Editorial
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
¿Qué es la buena prensa? Cuando el franquismo por fin se diluyó en España dejando tras de sí una pavorosa estela mortuoria, el nuevo gobierno, que se pretendía democrático, estuvo dispuesto a coadyuvar presupuestariamente con la mejor prensa realizada en esa nación, de modo que los periodistas empezaron a practicar un modelo ejemplar de información, teniendo como consecuencia la creación de medios éticos irreprochables, como lo fue en su momento, por ejemplo, El País. La “mejor” prensa, no la mediana, ni la regular, ni la frívola, ni la tendenciosa, ni la lambiscona, ni la del “corazón” (como nombran los ibéricos a la prensa dedicada a auscultar la vida privada de las personas). La “mejor”. Ese fue el subrayado fundamental. En México jamás ha ocurrido tal cosa, porque el gobierno ha dispuesto de su dinero para compartirlo no con la “mejor” prensa sino con la “amigable”, con la inofensiva, con la que no le da dolores de cabeza, con la que departe complicidades y comparte favoritismos. La historia de esta idónea mancuerna data de tiempo atrás. Álvaro Obregón decía que nadie resistía un “cañonazo” de 50 mil pesos, porque en el periodismo, según el general, tiene un precio (y consecuentemente todo periodista también), José López Portillo afirmaba que él no pagaba a la prensa para que le pegaran, sino todo lo contrario. Y nombraba “enanos del tapanco” a los que ejercían el oficio periodístico. ¿Toda la prensa, en efecto, tiene un precio? ¿Por eso apreciamos, a veces, un alud de publicidad gubernamental en diarios de intensa mediocridad?, ¿por eso contemplamos, luego, proselitismos partidarios en algunas específicas publicaciones, que exhibe con claridad los métodos francamente parcializados de la política mexicana? ¿Es cierto que cada nación puede definirse y retratarse mediante el ejercicio de su prensa? No se diga del empresariado privado que reparte su millonaria publicidad sólo a los consorcios donde puede hallar contubernios e intereses comerciales (y confidenciales), sin importar los contenidos de los medios en donde difunde y proyecta su respectivo negocio. De ahí que sea notoria la aparición de la poderosa industria incluso en revistas casi porno sostenidas por la acaudalada vía televisiva, que no requeriría, si lo vemos en un plano sin remilgos económicos, de apoyos financieros, pues lo que le sobra es justamente el dinero; pero los medios electrónicos hacen revistas, a veces sin saber hacerlas, para proseguir recabando su inmensa fortuna a sabiendas de que el empresariado, sin importarle el tipo de publicación donde fijará sus anuncios, aportará con cientos de miles de pesos la aventura felizmente emprendida por sus adinerados colegas. Es una vergüenza, cómo no, mirar la publicidad de empresas que se dicen nutritivas o sanamente bancarias o deportivas en revistas donde se exalta la vulgaridad y el desprecio a los lectores, donde sólo tiene cabida el morbo y el sometimiento femenino. ¿Qué es para el empresariado mexicano una buena, o “mejor”, prensa?¿Qué significa hacer una buena prensa¿ ¿Qué es hacer una buena prensa? ¿Algún día el Estado mexicano, como lo hiciera alguna vez España, proclamará por o estimulará a la creación de una prensa crítica y veraz?
Simone de Beauvoir.
Me pregunto
¿Año de leer a escritoras? “¿A qué suena la palabra feminista? ¿Por qué genera una especie de repulsa en mujeres educadas y de vida mal que bien resuelta? ¿Por qué salta el decoro cuando se pronuncia esta palabra?”
Comité directivo David Magaña Figueroa Felipe Reyes Ruiz Víctor Roura
Director general Vïctor Roura Director ejecutivo David Magaña Figueroa
Ethel Krauze
L
o primero que me pregunto es por qué la noticia viene solamente en una de las revistas llamadas “femeninas”, casi a punto de llegar a la mitad del año. La idea comenzó en un pequeño diario estadounidense, con la promesa de dedicar espacios a escritores negros y a mujeres, en el entendido de que ambos son grupos marginados; el primero, por raza; y el segundo, por sexo. Más adelante, la periodista Joanna Walsh lanzó el proyecto #readwomen2014 al que se han ido sumando numerosas voces. Detrás de estas iniciativas están los resultados de una investigación que diversas organizaciones realizaron durante 2013, en la cual se demuestra que existe un enorme desbalance en el trato que reciben escritores y escritoras en los medios de comunicación y en las casas editoriales. Por ejemplo, en el New York Review of Books tan sólo el 22 por ciento de los libros reseñados son escritos por mujeres, mientras que en el London Review of Books el porcentaje desciende hasta el 8.7. Lo mismo sucede en el resto de los periódicos de prestigio. Otra de las cosas que me pregunto es por qué no hay este tipo de estudios en países hispanoamericanos; si los hay, por qué no se dan a conocer. Me pregunto cuál es el estatus mexicano de esta situación. Autoras anglófonas han reclamado públicamente el sesgo muy común en el círculo editorial que se da en la comercialización de sus obras al ponerles portadas “aniñadas”, con flores o corazones y a los libreros colocándolas en estantes especiales con connotaciones de libros “conmovedores” o “delicados”, junto con los libros de superación y espiritualidad, sesgo que se repite en las críticas que llegan a recibir. Se trata, dicen, de una discriminación silenciosa, pero ciertamente poderosa. Me pregunto por qué en nuestros espacios culturales no se visibilizan estos temas, que están presentes hoy en día no sólo en el ámbito de la comunicación sino en la vida escolar y académica. Si no, ¿por qué una profesora de literatura, como la doctora Inés Saenz, directora de la Escuela Nacional de Educación, Humanidades y Ciencias Sociales del Tecnológico de Monterrey, tendría que publicar en su blog, y circularlo en Facebook entre escritoras, la siguiente reflexión?: “Yo no soy feminista: Así es la reacción de la mayor parte de mis alumnas de literatura cada vez que empezamos a leer Un cuarto propio de Virginia Woolf o La mujer rota de Simone de Beauvoir. Desde hace casi dos décadas ejerzo la docencia no sólo en el ámbito universitario sino también en círculos de lectura. Semestre tras semestre, ciclo tras ciclo, programa tras programa, mujeres inteligentes, responsables, empeñosas, analíticas, me aclaran antes de empezar a leer. Me pregunto, ¿a qué suena la palabra “feminista”? ¿Por qué genera una especie de repulsa en mujeres educadas y de vida mal que bien resuelta? ¿Por qué salta el decoro cuando se pronuncia esta palabra? ¿Por qué el malentendido? ¿La asocian con mujeres agresivas, comehombres? ¿Con arribista, maquinista, masoquista, chauvinista o comunista? Con estas reflexiones a cuestas,y aprovechando la visibilización del Nobel a Alice Munro y el reciente Cervantes a Poniatowska, propuse un seminario en el posgrado de literatura que coordino, con la línea de investigación sobre el estilo de las autoras contemporáneas; me sorprendió (¿o no me sorprendió?, también me pregunto esto) que se hubieran inscrito exclusivamente alumnas mujeres. ¿Existen “asuntos”, “temas”, “intereses”, “problemas” exclusivos de las mujeres? Si hacemos una lista de nuestras lecturas, ¿cuántas escritoras estarían incluidas en la última década? Dejo muchas preguntas, sí, pero hay aquí, felizmente, un largo aliento para pensar en sus respuestas. Facebook: Ethel Krauze K; twitter: Ethel_K; krauzeethel@gmail.com
Gerencia José Luis Díaz López Apoderado legal Alfonso Pérez Dominguez
Jefatura de información Ernesto Herrera Reporteros Rossi Blengio Daniel Cisneros Emmanuel Islas Sergio Raúl López Viridiana Villegas Hernández Karla Zanabria Jefe de redacción Eusebio Ruvalcaba Zona fotográfica Arturo Talavera Pascual Borzelli Iglesias Mesa digital Elisa Aguilar Funes
Arte y diseño Josefina Larragoiti Cuidado de la edición Fatna Lazcano
Consejo periodístico Federico Arana/ Jaime Avilés/ Alberto Chimal/ Fernando de Ita/ Juan Domingo Argüelles/ Armando González Torres/ Ethel Krauze/ Marco Lara Klahr/ Omar Raúl Martínez/ Eduardo Monteverde/ Humberto Musacchio/ David Ojeda/ Emiliano Pérez Cruz/ Agustín Ramos/ José Reveles/ José de Jesús Sampedro/ Ignacio Trejo Fuentes/ Gabriel Trujillo Muñoz.
/delargoaliento @LargoAliento
De Largo Aliento, fundado el 1 de marzo de 2014, aparece el primer lunes de cada mes. Este número 3 fue impreso el 30 de mayo de 2014. Es una publicación editada y distribuida por Magaña, Reyes y Roura, SA de CV, con dirección en Luis González Obregón No. 25, piso 3, esquina con República de Argentina, Centro Histórico (Área 2), C. P. 06010, Delegación Cuauhtémoc, Distrito Federal, Tel. 57022252. www.delargoaliento. net. Editor responsable: Víctor Antonio Roura Pech. Reservas de Derechos al Uso Exclusivo Nº 04-2014021411235500-101, otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Impresa por Encuadernaciones Maguntis, SA de CV, Calle Batalla de Casa Blanca No. 1621-B, Colonia Leyes de Reforma, 3ra. Sección, C. P. 09310 en la Delegación Iztapalapa, Distrito Federal. Certificado de Licitud de Título y Contenido No. 16190 otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Queda estrictamente prohibida la reproducción parcial o total de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de Magaña, Reyes y Roura, SA de CV. La información, opinión y análisis contenido en esta publicación es responsabilidad de los autores, salvo error de apreciación de su parte.
3
JUNIO 2014
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Escuela que Pedro Ramírez Vázquez proyectó para Tabasco.
Karla Zanabria
A
rtífice de edificios emblemáticos como el Auditorio Nacional, la Basílica de Guadalupe o el Estadio Azteca, la obra de Pedro Ramírez Vázquez goza de una presencia sólida. El libro Arquitectura / Pedro Ramírez Vázquez no podía quedarse atrás. El editor Miguel Ángel Porrúa, el hacedor de dicho volumen, accede a conversar sobre lo que considera un justo homenaje a uno de los pilares de la arquitectura mexicana: —Si usted hojea este libro—nos invita con voz pausada el propio Miguel Ángel Porrúa— se dará cuenta de que no es como los demás libros de arquitectura que se han hecho sobre el maestro. No está lleno de imágenes y fotografías mostrando aspectos bonitos, fachadas, muros con ritmo. Lo que estamos viendo en este caso es una amalgama de anécdotas que él mismo relató y que se van apoderando de las imágenes. El texto no habla por sí solo, se acompaña de la imagen. Durante dos años el editor trabajó con Pedro Ramírez Vázquez (fallecido el 16 de abril de 2013), pues a pesar de su avanzada edad dictaba sus memorias a Josué Pascoe, uno de sus colaboradores más cercanos, y visitaba la editorial para cuidar los detalles de dos publicaciones: Arquitectura… y un segundo volumen que ya está en prensa bajo el título de Urbanismo. En la conversación que Porrúa concede a De Largo Aliento se adivina que entre ambos hubo una relación de mutuo respeto y complicidad más allá del trato profesional. —Don Pedro era muy respetuoso. En este libro, cuando tocamos el tema de las viviendas, lo único que él quiso incorporar fueron las casas que construyó para su familia y las que él mismo habitó. Lo demás lo dejó fuera, porque eran espacios privados que él no podía divulgar —acota. Bien acogido en la élite política del México priista, Pedro Ramírez Vázquez creó, por ejemplo, la vivienda de Adolfo López Mateos. Es bien conocido como autor del Museo Nacional de Antropología, el Hospital Infantil, o el Santuario de Guadalupe en Monterrey, pero muy poca gente sabe que entre 1955 y 1957 diseñó y construyó varios mercados públicos en la Ciudad de México. Sus propuestas arquitectónicas abarcaron lo mismo a altos funcionarios que a humildes trabajadores. Todos ellos habitaron los espacios que él ideó. —En el caso de las aulas rurales —retoma la palabra Miguel Ángel Porrúa—, Pedro Ramírez Vázquez planteó una forma de hacerlas rápidamente valiéndose de módulos prefabricados utilizando materiales de la región. Así fue como halló la solución de prefabricarlas, y que los acabados se hicieran empleando mano de obra local, con materiales propios de cada región. Fue pionero al proponer algo que hoy es muy utilizado, me refiero a la participación de los lugareños en las obras. Y nos exhibe un caso. —El poeta Carlos Pellicer decía que Tabasco es más agua que tierra, y Ramírez Vázquez coincidía con él. De haberse construido este prototipo de aula, las escuelas no habrían sido destruidas tantas veces; si lo miramos con detenimiento, este prototipo tiene hasta un embarcadero — explica quien asentó su propio sello editorial a partir de 1980 en San Ángel (y quien aún hoy sigue abriendo, de manera admirable e insólita, librerías pese al recurrente lugar común que subraya que los mexicanos ya no leen), y no pierde ocasión de alabar el profundo conocimiento que el multicitado arquitecto desarrollaba en torno a las necesidades humanas más elementales. En el caso de los mercados, Ramírez Vázquez “se preocupó por incluir una guardería, mientras que en el caso de las aulas rurales anexó una casa para el maestro”. Mientras hojea el libro para mostrarlo, Miguel Ángel Porrúa se detiene en la Basílica de Guadalupe para comentar cómo el arquitecto desarrolló un sistema de compuertas que ayudasen a ventilar el recinto mariano, como bien lo demuestran notas manuscritas que también han sido incluidas en el libro: —Ese gran edificio puede respirar. El arquitecto tomó muy en cuenta lo que pasa cuando llegan los peregrinos por miles a un espacio cerrado.
Charla con Miguel Ángel Porrúa
Anecdotario arquitectónico Un libro que es un merecido homenaje a uno de los mayores arquitectos que ha dado México: Pedro Ramírez Vázquez.
Súper Servicio Lomas.
Foto del libro Arquitectura / Pedro Ramírez Vázquez.
4
Pedro Ramirez Vázquez.
Era necesario diseñar una adecuada ventilación, porque después de andar un largo camino todos los seres humanos despiden olores ligados a la transpiración. Por eso es que instalaban en las grandes catedrales del mundo esos pebeteros con inciensos. Para evitarse el gran pebetero, Pedro Ramírez Vázquez ideó un sistema a través de compuertas que está en la torre de la misma basílica, y aprovechó el movimiento del aire caliente y frío; esto hace girar las compuertas incluso contra la fuerza del aire que sopla fuera. Gracias a eso no se siente un ambiente asfixiante dentro de la basílica —pondera el hombre en cuyo haber se cuentan más de 2 mil 500 títulos publicados. El editor no oculta su admiración cuando afirma que en Arquitectura se muestra por vez primera el sentido humanista que tenía el arquitecto, quien incluso llegó a pensar en las necesidades espirituales de los que llegaban al Tepeyac: —En la Basílica hizo una innovación maravillosa al poner el coro y el órgano al lado del altar mayor. Fue toda una revelación en su momento. Yo mismo le pregunté la razón para haberlo hecho así, y dijo que cuando vamos a misa siempre estamos volteando a ver a quienes están tocando o cantando, y así perdemos toda la devoción y la
atención hacia quien está ofreciendo la misa. Y tenía mucha razón. En cuanto al tema de las voluntades que tuvieron que coincidir para que una edición de estas características —encuadernado en cartoné con camisa, de 368 páginas, con dimensiones de 36 por 31 centímetros y un peso total de tres kilogramos y medio— saliera a la luz, Miguel Ángel Porrúa nos remite al entusiasmo de Jorge Carlos Ramírez Marín, secretario de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, al gobierno de la República, así como al Instituto del Fondo Nacional de Vivienda para los Trabajadores, a la Comisión para la Regulación de la Tenencia de la Tierra, al Fideicomiso Fondo Nacional de Habitaciones Populares, al Fondo de la Vivienda del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, a la Comisión Nacional de Vivienda y a la Sociedad Hipotecaria Federal. —En todo caso la unión de todas estas voluntades tiene que ver con el hecho de rendir un merecido homenaje a Pedro Ramírez Vázquez. Lo que estamos haciendo es mantener al arquitecto presente en la memoria de los mexicanos y exaltar el sentido de nacionalismo que queremos preservar —concluye.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Bernardo Reyes e Ignacio Solares
La imaginación en la historia El novelista tiene el don de imaginar lo que nadie sabe de los personajes de la historia, siempre y cuando, dice Ignacio Solares, se apegue a la veracidad de los hechos. Daniel Cisneros
C
onforme nos adentramos en la casa del escritor Ignacio Solares se puede apreciar una escultura de Sebastián y otra de Juan Soriano. Nos instalamos en la sala, cuyas paredes están forradas de obras de artistas como Vicente Rojo, Benjamín Domínguez y José Luis Cuevas. Aquí todo es silencio, tranquilidad. Después de algunos segundos, coloco sobre la mesa de centro su más reciente libro: Un sueño de Bernardo Reyes (Alfaguara), donde el militar y político mexicano que protagoniza la narración tiene recurrentes sueños premonitorios que le permiten conocer los conflictos armados y las múltiples adversidades que enfrentará nuestro país a principios del siglo XX. —Esta novela nació de una manera casual — señala Ignacio Solares (Ciudad Juárez, 1945)—. Recuerdo que al estar acomodando mis libros me encontré con la autobiografía de Rodolfo, hijo de Bernardo Reyes. Ahí descubrí una línea que me llamó la atención: “Debido a una malaria mi padre padecía fiebres altas que le provocaban constantes pesadillas”. Y como la ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia, me dije: “¿Por qué no imaginar esas pesadillas?” Para nuestro entrevistado, es clara la forma en que describiría a Bernardo Reyes (Guadalajara, 1849 / Ciudad de México, 1913): —Era un hombre inteligente, capacitado y patriota. Incluso regresa del exilio para tratar de colaborar con Madero, pero lo decepciona la debilidad de este político. Tanto, que se rebela contra él, y cuando está recluido en la prisión de Santiago Tlatelolco, grita: “¡Madero nos va a llevar
a una guerra civil! ¡Su debilidad es suicida y no sabe gobernar, yo sí!” —¿A qué atribuye la lealtad y admiración que Bernardo Reyes le tenía a Porfirio Díaz? —A su agradecimiento —responde el también autor de La noche de Ángeles, El espía del aire y El Jefe Máximo—. Ése fue el gran pecado que lo llevó a doblegarse. Si en el periodo final de Porfirio Díaz hubiera competido por la presidencia, seguramente habría ganado y no estallaba la Revolución. —¿Por qué lo asegura? —Porque Bernardo Reyes demostró en Nuevo León ser un gran gobernante. Esta habilidad le habría permitido lograr una transición pacífica y Madero se hubiera mantenido practicando su misticismo. —¿Cómo fue la relación de Bernardo Reyes con los escritores, artistas e intelectuales de su época? —Maravillosa, porque era alguien muy culto que fue amigo de personas como Rubén Darío, quien al morir lo compara con los héroes shakesperianos. Incluso escribió una biografía de Porfirio Díaz y fue la gran influencia de su hijo Alfonso Reyes, a quien por las tardes le leía pasajes de literatura. —¿Cuál es la causa de que a su protagonista se le reconozca muy poco en los libros de historia? —El haber quedado en el panteón de los malos por haberse sublevado contra Madero, quien es visto como el mártir de la Revolución. Pues aunque sabemos que la realidad no solamente es negra o gris, la historia suele ser maniquea. Por eso espero que mi libro contribuya a sacarlo de ese panteón. —Usted también ha elaborado novelas de
JUNIO 2014
Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Felipe Ángeles y, ahora, de Bernardo Reyes, ¿de qué manera elige a sus personajes? —A partir de que me llegan o no. Me han invitado a escribir sobre Porfirio Díaz y Álvaro Obregón, pero no me hacen clic. En cambio Madero y Calles me empezaron a interesar porque descubrí su relación con el espiritismo. En el caso de Felipe Ángeles me llamó la atención su integridad, su cristianismo y su comportamiento profundamente quijotesco. Y de Bernardo Reyes me atrajo el saber que pudo haber cambiado el rumbo de la historia de México. —¿Es sencillo escribir desde la óptica de figuras históricas? —No, pero la clave radica en leer todo lo que se ha escrito sobre cada personaje para tener un panorama completo. Lo que no se vale es inventar. Por eso se necesita recurrir a los datos históricos y, simplemente, donde la historia ya no puede seguir el novelista empieza a imaginar basándose, siempre, en el hecho real. —Durante los últimos años han estado surgiendo muchas novelas históricas en nuestro país… —Esto se debe a una clara preocupación por conocer nuestro pasado. De ahí que tengamos grandes novelas históricas, como Noticias del imperio, de Fernando del Paso; o El seductor de la patria, de Enrique Serna. Lo cual me parece bien, porque este género literario es muy rico y no había gozado del auge con que ahora cuenta. Sin embargo, es justo mencionar un antecedente magistral: La sombra del caudillo, de Martín Luis Guzmán. Ignacio Solares no sólo se ha desarrollado ampliamente en la literatura, sino también en el periodismo cultural. De hecho, ha transitado por Plural, Hoy, Quimera y Semana de Bellas Artes. Igualmente trabajó en los suplementos “Diorama de la Cultura”, de Excélsior; y “El Heraldo Cultural”, de El Heraldo de México. Actualmente es director de la Revista de la Universidad de México y, en Siempre!, del suplemento “La Cultura en México”. —Me considero básicamente periodista, y en el trabajo de investigación para mis novelas hay mucho de esa vocación —afirma Ignacio Solares—. Incluso tengo un libro donde aparecen las entrevistas que les hice a Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Julio Cortázar y Gabriel García Márquez. Si no fuera por el periodismo quizá hubiera sido corredor de bolsa, clavadista, mayordomo o qué sé yo. —¿En dónde radica la importancia de realizar periodismo cultural? —En que es fundamental para dar a conocer lo que sucede en el ámbito de la cultura y, a su vez, ayuda a la gente a generarse un criterio. Además, en la medida en que le demos su lugar a la cultura lograremos amortiguar la violencia que hoy en día nos invade en todo el país. —A propósito, ¿en qué estado se encuentra esa área de la prensa en México? —Está en una mala situación, porque las secciones culturales han ido decreciendo. Y como si carecieran del suficiente valor para ser autónomas, en los últimos años las han metido en sociales o espectáculos. Esto se debe a que cada vez importa más el periodismo amarillista que tiene un interés económico viable. En este fenómeno también han influido los brutales golpes asestados a la cultura en diversos momentos como, digamos, el periodo panista. —¿Y qué sucedería si en las publicaciones desapareciera el periodismo cultural? —Habría un empobrecimiento que afectaría al lector, porque no se enteraría del contrapeso que, como mencioné antes, la cultura genera en la violencia que estamos viviendo. Ahora en los periódicos ya casi no hay críticos de cine, teatro, música, literatura o artes plásticas, lo cual es una pérdida enorme porque ellos son una valiosa orientación en sus respectivas áreas.
5
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Rogelio Cuéllar y Maritza López
La subversión de los cánones fotográficos El cuerpo desnudo de la mujer ha sido admirado y visualizado durante muchos años, pero el del hombre no ha sido mirado con la misma intensidad. En el fondo, se trata en parte de subvertir los cánones impuestos por el mercado de las imágenes en el que los cuerpos jóvenes y atléticos imperan. Karla Zanabria
S
esenta fotografías de Maritza López y de Rogelio Cuéllar, dos de los fotógrafos mexicanos contemporáneos que más se han dedicado a explorar los claroscuros del cuerpo humano, contiene el libro Músculo corazón / Masculinidades en México (La Cabra Ediciones, 2013), retratos acompañados de ensayos escritos por Andrés de Luna, Juan Guillermo Figueroa Perea, Alfredo Fressia, Teresa González Arce, Carlos López Beltrán y Rafael Toriz. Los retratados son sujetos de muy diversas procedencias, con muy distintas constituciones físicas “han madurado en una época convulsa, de intensos cambios sociales con respecto a sus funciones típicas y arquetípicas”, como bien apunta la solapa del libro. En la larga lista de retratados aparecen Leonel Maciel (pintor, 65 años), Max Ramos (librero, 44 años), Roberto Turnbull (pintor, 65 años), Enrique Pérez (astrofísico, 54 años), Farnesio de Bernal (actor, 86 años), Jorge Alberto Manrique (historiador, 77 años), Horacio Franco (músico, 49 años), Alberto Ruy Sánchez (escritor, 61 años) y Carlos Leyva (médico inmunólogo, 64 años), por citar algunos. En el fondo, se trata en parte de subvertir los cánones impuestos por el mercado de las imágenes en el que los cuerpos jóvenes y atléticos imperan. A decir del fotógrafo Rogelio Cuéllar, el cuerpo humano es hermoso, sea femenino o masculino. En su caso la principal motivación de incurrir en lo que él llama “un género inusual”, consiste en sacar a flote “el erotismo que la luz logra descubrir en la desnudez del cuerpo”. En entrevista, Cuéllar, un hombre de 64 años que ha cursado estudios de cine, artes plásticas y periodismo en la UNAM, asegura que María Luisa Passarge, editora de La Cabra, ha sido la creadora del concepto y él ha sido uno más de los invitados a formar parte del proyecto. —Otra de mis motivaciones para hacer fotos de desnudo ha sido explorar la fuerza erótica de las formas humanas —refiere Cuéllar—. Eso me gusta manejarlo en mis fotos. Mira [se encamina al tríptico que decora la pared que divide su habitación de su estudio para explicar su sentir], ésta es una foto hermosa, no debería haber censura porque así es el cuerpo humano: hermoso. Esa fuerza erótica la sublimo y la potencializo preferentemente en blanco y negro. Fotografiar es editar parte de la realidad, y eso para mí es en blanco y negro — sintetiza quien se inició en este oficio en 1967 y obtuvo el Premio de Periodismo Cultural Fernando Benítez en 2012. Su comentario no está de más, porque la colección de retratos sería muy diferente si hubiera sido publicada en
En más de un sentido, esta serie que presenta en Músculo corazón le ha permitido a Maritza López volver a experimentar, como ella misma asegura: —En este libro jugamos un poco con toda esta valoración de lo joven, de lo estético, de lo bonito, de lo que no te va a espantar. Entonces yo creo que apenas empezamos un poco a meternos en estos terrenos de exploración de las formas masculinas. En este caso, al tener que trabajar con hombres mayores (en los que ya el deterioro es evidente), se trataba de ver hasta qué punto rompíamos con los cánones de lo que es considerado estético hoy en día. Pienso que el éxito del libro radica en que, además de ser un buen tema (las masculinidades en México), son cuerpos de hombres que han hecho una vida, que han defendido una carrera propia y en la mayoría de los casos también han enarbolado causas colectivas. Estos señores se desnudan con gran dignidad, y esa actitud, en este momento, viene a llenar un vacío en cuanto a lo auténtico.
Foto de Rogelio Cuéllar.
6
Leonel Maciel, artista plástico.
color. Abordar el cuerpo humano mediante el blanco y negro presupone que el espectador no se fije tanto en los rostros o los objetos coloridos; automáticamente la mirada se detiene en las formas y las texturas. Jugar con el erotismo es una cosa para los varones y otra para las mujeres. Sobre cómo ven las mujeres el cuerpo masculino desde el campo creativo, conversamos con Maritza López, una mujer que creció en los años sesenta y que debutó en el periodismo gráfico en marzo de 1975 cuando la Revista de Revistas le publicó en portada algunas instantáneas del cómico y bailarín Adalberto Martínez, Resortes. A fines de ese mismo año publicó fotografías de desnudos masculinos para la revista Eros (1975-1976). En sus cuatro décadas de carrera profesional, Maritza López ha hecho de todo: reportajes, retratos, entrevistas,
portadas de discos, calendarios, fotografía publicitaria, reproducción de obra artística, y siempre ha regresado al género del desnudo. —Empecé trabajando con bailarines después de haber hecho suficiente desnudo femenino —recapitula la artista visual—, pero la curiosidad de ver qué pasaba con el cuerpo masculino creció. Mi proyecto inicial pretendía romper con el cuadro fotográfico quieto, enmarcado, sin mucho movimiento. Me encontré con Raúl Parrao [bailarín] y Miguel Ángel Corona [artista plástico], que estaban igual de enloquecidos que yo, y así empezamos a hacer una serie sobre ángeles. Creo que eso fue en 1993. Posteriormente seguí con Raúl para hacer trabajos relacionados con la pintura y el cuerpo. Mi inquietud inicial era, más que experimentar con el género masculino, hacer algo diferente con el espacio fotográfico.
Maritza López confirma que explorar los recovecos masculinos jamás había estado tan al alcance de las mujeres artistas: —De ninguna manera podría asegurar que ha sido equitativa la experimentación de los artistas en el desnudo femenino que en el masculino. Particularmente, las mujeres no han experimentado mucho en este asunto y apenas vamos entrando en él. No creo que sea un asunto de censura, más bien es una cuestión cultural. Creo que se debe a que no era bien visto que las mujeres hablaran o hicieran ciertas cosas; pero todo eso se está rompiendo actualmente, y ya el marco de lo que se refiere a la fotografía es amplísimo. Si hablamos de géneros fotográficos como el autorretrato y el desnudo, se encuentran centrados en lo violento, en las cicatrices y las heridas, cuestiones que retoman los artistas muy conceptuales. Responsable (entre 1992 y 1995) de los calendarios de la cantante pop Gloria Trevi, Maritza López niega que los cuerpos masculinos le inspiren más o menos que los femeninos: —No podría hacer ninguna diferencia como fotógrafa, porque me sigue inspirando mucho el cuerpo femenino. Son más suaves las formas de las mujeres, pero creo que pueden ser tan atractivos los hombres como las mujeres. Ambos tienen lo suyo, las mujeres tienen superficies más redondas, evidentemente; pero los hombres tienen otro tipo de formas. Me gusta la manera en que uno puede enmarcar el cuerpo, el músculo, los volúmenes.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Foto de Pascual Borzelli Iglesias.
JUNIO 2014
Francisco Icaza (1930-2014)
La metáfora del vuelo Nacido el 5 de octubre de 1930 en la embajada de México en El Salvador, el artista plástico Francisco Icaza murió el 3 de mayo en el Distrito Federal, a los 83 años de edad. Gabriel Bernal Granados
P
odría decir, no porque haya muerto en fecha reciente, sino porque así ocurrió en la realidad, que mi carrera literaria comenzó bajo la advocación de una imagen del pintor Francisco Icaza. Inspirado en una litografía suya, que colgaba de uno de los muros de mi cuarto, escribí un poema-crítico —si los hay—, titulado “Lerouge et le blanche”. Más que una respuesta, se trataba de encontrar equivalencias entre la imagen de un pájaro, dibujado a la manera egipcia, y una serie de emociones y vivencias personales que me interesaba poner de relieve en ese momento.. Le rouge et le blanche a Ana Rosa, contemplando la sonoridad de su nombre Un ave, dibujada sobre un fondo sepia; seguramente un jilguero, cuyo tronco y cabeza se matizan apenas, ligeramente, extendiendo a profundidad el pincel sus alas para aprovechar el remanso que ofrece el viento durante el vuelo. Así, la voluntad del artista evita evaporar sus figuras, vacilación que negaría la transparencia del aire. En efecto, podemos ver el ave. Las alas del jilguero, sin embargo, permanecen, cuando lo miramos, replegadas al abrigo del vientre, en cuya palpitación inician su crecimiento. El alma del pájaro se alberga en ese fondo: la causa del vuelo. Mientras se transforma en acto, ¿hacia dónde orienta su único ojo? El pulso res-
ponde, fija aquel punto donde se percibe la univocidad del instante. (Me dentengo a pensar que el pintor —cualquiera verdadero—rinde un homenaje a la plasticidad del instante. No importa la finutud del lienzo porque mientras podamos contemplarlo, a nuestro oído llegará la sugerencia de un espacio infinito.) Pero hago una omisión: olvidaba la amplia cola pavorreal del jilguero, que confirma, sumándose al grupo elemental de la composición, el enunciado de este cuadro litográfico: indagación de texturas. La naturaleza incorpórea del aire se asemeja a la inasibilidad del agua. Tomado del recipiente cóncavo que contiene barruntos de tierra, el sepia. 31 / XII / 91 En su litografía de un pájaro, Icaza rinde homenaje a Leonardo al retratar no la imagen del vuelo, sino su idea potencial, contenida en el vientre estático del ave. La idea del vuelo se encuentra ya en potencia en la forma misma —en la ingeniería inmemorial del huevo. No es gratuito, por tanto, que el vientre del ave parezca una metáfora del ovum primigemium, cuyo trazo elipsoidal contiene, en efecto, la posibilidad del vuelo. Icaza descubre el movimiento en el quietismo de su modelo, y la gama de colores que emplea, opera en el mismo sentido que un ramillete de sensaciones táctiles.En ese cuadro, color es textura. Tienen razón algunos críticos y comentaristas de Icaza cuando señalan la existencia de un diálogo permanente entre su obra y la poesía. Icaza bien puede ser visto como un fabulador visual, un arquero que dispara sus flechas hacia
el corazón del instante: el momento de la revelación poética de la realidad. Sin embargo, no hay que olvidar que Icaza era ante todo un artista visual, que procede por intuiciones distintas de las intuiciones que guían los pasos de poetas y escritores, que se atienen en todo momento a la sustancia verbal de los fenómenos descritos en sus obras. Existe una dimensión espaciotemporal que media entre lo visual y lo verbal, acercando ambas orillas y volviéndolas, al mismo tiempo, distintas; ese espacio determinado e infranqueable bien podría ser el silencio. Si el silencio, en literatura, se vuelve palabra, el silencio en pintura se vuelve materia. Más que hablar de la pertenencia (tangencial, por lo demás) de Icaza a la Generación de la Ruptura, y más que buscar sus referentes inmediatos en una retórica literaria, habría que buscar el verdadero ámbito de procedencia de algunos de sus cuadros en la pintura de Paul Delvaux (sobre la lógica poética de los sueños) y en la obra de Max Ernst, donde éste analiza con otro calado el acuerdo suprarracional de lo onírico. En un experimento gráfico en el que predominan diferentes calidades de azul se observa, a la distancia, la figura del pintor (porque esa figura bien podría ser la de un autorretrato) que toca el piano sobre un muelle. Lo pedales del piano se convierten, por mediación de la lógica del sueño, en las escamas de un cocodrilo, dibujado de perfil, a la manera egipcia. Y sobre la cabeza del artista se observa la silueta de un pájaro, uno de los animales totémicos de la pintura de Icaza. De un lado del muelle, el más próximo a nosotros, las ondas de las olas marítimas se insinúan debido a la reiteración de una serie de estructuras triangulares (negro en el azul) que se confunden con la música de un sueño —música sólo audible por el sentido de la vista. Del otro lado, en el azur propiamente dicho, una trama de brazos y de arañas recuerdan el argumento indiferenciado de un cordel, acentuando las variaciones de la música azarosa que improvisa el artista con su piano y contribuyendo de manera significativa a enrarecer una atmósfera que preside el redondel de la luna. Los pianos fueron símbolos —o figuras— recurrentes en la pintura del Dalí surrealista. (Recuérdese el famoso cuadro Alucinación parcial. Seis apariciones de Lenin sobre un piano, de 1931.) Que son metáforas de una forma de soñar despierto. En otro cuadro, basado en la reiteración armónica de las figuras geométricas del cuadrado, el rectángulo y el triángulo, una mujer desnuda baila sobre la trompa de un tiburón. El tiburón emerge a la superficie de un mar que recorre los cimientos de una ciudad fantasma, gobernada por la voluptuosidad del rojo y el carmín, en contraste con el negro. La constancia del mar, en su vinculación perpetua con el mundo de los sueños. En otro cuadro, más arriesgado aún que los dos anteriores por su exaltación de los valores de lo gráfico, en una orilla de un mar embravecido se forma la metáfora de una barca, donde un marinero trata de estabilizar su embarcación en medio de la inestabilidad del agua. Clava un remo en el mar, creando un instante paralelo. Y sobre los restos de lo que podría ser un mástil, el cuerpo de una mujer se yergue guardando un equilibrio que se antoja impenitente e imposible. En sus manos sostiene un madero, al mismo tiempo que una brisa —inaudible e invisible— revuelve su cabellera. Una bandada de pájaros se desprende de la fragilidad de unos riscos, que parecen estructuras cristalinas en mitad de un paisaje concreto, dirimido entre el puro contraste entre el blanco y el negro. En otro cuadro, un demonio —que más bien parece un arlequín, provisto de bastón y del aderezo imponderable de una barriga— es el punto intermedio entre las realidades de un cocodrilo y un pájaro. El cocodrilo, pese a su carácter acuoso, en Icaza se perfila como un equivalente de nuestro contacto humano con la tierra; y el pájaro representa una aspiración, también constante, hacia la libertad y hacia los cielos.
7
JUNIO 2014
Sergio Raúl López
A
l otro lado del Atlántico, a la voz del auricular le urgía una respuesta. Nada tan trascendente, claro, como para que Albert Maysles (Massachusetts, 1926) no mantuviera expectantes en la línea, por unos segundos, a los productores de Granada Television, de Manchester, para consultar antes con su hermano aquella propuesta de trabajo. Como buen melómano especializado en música de concierto, lo ignoraba todo acerca de esa música comercial. —Oye, David, desde Inglaterra quieren contratarnos para seguir a un grupo de rock and roll que aterriza en dos horas. ¿Has oído hablar de The Beatles? Las señas desesperadas del sonidista hicieron que el hermano camarógrafo aceptara la encomienda sin preguntar más. De esta manera, unas horas más tarde, el viernes 7 de febrero de 1964, en el Aeropuerto John F. Kennedy de Nueva York —recién bautizado tras el asesinato del presidente— los hermanos documentalistas, armados con una cámara de 16 mm y una grabadora portátil con micrófono de vara, atestiguaban el inicio de la beatlemanía, que medio siglo más tarde sigue viva. Esas tomas, que incluyeron los emblemáticos conciertos realizados por el cuarteto de Liverpool, su estancia en hoteles y sus dos actuaciones con Ed Sullivan, conformaron la película What’s Happening! The Beatles in the USA (Estados Unidos, 1964), estrenada internacionalmente en el verano, justo 50 años atrás. También aparecen, con una edición propia en The Beatles: The First USA Visit (Estados Unidos, 1964), ya disponible en video. Aunque se trataba de estrellas ascendentes de la industria musical, eso no obstó para que los hermanos Maysles se alejaran del estilo que ellos y otros influyentes cineastas estaban generando y marcaría una revolución absoluta en el cine documental: el cine directo. Gracias a las cámaras portátiles de 16 mm, poco ruidosas, y a las grabadoras portátiles de carrete de un cuarto de pulgada, podían prescindir de la voz en off del narrador y filmar los momentos extraordinarios de la gente común lo mismo que los instantes ordinarios de los personajes más afamados. Algo que habían iniciado unos años antes con el filme Primary (Estados Unidos, 1960), de Robert Drew, que registra las elecciones del Partido Demócrata entre Kennedy y Hubert Humpfrey. Un estilo que les llevó a entregarnos películas sobre el actor Marlon Brando, el director Orson Welles, el escritor Truman Capote, el pianista Vladimir Horowitz, el chelista Mistlav Rostropovich, los directores Leonard Bernstein y Seiji Ozawa, la cantante Jessy Norman y el boxeador Cassius Clay, además, claro, de sus Satánicas
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Albert Maysles, padre del cine directo
Dejar que los momentos ocurran Cambió el modo de hacer un documental. Ya las escenas no eran previamente ensayadas, sino todo se tomaba directamente de la realidad. Majestades, The Rolling Stones, en la más emblemática de sus cintas: Gimme Shelter (Estados Unidos, 1970), del trágico episodio de su concierto masivo en Altamont, California, cuando los Hell’s Angels, contratados para resguardar la seguridad del evento masivo, dispararon y golpearon a los espectadores, marcando el fin de la era del amor y del Flower Power. Invitado principal del octavo Festival Internacional de Cine Documental de la Ciudad de México (docsdf), que presentó una retrospectiva suya, surgió esta charla. —Cuando usted no está filmando a personas, digamos, anónimas, sino a personalidades relevantes, renombradas o simplemente famosas, como políticos o músicos, ¿le marca alguna diferencia?
Foto de Sergio Raúl López.
8
Albert Maysles.
Portada de la película Gimme Shelter (Estados Unidos, 1970).
—Todo trata del ser humano. Expresar algo que le ofrezca al espectador cierta cercanía con esa persona, con la vida misma. Es por eso que pienso que la música es una de esas actividades que resultan tan atrayentes, en las que hay un componente natural de la música que es muy rico para el documentalismo, que es filmar estrellas de rock. Yo he filmado todo tipo de músicos y de géneros. En verdad la música es un medio natural para el documental. —Filmar la campaña de Kennedy, un concierto de los Rolling Stones o la reacción histérica a la primera gira
de The Beatles por Estados Unidos le permite ser parte de esa historia sin intervenir en ella… —Y también me permite ser parte de eventos en la vida de la gente de los que, de otra manera, jamás tendrías contacto directo. Por ejemplo, hice un documental sobre cómo vive la gente que viaja en tren y me encontré con una mujer joven, que había perdido contacto con su madre desde los tres años a causa del divorcio, y había recientemente recibido la llamada de una mujer, a mil 600 kilómetros, afirmando que era su madre y pidiéndole que abordara el siguiente tren pues iba a estarla esperando en la estación. Así que filmé ese reencuentro. ¿Puedes imaginar qué tan conmovedor puede resultar eso? Cuando lo miras, excede todo lo que puedas imaginar. Estar realmente ahí, cuando esa mujer baja de las escalerillas para conocer, finalmente, a su madre luego de 23 años, la manera como se abrazan, se hablan, se tocan, y de pronto la madre voltea hacia mí para decirme: “¿No es divina?” Ciertamente, no deseas
ninguna interferencia en esa especie de momento sagrado. —¿Cómo decide qué personajes o qué sujetos va a filmar? —Algunas veces se debe, simplemente, a que alguien llega con el dinero y los contactos. Como la agencia musical que vino a mí con el presupuesto para hacer películas sobre media docena de directores e intérpretes sinfónicos: Leonard Bernstein, Seiji Ozawa, Mistlav Rostropovich. El objetivo era producir dos películas de cada uno, y fue posible gracias a su agente. En el caso de The Beatles, el trabajo fue patrocinado por una cadena británica de televisión, en cambio Gimme Shelter se realizó con una parte sustancial proveniente de nuestro propio dinero. Así que, de una manera u otra, encontramos sujetos en los que la gente pueda interesarse y conectar con nuestros propios intereses. Si nos resultaba atractivo, haríamos el filme de cualquier forma. —Cuando ustedes comenzaron como documentalistas, en Estados Unidos se producían, sobre todo, documentales por encargo de compañías comerciales, siempre reflejando el american way of life. Sus cintas significaron una ruptura con esta tendencia… —Cuando me inicié, sólo existían los documentales narrados. Siempre sentí que tener un guión leído por un locutor era una especie de escapismo de la más poderosa de las herramientas del documental, que es filmar la vida tal como es, despojada de cualquier tipo de comentario, de manera que el espectador pueda hacerse sus propios juicios. Cinco años luego de que empecé a filmar, tuve la oportunidad de usar una cámara con sonido sincrónico, lo que me permitía registrar exactamente lo que ocurría en el entorno. Podía estar realmente cerca de la gente que estaba filmando y darle al espectador la oportunidad de experimentarlo por sí mismo. Era como si estuvieran ahí, en el lugar. Fue una oportunidad fantástica para hacer del mundo un mejor sitio. —Al trabajo cinematográfico que tanto usted como su hermano realizaron se le asocia con el término de “cine directo”. ¿Cuál fue el orígen de este término? —El cine directo involucra no ensayar las escenas que se están llevando a cabo, sino buscar el momento preciso y dejarlo ocurrir por sí mismo, ese es el elemento primordial. Es permitir que la realidad aparezca en todo su poder y en su veracidad. El viejo modo de filmar consistía en añadir una narración y usar entrevistas. El nuevo cine te daba contacto directo con la vista y el sonido, mostraba exactamente lo que estaba ocurriendo y te dejaba juzgarlo por ti mismo. —¿Qué tan conveniente resultaba que fueran hermanos y que uno tomara la cámara y otro grabara el sonido, a manera de equipo? —Fue magnífico. En nuestro caso el que fuéramos hermanos era para bien de las películas, pero no siempre resulta así en las familias. Afortunadamente cada uno de nosotros tenía un papel importante. Mi hermano hacía el sonido, pero también ayudaba a seleccionar a los sujetos y mantenía el control sobre el entorno, y yo esencialmente hacía el trabajo con la cámara. Eso nos resultaba suficiente para satisfacernos sin intervenir con el trabajo del otro.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Lin Durán (1928-2014)
Para no desperdiciar la energía… Lin Durán no sólo bailó, sino escribió sobre la danza y fundó varios centros especializados para la difusión y práctica de este arte. Karla Zanabria
C
onseguir que los bailarines aprendieran a ser buenos coreógrafos, lograr que la danza transmitiera mensajes y sensaciones con claridad, fueron dos de las principales preocupaciones que guiaron el quehacer, más allá de los escenarios de la bailarina, de la coreógrafa e investigadora Lin Durán, fallecida el miércoles 16 de abril a los 86 años de edad por causas naturales. Nacida en Chihuahua el 18 de marzo de 1928, albergó en su adolescencia expectativas de ingresar al círculo de actores de Hollywood, incluso tomó sus primeras clases de teatro en el método Stanislavsky. Como ella misma habría de relatarlo en 2009 (en ocasión de haber aceptado la Medalla Bellas Artes), se había enamorado de la danza en el momento en que vio las coreografías Cartucho 30/30, de Nellie Campobello, y La coronela, de Waldeen, en el Palacio de Bellas Artes. Aquel amor a primera vista estuvo adormecido, pero se volvió pasión incendiaria cuando optó por integrarse al grupo de alumnos de Seki Sano en 1945 y, en su afán de exploración escénica, empezó a asistir a las clases de danza que impartía Guillermina Bravo. Lin Durán egresó del INBA en 1948 y se integró al Ballet Waldeen y a la Academia de la Danza Mexicana, fundada por Carlos Chávez. También formó parte del Ballet Nacional de México, codirigido por Guillermina Bravo y Josefina Lavalle, en donde interpretó obras trascendentales en el repertorio de la época, como La pastorela, La iniciada, En la boda, El bautizo, Fuerza motriz, Carta a las madres del mundo, Guernica, La nube estéril, El amor amoroso, Juan Calavera y Corrido del Sol. Desde 1960 se dedicó al periodismo cultural como cronista y crítica de danza, labor que desarrolló en el suplemento cultural de Ovaciones, la revista Política y en La Revista de la Universidad. “Si el crítico es espectador atento, ojo aguzado por la sensibilidad, percepción inteligente, razón y vida, podrá tender los puentes necesarios entre la obra y el público, entre la inteligencia y la sensación. Pero si además de ser así es también artista, entonces se produce la crítica más objetiva y especializada”, decía quien con los años se iría alejando de los escenarios para adentrarse en una serie de reflexiones profundas sobre el objetivo y el método que utilizaban sus contemporáneos. Según consta en su libro Manual del coreógrafo (Cenidi Danza José Limón, 1993), a Lin Durán le preocupaba que en los países ricos los bailarines tuvieran la oportunidad de cursar estudios con coreógrafos en academias privadas, talleres y seminarios variados mientras que “en México el método habitual ha sido prueba y error”, hecho que se traducía en malgastar el doble o tripe de tiempo de trabajo, así como en lo que ella llamaba un “desperdicio de entusiasmo y energía”. Junto con un grupo de maestros, Lin Durán se
•Nace en Chihuahua en 1928 •Egresa del INBA en 1948 •Jefa del área de Danza en las EVA desde 1983 •Gana la Medalla Bellas Artes en 2009
dedicaría durante varios años a elaborar planes y programas de estudio que permitieran la formación de los coreógrafos. En 1978 creó la Escuela Nacional de Danza Contemporánea y fue fundadora del Centro Superior de Coreografía (Cesuco) y del Centro de Investigación Coreográfica (Cico), ambos pioneros en ese campo dancístico. El mayor problema al que se enfrenta el coreógrafo, expresaba la también investigadora, ha sido principalmente “el de la claridad respecto de lo que se quiere transmitir al público, en tanto que compendio de ideas, emociones y formas: claridad razonada” (Manual del coreógrafo). Para ella la claridad era una condición estética necesaria del arte: “Lo contrario de claridad es confusión. La confusión provoca el mal humor de los espectadores. La confusión es probable que se deba a que la obra maneja demasiadas generalidades”, aseveraba. En cuanto a la “coreografía ideal”, Lin Durán estableció que ésta debía reunir tres condiciones: emocionar, seducir y convencer al público. A partir de 1983 se hizo cargo del área de danza en la recién formada subdirección general de Educación e Investigación Artísticas del INBA y propuso la creación de las Escuelas Vocacionales de Arte (EVA). De acuerdo con información del Laboratorio de Recopilación de la Danza, el papel que jugó
Lin Durán en la creación de las EVA estuvo encaminado a que los niños adquirieran cualidades y habilidades específicas necesarias para bailar, sin hacer uso de la técnica rígida y formal, su método más bien se basaba en “juegos creativos”. Tal convicción surgió a raíz de que ella estuvo impartiendo una serie de dinámicas a las que llamaba “Juegos de danza”, las cuales también eran aplicables a jóvenes y adultos, y básicamente se trataba de ejercicios exploratorios encaminados a promover la improvisación y el conocimiento de la propia personalidad. “El juego —escribió en el Manual del coreógrafo— permite, además del desarrollo de múltiples potencialidades, entrar en la experiencia estética, explorar el mundo físico y el ambiente social, perfeccionar conceptos, ampliar y enriquecer el vocabulario y dar impulso al pensamiento productivo. Los juegos, además, propician la armonización social espontánea”. Su calidad como ensayista e investigadora le abrió camino para convertirse en la segunda directora del Centro Nacional de Investigación e Información de la Danza José Limón, institución que publicaría varios de sus libros, como La humanización de la danza y Caleidoscopio de la forma artística. El primero está dedicado a explicar la evolución de las ideas coreográficas que a su juicio, estaban interrelacionadas con un “proceso de humanización del arte que condujo al surgimiento de la danza moderna”, pero también en la “conciencia, cada vez más acentuada, de que las coreografías tuvieran unidad orgánica”. Estas afirmaciones tenían que ver con la evolución del papel que ha jugado el bailarín a través de la historia, en cuanto a que antaño se trataba de una especie de autómatas que bailaban, y que poco a poco se fueron convirtiendo en seres humanos capaces de expresar un sinfín de ideas y sensaciones. Para explicar lo anterior hizo en La humanización de la danza un recorrido por los preceptos y trayectorias de Jean-Georges Nouverre, Mary Wigman, Doris Humphrey y Martha Graham. Su último libro se llama Luis Rivero: el músico y la danza, en el cual realizó un homenaje al compositor homónimo nacido en 1934 y muerto en 2005. A través de su página web, el Cenidi-Danza José Limón mantiene desde hace unos días un homenaje a Lin Durán donde se le atribuye una frase que bien podría ser un epitafio: “No fue por mi beneficio personal, ni para ganar dinero, ni laureles. La danza es mi pasión”.
9
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
El 18 de junio se cumple el primer centenario del natalicio de ese poeta de las ciudades: Efraín Huerta, cuya obra va a ser reeditada pronto por el Fondo de Cultura Económica y por el Conaculta.
C
ómo me gustaría tener una máquina del tiempo para viajar a los pasillos de la Preparatoria Nacional ubicada en San Ildefonso, a las aulas donde tomaban clases Efraín Huerta y Octavio Paz, ser testigo de las conversaciones que sostenían en los cafés del hoy llamado Centro Histórico para escucharlos hablar y observar la manera en que comentaban sus lecturas y la forma en que se proponían planes que más tarde llevaban a cabo. Ellos, centenarios ambos este año junto a José Revueltas, son hijos de la Revolución; en 1914 ocurrió la invasión a Veracruz, se desencadenó la Primera Guerra Mundial y se perfiló todo lo que sucedería a lo largo del resto de esa década. Durante su infancia y adolescencia pudieron ver los frutos del México posrevolucionario y la construcción de este país. En aquel entonces, cuando aún a principios del siglo XX el límite sur de la Ciudad de México era el Río de La Piedad, donde hoy se encuentra el Viaducto Miguel Alemán, estos tres autores se encontraron en el centro del país: Paz había nacido en Mixcoac, cuando todavía era un pueblo a las afueras de la capital; Huerta en Silao, Guanajuato [18 de junio], y Revueltas en Santiago Papasquiaro, Durango. Es extraordinaria la comunión de ideas y el debate continuo que hubo entre este trío, grandes protagonistas de la literatura mexicana de la centuria pasada junto con algunos otros escritores un poco más jóvenes, como Juan Rulfo, Juan José Arreola y los maestros de la generación de Contemporáneos, estos últimos sus predecesores. Efraín Huerta pasó los primeros años de su vida en las grandes ciudades vecinas de Silao, es decir en León y en Irapuato; tiempo después, ya convertido en un joven, se trasladó a la Ciudad de México y quizás este sea uno de los datos poco conocidos sobre él: viajó para estudiar artes plásticas, pues deseaba ser dibujante y yo recuerdo que era un calígrafo magnífico, sin embargo la literatura llegó y lo condujo por otro camino. Cuando Efraín Huerta cumplió 50 años compuso una pieza poética realmente extraordinaria bajo el título un poco extraño de “Borrador para un testamento”, mismo que dedicó a Octavio Paz. Quienes hemos leído con cierto detenimiento la historia de la literatura de nuestro país, sobre todo la desarrollada en el siglo XX, poseemos testimonios intermitentes de cómo era el ambiente de las generaciones literarias, prácticamente todas ellas unidas en torno a la hechura de una revista, de modo que conocemos desde la época de Porfirio Díaz a quienes hicieron las publicaciones de Azul, Moderna y,
Foto de Ricardo Salazar.
10
Efraín Huerta.
Centenario de Efraín Huerta
El poeta del alba
David Huerta
Yo soy mi corazón… poemas de Efraín Huerta
años después, Contemporáneos, Taller y Tierra Nueva. Si alguien se pregunta cómo eran esos muchachos escritores y editores de revistas, hallará respuesta leyendo el poema que cito, pues habla de cómo habitaban, dónde bebían y qué temas discutían. Huerta apunta en esos versos que sus compañeros y él vivían encendidos de pasión debatiendo las ideas, los proyectos, el movimiento de la sociedad, las grandes obras que los apasionaban de autores mexicanos, españoles, latinoamericanos, europeos, de todas las naciones en el mundo. Se trataba de jóvenes con una cultura muy vasta para sus edades. Todo esto lo podemos saber si leemos con cierto detenimiento el “Borrador para un testamento”, el cual es significativo también por la dedicatoria a Paz, pues en ese texto el autor recoge uno de los títulos juveniles de su amigo cuando dice: “Éramos como estrellas iracundas: / llenos de libros, manifiestos, amores desolados, / desoladamente tristes a la orilla del mundo, / víctimas victoriosas de un / severo y dulce látigo de aura crepuscular”. De 1938 a 1941, estos literatos llevaron a cabo la revista Taller junto a otros escritores e intelectuales; cabe recordar que un par de años antes Rafael Solana, miembro del mismo grupo de amigos, lanzó la revista Taller poético, mientras algunos otros autores habían hecho publicaciones hermanas, como Barandal y Cuadernos del Valle de México, sin embargo la publicación emblemática de esa generación es sin
Estéril Teórico De todo Militante De nada Tontomudez Prometo Ya no decir Ni la Primera Ni la Última Palabra Declaración de amor Ciudad que llevas dentro mi corazón, mi pena, la desgracia verdosa de los hombres del alba, mil voces descompuestas por el frío y el hambre. Ciudad que lloras, mía, maternal, dolorosa, bella como camelia y triste como lágrima, mírame con tus ojos de tezontle y granito, caminar por tus calles como sombra o neblina. Soy el llanto invisible de millares de hombres, Soy la ronca miseria, la gris melancolía, el fastidio hecho carne. Yo soy mi corazón desamparado y negro. Ciudad, invernadero, gruta despedazada.
duda Taller, desarrollada en la época en que José Luis Martínez fue director del Fondo de Cultura Económica y, como historiador de la literatura mexicana que era, durante su gestión llevó adelante el proyecto Revistas Literarias Mexicanas Modernas, que consistió en publicar en facsímil las distintas ediciones que existieron en aquel entonces; por ejemplo, de Taller hay dos volúmenes, los cuales se consultan con gran emoción porque en ellos se encuentran los primeros textos dados a conocer de nuestros grandes autores. Revueltas, Paz y Huerta no tenían ni 30 años de edad cuando ya estaban haciendo una contribución cardinal y capital a la cultura de esta nación. Por otra parte, además del centenario del natalicio de mi padre, este 2014 festejamos otro aniversario del autor: en 1944, hace justo 70 años, Efraín Huerta publicó Los hombres del alba en la Editorial Géminis, libro que sus lectores consideramos como el más importante, más rico, más profundo y más original de su obra. Si ustedes han tenido oportunidad de leer los cuentos y las novelas de José Revueltas, en esos poemas de Efraín Huerta es posible encontrar similitudes extraordinarias entre los personajes de la narrativa del primero y los paisajes urbanos descritos y poetizados por el segundo. Los festejos por el centenario de Efraín Huerta [fallecido en la Ciudad de México el 3 de febrero de 1982] comenzaron en febrero en el Centro Histórico, en el Palacio de la Autonomía, con una lectura colectiva de sus poemas realizada por vecinos, dueños de negocios, librerías y cafés. De manera posterior se llevaron a cabo otras actividades en el Faro de Oriente y el Faro de Tláhuac, ambos centros culturales ubicados en barrios bravos, en zonas populares y la gente se volcó en ellos para escuchar los versos e incluso para escenificar algunos otros de corte amoroso de una manera muy simpática, lo cual fue muy conmovedor, pues Huerta es el poeta del alba de la ciudad, del amanecer, de modo que celebrarlo al oriente, por donde sale el Sol, fue enormemente valioso. Después, en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, bajo la batuta de Fernando Macotela, quien fue gran amigo de mi padre, se desencadenaron los festejos oficiales por los cien años de Efraín Huerta. Desde el año pasado, e incluso me atrevo a decir que desde tiempo antes, pensamos en el Fondo de Cultura Económica para encabezar los festejos de este centenario. Creo que así debe ser, pues se trata de una figura fundamental de las letras mexicanas. Es verdad: existen instituciones culturales en nuestro país mucho más grandes, más ricas, pero sin duda es nuestra editorial; por ejemplo, el libro Poemínimos, una antología de 30 pequeños textos, se encuentra en producción a cargo de Socorro Venegas, subgerente de obras infantiles y juveniles del Fondo de Cultura Económica, tomo magníficamente ilustrado por el doctor Alderete. El Conaculta no se ha quedado atrás, pues en breve dará a conocer una edición facsímil del volumen capital de Huerta: Los hombres del alba. *Palabras tomadas del homenaje realizado a Efraín Huerta en mayo pasado, durante la Feria Nacional del Libro de León, Guanajuato. (Transcripción: Viridiana Villegas Hernández.)
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Libros y Antilibros
La transmisión gozosa “El lector Huerta era un lector activo y festivo, cuyas notas y recensiones resultaban tan divertidas como instructivas”.
Caos y catástrofes
El terror a los “bárbaros” Juan Domingo Argüelles
Armando González Torres
“Cuando se dispone de medios y no se está obsesionado con el final de mes, puedes permitirte tener inquietudes y problemas metafísicos”, dice el antipsiquiatra francés Roger Gentis. Y está en lo cierto.
P
aralelo al descubrimiento del gran poeta, recuerdo que incidentalmente comencé a leer la columna de libros de Efraín Huerta, que por su tono afable y divertido llamaba mi atención de temprano adolescente. Leer es una forma extrema del goce intelectual. La columna “Libros y Antilibros” que por varios años mantuvo Efraín Huerta en el suplemento “El Gallo Ilustrado” del periódico El Día, muestra esta forma del goce. En efecto, los “Libros y Antilibros” de Huerta constituían una manera viva, jocosa, erudita y desenfada a la vez, de compartir una devoción: la lectura, y los diversos prodigios que la rodean. La columna tenía el modesto propósito de brindar noticias y anécdotas literarias, pero ofrecía mucho más: una muestra de la rica formación y del paladar omnívoro del lector Huerta; un testimonio del medio ambiente-intelectual de la época y una visión jubilosa del acto creativo y amistoso de la lectura. Cierto, el genuino amor a los libros no tiene nada que ver con la pomposidad académica o el ánimo de brindar certificados de aptitud y pertenencia a los autores. La biblioteca de Huerta no era la del bibliófilo que se concentra en el libro como objeto, ni la del académico que aspira a depurar un acervo canónico, sino la del lector voraz y abierto que llena sus libreros a la luz del azar, la varia afición y la amistad. El lector Huerta era un lector activo y festivo cuyas notas y recensiones resultaban tan divertidas como instructivas y cuyo estilo se permitía la reflexión, la evocación, el juego de palabras, la broma privada y el gracejo. Muchas columnas de Huerta constituían una chispeante tertulia en la que convocaba a sus más preciados volúmenes y amigos y en la que, al lado de las ideas y revelaciones, campeaba el desenfado y el buen humor. En la tertulia de Huerta no solo aparecían los nombres consagrados de su tiempo, sino esos otros animadores a menudo olvidados (libreros, editores, correctores, bohemios), que conforman el complejo ecosistema literario de una época. Así, al lado de los conocidos nombres de José Gorostiza, Xavier Villaurrutia o José Emilio Pacheco, también aparecían los José Herrera Petere, Octavio Barreda, Ricardo Cortés Tamayo, Salomón de la Selva, Demetrio Aguilera Malta, Rafael Gimenes Siles, Jacobo Glantz, Parménides García Saldaña o los aguerridos infrarrealistas. A través de este registro personal y bibliográfico es posible recuperar protagonistas olvidados, restituir atmósferas intelectuales, inferir filias y fobias y revivir el clima vibrante de los setenta. Otro rasgo de “Libros y Antilibros” era el sentido común: Huerta ejercía una crítica afable contra la petulancia, la simulación y la banalidad que suelen enquistarse en la República de las Letras. La columna de Huerta representa el aspecto más fecundo y fraternal de la mundanidad literaria, de esos círculos de amistades y afectos que se forman en torno a la página escrita. La forma en que el lector lee, el estilo con que transmite su gusto y su juicio hablan profundamente de su personalidad. En el caso de Huerta denota a un lector abierto, cálido y efusivo, que a la hora de leer evade las jerarquías y los prejuicios e inicia una aventura en la que incursiona en las páginas ajenas con una generosidad que no excluye la exigencia y la inteligencia. Porque en este torrente gozoso de anécdotas, ocurrencias y juegos de palabras, subyace el afecto, pero también el ánimo crítico y la apuesta por el gusto. Cierto, el arte de leer se acompaña de un arte de escribir, porque la transmisión es una de las formas más altas y rigurosas de la camaradería.
E
l modelo de la cultura aristocrática, ennoblecido por encima de toda sospecha, puede producir manifestaciones muy cómicas de no ser tan fundamentalistas. Para las élites culturales, el terror a los “bárbaros” se ha convertido en un asunto de profilaxis. A tal grado les dan miedo los “bárbaros” que ese miedo se convierte en desprecio racial y en asco clasista que exigen alejarse de los focos de infección: no vaya uno a contaminarse. En términos de arte y de cultura, los “bárbaros” son, obviamente, los reguetoneros, salseros y soneros, no por supuesto los públicos operísticos y sinfónicos. ¡Coño, carajo, caballero, pero resulta también que los “bárbaros” no viven en Polanco ni en la Condesa ni en las Lomas, sino en Iztapalapa y en los pedregales de Santo Domingo! ¿Saben esto los representantes de las élites culturales que miran con asco las manifestaciones populares de la cultura, tan populares que no las consideran cultura? Obviamente lo saben, aunque pareciera que no. Saben que los “bárbaros” no habitan los espacios privilegiados de las ciudades, sino las periferias llenas de carencias en educación (y esto es lo de menos: porque la educación es lo de menos cuando las limitaciones son alimentarias, de seguridad, de vivienda, de trabajo, de salud, etcétera). Y a pesar de que lo saben, hablan todo el tiempo como si las asimetrías no existieran. Los “bárbaros” son ciudadanos no de segunda ni de tercera ni de cuarta, sino de octava. Sus carencias son más graves que las que imaginan y teorizan muchos de los representantes intelectuales de la aristocracia cultural. E incluso pueden ser inimaginables porque muchos de estos cultos aristocráticos lo son por herencia y por condición, es decir por maravillosa fatalidad: heredaron su casa y otros bienes de sus padres que a la vez los heredaron también de sus padres que vivieron en condiciones muelles o muy satisfactorias, felices del porfiriato y el priismo que los enriqueció y les proporcionó medios para esa cultura aristocrática y esa educación superior de la que tanto se enorgullecen. Muchos de ellos gozan de jugosas rentas que no se agotarán ni aunque vivan 120 años. Las heredarán a sus vástagos para continuar con esa cadena de beneficios históricos. Los cultos aristocráticos exclaman: ¡qué mala música, qué pésima literatura, qué consumos culturales más pobres tienen los jóvenes! Se alarman por ello. Pero no se dan cuenta que, en parte, ellos también son responsables de esas carencias: Puesto que lo defienden, han vivido para fortalecer un sistema de privilegios de los que ellos no sólo son beneficiarios sino, en muchos casos, cómplices. No hacen absolutamente nada porque ese esquema de privilegios se modifique: piensan que los demás escuchan mala música, leen pésimos libros y tienen horrendos gustos (que no podrían ser calificados de estéticos) únicamente porque así lo quieren, porque no desean “superarse”. ¡Jamás se ponen a pensar en las asimetrías sociales y económicas! En la tele, por ejemplo, cada vez es más frecuente el jueguito aburrido de las opiniones sabias con las que, los cultos suponen, que contribuyen muy eficazmente a que los “bárbaros” dejen de serlo y se conviertan a la civilización. No puede haber una ingenuidad más ingenua. No se dan cuenta que sólo están hablando para ellos mismos. Su “vasto” auditorio son ellos. El otro día, en la tele dizque cultural, en un programa más de “debate y análisis de la realidad social y cultural”, tres trajeados personajes de la intelligentsia nacional coincidieron en que… ¡ya basta de que la gente crea que todo se lo tiene que dar el gobierno! “En otros tiempos —dijo uno de los petulantes— la gente barría sus banquetas; ¡hoy quieren que sea el gobierno el que lo haga!” Pero de los tres petulantes aristocrático-nacos que estaban ahí —podemos jurarlo (¡jurémoslo!)—, ninguno en su más exquisita y muelle vida ha tomado una hetera escoba para barrer su banqueta; es decir, para barrer la vía pública peatonal que no es propiedad de los ciudadanos, sino espacio de la administración gubernamental —sea ésta municipal o delegacional— que ésta debe barrer con el dinero que pagan los contribuyentes. Claro, dirán ellos, nosotros no barremos con nuestras manitas, pero pagamos para que las banquetas que están frente a nuestras casas (en las Lomas, San Ángel, Chimalistac, la Roma, la Condesa, etcétera) rechinen de limpias. ¡Qué cosa más linda, caballeros! ¡Pagan porque tienen para pagar! Roger Gentis, el antipsiquiatra francés, diagnosticó lo siguiente, en 1971, en su libro Curar la vida: “Cuando se dispone de medios y no se está obsesionado con el final de mes, puedes permitirte tener inquietudes y problemas metafísicos”. ¡Justamente como los tres analistas aristocrático-nacos de la tele!
11
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
La F uria del P ez Noticias de horror y barbarie* No puedo pegar los ojos toda la noche Nada se sabe de cierto Hay ambiente de cólera y pavor Todo el mundo teme horrores imprecisos ¡Inmensa barahúnda se escucha! Cuando pregunto por mi tierra Se me sueltan las lágrimas
Foto de Karla Mora Corrales.
poema de Gabriel Trujillo Muñoz
Acribillados de amargura De desamparo Todos vamos peñas abajo Sin vergüenza: sin ventura Pueblo en disolución Virus rábico Nos hallamos en pleno dominio de la maldad Siguen rugiendo Sordamente La indignación y el descontento Malos presagios y certidumbres amenazantes La atmósfera densa Precursora de catástrofes Los espíritus abatidos Las imaginaciones caldeadas Patria de antaño desventurada La oscuridad se intensifica País que consiente que así lo engañen Los amorales: los ignaros: los vulgares En la calle Un inmenso manicomio: Han soplado los vientos de locura En todos los ámbitos No hay tribunales ¡Qué enormidad! Ni gobierno Ni garantías Ni cosa que valga Mi tierra en ruinas Llena de viudeces y orfandades ¡Qué pesadilla más espantosa! Semblantes feroces Rostros patibularios ¡Cuánto salvajismo el nuestro!
Gabriel Trujillo Muñoz.
Y aun en los rincones más apartados Los derechos esenciales -Que debieran ser perpetuos e intangiblesEscarnecidos y en suspenso
Imagen tomada del libro: Escritores de la Diplomacia Mexicana.
12
Es que todas nuestras repúblicas No son sino cafrerías Disfrazadas de personas decentes Y en cuanto se nos cae el barniz Aparece el salvaje que palpita en las entrañas Estamos junto a un barril de pólvora Y todos -¡Absolutamente todos!- fuman Nosotros Para salvarnos Hemos de salvarnos de nosotros mismos Antes que de enemigos extraños
Los robos Los crímenes Las inmoralidades De gobernantes y gobernados Se premian con puestos públicos O dinero para coronar Sus asquerosas hazañas ¡Qué triste que todo sea mentira Y todo falso Y engaño todo! Me siento avergonzado Infeliz: cómplice: culpable: impotente El corazón se me salta del pecho
No nos queda Más recurso que protestar Con la palabra y con la pluma
Federico Gamboa, ca. 1920.
Nosotros todos somos civiles Y sólo nos reúnen veladas fúnebres
¡Qué abismos insondables los del odio! Adueñándose de lo ajeno Arrasando lo útil Destruyendo lo bello Ultimando lo bueno Y sembrando el terror Para que mañana crezcan Las espigas de odios nuevos Y nuevas venganzas ¿Hasta cuándo cesará esta tormenta?
Todos andamos Desconcertados e inquietos Todo antójasenos anormal y disforme Yo no contribuyo a mojigangas ni farsas Por mí se trata De poner a salvo El harapo de civilización Que nos queda Entre nuestras manos Ensangrentadas y fratricidas
Frente a nuestro incierto porvenir Desencanto: desesperanza ¿Qué será de nuestras pobres gentes?
Yo estoy de aullar
¿En verdad Estamos perdidos Irremisiblemente perdidos? Sobre los innúmeros daños de la guerra ¡Todos los días un siniestro nuevo! En todas partes dolor Por doquiera catástrofes
*Este poema está hecho con frases tomadas de los diarios del novelista mexicano Federico Gamboa, escritos entre 1912 y 1918. Cualquier similitud con la situación actual por la que pasa México es mera coincidencia. Al autor, como todo dj, sólo le pertenece la selección de los fragmentos, su mezcla, su estruendo, su fragor. Por cierto, el próximo 22 de diciembre se cumplen los 150 años del natalicio de Gamboa y el 15 de agosto los 75 años de su muerte.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Carmen Alardín (1933-2014)
No se apaga la vida
La poesía de Adriana Tafoya
Una linda estatura tenebrosa
Dionicio Morales
Carmen Alardín se ha ido también. Poeta discreta, obtuvo el Villaurrutia, en 1984.
Salvador Mendiola
“La poesía de Adriana Tafoya es escritura que libera. Hace pensar y vivir de otra manera.”
C
uando Carmen Alardín (Tampico, Tamaulipas, 1933 / Ciudad de México, 2014) publica su primer libro: Canto frágil (1951), la poesía mexicana escrita por mujeres abandonaba los residuos modernistas y románticos por naturaleza con la obra de Concha Urquiza, Guadalupe Amor, Margarita Michelena, Rosario Castellanos y Enriqueta Ochoa. Alardín, después del desasimiento normal de sus comienzos poéticos, instala su voz ya trascendental en su libro Todo se deja así (1964), en una publicación de Huberto Batis, y en un viaje por la Ciudad de México, en pleno verano, en la busca del amor y la vivencia de la soledad, con la complicidad de la lluvia y de la precisa expresión de su moderno lenguaje poético. Poeta y mujer de puerto por nacencia, vivió muchos años en Monterrey, Nuevo León, y fue compañera de aventuras literarias de Gabriel Zaid, Isabel Fraire, Jorge Cantú de la Garza y Andrés Huerta. Poeta visionaria, supo incorporar a su obra, además de los temas clásicos, el amor, la vida y la muerte, de una manera personal, audaz, crítica, y muchas veces divertida, una resonancia musical de las vivencias cotidianas que nos va descubriendo la vida. Tallerista apasionada, maestra de corazón, lectora minuciosa, estudió letras hispánicas en la UNAM y con una beca del Instituto Goethe realizó una especialización en letras alemanas en Europa, además de ser becaria del Sistema Nacional de Creadores, del Conaculta. En sus libros más importantes publicados en México y España en la segunda mitad del siglo XX, Carmen Alardín, con humildad, con sencillez, sin prisas, con un rechazo contundente a los reflectores falsos, sin desmayo porque su poesía no era reconocida como debiera, supo vencer todas estas tribulaciones con que en nuestro país se etiqueta a ciertos autores extraordinarios por no pertenecer al cenaculo —así, sin acento— de los mafiosos. No pude detener los elefantes, La violencia del otoño, Entreacto, La libertad inútil y algunas noches, Canto para un amor sin fe son algunos de sus libros de poesía en cuyas páginas Carmen Alardín deja huellas de su innegable talento y de una vocación insoslayable que ejerció con lucidez y brillantez hasta el día de su partida. La poeta, a lo largo de los años, con una formación eminentemente clásica, y con una curiosidad por las vanguardias, supo alternar estos “extremos”, ya con una manifestación de los sentidos ateniéndose a versos de estricta sonoridad —como el endecasílabo y el alejandrino—, o sus atinadas incursiones con el verso largo, libre de atadura, en los que su poesía vuela hacia encumbrados cielos habitados por unos cuantos. Entre sus reconocimientos —no todo está podrido en Dinamarca— Carmen Alardín prefería el Premio Xavier Villaurrutia (1984) por su libro La violencia del otoño, y el premio al que le impusieron su nombre en Monterrey, Nuevo León. Digamos como Carmen: No se apaga la vida,/ dejamos de encenderla.
C
on Los rituales de la tristeza (Editorial Rojo Siena) Adriana Tafoya muestra que la mujer no nace, se hace. Quien habla y se expresa en esta poesía es un ser hecho fuera del dualismo maniqueo. Escritura emancipada del ser mujer según el esquema machista; escritura de una mujer que se hace de otra manera. Ni mujer ni varón; otra. La poesía de Tafoya es escritura que libera. Hace pensar y vivir de otra manera. El/la sujeto femenino de la poesía de Tafoya comunica sus saberes y sentires desde una razón poética. No es un filósofo que todo lo quiere ver y nombrar desde lejos y en frío, creyendo que ya lo conoce todo por dentro y en caliente; ni es un poeta romántico afásico, que parece pegar las palabras por mero capricho aleatorio. Es un/a personaje muy subjetiv@ que razona y reflexiona como persona femenina emancipada; no como una “mujer” sino desde lo femenino que viene después de la liberación de las mujeres. Un ser con una tristeza nueva y poderosa. La tristeza de reconocer el peso de la realidad en la hora del nihilismo galopante. La tristeza que viene después de la vivencia del éxtasis liberador y luego de la frialdad con que debe vivirse la auténtica libertad. Porque la libertad no es hacer lo que un@ quiere, sino lo que se debe hacer para darle dignidad real a la vida personal en sociedad. Una cuestión de cada quien con su conciencia y su responsabilidad. En Los rituales de la tristeza Tafoya habla desde una nueva condición del ser, desde otra vivencia del estar en la casa de la forma, una vivencia que ha hecho posible la liberación de las mujeres. Una profunda transformación histórica de la cultura occidental y su orden simbólico. Cambio que nos hace abandonar el lado negativo del lenguaje, donde todo parece dicho desde el pasado, lo mismo que nos quita del lado positivo donde sólo se dice bien lo obvio; para lanzarnos a la experiencia poética del lenguaje como novedad cargada de futuro. Un nuevo saber y sentir, aún indefinibles. Ni patriarcado ni matriarcado; lo diferente. La Poesía, siempre. Otro modo de estar en el mundo que se expresa de forma singular en el conjunto de diez piezas que lleva por título “Los cantos de la ternura”. Un discurso extraño y siniestro, pues expresa la tragedia de la madre que elige asesinar a su hijo. Todo ocurre más allá de la usual violencia, más allá del delito y la demencia. Porque resulta imposible determinar con claridad las razones de esta madre para realizar tal acto trágico; tan sólo podemos entender que este sacrificio ella lo efectúa por su libertad y voluntad, porque lo considera ontológicamente necesario. Quizá sólo sea un acto simbólico, un gesto supremo como sueño surreal donde la madre mata al hijo en tanto que objeto del inhumano deseo falogocéntrico. Para asumir su fuerza materna en forma nueva y liberada con ese supremo sacrificio. “Los cantos de la ternura” narra una tragedia desconocida, la de la madre que sacrifica al hijo por la libertad de ambos, no por venganza o cólera contra el padre. Lo hace, de hecho, por la libertad de tod@s. Situación trágica donde se va desde el éxtasis de la libertad bien ganada y propia hasta la frialdad de la existencia sin engaños de amor, sin trampas patriarcales. Para, al fin, llegar a la meta de la libertad, que es la tristeza sonriente del reconocimiento de la existencia como correspondencia de tod@s con la soledad necesaria; la que no encarcela en la sombra del padre ni a la madre ni al hijo, la que brota de la renuncia a la propiedad de lo impropio. La soledad que no nos impone la sombra del patriarca. Otro poema importante es “Viejos rituales para amar a un anciano”. Aquí se escucha el nuevo erotismo que produce la escritura de Adriana Tafoya. Un poema de amor inusual. El instructivo que dicta una persona femenina joven sobre el mejor modo de hacer el amor con un varón viejo; un discurso donde ella es activa y él es pasivo. Un discurso donde todos los valores duales se desvirtúan. Y desde mi situación personal, con más de sesenta años de vida, es un poema conmovedor; me hace desear el gozo una y otra vez de esa experiencia mística del ser viejo.
Manjarrez
13
14
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Ignacio Trejo Fuentes
Gustavo Sainz
La memoria olvidada De pronto, Sainz dejó de contestar la correspondencia. El autor de tanta obra experimental padece la enfermedad del olvido. Y uno no sabe ya qué decir…
D
escubrí la literatura “seria” gracias a las clases que Gustavo Sainz (Distrito Federal, 1940) impartía en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Nos hacía leer a Kafka, Musil, Joyce, Proust; Faulkner, Fitzgerald, Hemingway, Dos Passos, Capote, Ellison; Onetti, Borges, Cortázar, Vargas Llosa; y a Arreola, Guzmán, Yáñez, Rulfo, Revueltas, Vicens, Garro… Y los estudiantes no nos rajábamos: leíamos la obra y él nos la explicaba con todo detalle. En ese tiempo los grupos estaban conformados por 12 o 15 alumnos, no como ahora, donde hay algunos de 80; los libros eran más que accesibles, y hoy cuestan barbaridades. Entre sus alumnos, que ahora son escritores, críticos o cineastas, recuerdo a Ángeles Mastretta, David Martín del Campo, Salvador Mendiola, Hortensia Moreno, Gustavo García, Andrés de Luna, Roberto Diego Ortega, José Buil, Emiliano Pérez Cruz, Josefina Estrada, Arturo Trejo Villafuerte y Enrique Aguilar. Cuando a finales de los setenta fue nombrado director de Literatura del INBA se llevó a trabajar con él a varios de sus pupilos, e hicimos La Semana de Bellas Artes (se insertaba cada miércoles en cinco periódicos), la Librería del Palacio, presentaciones de libros, lecturas magistrales y los cocteles más espléndidos de que se tenga memoria: había dinero, mucho, sólo había que administrarlo. Paralelamente, Gustavo dirigía la colección literaria de la Editorial Grijalbo, y desde ambas posiciones (incluyo Literatura) apoyó a un sinfín de escritores, sobre todo jóvenes. Ya en los años ochenta se fue a Estados Unidos, a la Universidad de Nuevo México, y en su lugar Juan José Bremer, director del INBA, nombró al desconocido y oscuro Abraham Orozco, que provocó un desaguisado. El tipo, que nada sabía de periodismo ni de literatura, necesitaba llenar un espacio del semanario, y en vez de ir al colchón fue al archivo de la basura, de donde rescató un texto titulado “La feria de San Marcos”, que era en realidad un libelo en contra de Carmen Romano de López Portillo: no tenía nada de cuento o de crónica, y por eso y porque la víctima era la primera dama del país, lo habíamos desechado en su oportunidad. Cuando vimos el ejemplar (aún trabajábamos en esa Dirección, aunque editando libros) supimos que sería una catástrofe. Lo fue: elementos del ejército se llevaron preso a Orozco y su equipo y decomisaron los suplementos destinados al extranjero, a él lo llevaron al Campo Militar 1. El presidente despidió a Bremer y La Semana… fue clausurada. Las jaurías acusaron a Sainz de haber colado el texto para vengarse de Bremer: ¿de qué, por qué?, aunque entonces vivía en Estados Unidos y no tuvo ninguna vela en el fatídico entierro. Gustavo no volvió a México, y anduvo en distintas universidades hasta echar raíces en la de Indiana, en Bloomington. Cuando se fue, vendió su impresionante biblioteca a la Universidad de Kansas y la trasladó en un tráiler. Aquí, la tenía en dos departamentos contiguos que volvió uno
solo y que era asombroso porque los muebles y los estantes… ¡y la alfombra!, eran blancos: “Sólo a alguien que no bebe ni fuma ni esas cosas, como tú, se le ocurre tal cosa”, le decíamos. En efecto, Gustavo era el tipo más disciplinado: se dedicaba a leer como obseso, a ver películas, a dar clases y a amar a sus novias (ya se había divorciado de Rosita y aún no se casaba con Alessandra). Un sábado me invitó a almorzar: el otro invitado era Julio Cortázar. Sainz sólo venía a México a presentar sus novedades editoriales, o a dar conferencias. Cuando estaba en el Distrito Federal nos veíamos para comer. O me lo encontraba en las distintas ferias librescas del país, esencialmente en Guadalajara. Lo visité un par de veces en Estados Unidos. ¿Y qué con su literatura? Su primera novela fue Gazapo, que luego sería etiquetada como “de la Onda”. Con las primeras de José Agustín y las de Parménides García Saldaña, escandalizó a los críticos “serios”, que decían que eso no era literatura: ¿qué importancia pueden tener las aventuras de adolescentes de Narvarte y la Del Valle?, se decían y tiraban los libros a la basura. Los acusaban de ser copia de Salinger (El cazador oculto) o de ser los primeros escritores gringos nacidos en México. Ignoraban la profundidad de sus planteamientos: la rebeldía innata de los jóvenes, que luego se vería reflejada en la realidad mundial: el 68 de París, Praga, Ciudad de México, Los Ángeles… Los “onderos” anticiparon muchas cosas muy serias, y no sólo contaban simples aventuras de jovencitos chilangos. Si bien José Agustín y Parménides siguieron en la ruta de la Onda, Gustavo se desprendió: su segunda novela, Obsesivos días circulares, es de lo más experimental, aunque no el quebradero de cabeza como Los peces, José Trigo, Morirás lejos o Farabeuf. Sainz volvió a contar cosas por demás interesantes en la divertidísima Compadre Lobo (que cierra con la marcha de estudiantes a la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968) y en la desternillante La Princesa del Palacio de Hierro. Luego, se fue a las andadas de la experimentación desaforada: novelas suyas (nunca ha escrito cuentos) como A la salud de la serpiente o Salto de tigre blanco, por no decir todas sus obras subsiguientes, se volvieron ilegibles: sólo masoquistas como yo o sus estudiantes gringos podíamos leerlas de principio a fin. Una vez le dije: “Gustavo, estás perdiendo lectores, ¿por qué no escribes como antes, sin complicarle la vida a tu público?”; me reviró: “¿Por qué mejor los lectores no aprenden a leer?” Se trata de novelas inteligentemente urdidas y ejecutadas, pero son, al mismo tiempo, casi incomprensibles: la originalidad del autor rebasa a muchos. De éstas rescato esa obra maestra que es La muchacha que tenía la culpa de todo. Se trata de una novela breve en la que no hay propiamente algún narrador, y está hecha con puras preguntas de no más de una línea; sin embargo, en la siguiente interrogante se infiere la respuesta a la anterior, y así sucesivamente hasta conformar una historia completamente entendible. Gustavo y yo solíamos enviarnos correos para intercambiar noticias, chismes, aunque hará cosa de tres años interrumpió la correspondencia, dejó de contestarme; y entonces me alarmé: ¿le dije algo que lo ofendió?, ¿qué entendió? Renuncié a seguir en contacto y desde entonces no he vuelto a verlo. Confieso (¿es necesario?) mi respeto y admiración por Gustavo y su obra: maestro, jefe y amigo, y por eso declaro mi estupor, primero, y mi horror, en seguida, al enterarme, por fuentes fidedignas, indiscutibles, de su enfermedad, que lo mantiene silente y en penumbras: padece Alzhaimer en etapa severa. Sé que está en Bloomington y que lo cuidan sus hijos Claudio y Marcio, y su ex esposa Alessandra Luiselli. Ya sé que toda enfermedad es terrible, pero si pienso que la pérdida absoluta de la memoria es su síntoma mayor, me dan ganas de llorar por tratarse de un escritor, cuyo acervo memorioso debe estar siempre intacto. Y ya no sé qué más decir.
Dibujos con globos
¿Por qué se enojan los artistas? Jiro Suzuri
A
nadie sorprende, y mucho menos alarma, que los artistas se enojen con los críticos cuando éstos emiten alguna opinión poco halagüeña sobre una obra. Así son las cosas. Lo que sí debería sorprender —y no lo hace— es que los artistas no vivan enojados de continuo, haya o no opiniones adversas. Para sus adentros, todo artista sabe que en el ancho mundo siempre existirán personas a quienes les desagrade aquello que tengan a bien crear. En materia de arte el gusto es
¿Por qué se enoja el artista cuando lee lo que el crítico escribe sobre su obra? Peculiar pregunta. Aquí, el esbozo de un argumento de esas posibles iras. tirano. Hace falta mucha soberbia de parte del creador para anticipar el beneplácito de todos y cada uno de quienes hacemos al público. Aun si damos por sentado que una opinión negativa, nada más por serlo, siempre causará irritación, queda pendiente explicar por qué expresarla dispara la secreción de bilis en los artistas. Podríamos pensar que la causa del enojo yace en el hecho de que el crítico usurpa una
herramienta del artista —el lenguaje— para usarla como un arma en su contra y, así usándola, dárselas de creador. Pero esto a quienes debería hacer rabiar es a los escritores; en el caso del cómic el crítico rara vez usa el lenguaje de los globos y las viñetas para articular su diatriba. (La crítica deliberada de historietas por medio de otras historietas es un género escasamente practicado, aunque ahí tenemos al mexicano Rius y a los franceses Barthélémy Schwartz y
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Érase que se era
Álbum Zútico
JUNIO 2014
Luis Fernando
Rulfiana
Nubes H
Juan Miguel de Mora
ay personas inmunes al tiempo y a la historia. Viven incrustadas en una realidad que no entienden ni comparten. Pero quien ha sido periodista toda la vida no puede ignorar al mundo: cuando voy a enviar mi artículo veo el hoy y cambio todo. Millones de personas están convencidas de que lo que ocurre lejos de su casa, de su pueblo y de su vida no les atañe. Millones de seres humanos pensaban así cuando empezó en España la Segunda Guerra Mundial, en 1936: españoles, franceses, judíos, rusos, gitanos, mexicanos, africanos… Sigue habiendo humanidad, pero murieron 50 millones y todos sus descendientes, millones también, sufrieron las consecuencias. Hoy Washington, distraído, pensó que todo el mundo es América Latina, la de entonces, y que puede seguir diciendo que ganó la guerra en Europa. Pero si usted estudia la historia del siglo XX verá que la nación que ganó fue Rusia. Autores e historiadores militares serios (como el británico Anthony Beevor y otros, neutrales y anticomunistas) le explicarán que los tanques rusos en Stalingrado y Kursk eran muy superiores a los yanquis, ingleses y europeos. Y hace unos días el Banco Mundial declaró (y se publicó) que la mayor potencia económica mundial ya no es Estados Unidos sino China. En México espantan y los medios pueden ser fantasmas, como aquellos “intelectuales”, de los que Pepe Revueltas, refiriéndose al arquetipo de la Ciudad de México, describió así: “Se encontrará, salvo excepciones, a un ser complicado y astuto, torturado de la manera más increíble por el infierno de la vanidad, retorcido, envidioso y lleno de oscuras represiones”. Así era en nuestra época, cuando la “dictablanda” (bautizada por Mario Vargas Llosa) se proyectaba en la mafia que dirigió Benitez, exigiendo vasallaje para poder publicar en “México en la Cultura” y suplementos que ellos controlaban. Fui amigo de José Revueltas durante muchos años. Y precisamente por eso no he participado en ningún homenaje ni ceremonia ni nada después de su muerte y quizá algunas perso-
nas, muy pocas, me comprendan. Hay algo municipal y espeso en rendir homenajes públicos a quien en vida compartió intimidades, ideas profundas y alegrías pueriles. Por eso aquel alcalde de San Juan de los Lagos en el siglo XIX, que fue un genio ignorado, hizo un edicto municipal ordenando: “El que tenga puercos que los amarre y el que no pues no”. Él sabía de los que andan amarrando puercos sin tenerlos. He conocido a mucha gente, ¿y a quién le importa?... Bueno, a mí sí me importa, pese a que algunos intelectuales eran de los que describió Pepe porque, como dijo Kant, se puede tener talento y ser un hijo de puta (aunque él no lo dijo así, entre otras razones porque no hablaba español). Lo que Kant dijo, que también les quedaba, fue: “Demostraría gran arrogancia llamarse a sí mismo filósofo y pretender igualarse a un prototipo que sólo se halla en la idea”. En aquellos tiempos conocí a un ser candoroso, una incipiente reportera, casi una niña. En puro castellano, candoroso significa que tiene candor, que es sencillo, sincero, auténtico. Y, excepto mi esposa, que cojea del mismo pie, no he conocido a nadie tan auténtico y
Jochen Gerner.) Se antoja, pues, improbable que un texto desnudo pueda representar motivo de enojo para quienes se dedican al cómic. El uso —o abuso, dirían algunos artistas— del derecho a expresar una opinión con libertad y sin miedo tampoco pareciera ser causa suficiente para indignarse. Después de todo, el historietista, y el caricaturista político en particular, dependen para hacer su trabajo de que la sociedad y el Estado garanticen ese derecho. Negarle al crítico la facultad de decir lo que piensa pero preservarla para el artista demanda un virtuosismo retórico digno de un Cicerón. Otra posible explicación de la furia desatada cuando la crítica asoma su feo rostro puede radicar en la sensación, plenamente justificada, de que al crítico le basta con sentarse un par de horas, si acaso, para faltarle al respeto a una obra cuya construcción demoró años. Lo raro aquí es que el artista se enfurruñe más con el crítico que con los lectores taciturnos que — como el artista bien sabe— sostienen una mala
candoroso, además de culto e inteligente, como aquella aprendiz de escritora. Debutaba haciendo entrevistas. Uno de los primeros días en que la conocí estábamos en el viejo edificio del Senado de la República, en el patio. Yo tenía esa fuente en un diario del mediodía, del que más tarde me cesaron… ¡por no haber aceptado un soborno de un abogado amigo del gerente! Y aquella candorosa niña (hasta he dudado de que, en política, lo fuese tanto) se acercó a un grupo en el que estaban dos senadores, y al que yo acababa de llegar a preguntar algo, y con una mirada clara y limpia (que únicamente se podía ver en el Senado o en la Cámara cuando llegaban campesinos a pedir una justicia que casi nunca obtenían) preguntó: —Senador, dicen que usted robó mucho cuando fue gobernador, ¿qué responde usted a eso? El aludido se puso lívido y creo que yo también, porque me llevé un susto pavoroso. En aquellos tiempos no se podía hacer eso. Había que ser suicida para hacerlo. El senador se dio la vuelta y desapareció. A mí me duró el susto. ¿Qué tal si él hubiese pensado que yo había inspirado la pregunta?
opinión de su talento. Después de todo, el crítico es precisamente ese lector que más empeño y tiempo pone en leer y pensar una obra. ¿No debería atenuar esto el enojo? Una mirada atenta —y de talante algo filosófico— ya se habrá percatado de que se comete una flagrante imprecisión cuando se escribe, líneas arriba, que el historietista “sabe” que siempre habrá quienes reprueben lo que hace. Estrictamente hablando no lo sabe: lo intuye, lo asegura porque lo cree, pero no cuenta con evidencia de que así sea. La lógica de su creencia es de naturaleza inductiva y, como lo demostró David Hume, esta lógica, a diferencia de la deductiva, no transfiere la verdad de las premisas a la conclusión que se saque de ellas. Por eso es que cuando una reseña hostil aparece el artista está plenamente justificado en decir que sabe que hay alguien en el mundo a quien no le gusta su obra, y lamentarse. Con la publicación de la crítica se opera un cambio epistemológico que cristaliza una
Después la reportera y yo nos hemos visto varias veces y quizá hubiésemos cultivado la amistad de no ser porque los brillantes intelectuales del momento eran de la “izquierda atinada”, que fingía estar con el pueblo pero admitía toda clase de subterfugios para cobrar del gobierno. Y ellos cultivaron la amistad con ella y seguramente la convencieron de que soy un bicharraco. Un día, por casualidad, mi esposa y yo escuchamos un programa de radio en el que ella, invitada, quiso hablar de un libro mío relativo al 68. Y en el acto los brillantes intelectuales en el candelero la refutaron suavemente y cambiaron el tema. Aquella escritora siempre mereció, y sigue mereciendo, mis respetos, por eso recordé hoy la anécdota que jamás olvidaré, y creo que poco conocida, de Elena Poniatowska. Nota bene: Maricela Contreras, delegada de Tlalpan, dice ser “de izquierda”, pero su PRD no es aquél de antes. Los vecinos de los pueblos San Andrés, San Miguel Xicalco, La Magdalena, San Miguel Ajusco, Santo Tomás Ajusco y otros, ya han encontrado el nombre para la carretera vecinal y los atajos para ir y venir: Paseo por el infierno.
creencia en un saber. El mundo de las creencias es incierto y maleable, uno en el que el subconsciente puede hacer de las suyas, donde las preferencias personales alcanzan a definir lo que se cree y lo que no. Si bien un artista puede sospechar la existencia de sus detractores —aunque no tenga noticias de ellos ni los conozca en persona—, para sus adentros puede estar convencido de la inapelable calidad de su obra y de la estulticia de quienes no comparten su opinión. (Actitud exacerbada por la adulación que les prodigan sus fans, y que alcanza su almibarado epítome en las firmas de libros.) En cuanto el crítico se atreve a publicar este mundo inestable y permisivo se disipa, y el artista se ve obligado a encarar, muy a su pesar, la dura realidad. Se clausura el espacio donde hacerse ilusiones. Buen motivo para enojarse, especialmente para quienes trabajan con una materia prima tan etérea como son sus sueños y sus pensamientos. El crítico como agente de la realidad.
15
16
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Cúspide de un apostolado de la mexicanidad
Manuel Enríquez, 20 años después Hace dos décadas murió el compositor Manuel Enríquez. Nadie hizo ruido para recordarlo. El maestro Sergio Cárdenas no lo olvida. Sergio Cárdenas
E
n los albores de mi devenir en tanto que director sinfónico (al frente de la Sinfónica de la hoy Universidad de la Música Mozarteum, de Salzburgo, Austria) me llenaba de emoción el entusiasmo con el que los jóvenes integrantes de ese ensamble, que en la gran mayoría eran alemanes o austriacos, llegaban a nuestros ensayos para abordar obras de “sus” compositores. Tocábamos muchas piezas de Mozart, el héroe local, alternando con páginas célebres de Bach, Beethoven, Schubert y Brahms. El entusiasmo de “mis” músicos era en verdad contagiante, entre ellos mismos, hacia mí y hacia el público que nutrido asistía a nuestros conciertos. Les oía decir uno al otro: “¿Te das cuenta? ¡Estamos tocando Mozart! ¿Te das cuenta?” Me quedaba yo con la impresión de que ese hecho, en lo aparente insignificante, constituía de igual manera una contribución a su crecimiento interior, una ampliación de su dignidad cultural, una reafirmación de la grandeza de un legado musical, legado que lo sentían muy suyo: una propiedad ciertamente intangible que los identificaba. Mi encuentro con la música mexicana de concierto fue el inicio de una travesía que me llevó de asombro en asombro al ir descubriendo un corpus musical contundente, variado, de gran riqueza, cautivador, con gran expresividad y con un sello distintivo: ese corpus sonoro me descubría de manera plena la grandeza de México. En México la música ha sido una expresión prioritaria del pueblo. Es parte de sus vivencias fundamentales, de su dialéctica existencial. Los sentimientos de los mexicanos de todos los rincones de la República son, en sí mismos, razones consumadas, claras y suficientes, de una expresión que nos ubica, a la vez, ante los demás humanos y en el cosmos. A través de nuestra música, que es diáfana y poderosa, los mexicanos expresamos tribulaciones emocionales y euforias existenciales, romances que bordan lo religioso y la exuberancia de la naturaleza mexicana, detalles de vivencias inmediatas y las dimensiones cósmicas del transitar por esta vida a la que “sólo venimos a soñar”, como escribiera Nezahualcóyotl. En el panorama de la música mexicana de concierto, la figura de Manuel Enríquez (Ocotlán, Jalisco, 17 de junio de 1926 / Ciudad de México, 30 de abril de 1994) se yergue con distinción gracias a la muy rica y variada así como a la enorme calidad de su producción musical. Se trata de un creador sonoro de intachable dignidad que con su producción musical y su propio devenir se eleva como baluarte heroico de la música mexicana de concierto y contribuye con su legado a que la fuente de la riqueza sonora de México esté rebosando y nos invite a degustar los fluidos manjares del espíritu mexicano a través de los sonidos. Habiendo contado con una muy sólida formación práctica y académica, su quehacer en la vida profesional de la música mexicana obtuvo pronto el reconocimiento del gremio tanto como ejecutante (fue un consumado violinista, por décadas Segundo Violín Principal en la Sinfónica Nacional, más muy destacadas participaciones como solista dentro y fuera de México) que como compositor. Su dominio absoluto del oficio de la composición musical y lo mucho que como creador tenía que compartir, enriqueció de manera considerable el repertorio de
nuestra música de concierto. Tras un periodo inicial marcado por las influencias de Hindemith y Prokofiev, Enríquez pronto da pasos hacia delante en el camino de lo que en Umberto Eco se denomina “obra abierta”: un modo de componer en el que se demanda la participación creativa del ejecutante, quien debe “completar” o “construir” en vivo la obra que el compositor ha plasmado con una grafología musical que, en su momento, rompía con lo acostumbrado y ponía nuevos retos a los instrumentistas y demás ejecutantes. Pero no se trataba de simplemente tocar lo que se le viniera en gana a los ejecutantes, sino todo el proceso composicional estaba bien pensado y programado, cual pieza musical acabada de algún compositor incuestionable. En el aparente desorden o arbitrariedad de la escritura, hay una gran meticulosidad y precisión en todas las instrucciones, del que resulta una ejecución que en su filigranada estructura refleja un mundo emocional y/o vivencial transparente y complejo, esquemático y aleatorio, rico en contrastes de expresividad y timbres. El corpus musical del compositor Manuel Enríquez Salazar es una de las columnas más sólidas sobre las que se yergue el vasto edificio de la música mexicana de concierto. A lo largo de su devenir composicional, Enríquez hizo de la mexicanidad su apostolado, integrando a su obra manifestaciones del pasado y presente mexicanos, elementos que contribuyen a la vigencia, a la actualidad de su legado. “Visión de los Vencidos”, compuesta por Enríquez en 1991 por encargo del Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid para conmemorar 500 años del desembarco de Cristóbal Colón en tierras americanas, es una obra que en muchos sentidos condensa la gran aportación enriqueciana a la música mexicana y que, a la vez, aborda de manera épica un acontecimiento fundacional de la historia de México, tomando como punto de partida los textos nahuas que dan testimonio de ese acontecimiento incluidos en el libro homónimo editado por Miguel León-Portilla. La maestría de este compositor mexicano tiene en “Visión de los Vencidos” una de sus comprobaciones más fehacientes. En septiembre de 1975, gracias a los buenos oficios del director sinfónico mexicano Fernando Ávila (a la sazón, agregado cultural de México en Austria), conocí en Viena de manera personal al compositor Manuel Enríquez. Debió de haber sido unos tres años antes cuando le había yo escuchado por primera vez, en la sala de música de cámara del Carnegie Hall, de Nueva York. Enríquez ofreció entonces, como violinista, un recital integrado en su totalidad por obras de compositores mexicanos. En Viena sucedió algo similar, aunque el programa de la velada ofrecida el día 15 del mes patrio, fue ideado por Ávila. Dada la inclusión en dicho programa de obras con efectos electroacústicos, se hacía necesario el auxilio de terceros para organizar distintos efectos de iluminación: se inició entonces mi colaboración de casi dos décadas con este compositor mexicano: ofrecí mi colaboración para coordinar todo lo relacionado
con la iluminación en el escenario del conservatorio de música vienés en el que se llevó a cabo el recital referido. De la autoría de Manuel Enríquez fue la segunda obra orquestal mexicana que dirigí en México al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional en el otoño de 1978: “Si Libet (Como os plazca)” constituyó mi primer encuentro sinfónico con el mundo sonoro y/o audible de este creador mexicano que, en mi convicción, representa en la historia de la música mexicana de concierto de la segunda mitad del siglo XX lo que Silvestre Revueltas representa en la primera mitad. Son más de 45 obras, sinfónicas, sinfónico-corales y/o de cámara, de Enríquez las que he tenido oportunidad de dirigir desde entonces a la fecha, algunas de ellas en su estreno mundial, como fue el caso de “…interminado sueño”, “A Juárez” y “Visión de los Vencidos”. El periplo musical de Enríquez, tanto en su devenir como consumado violinista como en el de no menos consumado compositor musical, es de atractiva fascinación. Desde su formación queda claro que Enríquez aspira al encuentro con las manifestaciones sonoras que no tienen como meta el simple “acariciar” el oído o el de proveer una ocupación espacio-temporal audible que distraiga o entretenga. Sus obras tempranas ya llevan ese sello de lo puramente creativo que abreva, de manera simultánea, en el pasado y en el presente, lo que les garantiza una vigencia futura. De igual manera, sin sucumbir jamás ante las tentaciones panfletarias, sentimentaloides o patrioteras, Enríquez manifiesta desde temprano un hondo nacionalismo que nada tiene de fotográfico o turistero: Enríquez se interna en las profundidades del espíritu y del sentimiento de la mexicanidad, en esas profundidades que inducen a la aprehensión cósmica de la vastedad mexicana, tan intensa como vibrante, tan eólica como telúrica, tan grandiosa como deslumbrante. Pareciera que estas características las encontramos sólo en obras medulares de lo que podríamos denominar su período maduro, como lo son “Ritual”, “Raíces”, “Sonatina para orquesta”, “Él… y ellos”, “Políptico”, “Manantial de Soles” o “Visión de los Vencidos”; no es así o, mejor dicho, no es sólo así: el hondo mexicanismo de Enríquez se ha manifestado de igual manera en su vehemente respeto por compositores mexicanos de antaño y de hogaño, como lo documenta “Recordando a Juan de Lienas” o las muy brillantes posturas estéticas ante más de 25 canciones o valses populares mexicanos de algunos de los más celebrados autores: Juventino Rosas, José de Jesús Martínez, María Grever, Pepe Guízar, Rodolfo Campodónico, Macedonio Alcalá, etcétera. En estas luminosas “versiones orquestales” (como él les llamaba con modestia de genio), Enríquez da cátedra de amor a la música popular mexicana, que arropa con envidiable maestría e incuestionable oficio de orquestador, con acertado dominio de sus procesos armónicos tradicionales, procesos que “condimenta” en la justa proporción con aplicaciones armónicas ampliadas que en ningún momento se alejan del contexto tonal al que pertenecen. No conozco otras
De Largo Aliento / Periodismo cultural
posturas estético-musicales ante las referidas hermosas manifestaciones de la música popular mexicana que tengan la contundencia y la irresistibilidad de esas brillantes “versiones orquestales” de Enríquez. En 1991 el Instituto de Cooperación Iberoamericana de Madrid, en ocasión de la conmemoración de los 500 años del arribo de Cristóbal Colón a tierras del hoy continente americano, encargó a cinco compositores iberoamericanos la composición de una obra musical alusiva a esa conmemoración. Manuel Enríquez fue el único mexicano considerado entre los cinco compositores; Marlos Nobre (Brasil) y Celso Garrido Lecca (Perú) estaban de igual manera en la lista. Enríquez pensó de inmediato en los textos publicados por primera vez en 1959 por la Universidad Nacional Autónoma de México bajo el título de Visión de los vencidos/ Relaciones indígenas de la Conquista. A partir de las versiones al español que Ángel María Garibay K. hizo desde los originales nahuas, el filósofo Miguel León-Portilla preparó con minuciosidad la edición seleccionando los textos y agregando una introducción y algunas notas alusivas. Enríquez buscó al doctor León-Portilla con la intención de comentarle sus planes y esperando elegir de manera conjunta con él los textos a ser incluidos en la nueva composición. El doctor León-Portilla, de acuerdo con informes proporcionados por la doctora Susana Alfaro viuda de Enríquez, no mostró interés alguno en ese proyecto y recomendó a Enríquez hacer por sí mismo la elección de los textos. Como su título lo indica, “Visión de los vencidos” da cuenta, desde la perspectiva de los nativos mexicas, de la voracidad y de las acciones depredadoras de los españoles que, con alarde sanguinario y sádico, sometieron a los mexicas que habitaban la gran ciudad de Tenochtitlan (hoy Ciudad de México) a través de cruentas batallas que culminaron el 13 de agosto de 1521 con el prendimiento de Cuauhtémoc, último emperador azteca. El trauma, la desolación, la rabia y la depresión que provocó en el alma de los mexicas la destrucción de su grandiosa ciudad capital y de su cultura se encuentran plasmados en estas crónicas de dimensiones épicas que el mismo doctor León-Portilla equipara con La Ilíada homérica. Todo indica que Enríquez estudió a fondo estos textos; tan los hizo suyos que procedió a seleccionar aquellos que con gran fuerza dramática condensaban los violentos sucesos así como los sentimientos de encono y de furia ante ese acontecimiento fundacional de lo que hoy conocemos como México. Los textos seleccionados por Enríquez para cada una de las tres partes que conforman su propia “Visión de los Vencidos” fueron tomados del capítulo XV: Cantos Tristes de la Conquista, del libro del doctor León-Portilla: “En los caminos yacen dardos rotos, / los cabellos están esparcidos. / Destechadas están las casas, / enrojecidos tienen sus muros” (de la sección: Los últimos días del sitio de Tenochtitlan, pag. 199). “El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco./ Llorad, amigos míos, tened entendido que con estos hechos / hemos perdido la nación mexicana. / ¿Adónde vamos?, ¡oh, amigos! Luego, ¿fue verdad? / Ya abandonan la ciudad de México: / el humo se está levantando; la niebla se está extinguiendo... / Por agua se fueron ya los mexicanos; / semejan mujeres; la huída es general” (de la sección: Se ha perdido el pueblo mexica, pag. 198) “Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, / y era nuestra herencia una red de agujeros. / Con los escudos fue su resguardo, / pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad. / Gusanos pululan por calles y plazas, / los sesos están salpicados en las paredes. / Rojas están las aguas, están como teñidas, / y cuando las bebimos, es como si bebiéramos agua de salitre” (de la sección: Los últimos días del sitio de Tenochtitlan, pag. 199). “Lucha, ¡oh Tlacaltéccatl Temilotzin!: / ya salen de sus naves los hombres de Castilla y los de las chinampas. / ¡Es cercado por la guerra el tenochca; es cercado por la guerra el tlatelolca! / Ya viene a cerrar el paso el armero Coyohuehuetzin; / ya salió por el gran camino del Tepeyac el acolhua. / ¡Han aprehendido a Cuauhtémoc!” (de la sección La ruina de tenochcas y tlatelolcas, pags. 200 y 201).
Ya la instrumentación de la obra nos da algunas señales de los derroteros musicales que seguirá el compositor. Destaca la nutrida participación de instrumentos de percusión, entre los que se incluyen aquellos que, lo sabemos, formaron parte común del acervo instrumental de los mexicas: teponaxtli, huéhuetl, güiro, sonaja y, en sustitución del tambor indio, la tarola. Es menester aquí hacer una reverencia al conocimiento profundo, riguroso y práctico que Enríquez demuestra en esta obra (¡una vez más!) de los límites y alcances de todos los instrumentos de percusión, cuyo uso en el aparato orquestal es mucho más significativo que simplemente ser “condimento” en el devenir de la obra. La función evocadora de dimensiones cósmicas que aportan con su timbre característico, así como su definitiva importancia en la delineación de la forma y en el subrayado de las tensiones que enfatizan situaciones de arrebatador dramatismo, hacen del aparato percusivo un elemento constitutivo esencial que con sus fenómenos audibles intercambia posiciones, alimenta y es retroalimentado por y con los sonidos de los demás instrumentos y de las voces. En su escritura para la sección de percusiones, las instrucciones de Enríquez son muy precisas respecto a la manera de tocarlos: ora con la mano, ora con distintas baquetas (blanda, dura, de madera, de triángulo), ora con mazo doble. De los percusionistas se espera un dominio total de las técnicas de ejecución percusiva, pero de igual manera una sensibilidad ante los fenómenos audibles generados y ante la interacción dentro y fuera de la sección; el percusionista, en el mejor sentido de la expresión, debe estar en todo momento “componiendo” (en el sentido de “creando”) la obra que en cada ejecución será siempre nueva. Esta exigencia enriqueciana se aplica a todos los demás instrumentos y voces participantes en la obra, lo que hace que la pieza sea, en efecto, siempre de nueva creación, característica resultante de la dosis exacta en las combinaciones de lo aleatorio y lo determinado, de lo metafórico y lo específico. Por lo general, al referirse a los instrumentos de percusión, uno los asocia de inmediato con las manifestaciones rítmicas en las que la recurrencia periódica de fenómenos audibles generados por esos instrumentos, tiende a fijar rumbo, a encausar el devenir musical, a sentir mayor seguridad por fuerza de la asociación con los latidos del corazón. Enríquez, sin embargo, da un uso más amplio, más audaz y más espacial a las percusiones, generando así una sensación que para algunos podría parecer de indefinición o de vaguedad temporal. No es así. La maestría composicional de este notable mexicano logra, a través de pasajes de caos organizado que alternan o en los que se intercalan fenómenos sujetos a métricas musicales precisas, una dimensión espacio-temporal de vastas proporciones que nuestra imaginación quiere complementar con las imágenes grandiosas que hemos conocido de la gran Tenochtitlan, ciudad que con sus habitantes es el objeto de esta obra maestra de Manuel Enríquez. Los escenarios audibles generados por la sección de percusiones, timbales incluidos, transitan de lo sombrío a lo abismal, de lo irritante a lo desesperante, de la desolación a la aflicción, de lo temporal a lo intemporal. Si bien la conquista de la cultura mexica por los españoles comandados por Hernán Cortés tiene fecha precisa en el calendario, ¿en dónde se ubica en el imaginario mexicano de hoy?, ¿se tiene alguna relación afectiva con ese acto fundacional más allá de su ubicación en el calendario?, ¿es importante tomar, tener conciencia de ese momento traumático de la historia mexicana?, ¿qué sensación nos deja la obra de Enríquez? Aunque el compositor toma como punto de partida unos textos específicos, de ninguna manera se puede uno referir a su “Visión de los Vencidos” como una obra funcional (como es el caso de las misas). A pesar de recurrir a un texto literario, la obra respira autonomía total pues el texto está asumido como fuente de inspiración, como elemento generador de líneas energéticas que nos trasladan a unos ámbitos sin precedente en la conciencia colectiva de la historia de México, por un lado, pero más allá de eso a la toma de conciencia de un legado que sitúa al ser humano en el centro del cosmos, no como centro de atención de ese cos-
JUNIO 2014
mos sino como un cosmos en sí mismo integrado al cosmos universal. Es justo este punto el que fija como reto esta magna obra de Enríquez, que el compositor manifiesta a través de esa afortunada capacidad de construir poderosos y contundentes cosmos sonoros y de fenómenos audibles que no sólo emanan de la acción de instrumentistas y cantantes sino llenan el espacio y nos envuelven, nos arropan, regresan a nosotros y ocupan nuestro interior de tal forma que trascendemos la pequeñez del calendario, la pequeñez geográfica, la pequeñez social. Esta grandiosa obra de Manuel Enríquez, hay que decirlo, exige nuestra apertura total de espíritu, pues ninguna “repercusión” tendrá en quien se bloquea escuchando, digamos, de manera epidérmica. En ella, los giros melódicos (como en el pasaje coral de la letra “C” de la partitura, de carácter épico logrado por medio de una escritura en unísono octavada, en el registro medio de la voz) son enfatizados con brillantes destellos instrumentales combinados con figuras ostinadas; la polifonía propia del siglo XVI nos recuerda la multiplicidad de voces víctimas de aquellos hechos, voces que desembocan en una aglomeración abigarrada de intervalos vecinos (muy cercanos), conocidos como “clusters”, cuando se toma conciencia de que lo perdido es “la nación mexicana” (siete compases antes de “D”). Las voces de los solistas y del coro son explotadas en varias de sus posibilidades, sin abandonar el canto en sí. De estas voces se exige una contribución a través de efectos como el de la letra “I” (y hasta el final de la primera parte), en el que el coro debe pronunciar repetidamente un texto sin hacerlo de manera simultánea, lo que provoca un caos de enorme desesperación que transita de la estupefacción al alarido, desembocando en un panorama sombrío, de abandono total (el texto de este pasaje: “Por agua se fueron ya los mexicanos… la huida es general.”). Especialmente elocuente es la sección entre las letras “G” e “I”, con ese crescendo amenazante que transita desde los abismos hasta la telúrica, desgarradora y volcánica erupción de todos los participantes justo en la letra “H”, con un larguísimo y doloroso alarido coral (acorde de Sol-mayor con séptima mayor en la voz soprano), el cual de pronto se desploma en un “cluster” que, debilitado, se desvanece. Pero no acaban ahí las manifestaciones volcánicas: la segunda parte de la obra inicia con unas fanfarrias que parecen presagios ominosos: las percusiones interrumpen con violencia, como atacando, con lo que provocan una reacción de gritos agitados, desesperados de los metales (letra “K”), culminando todos en un delirio caótico, lacerante, de enjundiosa elocuencia. ¡Y la batalla final! Tras un lamento que es toma de conciencia de lo destruido (“Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe, y era nuestra herencia una red de agujeros” es lo que el coro entona con aflicción), las huestes mexicas se reaniman: una danza rústica en ritmo binario, que parece rebosar vitalidad y energía (letra “U”), culmina en una arenga final, que intenta revertir los golpes hasta ahora recibidos: en la letra “W”, el coro irrumpe cual heraldo en el campo de batalla entonando con intensidad el texto “Lucha, oh Tlacaltéccatl Temilotzin”, pero pronto “es cercado por la guerra el tenochca” (tres compases después de “X”, los tenores y bajos del coro rapean este texto de manera ostinada hasta justo antes de la captura de Cuauhtémoc, letra “Z”), que sucumbe y con estupefacción contempla cómo “¡Han aprehendido a Cuauhtémoc!” *“Visión de los Vencidos”, para solistas vocales, coro mixto y orquesta sinfónica, fue estrenada mundialmente bajo mi conducción musical, y en presencia del compositor, el 26 de febrero de 1993, en el Auditorio Josefa Ortiz de Domínguez, de la ciudad de Santiago de Querétaro, por el Coro de la Escuela Nacional de Música de la UNAM (director: José Antonio Ávila), el Coro de la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Autónoma de Querétaro (director. José de Jesús Almanza), la mezzosoprano Adriana Díaz de León, el barítono Arturo Barrera y la Filarmónica de Querétaro. En el sitio youtube.com se encuentran disponibles tres vídeos grabados en vivo del concierto ofrecido el 13 de septiembre de 2009 en la Sala Nezahualcóyotl, de la Ciudad de México, por la mezzosoprano Linda Saldaña, el barítono Luis Alberto Pérez, los Coros de la Escuela Nacional de Música de la UNAM (director: Samuel Pascoe) y la Orquesta Sinfónica de la Escuela Nacional de Música de la UNAM, todos conducidos por mí. (I.http://www.youtube.com/watch?v=h3xvTmiqR_0&feature=relm fu / II. http://www.youtube.com/watch?v=MhIteH1FuoI&feature=r elmfu / III. http://www.youtube.com/watch?v=ITfCMk_ixJA).
17
18
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Anecdotario pelliceriano
La cocina cultural de lo grotesco
El viejo y el sexo
La dieta de la vileza
Fernando de Ita
Un acercamiento del cronista con el poeta Carlos Pellicer, una experiencia irrepetible. No hay otro poeta mexicano con la cadencia y la exuberancia idiomática de este gran hombre.
Eduardo Monteverde
“Como el Templo Mayor y otras ruinas, la gastronomía mexicana es un teatro de vestigios, lujuria para comensales pudientes, huellas para antropólogos e historiadores, propaganda gubernamental.”
P
atrimonio inmaterial de la humanidad, intangible, tal es la comida mexicana para la UNESCO. Es el lujo gourmet en un país con, al menos, 40 por ciento de su gente en los bordes de la inanición. Opulencia inmaterial, cuando en el pantano de los niños pobres lo que se necesita es materia, proteínas, para formar sistemas nerviosos competentes. Lo inmaterial es para los faquires o ascetas. Las fantasmagorías místicas de lo intangible se convierten en visiones para los mexicanos pobres que deliran con un trozo de carne. “Pescado en adobo de chile mixe”, reza, es una oración, el menú de un restaurante en Polanco. Es difícil que alguien de la etnia mixe, en medio de una serranía abrupta, haya visto un pescado. Es tan extraño como ver a un mixe desnutrido, aparecido ante los comensales del restaurante. Latinoamérica llegó tarde al banquete de la civilización, escribió Alfonso Reyes. Y México, además de moroso, ha saltado etapas para ponerse al día. La riqueza gastronómica del país moderno está cocinada sobre un ejército de desnutridos La cultura mexicana está agrietada. Las rajaduras de su olla podrida se tratan de remendar con premios de excelencia en París. Es una simulación que da la sensación de plenitud, que llena los estómagos vacíos de la realidad cultural. México tiene dos restaurantes entre los 50 mejores del mundo en la guía inglesa Restaurant. Se esfuerza por conseguir estrellas en la Guía Michelin para ser parte de la cultura urbi et orbi. El arte y las ciencias no están solas en el universo de la cultura, la decencia es parte fundamental, el hambre también es cultura. En este sentido México tiene algo de indecente en su cocina de moda. Busca la gloria de las estrellas en el firmamento gastronómico mientras en el elenco de la dieta de los pobres los parásitos y las enfermedades gastrointestinales son parte de la salud. Los microbios no aparecen en las artes culinarias de alto nivel. En el foso del hambre y la mugre, estos parásitos compiten con los pocos nutrientes que absorben los niños, proteínas que debían de estar dirigidas al sano desarrollo mental. Aquí puede estar una de las explicaciones para el bajo rendimiento escolar de los que no son gourmets. Tres y medio millones de pequeños mexicanos padecen hambre: 23 por ciento, un nivel semejante al africano. Poularde à l’écarlate fue uno de los platillos en un cumpleaños de Porfirio Díaz, ahora el gusto por lo exótico ya no sólo es francés, es occidentalmente autóctono y global: pollo orgánico braceado en achiote, lechugas a la chinampa, rutagaba rostizada, vinagreta de quelites. Auténtica cocina de fusión con el aderezo lingüístico de nombres nahuas, menús de un mil y algunos centenares de pesos. Como el Templo Mayor y otras ruinas, la gastronomía mexicana es un teatro de vestigios, lujuria para comensales pudientes, huellas para antropólogos e historiadores, propaganda gubernamental. De lo original queda poco y muy caro. Los insectos en su vastedad de hormigas a escarabajos, parte de la dieta aborigen rica en proteínas junto al maíz y el frijol, crecen en viveros y acuarios a precios de gourmet. Los lagos se desecaron, la tierra se agrietó, como las manos de los campesinos que ilustran a las fotografías para amplificar la conciencia de los comensales gourmets que paladean lo inmaterial. Dice un menú de un restaurante sobre sus desayunos: “En ellos se recrean las mesas de la provincia mexicana que hoy día sólo son accesibles a los pobladores de sitios rurales que no han sido alcanzados por la modernidad”. Las márgenes de la modernidad en México son la cultura de la mugre y miseria y la realidad es a la inversa. Jamás un campesino y su prole serán parte de la nutrición gourmet mexicana. Esos marginales, indígenas sobre todo, son los que viven en lo intangible de los delirios sin proteínas, sin materia. Se convierten en carne de antropólogos, folcloristas chefs y demás devoradores de cultura.
Carlos Pellicer pintado por Diego Rivera.
Para mis admirados colegas en los talleres de la Casa del Escrito, en Puebla: Felipe Garrido, Hernán Lara Zavala, Eduardo Langagne y sus respectivas e increíbles mujeres.
C
onocí al poeta Carlos Pellicer en 1974, tres años antes de su muerte, y puedo decir que a sus 77 eneros (nació el 16 de enero de 1897, en Villahermosa, Tabasco) aún era el efebo de su juventud en cuanto al contento que daba estar con él en su casa de la Ciudad de México, en el Museo de “Villahorrible”, en las riberas de Comalcalco o en su casa de Tepoztlán, a la que llegó el doctor Atl una soleada mañana de visita para quedarse a vivir por diez años. Gracias a que yo era el guionista de un programa de Canal 13 dedicado al poeta, producido y dirigido por El Chango García Cabral hijo, entrevisté a don Carlos largamente, porque en lugar de un coloquio periodístico me invitó a acompañarlo en sus labores cotidianas, como recibir a los indígenas que le llevaban artesanías sacadas del horno de la historia, es decir verídicas, porque al “Tata Carlos” no podían venderle gato por liebre, gracias a su profundo conocimiento del arte prehispánico. Para esas fechas ya le habían ofrecido postularlo como senador del PRI por el estado de Tabasco, y por lo que pude escuchar en sus llamadas telefónicas (su voz de trueno resonaba en toda la casa), lo estaba dubitando. En una de esas llamadas escuche por primera vez, de su boca, el nombre de Andrés Manuel López Obrador. Por cierto, si la memoria no me traiciona, ése día me topé con su colección erótica. Quedé tan arrobado por aquella figuración del amor carnal que dejaron en barro, para la posteridad, los artistas prehispánicos, que no escuché los llamados del poeta para reincorporarme a la plática y sólo su palmada en la espalda me regresó al mundo ordinario del que había escapado. Nos fuimos a grabar a Tabasco, lo vimos bailar y cantar su Hora de junio en la playa de Comalcalco; compartimos con su mirada el vuelo de las garzas, el prodigio de las
cabezas olmecas, y, con su paladar, el sabor a río de las acamayas del Usumacinta: era un príncipe tropical enamorado de la vida y de la juventud del Chango García Cabral hijo, quien nunca más tendría un pretendiente tan extraordinario. Ya no alcanzó el presupuesto para filmarlo en su casa de Tepoztlán, pero había contado cosas tan mágicas del Tepozteco y tan hilarantes de su amistad con el Doctor Atl, que le rogué me recibiera en el pueblo donde Quetzalcóatl trepó desnudo a la cima que lleva el sobrenombre de la serpiente emplumada. La noche que me habló de El pez dorado, el texto que escribió el Doctor Atl sobre la sexualidad del viejo fauno, tomamos tequila blanco con alacrán rojo, bebida iniciática en los tiempos míticos que hoy se puede beber, sin los mismos efectos, en algunos bares tepoztecos para turistas. En una obra de teatro que escribí sobre el tema, digo que Pellicer me mostró el manuscrito del Doctor Atl. Fue una licencia dramática. No sólo era un texto incunable, sino intocable que el poeta franciscano tenía oculto con sus mejores piezas de arte erótico. Mas ahora que se me olvidan tantas cosas, conservo intacta en la pantalla de la mente la revelación que me compartió el poeta en esa oscuridad sin luna. Imposible reproducir la prosa oral y solar del primer poeta gay del canon mexicano: que se cierre esa puerta que no me deja estar a solas con tus besos. Pero me atrevo a decir que si la forma de recontar la develación del poeta es fallida, por mi limitación literaria, el contenido es tan fiel a su origen que yo mismo me asombro. El pez dorado Saikaku Ihara es un escritor japonés del siglo XVII conocido en su tiempo por una narración titulada: Hombre lascivo y sin linaje, en la que hablaba tan francamente de la sexualidad que estuvo a punto de ser achicharrado en la hoguera. Esta experiencia lo empujó a la discreción donde deletreó su obra maestra: un tratado del porqué y el cómo un hombre de 70 años en adelante puede sostener su virili-
De Largo Aliento / Periodismo cultural
dad bebiendo del pozo femenino. La felación entre los sexos es histórica, como se puede ver en las tablillas hititas, lo frescos griegos y las esculturas mayas que Pellicer tenía en su vitrina íntima. Lo que es inédito es el descubrimiento de Ihara, que al comparar, muy a la manera japonesa, el sexo femenino con una flor emblemática como el crisantemo, halló que más allá del estigma y el pistilo, en el fondo del ovario, del óvulo y el tálamo, en la parte extrema del pedúnculo, se halla el jugo recóndito de la flor, su esencia sobrenatural; el perfume divino de la vida. Hundido literalmente hasta las orejas en la flor de Carmen Mondragón, el Doctor Gerardo Murillo siguió los preceptos de El pez dorado, que indican el tipo de respiración e inhalación que debe lograr el felador para extraer la ambrosía de la mujer, ejercicio intrincado de cumplir a cabalidad porque no se trata de un adiestramiento mecánico sino de todo lo contrario, ya que es la excitación de la fémina la que pone en juego todo lo demás. La maestría de este intento está en husmear el pétalo de la mujer con la destreza de un colibrí, lamer la antera con la lengua de un gato, chupar el estigma con la devoción de un profeta y devorar el pistilo con la fruición de un ángel, cuyo solo aliento provoca un tumultuario orgasmo femenino. En otras letras: hay que mamarle el coño a la mujer como Dios manda. Una vez entregada a la lujuria, la hembra abre las compuertas de su sexo que se derrama en la boca del mamador, cuyo primer compromiso es no ahogarse con tal efluvio, cosa nada fácil de lograr porque quiere la tradición que el felador no pueda despegar la boca de aquel río si quiere llegar a la segunda fase, llamada por Ihara la transformación del hombre en un pez dorado que puede adentrarse en el sexo femenino para llegar a la raíz de la flor de la que nace la vida humana. Una vez ahí, en el fondo, en la caverna más profunda de la mujer, el pez dorado debe soplar su último aliento para que salga de aquel fines terra la perla azul cobalto de su virilidad. Por una acción química y divina que solo los dioses pueden descifrar, esa perla es azul con tintes morados. No hay otro poeta mexicano con la cadencia y la exuberancia idiomática de Carlos Pellicer. Haber compartido con él su alegría diaria fue un privilegio mayor. Conocer su colección en barro de la figuración del deseo carnal, anterior a la Conquista, un privilegio superlativo. Tener noticias de El pez dorado me cambio la vida. Cada vez más cerca de la edad requerida para intentar esa inmersión en el fin del mundo de la mujer; el honor de haber escuchado de su voz, en la noche oscura de Tepoztlán, tamaña enseñanza, fue un sobresalto solar, como aquel que sintieron los primeros pobladores de este mundo, cuando tuvieron plena conciencia de su erotismo.
JUNIO 2014
Melissa Roura
El Estado de Babia
Chamarras de cuero Pablo Fernández Christlieb
De plástico, de gamuza o de cuero, las chamarras son un síntoma de la personalidad.
P
rimero están las de plástico, que no cuentan, y que hasta pueden ser de cuero pero es que se las regalaron los Santos Reyes y por eso se las ponen como si nada y se les ven muy bien, no porque combinen o estén padres, sino porque las traen sin pretensiones, y además son ligeras e impermeables y sí tapan; hay muchas así por la calle. Luego están las de segunda mano, que vienen en tallas de segunda mano, o sea la del dueño anterior, y sí son obligatoriamente de cuero, porque sus portadores, punketos y darketos, son unos exquisitos que no aceptarían menos. Y por fin están las verdaderas: las aspiracionales, las llenas de pretensiones de estatus y de porte, de tienda y de marca y con un corte dizque muy cómodo, cortitas, que son la prenda simbólica de los hombres que creen en los anuncios que ven, y ven muchos porque son su biblia. Acceder a éstas ya tiene su grado de dificultad, toda vez que son suficientemente caras, y sería bastante egoísta —porque ni modo de que no lo cachen— salirle al resto de la familia con que se compró una, con la falta que hacía la pantalla plana. Y esto las hace más ansiadas, como un sueño, ya que quien por fin la trae se convierte en un triunfador casual: hay que leer este último adjetivo en inglés, porque si no el triunfo es de pacotilla. La aspiración de las chamarras de cuero tiene un origen: parecer joven es emocionante; y tiene dos vertientes: la de los viernes y las de la vida salvaje, por llamarlas de algún modo. Es sabido que los viernes es el día relajado de las chambas de oficina, en donde a las mujeres las dejan ir de jeans siempre y cuando sea con tacones, y la fantasía social de los hombres es llegar ese día como quien no quiere la cosa con su chamarra de cuero, aunque sea con corbata y pantalón de vestir, como en buena onda, con hartos brochecitos y martingalas, y apantallar al personal, especialmente al del sector del secretariado, con su porte a la despreocupé: esto sí es un escalón en el estatus; y no lo es, en cambio —porque hay sutilezas en la vida de las escaleras—, entrar con una chamarra de cuero de
plástico como la de los chamagosos del primer párrafo que seguro ni quincena tienen, por más que las de plástico logren unas falsificaciones cada vez más auténticas, aunque bien puede suceder como con las bols�as Louis Vuitton, que a quien de veras le alcanza para una se puede dar el lujo de traer una pirata, pero no al revés. Estas chamarras son cafés, y sus usuarios las llaman “de piel” y al color le llaman “miel” para que se vea que sólo son para conocedores. Dentro de esta vertiente todavía en viernes se ubica la variante de las gamuzas, que siguen siendo juveniles pero ya en su modalidad senior, y que se las compran —a éstos ya les alcanza sin egoísmos— los mayorcitos, los de las sienes de zorro plateado, para dar a entender que aún están en la onda del corazón joven aunque la pancita crezca; y no se crea que ya no tienen aspiraciones, pero a este nivel son las de tener un coche que haga juego con su chamarra de gamuza, y ya la marca depende de múltiples variables, pero siempre es algo sport, como su corazón, deportivo, donde el dueño de la chamarra de gamuza ya no cabe ni tan bien ni entra ni sale con la agilidad que se imaginaba. La otra vertiente, la del lado salvaje de la fresez de los anuncios, donde las chamarras son predominantemente negras y pesadas, más que martingalas traen raspones, naturales pero sobre todo artificiales, como si ya hubiera habido contacto con espinas y púas y otros vestigios de la naturaleza ya sea rural o urbana. Sus usuarios creen que su chamarra de cuero es el símbolo verídico de la aventura, como easy riders entre obsoletos y vanguardistas aunque en lugar de la moto baste por el momento con unos lentes oscuros; o como pilotos aviadores de la Segunda Guerra Mundial, sin avión y con cuello de borrega. La verdad es un poquito más triste, y es que las chamarras de cuero son el símbolo de unos aspiracionistas que creen que las chamarras de cuero son el símbolo de la juventud y la libertad, que sólo se las dejan usar los viernes si es café y lo sábados si es negra.
19
De Largo Aliento / Periodismo cultural
20
C
onstruir una ciudad a partir de la memoria fue la misión de Luis Téllez Tejeda, mejor conocido como Pávido Návido entre los poetas. Morinia es “ciudad en la memoria”, un lugar inventado donde lo que más importa son los recuerdos. Y tiene sentido: la propia ciudad no habría podido diseñarse sin la memoria de sus creadores, porque las personas son y se definen a partir de sus experiencias de vida, de sus remembranzas. Así lo acepta Abril Castillo, cofundadora de la Editorial Oink, quien —junto con Jorge Mendoza, David Nieto y Quetzal León— lanzó el proyecto Trotamundos: una serie de guías a lugares imaginarios que parten de un motivo detonante: la memoria, el corazón, la noche. “Al inventar una ciudad, cada quien tiene que echar mano de lo que ha vivido, de los viajes que ha hecho, de los lugares que ha visitado. Por eso aparecen tantos referentes que, aunque provengan de un espacio de la imaginación, pueden crear un vínculo entrañable con el lector. A lo mejor muchos sienten Morinia como si fuera México, Chile o Ecuador, o como cualquier parte del mundo que hemos visto en persona o en fotos, de la que hemos oído o soñado, y al leer sobre ella ya estamos ahí”, dice Castillo. Abril no menciona Chile y Ecuador de manera fortuita, pues dos de los colaboradores de la guía de Morinia provienen de ambos países: “Estos lugares imaginarios que estamos proponiendo —expresa— se vinculan sobre todo con nuestro lugar de origen. Roger [uno de los ilustradores] es de Ecuador, Pati de Chile o Luis, mexicano... A pesar de estas referencias locales, existen otras más universales: la casa de la abuela, la canción favorita del papá, porque todos pertenecemos a ese mismo universo humano, y a todos, sin importar la nacionalidad o la edad, nos remueve la entraña”. Sobre los colaboradores que escribieron e ilustraron Morinia, Abril comenta: “Contactamos a Luis Téllez Tejeda para hacer todas las secciones de viaje de la guía, y a Alejandra Ortiz Medrano, bióloga y divulgadora de la ciencia, para escribir la parte de naturaleza y exploración. Ambos tomaron como detonante las secciones sugeridas y el tema (en este caso, la memoria) para desarrollar cada uno como quisiera ese lugar. Luis es el autor del nombre de la ciudad: Morinia, el inventor de todo ese universo con su historia, sus museos, sus personajes, sus olores y sabores; Alejandra, de las especies y tipos de terreno que puede uno encontrar. Pati Aguilera es una artista chilena que tiene un proyecto increíble de recetas ilustradas; a ella la invitamos a hacer la gastronomía de Trotamundos, e inventó recetas a partir del tema. Roger Ycaza, ilustrador y músico ecuatoriano, lleva la voz cantante en los dibujos. También invitamos a Isabel Gómez, Chiquita Milagro, a ilustrar el “Safari” y a Santiago Solís a hacer los retratos de los personajes famosos. Cada número tendrá nuevos colaboradores, si bien los fijos ya son Pati y Alejandra, de cada una de las secciones mencionadas”. Las secciones simulan una guía de viajes real: tiene información básica, historia del lugar, festividades principales, transporte y hospedaje, gastronomía, museos, etcétera. Un juego al que sus creadores invitan a jugar a lectores de todas las edades, pues si bien cada autor de los textos tendrá la posibilidad de imprimirle un sello propio, “la idea es que puedan ser para cualquier lector, dado que los libros están profusamente ilustrados —aclara Castillo—. A los más pequeños les pueden leer los más grandes, y los más grandes (niños, jóvenes y adultos) pueden sumergirse solos en Morinia”. Sobre la elección de los temas detonantes, Abril comparte: “Hicimos una lista extensa de temas que a cada uno nos gustaban y son universales. Luego elegimos los favoritos y tra-
Ilustración de David Prieto.
El proyecto Trotamundos
Vivir en Morinia Un libro para acercarnos al uso de la memoria, recordar para vivir el presente, rodearnos de imágenes para construir el futuro. Elizabeth Cruz Madrid
Ilustración de David Prieto.
Ilustración de Chiquita Milagro.
tamos de darle un orden. Nos gustó arrancar con la memoria porque, quizá, sentimos que es aquello que nos vincula desde el plano emocional con la narración: somos nuestras historias. De ahí quisimos hacer la siguiente parada en el corazón y cerrar el año con la noche”. —Acerca de esta primera guía: ¿qué tan significativo puede ser el tema de la memoria y los recuerdos en los niños? —Los niños también tienen memoria —responde Abril—. Quizá tienen menos recuerdos acumulados que alguien de 90 años, pero recuerdan cada vez que llega una fiesta (su cumpleaños, el Día de Muertos, las vacaciones, la Navidad); los olores y sabores también pueden transportarlos a otros momentos de su vida. Quizás aún no sientan nostalgia algunos, porque no han sufrido muchas pérdidas, pero otros sí. Esta es la parte bonita del proyecto, que por un lado tiene la guía, pero por el otro los talleres, donde es posible hablar y explorar los te-
mas con los lectores, y continuar ese detonante que sigue construyéndose constantemente. Abril menciona “talleres” porque parte de su proyecto es aplicar actividades con niños: “Nuestros talleres —dice— están todos relacionados con el viaje. En el primero, Un increíble lugar, cada participante construye una casa propia, que luego se coloca en un conjunto de casas para crear entre todos una gran ciudad. En el de Postal se busca retomar la tradición del correo, pero también se dibujan desde la memoria los lugares favoritos y se escribe el porqué son especiales; sean reales o imaginarios. En el taller Mi libretita viajera se propone un viaje y se hace un registro de todas esas cosas que nos llaman la atención: se escribe, dibuja y colecciona todo lo que encontramos por nuestro camino. Los participantes aprenderán técnicas de ilustración con sellos, además de una sencilla técnica de encuadernación. Al final tendrán ese pequeño objeto para almacenar sus memorias.” —Almacenar la memoria en un objeto que no sea digital llama la atención en estos tiempos. Sobre todo con los niños, que parecen nacer siendo tecnológicos… —El tema de la memoria tiene múltiples lecturas. Por un lado están la nostalgia, la melancolía, los recuerdos y el pasado lejano, quizá perdido, más vinculado con lo emocional. Por otro está la memoria como herramienta del conocimiento. Es cierto que actualmente no se memoriza tanto como antes, pues la información está disponible gracias a la tecnología; pero la memoria no es sólo recordar las tablas de multiplicar o sentirse invadido por un recuerdo. La idea de la evocación, como la magdalena de Proust, o la invocación, como mirar en un álbum las fotografías, bien puede pasarnos hoy y siempre. No consideramos por eso que este tema tenga caducidad o que no siga vigente. Con el tiempo y con estas nuevas metáforas de la vida cotidiana (la memoria USB, memoria RAM [Random Acces Memory]) vemos que almacenar los recuerdos, la información, las imágenes, siempre será necesario e indispensable para el ser humano, de cualquier edad y en cualquier época.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
P olíticas C ulturales Asociación con otros recintos
Museo Soumaya
Contra la centralización El director del Museo Soumaya dice que las instituciones privadas pueden resolver, cómo no, el problema de la cultura que el Estado deja pendiente. o primero que contemplamos es un cubo que se tuerce en su propio eje, que resulta deslumbrante debido a la luz reflejada en sus hexágonos plateados a las tres de la tarde. En su interior, la amplitud y su blancura provocan una especie de súbita distensión. “Es una cuestión importante el hecho de crear atmósferas y respetar cada una de las colecciones; eso lo vemos en los seis niveles de exhibición, interconectados por medio de rampas y ascensores, lo cual nos va creando una elección de visita a recorridos sugeridos”, explica Alfonso Miranda Márquez (Ciudad de México, 1978), director del Museo Soumaya en la Plaza Carso. En la mesa redonda de su oficina, el director ha olvidado retirar una cucharita con yogur encima de la tapa desechable. La observo y, divertido, aclara que se trata de una escultura: “Es de un artista de la frontera llamado Franco Mondini”. Apaga su celular y comenzamos a conversar sobre las políticas culturales del Museo Soumaya. —Arte para todos. ¿Qué nos puede decir acerca de esta frase del ingeniero Slim? —Efectivamente, es una frase del ingeniero Carlos Slim, Y es parte de nuestro primer objetivo: conservar una colección que abarca 30 siglos de arte y acercar esta oferta cultural a todos. Las colecciones están al alcance de los que quieran admirarlas e incluso tocarlas. Eso está permitido dentro de nuestras visitas para invidentes. Pueden tocar una escultura de Rodin o de Salvador Dalí; y sordos y mudos o autistas. Por cierto, el 2 de abril es el Día Internacional del Autismo, y lo que hacemos para este público es iluminar el museo de azul, el color del autismo; otro modo de abrazar a las personas con capacidades diferentes es empleándolas y contratándolas. Una de sus políticas, dice el director del Soumaya, es “la descentralización cultural”, para lo cual desde el año 2000 “emprendimos un programa para compartir colecciones a lo largo y ancho de la República Mexicana, contribuimos de manera conjunta a que los espacios de exhibición puedan contar con espacios museales, de temperatura y humedad controlada, de seguridad, donde también compartimos nuestra experiencia de curaduría y de conservación para que estos lugares no solamente reciban obra del Soumaya sino que puedan recibirla después de cualquier latitud. Tratamos de evitar ese centralismo que tanto ha dañado la política cultural, pero también la económica y los asuntos sociales. Es falsa la idea de que en la Ciudad de México, por ser la capital del país, es donde se concentra la oferta cultural”. —¿Cuáles son sus políticas para esquemas de exhibición? —Es importante entender lo que es una colección privada. Una colección siempre hablará de gustos, de relaciones, de pasiones; es una manera también de entender a una persona, como, en este caso, el ingeniero Slim en el panorama mexicano contemporáneo. Es cierto que es una colección muy disímbola, pero cada objeto tiene un peso específico y conserva una relación entre los otros. Es una línea diacrónica y sincrónica del tiempo, en la cual entrar pueda convertirse en una posibilidad asombrosa donde no me están guiando sino yo mismo voy construyendo un dis-
Foto de Arturo Talavera.
L
Rossi Blengio
Alfonso Miranda Márquez, director del Museo Soumaya.
curso y dándole sentido a mi propia experiencia de visita. Aquí van buscándose esos diálogos entre los objetos, que nos parecen mucho más afortunados, con mucha mayor vigencia, dándole un sentido contemporáneo. —Una obra de caridad atenúa la indigencia, pero no la resuelve. A partir de esta idea se desprende la estrategia del Grupo Carso desde hace 25 años: la responsabilidad social vinculada con la experiencia empresarial... —En la Fundación Slim hablamos de construir discursos a partir del respeto a pensar, sentir, actuar diferente; porque los humanos no pensamos ni nos entendemos siempre de la misma forma. Hay que buscar qué estamos esperando encontrar en esos espacios y en esas formas. Y nos preguntamos: ¿cómo estamos mejorando?, ¿cuáles son nuestros indicadores de desempeño, nuestra administración de riesgos? Y valga decirlo: al ver el gasto de espacios culturales en una exposición en recintos gubernamentales, notamos que nosotros gastamos mucho menos. ¿Por qué cuesta menos aquí? Sencillamente porque aquí nos duele tirar el dinero. Tenemos que buscar ser corresponsables también como ciudadanos de las inversiones culturales, hay que vigilarlas y ser activos. El papel del Estado, dice Alfonso Miranda, “sin duda debe de ser mucho más incluyente. ¿Por qué la labor y la maestría de un artista indígena va a ser considerada de menor calidad que la de un artista de una galería emergente del centro de
“Como director del Soumaya manejo una cuestión de impacto social. Es un asunto de gestión que muestra posibilidades de relación en un entramado cultural mexicano. El pasado 24 de abril inauguramos la exposición El reino de las formas: Grandes Maestros, en la cual por primera vez tres instituciones: Soumaya, San Carlos y Franz Mayer prestamos en equidad 20 piezas de antiguos maestros europeos. La muestra se abrió en San Carlos y por dos años van a viajar y se presentarán en el Museo de Arte e Historia de León, Guanajuato; el Museo de Historia Mexicana, de Monterrey; el Museo Arocena, de Torreón; en el Centro Cultural de Tijuana (Cecut), y en el Museo de Arte de Querétaro. Son 11 años ya de estar en un extraordinario equipo, no hay esfuerzos en solitario: es la suma de pasiones”.
la Ciudad de México? El Estado debe encontrar esos puntos de equilibrio, pero se crean dependencias separadas para el patrimonio donde es muy complicado poder establecer diálogos entre uno y otro. ¿Cómo están dialogando esas instituciones que son referenciales para América Latina? Y tienen una burocracia tan compleja que no pueden tampoco abrirse a algo tan sencillo como son nuevas propuestas. Eso va en detrimento del panorama estético mexicano. El arte es un reflejo de una sociedad, ¿y de qué manera estamos viendo ese reflejo en los espacios museales cuando vemos que los números están en crisis? Los hacedores de museos podríamos cruzarnos de brazos para esperar que la gente nos visite, pero eso ya no es suficiente. Tenemos que adecuarnos a las nuevas tecnologías, y lo estamos haciendo en redes sociales. Llegamos al siglo XXI con una propuesta sobre qué hacemos con ellos, porque pareciera que son aburridos y no sirven de nada. Entonces, ¿quemamos los museos?, ¿quemamos el patrimonio? Esa es nuestra responsabilidad, porque la respuesta pareciera muy sencilla: la gente no viene porque no le gusta, no le interesa. Por el contrario, debemos preguntar: ¿por qué no le gusta?, ¿qué no está encontrando? Quien llegue aquí se va a sorprender de la gama que tenemos, incluso cuando los jóvenes se topan, por ejemplo, con María Magdalena ven en ella un erotismo y una sensibilidad que los conmueve, no necesariamente es una cuestión de credo. En realidad es mucho más. El papel del director de un museo ahora tendrá que ver, sin descuidar la parte académica, con atender a la construcción de un tejido social mucho más sólido que deberá abrazar otras disciplinas que con frecuencia las habíamos visto disociadas, como pueden ser la salud, la educación, el deporte o la tecnología”. El Museo Soumaya cuenta con “un autobús que de manera gratuita trae niños de escuelas de bajos recursos del Valle y del Estado de México; tenemos una previsita, una visita y una posvisita; también trabajamos con casas hogar y asilos. El adulto mayor tiene una gran necesidad de ser escuchado y no todo es vanguardia y juventud. Tenemos que voltear a mirar nuestras herencias culturales. Debemos ser y estar conscientes de que una situación como la de México del siglo XXI, antes que asistir a la ópera el ciudadano gasta en salud. Cuando vemos las erogaciones de una familia con el salario mínimo, es imposible que pueda caber en ella la cultura. Sin embargo, el sector privado puede contribuir a esa ausencia que el Estado no puede resolver. ¿Por qué no habríamos de hacerlo si es también nuestra responsabilidad?”.
21
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
El abandono de los recintos
Tierras baldías que una vez fueron teatros Allí están: abandonados, sin que nadie sepa de sus destinos, sin que ninguna institución se encargue de esos espacios baldíos, inservibles, estorbosos. Y nadie quiere saber de ellos. Exhiben, de algún modo, el interés de las autoridades culturales por el teatro nacional.
Fotos de Daniel Cisneros.
22
Teatro Lírico.
Daniel Cisneros
T
epito transpira ilegalidad, hedonismo y peligro. Desde la salida de la estación del Metro Lagunilla venden pipas, hitters y papel para fumar droga. Y tiene sentido, pues a pocos pasos hay una vecindad —junto a la que figura un policía— en la que entran y salen compradores de estupefacientes. Pero eso no es todo, adelante se encuentra la calle Libertad donde varios sujetos ofrecen un amplio bufete de psicotrópicos: “Carnalito, tengo chochos, mota, cristal, ácidos, piedra, hachís”, me dice uno de ellos. Durante mi recorrido a través del tianguis de la zona no sólo brotan puestos de comida, tatuajes y cervezas, sino también de piratería o fayuca en los que se ofertan CD musicales, ropa, videos pornográficos —incluso de violaciones a menores o cámaras ocultas en hoteles—, cigarros, juguetes sexuales, pistolas de diábolos y huevos de tortuga.
Cine teatro Orfeón.
Al finalizar el tianguis veo, en el número 72 de la calle Comonfort, la razón de mi visita a Tepito: el Teatro Celestino Gorostiza, que luce fachada tapizada de grafitis, cortinas oxidadas y ventanas hechas trizas. Adentro del recinto se amplía el abandono: techos rotos de lámina, paredes cuarteadas, salitre y cascajo en el suelo. Todo está vacío y en silencio. Sólo se escucha el gorjeo de las palomas que anidan por doquier. Este teatro del INBA se cerró hace 12 o 14 años, nos dice una fuente anónima que lleva más de tres décadas muy cercana al recinto, porque la inseguridad de la zona y la falta de vigilancia generó muchas quejas. Incluso se dejaban afuera los autos y, al salir, ya no estaban, les rompían el cristal o los desvalijaban. A finales del año pasado las autoridades desmantelaron el recinto. Se llevaron escaleras, pasos de gato, escenario, plafones, puertas, tubería y
más de 633 butacas. Pero, se pregunta nuestra fuente, “¿a quién le echa uno la culpa si al teatro llegan de tantos lugares que ya no sabes quiénes son? Todos simplemente se dicen nuevas autoridades”. A pesar del panorama actual, este recinto tuvo una época de esplendor en la que solía llenarse con 300, 400 o hasta 800 personas. Y no se presentaba sólo una obra sino dos o tres para el público de la mañana, mediodía, tarde y noche. Entre los dramaturgos que montaron aquí sus piezas figura Emilio Carballido. Decido contactar a los responsables del Teatro Celestino Gorostiza para conocer la situación que enfrenta este espacio. Pero, después de múltiples intentos, no obtengo respuesta. Sin embargo, consigo conversar con Juan Meliá, coordinador nacional de Teatro del INBA, quien nos da su opinión respecto al porqué este recinto continúa cerrado:
—No es un teatro que perteneciera a la Coordinación o que esté bajo mi cargo, entonces te rogaría que me dejaras investigar. Porque esto sucedió antes de que yo entrara —explica Juan Meliá—. Tengo entendido que sufrió daños estructurales graves y, de manera constante, se han realizado estudios para saber qué tipo de intervención requiere. Y siempre se ha llegado a la conclusión de que es muy complejo remodelarlo. Tener ese espacio como debería conlleva la decisión de casi volverlo a construir. Alejandro Sandoval, coordinador de Programas Territoriales en Materia de Cultura de la Subsecretaría de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación, colaborará en un estudio a fondo sobre las estructuras del Teatro Celestino Gorostiza; él tiene otra opinión: —He conversado con algunas personas del Instituto Nacional de Bellas Artes, que me han dicho que el inmue-
De Largo Aliento / Periodismo cultural
ble supone un riesgo porque está afectado estructuralmente. Pero no hemos hallado ningún dictamen, documento o evaluación profesional que así lo demuestre. Lo cual no quiere decir que no sea cierto, sino que se necesita de un despacho de peritos que nos asegure si está afectado o no. —La dependencia a la que usted pertenece ya llevó a un especialista para que hiciera una valoración inicial… —Sí, fue un ingeniero estructurista —contesta Alejandro Sandoval—. A ojo de buen cubero (y sin que signifique que sea un estudio especializado completo) nos dijo que no veía mal el inmueble, pero que faltaba un análisis a detalle. —Sé que su intención es reactivar el recinto… —Aunque primero tendríamos que platicarlo con Bellas Artes, que ha mostrado buena disposición. Buscamos utilizarlo en nuestro programa cultural de prevención al delito y participación ciudadana. Ese teatro nos llamó la atención para trabajar con los jóvenes tepiteños. Junto al grupo teatral Tepito Arte Acá, ya hemos realizado acciones similares en otros lugares, como la Delegación Gustavo A. Madero. —¿Qué actividades les gustaría llevar a cabo? —Es un inmueble inmenso que, bien utilizado, lograría funcionar como teatro y espacio cultural. Por ejemplo, en el vestíbulo se pueden hacer presentaciones de libros, en el interior montajes escénicos y, en las áreas laterales, talleres. En la Ciudad de México el problema de los teatros —públicos o privados— abandonados o destinados a actividades distintas a las teatrales parece ser común. Basta echar un vistazo al de las Vizcaínas (que funge de oficina de la policía auxiliar), al Lírico (donde hasta hace poco dormían indigentes), al Fru Frú (que lo rentan para eventos sociales) y al Silvia Pinal (vendido al grupo religioso Pare de Sufrir), así como a los cineteatros Sala Revolución y Orfeón. Por eso en la Delegación Cuauhtémoc se busca dar mantenimiento y reactivar algunos inmuebles que están cerrados o que funcionan en condiciones de deterioro para impulsar, a largo plazo, un corredor teatral, ya que en esa demarcación hay 56 recintos que representan el 45 por ciento del total existente en el Distrito Federal. —Vamos a rehabilitar el Teatro del Pueblo, el Antonio Caso y el 5 de Mayo —señala Alejandro Fernández, jefe delegacional de la Cuauhtémoc—. Ya rehabilitamos el Teatro al Aire Libre Juan Ruiz de Alarcón, donde ya empezamos a manejar una cartelera de actividades. —¿Cómo se pondrán de acuerdo con los organismos públicos y privados para realizar estas acciones? —Los vamos a invitar a conversar para elaborar un diagnóstico conjunto que permita saber cuáles son los recintos que requieren intervención de manera más urgente y, además, para determinar la posible línea del corredor teatral —responde Alejandro Fernández—. También instalaremos el Consejo Delegacional de los Teatros con la intención de delimitar la estrategia que nos ayudará a difundir el arte teatral en esta demarcación. Por lo pronto,
Excusas y excesivo burocratismo Durante la búsqueda de información para el reportaje, las dependencias gubernamentales argumentaban que, si quería entrevistar a alguien, debía comunicarme con el área de prensa. Atendí el requerimiento. Veamos qué sucedió. En la indagación sobre el Teatro Celestino Gorostiza me atendió Jesús García, subdirector de Prensa del INBA, a quien le solicité una entrevista con Dolores Martínez Orralde, directora de Arquitectura y Conservación del Patrimonio Artístico Inmueble del INBA. Me pidió que le mandara las preguntas, pero le expliqué que no podía hacer eso. Entonces me aseguró que checaría mi petición y que le llamara al día siguiente. Aunque así lo hice, no lo encontré. Cuando por fin lo contacté de nuevo, me dijo que quien estaba a cargo del recinto no era Dolores Martínez Orralde sino Cuauhtémoc Nájera, coordinador nacional de Danza del INBA. Y, de inmediato, agregó que el funcionario andaba en Culiacán y que, al regresar dos días después, le solicitaría que me diera una entrevista. Colgué confiado. Sin embargo, a lo largo de un mes llamé varias veces y no volví a localizar a Jesús García, pues, me decían, estaba en junta, fuera de su oficina o no había llegado de comer. En el caso de la investigación sobre el Teatro de las Vizcaínas me respondió Ulises Ortega González, de la Coordinación de Prensa y Difusión del Sistema de Teatros de la Ciudad de México, a quien le pedí una entrevista con Ángel Ancona, coordinador del Sistema de Teatros de la Ciudad de México. Luego de múltiples llamadas en las que argumentaba mi petición, me informó que el funcionario no podía atenderme porque tenía una agenda muy apretada. Y en las pesquisas sobre la Sala Revolución me atendió Luis Torres Tello, director de Comunicación Social del DIF Nacional, a quien le solicité una entrevista con el responsable de ese cine teatro. Pero me dijo que no tienen a alguien al frente del área de teatro ni de cultura y, además, que no sabía quién es el encargado del recinto. No hay duda: en algunas dependencias gubernamentales de nuestro país aún siguen dominando las excusas y el excesivo burocratismo para alejar, sí, los cuestionamientos incómodos relacionados con las acciones de las autoridades.
queremos organizar un gran festival de teatro en noviembre. —¿Los teatros Celestino Gorostiza, el Vizcaínas y el Lírico, que están abandonados, serán contemplados en su programa de rehabilitación? —Este año no lo podemos garantizar, porque no nos alcanzó el dinero. Pero esperamos que, a partir de la intervención del Consejo Delegacional Interior del teatro Celestino Gorostiza.
de los Teatros, los incluyamos en un listado junto con algunos otros espacios a recuperar. Ahora Fernando de Ita, crítico de teatro, periodista y colaborador en De Largo Aliento, nos da su punto de vista respecto a la existencia de teatros cerrados o abandonados en el Distrito Federal:
JUNIO 2014
Exterior del teatro Celestino Gorostiza.
—Cuando son espacios privados, por ley y prudencia uno debe respetar el uso que sus dueños les den, pues todos tienen derecho a abrir o cerrar su casa. Pero en el caso de los teatros públicos sí habría que determinar si sirven o no, ya que si están en posibilidades de funcionar no se puede permitir que no lo estén haciendo. —¿Existen recintos que hayan sido salvados del abandono? —Sí: el Teatro Milán, que después del temblor de 1985 quedó realmente afectado, recientemente ha sido reinaugurado con una inversión de casi 50 millones de pesos. Además, tuvo la fortuna de caer en manos de gente de teatro. De ahí que busque enfocarse en una vocación no comercial para ofrecer algo digno de llamarse teatro. De hecho, abrió con el musical Godspell. —A propósito, ¿qué situación viven los teatros del Seguro Social? —Ahí es un desastre. En los años cincuenta el Estado realizó una gran aportación cultural al abrir teatros en unidades de atención médica del Instituto Mexicano del Seguro Social. En esos espacios hubo temporadas teatrales que marcaron un hito y empezamos a conocer a los dramaturgos clásicos. Sin embargo, este proyecto entró en una burocratización impresionante y se fue deteriorando, al grado de que todas las trabas impuestas hacían imposible rentarlos, teatros que, durante mucho tiempo, estuvieron cerrados. Cuando Mario Espinosa llegó al INBA como coordinador de Teatro, vio la manera de que hubiera comodatos en esos recintos y, después de una larga batalla, se logró. Pero de nueva cuenta tanto la burocracia del IMSS como el sindicalismo dieron al traste con este proyecto, que era notable. Ahora son muy pocos los comodatos que siguen en píe. —Finalmente, ¿por qué es importante contar con espacios donde se difunda la actividad teatral? —Porque todas las manifestaciones artísticas y culturales deben tener lugares para llegar a la gente. Además, en México ya existen 14 universidades que imparten la licenciatura teatral y, ante la demanda de espacios, varios estudiantes salen cada año a engrosar las filas de los desempleados. Por eso muchos están haciendo teatro en camiones, plazas, casas o donde se pueda.
23
JUNIO 2014
El Santo, a tres décadas de su muerte
Más que una marca registrada A pesar de su heroicidad, El Santo estuvo a punto de ser inverídico. Porque… José Xavier Návar
E
n febrero de este año se cumplieron 30 años de la desaparición del más grande ídolo y héroe de carne y hueso que haya dado jamás la lucha libre mexicana. Actor improvisado en el cine, Rodolfo Guzmán Huerta filmó la friolera de 54 películas a lo largo de una carrera cinematográfica que, pasando de los cines populares a los de piojito, se parapetó luego en la pantalla chica, volviéndose entretenimiento familiar único que toco a varias generaciones de mexicanos. Más tarde, después del culto digital que proporcionó en su momento el VHS, y luego de la canonización de sus más emblemáticas cintas a DVD, El Santo, que siempre se reconoció como un obrero de la lucha libre gracias a su público (aunque su vástago, El Santito, lo haya registrado como una marca comercial), se volvió por derecho referencia obligada de la vox populi al morir. Hay quienes afirman, sin mediar el estatus que le proporcionó la máscara, que sigue siendo uno de los tres grandes mitos del mexicano. Los otros dos: la Guadalupana (rocanrolarizada a la de a huevo por Álex Lora) y Pedro Infante, cuya fotografía de capitán reinó durante muchos años sobre miles de televisiones, siguen uniendo a las familias populares. Lo increíble a estas alturas digitales de imágenes en HD y grandes pantallas inimaginables hace algunos años es que el Plateado, inventado y vuelto héroe popular del cómic, por obra y gracia de la genialidad de José G. Cruz y a los tirajes semanarios, legendarios y millonarios de su historieta allá por los años cincuenta, es que no tenga a estas horas un Blu-ray. Vamos, ni siquiera de su más emblemática película: Santo contra las Mujeres Vampiro. Solo esa justicia le falta al que le doblaba la voz, generalmente Bruno Rey y Víctor Alcocer, por consecuencia de tanto golpe recibido arriba del ring. Ahí donde sólo le pudo ganar dos veces Blue Demon, aunque el Enmascarado de Plata siempre le espetaba a la cara que, en el cine, él era siempre el segundo crédito, debajo de El Santo. En una vida dedicada al costalazo y a las aventuras cinematografías contra toda clase de calamidades terrestres, extraterrestres, del más allá y del más acá, el nacido en Tulancingo (23 de septiembre de 1917 / 5 de febrero de 1984) siempre se mantuvo al servicio del bien, clasificando en cada aparición en la pantalla grande a toda la descendencia ruralizada de Drácula, Frankeinstein, el Hombre Lobo y la Momia, en el medio mexicano sólo tuvo un error en su vida: hacerle el trabajo a la policía mexicana y a la Interpol, y lo verdaderamente imperdonable: gratis, sin cobrar un solo centavo. Aun así, enfrentó en vida graves acusaciones de algunos críticos de cine exquistos, e incluso el juicio de la historia mexicana, que por poco lo lleva a la cárcel por haber permitido la pulverización de unos 40 chamacos en un campo de futbol de la Ciudad Deportiva de la Magdalena Mixiuhca por haber llegado tarde a ajustarle cuenta a una invasión marciana liderada por Wolf Rubinski (que ahora podría parecer un grupo alternativo de rock) como avanzada del planeta rojo al Distrito Federal en la cinta Santo contra la invasión de los marcianos. Y en ese entonces ni nuestro asesor de la Secretaria de la Defensa Nacional, Jaime Maussan (en materia de ovnis y extraterrestres, para nada es broma), se acercó a ofrecerle ayuda. A él, que le ofrecía cada semana al público mexicano la única e increíble posibilidad de verlo en la mañana en cualquier matinée de cine combatir a toda suerte de alimañas y por la tarde darles un autógrafo en la Arena Coliseo. Eso, me van a perdonar, no lo hace ni Superman, ni El Hombre Araña, que ya es demasiado decir.
Fotos de Jesús Magaña.
24
Regina Torné.
Las ocho décadas de Jesús Magaña
“En México te perdonan todo, menos que triunfes” Jesús Magaña (a sus 81 años, que cumple este junio) cronicó la vida rosa, nocturna y luchona de la gran ciudad. Lina Marín.
David Magaña Figueroa
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Era 1964. El Santo filmaba una película en los Estudios Churubusco. Jesús Magaña se percató de su presencia, pero no el luchador, quien leía, absorto, un libro. La imagen no tiene par, ni parangón. No está El Santo posando, como varios artistas lo hacen instados por la publicidad, aunque en su vida privada sean incapaces de leer por sí solos un libro. De ahí el valor monumental de esta fotografía clásica, la cuarta litografía para nuestro lector.
Esta charla la sostuvo con su hijo David Magaña hace dos décadas, testimonio publicado en su momento en el suplemento “Sábado” con el título “Jesús Magaña, fotógrafo: erotismo, carne y fantasía” el 12 de febrero de 1994 en su número 854. Conozco perfectamente mis limitaciones como fotógrafo
Ante todo mi formación artística fue informal. Apliqué a la fotografía mis conocimientos sobre la perspectiva, el color y la estética de la pintura… además de mi imaginación. Creo que por lo regular los grandes fotógrafos somos pintores frustrados. Un día de 1960 decidí dedicarme a la fotografía con el propósito de ser “el mejor” y con talento, audacia y creatividad lo conseguí. Superé con creces la condición de mediocridad que prevalecía en el ambiente artístico de aquel entonces. El ser un verdadero autor me convirtió en alguien a quien casi todos los fotógrafos de espectáculos querían despedazar. Como todos los necios, al no poder competir con mi trabajo, utilizaron la calumnia y la intriga como arma. Soy objetivo al afirmar que en ese tiempo “los chicos de la lente” no estaban preparados para hacer algo tan serio, como es reflejar el cuerpo humano, y sin la menor noción de lo que es el arte fotográfico tomaban una cámara y sin ton ni son oprimían el obturador a diestra y siniestra. Lugar aparte ocupan los que aprovechan la profesión para conseguir “carne fresca” para sus patrones y usurpar con ello un sitio que no les corresponde. Aquí hablo en presente porque ése es un vicio que persiste. Otra categoría que no puedo dejar de mencionar es la de los “experimentales”, individuos que se precian de haber pasado por todas las escuelas de fotografía y tener todos los diplomados del mundo, pero a lo más que llegan es a presumir estudios de muy mal gusto en los que lucen sus carencias y las de sus novias al desnudo. Estos se acercan pidiéndote consejo y terminan indicándote cómo realizar tu trabajo. No hay peor colmo que a tu lado esté un estúpido y jactancioso. Yo, Jesús Magaña, conozco perfectamente mis limitaciones como fotógrafo, sólo pido que los otros sepan el lugar en el que en realidad están ubicados.
El reportaje sexy debe ser un homenaje a la belleza de la mujer
Las primeras fotos profesionales que tomé fueron a Elvira Quintana, Marissa Prado y Martha Olvera. Recuerdo que cuando le mostré los contactos a Roberto Cantú Roberts, de Cinema Reporter, observé que luego de verlos con calma cerró los ojos, se puso un dedo en la sien y, segundos después, al abrirlos, luego de una fuerte compulsión corporal acompañada de un suspiro, dijo: “¡Ah, me acabo de hacer una masturbación mental! Te felicito, Magaña, las fotos que has tomado son muy buenas, transmiten sensualidad y sobre todo, para ser primerizo, proyectas un nuevo enfoque, una dimensión distinta dentro de la fotografía erótica. Has pasado la prueba. Adelante”. Debo admitir que mi interés me llevaba a coleccionar libros y revistas de maestros del desnudo erótico, como Man Ray, Peter Gowland, Zoltan Glass y André de Dienes, entre otros. También me encantaban los dibujos de Vargas y de Al Moore que eran sencillamente deliciosos. En mi adolescencia coleccionaba las revistas Fotografía artística y Figure que publicaban desnudos muy retocados. Conseguía el Playboy y —por qué no decirlo— compraba el Vea, donde sobresalía Niuglo, realmente Olguín.
Autorretrato de Jesús Magaña. Zulma Fayad.
JUNIO 2014
25
26
JUNIO 2014
De Largo Aliento / Periodismo cultural
Isela Vega y Jorge Luke.
Fotos de Jesús Magaña.
Jorge Rivero.
Hugo Stiglitz.
Al decidir ser un profesional en estos menesteres me propuse ser “el mejor fotógrafo de mujeres del mundo”, al menos logré ser el número uno de México. Fue así como innové un estilo al aplicar a mis fotografías otra manera de ver el erotismo: mostrar sin mostrar. Dejaba que quien veía las fotos se imaginara lo que quisiera. No era explícito. Enseñaba más entre sedas, sombreros, manos y claroscuros. Burlé a la censura con la forma de utilizar mis conocimientos del diseño de modas. Con cualquier trapo y tijeras lograba algo especial y diferente para vestir o medio desvestir a la modelo en turno. Creo que el reportaje sexy debe ser un homenaje a la belleza de la mujer y, por supuesto, a la inteligencia de quien ve una foto. Pero hay más: creo que fotografiar es usurpar una personalidad, falsearla, engañar a los que admiran tus fotos. Es crear algo tangible donde en ocasiones no hay materia prima. Al fotografiar debes transmitir tu propia sensualidad, tu erotismo, tu personalidad, tu alma.
Cien mujeres para un fotógrafo
Con todo y que te preparas para ofrecer un trabajo creativo, al llegar a las redacciones de los periódicos o a las empresas editoriales te llevas grandes desengaños; por una parte, el gerente te hace las cuentas apretadas. Te ve con gesto suplicante y dice: “La empresa está en crisis”. O bien: “Ayúdanos, mi querido Magaña, vamos a comenzar una nueva revista y ya verás que, si pegamos, cobrarás con creces este favor que te pedimos…” ¡Sí, cómo no! Lo que siempre me molestó son los clientes que te regatean: le ponen precio a tu trabajo y a fin de cuentas no te pagan nunca. Así me sucedió con Vicente Ortega Colunga y con René Eclaire, por mencionar algunos. Me quedaron a deber ni digo miles, millones de antiguos pesos. Siempre con la promesa del “te pago mañana…”, mañana que nunca llegó. Con Ortega Colunga colaboré en Latin Señoritas y más adelante en Yo. Su agradecimiento a la colaboración filantrópica que me solicitó fue hacerme a un lado para tratar de crear una fotógrafa: Paulina Lavista (Sabina), a quien le dio todas las facilidades para que hiciera un buen trabajo. Le proporcionó todo lo que ella pedía: cámaras, escenografías y viajes a locaciones naturales. Me imagino que a Paulina no le escatimó el dinero de sus pagos como a mí. Con Eclaire trabajé para Bazar, Bravo y Eva, la primera revista de hombres desnudos en este país. Con René pasó algo similar, sólo que habilitó como fotógrafa a su mujer: Linda Porto, quien retrató a los modelos más grotescos que uno se pueda imaginar, lo que le dio por resultado caer en lo pedestre. Eclaire publicó mi primer libro: Cien mujeres para un fotógrafo, del cual no recibí nunca regalías. Ni siquiera me dieron los ejemplares correspondientes como autor. Por el momento, basta de ellos.
Por el contrario debo hablar de Leopoldo Meraz (el Reportero Cor), quien publicó mis fotos en México Cinema, Diávolo, Revista de América y Cine Universal, entre otras, y que me consideró un “Pigmalión de la fotografía”. No debo olvidar a Fausto Barona, editor que me abrió las puertas de las excelentes revistas Cinelandia y Show de estrellas, fundamentalmente para dar a conocer el ambiente artístico de los sesenta. Otro empresario importante es José María Flores, con quien he colaborado en todas sus publicaciones, desde Bellezas hasta Bueníssima. No puede quedar fuera de este recuento don Octavio de Alba, director de Cine Mundial, periódico donde hice todo un nombre por la audacia de mis reportajes, los cuales lucían en todo su esplendor con el diseño gráfico de Rafael Pérez Villanueva. Por ser Cine Mundial un diario, no se perdía continuidad. Con tanto que se publicaron mis fotos, tengo en mi haber el ser causante indirecto de que, por lo menos, tres generaciones de jóvenes se masturbaran con ellas, realizando así sus sueños eróticos… ¿Al fin y al cabo la masturbación qué es? Líneas arriba mencioné mi participación en Eva, formalmente la primera revista que presentaba desnudos masculinos en México. Desnudé a casi todos los actores y galanes estelares de los setenta: Héctor Bonilla, Rogelio Guerra, Ricardo Blume, Jorge Rivero, Fernando Allende, Carlos Piñar, etcétera. El espacio se llamó “La Galería de Adán”. Fue muy comentada e hizo que aumentaran las ventas de la publicación. Sólo que sucedió lo de siempre: Manuel Landa, el director general, quiso ahorrarse lo que le pagaba a Jesús Magaña y ordenó que el mismo fotógrafo de su fotonovelas aprovechara a los actores y les hiciera unas cuantas fotos “encuerados” sobre la marcha. El resultado fue que a los cuatro o cinco números le iban a cerrar la revista por lo pornográfico de las fotos. Es claro que hay que tener el colmillo suficiente para mostrar a un hombre en fotos atrevidas sin que nadie se moleste. Con un hombre de pelo en pecho se puede hacer que se baje el pantalón y enseñar casi todo el vello púbico si quieres y nadie notará dónde empieza o termina lo que debes ver o no. En cambio, a un lampiño hazlo que muestre “pelos” y por lógica se ve antiestético y grosero.
¿Por qué no se logra el éxito completo?
Retratar artistas es considerado en nuestro país un arte menor, los exquisitos lo califican como denigrante y prefieren alabar la fotografía documental, el retrato a intelectuales o, bien, aquellos trabajos presuntuosos que pretenden ser experimentales. No puedo negar que admiro las aportaciones de creadores como los Álvarez Bravo, Héctor García, Rogelio Cuéllar y Graciela Iturbide, pero tampoco se debe olvidar que el universo de la fotografía es amplísimo y, entre los mencionados e infinidad de fotógrafos que omito por razones de espacio, hemos formado lo que se conoce como fotografía mexicana del siglo XX. Nunca me he avergonzado de mi trabajo ni de colaborar en revistas que algunos califican como frívolas, porno o mugre. Como artista, lo que siempre me ha interesado es que mis fotografías sean cada día mejores. Soy un buen fotógrafo, me preparé para lograrlo. Aun así, estoy convencido que me faltó dar el estirón final para lograr la excelencia indiscutible. Me quedé al 70 por ciento de mi capacidad. No considero el éxito profesional como un mérito, porque nunca estuve consciente de ello. Fui fotógrafo porque me gustaba lo que hacía, era un deleite para mi mente y mis ojos. Ya que aludo al deleite que me produce crear imágenes, debo mencionar que tengo la teoría de que debes seducir a tus modelos, jugar con ellas o ellos, lograr que te odien por tus exigencias y te adoren al ver los resultados de tu talento. Hay que ser elástico a la hora de transmitir emociones… En México te perdonan todo, menos que triunfes. En algunos países europeos o en Estados Unidos me hubieran dado hasta el infinito por menos de la mitad de lo que hice en mi patria. No emigré debido a una embolia que me atacó en el momento crucial de mi vida. Me bastaron ocho días en estado de coma para dar un giro total a mi existencia. Eso fue en 1972, tenía 38 años. Han transcurrido dos decenios de férrea dedicación y de trabajar sólo con mi mano derecha… ¡Es la vida! ¡Ya qué!
Al hacerse la oscuridad se acaba el hechizo
Soy una persona que se deja atrapar por su trabajo, pero sobre todo por los escrúpulos de la persona fotografiada. A uno le pueden confiar plenamente sus defectos porque saben que eres profesional y no vas a divulgarlo. Ni siquiera a tu cámara. Con un tercero de mirón, que únicamente se dedica a observar desde un punto de vista distinto al tuyo, la situación se vuelve molesta ya que pierdes comunicación con tu modelo y se crea un clima de tensión. A mí me sucedió, en un par de ocasiones, que después de una sesión de cinco o seis horas, de más de un ciento de poses y de estar completamente desnudas e in-
JUNIO 2014
cluso de haberlas ayudado a maquillar su cuerpo, al terminar, las mujeres me decían con pudor: “Magaña, te volteas por favor para poderme vestir…” Se había roto el encanto y de “maestro de la cámara” me convertía, a los ojos de estas bellas féminas, en un hombre común y corriente. Con los mismos deseos y malos pensamientos. La magia terminaba al despojarme de la investidura y respeto que dan los reflectores, filtros y cámaras. Al hacerse la oscuridad, acaba el hechizo y se vuelve vulgar la realidad. En esta profesión los sentimientos se vuelven en contra de los que se permiten exhibirlos. La gente del ambiente artístico es muy voluble. Por eso fui muy discreto. Cuando cometes el error de asomar tus sentimientos, la reacción que recibes es dura. No se debe mezclar el sexo con el negocio, porque al hacerlo se acaba el negocio. ¿Qué pasa? Si empiezas a propagar nombres de las bellezas con las que tuviste relaciones sexuales, en primer lugar nadie te creería y, en segundo, no se debe olvidar que un caballero no tiene memoria… El día que decida contar mis vivencias serán reales, porque todo lo que pueda decir será verdadero ya que lo he vivido; no voy a escribir de oídas, como lo hacen aquellos que desmenuzan revistas antiguas y se adornan de conocedores del erotismo de una época. Tampoco voy a elogiar a personas que no lo merezcan por el simple hecho de que ya fallecieron. No evitaré criticar a alguien a quien se considere intocable, aún vivo. Nunca me he vendido y siempre he llamado a las nalgas, nalgas. Por ejemplo, me parece fundamental comentar el mal uso que se hace no sólo de mis fotografías sino de todos los que vivimos de esto. Los editores se pasan el derecho de autor por debajo de los huevos: publican y vuelven a publicar tus fotos sin pedirte al menos permiso, ya que no te pagan ni un centavo. Los fotógrafos estamos muy desprotegidos en esta cuestión. ¡Ah, pero eso sí: a la hora de pagar impuestos Hacienda te cobra hasta por los trabajos con que iniciaste tu carrera! Creo importante la iniciativa presentada por los creadores mexicanos al presidente de la República para la exención de impuestos. ¿Se ha puesto alguien a pensar el costo que tienen equipo y material fotográficos? Al respecto, todo mundo piensa que he trabajado con cámaras maravillosas, y realmente sólo tuve lo necesario: un par de cámaras 6x6 (Yashica y Minolta), una Speed Graphic 4x5, mi querida Hasselblad con la que más trabajé, dos cámaras de 35mm (Olimpus y Yashica), docenas de filtros y unos cuantos reflectores más un par de flashes electrónicos… Lo siguiente va a sonar soberbio: el secreto no está en las cámaras ni en el resto del equipo, sino en quien está detrás. El fotógrafo es el verdadero artista, nadie más.
Aumentar el patrimonio del Museo
El Santo contra los maniqueos Hay cosas que no gustan pero de las que uno quiere hablar, como de la lucha libre. Por ejemplo. Federico Arana
A
¿Un moderno Pigmalión?
Cada año lanzaba a la fama a una o dos “estrellitas” en ciernes, dedicándoles casi toda mi atención. Inventando reportajes que fueran de impacto. Mi atención mayor radicaba en el cuidado de las poses, las cuales dibujaba de antemano y, ya sobre la marcha, surgían muchas más. Siempre he creído que toda modelo es diferente y merece especial atención. A unas, como Olga Breeskin o Angélica Chaín, les di un cambio radical. Con Mercedes Carreño apliqué al máximo mi estilo de exponer un bello cuerpo sin mostrar nada. Con esa técnica se publicaron fotos de Isela Vega, Elsa Aguirre, Fanny Cano, Sonia Furió, Claudia Islas, Helena Rojo, Jacqueline Andere, Ana Martín y cientos más. Punto aparte fueron las vedettes, con la ojiverde y curvilínea Laila Buentello logré que todo mundo pensara que era la mujer más sensual de México, sus reportajes y portadas se veían dos o tres veces por semana. Ya no se diga lo que conseguí con mujeres tan espectaculares como Grace Renat, Rossy Mendoza, Lin May, Alejandra del Moral, Carolina Magaña y tantas y tantas… Con ellas hice fotomurales de dos a cuatro metros para proporcionarlos a los centros nocturnos donde trabajaban. Las monumentales transparencias adornaban marquesinas de teatros y cabarets. Por esas noches cabareteras, a pesar de fotografiar con una mano, Magaña volvió a brillar. Mi propuesta fotográfica era parte de la noche. Esa es una satisfacción; otra, el aproximarme a los puestos de periódicos y leer en la portada de, por lo menos, un 50 por ciento de las revistas exhibidas, la leyenda: foto Jesús Magaña. Estoy convencido que fui el primer artista de la cámara en lograr que se dignificara la profesión con un crédito estelar. Otro logro importante fue fotografiar a grandes estrellas como Dolores del Río y María Félix. De esta última conservo con orgullo las palabras que me dijo después de retratar su perfecto rostro: “Deje todo como está. Lo espero mañana a las cuatro de la tarde para que continuemos con las fotos”. Al otro día llegué puntual. La Doña apareció a los pocos minutos más bella y esplendorosa que nunca. Se había peinado y maquillado de manera distinta. Yo no podía creerlo. Lucía un vestido rosa completamente bordado en cristal de roca que le encajaba como guante. Esa elegancia, aunada a su personalidad, la hacían parecer una reina. Me di el lujo de tomar rollo tras rollo sin que la señora María Félix mostrara cansancio ante mis exigencias. Al finalizar, con una de sus peculiares sonrisas, se despidió y halagó mi oído con las siguientes palabras: “Gracias, Chucho Magaña. Ni a Life le he dado tanto tiempo como a usted… Y eso que ellos me pagaban”. Siempre fui un profesional de la cámara con una propuesta original, diferente. Quienes han querido negarme se topan ante una pared. La calidad de mis fotografías es y seguirá vigente.
Jesús Magaña hoy es un clásico de la fotografía mexicana. Hacedor de imágenes como racimos de la primera temporada de la farándula en el país, cuando la zona de los espectáculos empezaba a tomar forma con el nacimiento de la industria televisiva, este artista de la lente no sólo se encargó de resaltar las figuras primigenias de la pantalla sino les otorgó cuerpo y carisma.
unque quizá me gane una reprimenda de mi amigo José Xavier Návar, he de confesar que la lucha libre me parece un espectáculo más aburrido que el Festival de Eurovisión, más previsible que los churrazos de José Díaz Morales —aquel de Las amiguitas de los ricos—, más tedioso que la lista de empresas y propiedades del ingeniero Scrooge. Entonces cuál es el sentido de escribir un libro como Máscaras y luchadores, me preguntaría algún lector informado y me apresuro a responderle que existen temas que pueden no gustarte y a la vez resultar muy interesantes. Por ejemplo, he escrito mucho sobre tres géneros musicales que me gustan poco y me interesan mucho: el rock mexicano, la música folcloroide azteca y la canción de protesta nacional. También, cuando me siento iluminado por Joseph Conrad, pienso en escribir un libro sobre mi aborrecido futbol para indagar qué tiene ese espectáculo capaz de sacar a flote las pulsiones más oscuras del alma humana. Lo mismo digo sobre esos negociazos llamados iglesias que han obligado a la mayor parte de la humanidad a desandar los máximos logros de cuanto Bronowski llamó “el ascenso del hombre”. Volviendo a la lucha libre, diré que, siendo niño, El Santo logró decepcionarme por haber cedido a las presiones maniqueas de toda laya de empresarios y argumentistas de cine que consiguieron desviar su camino. Me refiero a lo que significa pasar de luchador rudo, como él lo era, a técnico, que es otra manera de decir bueno, noble, desinteresado, heroico, chido, inmarcesible, generoso, pulcro, apolíneo... Como dijo Juanga: “Pero qué necesidad”. Ya sabemos que tras la santidad suelen esconderse las más inverosímiles torceduras del espíritu. A Marcial Maciel estuvieron a punto de beatificarlo y Juan Pablo II, encubridor de sus atrocidades, ya puede ser venerado como santo en la Iglesia universal. Pero ésta es una tradición perdida en el pozo de los tiempos. Para saber cómo se las gastaban los integrantes del santoral pasaremos sin mirar hacia el Santo Oficio, cuyas hazañas son de sobra conocidas, y nos detendremos en sólo tres casos descritos por el historiador alemán Karlheinz Deschner en su Historia sexual del cristianismo. 1. “Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607), una carmelita de Florencia, una de las ‘más eminentes místicas de su orden’, se revolcaba entre espinas, dejaba caer cera ardiendo sobre su piel, se hacía insultar, patear la cara, azotar, y todo ello la llevaba al más evidente y extremo de los arrobamientos, y lo hacía, como priora, en presencia de todas las demás”. 2. “Catalina de Génova (1447-1510) masticaba la porquería de los harapos de los pobres, tragándose el barro y los piojos. Fue canonizada en 1737”. 3. “Santa Ángela de Foligno (1248-1309) consumía el agua de baño de los leprosos. ´Nunca había bebido con tanto deleite’, reconoce. ‘Un trozo de costra de las heridas de los leprosos se quedó atravesado en mi garganta. En lugar de escupirlo, hice gran esfuerzo por terminar de tragarlo y también lo conseguí. Era como si hubiese comulgado, ni más ni menos. Nunca seré capaz de expresar el deleite que me sobrevino’.” El caso es que los cultos asistentes a la Arena Coliseo no íbamos a dejarnos apantallar por santidad alguna y, de haber sido posible, nos hubiéramos pronunciado por mantener un talante congruente con la genuina humanidad del Enmascarado de Plata. Posiblemente así se hubiera logrado que sus películas fueran puestas en manos de directores más dotados que José Díaz Morales, Miguel M. Delgado y Gilberto Martínez Solares. No sé, quizá lo hubiéramos visto beneficiándose a algunas mujeres vampiro antes de sacarlas de circulación —sólo con miras a averiguar si es cierto que tenían perrito, desde luego—, quizá hubiera aprovechado la ocasión de meterse bajo el calzón alguna reliquia de la Momia Azteca para aumentar el patrimonio del Museo del Santo en Tulancingo, quizá le hubiera dado un descontón a Blue Demon para dejar en claro que no se esquirolea a los cuates…
27
JUNIO 2014
De Largo Aliento / Periodismo cultural
David Magaña Figueroa
N
o hay duda el máximo ídolo de las arenas de lucha libre de la periferia de finales de los años sesenta incluso los setenta fue José Abigail Villalpando Sánchez mejor conocido en el mundo de la lucha libre como el Beduino. Un rudo técnico de polendas. No, no es contradicción mi estilo rebasaba patadas, manazos, golpes con el puño y escupitajos. Era un profesional del cuadrilátero. Bastó que un amigo me invitara a las luchas para que descubriera mi vocación. Recuerdo que esa noche en la estelar estaban El Santo y Casasola contra Ray Mendoza y el Copetes Guajardo. Salí fascinado. Yo practicaba el levantamiento de pesas y tenía un cuerpo estético, bien proporcionado y no pensaba para nada en ser luchador. Menos a los 28 años. Pero el destino es caprichoso y se dio la casualidad que el profesor Ugartechea, maestro de lucha olímpica en el Deportivo Venustiano Carranza se fuera de vacaciones y como los entrenamientos eran por parejas, me invitaron los muchachos a participar. Total, cuando regresó le comunicaron que ya tenía un nuevo elemento. Intenté resistirme, pero fue tanta la insistencia basada en mis supuestas cualidades que terminé aceptando. Meses después ya competía con buenos resultados en campeonatos amateurs. Pero el gusanito del profesionalismo me inquietaba y cierta tarde de domingo fui con un amigo al parque Calles a buscar al Taburai, ex luchador que regenteaba funciones en arenas pequeñas. Le comentamos nuestra inquietud de ser profesionales y nos mandó a entrenar con elementos más capacitados. A los dos meses nos consideró aptos y nos pidió mandarnos a hacer nuestro traje. En esa época se estilaba luchar enmascarado. No tuvo objeción y así surgió mi primer nombre: el Vikingo. Luego hubo otro, de Monterrey, pero yo fui el original. Al siguiente domingo debuté en el parque Calles en una campal en la que llegué a la final contra el Chamaco Ortiz y gané. En ese tiempo vino un cambió en la organización de la lucha; los dirigentes de la Unión de luchadores se percataron que el espectáculo del pancracio podía ser un gran negocio y dejaron fuera de la jugada al Taburai. Precisamente en la última lucha que se llevó a cabo en el parque Calles se me acercó mal encarado un tipo quien me dijo: “Mucho equipo para tan poco luchador. Mira, veo que tienes facultades. Si quieres aprender a luchar en serio yo te enseño”. Molesto le pregunté quién era y éste respondió: “Rudy Maralá, hermano del Sheik Maralá”. Él estaba conectado con la empresa de la Arena México y tenía asignado un horario a partir de las 7 de la mañana. Empecé a entrenar con Rudy y, efectivamente, con la práctica cotidiana comprobé que yo era muy poco luchador. Ya nada me detenía e investigué acerca de quién era un buen maestro, llegué con el profesor Avendaño quien a regañadientes me aceptó, alegando que los alumnos de lucha libre eran muy ingratos. Luego de una demostración quedó convencido y a darle. Un año completo me la pasé depurando caídas, maromas, llaves. Nos enseñó defensa personal, judo, lucha colegial y otras cosas más. Cuando consideró que el grupo estaba listo nos llevó a
Fotos de Porfirio Cuautli.
28
El Beduino vs El Santo.
El único luchador que maltrató a El Santo
“Le estás pegando a la gallina de los huevos de oro” Habla el Beduino, el luchador que se atrevió a maltratar a El Santo, que incluso era protegido hasta por los réferis. ¿Quién es el que llena arenas? El Santo. la Unión de Luchadores para preparar nuestro examen para ser luchadores profesionales. Recuerdo que nos enfrentaron entre nosotros mismos y que uno de los sinodales era el Murciélago Velázquez. A los cuatro días regresé por el resultado y cual sería mi sorpresa que junto con mi inseparable amigo Pedro fuimos los únicos aceptados. Se nos expidió una carta, nos pidieron certificados de estudios y a darle. Para eso el señor Barradas, vicepresidente de la Comisión me preguntó cuál sería mi nombre profesional. Le externé que me agradaba luchar enmascarado. Puso mala cara y replicó: “Dame una buena razón y te autorizo. No sé porqué quieres hacerlo. No estás feo, no eres delincuente, no tienes por qué esconder el rostro. Dame una buena razón”. Acepté lo que me decía y sin pensarlo mucho le dije: quiero llamarme el Beduino. Y después no pasó nada, no obstante haber recibido el visto bueno por parte del señor Luteroth quien incluso ordenó que me programaran, alguien determinó que estábamos muy verdes y que nos fuéramos a foguear a las arenas chicas. Con eso se me cayó la moral. Me desilusioné y dejé de ir al gimnasio. Sin nada qué
hacer me di una vuelta por la Unión de Luchadores y ahí encontré a Adolfo Bonales quien estaba al tanto del rechazo y me propuso irme a luchar a las arenas chicas, de la periferia. Ahí surgió la leyenda del Beduino, terror
de los luchadores llamados “limpios”. Durante más de una década fui el rey de la periferia, cuanto luchador consagrado de las arenas “grandes” pisaba mis dominios, invariablemente era masacrado. Sí. Fui leyenda. Mi fama llegó a Centroamérica donde me consideraban un ídolo y admiraban mis condiciones. Fue en ese tiempo cuando me enfrenté al Santo. Ocasión que consideré propicia para evaluar mi real valía. Quiérase que no, la fama del enmascarado de plata imponía. La oportunidad era única. Además no olvidaba que al primer luchador estelar que había visto luchar. Empecé a lucharle apretadito. El réferi me decía: “Oye, lo estás maltratando mucho”. Y yo le respondía: “¿Pos no que es El Santo?” Al final de la primera caída el réferi me dijo: “Le estás pegando a la gallina de los huevos de oro. Bájale”. Y yo le seguía. Me daba cuenta que El Santo no era tan bueno para luchar. Tal vez la edad. Pero no era lo que decían de él. Total, al final nos ganaron, la lucha era de parejas. Ya en el vestidor me acerqué al referí para que me explicara lo de la gallina de los huevos de oro y me explicó: “¿Quién es el que llena arenas? El Santo. Si viene aquí suben el precio de las entradas. Si él llena la arena, tú ganas más, yo gano más y el promotor gana. Todos ganamos… Lo maltrataste mucho, espero que para la siguiente vez no hagas lo mismo”. Pasó el tiempo, los meses, tal vez los años cuando el empresario de la arena me preguntó: “Oiga Beduino, ¿por qué El Santo no quiere luchar contra usted? Ha tenido fechas libres en las que puede estar aquí, pero al enterarse que va contra usted se niega. Dice que no puede”. Pero un día no lo pudo rehuir. Volvimos a luchar en parejas y ahora sí no lo maltraté. Lo azotaba quedito. Con cariño. Nos ganaron, pero como se dio cuenta de la situación nos dieron la revancha. Ese fue el despegue para que en adelante cada que El Santo venía a las arenas chicas y le decían que iba contra mi, aceptara. Incluso llegamos a luchar varias ocasiones como compañeros.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Norma Irene Aguilar odavía se la puede ver recorriendo las calles vendiendo billetes de lotería. Fue una luchadora muy conocida en los cuadriláteros. Ella habla sola, no admite preguntas, ni que graben su voz. Es Toña La Tapatía. Son casi las 9 de la noche y camino por la colonia Guerrero. Hace unas horas la luchadora Irma González me sacó de mi error: Toña La Tapatía no ha muerto. Vive por estos rumbos. Sólo puedo encontrarla en la noche porque trabaja durante el día. No resistí las ganas de conocerla y vine a buscarla. Me detengo a cenar café con leche y pan. Un mesero me da la ubicación de la casa de Toña, pero me advierte que Antonia Hinojosa Miguel es una mujer muy especial. “¿Por qué lo dice?”, le pregunto. “Ya la conocerá y lo sabrá…”, responde. Doy con un edificio vetusto y sombrío donde hay varios departamentos para rentar. Una joven morena me confirma que, efectivamente, ahí vive Toña La Tapatía. Toco un timbre y paso al patio de la casona. Las luces están apagadas. Alguien grita. Por el sonido cavernoso de la voz podría jurar que escuché a un perro gruñir y hablar al mismo tiempo: “¡Quién es!”, “¡Qué quiere!”, “¡Suba las escaleras porque no alcanzo a ver!” A tientas encuentro el pasamanos y subo despacio. Por la oscuridad sólo veo manchas de colores fluorescentes. Terminando los escalones hay un barandal de aluminio que me detiene. Ella se acerca y escucho el ruido de un aparato de metal que jala con cada paso que da. Parada frente a mí contemplo su rostro colgante y arrugado a través de un rayo de luz que emana de una lámpara en la calle. A sus 75 años de edad, Toña La Tapatía vive con sus dos perros. No tiene hijos ni pareja. Su cabello es chino y blanco. Los rasgos de su cara se aprecian masculinos (incluso tiene bigote y la mandíbula cuadrada); su voz es hueca, como si pronunciara cada palabra con la cabeza metida en una olla de peltre. Todos mis intentos por bajarle el mal humor son inútiles: me presento, le ofrezco la mano, le doy mi teléfono, le hablo de mi investigación sobre las luchadoras, de mi entrañable amistad con Irma González, de que conozco su historia y deseo entrevistarla, pero nada. Toña La Tapatía permanece como asesina serial frente a su siguiente víctima. Uno de los perros sale corriendo del departamento. Sus ladridos suplican algo de comer. Con una patada, Toña lo hace aullar de dolor y comienzan las indirectas: “¡Pinche perro metiche!”, “¡Qué chingados quieres aquí, cabrón chismoso!”, “¡Me vale madre lo que quieras saber de mi vida!”, “¡No te voy a decir nada!” Cuando doy la media vuelta y me dispongo a bajar las escaleras, Toña intenta detenerme con su voz de radio con pilas bajas: “¡Oiga, mi casa está muy desordenada y aquí no podemos hacer la entrevista!. Yo le hablo por teléfono y nos vemos en un restaurante que está aquí cerca”. Una semana después, me informan en casa que una mujer con voz de secuestrador había telefoneado. Era Toña La Tapatía. Me esperaba al día siguiente, a las 9 de la mañana, en el
Foto del Acervo Box y Lucha.
T
Antonia Hinojosa Miguel, Toña La Tapatía.
Memorias de Toña La Tapatía
La importancia del dinero Todavía se la puede ver recorriendo las calles vendiendo billetes de lotería. Fue una luchadora muy conocida en los cuadriláteros. mismo restaurante donde cené la noche que la conocí. Repasé su historia como pionera, promotora y primera réferi en la lucha libre; además, recordé la cercanía que tuvo con Mildred Burke. Antonia Hinojosa Miguel —conocida como Toña La Tapatía— fue más que puntual a la cita. Llegó casi una hora antes al restaurante y pidió café con leche y una torta de milanesa para desayunar, mientras se acercaba la hora de nuestro encuentro. Cuando llegué, la encontré devorando chilaquiles con carne asada y un bolillo. Antes de saludarme pidió más café con leche y flan napolitano. No pierdo tiempo y decido iniciar la charla con grabadora en mano, pero me interrumpe masticando su bocado mientras habla: “¡Nada de grabadoras, niña! Mejor ponga atención y ojalá le sirva lo que voy a decir. Tiene más de 20 años que no doy una entrevista, pero usted me convenció. ¿Cómo le hizo? Ah, una última cosa: ¡Durante la entrevista no me haga preguntas ni me interrumpa, porque me choca!” Empieza a hurgar en su memoria: “Desde niña fui amante del ejercicio, aunque todavía no tenía contacto con la lucha libre. Era muy joven cuando una amiga me invitó a conocer el Circo Atayde Hermanos que visitaba
México. Gracias a mi condición física me dieron trabajo como contorsionista. Ésas fueron mis primeras maromas. ‘Me salí de mi casa porque quería ser libre. A los 18 años un amigo me llevó a los entrenamientos de lucha donde conocí a Octavio Gaona, mi gran amigo y maestro. Él me preparó durante cuatro años para mi debut. ‘En 1953 debuté en Jojutla, Morelos. Mi compañera fue Yolanda, La Mujer Demonio, y nos enfrentamos a La Colombina y La Paloma. Yo luchaba enmascarada como La Tapatía porque soy originaria de Guadalajara’”. Toña no para de comer mientras habla. En su boca, la comida da vueltas y vueltas como la ropa sucia en una lavadora. Por momentos, escupe pedazos pequeños. Tengo que esforzarme para entender lo que dice, porque su timbre de voz y el golpeteo del bocado en su paladar vuelven ininteligibles algunas de sus palabras. Pese a todo, entiendo cuando me platica que, en los años cincuenta Jesús Garza Hernández (el empresario de las funciones en Televicentro) le pidió que se descubriera el rostro y que luchara sin máscara. Así nació Toña La Tapatía. Que prosigue: “Por la lucha libre recorrí Guatemala, Estados Unidos —donde fui campeona de parejas junto con mi
amiga La Vendetta—, El Salvador, Nicaragua, Panamá, Colombia y Alemania. Además, participé en películas como Las luchadoras contra el médico asesino y Las luchadoras contra la momia. ‘De esas pinches peliculitas ya ni me acuerdo, porque ahí las que ganaron más lana fueron Elizabeth Campbell y Lorena Velázquez, aunque las verdaderas luchadoras nos hayamos fletado las escenas de peligro para las señoritas. ¡Así qué chiste! A mí nunca me importó la fama ni los homenajes ni nada, sólo la lana. Por eso hice mi grupito de luchadoras. Ellas se chingaban y yo nomás cobraba. ‘Muchos años después del desmadre ese de las películas, vi a Lorena Velázquez en televisión. La estaban entrevistando acerca de sus actuaciones con El Santo. Me encabroné porque nunca dijo que participó en películas de luchadoras y con luchadoras…’” Mientras escucho el monólogo de Toña, reconstruyo parte de su historia tal y como la fui armando gracias al archivo de Box y Lucha. El domingo 21 de diciembre de 1986, cuando las luchadoras consiguieron la autorización para trabajar en el Distrito Federal, Toña La Tapatía —quien se retiraría poco a poco de los cuadriláteros— subió al ring de la Arena Coliseo como emergente en aquella batalla campal inaugural. Después, fue reemplazada por Tania en el relevo formal. Toña La Tapatía debutó como réferi el 16 de septiembre de 1987 en la Arena México, en un combate donde Lorena Dávila, Pantera Sureña e Irma González se enfrentaron a Lola González, Rossy Moreno y Estela Molina. Esta nueva faceta de Toña sólo se extendió a pocos locales de provincia durante un breve tiempo. Toña La Tapatía se ha alejado totalmente de nuestra “conversación” sobre lucha libre. Ahora me habla de que, además de vender billetes de lotería, es consejera espiritual. Asegura que puede concentrarse y quedarse dormida para que el alma de un muerto se apodere de su cuerpo, y así logra adivinar el futuro de los vivos. Viste siempre con guayabera blanca para que los espíritus malignos no se le acerquen. Con sutileza, me atrevo a intervenir por primera vez: “Toñita, ¿por qué ya no siguió como réferi?” Después de dar el último sorbo a su café, me responde: “A mí me importaba la lana y los Lutteroth me pagaban una bicoca. Fíjese si no. Hace muchos años alguien me pidió que le firmara un póster y yo le dije: Está bien, le doy mi autógrafo; pero, ¿cuánto me va a pagar? El tipo se ofendió pero ni modo, yo digo que la firma de los luchadores se vende igual que la imagen. A fin de cuentas en cada función uno se alquila día y noche con los empresarios.” La respuesta de Toña La Tapatía me da pie para lanzarle otra pregunta, pero de súbito se levanta del asiento, sujeta su andadera ortopédica y se despide: “Yo me encargué de la entrevista, usted se encarga de la cuenta, ¿entendió, niña? Tengo que irme a trabajar. Por cierto, ¿me compra un cachito?” Vencida por el paso del tiempo, pero sagaz, Toña La Tapatía sale del restaurante y se pierde entre el bullicio de la gente. Allá va, arrastrando su andadera, ofreciendo el billete de la suerte y gritando: “¡Premio mayor!”, “¡Premio mayor!”, con su voz de disco tocado al revés.
29
JUNIO 2014
De Largo Aliento / Periodismo cultural
V ecindario I ntimo Rossi Blengio MONTERREY, NL. — “Soy de los que no hacen dinero / pero invierten su hora leyendo a Kafka / y al loco de Darío / Alimentan al cuervo de Poe / y nadan contra la corriente en el lodo”. Esta declaración-poema de Margarito Cuéllar se intitula “Patrimonio” y pertenece a su nuevo libro: Las edades felices (Editorial Hiperión & Universidad Autónoma de Nuevo León), que van de un “Planeta cerveza” a una “Biblioteca”, de un “Inventario” a las “Bragas de Bellota” o de esa edad de los cincuenta, en que los demás se hacen viejos mientras su artritis luce joven. Tenemos, pues, el fuego listo, emulando al poeta Cuéllar, e iniciamos la cocción de esta entrevista con una relación de cómo fue la fusión entre la Universidad Autónoma de Nuevo León y Ediciones Hiperión para integrar a la colección española poetas mexicanos. —Todo empezó con un libro de Carmen Boullosa: La patria insomne, publicado en 2011 por la Dirección de Publicaciones de la UANL e Hiperión. Se mantenía el contacto con Jesús Munárriz, director de la legendaria editorial española, y había la idea de hacer un convenio para publicar a varios autores mexicanos. De esa manera se publican en 2013 Final de diluvio de Juan Domingo Argüelles, Tálamo de Minerva Margarita Villarreal y Las edades felices de mi autoría. El prólogo fue escrito por el poeta español Luis Alberto de Cuenca, quien se felicita por acompañar con unas breves líneas esta nueva gavilla de poemas de Margarito Cuéllar, “uno de los poetas más intensos, aguerridos y originales de la última poesía escrita en castellano”. Esta aseveración le parece a Cuéllar muy generosa: “Me la creo y no. Es magnánimo conmigo, pese a que no nos conocemos. Yo soy lector de su poesía desde hace años; mucho antes de que fuera ministro de Cultura de España yo estaba atento a cada libro suyo. Me gusta esa manera de mezclar lo culto con lo cotidiano, sin despegar los pies de la tierra. Un día me animé a enviarle mi libro y hubo un click entre mis textos y De Cuenca. Se entusiasmó y me escribió un breve y lindo prólogo para la edición de este libro. Un gesto que admiro y agradezco y que ya le diré en vivo cuando nos encontremos algún día”. Esta gavilla de poemas abre remontándose a 1668 con una cita de de fray Andrés Ferrer de Valdecebro: “El día que vivimos la muerte lo divide; para que sea hoy dexa de ser ayer; y para que sea mañana ha de dexar de ser hoy. Un punto es lo que vivimos, y aun menos que punto: y esto mínimo lo dividió la naturaleza con cierta especie delatada del espacio y lo extendió por los momentos de las edades”. De ahí el título; sin embargo, dice que, visto a distancia, le parece un libro duro, un poco áspero: “Creo que le falta cierta suavidad. Pero eso es la vida. Mira, el libro incluye textos escritos a principios del nuevo siglo; más estrictamente, de 2006 a 2010. Y se fue armando por cuadernillos o apartados que fueron variando de nombre. El título, eso sí, nunca cambió, Desde un principio se llamó así. Lo envié a varios concursos sin tener éxito, hasta que decidí que ya necesitaba deshacerme de él.
Foto de Pazcual Borzelli Iglesias.
30
Margarito Cuéllar.
Las edades felices de Margarito Cuéllar
“La modernidad destruye y construye” Le puse punto final en el momento de su publicación. Antes de eso todavía alcancé a tallerearlo con Marco Antonio Campos, quien me sugirió algunos cambios. Me hizo observaciones y yo reparé en ellas. La manufactura del libro coincide con mi exilio (divorcio, vivir de un lado a otro, ver a mis hijos de vez en cuando, radicar en otras ciudades, establecer otro vínculo amoroso). De ahí el título y de ahí el tono de los textos. Hay en este libro algo de desasosiego y varios flashazos de felicidad. El fragmento de fray Andrés Ferrer de Valdecebro sobre las edades me cayó como anillo al dedo y lo acomodé al principio del libro, abriendo fuego”. Pregunto al poeta si la realidad nos rebasa. —¿Son los poetas los que mantienen vivo esta capacidad de soñar? —Los sueños son parte del imaginario del ser humano, y entre ellos yo soy un afortunado por no haber perdido esa capacidad. En la medida en que el poeta sigue siendo un niño, no para evadirse de sus responsabilidades ni navegar de muertito por la vida, sino para dejarse sorprender por las cosas o llamar con otro nombre a las ya conocidas. Es un privilegio y una oportunidad para seguir insistiendo en la poesía. La realidad está ahí, pero los sueños también. A veces se mezclan y se diluyen, pero cada uno tiene sus propios fantasmas, sus propios monstruos y sus momentos felices. La realidad cotidiana te impone, es avasalladora. No hay ciudad moderna que no se esté reconstruyendo a diario. La modernidad destruye y construye. Los seres humanos somos como piezas de esa realidad que apabulla, y una manera de no dejarse arrastrar por el trascabo y por el sen-
tido de lo moderno es acudir al sueño, a la invención, a la imaginación, al ser creativo que los vivos llevamos dentro. En ese tono festivo e imaginativo que le caracteriza, Cuéllar recrea un “Festival de poesía” donde “Los hombres felices no se cansan”, donde desfilan las vocales y consonantes airosamente: Es tanta mi felicidad que
El sol dora las cosas… poemas de Margarito Cuéllar
País
Estamos nerviosos por la situación de la patria y a diario dañamos la capa protectora de los sueños.
Hotel del cielo
Las secretarias se maquillan de prisa —tulipanes somnolientos en la estación equivocada. El sol dora las cosas que se ven para que parezcan otras: los autos cortan la respiración a las leyes de la poesía y salen a la calle con su temperamento nervioso. Alguien me espera con la sonrisa puesta y un olor a puta fina en el hotel del cielo.
Tirana
Te obedecen y veneran, el sonido de tu paso es ley. ¿Qué harás si el miedo crece y exige tu cabeza?
pienso invertirla a plazos o venderla en frasquitos. “La felicidad es una palabra clave en este poemario”, dice Cuéllar. Juega un papel central en el libro, de la mano de su rostro oculto: la tristeza, la ausencia. Sócrates, da un mordisco a mi felicidad, pero la felicidad no es asunto tuyo, ladro y se va moviendo la cola con un gesto feroz. La presencia de este personaje fundamental y que ilustra la portada del libro la describe su autor. —Darle el nombre de Sócrates a un perro me causaba cierto dolor. Por una parte, porque Sócrates es uno de los personajes que admiro. No tuvo necesidad de escribir ningún libro para mantenerse en forma y trascender a la actualidad. Sócrates tiene un gran peso para mí por su forma de entender y asumir la vida, un poco entre el cinismo y el abandono. Te cuento que cuando vivía en el centro de Monterrey, atrás de mi casa había un perro negro que no paraba de ladrar, lo hacía día y noche. Pienso que Sócrates hacía lo mismo, no que ladrara sino se la pasaba todo el tiempo importunando a los demás con sus preguntas y con sus flechas verbales. Y el amor con el que vivía en verdad hablaba de envenenar al animal, no que lo fuera a hacer en realidad. Todo eso me dio pie para jugar con esos elementos en algunos poemas. Luego estaba el momento de la violencia, que no se ha acabado en el país; pero en aquel tiempo todos los días rodaban cabezas en todas partes, principalmente en el bárbaro norte, donde yo todavía vivía, y al que regresé después de una estancia en la Ciudad de México. El diseño de la portada es de Ulises Cuéllar, hijo menor del poeta: —Resulta que yo le había pedido a Ulises me hiciera una propuesta de portada y le di a leer los poemas sin comentarle de qué trataba la cosa — recuerda Margarito—. Dejé que él hiciera su propia lectura. Se lo enviamos a Munárriz y le gustó. Y así se quedó esa portada que en verdad me enternece, porque el libro habla de un momento en que él tenía entre 13 y 16 años, una edad sumamente difícil en todos los sentidos. En ese tiempo no estuvimos juntos diariamente, lo veía de vez en cuando y nunca era suficiente el tiempo ni había las palabras para decirle cuanto lo extrañaba. Ulises estudia diseño. Entonces era también una forma de animarlo a armar un concepto. Y lo hizo. Es una ilustración análogo digital, es decir el dibujo se hace a mano y se le da forma en la computadora. El pasado19 y 28 de mayo fueron presentados, respectivamente, Las edades felices en la librería Juan Rulfo del Fondo de Cultura Económica de Madrid y Tálamo, de Minerva Margarita Villarreal, en el Ateneo de Málaga. “Es una oportunidad de ver cómo se mueve la poesía en ese país. En principio Munárriz estaba renuente a publicar los tres libros [el tercero es, como ya se apuntó, Final de diluvio de Juan Domingo Argüelles]. Decía, como dicen todos los editores, que la poesía no se vende, que no hay mercado para ella, que ha perdido adeptos. Finalmente se logró el convenio y los libros salieron a la luz. En condiciones ciertamente riesgosas para los editores de todas partes”, finaliza Margarito Cuéllar, poeta nacido en 1956 en Ciudad del Maíz, San Luis Potosí.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
31
V ecindario íntimo El tálamo de Minerva Margarita Villarreal
“La poesía no depende de las fuerzas del mercado” Minerva Margarita Villarreal es una poeta que trasciende el amor. Lo rebasa. Lo esculpe. Foto de Pazcual Borzelli Iglesias.
Rossi Blengio
Minerva Margarita Villarreal.
MONTERREY, NL.— Minerva Margarita Villarreal, originaria de esta ciudad (1957), mereció en 2010 el Premio Internacional de Literatura Letras del Bicentenario Sor Juana Inés de la Cruz por su poemario Tálamo (Universidad Autónoma de Nuevo León / Ediciones Hiperión), el cual ahora, en su versión definitiva, se halla publicado en la colección poética de esta casa española, dirigida por Jesús Munárriz. Tálamo fue presentado por Hugo Gutiérrez Vega en el Palacio de Bellas Artes de la Ciudad de México en días pasados, acompañado de los poetas Margarito Cuéllar y Juan Domingo Argüelles, quienes también aparecen en esta serie bibliográfica. Entrevistada por De Largo Aliento, nos platica Minerva Margarita que en este libro se plasma una experiencia: “Tálamo es el lecho nupcial, pero es un tálamo donde también hay un túmulo, hay una muerte, una despedida y un renacer a la vida. Se convirtió en un poema unitario o de largo aliento, tras un ejercicio muy decidido de depuración. Porque en un principio cada poema tenía su propio título, pero me di cuenta de que ganaban mucho más si se los quitaba e iba haciendo una especie de continuación. Entonces el fin último del libro fue que se hiciera un solo poema fragmentado, claro que cada fragmento se puede leer de manera autónoma pero sin título. Se trata de un ejercicio muy crítico, enfático y riguroso de depuración en busca de la pureza, la cual se da a través de trabajar con lo inmaculado; pero a sabiendas de que viene de una mácula. Tú naces cubierto de sangre y placenta y te tienen que limpiar esa mezcla sanguinolenta que te envuelve: mi idea del nacimiento de un poema es así, viene con esta mezcla y uno busca que el fruto sea lo más limpio y puro posible. Yo respeto mucho las opiniones de todos los poetas, pero creo que la poesía proviene del mundo espiritual”. Minerva Margarita Villarreal pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte y ha merecido, también, el Premio Nacional Alfonso Reyes (1990) por su poemario Pérdida. La poeta
No conozco el amor…
poemas de Minerva Margarita Villarreal
No conozco el amor pero me has raptado y en la memoria de tenerte penetro este resquicio. La virgen desciende y su infinito traspasa un sol que irradia por dentro. Te inclinas. La vida entre sus manos dejas. Como el río que se desborda y anega la tierra yo soy la tierra anegada y el río enloquecido sin oírte. habla ahora de su relación con lo poético: “Yo siempre relaciono la palabra eterno con interno. Generalmente le tenemos mucho miedo al mundo interior, porque el exterior nos prepara para no vernos, no sentirnos, ni reconocernos. Y la poesía hace todo lo contrario. Muchas veces por eso la gente ya no lee poesía, porque no puede verse a sí misma. Y ante el espejo, sólo ve su apariencia, no el fondo de su ser. Como decía la poeta portuguesa Sofía de Mello B. Andersen: la poesía implica y la prosa explica. Grandes poetas como Vallejo, Rilke o Dickinson están conectados con esa otra fuerza que es la divinidad, y tú tienes que apelar a eso, porque este mundo no es nada más lo que parece”. —La poesía, entonces, se escapa de lo terrenal… —Los grandes poemas como “El Cantar de los Cantares”, “El libro de Job”, “El libro de los
muertos” ahora forman parte de un legado religioso, convertidos en oraciones; pero son poemas en su sentido originario. Cuando un poema llega a ser tan vívido, tan representativo, es porque se encumbra dentro de una lengua, conecta lo exterior con lo interior, el aquí y ahora con lo el allá, el hoy con el mañana. Un signo de la poesía de Minerva Margarita Villarreal es hacer conexiones entre el amor carnal y universal: “Porque el amor como fuerza no tiene fronteras, uno las establece. Pero en ciertos momentos un poema no se objetiviza y ocurre entonces que la persona amada puede ser el padre o Dios o el marido o el amante o el hijo. Y es que la potencia del amor no necesariamente puede ser clasificable, así que la poesía debe tener los ojos y los sentidos abiertos para que esa fuerza, que en mi caso creo que me gobierna, el eros, se plasme así en mis poemas. Si observas la exposición de Louise Bourgeois que estuvo en Bellas Artes, su trabajo de creación como escultora es verdaderamente estrujante. Y lo que ella decía es que le era común visualizarse a sí misma como una víctima; pero a la hora de hacer arte era la asesina. Un artista tiene que ser el recipiente por donde atraviesa la fuerza de una verdad superior. Es decir, no es la verdad que nos hace estar en el mundo sino va más allá. Como poeta tienes la obligación de someterte a ese dictado, a esa fuerza, a ese vértigo que te atraviesa y, finalmente (como eres recipiente), no te pertenece. Tiene que salir para otros. Aunque esos otros sean muy pocos lectores, muy pocos escuchas, eso no importa. Porque la poesía no está ni depende de las fuerzas del mercado, por fortuna estamos a salvo de eso los poetas”. Su acercamiento a la poesía ocurrió desde pequeña, pues siempre se sintió inclinada a la contemplación, a dejarse llevar por el rapto. A Minerva Margarita, quien recuerda que así gustaba nombrarla José Emilio Pacheco, se dejaba llevar por aquello que la capturaba, que la cautivaba. Fácilmente puede quedar presa de una obra de arte, de un paisaje o de la cúpula de una iglesia. Sabe que tiene un alma viajera y contemplativa. “En casa de mis abuelos maternos leí la obra de Oscar Wilde, y me di cuenta de que el gigante egoísta y su vida tenían mucho que ver con la casa de mis abuelos. Ese cuento me ayudó a ver mi propio mundo y a tener una idea de ese universo, porque lo maravilloso de la literatura es que te hace ver lo que de otra manera no ves, porque la realidad no la vemos, la vivimos, y lo que te hace verla es justamente el arte. Vuelvo al ejemplo de Louise Bourgeoise, si yo veo una obra suya en la que están dos seres unidos que semejan cuerpos de hombre y mujer sin cabeza, a mí me lleva a traducir que la mayoría de las personas, cuando tenemos relaciones sexuales, quién sabe dónde tenemos la cabeza. Esa es la primera inferencia lógica que deduces en automático, pero la obra tiene mucho más que decirte. Lo maravilloso de una narración es que te ayuda a verte en lo que estás leyendo. La literatura te otorga un saber sobre la vida”. Directora de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria de Nuevo León, es también una cocinera completa a la que le gusta inventar recetas: “Para mí la cocina es tan arte, como la poesía: están al mismo nivel. Y, bueno, cuando tú entras en esto del arte, al cabo del tiempo empiezas a trabajar tu vida como un poema, en el sentido de que comienzas a refinar tu gusto y eso es algo que la mayoría de los artistas lo tiene. Por eso a veces estas personalidades resultan incómodas, por tener una mirada de gran refinamiento, un hecho que para muchas personas es signo de engreimiento. Ahora bien, una persona que ha leído bien cien libros no es la misma después de leerlos. Y sobre todo después de leer algunos libros que te marcan. A mí, por ejemplo, La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska, que leí cuando tenía 11 años, me descubrió la masacre que estaba cometiendo el gobierno de México contra los estudiantes por no querer escuchar sus demandas. Si a esa edad te están enseñando en la escuela que el presidente es lo máximo y te das cuenta que es un criminal, imagínate cuánto le debo a Poniatowska. Eso es lo que se agradece de las lecturas.
32
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Gabriel Sosa Plata.
Gabriel Sosa Plata, ombudsman de MVS Radio
Por una cultura de recepción crítica El derecho de las audiencias es un tema prácticamente nuevo en México. Pocos medios lo practican, aunque pronto serán necesariamente regulados, según los avances de la nueva reforma que ahora se debate en el Congreso. Viridiana Villegas Hernández
E
n la reglamentación que regirá las telecomunicaciones en México luego de que la iniciativa sea nuevamente discutida y sometida a votación para su aprobación en el mes en curso por el poder Legislativo, existe un apartado que señala que todo medio de comunicación estará obligado a la autorregulación; es decir, a tener un defensor, un ombudsman o, bien, un mediador de las audiencias. En el país esta figura es reciente: fue introducida hace siete años por los canales 11 y 22; en 2008 siguió Radio Educación; un año después el Instituto Mexicano de la Radio y la agencia Notimex en 2010. Si bien el ejemplo lo pusieron los medios públicos, en 2011, tras el diferendo entre Carmen Aristegui y MVS, la conductora volvió a su noticiario matutino con un código de ética en mano, el cual estipulaba la creación de un ombudsman de la audiencia, cargo que durante los primeros dos años ejerció el periodista Gerardo Albarrán y en septiembre pasado esta responsabilidad la tomó el analista Gabriel Sosa Plata, quien posee una experiencia previa de dos años como mediador del Instituto Mexicano de la Radio. “Ahora que pronto todas las estaciones de radio y televisión estarán obligadas a contar con esta figura, tema que al menos dentro del más reciente debate sobre la iniciativa se espera sea aprobado por los legisladores —comenta en entrevista Sosa Plata—, aún no se sabe cuál será el mecanismo que seguirá, pues lo úni-
co marcado en este documento hasta ahora es que la persona nombrada por cada medio debe ser alguien con credibilidad, sin embargo el gran riesgo es que cualquiera se puede prestar al juego y acabe como marioneta de los intereses de la empresa en cuestión. Para que realmente funcione la autorregulación es necesario un ente totalmente independiente, responsable al emitir una postura clara en defensa del radioescucha”. El 16 de junio de 2013 Gerardo Albarrán dirigió una carta a Alejandro Vargas Guajardo, presidente de MVS Radio, en la que explicaba su salida “por razones ajenas a mi relación profesional con ustedes, en estricto orden personal, me compelen y me dan la oportunidad de sujetarme a lo que yo mismo les propuse, que es dar por cumplida mi función y pedirles que inicien el procedimiento marcado en los estatutos para la selección de un nuevo defensor o defensora que me remplace desde este momento”. Pasaron casi tres meses de aquel proceso y el resultado fue la elección de Gabriel Sosa Plata como el nuevo defensor de MVS, el único en su tipo entre concesionarios mexicanos particulares. —Encontré un poco descuidada la defensoría debido al tiempo transcurrido entre la renuncia de Albarrán (la cual generó mucha especulación) y mi llegada, además de un público mucho más combativo, politizado y crítico que en el Imer, donde predominaba la cordialidad. A mi arribo hallé el pleno desarrollo de los estatutos de una
En MVS, en 2011, se creó un ombudsman de la audiencia, cargo que ocupó primeramente el periodista Gerardo Albarrán. manera muy profesional: se avanzó en el código de ética correspondiente, en el cual es notorio el compromiso y sensibilidad de los periodistas y empresarios en apoyo a mis funciones en las emisiones noticiosas de Carmen Aristegui, Luis Cárdenas y Ezra Shabot. Los primeros asuntos que saqué del tintero para tratar de conciliar posturas, emitir una opinión y/o dar una recomendación fueron el despido de Jorge Armando Rocha y la cobertura otorgada al movimiento magisterial de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación. En diciembre se le hizo una observación a Ezra Shabot por comentar al aire que “a Irán le dieron una sopa de su propio chocolate… Fue víctima de un ataque terrorista como los que se sabe que organiza”; también en ese mes di a conocer mi opinión respecto a la cobertura de la reforma energética que,
desde mi perspectiva, estuvo cargada para apoyar la propuesta gubernamental. Por otro lado, a nivel interno, por ejemplo, se han atendido comentarios sobre el lenguaje sexista de los conductores masculinos y se les ha pedido ser más cuidadosos. Asimismo, realicé un documento de trabajo sobre redes sociales en el que se reflexiona si el periodista deja de serlo al utilizar sus cuentas personales para hacer críticas, cuestionamientos o incluso llegar a confrontarse con otros usuarios. Pese a ser muy específicos los programas sobre los que Sosa Plata posee atribuciones, su objetivo es “procurar respeto para el radioescucha” y por ello, sin desatender sus obligaciones, ha dado seguimiento a diversas inquietudes del auditorio, como los repentinos cambios de programación de la estación 102.5 de FM: “Cuando entré al corporativo se mencionó la inquietud de ampliar mi injerencia a otros programas, pero no se ha avanzado más al respecto. Con la nueva reforma en telecomunicaciones habrá que discutir si la figura que represento crecerá o intervendrán otras; en este sentido, el regulador es aún muy nuevo en el sector y es necesario el desarrollo de una cultura de recepción crítica y conocer sus alcances”. El código de ética que rige los informativos de MVS todavía es el mismo contenido en el contrato de Carmen Aristegui fechado en 2011 y se trabaja en el borrador elaborado por Gerardo Albarrán. Según los avances de Sosa Plata, los temas discutidos con mayor intensidad están relacionados con la política editorial: se plantea que los periodistas definan sus contenidos dada su experiencia, conocimiento y cercanía con los radioescuchas sin que los directivos intervengan, lo cual propone “un código de avanzada dada la realidad mexicana respecto a otros países”. —La elaboración de un documento de esta naturaleza es una tarea muy compleja, porque no debe ser impositiva sino tiene que contar con el consenso, primero, del comité editorial y, después, que los reporteros y redactores lo asuman como propio, pues en eso consiste la autorregulación. A diferencia del código de ética que defendí en el Imer (que consideraba noticias, música, orientación, deportes y medicina, entre otros puntos), el de MVS es muy genérico y, si se pretende que esta figura amplíe sus atribuciones, es preciso incluir en la discusión temas de programación musical para promover la pluralidad y la diversidad. Si bien los medios públicos fueron los pioneros en la institución de un defensor, el investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco apunta que éstos deben convertirse en opción inteligente que les permita captar el interés del auditorio más allá de las cifras del público: “Los derechos de las audiencias deben ser iguales para medios comerciales y del Estado, pues la ley no distingue la función social de ambos. Ya en el trabajo cotidiano es posible observar que la preocupación por el rating llega a cegar a los concesionarios privados, afectando los derechos de las audiencias; por lo general los empresarios no suelen tener la costumbre de dar explicaciones de sus decisiones a los radioescuchas, porque hacen una práctica unilateral y arbitraria pues se creen dueños de las frecuencias”.
JUNIO 2014
Televisa
Dos veces dominante Televisa sigue creciendo, sin importar que la empresa se convierta en un cuasi monopolio. Y con la aquiescencia de los políticos encumbrados. Fernando Mejía Barquera
H
ay suficientes elementos para prever que el futuro del consumo televisivo en el mundo dejará de estar mayoritariamente en la televisión abierta para pasar a ubicarse en una combinación de tecnologías que incluye a la televisión de paga y a formatos derivados de la conexión a Internet, específicamente la descarga de archivos de video conocida como streaming, tecnología utilizada, entre otras empresas, por la exitosa Netflix que distribuye por esa vía películas, documentales y series. El pasado 7 de marzo el Instituto Federal de Telecomunicaciones (Ifetel) decidió declarar a Televisa “dominante” en televisión abierta —tecnología que en pocos años, una década quizá, dejará de ser la de mayor consumo entre los televidentes—, pero se abstuvo de hacer lo mismo en materia de televisión restringida, rubro que crece de manera acelerada y en el cual la empresa de la familia Azcárraga también es dominante, al grado de que actualmente obtiene de él la mayor parte de sus ingresos. Según el reporte anual de la empresa correspondiente a 2013, los ingresos por publicidad para Televisa —donde se incluyen los de televisión abierta— representaron 33 por ciento del total, mientras que la tv de paga —cable y Sky sumados— aportó 44 por ciento.
Satélite y cable
Según datos del Ifetel, al finalizar 2013 la televisión restringida llegaba a 14.7 millones de hogares; es decir, prácticamente a la mitad si se considera que el total en el país es de 30.9 millones de acuerdo con el Inegi. Para 2017, según la empresa Dataxis, el número de hogares con televisión de paga en México será de 23.6 millones, cifra equivalente al 76.3 por ciento del total. Y es que la televisión de paga ya no es “cosa de ricos”. Hoy es posible contratar un “paquete” de televisión restringida, con una veintena de canales, por 100 pesos al mes, precio que puede pagar una familia de ingresos relativamente modestos. De los 14.7 millones de telehogares actualmente suscritos a tv de paga, 7.8 millones pertenecen a la tecnología conocida como “televisión directa al hogar vía satélite”; 6.8 millones a cable; y 134 mil a MMDS, una tecnología que actualmente está en proceso de extinción.
Agente preponderante
Lo interesante es que de los 14.7 millones de suscriptores con que cuenta la televisión de paga, 8.5 millones pertenecen a empresas filiales de Televisa: Sky, Cablevisión, Cablemás y Televisión Internacional. Esa cifra de suscriptores equivale al 58 por ciento del total y sería suficiente para que Televisa fuera declarada agente económico preponderante. La reforma constitucional en materia de telecomunicaciones (Diario Oficial, 12/VI/2013) indica en su artículo octavo transitorio que basta controlar el 50 por ciento de un mercado nacional en telecomunicaciones o radiodifusión para ser declarado preponderante: “Se considerará como agente económico preponderante, en razón de su participación nacional en la prestación de los servicios de radiodifusión y telecomunicaciones, a cualquiera que cuente, directa o indirectamente, con una participación nacional mayor al 50 por ciento, medido este porcentaje ya sea por el número de usuarios, suscriptores, audiencia, por el tráfico en sus redes o por la capacidad utilizada de las mismas…”
Doble dominancia
Televisa fue declarada preponderante por el Ifetel en el servicio de “televisión radiodifundida” o abierta donde obviamente controla más del 50 por ciento del mercado; se le impusieron diversas “medidas regulatorias asimétricas” para “fomentar la competencia” en tv abierta, por ejemplo permitir interconexión de otras empresas a su infraestructura o la prohibición de adquirir en exclusiva algunos contenidos, por ejemplo los Mundiales de Futbol o los Juegos Olímpicos. También se le debió declarar preponderante en el mercado de televisión restringida —que pertenece al sector de telecomunicaciones—, donde controla casi el 60 por ciento del mercado y amenaza con incrementar el porcentaje: Televisa está en tratos para adquirir el 51 por ciento de la empresa Cablecom; de hacerse la operación su control en televisión restringida llegaría al 70 por ciento.
Cuasi monopolio
Pero no parece haber interés alguno por parte del gobierno para impedir que Televisa aumente su “preponderancia” en la televisión restringida, lo cual podría convertirla pronto en un cuasi monopolio en esa actividad. Al contrario, en la iniciativa que Enrique Peña Nieto envió al Congreso de la Unión se incluye un artículo que, de ser aprobado, permitiría el crecimiento aún mayor de esa empresa en la tv restringida: el artículo 276 permite al Ifetel considerar la posibilidad de que Televisa crezca en el sector de telecomunicaciones para “competir” con América Móvil a su vez declarado preponderante. La iniciativa enviada por Peña Nieto al Congreso fue programada para ser votada a finales de abril; entonces sabremos si Televisa recibe luz verde para continuar adueñándose de la tv restringida.
CronoGrafías
Caeiro, Caetano José de Jesús Sampedro
Cuarenta años después de la Revolución de los Claveles. Cuarenta años después, ¿quién lo recuerda?
D
e seguro la final revolución del postmoderno siglo XX que redundó quizá en beneficio y/o en maleficio de aquella Fe a cuya aureola le auguró Fourier una humana especie de plenitud, fue siempre ya la majestuosamente denominada Revolución de los Claveles (Revolução dos Cravos, en portugués, “o, asimismo, O 25 de Abril”, según releo ahora justo en una extensa crónica de la época), semiótica antinomia semántica que puede atribuirle su blancuzco magma a un azar que unificó el involuntario Efecto de una camarera y la voluntaria Causa de un primer ministro, y que difuminó su incidencia mutua después entre una muy heterogénea cauda cívica donde el aburrimiento y la obvia insidia venían e iban como un fiel péndulo. Ergo: Dios remonta de la metafórica paradójica. Marcelo Caetano, el primer ministro (y aun loable catedrático, e historiador; 17 de agosto de 1906, en Lisboa; 26 de octubre de 1980, en Río de Janeiro), complementariamente un furibundo apóstol del vetusto régimen coercitivo y corporativista del Estado Novo propio de la coyuntura política que magnificó y que acrecentó el imperio de una casi omniscia y corrupta élite desde 1933, esperaba un tanto trémulo en el cuartel del barrio del Carmo, su gabinete en turno incluido, algún fidedigno informe acerca de las tropas constitucionales en desacato extremo que lo rodeaban y que exigían su inmediata renuncia en la perspectiva ésta de permitirle así abandonar de una sensata forma el país y, sobre todo, de sofrenar una alharaca acaso de proporciones cáusticas que resultaría ociosa. Y el fidedigno informe que estudia entonces le recomienda irse. Y capitula “para que el Poder evite la calle”, elegirá exiliarse en Brasil y su enclenque historia termina. Celeste Caeiro, la camarera (y empleada en un guardarropa, y aun diestrísima confeccionadora de ropa; 2 de mayo de 1933, en Lisboa), complementariamente una madre de familia sola a la cual desvela una hija única y que subsiste apenas sujetándose a los profusos márgenes de miseria o de pobreza característicos de un sistema inicuo, indagaba un tanto trémula en la írrita Plaza del Rossio porque el administrador del restaurante Sifire, su jefe, en un cautivo tono le había confiado al staff “que ocurría allí una revuelta, que no abriría el restaurante y que suspendería también el plan que conmemoraría el aniversario de su apertura”. Les autorizó a distribuirse luego el depósito de claveles extras y les instó a recluirse luego hasta que el gobierno asentara el orden. Ergo: Dios remonta de la paradójica metafórica. Su verbigracia implícita explica que Marcelo Caetano firme un protocolo que lo destituirá bajo el arcano nombre de un porvenir lleno hasta la coronilla de estigmas, y que Celeste Caeiro les ofrende la canasta de claveles que llevaba consigo a unos todavía opacos jóvenes militares, quienes los transmutarán en el fúlgido Símbolo de su conjuro a la violencia. Abril en Portugal, en la Lisboa de ayer, de 1974. Muera la austeridad. Y que viva Otelo Saraiva de Carvalho.
33
34
JUNIO 2014
B arrios Colaterales H. R. Giger
El último surrealista
E
l 12 de mayo la escena artística internacional sufrió una gran perdida tras el fallecimiento del artista suizo Hans Ruedi Giger, de 74 años, como consecuencia de un accidente doméstico. Se trataba de un artista plástico único que trascendió géneros y corrientes artísticas. Generó una estética propia a partir del establecimiento de un complejo código semiótico fundamentado por referencias psicoanalíticas en torno a la angustia, al complejo de castración y al complejo de Edipo, entre otros preceptos freudianos, con los que estremeció en cada pieza al intérprete, incitándolo a encontrarse dentro de la obra y afrontar a sí mismo sus miedos más primitivos. Además de este evidente homenaje a la sublimidad kantiana, Giger construyó su peculiar estilo alrededor del concepto de la biomecánica, la cual si bien visualmente representa la fusión entre lo mecánico y lo orgánico, desde mi perspectiva, en realidad refiere a un estado en el que la tecnología ha degradado la cultura al punto en el que los biomecanoides ya no están sujetos a represiones sociales, de modo que son libres de buscar la satisfacción por medio de la violencia y el sexo. Esto deriva en la principal característica pictórica que emana del estilo gigeresco: el sarcasmo sexual y el cínico contenido erótico. Las explícitas penetraciones, las constantes referencias fálicas y vaginales, así como los bizarros desnudos femeninos que invaden el catalogo de Giger son recursos de los que el artista nunca pudo escapar y que le costaron múltiples censuras y ataques. Cinematográficamente será recordado principalmente por su aportación estético-conceptual para la cinta Alien (Ridley Scott, 1979) con la que redefinió el género de ciencia ficción a partir de sus grotescos diseños que ofrecía al espectador: una metáfora ominosa sobre la maternidad en la posmodernidad. A ésta se le suman al menos 20 producciones fílmicas en las que Giger participó como creativo visual: Dune (Alejandro Jodorowsky, 1975), Poltergeist II (Brian Gibson,
Hans Ruedi Giger, y una de sus creaciones: Alien.
1983), Futurekill (Ronald Moore, 1984), Teitomonogatari (AkioJitsusoji, 1988) y Species (Roger Donaldson, 1995), entre otras. Sin duda el trabajo en Dune me parece el de mayor relevancia dentro de la carrera del suizo, ya que además de haber sido la primera cinta en la que fue invitado a participar, es en la serie de pinturas de acrílico en gran formato que preparó para ella que empezó a vislumbrar su obra en tres dimensiones. Se suponía que esta adaptación de la novela de Frank Herbert iba a ser protagonizada por Salvador Dalí y Orson Wells, y que la música correría a cargo de Pink Floyd, pero desgraciadamente al final todo esto fue descartado cuando David Lynch tomó posesión del proyecto en la década de los ochenta. En la industria musical colaboró con distintas portadas de álbumes como Brain salad surgery (1973) de Emerson Lake & Palmer, Kookoo (1981) de Debbie Harry, Frankenchrist (1985) de Dead Kennedys y Danzig III: Howthegodskill (1992) de Danzig, entre otras. Andrés Reyes
Informe de la ONU
El Vaticano bajo acusación
L
os casos de pederastia se sabían desde 1940: eran un secreto a voces. Los “juaninos”, pioneros en el abuso, operaban su red de pederastia desde un hospital para niños con discapacidad. La lenidad e impunidad dentro de la iglesia católica, apostólica y romana para con sus sacerdotes fue, acaso, obligada ante las primeras –y tímidas– denuncias. Conforme pasó el tiempo, las víctimas y el tono de las acusaciones crecieron en un grito incondescendiente, hasta que en 2009 el Vaticano reveló por primera vez información sobre el número de sacerdotes destituidos. Y en 2014 (¡tras 74 años silenciosos y vacíos!), la Organización para las Naciones Unidas (ONU) intervino también por primera vez a través de su Comité sobre los Derechos del Niño y pidió al Vaticano, en enero pasado, entregar toda la información que tiene sobre sacerdotes pederastas a las autoridades civiles para que los responsables por abuso sexual –y también por omisión– sean juzgados. Las cifras declaradas el mes pasado fueron, cuando menos, indignantes. Y tan lo fueron que el caso pasó de un comité a otro, de derechos infantiles a tortura. “¿Y qué dice la Santa Sede sobre la violencia sexual contra los niños?: ¿es un delito contra la humanidad?”, preguntó el presidente del Comité contra la Tortura, Claudio Grossman, al representante de la Santa Sede, Silvano Tomasi, durante su comparecencia el pasado 5 de mayo. Con el rostro de incomodidad, de turbación, Tomasi informó que de 2004 a 2013 la Congregación estudió tres mil 420 casos de abusos a menores de 18 años. Del total, 884 sacerdotes fueron separados de su condición clerical. En otros dos mil 572 casos, los nuncios recibieron sanciones con penas no especificadas.
Día mundial
E
De la libertad de prensa
n tiempos de crisis, de ruptura, de tiranía, la libertad de prensa es un sufrido y doloroso logro. Lejanos nos parecen los tiempos en que los pasquines anunciaban y denunciaban, en que los pregoneros, agotados, gastaban las calles (y sus callos y voces también) gritando la noticia. Para entonces la libertad de prensa no era una conquista ni un suicidio: era sol y pan de todos los días. Después pasó lo que todos sabemos que pasó: el periodismo serio reveló algunas verdades incómodas para unos, de pan y esperanza para otros. Y la libertad tuvo un sufrido costo. En este contexto, con el fin de celebrar los principios fundamentales de la libertad de prensa, de evaluar su situación en el mundo, de resguardar los medios de comunicación de los atentados contra su independencia y rendir homenaje a los periodistas que han perdido la vida, se celebró en París, Francia, el Día Mundial de la Libertad de Prensa el 3 de mayo, fecha del aniversario de la Declaración de Windhoek para una prensa pluralista, independiente y, ante todo, libre. Los temas de reflexión propuestos por la UNESCO fueron: la importancia de los medios de comunicación en el desarrollo, la seguridad de los periodistas y el estado de derecho, y la sostenibilidad e integridad del periodismo. Paralelamente, el periodista turco Ahmedt Şık recibió el Premio Mundial de Libertad de Prensa UNESCO / Guillermo Cano 2014, en reconocimiento por su labor periodística. En 2007 fue perseguido por su gobierno a raíz de un artículo publicado en la revista Nokta. Acusado de relaciones con la presunta organización terrorista Ergenekon, pasó un año en prisión correctiva desde 2011 y está a espera de un juicio que podría condenarlo hasta a 15 años de cárcel. Su manuscrito “El ejército del imam” fue secuestrado y prohibido antes de su publicación. La editorial que iba a publicarlo y el diario Radikal, para el que el periodista trabajaba en ese momento, fueron registrados. Es entonces cuando Bertolt Brecht exclama: “¡Qué tiempos éstos en que hablar sobre árboles es casi un crimen, porque supone callar sobre tantas alevosías!” En otras latitudes, y en el marco de los festejos, el relator especial de la Organización para las Naciones Unidas (ONU) sobre la Libertad de Expresión y Opinión, el guatemalteco Frank La Rue, alertó durante su visita en mayo a México de un incremento de la violencia contra la prensa en el mundo y urgió a combatir la impunidad en casos de periodistas amenazados o asesinados, que, a decir del informe anual publicado por el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés), descendió a 70 periodistas con respecto a los 74 de 2012. No obstante, a decir de la organización Artículo 19, “durante 2013 se registraron y documentaron un total de 330 agresiones de todo tipo contra periodistas, trabajadores de prensa e instalaciones de medios de comunicación en México. Este es el año con más agresiones documentadas desde 2007. En México se agrede a un periodista cada 26.5 horas”. En su informe “Disentir en silencio: violencia contra la prensa y criminalización de la protesta, México 2013” concluye que son autoridades gubernamentales las que están detrás de la mayoría de los actos de intimidación, amenaza y agresión de los periodistas en México. ¿Estamos en tiempo de crisis, de ruptura, de tiranía o por qué la libertad de prensa se sufre y duele? Emmanuel Islas
A propósito de estas sanciones sin especificación, la relatora del Comité para la Santa Sede, Felice Gaer, acusó al Vaticano de fomentar, por omisión, la impunidad de los culpables. En el mismo sentido, solicitó información sobre 700 curas cuyos delitos fueron reconocidos por la iglesia en 2004: ¿qué ha pasado con ellos?, ¿cómo se les juzgó?, ¿en dónde están?, ¿fueron removidos de sus funciones? Además, sugirió que las políticas del Vaticano para combatir los abusos han sido conniventes. En el informe de Naciones Unidad se lee que “la Comisión está profundamente preocupada por el hecho de que la Santa Sede no haya reconocido la importancia de los crímenes cometidos, no haya adoptado medidas necesarias para gestionar los casos de abusos sexuales contra menores y proteger a los niños, y haya adoptado políticas y prácticas que han llevado a la continuación de los abusos y a la impunidad de los culpables”. Una de las prácticas denunciadas fue transferir a los pederastas de una parroquia a otra del mismo país y en ocasiones de las mismas diócesis, “poniendo en peligro a muchos menores que siguieron en contacto con decenas de autores de abusos sexuales”. Otra fue “encubrir estos crímenes” para sustraer a sus responsables de la acción de la justicia. A decir del informe de Naciones Unidas, “a través de un código de silencio impuesto a todos los miembros del clero bajo pena de excomunión, los casos de abusos sexuales difícilmente han sido denunciados a las autoridades judiciales en los países donde se han cometido esos delitos”. Según cálculos que Silvano Tomasi ofreció en 2009, entre seis mil y 20 mil curas habrían cometido delitos de pederastia. Las denuncias –en números menores a los abusos– son pioneras también. Y a falta de un organismo que dé seguimiento, las cifras totales seguirán siendo desconocidas. Mientras tanto, el nivel de las quejas, advertencias y recomendaciones de los organismos institucionales es proporcional a las soluciones. Sin ellas, la pederastia se aferra a su condición de secreto a voces. Emmanuel Islas
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
B arrios colaterales Juan Pablo II
Y la razón de Estado Fernando Ferrer Molina En Europa somos asiáticos, mientras que en Asia también nosotros somos europeos. Fiodor Dostoievski
J
ohn Fisher y Thomas More fueron dos católicos elevados a los altares por defender con sus vidas la hegemonía de la iglesia de Roma frente a la aventura anglicana de Enrique VIII. Ambos se desenvolvieron en un tiempo donde la religión desempeñaba un papel predominante en la geopolítica de Occidente y los dos perdieron la cabeza al encontrarse parados sobre la fractura tectónica que terminó por desprender a las islas británicas de la dinámica continental. El trono de San Pedro posee una naturaleza ambivalente y el poder político que de él dimana es imposible disociarlo de la lógica espiritual sobre el cual está sustentado. Como cualquier otro reino o Estado nacional, la Santa Sede es producto de una evolución política profunda y confusa; plagada de contradicciones y emociones que fácilmente pueden desembocar en pasiones encontradas. Sin embargo, bajo la visión y misión política que posee la iglesia, cualquier conducta contradictoria fácilmente puede transformarse en una virtud y verdad santificada, más cuando se trata de consolidar el poder terrenal y espiritual. Según esa lógica, perfectamente pueden abrirse cuantos nichos en los altares sean necesarios para dar la bienvenida como aliados a conversos poderosos; reconocer a aquellos que han contribuido en forma importante a la causa o, bien, para adueñarse de figuras populares que a la postre engordarán las arcas vía las contribuciones pías. San Esteban I, rey de los húngaros, era un magyar de la estepa profunda que ayudó a fincar el poder de Roma en la vieja Panonia, formando un tapón a la expansión de la tradición ortodoxa. San Fernando III de Castilla, pieza fundamental en la integración de los reinos cristianos que más tarde desplazarían, sin concesiones y casi para siempre, al islam y al judaísmo de la península, fue canonizado porque, según algunos, de su cadáver emanaba una poderosa energía que atraía a los fieles. El 29 de julio de cada año, las iglesias ortodoxas, católica y anglicana veneran a un santo vikingo, que además es patrón de Noruega: Olaf el Santo. Al sur de Europa, la conversión al catolicismo y posterior martirio de San Hermenegildo, hijo de uno de los más grandes enemigos de la iglesia católica en sus primeros años: el visigodo arriano Leovigildo, permitió el avance de Roma en la España preislámica y sentó las bases de los futuros reinos a las órdenes del papado. Concederle a esos personajes, y a muchos más, poderes milagrosos y una fecha en el saturado calendario, bien valía la pena si de esa forma la iglesia romana podía aspirar a tener preminencia sobre los antiguos dioses y, sobre todo, a ejercer influencia política en tierras tan lejanas como la misma península escandinava. Con seguridad poco importó si alguno de ellos hubiera despachado con sus armas a más de un desdichado. La iglesia católica sabe muy bien cómo jugar sus bazas en el complejo tablero de la geopolítica, y en ocasiones sus mejores peones son aquellos a quienes concede la calidad de santos. Bartolomé de las Casas construyó cuatro principios para justificar de alguna manera la vida religiosa en Mesoamérica, y uno de ellos establece que los hombres (y mujeres) adoran a Dios según sus capacidades y a su manera, tratando de hacerlo siempre lo mejor que pueden. Ahora bien, dejando a un lado las implicaciones de la dinámica espiritual en el periodo prehispánico, sujeta a un férreo control estatal, la afirmación del dominico podría traducirse en un aforismo universal sobre la libertad religiosa; pero no siempre es así, porque la
El 27 de abril fueron canonizados Juan XXIII y Juan Pablo II en un acto por demás mediático. Los nuevos santos dan la cara otra vez por la poderosa curia católica, pero… creencia religiosa y el poder político, al menos en lo que toca al catolicismo, se confunden y el reino de los cielos termina fundiéndose con las pasiones de los hombres y mujeres que sólo buscan satisfacer sus deseos. Karol Józef Wojtyła fue canonizado por su desempeño político, soportado por una de las más efectivas campañas de promoción personal de las que se tenga registro. No importó que bajo su administración pontificia se conformara un grueso expediente del cual sólo se conocen algunas páginas, como la mediática y no por ello menos condenable indolencia frente a los abusos, violaciones sexuales y actos de corrupción perpetrados por sacerdotes y religiosas en buena parte del mundo, o la censura y omisión de auxilio efectivo a los miles de hombres y mujeres que fueron víctimas de escuadrones de la muerte, de contrarrevolucionarios y de la oligarquía centroamericana solamente por tratar de darle vida a una opción contraria al capitalismo encarnada en la teología de la liberación. En los meses recientes han sido profusos, y en muchos casos reveladores, los análisis y reflexiones sobre la contradictoria decisión de canonizar al papa polaco. Muchos se han enterado de episodios hasta ahora inéditos, donde la aristocracia vaticana beneficiada por Wojtyła es expuesta traficando sus influencias entre políticos y empresarios de todo el orbe; donde los príncipes de la iglesia y sus cortes nos muestran sus corruptelas, veleidades, excesos y suicidios pasionales, muy al estilo de lo que el Vaticano y otros entes políticos de todos lados nos tienen acostumbrados. Al mismo tiempo, se han dado a conocer otros casos no tan banales, como el papel que desempeñó una parte importante de la jerarquía católica ruandesa en los
sucesos acontecidos hace 20 años en la región de los grandes lagos africanos. Nada nuevo para una organización política que ha sido protagonista en la conformación del mundo tal y como lo conocemos: injusto y cruel con los débiles. La iglesia católica no es contradictoria en su reciente decisión, si observamos fríamente el desempeño del nuevo santo. Dejando a un lado las especulaciones que en muchos casos le otorgan un papel prominente en los cambios que Europa experimentó durante su pontificado y que probablemente no merece, el nacido en Wadowice, como cualquier otro jefe de Estado, sí intervino en la política mundial y sí benefició a los distintos grupos que al interior del Vaticano y en las diócesis y arquidiócesis luchan entre sí para imponer su agenda, sin olvidar a sus socios en todo el mundo, ya fueran presidentes, dictadores, empresarios o líderes de otras confesiones. Con Juan Pablo II muchos ganaron y más seguirán obteniendo dividendos con su imagen que ahora se venerará canónicamente, aunque muchos otros hayan perdido su dignidad, su libertad o su vida a consecuencia de su indolencia y visión provinciana del mundo. Barack Hussein Obama recibió el Premio Nobel de la Paz en 2009, sin importar lo contradictorio de esa decisión y la ofensa que significó para millones de personas. Sin embargo, un hecho que algunos podrían calificar como sorprendentemente cínico, parecería no serlo tanto cuando sabemos que se trata del tercer presidente estadounidense al que se le concede ese reconocimiento estando en funciones. Theodore Roosevelt, el prototipo del macho intervencionista, corsario y reputado cazador, lo obtuvo primero en 1906 por su papel de intermediario en el conflicto que por entonces sostenían las casas imperiales de los zares y del Sol Naciente; poco importaron los desmanes que protagonizó, como su activo papel en el desmembramiento de la República de Colombia. El segundo en recibirlo fue Woodrow Wilson, en 1919. No vale la pena detenerse en las contradicciones éticas y morales que significó en su momento cada reconocimiento. Lo cierto es que a muchos les convenía que fueran reconocidos como garantes de la paz mundial, aunque otros más hubieran sufrido por sus decisiones. Algo similar ha sucedido con la decisión de canonizar a Juan Pablo II, un papa enraizado en el mesianismo católico polaco, que se veía a sí mismo como defensor de la auténtica fe, protector de la tradición cristiana europea frente al ateísmo oriental que amenazaba con desbordarse hacia el oeste. Un papa que a los 15 años era ya el presidente de la asociación mariana de su ciudad natal, una inclinación a la mariolatría que años más tarde se vería materializada en las férreas políticas vaticanas en contra del aborto y la anticoncepción. Karol Józef Wojtyła fue una figura juvenil en ascenso en el Concilio Vaticano II; se distinguió por una tremenda capacidad intelectual y su apertura a la discusión de las ideas, pero inflexible al momento de encarar a quienes consideraba los enemigos de la iglesia. En lugar de continuar la modernización de su predecesor o consolidar los compromisos del último Concilio, Juan Pablo II se desmarcó y decidió tomar un rumbo donde lo único que importó fue sostener y ampliar el poder político de la iglesia, y sí que lo logró. El poder no se avergüenza; el poder no ofrece disculpas; el poder no se conmueve y el poder no cede. Así fue el pontificado del nuevo santo, quien actúo siempre conforme a la razón de Estado, tal y como lo hacen los políticos profesionales de todo el mundo y de todos los tiempos. Si fue así, es natural que muchos quieran seguir bajo su protección.
35
36
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Alien, todavía
Eclosión y auge Víctor Roura
El rock, desde las primeras muertes que conmocionaron su entorno hasta la última, ocurrida hace justamente 20 años, tuvo su apogeo y su decadencia emparejados con la eclosión y el auge de la droga.
L
a muerte del rock está contada en capítulos, de manera cronológica, durante las tres últimas décadas del siglo XX, curiosamente afincados en el problema (o, mejor, con su visibilidad en los ámbitos de la moralidad política) del narcotráfico, exhibiendo a todas luces la eclosión, el desarrollo y el auge de este fenómeno social. Cuando mueren, en una criminalidad propiciada por las propias víctimas, Jimi Hendrix, Janis Joplin y Jim Morrison —en septiembre y octubre de 1970 y julio de 1971, respectivamente—, el rock se halla en un estado completamente nutritivo, con numerosas aportaciones ingeniosas de diversos músicos del orbe, pero sobre todo del mundo anglosajón, que tomaban las riendas de una incipiente —y descabezada, aún— industria discográfica, cuyos empresarios fueron tomados por sorpresa por la inmensa ola creativa de los ya improvisados, ya refinados, ya académicos roqueros, que, utilizando con desbordado descaro las variadas drogas prohibidas —para su alimentación imaginativa, según se ha acotado— que empezaban a circular de modo estratosférico en las grandes urbes, gestando —como en los tiempos de Al Capone en el momento en que el alcohol no era lícito— las consabidas mafias para su control, distribución y venta. Los músicos, aligerados en sus desprejuicios normativos, las ingerían, y las ingieren, en cantidades ingentes, causando estragos naturales en sus organismos de mayor vitalidad. Cuando matan a John Lennon, en diciembre de 1980 —en un acto de violencia que lentamente se irá haciendo, por desgracia, rutina en las ciudades masivas—, las drogas, y sus comerciantes, ya estaban perfectamente cohesionados en las metrópolis, al grado de que su consumo era ya una costumbre diríase aceptada, aunque los simulacros de su persecución nunca han dejado de ser motivo de espectacularidades mediáticas: el rock había entrado al condominio de las liviandades solicitado por los ejecutivos de las disqueras que volvían a tomar al toro por los cuernos, estableciendo de nuevo un apocado orden rígido para lanzar al estrellato a los que no contradecían sus caprichos esnobistas. Y con el suicidio de Kurt Cobain, en abril de 1994 (hace ya dos décadas), el rock prácticamente está muerto: es un cadáver exquisito aprovechado por la [ya] solvente industria musical para silenciar las antiguas rebeldías de sus fundadores. Cuando Cobain se mata de un balazo (persona débil y noble enloquecida por los falsos estimulantes), el narcotráfico es un negocio cimero en el mercado global que a la fecha ha establecido, a diferencia del rock (mayoritariamente convertido en pop, donde ahora todos sus adeptos quieren participar y obtener un Grammy, lo cual significa, en pocas palabras, su adhesión a los principios empresariales), sus dominios y sus preponderancias. Su auge ha disminuido el originario, y ensordecedor, sonido del rock. De allí en adelante, ninguna otra muerte roquera impactará más. (Porque ni los fallecimientos de Elvis Presley y George Harrison, en 1977 y 2001, lograron la sacudida que afectó en realidad al planeta roquero con las muertes descritas, ya por una indolencia mediática o por descuidos arbitrarios de una prensa de antemano desnaturalizada que en esos momentos tenía otras prioridades: acaso para morir también son necesarias las aquiescencias de los que detentan el poder público.) Mientras no sea legalizada, la droga, aparte de ser una figura más de la corrupción política, será un cotidiano campo de cultivo con una eterna compañía a su lado: la violencia mortal.
Elogio del demonio
Carta de Agustín Lara a Mozart Eusebio Ruvalcaba
Un compositor escribe una carta a otro compositor. Ambos de diferentes épocas, de diferente corte musical, de diferente estrato social. Pero los une la belleza de su música.
I
nimaginable e inigualable Wolfgang Amadeus Mozart: Como usted, yo también soy compositor. Como usted con la suya, yo provoco que las mujeres entornen los ojos cuando escuchan mi música. Como usted, mi fama trasciende fronteras. Soy conocido en todas partes. Donde voy, la gente se pelea por atenderme, por elogiarme, por ponderarme. Y como usted, yo me dejo. Cuidado con lo que estoy diciendo. No me estoy comparando con usted. Jamás me atrevería a semejante desacato. Simplemente quiero puntualizar algunas cosas. Quiero hacer hincapié en la inspiración. Usted la tuvo a raudales. Con teclado o sin teclado, o con el instrumento que usted guste, estoy seguro que le bastaba con cerrar los ojos para que la bendita música viniera hasta usted. Literalmente, en su caso, es como si la música bajara del cielo hasta sus manos. A mí me pasa exactamente igual. La música vive en el cielo. Está ahí. A la vista de todos. No hay que hacer ningún esfuerzo para bajarla. Es como si genios como usted y como yo fuéramos recipientes de la belleza. Como si viviéramos atentos de que la música nos haga suyos. Todo el tiempo. La melodía está ahí. Yace en los oídos. El único chiste es darle forma. La melodía se siente venir como una dulce y suave oleada. Cerramos los ojos y nos acaricia el corazón. Ésa es una prueba de fuego. Navega en nuestro interior. Como un barco extraviado que buscara tierra firme para atracar. La inspiración es cosa mágica. Siempre que me entrevistan, me preguntan lo mismo: ¿de dónde saca usted tanta y tan variada inspiración? Cuando la inspiración es la misma. Pero según nuestro estado de ánimo le damos la forma definitiva. No tengo sinfonías, no tengo óperas, no tengo conciertos como usted, pero tengo mis canciones. Usted es inmortal. Yo también. Gentes como usted y como yo nunca mueren. Aunque tengamos envidiosos que nos quisieran ver muertos. Salieri en el caso de usted, ¿no es cierto? La inspiración es como el combustible que echa a andar la maquinaria. Cuando una idea se mete en la cabeza ya no hay modo de detenerla. Hay que darle el acabado para que cante. Yo utilizo la música en mi beneficio. ¿Usted nunca lo hizo? Estoy seguro que sí. Le cuento. La música doblaba la voluntad de las mujeres de las que siempre viví rodeado. Porque a las mujeres les gusta vivir enmieladas. Ser fuente de inspiración. Que el varón las seduzca a través de su fuerza espiritual. Esto es, a través de la inspiración. Sin duda una canción es el mejor regalo con que obsequiar la vanidad femenina. Imagínese cuando esa mujer a quien usted desea hacer suya, imagínesela cuando escucha aquella canción, cae a sus pies. Se sabe en el colmo de la dicha. En primer lugar porque tiene algo que ninguna otra mujer en el planeta tiene. Algo hecho pensando en ella. Que si sus ojos, que si sus labios, que si su pelo, lo que usted guste y mande. Porque una canción consta de dos elementos: la música y la letra. Y ambos tienen que estar cortados con la misma tijera. Que la mujer sienta que es ella y ninguna otra la que ha inspirado esa canción. Si la mujer tiene ojos verdes, pues habrá de describir la belleza de esos ojos verdes. La mujer es muy astuta y se da cuenta si hay otra que compite con ella. Y de ahí viene un gran problema que deberá evitarse. En fin. Que cada quien en lo suyo, maestro Mozart. Pero si le escribo es porque lo admiro. Y porque su inspiración es divina. Agustín Lara, servidor.
De Largo Aliento / Periodismo cultural
JUNIO 2014
Eko
Ricardo Elizondo Elizondo (1950-2013)
La oralidad del cuentero Vicente Francisco Torres
S
in lograr el reconocimiento de los lectores que solamente buscan a los autores de moda, mismos que impone la publicidad, el pasado 24 de agosto murió, en su natal Nuevo León, Ricardo Elizondo Elizondo. Un libro de cuentos, otro de microhistorias y dos novelas, constituyen su obra estrictamente creativa. Escribió historias de empresas como la Cerillera la Central y otros textos para acompañar fotografías memoriosas. Entre ellos destaca Lecumberri: ángel y escorpión (2000), un conjunto de interpretaciones de los dibujos y pinturas que los presos elaboraron en los muros y celdas de la célebre penitenciaría, mismos que desaparecieron por la adecuación del inmueble como Archivo de la Nación. El Lexicón del noreste de México (Fondo de Cultura Económica, 1996), también es de su autoría. Elizondo gustaba de señalar las paradojas que se cuelan en la vida; y la suya terminó con una: él escribió varios libros para ganar dinero y, cuando decidió que ya tenía suficiente para retirarse a la casa construida a su entera satisfacción para continuar su obra novelística, se jubiló de su cargo. Durante 32 años había sido director de la Biblioteca Cervantina del Tecnológico de Monterrey, campus Nuevo León, y se dispuso a reemprender su labor literaria. Tres meses después le diagnosticaron el cáncer contra el que luchó dos años, no sin antes perder la mitad de la vista y la capacidad de alimentarse. Luego de una agonía que duró casi dos años, pudo terminar Los talleres de la vida, una novela que pronto será publicada en Monterrey. Ricardo Elizondo es dueño de una obra literaria breve pero impecable, rica en hallazgos líricos y prolija en planteamientos filosóficos. A él se debe una novela que anticipó la avalancha de narcohistorias que hoy nos abruman: Narcedalia Piedrotas (Editorial Leega, 1993). Surgió como escritor con un libro que apenas contenía tres cuentos: Relatos de mar, desierto y muerte (Universidad Veracruzana, 1980), en donde estaba la recreación de dos espacios caros para los prosistas norteños: el desierto y el mar. Sus temas y escenarios, y el título mismo, me hicieron pensar que, junto con otros volúmenes, como Desiertos intactos (1990), de Severino Salazar, permitían hablar de una narrativa surgida en ese espacio. “La visita”, uno de los cuentos de ese libro inicial, relata los días finales de la última habitante de un caserío perdido en una “arruga del desierto”. Es la madre de un bracero que, con la esperanza de ver de regreso a su hijo, se queda para enterrar al penúltimo habitante, a quien encuentra una mañana “con un hilo de sanguaza saliéndose por la boca y una lagartija grande chupándole los ojos”. Este trabajo muestra las paradojas de la vida, pues el hijo fue a buscar una fortuna que sí encontró, pero que de nada le sirvió a su madre, quien murió antes de que el emisario de la fortuna llegara. “La casa canaria”, otro de los cuentos notables de este volumen, está centrado en Natalia y Sebastián, cuyas vidas son demoledoras: todos sus proyectos económicos y familiares los derrumbó el azar que adquirió la forma de un rayo. Elizondo dice que el hombre lucha y hace grandes planes, pero el destino juega un papel muy importante y echa por tierra las esperanzas que sostuvieron vidas enteras. Setenta veces siete (Editorial Leega, 1987), su primera novela, habla de dos poblachos desérticos (Charco Blanco y El Sabinal) y de un villorrio acurrucado junto al Río Gordo. Ellos no tienen nada de atractivo ni de grandioso; lo más importante que pasó por sus solares fue la epidemia de tullidora (poliomielitis) y algunos ecos de la fiesta de las balas que empezó en 1910. Hay en la novela un planteamiento trascendente: la vida es como el agua, que fluye
“Ricardo Elizondo es dueño de una obra literaria breve pero impecable, rica en hallazgos líricos y prolija en planteamientos filosóficos.”
y toma distintas formas. Los afanes del hombre por conseguir amor, salud o felicidad son proyectos de arena que el tiempo derrumba. Siempre se acaba extinguido, pero la dignidad radica en perseverar y guardar el agua un rato entre las manos. En Setenta veces siete la muerte y la enfermedad son dos luces que siempre están encendidas, como en la oscuridad de los cines, para recordar la fugacidad y la fragilidad de la vida. Ahí están el corazón y la cabeza partidos de don José; la tragicómica muerte de Cosme; la muerte de Emilia con el médico a la cabecera; o la enfermedad de Agustín –espondilitis– que le fue doblando la columna vertebral y escondiéndole los ojos verdes, que de tan agachados como estaban sólo podían ser admirados por niños y perros. Maurilia Maldonado y otras simplezas (Universidad Veracruzana, 1987) recoge una vertiente narrativa que han cultivado autores como Eraclio Zepeda, Herminio Martínez, Dámaso Murúa, Gerardo Cornejo y Miguel Méndez, autor de Peregrinos de Aztlán (1974). Me refiero a la oralidad de los cuenteros. Narcedalia Piedrotas, como Setenta veces siete, abarca tres generaciones y narra la fundación de una ciudad fronteriza: Perdomo, un poblado que estaba en el confín de la montaña y al principio del desierto. La novela se centra en los años treinta del siglo XX pero, como una lanzadera, va y viene por algunas décadas anteriores y posteriores. Está armada con retazos que presentan alternativamente a los personajes y sus acciones, de tal suerte que el interés no decae pues uno pasa de un hombre pusilánime a una muchacha sensual, de unas prostitutas –las Cuchillonas, que cortaban los deseos de los hombres con sus apetitosas tijeras– a un médico generoso, del administrador perverso a la mujer moralista, de una monja al turco salaz. Desde finales de los años setenta del siglo XX los escritores mexicanos de las ciudades del interior dejaron de creer que escribir sobre las grandes urbes era sinónimo de modernidad y cosmopolitismo. Fue así que decidieron arraigarse en sus estados natales e hicieron literatura con ellos. Esto explica que novelas como La sierra y el viento (1977), de Gerardo Cornejo, hagan indagaciones que las llevan hasta la fundación de las primeras ciudades del interior y den cuenta, necesariamente, de cómo la tecnología –cine, ferrocarril, radio, televisión– fue transformando y uniformando los antiguos y abigarrados estilos de vida. No se trata de una vuelta al regionalismo, sino de un apropiamiento de lo que estaba relegado porque tan profundos y humanos son los avatares de un hombre del Distrito Federal como de uno de Nuevo León o Zacatecas. Cuando se trata de un verdadero creador, la novela es más que una narración; es un trabajo artístico tensado con un lenguaje fulgente. Y este es el caso de Ricardo Elizondo, quien escribe Narcedalia con un tono muy marcado por los temas del corrido y la música norteños, que relatan sucesos heroicos, trágicos, amores desdichados y hoy, ante el desprestigio de autoridades y funcionarios, celebran a los narcotraficantes. Motivados por la realidad que vive nuestro país, los escritores han consignado las aventuras y desventuras que llegaron con el consumo, la siembra y el tráfico de drogas. Pienso en Huatulqueños (1991) de Leonardo da Jandra, Niantla (1991) de Celso Santajuliana, La novela inconclusa de Bernardino Casablanca (1993) de César López Cuadras. Ricardo Elizondo, habitante de un estado fronterizo aquejado por el problema, no podía ser insensible al tema y, si el tráfico se ha dado en latas de chiles, rieles de tren, pepinos de plástico y llantas de automóvil, Elizondo evocó el medio original, folclórico y dramático, completamente real, que explica el origen de una expresión que se usa en nuestros días: “burreros”, porque llevaban la droga en la panza de los jumentos.
37
38
JUNIO 2014
B reverías
Tenues respiraciones
Hugo Hiriart
Academia Mexicana de la Lengua
Víctor Roura
Amores y desamores: después de la medianoche, un grito y un sordo reproche.
El escritor, guionista y ensayista Hugo Hiriart (Ciudad de México, 1942) presentó el 8 de mayo su discurso de ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua(AML) y ocupará, de forma definitiva, la silla xviii que dejó, por retiro, el egregio historiador y jurista Silvio Zavala. Tras iniciar la ceremonia, realizada en el Museo Nacional de Antropología y presidida por Vicente Quirarte, Jaime Labastida, Felipe Garrido y Diego Valadés, Hiriart disertó sobre el periplo de Aquiles en la Iliada, que, destacó, es un viaje que parte de la furia hacia la compasión. Jaime Labastida, presidente del MNA, afirmó que el ingreso de Hugo Hiriart, miembro del Sistema Nacional de Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), se debe a su conocimiento lingüístico y a sus méritos literarios. Hugo Hiriart estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, y en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda. A los
Xicome
Música y artes sanadoras Más de 50 músicos de diferentes países serán algunos de los protagonistas de la cuarta edición del Festival de Música y Artes Sanadoras, Xicome, que enlazará danza y cantos para conscientizar sobre el cuidado del cuerpo, del entorno natural y de la identidad mexicana. Xicome significa número siete en náhuatl, y tras vocalizarlo repetidamente da el nombre de Mexhiko. El encuentro, que se llevará a cabo los días 7 y 8 de junio en la Fuente de Nezahualcóyotl, Bosque de Chapultepec, primera sección, y en el Teatro Ángela Peralta en la colonia Polanco, será una muestra de sonoridades antiguas occidentales y orientales fusionadas con elementos contemporáneos. Abierto al público de todas las edades, ofrecerá talleres y conferencias sobre salud, bienestar, ancestralidad, lenguas originarias, danza, música, yoga y cuerpo-mente-espíritu. Michelle D. Button, cocreadora de Xicome, afirma: “El amor es el camino a la paz, donde la música es el alimento para el alma. El lenguaje es el sonido, el guía es tu corazón, la intención es la unión, el regalo es la luz para abrirte a la armonía de la vida, en un canto al amor, por la vida y por todas nuestras relaciones”.
•
En mayo y junio
Feria en Tequisquiapan Del 23 de mayo al 8 de junio se celebra la Feria Nacional del Queso y el Vino 2014 en el municipio de Tequisquiapan, Querétaro. Este festival, organizado por la Secretaría de Desarrollo Agropecuario, ofrece un programa cultural con recorridos por los principales ranchos vitivinícolas, talleres de elaboración de los productos, paseos aéreos, conciertos, exposiciones y muestras artísticas con el fin de difundir el arte y la cultura enológica. El Parque La Pila albergará la 32ª edición de este homenaje a la riqueza gastronómica del país. En él se reunirán expositores y reconocidos productores de queso como VAI, Rancho San Josemaría, La Serpentina y La Biquette, así como productores de vinos nacionales e internacionales como L.A.Cetto, Cavas Freixenet, Santo Tomás y La Redonda, entre otros. Para quienes prefieran el baile antes que catar vinos, Los Ángeles Azules tocarán el 6 de junio. Ya que si lo suyo es lo empalagoso como dulce de leche, Paty Cantú cerrará la celebración el 8 de junio.
•
30 años publicó su primera novela: Galaor. Su obra con más de 20 títulos le ha valido múltiples reconocimientos, como son los premios Villaurrutia, el de la Asociación de Críticos, el Nacional de Literatura Juan Ruiz de Alarcón, el Nacional de Ciencias y Artes y el Mazatlán, además de dos Arieles por su trabajo en un documental y un largo metraje. Su candidatura fue propuesta en octubre de 2012 por los escritores Mauricio Beuchot, Eduardo Lizalde y Vicente Leñero. En el comunicado de la AML se lee que “esta centenaria corporación honra con un reconocimiento público la obra de este escritor, ensayista, dramaturgo, guionista, filósofo y artista plástico, y se enriquece con los incuestionables méritos de su oficio y su arte”.
•
Quinta edición
Cine y otros mundos La quinta edición de Distrital: Cine y Otros Mundos exhibirá 60 películas en diversas sedes del Distrito Federal del 3 al 8 de junio. Este festival surgió en 2010 con el objetivo de promover la creación cinematográfica nacional, enriquecer la oferta de cine mexicano y extranjero en la Ciudad de México y diversificar los espacios de exhibición de materiales audiovisuales. La Cineteca Nacional, el Cine Tonalá, el Instituto Goethe, el Instituto Francés de América Latina (IFAL) y Foro El Bicho serán las sedes. Entre las actividades que se realizarán paralelas al festival se encuentra el Foro Internacional de Cineclubes y Desarrollo Comunitario, el Segundo Seminario el Público del Futuro y por primera vez en el festival se entregará el Reconocimiento Arca del
público a la Mejor opera prima, dotado de 65 mil pesos y una pieza elaborada por el artista Ivan Krassoievitch. Otras secciones del festival son “Meridianos”, estrenos de cine independiente iberoamericano; “Topografías”, estrenos de cine internacional; “Cuadrante”, documentales sobre las vanguardias musicales; “Archipiélagos”, retrospectiva que revisa el trabajo de un director destacado; “Distrito X”, plataforma para exhibir el trabajo experimental de directores actuales, y “Otros mundos”, un punto de encuentro multidisciplinario del festival con actividades académicas, conciertos, instalaciones, presentaciones de libros y exposiciones.
•
En la Sala Telefónica
Ciclo New York Jazz 2014 Desde su apertura, la llamada Sala Telefónica del Centro Cantoral, en la colonia Xoco de la ciudad capital, ha albergado ciclos de jazz. El primero lo bautizaron como Alterna Jazz y luego vino, desde el año pasado, el New York Jazz All Stars. En su edición actual, que empezó en marzo pasado, continua presentando, en su mayoría, a músicos jóvenes de la escena neoyorquina que de alguna forma han sido descubiertos y promovidos por el capo principal de los espacios jazzísticos en Lincoln Center: el famoso trompetista Wynton Marsalis. Entre los próximos incluidos está la nueva personalidad del vibráfono Warren Wolf (junio 14), quien se presentará al frente de su cuarteto. El año pasado dio a conocer un álbum sorprendente de muy buena factura: Wolfgang, en donde lo cobijan tres figuras consolidadas, como el pianista Benny Green, el contrabajista Christian Mc Bride y el baterista Lewis Nash. En su estilo se aprecian un excelente sentido rítmico y su devoción a quien fuera un gran vibrafonista y parte fundamental del Modern Jazz Quartet, el legendario Milt Jackson. Al igual que su ilustre antecesor, utiliza sólo dos baquetas para tocar y busca estirar el sonido de sus notas con su ataque y con un atinado uso del pedal. Wolf ya estuvo al inicio del ciclo de este año formando parte del grupo del pianista Aaron Diehl y es de esperar que en un entorno encabezado por él y con su repertorio se muestre a plenitud. Otro de los incluidos es el guitarrista Kurt Rosenwinkel (julio 5), quién estará al frente de su Standards Trio. Este guitarrista tiene ya una carrera bien consolidada. Ha colaborado con figuras como el pianista Brad Mehldau, el vibrafonista Gary Burton o el saxofonista Chris Potter. Cuenta ya con una decena de álbumes propios, entre ellos Thenextstep, Deep song y Theremedy, este último grabado en vivo en el prestigiado club neoyorquino Village Vanguard. En su carrera ha mostrado una predilección por los temas llamados standard y en su estilo se aprecia un abundante vuelo melódico apoyado en un marcado rigor armónico. También está incluido el prometedor pianista Gerald Clayton (septiembre 6), quien ya estuvo en este ciclo el año pasado formando parte del cuarteto del saxofonista John Ellis y que en 2013 fue seleccionado por la
crítica especializada, en la encuesta anual de la prestigiada revista Down Beat, como mejor pianista emergente. Debo decir que en su actuación con el citado saxofonista mostró algunas de sus virtudes, como un adecuado manejo armónico y una digitación virtuosa, pero no me pareció que haya llegado a un estilo personal, además de que su entrega fue un tanto fría y desapasionada. Quizás estando de líder el resultado pueda ser otro. Vuelve a estar incluido en el ciclo el baterista mexicano, radicado en Nueva York, Antonio Sánchez con su grupo Migration (noviembre 29). Cuenta ya con tres álbumes propios, el más reciente New life, aparte de sus múltiples colaboraciones en giras y discos con figuras de la escena norteamericana como Pat Metheny. Es un extraordinario baterista y lo ha mostrado en abundancia en dichas ocasiones, sin embargo como líder, aun cuando maneja básicamente un repertorio propio, todavía no alcanza la estatura de las grandes figuras de su instrumento de las que es un fiel epígono. El resto de los invitados son unas verdaderas incógnitas, como el cantante Sachal Vasandani y el trompetista Dominick Farinacci, dada su aún breve trayectoria y no muy notoria carrera. De cualquier forma, el ciclo ya nos trajo, en abril pasado, al probado e impecable saxofonista y clarinetista Victor Goines, que alternó con elegancia material propio con temas standard, sobre todo en el clarinete. La citada sala cuenta con una lograda acústica y generalmente con un adecuado trabajo en la ecualización del sonido. El contrabajo que le rentan a los intérpretes de ese instrumento no me ha parecido de la suficiente calidad. Su 800 localidades están distribuidas de tal manera que no hay una gran distancia con los músicos y esto la hace más acogedora. Alberto Zuckermann