El vampiro reacio

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Drina apenas se dio cuenta del rítmico golpeteo de sus tacones mientras bajaba las escaleras del avión. Su atención pasaba de los muertos árboles invernales que rodeaban la pista de aterrizaje privada al hombre apoyado contra la parte trasera de un pequeño carrito de golf en el borde de la pista. Con el pelo y la piel oscura y un abrigo de cuero negro, podría ser confundido con una sombra si no fuera por sus brillantes ojos negros como el oro. Él miró hacia ella firme y frío, entre su gorro de lana negro y una bufanda, quedándose completamente inmóvil, hasta que ella bajó a la pista asfaltada. Sólo entonces se movió, estirándose, camino a su encuentro. A pesar del frío, Drina forzó una sonrisa. Un saludo temblaba en sus labios, pero allí murió cuando él tomó la pequeña bolsa que llevaba y se volvió sin decir una palabra. Su brusco acto la dejó cortada y con la mirada perdida mientras el hombre se alejaba con su equipaje. Cuando este se sentó al volante del pequeño automóvil, abrió y dejó caer su bolso en el asiento delantero del pasajero, ella se las arregló para sacudirse la sorpresa y seguir adelante, sin resistirse a murmurar, —Hola, usted debe ser Drina Argenis. Un placer conocerla. Por favor, permítame llevar su equipaje. Aquí, por favor tome asiento para que pueda llevarla a la casa del guardián y salir de este frío. Con su audición, sabía que el hombre debió escuchar la sarcástica mímica de lo que le habría gustado que le dijera, pero él no reaccionó ni con hechos ni con palabras. Él solo se limitó a arrancar el motor del coche y esperar. Drina hizo una mueca. Parecía obvio, por donde había puesto su maleta, que esperaba que se sentara en el asiento trasero. Al parecer, no era bienvenida en la parte delantera, pensó con asco mientras se acomodaba en el asiento frío y rígido. Se agarró de la barra de soporte para evitar deslizarse cuando el coche de inmediato se sacudió con el movimiento. El helado metal bajo sus dedos le hizo pensar, no por vez primera, que debió investigar con más detalle los inviernos en América del Norte antes de este viaje. Sin embargo, ya era un poco tarde para eso. Pero, sin duda tendría que hacer uno o dos viajes de compras tan pronto como pudiera, si no quería terminar helada, mientras estuviera aquí. Sin nada más que mirar, Drina observó la avioneta que la había llevado hasta allí volver a la pista de aterrizaje y partir de inmediato. En el momento en que sus ruedas despegaron, las luces en el campo de pronto se apagaron y la oscuridad lo lleno todo. Por un momento, no pudo ver nada, pero luego sus ojos se acostumbraron y vio la nieve hasta las uniones y los esqueléticos árboles que


recubrían la ruta de acceso, y se preguntó cuánto tiempo iba a permanecer en ese artilugio y afuera en el frío. Los bosques no eran tan profundos como le habían parecido desde el avión. Sólo les tomó unos momentos salir del bosque para seguir por un pequeño camino en la ladera abierta y cubierta de nieve de lo que parecía ser un largo garaje y una casa. Era el garaje al que el conductor los dirigió. Los neumáticos crujían sobre la nieve endurecida, cuando se detuvo junto a una pequeña puerta. El hombre que no la había saludado, agarró su bolso y se deslizó fuera de detrás del volante. Y se dirigió a la puerta sin decir una palabra. Alzando las cejas, junto con su temperamento, Drina lo siguió adentro por un corto pasillo. Vio una oficina y un pasillo que conducía a las habitaciones de la izquierda, pero él la llevó por la derecha hasta una puerta y directo al garaje, donde varios vehículos esperaban. Drina echó una rápida mirada a los pocos vehículos del interior. Todos eran iguales, camionetas, pensó que se llamaban. Ella siguió al señor alto, oscuro y silencioso hasta la puerta trasera del pasajero del primer vehículo. Cuando la abrió, él simplemente esperó. Ella lo miró. Parecía obvio que él iba a ser su escolta hasta Port Henry, pero maldita sea si iba a seguir en el asiento trasero como una invitada no deseada por lo que durara, lo que su tío le había dicho que sería un viaje de dos horas. Sonriendo dulcemente, se agachó por debajo de su brazo y pasó junto a él deslizándose hasta la puerta principal. Drina la abrió, deslizándose rápidamente en su interior, para luego volverse y mirarlo desafiante. Su respuesta fue un largo suspiro de sufrimiento, tiro la bolsa al suelo a sus pies, cerrando la puerta. ― Genial, ― murmuró Drina, mientras él caminaba alrededor del vehículo hacia el lado del conductor. Pero supuso que no debía de sorprenderle la actitud del hombre. Él trabajaba para su tío, después de todo, y era el hombre más taciturno que había conocido. Por lo menos, de este lado del océano. Añadió este último pensamiento mientras el señor alto, oscuro y desdichado se deslizaba detrás del volante y encendía el motor. Drina lo vio apretar un botón que abrió la puerta del garaje frente a ellos, avanzaron, pero ella esperó a que él cambiara de marcha entes de preguntarle, ― ¿Nos dirigimos directamente a…? ― Hizo una pausa cuando de pronto él sacó una


carta del bolsillo interno del forro de su abrigo de piel y se la entregó. ―Oh, tenía que darle esto. ―Drina secamente se limitó a tomar el sobre. Alto, oscuro y grosero, enarcó una ceja, pero además de eso no reaccionó. Drina sacudió la cabeza y abrió la carta. Era del tío Lucian, explicando que su escolta era Anders y que la llevaría directamente a Port Henry. Supuso que eso significaba que Lucian no confiaba en que Anders le diera esta información. Tal vez en realidad era mudo, pensó, mirando con curiosidad al hombre mientras deslizaba la carta en su bolsillo. Los nanos debieron haberlo previsto… a menos que, por supuesto, no fuera un problema físico sino genético. Sin embargo ella jamás escuchó hablar de un inmortal mudo. ― ¿No habla en absoluto? ― Preguntó finalmente. Giró con una ceja arqueada en su dirección mientras conducía el vehículo por el camino junto a la casa, y se encogió de hombros. ― ¿Para qué molestarme? Lo estaba haciendo bastante bien usted misma. Entonces... grosero, no mudo, pensó Drina, y frunció el ceño. ― Obviamente, todos esos cuentos que me conto la tía Marguerite sobre los encantadores hombres canadienses eran solo una exageración. Eso hizo que pisara el freno, sacudiéndose alrededor para mirarla con los ojos muy abiertos. Y eran en realidad unos ojos muy hermosos, señaló distraída mientras él ladraba, ― ¿Marguerite? ― Querido Dios, habla de nuevo, ― murmuró con sequedad. ― Espere mi corazón está latiendo. No sé si sobreviviré a la emoción. Con el ceño fruncido por su sarcasmo, él aflojó el pie del freno para avanzar a lo largo del camino de entrada hasta que llegaron a una puerta vigilada. Dos hombres salieron de un edificio pequeño al lado de la puerta saludando. Y de inmediato se dispusieron a abrir manualmente la puerta interior. Una vez que Anders condujo la camioneta, se detuvo frente a una segunda puerta, mientras los hombres cerraban la primera. Luego desaparecieron de nuevo en el interior del edificio pequeño. Un momento más tarde, la segunda puerta se abrió por sí misma, e instó a su vehículo a seguir por un oscuro camino. ― Marguerite, ¿habló de algún hombre en específico de Canadá? ― Preguntó bruscamente Anders, cuando Drina se volvió para ver cerrarse la puerta detrás de


ellos. Ella enarcó una ceja, observando la tensión que ahora se advertía en el hombre. ― Ahora quiere hablar, ¿verdad? ― Preguntó divertida, burlándose, ― ¿Teme ser usted? Él la miró con ímpetu, estrechando los ojos, ― ¿Lo soy? Drina resopló, sabrochó su cinturón de seguridad, y mientras lo hacía murmuró, ― Si lo fuera, le gustaría que se lo dijera. ― ¿Lo haría? Le echó un vistazo para ver que tenía el ceño fruncido. ― Por supuesto que no, ― le aseguró. ― ¿Que chica que se valore querría estar liada con un trabapuertas como compañero? ― ¿Un trabapuertas? ― Chilló él. ― Sí, trabapuertas. Siempre en un gran silencio, y bueno solo para sostener madera. ― Ella le sonrió dulcemente, y añadió, ― Por lo menos, estoy bastante segura de la parte de la madera. Los nanos se aseguran que los hombres inmortales funcionen en todas las áreas. Drina observó con satisfacción como la boca de Anders se quedaba boquiabierta. Se acomodó en su asiento en una posición más cómoda y cerró los ojos. ― Creo que voy a tomar una siesta. Nunca duermo bien en los aviones. Disfruta conduciendo. A pesar de tener los ojos cerrados, ella era consciente de que él no dejaba de mirarla a su manera. Drina lo ignoró y consiguió no sonreír. El hombre necesitaba temblar un poco, y no tenía ninguna duda de que lo haría. A través de los siglos, ella había logrado ser buena juzgando la edad de otros inmortales, y estaba bastante segura de ser unos siglos mayor que Anders. Él no sería capaz de leerla, lo que lo dejaría preguntando… y volviéndose loco, de eso estaba segura. Pero le iría bien. No se necesitaba mucho esfuerzo para ser amable, y la cortesía era necesaria en una sociedad civilizada. Esa era una lección que el hombre debía asimilar antes de ser demasiado viejo para aprender algo. Harper estudió sus cartas brevemente, luego sacó un seis de picas y lo puso en el montón descartado. Miró hacia Tiny, no muy sorprendido de encontrar al hombre


mirando distraídamente hacia las escaleras, en lugar de sus cartas. ― Tiny, ― lo llamó. ― Tu turno. ―Oh. ― El mortal regresó a sus cartas, tomó una entre sus manos como si fuera a descartarla, cuando Harper disparó su mano para detenerlo. Cuando Tiny lo miró sorprendido, le señaló secamente, ― Tienes que tomar una primero. ― Ah, claro. ― Él negó con la cabeza y devolvió la carta que estaba a punto de dejar, y tomó una del montón. Harper se echó hacia atrás con un leve movimiento de la cabeza, pensando, ¡Señor, sálvame de tener una nueva compañera de vida! La idea le hizo hacer una mueca ya que eso era lo único de lo que parecía estar rodeado últimamente: Victor y Elvi, DJ y Mabel, Alessandro y Leonora, Edward y Dawn, y ahora, Tiny y Mirabeau. Las primeras cuatro parejas ya habían estado juntas durante año y medio, y estaban comenzando a reunir algo de inteligencia entre ellos. Aún eran bastante nuevos como para intentarlo a veces, pero al menos podían en realidad aferrarse a un pensamiento o dos por más de un segundo. Tiny y Mirabeau sin embargo, salían recientemente, y no podían pensar en otra cosa que no fuera el uno en el otro… y en cómo encontrar un momento a solas para desnudarse. Y no podían controlar sus pensamientos, por lo que era como tener constantemente una radio encendida en el oído, compañeros de vida porno, 24 horas / 7 días a la semana. Harper supuso que el hecho de que no hubiera hecho sus maletas y se hubiera mudado desde hacía un año y medio, cuando su compañera de vida murió, era probablemente un signo de que era un masoquista. Porque en realidad, no había peor tortura para alguien que acababa de perder a su tan esperado y rezado, compañero de vida, que simplemente, estar al margen y ser testigo de la alegría y calentura de otros nuevos compañeros de vida. Pero no tenía adonde ir. Oh, tenía un apartamento en la ciudad y empresas en las que podía fingir estar interesado, pero, ¿por qué molestarse cuando años atrás las había creado para asegurarse de que no tenía que estar allí para supervisarlas, y así poder viajar, simplemente comprobándolas de vez en cuando? También tenía familia en Alemania a la que podía visitar, pero no estaban cerca, cada uno había creado su propia vida siglos atrás, sin apenas tratar con los demás. En realidad, pensó Harper, Elvi, Víctor, Mabel, y DJ ahora eran lo más parecido a tener una familia. Cuando Jenny murió, las dos parejas lo habían rodeado, abrazado


e introducido en su pequeña familia. Lo habían custodiado y cuidado durante el primer shock ante su perdida, y poco a poco lo llevaron de nuevo a la tierra de los vivos, y estaba agradecido por ello. Tanto así, de hecho, que estaba contento por la oportunidad de pagarles parte de su bondad cuidando todo mientras estaban de luna de miel. Solo que él deseaba que el cuidado de todo no incluyera un par de nuevos compañeros de vida que lo torturaban. Tiny finalmente descartó, y Harper tomó otra carta, pero se detuvo y miró a la ventana cuando el crujido de unos neumáticos sobre la nieve llegó a sus oídos. ― ¿Qué pasa? ― Preguntó Tiny, con voz tensa. ―Un vehículo acaba de llegar a la entrada, ― murmuró Harper, miró a Tiny y enarcó una ceja. ― Tus reemplazos, supongo. Tiny se levantó de inmediato del asiento, y fue a la cocina a mirar por la ventana trasera. Cuando se dirigió a la despensa para tomar su abrigo del armario, Harper se levantó y lo siguió. La llegada de los cazadores de repuesto era algo que sospechaba habían esperado. Y sospechaba que Tiny y Mirabeau se retirarían a su dormitorio y no los volvería a ver. Lo que significaba que podría evitar lo peor de sus pensamientos obsesivos uno del otro… lo que sería una bendición. Tiny al parecer lo vio venir y tomó también el abrigo de Harper. El hombre se lo entregó cuando volvió a entrar en la cocina, ambos se lo pusieron mientras se dirigían a la puerta cubierta. Tiny se puso las botas que sacó mientras estaba en la despensa y se dirigió directamente hacia la puerta, pero Harper tuvo que hacer una pausa para ir hacia la puerta trasera para colocarse las botas antes de ponerse en marcha. Solo le tomó un momento, pero mientras lo hacía y salía al exterior, Tiny ya estaba fuera de su vista. Harper hizo una amarga mueca cuando el viento le dio una bofetada. Siguiendo las huellas del gran mortal en la nieve, se arrastró al otro lado de la cubierta, por los escalones hasta la corta acera que corría por el otro lado del garaje a la calzada. Con los ojos fijos en el suelo, no vio a la persona que se acercaba hasta que casi estuvo encima de ella. Se detuvo abruptamente cuando un par de zapatillas quedaron a la vista delante de sus botas, sorprendido levantó la cabeza y se encontró parpadeando ante una mujer pequeña con un abrigo demasiado ligero para los inviernos canadienses. Su mirada se deslizó de su cabeza sin sombrero a la maleta que llevaba, y luego más allá a los dos hombres de la camioneta.


― Hola. Harper miró a la mujer. Ella le sonreía tímidamente y le tendía una mano sin guante en señal de saludo. ― Alexandrina Argenis, ― le informó cuando él se limitó a mirar su mano. ―Pero todo el mundo me llama Drina. Él sacó la mano del bolsillo, que ella tomó, notando su calidez y suavidad a pesar del frío, se aclaró la garganta y respondió, ― Harpernus Stoyan. ― Él retiro su mano, metiéndola de nuevo en la seguridad de su bolsillo, mientras se hacía a un lado para dejarla pasar. ― Adelante pasa. Hace calor adentro. Y hay sangre en la nevera. Asintiendo con la cabeza, ella pasó de largo junto a él, y Harper la vio marcharse, esperando hasta que la vio desaparecer dando la vuelta a la esquina antes de dirigirse a la camioneta estacionada en la calzada. Tiny y el otro hombre, este sí, vestido de forma más apropiada para el invierno canadiense, con sombrero, guantes y hasta una bufanda, se encontraban aún en la parte posterior de la camioneta. Cuando se acercó, el hombre sacó una nevera nueva del interior y se la entregó a Tiny. Sin embargo, éste en vez de darse la vuelta y regresar a la casa, le dijo, ― Pon tu maleta en la parte superior y me la llevaré también adentro. Harper sonrió débilmente. Tiny era un tipo grande, una pequeña montaña en realidad, y muy fuerte… para un mortal. Él también era utilizado para usar sus músculos entre su propia gente, y ahora olvidaba que estaba tratando con seres inmortales que horriblemente lo superaban en esa área. Pero el recién llegado simplemente colocó una maleta en la parte superior de la nevera y se volvió hacia la camioneta sin hacer comentarios. Tiny de inmediato pasó al lado de Harper dirigiéndose a la casa, dejándolo a un paso del recién llegado curiosamente a la par de la parte trasera de la camioneta. Había dos neveras más en el interior. El hombre las estaba desconectando y quitándoles las cuerdas. ― Harper. Él miró al hombre sorprendido por el escueto saludo, con las cejas levantadas a medida que reconocía los ojos que se volvieron hacia él. ― Es bueno verte, Anders, ― dijo Harper al tiempo que tomaba una de las neveras. ― Ha pasado tiempo. La respuesta de Anders fue un gruñido, cuando tomó la segunda nevera, y salió del vehículo. Hizo una pausa para cerrar las puertas traseras de la camioneta, apretó un botón para bloquearlas, y asintiendo con la cabeza hacia Harper le indicó que le mostrara el camino.


Harper se dio la vuelta, pero se encontró a sí mismo sonriendo, sin poder resistirse a decir, ― Ya veo. Silencioso como siempre. Cuando el hombre, básicamente le dijo que siguiera por la carretera en ruso, Harper se echó a reír. El sonido de su propia risa era algo sorprendente, pero se sentía bien, decidió mientras caminaba a través de la cubierta. Tal vez era una señal de que estaba a punto de salir de la depresión que lo había golpeado cuando Jenny murió. La idea le hizo suspirar para sí cuando cambió de lado la nevera para abrir la puerta de la casa. Había estado hundido en lo más profundo de la autocompasión y la tristeza durante el último año y medio, y aunque supuso que era de esperarse cuando se perdía a un compañero de vida, sería un alivio sentirse más como el mismo de nuevo. No era un hombre naturalmente sombrío, pero encontraba poco por lo que reír o sonreír incluso después de la muerte de Jenny. ― Aquí. ― Tiny estaba delante de él, llegando por la nevera de Harper en el instante en que él entró en la casa. Él se lo dio y vio que se lo llevaba al comedor, donde conectó el cable, ya que el que se había llevado Tiny estaba conectado a una toma en una esquina de la cocina, Harper observó, y supuso que el hombre los estaba extendiendo por toda la casa para asegurarse de que no sobrecargaran un interruptor. Las neveras eran básicamente refrigeradores portátiles y, probablemente, utilizaban una gran cantidad de energía eléctrica. Sintiendo el frío en la espalda, Harper se dio cuenta que le estaba bloqueando la entrada a Anders, por lo que rápidamente se apartó para dejarlo pasar. Luego tiró de la malla metálica y cerró la puerta interior con llave. Mientras se daba la vuelta, Tiny había regresado y estaba tomando la última nevera de manos de Anders. La mirada de Harper se deslizó por el comedor en busca de Alexandrina-Argenis-pero-todos-me-llaman-Drina, y la encontró de pie al lado de la mesa, encogiéndose de hombros dentro de su chaqueta. ― Si esta es toda la sangre, trajiste un montón, ― comentó Tiny con el ceño fruncido y se volvió para llevar la última nevera, esta vez en dirección a la sala de estar. ― Lucian también envió, ―respondió Anders, inclinándose para desatarse y quitarse las botas. ― ¡Dios mío, vuelve a hablar! ― Murmuró Drina con sorpresa fingida. ― Y una frase completa, también.


― A veces incluso puedes obtener un párrafo de él, ― respondió Harper, pero su mirada estaba ahora en Tiny. El hombre se había detenido en la puerta de la sala de estar, se volvió con una creciente expresión en el rostro. Al parecer, no se le había ocurrido que ahora que él y Mirabeau se habían reconocido como compañeros de vida, el cambio era el paso siguiente. ― ¿Un párrafo entero? ― Preguntó Drina con seca diversión, llamando de nuevo la atención de Harper. ― Uno corto, pero sólo un párrafo a la vez, ― murmuró, mirándola. Deteniéndose para mirarla. Ella era menuda, tal como lo había notado en el exterior, lo que era una forma educada de decir baja. Pero también tenía curvas redondeadas en todos los lugares correctos. Posiblemente era española, de piel aceitunada, ojos hundidos, con el hueso de la frente amplio, la nariz recta y, casi prominente. Pero todo ello trabajaba para hacer atractiva su cara, decidió. ― Bien, por supuesto, el cambio, ― murmuró Tiny, atrayendo su atención una vez más, y Harper volvió a él su atención para encontrar al otro hombre mirándolo resuelto. Mientras lo miraba, Tiny enderezó los hombros y siguió a la sala de estar. Harper frunció el ceño y tuvo que morderse las ganas de decirle a Tiny que tal vez debería esperar para realizar el cambio, pero sabía que sólo era una reacción instintiva por su propia experiencia. Era raro que un mortal muriera durante el cambio, y con toda probabilidad, Tiny probablemente estaría bien. Sin embargo, Jenny había muerto, y eso fue en lo primero que pensó, y ahora la preocupación lo atormentaba. Suspirando, se agachó para quitarse las botas. Las puso al lado del radiador, y se enderezó para quitarse el abrigo. Lo puso por encima de su brazo, luego tomó el de Anders cuando este terminó de quitárselo y cruzó la habitación para tomar el de Drina mucho antes de agacharse en la pequeña despensa tras la esquina de la cocina. Era la entrada al garaje, pero también el lugar donde estaba el armario. ― Handy. Harper miró a su alrededor para ver que Drina estaba en la puerta de la cocina, deslizando los ojos alrededor de la pequeña habitación de madera. Su mirada se deslizó de nuevo hasta él cuando llegó a las perchas, y fue a reunirse con él para tomar su abrigo. ― Déjame ayudarte. No tienes por qué ocuparte de nosotros. ― Ella colgó el abrigo en el segundo gancho que recuperó de él y el de Anders, dejando que sólo colgara el suyo.


Harper murmuró un “gracias”, pero tuvo que luchar contra el impulso de asegurarle que estaba bien y sacarla de la habitación. El pequeño espacio de repente parecía más pequeño con ella allí, una buena parte del aire parecía haber salido con su entrada, dejando dentro un caliente vacío insoportable que lo había sonrojado, y necesitaba oxígeno. Solo me siento extraño, se dijo. Nunca había sido claustrofóbico antes de esto. Sin embargo, Harper se sintió aliviado cuando terminaron la tarea, y pudo iniciar su regreso a la cocina que era más grande. ― Entonces, ¿dónde está esa Stephanie, a quien se supone que debemos proteger? ― Preguntó Drina, deslizándose sobre uno de los taburetes que corrían a lo largo de la barra en forma de L que separaba la cocina del comedor. ― Durmiendo, ― respondió Harper, alejándose de ella en la mesa del comedor para recoger las cartas de su juego con Tiny. ― Stephanie sigue las horas mortales, ― explicó Tiny, entrando en la cocina, también. ― Así que pensamos que sería mejor si uno de nosotros estaba con ella durante el día y otro durante la noche para vigilar todo mientras ella duerme. Yo tengo turno de noche. ― Están preocupados por la falta de seguridad aquí, ― explicó Harper, guardando las cartas en su caja y moviéndose para ponerla sobre el mostrador. Drina frunció el ceño y miró a Tiny. ― ¿Pero no es al revés? Tú eres mortal, ¿no? ¿No deberías estar durante el día y Mirabeau por la noche? Tiny sonrió con ironía. ― Así habría sido todo más fácil, pero solo fue este día. Además, mientras yo pueda estar con ella durante el día o la noche y vigilar lo demás, alguien tiene que dormir con ella en su habitación, y esa tenía que ser Mirabeau. ― Cuando Drina enarcó una ceja, se explicó, ― No creía que fuera una buena idea dejarla sola en su habitación toda la noche. Aquí no hay valla, no hay ninguna alarma… Podrían pasar horas antes de que nos diéramos cuenta que se había ido, si era secuestrada, o… ― ¿O qué? ― Preguntó Drina cuando Tiny vaciló. Fue pura cortesía de su parte, Harper lo sabía. La mujer podría haber leído lo suficiente como para averiguar lo que él era recio a decirle, en cambio le estaba preguntando por respeto. Tiny se quedó en silencio mientras se quitaba su propio abrigo, pero finalmente admitió, ― Hay cierta preocupación de que Stephanie podría tratar de huir y regresar con su familia.


― ¿En serio? ― Preguntó Drina estrechando los ojos. Tiny asintió con la cabeza. ― Al parecer, Lucian leyó la idea en su cabeza una o dos veces. Cree que sólo quiere verlos, y no necesariamente acercarse a ellos, pero… ― se encogió de hombros. ― De todos modos, en lo que a ella concierne, y ninguno sabe por qué, alguien tiene que estar con ella las 24 horas / 7 días a la semana debido a Leonius. ― Así que la estaremos vigilando no sólo por un ataque del exterior, sino por una posible fuga de la prisión, ― murmuró Drina. ―Y debido a esto, ¿Mirabeau ha estado durmiendo en la habitación de Stephanie con ella? Tiny se encogió de hombros. ―Eso fue la primera noche. Sólo llevamos aquí desde antes de ayer, Elvi, Victor, DJ, y Mabel estaban aquí, estaban aquí antes vigilando. Pero los cuatro se fueron esta mañana, así que… ― hizo una mueca. ― Cuando Stephanie se fue a la cama, Mirabeau lo hizo así. Drina suspiró, sonrió irónicamente y dijo, ― Bueno, supongo que esa será mi tarea a partir de ahora. Tomaré una bolsa de sangre, luego subiré y relevaré a Mirabeau. Harper tuvo que sonreír por la expresión de Tiny. El hombre parecía dividido entre gritos de aleluya, y protestas de que no era necesario hacerlo esta noche, que podía hacerse cargo de relevarla mañana. El deber contra el deseo, supuso. Tiny y Mirabeau habían traído aquí a Stephanie desde Nueva York, a escondidas de su iglesia, donde varias parejas se casaron en una gran ceremonia, incluyendo a Victor y Elvi. Ellos habían salido por una puerta secreta de la iglesia, viajando hasta cierta distancia a través de una serie de túneles de alcantarillado antes de salir a la superficie. Después la habían llevado hasta Port Henry, donde Victor y Elvi los habían estado esperando para darle la bienvenida a la niña. Ahora que Tiny y Mirabeau estaban oficialmente fuera, con la llegada de Drina y Anders, Lucian había insistido en que se quedaran para superar los peores síntomas de los nuevos compañeros de vida. Harper sospechaba que sentía la responsabilidad de ayudar mientras permaneciera aquí. Y lo haría probablemente sintiendo que debía hacerlo para pagar su alojamiento y desayuno mientras permaneciera aquí el próximo par de semanas. ―Es el deber de Drina, ― le anunció Anders, ahorrándole la lucha interna a Tiny. ―Es mejor que alguien menos distraído que Mirabeau este con Stephanie en su habitación. Además, ahora es nuestra preocupación. Vosotros ahora estáis fuera de


servicio. Tiny dejó escapar un pequeño suspiro y asintió con la cabeza, pero añadió, ―Sin embargo, vamos a ayudar mientras estamos aquí. ―Esperemos que no sea necesario, pero lo apreciamos, ― dijo Drina cuando Anders solo se encogió de hombros. Ella entonces se levantó de su taburete y miró a Anders y a Harper en tono interrogativo. ― ¿Qué sangre debo usar? ¿La de las neveras o de la del refrigerador? ― Cualquiera de los dos, ― dijo Anders, encogiéndose de hombros. ― Llegara más en un par de días. Harper fue hasta el refrigerador para sacar una bolsa para ella, pero sacó tres más y volvió con ellas en las manos. ― Gracias, ― murmuró Drina, aceptando la bolsa que Harper le ofreció. Ella le encajó los colmillos, pero de pronto se puso rígida y se volvió para mirar por encima de su hombro. Siguiendo su mirada, Harper se percató de que Teddy estaba entrando al comedor desde el vestíbulo. ― Me pareció oír voces, ―dijo el hombre con un bostezo, pasándose una mano a través de su espeso pelo gris. ― Lo siento si te desperté, Teddy. ― le dijo Harper, e hizo un gesto a los recién llegados. ― Los refuerzos que Lucian prometió han llegado. ― Y se volvió para explicarles a Drina y a Anders. ― Teddy Brunswick es el jefe de policía aquí en Port Henry. También es un amigo, que ofreció quedarse y ayudar a vigilar hasta que llegarais. ― Mirando de nuevo al hombre, le dijo, ― Teddy, ella es Alexandrina Argenis. Pero prefiere que la llamen Drina. Teddy asintió con la cabeza en un saludo a Drina, y luego miró a Anders cuando Harper terminó, ― Y su pareja, Anders. ― Hmm. ― Teddy enarcó las cejas. ― ¿Anders es nombre o apellido? ―Ninguno. ― Anders respondió, y terminó con cualquier posibilidad de interrogatorio haciendo estallar su bolsa de sangre en la boca. Teddy frunció el ceño, pero se movió hasta el pequeño cuarto trasero, al armario ropero. Él volvió un momento después con un abrigo en una mano y un par de botas en la otra.


―Ahora que la caballería ha llegado, supongo que me iré a casa y me meteré en mi propia cama, ― anunció, colocándose en una silla del comedor para ponerse las botas. ― Gracias por estar aquí, Teddy, ― murmuró Tiny. ― Preparé una olla de café justo antes de que Drina y Anders llegaran. ¿Quieres una taza para el camino? ―Eso estaría bien, ―dijo Teddy con admiración, acabando con una bota y tirando de la otra. Tiny se trasladó inmediatamente al armario y sacó un termo. Al tiempo que Teddy terminaba de calzarse la segunda bota, Tiny ya había servido el café, agregando el acompañamiento. Esperó a que Teddy se colocara el abrigo y entonces le entregó el termo. ― Gracias, ― murmuró Teddy al aceptarla. ― Lavaré la taza y la devolveré mañana cuando venga a ver cómo están las cosas. ― Suena bien, ― respondió Tiny con un guiño, mientras acompañaba al hombre a la puerta y lo veía salir. ― Bueno, ― dijo Drina, tirando la bolsa que había quedado vacía de sus colmillos y moviéndose alrededor de la barra para tirarla a la basura. ― Supongo que es hora de que me vaya a la cama. Harper esbozó una leve sonrisa por su gesto cuando lo dijo. Sólo pasaba un poco de la una. Ir a la cama ahora era lo mismo que para un mortal acostarse a las cuatro de la tarde. Por lo que dudaba que ella fuera capaz de dormir en un buen rato. De hecho, él sospechaba que probablemente no sería capaz de quedarse dormida hasta antes del amanecer, y para entonces tendría que levantarse con Stephanie por la mañana. Ella pasaría por un mal momento hasta que se ajustara a sus nuevos horarios, pensó con simpatía. ― Es la habitación en la esquina frontal a la derecha de la entrada por las escaleras, ―dijo Tiny amablemente. ― Aunque no estoy seguro de cuál de las dos camas individuales eligió Mirabeau. ―Voy a averiguarlo, ―Drina le aseguró cuando tomó su maleta. ―Buenas noches, muchachos. ― Buenas noches, ―murmuró Harper, junto con los demás. Él la miró hasta que dejó la habitación, y pudo escuchar sus pasos en las escaleras. Luego frunció el ceño y miró hacia las luces, preguntándose porque la habitación de repente parecía un poco más oscura.


2

Drina se detuvo ante la puerta del dormitorio que Tiny le había señalado y abrió la puerta. En el momento en que lo hizo, alguien se sentó en la cama cercana. Mirabeau, adivinó, y retrocedió mientras la mujer se levantó y fue a unirse a ella en el pasillo. — ¿Nuestro reemplazo?— Susurró Mirabeau mientras se deslizaba por la puerta cerrada silenciosamente. Vestía pantalones de correr y una camiseta sin mangas: lo suficientemente cómodo para dormir pero lista para la acción si era necesario. — Drina Argenis,— dijo Drina con un asentimiento de cabeza, ofreciendo su mano. — Mirabeau-La Roche.— Se estrecharon las manos, y luego Mirabeau preguntó, — ¿Lucian dijo que Anders iba a venir contigo? — Sí, está en la planta baja con los otros,— dijo Drina. — Vine a relevarte. Voy a dormir en el cuarto de Stephanie a partir de ahora. — No puedo decir que lamente renunciar a ese trabajo. No he pegado ojo,— admitió Mirabeau secamente. — Yo no creo que lo haga tampoco. Al menos no esta noche,— admitió Drina con un suspiro. Ella no había dormía por la noche desde… bueno, en realidad no recordaba haber dormido por la noche. Encogiéndose de hombros, añadió, — Aunque mañana por la noche puede ser una historia diferente. Para entonces ya puedo estar lo suficientemente agotada para dormir realmente. — Esperemos,— dijo Mirabeau, mirando hacia las escaleras. — Vamos,— dijo Drina con regocijo mientras recogía su maleta. — Tiny sin duda está volviéndose ansioso esperando por ti. Mirabeau asintió con la cabeza y se alejó. — Buenas noches. — Buenas noches,— murmuró Drina, y se dirigió a la puerta del dormitorio abriéndola para deslizarse en su interior. La habitación no estaba completamente a oscuras, las cortinas eran pesadas, pero un débil resplandor de las farolas exteriores se seguía deslizando alrededor de los bordes. Entre eso y su vista, Drina pudo ver casi tan bien como si fuera luz del día. Dejó su maleta junto a la cama, consideró brevemente cambiarse de ropa, pero luego decidió que el suéter y los pantalones


vaqueros que llevaba estarían bien. No quería despertar a Stephanie, y no era probable que durmiera de todos modos, pensó mientras bajó para sentarse en el lado de la cama. — ¿No vas a cambiarte de ropa? Drina se volvió bruscamente y miró por encima del hombro mientras la joven en la cama de al lado se desplazaba sobre su lado enfrentándola y levantó su brazo para apoyar la cabeza en la mano. — Puedes encender la luz, si quieres. No estoy durmiendo ya. Drina dudó, pero luego supuso que si iban a ser compañeras de cuarto, ella al menos debería presentarse a la chica. Parándose, se movió alrededor de la cama para sentarse en el lado que miraba hacia Stephanie, mientras la chica se inclinó para encender la lámpara de la mesilla de noche. El hábito, supuso Drina. Como inmortal, Stephanie debería haber sido capaz de ver tan bien como lo hacia ella. La repentina luz fue brevemente cegadora, pero después de parpadear varias veces, Drina se encontró a sí misma mirando a una pequeña rubia. Ella habría dicho que la chica tenía quince años, pero Stephanie parecía más joven. Tenía un rostro hermoso, pero el cuerpo de una niña, todavía un tanto desgarbado y de pecho plano. — Hola.— Stephanie pasó a sentarse con las piernas cruzadas en su propia cama. — Eres Alexandrina Argenis, pero prefieres ser llamada Drina. — Y tú eres Stephanie McGill,— dijo ella con calma, pensando que Lucian debía haberles dicho a Mirabeau y Tiny, quien iba a venir, y se lo informaron a la chica. — Ellos no me lo dijeron,— dijo Stephanie con una sonrisa. Drina parpadeó. — ¿Perdona? — Tú sólo pensabas que Tiny y Beau me dijeron quién iba a venir, pero no lo hicieron. Leí tu mente. Drina se sentó un poco hacia atrás, los ojos entrecerrados. La chica sin duda sonaba como si acabara de leer su mente, pero no era posible. Drina era vieja, más vieja que su tío Víctor, y Stephanie era una nueva convertida. La adolescente posiblemente no podía leerla. — Tal vez sea porque has encontrado a tu compañero de vida,— sugirió Stephanie con un encogimiento de hombros. — Eso, por lo general, os hace legibles, ¿no?


— Er… — Drina instintivamente movió la cabeza en negación. — Marguerite te sugirió a Lucian, porque piensa que Harper es tu compañero de vida. — Mierda.— Drina se hundió en su asiento. La chica, realmente, la estaba leyendo. Esa era la única explicación, puesto que Marguerite le había dicho a Lucian que no quería saber quién era, siempre y cuando no fuera Anders. Ella y Marguerite eran las únicas en el mundo que lo sabían. — Además de mí,— dijo Stephanie con diversión. — Además de ti,— estuvo de acuerdo Drina con un suspiro. Al parecer, solo encontrar al hombre había sido suficiente para que comenzara a afectarla. Genial. — Fue inteligente que te hubieras mantenido fría y no sólo soltar que él podía ser tu compañero de vida. Harper va a ser un hueso duro de roer,— dijo Stephanie de pronto. — Él peleará contra este asunto del compañero de vida. — ¿Por qué dices eso?— Preguntó Drina con cautela. — Porque no es el dolor por Jenny lo que lo está haciendo tan miserable. Es culpa. Él piensa que si nunca la hubiera conocido y tratado de cambiarla, ella todavía estaría viva. Eso lo está consumiendo. No cree que merezca ser feliz. Cree que tiene que sufrir por su muerte. Luchará contra esto y te evitará por el próximo par de siglos, hasta que sienta que ha sufrido bastante si se entera de que sois compañeros de vida… a menos que te impongas sobre él. Drina la miró fijamente, sorprendida de escuchar esa sabiduría de alguien tan joven. Stephanie de repente sonrió y admitió, — Yo no soy Yoda o algo así. Me limito a repetir lo que Marguerite te dijo. — Ella dijo eso, pero yo no lo estaba pensando,— dijo Drina con el ceño fruncido. — Sí, lo estás. Está molestándote en la parte posterior de tu mente y, probablemente, ha sido así desde que ella lo dijo. Eso y la idea de que acabas de averiguar que finalmente habías encontrado a tu compañero de vida, y en lugar de ser fácil, como esperabas al encontrar a un compañero de vida inmortal, va a ser aún más delicado que si él fuera mortal.— Ella hizo una mueca. — Conozco la sensación.


— ¿Lo haces?— Preguntó Drina en voz baja. — Oh, sí. Nada está a la altura de tus expectativas,— murmuró, y luego hizo una mueca y dijo, — Al igual que antes… cuando yo era humana, solía fantasear con cómo sería ser, ya sabes, diferente. Especial. Incluso una o dos veces fantaseé con que me gustaría ser un vampiro. Pensaba que sería genial. Fuerte, inteligente… nadie se burlaría de mí, nadie podría hacerme cualquier cosa que no quisieras y toda esa mierda.— Ella suspiró y sacudió la cabeza. — No es así en absoluto. Claro, soy más fuerte, y los niños en la escuela no podrían meterse conmigo, pero no estoy en la escuela, ¿verdad? Y parece que hay incluso más problemas que cuando era ser humano. — Aún eres humana, Steffie,— dijo Drina en voz baja, sintiéndolo por la niña. Marguerite le había dicho todo acerca de la chica como parte de su esfuerzo para convencerla a aceptar la asignación. Sabía que el verano pasado Stephanie había sido una feliz y saludable mortal con toda su vida por delante… hasta que ella y su hermana mayor, Dani, habían sido llevadas al aparcamiento de una tienda de comestibles, en un pueblo rural por un grupo de sin colmillos. La chica había sido aterrorizada y convertida en contra de su voluntad, y ahora toda su vida había cambiado. Mientras que Lucian y sus hombres la habían rescatado, ahora era una Desdentada, inmortal pero sin colmillos, y no podía volver a su vida anterior. Al igual que Dorothy quedó atrapada en un tornado y cayó en Oz, Stephanie había perdido a su familia y amigos y había sido lanzada en medio de una vida totalmente diferente, no de su elección. Había tenido una sacudida ruda y no se merecía lo que le había sucedido. Y Drina no estaba sorprendida en absoluto de que esto no era lo que la muchacha había previsto cuando se había imaginado la fantasía imposible de ser un vampiro. Al darse cuenta de que la niña la miraba extrañamente, le preguntó indecisa, — ¿Qué? — Mis hermanos y hermanas siempre me llaman Steffie. — Oh, lo siento,— murmuró Drina. El nombre de su hermano era Stephano y siempre lo llamaba Steff. Suponía que acababa automáticamente de convertirlo en femenino. — ¿El nombre de tu hermano es Stephano?— Preguntó la chica con interés. Reprimiendo un bostezo, se recostó en la cama. — Tendrás que hablarme de él, pero mañana. Estoy muy cansada ahora. A veces, este negocio de lectura de los pensamientos es agotador. Buenas noches.


— Buenas noches,— murmuró Drina, mientras la chica se tumbaba de lado, lejos de ella y se acomodaba en su cama. Ella vaciló un momento, entonces, considerando si debería tomarse el tiempo para cambiarse ahora o solo apagar la luz para que la niña pudiera conciliar el sueño. — Adelante. La luz no me molesta,— murmuró Stephanie. — Además, mientras sepa que tú no crees que vayas a dormir, tendrás una mejor oportunidad de hacerlo si te sientes más cómoda. Drina negó con la cabeza y se levantó para coger su maleta y tirarla en la cama. No estaba acostumbrada a tener a alguien leyéndole el pensamiento. Ella era lo suficientemente vieja para que la mayoría de la gente no pudiera. Y definitivamente no le gustaba. Tendría que guardar sus pensamientos con más cuidado, suponía, y luego dejó de pensar por completo y se concentró sólo en cambiarse rápidamente a un par de pantalones de correr blancos y una camiseta de tirantes blanca también. — Buenas noches,— murmuró Stephanie, mientras Drina cerraba la maleta y volvió a colocarla en el suelo. — Buenas noches,— susurró ella en respuesta y se metió en la cama, y luego apagó la luz y se acostó. A pesar de que lo hizo, Drina sabía que estaba a punto de pasar una noche muy larga preocupándose sobre qué hacer con Harpernus Stoyan. Ella había oído hablar de compañeros de vida mortales reacios, pero este era realmente uno para los libros de récord. Sólo ella podría terminar con una pareja de vida vampiro renuente. Harper no creía que hubiera estado dormido mucho tiempo cuando de pronto estaba despierto de nuevo. Frunció el ceño, miró hacia la ventana, observando la astilla de luz brillante del sol tratando de deslizarse alrededor de los bordes de las persianas. Escuchó que podía haberlo molestado, pero el silencio se enredó a su alrededor como una manta. Él estaba realmente dormido otra vez cuando un apagado retazo de risa hizo que sus ojos se abrieran una vez más. Frunció el ceño, se sentó y escuchó con más atención, pero la casa estaba en silencio, sin ni siquiera los sonidos crujientes de la escalera o de las tablas de los pisos llegando a sus oídos. Nadie se estaba moviendo en el interior de la casa, decidió, pero luego otra risa llegó a sus oídos, y se volvió hacia la ventana, de donde estaba seguro había venido el sonido. Harper miró las persianas por un momento y luego salió de la cama y caminó por el suelo hasta la ventana, la que daba a la cochera y la calzada en la parte posterior de la casa. La luz del sol entraba a raudales en el momento en que tiró de uno de los listones hacia abajo, y Harper parpadeó contra esta, entrecerrando los ojos hasta que se


acostumbraron. A continuación, revisó lo que podía ver de la calzada y el patio trasero. Pasó un momento antes de que encontrara la fuente de los sonidos que había oído, y luego Drina apareció a la vista en la acera junto al garaje. Estaba deslizándose en su camino hacia la calzada de entrada, sus zapatos de correr sin darle la tracción en el hormigón helado. Sus torpes esfuerzos provocaron otro retazo de diversión desde algún lugar fuera de vista. Stephanie, decidió Harper, seguro que era la chica a pesar de que aún no podía verla. Al volver la mirada hacia Drina, él frunció el ceño cuando se fijó en su ropa de invierno. Llevaba unos vaqueros, que estaban bien, pero las zapatillas eran totalmente inadecuadas, y su abrigo era demasiado ligero para este tiempo. Tampoco tenía guantes ni sombrero, lo que le sugería que no había sido preparada para un invierno canadiense, cuando había salido en su viaje desde España. Ella probablemente pensó que solo asistiría a las bodas en Nueva York, pasando la mayor parte de su tiempo en el hotel, la iglesia, o los coches y no necesitaría más equipo pesado, pensó él, y luego hizo una mueca cuando una bola de nieve de repente se disparó desde alguna parte a un lado y se estrelló contra la parte posterior de la cabeza de Drina. El golpe la tomó completamente por sorpresa y la hizo saltar. En el momento siguiente, sus pies, salieron de debajo de ella y estaba sobre su trasero en el hormigón helado. También estaba maldiciendo hasta los codos en un español que él podía incluso escuchar a través de la estruendosa carcajada de Stephanie. Con la preocupación corriendo a través de él, Harper dejó la persiana volviendo a caer en su lugar y se apresuró fuera de la habitación, deteniéndose sólo lo suficiente para tirar de un par de jeans a su paso. Una vez abajo, estuvo a punto de correr hacia afuera con el torso desnudo y sólo en los vaqueros, pero el frío que lo golpeó cuando abrió la puerta de la cocina, y la vista de la puerta mosquitera cubierta de nieve, le hizo reconsiderar eso y darse prisa hasta el armario de la despensa. Sin embargo, se apresuró en tirar de unas botas y un abrigo, y no le importó hacerlo mientras salía corriendo de vuelta a través de la cocina y salía al porche. La calzada estaba vacía y no había ninguna señal de alguna de las mujeres al cruzar el porche. Por un momento, Harper casi pudo haber creído que había imaginado toda la cosa que había visto desde su ventana, pero luego vio donde la nieve había sido desacomodada por la caída de Drina, así como las huellas en torno a la calzada. Él las siguió rápidamente por todo el garaje, y se detuvo bruscamente. Stephanie estaba en el asiento delantero del pasajero de la SUV, inclinada y mirando algo en el


lado del conductor, pero fue el trasero de Drina moviéndose en la puerta abierta del conductor mientras jugueteaba con algo debajo del tablero lo que lo llevó a hacer un alto. El culo de la mujer estaba cubierto de nieve y bamboleándose como una manzana en la superficie de un río mientras trabajaba en lo que sea que estaba haciendo. Era un espectáculo interesante, decidió, y luego le dio a su cabeza una sacudida y siguió adelante, tomando conciencia de su conversación mientras se acercaba. — ¿Estás segura que sabes lo que estás haciendo?— Estaba preguntando Stephanie, medio divertida y medio preocupada. — Yo siempre puedo simplemente buscar y encontrar las llaves. — He hecho esto antes,— le aseguró Drina por debajo del tablero de instrumentos, su voz sonaba molesta. —Puedo hacer esto. Es sólo que los coches parecen estar conectados de manera diferente a la nuestra en Europa. Stephanie resopló ante la reclamación. — No creo que los conecten de forma diferente. ¿Hace cuánto tiempo fue la última vez que hiciste esto? — Veinte años más o menos,— admitió Drina en un murmullo, y luego maldijo en español, y añadió con determinación, —Puedo hacer esto. Iremos de compras. — ¿Hay algo en lo que pueda ayudar a las señoras? — Preguntó Harper, haciendo una pausa detrás del trasero bamboleante de Drina y sólo resistiendo la necesidad de sacudir la nieve del mismo. En realidad, su trasero debía estar frío, encerrado en nieve así. Stephanie lo miró con los ojos muy abiertos, pero Drina se puso rígida, deteniendo su meneo por completo. Ella se quedó congelada por un momento, volvió la cabeza hacia arriba, maldijo mientras se estrellaba contra el volante, y murmuró en voz baja cuando se retiró del vehículo. Por supuesto, él estaba justo detrás de ella y no se movió a un lado con la suficiente rapidez. Su parte trasera se estrelló contra su ingle, y ella pisó sus pies. Jadeando una disculpa, Drina inmediatamente tropezó de nuevo hacia delante para separarse de él, perdió su equilibrio, y comenzó a caer. En su esfuerzo por salvarla de la caída, Harper logró conseguir enredar sus propios pies con los suyos y se encontró estrellándose contra el pavimento helado con ella. — ¿Estás bien?


Harper abrió los ojos ante esa pregunta preocupada y volvió la cabeza para ver que Drina se había puesto a sí misma sobre sus manos y rodillas a su lado y estaba observándolo con preocupación. Su abrigo estaba abierto a pesar del frío, revelando una camisa de seda de corte bajo que se abría un poco gracias a su posición. Lo que le dejó una vista extraordinaria de los senos, llenos y redondos, encerrados en un sujetador de encaje blanco que se veía bastante atractivo contra su piel aceitunada. Parpadeando, desvió su mirada de la deliciosa vista y miró más allá de ella a Stephanie, quien estaba casi muerta de la risa en el SUV, y luego él suspiró y dijo secamente, — Viviré. — Hmm.— Los ojos de Drina flotaron hasta su pecho desnudo, donde su abrigo se había abierto, y él vio una de sus cejas levantarse, pero entonces ella se puso de pie y le ofreció una mano. — Lo siento,— murmuró ella mientras le ayudaba a levantarse. — Me has asustado. — Es culpa mía,— le aseguró, tomando un momento para sacudirse. Luego se enderezó y miró hacia la puerta abierta del SUV. — ¿Qué estabas haciendo? — Er…— Drina se sonrojó con aire de culpabilidad y se volvió hacia el vehículo. — Necesito botas y un abrigo más pesado, y Stephanie necesita un par de cosas también, así que simplemente íbamos a salir de compras. — Hmm.— Sus labios temblaban, y luego dijo, — ¿Así que ibas a cablear el SUV? Drina chasqueó la lengua con irritación por haber sido sorprendida, y luego dijo con exasperación, — Anders tiene las llaves, y no quería molestarlo para conseguirlas. — Ah.— Harper miró de su cara avergonzada y desafiante al vehículo y viceversa, y entonces preguntó, — ¿Tienes licencia para conducir aquí? ¿O incluso licencia de conducir española? — ¡Bah!— Drina le restó importancia a la pregunta. — Nosotros no los necesitamos. Si un oficial de policía trata de detenernos, solo los controlamos. — Ah, sí.— Harper asintió con la cabeza. Él había esperado como mucho una explicación en tono de disculpa, — Pero no puedes hacer eso en Port Henry. Puedes en cualquier otro lugar, incluso en Londres, pero no aquí. — ¿Qué?— Ella le miró con sorpresa.


— Lucian le prometió a Teddy que su gente seguiría las leyes mientras estén en Port Henry, y que ninguno de nosotros usaría el control mental sobre Teddy o su ayudante,— explicó Harper. Drina entrecerró los ojos, y señaló secamente, — Lo que no está prometiendo es que no lo hará él mismo. — No,— Harper admitió con una sonrisa. — Pero Teddy no entendió eso en el momento. — Hmm,— dijo ella con irritación, y luego miró a la cara de preocupación de Stephanie e hizo una mueca. — No te preocupes. Todavía iremos. Solo vamos a llamar un taxi. Stephanie parecía dudosa. — ¿Crees que incluso tenemos taxis aquí? Quiero decir, es un pequeño pueblo bonito. Drina se volvió hacia él preguntando. — ¿Los tienen? — En realidad, no creo que los tengan. O por lo menos si lo hacen, no he oído hablar de uno,— admitió Harper, y cuando los hombros de Drina empezaron a caer con lo que parecía ser la derrota, se encontró a sí mismo diciendo, — Puedo llevarte en mi coche. Ella parecía tan sorprendida como él lo estaba por su oferta. En verdad, Harper no tenía ni idea de dónde había venido eso. Acababa de decirlo bruscamente sin siquiera pensarlo de verdad primero. — ¿No duermes durante el día?— Preguntó Drina con el ceño fruncido. — Hablando de lo cual, ¿qué estás siquiera haciendo? Harper se limitó a sacudir la cabeza y se alejó para comenzar a retroceder por el camino, diciendo, — Voy a agarrar una camisa, mis llaves, la cartera y regreso. — Mi risa lo despertó, pero él no quería hacernos sentir mal por decirlo,— anunció Stephanie. Drina se volvió a echar un vistazo a la niña en el SUV. Al ver que la atención de Stephanie estaba en Harper mientras corría por el suelo hacia la puerta de la cocina, Drina rápidamente robó un puñado de nieve del techo del SUV y lo trabajó en una bola mientras pregunta, — ¿Cuál risa lo despertó? ¿Tu risa cuando estaba deslizándome en la acera? ¿O tu risa cuando me golpeaste con la bola de nieve, y me cayó como una tonelada de ladrillos?


Stephanie se volvió con una mueca de arrepentimiento a su manera. — Fue muy divertido,— comenzó, y luego sus ojos de repente se estrecharon y bajaron a buscar las manos de Drina. Al darse cuenta de que la niña había leído su mente y sabía lo que estaba haciendo, Drina rápidamente le disparó la bola de nieve, pero Stephanie era más rápida, girando y agachándose al mismo tiempo, así que la bola falló y golpeó la ventanilla del pasajero en su lugar. — Demasiado lenta,— se burló Stephanie. Drina se encogió de hombros. — Eso está bien. Te atraparé cuando menos te lo esperes. Stephanie se rió entre dientes, sin preocuparse por la amenaza, y se deslizó fuera del SUV para caminar alrededor y reunirse con ella. — Él tiene un pecho bonito, ¿verdad? Desde luego tenía un pecho bonito, pensó Drina, y había estado en apuros para simplemente no lanzarse encima de este y dejar caer la baba todo el camino hasta la parte superior de sus pantalones vaqueros cuando lo había visto. Pero se había restringido, y ahora simplemente se encogió de hombros, preguntando, — ¿Has notado su pecho, verdad? — En realidad no. Sobre todo me di cuenta de que te habías dado cuenta,— respondió Stephanie con diversión. Drina giró los ojos con disgusto. Este asunto de ser fácil de leer iba a convertirse en un grave dolor en el culo a este ritmo, decidió. — Tú te mantuviste tranquila, sin embargo,— la alabó Stephanie. — Él no tenía ni siquiera un indicio de que estabas babeando por dentro. — Yo no estaba babeando,— le aseguró Drina secamente. — Oh, sí. Lo estabas,— dijo Stephanie en una carcajada. Drina suspiró. — Está bien, quizá un poco por dentro.— Ella se encogió de hombros. — ¿Qué puedo decir? Ha sido medio milenio desde que siquiera he notado el pecho de un hombre.


En realidad, había sido más que eso, se dio cuenta y esperaba por Dios que su himen no hubiera vuelto a crecer en los años intermedios. — ¡Oh, Dios mío! Eso no ocurre, ¿verdad? Drina parpadeó ante aquella exclamación horrorizada y echó un vistazo a Stephanie confundida. — ¿Qué? — ¿A los nanos no… les gusta… reparar tu himen después de haber sido roto, así que cada vez que tienes relaciones sexuales es como la primera vez?— Preguntó ella con un horror profundo, que dejó a Drina boquiabierta. — ¡Dios mío, no!— Le aseguró. — ¿Dónde demonios conseguirías una idea como esa? Stephanie se hundió con alivio, y luego explicó, — Tú solo estabas pensando que esperabas que el tuyo no hubiera vuelto a crecer. — Oh, yo… eso era… solo estaba teniendo un minuto sarcástico y de autocrítica en mi cabeza. Cielos.— Ella cerró los ojos un instante, los abrió de nuevo, y dijo solemnemente, — Chica, tienes que permanecer fuera de mi cabeza. — No estoy en tu cabeza,— dijo Stephanie con cansancio. — Estás hablando en la mía. Drina frunció el ceño, bastante segura de que no estaba tratando de hablar en su cabeza. — Entonces ¿por qué ellos no lo hacen?— Preguntó Stephanie de repente, una mueca tirando de sus labios. — ¿Por qué no quién qué?— Preguntó Drina, confundida otra vez. — ¿Por qué los nanos no reparan el himen cuando se rompe?— explicó ella. — Pensé que su trabajo consistía en mantenernos perfectos y todo eso. — No perfectos. Nadie es perfecto,— le aseguró Drina. — Son programados para mantenernos en nuestro pico, lo mejor que cada uno puede ser como individuos. Stephanie hizo un gesto para restarle importancia a eso con impaciencia. — Sí, pero si te rompes un hueso, lo arreglan. ¿Por qué no repararían el himen si estaba roto?


— Bueno…— Drina hizo una pausa, su cerebro en blanco, y luego negó con la cabeza sin poder hacer nada. — No lo sé. Tal vez los nanos no crean que el himen sea algo que necesite arreglo. O tal vez a los científicos no se les ocurrió incluir el himen como parte de la anatomía cuando los programaron,— sugirió, y luego hizo una mueca, y añadió secamente, — Estoy contenta como el infierno de que ellos no lo reparen. — Lo sé,— gimió Stephanie. — Eso sería vil. — Hmm.— Drina asintió con la cabeza y le dio un pequeño escalofrío ante la idea, pero luego la miró bruscamente. — ¿Has tenido relaciones sexuales? — No, por supuesto, que no.— Stephanie se sonrojó de la vergüenza. — Entonces ¿por qué estás tan horrorizada ante la idea de los nanos reemplazando el himen?— Preguntó ella, mirándola estrechamente. Stephanie resopló. — He leído. No se supone que sea divertido perder la virginidad. Drina se relajó y se encogió de hombros. — Es diferente para diferentes personas. Para algunas es doloroso, para otras no tanto, para algunas hay sangre y para otras no. Puede ser todo correcto para ti,— dijo tranquilizadora, y luego frunció el ceño y añadió, — Pero… ya sabes… no debes apresurarte hacia allí para averiguar cuál será tu caso. Tienes un montón de tiempo para tratar ese tipo de cosas. Mucho tiempo,— subrayó. — Ahora suenas como mi madre,— dijo Stephanie con regocijo. Drina hizo una mueca. Ella de alguna forma se sentía como su madre en ese momento. Desde luego, de repente tenía mucha más simpatía por los padres que tienen que dar la charla del sexo. Querido Dios, no podía ni siquiera imaginarse esa conversación. — Afortunadamente para ti, mi madre ya me dio esa charla,— dijo Stephanie con una sonrisa. — Me estás leyendo otra vez,— se quejó Drina. — Te lo dije, no te estoy leyendo. Eres del tipo que empuja sus pensamientos en mí.


Drina frunció el ceño y volvió a pedirle que le explicara lo que quería decir, pero se detuvo para echar un vistazo hacia el garaje mientras una de las puertas comenzó a girar hacia arriba. — Harper debe estar listo para irse,— comentó Stephanie. — Deberías dejarme tomar el asiento delantero. —Debería, ¿tendría que hacerlo?— Preguntó Drina con expresión divertida. — Definitivamente,— le aseguró Stephanie. — No queremos que piense que te gusta o comience a preocuparse por los compañeros de vida y esas cosas. Hazme señas de esa forma cuando nos acerquemos al coche. De esta manera Harper pensará que no te importaba sentarte en la parte delantera con él. Drina sonrió levemente, pero solo asintió con la cabeza. No podría lastimar, y no le importaba si estaba en frente o no de todos modos. — Y tú deberías sentarte justo detrás de él, no detrás del asiento del acompañante,— susurró Stephanie mientras la puerta del garaje terminaba de abrirse, y vieron a Harper haciéndoles señas desde el asiento del conductor de un BMW plateado. — ¿Por qué?— Susurró Drina a su vez, usando la excusa de cerrar la puerta aún abierta del SUV para retrasar acercarse al coche. — De esa manera, cada vez que mire en el espejo retrovisor, te verá,— señaló ella. Drina la miró con sorpresa. La chica era inteligente, pensaba, y sabía por la forma en que Stephanie sonrió ampliamente que había oído el cumplido. Riéndose, deslizó su brazo alrededor de la niña y lo utilizó para dirigirla hacia el coche. — Puedes sentarte en el frente si quieres,— dijo ella con diversión, dirigiéndola de esa manera, y entonces separándose para moverse hacia el lado del conductor del coche. — ¿Estás segura que no te importa?— Le preguntó Stephanie con preocupación fingida, deteniéndose junto a la puerta del pasajero. — No, en absoluto,— dijo Drina secamente y tuvo que morderse el labio para contener la risa cuando la niña le sonrió por encima del techo del coche, fuera de la vista de Harper. Sacudiendo la cabeza, Drina abrió la puerta de atrás y se deslizó detrás de él.


— Gracias, Harper. Esto es muy amable de tu parte,— dijo Stephanie mientras se deslizaba en el asiento del frente. — ¿No es dulce, Drina? — Mucho.— Estuvo de acuerdo con suavidad. — No hay problema,— les aseguró Harper, sonriéndole a Stephanie, y luego se encontró con la mirada de Drina en el espejo retrovisor y le sonrió también. — Sólo dime dónde quieres ir, y estamos allí. — Bueno, Drina insistió en que teníamos que quedarnos en la ciudad, porque no conoce su camino de vuelta, por lo que sólo íbamos a ir a Wal-Mart. Sin embargo, contigo conduciendo, tal vez podríamos ir a Londres,— dijo Stephanie apurada. —No lo creo, Stephanie,— dijo Drina, con firmeza cuando Harper dudó. — No es sólo que no conozco la zona. Creo que es mejor que nos quedemos en la ciudad hasta que estemos seguras de que ninguno de los chicos de Nueva York te rastreará. Aquí al menos tenemos la casa relativamente cerca y puedo llamar a Teddy Brunswick si necesitamos ayuda. — Pero hay tantas tiendas interesantes en Londres,— protestó Stephanie. — Podríamos ir a Garage o a Gap o… — Te diré que,— interrumpió Harper. — ¿Y si lo intentamos en Wal-Mart hoy para lo primordial, y luego tal vez más adelante en la semana podemos aventurarnos en Londres si no encuentras todo lo que necesites aquí en el pueblo? Stephanie dejó escapar un suspiro. — Oh, está bien. — Bueno. Así que, poneos sus cinturones de seguridad, y estaremos de camino. Drina sonrió irónicamente ante el tono aliviado de Harper y la hizo colocarse su cinturón de seguridad, luego se sentó en silencio en el asiento de atrás mientras maniobraba el coche fuera del garaje y pasaba el SUV. — Si eres la hija de Lucian y hermana de Víctor, ¿cómo es que tu nombre es Argenis y no Argeneau? Drina parpadeó ante la súbita pregunta de Stephanie, cogida un poco por sorpresa, pero fue Harper, quien respondió. — Argenis es básicamente la versión en español de Argeneau. Son derivados de la raíz del mismo nombre,— dijo Harper, sonando como un maestro de escuela. — A medida que cada rama de la familia se extendió a diferentes áreas del mundo, el


nombre cambió para adaptarse a la lengua de esa zona. Argenis en España, Argeneau en Francia, Argent en Inglaterra, y así sucesivamente. Stephanie miró a Harper con curiosidad. — Entonces, ¿cuál es el nombre original? — Creo que era Argentum, lo que significa plata en latín,— dijo Harper solemnemente. — Era porque sus ojos son azul plateado. — ¿Llamaban a la gente por su color de ojos?— Preguntó Stephanie con incredulidad. Harper se echó a reír al ver su expresión. — En aquel entonces en realidad no tenían apellidos. Eran en su mayoría nombres de pila y luego descripciones, como Juan, el barbero, o Jack el carnicero, o Harold el valiente y así sucesivamente. — ¿Así que era Lucian el de plata?— Le preguntó dubitativa. — Algo por el estilo,— dijo Harper encogiéndose de hombros. — Hmm.— Stephanie se dio la vuelta para mirar a Drina. — ¿Y tú eres una cazadora por contrato en España? Drina asintió con la cabeza. — ¿Es diferente a ser un cazador por contrato aquí? Drina enarcó las cejas. — No lo sé. No parece estar tan lejos. — Ellos tienen leyes diferentes en Europa,— dijo Harper en voz baja. — ¿Cómo cuáles?— Preguntó Stephanie, volviéndose hacia él. — Morder a los mortales no es ilegal allí,— respondió Drina secamente cuando Harper dudó. Ella sabía que era la razón de la duda. Era un pequeño problema entre el consejo de América del Norte y el Europeo. — ¿Puedes morder a la gente allí?— Stephanie frunció el ceño. — ¿Así que Leonius no sería un canalla en Europa? — Dije morder, no matar o convertir. Confía en mí, Leonius sería canalla en cualquier lugar,— dijo ella con sequedad, y luego suspiró. — Entonces, siempre que sean discretos y no indebidamente en detrimento de los mortales, los inmortales pueden morder a los mortales en Europa. Aunque,— agregó con firmeza, —


aunque aún no lo han prohibido, es un poco mal visto por la mayoría, y la mayoría de los inmortales se adhieren principalmente a la sangre en bolsas. — ¿Tú has mordido mortales?— Preguntó Stephanie con curiosidad. — Por supuesto,— dijo ella secamente. —Nací mucho antes de que hubiera bancos de sangre. — Pero desde los bancos de sangre, ¿los has mordido?— Persistió Stephanie. Drina hizo una mueca, pero admitió de mala gana, — Sólo los adultos que consienten. Los ojos de Stephanie se abrieron como platos, y chilló, — Te refieres a durante el sexo. Drina parpadeó. Eso no había sido lo que había querido decir en absoluto. Había estado pensando en las ocasionales cenas formales en las casas del consejo superior, lo que incluía a veces bocados dispuestos para que los huéspedes se alimentaran. Era algo con lo que no estaba ya muy cómoda, pero había tenido que participar cuando se vio obligada a asistir… y Stephanie debería saber eso. Ella podía leer su mente. Y la había leído antes, así que sabía que habían pasado eones desde que se había preocupado por el sexo. Drina miró con curiosidad a Stephanie, preguntándose lo que la chica estaba haciendo. — Yo no sé por qué todo el mundo piensa que es tan caliente estar desnudo, sudoroso y hundir sus dientes entre sí,— dijo Stephanie con disgusto, y luego miró a Harper, y dijo, — Quiero decir, imagina que estuvieras solo con Drina manteniéndote ocupado. Ambos estáis desnudos y calientes y ella se arrastra sobre tu regazo, sus tetas desnudas balanceándose en tu cara… ¿De verdad querrías hundir tus colmillos en ellos? — Er… Drina volvió su mirada hacia el espejo retrovisor para ver que Harper parecía bastante desbordado. Su cara enrojecida, los ojos vidriosos, y luego de repente giró el volante y aparcó el coche que se detuvo con una sacudida. — Estamos aquí,— dijo Harper ahogado, prácticamente arrojándose fuera del vehículo y cerrando la puerta con un golpe contundente. — Tú, pequeño diablo,— murmuró Drina mirando a Harper tambaleándose hacia la tienda.


— Sí, soy buena,— dijo Stephanie con una sonrisa. — Ahora está pensando en tener sexo contigo. Drina volvió la mirada hacia la niña, mirándola pensativa. — Eres algún tipo de demonio. Stephanie se lo tomó como un cumplido y sonrió cuando salió del coche.


3 Harper dio un paso a través de las puertas corredizas del Wal-Mart, luego hizo una pausa cuando Stephanie pasó junto a él para tirar de un carro de entre un pequeño montón que esperaba delante de ellos. Desplazándose incómodo, miró a su alrededor, su mirada se posó apenas sobre Drina antes de escabullirse. ― Probablemente pueda encontrar algo para entretenerme en el departamento de video si vosotras chicas preferís comprar sin tener que arrastrarme alrededor. ― Oh, no, ― protestó Stephanie. ― No será tan divertido sin ti, Harper. Además, la opinión de un chico siempre es vital cuando se trata de moda. ―Vital, ¿eh? ― Dijo con una leve sonrisa. ― Muy importante. Mi padre siempre dice que ninguna mujer puede decirle a otra mujer lo que se ve mejor en ella, sólo un hombre puede, ― le aseguró. ― Y Drina y yo queremos lucir lo mejor posible en caso de que nos encontremos a algunos tipos fornidos, cuando ella me lleve a almorzar. ― ¿Almorzar? ― Preguntó con el ceño fruncido. ― Oh. ― Stephanie frunció el ceño. ― Bueno, prometió que iríamos a comer después de las compras, pero eso fue cuando íbamos por nuestra cuenta. Supongo que ahora, eso está fuera de los planes, ― añadió, bajando la cabeza con decepción. ― Te llevaré a almorzar, ― dijo Harper rápidamente cuando su labio inferior empezó a temblar. ― ¿En serio? ― Stephanie se iluminó de nuevo. Radiante de alegría, le dio un abrazo. ― Gracias, Harper. Aquí, puedes empujar el carro; te dará algo que hacer mientras Drina y yo tiramos ropa en él. Vamos, Drina. Necesito montones de ropa. ―Hmm, ― murmuró Harper, tomando su lugar tras el carro mientras ella bailaba frente a él para liderar el camino. Tenía la impresión de que estaba jugando aquí, impresión que sólo se solidificó cuando Drina se rió y murmuró “tonto” en voz baja mientras seguía a Stephanie por los pasillos. Harper negó con la cabeza y siguió a la pareja, suspirando cuando se dio cuenta de que sus ojos parecían estar atados a la parte trasera de Drina y aparentemente no estaban dispuestos a dejarla. Era culpa de Stephanie. Eso de estar desnudo y sudoroso con Drina, entrando en ella, moviéndose en su regazo, con sus pechos balanceándose… ¿Quería hundir sus colmillos en ella? Las palabras de la niña habían pintado un cuadro en su cabeza de ellos dos entrelazados en las sábanas de su cama, Drina a horcajadas sobre su regazo y él hundiendo sus colmillos en ella. Había sido una imagen más bien estimulante que le había dejado caliente,


sonrojado, nervioso, sin aliento, y condenadamente emocionado. Y, demonios, sí; él hubiera querido hundir sus colmillos en ella, así como otras cosas. La idea lo sobresaltó, por lo que Harper no podía empujar el carro y alejarse de la imagen lo suficientemente rápido. Por desgracia, la imagen lo seguía. Supuso que no ayudaba el que accidentalmente hubiera visto cuán redondos y llenos serían sus pechos balanceándose si gateara desnuda hasta su regazo. La imagen de ella sobre sus manos y rodillas en el camino cubierto de nieve, con su top y su boca abierta mostrando sus hermosas curvas, acudió a su mente de nuevo. Suspirando, Harper apartó sus ojos de Drina y levantó su cara con un poco de esfuerzo cuando ella se detuvo a examinar algunas prendas de vestir a las que se habían acercado. En el vistazo que había conseguido de su rostro por el espejo retrovisor, Drina no perecía tan afectada por la imagen que Stephanie había pintado de ellos como él lo había estado. En todo caso, su expresión cuando había mirado a Stephanie había sido bastante confusa, aunque no estaba seguro de por qué. ― ¿Qué piensas, Harper? Parpadeando, dirigió su atención a Stephanie y enarcó una ceja con incertidumbre. ― ¿Qué pienso sobre qué? ― De estos, ― dijo Stephanie con una sonrisa, y sostuvo un par de bragas frente a la ingle de Drina. Eran de seda roja con adorno de encaje negro. ― ¿Crees que los hombres encontrarán atractivas estas? Combina con el sujetador, también. ― Lo sostuvo frente a los pechos de Drina y miró el efecto con la cabeza inclinada. ― Creo que son una preciosidad, pero Drina dice que el material del sujetador es demasiado débil y sus pezones se mostrarían a través de él cuando tuviera frío. ¿Les importa a los hombres el bulto de los pezones? ― Yo…― Harper se quedó repentinamente con la mente en blanco, mientras se imaginaba a Drina en el conjunto, con sus pezones erectos, presionando el material hacia afuera. ― No. ― ¿Ves? Dijo ―Yo no‖. Te dije que a los hombres no les importa el bulto de los pezones, ― dijo Stephanie con una sonrisa, y tiró el sujetador y las bragas en el carro. Harper miró impotente los trozos de material y meneó la cabeza. Él no había querido decir que no le importaban los bultos de los pezones. Infiernos, no estaba seguro de lo que había querido decir. Tal vez por favor, no me hagas esto. Esa chica era… bueno, no sabía qué pensar de Stephanie. Ella había estado tranquila y con aspecto triste la primera vez que había llegado a Puerto Henry, pero había resurgido un poco bajo la atención de Elvi y Mabel antes de que ellas se hubieran ido. Sin embargo, ella aparentemente había salido realmente de su caparazón con la llegada de Drina y estaba siendo más precoz. Sin embargo, no creía que tuviera una


idea de cómo sus sugerencias y palabras le estaban afectando. No había duda de que era lo suficientemente joven como para realmente pensar que un hombre podría tan solo mirar esas cosas sin verse afectado, pero… Su mirada saltó a Drina, y se preguntó qué estaba haciendo de todo esto. Había estado demasiado ocupado mirando el material delante de ella e imaginándolo en su cuerpo, para incluso captar la expresión de su rostro en ese momento. Aunque tenía la vaga sensación de que parecía avergonzada por el comportamiento de la niña. Ella no parecía preocupada ahora, sin embargo, completamente inconsciente de su presencia, con una expresión serena cuando Stephanie levantó un corsé negro y rojo frente a ella. ¡Un corsé, por amor a Dios! ― Eres muy afortunada de tener el cuerpo para usar estas cosas. ― Stephanie suspiraba en sintonía con lo que estaba diciendo. ― Tienes hermosos senos. Me di cuenta cuando te estabas cambiando de ropa la noche anterior. Espero tener los pechos como tú cuando termine de crecer. Son llenos y redondos, igual que las chicas en las películas. ― Querido Dios, ― murmuró Harper, forzando a sus ojos y oídos a permanecer lejos de la pareja cuando su cabeza se llenó de nuevo con la imagen de los llenos y redondos pechos de Drina en encaje blanco. ¿Era así como las mujeres hablaban cuando estaban a solas? ¿Comentando sobre pechos y cosas como esas mientras se desnudaban delante de las demás? Y si lo era… bueno, era algo. Pero él no era una chica, y sin embargo ellas no parecían preocupadas por tener esa discusión delante de él. ¿Qué diablos tenía que decir? Supuso que eso decía que no estaban pensando en él como un hombre sexual, y dedujo que así era como debería ser. Stephanie era demasiado joven para pensar en cualquier hombre de esa manera... esperaba. Y no era como si Drina fuera su compañera de vida. La mujer tenía bastante edad, probablemente ni se molestaba mucho por el sexo a pesar de los esfuerzos de Stephanie de decorarla como una tarta y enviarla a la caza de chicos fornidos. Harper estaba más que aliviado cuando las mujeres terminaron en el departamento de ropa interior y se trasladaron a la ropa real. Al menos lo estaba hasta que Stephanie insistió a Drina a probarse un ceñido vestido negro y modelarlo para ellos en caso de que tuviera la oportunidad de salir y tenía que ―levantar los talones‖ un poco. El vestido no era nada especial... hasta que Drina se lo puso. Se veía como si Stephanie le hubiera dado el tamaño incorrecto. Drina parecía reventar hacia afuera por todas partes, sus pechos desbordando las copas hasta el punto de estar casi derramándose, y la abertura en el frente era tan alta que Harper temía que mostrará más que el muslo al subirse en algo o al sentarse con él.


― Perfecto, ― pronunció Stephanie, sacándolo de su estupor. Miró de Drina a Stephanie con incredulidad. ― Sin duda, ¿el tamaño es incorrecto? ― En realidad, es justo de mi tamaño, ― dijo Drina, mirándose en el espejo. ― Pero está... ― Hizo una pausa, con la boca abierta cuando ella le dio la espalda. La parte de atrás de Drina era tan generosa como sus senos, y no podía dejar de observar la forma en que el material se aferraba a sus curvas… o lo corta que era la falda. Si se agachaba, estaba seguro de que la falda se subiría hasta la mitad de sus caderas. Apenas había tenido la idea cuando Stephanie dijo, ― Tal vez deberías agacharte, Drina. Tenemos que estar seguras de que puedes hacer eso en este vestido. Drina se encogió de hombros y se inclinó por la cintura como si fuera a recoger algo. La falda no se levantó hasta la mitad sus caderas como había temido, pero estaba suficientemente arriba como para que alcanzara a ver sus bragas blancas de encaje. ― Está bien, ― decidió Stephanie. ― Sólo se ven un poco las bragas cuando haces eso. ― Entonces no me agacharé, ― dijo Drina secamente mientras se acomodaba. Harper cerró los ojos y se las arregló para no gemir. Esta era una experiencia que él estaba seguro jamás olvidaría… y, definitivamente, nunca se repetiría, pensó torvamente. Las mujeres estaban locas. ― Creo que deberíamos conseguir unos zapatos FM para combinar con él cuando vallamos en busca de las botas de invierno, ― anunció Stephanie, y Drina asintió con la cabeza mientras se deslizaba de nuevo en el vestidor para ponerse sus vaqueros y su blusa. ― ¿Zapatos FM? ― Preguntó Harper sin comprender. ― Es como mi hermana llama a los tacones altos, ― explicó Stephanie. ― Oh. ― Frunció el ceño y preguntó, ― ¿Es una marca o…? ― No. Significa algo, pero nunca me dijo que, ― le dijo Stephanie con una mueca, y luego se encogió de hombros. ― Tal vez Drina nos lo pueda decir. Parecía saber de lo que estaba hablando. ¡Oh, mira! ¿No se vería esto encantador en ella? Harper se quedó mirando el paquete de medias hasta el muslo que Stephanie estaba sosteniendo y sacudió desconcertado la cabeza. Era como si la niña estuviera vistiendo a una Barbie prostituta. Parecía ansiosa por meter a Drina en los más ajustados y sexys artículos disponibles. No es que Drina pareciera estar luchando contra sus esfuerzos. Aunque, para ser justos, el vestido negro era la única ropa


externa que encajaba en esa descripción. El resto de la ropa que había elegido eran pantalones vaqueros en su mayoría sensatos y cómodos, camisetas, etc. Pero, francamente, cada pedacito de la ropa interior era clasificación X. ― A las chicas les gusta las cosas bonitas, ― anunció Stephanie con una sonrisa. ― Mi hermana, Dani, dice que es como un secreto. Los hombres no saben lo que tenemos bajo nuestra ropa. Podemos parecer bibliotecarias o marimachos en el exterior, pero en el fondo podemos ser tan secretamente sexys y bonitas como nos plazca. ― Se volvió hacia las medias y sonrió. ― Tendrías que haber visto las pequeñas braguitas lindas y el sujetador de color rosa que Drina llevaba la noche anterior. Sufrí algo de seria envidia cuando las vi. No puedo esperar a usar ese tipo de cosas. Lucían increíbles contra su piel olivácea. Harper parpadeó, llenando su mente con una imagen de Drina en bragas y sujetador de color rosa pálido, en increíble contraste contra su piel más oscura. Maldita sea, pensó con un suspiro, cuando Drina salió de los vestidores. ― Creo que voy a llevármelo. Uno nunca sabe lo que necesitará vestir, ― dijo Drina a la ligera, poniendo el corto vestido negro de cóctel en el carro. ― ¿Qué falta? ¿Abrigos, botas, sombreros y guantes? ― Sí, ― Stephanie echó un vistazo a la cazadora que llevaba e hizo una mueca. ― Tiny eligió esto para mí ayer, lo que fue muy dulce, porque si no, no habría tenido un abrigo en absoluto. Sin embargo, es muy grande y en realidad, simplemente no es mi estilo. ― Hmm. ― Drina miró el gran abrigo y asintió. ― Podemos conseguirte otro. ― ¡Gracias! ― Stephanie sonrió y se giró para liderar el camino. Harper empezó a empujar el carro detrás de ella. Cuando Drina se puso a caminar a su lado, se aclaró la garganta, y comentó, ― A juzgar por todo lo que has elegido, no pareces haber traído mucho contigo para este viaje. ― Oh, bueno, sólo estaba esperando ir a la boda, pasar un par de días en Nueva York, y luego regresar a España. No contaba con este pequeño añadido, ―explicó con ironía. Harper asintió; había pensado eso al ver el tamaño de su maleta cuando la había visto la noche anterior. ― ¿Así que te ataron en el último minuto? Ella asintió, pero sonrió. ― No me importa, sin embargo. Hasta el momento ha sido muy divertido. Stephanie es… ― Drina vaciló, y luego se encogió de hombros. ― Ella es realmente una niña dulce. ― Hizo una mueca, se echó a reír y dijo, ― Bueno, excepto por la parte en que decidió que yo debía encontrar un buen chico granjero canadiense para jugar mientras estoy aquí.


― Así que eso es de lo que se trata todo esto, ― dijo con ironía. Drina asintió. ― Desde que leyó mi mente y vio qué mi vida ha sido todo trabajo y nada de diversión, ha decidido que debo divertirme. ― Ella es extremadamente buena leyendo mentes, ― dijo Harper solemnemente. ― Muy raramente buena en eso, ― acordó Drina, con expresión preocupada. ― Los recién transformados por lo general no pueden leer a nadie todavía, pero ella no solamente lee la de los nuevos compañeros de vida, sino también la de sus no compañeros de vida, y aún la de aquellos de nosotros que somos siglos o milenios mayores que ella. ― Se mordió el labio, y admitió, ― En realidad, dice que no está leyendo las mentes en absoluto, sino que todos estamos hablando en su cabeza. ― Hmm. ― Harper frunció el ceño al oír las palabras. ― ¡Oh, Drina! ¡Estos son tan bonitos y suaves! ― Gritó Stephanie, llamando su atención mientras se frotaba un par de guantes de color rojo contra su mejilla. Habían llegado a la sección de ropa abrigada. Forzando lejos la preocupación en su rostro, Drina se movió junto a la chica, dejando a Harper siguiendo sus pasos. Él lo hizo más lentamente, con la mente consumida por las palabras de Drina mientras observaba a las dos mujeres examinar las opciones de guantes, sombreros y bufandas. Ahora comprendía la aparente determinación de Stephanie de vestir a Drina con los conjuntos más calientes que pudiera encontrar. La niña probablemente se sentía culpable porque la mujer estuviera encadenada en ayudar a cuidar de ella y quería pagarle de alguna manera. O tal vez al leer la mente de Drina, había recogido en su alma la profunda soledad que la mayoría de los inmortales sufrían. De cualquier manera, parecía que su respuesta era el deseo de encontrar un novio para Drina mientras estuviera aquí. La niña seguía pensando como una mortal y no se daba cuenta de que tales relaciones no eran realmente muy satisfactorias para los de su clase. Para ella, una mujer probablemente no estaba completa sin un novio en el brazo. Y al parecer, Drina estaba complaciendo a la chica. Pero lo de que Stephanie decía que no leía la mente, sino que todo el mundo hablaba en su cabeza era preocupante. La verdad era que a menos que un inmortal acabara de encontrar a su compañero de vida, sus pensamientos eran generalmente más privados, y los demás podían leerlos. A pesar de que era de mala educación hacerlo, los inmortales lo hacían todo el tiempo, lo que significaba que todos tenían que proteger sus pensamientos alrededor de otros. Pero nunca había oído hablar de alguien que estuviera experimentando lo que afirmaba Stephanie. Harper se preguntaba qué podría significar mientras las chicas elegían sombreros, bufandas y guantes, y se trasladaban a los abrigos. No fue hasta que Stephanie los condujo hacia la sección de botas que Harper recordó sus palabras mientras Drina había


estado en el probador. Al mover el carrito a un lado de Drina, preguntó, ― ¿Qué son los zapatos FM? ― ¿Qué? ― Ella miró a su alrededor sobresaltada. ― Zapatos FM, ― repitió. ― Stephanie dice que es así como su hermana llama a los zapatos de tacón alto, pero no sabía por qué y me sugirió que te preguntara a ti. ¿Qué significa el FM? ― Ah. ― Por alguna razón, la pregunta provocó una lucha en la cara de Drina. Parecía como si estuviera tratando de no sonreír o reír. Y luchando contra el impulso, se volvió y cogió un par de zapatos de tacón imposiblemente altos de la hilera mientras caminaba y los levantó. ― Estos son zapatos FM. Harper miró los zapatos, negros, de tirantes, con tacones que tenían que ser de seis pulgadas de alto. Eran sexys como el infierno y probablemente irían bien con el vestido negro que había elegido antes. ― ¿Y qué significa FM? Drina se aclaró la garganta y arrojó el zapato, junto con su compañero en el carro, y luego respondió, ― Fuck Me (Fóllame). ― y se volvió para caminar hacia Stephanie. Harper se quedó detrás de ella, aturdido. Por un momento, realmente pensó que se lo estaba pidiendo, y se encontró con que no se oponía a la idea. Pero entonces la razón lo golpeó. Empujando el carro rápidamente hacia adelante, exclamó ― ¿En serio? Drina asintió. ― ¿Por qué?― Preguntó asombrado. Sus cejas se levantaron, y entonces ella se inclinó y cogió un zapato. ― Bueno, mira. Son sexys como el infierno, y podrían hacer girar a un tipo en menos de veinte pasos. ― Se encogió de hombros. ― ¿Pero las mujeres realmente los llaman así? ― Preguntó incrédulo. ― Es lo que son, ― dijo ella, divertida. Al ver su falta de comprensión, su expresión se volvió compasiva, y dijo, ― No creerás que los usamos porque sean cómodos, ¿o sí? Porque puedo garantizarte que no lo son. Los escogemos únicamente para atraer al macho de la especie. La misma razón por la que escogemos corsés y cualquier otra cosa terriblemente incómoda pero atractiva al ojo masculino. ― Huh. ― Harper dio una sacudida. Hacía siglos desde que se había molestado en


leer la mente de una mujer mortal. Bueno, en realidad, hacía siglos desde que se había molestado con las mujeres mortales en absoluto. Simplemente, no había estado interesado hasta Jenny, y no había sido capaz de leer su mente. Aún así, se suponía que no debería estar sorprendido por estas revelaciones. Incluso entonces, las mujeres habían hecho todo tipo de cosas para atraer a su pareja: maquillaje de plomo, corsés, etc. Sin embargo, ellas no habían admitido abiertamente que ese era el punto. Al parecer, las mujeres de hoy en día eran mucho más francas sobre el tema si realmente llamaban a los zapatos de tacón alto “zapatos Fuck Me”. Y se le ocurrió que el mundo podría ser un lugar mucho más interesante ahora de lo que había sido antes. ― Lo siento, ― dijo Drina de repente, y le dio unas palmaditas en el hombro como si fuera necesario calmarle. ― Creo que tenemos que intentar recordar que todo esto es ajeno para ti. Me temo que sólo seguimos olvidando que eres un chico y hemos estado pensando en ti como en una de las chicas. ― Una de las chicas, ― murmuró Harper, mientras ella se movía para reunirse con Stephanie de nuevo. La idea era bastante desalentadora. No era que él estuviera interesado en Drina y quisiera que ella pensara en él de esa forma, pero… ― Cristo. ― Respiraba con disgusto. Ser considerado una de las chicas era condenadamente humillante. ― Le gustas a ese tipo de allí, Drina. Harper alzó la mirada del menú que había estado revisando y siguió el gesto de Stephanie hacia una mesa donde tres hombres en pantalones vaqueros y camisetas estaban sentados. Uno de ellos, un hombre robusto con aspecto de veinteañero estaba mirando en su dirección, sus ojos deslizándose sobre Drina con definitivo interés. ― Ni siquiera me conoce, ― dijo Drina divertida, sin molestarse en levantar la cabeza de su menú. ― Bueno, él piensa que eres caliente, ― modificó Stephanie con exasperación, y luego se burló, ― Deberías escuchar lo que está pensando. ― ¿Ah, sí? ― Le preguntó suavemente, pasando la página de su menú. ― Sí. Le gustan mucho las botas. Te dije que eran sexys. Harper se las arregló para no doblarse por debajo de la mesa para tener otra mirada de las botas de tacón alto. Stephanie había hablado con Drina sobre adquirirlas, asegurándole que la mantendrían cálida sobre sus pantalones vaqueros y que eran demasiado sexys también. Drina había sustituido sus zapatos para correr durante el trayecto en coche. Ella se había acostado en el asiento de atrás y sus piernas habían


pateado el aire cuando había tirado sobre sus apretados pantalones entubados en la parte de atrás mientras él conducía. También había cambiado su ligero abrigo por el largo y cálido que había comprado y se había puesto sus nuevos guantes y sombrero rojo. Ahora estaba apropiadamente vestida para un invierno canadiense. ― Oh, hombre, eso es asqueroso, ― dijo Stephanie de pronto, y Harper vio a la chica arrugar la nariz con disgusto. Frunció el ceño, siguió su mirada hasta el interesado mortal… y se hundió de lleno en la mente del tipo. Sus ojos se abrieron con incredulidad ante las fantasías del sujeto. Desde luego, le gustaban las botas de tacón alto. De hecho, el hombre estaba imaginando a Drina con las botas y nada más y haciéndole cosas que… bueno, él no diría que eran asquerosas, pero eran imágenes preocupantemente calientes y le hicieron retirarse rápidamente de la mente del hombre y le frunció el ceño irritado. ― ¿Qué vas a pedir? ― Preguntó Drina a Stephanie, sin duda para cambiar de tema. ― Un club sándwich y patatas fritas con salsa a un lado, ― respondió Stephanie con prontitud. ― Hmm. Creo que voy a pedir lo mismo, ― decidió Drina, cerrando su menú. ― ¿Tú comes? ― Preguntó Harper con sorpresa. ― En ocasiones, ― dijo Drina, encogiéndose de hombros. ― Además, no podemos hacer que Stephanie coma sola. ― No, ― estuvo de acuerdo con un murmullo, bajando la mirada a su menú de nuevo y buscando para ver qué era un club sándwich antes de anunciar, ― Voy a pedir lo mismo. ― Entonces, ― dijo Stephanie una vez que su camarera se había ido con sus órdenes, ― si sois tan viejos y los dos sois de Europa, ¿cómo es que nunca os habéis visto antes? Drina se mostró sorprendida por la pregunta y se echó a reír. ― Cariño, Europa es un lugar muy grande. Yo soy de España. Harper es de Alemania. ― Se encogió de hombros. ― Es como sugerir que alguien de Oklahoma debe conocer a alguien de Illinois sólo porque ambos están en los Estados Unidos, o que alguien de BC debe conocer a alguien de Ontario, ya que ambos están en Canadá. ― Sí, pero sois inmortales y tan viejos como las montañas. ¿No pasan los inmortales el rato juntos, o tienen un club secreto, o algo así? Uno pensaría que os habéis conocido el uno al otro antes de esto, ― dijo, y añadió, ―Además, pensé que os trasladabais cada diez años o algo así. No has vivido siempre en España, ¿verdad? ― No, ― admitió Drina con ironía, y se encogió de hombros. ― Egipto, España,


Inglaterra, y luego de nuevo España. Sobre todo España, en realidad. ― ¿Por qué? ― Preguntó Stephanie con curiosidad. ― Mi familia está allí, ― dijo simplemente. ― Y hasta hace poco, las mujeres ciertamente no podían vagar por el mundo por su cuenta. Se espera que permanezcan con la familia por protección. ― ¿Incluso los inmortales? ― Le preguntó Stephanie con el ceño fruncido. ― Sobre todo los inmortales, ― le aseguró Drina secamente. ― Tienes que comprender que perforan nuestra cabeza desde el nacimiento sobre no llamar la atención sobre nosotros mismos o sobre nuestro pueblo, y una mujer sin ataduras y por su cuenta sin duda ha llamado la atención durante la mayor parte de la historia. ― Oh, claro, ― murmuró Stephanie, y luego su mirada pasó a Harper. ― ¿Y tú? No eres una chica. Las palabras provocaron una sonrisa irónica en sus labios. Después de un día de ser considerado una de las chicas, parecía que, al menos, Stephanie finalmente reconocía que no lo era. . . aunque sólo fuera por esa conversación. ― He viajado más de lo que Drina parece haberlo hecho. Nací en lo que hoy es Alemania, pero he vivido en muchos países europeos; pero no en Inglaterra y España, sin embargo. También he vivido en Estados Unidos y ahora Canadá. ― Así que, si no fuera porque Drina tiene que ayudar a velar por mí, vosotros dos nunca os hubierais conocido. ― Tal vez no, ― reconoció Harper, y se encontró pensando que habría sido una verdadera lástima. Drina era una mujer interesante. La comida llegó entonces, y Harper dirigió su atención hacia el sándwich y las patatas fritas colocadas delante de él. Un sándwich marrón, palitos de color claro, y líquido de color marrón gelatinoso en un pequeño recipiente no parecían particularmente apetecibles. Harper había sido jefe de cocina cuando había sido mucho más joven y sentía que la presentación era importante, pero la comida olía sorprendentemente deliciosa. Curioso, cogió su tenedor, apuñaló una de las patatas, y se la llevó a los labios, pero se detuvo cuando vio que Stephanie mojaba una en el pequeño tazón de líquido espeso al lado de su plato. Imitándola, mojó su propia patata en lo que él suponía era la salsa, a un lado, y se la metió en la boca. Sus ojos se abrieron cuando sus papilas gustativas estallaron a la vida. Era sorprendentemente bueno, decidió, y apuñaló, sumergió, y comió otra antes de levantar la mitad de su sándwich y darle un mordisco a eso también.


― ¿No vas a terminar tus patatas fritas? ― Preguntó Stephanie. Al ver la forma en que la adolescente miraba ávidamente su plato, Drina sonrió y lo empujó hacia ella, diciendo, ― Adelante. Ya he terminado. Stephanie inmediatamente cayó sobre las patatas restantes. Drina vio con envidia como la chica las engulló, casi lamentando haberse dado por vencida. Pero había pasado mucho tiempo desde que había comido, y simplemente no le cabía otro mordisco en el estómago. Ella había estado empujando para meter la mitad del sándwich y las patatas fritas. Su mirada se deslizó a Harper y notó que si bien lo había logrado con las tres cuartas partes de su comida, estaba desacelerando. Su estómago no era lo suficientemente grande. ― Deberías salir esta noche. Drina miró a Stephanie con sorpresa de verla apuntándole con una patata mientras hablaba. ― En serio. Han pasado décadas desde que has salido socialmente. Trabajas y visitas a tu familia y eso es todo. Realmente necesitas salir y pasar un buen rato. ― Me divierto, ― le aseguró a la defensiva. ― No, no lo haces. Puedo leer tu mente, ¿recuerdas? Amabas bailar, pero no lo has estado haciendo desde que los vestidos al estilo de ―Lo que el viento se llevó” estaban de moda. Drina se mordió el labio, preguntándose qué era la chica hasta ahora. En realidad, había salido desde entonces. Tenía un par de buenas amigas cazadoras en España, y a menudo iban a un club inmortal llamado Noche y bailaban toda la noche para aliviar algo del estrés del trabajo. Ella no dudaba ni por un segundo que Stephanie había leído eso en su mente, lo que significaba que estaba tramando algo. Otra vez. ― Deberías conducir a Londres esta noche, y alcanzar un bar y dejar tu cabello suelto. Bailar hasta quedarte sin pies. Sería bueno para ti. ― No puedo conducir, ― le recordó Drina secamente. ― Entonces Harper debería llevarte, ― disparó de nuevo con satisfacción. ― Él necesita salir tanto como tú. No ha ido a ninguna parte en más de un año y medio, excepto por un par de veces en los que Elvi y Víctor prácticamente lo arrastraban fuera.


Harper se quedó inmóvil, a medio masticar, con expresión cada vez más alarmada. ― Oh, no sé… ― Sí, lo sé, prefieres esconderte en la casa y volver a curar tus heridas, ― interrumpió Stephanie. ― Pero mira lo bien que salir hoy te ha hecho sentir. Harper parpadeó. ― En realidad creo que te haría mucho bien. Sin duda, es mejor que actuar como una pareja de tortugas. ― ¿Tortugas? ― Preguntó Harper con el ceño fruncido. ― Sí, todos los inmortales se retiran en sí mismos y se esconden en casa en lugar de siquiera considerar una vida social. ― Ella sacudió la cabeza. ― En serio, ya sé que todos tenéis esa cosa sobre compañeros de vida y todo eso, y sé que vosotros dos no sois compañeros de vida, pero eso no significa que no podáis divertiros, ¿verdad? ― Ella miró de uno a otro, y luego dijo, ― En todo caso, debería liberarlos para que tengáis más diversión. Drina, eres demasiado vieja para que Harper te lea, y eres demasiado cortés como para leerlo, por lo que ambos podríais relajaros alrededor del otro. Además, porque no sois compañeros de vida, no estaréis preocupados por impresionar al otro y podréis simplemente relajaros y disfrutar de vuestra mutua compañía y pasar un buen rato. Ella pensó en ello, luego se recostó en su asiento, y anunció militantemente. ― Tal vez sea porque soy nueva en esto, pero pienso salir como loca antes de sentar cabeza con cualquier compañero de vida. Y vosotros dos también deberíais hacerlo. Ambos sois solitarios y miserables. ¿Cómo puede hacer daño salir y dejar tu cabello suelto? Drina miraba a la muchacha, con el asombro deslizándose a través de ella. Stephanie era aterradoramente brillante. Al decir que no eran compañeros de vida, acababa de despejar el camino para que Harper estuviera de acuerdo con salir. Y al decir que la edad era la razón por la que Harper no sería capaz de leerla, había eliminado la posibilidad de que él intentara leerla, descubriera que no podía, y tuviera pánico. Ella básicamente acababa de despejar cualquier protesta que Harper pudiera llegar a tener sobre pasar tiempo con ella y lo había liberado para que él no se sintiera culpable de estarse divirtiendo mientras Jenny estaba muerta. ― Me siento mejor, ― dijo Harper en voz baja, y parecía sorprendido por ese hecho. ― Supongo que este cambio en la rutina me hizo algo bueno. Stephanie asintió solemnemente. ―Y en realidad, me estarías haciendo un favor. Me sentiría muy mal si lo único que ve Drina de Canadá es el interior de Casey Cottage y el local de Wal-Mart.


― Hmm. Eso sería una vergüenza, ―murmuró Harper, luego apartó el plato y asintió. ― Muy bien. Vamos a ir a bailar esta noche a un club nocturno en Toronto. Drina parpadeó sorprendida. Toronto estaba a dos horas de viaje. Sacudiendo la cabeza, dijo, ― No. No puedo estar fuera tanto tiempo. Tengo que estar de vuelta antes de la hora de acostarse de Stephanie. ― Anders está en las noches, ―le recordó Stephanie. ― Soy su problema, entonces. ― Sí, pero somos compañeras de cuarto para que nadie pueda entrar y llevarte de tu cama. ― Y así no puedo deslizarme afuera y correr lejos, ― dijo Stephanie secamente. Drina frunció el ceño. Tanto para que Stephanie no supiera acerca de la posibilidad. ― Está bien, sin embargo, ― dijo Stephanie rápidamente. ― Simplemente voy a dormitar en el sofá delante de la televisión hasta que volváis. De esa manera Anders puede mantener un ojo en mí, y tú puedes salir por un rato. ― Está hecho entonces, ― decidió Harper mirando a su alrededor por la camarera. ― Voy a pagar esto y podremos regresar a la casa. Necesito llamar para que traigan mi helicóptero para nosotros, y… ― ¿Helicóptero? ― Interrumpió Drina sorprendida. ― Harper es locamente rico, ― dijo Stephanie divertida. ― Pero entonces, tú también lo eres. ― Ella se encogió de hombros. ― Supongo que cuando vives tanto tiempo como vosotros, finalmente, acumulas una fortuna. ― No todos, ― le aseguró Drina. ― Lo que sea, ― dijo Stephanie, de pie. ― Tengo que hacer pis antes de irnos. Asintiendo con la cabeza, Drina empujó su silla hacia atrás al mismo tiempo. Sonriéndole a Harper, murmuró, ― Gracias por haber comprado el almuerzo. Nos encontraremos en el coche. Ella esperó el tiempo suficiente como para ver el cabeceo de Harper antes de apresurarse tras Stephanie.


4 Había una mujer en los sanitarios. Drina le ofreció una sonrisa cortés y se apoyó contra la pared, mientras que Stephanie estaba atendiendo sus asuntos en uno de los cubículos, después, se lavó las manos. Ella siguió en silencio mientras Stephanie la conducía al exterior y se acercaba al coche de Harper, como vio que no había regresado todavía, finalmente dijo, ― Stephanie. ― Por favor, no, ― dijo rápidamente Stephanie, volviéndose hacia ella. ― Sé que te sientes culpable sobre nuestra manipulación sobre Harper, pero es por su propio bien. Y no lo estamos engañando en nada. Estamos haciendo que se sienta lo bastante seguro para que logre que sus verdaderos sentimientos crezcan sin sentir culpa por la muerte de Jenny en el camino. ― Pero… ― Por favor, ― declaró Stephanie. ― Por favor, no lo eches todo a perder. Me gustas. Me gustáis los dos. Vosotros dos merecéis ser felices. Además, no he tenido tanta diversión desde… Hizo una pausa, una nube cruzó por su cara antes de que agachara la cabeza. Drina suspiró, sabiendo que casi había dicho, desde antes que Leonius la atacara, y no fue del todo una sorpresa. De lo que le habían dicho, la niña había sido muy miserable desde el comienzo, luchando con sus pérdidas y los ajustes que había tenido que hacer. Pero ese día había estado lleno de diversión y risas. Para todos ellos. Drina cerró los ojos un instante y luego extendió la mano para frotarla ligeramente sobre la parte superior del antebrazo de la niña. ― Yo lo he pasado bien hoy, también, y ha pasado mucho tiempo desde que fui capaz de decirlo. ― Lo sé, ― Stephanie susurró, y luego levantó la cara para sonreírle torcidamente. ― Tus recuerdos de los últimos años son bastante sombríos. Pones buena cara y pareces alegre y feliz, pero por días te dedicas a la caza de chicos malos que se convierten en un reto cuando no quieren que los captures o los mates. Y sé que luchas cada día con el sentimiento de culpa que tienes por hacerlo. Piensas que si terminaras el seguimiento de los renegados sin escrúpulos un poco más rápido, ellos podrían haber sido salvados antes de convertirse, o por lo menos antes de que hicieran algo que los marcara para la muerte. ― Ella hizo una mueca. ― Parece una vida bastante triste. ― Lo es, ― dijo Drina en voz baja. ― Entonces, ¿por qué lo haces?


Ella sonrió con ironía y se encogió de hombros. ― Alguien tiene que hacerlo. ― Pero te mata un poco el interior todos los días, ― dijo Stephanie en voz baja. Drina no lo negó, simplemente dijo, ― Mata a todos los cazadores de renegados un poco por dentro cada día. Pero para mí... ― suspiró y dijo, ― Tal vez, sólo tal vez, mis acciones han impedido a una u otras dos chicas jóvenes, como tú, pasen por lo que tú pasaste. ― Ella esbozó una sonrisa torcida. ― Sin duda, ¿eso hace que valga la pena? Antes de que pudiera responder, las dos escucharon abrirse la puerta y miraron a su alrededor al restaurante para ver que Harper se acercaba. ― Lo siento, me olvidé de que había cerrado el coche, ― murmuró Harper, pulsando el botón de su llavero. ― Está bien. Nosotras acabamos de llegar, ― le aseguró Drina, entrando por la puerta del pasajero de atrás, mientras Stephanie abría la puerta principal. ― Gracias por el almuerzo y por llevarnos de compras hoy, Harper, ― dijo Stephanie momentos más tarde, cuando se detuvieron en el camino de entrada de Casey Cottage. ― Me divertí. ― Me alegra, ― murmuró distraídamente mientras estacionaba su coche en el espacio reducido a un lado del garaje para dos coches. Stephanie se volvió en su asiento para mirar a Drina a su espalda, y le dijo, ― Mientras salís esta noche, yo revisaré internet buscando cosas para que las hagamos mañana. ― Bueno, ― Drina accedió fácilmente, quitándose el cinturón de seguridad. ― ¿Cosas para hacer mañana? ― Preguntó Harper, pero el vehículo se había detenido, y Drina estaba saliendo, dejando a Stephanie para que respondiera. Sin embargo, ella salió con la misma rapidez, Harper la siguió, repitiendo la pregunta mientras cerraba la puerta. ― ¿Qué quieres decir, con cosas que hacer mañana? ― Bueno, no solo necesitaremos algunas prendas para abrigarnos, y las otras cosas que nos hicieron salir hoy, ― explicó Stephanie, caminando alrededor de la parte delantera del coche hacia las escaleras de la casa. ― Estábamos preocupadas por lo de despertar a todos si nos quedábamos adentro, y eso seguirá siendo un problema mañana, por lo que tendremos que encontrar un lugar a donde ir o algo que hacer para entretenernos. ― Ella se detuvo en la parte superior de las escaleras con una mano en la puerta y frunció los labios. ― Creo que vamos a estar muy limitados sin un coche, sin embargo. ― Suspiró encogiéndose de hombros, tirando de la puerta de malla metálica para abrirla. ― Algo averiguaré.


Entonces, Stephanie entró en la casa, con Drina directamente detrás de ella, pero Harper la agarró del brazo y la detuvo. En el momento en que la puerta se cerró detrás de Stephanie, le preguntó preocupado, ― ¿Crees que sea prudente llevarla lejos de la casa? ― Ella no está prisionera, Harper. No puede seguir encerrada en la casa. Además, fue enviada aquí para vivir una vida tan normal como fuera posible, ― le señaló, añadiendo, ― Y llamé a Lucian primero para asegurarme de que todo estaba bien. Está bastante seguro de que no nos siguieron desde Nueva York, y ella está a salvo. Al parecer, Anders y yo somos sólo una precaución, y ya tiene niñeras ahora que Elvi y Victor volvieron. ― Oh, ―murmuró, soltando su brazo. ―Bueno, eso es una buena noticia. Que este segura, quiero decir. ― Sí, ― Drina estuvo de acuerdo, y se volvió hacia la puerta, sólo para retroceder un paso cuando esta se abrió de repente y Stephanie volvió a aparecer, saliendo con su abrigo, con los ojos muy abiertos. ― ¡Nos olvidamos de nuestra ropa! ― Graznó con incredulidad. Drina se echó a reír al ver su expresión y se volvió pasando a Harper pasado por las escaleras. ― Cierra la puerta, el garaje no está caliente, y no estás usando tu abrigo. Voy por las bolsas. Ella ya estaba junto al maletero del coche antes de que Drina se diera cuenta de que no tenía llaves, pero Harper ya estaba ahí a su lado, para arreglar el asunto. Cada uno de ellos tomó la mitad de las bolsas y las llevaron a la casa. Stephanie fue inmediatamente sobre ellos, tomando tantas bolsas como podía manejar y salió penosamente fuera de la habitación para dejarlas en el comedor antes de regresar por el resto. ― Puse la tetera para preparar cacao, ― anunció mientras recogía el resto de las bolsas y se alejaba de nuevo. ― Date prisa y consigue las botas y quítatelas. Podemos tener cacao y galletas, mientras ordenamos todo esto y decidimos lo que debes usar esta noche, Drina. Creo que debe ser el vestido negro y los zapatos de FM con esas medias de red. ― ¿Medias de red? ―Preguntó Drina sorprendida, pero Stephanie ya se había apresurado hacia fuera de nuevo. ― Las que lanzó al carro mientras estabas en el probador, ― respondió Harper, con voz seca. ― Oh, ―murmuró Drina, y se preguntó si tendría el coraje de llevar el traje que


había comprado hoy. Solo dejó que Stephanie la convenciera de comprar el vestido y los zapatos porque le aseguró que Harper estaba pensando en cómo se vería en ellos. Pero, en realidad, no eran muy de su estilo. El vestido era de un corte demasiado bajo en el escote, y demasiado alto en el muslo, y los zapatos parecía que le causarían la muerte solo de llevarlos. Afortunadamente, tenía un vestido y un par de zapatos apropiados. Aunque tenía que admitir que eran un poco conservadores, ya que los había traído para la boda. En realidad no eran material de Night Club tampoco… al menos no si el Night Club se pareciera en algo a Noche. Suspirando, se puso su abrigo, y rápidamente se metió en los nuevos y ridículamente altos, zapatos de tacón, las botas altas hasta el muslo sobre las que también le había permitido a Stephanie hablar. Ella entonces se fue a la cocina, dejando a Harper seguir trabajando en los cordones de la segunda bota. Stephanie estaba bajando las tazas de café de la alacena, al parecer para el cacao, pero Tiny también estaba allí. El gran mortal andaba encorvado, y mirando el horno a algo que emitía olores realmente deliciosos. ― Eres de levantarte temprano, ― murmuró Drina, parpadeando mientras tomaba nota de su vestimenta actual. El hombre llevaba guantes de cocina con flores y un delantal a juego. Tendría que verse ridículo, pero como llevaba unos vaqueros y el torso desnudo cubierto apenas por la parte superior del delantal… estaba curiosamente sexy, decidió con un ligero movimiento de la cabeza. ―Soy mortal, ― le recordó Tiny con regocijo. ―El día es mi tiempo. ― Sí, pero yo creía que tú y Mirabeau… ― Tiny y yo cocinamos a las cuatro de la mañana y subimos al mediodía, ― anunció Mirabeau, entrando en la cocina desde la sala de estar. Su expresión era sombría cuando le preguntó. ― ¿Dónde estabais? ― Fuimos de compras y salimos a almorzar, ― anunció Stephanie felizmente ocupada con volcar de polvo color marrón claro en las cinco tazas que había recogido. Cuando Mirabeau enarcó una ceja en su dirección, Drina dijo, ― Sólo fuimos al Wal-Mart, y primero llamé a Lucian para asegurarme de que todo estaba bien. ― Luego añadió, ― Pido disculpas por no dejar una nota, pero pensé que dormiríais todo el día y esperábamos estar de vuelta antes que despertarais. ― Ves, te dije que no había nada de qué preocuparse, Beau, ― la reprendió Tiny con suavidad mientras sacaba una bandeja de pequeños círculos del horno. ― Ahora,


deja de mirar a Drina, como si hubiera asesinado a tu gatito y ven por una galleta. Mirabeau parpadeó ante las palabras de Tiny, luego se relajó. Incluso esbozó una sonrisa para Drina. ― Lo siento. Estaba preocupada, justo cuando nos levantamos, vimos que os habíais ido todos. La única razón por la que no tenía a Lucian al teléfono y a Teddy Brunswick buscándoos, se debió a que Tiny revisó el garaje y vio que el coche de Harper no estaba. ― Debí haber dejado una nota, y lo haré en el futuro, ― le aseguró Drina. ― Y tu número de móvil también, ―dijo Mirabeau a la vez, deslizando un brazo alrededor de Tiny y posando un beso en su brazo desnudo. Su voz se distrajo un poco cuando añadió, ― Debimos haber intercambiado números en el momento en que llegasteis ayer por la noche. Entonces por lo menos podrías haber llamado. ― Voy a darte el mío ahora, ― decidió Drina, y se trasladó al frigorífico, donde había un bloc de notas magnetizado, tomó una de la esquina de la parte delantera. De inmediato garabateó su número de teléfono, luego se volvió a entregar la pluma a Mirabeau, diciendo, ― No sé el número de Anders, pero deberá ponerlo aquí cuando se levante, entonces cualquiera que quiera su teléfono podrá conseguirlo, pero se quedará en el frigorífico por si alguien lo necesita. Asintiendo con la cabeza, Mirabeau soltó a Tiny, tomó la pluma que ella le ofrecía, y sacó un teléfono móvil de su bolsillo trasero. ― Todos nuestros números son nuevos. Perdimos nuestros teléfonos en Nueva York, por lo que Lucian nos envió unos nuevos, ― admitió con una mueca y empezó a apretar botones, presumiblemente buscando su número. ― Mi teléfono está en mi bolsillo trasero, Beau, ― gritó Tiny mientras sacaba las galletas de la bandeja metálica para hornear y las vertía en un plato. Mirabeau se trasladó inmediatamente para deslizar la mano y extraer su teléfono. Drina se volvió para ocultar una sonrisa cuando vio que, si bien Mirabeau fue a tomar el teléfono con una mano, no había sido capaz de resistir el deslizar la otra mano en la parte superior de su delantal sobre su desnudo pecho. ― ¿Qué huele tan bien? ― Preguntó Harper, entrando en la cocina por la despensa. ― Galletas de nuez con chispas de chocolate, ― anunció Tiny, con voz ronca, mientas Mirabeau recuperaba sus manos y su teléfono y se volvía hacia el frigorífico. ― Eso suena interesante, ― decidió Harper, y se adelantó a buscar los pequeños


discos. ― ¿Puedo tomar una? Tiny hizo una pausa y miró a Harper sorprendido, ― Bueno, sí estás seguro, es por eso que las he hecho. Asintiendo con la cabeza, Harper tomó una y se la llevó a la boca para probar un bocado, y dejando sus ojos a medio abrir pronunció, ― Mmmm. Buena. Tiny lo miró en silencio. Cuando su mirada se deslizó a Drina, ella rápidamente se dio la vuelta para empezar a recoger las bolsas del Wal-Mart de donde Stephanie las había puesto. Pero ella le oyó decir, ― Quieres otra. ― Y ella miró por encima del hombro para ver a Tiny observando al hombre de cerca. ― Gracias. ― Harper tomó una segunda galleta, mirando hacia donde Stephanie se movía con las tazas de cacao. ― ¿Te puedo ayudar con eso? ― Bueno, ya está listo a excepción del agua, pero si vas a verter el agua cuando hierva, yo podría ayudar a llevar las bolsas con Drina hasta nuestra habitación. ― Bien, ― dijo él amablemente. ― Gracias. ― Stephanie le sonrió y corrió detrás de la barra al lado de Drina. ―Voy a ayudarlas con las bolsas, mientras que los chicos supervisan la comida y la bebida, ― anunció Mirabeau, cuando Drina se enderezó y se dirigió hacia las escaleras. Ella comenzaba a avanzar cuando oyó murmurar a Tiny, ― ¿Así que estas comiendo más, Harper? ― Oh, sí, empecé hace un año y medio, cuando vine por primera vez a Port Henry y Jenny conoció a… ― ¿Tu compañero de vida? ― Preguntó Tiny. ― Sí, conocer a tu compañero de la vida te vuelve a despertar el apetito, por supuesto, y supongo que no muere si el compañero de la vida lo hace. Con el tiempo se irá de nuevo, eventualmente, supongo. ― Pero no creo haberte visto comer desde que Jenny murió, ― dijo Tiny suavemente. Drina se detuvo en la escalera, esperando hasta que Harper respondió, ― Creo que estaba demasiado deprimido como para molestarme con eso, pero salir hoy con las chicas me animó un poco, y mi apetito está de vuelta. ― Hmmm, ― murmuró Tiny, y Drina siguió por las escaleras al igual que Stephanie mientras Mirabeau salía del comedor y empezó a subir las escaleras detrás de ellas.


― Bueno, escúpelo, ― dijo Mirabeau con firmeza tan pronto como estuvieron en la habitación que Drina y Stephanie compartían. ― Sí, Drina, muéstrele lo que tienes, ― dijo Stephanie suavemente, dejando caer sus bolsas y apresurándose a cerrar la puerta detrás de Mirabeau. ―No quise decir… ― comenzó Mirabeau. ― Ella lo sabe, ― señaló Drina con un suspiro. La chica parecía saberlo todo. Ese fue un pensamiento que probablemente la chica no oiría. ― Yo sólo quería cerrar la puerta para que los chicos no escucharan, ― dijo Stephanie en voz baja mientras se movía más allá de Mirabeau a la cama con Drina. Extendiéndose sobre la cama matrimonial, ella le sonrió a Mirabeau, y dijo, ― Marguerite recogió a Drina por Lucian para enviarla cuando sugirió que Tiny y tú me trajerais aquí. Mirabeau levantó las cejas cuando reconoció la importancia de eso. ― ¿Harper es tu compañero de vida? ― Eso parece, ― dijo Drina cansada, mientras vertía el contenido de la bolsa más cercana sobre la cama y empezaba a ordenar la ropa. ― Cristo. Eso significa que tenemos otro cazador distraído cuidando a Stephanie, ― murmuró Mirabeau con disgusto. ― Que estaba pensando Lucian enviándote si… ― Porque a él no le importa si estoy distraída. ― ¿Qué? ― Preguntó Mirabeau con sorpresa. ― Él planeaba enviar a alguien llamado Bricker aquí para sustituirme en el momento en que reconocí que Harper y yo éramos compañeros de vida, pero resulta que hubo un avistamiento de Leonius en los Estados Unidos, lo que significa que no os siguieron. Stephanie está segura y Anders y yo sólo somos… ― Drina cerró la boca cuando se dio cuenta de lo que estaba a punto de decir, pero Stephanie terminó por ella. ― Las niñeras, ― dijo la muchacha divertida, luego le aseguró a Drina, ― Está bien. No estoy molesta. ― Huh, ― murmuró Mirabeau y se apoyó en los cajones de la cómoda a los pies de la cama. Ella guardó silencio por un momento mientras lo consideraba todo y, a continuación miró a Drina y le preguntó, ― Entonces, ¿qué es todo ese disparate que se soltó en la planta baja sobre que los apetitos de Harper están despiertos aún con Jenny muerta?


― Él lo cree, ― dijo Stephanie simplemente, sentándose a ayudar a Drina a ordenar la ropa que había comprado. Mirabeau entrecerró los ojos. ― ¿Por qué? ¿No ha intentado leerte? Drina se encogió de hombros. ― Probablemente. Pero soy mayor que él por bastante tiempo. No habría sido capaz de leerme de todos modos. ― ¿Y tú has intentado leerlo? ― Le preguntó Mirabeau. ― En el momento en que lo conocí, ― admitió en voz baja. ― Y no puedo. ― ¿Por qué no se lo has dicho? ― Le preguntó a la vez. Drina miró la cara sombría de Mirabeau, con un suspiro. Parecía que había que dar algunas explicaciones. ― Las chicas se están tomando su tiempo, ― comentó Tiny cuando él le ayudó a llevar las galletas y el cacao a la mesa del comedor. ― Probablemente están sorprendiéndose con oohing y ahhing sobre lo que Stephanie y Drina compraron hoy, ― dijo Harper divertido. ―Hablando de eso, un consejo, si decides acompañar a Mirabeau y a Stephanie de compras, sólo entrégales las llaves y déjalas ir. Vas a ahorrarte un poco de humillación y varias crisis. ― ¿Humillación y crisis? ― Preguntó Tiny, con una sonrisa asomándose en sus labios. ― Hmm. Me pasé el día considerándome como una más de las chicas y aprendí cosas que nunca quise saber sobre las mujeres, ― dijo secamente. ― ¿Cómo qué? ― Preguntó Tiny con curiosidad. ― ¿Sabes cómo llaman a los tacones altos? ― Preguntó Harper, sin esperar que lo supiera. ―Ah, sí, ― Tiny se echó hacia atrás con un gesto. ― ¿Los buenos viejos FM? ― ¿Tú sabías eso? ― Le preguntó sorprendido. ― ¿Sabes lo que significa FM? Tiny asintió de nuevo, y luego se explicó, ―Mi mejor amigo la mayor parte de mi vida adulta ha sido una chica… y, ahora que lo pienso, ella probablemente me trató más como una amiga que como un amigo, ― admitió con una sonrisa despreocupada. ― Hmm. ― Harper negó con la cabeza. ― Bueno, nunca había sido tratado como una amiga en toda mi vida. Es poco amable. ― No. ― Tiny negó con la cabeza. ― Es un cumplido. Eso significa que ellas no te


ven como una amenaza, sexualmente hablando. Eres una amiga en lugar de un amigo hombre. ― ¿Y eso es un halago? ― Preguntó Harper dubitativo. ― Lo es si sólo estás interesado en ser un amigo, ― pensó, y luego se encogió de hombros, y añadió, ― Pero supongo que si tus intereses se encuentran en una relación más sexual, entonces es probable que sea menos halagador. Afortunadamente, nunca he tenido ese tipo de interés en mi amiga, Jackie. Ella es más como una combinación entre un amigo y una hermana para mí. ― ¿Jackie? ¿La esposa de Vincent? ¿El que estará volando el fin de semana para ayudar a supervisar tu cambio? ― Preguntó Harper. El hombre grande había llamado a Jackie ayer por la noche para decirle que sería cambiado pronto. Al parecer, su amiga había insistido en estar ahí para él, por lo que habían tenido que fijar una fecha. El fin de la semana había sido la decisión. ― Sí. ― Tiny esbozó una sonrisa, y luego ambos miraron hacia las escaleras al oír una puerta al abrirse, y la charla y el ruido de las chicas. Harper sonrió, al verse extrañamente, ansioso por volver a verlas. El día parecía más brillante con las chicas alrededor. ― Te ves hermosa. ― Stephanie suspiró donde yacía en su cama, abrazada a su almohada. Drina se miró y pensó que parecía una prostituta perdida. ― No, no lo pareces, ―dijeron Stephanie y Mirabeau al unísono, por lo que su ceño se frunció y se giró hacia la mujer mayor. ― Ya es bastante malo que ella me lea, ¿pero tú también? ― Preguntó con disgusto. Mirabeau sonrió y se encogió de hombros. ― Eres un libro abierto en este momento. No es difícil. Drina frunció el ceño y se volvió hacia el espejo suspirándole a su reflejo, pero su mente estaba en la conversación que había tenido lugar antes en esa habitación. Para su sorpresa, una vez que Drina y Stephanie le había explicado las cosas, Mirabeau había decidido que lo estaban haciendo bien y se había ofrecido a ayudar. En realidad, eso había sido una especie de alivio. Drina había encontrado cada vez más difícil, no sentirse culpable por el juego que estaba a punto de jugar con Harper en cuanto el día cayera. Pero la garantía de Mirabeau de que era, probablemente la decisión más inteligente, le había hecho sentir un poco mejor.


Ahora, sin embargo, mirando en el espejo a una mujer que apenas reconocía, se preguntó, ¿Qué demonios estaba haciendo? ― Este es el estilo de hoy en día, ― le aseguró Stephanie, sentada en la cama, con expresión seria. ― Ella tiene razón, ―Mirabeau estaba de acuerdo. ― Esto es lo que se usa en los bares y clubes. ― Por lo tanto, ¿todas se visten como prostitutas ahora? ¿Cómo se llama? ¿Chic Hooker? ― Preguntó Drina secamente, tirando del escote del vestido negro que de alguna manera la habían convencido de usar después de todo. Mirabeau se rió de sus acerbas palabras. Pero fue Stephanie quien dijo, ― Deja de quejarte por el escote. No es por lo bajo. Es que usas ropa demasiado conservadora. Drina no podía discutir ese punto. Siempre había sido consciente de sí misma por lo que consideraba que su pecho era demasiado generoso y con eso tendía a escotes altos o incluso jerseys de cuello alto. Con un suspiro, empezó a alejarse del espejo y de inmediato hizo una pausa para mirar hacia abajo a sus tacones altos. ― No voy a poder bailar con estos. ― Entonces, te los puedes quitar antes de entrar en la pista de baile, ― sugirió Mirabeau. ― He visto a mujeres que lo hacen. ― ¿Eso es un helicóptero? ― Preguntó Stephanie, de pronto saltando de la cama y apresurándose a la ventana cuando se dieron cuenta de un zumbido lejano. Tirando de las cortinas, se asomó mirando al cielo, y luego dio un salto un poco excitado. ― ¡Lo es! ― Es hora de irnos, ― dijo Mirabeau alegremente, moviéndose para abrir la puerta del dormitorio. ―Espero no tener que caminar mucho con estos, ― murmuró Drina, saliendo después de ella. Liberando las cortinas, Stephanie se echó a reír y corrió tras ellas, diciendo, ― Por lo menos no tendrás que preocuparte por las ampollas. Los nanos las sanarán tan rápidamente como se formen. Drina no se molestó en responder, estaba demasiado ocupada preocupándose por la escalera curva que tenía por delante y bajar hacia la planta baja, sin ir de cabeza. En serio, realmente no debió comprarse esos zapatos o el vestido. Tendría que haberse comprado algo cómodo. Pero, ¿quién sabía que Stephanie la gran maestra titiritera-Cupido, manipularía a Harper para salir esta noche?


― Nunca hay que subestimar a la gran Stephanie, ― dijo Mirabeau con regocijo frente a ella. ― Deja de hacer eso, ― se rompió Drina. ¡Dios mío! A ella definitivamente no le gustaba que la leyeran. Mirabeau se rió, pero se las arregló para contener su diversión, al llegar al piso principal y dirigiéndose hacia el comedor. ― Oh, bueno, el helicóptero está aquí y… Drina apartó los ojos de sus pies y miró a Harper cuando sus palabras murieron repentinamente. Él la miraba fijamente, con la boca abierta, su abrigo en una mano y la otra levantándose hacia la ventana haciendo un gesto hacia el exterior a donde el helicóptero estaba. Él parecía bastante aturdido. Ella no estaba segura de si eso era algo bueno. Él ya la había visto con el vestido. No debería provocarle este efecto, cualquiera que fuera este efecto. Horror, fue su conjetura. ― No es de horror, ― siseó Stephanie exasperada detrás de ella. ― Es admiración. Apenas vio el vestido, dejo de ver el vestido en sí, vio las medias, los tacones, las joyas, el maquillaje y el cabello. Has robado su aliento. ― Aquí está tu abrigo, ― anunció Tiny, tomando el largo abrigo de piel sintética sin resistencia de la mano de Harper, cruzando la habitación para mantenerlo abierto para ella. ― Gracias, ― murmuró Drina, deslizando primero un brazo y luego el otro dentro de las mangas. ― De nada, ― dijo Tiny alegremente, y juró que sus ojos brillaban cuando desvió la mirada de ella a Harper, que todavía estaba en silencio, pero había cerrado la boca y bajado su brazo. ― Bueno, vosotros dos, niños, divertíos. Drina esbozó una sonrisa irónica al hombre, aunque ella no podría creer que estuviera llamándolos niños cuando ambos eran más o menos antiguos, y por la sugerencia de que se divirtieran cuando ella estaba segura de que era imposible. ― Bien, ― dijo Harper, ajustando la vista cuando llegó a su lado. ― El helicóptero aterrizó justo cruzando la calle en el patio del colegio. ― Su mirada se desvió a sus talones y se convirtió en pregunta. ― ¿Podrás manejar esos zapatos? Por ahí esta helado. ― Tal vez debas usar las botas de tacón alto, a cambio, Drina, ― sugirió Stephanie repentinamente. ― Esas también son FM, pero tendrían más tracción. También estarías más calientes. ― Las botas altas al muslo combinan con ese vestido, ― decidió Mirabeau. ― De


hecho, estarías diabólicamente sexy con ellas. ― Los zapatos están muy bien, ― insistió Drina, avergonzada por que el rubor en su cara que llamaba la atención. Todos en la sala estaban mirándole las piernas con las medias de red. Mallas, ¡Por el amor de Dios! Lo único que se le ocurrió que sería más de zorra eran las botas hasta el muslo. ― Bueno, supongo que Harper puede llevarte si te resulta demasiado resbaladizo, ― dijo Stephanie alegremente. ― Cierto. Las botas, entonces, ― masculló Drina, lanzando una mirada a la adolescente cuando ella se movió a la despensa para traerlas. Trató de ponérselas allí, apoyándose contra la pared, pero abandonó la idea cuando casi se cae tratando de quitarse los zapatos. Con un suspiro de exasperación, llevó las botas de nuevo al comedor y se sentó para sacarse rápidamente los zapatos. A continuación tiró de la primera bota de un tirón, luego de la otra, tratando de ignorar lo mucho que la pierna le temblaba mientras lo hacía. Drina se puso de pie y volvió al lado de Harper. ― Todo listo, ― dijo ella con forzada alegría. Harper arrancó los ojos de sus botas, tragó saliva, asintió con la cabeza, y luego la tomó del brazo y la condujo hasta la puerta, murmurando, ― No nos esperéis. Estaba cruzando la puerta cuando Drina decidió que estaba contenta de estar usando las botas después de todo. Hacía un frío del demonio, y las botas por lo menos mantenían las piernas lejos de congelarse. También era más fácil caminar que con los zapatos, que probablemente eran una pulgada más altos. No es que los tacones de las botas no fueran altos también, pero por lo menos eran manejables. Se sentía como si estuviera sobre pilotes en vez de zapatos. Drina miró el helicóptero mientras cruzaban la calle. Luego miró a su alrededor, observando que el tráfico se había reducido a una parada, y que la gente estaba mirando por las ventanas de las casas de los alrededores. Como ese transporte, sin duda no era una elección de bajo perfil. Podría adivinar, que todos los teléfonos de la ciudad iban a sonar antes de que se hubiera elevado. Mierda, la mitad de ellos probablemente ya estaban sonando, pensó con ironía, mientras se agachaba para pasar por debajo de las aspas hasta la puerta del helicóptero.


5

Nadie había mencionado cuánto duraría el viaje a Toronto en helicóptero, y Drina no llevaba puesto el reloj, por lo que no podía saberlo, pero no parecía que fuera mucho tiempo. A pesar de que podría ser porque estaba ocupada mirando con los ojos muy abiertos hacia abajo a las luces que pasaban. Ella estaba esperando aterrizar en otro patio de escuela una vez que llegaran a Toronto, así que estaba un poco sorprendida cuando aterrizaron sobre la parte superior de un edificio. Era evidente que no era ese su destino, sin embargo. Después de subir al ascensor, Harper la condujo a través de un vestíbulo enorme y majestuoso afuera a la acera, donde un coche esperaba. Drina suspiró mientras se acomodaba contra los asientos cálidos y acolchonados. Escuchando distraída mientras Harper hablaba con el conductor, para luego moverse. ― En un Club Nocturno no hacen mucho respecto a la comida, ― le explicó Harper mientras se acomodaba en el asiento junto a ella. ― Así que reservé una mesa en un restaurante para cenar. ¿Espero que esté bien? ― Por supuesto, ― dijo Drina con una sonrisa. ― En realidad, ahora que lo dices, tengo bastante hambre. ― Yo también. Ahora sólo nos queda la esperanza de que este restaurante sea bueno, ― dijo con ironía. ― Llamé a mi vicepresidente para pedirle sugerencias de a dónde ir, sin pensar que como eres un inmortal no comes. Pero me aseguró que este lugar es bueno, aunque, vale la pena. ― ¿Tu vicepresidente? ― Preguntó Drina con curiosidad. ― Tengo un negocio de alimentos congelados, ― admitió con una mueca autocrítica. ― Tonto, supongo, para un inmortal administrar algo de eso, pero era cocinero cuando era muy joven, y aunque finalmente perdí el interés por comer, realmente nunca perdí el interés en la comida en sí, ― admitió en tono avergonzado. ― Así que mi negocio a través de los siglos siempre ha estado en alguna área del servicio de alimentos o de otra índole. Bares, restaurantes y, finalmente comida congelada. También nos extendimos al vino la década pasada más o menos. ― Ah, bueno eso es… ― Drina hizo una pausa y miró por la ventana cuando el coche desaceleró y se acercó a la acera. ― No fue mucho, pero pensé que con la noche tan fría, un coche podía ser la mejor apuesta, ― le explicó, y luego se inclinó para decirle algo al conductor. Ella captó


que parecía que no había necesidad de que el hombre saliera a abrir la puerta, y algo sobre que él llamaría cuando todo estuviera listo, después Harper abrió su puerta y salió. Cuando Drina se deslizó a través del asiento, él se había vuelto atrás y sostenía su mano. Sonriendo, ella ciñó sus dedos y levantó una pierna enfundada en su bota, luego la otra sobre la acera, tratando de no entrar en pánico al sentir su falda más arriba de sus piernas. Sin embargo. Esta preocupación quedó en el olvido, cuando sintió la superficie resbaladiza de la acera, bajo su bota. Conteniendo la respiración, se puso de pie, aliviada de que sus pies se quedaran debajo de ella, y de que no hizo nada tan poco glamuroso como caer con su trasero sobre el cemento helado. Harper la condujo un paso lejos de la puerta, y luego se volvió atrás para cerrarla. Al momento en que él se apartó, ella tiro rápidamente de su falda para ponerla de nuevo en su sitio. Cuando él se volvió, ya había terminado y sonreía con calma. La condujo dentro, y Drina miró a su alrededor mientras él hablaba con el maitre, percatándose de la tenue iluminación, la ropa blanca reluciente, las velas rojo sangre, y lo que apostaría era verdadera plata en las mesas. El lugar parecía ocupado en su totalidad. Entonces Harper tomo su abrigo y con el suyo se los entregó a un joven hombre sonriente de esmoquin negro que los llevó lejos, mientras otro joven, vestido de forma semejante, los conducía por el tranquilo restaurante hasta una de las pocas mesas desocupadas que se podían ver. ― Gracias, ― murmuró Drina, aceptando el menú que le ofrecía y mirando a su alrededor otra vez cuando el joven se marchó. El restaurante estaba lleno, pero la atmósfera con música tenue, tocando suave y discretamente al fondo, y los convidados cenando hablaban en tonos suaves. Un grito lejano del restaurante donde habían almorzado ese día. Allí, la música reproducida había sido algún tipo de rock o pop, lo bastante alto como para que la gente tuviera que hablar muy alto para poder ser escuchado. Esto era más bonito, Drina decidió, y esbozó una sonrisa cuando volvió su atención a su menú. ― Por lo tanto, ― dijo Harper momentos más tarde, cuando su camarero se marchó con sus órdenes. ― Ya sabes algo sobre mi pequeño negocio. ¿Qué hay de ti? ¿Siempre has sido un cazador? Drina sonrió con ironía… sobre lo de pequeño negocio. Ella dudaba que los hombres con pequeños negocios tuvieran helicópteros, BMW y relojes con incrustaciones de diamantes, como el que Harper llevaba esta noche. Pero ella no hizo ningún comentario sobre nada de eso, y se limitó a decir, ― No. Harper enarcó una ceja. ― ¿No? ― Preguntó incrédulo. ― ¿Eso es todo?


― No, ¿Harper? ― Sugirió suavemente, pero sabía que sus ojos brillaban con la diversión y renunció a burlarse de él. ― Muy bien. Vamos a ver… ― Ella consideró su pasado, luego sonrió con ironía y sacudió la cabeza. ― Bueno, fui fabricante de perfumes, Amazona, concubina, duquesa, pirata, madame, y luego cazador. Las cejas de Harper se habían deslizado hasta su frente mientras recitaba su currículum. Después se aclaró la garganta y dijo, ― Bien, vamos a empezar por el principio. ¿Creo que fuiste fabricante de perfumes? Drina se rió y asintió con la cabeza. ― Mi padre primero se estableció en Egipto, mi madre era egipcia. Es el lugar donde nací. Las mujeres tenían mucha más libertad allí. Se nos considera de hecho iguales a los hombres, sobre todo más que cualquiera. Ciertamente, con más igualdad que en otras culturas, ― agregó secamente. ― Podíamos tener negocios, firmar contratos, y de hecho trabajar y ganarnos la vida en lugar de ser una carga para nuestros padres o familiares varones. ― Y tú creciste para ser fabricante de perfumes, ― murmuró Harper. ― Mi madre quería que yo fuera un seshet, un escribano, ― explicó con una mueca. ― Pero yo estaba fascinada por el olor, por cómo la mezcla podía crear otro aroma totalmente diferente y así sucesivamente. ― Ella sonrió, añadió, ― Resulta que era muy buena en eso. Un rico vino de muy lejos para comprar mis perfumes. Hice una muy buena vida, fui dueña de mi propia casa grande y sirvientes, sin necesidad de tener un hombre a mi lado. Era la buena vida, ― dijo con una sonrisa que se desvaneció rápidamente. Suspirando, añadió, ― Pero llegaron los romanos y arruinaron todo. Esos idiotas invadieron todo el mundo trayendo sus leyes más arcaicas con ellos. Las mujeres no son iguales en la sociedad romana. ― Ella frunció el ceño, pero luego una sonrisa empezó a formarse en sus labios de nuevo. ― No podía dirigir un negocio bajo su dominio, pero si podía luchar. Me convertí en una mujer gladiadora. Amazonas nos llamaban. ― Después de las amazonas, ¿supongo? Drina asintió con la cabeza, y dijo secamente, ― Los romanos eran tan carentes de imaginación, como lo fueron en inteligencia. Harper se rió de sus palabras despectivas, y ella sonrió. ― No fui gladiadora por mucho tiempo. No era muy difícil. Los gladiadores eran mortales más lentos, más débiles, y era fácil para mí derrotarlos. Se sentía como hacer trampa. Traté de evitar las peleas a muerte. Eso habría sido, algo así como


sacrificar ovejas, ― dijo disgustada. Harper asintió comprendiendo, luego ambos se quedaron en silencio reclinándose sobre sus sillas, cuando el camarero volvió con la botella de vino que Harper había ordenado. El hombre la abrió y vertió una pequeña cantidad en la copa de Harper para que la degustara, y cuando él asintió con la cabeza aprobándolo, llenó rápidamente las dos copas. Les aseguró que la comida llegaría de inmediato, luego se escabulló. ― Así que golpear a los gladiadores mortales no era divertido, y lo dejaste hasta llegar a ser… ― Él arqueó una ceja. ― Una concubina, ¿cierto? Drina se echó a reír al ver su expresión. ― Bueno, no, así como así. Pasó algún tiempo. ― Hizo una pausa para tomar un sorbo de vino, sonrió mientras el suave sabor le llenó la boca, lo ingirió y le dijo, ― En retrospectiva, creo que el espectáculo de concubina fue mi etapa rebelde. Realmente me comporté y viví con mi familia, jugando como la hija obediente por un tiempo antes de eso. Pero era muy difícil. Después de haber probado la libertad de vivir y gobernar mi propia vida, para ser de pronto reducida a una niña dependiente era muy frustrante. ― Ella dejó escapar un suspiro de irritación ante el recuerdo. ― Ah, ― Harper asintió comprensivo. ― Sí, supongo que lo sería. ― Tal vez, si hubiera comenzado a vivir en ese tipo de sociedad y no hubiese probado la libertad, me hubiera manejado mejor, ― dijo Drina pensativa. ― Pero no lo era, y entonces no tomé bien ser gobernada por un hombre. Por lo menos no con Stephano dominándome. ― ¿Tu padre? ― Preguntó Harper. ― No, mi hermano mayor. Fue nombrado después de nuestro padre. Nuestros padres murieron cuando los romanos nos invadieron por primera vez, y Stephano se convirtió en el cabeza de familia. ― Ella hizo una mueca. ― Él y yo somos como el agua y el aceite. O eso éramos. Nos llevamos bastante bien ahora, sin embargo. ― Ella sonrió. ― Pero el chico no tomó muy bien la cosa de ser concubina. Incluso llamó al tío Lucian para tratar conmigo. Harper levantó las cejas. ― Me sorprende que Lucian se tomara la molestia de intervenir. ― Bueno, no era justo lo de ser concubina. Yo ya era un par de siglos más vieja para entonces, y supongo que ser concubina no le habría molestado si no me hubiera pasado de la raya. ― Ella vaciló, luego suspiró y dijo, ― Como tú probablemente has


experimentado, los mortales se vuelven aburridos como amantes y compañeros después de un tiempo. Él asintió con solemnidad. ― Fáciles de leer y controlar, es difícil no ceder a la tentación de hacerlo. ― Sí, bueno… ― Drina hizo una mueca. ― Me temo, que mientras era vista como una concubina, realmente estaba jugando al titiritero con mi amante y era amable el gobernar el país a través de él. Por lo menos hasta que el tío Lucian se enteró de eso y vino a darme el infierno. Harper se echó a reír, y le preguntó entonces, ― ¿Quién era él? Drina negó con la cabeza a su vez. Era demasiado embarazoso de admitir. Ella casi había causado un levantamiento civil con su juego, razón por la cual su tío había intervenido. ― Tal vez te lo diga un día, pero no esta noche. ― Hmm, voy a recordar eso, ― le aseguró Harper. Drina se encogió de hombros. ― Así que, lo próximo fue duquesa, ¿cierto? ― Preguntó. ― Sí, eso fue en algún momento posterior. Yo estaba castigada convenientemente después del negocio de concubina. Lo suficiente para comportarme durante un tiempo de nuevo. Nos trasladamos a España en ese tiempo, y los españoles eran tan malos como los romanos en cuanto al lugar de la mujer en la sociedad. Pero con el tiempo me cansé de la dominación de Stephano sobre mí. Y entonces me encontré con un duque muy guapo y encantador, que completamente me arrastró fuera de mis pies. ― ¿Tuviste un compañero de vida? ― Preguntó Harper con sorpresa. Drina negó con la cabeza. ― No. Pero a diferencia de la mayoría de la gente, sus pensamientos eran tan preciosos y encantadores como sus palabras. Él era un hombre honesto. ― Una rareza, ― murmuró Harper solemnemente. ― Sí. Me gustó bastante, él realmente me amaba y me pidió que me casara con él, y estuve de acuerdo, prometiéndome que no lo controlaría o haría algo como… er… cuando fui concubina.


― Y ¿lo hiciste? — Preguntó con curiosidad. Drina se demoró en contestar tomando otro sorbo de vino, pero cuando una sonrisa de complicidad empezó a aflorar en sus labios, se dio por vencida tratando de pensar en una forma de evitar la pregunta, y se defendió, ― Es muy difícil no hacerlo cuando se sabe que se tiene la razón, cuando él acababa de ser un imbécil testarudo. De todos modos, él era sólo un duque, por lo que no era como si estuviera gobernando un país y corriera el riesgo de crear disturbios civiles, pero aun así me sentí mal por cada vez que tomé el control. También me sentía mal porque le impedía tener un heredero, que yo sabía que él quería. ― ¿Tú no deseabas tener un hijo con él? ― Preguntó Harper con curiosidad. Drina frunció el ceño y sacudió la cabeza. ― No es que no quisiera. Pero me pareció cruel. Nuestro hijo sería inmortal, y aparte aumentaba el riesgo de revelar lo que éramos, él o ella tendría que irse cuando yo lo hiciera. Parecía cruel darle un hijo, y luego llevármelo de inmediato. Cuando él asintió con la cabeza comprendiendo, ella suspiró y pasó el dedo por el borde de su copa de vino. ― A pesar de que solo me preocupaba, cada vez era más difícil ocultar lo que era. Inventé una mala reacción al sol de mi piel para explicar porque lo evitaba, pero también tenía que escabullirme para cazar cada noche, lo que era mucho más difícil de lo que esperaba… ― Ella dejó escapar un suspiro y se encogió de hombros. ― Sólo estuvimos juntos un año antes de que la duquesa tuviese que morir. ― ¿Cómo lo lograste? ― Preguntó Harper en voz baja. ― Oh, tío Lucian me ayudó a salir, ― dijo con ironía. ― El hombre siempre logra aparecer cuando se le necesita. Es como si tuviera un sexto sentido o algo así. ― He oído eso de él, ― dijo Harper, y preguntó con curiosidad, ― ¿Qué fue lo que hizo? ― Él arregló que me enviaran un mensaje diciendo que Stephano estaba mortalmente enfermo y solicitaba mi presencia en un momento en que a mi marido lo esperaban en la corte. Lucian le aseguró que él me vigilaría con seguridad allí y que me había reservado un pasaje en barco en la costa. Luego compró un barco, lo tripuló con inmortales, y mi marido nos acompañó al puerto para despedirnos. Fue sorprendentemente emocional, ― admitió con el ceño fruncido. ― Quiero decir, sabía que no iba a morir, pero estaría muerta para él y no volvería a verlo nunca más, y por eso estaba muy alterada. Por supuesto, él lo tomo como preocupación por mi hermano, fue muy dulce y tierno. Se quedó con nosotros para vernos zarpar.


― Ella se quedó en silencio mientras recordaba aquella mañana, y se encontró teniendo que parpadear para alejar unas lágrimas repentinas y sorprendentes. Se había aficionado a muchos mortales a través del tiempo, pero Roberto fue un hombre especial. Ella lo quería mucho y durante años se había arrepentido de que no fuera un posible compañero de vida. Sacudiendo la cabeza, terminó rápidamente, ― El tío Lucian había comprado la nave con el único propósito de hundirla. El barco se hundió, supuestamente con todos a bordo, y yo junto con todos los demás, fui dada por muerta. ― Y luego volviste a vivir con tu hermano, ― dijo Harper con una mueca que le sugirió que sabía lo poco que ella habría disfrutado de eso. ― No fue terriblemente largo, ― le dijo con satisfacción. ― Lo suficiente para decidir lo que quería hacer a continuación. ― Lo que fue… ― Se detuvo, al parecer, regresando en su memoria a la lista que ella recitó antes, luego con incertidumbre dijo, ― ¿Pirata? Drina se rió entre dientes. ― Fui corsario en realidad, pero es lo mismo, sólo que fui sancionada por el gobierno. Como capitán, tenía una patente de corso que me permitía atacar y robar a los barcos pertenecientes a los enemigos de España. Permiso Real para el saqueo. ― ¿Eras el capitán? ― Preguntó con una sonrisa. ― ¿Y fuiste el capitán Alexander o Alexandrina? Ella sonrió. ― Alexander, por supuesto. Bueno, Alex. Pero ellos me creían un hombre, o la mayoría de ellos. Como se puede adivinar, pocos hombres españoles habrían trabajado en un barco con un capitán femenino, entonces me vestí como hombre. Era muy marimacha, ― le aseguró con una luz burlona en los ojos, y luego arrugó la nariz. ― O al menos pensaba que lo era. Fue de lo más desalentador cuando leí en sus mentes que la mayoría pensaban que era fantasioso y probablemente gay. Harper echó atrás la cabeza en una carcajada bastante alta para girar varias miradas en su dirección. A Drina no le importaba, y solo sonrió. ― Me imagino que eras una pirata muy buena, ― dijo finalmente, y se rió. ― No estoy segura de si eso es un cumplido o no. ― Un cumplido, ― le aseguró. ―Eras lo suficientemente inteligente, y tenías en el


fondo un luchador. Drina asintió con la cabeza. ― Sí, tuvimos mucho éxito. Pero finalmente me cansé de ver a mis hombres morir. Harper arqueó una ceja mientras tomaba su copa de vino. Ella se encogió de hombros y levantó su propia copa. En cuanto estuvo en sus manos, dijo, ― Eran todos muy hábiles, por supuesto, e insistí en que entrenaran todos los días, pero eran mortales. No eran tan rápidos o fuertes, y no tenían una saludable constitución… o la rápida curación de la que disfruto. ― Ella suspiró. ― Perdí un montón de buenos hombres en los últimos años, y finalmente decidí que era suficiente. Había llegado el momento de todos modos. Ellos eran ancianos, yo no, y ya había sufrido una herida o dos que podrían haber sido fatales, pero que no lo fueron. ― Ella hizo una mueca. ― Cuando la lucha viene de todos lados, es imposible no tener lesiones. Harper hizo un gesto de comprensión. ― ¿Cómo explicaste eso? ― Fue bastante complicado, ― dijo ella con ironía. ― La primera herida que sufrí fue una espada en la espalda. Un idiota se coló por detrás de mí mientras estaba luchando con otros dos y… — se encogió de hombros. ― Afortunadamente, estaba cerca del final de la batalla, y ganamos. Pero me desperté en mi camarote, con ―Un Ojo‖, el cocinero del barco, sentado a mi lado, con la boca arrugada, como si hubiera chupado un limón. ― Se rió recordándolo. ― Él me había arrastrado de la batalla mientras mi primer oficial asumía la conducción de los hombres para terminar la batalla. Me llevó a mi camarote, me despojó de la chaqueta y la camisa para atender la herida y descubrió que tenía pechos. Estaba más horrorizado por eso que por la longitud y la profundidad de la herida, ― dijo ella con sequedad. Harper se echó a reír. ― ―Un Ojo‖ no creía eso, ― continuó ella, ― así que leí su mente, él estaba tan seguro de que le pareció estar viendo cosas, cuando mis pechos se revelaron, así que me agarró por encima de mis pantalones buscando ―mi equipo‖. Muy a su pesar, no había ninguno, — dijo con ironía, y la risa de Harper se profundizó. ― ¿Cómo manejaste eso? ― Le preguntó finalmente, cuando su risa se desvaneció. Drina sonrió con ironía. ― Bueno, me llevó una charla y un poco de control mental, pero me las arreglé para convencerlo de que no se lo dijera a nadie. Supongo que pude haberle borrado la memoria y enviarlo fuera de la nave, y contratar a otro cocinero, pero era un buen hombre. Un poco más viejo que los otros, más arrugado,


pero un buen hombre. Afortunadamente, él sentía que era un buen capitán, por lo que convino en mantener el secreto, y toda la cosa fue tan perturbadora para él, que no pareció darse cuenta de que debería haber muerto por la herida. ― ―Un Ojo‖ mantenía un ojo en mí después de eso, sin embargo, cuidé mis espaldas en la batalla y no dejaba que nadie más viera mis heridas en las raras ocasiones en que obtuve una. ― Ella tomó un sorbo de vino, y luego agregó, ― Solo lo dejaba coserme a él, si no podía hacerlo yo, y solo inmediatamente después de recibir la herida. Tratando de asegurarme de que no se diera cuenta de lo rápido que me curaba. Él, sin embargo, pensaba que era porque yo era tímida al dejarlo ver mi cuerpo, y yo le dejé pensar eso. Con las primeras heridas, él se sentía frustrado por tratar a una mujer, entonces prácticamente cerraba los ojos mientras lo hacía. ― Ella se echó a reír. ― En realidad eso fue sorprendentemente sentimental para un pirata. Pero creo que fue solo porque era su capitán. ― Se encogió de hombros. ― Pero con el tiempo se acostumbró más a ello, y luego tuve otra herida que hubiera sido fatal para un mortal y con el tiempo él se dio cuenta. ― ¿Cómo lo explicaste? ― Preguntó Harper. ― No lo hice. ¿Qué podía decir? Sólo murmuré que siempre había sido fuerte y que me curaba rápido y lo dejé así, pero él comenzó a mirarme más de cerca y empezó a juntar las cosas. ― ¿Cómo qué? ― Como el hecho de que me quedaba en mi camarote durante todo el día, dejando el timón a mi primer oficial, y que solo salía a tomar el timón por la noche, haciéndolo con un inequívoco sentido de dirección, como si pudiera ver a través de la oscuridad, ― dijo ella con sequedad. ― Eso de que solo lo aprovechaba para acercarnos a los barcos para atacarlos por la noche. De que era extraordinariamente fuerte, especialmente para una mujer, y de que era tan ágil en el mástil por la noche, como lo eran durante el día, mientras que ellos tenían que sentir su camino ciegamente en la oscuridad. ― Ah, ― dijo Harper con una mueca. Ella asintió con la cabeza. ― Entonces, él me siguió a la bodega del barco una noche cuando fui a visitar a los prisioneros en busca de sangre para reemplazar la que había perdido por una herida. Harper no parecía sorprendido por sus palabras. Antes de los bancos de sangre, todos habían sido obligados a alimentarse de los mortales. Sin embargo, ella sintió que tenía que explicarse, y le dijo, ― Nunca intenté eso de alimentarme de mi


propio equipo, e incluso con los presos me cuidé de no tomar demasiada sangre, alimentándome de varios más que de uno o dos. Borrando de sus memorias el que alguna vez estuve en la bodega, y los prisioneros siempre eran bien tratados. Tuve cuidado. ― Pero él te siguió y te vio, ― murmuró Harper. ― Sí. ― Ella suspiró con tristeza. ― Él tomó eso incluso peor que lo de ser mujer. Tuve que borrar su memoria entonces. Cuando nos dirigimos al puerto a desembarcar a los prisioneros, lo puse en tierra también. Le di dinero suficiente como para que no tuviera que trabajar otra vez y lo dejé seguir su camino. ― Ella se movió con tristeza. ― Ser corsario ya no era lo mismo para mí después de eso. Y, como te dije, ya estaba cansada de perder a mis hombres. ― Así que te retiraste de la piratería, ― dijo Harper en voz baja. ― Sí. ― Drina tomó otro sorbo de vino y se encogió de hombros. ― Ya era hora de un cambio. Afortunadamente, había hecho una fortuna, sin duda lo suficiente para mantenerme en vestidos por un par de siglos. Harper abrió la boca para hablar de nuevo, pero hizo una pausa mientras el camarero volvía con su comida. Ambos le murmuraron un ―gracias‖ cuando colocó sus platos delante de ellos. Drina miró el plato que había seleccionado y sintió que su estómago gruñía por los deliciosos aromas que flotan de él. Era algo llamado pollo fettuccini. Lo había elegido porque fue catalogado como el especial del chef, y porque había pasado mucho tiempo desde que había comido, así que no estaba segura de lo que era bueno o no. Pero esto sin duda olía delicioso. ― Huele increíble, ― murmuró Harper en tono asombrado, ella miró al plato idéntico de él y asintió con la cabeza de acuerdo. Ambos cayeron en un sociable silencio, mientras ambos excavaban en sus platos, pero Drina se encontró sonriendo continuamente mientras comía. Se estaba divirtiendo, disfrutando de las reacciones de Harper a sus cuentos, su risa, su choque… Era muy agradable, y decidió que iba a dar las gracias a Stephanie por arreglarlo.


6

Drina se recostó sobre su asiento con un suspiro que era mitad arrepentimiento y mitad satisfacción. Había disfrutado de la comida y estaba llena, pero lamentó no poder terminarla. Era realmente buena. ― Por lo tanto, ― dijo Harper, dejando su propio tenedor. Su expresión era también llena de pesar cuando empujó a un lado la comida a medio comer, pero sonrió mientras la miraba, y dijo, ― Creo que terminaste de contarme sobre tu carrera de pirata y estabas a punto de explicarme cómo te convertiste en... ¿madame? ―Él arqueó una ceja. ― ¿Otra fase rebelde? Drina sonrió. Él estaba tratando de no parecer sorprendido o afectado en modo alguno por su elección de carrera, pero podía ver que no lo estaba tomando con tanta calma como le gustaría que pensara. Ella encogiéndose de hombros, dijo, ― Sin duda, debe ser aburrido escuchar las historias sobre mi vida por ahora. Debes decirme algo más sobre… ― Oh, no, ― protestó Harper inmediatamente. ― No te puedes detener justo antes de la mejor parte. Ella sonrió por su expresión, y luego se encogió de hombros. ― Después de dejar de fingir ser un hombre vendí mi barco, y decidí instalarme en Inglaterra como una viuda rica. Por lo menos ese era el plan, y así lo hice en primer lugar, ― le aseguró, añadiendo, ― En realidad, lo de madame fue algo accidental. ― Bien, ― dijo él arrastrando las palabras. ― Eras una madame accidental. Drina se echó a reír al ver su expresión. ― Da la casualidad de que sí lo fui. Una noche, estaba paseando buscando un aperitivo y pensando en mis cosas, cuando me topé con una joven mujer que estaba siendo golpeada. ― Su sonrisa se desvaneció por el recuerdo. La muchacha, Beth como la conoció cuando más tarde averiguó su nombre, estaba ya medio muerta cuando Drina entró en escena por casualidad, por la paliza que el hombre le propinaba a Beth, él parecía decidido a terminar el trabajo. Sacudiendo de sus pensamientos el pobre cuerpo maltrecho de Beth, ella continuó: ― No hice ninguna excepción y lo maté. Entonces la levanté y ella me dirigió a su casa. Pero resultó que era un burdel, y el hombre que había matado había sido su protector. ―Ella pronunció la última palabra con disgusto, ya que él no había estado cerca de proteger a cualquiera de las mujeres bajo su cuidado. El grupo que encontró en esa casa era terriblemente joven, estaban medio muertas de hambre, y


con cicatrices y marcas viejas de golpes. Drina suspiró. ― Bueno, Beth, la chica que había salvado, les dijo a las demás lo que había hecho. La mitad de las mujeres estaban furiosas por haber matado a su ―protector‖. ― ¿Lo asesinaste? ― Preguntó Harper, con una ceja arqueada. Drina hizo una mueca. ― Fue un accidente y parte en legítima defensa. No le importaba golpear a una mujer y sacó un cuchillo. Eso me molestó, y lo arrojé al callejón. ― Se encogió de hombros. ― Aterrizó sobre su cuchillo. ― Ah. ― Harper asintió con la cabeza. ― De todos modos, como te dije, la mitad de ellas estaban furiosas porque lo había matado, y la otra mitad simplemente no lo estaban, parecían tener la energía suficiente para cuidarse, de cualquier manera. Entonces Mary, que era un poco bocazas para su propio bien, dijo que puesto que había matado a aquel hombre, ahora yo debía ser su protectora. ― Drina esbozó una sonrisa al recordarlo. Había estado bastante consternada por un momento, pero se sentía responsable por las mujeres y no sabía qué otra cosa hacer. Por lo tanto, se había convertido en una madame. ― De acuerdo con Mary, yo no era una madame muy buena, ― admitió divertida. ― Es decir, las mantenía a salvo y logré que ninguno de sus clientes les hiciera daño, pero no tomé el dinero de ninguna. De hecho, me costó dinero, en su lugar, ― admitió con una sonrisa. ― Por lo que Mary estaba preocupada, de que fuera un fracaso como madame. Harper se echó a reír, pero le preguntó con interés. ― Así que, ¿sólo te mantenías cerca y procurabas por ellas a cambio de nada? ― Al principio, ― dijo ella lentamente. Suspirando, admitió a regañadientes, ― Pero después de un particular encuentro desagradable con tres clientes ebrios que intentaron abusar de una de las chicas... bueno, resulté herida. Y sané, ― dijo ella con sequedad. ― Ellas descubrieron lo que eras, ― supuso él. ― Uno de los riesgos de pasar tanto tiempo con mortales, ― dijo Drina secamente. ― Afortunadamente, las mujeres lo tomaron mucho mejor que ―Un Ojo‖. De hecho, lo aceptaron muy bien, y la mayoría parecía aliviada.


― ¿Aliviada? ― Harper le hizo eco con sorpresa. Drina asintió con la cabeza y explicó, ― Bueno, yo velaba por ellas, pero nunca tomaba su dinero. Ellas en cambio sentían que estaban acumulando una deuda, y una de ellas no estaba cómoda con eso. Por eso se sentían que tenían algo que ofrecerme. ― Alimentarte de ellas, ― exhaló Harper, incorporándose. Drina asintió solemnemente. ― Al principio me negué, pero Beth me explicó que estaba siendo terriblemente egoísta al negarme a su amable oferta. Harper se echó a reír. ― Ellas tenían su punto. ― Tal vez, ― admitió Drina con diversión. ― Pero no fue tanto lo que dijo sino lo que no dijo. Me di cuenta de que tenían miedo. Yo era el mejor protector que habían tenido. Pero al no golpearlas, ni violarlas, y ni siquiera aceptar un porcentaje de sus ganancias, y el haber sufrido algunas lesiones por protegerlas, sin esperar nada de ellas a cambio, las confundía. Ellas no entendían por qué lo hacía. ― ¿Por qué lo hiciste? ― Preguntó Harper. Drina examinó la cuestión. ― Porque podía, y porque nadie más lo haría. ― Creo que fue más que eso, ― dijo Harper en voz baja. ― Eres una mujer recta que tuvo el control de su vida en Egipto hasta que los romanos lo invadieron, y me parece que has pasado una buena parte de tu vida buscando la independencia y la libertad de nuevo. Y lograste recuperar una parte de ella mientras fuiste gladiadora, luego un poco más al gobernar un país como titiritera/concubina, después te volviste duquesa para escapar de las reglas de tu hermano, y luego fingiste ser un hombre para manejar tu propio barco. ― Él asintió con la cabeza. ― Creo que sé que sentías por esas mujeres. Creo que estabas tratando de liberarlas de la tiranía de un mundo dominado por hombres, dándoles la independencia de ganar y conservar su propio dinero, protegiéndolas de aquellos que tienen la ventaja para abusar y violentar. Te viste hacerlo y por eso tratas de darles lo que siempre has luchado para ti. Drina se movió incómoda. Él la había visto con bastante claridad, y la hacía sentir desnuda. Tratando de aligerar la atmósfera, ella bromeó, ― O tal vez sólo en secreto siempre quise ser prostituta.


― ¿Tú? ― Preguntó, sorprendido por la sugerencia. ― No. Yo estaba muy cansada del sexo con los mortales para aquel entonces, ― dijo en una carcajada, y sonrió con ironía. ― Probablemente tienes razón sobre mis motivaciones, pero ni siquiera yo las entendía entonces. Ella puso la copa de vino sobre la mesa, y admitió, ― Al principio, traté de salir del negocio, pero ninguna de ellas se mostró interesada. No veían ninguna otra vida para ellas. ― Suspiró sacudiendo la cabeza, volviendo a experimentar la confusión y la frustración que había sentido en ese momento. ― No es que esas mujeres quisieran ser prostitutas. Cada una había soñado con un marido, una familia y una vida feliz. Pero, cada una de ellas fueron obligadas a hacerlo, algunas por las circunstancias, pero la mayoría por el hombre al que llamaban su protector. Una vez en esa vida, la sociedad las consideraba basura, es como si en cuestión de un momento, de alguna forma hubieran cambiado, volviéndose inferiores. ― Al igual que ocurrió contigo cuando Roma invadió a Egipto, y ya no se te permitió manejar tu negocio, ― señaló él. ― Como si con la invasión, te hubieras vuelto menos inteligente, o calificada, y de pronto, volviste a ser una niña que necesitaba un hombre para guiarte. ― Supongo que sí, ― admitió Drina. ― Aunque, como dije, no vi la similitud, y yo de repente no me sentí menos con la invasión, pero todos parecían sentir que estaban vencidos o arruinados. ― Ella suspiró. ― De todos modos, cuando Beth habló conmigo, lo único que podía hacer era tranquilizarla, diciéndole que no quería saber nada y que no las abandonaría. Pero, por supuesto, sus experiencias en la vida le sugirieron que eso era poco probable. No lo hacía por ninguna de ellas, y tuvieron miedo y se sentían frustradas debido a eso. En sus mentes, no había nada que me lo impidiera, nada que me detuviera para marcharme en cualquier momento. Ellas no confiaban en que no lo haría, y la posibilidad de que las abandonara siempre las atemorizaba. Pero una vez que me di cuenta de ello, acepté su oferta. ― ¿De alimentarte de ellas? Drina asintió con la cabeza. ― Resultó ser algo bueno al final. ― ¿Cómo es eso? ― Preguntó él con curiosidad. ― Las mujeres siempre me tenían en el borde, fluctuando entre ser demasiado


encantadoras haciendo que me sintiera cómoda con morderlas, ― comentó, luego hizo una pausa y frunció la nariz. ― Francamente, a veces era un burdel sangriento. Pero una vez que accedí a alimentarme de ellas, algún tipo de equilibrio fue restaurado. Se sentía como que todo el mundo estaba consiguiendo algo, así que todo estaría bien. Se relajaron, la casa ganó un ambiente mucho más agradable, las mujeres incluso se convirtieron en algo así como una familia luchando todo el tiempo. Era muy agradable, ― dijo ella con una sonrisa por el recuerdo. ― Y, por supuesto, no tuve que cazar más de noche, era muy práctico. Todo el mundo estaba feliz. ― ¿Todo el mundo? ― Preguntó Harper, y ella se echó a reír al ver su expresión irónica. ― Bueno, todo el mundo, menos mi familia, ― admitió en una carcajada. Harper asintió con la cabeza, no le sorprendió. ― No pensé que tu hermano estaría encantado de tener a su hermana regentando un burdel. ― Él sonrió e inclinó la cabeza, preguntándole, ― ¿Llamó a Lucian para buscar su ayuda de nuevo? ― Por supuesto, ― dijo ella con sequedad. ― Cuando sus muchas cartas llegaron, y luego me visitó para personalmente tratar de forzarme a vender el burdel y volver a casa, Lucian ejecutó su siguiente artimaña. Incluso viajó en barco todo el camino desde América, donde vivía. Navegó hasta Inglaterra para examinar el asunto. ― ¿Y? ― Preguntó Harper inclinándose hacia adelante con interés. ― Él leyó mi mente, leyó a mis muchachas, luego regresó con Stephano y nos sorprendió a todos al anunciar que tenía la edad suficiente como para tomar mis propias decisiones. Que no estaba haciendo nada malo. Él estaba orgulloso de lo que hacía por esas mujeres, y Stephano también debería estarlo, pero aun si lo estaba o no, ya era el momento de dejar de interferir y dejarme estar. ― Drina bajó la cabeza para ocultar las lágrimas que inundaban sus ojos al recordarlo. Lazos de sangre, pensó Drina. No sabía por qué el recuerdo de la aprobación de Lucian la hacía llorar. Era realmente ridículo. Se calmó cuando Harper cubrió su mano sobre la mesa y le dio un apretón reconfortante. ― Él tenía razón. Drina esbozó una sonrisa, luego lanzó un suspiro decepcionado cuando retiró la mano y tomó la botella de vino para verter el líquido claro en ambas copas. Él colocó la botella que quedó vacía hacia abajo, luego miró a su alrededor, y se relajó cuando el camarero de inmediato apareció ante la mesa.


― ¿Cuánto tiempo fuiste madame? ― Preguntó Harper una vez que le asintió al camarero con la cabeza pidiendo más vino y este se escabulló. Ella tomó su copa y bebió un sorbo antes de contestar. ― Bastante tiempo, en realidad. Las mujeres sabían lo que era, así que mi edad no importaba. Nunca fui vista entrar o salir del burdel sin velo, y no me quedaba allí todo el tiempo. Hice que un gran compañero musculoso actuara como guardaespaldas de las mujeres de vez en cuando para que yo pudiera viajar, y cuando lo hacía, nadie sabía que era una madame. ― Ella se encogió de hombros. ― Por supuesto, con el paso del tiempo, algunas de las niñas se fueron, ya fuera para casarse, o para trabajar en algo respetable. Una o dos ahorraron cada centavo que hicieron y se dispusieron a iniciar su propio negocio, pero Beth, Mary, y otras trabajaron hasta que llegaron a ser demasiado viejas. Entonces cerré las puertas y compré otra casa, más pequeña, que se convirtió en una casa de retiro para la media docena que se quedó. Ellas estaban muy emocionadas, ― recordó con una débil sonrisa. ― Estaba lo bastante lejos, como para decirles a sus nuevos vecinos que eran viudas o jubiladas de lo que quisieran. Pudieron ser respetables, hacer nuevas amistades entre las mujeres de su alrededor y disfrutar los pocos años de vida que les quedaban entre la familia que habían formado las unas con las otras. ― Suena como un final feliz, ― dijo Harper sonriendo. ―Debería haberlo sido, ― estuvo de acuerdo Drina, pero su sonrisa murió. Harper sosegado, preocupado por su expresión, preguntó. ― ¿Qué pasó? ― Las instalé, vi que se establecieron, y luego me fui de viaje, con la promesa de visitarlas con frecuencia. Pero pasaron casi dos años antes de regresar. ― Ella se encogió de hombros. ― No quise alejarme tanto tiempo, pero el tiempo se me escapaba. ―Tiende a suceder cuando se vive para siempre, ―dijo Harper, como si tratara de mitigar el sentimiento de culpa que podía sentir en sus palabras. ― ¿Qué pasó con tus muchachas? ― Nada hasta justo antes de mi regreso. De acuerdo con Beth, hicieron amigos en la zona y estaban todas felices disfrutando de su nueva casa y jubilación… pero, entonces otro inmortal se encontró con ellas. Su nombre era Jamieson. No sé si ese era su primer o último nombre. Beth simplemente lo llamó Jimmy. ― Su boca estaba apretada. ― Era un renegado. ―Oh, no, ― murmuró Harper tomando su mano de nuevo.


Drina giró la mano por debajo de la suya y entrelazó sus dedos, y luego dijo con cansancio, ― No sé si él estaba de paso por la zona, o se encontró con una de ellas, leyó su mente, y vio su historia conmigo, o qué, pero algo le hizo elegirlas como víctimas. Cuando se detuvo de nuevo, Harper apretó los dedos suavemente en simpatía. Drina sacudió la cabeza, y dijo, ― Se instaló en la casa, y se turnó con todas esa misma noche en una horrible orgia sangrienta. Supongo que fue horrible, señoras mayores gritando, mirándose unas a otras desangradas, y siendo obligadas a beber su sangre a la fuerza, seguida por las convulsiones, la agonía y los gritos. ― Ella sacudió la cabeza, tratando de no pensar en cómo debió ser para aquellas mujeres que había cuidado tanto. Luego continúo con gravedad. ― Una de ellas no sobrevivió. Su corazón no lo soportó y murió durante la transición. Pero Beth, Mary, y las cinco restantes sobrevivieron. ―La que murió pudo haber sido afortunada, ― murmuró Harper, aunque ella vio una mirada atormentada en sus ojos y se dio cuenta que sin querer le había recordado a su Jenny. Tratando de apartar su atención del fantasma de su compañera de vida anterior, Drina rápidamente continuó, ― Despertaron de la transición confundidas y aterradas, y les informó que ahora eran jóvenes y hermosas de nuevo, que ahora les pertenecía y que harían su voluntad. ― ¿Él las quería para prostituirlas? ― Preguntó Harper con el ceño fruncido. Drina negó con la cabeza. ― Eran para atraer a los hombres mortales a la casa con la promesa de sexo. Pero una vez allí, esos hombres eran asaltados y se alimentaban de ellos hasta matarlos. ― Cristo, ― murmuró Harper. ― No se salió con la suya. Alguien debió darse cuenta del aumento repentino en el número de hombres desaparecidos en la zona. ― Sí, por supuesto, pero los renegados son generalmente suicidas y quieren ser capturados y puestos fuera de la miseria de todos modos, ― murmuró Drina. ― ¿Cómo reaccionaron las mujeres a todo esto? ― Preguntó Harper con el ceño fruncido. ― ¿Seguro que no les hizo irse con él? Drina se aclaró la garganta. ― Beth, dijo que ninguna de ellas quería. Que Mary se levantó cuando él les dijo sus planes.


― Mary, la bocazas, ― murmuró Harper, al parecer, recordando sus palabras anteriores. ―Mary, la bocazas demasiado valiente para su propio bien, ― dijo Drina en voz baja. ― Ella le dijo que no lo harían. Que él iría al infierno y que me iban a encontrar y que yo lo detendría. ― Apuesto a que no se lo tomó muy bien, ― supuso Harper, sonando afligido. ― Le arrancó la cabeza, ― dijo Drina sombríamente. ― Oh, Cristo. ― Harper se recostó en su asiento molesto, pero aun así se aferró a su mano. Su control sobre ella era más apretado, como si estuviera tratando de infundirle su fuerza para hacer frente al recuerdo. ―Las demás inmediatamente estuvieron de acuerdo con lo que él quería en ese momento, ― dijo Drina en voz baja. ― Me pregunto por qué, ― murmuró él con sequedad. ― Así que las envió a buscar hombres y traerlos de vuelta, ― continuó Drina. ― En el momento en que estuvieron lejos de la casa, Beth trató de hablar con las demás para que huyeran. Ellas me podían encontrar, dijo. Que yo podría solucionar este problema. ― Ella suspiró, sintiendo el impacto de la culpa de que no era capaz de arreglar cualquier cosa. ― ¿La escucharon? ― Preguntó Harper en voz baja, inclinándose hacia delante de nuevo. Drina negó con la cabeza. ― Tenían demasiado miedo. No sabían dónde estaba, y él podría encontrarlas. Debía ir sola, le dijeron. Harían lo que él dijera y esperarían a ser rescatadas. ― Drina sopló su aliento, y agarró la copa de vino sobre la mesa con su mano libre. ― Beth huyó, pero no sabía a dónde ir a buscarme, y necesitaba sangre. Terminó volviendo al burdel original para ocultarse. Sabía que todavía no lo había vendido, y no podía pensar en otro sitio a dónde ir. Se escondió dentro dos semanas, alimentándose de ratas, pájaros y cualquier otro animal que se acercaba lo suficiente a la casa. Harper abrió los ojos como platos, incrédulo. ― Ella no podría sobrevivir con eso. ― No. ― Drina estuvo de acuerdo con un suspiro. ― Estaba muy mal al final de las dos semanas, pero su transición había sido tan traumática y siempre fue de buen corazón, que no podía soportar la idea de alimentarse de un mortal.


― ¿Qué sucedió al final de las dos semanas? ― Preguntó Harper. ― Se quedó en el interior durante el día, pero se aventuró a salir por la noche en busca de pequeños animales. Estaba persiguiendo una rata por el lado de la casa hacia la calle cuando un coche pasó. Mi coche. ― ¿Fuiste allí de nuevo? Drina asintió con la cabeza. ― Yo estaba de camino a la nueva casa, pero había pensado en poner el viejo burdel a la venta y sólo quería ver como estaba. Planeaba visitar a las chicas en primer lugar. Sólo quise ver cómo se veía, que aún estuviera en pie, que no se hubiera quemado o algo mientras no estaba. Por lo que abría las cortinas para verlo de pasada. Beth me reconoció en la ventana y me gritó. Drina cerró los ojos al recordar el sonido. Ella nunca lo olvidaría. Había sido un gemido inhumano, lleno de dolor, rabia y necesidad. El sonido había hecho girar su cabeza alrededor, Beth estaba ahí de pie, pálida y harapienta. ― Ni siquiera la reconocí, ― susurró Drina. ― Ella era una gordita, y bien cuidada anciana la última vez que la había visto, y esta criatura era una sucia, joven y demacrada pelirroja. Pero vi sus ojos brillantes y el estado en que se encontraba, e hice que el conductor se detuviera. No me di cuenta de quién era hasta que me bajé de la carroza y tiró de mí locamente balbuceando acerca de la cabeza de Mary y las otras. Aún no entendía lo que había sucedido. Estaba medio loca por el hambre de sangre y no tenía ningún sentido. Traté de llevarla al coche, diciéndole que la llevaría a la casa de jubilación, pero se volvió loca al pensarlo y la única manera de calmarla fue prometiéndole que no la llevaría allí. La llevé a la casa vieja en su lugar, y luego me dispuse a obtener sangre para ella. Drina negó con la cabeza. ― Fue una terrible experiencia. Se resistía y se horrorizaba ante la idea de alimentarse de cualquier persona, y yo tenía que controlar tanto a ella como a los donantes. Fue un proceso lento. Ella necesitaba mucha sangre. Tuve que salir y traer de vuelta a varios donantes de uno en uno, entonces les controlaba a ambos, sujetando al donante para que no sufriera ningún tipo de dolor y dejándolo sin recuerdos de lo que estaba sucediendo, al mismo tiempo que controlaba el horror de Beth, y me aseguraba de que no bebiera en exceso. Y con el tiempo me aterré de que simplemente tendría que matarla de todos modos, porque su mente estaba demasiado lejos de ser rescatada. ― ¿Estaba? ― Preguntó Harper. Drina sonrió con ironía. ― Eso es algo divertido sobre las personas. Los que parecen


fuertes y hablan mucho, o intimidan a otros, suelen ser los más cobardes y los más débiles en el interior. Y los que parecen tranquilos y hablan de sus temores, y parecen más débiles, son a menudo más fuertes en todo. ― Sí. He descubierto eso también, ― dijo Harper solemnemente. ― ¿Así que nuestra Beth salió bien? Ella sonrió débilmente a su aptitud de ―nuestra Beth‖, pero asintió con la cabeza. ― Sí. Le seguí llevando donantes de sangre durante la noche. La dejaba reposar durante la mayor parte del día, y luego comencé a traer más donantes una vez más en la tarde y en la noche. Vino a mí al segundo día, pero insistí en que descansara y que hablaríamos después. Dormía durante el día y la mayor parte de la tarde, y me quedé y la cuidé. Cuando se despertó, estaba tranquila y mucho mejor. Ella me lo contó todo. ― Drina soltó su aliento en un suspiro. ― De inmediato partí hacia la casa de retiro. Intenté que Beth esperara en el burdel, mientras averiguaba algo, pero insistió en venir conmigo. ― Yo debí haber insistido más, ― dijo ella con sequedad. ― Pensé que sólo tendría que manejar al renegado, pero en las dos semanas desde que Beth lo había dejado, había infectado a las otras mujeres con su locura. Algunas de las cosas que les había hecho se lo hicieron a los hombres a los que atraían de nuevo a la casa bajo sus órdenes... ― Ella sacudió la cabeza con los recuerdos que había leído de sus mentes, entró en la casa, una casa que había sido encantadora y confortable la última vez que la había visto, y que ahora era una pesadilla ensangrentada, llena de cadáveres, algunos de los cuales habían alquilado en piezas. Su boca se tensó. ― No eran salvables. ― Nos atacaron en el momento en que entramos, yo no lo esperaba. Me estaba acordando de las mujeres, la forma en que habían estado, pero no eran las mismas mujeres. Él dijo que atacaran, y vinieron a nosotras como si fuéramos extrañas que significaban menos que la suciedad en ellas. Beth y yo estábamos superadas en número, pero también nos encontrábamos en una situación de desventaja debido a que estaban locas, conocíamos a estas mujeres, eran como familia. O lo habían sido, ― se corrigió con un suspiro, y entonces admitió, ― Creo que Beth y yo habríamos muerto ese día si los ejecutores del consejo no hubieran llegado para salvar nuestro pellejo. ― ¿El consejo fue hasta allí? ― Preguntó Harper. ― Sí, por suerte, ― dijo ella. ― Pero hubiera sido difícil que no se enteraran. No tomaron ninguna cautela. Una gran cantidad de hombres, mujeres e incluso niños de la zona desaparecieron. Varios de los desaparecidos habían sido vistos entrando con las mujeres en la casa. Y el olor procedente del interior era bastante atroz.


También pudieron haber pintado en la puerta ―Mira aquí‖. ― Ella sacudió la cabeza. ― Los guardianes aparentemente estaban armados dentro del carruaje que cruzaba la calle, como Scotty lo dijo después, ―asistían a un té‖. ― ¿Scotty? ― Preguntó él mientras servía más vino. ― Él era el principal ejecutor de la redada. Ahora dirige a todos los encargados de hacer cumplir la ley en el Reino Unido, ― explicó ella, y luego sonrió. ― Él nos sacó esa noche. ― Inclinó la cabeza hacia un lado, imitó un acento escocés muy malo, destrozándolo con su horrible risa. ― Ustedes deberían haber enviado un mensaje al consejo para manejar esto, y no ponerse a bailar allí como un par de idiotas, podrían haberlas matado, ustedes con sus tontos traseros... Ya no estaría ninguna de las dos aquí si no hubiéramos llegado para sacar sus gordos traseros del fuego. Harper se echó a reír con ella, luego inclinó su cabeza, y preguntó, ― ¿Ser salvada por Scotty y los otros cazadores sin escrúpulos es la razón por la que te convertiste en uno? ― En parte, tal vez. Eran bastante impresionantes. Pero creo que sobre todo nos unimos para que lo que pasó con las chicas no le ocurriera a alguien más. ― ¿Nosotras? ― Preguntó, y luego abrió los ojos. ― ¿Beth? Drina asintió con la cabeza. ― Ella es mi pareja. Nos unimos. Entrenamos juntas. Nos asociamos cuando terminamos la formación y el trabajo en equipo lo seguimos haciendo. ― ¿En Inglaterra? ― No. Ninguna de nosotras quería estar allí. Para Beth, Inglaterra era un mal recuerdo tanto como para mí, bueno, todo el incidente me había desconcertado. Yo siempre había pensado en mí misma como inmortal, y aunque es así como nos llamamos nosotros mismos, en realidad no lo somos. Pero esa noche en esa casa fue la primera vez que le hice frente. ― Ella tragó saliva, y luego explicó, ― Cuando los encargados de hacer cumplir la ley llegaron allí, Beth y yo estábamos clavadas al suelo por las mujeres, y Jimmy estaba a punto de cortar nuestras cabezas. De hecho, estaba en el proceso de cortar la mía cuando Scotty llegó. Lo lanzó a un lado y sólo arrancó la mitad de mi cuero cabelludo, pero fue suficiente. Dejé de llamarme a mí misma inmortal aquella noche. Somos vampiros. Él no discutió, simplemente le apretó la mano de nuevo, y Drina continuó, ― Esa fue la primera vez de entre todas mis aventuras que en realidad tuve miedo de perder mi vida. Y tuvo el más extraño efecto. De repente quise ver a mi familia,


vivir cerca de ellos, pasar tiempo con ellos. Pero no quería dejar a Beth atrás ni sola. Era un vampiro bebé y necesitaba formación, y no tenía a nadie. ― Drina se encogió de hombros. ― Nos quedamos a ver la casa ardiendo después de que los cazadores se encargaron de lo de dentro, luego nos dirigimos directamente a los muelles, y reservé pasajes en un barco para volver a casa, a España. Hablamos en el camino, y más mientras visitaba a mi familia, y decidimos unirnos a los cazadores. Nos unimos a la rama española de los cazadores, una vez que se ajustó a ser una inmortal. Nos unimos, nos entrenamos juntas, y como dije, nos volvimos pareja después del entrenamiento y seguimos siendo socias. ― Ella es más que eso, ― dijo Harper en voz baja. Drina asintió con la cabeza. ― Mi hermano le dio la bienvenida a nuestra familia. Es como una hermana y ahora lleva el nombre Argenis. ― ¿Una hermana o una hija adoptiva? ― Preguntó Harper solemne, sonriéndole a Drina. ― Un poco de ambas cosas, supongo, ― admitió con una sonrisa. ― Pero no le digas eso, o chillará. Él se rió, y ella le sonrió deslizando su copa de vino, para luego decir, ― Bueno, yo he monopolizado la agradable conversación. Tu turno. Sé que fuiste cocinero una vez y eres dueño de una red de alimentos congelados ahora, pero ¿qué más has hecho? Harper hizo una mueca. ― Créeme, mi vida no ha sido tan emocionante como la tuya. Esto te sacará lágrimas. ― Lo dudo. Y mi vida no fue tan emocionante. Suena así cuando la cuento. Harper soltó un bufido de incredulidad, y luego miró a su alrededor, cuando el camarero apareció. El hombre sonrió suavemente y deslizó una carpeta de cuero sobre la mesa, él la agarró rápidamente. Harper miró la carpeta y la abrió para revelar la factura, luego miró a su alrededor, con su ojos muy abiertos. ― ¿Qué? ― Preguntó Drina, mirando a su alrededor también. Eran los únicos huéspedes que quedaban en el restaurante. Las mesas restantes estaban vacías, los trabajadores estaban ya colocando las sillas boca abajo sobre las mesas, y ella supuso que era para poder aspirar el suelo. ― Creo que los estamos retrasando, ― dijo Harper, sacando su cartera.


― Parece que sí, ― murmuró, mirando su reloj. ― ¿A qué hora se cierra? ― Hace media hora de acuerdo con los pensamientos del camarero, ― respondió Harper con ironía, colocó la tarjeta de crédito en la carpeta y la cerró. ― Dios mío, ― murmuró Drina se giró hacia el hombre y le dio una sonrisa de disculpa, luego le preguntó, ― ¿Está muy molesto? ―Sorprendentemente no. Pero voy a dejarle una gran propina de todas formas para compensarlo por ello. ― Él sacó su teléfono y estaba hablando en voz baja a su conductor cuando el camarero tomó la carpeta. En el momento en que había colgado, el camarero estaba de regreso con los recibos y comprobantes para firmarlos. El camarero no parecía estar molesto por su estadía hasta tan tarde, pero al parecer estaba ansioso por volver a casa, pensó ella con diversión, cuando Harper llenó rápidamente el importe de la propina y firmó al final. No es que ella lo culpara. Una fría ráfaga de viento los golpeó cuando salieron del restaurante, y Drina se acurrucó en su abrigo, agradecida por haber comprado uno tan largo y más pesado hoy y por no llevar el abrigo más ligero que se había puesto al volar a Canadá. ― El coche deberá estar aquí pronto, pero tal vez deberíamos estar más cerca del edificio para cubrirnos, ― dijo Harper, colocando su espalda sobre la pared junto a la puerta. ― Está nevando, ― murmuró Drina, mirando con el ceño fruncido los copos girando enloquecidos a su alrededor. ― Sí, aquí te voy a bloquear del viento. ― Harper se volvió hacia ella y dio un paso cerca, colocando su cuerpo como escudo. ― Gracias, ― murmuró Drina, luchando contra la necesidad de acercarse a él. ― ¿Dónde está tu nueva bufanda? ― Preguntó él con el ceño fruncido. ― ¿La dejaste en el restaurante? ― No, ― dijo ella, deslizando sus manos fuera de sus bolsillos para coger las solapas de su abrigo de cuero y mantenerlo en su lugar cuando él comenzó a alejarse como si fuera a correr de nuevo al restaurante a buscarla. ― Me temo que la olvidé. ― Y tu sombrero y los guantes también, ― murmuró él, cubriendo sus manos con sus manos enguantadas.


Drina sonrió con ironía. ― No tengo necesidad de utilizarlos. En España nunca se pone así de frío. ― No, ― dijo, y luego se quedó en silencio, sus ojos parecían congelados en sus labios. Drina estaba inmóvil, casi conteniendo la respiración. Estaba segura de que quería darle un beso. Cuando el momento pasó sin hacerlo, utilizó su dominio sobre las solapas para acercarlas, y susurrando dijo, ― Hace frío. ― Sí, ― gruñó él. Él le soltó las manos y las dejó caer para deslizar las suyas por su espalda, tirando de ella aún más cerca. ― ¿Esto ayuda? ― Un poco. ― Ella suspiró, apretándose aún más cerca. Podía oír su corazón latir con fuerza, un rápido bombeo, y deslizó una mano por un lado de la solapa hasta tocar su cara y luego su oreja. Acariciando suavemente su piel fría. Susurró. ― También estás frío. ― Entonces se apoyó en la puntas de sus pies y sopló su aliento caliente contra su oído antes de susurrar en él, ― ¿Esto ayuda? Harper murmuró algo que no entendió bien, luego giró la cabeza y atrapó sus labios. Drina de inmediato metió las manos en su pelo y dejó a la deriva la boca abierta, invitándolo... y todo el infierno se desató. Era como si le hubieran arrancado las cadenas que la ataban y amordazaban. Se encontró de pronto presionada contra la pared tanto por sus caderas, como por sus manos en sus hombros, luego él fue desabrochando su abrigo, sus manos casi desgarraban los botones en su afán de llegar a lo que había dentro. Y todo el tiempo devorando la boca de ella, invadiendo y explorándola con su lengua. Drina respondió de la misma forma, hincó las uñas de una mano en su cuero cabelludo mientras que la otra iba en torno a estrechar su trasero, e instarlo a apretarlo contra sus caderas. Ambos exclamaron con alivio cuando se las arregló para desabrochar el último botón de su abrigo y tiró de la solapas a los lados. Cuando las manos se trasladaron de inmediato a cubrir sus pechos, ella gimió y se arqueó con el tacto. Pero se quedó helada cuando se abrió la puerta a su lado. Harper rompió el beso, y ambos se volvieron para mirar fijamente al camarero, que se había congelado a mitad de camino hacia la puerta. Los ojos del mortal estaban muy abiertos con expresión sorprendida mientras los miraba a través de la puerta de cristal. Era su camarero.


― Oh, ― murmuró Harper, y luego, pareció darse cuenta de que seguía apretando sus pechos, de inmediato los liberó y dio un paso lejos de ella, pero volvió a acercarse de nuevo cuando el viento abrió las solapas de su abrigo comenzando a azotarlas a su alrededor. ― Aquí. Rápidamente las cerró, y luego, miró a su alrededor casi con desesperación. El alivio llegó a su rostro cuando vio el coche en la acera, cogió del brazo a Drina y la instó rápidamente a subir, murmurando, ― Buenas noches, ―por encima de su hombro.


7

Drina casi se cayó dentro del coche cuando Harper abrió la puerta. Ella rápidamente se arrastró a través del asiento, sus ojos centellaron hacia el conductor, luego se deslizaron apartándose mientras se preguntaba cuánto tiempo había estado allí y que había visto. Después de que Harper entrara, estaban alejándose. Un vistazo por la ventanilla trasera mostró al camarero aún de pie congelado en la puerta abierta del restaurante, mirándoles, Drina negó con la cabeza, se volvió para mirar al frente, y de forma automática sus manos cerraron los botones de su abrigo. Una vez hecho eso, se sintió un poco menos aislada y miró nerviosamente a Harper. Detectando el ceño fruncido en su rostro, ella se mordió el labio, preocupada por lo que él estaba pensando. A ella le pareció que darle demasiado tiempo para pensar era probablemente algo malo en ese momento, y abrió la boca para decir algo, cualquier cosa, pero él fue más rápido. ― Lo siento. Drina sonrió. ― Ni lo digas. No es culpa tuya que el camarero saliera. ― Él parpadeó ante sus palabras, y ella agregó rápidamente, ― Ahora es tu turno. ¿Dijiste que eras cocinero? Harper dudó, pero luego se relajó en el asiento. ― Sí. ― ¿Tu padre era cocinero también? ― No. Él era Barón, con una participación importante entre los suyos, así es como se ganó su ascenso y se casó con mi madre. Él quería que yo asumiera la dirección de las propiedades de mi madre, pero yo tenía otros intereses. ― Comida, ― sugirió ella. Harper asintió, luego se rió entre dientes, y lo último de la tensión salió de él. ― Yo amaba la comida. Tanto así, que creo que si hubiera sido mortal, habría sido de cuatrocientas o quinientas libras en el tiempo que tuve veinte años. Pasaba todo mi tiempo en las cocinas, siguiendo a nuestra cocinera y aprendiendo todo lo que podía. Por no hablar de las muestras de cada cosa que pasaba. ― En el momento en que tuve la edad suficiente para dejar el nido, había decidido que quería ser el más grande cocinero por siempre. Por supuesto, para ser el mejor cocinero, tenía que tener acceso a todos los ingredientes posibles que había, lo que


significaba que tenía que trabajar para alguien lo suficientemente rico para encontrar y comprar los ingredientes. Salí de casa y fui directamente a la casa de la persona más rica que conocía. Maximillian, el emperador electo. Las cejas de Drina se elevaron, y una sonrisa tirando de sus labios. ― Directo a la cima, ¿eh? Harper asintió con ironía. ― Me presenté en las cocinas, seguro que estaría encantado de tenerme. Por desgracia, el jefe de cocina estaba menos que impresionado. Él no quería tener nada que ver conmigo, pero con un poco de persuasión, logré convencerlo de que me diera una posición. ― ¿De qué clase de persuasión estamos hablando aquí?― Preguntó Drina con diversión. ― ¿De la variedad mortal o inmortal? ― Inmortal, ― admitió él con pesar. ― Pero, sólo lo suficiente para convencerlo de que me diera la posición más baja en la cocina. Quería probarme a mí mismo y trabajar a mi manera hasta ser Chef. ― Ah, ― dijo Drina, y luego preguntó, ― ¿y lo hiciste? ― Sí. ― Él sonrió levemente. ― Me tomó muchos años sin embargo, y luego sólo llegué a ser su jefe de cocina durante un par de años antes de que tuviera que seguir adelante. ― El envejecimiento no puede ser realmente un dolor, ― dijo ella con simpatía. ― Hmm. ― Él asintió, y luego se encogió de hombros. ― Resultó todo bien. Él me dio la versión medieval de una referencia empresarial y me deseó suerte. Pasé los siguientes cincuenta años más o menos cocinando en los palacios reales en varios países, ampliando mis conocimientos y perfeccionando mis habilidades. ― Eventualmente, sin embargo, me cansé de trabajar para alguien más y quise abrir mi propio negocio. Pero por mucho que me gustara cocinar, no iba a hacer el dinero que necesitaba para hacer eso, por lo que tuve que colgar mi cuchara durante un tiempo. He intenté varias cosas, pero la más exitosa fue trabajar con una banda de mercenarios. Para mi sorpresa, resulté muy natural en el campo de batalla. ― ¿Por qué estabas sorprendido? ― Preguntó ella con una sonrisa. ― Los inmortales son naturales en batalla. Somos más fuertes, más rápidos y difíciles de matar. ― Sí, pero también se necesita habilidad, o es probable que pierdas la cabeza, yo había pasado la mayor parte de mi vida en las cocinas. Incluso cuando era joven,


evitaba la práctica en el patio con los hombres siguiendo la pista en torno a la cocinera, ― dijo él solemnemente. ― Sin embargo, encontré que era natural en batalla. Y resulté ser un genio en la planificación de ataques y defensas exitosas, que resultaron ser no muy diferentes a la planificación de un gran banquete. ― ¿Qué? ― Dijo ella con incredulidad, y él asintió solemnemente. ― Todo está en los detalles, ― le aseguró con una sonrisa, y Drina se echó a reír. Él la miró con una sonrisa, y luego dijo, ― En realidad, mi conocimiento de las cocinas del castillo fue muy útil durante los asedios. Sabía lo que ellos probablemente tendrían a la mano y cuánto tiempo iba a durar y así sucesivamente. ― Él se encogió de hombros. ― Me fue bien por mí mismo. Tan bien que hice el dinero que necesitaba para comenzar mi propio pub. Y eso fue suficiente para que fuera capaz de iniciar un segundo y así sucesivamente, y luego pasé a restaurantes, y luego a hoteles. ― ¿Cómo llegaste a pasar de los restaurantes a los hoteles?― Preguntó ella con sorpresa. ― Bueno, había abierto uno de mis restaurantes en la planta principal de un hotel en París. El restaurante ganó reputación y se hizo un gran negocio, pero al mismo tiempo, el hotel estaba empezando a tambalearse. Estaba considerando trasladar el restaurante a otro lugar antes de que el hotel quebrara por completo, pero me estaba aburriendo un poco. Había perdido interés en la comida después de un par de siglos, y eso le quitaba una gran cantidad de alegría el cocinar. En el momento en que me había dado cuenta de lo que ocurría, ya había contratado a los mejores chefs que pude encontrar para hacerse cargo de la verdadera cocina en mis establecimientos, pero eso me dejó básicamente como un burócrata. Necesitaba un desafío, por lo que en lugar de trasladar el restaurante, decidí comprar el hotel y ver si podía hacerlo un próspero negocio otra vez. ― Lo renové piso por piso, y el restaurante manejó el servicio de habitaciones. Construimos una reputación, y el hotel comenzó a prosperar también. Así que abrí otro, y luego otro. ― Todo siguió funcionando muy bien, pero pronto me aburrí otra vez, y luego en... Creo que fue en la década de 1920, ― murmuró, encogiéndose de hombros, alejando el recuerdo como algo sin importancia y continuó, ― Leí un artículo sobre una técnica completamente nueva para la conservación de los alimentos. ― Comida congelada, ― dijo Drina con diversión. Harper asintió. ― Conseguí empezar desde abajo. Empezamos con verduras, a


continuación, diversificamos a platos principales, y, como he dicho, recientemente hemos añadido vino a lo que hacemos. ― Él sonrió con ironía. ― Mira, te dije que mi historia no era tan emocionante como la tuya. Drina negó con la cabeza. ― No lo sé. Suena bastante emocionante. A decir verdad, mi vida no era tan emocionante como suena al recordarla. Me refiero a que títulos como gladiador, pirata y madame suenan emocionantes, supongo, pero en realidad no eran más que otro día en mi vida. Ser gladiador era un trabajo caliente, sudoroso, sangriento, y saboteando a otros gladiadores. Ser pirata no era muy diferente de ser marinero. Era pasar noche tras noche arrastrando cuerdas, levantando velas y timoneando durante una tormenta, con una batalla ocasional para poder conseguir sangre en el camino. Y como madame, solo recibía a los hombres en la puerta como lo hacen en la ventana de bienvenida en el Wal-Mart, leyendo sus mentes a medida que entraban para asegurarme que no tuvieran planes nefastos. Luego holgazaneaba, leía o jugaba a las cartas hasta que la noche terminaba, y los hombres se marchaban. Las únicas emociones que ocurrían allí, eran cuando un ocasional compañero se hacía demasiado rudo o trataba de hacer que una de las chicas hiciera algo que no quería. Pero solo era un subidón momentáneo de adrenalina hasta que los sacaba fuera del local. Ella se encogió de hombros con ironía. ― Si algo he aprendido en todos mis años, es que nada es tan atractivo o emocionante como suena. Sospecho que si lees las mentes de las estrellas de cine y las de rock, probablemente encontrarías que sus vidas son una rutina diaria con el frenesí ocasional de los fans que espantan la mierda en ellos y para obtener sangre en el camino. Harper sonrió. ― Eres sorprendentemente sensible para alguien que ha sido tan rebelde la mayor parte de su vida. Drina se encogió de hombros. ― Todos vivimos y aprendemos. Harper asintió y miró a su alrededor cuando el coche redujo la marcha. ― Hemos llegado. Drina se inclinó hacia delante, estirando su torso por la parte delantera con curiosidad para ver por la ventana un edificio muy poco interesante frente al que se detenían. ― Indescriptiblemente tan agradable como nuestros clubs en Europa, ― comentó ella, poniendo su mano sobre su hombro para mantener el equilibrio. ― Sí, ― estuvo de acuerdo Harper sonando un poco ronco.


Ella volvió la cabeza y le sonrió, lo suficientemente cerca como para besarlo, mientras decía, ― Supongo que es para evitar la atención de los mortales. ― Sí, ― repitió él, esta vez un poco más que un susurro. Su cabeza empezó a moverse hacia adelante, y Drina movió su propia cabeza cerca, luego ambos se congelaron cuando la puerta de entrada se cerró de golpe. Harper miró más allá de ella al asiento del conductor, ahora vacío, y luego por la ventanilla lateral, y suspiró. ― Bien, aquí estamos. Drina se irguió cuando el conductor abrió la puerta del lado de Harper. Ella entonces le siguió fuera del coche a la noche fría. Harper se detuvo el tiempo suficiente para dar instrucciones a su conductor antes de apurarla hasta la puerta del club nocturno. Una ola de calor y sonido los golpeó cuando entraron y Drina miró a su alrededor con curiosidad, nada en absoluto la sorprendió al encontrar que se parecía a cualquier club en cualquier ciudad. Estaban en una amplia sala con oscurecidos reservados alrededor del borde de una pista de baile iluminada. La música fuerte resonaba desde todas las esquinas. Harper empezó a llevarla a una de las pocas cabinas vacías, pero ella lo agarró del brazo y se inclinó para preguntar, ― ¿Hay un salón? ¿Algún lugar más tranquilo, donde podamos hablar cuando no bailemos? Asintiendo, él cambió de dirección de inmediato y la llevó a una serie de puertas de vaivén. Se abrieron paso a otra habitación, está totalmente compuesta por mesas y cabinas, y mucho más tranquila una vez que las puertas se cerraron detrás de ellos. Eligieron una cabina junto a la pared. Deslizándose en un lado, Drina sonrió mientras se quitaba el abrigo. ― Siempre podemos ir allí a bailar cuando queramos, pero será más fácil hablar aquí cuando deseemos un descanso. ― Pensamiento inteligente, ― dijo Harper, colgando su abrigo de un gancho en el extremo de la cabina. Luego tomó su abrigo para colgarlo junto al de él. Se deslizó frente a ella, murmurando una disculpa cuando sus pies rozaron los de ella, y luego miró a su alrededor hasta que una camarera apareció. Él le sonrió, pero luego miró a Drina, y preguntó, ― ¿Sabes lo que quieres? ¿O quieres ver el menú? Por toda respuesta, ella cogió un menú limitado en un soporte en el extremo de la mesa y lo abrió, diciendo, ― Probablemente es mejor ver lo que tienen en caso de que la selección no sea la misma que en España o los nombres sean diferentes. Harper asintió y se volvió hacia la camarera, pero ella ya estaba escabulléndose,


diciendo, ― Les daré un minuto. Drina puso el menú sobre la mesa y se inclinó a un lado para que ambos pudieran verlo. Cada uno se inclinó hacia delante, frente a frente para mirar por encima, pero entonces un zumbido vino del abrigo de Harper. Él frunció el ceño, se enderezó y alcanzó el bolsillo para sacar su teléfono. Drina educadamente fingió que no podía oír lo que él decía, pero no había mucho que escuchar. Él dijo, ― Hola, ― escuchó brevemente, luego suspiró y dijo, ― Me preguntas sobre eso. Está bien. Bueno, no hay nada que podamos hacer al respecto. ― Otro silencio siguió, y luego dijo, ― No estoy seguro. Tendré que llamarte sobre eso. Drina lo miró cuestionándolo cuando él colgó, y Harper hizo una mueca. ― Parece que oficialmente hay una tormenta de nieve ahí fuera, ― anunció disculpándose. ― Ese era mi piloto diciendo que han cerrado el aeropuerto y están aconsejando a la gente quedarse fuera de las carreteras. Piensa que van a cerrarlas muy pronto, pero en cualquier caso, no es seguro tomar el helicóptero de regreso a Port Henry esta noche. Drina lo miró fijamente por un minuto y luego alargó la mano buscando su propio teléfono. ― Podemos intentar conducir de vuelta esta noche, pero tendríamos que marcharnos enseguida si queremos intentarlo, ― dijo Harper, cuando ella comenzó a marcar el número de Casey Cottage. ― De lo contrario, no nos iremos hasta mañana en algún momento, y sólo si la tormenta amaina. Drina se mordió el labio y asintió para estudiar sus palabras, luego se quedó quieta cuando el teléfono llamó del otro extremo. ― ¿Drina? ― Dijo Mirabeau a modo de saludo. ― Sí, yo… ― Oye, una gran tormenta ha golpeado aquí hace una hora más o menos después que iros. Acaban de cerrar la 401 desde Londres hasta Woodstock, y sospecho que el resto de carreteras pronto las seguirán. Estoy pensando que probablemente no es seguro que voléis. Es mejor que no intentéis volver esta noche. ― ¿Qué pasara con Stephanie? ― Preguntó Drina frunciendo el ceño. ― Supongo que debe dormir…


― Está profundamente dormida en el sofá con la televisión encendida. Vamos a dejarla ahí, por ahora. Si se despierta y quiere irse a la cama, iré con ella. Eso no es problema. Aunque, probablemente no sea necesario esta noche. Leonius no está en el área, y ella probablemente no tratará de huir en una tormenta de nieve, sobre todo con las carreteras cerradas. Incluso si se las arreglara para escapar, no hay autobuses que circulen para llevarla a alguna lugar. ― Correcto, ― murmuró Drina. ― Supongo que entonces es mejor que no intentemos volver. ― Definitivamente, ― le aseguró Mirabeau. ― No te preocupes. Todo está bien. Tú y Harper sólo reservar una habitación de hotel o algo así y permaneced en la ciudad hasta que este despejado. ― Tengo un apartamento aquí en la ciudad. Podemos permanecer allí, ― anunció Harper, al parecer después de haber captado la esencia de la conversación. Marcó una serie de números en su teléfono y se volvió hacia ella para que pudiera leer en la pequeña pantalla. ― Este es el número, dáselo a ella y dile que llame si hay algún problema. Drina le leyó los números a Mirabeau, pasó el mensaje, y luego le repitió las buenas noches y colgó. ― Bien, ― murmuró ella. ―Sí, ― dijo Harper. Se miraron el uno al otro por un momento, y luego Drina percibió un movimiento detrás de su cabeza, y miró más allá de Harper para ver a la camarera haciendo lentamente su camino a lo largo de la hilera de cabinas, tomando órdenes mientras se movía en general en su dirección. ― Bien, ― repitió ella, volviendo su mirada al menú, ― vamos a ver lo que tenemos aquí. Ella pasó sus ojos lentamente por la lista de mezclas de sangre disponibles, murmurando en voz alta cada una mientras las pasaba, luego hizo una pausa cuando llegó a, — ¿Dulce Éxtasis? ― Es una dosis de sangre de alguien que ha tomado éxtasis, ― murmuró Harper. ― El impacto sobre los inmortales se supone que es muy poderoso. Dicen que es como la mosca inmortal española.


Drina sonrió. ― La conozco. Beth es un entusiasta de ella. Dice que ha vuelto a despertar en ella un marcado interés en el sexo y que luego tiene el mejor sexo que alguna vez tuvo. Harper levantó las cejas. ― ¿Ella tiene...? ― Sí. ― Drina rió entre dientes, dejando caer su mirada de nuevo al menú cuando admitió, ― Ella siempre me molesta para probarlo, y yo siempre en cierto modo he querido, pero nunca he estado con nadie que me gustara y confiara lo suficiente como para intentarlo. ― Ella levantó la vista y lo miró a los ojos, y añadió, ― Hasta ahora. Harper le devolvió la mirada en silencio, sus miradas se encontraron hasta que un cambio en el aire llamó su atención sobre el hecho de que alguien estaba de pie en el extremo de la mesa. Él ni siquiera miró para asegurarse de que era la camarera, pero simplemente gruñó, ― Dos Dulce Éxtasis. ― Okie dokie, ― dijo la camarera alegremente, y se escabulló. El silencio se manifestó por un momento y luego Drina dijo bruscamente, ― Vamos a bailar. Ella no esperó una respuesta, rápidamente se deslizó fuera de la cabina y echó a andar hacia la puerta de la sección de baile del club. No tuvo que echar un vistazo alrededor para ver si Harper la seguía. Drina podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo y que se vertía a lo largo de su espalda. El hombre estaba prácticamente sobre sus talones, se quedó allí todo el camino hasta la próxima habitación y hasta la pista de baile abarrotada. La música era una mezcla de danza, rápida y pulsante, como el rápido latido del corazón de un amante. Drina dejó que fluyera a través de ella, permitiendo que su cuerpo se moviera con el sonido. Ella sabía que Harper estaba allí con ella, pero ni siquiera lo miró. En su lugar, cerró sus ojos y se movió. Cuando tres canciones más tarde la música fue más lenta, y él le tomó la mano para tirarla a sus brazos, ella fue voluntariamente. La electricidad instantánea entre ellos le dijo que no necesitaban ningún Dulce Éxtasis, pero ella no había esperado que lo hiciera. Sin embargo, cuando vio a su camarera moverse a través de la sala hacia ellos con una bandeja con dos vasos, saludó a la mujer y sonrió mientras se acercaba. ― Están calientes, ― dijo la camarera deteniéndose junto a ellos. ― Usted es una joya. Estoy sedienta, ― dijo Drina con una sonrisa. Ella agarró su


bebida y se la bebió de un tirón, cuando Harper alcanzó su propia bebida. ― ¿Otra? ― Preguntó la camarera con una sonrisa maliciosa cuando Drina bajó el ahora vaso vacío. ― Oh, definitivamente, ― dijo ella en una carcajada mientras colocaba el vaso vacío de vuelta sobre la bandeja. ― Que sean dos, ― sugirió Harper, y luego rápidamente se bebió la suya y lo volvió a colocar sobre la bandeja. ― Ya lo tienen, ― dijo la mujer alegremente, y se alejó balanceándose. Sonriendo, Drina deslizó sus manos alrededor del cuello de Harper cuando la atrajo de nuevo a sus brazos. ― Stephanie estaba equivocada sobre que no bailas desde que ―los-vestidos-de-lo-que-el-Viento-se-Llevó‖ estaban de moda, ― dijo Harper divertido cuando ella se desplazó contra su cuerpo a un ritmo más lento. ― Sabes cómo moverte con la música moderna. ― Beth y yo a menudo tropezamos con algunos de los otros cazadores en los clubes después del trabajo. Es bueno para desahogarse, ― admitió ella, y luego dijo, ― Tú mismo no lo haces tan mal. Estás desmintiendo el viejo dicho sobre los hombres blancos que no son capaces de bailar. Harper rió entre dientes. ― Yo no sé nada de eso. ― Yo sí, ― le aseguró ella, y luego, deliberadamente, se acercó lo suficiente para que sus caderas se encontraran, y añadió, ― Beth dice que esto es un signo seguro de que un hombre es bueno en la cama. ¿Eres bueno en la cama, Harper? La risa de Harper quedó atrapada en su garganta y sus ojos se encendieron de un color verde plateado. Entonces él la cogió por la parte posterior de su cabeza y la besó. Esta no era una unión lenta y suave de bocas, era como si su abrazo anterior nunca se hubiera interrumpido, y solamente lo estaban continuando. Estaba hambriento, caliente y devoraba con fuerza en lugar de explorar, exigiendo sin ningún tipo de vacilación. Él la quería, desesperadamente, y no le importaba quién lo supiera. No era el Dulce Éxtasis. Posiblemente eso no podría haberle golpeado aún, supo Drina. Ella apretó sus brazos alrededor de su cuello, encontrando su necesidad con la suya, y gimió en su boca cuando sus manos se deslizaron por los costados a la


altura de sus pechos. Él no los agarró como lo había hecho fuera del restaurante, pero las mantuvo a los lados, manteniendo solamente sus pulgares como plumas a lo largo de los lados de sus pechos y luego debajo de ellos en una caricia tentadora que tenía sus pezones endurecidos con la esperanza de que pudieran sentir ese toque. No lo hicieron. En cambio, sus pulgares se deslizaron de nuevo en otra caricia en su mayoría inocente para reunir sus dedos a sus costados. Harper no estaba bajando hasta ahora por el camino de la necesidad, porque no había olvidado donde estaban, se dio cuenta ella, medio aliviada y medio decepcionada. Su decepción fue mitigando mucho cuando su pierna se deslizó entre las suyas, y dejó caer una mano para presionar su trasero hacia adelante para que su muslo se frotara contra ella con cada paso. Él no quitó su mano inmediatamente, pero la dejó bajar más, encorvándose brevemente en su parte inferior y dejando que sus dedos rozaran ligeramente entre sus piernas en una caricia que tenía el aliento de ella enganchado en su garganta. Fue el más rápido de los toques, y luego su mano se deslizó arriba hasta su cintura, pero fue efectivo. La sangre ahora rugía en sus oídos, las luces estroboscópicas de repente parecían deslumbrantes, y repentinamente sintió débiles sus rodillas, y de plano se encorvó montando su muslo, lo que intensificó todo. Drina no se dio cuenta que la música había cambiado otra vez hasta que Harper rompió el beso y la obligó a alejarse de él. El sonido retumbó de nuevo, y ella parpadeó con sus ojos abiertos para ver a los demás moverse a un ritmo más frenético. Harper atrajo su espalda entonces, no girándola para afrontarlo, sino atrayéndola contra su pecho para que ahora su trasero presionara su ingle. Él deslizó sus brazos alrededor de su cintura, uno encima del otro directamente debajo de sus pechos, e inclinó la cabeza a su oído para susurrarle, ― Estás temblando. ¿Tienes frío? Las palabras eran en broma y suaves, y él mordisqueó su oído cuando las dijo. Luego dejó una mano a la deriva hacia abajo sobre su estómago y pelvis, donde presionó con suavidad, y murmuró, ― ¿Quieres que te caliente? Drina no podría haber respondido como hubiera querido. Él todavía estaba moviéndolos con la música, que era bueno, porque si se hubiera detenido, ella se habría quedado simplemente allí como una idiota. Pero mientras se aseguraba que si alguien miraba, simplemente viera a dos personas bailando, no se sentía como bailar. Se sentía como el juego previo. ― La camarera se acerca con nuestras bebidas. ¿Nos sentamos? ― Le preguntó él al oído, y Drina asintió a la vez, esperando poder recuperar cierto equilibrio si él no la sostenía.


Harper desplazó su control, sin soltarla, pero la movió a su lado para que su brazo estuviera alrededor de su espalda, y pudiera conducirla fuera de la pista de baile. Drina descubrió a su camarera casi al mismo tiempo. Se detuvo a medio camino entre las puertas de la sala de estar y la pista de baile, pero ahora volvió y regresó a las puertas, dejándolos avanzar. En el momento en que pasaron a través de las puertas giratorias, ella puso sus bebidas en la mesa y se fusionó alejándose. Harper la condujo a la mesa, y Drina se deslizó, pero se movió más adelante para hacerle sitio cuando él empezó a deslizarse sobre el asiento junto a ella en lugar de reclamar el banco de enfrente como lo había hecho antes. En el momento en que ambos estaban instalados, él cogió su barbilla con su mano y levantó su rostro hasta el suyo para un beso. Esta vez fue rápido, duro, casi como una marca de posesión, luego la soltó y alcanzó su Dulce Éxtasis. Tomó un trago sustancioso, lo dejó y descansó su brazo en el borde de la mesa, delante de ella. Siguiendo su ejemplo, Drina alcanzó su propio vaso y bebió un trago. Sintió un contratiempo con la mesa ya que sentía algo como una pluma a través de su pezón derecho. Al mirar hacia abajo, vio que él había extendido sus dedos, tocándola ligeramente con los dedos sobre su pezón endurecido, visible a través de la fina tela de su sujetador y su vestido. Mientras miraba, él lo hizo de nuevo, sólo extendiendo sus dedos, dejando las puntas cepillar a través del nudo excitado. Drina se mordió el labio y miró alrededor, pero por el modo en que él se había colocado bloqueaba a cualquiera de ver lo que hacía. Cuando se encontró con su mirada, él le preguntó, ― ¿Disfrutas siendo un cazador? Drina parpadeó, su cerebro estaba lento para absorber la pregunta ociosa. Finalmente, asintió. ― Sí. ― La palabra salió en un ronco susurro, y se aclaró su garganta antes de añadir, ― A veces se pone lamentable, pero sobre todo siento que estoy ayudando a la gente, aunque sólo sea deteniendo a los renegados de lastimar a alguien más. ― Tienen suerte de tenerte, ― dijo en voz baja, y luego levantó la mano para recorrer un dedo a lo largo del borde de su escote, después al cuello en V sobre la curva de su pecho y hacia abajo, donde el material se encontraba entre ellos. ― ¿Qué haces para divertirte, además de bailar? Drina lamió sus labios y forzó su atención de lo que él hacía para tratar de contestar la pregunta. ― Encuentro la lectura relajante, y… — Hizo una pausa y se mordió el labio, con su cuerpo avanzó cuando él se inclinó hacia delante y acarició su oído.


― ¿Y? ― Incitó él, con su aliento haciendo cosquillas en su carne de repente viva en sus terminaciones nerviosas. ― ¿Y qué? ― Respiró ella, girando el rostro para encontrar sus labios. Harper la besó, un beso largo, perezoso esta vez, su lengua barriendo y luego retirándose antes de que él retrocediera. Su mano se alejó de su escote, y tomó su vaso de nuevo. Drina se estremeció ante la pérdida de su toque y alcanzó su propia bebida. ― La forma en que te mueves en la pista de baile es increíblemente sexy. Me encontré mirándote y preguntándome si estabas usando uno de los nuevos sostenes y bragas que Stephanie te ayudó a elegir hoy. Ella acababa de levantar el vaso hasta sus labios, cuando sus ojos se dispararon a él sobre el borde. Su expresión era casual, como si estuvieran hablando del tiempo, pero sus ojos eran feroces. Ella tomó un trago de su Dulce Éxtasis y se limitó a asentir mientras tragaba. Él sonrió y puso su vaso sobre la mesa, luego sus dedos regresaron a su escote, recorriendo las puntas ligeramente a lo largo del borde otra vez. ― ¿Cuál? Drina vaciló. Luego sonrió lentamente, y dijo, ― Creo que voy a dejar que lo averigües por ti mismo. Harper encontró su mirada y la sostuvo, pero ella sintió un tirón en su parte superior, y luego él miró hacia abajo. Ella lo hizo también para ver que él había pillado el escote con un dedo y fácilmente lo hizo a un lado, dejando al descubierto el borde del sostén de encaje rojo con adornos negros. Cuando ella volvió a mirar a sus ojos, encontró plata ardiente. ― Mi favorito, ― respiró él, sus ojos brillaban y Drina casi lanzó una carcajada nerviosa. Eso era lo que Stephanie había dicho cuando había insistido en que los usara esta noche. ― A Harper realmente le gustaron estos. Deberías usarlos. Drina tomó otro trago y logró no retorcerse en el asiento cuando él deslizó su dedo bajo el borde del sostén y lo recorrió ligeramente hacia abajo, acariciando tentadoramente cerca de un pezón que ahora le dolía positivamente. Ella no respiró otra vez hasta que él retiró el dedo y dejó la parte superior de su vestido caer nuevamente en su lugar.


Harper volvió a tomar su bebida de nuevo. Con otro trago bajó la mitad de la bebida restante. Él lo dejó, y luego se volvió para mirarla de nuevo. Su vaso estaba ahora medio vacío también. ¿Otro medio para cada uno de ellos, y seguramente podrían marcharse? Si él no lo sugería, ella lo haría, decidió Drina. Esto la estaba volviendo loca. ― Llevas las bragas a juego también, por supuesto. Drina parpadeó ante el comentario brusco y miró hacia abajo mientras su mano cayó caliente y pesada en la parte superior de su muslo. Ella tenía el loco deseo de repetir las palabras ― Creo que voy a dejarte verlo por ti mismo, ― y se lo imaginó deslizándose bajo la cabina y entre sus piernas para hacer precisamente eso, pero entonces se dio una sacudida. Estaban en un club público. Bueno, no realmente público. Más privado, sólo para inmortales, aunque tenían mortales rezagados ocasionalmente. Por lo menos así lo hacían en España. ― ¿De verdad?― Preguntó él, inclinándose hacia adelante para pellizcar su oído, con su mano deslizándose un poco más arriba de su muslo con el movimiento. ― Sí, ― respiró ella. ― Me alegro, ― susurró él. ― No puedo esperar a verlo en ti. Ella no podía esperar para mostrárselo, Drina apenas pensaba, apretó los dedos alrededor de su vaso mientras sus dedos comenzaron a dibujar círculos perezosos en la parte superior de su muslo a través de su falda. ― No puedo esperar para quitártelos, ― susurró él, girando su lengua dentro de la delicada concha de su oído cuando los círculos perezosos que hacía sobre su muslo se movieron ahora debajo y de lado por su pierna en la cara interna del muslo. Drina cerró los ojos, consciente de que su respiración se había vuelto superficial y rápida. Sus dedos de algún modo se habían deslizado bajo su falda, y su piel desnuda estaba sobre la suya, enviando un hormigueo a lo largo de su muslo en ambas direcciones. Forzando sus ojos a abrirse, miró hacia abajo para ver que la útil y práctica abertura en la falda le había dado acceso. Mientras ella observaba, su mano se deslizó más arriba en su pierna interior, empujando el material por delante. Harper mordió ligeramente su oído, chupando el lóbulo en su boca, tirando despacio, luego lo liberó, y preguntó, ― ¿Quieres bailar más? Drina dio el más mínimo moviendo de cabeza.


― Entonces tal vez deberíamos beber e ir a mi casa, ― sugirió él, sus dedos alcanzando y acariciando, ligeros como una pluma, contra el material de sus bragas. Drina jadeó en un aliento. Sus ojos comenzaron a cerrarse, pero les obligó a abrirse y llevó el vaso a sus labios, bebiendo una buena porción de él, mientras se preguntaba cuando había escapado esto de todo su control... o si alguna vez realmente había tenido el control. Había pensado que lo estaba seduciendo antes, pero las cosas habían cambiado. ¿Había sido esto por su desafío en la pista de baile? ¿Por preguntarle si era bueno en la cama? Apartando su vaso, ella giró su cabeza, lo agarró por sorpresa, y tomó su labio inferior en su boca, chupándolo como él había hecho con su oído. Cuando sus dedos la rozaron de nuevo, con más firmeza, ella liberó su labio en otro jadeo, abriendo ligeramente su boca por el sonido. Harper inmediatamente empujó su lengua dentro mientras sus dedos rápidamente desplazaron el encaje de sus bragas a un lado para que pudiera dirigir su pulgar a través de su núcleo. Era demasiado, y Drina tuvo que luchar para no gritar o sentarse a horcajadas sobre su regazo allí mismo en la cabina. Podría haber llorado, sin embargo, cuando él de repente retiró sus dedos, permitiendo a sus bragas deslizarse nuevamente en su lugar. Harper rompió su beso muy bruscamente y volvió a tomar su bebida. Se la bebió de un tirón, dejó el vaso de nuevo y se deslizó fuera de la cabina, tomando su cartera a su paso. ― Termina, y pagaré la cuenta. ― Sus palabras fueron bruscas, su mandíbula apretada, pero ella sabía que no era ira lo que había en su expresión tensa. Exhalando despacio, Drina trató de calmarse mientras lo veía deslizarse a través de las mesas hacia la barra. Él sacó su teléfono mientras se iba. Llamando al coche, se dio cuenta mientras lo veía presionarlo en su oído. El coche que los llevaría a su apartamento, donde lo harían... Caramba, ¿qué estaba haciendo? Se preguntó con repentino pánico. Hacía siglos desde que había… Levantando la copa a sus labios, ella bebió el último trago, deseando que fuera Wino Reds o algo con un poco de ponche en lugar de una copa llena de feromonas. No tenía necesidad de estar más caliente, necesitaba un poco de coraje de sangre Holandesa. Literalmente.


Sacudiendo su cabeza, se deslizó fuera de la cabina, pero tuvo que agarrar la mesa para mantenerse en pie mientras sus piernas temblaban bajo ella. Caramba, era un desastre. Más de dos mil años de edad y temblaba como una virgen inexperta. Esto era patético, decidió, buscando su abrigo. Se lo puso, pero luego casi salto y su piel con ella, cuando una mano cayó sobre su hombro. Harper había regresado, se dio cuenta, mirando a su alrededor y le dirigió una sonrisa. ― El coche viene de camino, ― le dijo, agarrando su propio abrigo y colocándoselo. Drina murmuró lo que podría haber sido un, ― Bueno ― o lo que simplemente podría haber sido fácilmente un, ― Oh Dios, ― para entonces él tenía su abrigo, en su mano, y la estaba conduciendo a través de las mesas hacia la salida. ― Deivertios, chicos, ― cantó alguien. Drina miró a su alrededor para ver a su camarera de pie a un lado y sonriendo mientras pasaban, cuando Harper tiraba de ella por la puerta. La nieve y el viento la golpearon en la cara cuando entraron en la oscuridad. Drina entrecerró los ojos contra eso y siguió medio ciega cuando Harper la llevó alrededor del edificio a un estrecho callejón que conducía hacia la parte posterior. El viento amainó bruscamente una vez que la atrajo hacia la cobertura que ofrecía, y Drina suspiró con alivio. No estaba acostumbrada a este clima del norte. Ella se volvió para decir algo a Harper, pero nunca soltó las palabras. Tenía su boca de repente en ella, y sus manos y su cuerpo presionando su espalda contra los ladrillos fríos y duros de la construcción mientras su cuerpo se pegaba a su parte delantera. Lo que siguió fue una explosión de pasión que nunca había experimentado en toda su vida. Esto se apoderó de ella como las secuelas de una bomba atómica, sólo para girar y rodar a través suyo otra vez, y Drina simplemente se agarró a sus brazos y se aferró mientras él conducía su lengua dentro de ella e impulsaba a los lados el abrigo que los separaba de modo que él pudiera recorrer sus manos sobre su cuerpo. Sus manos moldearon sus pechos, su cintura, se deslizaron hacia abajo, al frente de sus muslos y luego alrededor detrás de ellos antes de subir para estrecharla detrás de ellos y levantarla contra la pared hasta que sus rostros estaban a la misma altura. Una vez que la tenía donde quería, él utilizó su dominio para extender y elevar sus piernas alrededor de sus caderas. Drina instintivamente, enganchó los tobillos calzados con botas detrás de su


cintura, ayudándolo a tomar su peso cuando él la inmovilizó contra la pared con sus caderas. Esto liberó sus manos, y él inmediatamente alargó una mano a sus pechos y la utilizó para tirar de su escote y el sostén a un lado, dejando uno al descubierto al aire de la noche. Drina jadeó cuando el frío onduló alrededor de su pezón, pero luego él rompió su beso para bajar su cabeza y adherirse a él, su aliento húmedo, caliente, llevándola a un calor que la tenía gimiendo y retorciéndose contra la pared. Cuando sus dientes rozaron el sensible nudo, ella gritó y alzó el rostro hacia el cielo nocturno. Unas escamas frías se agitaban a su alrededor, aterrizando sobre sus párpados, mejillas y labios, y respiraba en pequeños jadeos, formando mini nubes que flotaban hacia el cielo. Cuando ella sintió su mano rozar contra su muslo, moviéndose hacia arriba, Drina cerró sus ojos y realizó una respiración que salió disparada en un grito cuando el encontró su núcleo. Clavó las uñas en sus hombros, empujando sus caderas lejos de la pared, con la caricia, y giró la cabeza hacia un lado, de repente sin aliento, cuando él deslizó sus bragas a un lado para volver a tocarla. ― Cristo, ― gruñó Harper contra su pecho, y luego levantó su cabeza para gruñir casi desamparadamente, ― Estás tan caliente y húmeda. Drina abrió los ojos y bajó la cabeza para encontrarse con su mirada, y luego gimió cuando sus dedos se movieron a través de la carne tierna de nuevo. ― Te deseo, ― gritó ella, retorciéndose bajo su contacto. La plata en los ojos de Harper se disparó y él reclamó su boca de nuevo. Sus dedos se retiraron, pero ella sintió su mano moviéndose entre ellos y sabía que él estaba desabrochando sus pantalones. Ella lo besó más frenéticamente con la anticipación de lo que venía, y luego un coche hizo sonar su bocina. Ambos se congelaron un instante, y luego Harper rompió el beso y ambos se giraron fijando la mirada sin expresión en la parte trasera del coche apenas visible en la acera. Harper dejó caer la cabeza contra su pecho con un gruñido. Él le dio una ligera sacudida y se enderezó de nuevo. Su mano se movió brevemente entre ellos de nuevo, probablemente rehaciendo lo que había deshecho, y entonces la cogió por la cintura y retrocedió. Maldiciendo silenciosamente al conductor por ser tan condenadamente rápido, Drina desabrochó sus tobillos y permitió que sus piernas volvieran a bajar para apoyarla. Harper se mantuvo por un momento mientras ella encontró su equilibrio


en las botas de tacón alto, y luego la soltó para tirar rápidamente de su vestido a su lugar antes de coger su mano y conducirla fuera del callejón hacia el coche. Harper había agarrado su mano derecha con su izquierda, y no la soltó mientras la introdujo en el coche, pero siguió y cerró la puerta, todo el tiempo agarrando sus dedos. Él continuó sujetándolos firmemente cuando se inclinó para hablar con el conductor y cuando se recostó. Drina observó sus dedos entrelazados, y luego miró su cara, la preocupación revoloteó a través de ella cuando notó que él estaba mirando por la ventana, con una expresión sombría. Ella se preocupó sobre lo que estaría pasando en su cabeza durante la duración del viaje, pero no podía pensar en algo que decir para distraerlo. Su cuerpo seguía zumbando por lo que casi había ocurrido en el callejón, lo que, ahora que era capaz de pensar un poco, habría sido una catástrofe, pensó con una mueca. Harper podía estar despertando ―apetitos‖ residuales por su depresión por Jenny, pero la verdad es que eran compañeros de vida, y se decía que los compañeros de vida a menudo se desmayaban después de tener sexo durante el primer año más o menos. Ellos podrían haber estado tirados inconsciente en la nieve durante quién sabe cuánto tiempo si no hubiera llegado el coche. Vale, así que tal vez a ella no le importaba que el conductor no se hiciera esperar, después de todo, pensó con ironía.


8

Harper miraba por la ventana, con la mano de Drina cálida y suave en la suya. No era capaz de dejarla ir, era una cuerda salvavidas que lo mantenía a salvo, mientras su mente proponía las cosas más increíbles e imposibles, la más salvaje era la sugerencia de que ella era su compañera de vida. Casi había tomado a Drina en un callejón, contra una pared, durante una maldita tormenta de nieve, por el amor de Dios. Harper quería pensar que era el Dulce Éxtasis, y podría haberlo sido, admitió, pero lo que había sucedido en el mismo bar lo estaba azotando. En la pista de baile, y luego en la mesa, cuando la había tocado le había causado placer, no el me-gusta-complacerte, sino real placer físico. Hormigueos de conocimiento y emoción se habían estremecido a lo largo de su cuerpo con cada caricia que le había dado, instándolo a hacer cosas que nunca había considerado antes de esa noche. Si bien la manera en la que le había dado la espalda al resto del club había ocultado lo que estaba haciendo, tocándola de la forma que él quiso en la cabina, con la gente por todas partes, había sido una locura. Pero peor aún, había querido hacer más, y no estaba seguro de cómo se las había arreglado para no hacerlo. Le había costado un gran esfuerzo. Quería tocarla ahora también y estaba sosteniendo su mano para impedirse agarrarla por la cintura y atraerla a su regazo. Él quería quitar su abrigo y su vestido de sus hombros, quitar el sujetador, y festejar en su carne. Pero sobre todo, quería tirar de la falda, rasgar sus bragas, y hundirse a sí mismo en todo ese calor húmedo que había encontrado entre sus piernas. Y no le importaba mucho si el conductor estaba mirando mientras lo hacía. Harper nunca había querido a nadie tanto como a ella, nunca había sentido esa necesidad profunda en sus huesos. Ni siquiera por Jenny. El pensamiento le avergonzó. Jenny estaba muerta, había muerto dejando a unos pocos llorando por ella, sólo él y su hermana, y sin embargo no podía recordar su cara y ahora quería a otra mujer con más pasión de la que jamás había sentido por ella. Es el Dulce Éxtasis, se aseguró Harper. Pero el Dulce Éxtasis no le permitía experimentar el placer de Drina, argumentó otra parte de su mente, y definitivamente había sentido un hormigueo a través de su cuerpo cuando él había extendido sus dedos y dejado que acariciaran las puntas de sus pezones. La primera vez había sido un accidente. No se había dado cuenta de que su mano descansaba cerca de ella. Pero la emoción que había viajado a través de él le había hecho volver a hacer eso, y mucho más.


Quizás había sido sólo la emoción de lo que estaba haciendo, junto con el Dulce Éxtasis. Porque no había manera de que Drina fuera su compañera de vida. Acababa de perder a una, y si había algo que había aprendido, era que la vida no era lo bastante amable como para arrojarle otra tan pronto. Estoy comiendo de nuevo, sin embargo, pensó Harper, apretando su boca. Pero ya había explicado que se había alejado a sí mismo de manera satisfactoria… junto con su ansioso libido. Ambos eran el resultado de sus apetitos siendo despertados por Jenny, su compañera de vida verdadera. Simplemente no habían muerto con su muerte, si no que habían sido sustituidos por dolor y depresión durante un tiempo, pero ahora estaban saliendo de nuevo y haciéndole sentir sus presencias una vez más. Y Drina era una mujer hermosa, sexy. Cualquier hombre la desearía si él tuviera el menor interés en el sexo en absoluto. Por extraño que pareciera, mientras que la explicación sonaba razonable al principio del día, no sonaba tan razonable para él en ese momento. Sobre todo porque nunca había experimentado este tipo de pasión con Jenny. Su mente de inmediato trató de alejar ese pensamiento, pero Harper lo obligó a volver. No había sentido esa profunda pasión por ella. Él había sentido algo, pero ella siempre lo mantuvo lejos, sin dejarle ni siquiera besarla. Por lo tanto, había permanecido como una semilla, su deseo floreciendo como nunca por Drina en el momento en que su boca se había cerrado sobre la de ella. El Dulce Éxtasis, decidió. Eso era lo único que tenía sentido. Sólo eso podría crear una pasión tan abrumadora que superaría la que había experimentado con su compañera de vida. Sin embargo, la excitación que había sentido cuando había tocado a Drina le molestaba. Tenía que probarlo, decidió Harper. Tenía que tocarla sin que ella lo tocara de vuelta confundiendo la cuestión. Y tenía que hacerlo en algún lugar normal y aburrido, donde no hubiera ninguna posibilidad de que la situación y la posibilidad de ser atrapado pudieran inflamar sus pasiones. Su apartamento, por supuesto. No había nada más prosáico que un apartamento o casa. Sin duda, era más prosáico que una cabina pública o un callejón. Una vez que llegaran a su casa, la acariciaría con calma y metódicamente, y se demostraría a sí mismo que no estaba experimentando su placer. Incluso tendría que evitar besarla para asegurarse de no estar muy emocionado, decidió. Por lo menos, hasta que se hubiera asegurado que no había estado experimentando el placer compartido sobre el que las parejas inmortales deliraban. Sería difícil, reconoció Harper con una mueca interior. Tenía dos Dulce Éxtasis


agitándose en su sangre, lo cual probablemente no lo haría fácil. Pero iba a prevalecer. ― ¿Éste es tu edificio? Los ojos de Harper se reorientado por la pregunta de Drina, y vio que el coche se había detenido en una parada frente a su edificio de apartamentos. Tomando un respiro, él asintió, y luego abrió la puerta antes de que el conductor pudiera salir. Le dio la bienvenida a la explosión de aire frío que lo golpeó mientras se deslizaba fuera del vehículo, tirando de Drina detrás de él. El aire ártico podría ayudar a enfriar su ardor aún más, se aseguró Harper a sí mismo, y en vez de apresurarse al edificio después de cerrar la puerta del coche, se movió a través de la nieve arremolinada a un ritmo tranquilo. Drina le devolvió la sonrisa que el guardia en la puerta les dio cuando entraron. Su mirada se trasladó con curiosidad sobre el amplio vestíbulo de entrada, lujoso, mientras Harper la llevaba al último de los cuatro ascensores. Ella no se sorprendió por el ostentoso lugar. El hombre había dispuesto un helicóptero para recogerlos por la noche. Ella ya sabía que tenía dinero. No es que le importara. No se quedaba atrás en esa área tampoco. Su tiempo como corsario y algunas razonables ― tan buenas como afortunas ― inversiones ya se habían asegurado que nunca tuviera que preocuparse por el dinero. El ascensor era silencioso y rápido, y parecía que apenas habían entrado en él antes de que se deslizara hasta detenerse en lo alto. Harper la llevó fuera hacia un salón, sin soltarle la mano, ella miró a su alrededor, y luego se detuvo al darse cuenta de que no estaban en un salón, sino en un vestíbulo. Harper se giró, con una ceja arqueada interrogante. ― ¿Asumo que el piso entero es tuyo? ― Preguntó con ironía. ― Sí. ― Él esbozó una sonrisa. ― Ese es mi ascensor privado. ― Correcto, ― dijo Drina con diversión. ― Y sin embargo, ¿te quedas en Casey Cottage con sólo una habitación para ti? ― Es una bonita habitación, ―dijo con un encogimiento de hombros, y añadió con solemnidad, ― y ni toda la riqueza en el mundo es tan reconfortante como los amigos en tiempos de necesidad. ― Harper sonrió, y dijo, ― Además, el alquiler de la habitación es barato. Drina se echó a reír y sacó su mano de la suya para quitarse el abrigo. El


apartamento estaba calientito, demasiado caliente para estar abrigado. Harper rápidamente se quitó la chaqueta y se trasladó al armario para coger dos perchas. Colgó el suyo, y luego tomó el de ella, lo puso en la percha, y lo colgó también. Cerró la puerta y se volvió hacia ella, sólo para hacer una pausa. Las cejas de Drina se elevaron, y luego ella siguió su mirada hasta el lugar donde se dirigía su atención para ver que cuando ella se había quitado el abrigo, había retirado su vestido de su hombro, y ahora colgaba por su brazo, dejando una buena parte de la copa roja y negra de su sujetador al descubierto. Ella casi la tiró de nuevo a su lugar, pero simplemente no lo hizo. ¿Por qué molestarse? No iba a usarlo por mucho más tiempo, decidió, y volvió su mirada hacia Harper, no del todo sorprendida al ver la plata reviviendo en sus ojos. Habían estado casi puramente verdes en el momento en que habían entrado en el ascensor, con toda su anterior pasión aparentemente lavada al tiempo pasado en el viaje hasta allí, o tal vez por el frío, cuando habían caminado hasta el edificio. Ahora que empezaban a brillar plateados otra vez, el alivio la recorrió. Había estado tan silencioso en el coche, ella se había preocupado de que… Sus pensamientos se dispersaron, y contuvo el aliento mientras Harper repentinamente cerró el espacio entre ellos. Ella esperaba que él la empujara a sus brazos y la besara. Por lo menos es lo que ella esperaba, hasta que él se trasladó a sus espaldas. Drina empezó a girarse, pero él cogió sus hombros y la volvió a su lugar, hasta que su espalda estaba totalmente contra él de nuevo. ―Mira. Drina miró hacia donde él apuntaba para verlos reflejados en la superficie del espejo de las puertas de los armarios deslizantes: un hombre alto, de pelo rubio, en un traje gris oscuro, y una mujer más bajita, de cabello oscuro, y piel aceitunada en un vestido negro. En el momento en que estaba mirando donde él quería, las manos de Harper se deslizaron de sus hombros y ella las sintió en su espalda, y luego el vestido se aflojó mientras él deslizaba la cremallera hacia abajo. Drina tragó, luchando contra la tentación de girarse hacia él de nuevo. Él, evidentemente, no quería que lo hiciera. No sabía por qué, pero estaba dispuesta a seguirle el juego… por ahora, decidió. Sus miradas se encontraron en el espejo otra vez, y luego sus manos aparecieron, una en el hombro y la otra agarrando el ya caído tirante de su vestido, tironeando tanto hacia abajo que el vestido cayó alrededor de sus pies. Eso la dejó en ropa interior de color rojo y negro y botas de tacón alto, y Drina tuvo que admitir que se veía muy alta. Incluso sexy. Un poco como una dominatrix, tal vez, pero aun así sexy. Tendría que dar las gracias a Stephanie, decidió. Ese pensamiento se dispersó


en cuanto Harper rozó sus dedos suavemente por sus brazos, poniendo su piel de gallina y haciéndola estremecer. Ella renunció a su inactividad entonces y trató de girarse, pero Harper deslizó un brazo alrededor de su cintura, sosteniéndola en su lugar. ―Mira.― Susurró en su oído, su aliento enviándole otro escalofrío. Drina volvió su atención dubitativamente al espejo y se obligó a permanecer inmóvil. En el momento en que ella lo hizo, él empezó a moverse, con sus ojos ardientes mientras retiraba su brazo hasta que su mano aplanó su estómago. A continuación, se elevó deslizándose sobre uno de sus pechos mientras su otra mano aparecía para cubrir el otro. Sosteniéndola de esa manera, él tiró de ella contra su pecho, sus dedos comenzando a amasar y exprimirla a través del débil material de su sostén mientras bajaba la cabeza para presionar un beso en su cuello. Drina inclinó la cabeza hacia atrás con un gemido y cubrió sus manos con las suyas para instarle, pero él se detuvo al mismo tiempo. ―No. Ella parpadeó sus ojos abiertos confundidos y se encontró con su mirada. ―Mira, no toques, ―gruñó en su oído. Drina dudó, pero luego dejó que sus manos cayeran de nuevo. En el momento en que ella lo hizo, comenzó a acariciarla, una vez más a través de su sostén, y luego dejó que una de sus manos fuera a la deriva y se deslizara por su vientre y entre sus piernas a su centro. Un gemido se levantó en su garganta, y Drina tuvo que luchar para no cerrar los ojos y ceder a las sensaciones evocadas por su toque. Pero quería mirar ahora. La visión de sus manos sobre ella era increíblemente erótica. Harper siguió acariciándola a través del material rojo de seda por un momento, pellizcando el pezón del pecho que aún sujetaba, y frotó sus bragas contra su núcleo hasta que su respiración llegó en pequeños jadeos, entonces de repente ambas manos se retiraron para encontrar la parte trasera de su sostén. Cuando se escapó para reunirse con su vestido en el suelo, lo reemplazó con sus manos, y Drina echó la cabeza atrás contra su hombro, mirándole a través de sus ojos entrecerrados mientras él la acariciaba. ―Hermosa, ―gruñó él, mordiendo su oreja casi dolorosamente. Drina sacudió ligeramente la cabeza a pesar de que no podría haber dicho si estaba negando el cumplido o era por pura frustración. Quería tocarlo, y se veía obligada a


permanecer allí quieta mientras él jugaba con ella, lo que se estaba volviendo insoportable. ―Harper, ― gruñó en señal de advertencia, pero se congeló cuando una de sus manos repentinamente se deslizó hacia abajo, esta vez dentro de sus bragas y entre sus piernas para sumergirse infaliblemente entre sus pliegues y encontrar el capullo escondido allí. Oyó un sonido a medio camino entre un grito y un gemido y se dio cuenta que venía de ella, y entonces él retiró sus manos y se colocó delante de ella. Drina inmediatamente sintió el alivio pasar a través de ella, pero antes de que pudiera alcanzarlo, él la urgió a ir hacia atrás. Ella dio un paso fuera del círculo de su vestido, pero él siguió instándola a retroceder hasta que se tropezó con una pared. Harper se dejó caer ante ella. Arrodillado a sus pies, se inclinó hacia adelante para presionar un beso en la piel por encima de una bota. A continuación, miró a lo largo de su cuerpo hasta su cara mientras llegaba a la cintura de sus bragas y comenzaba a sacárselas. Drina le devolvió la mirada, levantando primero una bota y luego la otra para que pudiera retirar la delicada tela. Él la puso en la creciente pila de ropa y movió su boca en la piel por encima de la otra bota, esta vez lamiendo a lo largo del borde hacia el interior de su muslo, con su cabeza forzando a sus piernas a separarse más antes de que su boca comenzara a viajar hacia arriba. ―Harper, ―gritó ella, agarrando su cabeza cuando sus piernas comenzaron a temblar. Él agarró con sus manos la parte posterior de sus muslos, usando su agarre para instar a sus piernas a abrirse más ampliamente y permitir que sus labios viajaran más lejos, hasta que llegaron a lo que estaban buscando. En el momento en que su boca se cerró sobre su punto más tierno, ella gritó y echó la cabeza hacia atrás, maldiciéndose a sí misma cuando se estrelló contra la pared. Las estrellas bailaron detrás de sus ojos cerrados, pero no tuvo oportunidad de preocuparse demasiado por ello; Harper estaba alejando todo con sus acciones, alejando todo excepto el placer de su mente y construyendo la presión hasta que ella estaba casi llorando de necesidad. Drina se tambaleó al borde, ola tras ola rodando a través de ella y empujándola cuando de pronto él se irguió delante de ella. Ella parpadeó, abriendo sus ojos y mirándolo fijamente, luego agarró sus hombros cuando de pronto la sorprendió agarrándola por detrás de las piernas y la levantó, extendiéndola como lo había hecho en el callejón. Fijándola contra la pared con su


cuerpo, Harper la instó a envolver sus piernas alrededor de sus caderas. Sólo por instinto Drina obedeció la orden en silencio. Ciertamente, no era capaz de pensar mucho más. Sus ojos se deslizaron más allá de su hombro para encontrar su imagen en el espejo y vio que su chaqueta se había ido, la camisa fuera del pantalón, y sus pantalones de traje colgaban bajos en sus caderas. Se preguntó cuándo se había quitado la chaqueta y se había deshecho de sus pantalones, pero entonces él fue deslizándose en ella, y simplemente ya no le importó. Drina gritó y cerró los ojos, ya no estaba interesada en mirar... o cualquier otra cosa que no fuera de la fuerza que aumentaba en su interior. El mundo podría haberse derrumbado y caído a su alrededor, y a ella no le habría importado mientras siguiera golpeando dentro de ella, enviando oleada tras oleada irresistible de pasión insoportablemente abrasadora a través de su cuerpo y cerebro hasta que explotó brillante y caliente en su mente. Entonces se retiró, dejándola en oscuridad. Drina se despertó y se encontró a sí misma tendida desnuda en las sábanas de seda de una cama tamaño rey. Se incorporó y miró por la habitación a oscuras, viendo muebles, persianas opacas, y varias puertas, pero no a Harper. Frunciendo el ceño, deslizó sus pies al suelo y se levantó. Se dirigió hacia la puerta más cercana, esperando que la llevara a algún otro lugar que no fuera un armario, pero tropezó con algo en el suelo y se detuvo para mirar hacia sus botas. Las miró fijamente por un momento, una parte de su cerebro pensando que Harper debía de habérselas quitado mientras estaba inconsciente, y luego continuó caminando hacia delante. La primera puerta que intentó era un cuarto de baño. La segunda era un armario, pero la tercera llevaba a una sala, y caminó silenciosamente, con sus pies descalzos, sólo haciendo una pausa cuando terminó en un conjunto de cuatro escalones hacia abajo a una sala de estar grande y abierta. Sus cejas subieron a su frente, y pasó sus ojos sobre la enorme chimenea, los elegantes muebles en blanco y negro y la pared de ventanales que seguramente se extendía quince o veinte metros hasta el techo en un extremo de la habitación. Ahí es donde su mirada se detuvo. Harper estaba parado en el centro de la pared de ventanas, vestido con camisa y pantalones, mirando por encima de las luces de la ciudad. Ella habría apostado un montón de dinero a que él no veía nada fuera, sin embargo. Había mal humor en su pose y la expresión la convenció de que estaba perdido en sus pensamientos, y que no eran agradables. ― Somos compañeros de vida.


Drina se puso rígida ante el sombrío anuncio. Al parecer, la había oído acercarse a pesar de su silencio. O tal vez simplemente la había visto, se dio cuenta cuando vio su reflejo en el cristal. Y luego sus palabras se hundieron en ella. Mierda. Él lo sabía. Por supuesto, ella suponía que debería haberlo esperado. Como era legendario, los compañeros de vida parecían débiles después del sexo. Sin duda él lo estaba también, aunque parecía haberse recuperado más rápidamente que ella. Y era evidente que ella había estado profundamente inconsciente. No sólo la había llevado a la cama, si no que había tirado de sus botas sin agitarla. Ella se había apagado como una llama. Suspirando, Drina siguió adelante, cruzando la habitación hacia él. ― La mayoría de la gente estaría feliz por eso. ― Lo estoy, ― dijo, y ella soltó un bufido de incredulidad. ― No suenas muy feliz, ― señaló, deteniéndose junto a él y mirando su cara. ― Y definitivamente no te ves feliz. ― ¿Lo sabías? ― Preguntó Harper. Drina se giró para mirar por la ventana. ― Sí. Traté de leerte la noche que nos conocimos, y luego en la comida y... ― Se encogió de hombros. ― Y no dijiste nada. Drina suspiró. ― Marguerite dijo que podrías tener problemas para aceptarlo, y que era mejor dejar que lo averiguaras por tu cuenta. ― Marguerite,― murmuró con ironía. ― Ella dijo que te sientes culpable por la muerte de Jenny y que te has estado castigando a ti mismo. ― Fue culpa mía, ― dijo Harper con cansancio. ― Sé que te sientes de esa manera, pero... ― Es verdad, ― gritó. ― Si nunca me hubiera conocido, ella todavía estaría viva.


― O podría haber tenido un ataque de corazón al correr. Quiero decir, fue su corazón el que se agotó, ¿no? ¿Algún defecto desconocido que tuviera? ― Sin embargo, era el turno de... ― Harper, lo entiendo, ― interrumpió Drina tranquilamente, y él se giró hacia ella bruscamente. ― ¿Cómo diablos podrías entenderlo? ¿Has matado a tu compañero de vida? Los ojos de Drina se estrecharon, y dijo secamente, ― Todavía no, pero aún hay tiempo. Él parpadeó sorprendido. ― No me grites. Sé que estás molesto y dolido, pero no te desquites conmigo, ― dijo con firmeza. ― Una cosa es castigarte a ti mismo por lo que crees que es tu culpa, pero no voy a ser tu chivo expiatorio. Con un suspiro cansado, Harper se pasó una mano por el pelo y se alejó, murmurando, ― Lo siento. No debería haber estallado. ― No, no deberías. Y quieras creerlo o no, entiendo tu sentimiento de culpa por Jenny. Tengo mi propia culpa. ― ¿Por qué? ― Preguntó con sorpresa. ― Hola. ¿Estabas escuchando cuando te conté mi historia? Estoy bastante segura de que he mencionado a Beth y a las chicas con detalle. ― Aplanando su boca, Drina se giró para mirar por la ventana. ― Estoy bastante segura de que Jimmy sólo las escogió como víctimas por su relación conmigo. Si yo nunca hubiera entrado en sus vidas, podrían haber vivido hasta una edad avanzada y nunca habrían sufrido los horrores que las retorcieron al final. ― Eso no fue culpa tuya, ― dijo él en voz baja. ― No puedes culparte por eso. Hiciste lo mejor por ellas. ― Al igual que tú hiciste todo lo posible por Jenny, ― señaló. ― Pero el hecho de que estábamos haciendo nuestro mejor esfuerzo, y que no teníamos idea de que todo iba a terminar así, no hará que ninguno de los dos se sienta menos culpable. Harper se giró hacia la ventana y suspiró con cansancio.


Se quedaron así durante un minuto, y entonces Drina se movió inquieta. ― Marguerite dijo que estás tan decidido a castigarte a ti mismo que podías hacer algo estúpido como evitarme para no reconocer que somos compañeros de vida. ― Un poco tarde para eso, ― murmuró él. ― Sólo porque no tuviste oportunidad, ― dijo Drina con certeza, y luego añadió, ― Ella me dijo que no te enfrentara con esto, y que dejara que te dieras cuenta por ti mismo, pero que estuviera preparada para que intentaras alejarme una vez que te dieras cuenta... que, por supuesto, es lo que estás haciendo. ― No te estoy alejando, ― negó Harper, mirando a su alrededor con sorpresa. Drina rodó sus ojos. ― Oh, por favor, estoy aquí ni a seis pulgadas de distancia, desnuda como el día en que nací, y siento como si hubiera kilómetros entre nosotros. Sintió que sus ojos se deslizaban sobre ella, y contuvo el aliento, con la esperanza de que él hubiera reducido el abismo emocional que había abierto entre ellos, pero no se sorprendió mucho cuando él se dio la vuelta y miró por la ventana otra vez. ― Sólo necesito tiempo para adaptarme a esto, ― murmuró, apoyando un brazo en la ventana y presionando la frente en él. ― Bien, ― dijo Drina. Su temperamento se removía, pero su voz era tranquila cuando preguntó, ― ¿A qué exactamente necesitas adaptarte? Harper se enderezó y frunció el ceño. ― Tengo que ajustar mi cerebro a esto, eso es todo. Esto me ha tomado por sorpresa. Ella asintió. ― ¿Y cuánto tiempo te llevará? Él se encogió de hombros, y luego dijo miserablemente, ― No lo sé. ― Bien, ― espetó finalmente, desatando la rebelde agitación en su interior. Era una sensación familiar para Drina, y ella se volvió hacia él, y dijo con frialdad, ― Bueno, primero que nada, me molesta que te castigues a ti mismo, porque yo también seré castigada. Y en segundo lugar, debo advertirte, no tengo la intención de aguantar el castigo por mucho tiempo. Puedes revolcarte en tu culpa si lo deseas, y evitar lo que podríamos tener, pero eso no quiere decir que yo tenga la intención de esperar por siempre a que puedas ―ajustarte‖. Tienes dos semanas. Una vez que Victor y Elvi vuelvan, y me valla de aquí, le pediré a Marguerite que busque activamente a otro posible compañero de vida para mí. Uno que realmente me quiera. ― Ella sonrió


con frialdad a su rostro atónito, y añadió, ― Y estoy segura de que ella podrá hacerlo. Después de todo, soy tu segunda compañera de vida posible en dos años. Con Marguerite buscando activamente, ni siquiera podría tomar tanto tiempo. Para su alivio, Drina vio un destello de alarma en su rostro ante la sugerencia. Tal vez había esperanza para ellos, pensó, pero simplemente giró sobre sus talones, echó a andar a través de la sala de estar, y agregó, ― Ahora, si me disculpas, aún tengo dos dosis de Dulce Éxtasis corriendo por mí y no tengo intención de sufrir más de lo necesario. Voy abajo a dar al portero la noche de su vida. No será tan satisfactorio como hubiera sido contigo, pero tú estás, evidentemente, más interesado en revolcarte en tu culpa que en mí… y los mendigos no pueden ponerse exigentes. Drina no se sorprendió mucho al oírlo maldecir. Tampoco se sorprendió al escuchar el golpeteo rápido de sus pasos cuando él la persiguió. No aceleró o echó a correr, simplemente siguió adelante, haciendo todo el camino a través del cuarto y hasta los cuatro escalones antes de que él la agarrara del brazo y tirara de ella con la fuerza suficiente como para llevarla a chocar contra su pecho. Puso su mano en su pelo, arrastró su cabeza hacia atrás y cerró su boca sobre la de ella. Podía sentir su resentimiento en ese beso, su ira porque ella no se quedara suspirando tristemente y esperando pacientemente a que él luchara contra sus demonios hasta que sintiera que había sufrido lo suficiente antes de permitirse disfrutar de ese regalo que le había sido dado. Casi podía oír su conciencia batallando con su deseo, mientras luchaba entre lo que él quería y lo que sentía que se merecía. Drina se quedó completamente inmóvil e insensible, mientras esperaba ver qué lado iba a ganar, pero cuando la caricia cambió de la ira a la pasión, ella supo que su conciencia había perdido esa ronda. En el momento en que lo hizo, ella se relajó y buscó los botones de su camisa. ― Me vas a volver loco, ― murmuró Harper, arrancando su boca de la de ella para arrastrarla a lo largo de su cuello. ― Probablemente, ― estuvo de acuerdo ella, terminando con sus botones y dirigiendo su atención a tirar de su camisa fuera de su pantalón. Empujándola fuera de sus hombros, pasó las manos sobre su pecho musculoso y lanzó un suspiro de placer, burlándose, ― Para ser un cocinero, tienes buen cuerpo. ― Gracias a los nanos, ― murmuró, succionando una bocanada de aire cuando sus dedos rozaron su vientre bajo para trabajar en sus pantalones. Él tomó sus manos cuando ella terminó con su cierre y empezó a deslizarlo hacia abajo, entonces esperó hasta que ella levantó sus ojos interrogantes a los suyos antes de intentar preguntar, ― ¿Tú en realidad no hubieras ido escaleras abajo y…


― Nunca hago amenazas vacías. ― Lo interrumpió Drina, cayendo de rodillas delante de él. ― Es bueno saberlo, ― murmuró Harper, mientras ella sacudía sus manos fuera de las de él para terminar lo que había empezado, tirando su cremallera hacia abajo. Drina atrapó sus dedos en la cintura de sus pantalones y calzoncillos, y tiró hacia abajo, sonriendo mientras lo liberaba. Alcanzándolo, cerró sus dedos alrededor suyo, sus ojos cerrándose por el disparo de excitación que pasó a través de su propio cuerpo. Compartir el placer. Otro síntoma de los compañeros de vida. Esta era realmente su primera oportunidad de experimentarlo. Antes de eso, Harper había insistido en hacer que todos los pensamientos de Drina murieran al darse cuenta de que no había manera de que él no se hubiera dado cuenta de que eran compañeros de vida antes de esa noche. Él habría experimentado esto, tanto en el pub como después. ¿Qué significaba eso? Él no había corrido al primer contacto. ¿Había más esperanza para ellos de la que ella había creído? Sus reflexiones se dispersaron cuando él habló. ―Tal vez deberíamos ir a la… ― las palabras de Harper se ahogaron cuando ella se inclinó hacia adelante y pasó la lengua suavemente por un lado de su creciente erección, enviando pequeñas lamidas de excitación a través de los dos. Apoyando las manos en ambas paredes de la sala, murmuró, ― La próxima vez… ― y entonces gimió cuando ella lo llevó dentro de su boca. El timbre de un teléfono despertó a Drina y la hizo ponerse de mal humor. ― ¿Sí? Parpadeó con los ojos abiertos por el sonido de la voz de Harper, miró su pecho, en el que estaba ubicada, y entonces levantó los ojos a su cara. Estaban en su larga cama extra grande. Él obviamente había despertado en primer lugar, como de costumbre, y la había llevado allí de nuevo, porque habían estado en la cocina cuando la inconsciencia se apoderó de ella. Drina había ido allí en busca de comida, pero por supuesto Harper no había vivido ahí durante un año, y mientras que él le había dicho que tenía un servicio de limpieza semanal que iba de todas formas, no había comido en los siglos anteriores al viaje a Port Henry, así que no había tenido comida en aquel entonces.


No había ni una migaja de pan en la cocina. No había sangre tampoco. Afortunadamente, Harper se había despertado y había ido a buscarla cuando ella se había dado cuenta de eso y había logrado distraerla de ambas hambres con una diferente. En realidad, los mostradores de la cocina tenían la altura perfecta para una distracción. ― Te llamaré de nuevo, ― dijo Harper, mirándola cuando ella comenzó a dibujar círculos invisibles en su pecho. Alargó la mano para poner el teléfono en su base, luego se giró, rodando sobre Drina y cayendo encima de ella con su rostro a la altura del pecho. ― ¿Quién era? ― Murmuró, extendiéndose debajo de él y sonriendo al sentir algo duro presionándose contra sus piernas. ― El piloto, ― murmuró, sujetando sus manos y presionándolas hacia abajo a ambos lados de su cabeza mientras mordía a lo largo de su clavícula. ― La tormenta ha terminado. Podemos volar ahora. ― Oh. ― Drina suspiró con profunda decepción de que ese período idílico hubiera terminado. ― Tenemos que irnos. ― Lo haremos, ― le aseguró, su boca moviéndose más bajo ahora, trazando una línea recta por uno de sus pechos. ― Después. Drina vaciló, pero su sentido del deber la hizo sacudir la cabeza. ― Debo… Harper alzó una mano para taparle la boca, luego levantó la cabeza y la miró con solemnidad. ― Es media tarde. No podemos aterrizar en el patio del colegio hasta el anochecer. Es un día de escuela. ― Oh, ― dijo ella, y luego sonrió lentamente. ― Bueno, en ese caso… Volviéndose bruscamente, lo tomó por sorpresa y logró darle la vuelta sobre su espalda una vez más, e inmediatamente se levantó a horcajadas. Sonriendo frente a su sorpresa, dijo, ― Deberías alimentarme. Harper la miró por un momento, entrecerrando los ojos calculando, y luego lanzó un suspiro reticente. ― Sí, supongo. Tengo hambre. Drina parpadeó y se las arregló para ocultar su decepción. Ella había esperado por alguna protesta, tal vez una pequeña sesión de lucha libre, y luego la sexta ronda de sexo locamente apasionado… o tal vez habría sido la séptima ronda. Había perdido


la cuenta. No importaba de todos modos, parecía que Harper estaba más hambriento por alimentos que por ella. Forzando una sonrisa, empezó a bajarse de encima de él, situándose al costado de la cama, y luego gritó con sorpresa cuando fue atrapada por la cintura y arrojada de espaldas en la cama. Drina cayó de espaldas sobre el colchón, y él de inmediato subió encima de ella otra vez. A Harper parecía gustarle ser el que tuviera el control en el dormitorio, había notado. Por extraño que pareciera, Drina descubrió que no le importaba, lo que era inesperado considerando que ella había pasado la mayor parte de su vida luchando por independencia y control del resto de su vida. Pero entonces, tal vez era por eso. Era muy agradable pasarle la carga y permitirle dirigir el barco, sobre todo cuando era un viaje tan agradable. ― ¿Pensé que tenías hambre? ― Ella rió, cuando él se dispuso a fijar sus piernas con las suyas propias y sus manos por encima de su cabeza nuevamente para asegurarse de que no podría rodar hacia la parte superior otra vez, o incluso moverse. ― La tengo, ― le aseguró Harper, y luego inclinó su cabeza para chasquear la punta de su lengua repetidamente sobre un endurecido pezón, antes de añadir, ― Y vamos a comer. Después. ― Después. ― Drina estuvo de acuerdo con un gemido cuando él detuvo las burlas y, finalmente, cerró la boca sobre su pezón.


9

Drina miró por encima el patio de la escuela, mientras volaban sobre Casey Cottage, en la esquina de enfrente. Ella se quedó mirando las ventanas iluminadas de la casa, deseando con todo su corazón que la tormenta hubiera seguido y así no tener que regresar. No era porque no quisiera ver a Stephanie, a Mirabeau, a Tiny o incluso a Anders, pero cuanto más se acercaba a Port Henry, la mirada de Harper era más sombría. Ella temía bastante que la pasión y la risa de las últimas veinticuatro horas hubieran sido nada más que un recuerdo, cuando Harper se hundió de nuevo en su culpabilidad. ― Idiota, ― murmuró en voz baja mientras el helicóptero aterrizaba, luego suspiró y se movió a lo largo del asiento hacia la puerta cuando Harper la abrió. Él salió en primer lugar y se volvió, levantando las manos para ayudarla a salir. Drina vaciló, con una expresión impersonal, entonces salió, con los dientes apretados cuando él la tomó del brazo para ayudarle a alejarse del helicóptero. Ella lo sentía como un viejo comparado con el compañero de vida con el que había hecho el amor siete veces en las últimas veinticuatro horas, pensó con amargura. Había una notable diferencia entre la cariñosa forma en que había deslizado su brazo por su cintura y la introdujo a su lado, y como la hizo de camino al helicóptero en Toronto. De hecho, podía sentir el fantasma de Jenny Harper deslizándose entre ellos, frío y húmedo. Enfurecida por este hecho, Drina buscó en su mente algo que decir o hacer para detener lo que estaba sucediendo, pero al final simplemente tropezó con la bota. Dejándose caer hacia él cuando resbaló con el hielo. Harper hizo lo que esperaba y la puso contra su pecho, girando al caer, de modo que él se llevó la peor parte del impacto. ― Oh, lo siento mucho. Resbalé con el hielo, ― mintió Drina, separándose de su pecho cuando la miró con cara atónita. ― ¿Estás bien? Harper se resistió brevemente para recuperar el aire y luego asintió con la cabeza. ― Sobreviviré. ― Oh, pobre Harper. Gracias por haberme salvado de lo peor de la caída, ― dijo y le dio un beso. ― Eres mi héroe. ― Ella sintió una punzada dolorosa en el pie pero merecía la pena devorar su boca. Para gran satisfacción de Drina, Harper sólo consiguió resistirse durante un


momento antes de que sus brazos se cerraran alrededor de ella y tomara la iniciativa. Ella sabía que había ganado esta ronda, cuando rodó por la nieve y comenzó a dar un tirón de los botones de su abrigo para llegar a lo que había debajo, apretando las caderas. ― Muy bien, vosotros dos, dejadlo ya o voy a tener que deteneros por comportamiento lascivo. Hay niños mirando, ya sabéis. Harper dejó de besar a Drina y miró a su alrededor para mirar fijamente al hombre que cruzaba el patio de la escuela hacia ellos. ― Teddy. ― Parecía que ella se había hecho daño, por eso corrí para ver si estaba bien, pero es bastante obvio que se recuperó bastante rápido, ― murmuró Teddy, deteniéndose junto a ellos y tendiéndole la mano a Harper. Suspirando, Harper aceptó la ayuda. Una vez en pie, se volvió para ayudar a Drina a levantarse. Miró a su alrededor cuando ella se levantó y vio que en todas las ventanas de los edificios había varios niños mirando. Por lo tanto, su plan no había sido lo mejor, Drina pensó con un encogimiento de hombros. Por lo menos lo había intentado. Así nada más, ahora estaba bastante segura de que tenía que seguir provocando a Harper para conseguir sexo. A medida que conocía a su compañero de vida, le resultaba más difícil luchar contra su atracción. Por lo tanto, cada vez que el fantasma de Jenny Harper, se interpusiera entre ellos como un muro, ella utilizaría el sexo para derribarlo, decidió Drina. Ella podía manejar eso. ― Por Dios, niña. Drina dejó sus pensamientos por esa exclamación y miró a Teddy Brunswick el cual miraba sus botas con consternación. ― No es de extrañar que no puedas mantenerte en pie. Esas botas son para mirar, no para caminar, ― murmuró el jefe de policía. Sacudiendo la cabeza, él la tomó del brazo como si temiera que no fuera capaz de permanecer en pie mucho tiempo, y entonces él la instó a seguir. ― Está bien, ― dijo Harper en voz baja, deslizó su brazo por su cintura y la atrajo hacia él. Fue un acto posesivo que envío un flujo de calor a través de ella, así como la esperanza de que podía superar su culpa y arreglar las cosas después de todo. Teddy se rió entre dientes. ― Pues al infierno, Stoyan, no me sorprende que te guste. Con ese par de FMs a ningún hombre ni chupasangre podría no gustarle.


― ¿Sabes algo sobre las FMs? ― Preguntó Harper con sorpresa sobre la cabeza de Drina. ― Puede que sea viejo, pero no soy estúpido, ― dijo Teddy secamente, luego hizo una pausa para echar un vistazo a la manera de llegar a la carretera. Drina se mordió el labio para no volver a sonreír al ver la expresión contrariada de Harper y le preguntó, ― Estabas en casa, Teddy. ¿Va todo bien? ― Está todo bien por lo que sé, ― le aseguró Teddy, instándolos a cruzar la calle. ― Vine a comprobar las cosas de camino a mi casa. Quería preguntar sobre la transformación de Tiny, cuando vuestro helicóptero apareció, así que esperé a que bajarais. ―¿Tiny se transformara esta noche? ― Pregunto Harper tenso y Drina no necesitó leer su mente para saber que él estaba pensando en Jenny. El fantasma había regresado, pero con Teddy allí, no podía arrojarse sobre Harper de nuevo. Tendría que ser paciente. ―Esta noche no, ― dijo Teddy. ― Pero estoy seguro de que será pronto. Anders trajo la sangre para él y Leonius no está en la zona, así que no hay preocupación de que ataque, mientras que todo el mundo esté tranquilo... ― Se encogió de hombros y luego añadió con sensatez, ― No vale la pena la espera. Estoy seguro de que será en un día o dos y quiero estar a mano cuando ocurra en el caso de que se necesite más ayuda. ― Bien, ― murmuró Harper sombríamente. ― Entonces, ¿no fue por eso por lo que regresasteis desde Toronto? ― Preguntó Teddy, caminando hacia el camino de entrada de la casa. ― Escuché que estaba nevando. ― Sí, pero aun así está bien, ― dijo Drina en voz baja cuando Harper se quedó callado. ― De hecho, ya casi teníamos que volver. ―Uh-uh. ― Asintió Teddy con la cabeza. ― ¿Así que vosotros dos sois compañeros de vida? Drina se volvió hacia él bruscamente. ― ¿Stephanie y Mirabeau te lo dijeron? ― No me lo dijeron. Es por ese brillo que tenéis de nuevos compañeros de vida. He visto cinco nuevas parejas de compañero de vida, sin contaros a vosotros,


reconozco su aspecto. ― Seis, ― dijo Harper. ― ¿Cómo es eso? ― Preguntó Teddy. ― Has visto a seis parejas de nuevos compañero de vida en la familia, ― explicó Harper. ― No, no lo creo, ― dijo Teddy con el ceño fruncido y empezó a contarlos. ― Ahora, vamos a ver, están Victor y Elvi, DJ y Mabel, Alessandro y Leonora, Edward y Dawn, Mirabeau y Tiny… Son cinco. ― Se te olvidó... ― Oh, espera, tienes razón, me olvidé de Lucian y Leigh. Todavía tenían ese brillo de nuevos compañeros de vida, cuando vinieron aquí la primera vez, ― dijo con un guiño. ― Por lo tanto son seis. Y con vosotros siete. ― Querrás decir Jenny y yo, ― dijo Harper con firmeza. ― Hmm. ― Teddy se quedó en silencio mientras pasaban bajo el techo del garaje, pero luego dijo, ― Bueno, ahí está la cuestión. Vosotros dos no erais como los demás. Harper se quedó perplejo por las palabras, pero fue Drina quien pregunto, ― ¿Qué quieres decir? ― Bueno, efectivamente Harper parecía ansioso, pero Jenny era harina de otro costal. Ella trataba a Harper como lo hacía con el pobre Bobby Jarrod cuando estaban en la escuela secundaria. El chico estaba loco por ella, ― explicó, ― durante un tiempo lo trató bien, ― él sacudió la cabeza con disgusto, ― pero todo el mundo sabía que ella solo lo utilizaba para obtener entradas gratis al cine. Él era acomodador en el Cineplex en Londres, ― explicó. Drina miró a Harper para ver cómo se lo estaba tomando, tenía la cabeza agachada y ella no podía ver su expresión. ― El mayor favor que le hizo a Bobby fue que se fijó en ese idiota de Randy Matheson cuando le mostró cierto interés. ― Teddy sacudió la cabeza. ― Ahora era un alborotador. Siempre iba tras los alborotadores. Nunca había visto a Randy como un adolescente, debieron estar en todos los aparcamientos de las carreteras secundarias de los alrededores, luego lo dejó por un chico de Londres, con un papá


rico y un margen lo suficientemente grande como para permitirse alquilar una habitación de motel en vez de andar a tientas en un coche. Habían llegado a la puerta de la casa y Teddy hizo una pausa para volverse hacia Harper, diciendo, ― Yo nunca te dije nada de lo que había vivido Jenny, y no lo hice ni cuando ella murió, porque sabía que estabas sufriendo, pero ahora eres feliz con Drina y disfrutando de ese brillo de nuevos compañeros de vida como los demás, tengo que decirte que creo que has tenido suerte. No conozco todos los recovecos de este asunto de compañeros de vida, pero creo que Jenny solo pudo ser una posible compañera de vida para ti, pero no creo que ella lo sintiera de corazón. Tengo la sensación de que acabó viéndote como otro Jarrod Bobby. Apartándose, Teddy abrió la puerta y levantó una mano para llamar, pero se detuvo, cuando Mirabeau abrió la puerta desde el interior. ― Beau, ― saludó Teddy, entrando al interior. Mirabeau sonrió y miró a Drina y a Harper. ― Vamos, vosotros dos. Hace frío. Forzando una sonrisa, Drina entró, deseando poder arrastrar a Harper a algún lugar para hablar con él y averiguar lo que estaba pensando. Pero no parecía muy posible que pudiera tener una oportunidad de momento. Tendría que encontrar una manera de estar a solas con él y hablar más tarde. ― ¿Has decidido salir de tu escondite ahora que Drina y Stephanie se han ido a la cama? Harper se puso rígido con el saludo de Anders al bajar las escaleras y aparecer por la esquina del comedor. El cazador estaba sentado a la mesa, con una baraja de cartas puesta ante él en lo que parecía ser una versión complicada del juego del solitario. Harper frunció el ceño ante el hombre, no le parecía bien que por una vez que el ruso hablara, optara por esa afirmación. ― No estaba escondido, ― mintió, volviendo a caminar hacia el mostrador en forma de L que separaba la cocina del comedor. Hacia el frigorífico, lo abrió, mirando las bolsas de sangre y la comida disponible. ― Bien, ― dijo Anders secamente. ― Estás como si hubieras pasado cuatro horas bajo la lluvia. Harper hizo una mueca mirando el frigorífico, luego agarró una bolsa de sangre y


un plato de algún tipo de restos. No estaba seguro de lo que eran, pero tenía hambre. Había que prepararse para subir y pensar cómo hacerlo. La cena que tuvo con Drina era la primera vez que había comido en mucho tiempo. Él pensó que le gustaría, así que todo fue un experimento en este momento. ― Era para evitar herir a Drina, ― gruñó Anders. Harper dejó el cuenco sobre el mostrador con un suspiro y bajó la cabeza. No debería estar sorprendido por su huida. En el momento en que había tomado su abrigo y las botas no se le vio mientras estaba en la planta baja, supuso que no pensaba en ella. Estaba pensando en... ―En una mujer muerta, ― dijo Anders sombrío, recordándole que sus pensamientos eran fáciles de leer en este momento. ― Ella era mi compañera de vida, ― dijo Harper en voz baja. ― Fue, esa es la palabra. Ella murió. El destino tenía otros planes para ti. Ahora tienes a Drina. Has tenido mucha suerte con estos acontecimientos. Algunos nunca encuentran a un segundo compañero de vida y otros tienen que esperar siglos. Y Drina ya es inmortal, más suerte, ya no tienes que convertirla. Sería una tontería no aprovechar esta suerte. Harper miró por la ventana trasera de la casa, la frustración corría a través de él. Todo lo que había dicho Anders era cierto, pero no era capaz de librarse de la culpa que lo arañaba. Se las había arreglado para olvidarla por un tiempo en Toronto, pero cuanto más se acercaba a Port Henry, más se había sentido como un marido infiel regresando de una cita con su secretaria. Harper cerró los ojos. Jenny estaba muerta y en la tumba, porque había estado dispuesta a convertirse y ser su compañera de vida y él estaba riendo y jugando con otra mujer. Se sentía como si estuviera bailando sobre su tumba. Pero eso no era lo peor. Lo que realmente le carcomía era que no podía recordar nítidamente la cara de Jenny. Eso no era a causa de la llegada de Drina. Él no había sido capaz de recordar su cara desde hacía un tiempo. Su imagen se había borrado de su mente casi antes de que ella estuviera bajo tierra. Fue un error. Vergonzoso. Ella había muerto por estar con él y se merecía algo mejor que eso. ―Y ¿qué merece Drina? ― Preguntó Anders, evidentemente, todavía leía su mente. Harper se volvió y frunció el ceño al hombre por lo general poco comunicativo. ―


¿Qué te importa? ― A mí nada, ― dijo Anders encogiéndose de hombros, mientras movía las cartas en la mesa. ― Si quieres un buen consejo te diría que cuando el destino es tan amable, vete por él. ― Gracias, ― dijo Harper secamente, volviéndose hacia el mostrador. ― Te diré algo más, ― dijo Anders en un tono conversacional. ― Si hubiera resultado que Drina fuera mi compañera de la vida… estarías muerto. Te hubiera matado para reclamarla. La mayoría de los inmortales lo harían. Así que estoy pensando que eres un tonto o estás loco. O ella estará mejor sin ti. Harper se dio media vuelta para no alucinar ante él, pero Anders ni siquiera había levantó la vista de sus cartas y continuaba barajándolas con total naturalidad mientras añadía con duda. ― Dudo que ella lo vea de esa manera. Esto la comerá, la distraerá de lo que se supone que debe hacer, y un cazador distraído normalmente termina como un cazador muerto. Anders hizo una pausa para mirar a Harper, y agregó, ― Eso está bien, sin embargo. Tendrías dos muertes de compañeros de vida en tus manos y podrás sumergirte por completo a ti mismo en la culpa y la miseria, ¿no? ― Gin, ― dijo Stephanie triunfante, poniendo sus cartas sobre la mesa. Drina apartó la mirada del techo y cogió una carta de la baraja. ― Hola. He dicho Gin, ― dijo Stephanie secamente, Drina la miró confundida. Exhalando un profundo suspiro, la joven negó con la cabeza. ― Ni siquiera me prestas atención, Dree. ― Lo siento, ― murmuró Drina, luego sonrió y posó sus cartas, diciendo, ― Beth me llama así. ― ¿Dree? ― Preguntó Stephanie recogiendo las cartas y comenzando a barajar de nuevo. ― Es tu pareja, ¿verdad? Drina asintió con la cabeza, si Beth estuviera allí le podría haber dado algún consejo. ― Harper te está evitando, ― murmuró Stephanie tristemente, cuando comenzó a


repartir las cartas. ― Eso parece, ― dijo Drina en un suspiro, y sus ojos miraron el techo de nuevo. La había estado evitando desde su regreso la noche anterior. Había escapado a su habitación para ducharse y cambiarse en el momento en que había tomado su abrigo y sus botas y la había dejado con Stephanie para pasar la noche. Lo había oído bajar desde el tercer piso. Las escaleras crujían. Ahora era media mañana, y al parecer seguía durmiendo. O escondido en su habitación. Ella no sabía qué, pero sospechaba que era la última opción. ― ¿Qué vas a hacer al respecto? ― Preguntó Stephanie en voz baja, cuando acabo de repartir las cartas. Drina negó con la cabeza. Ella había permanecido despierta toda la noche tratando de entenderle y había estado preocupándose por el bienestar de Stephanie y todavía no tenía una pista. Era difícil saber qué hacer para sacarlo de su tristeza y preocupación si se escondía en su maldita habitación. Oh, ella sabía lo que quería hacer. Drina quería ir a su habitación, meterse en la cama, limpiar a Jenny con agua caliente, y tener vida sexual con su compañero. Desafortunadamente, tenía responsabilidades aquí. Tenía que pasar la noche con Stephanie para asegurarse de que a la niña no se le pasara por la cabeza lo de salir corriendo para ver a su familia mortal, tenía que pasar los días vigilándola hasta que se hiciera cargo Anders. Solo faltaban unas horas para la noche y no tendría que hacer nada, y Drina sospechaba que Harper utilizaría la presencia de los otros para mantenerla a distancia. Sus pensamientos se dispersaron a los cuatro vientos, Drina se puso rígida cuando oyó pasos en el piso de arriba y luego a alguien bajando las escaleras. ― Es él, ― susurró Stephanie en tono emocionado, y Drina la miró con sorpresa. Antes de que pudiera preguntar cómo sabía que no era otra persona, Harper dio la vuelta a la esquina hacia la cocina. ― Buenos días, damas, ― saludó, fue hacia Drina y le dio un beso en la frente. ― Buenos días, ― le susurró Drina. Para ella fue una sorpresa y mostró alivio en su mirada mientras se enderezaba. Harper hizo una pausa a mitad de camino para mirarla y luego se inclinó para besarla de nuevo, esta vez en los labios.


― Oh, vaya, ― dijo Stephanie con disgusto, cuando el beso se alargó. ― En realidad, Harper esperaba que te llevaras a Dree escaleras arriba a la privacidad y confort de un dormitorio y no que la arrojaras sobre la mesa. ― ¿La mesa? ― Preguntó Drina sin aliento cuando Harper dejó de besarla. ― Lo siento. Me distraje, ― murmuró Harper. Stephanie resopló. ― Más bien tenías una fantasía en toda regla. Quiero decir, que era demasiado explícita. De pie, ella se trasladó alrededor de la mesa, en dirección a las escaleras. ― Voy a cepillarme el cabello y cambiarme de ropa, por si salimos. Eso os dará cerca de diez minutos antes de que nos vayamos sino luego estaré con dos frustrados durante todo el día. Pero no hay presión, ― añadió con una carcajada mientras se dirigía a la habitación. ― ¿Dónde vamos? ― Murmuró Drina mirando a Harper. ― Pensé en llevaros a la ciudad a almorzar y de compras, ― admitió Harper, tomándola de la mano y arrastrándola fuera de la silla. ― Oh... ― tropezó detrás de él a través de la cocina, hacia la despensa. ― ¿Qué estás haciendo? Harper se detuvo en la pequeña despensa, se volvió para tomarla por la cintura subiéndola al mostrador frente a la ventana que daba al patio trasero. ― ¿Qué… ― Ya la oíste. Tenemos diez minutos, ― murmuró Harper tomando el dobladillo de su camiseta y tirando de ella hacia arriba para revelar otro de sus nuevos sostenes, esta vez uno de color rosa pálido que destacaba sobre su piel aceitunada. Hizo una pausa y respiró, ― Maldita sea, creo que tengo un nuevo favorito. ― Harper, ― protestó Drina en una risa, agarrándole las manos mientras él apartaba una de las copas para liberar un pecho. ― Detente, no podemos. ― Diez minutos, ― le recordó, inclinándose hacia adelante para atrapar el pezón que acababa de desnudar. ― Pero vamos a desmayarnos y ella nos encontrará desnudos en el suelo de la despensa, ― se quejó Drina, liberando las manos para agarrar su cabeza en su lugar.


Por desgracia, mientras su mente estaba cuerda, le entrelazó los dedos por el pelo, en silencio, y le instó a... ― Maldita sea, ― respiró Harper, atrapando el pezón con su boca. Se quedó inmóvil por un momento y luego se enderezó y metió el pecho de nuevo en el sujetador. Drina casi gimió en voz alta cuando él tiró de la camiseta hacia abajo, pero ella sabía que era lo mejor. ― Sólo tenemos que hacerlo con la ropa puesta. Ella parpadeó confundida. ― ¿Qué? ― No te voy a desnudar, ― dijo Harper, a continuación, le metió su pierna, enfundada en su pantalón vaquero, entre las suyas y la besó. Drina no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, pero su lengua estaba ahora en su boca mientras acariciaba sus pechos a través de su camiseta y el sujetador, le resultaba difícil pensar en algo, pero las sensaciones circulaban a través de ella. Cuando él se acercó y sintió su dureza a través de sus pantalones vaqueros, Drina gimió y clavó las uñas en la camiseta, arrastrándola hacia arriba. Harper inmediatamente interrumpió el beso y murmuró, ― Ropa, ― besándola desde la mejilla hasta su oído. ― Ropa, ― repitió ella sin comprender, lanzando su camiseta y comenzando a pelearse con la hebilla de su cinturón. Harper inmediatamente liberó sus senos, dando un paso atrás para levantarla del mostrador. Separándose un poco de Drina, la cual abrió la boca para protestar, pero luego se mordió el labio sorprendida cuando él la volvió a abrazar. ― ¿Qué? ― Preguntó con sorpresa. ― Las manos en la encimera, ― ordenó Harper, con sus manos en su cintura y luego sobre sus pechos. De inmediato se acordó de su apartamento y de cuando lo hizo delante de las puertas de los armarios con espejos. El recuerdo erótico de su reflejo llenó su cabeza y su entusiasmo subió varios grados. Drina apretó los dientes y se apoyó en el mostrador, inclinando la cabeza mientras una de sus manos acariciaba sus piernas a través de sus pantalones vaqueros, apretando su parte inferior trasera contra sus caderas y su miembro cada vez mayor.


Cuando de pronto Harper puso su mano sobre su pecho para ponerla en posición vertical con la espalda contra su pecho, Drina inclinó la cabeza hacia atrás sobre su hombro. Cerrando los ojos, agarró sus manos y gimió cuando él casi la levantó del suelo con la mano entre sus piernas en un esfuerzo por separar la dura tela de los pantalones vaqueros. ―Ocho minutos, ― jadeó contra la oreja. Una risa sin aliento escapó de sus labios, Drina abrió los ojos, parpadeó y luego vio el movimiento en el patio trasero. Ella entrecerró los ojos contra la luz brillante del sol que entraba por la ventana, tratando de descubrir lo que había visto, luego abrió la boca y se puso rígida cuando Harper se detuvo atrapándola entre sus piernas. Metió la mano en sus vaqueros y sus dedos se zambulleron infaliblemente entre sus piernas, intensificando todo por dos. ― Oh, Dios, ―murmuró Harper contra su cuello, sus caricias eran cada vez más frenéticas mezcla de placer y de emoción en aumento. ― Sí, ― dijo Drina sin aliento, cerrando los ojos y moviendo las caderas con su contacto. Ella le clavó las uñas. El deslizó dos dedos dentro de ella y hundió sus colmillos en su cuello, al mismo tiempo, Drina gritó de placer.

― Cuéntame otra vez eso de que Drina vio un ratón que la hizo gritar y desmayarse. Drina se volvió en el asiento del pasajero delantero del BMW de Harper para poner mala cara a Stephanie que viajaba en el asiento trasero. ― Muy bien, ya sé que puedes leer nuestras mentes y saber que no había ratón. Terminemos con eso. ― Bueno, aunque no pudiera leer vuestras mentes, no hay quien se crea esa historia del ratón, ¿verdad? ― Dijo Stephanie riéndose. ― En serio, ¿un cazador se desmayaría por ver a un pequeño ratón? Drina sacudió la cabeza y se volvió para mirar de nuevo hacia delante. Como de costumbre, Harper se había despertado débil pero rápido después del coito, antes que ella. Había estado tratando de despertarla cuando Stephanie los había encontrado en el suelo de la despensa. No tenía la menor idea de por qué incluso se había tomado la molestia de inventar la historia del ratón cuando la niña podía leerlos tan fácilmente, pero lo había hecho. Como era de esperar, no se lo había creído. ― Si no fue exactamente un desmayo después del coito, ¿que fue? ― Dijo secamente


Stephanie. ― Stephanie, ― gritó Drina con horror. ― Bueno, solo estaba intentando decirlo, ― dijo Stephanie a la defensiva. ― Harper en realidad no insertó la parte A en parte B. Bueno, supongo que hubo algún tipo de inserción, en la parte F. ― ¿Cómo sabes eso? ― Drina interrumpió abruptamente las burlas. Stephanie puso los ojos en blanco. ― Hemos pasado por esto. Puedo leer tu mente, ¿recuerdas? ― Sí, pero yo no estaba pensando en eso, ― dijo Drina, a la vez, consciente de que Harper estaba mirando la carretera, a ella y a Stephanie por el espejo retrovisor con el ceño fruncido. Stephanie se encogió de hombros. ― Pues lo debiste hacer. De lo contrario, ¿cómo iba yo a saber lo que hicisteis? Drina la miró en silencio, más que preocupada. Ella no había estado pensando en lo que ella y Harper habían hecho. Había estado pensando en el después, el despertar en el suelo. Sin embargo, Stephanie al parecer, sabía lo que había ocurrido entre ella y Harper y, obviamente, en detalle. Se debería avergonzar, pero estaba demasiado preocupada por lo que la niña, aparentemente ― no sólo eran pensamientos, sino ― recuerdos actuales de su mente lo que podía significar preocuparse por la vergüenza. Por lo general, para que un inmortal pudiera acceder a los recuerdos de alguien, tenían que conseguir que la persona a la que estaban leyendo estuviera recordando. Stephanie al parecer, podía acceder a ellos si la persona estaba recordando o no. ― Estás pensando que soy un monstruo ahora, ― dijo Stephanie. ― No eres un monstruo, ― dijo Drina en voz baja. ― Al parecer, tienes un don. La chica se relajó y sonrió un poco. ― ¿Don? ― Sí, ― murmuró Drina y se volvió en su asiento, haciendo su mejor esfuerzo para mantener sus pensamientos tan en blanco como fuera posible. Las habilidades de Stephanie no eran normales. Tenía que pensar, pero lejos de Stephanie. Ella también tenía que encontrar una oportunidad para hablar con Harper.


Mientras se alegraba de que no estaba evitándola esta mañana, como ayer por la noche. Cuando había iniciado su viaje a Port Henry había decidido ser paciente, pero eso fue antes de que hubiera pasado tiempo con él. Lo que llegó a conocer Drina de Harper era algo más emocional y ella comenzó a entender que él era su compañero de vida. En el momento en que Drina había entrado en Casey Cottage, trató de leerlo, sin éxito, y reconoció que Marguerite tenía razón: él era su compañero de vida, eso había roto la mitad de sus esquemas emocionales. Pero con cada conversación que tuvieron y cada experiencia que compartían, ella había estado cambiando de ideas y Drina tenía miedo de sufrir si él decidía dejarla de lado. ― ¿Estás bien, Stephanie? Estas pálida. Harper miró a la chica al escuchar a Drina y frunció el ceño cuando notó su palidez. ―Estoy bien, tengo hambre, eso es todo, ― murmuró Stephanie. ― ¿Podemos parar y conseguir un helado o algo para calmar mi estómago? ― No creo que la comida te calme el estómago, ― dijo Drina solemnemente. ― Hemos estado en el centro comercial horas. Necesitas alimentarte. ― En la nevera del asiento trasero puse algo fresco cuando salimos. Tómalo, ― murmuró Harper, dirigiéndose a la salida más cercana al lugar donde habían estacionado. ― No quiero alimentarme, ― se quejó Stephanie como si fuera un niño de cinco años. ― Dijiste que necesitabas comer. Pero debes alimentarte, ― dijo Drina con firmeza. Harper no pudo evitar darse cuenta de que eso hizo que el labio inferior de Stephanie sobresaliera con rebeldía. Él sospechaba que tendría una lucha por intentar que la chica se alimentara como era debido y luego tomó nota de la forma en que se frotaba el estómago, y le dijo, ― Esto hará que los cólicos desaparezcan. ― Lo que sea, ― dijo Stephanie enfadada. ― Ella sólo tiene que alimentarse, ― murmuró Drina, excusando su conducta, como si se preocupara porque Harper pensara mal de la chica. ― Lo sé, ― le aseguró y luego encontró adorable que defendiera a la chica como una osa con un osezno, Harper pasó el brazo alrededor de la cintura de Drina y la atrajo


a su lado para besarla en la frente. ― Vas a ser una buena madre. Ella se volvió hacia él asombrada y rápidamente miró de nuevo hacia delante. Harper sonrió con ironía. Supuso que ella todavía no había considerado la posibilidad de los niños. No es que él lo hubiera pensado, tampoco. No lo había pensado realmente en absoluto, todavía. Las palabras de Anders la noche anterior habían sacudido a Harper lo suficiente como para mandarlo de vuelta a su cama, en donde había permanecido contemplando la posibilidad de perder a Drina. Había estado tan absorto en sus luchas emocionales, que ni siquiera había considerado la forma en que podría afectarle a ella. Ah, por cierto, no había considerado que podía perderla por un posible compañero de vida alternativo. Suponía Harper, por arrogancia, que eso era poco probable, él también se había imaginado que tendría la oportunidad de ganar. Pero las palabras de Anders habían hecho que se preocupara bastante como resultado de su trastorno emocional y la distracción. Esa posibilidad lo había asustado mucho y era importante hacerle frente. Jenny estaba muerta y mientras que él se sentía responsable, no había nada que pudiera hacer para traerla de vuelta o volver y cambiar lo que había sucedido. Él había estado triste y atormentado por la culpa un año y medio. ¿Cuánto tiempo tardaría su conciencia en dejar de sufrir por una muerte que nunca imaginó y mucho menos pretendió? ¿Podría realmente conseguir lo que necesitaba si perdía a Drina, aunque fuera temporalmente, para compensar la pérdida de Jenny? ¿Y él realmente quería correr el riesgo de que la pérdida fuera permanente sólo para asegurarse de que su conciencia no lo atormentara? La respuesta había sido que no y Harper se había ido finalmente a dormir al amanecer con la decisión de que no iba a evitarla nunca más. Ya era hora de poner su culpabilidad a un lado y abrazar a su buena suerte, porque era sin duda un afortunado hijo de puta que tenía una segunda oportunidad de ser feliz con una compañera de vida, sobre todo tan pronto después de lo que le había ocurrido. Harper no era lo suficientemente estúpido como para pensar que sería fácil. La decisión de no sentirse culpable era un primer paso, pero sabía que tendría que luchar de vez en cuando para mantener esa decisión. Sin embargo, él lo tenía claro y estaba seguro de poder hacerlo... por Drina. ― Vosotros dos daos prisa, sois tan lentos como los caracoles, ― se quejó Stephanie, dirigiéndose hacia el coche. Harper oyó suspirar a Drina con exasperación ante los cambios de humor de la


adolescente. A continuación, sacó las llaves de su bolsillo. ― Voy por algo frío, ― dijo Harper, moviéndose hacia la parte posterior del vehículo. Drina pensó que iría por sangre. ¿Cuáles serían las razones por las que él estaba seguro de que sería una buena madre? No se le había ocurrido que Stephanie necesitaba alimentarse con más frecuencia de lo que lo hacía. Mientras él levantaba la tapa de la nevera, sonrió a Drina. Abrió la puerta del copiloto y entró. Él sonrió, cuando cerró la puerta de atrás y se fue hacia la puerta del conductor. ― ¿Cómo se supone voy a comer esto? ― Dijo Stephanie, mientras él se deslizaba detrás del volante. ― Vamos a parar en una gasolinera y compraré un par de bebidas. Puedes utilizar la pajilla, ― dijo Harper con calma, arrancando el motor. Stephanie murmuró en voz baja, pero no hizo ningún comentario en contra. Harper puso el coche en marcha y luego puso su mano en la pierna de Drina, cuando salían del aparcamiento. Su muslo estaba tenso al principio, diciéndole que el comportamiento de Stephanie la había puesto al borde de lo que había sospechado, se lo acarició para que se destensara y cuando se acercaban a la gasolinera se había relajado considerablemente. ― ¿Qué quieres? ― Preguntó Harper delante de la puerta, ― ¿Coca-Cola? ― Lo que sea, ― murmuró Stephanie. ― Entonces Coca-Cola, ― dijo alegremente y rápidamente trajo tres. Harper le dio una a Drina y otra a Stephanie junto con una pajita. A continuación, puso la tercera en el soporte para vasos. Se quedaron en silencio durante un rato, Harper observó por el espejo retrovisor para ver si Stephanie se lo tomaba. El hecho de que ella llevara tres bolsas, una tras otra y clavara con saña la pajilla en ellas y chupara con ansia y rapidez le decía la necesidad de sangre que tenía. Estaban cerca de Port Henry en el momento en que había terminado la tercera y Stephanie dejó escapar un suspiro mientras arrojaba la bolsa vacía en la nevera. ― ¿Estás mejor? ― Preguntó Drina, volviéndose en su asiento para sonreír a la chica.


― Sí, ― dijo Stephanie hundiéndose en su asiento con un suspiro y luego murmuró, ― Lo siento si te he hablado mal. Drina negó con la cabeza. ― Yo debí haberme dado cuenta que necesitabas alimentarte. Stephanie sonrió con ironía. ― Bueno, no estás acostumbrada a tener niños alrededor. Todo el mundo en tu familia es viejo. Harper miró a Drina para ver como la preocupación cruzaba su rostro y supuso que no era algo que ella le hubiera dicho a la chica, era otra señal de la habilidad de Stephanie, sacar información de las mentes. Se hacía cada vez más evidente que Stephanie tenía algunos conocimientos de locura, más allá de lo que había visto antes. Volviendo a la carretera, vio que se acercaban a la primera serie de semáforos en el camino hacia Port Henry. Frenó... luego más fuerte pero no pasó nada. ― ¿No funcionan los frenos? ― Stephanie apareció a la vista en el espejo retrovisor cuando ella se levantó bruscamente. No tenía ni idea de cómo lo sabía, probablemente, un pensamiento en su mente, ahora no tenía tiempo de pensar en ello. ― ¿Los frenos? ― Preguntó Drina confundida. ― Espera, ― Harper tiró del freno de mano pero no funcionó. Trató de apagar el motor, pero sabía que era demasiado tarde, ya estaban volando en la intersección hacia un semáforo en rojo, conscientes de su problema pensaron en que se pusiera en verde rápido. Todo sucedía tan rápido como el latido del corazón, pero para Harper parecía que todo sucedía a cámara lenta. Era vagamente consciente de los gritos de la niña y de los rugidos de Drina avisándole sobre el autobús, luego un grito y el ruido del metal y el caos. La sangre, el golpe y el parabrisas explotando y las llantas echando chispas por el estallido de las ruedas. Eso pareció durar una eternidad, aunque era probable que sólo hubiera durado uno o dos minutos antes de que el conductor lograra detener su vehículo, y entonces todo quedó en silencio.


10

Harper abrió los ojos y miró al techo por encima de su cama, y luego una visión de Drina cubierta de sangre llenó su mente, y se sentó bruscamente. —Cálmate, muchacho. Estás a salvo,— dijo Teddy Brunswick, acomodándose a sí mismo en una silla junto a la cama. Harper se quedó mirando fijamente al hombre, el accidente se repetía en su cabeza; la sangre salpicando, el cristal volando, y el humo del caucho quemándose llenó toda su visión, acompañada por la banda sonora de Camino al infierno. Gritos, alaridos, chillidos metálicos, frenos chillando, y luego un silencio de muerte y quietud. Recordó estar mareado por golpearse la cabeza. Apenas aferrándose a la conciencia, Harper se había vuelto instintivamente hacia Drina y se quejó de lo que había encontrado. Su cuerpo ensangrentado había aparecido parcialmente revestido en metal, y lo que no estaba, incluyendo su cara, había sido destrozado por el cristal volando. —¿Drina?— Gruñó él, empujando a un lado el recuerdo junto con las mantas que habían estado cubriéndolo, y se movió para levantarse. —Ella está viva. Sabes que tu gente no muere así de fácil,— dijo Teddy sombrío. Harper se relajó una fracción, pero continuó de pie, preguntando, — ¿Y Stephanie? —Ambas están en su cuarto siendo atendidas por Beau y Tiny,— le aseguró Teddy, ayudando a Harper a sostener cuando se balanceó sobre sus pies. — Estoy pensando que necesitas sangre. Tu herida en la cabeza no se ve tan mal, pero perdiste el conocimiento y has estado desmayado toda la noche. Tus nanos probablemente utilizan una cantidad justa para reparar cualquier daño que se haya hecho. —¿Toda la noche?— Murmuró Harper con sorpresa. Teddy asintió con la cabeza. —Estaba sorprendido. Una vez que limpiamos la sangre, no parecías peor en comparación con las chicas, pero el golpe de tu cabeza debe haber causado algún daño interno que necesitó reparación o algo así. Te alimentamos con un par de bolsas de sangre, pero no quería darte demasiado y causar otros problemas.— Él frunció el ceño y preguntó, — ¿Si voy a buscar una bolsa para ti, sentarás tu culo y esperarás a que regresa antes de intentar…


—Tengo que ver Drina,— interrumpió Harper con impaciencia, tambaleándose junto al hombre. —Eso es lo que me imaginé,— dijo Teddy, con un suspiro, y lo tomó del brazo para ayudarlo a llevarlo a la puerta. —Te llevaré a la habitación de las chicas entonces, antes de recoger esa sangre. Harper murmuró un —Gracias,— pero luego permaneció en silencio durante el resto del paseo por el vestíbulo, el tramo de escaleras, y hasta el vestíbulo del segundo piso a la habitación de las chicas. Él sabía definitivamente que necesitaba sangre para el momento en que llegaron. Estaba inestable sobre sus pies y agotado para entonces. Obviamente, había habido más daño hecho dentro de su cabeza de lo que había parecido, quizás su cerebro probablemente había rebotado por el interior de su cráneo como gelatina en un recipiente durante el accidente. Teddy llegó junto a él para abrir la puerta del dormitorio, y Harper se tambaleó ansioso hacia adelante, casi desesperado por ver por sí mismo que Drina estaba bien. Vio a unos exhaustos Mirabeau y Tiny sentados en sillas junto a la ventana, y entonces su mirada cayó en la primera cama, y dejó escapar el aliento que no se había dado cuenta de que había estado conteniendo. Drina estaba pálida, pero por lo demás parecía estar bien, sin ningún signo de la piel destrozada o el cuerpo machacado que recordaba en su memoria. Por supuesto, ella estaba bajo las sábanas, así que podría tener lesiones curándose todavía, pero sanaría, se aseguró a sí mismo, su mirada ahora moviéndose hacia Stephanie. Ella había estado sentada directamente detrás de Drina en el lado del impacto también, y no tenía ninguna duda de que había tomado lesiones graves por igual, pero al igual que Drina, la chica estaba pálida y quieta, pero por lo demás bien. Había un soporte de intravenoso entre las dos camas individuales; dos bolsas de sangre colgaban de este, cada una con un tubo. Un tubo largo caía, y luego se curvaba en el brazo de Stephanie, y el otro bajaba por la segunda bolsa y se dirigía hacia el de Drina. —Siéntate antes de que te caigas,— dijo Teddy ásperamente, instándole hacia el lado de la cama mientras Tiny y Mirabeau se ponían de pie. —¿Cómo te sientes?— Preguntó Mirabeau, caminando alrededor de la cama hacia él.


—No soy un experto en tu pueblo, pero creo que necesita sangre,— respondió Teddy por él mientras obligó a Harper a sentarse en el costado de la cama de Drina. Mirabeau asintió con la cabeza y se volvió hacia las ventanas, pero Tiny ya estaba abriendo el refrigerador que estaba asentado bajo el alféizar de la ventana y recuperando una bolsa. —¿Qué pasó?— Preguntó Harper mientras aceptaba la bolsa, y aclaró entonces, —Después del accidente. ¿Cómo lograste sacarnos? —Yo fui el primero en la escena,— dijo Teddy sombríamente. — Recibí la llamada en mi coche y me dirigí inmediatamente. No me di cuenta de que erais vosotros tres en un primer momento. Entre las lesiones y las bolsas de sangre corriendo, los tres estabais irreconocibles.— Él hizo una mueca al recordarlo. — Creí que era gente en un primer momento y también que estaban muertas, pero luego gruñiste el nombre de Drina, y les di un segundo vistazo. Una vez que me di cuenta de que erais vosotros tres, bloqueé la carretera y llamé a la casa, luego se comenzó a tratar de sacarlos a todos. Pensé que necesitaríamos las quijadas de la vida, pero luego Beau y Anders llegaron allí y empezaron a tirar del metal como si fuera caramelo. Aun así, tomó un tiempo largo conseguir sacar a Stephanie y a Drina. Ambas eran un condenado lío. Nunca había visto un cuerpo tan destrozado, y mucho menos dos, y era difícil decir donde terminaba la carne y comenzaba el metal,— agregó él con una sacudida de la cabeza. — Nunca quiero ver algo así de nuevo en toda mi vida. —Yo no tenía frenos,— dijo Harper con preocupación, su antigua y familiar amiga, la culpa, arrastrándose sobre él mientras se preguntaba si había algo que podía haber hecho para evitar el accidente. —Sí, lo sé,— dijo Teddy, para sorpresa de él, y luego explicó, — Tomé informes de testigos, y cuando se mantuvieron diciendo que tú ni siquiera trataste de parar, supe que algo andaba mal. Llevé el coche remolcado hasta el taller para ser revisado. El mecánico, Jimmy, me llamó sólo unos pocos minutos antes de que te despertaras y me informó de que los cables de los frenos fueron cortados. —¿Cortados?— Preguntó Harper con el ceño fruncido, y luego murmuró, — No tuvimos ningún problema en el camino a Londres. Debió haber sido hecho en el estacionamiento mientras estábamos en el centro comercial. —Es lo más probable.— Teddy estuvo de acuerdo. Luego agregó, — La noticia, sin embargo, me hizo preguntar, de inmediato, si ese Leonius Feller no localizó a la chica aquí después de todo.


Mirabeau negó con la cabeza a la vez. —Leonius no intentaría matarla. Él la quiere viva para la cría. —¿Cría?— Teddy graznó, con los ojos consternados disparados hacia la quinceañera. Mirabeau asintió con la cabeza, su expresión tensa. —Para reemplazar a los hijos que perdió llevándose a Stephanie y su hermana. No habría intentado matarla,— dijo ella con firmeza. —No pudo haber sido él. —No sé,— dijo Tiny lentamente, y cuando los demás se volvieron hacia él preguntándose, señaló, —Él sabría que un accidente de coche, probablemente no la mataría. Y esto suena a un Leonius muy retorcido. Puede disfrutar torturándola y atormentándola, junto con cualquier otra persona que pudo, tomarla antes. —Cuanto más oigo hablar de este animal, menos me gusta,— murmuró Teddy, mirando a Stephanie con los ojos turbios, sin duda, aún contemplando que algún loco quería utilizar a la niña como una yegua de cría. —¿Dónde está Anders?— Preguntó Harper de repente. —Estaba vigilándote conmigo,— le informó Teddy. —Justo antes de que te despertarás, se fue. De hecho, creo que fue el sonido de la puerta cerrándose lo que te despertó. Como si hubiera escuchado su nombre, la puerta del dormitorio se abrió de repente, y Anders entró, teléfono en mano. Su mirada se deslizó sobre Harper, vacilante mientras notaba que estaba levantado y alrededor, y luego el inmortal pasó su teléfono móvil sin palabras a Mirabeau. Todos se quedaron en silencio, simplemente escuchando. No es que hubiera mucho que escuchar. Mirabeau dijo, —Hola,— y luego de escuchar brevemente, dijo —Sí, Lucian,— y colgó. —¿Bueno?— Preguntó Teddy mientras le devolvió el teléfono a Anders. —Vamos a cambiar para alimentarlas de sangre. Es más rápido que los intravenosos. Lucian quiere a Stephanie y a Drina estén en pie tan pronto como sea posible,— dijo ella tristemente, parándose para moverse hacia el congelador y conseguir dos bolsas de sangre. Deteniéndose entonces, miró a Tiny en tono de disculpa, y añadió, — Y quiere que te conviertas por la noche.


Tiny frunció el ceño. —Pero Jackie quería estar aquí para eso, y ella y Vicent no estarán aquí por otro par de días. —Lo sé. Lo siento,— dijo ella con pesar. Tiny suspiró y asintió con la cabeza. Tomó una de las bolsas, pero mientras ella se movía al lado de la cama de Drina, preguntó, —¿Dijo por qué? —Nos quiere a todos al tope de velocidad tan pronto como sea posible y preparados para cualquier cosa,— respondió Mirabeau, inclinándose sobre Drina. Ella abrió la boca de la mujer inconsciente y masajeó sus encías superiores para obligar a sus colmillos a salir. En el momento en que se deslizaron abajo, Mirabeau hizo estallar la bolsa en ellos. —Sostén esto por mí,— le dijo a Harper, y cuando él llegó a sostener la bolsa en su lugar, Mirabeau se volvió, tomó la otra bolsa de Tiny, giró hacia Stephanie, y luego hizo una pausa, una mirada en blanco cubriendo su rostro. Stephanie no tenía colmillos. —¿Ella tragará, si lo viertes en su garganta?— Preguntó Tiny, pareciendo reconocer el problema. —No lo sé,— admitió Mirabeau con un suspiro. Tiny dudó, pero luego se encogió de hombros y se movió hacia el otro lado de la cama de Stephanie. Sentado en el borde, deslizó un brazo bajo su cuello, levantándola de manera que su cabeza cayera por encima de su brazo. Usando su mano libre, entonces tomó su mandíbula y la abrió antes de mirar a Mirabeau. —De lo que entiendo, ella no se ahogará o atragantará por esto. Incluso si se desvía a sus pulmones, los nanos, probablemente, lo recuperaran para usarlo. Puedes intentarlo. Mirabeau dudó, pero luego asintió y dio un paso adelante. Sostuvo la bolsa sobre la boca abierta de Stephanie y la apuñaló rápidamente con una uña. La sangre comenzó a brotar inmediatamente. Drina tenía un caso grave de sequedad en la boca. Se sentía como si se hubiera ido a dormir con pegamento en la boca. Una sensación muy desagradable, decidió, relamiéndose los labios con una mueca y rodando en la cama sólo para chocar contra algo duro.


Al abrir los ojos, miró somnolienta a la amplia extensión oscura delante de ella, tardó para reconocerlo como el pecho de un hombre en una camisa oscura. —Estás despierta. Ese murmullo de encima de su cabeza la hizo recostarse un poco y mirar para encontrar a Harper tumbado frente a ella a su lado. La estaba mirando soñoliento, y el alivio en su cara era obvio. Su cabeza estaba metida casi debajo de su barbilla, o probablemente había estado la primera vez que había rodado, se dio cuenta, y le sonrió. —Hola,— dijo Drina, y frunció el ceño al oír la voz ronca de su garganta reseca. —Necesitas más sangre.— Él se apartó y se sentó, luego se paró y se movió alrededor de la cama y fuera de la vista. Drina tuvo que cambiarse sobre su espalda para seguirlo con la mirada mientras se movía hacia un conjunto de refrigeradores por la ventana. Abrió uno, sacó una bolsa de sangre, y regresó, pero cuando se dio cuenta de que estaban en su habitación, volvió su atención a la cama junto a la suya. Al ver durmiendo a Stephanie en la cama contigua, se medio sentó, susurrando con confusión, —¿Qué estás haciendo aquí? —¿No recuerdas el accidente?— Preguntó Harper, agachándose para sentarse a su lado en el colchón. Drina abrió la boca para decir que no, pero se detuvo mientras el recuerdo regresaba de golpe. Ella aspiró una bocanada de aire mientras el horror se apoderó de ella ante la estela de recuerdos, y luego volvió a caer en la cama con un sonido gutural, sus ojos corriendo brevemente sobre Harper para asegurarse de que estaba completamente intacto, y a continuación, a Stephanie de nuevo. Ella se veía bien. Sin marcas y las mejillas rosas, su respiración bien, incluso. —Ella probablemente despertará pronto también,— murmuró Harper, ofreciéndole a Drina la bolsa de sangre que había recuperado. Drina se incorporó y se desplazó hacia arriba de la cama para apoyarse en la cabecera, y luego aceptó la sangre. —¿Qué pasó con los frenos?— Preguntó, recordando algo que Stephanie estaba diciendo sobre ellos justo antes del accidente.


Harper esperó hasta que ella perforó la bolsa de sangre con sus colmillos antes de decir en tono grave, — Los cables de los frenos fueron cortados. Drina frunció el ceño con la bolsa alrededor de su boca. —Hay algo de lo que preocuparse si Leonius está jugando juegos sucios antes de que intente atrapar a Stephanie,— admitió él. — Así que todo el mundo está en alerta máxima. Lucian quiere que Stephanie y tú estéis levantadas y Tiny convertido lo más rápido posible. Llamó a Alessandro y a Edward y les pidió que trajeran a sus compañeras y vinieran a ayudar hasta que la conversión se realice,— agregó, y luego viendo su confusión, explicó, —Edward y Alessandro son los otros dos inmortales que vinieron en respuesta al anuncio de Teddy y una amiga de Elvi llamada Mabel, que pusieron en los periódicos de Toronto buscando a un compañero vampiro para ella. Drina inmediatamente asintió con la cabeza. Harper le había contado cómo él había desembarcado en Port Henry durante sus veinticuatro horas en Toronto. Mientras que ella no había reconocido los nombres cuando los había mencionado hace un momento, sabía quiénes eran los hombres y que se habían convertido en buenos amigos de Harper este último año y medio. —Alessandro, Edward, y sus compañeras llegaron hace unos minutos,— le informó Harper. —Teddy, Tiny, y Mirabeau bajaron las escaleras con Anders para darles la bienvenida y coordinar todo. Hasta entonces, habíamos estado alimentándote y a Stephanie bolsa tras bolsa de sangre, tratando de empujarte a través de la sanación. Ellos estaban administrándola por vía intravenosa antes de eso. Drina hizo una mueca, de repente comprendiendo lo de la boca seca. Cuanto más lenta entraba la sangre en el cuerpo, más lenta era la curación, pero también era menos dolorosa. Cuando la sangre era alimentada a través de los colmillos bolsa tras bolsa, esto golpeaba al sistema rápido y enviaba a los nanos en un frenesí de curación que dolía como el infierno. Probablemente ella había estado gritando a voz en cuello hasta que lo peor de la curación se llevó a cabo. Ella se volvió y miró hacia Stephanie de nuevo. —Ellos estaban vertiéndola en su garganta,— dijo Harper en voz baja. —Pareció que funcionaba así también. Drina asintió con la cabeza y tiró de la bolsa, ahora vacía, fuera de sus colmillos.


—¿Quieres otra?— Preguntó Harper, levantándose. —No.— Drina sonrió con ironía. —Creo que probablemente estoy bien por la sangre, pero el agua sería agradable. Se inclinó hacia el lado de una vez y cogió un vaso del líquido claro de la mesa lateral. —Gracias,— murmuró ella, aceptándolo. Drina era muy feliz de ver que su mano no temblaba cuando levantó el vaso a sus labios. No estaba sufriendo ninguna debilidad persistente. Al menos no lo parecía, pensó mientras bebía la mitad del agua de una sola vez. Drina hizo una pausa para respirar y sonreírle, y luego se bebió el resto del vaso antes de devolverlo. Harper lo puso sobre la mesa, luego se acercó para deslizar su mano en el pelo de la parte posterior de su cuello y la empujó hacia adelante para presionar la frente a la suya. —Lo siento. Drina asintió solemnemente, chocando su frente sobre su nariz mientras lo hacía. —Deberías estarlo. Deberías haber girado el volante hacia tu lado del coche tomando el impacto y salvándonos a Stephanie y a mí de todo esto. Harper retrocedió con asombro. —Mierda, yo no pensé en eso. —Idiota,— lo reprendió Drina, poniendo los ojos. —¡Honestamente! Estaba bromeando. No hubiera querido eso más de lo que tú querías que mis lesiones ocurrieran. Esto no fue tu culpa. Y todos estamos bien. Eso es lo importante. Una pequeña sonrisa tiró de sus labios, y Harper de repente se inclinó para besarla. Asustada de que su aliento fuera menos que agradable en el momento, Drina se congeló, pero si era malo, a Harper no pareció importarle. Cuando profundizó el beso, ella suspiró y le permitió apoyarle la espalda en la cama. —Caray, chicos, ¿en serio? ¿Ahí mismo, en la cama junto a mí? Ese gruñido ronco de Stephanie les hizo ponerse rígidos, y luego Harper se enderezó, trayendo a Drina a posición vertical con él de nuevo. Se volvieron a mirar a la chica juntos. —¿Cómo te sientes?— Preguntó Drina en voz baja, mientras Harper la soltaba. —Sedienta,— dijo Stephanie con un suspiro, incorporándose también y frotando sus ojos.


—¿Sedienta de sangre o agua?— Preguntó Drina a la vez. Stephanie vaciló, y luego suspiró y admitió, —Tal vez de ambas. Harper se levantó de inmediato para volver a la nevera y trajo una bolsa para la chica, sólo para hacer una pausa. —No tenemos pajitas. Mirabeau solo estaba apuñalando la bolsa y dejándola que se derramara en tu garganta. Stephanie inmediatamente inclinó la cabeza hacia atrás y abrió la boca, al parecer dispuesta a ir por ese camino para conseguir lo que necesitaba. Cuando Harper dudó, Drina se dio cuenta de cuál era el problema y se paró para tomar la bolsa de él. No tenía uñas. Ella las tenía. Colocó la bolsa sobre la boca de Stephanie y rápidamente la apuñaló, y luego apretó para forzar el líquido más rápidamente mientras la adolescente ingería una y otra vez. —¿Más?— Preguntó Drina cuando estaba vacía. Cuando Stephanie se detuvo a considerarlo, pero luego sacudió la cabeza, Drina arrojó la bolsa en un cubo de basura que se había colocado entre las dos camas, tomó un segundo vaso de agua de la mesita de noche, y se lo ofreció a ella. —Eso fue un accidente,— murmuró Stephanie mientras aceptaba el vaso. —Los cables de los frenos fueron cortados,— dijo Drina en voz baja mientras Stephanie tomaba un trago. —Genial,— dijo la chica secamente, y miró a Harper. — Entonces, ¿a quién has cabreado, además de Drina? —Él no me ha cabreado,— dijo Drina a la vez, y cuando Stephanie resopló, agregó, —Bueno, tal vez estaba un poco frustrada después de regresar de Toronto, cuando parecía que estaba evitándome, pero no estaba enfadada... no mucho. Harper se echó a reír y deslizó su brazo alrededor de ella. —Bueno, no te preocupes. He vuelto a mis sentidos. No voy a arrastrar los pies o evitarte de ahora en adelante, por lo que no estarás molesta o nuevamente frustrada.— Él sonrió con ironía, y añadió, — Por lo menos no por eso. —¿Así que estás listo para aceptarla como una compañera de vida?— Preguntó Stephanie con una sonrisa. —¿Tengo otra opción?— Le preguntó secamente. — Ella lo es.


—¡Oye! Estás bendecido por ser mi compañero de vida,— soltó Drina, golpeándolo en el estómago para doblarlo, y con algo más que solo fuerza bromista detrás de este. Harper hizo una mueca y sacudió la cabeza. —No lo sé. ¿Una vida de tu temperamental fuego español? Creo que es más una maldición que una bendición. —No lo escuches, Dree,— dijo Stephanie con diversión. —Solo está molestándote. Solía molestarle que Jenny fuera un pescado frío. Le gusta tu pasión. —¿En serio?— Preguntó Drina con interés, pero sus ojos estaban puestos en Harper, notando la forma en que sus ojos se habían abierto con sorpresa, como si acabara de darse cuenta de la verdad de esas palabras él mismo. —Ah, bien, estás levantada. Drina miró por encima del hombro para ver a Mirabeau entrar en la habitación. —¿Cómo lo lleváis vosotras dos? ¿Necesitáis más sangre?— Preguntó Mirabeau. —Creo que estamos bien en este momento,— respondió Drina, tanto para sí misma como para Stephanie. —¿Qué tal la comida, entonces?— Preguntó Mirabeau. —Alessandro y Leonora trajeron una olla grande de espaguetis y un montón de pan de ajo para todos, y vamos a comer antes de empezar la conversión de Tiny. —¿Hay queso parmesano?— Preguntó Stephanie. —Recién rallado,— le aseguró Mirabeau. —Rico.— Stephanie estaba fuera de la cama a la vez y corriendo hacia la puerta. Sonriendo irónicamente, Drina empezó a seguirla, pero desaceleró, su sonrisa ensanchándose cuando Harper le tomó la mano en la suya. Parecía que había querido decir lo que había dicho. Había vuelto en sí y no iba a luchar contra ser compañeros de vida. Drina se detuvo en la cabecera de la cama de la habitación de Mirabeau y Tiny, y luego echó un vistazo alrededor para ver al resto del grupo en fila. Ahí estaban Mirabeau y Tiny, por supuesto, Stephanie, Anders, y Teddy Brunswick, y luego vino la gente que nunca había conocido hasta hace poco más de media hora, Alessandro y Leonora Cipriano, y Edward y Dawn Kenric.


Alessandro y Leonora, tenían ambos la piel aceitunada y cabello largo y oscuro, eran tan similares en apariencia que podían haber sido hermano y hermana, pero un hermano y una hermana nunca encontrarían alguna y cada excusa para tocarse el uno al otro. Tampoco se verían el uno al otro de la forma en que estos dos lo hacían, devorándose el uno al otro con bronceados ojos marrones llenos de amor y deseo. En contraste, Edward y Dawn Kenric eran de piel clara y pelo rubio. También eran más conservadora en su comportamiento. Todavía compartían los mismos toques e intercambiaban apasionadas miradas, pero sólo cuando pensaban que nadie estaba mirando. Harper le había dicho a Drina que Edward había sido el más arrogante, hijo de puta molesto que había conocido, hasta que conoció a Dawn, pero que encontrarla le había cambiado considerablemente, y ahora en realidad lo llamaba amigo. En total, lo que tenían era un pequeño ejército en esa habitación, Drina pensó sombríamente mientras prestaba atención a sus números. Que siendo el caso, ella no estaba muy sorprendida cuando de repente Tiny dijo, —¿Seguramente no es necesario para todos estéis aquí? ¿No deberíais algunos estar la planta baja vigilando las puertas y ventanas? —La mayoría de nosotros bajará una vez que tu conversión esté en marcha,— dijo Edward, recordando al mortal lo que al parecer habían decidido antes. —Entonces vamos a tomar turnos vigilándote hasta que esté terminado. —Sí, pero ¿por qué hay tantos aquí para el inicio?— Preguntó Tiny con el ceño fruncido. —No necesitamos tanta gente, ¿verdad? Incluso la pequeña Stephanie aquí, probablemente me podría aplastar con una mano. Viendo la angustia en el rostro de Mirabeau, Drina dijo, —Tal vez, pero eres un tipo grande, Tiny, y bastante fuerte para un mortal. Una vez que los nanos golpeen, serás aún más fuerte. Y dolorido... — Ella se encogió de hombros, dejando el resto sin decir, pero pensando que tendrían suerte si no tiraba a alguien por una ventana en su angustia. —No te preocupes, hijo. Vas a estar bien,— dijo Leonora Cipriano y se acercó a abrazar al hombre grande y palmear su espalda como si fuera un niño de cinco años que necesitaba que lo calmaran. Drina miró a Harper preguntando, y él murmuró, —Ella tiene ochenta y seis o por ahí, acaba de convertirse el verano anterior.


Drina asintió comprendiendo. La mujer podía tener un aspecto de veinticinco ahora, pero en su cabeza, seguía siendo la anciana mujer que había sido antes de su conversión. Para ella, Tiny era sólo un niño. —Bueno, vamos a comenzarlo,— dijo Teddy tranquilamente, mientras Leonora liberaba a Tiny y se paraba detrás al lado de Alessandro. —Correcto.— Tiny miró hacia Mirabeau, y viendo la preocupación en su rostro, se acercó a acariciarle la mejilla. —Está todo bien, Beau. Para esta hora mañana, se habrá terminado. O tal vez el próximo día,— añadió con el ceño fruncido. —Marguerite me dijo que diferentes personas tienen diferentes longitudes de tiempo para cambiar. —Eso es verdad,— murmuró Harper. Tiny asintió con la cabeza y miró a su alrededor. —Entonces, necesitarán una cuerda, ¿verdad? —Todos los cuidados,— anunció Kenric. —Trajimos cadena. Hablando de eso, la dejamos en el garaje. Voy a ir a por ella. —¿Cadenas?— Preguntó Tiny, abriendo los ojos mientras el inglés se apresuraba a salir de la habitación. —Sí,— comenzó Alessandro, asintiendo con la cabeza. —Lucian, dice que es mejor que nosotros... —La cuerda se utiliza a veces, pero la cadena es mejor,— interrumpió Leonora, deslizando su mano en la de su marido y dándole un gesto de asentimiento con su cabeza cuando la miró sorprendido. Ella luego se volvió de nuevo a Tiny, y añadió, —Ellos utilizaron la cuerda para mí y rompí el empalme en mi muñeca derecha antes de que terminara la conversión y era una vieja, así que cuando Lucian propuso la cadena, pareció una buena idea. —Bien,— repitió Tiny débilmente, pero estaba empezando a parecer un poco gris alrededor del cuello, y Mirabeau estaba comenzando a retorcerse las manos, con preocupación, mientras esto estaba recordándole que el cambio podía ser un esfuerzo peligroso. Edward no había bromeado sobre recoger la cadena. Leonora apenas había terminado de hablar cuando regresó con varias longitudes de cadena de alta resistencia compuestas por enlaces grandes y gruesos. Incluso Drina tuvo que


morderse los labios cuando lo vio. Un elefante habría tenido problemas para romperlas. —Bueno, vamos a empezar,— dijo ella con alegría forzada, pensando que era mejor sólo comenzar a hacerlo más que retrasarlo. Cuanto más tiempo tuviera para pensar, más ansioso se pondría Tiny. —¿Tengo que cambiarme o algo? ¿O simplemente me tumbo?— Preguntó Tiny, y la incertidumbre en su voz llegó a su oído. —Puede que quieras quitarte la camiseta, si eres especialmente aficionado a esta,— murmuró Drina. —Y cambiar tus pantalones si te gustan esos también. Tiny no hizo preguntas, simplemente se quitó la camiseta. Al parecer, sin embargo no era demasiado aficionado a los pantalones de correr, porque una vez que se había quitado la camisa, simplemente se acostó en la cama. Fue Teddy quien le preguntó, —¿Por qué? ¿Qué va a pasar con su ropa? Él no va a convertirse en Hulk o algo así, ¿verdad? —No,— aseguró Drina al mortal más viejo con diversión. —Sin embargo, los nanos obligarán a salir cualquier impureza a través de su piel. Es difícil conseguir la ropa limpia después de eso. —Diré,— murmuró Stephanie con disgusto. —que yo estaba usando mi top favorito cuando me convertí. La lavé seis veces antes de darme por vencida tratando de quitarle el hedor.— Ella hizo una mueca, y luego añadió, —La cama en la que estaba se arruinó también. No habían pensado en poner una de esas cosas protectores de cama antes de ponerme en ella. Tiny estaba inmediatamente saltando de la cama, como si se tratara de brasas. Sin una palabra, tiró de las mantas y sábanas hasta una esquina para revelar un protector de cama debajo con un lado de plástico, el otro de tela. No regresó a la cama a continuación, sino que sacó las sábanas por completo y las arrojó en la esquina de la habitación, dejando solamente el protector, murmurando, —No tiene sentido arruinar las sábanas de Elvi. Edward inmediatamente se movió hacia delante con las cadenas y rápidamente medio tiró y medio deslizó la primera bajo el marco de metal. Alessandro la sacó por el otro lado, y luego se trasladó a los pies de la cama mientras Edward repetía el proceso allí. Una vez que la cadena se enroscó debajo de la cama tanto en la parte


superior como la inferior, Alessandro se irguió y asintió con la cabeza con aprobación. —Bella. Está bien. Tiny gruñó algo de una respuesta y se subió de nuevo en el protector del colchón. Drina se acercó a las dos neveras que Anders había trasladado a la sala más temprano. —¿Lucian envió algo... —El refrigerador verde,— interrumpió Anders antes de que pudiera terminar, y Drina cerró el rojo que acababa de abrir, el cual tenía sólo sangre, y se trasladó al segundo refrigerador, de color verde. Al abrirlo, ella asintió con la cabeza cuando vio el pequeño estuche médico en el interior. Sabía que contendría agujas y ampollas de diversos fármacos. No impedirían que Tiny experimentara el dolor, pero lo opacaría un poco y le impedirían que estuviera demasiado activo durante la peor parte. Por desgracia, no podrían administrárselo hasta después de que el cambio hubiera comenzado. La dosificación mataría a un mortal sin el beneficio de los nanos en su sistema. Ella se enderezó y abrió el estuche para revelar los elementos alineados en el interior. —¿Son esos los nanos?— Preguntó Tiny con cautela. —No,— respondió Drina. —Estos son los medicamentos que te ayudarán a través del cambio. Tiny frunció el ceño, y Stephanie, obviamente, leyendo sus pensamientos, elevó la voz y dijo, —Oh créeme, quieres los medicamentos. No hacen mucho, pero son mejor que nada en absoluto. Leonora y Dawn asintieron con la cabeza de forma solemne. Ellas eran las únicas inmortales ahí además de la adolescente que habían sido convertidas. El resto de ellos había nacido inmortal y evitado esta necesidad. Tiny sabía eso muy bien y observó de una cara solemne a la otra, antes de aclararse la garganta, y preguntando, —Entonces, ¿qué puedo esperar aquí? Cuando las mujeres mayores vacilaron, Stephanie hizo una mueca y dijo honestamente, —Esto va a doler como el demonio, Tiny. Se siente como que estás siendo desgarrado desde adentro hacia afuera y creo que esa es la forma en que los nanos están trabajando.— Ella exhaló un suspiro, y luego añadió, —Pero las pesadillas son la peor parte.


Tiny enarcó las cejas. —¿Las pesadillas? —O alucinaciones o lo que sea,— dijo Stephanie con tristeza. —Yo estaba en un río de sangre. Este estaba ardiendo, las llamas saltando a mi alrededor, y estaba atrapada en una corriente y siendo arrastrada aguas abajo. No podía salir, y estos cadáveres mutilados e hinchados se mantenían flotando mientras sólo gritaba y gritaba. Y luego, la corriente me sacó de abajo, y me estaba ahogando en la sangre que se quemaba.— Ella se estremeció ante el recuerdo. —Y entonces me desperté, y había terminado. —Yo tuve las mismas pesadillas,— dijo Leonora con sorpresa. —Yo también,— anunció Dawn. Luego murmuró, —Me pregunto si es tu cerebro tratando de entender lo que está sucediendo dentro de tu cuerpo. Drina no hizo ningún comentario, pero pensó que era una posibilidad. Cada convertido con el que ella había hablado había tenido las mismas, o similares, pesadillas. Ríos de sangre, fuego, cadáveres flotando más allá, y luego ser arrastrados debajo, ya fuera por los cadáveres en el agua con ellos o por la propia corriente, seguido por la sensación de ahogarse en la sangre que sin darse cuenta ingerían, mientras gritaban. Era siempre la misma con poco en la forma de variación. —¿Por qué simplemente no lo dejamos por ahora y hacemos esto en otro momento?— Dijo Mirabeau con un ceño. Tiny la miró con sorpresa, observó su expresión temblorosa, y extendió la mano para tomar la suya. —Está bien, Beau,— murmuró él. —Mejor lograr que se haga. Si es el precio para estar contigo... mejor sólo lograr que se haga. Atrajo la mano a sus labios y le dio un beso suave, luego miró de Anders y a Drina preguntando. —Entonces, ¿dónde está la vacuna con los nanos? Dámelo y acabemos de una vez. Drina sintió que sus cejas se elevaban y miró a Mirabeau preguntando. —No hemos discutido el cambio y como se lleva a cabo,— admitió la mujer con un suspiro, aunque Drina suponía que ella no necesitaba haberse molestado. La pregunta de Tiny había provocado eso. —¿Bueno?— Ladró Teddy. —¿Dónde está la vacuna? Dádsela al chico. No lo hagáis sentarse aquí preocupado por lo que viene. Sólo tiene que acabarlo de una vez.


—No hay ninguna vacuna,— dijo Drina en voz baja. —¿No hay vacuna?— Tiny y Teddy se hicieron eco como uno. —Beau tiene que darte sus nanos,— explicó Harper solemnemente. Cuando Tiny miró a Mirabeau preguntando, ella dudó, pero luego abrió la boca, dejó que sus colmillos se deslizaran hacia afuera, y levantó la muñeca a su boca. —¿Que estás haciendo?— Preguntó Tiny, cogiendo su brazo para detenerla. — No tienes que morderte a ti misma. —Sí, tengo que hacerlo,— dijo Mirabeau en voz baja. —No, no lo necesitas,— dijo Teddy a la vez. —Tiny tiene razón. Esto no es una película de malditos vampiros. Drina tiene agujas. Ella puede sacar un poco de sangre de ti e inyectarla en Tiny, y listo, está hecho. —Eso no funcionará,— le aseguró Drina. —Solo sería sangre. Los nanos no estarían en ella. O, al menos no los suficientes como para comenzar un cambio. —¿Qué?— Preguntó el anciano con incredulidad. — ¿Cómo sería eso posible? Cuando Drina suspiró, fue Harper quien explicó. —Pensad en los nanos como ratas en una jaula de una tienda de mascotas. El propietario de la tienda abre la jaula y estira la mano dentro, y todas las ratas corren a las esquinas de la jaula para evitar ser sacadas de su hogar seguro y agradable. Los nanos hacen lo mismo cuando algo perfora la piel, ya sea una aguja, o un cuchillo, o colmillos. Ellos están programados para mantener su cuerpo huésped en su mejor momento, y no pueden hacer eso a menos que permanezcan en el cuerpo. Es por eso que no encontrarás nanos en las lágrimas, orina, semen, o cualquier otro material que, naturalmente, deja el cuerpo. Así que si pegas una aguja en cada uno de nosotros, los nanos inmediatamente evacuarían el área para evitar la eliminación. —No, no, no,— dijo Teddy con firmeza. —Por lo que entiendo, nuestra Elvi se convirtió cuando algún compañero vampiro fue herido en un accidente y derramó su sangre en su boca. —Una herida como de la que estás hablando, o como Mirabeau rasgando su muñeca abierta, es como alguien desgarrando el lado de la jaula de ratas y girándola para volcar el contenido. Es grande e inesperado. Los nanos en esa zona serán tomados por sorpresa y arrastrados a lo largo de la sangre que fluye hacia fuera. Por lo menos al principio,— agregó secamente. —Si la herida no es lo


suficientemente grande, o es demasiado lenta presionándose a tu boca, tendrá que hacerlo dos veces, o incluso más, para darte nanos suficientes para iniciar el proceso. —Barbárico,— gruñó Teddy y sacudió la cabeza. —No sé por qué simplemente no mezcláis un lote de esos malditos nanos y los guardáis para convertir a las personas. —Porque nadie ha sido capaz de replicar el proceso,— dijo Drina, secamente. —¿Qué?— Teddy la miró con asombro. —Vosotros los hicisteis. Debéis ser capaces de hacer más. —Nosotros no,— dijo Drina con diversión. —Nuestros científicos lo hicieron, y los probaron en cobayas primero. —¿Quieres decir que ninguno de vuestros científicos se trataron a sí mismos?— Preguntó Teddy con incredulidad. —Encuentro eso difícil de creer. Fue su idea, y seguramente querrían ser jóvenes y saludables siempre, también. Probablemente es por eso que vinieron con ellos en primer lugar. —Tal vez,— dijo Drina suavemente. —Pero al parecer, no estaban dispuestos a arriesgarse a intentarlo con ellos mismos hasta que los hubieran perfeccionado en otros, y la Atlántida cayó antes de que decidieran que estaban perfeccionados.— Ella se encogió de hombros. —Todos ellos murieron en la caída. Tenemos científicos hoy en día tratando de replicar el proceso, pero todavía no han tenido éxito. —¿Es así como vosotros dos fuisteis convertidas?— Les preguntó Teddy a Dawn y Leonora con horror. Ambas mujeres asintieron en silencio. —Barbárico,— repitió Teddy con disgusto, y luego suspiró y miró a Mirabeau. —Bueno, entonces supongo que harías mejor en conseguirlo. Ella asintió con la cabeza, pero Tiny seguía sosteniendo su brazo, y le preguntó con incertidumbre, —¿Estás segura que quieres hacer esto, Beau? Suena doloroso. —No es tan doloroso como el cambio,— dijo ella solemnemente. —Y yo pasaría por esto y mucho más para conservarte como mi compañero de vida.


Tiny suspiró y de mala gana soltó la muñeca con un asentimiento. Mirabeau no dudó ni le dio a ninguno de ellos la oportunidad de reconsiderar o lamentarse. En el momento en que él le soltó el brazo, ella lo llevó a su boca. Sus colmillos estaban fuera en el momento en que la muñeca llegó a sus dientes, y mordió esta tan ferozmente como un perro, no sólo perforando la carne, sino desgarrándola y luego sacando un colgajo de buen tamaño así este colgaba de su brazo como si fuera un bolsillo roto. Incluso mientras la sangre comenzó a chorrear de la herida abierta, ella estaba dándole la vuelta para presionarla contra la boca de Tiny. —Conseguiré vendas,— murmuró Harper, y se dirigió a la puerta del cuarto de baño contiguo. Drina asintió, ausente, pero su atención estaba en Tiny. A pesar de saber lo que iba a pasar, la violencia y la rapidez de todo esto parecía haberlo cogido por sorpresa. Él instintivamente trató de apartarse, cuando Mirabeau presionó la herida en su boca, pero se dio cuenta casi de inmediato y le permitió hacerlo. Sin embargo, se atragantó un poco mientras la sangre corría en su boca, sin duda, incapaz de someter su repulsión natural ante el pensamiento de beber la sangre de cualquier persona. —Tienes que tragar. Trata de relajarte,— dijo Drina en voz baja. Tiny encontró su mirada sobre el brazo de Mirabeau. Al ver la angustia en sus ojos, instintivamente, Drina se deslizó en su mente para ayudarlo, calmando sus pensamientos y haciendo que su cuerpo se relajara, para que pudiera tragar la mayor cantidad de sangre como fuera posible antes de que los nanos detuvieran el sangrado. Dentro de su cabeza como ella estaba, Drina supo cuando el chorro comenzó a desacelerarse. Rápidamente se redujo a un chorrito, y cuando se detuvo por completo, ella liberó su control de él. Tiny quitó inmediatamente su boca del brazo de Mirabeau y se hundió de nuevo en el colchón. —¿Está todo bien?— Le preguntó Mirabeau con preocupación, casi no parecía darse cuenta de que Harper había regresado con un vendaje y estaba atendiendo su herida. —¿Tiny? Asintiendo, él levantó la cabeza y esbozó una sonrisa forzada. —Estoy bien. ¿Y tú? Su mirada se deslizó hacia su muñeca, pero no había nada que ver ahora que Harper la había vendado.


Sin embargo, él hizo una mueca a la franja de color blanco y luego suspiró y preguntó, —¿Cuánto tiempo dura por lo general que empiece? —Es diferente para diferentes personas,— murmuró Harper, colocando el rollo de vendaje de algodón en la mesita de noche. —Con algunos comienza de inmediato, y con otros toma un tiempo antes de que noten una diferencia, y luego a veces es sólo un comienzo lento que se acumula. —¿Cómo te sientes?— Preguntó Mirabeau preocupada. Tiny sonrió con ironía mientras miraba el círculo de rostros preocupados a su alrededor. Sin embargo, se encogió de hombros. —Muy bien. No me siento diferente. Creo que voy a ser uno de esos tipos de lenta acumulación. Yo... — Hizo una pausa, los ojos de repente cada vez más abiertos, y luego comenzó a convulsionar en la cama.


11

―Cadenas, ― gritó Harper, cuando Tiny empezó a convulsionar, y la habitación fue de pronto un hervidero de actividad ya que el grupo se dividió en parejas. Leonora y Alessandro se lanzaron hacia la pierna derecha de Tiny, Edward y Dawn tomaron la izquierda, Mirabeau y Anders fueron por el brazo derecho, y Harper corrió alrededor de la cama para unirse a Drina sobre el brazo izquierdo de Tiny mientras Teddy y Stephanie intentaban apretujarse entre los otro alrededor de la cama para ayudar. Incluso con dos inmortales en una extremidad, fue una lucha encadenar a Tiny. Su cuerpo se agitaba salvajemente, tirando de sus extremidades alrededor. No fue hasta que Teddy dejó de intentar ayudar a someter una de las piernas de Tiny para poner en práctica un plan alternativo que hicieron algún progreso. Harper vio al viejo mortal enderezarse y moverse alrededor de la gente que se agolpaba alrededor de la cama. Aun así, no estaba en absoluto preparado para ver al hombre agarrando de repente a Stephanie, y casi lanzándola encima del pecho de Tiny. A continuación, subió rápidamente a la cama y se dejó caer hasta sentarse en el lado derecho de Tiny. Los dos colgaron encima para salvar sus vidas mientras una montaña de hombre que se resistía y golpeaba por debajo de ellos, llegó a sentarse sobre él y empujarlo hacia abajo, deteniendo sus movimientos lo suficiente como para que los demás pusieran las cadenas en su lugar. En el momento en que Harper consiguió encerrar la muñeca contra la que él y Drina estaban luchando, ella estiró un brazo y agarró la bolsa de medicamentos que había dejado caer. Rápidamente, preparó una inyección y la clavó en el brazo de Tiny, empujando el émbolo a casa. Aun así, tomó un momento antes de que las luchas de Tiny disminuyeran. ―Bueno, ― suspiró Teddy, enjugándose la frente mientras se bajaba de encima de Tiny. Guardó el pañuelo en su bolsillo, se giró y ayudó a Stephanie a bajarse, murmurando, ―Eso fue emocionante. Como montar un caballo salvaje. Harper sonrió débilmente al hombre. ―Fue un pensamiento rápido de tu parte el sentarte en él. ―No podía ver qué otra cosa hacer. ―Teddy sacudió la cabeza y miró de cara a cara antes de decir, ―Supongo que es un poco tarde para esto, pero me parece que habría sido más inteligente encadenarlo antes de darle de comer sangre. Drina hizo una mueca. ―Parecía cruel encadenarlo antes de lo necesario, y por lo general se obtiene una pequeña advertencia antes que esto. Normalmente, no entran en ello tan rápidamente.


―Correcto... bueno... ― Él negó con la cabeza y se dirigió a la puerta, murmurando, ―Necesito un trago. ―Es una buena chica. Drina se giró a mirar a Stephanie, que se había quedado dormida en un sillón en la esquina, y asintió al oír las palabras de Mirabeau. Habían decidido dividirse en turnos de cuatro horas. Harper y Drina estaban tomando el primer turno con Mirabeau para vigilar a Tiny. Stephanie estaba allí también, sobre todo debido a que la adolescente se había negado a dejarlos. A ella parecía gustarle Tiny y lo había observado con ansiedad hasta que el agotamiento la había vencido, y se había quedado dormida en su sillón. Había sido unos cinco minutos antes de que Harper se hubiera quedado dormido en su sillón junto a Drina. Dawn, Edward y Anders tomarían la segunda guardia de cuatro horas, con Anders administrando los fármacos que Drina le había estado dando a Tiny cada veinte minutos o media hora desde que la terrible experiencia había comenzado. Leonora, Alessandro y Teddy se suponía que tomarían el tercer turno. Por un lado, Leonora, que resultó haber sido enfermera antes de retirarse unos veinte años antes, se haría cargo de la administración de los medicamentos. Mirabeau se suponía que tenía que descansar durante el segundo y tercer turno, pero Drina sospechaba que la mujer insistiría en quedarse con Tiny. Era lo que ella habría hecho si fuera su compañera de vida el que estuviera allí tirado. ―Ella parece estar encariñada contigo y con Tiny, ―murmuró Drina finalmente en respuesta al comentario de Mirabeau. Stephanie había traído a la pareja a colación mucho durante los últimos días. Siempre era Beau esto, y Tiny aquello. ―Lo mismo sucede con vosotros dos, ― dijo Mirabeau en voz baja. ―Pero también pienso que está desesperada por conectarse con alguien. Ella está bastante sola en este momento. Drina asintió y miró a la chica otra vez. ―Ella tiene un montón de preguntas, ―murmuró Mirabeau, atrayendo su atención de nuevo. Encontrando su mirada, Mirabeau hizo una mueca, y explicó, ―Ella no sabe mucho acerca de lo que es ahora. Sólo tenía a su hermana para preguntarle, y Dani iría a Decker para obtener las respuestas, pero con ellos siendo nuevos compañeros de vida, ella invariablemente se distrae y nunca llega a responderle, así que renunció a preguntarle. La única otra mujer inmortal con la que ha tenido mucho contacto hasta ahora era Sam, y Sam y Mortimer son compañeros de vida recientes también, así que... ―Sam no ha cambiado.


Las dos mujeres se detuvieron y miraron a Stephanie cuando ella hizo ese anuncio, alertándose sobre el hecho de que ahora estaba despierta. Mirabeau miró fijamente a la muchacha por un momento y luego dijo, ―Claro que ha cambiado. Sam y Mortimer han estado juntos desde el pasado verano. Mortimer la habría convertido de inmediato. Stephanie sacudió la cabeza y se estiró. ― Sam se negó porque no quería dejar a sus hermanas detrás en diez años. Cuando Mirabeau frunció el ceño ante esta noticia, Drina preguntó con diversión, ― Mortimer es el Jefe de Ejecutores de América del Norte, ¿no? ―Sí, debajo de Lucian, ―murmuró Mirabeau. ―¿Y tú eres una guardiana?― Preguntó Drina. Mirabeau asintió. ―Entonces, ¿no te reuniste con Sam? Quiero decir, si ella vive en la casa de un guardián, y tú eres una guardiana, tienes que ir allí de vez en cuando. ¿Seguramente la has conocido, y te has dado cuenta de que aún es mortal? Mirabeau frunció el ceño, y fue Stephanie quien respondió, diciendo, divertida, ―Beau ha estado evitando la casa desde que llegué allí. Ella va directa al garaje cuando tiene que cumplir con Mortimer. Y Sam llegó al lugar apenas unos días antes que Dani y yo, así que dudo mucho que siquiera la haya mirado más de una vez gracias a intentar evitarme. Mirabeau pareció alarmada, y rápidamente dijo, ―No eras tú, Stephanie. ―Lo sé, ―dijo Stephanie, algo de su humor se escapó. ―Sólo era mi situación. Perder a mi familia y todo eso. Te recordaba a perder a la tuya, por lo que trataste de evitarme y evitar pensar en ello. Drina miró a Mirabeau con curiosidad. ―¿Has perdido a tu familia también? ―Fue hace mucho tiempo, ― dijo Mirabeau en voz baja, su mirada volviendo a Tiny cuando él se agitó inquieto. Alargó la mano y rozó sus dedos por su mejilla. Su toque parecía calmarlo. ―Los padres de Dree fueron asesinados cuando Roma invadió Egipto, pero tiene a todos sus hermanos y hermanas aún, ―anunció Stephanie. ―¿Cómo lo sabes? ― Preguntó Drina con sorpresa. ―Acabas de pensarlo, ―dijo Stephanie con un encogimiento de hombros.


Drina se limitó a mirarla. Estaba bastante segura de que no había pensado eso exactamente, a pesar de que suponía que podría haberse agitado en su subconsciente. Sin embargo, recordando el accidente, le preguntó, ―¿Estabas leyendo la mente de Harper durante el accidente? ¿Así es como sabías que algo iba mal con los frenos? ―Te lo dije, realmente no los leo. Vosotros gritais vuestros pensamientos en mí, ―dijo, viéndose incómoda, y luego admitió, ―Excepto Lucian. En realidad, tengo que concentrarme un poco para poder leerlo. ―¿Concentrarte un poco? ―Preguntó, entrecerrando los ojos. ―Sí.― Ella se encogió de hombros. ―Con la mayoría de las personas, mortales e inmortales por igual, es como una maldita radio tocando a todo volumen, y no puedo bajarla o apagarla. Pero con Lucian, en realidad tengo que concentrarme para escuchar lo que está pensando. Anders también tiene un poco de eso. ―¿Anders? ― Preguntó Drina bruscamente, consciente de que su voz era más aguda de lo que había previsto. Lucian era todavía relativamente nuevo en el juego de compañeros de vida, y los nuevos compañeros de vida se sabe que son fáciles de leer, lo que podría explicar lo que Stephanie estaba diciendo. Sin embargo, Anders era viejo y no emparejado. Incluso Mirabeau probablemente no podía leerlo. Sin embargo, Stephanie, que había sido inmortal por sólo seis meses, podía. Drina miró a Mirabeau, vio la expresión de preocupación en su rostro y supo sin lugar a dudas que reflejaba su propia expresión. ―Bueno, ya sabíamos que tiene habilidades locas cuando se trata de leer pensamientos, ― dijo Harper suavemente, al parecer despertando por su discusión. Su mano cubrió la de Drina y la apretó suavemente en señal de advertencia. Recibiendo el mensaje, intentó poner en blanco la preocupación tanto en su mente como en su expresión y de pronto observó como Mirabeau limpiaba su propia expresión. Harper continuó, ―Eres un genio en la lectura de mentes. ¿Has notado alguna otra nueva habilidad desde que cambiaste? ―¿Como qué? ― Preguntó Stephanie, viéndose incómoda. ―Cualquier cosa diferente ahora que has sido convertida, ―dijo Harper simplemente. ―Algunos tienen talentos especiales que otros inmortales no. Tal vez eres una de los más dotados. Ella se mordió el labio brevemente, pero luego admitió tímidamente, ―Bueno, sé cuando los compañeros de vida están alrededor, y por lo general sé quién es quién. Así como sabía que Dawn y Edward se habían apareado, y que Alessandro y Leonora eran compañeros antes de que los presentaran a pesar de que Dawn estaba


ayudando a Leonora en la cocina mientras Alessandro y Edward ponían la mesa. ―¿En serio? ― Preguntó Drina con asombro. ―¿Cómo? ―Hay una especie de electricidad entre ellos, y esta energía proviene de ellos, ―dijo, luego frunció el ceño y trató de explicar, ―Lo más cercano con lo que lo puedo comparar es lo que viene de los teléfonos móviles y los satélites y esas cosas. Tengo la sensación de un tipo de... olas o corrientes de algo que vienen de los móviles y los satélites. Es el mismo tipo de cosa que fluye entre los compañeros de vida. Como un millón de nanos enviando mensajes de texto ida y vuelta entre ellos. ― La frustración cruzó su rostro, y dijo, ―No sé cómo describirlo, no con nada mejor que eso. Pero de todos modos, supe en el momento en que llegaste aquí, Dree, que eras la de Harper porque los nanos de ambos comenzaron a zumbar. ―Me pregunto si es así como Marguerite reduce a cero la búsqueda de compañeros de vida para los demás, ― dijo Mirabeau pensativa. ―Tal vez recoge estas ondas también. ―Pero Marguerite puede encontrarlos sin que estén en la misma habitación. Estaba en Nueva York, y Harper estaba aquí en Canadá cuando decidió que yo le convenía. Ella no habría detectado ondas entre nosotros, ― dijo Drina con el ceño fruncido. Stephanie se encogió de hombros. ―Bueno, ella probablemente reconoció que los sonidos entre los dos son los mismos. ―¿Sonidos? ― Preguntó Harper suavemente. Ella parecía frustrada de nuevo. ―No sé cómo llamarlo. Frecuencias, tal vez. ―Marguerite no puede encontrar compañeros de vida por la reducción a cero de estas frecuencias. ― Se dio cuenta de repente Mirabeau. ―Tiny es mortal. De hecho, la mayoría de los compañeros de vida que ha puesto con inmortales han sido mortales. No hay todavía nanos en los mortales como para que se comuniquen. ―Es cierto, ―murmuró Drina, y luego miró a Stephanie y dijo, ―¿Fuiste capaz de decir que Tiny y Mirabeau eran compañeros de vida? Ella asintió con la cabeza. ―¿Cómo? ― Preguntó Mirabeau. ―La electricidad que cada uno emite es la misma. ―¿Electricidad? ― Preguntó Drina con el ceño fruncido. La muchacha había mencionado la electricidad y la energía antes, pero había pensado que sólo había estado usando esos términos diferentes para tratar de describir esa cosa.


―Sí. Bueno, yo lo llamo electricidad, ―dijo ella con un suspiro que hablaba de su frustración por no conocer los términos correctos para lo que estaba tratando de explicar. Drina supuso que era como tratar de explicarle el color a un ciego. La adolescente luchaba por intentar hacerles entender, sin embargo. ―Es demasiada energía, pero diferente a las ondas. Esta energía es más física, como una onda de choque. Pone el pelo de punta en la parte posterior de mi cuello. No es tan malo cuando sólo hay uno entorno a su compañero, pero esta noche, con tantas parejas apareadas aquí en la casa... ― Stephanie hizo una mueca, ―es como si mi dedo se hubiera quedado atascado en una toma de corriente. ―Eso no suena muy agradable, ― dijo Drina con preocupación. ―No lo es, ―dijo con cansancio. ―Pero entonces tampoco lo son todas las voces en mi cabeza. Es más fácil cuando sólo hay una pareja al alrededor a la vez. Con tantos de vosotros en la casa, es como varias estaciones de radio sonando al mismo tiempo, todas con un programa de charlas sobre temas diferentes. Se vuelve desesperante y me agota. ―Deberías haber dicho algo, ―dijo Mirabeau con el ceño fruncido. ―¿Por qué? ― Preguntó Stephanie, casi con resentimiento. ―No es como si pudieras hacer algo al respecto. ―No lo sé, ―dijo Mirabeau a su vez. ―Tal vez si subes a la planta superior, y el resto de nosotros nos alojamos en la planta baja, se haría mejor. ―Ella no puede estar sola, ―le recordó Drina. ―Además, no importa mientras esté en la casa con todos vosotros, ― le aseguró Stephanie. ―Los pisos y las paredes no parecen detenerlo, al menos no en su interior. Salir al exterior ayuda a amortiguar un poco si estáis todos dentro. No estoy segura de por qué, sin embargo. ―Es una antigua casa victoriana con paredes exteriores dobles conectadas, ― dijo Harper en voz baja, y cuando Drina levantó una ceja, explicó, ―Si alguna vez has mirado los ladrillos en la parte exterior de la casa, cada fila tiene tres o cuatro ladrillos de tamaño normal o uniforme y luego una pieza más pequeña, entonces, una de tamaño normal y luego otra pequeña y así sucesivamente. Es porque construyeron una pared exterior y una pared interior. Los ladrillos pequeños son en realidad los que conectan la pared exterior con la interior. Se hizo para un buen aislamiento o algo así... o quizás sólo para hacer la construcción más robusta. Pero esa era la forma en que se construía cuando la casa fue levantada. ―Se encogió de hombros, y entonces sugirió, ―El doble ladrillo y luego el yeso encima es lo que


probablemente crea una barrera más para lo que sea que Stephanie está recogiendo. ―¿Me dejaríais siquiera dar un paso fuera, en la terraza, durante un par de minutos? ― Preguntó esperanzada Stephanie. ―Siquiera un respiro de unos minutos ayudaría. Drina intercambió una mirada con Mirabeau y supo de inmediato que la otra cazadora, como ella, quería decir que sí, pero que simplemente no podía. Especialmente cuando estaban en alerta máxima. Ellos tenían que considerar la seguridad de Stephanie primero. ―Eso no es necesario, ― dijo Harper de repente, sentándose en su asiento. ―La terraza en el dormitorio de Elvi y Víctor fue un agregado en algún momento después de que la casa fuera construida. La han aislado y han puesto un calentador eléctrico, pero el muro entre ésta y la habitación de Elvi es la pared doble de la construcción original. Es tan bueno como estar de pie fuera en ese sentido, excepto que es climatizado, amueblado, y tiene un sistema de televisión y música y todo. ― Él sonrió y explicó, ―Elvi y Víctor lo han arreglado un poco para utilizarlo como su propia sala privada, para cuando les da la gana alejarse de sí mismos. Mirabeau sonrió. ―Bueno, eso suena perfecto; ¿por qué no llevais vosotros dos a Stephanie ahí fuera y veis una película o algo así? ―Cuando Drina vaciló y miró a Tiny, Mirabeau miró su reloj y dijo, ―Quedan sólo quince minutos hasta el siguiente turno y Tiny parece lo suficientemente tranquilo por ahora. Estaremos bien. Drina miró su propio reloj y dijo, ―En cinco minutos le toca otra inyección. Voy a prepararla y a dársela antes de irnos. ―Parándose, miró por encima de su hombro a Stephanie, y sugirió, ―¿Por qué no vas abajo y nos consigues unos bocadillos o algo así? Tal vez puedas elegir de paso una película de la colección de DVD en la sala de estar. ―¡En ello! ―Dijo la chica, alegre ahora, al parecer ante la perspectiva de un respiro de las voces y energía constante. Se puso de pie y salió corriendo de la habitación. El silencio cayó brevemente en la habitación mientras Drina preparaba la inyección, y entonces Mirabeau dijo solemnemente, ―Esto no es bueno. ―No,― acordó Harper con un suspiro. Drina no hizo ningún comentario. Ella sabía a lo que se estaban refiriendo. Las habilidades de Stephanie. Harper había tratado de balancearlo al lado de las cosas buenas, una habilidad especial con la que había sido bendecida, pero la verdad era que podría ser una maldición. Había muy pocos hombres desdentados en su sociedad, la mayoría eran de la época


de la caída de la Atlántida o poco después. Muy pocos habían llegado después, por la sencilla razón de que nunca un desdentado volvió a cambiar a un mortal. Si encontraban un compañero de vida mortal, el Consejo asignaba a un inmortal la tarea de convertir a ese mortal en lugar de crear a otro desdentado con nanos viciados. Cualquier descendencia que tuviera tomaría la sangre de la madre y los nanos y serían inmortales también. Lo mismo era cierto para las mujeres desdentadas, excepto que si tenían hijos, el bebé tendría la sangre de su madre y sus nanos y así sería un desdentado. El Consejo no había prohibido que los desdentados tuvieran niños, pero la mayoría se negaba a hacerlo por temor de tener que ver a su progenie morir o ser sacrificado por la locura. Había habido unos pocos nacidos, pero no más de un puñado desde la caída de la Atlántida. Eran raros. Entre eso y el tiempo transcurrido desde los sin colmillos se creían extinguidos, poco se sabía acerca de la locura que cambiaba a un desdentado en el temido sin colmillos. Generalmente se asumía que en una conversión, la locura era evidente tan pronto como el cambio estaba hecho, ya que el cambiado salía gritando como loco. Sin embargo, había rumores y leyendas que sugerían que podría no ser tan brusco, que podría salir del cambio aparentemente bien, pero al poco tiempo se volvían locos, conducidos allí por algo, aunque los cuentos nunca habían especificado qué podría ser ese algo. Drina había hecho caso omiso de los rumores, clasificándolas siempre como historias de fantasmas contadas alrededor de una fogata, pero ahora se preguntaba si ser constantemente bombardeada por los pensamientos de la gente y recibir estas ondas de energía y electricidad sobre las que Stephanie hablaba no serían la causa. Esperaba que no. Le gustaba Stephanie y no quería tener que verla ponerse como un perro rabioso. ―Lucian tiene que saberlo, ― dijo Mirabeau en voz baja, cuando Drina no hizo ningún comentario, y luego agregó, ―Tal vez él sepa una manera de ayudarla. Drina apretó los labios y se inclinó para darle a Tiny su inyección. Una vez que Lucian lo supiera… si había algo que pudiera hacer por ella, no dudaba que lo haría. Pero si no lo había, tampoco dudaba que él no vacilaría en someter a la niña. ―Ella tiene que aprender a bloquear los pensamientos, ―dijo Drina sombríamente mientras se enderezaba. ―Nadie se ha preocupado porque los recientemente cambiados por lo general necesitan que se les enseñe a leer los pensamientos, no a bloquearlos. Pero enseñarle cómo protegerse de los pensamientos de otros inmortales podría ayudar considerablemente. Prefiero intentarlo primero y luego decírselo a Lucian. — A decir verdad, igual yo, — admitió Mirabeau en voz baja. — Pero si Lucian viene y lee que sabíamos que algo estaba mal y no dijimos nada...


—Voy a tomar la responsabilidad de la decisión,— anunció Drina, volviendo a disponer de la aguja que acababa de usar, y luego de repente un pensamiento la golpeó, y sonrió mientras señaló, — Técnicamente no estás más en servicio, de todos modos. Anders y yo estamos en el trabajo ahora, y tú y Tiny estareis alibiados. —Sí, pero estamos atascados en esta especie a causa de los frenos cortados,— señaló Mirabeau a regañadientes. Drina frunció el ceño. —¿Realmente dijo que habías vuelto al servicio? Pensé que él dijo que volvieramos al máximo Stephanie y yo y que convirtieramos a Tiny porque quería que todo el mundo estuviera preparado. Una lenta sonrisa se dibujó en los labios de Mirabeau. —En realidad, tienes razón. —Entonces, no estás de servicio, — decidió Drina. —Es mi problema. Y no se lo diré. Mirabeau sonrió, y luego la preocupación comenzó a arrancar la sonrisa de sus labios. — Él estará tan enojado contigo. Drina soltó una breve carcajada. —El temple del tío abuelo Lucian no me preocupa. Bueno, no mucho de todos modos,— admitió con ironía, y luego señaló, —Yo trabajo para el Consejo Europeo. Sólo estoy aquí como un favor. Él realmente no tiene jurisdicción sobre mí. —Agradable,—dijo Mirabeau con una sonrisa, y luego miró hacia la puerta al abrirse. —Tengo algunas palomitas de maíz y refrescos para cada uno de nosotros, y traje tres películas,—anunció Stephanie, rebotando en la habitación, con los brazos llenos. —Una película de acción, una de terror, y una comedia. Pensé que podríamos votar por cual ver.— Ella echó un vistazo por encima del hombro al oír pasos en la escalera, y añadió,—Los otros están llegando para relevarnos. ¿Estáis listos? El porche que Harper había mencionado era rectangular, a lo largo del costado de la casa en el segundo piso, lejos del camino. La mitad superior de las tres paredes exteriores se componían en su mayoría de ventanas, pero también había una puerta de servicio con cerrojo relativamente nuevo. Drina los condujo hasta la cubierta, y vagamente recordaba haber visto una puerta de tela metálica en el exterior al cruzar la cubierta en una sola pasada. En cuanto a las ventanas, que estaban pasadas de moda, altas y estrechas con marcos de madera que se abrían en lugar de elevarse o deslizarse hacia un lado como las ventanas modernas. Habían eliminado las pantallas de invierno y estaban apiladas contra una pared. Un recubrimiento provisional de algún tipo había sido puesto alrededor de cada ventana para evitar


que algo se deslizara a través, pero mientras que las paredes se habían podido aislar, las ventanas no lo estaban, y estaba bastante frío cuando ella, Harper y Stephanie salieron al porche. —Se calienta muy rápido aquí,—aseguró Harper mientras caminaba hacia un calentador eléctrico en una esquina. Drina asintió con la cabeza y miró a su alrededor cuando Stephanie dejó su alijo de golosinas en una mesa de café entre el sofá que estaba debajo de la pared de las ventanas y la televisión que estaba frente a ella contra la pared de la casa. Drina tenía el ceño fruncido y los labios apretados mientras consideraba las inseguridades y luego dijo,—Stephanie, búscate un montón de almohadas y tal vez un edredón, lo que creas que vas a necesitar para hacer un nido cómodo en el suelo. No te quiero en frente de las ventanas. —Está bien,— dijo Stephanie fácilmente, ya sea porque no le importaba la idea de anidación o no estaba dispuesta a hacer un alboroto y correr el riesgo de perder la oportunidad de estar lejos de los demás. —Traeré suficiente para que vosotros podáis entrar si lo deseais. —No pensé en las ventanas,— dijo Harper en tono de disculpa, mirando alrededor mientras Stephanie lentamente caminaba hasta el otro extremo de la habitación, recogiendo lo que había a su paso. Probablemente era una encantadora vista durante el día, y no estaba mal por la noche tampoco. Sin embargo, con las luces encendidas en la habitación, estaban a la vista para cualquier persona que mirara hacia las ventanas. —Estaremos bien,— murmuró Drina. —Nos basta con que Stephanie mantenga la cabeza bajo los bordes de las ventanas y tal vez apaguemos las luces con sólo la iluminación de la pantalla del televisor. Eso es más divertido para las películas de terror de todos modos. —Terror, ¿eh? ¿Es eso por lo que vas a votar?—Preguntó Harper en su oído, y ella se giró por la sorpresa de encontrar que había cruzado la habitación para reunirse con ella. Cuando él la tomó por las caderas y la atrajo para que descansara en su contra, ella sonrió y deslizó sus brazos alrededor de su cuello. —En realidad, me gusta la acción, la comedia, y el terror en la misma medida,— murmuró mientras le acariciaba su oído. —¿Qué pasa con las pornos? Una risa sobresaltada se deslizó por los labios de Drina, y se apartó para mirarlo. —Me temo que nunca he visto una. Simplemente me parece poco interesante


cuando no me había molestado con el sexo en mucho tiempo. —Tampoco he visto nunca una,— admitió con una sonrisa, y luego su voz se profundizó cuando él añadió, —A excepción de las que han estado pasando por mi cabeza desde el día que llegaste a Port Henry. —¿En serio?— Preguntó Drina con interés, apoyando más la parte superior del cuerpo, lo que accidentalmente presionó sus caderas con más fuerza contra la suya. —Y ¿qué sucede en esos juegos porno que pasan a través de tu cabeza? —Oh, muchas cosas, pero sobre todo aquello de lamer, mordisquear y llenar mi camino de besos desde los dedos hasta la parte superior de tu cabeza, y luego darte la vuelta y hacerlo de nuevo,— gruñó, y luego bajó la cabeza para besarla. Drina se abrió a la vez, su cuerpo presionando hacia adelante con entusiasmo en respuesta a sus palabras. Habían provocado un calor en ella que nunca estaba lejos de la superficie de todos modos, y descubrió que la imagen que había creado llenaba su mente mientras le pasaba las manos sobre el pecho, y luego hacia abajo para encontrar la dureza creciente entre ellos. Harper gruñó en su boca y apretó la espalda contra la ventana, con sus propias manos moviéndose sobre su cuerpo a través de su ropa antes de colocarla en sus pechos y apretar casi dolorosamente, evidenciando su propia excitación. —Me encanta tu cuerpo,— murmuró, quitando su boca de la de ella para explorar el cuello y la oreja, mientras dejaba deslizar una mano hacia abajo entre sus piernas. — Deberías estar desnuda todo el tiempo. Drina se rió sin aliento y sacó su mano de su erección cuando le recordó, — Hay ventanas en todas partes y debemos volver con Stephanie. Harper gruñó en su oído, pero se calmó y se apoyó en ella. —Además,—añadió Drina con un suspiro,—acabas de avivar un fuego que no podemos hacer absolutamente nada para apagarlo ya que voy a alojarme con Stephanie de nuevo esta noche. —Maldición,— él respiraba con frustración. —Mira el lado positivo,— añadió con alegría forzada,—si tuvieras que ir a la cama al mismo tiempo que Stephanie y yo, tú y yo podríamos finalmente llegar a experimentar esos sueños compartidos que todos hablan de tener con sus compañeros de vida. Harper se apartó bruscamente para mirarla con sorpresa. —¿Cómo es que aún no


los tenemos? Drina sonrió con ironía. —Bueno, supongo porque la primera noche que me fui a la cama tú probablemente no te irías a dormir hasta que el amanecer estuvo cerca, justo antes de que Stephanie y yo nos despertáramos. Y luego estuvimos juntos en Toronto y no dormí casi nada con la excepción de cuando me desmayé.— Ella se detuvo y levantó las cejas, antes de decir,— Y yo no sé tú, pero no pude dormir mucho en toda la noche. Ella frunció el ceño, dándose cuenta de que no sabía cuánto tiempo había estado fuera después del accidente. Veinticuatro o cuarenta y ocho horas debían haber pasado desde entonces, se dio cuenta y le dijo,— Es decir, la noche que volvimos de Toronto. —Yo tampoco,— admitió Harper, y luego sonrió. —Compartir sueños. Mmmm. Eso podría ser muy interesante. Puedo ponerte en aquellas sexys botas hasta el muslo y nada más, o tal vez un delantal de criada. —¿Un delantal de criada? —Preguntó con incredulidad. —Mmmm.— Su sonrisa se convirtió en una mueca. —Una criada francesa con un muy pequeño delantal que cubre apenas nada, y puedes estar inclinada sacudiendo el polvo a algo con tu hermoso culo asomando, y se me ocurre ponerme detrás de ti y violarte como un malvado señor de la mansión. Drina se echó a reír, aunque un poco sin aliento, y negó con la cabeza. —Eres un viejo pervertido. —Sí,— Harper reconoció sin disculpa. —Triste, pero cierto. Sin embargo, en mi defensa, no solía serlo hasta que llegaste a escena. Así que debe haber alguna sensación juguetona que está saliendo de ti. —Oh, ahora, no me culpes,— dijo ella con una risa. —Probablemente tenías ideas pervertidas en tus sueños compartidos con Jenny. Harper parpadeó y Drina se mordió el labio al darse cuenta de lo que había dicho. Nombrar al fantasma probablemente no fue lo mejor que hizo, pensó con un suspiro, pero en vez de venir sobre todo el sentimiento de culpa, Harper frunció el ceño, y admitió,—Nunca había compartido sueños con Jenny. Drina se relajó, aliviada de que él no se se volviera taciturno, y se encogió de hombros. —Tal vez ella no estaba durmiendo lo suficientemente cerca para que los pudierais tener. —No lo sé,—dijo Harper lentamente. —Alessandro hizo un comentario acerca de que una vez tuvo sueños salvajes que había compartido con Leonora mientras él la


estaba cortejando, y ella vive al otro lado de la calle. —Bueno, ambos lo hacen ahora,— agregó, y la soltó para señalar la ventana. —La casa de la esquina allí. Drina se volvió para seguir su dedo. Tomando nota de la casa de pan de jengibre bonita, preguntó,—¿Y dónde vivía Jenny? Harper se dio vuelta y la instó a caminar a lo largo del pórtico y a mirar hacia el patio trasero, luego señaló a la derecha un poco a la fila de edificios detrás de estos. Había un conjunto de casas medianas justo detrás de Cottage Casey y junto a ella una blanca más pequeña, ambas daban a la carretera. Era la más pequeña que estaba señalando. Vio Drina. El patio de Casey Cottage era tal vez del tamaño de dos coches o un poco más, pero la distancia era más corta definitivamente que la existente entre esta casa y la que iba a través de la calle. Con patio delantero, aceras y a continuación, calles, la casa de Leonora estaba a unos diez o quince metros más lejos que la pequeña casa blanca de Jenny donde había vivido por lo visto. —Tal vez no todos los compañeros de vida han compartido sueños,— dijo ella finalmente, sin saber qué otra explicación podría haber. —Bueno, tengo suficientes almohadas y edredones para todos nosotros,— anunció Stephanie alegremente. Drina se volvió hacia la puerta y se echó a reír cuando vio a Stephanie paso a paso hacia la puerta, arrastrando un bulto grande, voluminoso aparentemente relleno de almohadas y otros edredones. Lo había unido en los extremos y se los puso sobre un hombro, pero el saco que había hecho lo arrastraba por el suelo detrás de ella. Miró, a todo el mundo, como un Santa rubio y flaco en pantalones vaqueros y una camiseta. —A ver, déjame ayudarte con eso,— dijeron Drina y Harper como uno, y se acercaron a ella. —No, no, yo lo tengo,—aseguró Stephanie. —Vosotros dos empujad la mesa de café, para que podamos empezar la construcción del nido. Sonriendo a la chica en un estado de ánimo mucho más alegre, Drina volvió para ayudar a Harper a mover de sitio los muebles para hacer espacio. —Así que, ¿le echas un vistazo a las películas?— Preguntó Stephanie, ya que terminó situando los edredones y las almohadas. Drina esbozó una sonrisa, sabiendo que la niña probablemente ya sabía la respuesta. Parecía saber todo lo que pensaban y hacían. —Drina votó a favor de terror,—anunció Harper.


—Luces-fuera-acurrucados-en-el-suelo-en-la-ateradora-oscuridad. Pero siempre podemos hacer esto segundo si tienes otra preferencia. La primera elección debe ir a ti desde que tenías que ir a buscar todo para esta excursión. —No, esa es buena. Mi primera opción es terror,—dijo Stephanie alegremente, agarrando la película en cuestión y abrió la caja del DVD mientras se arrastraba hacia la televisión y colocaba el DVD en sus rodillas. —Voy a apagar las luces,—dijo Drina, saltando y moviéndose hacia la puerta, pero entonces se detuvo a esperar a que Stephanie consiguiera todo. —Todo listo,—anunció Stephanie, terminando, y luego cayó de nuevo en medio del nido que habían construido. Drina apagó el interruptor de la luz y se trasladó a unirse a Harper y Stephanie en el suelo. Stephanie había tomado el borde cerca del nido, dejando una mancha entre ella y Harper que había reclamado el otro extremo, y Drina se instaló en el lugar, sonriendo cuando él deslizó su brazo alrededor de sus hombros. —Se calienta muy rápido aquí, como has dicho, Harper,— comentó Stephanie, cuando el FBI alertó sobre el rodaje fuera de la pantalla y comenzaron los trailers de películas. Ella apartó la colcha que había automáticamente y se detuvo a sí misma mientras hablaba, y Drina miró a su alrededor, observando que estaba mucho más caliente que la primera vez que había entrado en la habitación. Casi había empujado a un lado el edredón ella misma, pero Harper le cogió la mano para detenerla. Cuando ella se volvió hacia él en cuestión, él se limitó a sonreír y le indicó que debía mirar hacia la pantalla. —Harpernus Stoyan, si no puedes portarte bien y controlar todas las manos romanas y dedos rusos bajo ese edredón, vas a tener que sentarte en el sofá,—replicó Stephanie, sonando para todo el mundo como un maestro de escuela. Drina echó a reír al escuchar el gemido exagerado de Harper, de repente comprendió lo que había estado haciendo. Luego empujó el edredón a un lado y se desplazó hacia arriba en el sofá detrás de ellas para eliminar la tentación, y le dijo,—Está bien, me sentaré aquí. No tenía dónde poner de todos modos mi refresco sentado entre las dos. —Oh, no había pensado en eso,— dijo Stephanie, mirando hacia la lata en el suelo junto ella. La lata de Harper también estaba en el suelo a su lado, ya que los dos estaban en los extremos, pero, en el medio, Drina no había tenido ningún sitio donde poner la suya y la mantuvo a través de la película. Ahora, sin embargo, la


acomodó en el sofá de la esquina detrás de Stephanie, lejos del alcance de Harper y la tentación, y la puso sobre la mesa que terminaba al lado del sofá. —¿Puedes llegar a las palomitas de maíz?— Preguntó Stephanie con preocupación, Harper utilizó el mando a distancia para saltar a través de los comerciales. —Basta con colocarlo entre los dos, y puedo llegar,—le aseguró Drina. Stephanie hizo lo que le sugirió, y luego todos se quedaron en silencio mientras la película comenzaba. Comenzó con una explosión, por supuesto, o en realidad un hachazo, y Drina puso los ojos en las payasadas de la pantalla. En verdad, le gustaba el terror porque siempre eran bastante cómicas para ella. Nunca dejaba de asombrarse por la forma en que los mortales podían pintar su propia especie tan condenadamente estúpida. Había vivido mucho tiempo y se reunió con suficientes mortales como para llenar un pequeño país, pero nunca había conocido a una mujer que pensaba que sería una mortal tan estúpida como para ir asustada a un patio oscuro por la noche, sin armas y en un camisón bastante cutre, a investigar después de oír o ver algo que le molestó o la asustó. Y mientras Drina se había sumergido en suficientes mentes de hombres mortales para saber que la mayoría parecían pensar sobre el sexo con cada latido del corazón, estaba bastante segura de que incluso ellos no pensarían que es inteligente o interesante arrastrar a una mujer fuera de la seguridad del grupo para disfrutar de un rapidito cuando hay cuerpos desmembrados de amigos o asistentes a la fiesta y estaban cayendo a su alrededor como nieve en un invierno canadiense. En serio, lo había considerado realmente insultante para los seres humanos en su conjunto, pero últimamente había empezado a encontrar una reflexión divertida de la falta de inteligencia de los cineastas. Entre eso y el hecho de que una gran mayoría de las películas actuales parecían ser reposiciones, le hacía preguntarse cómo diablos hicieron algún dinero en Hollywood. Drina casi gimió en voz alta cuando uno de los personajes encerrados en un cuarto de baño sin ventanas para escapar del asesino hacha psicópata el cual simplemente cambió su camino a través de la puerta mientras que la muchacha temblaba en la bañera esperando la muerte. ¿No podría incluso encontrar algo, cualquier cosa, para que la chica intentara lastimarlo? De acuerdo, tal vez no todo el mundo tiene tijeras u otros objetos mortales en su cuarto de baño, pero había champú y acondicionador para lanzarle un chorro a sus ojos y cegarlo, o incluso arrojar chorros en el suelo junto a la puerta para que el asesino se resbalase y cayera cuando por fin entrara. Eso por lo menos le daba la oportunidad de hacer una carrera inteligente para una ruta de escape. ¿Sin duda, cualquier cosa era mejor que estar de pie allí llorando y chillando y esperando la muerte con sus tetas balanceándose? Y no era como si no tuviera


tiempo para pensar mientras lo observaba golpear repetidamente el hacha a través de la puerta. Sacudiendo la cabeza, por el llanto, chillando, la chica tenía el hacha en la cabeza, Drina cogió su bebida, y luego hizo una pausa cuando un movimiento en el patio llamó su atención. Frunciendo el ceño, entrecerró los ojos, tratando de entender lo que había visto. Desde su posición, lo único que podía ver era el fondo del patio, y pensó que había visto movimiento por ahí y el reflejo breve de un destello de luz. Stephanie se quedó sin aliento con horror, y Drina miró hacia la chica para ver abrazarla una almohada y mirar la pantalla con los ojos abiertos cunado otro personaje más o menos se arrojaba bajo el hacha, o hacia ella como podría ser el caso. Drina miró por la ventana, brevemente, pero luego se levantó y se acercó a Stephanie, en dirección a la puerta. —Voy al baño,— dijo ella en voz baja. —¿Quieres que hagamos una pausa?—Murmuró Stephanie, con los ojos pegados a la pantalla. —No, será un momento,—dijo Drina, y salió rápidamente de la habitación.


12

Drina rápidamente se dirigió hacia la habitación de Elvi y Víctor, pasando por la derecha más allá del cuarto de baño, dirigiéndose a la puerta de la sala. Ella no tenía que ir al baño, por supuesto. Solo lo dijo para no tener que preocuparse por Harper, y afortunadamente, Stephanie estaba demasiado sumergida en la película, como para descubrir su mentira. No es que hubiera algo de qué preocuparse, pensaba Drina. Probablemente lo que había visto era el gato del vecindario que estaba merodeando por el patio o sobre la cerca. Pero lo iba a revisar de todos modos. Armada y no en camisón, pensó moviendo la cabeza irónica, mientras se apresuraba por el pasillo hacia las escaleras para bajar al primer piso. Teddy, Alessandro y Leonora se encontraban hablando en voz baja en la sala de estar mientras esperaban su turno para estar con Tiny y Mirabeau. No pudo evitar hacer ruido mientras descendió por las escaleras, y Teddy de inmediato salió de la habitación. ― ¿Algún problema? ― Preguntó. Drina negó con la cabeza. ―Me pareció ver algo en el patio trasero, sólo voy a echar un rápido vistazo en los alrededores. Probablemente ni siquiera saldré ha descubierto. ―Voy contigo, ― dijo, empezando a seguirla, pero ella negó con la cabeza mientras se dirigía al armario para ponerse el abrigo y las botas. ―No es necesario. De hecho, es mejor si vigilas por la ventana. Si hay algún problema mientras estás conmigo, no podremos escapar los dos. Pero si vigilas por la ventana desde el interior, puedes dar la voz de alarma y advertir a los demás, por lo que no sereis tomados por sorpresa, ―señaló con sensatez. ―Además, es probable que sólo sea un gato merodeando por ahí o algo así. No tiene sentido que tantos salgamos al frío. ―Alessandro puede estar observando desde la ventana y dar la alarma si algo sucede, ― dijo Teddy serio, arrastrando el abrigo mientras se ponía las botas. ―No soy de los que te permiten salir y mirar por ti misma. Soy el jefe de policía de esta ciudad, y si hay problemas, ayudaré con eso. No vas a ir por ahí por tu propia cuenta, ―finalizó con obstinación. ―¿Qué? ¿Estás tratando de salir para hacer el papel de policía como en una película policiaca? ―Murmuró disgustada, pensando que en general era tan estúpido como


los otros personajes de las películas. ― ¿Qué? ― Preguntó él desconcertado. Drina se enderezó con un suspiro, y dijo solemnemente, ―Mira Teddy, estás siendo muy valiente y fuerte al querer acompañarme. Por desgracia, también estás siendo estúpido. Si hay un problema por ahí, solo serias un estorbo más que una ayuda en esa situación. Él se envaneció indignado. ―Sé que vosotros los inmortales sois más fuertes, más rápidos y todas esas tonterías, pero yo tengo una pistola y no dudaría en utilizarla. ―Lo que te hace aún más peligroso, ― le dijo ella con firmeza. ―Cualquier inmortal podría toma el control sobre ti y hacer que giraras el arma hacia mí antes de que incluso te dieras cuenta de que estaba allí. ― Él palideció ante la posibilidad, ella añadió suavemente. ―Lo mejor que puedes hacer en esta situación es observar por la ventana y alertar a los demás, si hay algún problema. Eso no es un reflejo de ti. Y no significa que seas débil e indefenso. Es lo más inteligente que puedes hacer, y tú eres un hombre inteligente. Por lo tanto actúa como tal y no permitas que tu orgullo tome decisiones tontas por ti. Y por favor, trata de recordar que soy, básicamente, la versión inmortal de un policía. Estoy entrenada para esto. No soy una mujer indefensa arrastrándose en camisón. La confusión cruzó por su rostro, lo que le dijo que él no reconocía esa referencia, pero Teddy dejó escapar un suspiro disgustado, y asintió con la cabeza. ―Muy bien. Pero dame una señal, si ves cualquier cosa o si no ves nada en absoluto. ―Lo hare, ― le aseguró ella, arrastrando el abrigo y el sombrero antes de volver al armario para tomar una de las maletas grandes que Anders había guardado allí cuando había pensado que eran, básicamente, un servicio de niñeras. Lo abrió y revolvió el contenido, dándose cuenta de que faltaban un par de elementos. Anders estaba armado y ella debió pensar antes en armarse de todo esto, y lo sabía. Ella era la vieja ―nueva compañera de vida― distracción en el camino, Drina lo pensaba suspirando mientras tomaba un carcaj de flechas, una ballesta, una pistola y una caja de balas alucinógenas que debían noquear a cualquier renegado durante al menos veinte o treinta minutos… tiempo suficiente para garantizar su neutralización. ―Cristo, ―murmuró Teddy, mirando todo el arsenal que había expuesto. ―¿Crees que después de aparecer esos renegados armados solo nos quedaríamos con nuestras encantadoras sonrisas y nada de sentido común? ―Preguntó Drina divertida mientras se ataba el carcaj a la espalda para poder tomar fácilmente las


flechas y rápidamente poder cargar su arma. ―No lo sé. Creo que nunca había pensado en eso, ―admitió en voz baja, luego negó con la cabeza. ― ¿Y supongo que eres buena con ambas armas? ―Con nuestra vista, mejor que el mejor francotirador más mortal en este mundo, ― le aseguro ella, luego agregó con ironía, ―Tener más de dos milenios para practicar y perfeccionar mis habilidades no hace daño tampoco. Teddy asintió solemne, luego la siguió hasta la cocina. Sin embargo, se detuvo ante la ventana, y miró hacia atrás para poder ver lo que la inquietaba en la oscuridad. Él no miró alrededor cuando ella abrió la puerta, pero le dijo bruscamente, ―Ten cuidado ahí afuera. ―Lo haré, ―le aseguró, y se deslizó fuera. No hacía tan frío como antes, y Drina se preguntó distraídamente si esta no sería la primera señal de que el invierno podría estar llegando a su fin, o simplemente les estaba dando un leve respiro. En cualquier caso, la nieve que cubría la tierra era un poco fangosa debajo de sus botas, por lo que en realidad estaba lo bastante cálido como para provocar algo de deshielo, y la noche estaba tan quieta como la muerte, sin viento que agravara las cosas. De lo único que se había dado cuenta, era que, mientras aquí el frío parecía soportable en una noche tranquila, podría convertirse en algo completamente insoportable si arreciaba el viento. También sabía que algo llamado el factor de sensación térmica podría provocar estragos, por lo que solo podría decir que se sentía aún más frío de lo que realmente estaba. Drina se quedó mirando lánguida el patio trasero, acercándose al borde de la cubierta, deteniéndose en el banco que corría a su alrededor. Entrecerró los ojos buscando las sombras tenebrosas, quitando el seguro automático de su arma mientras lo hacía, pero no vio nada. Por supuesto, se había tomado bastante tiempo en prepararse por lo que todo lo que había visto podría estar ahora en la azotea, pensó un poco irritada. Esa posibilidad hizo que Drina echara un vistazo hacia la casa, buscando con los ojos algo en el techo. Por supuesto, no podía verlo todo desde ese ángulo, así que suspiró y se dirigió hacia las escaleras para bajar al patio y caminar hacia la cerca trasera. Miraba hacia atrás de vez en cuando para poder ver ahora la mayor parte del techo, pero tuvo que acercarse lo más que pudo a la cerca antes de poder verlo todo. No había nada. Ni mapaches, con hambre suficiente como para interrumpir su


sueño de invierno e ir en busca de alimento, y sin escrúpulos acercarse arrastrándose en busca de una ventana para deslizarse a través de ella. Lo cual no significaba que no se hubiera movido hacia el frente de la casa, pensó Drina, y se fue acercando hasta estar segura de que Teddy podía verla, se señaló a sí misma, luego hizo una señal con los dedos de caminar, y señaló hacia la carretera al lado de la casa. Teddy pareció entender y, en respuesta, se señaló a sí mismo, luego señaló en la misma dirección, lo que presumió significaba que seguiría su curso a través de las ventanas de la planta baja. Drina se volvió y comenzó a caminar alrededor de la casa, cruzando la calzada, luego por la acera junto a la casa para llegar a la parte delantera. No dejaba de mirar hacia el techo mientras lo hacía, y para ver a Teddy en las ventanas, mientras la seguía con la mirada, pero también para explorar el techo y asegurarse de que no había nada ni nadie arrastrándose por allí. En la parte delantera de la casa, Drina se detuvo frente a la puerta de hierro forjado y se quedó un buen tiempo en el patio y frente a la casa. Comprobó la presencia de Teddy en las ventanas junto a la puerta principal, y al igual que en la parte trasera, el techo de este lado también estaba vacío. Cuando estaba a punto de darse la vuelta y caminar alrededor de la casa para volver al interior, un ruido llamó su atención y la hizo congelarse. Girando lentamente, Drina revisó el patio delantero con más cuidado, comprobando cada rincón y cada grieta. Frunció el ceño cuando vio una sombra moverse sobre la nieve en un rincón del patio en frente del pórtico superior e inferior. Lo que se movía era demasiado pequeño como para ser humano. Ella dudó, pero ya no sentía curiosidad, abrió la puerta principal y entró. La preocupación por los renegados se había ido, y ahora Drina cruzaba el patio, con otro motivo de preocupación en su cabeza. Podría ser un pobre gato abandonado, hambriento, y congelándose en la nieve buscando comida. A Drina le gustaban los animales, a menudo más que los mortales e inmortales, y no estaba de más darle al pobre bichito un tazón de leche o algo que le ayudara a pasar el invierno. O si no era algo de cuidado, tal vez, incluso dejarlo dormir en el garaje durante la noche, donde estaría protegido de los elementos. Y siempre podría llevarlo a un refugio para animales por la mañana. ―Oh, qué lindo, ―murmuró, cruzando la correa del arco por encima de su hombro mientras se acercaba lo suficiente para ver mejor al animal. Era un pequeño y lindo gordito, de color blanco y negro, que escavaba a lo lejos como si arañara arena para


gatos. A medida que ella se acercaba, cantaba, ―Aquí gatito, gatito. El gato se calmó cuando oyó su llamada, gruñó y pisoteó sus pies como si fuera un niño haciendo un berrinche. Eso hizo reír a Drina, que siguió caminando y se inclinó hacia adelante, tratando de hacerse más pequeña y menos amenazante, y siguió llamándolo, ―Aquí, gatito, gatito, ―con la esperanza de atraerlo hacia ella. Los animales eran realmente tan adorables, lindos, tiernos y cariñosos. En la parte más oscura del jardín delantero, ella aún podía ver que estaba en cuclillas en el suelo, mirando curiosamente algo plano y ancho. ―Entonces no se está muriendo de hambre, pero… Drina se paró en seco, con un sonido ahogado escapando de su garganta mientras la maldita cosa levantaba la cola enfadada de alguna manera con ella. Estaba a unos buenos ocho o diez pies de distancia todavía, y la maldita cosa se golpeó la cara y el pecho, y… Querido Dios, el olor era el más espantoso olor que jamás había encontrado. Drina se tambaleó hacia atrás, preguntándose horrorizada por todos los infiernos que era lo que el animal había estado comiendo que hizo que su orina tuviera un olor tan endemoniadamente malo. Ese pensamiento fue seguido por el asombro en cuanto a si se trataba de algún condenado mutante que fuera capaz de hacer pis fuera de su culo en ella, pero eran breves pensamientos que parpadeaban en su mente, y que al momento siguiente ya no estaban, sustituidos por la consternación cuando sus ojos comenzaron a picarle como si alguien le hubiera enterrado agujas calientes en ellos. Con náuseas y ahogándose, Drina tropezó y cayó sobre su trasero rodando hacia un lado. Sus manos se levantaron para cubrir sus ojos calientes mientras gemía haciendo arcadas con la boca. ― ¿Drina? Ella no había oído que la puerta se abría, pero si escuchó el grito de Teddy y las pisadas de sus pies mientras corría por las escaleras. ―Qué demonios… ¡Dios mío, es un mofeta! ― Los pasos que se acercaban se detuvieron abruptamente con ese chillido casi de falsete, luego continuó con más cautela, apareciendo por la curva de al lado, poco a poco en vez de abordarlo directamente, murmuro, ― ¡Fuera! ¡Chuu pequeño bicho! No me hagas pegarte un tiro, maldito bicho. ¡Cristo, fuiste rociada! Puedo olerlo desde aquí. ¡Oh, Dios todopoderoso! ¿En qué diablos estabas pensando al jugar con un mofeta? Por el amor de Cristo. ¡Fuera! ―Repitió, ―Maldita sea, ¿consiguió alcanzarte la cara? ¡Fuera!


Drina yacía en el suelo aún, acurrucada a su lado con los ojos cerrados, esperando a que los nanos arreglaran lo que la endemoniada orina del gato le había hecho, y escuchando a Teddy confundida. Ella no podía decir de momento a quien se dirigía, a ella o al gato, y no tenía la más mínima idea de lo que estaba hablando, al menos le parecía que él le tenía miedo a la pequeña bestia que le había hecho esto. No es que lo culpara en realidad, tomando en cuenta la agonía en que estaba, pero la criatura no era mucho más grande que un gatito, y Teddy tenía una maldita arma de fuego y, ¡Caramba! Sus ojos le dolían. ―Dispara esa maldita cosa, ―gruñó Drina, decidiéndose que tal vez ya no le gustaba tanto a los animales. ―No voy a disparar. Despertaría a todo el maldito barrio. Podría provocarle a los viejos de la casa de retiro de esta calle un ataque al corazón y… ―Entonces, lánzale una bola de nieve a ese condenado, ― demandó furiosa. ―¿Teddy? ¿Qué está pasando?― La voz de Leonora llamándolos en lo alto del vecindario general hizo suponer a Drina que estaba en el porche. ―¿Por qué la bella Alexandrina está rodando en la nieve? ― La voz siguiente que sonó fue la de Alessandro. ― ¿Esta haciendo eso de los ángeles de nieve? ―No, no está haciendo los malditos ángeles de nieve, ―murmuró Teddy con exasperación. ―Oh, querido, ¿se trata de un mofeta? ― Preguntó Leonora. ―No, ―exclamó horrorizado Alessandro. ― ¡Ningún gato apestoso! ―Te he dicho, Alessandro querido, que no son gatos. ―Son parecidos a los gatos. Como el gran gato suave que ha estado llevando y tocando para un gran grato de tortita esponjoso, ―argumentó Alessandro. ―Bueno, tal vez un poco, ―admitió, Leonora. ―Odio a los gatos malolientes, ―exclamó Alessandro, y Drina creyó oír un temblor en su voz. ―¡Huelen… huelen de esa manera! ― Lloriqueó, como si el olor al parecer


hubiera llegado hasta él. ― ¡Haz que se vaya Teddy! ― ¿Qué diablos se supone que debo hacer para que se vaya, Alessandro? ―Lánzale una bola de nieve a eso, ―le dijo Alessandro, y Drina asintió con la cabeza. Era exactamente lo que ella había sugerido. ―Él no puede hacer eso, querido, ―dijo Leonora dulcemente. ― ¿Por qué no? ― Preguntó Alessandro. ―Porque la maldita cosa no tiene a donde ir, ― respondió Teddy bruscamente, ―Drina está sobre el camino. Eso está atrapado en la esquina del jardín. Y lanzarle bolas de nieve solo lo hará rociar de nuevo, y no tengo ninguna intención de ser rociado. ―Entonces, lo que debes hacer es apartar a la bella Alejandrina del camino, ― dijo Alessandro angustiado. ―Tenemos que lograr hacer desaparecer al gato apestoso. ―Drina, arrástrate unos pocos metros hacia mi voz. Entonces te podré ayudar de alguna forma, ― dijo Teddy. ― ¿Qué yo misma me arrastre? ― Pregunto incrédula, por lo que le exigió, ―Ven tu aquí y ayúdame. Ni siquiera puedo ver. ―No puedo. Estás demasiado cerca de la mofeta, ―explicó Teddy. ―Sólo tú puedes hacerlo de esa manera. ― ¿Dónde diablos está el Señor Grna Valiente jefe de la policía que estaba dispuesto a enfrentarse con un rabioso renegado? ― Preguntó secamente, ―Un rabioso renegado, que dicho sea de paso, podría retorcerte como un pretzel y reír al mismo tiempo que lo hace. ―Los renegados rabiosos son una cosa, los mofetas son otra completamente distinta, ―respondió Teddy con sequedad. ―Solo arrástrate hasta aquí y… Él se quedó en silencio mientras escuchaba como se rompían unos cristales. ― ¿Qué fue eso? ― Preguntó Drina bruscamente. ―Vino de la parte trasera de la casa, ― dijo Teddy con acritud, luego escucharon el grito de Harper y de Stephanie, Teddy ladró, ―Espera aquí.


―¿Qué? ¡Espera! ― Gritó ella, y maldiciendo entonces se obligó a restregarse los ojos con las manos para tratar de ver cuando oyó sus pasos al salir corriendo. También podía escuchar a Leonora y Alessandro como se alejaban, pero no podía ver absolutamente nada. Al abrir los ojos el dolor regresó de nuevo, por lo que se limitó a cerrarlos una vez más. A pesar de que pensaba que esta vez dolían un poco menos. Quizás. Con la adrenalina corriendo por ella, Drina comenzó a rodar sobre su estómago para levantarse, ignorando el gruñido en la esquina del patio, que causó su acción inmediata. Preocupada por Harper y Stephanie, simplemente se limitó a gruñir. ― ¡Adelante, rocíame otra vez, maldito! Mis ojos están cerrados, y ya no puedo oler peor de lo que huelo ahora. Drina se tambaleó sobre sus pies y caminando a ciegas se dirigió hacia donde creía que habían provenido las voces de Leonora y Alessandro desde atrás. Solo había avanzado un par de pasos cuando tropezó con lo que parecía una roca cubierta de nieve, cayendo de bruces sobre la nieve. Ella comenzó a lanzar una serie de maldiciones que aprendió, cuando era pirata. Drina empezó a levantarse sobre sus propios pies, pero se quedó congelada cuando una tenue ráfaga de humo llegó a su nariz. Levantó la cabeza, olfateando el aire, pero lo que olió se había disipado. Todo lo que podía olfatear era una horrible combinación de huevos podridos, goma quemada y ajo muy fuerte. Podía oír también la fiebre del hambre de las llamas, de lo que pensaba que era el lado donde estaba la casa. Apretando los dientes, Drina no se molestó en tratar de levantarse y correr a riesgo de otra cosa, pero comenzó a arrastrarse hacia adelante con las manos y las rodillas. Solo había movido un pie más o menos cuando sus sentidos le hicieron hacer una pausa y detenerse. Su cabeza se levantó como la de un ciervo olfateando en el aire el peligro, a pesar de que aparentemente no tenía sentido del olfato de momento, pero fue el sonido lo que estaba buscando en el aire. Alguien estaba allí. Ella lo sabía. Podía sentir su presencia en el hormigueo a lo largo de su columna vertebral. Su primer instinto fue ir por su arma, pero ya no la tenía. Drina se dio cuenta de que se le debió caer, cuando cayó al ser rociada. Cristo, era una ciega idiota, arrastrándose en la oscuridad sin una maldita arma, pensó con amargura, pero luego recordó la ballesta que colgaba de su hombro. No sería de mucha utilidad dada su actual ceguera. También podía ser que al llevar un estúpido camisón podía decir entre lamentos, por favor no me mates.


―Mierda, ―murmuró Drina, y de inmediato retrocedió para sentarse en la nieve, retrocediendo de inmediato para tomar una flecha del carcaj, colocarla en la ballesta y arrojarla de una vez. Ella había practicado tanto, que incluso ciega se las arreglaría para armar la ballesta en un santiamén. El problema entonces era a donde dirigir la cosa, pero levantó el arma y se esforzó en escuchar cualquier sonido que le permitiera ubicar el lugar donde estaba esa persona. Pero cuando Drina se volvió hacia la dirección general del lado de la casa, o lo que pensaba que era el lado de la casa donde la mofeta acorralada había estado o estaba, hubo como una ráfaga un súbito sonido que en definitiva no era la mofeta. Lo que lo hizo era grande, del tamaño de un humano, a juzgar por el ruido de sus pasos en la huida, de lo que ella pensaba que era la dirección de la puerta. Drina siguió el sonido con su ballesta, y cuando sus instintos gritaban para liberarlo, soltó su flecha. Oyó un gruñido, pero los pasos no frenaron, y maldijo en voz baja, sospechando que sólo había rozado a quienquiera que fuese. Drina suspiró, pero rearmó la ballesta por si acaso y escuchó a ciegas por otro momento antes de que escuchara las sirenas que se acercaban. ―Camiones de bomberos, ―murmuró, empezando a arrastrarse hacia atrás sobre su trasero en la dirección en que pensó estaban las escaleras, impulsándose a sí misma con una sola mano y sus piernas. Durante todo el tiempo, se mantuvo apuntando con su ballesta a ciegas toda la dirección en general donde creía que estaba la puerta principal del astillero. ―Bueno, apagamos el fuego, ―anunció Teddy Brunswick con cansancio, saltando sobre sus pies, encima de la colchoneta cuando entró en la cocina y comenzó a quitarse el abrigo. Drina miró hacia Anders sentado en un taburete en silencio junto a la puerta trasera… desde su propia posición en el extremo del comedor donde ella podía estar lo bastante cerca del exterior. Su visión aún era borrosa, pero no lo suficiente como para no ver la manera en que el jefe de policía arrugaba la nariz al captar su olor. Tampoco se perdió lo rápido que se deslizó fuera de la cocina y del comedor, justo cuando cruzó la habitación y se dirigió hasta el escritorio que estaba contra la pared del fondo, donde Anders estaba ocupado golpeando a distancia el teclado del ordenador de Teddy. Estaba buscando en Internet sugerencias de como eliminar el rociado de la mofeta de una persona. Suspirando miserablemente, Drina miró al techo, preguntándose cómo estaban Harper y Stephanie. Ellos habían sido instalados en una de las dos habitaciones de arriba de la pequeña casa de dos pisos de Teddy. Dawn, Leonora y Alessandro


estaban cuidando de sí mismos. Tiny había sido trasladado a la segunda habitación, con Mirabeau y Edward que continuaban supervisando sus asuntos. Teddy había dispuesto traerlos aquí, a su casa, mientras los camiones de bomberos aún estuvieran trabajando apagando el fuego en la cabaña de Casey. Se usaron dos ambulancias y coches de sus subordinados para transportarlos. Todos los demás habían desapareció en las ambulancias, y Drina se trasladó sola en el coche de la policía. Aunque todavía no era capaz de ver en ese momento, estaba segura de que escuchó al subordinado haciendo ruidos amortiguados que podrían ser ya sea nauseas o llanto. O era posible que teniendo en cuenta como olía, y de que el subordinado había iniciado la carrera para llegar a donde debía llevarla, se estuviera arrepintiendo de no haber pensado en poner rápidamente algo en los asientos traseros de su unidad. Su coche podría muy bien mantener ese horrendo olor para siempre, por lo que sabía. Drina sin duda podía entender que estuviera llorando por eso. Resultó que el sonido de cristales rotos que escucharon, había sido una roca estrellándose a través de una de las ventanas de la terraza del segundo piso. Esta había sido seguida por una bomba molotov que había estallado a escasos centímetros de la manta. El combustible de su interior había salpicado las mantas, las almohadas, a Harper y a Stephanie. Los dos habían salido tambaleándose, al parecer, de la habitación en llamas. Edward y Anders escucharon sus gritos, y fueron los primeros en llegar a ellos, Teddy, Leonora y Alessandro les pisaban los talones. De alguna manera habían apagado las llamas que devoraban a Harper y Stephanie… solo entonces, ante el temor de que el fuego se extendiera por toda la casa, hizo que todos reunieran tanta sangre como podían tomar y salir. Drina había sido la última en la que alguien había pensado, pero no tenía importancia, ya que no había resultado herida de gravedad ni nada parecido, pero todo el asunto había sido increíblemente frustrante y aterrador. Ella había estado muy preocupada por Stephanie y Harper, sintiéndose tan inútil como un bebé mientras se arrastraba hasta el porche y luego al interior. Fueron los bomberos, que llegaron hasta la casa, quienes trataron de calmarla al encontrarla en el suelo junto al marco de la puerta del vestíbulo de la entrada, gritando frenética a Harper y Stephanie. Uno de ellos la había llevado por toda la casa hasta la puerta de atrás para sacarla al patio trasero con todos los demás. ― ¿Daños? ―La voz de Anders hizo que Drina dejara sus pensamientos de autocompasión y se sintonizara en su conversación. ―Sorpresivamente pocos, ―dijo Teddy, y se escucharon sonidos de sorpresa. ―Al


parecer, la casa tiene pared de doble ladrillo, esto ayudó a evitar que el fuego se extendiera desde el porche al resto de la casa. Tanto el porche superior y el inferior se perdieron, por supuesto, y el pasillo entre la entrada y la sala de estar de Elvi y Victor tuvo cierto daño antes de que llegaran los bomberos. ―Sin embargo, hubo una buena cantidad de daños por el humo, ―agregó con una mueca, ―Y el jefe de bomberos dijo que nadie puede estar allí por un buen tiempo debido a la posibilidad de que las cenizas calientes puedan iniciar el fuego de nuevo, y por los residuos tóxicos del aire que atraviesa la casa. Ella vio el reconocimiento de Anders al mover la cabeza. ― ¿Has llamado a Lucian? ―Preguntó Teddy. ―No. A él le gustan los informes completos, así que esperaré a tu declaración, ―respondió Anders, luego golpeó más teclas y Drina escuchó un sonido que reconoció como el de la impresora del ordenador pateando a la vida. ―¿Qué es eso? ―Pregunto Teddy, y su figura borrosa se acercó a observar hacia lo impreso. ―Hmm. Jabón carbónico, vinagre y zumo de tomate. Ella giró la cabeza en su dirección y se sentó un poco más erguida. ―¿Esa es la forma de deshacerme de este condenado olor? Drina ya se había quitado la ropa y ahora estaba sentada en la cocina envuelta en las sabanas raídas y viejas que Anders encontró en el armario de Teddy. Era una gasa casi delgada y deshilachada en los bordes, que se envolvió dos o tres veces y que se metió por encima de su pecho. Sin embargo, todavía olía horrible. Junto a su ropa, la mofeta ―o el apestoso gato como Alessandro lo llamaba― le había rociado la cara, el cuello y las manos. ―Sí, ―murmuró Teddy y continuó. ―Tengo un poco de vinagre, pero se va a necesitar más del que hay y no tengo en absoluto ningún zumo de tomate. Podemos comprarlos en el supermercado de veinticuatro horas, pero aquí dice que el jabón carbónico sólo se puede obtener en una farmacia, pero recientemente la farmacia de nuestro vecindario que solía ser de veinticuatro horas redujo su horario. Ahora se cierra a las diez p.m. Drina se volvió para mirar el reloj en la pared de la cocina, y entrecerró los ojos para ver la hora. Cuando vio que eran las 10:03, creyó que lloraría. ¿Podía tener tan mala suerte o qué? ―Tendremos que esperar hasta que vuelvan a abrir por la mañana, ―dijo Teddy con


tristeza. Drina se volvió para observar las expresiones de los hombres. Ni Teddy, ni Anders se veían felices por la noticia, pero ella misma se sentía tan miserable, que tenía muy poca energía para preocuparse por cómo se sentían. No era sólo el que estaba cansada de apestar, sino que Anders insistía, y con razón, que permaneciera en la cocina para no propagar su olor por el resto de la casa de Teddy. Y eso significaba que estaba pegada en donde estaba, a la derecha, en el taburete de duro vinilo de la cocina. No habría escaleras donde arrastrarse para velar por Harper, ni para comprobar a Stephanie, y ver a Tiny para saber que estaba pasando. Supuso que aún estaría allí durmiendo en el suelo de la cocina, como el perro de la familia, eso si dormía en lo absoluto. No era capaz de subir y molestar más a Harper, sin embargo, Drina quería estar a su lado, cuidando su recuperación como él lo había hecho con ella, cuando había despertado después del accidente. ―Bueno… ― su mirada se deslizó de nuevo a Teddy, y musitó esa palabra, para luego ver que estaba arrastrando los pies hacia la puerta de la sala. Evitó su mirada, murmurando algo acerca de comprobar como estaban los otros, y se fue agachado rápidamente de la habitación. ―Llamaré a Lucian, ―anunció Anders rápidamente. Drina los vio irse, sin sospechar que sería la última vez que los vería hasta que la farmacia abriera sus puertas en… Oh, diez o doce horas según sus conjeturas… parecía toda una vida en ese punto. ―No sé qué demonios pensaba Drina que estaba haciendo al jugar con esa maldita cosa. Esas palabras roncas flotaban en la conciencia de Harper, pero el sonido del nombre de Drina, fue lo que revolvió de su sueño. ―Probablemente no sabía lo que era, Teddy, ― dijo Leonora Cipriano con un suave tono con dulzura. ―No hay ninguno de esos en Europa. ―Eso es por lo que no sufriríamos con ese gato apestoso, ― anunció Alessandro firme. ―No, lo más probable es que los transportaran a otro lugar, ―Teddy parecía irritado.


―Es probable que vosotros mismos nos diérias esas pequeñas bestias. Colocaron a todas en un barco y los enviaron aquí, a América del Norte un par de siglos atrás. ―Los ingleses, a lo mejor serían capaces de hacer una cosa así. Es lo que hicieron con los criminales, así que tal vez os enviaron a los gatos malolientes. Pero no los italianos. Ellos no serían tan crueles. ―Bueno, no sé qué diablos estaba haciendo aquí en esta época del año, de todos modos, ―dijo Teddy. ―Pensé que hibernaban. ―Entran en un estado de sopor, no en un modo de verdadera hibernación, ―explicó Leonora en voz baja. ―Probablemente tenía hambre. A veces se despiertan y salen a buscar alimento, si el clima se calienta un poco, y la noche anterior se calentó un poco. ― Hubo una pausa y luego agregó, ―Siento un poco de lastima por la pobre, tener que sentarse sola en la cocina como una especie de paria. Se veía tan miserable cuando fui a preguntarle a Anders si aún no lograba comunicarse con Lucian. ― ¿Aún no? ― Preguntó Teddy con brusquedad. ―No, me temo que aún no. Sin embargo, me dijo que le había dejado varios mensajes. Estoy segura de que Lucian llamará pronto. Hubo un tormentoso suspiro, luego Teddy dijo, ―Bueno, es lo mejor. Todos son bienvenidos a quedarse aquí, por supuesto. Pero esta casa es pequeña. Sólo tengo dos dormitorios. Así que todos dormirán por turnos hasta que él llame y os de algún tipo de instrucción. Harper estaba teniendo problemas para seguir la conversación. ¿Qué demonios era eso del gato apestoso y quién había estado jugando con él? Por lo demás, ¿por qué estaba mal jugar con un gato? ¿Y qué era eso de Lucian y sus instrucciones? Harper obligó a sus ojos a abrirse, volvió la cabeza para mirar hacia donde procedían las voces y descubrió que estaba en la cama en una habitación que no reconocía, y que Alessandro, Teddy y Leonora estaban teniendo una pequeña discusión bastante extraña en la puerta. El movimiento junto a él en la cama llamó su atención, y Harper volvió la cabeza hacia el otro lado para encontrar a Stephanie acostada a su lado. Sus ojos estaban abiertos, y se veía mucho menos confusa de lo que él se sentía. ―Drina fue rociada por una mofeta, ―le explicó Stephanie en voz baja, al parecer


ella se percató de su confusión, ―Alessandro los llama gatos malolientes. ―Ah. ―Harper suspiró, se suponía que él debía tener en la mente lo mismo. Tenía un vago recuerdo de haber escuchado el nombre de ese gato y que olía mal, antes del hombre, pero eso fue hace algún tiempo. ―Estás despierto, ―le dijo Teddy sombríamente. Harper volvió la cabeza para poder enfocar al trío aproximarse a la cama. ―¿Cómo te sientes? ― Preguntó Leonora, inclinándose para apartar el cabello de su frente y comprobar algo en sus ojos pero no sabía qué. ―Mejor de lo que estaba antes, ―dijo secamente, recordando lo ocurrido antes. Las rugientes llamas propagándose por su piel, el hedor de la carne quemada, y el saber que era su propia carne. El ser engullido por el fuego fue una experiencia muy desagradable y aterradora. No era algo que olvidaría tan pronto. Leonora se movió alrededor de la cama hasta Stephanie y le repitió la misma pregunta y repitió las mismas acciones, no sólo le acomodó el cabello hacia atrás, sino que comprobó su frente, ahora se daba cuenta de eso, y comprobó sus ojos, tal vez para ver si estaban claros o ver la cantidad de plata que había en ellos. Eso podría ser un buen indicador de muchas cosas, incluyendo los niveles de pasión y los sanguíneos. Harper le escuchó murmurar a Stephanie que estaba bien. Pero no le creyó ni por un minuto. No tenía ninguna duda de que la pobre chica estaba traumatizada. Demonios, él estaba traumatizado, y ella fue una adolescente que hasta hace poco aún era mortal. El fuego era una de las pocas cosas que podía matar a sus semejantes. Si no hubieran salido de la habitación y encontrado ayuda para apagar las llamas podrían haber muerto allí mismo. Ese pensamiento le inquietó y lo hizo cambiar de desgracia. ― ¿Dónde está Drina? ―Er… fue rociada por una mofeta, ―le dijo Teddy haciendo una mueca. ―Sí, Stephanie dijo eso, pero ¿dónde está? ― Lo que él en realidad quería saber era por qué demonios no estaba allí con él. Estuvo a punto de morir, maldita sea. La quería con él. ―Bueno, en este momento está en la cocina.


―No la deja salir de la cocina porque no quiere que le apeste la casa, ― le dijo Stephanie, sin duda arrancando la explicación de la cabeza de alguien. No importaba de quien fuera. ―Sin embargo, está muy preocupada por ti, ―lo tranquilizó Leonora, ― Ella quería estar aquí con vosotros. Probablemente está preocupándose por los enfermos que están aquí. Sus palabras lo tranquilizaron un poco, pero no del todo, Harper se sentó y despacio comenzó a levantarse de la cama, haciendo a un lado las mantas que lo cubrían, las cuales revelaron una camiseta de policía y unos pantalones de ejercicio negros. ―Tu ropa estaba encantadora, pero se derritió en trozos carbonizados con piel. Estos se cayeron con la piel dañada, pero ya sanó. Teddy tuvo la amabilidad de prestarte ropa y ayudar a vestirte con Alessandro, mientras que Dawn y yo vestimos a Stephanie, ― le explicó Leonora en voz baja. Él miro hacia atrás para ver a Stephanie que llevaba un atuendo similar. Se levantó gruñendo, mientras su mirada se deslizaba sobre el cubo de basura lleno de bolsas de sangre vacías. Ellos en realidad pasaron por mucho para ayudarlos. De hecho, él se maravilló de que tuvieran lo suficiente para hacerle frente al accidente, luego la converrsión de Tiny, y ahora esto. ―Leonora abrió el banco de sangre, ella y Edward trajeron un montón de sangre, ―dijo Teddy, siguiendo el curso donde su mirada se había ido. Harper asintió con la cabeza. Leonora había insistido en que saliera de su retiro, para después tomar un turno y tomar un puesto en el banco de sangre local, que había hecho que la angustia de Alessandro no tuviera fin. No es que en realidad le importara tener una esposa que trabajaba. Sólo que era angustiante para él, porqué todavía eran nuevos turnos, y la posición de Leonora significaba que tenía que salir de su cama con más frecuencia de la que a él le gustaba cuando ella lo tomó. Sobre todo cuando él era lo bastante rico como para que ella no tuviera la necesidad de trabajar en absoluto cuando lo eligió. ―Gracias, ― le murmuró a Leonora, dirigiéndose a la puerta. ―Espérame, ― le dijo Stephanie, arrojando a un lado las sábanas para seguirlo. Harper bajo la velocidad mientras salía de la habitación, pero no mucho. Quería ver a Drina. Él quería tenerla entre sus brazos y no dejarla ir. Un hombre tiene un


montón de cosas en orden, pero cuando se ve obligado a enfrentar su propia mortalidad, a Harper eso le hizo darse cuenta de algunas cosas. Él amaba a esa condenada mujer. Había llegado a amar su fuego, su pasión, su ingenio y su fuerza. Y se alegró como el infierno de que ella no hubiera estado en esa habitación cuando la bomba incendiaria o lo que fuera salió volando a través de la ventana. ―Un cóctel molotov, ―dijo Stephanie detrás de él, mientras él bajaba las escaleras. Él sólo se dio cuenta de que estaba nombrando lo que fuera que había explotado por todos lados, cuando le explicó. ―Es lo que recuerdo de la frase del jefe de bomberos que era uno de los recuerdos superficiales de Teddy… Muchas gracias por arrastrarme fuera del porche. Harper desaceleró ante sus palabras tranquilas y se volvió hacia ella para deslizar el brazo por sus hombros cariñosamente, y le murmuró, ―Es un placer. Stephanie deslizó su propio brazo alrededor de su cintura y lo apretó brevemente, luego se deslizó junto a él en las escaleras, y recorrieron el resto del camino hacia la planta principal, girando a la derecha en la parte inferior como si supiera a dónde iba. Harper la seguía, ya que no tenía ni idea de la distribución de la casa, y llegaron al comedor, donde se detuvo bruscamente cuando Stephanie dejó caer su boca abierta bruscamente. Harper siguió su mirada, y vio a Drina desplomada de forma estrepitosa en un taburete de la cocina, en el extremo opuesto de la casa, y se dirigió hacia ella. El alivio cruzó a través de él con solo verla. Él dejó atrás a Stephanie, pero se detuvo abruptamente, cuando emitió un sonido extraño girándose hacia ella. Él frunció el ceño al darse cuenta de que su boca no había caído abierta por la sorpresa, la chica estaba abrumada. Se detuvo de mala gana, preguntando, ―Está todo… ―entonces se detuvo temblando cuando el olor lo golpeó. Su cabeza se echó hacia atrás horrorizado cuando la cabeza de Drina se acercó. Ella los miró fijamente por un segundo, y luego el alivio iluminó su rostro como un árbol de Navidad. Se levantó del taburete y se precipitó hacia adelante, agarrando lo que parecía ser una sábana vieja y andrajosa que la envolvía mientras avanzaba hacia él. ―Oh, Harper, Stephanie. ¡Oh, gracias a Dios! ― Gritó. ―He estado tan preocupada. A pesar de sí mismo, Harper dio un paso atrás fuera de su alcance, pero luego se contuvo, obligándose a detenerse. También dejó de respirar, sin embargo, contuvo


la respiración en un desesperado intento para evitar las náuseas a medida que la mujer que amaba se arrojaba hacia él y lo abrazaba. Drina lo abrazó con fuerza, durante mucho, mucho tiempo. Por lo menos eso le parecía, un tiempo muy largo mientras contenía sosteniendo el aliento, hasta que finalmente ella se apartó para mirarlo alegre. Su sonrisa era amplia, sus ojos brillantes… hasta que vio su rostro. De inmediato la preocupación reemplazó su alivio. ―Tienes un color terrible, ―le dijo con el ceño fruncido. ― ¿Has ingerido suficiente sangre? Tal vez deberías descansar un poco. Estas… ¡Harper te estás poniendo morado! ―Estoy bien, ―dijo exhalando el aire y la atrajo hacia su pecho otra vez para que no viera su rostro cuando inhalaba de nuevo para no respirar. Dios mío, pensó, mientras los gases tóxicos flotaban sobre el amor de su vida llenando su boca y sus pulmones. ¡Oh, Dios mío en el cielo! gimió por dentro apenas logrando no hacerlo en voz alta. ―Yo quería ayudaros, ―Drina comenzó a decir, luego hizo una pausa mientras miraba más allá de él. ― ¿Stephanie? ¿Qué haces allí tan apartada? Oh… Ella se desinfló como un globo pinchado, y se apartó mortificada, evitando los ojos de Harper, escurriéndose se dirigió rápidamente de vuelta a su taburete. Se arrastró de nuevo sobre él, con los hombros caídos y con todas las líneas de su cuerpo gritando su miseria. Su voz se fue apagando más cuando les dijo, ―Me alegra que ambos estéis bien y que vinierais hasta aquí para que pudiera veros por mí misma. Sin embargo, ahora podeis subir las escaleras e ir con los otros si lo deseais. Lo entiendo. Harper vio cuando Stephanie se dirigió hasta el escritorio del ordenador, que era lo más lejos donde podía estar en la habitación. Supuso que la expresión consternada de la chica era lo que Drina había visto y que le hizo recordar la cuestión de su aroma. Suspirando, miró de nuevo a Drina, luego se obligó a sí mismo a moverse a través de la habitación para reunirse con ella. Con cada paso, se aseguraba que sus sentidos amortiguaran rápidamente el olor, para poder soportarlo mientras lo hacía. Sin embargo, no pudo dejar de contener la respiración mientras se acercaba y se puso delante de ella.


― ¿Qué... ― Comenzó a decir cuando apareció ante ella. Pero no pudo seguir por que había quedado atrapada entre los brazos de Harper, y mientras la apretaba contra su pecho, ella se rindió ante él abrumada porque esto le decía lo mucho que significaba para ella. Él sospechaba que su Drina no lloraba con frecuencia, en todo caso. Era una mujer que lloraba, a pesar de haber sido como un pirata masculino, y tampoco dudaba de que los gladiadores como ella pudieran permitirse el lujo de llorar. Harper escuchó su inhalación y la miroó con curiosidad para observar que tenía la nariz pegada a su pecho y que estaba tratando de aspirar su olor. Se preguntó si podía oler algo por encima de su propio hedor, por lo que no quedó muy sorprendido cuando Drina suspiró triste y lloró, ―No puedo olerte. Me encanta tu olor, pero no puedo olerlo. Harper no tenía ni idea de que decir a eso, y en realidad, decir algo significaba liberar el aire contenido en sus pulmones, y tener que inhalar más. Quería desesperadamente evitar hacerlo hasta que fuera absolutamente necesario, por lo que agradeció la distracción, cuando la puerta se abrió de repente a su lado y entró Anders, con bolsas en las manos. Drina ya estaba fuera de sus brazos, a la vez que estaba frente a Anders. ― ¿Conseguiste todo? ― ¡Por Dios, mujer! Retrocede. Hueles muy mal, ― le ladró Anders. Harper le hizo una mueca al hombre. Sin embargo lo dejó hacer al ver lo que Drina hacía. Él no estaba sorprendido en ese momento por que oliera su miseria y por lo que había pasado, naturalmente, sino porque su naturaleza de fuego se había reafirmado. Esto era algo más que aprendía de Alexandrina Argenis. Estrechando los ojos, Drina se le acercó en lugar de retroceder como Anders le había ordenado, luego silbó de tal forma que la escucharían hasta Rusia. ―Y tú eres el hijo de puta más miserable que he conocido, así que supongo que todos tenemos nuestra cruz que soportar, ―le quitó las bolsas, y se alejó añadiendo, ―La diferencia es que estoy a punto de bañarme y quitarme este olor, pero cuando baje, tú todavía seguirás siendo un miserable hijo de puta. Harper se sorprendió con la sonrisa que se extendía en su boca mientras observaba a Drina hacer su salida de la habitación con los ojos llameando y la cabeza erguida, regia, como una reina. ―Maldita sea, es magnífica, ― suspiró y pensó positivamente que debía ser el más afortunado hijo de puta del planeta por haberla encontrado.


―Me alegro de que lo creas así, ―dijo Anders secamente. ―Entonces puedes tomar estas instrucciones, llevárselas para que no meta la pata y no use las cosas en el orden equivocado o algo así. Harper miró el papel que el cazador le tiró, tomando nota de las instrucciones bajo el título de “Cómo quitar el olor de la mofeta de un ser humano”. Luego miró de nuevo a Anders y le sonrió ampliamente. ―La ayudare a que siga las instrucciones. ―Apostaría a que lo harás, ―le dijo Anders secamente.


13

Drina cerró la puerta del baño detrás de ella con un golpe de su talón, colocó las bolsas con el jabón, el zumo de tomate y el vinagre en el mostrador, luego se dirigió a la bañera, solo para hacer una pausa, frunciendo el ceño. ¿Se suponía que tenía que verter solo todos los ingredientes en la bañera? O ¿se suponía que tenía que añadir agua, o qué? No tenía ni idea. Necesitaba las instrucciones. Refunfuñando con irritación, Drina se volvió hacia la puerta, molesta consigo misma porque estaba a punto de arruinar una condenada buena salida por tener que regresar y pedir las instrucciones. Murmurando en voz baja, abrió la puerta y se topó con Harper allí, con la mano levantada como si hubiera estado a punto de tocar. Con su sonrisa torcida, bajó la mano con la que iba a tocar y levantó la otra, dejando al descubierto las instrucciones. ―Gracias, ― exhaló Drina, tomando la hoja de papel con un realce que no era proporcional al momento. Ella sabía que su agotamiento era en definitiva lo que la volvía demasiado emocional. Se había sentado en ese taburete durante toda la noche, cabeceando una o dos veces de puro agotamiento, pero solo por un segundo cada vez que su cuerpo al balancearse la había despertado de forma abrupta. ―¿Quieres un poco de ayuda? ― Preguntó Harper rápidamente cuando empezó a cerrar la puerta. Drina se detuvo, sorprendida, luego sonrió con ironía ante su expresión de dolor y sacudió la cabeza. ―Gracias por la oferta. Eres muy dulce, pero sé que huelo peor que el sistema de drenaje y no puedo culpar a Anders por decirlo. ―Vine preparado, ― dijo él rápidamente, intentando detenerla de nuevo. Esta vez la puerta estaba casi cerrada, y tuvo que empujarla para abrirla. Cuando ella lo miró con curiosidad, le mostró una pinza para la ropa que llevaba en la palma de la mano. Drina soltó una carcajada sorprendida y negó con la cabeza, ―Tú… Sus palabras quedaron atrapadas en su garganta, cuando de pronto le cubrió la boca con la suya. Separándose un momento más tarde, Harper le dijo suavemente, ―Yo creo que la expresión es para bien o para mal. Además, en pocos minutos, todo irá mejor. Ella se rió por la forma en que levantó una ceja lasciva y retrocedió al interior


dejándole entrar, ―Muy bien. Puedes leer las instrucciones por mí. Drina le devolvió las instrucciones después leer de un rápido vistazo la primera. Luego se dirigió a la bañera para ponerle el tapón. ―Quítate la ropa que llevas puesta, ― leyó Harper cuando se enderezó. Con el dorso de la mano agitó la hoja, señalando el cesto de basura. Sin aliento, Drina se volvió con las manos sobre las caderas, desnuda para fingirle una mueca, ―Leí la primera instrucción. Decía que se debía quitar la ropa que se llevaba puesta cuando se fue rociado. ―Es cierto, pero no te puedes bañar vestida de todos modos, así que pensé que sería útil, ―dijo, y en sus ojos se veía que apreciaba la pose y la desnudez. Drina resopló por la explicación, luego sonrió divertida cuando él miró a su alrededor, bajó la tapa del inodoro, se sentó sobre ella y se colocó la pinza sobre la nariz, pellizcándosela, y comenzó a leer las instrucciones de nuevo. ―Llenar una bañera con agua y sumergirse en ella, ―leyó ahora, con su voz nasal. Riéndose, Drina volvió a la bañera y abrió los grifos al máximo. Para después mirar por encima de su hombro para atraparlo mirando su trasero de una forma que probablemente no iba en la lista de instrucciones. Sacudiendo la cabeza, le pregunto, ― ¿Qué debo verter en primer lugar? ¿El zumo de tomate o… ―Ninguno, ―la interrumpió, logrando apartar la vista de su trasero y devolverla a la hoja. ―Aquí dice que primero debes lavarte solo con agua y jabón, que a veces esto es más que suficiente ante una rociada ligera. ―Mi rociada no fue ligera, ― dijo secamente. Había sido un buen flujo, duro y constante. La pequeña bestia probablemente lo había ahorrado durante todo el invierno para sofocar a alguien. La suerte le tocó a ella como destinatario. ―Y Teddy dijo que un baño no me ayudaría por sí mismo, o ya lo habría hecho la noche anterior. ―Solo estoy leyendo las instrucciones, ―respondió con un gesto de disculpa. ―Bien, ―murmuró Drina. La bañera estaba solo medio llena, pero se sumergió en ella y se sentó de todos modos. Mientras el agua continuaba corriendo, tomó la barra de jabón que estaba a un lado de la bañera, la sumergió en el agua, empezó a hacer espuma y a aplicársela a sí misma.


Harper dijo algo que no pudo escuchar por el sonido del agua corriendo. Ocupada enjabonándose el pecho y el cuello, Drina simplemente levantó y sacó un pie fuera del agua, y con sus dedos cerró el grifo antes de recurrir a él para preguntarle, ― ¿Qué fue lo que dijiste? Él estaba mirando fijamente hacia los grifos. ― ¿Harper? ―Preguntó con el ceño fruncido. ―Los cierras con los dedos de los pies, ―murmuró él. ―Sí, ―dijo Drina, ladeando la cabeza con incertidumbre. Lo había hecho de forma automática y no se había dado cuenta de que era algo extraño, pero por su expresión… era, no estaba segura de lo que era su expresión. Sus ojos estaban muy abiertos, y él solo estaba mirando sus pies al final de la bañera con una especie de fascinación. ―Tienes unos pies tan pequeños y talentosos, ― murmuró por fin, volviendo su mirada hacia su cara. ― ¿Qué más puedes hacer con ellos? Drina abrió la boca, la cerró, luego entrecerró los ojos. ― ¿Tienes otra de tus pequeñas perversas fantasías como la del delantal de criada y las botas? ―Uh, huh. ―Harper asintió con la cabeza, mientras sus ojos se deslizaban sobre sus pechos desnudos en el agua. Drina se echó a reír y continúo enjabonándose a sí misma otra vez, diciéndole con indiferencia, ―Puedo hacer todo tipo de cosas con los dedos y los pies. Harper soltó un pequeño suspiro, dejó la hoja con las instrucciones a un lado del lavabo, se deslizó de rodillas junto a la bañera y tomó el jabón. ― Déjame ayudar a enjabonarte. ―De ninguna manera. ―Se echó a reír, apartando la barra de jabón fuera de su alcance. ―De media vuelta y vuelva al inodoro, señor. Podrás ayudarme más tarde, cuando huela mejor. Él suspiró, pero hizo lo que le ordenó y simplemente observó en silencio mientras enjabonaba cada pulgada de su piel, y luego se enjuagaba. ―Ya no he sido capaz de oler en horas, ―dijo Drina con un suspiro, mientras olía su


brazo. ―Pero creo que funcionó. Harper la tomó de la mano, tiró de ella hasta su nariz e inhaló, luego se mordió los labios y sacudió la cabeza. ―Lavarse con jabón carbónico, ―leyó y se puso a buscar en las bolsas sobre el mostrador el elemento en cuestión. Drina miró impacientemente a la mitad del agua drenada, se levantó y abrió el grifo de la ducha. No tenía sentido lavarse para quitarse el olor y luego sentarse en el agua maloliente donde se enjuagó lo enjabonado. Se ducharía en esta ocasión. ―No es justo, ―se quejó Harper cuando ella tiró de la cortina de la ducha para cerrarla después de tomar el jabón que él le entregó. Drina se rió entre dientes, mientras simplemente seguía con su plan, de pie lejos del spray del agua, se enjabonó a fondo, para después ponerse debajo del agua para enjuagarse. ― ¿Y ahora? ― Preguntó unos minutos más tarde, mostrando con la cortina abierta lo suficiente como para que pudiera meter la mano e inspeccionar. Él suspiró y luego sacudió la cabeza en tono de disculpa. ―Mejor, pero. . . Drina suspiró y cerró la ducha. ― ¿Qué sigue? ―Llene un cubo con agua y vinagre a partes iguales, y utilice un trapo para lavarse con la mezcla. Frote con fuerza, pero no hasta el punto de causarse dolor, ―leyó Harper, luego miró a su alrededor con el ceño fruncido, ―No tenemos cubo. ―Mira debajo del fregadero, ―le sugirió. Él abrió una de las puertas de los armarios y emitió un sonido de triunfo. ―Un cubo de limpieza. ―Perfecto, ―dijo Drina saliendo de la bañera, mientras usaba las sábanas arruinadas para secarse rápidamente, mientras Harper enjuagaba el cubo, para luego verter en él una botella grande de vinagre, luego volvió a llenar la botella con agua caliente que añadió después. Él metió la mano debajo del lavabo de nuevo, desordenando una pila de toallas antes de decidirse a sacar una de la pila, que no estuviera muy cutre. La dejó caer en el agua y miró hacia ella. ― ¿Puedo…


―Siéntate, ―le dijo con firmeza, instalándolo a un lado. Luego Drina comenzó a frotarse a sí misma con la penetrante solución, mojando primero su pelo dentro del cubo, escurriéndolo tan a fondo como pudo, luego frotó su cara, siguiendo hacia abajo. Ella era consciente de los ojos fascinados de Harper que observaban cada movimiento y de que no podía resistirse a tocarla ni un poco, así que se restregó el paño sobre sus pechos con más amor, después puso un pie sobre el inodoro entre sus muslos para lavarse una pierna, abriendo las piernas de tal forma que él pudiera tener una buena perspectiva mientras lo hacía. De hecho, a ella no la habían rociado entre las piernas y esto no era en absoluto necesario, pero a Drina le pareció que el olor estaba finalmente comenzando a desaparecer, se sentía mejor, y en realidad era muy divertido, reconoció para sí misma, luego cambió el pie sobre el inodoro, dándole el mismo punto de vista desde un ángulo diferente. Y esta vez se lavó todo. ―Creo que está empezando a funcionar, ― gruño Harper, con las manos extendidas hacia ella, pero Drina de inmediato saltó hacia atrás. ―Me parece bien, pero quiero asegurarme de que se ha ido, ―le dijo con firmeza, ― ¿Qué es lo que sigue? Harper miró con tristeza el meollo entre sus muslos por un momento, luego volvió a mirar de nuevo la hoja con las instrucciones. ―Vierta el zumo de tomate en todo el cuerpo y lávese con él, y lávese de nuevo, ―dijo levantando la vista del papel. ―Es el último paso. Después hay que lavarse con agua y jabón de nuevo, probablemente para quitarse el zumo de tomate. Dejó la hoja, se levantó, avanzando más allá de ella, dirigiéndose a las bolsas sobre el mostrador. ―Vuelve a la bañera, yo voy a verter el zumo sobre ti. Drina se metió en la bañera. Se inclinó para poner de nuevo el tapón para mantener el líquido en la bañera en caso de que cayera en ella, en lugar de sobre su cuerpo, como por ejemplo debajo de su barbilla, o las orejas o buen Señor, en cualquier lugar donde el rociado pudo llegar. ―Levanta la cara, y cierra los ojos, ― le ordenó Harper, cuando se enderezó y se volvió. Drina hizo lo indicado y jadeó cuando un frío líquido se deslizó sobre su cabeza y su cara, luego parpadeó con los ojos abiertos por la sorpresa cuando de repente


sintió sus manos sobre sus pechos. ―No cayó en un par de lugares, y yo lo estoy vertiendo sobre ti, ―le explicó él con voz ronca, esparciendo el fresco líquido rojo alrededor y sobre sus pechos… repetidamente, primero con sus manos, y después con el paño. Drina se mordió los labios y apretó los puños para no llegar hasta él, mientras Harper pasaba lo que parecía una interminable cantidad de tiempo y la mitad de las botellas de zumo de tomate que Anders había comprado, lo que garantizaba que aún los aplicaría sobre sus pechos, sus dedos se encrisparon en el líquido de color rojo que caía sobre la bañera, cuando él finamente dijo, ―Gírate. Drina le dio la espalda, y contuvo el aliento cuando él derramó el líquido fresco sobre su cabeza y espalda. Él volvió a usar las manos para esparcir el zumo de tomate en torno a su piel, pero esta vez con especial atención detrás de ella. Sus dedos se deslizaban por sus curvas, en las curvas, para luego sumergirse brevemente entre sus piernas, haciendo un cuenco con sus manos sobre las baldosas frías para llegar hasta ahí mientras jadeaba, ―Estoy completamente segura de que no me roció ahí. ―Sí, pero estabas sentada en la primera tanda de agua en la bañera cuando te lavaste superficialmente antes, eso pudo hacer que llegara a todas partes. Lo mejor es hacer un buen trabajo, ―dijo en tono alegre y un poco sin liento. Sus dedos se apartaron cuando se volvió para cambiar el envase vacío por uno nuevo, entonces repitió el proceso, una vez más entre sus piernas antes de terminar. Drina se mordió el labio mientras sus dedos corrían sobre ella, Harper la estaba castigando por su broma de antes, cuando había estado usando la solución de agua y vinagre. En una nota brillante, sin embargo, como su compañero de vida, ella sabía que se estaba castigando a sí mismo, ya que él también estaba experimentando la misma emoción que se movía en ella. ―Última botella. ― La voz de Harper estaba más ronca, pero se sorprendió de que pudiera hablar. Ella no creía que pudiera, entonces el líquido frío se vertió sobre ella por última vez, y pequeños riachuelos rojos comenzaron a extenderse sobre sus hombros y sus brazos. Esta vez, Harper no perdió el tiempo moviendo el líquido sobre su trasero, de inmediato deslizó su mano libre entre sus piernas mientras lo esparcía. Drina apretó los dedos contra las baldosas de la bañera quejándose. Cuando la botella quedó vacía, él quitó la mano para girar y colocar la botella sobre el mostrador con


las demás, ella se volvió, inclinándose ligeramente hacia atrás sobre las frías baldosas, contenta de estar todavía sobre sus pies. Había comenzado a preocuparse de que sus piernas se derrumbaran bajo su temblor. Harper volvió, la miró, dio un paso hacia el borde de la bañera, la agarró del brazo y tiró de ella hacia delante para plantarle un beso que hizo poco para controlar su emoción. Sus manos se movían sobre ella brevemente mientras introducía la lengua en su boca, luego rompió el beso, dio un paso atrás para empezar a quitarse la camiseta. ― ¿Me frotaras la espalda? ― Preguntó ella con voz ronca, dejándose caer de nuevo contra las baldosas cuando la camiseta caía al suelo. ―Tu espalda, tu frente, tu parte superior e inferior, y todo lo demás, ―le aseguró, mientras bajaba de su cintura los pantalones para correr, solo para hacer una pausa cuando un golpe sonó sobre la puerta. ― ¿Drina? ―La voz de Stephanie la llamaba. ―Siento molestarlos chicos, pero este es el único baño, y tengo que entrar. Drina se mordió el labio, mientras Harper cerraba los ojos con un suspiro. ―No tienes que salir de la bañera, Dree, ―añadió Stephanie. ―Sólo corre la cortina de la ducha para cerrarla, si quieres. Me da lo mismo. Pero realmente, realmente tengo que entrar. ―Un segundo, Steffie, ― dijo finalmente Drina, mientras Harper se inclinaba para recuperar su camiseta y se la ponía de nuevo. Él se inclinó hacia adelante, para besarla de nuevo, una vez más duro y rápido, luego tiró de la cortina para cerrarla y se volvió para abrir la puerta del baño. ―Lo siento, Stephanie. Adelante, ―dijo Harper mientras se deslizaba fuera de la habitación. Drina se sentó en la bañera de un golpe, por culpa de sus temblorosas piernas. Oyó entrar a Stephanie y un crujido cuando la chica le dijo, ―Teddy envió unos pantalones de correr y una camiseta para ti. Los estoy poniendo en el mostrador. ―Gracias, ―murmuró Drina, recogiendo el paño. Lo empapó en el zumo de tomate en la bañera y comenzó a frotarse mientras sus terminaciones nerviosas lentamente regresaban a la calma. ―El zumo de tomate y las otras cosas parece que han funcionado. Solo huele un


poco por aquí y ya no lo huelo ahora. ― Las palabras de Stephanie fueron acompañadas por ruidos que hicieron suponer a Drina que la chica se preparaba para… desahogarse. ―Sí, creo que funcionó. En realidad, ahora solo se puede oler el zumo de tomate, y no he sido capaz de oler cualquier otra cosa por ahora, ― respondió Drina. ―Lucian todavía no ha llamado a Anders, ―le anunció Stephanie, y Drina sospechaba que la chica estaba hablando para tratar de ocultar sus ruidos de alivio. ―No crees que Lucian nos haga regresar a Toronto, ahora que Casey Cottage esta temporalmente inhabitable, ¿verdad? Drina escuchó la preocupación en la voz de la muchacha y frunció el ceño, pero la sugerencia le preocupaba también. Sería más difícil de ocultar sus capacidades y Stephanie podría tener problemas al tratar con ellos, con Lucian si estuvieran en Toronto… Drina ya se estaba preocupando por lo que él haría. Quería ayudar a la chica a aprender a bloquear las voces y tal vez a hacer frente a la electricidad y la energía que según ella sentía en torno a los compañeros de vida, y había pasado buena parte de la noche en la cocina teniendo en cuenta cómo hacerlo. El problema es que era todo lo contrario, era un nuevo giro de todo lo que por lo general tenía que aprender, y no tenía ni idea de cómo hacerlo. Al darse cuenta de que no debía pensar en esto con la chica tan cerca, Drina empujó el pensamiento lejos de su cabeza, y le dijo, ―No sé, cariño. Pero si es así, voy a estar contigo. No te preocupes. Y probablemente sólo sería temporal hasta que Casey Cottage fuera habitable de nuevo. ―Bien, ―murmuró Stephanie. Guardó silencio durante un minuto, y luego dijo, ―Perdona que interrumpa tu baño. ―No me interrumpiste, ― dijo Drina alegre, frotándose el paño empapado de tomate por encima de su pierna. ―Sí, pero quiero decir, es probable que interrumpiera tu privacidad y esas cosas. Drina se rió ante la sugerencia. ―Steffie, cuando yo era joven, en Egipto, tenía sirvientes que me ayudaban a bañarme. Ellos vertían el agua sobre mí, y así sucesivamente. Y en España, siempre tuve una criada que me ayudaba a bañarme. Bueno, hasta que pasó de moda. No me molesta que estés aquí. ― ¿En serio? – Preguntó Stephanie con curiosidad. ― ¿Tenían jabón en Egipto?


―No las barras ovaladas y duras que se utilizan en la actualidad. El nuestro era una crema a base de cal, aceite y perfume. ―Eso suena bien. ―Stephanie suspiró. Hubo un murmullo, luego el ruido de la descarga del inodoro, seguido por el chirrido de los grifos abiertos. Teddy necesitaba ponerles un poco de aceite, pensó Drina distraídamente mientras se seguía lavando. ―Bueno, creo que voy a volver a bajar, ― anunció Stephanie cerrando el grifo. ― ¿Quieres jugar a las cartas o algo así cuando bajes? ―Claro, ―dijo ella con facilidad. ―Bajaré en un minuto. ―Muy bien. ― Drina oyó como abría la puerta del baño y pensó que Stephanie se iba, pero de pronto ella le dijo, ― ¡Ah, me olvidaba! Teddy preparó algunos sándwiches antes de irse a la estación de policía. Yo me voy a preparar un bocadillo de fregadero de cocina. ¿Quieres que te haga uno también? Drina se calmó y le preguntó indecisa. ― ¿Qué es un sándwich de fregadero de cocina? Stephanie se rió entre dientes. ―Así es como mi padre los llama, ya que incluye todo menos el fregadero de la cocina. Lleva tomate, lechuga, cebolla, rábano, pimientos verdes, pepino, queso, mayonesa, aderezo italiano, y el jamón o lo que sea. Es básicamente como un sándwich, solo por el pan. Drina fue realmente salivando hasta el final por esa larga lista de ingredientes. ―Eso suena delicioso. ― Oh, lo es, ― Stephanie le aseguró entre carcajadas, ― ¿Así que quieres uno? ―Sí, por favor. ―Bueno, nos vemos pronto. La puerta se cerró, Drina rápidamente quitó el tapón y abrió la ducha. Se dio toda la prisa posible en bajar las escaleras y vérselas con ese sándwich de fregadero de cocina. ―Escuche que finalmente Lucian llamó.


Drina levantó la vista de sus cartas y le sonrió a Teddy, que se sentaba a la mesa con su plato de chuletas de cerdo, patatas y ensalada. Leonora había hecho la cena esa noche con Drina, Harper y Stephanie básicamente interponiéndose en su camino mientras trataban de ayudar. Todos los demás ya habían comido hace dos horas, pero Teddy acababa de llegar a casa. Ella sospechaba que el pobre hombre había trabajado hasta tarde para evitar llegar a su casa que en la actualidad era su hacinamiento. No podía culparlo. ―Sí, llamó justo antes de que nos sentáramos a cenar, ―dijo finalmente, y luego sonrió como disculpándose. ―Lucian va hacer los arreglos necesarios, y luego volverá a llamar. No estoy segura de lo que va a suceder. ―Ella paso, para que Harper pudiera tomar su turno, luego añadió, ―Tiny debe despertar pronto. Ya se ha calmado bastante y no ha necesitado que se le drogue en el último par de horas. Eso por lo general significa que ha pasado lo peor. Teddy asintió con la cabeza empezando a comer. ―¿Eso quiere decir que Leonora, Dawn y Edward se irán pronto? ― Preguntó Stephanie, tomando una carta cuando Harper terminó de desecharla. ―Sí, ―dijo Drina, y luego agregó con ironía, ―De hecho, sospecho que nos dejaran al minuto de que Tiny abra los ojos. ―Ah, ―murmuró Stephanie, pero Drina podía ver el alivio en su cara y sabía que era por dos razones. Una de ellas, que todo el mundo estaba siendo muy considerado, por lo que todos se estaban agotando, ya que la casa era demasiado pequeña y estar aquí alternándose los unos a los otros la ponía de los nervios. Además de eso, sabía que Stephanie seria relevada de tener a cuatro compañeros de vida menos en la casa. Drina y Harper habían estado jugando a las cartas y juegos de mesa con la niña todo el día para tratar de distraerla, pero ella no creía que había ayudado mucho. Podría haber sido bueno si hubieran sido capaces de llevarla a Wal-Mart o a un restaurante o algo para darle un descanso de la energía y las voces que la bombardeaban, pero todos los vehículos quedaron atrás en la casa, y el de Teddy se lo llevó al trabajo. Por lo que se quedaron varados aquí en su casa del condado, lo que era lo mejor hasta que no descubrieran lo que estaba detrás de los ataques. Suponían que Leonius, Teddy y su ayudante habían estado preguntando sobre cualquier avistamiento de extraños en la ciudad, pero nadie había visto a alguien que encajara en su descripción.


―Teddy, creo que voy a tener que hacer otra carrera al banco de sangre, ― dijo Leonora, al entrar en el comedor. ―Como un nuevo convetido, Tiny necesitará una gran cantidad de sangre por un tiempo, y Stephanie sigue creciendo, por lo que ella necesita mucha también. No quiero que vayan abajo después de que nos marchemos. Teddy miró a su alrededor con el ceño fruncido. ― ¿Cómo se mantiene el suministro al cabo? ¿Es necesario hacer alguna donación de sangre? Leonora lo consideró brevemente, y luego negó con la cabeza. ―No, debe estar bien. Bueno, siempre y cuando no haya más incidentes, deberán estar bien. Teddy asintió con la cabeza, miró de nuevo su plato, y luego lo apartó con un suspiro. ―Voy a llevarte ahora y calentaré esto cuando volvamos. ―Son más de las ocho, Teddy, ― dijo Harper en voz baja. ―Termina tu cena, yo la llevaré. Harper se levantó, luego hizo una pausa y frunció el ceño. ―Se me olvidaba, yo no tengo… ―Usa mi coche, ― lo interrumpió Teddy, sacando las llaves de su bolsillo. ―Usa también mis botas y mi abrigo. ―Gracias. ―Harper tomó las llaves, y luego miró al Drina antes de pedirle, ―No tienes otro par de botas y otro abrigo que Drina pueda pedir prestado, ¿verdad? ―En el armario, ―respondió Teddy tirando el plato de nuevo hasta él. ―¿Puedo ir yo también? ―Preguntó Stephanie, cuando Drina se levantó para unirse a Harper. ―Sólo tengo un abrigo extra, ―anunció Teddy con la boca llena de la chuleta de cerdo. ―Probablemente lo mejor es que te quedes aquí de todos modos, ― dijo Drina en tono de disculpa. ―Pronto estaremos de regreso. Stephanie se veía tan abatida que Drina le preguntó, ― ¿Hay algo que quieras que te traigamos mientras estamos fuera? Podríamos parar en una tienda en el camino de regreso. ―Chocolate, ― anunció Stephanie a la vez. ―Y Coca-Cola. Y tal vez ¿podríais parar


en la casa y recoger mi abrigo en el camino de regreso? ―Buena idea, ―respondió Harper mientras seguía a Drina al vestíbulo hasta el armario junto a la puerta de entrada. Él le entregó a Drina un abrigo y unas botas, luego sacó otros más para sí mismo. ―Podemos recoger nuestro abrigos y botas mientras estamos allí y dejar de pedírselos prestado a Teddy. ―Y me podéis dejar allí, así podría recoger la camioneta, ―anunció Anders mientras trotaba suavemente por las escaleras detrás de ellos, ya con el abrigo y las botas puestas. ―También es una buena idea, ―concordó Drina, después de que el otro cazador pasó junto a donde estaban vistiéndose y se deslizó por la puerta principal. Sería mejor no depender de Teddy para transportarse. El hombre tenía bastantes responsabilidades en esta ciudad y no necesitaban ser una carga más de lo necesario. ―Tal vez deberíamos recoger mi coche, también, ― murmuró Harper, aparentemente pensando en la misma línea. ―Tu coche es una tostada, ― le recordó Drina en voz baja lo de su accidente. ―Ah, cierto. ―Frunció el ceño, luego dijo, ―Bueno, Víctor me dijo que podía pedir prestado su coche durante su ausencia, si lo necesitaba. Podríamos hacer eso. ―Eso también es una buena idea, ―comentó Leonora mientras pasaba por la entrada para tomar su abrigo del armario. ―Podemos ir primero a la casa, dejaros a los dos y a Anders allí e irme sola al banco de sangre. Después, solo tendríamos que parar en la tienda de camino de vuelta para conseguir las golosinas de Stephanie. Harper de inmediato asomó la cabeza al comedor, y preguntó, ― ¿Te importaría si Leonora conduce tu coche, Teddy? ―No. Ella ha tenido su licencia más de lo que yo he vivido, ― dijo fácilmente. ―Yo solo iba a conducir para que ella no tuviera que ir sola. Pero si a ella no le importa… ―dijo y se encogió de hombros. ―Ella no estará sola, ―anunció Alessandro, bajando las escaleras para participar en la conversación. ―También iré. ―Suena como un buen plan, ― dijo Harper irónicamente, mientras tiraba


rápidamente de su abrigo, arrastrando las botas, cuando se enderezó vio que Drina terminaba de hacer la misma operación, así que le pasó el brazo a su alrededor e instó a Alessandro y Leonora que cruzaran la puerta. ―Vamos a ir a calentar el coche para daros a los dos algo de espacio para vuestras cosas. No esperó una respuesta, pero exhortó a Drina a salir al exterior. Precipitándose hacia el exterior en el pequeño porche, puso los pies sobre la corredera en la salida pero sentía calientes las botas. Su forro de pelo era demasiado largo, por lo que hacían el trabajo, protegiéndola del frio. Harper mantuvo una mano sobre su brazo mientras descendían las escaleras y se dirigía a la entrada al frente de la casa. Mirando hacia adelante mientras vagabundeaban a través de la nieve, le preguntó preocupada. ― ¿Estarás bien con eso? Drina hizo una mueca mientras apretaba su brazo, para evitar caerse mientras sus pies se resbalaban dentro de las botas, mientras estas se deslizaban sobre la nieve resbaladiza. ―Por ahora. Pero mañana creo que tendré que visitar el Wal-Mart de nuevo. Harper asintió con la cabeza, luego dijo, ― ¿Supongo que Stephanie no será capaz de ir? ―No estoy segura, ― dijo con un suspiro. ―Me gustaría que Lucian no la encerrara en la casa después de estos ataques, pero después de que el ultimo tuviera lugar en la casa… ― murmuró encogiéndose de hombros con tristeza. ―Sí, ―murmuró Harper, luego los dos giraron hacia la casa cuando la puerta principal se abrió y Leonora y Alessandro salieron. Harper silbó, Alessandro se detuvo mirándolo fríamente, les arrojó las llaves del coche, diciéndoles que uno de ellos también esencialmente podía conducir, en cuanto saliera todo el mundo.


14

Casey Cottage estaba a oscuras y en silencio cuando Leonora los dejó allí. Anders no perdió el tiempo, fue a buscar de inmediato su camioneta, en cuanto Drina bajó. Él puso en marcha el motor con la copia de seguridad del vehículo casi al instante en que Alessandro había despejado el camino de la entrada. Drina negó con la cabeza la impaciencia del hombre. En realidad, él era a veces tan grosero, pensó, mientras Harper la hacía pasar por la acera a lo largo del garaje. La casa estaba cargada con el olor a humo cuando entraron, y Harper dejó escapar un suspiro mientras cerraba con llave la puerta. ―Espero que la gente del seguro pueda limpiarla y restaurarla antes del regreso de Elvi y Mabel. Se les rompería el corazón verla así. ―Sí, ―murmuró Drina, alcanzando por instinto el interruptor de la luz, pero miró con sorpresa a su alrededor cuando Harper la agarró del brazo para detenerla. ―Probablemente es mejor no hacerlo, ―dijo en voz baja. ―El cableado puede haber sido dañado en el incendio. Si encendemos el interruptor, podemos provocar algo y ponerlo en marcha otra vez. ―Oh, por supuesto. ―Drina dejó caer la mano cuando la soltó y se encogió de hombros. ―Probablemente sea lo mejor de todos modos. Nadie tendría alguna duda si estuviera mirando la casa, que ahora es inhabitable, y no debemos revelar en ningún sentido que estamos aquí. ―No, ― él estuvo de acuerdo. Drina miró a su alrededor. Era una noche clara, con la luz tenue de la luna arrastrándose por las ventanas. Con su visión nocturna, en realidad no necesitaban las luces de todos modos. ―Tal vez deberíamos recoger algo de ropa mientras estamos aquí, ―sugirió Harper, inclinándose para quitarse sus botas cubiertas de nieve. ―Probablemente estará impregnada del olor a humo por el fuego, pero con un buen lavado o tres, nos haremos cargo de eso. ―Mi propia ropa, ― dijo Drina con un suspiro mientras se quitaba el abrigo de Teddy y lo colocaba sobre el radiador. No le importaba mucho ir sin sujetador, ni bragas, pero se había pasado la mayor parte del día tirando de los pantalones para correr de Stephanie que traía puestos. Estos tenían un lazo, pero sólo había sido


capaz de atárselos hasta el momento. La maldita cosa estaba lo suficientemente floja como para seguir bajando por sus caderas en lugar de permanecer en su cintura, donde ella lo prefería. Harper lanzó su propio abrigo sobre el radiador junto al de ella y se echó a reír cuando se quitó las botas demasiado grandes de Teddy sin poder deshacerse de ellas. ―Estoy seguro de que Stephanie lo agradecería también. La pobre chica aún no tiene caderas y ya tendrá que sostenerse los pantalones que traes puestos. ―Voy a empaquetar sus cosas también, ―murmuró Drina, cuando él la llevó a la parte de arriba. Cuando llegó al descansillo, él giro a la izquierda en lugar de a la derecha hacia el dormitorio que compartía con Stephanie, le preguntó, ― ¿A dónde vamos? ―Vamos a empezar con mi ropa, luego nos detendremos por ropa para ti y Stephanie en el camino de vuelta, ―le anunció. ―O podría ir por la de Stephanie y la mía, mientras tú vas por la tuya. Sería más rápido, ―le dijo sonriendo, pero Harper negó con la cabeza al mismo tiempo. ―No dejaré que estés fuera de mi vista hasta que este asunto esté terminado y no tenga que preocuparme sobre si podrías hacerte daño con los ataques repentinos. ―Pero Stephanie no está con nosotros, ― señaló Drina con cuidado, doblando a la izquierda al final del descansillo para dirigirse a la escalera que conducía al tercer piso. ―No, pero tú sí, ―le dijo a su vez. ―Sí, pero Leonius no está interesado en mí, ― señaló ella, Harper se detuvo y se volvió para mirarla solemne. ―Drina, eres una mujer increíblemente vibrante, sexy y hermosa. Si él ha estado viéndonos, te ha visto, y si él te ha visto, podría estar tentado a tomarte, así como a Stephanie. Demonios, incluso podría decir que no se molestará con ella y solo irá a por ti. Tu crianza sería increíble. Drina parpadeó. Todo eso había sido muy dulce, excepto eso acerca de que su crianza sería increíble, decidió. Esa última parte simplemente no había sonado tan halagadora como sospechaba que él había querido que fuera. O tal vez a otras mujeres les resultaría halagador, y ella era un bicho raro que se tomaba con recelo el que se hablara de ella como de una yegua.


Ella abrió la boca para señalar que era poco probable que alguien siquiera estuviera enterado de que estaban en la casa, por lo que estaba segura, pero se detuvo al notar que la mirada de Harper se había deslizado junto a ella a la puerta del cuarto de Elvi y que una mirada encantada le había entrado en los ojos. Frunció el ceño, miró hacia la puerta, murmuró algo sobre ellos cuando observó la oscura mancha en la pared de al lado, donde estaba la pintura quemada… como si algo en el fuego se hubiera inclinado o caído ahí. Su mirada luego bajó al suelo y vio grandes espacios quemados, dos de ellos, uno grande y uno más pequeño. Eso debió haber sido cuando Anders y Edward habían encontrado a Stephanie y Harper, y habían apagado las llamas que los consumían, dándose cuenta de ello, lanzó una lenta respiración. Regresando, Drina se adelantó y besó a Harper. Él se quedó quieto bajo la caricia, pero ella seguía sobre él, mordisqueando sus labios cerrados, deslizándose de la boca a la oreja, luego a su cuello, mientras su mente trabajaba frenéticamente. A ella le gustaba esa casa, también la ciudad y le gustaba Teddy. También le gustaban las otras parejas de compañeros de vida que había conocido aquí, pero especialmente le gustaba Stephanie. Drina quería poder visitar a la niña aquí en alguna ocasión, pero nunca imponer el que Harper volviera aquí si eso le traía malos recuerdos. Ella tenía que tratar de sustituir sus malos recuerdos del fuego con nuevos recuerdos, más agradables y esta era la única cosa que se le podía ocurrir. Drina no estaba segura de si iba a funcionar, pero lo iba a intentar maldita sea, decidió, mientras mordía y besaba su cuello, comenzó a tirar de su camiseta hacia arriba a modo de que pudiera tocar con sus manos la piel de su estómago y su pecho. ― ¿Drina? – Dijo vacilante, como si estuviera saliendo de la niebla. Ella levantó la cabeza y lo besó, se sintió aliviada cuando Harper lentamente comenzó a besarla de nuevo. Aun así, Drina no estaba segura de que lo hubiera recuperado totalmente de sus fantasmas, hasta que deslizó su mano hacia abajo para encontrarlo a través de sus pantalones de correr y sintió un rayo de revuelo de placer entre sus propias piernas. ―Vamos a mi cuarto, ― murmuró él, rompiendo su beso y tomando su mano. ―La próxima vez, ―prometió Drina, evadiendo los dedos, dejándose caer de rodillas, con los ojos sobre él sin dejar nunca su rostro. ―Pero, ― empezó Harper, y ella vio cómo su mirada parpadeaba hacia la pared a varios metros detrás de ella, pero luego él regreso su mirada a ella resoplando mientras tiraba de sus pantalones hacia abajo y apretaba su cada vez mayor erección. Cuando ella se lo llevó a la boca, se quedó sin aliento por un momento


quejándose. Al momento siguiente Harper despertó acurrucado en el suelo de madera con la cabeza de Drina en su regazo. Él levantó la cabeza para mirarla y esbozó una sonrisa, pero esta se desvaneció mientras observaba las marcas en la pared más allá de ella. Él las miró por un momento, recordando la forma en que había llegado hasta allí, pero luego dejó que esos recuerdos se desvanecieran y miró a Drina. Él sabía exactamente lo que ella había tratado de hacer, y la amaba por eso. Lo había trabajado incluso en su mayor parte. Por lo menos, Harper pensaba que lo tenía controlado. La primera vez que había visto la marca carbonizada en la pared, y las demás del suelo, su instinto le había dicho que abandonara la idea de ir y que saliera volando con Drina por las escaleras. O por lo menos ir a esperarla a la planta baja, mientras ella recogía su ropa y la de Stephanie. Quería estar lejos de ella y de los malos recuerdos que habían despertado en él. Ahora, sin embargo, mientras él no estaba exactamente contento cuando los miraba, Harper no sentía una necesidad inmediata de escapar, tampoco. Drina se agitó adormilada, con la mano apretando alrededor de su eje, Harper se mordió los labios y cerró los ojos cuando la maldita cosa comenzó a despertar también. Juró por Dios, que era insaciablemente sangrienta en lo que a esto se tratara… y corta en su poder de permanencia. No es que los nuevos compañeros de vida se supone que no deben tener grandes cantidades de esto, pero en serio, había cosas que quería hacer para que este negocio de placer compartido no se fuera al traste por su culpa. Ya que no podía mantener su nivel de excitación el tiempo suficiente para llegar a ello. Por ejemplo, él quería atarla a su cama y besar y lamer su camino desde la punta de sus dedos hasta la nariz, y luego darle un beso, cuando él mismo se sumergiera en ella. Pero dudaba de que llegara a la mitad de sus muslos antes de dos gritos y se desmayara. Y eso era otra cosa, Harper pensó con disgusto. Él jamás se había desmayado en su vida, y aunque sabía que esta era otra vida con su compañero alucinante, de sexo comercial, estaba condenado a ser aún más desmoralizante, al desmayarse como una virgen sin aliento al final de cada encuentro. Y ni siquiera podía culparla por excitarlo demasiado o volverlo loco de pasión hasta que perdiera el control. Bueno, tal vez podría hacerlo esta última vez, Harper reconoció con una sonrisa. Drina era sin duda la que tenía el control de esta última ronda, y lo había empujado con salvaje pasión, tan rápido y tan fuerte, tanto que no recordaba algo mejor a esto en su experiencia a los catorce años de edad con una prostituta de alto precio. Él


juró que no había estado de rodillas ni dos minutos antes de haber echado la cabeza hacia atrás y gritado como un loco… sólo para despertar luego en el suelo. Era por esa razón precisamente por la que normalmente trataba de tomar el control de la situación. Él trataba de esforzarse en reducir la velocidad y tratar de lograr que durara más de dos gruñidos y un jadeo. Lamentablemente, hasta ahora no había funcionado. Pero eso no quería decir que no lo siguiera intentando, sin embargo, Harper pensó con ironía. Drina merecía que él le hiciera el amor lentamente, para sentirse apreciada y se detuvo bruscamente con esos pensamientos cuando otro se le ocurrió. ¿Por qué le permitió tomar el control en el dormitorio? Drina era una mujer que luchó por su independencia y por el control de su vida, sin embargo, ni una sola vez ella había protestado porque él asumiera el liderazgo a la hora de la pasión. Harper bajó la mirada hacia ella y frunció el ceño, ahora estaba preocupado de que al hacer esto podría estarle quitando su placer. Bueno, no exactamente placer, porque sabía condenadamente bien que ella lo disfrutaba tanto como él, pero Drina podría resentirlo, al mismo tiempo. Frunció el ceño ante esa idea, y luego un crujido atrajo su mirada hacia la escalera. No había nada allí. Era el sonido de que la casa se había asentado, supuso. Sin embargo, le hizo darse cuenta de lo imprudente que había sido el darle gusto aquí en el pasillo. Mientras que Stephanie no estuviera allí, Leonius podría decidir añadir a Drina a su lista de mujeres deseables. Y dejarse quedar atrapado en una pasión que los desmayaría y los dejara vulnerables simplemente no había sido tan inteligente. Lo menos que podía haber hecho era ir a su habitación, donde podrían cerrar la puerta, pensó y comenzó a sentarse. El hurto y los sonidos que producían los cajones al abrir y cerrarse sacaron a Drina de su sueño. Parpadeando con los ojos abiertos, se incorporó lentamente, miró a su alrededor en lo que sabía debía ser la habitación de Harper. Él le había dicho que era una habitación muy bonita, y no bromeaba. En realidad, era encantadora, con la cama, el armario, la cómoda en un rincón y el resto era la sala de estar con una pequeña zona para el televisor, el equipo de música y la biblioteca, así como un sillón de dos plazas, el sillón y en la continuación un juego pequeño de comedor. Era como un pequeño apartamento de soltero, pensó ella, deslizando su mirada hacia donde Harper iba rápidamente arrastrando la ropa de la cómoda a donde empaquetaba la maleta. Drina lo miró por un momento, y luego deslizó sus pies de la cama sentándose en el borde. ―Oh, estás despierta. ―Harper le sonrió, luego cerró el cajón, la maleta, y rápidamente lo llevó a lo que ella presumía que era la puerta al resto de la casa.


Drina se puso de pie para seguirlo, pensando que se iban, pero se detuvo después de un par de pasos cuando se limitó a detenerse en la puerta y se volvió. Sonriendo se acercó de nuevo a ella deslizando sus brazos alrededor de su cintura. Drina se relajó contra él con un pequeño suspiro, y luego preguntó enfadada, ― ¿Por qué siempre te despiertas antes que yo? Soy mayor que tú. Sin duda, ¿por qué no me despierto primero? Harper se rió por su reclamo y se inclinó para besarle la nariz. Entonces le respondió, ― ¿Por qué siempre me lo haces con tan loca pasión que eyaculo demasiado pronto, para luego desmayarte como una niña? ―No estoy demasiado contenta con los trozos de desmayos y eso, ―le aseguró. ―Es bastante alarmante. ―Yo ni siquiera me desmayaba cuando usaba esos malditos corsés que me daban tanta rabia, y los llevaba tan apretados que no podía respirar. ―Ella hizo una mueca, luego se echó hacia atrás, encontrándose con su mirada, cuando añadió, ―En cuanto a lo otro. No creo que sea demasiado pronto. ― ¿No? ―Le preguntó con una sonrisa, mientras sus manos se deslizaban hacia arriba y abajo por su espalda. Drina negó con la cabeza, le sonrió y admitió, ―Bueno… hay algunas cosas que me gustaría hacer contigo pero no creo que podamos hasta que pase una década o algo así, hasta que esta nueva etapa loca de compañeros de vida pase, pero… ―Se encogió de hombros, ―Creo que puedo ser paciente. ―¿Una Década? ― Preguntó Harper con una mueca. ―Pensé que sería un año o algo así, ¿pero tiene que ser tan lento? ―Eso dicen, ―estuvo de acuerdo. ―Pero yo no estoy conteniendo la respiración. Harper hizo una mueca y luego se inclinó para besarla. Comenzó con un beso dulce, suave, pero que pronto se volvió más carnal. Cuando presionó más de cerca a Drina y ella le lanzó los brazos alrededor de su cuello, él comenzó a acercarse con más seguridad, dándoles la vuelta y cayendo sobre la cama de tal forma que ella quedara encima. Rompiendo en carcajadas, Drina se recuperó, sentándose a horcajadas sobre él, le sonrió con malicia. ―Ahora te tengo justo donde te quiero. ―Pensé que podría ser así, ― admitió Harper solemne, y cuando Drina se calmó lo miró con curiosidad, le explicó, ―Se me ocurrió que ya que eres una mujer que ha


luchado por su independencia y control de tu vida, y en esta área, sin embargo, he sido yo el que ha tomado el control de ti. No quiero que me odies, por lo que es hora de darte las riendas… ― Él se detuvo sorprendido cuando ella de pronto le cubrió la boca. ―En primer lugar, ―dijo en voz baja, ―Yo no te odio por ser dominante en el dormitorio. Ella sintió que su boca se movía bajo su mano y la levantó. Estaba sonriendo torcidamente, y ahora que estaba libre de hablar, le dijo, ―Me alegra oírlo. ―En segundo lugar, ―comenzó Drina, devolviéndole la sonrisa. ―Como eso no me sucede… Cuando él levantó las cejas en su pausa, suspiró y se encogió de hombros sin poder hacer nada. ―También me sorprende admitirlo, pero no me vino a la mente. Ni yo misma lo entiendo, ―añadió apurada. ―Quiero decir, me di cuenta en Toronto que te gustaba el control, y como yo soy toda control, me pregunté porque no me molestaba, pero… no me molesta. Incluso me gusta. En cierto modo me excita. ―Ella frunció el ceño, entonces, estaba admitiendo, que en realidad no le molestaba. Harper sonrió dulcemente en su confusión, luego levantó una mano para acariciarle el pelo detrás de la oreja, y murmuró, ―O tal vez estás cansada de tener que estar en control todo el tiempo y estás disfrutando de un descanso. ―Eso es posible, ―admitió con ironía, y luego le advirtió, ―Lo que significa que puede cambiar. ―Espero sinceramente que sea así, ― le aseguró Harper, y cuando la preocupación revoloteó sobre su rostro, dijo, ―Estoy seguro de que cambiara para mí también. Tenemos un tiempo inmemorial delante de nosotros, Drina. El cambio es bueno. Relajada, ella asintió con la cabeza. Habrá momentos en que él sería domínate, y otros en que ella lo sería, y tiempos en que ninguno lo sería, supuso. Incluso podría haber momentos en los que lucharían entre sí para estar en la cima. Pero eso probablemente sería divertido. Definitivamente nunca sería aburrido, decidió. ―Quítate la camiseta.


Drina parpadeó alejando sus pensamientos por sus palabras, que sin duda habían sido una orden, no una solicitud, y se encontró con su mirada. ―Quítatela, ―le repitió. ―Quiero que te desnudes. Ella esbozó una sonrisa, consciente de que sus pezones estaban duros, y por la humedad que se estaba volviendo tan común estaba en su bajo vientre, en seguida se enderezó, tomó el dobladillo de su camiseta, y poco a poco empezó a tirar de ella hacia arriba y hacia fuera. Y girando la parte superior del cuerpo ligeramente la tiró al suelo, luego se volvió y simplemente esperó a que sus ojos se deslizaran sobre sus pechos, tomando nota de sus pezones erectos ahora. El espectáculo hizo que sus ojos comenzaran a brillar. ―Ahora quítate los pantalones, ― dijo él con aspereza. Drina vaciló, y luego se deslizó hacia atrás a lo largo de sus muslos para salir de la cama y ponerse de pie. De inmediato se sentó, y ella era consciente de que sus ojos seguían todos sus movimientos mientras deslizaba sus pulgares por la cintura y con facilidad deslizaba sus pantalones para correr hacia abajo. Cuando se inclinó hacia adelante para terminar el trabajo, él se acercó y con una mano acarició su pecho brevemente, luego se detuvo mientras la excitación saltaba a través de ella. En el momento en que ella se detuvo, Harper se detuvo y retiró la mano. Diablo, pensó ella con cariño, y acabó de quitarse los pantalones. Luego se enderezó. ―Ven aquí. Drina dio un paso adelante, deteniéndose justo antes de tocar sus rodillas. Entonces le tomó la mano, sintiendo el pulso lento dando golpes a través de su entusiasmo alzándose como un eco. ―Algún día, te voy a atar a la cama y lamer cada centímetro de tu cuerpo, ― le dijo Harper en voz baja. Drina cerró los ojos y mientras las palabras evocaban una imagen en su cabeza el líquido que se había agrupado en la parte baja de su abdomen se desbordó deslizándose hacia el ápice de sus muslos. ¿Quién había pensado que en secreto quería la esclavitud? se preguntó débilmente, luego abrió los ojos sobresaltada cuando su mano libre se deslizó repentinamente entre sus piernas.


Él sonrió por la húmeda que encontró allí, luego observó su rostro mientras sus dedos se movían a través de su oscura piel. Drina se mordió el labio para no dejar escapar un gemido de placer que brillaba en ondas dobles a través de ella, y no se sorprendió nada cuando vio que en sus pantalones de correr se había formado una tienda de campaña. Parece que va a ser otro de esos-demasiado-pronto-y-te-desmayas-como-una-niña, encuentros, pensó. Incluso si llegaban a la parte del encuentro mismo. Ella ya estaba a punto de estallar. En realidad, decidió Drina, como nuevos compañeros de vida eran simplemente patéticos… de pronto dejó de pensar en ello cuando él le soltó la mano para alcanzar uno de sus pechos mientras su boca se movía para adherirse a la otra. ―Toma, prueba esto. Drina dejó la maleta con la ropa rescatada de ella y de Stephanie junto a la puerta del garaje. A continuación le echó un vistazo a la chaqueta de bombardeo de Harper que llevaba puesta. Fue por el abrigo de Tiny y el que le habían comprado a Stephanie para sustituir el que le habían comprado en su viaje de compras al Wal-Mart. Este era un poco grande para Stephanie, pero a Drina probablemente le quedaría bien. Indiscutiblemente, le quedaría mejor que el abrigo prestado de Teddy. Cuando Drina tomó la oferta, Harper se volvió hacia el armario de la despensa y comenzó a buscar entre los artículos en el estante superior. Dejándolo, ella se quitó el abrigo de Teddy, y lo coloco sobre las maletas para no olvidarlo, y se puso la bombardera en su lugar. Para luego, pararse delante del espejo de cuerpo entero que colgaba en la pared de enfrente a la puerta del garaje. El abrigo no era de su estilo, pero como esperaba, le ajustaba. Lo usaría hasta que pudiera reemplazarlo, decidió Drina, ella parpadeó sorprendida cuando Harper se acercó un paso por detrás y le puso un sombrero de lana blanca sobre su cabeza. Él se tomó su tiempo para meterle el pelo debajo, y luego sonrió por los resultados en el espejo. ―No hace frío, ― dijo, a modo de explicación, pero entonces él levanto un par de botas de cuero negro de tacón bajo, ―Intenta con estos. Son de Elvi, pero estoy seguro de que no le importara, y parece que te sirven. Al momento en que se volvió a tomar las botas, Harper regresó de nuevo al armario para continuar su búsqueda del tesoro. Drina deslizó sus pies fuera de las enormes botas de Teddy, y apoyándose contra la pared trató de calzarse una de las de Elvi sonriendo cuando se percató de que le quedaban casi perfectamente. Era tal vez de


la mitad de su tamaño, pero sus pies no nadaban en ellas como en las botas de Teddy. ― ¿Y bien? ―Preguntó Harper encogiéndose de hombros ante la bota de Teddy y arrojándola sobre las maletas antes de verla. Drina asintió con la cabeza tirando la otra bota. ―Muy bien. Gracias. Él esbozó una sonrisa y se volvió hacia el armario para encontrar rápidamente sus propias botas y cambiarlas por las que tomó en préstamo, después tomó las botas de Stephanie y su abrigo nuevo. ― ¿Hay algo más que necesitemos? ― Preguntó Harper mientras cerraba la puerta del armario y llevaba las botas de Teddy junto a las maletas. Drina examinó todo, pero negó con la cabeza. ―Nada que yo recuerde. Además siempre podemos volver si surge algo. Asintiendo con la cabeza, Harper tomó las llaves del coche de la parrilla junto a la puerta y empezó a recoger las maletas y la ropa prestada de Teddy. Se las arregló con todo, pero se le cayó un par de botas y una maleta, que Drina levantó antes de seguirlo hacia el garaje. Rápidamente guardó todo en el maletero del coche de Victor, luego se volvió. ― ¿Chocolate y Coca Cola? ―Preguntó Harper mientras pulsaba el botón para abrir la puerta del garaje, y luego encender el motor. Drina abrió la boca para contestar, pero se detuvo cuando las luces del garaje de forma automática se encendieron, y recordó su preocupación sobre el uso de electricidad y de que esta podría provocar otro incendio. Harper hizo una mueca, pero luego suspiró, y simplemente puso el coche en marcha sacándolo por la entrada. A continuación pulsó el botón para cerrar la puerta, mirando hacia atrás para ver que las luces se apagan. Frunció el ceño y miró con recelo la casa, murmurando, ―No creo que sea el garaje, probablemente, tenga el mismo circuito que el porche. Por lo menos espero que no. No soy electricista, por lo que podría estar completamente equivocado sobre la posibilidad de un incendio, pero… ― ¿Por qué no nos sentamos aquí un momento para estar seguros de que no pasa nada? ― Sugirió Drina. ―Es mejor prevenir que curar. Me sentiría muy mal si nos fuéramos, y algo sucediera.


Harper asintió con la cabeza, movió el coche estacionándolo, luego sacó una pierna y se volvió a un lado del asiento a modo que ella pudiera ver la casa. Le tendió la mano, tomando la suya para tirar con ella en su rodilla. Empezando a juguetear con sus dedos cuando le preguntó, ― ¿Crees que Lucian querrá que tú y Anders os llevéis a Stephanie de regreso a Toronto? Drina suspiró y se recostó en su asiento. ―Stephanie me preguntó algo similar antes, pero no lo sé. No podemos quedarnos aquí hasta que la casa haya sido reparada, por lo que probablemente será mejor que encontráramos otro lugar en la ciudad para que nos quedemos. Ambos se quedaron en silencio. Drina se preguntaba qué haría Harper después de lo que pasó. ¿Querría irse con ella? Al menos es lo que ella quería o lo que esperaba, pero… ―Tal vez él te reemplace ahora que hay una amenaza y estás distraida como mi nueva compañera de vida como Mirabeau y Tiny, ―comentó Harper, deslizando su dedo hacia atrás y adelante sobre su palma. Luego la miró y le preguntó, ― ¿Te quedarías aquí si él lo hiciera? Drina vaciló. Quería decir que sí. A decir verdad, quería que él la tirara de vuelta dentro de la casa, la arrastrara a la cama, y simplemente se quedaran allí… para siempre. Sin embargo, no podía hacer eso. En cuanto a decir que sí, quería decirlo con todo el corazón, pero sentía que no podía. Le había asegurado a Stephanie que estaría con ella si debía volver a Toronto y no quería defraudarla. Aparte de decepcionar a la adolescente, Drina estaba preocupada, sin embargo, por lo que sería de la chica estando una vez en Toronto, muy cerca de Lucian. Si él decidía que no podía seguir como una sin colmillos y fuera una posible amenaza, tal vez sí… Bueno, al menos, probablemente insistiría en que permaneciera en la casa del ejecutor, y la chica sería miserable allí, sin ninguna posibilidad de cualquier tipo de normalidad. Y Drina ni siquiera quería pensar en lo peor que podría pasar. Harper soltó sus dedos de repente y se volvió a poner en marcha el coche otra vez. ―Hemos esperado lo suficiente. Supongo que será mejor conseguir las cosas de Stephanie y volver a la casa. Drina miró a su alrededor sorprendida. No se había dado cuenta de que se había quedado pensando tanto tiempo, pero a juzgar por la decepción en la voz de Harper, se había quedado en silencio un buen rato. Y no le había respondido a su pregunta. Lo cual, a juzgar por su cerrada expresión, él lo estaba tomando como un no.


Ella tenía que explicarle su promesa a Stephanie, se dio cuenta Drina, pero antes de poder hacerlo, Harper extendió la mano y encendió la radio. Manipulándola varias veces para que la música fuerte llenara el coche. En lugar de tratar de gritar por encima del ruido de la radio, Drina lo dejó ir por ahora. Ella se lo explicaría cuando llegaran a la casa… y entonces le pediría que fuera a Toronto con ella, si Lucian les pedía que regresaran. Ellos podrían decidir qué hacer a partir de ahí después de eso. No había ninguna duda en su mente de que quería estar con él. La cuestión era que hacer, y eso era algo que ambos tendrían que decidir.


15

― Aquí estáis los dos. Estábamos a punto de enviar un grupo de búsqueda. Drina se detuvo en la entrada principal de la casa de Teddy echando un vistazo al comedor. Sus ojos se deslizaron sobre las tres personas sentadas a la mesa, pero se ampliaron cuando se encontró con quién habló. ― Tiny, ― dijo ella con una sonrisa. ― Estás despierto. ― Sí. ― Él sonrió y se levantó para salir de su vista hacia la cocina, pero su voz aún era fuerte cuando preguntó, ― ¿Café? ― Sí por favor, ― dijo Drina, y su mirada se deslizó de vuelta a Teddy y Mirabeau en la mesa cuando Harper dijo que tomaría uno también. ― Él se despertó un poco después de que os fuisteis, ― dijo Mirabeau, positivamente radiante de alivio y felicidad. Drina sonrió a la mujer, y luego se volvió para quitarse el abrigo, las botas y guardarlos cuando Harper lo hizo. ― Teddy llevó a Alessandro, a Edward y a las chicas a casa poco después de que Tiny se despertó, ― anunció Mirabeau, cuando Drina colocó la bolsa de la tienda en una esquina sobre la mesa y se instaló en un asiento. ― Así que abajo solo hay seis de nosotros. ― Hablando de seis de nosotros, ¿dónde está Stephanie? ― Preguntó Harper. ― Compramos las cosas que ella quería. Drina hizo una mueca. Habían pasado más tiempo en la casa de lo que pretendían. Era pasada la medianoche. La chica se había ido, probablemente a la cama. Aunque si era así, era algo sorprendente que Mirabeau estuviera aquí en la mesa. El pensamiento la hizo fruncir el ceño cuando ella preguntó, ― ¿Ella se fue a la cama? ― No. Anders la llevó fuera por una hamburguesa, ― contestó Mirabeau. ― ¿Qué? ― Preguntó Drina sin comprender.


Mirabeau asintió. ― Estábamos jugando a las cartas, entonces Anders recibió una llamada y salió de la habitación para tomarla. Cuando volvió a entrar, Stephanie se quejaba de cuánto tiempo estabais tardando y dijo que deseaba poder llamarte y tal vez ir a por una hamburguesa en el camino de regresó. Él se ofreció a llevarla por una. Drina frunció el ceño. No se sorprendía de que Stephanie se apuntara a cualquier oportunidad de salir de casa. Había estado atrapada aquí durante veinticuatro horas y se había quedado atascada en el interior de Casey Cottage antes. Estaba probablemente volviéndose un poco desquiciada. Sin embargo, Drina no podía dejar de pensar que era una mala idea llevar a la chica a cualquier lugar teniendo en cuenta los ataques contra ella. ― Estará bien, ― dijo Mirabeau con dulzura. ― Anders no es estúpido. Él va ir directo de ida y vuelta. Además, estamos en medio de la nada aquí, y comprobé el camino cuando ellos entraron en la camioneta. No había nadie mirando. Drina se relajó y asintió con la cabeza. La casa de Teddy estaba fuera de la ciudad, en una franja de tierra entre dos grandes campos. No había ningún lugar para esconderse y ver la casa sin ser visto. Preguntándose cuanto tiempo tendría antes de que se fuera a la cama, preguntó, ― ¿Entonces hace cuánto se fueron? ― Hace una hora, ― dijo Teddy, cuando Mirabeau se detuvo indecisa. ― No puede haber pasado tanto tiempo, ― protestó Mirabeau con el ceño fruncido. ― Miré el reloj cuando se fueron, ― dijo Teddy en voz baja. ― Ellos ya deberían de haber vuelto, ― señaló Harper con preocupación. Drina alcanzó automáticamente su teléfono de su bolsillo trasero, pero se detuvo cuando recordó que llevaba pantalones para correr. Su teléfono debería estar… Ella maldijo al darse cuenta de que debió dejarlo en el bolsillo trasero de los pantalones vaqueros que había usado cuando fue rociada. Sólo que no había vaciado sus bolsillos antes de entregar sus pantalones vaqueros para ser embolsados y arrojados, y ahí no estaba su teléfono. Debió de haberse caído cuando estaba rodando por el patio delantero de Casey Cottage, pensó. ― Llamaré a Anders, ― anunció Mirabeau, recuperando su teléfono de su propio bolsillo. Ella había comenzado a pulsar los números cuando escucharon un vehículo de tracción en la entrada. Mirabeau se levantó, caminó hacia la ventana, relajándose mientras miraba por ella. ― Es la camioneta.


Todos en la mesa parecieron relajarse con la noticia. Mirabeau acababa de sentarse cuando Anders irrumpió en la casa y apareció en la puerta del comedor. ― ¿Ella está aquí? Drina enarcó las cejas. ― ¿Quién? ― Stephanie. Drina se quedó inmóvil frente aquel nombre, con un presagio resbalando por ella. ― Ella estaba contigo, ― dijo Mirabeau, como si él lo pudiera haber olvidado. Anders maldijo y se volvió hacia la entrada. Dándose cuenta de que estaba a punto de salir de nuevo sin explicarse, Drina se levantó y corrió alrededor de la mesa para detenerlo. ―Sólo un minuto. ¿Qué está pasando? ¿Dónde está? Anders hizo una pausa, pero luego suspiró y regresó, pasando una mano por su cabello con frustración. ― No lo sé. Me detuve por gasolina, llené, fui a pagar, y cuando salí, ella se había ido. ― Ella probablemente fue al baño o algo así, ― dijo Teddy con dulzura cuando la tensión en la sala se disparó. De pie, se acercó a la mesa y sacó una guía teléfonica. ― ¿Qué estación de gasolina era? ¿Esso o la Pioneer por Wal-Mart? ― Ninguna, ― respondió Anders. ― La otra. No recuerdo el nombre. Teddy volvió a mirarlo con la mirada vacía. ― ¿Cuál otra? No tenemos otra. ― La otra por la carretera, ― dijo Anders. ― No importa de todos modos, comprobé el baño. Teddy dejo la guía teléfonica bajo el escritorio. ― ¿Por qué diablos vas todo el camino hasta allí? Las otras dos están a mitad de distancia. Anders murmuró algo en voz baja en ruso y se alejó de nuevo. ―Voy a regresar a buscarla. ― El infierno te lleve. ― Drina agarró su brazo y lo tiró de vuelta. ― ¿Qué está pasando, Anders? ¿Dónde estabas cuando se la llevaron?


― No te lo puedo decir, ― dijo él sombríamente. ― ¿Por qué no? ― Exigió Mirabeau uniéndose a ellos. ― Debido a que Lucian dijo que no. Drina parpadeó sorprendida ante esas palabras, entonces entrecerró los ojos. ―Tú la llevaste a Toronto. Él no lo confirmó, pero tampoco lo negó, y ella sabía que tenía razón. ― ¿Por qué Lucian no quiere que Drina sepa eso? ― Preguntó Harper, cruzando a unirse a ellos, con Tiny sobre sus talones. ― Debido a que ella hubiera sentido que tenía que venir también, y él quiere que se quede aquí con vosotros, ― dijo Anders secamente. Drina sintió a Harper mirándola pero estaba demasiado ocupada preocupándose por lo que Anders había dicho y lo que eso significaría para Stephanie. Estando en Toronto, cerca de Lucian, y sin que nadie cuidara de ella. Drina conocía a la hermana de Stephanie, Dani, estaba en algún lugar en los Estados en este momento, jugando al cebo, y Mirabeau y ella misma estaban aquí en Port Henry. La chica habría estado por su propia cuenta. ― Bien, ella no podrá haber ido muy lejos sin un abrigo. Probablemente estaba en el baño mientras tú estabas en la tienda, y en la tienda mientras comprobabas el baño. No es como si hubiera caminado de regreso, Anders, ― dijo Teddy, cogiendo el teléfono. ― Esta condenadamente lejos y hace demasiado frío para eso. Ella probablemente esté de pie en la gasolinera esperando a que vuelvas. ― No, salió corriendo, ― murmuró Drina, y Mirabeau asintió solemnemente. ― ¿Qué? ― Anders frunció el ceño. ― ¿Por qué diablos iba a escapar? ― Porque a ella le gusta esto, y tú la estabas llevando de vuelta a Toronto, donde era miserable, ― dijo ella con sequedad. ―Ella no lo sabía. No le había dicho nada todavía. Iba hacerlo después cuando estuviera en la carretera. ― No tenías que decírselo, ― aseguró Mirabeau. ― Ella debió haberlo leído en tu


mente. Anders no se rió ante la sugerencia. Tenía la boca apretada, y dijo, ―Me aseguré de no pensar en ello. No había nada que leer. Sus palabras le dijeron a Drina que él no sabía de las habilidades especiales de Stephanie, o al menos no sabía parte de ellas. Él sabía que podía leer sus pensamientos a pesar de que era viejo y no un nuevo compañero de vida, pero no sabía que no estaban restringidos a los recuerdos superficiales. Lo cual significaba que Lucian lo sabía. Ella vió los ojos de Anders entrecerrados en ella y suspiró cuando se dio cuenta cuando lo supo. Él estaba leyendo sus pensamientos incluso ahora y probablemente los había leído antes, y también los de ella y Mirabeau. ― No importa, ― dijo Drina con cansancio, pasando por delante de él para llegar al armario y recuperar su chaqueta de bombardero. Anders se volvió hacia la puerta. ― Voy a salir y buscarla de nuevo. ― Espéranos, ― dijo Mirabeau, alcanzado la pasar a Drina para agarrar su propio abrigo y el de Tiny. ― Puedes dejarnos a Tiny y a mí en Casey Cottage. Nuestra camioneta todavía está allí. Podemos ayudar en la búsqueda también. Drina había comenzado a encogerse de hombros dentro del bombardero de Stephanie, pero se detuvo y miró a Harper con incertidumbre cuando se dio cuenta de que había supuesto que él estaría dispuesto a buscar a la chica y no se lo había preguntado. ― Lo siento, ¿Te importaría si nosotros... ― No, por supuesto, ― dijo él solemnemente. ―Toma mi abrigo. Suspirando con alivio, ella se pasó su abrigo por encima, agarró sus botas y se trasladó de vuelta al comedor a ponérselas. Teddy estaba colgando el teléfono cuando ella entró. Cuando lo miró interrogante, él negó con la cabeza, y luego se sentó a la mesa y abrió la guía telefónica de nuevo. ― Voy hacer alguna llamadas, ― anunció. ― Haré que los empleados de Tim Hortons y las tiendas de la esquina y cualquier otra que siga aún abierta mantengan un ojo fuera por si la ven, y luego coordinaré un grupo de búsqueda. Repórtate aquí si ves o escuchas algo. Drina asintió con la cabeza y se sentó para ponerse rápidamente sus botas. En el momento en que terminó, Mirabeau, Tiny, y Anders se habían ido, y Harper estaba poniéndose sus botas en la entrada.


― ¿Lista? ― Preguntó él. Asintiendo con la cabeza, Drina lideró el camino hacia el exterior y al coche prestado de Victor. ― ¿Por dónde empezamos? ― Preguntó Harper arrancando el coche. ― ¿La estación de gasolina por la carretera? Drina frunció el ceño y examinó brevemente, pero sacudió la cabeza. ― Anders probablemente regresó a la gasolinera, por lo que no sirve de nada intentarlo allí. ― No lo sé, ― dijo Harper cuando salió a la calzada. ― Stephanie podría estar escondiéndose de Anders porque se la iba a llevar a Toronto, pero no creo que se esconda de ti. Podría venir si nos ve conduciendo alrededor. ― ¿Lo crees así? ― Preguntó Drina, esperando que fuera cierto. ― Definitivamente, ― dijo él solemnemente. Teddy no había bromeado, la estación de servicio estaba a un infierno de distancia fuera de la ciudad. Parecía que tardarían una eternidad en llegar, pero Drina pasó todo el viaje explorando las calles y nada por donde pasaron, cada vez más desesperada por encontrar Stephanie mientas consideraba lo que podría pasarle estando por su cuenta. Drina no estaba preocupada por pervertidos o psicópatas mortales atacando a la chica. Con su aumento de fuerza y velocidad, Stephanie era una prueba mortal, más o menos. En realidad, cualquier mortal tan tonto como para mirar a la pequeña rubia y verla como una víctima, se encontraría con que estaban muy equivocados. Pero si alguien la estaba atacando, y si era Leonius... La idea de lo que le podría suceder a la chica si él ponía sus manos sobre ella le enfermaba. Ellos vieron a Anders en la gasolinera, pero no a Stephanie, por lo que se dispusieron a recorrer los alrededores, explorando los campos y negocios, y luego las casas y patios cuando se acercaron a la ciudad y a un área más urbana. ― ¿Hay algún lugar al que ella iría? ¿Algún lugar que a ella le gustara o... cualquier lugar al que pienses que podría ir? ― Preguntó Harper unas dos horas más tarde. Ellos conducían en círculos ahora, recuperando viejo terreno y sin ver nada excepto a los otros que aún estaban fuera buscando a Stephanie.


Drina empezó a sacudir la cabeza, pero se detuvo y murmuró, ― Beth. ― ¿Beth? ― Harper la miró con el ceño fruncido. ― ¿Beth la de tus días de madame, esa Beth? Drina asintió. ― Estaba pensado en cuando Beth huyó de Jimmy, ella se dirigió directamente al burdel vacío. El último lugar que para ella era seguro y llamaba hogar. ― Casey Cottage, ― dijo Harper a la vez. Él dio la vuelta en la primera esquina, y Drina cerró los ojos y envió una oración en silencio para que la encontraran allí, sana, segura y bien. Sin embargo, parecía que nadie estaba escuchando las oraciones ese día porque después de una búsqueda minuciosa en Casey Cottage y nada había cambiado. ― Supongo que es hora de volver a conducir por los alrededores. Harper frunció el ceño ante el cansancio en la voz de Drina cuando él la acompañó al exterior de la casa y cruzaron la cubierta. Ella sonaba exhausta, y no le sorprendía que lo estuviera. Seguramente no había dormido mucho la noche anterior a la espera de que la farmacia abriera. Pero él sospechaba que la mayor parte del agotamiento era causado por la preocupación. Estaba empezando a perder la esperanza. ― Necesito más gasolina, y la única abierta a esta hora es la de la carretera, ― dijo él, mientras caminaban por el lado del garaje a la calzada. ―Iremos de vuelta allí y comenzaremos otro recorrido. Drina asintió, viéndose terriblemente desanimada. Harper abrió la puerta del coche para ella, pero cuando ella iba a entrar, él atrapó su brazo. ― La encontraremos, Drina. No pararemos hasta hacerlo. Drina se quedó sin aliento en un suspiro, luego se inclinó y lo besó en la mejilla, susurrando, ―Gracias‖. Ella se veía tan serena y fuerte como lo había hecho durante toda la noche, pero había algo en su voz que le dijo que aunque apreciaba su esfuerzo por animarla, no había funcionado realmente. Harper la miró deslizarse en el coche y deseó poder hacer algo para hacerla sentir mejor. Pero probablemente la única cosa por hacer era seguir buscando a Stephanie. ¿Dónde demonios estaba la chica? Se preguntó él mientras cerraba la puerta y caminaba alrededor para ponerse del lado del conductor. Desafortunadamente, él no tenía ni idea.


Se quedaron en silenicio en el camino de regreso a la estación de gasolina, ambos explorando el paisaje en busca de Stephanie. Estaban cerca de la estación cuando Harper dijo, ― Tal vez deberíamos llamar a casa y asegurarnos de si alguien la ha encontrado. Drina lo miró con sorpresa. ― Estoy segura de que habrían llamado si ellos la tuvieran. ― Ah claro, ― murmuró Harper, y sugirió entonces, ― Sin embargo, si ella es la causa de un escándalo por la huida, podrían estar un poco distraídos y olvidaron llamar. ― Eso es posible, ― dijo Drina lentamente, luego se enderezó un poco, y preguntó, ― ¿Puedo usar tu teléfono? Él desvió su mirada de la carretera para mirarla con sorpresa. ― ¿Dónde está el tuyo? ― Lo perdí la noche del incendio, ― admitió ella. Harper hizo una mueca y volvió su mirada a la carretera antes de admitir, ― También lo perdí. Estaba en mi bolsillo trasero. Probablemente se fundió en el desastre al final, ― supuso. ― ¿Ninguno de los dos tenemos un teléfono? ― Preguntó Drina con asombro, y luego sonrió levemente y dijo, ― Entonces no nos pueden llamar. Ella podría estar con Teddy hace horas. Harper la miró, preocupado sobre sus altas esperanzas y que luego estas se rompieran, pero dijo silencioso, ― Podemos llamar desde la estación de gasolina. Sé el número de la casa deTeddy. Drina colgó con un pequeño suspiro, y se detuvo por un minuto, esperando su decepción con facilidad. Harper le había dado el número de Teddy y le sugirió que llamara mientras él cargaba gasolina. Pero Stephanie no volvió a casa, y nadie había informado aún de un avistamiento suyo, ― Ni las chicas de Timmy H‘s, ni del centro comercial de veinticuatro horas Quicky mart, nadie. ― Teddy había sonado tan frustrado como Drina se sentía. ― No hay alegría, ¿eh? Drina miró al delgado dependiente de pelo rubio rojizo que atendía la estación de


gasolina detrás del mostrador. En su tarjeta de identificación se leía Jason. ― ¿No hay alegría? ― No hubo suerte, ― explicó Jason, su manzana de Adan se meneaba con las palabras. ― ¿Nadie la ha visto? ― Oh, no, ― dijo ella con un suspiro, empujando el teléfono de nuevo hacia él. ― Gracias por permitirme usar el teléfono. ― No hay problema, ― dijo él con facilidad, dándose la vuelta para devolverlo a donde pertenecía detrás de la caja de la que estaba a cargo. ― Es lo menos que podía hacer ya que no tienen un teléfono público. Es difícil encontrar uno. Se están volviendo más escasos con la popularidad de los móviles. ― Sí, ― murmuró Drina, bajando la mirada a las barras de chocolate que recubrían la parte frontal del mostrador. Tan molesta como estaba, y su cuerpo estaba hambriento. Harper debía estarlo también. ― Es díficil entender por qué nadie la ha visto. Un coche aparece aquí cada diez minutos con personas preguntando por ella. Teddy debe tener a la mitad de la ciudad buscando, ― dijo Jason, dando marcha atrás. ― Si ella va a pie, alguien debió haberla visto ya. Tal vez pidió que la llevaran. ― ¿Llevaran? ― Preguntó Drina en blanco. ― Ya sabes. ― Él tendió su mano de estación de gasolina curvados en un puño y el pulgar hacia arriba. Cuano ella todavía no comprendía, él añadió, ― Autostop. Debió pedir que la llevaran o algo así. ― Jason sonrió ligeramente cuando su expresión se aclaró. ― Su acento... o eres de por aquí, ¿eh? Drina negó y murmuró, ― España. ― Bien. ― Él asintió con la cabeza. ― Siempre quise ir. Algún día lo haré. ― ¿Hubo otros coches aquí cuando Anders estaba cargando gasolina? ― Preguntó ella de repente. ― Anders, ― dijo Jason sin expresión, y entonces su expresión se aclaró, y dijo, ―Oh, ¿te refieres al chico moreno que perdió a la chica? Drina asintió. ― Bien, sí, un viejo amigo estaba aquí pagando su gasolina y obteniendo comida


barata. Un verdadero lameculos, ― agregó con una mueca de desprecio. ― Él vió a su chico Anders salir y empezar a bombear, y me dijo, ‗Será mejor cerrar la caja y la puerta. Ese negro está aquí probablemente para robarte.‘ ― Jason resopló. ― Viejo racista. Revisé la cinta de seguridad después de que él se fuera y, por supuesto él era el ladrón. Se embolsó por lo menos tres barras de chocolate cuando me di la vuelta para conseguir los billetes de lotería que quería. Drina se calmó. ― ¿Cinta de seguridad? ― Sí. ― Él hizo un gesto hacia un rincón de la tienda. ― Mi jefe las puso el año pasado, dijo que se quedarían con seguro. Drina miró lo que parecía un espejo redondo en una esquina y consideró la dirección en que estaba señalando. ― Ese chico Anders me preguntó por ellas también, pero no hay ninguna fuera, y no se observan las bombas. Sólo el interior, por lo que no se molestó. Pero puedes revisar la cinta de seguridad si quieres. Drina dudó, pero luego decidió que podría estar bien. No habían sido capaces de encontrar a Stephanie conduciendo por los alrededores. Tal vez había algo en la cinta que podría ser útil. ― Sí. Por favor. ― Da la vuelta, ― invitó él, moviéndose hacia el final del mostrador. Drina caminó por el largo mostrador y salió detrás de él cuando Jason se arrodilló para comenzar a escribir en un teclado debajo del mostrador al lado de donde estaba. Había una pantalla muy pequeña de ordenador ahí. ― ¿Qué estás haciendo? ― Preguntó ella, cuando él escribió, tocó el ratón, y escribió de nuevo. ― Estoy sacando el programa y marcando el tiempo que se necesita para que inicie la reproducción, ― explicó él y murmuró, ― Fue tarde por la noche cuando “Dos Hombres y Medio” estaba volviendo a pasar por lo que fue entre las once, y once y media. ― ¿Tarde por la noche cuando, ‖dos Hombres y Medio‖ volvió a pasar? ― Ella le hizo eco confundida. ― Un espectáculo de comedia televisivo. Lo veo en lugar de las noticias, ― explicó


él, señalando un pequeño televisor al otro lado. ― Pierdo el tiempo mientras estoy sentado aquí, haciendo girar los pulgares. ―Oh. ―Ella asintió con la cabeza, y luego miró la puerta cuando Harper entró. Al parecer, él terminó de cargar gasolina. ― ¿Qué está pasando? ― Preguntó él, mientras la puerta se cerraba detrás de él. ― Video de seguridad, ― respondió ella, y él dio la vuelta al mostrador para unírseles. ―Ahí, ― dijo Jason con satisfacción, y una imagen apareció en la pantalla del ordenador de la tienda. Drina tomó nota de la miniatura de Jason agachada en la esquina mirando su pequeño televisor. Su mirada comenzó a cambiar a segundo plano, pero Jason jugueteó con el ratón un poco, y la imagen se aceleró. Cuando un hombre de vientre de cerveza entró en la tienda apareció en la pantalla, él pulsó un botón y la imagen volvió a tiempo normal. ― Ese es el lameculos, ― anunció Jason. ― ¿Lameculos? ― Harper se hizo eco divertido. ― El ladrón racista, ― explicó Drina, pero su atención se había desplazado a un segundo plano. Era cierto que no podía ver las bombas, pero podía ver el estacionamiento en frente de ellos y la señal de salida. ― Mira, te dije que él robó tres barras. Drina miró al hombre empujando algo en su bolsillo, mientras Jason trabajaba en la maquina de lotería, pero luego centró la atención de nuevo a un segundo plano, cuando la nariz de un vehículo apareció a media altura en el borde izquierdo de la pantalla. Era la camioneta, estaba segura, y Jason le dio la razón cuando dijo, ―Esa es la camioneta de Anders, y ahora el lameculos está haciendo su camino hasta la caja y el almacén. Drina asintió con la cabeza, pero siguió mirando sin hacer comentarios. ― Entonces él se quedo aquí en la tienda un poco más como si tuviera miedo de salir, al ver a tu chico Anders diciendo algo de que quería robarme, ― comentó Jason con disgusto. ― Ahí, Anders debe estar dirigiéndose a pagar porque es cuando el tipo se deslizó fuera.


Ellos vieron al anciano salir de la tienda. Tres segundos más tarde. Anders entró y esperó mientras Jason pulsaba y movía las cosas en la caja registradora. ― Tengo problemas con la alarma. Se trata de un nuevo sistema, y tiene una especie de error, ― murmuró Jason en un tono molesto y avergonzado a la vez. ― ¡Alto! ― Gritó Drina de pronto, y Jason se detuvo, y luego se apresuró a coger el ratón y pausar la imagen para ella. ― ¿Qué? ― Preguntó él, mirando a la pantalla con incertidumbre. ― Él acaba de firmar el recibo. ― Retrocede, pero sólo un poco, ― dijo Drina. Él golpeó el ratón, comenzó a retroceder, y Drina dijo, ―Alto, de nuevo. La mano de Jason fue al ratón, y lo pausó una vez más, pero frunció el ceño. ― No veo nada. Harper había visto lo que ella había visto. Él se inclinó tras Drina y señaló el coche en la calle. Había aparecido por la salida de la gasolinera. ― Ella está en el asiento trasero. Jason se acercó y miró. ― Veo una mancha que podría ser una cabeza, pero… ― Es ella, ― aseguró Drina. Había estado observando el coche cuando estuvo a la vista, dirigiéndose a la salida. El asiento de atrás estaba vacío cuando circuló hasta un alto en la calle. Entonces volvió a la carretera y una cabeza apareció. Tenía que ser Stephanie. ― Ella pidió que la llevaran. ― Eso explica por qué no hemos sido capaces de encontrarla caminando por las calles, ― murmuró Harper. ― Deberíamos llamar a Teddy y darle una descripción del vehículo y la matrícula. Él se lo puede transmitir a todos. ― Bien pensado, ― dijo Jason, agarrando su ratón de nuevo. ― Voy hacer la imagen más grande y veré si podemos leerla. ― No es necesario, ya lo tengo, ― aseguró Drina. ― ¿Puedo usar el teléfono de nuevo? ― Bueno, sí, seguro, pero… ― Se quedó en silencio cuando ella se volvió hacia los lados para coger el teléfono del mostrador detrás de ellos. Luego él se inclinó entrecerró los ojos en la pantalla de nuevo. Sacudiendo la cabeza, miró a Harper, y dijo, ― No hay manera de que pueda ver la matrícula, y mucho menos leerla.


― Ella tiene muy buenos ojos, ― dijo Harper solemnemente, mientras Drina marcaba el número de Teddy. ―Hombre, eso no es tener buenos ojos, eso está pegado, es tener ojos súper asustadores de ciencia ficción, ― aseguró Jason, entonces frunció el ceño y dijo, ― Me pareces familiar. ¿Tú eres… ― Se detuvo de repente y se golpeó la frente. ― Tú eres el chico vampiro que alquila la habitación de al lado de mi compañero Owen. Drina miró a Harper con una mueca de dolor y reprimió una leve sonrisa, pero luego Jason volvió a mirarla, y sus ojos se ampliaron más. ―Oh, espera, eso significa que tú eres uno de los polluelos vampiros que se alojan allí. ¿Tú no eres… ― Owen es el hijo del vecino de Elvi, ― explicó Harper, luego respondiendo su pregunta dijo, ― Sí. ― Maldita sea, ― murmuró Jason, sin ni siquiera escatimar un vistazo en Harper. Él entonces agregó con tristeza, ― Debí saberlo. Eres demasiado caliente para ser humana. Drina se limitó a sacudir la cabeza y se volvió de espaldas a él. Ella era un ser humano, y definitivamente no estaba demasiado caliente para ser cualquier cosa. De hecho, ella no se consideraba caliente en absoluto. Era en realidad bastante normal. Pero era inmortal, y para algunos mortales esa era la razón por la cual tendían a encontrarlas atractivas. Beth tenía una teoría al respecto. Desde que ella llamaba mucho más la atención de los mortales, ahora que era inmortal, Beth sospechaba que era otro pequeño truco de los nanos, el que sus cuerpos crearan y liberaran feromonas súper fuertes para atraer a sus presas. Drina no tenía ni idea de si era cierto o no, y le importaba poco. La voz de Teddy sonaba en su oído, y Drina obligó a su mente a la tarea en cuestión. Rápidamente contó lo que habían descubierto, le dio una descripción del vehículo y el número de la matrícula. Él le hizo repetir toda la información, y se comprometió a transmitirla a los demás, luego puso fin rápidamente a la llamada. Ella sospechaba que estaba ansioso por empezar a moverse. Esta era la primera ventaja que habían tenido después de horas de búsqueda frustrante, sin conclusiones. ― Gracias, Jason ― dijo Drina con sinceridad devolviéndole el teléfono. ― Agradecemos tu ayuda.


― No hay problema, ― dijo, pero no pudo evitar darse cuenta de que él la estaba mirando diferente. Anteriormente, había sido amistoso y abierto. Ella había sido capaz de ver que se sentía atraído por ella, pero había sido más natural. Ahora, sin embargo, la miraba como si fuera una criatura exótica que había volado inesperadamente a su lugar de trabajo… una criatura exótica atractivamente sexual. Drina añadió el último pensamiento tomando nota de la forma en que sus ojos se habían dilatado y seguía bajando sobre su cuerpo. ― Bien, ― dijo Harper secamente, tomando el brazo de Drina y atrayéndola de vuelta alrededor del mostrador. ― Mejor nos vamos a ayudar a buscar el coche. Instintivamente Drina hechó un vistazo alrededor, pero Harper la estaba empujando a un lado. Tambaleándose, se agarró de la bomba de gasolina para mantenerse en pie, luego volvió mirar a Harper que se inclinaba hacia adelante hacia el suelo, extendiendo la mano como si fuera un jugador de beisbol tratando de atrapar una bola antes de caer a tierra. Lo único que le faltaba era el guante de beisbol… y la pelota, pensó, cuando vio la botella encendida que atrapó en su palma abierta y el suelo. Harper de inmediato cerró los ojos y brevemente bajó la frente al frío pavimento como agradeciendo, luego levantó la cabeza y tiró de la punta de tela que ardía en la parte superior. Lo aplastó con su palma sobre el suelo para apagarlo, luego comenzó a levantarse, lanzando la botella como si fuera una serpiente venenosa. ― ¿Estás bien? ― Preguntó Drina, corriendo a su lado, con los ojos explorando la dirección en que había venido la botella. Sin embargo, no había nada. El que la había tirado ya no estaba. Harper asintió con la cabeza mientras se enderezaba a su lado. ―Lo siento, te empujé. ― No te disculpes, ― dijo ella a la vez. ―Yo ni siquiera lo vi. ― Lo vi tan pronto como Jason gritó. Era como una pesadilla recurrente, ― dijo secamente. Drina le apretó el brazo con simpatía, y luego miró a su alrededor mientras Jason corría hacia ellos. ―Hombre. Oh hombre, eso fue... ¡Hombre! ― Gritó él, llegando hasta ellos, con sus ojos como agujeros redondos de conmoción y pavor mientras miraba a Harper. ―Hombre, tú... eso fue... como, woooooo. ― Él arrojó su mano al aire en un arco, como emulando la trayectoria de la botella. ―Y tú estabas, waaaaah. ― Con la boca


abierta, él imitaba a Harper lanzándose por la botella, y luego negó con la cabeza, y dijo, ―Hombre, que patada en el culo. ¡Eso fue increíble! Drina se mordió el labio y miró del joven mortal a Harper para verlo un poco avergonzado por la adoración del chico. Aclarándose la garganta para llamar la atención de Jason, le preguntó ― ¿Viste quién la tiró? Jason negó con la cabeza, ―No, lo siento, no. Sólo vi el vuelo del pájaro de fuego hacia vosotros y grité y… ― Su mirada cambió de nuevo a Harper. ―Vaya, hombre. Podrías jugar para los Jays. Nos gustaría patearles el trasero en todos los partidos. ―Sí, bien, aquí, tal vez podrías disponer de esto. ― Harper le entregó la botella de líquido, cuando Jason asintió con la cabeza y se la llevó, tomó su cartera y sacó tres billetes de veinte. A medida que se los entregaba, le dijo, ―Perdón por olvidar pagar. ―Oh, no hay problema, ― dijo Jason a la vez. ―Sabía que no era a propósito. Sólo nos distrajo el vídeo de seguridad. Pero, hey, esto es demasiado, ― agregó, manteniendo dos de los billetes y ofreciendo el otro de regreso. ―Sólo debes cuarenta dólares. ― Quédatelo, ― dijo Harper, instando a Drina hacia el coche. ―Y gracias de nuevo. ―Sí, ¡gracias! Hey, vosotros dos que tengais una buena noche. Y manteneos a salvo, ¿eh? ― Gritó Jason mientras volvía hacia la tienda, y luego Drina le oyó murmurar, ―Hombre, eso era otra cosa. Guau. ― Tienes un admirador, ― dijo ella, mientras subían al coche. Harper hizo una mueca mientras arrancaba el motor, pero dijo, ― Es un buen chico. Un total friki, pero acierta al reconocer a una diosa cuando la ve. ― ¿Una diosa? ― Preguntó Drina en una carcajada. Harper asintió con la cabeza e hizo los cambios para salir de la gasolinera. ― Él estaba seguro de que tú nombre debería ser Afrodita o Venus. ― Correcto, ― resopló ella. ― Pero te mantuvo con tu ropa en su cabeza, ― anunció Harper, añadiendo con ironía, ― Con lo cual mereció mi estimación. Como dije, es un buen chico. ― Y nos salvó de una gran cantidad de dolor, ― agregó Drina, con su voz cada vez


más tenue. ― ¿Dolor? ― Preguntó él secamente. ― Trató de salvar nuestras vidas y la suya también. Si la botella hubiera aterrizado, el maldito lugar probablemente habría explotado. Esas eran bombas de gasolina. Drina asintió y alcanzó a apretar sus piernas. ― Él ayudó, pero tú fuiste la salvación. Buena atrapada, ― agregó en voz baja. ― Esa fue la desesperación, ― dijo Harper en un suspiró mientras salía a la calle. ― Realmente no noté la botella, pero vi las llamas, revoloteando como un paño que nos llegó como un pájaro en llamas y... ― Él negó con la cabeza. ― Fue lo último que vi en el porche antes de que se convertirá en un infierno. En ese momento no sabía lo que era y no fui lo suficientemente rápido como para detenerlo. Esta vez sí lo fui. Como una pesadilla recurrente, ella recordó sus palabras y apretó su pierna de nuevo. Pero entonces frunció el ceño y miró por la ventana, antes de anunciar, ― Tenemos un problema. Dos en realidad. ― ¿Sólo dos? ― Preguntó Harper secamente. Drina esbozó una sonrisa, pero dijo, ― Stephanie no estaba allí. El ataque era para nosotros. Puede que no sea Leonius. ― Excepto que eres de la estatura de Stephanie, tienes puesta su chaqueta, y tienes escondido tu cabello bajo un sombrero por lo que fácilmente podrías ser confundida con ella, ― señaló. Drina miró hacia la chaqueta que llevaba y frunció el ceño al darse cuenta de que tenía razón. Eso hizo que su boca se tensara, y dijo, ― Lo que significa que tenemos un conjunto de problemas diferente. ― Él no parece preocupado por mantenerla con vida para la reproducción ya que la explosión podría haberla matado, ― supuso Harper. Drina asintió con la cabeza. ― ¿Cuál es el otro? ― Preguntó él. ― Stephanie tiene que haber controlado al conductor del coche. Harper quitó su pie del acelerador, permitiendo que el coche fuera lento mientras buscó sus ojos. ― ¿Eso crees?


― ¿Qué harías si alguien de repente aparece en el asiento trasero de tu coche? ― Preguntó ella en voz baja. La cabeza de Harper regresó un poco cuando la comprensión lo golpeó. ― El coche no disminuyó la velocidad, ni se detuvo en la orilla. Se limitó a seguir sin problemas por el camino. ― Él frunció el ceño. ― No sabía que ella ya podía controlar a los mortales. ― Ni yo tampoco, ― dijo Drina en un suspiro. ― Y no debería ser capaz. ― No, ― estuvo de acuerdo él, apartando una mano del volante para cubrir la suya en su pierna. Él se quedó en silencio, meditando eso, y luego dijo, ― Ella pudo hacer que la llevara a donde quisiera. ― Sí, ― estuvo de acuerdo Drina. Él pensó por un minuto, y entonces preguntó, ― ¿Dónde vive su familia? ― Windsor. ― Marguerite le había hablado un poco sobre Stephanie en Nueva York... lo que le había pasado, de donde era su familia, etc. Marguerite parecía sentirse mal por Stephanie, como también lo hizo Drina. Harper asintió con la cabeza y dio una vuelta en U en la carretera vacía, de regresó por donde habían venido. La entrada a la autopista estaba un poco más allá de la gasolinera. ― ¿Quieres llamar a Teddy antes de salir de la zona? ― Preguntó él, mientras se acercaban a la estación de gasolina. Drina negó con la cabeza. ― Llamaremos desde Windsor si la encontramos ahí. ― Son más de dos horas de distancia, ― advirtió él. Drina se mordió el labio pero sacudió la cabeza. ― Anders llamaría a Lucian, y él enviaría a alguien a la zona. Prefiero que Stephanie no se enfrenté con extraños tratando con esto. Harper asintió con la cabeza y le apretó la mano con comprensión. Ellos pasaron la estación de gasolina y tomaron la rampa a la autopista.


16

―Ese es, ― murmuró Harper, frenando y señalando hacia un gran edificio de dos pisos de ladrillo rojo. ―No frenes. No quiero asustarla, si está aquí, ―dijo Drina en voz baja. ―Da la vuelta a la manzana. Encontraremos un lugar para aparcar y caminaremos de regreso. Harper alivió su pie en el acelerador, acelerando un poco para cruzar la carretera. En la esquina, dobló a la derecha, y luego desaceleró en un alto al pasar por la boca de un callejón que corría detrás de las casas. ―¿Qué piensas? ―Preguntó en voz baja. ―Podemos aparcar aquí en la calle y caminar por el callejón. Drina asintió en silencio y se desabrochó el cinturón de seguridad mientras él aparcaba. Su mirada se deslizó por la ventana hacia el aclarado horizonte. Les había llevado mucho más tiempo de las dos horas que imaginado en llegar a Windsor y eran casi las siete a.m. Había habido un accidente en la carretera. Los vehículos de emergencia habían bloqueado la carretera, parando el tráfico por completo, mientras removían a los heridos, a los coches y limpiaban el desorden. En realidad, habían llegado a la ciudad hacía media hora, pero luego habían tenido que encontrar un teléfono público y la guía de teléfonos para buscar a los McGill. Había un puñado en la lista, pero Drina no sabía el nombre del padre de Stephanie, de modo que había tenido que comprobar a casi todos. Al final resultó que el número de la familia de Stephanie no estaba en la lista, pero eventualmente había dado con un McGill que estaba relacionado y Drina había sacado la dirección de la casa de la familia de la mente del hombre gruñón que había contestado a la puerta. Ahora, allí estaban, horas después de lo que se habían propuesto. Drina esperaba por Dios no haber cometido un grave error al no llamar a la casa de Teddy y dejar que Anders llamara a Lucian. Si algo malo ocurría porque había tomado esa decisión, nunca se perdonaría a sí misma, pensó, mientras se bajaba del coche. Se quedaron en silencio mientras caminaban por el oscuro callejón, contando las casas a su paso y mirando hacia el ladrillo rojo de dos pisos. Drina no sabía qué esperar ni qué hacer una vez que llegaran allí. Ahora que estaba en Windsor, empezaba a preguntarse si Stephanie realmente había ido por ese camino. Ella debería haber sabido que pensarían en comprobar allí. Y si realmente había ido allí, ¿debería acercarse a la casa? ¿Acercarse y tocar? ¿Estaba en el interior, incluso ahora, en el seno de su familia?


Ellos desaceleraron cuando vieron la casa por delante. Al menos tres luces del segundo piso estaban brillando en la oscuridad de la madrugada, pero no podía ver el primer piso todavía. El garaje del vecino bloqueaba su punto de vista del patio trasero de los McGill. Apenas habían pasado el garaje en cuestión cuando Harper tomó el brazo de Drina y la hizo detenerse. No era necesario. Ella también había visto la esbelta figura abrazando el árbol en el patio trasero de los McGill, y había estado a punto de detenerse. Drina soltó una lenta respiración y una buena dosis de tensión salió de ella cuando vio la solitaria figura de Stephanie. Parecía como si no se hubiera acercado a la casa, sino que simplemente se quedó en la fría y oscura noche para verla… en nada más que pantalones de correr, una camiseta y un suéter de lana gruesa, notó Drina, viendo lo que la chica llevaba puesto. La niña debía estar congelada, pensó con el ceño fruncido, y luego suspiró y se giró para hacerle a Harper una señal de que esperar allí. Cuando él asintió con la cabeza, se dio media vuelta y caminó en silencio hacia adelante. Drina estaba tal vez seis pies detrás de Stephanie, cuando la chica dijo, ―Tardaste bastante tiempo en llegar aquí. Drina se detuvo, luego hizo una mueca y siguió adelante a un paso más natural. ―¿Por qué te tomó tanto tiempo? ― Preguntó Stephanie cuando Drina se detuvo un poco al lado y detrás de ella. ―Hubo un accidente en la carretera, el tráfico se detuvo durante horas, ―explicó Drina, luego sonrió con ironía, y le preguntó, ―¿Esperabas que averiguaría que vendrías aquí? Stephanie se encogió de hombros. ―¿Dónde más podría ir? ―¿Cuánto tiempo has estado aquí? ―Horas. ― Stephanie apoyó la cabeza contra el árbol con cansancio y suspiró. ―He estado aquí, simplemente mirando la casa. Drina giró su mirada de nuevo a la casa de los McGill. Había luces brillando en la planta baja también, vio, pero toda la actividad estaba en la cocina. Podía ver la sala con toda claridad a través de un par de puertas corredizas de vidrio que conducían fuera hacia una terraza. Las persianas verticales estaban abiertas, revelando una mesa de comedor y una cocina más allá. Había tres niños y un hombre que supuso era el padre de Stephanie en la mesa. Una hembra adulta, sin duda, su madre, y más niños, los más viejos se movían alrededor de la cocina, sirviendo el café y untando tostadas. ―Las persianas estaban cerradas, pero mamá las abrió cuando se levantó. A ella le


gusta ver el amanecer, ― dijo Stephanie en voz baja. Drina se centró en la madre, pero dijo, ―Controlaste al hombre de la gasolinera y le hiciste conducir hasta aquí. ―Sí, ― dijo ella simplemente. ―No me dijiste que ya podías controlar a la gente, ― dijo Drina en voz baja. Stephanie se encogió de hombros. ―No lo sabía bien hasta que lo intenté esta noche. Drina cerró los ojos. Si hacer que un hombre condujera a Windsor durante dos horas era su primer paso en control mental, la niña era aterradoramente diestra. Hacía que se preocupara más por ella. Empujando a un lado ese pensamiento, dijo, ―Me sorprende que te quedaras aquí y no entraras. Stephanie sonrió con amargura. ―Iba a hacerlo. Ese era el plan camino aquí. Yo volvía a casa, y mi mamá ponía sus brazos alrededor de mí y me decía que me amaba y que todo iba a estar bien. Y papá me llamaría su pequeña niña, cosa que yo siempre había odiado, pero que mataría por escuchar ahora. El anhelo en su voz era doloroso de escuchar, y Drina tuvo que tragar un nudo en la garganta. Stephanie era sólo una niña. Ella quería a su familia. No había pedido nada de esto. Aclarándose la garganta, Drina preguntó, ―¿Qué te detuvo? ―Que habría simplemente echado a perder sus vidas, ―dijo Stephanie con un encogimiento de hombros. ―Sé que Lucian hizo algo para que ellos me olvidaran. Habría estropeado eso. ―No te han olvidado, Stephanie, ― dijo Drina con firmeza, saliendo de su abrigo y moviéndose más cerca para que colgara de sus hombros. Los nanos estarían utilizando sangre a un ritmo acelerado preservándola de la congelación con ese clima, y ellos no tenían sangre para dar a la niña. Suspirando, se frotó los brazos brevemente, y agregó, ―Lucian envió a unas personas para poner un velo en sus recuerdos y, probablemente, modificarlos un poco. ―Sé que el uso del velo es algo que les permite no sufrir tanto por la pérdida de Dani y la mía, pero ¿cómo alteran sus recuerdos y por qué? ―Preguntó en voz baja. ―Ellos han hecho que los recuerdos de vuestros rostros sean borrosos, más vagos, para que no te reconocieran si se encontraban accidentalmente. ―¿Accidentalmente? ―Preguntó Stephanie secamente. ―Te refieres a que no me reconocerían si golpeo su puerta. ―No, ―le aseguró Drina. ―Si te acercas a la puerta, llamas y dices: ―mamá, soy yo, Stephanie", el velo se romperá. Ellos recordarían. Pero si llegan a verte en una calle,


o se topan contigo al pasar, y nunca hablais, es probable que no lo hagan. Es por eso que se hace. Para que no reveles accidentalmente que estás viva. ―Así que si me acercara en este momento y llamara a la puerta corredera de cristal, ¿podría hacer que me recuerden? ―Preguntó, mirando a la gente en la casa. ―Sí, ―admitió Drina. ―¿Pero vas a detenerme de hacer eso? Drina vaciló, y luego negó con la cabeza. ―No. Si realmente quieres hacerlo, no voy a detenerte. Stephanie se giró bruscamente para mirarla, sus ojos muy abiertos por la sorpresa. ―Quieres decirlo. Drina se encogió de hombros. ―¿Por qué pararte ahora? Si estás decidida a hacerlo, simplemente volverás y lo harás más tarde. ―Cierto. ― Stephanie frunció el ceño y miró de nuevo a la casa. ―Sin embargo, tratar de tener cualquier tipo de contacto con ellos sería súper egoísta, ¿no? ― Dijo Stephanie sombríamente. ―Ellos tendrían que ser puestos bajo protección para ser mantenidos a salvo de Leonius en caso de que él se enterara de ellos. Mis hermanos y hermanas perderían a todos sus amigos, y mis padres perderían sus puestos de trabajo y amigos, y todos perderían a nuestros tíos y tías y primos. No más días de campo familiares, o viajes al norte. Sus vidas se verían afectadas y destruidas al igual que la mía. Y sería mi culpa. Drina echó vistazo a la casa. Se veían como una gran familia, ocupada, pero feliz, como millones de otras familias en el mundo, charlando y sonriendo durante el desayuno. Ella no podía culpar a Stephanie de querer quedarse y ser parte de eso. Pero incluso estando allí estaba poniendo en peligro su normalidad. Stephanie y Dani habían sido secuestradas al norte, a seis o siete horas de Windsor. Lucian no pensaba que Leonius supiera donde vivía la familia de Stephanie y Dani. Pero incluso si había buscado esa información, no había aparecido para molestarlos, probablemente porque sabía que su familia creía que las dos mujeres estaban muertas y no sabían nada. Pero su venida aquí podría cambiar las cosas si él se enteraba de ello. Si es que no lo sabe ya, pensó Drina, de pronto preocupada de que ella y Harper pudieran haber llevado al hombre hasta allí desde la estación de gasolina. Ella había estado tan distraída preocupada por Stephanie, que no había considerado esa posibilidad. ―Tenemos que irnos, ― dijo Stephanie de pronto, la preocupación ahora estaba en su voz también, y Drina supo que había arrancado sus pensamientos de su mente.


Puso su brazo alrededor de los hombros de la muchacha y la giró para caminar de vuelta hacia Harper, diciendo, ―No te preocupes. Vamos a llamar a Lucian antes de salir de la ciudad y hacer que mande a un par de hombres más. Van a vigilar en busca de problemas y tendrán a tu familia fuera de aquí si hay algún signo de Leonius. ―¿Y qué si está aquí ahora y hace algo antes de que ellos lleguen? ― Preguntó Stephanie, deteniéndose de pronto. Drina frunció el ceño y miró hacia la casa, desgarrada. ―¿Qué pasa? ― Preguntó Harper, moviéndose para unirse a ellas. ―Puede que Leonius nos haya seguido desde Port Henry, ― señaló Drina con tristeza. Harper negó con la cabeza. ―Estuve vigilando por cualquiera que nos siguiera. No lo estaban. Drina se le quedó mirando fijamente, avergonzada y enfadada consigo misma por no pensar en ello. Se suponía que debía ser la profesional aquí. ―Gracias, ―suspiró. ―Debería haber pensado en vigilar por mí misma. Harper esbozó una sonrisa torcida. ―Te dije que soy bueno con los detalles. ―Sí, pero yo soy la cazadora canalla aquí, ―señaló con molestia, cuando él tomó su mano libre y tiró de ella para instarles a moverse de nuevo. ―Yo debería haber... ―Oye, ―interrumpió, apretando sus dedos suavemente. ―Estabas preocupada por Stephanie. ―Como tú, ―señaló secamente, mientras se acercaban al final del callejón. ―Sí, pero no has dormido en más de cuarenta y ocho horas. Yo sí,― respondió él. ―¿Ha pasado tanto tiempo? ―Preguntó Drina con el ceño fruncido. ―Me temo que sí, ― dijo Harper. ―En realidad, son cuarenta y siete horas y diez minutos ahora mismo, ― murmuró Stephanie. ―Nos levantamos a las ocho antes de ayer y tú te sentaste en el banquillo durante toda la noche mientras Harper y yo sanábamos del fuego. ―Cierto, ― murmuró Drina con una sacudida de cabeza, y luego se había pasado el día jugando a las cartas, en busca de Stephanie y conduciendo hasta allí en busca de ella. Harper y Stephanie no habían dormido en casi veinticuatro horas. Stephanie podía dormir en el asiento trasero en el camino de vuelta, pero Harper… miró hacia


él y le preguntó, ―¿Estás bien para conducir? ―Creo que sí. Además, no tenemos sangre. Tenemos que volver, ―señaló en voz baja. El recordatorio llevó su mirada a Stephanie, y frunció el ceño cuando se dio cuenta de su palidez. A menos que quisiera encontrar donantes de emergencia, tenían que volver. ―No puedo alimentarme de la gente normal, ― señaló Stephanie con gravedad, cuando llegaron al coche de Harper. ―Y no voy a cortar a alguna pobre persona para alimentarme. Volvamos. Sobreviviré por dos horas. ―Suena como un plan, ― dijo Harper cuando llegaron al coche. Les llevó varios minutos, pero encontraron un teléfono público en una tienda de la esquina. Mientras Stephanie y Harper conseguían comida barata para el viaje a casa, Drina llamaba a Teddy. El jefe de policía se sintió aliviado al oír que habían encontrado a Stephanie y le prometió que su primera llamada, incluso antes de que comenzara a llamar al grupo de búsqueda, sería a Lucian para que enviara a alguien a Windsor para mantener un ojo en los McGill durante un tiempo por si acaso. Entonces le preguntó cuál era su TEM y le aseguró que estaría esperando a ver si regresaban bien. Drina había esperado que Stephanie durmiera durante el viaje a casa, pero no lo hizo. Drina estaba decidida a mantener una animada charla para ayudar a Harper a defenderse de la somnolencia, y Stephanie se unió al esfuerzo. Se hizo un repentino silencio que golpeó el coche cuando pasaban las aguas del Port Henry, señal de algo mucho más notable. Eran las nueve y media cuando llegaron a casa de Teddy. Ambos SUV y un coche de Teddy se encontraban en el camino de entrada. Drina no pudo evitar sonreír cuando Harper aparcó detrás del SUV de Anders, bloqueándolo. ―Genial, ―dijo Stephanie desde el asiento trasero. ―¿Qué? ― Preguntó Harper inocentemente, y Drina rió entre dientes mientras todos salieron del coche. Mirabeau tenía la puerta abierta antes de que llegaran al porche. Miró por encima de ellos con diversión y sacudió la cabeza. ―Todos os veis agotados. Drina sonrió con ironía. ―Probablemente porque lo estamos. Asintiendo, dio un paso al costado para dejarlos entrar, apretando el brazo de Stephanie a su paso.


―Huelo a comida, ―dijo Stephanie, olfateando el aire cuando se detuvo en el vestíbulo. ―Hicimos el desayuno. Debería estar listo en pocos minutos, ―dijo Mirabeau con una sonrisa mientras seguía a Drina y Harper en la casa. ―¿Nosotros? ― Preguntó Stephanie, contemplando a la mujer dubitativamente mientras se sacaba los zapatos grandes que Teddy le había prestado cuando ella había ido con Anders. ―Bueno, lo único que hice fue untar las tostadas con mantequilla, ― admitió Mirabeau con una sonrisa. ―Pero es un comienzo. ―Es más de lo que yo sé hacer, ― dijo Drina secamente mientras se quitaba las botas prestadas. ―Qué suerte, entonces, que yo sea chef. ― Harper dio un beso en su frente cuando llegó junto a ella en el perchero. ―Felicidades a nosotras dos por encontrar compañeros de vida que puede cocinar, ― dijo Mirabeau con regocijo, y luego inclinó la cabeza, y dijo, ―Mmm. Los nanos no podía saber... ― Ella sacudió la cabeza. ―Nah. ―¿Dónde está Anders? ― Preguntó Drina mientras tomaba el abrigo de Stephanie y lo colgaba en el armario. ―Aquí. Se dio la vuelta para verlo de pie en la puerta de entrada al comedor, y deslizó su brazo protectoramente alrededor de Stephanie cuando Harper deslizó su brazo alrededor de ella. ―Relajaos, ―dijo Anders secamente. ―Comamos y durmamos, luego hablaremos. Drina oyó el suspiro de alivio de Stephanie y le apretó los hombros, pero sus ojos fueron hacia Mirabeau preguntando. ―Dijo que iba a llevarse a Stephanie a Toronto, tan pronto como regresarais, ― dijo Mirabeau sombríamente. ―Pero Teddy elevó la voz y dijo que sospechaba que Anders tendría un motín si lo intentaba. Pero que de todos modos no importaba, porque si Anders trataba de conducir fuera de aquí, cuando no había dormido en más de veinticuatro horas, Teddy tendría que arrestarlo por conducción peligrosa y ―como él lo puso― pondría en la cárcel su culo inmortal durante veinticuatro horas. Drina sonrió, pensando que realmente le gustaba el jefe de policía de Port Henry. ―Entonces, ― dijo Mirabeau con una sonrisa, ―Anders dio marcha atrás y acordó esperar hasta que todos hayamos comido y dormido antes de regresar a Toronto.


Drina sintió la tensión en Stephanie y apretó sus hombros mientras le aseguraba, ―No vas a volver sola. Voy a vencer la mierda en Anders si tengo que hacerlo, pero voy contigo. ―¿Puedes vencer la mierda en él? ― Preguntó Stephanie dubitativa. ― Oye, ella solía ser gladiador, ― dijo Harper alentador a la niña. ―Además, yo la ayudaría a vencer la mierda fuera de él. Sin embargo, no será necesario. Llamaré a mi oficina después de haber comido y organizaré que mi helicóptero nos recoja esta noche después de haber dormido. De esta manera, Anders no podrá negarse. De hecho, tendrá suerte si le dejamos venir con nosotros. ―Gracias, ―dijo Stephanie con voz ronca, pero su expresión era preocupada cuando salió de debajo del brazo de Drina y se dirigió hacia el comedor. ―Ella está preocupada sobre pasar a ser un peligro y ser sofocada, ― murmuró Harper, mirando a Stephanie alejándose. ―Todos estamos preocupados por eso, ― dijo Mirabeau con un suspiro, y luego sacudió la cabeza con la frustración. ―No es justo. Es una buena chica. Tiene que haber algo que podamos hacer para ayudarla. Drina se apoyó contra Harper, su mirada deslizándose a través de la puerta del comedor y la cocina de más allá, donde Stephanie tomaba una bolsa de sangre del refrigerador en la cocina y pedía a Tiny ayuda en algo. ―He estado pensando en eso. ―También yo, ―admitió Mirabeau. ―Tenemos que encontrar viejos desdentados y ver si alguno de ellos tuvo que lidiar con esto y cómo lo hizo.― Hizo una pausa para fruncir el ceño, y luego añadió, ―Pero eso puede tardar un rato, y no sé por cuánto tiempo puede Stef manejar ser bombardeada con pensamientos y energía. Drina asintió. Había pensado la misma cosa y el mismo problema. ―Tenemos un poco de tiempo antes de irnos. Vamos a seguir pensando, y tengamos una lluvia de ideas después de comer. ―Buena idea, ―dijo Mirabeau. ―Hablando de comer, ― murmuró Harper. ―La sola visión de la bolsa de sangre perforada por la pajita de Stephanie está poniendo mis colmillos doloridos. Necesito sangre. ―Yo también, ―admitió Drina con un suspiro, permitiéndole urgirla fuera de la entrada. Harper colgó el teléfono de Teddy con un suspiro y se levantó para estirarse delante de la mesa en el comedor. Había estado haciendo llamadas durante la última hora,


mientras Tiny y las mujeres tiraban una lluvia de ideas en la sala de estar sobre la manera de ayudar a Stephanie. Sabía que Drina había incluido a la chica en un esfuerzo por tranquilizarla y darle un sentido de esperanza, pero cuando entró en la habitación, se encontró con Stephanie acurrucada dormida en el sofá mientras los otros se congregaban en las sillas en el otro extremo de la sala de estar, hablando en voz baja. ―¿Hubo suerte? ― Preguntó en voz baja mientras se acomodaba en el brazo del sillón reclinable de Drina y frotaba su espalda. ―Tuvimos un par de buenas ideas, creo, ― dijo Drina, inclinando la cabeza para sonreírle torcidamente. ―Pero estamos todos muy cansados… ―Se encogió de hombros, y dijo, ―Estuviste en el teléfono mucho tiempo. ¿Hubo algún problema organizando lo del helicóptero? Harper negó con la cabeza. ―Viene por nosotros a medianoche. Eso nos da…― Él miró hacia su muñeca de forma automática, pero recordando que el reloj había sido otra víctima del fuego, miró a su alrededor por un reloj. Divisó la hora digital en el DVD al lado de la televisión de Teddy. Eran las 10:58. ―Trece horas para dormir, tomar turnos en la ducha, y prepararnos. También deberíamos ser capaces de tener otra sesión de lluvia de ideas antes de que llegue. ―Bien pensado, ―gruñó Tiny, cogiendo la mano de Mirabeau y parándose. ―Estaremos más lúcidos luego. ―Sí. ―Mirabeau suspiró, deslizando su brazo alrededor de Tiny, y luego mirando a Drina y Harper con una mueca. ―¿Estareis bien en los sillones? Me siento mal al tomar la cama. ―No,― dijo Drina, una sonrisa irónica curvando sus labios. ―Estoy tan agotada que podría dormir en una cama de clavos. ―Estaremos bien, ― aseguró Harper. Teddy había decidido los arreglos para dormir; Tiny y Mirabeau tomaban el cuarto de huéspedes, Stephanie, Drina, y él la sala de estar, y Anders compartiría la cama con Teddy. O, posiblemente, lo despacharía al suelo en la habitación de Teddy, pensó Harper con regocijo al recordar la expresión de Anders cuando Teddy había hecho el anuncio. Él no se había visto terriblemente contento, pero era la casa de Teddy, por lo que eran sus reglas. Nadie se dejó engañar. El jefe de policía había hecho a Anders compartir su habitación para poder mantener un ojo en él y garantizar que no trataba de escapar con Stephanie, mientras el resto de la casa dormía. Drina y Harper durmiendo en la sala de estar con Stephanie era la segunda salvaguarda contra eso, así como contra la posibilidad de otro ataque por parte de Leonius.


Harper esperaba sinceramente que no hubiera otro ataque. Estaba agotado. Todos ellos lo estaban. Si tan sólo pudieran pasar a través de las trece horas siguientes, sin Leonius intentando algo, conseguirían sacar a Stephanie lejos de allí y de dicho riesgo. Entonces sólo tendrían que preocuparse por ayudarla a manejar sus nuevos dones y convencer a Lucian de que le diera tiempo para hacerlo. ―Bueno, buenas noches entonces, ― murmuró Mirabeau mientras Tiny la dirigía hacia la puerta y la instaba fuera de la habitación. ―Buenas noches, ―cuchichearon Drina y Harper. Él los observó dejar la habitación, luego se inclinó para presionar sus labios en la frente de Drina. Al menos esa fue la intención, pero ella levantó la cabeza para decir algo mientras él lo hacía y sus labios se posaron en su boca. Exhausto como estaba, su cuerpo respondió de inmediato con el contacto, y Harper se encontró metiendo su lengua con avidez en su boca para saborear la pasión que estallaba a la vida entre ellos. Cuando ella gimió y arqueó la espalda, en respuesta, empujando sus pechos hacia arriba, no pudo resistirse a llegar a ellos. Ambos se quejaron por la emoción que rebotó entre ellos cuando él palmeó sus pechos, pero Harper se obligó a ponerla en libertad y romper el beso. ―Cristo, ―susurró, apoyando su frente contra la de ella. ―Estoy tan cansado que no puedo ver bien, y aún así quiero rasgar tu ropa y hundirme en ti. Drina dio un pequeño suspiro, y luego miró hacia atrás a Stephanie. Su sonrisa era irónica, cuando se giró de nuevo, su voz apenas un suspiro cuando dijo, ―Dormir. Él asintió y comenzó a levantarse, pero ella le cogió la mano y dijo, ―Gracias. ―¿Por qué? ―Preguntó con sorpresa. ―Por venir con nosotros a Toronto. Cuando me preguntaste en la casa si me quedaría aquí si Lucian decidía reemplazarme, quería decir que sí, pero Stephanie... ―Lo sé,― le aseguró Harper en voz baja. ―Me tomó un minuto razonarlo, pero somos compañeros de vida. Estaremos juntos. Sólo tenemos que resolver los pormenores de dónde y demás. Ella sonrió y él le acarició la mejilla suavemente, luego se empujó con cansancio a sus pies. Drina deslizó su sillón a una posición reclinada mientras él se dirigía al suyo. Se acostó en el segundo sillón, desplazándolo a la posición de descanso, y luego alcanzó, a través de la mesa entre ellos, su mano. Ella le sonrió con suavidad y le apretó los dedos, y los dos se quedaron dormidos. Fue algo frío y duro presionando contra su frente lo que lo despertó poco después.


Harper frunció el ceño y parpadeó sus ojos abiertos. Tenía la cabeza vuelta hacia un lado, y lo primero que vio fue a Drina en el sillón de al lado, con los ojos abiertos y estrechando su concentración en algo más allá que él. Doblando el cuello hacia un lado, se giró poco a poco para ver lo que estaba en su frente y se quedó inmóvil cuando vio a la mujer de pie sobre él, apuntando con un arma a su cabeza.


17 Harper se quedó mirando fijamente a la mujer mortal, delgada, con cabello corto y oscuro, la cara demacrada, enfadada. Ella estaba temblando, sin duda tratando de luchar contra el control que Drina había tomado de ella. ― ¿Sue? ―Dijo finalmente, su voz tan en blanco como sus pensamientos mientras miraba fijamente a Susan Harper. No había visto a la mujer desde la muerte de Jenny, y su cerebro estaba teniendo un poco de dificultad para aceptar que la hermana de Jenny estaba aquí en absoluto, y mucho menos un arma apuntando hacia él. ―Por qué no puedo apretar el gatillo, ―gruñó, sonaba furiosa. ―Estoy tratando de hacerlo, pero mi dedo no se mueve. Harper miró a Drina. ―Me desperté cuando entró en la habitación, ―dijo Drina en voz baja. ―Al principio, estaba medio dormida y pensé que debía ser Leonius, pero luego me di cuenta de que era una mujer y mortal y que no iba a por Stephanie sino a por ti. Esperé para ver lo que estaba haciendo, pero cuando apuntó el arma hacia ti... Harper asintió con la cabeza, no necesitó que le dijera que había tomado el control de la mujer lo suficiente como para evitar que dañara a alguien, pero dejándola libre para pensar y hablar. Él desvió la mirada de nuevo hacia Sue; sus ojos se deslizaron desde su rostro a la pistola y hacia atrás, antes de que le preguntará con desconcierto, ― ¿Por qué? ―Porque mataste a Jenny, ―dijo con amargura. Harper se dejó caer en su silla, su vieja amiga la culpabilidad se deslizó a través de él como un fantasma... El fantasma de Jenny. Si hubiera tenido el control de Sue en ese momento, su control habría resbalado, y sin duda, tendría un agujero en la cabeza. Afortunadamente, Drina no resbaló con esa noticia, y después de tomar un momento para reunirse a sí mismo, se aclaró la garganta, y dijo en voz baja, ―Nunca quise que esto sucediera, Susan. Debes saber eso. Quería pasar mi vida con Jenny. Ella era mi compañera de vida. Preferiría matarme yo que a mi compañera de vida. ―Ella no era tu compañera de vida, ― replicó Susan con disgusto. ―A Jenny ni siquiera le gustabas. Ella sólo se puso en contacto contigo para que la transformaras. Confió en todas tus promesas de ser joven, hermosa y saludable para siempre... pero la mataste. Harper se estremeció cuando aquellas palabras lo azotaron. No sabía que le dolía más: la sugerencia de que Jenny sólo había estado utilizándolo o el recordatorio de que ella había muerto por su culpa. Susan estaba diciéndole que a ella ni siquiera le había gustado, lo que encajaba con lo que había dicho Teddy la noche en la que él y


Drina habían volado de regreso de Toronto en el helicóptero, y supuso que era posible. Solo se habían conocido una semana antes de que ella hubiera accedido a la transformación. Y mientras él era inmortal y la había aceptado como su compañera de vida en el momento en que no la podía leerla, ella era mortal. Los mortales no entendían la importancia de ser un compañero de vida, automáticamente ella no reconoció el regalo. Pudo haber ido con él solo para dejarle transformarla. Pero estaba seguro de que tarde o temprano habría reconocido que él era el único con quien ella podría encontrar la paz y la pasión. Harper frunció el ceño al recordar que no había experimentado esa pasión con Jenny. Él había estado dejándolo al hecho de que ella lo había mantenido a distancia, y todavía creía eso. Si le hubiera permitido besarla, ambos se habrían visto desbordados por la misma pasión, estaba seguro. Tal como él y Drina estaban acosados constantemente por ella. Por último, dijo solemnemente, ―Ella era mi compañera de vida, Susan. No podía leerla. Susan soltó un bufido. ―Jenny pensó que era debido al tumor cerebral. Harper se quedó inmóvil, su corazón pareció detenerse en su pecho con esas palabras. Fue Drina quién gruñó, ― ¿Tumor cerebral? Con los ojos fijos en Harper, Susan lanzó una risa desagradable que sugería que estaba disfrutando de su conmoción y consternación. ―Ella estaba teniendo dolores de cabeza, y su visión se volvía borrosa de vez en cuando. También tenía problemas para concentrarse, y estaba sufriendo pérdidas de memoria. Resultó que tenía un tumor. Habían comenzado la quimioterapia para tratar de reducir su tamaño antes de operar, pero entonces Jenny le conoció y decidió que no necesitaba más el tratamiento. Acababa de decidir que la transformara y vivir para siempre. ―¿Harper? ― Dijo Drina, en voz baja. ―Un tumor cerebral podo impedir su lectura. ―Ella era mi compañera de vida, Dree, ―dijo en voz baja. ―Yo estaba comiendo. Mi apetito se había despertado. ―Siempre podemos comer,― indicó ella con cuidado. ―Solamente estamos cansados de ello y lo dejamos porque es una molestia, no porque no podamos. ― Se detuvo un momento para que se dieran cuenta, y luego preguntó, ― ¿El sabor de la comida era tan bueno entonces, como lo es ahora? Harper automáticamente abrió la boca para decir que sí, pero se contuvo, y pensado en ello. En verdad, se dio cuenta, no fue así. Había estado bien, algunos de ellos incluso sabrosos, pero sólo había comido cuando los otros lo hacían, y no se habían encontrado llenándose hasta que su estómago dolía, o constantemente deseándolo como lo hacía ahora. ― ¿Y no teníais sueños compartidos? ― Señaló en voz baja Harper asintió en silencio, pensando que no era sólo la falta de sueños compartidos,


sino la falta de pasión. Había estado ansioso por experimentar con Jenny, pero no bastante impaciente para tratar de cambiar su mente cuando ella insistió en esperar hasta después del cambio. Harper acababa de dejarlo ir, pensando que todo iba a estar bien después de que él la transformara. Desde luego, no había estado obsesionado con ella como lo había estado desde que Drina había llegado aquí a Port Henry, su mente constantemente la desnudaba y le hacía cosas con ella que lo dejaban semi-erecto cuando ni siquiera estaban en la misma condenada habitación. Para el momento en que Harper había besado efectivamente a Drina fuera de ese restaurante en Toronto, él ya se había desnudado y hecho el amor con ella en su mente cientos de veces. Durante su expedición de compras, él había fantaseado con ella con cada par de bonitas bragas y sujetadores que se había comprado, y el vestido negro había sido lo mejor. Harper había asegurado que se trataba de los apetitos que Jenny había despertado, que estaban dándose a conocer de nuevo ahora que algo de su depresión estaba disminuyendo, pero esas malditas botas le había mantenido bajo una ducha de agua fría durante casi una hora cuando se había preparado para su viaje a la ciudad, y no se había aliviado en ningún momento en Toronto. Cuando ella había hablado de Egipto, él se la había imaginado vestida como Cleopatra y mentalmente la despojó de su ropa y la puso sobre una cama de almohadas para hundir su cuerpo en el de ella. Cuando le había hablado sobre su época como gladiador, su fantasía había cambiado a su violación en medio de una arena con las muchedumbres alentándolo. Hacía lo mismo con cada revelación de su vida. En su mente, Harper había hecho el amor con Drina como una concubina, una duquesa, una pirata, y una señora todo incluso antes de que la hubiera tocado. Pero incluso eso no lo había preparado para lo que sucedió cuando él finalmente la había besado allí fuera del restaurante. La pasión que había estallado sobre él había sido abrumadora, y él estaba bastante seguro de que si el camarero no hubiera aparecido, le hubiera hecho el amor allí mismo, contra la pared. Harper no había experimentado nada parecido con Jenny. No la había imaginado desnuda o vestida, ni nada. Había pensado en todo lo feliz que sería una vez que ella hubiera cambiado, y fueran capaces de disfrutar del placer compartido y la paz que un compañero de vida ofrece. ―Harper, ― dijo Drina en voz baja. ―No era mi compañera de vida, ―reconoció en voz baja. Cuando ella liberó un pequeño suspiro, él la miró con curiosidad, sorprendido de notar que se veía aliviada, feliz incluso. Harper se tomó un momento para preguntarse si había tenido celos de Jenny, pero no tenía que pensar mucho. Él todavía podía recordar su rabia ante la idea de ella bajando a dar al portero ―la noche de su vida.‖ Él no había reaccionado mucho mejor ante la idea de que


Margarite le encontrara a otro compañero de vida. De todos modos sonrió torcidamente, y preguntó ― ¿Estabas celosa de Jenny? ―Por supuesto, ― dijo ella con sencillez, sin apartar los ojos o la concentración de Susan. ―Yo no comparto bien, incluso con los fantasmas. Harper sonrió ligeramente y extendió la mano para apretar su mano. Sabía que no estaba bien por su parte, pero en realidad le gustaba que ella hubiera estado celosa. Drina miró en su dirección el tiempo suficiente como para notar su expresión y frunció la nariz ante él. ―Pero ahora ya no es necesario estar celosa de la egoísta mortal tampoco. ―No llames egoísta a Jenny, ―replicó Susan, la ira reemplazando su alegría de hace un momento. ― ¿Por qué no? ― Preguntó Drina fríamente, con su concentración total en la mujer una vez más. ―Es lo que era. No le importaba en absoluto Harper. Ella lo estaba usando. Y le robó una conversión por sus propios propósitos egoístas. ―Ella no era egoísta; quería vivir, ― gritó Susan. ―Y no robó nada, él la transformó de buen grado. ¡Y mira dónde la llevó de todos modos! ―Estaba furiosa, casi echando espuma por la boca mientras escupía las palabras. ―Esa transformación maravillosa la mató. Él la mató. ―Se quitó la vida, ―dijo Drina con gravedad. ―Su corazón, todo su cuerpo había sido debilitado por la quimioterapia. Si le hubiera hablado sobre el cáncer, Harper nunca la habría convertido hasta que ella hubiera tenido la oportunidad de sanar y aumentar las fuerzas. Se suicidó por mantenerlo en secreto. Pero entonces ella no podía decírselo, ¿verdad? ―Añadió Drina secamente. ―Él se habría dado cuenta de que no podía ser su compañera de vida entonces. Habría sido más cauteloso y tenía a los otros para intentar leerla. ―Ella quería vivir, ― gritó Susan. ―Y, al hacerlo, no le importaba que estuviera condenando a Harper a una muerte en vida, sin ninguna posibilidad de convertir a su verdadera compañera de vida, cuando la encontrara, ― dijo el Drina pesadamente. ―Oh, está bien, ¡él está realmente sufriendo! ― Susan soltó una risa amarga, y luego su expresión se ensombreció y volvió la mirada hacia Harper. ―Realmente parecía importarle cuando Jenny murió. Pensé que estaba sufriendo como yo, así que traté de no culparlo. ―Su mirada se dirigió a Drina, y sus labios se torcieron con amargura. ―Pero entonces esta zorra se presentó, y Jenny de repente no significaba nada. No lo podía creer cuando Genie llamó y me dijo lo que vosotros dos estabais follando en el patio del colegio. Estaba segura de que habríais jodido allí mismo en la nieve delante de todo el mundo si Teddy no hubiera llegado y os hubiera detenido. ―Tenía la boca apretada. ―No le creí al principio, así que vendría y vería lo que estaba pasando, pero luego os vi por la ventana trasera mientras caminaba


hacia la casa, los dos yendo a la despensa, como un par de adolescentes calientes, tocándoos entre sí a través de la ropa y... ―Hizo una pausa, torciendo la boca con asco y pena. Harper levantó una ceja. Él sabía de lo que Susan estaba hablando. Ese día Stephanie les había dado diez minutos a solas, mientras se preparaba para su viaje a Londres. Había llevado a Drina hacia la despensa y… ―¿Cómo pudiste olvidar a Jenny tan rápidamente? ― Preguntó Susan lastimeramente. Él se movió incómodo, sin saber cómo responder a eso. Hace apenas unos días se había sentido culpable por dejar ir su dolor por Jenny tan pronto, pero eso fue cuando todavía había pensado en ella como su compañera de vida. Todo eso había cambiado, sin embargo, su mente estaba girando con la confusión entre lo que siempre había pensado, y lo que era cierto. Pero Sue no quería una respuesta de todos modos, y continuó. ―Te odiaba por eso. Jenny murió, y fue por tu culpa, y tú simplemente seguías adelante, follando con esta… esta, esta especie de perra en celo. Os seguí cuando os marchasteis unos minutos después. Me arrastré tras vosotros tres todo el camino a Londres y todos estábias riendo y pasando un buen rato desde que entré al centro comercial. Tenías su brazo alrededor de esta hembra murcielago aquí y seguiste besándola y apretándola. ―¿Hembra murciélago? ―Preguntó Drina con incredulidad, y luego sus ojos se estrecharon. ―Eres la persona que manipuló los frenos del coche. Susan levantó la barbilla desafiante. ―Sabía que un accidente no os mataría a ninguno. Sólo quería que sufriéraias. Pero ni siquiera redujisteis la velocidad. La noche siguiente, vosotros dos estabais en el porche, contra las ventanas para que todos os pudieran ver. ―Tú lanzaste el cóctel molotov a la puerta, ― dijo Drina con cansancio, y luego arqueó una ceja. ― ¿Y el de la gasolinera supongo? ―Para entonces lo quería muerto, ―dijo Susan, mirando fijamente a Harper sin tomarse la molestia de echar un vistazo a Drina, aún cuando agregó, ―Y a la vampiresa cachonda de allí también. Jenny estaba muerta por culpa de vosotros dos. ―Hizo una pausa y respiró hondo, la rabia ardía en sus ojos, cuando dijo, ―Yo sabía que el cóctel molotov, probablemente no os mataría cuando lo lancé en el porche. Pero luego, cuando vi el coche en la casa la noche siguiente y me metí a ver lo que estaba pasando y vi su mamada sobre ti en el pasillo superior... Los ojos de Harper se abrieron como platos, incrédulo. Estaba sorprendido de que ella hubiera conseguido entrar en la casa y subir las escaleras, sin que se dieran cuenta. La casa era vieja, las escaleras crujían. Debería haber oído algo. Por supuesto, había estado un poco distraído a la vez, reconoció con una mueca,


pensando que era una buena maldita cosa que Leonius no hubiera estado detrás de esto. El hombre podría haberlos matado la noche anterior y no se habrían dado cuenta de que estaba allí. ―Quería que los dos murierais entonces, ― terminó Susan con voz apagada. ―No debeis vivir y ser felicez cuando Jenny está muerta. Fui a casa y arreglé otra botella. Volvería y le prendería fuego la casa, pero tenía miedo de que salierais y sanarais como lo habíais hecho la última vez, así que esperé. Te oí decir que ibais a la estación de servicio, y supe que era perfecto. Si explotaba... bueno, no podríais sobrevivir a eso. Así que os seguí hasta allí, pero ella se bajó y entró. Casi lo lanzé de todos modos, pero para entonces quería que ella también sufriera. ―Por lo que esperaste hasta que salí, ―dijo Drina, sonando impaciente ahora. ―Sólo que él la atrapó, y huiste. Así que cuando escuchaste que la búsqueda había sido suspendida, viniste aquí para observar la casa, y cuando todo el mundo se fue a la cama, entraste con la intención de volarle los sesos y presumiblemente también los míos. Todo porque tu estúpida y egoísta hermana decidió robar a Harper una conversión y básicamente se suicidó. ―Ella no era estúpida. Y se estaba muriendo, estaba desesperada, ―dijo Susan a la vez. ―Ella no se estaba muriendo, aún, ―dijo fríamente Drina. ―Era un tumor benigno. Ellos estaban tratando de reducir su tamaño y luego hacer planes para eliminarlo, pero ella pensó que sería más divertido ser un vampiro. Joven y bonita para siempre, controlando a cualquier hombre que quisiera y luego se los llevaría para que le dieran lo que quería mediante el control sobre ellos. No te molestes en negarlo, estoy en tu cabeza. Soy capaz de leer sus pensamientos, ― añadió Drina fríamente. ―Eso fue sólo un pensamiento salvaje: no lo habría hecho, ―murmuró Susan. ―La Jenny que yo conocí si lo haría, ―dijo Teddy secamente: haciendo notar su presencia, y Harper miró por encima para verlo en la puerta, con Anders, Tiny, y Mirabeau detrás de él. El jefe de policía se encogió de hombros, y explicó, ―Soy un hombre viejo, no duermo bien, y tengo que levantarme diez veces cada noche para orinar. Estaba en el baño cuando vi a Susan merodeando por el patio hacia la puerta. Desperté a Anders, y vinimos a ver lo que estaba haciendo. Decidimos no interferir, sin embargo, hasta que supiéramos de qué se trataba. Cuando la mirada de Harper cayó sobre Tiny y Mirabeau, fue Mirabeau quien habló. ―No estábamos dormidos, aún, ―dijo ella con un encogimiento de hombros, pero por el color que se deslizó hasta sus mejillas le dio una buena idea de lo que los había estado manteniendo despiertos. Estaba atormentando a su nuevo compañero de vida, pensó con ironía, mientras ella continuaba, ―Hemos escuchado que alguien iba abajo y pensamos que Anders estaba tratando de hacernos una mala


pasada, así que fuimos a investigar. Anders rodó los ojos ante las palabras, pero se cayó y Teddy pasó a la habitación para tomar el arma de la mano de Susan, diciendo, ―Así que no hay ningún Leonius de momento. ―¿Eso significa que no tenemos que ir a Toronto? ― Preguntó Stephanie en voz baja. Había estado aparentemente despierta escuchando lo que estaba pasando también. Harper la observó sentarse en el sofá, y luego se volvió hacia Anders, junto con todos los demás, a la espera de escuchar lo que tenía que decir. ―Bueno, responde a la niña. No hay nada peor que no saber, ― dijo Teddy con gravedad, cuando Anders no respondió de inmediato. Luego se volvió y salió de la habitación. ―No, ―dijo Anders simplemente. Stephanie frunció el ceño, ―No, ¿no tengo que ir? O no, ¿eso no quiere decir que no tengo que ir? ―Lucian la quiere en Toronto, ―contestó Anders. ―Está bien, Stephanie, ― dijo Drina en voz baja, y Harper se dio cuenta de que se había relajado ahora que Anders tenía a Susan por el brazo. Ya no se estaba molestando en controlar a la mujer. ―Estoy segura de que será sólo temporal. Una vez que el lugar de Elvi este arreglado, volveremos. Harper esperaba que ella tuviera razón, pero sabía que haría todo lo que fuera posible para asegurarse de que ese era el caso. Stephanie se había ganado cuatro campeones durante su corta estancia en Port Henry. Cinco si se contaba a Teddy, pensó, mientras el mortal volvió a la habitación con un teléfono inalámbrico pegado a la oreja. ―Sí, te necesito aquí en mi casa. Es necesario tomar en custodia a Susan Harper, ―dijo en el teléfono mientras le entregaba a Anders un par de esposas. ―Te lo explicaré cuando llegues aquí. ―Teddy pulso el botón para finalizar la llamada, y luego levantó una ceja ante Anders. ―¿Qué estás esperando? Espósala. Ella está bajo arresto. ―Teddy, ―dijo Susan con consternación. ―No me puedes detener. Teddy arqueó las cejas mientras miraba a la chica. ―Cuatro cargos de intento de asesinato es un asunto serio, Susan. Ciertamente te estoy deteniendo. ―Pero él mató a Jenny, ―se lamentó. ―Y es un vampiro. Ni siquiera es humano. Es un monstruo. ―La muerte de Jenny fue un accidente, uno que me suena como ella trajo sobre sí misma, ―dijo, y luego agregó con severidad, ―En cuanto a ser un monstruo, Harper nunca quiso que muriera, y no fue su culpa que ella no le hablara sobre el tumor y la quimioterapia. Tú, por otra parte, deliberadamente has cortado los frenos y


puesto bombas incendiarias en la casa de Elvi y al parecer en la gasolinera. Si fuera tú, me gustaría reconsiderar quién es el monstruo aquí. ―No la puedes arrestar, ― dijo Anders en voz baja. ―Qué diablos quieres decir, ― preguntó con asombro Teddy. ―Por supuesto que puedo. La mujer es una amenaza. Tiene que estar encerrada, probablemente en el hospital, pero los tribunales decidirán eso. ―No puedes acusarla de intentar matar a Harper, ―dijo en voz baja Drina. ―Están bien, ―dijo Harper, cuando Teddy abrió la boca para protestar. ― ¿Cómo vas a explicar que no muriera a causa de alguno de los ataques? ¿Y qué pasará cuando comience a gritar sobre los vampiros y que Jenny murió durante el cambio? La mirada inquieta de Teddy se deslizó a Susan. ―Bueno, ¿qué demonios se supone que vamos a hacer con ella, entonces? No podemos dejarla suelta. Ella sólo lo volverá a intentar. Se hizo el silencio durante un minuto, y luego Anders, rápidamente esposó a Susan y la llevó a través de la habitación. ―Puedes encerrarla, pero sospecho que Lucian la quiere en Toronto. ―Teddy, ― gritó Susan, tirando alrededor y mirándole de una manera suplicante. Frunció el ceño, pero suspiró y preguntó ― ¿Qué va a hacer Lucian? Anders se encogió de hombros. ―Depende. ― ¿De qué? ― Preguntó Teddy a la vez. ― ¿Ella tiene familia aquí? ―Ella y Jenny eran todo lo que quedaba. Los abuelos se habían ido en el momento en que estaban fuera de la escuela primaria. La madre murió mientras estaban en la escuela secundaria, y el padre tuvo un ataque al corazón hace un par de años. ― Hizo una pausa y luego añadió, ― Creo que tiene una tía y un par de primos en Londres, pero no estaban tan cerca según lo que yo sé. ―Entonces, probablemente tendrá que limpiar su memoria y reubicarla en el otro extremo de Canadá o en algún lugar en Estados Unidos, ―dijo Mirabeau en voz baja. ―Darle un trabajo a alguien que pueda mantener un ojo sobre ella, un nuevo hogar y trabajo. ―¿Borrarle la memoria? ¿Como ― Preguntó Teddy con el ceño fruncido.

si

no

supiera

quién

es

ella?

―No. ― Fue Drina quien respondió esta vez. ― Ellos limpiarán sus recuerdos de Harper y los vampiros en general, alterarán sus recuerdos de la muerte de Jenny para que crea que murió del tumor solamente, y es probable que pongan en su cabeza que Port Henry está lleno de malos y tristes recuerdos para ella, y que no quiere regresar. ― Su boca se apretó, y añadió, ― Ellos probablemente velarán su


sentido de pérdida sobre Jenny también para que entonces pueda seguir adelante. Teddy gruñó y meneó la cabeza. ―Así que se trata de matar a Harper, casi te mata a ti y a Stephanie junto con él, y se mete en la versión inmortal del Programa Federal de Protección de Testigos. ―Eso es todo, ― dijo Mirabeau con ironía, y se encogió de hombros. ―Ella no está totalmente en sus cabales, Teddy. Jenny era todo lo que tenía. Está de duelo. Drina hizo un sonido impaciente, y Harper apretó sus dedos con suavidad, sabiendo que no estaba muy contenta por ese resultado. No es que Teddy pensara como si que se trataba de un acuerdo justo tampoco. ―Y ella os llama monstruos, ― murmuró Teddy, sacudiendo la cabeza. Se frotó una mano por el pelo gris, luego suspiró y dio un paso hacia la entrada cuando oyó el crujido de neumáticos sobre la nieve. Echando un vistazo a la habitación, hizo un gesto hacia Anders. ―Mi adjunto está aquí. Se la llevará y la encerrará hasta que Lucian pueda enviar a alguien por ella. ―Teddy, ― dijo Susan, con tristeza, cuando Anders la acompañó hasta el hombre, ― por favor, no los deje... ― No quiero escucharte, Susan. Estoy cansado y dolorido. Tú te hiciste esto a ti misma, ― dijo Teddy con severidad. ―Y estás recibiendo un infierno de un buen trato. Si fuera por mí, estarías encerrada por lo que has hecho. Trataste de matar al hombre, causaste dolor sin ningún fin a tres de ellos, maldición incendiaste la casa de Elvi... y podrías haber matado a ese conductor o a alguien más con ese truco de los frenos también. Sólo gracias a su buena suerte no exigen tu cabeza en una bandeja. Sacudiendo la cabeza, Teddy se volvió hacia la puerta para ver a su ayudante junto a la casa, murmurando, ―Pensé que vivía en Mayberry con un maldito montón de Tías Beas y Andies. ¿Quién sabía que Port Henry tenía tantos chiflados homicidas dando vueltas? Creo que es hora de que me retiré, ―añadió con cansancio cuando abrió la puerta. Todos estaban en silencio mientras Teddy se volvió de la mujer a su suplente. En el momento que estuvo fuera de sus manos, Anders sacó su teléfono móvil del bolsillo y empezó a marcar números. Llamando a Lucian Argeneau, supuso Harper. ―Bueno, él se encargará de eso. ―Teddy cerró con llave la puerta de la calle, luego se volvió para pararse en la entrada de la sala de estar para inspeccionar a sus invitados con un suspiro. Hizo una mueca al notar a Anders hablando en voz baja en su teléfono, y luego miró a los demás, y dijo, ―Tengo la esperanza de que esto signifique que ya no estamos en alerta máxima y volveis a pensar que este hombre Leonius se encuentra todavía en los Estados Unidos.


―Eso parece, ― dijo Drina, sonando un poco más alegre de lo que se había sentido ante la perspectiva de la falta de castigo a Susan por lo que había hecho. ―Si es así, ― Teddy se alejó, ―entonces me voy a la cama. Estoy demasiado viejo para esta maldita tontería. ―Que duermas bien, ― murmuró Harper, un sentimiento compartido por los demás. Todos sonrieron con ironía cuando el hombre soltó un bufido ante la misma posibilidad. ―Lo dice en serio, acerca de retirarse, ―dijo Stephanie con tristeza. ―Está muy deprimido por lo que ha sucedido en Port Henry el último par de años. ―Él sólo necesita un poco de sueño, ― aseguró Harper, y esperaba que fuera cierto. A él le gustaba el hombre. Teddy Brunswick hacia todo lo posible por la gente de esta ciudad, mortales e inmortales por igual. Por desgracia, el hombre estaba a punto de jubilarse. A menos que resultará ser el compañero de vida de alguien, se le perdería en un año o así. Harper frunció el ceño al darse cuenta y pensó que tal vez debería sugerir a Drina hablar con su tía Margarite sobre la configuración de esa habilidad especial suya para olfatear compañeras de vida para Teddy. Ella normalmente encontraba compañeros de inmortales, pero podría ser capaz de encontrar una inmortal para él. Sin duda, sería muy útil si Teddy se convertía en uno de ellos. ―Lucian enviará a alguien por la mujer, ― anunció Anders, guardando su teléfono de inmediato. ―Me voy a la cama. ―También nosotros, ―dijo Mirabeau en un suspiro. ―Buenas noches, chicos. Harper murmuró un buenas noches, y luego miró hacia Stephanie y Drina. Las dos mujeres se estaban mirando la una a la otra, Drina miraba a la chica con preocupación, y Stephanie devolvía la mirada, su expresión era un retrato de miseria. ―No quiero ser un sin colmillos, ―dijo de pronto la adolescente. Harper hizo una mueca, adivinando que la niña había leído la preocupación de uno de ellos a pesar de sus mejores esfuerzos para mantener el pensamiento de sus mentes. ―No te dejaremos, ―dijo suavemente Drina. ―Vamos a encontrar una manera de ayudarte. Stephanie asintió, pero no parecía como si le creyera cuando se echó hacia atrás y se volvió para mirar el respaldo del sofá. Cuando Drina suspiró con tristeza y se acomodó en su silla, Harper lanzó un pequeño suspiro también. Quería decirle que todo iba a estar bien, pero todavía no estaba seguro de que su plan funcionaría, por lo que simplemente le dio otro apretón de manos y cerró los ojos para dormir también.


18

― No creo que me gusten los helicópteros. Drina sonrió ante las palabras de Stephanie cuando Harper instó a las dos fuera del ascensor para entrar a su apartamento. En verdad, no habían estado demasiado entusiasmados con el helicóptero esta vez. Era una noche muy ventosa, y el viaje fue un poco accidentado. Pero estaban aquí ahora, sanos y salvos y mucho más rápido de lo que hubiera sido en coche. ― Supongo que puedes llamar a Lucian y avisarle que estamos aquí, Anders, ― dijo Harper cuando él se encogió de hombros, y colgó, su abrigo. ― No es necesario. Esas dos palabras provocaron en todos ponerse en alerta. Frunciendo el ceño, Harper se trasladó al final de la entrada y se asomó a la sala de estar. Drina podía decir por la manera en que sus cejas se elevaron que estaba sorprendido y no necesariamente complacido, encontrando allí a, Lucian Argeneau. Drina reconocería la voz de su tío, en cualquier lugar. ― ¿Cómo has entrado? ― Preguntó Harper en tono molesto. Drina colgó su abrigo, se quitó las botas, y se trasladó a unirse con Harper cuando Lucian contestó, ― Tu portero es mortal. No era gran cosa de respuesta, pero más o menos lo decía todo. Lucian había controlado al hombre para que le dejará entrar, dedujo Drina, observando donde estaba sentado mirándolos relajado y cómodo desde el sofá de Harper. Era una estafa, por supuesto; Lucian no estaba del todo tranquilo. Estaba leyendo a Harper. Ella había apostado su vida en eso, pensó Drina, y luego se puso rígida cuando su mirada cambió de repente hacia ella, y sintió el ondulamiento revelador ya que ahora rebuscaba entre sus pensamientos también. Drina lo fulminó con la mirada, pero no trató de bloquearlo. Cuando su mirada se estrechó y se deslizó desde ella, supo antes de volverse que Stephanie había terminado de quitarse su propio abrigo y había ido a unirse con ellos. Drina dio a la niña una sonrisa tranquilizadora y deslizó su brazo alrededor de ella, y luego miró a Anders cuando se unió con ellos. ― Sí, puedo, ― dijo Stephanie de pronto, y Drina echó un vistazo por su forma de pronunciarlo, luego miró con recelo a su tío. Una ceja se elevó en su duro rostro, pero por lo demás, se veía tan impasible como siempre. Levantándose, caminó hacia ellos, Drina se puso rígida, pero él simplemente pasó junto al armario para recuperar un largo abrigo de cuero. ― Anders, vienes conmigo, ― anunció Lucian cuando él se lo puso.


El hombre inmediatamente se unió a él en el armario, y Drina frunció el ceño. ―¿Eso es todo? ¿Nos has arrastrado todo el camino a Toronto, y ahora vas a marcharte? Lucian se encogió de hombros. ― Entre el intercambio de ideas y los acuerdos que Harper ha hecho, lo tienes todo bajo control. ― Los ojos de Drina se abrieron como platos. No estaba del todo segura que tuviera algo bajo control, y no tenía ni idea de lo que estaba hablando cuando dijo los arreglos que Harper ha hecho. ― Así que volvemos a Port Henry, ― preguntó Harper. ― Después de las reparaciones y renovaciones que se realizarán por su encargo, ― dijo Lucian. Drina miró a Harper con sorpresa, y él explicó, ―Hice algunas llamadas anoche después de arreglar que el helicóptero nos recogiera. ― Quedaos aquí hasta entonces, ― ordenó Lucian. ― Mantened a Stephanie en el interior a menos que podais encontrar una manera de disfrazarla. Drina asintió solemnemente, sabiendo que Leonius era todavía una preocupación. Mientras que el hombre supuestamente estaba en Estados Unidos, eso podría cambiar, y Toronto era una de los lugares que él iba a buscar a la chica. ―Voy a ver qué puedo averiguar a través de los desdentados más viejos, y decirle a Bastien si puede ayudarle de alguna manera en la que pueda con los medicamentos que cree que podrían ser útiles, ― anunció Lucian. Drina miró con preocupación a Stephanie. Esa idea había surgido después de que la niña se había quedado dormida. Fue Tiny quien había sugerido que tal vez había algún tipo de medicamento que podría ayudarla a bloquear los pensamientos de los demás hasta que aprendiera a hacerlo por sí misma. No era la primera opción, sino un último recurso para ayudarle a aferrarse a la cordura hasta que fuera capaz de hacer frente a los pensamientos, la energía, y la electricidad por sí misma. ―Quiero informes periódicos, ― ladró Lucian, llamando la atención sobre Drina otra vez mientras apretaba el botón del ascensor. Luego miró hacia atrás. ―Y quiero la verdad. Ayúdadla si se puede, pero si no puede, tengo que saberlo. Drina asintió de mala gana, y sus ojos se estrecharon sobre ella. ―Este es un arreglo temporal, Alexandrina. Elvi ya la está cuidando y ya perdió a una hija. Ella y Víctor estaban contentos cuando les pregunté si querían estar a cargo de Stephanie, y no voy a quitársela ahora. Ellos toman las decisiones definitivas hasta que sea seguro poner a las hermanas juntas de nuevo. ―No esperó a ver cómo reaccionaba a eso, se dio la vuelta y condujo a Anders hacia el ascensor. ―Tendré entregas de sangre instaladas para vosotros mientras estáis aquí. Drina dejó escapar una lenta respiración, cuando las puertas del ascensor se cerraron, y luego miró a Stephanie y Harper. ―Bueno, eso fue mejor de lo que esperaba.


―Sí, ― dijo Harper secamente. Drina se echó a reír al ver su expresión y miró a Stephanie. ― ¿Cómo estás? Stephanie dio una sonrisa forzada. ―Bien. Cansada sin embargo. No dormí mucho anoche. ―Bueno, hay tres habitaciones en este piso, ― dijo Harper a la vez. ―Todas ellas tienen su propio baño incorporado. Ve a echar un vistazo, y elige cuál prefieres, y toma una siesta, luego vamos a encontrar la manera de disfrazarte para que podamos ver algunas obras de teatro y otras cosas mientras estamos en la ciudad. ― ¿Obras de teatro? ― Stephanie le miró con interés. ―Sí, he oído que hay un buen par en Toronto en estos momentos, ―dijo él con facilidad. ―Y necesitarás un descanso de todo el trabajo que Drina y yo vamos a hacer para enseñarte a tratar de bloquear los pensamientos. Ella asintió con la cabeza y empezó a alejarse, y rápidamente se dio la vuelta y abrazó a Drina, hablando entre dientes, ―Gracias por querer ayudarme, y por mi habitación en casa de Elvi, ― agregó mientras se abrazaba a continuación a Harper. Antes de que ninguno de ellos pudiera responder o incluso abrazar su espalda, ella estaba corriendo al otro lado de la sala lejos hasta el pasillo hacia los dormitorios. ―Su habitación en casa de Elvi, ― preguntó Drina con confusión. Harper sonrió levemente y se volvió para deslizar sus brazos alrededor de ella. ―Cuando llamé para reparar el daño del fuego y el humo en casa de Elvi, también dispuse tener un aislamiento, una pared de ladrillo, y varios tipos de aislamiento acústico y otras cosas para que pudieran servir en la habitación de Stephanie. Espero que ayude a bloquear los pensamientos y darle un lugar tranquilo para alejarse cuando se pone demasiado para ella. ―Oh. ― Drina suspiró y se apoyó en él. ―Eres un hombre inteligente. ―Me gusta pensar que sí, ― dijo a la ligera, frotando las manos por su espalda. ―Estoy pensando que también podríamos hacerlo aquí en cualquiera de las habitaciones que elija. Drina se echó hacia atrás para mirarlo con sorpresa. ―Pero sólo vamos a estar aquí hasta que reparen la casa. Harper se encogió de hombros. ― Me lo puedo permitir. Además, de esa forma ella se sentirá cómoda si podemos traerla de vuelta a visitar Toronto. Elvi y Víctor pueden estar a cargo cuando regresemos, pero podemos ser las figuras de la cariñosa tía y tío quienes la arrastran fuera de la ciudad para ver obras de teatro y de compras de vez en cuando y darles un descanso. Drina asintió solemnemente. ― Vas a ser un buen padre. ―Espero sinceramente que sí, ― murmuró Harper, inclinándose para besar la punta


de su nariz. Luego se enderezó y le preguntó, ― ¿Supongo que eso significa que quieres niños? ―Sí, ― admitió ella. ―¿Tú? ―Definitivamente, ― le aseguró. Deslizando sus manos alrededor de su cintura, Harper la levantó. Cuando Drina instintivamente envolvió sus piernas alrededor de su cintura, empezó a llevarla por el salón hacia el pasillo por el que Stephanie había desaparecido. ―¿Dónde te gustaría criar a esos niños? ―Contigo, ―dijo ella simplemente. Él sonrió y se detuvo en el comienzo de la sala para besarla, pero luego continuó, preguntando, ―Y ¿dónde sería eso? ¿A dónde quieres vivir, Drina? Tu hogar y tu familia se encuentran en España. ―Y tu hogar y tu familia están aquí en Canadá, ―señaló ella. ―En realidad, mi familia de origen se encuentra en Alemania, ―dijo con ironía. ―Pero tienes razón, Elvi, Víctor y los otros se han convertido en mi familia, y ellos están aquí. Al igual que Stephanie. ―¿Tú me consideras familia? Harper hizo una pausa, y Drina miró a su alrededor para ver que estaban a mitad de camino en el pasillo y delante de una puerta abierta. Stephanie estaba en el medio de la habitación, con los ojos muy abiertos sobre ellos. ―Nos gustaría considerarte familia, ¿si eso está bien contigo? ― Dijo Drina solemnemente. ―Oh, ¡sí! ―Sonrió. ―Todos necesitamos familia, y vosotros dos sois bastante geniales. Un poco molestos con vuestra nueva promiscuidad-de-compañeros-de-vida, pero aún así geniales. Las palabras la sorprendieron, y con una carcajada Drina dijo, ―Así que, ¿no te importaría si nos instalamos en Port Henry o en algún lugar cercano y nos quedamos como parte de tu vida? ―Me gustaría eso, ―les aseguró en voz baja. ―También a mí, ―dijo Harper, y miró a Drina. ―¿Estás segura? Tu familia está en


España. ―Eres mi compañero de vida, Harper. Y te quiero. Tú eres mi familia, ― dijo solemnemente. ―También lo es Stephanie. Mi hogar está aquí ahora. Sus ojos se abrieron ampliamente, y él pareció contener la respiración durante un momento, como si saboreara lo que ella había dicho. Esa respiración salió como si le hubieran dado un puñetazo cuando Stephanie dijo, ―¿Y bien? ¿No vas a decirle que la quieres, Harper? Yo sé que lo haces. Sonrió con ironía, y luego se giró hacia la chica diciendo, ―Voy a decírselo. Ahora ve a dormir un poco. Nosotros vamos a dormir también. ―Oh, sí. ―Stephanie giró sus ojos mientras se movía hacia la puerta. ―Apuesto a que vais a dormir un montón. Drina arrugó la nariz. ―Tal vez deberíamos cortarte el pelo. Eso podría ayudar a disimularte. ―¡De ninguna manera! ―Dijo Stephanie al mismo tiempo. ―En realidad, estoy pensando que un look gótico podría ser un cambio genial. Pelo negro, lápiz labial negro, tal vez algunas rayas de color púrpura o rosa, como Mirabeau. Ah, y algunas cadenas y argollas en la nariz. Realmente podría sacudir el look gótico, ―les aseguró con una sonrisa maliciosa mientras cerraba la puerta. Drina gimió mientras Harper comenzaba a moverse de nuevo. ―Ella va a ser un problema. ―Sin duda, ―dijo Harper con diversión. ―Pero puedes manejarlo. ―¿Yo puedo, puedo?―Preguntó con ironía, mientras él la llevaba a su cuarto y pateaba la puerta para cerrarla. ―Dree, cariño, has manejado piratas y prostitutas. Puedes manejar a una pequeña adolescente. Y juntos podremos manejar a una Stephanie y a diez más,― le aseguró él, moviéndose hacia la cama y arrodillándose en el borde para el bajarla sobre ella. ―Nosotros…me gusta eso, ― murmuró mientras su espalda golpeaba la cama y él trepaba por encima de ella. Entonces sus ojos se ampliaron y gritó, ―¿Diez? ―Una a la vez, ― le aseguró Harper, tirando de ella en posición vertical con él para poder quitarle su camiseta. ―Cada cien años más o menos como la ley insiste.


Había quitado su camiseta y sujetador mientras hablaba y entonces la empujó sobre la cama y se movió hacia abajo entre sus tobillos para tironear de sus pantalones y bragas. ―Así que vas a tenerme descalza y embarazada en la cocina cada cien años, ¿verdad? ― Preguntó Drina con diversión, mientras él lanzaba la última de sus ropas a un lado y se apartaba para inspeccionar lo que había revelado. ―Oh, no, ― le aseguró Harper. ―Descalza y embarazada en cualquier habitación menos la cocina. Yo soy el cocinero en esta casa. ―Hmmm. ―Levantó un pie, cogió el dobladillo de su camiseta entre sus dedos y comenzó a levantarla por su pecho. ―No lo sé. Me gustó lo que hicimos en la cocina, la última vez que estuvimos aquí. ―Bueno, estoy dispuesto a hacer excepciones, ― le aseguró Harper, ayudándola a quitarle la camiseta, y luego haciendo una pausa cuando su pie bajó a su regazo y enganchó sus dedos en la cintura de sus pantalones antes de comenzar a tirar de ellos. Ella no podía quitárselos con él sentado, pero disfrutaba de la forma en que crecía bajo sus pies mientras se frotaba contra él en tentativa. ―¿He mencionado que tienes unos pies talentosos? ― Preguntó, su voz un gruñido. Drina sonrió. ―Tengo muchos talentos. ―No lo dudé ni por un minuto, ―le aseguró, capturando su pie y levantándolo a sus labios para darle un beso. Harper puso su pie en el suelo a un lado para estar entre sus tobillos, y luego se apoyó en sus manos y rodillas para trepar hacia adelante. ―¿No vas a sacarte los pantalones? ―Preguntó ella, arqueando una ceja cuando él se colocó encima de ella. Harper la besó hasta que ambos estuvieron sin aliento. Luego rompió el beso y se movió más abajo para acariciar sus pechos, murmurando, ―Si me los quito, querré sumergirme en ti, y estoy decidido a hacerte el amor lentamente esta vez. ―Buena suerte con eso, ―se burló Drina, y luego se quedó sin aliento cuando su boca se cerró sobre uno de sus pezones. Harper arremolinó su lengua a través de la protuberancia mientras succionaba, entonces, lo dejó escapar de su boca y levantó la cabeza para preguntar, ―¿Realmente me amas?


Drina asintió solemnemente. ―Con todo mi corazón, ― le aseguró. Él sonrió, y finalmente dijo. ―Yo también te amo. Drina deslizó sus brazos alrededor de él cuando se presionó para besarla otra vez. Cuando su lengua se hundió en su boca, ella gimió y envolvió sus piernas a su alrededor nuevamente, presionando los talones en su trasero para empujarlo contra ella. Ella desplazó su pelvis al mismo tiempo que se apretaba contra él, su dureza contra su húmedo centro suave. Harper gruñó y rompió el beso. ―La próxima vez iremos lento, ―murmuró, empujando sus pantalones hacia abajo lo suficiente como para liberar su erección. ―La próxima vez, ― estuvo de acuerdo Drina, y entonces abrió la boca y clavó las uñas en su espalda mientras él la llenaba. Tenían una larga vida de próximas-veces por delante y planeaba disfrutar de cada una de ellas.


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