100 AÑOS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA. UN CENTENARIO DE LAS CONQUISTAS SOCIALES DEL PUEBLO
La lucha por la tierra y la justicia social, claves de la Revolución Mexicana La Revolución Mexicana se presenta como una enorme guerra campesina por la tierra, que llevada por su propia dinámica pone en cuestión el poder y la estructura del Estado, controlado hasta entonces por los terratenientes, banqueros y mineros. De 14 millones de habitantes, 11 millones vivían dentro del sistema de las haciendas, de los cuales 9 millones eran peones acapillados, es decir eran esclavos de las haciendas. A ello hay que agregar que la dictadura sometía completamente a la población a los designios de hacendados, mineros, banqueros y de las clases dominantes. Eran los señores de la horca y el cuchillo, dueños de vidas y de riquezas. Porfirio Díaz estableció el gobierno dictatorial personal absolutista más perfecto, decía John Kenneth Turner, el periodista estadunidense que escribió el libro México Bárbaro, la primera denuncia internacional de la dictadura porfirista.
El porfiriato Como es ya generalmente reconocido, fue una época de intenso desarrollo capitalista del país. En ella se van articulando y combinando constantemente relaciones capitalista. El régimen porfirista fue bajo su aparente inmovilidad política, una sociedad en intensa transición, la forma específica que adoptó en México el
periodo de expansión del capitalismo en el mundo de fines del siglo XIX y comienzos del XX, en el cual se formó y se afirmó su fase imperialista y monopolista. Ese desarrollo del capitalismo en México bajo el Porfirismo, combinó bajo una forma específica dos procesos que en los países avanzados se presentaron separados por siglos: un intenso proceso de acumulación originaria y un intenso proceso de acumulación capitalista (reproducción ampliada). La construcción de los ferrocarriles, orgullo del régimen porfiriano, expresó concentradamente esta combinación. Ellos se extendieron expropiando tierras de las comunidades para tender sus vías, incorporando a los campesinos así despojados como fuerza de trabajo para su construcción, desorganizando sus formas de vida y de relación tradicionales y arrastrándolos al turbión mercantil del capitalismo. El avance de las vías férreas está constelado de insurrecciones campesinas algunas registradas, muchas otras no en defensa de sus tierras y de su modo de vida, todas reprimidas, todas derrotadas, ninguna como se vería finalmente en 1910 definitivamente y para siempre vencida. Los campesinos sufrían este proceso combinado de acumulación como un despojo de sus tierras y una destrucción de sus vidas, de sus relaciones entre sí y con la naturaleza, de sus ritmos vitales, de sus tradiciones. Era una potencia inhumana y hostil que penetraba arrasando, sometiendo, destruyendo cuanto
les era querido y constituía su identidad social. Y esa potencia se materializaba, además, en el ejército federal, ese monstruo que mediante la leva se construía con la propia carne campesina. El campesinado resistió constantemente ese proceso. Lo resistió como campesino comunitario despojado y lo resistió como peón o como trabajador asalariado. Resistió en su doble carácter combinado. Y la antigua materia de las guerras campesinas, la resistencia a la penetración brutal del capitalismo, se combinó con la nueva materia de las luchas obreras, la resistencia a la explotación asalariada. De esa combinación única, nacida de un proceso también combinado en forma específica y única, nacieron la-explosividad, el dinamismo y la duración extraordinarios del movimiento de masas de la revolución mexicana. Y así como el campesinado, se había visto envuelto en el turbión económico y social del desarrollo capitalista, respondió envolviendo al capitalismo en el turbión social y político de su propia guerra revolucionaria. La revolución mexicana oficial, la de Madero, la del Plan de San Luis, la que empezó el 20 de noviembre de 1910, en realidad terminó el 25 de mayo de 1911 cuando, después de los acuerdos de Ciudad Juárez, Porfirio Díaz se embarcó en el "Ypiranga". Quienes la continúan, haciendo saltar finalmente los acuerdos entre el Porfirismo y el Maderismo, son los campesinos. El foco de esa continuación está en el zapatismo. Detrás de la brecha que éste mantiene abierta, se precipitan todas las masas. Y con ellas, se
precipitan y convergen todas las determinaciones de la historia mexicana sin las cuales es imposible explicar el fantástico dinamismo de la revolución; una historia constantemente fracturada por irrupciones de las masas, en la cual los periodos de continuidad y estabilidad no aparecen como la conclusión de las rupturas anteriores sino, por el contrario, como periodos de acumulación de las contradicciones que preparan las rupturas por venir.
Los magonistas, precursores de la revolución. Los pioneros de las revolución mexicana fueron los magonistas, que publicaron diversos periódicos opositores a Porfirio Díaz (el principal fue Regeneración), fueron encarcelados y exiliados. Esta corriente libertaria denunció la dictadura porfirista y el sistema de esclavitud social que le sostenía. Elaboró el primer programa social y democrático precursor de la Constitución de 1917 y promovió la organización obrera (participaron en las huelgas de Cananea y Río Blanco) y campesina (acuñaron el lema Tierra y Libertad). Al estallido de la Revolución, esta corriente se radicaliza y lanza un programa anarquista de transformación social total (de expropiación de la propiedad, de las fábricas y bancos y de abolición del gobierno).
Los campesinos fueron la base de masas de los tres principales ejércitos revolucionarios: el de Villa, el de Zapata y el de Obregón (en un plano secundario que siempre ocupó el ejército de ese general sin honor y sin conocimientos militares que se llamó Pablo González). Ciertamente, fueron diferentes las relaciones de esas tres fracciones militares con los terratenientes y la burguesía. El obregonismo, como el carrancismo, era un desgajamiento del mismo sector terrateniente del norte. El villismo: Cuya base de campesinos y trabajadores se nutría de una región donde estaban muchos más desarrollados que en el centro y el sur las relaciones salariales y capitalistas en el campo, tampoco enfrentaba programáticamente, en sus objetivos últimos, a ese Estado. Villa querían la tierra, quería la justicia, pero dentro del marco de la pequeña propiedad y del marco democrático formal. Aunque Villa y Madero se proponían objetivos diferentes, el Maderismo de Villa no era una argucia o una astucia, sino la expresión del sometimiento ideológico del campesinado a la dirección de una fracción de las elites económicas. El zapatismo: Fue una insurrección campesina que se propuso recuperar los derechos agrarios y las tierras que las haciendas cañeras habían despojado a las comunidades de Morelos. El Plan de Ayala planteaba como principal demanda el reparto de tierra y no se
planteaba la cuestión del Estado ni la toma del poder. Sin embargo, su voluntad de autonomía irreductible, su carácter de ejército campesino y justiciero, lo enfrentó a las fracciones que representaban a las elites del norte y del centro. Esa diferencia residía sobre todo en qué hacer con la tierra. Y como la base de masas de la revolución daba la lucha por la tierra y la base de los tres ejércitos se movilizaba antes que nada por la tierra y no por la paga.
LA CLAVE DE LA REVOLUCIÓN: EL ZAPATISMO Si observamos la línea que marca la revolución desde 1910 a 1920, veremos una te: la única fracción que nunca dejo la guerra, que tuvo que ser barrida para que callara, fue la de Emiliano Zapata. Después de los acuerdos de Ciudad Juárez, a fines de mayo de 1911, todas las facciones revolucionarias, al llamado de Madero, guardaron las armas: la revolución había triunfado, don Porfirio había caído. Todas, menos la de Zapata: la revolución no había triunfado, la tierra no se había repartido. Los zapatistas se negaron a entregar las armas y a disolver su ejército; se dieron su programa, el Plan de Ayala, en noviembre de 1911, y continuaron tenazmente su combate. Resultado evidente: entre mayo de 1911 (caída de Porfirio Díaz) y febrero de 1913 (asesinato de Madero), es decir, durante un año y nueve meses.
Sólo el Ejército Libertador del Sur mantuvo la continuidad en armas de la revolución mexicana combatido por el mismo Ejercito Federal y el mismo estado que encabezara Díaz y ahora presidia Madero. La revolución burguesa maderista, concluida y hecha gobierno, reprimía a la revolución campesina zapatista, que proseguía sin interrupción la lucha por la tierra. Es plenamente evidente que si no hubiera sido por la continuidad de la lucha zapatista, allí mismo se habría cerrado la revolución mexicana y ésta habría pasado a la historia como una más de las muchas revoluciones. Todo eso se resume en esa verdadera declaración de independencia programática y organizativa que es el Plan de Ayala primer antecedente de las futuras leyes políticas en México. Pero no solo zapata se rebeló frente a madero el general Victoriano Huerta lo destituyo y días después Madero y su vicepresidente José María pino fueron asesinados. Después de estos hechos inicio la lucha constitucionalista encabezada por Venustiano Carranza proclamando el plan de Guadalupe desconociendo a Huerta como presidente y creo al ejército constitucionalista la cual derroto al ejército federal e hiso renunciar a Huerta en julio de 1914 y Carranza se convirtió en presidente provisional. A finales de 1914 se realizo la convención de Aguascalientes donde renacieron las diferencias entre los revolucionarios, y así quedaron divididos entre
zapatistas, villistas y Carrancistas, esta última se impuso a las anteriores ya que representaba los intereses burguesas y además conto con el respaldo de Estados Unidos. Así Villa inicio una guerra en el norte y atravesó la frontera de los Estados Unidos que enviaron tropas para buscarlo, por lo cual él se dirigió a las montañas para refugiarse. En 1917 Carranza logro la aprobación de una nueva constitución y con esto quedaría consumada la revolución ya que ahí se establecían algunas reformas sociales y económicas defendidas en la revolución. Zapata mantuvo la lucha en el sur, hasta que fue asesinado el 10 de abril de 1919; y Carranza seguiría siendo presidente hasta 1920; mientras Villa fue perdonado en 1920, y se retiro a un rancho que le otorgo el gobierno, hasta que fue emboscado y asesinado en 1923. A pesar de que los representantes de las corrientes populares y campesinas de la Revolución Mexicana fueron asesinados, sus ideales quedaron plasmados en la Constitución mexicana. En la carta magna fueron reconocidos los derechos sociales de los campesinos (reparto agrario, ejidos y comunidades), de los obreros (jornada de 8 horas, derechos laborales y sindicales) el derecho a la educación laica y gratuita, a la seguridad social; el bienestar como objetivo del Estado mexicano, el derecho de la nación sobre los recursos naturales y del subsuelo, entre otras. La Constitución
de 1917 resultó en su tiempo (y aun ahora) la más avanzada del mundo. Hoy las elites económicas y políticas quieren eliminar las conquistas sociales de la Revolución porque les estorban en sus planes antipopulares y entreguistas de acabar con la soberanía nacional y con el país mismo.