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Huellas

Por: Heriberto Perez Genesta III de Teología

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La maternidad de María

es una gran dicha y alegría el poder saludar a todos los lectores de nuestro boletín “Amigos”, en esta ocasión, por el mes de Mayo, compartiremos el testimonio de una persona sumamente especial para los cristianos, una mujer que tiene gran importancia en nuestra historia de salvación, la madre de nuestro Señor Jesucristo y que también es madre de cada uno de nosotros. Hablamos de la santísima virgen María: “Tengo en mis brazos a un hermoso pequeño, lo llevé en mi vientre y ahora, por fin ha nacido el Hijo del Dios Altísimo. Me siento profundamente honrada de que Dios haya elegido a esta humilde y pequeña sierva para colaborar en el nacimiento de su Hijo y aunque hay cosas que ni mi esposo José ni yo logremos entender, porque son asuntos muy grandes, de lo que sí podemos estar conscientes es que tenemos una gran responsabilidad en cuidar y formar a este niño lo mejor que podamos. Cuando llevamos a Jesús al templo, nos encontramos con un anciano que dijo cosas muy fuertes de nuestro hijo, al igual que el ángel que me anunció su nacimiento, mencionó que grandes cosas vendrían para él, pero además de que una gran espada atravesaría mi alma. No puedo negar que esas palabras me llenaron de un gran miedo, pero tengo puesta mi confianza en el Señor, me ha demostrado en varios momentos de mi vida que él no abandona a quienes le sirven, así que estoy segura de que su misericordia siempre estará con nosotros, especialmente en los momentos difíciles. Jesús ha crecido mucho, con doce años ya tiene la determinación para estar en medio de los doctores en el templo haciéndoles preguntas de gran profundidad. 6

Aunque le dijimos que José y yo estuvimos muy preocupados por él en estos días que no lo podíamos encontrar, me contestó con mucha calma que no teníamos que preocuparnos, porque se estaba ocupando de los asuntos de su Padre, aunque ni José ni yo pudimos comprender por completo lo que había dicho, recordé que me había prometido poner toda mi confianza en la Providencia de Dios, así que lo único que puedo hacer es meditar en lo más profundo de mi corazón esto y todo lo que he escuchado de nuestro pequeño Hijo. Te suplico, Señor, Dios de nuestros padres, que nos auxilies a mi esposo y a mí, para que podamos hacer de este niño un gran hombre, capaz de cumplir con su propósito.” en este mes dedicado a nuestra querida madre, la santísima virgen María, recemos el rosario con gran confianza pidiéndoles su intercesión y que con su testimonio, podamos parecernos lo más que sea posible a su Hijo.

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