EDICION N°6
CARLOS CABEZAS
PEDRO PIEDRA / NANO STERN POR DANIEL CAMPUSANO Y CRISTOBAL CORREA
PATRICIO HIDALGO MI EQUIPO IMPOSIBLE
NICOLÁS VIDAL
CUENTO: EL TRAVESAÑO ERA IMAGINARIO
SERGIO MONTES EL CRACK DE LA AFICIÓN
ESTEBAN ABARZÚA ARTURO SADP
CRÉDITO FOTO: SANTIAGO CÁCERES
La Música del Fútbol
strangers in the night ¡QUÉ NOCHE DEBIÓ HABER SIDO LA DE LA FOTO! LOS AMIGOS DE LA FIESTA EN BLANCO Y NEGRO.
EL FÚTBOL DE PANTALÓN LARGO EDICIÓN N°6 DE CABEZA
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the wailers QUE NO CAIGA, NI DECAIGA.
EDICIÓN N°6 DE CABEZA 2016
CRÉDITO FOTO: http://www.watfordobserver.co.uk/
elton john Esta edición va dedicada a todos los que rasgan cuerdas o golpean teclas y, aún así, les queda tiempo para darle a la pelotita. ¡Gracias por ponerle música al juego!
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EDICIÓN N°6 DE CABEZA 2016
EDITORIAL EL FÚTBOL EN LOS SENTIDOS. La emoción repetida de que te corten la entrada, subir las escaleras, caminar hacia la luz y, finalmente, emerger a las gradas. Nos gusta pensar que, no por repetida, nos dejará de parecer mágica la forma en que entramos a un estadio de fútbol. Es en los sentidos donde encontramos la respuesta a la pregunta de por qué asistimos a los estadios, qué hace que sigamos invirtiendo tiempo y dinero en una ceremonia que no nos promete la vida eterna y que, lejos de eso, nos garantiza más malos que buenos ratos. Muchos años atrás, de chico, se jugaba un partido que definía el torneo, que podía dejar a mi equipo a las puertas de un campeonato que le había resultado sumamente esquivo. Estuve toda la semana pensando en el domingo, consiguiendo una entrada, canjeando viejos favores con mi papá para que me llevara al fútbol. Esa mañana, poco antes de salir al estadio, me encontré con un compañero de curso y le pregunté si iría a la cancha. Su respuesta me dejó atónito: mucho mejor verlo en la casa, en la tele, para ver las repeticiones de las jugadas. A partir de esa insólita respuesta, me vi forzado a explicarme a mí mismo por qué prefería tener que salir con varias horas de anticipación, hundirme en aglomeraciones humanas, esperar a pleno sol (o, peor, con un frío que te inmoviliza hasta los huesos) y correr el riesgo de hacer el largo camino de vuelta a casa masticando la pena de la derrota. La respuesta,
como dijimos, la encontré en las sensaciones, en los sentidos. Los colores, los olores y la música. Aquello que se ve, se huele y se escucha cuando se empiezan a subir las escaleras que nos llevan hasta lo más alto que se pueda en la galería. Este sexto número es nuestro homenaje a esa música, a los acordes que resultan de juntar los bajos de los vendedores ambulantes (¡café, caféeeeeeeeeeeeee!), los vecinos gritones, la radio transistor del tipo de unos escalones más abajo, la formación de los equipos que nos informa la voz del estadio, el ruido que hace la cáscara de maní al romperse. Y esa música muchas veces se transforma en letras, en melodías que cantan las barras, o que incluso son tomadas por reconocidos artistas para ser devueltas al público. Las sensaciones del estadio algo tienen que ver, también, con la música en vivo, con la cercanía del artista y la gente, con la improvisación del juego. Son muchos los músicos fanáticos del fútbol y los encontramos en sus distintas expresiones: el rock, el tango, la música popular, los boleros, la música clásica, en fin. Hay una atracción irresistible, también, entre los jugadores hacia la música: varios han armado sus bandas mientras jugaban o después del retiro, y muchos más se han arriesgado a grabar una o más canciones. La emoción que encontramos al escuchar una buena canción, la podemos sentir también con un partido de fútbol. De eso queremos hablar.
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SUMARIO EDITORIAL / p07
LA MÚSICA DEL FÚTBOL
PEDROPIEDRA / p16
ENTREVISTA POR DANIEL CAMPUSANO
CHILE CONFÍA / p28
LAS PORTADAS DE TU VIDA
DMITRI SHOSTAKOVICH Y EL FÚTBOL / P30
POR FRANCISCO MARÍN
MI EQUIPO IMPOSIBLE / P32
POR PATRICIO HIDALGO
NANO STERN / P42
ENTREVISTA POR DANIEL CAMPUSANO
BONVALLET / P52
POR JERÓNIMO PARADA Y ANDRÉS SANTA MARÍA
EL CRACK DE LA AFICIÓN / P56
POR SERGIO MONTES
CARLOS DE CABEZA / P60
POR CRISTOBAL CORREA
TRIBUNAS AL RITMO DE LA VIOLENCIA / P68
POR PABLO ARO GERALDES / ILUSTRACIONES POR DIEGOLAN
ARTURO SADP / P74
POR ESTEBAN ABARZÚA
LA IDEA DEL FRACASO VIVE AL LADO DEL CORAZÓN / P78
ENTREVISTA A JUAN MANUEL SILVA / POR DANIEL CAMPUSANO
CUENTO: EL TRAVESAÑO ERA IMAGINARIO / P90
POR NICOLÁS VIDAL
RELATOS DE LUCHA IDENTITARIA / P100
ENTREVISTA A JUAN JOSÉ BUSCALIA / POR JOSÉ BEZANILLA
11 IDEAL / P104
POR FELIPE SALAS / BATERISTA DEL GRUPO COMO ASESINAR A FELIPES
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ROD STEWART EL PRIMER GIGANTE QUE VINO AL PAÍS CON EL AIRE QUE TRAJO LA DEMOCRACIA. ESA NOCHE, EN EL ESTADIO EN QUE SE TORTURÓ, REGALO PELOTAS Y ESPERANZA AL PÚBLICO.
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STAFF EQUIPO DIRECTOR
CRISTÓBAL CORREA EDITOR GENERAL
NICOLÁS VIDAL (@NICOVIDAL79) EDITORES
PATRICIO HIDALGO SERGIO MONTES (@SMONTESL)
DANIEL CAMPUSANO (@DCAMPUSANO2015) DIRECTOR DE ARTE
NICOLÁS PARRAGUEZ (@NPARRAGUEZI)
ESCRIBEN EN ESTA EDICIÓN
WEB SÓCRATES COLABORAN
MATÍAS PARRAGUEZ IGNACIO CORREA
ILUSTRACIONES
FOTOGRAFÍA
GONZALO LOSADA FRANCISCO ROJAS DIEGOLAN
CLAUDIO POZO (@CPOZO)
SANTIAGO CÁCERES
ESTEBAN ABARZÚA JUAN MANUEL SILVA PABLO ARO GERALDES FELIPE SALAS JERÓNIMO PARADA Y ANDRÉS SANTA MARÍA FRANCISCO MARÍN MATÍAS ZURITA JOSÉ BENZANILLA CRISTÓBAL CORREA SERGIO MONTES PATRICIO HIDALGO DANIEL CAMPUSANO NICOLÁS VIDAL
DISEÑO
AMIGOS
DARK SIDE OF PINK FLOYD JUGAR AL FÚTBOL EN LA PLAZA ES PARA SERES HUMANOS Y TAMBIÉN PARA ESTRELLAS DE ROCK.
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Mick, el Cosmos y la fiesta ANTES DE SER EL JOGGI VEGANO QUE ES HOY, JAGGER SUPO DE FIESTAS, MUJERES Y FÚTBOL.
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EDICIÓN N°6 N°5 DE CABEZA 2016 2015
Por Daniel Campusano (@dcampusano2015)*
S
U FIGURA NO SE HIZO de la noche a la mañana. Su currículum no se limita a un batatazo ailsado, a un hit en particular. Al analizar su trayectoria pareciera que la catapulta se fue tensando y soltando de manera paulatina: primero hubo que apostar y perderse en varios caminos, en arriesgadas bifurcaciones donde, tal vez, entendió que su identidad artística se constituía, precisamente, en no quedarse en un solo lugar, sino en atreverse y pisar varios rings a la vez. Pedro Subsercaseaux (1978) tocó en bandas de covers, de cumbia, electrónica y hip hop; y seis años después de entrar al estudio con Hermanos Brothers (2003), participó en la banda sonora de la laureda película La Nana (donde el Oscar lo preseleccionó con la potente y misteriosa canción Ayayayai) y lanzó su primer disco solista donde, en su mismo título, presentó lo que, tal vez, podría ser su distintivo definitivo: Pedropiedra, el disco, el autor. De este disco homónimo -editado por el sello Oveja Negra- resultaron trece composiciones que se ganaron un espacio en la historia de la música popular chilena con sus versos originales, álgidos, surrealistas; con sus metáforas arriesgadas, angustiosas, ambiguas y extrañamente estremecedoras. Hoy Pedropiedra completa tres discos solista, mientras no deja de colaborar, paralelamente, como baterista de la banda de 31 minutos y la de su amigo Jorge González. Aquí nos habla del papel protagónico del fútbol en su infancia, de su cercanía a la selección y
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CRÉDITO FOTO: MATÍAS PARRAGUEZ
EDICIÓN N°6 DE CABEZA 2016
a la figura del Cóndor Rojas y el Chupete Suazo. A la vez, coincide en que el fútbol, a estas alturas, se ha convertido en una marca muy lejana a esa belleza prístina del amateurismo: ese escenario que representó acertadamente en el video “Para ti”, grabado y lanzado no con una fiesta glamourosa, sino con una pichanga entre sus pares músicos de los que nunca se ha alejado demasiado. 1. Para empezar entiendo que tu infancia estuvo ligada al fútbol; digamos en el cotidiano, en el contexto familiar. Sí, siempre estuvo muy presente. Imaginate que somos ocho hermanos, todos pichangueros. Y como los cuatro menores estamos separados por dos años cada uno, prácticamente no teníamos juguetes: nos tiraban la pelota y listo. Respecto a la influencia familiar, me acuerdo que mi papá era muy malo; a veces nos trataba de enseñar cómo se pateaba un penal, pero nunca lo echaba adentro. Ahora, por otro lado, teníamos un primo que comenzó a llevarnos a ver a la Católica. Yo vivía en San Bernardo en ese tiempo y, todos los fines de semana hacíamos partidos entre hermanos y primos. 2. ¿Tienes en la memoria alguna imagen en particular que ahora te resulte adorable, luminosa?
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Me acuerdo perfectamente la primera vez que fui al estadio: fue para el Mundial Juvenil del 87, Chile jugaba contra Yugoslavia y perdimos 4 a 2 en primera ronda. Estaba el Mumo Tupper, Luka Tudor, Camilo Pino, Fabián Estay... También me acuerdo lo que sufrí con el Cóndor Rojas. A mí me gustaba jugar al arco, e incluso, una vez, me hice los guantes del Cóndor con hojas de cuaderno (le hice el signo de Reush); pero obviamente sólo servían para mirarme las manos con guantes, no para agarrar la pelota. Y después en los noventa me tocó vivir la mejor Católica, yo creo, de la historia. 3. ¿Y ahora mantienes ese entusiasmo por la UC? ¿O tal vez más por la selección? No, la verdad es que ya no sigo tanto el fútbol como en la infancia y adolescencia. Antes me acuerdo que no me perdía los goles y era bacán; pero ahora, asumo que ya no se pueden ver, o al menos no sé dónde los dan. Pero los partidos de la selección no me los pierdo por nada. El proceso de Chile a Sudáfrica 2010 lo seguí por Roja Directa porque vivía en México. Inolvidable la vez que Chile ganó en Venezuela con un gol de Chupete en el último minuto. La pelota iba en el punto penal y se me congeló la imagen, jajá. Terrible. Después volvió y ya había terminado el partido.
ENTREVISTA / PEDROPIEDRA, MULTIINSTRUMENTISTA Y COMPOSITOR
5. En el video “Para ti”, se evoca el encanto de un fútbol amateur: de jugadores descuidados, de entrenamientos y camarines precarios, lejanos, por supuesto, al glamour de los dólares y publicidad actual. ¿Encuentras una belleza especial en este escenario? Sí, es imposible no querer la idea antigua del campeonato chileno. Por ejemplo, la otra vez estaba viendo un video de un partido de los noventa, creo que la U con el Morning, donde quedó la cagada y, después, entrevistaban a Víctor Hugo Castañeda que estaba con un chaleco blanco con trencitas, con un bolso cualquiera, y se me vino a la cabeza el deporte desprovisto de glamour, que es algo, supongo, que trajeron las marcas… Tiene un encanto esa sencillez. Ahora, de tanto que tratan venderlo, está casi deshumanizado. Las historia de los jugadores más antiguos son muy distintas; gente que tenía dos pegas y además era futbolista. Respecto a la estética del video “Para ti” (2014), ésta se le ocurrió al director Bernardo Quesney y, para filmar, buscó el estadio de Trasandino. Al principio la idea era un partido con tipos casi modelos, pero hicimos un casting y llegaron gordos, de todo. Incluso incluimos a Álvaro Díaz, de 31 minutos, como el profe que fuma al lado de la cancha. El lanzamiento del video fue con un partido: Pedropiedra contra el resto del mundo. Entré y metí un autogol al tiro. Había un plantel entrañable: Jorge González, Cristóbal Briceño; a nivel técnico Kramer es seco y Gonzalo Yáñez es bien gambetero, pero medio triatlón (bicicleta, corre y nada). 6. Revisando tu carrera, podríamos decir que eres todo menos un intérprete solitario. Si bien están tus discos solistas, has tenido, incansablemente, colaboraciones y participaciones en distintos duetos o proyectos grupales; ¿sería muy rebuscado explicarse tu inclinación futbolera en esto?, ¿te emociona, tal vez, el camarín, el juego en equipo? Es que en una banda puedes desplegar más matices. Cuando me invitan a tocar, pasa también por razones humanas, porque es importante para la música
juntarse con gente con quienes tienes una sincronía, una vibra parecida, una afinidad. Y, como se sabe, es común que los grupos se disuelvan por razones más humanas que técnicas. Se hace muy difícil mantener una banda que creaste a los diecisiete cuando, por ejemplo, ya tienes treintaicinco. Piensa que, naturalmente, a los amigos de adolescencia se les pierde la pista, siguen caminos distintos; y si la vida te fuerza a seguir con los mismos y ya no quieres, no se puede avanzar en lo musical. Pasa mucho con las bandas; son finalmente como hermanos o matrimonios. Es como casarse muy joven. 7. ¿Crees que los músicos chilenos han sido cautos en abanderizarse por un club, a diferencia, por ejemplo, de los argentinos? Somos un país mucho más traumado… Y a la gente, por lo general, le da más pudor reconocer su filiación política o futbolística. Es sólo de inseguros. Y en verdad debería dar lo mismo. Pero acá ves un tipo con el uniforme de la U o del Colo y puede ser un delincuente: está todo
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4 ¿En qué se podría parecer jugar fútbol a interpretar un instrumento en vivo? ¿Puedes asociar la misma pulsión, la misma adrenalina? Sí, asocio lo que dices a la retroalimentación del público. Si juegas de local, por ejemplo, obvio que lo sientes; y para un músico, tocar con tu público y no en un festival donde no te conocen tanto, es muy distinto. El público, finalmente, hace la mitad del show.
EDICIÓN N°6 DE CABEZA 2016
muy estigmatizado. Pero finalmente es un trauma: hay siempre un temor, un riesgo a identificarse con las cosas, a no hablar de ciertos temas. 8. Como representante del rock y el pop nacional, ¿por qué crees que las canciones a jugadores chilenos han sido casi monopolizadas por las bandas de cumbia y reggaetón? Puede ser que Chile sea un país tan dividido que hasta las temáticas de las canciones están separadas por estratos. El fútbol está más vinculado con el populacheo, pero no es así, porque, en la práctica, lo vemos todos. Pero tal vez hay algo de esnobismo al alejarse de la temática. Si tuviera la iniciativa, yo creo que buscaría hacer una canción de verdad para el futbolista y no un panfleto para la banda. La cumbia de Alexis Sánchez la hicieron, seguramente, porque dijeron: “puta, esto va a ser un golazo, la vamos a romper”. Pero esa no es la manera en que yo veo la música. 9. Pensando en tu vinculación con el proyecto de 31 minutos; en esa visita continua a la imaginería de un niño; ¿te hace sentido cuando Javier Marías afirma que el fútbol es una visita profunda (y a la vez sencilla) a la infancia? Yo creo que más jugar fútbol que verlo. A
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ENTREVISTA / PEDROPIEDRA, MULTIINSTRUMENTISTA Y COMPOSITOR
10. Dado el exitismo deportivo y comercial, vemos cómo los directores técnicos muchas veces no cumplen sus ciclos y son desvinculados a la primera mala racha. Como músico, ¿tú le das otra posibilidad a un colega para que te convenza o eres más definitivo? Si no te gustó el primer disco, por ejemplo, ¿le das
oído al siguiente o al subsiguiente o acostumbras a aplazarlo? No tengo problema en escuchar música que no me guste, igual llego hasta el final. Soy más de canciones que de álbumes, siempre encuentro alguna que me gusta. Creo en la evolución de un músico, pero esa evolución sólo él la tiene clara hacia dónde va, muchas veces no es aceptada o entendida por el público. Por ejemplo, a mí no me gustaría que el disco que estoy haciendo ahora sea como el primero que hice. No soy capaz de orientar mi producción. Los críticos no saben lo que pasa dentro del autor. 11. En la literatura, por ejemplo, cuando alguien debuta con un libro deficiente, da la impresión de que no lo perdonan fácil; que lo encasillan para siempre. Puede ser que, habiendo tanto libros, discos y películas buenas, no hay tiempo para una persona que hizo una película mala. Es cruel, pero es así. Pero todo finalmente se arregla con un buen trabajo, depurado. Yo, antes de mi primer
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mí me encanta jugar, pero también sé que eso puede sacar lo peor de la gente. Por ejemplo, el único combo que he pegado en mi vida se lo pegué a mi hermano jugando a la pelota. Es una locura donde nos olvidamos de quienes somos. Me gusta una frase de un DT argentino, no sé si era Bilardo o Menotti, que decía que el fútbol es la más importante de las cosas que no importan. Cuando uno celebra un gol o vive una derrota, y después la racionaliza, puede pensar que es un acto medio ridículo: que no se juega nada, que no importa verdaderamente, pero es rico no pensar en eso y dejarse llevar por la emoción.
“los Ídolos no se pueden buscar en el deporte o en la mÚsica. Ahora son las nanas, por ejemplo, alguien que saca adelante una familia”.
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“...Pero la verdad es que no creo que se les pueda pedir algo. Yo no evado impuestos ni choco cocido, pero hago otras hueás… Y la verdad es que nunca espero tanto de la humanidad”. disco de solista, hice un montón de cosas con otras bandas que no me dejaron contento, y que ahora no podría escucharlas por vergüenza. Me pasa con CHC, por ejemplo, le tengo cariño, sobre todo a las letras. Pero ahora lo veo sólo como un momento de aprendizaje; yo aún no cachaba para dónde iba mi trabajo. 12. ¿Podrías asociar a los instrumentistas de una banda a un puesto específico en el campo? ¿Qué puesto ocuparía el cantante, el baterista, el bajista, el guitarrista? El cantante sería el 9, definitivamente. El baterista sería el arquero porque es la base de todo: el equipo nunca se va a quedar sin arquero; aunque echen a tres siempre tiene que haber uno. El bajista sería como el 6, el que apoya silencioso y contacta la defensa con la delantera: la transición. El guitarrista sería el 10. Y si hay bronce serían los laterales. El tecladista, en tanto, sería un volante mixto. 13. A propósito de Vidal o Sampaoli, ¿crees que
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es adecuado pedirle actuaciones éticas a un futbolista o un artista? Exigirle, por ejemplo, una responsabilidad social… Acá somos los reyes de lanzar la primera piedra. Alguien se manda una cagada y sale al tiro el troll a matarlo. Creo que son personas normales y se dejan llevar por las circunstancias. Pero la verdad es que no creo que se les pueda pedir algo. Yo no evado impuestos ni choco cocido, pero hago otras hueás… Y la verdad es que nunca espero tanto de la humanidad. Y, por otro lado, creo que los ídolos no se pueden buscar en el deporte o en la música. Ahora son las nanas, por ejemplo, alguien que saca adelante una familia: esa es gente real, verdaderamente admirable. Los demás están mercantilizados, es todo una marca, sólo se rigen por el éxito institucionalizado. 14. ¿Vinculas el estado actual del fútbol y la política en este sentido? Es que finalmente ambos mundos están chacreados y, por ende, se hacen sospechosos. Todo es un producto, una marca. Ya se le
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ENTREVISTA / PEDROPIEDRA, MULTIINSTRUMENTISTA Y COMPOSITOR
BUSCANDO LA TAPA. El crack posa. Las manos estilo sarcófago, cara de artista, anteojos oscuros. Tormenta de facha.
está notando las costuras a eso. Pierde su magia, es todo artificial. Por otra parte, la prensa necesita clicks y generar titulares. Por ejemplo cómo le dieron a Sampaoli, creo que fue muy mala onda, súper mal agradecidos con él, lo golpearon en el piso y eso alimenta a todos los trolls que son puros vagabundos de mierda. Hay mucho buitre alrededor, mucho chupasangre que vive de trolear… Y todo, a la vez, se resume en la ambición desmedida en ambos mundos. Todos dicen “ahora es mi momento”, y tengo que pegarle, ganar como sea. A Vidal lo sacó de la cana Bachelet, tras un llamado de Jadue. Hay un aprovechamiento, una necesidad de ella de sacarse la foto cuando celebran. Todos necesitan de ese éxito. Estaba dejando la cagada, pero al mismo tiempo todos decían: por favor que lo saquen, necesitamos que juegue el próximo partido. Más allá de cualquier juicio, ante nada se busca el éxito, el rédito político y económico. 15. A fines del 2001, Jorge González apareció en el retorno de Los Prisioneros con un bajo que tenía las insignias de todos los clubes chicos, ¿relaciones esto a su influyente discurso social? Primero te voy a contar algo: ¡yo grabé con ese bajo! Cuando viví en la casa de Jorge en México, él me dijo, por fa, usa todos los instrumentos, y así terminé grabando los demos de mi primer disco y algunas
canciones con ese bajo. Jorge es de la Unión Española. Y su bajo representa algo más barrial; es recordar que el fútbol era algo súper lindo y ahora sucumbió a la ambición desmedida. El gesto de Jorge es un guiño al pasado, y como siempre, él se adelantó años a expresarlo. 16. En contraste con el negocio de la música que, después de la caída de las discográficas, pareciera estar centrado en las presentaciones en vivo, ¿qué explicación le das a los estadios de futbol vacíos? ¿Es que cómo vas a ir al estadio a las cuatro de la tarde en enero? Imposible. Por supuesto que hay responsabildad de los horarios impuestos por la televisión, al igual que las barras que convirtieron todo en una lucha de tribus. La música, en cambio, se abrió tanto que la gente puede escucharla gratis. Y eso es algo que yo no condeno porque vino con la tecnología. Toda mi carrera la hice después de que cagaron las discografías. Antes ver un CD era increíble: verlo, tocarlo. Pero ahora, en mi caso, no tengo nada, no colecciono discos de ningún tipo, escucho todo en digital. 17. Una de las ideas que visitas constantemente en tus letras es preocuparse del camino y no la meta (además de la libertad de realizar esto)…
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EDICIÓN N°6 DE CABEZA 2016
Da la impresión que no te importan demasiado los triunfos deportivos o el triunfalismo en cualquiera de sus aristas. Es que después del triunfo viene el vacío, eso tan inllenable. Ganar te aumenta la sed de seguir ganando. Y siempre es rico tener éxito, pero hay que estar consciente de que todo se puede ir al demonio en cualquier momento. Además, las valorizaciones de la música son siempre cambiantes. Por ejemplo, en los ochenta a muchos aquí les cargaba Queen, y ahora no creo que alguien podría cuestionarlos. Todo siempre es demasiado relativo. Las cosas terminan valorándose con el tiempo, con los vaivenes de la época. Al final, la mayor trampa de todas es sentirse ganador, que estás ganando el partido: si estás atacando y atacando pero no sale el gol, también es posible que de repente puedan vacunarte, hacerte el contragolpe. 18. Imaginemos que te pidieran hacer una canción para alentar el proceso clasificatorio a Rusia 2018, ¿qué condiciones pondrías? Si me aseguran que yo pueda hacer lo que estime conveniente, obvio que la hago, de todas maneras… Obviamente no sería tan explícito: no diría de la cordillera al mar, o de Arica a Punta Arenas; pero entiendo, a la vez, que tampoco puede ser una canción de Radiohead para animar a la selección. Tendría que ser una cumbia no más. Y a propósito, en eso tengo experiencia: yo en los noventa tenía un grupo de cumbia que se llamaba Tropiflaite; eran como cumbias ABC1, y las hicimos diez años
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antes del boom en Chile con los grupos jóvenes. La cumbia es hermosa. Ya es como el baile nacional: es un ritmo fácil de tocar, de bailar, y con el tiempo se ha ido respetando, e incluso acercando al músico de instituto o conservatorio. Antes, tocarla era derechamente flaite. 19. Por último, nos puedes decir dos goles que hayan quedado en tu cabeza... El segundo de Salas ante Italia, por supuesto, en Francia 98. Recuerdo que ese Mundial lo esperé con locura. Nos juntamos en mi casa, habían como cincuenta personas; era el primer mundial que nos tocó como generación… Y también el que te mencionaba antes: el gol de Chupete ante Venezuela. Yo a Chupete siempre lo he bancado enérgicamente. En México lo vi romperla en Monterrey: salió doble campeón y él era el ídolo máximo, el goleador histórico. Chupete es de maduración tardía y, en ese sentido, me siento identificado: yo ni tenía pendejos en cuarto medio, ¿cachai?, era chico, además. Y en lo musical mi primer disco lo saqué a los treinta. Los goles del Chupete me recordaban a los del Beto Acosta. Los dos jugaban parecido. Le pegaban fuerte, de gatillo corto, sin sacar la pata hacia atrás; de tiros efectivos e inesperados. * Editor de la Revista De Cabeza. Autor de la novela “La Incapacidad”, y del cuento “Las espinas del pescado”, que forma parte de la antología “Relatos del Capitán Yáber”. Fue director de la Revista Grifo.
ANDRELO ...PERO EL PAPÁ DE UN COMPAÑERITO NOS LLEVABA A VER A INDEPENDIENTE, ERA LA ÉPOCA DE PASTORIZA, SANTORO Y EL CHICO PAVONI...
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Los dientes tan blancos como la camiseta. Julio sonrĂe, siempre lo hace, y no por eso pierde el encanto.
LAS PORTADAS DE TU VIDA
Por Matías Zurita Prat Las Portadas de tu Vida (@vidaenportadas)
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N DÍA SOLEADO Y UNA AMABLE temperatura de finales de marzo eran el escenario ideal para disputar el partido final del Campeonato Sudamericano de Selecciones que tenía como sede a Santiago de Chile. El imponente Estadio Nacional sería testigo del último juego del campeonato, donde Argentina y el equipo local llegaban empatados en puntaje. Solo restaban 90 minutos de fútbol para dirimir al campeón. “Chile confía” tituló esa mañana el periódico La Nación. “Nunca antes un seleccionado nacional alcanzó tan privilegiada opción para ser Campeón Sudamericano. Ha ganado por bueno. Todos los chilenos confían en él y en que esta noche vencerán”, rezaba la bajada del diario. Era 1955 y el fútbol ya era un deporte masivo. Habitual era ver repleto el coliseo ñuñoino en cada clásico universitario. Hombres, mujeres y niños adornaban las graderías cada fin de semana para alentar y cantar por sus colores. Ir al estadio era una actividad familiar en muchos casos, un verdadero panorama. Sombreros, suspensores, corbatas y zapatos lustrados era la tenida ad hoc para ver los espectáculos dominicales en el estadio. En este contexto, el Campeonato Sudamericano concitó la atención de miles de chilenos y chilenas por ver a jugadores internacionales como Ángel Labruna o Rodolfo Micheli, además de apoyar a la escuadra nacional compuesta por los ídolos locales Misael Escuti, Enrique Hormazabal o Jorge Robledo, entre otros. La gran campaña del combinado nacional lo disponía, por primera vez en su historia, a disputar una verdadera final. La Selección Chilena se asomaba a las puertas de la gloria. Solo un partido lo alejaba ostentar el título de Campeón de América. Ese miércoles 30 de marzo, amaneció con decenas de hinchas en las boleterías del Estadio Nacional para comprar sus entradas. El recinto deportivo era el único lugar donde se podía comprar un ticket para ver la jornada doble, teloneada por el partido Uruguay-Perú. En micro, bicicletas o caminando, poco a poco fueron llegando más hinchas de la Selección que querían ser testigos de un triunfo épico frente a la albiceleste. El escenario no podía ser mejor. La venta de entradas comenzó con normalidad pero rápidamente los talonarios se fueron agotando y la explanada ñuñoina seguía repleta. Eran las 4 de la tarde, y las puertas del Estadio Nacional continuaban cerradas. El murmullo se transformó rápidamente en gritos e insultos. La presión de la masa se hacía sentir. Lentamente los asistentes fueron colmando los ingresos al estadio, agolpándose sobre éstos. 65 mil entradas vendidas y unos cuántos miles de personas sin entradas a las afueras del recinto ñuñoino. La presión se sentía, y Carabineros no daba abasto para controlar la situación. La apertura de las puertas mezclada con la ansiedad y la mala organización del espectáculo fueron la receta perfecta para que se generara una verdadera avalancha humana. Entre gritos, empujones y corridas, algunos fueron quedando en el camino. El interés de tomar un asiento para ver un partido de fútbol terminó con cientos de personas, niños incluidos, pisoteados y aplastados contra el pavimento. La sangre tiñó la jornada. Ambulancias y tiendas improvisadas sirvieron de refugio para los más de 500 heridos que dejó la avalancha humana. El Estadio Nacional, por primera pero no última vez en su historia, era testigo mudo de la muerte. Siete fallecidos enlutaron la jornada. Esa noche, el resultado sería secundario.
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Dmitri Shostakovich y el fútbol
su vez veía en él -personaje de fama mundial- una forma de validar su revolución. Participó además en la Gran Guerra Patriótica, como fue llamada la Segunda Guerra Mundial en la Unión Soviética, con la composición de la séptima sinfonía “Leningrado”, voz de la ciudad sitiada por las tropas nazis. Fue un rostro de la defensa de esa ciudad, de la lucha por la libertad (al menos en el panfleto), tal como se reflejó en la portada de la revista Time de julio de 1942, donde aparece defendiendo Leningrado con su casco de bombero. Censurado artísticamente y a la vez comprometido con el poder soviético (al menos de forma pública), no podía expresar su descontento con las políticas de Stalin, cosa que sí intentaba hacer a través de su música. Para ello, hacía uso de su capacidad para componer con emotividad e ingenio. Elementos siempre presentes en la personalidad de Shostakovich fueron la profundidad de los sentimientos y el sentido lúdico; el deseo de evadirse a través de la ironía, los juegos de palabras, las cartas; y las actividades deportivas.
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MITRI DMÍTRIEVICH SHOSTAKOVICH, fue uno de los principales compositores del siglo XX, su obra y la trascendencia de ésta seguirá influyendo la música de hoy y mañana. Sus sinfonías, ballets, cuartetos de cuerdas y conciertos son parte de la programación habitual de teatros en todo el mundo. El estudio de sus composiciones, así como de su biografía, sigue siendo materia de investigación por parte de musicólogos e historiadores. Un personaje difícil de entender para los ojos de un contemporáneo, lleno de contradicciones y miedos. Lo único claro e indiscutible es que fue uno de los más grande genios artísticos que han existido en la historia. Nacido en 1906 en San Petersburgo (posteriormente Leningrado), su vida transcurrió en medio de los principales hechos de ese agitado siglo, muchos de los cuales lo tuvieron como espectador o protagonista. Siendo un niño observó el levantamiento popular y la violenta represión de la policía monárquica. Posteriormente, se enfrentó al poder soviético que lo censuraba, pero que a
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A Shostakovich le apasionaba el deporte: el hockey, vóleibol, tenis y fútbol, pero los practicaba raramente. El buen Dmitri no era un hombre especialmente atlético, y además era miope, por lo que prefería jugar ajedrez, en el que al parecer era un buen competidor. De hecho, pidió enfrentarse a Alexander Alekhine, futuro campeón mundial, contra quien, como era de esperarse, perdió. Reconocía en el ajedrez una perfecta mezcla entre arte y ciencia. Lo que más apreciaba Shostakovich era asistir a eventos deportivos en vivo. Si no, disfrutaba mirarlos por televisión o incluso oírlos por radio. Era un acérrimo hincha del Zenit de Leningrado y cada vez que podía iba al estadio como espectador. Tenía planeado concurrir al Mundial de Fútbol de Inglaterra 1966, pero la convalecencia por un ataque al corazón sufrido a finales de mayo de ese año, le impidió realizar el viaje. Su prodigiosa memoria le permitía ser una verdadera enciclopedia de datos, anécdotas y estadísticas de todo lo relacionado con el deporte, las que
CRÓNICA / SHOSTAKOVICH
iba anotando en su diario. También registraba los partidos venideros del Zenit y posteriormente los resultados. Era un árbitro certificado. Mostraba su acreditación con orgullo y disfrutaba pitando en partidos entre amigos y colegas. Al parecer, la finalidad de dicha certificación era para entrar libremente a los estadios y no tener que preocuparse de llamar a sus amigos para que le consiguieran las entradas, ya que él viajaba constantemente. Pero la pasión de Shostakovich por los deportes no se limita sólo a su esfera privada, también en su obra se encuentran algunos ejemplos. El más conocido de ellos es su primer ballet, “La edad de oro”, estrenado en 1930 y basado libremente en la visita a occidente que hizo el Dínamo de Moscú en los años veinte. Su acción transcurre entre estadios y rings de boxeo, con la participación de jugadores de fútbol, lanzadores de jabalina y jugadores de vóleibol, entre otros deportistas. Existen más ejemplos, como el ballet “El cerrojo”,
de 1931, cuya primera escena se titula “Gimnastas”; y la escena coreográfica “Fútbol”, de 1944, compuesta para el show de variedades Russkaya Reya (Río ruso). Además, mucha de su música más abstracta parece estar influida directamente por ese espíritu atlético y enérgico, presente en sus “obras deportivas”. Para Shostakovich, el deporte era una vía de escape de los problemas y preocupaciones de su vida, así como de la música. Era un pasatiempo que lo hacía divertirse y no pensar en sus composiciones y en la reacción que éstas podían suscitar en los jerarcas rusos. Una forma de sociabilizar y de volver a ser niño, sin las preocupaciones del mundo adulto, que en su caso tomaba la forma de la vehemente dictadura soviética, cuya sombra amenazadora lo acompañó siempre. *Francisco Marín es un apasionado por la música clásica. Ha realizado clases de apreciación en la Municipalidad de Las Condes, así como homenajes al tenor chileno Ramón Vinay en Santiago y Chillán.
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Por Patricio Hidalgo*
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O TUVE ENTRE SUDOR y sudor de febrero y nunca podrá ser posible, aunque fue real, como todo sueño. Lo primero que hice al despertar fue anotarlo, y estos son los apuntes: Los dos argentinos del equipo le dicen papi fútbol. Jorge le dice baby, como siempre se ha dicho acá. Con él hacemos la pareja de centrales, cuidando el cero en el pórtico virilmente defendido por don Julio, que debe decirle fútbol sala. Andrés da juego, esperando el oportunismo goleador de Gustavo. La imagen es en el tercer tiempo, y la cerveza es Corona. Dediqué todo el resto del mes a intentar la continuación de ese sueño. Me acosté a la misma hora, en la misma posición y con el mismo pijama.
Busqué provocarlo recreándolo mientras me quedaba dormido. Cerraba los ojos escuchando con audífonos canciones de los 4. Vi la película de Julio Iglesias, La vida sigue igual. Un bodrio, salvo por la celestial aparición de Jean Harrington, una actriz que claramente vivió Lo mejor de su vida, como diría don Julio, frente a esas cámaras. Su destino es un enigma incluso para Google. Para fines de febrero el desafío se me había hecho irremontable. Nunca me enteraría de más detalles sobre esa pichanga de lujo que jugué en algún estado de la mente. ¿Quiénes serían los rivales? Si el equipo era de cinco, y la camiseta es el idioma, no es descabellado pensar en los New Kids on the Block, o derechamente los Backstreet Boys. Si se trataba de contrincantes a la altura de
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Anteojos oscuros en día nubla estética no se transa, PATO! do. La
las circunstancias, con posibilidades de confraternidad, me imagino a Mark Knopfler al arco (da seguridad), Bruce Springsteen y Bob Dylan atrás (los experimentados corren menos), Cat Stevens al medio (el distinto) y Steven Tyler arriba (a ver si su hija lo va a alentar). Esperaba la hora de la cama como quien compró entradas al cine, imaginando jugadas. Era un buen bálsamo para días planos, pero el mecanismo se me hizo predecible y lo abandoné. A cambio, empecé esta crónica. El puntapié inicial es una de las fotos que acompañaban la noticia de la muerte de Cerati y el insufrible afán patrio en forma de nota secundaria, su estrecho vínculo con Chile. Los Soda Stereo están en el Chinquihue, el estadio de fútbol profesional más austral del mundo, listos y dispuestos para una pichanga improvisada. El Chancho Lorenzo no aparece ni como idea. Hay problemas técnicos que impiden un ensayo, aparece una pelota y se arman los equipos, entre roadies, músicos y colados. Cerati conduce la pecosa con
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gesto técnico perfecto. Horas más tarde presentan el disco Signos, acertijos bajo el agua, y no se refieren a la dictadura ni a la realidad deportiva de Deportes Puerto Montt, a la sazón peleando el ascenso. Ni el más afiebrado hincha podía pensar en un estadio techado, y el pasto, cariado, cubre los tobillos de los jugadores. Son felices, las risas acompañan la jugada. Cerati tiene 7 años menos que yo ahora, que sigo soñando con jugar fútbol en un estadio, por no decir haber compuesto algunos segundos de canciones como Ecos o Claroscuro, paso la frontera del dolor suicida. La entrada al espectáculo costaba $600 y asistieron alrededor de 12 mil personas. Ese año su club, Racing, se ubicó en un insulso décimo quinto lugar en el torneo argentino. Me ronda ese coro fantasmal de Primavera Cero, goles suenan a la distancia. La distancia entre ese Cerati más joven que yo y ese otro que termina una última canción en Caracas, Lago en el Cielo, hasta la próxima, chao. La distancia entre los estadios que llenó en el continente y ese recital de despedida en 1997,
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or ededlor. r l a i o a mnoia y do d n e i a í v par Crec
cuando nos dijo ustedes saben que esta también es mi casa, en pleno Estadio Nacional. Tres días antes, en esa misma tribuna Andes, vi un espectacular descuelgue de Wilson Contreras que terminó en un remate a puerta lamentable. Chile perdía dos a uno contra Argentina, pero seguía dependiendo de sí mismo en aquel torneo eliminatorio que desde entonces se llamó clasificatorias. En esos mismos días, en un estadio Chinquihue que ya albergaba a Lorenzo el porcino, Jorge Garcés se avivaba, ponía jugadores adultos en fecha de paro y los juveniles de Unión Española perdían un partido que terminó costándonos el primer y último descenso de nuestra historia centenaria. Lo lloró también Jorge González, insigne hincha hispano. Quizás por eso se le coló tanta melancolía en su disco de electrocumbia de ese año, Que vengan los años, que poco me importan, una cumbia triste moja el corazón. El accidente cerebral de Jorge González no es anverso ni reverso, diría Gustavo, pero de algún modo los liga. La pichanga más conocida del
sanmiguelino fue 13 días antes, pero 27 años después que la de Cerati, y hay registro audiovisual. Comparte equipo con Kramer y Pedropiedra, entrevistado estelar en este número en De Cabeza, que los citó a todos para presentar el video de la canción “Para ti”, te queremos en la vida. González metió un gol de penal, y luce sus 50 años con canas y una parsimonia involuntaria. En su estilo de juego no hay rabia ni bronca contra el árbitro. Por el contrario, busca paredes y privilegia siempre el juego de equipo antes de cualquier aventura individual. Es un centro delantero neto, que a veces molesta en la salida rival, como Zamorano en los 90. No jugamos como vivimos, y tal vez sea ese el sentido profundo del juego. Nuestra máxima leyenda del rock, cuando se trata de fútbol, elige los equipos chicos, esos que no mueren ni buscan matar, esos que invocan a la nostalgia antes que al Play Station. Una muestra de eso es su mítico bajo, adornado con calcomanías de Audax Italiano, Rangers, Everton, Cobreloa, Santiago Morning, O´Higgins y Unión Española, su equipo.
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El bl mi bronanco del unifo r ceado d e lámpame resalta r juego c on mis da y hace ientes.
Bien mirado, tanto ese bajo como muchas de las canciones que interpreta operan como un muro de perdedores, dejaron a mis amigos pateando piedras. Así se entiende una canción como Comprado en Europa, ahora no es tiempo de llorar, me han comprado en Europa y no me dejan jugar, o Caszely, en donde el punto de vista es el de la derrota, cae Angulo, cae Arias, Rafa González, Leonel Herrera, en el camino sigue la flecha su destino. Se ha pasado a Hugo Berly y al arquero Olivares, reserva del Polo Vallejos, Caszely lo ha hecho, otra vez, llorando en la micro, yo soy de la Unión Española. Ni Kramer ni Pedropiedra habían nacido para cuando ocurrió ese gol, en un Estadio Nacional que pocos meses después sería escenario de tortura. Ese mismo estadio cobijó el reencuentro de Los Prisioneros, dos recitales en 2001 que significaron un espacio de identidad para los 140.000 que estuvimos ahí. El cuadro se termina de pintar hace unos meses. González está con la polera de la Unión firmada por todo el plantel, sosteniendo el equilibrio con dificultad, fijando sus manos en una placa de cemento fresca en el Movistar Arena. Unos días después fue su recital en homenaje, y cuando irrumpió en el escenario
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provocó un silencio nuevo, una emoción que no volveré a ver en un concierto. En ese mismo escenario, pero un par de años antes, Andrés Calamaro se despidió cantando Los Chicos, un manifiesto dedicado a los amigos ausentes, muchos amigos se fueron antes que yo y me dejaron solo, por eso si en invierno hace frío, también bajo al infierno un poco. Sobre el telón de fondo apareció la imagen de Víctor Jara, y cuando pensábamos que la canción había terminado sonaron los acordes del tema De Música Ligera, en plena agonía de Cerati. Ese día, en vez de transformarse en silencio, la emoción se sublimó en euforia. Un par de semanas después, Unión Española fue campeón. Andrés Calamaro ocupa un lugar de honor en el arduo ranking de cantautores que le han dedicado canciones a Maradona. “Maradona no es una persona cualquiera, es un hombre pegado a una pelota de cuero, tiene el don celestial de tratar muy bien al balón, es un guerrero, es un ángel y se le ven las alas heridas”, comienza cantando en un tema entrañable de 1999, que un año después ofrece un lado B escondido entre las 103 canciones de El Salmón, ahora en una primera
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Me verás jugar en el estadio del chancho inflable.
persona sufriente que mezcla la biografía de El Cantante con la de D10S: “Aprendí a sobrevivir y todo se me vino encima, pero no, no te olvides de mí, soy el mismo varón de la esquina. Si pudiera volver a empezar, si aprendiera otra vez a caminar ni siquiera podría cambiar porque soy así desde que nací”. No contento con cantarle, Calamaro llevó a Maradona al otro lado del micrófono. En el disco Honestidad Brutal está la canción Hacer el tonto, un dueto en el que Maradona se luce cantando mientras vuelco vino en tu tatuaje, pero cuando más se le recuerda es en plena concentración mundialera del infausto USA 94, en el mítico Ezeiza, cuando sostiene el micrófono extasiado, tarareando apenas mientras Calamaro y Fito Páez declaman las coplas de Salud, Dinero y Amor, brindo por la victoria, por el empate y por el fracaso. Amigos íntimos, Andrés y Diego deben haber cantado miles de veces juntos. En un disco de rarezas aparece una versión de Mi Enfermedad extraordinaria, en la que Maradona, seguramente pensando que los micrófonos se han apagado, da cuenta de la vinculación de las armonías de Calamaro con las barras bravas, cantando olele olala si esto no es el rock el rock adónde está. Las
barras bravas y El Salmón viven un idilio hasta el día de hoy. El tablón, cada vez más, se apropia de sus melodías. “Te quiero, soy leproso hasta los huevos, y en el alma te llevo. Te quiero, si vas ultimo o primero, me da igual. Yo te quiero, de nuevo”, canta Newell´s. Boca, con el ritmo de Mi Enfermedad, canta “Y vamos vamos los xeneizes que la 12 te va alentar, todos de la cabeza nadie la puede parar, vamos a salir campeones, y una gallina va a morir, dale Bo... siempre te voy a seguir”. También la cancha le entrega motivos a Calamaro. En sus canciones, el fútbol entra por la ventana a menudo, sea como declaración de principios -no nací en Avellaneda, pero soy de Independiente-, adscripción generacional -me parece que soy de la quinta que vio el Mundial 78- , semblanza de madurez -cuando era niño y conocí el Estadio Azteca me quedé duro, me aplastó ver al gigante, de grande me volvió a pasar lo mismo pero ya estaba duro mucho antes-, autocrítica post moderna -demasiada camiseta, cada vez menos gambeta-, constatación sociológica -nunca tuviste nada pero un domingo podés ganar- y recuerdos de infancia -el papá de un compañerito nos llevaba a ver a Independiente. Era la época
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No me miren a mí. Miren arriba, porque les traigo música del cielo
de Pastoriza, Santoro y el Chivo Pavoni. No es una figura retórica. Andrés es de Independiente y es un admirador de los diez de cepa. Ha nombrado a Bochini y a Garnero, y últimamente a Messi, que cuando le regaló su camiseta lo dejó en las nubes “No hay límites para la felicidad. Vi jugar a Michel, a Butragueño, en mi equipo jugaría Milito, Higuain, Guti -el Riquelme del Madrid, soy de Guti 100%-, pero es imposible no querer este Barcelona de Guardiola. Maradona tiene categoría de canción, Messi… la historia se está escribiendo”. El arquero, don Julio Iglesias, ejerció el puesto como profesión, por lo que no es exagerado decir
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que este equipo se arma de atrás para adelante. Los más de 300 millones de discos que ha vendido estuvieron a punto de no ocurrir, si no es por una lesión que lo sacó del arco del Real Madrid. Sus brillantes actuaciones en la filial lo llevaron al primer equipo merengue sin haber cumplido los 20 años, una proeza que lo ubicaba, potencialmente, a la altura de los canteranos Paco Buyo e Iker Casillas. Pero el tiempo tiene razones que hacen engordar las venas, canta Atahualpa Yupanqui, y más si se trata de mal tiempo, añadimos nosotros. Son las dos de la mañana, hace un par de meses terminó el mundial en Chile, llueve en Majadahonda, un pueblito cercano a Madrid que en esos momentos no llegaba a los 3 mil habitantes, y el auto que conduce Julio se desbarranca. Hasta hoy, el cantante no recuerda cómo llegó al hospital. Cuando despierta, el diagnóstico es lapidario: no volverá a caminar. Como parte de la terapia, para recuperar la movilidad de sus manos, le pasan una guitarra. El muchacho decide susurrar sus poemas mientras reconoce notas en las seis cuerdas; el resto lo conocen nuestros abuelos y nuestros padres. “Me siento como en casa dentro del mundo del fútbol y lo amo inmensamente” dijo Iglesias en una de las pocas entrevistas que se le conocen como guardapalos. Curiosamente, en sus canciones no hay mayores referencias a la pelota. En su caso, el hablante lírico solo tiene pensamientos para las mujeres y sus rincones, ciertos vaivenes existenciales y ya derechamente la experiencia primera, el despertar de la carne y la inocencia salvaje. Para conocer al hincha detrás del dandy es necesario salir de sus canciones, y el ejercicio vale la pena. Como todo buen arquero, es un observador privilegiado de lo que pasa en la cancha. Cuando se trata de tomar partido en la polémica de estilos más nombrada de esta década, su postura omnicomprensiva ya se la quisieran los columnistas domingueros: “Guardiola es un señorazo y un clásico del deporte. Es un hombre perfecto, pero la imperfección de Mourinho también me atrae. Dentro de su vehemencia, hay una gran vulnerabilidad y los seres humanos vulnerables se hacen grandes”. Eso a nivel de banca. Dentro del rectángulo, también toma partido contramayoritario: “Sí, soy fan de Cristiano Ronaldo por una razón muy sencilla: porque no es fácil ser guapo y jugar bien al fútbol. No es fácil tener la voluntad que tiene para entrenarse, para ser fuerte, para tener sentido del gol, y que al mismo tiempo la gente diga ‘oye, pero es tan guapo...’
r volveta. o b e D s. ne rtale a mi pla o m , s Adi贸
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Vengo a revelarte la verdad y vos me mirás así.
No. Es como dios lo hizo”. Quizás como prueba de esta admiración, lo invitó a participar de su último video clip, Fallaste Corazón, en donde aparece también Luis Figo, Vicente del Bosque, Raúl, Iker Casillas y Pepe Reina. Y tú que te creías el rey de todo el mundo, parte cantando Cristiano. Porque hoy estás vencido mendigas caridad, retruca Raúl. Si bien el video es bastante ecuménico, todavía hay espacio para el hincha fanático del Madrid de vez en cuando. “El Barcelona te marea en el centro del campo durante varios minutos cuando tiene todo a favor. Sin ansiedad, el Barcelona es letal. La solución está en achicar tu margen de error ofensivo para que los domine la impaciencia. Tengo una buena escopeta. Y hay balas para Iniesta y Messi”, dijo la última vez que perdieron el súper clásico. Vuelvo sobre el sueño anotado, la cerveza y los cinco con la conciencia de ser un plantel. Según Calamaro, Iglesias quiso versionarlo: “No escucho habitualmente a Julio Iglesias, pero debería hacerlo más (…). En un momento existía el rumor: Julio podría llegar a cantar una de mis canciones. Y la verdad es que estuve bastante excitado”. Vuelvo
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el vino ayuda a la risa. Esa camisa, también.
sobre la imagen inicial, Cerati conduce la pelota. Contra lo que pudiera pensarse, Jorge González lo admira: “Es capo. Un músico con mucha facilidad. Produce, compone y toca con un estilo y elegancia digno de admirar (…). Soda Stereo nos voló la raja”. Antes de llamarse Soda Stereo, la banda se llamaba Proyecto Erekto, y en ella el baterista era Andrés Calamaro. Se juntaron en el verano de 1982, días antes o después de que yo naciera. En mayo de ese año, Los Prisioneros daban su primer recital, y don Julio llenaba el Maracaná. Estaban felices en Río de Janeiro: Flamengo venía de ganar la Intercontinental. * Editor de la Revista De Cabeza. Autor de los libros “Soy de la Unión”, “Besala como sabés”, “Acto de fe, testimonios de la vida de Gerardo Whelan en Chile”, “Diccionario Ilustrado del Fútbol” y “Give me a Break: Conversaciones con Diego Maquieira”.
Damon Albarn ยกSI NO ME MIRAN, LES TIRO LA PELOTA!
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Entrevista a Nano Stern
Por Daniel Campusano (@dcampusano2015)*
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L ESCUCHARLO OPINAR, rememorar, divagar, se desprende ese hálito de seguridad y claridad de quien ha tenido el coraje de arriesgarse, perderse y encontrar algo trascendente. Comenzó a estudiar composición en la universidad, pero antes de los veinte años, prefirió viajar por el mundo, tocar en las calles, abrir los ojos, los oídos, y luego volver al país y entregar una propuesta musical -firme y suave, agradecida y desgarrada- que le hizo un espacio entre la variopinta generación de cantautores nacidos en los ochenta. Entre ellos, Nano Stern (Santiago, 1985) sabe distinguirse y, revisitando la canción popular latinoamericana, no pretende evitar o entibiar sus discursos políticos. No es, precisamente, un artista “desconectado”, un creador abstraído de la contingencia, un músico orgulloso de vivir a un costado de la maquinaria. Todo lo contrario. Fernando Stern entiende que una sociedad es, escencialmente, la suma de las aristas culturales que fluyen y chocan: en el caso chileno, variables peligrosamente inclinadas al éxito, al poder adquisitivo, al mercado apenas regulado. Tuvo la gentileza de conversar con De Cabeza en un verano donde los ensayos y presentaciones se multiplicaban. Lleno de amabilidad y lucidez, Stern se dio un tiempo para compartir eso que, entre sus numerosas vidas, nunca lo ha abandonado:
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el fútbol; para él -sin duda- un entrañable retorno a la infancia. Su memoria se destapa fácilmente hasta las campañas noventeras de la U y, entre la emoción del recuerdo, sabe inclinar su discurso a lo que él, en sus letras, siempre ha sabido rozar o gritar: la sociedad parece estar cada vez más secuestrada por intereses peligrosos. Y el fútbol, salta a la vista, no parece estar exento de esto. 1. Nano, para empezar cuéntanos cuál es tu vínculo con el fútbol. ¿Asocias tu niñez? ¿Es una actividad presente? Mi vínculo es grande. Lo juego desde niño y, también, voy al estadio de muy chico. Ahora, claro, voy mucho menos de lo que me gustaría por el poco tiempo que me dejan las giras. Pero sí voy de repente, un par de veces al año. Además tengo la ventaja de vivir al lado del Estadio Nacional donde juega la U, mi equipo. Me acuerdo de haber empezado a ir al estadio el año 92, en la época de Salah, cuando estaba armando esa gran generación; con el Superman Vargas, el Bombero Ibáñez. Es curioso porque te podría nombrar tres jugadores del plantel de ahora, pero te podría nombrar el plantel completo del 93 al 95, con todos los cambios incluidos. Esas cosas quedan absolutamente grabadas. Incluso más que la época de Sampaoli; a veces
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ENTREVISTA / NANO STERN, MULTIINTRUMENTISTA Y COMPOSITOR
2. ¿Y de dónde viene tu preferencia por la U? ¿La familia? Sí, mucho. Mi viejo y mi abuelo son de la U. Y cuando se murió mi abuela, hace dos años, hurgando entre los miles de cajones y cosas, encontramos el carnet de socio de mi abuelo, que era el número ochocientos y tanto; o sea, es de los primeros mil socios de la U. Él llegó de inmigrante y, como a los veinte años, se hizo socio, muy chico, el año treinta o cuarenta. Fue muy emocionante ver ese carnet y decir “chucha, tenemos sangre azul (en el buen sentido de la palabra) desde hace mucho tiempo”, jajá... 3. Tú has sido un músico insistentemente viajero. En tu experiencia residiendo o deambulando en varios sitios, en distintas condiciones, interactuando con diversas personas, ¿crees que el fútbol de un país puede ser un reflejo (o una aproximación) a su idiosincrasia? ¿Podrías asociar el fútbol de un país sudamericano a su gente; por ejemplo, o el tipo de juego de un país escandinavo a su forma de convivir? Sí, por supuesto, pero esa reflexión va más allá del fútbol y se da en cualquier manifestación cultural. Ya sea el fútbol, música, gastronomía, política. Sólo puedes entenderlos realmente si entiendes sus contextos sociales. En el caso del fútbol, en particular, está por un lado el fútbol dentro de la cancha y, por otro, el fenómeno social que está completamente determinado por la realidad de cada lugar, y sin duda, es como ver un mundo en miniatura: sirve para entender muchas otras cosas que pasan en un país… Me preguntan mucho esto a raíz de la música. Y por ejemplo, si revisas lo que ha pasado con la nueva música en Chile de los últimos siete u ocho años, tiene que ver bastante con lo que ha pasado en la política, movimientos sociales, etc… Y si ves también lo que pasó con el fútbol en los últimos meses, es lo mismo. Va de la mano con lo que sucede en otras partes de la sociedad. 4. Penta, Soquimich… Claro, en algunos casos son las mismas personas. Ruiz-Tagle, Heller, Yuraszeck.
CRÉDITO
pienso que mi corazón se quedó en esa época. En el penal del Pato Mardones, de hecho, siempre he creído que me desmayé un poco: te lo juro que con la emoción de ese gol casi perdí el conocimiento.
Después Jadue, las lucas, Sampaoli, el exitismo, y uno dice: “chucha, hay demasiadas cosas que están pasando ahí que tienen todo que ver con lo que está pasando afuera”. Por otro lado, me produce una distancia grande en el último tiempo el endiosamiento de los jugadores y el comportamiento realmente vergonzoso de muchos de ellos. Mira lo que pasó con Vidal en la Copa América, por ejemplo. Eso realmente me pegó como patada en los cocos. 5. ¿Crees que a las figuras públicas, en este caso deportivas, es válido pedirles un comportamiento casi modélico? Mira, en el caso particular de Vidal, pienso que si es tan gil de cagarla como la cagó, al menos alguien tendría que haberlo asesorado: alguien debería haberle recordado, en el momento mismo, el nivel de repercusión que él tiene en los cabros, en la sociedad, y decirle, simplemente: “hueón, tienes que pedir disculpas, tienes que salir y hacer lo correcto”. Pero lo más increíble es que se demoró en hacerlo, intentó mentir y, días después, sale Bachelet sacándose fotos con él, así como para ganarse unos votos, posar con el hueón que acababa de chocar curado en el Ferrari, después de un casino, en medio de la Copa América, ¡todo mal, pues!... Primero decirle a un paco que no se lo cague; y después, para colmo, la Presidenta del país sacándose una foto con él cuando en realidad debería haber estado en cana. Es terrible, si piensas los alcances. Patético. 6. ¿Y en el caso de los músicos? ¿Deben cuidarse y dar el ejemplo? Si nos empieza a ir más o menos bien, es obvio que terminamos siendo referentes para algunos cabros, y eso, desde luego, conlleva
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ENTREVISTA / NANO STERN, MULTIINTRUMENTISTA Y COMPOSITOR
“Así como en el fútbol, está la estrategia, la improvisación, y también la posibilidad y expectativa de ciertos desdobles personales. Tenemos músicos que son como Lucho Musrri, pero otros que son como el Matador ”. algún grado de responsabilidad. Pero los futbolistas, con el nivel de exposición que tienen, debieran ser mucho más cuidadosos. Cuando uno llega a Chile lo primero que ve es una publicidad de Alexis Sánchez hablando por celular. Piensa que, al fin y al cabo, se trata de un sistema que aprovecha eso para darle escape a una serie de tensiones sociales (como el circo romano). Y se trata de endiosar a estas figuras y convertirlos en gladiadores mientras que tantos otros ciudadanos dan la pelea en sus rubros con situaciones miserables, siendo que hay tantos que están contribuyendo a la sociedad con lo que hacen y son conscientes de eso. Hay mucho que cambiar ahí. 7. ¿Has admirado a jugadores por su comportamiento, por lo que significan, más que por sus cualidades técnicas? Sí. Por supuesto. Y con lo anterior que hablaba no hay que generalizar. Obvio que hay ejemplos y tipos que son muy despiertos, que sí son ejemplos a seguir. De chico admiraba a algunos futbolistas bacanes con los que me sentía casi en deuda por sus actitudes. De pendejo jugaba de 6, y mi ídolo, por supuesto, era Lucho Musrri: un hueón correcto, bacán, que de repente metía la pata, que no era tan bueno, pero que siempre metía todo. Un capitán en todo sentido. El puesto de Musrri era como ser bajista en una banda: un hueón esencial; que si no está queda la cagada, pero cuando está, no se nota mucho.
improvisar. Depende del clima también, obvio, del contexto. Si por ejemplo estás en la tele, uno se va un poco más a la segura, pero cuando estás en un festival, relajado, te abres completamente a la improvisación. A mí me gustan más esos conciertos. Así como en el fútbol, está la estrategia, la improvisación, y también la posibilidad y expectativa de ciertos desdobles personales. Tenemos músicos que son como Lucho Musrri, pero otros que son como el Matador. El trompetista, por ejemplo, que no toca tanto, pero cuando toca, ¡PAF!, destapa algo y hace brillar: hace los goles, se lleva la gloria… pero todos sabemos, a la vez, que ese brillo no es posible sin los otros cinco que estamos apoyando. A mí me toca por lo general jugar de 9, dar la cara. 9. En tus letras se reiteran los mensajes anímicos, se celebran los impulsos vitales y se entiende el fracaso y el abatimiento como vías de aprendizaje; ¿Vinculas esta constante a tu noción futbolera? A veces da la impresión de que estás aleonando a la gente a salir a la cancha, a pelear, a aceptar la adversidad. Nunca lo había pensado. Pero son todas experiencias de vida que te van determinando. La dimensión de equipo en el fútbol te da eso: vamos para adelante. Más encima,
8. En el fútbol puede haber una táctica definida, pero finalmente, siempre depende de la improvisación o el destello de una jugada en específico. ¿Es similar a la hora de componer y tocar en vivo? Absolutamente. Hay muchas bandas que erradican ese elemento, o que nunca lo tuvieron. Cada vez más hay una estética de que todo tiene que sonar perfecto y que nada puede fallar y la única manera de hacerlo es no cambiar nada, y eso a mí me parece una reverenda paja, no quiero tocar así. Todos los músicos de mi banda pueden
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“el fútbol está secuestrado por poderes muy oscuros, que son los mismos que tienen secuestradas todas las otras aristas de la sociedad, y mientras sea así, yo no me quiero involucrar de manera directa”. en mi caso, siendo de la U, que tiene una historia tan de mierda, de tanto sufrimiento para generaciones y generaciones. Yo seguramente asumo la frustración de mi papá. Imagina, veinticinco años en que no pasara nada, entre medio el descenso, morder el polvo, y después un nuevo ciclo. La noción de éxito de la U es muy distinta a la de los otros equipos. Por ejemplo, mis recuerdos más fuertes en el estadio son obviamente los triunfos, como el 95, cuando salimos campeones y estaba ahí; pero también el de la mitad del 94, uno de los últimos partidos de Salah, cuando la U quedó eliminada de la Copa Chile con O´Higgins. Me acuerdo de esos dos momentos. Hubo un gol de córner de ellos en el minuto 91, clásica hueá de la U. Me acuerdo de esa sensación, y al poco tiempo, estar celebrando el campeonato contra Cobresal. Ser en serio de la U te da esa noción de que lo damos vuelta, de que no queda otra. Lo que vivimos con Sampaoli fue la máxima expresión de decir “no se pierde hasta que no queda otra”, siempre, siempre se puede lograr. 10. ¿Por qué crees, también, que el hincha se alejó del estadio? Encuentro una mierda el precio de las entradas: finalmente hacen ir a los que no son hinchas, sino los que pueden pagar. Es como el concepto de los Rolling Stones… A mí como hincha de la U me han pasado dos hueás muy pencas. Una vez compré una entrada revendida que era falsa, y otra vez, llegué a la puerta y me dijeron que sólo se podía comprar por internet y ahí sí que dije: “qué mierda, ya no se puede ir al estadio y comprar una entrada”. Entonces, a estas alturas, hay que tener un nivel de planificación que simplemente no tengo. Y finalmente, confirmas que todo se ha contaminado alrededor, por supuesto, por la ambición de los dirigentes. 11. “En nuestro primer número, el Ministro del Interior, Jorge Burgos nos dio una entrenvista donde se mostró partidario de estatizar la televisación del fútbol chileno”. ¿Qué opinas de eso? ¿No crees que hay un riesgo de que se transforme en una propaganda gubernamental? Sí, como en muchas aristas de
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la sociedad, creo que hay una paradoja detrás de ese miedo. Porque si uno lo estatiza, está la opción de que el Estado se aproveche; pero si lo dejas a merced del mercado, entonces el mercado se aprovecha y sale la nueva teleserie del canal, Pepita la Cerdita, o cualquier publicidad mientras se está jugando… Entonces el peligro está ahí también. Para mí, mejor que esté en manos de una institución estatal que, al menos, tiene la misión y el mandato de ser pública y de todos, y que cada cierto tiempo, además, cambia de manos… Yo al menos prefiero que esté con el Estado a que esté en manos del mejor postor, a que sea utilizada sin ninguna vergüenza para su lucro. Yo lo apoyaría, igual que el canal estatal de cultura. Debiesen existir este tipo de plataformas. 12. ¿Hay una idea satanizada del Estado? Sí, sí. Y lo que pasa en Chile es que el Estado casi no existe; fue completamente castrado. No tiene hormonas, no puede hacer nada. El Estado subsidiario es eso: nosotros debemos permitir el emprendimiento, pero no podemos hacernos cargo de las cosas de verdad. Pero poco a poco están surgiendo manifestaciones desde la política y, sobre todo, de movimientos sociales que están llamando a la gente a entender que existe esa posibilidad. Me pasa cuando viajo a Argentina, que es una cultura muy parecida a la nuestra, con un gran componente estatal, sobre todo en los últimos años con el Kichnerismo, de decir: “conchasumadre, es posible que las cosas funcionen de otra manera”. Es un aparato público que ni siquiera nos podemos imaginar en Chile porque no existe, porque desde que nacimos nunca lo hubo. Si nunca has visto un color no te lo puedes imaginar; si nunca has vivido en una sociedad donde el concepto de lo público realmente existe, entonces no se te ocurre, por eso es importante viajar. Que los cabros jóvenes que están en política estudien afuera, y no por la hueá arribista de Europa, sino para ver lo que es posible y lo que no. Porque más encima tenemos nosotros el estigma de la medida de lo posible, pero nosotros tenemos que ser capaces de romper la barrera de lo posible y darnos cuenta que en realidad nos han vendido una mula de lo que es posible y que
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muchas otras cosas lo son…. 13. ¿Por ejemplo…? La Araucanía por ejemplo. La otra vez leía un reportaje súper interesante donde hacían un análisis de cómo se ha cubierto en la prensa el conflicto mapuche desde la independencia de Chile, y básicamente, siempre ha sido el mismo: meter miedo, ahora es el terrorismo como concepto, pero antes eran otras palabras para justificar la misma represión basada en levantar mediáticamente actos de violencia que no son tan así: los hechos se tergiversan para justificar la represión, para mantenerlos a raya. 14. Volviendo a tu papel de hincha, ¿has compuesto temas relacionados con la U? Mira, hay una canción que en realidad no se trata de fútbol; que es de amor, incluso, erótica. La canción se llama Azul, y hay un coro que dice Azul y lo repite varias veces, y en algún momento, me pasé el rollo de que, a un nivel subliminal, está relacionada con mi sensación de la infancia, del placer de ese grito “Azul, Azul, Azul”, que era la hueá más feliz del mundo, una cosa media orgásmica. A veces en vivo cuento esta historia también. 15. Imagina que llega la ANFP o Azul Azul y te ofrezcan hacer una canción para la selección o para la U. ¿Qué dirías al respecto? Es que ahí habría, lamentablemente, una hueá más política, más asquerosa, relacionada con quiénes son
los personajes involucrados. A propósito, me acuerdo que Alberto Plaza (además de la canción del proceso eliminatorio) también tenía una canción de la U que se llamaba o decía “soy de la U, de la Universidad de Chile”; la cantó una vez en el estadio y yo estaba ahí, de pendejo… Respecto a mi experiencia, una vez a mí me ofrecieron, por ejemplo, ir a cantar el himno de Chile al estadio y dije que no; y es porque justamente creo que el fútbol está secuestrado por poderes muy oscuros, que son los mismos que tienen secuestradas todas las otras aristas de la sociedad, y mientras sea así, yo no me quiero involucrar de manera directa. Prefiero hacer una canción que hable al respecto y que, con toda la pasión que uno siente por el fútbol, diga hay que cambiar esto. 16. Para terminar, ¿con qué puestos de la cancha vincularías tus siguientes referentes musicales? Atahualpa Yupanqui: De central. Jimmy Page: Sería un diez… O un siete más bien… Acercando mundos, pero sin ser necesariamente el que la hace toda. Joan Baez: Difícil… Sería un líbero yo creo, porque nadie la contiene. Sale, es agresiva, sabe aguantar la Joan. * Editor de la Revista De Cabeza. En el 2008 dirigió la Revista Grifo y en el 2012 publicó la novela “La incapacidad” (LOM Ediciones).
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LA VIDA ES UNA TÓMBOLA EL ARTISTA Y SUS GROUPIES.
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Por Jerónimo Parada y Andrés Santa María*
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L MARAVILLOSO CUADRO que componían las playas de Fort Lauderdale en 1980 era un distractivo poderoso que alejaba a Eduardo de un sentimiento que no podía entender del todo, pero que le producía una profunda congoja y que lo acompañaría durante el resto de su vida. Marinho Chagas le había hablado en un almuerzo de algo que en su país llamaban “saudade”, concepto que lo cautivó. Gerd Müller le había comentado sobre la conexión entre las tácticas de guerra y el fútbol, y sobre Federico II El Grande como un inspirador en el campo de batalla forjado en la sensibilidad artística. Ni la paradisíaca proximidad de las Bahamas ni el hermoso juego desplegado en el campo por veteranos eternos de guerra podían combatir ese dolor que se comenzaba a enquistar en su subconsciente, esa soledad que a ratos se transformaba en la añoranza de una patria lejana que se extendía entre el Océano Pacífico y la Cordillera de los Andes, decantando en el color rojo que ardía en la camiseta de la Selección y que lo transportaba a los rincones más barrocos de la imaginería na-
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cionalista, en los que danzaba tardes eternas junto a los espíritus errantes de Bernardo O’Higgins, Diego Portales, Arturo Prat, José Manuel Balmaceda, Arturo Alessandri y otros próceres. Pero el dolor que carcomía silenciosamente la integridad de su conciencia era poderoso, y no hubiese sido fácilmente interrumpido en esa caminata eterna por las costas de Florida de no haber sido por la sonrisa cómplice de una distinguida mujer que salía rauda de una librería, y que dejaba atrás una extensa vitrina en donde se distinguía entre todos un libro con el retrato fotográfico de un personaje que parecía mirarlo fijamente, con una profundidad y vehemencia que la hacía parecer espectro que estuviera a punto de cobrar vida. Sobre su fotografía, el título “Biography of Edgar A. Poe”. Los hechos ocurridos en Baltimore entre el 3 y el 7 de octubre de 1849 siguen en penumbras. Sólo quedan las muecas de horror y desorientación que fueron descritas por testigos de dudosa credibilidad. El obituario firmado por un tal “Ludwig” acrecentó el mito. Nadie pudo nunca develar el
OTRA MÁS DE / BONVALLET
misterio ni entender qué realmente lo había llevado a aquel estado de delirio que terminó por romper la resistencia del cuerpo y encontrar la muerte en el Washington College Hospital. Los pensamientos que carcomían su espíritu habían aparecido y lo hicieron entrar en un trance destructivo imparable, como una profecía que indicaba que el fin de sus tiempos había llegado. Infinitas horas de lectura y creación sublimes reducidas al vacío. En medio del caos, encerrado en el refugio de sus últimos días, Allan Poe caminaba perdido en el intenso dolor que le había provocado un libro que sostenían sus manos. Cada página que hojeaba buscando respuestas eran en realidad sentencias mortuorias. Monje, Faquir, Guerrero y Gurú describían a cuatro jinetes apocalípticos extraviados ante la muerte. Las líneas que lo atrapaban, el final de otros personajes misteriosos perdidos en un espacio temporal imposible, conectaban con la certeza del quiebre. Hojas de papel consumidas y arrancadas de su empastado se despedían de sus puños que las lanzaban por las calles como un testamento que nadie habría de leer, porque indican el final, el mo-
mento en que la palabra abandonaba su existencia despojándola de su único sentido.
MONJE
Pocas cosas he visto más espantosas que los ciervos del Señor revelándose ante los profetas. Ha sido traicionado, y quienes debiesen con humildad y disciplina aceptar un destino ineludible se han vuelto en su contra, le han asestado viles puñaladas inspiradas por el demonio y su capacidad temible de corromper a los seres humanos más nobles. Le vi llegar a Monte Cassino asolado por el terror, humillado por falsos seguidores del Supremo que no han sido capaces de sentir en sus corazones la luz que Benito de Nursia ha recibido por inspiración divina y ha buscado proyectar en los hijos de la Tierra. Mi espíritu está completo desde que conocí a Benito. Sé que sus reglas inspirarán una nueva concepción de nuestra Fe, y un nuevo modelo a seguir. Veo al Ser Humano unido en torno a nuestros principios de disciplina. En sueños conocí la palabra MONJE. Así nos denominarán por los siglos de los siglos. No podrán frenar el avance de
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los soldados de nuestro señor Jesucristo ni de las reglas de Benito, no podrán evitar que la disciplina y el orden sea nuestro saludo más profundo al sacrificio de Cristo en la Cruz. Oh descubrimiento hermoso, la obediencia, el silencio, la humildad, la oración. Ni el más terrible devenir, ni el horror del veneno que rompió sus entrañas y puso sus ojos fuera de sus córneas, ni sus espeluznantes muecas que indicaban el abandono de sus signos vitales conseguirán apartarnos de la vida eterna. Qué la gloria de la iluminación nos proteja ante el abandono, y que nuestros enemigos bailen sobre nuestros cadáveres, porque trascenderemos gracias a nuestro sacrificio y seremos testigos desde la eternidad de la inmortalidad de nuestra palabra, pese a que en nuestro lecho de muerte se esparza el frío soplo de la derrota definitiva.
FAKIR
Ar-Rahman, Al-Khaliq, Al-Mutakabbir, Al-Muhsi, Al-Muqaddim, As-Sabur, Al-Badi… repetía el fakir incesantemente buscando conectarse con los dioses gritando sus nombres a viva voz, mientras agujas clavaban su espalda de manera uniforme. Sólo el dolor podía conectarlo con la esencia misma de la creación, brutal camino de experiencia sensible que descubre la vía hacia el infinito. El placer, apartado y reducido a la superficialidad de nuestra azarosa existencia, fatal engaño, tenebrosa adicción depravada que exacerba la insoportable pequeñez humana. Podían percibirse aquellas agujas que parecían cada vez más insuficientes incrustándose lentamente en su carne, prueba viva de conexión mística con el infinito y a la vez sentencia definitiva a la destrucción que se acercaba como un huracán que parecía invocado por un ritual infinitas veces repetido. Nuestro silencio, un canto mudo hacia la vida encontrada en su antítesis. Su rostro rígido y esa paz que era cada vez más amenazada por los límites de la carne nos transportaban a parajes recónditos, al encuentro con la redención que había sido elegida como la única vía. Nuestra salvación y tranquilidad eran sin embargo incompletas, acechadas por un acontecimiento que sabíamos estaba a segundos de ocurrir. El primer borbotón de sangre cayó como la llovizna matutina bajo un cielo gris que anuncia la tempestad, un rojo rocío que refulgía como los últimos rayos de luz del
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atardecer, esos que anuncian que el día no es otra cosa que la cuenta regresiva del advenimiento de la oscuridad y del viaje hacia la Yanna.
GUERRERO
Las últimas décadas del siglo XVIII fueron para Federico El Grande un camino paulatino pero certero hacia el ostracismo. El recuerdo de aquellas brillantes estrategias que llevaron a Prusia a imposibles victorias, Rossbach, Leuthen y Zorndorf, el sueño de anidar territorios bajo un mismo nombre, bajo una misma filosofía y una misma música, perdía todo sentido entre los burócratas que abrían los pasillos de Europa a la democracia. En sus últimos años, la carrera de sus galgos hacia la presa era lo único capaz de aplacar esa imposibilidad de comunicativa. El clamor del pueblo alemán se había vuelto un castigo, un enemigo que no podía enfrentar y que lo hería profundamente, más que cualquier arma que había enfrentado. Su pasado se escribía en un lenguaje que ya no podía entender. Únicamente su mano acariciando el suave lomo de sus famélicos perros lo conectaba con algo vivo, algo real, en medio de los signos que se desvanecían. Eran los ojos de sus Galgos, los que lo unían con sus sentimientos más profundos, con la última capa de su ser, los que los que lo hacían viajar a Hans Hermann Von Katte, aquel hermoso y joven teniente que había alguna vez dado sentido a su existencia y que fuera cruelmente exterminado por la ira de un padre que, finalmente, no podría evitar que Hans fuese amado por una última vez a través de la mirada de esos animales.
GURÚ
De fondo sonaba a todo volumen la marcha militar Radeztky de Johan Strauss interpretada por el Ejército chileno. El Gurú, con sus ojos cerrados y sus dedos aferrados al vaso de whisky, alucinaba con todo tipo de armamento y figuras marciales hasta el punto de estallar en lágrimas. La siniestra elegancia del Corbo, el brillo de las plumas de un águila sobre un escudo, la solitaria estrella acechada y los valientes soldados que iban a defenderla, refulgían como sucesivas imágenes que su convulsionado corazón atesoraba, una tras otra, como si en todos esos héroes y figuras se congregara
OTRA MÁS DE / BONVALLET
lo más propio y puro de la patria. Pasados unos minutos o quizás segundos, la vorágine de imágenes bélicas que atravesaba la mente del Gurú, fue deviniendo en una escena concreta: el Ejército de Chile se enfrentaba a la armada norteamericana en un paraje surrealista. Los soldados chilenos, con ropajes de más de un siglo de antigüedad, aguantaban muy cerca de la costa, hundidos en un agujero, el poder de los cañones norteamericanos. De pronto, el estallido sucesivas bolas de cañón, produjo un silencio mortuorio y apagó las esperanzas de la patria y del Guerrero. Es el fin, se dijo Bonvallet, y bebió otro sorbo de whisky que atravesó su garganta con un espantoso dejo de amargor. Pero la escena no había terminado. El Gurú, con sus ojos negros cerrados y su mano abrazando al vaso en la cocina de su Apart Hotel en Providencia, fue capaz de divisar entre el humo, los cuerpos despedazados del contingente nacional y los desechos de maquinaria pesada, a un soldado herido, pero vivo: el último de los guerreros chilenos reptaba por los suelos buscando salvar a la Patria del enemigo. Esa imagen, el guerrero desplazándose como un reptil difuminado entre los restos, que alimentaba la última esperanza de salvación del pueblo chileno, le produjo un potentísimo éxtasis. Sin embargo,
el soldado, inexplicablemente, se arrastraba hacia una bandera chilena, y en cuanto lograba alzarla era víctima de un fuego cruzado que desprendía su cabeza de su cuerpo y esparcía sus restos en minúsculos trozos que estallaban contra la bandera. Bonvallet, en cosa de segundos, volvió a ese vacío existencial y deseó estar muerto, se sumió otra vez en esa terrible angustia que desfilaba como telón de fondo de su vida mientras palpaba los vacíos que habían dejado en su boca sus dientes caídos. La brisa de Fort Lauderdale, esa mirada sin sentido hacia el Atlántico de los años 80, las últimas horas de la vida de Poe que había conocido a través de “Biography of Edgar A. Poe”, se hicieron más vivas que nunca y congelaron su pecho con brutalidad. Adelante no quedaba nada. Ya no había enemigos para el boina negra. Sólo se vislumbraba aquel gurú sin discípulos, aquel encuentro con el conocimiento que es finalmente vencido por los gigantescos tentáculos de la soledad. * Autores del libro de crónicas Pelota Sudaca, publicado por La Pollera Ediciones.
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él mismo lo bautizó. Entre risas y copas, aceptó el desafío y se mandó nomás. Por Sergio Montes (@smontesl)*
OCTUBRE DE 1924. 15:45 HORAS.
TODOS SE GIRAN A MIRAR al que sube por las escaleras. Lo reconocen, y Gardel –acostumbrado a ser el centro de las miradas– devuelve el cariño con una sonrisa blanca y eterna, la misma que lo transformó en un golazo en París y en el mundo entero. Sigue subiendo por la tribuna, Carlitos. Mira a todos sin mirar a nadie, buscando su lugar en este estadio de fútbol que le resulta tanto más ajeno que los burros donde le gusta pasar los domingos, jugando a ganador. Pero este domingo es distinto, porque se vino a ver a Racing. Amigos son los amigos, y se lo prometió anoche a Pedro Ochoa, Ochoíta, como
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Encima, el Morocho de Abasto y Racing se quieren, se adoran. Desde hace mucho, desde ese lejano 1914, cuando presentó el espectáculo “El Paraíso” en el Teatro El Nacional, junto con la compañía de Elías Alippi y Francisco Duchasi. Y fue el propio Alippi el que le contagió su amor por Racing Club, amor tanguero, de compadritos, a todo o nada. Se viene Racing a la cancha; la gente explota, aplaude eufóricamente. No importa si esa tarde se juega un simple amistoso, a los uruguayos hay que ganarles siempre, porque son los únicos que están a nuestra altura. El football podrán haberlo inventado los ingleses, pero el fóbal se inventó en el Río de la Plata, y nadie lo juega como nosotros. Y ahí está Ochoíta, con la camiseta puesta y los botines listos, al borde de la cancha, esperando que el partido comience. Se ve un poco pálido pero de todas formas juega, cosa que, hasta hace minutos, no iba a ocurrir.
CARLOS GARDEL / SERGIO MONTES
***
NOVIEMBRE DE 1946. 23:29 HORAS.
invitan una copa. O más de una, quién sabe. ¿No? Ya está, no se preocupe.
“Ese hombre que está ahí sentado, así como usted lo ve, era un crack. El mejor insider derecho que tuvo Racing, y créame que eso no es poco.
¿Vio? Le dije que no iba a venir”.
¿Se sirve una más? Bueno, le sigo contando. El tipo recibía la pelota y ¿usted cree que se la pasaba al wing? Naaaaa, seguía, encaraba defensores, gambeteando, y no había quien se la quitara. Y era goleador, letal en él área. Así como le digo, Ochoa era un espectáculo. La gente de Racing lo adoraba, incluso varios hinchas de otros clubes pagaban por verlo.
OCTUBRE DE 1924. 15:00 HORAS.
Le estoy hablando de un jugador que salió cuatro veces campeón con Racing Club. ¡Cuatro veces! ¿Se imagina? Un tipo que viajó por todo el mundo jugando al fóbal, que representó a la Argentina en los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, que jugó Copa América... Pasa que usted no lo recuerda porque se retiró el 31’, cuando comenzó a profesionalizarse el fóbal. Se perdió la mejor parte, dirá usted, pero es que Ochoa no tenía alma de profesional. No, él es de otra época, de cuando Buenos Aires era un pañuelo; todos sabíamos quién era quién, acá se vivía mejor que en Europa. Encima, a Ochoa le gustaba la noche. Usted sabe, el champán, las mujeres, la fiesta. Uy, ¡el hombre iba en serio! Era amigo de los malevos más bravos de la época. Tipos duros, no se imagina. ¿De verdad no quiere otra? Está bien, como quiera. Volviendo a Ochoa, dicen, aunque no estoy seguro de esto, que era amigo del mismísimo Carlitos Gardel. Ahora usted lo ve así, todo derrotado, pero ¡imagínense! amigo del mismísimo Zorzal. Eso sí que sería una locura, no sabe usted lo que era Gardel: el mayor exponente del Tango que dio la historia. Ahora, si me pregunta, eso sí, no creo que fuera amigo suyo. La gente hace tantas fábulas con él, ahora que ya no está. Usted es joven, y es probable que no lo haya visto nunca, como tampoco pudo ver a Ochoa, pero qué se le va a hacer, no tuvo la suerte nomás. ¿Quiere que lo llame? Está difícil, pero bueno, nada se pierde con intentarlo. ¡Ochoa, lo quieren conocer por acá! ¿Seguro que no? Mire que acá le
*** Ochoa está de espaldas, los ojos cerrados. Se concentra, principalmente, en seguir respirando. Respirar, que hasta ayer era lo más natural del mundo, hoy le parece una odisea. Siente que se acerca otra vez la náusea y aguanta, pone todas sus energías en no volver a vomitar. Ya ha vomitado varias veces y está seguro de que no será capaz de hacerlo de nuevo. Abre los ojos y se repite a sí mismo que no volverá a tomar como un suicida el día antes de un partido. Debe entender que ya no tiene veinte años y que su cuerpo no es lo que era. “Nunca más”, dice en voz alta y vuelve a cerrar los ojos. A su alrededor, los muchachos se visten, untan sus muslos con aceite verde, se dan ánimos unos a otros. ¡Vamos, señores, que hoy ganamos! ¡Vamos que somos los mejores! No dicen nada, pero verlo a Ochoa así, tirado en el camarín, probablemente borracho todavía, los hace perder la esperanza. No va a poder jugar y, seamos honestos, sin Ochoa la cosa se ve bastante fulera. De repente, se produce un silencio respetuoso, ya nadie grita, nadie se mueve. Al que acaba de entrar al camarín lo conocen todos, si no lo han visto actuar alguna vez, al menos reconocen ese rostro en las películas, afiches o en las portadas de revistas. El que camina directamente al lugar donde descansa Pedro Ochoa es nada menos que Carlos Gardel. - Hola, Pedro –dice Gardel, como suspirando, como quien habla en un hospital. - ¿Qué hace acá, Carlos? - ¿Acá dónde, Pedro? ¿Acá en el estadio o en el camarín? - Es igual. No está bien que usted me vea en este estado– la voz de Ochoa es apenas audible. - Lo he visto en peores, pero le respondo a sus preguntas: lo vine a ver jugar, como se lo prometí anoche. Y comprenderá mi sorpresa cuando me enteré de que hoy no va a salir a la cancha. Así es que partí
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para acá, al camarín, a convencerlo de que no me haga perder la tarde. - Pero, Carlos, ¿no ve acaso el estado en que me encuentro? Le prometo que para el próximo partido voy a estar bien, y ahí sí que valdrá la pena haber esperado para verme jugar. Pero ahora no puedo, no soy capaz ni de levantarme. - Vamos, Pedro, juegue un rato, anímese. Aunque sea medio tiempo. Mire, si juega y hace un gol, yo lo voy a hacer a usted inmortal. Lo voy a nombrar en un tango, para que todo el mundo sepa que mi amigo Ochoíta es el más grande jugador de la historia del Racing Club de Avellaneda. ***
SEPTIEMBRE DE 1928. 12:30 HORAS. Lleva dos horas en el estudio de grabación y, sinceramente, ya se quiere ir. Han sido días agotadores, de entrevistas, presentaciones y compromisos. Carlos Gardel es una celebridad en toda Europa, y ya lleva tres años dando vueltas por el continente. París no es la novedad que era cuando llegó; se vive bien, ya nadie parece acordarse de lo que pasó hace nada, pero tampoco sospechan la suerte que espera agazapada a la vuelta de la esquina. Las guerras parecen una mala pesadilla. Pero a estas alturas, se extraña Buenos Aires, y contra eso no hay nada que hacer. - Y ahora, ¿cuál nos toca grabar?- pregunta Carlos, con desgano. - Ese tango humorístico, Patadura. Pero si quiere lo dejamos para más rato. Mire que ya se lo escucha cansado. - No, no, deje. Ese tango va a quedar bueno. Suena la música y ahí va Gardel de nuevo, como cientos de veces, frente al micrófono, con esa voz que todos reconocen. Y se larga a cantar, a pagar una promesa que le hiciera hace años a su amigo Pedro Ochoa, aquella tarde en que éste volvió a la vida para reglarle un gol que fue el corolario de una corrida en que dejó a cinco uruguayos sentados en el suelo; ninguno de ellos fue capaz de quitarle el balón al mejor jugador que tuvo Racing en la era amateur.
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“Piantáte de la cancha, dejále el puesto a otro; de puro patadura estás siempre en orsay; jamás cachás pelota, la vas de figurita, y no servís siquiera para patear un hand. Querés jugar de forward y ser como Seoane, y hacer, como Tarasca, de media cancha un gol, burlar a la defensa con pases y gambetas y ser, como Ochoita, el crack de la afición. Chingás a la pelota, chingás en el cariño, el corazón de Monti te falta, che, chambón. Pateando a la ventura, no se consiguen goles; con juego y picardías se altera el marcador. Piantáte de la cancha que hacés mala figura con fouls y brusquedades te pueden lastimar. Te falta tecnicismo, colgá los papirulos. De linesman hay puesto, si es que querés jugar. El juego no es pa’ otarios, tenélo por consejo, hay que saber cortarse y ser buen shoteador en el arco que cuida la dama de tus sueños, mi shot de enamorado acaba de hacer gol... Sacate los infundios vos no tenés más chance, ya ni tocás pelota, la vas de puro aubol. Te pasa así en el campo de amor, donde jugamos: mientras corrés la liebre te ganó un corazón. Piantáte de la cancha, dejále el puesto a otro; de puro patadura estás siempre en orsay; jamás cachás pelota, la vas de figurita, y no servís siquiera para patear un hand. Querés jugar de forward y ser como Seoane, pa’ hacer, como Tarasca, de media cancha un gol, burlar a la defensa con pases y gambetas y ser, como Ochoita, el crack de la afición”. * Editor de la Revista De Cabeza. Panelista del programa “Todo es cancha”, de Radio Frecuencia Cruzada.
Brian Johnson Y NEWCASTLE ESTUVO A PUNTO DE COMPRARSE EL EQUIPO. ENTRE ROCKEROS Y MAGNATES RUSOS O JEQUES, NO TENEMOS DUDAS DE EN QUÉ LADO ESTAR.
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Por Cristóbal Correa
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OY DE OVALLE. Ahí viví hasta a los 13 años, cuando partí a estudiar en el internado en La Serena. Fui siempre bien solitario, no tenía muchos amigos; de hecho, vivo solo desde que dejé la casa de mi mamá. Hoy tengo una casita en Tongoy y, cada vez que voy, paso a Ovalle. Aunque no lo sigo mucho, podría decirse que, por mis orígenes y afectos, soy hincha de Deportes Ovalle. De mis recuerdos futboleros más antiguos tengo la imagen de una vez en que Colo-Colo fue a jugar a Ovalle. La manera en que manejaban el juego esos santiaguinos era increíble, nunca había visto algo igual. Me impresionó mucho el Chita Cruz, quedé maravillado con su soltura: en un momento, el Chita paró el balón, levantó la vista, le hizo una seña a un
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compañero y le metió un pase al vacío. La elegancia era inaudita.
EL FÚTBOL NO DA PARA FILOSOFAR
En general, las páginas del diario las paso de largo cuando se refieren al fútbol, porque no son muy interesantes. Intentan hacer unos análisis medio existenciales en torno al juego, los jugadores y los equipos, que son un poco baratos, porque tratan de dar una consistencia teórica y filosófica a cosas que son mucho más mundanas. Reconozco que el fútbol es una expresión cultural y social súper importante, que tiene un rol relevante en la sociedad, pero no creo que dé para filosofar. Es parecido a lo que pasa en la música.
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Me interesó la música desde chico, aunque en ese entonces la percibía como una cosa medio religiosa, en que casi tenías que ser tocado por los dioses para dedicarte a ella. Mi mamá me mandó a estudiar violín con una profesora con la que duré como tres meses, porque me horroricé; era una señora como victoriana. A los 13 años vine a Santiago y me regalaron una guitarra que tenía 3 cuerdas, que estaba en la buhardilla de la casa de una tía donde nos quedamos. Me encerré varias semanas con esas 3 cuerdas. En el 81, el año que se casó el Príncipe Carlos, hice un viaje a Inglaterra. Ahí estuve donde unos primos maternos y lo que hacíamos todos los días era pichanguear un rato, tomar cerveza, jugar pool y tocar música. Me impresionó mucho ese mundo, porque la música tenía la misma cotidianidad que el fútbol. En cada manzana de Londres había un equipo de fútbol y un grupo de música. Descubrí en la música una actividad humana tan simple y común; una experiencia normal, colectiva, donde te encuentras con las personas de tu barrio, tal como en el fútbol. Ahí eres lo que eres, somos todos tan iguales, independiente de donde vengas. Me di cuenta que era tan estúpida esta cosa pretenciosa de querer ser “músico”, cuando era lo más normal del mundo. Lo mismo pasa en el fútbol, donde hoy hay tanto personaje pretencioso. Se supone que los jugadores deben ser modelos sociales, porque los niños se fijan en ellos. Pero, con todo lo que el
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mercado ha infiltrado la actividad, han transformado al fútbol en una suerte de república independiente, con sus propias leyes y tribunales. No le rinden cuenta a nadie.
MÚSICA, FÚTBOL Y DICTADURA
El fútbol es un deporte que es usado como opio; la música, en cambio, es un arte. Por lo mismo, en las dictaduras la música es considerada peligrosa, al contrario del fútbol, que es visto como un sedante. Son ámbitos distintos de manifestación. Ambos tienen misiones similares, pero operan desde lugares distintos. Durante la dictadura, la música chilena estaba identificada con la canción de protesta y nada más. Cuando apareció un nuevo tipo de música fue muy notorio, porque había un hoyo negro en términos artísticos. Nosotros no éramos solo músicos, montábamos recitales en Matucana con un colectivo de gente que quería decir algo. Era como un impulso de supervivencia, porque no éramos políticos, no hacíamos esa música lastimera y quejosa que se hacía hasta entonces. La nuestra era una cosa instintiva, que hizo que produjéramos cosas que, aunque tenían un profundo contenido político, no teníamos mucha conciencia de eso. En esa época había pocos lugares donde las personas podían reunirse, así es que los recitales eran una oportunidad de manifestarse contra lo que estaba pasando. Todos los que íbamos a ver a Los
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Prisioneros teníamos conciencia de qué queríamos decir yendo a ese lugar. Hasta que aparece ese nuevo tipo de música, la única contraparte a la dictadura era la política. Pero esto era otra cuestión, nuestras manifestaciones eran de puro sentido común, de cosas aparentemente sencillas, como protestar porque el toque de queda nos parecía una cuestión nada que ver, algo que no podía ser normal. Cuando llegan los 90, tal como pasó con el fútbol a excepción de la Copa Libertadores del 91, pensábamos que todas las carencias iban a desparecer, pero eso no sucedió. Nos dimos cuenta que la precariedad nos activaba ese instinto de supervivencia que hace que se te ocurran cosas que, cuando estás en tu zona de confort, no se te ocurren.
SISTEMA O INTÉRPRETES
Mi proceso creativo es bastante intuitivo, porque no estudié música. No tengo estructuras en la cabeza, hecho a andar ciertas sonoridades, una base o qué se yo. Busco sonidos que me gusten. Todo lo que escuchas hasta más o menos los 15 años, cuando empiezas a
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dártelas de inteligente, es lo que queda en tu ADN. Yo apelo a eso, busco eso; es la música la que me muestra el personaje, que es quien va a escribir la letra. Cuando mi generación accedió a la música, lo hizo en inglés y ninguno de nosotros sabía inglés. No teníamos idea de la historia detrás de las canciones, qué decían, de qué hablaban; lo que nos quedaba era la música. Esa es la forma en que nosotros, en esta parte del mundo, aprendimos a hacer música: tal como en el fútbol, aprendimos a jugar desde nuestras deficiencias, nuestras carencias. Esa es nuestra cancha de tierra. Yo valoro harto más el fútbol de barrio, porque permite la expresión más pura de la colectividad, es menos individualista, menos competitiva. Las veces que veo fútbol, son partidos de la selección, porque me parece que, al final, es un equipo en el que se busca algo de uno mismo y se pone algo de uno. Y cuando estoy atento a lo que le pasa a la selección y como vivimos sus derrotas y victorias, me doy cuenta que nos valoramos muy poco. Nuestras críticas nos muestran que somos todos un poco fachos. * Director de la Revista De Cabeza.
ROBBIE EL BAILE DE LA GALLINA. UN HOMENAJE A LOS SHORTS DEL MUNDIAL 78’.
the God & queen LES ROBÓ LA CARTERA E IGUAL LO ADMIRAN.
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PELUQUERÍA / BARBERÍA PARA CABALLEROS
Compañia de Jesús 2799, Santiago de Chile, Barrio Yungay. 56 2 26825243
TRIBUNAS AL RITMO DE LA VIOLENCIA Por Pablo Aro Geraldes (@arogeraldes)* Agradecimientos ilustraciones Diegolan http://diegolankes.wix.com SI EL FÚTBOL DE AMÉRICA canta al ritmo de la Argentina, habrá que agradecerle (o culpar) a la globalización. Los canales de cable primero, e Internet después, desplegaron por el continente -y más allá también- las melodías que se entonan en los estadios de Buenos Aires, Córdoba y Rosario. La historia, eso sí, se remonta varias décadas para atrás. Hasta comienzos del siglo pasado, cuando surgió de Nacional de Montevideo el primer “hincha”, una palabra que se extendió rápidamente por todo el Río de la Plata. No sólo se trataba de ver el partido y desear la victoria de los colores amados, también se podía “jugar”, influenciar en el ánimo de los jugadores, vivándolos, alentándolos. Así
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aparecieron en Buenos Aires los primeros cantitos, estrofas que hoy podrían entonar los niños de jardín de infantes. Sin registros sonoros más precisos que la tradición oral de nuestros abuelos, las primeras melodías que sonaron en aquellas tribunas de madera se remontan a la década de 1920, cuando en tono de copla murguera los simpatizantes de Boca Juniors se enorgullecían de las virtudes de su portero Américo Tesoriere:
TENEMOS UN ARQUERO QUE ES UNA MARAVILLA ATAJA LOS PENALES SENTADO EN UNA SILLA La inocencia era evidente, y cantar era más una entretención para los asistentes que una voz que provocara a la hinchada rival. La caballerosidad imperaba en los estadios por entonces y, aunque la entrega y la garra siempre fueron valoradas, el verdadero orgullo de los aficionados estaba en ganar con armas nobles. El lirismo que hoy se recuerda de tanto en tanto, por entonces era moneda corriente. Los años ‘30 y la Guerra Civil Española trajeron
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al puerto de Buenos Aires a miles y miles de trabajadores de la madre patria que buscaron un nuevo porvenir, lejos de la sombra del franquismo. Identificados principalmente con San Lorenzo de Almagro y con Independiente; los gallegos, vascos, catalanes, etc., contagiaron entre los porteños el vals Niña Hermosa, que pronto empezó a sonar en las tribunas con un retoque en su letra para homenajear al delantero Mario Boyé, de Boca:
YO TE DARÉ, TE DARÉ NIÑA HERMOSA TE DARÉ UNA COSA UNA COSA QUE EMPIEZA CON B ¡BOYÉ! Por su parte, los aficionados de River Plate no quisieron quedarse atrás con su ídolo Ángel Labruna, y la multitud coreaba:
LA GENTE YA NO FUMA PA’ VER AL GRAN LABRUNA Con el tiempo, la abstinencia de tabaco casi se convierte en huelga de hambre; en 1950 llegó un nuevo crack desde Uruguay:
LA GENTE YA NO COME PA’ VER A WALTER GÓMEZ En la vereda del frente, cuando en 1947 se popularizó el vals desde el alma, las multitudes adaptaron la poesía de su letra en una letanía monocorde que podía sonar un partido entero:
Y DALE, Y DALE, DALE BOCA Y DALE, Y DALE, DALE BOOO… Y DALE BOOO Y DALE, DALE BOOO… Del candor de aquellos valsecitos se pasó a una picardía que empezaba a sonrojar a madres y abuelas, pero que conservaba un rasgo de inocencia; empezaban las “cargadas”, esa manera tan argentina de la burla. Cuando en 1966 River perdió la Copa Libertadores ante Peñarol, los archirivales boquenses le adosaron el mote de Gallinas (Gashinas, según la pronunciación exacta de los porteños). Aunque hoy los hinchas de River lo enarbolan con orgullo, por entonces era un motivo de gran vergüenza, y hacia esa humillación iban dirigidos los cantos de la tribuna:
CUIDE SEÑORA SU GALLINERO PORQUE ESTA NOCHE VAMO’ A AFANAR UNA GALLINA PARA EL PUCHERO PORQUE MAÑANA TENEMOS QUE MORFAR Y EL DOMINGO VAMO’ A VER A BOCA A VER A BOCA, DE CORAZÓN PORQUE ESTE AÑO DESDE LA BOCA DESDE LA BOCA SALIÓ EL NUEVO CAMPEÓN Las bromas riverplatenses encontraban revancha cuando los fuertes vientos del sudeste subían el nivel del Río de la Plata y las calles de la ribera se anegaban:
LA BOCA, LA BOCA LA BOCA SE INUNDÓ Y A TODOS LOS BOSTEROS LA MIERDA LOS TAPÓ Los años ‘60 renovaron el repertorio de las canchas con adaptaciones de los temas más populares de Palito Ortega, Chico Novarro, Rubén Mattos y muchos cantantes que se subían a la masividad de la televisión. Pero la creciente violencia política de esos tiempos se empezó a trasladar pronto a las tribunas. Mientras el fenómeno de las barras bravas encontraba su caldo de cultivo y aparecían los primeros muertos en el fútbol (un hincha de Quilmes abatido por otros de Atlanta en 1962, y el asesinato de un simpatizante de Racing a manos de barras de Huracán en 1967) las expresiones orales de las gradas también hacían eco de los tiempos que corrían. La entonación de la Marcha Peronista era una provocación que los militares en el poder no podían controlar: cuando el peronismo estuvo proscripto (1955-1972), las canchas de fútbol fueron un paréntesis para expresiones de libertad que fuera de las tribunas hubieran valido una condena a la cárcel, cuando no la tortura y la muerte. Las consignas se empezaron a tornar violentas. Ya no sólo valía alentar a los propios, también se había hecho común amedrentar a los rivales, despreciarlos, insultarlos. La popular canción No vamo’ a trabajar (de Rodolfo Zapata) se transformó en una amenaza para los hinchas de Racing que cruzaban el Riachuelo que separa Avellaneda de La Boca:
MIÉRCOLES SÍ, ME VOY A VER A BOCA
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CORRIMO’ A LA ACADEMIA Y LOS VAMOS A MATAR QUE APRENDAN A NADAR, LOS VAMOS A MATAR
tipo nutrieron los versos populares. Cualquier jingle de televisión empezó a repetirse en las canchas con su aditivo soez. Canciones infantiles, temas de rock y hasta marchas militares tuvieron su versión tribunera, rebosante de palabrotas, garabatos, puteadas... Así, cuando en el verano de 1982 todos coreaban hasta el hartazgo el jingle Bobby, mi buen amigo para poner fin al abandono de mascotas en las rutas, los de San Lorenzo retocaron la letra para revivirla en las canchas de la B, luego del descenso de 1981:
YA TODOS SABEN QUE LA BOCA ESTÁ DE LUTO SON TODOS NEGROS SON TODOS PUTOS
CUERVO, MI BUEN AMIGO ESTA CAMPAÑA VOLVEREMO’ A ESTAR CONTIGO TE ALENTAREMOS DE CORAZÓN ESTA ES TU HINCHADA QUE TE QUIERE VER CAMPEÓN
La violencia y la discriminación fueron encarnándose en el discurso del núcleo más pesado de las barras, naturalizándose enfermizamente hasta rebasar su ámbito y transformarse en canciones que entonaba toda la tribuna. Así, un médico, un maestro o un empleado bancario se encontraban el domingo cambiándole la letra a la festiva melodía Vos sos un caradura, de Palito Ortega:
El lenguaje había perdido esa compostura de antaño. No importaba que atrás estuviera la “tribuna de damas”, ni que al lado un padre llevase sobre sus hombros a un chiquito: insultos y agravios de todo
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El hit se convirtió en un himno tribunero, con una contagiosa alegría que pronto se terminaría con la Guerra de Malvinas. Ese mismo año, con unos meses
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de diferencia, la dictadura difundió una canción de un niño que le hablaba a su hermano que iba al frente de batalla contra los ingleses, pero el respeto y la emoción que producía la canción original se diluyó cuando La Doce, como empezó a conocerse a la hinchada de Boca, la transmutó en:
VALE DIEZ PALOS VERDES SE LLAMA MARADONA Y TODAS LAS GALLINAS ME CHUPAN BIEN LAS BOLAS No importaba nada. En los ‘80 se había desatado un duelo de “ingenio” por la “adaptación” de los temas musicales más populares. Fue el momento en que tomó su protagonismo estelar la hinchada de San Lorenzo, la número uno en los copyrights de este ranking de picardía. A los ya conocidos ingredientes de violencia y discriminación, agregó uno nuevo: la droga. Las tribunas comenzaron a vanagloriarse de fumar marihuana, y tomar vino y cocaína. El tema Me lo dijo una gitana (Katunga) revivió como:
atraída por el discurso del éxito a cualquier precio de los años ‘90: los hinchas de la hinchada, jóvenes que ya no tenían por ídolos a los cracks de la pelota, sino a los más bravos de esa turba de delincuentes en que se habían convertido las barras. La cumbia, tan sonora y alegre, era el nuevo ritmo con el que se retaban a duelo, repasaban a los “caídos en combate”, arremetían contra la policía y elevaban los nombres de los líderes de las barras hasta el estrellato. Había comenzado la triste “cultura del aguante”. Por ejemplo, el carnavalesco Meu amigo Charlie Brown pasó a ser:
OH, NO TENÉS AGUANTE OH, OH, OH, OH OH, NO TENÉS AGUANTE ROJO PUTO, VIGILANTE
Sin embargo, cuando el riverplatense Ramón Centurión fue sancionado por doping positivo en 1986, los mismo hinchas que hacían una apología de las drogas saltaron sin problemas al bando hipócrita:
Pero los ‘90 también trajeron la masividad de la TV por cable, y las canciones que hasta entonces se transmitían de boca en boca, de estadio en estadio, pronto pudieron ser copiadas en toda la Argentina, en toda América. Nocivo producto de exportación, junto al colorido ingenio de las letras adaptadas de Los Fabulosos Cadillacs, Los Auténticos Decadentes, Fito Páez, Gilda o los Redondos, viajaba inmerso el discurso de la xenofobia, el machismo más abyecto, la discriminación sexual y la violencia como medio de ascenso en el mundo de las barras. Lo llamaron aguante, y es una manzana podrida que viaja escondida en cada caja de exportación.
CENTURIÓN, CENTURIÓN, CENTURIÓN CENTURIÓN NECESITA LA FALOPA Y ALONSO UNA PIJA, O UN CONSOLADOR CHE GALLINA, LA PUTA QUE TE PARIÓ
Uruguay, Chile y Paraguay, primero. Perú, Colombia y México, después. En la actualidad ya no extraña oír las versiones argentinas en estadios de Israel, Grecia o Japón.
Lo llamativo es que semejante diatriba se entonaba al ritmo de Argentina es nuestro hogar, una canción interpretada con fines benéficos por decenas de artistas, inspirada en USA for Africa. No se respetaba ningún código.
La Copa del Mundo 2014 sirvió de escenario para que algunos (muchos) hinchas argentinos lustraran el bronce de su pedantería y arrogancia, cuando mutaron el bello Bad Moon Rising de Creedence Clearwater Revival en un ofensivo:
Enseguida, las hinchadas empezaron a cantarle a los muertos que sumaban los rivales, en esa lógica de barrabrava en la que los desafíos para pelear empezaban a ser la razón de estar, el ámbito de pertenencia al club, dejando a los jugadores en un humilde segundo plano. Fue el momento en que se pudrió todo y apareció en escena una nueva generación
BRASIL, DECIME QUÉ SE SIENTE TENER EN CASA A TU PAPÁ TE JURO, QUE AUNQUE PASEN LOS AÑOS NUNCA NOS VAMOS A OLVIDAR QUE EL DIEGO LOS GAMBETEÓ Y EL CANI LOS VACUNÓ ESTÁS LLORANDO DESDE ITALIA HASTA HOY
ME LO DIJO UNA GITANA ME LO DIJO CON FERVOR O LARGÁS LA MARIHUANA O TE VAS PARA EL CAJÓN
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A MESSI LO VAS A VER LA COPA NOS VA A TRAER MARADONA ES MÁS GRANDE QUE PELÉ Como “los boludos son como las hormigas, están en todos lados” (Maradona dixit) este himno albiceleste tuvo una nueva versión para la Copa América Chile 2015, en la que se redobló el mal gusto y se lanzó al cesto de la basura la pregonada hermandad latinoamericana:
CHILE, DECIME QUÉ SE SIENTE SABER QUE SE TE VIENE EL MAR TE JURO QUE AUNQUE TE TAPE EL AGUA NUNCA TE VAMOS A AYUDAR PORQUE VOS SOS UN TRAIDOR, VIGILANTE Y BOTÓN EN LA GUERRA NOS VENDISTE POR CAGÓN POR ACÁ NO VENGAS MÁS OJALÁ TE TAPE EL MAR QUE TE AYUDEN LOS INGLESES A NADAR Viene la Copa América del Centenario y este canto tendrá una nueva versión. Y la seguirá teniendo
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en cada torneo, contrastando la magnificencia del fútbol argentino con la pobreza en la que se va sumergiendo una masa enorme de sus hinchas. Un modelo que todos copian, pero que –créannos- lleva por mal camino. *Periodista argentino. Ha escrito, entre otros medios, en El Gráfico, France Football, Kicker (Alemania), Panenka, ESPN Magazine y revista Fox Sports. Coautor de los libros de Independiente, Vélez Sarsfield y Rosario Central, publicados por Editorial Atlántida, y de la obra “Copa Libertadores 1960-2010”, editada por la Conmebol. Productor periodístico del programa “De Zurda” con Diego Maradona y Víctor Hugo Morales (Brasil 2014). Jurado del Salón de la Fama del Fútbol Internacional (Pachuca, México).
CHARLIE SAY NO MORE. CON ESTE NO SE JODE, SE LE QUIERE.
Por Esteban Abarzúa (@eabarzua)*
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L 30 DE ENERO DE 2002, el ex senador Sebastián Piñera, entonces presidente de Renovación Nacional y candidato permanente a la Presidencia de la República desde la campaña de 1999, dejó constancia de una comunicación importante que mantuvo ese día con un alto funcionario del Gobierno de Ricardo Lagos. Quería darle carácter de urgencia al proyecto de ley de sociedades anónimas deportivas, moción presentada por el propio Piñera en su último día como legislador, el 10 de marzo de 1998: “Arturo Salah, director de Chiledeportes, me acaba de informar de esta resolución del Gobierno para que el proyecto le permita al fútbol contar con una nueva estructura jurídica, más moderna, eficiente, transparente y participativa. La próxima semana se estará debatiendo en el Congreso sobre este proyecto, que esperamos sea aprobado lo más rápido posible, porque no hay que esperar que los problemas exploten en la cara como la quiebra de Colo Colo para que se tomen las acciones que corresponden”. La cita es reproducida por el diario La Segunda siete días después de que un tribunal decretara la quiebra del Club Social y Deportivo Colo Colo, el 23 de enero de 2002. El 23 de julio de 2002, seis meses después, Lagos presentó finalmente el proyecto de ley respectivo, que en el mensaje presidencial adjunto reconocía la historia previa de la iniciativa: “Recoge y ha tenido su inspiración en la moción parlamentaria presentada por el ex senador Sebastián Piñera y la indicación sustitutiva a dicha iniciativa presentada por los
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senadores Carlos Ominami y Jorge Pizarro, y el ex senador Ignacio Pérez”. Salah había sido elegido a comienzos de 2001 para concretar el debate en torno a los dos grandes proyectos del Gobierno de Lagos en el área del deporte: el Estatuto del Jugador y la ley de Sociedades Anónimas Deportivas. Pese a no ser un hombre identificado con la Concertación, la figura de Salah como director de Chiledeportes aseguraba, según la prensa de la época, un apoyo transversal a estos proyectos que inicialmente también consideraban la intervención del Estado en la televisación de los partidos. En ese momento no existía el Canal del Fútbol y al interior de la Concertación se discutía la necesidad de resguardar la importancia social del fútbol: la postura mayoritaria en el Gobierno apuntaba a legislar para que los partidos de alta “trascendencia o significación pública” fueran transmitidos por la televisión abierta con cobertura nacional. Uno de los primeros aportes de Salah en el cargo fue sacar del debate el tema de la televisión, advirtiendo que el Estado podía aparecer como interventor en un asunto que se rige por reglas del mercado internacional, y que podía generar un problema adicional a la autoridad de turno al tener que determinar qué partidos irían por los canales abiertos (¿Colo Colo, la U, la Selección, los clubes chicos, los clásicos, los finales de campeonato?). Era razonable el argumento del nuevo Director de Deportes, pero de esa manera también mutiló la discusión sobre la responsabilidad social de las organizaciones deportivas profesionales. Acostumbrado a trabajar cerca del poder, o en
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posiciones de privilegio, el tema social no sería una disonancia menor en su carrera. Arturo Salah Cassani (Santiago, 1949), ex jugador de Audax Italiano, Universidad Católica, Universidad de Chile y Palestino, y ex entrenador de Colo Colo, Universidad de Chile y la Selección, entre otros, tenía entonces algo que la administración de Lagos quería imponer como sello de su periodo: el criterio técnico. Era un hombre del fútbol, ligado además a la figura indiscutida de Fernando Riera y que, de hecho, había intentado implementar la Unidad Técnica Nacional en la Federación de Fútbol de Chile a principios de los 90. Aunque esa aventura previa quedó en nada, al menos a él lo perfiló como un hombre serio con un proyecto de desarrollo y un título universitario de ingeniero civil debajo del brazo. Su misión sería adaptar el proyecto de Piñera a la agenda del laguismo. En principio, hay tres grandes diferencias ideológicas entre la propuesta de Piñera y el proyecto de ley presentado por Lagos con los auspicios de Salah: impuestos, limitaciones a la propiedad y obligación de incorporarse al sistema. Lo que más le molestaba al Gobierno en la propuesta del ex senador eran las exenciones tributarias que este sugería para aquellas instituciones que invirtieran recursos en infraestructura y promoción (divisiones menores o comunidad), lo cual abría la puerta a que las sociedades anónimas deportivas profesionales (SADP), consideradas en toda la línea como empresas privadas, accedieran a beneficios destinados exclusivamente para apoyar al deporte amateur y las corporaciones sin fines de lucro. De modo que el Gobierno eliminó esa posibilidad en su proyecto, reduciendo las exenciones a las que establecía la ley del deporte. En el segundo punto, se intentó evitar la concentración de propiedad en los clubes, que Piñera dejaba a merced del mercado: “Ningún accionista de una sociedad a que se refiere esta ley podrá poseer directa o indirectamente, y en forma simultánea, una participación en la propiedad de dicha sociedad superior al 49% de su capital social”. Detrás de este artículo, el proyecto en realidad escondía un temor:
que los grandes grupos económicos o incluso un solo empresario con afanes absolutistas se adueñaran de los clubes y quisieran conducir al fútbol por un camino que no estaba considerado en su espíritu original. Una inquietud bastante ingenua, en todo caso, y superada largamente por el mercado. La tercera diferencia no surgió de las preocupaciones políticas de la centroizquierda, sino de la propia Asociación Nacional de Fútbol Profesional. Piñera planteaba un escenario en que todos los clubes profesionales debían transformarse en sociedades anónimas y Salah estaba de acuerdo, pero desde la ANFP surgió una fuerte oposición al respecto: se requería una alternativa para aquellas instituciones que prefirieran mantenerse en el sistema como corporaciones de derecho privado sin fines de lucro. El Gobierno hizo suya esa reivindicación, que en el papel finalmente funcionaría apenas como un saludo a la bandera. Aunque se identificó personalmente con el ideario de las sociedades anónimas deportivas y fue capaz de generar los consensos necesarios para llegar con un proyecto al Congreso, Arturo Salah renunció a su cargo de Subsecretario de Deportes en los primeros días de marzo de 2003. El Mercurio, en su edición del 7 de marzo, reproduce algunas de sus palabras en la hora del adiós: “Esto es como los edificios. Para construir uno de veinte pisos hay que crear un cimiento de por lo menos cinco hacia abajo. Y siento que por lo menos eso está creado, sólido y funcionando”. Obviamente, Salah se refería a los proyectos que estaban encima de la mesa. Su salida, sin embargo, se produjo por una falta de sintonía con el mundo social representado por clubes de barrio y otras organizaciones de base que se estaban quedando al margen del sistema de donaciones deportivas que establecía la Ley N°19.712, promulgada en febrero de 2001 y que dio origen al Instituto Nacional de Deportes, del cual Salah fue su primer director. El nuevo sistema instaló una burocracia y una serie de requisitos legales que les complicaron la vida a los dirigentes de instituciones menores y, por el contrario, favorecieron la aparición de expertos y asesores pagados que ayudaban a grandes empresas e instituciones más fuertes a acaparar el beneficio de las donaciones. La queja social, achacable a un mal diseño de las políticas de capacitación a dirigentes
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locales por parte del Instituto, representaba un flanco abierto para un Gobierno cuya fuerza electoral residía justamente en esos sectores de la sociedad. Por eso se le pidió la renuncia a Salah, cuyo criterio técnico no bastaba para garantizar los mecanismos de participación social.
suponía cierta relación con la sociedad y la historia de los clubes a los cuales las sociedades anónimas llegarían a reemplazar: la elección y participación de consejeros representativos sin goce de sueldo, quienes tendrían la misión de asesorar al directorio en sus decisiones.
La historia de la Ley N° 20.019, que define la era de las sociedades anónimas deportivas profesionales en el fútbol chileno, muestra todos los hitos de la discusión parlamentaria, que al momento de la partida de Salah recién había superado la aprobación de la Cámara de Diputados. El oficio ley despachado por la Cámara (96 votos a favor, ninguno en contra) no tenía diferencias de fondo con el proyecto original, aunque ya agregaba una serie de leoninos requisitos a las corporaciones o fundaciones que intentaran mantenerse al margen del lucro en su administración.
El otro cambio crucial surgió a partir de una indicación de los senadores Alberto Espina, Eduardo Frei y Jorge Pizarro sobre la limitación de la propiedad, que pasaría del 49% al 51% y permitiría que el fútbol se convirtiera en un mercado más atractivo para nuevos inversionistas. Esa interpretación, que en el fondo operaba a partir de la caricatura de que las antiguas corporaciones prácticamente habían sido saqueadas por dirigentes irresponsables que debían desaparecer para siempre del fútbol, implicaba una ecuación económica que cambiaba las reglas del juego: clubes nuevos y nuevos dueños. Finalmente, por cierto, la ley se promulgó sin ningún tipo de restricción a la propiedad: un accionista podría concentrar el 100% del capital social en un club. La única limitación sería que ese mismo accionista, o alguno de sus familiares directos, no podría ser dueño de más de un 5% de la propiedad en otro club. De esa manera, se ponía en práctica una regla de oro del libre mercado: el que pone la plata toma las decisiones. Por lo mismo, también se eliminó la letra g) del primer artículo transitorio en el proyecto presentado por Salah, que decía lo siguiente: “Los socios debidamente inscritos de los actuales clubes profesionales tendrán derecho preferente de compra respecto de las acciones de primera emisión que se ofrezcan a la venta”. Al sacar ese derecho preferente de compra también se borraba la incómoda figuración de los antiguos socios de los clubes en el nuevo modelo administrativo, que liberalizó al máximo la propuesta inicial de Salah y, por el contrario, nunca se preocupó de perfeccionar la fiscalización de las nuevas empresas creadas en torno al fútbol profesional, que había sido uno de los principales argumentos del Gobierno de Ricardo Lagos para justificar el cambio. Prometieron mayor transparencia y fiscalización, pero, en rigor, los nuevos dueños se adaptaron rápidamente a unas reglas que los dejaban hacer negocios sin ningún tipo de control.
Nótese al respecto la intervención final del entonces diputado Jorge Burgos después de la votación (8 de enero de 2003): “Estimo que cuando el Estado y la sociedad establecen una forma jurídica para una determinada actividad, es mejor hacerlo de una sola manera. Cuando en nuestro país se legisló sobre los fondos previsionales, se estableció que era a través de sociedades anónimas; cuando se legisló cómo debían hacerlo los bancos, se concluyó que debía ser a través de sociedades anónimas abiertas. Más allá de todas las presiones, hubiese sido mejor -contando con un mayor plazo- haber establecido que los clubes profesionales serán sociedades anónimas, y no dejar la puerta abierta a que las corporaciones y fundaciones puedan seguir existiendo. Me parece que ésa habría sido una buena señal”. El Senado posteriormente perfeccionaría las trabas para que las corporaciones sin fines de lucro siguieran existiendo en el fútbol profesional, fundamentalmente a través de un ítem insalvable para ellas: la deuda tributaria que arrastraban los clubes desde hace décadas. Derechamente se les ofrecieron mejores condiciones en el convenio de pago a aquellos clubes que optaran por el modelo de sociedades anónimas. La promulgación de la ley, el 5 de mayo de 2005, dejó constancia de la dura transición ideológica del proyecto para su inserción en el mercado de capitales. El Senado eliminó de cuajo la figura del Consejo Deportivo, propuesto desde un comienzo por Piñera, que
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Hay una columna de Igor Ochoa, Premio Nacional de Periodismo Deportivo en 1998, que advertía el
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carácter más bien inconcluso del trabajo de Arturo Salah en el Instituto Nacional de Deportes. Ochoa admitía “el asentamiento de una nueva estructura en Chiledeportes y el impulso a la ley de sociedades anónimas deportivas”, pero le preocupaba lo que venía: “Cuando estaba en el momento de afinar su tarea, de probar en la práctica la eficacia de los esquemas, decide partir. Y se va, lógicamente, sin resolver los nudos del deporte chileno en su relación con la sociedad”. Después de su decisivo aporte en la fase inicial de la discusión de la Ley N° 20.019, Arturo Salah volvió a dirigir a varios clubes hasta que finalmente se retiró en la banca de Wanderers en 2012. Al año siguiente, sin embargo, su nombre volvió a ser vinculado directamente con el nuevo modelo administrativo al asumir como presidente de Blanco y Negro, la sociedad anónima que mantiene la concesión del Club Social y Deportivo Colo Colo por un periodo de 30 años (hasta 2035). A partir de ese momento, Salah figuró como testigo privilegiado de todas las omisiones en que había incurrido la ley que él mismo había patrocinado. Más aún, en diciembre de 2015, tras renunciar a su inestable mandato en ByN, su nombre fue propuesto para encabezar una apurada elección de directorio de la ANFP, sumida en una crisis financiera y directiva insospechada para ese modelo más transparente y legalmente responsable que él defendía. El órgano más importante de la ANFP es el Consejo de Presidentes y este representa a cada una de las sociedades anónimas deportivas del fútbol profesional. Aunque todavía tenga el formato de corporación sin fines de lucro, la ANFP sigue desde hace años los lineamientos de la ley SADP. Así quedó claro a fines de 2010, por ejemplo, con el golpe de timón que desalojó a Harold Mayne Nicholls por defender ideas que en ese momento no les convenían a los grupos económicos que controlaban los clubes. Dicho de otra manera, las aberraciones del mandato de Sergio Jadue fueron fomentadas, e incluso defendidas en su peor momento por la Comisión Sobornos, bajo el esquema de control de las sociedades anónimas. A mayor abundancia, quince clubes recibieron préstamos irregulares por parte de Jadue, quien finalmente sucumbió a su propia ambición, producto de las maniobras en la Conmebol que lo pusieron frente a la Justicia de Estados Unidos.
El desafío de Arturo Salah, como nuevo presidente de la ANFP, ahora apunta a depurar el modelo de las sociedades anónimas en el fútbol. De hecho, una de sus ideas es transformar la misma ANFP en una sociedad anónima, aunque por ese camino el fútbol profesional también debería renunciar a las últimas franquicias tributarias a las que accede a través de los fondos de desarrollo del deporte, y además quedaría en cuestionamiento el control que mantiene en la comercialización de los derechos de la Selección Nacional de Fútbol, que en rigor le pertenecen a la Federación de Fútbol de Chile. Como artífice del modelo, por supuesto, Salah no sólo es el hombre más indicado para enfrentar el desafío, sino que por esta misma vía terminará de convertirse en el mayor responsable de lo que ocurra en el futuro con el fútbol chileno. Los malos manejos directivos de siempre y la falta de fiscalización de un sistema que contractura esa obligación al delegarla en cuatro organismos diferentes (la Superintendencia de Valores y Seguros, el Ministerio de Justicia, el Ministerio de Deportes y la ANFP) son la piedra de toque de una idea que prometía una nueva era y que hoy tiene a varios clubes al borde de la quiebra y urgidos por una pronta venta del CDF para resolver sus problemas de caja. Como sea, el criterio técnico del que hacía gala Salah cuando defendía la necesidad de la ley ya no es suficiente. Los nuevos dueños del fútbol no son tan distintos de los antiguos dueños y el único punto a favor del modelo de sociedades anónimas es que ahora las responsabilidades se pueden perseguir a través de la Justicia. Salah llegó a la ANFP aclamado como un hombre honesto y esa virtud será puesta a prueba cuando le toque aplicar las drásticas sanciones que él mismo prometía cuando explicaba las maravillas del nuevo sistema. Desde una mirada más escéptica, también corre el riesgo de aparecer finalmente como un hombre correcto con las ideas equivocadas. * Subeditor de Deportes de Las Últimas Noticias. Autor de los libros “Secretos de Camarín”, “Chilenos de oro”, “Me pongo de pie”, “Soy del Colo” y “Las Pelotas”. Ganador del Premio Periodismo de Excelencia, mención crónica, de la Universidad Alberto Hurtado y del Premio Aporte a la Literatura Deportiva, del Círculo de Periodistas Deportivos de Chile.
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ENTREVISTA / JUAN MANUEL SILVA
La idea del fracaso vive al lado del corazón
Por Daniel Campusano (@dcampusano2015)*
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S UNA PORTADA inconfundible. Para algunos un diseño arriesgado, llamativo, excesivo; para otros, una apuesta entrañable, cercana y, quizá, inevitable. Y es que el álbum amarillo de Italia 90 se convierte en la bisagra argumental y emocional de la historia: en el faro donde el narrador crece, tropieza y, sobre todo, regresa, bucea. Dos décadas más tarde, el protagonista -ya veinteañeroencuentra el álbum y el hallazgo ilumina un episodio que jamás se ha convertido en ceniza: esa imagen invernal y abrumadora de su madre quemando el álbum después del triunfo de Alemania; el horror infantil de un niño mitad argentino; el conocimiento de ese nudo inexplicable que los adultos asocian a la
angustia, a la impotencia, a esa mezcla de sobresalto y parálisis cuando vemos la combustión de un sentimiento, de un símbolo que, intuimos, es definitivo. Juan Manuel Silva nació en Mendoza, en 1982, pero creció en Chile y aquí estudió Literatura, publicó tres libros de poesía, tradujo a Wallace Stevens y se convirtió en editor de Planeta y del impecable sello Montacerdos. Tuvo la gentileza de conversar con De Cabeza respecto a la gestación de su primera novela Italia 90 (publicada recientemente por Calabaza del Diablo), la significancia de ese suceso en particular, sus resonancias contextuales y las posibles lecturas entre el fútbol y, por qué no decir-
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lo, los vaivenes de la sociedad contemporánea. 1. Juan Manuel, parto quizás con una duda ineludible: ¿cómo llegaste a concebir el fútbol como el escenario de tu novela? Para responder se me viene a la cabeza el ensayo del profesor chileno, Jorge Moreno, donde plantea que el mundial fue una suerte de rudimento de la vida comunitaria antes del golpe de Estado, un lugar de reunión, un espacio donde no habían individuos. En ese sentido, medio en broma y medio en serio, hace unos años quise escribir un poema que hablara de ese sentir. Trataba sobre mi abuelo paterno, sindicalista de la Compañía de Gas y arquero. En una parte el sujeto dice “los años en que mi falo era duro como un central uruguayo”, y creo que esa imagen concentra todo lo que sería después Italia 90: el fútbol como búsqueda de lo colectivo, es decir, de lo pretérito, lo perdido; además de la indagación en la familia como
figura del pasado. Hay una suerte de añoranza de un tiempo más violento, pero también más justo, que yo he elidido inconscientemente de mi discurso, casi como he incluido voluntariosamente el tema de la identidad y de las fronteras, pues es algo que a mí me complica, dado que aún no tengo muy claro de qué lado de la cordillera está mi imaginario. La historia del álbum quemado es en parte cierta, y me ronda desde el 90 (con todos los componentes de ese año: el quiebre de una década, la muerte de mi abuelo, la llegada de Menem a Argentina, la promesa de progreso, la salida de una “oscuridad” y la promesa de la alegría), y la idea de trabajar este tema aparece en el poemario Trasandino (Calabaza del Diablo, 2012), donde se me ocurrió escribir un texto con estas coordenadas; aunque a poco andar me di cuenta de que era una historia, un relato, lo que me obligó a cambiar de formato e intentarlo como novela. En realidad lo que yo quería era escribir un poema, pero terminó siendo una historia con personajes. 2. Veo que el año 1990 no sólo te remite al suceso del mundial de fútbol… Sí, cierto. Mira, cuando escribí la novela pensé mucho en Goodbye Lenin y esa hermosa escena en la que Alemania festeja la Copa del 90 (que, en el fondo, pareciese coronar gozosamente la reunificación futura de octubre de ese año). Me parece que ese hecho rima con la asunción de Aylwin el 11 de marzo del 90, y la de Menem el 8 de julio de 1989, curiosamente un año antes de la final de Italia 90. Lo que quiero decir es que escribí con la impresión de que 1990 era un año bisagra en la historia que nos tocaría vivir y que la imagen con la que recordaría ese punto tenía que ser el Mundial de Fútbol. 3. En perspectiva, ¿cómo es posible leer el evento? Un personaje de la novela, por ejemplo, dice que fue un antes y después del triunfo definitivo de la mercantilización en el fútbol. Además de ser el trampolín de la memoria, ese Mundial (para mí) es el último que se luchó en serio, con jugadores que no especulaban para irse a tal o cual equipo, con técnicos que ponían lo mejor que tenían, sin pudor a colgarse bajo el travesaño o irse de la manera más estúpida en pos del área rival. Es un Mundial con expulsiones violentas, con jugadas maravillosas y, sobre todo, con mucha emoción en cada partido.
ENTREVISTA / JUAN MANUEL SILVA
GRAN INAUGURACIÓN. El mundial que pensamos que íbamos a ganar. Así nos fue.
Quizás porque es el primero que vi o porque efectivamente se iba con todo a cada pelota, siento que cuando se lo tilda de “sucio”, “lento” o “mezquino” por la ínfima cantidad de goles por partido o el ritmo con el que se daban los tránsitos entre la defensa y la delantera de los equipos, basta solo revisar un par de partidos (Alemania-Inglaterra, Inglaterra-Camerún o Camerún-Colombia, por poner un par de ejemplos) para darse cuenta de que esto no es así. Para mí ese Mundial es el último con algo de espíritu barrial, con la picardía y entusiasmo que tienen los partidos de ligas comunales, donde se va a cada quiñe como si fuera el último. 4. ¿Te preocupó la lectura de personas sin un ideario futbolístico? ¿Te preguntaste cómo comunicar la historia, por ejemplo, a quien desconoce la figura de Caniggia y la jugada previa de Maradona en el gol a Brasil? ¿Has tenido ese tipo de observaciones o críticas al respecto? En realidad no, porque pienso que los temas no son impedimento para que alguien entre en una historia. Me pasó con Cars -esa película de Pixar- en la que se representa el conflicto de
la modernización tecnológica y capitalista mediante autos, cuestión que podría haberme chocado (porque nunca me han interesado los autos), pero no. Sentí que estaba emparentada con Luna de Avellaneda y Pompoko, por ejemplo. Que esta novela se haya tratado de mi relación con el fútbol y, en específico, con el fútbol argentino y el Mundial del 90 fue azaroso. Como te decía, la imagen de mi madre quemando el álbum y la experiencia negra de esa final me persiguen hasta el día de hoy. Ahora bien, la voluntad de representar estos temas, motivos y materias no es para nada azarosa… Para responderte la pregunta, imagino que si el relato tiene algo de interesante (y con esto quiero decir que sea capaz de provocar algo a un grupo de personas) podrá encontrar sus lectores, más allá de que se trate de matemática, botánica o de un club de rayuela de Contulmo… Y la verdad es que no quería que mi novela se tratase de escritores, ni de estudiantes de literatura enamorados, ni de la confesión depresiva de un joven de clase media con una vida sin objeto, ni menos un texto autoficcional llorón en que el personaje se quejase de los errores de sus padres; tampoco quería que fuera una apología del
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acto de escribir o una metanarración. 5. La novela no es un relato lineal y, podríamos decir, el narrador tiende a la dispersión de temas y escenas: de un párrafo a otro cambias de anécdotas, años y personajes. ¿Se te hizo necesario focalizar la voz de este modo? Como autor y editor, ¿sientes afinidad por este tipo de voz y estructura en las obras literarias? Es verdad que la estética de las escenas o el modo de hilar la historia no es lineal, pero creo que, salvo un capítulo, la estructura es bastante lógica y tradicional; es decir, que se entiende que hay una progresión de un punto A a un punto B a través de espacios, tiempos y personajes. A mí, personalmente, me desespera que se narre con la misma velocidad y sonoridad un almuerzo y una muerte. Pienso en El sonido y la furia y “La muerte y la brújula”, por poner dos ejemplos que nada tienen que ver. En ambos se representa estéticamente el encierro, al punto que se crea un ámbito de clausura mediante la palabra. No creo que me haya resultado, pero los saltos, la velocidad y la incoherencia tienen que ver con eso. Con respecto al patchwork de anécdotas, o pequeños relatos intrascendentes, creo que alguna vez se lo escuché o leí a Raúl Ruíz y me interesó mucho: un
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modo de representación parcial, de oídas y profundamente metonímico, sin finalidad ni objeto, que avanza intentando aprehender aquello que se escapa, como un pez. En mi caso esto no fue motivado y se fue dando más por tratar de evitar tanto el fragmento como el párrafo infinito que va como una cámara (nouveau roman) avanzando por la realidad. Ocurre, entonces, que al proponerme esto terminé por construir el relato desde muchos retazos, así como se escucha una conversación: intentando llegar a algún punto pero dando muchas vueltas, elidiendo, retrocediendo sin aviso, y todo esto para mantener la atención de quien escucha. Lamentablemente, no sé si esto resultó o no. 6. Al asociar el resultado de las finales de Italia 90 y Brasil 2014, se expresa “Nada se detiene, porque para la gran mayoría de la gente nada cambia. ¿Qué es eso de que el fracaso es formativo, cuando nunca te ha tocado ganar?”. ¿Cuál es la idea encerrada en esta frase? ¿Crees, por ejemplo, que existe una trampa del modelo económico al masificar mensajes y posibilidades aspiracionales? Podría asociarlo al consejo de Horacio a los jóvenes poetas: que no se echen a la espalda más de lo que pueden soportar. Hay en esta comprensión de los límites un tipo de mesura que nada tiene que ver con la resignación. Me parece que conocer las taras es fundamental en un imaginario capitalista que busca rentabilizar el trabajo y las
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PUÑO ARRIBA. El frío nos trajo el fútbol que no vimos venir.
capacidades de las personas. Dicho esto, que nada cambie y que rimen dos fracasos tiene que ver con un tipo de sujeto que vino aparejado al “progreso” y el capitalismo: aquel que confía que, mediante el conocimiento institucional, el esfuerzo, los negocios o la aprobación general se logrará salir de un estadio inicial miserable. En el contexto de Chile, es la historia de quienes (sobre todo si se viene de abajo) se arrancan del lugar al que pertenecen sus padres y creen que a través del estudio o el dinero, dejarán de ser quienes eran. En realidad, me quise reír un poco de esa idea de éxito tan arribista que reina en Chile: parecerse a los extranjeros o a esa seudoaristocracia tan rasca de apellido vinoso, o sea dejar de ser uno, olvidarse. Lo que subyace a todo esto es una pregunta: ¿por qué tendríamos que ser exitosos? ¿Qué pasaría si no cambiara nada? Al parecer la respuesta es desoladora para la gran mayoría. Pero no sé. A mí me gustaría que cambiara todo, porque como en la vida, lo que no cambia muere, pero también hay ciertas cosas que no cambiaría, y una de esas es el espacio de donde vengo. 7. En la formación sentimental del personaje el relato de sus años escolares y universitarios siempre está cercana la inconformidad y la pesadumbre (la experimentación y los excesos parecen destruir más que acompañar
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o “aprender”, si cabe la palabra). Pero, más adelante, se señala la idea es “vivir sin timón, en el delirio, pero piola”… ¿Crees que de eso se trata, de algún modo, la madurez? De despejar, de simplificar la cotidianeidad y las pulsiones. Agradezco que hayas reparado en esa línea, que es un parafraseo de una cita de Bolaño a Mario Santiago. Me llama mucho la atención que la “endiucación” sentimental a la que nos sometemos (porque los que agachamos el moño somos nosotros) sea tan cuadrada, tan poco libre, tan establecida. Diría que hasta lo que creemos de la literatura es estrecho. Y si quería parodiar esa cita tanto como lo que representa esa ridícula elevación de la figura del artista a un sitial de alteridad y nobleza extremas; lo hice no porque quiera burlarme de los poetas (yo escribo poesía, de hecho), sino de la idea estúpida que se tiene de ellos. No creo que Bolaño haya querido eso, pero lo que generó su respeto por los poetas y sus vidas fue realmente nocivo; esto, porque el personaje borracho, excéntrico, rebelde, vago y enigmático, no es más que una caricatura juvenil de la vida terrible que le toca a los poetas (y a los artistas, en general). Parece que hay que explicarle a la gente que no es divertido ser alcohólico. Como que no se entiende que hay un desbalance síquico importante, que la soledad, la tristeza y la desesperanza no son cuestiones accesorias y que vivirlas no es heroico, sino de un patetismo que acaba hundiendo (y que ni siquiera inspira compasión). 8. Me imagino que, como lector, tenías en mente otros referentes además de Bolaño… Quería representar esta fiesta sin sentido, este alcoholismo galopante de los 90 como una realidad, o como plantea Jaime Pinos, “Beber, beber, hablar de otra cosa. Eso ha sido la postdictadura”. Pienso también en ese personaje de “Los adioses”, de Onetti, ese basquetbolista borracho que ha perdido su función y toma todo el día. Bueno, toda una generación perdió su función y no le quedó otra que perderse en la botella (como Mi bella genio) o trabajar; la tercera vía es la más aceptada: tomar y trabajar, como idiotas. Y por último, como
PENAL TRUCHO DE CODESAL, Diego en un pie; asunto terminado. Los campeones que le copiaron la camiseta a Palestino (?).
no son heroicas ni fantásticas las vidas de los artistas, tampoco es tan básica y castrante la vida contemporánea. Siempre hay opciones, aunque la literatura chilena tienda a uniformar todo: o se lamentan porque no les salen las cosas o celebran las películas de moda, los celulares y sus viajes al extranjero. 9. Respecto a tu identidad mitad argentina, mitad chilena, ¿demostraste de niño un entusiasmo por Argentina en la época que Chile estaba lejísimos del primer nivel futbolístico? Aunque sea de un biografismo peligroso la pregunta, creo que es importante destacar que para mí todo lo relativo a Argentina es femenino, materno, como las primeras palabras que uno aprende. Y es que tuve la suerte de experimentar la vida lenta de provincia (esa que abominaba Antonio Di Benedetto) en Mendoza: los carnavales, las siestas, los partidos interminables en la calle. En el fondo, todo lo que tiene que ver con Argentina está relacionado a mi mamá, que, obviamente, es argentina. Algo parecido ocurre cuando recuerdo haber seguido a la selección, la fascinación por la forma de jugar del Boca de Bianchi y, en especial, de Juan Román Riquelme, la admiración por Traverso, Serna y el Patrón Bermúdez. Aun así, por más que se crea que todos los argentinos son fanfarrones y exitistas (no niego que los haya), al menos los que me tocó conocer, guardan secretamente la idea del fracaso al
lado del corazón, porque a la gente de mi edad solo le ha tocado ver a esa selección derrotada. No importa si es por culpa de Sensini, Maradona, Ortega, Bielsa, Pékerman o Messi, el resultado es el mismo. 10. Seguiste a Boca y Godoy Cruz… ¿Lees algo en común entre ellos? Godoy Cruz y Boca son equipos que han conseguido todo con mucho esfuerzo. Solo hay que acordarse de esas finales con Real Madrid o el Milán, algún partido del torneo o la Libertadores. En el caso de Godoy Cruz es más claro, porque es un equipo acostumbrado a estar en segunda, que cuando tuvo la oportunidad de ganar algo se vio superado por la inexperiencia. De todas maneras, uno termina agradeciendo los fracasos, porque son los que te ayudan a entender un poco el mundo. La gran mayoría pierde y no sabe nada de ganar. Ahora bien, no sé si el fracaso sea formativo, como decía Bielsa. Yo creo que esa afirmación no es análoga a la existencia. En el fútbol, puede ser, pero si le digo a una persona que gana el mínimo, limpiando lo que los otros ensucian, que el fracaso es formativo, probablemente me mande a la conchemimare. Y bien merecido lo tendría. 11. ¿Crees, a fin de cuentas, que tiene sentido interpretar o darle vueltas al futbol desde un plano sociopolítico, psicológico? Como fenómeno social el fútbol es importantísimo; sin embargo, su
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GAZZA EN SU MUNDIAL. El 0-0 con Alemania es el mejor de la historia de la humanidad.
relevancia está en directa proporción con su complejidad. Este año me tocó escribir un pequeño texto en Lun sobre la batalla campal ocurrida en el clásico Everton-Wanderers, y planteé que una de las causas podía ser la injusticia social, la discriminación y el nivel de neurosis social que provoca el capitalismo, pero no hablé del fútbol, de las relaciones que existen entre sistemas, puestos, movimientos, etc… Y si tuviera que decir algo sobre el juego y la sociedad, probablemente tendría que ver con algo que dijo Claudio Ranieri la otra vez sobre su conducción del Leicester. Esto me parece similar (aunque sin salir del capitalismo) a las ideas de Robert Owen, y eso de que había que coordinar los esfuerzos de todas las personas en una fábrica, para que cada uno de los engranajes gozasen de la felicidad y plenitud física y espiritual, que parecen solo granjearse los jefes. Esa idea cooperativista, de repartir esfuerzos y ganancias, me parece justa, pues no hay meta más alta que la fraternidad entre las personas. Volviendo a Ranieri, decía algo así como que había que entender el grupo humano para proponer un sistema de juego, que no puede pedirle a jugadores toscos que sean técnicos ni a jugadores técnicos que jueguen solo con fuerza. Lo que ha logrado ese hombre es increíble, dado que hoy en día no hay una valoración del trabajo colectivo y de la lucha con una disparidad de herramientas. En
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ese sentido mis ideas son modernas, porque no he perdido la confianza en que los procesos humanos liberarán al hombre del yugo que el hombre mismo se ha puesto alrededor del cuello. 12. ¿Pero no crees que, a veces, mucho discurso puede sonar a paja molida, y que, tal vez, sería más recomendable disfrutarse el juego sin razón, desde el más primitivo de los impulsos? Aunque te dijese que hay que teorizar o racionalizar el fútbol, la gran mayoría seguiría disfrutándolo casi sin pensar. Desde la otra orilla, si planteara que no podemos interpretarlo literaria o culturalmente, habría mucha gente a la cual le sería imposible. Esto, porque creo que todos los fenómenos intuitivos o animales terminan pensándose, tanto por el desborde que provocan (felicidad, emoción y violencia) como porque queremos explicarnos tanto el placer como el displacer que subyace. Freud habla de esto, obviamente, y yo creo que la “ligera narcosis” que menciona en relación al arte se amplifica exponencialmente en el fútbol. * Editor de la Revista De Cabeza. Autor de la novela “La Incapacidad”, y del cuento “Las espinas del pescado”, que forma parte de la antología “Relatos del Capitán Yáber”. Fue director de la Revista Grifo.
THE BEATLES UNA SINFONÍA A LA ESTÉTICA: EL BALÓN HACE JUEGO CON LOS ELEFANTES QUE ESTABAN VIENDO LOS MUCHACHOS MIENTRAS JUGABAN.
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DIEGO HIPsTER ยกDEJA QUE LE ARREGLO LOS BAJOS AL REQUIEM DE MOZART!
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El travesaño era imaginario Nicolás Vidal del Valle (@nicovidal79)*
H
ACE CINCO AÑOS volvió mi viejo. Mi madre me avisó el día antes. No lo tomé bien. Lo recibí borracho y lo dejé con la mano estirada. Supongo que él tampoco esperaba otra cosa. Se fue sin avisar, el año 80, cuando yo tenía siete, y volvió trece años después, más flaco, y con una sonrisa que me cayó como patada en las bolas. Vivíamos con mi madre en un departamento minúsculo en la calle Portugal. Él comenzó a visitarnos todas las semanas. Siempre traía regalos y comida preparada. Venía con plata, por eso mi madre le abrió la puerta. No teníamos un peso. Por las noches, trabajaba como mesero en un restaurante en Vitacura para pagarme la universidad. Cuando él llegaba, yo comía rápido y partía a encerrarme en mi pieza. Le hablaba a través de monosílabos ásperos. Trece años de abandono; ni una puta carta. Recién a los catorce dejé de llorar el día de mi cumpleaños.
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Hasta su reaparición, mi viejo era sólo un conjunto de recuerdos fracturados, como el del patio en la casa de Ñuñoa: él estaba sin anteojos, vestido con la camiseta de Colo–Colo, que parecía a punto de explotar, agazapado entre los dos palos (el travesaño era imaginario), con la pandereta detrás, esperando a que yo le pateara un penal. Como me había atajado los tres últimos, me demoré unos instantes en elegir el lado al que le iba a patear, pero justo antes de pegarle a la pelota escuché el grito de mi madre llamándonos a la mesa, aunque de todas formas alcancé a sacar un remate ajustado al palo derecho que mi viejo atajó, emulando al Gato Osbén. “Volveremos a ser una familia”, dijo mi madre, al informarme que viviríamos los tres juntos en una casa en Los Domínicos, a los pies de la cordillera. “Tiene una terraza desde la que se puede ver la virgen del Cerro San Cristóbal”. No le respondí nada, pero el día de la mudanza me fui de la casa; donde el Cabezón Fuentes. Eran heridas viejas, pero seguían
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doliendo. Mi madre me buscó por dos días, hasta que apareció en el departamento del Cabezón. Se sentó a mi lado, en el futón donde yo dormía. Ahí fue cuando me contó su verdad. Nunca la había visto llorar, ni siquiera cuando mi viejo la dejó. Siempre había sido flaca, pero esa tarde su delgadez me pareció casi enfermiza. “Fui yo”, me dijo, jugueteando nerviosamente con un anillo nuevo. “Yo engañé a tu papá, por eso se fue”. No fue sólo una aventura: ella había tenido un amante y mi viejo se fue porque no pudo soportarlo. Mi madre no lo quería, eso siempre lo tuve claro, pero lo admiraba profundamente. Se había ido –traicionado, sin un peso en los bolsillos– y había vuelto trece años después, a rescatarla. Los cimientos de mis rencores y certezas comenzaron a caerse a pedazos. Me quedé tres días más donde el Cabezón Fuentes, tratando de digerir toda esa mierda, hasta que el domingo fui al Nacional a ver ese clásico donde el Matador le hizo tres goles a Colo–Colo. Salí tan eufórico que terminé convenciéndome que ese año todo sería distinto. Decidí volver. Comenzó un acercamiento paulatino, cotidiano. A mi madre no le hablé en dos semanas, pero de a poco se me fue pasando la rabia. Tanto extrañaba a mi viejo, que a los pocos meses ya le había perdonado su ausencia. Un día lo interrogué directamente sobre el engaño de mi madre. Y me lo confirmó, bajando la mirada, en una actitud que mezclaba vergüenza y redención. “¿Y por qué chucha no me escribiste una sola carta en esos trece años?”. Se demoró en contestar, hasta que lo hizo con una voz estrangulada: “No me sentía capaz, Héctor. Te juro que tenía el alma tan podrida que no me sentía capaz. Por favor, perdóname”. Su compañía me hizo feliz. Me bastaba el hecho de tenerlo junto a mí para dejar atrás el dolor del abandono. Veía los partidos de la U conmigo, en esa inolvidable campaña del 94, y yo un par de veces vi los de Colo–Colo con él. Y, para qué lo voy a negar, también estaba la plata. Le pregunté qué había sido de él en esos trece años. Vivió en el norte. Como era abogado, no le costó mucho encontrar trabajo como funcionario público. Estuvo varios años en eso,
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hasta que tuvo la suerte que muchos buscan y pocos encuentran. Recibió un buen dato, invirtió en una pequeña mina de cobre y empezó a llegar el dinero. Exactamente lo mismo que me había contado mi madre, que recibía noticias suyas salpicadas en el tiempo. Pero necesitaba escucharlo de sus propios labios. Ya nos habíamos tomado una botella de pisco casi entera cuando mi viejo se puso a hablarme de la mina. La había rebautizado con el nombre de Verónica, igual que mi madre. Estuvo horas contándome de cómo bajaba al pique con los mineros y se quedaba largo rato allá abajo, picota en mano, como uno más. Tal vez era el trago, pero pocas veces lo había visto con esas ganas de hablar. Estábamos sentados en la terraza, bajo el parrón, y sobre nuestras cabezas muchas uvas ya se habían transformado en pasas, oscuros y arrugados restos de lo que habían sido. Nos tomamos otra piscola y me contó de una vez que había aprovechado sus contactos en el Gobierno para poner en libertad al sobrino de un amigo suyo, que lo tenía la CNI; y que otra vez había hecho lo mismo por el hermano de una mujer con la que estuvo saliendo un par de meses. Me lo contó de manera sencilla, sin vanagloriarse, simplemente había tenido la oportunidad de ayudar y lo había hecho. “Había que tener las bolas bien puestas para hacerlo”, le dije yo. Él se encogió de hombros. No volvió a hablar del tema. Cinco años después del día en que lo dejé con la mano estirada, me mandaron a Antofagasta para reportear un supuesto caso de corrupción en la municipalidad. Trabajaba para un semanario que se llamaba “El Faro”. Viajé el viernes por la noche. Fui a hablar con una secretaria de la municipalidad. La vieja sólo podía hablar el sábado, y por su culpa no pude ir al estadio en esa última fecha del campeonato. La U jugaba contra Audax Italiano; iba segunda, un punto atrás de Colo–Colo, que jugaba al día siguiente con Iquique. Me citó en un café con olor a pan quemado, en el centro de la ciudad. Yo pensaba en mi viejo. Tenía ganas de conocer la mina, que quedaba a unos ochenta kilómetros, en medio del desierto, pero mi viaje surgió de improviso y él estaba en Argentina. Llegó la secretaria y, al poco rato, me
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di cuenta que el supuesto caso de corrupción era sólo un comadreo de viejas copuchentas sin mayor fundamento. Me quedaban once horas antes de volver a Santiago. Llamé a Claudio. Habíamos sido compañeros en Periodismo, pero él después se cambió a Literatura. Daba clases en la Universidad de Antofagasta. Claudio seguía igual: era una de esas personas que te mira muy serio al principio, pero después sus ojos se van relajando y termina por sonreír. Me invitó a pasar el día con él. Su casa era pequeña. Llevaba pocos minutos en ella cuando llegaron algunos amigos suyos. Eran tres. Comenzamos a beber antes de almuerzo. Primero cerveza y después piscolas. Mi atención estaba puesta en el reloj: faltaba cada vez menos para el último partido del campeonato. Estábamos sentados en unas sillas de plástico, en el patio de polvo y cemento. Un pequeño toldo apenas nos protegía del sol insoportable. Como buen invitado, llegué con algo: un poco de marihuana. Fumamos todos menos uno que era muy flaco y tenía un aspecto tan desgarbado que parecía un tuberculoso; sus dientes eran puntiagudos, tan separados que daba la impresión de faltarle varios. Su barba, mísera, era como la de un adolescente. Estaba demasiado borracho para fumar. Claudio se puso a hablarnos sobre un cuento que estaba escribiendo; según él, tenía mucho de Borges. Me levanté a la mitad del cuento, bastante insulso y metaliterario, y me fui al living a ver el partido. El tuberculoso me acompañó; dijo que también era de la U. Se dio un fuerte cabezazo contra el vidrio que separaba el living del patio, pero no le dolió. Recién nos habíamos sentado en un sillón de tres cuerpos, con la tele al frente, cuando el Leo Rodríguez hizo el primer gol. Lo celebré abrazando al tuberculoso. A los pocos minutos, me había arrepentido de esa espontánea muestra de cariño. Ahí fue cuando empezó a hablar. Principalmente, incoherencias, algunas producto de su borrachera y otras de su mentalidad singular. Que trabajaba en la única librería de la ciudad, que el único que sabía leer literatura era Claudio y el resto eran imbéciles, analfabetos; que sólo ellos
sabían apreciar a Onetti y Roberto Arlt; que algunos leían, pero nadie entendía, nadie entendía nada; que lo miraban como a un bicho raro, una especie de engendro aparecido, todo porque era flaco y veía las cosas desde otro punto de vista; y él no era un bicho, no tenía la culpa de tener un metabolismo tan eficiente; que ya lo iba a ver, al poco rato se iba a tener que ir al baño a cagar el almuerzo. El partido avanzaba tranquilo, con la tensión propia del final del campeonato, y la voz raspada del tuberculoso era como una molesta música de fondo. En los últimos minutos del primer tiempo el nerviosismo nos jugó una mala pasada: Audax embocó dos goles seguidos y nos fuimos al descanso dos a uno abajo. El campeonato, la ilusión de la última fecha, la presión al puntero, obligándolo a ganar el partido del domingo, todo se iba a la mierda por un par de descuidos en los minutos finales. Y ahí estaba el tuberculoso. Como un moscardón. Tenía ganas de darle un manotazo, pegarle con un matamoscas, pero no era mi casa, no era mi ciudad, ni era mi amigo. Ni siquiera cumplió su promesa de ir a cagar el almuerzo. Seguí muy concentrado los quince primeros minutos del segundo tiempo, tratando de no escucharlo, hasta que un cabezazo de Flavio Maestri puso el empate. Salté del sillón y abracé al tuberculoso. Él me abrazó a mí. Por un momento, me olvidé de su voz, hasta que mostraron una enorme foto de Pinochet, con un traje a rayas, que había llevado un hincha
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al estadio. El tuberculoso, furioso, volvió a la carga. Que llevaba dos meses preso en Londres el viejo de mierda, que ojalá lo encerraran para siempre en la mazmorra de un castillo; o mejor que lo ahorcaran de una puta vez. Que ya no era Presidente hacía nueve años, pero faltaba mucho por saber. Tanto muerto, tanto torturado, pero no eran las únicas víctimas, por ejemplo a su viejo se lo había cagado un fascista extorsionándolo porque escondió a algunos clandestinos en su casa. Y parece que no había sido el único. No se supo más, se rumoreaba que trabajaba en el Ministerio de Minería o de Obras Públicas y que un tipo que se llamaba Norberto Moyano, que ahora vivía en el sur, le había visto una vez la cara y había dicho que se parecía al señor Barriga, pero un poco más flaco y alto. Pero los muertos y torturados eran mucho más urgentes que esos rumores añejos. Le tuve que pedir que se callara. Se lo dije en un tono áspero, mostrándole la pantalla. Había pasado la media hora y si no hacíamos el gol, nos despedíamos del campeonato. El tuberculoso se calló hasta que el Leo Rodríguez volvió a marcar y nos pusimos tres a dos. Tuve que abrazarlo. Y empezó de nuevo. Los borrachos tienden a divagar sobre un mismo tema. Que por ahí había pasado la Caravana de la Muerte, que el mejor amigo de su viejo, Gustavo Venegas, fue una de las víctimas; que le habían vendado los ojos, en el desierto, y lo habían hecho confesarse con un cura que le había dado la extremaunción. Incluso decían que el cura era falso, que era un abogado que se sabía los rituales de memoria. Yo no sabía qué cresta le pasaba a ese tipo. Sólo quería que me dejara ver el partido, pero con lo que me estaba contando no podía pedirle que se callara. Y que a Gustavo Venegas lo habían puesto contra una pared de adobe, un día de diciembre, tal vez parecido a ése, en medio del desierto, con el sol sobre sus ojos vendados, y había escuchado la orden de fuego y los muy hijos de puta habían disparado. Eran balas de salva. “Un fusilamiento simulado”, le dije yo. El tuberculoso asintió con la cabeza y dejó de hablar porque el partido había terminado. Un triunfo difícil, sufrido, de esos que tanto nos gustan a los hinchas de la U.
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La verborrea del tuberculoso me había dejado inquieto y con un poco de dolor de cabeza. Salí al patio y dediqué las siguientes horas, con ahínco, a emborracharme. Se me cerraron los ojos apenas me senté en el bus. Desperté a una hora indeterminada de la noche, con una resaca enorme. Mis sienes palpitaban como si estuviesen vivas. Las palabras del tuberculoso me daban vueltas en la cabeza como una prolongación del revoltijo que tenía en el estómago. Estuve un tiempo pensando en el fusilamiento simulado. La partida de mi viejo fue como un fusilamiento simulado, o más bien, un fusilamiento con un verdugo simulado. Tenía conmigo un libro con los cuentos de fútbol de Soriano, que mi viejo me había traído de Argentina. Partí por mi favorito: “El penal más largo del mundo”, pero cuando lo terminé sentí tantas ganas de vomitar que no pude seguir leyendo. Quedaban unos trescientos cincuenta kilómetros para Santiago cuando me sorprendió el letrero que indicaba el desvío para el Parque Nacional Fray Jorge. Los recuerdos eran tan poderosos que traspasaron el halo embrutecedor de la resaca. Volvía con mis padres desde Tongoy a Santiago y decidimos parar en el Parque. Al fondo del camino
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de tierra, en medio del desierto (un desierto de verdad: arena salpicada de cactus), emergía el cerro coronado por una bruma misteriosa. Y cuando llegamos, ocurrió el milagro. Sobre el cerro, acosada por una desoladora aridez, había una selva. Árboles inmensos, flores, arbustos, enredaderas y, sobre todo, humedad. Al bajar del auto mi viejo me obligó a ponerme la parka; después se lo agradecí, porque hacía mucho frío allá en la selva. Pude sentir de nuevo, mirando el letrero desde el bus, esa felicidad inmensa, la voz de mi viejo, sus brazos de oso, su panza enorme y protectora. El musgo se encaramaba por los troncos de los árboles. Mi felicidad, como la de todos los niños, era eufórica; corría por los senderos de madera que flotaban en medio de la selva, de la mano de mi viejo, mientras mi madre nos miraba desde atrás, ensimismada. Al día siguiente, me abandonó. Llegué a mi casa justo para ver a Colo–Colo con Iquique: el partido que definiría el campeonato. Lo vi encerrado en mi pieza, hinchando como un iquiqueño más. El nerviosismo de los albos aumentaba a medida que transcurrían los minutos y no conseguían acercarse al arco de la visita. El sueño, que hacía algunas fechas parecía un imposible, estaba a punto de transformarse en realidad, hasta que el Murci Rojas convirtió en el minuto cuarenta del segundo tiempo, dándole el título a Colo–Colo. Le di un puñetazo a la muralla, mientras Rojas celebraba sacándose la camiseta. Mi viejo debía estar feliz, celebrando ese título agónico, y yo lo último que quería en el mundo era verle la cara. Dormí hasta el lunes. Le expliqué a mi jefe lo mal que me había ido en Antofagasta y volví a mi casa temprano. El muy puto me encargó una nota sobre el campeonato de Colo– Colo. Saldría publicada con el nombre de Héctor Sánchez, pero no me sentía capaz de escribirla. Se la encargué a un amigo colocolino, a quien le pedí que no exagerara. Yo quería leer a Fontanarrosa. Tenía todo listo: el libro y una taza de café; pero mis ojos, porfiados esclavos del subconsciente, se concentraron en las fotos del colage que estaba colgado en el pasillo. Lamenté no haber conocido a Verónica, la
mina. La boca del túnel aparecía en la foto. Al lado, mi viejo, de casco y picota, con su bigote abundante, sonriendo, como si estuviese a punto de bajar a picar el mineral. Esa foto debía ser del 85. Quería acallar la voz del tuberculoso, pero no había caso, seguía martilleándome la cabeza. Me repetía que todo era una coincidencia, pero el nombre de Norberto Moyano no me dejaba tranquilo. Traté de leer. Intentaba concentrarme, pero una voz insistente dentro de mí me obligaba a llamarlo. ¿Cómo me acordaba de ese nombre? Estaba borracho, un poco volado y con la atención puesta en el partido. Salí a dar una vuelta. Pensé en llamar a un amigo, pero terminé pegando patadas en el Tekken, solo, en los Juegos Diana del Paseo Ahumada. Volví a mi casa cerca de las cinco. Encerrado en mi pieza, mirando el póster de Sergio Vargas que aún tenía pegado en el techo, me decidí a buscar a Moyano. No fue fácil encontrar su número. Tuve que llamar a la sede central de la Telefónica y, tras fatigosos intentos con toda clase de propuestas incluidas, convencí a la operadora que me entregara la información. Por suerte había sólo dos tipos que se llamaban Norberto Moyano: uno en Valparaíso y el otro en Puerto Montt. Mis dedos se equivocaron tres veces al marcar. Contestó Moyano: una voz que seseaba. Le dije que me llamaba Ricardo y que quería hablar sobre algo que había pasado en Antofagasta mucho tiempo atrás. Me preguntó si era periodista, y titubeé. Colgó el teléfono. Sentí una desazón enorme por haberme equivocado en algo tan estúpido y porque la sospecha, al principio descabellada, de que el monólogo del tuberculoso tuviera algún sentido, se iba convirtiendo en una posibilidad cada vez más perturbadora. Tenía las manos mojadas y los latidos de mi corazón retumbaban en mis oídos. No iba a vivir tranquilo hasta verle la cara a Moyano. Envié mi nota plagiada sobre el campeonato de Colo–Colo e inventé la muerte de un tío que me obligaba a viajar por el día a Puerto Montt. Dentro del bus, comencé a transpirar; parecía un marrano empapado y pegajoso. ¿Cómo pudo un funcionario
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público de planta comprar y explotar una mina? Después, me dediqué a traspasar en mis recuerdos la borrosa bruma del alcohol y la marihuana para acordarme del nombre del tuberculoso: Jaime Soto. Toqué la puerta de una casa de madera pintada de un celeste descolorido –más bien descascarado– por la humedad. Era un viaje arriesgado cuyo destino dependía de una botella de pisco Horcón Quemado que tenía en mi mochila. Me abrió la puerta un tipo de unos sesenta años con el pelo gris y la sonrisa marcada por la ausencia casi total de sus dientes delanteros. Supe que era él antes de hablarle. – ¿Norberto Moyano? – ¿Quién pregunta? –reconocí el seseo, consecuencia de su falta de dientes. – Me llamo Mauricio. Soy amigo de Jaime Soto. Me dijo que usted conoce a su papá. – Conocía. – Claro, conocía. – ¿Y qué quiere? – Vine a la ciudad por trabajo; soy agrónomo. Y aprovechando que estoy acá, quería ver la posibilidad de hablar con usted sobre un tema que tiene relación con Jaime y su familia–dije, sacando la botella de Horcón Quemado de la mochila–, y tal vez tomarnos un pisquito. No me gusta tomar solo. – Está bien, pero sólo un ratito porque tengo mucho que hacer –dijo Moyano, sin quitarle los ojos a la botella. La casa se veía peor por dentro que por fuera. Nos sentamos en unas sillas de mimbre. Ya tenía los temas preparados. Mi apuesta era que el viejo estuviese aburrido. Comencé con la crisis que golpeaba a las salmoneras y empezaba a dejar a mucha gente en la calle; después el clima y un poco de Chiloé, hasta que llegamos al fútbol. Cuando se quejó, a la pasada, del gol de Rojas que le había dado el título a Colo–Colo, aproveché la oportunidad y arremetí con todo. Nos terminamos la botella repasando el bicampeonato. Confesó que la única vez que lloró había sido para el gol de Salas contra la Católica, el 94. Siempre me pasa lo mismo: cuando hablo con un
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desconocido al que también le gusta la U, inmediatamente deja de serlo. La idea era que él tomara más pisco que yo, pero de todas formas me sentía un poco borracho. Moyano fue a buscar una botella de Pisco Capel; decidí que era hora de hablar. – Jaime me contó lo que le pasó a su papá –le comenté al vuelo, mientras servía un poco de pisco en unos vasos pequeños, verdes, con relieves cuadriculados. – ¿Qué cosa? – Lo del tipo ese que lo extorsionó –aproveché de tomar un trago para apagar el temblor de mi voz–. A un tío le pasó lo mismo. – ¿Cómo se llama tu tío? – Enrique Espejo, bueno, la verdad es que se llamaba porque lo mataron los milicos el 84 –le dije, bajando la mirada. – No lo conocía. Lo siento mucho –dijo Moyano, verdaderamente compungido. – No se preocupe –le contesté, levantando la vista a la altura de sus ojos, que se habían vuelto melancólicos–, es que cuando Jaime me contó lo de su papá, me dijo que usted había visto al extorsionador. – Sí, la verdad es que lo vi una vez, pero de lejos. El tipo era bien gordo, le calculé unos ciento veinte kilos, pero era alto, como de uno ochenta y cinco. – ¿Y no sabe su nombre? – Lamentablemente, no. – Ah –hice una pausa para tomar un poco de aire, que comenzaba a escasear–, ¿y sabe de alguien más al que le haya pasado? – Además de Soto, supe de otros dos, y ahora que me entero de tu tío, serían cuatro. Lo que hizo ese hijo de puta no tiene nombre. – Sin duda, debería estar preso. – Debería estar muerto. – ¿Usted habló con él? ¿Cómo fue que lo vio? – Como le dije, lo vi sólo una vez. Me acuerdo que Eugenio Gómez, otra de sus víctimas, estaba seguro que era él, pero el pobre estaba tan cagado de miedo que me lo mostró a lo lejos. Se fue al exilio dos semanas después. Me dijo que trabajaba en el Ministerio
COLECCIÓN CUENTOS DE CABEZA / EL TRAVESAÑO ERA IMAGINARIO
se juntan en tu casa. Sé que escondiste a José Araya, Miguel Ramos, Oscar Ramírez y muchos más. Basta que hable para que los de la CNI te vayan a buscar a tu casa. Y ya sabes lo que pasa cuando la CNI te va a buscar. Pero también sé otras cosas. Sé que tu mujer almuerza todos los jueves en el mismo restaurante y que tu hijo Jaime va al Colegio San Luis. Tengo ganas de contárselo a alguien, pero si recibiera un maletín con un par de milloncitos, las ganas se me quitarían y me olvidaría para siempre de todo lo que sé”. Y la conversación seguía con otros nombres que no sé de dónde mierda iba sacando mi cabeza. Pero lo peor eran las voces de los que hablaban con él. Voces entrecortadas, balbuceantes, temblorosas, desesperadas.
de Minería. Ah, y ahora que me acuerdo también me dijo su chapa. – ¿Su chapa? –le pregunté. Mis manos comenzaron a temblar. – Estos pendejos… se nota que eras un niño cuando los milicos mataban a la gente. Todo el mundo tenía una chapa, un nombre falso. Los fachos también. – ¿Y cuál era su chapa? – Se hacía llamar Héctor. Me levanté y fui corriendo al baño. Cerré con un portazo y vomité dos veces. Volví esa misma noche, en el bus de las once, todavía borracho y con el estómago destruido. Tenía la frente cubierta por una capa de sudor helado. Apretaban mi cabeza con un gigantesco alicate. Y no era el alcohol, eran las imágenes de mi viejo. Lo vi en el living de su casa. Vivía solo. Vestía calzoncillos y una camisa. Un cigarro a medio fumar emergía de su bigote espeso. Tenía una mano sobre su barriga enorme y con la otra tomaba el auricular. Junto al teléfono, un cenicero rebalsado. Se veía nervioso. La ventana estaba cerrada y el humo era tan denso que cada movimiento generaba ondas alrededor suyo. Su interlocutor escuchaba una voz distorsionada, pero era la voz de mi viejo. “Sé que los comunistas
Estaba seguro que mi madre no tenía la menor idea de la forma en que mi viejo había hecho su fortuna. Claro, lo había recibido sin preguntar, pero nunca imaginó que la respuesta sería tan macabra. Otra simulación. Los cinco años habían sido una mentira. Tal vez nunca me escribió porque estaba consciente que era un desgraciado. Y volvió sonriendo; el salvador. Más encima había ocupado mi nombre como su chapa, el muy hijo de puta. Dormí un par de horas, agotado de elucubrar. Desperté un poco más tranquilo. Era un mal periodista. No tenía pruebas concluyentes, sólo supuestos, algunos muy poderosos, pero supuestos al fin y al cabo. Necesitaba enfrentarlo. Después de hacerlo, se lo contaría a mi madre y publicaría una crónica en “El Faro”. La llamaría “El señor Barriga”. Nos sentamos en la terraza. Mi madre ya dormía. Sobre la mesa había cuatro latas de cerveza y una botella de vino tinto, todas vacías. También una botella de Johnny Walker, a la mitad. En los vasos, whisky con hielo. Mi viejo tomó el suyo y se echó hacia atrás. Se veía relajado. La noche era tibia y el aire parecía limpio. No había luna. Contemplábamos, en silencio, las luces de Santiago. – Supe lo de las extorsiones en el norte. – ¿De qué estás hablando? –en un primer momento hizo el ademán de mirarme, pero se arrepintió y sus
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ojos se mantuvieron apuntando al horizonte. – Sabes perfectamente de lo que estoy hablando. De la gente que extorsionaste en Antofagasta, que amenazaste con entregar a la CNI –mientras hablaba, giré mi cuerpo y lo miré fijamente.
me fui dando cuenta que esos supuestos extremistas eran sólo perseguidos, unos pobres diablos refugiados en la clandestinidad. – No quiero seguir escuchándote –le dije, poniéndome de pie.
Ya no pudo seguir evitando mis ojos. Cerró los suyos por un segundo y enseguida se bebió el whisky de un trago. Miró los hielos y movió el vaso. El sonido de los hielos chocando con el vidrio estiró un poco más la duración de esos segundos. Suspiró.
Sentía el rumor de su voz, como un gemido agonizante, llamándome, cuando ya estaba en la calle. Me puse a caminar cada vez más rápido. Caminé una hora y media por Apoquindo hacia el poniente, redactando “El señor Barriga” en mi cabeza. Estaba seguro que “El Faro” la publicaría. Pero primero tenía que contárselo a mi madre. Lo haría al día siguiente. Llegué hasta Tobalaba y me metí a un bar de luces púrpuras. Pedí dos vodka tónica. Me tomé el primero en cinco minutos. El murmullo de la conversación ajena y el vodka consiguieron tranquilizarme. Al frente, tres mujeres hablaban alrededor de una pizza, cada una con un trago distinto. El segundo vodka ya iba a la mitad. Volví a verlo, vestido con la camiseta blanca y apretada de Colo–Colo, agazapado entre los dos palos (el travesaño era imaginario), con su barriga enorme tapando la mitad del arco. Era difícil hacerle un gol a mi viejo, había que pegarle muy fuerte, por abajo, pegado a uno de los palos, donde su peso le impedía llegar con rapidez. Bebí un poco más de vodka. Si hablaba, lo perdería. Y esta vez sería para siempre. No podía perderlo de nuevo. Bebí el resto del vaso y salí a la calle. No quería volver a mi casa, así que caminé media hora más, hasta Manuel Montt. Me senté en la barra de un bar de sillas de plástico y pedí un whisky.
– Eran otros tiempos. Chile era otro país –me respondió, sin sacarle la vista a los hielos–. Héctor, ya no quiero, ya no puedo seguir mintiendo. – ¿O sea que es verdad? – Sí, es verdad –me dijo, levantando sus ojos enrojecidos y brillantes–. Fueron unos años de mierda. Yo estaba pésimo. Acuérdate de lo que pasó con tu mamá. – ¡Eso no tiene nada que ver! – Cuando llegué al norte pensé en el suicidio más de una vez –siguió hablando como si no lo hubiese interrumpido–. Nunca me había sentido así. No me importaba nada, todo lo bueno que hubo dentro de mí se había podrido. En esos años, un alma negra como la mía tenía muchas oportunidades de devolverle un poco de mierda a la vida. No importaba a quién –hizo una pequeña pausa y se sirvió whisky–. Me enteré de esos tipos que colaboraban con los extremistas y lo vi como una oportunidad. La vida me había tratado como un perro; me sentía legitimado para sacar un poco de provecho –el vaso temblaba en sus manos–. No hay día en que no me arrepienta de lo que hice, Héctor. Escucho sus voces desesperadas en la noche y vuelvo a oír la mía, implacable, exigiendo la plata de una vez por todas –comenzó a llorar, se llevó la mano izquierda a los ojos, sin dejar el vaso, pero yo lo seguía mirando sin moverme–. Yo de verdad creía que ellos se habían equivocado, que su relación con los extremistas me justificaba. Además, eran tipos de plata, tampoco los dejé en la calle. Yo trabajaba en el Gobierno, se hablaba de la resistencia, de armas por todas partes. Si los hubiera delatado, nadie me habría dicho nada, al menos en esa época. Después
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* Editor General de la Revista De Cabeza. Autor de las novelas “La luz oscura” y “El Gordo”. Ganador del Premio de la Revista de Libros de El Mercurio, versión 2015, por la crónica “El efímero vuelo de Aviación”. El cuento “El travesaño era imaginario” fue traducido al italiano por la revista Crapula Club.
Gallagher vs. Albarn SIN SOMBRERO NO SE PUEDE JUGAR. COMO LOS CABALLEROS DE ANTES.
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Entrevista a Juan José Buscalia
Relatos de lucha identitaria Por José Bezanilla (@josebezanilla)*
E
L PERIODISTA ARGENTINO Juan José Buscalia aprovechó un breve paso por Chile para analizar la experiencia del modelo de sociedades anónimas deportivas que impera en nuestro país, y su consecuente alejamiento de la misión social del fútbol y de la conexión de los clubes con su gente, sus barrios y su historia. ”La grandeza de los clubes va de la mano con sus socios”, tiró. *** En una cadena gigantesca como Fox Sports, se podría suponer que no existen voces críticas a los modelos de administración que se han adueñado del fútbol. Pero sí. Y esa bandera la toma quien es, tal vez, uno de los más reconocidos periodistas de la cadena deportiva para Latinoamérica: Juan José Buscalia. Cercano a los temidos cuarentas, y habiendo transcurrido 19 años desde su debut en Fox Sports, hoy Buscalia se respalda en esa experiencia para analizar de forma resuelta y crítica la actualidad del fútbol regional. “Hablan de la Patria Grande, y yo me siento parte de esa idea. Antes que argentino, soy sudamericano”. Las mismas convicciones son las que lo hacen cuestionar el rol de los clubes, y la relación con sus bases.
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“Lo que el fútbol hace hoy es vivir de la pasión de sus hinchas, por lo que la reciprocidad desde los clubes hacia los hinchas es indispensable”. Para ejemplificar, Juanjo expone que en su natal Argentina “los clubes se han formado como sociedades sin fines de lucro y eso se mantiene por la identidad de su gente. Sociedades cuyos socios terminan participando de la propiedad del club. El club pertenece a los socios. No a una sola persona o a un grupo económico. A mí me gusta que sea así”. Ese ideal lo mantiene, pese a estar consciente de que cualquier sistema de organización es vulnerable si, quienes están a cargo de implementarlo, le fallan a su gente. “El fútbol argentino tiene una dirigencia muy particular. Hay los que llevan muchos años, que no se han preparado ni renovado. Esos dirigentes son responsables directos del fracaso del modelo; pero no porque el modelo sea malo, sino porque ellos no han sabido llevarlo adelante”. Para tomar ejemplos de los buenos y los no tanto, hay dos casos connotados en Argentina que Juanjo ha vivido de cerca. El de la privatización de Racing, y el de San Lorenzo con su lucha identitaria. El primero, porque era reportero de la Academia en aquella época; y el segundo, porque lo vive en la piel: es hincha y socio cuervo de toda la vida.
CRÉDITO FOTO: PRENSA IPD
RELATOS DE LUCHA IDENTITARIA
EL FRACASO DE BLANQUICELESTE S.A.
Los 90s de Argentina estuvieron marcados por el menemismo. Desde el gobierno se impuso la sensación de que lo público debía ir dejando lugar a la eficiencia de la empresa privada (¿les suena?). Las empresas del Estado fueron traspasadas en tiempo récord (y no siempre en circunstancias claras). El fútbol, negocio lucrativo como pocos, era un objetivo probable en este proceso y Racing Club de Avellaneda fue el conejillo de indias. “Hubo una venia gubernamental para que esto ocurriera”, dice nuestro entrevistado. Fue así como, en el 2000, Blanquiceleste S.A. se hizo cargo de la administración de Racing para, al cabo de siete años, irse del club dejando una deuda mayor de la que existía cuando asumió. Luego del experimento, terminado por la presión de los hinchas, el club volvió a administrarse como siempre: como una organización sin fines de lucro. Pasados los años, Buscalia nos cuenta que Racing está “no digo que saneado, pero sí más saludable. Esto a partir de la votación cada cuatro años, de un club que ahora pertenece a sus socios, que estatutariamente es el mismo hace 50 años, con el lapso del gerenciamiento”. De esa experiencia, que conoce como pocos, nuestro entrevistado se anima con una lección: “los clubes
deben apoyarse mucho en su masa societaria, en su masa de hinchas, porque es lo que les permite seguir con vida”. Así es como fue rescatado el equipo de Avellaneda.
RESCILENCIA CUERVA
San Lorenzo se salvó del descenso en un partido de infarto contra Instituto en julio de 2012. Dos meses más tarde, las elecciones internas las ganó un joven de 29 años, Matías Lammens, acompañado por su vicepresidente Marcelo Tinelli, el hombre fuerte de la televisión argentina. ¿Qué pasó? El también comentarista de la cadena internacional revela que “fue elegido en medio de una crisis política. Luego fue reelecto y la mayoría de la gente de San Lorenzo considera que Lammens es lo mejor que le pudo haber pasado al Club. Tinelli catapultó a Lammens a ser lo que es. Juntos, le devolvieron a San Lorenzo la convicción de que es el tercer grande del país”. Claro, sanearon al Club, ganaron por primera vez la Copa Libertadores de América y la vuelta a su antiguo lugar está cada vez más cerca. Esto último parece ser el más relevante de los logros de la gestión de la actual directiva. Es que los éxitos deportivos están subordinados al fortalecimiento del
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sentido de pertenencia que debe generar todo club social. Y San Lorenzo había padecido el desarraigo por años: perdió su estadio y su sede cuando la dictadura argentina privilegió el negocio de los supermercados Carrefour y expulsó al club de Boedo. Fue una etapa difícil, que no solo involucró la pérdida del barrio, sino que afectó seriamente su identidad. “Los que creemos en la postura de que San Lorenzo debe volver a Boedo, lo hacemos apoyados en que los clubes no pueden crecer de espaldas a sus socios, a sus intereses y a su día a día. La grandeza de los clubes va de la mano de sus socios”, relata Buscalia.
CLUBES SIN VIDA
Ante la brusca arremetida privatizadora en el fútbol chileno, la vida social de los clubes comenzó a morir. La UC abandonó Santa Rosa de Las Condes –antes había dejado Independencia y su sede en la Alameday concentró todo en San Carlos de Apoquindo, para una pequeña élite del sector. Se aprovecharon las quiebras de los otros dos grandes también. Colo Colo perdió su sede en la calle Cienfuegos, tras ser adquirida por una universidad privada por 280 millones de pesos. En el caso de la Universidad de Chile, la cosa no es mejor: su antigua sede (que, entre otras cosas, supo albergar a la llamativa escuelita de Los de Abajo) es hoy un cuartel de la Policía de Investigaciones. Ni hablar de la Ciudad Azul. Las concesionarias a cargo de estos clubes (usándolas, simplemente, como un ejemplo del fenómeno) se olvidaron de su gente y de cómo se construye el sentido de pertenencia. “Las historias que se tejen alrededor de la sede social son lo más importante que un club puede dar. A partir de que ese club se transforme en importante para la sociedad, es que ésta encuentra un lugar para esparcirse, para conocerse, para conocerlo, para identificarse, para alentarlo, para apasionarse”, dice el periodista argentino. En definitiva, para construir tejido social. Eso sí, para lograrlo, “primero es el club quien debe abrirles sus puertas a los socios, en el lugar donde su gente vive”.
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Coincidentemente con los casos mencionados, el periodista relata que “si a ese club lo extirpas, lo llevas a un lugar distinto del lugar donde ha crecido, le sacas la identidad. En la medida en que un club pierde la identidad, pierde el futuro. Perder el pasado, es perder el futuro, no tengo ninguna duda”. Para un tipo que sueña con que su equipo regrese a su barrio de origen, es evidente que la identidad de los clubes no puede pasar exclusivamente por lo que ocurre dentro del campo de juego. “Porque los éxitos futbolísticos son circunstanciales. No puede depender la identidad de un club de si la pelota entra o va afuera; de si el ‘9’ cabeceó y pegó en el palo, o si dio en el palo y entró. La identidad de los clubes tiene que apoyarse en principios muchísimos más profundos que una cancha de fútbol”. Esto, para Buscalia, consiste en algo más allá del juego mismo. “Los clubes son familia, son identidad que se hereda de generación en generación”, aclara y rescata la función social del fútbol y las instituciones: “El club no solamente es el jugador que llega a la primera división, sino que, principalmente, es el niño que, para no estar en la calle, va al club y realiza una actividad”. De este modo, ante la invasión rentista, Juan José Buscalia explica su postura en formato de manifiesto: “Cuando a mí me dicen que el fútbol da pérdida, no les creo. El fútbol mueve pasiones, moviliza una sociedad, un país. No puede dar pérdidas. Los empresarios que están en el fútbol ¿qué son? ¿Personas que están por altruismo y que les gusta perder plata? No; el tema es que no les interesa que venga gente que los corra. El hincha, en cambio, por altruismo y por su pasión, lo que hace es pedir respeto y no hay mucho interés en que esto ocurra”. * Periodista de Frecuencia Cruzada (@freccruzada). Autor del libro “La Revolución de Marco” (Ril Editores, 2015). El audio íntegro de esta entrevista está en www.frecuenciacruzada.cl.
JORGE GONZALEZ EL BAJO DE LOS QUE SOBRAN.
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Ilustraciones de Gonzalitio*
Por FELIPE SALAS* Músico y baterista de ¿Como Asesinar a Felipes?
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FELIPE SALAS / 11 IDEAL
Claudio Parra
Schwenke
Carlos Cabezas
1. Los Jaivas. Estatura, experiencia y se-
guridad, ademas cuenta con las mejores manos de Chile. Aguila sideral bajo los tres palos. Los Jaivas, una gran influencia hasta el día de hoy, sicodelia y folclor.
4. Dupla histórica junto a Nilo. Con garra y sin temor, capaces de hacer critica social en Chile durante la dictadura. Hasta el día de hoy me emociona escuchar sus canciones.
3. Asegura una salida con elegancia, voz única, se hace escuchar dentro y fuera de la cancha. Vanguardista y talentoso, especie única, difícil encontrar jugadores como él.
Nilo
Titae
Camilo Salinas
bajo la lluvia de Valdivia. Las primeras canciones que aprendí al escucharlos en casete durante los viajes familiares a Concepción.
ciudad que respira futbol. Gran compañero de equipo, maneja los ritmos a la perfección, ademas de contar con un gran estilo, nuestro Zizou. “Fome” es mi disco favorito de los Tres.
Inti-Illimani Historico 1996. Estadio Nacional, la caricia de Chavarría a Francescoli marcó el inicio de su carrera. Terror de los talentosos, el siempre necesario en el equipo, el patitas con sangre. Gran jugador, persona y músico.
2. Jugaba de memoria con Schwenke
Angelo Pierattini
8. Weichafe. El siete pulmones, inagotable, no da ningún balón por perdido, fiero, pierna fuerte cuando es necesario. El motor del equipo.
Vicente García Huidobro
9. Akinetón Retard. Goleador de fuste, talentoso y creativo. Akineton Retard es una de mis bandas favoritas, ademas, es hincha del equipo de mis amores. La U.
5. Representando a Concepción, una
Jorge Gonzalez
10. El genio del equipo, un fenómeno.
Aun le quedan muchos partidos por jugar.
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Violeta Parra
11. Su juego es reconocido a nivel mundial, lo mejor que ha pasado por Chile, somos afortunados de haberla visto por estas canchas. Mis canciones favoritas: “El gavilán” y “La pericona se ha muerto”.
Oscar Gacitua
7. El arma secreta del equipo, pianista
clásico nacido en Talca. Comparado con Arrau por el New York Times, optó por Chile aun recibiendo muchas ofertas desde el exterior, un héroe anónimo, una inspiración.
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Doble Camiseta SU FAMA DE MUFA ES TAN GRANDE COMO LA DE ROCKERO. ยกQUร NO SE PONGA LOS COLORES DE MI EQUIPO!
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Álvaro López PONGAN ATENCIÓN A MI MEJOR CARA DE ROCKERO.
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RINGO STAR EL MEJOR DE LOS CUATRO, LA PELOTA Y EL TRAJE DE LEOPARDO.
EL FÚTBOL DE PANTALÓN LARGO www.decabeza.cl