIDAD O PERCEPCIÓN
FÚTBOL B / P70
MALTA
AUTOAYUDA / P76
RESEÑA LIBRO DE MATÍAS CORREA / POR DANIEL CAMPUSANO
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GARRINCHA
WWW.STORIEDICALCIO.ALTERVISTA.ORG
POSA ORGULLOSO A LA CÁMARA, ATRÁS PELÉ CON LA 10
MARADONA
FOOTBALLARCHIVE.TUMBLR.COM
EL 10, EN UN GESTO POCO HABITUAL
STAFF EQUIPO DIRECTOR
CRISTÓBAL CORREA (@CRISTOBALCORREA) EDITOR GENERAL
NICOLÁS VIDAL (@NICOVIDAL79) EDITORES
PATRICIO HIDALGO SERGIO MONTES (@SMONTESL)
DIRECTOR DE ARTE
NICOLÁS PARRAGUEZ
COLABORADORES INA GROOVIE
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LEONARDO BURGUEÑO
DIEGO ZÚÑIGA
SERGIO CASTRO
CLAUDIO GARCÍA
DANIEL CAMPUSANO
ANDREA FUENTES
SEBASTIÁN SANTAMARÍA
PEDRO HARTARD
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JAVIER ECHEVARRÍA (@MATADOR11)
ILUSTRACIONES
FOTOGRAFÍA
GONZALO LOSADA
CLAUDIO POZO (@CPOZO)
DISEÑO
AMIGOS
EDICIÓN N°1 DE CABEZA 2014
RODRIGO GOLDBERG COMENTARISTA DEPORTIVO
TENGO MUCHA ADMIRACIóN POR EL PUEBLO JUDÍO 10 pag
FOTOS / CLAUDIO POZO
HABLAMOS CON EL POLACO EN BUENOS AIRES SOBRE SUS RAÍCES JUDÍAS Y EL CONFLICTO QUE DESANGRA EL MEDIO ORIENTE. Por Cristóbal Correa (@cristobalcorrea), Nicolás Vidal (@nicovidal79) y Pedro Hartard.
E
L NOMBRE DE RODRIGO GOLDBERG quedó anotado en la historia del fútbol chileno al formar parte del plantel que ganó el bicampeonato con la Universidad de Chile en los años 94 y 95 y llegó a la semifinal de la Copa Libertadores en el año siguiente. También se vistió de rojo, con la selección chilena. Y de verde y hasta de cruzado, sin olvidar sus tiempos con la “V” negra del Morning. Actualmente, sigue ligado al fútbol como comentarista en Fox Sports y en Televisión Nacional de Chile. Pero, si quiere saber sobre todo eso, vaya a Wikipedia o lea otra entrevista. Cuando le preguntan si es judío, simplemente sonríe. Ha dado la misma explicación cientos de veces: “Mis dos apellidos son judíos, tengo ascendencia judía, mis bisabuelos eran judíos, pero yo soy católico”. Un católico que vivió cuatro años en Israel, cuando jugaba en el Maccabi Tel Aviv y que tuvo muy poca relación con su ascendencia judía. Sólo ha podido reconstruir, parcelada y fragmentariamente, algunos trozos de ese origen. Sin embargo, la sangre tira.
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FOTO GENTILEZA: AGENCIA UNO
FOTOGRAFÍA: CLAUDIO POZO
RODRIGO GESTICULA; cuando habla de fútbol se apasiona. El comentarista nos regalo una mañana de sesión fotográfica y no paró de hablar de la pelotita.
1. ¿Cómo te recibieron en Israel? Les llamaba mucho la atención de que yo no fuera judío. ¿Un Goldberg no judío? Era raro para ellos. Como católico viviendo en Israel tienes acceso a mucha información. Conoces la perspectiva que tienen de la religión. Compartí todas sus fiestas religiosas y participé en celebraciones familiares, invitado por algunos compañeros judíos. Pasaba todos los shabbats con mis amigos judíos, celebrando el viernes en la noche el inicio del descanso. Conmemoramos Tubishbat, Yom Kippur. Hasta mi hijo vivió estas fiestas en el jardín. Lo hicimos como una forma de integrarnos a la sociedad israelí y conocer cómo viven realmente. La gran mayoría de las celebraciones tienen que ver con una cuestión histórica, no necesariamente religiosa. Mi generación es la primera nacida en Israel, ninguno de los padres de mis amigos eran israelíes. Venían de Rusia, Turquía, Yemen. La única manera de crear conciencia de patria era celebrar sus fiestas. 2. Cuando te insertaste de lleno en la sociedad israelita ¿identificaste algunos rasgos de tu ascendencia judía en ellos? Honestamente, no muchos. Te doy un ejemplo: los israelitas son muy gritones, y parece que fueran violentos. Por cualquier cosa se gritan, pero no se van a las manos. Y terminan a veces sus discusiones con un
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abrazo y un beso. Un día, a mi entrenador en el Maccabi se le ocurrió gritonearme fuerte en un entrenamiento, tuve que pararle los carros. A mí, ni mi papá me gritaba. Me llamó después a su oficina para decirme que tenía que entender que ellos eran distintos. Fue ahí que me di cuenta que se gritan por todo y uno no está acostumbrado. El hablar fuerte no es necesariamente un insulto, es su forma de ser. 3. Justamente en este sentido, de conservar sus tradiciones y su forma de ser para reafirmar sus propios valores, ¿qué elementos de la ética judía crees que son rescatables en la sociedad de hoy? Lo que voy a decir es curioso, cuestionable incluso. La vida del prójimo por sobre todas las cosas es un valor judío que rescataría. Pero cuando ves la reacción que tuvo el Estado de Israel en el último ataque a Gaza, uno podría decir que no es así. En Israel hay dos cosas que son sagradas: los niños y los viejos. Si un niño necesita un trasplante por ejemplo, se le hace la operación y después se verá quién paga. Los viejos llegan a su edad de jubilar y tienen salud gratis, viajes, todo. Uno los ve temprano en la mañana frente al mar Mediterráneo, jugando cartas. Rodrigo nunca ha escondido su admiración por el pueblo
GOLDBERG / EL CONFLICTO EN MEDIO ORIENTE
judío. Sin embargo, como si tuviera que desmentir el tatuaje de sus apellidos, reitera que no es judío. Lo recibieron con los brazos abiertos, hizo amigos que mantiene hasta el día de hoy, conoció una cultura que lo dejó maravillado, pero no se siente parte de la comunidad judía. Pero su admiración se le nota en el tono vehemente, en la forma en que cambia su mirada cuando habla de Israel. Para Goldberg es impresionante cómo un país tan pequeño ha sido capaz de sobrevivir a guerras, invasiones, matanzas, y están ahí como una nación potente, desarrollada. “Israel es un país que se ha desarrollado bastante, tiene grandes avances tecnológicos, la mayor parte de ellos lamentablemente en temas bélicos, pero también en agricultura e ingeniería. En pleno desierto, por ejemplo, ves un manchón verde, un kibutz. En esas comunidades producen tomates, pepinos tremendos. Sorprende que los saquen del desierto. Son brillantes”. Advierte, asimismo, que hay muchos prejuicios y visiones erradas sobre lo que está pasando en Israel. Por ejemplo, recuerda el día en que llegó Mauricio Aros a Israel, en el 2002, cuando Rodrigo ya llevaba un par de años ahí. Aros venía de jugar en el Feyenoord de Holanda, donde había salido campeón de la Copa UEFA, y había fichado por el Maccabi Tel Aviv, equipo del Polaco. “Lo fui a buscar yo al aeropuerto. Todo el camino a su hotel, Mauricio se fue mirando por la ventana, maravillado con la modernidad de Tel Aviv. Le pregunté si lo que estaba buscando eran tanques. Me contestó que sí, y que además quería ver donde estaban los edificios derrumbados. Le dije que
esas cosas no las iba a ver, porque no las hay. Quedó muy impresionado con la ciudad”.
VIDA BAJO FUEGO
4. Rodrigo, durante tus días en Medio Oriente hubo una serie de atentados y represalias de Israel hacia territorios palestinos. ¿Cómo fue tu experiencia? Muy buena, muy tranquila, yo en general no tuve problemas allá de ningún tipo, me acostumbré a la vida de ellos, a la forma como llevan el conflicto. Ellos tienen otros tipos de problemas, es impresionante como se adaptan a vivir con el conflicto. Lo viven todos los días como algo normal, recurrente, constante. En los cuatro años que viví allá solo pasé un susto. Estaba con unos amigos chilenos, en un típico café de Tel Aviv. Nos despedimos y me subí al auto. Al rato se sintió una explosión. Fue un ataque suicida en el mismo café en que estuvimos un poco antes. Murieron 4 personas. Cualquiera toma sus cosas y se devuelve. Pero si lo ves en perspectiva, sólo sentí miedo esa vez. 5. Desde afuera se ve de otra manera el conflicto, pero desde dentro, como dices, parece ser algo ya normal. Exacto. Por ejemplo: cuando fue el terremoto en el norte de Chile este año, mis amigos israelitas me escribieron correos preguntándome cómo podía seguir viviendo en Chile con tantos terremotos. Me invitaban a regresar a Israel, a juicio de ellos, mucho más seguro que lo que vivimos en Chile. Mientras esto pasaba acá, las imágenes que
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“DE LOS JUDÍOS, LA GENTE CONOCE SOBRE EL HOLOCAUSTO Y NADA MÁS”
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FOTOGRAFÍA: CLAUDIO POZO
“EN CHILE EXISTE UN ANTISEMITISMO TREMENDO”
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venían desde allá mostraban la situación en Gaza e Israel, y no te hace sentido. Para ellos, un terremoto es algo impensable, como para nosotros lo es la guerra. Allá se aprende a vivir en guerra, como acá aprendemos a vivir con delincuencia, temblores, desastres naturales. En Santiago, los asaltos y robos pasan a cada rato, de día o de noche. En los dos primeros años desde que volví a Chile, me abrieron y robaron el auto 7 veces. En Tel Aviv lo dejaba abierto y nunca pasó nada ¿Dónde es más inseguro entonces? Una bomba te mata, sí. Pero en Chile te acuchillan por un cigarro o te tiran un piedrazo en la carretera. Matan personas para asaltar. ¿Qué es más peligroso? ¿Dónde es más probable que te pase algo? Es difícil comparar, porque una persona que no ha vivido lo que viví, no lo puede entender. 6. En Chile uno conoce la forma de “mantenerse a salvo”. Imagino que allá también tienen sus códigos y formas de sobrellevar el miedo. No, porque ¡es parte de su vida cotidiana! Viven la vida a concho porque saben que en cualquier momento se les puede acabar. Suena súper liviano decir que la vida es una sola y hay que vivirla, pero una cosa es decirlo y otra hacerlo. Saben que un día los mandan al frente y no volviste. El temor no se siente en la calle. Lo toman como algo súper natural, porque han vivido toda su historia así.
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Una vida bajo constante amenaza, con una guerra latente que salpica horrores indescriptibles como los que hemos visto hace unos meses en Gaza, pero que también entrega largos períodos de frágil tranquilidad que pueden romperse en cualquier momento, tiene como consecuencia inevitable una exacerbación del nacionalismo, como lo reconoce el Polaco. Seis millones de habitantes rodeados de 40 estados árabes donde hay varios, como Siria, Líbano, Irán e Irak, que tienen como objetivo hacerlos desaparecer del mapa. Saben que son odiados en la zona, por lo que tienen que cuidarse entre ellos. “¡Si Israel no tuviera la protección de Estados Unidos, habría desaparecido!”, afirma Rodrigo, con vehemencia. “Por supuesto que hay nacionalismos extremos que no comparto. Lo discutía con mis amigos israelíes. Es un nacionalismo mal entendido. Pero para ellos, es la única manera de sobrevivir”. Conversamos sobre el origen de la última invasión de Israel a Gaza, con más de dos mil muertos palestinos –de ellos, unos mil quinientos civiles– y unas sesenta bajas israelíes, y el Polaco hace una pausa. Se nota afectado, pero responde sin titubeos: “La razón principal del último conflicto en Gaza es que toda nación tiene derecho a defenderse de un ataque foráneo, en eso estamos todos de acuerdo. Si el día de mañana Argentina bombardea Valdivia, por decir una tontera,
FOTOGRAFÍAS: CLAUDIO POZO
nadie se va a quedar callado”. Pero eso no implica que Rodrigo justifique cualquier brutalidad. Lamenta principalmente la situación del pueblo palestino no musulmán “que paga los platos rotos de uno y otro lado, por culpa de los fundamentalistas de Hamas y por una reacción exagerada de Israel, como la última que vimos”. Profundiza el Polaco: “Hay maneras y maneras de defenderse, si te pego un combo no vas a venir a aplastarme con un tanque. Ahora, si la gente de Hamas lanza cohetes y mueren israelíes por eso ¿qué debe hacer Israel? ¿Si murieron dos israelitas, deben matar dos palestinos? No tiene que pasar eso. ¿Cómo me defendiendo entonces, sin atacar? La respuesta es exagerada y no se entiende hacia dónde vamos. Es terrible porque no se encuentra el punto medio donde uno pueda decir hasta acá está bien defenderse”. Pero tampoco se guarda palabras contra los extremistas palestinos: “Hamas hace lo que quiere, Abbas ha tenido muchísimos problemas con ellos. A pesar de que en algún minuto se logró un consenso, hay muchas facciones que no respetan estos acuerdos. Es un escenario muy complejo”.
de los judíos tales por cuales, que los judíos acá o allá. Me recuerdo los años en que estuve en Israel, que eran los últimos tiempos de Arafat. Durante el año 2003, previo a Yom Kippur se sucedieron dos atentados diarios durante casi 10 días. Murió mucha gente. El 2002 en Natanya, cerca de Tel Aviv, hubo un atentado donde murieron unas 30 personas y yo en Chile nunca vi una reacción. Nada. Ninguna marcha, ningún político como los que salen ahora. Como Navarro o Gutiérrez, ninguno. Cuando hay atentados en contra de Israel la gente en Chile calla. Callan todos. Y de los políticos no hay ninguno que salva, ninguno. Pero cuando pasa al otro lado hay marchas y se ponen la bufanda árabe. En general, los políticos son unos oportunistas que dan asco. Alejandro Navarro, por ejemplo, es un payaso. Uno podría decir: ¿Por qué cuando le pasó a Israel tú no hiciste nada? ¿Por qué no dijiste una palabra de eso? Incluso Iván Moreira, que también es pro Palestina, pero con quien no comparto en lo absoluto su pensamiento político, ha dicho que esto no corresponde. Por lo menos ha dicho algo. Pero en Chile, cuando algo le pasa a Israel, la gente calla.
7. En una entrevista al diario israelí de mayor circulación, Haaretz, dijiste que no perdías la oportunidad de defender a Israel ¿Crees que es injusta la opinión pública chilena, que en su mayoría es crítica con Israel? Sí, es injusta. En Chile hay un antisemitismo tremendo. Siempre se habla
8. ¿Y la prensa? ¿Es de la misma postura que los políticos? Es que no se cubre de la misma manera. Yo leía los diarios chilenos por internet cuando estaba en Israel. Explotaba una bomba y salía una pequeña crónica, nada más. Y es entendible, yo no lo juzgo, porque no puedes
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EDICIÓN N°1 DE CABEZA 2014
comparar un atentado donde mueren 40 personas con una guerra donde mueren miles. Las dos cosas son graves, pero la cobertura para 20 muertos es chica, y la de mil muertos es tapa del diario. Desde el punto de vista editorial lo entiendo, pero ¿por qué cuando secuestraron niños en Israel y los mataron, no lo pusieron?
o del club. De hecho, me llamó Yaber Zerené, el presidente de Palestino en esa época, para darme las excusas. Me ha tocado muchas veces ir a cubrir a Palestino a La Cisterna y he tenido la mejor de las ondas con el presidente, con la gente del club. Para mí, lo que ocurrió fue un hecho absolutamente aislado.
El gran problema sobre el conflicto, para Rodrigo, radica en la ignorancia. Afirma que la mayor cantidad de información disponible en los medios muestra una visión que simpatiza más con la causa palestina. “De los judíos, la gente conoce sobre el holocausto y nada más. No saben sobre las raíces del conflicto, y se exacerba esta ignorancia con imágenes de la brutalidad de las represalias y al final queda una imagen que muestra una sola parte de la realidad. También hay muchos titulares tendenciosos, hechos para provocar. En el fondo, falta educación e interés por leer y entender de qué se trata”. Se muestra abierto a debatir con altura de miras, a conversar sobre cualquier tema relacionado con lo que está pasando en Medio Oriente. Aunque se reconoce como pro judío, afirma tener fuertes discusiones con algunos de sus amigos israelitas. Hay cosas que no transa: “Tú no puedes llegar y bombardear una escuela porque hay un terrorista escondido”. Pero esa discusión, afirma, siempre ha sido sana y respetuosa. Y siente que eso es lo que falta en Chile.También comparte muchas de las críticas que se han hecho contra la última invasión de Israel en la franja de Gaza, al punto de que la considera “una reacción exagerada, demasiado brutal, que no contempló que habrían muchos civiles y niños muertos”. Sin embargo, lo que no acepta, bajo ninguna circunstancia, son las expresiones antisemitas que acompañaron a algunas de esas críticas: “No hay que perder de vista que fue un Estado el que respondió y que muchas veces no representa a toda la gente de un país”.
10. Hace poco la camiseta de Palestino estrenó un modelo con el mapa del antiguo territorio de Palestina. ¿Hay espacio en el fútbol para una manifestación así? Lo veo como una expresión de su gente. Me pareció exagerada la reacción de obligarlos a quitarlo.
EL FÚTBOL CANALIZA MUCHAS COSAS, BUENAS Y MALAS
9. En 2006, jugando por Santiago Morning, sufriste un episodio antisemita en un partido contra Palestino. ¿Cómo te afectó eso? Fueron dos tipos. Son desadaptados que le gritan a todo el mundo y esa vez se fueron en contra mía, y en mala. Gritos muy desagradables, hirientes. Fue la primera vez que vi a mi papá triste y agobiado por lo que me habían gritado. Una experiencia muy desagradable, denigrante. Por eso tomé la decisión de hacer la denuncia. Además, no se condice con la línea del Club Palestino ni de la colonia. Nunca, bajo ninguna circunstancia, voy a confundir lo que pasó ese día con algo representativo de la colonia
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11. Considerando la gran cantidad de inmigrantes palestinos y que existe una colonia judía relevante ¿Qué podríamos aportar desde Chile para alcanzar una solución al conflicto? Primero, no agrandarlo. No internalizar un conflicto que está a miles de kilómetros. A muchos les pega de cerca porque están sus familias allá, pero creo que los chilenos tenemos que hacer un esfuerzo por crear canales de comunicación que nos permitan tratar el tema con altura de miras y discutirlo, sacar conclusiones para evitar que esta relación se siga resquebrajando. Lo peor que podríamos hacer es polarizarlo, sería un error enorme. 12. Mirando el rol del fútbol en estas situaciones, últimamente ha habido actos en que se usa al fútbol para promover la paz, haciendo en ocasiones un poco invisible al conflicto. Es que el fútbol canaliza muchas cosas, buenas y malas. Es un vehículo muy potente para unir voluntades, pero creo que no existe la intensión ni voluntad de profundizar en estas temáticas. No se crea conciencia, sirve para el minuto, para decir “acá estamos”, como una muestra. Un partido por la paz dura 90 minutos, nada más. No existe el interés del futbolista en ahondar en esto temas ni existe el conocimiento tampoco. El futbolista trata de rehuirle a eso, sobre todo temas políticos. Es muy impopular para un futbolista meterse en temas así. 13. ¿Te consideras un referente judío en Chile? No, en lo más mínimo. Tengo una relación con la colonia porque los conozco, pero no voy a celebraciones, no me invitan, no voy al Estadio Israelita. Conozco a varios y tenemos buena onda, pero no soy parte de ellos. 14. ¿Regresarías a Israel, a pesar de todo lo que está pasando allá? Sí, quiero hacer un viaje a Israel para mostrarle a mi hijo dónde nació, dónde jugaba, su jardín infantil. No tengo miedo de ir. Al contrario, se que allá me van a recibir bien, tengo mis amigos. Es algo que tengo pendiente.
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CARICATURAS
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EDICIÓN N°1 DE CABEZA 2014
PASIÓN DE MULTITUDES LOS MISERABLES 2003
Por Claudio García, vocalista y fundador de la banda de punk chileno “Los Miserables”. http://claudiomiserable.blogspot.com
“MATANDO LA PERRA SE ACABA LA LEVA” decía mi abuela, así es que hablé con mis compañeros en el Paradero 14 de Vicuña Mackenna, afuera de la SCD. La cosa era así: o me iba yo o se iba el sonidista, que ya era un problema para la banda. Acordamos cambiar de sonidista y seguir juntos, pero algo seguía mal. Justo en ese tiempo se terminaba el contrato que nos unía a Bizarro Records y por entonces tenía ganas de irme de la banda. Estaba cansado y aburrido de toda la mierda que rodea al mundo de la música: alcohol, drogas y la falsedad del medio. No me sentía cómodo en este mundo y comencé entonces a hacer letras para un disco, que sería el último para mi. El Amapola y el Fiko hacían
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la música y yo trataba de hacer algo que me llenara, que me motivara. Fue ahí que les comenté a los chicos que tenía una idea para un disco mío, pero que ahora me gustaría que fuera de la banda. Se trataba de una metáfora de un partido de fútbol entre el sistema y nosotros, las personas comunes y corrientes. Quería unir mi pasión por el fútbol y la música. Llevamos el demo al sello y lo mostramos a Fernando Martorel, el tipo encargado de poner los temas en las radios y que se supone es un experto en la materia. Le mostré algunos temas. En la mitad de la reunión, Martorel se paró y me dijo: “lo mismo de siempre. Cuando
PASIÓN DE MÚLTITUDES / LOS MISERABLES 2003
tengas algo nuevo me avisas, no me interesa”. Pesqué los demos y me los traje a casa, con la promesa de que se tendría que tragar sus palabras. Seguimos trabajando pero sin tener la claridad de si nos apoyarían en el sello. Fue así como nació “Pasión de Multitudes”. No teníamos contrato, ni plata para grabar independientes. Fue ahí donde aparece una persona importantísima para la banda: el uruguayo Alfonso Carbone. Cuando nos juntamos con Alfonso y acordamos los términos del acuerdo nos dice: “entre amigos no se necesitan contratos”, y me dio la mano. Trato cerrado. Seguíamos trabajando juntos en completa libertad de acción y con todo su apoyo. Pasión de Multitudes es un disco conceptual que en cada canción trata un problema social y se mezcla con un partido de fútbol. Desde las letras, los acordes y hasta la carátula es ese el sentido del disco. Pero faltaba algo más. Un día se me enciende la ampolleta y le pido a Javier Silvera que me contacte con Ernesto Díaz Correa, a mi juicio, el mejor relator de Chile. Cuando nos juntamos con Ernesto, le explicamos el concepto del disco e hicimos juntos algunas entradas con sus relatos y luego Ernesto improvisó. Genial. Un sueño. Al otro día nos llamó Aldo Shiappacasse para decirnos que iba a mostrar el disco en exclusiva en el programa “Al aire libre en Cooperativa”. Los tipos a los cuales escuchaba todos los días, incluidos los fines de semana, comentaban un disco de Los Miserables. De ahí en adelante fue todo nuevo. Miles de notas y gente hablando del disco. El Crack, el primer single, se convierte en uno de los temas más escuchados en Chile y, de paso, Fernando Martotel se tragaba sus palabras. Ya a esas alturas el disco se convierte en un clásico. Nos llaman de todos lados, de la tele, de las radios, de los diarios. De repente y sin darnos cuenta, el que se suponía sería el úlimo disco de la banda, se convirtió en un disco ultra popular. Yo voy mucho a los estadios, siempre siguiendo a
mi querido Palestino, y en cada cancha se escuchaba por los parlantes el “disco del fútbol”, como lo llamaban. Tanta popularidad nos valió la crítica de nuestros seguidores más radicales, que nos acusan una vez más de vendernos al sistema. Yo, en cambio, prefiero quedarme con esta anécdota: andaba por el centro de Santiago y había una obra. Trabajaban muchos obreros con pala y carretilla y se escuchaba en su radio el “disco del fútbol”. Ese día me di cuenta que lográbamos algo muy importante con este disco, traspasar la barrera de la música punk, hacerla popular y con la gente precisa: nuestro pueblo, el de la calle y las canchas de tierra. De pequeño que soñaba con ser futbolista. Cuando era niño, una enfermedad me quitó ese sueño. Los médicos me daban hasta los 8 años y aquí estoy, aún sigo vivo. Este disco me acerca a ese mundo que soñé de niño. Es un disco inteligente que busca conectarse con la gente a través del fútbol, la pasión del pueblo. Entrar directo a la conciencia mezclando el fútbol con un mensaje que habla de justicia (El Cuervo), la falta de oportunidades (En la Banca), la represión policial (El Hachero) y la lucha contra el sistema (El Partido). Con el Pasión de Multitudes la banda recobró su esencia y nosotros esas ganas de tocar juntos y seguir adelante. Lanzamos el disco en la sala SCD en un ambiente de estadio con “café- café”, maní, papel picado, lienzos en las tribunas y un grupo telonero de fútbolistas rockeros liderados por Arturo Norambuena. Una noche mágica que radio Cooperativa transmitió en directo para todo Chile. En tres meses nos convertimos en la primera banda de punk éxito de ventas logrando disco de oro. Pero más importante que eso, nos ganamos el corazón de mucha gente. Esto no es fútbol, esto es la vida. Es el esfuerzo de cada uno de los chilenos por ser mejores y lograr sus propias metas. No importa cuánto cueste, cuánto sudes, cuánto llores, lo importante es eludir al portero y hacerle un gran gol a la vida.
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HTTP://WWW.CALCIOWEB.EU/COM
JUVENTUS VS. NAPOLI PLATINI VS. MARADONA. EN MEDIO, UNA JOVEN PROMESA: MICHAEL LAUDRUP
Por Nicolรกs Vidal (@nicovidal79)
DE CABEZA / CRÓNICA SOBRE UN CLUB ÚNICO EN EL MUNDO
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MAR CAMINA con las manos en los bolsillos. Ya está oscuro. Hace frío en Cisjordania la noche del 14 de diciembre de 2008. Pero Omar ya dejó atrás el obstáculo más difícil: afortunadamente, solo perdió las dos horas previstas esperando en el checkpoint. Un carraspeo, la entonación equivocada, abrir o cerrar un ojo más allá de lo recomendable, o el simple mal humor del policía israelí, podrían haberlo dejado retenido ahí por varias horas. Pero no fue así, y enciende un cigarrillo como íntimo festejo. Le queda media hora de caminata para llegar a Ramallah. El viento seco hace que el cigarrillo se consuma rápidamente. Piensa en encender otro, pero prefiere reservarlo. Ya en la ciudad, hay ciertos lugares en que el alboroto es demasiado grande para un domingo en la noche. Se dirige al restaurante de Nazim. Afuera del local se ve movimiento, gente que discute, algunos gritan, otros gesticulan con las manos al cielo. Incluso hay insultos. Pero Omar no se preocupa porque él ya tiene su entrada en la mano. Se abre paso, firme pero respetuosamente, entre los que reclaman en la puerta. El lugar está lleno. Se lamenta haber llegado tan tarde. Tendrá que ver el partido de pie, apoyado en la pared. Sin embargo, cuando Rubén Selman da el pitazo inicial, todo se olvida. Varios sacan sus camisetas: reina indiscutidamente la 25 de Bishara. Omar no lo puede creer cuando el paisano Selman cobra penal para Colo–Colo y expulsión del arquero Felipe Núñez. Gol de Lucas Barrios. No alcanza a entender los insultos en castellano que lanza un anciano enardecido sentado en primera fila. Pero se los imagina. La mayoría putea en árabe. Y después, cuando Selman lo expulsa a Bishara, Omar se enfurece de verdad. Que te robe un paisano es algo que no se puede creer. Palestino está con nueve. Enfocan, de vez en cuando, la pequeña hinchada árabe, arrinconada en Pacífico Lateral, en un estadio teñido de blanco. Ellos tienen fe. Omar se contagia con un contragolpe del Paco Ibáñez que ataja Muñoz. Ya están todos de pie. El humo ha formado una neblina que dificulta la visión de la pantalla que está al fondo, pero de todas formas, se ve. El público sigue fumando desaforadamente. Quedan solo diez minutos. Y gritan,
todos le gritan al Paco Ibáñez que, olvidándose de los calambres, la agarra en la mitad de la cancha y con una media vuelta deja a Luis Mena botado en el suelo, y se va con pelota dominada a encarar a Miguel Riffo y engancha hacia la izquierda para romperle las caderas y ahora queda solo frente al Tigre Muñoz y define abajo, al primera palo; y Omar se vuelve loco, se pone a saltar exigiendo su garganta hasta romperla y abraza y besa a todo el mundo. Han logrado un empate heroico en la primera final. Todavía queda el partido de vuelta, pero esa es otra historia.
EL SOLO HECHO DE EXISTIR
El Club Deportivo Palestino es único en el mundo. No hay otro que se llame igual, ni que haga flamear libremente la bandera de Palestina. Y está a trece mil kilómetros de su madre patria. Aunque rehúyan la política contingente, en Palestino tienen perfecta consciencia del enorme potencial simbólico de su camiseta. Eugenio Chahuán, académico del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, comenta sobre la importancia de Palestino: “hubo y sigue habiendo una negación histórica por parte de los judíos israelíes, fundamentalmente, de la existencia de los palestinos. Y el Club Deportivo Palestino existe desde mucho antes que existiera el Estado de Israel, y más encima en Chile, al otro lado del mundo. Entonces, ahí hay un tema de identidad nacional muy importante, la demostración de que la emigración temprana ya tenía la intención de formar y organizar instituciones que llevaran el nombre y los colores de Palestina”. Además, la existencia de Palestino es consecuencia de otro hecho muy relevante: la chilena, es la colonia palestina más numerosa del planeta, fuera de los países árabes. Se calcula que los descendientes palestinos son alrededor de 500.000, cuyos ancestros llegaron hace aproximadamente un siglo. Y esa colonia también ha logrado una posición económica relevante dentro del país, entonces, a juicio de Chahuán, se produce en Chile una especie de empate: “a pesar de la asimetría, de la capacidad de lobby e influencia internacional que tiene Israel, con el apoyo de potencias occidentales como Estados Unidos, Francia e Inglate-
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rra, entre otros, se ha logrado un cierto equilibrio porque la presencia e influencia palestina es muy importante”. Otro aspecto que diferencia a Palestino de otros clubes de colonia, son sus reivindicaciones independentistas –soterradas, disimuladas, escondidas, pero que al fin y al cabo son intrínsecas a su existencia. Unión Española y Audax Italiano, por ejemplo, también son clubes de colonia, fundados por inmigrantes, pero dentro de su naturaleza no existen ese tipo de reivindicaciones. Algunos podrían traer el ejemplo del club Atlanta en Argentina, que tiene una importante influencia judía, pero éste no fue fundado por inmigrantes judíos, no tiene nombre ni emblema que evoque a Israel o al pueblo judío. La influencia de esta colonia sobre el club se dio más bien por la llegada, en los años veinte, de judíos y sefarditas al barrio de Villa Crespo, en Buenos Aires, donde tiene afincada su sede y estadio el club “bohemio”. Algo similar ocurrió con el Ajax de Ámsterdam y el Tottenham de Londres. Pero, volviendo a Palestino, lo que hace la diferencia es que acá no estamos en Palestina, sino que al otro lado del mundo. Eso lo distingue, por ejemplo, del Athletic de Bilbao, que está en el corazón geográfico de las reivindicaciones nacionalistas vascas.
LA CAMISETA Y EL MAPA
Sin embargo, no hay que apresurarse. Palestino no tiene un discurso político institucional tan marcado ni evidente, no hay un adoctrinamiento de las reivindicaciones nacionalistas ni a sus jugadores ni a sus funcionarios. En general, han sido cuidadosos para enmarcar al club dentro de una realidad estrictamente deportiva, dejando aparte el tema político. Bueno, casi siempre, porque hubo un par de veces, hace no mucho, en que ya no aguantaron más. El primer antecedente lo encontramos en la camiseta del arquero Leonardo Cauteruchi, el año 2002, que tenía dibujado el mapa de Palestina en el pecho. Algo de polémica hubo, pero no pasó a mayores. Pero lo del 2014 fue distinto, fue una decisión institucional. Cuando comenzaba el campeonato de Clausura –el cual, por ridículo que suene, parte en el mes de enero–, Palestino estrenó una nueva camiseta que tenía una particularidad: el número uno había sido reemplazado por la silueta de un mapa de Palestina según sus
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límites originales hasta el año 1946, o sea, antes de que existiera el Estado de Israel por una resolución de Naciones Unidas. Alcanzaron a jugar tres partidos con ella hasta que la comunidad judía puso el grito en el cielo, a través de su legación diplomática: “La Embajada de Israel considera que la utilización del mapa de Israel en la camiseta del Club Palestino es una provocación sin precedentes y especialmente grave por realizarse en un contexto deportivo”. Y el tema escaló hasta la prensa internacional, haciendo eco de la reacción furibunda del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel, que llamó a informar a Israel a sus diplomáticos en Chile para expresarles su descontento con la provocación. “Un club chileno de fútbol indigna a Israel poniendo el mapa de Palestina en su uniforme”, tituló la cadena de noticias Russia Today. El sencillo símbolo del mapa en la camiseta de un humilde –tal vez, el más humilde– club de la primera división chilena estaba en las portadas de todo el mundo. Tanto revuelo dio lugar a una pequeña sanción económica del Tribunal de Disciplina de la ANFP. Palestino fue obligado a sacar el número uno con el mapa, pero el Presidente del Club, Fernando Aguad, no dio su brazo a torcer e incorporó el mapa, ya no reemplazando al número uno, sino en la parte delantera, junto al escudo. No están habilitados para usarla en el campeonato oficial, pero sí para comercializarla: las ventas de camisetas de Palestino aumentaron más de un 300% luego de la polémica del mapa, y al club llegaron pedidos desde Francia, Marruecos, Turquía, Portugal, Alemania, España, Brasil, Colombia, además del Medio Oriente, por supuesto. Este incidente demuestra que el potencial simbólico de Palestino es tremendo. Y también justifica, en parte, la decisión institucional de no involucrarse en política contingente –con esta pequeña excepción, por supuesto. De persistir en el intento, dejarían de ser un club de fútbol como siempre lo han sido y pasarían a estar en el corazón del conflicto de manera mucho más evidente. El club ocupa el nombre, los colores, exactamente la misma bandera que Palestina. Son muy pocos los lugares en el mundo donde esta bandera puede flamear libremente como lo hace en el Municipal de La Cisterna. Lo más probable es que los colonos fundadores de Palestino nunca se hayan imaginado el lugar que su club terminaría ocupando en el mundo.
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UN HINCHA, luce la camiseta de la polémica. De fondo La Cisterna, un reducto que semana a semana recibe a los amantes de la tricolor.
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EL CLUB DEPORTIVO PALESTINO ES ÚNICO EN EL MUNDO. NO HAY OTRO QUE SE LLAME IGUAL, NI QUE HAGA FLAMEAR LIBREMENTE LA BANDERA DE PALESTINA. EL ORIGEN
La historia nos obliga a volver a la época del Imperio Otomano. No vamos a exagerar tampoco, no iremos al siglo XIV donde comienza su expansión, ni hablaremos de la caída de Constantinopla ni de la fabulosa multiculturalidad de ese reino que tenía su capital en Estambul. Tampoco vamos a ahondar en su enorme extensión, comparable al Imperio Romano, que iba desde Europa del Este, los Balcanes, África del Norte y parte del Medio Oriente. No, lo que nos importa comienza en el año 1517 cuando los turcos –sí, al fin y al cabo, el Imperio Otomano son los turcos– conquistaron Jerusalén y con ello Palestina cae bajo su dominio. Los turcos eran –en su gran mayoría– musulmanes, pero durante cientos de años hubo un clima de cierta tolerancia y respeto a las minorías religiosas (léase judíos y cristianos). Sin embargo, ya al final del Imperio y sobre todo con la Primera Guerra Mundial, arreciaron las persecuciones contra los cristianos ortodoxos en Palestina. Y claro, no olvidemos que el Imperio Turco era aliado de Alemania en esa guerra brutal, entonces muchos jóvenes prefirieron escapar antes de ser empujados a la muerte bajo la bandera de un ejército ajeno. Fue entonces cuando miles de palestinos cristianos decidieron partir al exilio. Seguramente zarparon desde el puerto de Haifa, rebalsando los sótanos de los barcos, peleando el alimento con ratones, cucarachas y otras alimañas. Y, al final de una travesía eterna, terminaron en Chile. ¿Por qué Chile? Tal vez, justamente, porque estaba al otro lado del mundo. Y también porque los recibió con los brazos abiertos. Muchos llegaban a Buenos Aires, pero ya eran demasiados los inmigrantes: italianos y judíos repletaban los puestos de trabajo y agotaban las oportunidades. Lo curioso es que estos palestinos llegaron a tocar la puerta mostrando el único pasaporte que tenían: el turco. Por eso les decimos turcos a los palestinos, y por eso el
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mote no les cae nada de bien. Lina Meruane lo resume magistralmente en su libro Volverse Palestina: “El nombre enemigo impreso como una maldición eterna sobre el borroso mapa de aquella inmigración”. Pero siguieron las vueltas: el Club Deportivo Palestino fue fundado el 20 de agosto de 1920 en la ciudad de Osorno. ¿Por qué en Osorno? Ahí se realizaban unas olimpiadas de colonias extranjeras. Jóvenes atléticos que atravesaron el mundo para no ser enrolados a la fuerza por el ejército del Imperio Otomano decidieron fundar un club, allá en Osorno, simplemente porque no tenían quién los representara en aquellas olimpiadas. Querían participar, sentirse igual de inmigrantes que los españoles, italianos, alemanes y tantos otros. Pasaron más de treinta años en el amateurismo con un plantel conformado en su mayoría por jugadores árabes. Hasta que el año 1952, luego de haber ganado nuevamente las olimpiadas de colonias, los invitaron a formar parte de la naciente Segunda División. Llegaron a la final del campeonato, y le ganaron en definición a penales por 4 a 2 a Rangers de Talca, en el estadio de la Braden Cooper en Rancagua, y con eso ascendieron a Primera División del fútbol chileno. Ahí los empresarios textiles de la colonia se entusiasmaron con el equipo, lo que se tradujo en aportes en dinero y gente en las tribunas. La plata se gastó en millonarias contrataciones. Así fue cómo armaron un equipazo el año 55, donde descollaba el argentino Roberto Coll que venía del River Plate de Alfredo Di Stéfano, José Manuel Moreno y Ángel Labruna. Fueron campeones. Después nos vamos acercando a una historia más conocida por el hincha: el equipazo de la década de los setenta. El capitán era, ni más ni menos, que el mejor jugador chileno de todos los tiempos: Elías Ricardo Figueroa Brander. Pero don Elías no jugaba solo, también estaban Oscar Fabianni, Rodolfo Dubó, Edgardo
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Fuentes, Manuel Araya y muchos más que hicieron de ese Palestino uno de los mejores equipos chilenos de la historia. El campeón del 78, el que todavía mantiene el récord de 44 partidos invicto, el que llegó al triangular que definió las semifinales de la Copa Libertadores del 79. Imaginemos por un instante qué habría pasado en Palestina si hubieran tenido la posibilidad de ver los partidos de ese equipo del 78 en pantallas gigantes, como lo hicieron el 2008. Cómo habrían gozado, cómo se habrían olvidado de la ocupación, de la guerra, del terrorismo, de la represión, disfrutando, simplemente, con ver jugar a Elías y Fabianni con la camiseta de su querida Palestina.
¿UN CLUB CHILENO?
Apenas sabían hablar el idioma. Seguramente, allá en Palestina, nunca habían escuchado de ese extraño deporte donde once tipos se pasaban corriendo detrás de una pelota. ¿Por qué se les ocurrió, al poco tiempo de haber llegado, fundar un club de fútbol? Quizás andaban sin mucho que hacer y en vez de tomar el tranvía decidieron caminar, y se detuvieron unos instantes cuando pasaban cerca de una cancha de fútbol, y se preguntaron qué atractivo podía tener ese ridículo juego, hasta que su mirada pasó desde los jugadores al público y notaron cómo gritaban, cómo discutían, cómo se enterraban las uñas en la palma de la mano cuando atacaba el equipo contrario, y tuvieron ganas de sentirse como ellos, esos extraños chilenos, y sentarse también en las graderías de madera a gritar, a discutir, a enterrarse las uñas. Según Eugenio Chahúan, la fundación de Palestino “fue una forma de participar, de integrarse, de utilizar los mismos lenguajes, las mismas formas de reunión que utilizaban los chilenos”. Pero eso fue hace casi cien años y los que atravesaron el mundo para llegar a Chile y fundar el club hace rato que se transformaron en polvo. Los miles de palestinos son nietos o bisnietos de los que llegaron tanto tiempo atrás. Y tan exitosa fue la iniciativa de sus ancestros de integrarse a la comunidad chilena, que la mayoría de ellos se ha chilenizado casi por completo, convirtiéndose en hinchas de
equipos más populares. También, al mismo tiempo, el paso de los años ha ido atenuando el sentido de pertenencia a esas raíces, convirtiendo a Palestino en un equipo “palestino-chileno”, de igual forma que la Unión Española y Audax Italiano ya no tienen tanto que ver con sus respectivas colonias. Sin embargo, tal vez el hecho de que la colonia sea tan numerosa ha traído como consecuencia que Palestino goce de una simpatía inmensa en todo el país. ¿Alguien se alegra porque pierde Palestino? Y la chilenización no solo se da a nivel de hinchas, sino también con los jugadores del primer equipo. En un principio abundaban los apellidos árabes, pero ahora en el primer equipo de Palestino, tras el reciente retiro de Roberto Bishara, no hay ninguno.
LA CISTERNA
El ruido de las manos de los jugadores chocando unas con otras al saludarse en la mitad de la cancha antes de empezar el partido. El sonido del impacto –nítido, elocuente– del empeine del Leo Valencia cuando le pega a la pelota para lanzar un pelotazo largo en busca de alguna dentellada del Tiburón Ramos. Las instrucciones de Darío Melo a Diego Rosende para que cuide la marca –clarito se escucha: “¡cuidado con tu espalda, por la concha de tu madre!”. Las pisadas de Jason Silva cuando se frena para intentar un enganche frente a un defensa rival. El silencio de La Cisterna permite que broten los sonidos propios del fútbol. Poca gente. Hay apoyo, pero podríamos decir que es un apoyo individual que se traduce en múltiples puteadas al árbitro y los rivales de turno. Quienes putean de esa manera son, principalmente, los de marquesina. Tienen una ubicación privilegiada y una caja de resonancia dada por el techo de la tribuna. El partido es contra Magallanes por la Copa Chile. Al borde de la cancha se prepara para ingresar en Magallanes el delantero José Luis Villanueva (sí, el mismo que jugó en Católica, en Racing, incluso en la selección chilena), luciendo su envidiable cabellera plateada, y un hincha furibundo de nariz prominente se lleva las dos manos como megáfono y lo llama: “¡José Luis! ¡José Luis!” Una, dos, tres, doce
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PALESTINO, es de esos clubes que aĂşn conservan el ambiente familiar. Un agrado vivir el fĂştbol desde las tribunas del Municipal de la Cisterna.
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veces hasta que por fin Villanueva, que está a no más de diez metros, gira la cabeza. “¡Te creís Beckham, pero erís un malo culiao no más!”. Y la marquesina explota en carcajadas. Y todos se turnan para putearlo con ese cariño malo del que lo vio debutar en esa cancha hace más de quince años.
nificado. Aunque esta relación, según critica el mismo Núñez, tiene obstáculos: “Muchas de las actividades del club se hacen en el Estadio Palestino, que el común de los chilenos relaciona con gente pudiente, con un sector muy cerrado de la sociedad, y creo que Palestino debería representar todo lo contrario”.
En el resto del estadio se ve una concurrencia bastante más familiar, mucho más que en los partidos de los equipos grandes. Pero parecen más tranquilos, seguramente hay parientes de los jugadores o chicos de las divisiones inferiores.
Sin embargo, el discurso institucional no es el mismo que el de sus hinchas. Se puede ver a los dirigentes con la causa atragantada, la sienten inflando sus venas, seguramente se muerden la lengua para no citar a una conferencia de prensa y denunciar lo que está pasando en la tierra de sus ancestros. Pero callan, se ven obligados a ensayar una sonrisa desabrida y a cambiar de tema. Palestino no se mete en política, no es un equipo militante; como institución, deben mantenerse al margen. Tal vez su potencial simbólico es tan grande, que una militancia más activa podría tener consecuencias insospechadas, incluso provocar una reacción aún más violenta en el otro lado del mundo.
A primera vista, la presencia de la colonia parece más evidente en la marquesina. En el resto del estadio hay muchos –podríamos decir que la mayoría– que no tienen ascendencia árabe, pero que al cabo de escasos minutos de conversación, manifiestan un firme compromiso con la causa palestina. Muchos se hicieron hinchas con ese equipo fabuloso de Elías y Fabianni que humilló a todo Chile durante la mítica campaña del 78. Todo niño, por naturaleza, es impresionable y la elección de un equipo de fútbol es un compromiso inmensamente superior a cualquier otro. Muchos cambian de pareja, de religión, de opinión política, de opción sexual, pero cambiarse de equipo es otra cosa. Y esos niños que se maravillaban con el mejor jugador de la historia de Chile, jamás se imaginaron que terminarían viendo un partido con trescientas personas en La Cisterna. Pero siguen haciéndolo. Y esperan toda la semana, ansiosos, como si volvieran a ser esos niños del 78, para que de una vez por todas llegue el domingo y puedan sentarse en esas graderías de piedra. Esos hinchas nada tienen que ver con la colonia, pero es tanto el cariño que le agarraron al equipo que solidarizan profundamente con la causa palestina. Así como hay miles de descendientes de palestinos que ahora hinchan por Colo-Colo o por la U, también es cierto que hay un puñado de fanáticos que se han vuelto palestinos por adopción. Abundan las consignas a favor de Gaza, unos levantan la camiseta mostrando el mapa, otros exigen el fin al genocidio. El hincha de Palestino, en su gran mayoría, apoya la causa. Tal como cuenta Felipe Núñez, el jugador que llega al club no percibe su dimensión política, al menos no al principio. Pero cuando lleva dos o tres temporadas y comienza a interactuar más seguido con los hinchas, va dándose cuenta del real peso, del sentido de jugar con esa camiseta tan cargada de sig-
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Hacia afuera hay mesura, templanza, contención. Pero en la interna las cosas están cambiando y en los últimos años, bajo la presidencia de Fernando Aguad, se han dado pasos concretos para hermanar a Palestino con su madre patria. Al famoso tema del mapa se le suma el hecho de que el sponsor principal de su camiseta es el Banco de Palestina. Además, en el año 2013 el club organizó una visita de su capitán, Felipe Núñez, junto a las divisiones inferiores, a las tierras de Palestina. Aunque llevaba diez años siendo arquero de club, Núñez confiesa que “con el viaje uno siente otra responsabilidad y le da otro matiz al tema de vestir la camiseta de Palestino”. Y ese impacto también lo vivieron los juveniles que lo acompañaron, quienes en su gran mayoría no pertenecen a la colonia, pero que seguramente asimilaron lo que significa ponerse esa camiseta mucho mejor que varios de los jugadores del primer equipo.
LA SELECCIÓN
A Roberto Bishara le dolía todo el cuerpo. Veintiséis horas arriba del avión se había demorado en viajar desde Santiago a Tel Aviv. Hablamos del segundo semestre del 2008, en la mitad de ese épico campeonato cuya final se terminaría viendo en Ramallah. Caminaba por el aeropuerto de Tel Aviv, tal vez rengueando un poco por la pierna dormida, típica de los viajes transatlánticos en clase turista. Era la pri-
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mera vez que iba a jugar por la selección de Palestina. Se reinauguraba el estadio Faisal Al-Husseini, a solo 600 metros del muro que divide Israel y Cisjordania, dos años después de haber sido destruido por un bombardeo israelí. Era, ni más ni menos, que el primer partido que jugaba Palestina como local en su historia. El rival era la selección de Jordania, o al menos eso era lo que Bishara trataba de explicarle, semi desnudo, a los policías israelíes, que ya llevaban más de dos horas interrogándolo en una oscura sala del aeropuerto Ben Gurion. No le creían, cuenta el Tito, sonaba a excusa terrorista, en sus mentes simplemente no era posible que existiera una selección de Palestina, porque para ellos Palestina no existía. Tuvo que olvidarse de su maleta y su cámara de fotos, pero finalmente lo dejaron pasar. Y Bishara, que un año más tarde llegaría ser capitán de la selección, pudo jugar ese partido épico contra Jordania que terminó empatado a uno. Pero no es el único. Son varios los chilenos que han jugado por Palestina: Edgardo Abdala, Leonardo Zamora, Alexis Norambuena, Patricio Acevedo, Pablo Abdala, el recién nacionalizado Matías Jadue, entre otros. Sin embargo, hay uno solo tan emblemático como el Tito Bishara: Roberto Kettlun lleva más de veinte partidos por la selección y juega en el Hilal Al-Quds de la liga local. Si hay una camiseta con mayor poder simbólico que la de Palestino, esa es, precisamente, la de la selección de Palestina. La selección existe porque la FIFA es de las pocas entidades que reconoce la existencia de Palestina. En sus partidos, igual que en los de su club hermano al otro lado del mundo, también flamea oficialmente la bandera de Palestina. Si hay un lugar donde es difícil jugar al fútbol, ese es Palestina. Roberto Kettlun cuenta: “Muchas veces se bloquea el equipamiento que nos manda la FIFA, ya sea para entrenadores o material deportivo. Cuando se traen especialistas para que les den cátedra a nuestros entrenadores, los rechazan en la frontera y no los dejan entrar. También organizamos torneos y mandan a la mitad de los equipos rivales de vuelta”. Sin embargo, a pesar de las trabas, de la represión, de jugar muchas veces con cohetes silbando sobre sus cabezas, este año lograron clasificar a la Copa Asiática del 2015, en el mayor logro de su historia deportiva. El fútbol crece, avanza, se
multiplica especialmente ante la adversidad. Más que las defensas rivales, el gran enemigo del equipo son los checkpoints de los israelíes que limitan la libertad de movimiento dentro de territorios palestinos. Muchos se quedan sin entrenar porque los dejan retenidos varias horas sin razón aparente, cuenta Bishara. De hecho, el año 2010 retuvieron a 10 jugadores de la selección de Palestina en uno de esos controles. Y el Tito Bishara ya estaba sentado en el avión, esperando que comenzaran las 26 horas de vuelo, más los exhaustivos interrogatorios, para ponerse su camiseta, cuando lo llamaron por teléfono para avisarle que el partido se suspendía. El avión no había despegado. Pidió bajarse. No lo dejaron. El piloto, sentado en su cabina, preparando la nave para el despegue, vio aparecer a un árabe ofuscado que hacía exigencias fuera del protocolo. Con calma, pidió al resto de los pasajeros que abandonara el avión. Tenía, frente a él, a un árabe en actitud sospechosa de terrorismo. El piloto y la tripulación pidieron ayuda a Policía Internacional, quienes se llevaron detenido al sospechoso, para tranquilidad del resto de los pasajeros, que esperaban conmovidos en la loza. Roberto logró contener su enojo; al menos lo habían bajado del avión. Después de un buen rato, logró que entendieran su problema y fue dejado en libertad. Además de las dificultades de movimiento hay otra peor: la muerte. Bishara recuerda un día en el que llegó un compañero llorando a la comida, pero era un llanto tranquilo, sin escándalo. Su abuela acababa de morir porque había caído una bomba sobre su casa. El Tito no podía creer que lo estuviera contando así, como si fuera lo más normal del mundo, y que al otro día siguiera entrenando como si nada. “Nunca superé esa sensación de jugar en medio de una guerra, pero ellos parecían haberse acostumbrado”. En los partidos de Palestina el público se muestra entusiasta, todos son conscientes del tremendo valor que tiene para ellos su mera existencia. Por eso, tal vez, celebran los goles con aun más euforia que el hincha común. Un gol de Palestina en nuestro estadio vale más que cien cañonazos, dijo una vez Bishara. Y en ese estadio, allá en la frágil, en la destrozada Palestina, se pueden ver –multiplicadas, orgullosas–, las camisetas de Palestino con el mapa de su tierra tatuado en la espalda.
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Por Diego Zúñiga
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O QUIERO DECIR RÁPIDO sin detenerme, sin que esta frase caiga porque es necesario recordar los orígenes, que quién sabe dónde se fueron, pero que hoy, cuando vivimos años difíciles, más que nunca debemos acordarnos de dónde venimos, porque si no nos pasan a llevar con la facilidad de quien no tiene memoria y dispara juicios sin saber nada. Lo que quiero decir es que no venimos de arriba, que nuestro origen es la Universidad Católica con sus valores y principios y todo eso, pero que nuestro origen futbolístico viene de un lugar distinto, viene de la clase media, viene de esas calles de la comuna de Independencia: ahí brilló la Católica de los 60, en esa comuna, en esas calles, en la cancha del Estadio Independencia, nuestro primer estadio, nuestro origen, ahí donde destacaban Sergio Livingstone y Tito Fouillioux y Néstor Isella y ese lujo inmerecido que alguna vez vistió nuestra camiseta y que se llamaba José Manuel Moreno: un argentino fuera de serie – pero fuera de serie de verdad–, un volante que hacía jugar al equipo, que se lo echaba encima y que sacó campeón a Católica por primera vez, en 1949, en un
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equipo en que brillaban Sergio Livingstone, Fernando Riera y ese goleador incansable que fue Raimundo Infante, el goleador histórico de Católica por torneos nacionales con 105 tantos en 172 partidos, una máquina de hacer goles, y que también saldría campeón en 1954, pero en este primer campeonato que obtendríamos haría dupla con ese genio que era José Manuel Moreno. Un jugador extraordinario, dicen las crónicas de aquellos años. Para muchos, el mejor extranjero que haya jugado en Chile. Para otros, uno de los mejores jugadores de todos los tiempos. Según la Federación Internacional de Historia y Estadística de Fútbol (IFFHS), está entre los mejores 25 jugadores del siglo 20, y en una lista también publicada por la IFFHS del mejor jugador sudamericano del siglo 20, está quinto, detrás de Pelé, Maradona, Di Stéfano y Garrincha. Ese argentino, que venía del barrio popular de La Boca, que lo ganó todo con River Plate y que le gustaba desenfrenadamente la noche, ese argentino llevó a Católica a su primer campeonato, en ese estadio que dio origen a todo, en el Estadio Independencia, que es de dónde venimos, a pesar de
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que muy pocos se acuerden de eso. Porque en 1971 el club decidió venderlo para ayudar a pagar unas deudas que tenía la universidad y luego nos quedamos sin estadio por más de 15 años hasta que el 4 de septiembre de 1988 se inauguró San Carlos de Apoquindo. Pero no venimos de ahí, no venimos de arriba, sino que de ese estadio en Independencia, que quedaba a un par de cuadras del Santa Laura y que fue donde Católica realmente se formó. Lo quiero decir rápido, sin detenerme, porque llevamos demasiados años arrastrando el prejuicio de que somos de arriba, de la clase alta, de ese mundo del cual no venimos, porque no se explicaría que jugadores como Mario Lepe o Gary Medel sean emblemas del club, porque ellos son nuestro orgullo, porque me gustaría que en realidad todos tuvieran el coraje y la rabia de ellos: el deseo irrefrenable por ganarlo todo, pues no tenían nada. Fue, sin duda, un error llevar el estadio a un sector tan acomodado, tan lejano, como San Carlos de Apoquindo. Un error absoluto. Porque si bien es cierto que tampoco hay que desconocer el vínculo innegable con cierta élite chilena, cuando me enrostran la clase social del equipo, cuando me preguntan qué mierda hago alentando al equipo que le gusta a la clase alta de mi país, cuando me enjuician, me interrogan y me piden explicaciones, la verdad es que pienso en otra cosa. Pienso en Gary Medel, por sobre todo; pienso en Nicolás Castillo, que viajaba de Renca a San Carlos para alentar a Católica desde la barra. Pienso en todas esas personas que vamos al estadio en micro, que cuando perdemos volvemos a ese Santiago que se ve esplendoroso desde lo alto del cerro. Pienso en esa gente y sé que ellos no son de clase alta, que no tienen nada que ver con todos esos estereotipos con los que se nos asocia. No. Son personas como uno, que vienen de distintas comunas, de distintas ciudades. Gente como Gary Medel, como Nicolás Castillo, como Mario Lepe, por pensar en algunos de nuestros últimos referentes.
Gente que no viene de los alrededores del estadio, sino que viene del otro extremo. Y gente que también viene de esos alrededores, pero que no atiende necesariamente a aquellos prejuicios que caen sobre el hincha de Católica. Sin embargo me detengo en esta parte del relato porque ese detalle social –ese equívoco– ha hecho, creo yo, que Católica resulte ser un equipo profundamente odiado. Puede ser resentimiento. Yo comparto ese resentimiento, sin duda, no hay problema con aquello, pero también siento que se les pasa la mano, que hay una fijación particular de los hinchas de otros equipos con Católica. Está bien, son las leyes del juego, a pesar de que yo nunca he participado en esa dinámica: ya lo dije hace rato: siento una empatía difícil de explicar por los equipos que pierden, pero tampoco puedo dejar de mencionar esto, porque los hinchas de la U y del Colo y de otros equipos se ensañan con nosotros. Todo bien con las burlas, aunque a veces me cuesta entenderlas: los de la U te molestan por salir segundos, cuando a ellos en el primer semestre de 2014 ni siquiera les dio para pelear el campeonato. Para qué decir de los de Colo-Colo, que recién ahora se acordaron de lo que era ganar, después de una serie de campañas nefasta, vergonzosas. Pero está bien. Yo, insisto, supongo que es por una de esas cosas de clase, por una lucha de clases. El problema es que yo no soy de clase alta, entonces me resulta difícil entender bien todo. Pero qué más da. Me gusta pensar en esos partidos que se jugaban en el Estadio Independencia. Me gusta pensar –y sentir– que de allá somos, en realidad. Me parece más real. *Fragmento del libro Soy de Católica, Diego Zúñiga, Lolita Editores.
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Burgos FOTO GENTILEZA: AGENCIA UNO
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Jorge Burgos, Ministro de Defensa
“Me parece bien gastar dineros públicos en transmitir el fútbol nacional” EL MINISTRO MÁS FUTBOLERO NO DEJÓ LA PELOTA PICANDO: FUE A TODAS.
Por Cristóbal Correa (@cristobalcorrea).
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ORRÍA EL AÑO 1998 y Jorge Burgos era el embajador chileno en Ecuador. Su fanatismo por el fútbol lo llevó a hacerse amigo de Rodrigo Paz, en ese entonces Presidente de la Liga Deportiva Universitaria de Quito. Sus conversaciones, lógicamente, no giraban sólo en torno a la diplomacia, sino a la pelotita. En una de ellas fue que Paz le preguntó si es que conocía a algún entrenador chileno que pudiera llegar a Liga, que se había quedado acéfala. Y Burgos no dudó en recomendar a Manuel Pellegrini, un tipo con talento que venía de una traumática experiencia en Universidad Católica. Sólo entonces, gracias al consejo de Burgos, comenzó la fulgurante carrera de Pellegrini en el extranjero, que ahora lo tiene como campeón vigente de la Premier Ligue con el Manchester City. Conocido fanático de la Universidad de Chile, Burgos es abonado y va regularmente al estadio con un amigo. Antes iba con sus hijos, quienes por distintas razones han ido decayendo en su asistencia. Pero no su padre, que sigue firme en el tablón: “He ido varias veces solo al estadio, no me complica para nada”.
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CRÉDITO: MATÍAS PARRAGUEZ
1. ¿Cómo ves a la U como club? A la Universidad de Chile, al contrario de otros clubes, le hizo bien la llegada de las sociedades anónimas, aunque sé que es un tema discutible. Dejó atrás un período de inquietud permanente, de altos y bajos, de endeudamiento. Ojalá que los dueños fueran otros, eso es un tema distinto, pero no puedo dejar de reconocer que a la U le fue bien. 2. Fuiste uno de los impulsores de las sociedades anónimas deportivas. Hay algunos que se arrepintieron después, como Francisco Vidal. ¿Cuál es tu evaluación de la ley? Vidal fue un impulsor desde el Ejecutivo, yo lo hice desde la Cámara. Es más, voy a hacer una confesión: uno de los lobbies más brutales que he hecho, un lobby bueno a mi juicio, fue para que la Universidad de Chile, a través de la Corfuch, pudiera entrar a la ley de sociedades anónimas deportivas. Ahora, sobre cómo ha funcionado en la práctica, creo que ha sido mejor que lo que se vivió en los 30 años anteriores a su entrada en vigencia. Me gustaría que hubiera más capitalismo popular, pero bueno, así es la vida. 3. Volviendo un poco en el tiempo: ¿A tu papá le gustaba el fútbol? ¿Desde cuándo eres hincha? Mi afición por el fútbol viene de la época del colegio. Era muy pichanguero en el barrio. No era un crack, pero tampoco era malo. Definitivamente, el amor por el fútbol no viene por el lado
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de mi papá. A él no le gustaba, más bien lo despreciaba. Me llevó una sola vez al estadio y resultó fatal. Era un partido amistoso de la selección contra Argentina, que terminó empatado a uno. Un partido tenso que empató Chile al final. Mi papá era medio pituco y compró entradas bajo marquesina. Nos tocó en la última fila. Como todo personaje que no sabe de fútbol preguntaba mucho, cualquier pelota que iba cerca del arco decía que era casi gol. Cuando hizo el gol Chile, mi papá se paró de la emoción y se pegó un tremendo cabezazo contra el techo. Se rompió la cabeza y decidió nunca más ir a esa “pelotudez”. El tío de un amigo mío, que además era mi dentista, Sergio Troncoso, fue el que me empezó a llevar al estadio. Me llevaba a mí y a Cristián Maturana (hoy profesor en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile). Fue el 68. Tenía como 11 años. 4. ¿En qué posición te gustaba jugar? ¿Tenías algún jugador en el que te fijaras? Hasta los 26 años, jugué de 9. Cabeceaba bien. En ese tiempo admiraba mucho a Sandrino Castec. Me gustaban jugadores que a nadie le gustaban, que solo yo les encontraba condiciones. Por ejemplo, muchos delanteros argentinos que llegaron a la U, como Luca, Ramos, Silvani… También algunos anteriores, en la época en que se buscaba un reemplazante de Carlos Campos. Trajeron a muchos: un ecuatoriano que se llamaba Félix
“HACE SENTIDO QUE EL ACCESO AL FÚTBOL NO SEA SOLO EN FUNCIÓN DE LO QUE PUEDAS PAGAR” Lasso, otro de apellido Camargo, y el checo Daucik. Pero el mejor de todos fue El Flaco Spedaletti, campeón con la U en 1969. Era muy fino para jugar, aunque medio lagunero. 5. ¿Ser hincha se hereda, se inculca? Mis hijos son todos de la U. Los dos mayores son muy hinchas. Ahora bien, a mí me parece que el fanatismo se adquiere. Obviamente que ayuda la transmisión de los padres y del entorno. Pero ir al estadio con la familia tiene un sabor especial y seguro te marca. De hecho, con lo que más he vibrado fue con la U que comienza a jugar bien con Markarián, que sale campeón el 2009, porque eso lo viví con mis hijos. Y también guardo lindos recuerdos del título del 95 porque ellos me acompañaron toda la campaña, y también mi señora.
PAGAR POR VER
6. Ese mítico torneo del 95 se vio completo por televisión abierta ¿qué opinas de que solo se pueda acceder al fútbol pagando una suscripción? Comparado con lo que sucede, por ejemplo, en Argentina, donde es la televisión pública la que transmite todos los partidos. A mí me parece bien lo que se hizo en Argentina. No todo tiene que ser rentable socialmente. Supongo que en Argentina habrán invertido dineros que podrían haber sido destinados a cosas más importantes, pero al final tiene que ver también con la alegría de la gente. A mí me parece bien gastar dineros públicos en transmitir el fútbol nacional. Al comienzo reaccioné mal, porque me pareció que era una manipulación, pero creo que hace sentido que el acceso al fútbol no sea solo en función de lo que puedas pagar, me parece bueno e interesante el tema. 7. ¿Es aceptable usar el fútbol como un vehículo para acercarse al público, con un fin político? El fútbol le puede servir al Gobierno como vehículo oficialista, como creo que pasa en Argentina. Eso yo no lo haría. Creo que es labor de los Gobiernos entregar entretención, no solo cultura. Estas sociedades cada día son más estresantes: exceso de trabajo, largas horas en el transporte público, necesidad de progresar, en fin. Yo lo miro desde esa perspectiva, no como una agencia de propaganda. Ahora, se corre un riesgo. Pero las cosas se pueden hacer con más elegancia, no hay para qué acompañar la transmisión
con slogans burdos tipo “esto se debe a que el Gobierno piensa en ti”. Pretender la manipulación del fútbol como un elemento de propaganda política encuentro que sería bastante desastroso y en Chile, en general, hemos sido cuidadosos con eso.
EL FÚTBOL CON PINOCHET
8. ¿Ibas al estadio en dictadura? Iba mucho, con mi polola de ese entonces, actualmente mi señora. A mí me pasaron cosas con la política en esa época, en el estadio. Presencié las primeras protestas políticas en el estadio. De hecho, tuve un incidente sobre eso en el Santa Laura. Acompañé a un amigo mío, que era fanático de la Católica. El partido era un sábado en la tarde. El arquero de la UC era Julián Coronel, paraguayo. Había poca gente, estábamos en la galería y empecé a gritarle a Coronel: “tal por cual”, “eri como las pelotas Coronel y la...”, “saquen a ese Coronel de m...”. En el entretiempo se me acerca un tipo y me dice: “¿Oiga amigo, usted cree que somos huevones nosotros? Córtela. Un grito más y se va preso”. ¡El segundo tiempo no abrí la boca!
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BURGOS / HOY JUEGA DE DEFENSA
“MUCHOS DE LOS QUE DESTRUYEN ASIENTOS (…) SON LOS MISMOS QUE DESPUÉS DE UNA MARCHA ESTUDIANTIL SALEN A ROMPER LO QUE PILLEN POR DELANTE” 9. ¿Te pasaba algo yendo al Estadio Nacional a ver fútbol, sabiendo que lo habían usado como centro de detención, ejecución y tortura? La verdad es que lo pensé cuando ya era más grande. Incluso me he cuestionado cómo iba al estadio con tanto desparpajo. Yo era contrario a la dictadura bien al comienzo, desde que estaba en la universidad, a pesar de que venía de una casa típica de la clase media profesional chilena que no miraron con malos ojos el golpe. Incluso me acuerdo que fui a esa vergüenza en que Chile entró a la cancha del Nacional cuando Rusia no se presentó, en noviembre del 73. No fui a ver esa pelotudez, evidentemente. Fui a ver el partido que se jugó después contra Santos, y nos metieron la pelota por ahí mismo, fue un 5 a 0 inolvidable. Pero mi conciencia más brutal sobre la violación de los derechos humanos la adquirí recién el verano del 75, gracias al relato del papá de un amigo sobre la Caravana de la Muerte.
LA VIOLENCIA
Jorge Burgos es un fanático, de eso no cabe duda. Uno de esos que hoy tanta falta hacen. Una muestra: entre los años 1967 y 2010 guardó, obsesivamente, cientos de ejemplares de la revista argentina El Gráfico. Además, disfruta compartiendo esta obsesión con otros como él. Hace un par de meses decidió donar su fabulosa colección, íntegra, al archivo periodístico de la Universidad Diego Portales. Una joya. Sin embargo, como reconoce el ministro, hay muchos que llevan su fanatismo a otros niveles. 10. ¿Qué opinas de la violencia en el fútbol?¿Cuáles crees que son sus causas? Creo que el fenómeno de las barras bravas es expresión de una sociedad que se ha puesto más violenta. También hay una fuerte vinculación entre esos hechos y el consumo de drogas. Se debe a un fenómeno de violencia social, en algunos casos de inconformismo respecto de la sociedad en que viven, o
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falta de expectativas. Así que hay que tratarlo y mirarlo desde el punto de vista de la prevención. Ahora, desde el punto de vista punitivo, hay que tratarlo como un delito simplemente. 11. ¿El fútbol debiera ser un catalizador de este descontento social del que se habla? Yo tengo la impresión de que sí. Además hay que considerar que en la masificación hay cierta impunidad. Creo que hay manifestaciones indicativas de que el fenómeno de la violencia en los estadios tiene que ver con un enojo social llevado a extremos. Muchos de los que destruyen asientos, golpean a adversarios, se tiran piedras, agreden a Carabineros, se agreden entre ellos mismos, están vinculados a un alto consumo de drogas y segundo, son los mismos que después de una marcha estudiantil salen a romper lo que pillan por delante. Creo que uno se podría encontrar con sorpresas si se hiciera un listado de detenidos por violencia en los estadios con personas que son sorprendidas rompiendo semáforos después de una manifestación social convocada pacíficamente. 12. Entonces, si le adjudicas al fútbol un rol social, es el Estado el que tiene que hacer algo al respecto. La seguridad en los estadios, en los espectáculos públicos, sea el fútbol u otro, es un tema que no le corresponde solamente al organizador, sino también al Estado. Hoy sí hay una intervención del Estado porque le facilita los estadios a la ANFP, no olvidemos que la mayor parte de los estadios en Chile son fiscales. Me parece que el Gobierno debe exigir a un organizador la capacidad de entregar espectáculos seguros, pero hasta ahí no más.
PONERSE A LLORAR CON LA CANCIÓN NACIONAL ME PARECE UN EXCESO
13. Algunos entienden el fútbol como una manifestación de la guerra moderna. Para Rinus Mitchell, por ejemplo, el fútbol es la guerra. Al mismo tiempo hay otros, como el Papa Francisco, que llaman a partidos por la paz. ¿Qué es el fútbol, la guerra o la paz? No es ni lo uno ni lo otro, es un espectáculo, nada más, que convoca como ningún otro en materia deportiva, que pone en tensión a miles de personas en el mundo que quieren entretenerse. Puede servir como un instrumento para promover la paz pero también puede servir para, desgraciadamente, promover otro tipo de cuestiones como por ejemplo la xenofobia, o incluso la violencia. Tratar al fútbol como un instrumento de la paz o de la guerra no tiene sentido. El fútbol es un deporte que tiene millones de seguidores y que produce un atractivo notable.
FOTOS GENTILEZA: AGENCIA UNO
“NUESTRA RELACIÓN CON PERÚ SE JUEGA EN OTRAS COSAS, NO EN COMO TRATEMOS A UN GRUPO DE JUGADORES” Pero no forma parte de su ethos ser un instrumento para la paz, sino que es una consecuencia. 14. En tu rol de Ministro de Defensa, no solo tienes como misión la defensa de Chile sino que también, de cierta manera, tratar de generar un mayor nivel de identidad nacional ¿Puede ser el fútbol un vehículo para eso? Yo creo que puede ser, pero hay que ser cuidadosos. Yo que soy futbolero me parece que uno puede tener pasión por su club, o por su selección, pero de ahí a ponerse a llorar con la canción nacional me parece un exceso. Este tipo de cosas mal conducidas, sobre todo por los comunicadores sociales, de que aquí se juega la patria, se juega la dignidad, produce confusiones en gente joven que no tiene mucha capacidad de discernir sobre estos temas. Por eso mismo, hay que ser cuidadosos. Me llama la atención, y lo encuentro peligroso, cuando la gente afirma que lo principal en su vida es ser seguidor de un club. Algo anda mal ahí, hay una carencia. Te lo digo desde un gallo bien fanático del fútbol, que he seguido a mi club y a la selección incluso afuera. 15. Viene la Copa América en Chile, justo cuando tenemos discusiones en La Haya con Bolivia y recientemente con Perú. ¿Es esperable que al enfrentar estos partidos afecte lo que ha pasado con ellos en estos últimos años? Espero que no. Hay más riesgos siempre en Perú que acá, pero acá también han habido algunas reacciones un poquito brutales en algunos partidos. La prensa limeña a mí me impresiona cómo le da un carácter político a estos partidos. En Chile debiéramos tratarlos especialmente bien para que nadie alegue, yo creo que hay que jugársela por eso. Nuestra relación con Perú se juega en otras cosas, no en cómo tratemos a un grupo de jugadores que nada tienen que ver con Torre Tagle. 16. ¿Hay tres jugadores peruanos en tu corazón? Me caía bien Ruidíaz, el chiquitito que jugaba en la U, creo que tuvo pocas oportunidades. No me parecía un crack pero era un buen jugador. Me acuerdo también de Velásquez, que jugó en Iquique. Creo que el mejor de todos, como jugador y entrenador, fue el Chemo Del Solar en su paso por la Católica.
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GENTILEZA: AGENCIA UNO
17. ¿Algún boliviano? Sí, Marco Antonio Etcheverry. Se lesionó gravemente en un partido con la U, mala suerte.
“TENGO UNA TENDENCIA A SOLIDARIZAR CON LA GENTE QUE SUFRE EN LA FRANJA DE GAZA”
Como Ministro de Defensa y político de profesión, Burgos está muy al tanto de la violencia que desangra al Medio Oriente. Sabe que es un tema complejo y con amplias repercusiones. Y sabe, también, que esa guerra tiene un capítulo en el fútbol de este rincón, tan alejado geográficamente de su origen. 18. ¿Qué te provoca Palestino? Me cae bien el club. Representa una causa y eso es rescatable. Ahora bien, cuando he ido a partidos contra Palestino he encontrado un poquito violenta la barra, un poco grosera. Se les había puesto en la cabeza que la U representaba la colonia contraria. Pero no tienen nada que ver. 19. Palestino representa a una colonia... A una parte de la colonia. Los palestinos con plata nunca se han sentido parte del club. 20. De todas formas, es una manera de constatar cómo se insertan los palestinos en Chile, a diferencia de la colonia judía, que no tiene un equipo profesional, como sucede en Argentina con Atlanta, por ejemplo. El hecho de que los palestinos en Chile tengan una expresión en el fútbol ¿te dice algo de uno y otro grupo? Tengo la impresión que desde ese punto de vista, la colonia palestina se refugia más en sus raíces que la otra. Desde el punto de
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vista identitario, en ese aspecto por lo menos. Porque hay muchos judíos en Chile que se vinculan entre ellos, hacen el servicio militar y participan de muchas formas en su colonia, pero no llegan al extremo de tener una representación semanal. Ahora, como todo ciudadano, tengo una tendencia a solidarizar con la gente que sufre en la Franja de Gaza, pero yo no tengo tan claro cuán representativo de la colonia palestina es el Club Palestino. Si fuera un instrumento básico de representación de los valores palestinos, con una relación con un pueblo perseguido y oprimido, tengo la impresión de que parte de la colonia, que en Chile tiene una gran influencia económica, estaría muy vinculada al club, mucho más de lo que está. Indudablemente, los palestinos adinerados en este país ponen más plata en la Fundación Belén que en Palestino. A veces pienso, a lo mejor me equivoco, que Palestino es más bien representativo de la clase media o de los palestinos pobres, de los pyme. 21. En Chile hay una buena relación entre palestinos y judíos, al menos una convivencia ¿Puede ser ejemplo para el resto del mundo? Yo tengo la impresión de que en Chile se puede dar cuenta de una convivencia normal entre ambas colonias, no se cuán buena sea, pero es normal. No se traslada el conflicto, hay varios casos de matrimonios cruzados, como por ejemplo el de los padres de Nicolás Massú. Pero no me atrevería a entrar en honduras, no sé si eso significa que hay un espacio de tolerancia o de simple aceptación. El ministro hace una pausa, mira su reloj y se da cuenta cómo ha pasado rápido esta hora de conversación. Se me acabó el tiempo, ya me tengo que ir, se disculpa. El 9 retirado tiene que volver a la defensa.
CRÉDITO: MATÍAS PARRAGUEZ
EL PIBE
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ARMADOR NATO, SIEMPRE JUGANDO DE PRIMERA
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ACER EN EL SENO de una familia futbolizada es una perogrullada para cualquier latinoamericano. Ni una gracia, en rigor, cuando de lo único que te hablaron cuando chica era, en mi caso, de Leonel Sánchez (como ese tío imaginario por el que preguntabas cada cierto tiempo, por si venía a tomar once), el Ballet Azul (imagen más bonita nunca ha habido) y de la defensa de los colores al punto de comprar el Charade de la familia del color de tu equipo, porque “no vaya a ser cosa”. En mi casa, como en la de muchos, se izaba la bandera emocional del equipo de tus amores y se observaba cómo el himno recorría los cuerpos -enfiestados, muchas veces- de los adultos. Hija de un padre inmensamente Azul, no tuve tema en común con él de mayor peso que el fútbol. Nuestros paseos eran a la cancha los fines de semana y, como buena niña gorda, yo solo quería besarme con una mechada palta cada siete días. Mi diario de vida incluía laminitas de los New Kids on the Block, stickers de Fido Dido, envoltorios de Trencito (nuevamente, niña gorda) y entradas al Santa Laura, en colores tan disímiles como los encuentros a los que asistíamos. Darle la mano para no perderme en la muchedumbre era un gesto que no se repetía en otras aglomeraciones, por lo que el fin de semana era un real premio para mí. Éramos, él y yo, los románticos viajeros que asistíamos a una ceremonia ecuménica importantísima. Pero cinco años faltaron para que apareciera el cabezón de mi hermano en escena y me robara el brillo. Fue cuestión de tiempo para que ese sorete tuviera la edad de sentarse en la galucha sin llorar por volver a la casa, y fui derrocada. ¿Por qué, si la dinámica había resultado por años, ahora me ponían en la banca? Porque “era cosa de hombres”.
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Ambos eran idénticos: negros, llamados Enrique y ahora cómplices en el fútbol. Relegada al mundo rosa de las niñitas del barrio, igual persistí en colarme a sus cónclaves (sin resultados). Habilidosamente, descubrí que el Superman Vargas era nuestro vecino y que debíamos inventar un plan para “toparnos” con él en el Unimarc; plan que fue frustrado cuando mi hermano se hizo amigo de un niño que vivía en ese pasaje y logró rápidamente que el arquero le firmara su camiseta. Constato, mientras escribo, que ese fue el inicio de una saga de frustraciones infantiles que me hicieron refugiarme en la música. A mis 33 años, he aquí mi proclama: si me vestiste de azul toda mi infancia, si lo primero que me enseñaste fue el himno de la U, y después un montón de cifras y datos para agarrarme a combos con mis compañeros albos, entonces entiende que el fútbol no es cosa de géneros, sino de lazos. Gritar y llorar del mismo modo un triunfo y un fracaso se extrapoló desde el fútbol a mi vida en general. La garra fue lo que me hizo crecer sin quejarme, la hinchada son los amigos que me celebran los éxitos y la mística habita, incluso, en hacer un asado. Toda la vida voy a amar el fútbol, porque fue mi primer nexo con mi padre; con la vida de los grandes, con un país mantenido en silencio y con los domingos de goles, obviamente, comiendo. Y cuando mi viejo ya no esté, voy a haber traspasado ese vínculo irrompible a quien me suceda, entendiendo que es el primer vínculo secreto entre dos personas. El partido en que todos perdemos, es el del Fútbol v/s Mujeres.
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en el partido por el tercer puesto ante el italiano Dino Zoff en el Mundial del 78 es un recuerdo imborrable. Siempre quise pegarle así después. Me conformé con ver el video.
3. FRANCISCO LOMBARDI. El director
de cine peruano tiene estatura de marcador central y una gran vinculación al fútbol: fue presidente del Sporting Cristal subcampeón de la Libertadores en 1997. Pantaleón y las visitadoras justifica cualquier elección. DANIEL PASSARELLA. Mi ídolo de niño. Era tanto, que en 1982, cuando lo compró la Fiorentina, vi una foto suya en
L
A
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El Gráfico donde estaba en el Ponte Vecchio de Florencia, y quise conocer esa ciudad en mi primer viaje a Europa.
5.
BRANCO. ¿Cómo no acordarse de la historia del bidón de Bilardo en 1990? ¿O la patada de Raúl Omeño? ¿Cómo olvidar sus subidas por el lateral y sus disparos? Tiene que estar.
6. EDUARDO SACHERI. Un hincha de
Independiente que en cada libro recuerda su infancia ligada al fútbol y a su padre. La transmisión de sentimientos de una generación a otra. Lo imagino como un 8 pensante.
7. FITO PÁEZ. Lo ubico de volante cen-
tral, de esos con mucho talento y poco sacrificio. Un canalla que va al estadio y después lo lee en el diario de Rosario, como cuando dice: “la tribuna grita gol el lunes por La Capital”.
8.
EL NEGRO FONTANARROSA. Otro hincha de Rosario Central. Con sus re-
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2. NELINHO. El tiro libre de tres dedos
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UBALDO MATILDO FILLOL. No solo porque me hizo emocionar con sus atajadas en la final del Mundial del 78 y por ser el mejor arquero que he visto, sino porque un hombre que cargue con esos nombres merece mis respetos eternos.
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latos de los clásicos rosarinos. Con su homenaje-cuento a la palomita de Aldo Poy. O como miembro de la OCAL (Organización Canalla Anti Leprosa).
9.
MARIO KEMPES. El Matador. Un héroe casi olvidado en Argentina. Un jugador que no tocó la copa del mundo cuando fue campeón en 1978. Un tipo al que le hicieron seis bypass, uno por cada gol de aquel Mundial.
10. DANIEL CASTRO. Mi ídolo de Dou-
glas Haig. El 9 que todas las chicas iban a ver cuando no había botineras. Un gran amigo que la rompió en su paso por Bolivia. No sólo como goleador, sino como modelo. Un adelantado a las épocas.
11. MARCO VAN BASTEN. Basta con
un recuerdo: el gol ante URSS en la final de la Eurocopa 1988. Un ángulo imposible. Jugaba casi en puntillas, hasta que le rompieron los tobillos en Italia. Duró poco. Alcanzó de sobra para este espacio.
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A
CABA DE SUFRIR otro infarto, había escuchado a su madre en el teléfono, tratando de sonar indiferente. Era el segundo en menos de un año. El corazón de su padre, ya cansado, parecía buscar una excusa para no seguir trabajando. Francisco tenía la Revista Triunfo doblada bajo el brazo. Ya podía entrar. Odiaba los hospitales, ese olor a enfermo, a meado, a lágrimas, a muerte. ¿Por qué había tenido que ser justo ese día? Su padre dormía. Lo encontró pálido, mucho más que la vez anterior. Sus ojos cerrados se afirmaban sobre dos bolsas oscuras. El rostro inexpresivo le recordó al que tenía el tío Héctor justo antes de morir. Francisco se negaba a pensar que podía ser la última vez que lo viera. Sólo escuchaba los rápidos latidos de su corazón sano y los gemidos de los otros dos enfermos que había en la habitación, mezclados con los chillidos de las máquinas que los mantenían con vida. Se sentó junto a él. Hojeó la revista, aunque se la sabía de memoria. Después de 25 años, la Universidad de Chile estaba más cerca que nunca de ser campeón. Se sobresaltó al sentir una mano fría sobre la suya. Alzó la mirada y vio los ojos disminuidos de su padre. - Vargas, Castañeda, Delgado, Fuentes, Guevara, Musrri, Mardones, Valencia, Aredes, Ibáñez y Salas –dijo el viejo. A medida que recitaba la alineación de la U para esa tarde, se le iba acabando el aire–. ¿Juegan todos, cierto? - Sí, papá, juegan todos. - Necesito ir al estadio, Francisco –le dijo su padre, abriendo los ojos con vehemencia. - ¿Te volviste loco? ¿Acaso no te das cuenta de lo que te pasó? Si vas al estadio, te mueres. - Si no voy, también me muero. Y si no me llevas, voy solo.
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DE CABEZA / CUENTOS DE FÚTBOL
Por NICOLÁS VIDAL DEL VALLE
Francisco se quedó en silencio y bajó la mirada, sabiéndolo capaz de cumplir su amenaza. Lo había dejado hacía 14 años, cuando le faltaba una semana para cumplir los diez. Había cambiado a su madre por otra mujer. Y ahora venía a pedirle esto. Incluso podía meterse en problemas con la ley que le impedirían jurar como abogado. Su padre, como siempre, pensaba sólo en él. Levantó la mirada decidido a mandarlo a la mierda, pero no pudo hacerlo. Recordó el calor de su mano grande cuando se la tomaba para entrar al estadio, y quiso volver a sentirlo, una vez más. La mirada envejecida de su padre cobró vida cuando escuchó que lo llevaría al estadio. Eran las dos de la tarde y sólo quedaban cinco horas. No podían perder el tiempo. Cuando Francisco aceptó hacerlo, sintió un calor tibio y agradable en el pecho, una extraña sensación de bienestar que no se condecía con la locura que iba a hacer. Esperó tantos años la llegada de ese partido, que no podría verlo solo. Ahora sería él quien llevaría a su padre al estadio, tomado de la mano. Lo que había pasado antes, esas heridas que parecen cicatrizar pero que no se olvidan nunca, e incluso lo que podría suceder esa misma tarde, ya no importaba. Le hizo un gesto con la cabeza a su padre como diciéndole ahora cállate y guarda fuerzas que yo me encargo. Cerró la puerta de la habitación y las cortinas que los separaban de los otros enfermos. A los pies de la cama, había una silla de ruedas, como si la hubieran puesto ahí a propósito. Tenía las manos empapadas con un sudor frío y pegajoso. Los chillidos de las máquinas lo tenían harto. Su padre lo observaba, sonriendo. Ahora venía algo difícil: los cables y tubos a los que estaba conectado. Sácalos, le dijo su padre. ¿Así no más, llego y los saco? Sí, huevón, ahora el corazón me volvió a latir, no nece-
sito ni una de estas máquinas de mierda. Francisco desconectó dos cables y una pequeña manguera. Contuvo la respiración, a ver si sonaba una alarma o si se encendían un montón de luces. No pasó nada. Observó a su padre durante unos segundos, porque si se empezaba a morir tenía que salir corriendo a pedir ayuda. Pero el viejo seguía respirando y le dijo: ¿Qué estás esperando? Apúrate, que el estadio ya debe estar lleno. Cuando lo levantó de la cama, se dio cuenta que su padre no tenía fuerzas para sostenerse. Pesaba como un saco de papas. Se dejó caer pesadamente en la silla de ruedas, dando un resoplido. Búscame una bata, le pidió. Cuando abrió la puerta de la habitación, se sintió como un fugitivo. Intentó caminar con naturalidad, con la vista al frente, pero no fue capaz de levantar los ojos del suelo. Sentía las miradas de enfermeras, doctores y auxiliares. Su padre seguía en silencio, tal vez muy cansado para hablar, y repasaba la tabla de posiciones en la Revista Triunfo, a la que se aferraba con ambas manos. Se alegró de estar en un hospital grande, donde el enfermo era sólo un número. Su padre lo guiaba por los pasillos, moviendo el dedo índice para acá y para allá, y Francisco conducía la silla de ruedas con presteza, como si no fuese la primera vez que lo hacía. Así llegaron al estacionamiento. Lo ayudó a subir al auto. Iba a dejar la silla de ruedas ahí botada, como quien deja un carro de compras en el supermercado cuando lo termina de usar. La silla se va con nosotros, le ordenó su padre. Francisco obedeció, resignado. A lo que ya había hecho, acababa de agregarle un hurto. En el auto, puso la Sintonía Azul, que llevaba transmitiendo la previa del partido desde las nueve de la mañana. Ellos hablaron aún menos de lo habitual. La ansiedad se comía a las palabras. Prefirieron es-
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EDICIÓN N°1 DE CABEZA 2014
cuchar la radio, donde repetían datos que ambos recitaban dormidos, pero que en ese momento parecían indispensables. La Universidad de Chile y la Universidad Católica compartían el primer lugar con 42 puntos, y jugaban el clásico universitario, a tres fechas del final del campeonato. El último partido de la U era con Cobresal, en El Salvador, pero esa tarde se jugaba la final anticipada, la posibilidad única de romper una maldición de 25 años sin salir campeón. Pasaron al departamento de su padre a buscar ropa. No podía llegar al estadio con la bata del hospital. Francisco tenía la camiseta del Matador Salas y su padre la del Huevo Valencia. Si me llego a morir, me dejan con la camiseta puesta, ¿entendiste?, le dijo, muy serio. Llegaron al Estadio Nacional tres horas antes del partido. Francisco acariciaba las entradas que había comprado el martes por la mañana, tras ocho horas en la fila, sin imaginarse que terminaría viéndolo con su viejo en esas condiciones. Con sorprendente facilidad, teniendo en cuenta que hacía más de una hora el estadio estaba abarrotado con ochenta mil personas, los hicieron pasar al borde de la cancha, junto a los minusválidos. El calor era intenso, incluso peligroso para su padre, pero dentro de pocos minutos la sombra de marquesina los protegería. El viejo seguía en silencio. Se lo veía agotado. Sin embargo, cuando por fin llegaron, se dio media vuelta y dijo gracias, con la mirada húmeda, tomándole la mano derecha entre las suyas. Francisco prefería que el corazón de su padre guardara energías para esas dos horas infernales. Por eso, contrario a su costumbre dentro de la cancha, sus conversaciones se redujeron a algunos comentarios de su padre y respuestas cortas de Francisco. Encendió un cigarrillo y se quedó contemplando a las sesenta mil personas que, como ellos, vestían de azul. El recuerdo era lejano, de enero del 81, pero dolía como si hubiese sido ayer. Estaba sentado en la sala, junto a su padre, frente al televisor, viendo nuevamente el gol que Salah le había hecho a Colo Colo el día anterior, con el que la U había clasificado a la Copa Libertadores, de las pocas cosas rescatables desde el año 69. Francisco terminaba un pan con dulce de membrillo, disfrutando con la imagen de los últimos minutos del partido, que catorce años después podía evocar con sólo cerrar los ojos. Partía con el penal a favor de Colo Colo
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que atajaba Hugo Carballo, y enseguida lo irreal, el saque largo del arquero para generar un contragolpe endemoniado del Chico Hoffens y Salah que llega por la izquierda para meterla adentro. Tengo que hablar contigo, como un grande, de hombre a hombre. Con la mamá ya no nos queremos como antes. Ahora, la vas a cuidar tú. Su padre seguía hablando, intentando explicarse, y Francisco trataba de no escucharlo, de cerrar los ojos y ver de nuevo el gol de Salah, pero era imposible. Nos vamos a seguir viendo, te prometo que nada va a cambiar. Pero todo cambió. No pasó mucho tiempo cuando supo que eso de que no nos queremos como antes significaba que su padre se había ido con otra mujer. Lo vio apenas un par de veces durante un año, hasta que a principios del 82 tocó la puerta de su casa para llevarlo al estadio. Francisco le dio un portazo y lo insultó. Quince días después, volvió a tocar la puerta y lo recibió de la misma forma, y así por más de cuatro meses, hasta que se cansó de darle portazos a su padre. Fueron a ver a la U con Naval; terminaron empatados a uno. Durante todo el partido quiso preguntarle si todavía estaba con esa otra mujer, pero no lo hizo. Se veían cada dos semanas y la rutina era siempre la misma, ya fuera sábado o domingo. Pasaba por él muy temprano y se iban a su departamento en Macul. Tenía sólo un dormitorio. La otra mujer ya no existía. Su padre le tenía guardada la Revista Minuto 90 (la Triunfo, que venía con La Nación, sólo la leyó después del año 90), que tenía unas páginas enormes y reporteaba cada detalle de la fecha. El fútbol se había transformado en el único idioma en el que podían hablar. Cuando entraba a la cancha de la mano de su padre, se sentía importante, como si los miles de hinchas estuviesen ahí sólo para aplaudirlo a él. Cuando se fue Pinochet, dije aquí se acaba la maldición, jurando que salíamos campeones al año siguiente, pero el 91 casi nos fuimos a segunda de nuevo. El viejo nos dejó tan llenos de mierda, que todavía no nos podemos recuperar. Tiene que ser ahora, tiene que ser ahora. Escuchó la voz de su padre. No sabía si hablaba solo, lo que no era extraño, o si le hablaba a él. Su tono era muy bajo y Francisco tenía que agacharse para escucharlo. Volvió a pensar en la locura que había hecho trayéndolo al estadio. Sólo esperaba que su corazón resistiera. Sintió el estómago revuelto y el pecho apretado. A ese paso, quien terminaría infartándose sería él.
DE CABEZA / CUENTOS DE FÚTBOL
La U salió a la cancha y el estruendo fue tan grande que sintió un pequeño temblor. No miró ni a la barra Los de Abajo ni al campo de juego. Miró a su padre, que observaba a los jugadores con los ojos entrecerrados. Comenzó el partido. Se veía distinto desde ahí, desde el borde de la cancha. Su padre seguía pálido y le temblaba la mano izquierda. Se acercó a él para asegurarse que respirara y escuchó un jadeo de perro viejo. Estás bien, le preguntó. Sí, hombre, sólo un poco nervioso. No vaya a ser que estos cruzados de mierda nos caguen la vida, le respondió, hablándole al oído porque el bullicio era infernal. Obligado a creerle, Francisco se concentró en el partido. La U salió al ataque, tratando de sorprender a la defensa liderada por Sergio Fabián Vásquez. Cada dos minutos observaba a su padre y se acercaba para confirmar que estuviese bien. Su voz, cada vez más débil, se había vuelto un murmullo ininteligible. Vio la ambulancia estacionada al otro lado de la cancha, en la puerta de Pedro de Valdivia.
¿Y si pedía ayuda? Seguía dudando sobre si hacerlo o no, cuando desde el mediocampo de la UC sale un pelotazo largo para el Beto Acosta, y sus dudas fueron acalladas por la cercanía de una tragedia ya conocida. Sergio Vargas sale de su arco a disputar el balón con Acosta, pero le queda el rebote al delantero, al borde del área. El Beto le pega de revés haciendo un globito perfecto sobre Fuentes, y la pelota va en el aire, en un tránsito agónico, directo hacia el arco desguarnecido –y si esa pelota entra el corazón del viejo se rehusará a seguir latiendo– y al mismo tiempo corren Castañeda y Delgado y se lanzan los dos juntos, llegando el pie derecho de Cristián Castañeda en forma milagrosa a sacar el balón de la raya. Uffff, suspiró el estadio, y Francisco escupió el aire que tenía atragantado en los pulmones. Enseguida, bajó la vista. Su padre tenía los ojos cerrados. Pálido, amarillento. Sintió como si el estadio se derrumbara. Se agachaba para tocarlo, cuando el viejo abrió los ojos. La sacaron de la línea, le dijo Francisco. Si veía esa pelota entrar, hasta aquí nomás llegaba, le respondió.
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Encendió un Belmont Light justo cuando la U se va al ataque y se lo pierde el Huevo Valencia. Y después Aredes. Minuto 37 y el árbitro expulsa a Gorosito por doble amarilla. Escuchó un grito de júbilo que no podía haber salido del cuerpo maltrecho de su padre. Pero había sido él y ahora se intentaba parar de la silla. Francisco lo contuvo: tranquilo, papá, no nos vaya a pasar lo de la primera rueda, cuando nos ganaron con nueve. Terminó el primer tiempo y Francisco fue por una Coca Cola y un maní tostado. En el departamento de su padre, antes de ir al estadio, sólo hablaban de fútbol. Por lo general, llegaban dos horas antes del partido. Su padre le compraba una Coca Cola y un maní tostado. Paradójicamente, en esas horas hablaban de cualquier cosa. Era un rito imprescindible para su comunicación. Las palabras fluían con facilidad mientras se concentraban en sacarle la cáscara al maní tostado. Una tarde de domingo, en el Santa Laura, en que ambos estaban con el torso desnudo porque el sol se hacía intolerable en la Tribuna Andes, le contó que se había acostado con su polola. Otra vez, en el 86, a la espera de un partido contra Palestino, mientras disfrutaba del primer cigarrillo que su padre le permitía fumar con él, éste le reconoció que no había vuelto a ser feliz desde que abandonó la casa, pero que ya no había vuelta atrás, que su madre jamás lo recibiría de nuevo. Y Francisco le dijo que tenía razón, que su madre lo aborrecía. Sentado en los tablones de madera de la galería sur del Estadio Nacional, se enteró que a su padre lo habían echado del trabajo y que vi-
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vía de allegado en la casa de un amigo. En el mismo lugar, pero en otro partido, supo que las manos temblorosas y la pronunciada cojera del tío Héctor eran consecuencia de las torturas que había sufrido en ese mismo estadio. Hasta el minuto 75, el segundo tiempo transcurría en una frenética búsqueda de un gol que no llegaba nunca. El viejo lo seguía concentrado, desde su silla de ruedas, y Francisco al principio se había puesto en cuclillas a su lado, pero desde ahí no se veía muy bien y además le dolían las piernas. La U atacaba hacia el lado sur, ocupado por Los de Abajo. El partido se complicaba, cerrándose cada vez más, y la perspectiva de un cero a cero amargo e irresoluto se iba haciendo realidad. Hasta el pelotazo de Víctor Hugo Castañeda desde la izquierda. Cuando vio la pelota en el aire, Francisco tuvo un presentimiento y puso su mano derecha sobre el hombro de su padre. Lo apretó con fuerza. El balón cae en el corazón del área, sobre el pecho de Marcelo Salas, que aprovecha el único descuido de la defensa para bajarla con maestría y dejarla dar un bote manso, para luego definir de zurda con un latigazo bajo a la izquierda del portero. Francisco escupió el corazón por la boca de un solo grito. Pero su padre no gritó. Se levantó de la silla de ruedas y lo abrazó con una fuerza sorprendente, casi milagrosa. Por los movimientos de su pecho, se dio cuenta que su padre lloraba. Nunca lo había visto llorar, ni siquiera el 88, cuando se fueron a segunda, o el 81, cuando se fue de la casa. Ambos se quedaron de pie, el viejo apoyado en el hombro de Francisco. Habían expulsado a Salas luego del gol, nadie entendía bien por qué, pero eso no importaba, porque su padre comenzaba a cantar. Francisco quería mirar el partido, pero no podía dejar de mirarlo a él. Contó cada segundo de los quince minutos que quedaban, hasta que sonó el pitazo final. La gente se había quedado sin voz, muchos lloraban y se repartían besos y abrazos por todas partes, pero Francisco seguía mirando, atónito, a su padre, que coreaba las canciones de Los de Abajo como un hincha más. Pasaron dos o tres minutos y volvió a abrazarlo. Parece que hoy ya no me puedo morir. Todavía tenemos que ir a El Salvador a jugar con Cobresal.
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Incondicionales de la incertidumbre Por PATRICIO HIDALGO
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ACE POCO MÁS de un año, publiqué mi segundo libro sobre fútbol, Soy de la Unión. En cuanto tecleé el punto final me di cuenta, se trataba de una historia de amor. Estaba la declaración por el equipo, como le sugiere el título hasta al lector menos avisado, pero también noté que hacia el final había agregado, como un desenlace natural, el momento en el que conocí a la que ahora es mi mujer. Recordé a Luis Eduardo Aute, que parafrasea a Hitchcock diciendo que en el fondo toda buena historia es una historia de amor, y volví a recordarlo cuando leí a los otros autores que participan de la saga. Con más o menos énfasis, todos se refieren en algún momento a ese otro club al que le prometemos amor eterno, incondicionalidad y cánticos desgarrados. Primeros le dijimos que sí a la camiseta, después le dijimos que sí a los amigos más entrañables, y ahora nos sorprendemos más gordos y viejos, con la misma camiseta y la misma pandilla, diciendo que sí en el Registro Civil. Empecé a llamar a Catalina mi mujer un día sábado, después de ir al estadio Santa Laura a ver a Unión Española, entrenada por don José Luis Sierra, casado como yo y también hincha del equipo. Bien mirado, el fútbol se ha transformado en un artificio tan antiguo y desprestigiado como el matrimonio, ambas formas po-
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pulares tan lejanas de los afanes bienpensantes que nos imponen los posgraduados de ocasión. Ambos nos domestican, dirá el escéptico cuando nos ve puntualmente esperando el bloque deportivo del noticiero, o regando plantas cuyos nombres jamás sabremos en el balcón común. Puede ser. Por otro lado, he visto a varios supuestos emancipados siguiendo una disciplina física marcial para bajar unos gramos de peso. En el fútbol y en el amor en cambio, cierta dejación corporal es un índice claro de felicidad. Si es cierto que el fútbol aliena al pueblo, alguien tendría que probar primero que alienarse una vez por semana es malo. “Yo prefiero seguir en la búsqueda”, me dice un amigo, como quien pregunta dónde está el azúcar en un café, a propósito de mi enlace. Allá él, allá ellos. Yo nunca creí en “la mejor mujer”, ni consulto el diario para ubicar el “partido más competitivo del día”, para ver. Lo nuestro va por otros carriles. No está demás lo evidente: tanto el hincha como el casado han jurado amor eterno en una época en que el consumo dicta cambio permanente. En ese sentido, somos la vanguardia. Y además está el sentimiento que vivimos, eso que jamás podremos definir pero que es lo único que importa, y que
FOTO GENTILEZA: AGENCIA UNO
INCONDICIONALES DE LA INCERTIDUMBRE
distinguimos gozosamente en cuanto aparece. El amor que profesas por el club de tus escalofríos es comparable al del matrimonio: nace sin que puedas controlarlo, cada paso que das no hace sino profundizarlo y no te importa si ganas o pierdes. Por eso me emociono cada vez que mi mujer me acompaña a la tribuna, con sol o con lluvia. Un empate a cero con no más de mil espectadores, si está tu mujer al lado, genera emociones mucho más profundas que lanzarse por el más torrentoso de los ríos del sur. Quizás pensando en todo esto, algunas décadas atrás don Aníbal Sierra, tío de nuestro entrenador, dijo: “Soy un incondicional de la incertidumbre. Me gusta el fútbol”. Quiero creer que gracias a la clarividencia de tipos como éste la familia Sierra sigue siendo una cantera de futbolistas tan elegantes como talentosos. El Coto eligió jugar a la misma edad donde otros eligen vivir y ahí está hoy su hijo homónimo, con 17 años recién cumplidos y marcando por primera vez en nuestro cuadro, una helada noche de octubre, en un partido de mitad de semana al que mi mujer me acompaña con genuino entusiasmo. Como cuando compras en la reventa una entrada que te cuesta la mitad de tu sueldo, con mi mujer
decidimos esto fundados en emociones, no en proyecciones. Decidí casarme porque soy un incondicional de la incertidumbre, como los Sierra. No sabemos qué es lo que nos espera ni dónde está la cumbre. Nos lanzamos sin otra explicación que la más sencilla de todas: porque nada nos gusta más en el mundo. Seguiremos yendo al Santa Laura cada vez que nuestro equipo juegue, de la mano y sonriendo. La sencillez de su estructura centenaria será para nosotros el más lujoso de los palacios, tal y como cada vez que nos abrazamos encontramos nuestro hogar. Compraremos maní en cáscara y esperaremos la salida del equipo para aplaudir hasta que las manos nos queden rojas, del mismo modo como celebramos con vítores cuando el desayuno nos pilla con el refrigerador lleno y el pan caliente. Sólo en el fútbol el más débil puede ganarle al más fuerte en el momento menos pensado. Jamás pasará aquello en los cien metros planos, ni menos en la subida del Everest. Sólo en el matrimonio el deseo más imposible, el “quisiera que esto dure para siempre” que se nos salió de la boca una noche señalada, se puede hacer real en un momento preciso. Y cuando eso pasa, es como meter el gol que le da al equipo el campeonato.
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BAGGIO JUGÓ EN LOS 3 GRANDES DE ITALIA, 10 HISTÓRICO DE LA AZURRA
fútbol, inglaterra y nazismo EL 14 DE MAYO DE 1938, LA SELECCIÓN DEL PAÍS EUROPEO QUE MÁS SE OPUSO A LA ALEMANIA DE HITLER LEVANTÓ EL BRAZO DERECHO PARA SALUDAR EN UN ESTADIO DE BERLÍN. Por Pablo Cheb. Revista Un Caño, Argentina.
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UNQUE ES MENOS célebre de lo que cabría suponer, el fútbol inglés guarda en su fuero íntimo una postal nefasta: unos años antes de la Segunda Guerra Mundial, el seleccionado de Inglaterra ejecutó el saludo nazi en un amistoso ante Alemania, disputado en Berlín. Qué ironía, justo los ingleses, posiblemente el territorio europeo que se opuso con más fuerza al régimen de Hitler, y el que pudo resistir desde Londres los embates que amenazaban con dominar un continente, se plantó en el estadio más famoso del partido más odiado por su gente a lo largo de la historia, para homenajear a su líder con un gesto plástico. Sin embargo, allí está la imagen indeleble de los once hombres de la reina con el brazo derecho en alto. Los propios británicos lo recuerdan como el día más infame en la historia del fútbol del país que inventó el fútbol. Y todavía no perdonan del todo a sus jugadores.
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De hecho, ni siquiera sus jugadores se perdonan del todo. “Pateé una pelota a los pies de Mussolini en Roma y experimenté el peor referato de mi vida en Milan; estuve en Suiza, Rumania, Hungría, Checoslovaquia, Holanda, Austria, Bélgica, Finlandia, Francia, Noruega, Dinamarca, Suecia y Yugoslavia. Comí ajo hasta no querer probar otra cosa en mi vida… estuve en un naufragio, en un choque de trenes y a centímetros de un accidente de avión. Pero el peor momento de mi vida, y uno que no repetiría por propia voluntad, fue cuando dimos el saludo nazi en Berlín”, escribió el capitán de aquel conjunto, Eddie Hapgood, en su libro de memorias de 1945. El libro se llama Football Ambassador, y lo rescata el periodista Simon Kuper en una publicación propia: Ajax, The Dutch, The War. Ese día hubo 110 mil fanáticos alemanes en la cancha, y la historia oficial siempre marcó que los jugadores habían cedido al protocolo de propaganda germano para apaciguar un poco los ánimos de un público hostil. Desde el inicio -cuenta Kuper- se trataba de un amistoso inusual. Inglaterra no jugaba demasiados partidos fuera de casa, enfrentaba a la Alemania nazi en un contexto político bastante agitado y ni siquiera se aseguraba dinero a cambio de su excursión: los locales se quedaban con lo recaudado por las entradas y los visitantes debían hacerse cargo de sus propios gastos de viaje. Puede parecer cerca, pero en aquel momento el traslado en tren, ferry y nuevo tren tomó aproximadamente 24 horas. Unas semanas antes, Hitler había anexionado Austria, e incluso un jugador del Rapid Viena, Hans Pesser, tuvo minutos en aquel encuentro. La guerra no parecía demasiado lejos, todo lo contrario. E Inglaterra no quería aparecer como provocador. La decisión de hacer el típico gesto del Tercer Reich fue tomada por Stanley Rous, un secretario de la Football Association (la FA, asociación de fútbol de Inglaterra, fundada en 1863, que sobrevive hasta hoy). Se creía que era un gesto de apaciguamiento para no generar rispideces políticas entre los países y para no enervar a los asistentes al estadio.
“La fotografía de Inglaterra entregando el saludo nazi apareció en los diarios de todo el mundo al día siguiente, para la vergüenza eterna de cada jugador y de toda Gran Bretaña”, aseguró Stanley Matthews, que también estuvo presente en aquella jornada. Los dos, Hapgood y Matthews, concuerdan en que habrían sido muy mal tratados por la hinchada alemana en caso de no haber accedido al famoso Heil Hitler. Sin embargo, Hapgood asegura que la FA les avisó a los jugadores lo que tenían que hacer bastante antes del partido, “Somos parte del Imperio Británico y no veo ninguna razón por la que debamos dar el saludo nazi”, dice haber respondido. Aunque después accedió y contó la decisión de los directivos al resto de los jugadores. Matthews lo recuerda diferente. Sostiene que los jugadores fueron anoticiados de la cuestión en el vestuario, para el descontento general. “Todos los futbolistas ingleses estábamos lívidos y nos oponíamos completamente a hacerlo, yo incluído. Todos gritaban al mismo tiempo. Eddie Hapgood, normalmente respetuoso capitán, le mostró el dedo al dirigente en cuestión y le dijo lo que podía hacer con su saludo nazi, que incluía ponerlo donde el sol no pega”. Sí coinciden en que cuando entraron al estadio, era un hervidero. Y ambos sostienen que ni siquiera el saludo
típico los calmó. El silencio parcial sólo arribó con el primer tanto de Inglaterra. “Que saluden eso”, dijo al convertir Len Goulden, el autor del 1-0. Inglaterra terminó ganando el partido por 6-3. Las crónicas de época, sin embargo, no reflejan tanta saña de la tribuna o los jugadores alemanes. Más bien todo lo contrario: se veía a Inglaterra como el modelo a seguir. Como un equipo de superdotados. Recordemos que ningún combinado de Alemania pudo vencer a un seleccionado inglés hasta 1968. La noción de que los fanáticos germanos eran monstruos maquinales que podían enloquecer por los colores y cuya única voluntad era ver a su nación imponerse tiene que ver con lo que quedó de la guerra. También es una manera de atemperar la vergüenza que aún genera aquel gesto grabado en la memoria colectiva. En aquel momento, la caballerosidad deportiva era norma en Europa, al punto que el fairplay fue más celebrado al día siguiente por los medios de ambos países que el propio resultado. Un año más tarde, en un amistoso en Milán, Inglaterra dio el saludo fascista a las cuatro tribunas del estadio. Volvió a hacerlo después del partido. Podría haber sido un escándalo histórico de proporciones similares lo que pasó en Berlín. Extrañamente, en Inglaterra, nadie parece recordarlo.
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DI STÉFANO
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CON EL MADRID LOGRÓ SUS MAYORES HAZAÑAS
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El hincha como ciudadano y no como consumidor Por EZIO COSTA
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N OCTUBRE de este año se jugó en Chile la Homeless World Cup. No es un mundial FIFA ni tiene auspiciadores (tan) rimbombantes, pero es fútbol del bueno, de verdad, jugado por personas que, en general, viven, voluntaria o involuntariamente, aislados de los usos sociales. ¿No es llamativo que, a pesar de ello, estas personas participen de este espacio al que llamamos fútbol? Un evento como este es una muestra del potencial cohesionador del fútbol y de su valor público. El fútbol, como instancia de diversión e integración, fue la base del nacimiento de nuestros clubes; instituciones representativas de grupos de personas con valores e ideales similares, que encontraron en este deporte la posibilidad de reunirse y compartir en torno a una pasión común. Gente diversa, inmigrantes de distintas colonias, estudiantes universitarios, trabajadores y vecinos del barrio, descubrieron en el fútbol un lugar donde compartir, organizándose en la estructura que la ley permitía: las corporaciones sin fines de lucro cuya labor social era el fútbol. Sin embargo, mientras corrían detrás de la pelota, el mundo cambió. El fútbol se volvió un negocio y dejó de ser un pasatiempo. Las corporaciones se vieron muchas veces superadas por la realidad. Las dificultades organizativas dieron paso a cambios normativos y a la asunción de las Sociedades Anónimas Deportivas. Los clubes pasaron a tener dueños en lugar de dirigentes,
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accionistas en lugar de socios y valores exportables en lugar de ídolos. Sin embargo, los simples “espectadores” no ocuparon el lugar de los más comprometidos “hinchas”. Quizás lo hicieron en esos fríos partidos de la selección en Ñuñoa, donde son capaces de cometer sacrilegios como pifiar a los propios al primer error, o ponerse a cantar “oles” al minuto 20 del primer tiempo. Pero los “espectadores” no se cuentan entre los 500 habituales que van a El Cobre o La Cisterna, o los 1000 del Nicolás Chahuán o La Florida. Es en la intimidad de una tribuna casi desierta donde permanece la camaradería de siempre, intacta desde el momento en que decidieron agruparse para formar un club, como compañeros de pega o vecinos del barrio. Así, los herederos de ese espíritu fundacional siguen asistiendo al estadio, porque es su pasión y no porque sea un espectáculo de alto vuelo. Es una ceremonia de comunión con los demás y no una simple manera de pasar el rato. Justamente ese choque cultural (entre el estado actual de las cosas y lo que éstas pretendieron ser en un principio), ha ido acumulando rabia en las tribunas. No me refiero al descontrol vandálico de algunas barras, sino a la rabia genuina de muchos hinchas que se manifiesta por diversos canales. A ese estado de crispación no ayuda en nada la mala relación de los directivos con las barras, las reacciones vandálicas que parecen haber aumentado desde que
CLUBES Y PARTICIPACIÓN
se dictó el Plan Estadio Seguro que, al criminalizar la fiesta del fútbol, multiplicó los incidentes y los llevó a lugares donde antes no existían. ¿Cuáles son las razones de toda esta rabia? A mi entender, la falta de gobernanza de los clubes y la ANFP. Desde que las S.A.D.P. tomaron el control, han manejado los clubes como si se tratara de empresas comunes y corrientes, donde maximizar los ingresos y reducir los costos parece ser la única meta. Este modelo de administración está haciendo crisis, justamente porque los hinchas no son consumidores comunes y corrientes; son personas que tienen una genuina pasión por los colores de sus clubes y esperan tener participación en el devenir de sus equipos. Los hinchas que antes fueron (o siguen siendo) socios de la Corporación, tenían un peso político, un espacio de reunión. Hoy están relegados a un segundo plano. Ya no son un elemento esencial, los objetivos son otros, no los aplausos de la galería. La pérdida de poder de los hinchas es un antecedente importante de la rabia. En actividades tan complejas como el fútbol, es necesario incorporar a las comunidades que forman parte de “la actividad”. No es solo una cuestión de buen gobierno, ni tampoco se trata solo de reconocer que el fútbol se inserta dentro de una lógica de producción de un bien social. Es también una oportunidad de negocio. Las S.A.D.P. pueden y deben reconquistar al hincha, traerlo de vuelta al estadio, con su familia. Para esto, los clubes deben volver a ser lugares de reunión social y no solo teatros donde se va a mirar un supuesto espectáculo. Pero cuidado. Traer a los hinchas de vuelta no pasa solamente por terminar con la violencia, pues éste es un problema que parece ser pandemia cuando no lo es. ¿Acaso en el Calvo y Bascuñán, en el Chinquihue, existe violencia de barras bravas? Son solo tres o cuatro clubes (los que tienen más cobertura de prensa) quienes tienen un desafío relevante en esta materia. En la gran mayoría de los estadios la violencia es una cuestión excepcional, pero que ha aumentado como resultado de la falta de participación y la extrema criminalización del hincha. Es muy probable que los hinchas se reencanten con lo que pasa en el estadio si se consideran respetados, si se sienten parte de lo que tanto aman. El derecho a la participación ciudadana reconoce de manera amplia
esta realidad, al permitir y promover que las personas afectadas formen parte del proceso de la toma de decisiones de la autoridad. Como ocurre a nivel de actividades empresariales privadas, donde generalmente se ha reconocido la necesidad de hacer partícipes a quienes sufren las consecuencias de las actividades de estas o incluso a quienes consumen determinado producto, cuestión especialmente importante en materia ambiental, por ejemplo. ¿Puede algún verdadero hincha negar que lo que pase o deje de pasar con su equipo le afecta profundamente? Yo, al menos, no recuerdo alegrías ni penas más grandes que las que he sentido en un estadio. La única vez que he visto llorar a mi papá fue después del pitazo final del Chile 1 Argentina 0, con el gol de Orellana. Lo que pasa en el fútbol es único. El consumidor no es simplemente un sujeto que disfruta del servicio de entretención que prestan los clubes, sino que es un hincha, un seguidor, una persona involucrada profunda y emocionalmente en el devenir de su equipo. El fútbol y su rol social están lejos de ser cuestión del pasado. Los gobiernos deciden invertir varios millones de dólares en construir y remodelar estadios, y otros tantos en apoyar la organización de eventos como la Copa América, dejando de manifiesto que es una actividad de interés común, una gran reunión social, uno de los últimos lugares donde se puede ejercitar “lo público”. El valor integrador del fútbol se mantiene intacto, pero requiere del esfuerzo de todos para hacerlo relucir. Mientras tanto, hay que hacerle frente a las políticas públicas que intentan cortar los vínculos de los clubes con sus hinchas. Esto no significa legitimar las barras organizadas, muchas veces lideradas por criminales. Acercar los clubes a esa mayoría de gente que hoy no puede participar permite crear vías legítimas de injerencia, lo que podría incluso llevar a la pérdida de poder de los grupos violentos y su extinción. Es lo mismo que sucede con una plaza en un barrio marginal: si la iluminamos, pintamos los juegos y arreglamos la cancha, le vamos a ganar espacios a los delincuentes, a la droga. Transparentar, crear confianzas y dar valor comunitario a los espacios de participación en los clubes puede convertirse en una gran herramienta para mejorar la experiencia de los hinchas, erradicar la violencia y, de paso, valorizar el negocio, si es que quieren seguir entendiendo el fútbol así.
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FÚTBOL Y CINE
Por SERGIO CASTRO
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INE Y FÚTBOL, dos disciplinas con un denominador común: fenómenos de masas, comparten más de lo que cualquiera podría imaginarse. Estos dos oficios, creados formalmente con un poco más de 30 años de diferencia, fueron el resultado de un accidente: el año 1863 se funda en Londres la Football Association, que dictó las primeras normas sobre el fútbol, cuyos orígenes se remontan al Siglo II, cuando los ejércitos de Extremo Oriente de China y Japón pateaban lo que sería una pelota de trapo que debían pasar sobre un lienzo tensado; un simple pasatiempo entre las batallas. Treinta y dos años después, en 1895, fecha en la que los hermanos Lumiére proyectaron públicamente la salida de obreros de una fábrica francesa en Lyon, el cine se hizo posible por el simple hecho de que la visión persiste ante objetos en movimiento, en el que el ojo humano retiene las imágenes durante una fracción de segundo después de que dejamos de tenerlas delante. Más de un siglo después, el cine es el fenómeno cultural de mayor comercialización en el mundo y el fútbol, el deporte rey indiscutido. Quizás porque comparten métodos, estructuras y lo más importante: poseen un público que está dispuesto a consumirlo. Claro está que un buen equipo de fútbol tendrá más y más adeptos que llenarán la galería y una buena película siempre gozará de un público fiel que agotará las entradas, pero vale preguntarse ¿qué es un buen equipo de fútbol y qué es una buena película? Por supuesto que el resultado juega un papel preponderante, y es aquí donde el cine se separa del fútbol. De nada sirve tener un gran plantel o jogo bonito si es que sencillamente nuestro equipo del alma no logra buenos resultados y títulos. A su vez, una buena película no necesariamente será un éxito de taquilla. De hecho, ¿qué es un buen resultado para una película? ¿Conseguir público que replete el cine o premios en distintos festivales?. A este respecto, el artista Man Ray sostenía: “Los peores films que haya podido ver, aquellos que me hacen dormir profundamente,
contienen siempre cinco minutos maravillosos, y los mejores, los más celebrados, cuentan solamente con cinco minutos que valgan la pena: o sea, que tanto en los buenos como en los malos films, y por encima y a pesar de las buenas intenciones de sus realizadores, la poesía cinematográfica pugna por salir a la superficie y manifestarse”. Durante años, hurgando en el panorama mundial y en la carrera de algunos colegas, he tratado de desentrañar este enigma: ¿Qué significa hacer una buena película? O más aún, ¿cómo saber que estamos ante una buena película? Y bueno, quizás todo es parte de un plan, de una táctica. Un director de cine, un guionista, un autor, es un planificador. Tal como un entrenador maneja sus piezas dentro de un campo, el cineasta dirige dramaturgia, fotografía, sonido, arte, perfomance, música y plástica, también dentro de un campo llamado formato, un cuadro, y todo lo que se encuentra dentro de ese campo es lo que tiene valor, no existe nada de mayor importancia que este universo, el cual se ampliará por nuestra libre completación mental del cuadro. Es por esto que fenómenos como el 3D o 4D hacen un daño irreparable al arte del cine, dando por hechas ciertas percepciones que no permiten la libre interpretación de la audiencia. Ver fútbol y ver cine comparten ciertas moralejas comunes. Un buen primer ejercicio para ver cine sería tomar en cuenta lo que conforma el cuadro o pantalla, quizás fijándonos en el segundo plano del actor –lo que está detrás de–, en el árbol que se mueve con el viento o en la mezcla sonora que no sabemos si es real o no, de manera similar a como podemos prestar atención al jugador que no lleva el balón pegado al pie, o al puntero que sube endemoniado por la otra banda a la espera de un cambio de frente, y así, como en una película, entender un poco más la táctica del juego. Sergio Castro San Martín, es cineasta y ha dirigido varias películas y documentales, entre los que se cuentan “Paseo”, “Electrodomésticos: El Frío Misterio” y “Ocho fotógrafos”.
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FÚTBOL B / MALTA
Por SEBASTIÁN SANTAMARÍA R.
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OMENZAMOS este periplo un jueves de Julio en un destino exótico, futbolísticamente hablando: Malta. Como todo futbolero B, sueño con poder ser parte de una hazaña, de esas que cambian la historia. Qué mejor que buscar esa hazaña en un país acostumbrado a las derrotas ignominiosas de su selección, las que, generalmente, van de la mano de resultados equivalentes de sus clubes en competiciones europeas, donde un resultado positivo es casi un milagro. El equipo: el Birkirkara FC de Malta. El rival: el Diosgyor VTK de Hungría. La cancha: el Estadio Nacional Ta’ Qali de Malta. La competencia: la primera fase clasificatoria de la Europa League 2014/2015, que -para quienes seguimos el fútbol hace un rato- sigue y seguirá siendo la Copa UEFA. Alejado de las luces, los fichajes rimbombantes y la cobertura de las agencias deportivas internacionales –y acompañado de la Marce, mi paciente señora–, nos embarcamos en esta travesía. Los futboleros B se preguntarán por qué el Birkirkara juega de local en esta ocasión en Ta’ Qali y no en el mítico Infetti Ground. La respuesta no la van a encontrar en alguna marketera norma sobre los estándares de la UEFA, sino más bien en una prohibición “hecha en casa”; el derrumbe de una parte de la estructura del Infetti Ground forzó al ayuntamiento de Birkirkara a clausurarlo, debiendo cambiar de escenario para sus partidos como local, tanto para la Maltese Premier League como para competiciones europeas. Con prohibición de ingreso o no, de todas formas decido ir a conocerlo antes de dirigirnos al Ta’ Qali. Lo que veo me entristece: una cancha sin cuidar, graderías despintadas, asientos aleatoriamente desteñidos, casi al borde del abandono. En un bar cercano, empapelado de merchandising del Birkirkara, pido una Cisk –cerveza maltesa de esas que hacen olvidar cualquier otra– y un parroquiano local me cuenta la dolorosa verdad. Como no parlo italiano, nunca me cuestioné el
significado de la palabra infetti: infectado. La cancha debe su nombre a que fue construida sobre un antiguo cementerio donde enterraron a los fallecidos por la plaga que azotó Malta entre los siglos XVIII y XIX. No cuesta imaginarse, entonces, porqué los seguidores del club han concluido que el derrumbe se debe a la furia de fuerzas del más allá. La jornada hacia Ta’ Qali comienza en la estación central de buses de la Valletta. Un contingente importante de hinchas húngaros esperando el bus, cerveza en mano y camiseta puesta, hace presagiar un estadio con más hinchas visitantes que locales. Esto lo torna todo aún más sabroso: la posibilidad de ver al poderoso caer, alimentada por una probable inferioridad numérica en las gradas. Después de 15 minutos de viaje y una larga caminata por habernos bajado antes de lo que debíamos, finalmente llegamos a la entrada del coliseo, adornada con una foto del ídolo local Michael Mifsud. Rodeando el estadio para comprar la entrada, nos topamos en pleno con la hinchada del Diosgyor. Por lo menos 100 húngaros, algunos armados con botellas de vodka a medio tomar, se preparan para ingresar. El guardia de la entrada principal del estadio nos indica que la boletería está en la siguiente puerta, no sin antes pedirnos que le digamos a nuestros “amigos” que vayan en la misma dirección. Nos creyó húngaros, y me atrevo a pensar que no por nuestra facha, sino porque probablemente los guardias conocen a todos y cada uno de los hinchas del Birkirkara. Incrédulo, nos dice: “si vienen buscando fútbol de verdad, entonces vinieron al lugar correcto”. Nos dirigimos a la boletería. Somos los primeros –y únicos– en la fila. Una vez dentro, vemos cómo hace su arribo la barra del Birkirkara. No son más de 30 furibundos y jóvenes hinchas que se ubican justo debajo de nosotros, con dos bombos, mientras en la parte alta del estadio la parcialidad menos furibunda, con un promedio de edad de unos 75 años, comienza a acomodarse. Una pareja de abuelitos se acerca a no-
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FÚTBOL B / MALTA
sotros y nos saluda con la típica cordialidad maltesa de la que podrían aprender otros países europeos, supuestamente más desarrollados. La abuelita saca un pañuelo de su cartera y le limpia el asiento al abuelo antes de que éste se siente. Luego, limpia el suyo y procede a tomar posición. Todo un ritual que quizás lleve cientos de partidos. La Marce me regala una sonrisa socarrona. Mensaje claro: ella nunca lo hará. Tampoco lo pediría; si el asiento está sucio hay que sentarse, aún con más ahínco. Esto no es un teatro. Tres filas más arriba, un hincha luce orgulloso su camiseta del Coventry City. En Malta no es extraño ver los colores de los Sky Blues. Michael “Mosquito” Mifsud–uno de los jugadores malteses más exitosos y el mismo cuya imagen adorna la entrada del estadio en que estamos– jugó entre 2007 y 2009 en el club por el que también pasaron cracks como Craig Bellamy, Colin Hendry, Fabrizio Ravanelli o Peter Shilton. Lo curioso es que Mifsud nunca jugó en el Birkirkara. Peor aún, el Mosquito nació futbolísticamente en el Sliema Wanderers, agrio rival del Birkirkara, y a donde Mifsud volvió recientemente para terminar su carrera. Saltan los equipos a la cancha y las formaciones se anuncian en el tablero electrónico. En el Birkirkara detecto la presencia de cuatro seleccionados de Malta: Edward Herrera, Ryan Scicluna, Joseph Zerafa y otro del que había escuchado maravillas, Leighton Grech, un enganche hábil catalogado como promesa del fútbol maltés. Por su parte, el Diosgyor ofrece un equipo joven, físico. Titulares esta tarde: Tamás Kadar, central
que hace unos años integrara el plantel del Newcastle United, y Andreas Debreceni, a quien vi alguna vez jugando por la selección de Hungría. El compañero de zaga de Kadar es, según el tablero, un tal W.A. Rocha, en cuya camiseta reza el nombre Alves; seguramente uno de los miles de brasileños trotamundos que salen a probar suerte a destinos exóticos. Comienza el partido. El Diosgyor es un equipo rústico, con dos “torres” de centrales -muy limitados técnicamente- y ayudados por dos contenciones clásicos, encargados únicamente de destruir y jugar hacia los costados. Poco toque, mucho pelotazo. Por su parte, el Birkirkara se ve algo más hábil, con más toque, pero nula profundidad. De Grech, poquito. Le alcanza para tirar un túnel y llevarse a un segundo defensor, que le comete falta. Nada más. Los malteses, baldoseros y todo (quién lo diría), comienzan a sucumbir ante un equipo discreto pero físicamente potente. Al minuto 30 la cosa se empieza a complicar. Elek –un puntero izquierdo de metro noventa, más lento que el Only You, pero difícil de marcar– saca una especie de centro shot que el portero del Birkirkara manda adentro de su propia portería. Tras el gol del Diosgyor, un hincha del Birkirkara (a pocos metros de nosotros) se levanta y comienza a putear a diestra y siniestra. Medio gordito, con la camiseta del Birkirkara, suda y se lamenta. Sin embargo, con el primer tiempo ya por terminar, vendría la reacción local. Pelota en profundidad del capitán Fenech para que Ryan Camenzuli aparezca des-
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EDICIÓN N°1 DE CABEZA 2014
tapado y defina de forma perfecta a la izquierda del portero. Locura en las gradas. Giro la cabeza para ver la reacción del hincha con la camiseta del Coventry: no lo celebró. “Qué amargo”, pienso. Pitazo y nos vamos 1-1 al descanso. En ese momento decido ir a hablar con el hincha furibundo. Le digo que él sí sabe lo que es alentar a su equipo, y cordialmente me abraza. Me pregunta de dónde soy. Le digo. Se sorprende. Me cuenta que en el segundo tiempo ingresarían dos delanteros extranjeros: un brasileño y un nigeriano. Se muestra entusiasta con la posibilidad de dar vuelta el resultado y lograr el 3-1 que el Birkirkara necesita para avanzar de ronda. Cuando me saco una foto con él, pienso en la pena que me daría que no pudieran avanzar de ronda. Quiero verlos festejar; el aguante de su hinchada es tremendo. Comienza el segundo tiempo y se realizan los cambios ya anunciados por mi nuevo amigo. Los substitutos, el nigeriano y el brasileño, tienen más facha de cantantes de axé que de futbolistas. El primero es futbolísticamente muy discreto; el segundo es peor aún. Los cambios dejan al Birkirkara abierto en defensa y el Diosgyor sale a presionar. Con un solo equipo en cancha, es cuestión de minutos. A los 18, la defensa mal parada y un nuevo error del portero del Birkirkara, que regala el primer palo, permite que el lateral izquierdo Husic –un bosnio que resultó tener un tremendo trajín por la franja– ponga el 2-1 para los húngaros. Minutos después, la debacle: nuevamente la defensa del Birkirkara pierde las marcas –a estas alturas defendía con una línea de 3– y en una jugada colectiva, Barczi marca el 3-1. Sentencia definitiva, y a cobrar. Me fijo en el hincha furibundo. Ya se calmó. Resignado, me mira y levanta los brazos, como disculpándose: “no hay nada que hacer”, parece decirme. Mientras observo las caras de desazón de la barra, y el público empieza a retirarse, el Diosgyor marca el 1-4. Cabizbajos por no haber podido presenciar el milagro, tomamos un taxi para regresar a Mellieha. Es caro, pero la Marce a estas alturas ya no está para regateos. Como en todas partes del mundo, el taxista nos mete conversa. Nos dice que estaba viendo el partido en su casa, en Mosta, la ciudad más cercana al estadio, y que decidió salir a probar suerte por si encontraba algún pasajero saliendo. Resultó ser fanático del fútbol –como buen maltés– e hincha del glorioso Mosta FC. Nos invitó a ir a
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verlo, entusiasmado con su buena temporada anterior: medianía de la tabla en la Maltese Premier League. Le cuento al taxista que desde que entré en razón sigo el fútbol maltés, y comienzo a recordarle grandes jugadores malteses de los 90: Gilbert Agius, delantero que probara suerte en equipos de categorías inferiores en Italia y que hoy es técnico del Valletta FC, campeón indiscutido de Malta; Joe Brincat, sempiterno mediocampista de la selección de Malta y que hoy en día está a cargo de una nursery –como le llaman en Malta a las escuelas de fútbol–, y el gran e infaltable Carmen Busuttil, quizás el más laureado jugador de la historia de Malta y que triunfara en el Genk belga por más de seis años, hoy también encargado de una nursery. Así surgen otros nombres en la conversación, como el del portero Ernest Barry, John Buttigieg, Silvio Vella y otros ilustres de aquella época de oro, cuando perder por menos de cuatro no era una hazaña para Malta. Varios de ellos adornaron la muralla de mi habitación en un póster de “Malta 86” que conseguí a mediados de los 90 con un coleccionista maltés con el que intercambié una serie de artefactos. Probablemente, lo cambié por un póster de algún equipo chileno de esos que venían en las páginas centrales de la Don Balón y que, por razones de militancia, no podían estar en la pared de mi pieza. Quizás uno de Coquimbo Unido 1995 adorna la habitación de algún hincha en un rincón de Malta. Y, quién sabe, puede que ese maltés haya tenido la suerte de conocer la Cuarta Región y hasta lucirse mencionando a Juan Carlos Barraza, Pablo Lenci o Adolfo “el Monito” Esparza. Sinceramente, creo que nuestro taxista terminó emocionado. Cuando llegamos a nuestro destino, no nos quiere cobrar. Nos dice que le da orgullo que alguien de tan lejos esté familiarizado con una liga a la que nadie fuera de Malta presta mucha atención. Le pagamos igual, el trabajo es el trabajo. Me agradece por la tertulia futbolera, por hacerle recordar a los ídolos de antaño y por interesarme en el fútbol de su pequeña isla. Después de ese agradecimiento, si el taxi hubiese costado el doble, lo habría pagado con gusto: ese es el combustible para quienes gozamos con el fútbol humilde, en su estado puro, sin luces ni oro. Un pequeño reconocimiento, anónimo e intangible, que queda en la memoria como un recuerdo invaluable. Se nos tilda de locos, pero loco es el que olvida que locos hay en todas partes. Desde Ta’ Qali, Malta. Sebastián Santamaría.
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AUTOAYUDA El libro preferido de Iker Casillas es El Alquimista, de Paulo Coelho. En el camarín del Real Madrid leen con fruición El Perro positivo, de Jon Gordon. Y su archirrival, el Barcelona, tiene como libro de cabecera Mi filosofía del triunfo, escrito por la estrella de básquetbol, Michael Jordan. Jorge Valdano escribe libros de superación y recorre el mundo dando charlas motivacionales. El futbolista –no estoy diciendo nada nuevo– no es muy dado a la lectura; y la mayoría de los libros que lee, pertenecen al género de la autoayuda. Y éste le da el título y tema principal a la novela de Matías Correa. El autor nos habla –en tono de parodia– de esa búsqueda espiritual a que son tan proclives los deportistas, en pos de fuentes de motivación. Y de sus riesgos. Por eso, muchos de ellos debieran tener a Autoyuda como su libro de cabecera
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FÚTBOL Y LIBROS
Por DANIEL CAMPUSANO
QUIZÁS LA TENTACIÓN se hace natural en países tan desiguales como Chile: cualquier obra literaria que inserte a sus personajes en un símbolo social tan resistido e incómodo como La Dehesa lleva, inherentemente, a buscar una crítica de clases, a despejar claves sociológicas y, en el caso de Autoayuda, a intencionar una lectura de la frivolidad y desconexión de una clase alta chilena presa de sus banalidades. Podría parecer un camino lógico, repito, deducir el daño del capitalismo despiadado en el hombre y su correlación con la felicidad, pero claramente en este caso no sería lo justo: sería simplemente reduccionista. Y es que sería un error calificar a Autoayuda– segunda novela de Matías Correa (1982)– como una sátira al cuiquerío chileno inconsciente y adormecido en sus prosperidades, sin advertir uno de los retratos más originales de la literatura chilena acerca de la inconformidad y el peso existencial de una vida pasivamente destrozada. Y es que, sin reacciones exageradas, el protagonista de la obra parece despertar o destapar sus oídos solo una vez que confirma que su mujer ha desaparecido. Mena, un treintañero sin habilidades ni escrúpulos sociales, un día se encuentra solo en un espacio enorme; y la holgura de tiempo –la capacidad de jubilarse o retirarse de una vida laboral– parece ser el detonante inevitable para proyectar su pasado y, a la vez, aterrizar en un presente de desánimo y desorientación: aparece, entonces, la sospecha de que en un momento se dobló en una calle equivocada, pero no se sabe cuándo ni dónde ocurrió ese giro. Y entonces Mena solo respira, maldice, desconfía, ve tele, come pizzas, se droga. Lo interesante es que el héroe, en este caso, no se retira del mundo a una vida sencilla y desprendida en el campo, sino que a su propio departamento donde se dispone al mínimo contacto con la humanidad. Así, cobra un sentido especial, primero, la presencia de un loro exótico en su balcón, aparentemente muerto o embalsamado, y luego, la irrupción de Genaro Scott, un monstruoso vecino que años antes había intentado volarse el rostro en una Shell de la carretera, pero que no había tenido el éxito de apuntarse al
cerebro: un acontecimiento –no se sabe si fortuna o infortuna–que lo lleva indirectamente a convertirse en un reconocido pintor y escritor de libros de autoayuda. Cuando Mena ya comienza a sentirse un cáncer o un tumor de sí mismo, se enfrenta a la sorpresa de reconocerse en ese loro que cae inerte desde su balcón y, luego, en ese monstruo desfigurado que comienza a hablarle de compasión, del autoconocimiento, de la posibilidad de mitigar la difusa intranquilidad que le produce la desaparición de su mujer. En poco tiempo, Genaro Scott accede a diseñarle un programa de autoayuda, y la relación entre ambos se convierte en el motor del relato que avanza en la complicidad de dos seres que parecen moverse en un cómodo infierno de resignación y sinsentido. Es aquí donde se sostiene el tino y la destreza narrativa de Matías Correa: en la capacidad de sostener el absurdo y la hilaridad sin dejar a sus personajes ilesos de una torcida humanidad y frescura. El humor surge entonces como el bálsamo para acontecimientos que no sabemos si tomar en serio o no. Y aquí radica el mérito de montar una sucesión de imágenes grotescas y disparatadas (un pug dando vueltas en la secadora, una acusación de tráfico de animales, el uso de consoladores terapéuticos y máscaras de lucha mexicana que protegen al mundo de Genaro Scott) capaces de adornar, bajo una misteriosa pertinencia, una historia atípica donde se presenta cualquier dirección menos el de una receta efectiva para la realización personal. Autoayuda, después de todo, propone el fracaso destinado a toda búsqueda espiritual forzada: la lección más recomendable, tal vez, para cualquier adolescente, futbolista o consumidor de bestseller de autoconomiento y liderazgo empresarial. Autoayuda, Matías Correa, Chancacazo, 2014, 196 págs.
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EUSEBIO JUNTO A PELÉ, EN LA IMAGEN 2 JÓVENES PROMESAS
ECUADOR
COLOMBIA
SUDAMERICA
CAPOS DEL LOS CAPOS DEL CONTINENTE CONTINENTE
Serie A 1957 · 56 torneos
ECUADOR
Primera División 1957 · 57 torneos
COLOMBIA
Serie A 1957 · 56 torneos
BARCELONA 14 TÍTULOS
VENEZUELA
Primera A 1948 · 78 torneos
VENEZUELA
Primera A 1948 · 78 torneos
Primera División 1957 · 57 torneos
CARACAS FC 11 TÍTULOS
ATLÉTICO NACIONAL 14 TÍTULOS
CARACAS FC 11 TÍTULOS
ATLÉTICO NACIONAL 14 TÍTULOS
BARCELONA 14 TÍTULOS
EL NACIONAL 13 TÍTULOS
TÁCHIRA 7 TÍTULOS
MILLONARIOS 14 TÍTULOS EL NACIONAL 13 TÍTULOS
MILLONARIOS 14 TÍTULOS
EMELEC 11 TÍTULOS
TÁCHIRA 7 TÍTULOS
PETARE 5 TÍTULOS
AMÉRICA DE CALI 13 TÍTULOS EMELEC 11 TÍTULOS
AMÉRICA DE CALI 13 TÍTULOS
LIGA DE QUITO 10 TÍTULOS
PETARE 5 TÍTULOS
DEPORTIVO CALI 8 TÍTULOS LIGA DE QUITO 10 TÍTULOS
Penal-largo 2014
PORTUGUESA FC 5 TÍTULOS
DEPORTIVO CALI 8 TÍTULOS
CAR ACAS
PORTUGUESA FC 5 TÍTULOS
AR AUR E C A R AC A S
SAN C R ISTÓBAL
M E D E LL Í N
BOLIVIA
A R AURE
BO GOTÁ ME D E L L Í N
Liga del Fútbol Profesional BOLIVIA A Liga del Fútbol Profesional 1950 · 75 torneos
A
SAN C RI S TÓ BA L
BRASIL
Brasileirao 1959 · 58 torneos
B
1950 · 75 torneos
CAL I BO GOTÁ
BOLÍVAR 24 TÍTULOS
CALI
Q U I TO
SANTOS 8 TÍTULOS
Brasileirao 1959 · 57 torneos
Q UI TO
GUAYAQ U I L
THE STRONGEST THE STRONGEST 14 TÍTULOS 14 TÍTULOS
G UAYAQU I L
PERÚ C
BRASIL
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BOLÍVAR 24 TÍTULOS
Campeonato Descentralizado 1951 · 63 torneos
PALMEIRAS 8 TÍTULOS
WILSTERMANN WILSTERMANN 12 TÍTULOS 12 TÍTULOS
SAO PAULO 6 TÍTULOS
PALMEIRAS 8 TÍTULOS
L IMA
L I MA
L A PAZ
PERÚ
C Campeonato Descentralizado UNIVERSITARIO 1951 · 63 torneos 19 TÍTULOS
L A PA Z
C OC HABAMBA
BLOOMING 5 TÍTULOS
BLOOMING 5 TÍTULOS
ORIENTE PETROLERO 5 TÍTULOS
ORIENTE PETROLERO 5 TÍTULOS
CORINTHIANS 5 TÍTULOS
SAO PAULO 6 TÍTULOS
SANTA CRUZ
CO C HA BAM BA
UNIVERSITARIO SPORTING CRISTAL 19 TÍTULOS 16 TÍTULOS
SANTOS 8 TÍTULOS
S A NTA C RUZ
FLAMENGO 5 TÍTULOS
CAL AMA AS UNCIÓN C A L AMA
SAO PAU LO
SPORTING CRISTAL ALIANZA LIMA 16 TÍTULOS 14 TÍTULOS
CORINTHIANS 5 TÍTULOS
R IO DE JANE IRO
S AO PAULO
RI O D E J A NE I R O
A S UNC I Ó N
PARAGUAY D
ALIANZA LIMA
FLAMENGO 5 TÍTULOS
División de Honor 1935 · 85 torneos
SPORT BOYS 14 TÍTULOS 3 TÍTULOS
SANT IAGO S A NT I AGO
SPORT BOYS 3 TÍTULOS MARTÍN
OLIMPIA 31 TÍTULOS
MONT E VIDEO
U. DE SAN 3 TÍTULOS
M O NT E V I D E O BUE NOS AIR ES BUE NO S A I RE S
A
Los datos del fútbol boliviano incorporan las tres etapas del profesionalismo: 1950 - 1959 (Clubes profesionales de La Paz, Cochabamba y Oruro); 1960 - 1976 (Torneo de Campeones y Copa Simón Bolivar); 1977 en adelante (Liga Profesional)
CERRO PORTEÑO 26 TÍTULOS
U. DE SAN MARTÍN 3 TÍTULOS
ARGENTINA
D Primera División
CHILE
Primera División CHILE Primera División 1933 · 94 torneos
1933 · 95 torneos
ARGENTINA
URUGUAY
Primera División 1932 · 81 torneos
Primera División 1931 · 128 torneos
RIVER PLATE 35 TÍTULOS
B
La Confederación Brasileña de Fútbol dictaminó que los títulos entregados por la Taça Brasil (1959 - 1968) y el Torneo Roberto Gomes Pedrosa (1967-1970) fueran oficiales, al igual que los de la actual Serie A del Brasileirão (1971 en adelante)
COLO COLO 30 TÍTULOS
RIVER PLATE 35 TÍTULOS
COLO COLO 30 TÍTULOS
PEÑAROL 38 TÍTULOS
BOCA JUNIORS
D
PARAGUAY
División de Honor 1935 · 83 torneos
GUARANÍ 6 TÍTULOS
URUGUAY
Primera División 1932 · 82 torneos
OLIMPIA 31 TÍTULOS
24 TÍTULOS
UNIVERSIDAD DE CHILE 16 TÍTULOS
PEÑAROL 38 TÍTULOS
UNIVERSIDAD DE CHILE 17 TÍTULOS
C
El fútbol profesional peruano comenzó en 1951 con la participación exclusiva de clubes de Lima y Callao. Sólo en 1966, con la adopción del Torneo Descentralizado, fueron incorporados clubes del resto el país.
LIBERTAD 14 TÍTULOS
1931 · 129 torneos
UNIVERSIDAD CATÓLICA 10 TÍTULOS
UNIVERSIDAD CATÓLICA 10 TÍTULOS
COBRELOA 8 TÍTULOS
COBRELOA 8 TÍTULOS
BOCA JUNIORS 24 TÍTULOS
INDEPENDIENTE 14 TÍTULOS
NACIONAL 33 TÍTULOS
INDEPENDIENTE 14 TÍTULOS
CERRO PORTEÑO 26 TÍTULOS NACIONAL 33 TÍTULOS
DEFENSOR SPORTING 4 TÍTULOS
SAN LORENZO 12 TÍTULOS
DANUBIO 3 TÍTULOS
SAN LORENZO 12 TÍTULOS
DEFENSOR SPORTING 4 TÍTULOS
DANUBIO 4 TÍTULOS
LIBERTAD 12 TÍTULOS
GUARANÍ 6 TÍTULOS
A
Los datos del fútbol boliviano incorporan las tres etapas del profesionalismo: 1950 - 1959 (Clubes profesionales de La Paz, Cochabamba y Oruro); 1960 - 1976 (Torneo de Campeones y Copa Simón Bolivar); 1977 en adelante (Liga Profesional)
B
La Confederación Brasileña de Fútbol dictaminó que los títulos entregados por la Taça Brasil (1959 - 1968) y el Torneo Roberto Gomes Pedrosa (1967-1970) fueran oficiales, al igual que los de la actual Serie A del Brasileirão (1971 en adelante)
C
El fútbol profesional peruano comenzó en 1951 con la participación exclusiva de clubes de Lima y Callao. Sólo en 1966, con la adopción del Torneo Descentralizado, fueron incorporados clubes del resto el país.
D
La información sobre los torneos de Argentina, Paraguay y Uruguay muestra sólo los títulos obtenidos en las respectivas eras del profesionalismo.
HIGUITA DON RENÉ SABIA PONERLE EMOCIÓN AL JUEGO
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klinsmann EL ALEMÁN, ERA DE ESOS CENTRO DELANTEROS QUE NO DAN RESPIRO.
lev yashin LA ARAÑA NEGRA, SEGÚN MUCHOS, EL MEJOR DE LA HISTORIA
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PEQUEÑA, ESTA REVISTA LA DISEÑAMOS JUNTOS. GRACIAS POR TU COMPAÑÍA. SIEMPRE EN MI CORAZÓN. Tu papá.
EDICIÓN DEDICADA A:
JOSEFA PARRAGUEZ ANTONIO 05/08/2014 - 03/12/2014
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