Vida Sexy

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88 โ ข ohlalรก!


Una actitud para que todo lo que nos rodea sea disfrutable, placentero..., y que nuestro presente nos caliente. Por denise tempone. arte de valeria boquete.

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odríamos hacer una lista de lo que se supone que es sexy: sexy es delgada, pero pulposa, depilada, bronceada, #fit, #healthy, #clean. Sexy es joven, sana, fuerte, femenina. En nuestra mente, lo sexy es, casi exclusivamente, un conjunto de cualidades que nos permiten entrar o mantenernos circulando en el universo de los seres deseables. Sabemos mucho, tal vez demasiado, sobre lo que es ser “sexy para otros”. Nos esforzamos para ser capaces de despertar deseos ajenos y, sin embargo, pocas veces exploramos cómo suscitar ese deseo en nuestras propias vidas. Diseñar existencias que nos mantengan excitadas, seducidas por el mero hecho de respirar, es un arte aún más complejo que seducir. El deseo de vivir, de sentirnos atraídas por lo que sigue en nuestra existencia, puede ser encendido o apagado por principios extraños. El eros, la pulsión de vida, también conocida como libido, es una de las piezas fundamentales de nuestra estructura

psíquica, el motor propulsor de nuestros aspectos más creativos. Este principio está impulsado por el placer, es algo que instintivamente nos lleva a buscar disminuir la tensión y a ir hacia lo que, lisa y llanamente, nos hace sentir bien. No es exagerado decir que llegado cierto punto de nuestras vidas, y especialmente en situaciones estresantes, buscar el placer es un mecanismo de supervivencia, de garantizarnos el combustible emocional que necesitamos para sentir que la vida, siempre misteriosa e insondable, es una aventura y no un absurdo. Buscar lo que te hace sentir cómoda, encendida, fuerte, gánica, no solo es lindo, es necesario, clave, vital. Conectarte con eso, sin culpa, sin vueltas, es un ejercicio que empodera, porque te recuerda que si no hay goce, entonces no hay nada. Que no hay poder real si al final del día no te sentís bien en tu propia piel. Tener ganas de habitar tu vida, en cada aspecto, es el resultado de una vida sexy.

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Sexy es una ética Sexy es no ver el mundo como un lugar repleto de resultados a conseguir y de cosas por ganar, sino de procesos por vivir y experiencias para disfrutar. Sexy es no autoconcebirte como un ser a explotar, a exigir, a disciplinar. Al contrario, pasa por garantizarte ese resto energético para despilfarrar en lo que te hace humana y especial: las fantasías, los proyectos, los placeres de los que no sacás nada ¡excepto ganas de vivir! El más innegociable combustible vital. Y esto implica todo lo que aparentemente “está mal”: acumular calorías deliciosas, horas de sueño excesivas, tardes de no resolver nada y trasnochadas improductivas. No tener nada para decir y mucho para suspirar. Y sobre todo, defender esa “dudosa moral” en la que lo que importa es disfrutar.

Sexy es delirante Un plan para recorrer los bares que ama tu escritor favorito, con la esperanza de encontrarlo. O para ir a ver las estrellas en un lejano observatorio espacial. Comprar un ticket aéreo barato a quién sabe dónde sin valija. Un safari fotográfico frente al mar. Manejar horas para visitar un mariposario o para ir a comprar naranjas a una granja en otra provincia. Sabés que estás en camino a lo sexy cuando, pudiendo resolver las cosas de una manera mucho más fácil, coherente y “safe”, decidís hacerlo del modo en que te hace feliz. Y es que los deseos no se resuelven, los deseos se cumplen. La gente que se mueve para concretarlos entiende sobre disfrutar los procesos y esa gente no puede no ser sexy. Sus vidas, mucho menos.

Sexy es multidimensional En la era de la especialización, muchas oportunidades pueden abrirse si delimitás claramente tu territorio de conocimiento y experiencia. Sin embargo, puertas adentro, limitarse no es tan buena idea. Amputar facetas de tu personalidad es perderte la oportunidad de expandirte. Hay múltiples formas de abrirte a otras energías: escribir poesías si lo tuyo son los juzgados, aprender a programar si lo tuyo es lo volado, diseñar en un contexto exuberante cuando tu vida es seria y formal, son algunas alternativas para pensarte desde otros ángulos. Permitir que la lógica de tu “yo social” se infiltre en tu hogar y en tu intimidad puede ser un tanto venenoso. Lo sexy no es coherente ni lineal. Es más bien una explosión de energía creativa capaz de manifestarse hacia lugares impensados, siempre y cuando te lo permitas.

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Sexy no es sexual, pero... Podés vivir autoestimulada, con ratones que nada tengan que ver con tu cama. Podés excitarte con lugares a conocer, platos para probar, personas con las que compartir y mares en los que bañarte. El erotismo es una gran pulsión de vida. Un impulso por querer dejar tu marca en este mundo. Cuando esto es literal, es sexo, es reproducción, pero como se trata de una energía con miles de posibilidades de canalización, queda en vos qué forma tomará.


Sexy es “complicada” Las mujeres deseantes tienen pretensiones. Tienen fuerzas orientadas a la búsqueda de cosas que parecen simples, pero que el mundo usualmente no les quiere dar. Y entonces, tienen que pelearlas. Tiempo con hijos, tiempo en silencio, tiempo de libertad, respeto a ciclos naturales, libertades, compensaciones justas, reglas claras. Donde hay deseo, hay reclamos, fricciones, enfrentamientos. “Si en nuestra revolución no hay abrazo, sexo y postre, no es nuestra revolución”, dice la periodista Luciana Peker en su libro Putita golosa, consciente de que la afectividad, la sexualidad y la relación con nuestros placeres son mucho más que algo personal. El agrupamiento de deseos en común crea verdaderos temblores sociales. El feminismo, por ejemplo.

Sexy es hedonismo La lógica hedonista prioriza el placer. Incluso en situaciones adversas. La lógica hedonista sabe que, aunque parezca ridículo, un desamor puede ser más fácil de transitar si hay jazmines en la mesita de luz y sales de baño en el botiquín. Sabe que la belleza sensorial tiene un poder inconmensurable, inexplicable, mágico. ¿Por qué bañarte en una bañera desbordante de espuma te da más alegría que hacerlo en una bañera común? ¿Cómo una simple mantita puede darte tanta sensación de protección maternal? ¿Por qué tecleás mejor cuando el color de tus uñas te gusta? El lenguaje de lo sexy se descubre en gestos sutiles que son hallazgos personales. A veces son tan ínfimos que pasan desapercibidos para todos menos para vos.

Sexy es desmesura Sexy es lamer el plato de un postre que amás. Es no irte de la playa hasta no asegurarte de que se fue el último rayito de sol. Es querer inyectarte el olor a pasto en las venas y explotar de sus fotos tu celular. En un mundo en el que increíblemente un jugo verde se presume más que un buen plato de pastas, una vida sexy puede lucir trash, exagerada, golosa y hasta naíf. Probablemente tu desmesura no luzca bien en Instagram, como jamás lucen tan bien las camas manchadas y revueltas de los amantes agotados o tu cara después de una noche entera de fiesta. Las verdaderas desmesuras son privadas, impublicables, intransferibles. No se puede expresar la sed de mar, no se puede expresar el amor por el arcoíris ni capturar el gesto específico que te enamora de un hombre. La desmesura interior no es palpable, pero es puro combustible emocional.

Sexy es expresión “A las mujeres nos enseñan a desconfiar de nosotras mismas y de las otras. Si no nombramos que hicimos una revolución, no lo nombra nadie; y si no nombramos lo que no nos deja dormir o nos hace felices, nadie va a traducir las trasnoches indómitas”, dice Peker. “No hay nada que no se pueda decir en voz tan alta como baja, sin caretas, ni poses, ni performances, para hacer trinar todo lo que solo es discurso y, en verdad, el cuerpo no aguanta”, advierte. ¿Tenemos las herramientas para expresar lo que el cuerpo no puede decir? Aprender a sacar, a dejar ver, a lucir, a darle visibilidad a lo invisible, es una gran manera de desnudarse, de exponerse, de abrir el juego.

Sexy es exposición Lo sexy no puede crearse desde la zona de confort. En las vidas sexies, la información circula. La vas a buscar, hacés que llegue a vos, permitís que gente, pasiones y proyectos nuevos te encuentren. Son las posibilidades de lo que viene lo que te mantiene atenta, despabilada, en carne viva. Claro que no sucede mientras mirás Netflix en el sillón. Sucede cuando intuitivamente te permitís ir hacia lo que te atrae con la convicción de que los mundos que amás te aman y que solo falta que te conozcan.

Sexy es un refugio Es difícil conectarte con tu aspecto sexy cuando vivís en un espacio de confrontación constante o cuando te movés en ámbitos en los que lo lúdico es ridiculizado. Los contextos inciden tanto en nuestra forma de sentir que es perfectamente posible que perdamos sensibilidad ante tantos roces. Encontrar espacios, amigos, amantes que nos dejen mostrar lo que no le mostramos a nadie es una forma de encontrar refugio, de sacarse la armadura y entrar al terreno mullido, cálido y húmedo de lo sexy. Si te sentís bien, no juzgada, cómoda para experimentar, entonces, en ese exacto momento, estás creando tu propio entorno sexy.

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inés dates Nuestra psicóloga.

3 preguntas clave ◗◗ ¿Cuándo dejamos de tener una vida sexy?

Cuando, en la obligación y el apuro, nos desconectamos de la emoción del erotismo, en un sentido amplio, no solamente sexual. El erotismo es la emoción que permite conectarse con lo místico de la vida, con el placer de ser, y que predispone a la belleza. Asociamos lo sexy a lo extremo o al exceso y ahí, en ese punto, solemos asustarnos. ◗◗ ¿Por qué nos cuesta tener una vida sexy? Porque nos exige encontrar conexión con emociones, nos exige ponernos en carne viva y recuperar el cuerpo para una. La preocupación, la responsabilidad, el control, el enojo y la frustración son algunas de las sensaciones que apagan lo sexy. Las vidas extradisciplinadas responden a objetivos y no a habitar la belleza. ◗◗ ¿Cómo recuperamos el sentido del goce? Creando situaciones cotidianas que nos conecten con el erotismo en el día a día. Te damos algunas ideas, pero también es sexy que vos puedas preguntarte “¿qué es lo sexy hoy para mí?”, “¿qué cosas me calientan de mi presente?”, y puedas crear tus propios disparadores: 1. Salí, conocé lugares nuevos, circulá: ganá tiempo. Acostate tarde aunque te levantes temprano: hay un tipo de cansancio que solo se va con diversión. ¿Hace cuánto que no le ponés una cuota de fiesta a tu vida? 2. Buscá exotismo sensorial en lo cotidiano: puede ser un plato que jamás probaste, puede ser una playlist de música étnica, puede ser una sesión de caricias en el silencio. 3. Volvete más curiosa (y más ridícula): bailá sola frente al espejo, aprendé algo nuevo, estudiá cosas que jamás soñaste. ¿Existe acaso algo más sexy que el brillo de la novedad? 4. Explorá otras concepciones de lo erótico: como el cine porno dirigido por mujeres o la literatura sexual feminista. 5. Sentí más tu piel: aprovechá los primeros calores para empezar a andar más liviana y descubierta (¡sí, más vida en pelotas!). No tapes tu cuerpo. Apropiate de tus formas y abrazalas. Es sexy mirarte, cambiar la postura, sentir tus curvas. Y elegir ropa que juegue el delicado juego del “mostrar sin mostrar”: transparencias, escotes, encajes. 6. Buscá cerebros (y no solo cuerpos) que te calienten: a veces, lo más sexy puede ser una conversación sin tiempo con alguien. Déjate fascinar por otras vidas y personas. 7. Volvete más acuática: como elemento vital, el agua es sexy. Caminá abajo de la lluvia, transpirá, buscá un contacto más fluido con la liquidez y empapate de su potencia. Y como un mantra, recordá que el erotismo puede teñir tu vida, es una manera de conectarse con la vida y no una emoción reservada a un puñado de momentos específicos. •

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Entregarse al encuentro Vivir sexy es estar abierta a lo desconocido, a lo diferente, a un otro. Es estar un poco incómoda, un poco expuesta, lista para aprender y aplicar eso que se aprendió, lista para dar, pero también para recibir. El ego interpreta todo como una amenaza, hace que siempre queramos tener razón, por eso, tener demasiado ego nunca es sexy. La vida transcurre entre el caos y el orden, en ese movimiento que hacemos yendo y viniendo de nuestra zona de confort. Ese movimiento constante se llama vitalidad, y la vitalidad, las ganas de vivir y aprender, son lo más sexy del mundo. Los sistemas vivos seleccionan, incorporan, procesan y descartan, van probando. Hacen todo eso de acuerdo a su propio tiempo y necesidad. Para circular de una forma más orgánica, más sexy, tenemos que apagar el evaluador constante y confiar en el sistema. Confiar en nosotras. Lo sexy requiere una entrega a la vida. Porque el término se despliega en toda su dimensión en el encuentro. Necesita del compromiso radical con la verdad sentida de nuestra realidad inmediata. Y la realidad no son siempre músculos firmes, actitudes insinuantes o miradas sostenidas. Ser sexy es atreverse a sentir lo no tan lindo con la confianza de mantener vivo el latido pulsante que se da en el encuentro. Y los encuentros pueden ser tantos como los aspectos que tiene tu vida. Es el sexy del trabajo, cuando alguien recibe lo que hiciste con alegría. Es el sexy del cuidado, cuando hicimos algo que le hace bien a alguien. Es el sexy de la victoria, cuando ganaste ese partido. Es el sexy de la fortaleza, cuando aguantaste algo que salió mal y volvés a intentarlo. Es el sexy de ser útil, cuando te piden un favor y podés hacerlo. Y es el sexy de la belleza, cuando –en mi caso– alaban mi pelo blanco brillante.

experta consultada Lorena Katic van Heerden Coach de vida, profesional y de parejas, formada en Buenos Aires, Chile, Washington y Nueva York.


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