Vampiro, blanco , soltero.

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Prólogo

30 de Enero Querido Sr. Argeneau: Espero que cuando esta carta le llegue, se encuentre bien, y espero que haya pasado unas felices fiestas. Esta es la segunda carta que le envió. La primera se la envié justo antes de las Navidades. Sin duda se perdió con la confusión de las vacaciones. En realidad intenté ponerme en contacto con usted por teléfono; lamentablemente, la información que tenemos aquí para contactar con usted no incluye su número de teléfono, y aparentemente no está en ningún listín de teléfonos. En cuanto a la razón de mi carta, estoy contenta de informarle que la serie de vampiro que usted escribe bajo el nombre de Luke Amirault es bastante popular entre los lectores, mucho más de lo que alguna vez hubiésemos esperado. Hasta tenemos mucho interés en que viaje para una firma de ejemplares. Muchas librerías se han puesto en contacto con nosotros por esa posibilidad, así que pensé que debería de ponerme en contacto con usted y averiguar, para cuando estaría interesado en realizar dicho evento. Por favor póngase en contacto con esta oficina adjuntando su número de teléfono y su respuesta. Espero noticias suyas. Sinceramente, Kate C. Leever Editora Editorial Roundhouse Co., Inc. Nueva York, NY * * * * *

1 de Abril Querida Sra. Leever:

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No. Sinceramente, Lucern Argeneau Toronto, Ontario * * * * *

11 de Abril Querido Sr. Argeneau: Recibí su carta esta mañana, en ella veo que usted no está interesado en realizar un viaje para firmar libros. Siento que debería de subrayarle que hay un fuerte interés para publicar más de sus libros. Su popularidad crece rápidamente. Varias revistas han escrito solicitando una entrevista. No creo que deba de explicarle lo provechosa que sería esta publicidad en la venta de la futura serie. En cuanto a viajar para la firma de ejemplares, no sólo tenemos llamadas telefónicas por una de las librerías, sino de una cadena de librerías sumamente importante que vende ejemplares tanto en Canadá como en los Estados Unidos. Han informado que estaría dispuesta a hacer todos los tramites para que visitara sus tiendas de más grandes. Ellos arreglarían y pagarían todos sus vuelos, reservando los hoteles en cada viaje, suministrándole un coche y conductor para recogerle en el aeropuerto, llevándole al hotel, cada vez que fuera a las firmas de ejemplares. No es ninguna oferta sin importancia, y le recomiendo que lo considere con sumo cuidado. Como el correo de aquí a Toronto aparece que es bastante lento, aunque sus cartas parecen tomar los diez días habituales, envió este giro por correo urgente durante la noche. Apreciaría una respuesta inmediata, y por favor acuérdese de incluir su número de teléfono en esta vez. Sinceramente, Kate C. Leever Editora Editorial Roundhouse Co., Inc. Nuva York, NY * * * * *

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15 de Junio Querida Sra. Leever: No. Sinceramente, Lucern Argeneau Toronto, Ontario * * * * *

26 de Junio Querido Sr. Argeneau: Otra vez usted ha olvidado incluir su número de teléfono. De ser este el caso, le pediría que por favor llame a la oficina inmediatamente y hable con cualquiera, o conmigo, o, si por un casual no estoy disponible en el momento en que haga la llamada, mi ayudante Ashley. Puede llamar a cobro revertido si es necesario, pero realmente me gustaría dirigirme a usted yo misma porque me parece que no comprende lo famoso que se ha convertido, o como el contacto es importante y necesario para con sus lectores. No sé si es consciente de ello, pero tiene numerosos admiradores que aparecen por todas partes en Internet y recibimos toneladas de correo diariamente para usted que serán embaladas y expedidas por separado junto con esta carta. He mencionado las demandas de viaje para que haga firmas de sus libros en las anteriores cartas, bueno pues debería de decirle que aquellas peticiones ahora alcanzan dimensiones espectaculares. Parece que cada librería en el mundo entero les gustaría que los visitara y estoy segura que cuando firmara los ejemplares sería un éxito rotundo. Como posiblemente no pueda ir a cada librería, hemos pensado que una tienda en cada ciudad importante sería lo mejor. También me gustaría que pensara en dar una entrevista o dos, le incluyo las cartas en las que hemos recibido de varias publicaciones que nos las han pedido. Como usted notará, estas demandas vienen de otras publicaciones a parte de las revistas románicas. Su popularidad ha sido general, como es reflejado por el hecho de que varios periódicos y revistas literarias también le solicitan para entrevistarle. Hasta hemos recibido el interés de un par de noticiarios que se emiten por la mañana. Mientras que para estos noticiarios tendría que estar en persona, para el periódico y

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las entrevistas de las revistas no tienen que estar presente; ellos podrían hacerlo mediante una llamada de teléfono o hasta con una conexión en Internet si así lo desea. ¿Sabe algo sobre Internet? Si es así, también me gustaría su dirección de correo electrónico y le animaría a conseguir un MSN o algo similar para que yo pudiera hablarle de ese modo. Varios de mis escritores tienen el messenger, y lo encontramos muy cómodo y mucho más rápido que el correo tradicional. Hay muchas más cosas que me gustaría hablar con usted. Por favor acuérdese de telefonear a esta oficina cuanto antes, reuniéndonos si es necesario. Otra vez, envío esta carta esta noche para que salga mañana en el correo urgente. Sinceramente, Kate C. Leever Editora. Editorial Roundhouse Co., Inc. Nueva York, NY * * * * *

1 de Agosto Querida Señorita Leever: No. Sinceramente, Lucern Argeneau Toronto, Notario

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Capítulo 1

Jueves, 11 de septiembre — Rachel jura que nunca quiere ver otro ataúd mientras viva. Lucern gruñó por el comentario de su madre cuando él y su hermano menor Bastien colocaban el ataúd en el piso del sótano. Sabía todo acerca de la nueva aversión de su futura cuñada; Etienne se lo había explicado todo. Por eso estaba almacenando esa cosa. Etienne estaba dispuesto a sacarlo de la mansión para mantener a su prometida feliz, pero por motivos sentimentales, no podía separarse permanentemente de él. El hombre juró que se le ocurrieron sus mejores ideas estando dentro en la silenciosa oscuridad. Él era un poco excéntrico. Era la única persona en quién Lucern podía pensar que traería un ataúd al ensayo de su propia boda. El ministro se había horrorizado cuando él había descubierto a los tres hermanos transfiriéndolo del pickup de Etienne a la furgoneta de Bastien. — Gracias por sacarlo de aquí, Bastien. —Dijo Lucern cuando se enderezó. Bastien se encogió de hombros. — Tú apenas lo podrías acomodar en tu BMW. Además, —agregó cuando emprendieron el viaje de regreso arriba de las escaleras— prefiero transportarlo antes que almacenarlo. Mi ama de llaves tendría un ataque. Lucern simplemente sonrió. Él ya no tenía una ama de llaves por quién preocuparse, y la compañía de limpieza que había contratado para dejarse caer una vez a la semana sólo trabajaba en el primer piso. La vista del ataúd no era una preocupación. — ¿Todo está listo para la boda? —Preguntó cuando siguió a su madre y a Bastien a la cocina. Apagó las luces del sótano y cerró la puerta detrás de él, pero no se tomó la molestia de encender otras luces. La débil irradiación de la luz nocturna era suficiente para iluminar la cocina y caminar hacia la puerta de la calle. — Sí. Finalmente. —Marguerite Argeneau sonó aliviada.— A pesar de las preocupaciones de la señora Garrett de que la boda era demasiado apresurada y que la familia de Rachel no tendría tiempo de tomar medidas para estar aquí, todos ellos vendrán. — ¿Qué tan grande es la familia? —Lucern sinceramente esperaba que no hubiese tantos Garretts como había habido Hewitts en la boda de Lissianna. La boda de su hermana con Gregory Hewitt había sido una pesadilla. El hombre tenía una familia enorme, la mayoría de la cual parecían ser mujeres solteras que miraban a Lucern, Etienne y Bastien como si fueran el plato principal de una comida en curso. A Lucern le desagradaban las mujeres agresivas. Él había nacido y crecido en un tiempo cuándo los hombres eran los agresores y las mujeres sonreían y contestaban con una sonrisa

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afectada y sabían su lugar. Realmente no se había adaptado a los tiempos y no anhelaba otro desastre como la boda de Lissianna donde había pasado la mayor parte de su tiempo evitando a las invitadas femeninas. Afortunadamente, Marguerite serenó algunos de sus miedos anunciando— Bastante pequeña si se compara con la familia de Greg, y son sobre todo hombres, según la lista de invitado que vi. — A Dios gracias. —Murmuró Bastien, intercambiando una mirada con su hermano. Lucern inclinó la cabeza en acuerdo.— ¿Está nervioso Etienne? — Es bastante sorprendentemente, pero no. —Bastien sonrió torcidamente— Él ya tiene bastante tiempo ayudando a arreglar todo esto. Jura que no puede esperar al día de la boda. Rachel parece hacerlo feliz. —Su expresión cambió a una de perplejidad. Lucern compartió la confusión de su hermano. Él no podía imaginar dejar su libertad por una mujer, tampoco. Deteniéndose a pensar en la puerta de la calle, regresó para encontrar a su madre escarbando en el correo de la mesa de su vestíbulo. — ¡Luc, aquí tienes correo sin abrir de hace semanas! ¿No lo lees ? — ¿Por qué tan asombrada mamá? Él nunca contesta las llamadas, tampoco. Caray, tenemos suerte cuando se molesta en abrir la puerta. Bastien lo dijo con voz risueña, pero Lucern no perdió el intercambio de miradas entre su madre y su hermano. Estaban preocupados por él. Siempre había sido una persona solitaria, pero últimamente había llevado esto hasta el extremo y todo parecía una molestia. Sabían que en su vida crecía peligrosamente el aburrimiento. — ¿Qué es esta caja? — No sé. —Lucern admitió cuando su madre levantó una enorme caja de la mesa y la sacudía como si fuese ligera como una pluma. — Bien, ¿no piensas que podría ser una buena idea averiguarlo? —Preguntó ella con impaciencia. Lucern puso los ojos en blanco. No importa cuán viejo llegara a ser, su madre probablemente interferiría y lo picotearía como una gallina. Era algo a lo que se había resignado hacía mucho tiempo. — Tendré tiempo para hacerlo eventualmente. —Refunfuñó.— Es en su mayor parte correo molesto o personas que quieren algo de mí. — ¿Qué hay acerca de la carta de tu editor? Debe ser importante. No lo enviarían por correo urgente si no lo fuera. El ceño de Lucern se hizo más profundo cuando su madre recogió el sobre FedEx y lo giró con curiosidad en sus manos. — No es importante. Mi editora sólo me acosa. La compañía desea que haga un viaje para firmar libros. — ¿Edwin quiere que tú hagas un viaje para firmar libros? —Marguerite frunció el ceño.— Pensé que le aclaraste desde el principio que no estás interesado en la publicidad.

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— No Edwin. No. —Lucern no estaba sorprendido por que su madre recordara el nombre de su viejo editor; ella tenía una memoria perfecta y él había mencionado a Edwin muchas veces en los diez años que había estado escribiendo para Roundhouse Publishing. Sus primeros trabajos habían sido publicados como textos históricos usados sobre todo en universidades y colegios. Esos libros estaban todavía en uso y se elogiaban por que estaban escritos como si el escritor realmente hubiese sobrevivido a cada período sobre el cual escribió. Que, claro está, Lucern hizo. Sin embargo ese era un conocimiento apenas público. Los últimos tres libros de Lucern, sin embargo, habían sido de naturaleza autobiográficos. La primera parte contaba la historia de cómo se habían conocido su madre y su padre y se habían unido, el segundo cómo había conocido su hermana Lissianna y se había enamorado de su marido, el terapeuta, Gregory, y el último, publicado solamente hace semanas, narraba la historia de su hermano Etienne y Rachel Garrett. Lucern no había pensado escribirlos, sólo los clasificaba como de seguir adelante. Pero una vez que los había escrito, había decidido que deberían ser registros publicados para el futuro. Obtenido el permiso de su familia, los había enviado a Edwin, quien había pensado que eran un brillante trabajo de ficción y los había publicado como tal. No sólo ficción, tampoco, sino que "romance paranormal." Lucern repentinamente se había encontrado como un escritor romántico. La situación entera era algo inquietante para él, así que generalmente hacía lo mejor que podía para no pensar en ello. — Edwin ya no es mi editor. —Explicó— Tuvo un ataque al corazón a finales del año pasado y murió. Su asistente recibió su puesto y su trabajo, y ha estado acosándome desde entonces. —Frunció el ceño otra vez.— La mujer trata de usarme para ponerse a prueba a sí misma. Está resuelta a que debería hacer algunos eventos publicitarios para las novelas. Bastien lo miró como si estuviese a punto de hacer un comentario, pero hizo una pausa y se giró por el sonido de un coche entrando en el camino de acceso. Lucern abrió la puerta, y los dos hombres observaron con diversos grados de sorpresa como un taxi se detenía al lado de la furgoneta de Bastien. — ¿Dirección equivocada? —Preguntó Bastien, sabiendo que su hermano no sobresalía por tener compañía. — Debe ser. —Comentó Lucern. Entrecerró los ojos cuando el conductor salió y abrió la puerta de atrás a una mujer joven. — ¿Quién es esa? —Preguntó Bastien. Sonó aún más asombrado de lo que Lucern se sentía. — No tengo ni idea. —Contestó Lucern. El taxista sacó una maleta pequeña y un saco de noche del maletero del coche. — Creo que es tu editora. —Anunció Marguerite. Tanto Lucern como Bastien se giraron para mirar detenidamente a su madre. Ellos la encontraron leyendo la carta ahora abierta de FedExed.

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— ¿Mi editora? ¿De qué diablos estás hablando? —Lucern caminó para arrancar con fuerza la carta de su mano. No haciendo caso de su grosero comportamiento, la madre de Lucern se movió al lado de Bastien y miró detenidamente con curiosidad hacia fuera. — Como el correo es tan lento, y el interés en tus libros se ha extendido, la señorita Kate C. Leever decidió venir a hablarte en persona. Cosa que, —Marguerite añadió maliciosamente— sabrías si te molestases en leer tu correo. Lucern arrugó la carta en su mano. Básicamente decía todo lo que su madre había expresado. Eso, más el hecho que Kate C. Leever llegaría sobre las 8 p.m en el vuelo de Nueva York. Eran las 8:30. El avión debía haber llegado a tiempo. — Ella es bastante bonita, ¿verdad? —El comentario, junto con la especulación en la voz de su madre cuando habló, bastó para alarmar a Lucern. Marguerite sonó como una madre considerando buscarle una pareja, ya bastante familiar en ella. Ella lo había hecho la primera vez que había visto a Etienne y Rachel juntos, también, y mira cómo había resultado: ¡Etienne enterrado profundamente en las preparaciones de la boda! — Esta considerando una búsqueda de pareja, Bastien. Llévala a casa. Ahora. — Ordenó Lucern. Su hermano se echó a reír, moviéndolo para añadir— después de que haya acabado conmigo, enfocará la atención en encontrarte una esposa. Bastien dejó de reír de inmediato. Agarró el brazo de su madre.— Ven, Mamá. Esto no es asunto nuestro. — Por supuesto que es asunto mío. —Marguerite encogió su codo libre.— Sois mis hijos. Vuestra felicidad y vuestro futuro es muchísimo mi asunto. Bastien trató de discutir.— No entiendo por qué es un asunto ahora. Ambos tenemos más de cuatrocientos años. ¿Por qué, después de todo este tiempo, se te ha metido en tu cabeza vernos casados? Marguerite reflexionó durante un momento.— Bien, desde que tu padre murió, he estado pensando... — Dios querido. —Interrumpió Lucern. Tristemente negó con la cabeza. — ¿Qué dije? —Preguntó su madre. — Es exactamente como Lissianna terminó por trabajar en el refugio y se implicó con Greg. Papá murió, y ella comenzó a pensar. Bastien inclinó la cabeza solemnemente.— Las mujeres no deberían pensar. — ¡Bastien! —Exclamó Marguerite Argeneau. — Bueno, bueno. Tú sabes que bromeo, Mamá. —Él se calmó, tomándola del brazo otra vez. Esta vez la puso fuera de la puerta. — Sin embargo, yo no lo hago. —Lucern habló cuando los vio caminar desde el pórtico a la acera. Su madre recriminó a Bastien todo el camino, y Lucern sonrió abiertamente por la expresión asediada de su hermano. Bastien soportaría un infierno todo el camino a casa, Lucern lo sabía, y casi se compadeció de él. Casi.

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Su risa murió, sin embargo, cuando su mirada se fijó en la rubia que era aparentemente su editora. Su madre hizo una pausa en sus recriminaciones para saludar a la mujer. Lucern casi trató de oír lo que decían, luego decidió no molestarse. Dudó que quisiera oírlo, de todos modos. Él miró a la mujer saludar con la cabeza y reírse con su madre, entonces tomó su equipaje en la mano y hecho a andar por la acera. Los ojos de Lucern se estrecharon. Dios querido, no esperaba quedarse con él, ¿verdad? No había ninguna mención en su carta sobre donde planeaba quedarse. Ella debía planear permanecer en un hotel. Por supuesto no asumiría que la alojaría. La mujer probablemente todavía no había parado en su hotel, se tranquilizó a sí mismo, con su mirada fija viajando sobre su persona. Kate C. Leever estaba sobre la altura de su madre, lo cual la hacía relativamente alta para ser una mujer, quizá 1’53. También era delgada y bien proporcionada, con largo cabello rubio. Parecía bonita desde la distancia que en ese momento los separa. En un traje de calle azul pálido, Kate C. Leever se parecía a un vaso fresco de agua helada. La imagen agradaba en esa tarde de septiembre inoportunamente caliente. La imagen se rompió cuando la mujer arrastró su equipaje hacia el pórtico, hizo una pausa ante él, le ofreció una sonrisa alegre tan brillante que levantó sus labios y chispeó en sus ojos, luego balbuceó.— Hola. Soy Kate Leever. Espero que recibiera mi carta. El correo era tan lento, y usted continuó olvidándose de enviarme su número de teléfono, así que pensé en visitarle personalmente y conversar acerca de todas las posibilidades publicitarias que se abren para nosotros. Sé que no está realmente interesado en aceptar ninguna de ellas, pero estoy segura que una vez que le explique las ventajas lo reconsiderará. Lucern contempló sus amplios labios, sonrientes durante un momento hipnotizado; entonces se sacudió. ¿Reconsiderar? ¿Era eso lo qué quería? Bien, era bastante fácil. Lo reconsideró. Era una tarea rápida.— No. Cerró su puerta. * * * * * Kate contempló el sólido panel de madera donde la cara de Lucern Argeneau había estado y había luchado para no gritar de furia. El hombre era el más difícil, molesto, grosero, desagradable, —golpeó la puerta— ignorante, testarudo... La puerta se abrió, y Kate rápidamente plantó una visiblemente falsa pero ancha — ella debería recibir altas calificaciones por el esfuerzo— sonrisa. La sonrisa casi resbaló cuando lo miró. No había tenido realmente la oportunidad antes. Un segundo antes, había estado demasiado ocupada tratando de recordar el discurso que había hecho y memorizado en el vuelo hasta ahí; ahora no tenía un discurso preparado —no tenía realmente ni una pista de lo que decir— y entonces se encontró realmente mirando a Lucern Argeneau. El hombre era mucho más joven de lo que había esperado. Kate sabía que él había escrito para Edwin durante unos buenos diez años antes de que ella hubiera asumido su trabajo con él, ni siquiera parecía tener más de treinta y dos o

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treinta y tres años. Lo que significaba que había estado escribiendo profesionalmente desde principios de los veinte años. También era enormemente atractivo. Su pelo era tan oscuro como la noche, sus ojos azul plata que casi parecían reflejar la luz del pórtico, sus rasgos agudos y fuertes. Era alto y sorprendentemente musculoso para un hombre con una carrera tan sedentaria. Sus hombros atestiguaban más a un trabajador que a un intelectual. Kate no podía menos que sentirse impresionada. Incluso el ceño sobre su cara no quitaba mérito a su belleza. Sin ningún esfuerzo de su parte, la sonrisa en la cara de Kate ganó algo de calor y dijo:— Soy yo otra vez. No he comido aún, y pensé que quizás se uniría a mí para comer y podríamos intercambiar opiniones — No. Por favor quítese de mi pórtico. —Entonces Lucern Argeneau cerró la puerta una vez más. — Bien, fue más que solamente un "No" —Refunfuñó Kate para sí misma.— Fue incluso una frase entera, realmente. —Algo optimista, se decidió a tomarlo como un progreso. Levantando la mano, golpeó la puerta otra vez. Su sonrisa fue algo maltrecha, pero estaba todavía en su lugar cuando la puerta se abrió por tercera vez. El Sr. Argeneau reapareció, la miró menos complacido por encontrarla todavía allí. Esta vez, no habló, simplemente arqueó una ceja en pregunta. Kate supuso que decir una oración entera sería todo un progreso, él volvió a estar en completo silencio tenía que ser lo opuesto pero determinó no pensar en eso. Tratando de hacer su sonrisa un poco más calurosa, despejó su garganta y dijo:— Si no le gusta comer fuera de casa, quizá podría encargar algo y... — No. —Él comenzó a cerrar la puerta otra vez, pero Kate no había vivido en Nueva York cinco años sin aprender un truco o dos. Ella rápidamente avanzó pegando su pie, logrando no estremecerse cuando la puerta tropezó con él y saltó hacia atrás abriéndola. Antes de que el señor Argeneau pudiera hacer algún comentario sobre su táctica guerrillera, dijo:— Si no le gusta algo encargado, quizá podría tomar algunos comestibles y le cocinaría algo que le guste. —Añadiendo.— Así podríamos discutir sus miedos, y podría aliviarlos. Él se puso rígido de sorpresa por su intervención.— No tengo miedo. —Dijo él. — Ya veo. —Kate permitió que una sana dosis de duda se arrastrase en su voz, más que complacida a inclinarse por la manipulación si era necesario. Entonces esperó, de pie todavía en el lugar, deseando que su desesperación no se notara, ya que sabía que su fachada tranquila comenzaba a resquebrajarse. El hombre frunció sus labios y tomó tiempo en considerarlo. Su expresión hizo sospechar a Kate que la medía para un ataúd, como si considerase matarla y enterrarla en su huerto, para sacarla del pelo. Hizo un intento para no pensar demasiado en esa posibilidad. A pesar de haber trabajado con él durante años como asistente de Edwin,

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y ahora casi un año como su editora, Kate no lo conocía muy bien. En sus momentos menos caritativos, había considerado sólo qué tipo de hombre podría ser. La mayor parte de sus escritores románicos eran mujeres. De hecho, cada escritor bajo su cuidado era mujer. Lucern Argeneau, quién escribía como Luke Amirault, era el único hombre. ¿Qué clase de individuo escribía sobre romances? ¿Y escribía romances de vampiro, si estamos en ello? Había decidido que debía ser alguien optimista... o alguien extraño. Su expresión por el momento le hacía inclinarse hacia extraño. El tipo extraño de asesino en serie. — Usted no tiene ninguna intención de marcharse, ¿verdad? —Preguntó él por fin. Kate consideró la pregunta. Con un firme “No" conseguiría probablemente entrar. ¿Pero era lo que quería? ¿La mataría el hombre? ¿Sería un titular en las noticias del día siguiente si entraba realmente por esa puerta? Cortando tales pensamientos improductivos y atemorizantes, Kate enderezó sus hombros y anunció firmemente:— Sr. Argeneau, volé hasta aquí desde Nueva York. Esto es importante para mí. Estoy determinada a hablar con usted. Soy su editora. — Ella enfatizó la última palabra por si él hubiera omitido la importancia de aquel hecho. Esto por lo general tenía una cierta influencia con los escritores, aunque Argeneau no hubiera mostrado ningún signo de sentirse impresionado hasta ahora. Ella no supo qué más decir después de eso, así que Kate simplemente se quedó esperando una respuesta que nunca llegó. Con un profundo suspiro, Argeneau simplemente se dio media vuelta y se puso en marcha por su oscuro vestíbulo. Kate miró fijamente incierta su retirada Él no había dado un portazo en su cara esta vez. Era un buen signo, ¿verdad? ¿Era una invitación para entrar? Decidiendo que la iba a la tomar como una, Kate levantó su maleta pequeña y su saco de noche y caminó hacia adentro. Era una tarde de finales del verano, más fresca de lo que había estado más temprano por el día, pero todavía calurosa. En contraste, entrar en la casa fue como entrar en un refrigerador. Kate automáticamente cerró la puerta detrás de ella para impedir que el aire fresco escapase, luego hizo una pausa para permitir que sus ojos se adaptaran. El interior de la casa estaba oscuro. Lucern Argeneau no se había molestado en encender ninguna luz. Kate no podía ver nada exceptuando un cuadrado de luz tenue perfilando lo que parecía ser una puerta al final del largo vestíbulo en el cual estaba parada. Ella no estaba segura de qué era esa luz; era demasiado gris y oscura para ser una instalación fija aérea. Kate no estaba segura que si yendo hacia esa luz se encontraría al lado de Lucern Argeneau, pero era el único foco de luz que podía ver, y que estaba realmente segura que estuviese en la dirección que él había tomado alejándose. Dejando sus bolsos en la puerta, Kate comenzó a avanzar con cuidado, dirigiéndose al cuadrado de luz, que repentinamente parecía bastante lejano. Ella no tenía idea si el camino estaba claro o no, —realmente no había mirado alrededor antes de cerrar la puerta— pero esperó que no hubiese ninguna cosa con la que tropezarse

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inesperadamente a lo largo del camino. Si lo hubiese, entonces seguramente lo encontraría. Lucern hizo una pausa en el centro de su cocina y miró detenidamente alrededor con la iluminación de la luz de la noche. No estaba realmente seguro de qué hacer. Él nunca tenía invitados, o al menos no los había tenido durante cien años. ¿Qué hizo con ellos, exactamente? Después de un debate interior, se movió hacia la estufa, agarró la tetera que estaba en el quemador, y la llevó hacia el fregadero para llenarla de agua. Después de colocarla en la estufa y hacer girar el dial para encenderla, encontró una taza, algunas bolsitas de té y una azucarera llena. Él colocó todo fortuitamente en una bandeja. Le ofrecería a Kate C. Leever una taza de té. Una vez que eso estuviera hecho, lo estaría también ella. El hambre le atrajo hacia el refrigerador. La luz se derramó hacia fuera en el cuarto cuando abrió la puerta, le hizo parpadear después de la oscuridad anterior. Una vez que sus ojos se adaptaron, se dobló para recoger una de las dos bolsas de sangre en el estante del medio. Aparte de esas bolsas, no había nada adentro. La caja blanca cavernosa estaba vacía. Lucern no ocupaba mucho la cocinar. Su nevera llevaba bastante tiempo vacía desde que su última ama de llaves murió. Él no perdió el tiempo con un vaso. En cambio, todavía doblado ante la nevera, levantó la bolsa de sangre a su boca y clavó sus colmillos en ella. El fresco elixir de la vida inmediatamente comenzó a entrar a raudales en su sistema, quitándole algo de su irritabilidad. Lucern nunca estaba tan molesto como cuando sus niveles de sangre estaban bajos. — ¿Sr. Argeneau? Él avanzó dando tumbos ante la sorpresa de esa pregunta en la entrada. La acción desgarró la bolsa que sostenía, enviando el fluido carmesí rociando hacia fuera por todas partes en él. Salió a presión en chorritos en un chorro sobre su cara y en su pelo cuando instintivamente se enderezó y se dio un golpe en la cabeza con la parte inferior del compartimiento cerrado del congelador. Maldiciendo, Lucern dejó caer la bolsa arruinada en el estante del refrigerador y agarró su cabeza con una mano, cerrando de un golpe la puerta de la nevera con la otra. Kate Leever se apresuró a ir a su lado. — ¡Oh, Madre mía! ¡Oh! ¡Lo siento tanto! ¡ Oh! —Chilló cuando vio la sangre que cubría su cara y su pelo.— ¡Oh, Dios mío! Se ha cortado la cabeza. ¡ Qué calamidad.! Lucern no había visto una expresión de tal horror en la cara de alguien desde los antiguos buenos días cuando el almuerzo significaba meter los dientes en un agradable y caliente cuello en vez de una bolsa repugnantemente fría. Pareciendo recobrar algo sus sentidos, Kate Leever agarró su brazo y lo tiró hacia la mesa de la cocina.— Debería sentarse. Sangra mucho.

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— Estoy bien. —Refunfuñó cuando ella lo colocó en una silla. Encontró su preocupación bastante molesta. Si era demasiada agradable con él, entonces podría sentir que tendría que serlo con ella. — ¿Dónde está su teléfono? —Ella estaba girando sobre los tacones, escudriñando la cocina buscando el artículo en cuestión. — ¿Por qué quiere un teléfono? —Preguntó él esperanzadoramente. Quizá le dejaría solo ahora, pensó brevemente, pero su respuesta rechazó aquella posibilidad. — Para llamar a una ambulancia. Realmente se hizo daño. Su expresión se hizo más afligida cuando lo miró otra vez, y Lucern se encontró echando un vistazo a su parte delantera. Había bastante sangre en su camisa, y podía sentirla fluyendo hacia abajo por su cara. Él también podía olerla aguda y rica con alusiones de estaño. Sin pensar, deslizó su lengua hacia fuera para lamer sus labios. Entonces lo que ella había dicho resbaló en su mente, y se enderezó repentinamente. Mientras era conveniente que pensara que la sangre era de una herida, no había manera de que fuese a un hospital. — Estoy bien. No necesito ayuda médica. —Anunció él firmemente. — ¿Qué? —Ella le miró fijamente con incredulidad.— ¡Hay sangre en todas partes! Realmente te hiciste daño. — Las heridas en la cabeza sangran bastante. —Él hizo un gesto desdeñoso, luego se levantó y se acercó al fregadero para enjuagarse. Si no se lavaba rápidamente, entonces iba a impresionar a la mujer lamiendo la sangre desde sus manos a los codos. Lo poco que había logrado consumir antes de que lo asustara había aliviado apenas un poco su hambre. — Las heridas en la cabeza pueden sangrar bastante, pero esto es... Lucern dio un salto cuando Kate repentinamente estuvo a su lado y agarró su cabeza. Él estaba tan sorprendido que se impulsó hacia ella... hasta que ella dijo:— No puedo ver... Él se enderezó en el momento que se dio cuenta de lo que ella hacía, luego rápidamente se inclinó sobre el fregadero para poner la cabeza bajo el grifo, así no podría alcanzar su cabeza otra vez y ver que no había ninguna herida. — Estoy bien. Coagulo rápidamente. —Dijo él cuando el agua fría salpicó su cabeza y mojó su cara. Kate Leever no tuvo respuesta para eso, pero Lucern la podía sentir de pie detrás suyo. Luego se movió a su lado, y sintió su cuerpo caliente contra él cuando se dobló al intentar examinar de nuevo su cabeza. Por un momento, Lucern se sintió perverso. Era terriblemente consciente de su cuerpo tan cerca, del calor que emanaba fuera de ella, de su dulce aroma. En ese momento, su hambre se volvió confusa. No era el olor de la sangre que palpitaba en sus venas lo que llenó sus fosas nasales, era un olorcillo de especies y flores y su propio olor personal. Llenó su cabeza, nublándole los pensamientos. Entonces se dio cuenta

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que sus manos se movían por su pelo bajo el grifo, buscando una herida que no encontraría, y se movió con fuerza hacia arriba intentando apartarse de ella. El grifo frustró su tentativa con esmero golpeándolo detrás de su cabeza. El dolor rompió a través de él, y el agua salió a presión en chorritos por todas partes, haciendo a Kate retroceder con un chillido. Maldiciendo, Lucern salió debajo del grifo e intentó agarrar la primera cosa que encontró; un paño de cocina. Se lo enrolló alrededor de su cabeza mojada, se enderezó, luego señaló la puerta.— Salga de mi cocina. ¡Fuera ! Kate C. Leever parpadeó por la sorpresa cuando volvió su genio anterior, luego pareció crecer un centímetro en altura cuando se enderezó. Su voz era firme cuando dijo:— Necesitas un médico. — No. Sus ojos se estrecharon.— ¿Es la única palabra que sabes? — No. Ella levantó sus manos en el aire, luego las dejó caer tan rápido como las levantó, pareciendo relajarse. Lucern se encontró cauteloso. Kate C. Leever sonrió y se movió para acabarse de hacer el té que él había comenzado.— Eso lo decide, entonces. —Dijo. — ¿Decidir qué? —Preguntó Lucern, mirando con recelo cuando ella lanzó las dos bolsas de té en la tetera y vertió agua caliente sobre ellos. Kate se encogió de hombros suavemente y detuvo la tetera.— Había intentado hablarle, luego, esta noche, más tarde averiguar sobre un hotel. Sin embargo, ahora que te has lastimado y te rehúsas a ir al hospital... —Ella dio vuelta al té que remojaba para levantar una ceja.— ¿No lo reconsiderarás? — No. Ella inclinó la cabeza y cambió de dirección para poner la tapa otra vez en la tetera. El tintineo que hizo tuvo un sonido raramente satisfecho de una manera extraña cuando ella explicó:— No te puedo dejar solo después de tal lesión. Las heridas en la cabeza son complicadas. Supongo que tendré que quedarme aquí. Lucern abrió su boca para dejarle saber que con toda seguridad no se quedaría allí, cuándo ella se movió hacia el refrigerador y preguntó:— ¿Tomas leche? Al recordar la bolsa de sangre desgarrada abierta en el refrigerador, corrió a toda velocidad y se tiró salvajemente delante de ella.— ¡No! Ella lo contempló, boquiabierta, hasta que él se percató que estaba de pie ante la puerta del frigorífico con sus brazos extendidos en una postura que infundía pánico. Inmediatamente cambió para apoyarse contra el, los brazos y tobillos cruzados en una posición que esperó pareciera más natural. Luego la fulminó con la mirada. Tuvo como consecuencia hacerla cerrar su boca; luego ella dijo inciertamente:— Oh. Bueno, yo lo hago. Si tienes algo... — No.

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Ella inclinó la cabeza lentamente, pero la preocupación realmente llenó su cara y levantó una mano para colocarla suave y caliente contra su frente como si lo revisara en busca de fiebre. Lucern inspiró su aroma y sintió que su postura se relajaba algo. — ¿Estás seguro de que no quieres ir al hospital? —Preguntó Kate— Actúas de un modo raro y las heridas en la cabeza realmente no son algo para bromear — No. Lucern se alarmó cuando oyó qué su voz se había vuelto tan baja. Estuvo aun más preocupado cuando Kate Leever sonrió y preguntó en broma:— Ahora, ¿por qué no estoy sorprendida por esa respuesta? Para su consternación, casi sonrió. Corrigiéndose, frunció el ceño más duramente en lugar de eso y se recriminó a sí mismo por su debilidad momentánea. Kate C. Leever, editora, podría estar siendo agradable con él ahora mismo, pero eso era porque quería algo de él. Y haría bien en recordar eso. — Bien, vamos, entonces. Lucern terminó su distracción para notar que su editora había recogido la bandeja del té y se movía hacia la puerta de la cocina. — Deberíamos trasladarnos a la sala de estar, donde puedes sentarte un poco. Realmente te diste un buen golpe. —Agregó ella cuando empujó la puerta giratoria con una cadera. Lucern dio un paso detrás de ella, luego se detuvo brevemente para echar un vistazo atrás al frigorífico, pensando en la bolsa llena de sangre de dentro. Era la última hasta la entrega fresca de mañana por la noche. Estaba terriblemente hambriento, casi a punto de desmayarse por eso. Que era sin duda la razón de su debilidad ante la apisonadora Kate C Leever. Quizás solamente un sorbo lo reforzaría para la conversación que vendría. Él alcanzó la puerta. — ¿Lucern? Él se puso rígido con esa llamada. ¿Cuándo había dejado de dirigirse a él como Señor Argeneau? ¿Y por qué sonaba su nombre en sus labios tan erótico? Realmente necesitaba alimentarse. Él tiró la puerta del frigorífico y alcanzó la bolsa. — ¿Lucern? —Había preocupación en su voz esta vez, y sonó más cerca. Ella debía estar regresando. Sin duda temía que se hubiese desmayado por la lesión. Soltó un murmullo de frustración y cerró la puerta del frigorífico. Lo último que necesitaba era otro debacle de como echarse sangre por todas partes encima de él. Eso ya le había causado problemas interminables, como el hecho que la mujer ahora tenía intención de quedarse con él. Había pensado rechazar la idea de inmediato, pero se había distraído cuando la señorita Leever se había acercado al frigorífico. ¡Maldición! Bien, arreglaría ese asunto a la primera oportunidad. Estaría condenado si la dejaba quedarse y sermonearlo acerca de toda esta tontería publicitaria. Eso era. Él sería firme. Cruel, si era necesario. Ella no se quedaría ahí.

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Lucern trató de deshacerse de ella, pero Kate C. Leever parecía más bien un bulldog cuando tomaba una decisión acerca de algo. No, un bulldog era la imagen equivocada. Un terrier quizá. Sí, era más feliz con esa comparación. Un terrier rubio hermoso colgando completamente de su brazo, sus dientes hundidos resueltamente en el puño de su camisa y rehusándose a soltarlo. Salvo que lo embistiera contra la pared un par de veces, realmente no tenía idea cómo soltar sus mandíbulas de él. Esta era la situación por supuesto. A pesar de haber vivido varios cientos de años, Lucern había pasado por alto toparse con cualquier cosa de ese tipo. En su experiencia, las personas eran una molestia y nunca dejaban de traer caos con ellas. Las mujeres especialmente. Él siempre había sido un imbécil ante una damisela en apuros. No podría relatar cuántas veces se había encontrado tropezando accidentalmente con una mujer con problemas y repentinamente encontrando que su vida entera era un caos mientras se enfrentaba a una batalla, un duelo, o una guerra por ella. Por supuesto, siempre ganó y salvó la situación. De todos modos, en cierta forma nunca consiguió a la mujer. Al final, todos sus esfuerzos y agitaciones en su vida le dejaron mirando a la mujer alejarse con alguien más. Esa no era la situación aquí. Kate C. Leever, editora, no era una damisela en apuros. De hecho, aparentemente le veía a él en apuros. Ella se quedaba "por su bien." Ella le salvaba, pensaba, y pretendía "despertarlo cada hora después que se acostaran," para salvarlo de su propia insensatez por rechazar ir al médico. Ella hizo ese anuncio en el momento que se sentaron en su sala de estar, luego tranquilamente empezó a remover las bolsitas de té y a verterlo mientras la miraba boquiabierto. Lucern no necesitaba su ayuda. No se había golpeado realmente la cabeza con fuerza, y aun si lo hubiese hecho, su cuerpo se habría recuperado rápidamente. Pero no era algo que podría decirle a la mujer. Al final, simplemente dijo, con toda la severidad y firmeza que podía reunir— No deseo su ayuda, señorita Leever. Puedo cuidarme yo mismo. Ella inclinó la cabeza tranquilamente, sorbió su té, luego sonrió agradablemente y dijo— Tomaría el comentario más enserio si en este momento no trajera puesto un paño de cocina, bonito pero manchado de sangre y florido sobre su cabeza... estilo turbante. Lucern se tocó alarmado, sólo para sentir el paño de cocina que se había olvidado que estaba envuelto alrededor de su cabeza. Cuando comenzó a desenredarlo, Kate agregó— No te lo quites por mí. Se ve bastante adorable en ti y te hace ver mucho menos intimidante. Lucern gruñó. Se arrancó el florido paño de cocina. — ¿Qué fue eso? —Preguntó su editora, con los ojos abiertos de para en par— Gruñiste. — No lo hice.

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— Lo hiciste. —Ella estaba sonriendo abierta y ampliamente, pareciendo muy contenta— Oh, ustedes los hombres son tan lindos. Lucern supo entonces que la batalla estaba perdida. No habría discusión que le hiciera a ella salir de ahí. Quizá controlando su mente... Era una habilidad que procuraba evitar usar por regla general, y no la había ejercitado en bastante tiempo. Normalmente no era necesario, desde que la familia había decidido utilizar un banco de sangre para alimentarse en vez de cazar. Pero esta ocasión claramente lo pedía. Cuando él observó a Kate sorber su té, trató de entrar en sus pensamientos para poder asumir el control de ellos. Él estaba más que impresionado por encontrar sólo una pared en blanco. La mente de Kate C. Leever era tan inaccesible para él como una puerta cerrada con candado. De todos modos, continuó probando por varios momentos, su falta de éxito era más alarmante de lo que habría esperado. Él no se rindió hasta que ella rompió el silencio trayendo a colación su razón para estar allí— Quizá ahora podríamos discutir el viaje para firmar libros. Lucern reaccionó como si lo hubiese pinchado con un hierro caliente. Desistió de controlar su mente y hacerla irse, se levantó.— Hay tres cuartos de huéspedes. Están arriba, los tres a la izquierda. Mi cuarto y mi oficina están a la derecha. Permanezca fuera de ellos. Elija cualquiera de los cuartos de huéspedes. Luego se retiró del campo de batalla a toda prisa, regresando rápidamente a la cocina. La podría aguantar por una noche, se dijo. Después que la noche terminara y se tranquilizara viendo que estaba bien, se marcharía. Él se encargaría de eso. Haciendo un intento para no recordar que había estado tan decidido y seguro acerca de expulsarla después de que terminara su té, tomo un vaso y la última bolsa de sangre del refrigerador. Luego caminó hacia el fregadero para servirse algo de comida. Probablemente podría tomarse una taza rápida mientras la señorita Kate C. Leever se ocupaba de escoger un cuarto. Él había pensado mal. Lucern acababa de comenzar a verter la sangre de la bolsa en el vaso cuando la puerta de la cocina se abrió detrás de él. — ¿Conoces alguna tienda de comestibles que abra toda la noche en la ciudad? Dejando caer el vaso y la bolsa, Lucern giró rápidamente para confrontarla, estremeciéndose cuando el vaso se rompió en el fregadero. — Lo siento, no tenía la intención de asustarte, yo... —Ella hizo una pausa cuando él levantó una mano para detenerla. — Sólo... —empezó, luego terminó cansadamente— ¿Qué preguntabas? Él realmente no podía escuchar su pregunta. El dulce, metálico olor de la sangre parecía destacarse en el aire, aunque dudó que Kate lo pudiese oler desde donde

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estaba a través del cuarto. Era molesto, y aún más molesto fue el sonido que hacia la bolsa al vaciarse y se la tragaba el fregadero. Su comida. Su última bolsa. ¡Su mente gritaba NO! Su cuerpo se acalambraba en señal de protesta. Sin hacer caso a las palabras de Kate C. Leever que sonaban a "Blah blah blah" cuando fue hacia su vacío frigorífico y miraba el interior con atención. Lucern no se tomó la molestia de detenerla esta vez. Aparte de la sangre anterior, estaba completamente vacío. Sin embargo, realmente trató de concentrarse en lo que decía, esperando que cuanto antes respondiese a su pregunta, antes podría salvar su comida. Por mucho que lo intentó, sin embargo, realmente sólo atrapaba una palabra aquí y allá. — Blah blah .... no he comido desde el desayuno. Blah blah .... realmente no tiene nada aquí. ¿Blah blah blah…. compras? El último coro de blahs terminó en una nota alta, alertando a Lucern que le había hecho una pregunta. Él no estaba seguro de cual había sido la pregunta, pero podía sospechar que un no probablemente provocaría una discusión. — Sí. —Balbuceó él, esperando librarse de la obstinada mujer. Para su alivio, la respuesta la complació y caminó de regreso a la puerta del vestíbulo. — Blah blah blah… escogí mi cuarto. Él casi podía saborear la sangre, su olor era tan pesado en el aire. — Blah blah lo transformé en algo más confortable. Él se moría de hambre. — Blah blah vuelvo en seguida y nos podremos ir. La puerta se cerró detrás de ella, y Lucern se movió rápidamente de regreso al fregadero. Gimió. La bolsa estaba casi completamente seca. Lisa. Casi. Estando algo desesperado, la recogió, lo volcó sobre su boca y apretó, tratando de escurrir las últimas gotas. Él atrapó exactamente tres antes de desistir y lanzar la bolsa a la basura con repugnancia. Si había tenido cualquier duda antes, no la tuvo ahora. Sin duda, Kate C. Leever iba a hacer de su vida un infierno hasta que se marchara. Él solamente lo supo. ¿Y en qué diablos había estado de acuerdo de todos modos?

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Capítulo 2

— ¡DE COMPRAS! Kate se rió del disgustado rezongo de Lucern cuando entraron en la tienda de 24 horas. Lo había estado repitiendo cada pocos minutos desde que habían salido de casa. En un primer momento dijo la palabra como si no pudiera creer que hubiera estado de acuerdo en ir. Después, mientras conducía su BMW, esa consternación se fue convirtiendo en disgusto. ¡Cualquiera pensaría que era la primera vez que el hombre iba a comprar comida a un supermercado! Aunque a juzgar por lo vacíos que estaban los armarios de su cocina, Kate supuso que así era. Y cuando ella le había comentado la ausencia de comida que había en su casa, él se había limitado a mascullar que todavía no había encontrado sustituta para su ama de llaves. Kate supuso que eso significaba que el comía fuera de casa la mayoría de las veces. No se había molestado en preguntar que había pasado con su anterior ama de llaves. Su carácter era suficiente respuesta. Seguramente la mujer había terminado por irse ya harta. La misma Kate había estado a punto, varias veces, de hacer lo mismo. Ella le dirigió hacia las filas de carros vacíos. Cuando fue a sacar uno, Lucern dijo gruñendo, algo que podría haber sido “permíteme,” pero fácilmente podría haber sido también “demonios, quita de en medio.” Después de ese exabrupto tomo el control de la situación. Según la experiencia de Kate, los hombres siempre querían conducir, ya fuera un coche, un carrito de golf o un carrito de la compra. Sospechaba que era una cuestión de control, pero de cualquier manera, eso significaba que ella estaba en libertad de llenar el carro de materia prima. Comenzó haciendo una lista mental de lo que tenían que coger, mientras se dirigían hacía la sección láctea. Estaba segura de que tendría que coger grandes cantidades de frutas y verduras para Lucern. El hombre era fuerte y musculoso, pero se le veía también muy pálido. Parecía obvio para ella que estaba necesitado de frescas y jugosas verduras. Tal vez las verduras mejoraran también su humor. Lucern necesitaba sangre. Ese era su único pensamiento repetitivo mientras seguía a Kate C. Leever a través de la sección láctea, la de congelados, y por el pasillo del café. El carro se estaba llenando rápidamente hasta los bordes. Kate había metido en el carro diversos yogures, quesos, huevos y una tonelada de paquetes de comidas congeladas. Ahora estaba detenida en el pasillo del café, mirando los diferentes paquetes antes de girarse y preguntarle.— ¿Qué marcas prefieres? Él se la quedó mirando con los ojos en blanco.— ¿Marca? — De café. ¿Qué marca sueles tomar normalmente? Lucern se encogió de hombros mientras decía.

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— No bebo café. — Oh, Té, ¿entonces? — No bebo té. — Entonces que.... —Inquirió entrecerrando los ojos.— ¿Chocolate caliente, Expreso, Capuchino? —Cuando él siguió negando con la cabeza después de cada una de sus sugerencias, le preguntó con exasperación.— Bueno, ¿entonces que bebes? ¿KoolAid? Una risilla disimulada de diversión llamó la atención de Lucern sobre una regordeta y joven mujer que se acercaba por el pasillo hacia ellos. Era la primera compradora con la que se habían cruzado desde que habían llegado a la tienda. Entre las debacles de las bolsas de sangre, el té en el salón, y el tiempo que había tardado Kate en cambiarse, era ya cerca de la medianoche. La tienda no estaba muy llena a esas intempestivas horas. Ahora que su risa había captado la atención de Lucern, la compradora agitó las pestañas hacia él, encontrándose Lucern devolviéndole la sonrisa y con la mirada fija en el pulso de la base de su garganta. Se imaginó hundiendo sus colmillos allí y extrayendo la dulce y caliente sangre de ella. Era su tipo de mujer favorita para beber. Mujeres rellenitas, rosadas. Eran las que siempre tenían la mejor sangre, la más sustanciosa. Espesa, embriagadora y... — ¿Sr. Argeneau? ¡Tierra llamando a Lucern! Las maravillosas imágenes que estaban evocando desparecieron. Devolvió la atención a regañadientes a su editora.— ¿Sí? — ¿Qué te gusta beber? —Repitió. Él volvió la vista atrás hacia la compradora.— Er.... el café va bien. — Dijiste que no bebías caf.... Olvídalo. ¿Qué marca? Lucern examinó las distintas opciones. Sus ojos se fijaron en una lata rojo oscuro con el nombre Tim Hortons. Siempre había creído que era una tienda de donuts o algo por el estilo Aún así, era el único nombre que reconocía, así que esa fue la que señaló. — La más caro, como no. —Masculló Kate, mientras cogía una lata del fino café molido. Lucern no había advertido el precio.— Deja de quejarte. Yo soy quien va a pagar las compras. — No. Dije que yo pagaría y es lo que haré. ¿Había dicho que ella pagaría cuando habló de ir a comprar? Se preguntó él. No se acordaba; en ese momento no estaba prestando mucha atención. Tenía la cabeza en otras cosas, como el chorro de sangre debajo del fregadero y no dentro de su deshidratada garganta. Su mirada regresó a la vena que seguía latiendo en el cuello de la compradora. Imaginó que debía de parecer un hombre muerto de hambre observando un buffet que pasaba rodando a su lado. Se sentía tentado de tirarse sobre él...., mucho más

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agradables que todas esas bolsas de comida congelada que él y su familia se habían visto obligados a ingerir. No se había dado cuenta de lo que echaba de menos la antigua forma de alimentarse. — ¿Lucern? —Había un deje de irritación en la voz de Kate Leever, lo cual le hizo devolverle la mirada con ceño cuando se giró hacia ella. No estaba donde la había visto por última vez, pero aunque había seguido caminando a lo largo del pasillo, le estaba esperando. Le lanzó una mirada molesta, lo cual a su vez le molestó a él. ¿Por qué motivo tenía que estar ella irritada? No era ella la que se estaba muriendo de hambre. Entonces tuvo un vago recuerdo de ella diciendo que no había tomado nada desde el desayuno, y él supuso que también estaría hambrienta y por consiguiente con el mismo derecho que él a estar gruñona. Lo cual fue una admisión que se hizo a si mismo a regañadientes. — Pagare yo. —Anunció él con firmeza empujando el carro hacia delante.— Tú eres una invitada en mi casa. Te alimentare —Qué es lo opuesto de alimentarme de ti, pensó él, que era lo que más deseaba. Bueno, no lo que más deseaba. En cambio se alimentaría de la morena regordeta y pequeña que estaba detrás de él. Siempre había encontrado la sangre de las delgadas y rubias criaturas como Kate C. Leever demasiado insustancial. La sangre de las chicas regordetas era mejor, más sabrosa, más intensa, con más cuerpo. Por supuesto, no podía alimentarse de cualquiera. Era demasiado peligroso hoy en día, y aunque por si mismo estaba dispuesto a arriesgarse, no estaba dispuesto a arriesgar la seguridad de su familia por unos pocos momentos de placer culinario. Eso no quería decir que no pudiera soñar con ello, sin embargo se paso los siguientes momentos siendo arrastrado por Kate a través de los pasillos de conservas y de ropa de confección, asintiendo distraídamente a todo lo que le decía ella mientras él recordaba con cariño las comidas que había disfrutado en el pasado. — ¿Te gusta la comida mexicana? —Preguntó ella. — Oh, sí. —Murmuró él, evocando la pregunta a una pequeña y vivaz chica mejicana con quien él se había deleitado en Tampico. Ella había sido un pequeño y sabroso bocado. Caliente y aromática en sus brazos, con sus pequeños gemidos surgiendo de su garganta mientras él se zambullía en su cuerpo y clavaba sus dientes en su.... ¡Oh, sí!. La alimentación podía ser una experiencia con mucho cuerpo. — ¿Y la italiana? — La italiana también esta deliciosa. —Dijo él, recordando una agradable pequeña campesina de la Costa de Amalfi. Esa había sido la primera vez que se había alimentado por si mismo. Un hombre siempre recuerda su primera vez. Y justamente el recuerdo de la dulce y pequeña Maria hizo que le subiera la temperatura. Sus profundos y oscuros ojos, y su largo y ondulado cabello del color de la medianoche. Recordaba haber enredado sus manos en ese pelo y el gemido de profundo placer que ella había exhalado en su oído cuando él había tomado su virginidad y su sangre al mismo tiempo. Verdaderamente, había sido una experiencia dulce y memorable.

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— ¿Te gustan los bistec? Lucern fue una vez más sacado de sus pensamientos, esta vez por un pedazo de carne cruda puesto de golpe bajo su nariz, interrumpiendo sus agradables recuerdos. Era un bistec, grande y jugoso, y pensó que normalmente prefería la sangre humana, incluso las frías bolsas de sangre humana mezclada con sangre bovina, pero en ese momento incluso el bistec remojado en sangre olía bien. Se encontró inhalando profundamente y dejando escapar la respiración en un lento suspiro. El paquete fue apartado bruscamente. — ¿O prefieres carne blanca? — Oh, no, no, no. Mejor carne roja. —Se acercó al mueble expositor de la carne al que ella le había conducido y se puso a mirar con atención, por primera vez con un interés real desde que había entrado en el supermercado. Siempre había sido un hombre de carne con patatas. Carne poco hecha, por norma. — Carnívoro, tomo nota. —Comentó Kate secamente cuando el trató de alcanzar un paquete de carne particularmente ensangrentado. La sangre goteaba del filete, y él casi se relamió los labios. Luego, asustado de lo que podría hacer en su estado actual, algo como lamer el paquete, se alejo del expositor dejando el paquete en el. Agarrando el carro, empezó a empujarlo a lo largo del pasillo, esperando pasar a una sección menos tentadora. — Espera. —Grito Kate, pero Lucern siguió caminando, casi gimiendo cuando ella se acercó casi corriendo con varios paquetes de bistecs en sus brazos que dejó caer en el carro. ¡Genial! Ahora la tentación iría con él. Realmente necesitaba alimentarse. Tenía que contactar con Bastien o Etienne y pedirles prestada alguna bolsa de sangre. Quizás podría hacer un parada rápida donde Bastien de camino a casa. Podría dejar a la inquebrantable Kate Leever, en el coche con las compras, entrar corriendo, tragar un poco de alimento y.... ¡Dios mío! ¡Sonaba como un drogadicto! — Las frutas y las verduras son lo próximo, creó. —Dijo Kate desde detrás suyo— Tienes obviamente una seria necesidad de vitaminas. ¿Has considerado alguna vez ir a un salón de bronceado? — No puedo. Tengo un aaaah..., er, enfermedad de la piel. Y también soy alérgico al sol. — Eso tiene que hacer la vida difícil a veces. —Comentó ella. Mirándole fijamente con los ojos muy abiertos, le preguntó— ¿Es ese el motivo por el que pones tantas dificultades con respecto a las firmas y otros tipos de promociones? Él se encogió de hombros. Y cuando Kate empezó a coger todo tipo de cosas verdes, hizo una mueca. En su defensa, cogió un paquete de diez quilos de patatas para llenar el carro, pero éste pronto estuvo cubierto de verde: pequeñas cosas redondas verdes, grandes cosas redondas verdes, largos tallos verdes. ¡Dios mío, la mujer tenía algún tipo de fetichismo con el verde!

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Lucern empezó a mover el carro a lo largo del pasillo con un poco más de rapidez, obligando a Kate a apresurarse cuando vio que comenzaba a echar en el carro cosas de otros colores. Verduras naranjas, rojas y amarillas cayeron dentro del carro y fueron seguidos por frutas naranjas, rojas y púrpuras antes de que Lucern consiguiera obligarla a ir a la caja registradora. En el momento en que él paró el carro, Kate comenzó a echar cosas sobre la cinta transportadora. Él la miraba distraídamente cuando la compradora regordeta empujó su carro detrás de ellos. Sonrió y agitó sus pestañas de nuevo, después le hizo un pequeño saludo. Lucern volvió a sonreír, su mirada de nuevo fija en el pulso palpitante de su cuello. Prácticamente podía oír el golpeteo rítmico de su corazón, el movimiento de su sangre por sus venas, el... — ¿Lucern? señor. Ageneau, ¿donde se ha ido? Deteniéndose, Lucern parpadeo, percatándose al haberle llamado Kate, que había comenzado a seguir a la regordeta compradora como un caballo siguiendo la zanahoria que le ponen delante. Su posible cena volvió a mirar sobre sus hombros y a sonreír antes de desaparecer en el pasillo de los alimentos congelados. Lucern partió en su busca diciendo: — Helados, olvidamos los helados. — ¿Helados? —Oyó la confusión en la voz de Kate, pero no pudo detenerse para darle la contestación que deseaba. Se apresuró hacia el pasillo de los congelados solo para encontrarse allí a otro comprador además de su deliciosa regordeta. ¡No se habían cruzado con nadie más durante el tiempo que habían estado en el supermercado, pero ahora tenía que aparecer otro, poniéndole dificultades a dar un mordisco rápido! Suspirando, se acercó a la sección de los helados, echando un vistazo a las distintas opciones. Chocolate, cereza, crocantes. Regreso su mirada a su sabroso bocado. Ella le estaba mirando y lanzándole coquetas miradas. Cada vez más le parecía un bistec grande, un sonriente bistec con patas. ¡Maldita mujer! No estaba bien burlarse de él, pensó tristemente abriendo el gran congelador mientras la miraba fijamente. Ella se acercó, ofreciéndole una gran sonrisa mientras él sacaba un helado del congelador. No dijo ni una palabra, simplemente sonrió mientras pasaba a su lado, su brazo rozando el de él. Lucern inspiró profundamente, casi mareándose con su perfume. Oh sí, su sangre era dulce, muy dulce. ¿O era el helado lo que él había olido? Agarró otra caja de cartón y la vio desaparecer cuando giró la esquina del pasillo, con otro suspiro. Deseaba seguirla. Quiso utilizar el control mental para persuadirla mediante halagos de ir detrás de la tienda para una pequeña chupada. Pero estaba atrapado. Suspirando, perdió todas las esperanzas y cogió una caja de helado cocrante. ¡Podía aguantar un poco más de tiempo! Solo un poco más y estaría libre para acercarse a casa de Bastien o Etienne. Seguramente Kate C. Leever estaría exhausta después de su jornada laboral y del vuelo, y no estaría para trasnochar.

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— Si que te gusta el helado. —Comentó Kate cuando regreso a la caja registradora. Lucern echo un vistazo a las cuatro cajas de helados que llevaba en los brazos y las soltó sobre la cinta transportadora con indiferencia. No tenía ni idea de que sabores eran cada uno, y en su distracción no se había dado cuenta de que había cogido tantos, pero daba lo mismo. Se comerían igualmente. Kate protestó cuando él pagó, pero Lucern insistió. Era cosa de hombres. Su orgullo no le dejaba que una mujer pagara comida que iba a ir a parar a su casa. Kate abrió un paquete de pasteles de arroz para comerlos en el camino de vuelta. Ella le ofreció, pero él simplemente puso gesto desdeñoso y negó con la cabeza. Pasteles de arroz. Dios mío. Lucern consiguió no hacer parada alguna en la casa de ninguno de sus hermanos. Se enorgulleció de su autodominio. Él y Kate llevaron los paquetes de comida dentro de la casa; y entonces insistió en que ella comenzara a cocinar mientras él colocaba los paquetes en su sitio. Esto le hizo sentirse servicial y útil, cuando en realidad lo que quería era que ella terminará de cocinar su maldita cena, se la comiera y se fuera a la cama, para que él pudiera ir a por lo que necesitaba. No es que él no pudiera disfrutar de la comida también. Un poco de comida no hacía daño, pero comer de forma regular no saciaba su hambre. Su gente podía sobrevivir sin comida, pero no sin sangre. Afortunadamente, Kate C. Leever se sentía voraz, porque hizo la comida rápidamente, friendo a la parrilla un par de bistec y amontonando un montón de esas cosas verdes que ella había comprando y echándole una salsa encima. Lucern nunca había entendido la atracción que sentían algunos por las ensaladas. Los conejos comían verduras. Las personas comían carne y sangre. Él no era un conejo. Sin embargo mantuvo para sí sus opiniones y acabó de colocar todas las compras al mismo tiempo que Kate terminaba de hacer la cena. Luego se sentaron a cenar. Lucern se dedicó a su bistec con fervor, ignorando el tazón lleno de alimento de conejos. El había pedido la carne poco hecha♥ y suponía que era extraño para mucha gente, pero para él poco hecho era cuando era raro. Aún así estaba tierno y jugoso, y acabó con él rápidamente. Él miró mientras Kate terminaba, pero negó con la cabeza cuando Kate, le ofreció ensalada.— Realmente deberías comer algo de ensalada. —Le regaño ella con el ceño fruncido.— Tiene muchas vitaminas y nutrientes, y realmente te ves muy pálido. Él supuso que ella tenía miedo de que su palidez tuviera que ver con su supuesto golpe en la cabeza. Sin embargo estaba provocada por la pérdida de sangre, lo que hizo recordar a Lucern que tenía que asegurarse que Bastien estuviera en casa. Excusándose, abandonó la habitación y se dirigió a su despacho. Para su desilusión, cuando llamó a su hermano, éste no le contestó. Bastien de nuevo se había adelantado en la fecha o había regresado a las oficinas de Industrias Argeneau. Al igual que Lucern, prefería trabajar de noche cuando todo el mundo 

Juego de palabras entre “rare” –extraño-, y “rare” término utilizado en los restaurantes para referirse a la carne poco hecha, vuelta y vuelta.

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estaba durmiendo. Los hábitos adquiridos a lo largo de un centenar de años eran difíciles de romper. Lucern regresó a la cocina, para encontrarse que Kate Leever había terminado de comer y había enjuagado la mayoría de los platos y los había metido en el lavaplatos. — Yo terminare eso. —Dijo él— Debes estar exhausta y deseando acostarte. Kate recorrió con una mirada sorprendida a Lucern. Era difícil de creer que este era el mismo hombre que había respondido a sus cartas con esos cortos “noes”. Su ayuda en colocar las compras y su aparente consideración ahora la hacían sentirse desconfiada. Su rostro con esa expresión esperanzada tampoco ayudaba mucho. Sin embargo ella estaba cansada. Había sido un día largo, así que a regañadientes admitió. — Realmente estoy cansada. Al momento, se encontró con que una fuerte mano agarraba con firmeza su brazo y la conducía fuera de la cocina. — ¡Tienes la cama preparada! —Argeneau parecía alentarla mientras la apresuraba cuando cruzaban el vestíbulo y la dirigía hacia las escaleras.— Duerme hasta tan tarde como quieras. Probablemente me dedique a trabajar durante toda la noche, generalmente duermo por el día. Si te levantas antes que yo, coge lo que quieras de la cocina, comida, bebida, lo que quieras, pero no fisgonees. —Lo último lo dijo en un tono duro que sonaba más como el hombre que ella esperaba. — Yo no hurgo. —Contestó ella rápidamente, molesta— Traje un escrito para corregir. Así que me pondré a ello hasta que te levantes. — Bien. Bueno. Buenas noches. —La empujo dentro del cuarto de invitados amarillo que ella había escogido más temprano y tirando de la puerta la cerró con un chasquido. Kate giró lentamente sobre sí misma, esperando oír el ruido de la cerradura por fuera. Se sintió aliviada cuando no lo oyó. Sacudiendo la cabeza por tener una mente tan suspicaz, cogió su maleta para buscar su camisón, luego entró en el cuarto de baño de la habitación para ducharse. Justamente se estaba metiendo en la cama cuando se acordó de la excusa que se había montado para quedarse allí. Se detuvo para echar un vistazo a su alrededor. Viendo el pequeño despertador que se encontraba en la mesita de noche, lo cogió y puso la alarme en una hora. Tenía toda la intención de levantarse para asegurarse de que Lucern no se había dormido... y de que si lo había hecho, fuera para volverse a despertar. Kate colocó de nuevo el despertador sobre la mesa y se metió bajo los edredones, pensando en esos terroríficos momentos de la cocina. Inspiró profundamente por la nariz, recordando a Lucern Argeneau de pie quieto ante ella, la sangre goteando por su cabeza y su rostro. Dios mío, hasta ese momento ella nunca había visto una herida en la cabeza con anterioridad. De acuerdo, había oído que las heridas en la cabeza podían sangrar mucho, y que a menudo parecían peor de lo que eran, pero había habido tanta sangre.

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Se estremeció y tragó un nudo de ansiedad. Kate apenas lo conocía y el hombre había sido poco menos que grosero desde su llegada, pero a pesar del hecho de que su conducta fuera reprobable, ella realmente no quería verlo muerto. ¿Cómo podría impresionar entonces a su jefa? Ya se lo podía imaginar.— No, Allison, no he podido convencerle de hacer las entrevistas con los periodistas. No, ni tampoco las apariciones en televisión. Er... no, tampoco de ir a firmar los libros. Realmente, podría haberlo convencido, pero es que lo mate. Fue un accidente, Allison. Se que es nuestro último cliente que genera efectivo, y realmente no quería matarlo a parte del hecho de que era un grosero, y un testarudo.... No, de verdad, fue un accidente. Si, me doy cuenta que estoy despedida. No, realmente no te culpo por no darme una carta de recomendación. Sí, si me perdonas me iré al McDonald de la esquina a buscar empleo ahora que mi carrera de editora está acabada. Suspirando, sacudió la cabeza recostada en la almohada y cerro los ojos. Agradecía a Dios que Argeneau pareciera gozar de buena salud... exceptuando su palidez. Se sentó de nuevo en la cama, elucubrando de nuevo. Realmente se le veía terriblemente pálido. — ¿Y por que no iba a estar pálido? —Se preguntó, él casi había perdido un litro de sangre. O mínimo medio litro. Quizás debería ver que tal se encontraba ahora. Kate consideró el asunto brevemente, parte de ella pensando en mirar como se encontraba, y otra parte renuente de que le gritara por interrumpir lo que fuera que estuviera haciendo. Seguramente ya le iba a desconcentrar bastante pasando a verle cada hora a lo largo de la noche. Pero él se había visto terriblemente pálido después de golpearse la cabeza. Por otra parte, había advertido su palidez en el porche antes de que él se hubiera golpeado en la cabeza. ¿O había sido un efecto de la luz? Era de noche, y la lámpara del porche tenía una de esas bombillas de neón. Podía haber sido un efecto de la luz. Meditó sobre el tema brevemente, comenzando a sacar los pies fuera de la cama para ir a hacerle una comprobación antes de irse a dormir, pero entonces la detuvo el sonido de una puerta al cerrarse. Poniéndose en tensión, Kate escuchó el sonido suave de pies bajando hacia el vestíbulo, luego se obligó a relajarse y recostarse en la cama. El ruido de pasos había sido suave, pero sonaba normal. Lucern no sonaba como si caminara tambaleándose o excesivamente despacio. Estaba bien. Se ceñiría a su plan y pasaría a echarle un vistazo pasada una hora. Relajándose, se recostó y cerró los ojos. No iba a dormir mucho esta noche y lo sabía. En verdad estaría mucho mejor y durmiendo a pierna suelta en cualquier hotel. Y lo hubiera preferido... herido o no en la cabeza... si no la preocupara que una vez fuera de la casa, Lucern Argeneau no la volviera a dejar entrar. Kate no podía arriesgarse; tenía que convencerlo de hacer las apariciones públicas. Cualquiera de ellas. Se temía demasiado que su empleo como editora dependiera de su aceptación. * * * * *

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— ¡Estas bromeando! ¿De verdad pensó que toda esa sangre era producto de un pequeño coscorrón? —Preguntó Etienne con una risa incrédula. — Bueno, no creó que ella se podría imaginar que la sangre provenía de una bolsa en el frigorífico. —Señaló Bastien, pero él también se reía por lo bajo. Lucern ignoró la diversión de sus hermanos y hundió los dientes de en la segunda bolsa de sangre que le trajo Rachel. Ya había ingerido la primera. Después de la cual había accedido a explicar su aparición en la casa de Etienne solicitando alimento. La primera bolsa le había permitido superar la sorpresa de encontrar a Bastien allí. También había dado tiempo a sus hermanos para explicar que éste estaba allí para solicitar ayudar con los preparativos de último momento de la boda. Lo que explicaba por que no había podido encontrarlo él. — Lo que no entiendo, —dijo Bastien mientras Lucern terminaba con la segunda bolsa y escondía sus colmillos— es por que, simplemente, no te metiste en su cabeza y le sugeriste que se largara. — Lo intenté. —Admitió Lucern con cansancio. Colocó ambas bolsas vacías en la mano que le tendía Rachel, y la observó salir del cuarto para deshacerse de ellas.— Pero no pude penetrar en su mente. El silencio que se extendió por la habitación fue tan efectivo que se hubiera podido oír el vuelo de una mosca. Etienne y Bastien clavaron los ojos en él, mirándole estupefactos. — Estás bromeando. —Dijo Bastien. Cuando Lucern negó con la cabeza, Etienne se sentó de golpe en la silla que se encontraba frente a él y dijo. — Bueno, será mejor que no le cuentes nada a Madre si no quieres que caiga sobre ti con toda su artillería. El momento en que ella supo que yo no podía leerle la mente a Rachel, fue el momento en que decidió que haríamos buena pareja. —Hizo una pausa pensativa.— Aunque, después de todo, tenía razón. Lucern soltó un gruñido disgustado.— Bueno, pues la señora Kate C. Leever no es la mujer perfecta para mí. La mujer es tan molesta como un enjambre de mosquitos. Terca como una mula, y tan persistente como un perro de presa. La maldita mujer no me ha dejado un momento en paz desde que apareció en el umbral de mi puerta. — Eso no es cierto. —Alegó Bastien divertido.— Lograste librarte de ella el tiempo suficiente como para venir aquí. — Eso sólo porque estaba cansada y se acostó. Ella.... —Hizo repentinamente una pausa y se enderezó, recordando su promesa de ir a verle cada hora para asegurarse de que la herida que había sufrido en la cabeza no era más grave de lo que creía. ¿Realmente lo cumpliría? Miró fijamente a sus hermanos.— ¿Cuánto tiempo llevo aquí? Las cejas de Bastien se arquearon con curiosidad, pero echando un vistazo a su reloj de pulsera, dijo— No estoy seguro, pero creo que llevas aquí unos cuarenta o cuarenta cinco minutos.

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— Mierda —Lucern se puso de pie con rapidez y se dirigió corriendo hacia la puerta. — Tengo que irme. Mil gracias por la bebida, Rachel. —Gritó hacia el cuarto al que había entrado Rachel. — Un momento. ¿Qué…? Bastien y Etienne le siguieron, con más preguntas sin respuesta, ya que Lucern no se paró a contestarlas. Había cerrado la puerta de su estudio con llave antes de dejar la casa, y Kate podía asumir que él estaba allí, pero si realmente decidía controlarlo cada hora para asegurarse que se encontraba bien y no recibía ninguna respuesta si llamaba a la puerta, la maldita mujer podía asumir que se había muerto o le había pasado algo y llamar a la policía o a una ambulancia. Podría incluso intentar echar abajo ella misma la puerta. No quería ni imaginar lo que esa mujer podía llegar a hacer. En el camino a casa se le ocurrieron ideas todavía peores. Afortunadamente cuando llegó a casa, ella todavía no había echo nada de lo que él se había imaginado. Sin embargo fue obvio desde el momento en que abrió la puerta de que ella estaba levantada e intentando despertarle. La podía oír gritando y golpeando ruidosamente la puerta de su oficina escaleras abajo. Poniendo los ojos en blanco por el escándalo que estaba formando y el pánico que se discernía en su voz mientras le llamaba por su nombre, Lucern se metió las llaves de casa en el bolsillo y trotó escaleras arriba. Deteniéndose abruptamente en lo alto de la escalera. Querido Dios. La mujer no solo comía comida de conejos, llevaba zapatillas de conejo. Lucern intentó no mirar estúpidamente las rosadas orejas de conejito de las zapatillas que ella llevaba puestas, fracasando rotundamente, para después ir subiendo su mirada hacía arriba sobre la gruesa bata de felpa rosada y peluda. Si él no había sabido decir antes si ella tenía buena figura, ahora menos. Luego al ver su pelo se sobresaltó. Debía de haberse ido a la cama con el pelo mojado y obviamente este se había encrespado y enredado hacia todos lados durante el sueño; su pelo insistía en irse hacia todos los lados. Mirándolo por el lado bueno, obviamente ella no había intentado rebajarse haciendo todas esas cosas que se suponían hacían las mujeres para seducir y conseguir que los hombres hicieran lo que ellas querían. Aunque por raro que pareciera Lucern se sintió un poco decepcionado de que no lo hubiera hecho. No entendía por qué. No le gustaba esa mujer. Es más, incluso podría haber estado abierto a una pequeña seducción. — Buenas noches. —Dijo él cuando ella hizo una pausa en sus gritos para tomar aire. Y se encontró de nuevo boquiabierto cuando Kate C. Leever se dio la vuelta rápidamente para enfrentarle. — ¡Usted! Yo... pensé… creí... —Ella se giró para señalar la puerta cerrada y señalarlo de nuevo a él.— La puerta estaba cerrada. Pensé que estaba dentro, y cuando no contestó, yo... —Su voz se fue apagando cuando ella se dio cuenta de su expresión. Repentinamente cohibida, estiró los bordes de su raída bata como si él estuviera intentado tener un mejor atisbo del camisón de franela que se veía a través del escote.— ¿Ocurre algo?

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Lucern no pudo evitarlo; sabía que no era muy educado por su parte, pero no pudo evitar que las palabras escaparan de sus labios. — ¡Dios mío! Pero, ¿qué es ese pegote que tienes en la cara? Kate inmediatamente soltó su bata y se llevó ambas mano a la cara, intentando ocultase tras ellas, y su boca soltando un alarmado — ¡Oh! —Cuando recordó la máscara verde que se había puesto antes de acostarse y que ya se le había secado. Obviamente era algún tipo de tratamiento de belleza, dedujo Lucern, pero Kate ya no estaba allí para explicar exactamente de que tipo. Dando media vuelta, había escapado hacia la habitación de invitados, cerrando la puerta tras ella. Después de unos segundos, se oyó su voz tensa.— Me alegró que esté bien. En su mayor parte. Me preocupé cuando no contestó a mis llamadas. Volveré a pasar a ver que tal estás en una hora. El silencio se hizo en el vestíbulo. Lucern esperó un momento, pero como no oyó el sonido de pasos alejándose de la puerta, dedujo que ella estaba esperando algún tipo de respuesta. “ No”, fue la primera respuesta que le vino a la mente. No quería que ella controlara su estado. Es más, no la quería en su casa. Pero se encontró con que eso era algo que no podía decirle. Se la había visto terriblemente avergonzada de que él la hubiera pillado con ese aspecto tan desastrado, y realmente no podía culparla. Se la veía realmente espantosa con esas ridículas zapatillas de conejito. Sonrió al recordar su aspecto de pie en el vestíbulo con ese aspecto. Kate se veía fatal, pero de una forma tan adorable que le habían entrado ganas de abrazarla... hasta que había visto esa crujiente máscara verde en su cara. Lucern decidió no causarle más malestar con un “no” que seguramente ella ya esperaba y en su lugar dijo un “Buenas noches” con un tono de voz inquietamente áspero. Cuando marchaba hacia la puerta de su oficina, oyó un suspiro proveniente desde el otro lado de la puerta, y después un pequeño “buenas noches” en respuesta. Luego el sonido de pasos alejándose de la puerta. Se iba a la cama, pensó él. Después se oyó un chasquido, y el hilo de luz que se veía por debajo de la puerta de la habitación de invitados se apagó. Lucern se detuvo. ¿Por qué estaban las luces encendidas? ¿Estaba volviendo a programar la alarma del reloj despertador en una hora? ¡La estúpida mujer realmente tenía intención de controlarlo cada hora! Sacudiendo la cabeza entró en su oficina, encendiendo las luces de un golpe. Le daría quince minutos para que se durmiera y luego entraría en la habitación y apagaría el reloj despertador. Lo último que necesitaba era que le estuviera fastidiando toda la noche. Aunque también se le ocurrió que si ella no dormía mucho esa noche, entonces probablemente dormiría hasta más tarde por la mañana para compensarlo, lo que significaría que tendría menos tiempo para meter sus narices donde no le llamaban mientras él estaba durmiendo. No, decidió él. Ella le había dicho que no curiosearía, y el creía en su palabra.

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En su mayor parte.

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Capítulo 3

Kate miró a su alrededor. Sin dejar de pensar. Había planeado una serie de cosas para ese día que definitivamente no incluían que se durmiera; pero, bueno, los planes podrían mejorar, si es que se podía. Aunque siempre le salían mal. Kate se despertó a las diez de la mañana. Su primer pensamiento fue preguntarse donde estaba. Lo segundo que pensó, una vez que recordó donde estaba y por qué, estaba.— Oh, mierda, la alarma no ha funcionado. —Saltando sobre la cama, alcanzó el despertador para comprobarlo. Estaba bien puesto. Kate miró ceñudamente a la maldita cosa, estaba segura de que lo había puesto después de su última comprobación a Lucern. Claramente recordaba haberlo puesto y encenderlo. Pero estaba desconectado. Lo colocó en su sitio frunciendo el ceño. ¿Se habría despertado un segundo solamente para alcanzarlo y apagarlo? Debía de ser eso, comprendió haciendo una mueca. — Que pasa contigo, Leever. La única excusa para quedarte aquí, la oportunidad perfecta para congraciarse con este hombre, y lo has dejado pasar. —Ese había sido su pensamiento, él no podría expulsarla de su casa después de haberse despertado cada hora para ver si se encontraba bien. Pero ahora que había fallado en esa tarea, él la echaría antes del mediodía, si él no hubiese estado escribiendo durante toda la noche como iba a hacer. Si hubiera escrito durante toda la noche, no se despertaría hasta las dos o tres. Por lo que ella estaría fuera de allí para las tres o las cuatro . — Muy bien hecho, Katie. —Ella apartó la sábana y se levantó de la cama. Ahora tendría que buscar otra buena excusa para quedarse hasta que convenciera a Lucern Argeneau para que cooperase. Kate reconsideró el problema mientras se duchaba, mientras se secaba, mientras se vestía, mientras se lavaba los dientes, mientras se peinaba el cabello y mientras se aplicaba algo de maquillaje. Al final lo dejó como una causa perdida hasta que hubiera comido algo. Siempre pensaba mejor cuando tenía el estómago lleno. Salió de la habitación de huéspedes, haciendo una pausa en el vestíbulo y mirando fijamente a la puerta que estaba enfrente de la suya. Tal vez debería comprobar como se encontraba su anfitrión. No lo había comprobado en toda la noche. El hombre podría estar en estado comatoso sobre el suelo de su habitación.

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Frunció los labios pensativamente mientras pensaba en esa probabilidad, entonces sacudió la cabeza. No. No una buena idea, decidió. Había descuidado su responsabilidad de comprobar su estado por la noche; lo último que querría sería despertarlo antes de que hubiera encontrado algún modo de redimirse. Dándose media vuelta, se desplazó silenciosamente como buenamente pudo hasta la escalera y bajó. Su primera parada fue la cocina. Puso la cafetera, luego inspeccionó el contenido del frigorífico. Aunque ya supiera cada artículo que había en su interior, era una manera de divertirse, al mirar cada producto y fingir que podría comer algo grasiento y malsano como huevos con beicon. Desde luego, no lo hizo. Se conformó con algo menos satisfactorio, como un sano zumo de pomelo y cereales. Entonces se echó una taza de café y lo bebió a pequeños sorbos mientras miraba detenidamente por la ventana del patio trasero de Lucern. Era grande, limpio, con un césped recién cortado rodeado por árboles. Obviamente algún profesional se encargaba de hacerlo. Como también ocurría en la casa. La casa de Lucern mostraba que estaba hecha con clase y riqueza , tanto dentro como por fuera. Era grandiosa y llena de antigüedades, pero fuera estaba lo mejor de todo. La casa estaba sobre una propiedad rodeada por árboles y hierba, todo bien resguardado y oculto a la gran ciudad que se encontraba en sus inmediaciones. Era magnífica y tranquila, y Kate estaba disfrutando de ella mientras se bebía su café. Sirviéndose otra taza, vagó por la cocina, y dio un paseo por el pasillo, con su mente trabajando para conseguir algún plan para poder permanecer en la casa al menos otra noche. Realmente tenía que convencer a Lucern para que hiciera al menos una de las entrevistas. Kate sospechaba que él nunca acordaría hacer un viaje para una firma de su libro, ella ya había desechado esa idea, pero seguramente podría persuadirlo para hacer un par de entrevistas. ¿Posiblemente de forma telefónica o por Internet? Un par de sus otros escritores lo habían hecho por correo electrónico. El entrevistador les enviaba un correo electrónico con las preguntas, y el escritor contestaba también por correo electrónico. O por servicios de mensajería; también sabía de escritores que habían hecho las entrevistas de esa manera. ¡Vaya por Dios! ¿Seguramente esto no sería demasiado trastorno? Lucern ni siquiera tendría que abandonar su casa. Estaba a punto de entrar en la sala de estar con su café cuando descubrió una caja sobre la mesa del pasillo. Kate la reconoció inmediatamente. Había embalado la maldita cosa con todas las cartas de sus admiradores y se la había enviado ella misma . Cambiando de dirección, siguió por el pasillo hasta la mesa, fulminando la caja con la mirada. ¡Ella se la había enviado hará tres meses! ¡Tres meses! Y él no se había molestado en abrir la maldita cosa, sin hablar de responder a cualquiera de las cartas que había enviado.

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— Demonio de hombre. —Refunfuñó.— Ingrato, estúpido… maravilloso hombre. — Esto último lo dijo con una sonrisa incipiente, pensando una excusa para quedarse otra noche.— Oh. —Respiró.— Dios bendice a los estúpidos, con escabrosas sendas. * * * * * Música salsa. Esto fue la primera cosa que Lucern escuchó cuando se despertó. Él reconoció la melodía; un éxito del momento. Una imagen breve se creó en su cabeza, la de un delgado hombre, un bello latino bailando alrededor con ropas oscuras. La música le facilitó encontrar a Kate. Simplemente se guió con el sonido hasta la sala de estar, donde hizo una pausa en la entrada para observar como había desordenado la habitación mientras él había estado durmiendo. La habitación que había estado aseada y ordenada cuando él se había ido a la cama ahora estaba inundada de papeles. Cada superficie disponible tenía cartas abiertas y sobres encima. Kate C. Leever se movía bailando alrededor de la caja que era el centro de este lío, sacando las cartas, abriéndolas, y colocándolas en un montón o en otro por orden. — Husmeando. ¡No! —Rugió él . Kate, que estaba contoneándose rápidamente, un movimiento bastante atractivo, para ser honesto, con la caja medio vacía, dio un brinco alarmada. Dándose la vuelta hacia la puerta, soltando la caja y enviándola al suelo. — ¡Mira lo que me has hecho hacer! —Gritó, sonrojándose por la vergüenza. Se agachó para recoger la caja y su contenido. — Husmeando. —Repitió Lucern. Avanzando, se elevó sobre ella mientras ella recogía los sobres caídos. — Yo.... —Lo miró detenidamente desde abajo con aire de culpabilidad, entonces mostró su irritación. Desde su posición, lo fulminó con la mirada.— Apenas tuve que husmear. La caja estaba allí sobre la mesa del pasillo. La vi al pasar. — No estoy seguro, pero me parece que es ilegal abrir el correo de otra persona. ¿No es un delito federal? — Estoy bastante segura que eso no se aplicaría cuando el correo lo ha enviado uno mismo y realmente envié esta caja. ¡Hace tres meses! —Agregó gravemente. — Pero no escribiste las cartas que había en su interior.

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Kate frunció el ceño, entonces volvió su atención a los sobres sin abrir que había en la caja. Luego explicó. — Vi que aún no lo habías abierto, y pensé que quizás debía de ayudar. Es obvio que estabas abrumado por el número de cartas. — ¡Ajá! Yo no tenía ninguna idea del número de cartas. Todavía no lo había abierto. — No, no tenías idea. —Concedió después de un momento. Luego ella preguntó.— ¿Qué problema tienes con el correo? Nunca había encontrado a nadie que lo abandonara así durante meses. No me extraña nada que seas tan lento en contestar mis cartas. Antes de que él pudiera responder, ella se giró y siguió. — ¿Y cómo pudiste ignorar estas cartas como hiciste? —Ella señaló las mini-torres construidas alrededor de toda la habitación.— Estos son tus lectores, ¡tus admiradores! Sin ellos, no eres nada. Ellos pagan un buen dinero por tus libros, dinero suficiente que dice que disfrutaron con lo que escribes. Tus libros no serían publicados si no hubiera lectores para leerlos. ¿Cómo puedes ignorarles de esta manera? Ellos perdieron su tiempo y se molestaron en escribirte. Dicen cosas maravillosas de ti, de tus libros, de tu escritura. ¿Alguna vez no admiraste el trabajo de alguien o disfrutaste de él tanto que quisiste decirles que apreciabas su labor? ¡Deberías de estarles agradecido por haberse tomado la molestia! Lucern la miró fijamente con sorpresa. Ella se mostraba bastante apasionada, con su cara sonrosada, elevando su pecho. Y era un pecho muy agradable, notó. Ella tenía una figura muy agradable en general, hasta con sus cómodos vaqueros y la camiseta que ella había decidido llevar puesta hoy. Todo se notaba muy agradable a la vista, pero no era el momento. Se reprendió mentalmente y se tomó un momento para aclarar su garganta antes de intentar hablar. El problema era, que no podía recordar lo que ella había dicho o lo que él debería decir en respuesta. — ¡Ajá!! —Había triunfo en su cara.— No tienes ninguna respuesta, ¿verdad? Por que tengo razón. Entendí claramente esta situación, y decidí, con toda la buena voluntad de mi corazón; ayudarte. No tienes que agradecérmelo. —Dijo con un tono bastante autosuficiente. Luego ella se volvió y recogió y abrió otra carta. Lucern se encontró a si mismo casi creando una sonrisa burlona en sus labios cuando la miró. No fue capaz de leer su mente para saber que esto era en realidad un caso de buena voluntad, pero si creía categóricamente que era una manera algo sinuosa de permanecer en su casa el tiempo suficiente para convencerlo de hacer publicidad para

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sus libros. Decidió, que era su buena voluntad, dejarla que permaneciera el tiempo suficiente para ayudarlo con las cartas. No había tenido ninguna intención de contestarlas. No conocía a ninguna de estas personas y esto era una tarea muy pesada, pero ahora... Bueno, su discurso en realidad lo había convencido. Hasta cierto punto, claro. — Muy bien. Puedes ayudarme con las cartas si tienes suficiente tiempo. —Anunció. Kate sacudió la cabeza ante la magnificencia de Lucern Argeneau. — ¡Bien! Como tan magníficamente me permites... —Ella hizo una pausa. Sus burlonas palabras fueron a un saco roto; ya que Lucern había abandonado la habitación. ¡Maldito Hombre! Era el ser más frustrante, irritante... ¿Y qué era ese discurso sobre el tiempo suficiente? Este hombre parecía una antigüedad misma por su forma de hablar y tenía un leve acento que no sabía donde ubicarlo. Esas dos cosas comenzaban a molestarla. Ella justamente volvía a la caja para seguir clasificando las cartas en categorías cuando una serie de ruidosas campanillas resonó por la casa. Reconociendo el sonido del timbre, vaciló, entonces dejó caer las cartas y fue a contestar. Abrió la puerta de la calle para encontrar a un hombre uniformado al otro lado, con una nevera “B.S.A.” en la mano. — Hola. —Él dejó de masticar el chicle en su boca el tiempo suficiente para sonreír abiertamente, y así lucir un agradable conjunto de blanquísimos dientes.— Debe de ser la redactora de Luc. Kate levantó sus cejas sorprendida. — Er, sí. Kate. Kate C. Leever. El hombre tomó la mano que ella le ofrecía, exprimiéndola calurosamente. — La Tía Maggie tenía razón. Es una dulzura. — ¿Tía Maggie? —Preguntó Kate con turbación. — La madre de Luc y mi tía. Marguerite. —Aclaró él cuando ella siguió pareciendo confusa, pero esto no ayudó a Kate tampoco. La únicas personas que ella había encontrado desde su llegada fueron un par de personas que se habían marchado cuando ella salía del taxi, y la mujer seguramente no era lo bastante mayor para ser la madre de Luc, er, Lucern. Kate se encogió de hombros mentalmente, con aquella

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preocupación aparte sumada a las otras connotaciones que hizo que se hundiera mas en su escepticismo. — ¿Usted es el primo de Lucern? — Sí, señora. Nuestros padres son hermanos. —Él sonrió abiertamente, viendo ahora su semejanza. Oh, era un hombre alto y tenía el pelo negro como Lucern, pero Luc no sonreía, y este joven no había parado de sonreír desde que ella había abierto la puerta. Era difícil creer que estuvieran relacionados.— Soy mucho más joven de lo que parezco. — ¿Qué es que? — Preguntó dudosa. Ella habría situado a los hombres casi con la misma edad. — Oh, sí. —Sonrió abiertamente.— Soy unos siglos más joven que Lucern.

— Thomas. Kate echó un vistazo sobre su hombro. Lucern venía por el pasillo, mostrando una cara hosca cuando vio que estaba con su primo. Suspiró por dentro ante su obvio descontento. Al parecer, no le había gustado que abriera la puerta. Vaya por Dios, el tipo era un dolor de muelas. ¿Por qué Thomas, el aquí presente, no podía haber sido el que escribiera las novelas de vampiros? Habría sido mucho más fácil de tratar, estaba segura. — Aquí estas, primo. —Thomas no pareció sorprendido o molesto por la expresión de Lucern. Él le pasó la nevera portátil.— Bastien dijo que trajera esto pronto. Que sufrías carencia y lo necesitarías seriamente. —Dijo esto con una sonrisa burlona, guiñando un ojo. — Gracias. Lucern en realidad se estaba riendo de su primo, notó Kate con sorpresa. Y su cara no se resquebrajó y ni cayó al suelo por hacerlo. — Regresaré inmediatamente. —Dijo Lucern. Cuando él se dio media vuelta hacia la escalera, él advirtió.— Intenta no morder a mi invitada. Ella puede ser... una provocación. Kate frunció el ceño ante la retirada de su anfitrión, luego sonrió de mala gana a Thomas. Cambiando a una sonrisa sardónica, preguntó: — ¿Siempre es tan irritable, o es solo conmigo?

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— Solo contigo. —Dijo Thomas. Al ver su expresión alicaída, comenzó a reírse. Al final se compadeció de ella y dijo la verdad.— Nah. No eres tú. Lucern es un huraño amable. Ha estado así durante siglos. Aunque parece estar de buen humor hoy. Le debes dar una buena influencia. — ¿Este es su mejor humor? —Preguntó Kate con incredulidad. Thomas solamente se rió de nuevo. — Aquí está. —Le dijo Lucern. Él bajó las escaleras corriendo, devolviéndole la nevera a su primo.— Dale las gracias de mi parte a Bastien. — Vale. —Entonces Thomas asintió, guiñó el ojo de nuevo a Kate, y se dio la vuelta caminado por el porche. Kate echó un vistazo a la entrada del camino y al camión aparcado allí. Repartos B.S.A.; eso tenía impreso en un lateral, el mismo que la nevara, se percató. Lucern la sujetó para quitarla de la entrada y cerró la puerta. — ¿Qué...? —Comenzó a decir con curiosidad, pero Lucern evitó así todo lo grosero que podía llegar a ser y la curiosidad de ella. Él ya había recorrido alguna distancia y se encontraba en el pasillo antes de que ella pudiera hacer las preguntas que temblaban en sus labios. — Pensé que, como había tantas cartas, demasiado para contestar individualmente, en realidad; nosotros podríamos dividirlas en categorías y así repartirlas para cada uno. Así luego podrías agregar algún texto más personal a cada una de las respuestas. Lucern gruñó y tomó otro sorbo del café que Kate había hecho en el almuerzo. Bueno, este había sido su almuerzo, su desayuno. Aunque, si él contara la bolsa de sangre que había chupado deprisa mientras llevaba la nevera que había traído Thomas a su oficina, supuso que esta comida podría contarse como su almuerzo, también. Se desplazaron hasta la sala de estar, y él se sentó sobre el canapé mientras ella explicaba todos los proyectos que tenía para sus cartas. — Tomaré tu silencio, como que te gusta mi brillante plan y acordamos cooperar conjuntamente. —Dijo Kate en respuesta a su gruñido. Como esto pareció molestarla, y porque le gustaba el modo en que enrojecía cuando estaba molesta, Lucern gruñó otra vez. Como esperaba, sus mejillas se volvieron rojas como la sangre y sus ojos mostraban su cólera, y Lucern decidió que Kate C. Leever era una cosita preciosa cuando se enfadaba. Y que él disfrutaba mirándola.

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Y a pesar de no estar muy contenta con él, la irritación de su cara de repente desapareció y comentó: — Tienes mejor color hoy. Creo que al final la herida de la cabeza no ha sido muy importante. — Te dije que estaba bien. —Dijo Luc. — Sí, lo hiciste. —Agregó. Luego ella lo miró algo incómoda y dijo:— Perdóname si después de la primera vez no he ido a verificar si te encontrabas bien. Quise hacerlo, pero no escuché la alarma la siguiente vez. Debí de haberlo apagado en sueños o algo así. Lucern ondeó una mano, quitando importancia. Él había apagado la alarma, por lo que ella no tenía que pedir perdón por eso. Y no creyó que ella apreciara el saber que había ido a su habitación mientras dormía. Ella definitivamente no quería saber que después de llegar allí, se había encontrado parado de pie a un lado de su cama mirándola como dormía, mirando fijamente su inocente expresión mientras descansaba, su mirada había estado fija en como subía y bajaba su camisón de franela cuando respiraba. Como había deseado retirar aquel... ah... camisón tan apropiado de su garganta para así poder ver el pulso que golpeaba allí. No, definitivamente ella no querría saber todo esto, por lo que él se levantó y bebió pausadamente su café de nuevo. La bebida era amarga, pero un brebaje sumamente sabroso. Lucern no podía pensar por qué él lo había evitado todos estos años. La verdad, había notado que el estimulante del café le afectaba en el cuerpo dos veces más que a un humano, pero realmente no había notado ningún efecto más. Desde luego, sólo tenía que beber un par de sorbos por ahora. Quizás no debería correr más riesgos. Por lo que dejó la taza. — Entonces, ¿qué hacemos? —Preguntó él bruscamente, intentando cambiar de tema, así Kate no indagaría más sobre lo ocurrido anoche. — Bien. He estado dividiendo las cartas en categorías. Muchos de ellos tienen opiniones y preguntas similares, peticiones de cuando vas a escribir las historias de Lucern o Bastien. —Explicó ella.— Luego he colocado todos los que hacen preguntas. Así, puedes escribir una carta de cada montón, reduciendo las cartas que escribirías a veinte en vez de cientos de ellas. — Desde luego, sería un detalle si leyera cada carta y escribiera una línea o dos para personalizar a si tu respuesta. —Agregó, tanteándole. Lucern supuso que ella ya había pensado todo el trabajo que llevaría. Él así lo hizo. Él no pudo menos que quejarse.

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— No sufrí estas molestias con mis otros libros. — ¿Otros libros? —Ella parpadeó confusamente, entonces dijo.— Oh. Te refieres a tus textos históricos. Bueno, eso fue diferente. Aquellos no eran de ficción. Esos en la mayor parte los utilizan las universidades. Los estudiantes raras veces escriben cartas admirando el trabajo del escritor. Lucern hizo una mueca y tomó otro sorbo de su café. Eso lo ayudó para no decirle que sus novelas no eran ficción, y que estos solo se habían vendido mundialmente como si fueran romances vampiricos. — De todos modos, creo que tenemos suficientes categorías para empezar. Puedo decirte cual es de cada categoría, y puede hacer una especie de respuesta general para cada una mientras sigo clasificando el resto de las cartas.— Sugirió. Asintió dando su aprobación, Lucern cruzó sus brazos y esperó. — ¿No te gustaría conseguir una pluma y un papel o algo así ? —Preguntó después de un momento.— ¿Así no olvidaras nada de ellos?. Hay al menos veinte categorías. — Tengo una memoria excelente. —Informó Lucern.— Procede. Kate se dio la vuelta lentamente, al parecer intentando decidir por donde comenzar. — Dios querido, suenas como aquel tipo calvo en el Rey y yo. —Él la escuchó murmurar. Lucern sabía que no debía contestar, como se suponía, si no escuchaba esto, pero tenía un oído espectacular. Y estaba disfrutando de su exasperación, por lo que agregó comentando. — Te refieres a Yul Brynner. Se dio la vuelta a su alrededor para mirarlo con alarma, y él asintió. — Él describió al rey Siam, e hizo un trabajo excelente. Kate vaciló; entonces, al ver que él no estaba enfadado, se relajó un poco y hasta casi sonrió. — Es una de mis películas favoritas.

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— Oh, ¿Hicieron una película ? —Preguntó con interés.— Yo lo vi vivir en esa época cuando se estrenó. Cuando ella pareció algo dudosa, él comprendió que había pensado en el estreno de Rodgers y Hammerstein en la muestra de Broadway, que tuvo su premier en 1951, si él no se confundía, más bien ya estaba pasado de moda. Como pensó que aparentaba tener unos treinta años, por lo que era normal que ella pareciera sorprendida por su comentario. Se aclaró la garganta, añadiendo. — En el reestreno desde luego. Esto ocurrió en 1977 en Broadway. Creo. Sus cejas se elevaron sorprendidas. — Debías de tener... ¿Qué? ¿Siete? ¿Ocho? Sin querer mentir demasiado, Lucern simplemente gruñó. Aclarando, — Tengo una memoria excelente. — Sí. Desde luego que la tienes. —Kate suspiró y recogió una carta. Leyó en voz alta. — Querido señor Argeneau. Leí y adoré Mordiscos de Amor, los volúmenes uno y dos. Pero el primero es mi favorito. ¡Realmente tiene mucho talento! El ambiente medieval de esa novela era tan arenoso y realista que casi llegue a creer que estuvo allí. —Kate hizo una pausa y echando un vistazo en su dirección.— Todas las cartas en este montón siguen esa misma línea, te elogian por el realismo de tu escritura y de hecho, es que al leerlas parece como si hubieras estado allí. Cuando Lucern simplemente afirmó, ella frunció el ceño. — ¿Y bien? — Y bien, ¿qué? —Preguntó sorprendido.— El lector tiene razón. — ¿Que el lector tiene razón? —Ella lo miro boquiabierta.— ¿Eso es lo que vas a escribir? “ ¿Querido lector, tiene razón?” Lucern se encogió de hombros suavemente, preguntándose por qué ella levantaba la voz. El lector tenía razón. En sus libros se podía leer la realidad por que él sí había estado allí, en la época medieval. Como así había ocurrido. No durante el período de tiempo exacto cuando sus padres se habían encontraron, pero no mucho tiempo después, y en aquel entonces, el cambio era muy lento para poder diferenciarlo.

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Él miró a su redactora cerrar de golpe la carta, echarla sobre el montón y coger otra. Murmurando todo el tiempo de que él era un idiota arrogante, y otras descripciones muy poco halagadoras. “Insensible” y “que sus habilidades sociales” era solo dos. Todo esto en un tono en el que Lucern sabía que se suponía que no podía oír. Él no se ofendió. Tenía seiscientos años de edad. Un hombre tenía alguna seguridad en sí mismo después de este tiempo. Lucern había supuesto que para la mayoría de la gente parecería arrogante, posiblemente hasta idiota. Insensible seguramente, y él sabía que sus habilidades sociales estaban algo oxidadas. Etienne y Bastien siempre habían llevado mejor los asuntos sociales. Aún, después de vivir unos años como un escritor recluido, era una materia en la que carecía y tenía constancia de ello. De todos modos. No podía ver ninguna buena razón para mejorar sus habilidades sociales. Estaba en una etapa en la vida donde impresionar a alguien parecía más una carga. Una vez le había atendido una camarera en una cena que le había explicado que tenía que ser más amable. Ella le había dicho:

— Tiene que poner de su parte, si trabaja a fondo, lo hará bien. La mayor parte de los clientes son buenas personas, aunque pudiera haber en alguna ocasional alguno muy mal educado. Pero a veces que hay alguna noche donde si consigue un cliente verdaderamente repugnante, o hasta dos o tres de seguido, y ellos le humillaran, haciéndole sentir cansado y miserable, una parte de la raza humana esta harta de la vida. Luego aparece un adorable bebé y le hacer sonreír, u otro cliente que le dice “¿Una noche mala?” con una sonrisa comprensiva. Esto hará que mejore su buen humor y comprenderá que tal vez las personas no son tan malos. Bien, Lucern había sufrido un par de décadas malas, y se sentía cansado, deprimido y harto de toda la raza humana. No tenía la energía o deseo de conocer a la gente. Solamente quería estar solo. Era por lo que había comenzado a escribir: una búsqueda solitaria que lo mantenía ocupado y le ofrecía un mundo mucho más agradable. ¿Para él habría alguien que le hiciera sonreír y le dijera “que una década dura?” y alteraría todo. Alguien como Kate. Tanto como había resistido para tratar con ella, ahora había comenzado a disfrutar de su compañía. Hasta lo había hecho sonreír en varias ocasiones. Comprendiendo el camino que estaban tomando sus pensamientos, y que estos se estaban tornando más bien calientes, para que permaneciera cómodamente con su invitada, que no había deseado, se irguió abruptamente, comenzando a fruncir el ceño. ¡Dios querido.! ¿Qué había estado pensando? Kate C. Leever era muy obstinada, una molesta mujer que no había hecho nada más que traer el caos a su ordenada existencia. Él...

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— “Querido Señor Argeneau,” —Leyó ella muy seria, sacando a Lucern de sus íntimos pensamientos— “He leído sus novelas sobre vampiros y he disfrutado de ellas enormemente. Siempre me ha fascinado el vampirismo y he leído todo sobre este sujeto vorazmente. Sé que existen en realidad, y sospecho que usted mismo es uno de ellos. Me gustaría serlo en algún momento. ¿Por favor me convertiría en un vampiro, también?” —Kate puso sus ojos en blanco y dejó de leer, recorriéndole con la mirada.— ¿Qué le dirías a ella? — No. —Dijo firmemente. Kate lanzó la carta hacia abajo resoplando. — ¿Por qué esta contestación no me sorprende? Aunque supongo que sería algo ridículo el intentar explicar a alguien que en realidad no es un vampiro, que realmente no existe tal cosa, que posiblemente no podría “convertirla”. —Ella se rió y siguió adelante con la siguiente carta del montón. Mirando unas pocas de estas cartas que había allí, agregó.— Sería muy amable de tu parte si le dijeras que tendría que ir a un psicólogo local a ver si él pudiera ayudarla con su problema. Lucern sintió que sus comisuras se movían levemente, pero no dijo nada, simplemente esperando que Kate se decidiera con la siguiente carta. — “Querido Señor Argeneau,” —Comenzó.— “No he leído el primero de Mordiscos de Amor, pero lo leeré. Le garantizo que cuando terminé el segundo de Mordiscos de Amor, pensé que era maravilloso. Etienne era tan dulce, gracioso y atractivo que me enamoré de él como lo hizo Rachel. Él es el hombre de mis sueños.“ —Kate hizo una pausa y le echó un vistazo con expectación.— ¿Qué piensas de estas cartas? Esto fue bastante fácil. — Etienne es muy reservado. Su redactor levantó sus manos en el aire. — ¡Esto no es una broma, Lucern! Justamente no puedes. —Ella hizo una pausa cuando sonó el timbre, girándose con un suspiro cuando Lucern casi de mala gana le habría contestado. Él ya sabía quien podría ser. Thomas le había llevado sangre, que dejó como único resultado de la ecuación a: su familia. Y como Etienne y Rachel estaban ocupados con los preparativos de la boda, y Bastien, Lissianna y Gregorio estarían en sus trabajo a esta hora, la única persona que podría ser era su..... — Madre. —Su saludo fue menos entusiasta cuando abrió la puerta y se encontró a Marguerite Argeneau allí de pie. Realmente no tenía ningún deseo de tener a su madre y a Kate Leever en la misma habitación; esto definitivamente daría ideas a la mujer

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más mayor. Y ya que sospechaba que ella se encaminaba por esa clase de ideas, pensó que era mejor no animarla. ¿Pero como podría hacerlo? Ella era su madre. — Luc, querido. —Marguerite besó sus mejillas, mientras lo empujaba para pasar a la casa.— ¿Estás solo, querido? Pensé en hacerte una visita a la hora del té. —Ella no esperó su respuesta, pero siguió sus instintos maternales hasta la puerta de la sala de estar y sonrió abiertamente cuando divisó a Kate.— Bien, justo a tiempo. Sin duda los dos necesitáis un descanso, también. Lucern cerró la puerta de la calle con un resignado suspiro, y su madre paso sin miedo a su desordenada sala de estar. La mujer nunca le visitaría para un simple té. Siempre tenía un objetivo. Y Luc temió que no le iba a gustar mucho el objetivo para la visita de hoy. Él solamente le rezó a Dios para que ella dejara de buscarle pareja con cualquiera, mejor aún de que se le quitara la absurda idea de que estos fueran Kate y él.

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Capítulo 4

— ¡Eh, tú podrías ser la cita de Luc! — Er.... —Kate lanzó una mirada desesperada en dirección a Luc ante la sugerencia de su madre, sólo para encontrarlo sentado con los ojos cerrados, y una expresión dolorida en su cara. Sospechó que él estaba rogando que el suelo se abriera bajo él y se lo tragara entero, o al menos que se lo tragara en pedazos, siempre que se lo tragara. Eso casi hizo que Kate se sintiera mejor. Era bueno saber que ella no era la única con padres que lograban humillarla a cada oportunidad. De hecho, Marguerite era algo realmente diferente. Kate se había pasado la mayor parte de la media hora desde la llegada de la mujer mirándola boquiabierta. ¿Esta exótica y hermosa criatura era la madre de Lucern? Oh, ciertamente el parecido estaba ahí. Y él era igual a ella en el aspecto general, pero Marguerite Argeneau no parecía tener más de treinta años. ¿Cómo era posible que Lucern, o Luc, como todo el mundo parecía llamarle, fuera su hijo? — Buenos genes, querida —Fue la respuesta de la mujer cuando Kate lo comentó. Kate había suspirado miserablemente, preguntándose por qué esos genes no podrían estar en su familia también. Después de esto, simplemente se había quedado absorta en la mujer, asintiendo ausentemente a cada comentario, tratando de encontrar signos de lifting o estiramientos en su cara. Obviamente tendría que haber hecho más caso a lo que Marguerite estaba parloteando. La boda del hermano de Lucern era el tema de conversación. Kate no estaba del todo segura de cómo eso había conducido al último comentario que escuchó. — ¿Cita? —Repitió, inexpresivamente. — Sí, querida. Para la boda. — Madre —La voz de Lucern tenía un toque de advertencia, y Kate se percató de que sus ojos estaban abiertos y agudamente enfocados en su madre. — Bueno, Luc, cariño. Realmente no puedes dejar a la pobre chica sola mañana por la noche mientras tú te vas. —Marguerite rió, aparentemente despreocupada ante la furia de su hijo. — Kate tiene que regresar a Nueva York. —Dijo Luc con firmeza.— No estará aquí mañana por la no… — ¡Eso suena divertido! —Barboteó Kate. Lucern calló y la miró con fijeza, pero ella le ignoró. No había manera de que se fuera antes de conseguir su consentimiento para al menos una entrevista con uno de los periódicos que clamaban por hablar con él. Y según la sugerencia de Marguerite, no sólo no podría forzarla a irse a Nueva York, sino que para cuando la fiesta de la boda acabara sería demasiado tarde para que Kate volara a casa también la siguiente noche. Lo que le daba hasta el domingo para trabajar

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en el hombre. Ese pensamiento la hizo sentirse feliz, y silenciosamente dio las gracias a la madre de Lucern. La única cosa que le preocupó fue que Marguerite Argeneau parecía demasiado complacida también. Kate tuvo el repentino sentimiento ansioso de que había entrado limpiamente en una trampa. Rezó a Dios para que la mujer no tuviera ideas casamenteras sobre ella y Lucern. ¡Seguramente Marguerite sabía lo patán e irritable que era su hijo, y que no era para nada el tipo de Kate! — ¡Bien, maravilloso! —Dijo la mujer. Ignorando el rostro ceñudo de su hijo, Marguerite sonrió como un gato sobre un tazón de leche, y entonces preguntó— ¿Tienes algo que ponerte para la boda, querida? — ¡Oh! —La sonrisa de Kate vaciló. Había metido en la maleta algo para cada posible situación que se presentara, excepto una boda. Era imposible que hubiera previsto eso, y Kate no creyó que el vestido negro que había traído por si acaso salían alguna noche sirviera. — ¡Ajá! —Lucern era ahora el que parecía complacido.— No tiene nada que ponerse, madre. Ella no puede… — Un pequeño viaje a mi modista, supongo. —Marguerite le cortó en seco. Entonces, añadió hacia Kate— Ella siempre tiene algo para una emergencia de estas. Y una visita a mi peluquero hará magia con tu pelo, y entonces estaremos listos. Kate se sintió relajada, y hubiera podido abrazar a la mujer. Marguerite era maravillosa. Demasiado buena para tener un hijo como Lucern. La mujer era inteligente, encantadora y un placer de tener alrededor. A diferencia de cierto hombre hosco. Kate deslizó una mirada hacia Lucern, y casi sonrió ante la apariencia miserable de su cara. Suponía que debería de sentirse culpable por forzarse a sí misma a estar en su casa y permanecer ahí, pero no lo estaba. Él tenía una seria necesidad de ayuda. Tenía una terrible falta de habilidades sociales y obviamente pasaba demasiado tiempo solo. Ella era buena para él, estaba segura. — Bueno, ahora que todo está organizado, me voy. —Marguerite se puso rápidamente en pie y se dirigió fuera de la cocina, tan rápido que Kate sólo pudo lanzarle una mirada fugaz. Poniéndose de pie, corrió tras la mujer. — Muchísimas gracias, señora Argeneau. —Dijo, mientras caminaba por el vestíbulo persiguiéndola. La madre de Lucern no solamente aparentaba ser joven, era más activa de lo que debería para ser la madre de un hombre que tenía que tener al menos treinta y cinco años. ¿Qué vieja le hacía eso? Se preguntaba Kate. Por lo menos cincuenta y tres. Imposible, pensó, pero mantuvo el pensamiento para ella y simplemente añadió: — Realmente aprecio mucho su generosa oferta de ayudarme a comprar y... — Tonterías, querida. Yo soy la que te agradece que estés aquí acompañando a Luc. —Marguerite hizo una pausa y permitió a Kate acercarse.— Deberías haber visto al

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pobre hombre en la boda de su hermana. Nunca había visto a Luc correr tan rápido o esconderse tanto. Son las mujeres, ya sabes. Tienden a ir detrás de él. Las cejas de Kate se arquearon en un gesto de incredulidad ante eso. Una burbuja de risa explotó en Marguerite. — Difícil de creer, con lo antipático que es Luc, ¿verdad? Pero creo que es la caza lo que las atrae. Él hace patente que no está interesado, y ellas reaccionan como sabuesos detrás de un zorro. Contigo allí como su escolta, será libre de relajarse y disfrutar de la celebración esta vez. Y una vez que se de cuenta de eso, estará de lo más agradecido por tu presencia. Kate no se molestó en esconder su duda de que Lucern Argeneau se sintiera alguna vez agradecido por algo. El hombre era algo más que antipático, en su opinión. — Él puede parecer brusco por fuera, querida. —Dijo Marguerite solemnemente, obviamente leyendo sus pensamientos— Pero es como un malvavisco tostado, suave y esponjoso en el centro. Aunque pocas personas pueden ver ese centro. Dejando a Kate considerando aquello, la mujer mayor continuó hacia la puerta y la abrió. — Vendré a buscarte después del almuerzo. A la una en punto. Si eso te viene bien. — Sí pero, ¿nos dará tiempo para tener todo hecho? —Preguntó Kate, preocupada. En su experiencia, las bodas solían ser hacia las dos o tres de la tarde. Marguerite aparentaba calma. — Oh, mucho tiempo, querida. La boda no será hasta las 7 de la tarde. — ¿No es algo tarde? —Preguntó Kate, sorprendida. — Las bodas tardías están muy de moda ahora. He oído que Julia Roberts se casó con su cámara después de medianoche. — ¿De verdad? Yo no lo había oído. —Dijo Kate, débilmente. — Oh, sí. Ella inició una tendencia. Hasta mañana, entonces. —Marguerite acabó alegremente. La mujer cerró la puerta detrás de ella, dejando a Kate de pie en mitad del vestíbulo, sintiendo como si acabara de sobrevivir a un tornado. Kate permaneció varios minutos ahí, mirando fijamente a la puerta, su mente zumbaba con todo lo que tendría que hacer para estar lista para esa boda, cuando la puerta de la cocina se abrió y Lucern entró airadamente. — Estaré en mi despacho. —Su voz era cortante, su expresión prohibitiva mientras pasaba a su lado en su camino hacia las escaleras. Kate, siempre una chica inteligente cuando se trataba de la autoconservación, mantuvo su boca cerrada y simplemente le vio desaparecer escaleras arriba. Estaba enfadado, por supuesto. Lo que era de esperar, pero ella esperaba que se le pasase. Una puerta se cerró con un golpe en el piso superior. Con un portazo. Bueno, quizá no se le pasara esta noche, pero lo haría por la mañana. Esperaba. Con un poco de ayuda, quizá. Se dio la vuelta y miró el desorden del salón. No había manera

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de que fuera capaz de hacerle trabajar en aquellas cartas esa noche. Lo que supuso que sería una buena cosa. Ella empezaba a temer que cualquier carta que él escribiera fuera más para ofender y asustar a los lectores que para complacerlos. Le haría un gran favor escribiendo las cartas ella misma y simplemente dejarle a él firmarlas. Kate hizo una mueca con la idea. Eso supondría un montón de trabajo para ella, y los lectores apenas serían propensos a ser tan felices. Seguramente serían más felices con su entrometimiento que recibiendo una carta que dijera:

Querido lector No Sinceramente Lucern Argeneau Por raro que fuera, Kate se encontró a sí misma riendo con la idea. Él era algo divertido en cierta forma, este escritor suyo. El problema era que no tenía la menor intención de serlo. Exhalando un suspiro, volvió hacia el cuarto de estar para empezar a trabajar. * * * * * Lucern cogió una bolsa de sangre del pequeño frigorífico del despacho, donde la había colocado antes, y se puso a caminar por su despacho como un tigre enjaulado. Hizo eso durante más de una hora antes de desprenderse de la suficiente energía como para poder relajarse algo y sentarse. No sabía si era su rabia o la cafeína lo que le había puesto patas arriba. Y no le importaba. Gimiendo, se reclinó en la silla y se frotó la cara con las manos. Su madre le había maldecido con dos noches más con la presencia de Kate Leever. Y Kate no había mejorado las cosas con su rápido asentimiento. La mujer era como el liquen. Como el cieno que no puedes despegar de la suela de tus zapatos. Como... bueno, ninguna de las cosas que le venían a la mente era demasiado atractiva y, tan incordiante como Kate Leever era, era también atractiva, así que Lucern dejó sus comparaciones. Trataba de ser justo con esas cosas, tanto como le fuera posible. Apartando las manos de la cara, comenzó a considerar el ordenador del escritorio. Quería evitar a Kate por un momento. Estaba todavía tan enojado que podría lastimar sus sentimientos si estaba alrededor de ella, y no quería lastimarla... — ¡Bien, demonios! ¿Ahora te preocupas por sus sentimientos? —Se dijo a sí mismo. Eso no debía ser. Tenía que intentar ser firme con sus revueltos sentimientos, y recordarse a sí mismo que “La mujer es tu editora. Ella usará manipulaciones, inteligentes tretas y cualquier arma que sirva para conseguir lo que quiere de ti. No empieces a ser suave y sentimental con ella. No la quieres aquí. Quieres que te deje solo y trabajar en paz”. El problema era que él realmente no tenía nada en lo que trabajar. No había empezado nada nuevo desde que acabó la historia de Etienne y Rachel, impresa desde

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hacía un mes. Y Lucern no tenía ni la menor idea de en qué trabajaría ahora. Sabía que Kate y Roundhouse Publishing querían otro romance de vampiros, pero Bastien no daba indicios de complacer a su hermano enamorándose de nuevo tan pronto. Bueno, decidió Lucern con indiferencia, no era como si necesitara el dinero. Sus inversiones a través de los años siempre se habían dado bien. Podía relajarse si quería. Roundhouse simplemente tendría que esperar hasta que se le ocurriera algo. Su mirada cayó en el videojuego de la esquina de su escritorio, Blood Lust II ♥. El juego era la nueva creación de Etienne. La primera parte se había agotado varias veces, y había ganado incontables premios. Su éxito no fue una gran sorpresa para Lucern; el juego era divertido y lleno de acción, con impresionantes gráficos, montones de villanos para matar, montones de acertijos para resolver y una gran historia. Lucern no era el único de la familia que sabía escribir una historia. Se esperaba que Blood Lust II fuera aún mejor cuando saliera. Sonriendo, hizo saltar el sello del envoltorio y arrancó el CD del juego. Había jugado un par de niveles del prototipo antes de que el juego estuviera terminado, y él y Bastien consiguieron las dos primeras copias completas antes de que salieran a la venta. Era bueno ser hermano del creador. Lucern deslizó el juego en su ordenador y se preparó para disfrutar. Se desharía de parte de su ira matando algunos villanos. Y también evitaría a Kate durante un tiempo. Había encontrado la solución perfecta. Jugó durante algunas horas, adentrándose en el interior del juego, cuando escuchó que llamaban a la puerta. A su respuesta con un distraído “¿Qué?” la puerta se abrió y Kate entró en la habitación llevando una bandeja. — Pensé que debería tener hambre. Sus tentadoras palabras, unidas al olor de la comida, distrajo la atención de Lucern del juego. Husmeó con la nariz, pensando que podría comer algo en ese momento. Él, al igual que el resto de su familia, comía comida al igual que ingería sangre. Si no lo hicieran, todos serían pálidos espectros. — ¿Qué es? —Preguntó, curioso. — Bueno, sabía que iba a estar ocupada, he estado escribiendo algunas cartas, — informó ella— así que después de que tu madre se fuera y tú subieras arriba metí el asado que recogimos en el horno con algunas patatas. De esa manera se haría mientras trabajaba. Dijiste que te gustaba cualquier cosa rara, espero que eso incluya el asado, porque este asado es bastante extraño. — Perfecto. —Lucern cogió la bandeja y la colocó sobre su escritorio, dándose cuenta de que había dos platos de comida y dos vasos con algo que parecía ser vino, y también dos vasos de agua. Ella se había cubierto las espaldas. Él apenas se estaba relajando cuando ella comenzó a arrastrar una silla alrededor del escritorio para unirse a él, diciendo: — Esperaba que pudiéramos discutir... 

Blood Lust II: Juego de sangre II

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Estaba a punto de sacar el tema de la publicidad otra vez. Lucern inmediatamente se tensó; entonces, la mirada de Kate se desvió hacia la pantalla del ordenador. — Eso parece Blood Lust. — Blood Lust II. —Le corrigió. — Estás bromeando. ¿De verdad? Se supone que no saldrá a la calle hasta el lunes. Lo tengo pedido. — Conozco al creador. —Admitió Lucern con renuencia.— Tengo una copia tempranera. — No es posible. ¡Tú, perro afortunado! ¿Es tan bueno como el primero? — Mejor. —Lucern comenzó a relajarse de nuevo mientras ella continuaba mirando fijamente y con avidez la congelada pantalla. Reconocía un compañero de juego cuando lo veía. Cualquier charla sobre la publicidad había mordido el polvo por esa noche. Miró hacia la pantalla y vio que su personaje había muerto mientras él estaba distraído. El juego estaba esperando que él decidiera qué hacer a continuación. Sus opciones eran empezar de nuevo o salir del juego. Consideró el asunto brevemente, y entonces preguntó: — ¿Quieres jugar? Puedes jugar a dobles. — ¿De verdad? —Ella pareció terriblemente excitada.— Sí, por favor. Me encanta Blood Lust, llevo siglos esperando que saliera la segunda parte. —Arrastró su silla aún más cerca.— Esto es genial. Lucern sonrío para sí y empezó el juego. Tenía que decir una cosa sobre ella: Kate C. Leever tenía buen gusto. Le gustaban sus libros y le gustaba el juego de Etienne. Y también demostró ser un infierno de jugadora. La cena que había preparado descansaba olvidada encima del escritorio mientras ellos pasaban los niveles que él ya había atravesado antes, y continuaron hacia los siguientes niveles, trabajando juntos para vencer a los villanos y salvar la damisela en apuros. Cada vez que tenían éxito y pasaban a otro nivel Kate reaccionaba como una niña excitada, chocando las manos o bailando una pequeña danza de la victoria alrededor del escritorio mientras esperaban a que se cargara el siguiente nivel. Jugaron durante horas, hasta que la comida se marchitó y congeló, hasta que sus cuellos y manos les dolieron y hasta que Kate empezó a adormecerse en su asiento. Cuando Lucern con renuencia sugirió que sería mejor que ella se fuera a la cama, ella afirmó con la misma renuencia que debería irse, o no sería capaz de levantarse para la excursión de compras con la madre de él. Por raro que pareciera, Lucern la echó de menos cuando se fue. Continuó a través de otro nivel del juego, pero no era lo mismo sin ella allí para compartir la alegría del éxito. Ya no hubo más chocar manos o pequeñas danzas de victoria, y se molestó al darse cuenta de que echaba de menos eso también. Pero más inquietante aún fue el hecho de que por primera vez en años, Lucern se sintió solo. * * * * *

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A pesar de su larga noche, Kate estuvo levantada y lista para la una en punto. Se colocó ansiosamente frente a la puerta principal esperando a la señora Argeneau. Cuando una limusina se detuvo en el camino de acceso, corrió al exterior y bajó las escaleras del porche, entonces se detuvo y se volvió confusamente hacia la puerta. Había quitado el cerrojo para salir, y no tenía ni la menor idea de cómo hacer para cerrarlo de nuevo. ¿Se atrevería a dejarlo sin cerrar? ¿O debería despertar a Lucern y hacer que él lo cerrara? — Está bien, Kate. No te preocupes por la puerta. —Marguerite bajó la ventanilla trasera para llamarla.— Ven, tenemos muchas cosas que hacer. Encogiéndose interiormente, Kate se giró y caminó hacia la limusina. El conductor había salido para abrirle la puerta justo a la vez que ella llegó hasta ella, y Kate murmuró un gracias y se deslizó en el interior; entonces, reaccionó ante la vista de la madre de Lucern. La mujer estaba arropada de los pies a la cabeza como si se encontrara en medio de una tormenta en invierno. Llevaba puesta una blusa de mangas largas, guantes y pantalones flojos, y una bufanda sobre su cabeza que le cubría la mitad inferior de la cara. Grandes gafas de sol cubrían la mayor parte del resto de la cara. El único trozo de piel que se veía era su nariz, y estaba cubierta con una amplia capa de crema blanca que Kate supuso sería protector solar. — No me lo diga. ¿Es usted alérgica al sol como Lucern? —Adivinó Kate. La boca de Marguerite se torció divertida. — ¿De dónde crees que él lo sacó? Kate rió y se relajó en la limusina, preparada para un día frenético de compras y mimos. Y eso fue exactamente lo que obtuvo: una búsqueda frenética para encontrar el vestido perfecto y adecuarlo a su medida, y luego un par de horas de deliciosos mimos y cuidados en el balneario donde la peluquera de Marguerite Argeneau trabajaba. Disfrutó enormemente. * * * * * Luc no durmió bien. Se fue a la cama por puro aburrimiento tras la partida de Kate, pero no pudo descansar. La mujer realmente había invadido su casa, y ya había invadido sus sueños también. Este hecho fue suficiente para hacerle terriblemente gruñón al despertar, y fue un Lucern hosco el que bajó las escaleras el sábado a la tarde. Y aún se volvió más gruñón tras comprobar en un rápido vistazo a la casa que Kate aún no había regresado de su viaje de compras. Refunfuñando se encaminó hacia la cocina y, como era su costumbre, abrió la puerta de la nevera buscando sangre. No fue hasta que tuvo la puerta abierta cuando se dio cuenta de que había colocado su suministro en la pequeña nevera de su despacho, fuera de la vista de Kate. Consideró el volver arriba a buscar una bolsa, pero realmente no se sentía así. Tampoco sentía ganas de comida normal, a pesar de que Kate y él habían desperdiciado la cena la noche anterior en beneficio de Blood Lust II. Y sabía que iba

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a comer un montón de sabrosa comida en la celebración de la boda, así que era mejor no comer ahora. Decidiendo que cogería una bolsa de sangre antes de salir hacia la boda, Lucern vagó sin rumbo fijo saliendo de la cocina y pasando por el vestíbulo hacia el salón. Inmediatamente sonrió. Kate había terminado de ordenar las cartas por categorías, y había varias cartas formales esperando su firma. Curioso, se sentó en el sofá y empezó a leerlas. Todas eran muy agradables, coloquiales cartas que parecían graciosas y encantadoras, y para nada parecidas a las de él. Kate era muy buena escritora, también. Había hecho un trabajo maravilloso, y Lucern supuso que tendría que darle las gracias. Y también supuso que debería contratar a un asistente para que se encargara de esas tareas en el futuro. Desgraciadamente, sabía que no lo haría. La idea de un extraño en su casa, enredando entre sus cosas no era atrayente. Esa era la razón por la que aún no había reemplazado a su ama de llaves, la señora Johnson. La mujer había muerto mientras dormía en 1995. Ocho años atrás, constató con sorpresa. Desde entonces, Lucern había contratado un servicio de limpieza que limpiaba su casa una vez por semana, y habitualmente comía fuera o encargaba comida para llevar de un restaurante calle abajo. Tenía intención de hacer eso sólo hasta que encontrara quien reemplazara a la desventurada señora Johnson, pero nunca se había puesto a ello. Pensaba en ello y en todos los problemas que supondría y se ponía en contra. ¿Para qué perder tanto tiempo y esfuerzo sólo para encontrar a alguien que moriría en veinte o treinta años, tal y como la señora Johnson y Edwin habían hecho? Murmuró por lo bajo ante ese pensamiento. Los humanos eran tan poco fiables en ese sentido. Siempre morían justo cuando acababas de entrenarlos. Estaba pensando en ese hábito tan molesto del género humano cuando la puerta principal de la casa se cerró de un portazo. Kate había vuelto de su excursión de compras. Pasó sus manos por su cabello, alisó su camiseta e intentó parecer presentable. Se sentó, mirando con expectación hacia la puerta del salón… justo a tiempo de captar un vistazo de Kate subiendo las escaleras. Al menos pensó que era Kate. Todo lo que había visto era un desordenado manojo de bolsas con variados nombres de diseñadores en ellas, y los pies. Oh, sí. Ella había estado comprando. Se reclinó de nuevo en el sofá con disgusto. Ella ni siquiera se había fijado en él. ¡Mujeres! Llegó toda una cacofonía de ruidos procedentes de la parte alta: el portazo de la habitación de invitados y una serie de ruidos inidentificables de traqueteos y golpes. Sonaba como si la mujer estuviera saltando por la habitación y tirando cosas por todas partes. Duró lo suficiente como para que Lucern se preocupara. Y entonces, de repente, un absoluto silencio. Se puso de pie y caminó hacia el vestíbulo, mirando ansiosamente escaleras arriba. Una puerta se abrió y se cerró; entonces escuchó el taconeo de unos zapatos de tacón alto en el pasillo de madera del piso superior, y Kate apareció en lo alto de las escaleras.

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Era un espectáculo. Una visión. Su pelo dorado estaba recogido en lo alto de la cabeza con pequeños tirabuzones cayendo para enmarcar su preciosa y excitada cara. El vestido que llevaba era de un profundo verde esmeralda. Tenía una larga falda, un cuello alto y estaba hecho de un material suave que brillaba marcando graciosamente los contornos y curvas de su cuerpo. Estaba gloriosa. Un ángel. La mujer más hermosa que Lucern había visto en toda su vida, y eso era decir bastante. Se quedó sin habla, asombrosamente. Simplemente la miró con admiración mientras ella bajaba las escaleras. Estaba a medio camino cuando le vio. Inmediatamente se detuvo, parpadeó y le miró ceñuda: — ¡No estás listo! Fue el turno de Lucern para parpadear. Su ángel estaba gritando. Estaba frenética. La serena visión se había ido. — ¡Lucern! —Ella le miró con incredulidad.— La boda es a las siete en punto. Son las seis y cuarto. Tenemos que irnos. ¡Ni siquiera te has dado una ducha, o algo! ¿Qué has hecho durante todo este tiempo? —Ella se cubrió la cara horrorizada.— ¡Llegaremos tarde! Odio llegar tarde a las bodas. Todo el mundo estará sentado en los bancos de la iglesia, y todos nos mirarán y… — ¡De acuerdo! —Lucern cogió sus manos tratando de apaciguarla mientras subía las escaleras.— Todo está bien. Soy rápido. Estaré listo. Simplemente dame diez minutos. No llegaremos tarde. —Le aseguró mientras se movía apresuradamente junto a ella.— De verdad. Te lo prometo. Kate le miró con exasperación mientras Lucern desaparecía escaleras arriba. Una vez que estuvo fuera de su vista sus hombros se encorvaron tristemente. Después de todos sus esfuerzos él ni siquiera le había dicho cómo la encontraba. Decepcionada, bajó del todo las escaleras y entró en el salón. Estaba del todo preparada para hacer un hoyo en el suelo por la impaciencia que tenía. Pero no tuvo la oportunidad. Diez minutos más tarde Lucern bajaba las escaleras preparado para irse. Su pelo todavía estaba húmedo por la ducha y lo tenía echado hacia atrás, y un traje de diseño colgaba elegantemente en sus anchos hombros. Diez minutos, pensó Kate con disgusto. Diez minutos y se veía fabuloso. ¡A ella le había llevado todo el día arreglarse decentemente y a él le había bastado con diez minutos! Le miró mientras se unía a él en el vestíbulo. — ¿Lo ves? Te dije que sería rápido. —Dijo Lucern apaciguadoramente mientras abría la puerta principal.— No llegaremos tarde. Estaremos justo a tiempo. Todavía irritada por su rapidez, Kate simplemente hizo una mueca mientras se dirigía hacia fuera por delante de él. Lucern abrió la puerta del copiloto de su BMW de un modo cortés que ella apreció, y luego comentó: — Te ves encantadora.

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Cerró la puerta antes de que ella pudiera responder, pero Kate sonrió ampliamente mientras le miraba rodear el coche hacia el lado del conductor. Su humor empezaba a elevarse de nuevo. Generalmente, Kate odiaba las bodas, y definitivamente no estaba para nada contenta con el hecho de ser llamada “La cita de Luc”, pero quizás la noche no fuera tan mala.

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Capítulo 5

Aquello fue horrible. Bueno, no del todo, admitió Lucern para sí mismo. La ceremonia nupcial en si misma fue hermosa. Y, para su sorpresa, su molesta editora tenía los ojos llorosos mientras Etienne y Rachel intercambiaban sus votos. Se dijo a sí misma cuando él le pasó el pañuelo que con tanto cuidado había guardado en el pecho: — Parecen tan felices. Es obvio que están profundamente enamorados. Lucern simplemente refunfuñó y esperó a que la ceremonia no fuera tan larga como lo había sido la de Lissianna el año anterior. Sólo tenía un pañuelo. Afortunadamente el sacerdote de la boda de Rachel no era tan cansino como había sido el de la familia Hewitt. Aún así, Lucern casi salió corriendo de la iglesia con Kate. O al menos lo intentó. Su huida fue detenida por el embotellamiento formado a la salida, en donde todos y cada uno de los invitados se detenían para dar a Etienne y Rachel la enhorabuena. La pareja, según la costumbre, había salido de la iglesia primero y estaban ahora a unos pasos de la iglesia hablando con cada uno de ellos mientras se marchaban. Por supuesto Kate insistía en felicitarles y darles la enhorabuena también, lo cual, pensaba Lucern, era ridículo. ¡Ni siquiera les conocía! Pero la mujer ignoró sus intentos de darle prisa para bajar las escaleras y se detuvo a desear felicidad a la pareja. Rachel y Etienne no estaban sorprendidos por que Kate estuviera en la boda, por supuesto. La rama familiar estaba tan saludable como siempre. Y pese al enfado de Lucern, Rachel era una de esas personas sociables que gustaba a todo el mundo y que le gustaba hablar. Etienne estaba estorbando con su misma afición, así que no podían decir sólo gracias y dejar marchar a Kate. No. De hecho, tenían que “hablar” con Kate y preguntarle si habían tenido buen tiempo en Toronto. Lucern sintió como se tensaba mientras esperaba su respuesta. Se quedó vagamente sorprendido cuando ella rió (soltó una carcajada) y respondió: — Oh, si. Etienne parecía igualmente sorprendido. — ¿Quieres decir que es mi hermano quien se ocupa de entretenerte? —Preguntó, como si Lucern fuera una clase de pagano, incapaz de ser un buen anfitrión. Kate asintió con la cabeza alegremente. — Él y tu madre también. Marguerite me llevó de compras, y al balneario también. Y la pasada noche, Lucern y yo jugamos a “Blood Lust II” hasta bien entrada la madrugada. — ¡Oh! —Exclamó Rachel.— ¿No es un juego asombroso? Etienne es muy hábil. Aunque pensé que me volvería loca con ello cuando diseñaba el último episodio. Le dio problemas.

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— ¿Etienne? —Kate miró de reojo titubeando de Rachel a Etienne. — Si, es su juego. —Aclaró Rachel. Echó entonces una mirada a su cuñado sorprendida.— ¿No le dijiste que Etienne era el creador del juego? — Si, estoy seguro de que se lo dije. — No, no lo hiciste. —Exclamó Kate sacudiendo ligeramente su brazo— Oh, Dios mío. ¿Por qué no me lo dijiste? Lucern frunció el entrecejo. Su editora no prestaba atención. Ya se había vuelto hacia su hermano. — ¡No puedo creerlo, amo “Blood Lust”, ambas partes!. ¡Son asombrosas! — ¡Oh! Ahora entiendo. Los personajes principales en el libro de Luc se llamaban Rachel y Etienne. Y Etienne fue el creador del juego. ¡OH, vaya! —Sonrió abiertamente a Rachel.— La próxima cosa que me dirás será que eres investigadora forense como la mujer del libro. Lucern, Etienne y Rachel la miraron e intercambiaron miradas incómodos. Los ojos de Kate se abrieron desorbitadamente en silencio. — ¿Eres…? ¿Eres tú? — Me gusta basar mis historias en la realidad tanto como me sea posible. —Dijo Lucern rompiendo el silencio. — Pero tú escribes libros de vampiros. —El tono de Kate sonó perplejo. — Bueno, dentro de lo razonable. —La corrigió él, entonces tomó su brazo firmemente.— Ven. Estamos traspasando la línea. Lucern arrastró apresuradamente hacia el coche a Kate, miró hacia adentro, se montó e inmediatamente puso la radio en marcha. Subió el volumen impidiendo el diálogo y condujo hacia el vestíbulo de recepción en donde la comida de la boda iba a ser servida. En su prisa por llegar allí, esperaba esperanzado que Kate se distrajera y olvidara la extraña coincidencia entre los personajes de sus libros y los de su familia en la vida real. Lucern se excedió un tanto con el límite de velocidad. Como resultado de ello fueron los primeros en llegar. Afortunadamente para él, Kate no volvió a mencionar el problema. Ella y Lucern se sentaron en la misma mesa, y su madre, su hermana Lissianna y su esposo Greg pronto se unieron a ellos. Bastien se sentó en la mesa principal con el resto del cortejo nupcial, así que la mesa de seis plazas que los cinco ocupaban era la más cercana a la larga mesa principal. Lucern malgastó los primeros minutos manoseando simplemente la copa de vino que prestamente habían colocado delante suya, su mirada pasó nerviosamente veloz a Kate mientras ésta hablaba con Marguerite y Lissianna. Las tres mujeres le ponían bastante nervioso. Tenían las cabezas muy juntas, y mezclaban las risitas nerviosas con la tranquila conversación.

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Se moría por saber que estaban contándose, pero por más que lo intentó no consiguió oír nada, debido en parte a los chismorreos y a las interrupciones de las personas que llegaban saludándose los unos a los otros. — ¡Lissianna! Lucern se puso rígido al oír exclamar a su editora; entonces Kate se volvió hacia él. — ¡El nombre de tu hermana es Lissianna! Es el nombre de la mujer vampiro de tu segundo libro. — Esto….sí. —Disparó una mirada tanto a su madre como a su hermana. ¿Estaban deliberadamente tratando de complicar su vida? — Etienne y Rachel en el último libro, Lissianna y Greg en el segundo. ¡Y Marguerite! —Se volvió hacia la madre de Lucern.— Su esposo se llama Claude, ¿no es cierto? — Se pronuncia con una ‘o’ alargada querida, no como una ‘o’ cerrada. —Corrigió Marguerite amablemente. Entonces asintió ligeramente.— Pues sí, mi esposo y el padre de mis hijos fue Claude. — ¡Oh! —Kate guardó silencio un momento, pero era evidente que estaba pensando, buscando otras similitudes.— Y el apellido familiar es también Argeneau. No, espera — dijo corrigiéndose— en las novelas el apellido es Argentus, del Latín ‘argent’, plata, porque el patriarca tenía los ojos azul plateado. ¡Como tú! —Se volvió repentinamente entornando los ojos hacia los de Lucern. — Sí. —Lucern cambió de posición sintiéndose terriblemente incómodo, sin saber como conseguir una explicación convincente. Al final, ni siquiera la necesitó. — Creo que es demasiado almibarado para ti eso de dar los mismos nombres que tiene tu familia. —Dijo Kate. Lucern la miró sorprendidamente boquiabierto. ¿Almibarado? Él no era almibarado, en modo alguno. Que porras… — Es obvio que te preocupas por ellos. — Esto…. —Lucern se sentía extrañamente atrapado cuando un ligero golpecito en su hombro hizo que volviera la cabeza. Se encontró mirando fijamente a Bastien y Etienne. Aliviado por aquella distracción, sonrió enormemente, consiguiendo asombrarles. — Necesitamos que ambos nos echéis una mano. —Bastian abarcó a ambos, Lucern y Greg con la mirada. — Oh, oh, por supuesto. —Luc se volvió hacia Kate mientras Greg se ponía en pie.— Nos necesitan. Debemos irnos. —Explicó. Kate asintió solemnemente. — Es algo así como “solo para chicos”, ¿verdad? — Esto….sí. —Luc se puso en pie, lanzó una mirada furiosa de advertencia a su madre y a su hermana, con el único fin de que se abstuvieran de sembrar estrafalarias ideas en la mente de Kate, entonces siguió a sus hermanos alejándose así de la mesa.

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El cuarteto cruzó el vestíbulo de recepción, atravesando la puerta semioculta detrás del decorado travesaño, caminaron por el angosto corredor, saliendo por otra de las puertas que desembocaba en el solar del aparcamiento detrás del edificio. Bastien caminó entre las filas de vehículos aparcados hacia su camioneta. Lucern no sabía que estaba pasando hasta que su hermano abrió las puertas traseras y arrastró hacia sí la nevera portátil. — No sé vosotros, chicos, pero con todo lo que he tenido que hacer hoy, no pude alimentarme antes de la boda. Creí que tal vez no era el único que tenía ese problema, así que preparé un pequeño picnic. —Bastien abrió sonoramente la nevera. Lucern sonrió burlonamente ante la vista de las bolsas apretujadas entre el hielo. El bueno del viejo Bastien. Siempre estaba preparado. Debería haber sido Boy Scout de niño por su forma de comportarse como en aquellos tiempos. — ¡OH, gracias Dios! —Etienne tomó la primera bolsa que Bastien le alcanzó.— Estuve tan ajetreado yendo de acá para allá, no tuve ocasión de alimentarme. Ni siquiera lo hizo Rachel, estoy seguro. — He traído suficiente para todos. —Les aseguró Bastien. Tendió ambas bolsas a Lucern y Greg.— Traeré a las señoras después que hayamos vuelto. Pensé que no sería conveniente que saliéramos todos al mismo tiempo. El flanco de los Argeneau lo entendería, pero los Garretts podrían sentirse confusos. — Verdaderamente, amigo mío. —Dijo Greg con una sacudida de cabeza.— Aún no estoy usándola toda. —Gesticuló con la bolsa en la mano, entonces la alzó y extendiéndola le asestó una dentellada. Lucern sonrió mientras les emulaba. Para alguien que exigía justo lo contrario, su cuñado hizo una imparcial parodia de alguien que estaba cómodo con su nueva situación. Fijándose, esto podría ser diferente si el terapeuta mordiera a la gente para alimentarse como en los viejos tiempos. Los cuatro hombres quedaron en silencio mientras vaciaban sus primeras bolsas de sangre. Bastien deslizó las copas de plástico fuera de la furgoneta y dividió dos bolsas más entre aquellas cuatro tazas, y los hombres continuaron hablando mientras bebían. No pasó mucho tiempo antes de que la conversación volviera hacia la invitada no deseada de Lucern. Etienne fue el primero que empezó comentando que ella parecía realmente agradable. Lucern resopló. — No dejes que te embauque. Esa mujer es terca como una mula. Es como una de esas malditas garrapatas excavando bajo tu piel y quedándose allí. ¡Excavó de esa forma en mi casa y ya no se marchará! Los otros soltaron una carcajada. Greg sugirió: — ¿Por qué no intentas algo de ese control mental que Lissianna intenta enseñarme? Tan solo accede a su mente y planta la sugerencia para que se marche. — Luc no puede acceder a su mente. —Anunció Etienne con una sonrisa socarrona. — ¿Lo has intentado? —Preguntó Greg a Lucern sorprendido.

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— Por supuesto que lo he hecho. Desde la primera noche. —Luc frunció el entrecejo y sacudió la cabeza.— Pero parece que es resistente a la sugestión. Ni siquiera puedo leer sus pensamientos. La mente de esa mujer es como una trampa de acero. —Suspiró — Es condenadamente frustrante. — Sí, y no se lo digas a Madre. —Le recordó Etienne. — ¿Por qué no? —Preguntó Greg. Bastien le explicó. — Madre dice que las parejas no deberían ser capaces de leer los pensamientos del otro, así que cuando te topas con alguien fuertemente dispuesto a bloquearte, lo cual ella dice que es algo fuera de lo común, deberías prestar atención, podría ser tú mejor compañera. Etienne asintió con la cabeza. — Así que si ella echa el lazo al viento.... — Ella decidirá con quien nos empareja. —Terminó Luc por él. Inmediatamente se sintió confuso. La última cosa que necesitaba era a su madre jugando a la casamentera y forzándoles a él y su editora a permanecer juntos. Por otra parte, Kate era el infierno de un jugador. Era atractiva, y de alguna forma había empezado a resultarle menos irritante desde que la conocía. Incluso podría llevarla a su casa. En caso de que se viera forzado al matrimonio... — Así que yo no se lo diría si fuera tú. —Dijo Bastien. — Estoy de acuerdo con Bastien y Etienne en ello. —Decidió Gregory mirando a Lucern.— Pese a lo mucho que me gusta tu madre, una vez que se le mete una idea en la cabeza es como un niño insistente. Si no quieres que interfiera e intente empujaros a Kate y a ti, mejor será que no menciones que no puedes leer su mente. — Demasiado tarde. Los cuatro hombres se sobresaltaron culpablemente ante aquel comentario dulcemente entonado. Dándose la vuelta, se encontraron enfrentados a Marguerite. Lucern gimió al ver la agresiva mirada en su cara. Era bastante obvio que lo había oído todo. Y a juzgar por su expresión, ya había empezado a maquinar algo. Al menos eso era lo que él creía, pero se sorprendió al verla tomar la bolsa de sangre que Bastien le ofrecía y se volvía sonriendo a su hijo mayor. — Luc, querido. Si quieres realmente librarte de mala manera de esa chica, ¿por qué no llegáis a un acuerdo para hacerla publicidad en la que ella participa? En cuanto estés de acuerdo con ella, se marchará. — Porque no quiero. —Respondió casi sobresaltándose mientras escuchaba lo infantil que sonaba. — Y no quiero oírte lamentarte, pero a veces tenemos que hacer cosas en esta vida que no nos gustan. —Sus palabras hicieron que todos se quedaran en silencio, entonces Marguerite asestó una dentellada a la bolsa de sangre y la vació. Cuando hubo terminado, se volvió hacia Lucern y añadió— Kate no quiere estar aquí incordiándote

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más de lo que tú la quieras aquí. De todas formas, su trabajo depende de su habilidad para convencerte de acudir a uno de esos acontecimientos publicitarios. A ella le gusta su nuevo puesto. Quiere mantenerlo. No se marchará hasta que estés de acuerdo al menos una vez. Observando su horrorizada reacción, Marguerite palmeó la mejilla de su hijo cariñosamente. — Te sugiero que le digas que harás R.T. Por lo que me dijo esta mañana en el balneario es probablemente la mejor opción para ambos. — ¿Qué es R.T? —Preguntó Lucern recelosamente. — Es la revista “Romantic Times”. —Le aclaró su madre— Tan sólo dile que la harás. —Entonces Marguerite Argeneau se volvió y comenzó a andar mirando por entre las filas de coches aparcados. — Veamos. Me pregunto como habrá averiguado que el trabajo de Kate depende de convencerte para que hagas esos eventos publicitarios. —Murmuró Bastien mientras observaba a su madre alejarse. Greg se encogió de hombros. — Es muy buena haciendo que la gente le diga cosas que jamás tendrían intención de decirle. Hubiera sido una buena terapeuta. Lucern permaneció en silencio, y todos devolvieron sus copas vacías a Bastien. No sabía como su madre había descubierto lo que sabía, pero no dudo ni un minuto en que fuera cierto. Lo cual le hizo sentirse más miserable de lo que podría ser, de momento sabía con certeza que nunca se libraría de aquella mujer. Estaba desesperada y la gente desesperada suele ser tan endemoniadamente persistente como impredecible. — ¡Aquí estáis! Los cuatro hombres se dieron la vuelta separándose de la camioneta de nuevo, esta vez se encontraron con Kate C. Leever cara a cara. Había un guiño pícaro en su rostro que pillaba sus expresiones culpables y la forma en que intentaban ocultarle algo situado detrás de ellos. — Rachel te andaba buscando. Le dije que creía haberte visto salir y que te buscaría. —Le explicó, todavía mirándoles divertida— Intentó detenerme y dijo que vendría, pero es su boda, no puedo permitir que deje a sus invitados y salga a perseguir a cuatro depravados. Lucern intercambió una mirada con los otros. Todos ellos sabían malditamente bien que probablemente Rachel se deslizaría fuera para un rápido sorbo tal y como su madre acababa de hacer. Kate, en su bondad, lo había hecho imposible. — ¿Por qué nos llamas depravados? —Preguntó Gregory. Kate gesticuló en el aire y sonrió. — Por lo que estéis haciendo aquí fuera.

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Los cuatro hombres intercambiaron miradas y formaron un grupo apretado, asegurándose de que la parte trasera de la furgoneta y la nevera portátil estuviera bien oculta; entonces Lucern repitió: — ¿Qué que estamos haciendo? — ¡Oh, como si no fuera obvio! —Dijo con un bufido.— Saliendo a hurtadillas, revoloteando alrededor de la furgoneta. —Sacudió la cabeza y les echó una mirada condescendiente.— Puede que haya crecido en Nebraska , pero llevo viviendo en Nueva York lo suficiente como para entender a artistas de vuestra clase. Ahora, las miradas que los hombres intercambiaron fueron de desconcierto. ¿Qué clase de artistas? Lucern era escritor, Etienne era programador, Bastien un hombre de negocios y Greg era terapeuta. ¿Qué clase de artistas? Y de todos modos, ¿que suponía ella hacían esa clase de artistas? La única forma de saberlo era preguntando. Lucern lo hizo. — ¿Qué es exactamente lo que estás pensando que hacemos aquí fuera? * * * * * Ella suspiró resignada. — Estás fumando Maria. —Dijo ella en una palabra. Los hombres se quedaron con la boca abierta; entonces Etienne soltó una sonrisa escéptica. — ¿Qué? Kate dijo exasperada. — Maria. Marihuana. Venga chicos, seguro que estáis aquí fuera liándoos un ñorro. — Esto... creo que se llama porro. —Interrumpió Greg. — Como se llame. Es lo que estabais haciendo, ¿verdad? — Esto.... —Empezó Lucern. Entonces él, Bastien, Etienne y Greg rieron al unísono. — Sí. Nos has pillado. Estábamos fumando un ñorro. —Concedió Etienne. — Porro. —Corrigió Greg. — Sí. —asintió Bastien— Te ofreceríamos un poco, pero... nosotros... esto. — Nos lo fumamos entero. —Terminó Etienne por él. La disculpa de los dos hombres sonó repugnantemente falsa en la mente de Lucern. Dios Santo. — Oh, está bien. Yo no fumo nada. —Sonrió malintencionadamente añadiendo— Además, la cena está lista para ser servida. Creo que por eso Rachel os andaba buscando. — Probablemente, deberíamos entrar. —Dando un paso hacia delante, Lucern tomo el brazo de Kate firmemente y dándose la vuelta la llevó hacia el edificio. Apenas habían dado dos pasos cuando escucharon como las puertas de la camioneta eran cerradas y los hombres se metían en ella. Fumando ñorros. Dios santo.

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LYNSAY SANDS * * * * *

Lucern estuvo distraído durante la cena, picoteando apenas la comida. La vista era muy buena, y creía en los comentarios de Kate, pero el caso es que no tenía demasiado apetito. Lucern tenía sus pensamientos ocupados con el convincente reclamo de su madre de que el trabajo de Kate dependía de su colaboración. Lucern no sabía el porqué, pero aquello realmente le estaba molestando. Y bastante. —... bailar, Luc. Lucern echó un vistazo a su alrededor confundido. Había percibido únicamente las últimas palabras de su madre, pues estaba profundamente pensativo. Entornó los ojos ante su pregunta. — ¿Qué? — Te decía que deberías llevar a Kate a la pista y bailar con ella. Para apoyar a Etienne y Rachel. Alguien debe empezar el baile. Recorrió la pista de baile con una mirada, sorprendido al ver como la novia y uno de los camareros estaban bailando. La comida había terminado y ya había empezado el primer baile. Él, como cabeza de familia, debería ser el próximo. Por derecho, debería tomar a su madre, la matriarca, alentando a los otros a bailar, pero una mirada a Marguerite le dijo que ella había empezado su afán casamentero entusiasmadamente. No debería estar bailando con él. Con un suspiro, echó hacia atrás el respaldo de su silla y tendió una mano a Kate. Su editora miraba pesarosamente incierta como colocaba los dedos en su mano y se levantaba, un hecho que le incomodó por razones que no podía y que no tenía intenciones de examinar muy profundamente. Se dijo a sí mimo que tan sólo era un baile obligado, y que su madre no podría forzarle a bailar con Kate de nuevo, Lucern la condujo hacia la pista y la tomó en sus brazos. Decididamente aquello fue un error. Kate C. Leever se acomodó en sus brazos como si estuviera hecha para él. Su cabeza llegaba justamente a la barbilla de Lucern, su mano era pequeña y suave en la suya, y el olor de su perfume flotaba en el aire atormentándole y excitando vagamente a su olfato. Sin apenas darse cuenta, se encontró acercándola tanto que su cuerpo parecía unirse al suyo, sus piernas y su pecho lo rozaban a cada paso. Lucern notó que estaba hambriento, lo experimentaba cada mañana al despertarse. Mientras dormía, su cuerpo procesaba la sangre bebida, reparando cualquier daño que el día le había causado y dejándole deshidratado y con una necesidad imperiosa de mucho más. Algunos días el hambre era peor que otros. Algunos días eran bastante apacibles, dejándole que pudiera entretenerse con otras cosas, como estaba haciendo esa misma mañana. Aún así, Lucern supo que estaba hambriento. Asimiló que estaba sediento. Vivía diariamente con un anhelo profundo en sus huesos que amenazaba con hacerse cada vez más fuerte y que podría engarrotar su cuerpo con ello. Y ahora esto....

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Agachó su cabeza, aspirando el aroma del champú de Kate mezclándose con el picante dulzor de su perfume. Olía vagamente a vainilla, como si de un rico y suculento postre se tratase o como si fuese un tazón de helado, y él tuviera un súbito y alocado deseo de lamer aquella zona de su cuello y... Lucern se enderezó bruscamente mientras se aferraba con fuerza a aquella idea. ¿Lamer su cuello? Mejor morderlo. Santo Dios, necesitaba más sangre. Había sido más bien descuidado con lo que consumía últimamente. Debido a algo parecido a la presencia de Kate no había estado metiéndose sus cuatro habituales pintas al día. La mayoría de las veces podía funcionar con dos, lo cual explicaba su extraña hambruna ahora. Estaba confundiendo el ansia que sentía por la sangre de Kate con el ansia que sentía por ella misma. Aliviado en gran medida, le sonrió ampliamente cuando ella susurró su nombre. Parecía ligeramente sorprendida ante su sonrisa, entonces preguntó vacilante: — ¿Ocurre algo? Has dejado de bailar. Lucern entornó los ojos, asombrado al darse cuenta, para su sorpresa, que se había detenido. Ahora se quedó simplemente plantado en medio del salón de baile abrazándola estrechamente. Muy estrechamente. Sus senos rozando contra su pecho, amenazaban con salirse del traje de noche. Y eran unos senos realmente preciosos. Rollizos y de un tono carnal rosa pálido que indicaban su sangre lozana. A Lucern le habría encantado lamer el camino que conducía hacia aquellas esferas y... — He de hablar con Bastien. —Dijo jadeando— Ahora. Soltándola de su apretado abrazo, comenzó a caminar hacia donde Bastien estaba bailando, dándose cuenta repentinamente de lo que acababa de hacer. Girando regresó hacia una desconcertada Kate que permanecía de pie, como si se tratase de una niña desamparada en medio de la pista de baile, tomó su brazo y se dirigió con ella de nuevo a su mesa. Caminó entonces alrededor de la pista, aliviado por que la música acabara justo en el momento en que llegaba al lado de su hermano. — Bastien, cuando lleves a tu pareja de vuelta a la mesa, necesito hablar contigo fuera. En la camioneta. —Dijo significativamente. — Claro. —Dijo su hermano pequeño— Estaré contigo en un momento. Lucern asintió con la cabeza y Bastien caminó con la hermana de Rachel, que había sido una de las damas de honor, de regreso a la mesa principal. — ¿Acabo de oírte decir que vas a salir a la camioneta? Lucern se dio la vuelta encontrándose a Lisianna detrás de él. Ella y Gregory se habían incorporado a la pista de baile justo después que Lucern y Kate. La pareja había permanecido cerca de allí, esperando la próxima canción para empezar a bailar. No le sorprendió que hubiera escuchado lo que acababa de decir. Inclinó la cabeza en respuesta a su pregunta, y sintió la necesidad de explicarse. — No he estado alimentándome lo suficiente desde que Kate llegó. Lisianna asintió comprensiva.

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— A Rachel y a mí nos encantaría unirnos a vosotros. Lo ha estado diciendo antes de esto, pero con los preparativos de la boda y lo demás, ella... — Vale, vale. —Interrumpió Lucern. No necesitaba la explicación. Era feliz llevando a las mujeres a unirse a ellos.— Ve y tráela entonces. Bastien va a... Oh, la trae con él. Bastien iba guiando a su nueva cuñada a través de la pista. — Echaré un vistazo a Kate, así que no saldrá e intentará pillaros con los ñorros en la mano. —Dijo Greg ligeramente mientras Bastien llegaba con la novia. Se puso en marcha para invitar a la editora a bailar. — Bien, bien. —Lucern ni siquiera sonrió. Cabeceó dando las gracias y condujo a los otros tres hacia el vestíbulo de recepción. * * * * * Kate se relajó en los brazos de Greg en el momento en que empezaron a moverse, algo que no había sido capaz de hacer en los brazos de Lucern. Había visto al escritor deslizarse fuera con su hermana, Rachel y Bastien, y sospechaba que habían salido a fumar de nuevo. En su estimable opinión, los hombres podían hacerlo. Les ayudaba a relajarse, de eso estaba segura. El hombre había estado nervioso durante toda la comida, y... Bueno, se dio cuenta de que parecía justamente distraído durante toda la comida, ya que no le había permitido que la molestara a ella. Había estado ocupada charlando con su madre y su hermana, escuchando las divertidas historias de juventud de Lucern que le contaba. Si hacía caso a lo que su madre y su hermana le habían contado, descubría que Lucern era en realidad un hombre muy susceptible, con una coraza dura y gruñona. Habiendo leído sus novelas, Kate creía que eso entraba dentro de lo razonable. Había un cierto anhelo en la forma en que retrataba a las parejas en sus libros, un ansia que iba más allá de la lujuria sangrienta de los vampiros o incluso más allá del deseo sexual. Sus personajes eran corazones solitarios, aspiraban a encontrar un compañero del alma para compartir sus largas vidas. Kate rumió si aquello era ahora un reflejo de sus sentimientos, si él nunca habría deseado esa clase de amor. Greg le hizo dar un giro, y ella le sonrió. El esposo de Lissianna era un bailarín mucho mas relajado que Lucern. Luc casi había temblado con tensión mientras habían estado moviéndose por la pista, y aquello le había llegado a Kate, llenándola de una tensión en menor grado que era más bien inquietante. A pesar de la tensión, no obstante, se había encontrado fundiéndose en su abrazo, descansando la cabeza en su hombro y recorriendo íntimamente con sus dedos la nuca y rozando allí su cabello. Se había sentido aliviada aunque algo aturdida cuando el había dejado de bailar y se había marchado. Vale, de acuerdo, se había sentido más aturdida que aliviada. Se había quedado allí plantada, con la boca abierta tras él, incapaz de creer que había regresado a su rudeza, cortesía de la casa, justo allí en medio en mitad de la pista de baile y donde todo el mundo les veía. Si no hubiera vuelto rápidamente y la hubiera llevado a su

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mesa, seguramente le habría seguido derribándole y dándole una patada en los cuartos traseros. Si, definitivamente había algo bueno en que hubiera salido a fumar. Seguramente aquello le había relajado. * * * * * — Creo que justamente deberías estar de acuerdo en hacer algo por ella. —Sugirió Bastien. Por supuesto, como siempre, Kate había sido el tema de conversación desde que habían llegado a la camioneta. Y para exasperación de Lucern todo el mundo parecía tener consejos que darle. — ¿Por qué no le dices que harás una de esas entrevistas? Como esa cosa del R.T. que madre sugirió. —Continuó Bastien— O dile que participaras en uno de esos eventos publicitarios, pero sólo en uno y no en una de esas tournée de firma de libros. Déjala escoger lo más adecuado para salvar su trabajo. De esa forma, será feliz y se marchará. — ¿Dejar que ella elija? —Lucern permaneció horrorizado ante la idea de darle a ella tanta influencia.— ¿Pero qué pasará si elige una de esas entrevistas televisivas? Lissianna cacareó impaciente. — No te matará el que pierdas media hora delante de la cámara Luc. — Pero...... — Míralo de este modo. —Añadió su hermana.— Media hora frente a la cámara durante una entrevista o te encontrarás con Kate Leever acampanda en tu porche. Bastien rió a carcajadas. — Si es que te las ingenias para echarla de la puerta principal. Lucern le dirigió una mirada intensa, pero su hermano simplemente se encogió de hombros. — Aparentemente te has estado ablandando con nosotros Luc. —Continuó.— Hace cientos de años no habrías tenido ningún problema en echarte sobre su pequeño trasero en forma de corazón. — ¿Es que acaso has estado mirando su trasero? —Le preguntó Lucern ofendido. — Claro, ¿por qué no? Ella está soltera. Yo estoy soltero. —Se encogió de hombros. — ¿Dónde está el problema? Lucern frunció el entrecejo. Aquello no debería suponer un problema y lo sabía. Pero por alguna razón, no le hacía gracia aquella forma de Bastien cortejando a Kate. — Pobre Luc. —Dijo Lissianna. Entornó los ojos interrogante, mientras ella le palmeaba el brazo como si necesitase que le apaciguaran— Seiscientos años y no sabes como tratar los sentimientos hacía Kate que crecen en ti. Seguramente con la edad algo de sentido común debería llegar. — Parece como si los hombres permanecieran emocionalmente torpes, no importa el tiempo que hallan vivido. —Comentó Rachel secamente.

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Lucern permaneció en silencio, sus pensamientos alborotados. Lissianna estaba dando a entender que inconscientemente se estaba enamorando de la chica. No, no lo estaba. Estaba seguro de ello. Pero no tenía porque gustarle o en cualquier caso darle la razón. Debido al ansia que había sentido alrededor de ella, Lucern admitió ahora que no era lujuria sangrienta lo que había sentido en la pista, sino lujuria sexual. Quería a Kate C. Leever, su editora. Y aquello era una complicación que no podía permitirse. Si su mente no hubiera estado cerrada, podría haberla inducido deliberadamente a abandonarse y haber disfrutado de su cuerpo como quería. Lo cierto es que no había vivido como un monje durante sus seiscientos años de existencia. Pero su mente estaba cerrada, haciendo de ella una acción peligrosa. Sacudiendo la cabeza, dejo a los otros en la furgoneta y regresó al vestíbulo de recepción. Hasta donde se daba cuenta, había estado padeciendo un shock, un sencillo apego debido a la proximidad cercana de alguien más. Lo dejaría pasar tan pronto como Kate C. Leever se hubiera marchado. Sólo tenía que dejar que se marchase.

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Capítulo 6

Marguerite era la única en la mesa cuando Lucern regresó y reclamó asiento. Un examen rápido de la pista de baile mostró que Kate y Greg bailaban. Se veían terriblemente cómodos. Kate estaba relajada y sonriente en los brazos de Gregory Hewitt algo que ella no había logrado con Lucern. Se movían en perfecta sincronía, como si hubieran estado bailando juntos por años. Gregory incluso lucía malditamente bello y agradable en la pista de baile. Lucern nunca había pensado en su cuñado como un mujeriego, pero ciertamente le parecía que estaba haciendo una imitación bastante buena ahora mismo. Lógicamente, Lucern, sabía que Greg amaba a Lissianna profundamente y que Kate no era ninguna amenaza. Además de lo cuál, Lucern se recordó a sí mismo rápidamente, que él mismo no estaba interesado ni siquiera en una relación con la mujer. Pero su cuerpo no parecía responder a su lógica. Alguna parte primitiva de él se burlaba de la lógica. Y cuando vio a Greg girar a Kate alrededor de la pista de baile, Lucern pudo sentir sus músculos tensarse y temblar. Un gruñido bajo retumbó en su pecho mientras observaba a la pareja inclinarse y luego retroceder. — Tal vez deberías interrumpirlos. Lucern se tensó ante las palabras de su madre. Echó un vistazo a su rostro y se dio cuenta de su mirada de lástima Volvió bruscamente la mirada, luchando brevemente contra sí mismo, luego avanzó a grandes pasos hacia la pista de baile. Si había algo que Lucern odiaba, era ser compadecido. Ahora estaba enojado. Greg advirtió que se aproximaba, echó una mirada a su expresión, inclinó la cabeza solemnemente y dejó la pista de baile. Kate se volvió con confusión cuando Greg repentinamente la soltó y se alejó a paso rápido. Supuso que no estaba sorprendida de ver a Lucern allí. Sin embargo, se admiró de su expresión. Su exterior usualmente frío y malhumorado había sido reemplazado por la intensidad de un animal acechante. Se veía duro y enojado, pero no frío. Cualquier cosa excepto frío. Sus ojos eran toda plata sin azul. Ahora entendía una descripción que él había dado de Claude en su primer libro: "Insensibles ojos que hablaban de los fuegos del infierno y hacían a sus enemigos acobardar". Ella no se había imaginado que los ojos azul plata pudieran verse tan feroces, pero había fuegos bermellones que quemaban allí, casi pareciendo que brillaban fuera de sus iris como la llama de un soldador. Pero Kate no tuvo miedo. Por alguna razón una sonrisa curvó sus labios, y no pudo detener las palabras que salieron de improviso. Aunque hizo un intento. — ¿Fumar Debbies♥ no te relajó, presumo?

Debbies: cigarros de marihuana.

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Lucern reaccionó como si hubiera chocado violentamente contra una pared invisible. Su zancadas se interrumpieron de inmediato, y clavó los ojos en ella con una expresión completamente en blanco que borró la fiera fiebre de momentos antes. Luego él hizo la cosa más asombrosa: Lucern Argeneau, el hombre más terco, estúpido, ignorante, realmente soltó una carcajada. Realmente, Kate no había pensado que tal cosa fuera posible. El hombre era tan... Sus pensamientos murieron cuando él la sostuvo en sus brazos y comenzaron a bailar. Él todavía estaba riéndose suavemente, la acción hacía que su pecho reverberara contra el de ella. Él la acercó más hacia si. Cuando Kate levantó su cabeza para mirar con atención tímidamente su cara, él sonrió y dijo — Eres una mujer malvada, Kate C. Leever. Ella se encontró sonriendo en cambio. Había pensado que el hombre era bien parecido desde el comienzo, pero ahora, con la risa centelleando en sus ojos y torciendo las comisuras de su boca, él era más que simplemente apuesto. Era impresionante. Literalmente. Kate honestamente tuvo dificultades para respirar cuando quedó atrapada en su mirada. El calor irradiaba de cada punto de sus cuerpos que entraban en contacto. Ella quiso colocar su frente sobre su hombro y perderse en medio de él. Quiso sentir sus manos sobre su carne. Quería... Ir a casa. Kate definitivamente quería ir a casa. O, realmente, quería ir dondequiera que fuera lejos de él. Ella no quería sentirse de esa manera, no quería quererle. Caramba, no le gustaba al hombre.

Bien, correcto, admitió con honradez dolorosa. Había sido divertido jugar el juego del vampiro con él, y él podía ser simpático cuando hacía el intento. De eso estaba segura. No era como si él no hubiese hecho el intento aún. ¿Pero seguramente todo el mundo podría ser simpático con un pequeño esfuerzo? Sí, ella se reconfortó a sí misma. De hecho, él estaba siendo agradable con ella ahora mismo. Algo agradable. Kate suspiró. Bailar ciertamente era agradable. Y cuando Lucern la sujetó contra él, se olvidó que tan rudo y testarudo podía ser. Pero, y esto era una regla, ella no tenía absolutamente la intención de involucrarse con uno de sus escritores. Era una mujer de negocios. Una profesional. Y actuaría en forma profesional incluso si lo que realmente quería hacer era quitarle el traje de diseñador y pegarse contra su cuerpo desnudo.

Ohhhh. Esto no era bueno. Lucern repentinamente dejó de bailar y anunció. — Estoy cansado. —Cuándo ella no respondió, él agregó.— ¿Estás lista para partir? — Sí. —Profirió con furia la respuesta como una bala. Estaba más que feliz de escapar de la posibilidad de seguir sufriendo más con esta cercanía. Lucern aparentemente estuvo de acuerdo. Inmediatamente tomó su brazo, la dirigió fuera de la pista de baile y a través del vestíbulo. Se detuvo sólo una vez, haciendo una pausa brevemente en la mesa principal para decir a su hermano y a su nueva cuñada que salían.

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Kate espió a Marguerite Argeneau mirándoles ceñudamente desde su asiento en la mesa que habían compartido, y se dio cuenta que la madre de Lucern no estaba encantada de que se fueran tan pronto. Se sintió mal, pero realmente no era su problema. Marguerite era el problema de Lucern. El problema de Kate era conseguir tener una seria relación de trabajo, y convencer a Lucern de realizar un evento publicitario. Y ella sólo tenía un día más para hacerlo. * * * * * Lucern se mantuvo en silencio durante el regreso a casa, sus pensamientos estaban un poco confundidos. No estaba seguro de sus intenciones, cuando había sugerido salir pronto, pero, oh ¿a quién estaba tratando de engañar? Él había estado pensando en tener a Kate sola y posiblemente desnuda. La mujer se había metido bajo de su piel, y su familia le había hecho admitirlo. Bastien le había dado un codazo sin que ella lo viera, y con la sonrisa en su cara, había preguntado si su comentario había causado un problema. Luego Lissianna lo había empeorado con su "Pobre Luc". Y justo después la visión de Kate en los brazos de Greg había provocado a su bestia interior. Pero la lástima reflejada en la cara de su madre había sido lo peor. Lucern se percató de que podría tratar de engañarse a sí mismo, pero no engañaba a nadie más. Y caramba, él ya no se engañaba ni a sí mismo. Le gustaba Kate. A pesar de que era una mujer moderna, insistente y agresiva cuando era necesario, que simplemente no supiera cuál era su sitio, le gustaba. A pesar de que a ella le parecía que no tenía dragones para cazar, exceptuando quizá él y su falta de cooperación, a él le gustaba ella. Y, Dios querido, él la quería. Lucern era un saludable varón de 612 años. El número de mujeres con quien había estado en ese tiempo... bueno, él no podría adivinar el número. Sin embargo, cada una de ellas se había desvanecido de su mente cuando sujetó a Kate en sus brazos. Pero ella no estaba en sus brazos ahora. Estaba sentada en el asiento junto a él cruzando en forma defensiva los brazos sobre su pecho y con la mirada fija ciegamente en la noche mientras el conducía. Deliberadamente le ignoraba, distanciándose de él. Eso ayudó a aclarar la mente de Luc. Kate era su editora. Tenía que trabajar con ella. Acostarse con ella sería prohibitivo. Su expresión se volvió inexpresiva mientras estacionaba el coche. Tanto él como Kate guardaron silencio cuando salieron del coche. Ella fue la primera en hablar. Contempló el cielo plagado de estrellas mientras caminaban hacia la puerta y murmuró: — Es una bella noche. Los pasos de Lucern vacilaron ante su tono triste. Se veía renuente a que este fuera el final de la noche, y él tampoco lo quería. Lucern sabía que no podría ceder a su deseo por ella, pero estaba todavía reacio a separarse de ella. — Es agradable. —Acordó— ¿Te gustaría que nos sentáramos en el porche y beber un vaso de vino?

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Él contuvo el aliento cuando ella vaciló. — ¿Podemos tomar café en lugar de vino? —Preguntó.— He tomado más de mi cuota habitual de alcohol esta noche. Lucern soltó el aliento en un silbido. — Por supuesto. Siéntate y lo traeré. — Te ayudaré. —Ella sonrió por primera vez desde que habían dejado la recepción. — Sin intención de ofender, pero no pienso que hayas hecho mucho café. Lucern no estaba ofendido. Estaba feliz de que la noche no fuera a terminar tan pronto y de que Kate C. Leever sonriera. Mantuvieron un silencio agradable en la cocina, Kate haciendo café mientras él encontró unas tazas y un poco de helado. Luego sacaron su tesoro al porche. * * * * * Kate se quedó con la mirada fija en las estrellas del cielo. Era una noche tranquila, y bella, y realmente disfrutaba de la compañía de Lucern. Sí, realmente lo disfrutaba. Su usual personaje gruñón, y tenso se había ido. Ella no sabía si había sido el alcohol o los debbies que había fumado en la boda lo que lo habían logrado, solo que por primera vez, parecía muy sereno en su presencia. Oh, él había sido agradable la noche anterior, cuando habían jugado juntos pero esto era diferente. Había estado tenso y disparando a los tipos malos en el vídeo juego entonces. Ahora estaba increíblemente relajado y era un placer estar con él. Se sentaron allí por un buen rato, bebiendo, comiéndose su helado y charlando suavemente acerca de la boda mientras evitaban mirarse. Al menos Kate evitaba mirarle. Porque cada vez que ella contemplaba la sonrisa aparecer en sus labios, quería besarlo.

Eres una tonta. Se dijo Kate a sí misma. Su atracción por Lucern Argeneau era peligrosa, y no debería de promoverla siendo simpática y mas aun agradable. Él era uno de sus escritores. Ella era como una madre cuidando a sus polluelos con los escritores. Pero sus sentimientos por Lucern por el momento estaban lejos de ser maternales. Y mientras más se alargara este agradable interludio, más duro sería para ella resistirse a estar más cerca de él, tocarlo mientras hablaba, apoyarse en él, besarlo... Cortando sus pensamientos en ese instante, se enderezó y buscó algo que la distrajera, algo que acabara este interludio. La solución más fácil era esgrimir la razón por la que estaba allí. Kate inspiró profundamente, luego espetó: — Luc, sé que no quieres hablar de esto, pero realmente deseo que considerases una gira promocional para firmar libros. El escritor se tensó de inmediato, la suavidad de sus facciones desapareció. — No. Simplemente no hago giras promociónales. — Se que no las haces, Luc. Pero.... tus libros son tan populares y... — Entonces, no necesito hacer una gira. — Pero los lectores quieren reunirse contigo, ellos...

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— No. —Repitió firmemente. — Luc, por favor. —Rogó Kate, con voz emotiva. Lucern clavó los ojos en Kate silenciosamente, deseando con todo su corazón que lo que pedía fuera algo enteramente diferente. Luc, por favor bésame. Luc, por favor llévame a tu cama. Luc, por favor... Pero eso no era lo que le estaba pidiendo. Estos eran negocios. Un pedido para que él promocionara sus libros e hiciera más dinero para su compañía. Ella quería que él desestabilizara su vida, que se arriesgara a la dañina luz solar, por una gira para firmar libros. Lucern deseó no haber nunca escrito esos malditos libros tan populares. Levantándose, abruptamente lanzó el resto de su café en el césped y se apresuró a la puerta. — Tengo trabajo que hacer. Buenas noches. — No, un momento. ¡Lucern! —Ella también se levantó y se lanzó tras él de inmediato— Tenemos que discutir esto. He estado aquí durante tres días y no he logrado resolver nada. Lucern la ignoró. Solamente entró y subió las escaleras. — ¡Luc, por favor! A ninguno de los escritores les gustan las giras de firmas de libros, pero son buenas para la publicidad, y los lectores quieren el contacto. Quieren encontrar al escritor detrás de las historias que disfrutan tanto. Solo harías una corta gira. —Le persuadió con engaños, sin obtener respuesta— Tal vez media docena de lugares. Podría ir contigo, para estar segura de que tienes todo lo que quieres. Si tú solo.... Lucern alcanzó la puerta de su oficina. Entró y la cerró detrás de él con un golpe que fue sólo ligeramente más fuerte que el clic de la cerradura. Kate clavó los ojos en la puerta. Las puertas cerradas de golpe parecían un tema recurrente en su relación. Comenzaba a odiar las puertas. Bajando los hombros, se apoyó contra la puerta y cerró los ojos. Era una persona muy positiva por regla general, y siempre había pensado que una podría hacer cualquier cosa que deseara si trabajaba lo suficientemente duro para lograrlo, pero eso era antes de que hubiera conocido al objeto inamovible: Lucern. El hombre era tan terco como... bueno, como ella. Tal vez más. Kate consideró desistir, empacar sus cosas y regresar a Nueva York con la cola entre las piernas, solo que no estaba en su naturaleza. Odiaba ser tal peste en la vida de Lucern, y deseaba poder dejar su existencia tranquila, pero en la opinión de la compañía no era irrazonable para ellos esperar que Lucern Argeneau hiciera alguna promoción. Invirtieron un dineral para anunciar sus libros; lo mínimo que él podría hacer era poner un poco de esfuerzo de su parte. Y ella en su mayor parte estaba de acuerdo con eso. Solamente tenía que convencerle. Caramba, a estas alturas consideraría una gran victoria hacer que estuviera de acuerdo con un par de entrevistas telefónicas.

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Kate se enderezó lentamente. Podría surtir efecto. Había estado concentrándose en la gira, pero quizá tendría más suerte con las entrevistas. — ¿Luc? —Gritó. El silencio fue su respuesta, pero Kate no se dio disuadida.— Mira, sé que no quieres hacer la gira, y eso está bien. En vez de eso, por favor, ¿al menos considerarías hacer un par de entrevistas? Ella esperó en silencio, luego añadió: — Solo piensa en eso. ¿Está bien? Resolviendo dejarlo por esta noche, Kate se volvió hacia la puerta del cuarto de huéspedes. Tenía que pensar en un argumento, algún plan para persuadirle. Luego, atacaría nuevamente en la mañana. * * * * * Lucern supo cuándo Kate se rindió y se marchó dando media vuelta. Sintió su ausencia así como también oyó que se abría y cerraba la puerta del cuarto de huéspedes. Se sentó por largo tiempo en su escritorio escuchándola moverse por todo el cuarto preparándose para dormir, luego escuchó los sonidos de la noche cuando ella se detuvo. Consideró jugar al Blood Lust II, pero no era lo mismo sin ella. Consideró escribir solo que no estaba de humor. Así que se sentó allí en la silenciosa oscuridad, escuchando la noche. El grito de las aves nocturnas, la canción de los grillos, el susurro del viento, los suspiros de... Kate, se percató. Ese sonido de tranquila somnolencia había sido Kate. Lucern la podría oír mejor, si se esforzara, la podría oler, también. El perfume parecía fluir hacia él. Recordando como se inclinó en sus hombros cuando bailaban, inclinó su cabeza y olisqueó su chaqueta. El perfume estaba impregnado allí. Turbándolo. Levantándose, Lucern se deshizo de la chaqueta y lo dejó encima de su silla, pero el olor todavía parecía estar pegado a él. O quizá estaba simplemente en el aire, quizá había penetrado su casa lo mismo que ella había hecho. Tratando de liberarse de su perfume, se movió hacia la puerta de su oficina y la abrió. Luego se quedó quieto ahí y cerró los ojos. Si se concentraba fuerte, entonces los demás sonidos de la noche se desvanecerían y podría enfocar la atención hacia los sonido de ella, el susurro de la ropa de cama cuando cambió de posición, sus suaves y ligeros suspiros del sueño, un ocasional murmullo, pero en su mayor parte su respiración, suave y tranquila, inhalando y exhalando, repetidas veces. Él casi podría sentir su respiración contra de su piel, una exhalación caliente, húmeda. Luego se percató de que él la sentía, suave y caliente contra su mano. Estaba al lado de la cama, sus piernas lo habían llevado donde su cuerpo deseaba estar y todo sin conciencia de su cerebro. Lucern se quedó quieto, mirándola a través de la melancólica luz de la luna, sonriendo por la forma inocente en que ella dormía. Kate estaba acomodada de lado en posición fetal, su mano descansando bajo su barbilla. Luego su mirada recorrió a la

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deriva desde su cara y fue deslizándose encima de su cuerpo. Era una noche cálida, y el aire acondicionado no parecía suficiente para el piso superior e inferior. Kate había alejado de sí las sábanas y yacía en un delgado camisón blanco, que se le había subido alrededor de los muslos. Su mirada pasó rozando sus delgadas piernas que estaban dobladas. Kate tenía piernas preciosas, largas y bien proporcionadas. Luc logró resistirse a la tentación de pasar sus dedos ágilmente sobre la aterciopelada y blanca piel a la vista, pero imaginaba lo que se sentiría al hacerlo y supo que sería cálida y suave para el toque. Un ligero suspiró se escapó de los labios de Kate y ella se dio la vuelta en la cama entre sueños, una mano deslizándose lentamente a través de sus pechos antes de descender para descansarla sobre la cama. Lucern siguió el movimiento de la mano, luego volvió los ojos a lo largo de la huella que su mano había dejado en el escote de su camisón. El camisón tenía botones hasta la cintura. Los dos primeros botones estaban sin abotonar, y el tercero parecía a punto de hacerlo, dejando un gran espacio desnudo para mirar. La mirada de Luc se aferró a sus blancos pechos, y los miró mientras subían y bajaban con cada respiración. Subiendo y bajando. Él imaginó que abría ese tercer botón revelando más piel, luego otro y otro, hasta que por fin desnudara sus pechos completamente. Lucern imaginaba qué tan redondos y llenos se mostrarían a la luz de luna. Qué tan apetitosos. Él sabía que no podría resistir tocarlos, acariciarlos, tomar un duro pezón en su boca y mamar en su dulzor. Kate se arqueó en la cama y gimió bajo. Lucern casi gimió con ella. Su perfume era más fuerte aquí dentro. Se mezclaba con los olores de su champú, su jabón y su esencia. La combinación era intoxicante. Él la podría saborear en sus labios. Excepto por la falta de su toque, podría suponer que él realmente estaba: amamantando, lamiendo, mordisqueando, haciendo un camino a través de su piel de un pecho hacia el otro. Lucern cerró sus ojos para imaginarlo mejor y casi pudo tocar su ardiente piel bajo sus labios. En su mente, él pasaba un roce ligero de sus manos bajo su camisón, resbalando luego hacia abajo, entre sus muslos. Él podría sentir que ella se estremecía bajo su toque, moviendo sus piernas desasosegadamente con otro gemido que escapó de sus labios. Kate se arqueó como invitándolo, queriéndole, como implorándole que la llenara, para apagar el fuego que el había comenzado. Lucern estaba encantado de complacerla. Él dio permiso a sus imaginarias manos, para subir sobre sus piernas, para empujar la ligera tela de su camisón hacia arriba, entonces abrir sus muslos suaves a fin de poder lamer su hendidura. Él se imaginó tocándola, acariciándola, lamiendo su brillante piel, luego conduciéndose a sí mismo en su cuerpo picante, acogedor. Casi la podía sentir alrededor de él, abriendo la boca y murmurando en su oído, respirando suavemente en su piel, sus uñas clavándose en sus hombros y espalda.

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Kate gemiría con placer cuando el se introdujera en ella repetidas veces hasta que comenzara a temblar y estremecerse bajo él, sus músculos internos empuñando y aflojando.

— Lucern. Su nombre en sus labios hizo que abriera sus ojos, y él miró con atención hacia abajo, solo para encontrar a Kate durmiendo, su rostro un retrato de éxtasis. Estaba jadeando, sudando y contorsionándose entre las sábanas, su cabeza moviéndose de un lado a otro y sus manos rasgando la almohada cuando ella convulsionó en su éxtasis. Entonces Lucern se dio cuenta de que su mente cerrada a él cuando estaba despierta, estaba abierta de par en par durante el sueño. Ella justamente había experimentado todo lo que él había imaginado, lo había recibido en su mente como si hubiera pasado. El conocimiento fue casi doloroso. Él la podría tener si lo deseara. Ella le daría la bienvenida. Luc respiraba pesadamente, queriéndola, latiendo de deseo, deseando conducirse a sí mismo dentro ella. Al mismo tiempo, él ansió introducir sus dientes en su cuello, consumir su sangre y su cuerpo ambos al mismo tiempo. Él supo que sería la experiencia más increíble de su vida. Pero no podía. Si él la tomase ahora, entonces Kate le daría la bienvenida sólo porque él quiso que ella le quisiera. Sacudiendo la cabeza para borrar las imágenes eróticas de su mente, Lucern se alejó de la cama, luego de su cuarto. No se detuvo, pero se tambaleó ebriamente hacia abajo al vestíbulo por las escaleras. Su cabeza estaba llena de ella. Tenía que escapar. El deseo para tomarla era apabullante. Cerró de golpe la puerta de la casa y caminó hacia su coche. No tenía planes cuando echó a andar el motor, simplemente necesitaba apartarse de Kate y de la tentación que representaba. Él terminó de conducir aproximadamente una hora o poco más o menos antes de finalmente encontrarse en el camino de acceso de Bastien. La casa de su hermano era oscura y silenciosa, y él tenía la sospecha de que estaba vacía. Estaba a punto de dar la vuelta y regresar, cuando la furgoneta de Bastien se detuvo al lado de él. Lucern bajó del vehículo con alivio, encontró a su hermano en frente de los vehículos y expresó impulsivamente sus problemas con Kate. Tomó un largo rato. Le dijo todo a su hermano menor. Cuándo él hubo terminado, Bastien solamente preguntó: — Y ¿qué harás? Lucern se quedó en silencio por un momento. Hablar no le había ayudado a aclarar su mente. Estaba todavía confundido. Le desagradaba estar confundido. Le desagradaba cualquier tipo de interferencia en su vida. La respuesta parecía simple: Deshazte de la confusión. — Voy a hacer lo que tenga que hacer para colocarla en un avión mañana. —Se decidió. Eso era. Hablar con su hermano había ayudado.

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LYNSAY SANDS * * * * *

Kate bostezó y se desperezó en la cama, una sonrisa jugueteaba en sus labios. No había dormido tan bien en años. Y nunca se había despertado sintiéndose tan bien. Estaba tan relajada, también saciada. Parpadeando con sorpresa, se percató de que era verdad, se sentía satisfecha. Su cuerpo era un cuerpo feliz, todo cálido y en condición de hacer lo que ella quisiera. Levantándose, se dirigió a la ducha. No fue hasta que estaba tarareando y lavándose, pasando el jabón sobre su cuerpo, que recordó el sueño. Sus manos desaceleraron, sus ojos se dilataron con los recuerdos del sueño: Lucern acariciándola, chupando sus pechos, introduciéndose dentro de ella. Un hormigueo recorrió sus pechos, y dejó caer las manos con vergüenza cuando se percató que inconscientemente los había estado acariciando. Sus pezones estaban duros y erectos. Aun peor, podía sentir el aumento de humedad entre sus piernas, y no tenía nada que ver con el agua que corría en su espalda. Abriendo más la llave de la ducha, apoyó las manos en la pared, y puso la cabeza bajo el chorro del agua, para que esta resbalara sobre su cuerpo. Pero el sueño no se desvaneció, si no por el contrario fue el más vívido que alguna vez podía recordar haber tenido. Por un minuto, Kate temió que no hubiera sido un sueño, que realmente hubiera ocurrido y solamente parecía un sueño porque había estado somnolienta. Pero entonces movió la cabeza en negación ante el absurdo pensamiento. Si realmente hubiese ocurrido, entonces habría querido besos, y él no la habría besado una sola vez. Kate le habría agarrado por el pelo y habría arrastrado su boca hacia la de ella si hubiera sido necesario, pero habría tenido besos. A ella le gustaban los besos. No, no había ocurrido, pensó, riendo nerviosamente mientras el alivio se vertía a través de ella. Solo había sido un sueño asombrosamente erótico. Un orgasmo involuntario durante el sueño. Riéndose de sí misma, Kate terminó su ducha y salió en un momento para secarse. Sueño o no, se sentía en plena forma. También se sentía agradecida con su anfitrión por el placer que le había proporcionado en el sueño. No tenía importancia que él no hubiera tenido nada que ver con eso. Él había sido la estrella de su sueño, y en ese sueño le había dado un gran placer. Si. Era un tipo sensacional. Sonriendo ampliamente, Kate se vistió, cepilló su cabello, luego dejó su cuarto y trotó escaleras abajo hacia la cocina. Le iba a hacer de desayunar a Lucern. Un gran desayuno. Y le iba a decir dulcemente que había perdido las esperanzas acerca de tratar de que hiciera la gira. Tal vez luego estaría tan aliviado que estaría de acuerdo en hacer una entrevista o dos. Empezó a trabajar: El filete tan crudo que todavía sangraba, huevos, patatas fritas, tostadas y café. Luego, se vio ante un dilema. ¿Qué hacer? No había signos de Lucern aún, pero ya todo estaba listo. ¿Quizá debería ir a golpear la puerta del dormitorio y arriesgarse a que se enfadara? Eso no ayudaría a su causa. Mejor le llevaría el desayuno en una bandeja a la cama. Eso no parecía buena idea. Después del

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sueño que había tenido anoche, pensó que era mejor quedarse lejos de Lucern y su cama, no fuera a tratar de saltar sobre el pobre hombre con la esperanza de probar si lo real era tan bueno como el sueño. Suspirando, Kate revisó la mesa en donde tenía todo a punto, luego recorrió con la mirada el horno, donde había colocado todo para conservar el desayuno caliente. Las cosas estarían bien allí por un rato, pero no por mucho tiempo. Decidió limpiar el desorden que había hecho en su cocina, y si no se levantaba para cuando hubiera terminado, se arriesgaría a su mal humor e iría a despertarle. Viendo una radio en el mueble del mostrador de la cocina, la encendió y se dispuso a trabajar, bailando alrededor de la cocina con las canciones de una emisora clásica de rock. * * * * * Un chillido estridente de un animal, fue lo que despertó a Lucern. Al menos, eso fue lo que pensó. Se incorporó repentinamente cuando el sonido le despertó, luego hizo una pausa para escuchar los ruidos en su casa. Alguien estaba golpeando algo en la cocina, y podía escuchar el sonido metálico de la música sonando en alguna parte escaleras abajo. Pero el chillido que le había despertado no había sido ese. ¿Había sido Kate gritando fuera de si por el dolor? Se preguntó, sintiéndose tenso de repente. ¿Estaba siendo atacada por algún loco que estaba destruyendo su cocina?

¡Rahhhh-cksanne! Los ojos de Lucern se dilataron de horror cuando la chillona voz sonó otra vez, chirriando sobre sus nervios como uñas en una pizarra. Dios querido, era Kate tratando de cantar. Él volvió a caer con un gruñido de disgusto y excesivo cansancio abrumándole. No había conciliado el sueño hasta el amanecer. No estaba listo para despertarse aún. — Roxanne. —El chillido persistió. Parecía que Kate estaba lista para que él se despertara, sin embargo. Farfullando y murmurando por lo bajo, Lucern se levantó y se dirigió a la ducha. Allí trató de despabilarse y remover su mal humor. Continuó diciéndose a sí mismo que se libraría de ella hoy. Podría dormir luego. Eso no le ayudó mucho. Se sentía increíblemente gruñón cuando se tambaleó escaleras abajo. Kate escuchó los pasos de Lucern en las escaleras y dejó de cantar. Moviéndose rápidamente hacia la estufa, agarró el mango del sartén, abrió el horno y sacó el desayuno. Estaba colocando el plato de tostadas, carne y huevos en la mesa cuando él entró en la cocina. — ¡Buenos días! —Cantó alegremente. Lucern se sobresaltó y gimió. Luego su mirada se dirigió a la mesa, y su expresión gruñona lo abandono, reemplazada por la sorpresa.

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— ¿Hiciste tú todo esto? — Sí. —Dijo Kate, mientras soltaba un suspiro de alivio. Él no se iba a comportar terriblemente difícil, por que ella lo hubiese despertado. Solo un poco difícil.— Siéntate y come antes de que se enfríe. Él se sentó y examinó las viandas, entonces finalmente puso manos a la obra. Kate vertió café para ambos, entonces se sentó a comer con él. Permitió que Lucern comiera en paz, decidiendo que sacaría a colación el tema de la entrevista después de que estuviese lleno y feliz. Para su sorpresa, sin embargo, no tuvo que hacerlo. Cuando Lucern hubo terminado su comida y apartado su plato, Kate se levantó y agarró la cafetera para rellenar ambas tazas. Ella estaba sirviéndolos, cuando repentinamente Lucern dijo: — Un evento. Kate volvió a la mesa confusa. — ¿Un evento? Lucern asintió. — Si es la única forma para deshacerme de ti, Kate C. Leever, estaré de acuerdo con un evento publicitario. — ¿De verdad? —Trató de aquietar la esperanza que brincó dentro de ella. Esperaba atraparlo. — Sí. Pero éste es el trato. Hago un único evento. Uno sólo. Después de eso, tienes que dejarme en paz. — Esta bien. —Accedió. Lucern la atisbó suspicazmente. — ¿No me telefonearás y me acosarás más? ¿No más cartas? ¿No acamparas en mi puerta? — No. Lo prometo. —Dijo Kate solemnemente. — Muy bien. —Suspiró.— Un evento, preferentemente la cosa R.T. que mi madre mencionó. Los ojos de Kate casi salieron de sus órbitas. — ¿La cosa R.T.? — Sí. ¿Eso haría feliz a tus jefes? — Oh, sí. —Inspiró Kate, apenas capaz de creer en su suerte. Había mencionado el Congreso a Marguerite en la boda, y había admitido que deseaba poder convencer a Lucern que asistiera, pero nunca había esperado que él estuviera de acuerdo. Parecía que la mujer había tomado su causa. Kate decidió que adoraba a Marguerite Argeneau. Marguerite era una mujer maravillosa. — Bien. Entonces arréglalo. Haré la entrevista R.T... Ahora, ¿cuándo vas a dejarme en paz?

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Kate echó una mirada al reloj de la cocina. Era casi mediodía. Había llamado más temprano y había averiguado que había un vuelo a la una, uno a las tres y otro a las cinco. Había pensado que tendría que tomar otro vuelo más tarde, y todavía lo podía hacer si quisiera pasar más tiempo con él. Pero luego sus palabras hicieron clic. “Bien. Entonces haré la entrevista R.T” Ella no había mencionado una entrevista aún. El único acontecimiento en R.T. era el Congreso. La madre de Lucern lo había confundido. ¿Deliberadamente? — Er Luc, ¿qué te dijo exactamente tu madre acerca de la cosa R.T.? El escritor se encogió de hombros. — Ella dijo: “Sugiero que le digas que harás R.T.” Pensó que probablemente era la mejor opción para nosotros.

– ¿Y eso es todo lo que dijo? —Preguntó Kate cuidadosamente. Lucern asintió, luego añadió: — Oh, y dijo que era una revista. Kate consideró esto. Marguerite había mentido deliberadamente a su hijo, y la única razón que podía imaginar para que la otra mujer hiciera eso debía ser por tratar de ayudarle a ella. Kate sintió una punzada de culpabilidad. Un momento más tarde, dejó de pensar así. Marguerite haría cualquier cosa para evitar dañar a su hijo. Ella debía pensar que él debía ir, también. Y que sería bueno para él. Kate no se iba a meter en eso. Él había dicho que haría “La cosa” R.T. "La cosa". Mejor no ahondar en eso. Ella trataría de llegar allí antes de que él se percatase de que era un Congreso, no una entrevista, y tratara de echarse para atrás. — ¡Oh! No me percaté que estaba tan retrasada. —Dijo sin aliento, mirando fijamente su reloj de pulsera, fingiendo sorpresa. Luego sonrió a Lucern dulcemente.— Preguntaste cuando iba a dejarte en paz. Bien, hay un vuelo a la una en punto que puedo alcanzar si me apresuro. Y con esas últimas palabras, se levantó rápidamente y salió precipitadamente de la cocina. * * * * * Lucern miró boquiabierto la puerta de la cocina moviéndose Había querido que se fuera, pero su ansia por acceder era un poco desconcertante. Inclinó la cabeza y miró con el ceño fruncido el techo, mientas la puerta de su habitación se abría y cerraba fuertemente, y luego el movimiento allá arriba. Obviamente, Kate tenía una prisa loca. Daba la impresión de que no podía salir de su casa lo suficientemente rápido. También parecía que tenía su equipaje listo, porque no tardó mucho antes de que escuchara sus pasos bajar con prisa por las escaleras. Entró en el vestíbulo a tiempo de verle bajar rápidamente las escaleras. Un coche tocó la bocina en el mismo momento en que sus pies tocaron la planta baja.

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— ¡Oh! —Kate dobló hacia la cocina, luego hizo una pausa. Sonrió con alivio cuando le vio.– ¡Allí estas! ¡Bien! Mi taxi esta aquí y no quería salir sin decir adiós. — ¿Taxi? —Repitió Lucern con incredulidad. — Sí. Llamé desde mi cuarto, mientras hacía el equipaje. Chico, son rápidos aquí, ¿eh? Cuándo Lucern simplemente clavó los ojos en ella sin expresión, Kate vaciló. Finalmente, levantando su maleta, dijo: — Bien. Gracias por todo. Sé que fui una invitada no deseada, pero tú fuiste agradable tomando en cuenta las circunstancias. Y aprecio... ¡Oh, demonios! —Masculló cuando el taxi tocó la bocina nuevamente. — ¡Espera! —Llamó Lucern, cundo ella se dio la vuelta y abrió la puerta principal. Ella vaciló, haciendo un gesto con las manos al taxista para hacerle saber al conductor que no tardaba, luego se volvió. Lucern realmente no tenía nada que decir, solo estaba renuente a dejarla partir. Después de registrar su mente para buscar algo, cualquier cosa acerca de la cual hablar, finalmente dijo:— Acerca de la entrevista ¿Cuándo la arreglarás? Deberías tener mi número de teléfono a fin de que me puedas telefonear y me puedas dejar saber cuándo es. Y mi dirección de correo electrónico, también. — Agregó cuando se le ocurrió. — Um —Se sobresaltó, luego admitió— Tu madre me dio, ambos, tu número y dirección de correo electrónico. — ¿Lo hizo? —Él estaba alarmado, aunque sabía que no debería estarlo. No con su entrometida madre de por medio. — Sí. —Kate se movió furtivamente, acercándose a la salida, con una expresión rara en su rostro. Se le veía desalentada, como si supiera que tenía que decirle algo, y realmente no quisiera. La fascinación de Lucern se hizo mas profunda cuando ella inspiró profundamente antes de balbucear:— R.T. no es una entrevista. — ¿No lo es? — No, no lo es. La cosa R.T. de la que tu madre hablaba es un Congreso. —Una apariencia de dolor cruzó su cara. Luego, mientras Lucern trataba de absorber eso, ella agregó:— Pero no te preocupes. No lamentarás esto. Estaré allí contigo y cuidaré de ti todo el tiempo. —Ella todavía se movía furtivamente y casi alcanzaba la puerta cuando agregó con un balbuceo— Les enviaré a todos la información y los billetes y te recogeré en el aeropuerto y todo lo demás. ¡Así es que no te preocupes! El taxi escogió ese momento para dar otro bocinazo impaciente. — ¡Ya voy! —Gritó Kate, y cerró la puerta con un portazo. El golpe hizo eco a través de la casa, seguido por los ligeros pasos de Kate en el porche. Luego el silencio cayó. Lucern estaba transfigurado. Como si lo hubieran golpeado. ¿Congreso? Su madre no le había dicho nada acerca de un Congreso. Ella había dicho que Romantic Times era una revista. Un club de lectura. Alguien que querría una entrevista. Kate debía de estar confundida. Dios Querido, sería mejor que ella estuviese confundida.

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Se apresuró a ir a la puerta y se quedó con la mirada fija a través del oscuro vidrio mientras se alejaba el taxi. Lucern observó. Mientras, las palabras de Kate penetraban en su cabeza; Luego se volvió en dirección a las escaleras. R. T. Ella debía estar confundida. Revisaría la página Web de la revista Romantic Times en Internet solo para asegurarse de que estaba confundida. Apenas tres minutos más tarde, el rugido de Lucern hizo eco a través de la casa.

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Capítulo 7

— No lo estoy haciendo. —Anunció Lucern, furioso bajo su calmada proclamación. — Si, lo haces. —Marguerite Argeneau insertó otra palabra en el crucigrama del diario. Ella había estado haciendo esa maldita cosa desde que él había llegado. A Marguerite le desagradaba el olor y el ruido de la ciudad. Al padre de Lucern, Claude, no le habría gustado más aquello. A parte de qué, vivir en la ciudad significaba mudarse cada diez años para evitar atraer atenciones no deseadas sobre el hecho de que no envejecían. Los padres de Lucern se habían recluido completamente, comprando varios lotes de tierra a las afueras de Toronto, y construyendo su casa en medio de ellos. Así no tenían vecinos cercanos para preocuparse, y no necesitaban mudarse del todo si no lo deseaban. Al menos, no habían tenido que moverse en treinta años desde que la habían construido. Lucern ahora estaba sentado en la mansión familiar y miraba a su madre rellenar otra palabra. No tenía ni idea de porque ella perdía el tiempo con los cruentos crucigramas; siglos de vida combinados con una perfecta memoria lo hacían menos que desafiante. Encogiéndose, la miró ferozmente y repitió: — No lo estoy haciendo. — Si lo haces. — No lo hago. — Lo haces. — No. — Lo haces. — Ya esta bien, los dos. Basta. —Interrumpió Bastien. Él había conducido hasta la casa familiar de Argeneau después de que Lucern le hubiese telefoneado, vociferando ininteligiblemente sobre ser engañado y gritando que iba a estrujar el precioso cuello de su madre. Bastien realmente no había creído que su hermano lo hiciera, pero la curiosidad le había hecho apresurarse para ver lo que ocurriría. Había llegado justo detrás de Lucern, entrando en la casa pisándole los talones a su hermano, y aún no sabía porque el hombre estaba molesto. Realmente quería saberlo. Era raro ver a Lucern con el fuego ardiendo en sus ojos. ¿Gruñón, hosco, impaciente? Si, Luc era a menudo todo eso. ¿Apasionado con ferocidad? No. Kate C. Leever había encendido un fuego en él, el cual Bastien no había visto en sus quinientos años. Y Bastien estaba seguro de que tenía algo que ver con esa inestimable editora. Luc había gritado su nombre como una maldición varias veces mientras hablaban por teléfono. Era una de las pocas palabras que Bastien realmente había cogido. Volviéndose a su hermano, Bastien preguntó.

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— Así qué, ¿cuál es exactamente el problema, Luc? Pensé que estabas dispuesto a hacer una entrevista con esa revista Romantic Weekly para deshacerte de Kate. ¿Qué sucedió para cambiar eso? — Romantic Times. —Corrigió rápidamente Lucern— Y no es una sangrienta entrevista; eso es lo que cambio. Es una maldita conferencia. — ¿Una conferencia? —Bastien recorrió con la mirada a su madre suspicazmente.— ¿Sabías eso? Marguerite Argeneau se encogió suavemente, lo cual era lo más cercano que ella haría a una confesión. — No veo el problema. Serán solo un par de días en un hotel con algunos lectores. — Cinco días, madre. —Contestó bruscamente Lucern— Cinco días en un hotel con unos cinco mil fans. Y luego habrá un baile, firma de libros y... — Una firma de libros. —Interrumpió su madre— Una firma de libros con un par de centenares de otros escritores allí. Tú no serás el centro. Tendrás suerte de obtener atención de todos. Lucern no se calmó. — Y que hay sobre el baile y la cenas de entregas de premios y... —Todos los actos son organizados por el hotel. No necesitaras exponerte al sol. Y... — ¡No necesitare exponerme al sol porque no iré! —Gritaba Lucern— No puedo ir. — Iras. —Comenzó firmemente Marguerite, pero Bastien la interrumpió. — ¿Por qué no puedes ir ? —Preguntó a Lucern. — Es por la situación, Bastien. —Dijo su hermano desagradablemente.— Posiblemente no pueda pasar sangre a través de la aduana del aeropuerto. Y no puedo pasar sin sangre durante cinco días. —Podría, realmente, pero no muy cómodamente. Los engarrotamientos le dejarían incapacitado, y su cuerpo comenzaría a consumirse a sí mismo. Bastien frunció el ceño. — Podría enviarte sangre una vez que estuvieras allí. Hacemos cosas así todo el tiempo. — Allí. ¡Lo ves! —Su madre disfrutaba con su triunfo.— Iras. — Gracias, hermano. —Lucern desdeñó sarcásticamente al joven, luego gritó ferozmente a su madre.— ¡No voy! —Dijo de nuevo. — Diste tu palabra. — Me engañaron para que diese mi palabra. Tú me hiciste creer que sería una entrevista. — Nunca dije que fuese una entrevista. —Sostuvo Marguerite. Entonces subrayó.— Diste tu palabra de que irías e iras. — Pude haber dado mi palabra, pero no firme un contrato o algo así. No iré. Marguerite se sacudió fuertemente como si él la hubiese abofeteado. Sus palabras

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fueron lentas y frías. — La palabra de un hombre acostumbra a ser su garantía. Lucern se sobresaltó, pero gruñó. — Solía ser. Los tiempos han cambiado. En este mundo, un hombre no tiene que hacerlo a menos que este escrito. — En estos tiempos, eso es cierto. —Concedió ella, sus ojos contrayéndose en él— Pero así no es como te criaste, Lucern Argeneau. ¿No eres un gran hombre de palabra? Luc apretó sus dientes, su furia e impotencia combinándose. Su madre estaba usando toda su influencia, cuestionando su honor y usando su nombre y sus apellidos para exteriorizar su vergüenza si él se echaba atrás en su palabra. ¿Podría decepcionarla realmente? * * * * * Kate mordisqueaba la uña de su dedo gordo mientras caminaba arriba y abajo por la alfombra de la puerta de llegadas. Su avión se había adelantado y el avión de Lucern Argeneau iba con retraso, lo que quería decir que llevaba esperando casi dos horas. Y no estaba segura de si Lucern iría en el avión. Ella le había enviado los billetes y toda la información de la conferencia del Romantic Times el día después de irse de Toronto. No había recibido una carta de Lucern diciendo que no vendría, pero tampoco había recibido una diciendo que iría. Todo lo que Kate sabía, era que él no había leído su maldita carta. Como siempre. Le habría llamado, tenía el número, pero Kate repentinamente se acobardó. Tenía miedo de lo que él pudiera decirle sobre que hacer con sus billetes. Gimiendo, cambió de dirección y caminó abajo y arriba por donde había venido. Habían pasado cuatro semanas y tres días desde que dejó Toronto. Había sido consentida y felicitada todo ese tiempo en las oficinas de Roundhouse Publishing. Allison había estado asombrada de que hubiese tenido éxito donde Edwin había fallado, una pequeña y simpática delicadeza que había tenido el descuido de no mencionar. Parecía que su trabajo no estaría en peligro después de todo; sino que al convencer a Lucern a asistir al congreso había incrementado su estima en los demás. Allison era ahora positiva en que Kate "podía hacer el trabajo". Su posición era segura. Excepto cualquier estúpido y gran error por su parte, añadió para sí misma. Que no incluiría que Lucern simplemente no apareciera después de todo el dinero que habían gastado en inscribirle, comprando sus billetes de avión en primera clase, y obteniendo la suite de tres habitaciones que ella había insistido en coger en el hotel. Kate había dicho a Allison que había prometido a Lucern esos arreglos. Y en cierto modo lo hizo; le había prometido a la salida de la puerta que no se lamentaría por ir, y que estaría con él todo el tiempo para asegurarse de que todo saldría adecuadamente. Había considerado el mejor modo de hacerle feliz en el vuelo de regreso a Nueva York, y había continuado pensándolo en casa por la noche, pensando que si fuese a la oficina el lunes y encontrase un mensaje de Lucern rehusando atenderla, le influiría

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con todos esos arreglos especiales para intentar persuadirle, pero todavía seguiría adelante con todas las cosas que tenía planeadas. Estaría pegada al lado de Lucern casi veinticuatro horas al día, y cuando no pudiese estar allí, por ejemplo, cuando tuviese que usar el cuarto de baño, o cuando ella tuviese que ir desapercibidamente al de mujeres, alguien estaría por allí. Había reclutado a Chris Keyes, uno de los dos editores masculinos en Roundhouse Publishing, para echarle una mano en la misión. Había estado preparada para implorar, sobornar e incluso recurrir al chantaje para traer al redactor principal para ayudarla, pero al final, no había tenido que hacer nada de eso. A pesar de que Chris tenía a un montón de sus escritores para cuidar en el congreso, él inmediatamente había estado de acuerdo en ayudarla. Kate supuso que la promesa de su propia habitación en una suite de tres dormitorios, antes que compartir un cuarto normal de dos camas con Tom, el V.P. de promoción (en practicas), había ayudado. Pero C.K., como ella algunas veces le llamaba, era además un gran admirador de las series de vampiros de Lucern. Chris había echo una tonelada de preguntas acerca del hombre después del regreso de Kate de Toronto, pero ella sólo había continuado contestando con: "le conocerás pronto. Espera y verás." Ella había estado aterrada de que si le decía la verdad, rehusara a ayudar. Un incremento en el nivel del ruido alrededor de ella movió la atención de Kate a una masa de gente subiendo por el vestíbulo. El avión había llegado, y estaba a punto de enterarse si Lucern había venido. Kate pidió a su madre que le molestase repetidamente sobre eso, pero no estaba del todo segura de que esa formidable mujer podría lograr hacerlo. Con las manos como puños a los lados, Kate registró el montón de caras entrantes. El congreso oficialmente comenzaba el miércoles; pero había hecho una reserva para Lucern en el vuelo nocturno del martes para impedir que su alergia a la luz del sol fuese utilizada como una excusa para no ir. Ella y Chris habían volado temprano para reunirse con él. Sus llegadas habían sido una hora antes, impidiendo a Kate arriesgarse a ir al hotel a registrarse y luego regresar a recoger a Lucern, así es que Chris se hizo naturalmente con el control de sus equipajes y fue al hotel mientras Kate esperaba el vuelo de Lucern. Mira, si hubiera sabido que el vuelo de Lucern iba a llevar tanto retraso, podría haber ido con Chris y podrían haberse tomado una, dos o tres copas antes de volver. Estaba tan nerviosa por el congreso que tenía acidez de estómago. O quizás era una ulcera; había oído que eso era una enfermedad común en los editores. Los pensamientos de Kate murieron abruptamente cuando su mirada se fijó en un hombre que había estado al lado de un paquete. Reconocería en cualquier parte esas musculosas espaldas y la forma majestuosa con que mantenía su cabeza. Lucern. Él estaba concentrado en ella, sus largas zancadas rápidamente trayéndole por delante de los pasajeros que desembarcaban. — Gracias. Marguerite. —Murmuró ella, sin importarle que ese hombre se viera tan hosco como siempre. No esperaba menos. Él estaba allí, y eso era todo lo que

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importaba. Una sonrisa aliviada se formó en sus labios, Kate avanzó para saludarle. — Viniste. —No había tenido intención de decir esas palabras, o mostrar su alivio, pero así lo hizo. Lucern la miraba ceñudamente. — Dije que lo haría. Soy un hombre de palabra. La sonrisa de Kate se amplió aun más; entonces bajo la mirada hacia la maleta, el neceser, el portafolios, y el ordenador portátil que llevaba. — Aquí, déjame cogerte eso. Ella le cogió el portafolios y el portátil antes de que él pudiese detenerla. No se mostró contento por su ayuda. — Puedo llevar mis cosas, gracias. —Dijo él. Sus palabras fueron duras, y trató de recuperar los artículos. Kate ignoró el intento y meramente comenzó a andar hacia delante, balbuceando con decidida alegría.— Chris se adelantó al hotel para registrar nuestra entrada, así que todo lo que tenemos que hacer es ir allí y acomodarnos. Hice los preparativos para que tu vuelo fuera nocturno porque recordé tu alergia al sol. Lo mejor que pude hacer fue que salieses al caer la tarde y llegases al anochecer, lo cual pensé que sería mejor que salir y llegar durante el día. Esto es bastante bueno, sin embargo, porque ahora tenemos toda la noche para relajarnos antes de que los demás lleguen mañana. Lucern había estado mirando ceñudo la espalda de Kate, su corazón, realmente, si era honesto; pero esas palabras le hicieron girar los ojos y hacer una mueca. Se había preguntado porque su vuelo había sido programado la noche antes del congreso, pero había supuesto que todo el mundo lo hizo así. Ahora sabía que ella lo había arreglado por su preocupación por él. O, más probablemente, la preocupación de que rehusaría a volar durante el día debido a su "alergia". Qué pena, ahora tenía que estar agradecido. — Aquí estamos. Lucern había estado considerando comentar su amabilidad por hacerle volar de noche, pero abandonó la idea al ver el coche al lado de donde ella se había detenido. Era un sedan negro, una mini limusina. Ella le dio su portátil y su portafolios al conductor con una sonrisa, luego se dio la vuelta e intentó coger el neceser de Lucern mientras esperaba que el conductor dejara los objetos en el maletero. Lucern frunció el ceño y la esquivó para que sus manos no le alcanzaran. Él se acerco al maletero y metió sus cosas él mismo. La tonta mujer intentaba ayudarle, pero Lucern estaba acostumbrado a hacer las cosas a la inversa. En la era en que se había criado y sus actitudes se forjaron, se suponía que él tenía que llevarle las cosas de ella; no le permitiría llevar su carga. El conductor cerró el maletero y acercó la puerta de pasajeros hasta donde Kate estaba parada. Aparentemente, ella no apreciaba la gallardía de Lucern en rechazar su ayuda. Ese hecho era exasperante para Lucern. Alguien debería enseñar a esa tonta mujer que a los hombres les habían dado la resistencia física para soportar las cargas de la vida. Las mujeres recibieron belleza para complacer al hombre. Resolviendo

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ignorarla, se sentó en el asiento trasero cuando el conductor abrió la puerta, después se concentró en un digno tú-no-existes-para-mi y se quedó mirando fijamente al centro. En el momento en que se cerró la puerta, fue envuelto en una nube de su tentador perfume. No sabía cual llevaba, pero debería ir con una advertencia: "Intoxicante, y probablemente cause confusión en aquellos que lo inhalen." Él mismo ciertamente sufría confusión por ello. La irritación le alcanzó. Había estado sintiéndose traicionado durante cuatro semanas, desde que ella había salido de su casa, y él había estado alimentando esa cólera. Incluso ahora, cuando el olor del perfume de Kate le rodeó, su cólera estaba sobrecogida por una reacción completamente diferente pero igualmente apasionada. Los hombres sufrían un terrible contratiempo, decidió él con disgusto cuando encontró que su afilada cólera era apagada por la lujuria. Lo asombroso era que le había costado seiscientos años reconocer ese hecho. — Traté de hacer todo lo que pude para que fuera tan confortable para ti como fuera posible. —Dijo Kate, consiguiendo su atención.— Lo que me gustaría hacer es perfilar todo lo que he arreglado. Luego, si tienes cualquier sugerencia, quizás pudiéramos considerarlas esta noche así estaremos listos antes de que todos los demás lleguen. ¿De acuerdo? Lucern gruñó asintiendo, luego deseó no haberlo hecho cuando ella sacó un archivo de su espacioso bolso y cambió de posición acercándose a fin de que él pudiera obsérvala abrirlo. Realmente no la quería más cerca. Su perfume era demasiado perturbador para su equilibrio; la percepción de ella iba a ser... Lucern inspiró profundamente y suspiró cuando ella abrió el archivo e involuntariamente le rozó con su brazo. Luego su fija mirada se posó en el principio de la pagina de la agenda. Frunció el ceño. — Según esto, el congreso comenzó el domingo. — No. —Dijo Kate. Entonces se corrigió a sí misma— Bien, si. Habían algunos acontecimientos para cualquiera que quisiera participar con anticipación, pero el comienzo oficial no es hasta mañana. — Hmm. —Lucern decidió mantener su boca cerrada. Debería estar agradecido que no le hubiese obligado a experimentar la majadería del precongreso, también. — Entonces. —Dijo su editora regresando a su resuelta alegría.— Mañana comenzaremos con el paseo matutino con modelos de portada. Después el desayuno. — ¿Qué diantre es un paseo matutino con modelos de portada? —Interrumpió Lucern. Él ya había visto el orden de la agenda, de acuerdo, ambos en Internet y en los apuntes que ella le había enviado. Pero nada había descrito los acontecimientos enumerados. — Er... bien, realmente, no estoy segura. —Admitió. Aclaró su garganta, con una sonrisa pequeña y tensa.— Pero no tiene importancia. No tienes que asistir. — ¿No? —La miró fijamente, suspicazmente. ¿Algo a lo que ella no quería que

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asistiera? Eso parecía extraño. Había estado seguro de que le arrastraría a todas las funciones. — No. Tu primer acto oficial será la bienvenida Brunch y R.T. Los premios. Lucern movió la cabeza. Eso no sonaba tan malo. Podría comer. Aunque los premios en parte probablemente serían aburridos. — Después estará la sesión de bienvenida del lector y el debate. —Siguió.— Allison y Chuck te quieren allí. — ¿Quienes son Allison y Chuck? — Allison es la editora principal, mi jefa. —Explicó Kate.— Y Chuck es el presidente de la compañía. Definitivamente esperan que asistas a la sesión de bienvenida. Lucern hizo una mueca. — ¿Qué es eso? — Eso... —Pareció estar muy confundida por un momento.— Bien, cada editor, la mayoría de ellos, de cualquier modo; alquilan una sala de actos en el hotel, y los escritores y editores conversan con los lectores que entran. — ¿Quieres que hable con la gente? —Preguntó horrorizado. ¡Por Dios!, debería haber hecho la firma de libros. Eso habría sido menos molesto, solo un garabato con su nombre. — Por supuesto que quiero que converses con la gente. —Dijo Kate exasperada.— Puedes hacerlo. Te he visto hablar. —Permaneció silenciosa y se le quedó mirando, la alarma expandiéndose por su cara. Se mordió los labios.— O quizá podamos pasar de eso. No, Allison y Chuck tendrían un ataque. Tienes que ir. —Suspiró excesivamente.— ¡Oh, maldita sea!. Esto no es bueno. — No, no lo es. —Lucern expresó su acuerdo inclinando la cabeza. Entonces dio un brincó con sorpresa cuando la puerta se abrió a su lado. Aparentemente habían llegado. Sin que se diera cuenta, el coche había parado, y el conductor estaba esperando que se apeasen. Dándole las gracias con la cabeza, Lucern salió luego se dio la vuelta y tomó la mano de Kate cuando ella le siguió. — Necesitaremos trabajar en ti esta noche. —Decidió cuando ella se enderezó a su lado. Lucern se puso firme y dejó caer su mano. — ¿Trabajar en mi? — Si. Trabajar en ti. —Repitió Kate. Siguieron al equipaje de Lucern hasta el hotel. Este estaba en un carrito, empujado por un mozo de hotel uniformado. Aparentemente el conductor había bajado el equipaje antes de abrirles la puerta. — No necesito trabajar. —Dijo Lucern irritablemente cuando pararon en el ascensor. — Si, Lucern, lo harás. —Kate sonrió dulcemente al mozo del hotel al abrirse las puertas, y él gesticuló para que entrasen. — No lo haré. —Insistió Lucern, después de eso, se apretó de pie contra Kate para

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dejar lugar al carrito del equipaje. — ¿Podemos hablar de eso después? Kate inclinó impacientemente la cabeza hacia el mozo de hotel y pulsó el botón de su piso. Al menos Lucern asumió que era su piso. No tenía ninguna indicación, aunque ella había dicho que alguien llamado Chris ya les había registrado la entrada. Supuso que ese Chris era otra editora. Se preguntó si sería tan molesta como Kate. Recorrió con la mirada al mozo del hotel, confuso con el deseo de Kate de postergar esto. El hombre era un criado, apenas valía preocuparse por eso. Aunque no quería tampoco discutir. — No. Aquí no hay nada de que discutir. No necesito trabajar en nada. — Si lo harás. —Insistió Kate— Y no voy a hablar de esto ahora. — No hay nada de lo que hablar. — Lo hay. —Contestó bruscamente. El mozo del hotel rió suave y ahogadamente, y Lucern le miró encolerizadamente. Había habido un tiempo en el que los sirvientes conocían su lugar y eran sordos y mudos para tales discusiones. Aquel tiempo no era este. Constantemente se olvidaba de lo duro que se había vuelto el mundo. Las puertas se abrieron y el mozo del hotel sacó el carrito afuera; después les dirigió hacia un largo pasillo con incontables puertas. Al final se detuvo, sacó una llave magnética, abrió la puerta, y empujó dentro el carrito. — ¿Qué habitación será su dormitorio, señora? —Preguntó el, deteniéndose en medio de una amplia habitación situada en lo alto como una sala de estar. Su pregunta puso otro semblante ceñudo en Lucern. Él era el hombre; el tipo le debería haber preguntado a él. — No estoy segura. Solo déjelos aquí. Podemos arreglárnoslas, gracias. —Kate aceptó la llave magnética del tipo y le dio una propina, haciendo que Lucern mirase ceñudo de nuevo, esta vez a si mismo. Él era el hombre; él debería haberle dado una propina al mozo del hotel. Su única excusa era que había sido un día largo. Su vuelo había salido a las tres de la tarde, pero había tenido que salir para el aeropuerto a la una para pasar el control de seguridad. Llevaba puesto un traje de calle, sombrero y gafas de sol, y crema de sol en las manos, pero por supuesto, una parte de la luz del sol había pasado a través de aquello. Su cuerpo había soportado un daño que su sangre ya estaba trabajando para corregir. Se sentía agotado y necesitaba alimentarse, una condición que comenzaba a asociar con Kate Leever. El chasquido de la puerta cerrándose atrajo su mirada de regreso a ella, y Lucern reanudó su discusión inmediatamente. — No necesito tener que trabajar. — Lucern. —Su editora comenzó cansadamente. De pronto perdiendo los estribos, dijo desagradablemente— Mira. Te llamas como un producto lácteo, pareces un ángel ceniciento y hablas como un malo Bela Lugosi. ¡Necesitas trabajar!.

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— Caspita, Kate. Lucern comenzó a ver a un alto, delgado y rubio hombre entrar en la habitación. Él daba palmadas lentamente, con una abierta e incontenible sonrisa en su cara. — Tendrás que darme consejos para manipular a los escritores. Nunca he presenciado un hecho parecido a este. — Oh. Chris. —Kate suspiró infelizmente. — ¿Este es Chris? —Preguntó Lucern con súbita desilusión. Su editora petrificada de nuevo dijo simplemente: — Sí. — Nunca dijiste que fuese un hombre. Hazle salir. Los ojos de Kate se estrecharon en él, la furia ardiendo en ellos. — Mira, Lucern. — No. —Exclamó Chris. Él levantó sus manos en un gesto conciliador— Kate, él no suena como Bela Lugosi. Le falta ese acento ofensivamente zalamero. La ira de Kate se volvió contra su compañero de trabajo. — Quise decir que usa terminología pasada de moda. Chris meramente arqueó una ceja. Un momento después agregó: — Y su pelo es demasiado oscuro para que sea un ángel ceniciento. — ¡Cállate! Quédate fuera de esto. El editor se rió, por lo visto no ofendido. — Y Allison y Chuck se preocuparon de que no podrías manejar a este tipo. — ¿Quien es este caballero? Preguntó Lucern a Kate rígidamente. Si ella decía que era su marido, su novio o su amante, entonces temía que pudiese actuar de forma violenta. — Chris Keyes. —Anunció Kate— Él es un editor en Roundhouse, también. Chris Keyes, te presentó a Lucern Argeneau, también conocido Luke Amirault, el escritor de vampiros. — Un placer, Sr. Argeneau. —El larguirucho editor dio un paso al frente y ofreció su mano en bienvenida. Lucern automáticamente se estremeció, pero preguntó: — ¿Tú eres editor? Keyes asintió con la cabeza. — ¿Qué editas? — Romances, como Kate. Lucern inclinó la cabeza lentamente, entonces preguntó esperanzadoramente: — ¿Eres homosexual? Los ojos de Chris Keyes giraron en estado de shock.

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— ¡Lucern! Lucern recorrió a Kate con la mirada molesta. Sonaba como su madre cuando ladró eso. Admitiendo la forma en que su editora estaba sonrojándose y luego palideciendo por turnos, optó por no mencionarlo. Un torrente de risa le hizo dirigir su mirada de nuevo a Chris. La expresión atontada del joven había dado paso a una profunda carcajada. Lucern esperó pacientemente a que él se recobrase. Cuando el regocijo de Chris murió en una risa ahogada, él preguntó: — ¿Qué te hizo preguntar semejante cosa? — Eres un editor romántico. Ese es el trabajo de una mujer. — Ah. —Sonrió Chris— Pero tú los escribes. ¿Eres tú gay? Lucern permaneció con la mirada fija durante un instante, luego sonrió abiertamente, pillado. — Touché. Kate no estaba divertida. Permaneciendo en medio de los dos, miraba encolerizadamente a Lucern. — Chris bondadosamente ha estado de acuerdo en ayudarme a vigilarte este fin de semana. No serás grosero con él. —Le miró ceñudamente y agregó.— Al menos, no más grosero de lo que normalmente eres. Lucern miró ceñudamente hacia atrás. — No necesito ser vigilado. — Tú... — Kate. —Interrumpió Chris.— Se está acabando el tiempo. Si aún quieres ir a la fiesta de Bobby, entonces lo que deberías hacer... — Oh, ¡mierda! —Kate miró su reloj. Pareció olvidarse completamente de Lucern y preguntó a su compañero de trabajo, — ¿Dónde dejaste mis cosas? Es típica del Oeste. Tengo que cambiarme. — Las puse en esa habitación. —Chris apuntó hacia una puerta a su derecha.— Pensé que si no te gustaba, podríamos cambiarlas más tarde. Kate meramente asintió con la cabeza. Entrando precipitadamente en la habitación, dio un portazo detrás de ella. Chris solo negó con la cabeza. Lucern miró ceñudamente después a Kate. Si ella esperaba que fuese a esa fiesta, tendría que pensar otra cosa. No tenía la intención de ir a una fiesta típica del oeste después de llegar del vuelo. — Entonces, supongo que tú y yo estamos solos esta noche, Luc. —Dijo Chris alegremente. Lucern repentinamente volvió a pensar en la fiesta. Kate estaría allí. No este tipo. — ¿Por qué estas aquí?. —Preguntó al editor. Chris sonrió abiertamente.

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— Supongo que es para mantenerte a salvo. Cuando Kate no pueda estar por aquí. Como esta noche. — ¿Mantenerme a salvo? —Repitió Lucern.— ¿De qué? Chris frunció sus labios y consideró. Luego sonrió abiertamente. — ¿Tú nunca has estado en una conferencia de Romantic Times? ¿Lo has hecho, Luc? Lucern meneó su cabeza. Se sorprendió cuando Chris le golpeó ruidosamente con una mano en su hombro y le dirigió hacia la barra de la esquina. — Tomemos algo mientras te lo cuento. Vas a necesitarlo. Lucern se inquietó mientras observaba a Chris verter en el vaso el escocés que pidió. Comenzaba a creer que este congreso sería más doloroso de lo que había temido. — Aquí tienes. —Chris le dio su bebida. El editor gesticuló para que se dirigieran al sofá, el cual estaba colocado contra una ventana que lo separaba de la pared. Lucern se acercó hacia allí, pensando repentinamente lo hambriento que estaba.— ¿Se ha entregado un paquete para mí aquí? — No que yo sepa. Estoy seguro de que lo hubieran mencionado cuando me registré. —Contestó Chris. Él se sentó en una silla de la habitación, dejando el sofá para Lucern — Pero bueno, no se si esta tú nombre registrado para esta habitación. Lucern se tensó. ¿no iba a ser él el hombre en cualquiera de estas situaciones? La puerta del dormitorio a través de la cual Kate había desaparecido de pronto se abrió, y ella salió rápidamente. Lucern automáticamente se acercó a ella, olvidándose de que esperaba la entrega de sangre. Miró boquiabierto a la mujer. Llevaba puestos el par más apretado de pantalones vaqueros, que comenzaban en su cadera, que él había visto desde que nació. Estaban complementado por botas vaqueras que llegaban a las rodillas, una camisa a cuadros, una chaqueta de ante con flecos, y un sombrero vaquero que parecía como si hubiera sido maltratada. Se veía tan sexy demonios. — Katie. —Llamó Chris.— ¿Pusiste el nombre de Lucern en la habitación? Kate le recorrió con la mirada sorprendida. — Claro que no. Tenía miedo de que alguien pudiese asociar los nombres de Lucern Argeneau y Lucern Argentus y se figurase que esta era su habitación. La idea de coger esta suite completa fue que ninguno de sus fans pudiese encontrarle. ¿Por qué? — Luc espera una entrega. Pienso que la habrán rechazado si piensan que él no esta aquí. Kate dirigió una mirada de disculpas a Lucern. — Lo siento. Sólo llámales y haz que lo entreguen a mi nombre. ¿De acuerdo? Lucern inclinó la cabeza lentamente, sus ojos deleitándose en ella. Ella se sonrojó bajo su examen, entonces dijo: — Intentaré no llegar tarde. Chris te vigilara hasta que vuelva. Cualquier cosa que quieras, el hombre ira, ¿de acuerdo?

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Lucern inclinó la cabeza otra vez, su lengua pegada dentro de su boca. — Chris. —Ella fijó su atención en su compañero de trabajo.— Haz que vea algo de televisión. Quizás pueda actualizar su forma de hablar observándola. El otro editor se rió. — Katie, amor, si ver la televisión no le ha hecho hacer cambiar su forma de hablar antes, una noche apenas va a hacerlo. — Él no tiene televisión. —Explicó secamente.— Al menos, no vi ninguna. —Se volvió con una mirada curiosa a Lucern.— ¿Tienes una? Él negó con la cabeza. La televisión, en su opinión, pudría el cerebro. — No creí que la tuvieras. —Dijo ella con satisfacción. Ella aleccionó a su amigo.— Haz que la vea. Os veré mas tarde. Ambos hombres permanecieron silenciosos hasta que la puerta se cerró detrás de Kate. Lucern se hundió en el sofá. — ¿Por qué te levantaste? —Preguntó Chris curiosamente. — Una dama había entrado en la habitación. —Contestó Lucern distraídamente. Su vista permanecía aún completamente en Kate, la vaquera. Usualmente prefería a las mujeres vestidas más femeninamente, pero no había nada masculino en Kate con ese traje. — Estas bromeando acerca de la televisión. ¿verdad? —Preguntó Chris— ¿Realmente no tienes una? — No. Nunca la tuve. — ¡Cielos hombre! —Chris cogió el mando a distancia de la mesa. Lucern lo reconoció, tenía uno para su estéreo en casa. Este era para la televisión. El editor dio un clic y sonrió.— Estas a punto de experimentar un placer, Luc. Te vas a enamorar de la televisión. Lucern hizo una mueca. Dudaba mucho de que amase la televisión. Era más un tipo de teatros. Los viejos hábitos eran difíciles de matar.

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Capítulo 8

Lucern amaba la televisión. No sabía porque que el prejuicio le hubiera impedido intentarlo hasta ahora. La TV era una invención maravillosa. Era como un mini escenario con pequeños actores. Y que actores. En las últimas tres horas había visto una película en la que actuaba un tipo llamado Monty Python… ¿o era el personaje? De cualquier modo, la habían visto primero. Cuando terminó, Chris examinaba una guía de televisión cuidadosamente cuando exclamó: — Sí, Un maratón de Black Adder. —Y es lo que habían visto desde entonces. Era un gran espectáculo. Maravilloso y divertido. Lucern no se había reído tanto en años. — Han desordenado toda la historia, pero es realmente gracioso. —Anunció, tratando de alcanzar una nueva cerveza del pack de seis en la mesa del café. Chris estalló en risas, luego paró bruscamente, abriendo mucho sus ojos. — Oh, Dilo. Kate me va a matar. Lucern arqueó sus cejas. — ¿Por qué? — Porque, se suponía que te haría observar la moderna televisión Americana, para ayudarte con tu pronunciación. —Deliberó por unos minutos antes de encogerse.— ¡Que diablos!. Es un poco tarde para tratar de cambiar tu pronunciación, de cualquier forma. Lucern asintió distraídamente. La mención de Kate le hizo recordar sus acusaciones anteriores. Había dicho que hablaba de manera antigua. Lucern suponía que lo hacía; era difícil tratar de cambiar sus patrones de dicción. Había nacido en Suiza en 1390. Sus padres se habían mudado muchas veces en esos días, pero fue ahí donde fue concebido y donde nació. Se habían mudado a Inglaterra, y había aprendió a hablar ingles del Rey. A pesar de todos los países donde había vivido desde entonces y todas los idiomas que había aprendido y hablado, todavía tenía y probablemente tendría por siempre ese leve acento y hablaría de la manera que le habían enseñado. ¿Qué más había dicho? Recordaba algo acerca de un tal Ángel. ¿Qué se veía como si quisiera ser Ángel? ¿Qué había dicho exactamente? Su voz había sido demasiado gruñona para ser un cumplido. Quitó su mirada de la pantalla de la televisión hacia Chris. — ¿Quién, o qué es querer ser Ángel? Chris le devolvió una expresión en blanco. — ¿Huh? — Kate dijo que parecía que quisiera parecerme a Ángel. —Le recordó Lucern. La comprensión inmediata iluminó la cara del joven editor. — Oh, sí. Bueno tu sabes Ángel. ¿Buffy y Ángel? ¿Vampiro y Caza vampiros? Oh, eso es. Tú no ves televisión, así que no sabrás. —Dijo finalmente.— Bueno, Ángel es un

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vampiro, ves. Y él es o era el novio de Buffy la caza vampiros. Pero ahora él tiene su propio programa. — ¿Caza vampiros? —Preguntó Lucern con desaliento. ¿Todavía habían de esos? Dios mío, había pensado que esos locos habían muerto un siglo atrás. La vida había estado un poquito tensa por un tiempo. Él y su familia habían tenido que ser terriblemente cuidadosos o más de lo usual. Siempre habían sido cuidadosos. Sus propensiones naturales los habían hecho blanco muchas veces sobre los siglos. Muchos habían sido quemados en estacas como brujas durante la inquisición y cuando Stoker había salido con su maldito libro, los caza vampiros habían salido por todas partes. Había sido una maldita molestia. Y espeluznante, también. Su familia realmente solo había comenzado a relajarse desde el advenimiento de bancos de sangre, lo cual había disminuido a vampiros cazando y ser cazados. Ahora parecía una falsa seguridad. Todavía había cazadores ahí afuera. Bueno no había nada que pudiera hacer por el momento, aunque intentaría advertir a su familia. Se lo mencionaría a Bastien cuando su hermano llamara de nuevo. Lucern volvió a otra acusación que Kate había hecho. — ¿Qué quiso decir Kate de qué me dieron el nombre de un producto lácteo? — Oh. Chris hizo una mueca.— Lucern es una compañía de Lácteos aquí en los Estados Unidos. — ¿Una compañía láctea? — Si, ya sabes: leche, queso coottage, nieve. —Explicó Chris exasperado — Sé lo que son productos lácteos. —Dijo Lucern malhumoradamente.— Pero mi nombre no es por una compañía de lácteos. — ¿Entonces porque te llamaron así? — Por el lago en Suiza donde fui concebido. Chris asintió. — Creo haber oído de él. ¿Pero no tiene el Lago Lucerne una e al final? — Si, bien... Creo que mi madre pensó que la “e” hacia al nombre femenino así que se la quitó. — Ah. —Chris asintió.— Es un buen nombre. No dejes que lo que te diga Kate te moleste. Lo que pasa es que últimamente esta descontenta. Trabaja demasiado duro. — Hizo señas hacia la caja de pizza en la mesa.— ¿Todavía queda algo? Lucern se inclinó y vio que quedaban todavía dos porciones de la especial come carne que encargaron. Tomó una y le dio la caja a Chris. Además de la televisión, la pizza era algo nunca había probado. No era algo que sirvieran en los restaurantes gastrónomos que frecuentaba. Lucern empezaba a preguntarse si sus maneras snob le estaban haciendo perder muchos placeres que él verdaderamente podría disfrutar. Nunca había sido un gran fan de la cerveza, pero había sido agradable tomarla con la pizza. Había sido mejor con los cacahuetes que

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Chris había corrido a comprar. Había sido divertido abrir la cáscara de los cacahuetes y esparcirla por todo el lugar. Lucern se inclinó sobre la mesa de café con interés. Estaba llena de latas vacías de cerveza, cáscaras de cacahuetes, platos de cartón usados y servilletas. Al principio había intentando limpiar al ir comiendo, su fastidiosa naturaleza lo impulsaba, pero Chris le dijo que se detuviera, que estaba bloqueando la televisión. Ahora Lucern se encontraba cómodo entre tanto desorden. Su vista se deslizó curiosamente hacia su acompañante. El amigo editor de Kate era un tipo interesante, en su mayor parte con buen carácter pero con un ingenio cáustico raro en alguien tan joven. Lucern había aprendido que el hombre tenía más de veinte, un bebe en comparación con sus años, aunque el editor probablemente se resentiría de que él pensara así. A pesar de eso, Lucern disfrutaba de su compañía. Sin embargo se había encontrado mirando el cuello del hombre por más de una hora. Ahora que había comido comida normal y satisfecho su hambre más natural, la entrega de sangre faltante estaba empezando a molestar a Lucern. Había llamado a Bastien dos veces desde su dormitorio pero no obtuvo respuesta ninguna vez. Su hermano nunca estaba en casa. Pero esa era la naturaleza de Bastien. Su hermano menor trabajaba duro, jugaba duro y corría en horas escalonadas, algunas veces trabajando en las noches en la compañía de la familia. Bastien era el hijo que había tomado las riendas de Argent Inc. después de la muerte de su padre. Lucern nunca se interesó. Siempre prefirió las artes alternando entre pintura y escribir los últimos cientos de años. En contraste, Bastien siempre había disfrutado del manejo y la negociación del negocio. El chico había trabajado en la compañía familiar durante casi toda su vida adulta y era bueno en eso. Bastien era el que había convencido a su padre en diversificarse del cultivo y el embarque a una producción del siglo dieciocho. Él era también él que había decidido que debían de alimentarse de bancos de sangre. Bastien era un pensador innovador. También era un condenado duro de rastrear. El negocio familiar a menudo lo llevaba a viajes inesperados a países extranjeros por períodos indefinidos. Lucern a menudo no sabía donde estaba su hermano menor o cuando regresaría. Bastien podría simplemente haber salido a cenar cuando llamó, o estar de camino a Europa para manejar un problema de las oficinas centrales. Cualquiera que fuera el caso, recibiría el mensaje de Lucern y le devolvería la llamada tarde o temprano. Pero Lucern tenía hambre ahora. Su mirada se deslizó a la garganta de Chris de nuevo. El editor tenía un pulso saludable. Lucern probablemente podría sacar una pinta de él sin dañarlo. Por supuesto, sería sangre alcoholizada, se dio cuenta tristemente. Y su propia sangre tenía una porción considerable de alcohol. Frunció el ceño, pero su mirada permaneció en el cuello del otro hombre. Chris se rió de algo que pasó en la última obra teatral satírica negra. Lucern no vio la televisión; estaba hambriento.

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El anhelo por la sangre no era como el de la comida. Era algo similar a la sed, pero no era solo la boca seca. Su piel parecía arrugarse y picaba con necesidad de alimentación. Sabía que no estaría tan mal si no hubiera estado a pleno sol. La caminata desde el coche al aeropuerto fue corta pero el aeropuerto era todo vidrio y había tenido un asiento en el pasillo del avión así que le fue imposible cerrar la persiana. Había estado atorado con el sol dándole directamente. El sol era peligroso para su especie. Causaba daño en todos, por supuesto gente de su propia especie y humanos también. Pero su cuerpo, su sangre reparaba constantemente eso y otros daños diarios, y los rayos del sol gastaban mucho sus reservas a un paso acelerado y dejándolo peligrosamente deshidratado, trayendo una sed que ninguna cantidad de agua podía curar. Solo sangre. — ¿Que haces? La pregunta de Chris le hizo darse cuenta que se movió y estaba detrás del hombre. El editor se volvió en su asiento mirándolo curiosamente.

Nada. Estoy sentado en el sofá. Ve el programa, le ordenó Lucern, deslizándose dentro de la mente del hombre con poco esfuerzo y tomando el control. — Ve el programa. —Repitió el editor, y se acomodó en su asiento. Lucern sonrío. No había perdido la habilidad de meterse en las mentes de otros y tomar el control. Su incapacidad para hacerlo con Kate le había preocupado de que hubiera olvidado como hacerlo. No lo había olvidado por supuesto. Lo que quería decir que Kate era de mente fuerte y fuerte temperamento. Individuos que su madre juraba que eran... Lucern apartó el pensamiento. Pensar en Kate en este momento le produjo culpa. Él contemplaba cenar de su compañero, después de todo y sabía que no le complacería. Su vista permaneció en el hombre al sentarse y fácilmente se introdujo en los pensamientos del editor, buscando cualquier cosa referente a Kate. Se sintió aliviado al encontrar nada más que amistad y cariño. Chris y Kate nunca habían tenido algún tipo de relación. Eso era bueno. A Lucern le agradaba el joven. No le hubiera gustado si hubiera estado involucrado en algún tipo de relación con Kate. Lucern procedió a borrar los pensamientos de Chris, forzándolo a concentrarse en el programa de televisión. No se dio cuenta que Lucern le acomodaba la cabeza para mejor acceso a la carótida. Lucern se inclinó. Solo lo mordería un poco, tomar solo la sangre suficiente para apagar lo peor de su sed. Solo un poco. * * * * * Kate se bajó del ascensor y comenzó a caminar por el pasillo con alivio. Había pasado las últimas horas involucrada en un conversación sobre compras, reconfortando y alabando a sus diversos escritores en la fiesta. Todos ellos eran maravillosas mujeres, pero tenían poco contacto personal con ella, entonces cuando tenían la oportunidad de verla en persona todas estaban deseosas. Aunque eran agradables los

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encuentros eran mental y emocionalmente agotadores, y Kate no podía esperar a regresar a la habitación y relajarse. Pensó en Lucern. Quitándose el sombrero, deslizó sus manos por su cabello. Había sido innecesariamente mezquina con él esa mañana. Su única excusa era la frustración y el cansancio. Estaba frustrada porque había logrado conseguir al hombre para el congreso y ahora estaba preocupada que hiciera más daño que bien. Y había trabajo las últimas horas del último mes tratando de seguir adelante para que su ausencia esta semana en la Conferencia no fuera un problema. Añadido a eso, había estado nerviosa todo el tiempo, preocupándose si Lucern se presentaría o no. Kate suspiró y buscó su llave en el bolso. Sería más agradable con él para compensar su anterior irritabilidad. Después de todo, no era su culpa que le pusieran el nombre de productos lácteos, fuera tan blanco como el papel la mitad del tiempo o hablara de una manera tan pasada de moda. Había sido engañado para dar su palabra de que asistiría, luego había mantenido su palabra. No era tan malo. Era... Un pervertido. Ese fue el primer pensamiento de Kate al abrir la puerta de la habitación de tres dormitorios. No podía creer lo que sus ojos veían. No estaba segura como al principio de lo que sus ojos veían. Chris estaba sentando en la silla y Kate podría jurar que estaba viendo la televisión, pero Lucern estaba sobre él, con un brazo alrededor de su hombro y lo bajaba hacia su pecho al enterrar su cara en el cuello del editor. Kate tragó aire con horror. Lucern Argeneau era homosexual: y le hacía insinuaciones amorosas a su compañero de trabajo.

— ¿Qué demonios estás haciendo? Lucern se enderezó abruptamente y se volvió para mirar hacia la puerta donde Kate estaba pasmada. Su primer pensamiento fue, uh-oh. El segundo que era una maldita vergüenza que fuera resistente al control mental, porque lo habría utilizado si pudiera. Luego el teléfono sonó. Le llevó un momento a Lucern reforzar el control sobre Chris para que el editor no escuchara ni viera lo que estaba pasando; era mejor no liberar su mente hasta que Lucern supiera como iba a explicar esto. Desde luego Kate parecía incapaz de moverse en ese momento, la dejó parada a un lado de la puerta y caminó hacia el dormitorio a contestar el teléfono. Esperaba que fuera Bastien. Como había esperado era la voz de su hermano en el teléfono. Aunque la oportunidad apestaba. Si su hermano hubiera hablado una hora antes, Lucern podría haber controlado su deseo de sangre y evitar la escena en el otro cuarto. ¿Cómo demonios iba a explicarle esto a Kate?. — ¿Lucern? ¿Lucern? Se rindió y le prestó atención a Bastien. — ¿Dónde estás? —Preguntó. — Estoy en Europa. Recibí tu mensaje, pero no me dijiste cual era tu problema. ¿Qué...?

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— Cuelga el teléfono. —Kate estaba repentinamente a su lado. Debería de haber cerrado la puerta. Parecía que se había recuperado de la impresión y a juzgar por la impresión, no era una campista feliz. — Un momento Kate. —Lucern le frunció el ceño.— Ve a esperar en el otro cuarto. — No. Quiero hablar contigo. Ahora. —Kate agarró el teléfono, pero Lucern se marchó dando media vuelta, moviéndolo fuera de su alcance. — Mira Bastien. Yo... —Hizo una pausa y clavo los ojos en el teléfono después de escuchar un chasquido en la oreja. — ¿Qué le estabas haciendo a Chris? Lucern se volvió. — Colgaste el teléfono. —Miró boquiabierto a Kate. — Tienes toda la razón. —Siseó. Miró hacia el otro cuarto. La risa grabada de Black Adder se escuchaba en el fondo. Lo encaró y acusó en un rudo susurro— Te dejo solo por algunas horas y regreso para encontrarte haciéndole insinuaciones amorosas a mi amigo. Para tu información, no es homosexual, así que estás perdiendo tu tiempo. No puedo creer que actúes de esta manera, pero vas a tener que explicarte ahora mismo. Lucern se echó para atrás como si ella lo hubiera golpeado. — No le hacía insinuaciones amorosas a tu amigo. ¿Qué tipo de hombre crees que soy? — Bueno, ¿Por qué tipo de hombre tengo que tomarte? Nunca mostraste un poco de interés en mi, y regreso y te encuentro sobre de Chris. Lucern se la quedó mirando por un momento, luego colgó el teléfono muerto en su soporte. Tomándola por la muñeca, tiró de ella hacia sus brazos. Kate dejó escapar una bocanada de aire por la sorpresa antes de que su boca cubriera la suya. No fue un beso suave, tentativo. Lucern tenía algo que probar. Además, la deseaba desde hacía tanto tiempo que no hubiera podido ser suave aunque quisiera. El beso era demandante; devastó su boca, forzando a abrir sus labios para empujar su lengua dentro, su cuerpo se aferró a su sabor. Era dulce y caliente como se había imaginado. Y ella esta dispuesta. Oh, no al principio. Al principio Kate estaba tiesa y quieta en sus brazos, pero luego dio un gemido de rendición y se derritió contra él, su cuerpo adherido como un suave suéter. Sus pechos rozando su pecho al deslizar su brazo libre para ponerlo alrededor de su cuello e inclinar ligeramente la cabeza para poder devolverle el beso. Solo sirvió para avivar la llama del deseo de Lucern. Olvidando su intento original para probar que no era homosexual, soltó su muñeca y deslizó sus brazos alrededor de ella. Dejando deslizar sus manos por su espalda hasta su trasero en forma de corazón, rodeó esas curvas redondas y la elevó contra él hasta que estuvo ingle contra ingle. Luego giró sus caderas para presionar las de ella. Kate era tibia como el sol en sus manos, arqueándose y contorsionándose contra él hasta gemir. Su boca se abrió, luego chupó la suya casi frenéticamente.

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— Lucern. —Dijo jadeando su nombre en señal de protesta cuando él se detuvo para echar un vistazo alrededor. Pero Lucern no se detenía. No tenía intención de detenerse; solamente quería saber donde demonios se encontraba la cama. Quería tocar más de ella. Quería tomarla. No la tocaría ni la tomaría mientras estuvieran parados. Viendo la cama directamente detrás de Kate, se dejaron caer en la cama, su cuerpo presionado intensamente con el de ella y bajó su boca para besarla de nuevo. Kate se relajó de inmediato, sus manos deambulando por su espalda y sus brazos. Lucern la sintió tirando de su camisa, haciendo un intento consiente o inconsciente de sacarla de sus pantalones, y estaba repentinamente agradecido de que se hubiera quitado la chaqueta y la corbata antes. Así había menos que quitar. Kate por supuesto, tenía mucha ropa. Decidió ayudarla con ese problema; pero cuando empezó a romper el beso, protestó con un fuerte gemido y clavó sus garras en su trasero, tratando de retenerlo en su lugar. Lucern se rió ahogadamente en su boca, complacido con su pasión. Le dio otro profundo beso, llenando su boca con su lengua, luego abstrayéndolo en imitación de lo que vendría. Rompió el beso y dio pequeños mordiscos hacia su barbilla, a través de su garganta al empezar a trabajar en los botones de su blusa. Vaciló al encontrarse con sus labios y se detuvo en la vena pulsante de su garganta. Podía sentir la excitación en su sangre, casi podía probarla. Quería morderla. Quería alimentarse. Pero esperaría. Tomaría su sangre al tomar su cuerpo. Ambos encontrarían el éxtasis de esa manera. Sería mejor esperar. Lucern dejó que su boca se moviera, besando la tierna carne de Kate hasta alcanzar las redondas puntas de sus pechos sacados del sujetador. Sus manos habían estado ocupadas. Su blusa estaba abierta hasta donde estaba metida en sus pantalones. Lucern se levantó, poniendo las rodillas a cada lado de su cadera, y liberó la blusa abriéndola totalmente para que descansara a cada lado de ella. Yacía desnuda excepto por su sostén blanco de algodón. Lucern había visto muchas mujeres en diversos estados de desnudez. Había visto mujeres en corsés que habían hecho que sus dedos se enroscaran, en sigilosos negligés franceses que lo habían dejado sin aliento, en pequeñas cantidades de ninguna cosa que realmente podría ser llamada ropa; pero nunca pensó que vería algo tan sexy como Kate con su sostén de algodón. Su sombrero vaquero se había volcado completamente a un lado de ella, su cabello era un desorden enmarañado alrededor de sus mejillas sonrojadas, y sus ojos estaban adormilados con deseo. Quería comérsela. Quería tomarla en su cuerpo y mantenerla ahí por la eternidad. Quería a Kate. Kate se movió debajo de él, sus manos llegando a la pluma sobre su barriga a través de su camisa y Lucern a regañadientes dejo de mirarla. Inclinándose hacia adelante, la cogió por los brazos y tiró de ella hasta quedar sentada; luego la besó al resbalar sus manos alrededor para desabrochar el sostén. Lo había destrozado, pero sería una vergüenza no volver a verla con ese sostén.

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Kate no se quedó inactiva mientras él trabajaba. Terminó de sacar su camisa del pantalón y recorrió sus manos debajo de la camisa, sobre su dura espalda, luego alrededor de su pecho. Lucern sonrío contra su boca. Soltó el último broche y sintió la tela resbalarse. Rápidamente se quitó la camisa, la empujó sobre la cama y quitó el sostén para poder verla apropiadamente. — Perfecta. —La palabra salió de sus labios al alcanzar sus pechos. Kate gimió y arqueó la espalda, presionando, buscando su toque. Era todo el apuro de Lucern; necesidad; cambió de posición para tomar un perfecto pezón endurecido en su boca. Sus ojos se cerraron de placer al chupar Lucern y lo sintió ponerse rígido aun más por la excitación. Kate le permitió atender a sus pechos por un tiempo, luego capturó su cabello y tiró su cabeza hacia arriba. Lucern cedió a su orden. Cambiando para besarla, deslizó su pierna entre las suyas. Presionó hacia arriba, rozando su muslo contra su sexo al besarla. Kate respondió acaloradamente, frotando en respuesta y tirando cruelmente de su camisa. Varios botones se rompieron. Lucern de repente encontró su camisa abierta y se acercó más para rozar su carne. Los pezones de Kate rozaron el pelo de su pecho, luego su piel, mandando hormigueos a través de él. Sintió su mano deslizarse desde su estomago hasta su ingle. Lucern se volvió un poco loco. Empujó contra ella, frotando más cerca, su mano quedó atrapada entre los cuerpos. El teléfono empezó a sonar. Lucern lo escuchó, pero era un sonido apartado, una preocupación distante por la que no se preocuparía. Kate llenaba su mente. Ella era todo lo que veía o escuchaba, sus jadeos y suaves suspiros, su esencia, su toque. Lo abrumaba. El mundo podía irse al infierno y no le importaba. Kate estaba con él, y la quería ahí para siempre. Para más que siempre. Levantando su boca de la suya, Lucern se movió a su cuello, encontró su pulso y enterró sus dientes en su carne. Kate grito, su cuello arqueándose y Lucern cerró los ojos frotando su cadera contra ella. Su sangre de vida llenó su boca. Sabía dulce a pesar de su delgado cuerpo. Lucern siempre prefirió a mujeres grandes, encontrando su sangre gruesa, rica y satisfactoria. Pero mientras que la sangre de Kate era diferente, era intoxicante. Sintió prisa al llenarse de ella. — Hey, Lucern. Un tipo llamado Bastien... Oh, Uh, Lo siento. Lucern se enderezó abruptamente, levantándose sobre sus rodillas en la cama. Girando vio a Chris alejándose rápidamente de la puerta abierta. Se quedó asombrado, incapaz de creer que se había dejado llevar y había olvidado cerrar la puerta y estaba aun más asombrado de que había perdido el control sobre la mente del editor. Lo peor de todo es que había permitido que Chris los encontrara a Kate y a él juntos. No tenía miedo de que el hombre supiera que se estaba alimentando, pero las otras suposiciones de Chris serían igual de malas. Ciertamente a Kate no le gustaría esto. Y Lucern no tenía deseos de causarle incomodidad con sus compañeros de trabajo.

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Entonces comprendió lo que el hombre le dijo, y Lucern pensó en el timbre del teléfono. Bastien estaba en la línea, llamando de nuevo. Lanzándose fuera de la cama, Lucern se apresuró para ver a Chris colgar el teléfono. — Oh. —Dijo el editor, espiándolo en la puerta.— Le dije que estabas ocupado Lucern maldijo entre dientes. Abriendo su boca para contestar bruscamente al joven hombre, se detuvo al darse cuenta que el editor evitaba mirarlo a la cara. Keyes también estaba sonrojándose furiosamente. Lucern miro hacia abajo e hizo una mueca cuando se dio cuenta que Kate no solo había abierto su camisa, también había logrado empezar abrir sus pantalones. El cinturón estaba suelto. El botón abierto y sus pantalones estaban a mitad de sus muslos. Dudo que eso fuera lo que había hecho enojar a Chris, sin embargo. Sin duda el hombre estaba incomodo al encontrar a Kate con las manos en la masa con uno de sus escritores. Lucern trataba de decidir que hacer cuando fue repentinamente empujado desde atrás. Haciéndose a un lado, se dio media vuelta para ver a Kate salir apresurada del cuarto. Su blusa estaba abrochada y su sombrero estaba de regreso en su cabeza, y el vislumbre que obtuvo de su cara era rojo cereza con vergüenza. Lucern trató de agarrar su mano, pero estaba fuera de alcance. Kate dijo algo ininteligible salvo por la palabra “cama”, luego desapareció dentro del cuarto. La puerta se cerró con un chasquido, seguido por el ruido del cerrojo. Definitivamente quería estar sola. Lucern suspiró infelizmente y pasó una mano por su cabello. Había hecho un desastre de todo. — Bueno, supongo que me... Voy a la cama también. —Anuncio Chris. Luego desapareció. Sacudiendo su cabeza, Lucern caminó hasta la barra. Se sirvió una bebida, luego la llevo a su dormitorio, cerrando la puerta detrás de él. — Ahora eso no tiene importancia. —Murmuró para sí mismo al caminar hacia la cama. Había embrollado todo y lo sabía. ¿Que podía hacer ahora? No tenía idea que estaba pensando Kate. Estaba consciente de que la había mordido. Usualmente la gente no lo estaba, pero el normalmente controlaba sus mentes al hacerlo, devolviéndoles el placer que le daban al alimentarse. Normalmente era una experiencia muy erótica para ellos. Para las mujeres de todos modos. No se molestaba en hacerlo con hombres, sino simplemente les borraba la mente para que no pudieran recordar que había pasado. Simplemente eran dejados con dos pequeños orificios en su cuello y sin ninguna idea de como llegaron ahí. Lucern había abierto su mente al morder a Kate, pero no estaba seguro si había sentido su placer como el de ella. ¿Había sentido su mordida? ¿Había sido dolorosa? ¿O simplemente sintió placer y jubilo? Si hubiera sentido el dolor de la mordida, Kate probablemente pensaría que era un fenómeno demente. Pensaría que escribía sobre vampiros porque equivocadamente se

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creía uno de ellos. Se preguntaría que es lo que se traía entre manos. O peor, sabría la verdad. Pero Lucern sospechó que sería lo del fenómeno. Una sensata mujer moderna como Kate nunca creería en vampiros.

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Capítulo 9

Kate despertó sintiéndose fatal. No entendía porque al principio, pero luego empezó a recordar: Regresar para encontrar a Lucern sobre Chris. Su ida al dormitorio para contestar el teléfono. Ella siguiéndolo, la furia consumiéndola . ¿Cómo se atrevía a ser homosexual? Había estado pensando. ¿Cómo se atrevía? La sola idea la había dejado estupefacta. Se sentía atraída hacia él. Había tenido sueños eróticos con él. No podía ser homosexual. Y parecía que no lo era. Todavía podía sentir sus labios. Su primera reacción a su sensual asalto había sido de asombro; luego su cólera se había convertido en alivio, y rápidamente en deseo. El hombre sabía besar. Recordó el beso al apartar a un lado la manta y deslizarse fuera de la cama. El hombre sabía besar como nadie que conociera. Sus besos le habían llegado dentro de su alma y había sacado cada deseo, cada gota de lujuria residente de su cuerpo y lo había sacado a la superficie. Lo deseaba. Todavía lo deseaba. Sus pezones estaban erectos al solo recordar. Y definitivamente el también se había excitado. Había sentido como si tuviera una gran barra de acero en sus pantalones cuando puso su mano ahí. Lo que estaba bien. Excepto que ella era su editora y no tenía que saber que tan grande era su barra de acero. Y su compañero de trabajo la había atrapado tocándolo. Gimiendo entró al baño, abrió el agua fría de la bañera y se metió dentro. No tenía idea de como iba a enfrentar al hombre de nuevo. Pero de cierta forma tenía que hacerlo. ¿Debería actuar como si no hubiese pasado nada? ¿Debería hablar de ello con Chris? ¿Debería hablar con ambos? Y si hablaba con ambos, que podría decir. Sabía que debía decirle a Lucern. Debería decir que fue una aberración y que no debía suceder de nuevo. Pero no quería decir eso. Y con Chris, no tenía ni idea. Realmente no había nada que decir. Suspirando, Kate cerró el grifo de agua y agarró una toalla. Enredó la toalla al estilo turbante en su cabello mojado, luego agarró una segunda toalla para secarse. Después agarró la bata que el hotel dejó, enrollada en la bata camino al espejo e hizo una mueca. Tenía que secarse el cabello, arreglarse la cara, vestirse y luego ver si Chris y Lucern estaban listos. Kate agarró la toalla de su cabeza, queriendo quitar todo el exceso de agua antes de secarlo, cuando advirtió unas marcas en su cuello. Deteniéndose se quedó mirando un momento. Luego inclinándose en el espejo y volteando la cabeza a un lado, miró con atención las marcas en su cuello. Por un largo momento se quedó viendo las dos pequeñas marcas, todo tipo de pensamientos atravesaron su mente: Los libros de Lucern, con personajes teniendo los mismos nombres de su familia. La boda de noche. Lucern y su madre alérgicos al sol. La herida en la cabeza que parecía sangrar copiosamente, pero que no pudo encontrar y

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que no pareció preocupar a Lucern una vez que la limpió con agua. La manera que estaba inclinado sobre Chris cuando llegó. Su boca en el cuello de su amigo. El hecho de que Chris no se dio cuenta de su presencia, y no había reaccionado al llegar ella. Pero no recordaba que Lucern la hubiera mordido anoche. ¿Lo recordaba? Oh. De repente vio la imagen de ella medio desnuda en los brazos de Lucern, sus pechos rozando su duro pecho al inclinarse él y darle un mordisco en el cuello. Había asumido que le hizo un chupetón, quizá; no importo, se había sentido tan bien. “Dios mío” gimió. Y “No te detengas” . Incluso inclinó su cabeza para darle mejor acceso. Sus manos cayeron a los lados. Él la mordió. No solo Lucern Argeneau era un vampiro, había tenido el valor para morderla. Dando media vuelta, salió del baño. * * * * * — ¿Me mordiste? Los ojos de Lucern se abrieron y se enderezó en la cama para ver a la mujer en la puerta. Sus ojos se veían cansados. No había dormido bien en toda la noche. Un cuerpo no podía tomar seiscientos años de dormir en el día y cambiarlos para dormir en la noche así como así. Había estado despierto en la cama casi toda la noche, preguntándose si Kate estaba muy enojada con él y cuando podría tenerla en sus brazos de nuevo. A juzgar por su expresión ahora, no creía que muy pronto. Suspirando se dejó caer en la cama con un gemido. No tenía la energía para enfrentarse a Kate en este momento. Apenas había sacado un par de sorbos de Chris antes de que regresara, luego apenas había tenido un par de sorbos más de Kate. Tenía hambre, maldición. — No me ignores, Lucern Argeneau. —Grito Kate acercándose— Me mordiste. Sus palabras pasaron por su mente empañada de sueño y sus ojos se abrieron de nuevo. Demonios. Se dio cuenta. La vio acercarse, luego vio a Chris asomándose preocupadamente por la puerta. — Cierra la maldita puerta. —Dijo Con sorpresa Kate se giró hacia la puerta. Viendo a Chris ahí, miró su cuello. También tenía marcas. Las cejas de Chris se levantaron al ver su enojada expresión. Agarró la manija de la puerta y empezó a cerrarla. — Voy a cerrar esto. — Espera un minuto. Déjame ver tu cuello. —Exigió Kate. Estuvo en la puerta en un instante y movió su cabeza a un lado. Se quedo mirando la garganta por un minuto, luego giró furiosamente hacia Lucern.— Hijo de puta. — Tranquila Kate. Tomate una píldora. No es culpa de Lucern. Me corte mientras me afeitaba. Giró hacia Chris con asombro. Estaba cerrando la puerta detrás de él al retirarse.

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El cuarto quedó a oscuras por un momento; luego Lucern encendió la lámpara de al lado. Kate lo miraba. — ¿Que le hiciste? ¿Cómo le hiciste pensar que eso era un corte al afeitarse? Su imprudencia fue estúpida. Se acercó demasiado y solo como eso, Lucern se levantó de la cama, la agarró de los brazos y la arrastró con él hasta que cayeron en el colchón. En el siguiente momento, se movió para cubrirla. — Bájate de mí. —Quería que sonara como una orden. En vez de eso su voz salió débil y sin aliento. Kate lo miro ceñuda tratando de acentuar sus palabras. No estaba asustada exactamente, pero había un temblor en su voz. Los ojos de Lucern cambiaron a ese color plateado, aunque no en ira. Parecía como un depredador y Kate estaba segura que ella era la presa. El problema era que no estaba segura que lo quisiera ser. Su cuerpo estaba respondiendo al sentirlo sobre ella. Lucern dudo, luego dejo que sus párpados se cerraran sobre sus ojos. Parecía como un león somnoliento. Realmente no estaba mucho mejor. — Lo siento. —Dijo con ese correcto ingles de él. Otra pista para su vampirismo, pensó Kate infeliz. Probablemente fuera realmente viejo. — ¿Por qué? —Preguntó después de varios segundos de silencio. — Por morderte. —Respondió prontamente, luego añadió.— Sin tu permiso. Kate lo miro ceñuda. — ¿Qué hay acerca de Chris? — Solo fue un mordisco. —Dijo con indiferencia.— Y dijiste que acudiera a él si necesitaba cualquier cosa. — No quise decir que le mordieras. —Gritó Kate. Lucern tuvo la audacia de sonreír. — ¿Y que debería de hacer? — Podrías haber... Cuando cayó en un confuso silencio. Pregunto: — ¿Qué? Por ejemplo, ¿Oye Chris te importaría traer una pinta de sangre mientras vas por los cacahuetes? Estoy sediento en este momento. —Hizo una mueca.— No pusiste mi nombre en el cuarto, así que la sangre que tenía que ser entregada aquí fue devuelta. Tenía hambre. —Explicó simplemente. Kate se le quedó mirando, su boca se secó. Realmente era un vampiro. Repentinamente se dio cuenta que no lo había creído aun. Ahora lo creía. En su mayor parte. Moviéndose debajo de él, exigió: — Enséñame tus dientes. Lucern los dejó al descubierto. Parecían perfectamente normales. Sus colmillos eran un poco puntiagudos pero no muy largos y murmuro: — Sin colmillos filosos y puntiagudos...

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— Ah, esos dientes. —Lucern abrió su boca de nuevo. Para su horror, los colmillos salieron de sus encías como garras de gato. — Oh, Dios. —Lloriqueó Kate. Lucern replegó sus dientes de inmediato. — Está bien Kate. Nunca te lastimaría. — Me mordiste. —Lloró. Y fue seguido por otro coro de “Oh Dios, oh Dios, oh Dios”. Parecía que no podía dejar de decir eso. — Pero no te lastimé. —Argumentó.— ¿Lo hice? — Oh Dios. Quítate, quítate, quítate. —Empezó a moverse debajo de él, pero fue un intento inútil. Él era más grande que ella. Y fuerte. Dejó de luchar, tratando de calmarse, luego dijo:— Por favor. Lucern la miró fijamente por un momento, sospechoso. Luego sacudió la cabeza. — No puedo. No hasta que me prometas que no le dirás a nadie esto. Abrió su boca, pero él se anticipó diciendo: — Es por tu propio bien Kate. La gente pensará que estás loca. Se dio cuenta que probablemente tuviera razón acerca de eso. Pensarían que había estado trabajando demasiado y se había extralimitado. Un movimiento de abajo le llamó la atención, el hecho de que algo se estaba moviendo abajo, y no era Lucern. Al menos no la mayor parte. Dios mío, se estaba excitando. Lo podía sentir crecer y presionarse contra ella. Kate se aclaro la voz: — Umm, Lucern. — Llámame Luc. —Sugirió. Le dio una sonrisa malvada.— Lucern suena tan formal, y estamos un poco más allá de eso. Kate no sonrío. Se aclaro la garganta de nuevo. — Luc. Si estás muerto como puedes ponerte... —Movió sus ojos hacia abajo. Lucern entendió la idea sin que tuviera que explicar, menos mal, y se movió para no estar presionado tan íntimamente con ella. — Me disculpo, pero me temo que te encuentro muy atractiva. —Dijo con gran dignidad. — ¿En serio?. — Sí. — Oh. —No estaba segura si debería de estar feliz con eso o no, así que regresó a su pregunta.— ¿Pero si estás muerto...? — No estoy muerto. —Le informó Lucern poniendo los ojos en blanco. — ¿No lo estás? —Preguntó. Él movió su cabeza solemnemente, así que ella continuó.— Entonces no estás sin alma. — No. —Una sonrisa salió de sus labios — ¿Y el resto de tu familia?

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Sacudió su cabeza solemnemente Kate procesó las noticias, su mente procesó que había escrito libros objetivos de historia antes de sus novelas románticas de vampiros. Procesó que en su primera novela romántica de vampiros los personajes tenían los mismos nombres de sus padres, el segundo se trataba de Lissianna y Gregory, una trabajadora social y un terapeuta, como los reales Lissianna y Gregory; y el tercero se trataba de Rachel y Etienne, una médico forense y un diseñador de juegos. Pareció bastante obvio que seguía escribiendo hechos históricos. — ¿Qué edad tienes? — Seiscientos doce. Contestó serenamente. Como si fuera una edad común. Dios bendito, Kate se dio cuenta con desilusión. Que había perdido el juicio. Lloriqueó otra vez. — Está bien Kate. —Luc retiró el pelo de su cara.— Sé que es mucho que aceptar, pero está bien. — ¿Cómo puede estar bien? Eres un vampiro. Y me mordiste. —Todavía no podía creer que lo hubiera hecho. Y porque se sintió tan bien. — Solo fue un pequeño mordisco. —Dijo. Cuando se la quedo mirando, lo intento de nuevo.— Siento haberte mordido, pero tenía hambre... y hueles tan delicioso. —Sus ojos cayeron a su cuello mientras hablaba y el anhelo cruzó su cara. La alarma la recorrió y Kate cubrió su cuello con ambas manos. Para su irritación, empezó a reírse. Su pecho chocó con el suyo. — Esto no es gracioso. —Escupió.— ¿Cómo te sentirías si fueras un pedazo de ternera? — Querida Kate. No eres un pedazo de ternera. —Dijo. Forzando una expresión solemne dijo:— Al menos eres un bistec. Su boca se abrió con horror. Lucern tomó ventaja del momento y cerró su boca sobre la suya. Para la desazón de Kate la pasión de la noche anterior resurgió de nuevo. Aparentemente a su cuerpo no le importaba que fuera un demonio chupa sangre. Le gustaba mucho. Más que mucho. Y ahora Kate tenía que resistirse a él y a sí misma. Era una batalla perdida. Un momento desnudo pasó antes de que se rindiese con un gemido y deslizara sus brazos por su cuello. Era por lo que Lucern estaba esperando, aparentemente, por un latido de corazón después Kate encontró la sábana que los separaba y la retiró junto con la bata abierta. La dejó desnuda debajo de él, pero la alertó el hecho de que Lucern Argeneau dormía desnudo. Sus ojos se abrieron. Dormía desnudo y en una cama. Cuando rompió el beso para morder su oreja, Kate se quedó sin aliento. — ¿Dónde está tu ataúd? — Lo deje en casa. —Su voz era un gruñido teñido con risa.

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Kate no estaba segura si estaba bromeando o no, pero dejó de preocuparse cuando su mano sé cerro tiernamente sobre su pecho y lo aplastó. Gimiendo se arqueó a la caliente caricia; luego sus ojos se abrieron. — ¿Por qué no estás frío? Pensé que los vampiros estaban fríos. — Te lo dije. No estoy muerto. —Le recordó Lucern. — Aja. —Murmuró Kate. Luego Luc reclamó sus labios de nuevo. Cambiando de posición, envolvió un pecho en su húmeda boca. Chupó como un niño hambriento, dando golpecitos al pezón con su lengua. Repentinamente a Kate no le importó ser la cena. Lo que la hizo pensar.— ¿Qué hay del ajo? — Lo amo. —Dijo, cambió la boca al otro pecho.— Algún día lo frotaré por todo tu cuerpo y lo lameré como prueba. Kate se retorció por la erótica imagen, luego se dio cuenta que era similar a lo que ya estaban haciendo. Estaba desnuda. Él la estaba lamiendo. Dios mío. Perdió el hilo de sus pensamientos cuando su mano se introdujo entre sus muslos. — Luc. —Respiró. Para su asombro él se detuvo, suspiró fuertemente y se sentó a su lado. — Está bien, terminemos con esto. Obviamente no vamos a ir a ninguna parte hasta que lo hagamos. —Dijo con exasperación. Dándose cuenta que él pensó que le iba a hacer otra pregunta, Kate abrió la boca para corregirlo, luego cambió de opinión. Realmente quería entender. — Mi tatarabuelo era de lo que llamáis la Atlántida. Kate respingó para atrás. Eso era la última cosa que esperaba oír. Sonaba como un loco. Lucern ignoro su reacción — Como algunos han especulado, la Atlántida estaba científicamente muy avanzada. Mi tatarabuelo era un científico. Poco antes de la caída de la ciudad, él desarrolló lo que hoy llaman nanos, pequeñitos aparatos computarizados. No me molestaré en explicarte todo, pero basta decir que el combinó la ciencia de los nanos con la microbiología para crear un pequeño virus microscópico, un tipo de virus, que cuando se disparó en la corriente sanguínea, vivió y se reprodujo. Es un tipo de parásito. —Le explicó.— Viven a expensas del anfitrión, pero a cambio reparan y regeneran al anfitrión y por lo tanto a ellos mismo, jóvenes y vitales por un tiempo indeterminado. — ¿Un virus? —Kate preguntó con aversión. — No se puede contraer por el tacto y tampoco al besar. — ¿Qué hay de morder? —Preguntó, su mano fue inconscientemente a su cuello. — No, no se contrae por una mordedura. Los nanos tienen que ser disparados directamente al torrente sanguíneo o consumidos. — ¿Cómo cuando Drácula se corta y presiona su muñeca a la boca de Mina? — Drácula. —Lucern dejó escapar un suspiro.— El personaje de Bram se basó en un cruel bastardo, bárbaro y jactancioso. Y si hubiera mantenido su boca cerrada

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mientras bebía, entonces Bram Stoker nunca habría escrito ese maldito libro, el cual está en su mayor parte equivocado debido al hecho de que el informante fue llevado a la fuerza antes de que pudiera decir más. Kate se quedó con la mirada fija, insegura de creerle a Luc o no. Quizá ambos perdieron la mente. — Estoy vivo no muerto. Tengo alma. Puedo oler, comer y tocar el ajo. Las cruces no tienen efecto en mi, puedo estar en iglesias como bien sabes ya que asististe a la boda de mi hermano. — Pero no puedes salir al sol. —Dijo Kate — Puedo. —La corrigió.— Es solo que el sol daña una gran cantidad de carne, lo que significa que más sangre es necesaria para que los nanos la reparen. El bronceado realmente no es bueno para la gente. Envejece la piel. Nuestros cuerpos no se broncean, y los nanos tratan de reemplazar la piel cuando se envejece. Eso requiere mucha sangre. Mientras más piel es expuesta y mientras más largo es el tiempo de exposición más sangre es necesaria. En los viejos días no había bancos de sangre, lo que significaba que tomábamos la sangre de los humanos e incrementábamos el riesgo de llamar la atención. Era más fácil evitar la luz del sol y limitar nuestros requisitos de sangre. También era más fácil cazar de noche. — Y cazabas humanos. Él asintió. — ¿Así que no eres humano? — Si, Bueno... —Frunció el ceño.— Soy un atlantide. Misma especie, pero diferente raza. — Oh. —Suspiró, luego al estar asimilando todo sus ojos se desviaron hacia la pierna de Lucern. Su muy pálida pierna. Suponía que un salón de bronceado estaba fuera, y recordó como a veces estaba terriblemente pálido y otras veces estaba sonrojado con colorido.— Así que cuando estas realmente pálido es porqué ... — Porque necesito alimentarme. —Terminó.— Estoy deshidratado y la sangre se ha cambiado a mis órganos para mantenerlos funcionando. Cuando estoy sonrojado es que me he alimentado. — Deshidratado. —Inclinó la cabeza.— ¿Por qué no puedes beber mucha agua? ¿Por qué tiene que ser sangre? — Los nanos utilizan sangre para reparar y reproducirse ellos mismos. El cuerpo no puede producir la suficiente sangre. Los nanos causan el hambre por la sangre cuando necesitan más al crear una reacción química en el cuerpo. — ¿Y los dientes? — Ellos los crearon primero. Es un tipo de código genético. —Suspiró cansadamente. — Kate, he confiado mi vida y la de mi familia en ti al decirte esto. Si le dijeras a cualquiera... bueno la mayoría de la gente pensaría que te volviste loca. Pero es posible que algunos crean y solo una persona es suficiente para poner a mi gente en peligro.

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— ¿Cuántos hay de vosotros? — Menos de quinientos. Dejo escapar una expresión de sorpresa. — ¡Tan pocos!. — Sí. Sería peligroso tener demasiados. Cada uno de nosotros solo tiene permiso de tener un hijo por siglo para mantener la población baja. — Pero aun así debería haber más de vosotros. Si son quinientos, y todos tienen hijos. — Los quinientos incluyen hombres, mujeres y niños. Fuera de esos, hay quizá cien parejas. Y luego tenemos un cierto numero de muertes en cada siglo también. Kate se sorprendió: — Pensé que no podían morir. — No envejecemos. Todo muere. —Explicó pacientemente— Enfermedades y virus no tienen efecto en nosotros, los nanos se encargan de eso, y no envejecemos. Pero hay otras maneras de morir. Por ejemplo, muchos de los nuestros fueron quemados en la estaca durante la Inquisición. — ¿Qué hay de la estaca en el corazón? Lucern asintió. — ¿Una bala al corazón? —Preguntó. Negó con la cabeza. — Los nanos repararían el daño rápidamente. — ¿Entonces por qué la estaca mata? — Bueno, te matará si la dejas dentro lo suficiente. Los nanos tratarían de reparar el corazón alrededor, pero no pueden sacar la estaca. El corazón no palpitará, no habría sangre fresca o nanos para ayudar y ellos y el cuerpo morirían. — Oh, ya veo. —Kate bajó su mirada y se encontró clavando su mirada en su flácido pene. Toda esta explicación de alguna manera había arruinado el momento, lo cual era una maldita vergüenza. Aclarándose la garganta, levantó la vista hacia su cara.— Así que... Bastien te envío sangre, pero porque deje tu nombre fuera del registro fue devuelta, y ahora tú estas... —Vaciló. Estaba pálido como la muerte. Ella se hubiera visto fatal si estuviera tan pálido como él. Sin embargo él lograba verse fuerte y sexy. Realmente no le parecía justo.— ¿Que pasa si no obtienes la sangre? — Los nanos empezaran a comer tejido para obtener los nutrientes que necesitan. —Admitió a regañadientes. Los ojos de Kate se abrieron con horror. — Eso suena doloroso. — Lo es. —Dijo simplemente. — ¿Te mataría? — Eventualmente, pero habría mucho dolor al principio.

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— Y le colgué a Bastien anoche. —Se dio cuenta con horror.— ¿Fuiste capaz de decirle que te mandara más antes...? — No. —Lucern de repente sonó descontento — ¿Lo llamaste de nuevo? — No sé dónde se encuentra. Todo lo que dijo fue que estaba en Europa antes de que tú colgaras — Oh Dios. —Dijo débilmente.— ¿Cuánto tiempo falta para que empiece a doler? — Desde las cuatro en punto de esta mañana. Kate cerró sus ojos. Grandioso. Eso significaba que los nanos ya se lo estaban comiendo. Tenía a un vampiro hambriento en sus manos. Uno que estaba tan hambriento que estaba sufriendo. Y lo tenía en un hotel con más de dos mil fans románticas esperando echársele encima. Sería como echar un león a una granja de cerdos. Kate exhaló un suspiro. Todo esto era su culpa, desde luego. Tenía que arreglarlo. — Está bien. ¿Cuánta sangre necesitas hasta que podamos pensar una manera de obtener más? Lucern se sorprendió. — Una pinta seria suficiente para pasar el día, quizá. Pero necesito... — Una pinta. —Kate gritó. Dios bendito.— Una pinta. Eso es como un bolsa llena de leche. — Si, apenas. Kate consideró el hecho seriamente, no le había dolido anoche cuando la mordió. De hecho se había sentido condenadamente bien. Pero una pinta. — Eso es lo que toman cuando donas sangre. —Le dijo esperanzado — Lo es. —Nunca había donado sangre. Pero había visto mucha gente por el televisor donando. Suponía que estaba diciendo la verdad. — Si así es. —Le aseguró.— Realmente necesito más, pero eso es lo más seguro tomar sin efectos secundarios. Y me bastaría por un tiempo. Exhalando un suspiro, Kate extendió su brazo, su muñeca hacia arriba en su boca. — Adelante. Lucern parpadeó, su nariz estremeciéndose ligeramente. Kate se preguntó si podía oler su sangre. La idea de que ella olía como la cena para él era inquietante. — Adelante. —Repitió incierto — Adelante y muérdeme. —Dijo impaciente. Volteando la cabeza, miró de reojo en caso de que esta ocasión le doliera. Era su muñeca, después de todo, no su cuello. Quizá debería darle su cuello. Se puso rígida cuando Lucern llevo sus dedos a los suyos. Kate sostuvo el aliento, esperando a que la mordiera. Su corazón se aceleró, y casi quito su mano de un tirón

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cuando sintió sus labios tocar la sensitiva piel de su muñeca. Pero no había ningún dolor. Se sentía como si estuviera mordiendo su piel.

Bueno, pensó al sentir la sensación del mordisco avanzar lentamente a través de muñeca, esto no era malo. Más agradable que donar sangre en el banco de sangre, estaba segura. Más agradable. Excitante. Se retorció un poco cuando sintió el mordisqueo en la curva interna de su codo. Obviamente no la había mordido aun. O lo hizo. Abriendo un ojo se lo quedo mirando. Todo lo que pudo ver era su cabeza sobre su brazo. Tenía un lindo pelo. Grueso y oscuro y... — Oh. —Respiró al sentir el pequeño mordisco. No le dolió, solo la sobresaltó en una forma sexy. Pero Kate no pensó que estaba tomando sangre. Se estaba moviendo hacia arriba por su brazo. La vena de seguro no era buena ahí, pensó vagamente, viéndolo ascender. Cuando llego al interior de la parte superior del brazo, aun con su pecho, de repente cambió para atrapar un pezón. Se sobresaltó de la sorpresa. Casi protestó, pero al dibujar sobre su sensitiva piel, decidió que de todos modos era mejor que la mordiera ahí. No se vería. Él lavó y chupo, luego la atrajo profundamente hacia su boca, y Kate decidió que si la iba a morder, lo podría hacer en cualquier momento. Una de sus manos se deslizó a lo largo de su estomago para encontrar el otro pecho. Kate lentamente fue hacia atrás en la cama, diciéndose a sí misma que era para no sentirse mareada después de que Lucern tomara la pinta, pero la verdad era que su cuerpo estaba temblando terriblemente, sus músculos estremeciéndose con excitación. No pensó que pudiera haberse quedado en posición vertical bajo su sensual acometida aunque hubiera querido. Lucern la siguió abajo y se equilibró con un codo al continuar dándole placer. Kate cerró sus ojos y dejó que sus manos se enterraran en su pelo. Anudaron y tiraron fuertemente por voluntad propia. No tenía intención de interrumpir su comida, pero tuvo una hambre por su cuenta, desesperadamente quería que la besara. Cuando levantó la boca de su pezón, Kate vio que su piel todavía estaba intacta. Todavía no la mordía. Parecía que la alimentación era una experiencia complicada. Debería de haberlo sabido. Lucern no era del tipo de come y huye. Su boca bajo hacia la suya como ella quería, y Kate suspiró en su beso. También permitió que sus manos viajar por su espalda hasta encontrar su trasero y apretarlo mientras se arqueaba para recibirlo. Él encalló contra ella pero sin entrar, pero pareció excitarlo tanto como a ella, porque su beso se volvió más duro, su boca más demandante. Kate gimió cuando separó sus labios y cambió a su cuello. De alguna manera, sabía que su tiempo de morderla había llegado y se sintió tensarse en preparación. Luego se distrajo por la manera en que se movió sobre ella, urgiendo a que separara sus piernas. Se estableció en la cuna de sus muslos, su dureza presionándose contra ella. — Te deseo. —Susurró en su oreja, luego mordió su tierno lóbulo, un diente afilado deslizándose ligeramente por su piel. Kate de repente tuvo la loca idea que, sus orejas no estaban perforadas, las podría perforar por ella.

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— Kate. Se forzó a concentrarse. Le estaba pidiendo permiso. No estaba segura de que exactamente. Para morderla, o para hundir su cuerpo en ella. Probablemente ambos. Kate abrió su boca para decirle vagamente que siguiera adelante cuando alguien tocó a la puerta. — ¿Hola? Oigan. Vosotros dos. —Chris llamó a través de la puerta.— Mirad. Detesto interrumpiros, pero el desayuno de bienvenida y los premios RT empiezan dentro de quince minutos. ¿Estáis listos?

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Capítulo 10

— ¿Está bien Lucern? Se terriblemente pálido. Ante el comentario de Allison, Kate recorrió inquietamente con la mirada a su escritor. Luc estaba terriblemente pálido. Ella había pensado eso en su cuarto, pero ahora lo parecía aún más bajo las luces aquí en la amplia área de recepción durante el desayuno tardío de bienvenida. Ella debería haber insistido en que él la mordiera. Lo había intentado, por supuesto. Ella le había dicho justamente que lo hiciera, pero Chris había estado golpeando insistentemente la puerta, y Lucern había rehusado. Había temido que ella estuviera débil después, y no quiso que estuviera sufriendo mareos y quizá desmayándose. Además, no había tiempo, había dicho él. Lo haría más tarde. Ahora, al ver la palidez de su piel, se reprochaba a sí misma no haber sido más insistente. — ¿Kate? Ella se volvió y forzó una sonrisa para su jefa. — Él tiene un poco apagado los motores. Estará bien. Allison aceptó la mentira y volvió su atención a su comida, dejando que Kate se preocupara por Lucern. La primera cosa que haría al terminar el desayuno tardío sería hacer que la mordiera; podrían subir las escaleras corriendo rápidamente antes de ir a la sala de recepción de los lectores. Y luego tendría que encontrar la manera de conseguirle un suministro real de sangre. Ella había considerado el problema, y aun si ellos pudieran contactar con Bastien hoy, estaba segura que no sería hasta mañana que él podría arreglar otro embarque para ser entregado. Kate frunció el ceño cuando se dio cuenta de que Bastien podría estar llamando justo en este momento, y no había nadie en su cuarto para responder a la llamada. Y no lo habría en todo el día. O tampoco esta noche si ellos asistían a la reunión de modelos de portadas. Quizá podrían saltarse esa reunión. No era realmente necesario que Lucern estuviera allí. Todas las fans estarían interesadas en los modelos masculinos de las portadas y podrían no advertir su ausencia. Allison y Chuck lo harían, sin embargo. Kate frunció el ceño mirando abajo hacia su plato. Allison no prestaría atención, pero Chuck lo haría. Hasta donde a él le concernía, la compañía le había pagado a Lucern para estar allí y él querría el valor del dinero. — ¿Él habla? Kate miró agudamente para enfrentarse a la ácida pregunta de Chuck. Ella se había asegurado que Chris estuviera a un lado de Lucern y ella por el otro. Allison estaba directamente a la derecha de ella, y Chuck estaba contiguo a Allison, pero el editor estaba reclinándose delante de la directora editorial, su barbilla casi descansaba sobre su pecho cuando él habló. Allison estaba enfurecida, y Kate no la podía culpar.

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Chuck era un cerdo, toqueteando a todas las mujeres de la oficina y tratando de recorrer con la mirada sus senos. Él no era muy querido por el cuerpo administrativo, y apenas podían esperar para que fuera reemplazado. Por regla general, los presidentes en Roundhouse eran cambiados casi anualmente. Kate sólo esperaba que Chuck Morgan no fuese la excepción. Nadie en Roundhouse había estado feliz cuando él había llegado a reemplazar a George Sassoon. Su último presidente había sido un hombre excepcional que se había trasladado a la publicación desde la radio y la televisión, trayendo todo esa erudición con él. Había hecho cosas maravillosas para Roundhouse. Nadie había estado sorprendido cuando él había sido solicitado de repente por una compañía mayor. Chuck Morgan era un pobre reemplazo. Su mirada floto más allá de su cara burlona hasta Jodi Hampton, la escritora que se sentó al lado de él. Jodi estaba lanzando miradas curiosas a Lucern. Kate no estaba sorprendida. Además de que él era un hombre atractivo, Lucern recibía una inusual cantidad de atención VIP. Los editores y el personal de Roundhouse se suponían que estaban repartidos en medio de un par de mesas a fin de que todos sus escritores se sintieran incluidos. Pero Chris y Kate no se habían separado del lado de Lucern en toda la semana, y Allison y Chuck habían querido encontrarse con el misterioso señor Argeneau, así es que todos estaban agrupados alrededor de él. Lo que dejó sólo a Deeana Stancyk y Tom Duchamp, el VP de Promoción, para circular entre los otros treinta escritores de Roundhouse asistentes. — Pregunté, ¿él habla? La mirada de Kate volvió de regreso a Chuck. Él era uno de aquellos pocos hombres cuyas características reflejaba su desagradable naturaleza. Tenía una cara con marcas de viruela, colorada, un bigote gris inclinado y una cabeza calva. Kate consideró la pregunta. Desafortunadamente, Lucern era bastante taciturno en los mejores momentos. En este momento, él estaba silencioso como una piedra. Ella abrió su boca para ofrecer una excusa por su silencio, entonces rápidamente cambió de parecer. Ellos lo habían querido aquí; ella lo había traído. Quizá si ellos no estaban felices con el desempeño de él, no harían que ella lo fastidiara en el futuro. Solamente se encogió de hombros y dijo: — No mucho. Chuck no pareció complacido. A Kate no le importó. Esa era la verdad, y ella no podía responsabilizarse por la naturaleza de Lucern. Su mirada se deslizó al escritor otra vez. Chris estaba hablando, y Lucern inclinaba la cabeza lentamente. Había líneas de tensión alrededor de sus ojos que la preocuparon. Le hizo preguntarse si él tenía mucho dolor. Inmediatamente empezó a tratar de pensar en una forma para conseguirle sangre, y más sangre que la pinta que él había dicho que sería seguro para ella darle. Ella consideró brevemente encontrarle una fila de víctimas para morder, pero aún cuando disfrutó con la idea de poner a Chuck al frente de la línea, no había nadie más que ella quisiera que lo alimentara. Kate estaba aún considerando cuidadosamente el problema cuando los platos fueron recogidos de las mesas y la ceremonia de premios comenzó. Ella escuchó sin

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entusiasmo como los candidatos fueron nominados para cada categoría, seguidas por el ganador. Kate batió palmas cuando los demás lo hicieron, pero ella estaba en su mayor parte perdida en sus pensamiento. — Y el nominado final es Love Bites de Luke Amirault. Kate se enderezó en su asiento mientras se mencionaba el seudónimo de Luc. Ella no estaba del todo sorprendida de que Lucern estuviera haciendo lo mismo al lado de ella. Había olvidado decirle que su libro fue designado en tres categorías diferentes. Ella se sobresaltó cuando él se volvió con una mirada acusadora sobre ella. — Estás nominado. Eso no significa que ganarás. —Dijo Kate apaciguadoramente. — ¡Y el ganador es Luke Amirault por Love Bites!

— Merde. —Masculló Lucern. — Mierda. — Remedó Kate en inglés. Ella vaciló por un momento, pero cuando Lucern no mostró signos de levantarte, ella se inclinó sobre él para explicar:— Tienes que ir y recoger tu premio. — No quiero. Kate sintió su corazón estrujarse ante la infantil queja. Seiscientos años de edad y todavía sonaba como un bebé. ¿Los hombres eran lo mismo sin importar la especie... o era eso una raza? Lo que sea. Tomando su codo en su mano, ella se levantó abruptamente, haciéndole subir con ella. — Yo tampoco. Así que lo haremos juntos. Para su gran alivio, él le permitió forzar a sus pies y luego hacia el escenario en la parte más alejada de la sala. Las personas aplaudían y lo llamaban para felicitarlo, algunos gritaron que ellos realmente disfrutaban sus libros. Lucern parecía olvidado de todos. La piel en su cara estaba tensa, su expresión casi afligida mientras él caminaba obstinadamente hacia delante. Kate no podía decidir si eso era debido al hambre o a la reacción de ser el centro de la atención. Ella sabía que él debía odiar este tipo de cosas. Se había enterado de sus maneras solitarias mientras estuvo en Toronto. Y si ella no había caído en la cuenta después tres días en su compañía, entonces su madre y la hermana le habían revelado bastante acerca de él en la boda. Kathryn Falk, Lady Barrow, la mujer detrás del Romantic Times Book Club, la conferencia, y otros diversos asuntos; estaba esperando en el escenario para presentarle el premio ella misma. Ella sonrió ampliamente mientras Kate y Lucern subían las escaleras hacía el podio; entonces la preocupación fluctuó en su cara cuando ella notó su extraño comportamiento. Kate intentó una sonrisa brillante para reconfortar a la mujer, pero ella podría haber usado un poco de tranquilidad para sí misma. Lucern no había preparado un discurso, y algún tipo de discurso era de esperarse. — Felicitaciones, Señor Amirault. —Dijo Lady Barrow mientras ella le entregaba el premio.— He disfrutado muchísimo su serie de vampiros.

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Lucern gruño, tomó el premio y comenzó a caminar fuera del escenario. Kate abrió la boca detrás de él, tomó una bocanada y se apresuró tras él para cogerle por el brazo. — Tienes que dar las gracias. —Protestó ella, urgiéndole a regresar hacia Lady Barrow y el podio. — No quiero. Kate frunció el ceño ante la debilidad en su voz. Ella casi prefería su "No" y tuvo que preguntarse simplemente cuánto falta de sangre podría afectar a su mente. Si ella no le encontraba algo de sangre pronto, ¿podría él perderse enteramente y enloquecer? Se encogió de miedo ante la idea. — Sólo da las gracias. —Le ordenó severamente, dirigiéndolo hacia el podio. — ¿Él está bien? —Preguntó Lady Barrow en un susurro mientras Lucern se detenía delante del micrófono. Él miró inexpresivamente el mar de rostros. Kate se preguntó si el gentío le parecía un banquete de bistecs, luego inclinó la cabeza. — Está conmocionado. —Mintió ella. — ¿Estás segura de que eso es todo? —Kathryn parecía dudosa, y Kate agregó: — Y un poco de malestar en el estómago, creo. —Luego ella se rindió, admitiendo.— Él no está del todo bien. — Oh, querida. —Murmuró Lady Barrow. — Pero nosotros esperamos que pase rápidamente. —Reconfortó a la mujer— Podríamos perdernos la reunión de modelos de portadas para ir al doctor. — ¿Al doctor? ¿Por la noche ? — Fue la cita más temprana que pudimos obtener. —Mintió Kate. — Oh. —La señora Barrow negó con la cabeza, luego pareció darse cuenta de que Lucern había estado parado silenciosamente en el micrófono por varios momentos. La sala había caído en un expectante silencio. Kate se movió a su lado y le dio un codazo. — Di gracias. — Gracias. —Dijo él respetuosamente. Fue un gruñido más bien ingrato. Y él inmediatamente dio un paso atrás después de decirlo. Kate se encogió, pero Lady Barrow salvó la situación dando un paso hacia ellos y tomando su brazo. Ella lo urgió hacia delante otra vez, luego asumió el control del micrófono y dijo: — Señoras... y caballeros. —Ella agregó lo último con una sonrisa abierta hacia la mesa de modelos varones, los únicos varones presentes aparte del puñado de empleados masculinos de la editorial y el ocasional marido de una escritora.— Como ustedes pueden ver por su palidez, el señor Amirault no se siente bien, pero él insistió en asistir a la ceremonia de hoy para agradecer a todos ustedes su apoyo. —Ella dejó que pasara un momento, entonces continuó.— Yo estoy agradecida por presentarlo. Démosle una salva de aplausos y agradezcámosle por sus maravillosas historias.

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Gracias, Luke. —Kathryn Falk empezó a darle un abrazo, y el gentío rompió en un aplauso. El alivio corrió a través de Kate. ¡Lady Barrow había salvado la situación! Luego ella notó que las ventanas de la nariz de Lucern se expandían, y que él bajaba su cara hacía el cuello de la mujer. Aún más desconcertante fue la incandescencia de plata que había en sus ojos. Sus labios avanzaron por la piel de Lady Barrow en busca de una vena pulsante. Los ojos de Kate se agrandaron de horror. ¡Él estaba a punto de morder a Lady Barrow allí mismo en el maldito escenario! — ¡No! —El chillido dejó los labios de Kate cuando ella vio los dientes de Lucern extenderse. Fue un chillido fuerte. El salón entero cayó en un pasmoso silencio. Pero a Kate no le importó, porque Lady Barrow se alejó de los brazos de Lucern y giró alrededor asombrada. Lucern la miró ceñudamente por la interrupción de su comida. — Er. —Kate dijo en medio del silencio ensordecedor. Moviéndose hacia el micrófono, ella agregó:— No hay ninguna necesidad de agradecerle. Lucern es... él está simplemente agradecido de que él... er... tuvo esta oportunidad para agradecerles a todos ustedes. Er... gracias. La muchedumbre comenzó a aplaudir ruidosamente otra vez, pero Kate apenas puso cuidado. Lucern estaba moviéndose más cerca de la incauta Lady Barrow, esa apariencia hambrienta todavía en sus ojos. Forzando una sonrisa, Kate quitó de un tirón su brazo y se marchó con él. — Ibas a morderla. —Lo acusó ella. — Yo sólo quería un poco. —Él sonó hosco. — ¿Sólo un poco? —Exclamó ella.— ¿Allí mismo en el escenario para que todos lo vieran? — Ellos habrían pensado que era una hazaña publicitaria. —Se defendió. Luego suspiró y admitió miserablemente.— No podría ayudarme a mí mismo. Ella tiene sangre fuerte, dulce. Kate clavó los ojos en él. — Tú no... — No, tú me detuviste a tiempo. Pero yo puedo decirlo por el olor. —Kate hizo una mueca, luego notó que las líneas alrededor de sus ojos se habían profundizado y estaban también alrededor de su boca. — ¿Cuán malo es el hambre ahora mismo? —Fue una pregunta estúpida. El hombre casi había mordido a Lady Barrow. El hambre era fuerte. Lo qué ella realmente quiso saber fue— Significa, ¿que es doloroso para ti? Él inclinó la cabeza gravemente. — ¿Esa pequeña cantidad de luz solar de ayer causó tanto problema? —Preguntó ella. Si es así, le pareció que los vampiros eran más débiles que los humanos en algunas formas. Más bien frágil, al menos respecto a esto.

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— Esa pequeña cantidad de luz solar de ayer, el tipo sentado a mi lado en el avión con un resfriado que estuvo tosiéndome, el... — ¿Estar cerca de personas enfermas gasta más sangre? —Preguntó Kate con alarma. Estaban en un hotel con un par de miles gérmenes de personas sueltos por aquí. No era extraño que él estuviera tan encerrado. — Sí. —Asintió Lucern con la cabeza.— Los humanos aparentemente están rodeados de enfermedad y la matan, pero eso lleva más... — Sangre. —Finalizó Kate infelizmente. — Sí. Y luego hay luz solar aquí hoy. Kate miró con atención alrededor de la iluminada sala con sorpresa. Las paredes eran sólidas sin ventanas, pero había tragaluces en lo alto. Eran tragaluces escarchados, y no se le había ocurrido que podrían ser un problema. Debería haber pensado en eso. Su mirada se movió a la mesa en que estaban sentados, y Kate casi gimió cuando se dio cuenta de que había escogido una mesa situada directamente bajo un tragaluz. — El alcohol de anoche tampoco me ayudó. —Continuó Lucern.— Deshidrata el cuerpo, además. Kate frunció el ceño. Ella había notado las latas de cerveza aplastadas, la caja vacía de pizza y la pila de cáscaras de cacahuetes alrededor de la mesa de café delante de la televisión esta mañana. Parecía como si Chris y Lucern hubiesen gozado la noche como unos niños. Ahora Luc estaba pagando por ello. Parecía que su estado era el resultado de muchas cosas. La última razón era culpa suya, sin embargo. Casi habían alcanzado la mesa. Kate desvió a Lucern de ella y lo dirigió hacia una de las salidas. — Vamos. — ¿Adónde vamos? —Él sonó confundido. — A encontrarte comida. —Ella salió un momento del vestíbulo de recepción y miró con atención alrededor. Realmente no había tiempo para ir a su suite. Era necesario algún sitio más cercano. Ella lo arrastró hacia el baño de hombres. — Entra y mira si está vacío. —Le sugirió ella.— Si no es así, haz que quienquiera que este dentro salga. ¿Puedes hacer eso, no? Sabes controlar su mente y... — Sí. Pero... — Sólo hazlo. —Insistió Kate. Lucern meneó la cabeza, pero se abrió camino hacia la puerta. Un par de minutos más tarde, la puerta se abrió y un hombre caminó afuera. Kate lo reconoció como uno de los modelos masculinos. Ella le sonrió nerviosamente, pero él no le regresó la sonrisa, casi no pareció notar que estaba allí de pie. Sus ojos estaban vidriosos, vacíos de expresión. Ella le observó marcharse dando media vuelta, luego se deslizó en el cuarto de baño, aliviada de encontrar a Lucern solo.

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— Bien. —Ella caminó resueltamente hacia él.— Hagámoslo. Lucern negó con la cabeza mientras ella le tendía su muñeca. — No puedo. — ¿Qué significa eso de que no puedes? —Chasqueó ella exasperada.— Ya has mordido a Chris y a mí una vez, así que por supuesto que puedes. Sólo saca tus dientes. — Kate, no puedo. Dolería. — No dolió anoche. —Señaló ella. — Eso fue porque estabas abrumada con el deseo sexual. Kate se sonrojó, pero no se tomó la molestia de negarlo. Ella había estado más bien caliente y molesta. — ¿Qué tiene que ver con eso? —Sus ojos se estrecharon.— Chris no estaba... — Por supuesto que no. —Él comenzaba a sonar impaciente.— Pero yo puedo controlar su mente. — Controla la mía. — No puedo, Kate. Tu mente es demasiado fuerte. — ¿Lo es? —Ella se sintió llena de placer. Su mente era demasiado fuerte. ¿No era eso agradable? Ella tenía una mente fuerte. Oh, se percató repentinamente, ella tenía una mente más fuerte incluso que Chris, porque, de lo que ella había visto al regresar al cuarto anoche, Lucern no tuvo dificultad en controlarlo. A ella le habría gustado disfrutar eso, pero Lucern todavía estaba hablando. — El único momento en puedo conseguir entrar en tu cabeza es cuando estás durmiendo, o cuando estás envuelta en la pasión. Al menos, asumo que puedo entonces. ¿No sentiste algún dolor cuando te mordí anoche? Kate negó con la cabeza. — No. No sentí dolor. Él inclinó la cabeza. — Entonces tu mente ha debido de haberse abierto bastante para mí para que le infundiera placer. — Hmm. —Kate asimiló eso.— ¿Cómo sabes que puedes meterte en mi cabeza cuando duermo? La culpabilidad cruzó la cara de Lucern, y Kate repentinamente recordó el sueño erótico que había tenido en su casa. — Tú no lo hiciste... —Le dijo ella. Él se sobresaltó con la acusación, luego puso apaciguadoramente sus manos. — Yo sólo estaba... revisándote. Y tú parecías tan dulce y sexy, que empecé a pensar acerca de lo que me gustaría hacerte y no me di cuenta que estabas recibiendo mis pensamientos hasta que... er... —Él se encogió de hombros con inquietud.— Me detuve de inmediato.

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Kate lo miró, sintiéndose vulnerable y expuesta. El sueño que ella había tenido en su casa no había sido un sueño del todo. ¿O lo era? ¿Su fantasía? ¿Fue eso un sueño? ¿Un sueño de vigilia? Eso no había sido de ella. La puerta del cuarto de baño se abrió, y ella y Lucern miraron airadamente hacia ella mientras un hombre de mediana edad comenzó a entrar en el cuarto. Lucern lo miró ceñudamente, sus ojos destellaron un fuego plateado. Sal. El hombre paró bruscamente, sus ojos vidriosos; Luego cambió de dirección y obedientemente salió del cuarto. Al minuto estaban solos otra vez, Kate agarró la mano de Lucern y lo empujó hacia una de las casillas. Ella apenas le podría alimentar antes de que la gente entrara en el baño. La casilla era bastante estrecha, pero supuso que era lo suficientemente buena para morder. — Sólo haz eso, Luc. Tú necesitas la sangre. Comienzas a parecerte a un muerto andante. — No quiero lastimarte. Ella lanzó un suspiro de exasperación, pero estaba secretamente complacida de que él estuviera tan renuente a causarle dolor. Especialmente cuando estaba obviamente sufriendo tan horriblemente por algo que ella podía aliviar. El dolor sería el equivalente a un disparo. Al menos, ella esperaba que esa fuera la magnitud de eso. — Mira. ¿Qué ocurre si abro mi mente para ti? —Sugirió ella, aunque no tenía ni idea de cómo hacer eso. Supuso que bastaría con pensar pensamientos manifiestos.— ¿Nos dejas hacer un intento? Abriré mi mente y... — Kate —Comenzó, Lucern y ella supo que él iba a rehusarse. Ella estaba de pie en un maldito baño de hombres, en una casilla, nada menos; ofreciéndole al estúpido hombre su sangre como si ella fuera alguna hembra del fenómeno Renfield, y él sólo estaba de pie comportándose como un caballero del Viejo Mundo. Debía realmente ser viejo. En su experiencia, los hombres de estos días tomaban lo que se les ofrecía sin importarle si fuera bueno o no para la mujer. Caramba, algunas veces tomaban lo que no se les ofrecía. — Maldición, Luc. —Lo interrumpió ella impacientemente. Agarrando el cuello de su vestido, lo retorció más para revelar el alfiler que había usado para atar la correa del sostén al material. — ¿Qué estás haciendo? —La miró él ceñudamente otra vez.

Maravilloso, pensó ella irritablemente. Ella estaba sintiéndose bastante malhumorada, por sí misma. Había pensado que sólo los bebés necesitaban ser alimentados con cuchara. Quitando el alfiler, ella lo deslizó fuera de su sostén, rápidamente se pinchó a sí misma en la punta de un dedo, luego lo apretó cruelmente hasta que una gorda gota de sangre salió a la superficie. Y la puso resueltamente bajo su nariz. — ¿Tienes hambre? —Le preguntó. Ella lo siguió cuando él retrocedió contra la pared de la casilla procurando evitar su dedo, luego lo ondeó bajo su nariz. El triunfo

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aumentó dentro de ella cuando vio que las ventanas de su nariz aleteaban.— Vamos, adelante. Tienes hambre. Ten una prueba. Sólo una lamida. Si no te agrada, entonces te encontraremos a alguien más. Si lo haces, entonces un pequeño mordisco en mi cuello te hará sentirte mejor. Vamos, Lucern, prueba un poco de Kate para desayunar y... —Sus palabras murieron en un grito sofocado de sorpresa cuando él lamió la sangre que había salido de su dedo. Fue un raspado tan rápido de su lengua a través de su dedo que apenas lo sintió, pero para su satisfacción, sus ojos resplandecieron plateados. Ella lo tenía. Kate volvió su cabeza hacia un lado y miró de reojo en preparación para lo que estaba por venir, entonces recordó acerca de lo de abrir su mente. Ella pensó, Mi mente es accesible. Lucern puede entrar. Mi mente es accesible. Lucern puede entrar. Aparentemente, la apertura de su mente no fue tan fácil. Ella sintió las manos de Lucern en sus brazos, luego el roce de sus labios contra de su cuello, luego el agónico dolor cuando él comenzó a insertar sus dientes. — Ay, Ay, Ay —A pesar de sí misma, Kate comenzó a forcejear. Lucern se apartó de inmediato. Él todavía la sujetaba, sus manos aprisionaban sus brazos, su respiración se volvió pesada, el fuego plateado en sus ojos brillaba mientras el luchaba para controlar su sed. Kate se mordió los labios infelizmente, avergonzada por lo que había hecho. Pero eso la había lastimado mucho. Ningún disparo había sido tan malo. Pero, entonces, los disparos no estaban ni cerca de ser tan grandes como los dientes de Lucern. Ella presionó una mano sobre su garganta. — Supongo que no se como abrir mi mente. Lucern alejó sus manos. — Mejor sal. No pienso que pueda controlarme mucho tiempo más. Kate vaciló, entonces avanzó, resbalando sus brazos alrededor de su cuello. — ¿Qué está haciendo? —Le preguntó ásperamente. — Bien, si tengo que estar excitada sexualmente para dejarte entrar sin que eso duela, tú me mantendrás ocupada y me excitarás. —Dijo ella. — Kate, estamos en un baño. Éste es apenas el lugar para... — ¿No eres muy aventurero? —Le preguntó — Olvida dónde estamos y lo conseguiremos, camarada. Éste es un cuarto de aseo público, alguien podría entrar de un momento a otro. —Apuntó ella. Apoyándose arriba, ella presionó sus labios contra los de él. Eso fue todo lo que tuvo que hacer. Lucern prontamente comenzó a besar su espalda, sus brazos se cerraron alrededor de ella como bandas de acero. Kate supuso que lo que siguió fue la versión rápida vampírica. No fue como los apasionados momentos que habían compartidos en su suite. No podría explicarlo, pero había un propósito detrás de cada una de sus acciones como si él no estuviera totalmente involucrado, sino que realizaba ciertos actos para excitarla como los pasos necesarios hacia morderla. Él parecía distante en cierta forma. No involucrado. Sus besos eran expertos y todavía excitantes, pero así como ella gimió en respuesta y se

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abrió para él, ella fue consciente de que él no estaba completamente allí. Al menos, se dio cuenta de eso al principio. Cuando su lengua empujaba dentro de su boca, ella no tuvo tiempo de preocuparse por eso. Lucern desgarró los botones que bajaron corriendo por la parte delantera de su vestido y deslizó su mano adentro, luego bajo su sostén para ahuecar un pecho en su fría palma. Kate gimió en su boca. Ella se estremeció cuando su pulgar dio un golpecito a la punta de su pezón. Después él deslizó su pierna entre las suyas, forzando su vestido hacia arriba hasta que su muslo se rozó contra el mismo centro de ella. Kate se quedó sin aliento, luego lo besó casi frenéticamente. Cuando Lucern se apartó, ella gimió, su cabeza cayó hacia atrás cuando ella se arqueó y se movió contra su pierna, queriendo más. Ella sintió sus labios mordisqueando a lo largo de su cuello, pero todo se sentía tan bien que simplemente murmuró su placer e inclinó su cabeza para darle mejor acceso. Luego se dio cuenta de su chupeteo en su cuello. Esta vez ella no lo confundió, pero no hubo dolor... hasta que su nebuloso cerebro le dijo que era lo que él estaba haciendo y que allí debería estar el dolor. La excitación comenzó a desvanecerse. Solamente cuando Kate sintió la primera débil agitación de dolor, Lucern pareció percatarse de lo qué ocurría y lo perturbó. Él deslizó su mano bajo su falda, sus dedos volaron ágilmente arriba hacia el interior de su muslo, urgiendo para que sus piernas se separaran un poco más. Luego él apartó a un lado la etérea tela de sus bragas y la acarició. Kate se olvidó completamente de lo que ocurría en su cuello. Se quedó sin aliento y murmuró placenteramente, retorciéndose en su caricia, luego gimió cuando él deslizó un dedo dentro de ella. — Oh, Luc. —Ella se quedó sin aliento, deslizando sus dedos a través de su pelo y agarrándole firmemente su cabeza hacia ella como si eso fuera su única ancla para la cordura. Ella gimió cuando montó su mano, su cuerpo zumbando con una excitación tan feroz entre sus piernas que se debilitaban. Kate abrió los ojos y trató de advertirle que sus piernas cedían, pero estaba tan distraída por el hecho que todo parecía irreal. Quiso decirle a Lucern eso, también, pero parecía demasiado esfuerzo. Una extraña dejadez se apoderó de ella. La pared de la casilla en su espalda vibró cuando la puerta de al lado se cerró ruidosamente. Kate supuso que alguien estaba en el baño con ellos. No la molestó en exceso, pero entonces Lucern levantó su cabeza y frunció el ceño. Miró detrás de Kate, y la preocupación cubrió su expresión. El maldijo suavemente, ajustó su agarre y le dio la vuelta a Kate, bajándola para sentarla sobre el sanitario. Él no dijo nada, pero su expresión fue sombría mientras enderezaba sus ropas y abrochaba los botones del vestido de ella. Una vez que él la puso junto a su espalda, destrabó la puerta del cubículo, miró con atención afuera, luego la levantó por detrás sobre sus pies, estirando su brazo sobre su hombro y medio caminando, medio cargándola la sacó del baño. Kate no vio a nadie, pero la puerta del cubículo de al lado donde ellos estaban era la única que estaba cerrada y podía ver pies bajo ella. Alguien había entrado, se percató de eso con vago interés.

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— ¡Aquí estáis! Os he estado buscando a los dos en todas partes. Kate miró con atención alrededor y descubrió que Chris venía hacia ellos. Su expresión estaba tensa, su voz urgente. — Chuck está lívido. Lucern ganó las otras dos categorías para las que estaba nominado y no estaba por ahí para aceptarlos. ¡Jesús!, Kate, ¿está todo bien? Pareces salida del infierno. — Ella no está sintiéndose bien. —Explicó Lucern, reprochándose mentalmente a sí mismo. Era su culpa. Él había tomado demasiada sangre, no había sido capaz de controlarse. Una vez que el fluido dulce, caliente había explotado sobre su lengua deshidratada y en su boca, él se había perdido. Si alguien no lo hubiera distraído, él no sabía lo que hubiera podido pasar. Su ansiosa mirada se deslizó sobre la macilenta cara de Kate, y se recriminó a sí mismo otra vez. Afortunadamente, él no había tomado lo suficiente como para causarle un serio daño, pero Kate iba a sentirse débil y... — Pensé que eras tú el que no estaba sintiéndose bien. —Dijo Chris con confusión. El editor se movió para tomar el otro brazo de Kate y una parte de su peso. — Es contagioso. —Masculló Lucern. Él los dirigió hacia los ascensores. — Genial. —Dijo Chris— Entonces estoy seguro que seré el próximo. —aclaró él.— Pero tú pareces estar superándolo. Tienes algo de color en tus mejillas otra vez. Al menos pasa rápidamente. Lucern retrocedió culpablemente. El color en sus mejillas era gracias a la sangre de Kate. Esa era también la razón de que ella ahora estuviera así de débil. Él se sentía un poco mejor. Un poco. Sabía que si podía obtener otro par de cuartos de galón de sangre, entonces estaría de regreso su viejo yo. — ¿A dónde vamos? —Preguntó Chris mientras esperaban que el ascensor llegara. — Estoy llevándola arriba para que se acueste. — No. —Kate repentinamente se obligó a si misma a enderezarse. Lo intentó, pero se tambaleó débilmente.— Deberíamos ir a la sala de recepción. — No estás en forma para ir a alguna estúpida sala de recepción. —Arguyó Lucern — Necesitas algo dulce y descansar. Para reconstituir... —él hizo una pausa, no tenía el deseo de decir más delante de Chris. — Sólo tengo que sentarme allí. Tendrán refrescos. —Insistió Kate. Ella recurrió a Chris.— ¿Han terminado casi con los premios? — Sí. En otra media hora, creo. —El editor miró a Lucern mientras las puertas del ascensor se abrían y ellos ayudaban a Kate a abordarlo.—Debería estar bien en la sala de la recepción. Podemos vigilarla. Chuck tendrá un ataque si no aparece. Lucern permaneció silencioso mientras Chris presionaba un botón del ascensor. Él no estaba feliz con la decisión, pero no quería poner en peligro el trabajo de Kate. Y él podría vigilarla.

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Capítulo 11

Kate volcó las bolsas y miró todo lo que había comprado cuando cayeron sobre la cama; al momento, comenzó a revisar el montón. Retiró el suéter negro y el pasamontañas de lana negro, se apresuró yendo hacia el armario y agarró sus pantalones de vestir negros. Se los puso rápidamente, colocándose también el suéter, pero el pasamontañas lo introdujo en su bolsillo. Luego se apresuró hacia la cama para comenzar a introducir las cosas en su nueva mochila negra. Una vez que estuvo hecha, comprobó su reloj. Kate había pasado la mayor parte de la tarde sentada en una silla al lado de Lucern en su alojamiento en una Suite de Roundhouse, comiendo todo lo que él había empujando hacia ella, obligándola a beber zumo de naranja que él había ordenado a Chris para que saliera y lo trajera. Había sido interminable. Kate había comenzado a sentirse mejor rápidamente después de haber bebido el zumo de naranja y de comer, al menos físicamente mejor, pero Lucern se había cernido inquieto sobre ella. El hombre había actuado como una madre-pájaro. Lucern apestaba a culpa, por lo que Kate pudo haberlo pateado. Él no tenía por que sentirse culpable, ella prácticamente le había obligado a tomar su sangre. Y, sí, brevemente la había debilitado, al final no la había dañado. Todavía, al menos ella no tenía aspiraciones para ser el menú de su cena. Incluso había sido algo agradable, pero evitaría ofrecerse como comida otra vez. Ya se había preocupado del problema de como alimentarlo cuando oscureciera. Kate había estado en varias conferencias y nunca había visto la suite del Roundhouse tan llena. Las admiradoras habían llegado en masa, llenando la habitación hasta los topes, hasta había personas que se encontraban en el pasillo. Chuck debía de estar muy complacido. Allison, Tom y Deeana estuvieron desbordados con las contestaciones a la multitud de preguntas, y presentando la llave encadenada en las cubiertas del libro de bolsillo para los lectores. Chris se había visto obligado a dejar a Lucern y Kate había tenido que consultar varias veces con algunos de sus propios escritores, pero esto había sido bueno, ellos lo habían hecho bien. Con Lucern, los admiradores habían sido amorosamente apacibles. Quizás esto fuera debido al anuncio de Lady Barrow en el que decía que él no se sentía bien, o quizás era porque, él se parecía más a un cadáver andante, Lucern estaba todavía pálido y esto le hacía parecer frágil. Independientemente del caso, Kate había temido que los admiradores lo abrumaran pero todo había sido gracioso y dulce. Ellos habían llevado la mayor parte de la conversación, comunicándole a Lucern todo lo que disfrutaban de su trabajo y no parecieron notar que él casi no contestaba.

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Ya estaba en la habitación cuando Kate había concluido su plan. Esto era una aventura completamente loca y peligrosa, pero era la única cosa en la que podía pensar. Saber que Lucern retrocedería ante esto, la había obligado a guardarse el plan para si misma, preguntando a Chris si lo acompañaría a la cena de negocios, y se había escapado para recoger todo lo que necesitarían. Ahora solo tenía que comprobar si tenía todo y miró detenidamente su reloj de pulsera una vez más. Ella había dado instrucciones a Chris de llevar a Lucern a la habitación por la parte de atrás directamente después de la cena y desaparecer el resto de la tarde. Esto debería de ser pronto. Miro fijamente hacia la ventana de hotel. El sol se había puesto hacia mucho tiempo mientras ella había estado liada con su tarea; fuera ya era noche cerrada. Esto era bueno. Necesitarían de la oscuridad. El sonido de las risas provenientes de la otra habitación le dijo a Kate que los hombres habían regresando. Curioso sentirse tan ligera, deslizándose en el área de los vivos. Sus cejas se elevaron como ella noto la expresión disgustada en Lucern y la divertida de Chris. — ¿Habéis pasado un buen rato? —Preguntó ella a la ligera. Su curiosidad creció cuando Chris se carcajeo una vez más. — No te lo creerías, Kate. —Exclamó su amigo.— Nunca he visto nada como eso. Vamos creo que, sabes como las mujeres pueden llegar a ser, era una reunión alrededor de unos pocos hombres que asistieron, fueron como abejas alrededor de una flor, una locura. Lo juro, una mujer en realidad hizo plaf sobre el regazo de Luc y le hizo proposiciones sin preocuparse de que los demás nos enteráramos. Pensé que él iba a desaparecer. —Él se rió otra vez— Luc solo miraba aterrorizado. Lucern hizo una mueca mientras Chris continuaba con la descripción de otro de los avances que él había tenido que rechazar. Aquello había sido una locura. Lucern detestaba las mujeres modernas cuando tenían ese comportamiento agresivo, excepto Kate, por supuesto, quien era sólo agresiva de un modo muy agradable. Pero las mujeres de las que él y Chris acababan de escaparse... ¡Dios querido! Lucern no había estado tan preocupado desde el tiempo en el que era un muchacho y los aldeanos habían atacado el castillo, con antorchas y horcas en sus manos. Él sintió un estremecimiento cuando Chris empezó a contar el momento en el que una mujer había saltado al ascensor después de ellos. La mujer le había pedido que Lucern engendrara un hijo con ella, declarando desesperadamente que quería un hijo tan talentoso como él. A pesar de la carne rechoncha de la mujer y unos pechos prodigiosos, Lucern no había tenido problemas para rechazar esa oferta tan generosa. Él tuvo, sin embargo, que resistir el impulso de probar el sabor de su sangre. Si Chris no hubiera estado allí, él muy bien podría haberlo intentado a pesar del riesgo. El alivio por la donación que Kate le había dado antes no había durado mucho tiempo. Su cuerpo

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estaba demasiado necesitado. Necesitaba alimentarse otra vez. Estaba tan mal que había decidido retirarse a su habitación, escabulléndose por la puerta que conducía directamente desde el pasillo, e intentar hallar él mismo algún bocadito. Varios bocaditos. Aunque recordando no beber profundamente, como había hecho con Kate. Su madre y padre le habían enseñado hace mucho tiempo que uno no mata a las vacas que le suministraba la leche a uno. — Me voy atrás ahora. Lucern miró con atención a lo que había a su alrededor. Chris se movía hacia la puerta. — ¿Dispuesto a desafiar a esas mujeres otra vez? —Bromeo Kate. Su amigo sonrió abiertamente. — Tengo que hablar con un par de mis escritores. Además, ellas a mi no me molestaran. No si no está Lucern allí. No me verán sin él. —Dijo guiñando un ojo. Pero cuando él abrió la puerta, se retiró a la carrera. Lucern abrió la boca con horror cuando de repente se encontró rodeado por un grupo excitado y gimoteante de mujeres. Cada uno de ellas empujaba y se agarraba a él. Lucern se fue desplazando hasta que se encontró contra la pared, pero de todos modos se apiñaron por delante, apretándose contra él, el dulce olor de su sangre fue la única cosa en la que él realmente podía concentrarse. Solo podía percatarse de palabras sueltas y retazos de frases aquí y allí, pero nada que tuviera sentido para su conciencia. —... solamente amo sus libros... —... no pude permitirme a asistir a la conferencia, pero vivo aquí... —... esperado alrededor del vestíbulo..... —... le he reconocido por la fotografía de la parte trasera del libro... —... le he seguido a su habitación... —... solamente le amo! —... por favor muérdame. Conviértame en un vampiro...

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—... poner un autógrafo en mis pechos?

— ¡Fuera! Lucern definitivamente escuchó y entendió a Kate. Él también pudo escuchar sus siguientes palabras algo estridentes: — Un poco de tu ayuda especial no nos vendría mal aquí, Luc. Lucern sonrió. Le gustó la forma cuando lo llamó Luc. Entonces el entendimiento le golpeó. Ella quería que él usara su control mental para convencer a las mujeres para que se marcharan. Sólo esperaba que pudiera enfocar lo suficiente para hacer eso. Haciendo todo lo posible por ignorar su hambre, Lucern intentó enfocar. Él envió el mensaje mental a las mujeres para que desearan dejarlos. Kate y Chris intentaron ayudarlo, cada uno de ellos agarrando dos mujeres del brazo e impulsándolas hacia la puerta. Lucern trató con las demás con su control mental, liberando sus mentes en el momento que la puerta estuvo cerrada tras ellas. — Bendito sea Dios. —Refunfuño Chris mientras giraba la cerradura.—“ ¿Muérdame?” “¿Conviérteme en un vampiro?” Estas mujeres tienen que aprender la diferencia entre la realidad y la ficción. Lucern y Kate cruzaron sus miradas, pero ellos no dijeron nada mientras Chris se movía hacia la puerta de su dormitorio. — Me parece que me escaparé por esta puerta hasta mi habitación. Con la esperanza, de que las mujeres no me vean. Me pasaré por el mostrador de recepción y enviaré a agentes de seguridad para que se deshagan de las mujeres del pasillo. — De acuerdo. Gracias. —Kate lo saludó conforme. Tanto Lucern como ella permanecieron silenciosos hasta que escucharon el sonido del abrir y cerrar una puerta. Kate suspiró pesadamente. Girándose hacia Lucern con determinación, por su agotado estado, sabía que no podía ser bueno. Y sus primeras palabras no le tranquilizaron. — Tengo un plan. * * * * *

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— ¿Qué tienes en el bolso? —Lucern preguntó con aturdimiento cuando abandonaron el hotel. — Cosas. —Contestó Kate escuetamente. Ella no estaba contenta con él en este momento, porque él no había aceptado inmediatamente su plan. La había escuchado hasta el final, con una expresión de incredulidad en su cara, luego había intentado hablar con ella. Él había hecho todo lo posible para convencerla de que lo dejara morder a un par de invitados de la conferencia, el pensamiento de su plan era mucho más complicado, pero ella pareció ofendida de que él hasta lo considerara. Él brevemente se había preguntado si su trastorno podría ser porque no le gustó la idea de obtener de otra mujer los placeres él había tenido con ella, pero luego había abandonado ese pensamiento. Ella ya sabía, gracias a ese paseo mientras él intentaba dar de comer a Chris, que no tenía que molestarse con esos métodos. Supuso que ella solamente estaba ofendida en su parte humana. La gente no se fijaba que mataban a los bebes de las vacas para comer ternera, pero les parecía molesto la idea de ser el alimento de ellos mismos. — Si esto es demasiado pesado, sería feliz de llevarlo. — Como te dije arriba. —Agrego Kate a través de sus apretados dientes. Lucern sintió que una sonrisa amenazaba su irritación. Hizo retroceder esta necesidad inmediatamente. Raras veces sonreía. Aclarándose mentalmente que ese deseo era un síntoma de su estado, por lo que cambió la mochila a su otra mano. La mujer, claro no lo iba a dejar tranquilamente. Después de más de una hora de discusión, Lucern finalmente había cedido ante su plan. Sobre todo porque estaba privado de comida, ella era muy obstinada, y este era el único modo de salir de su habitación. La conocía lo suficiente para saber que le acosaría hasta que él estuviera de acuerdo. Habiendo aplacado y acordado intentar su plan de suministrarle una comida colectiva y anónima, sin embargo, no que decir que Lucern hubiera dejado de ser cortes. Cuando ella había elaborado – la mochila de trucos, – como ella se había referido, él inmediatamente había insistido en llevarla. Kate pareció ver su movimiento como si tuviera muy poca fuerza. Ella podría llevar sus propios bolsos, muchas gracias. Pero él aún así no la dejaría. Jesús, pensó Lucern. Las mujeres modernas son peor que un dolor... — Aquí estamos. —Anunció Kate, conduciéndole a un taxi. Ella le dio al conductor una dirección cuando Lucern la siguió dentro. Al parecer, había estado investigando. Obviamente creía estar preparada, justo como Bastien.

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A pesar del dolor que sufría, Lucern sintió en sus labios un leve estremecimiento. No lo podía evitar; Kate era ni más ni menos que maravillosa . No fue un paseo largo. Cuando el taxi paró y Lucern bajó, se encontró que estaban parados en frente de un restaurante, de entre todos los lugares. Luc estuvo de pie mirando fijamente y desconcertado al ver el edificio hasta que Kate lo empujó. — Kate, creo que estamos en un lugar equivocado. —Dijo parado al lado del taxi.— Yo no veo nada. — Precisamente. —Ella tomó su brazo y lo dirigió hacia arriba en la calle.— No quise que el taxi nos dejara justo enfrente, en el caso de que nuestra pequeña aventura saliera en los periódicos de la mañana. El taxista podría haberse recordado que nos recogió y donde nos dejó, y entonces podrían seguirnos hasta el hotel. Ahora, no hay que preocuparse. —Su voz era frágil. A pesar de ser su idea, parecía estar bastante tensa. — Ah. Bien pensado. —Murmuro Lucern. Él no quería señalar como iban vestidos, por no mencionar el tintineo metálico de la mochila que llevaba, los recordarían en cualquier lugar. Y dormir en un par de edificios más abajo no sería de muy poca ayuda. De todos modos esto no sería un problema. Lucern se ocuparía de esto. No tenía ninguna intención de poner en peligro a Kate. Él descubrió el edificio que buscaban, pero Kate agarró su brazo y le condujo por delante de el. Estuvo a punto de preguntar por qué, cuando de repente ella echó a correr por un callejón a lo largo de la parte frontal del edificio. — Recorrí este lugar antes de ir de compras. —Susurró mientras ella se escondía abajo en el callejón, arrastrándole a él detrás de ella su mano que parecía una garra cuando atrapó su muñeca. Andaba de forma bastante peculiar; agachándose como si pensara que reduciría la posibilidad de ser vistos. Lucern miró su comportamiento algo aturdido, y se preguntó si su mente, por lo general sensible, se hubiera quebrado. Seguramente ella pensaba que si andaba de esa forma serían menos visibles, y él echándole una mirada de refilón le dijo que no lo estaba consiguiendo. Pero al parecer no sirvió de nada. Él suspiró cuando la punta de su zapato golpeó una piedra y enviándola a lo lejos, pasó casi rozando a Kate. Ella irrumpió la carrera, arrastrándole con ella hasta que alcanzaron los contenedores de basura a mitad de camino del callejón. Lo colocó detrás de estos, luego se agachó allí, mirando con temor a su alrededor . — ¿Escuchaste eso? —Preguntó ella en un susurro.— Pensé que había oído algo. No veo a nadie, aunque. Tal vez solo fuera un gato o algo parecido.

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— O una rata. —Lucern se inclinó para susurrarle en su oído. Sabía que era malvado por lo que acababa de hacer, especialmente cuando él sabía lo que ella había oído. Pero simplemente no podía dejarlo pasar. Era tan fácil gastarle una broma. No había tenido mucha diversión desde... bueno, siglos, comprendió con cierta sorpresa. — ¡Una rata! —Kate se enderezó bruscamente, su cabeza se golpeó con la parte inferior de su barbilla. Lucern se retiró hacia atrás. Estremeciéndose, se frotó el punto hasta que Kate agarró su cabeza, emitiendo un grito de dolor. Que ella cortó casi inmediatamente, desde luego, pero todavía, Lucern no podía menos de pensar que quizás la cautela estaba más allá de todo este esfuerzo. Kate no llevaba muy bien esto de perpretar un crimen. — Shh. —Dijo ella severamente, como si Luc hubiera sido el que acabara de soltar el maullido. Lucern se colocó a cierta distancia, su mirada en cambio se posó con interés en la manera en como ella tiraba dos gorros de lana de su mochila . Colocándose uno sobre su cabeza y tapando con el parte de su cara. Era un pasamontañas. Cuando ella por fin tuvo los agujeros ajustados a sus ojos, mostrando a la vez sus labios. Kate le dio a él otro. — Póntelo. —Pidió ella. Tomando la mochila que él sostenía, la puso sobre la tierra con un sonido seco y metálico. — No me voy a ponerme esto. —Dijo él con desdén. Kate se levantó con un suspiro de impaciencia. — Póntelo, Lucern. No quiero abrir los periódicos mañana y encontrar tu pálida cara fulminándome con la mirada detrás de mí. — Como podría. — Cámaras de Seguridad. —Interrumpió ella con gravedad. Lucern resoplo. — Ellos apenas tendrán cámaras de seguridad en... — Todo el mundo tiene cámaras de seguridad por todas partes hoy día. —Le interrumpió otra vez— Bájatelo hasta abajo.

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Refunfuñó por lo bajo, Lucern se rindió. Asumiendo que era una cosa estúpida, parecería un idiota, y estaba agradecido que ningún miembro de su familia estuviera aquí para atestiguarlo. Etienne en particular habría disfrutado burlándose durante décadas. Saber que Kate no podía ver su ceño no evitó que le dirigiera una particularmente feroz hacia ella. No, ella no lo notó; estaba realmente ocupada examinando lo que había en el interior de su mochila. Había algo horrible que se golpeaba y sonaba continuamente. ¿Qué diablos había traído ella?, se preguntó con irritación. — En tus años de vida, —comenzó a decir con un tono de retintín—Supongo que no has aprendido nada sobre el robo, ¿verdad? — Una cosa o dos. —Admitió Lucern. — Bien. —Pareció algo aliviada— Por que todo lo que sé sobre ello es lo que he visto por la TV. Lucern arqueó una ceja, pero ya que esta vez él sabía que ella no podía verlo, dijo en un tono solemne. — Uno nunca lo creería. — Es la verdad. —Le dijo con seriedad.— Me gusta bastante la policía, y solamente me fijo en ellos. Espero haber conseguido lo que necesitamos. No estaba segura. Solo me metí en una ferretería y agarré todo lo que me parecía útil. Ah. Esto explicaba por qué ella no había asistido a la reunión. Lucern se arrodilló a su lado y miraron detenidamente lo que había en su mochila. La primera cosa que él vio fue varios objetos largos, puntiagudos. Se parecían a los destornilladores, pero con la punta afilada. Había varios de ellos, en varios tamaños. — ¿Leznas? ¿Para qué son? — Son afiladas, con su punta rompían cosas por TV. —Explico Kate— Para abrir cerraduras. —Ella hizo una pausa, con expresión pensativa.— O con las tarjetas de crédito. —Frunció el ceño brevemente, entonces maldijo.— Ya sabía que debería de haberme traído el monedero. Lucern realmente no le prestaba atención; siguió revisando el bolso. — ¿Una llave tubular? —Preguntó, levantando la más grande, un pesado instrumento de fontanero.

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Kate se mordió su labio y cambió de posición incómodamente. — Pensé que tal vez si no podías abrir las cerraduras, podrías romper una ventana. Lucern arqueó su otra ceja, luego sacó un rollo... — ¿Cuerda? ¿Y Cuerda, Kate? ¿Para qué necesitamos la cuerda? — En caso de que tuvieras que salir por una ventana del segundo piso. —Explicó defensivamente. — Es un edificio de una planta. —Indicó. — Oh, sí. —Miró detenidamente al edificio descontenta, como si el edificio hubiera perdido una planta mientras ella no lo miraba. — Pensé que habías investigado el lugar. — Y lo hice. Solamente... —Ella agitó sus manos nerviosamente—. De acuerdo, no tendrás que bajar por ninguna ventana. Podrías atar a alguien, no crees. — Hmm. —Lucern alcanzó el siguiente artículo.— ¿Cinta aislante? —Sacó un rollo de la cinta plateada. Incluso en la oscuridad, podía ver su rubor. — Papá siempre me decía que no había trabajo donde la cinta anti-conducción no fuera práctica. —Dijo sin mucha convicción. Luego enderezó sus hombros y agregó.— Puedo pegar los cristales antes de que lo rompas, si tienes que romperlo. Esto reduciría el ruido y los cristales. O si tenemos que atar a alguien, con la cinta sería imposible desatarse. — Pensé que la cuerda era para atarlos. — Vale. —Dijo con irritación.— Usa la cuerda para atarlos. Puedes utilizar la cinta para amordazarlos y así tener sus bocas cerradas. Lucern casi se rió en voz alta, pero logró contenerse. Obviamente ella había considerado cada eventualidad. Excepto una. No necesitaba ninguna de estas tonterías. Metió todos los objetos dentro de su mochila, Lucern la cerró, y se levantó. — Espera aquí. —Ordenó. Se acercó por el callejón a la puerta lateral. Como siempre, la mujer no le escuchó, ya que fue detrás suyo. Su voz le salió alarmada cuando preguntó.

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— ¿Qué vas a hacer? — Lo que vinimos hacer aquí. —Contestó.— Robar en el banco de sangre. Él llamó a la puerta. Kate apenas podía creerlo. No lo podía creer. ¿La idea de Lucern de robar en el banco de sangre era llamar a la puerta? Tenía que conseguirle una televisión para que viera lo que era la realidad. Uno no llama y entra por la puerta, como si nada. Tal vez él había perdido el juicio, pensó pesarosa. Al tener ese pensamiento, Kate lo consideró seriamente. Esto era definitivamente posible. El hambre y el dolor causado por su carencia de sangre podrían haberlo empujado hasta el borde. Ahora podría ser un loco de atar, pensó. Entonces ella le dijo. — No estás bien. —Refunfuñó en el silencio cuando golpeó otra vez.— La sed de sangre te ha conducido hasta la locura. Tú... Ella cerró su boca cuando la puerta lateral se abrió. Kate estaba tan sorprendida que simplemente esperó hasta ver al hombre que apareció. Rubio rojizo y joven, llevaba una bata de laboratorio y una expresión de interrogación como fuera normal el que la gente llamara a la puerta trasera a estas horas intempestivas. Kate realmente no había esperado que nadie contestara, pero, si lo tuviera, habría esperado a otra clase de trabajador en los bancos de sangre. Ellos deberían de estar todos en casa, ¿verdad? Había esperado un guardia de seguridad, o tal vez un miembro de un equipo de limpieza. Sus pensamientos se distrajeron cuando el muchacho pareció notar que llevaban puestos los pasamontañas. Estaba bastante segura de que eso era la causa del repentino pánico en la cara del hombre. Entonces él comenzó a cerrar la puerta, Kate echó un vistazo a Lucern y le dio un codazo. Al parecer, ella no tenía que haberse molestado. Al momento, el hombre se paró. Lucern ya estaba controlando su mente. Solo hubo silencio cuando Lucern simplemente miró fijamente al hombre, cuya cara lentamente se puso pálida. Lucern preguntó en tono muy agradable. — ¿Estás solo? — Sí. —La voz del trabajador salió embotada, como si estuviera drogado. — ¿Dónde estas las cámaras de seguridad aquí? —Preguntó Lucern.

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Kate se sintió justificada en haber insistido por los pasamontañas cuando el hombre dijo sí. Aunque, Lucern, estaba menos complacido. Ella supuso que él había esperado quitarse su pasamontañas. — ¿Sería tan amable de mostrarnos la ubicación del suministro de sangre? — Preguntó Lucern después. Kate puso los ojos en blanco por su cortesía del viejo mundo. Parecía que este hombre lo hacía todo así. Incluso el irrumpir y entrar. Cuando el trabajador se dio la vuelta y recorrió el pasillo, Lucern echó un vistazo a Kate. — Espera aquí. Volveré inmediatamente. — Sí, de acuerdo. —Fue su respuesta. Ella levantó su mochila la puso sobre su hombro y lo siguió dentro. Esta había sido su idea; se condenaría si tuviera que esperar en el callejón, retorciéndose las manos como alguna heroína de débil carácter de una novela romántica. Lucern la miró airadamente. Ella lo fulminó con la mirada echando la cabeza hacia atrás. Moviéndose para seguir al hombre de la bata de laboratorio, dejando que Luc fuera un paso detrás de ella. Echó un vistazo nervioso alrededor, cuando se acercaron al pasillo. El banco de sangre estaba tan silencioso como una tumba. No fue un pensamiento feliz, decidió, pero esto trajo a su memoria ataúdes y se preguntó donde estarían los de ellos. Obviamente, Lucern no tenía que dormir en uno. Mientras él reforzara la oscuridad en su habitación en el hotel colgando una manta sobre las cortinas, no tendría que dormir en un ataúd. Supuso que era algo más que Stoker había entendido mal. Pero, claro, según Lucern, él no necesitaba un ataúd porque no estaba muerto. Solamente era algo mayor. Kate fruncía el ceño, mientras Luc y su guía entraban en una habitación con refrigeradores metálicos y con un cristal a su alrededor. Luc era muy viejo. Ella por lo general prefería salir con hombres de su misma edad. Lucern no entraba en aquella categoría. Seguramente podría decir que era el hombre más viejo con el que ella alguna vez se había citado. Tal vez era el hombre más viejo con el que alguien alguna vez se había citado. Ella hizo una pausa justo en el marco de la puerta y miró como Lucern andaba por delante de ella hacia uno de los refrigeradores. Abrió la puerta, revelando las filas del líquido rojo que él tanto necesitaba. Kate miró detenidamente al hombre de la bata de laboratorio. Él miró completamente todo y nada, un zombi según le interesara a Lucern, y ella sintió

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gratitud en ese momento por tener la mente tan fuerte. Si no, Luc podría haber puesto sus maléficos ojos sobre ella y conseguir de ella todo lo que hubiera querido. Fue un pensamiento alarmante. Ella prestó atención a Lucern, que estaba mirando con interés, como antes había observado su mochila, y apretó sus dientes al pensarlo. El procedimiento fue bastante limpio. Él solo tenía que sorber la sangre directamente por encima ya que sus dientes actuaban como una pajita, porque solamente estuvo de pie allí, con los dientes insertados mientras la sangre pasaba. Fue relativamente rápido. Al final Kate se encontró echando un vistazo nerviosamente encima de su hombro hacia el pasillo mientras acababa. Lucern sorbió ocho bolsas de esa manera, una después de otra. Cuando él había terminado con la última, comenzó a cerrar la puerta del refrigerador. Pero Kate se precipitó hacia adelante y lo paró. — ¿Qué haces? —Preguntó él cuando ella abrió su mochila. Y comenzó a introducir bolsas en su interior. — Abastecernos. Las necesitaras mañana. —Le advirtió.— Y no quiero experimentar esto otra vez. Lucern asintió. — Toma las bolsas vacías, también. —La instruyó. Entonces él se movió hacia el trabajador del banco de sangre, murmurando algo que ella no podía enterarse. — ¿Qué le has dicho? —Preguntó Kate mientras ellos se apresuraban por el pasillo por donde habían entrado. — Lo instruí para que cambiara los registros y reflejaran la diferencia, para que no se notara la sangre que falta. — Oh. —Kate se calló cuando dio un paso fuera del recinto. Sintió el aire fresco sobre su cara en el momento que se quitó el pasamontañas con alivio, y notando que se vaciaba un poco la tensión sufrida. Pero ella no se relajó completamente, no hasta que ellos estuvieran en un taxi y se dirigieran hasta el hotel. Sentía cada hora del reloj, y había sido un largo día. Apenas podía creer que había sido tan fácil. ¿Golpeando la puerta? Jesús que fácil. La mano de Lucern se cerró sobre la suya, y Kate le echó un vistazo por la sorpresa. El hombre en realidad casi se reía. Típico. Al menos, su ceño habitual había desaparecido. Esto era el equivalente de una sonrisa con este hombre, pensó, ahora sus mejillas estaban enrojecidas con el color y las líneas de dolor habían desaparecido

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de su cara. No podía creer cuanta la sangre había bebido, pero apareció haberle dado resultado. Él parecía más sano de lo que alguna vez lo había visto. Su mirada cayó sobre la mano que cubría la suya, y giró la suya para entrelazarlas. Sabía que él había sentido la tensión que sufría por el agarre, y él intentaba decirle sin palabras que todo estaba bien. Pero se sentía como una adolescente sosteniendo la mano de su novio por primera vez. Luego se arrepintió cuando llegaron al hotel y él la liberó para pagar al conductor. Fueron en silencio mientras recorrían el trayecto hasta el ascensor y hasta su piso , Kate se preguntaba si él la besaría y le agradecería su ayuda una vez que llegaran a su destino. Esperaba eso de él. También esperaba de él algo más que eso. Pero ella sabía que no pasaría por que cuando entraron en la habitación, escucharon la televisión. Vieron a Chris echado hacia atrás, relajado sobre el canapé. — Oh, ¡oye!. Me preguntaba donde estabais metidos los dos. Una entrega llegó cuando te fuiste. —Él señalo hacia una caja grande que estaba sobre la mesa cerca de la ventana.— Está dirigido a Lucern Argeneau o Kate C. Leever. Creo que tu hermano debe de ser el remitente. Él debió haberlo calculado todo. —Él vio como fruncían el ceño por sus palabras, luego sacudió su cabeza.— Aunque, creo que la primera caja no debía de haberte llegado aún, sólo ha sido un día. —Él se encogió de hombros.— Sencillamente debe de haberte enviado algo más. Kate ya no escuchaba. Solo miraba con incredulidad la caja sobre la mesa. Tenía escrito –“B.S.A” sellado a un lado. ¿Banco de Sangre de Argeneau ? Dios querido. Todo aquella tensión nerviosa y ansiedad había sido para nada.

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Capítulo 12

Lucern miró a través de la sala de descanso al lugar donde Kate estaba hablando con Deanna Stancyk. Kate era fácil de localizar con su brillante falda amarilla y chaqueta a juego, radiante de vida y energía, sonriendo, su cara expresiva, sus manos moviéndose mientras hablaba y reía. Era bella. El solo hecho de mirarla hacía que a Luc le doliera el pecho. Aunque podía ser indigestión, pensó, al recordar el grasiento desayuno que había tomado esa mañana. Kate había estado horriblemente silenciosa con él desde que habían vuelto a la suite la noche anterior y habían encontrado la caja enviada por Bastien. Ella ni siquiera le había seguido a su habitación para asegurarse de lo que contenía la caja, sino que simplemente le había dado la mochila con las seis bolsas de sangre robadas, le había dado las buenas noches y se había metido en su habitación. Lo que había hecho que la noche perdiera interés para Luc. Él había desenvuelto la caja en su habitación y almacenado toda la sangre, tanto la proveniente de su aventura como de Bastien, en el minibar. Había tenido que sacar todo de la nevera para poder hacerlo. Había apilado las latas de refresco, las botellitas de alcohol y los aperitivos en la cómoda, y entonces había vagado hasta la salita y se había desplomado en el sofá para ver la televisión con Chris un rato, esperando que Kate reapareciera. No lo había hecho. La tentación de ir a ella había sido fuerte. Con la necesidad de sangre saciada, Luc había sentido otros anhelos que le atormentaban, el principal estar simplemente en presencia de Kate. Su compañía le hacía sentir de alguna forma más liviano, más joven. Como si no hubiera existido durante seiscientos años y se hubiera sentido cansado de vivir. La mujer estaba causando destrozos en su mente. Después de ver una mala película de vampiros, ¿Dios mío, por qué vampiro era siempre el malo?. Lucern había dejado a Chris y se había ido a la cama. Se había levantado temprano, tomado un par de bolsas más de sangre, puesto los carteles de No Molestar en la puerta que daba al pasillo y la que daba a la salita de la suite, de forma que la mujer de la limpieza no encontrara su sangre en el frigorífico y le diera un ataque, y por último se había unido a Kate y Chris para llevarlos fuera para el desayuno. Los tres habían comido en el comedor principal, junto con un puñado de escritoras de Roundhouse. Lucern no había dicho mucho en la comida, solo había escuchado con interés a Kate y Chris hablar con los otros. Fue entonces cuando se dio cuenta de la cantidad del tiempo de ellos que estaba monopolizando. Estaban haciéndole de niñera como si fuera un niño. Casi había sentido vergüenza. Su orgullo había salido entonces a la luz, y cuando todos ellos se habían cambiado a la sala de descanso, Lucern había insistido en que Kate circulara y hablar con los otros escritores, diciéndole que podía cuidar de sí mismo. Ella había parecido reacia, pero al

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final había cedido a la necesidad de pasar algún tiempo con tantos escritores como pudiera. Ella dirigía la mirada en su dirección a menudo, parándose de vez en cuando para asegurarse de que estuviera bien, pero había pasado la mayor parte de la mañana moviéndose por la habitación, charlando y riéndose, reconfortando y alabando. También Chris se había ido para ocuparse de sus negocios, cuidando de sus propios escritores, dejando que Lucern se sentara con las escritoras con las que habían desayunado. Luc había pasado la mayor parte de la mañana escuchando, haciendo únicamente algún comentario de vez en cuando. Eran mujeres agradables, interesantes y creativas, y le habían incluido en su círculo sin preguntas. Pero también tendían a actuar de manera protectora con él, ayudándole a manejar a sus manadas interminables de aficionadas. Apreciaba su ayuda, pero Lucern estaba empezando a tener complejo. ¿Por qué todo el mundo pensaba que necesitaba protección? Actuaban como si fuera frágil y, se estremeció, delicado. Lucern era el hombre menos delicado que conocía. Oh, en su juventud había sido un guerrero, pensando nada más que en derribar hombres con su espada. Cuando se inventaron las pistolas, había disputado incontables duelos, matando hombres de un disparo y cabalgando luego a su club para desayunar. Podía cuidar de sí mismo. Pero Kate y los otros parecían no darse cuenta. Aunque se había apartado de su lado, Kate todavía le vigilaba tan protectoramente como una mamá pájaro a su cría cuando hacía su primer y tembloroso vuelo. No tenía ninguna duda de que si suponía que la necesitaba, estaría a su lado de inmediato. Kate dirigió la mirada en su dirección justo en el momento que pensaba en eso, por lo que Lucern la miró furiosamente por confiar tan poco en él. — Kate es una bella mujer. —Dijo suavemente Jodi Hampton al oído de Luc.— También es muy dulce y generosa. Muchos de sus escritores estarían realmente molestos si alguien la dañara. Y eso me incluye a mí. Lucern se volvió a la escritora con sorpresa. Jodi había estado a su lado durante el desayuno, y se había quedado allí una vez que habían llegado a la sala de descanso. De unos cincuenta años, pero con la vitalidad de una mujer mucho más joven, Jodi Hampton era una de las escritoras principales de Roundhouse Publicaciones. Ella había construido su carrera por el camino duro, aumentando el número de suscriptores libro a libro en lugar de con un éxito repentino, y lo había hecho de tal forma que sus cinco últimos libros habían entrado en la lista de los más vendidos del New York Times. Quizás por eso no era sorprendente que, además de atractiva, fuera interesante y estuviera segura de sí misma. Era menos obvio, aunque Luc se había dado cuenta rápidamente, que era increíblemente amable, aunque ahora sonara como una mamá osa advirtiendo a un depredador que se alejara de su osezno. A Luc le gustaba eso. Al menos, había alguien que no le veía indefenso, sino como un posible peligro. Aunque sólo fuera emocionalmente. — Nunca haría daño a Kate. —Aseguró a la mujer, sintiendo afecto por ella. Le gustaban las mujeres inteligentes. Jodi asintió lentamente.

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— Espero que no, Luke Amirault, porque me gusta. — Mi nombre real es Argeneau. Lucern Argeneau. —Le dijo.— Sólo escribo como Luke Amirault. Jodi asintió de nuevo y tendió su mano. — Y mi nombre real es Teresa Jordan. Es un placer conocerle, Lucern. — Llámame Luc. —Él estrechó su mano y sintió que sus labios se torcían en una imitación de una sonrisa. — ¿Deduzco que escribes romances históricos, Teresa? — Sí. Y tengo todos tus textos históricos para ayudarme con la investigación. Eres mucho más joven de lo que esperaba. Aunque supongo que debería haberme dado cuenta. Tus libros no son como la mayor parte de esos libros polvorientos. Traes otras eras a la vida. Tus libros convierten la investigación en un placer. Lucern sintió que su boca se torcía de nuevo en una sonrisa complacida. Se sintió extraño. No estaba acostumbrado a sonreír tanto. Sólo había empezado a hacerlo con la llegada de Kate a su vida. Pero pensó que podría acostumbrarse. Consciente de que el flujo de aficionadas dentro de la sala de descanso había disminuido, Lucern se relajó un poco y empezó a discutir de historia con su nueva amiga. En un momento se les unió todo el grupo de escritoras de Roundhouse. * * * * * — Esto se está tranquilizando. Kate asintió cuando Chris apareció a su lado. Había sido una mañana larga pero productiva. Kate estaba bastante segura de que se las había arreglado para tener un aparte e intercambiar algunas palabras con cada de sus escritores que había asistido al congreso. Se merecía un descanso. — Es hora de comer. —Señaló ella.— Probablemente todo el mundo está comiendo. Se animará de nuevo en un rato. — Quizá deberíamos recoger a Luc e ir a almorzar también. —Sugirió Chris. — Buena idea. — Kate se volvió a buscar a Lucern, y le vio absorto en una conversación con Jodi. — Seguro que se relaja ahora que se siente mejor. —Susurró Chris mientras cruzaban la habitación.— No es tan difícil como decía Edwin. O eso o tú has sido una buena influencia para él. Kate soltó una risa seca. — Más posiblemente fue esa primera noche de chicos que pasasteis lo que le ha relajado. Chris se rió.

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— No podía creer que él no hubiera visto nunca la televisión. Sin embargo, se sumergió en ella como un pato en el agua. Tiene un gran sentido del humor bajo toda esa personalidad inglesa correcta y pasada de moda. Me gusta. — A mí también. —Respondió Kate automáticamente, descubriendo de repente que era cierto. Le gustaba Lucern. No estaba segura de porqué pero era así. Y no era sólo por sus besos o por su importancia para su carrera. Meditó porqué le gustaba mientras se acercaban al grupo de escritores que debatía, y esperó al momento apropiado para hacerse notar. Lucern había sido rudo y hosco la primera vez que ella se había presentado en su puerta, pero no lo suficiente para echarla de su casa y enviarla lejos. Lo que hubiera tenido todo el derecho de hacer. Le había permitido que le arrastrara de compras, siguiéndola sin quejarse por toda la tienda de comestibles, y comido su comida. Había sido difícil con esas cartas, pero Kate entendía ahora que no había sido deliberado. Ella recordó haber leído la carta de la lectora preguntando si Lucern la convertiría en vampiro, y el abrupto “no” de Luc. También recordó la carta de la lectora que se había enamorado de Etienne y la respuesta de Luc: “Está comprometido.” En ese momento, ella había pensado que estaba siendo deliberadamente difícil, pero ahora todo estaba claro. Casi se rió en voz alta, aunque entonces le hubiera gritado. Luc era un hombre honesto, un hombre de palabra. Había prometido hacer una promoción, y a pesar de haber sido engañado diciéndole que era sólo una entrevista, había mantenido su palabra. Ahora estaba asistiendo a un congreso cuando sabía que no había poder en la tierra que le hubiera arrastrado allí si no hubiera dado su palabra. Era un hombre de honor. También era caballeroso y compasivo. Sólo había que ver cómo había rehusado morderla y causarle dolor aunque sentía una gran necesidad. Por supuesto, estaba empezando a sospechar que tenía un malvado sentido del humor bajo su correcta fachada y acrimonia. Algunas veces atrapaba un destello en sus ojos, normalmente cuando estaba siendo más obtuso, que le hacía pensar que estaba provocándola deliberadamente. — Oh, hola. Kate se arrancó de sus pensamientos y sonrió cuando Jodi la saludó. — Estábamos pensando en salir fuera para comer mientras esto está tranquilo. ¿Alguien se apunta? Las escritoras estaban todas en pie de inmediato, cogiendo sus cosas. Parecía que todo el mundo estaba listo para un descanso. Kate sonrió a Lucern, que se movió a su lado y cogió su brazo. La acción sonó propietaria, casi posesiva, pero Kate sospechaba que era sólo su educación. Su caballerosidad natural. Alguien sugirió dejar el hotel y escaparse de la atmósfera del congreso por un rato, pero Kate se sintió preocupada por el efecto del sol en Lucern. Pareciendo sentir su preocupación, Luc la miró furiosamente. Masculló que estaría bien; tenía su «medicina». — ¿Qué medicina? —Preguntó Jodi.

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— Lucern tiene un tipo de alergia al sol. —Explicó Kate a regañadientes. Luego se apresuró a añadir.— Pero él tiene una... er... medicina arriba, así que estoy segura de que estará bien. Podemos encontrar un restaurante por aquí cerca si queréis. — No. No tiene que andar dando vueltas mientras encontramos un lugar. No quisiéramos que se pusiera enfermo. No hemos comido todavía en el bar del hotel. Podemos probar eso. —Sugirió Jodi. Las otras mujeres estuvieron de acuerdo. Según iban hacia abajo, las otras escritoras empezaron a hacerle bromas a Lucern, comentando que escribía romances de vampiros y era alérgico al sol. — Hummm. Quizás deberíamos mirar nuestros cuellos. —Bromeó Jodi. Kate estaba horrorizada. ¿Qué había empezado? Cada vez estaba más tensa y ansiosa por las bromas, pero Lucern parecía no tenerlas en cuenta. Finalmente la conversación derivó a otros temas. Llegaron al bar y se sentaron. La comida fue deliciosa, un placer acrecentado por la compañía. Cuando terminaron, todo el mundo parecía renuente a irse, así que Kate decidió que un poco de diversión no vendría mal antes de que los guiase a todos de nuevo a la sala de descanso. — Quizás podríamos comprobar los otros actos que se están celebrando aquí. — Sugirió ella. Jodi sacó su agenda del congreso y leyó las opciones. Había programas educativos para escritores, una demostración de cocina llamada “Cocinar con Amor”, lecturas de la mente y astrológicas y clases de baile. Dos de las escritoras querían inspeccionar los programas para escritores, pero prometieron que volverían a la sala de descanso más tarde. Dos más se fueron para la demostración de cocina y prometieron lo mismo. Una quería tomar clases de baile y arrastró a la fuerza a un quejumbroso Chris. Lo que sólo dejó a Jodi, Kate y Lucern. — Bueno, eso deja la lectura de la mente y la astrología. —Anunció Jodi, doblando la agenda y deslizándola de nuevo en su bolso. — Suena divertido. —Kate empujó su silla hacia atrás para levantarse. Al mirar de casualidad a Lucern, se quedó sorprendida al ver que parecía dudoso. Jodi lo notó también. — ¿Cuál es el problema, Luc? ¿Asustado de que la vidente vea algo malo en tu futuro? —Se burló la escritora. Lucern hizo una mueca. — O en mi pasado. Él había hablado en su habitual tono hosco, pero había un destello bromista en sus ojos que Kate notó que estaba empezando a reconocer. Aparentemente Jodi lo reconoció también, porque se rió. Cálmate, se admiró Kate. Lucern tenía un largo pasado. Seiscientos años. Se encontró preguntándose sobre todos los años que había vivido. ¿Había amado a alguien? ¿Estado casado? ¿Tenido niños? Ahora estaba soltero, o al menos eso parecía, Dios, no estaba siquiera segura de eso. Podía tener una mujer. Podía tener niños. Podía...

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— Así pues, ¿cómo te las has arreglado para evitar el matrimonio tanto tiempo, Luc? ¿O estás casado? —Preguntó Jodi, como si hubiera leído los pensamientos de Kate. La mujer siempre había tenido una forma de hacer eso, lo que convertía a Kate en un bebé nervioso. Quizás la escritora tenía trazas de una habilidad psíquica. Caray, podría incluso leer la mente, y supo que Lucern estaba abriendo la mente de Kate a toda clase de posibilidades de las que se habría reído antes. Kate decidió que guardaría sus pensamientos delante de la mujer de ahora en adelante... sólo para estar segura. — ¿Y qué años tienes, por cierto? —Continuó la escritora.— ¿Treinta y cinco o así? Kate vio la boca de Lucern esbozar una rara sonrisa torcida. — O así. —Respondió él— Y no, nunca he estado casado. — ¿Por qué no? —Aparentemente Jodi no tenía problema en ser curiosa. Para el asombro de Kate, Lucern parecía más divertido por la pregunta que molesto. Parecía que Chris tenía razón. Luc estaba relajándose. — ¿Quién me querría? —Preguntó frívolamente. Había un destello malévolo en sus ojos. Jodi dirigió entonces la mirada a Kate, y Kate se sintió enrojecer. ¿Había notado la mujer su atracción por Lucern? Dios mío, realmente tenía que ser más cuidadosa. — Aquí estamos. —Anunció con decidida alegría. Delante estaba la señal que indicaba la sala con las lecturas astrológicas y de la mente. Había un conjunto de mesas pequeñas distribuidas alrededor de la habitación. Cada mesa estaba asignada a un vidente o a un astrólogo, con sus signos y su parafernalia distribuidos alrededor de ellos. Había sólo una silla en cada mesa además de la del lector. Un cliente cada vez, gracias. Había también mesas donde se podían comprar cristales y cosas así. Era más bien como una feria paranormal. — Voy a que me hagan mi carta astral. —Anunció Jodi.— Después voy a pedir una lectura astrológica. Y también una de la mente. —Los ojos verdes de la escritora brillaban. Estaba obviamente entusiasmada. Kate nunca había estado en un vidente en su vida, y no tenía ninguna pista de por dónde empezar. Una mirada a Lucern le mostró mirándola aburrido, así que Kate hizo un gesto a Jodi y sonrió. — Adelante, MacDuff. * * * * * — Eres un alma muy joven, luminosa y rebosante de amor y entusiasmo por experimentar todo lo que el mundo tiene que ofrecer. Lucern permaneció silencioso mientras la supuesta vidente batía sus pestañas delante de él, pero Kate bufó con sorna detrás de él. La vidente dejó de revolotear sobre su mano el tiempo suficiente para mirarla, luego continuó. — Has vivido muchas, muchas vidas.

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Kate bufó de nuevo. — ¿Cuándo ha tenido tiempo? — ¿Cómo dices? —La vidente la miró de manera desagradable. — Pensé que era un alma joven. —Señaló Kate.— ¿Cómo puede ser un alma joven quien ha vivido muchas vidas? —Ella tocó el brazo de Lucern.— Vámonos. Esto es un desperdicio de dinero. Lucern se puso de pie de inmediato, conduciéndolas a ella y a Jodi lejos de allí, bajo la mirada venenosa de la vidente. Les estaba dirigiendo hacia la salida cuando Jodi paró, forzando a Kate y a Luc a detenerse igualmente. — No, espera. Quiero una lectura de ella. —La escritora señaló hacia una mesa donde una anciana de pelo blanco se sentaba sola, sin una fila delante como las otras mesas. Kate suponía que era la falta de un escaparate vistoso lo que la había hecho menos popular. El resto de los videntes usaban ropas brillantes y tenían carteles dramáticos y manteles chillones; esta mujer no se había molestado siquiera en poner un mantel, y usaba un traje beige que le garantizaba desvanecerse entre la multitud, y un escueto cartel. — ¿Ella? —Preguntó Kate dubitativamente. La mujer no parecía tener mucho éxito, aunque sí estar serena. — El talento verdadero no pierde el tiempo en oropeles. —Dijo Jodi. Todos ellos se acercaron. Kate y Lucern observaron solemnemente como la mujer tomaba la mano de Jodi. Dijo que Jodi era una escritora, lo que Kate pensó que no era difícil de adivinar, ya que este era un congreso de escritores. Las posibilidades se repartían al cincuenta por ciento entre que Jodi fuera escritora o lectora. Lo siguiente que dijo es que ella tenía bastante éxito, lo que tampoco era una revelación tan grande. Podía haber reconocido la foto de Jodi de la contraportada de sus libros. La siguiente declaración sorprendió a Kate. La lectora le dijo a Jodi que todavía sufría por una dolorosa pérdida que había padecido hace tiempo, la de su compañero del alma. Kate sintió que se le erizaba el vello de la nuca. No era de público conocimiento pero el marido de Jodi había muerto hacía cuatro años, uno antes de que empezara a publicar. Kate también sabía que Jodi todavía lloraba por él. Afirmaba que había sido su único amor verdadero. La vidente frotó la mano de Jodi tranquilizadoramente y le dijo que su amor estaba allí con ellos en ese momento, y que siempre estaba cerca. Pero también le dijo que él quería que Jodi siguiera viviendo. Alguien entraría pronto en su vida, y aunque no sería un compañero del alma como lo había sido su primer amor, sería el amigo más querido, su amante y compañero para el resto de su vida, y la vidente dijo que el primer amor de Jodi deseaba que fuera así. Los ojos de Jodi se cubrieron de lágrimas. Se levantó y se dirigió hacia Lucern y Kate. Kate estaba intentando encontrar algo que decir para animar el ambiente cuando Lucern comentó de repente.

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— Bueno, parece que después de todo tendrás relaciones sexuales antes de morir. Kate le dirigió una mirada horrorizada. Nunca había oído a ese hombre hablar de una forma tan cruda. Ni siquiera le había oído utilizar esas expresiones modernas. Se giró hacia Jodi en un estado de shock, pero la escritora sólo estalló en una cascabelera risa. — Sí, parece que sí. ¿No es bonito? —Jodi suspiró y tocó el brazo de Luc. Entonces le explicó a Kate.— Las mujeres habían estado hablando de sexo, por supuesto, cuando volvían a la sala de descanso. Beth se lamentaba del hecho que sus personajes tuvieran mejor sexo que ella, y yo bufé y le dije que por lo menos ella tenía algo, que yo dudaba de volver a tenerlo antes de morir. ¡Pero ahora parece que sí! Ella sonrió a Lucern, luego le invitó a sentarse en la silla. — Tu turno, amigo mío. Quiero oír lo que ella tiene que decir acerca de ti. Kate miró a la mujer más mayor acosar a Luc para que se sentara. Por un momento, sintió un acceso de incomodidad. Era obvio que la pareja había desarrollado un cierta amistad esta mañana, y Kate se avergonzó al descubrir que lo que sentía eran celos. No haciendo caso de sus pensamientos mezquinos, volvió su atención a la vidente, que había reclamado la mano de Luc y ahora estaba moviendo sus dedos ligeramente sobre ella. Sus ojos estaban cerrados para concentrarse. — Eres muy anciano. —Dijo la mujer en tonos tranquilizadores. Abrió los ojos con un parpadeo para mirar a la cara de él, joven y apuesta, frunció el ceño con confusión y volvió a cerrarlos.— Es tu alma la que debe de ser vieja. —Corrigió.— Muy vieja. Has tenido muchos amores. Kate sintió que algo se agarrotaba en su pecho antes de que la mujer se corrigiera a sí misma de nuevo: — No, amores no. Amantes. Has tenido muchas. Muchas, muchas. —Añadió ella, sonando sorprendida de nuevo. Entonces parpadeó con sus ojos desorbitados para preguntar con cierta mortificación.— ¿Cuándo has tenido tiempo para dormir? Los labios de Kate se torcieron. Suponía que Luc había estado con muchas mujeres. Era un hombre saludable de unos seiscientos años. Incluso aunque sólo hubiera tenido una amante por año, eso hacía seiscientas. Si había tenido más de tres por año... su mente se sobresaltó. Con un desmayo, decidió que tendría que preguntar si los vampiros podían adquirir y transmitir una ETS♥. Esperaba que no, pero honestamente, era algo que necesitaba saber. — Habías empezado a cansarte de la vida. —Continuó la vidente, captando la atención de Kate.— Todo parecía tan duro, y las crueldades del hombre habían empezado a agotarte. Pero algo, no, no algo sino alguien, alguien te ha revigorizado. Te ha hecho sentir de nuevo que vivir merece la pena. Que queda alegría para ti. La lengua de Kate pareció quedarse pegada al paladar. ¿Alguien? ¿Quién? Algo secreto en su interior esperaba que fuese ella. Al mismo tiempo la idea le

ETS: Enfermedad de Transmisión Sexual (STD en el original).

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aterrorizaba. Se sentía atraída por Lucern. Había llegado incluso a gustarle y respetarle, pero... — Agárrala. —La mujer tenía la mirada profundamente clavada en los ojos de Luc.— Tendrás que luchar por ella, pero no de la forma a la que estás acostumbrado. Las armas y la fuerza física no te ayudarán en esta batalla. Tendrás que combatir con tu orgullo y tus propios miedos. Si fallas, tu corazón se marchitará en tu pecho, y morirás como un hombre solo, viejo y amargado, lamentando lo que no hiciste. Lucern sacudió con fuerza su mano para liberarla, entonces se puso de pie y se alejó. Kate se puso de pie para seguirlo, pero la vidente apresó de pronto su mano. — Espera. Tu hombre estará bien por un minuto. Kate su puso rígida. — Él no es mi hombre. La expresión de la vidente sugirió que Kate no estaba engañando a nadie. — Es especial, tu hombre. —Le dijo la mujer— Pero para estar con él tendrás que hacer una elección. Tendrás que dejar todo. Si tienes el valor, todo lo que deseaste alguna vez será tuyo. Si no... —Ella se encogió de hombros y liberó la mano de Kate.— Ahora ve con tu hombre. Solo tú puedes calmarle. Kate corrió tras Lucern, consciente de que Jodi le pisaba los talones. Todavía zumbaba la piel de su muñeca donde le había tocado la vidente, escociendo como si le hubieran dado un calambrazo. Kate se la frotó distraídamente, con sus pensamientos desperdigados. Tendría que dejar todo, pero ¿conseguiría todo lo que había soñado? ¿Cómo podía ser eso posible? Apartó la preocupación con su encogimiento de hombres mientras salía precipitadamente del cuerpo y divisaba a Lucern desapareciendo a la vuelta de una esquina. Cuando las dos mujeres le alcanzaron en la sala de descanso de Publicaciones Roundhouse, Luc estaba sentado en una mesa, rodeado de fans. Allison estaba haciendo señas a Kate para que se uniera a ellos al otro lado de la sala. Kate miró dubitativamente a su jefe y a Luc. — Yo veré si Luc está bien. Tú puedes ir a ver lo que quiere tu jefe. —Sugirió Jodi, dándole un empujoncito en dirección al editor jefe.— No vamos a estar mucho más aquí, en cualquier caso. Están cerrando temprano para dar tiempo a todo el mundo a que se prepare para el baile de disfraces Renacentista y el banquete. Oh, sí, pensó Kate mientras se acercaba a su jefe. Esta noche era el baile de disfraces. * * * * * Lucern asintió solemnemente cuando el lector con el que estaba hablando se levantó y se fue a hablar con Jodi. Se estaba acostumbrando a hablar con los lectores. Al principio no se había esforzado mucho, pero la charla de Kate en su casa continuaba resonando en su mente, cómo, sin ellos, no le publicarían. Que él tocaba sus vidas, y

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que ellos sólo deseaban decirle eso. Había aprendido a responder de una manera agradable a los embarazosos cumplidos que le regalaban, pero había encontrado que con poco esfuerzo los lectores se abrían más a él. Le decían cosas, le daban partes de ellos mismos que no sabía como manejar. Una mujer le había dicho que acaba de perder a su joven hijo, que la vida le parecía desolada e interminablemente cruel pero que había encontrado evasión y esperanza en sus libros. Quizás la vida volviera a estar bien algún día. Entonces había forzado una risa y le había dicho que solo deseaba que el vampirismo fuera real, que si hubiera creído en ello, habría buscado por toda la tierra un vampiro que salvara a su hijo. Lucern había sufrido por la mujer. Había sentido cómo su dolor le alcanzaba y penetraba en su cuerpo. Sabía que no estaba bien pero no había sido capaz de simplemente dejarla ir. Se había deslizado en su mente y... no había borrado su dolor, pero lo había velado en alguna medida, aliviándolo para que los buenos recuerdos fueran más fuertes que los malos. Se había ido sonriendo. Hoy había encontrado mucha gente herida. Una vez que se había abierto a ellos, parecía no poder volver a cerrarse. Pero había encontrado también mucha gente que era agradable. Había encontrado toda la experiencia interesante, por no decir algo más. Había escrito sus libros por razones puramente egoístas, había que reconocer la verdad. Pero ahora veía que los libros estaban tocando las vidas de muchos otros. Eso le hizo querer probar su talento con ficción genuina, algo que nunca había considerado. Había comenzado su vida como una guerrero. Después de unos cientos de años se había vuelto algo así como un libertino. Cuando se había cansado de eso, se había vestido con los ropajes de un personaje estudioso y se había sepultado en la historia. Quizás era hora de buscarse una profesión más creativa. ¿Pero sería bueno en ello? — Okey. Hora de irse. —Kate apareció repentinamente a su lado.— Allison está cerrando la sala de descanso más temprano para que todo el mundo tenga tiempo suficiente para prepararse para el baile Renacentista. Luc dio un suspiro de alivio. Los otros escritores parecieron hacerse eco. Aunque era gratificante hablar con los lectores, también era agotador. Lucern esta sorprendido por lo exhausto que se sentía. Mientras caminaba con Kate hacia el ascensor, se recordó a sí mismo el alimentarse antes del baile. Era absolutamente necesario. Esto llevó sus pensamientos al asunto del baile. Un baile del Renacimiento. Bueno, él tenía recuerdos muy agradables de esa época. Por esa razón, Lucern estaba seguro de que el baile de la noche sería divertido.

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Capítulo 13

El baile Renacentista fue fatal. Al pensar en la era, Lucern había olvidado una cosa: Los vestidos que las mujeres usaban. Infelizmente lo recordó cuando Kate salió de su dormitorio y entró en la sala de estar común. Ella vestía un completo traje Isabelino de brocado de Borgoña y lazos blancos. El vestido tenía un corpiño de terciopelo con el pico tradicional. Su larga falda y sus mangas eran plisadas. Lucía preciosa. Verdaderamente. Pero el corpiño era el qué realmente hacia al vestido; forzaba sus pechos juntos y altos tanto que parecían listos para salirse en cualquier momento. La boca de Lucern comenzó a hacerse agua en el momento que ella apareció. Luego él se dio cuenta de que no sería el único mirando esas deliciosas esferas en semejante exhibición. Kate iba a vestir esa maldita cosa en público. A él no le gustó para nada ese pensamiento. Lucern había abierto su boca para decirle eso cuando ella se congeló y parpadeó. — ¿Qué diablos tienes puesto? —Preguntó ella. El se tensó sorprendido. Recorriendo con la mirada el traje azul oscuro que vestía, él dijo: — Este es un traje tradicional del siglo XVI. ¿No lo habías ordenado tú? — Si, por supuesto. Pero yo sólo les dije el talle y no especifiqué... —La voz de Kate se desvaneció, y ella lo miró ceñudamente. — ¿No te agrada? — ¿Agradarme? Bueno, es sólo... luces un poco... er... frufrú. —Dijo ella finalmente. — Quiero decir... el calzón♥ negro hace lucir a tus piernas bastante bien, pero... — Se llaman calzas. —Le informó Lucern. Él todavía estaba tratando de deducir que significaba frufrú. No sonaba galante, la manera en que ella lo dijo. Desafortunadamente, él no estaba al día con los eufemismos modernos. Realmente debería salir más a menudo.— Pensé que habías editado romance histórico también. — Dijo él, tal vez con un toque malhumorado. — En su mayor parte medieval. —Explicó ella.— El Renacimiento no fue tan popular. —Ella frunció sus labios, luego giró un poco hacia un lado.— Entonces, ¿qué es eso... er... ella señaló el dirección a su ingle— esa cosa de pato? Lucern suspiró. — Es un calzón. — Oh. —Ella inclinó la cabeza lentamente, considerando el más bien exagerado artículo.

En la versión en inglés la escritora utiliza la palabra “codpiece” que no tiene traducción en castellano pero que se puede interpretar como calzón

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Lucern miró hacia abajo y lo consideró también. Era enorme, una hinchada y severa bolsa ornamentada con varias alfileres enjoyadas. Era también un poco deformado y vagamente se asemejaba a un pato. Este era obviamente un traje del Renacimiento temprano. El calzón se había dejado de usar durante el reinado de la Reina Isabel. — He leído acerca de eso, pero pensé que supuestamente eran... er... más redondos o algo por el estilo. Te vas a lastimar. Alguien caminará hacia ti, chocará contra eso y... — ¡Hey, vosotros dos lucís bien! —Chris salió de su habitación vistiendo un traje rojo y borgoña no muy diferente al de Lucern. Su calzón era, sin embargo, un poco más normal. Lucern sonrió al hombre más joven, sintiendo la tensión escurrirse de él. A él no le importaba tener a Kate criticando su traje, aun peor era tener su atención enfocada en su calzón. Saber que ella estaba mirándolo fijamente hizo a un pedacito de su anatomía agitarse de interés. — Entonces... —Chris recorrió con la mirada a los dos— ¿...estamos listos para irnos? * * * * * Kate sabía ciertamente que sus pechos iban a salirse repentinamente de su traje. Ella estaba haciendo su mejor esfuerzo para no respirar, para impedir que eso sucediera, pero cada vez que ella tenía que inclinarse también decía una pequeña plegaria para que permanecieran en su lugar. Afortunadamente lo hicieron, pero cada vez que ella se enderezaba era para encontrar a Lucern echando fuego por los ojos a todo hombre que pudiera verla. Kate lo encontraba más bien divertido. Lo que ella no encontraba divertido era la manera que las mujeres estaban mirando al calzón de Luc. Esa maldita cosa centellaba y brillaba, los alfileres enjoyados atrayendo toda la luz. Los propios ojos de Kate habían sido atrapados repentinamente también. Era malditamente embarazoso lo distrayente que era esa cosa. Lucern no parecía darse cuenta. Si él era consciente de la manera en que doscientas mujeres en la habitación estaban mirando estúpidamente a su ingle, él pretendía no estarlo y caminaba con orgullo. Ella no sabía de dónde obtuvo el coraje. Si ella tuviera que caminar vistiendo conos centelleantes en sus pechos, habría estado encogiéndose y tratando de esconderlos. — Wow, que éxito, ¿no?. —Comentó Chris. Kate miró alrededor al entretenimiento. Había músicos, bufones, bailarines y trovadores. Realmente se asemejaba a lo que ella imaginaba que sería un baile con una apariencia antigua. Su brazo se apretó al brazo de Lucern y ella se inclinó hasta su oído para susurrar. — ¿Es cómo realmente era? Él vacilo. — Algo. Por supuesto la iluminación habría sido más oscura. Teníamos solamente luz de vela, no electricidad. El suelo habría estado cubierto de juncos. Perros y ratas

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habrían estado buscando entre los sobrantes pedazos de comida. El olor habría sido mucho menos agradable y... — Esta bien. —Interrumpió Kate.— A mi me gusta más nuestro baile. — GUM. —Asintió él. Encontraron una mesa y apenas se habían sentado cuando Jodi y varias escritoras más se unieron a ellos. La conversación estaba al principio dominada por el asombro en el logro de Lady Barrow. Los bufones eran divertidos, los trovadores tocaban instrumentos antiguos. La cena, cuando fue servida, estuvo deliciosa aunque no era realmente un menú renacentista. Una vez que los platos fueron levantados, comenzó el baile. Lucern murmuró que volvería en un momento, y Kate presumió que él tenía que ir al baño de hombres. Cabeceó distraídamente, su atención puesta sobre los bailarines girando alrededor del salón. Ella giró para decirle algo a Jodi, que había tomado el asiento al otro lado de Lucern, pero paró cuando vio que Lucern todavía estaba allí. — Pensé que habías ido... Su voz se fue apagando cuando notó que las manos de él estaban debajo de la mesa. El parecía estar... haciendo algo. — ¿Qué...? —Comenzó ella a asombrarse. — Estoy atrapado en algo. —Dijo él secamente. Kate parpadeó, la confusión llenaba su mente. — ¿Qué quieres decir con que estas atrapado en algo?. —Ella estaba imaginando... bueno, era no pensar mucho en lo que estaba imaginando. Ella pronto aprendió que era peor que eso. — El mantel. —Dijo él, inclinándose ligeramente hacia un lado para intentar ver el problema.— Uno de los alfileres. Era todo lo que tenía que decir; Kate obtuvo el cuadro de inmediato. Una de los alfileres enjoyados de su calzón se había, de alguna manera, enganchado en el mantel. Muy para su horror, un estallido de risa se escapó de sus labios. Lucern no se estaba divirtiendo. — Esto no es gracioso. —Le dijo él desagradablemente.— Tengo que aliviarme urgentemente. No puedo levantarme. — Entonces... ¿vosotros tenéis que ir al baño también? —Preguntó Kate con interés. Lucern la miró como si ella hubiera perdido el juicio. — ¿De dónde sacas tus pensamientos? — Bueno —explicó ella en defensa propia— en sus libros Bram, Drácula nunca tuvo que aliviarse. Yo nunca pensé... — Dudo que Mina se haya aliviado tampoco. —Gruño Lucern. Dio un tirón al mantel, haciendo que el y todo lo que había encima resbalase más o menos unos 2 centímetros hacia Lucern.

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La conversación alrededor de la mesa se detuvo. Kate miró hacia arriba para ver que todos estaban observando a Lucern con varios niveles de horrorizada fascinación. Sabiendo que Lucern nunca pediría ayuda, Kate decidió salvarlo de su orgullo. Atrajo la atención hacia ella misma aclarando su garganta, luego sonrió a Chris. — C.K., ¿puedes ayudar a Lucern? Él tiene alguna dificultad. — Seguro, ¿cuál es el problema?. —Su amigo comenzó a levantarse. — Uno de las alfileres de su calzón se enganchó al mantel. Tal vez tú podrías meterte debajo de la mesa y soltarlo. —Sugirió ella. Chris se rió. — Estas bromeando, ¿verdad? Cuando ella negó con la cabeza, él calló abruptamente hacia atrás en su asiento. — Perdón. El desenganche del calzón no es mi departamento. — ¡Chris! —Dijo Kate desagradablemente. — Kate. —Respondió él secamente.— Es tu escritor. Tú te metes bajo la mesa y lo sacas. — Yo pensé que él te agradaba. —Dijo ella acusadoramente. — No tanto. —Chris devolvió el disparo. Luego él miró apológicamente a Lucern.— Perdón, Luc. — Realmente lo entiendo. Yo lo manejaré. —Respondió él con dignidad, pero se estaba sonrojando ferozmente, notó Kate con interés. Ella no sabía que los vampiros pudieran sonrojarse. Él dio un tirón al mantel nuevamente, y Kate frunció el ceño. Él iba a volcar la mesa o estropear el traje que ella había alquilado. Ninguna opción era buena. Ella no deseaba encontrar sobrantes de la cena en su traje alquilado; ella no quería tener que pagar para que lo limpiaran. Tampoco quería tener que reemplazar el ridículo calzón que Lucern vestía porque él lo había arruinado. Tragó lo último de su vino, colocó su vaso sobre la mesa y se giró hacia Lucern. — Esta bien. Saca tus manos del camino y déjame echar una mirada. Lucern vaciló, luego sacó sus manos y las colocó encima de la mesa. Kate prontamente se inclinó para tratar de ver que estaba sucediendo. Ella estaba en el ángulo equivocado. — ¿No puedes alejarte un poco más? —Preguntó ella. — No sin llevarme el mantel conmigo. —Estalló él. Ella se enderezó y miró con atención alrededor, no se asombró al ver la mesa llena de escritoras, todas mirando ávidamente. Su mirada encontró la de Jodi al otro lado de Lucern. — No puedo ver nada desde este ángulo. Voy a tener que meterme debajo de la mesa. Los ojos de Jodi miraron alrededor, luego se puso de pie.

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— Vamos chicas, no hay necesidad de que sepamos que está pasando. Podemos actuar como una barricada. Las otras escritoras prontamente se pusieron de pie y se movieron alrededor de la mesa. Kate observó con alivio mientras ellas formaban un semicírculo alrededor de su asiento y del de Lucern, sus amplias faldas haciendo una agradable cortina. Chris era el único que quedaba sentado. El miraba la operación con ojos muy abiertos aparentemente inseguro de si debería estar horrorizado o reírse. — Sigue adelante. —Dijo Jodi cuando cada una estuvo en su lugar. Las demás escritoras inclinaron la cabeza. Kate se sintió ridícula, como un soldado siendo enviado a una misión secreta sólo. Deseando tener más vino, aspiró profundamente, luego se deslizó de su asiento bajo la mesa. Estaba terriblemente oscuro. Y caluroso. Ella se arrodilló al lado de las piernas con medias de Lucern, su cabeza giró, atenta para ver el alfiler y que lo tenía atrapado, pero ella no estaba en el ángulo correcto y tampoco estaba suficientemente cerca. Gruñendo entre dientes, Kate se acercó, arrodillándose entre las rodillas de él; luego ella trató de alcanzar tentativamente el mantel. Ella de ninguna manera iba a tocar su calzón, no, al menos si lo podía evitar. Levantó la tela un poco, pero realmente estaba enganchada. — ¿Necesitas una vela o algo allí abajo? —Preguntó Jodi servicialmente. Su cabeza apareció repentinamente bajo la mesa, luego desapareció y Kate la oyó preguntar— ¿Tiene alguien uno de esos bolis linternas en su bolso? Yo normalmente llevo uno, pero... El resto de lo que dijo se perdió para Kate porque la otra mujer comenzó a enderezarse. — Ciertamente te has metido en una situación interesante, Kate. —Murmuró Kate, tratando de deshacer el manojo de tela para poder encontrar donde estaba enganchado Lucern. Era su trabajo asegurarse de que las cosas funcionaran como un reloj para sus escritores, y ayudarlos a salir de situaciones embarazosas. Pero ella consideraba que esta situación estaba más allá de los llamados deberes del editor. Si Lucern no estuviese en esta obligación, ella ni siquiera hubiese pensado en arreglarlo ella misma. El cual era un punto interesante, uno que completaría más tarde. Se sobresaltó cuando algo chocó con la parte inferior de su mano. Era el calzón, Kate se dio cuenta con asombro. Estaba creciendo y se chocó contra ella. Bueno, lo que había dentro de él estaba creciendo. Parecía que Lucern había encontrado la experiencia algo más que embarazosa. Lucern deseó que la tierra se abriera y lo devorase. Podría también llevarse a cada una de las escritoras que lo rodeaban, y a Kate también si quería, para que acabara este sufrimiento, el momento más bochornoso de su vida. No era suficientemente malo que su calzón estuviese enganchado en el mantel, pero ahora Kate estaba arrodillada entre sus piernas tratando de desenredarlo, y eso estaba dando lugar a pensamientos que no tenían nada que ver con liberarse para que

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él pudiera visitar el baño de hombres. Él estaba imaginándose como sería sí, en vez de desenredarle el mantel, ella simplemente moviese el calzón a un lado, lo sacara a él afuera y envolviese sus labios alrededor su alrededor. Luego él se dio cuenta que se estaba endureciendo, y tuvo la esperanza de que ella no se diera cuenta. ¿Cómo terminó él en esta posición? Él era un hombre al que le gustaba el orden y la rutina. Él no concurría a conferencias ni a bailes renacentistas. ¿Cómo su vida se había salido tanto de control? Algo empujó su calzón, y él saltó en su asiento, olvidándose de las mujeres alrededor de él. — Perdón. —La voz de Kate vino amortiguada desde abajo de la mesa. Sonaba como si ella estuviese hablando entre dientes. Lucern cerró sus ojos humillado y deseando atravesar su corazón con una estaca. — ¿Te pinchó con un alfiler?. —Beth, una de las escritoras, preguntó con preocupación. Lucern gruño en respuesta, pero salió más como un quejido. Tomando eso como un sí, Beth palmeó su hombro con compasión. — Aquí estás. Lucern giró su cabeza para ver a Lady Barrow abriéndose camino hacia él a través de la reunión de escritores, Jodi se presionó contra la mesa cerca de su pierna, bloqueando la vista de Kate debajo. Lady Barrow apareció, un poco curiosa de las mujeres que estaban agrupadas allí, pero no preguntó. En cambio, sonrió a Lucern. — Allison me dijo que estabas sintiéndote mejor, pero quería verte yo misma. Lucern la miró fijamente, sabiendo que sus ojos se habían vueltos redondos como calabazas. Normalmente, él se habría levantado si una señora se le hubiese acercado; pero eso era imposible. Pero esa no era la razón por la que sus ojos se habían vuelto redondos, pensó. El hecho era, que ignorante de la presencia de Lady Barrow, Kate había agarrado su calzón y cambiado su posición. Ella también había, ¿inconscientemente?, agarrado la parte de su anatomía que estaba expandiendo su tamaño, llenando la demasiado grande capacidad del calzón. — Perdón. —La voz de Kate vino desde debajo de la mesa nuevamente.— Estoy teniendo problemas para ver este alfiler. La sonrisa de Lady Barrow se congeló. Sus ojos se dispararon hacia abajo donde la falda de Jodi escondía la mesa, luego viajaron hacia la cara alarmada de la escritora, luego se deslizaron hacia la expresión avergonzada de Lucern. Antes de que ella pudiera decir una palabra, la voz de Kate sonó otra vez. Estaba irritada y cortante. — ¡Demonios, Lucern! En el momento en que yo te desenganche, insisto en que te saques estos malditas alfileres. Son una maldita molestia. — El calzón de Luc se enganchó con el mantel. —Espetó Jodi, mientras Lady Barrow abría su boca.— Kate está tratando de liberarlo. — Su calzón quiere decir. —Agregó Beth servicialmente.— Kate está tratando de liberar su calzón del mantel. No a él del calzón.

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— Ya veo. —Murmuró Lady Barrow, viéndose para nada segura de como manejar la situación. Su espanto duró sólo un momento, sin embargo, luego gesticuló a Jodi para que se volviera a un lado, sacó al mantel del camino, y se arrodilló para asomarse bajo la mesa.— ¿Puedes ver ahí, Kate, o tendré que pedirle a alguien que traiga una luz? Lucern sintió que la mano de Kate se cerraba sobre él con alarma, y él cerró sus ojos con un gemido. — ¿Lady Barrow? —La voz de Kate sonó increíblemente pequeña. — Sí, soy yo. ¿Necesitas luz ahí abajo?. La maldición amortiguada que vino de abajo de la mesa fue casi ahogada por completo por una repentina carcajada de arriba. Lucern abrió sus ojos para ver a Chris cubriéndose la boca. El hombre estaba perdido. Lucern supuso que no lo podía culpar. Si no estuviese en el centro de la debacle, entonces él podría encontrarla horrendamente divertida también. Pero él la encontraba terrible. Lucern no pudo oír la respuesta mascullada de Kate a Lady Barrow, pero debió ser afirmativa, pues la mujer se enderezó, miró alrededor, luego mandó a uno de sus trabajadores a buscar una linterna. El hombre salió como una bala; luego Lady Barrow se giró para examinar la expresión dolorida de Lucern. Ella palmeó sus hombros apaciguadoramente. — No importa. Este tipo de cosas nos ha pasado a todos en algún momento. —Su boca hizo un gesto como de excusa.— Bueno, no precisamente este tipo de cosas, pero tú sabes lo que quiero decir. Lucern gimió y cerró sus ojos nuevamente. Luego una voz fanfarrona dijo: — Bueno, ¿qué está pasando aquí? ¿Por qué están todas mis escritoras amontonadas?. Kate reconoció la voz de Chuck Morgan y podrías haber llorado. En lugar de eso, recostó su cabeza débilmente sobre la rodilla de Lucern y se preguntó si la situación podría posiblemente ponerse peor. Primero Lady Barrow fue testigo de este evento humillante, y ahora el presidente de la compañía había llegado. ¡Oh, ella realmente impresionaría a sus superiores con este congreso! Todo era mucho más fácil cuando Edwin había estado al cargo y ella sólo había sido una asistente. — ¿Qué? —El rugido horrorizado de Chuck debió ser oído probablemente desde una punta de la recepción hasta la otra, pensó Kate, y a juzgar por la forma de la conversación general y por la repentina aquietada risa, ella supo que estaba en lo correcto. Dios querido, pronto todo el mundo iba a saber que ella estaba allí abajo. Kate oyó la voz de Lady Barrow, sostenida y firme, y sonrió. Nadie podía ser tan amable como Kathryn, pero ella no era una mujer para tomar a la ligera y ella no tenía miedo a nadie, hasta donde Kate sabía. Ella probablemente pondría a Chuck en su lugar por llamar la atención de todos a lo que había tratado de esconder, y Kate podría haber abrazado a la mujer. — ¡Allí estas! —Oyó a Lady Barrow exclamar.— Gracias.

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El mantel se levantó, y la mujer apareció. Para el asombro de Kate, con la linterna en la mano, Kathryn Falk, Lady Barrow, se arrodilló y se deslizó debajo de la mesa al lado de ella. — Hace calor aquí abajo, ¿no es cierto? —Comentó amigablemente como si hiciera esta clase de cosas todos los días. Lady Barrow se acomodó, prendió la luz, alumbró donde el mantel y el calzón estaban enganchados, luego inclinó la cabeza solemnemente a Kate.— Hazlo chica. Cuanto antes lo desenredes, antes podremos salir de aquí. Era más fácil decirlo que hacerlo. Lucern estaba bien y verdaderamente enganchado. Por lo menos tres de la media docena de los alfileres de su calzón estaban enganchadas en varias partes del mantel. Uno de los alfileres probablemente se había trabado primero, luego Lucern al tirar había enganchado los otros. Llevó un poco de trabajo liberarlos. Lady Barrow permaneció pacientemente, continuando con la luz estable, teniendo la tela fuera del camino cuando Kate necesitó una mano extra, dando consejo y diciendo un chiste ocasionalmente para aliviar la tensión del momento. Sin embargo, aun con su ayuda pareció una extremadamente dura experiencia. Y embarazosa también. Por mucho que ella quisiera evitar tocar el calzón de Lucern, era imposible, y la mayoría de las veces ella lo estaba sosteniendo en su mano. Ella notaba terriblemente la dura carne debajo mientras giraba el material de un lado a otro, tratando de desenganchar todos los alfileres sin que otros quedaran atrapados. Ella ni siquiera quería adivinar como se sentía Lucern. Tenía que ser una horrible tortura. Si Kate no se detenía pronto, Lucern posiblemente iba a avergonzarse a si mismo allí en la mesa con todos mirando. Ella no lo estaba tocando de ninguna forma sexual, pero el sólo hecho de que ella estuviera entre sus rodillas y cambiándolo de posición, hacía que reaccionara como un adolescente. Él había vivido un largo tiempo, pero Lucern nunca se había encontrado en una situación así antes. Y le rogaba a Dios no estarlo nunca más. — ¡Aquí hay otro libre! La voz de Kate vino de debajo de la mesa, y todos los que estaban alrededor hicieron ruidos. Lucern supuso que eran de felicitación y aliento. Él trató de no contonearse en su asiento mientras ella lo agarraba nuevamente para cambiarlo de posición. Generalmente sus erecciones no apuntaban hacia ese lado, pero él supuso que ella trataba de alcanzar el último alfiler. Mirando hacia bajo, él realmente podía ver los dedos de ella envueltos alrededor de él, donde se asomaban por debajo de la tela. Él miró hacia arriba, a Jodi y la vio mirando atentamente su regazo. Él compuso una sonrisa lastimera. — ¡Oh, Dios mío! Esa exclamación de una de las otras escritoras atrajo la atención de Jodi y la de él. Era Beth, y ella lucía absolutamente horrorizada. Lucern sintió a su corazón hundirse. Él había pensado que la llegada del presidente de la compañía de Kate era la peor cosa que podía pasar, pero la expresión de la escritora sugería otra cosa. — ¿Qué es? —Preguntó él, decidiendo que lo mejor era enterarse.

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— ¿Conoces a esas personas de los documentales? ¿Los que han estado filmando todo? —Preguntó ella. — No. —Lucern no había oído de ningún documental que estuviese siendo filmado. — Ellos están siempre haciendo documentales en las conferencias R.T. —Agregó Jodi.— Adoran filmar a todas las mujeres y la gala o algo así. — Si, y no mires ahora, pero están viniendo hacia acá. Y también ese fotógrafo del periódico local. — ¡Oh, Dios! —Murmuró Jodi.— Probablemente está buscando a Lady Barrow. Él ha estado rastreándola toda la noche. — Demonios. —Dijo Lucern entre dientes. Definitivamente todo había empeorado. * * * * * — El último. —Le dijo Kate a Lady Barrow con un alivio que hizo eco en la fundadora de Romantic Times. — Bien. —Dijo la mujer. Kate no la podía culpar, las dos estaban inclinadas, las cabezas ladeadas hacia un lado y las espaldas presionadas contra el fondo de la mesa. Kate tenía que realmente respetar a la mujer por venir allí abajo con ella. No había habido necesidad, pero Lady Barrow, tenía ese tipo de si-hay-algo-que-hacer, hagámoslo. Suspirando, Kate se obligó a concentrarse en la tarea que tenía por delante. Un último alfiler por liberar y ellas podrían salir de allí. Luego ella le insistiría a Lucern que fuera directo hacia el baño de hombres y se sacara los alfileres enjoyados. Ella no podía imaginar como él los había puesto en el maldito calzón en primer lugar. Y fue una suerte que no hubiese bailado con él antes de que esto ocurriera, ella habría encontrado su vestido atrapado. ¿No habría sido divertido, tener que desenredarse allí, en el medio de la pista de baile, frente a la vista de todos? Ya había suficientes personas que sabían que estaba debajo de la mesa trabajando en el calzón de Lucern; no necesitaba que hasta el último asistente del congreso viera su apuro. — Lo tengo. Estas libre. —Gritó Kate con alivio mientras el último alfiler se soltaba. Ella comenzó a apartarse, sólo para encontrar su manga deteniéndola abruptamente. De alguna manera, mientras ella estaba desenganchando el mantel del último alfiler, su manga se había quedado atrapada en otra. Ella estaba ahora pegada a Lucern, su muñeca con su calzón. — Demonios. —Dijo ella. — ¿Qué pasa?. —Preguntó Lady Barrow, frunciendo el ceño. Algo como un alboroto comenzó del otro lado del mantel. Todo el mundo parecía estar hablando al mismo tiempo. — Estoy atrapada con un alfiler de su... —Jadeó Kate, arrodillándose para no desgarrarse la manga si Lucern repentinamente se levantaba. El chirrido de las patas de la silla de Lucern en el suelo ahogó por completo su grito de alarma, y ella se vio

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forzada a salir rápidamente de debajo de la mesa mientras él comenzaba a levantarse. Kate parpadeó en contra de un destello repentino, oyó a Lucern maldecir, pero quedó brevemente ciega. Había estado oscuro bajo la mesa. — Cuidado, Señor Amirault. —Advirtió Lady Barrow, gateando fuera de debajo de la mesa.— Ella tiene su manga atrapada a su... Lady Barrow dejó de hablar al ver las nuevas adiciones en su audiencia. Kate las notó también, sus ojos se adaptaron, y lentamente notaron la cámara de filmar apuntando en su dirección. También había un fotógrafo con una cámara que parecía muy profesional. Se dio cuenta que el destello había sido él sacando una foto. Lucern, haciendo lo mejor para ignorar su mano colgando delante de su ingle, dijo en un apenado, educado tono. — Llámeme Luc, por favor, Lady Barrow. — Yo, yo, yo.. —Dijo el hombre con la cámara que parecía muy profesional.— Usted no me mencionó este evento, Lady Barrow. — ¿Quién...? —Comenzó Kate, sabiendo que no quería oír la respuesta. — El periódico local. —Dijo Lady Barrow desagradablemente. Ella se puso de pie.— Y ahora que ésta emergencia terminó, creo que debo hacerme cargo de la próxima. Jodi y las otras escritoras ayudaron a la mujer a arreglarse la falda; luego Kathryn Falk tomó el brazo del reportero, lo giró y comenzó a caminar con él hacia su mesa. — Apuesto que ella tiene a ese hombre comiendo de su mano en diez minutos. —Dijo Jodi con admiración. Girando hacia Lucern y Kate, sonrió alentadoramente.— Esa fotografía no llegará a los periódicos. Lo garantizo.

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Capítulo 14

Estaban en la página principal del Daily News. — Él no se lo dio a su editor, pero no sé quién podría haberlo hecho. —Dijo Kathryn Falk en un tono descontento. Ella había telefoneado a Kate y a Luc a primera hora de la mañana y les exigió que se encontraran con ella en el restaurante principal para desayunar. Kate inmediatamente había sospechado lo peor. Y había estaba en lo cierto. Se veía miserablemente en la foto del periódico. Estaba Lucern, medio levantado y luciendo muy guapo en su traje, y estaba ella, luciendo como alguna chica barata gateando debajo de la mesa para agarrarlo... Suspiró miserablemente y leyó el titular otra vez.

¿Momentos Medievales? Anunciaba en grandes letras. La editora de Roundhouse Publishing, Kate C. Leever agarra con todo el gusto posible al escritor de romance vampírico, Luke Amirault, mientras Kathryn Falk, Lady Barrow, Directora General y fundadora de la revista Romantic Times, no dejaba de mirarlos en el baile renacentista de anoche. Kate gimió y comenzó a cerrar de un golpe el periódico, pero hizo una pausa para releer una nota del escritor. Ella miró con mayor cuidado la fotografía. — Cuando coloqué mis manos sobre ese hombre, voy a... —Comenzó Lady Barrow. — Yo pienso que dice la verdad. —La interrumpió Kate cansadamente. — Me parece a mí que el flash del hombre del periódico se apagó justo cuando yo salía de debajo de la mesa. Tú estabas todavía allí abajo. Pero tú estás en la foto. Lady Barrow tomó el escrito y lo miró fijamente con el ceño fruncido. — Creo que estás en lo correcto. ¿Pero quién pudo haberla tomado? Las cámaras no estaban permitidas. Habíamos contratado a un fotógrafo para tomar fotos de la gente. Los únicos invitados con cámaras fueron reporteros y... —Su voz se desvaneció, sus ojos se estrecharon.— Qué, que..—Ella se cortó sí misma, claramente disgustada.— Si me excusáis, tengo algo de lo que encargarme. Ella se levantó, luego hizo una pausa y forzó una sonrisa. — No te preocupes por esto. Es una tempestad en un vaso de agua. Pasará rápidamente si no das entrevistas acerca de eso. Kate y Lucern asintieron, entonces vieron que Lady Barrow partía del restaurante, no dudaba en desollar a cierto fotógrafo. Kate suspiró. Lucern también lo hizo. Evitaron mirarse el uno al otro. Habían estado evitando mirarse desde anoche. Jodi había ayudado a desenredar la manga de Kate de su calzón, después de eso él prontamente se había excusado. Kate se había puesto en

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la mesa donde Jodi y las otras escritoras habían tratado de animarla, mientras Chris había intentado valientemente no reírse de ella. Chuck había venido dos veces para hablarle a las escritoras y llamar su atención hacia ella. Allison había venido al menos tres veces para asegurarle que todo estaría bien. Chris había intentado nuevamente no reírse. Cuándo Lucern no había regresado después de media hora, Kate se había excusado y había vuelto a su suite. Lucern justamente estaba saliendo de su cuarto. Su mirada había tropezado con la de ella, entonces la apartó rápidamente cuando él le preguntó si la fiesta se había acabado. Kate le había dicho que no, pero que ella tenía dolor de cabeza y quería acostarse. Él hizo un comentario compasivo, le dijo que él justamente había subido las escaleras por una bebida, de lo cual ella entendió que él había quería decir algo de sangre, entonces se había dicho que quizás él también se relajaría en la suite. Kate solamente se había encogido de hombros. Se sentía deprimida y miserable, un fracaso gigantesco en la vida y se preguntó cómo todo había terminado tan mal. Y eso había sido antes de que su locura fuera exhibida por el periódico. Ella suspiró otra vez. — Supongo que deberíamos encaminarnos a la recepción. —Sugirió finalmente Lucern. Kate hizo una mueca. Ella lo había arrastrado al desastre desde el primer día. Ahora él estaba ansioso por irse. Y ella no lo estaba. La última cosa en el mundo que Kate quería era ir a cualquier lugar donde se tuviese que enfrentar a Chuck Morgan. Si el editor no había estado satisfecho con ella anoche, entonces hoy, después de ver los titulares, estaría lívido. Si ella todavía tuviese su trabajo para el mediodía, entonces sería una mujer afortunada. Pero, ella se dijo a sí misma, que no tenía sentido evitarlo. Ella también podía aprender de la horrible verdad. * * * * * No era tan malo como se había temido. De alguna manera era peor. Kate todavía tenía un empleo. De hecho, Chuck estaba terriblemente satisfecho con la publicidad. Lucern había estado en primera página, después de todo. Como si hubiese sido Roundhouse Publishing. El hombre la felicitó como si su humillación pública fuera una especie de gran esquema promocional. A Kate le habría gustado estrangularlo. Hacia el final del día, ella decidió que si él la felicitaba de esa manera por más tiempo, entonces lo haría. Fue más que un alivio para Kate cuando cerraron la recepción y todo el mundo estuvo libre para prepararse para la fiesta de la noche de Rock 'n' Roll. Miró a Lucern. El hombre había salido de su concha con una venganza. Cada vez que ella lo había mirado hoy, él había estado hablando con un fan o un escritor. Kate no pudo estar segura, pero sospechaba que él había tenido más conversación desde su

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llegada a esta convención de la que había tenido en varias décadas atrás. Él estaba más locuaz conforme pasaban los días, y hoy no había sido la excepción. Por supuesto, no había ni un solo asistente del congreso que no hubiera visto los titulares. Las noticias sobre la situación también habían sido la comidilla, y mientras la mayoría de la gente habían sido terriblemente compasivas con ella y Lucern, hubo unos cuantos que reían disimuladamente. Ellos ofrecieron sus "Pobres de ustedes queridos" o su "qué bochornoso debe ser esto para ustedes," mientras, no obstante, se reían ahogadamente. Por supuesto, Lucern no sufría esas pequeñas risas disimuladas. Todo el mundo pareció sentir gran simpatía por él, guardando toda su diversión para ella. Lo cual era lo que normalmente pasaba, pensaba Kate cansadamente mientras ella caminaba hacia la mesa con Lucern y los otros escritores. La mujer siempre sufrió el desprecio y la humillación, mientras el hombre se quedaba con la gloria o la simpatía. Desafortunadamente, aunque lo intentara, ella no podía estar enojada con Lucern por la manera en como la gente actuaba. Él se había disculpado repetidamente mientras Kate y Jodi habían trabajado para desenredar su calzón, y ella sabía que él realmente se sintió mal con todo eso. Pero no había sido su culpa. Había sido solamente uno de los desafortunados incidentes de la vida. Lucern la recorrió con la mirada mientras ella se acercaba, y Kate logró sacar una sonrisa de las profundidades de sí misma. — ¿Lista para irte? —Le preguntó. — Sí. —Ella le sonrió, luego a la mesa en general.— Es tiempo de prepararse para la Fiesta de "Rock’n'Roll". Lucern se levantó y tomó su mano, recorriendo su cara con su mirada, con un tinte de lo que ella pensó podría ser preocupación. — Te ves cansada. — Fue un día largo. —Kate estuvo de acuerdo con un pequeño encogimiento de hombros. Dejaron la recepción. No hablaron otra vez hasta que alcanzaron sus propias suites. Chris no había regresado aún, y la suite estaba vacía y silenciosa. — ¿Qué lleva uno puesto a una fiesta de rock and roll? —Le preguntó Lucern cuando cerró la puerta tras ellos. — Bien, pienso que es una fiesta de algún tipo de melodía del ayer. Los años cincuenta. Será Jeans y camisetas. Yo compré una chaqueta de cuero y botas para que te las pusieras. —Le explicó Kate. Ella había dicho que se encargaría de todo, y esa era la mejor de sus habilidades. — ¿Una chaqueta de cuero? —Preguntó Lucern, con una ceja levantada. — Sí. ya sabes, el look de Fonzie. — ¿De quién? Ella miró su expresión desconcertada, luego recordó que él no veía la televisión. Él tenía ese peso, ella se percató con asombro.

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— Él es un fresco personaje de una serie de los años cincuenta. Chaqueta de cuero, pantalones vaqueros, botas de cuero y el pelo engrasado hacia atrás. Muy fresco. — Ah. Si, recuerdo un par de personajes como esos de aquellos días. —Asintió Lucern.— ¿Pero cómo sabías la talla de las botas que me conseguiste?. Kate se sonrojó y se encogió de hombros, luego se volvió hacia su puerta. Ella estaba escabulléndose a través de ella cuando admitió: — Telefoneé a tu madre y le pregunté. Ella no esperó por su respuesta, simplemente cerró la puerta ante su alarmada expresión. Luego fue a sacar la ropa empaquetada. Tomó la bolsa, manteniendo la chaqueta de cuero y las botas sobre la cama, luego sostuvo la bolsa transparente sobre su traje para inspeccionarlo. Ésta iba ciertamente a ser una aventura. El disfraz no parecía del todo atractivo. Ella habría apostado cualquier cosa a que esas crinolinas causarían comezón como locas. Realmente, había estado equivocada, admitió Kate más tarde cuando se examinó en el espejo. Llevaba puesto zapatos para montar, calcetines, falda rosada de perro de lanas y un suéter crema haciendo juego. Se había recogido el cabello en una cola de caballo y aplicado un maquillaje luminoso, parecía que tuviese dieciséis años. Ella negó con la cabeza mientras reflexionaba, luego decidió que estaba lista y salió andando para recoger la bolsa con el traje de Luc. Chris y Luc estaban viendo televisión cuándo Kate se unió ellos en la sala de estar, y su mirada se deslizó como el aceite de la cabeza de uno hacía el otro. Ella quedó con la boca abierta. — ¿Qué os habéis hecho los dos en el pelo? Chris se volteó y sonrió abiertamente. — ¿No es genial? Luc me ayudó con esto. No traje una chaqueta de cuero, pero él dijo que si pegaba un paquete de cigarrillos bajo la manga de mi camiseta me vería genial. Kate miró a Lucern. Grandioso. Ahora ella tenía a dos engrasados Fonzies en sus manos. Aún, aparte del peinado, estaban muy diferentes. El pelo de Chris era claro, mientras que el de Lucern era tan oscuro como la medianoche. Chris era alto y desgarbado, en lugar de tener la anchura muscular de Luc. La camiseta de Chris era evidentemente blanca; La de Lucern era negra y se ajustada a su pecho, mostrando cada onda de sus músculos. Dios mío, él se veía ardiente. Aún con tanta grasa en su pelo como para freír donnuts. — ¿Esto es para mi? —Lucern se levantó y caminó hacía ella, su mirada la recorría en una lenta caricia. — Sí. —Kate le dio la bolsa de la ropa, consciente de que su cara estaba ruborizada. Ella no sólo lucía como una chica de dieciséis años, se sentía de dieciséis en ese momento. — Te ves adorable. —Le dijo en un suave susurro.— Dulce y linda. El retrato de la juventud.

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Dulce y linda. Kate meditó sobre esas palabras mientras Luc desenvolvía sus botas y la chaqueta, luego se las puso. — Los cachorritos son lindos. ¿Y quién quiere lucir como "el cuadro de juventud"? — Un Ataque perfecto. Kate recorrió con la mirada a Lucern mientras él se estiraba, probando sus hombros en la chaqueta. Su mirada no se quedó en sus hombros, sino que se desplazó sobre su pecho donde los músculos se agrupaban.

Linda y joven. Ella suspiró. — Luces maravilloso. —Chris se unió a ellos en el centro del cuarto— Emprendamos la marcha. Tengo que detenerme a recoger un paquete de cigarrillos para pegarlos bajo la manga. Kate logró arrancar su mirada del pecho de Lucern. Ella inclinó la cabeza asintiendo, entonces se dio la vuelta para dirigir la partida. * * * * * La fiesta de Rock 'n' Roll estaba en plena actividad cuando llegaron. Kate dio una mirada a los bailarines, en su mayor parte mujeres, y se sobresaltó. Algunos de ellos eran muy buenos. Otros obviamente no tenían ni idea de lo que estaban haciendo. Kate se temía mucho que ella caería en la última categoría. — ¿Supongo que tú conoces los bailes? —Le preguntó a Lucern. Ante su afligida expresión, él sonrió abiertamente con una de esas raras sonrisas y asintió. — Bastante bien, realmente. —Luego agregó.— Te enseñaré. Para Kate, que era de las que opinaba que tenía dos pies izquierdos, eso sonaba como una gran amenaza. Pero Lucern fue un maestro muy bueno y, siendo uno de los pocos hombres, tuvo mucha demanda. Él llevó todo con una gran elegancia que casi envió a Kate al estado de coma. Ella lo vio bailar con casi veinte mujeres a la vez. Él las alineó en filas, enseñándoles pacientemente los pasos en medio de muchas risas nerviosas, luego giró en espiral a las mujeres casi en el aire con la fuerza y la vitalidad de un toro. Las mujeres pensaban que era maravilloso. Kate, también. Ella no podía creer que éste era el mismo hombre hosco que una vez había cerrado de un golpe la puerta en su cara. Este hombre sonreía. Tenía la paciencia de Job. Este hombre era el sueño de toda mujer. Ella le dejó que le enseñase como bailar. La fiesta estaba muy divertida, pero Kate había tenido un día lleno de tensión y se dio cuenta de que estaba cansándose muy temprano. Lucern aparentemente advirtió los bostezos que ella trataba de ocultar. — Tienes que irte. —Le dijo y la acompañó. Luego la estuvo sermoneando todo el camino de regreso a su suite, la mayor parte sobre que no comía lo suficiente. Él aparentemente había notado que ella había estado muy ocupada hablando con sus escritores como para comer más que unos pocos bocados del buffet.

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— No me gusta eso. Tienes que cuidarte mejor. —Insistió él firmemente.— Gastas demasiado tiempo y energía en nombre de tus escritores, incluyéndome a mí mismo. — Se quejó. Kate trató de defenderse, diciendo que era sólo una semana al año. Luc no fue lo suficientemente tonto como para creer eso. — Jodi mencionó muchas otras convenciones que se celebran durante todo el año. — Le dijo.— Y te he escuchado frecuentemente trabajar todas las noches y aún los fines de semana, editando y leyendo libros. Kate hizo una nota mental de bloquear a Jodi de su mensajero instantáneo de Windows a altas horas de la noche, si el escritor necesitaba hablar con ella. Ella siempre mantenía activo su mensajero instantáneo mientras estaba en la oficina, en el caso de que alguno de sus escritores tuviese una pregunta. Jodi a menudo le recriminaba porque trabajaba mucho, pero la última cosa que Kate necesitaba era que Lucern supiera que ella no tenía vida social en absoluto. Por supuesto, él aparentemente había perdido el interés en buscar la pasión que brevemente habían compartido. Él no había intentado nada desde esa primera noche y la mañana siguiente. Eso había sido el martes y el miércoles. Ahora era viernes por la noche, y aparte de sostener su mano de una manera tranquilizadora, Lucern no había hecho nada para iniciar algo como lo que había ocurrido. Por supuesto, ni ella tampoco, Kate lo admitió para sí misma. Ella lo miró considerándolo. Quizá... — Te vas a ir a la cama inmediatamente, en cuanto regresemos a la habitación. Y no quiero verte de nuevo al menos hasta las siete de la mañana. Eso significa diez horas de sueño. Lo necesitas. —Dijo Lucern firmemente, interrumpiendo sus pensamientos cuando salían del ascensor. Kate suspiró interiormente. No había ningún "quizá" sobre eso; El hombre no estaba interesado en acostarse con ella más, y él simplemente se aseguraba de que ella no siguiera con la idea. ¿Habían sido esos primeros dos apasionados encuentros causados puramente por su necesidad de sangre? Quizá él deliberadamente la había seducido sólo en un esfuerzo por "tener un pedacito de comida". Quizá ella no había notado su falta de interés verdadero las primeras dos veces porque había estado tan abrumada, no había sido consciente del hecho de que él deliberadamente podría excitarla para morderla. Ella ciertamente se había dado cuenta de eso la tercera vez y lo advirtió entonces, pero sólo hasta que el practico y deliberado asalto a sus sentidos la había abrumado. Quizá él no estaba interesado en ella como algo más que una cena. ¿Por qué había pensado ella lo contrario? ¿Y cuándo eso había comenzado a significar tanto? Kate suspiró infelizmente cuando entraron en su suite. Más bien era desalentador ser nada más que un bocadillo. — Duerme bien. —Lucern le dio un suave empujón hacia la puerta de su dormitorio, y Kate pasó sin comentarios. Murmuró un buenas noches antes de deslizarse dentro,

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pero eso era sólo a causa del orgullo. Sus hombros cayeron bruscamente, su corazón dolió cuando comenzó a desvestirse. Lucern observó la puerta cerrada detrás de Kate y frunció el ceño para sí mismo. La mujer trabajaba demasiado, comía muy poco, y se mataba por mantener a todo el mundo feliz, incluyéndose a sí mismo. Ella necesitaba descansar. Necesitaba comer más. Y, sobre todo, necesitaba relajarse. Él podría pensar en muchas formas para ayudarla a hacer eso. Desafortunadamente, la mayoría implicaba a los dos desnudos, y él no estaba del todo seguro de que ella le diera la bienvenida ahora que conocía la verdad acerca de él. En su experiencia la mayoría de las mujeres sentían repulsión por su estado como vampiro. Kate ciertamente no era la primera mujer que había conocido su secreto a través los años, y él había encontrado, que la mayoría de las veces, le temían al saber la verdad. Para mantenerse a sí mismo y a su familia seguro, a menudo había tenido que esforzarse para poner un velo sobre sus memorias, o persuadirlas de que la revelación había sido simplemente un sueño. Sin embargo, Kate no se había mostrado asustada. Ella parecía mirar su vampirismo tan sólo como un problema. Luc era un vampiro, pero él también era uno de sus más exitosos escritores, y él necesitaba sangre. Ella había tenido que encontrarle un poco. Aún había estado dispuesta a permitir intimidades en el cuarto de aseo de hombres para ayudarlo. Aparte de eso, sin embargo, ella no había mostrado signos de interés. Él recordó, su primera noche ahí y la primera mañana, cuándo se habían encontrado a si mismos en circunstancias apasionadas. Pero eso había sido antes de que Kate supiera que él era un vampiro. Ella muy bien lo podría encontrar repulsivo ahora. Repentinamente consciente de la tensión en su cuello y sus hombros, Lucern se quitó la chaqueta de cuero y la lanzó sobre una silla. Rotó primero uno de sus hombros luego el otro, luego la cabeza igualmente, tratando de aliviar los músculos. Era obra de Kate. Él deseaba saber lo que ella estaba pensando y cual era su punto de vista. Quería que lo quisiera. Él la quería. Sonrió. Era un deseo tonto. Kate era una mujer moderna con aspiraciones en su carrera y una vida y un hogar en Nueva York. Ella había dejado la vida en la somnolienta Nebraska para dedicarse a un trabajo en la industria editorial. Ella apenas dejaría eso por mudarse a Canadá para tener un romance, y Lucern no la conocía lo suficientemente como para estar seguro de que él quería una vida con ella. Para el humano común, un mal matrimonio eran sólo cuarenta o cincuenta años de sentencia; Para él podría ser mucho, mucho más largo. Su mirada se deslizó por el pequeño bar de la esquina, y consideró tomar un whisky antes de irse a la cama. Pero decidió lo contrario. No era muy bebedor y no quería comenzar a relajarse con ello. El alcohol había causado serios daños a su padre, Claude, casi matándolo al final. Encogiéndose de hombros, decidió que podría mejor ir a dormir. La primera cosa que sintió cuando entró en su cuarto fue el suave aroma de la sangre en el aire. Luego se dio cuenta de que la lámpara del lado de la cama estaba encendida, y se puso rígido. Él la había apagado antes de salir a la fiesta. Ahora estaba

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encendida. Su cuerpo comenzó a bombear adrenalina del mismo modo que su mirada barría el cuarto. La puerta del refrigerador parcialmente abierta, y las bolsas de sangre cortadas que yacían ante el, explicaban el perfume en el aire. Aparte de eso, ninguna cosa parecía perturbada. No parecía estar alguien alrededor. Por supuesto, el perfume de sangre era tan denso que su habilidad usual para sentir a cualquiera cerca estaba obstaculizada. Él dio un paso hacia su suministro de sangre saqueada, intentando ver si algo era recuperable. Pero al tiempo que lo hacía, escuchó el susurro del balanceo de la puerta del dormitorio cerrarse detrás de él. Él giró sólo para sentir la estaca estrellándose contra su pecho. Kate se había quitado sus ropas y se debatía entre tomar una ducha o simplemente irse a la cama cuando escuchó un estrépito. Hizo una pausa, inclinando la cabeza para escuchar. Cuando algo se estrelló duramente contra la pared que separaba su cuarto del de Luc, ella agarró rápidamente su bata, la arrastró hacia adelante, y ató el cordón mientras corría a la sala de estar. La puerta del cuarto de Lucern estaba cerrada. Kate no se molestó en golpear la puerta, sino que la empujó y entró de prisa. Ella casi chocó violentamente contra dos hombres en pleno combate. Al principio, todo lo que veía era a los dos hombres enfrentándose el uno al otro, luego vio la estaca, su punta enterrada en el pecho de Lucern y la sangre rezumándose fuera. Ella gritó con horror, aunque no supo que lo hizo. Escuchó el grito como un sonido distante. Al final, salió de su parálisis, y miró salvajemente alrededor. La única arma que podía ver eran las lámparas que estaban al lado de la cama. Corrió a agarrar una, mientras maldecía porque la condenada cosa no se movió. Estaba sujeta a la mesa de noche. Su mirada se lanzó hacía Lucern y su asaltante. Había más sangre, y le dio la impresión de que la estaca se había profundizado más. Lucern parecía estar debilitándose. Aún no había una sola maldita cosa alrededor para usarla como arma. Desesperada, agarró una almohada y se lanzó bateando al desconocido, luego lo golpeó con la almohada en la cabeza y en los hombros. Su ataque tuvo poco efecto en el hombre. Él ni siquiera miró alrededor. Dando rienda suelta a un aullido de furia cuando su mirada se desvió a la cara pálida de Lucern, Kate cogió la almohada por cada extremo la balanceó sobre la cabeza del asaltante y la enterró de un golpe en su cara. Agarrándolo firmemente, intentó escalar la espalda del tipo. Para su alivio, él soltó a Lucern y tropezó hacia atrás, tratando salvajemente de agarrarla. Ella logró evitar los azotes de sus manos, y se agarró de la almohada tanto como podía. Él posiblemente no podría respirar con esto, y ella rezaba para que él se desmayara antes de que lograse atraparla. Ella soltó un "oomph," pero logró quedarse en su espalda cuando él se tambaleó para atrás, hacia la pared cercana al armario. Kate se agarró, sabiendo que ella y Luc estarían perdidos si ella no lo hacía.

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Kate recorrió desesperadamente con la mirada a Lucern. Él estaba sobre sus rodillas en la cama, sus manos débilmente agarrando la estaca en su pecho. Ella recordó que él había dicho que una estaca lo mataría si era dejada adentro demasiado tiempo, y ella supo que tenía que acercarse a él rápidamente. Sus pensamientos estaban dispersos como el hombre que estaba montando que golpeaba hacia atrás, esta vez lanzándolos dentro del armario. Kate gruñó cuando su cabeza se estrelló contra la barra de ropa. El dolor fue como una explosión dentro de su cabeza, cegándola con destellos blancos detrás de sus ojos. Ella quiso agarrar su cabeza y sostenerla en sus manos hasta que la agonía pasara, pero no podía soltarse de la almohada y estuvo así colgando ciega y en agonía, aferrándose a la conciencia por un hilo. Cuando el dolor finalmente comenzó a decrecer, Kate no estaba segura de cuánto tiempo había pasado. Le tomó un momento antes de percatarse de que su campo visual se había alterado. Ella estaba en el suelo. Fijó su atención en el hombre a quien le pegó, y vio que él se había hundido hasta las rodillas, llevándola con él. Ella dejó sus pies caer al piso, regresando su mirada a Lucern. La alarma la recorrió otra vez. Él caía hacia delante, con la cabeza hacia abajo. Comprendiendo que no podía esperar más tiempo a que su asaltante se desmayara por la falta de oxígeno, soltó un extremo de la almohada para registrar alrededor del piso del armario. Trató de mantener la almohada encima de la cara del hombre con una mano, pero era consciente de que estaba fallando. Le oyó tomar grandes boqueadas de aire, y supo que no tardaría mucho para que él se recuperara y se convirtiera en una seria amenaza nuevamente. Ese pensamiento apenas había logrado aterrorizarla cuando la mano de Kate tropezó con algo. Ella lo agarró rápidamente, reconociéndolo como un zapato, y sin pensar lo lanzó hacia abajo sobre la cabeza de su asaltante. Él no cayó inmediatamente hacia adelante bajo el golpe, y ella se percató de que sostenía el zapato por el talón. Perdió las esperanzas de poder mantener la almohada en su lugar, dio la vuelta al zapato y esta vez lanzó el talón por la parte de atrás del cráneo de su enemigo con toda la fuerza que pudo reunir. Para su gran satisfacción, el golpe funcionó: el hombre cayó silenciosamente hacia delante, sobre su cara. Dejándolo donde él cayó, Kate forcejeó con sus pies y tropezó encima de Lucern. La primera cosa que hizo fue agarrarlo por los hombros y alzarlo. Él cayó sobre su espalda sin hacer ningún sonido. Su cabeza se golpeó ruidosamente contra el piso, duro, y sus rodillas dobladas, sus piernas inferiores atrapadas bajo él. Kate le miró tristemente. Él estaba gris. Ella nunca le había visto ese color. Pero ella no podía decir que había perdido mucha sangre. La estaca todavía sobresalía de su pecho, permitiendo sólo un poco de filtración. Pero ella recordó que él dijo que el corazón no podría bombear con una estaca allí, y ella supo que si no se la quitaba, entonces moriría. La estaca estaba hecha de madera ligera de las que usualmente encontrabas en algunos lugares, y parecía como una clavija o algo por el estilo. El asaltante de Lucern

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había comprado y afilado una clavija con el fin de enterrarla en Lucern. Ahora ella tendría que quitarla o él moriría. Ella no perdió el tiempo pensando en lo que estaba haciendo; sabía que cada segundo contaba. Una vez a su alcance, agarró la clavija firmemente y tiró de el, lo cuál no era tan fácil como había esperado. Ella realmente no había pensado en eso, pero si lo hubiese hecho, entonces Kate supuso que habría esperado sacarla como un cuchillo de la mantequilla. El cuerpo de Lucern no era mantequilla. Había algo de resistencia para la extracción, y tuvo que ejercer alguna fuerza. El sonido de chapoteo que se oyó cuando ella la quitó hizo que la poca comida que había logrado engullir en la cena amenazaba con aparecer nuevamente. Kate se la tragó resueltamente. Echando a un lado la estaca, ella cubrió rápidamente la herida en el pecho de Lucern cuando la sangre comenzó a salir a raudales en grandes chorros. Ejerció presión en un esfuerzo para evitar que sangrara hasta morir, rezando todo el tiempo para que su sangre reparara el daño. Cuando ella se sentó allí, se preguntó si realmente estaba ayudándolo a salvarle o estaba matándole. Se sentó por varios minutos, solamente presionando sobre su pecho, hasta que advirtió un gemido del asaltante de Lucern. Ella se sintió dividida entre seguir conteniendo la sangre de Lucern, o de alguna manera incapacitar al hombre otra vez. Le pareció que si el hombre se recuperaba, entonces ella y Luc probablemente estarían muertos. Seguramente él remataría a Lucern, luego la mataría por ser un testigo. Por otra parte, ella se arriesgaría a que Lucern se desangrara hasta morir si lo dejaba. Su mirada regresó a la cara de Lucern y ella vaciló, luego cautelosamente quitó sus manos de su pecho. Para su gran alivio, la sangre no seguía brotando como antes. Su cuerpo se reparaba a sí mismo. Ella esperaba eso, o él estaría muerto. Desterrando ese pensamiento, Kate afirmó sus pies y miró con atención alrededor del cuarto para ver si encontraba algo con que atar a su enemigo. Descubrió la mochila negra con todos los accesorios para el robo, y el alivio se extendió a través de ella. Se la había dado a Lucern tras tomar la sangre con él y nunca se había molestado en pedirla de regreso. Apresurándose a cogerla, encontró la cuerda, pero la echó a un lado y cogió en cambio la cinta y el cuchillo. No era muy buena con los nudos. Además, sospechaba que con la cinta sería más difícil para el hombre liberarse. Otro gemido de su asaltante hizo que Kate corriera a su lado. Ella agarró sus manos detrás de su espalda y rápidamente empezó a envolver la cinta alrededor de sus muñecas, corriendo el rollo entre sus manos y brazos por precaución. Una vez que estuvo segura de que él no podría liberarse, se desplazó a sus pies y amarró sus tobillos de la misma forma. Luego lo rodó sobre su espalda para que él quedara sobre sus manos atadas, y comenzó a envolver cinta sobre su boca y alrededor de su cabeza. Sería doloroso quitarse la cinta del pelo, pero a ella no le importó. Él merecía eso y más. Estaba justamente terminando cuando los ojos del asaltante repentinamente se abrieron. Ella dio un salto cuando él empezó a sacudirse, tratando de liberarse. El odio

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brillaba en sus ojos. Ella encontró su mirada por un momento, luego acabó con la cinta, ignorando sus inútiles forcejeos. Si Lucern hubiera sido un hombre normal, entonces habría telefoneado a la policía. Pero Lucern no era un hombre normal. ¿Cómo podía explicar ella la situación? La mirada de Kate barrió el cuarto, cayendo sobre la puerta del refrigerador parcialmente abierta y las bolsas acuchilladas de sangre. No podría explicar eso a la policía. No, actuaría sin ayuda de nadie. Obligando a sus pies a moverse, Kate regresó casi a regañadientes al lado de Lucern. Luego vaciló, insegura de qué hacer. Todavía no parecía que hubiese una gran pérdida de sangre. Por otra parte, sospechó que probablemente llevaría un montón de sangre enmendar el daño hecho a Lucern. Él necesitaría sangre. Sus ojos fueron a su boca. El no parecía respirar, y mucho menos capaz de tomarla de ella. Además, ella vio que la herida en su pecho no manaba. No sangraba del todo. Más que todo, ella estaba segura de que el hueco estaba más pequeño y había menos presencia de sangre. Kate recordó que Lucern le había dicho que había algo en su sangre que era usada para reparar lesiones. ¿Estaba usando eso la sangre aun ahora? Podría eso repararlo y mantenerlo vivo... si él estaba todavía vivo. Kate se inclinó hacia adelante y agarró los bordes harapientos de la camiseta de Luc donde la estaca la había desgarrado. Ella la rasgó, agarró una tira larga de tela. Colocándola sobre el suelo al lado de ella, colocó su cabeza sobre el pecho de Luc para tener una visión más cercana de su herida. Sí, había definitivamente menos sangre. Seguramente, ¿ese era un signo de que él todavía vivía? Mordiéndose los labios, recorrió con la mirada el cuchillo en su mano. Él no podría alimentarse de ella. ¿Pero le podía alimentar ella? Actuando antes de que pudiera pensar acerca de eso y cambiara de opinión, Kate cortó su muñeca, luego la mantuvo sobre su herida, permitiendo que su sangre goteara libremente en ella. Se quedó allí, parando sólo cuando comenzó a sentirse un poco mareada. Luego ella rápidamente cogió la tira de la camiseta que había desgarrado. Usando eso, ella vendó apretadamente su muñeca. Fue un procedimiento embarazoso, pero se las ingenió. Por último, Kate se recostó y lanzó una mirada al hombre que había atacado a Lucern. Él estaba donde le había dejado, todavía apretadamente amarrado. Si él hubiera luchado contra la atadura, entonces lo habría hecho rápido. Notando eso con alivio, ella devolvió su atención a Lucern. Sus ojos estaban todavía cerrados, su cara pálida y quieta. Él no abrió sus ojos o le sonrió como había esperado. La herida no se cerraba milagrosamente. No era cualquier cosa como en el cine. Ella deseó que lo fuera. Kate se decidió por una larga vigilia. No estaba del todo segura de que él abriría esos ojos de plata, pero ella no iba a rendirse.

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El cansancio la alcanzó, Kate se movió para quedar al lado de él y apoyó su dolorida cabeza sobre su hombro sano. Ella yació allí en silencio por un momento, escuchando, pero no encontró ningún latido con sus orejas. La estaca había parado su corazón. Ella sólo no estaba segura si lo había detenido para siempre. — Regresa a mí, Lucern. —Murmuró ella, cerrando sus ojos para bloquear la luz.— Por favor.

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Capítulo 15

Lucern despertó con una bocanada, su cuerpo tomó oxígeno profundamente en sus pulmones y rápidamente lo exhaló fuera otra vez. El sonido de su corazón era como un tambor que resonaba en sus orejas, y sus ojos veían sólo oscuridad. La oscuridad lentamente dejó paso al color. Lucern se quedó inmóvil por varios momentos mientras su cuerpo luchada para recuperarse, sabiendo que él se había acercado a la muerte. Él lentamente cayó en la cuenta de la presión en su hombro, y recorrió la mirada hacia abajo, aliviado por encontrarse con que su vista había regresado. Pudo ver la parte superior de una cabeza. No podía ver la cara, pero reconoció las trenzas rubias de Kate y sintió un gran calor fluir a través de él hasta ella. Cerrando los ojos, hizo inventario. No había daño cerebral; su memoria estaba intacta. Kate le había salvado. La idea era un poco abrumadora. Él era capaz de ser el guerrero, el salvador, el héroe. Pero Kate había sido el héroe hoy, esquivando a su asaltante con, entre todas las cosas, solo una almohada. Se habría reído ahogadamente si tuviese la energía para hacerlo. La mujer había derribado a su asaltante con una almohada, un asaltante que había sacado lo mejor de él. Eso realmente aturdió su mente. Su coraje y su ingeniosidad fueron una combinación formidable. Trató de levantar la mano para acariciar las hebras suaves de su pelo, queriendo más conexión con ella, pero aún no tenía fuerzas. Frustrado por su debilidad y su falta de control, Lucern se obligó a sí mismo a ser paciente. Su cuerpo estaría en marcha como loco por enviar la sangre para reparar su cerebro y parte de sus órganos vitales. Una vez que estuvieran operando en orden, la sangre se concentraría en el descanso de él. Entonces una parte de su fuerza regresaría. Mientras él yació allí, se preguntó acerca de su asaltante. ¿Quién era el hombre? Era una pregunta que a él le gustaría contestar, pero Lucern también se preguntó lo que habría sido de él. Sólo podía dar por supuesto que Kate había destruido la materia, o ella seguramente no se habría quedado dormida con él. Si ella estaba dormida. Sus ojos se abrieron de pronto otra vez. De anteriores experiencias con lesiones, Lucern sospechó que él había estado inconsciente como media hora. La apariencia le dijo que era un período de tiempo relativamente corto como para que Kate pudiera haber manipulado a su asaltante, quitar la estaca de su pecho y dormirse. Esta vez, cuando él trató de moverse, Lucern pudo ver su mano y llevarla al lado de su cabeza. Para su alivio, Kate murmuró con somnolencia. Ella se abrazó con suavidad a él, acurrucándose contra su cuerpo. La acción logró relajar a Lucern. Ella estaba viva. Todo lo demás podía esperar. Él cerró los ojos y sintió dentro la luz cuando su cuerpo terminó sus reparaciones.

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Cuando después abrió los ojos, el hambre estaba urgiéndole. Su fuerza no había regresado del todo, Lucern estaba todavía débil, pero estaba fuerte comparándolo con un hombre promedio. Moviéndose con precaución, él cambió de posición alejándose de Kate, aliviando su postura antes de ponerse derecho y mirar con atención. Divisó inmediatamente a su asaltante descansando sobre el suelo. El hombre estaba amarrado fuertemente como un pavo. Los ojos de Luc fueron al refrigerador y notó cuatro bolsas vacías. Él avanzó dando sacudidas. Cuatro bolsas. Había habido ocho sobrantes después de su última alimentación. Poniéndose de pie, llegó al refrigerador, abrió la puerta interior y miró con atención. Respiró con alivio cuando vio cuatro bolsas intactas de sangre. Él había debido interrumpir el trabajo del tipo antes de que tuviese oportunidad de destruir todo el suministro. Lucern cogió una de las pintas y mordió sus dientes en ella mientras empezaba a examinar el cuarto. Había un poco de trabajo por hacer. Tenía que limpiar la sangre de la alfombra y poner en custodia al caballero que imitaba a un oso en la alfombra de su piso. Contempló qué hacer con su asaltante mientras iba por dos bolsas más de sangre. A fin de cuentas, decidió que tendría que encontrar más antes de tomar una decisión. Necesitaba saber si éste había sido un ataque a Luke Amirault el escritor de vampiros, o Lucern Argeneau el vampiro. La diferencia podría afectar la seguridad de su familia. Lucern estaba bastante mejor una vez que terminó su tercera bolsa de sangre. Decidió dejar la cuarta y la última bolsa para más adelante, y cerró la puerta de la nevera para trabajar. Se encargó de todo lo mejor que pudo, incluido el manipular a su asaltante, luego fijó su atención en Kate, que todavía dormía en el centro del suelo. Dudó al llevarla de regreso a su cuarto, pero lo último que él había visto fue que se había golpeado su frente contra la barra del armario. No le gustó la idea de salir y dejarla aislada toda la noche. ¿Qué ocurriría si la lesión le causaba alguna dificultad más tarde? Ella debía pasar la noche en su cuarto, no en el suelo. Moviéndose a su lado, Lucern se arrodilló y se puso sus manos bajo Kate, luego la elevó en sus brazos. Ella apenas se movió cuando él la puso encima de la cama. Él advirtió la tira de tela alrededor de su muñeca cuando comenzó a enderezarse. Cogiendo su mano, desenvolvió el vendaje provisional. La preocupación le cubrió. La cuchillada en su carne se había coagulado y ya no sangraba, pero él no podía ni pensar lo profunda que fue. No pensó que necesitara puntadas, ya que estaba cerrada. Agarró el teléfono y pidió a recepción vendajes y antiséptico, luego consideró cuidadosamente cómo podría haber recibido ella la lesión. Lo único que él podía pensar era que ella la había recibido en cierta forma durante la batalla. Ahora lamentaba abandonar al hombre tan ligeramente. Él debería haber... Sus pensamientos se entrecortaron por un golpe en la puerta exterior. Los artículos de primeros auxilios habían llegado. Él fue y dejó entrar al mozo del hotel, luego fue de regreso a atender a Kate. Limpió su lesión y cuidadosamente la vendó, luego colocó su mano amablemente en su pecho y la tapó con la sabana.

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Dejó a la durmiente mientras se quitaba sus ropas arruinadas y limpiaba la sangre. Después se deslizó en la cama, también, teniendo cuidado de quedarse tan lejos de ella como pudiera. No quería arriesgarse a darle al brazo de Kate o molestarla cuando se despertase. Él dormiría de costado en la cama. Por supuesto, a él no le había dado la impresión de que Kate no pudiese quedarse en su lado. justamente había comenzado a quedarse dormido cuando Kate se dio la vuelta, apoyando su mano sobre su pecho y acurrucándose encima cuando tuvo sitio allí. Por raro que parezca, sintió que ella lo haría. Kate era lenta para despertarse, casi renuente para mirar hacia el mundo. Se tomó un momento para que su cerebro nebuloso recordara lo sucedido; Luego la imagen de Lucern se resbaló en su mente. Ella se enderezó y abrió los ojos. La primera cosa que miró fue la barbilla de Lucern. Ella clavó los ojos en ella por un momento, luego a regañadientes bajó la vista hacia su pecho, asustada al encontrar el hueco abierto allí. Cuando ella vio la ropa de cama, se puso derecha abruptamente, sobresaltándose al encontrarse en la cama con él. Su mirada fija barrió el cuarto confundida al encontrarlo todo en orden. ¿Había sido todo un sueño? Se preguntó vagamente. Sus ojos fueron hasta la alfombra delante del mini frigorífico, y su lengua se pegó al paladar. Obviamente, alguien había tratado de limpiar con agua la sangre, y había logrado quitar lo peor, pero todavía había una mancha grande, débil. Volviéndose hacía Lucern, Kate echó las mantas para abajo. Un sollozo la asombró escapándose de su garganta a la vista de su pecho no arruinado. Suspiró aliviada y asombrada, posó sus dedos ágilmente sobre la piel perfecta, luego cerró sus ojos y trató de calmar su corazón desbocado . ¡Él estaba vivo! Una mano caliente se cerró sobre la suya, y Kate abrió sus ojos otra vez. Lucern estaba despierto, la miraba fijamente y apretó su mano. — Salvaste mi vida. —Dijo él solemnemente.— Gracias. él.

Kate apartó la mirada, su mirada se fijó en el armario y en el piso vacío delante de — El hombre que te atacó.... — Limpié su mente y le envié a casa. Ella clavó los ojos en él horrorizada. — ¿Lo enviaste a casa? Él te atacó.

— No podía telefonear a la policía y trata de explicar la situación. —Señaló Lucern. Se encogió de hombros y agregó:— Además, él no estaba bien. Su mente estaba... equivocada. — ¿Por qué te atacó? ¿Estaba en el congreso? Él... — No, él no era un asistente del congreso. Él vive aquí en la ciudad. Aparentemente, su esposa era una gran fan romántica. Cuando ella le dejó, él quiso culpar a alguien. Decidió que fueron todos esos libros que ella leía. —Se encogió de hombros.— Él empezó a leerlos por su cuenta, y creyó que yo era un vampiro. Él vio nuestra foto en el

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periódico y supo que estaba en la ciudad, decidió que había asumido el control de la mente de su esposa y la había apartado con engaños de él. Comenzó a creer que si me destruía, su mente se liberaría. Creyó que ella regresaría a él. Kate miró a Lucern, sus pensamientos corriendo a toda velocidad. Él sonó tan comprensivo. Ella se había sentido indefensa e inútil anoche, y había sufrido un gran sentimiento de pérdida ante la posibilidad de que él podría haber muerto, más pérdida de la apropiada para uno de sus escritores. Realmente no podía luchar más. Kate sabía que sus sentimientos hacía este hombre eran profundos. Ella había pensado que él era brillante y talentoso antes de reunirse con él, le había encontrado hosco y rudo al llegar a su casa, luego había visto lados contrarios de él que lentamente se dejaban ver, como las piernas, brazos y cabeza de una tortuga. Ella había llegado a ver que la concha dura que él mostraba al mundo, solo era eso, una concha, un escudo para protegerlo. Él era listo y fuerte, pero también compasivo y amable. Un hombre casi le había matado, pero Lucern encontró en su corazón lástima por él. Ella oyó la compasión en su voz. Era tan suave y abierta como su expresión. Su escudo parecía faltar enteramente esta mañana, y ella no tenía idea de por qué. Casi deseó que no estuviese así. Quizá luego ella podría luchar contra magnitud de los sentimientos que fluían dentro de ella. — ¿Kate? Ella miró con atención su cara. — ¿Cómo está tu cabeza? —Preguntó él— Vi que te golpeaste con el filo del armario antes de perder el conocimiento anoche. — Mi cabeza está en mala forma. —Le dijo solemnemente. La miró con preocupación. — ¿Sí? —Él se puso derecho y trató de alcanzarla, sus dedos tocando amablemente detrás de su cabeza— Eché un vistazo anoche, pero no había ningún chichón. Pensé... — Se quedó silencioso cuando ella colocó su mano en su pecho donde había estado la estaca. La ropa de cama estaba alrededor de su cintura, dejando una parte de carne desnuda a su vista. Él parecía estar bien. Kate sabía que él necesitaría reabastecer la sangre usada para reparar su cuerpo. Ella también tendría que reemplazar las bolsas de sangre que el asaltante había destruido. Luc necesitaba lo suficiente como para volver al resto del congreso. Era la mañana del sábado, las seis de la mañana, ella vio la hora en el reloj del lado de la cama. Tenía sólo ese día y el siguiente, pero Lucern había sido herido y necesitaría una infusión grande. Ella estaba dispuesta a ofrecerle la de ella. A diferencia de anoche, esta vez se la daría con placer. Él se aseguraría de ello, estaba segura. Sus dedos se movieron a través de su pecho. Su piel estaba ligeramente fría al toque, pero solo un grado o dos más fresca que la de ella. Se sentía agradable. Kate sintió como su temperatura subía, supo que no tenía nada que ver con su salud, sino con el hombre desnudo en la cama al lado de ella.

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Estaba segura que él estaba desnudo. Ella había aprendido esa primera mañana que él dormía desnudo, y vagamente recordó el roce de sus piernas desnudas cuando ella había cambiado de posición esta mañana. Por supuesto, él llevaba puestos pantalones cortos del yoqui o algo por el estilo. Lucern atrapó su mano caprichosa haciendo acabar su debate mental en lo referente a si estaba desnudo o no. Kate quitó su mirada de su regazo donde había ido a la deriva. Él atrapó sus ojos con los suyos, mientras llevaba su mano a la boca y posaba un beso en su palma. La respiración de Kate se paró. Su caricia causó un hormigueo en su palma que subió por su brazo, produciendo como respuesta un temblor pequeño. — ¿Te duele mucho la cabeza? —Preguntó él. Kate lentamente negó con la cabeza. — Eso no es lo que quise decir por estar en malas condiciones, Luc. — Entonces, ¿qué...? Kate ignoró su pregunta y acarició su mejilla. El vendaje limpio en su muñeca la asombró. — ¿Lo hiciste tú? — Sí. —Él atrapó su mano y la llevó a su boca. Otra vez besó su palma justamente por encima del borde del vendaje. Hubo un parpadeo de cólera en sus ojos.— ¿Hizo él esto? — No. —Admitió.— Por ayudarte. Su mirada fija siguió la de ella hasta su pecho, y realizó una mueca. Alivió la cólera de un momento antes. — Kate. —Empezó él, con voz quebrada. Pero ella no quería su gratitud. Ella no lo había hecho totalmente por él. Sus razones eran mucho más complicadas y parcialmente egoístas. Ella lo había hecho por sí misma. Porque no podía imaginar un mundo sin él. Ella no quiso, y no quería su agradecimiento. Quiso darle la oportunidad de tomar la sangre que él sin duda necesitó, y que ella le dio. — Te quiero. —Admitió ella.— Tú eres uno de mis escritores, un vampiro con necesidad seria de sangre, casi moriste anoche, ambos pudimos haber muerto, y todavía ahora, esta mañana, no me preocupo por eso. Quiero empujarte hacia atrás en la cama, gatear encima de ti y tomarte dentro de mi. Lucern clavó los ojos en Kate, su mente imaginando sus palabras, llenándose de las imágenes que ella pintó. Él podía verla echándolo hacia atrás, arrastrando las sábanas y las mantas a un lado, levantando la túnica que llevaba puesta, luego cambiando de posición sobre él y alcanzándolo para guiarlo dentro de ella. Un momento antes, lo que sugirió ella habría sido imposible. Su cuerpo no habría cooperado. Ahora, sin embargo, él estaba despierto y expectante bajo las mantas. Demonios, pensó él con asombro, había definitivamente algo que decir de las mujeres modernas, agresivas.

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Aclarándose la voz, Lucern mostró una sonrisa. — Creó que la idea tiene su mérito. —Dijo. Raramente, sus palabras formales tuvieron como consecuencia que Kate se echase a reír. Lucern trataba de decidirse si unirse a ella o ofenderse cuando ella quedó seria, se enderezó al lado de él en la cama, y se soltó su túnica. Ella la resbaló por sus hombros. Cuando quedó alrededor de su cintura, ella dijo solemnemente: — Espero que tengas un condón. Lucern clavó los ojos en la carne cremosa pálida de su cuerpo. Él la había traído casi desnuda solo unos días antes en este mismo cuarto, pero no había tenido la vista que tenía ahora. Kate era delgada y bien proporcionada, sus curvas generosas pero no excesivas. Tenía pezones rosados, los cuales coronaban sus pechos como un par de binoculares. Él quiso extender la mano y asirlos como lo haría si fueran binoculares, pero en vez de mirar a través de a ellos, él quiso desesperadamente lamerlos, mamarlos y... — ¿Un condón? —Preguntó él, como si nunca hubiera oído esa palabra antes. Afortunadamente, su mente se aclaró lo bastante para captar el significado: Ella estaba preocupada por las enfermedades sexuales del día.— Oh. No te preocupes. Las enfermedades no pueden sobrevivir en mi cuerpo. Él sonrió con una de sus sonrisas raras, quiso poder pasar a lo largo de la información. No tener un condón no sería un problema. Además, en ese momento, él sabía que un condón no sería suficiente. Serían necesarios muchos. Muchos, muchos, pensó mientras extendía la mano para posar un dedo sobre uno de sus pezones erectos. Él miró hacia arriba cuando Kate alejó su mano fuera de allí. Para su desilusión, ella no se mostró impresionada con su anuncio. Ella fruncía el ceño. — ¿Pero no tienen los vampiros esperma? Lucern tuvo que pensar en esa pregunta por un momento antes de que su pobre y atontada mente lo entendiera. ¿Esperma? Sexo. Bebés. ¡Oh! — ¡Oh! —Él recorrió la mirada salvajemente alrededor del cuarto, su mente trabajando frenéticamente. No tenía un condón. No usaba condones. Los ETS ♥ no eran una preocupación para él, y el embarazo nunca le había preocupado. Era raro que un humano y uno de su clase pudieran tener un bebé. Su primo, el científico loco del clan, se lo había explicado, pero él no podía recordarlo. Aunque, pensó que Kate no tomaría ese raro riesgo. Necesitaba un condón. — Uh, un momento. Solo...uh... —Apartando las mantas, salió de la cama y agarró los pantalones manchados de sangre que se había quitado anoche. Él empezó a buscar entre los bolsillos. Cuando él encontró su cartera, la cogió y le sonrió con una sonrisa atormentada.— Solo tengo que...er... solo un minuto. Él corrió fuera del cuarto y entró en la sala de estar. Hizo una pausa a medias en la puerta del vestíbulo cuando ella gritó: 

ETS: Enfermedades de Transmisión Sexual.

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— No irás a comprar ahora, ¿no?.¡Estás desnudo, Luc ! Él se paró. — ¿Luc? — No. No, solo un minuto. —Terminó a fin, su mente febril. Él consideró vestirse, pero entonces una imagen de Kate aumentó en su mente. No, no había tiempo para vestirse. ¿Qué ocurriría si ella cambiaba de idea? ¿Si tenía dudas? No podía arriesgarse a eso. Sería más rápido si... Apresurándose al teléfono, lo agarró rápidamente y llamó a recepción. — Buenos días. —Dijo una alegre voz femenina desde recepción.— ¿Puedo ayudarle? — Condones. —Espetó Lucern. — ¿Perdón, señor? — Condones. Necesito condones. —Ladró. — Ya veo, señor. —La alegría se esfumó de la voz.— ¿Qué tamaño? — ¿Tamaño? ¿Tienen tamaños? —Lucern miró con atención hacía abajo a sí mismo.— Grande. — Por supuesto, señor. Son siempre grandes. —Dijo la voz secamente.— Sus elecciones son acomodadas, regulares, grandes o extra grandes. Lucern se quedó con la mirada fija abajo en sí mismo otra vez. Él parecía más pequeño que hacía unos momentos. Su erección menguaba. Él se decidió a privarse de los más grandes. — Grandes. — ¿Luc? ¿Qué estas haciendo? Lucern se encontró a Kate desnuda en el portal del dormitorio, se movía nerviosamente entre él y la puerta del cuarto de Chris. Su mirada fija la barrió de pies a cabeza, y él agradeció que su vista no hubiera sido dañada anoche. Ni su sentido del olfato. Su perfume dulce, sazonado con especias estaba flotando en el aire hacía él, rodeándole de su suculencia. Ella olía tan bien como para comérsela. Ese pensamiento evocó otros pensamientos: Lamiendo cada milímetro de su carne y... — ¿Luc? —Kate comenzaba a verse preocupada.— ¿Está todo bien? Te ves... extraño. — ¿Señor? La mirada fija de Lucern descendió a su erección. Él dijo al teléfono: — Que sean extra grandes. — ¿Extra grandes qué? Lucern, ¿qué haces? —Preguntó Kate. Comenzaba a sonar irritada. — Un momento. —Ladró Lucern al teléfono. Colocándolo en la mesa, se apresuró a ir al lado de Kate para cogerla por los brazos.— Ahora iré contigo. Vuelve a la cama. Tienes escalofríos. —Ella los tenía en todas partes, en los brazos que sus manos

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distraídamente acariciaban, en sus pechos que sus ojos acariciaban, quizás los extra grandes no serían suficientemente grandes. Negando con la cabeza, Lucern le dio la vuelta a Kate y señaló con el dedo hacia la cama. — Ahora iré allí. Lo prometo. — Pero... Lucern cerró la puerta a su protesta y volvió rápidamente al teléfono. — ¿Hola? — Sí, señor. —La mujer estaba definitivamente molesta esperando— Ahora, ¿qué tamaño de paquete quiere? Tenemos paquetes de seis, doce, veinticuatro y treinta y seis. — ¿Seis, doce, veinticuatro y treinta y seis? —Repitió Lucern. Esto era como un test. Dios querido, él no podía pensar. El perfume de Kate todavía le envolvía, y su cerebro estaba borroso. Se preguntó brevemente si no debería haber consumido más sangre. Quizá había perdido más de lo que había pensado, y su suministro de sangre estaba bajo ya que su cuerpo había tenía que tomar sangre de otro sitio para dar soporte a su erección. Si es así, definitivamente escogería quitarla de su cerebro. Sus pensamientos se derretían como agua. — ¿Señor? — Todos ellos. —Dijo a fin de cuentas. Cuanto más mejor. — ¿Lubricado o poco lubricado? — Urgh. —Suspiró Lucern en el teléfono. — Muy bien. Lubricado. —Dijo la mujer— Ahora ¿quiere Para Su Placer, Mayoradaptación, Extra Resistencia, Mayor Placer, Sensación Compartida, Textura, Sensible, Mayor-delgadez, Máximo, Superior, Placer extendido ó máximo XL?. —La mujer sonó como sí pasase un buen rato. Lucern no. Él miró con atención hacía su erección la cual estaba definitivamente afectada por ese aluvión de preguntas. Era una vista triste, y él lloriqueó en el teléfono. — Le enviaré una variedad , ¿de acuerdo? Lucern se apoyó en la mesa con alivio cuando ella agregó. — No tardará más de media hora. Que tenga un buen día, señor. Lucern se puso erecto de inmediato. Bueno, su cuerpo lo estaba. Su pene empezó a decaer cuando él rugió, "¿media hora? " al teléfono. Su respuesta fue el tono de marcar. — ¿Luc? Él colgó de golpe el teléfono y empezó a andar hacía la puerta del dormitorio otra vez. Kate estaba otra vez de pie allí. Pero, vestida con su túnica. Él notó esto con espanto, su corazón naufragante diciéndole que el momento estaba pasando. Si él no

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hacía algo pronto, entonces ella iba a cambiar de idea. Lo cual ya se expresaba en su rostro. — Tal vez deberíamos solo dejar pasar esto. Tú eres uno de mis escritores, y probablemente no es muy profesional. Lucern casi gimió en voz alta. Esto era exactamente lo que había temido que podría ocurrir. Confrontándolo ahora, él hizo lo único que pudo pensar. Cruzando el cuarto, la cogió en sus brazos y la besó. No era "Buenos días, me alegra verte" besar. Era " Quiero tu cuerpo caliente, sudoroso y emplastado en contra del mío" . Kate vaciló por un momento, luego para el alivio de Lucern cedió con un gemido. Ella se derritió contra él. La erección de Lucern le dio una aprobación. Rozó en la túnica de Kate. Eso fue suficiente para apresurarse a cogerla en brazos y llevarla a la cama. Colocando sus pies al lado de ella, él rápidamente quitó su túnica y la echó a un lado, luego se dispuso a convencerla de que no se había equivocado al admitir que ella le quería. Su plan, comenzó a adorar su cuerpo, era prolongar innecesariamente la estimulación sexual que precede al coito hasta que los condones llegaran. La media hora no debería ser un problema del todo. Llevaría a abrirse paso a través de cada centímetro de su piel. Él comenzó con sus pechos, pasando sus manos por debajo de ellos y atrapando sus puntas con sus pulgares mientras el resto de sus dedos se cerraron a lo lados. Luego él dobló su cabeza y tomo un pezón perfecto en su boca. Él lo persuadiría con ruegos que regresase a su anterior condición gloriosa de erección. Kate gimió y se estremeció cundo su pezón se endureció en la boca de Lucern. Ella había comenzado a pensar que no era una buena idea cuándo volvió al lado de Lucern, pero ahora, mientras él se amamantaba en su pecho, dibujando su pico en su boca y realzando su deseo, ella dejó sus dudas atrás. Ella le quería.. Oh, sí, cómo le quería. Sus manos vagaron por sus hombros y abajo de su espalda, arañando su carne mientras él le mordía juguetonamente. Lucern se rió ahogadamente contra su pecho y la urgió a ponerse encima de la cama. Él yació encima de ella de inmediato, su boca encontrando la de ella y devorándola. Kate lo besó con cada onza de su ser, deslizando sus manos en su pelo y sujetándole allí. Luego ella deslizó sus manos por todo su cuerpo. Lucern se tensó contra Kate, sus ojos cerrándose con placer cuando sus dedos envolvieron su erección. Ella apretó amablemente antes de deslizar su mano en todo lo largo.

Ah, la mujer moderna agresiva , pensó él vagamente. Las mujeres renacentistas y de la regencia habían sido mucho más tímidas. No todas ellas, claro, pero la mayoría había dado al hombre permiso de ajustar el paso y hacerlo trabajar más. No su Kate, sin embargo. Ella le agarraba con entusiasmo, arreándole, y otra vez Lucern vio que había algo que decir de las mujeres modernas después de todo. Ellas eran listas, negociadoras, eróticas como el infierno y sin asustarse para ir tras lo que querían. Ellas...

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Horrible, pensó repentinamente cuando él sintió sus caricias. Tenía media hora para matar antes de que los condones llegaran. No había estado con una mujer desde hace mucho. Varios centenares de años de sexo habían hecho que no fuese ya una novedad, y él se había cansado hacía más de cincuenta años atrás. Él había llevado una vida más bien asexual desde entonces. Sin embargo, Kate le había revigorizado con una venganza. Si ella continuaba su toque y le acariciaba de esa forma, él iba a perder el control como un adolescente. Oh, esto no era nada bueno. Alcanzándola abajo, Lucern la cogió por la muñeca y separó su mano. Él rompió su beso y movió su cuerpo, desviando su erección fuera de su alcance. Decidió mantenerla ocupada y excitada hasta que los condones llegaran. Kate gimió con desagrado y deseo mezclado cuándo la boca de Lucern se deslizó sobre la de ella y él empezó a lamer y morder su cuerpo. Ella tuvo el breve pensamiento de que era una lastima que él no tuviera dos bocas, así ella podría continuar besándole mientras él hacía estragos a su carne. Atrapando la mano que había detenido la suya, ella la llevó a su boca. Agarrando un dedo grueso, Kate lo chupó en su boca y lo mordió. Lucern se tomó una pausa para prestarle especial atención a sus pechos. Su cuerpo temblaba, y Kate cambió de posición inquietamente bajo Luc, agarró firmemente su mano mientras posaba la boca en su estomago. Los músculos de su estómago estaban contraídos y se ondeaban bajo su acometida; luego se apretaron cuando él se movió hacia abajo y separó las piernas de ella . Oh, eso era ... Ella esperó que él no la mordiese allí. El pensamiento, por tonto que fuese, hizo que aflorara una risa jadeante en sus labios, pero murió tan rápidamente como había nacido. Lo que él estaba haciendo en ella la dejaba sin respiración, y en ese momento a ella no le importaría si él la mordía siempre que él no se detuviera.

Estimado Dios, él podría matarla con placer y ella estaría feliz en su muerte, pensó ofuscadamente. Luego, perdió la capacidad para pensar mientras su cuerpo imploraba, ella gritó, arqueando sus caderas hacia arriba y rasgando las sábanas. Ella se estremeció fuera de control, agarrando los hombros de Lucern mientras él se movía. Lo único que sería mejor, era tenerle dentro de ella. Ella estaba segura de eso. — Por favor, Lucern. —Ella se quedó sin aliento. — ¿Qué pasa, dulce? —Preguntó mientras yacía entre sus piernas. — Te quiero dentro de mí. Ponte el condón. —Imploró. Cuando él se quedó rígido y se paro, ella frunció el ceño.— ¿Luc? — Er... —Para su súbita desilusión, él se apartó de ella— Yo, er... — ¿No tenías un condón? —Preguntó— Pensé... — Sí, Sí. Yo, er, solo me lo olvidé en el otro cuarto. —Le reconfortó él rápidamente. Levantándose de la cama, él agregó— Yo... Er... solo será un momento. Quédate aquí. Luego él salió corriendo del cuarto, cerrando la puerta detrás de él.

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Capítulo 16

Lucern abrió bruscamente la puerta y miró con atención fuera en el vestíbulo, esperando ver a un mozo de hotel paseando con condones en la mano. Por supuesto, no hubo nada de eso. El vestíbulo estaba completamente vacío. Dio un portazo con frustración, luego empezó a mirar con atención alrededor de la suite. Debería haber condones en cada habitación. Los hoteles deberían surtirlos como hacían con las barras de caramelo y las bebidas. Realmente, Luc no sabía por qué nadie había pensado en ello. Un pequeño suspiro y el crujido de las sábanas hicieron fijar su mirada en la puerta de su cuarto. Su audición trabajaba excepcionalmente bien por el momento. Todos sus sentidos zumbaban. Su cuerpo entero saltaba de excitación, y además de eso, cada pulgada dolorida de él, quiso estar con Kate. Esto parecía alguna clase de infierno. Alguna clase de... Lucern frunció el ceño hacia su cuarto y la mujer suave, complaciente en su cama. Él había sabido que este congreso sería una excursión infernal. No había pensado, que luego sería una tortura para su cuerpo, sin embargo. Un ronquido de otra dirección llamó su atención. El cuarto de Chris Keyes. Seguro, el tipo dormía pacíficamente. Él no sufría las malditas torturas y...

Chris es un hombre. El pensamiento interrumpió el discurso interno rimbombante de Lucern, y contempló duramente la puerta. El compañero de trabajo de Kate podía tener un condón. Fijó su mirada hacia su propio cuarto. No pensó que Kate quisiese que Chris supiera lo que hacían, sin embargo; estaba bastante seguro que se sentiría sumamente disgustada si le pedía a su amigo un condón. Otro suspiro salió de su dormitorio, seguido por otro crujido. Sólo podía imaginar a Kate cambiando de posición agitadamente en su cama, sus pezones todavía erguidos, su cara suavizada por el deseo y... Simplemente no le diría donde consiguió el condón, decidió Lucern. Apresurándose hacia la puerta de Chris, no golpeó ni hizo ningún otro sonido que Kate pudiese oír, simplemente abrió y entró. Se apresuró a ir a la cama donde Chris dormía. Agarrando al dormido editor por los hombros, lo sacudió violentamente. — Despiértate. —Silbó. Chris despertó de inmediato, sus ojos parpadeando alarmados. — ¿Qué? ¿Qué sucedió? —Preguntó ansiosamente.— ¿Está ardiendo el hotel? — No. Es que necesito un condón. ¿Tienes uno ? Chris parpadeó estúpidamente.

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– ¿Qué? ¿Un condón? —Él comenzó a levantar su cabeza; luego su mirada fija contempló el cuerpo desnudo de Lucern. Se congeló, abrió la boca con terror.— Oh, no me apuntes con eso. Oh, Dios Mío. —Se alejó de las manos de Lucern y comenzó a rodar lejos con repugnancia.— Yo duermo aquí. Vete. Lucern frunció el ceño a espaldas de Chris, se enderezó, y cruzó sus brazos. — Necesito un condón.

— ¡Y yo necesito dormir! Fuera. —Repitió el editor. — ¿No tienes ninguno? —Persistió Lucern. Aparentemente percatándose de que Lucern no iba a marcharse, Chris se dio la vuelta. Lo fulminó con la mirada. — Sí, tengo. ¿Pero te parezco una farmacia? —Preguntó. Se sentó.— Mira, Lucern, te aprecio. Pero Kate es mi amiga y... —hizo una pausa para fruncir el ceño.— ¿Dejarás de apuntarme con esa maldita cosa? Me acomplejas. Gracias a Dios todo mis escritores son mujeres. Ni una de ellas estaría ahí de pie desnuda, moviéndose delante de mí. No debería conocer mucho acerca de la vida personal de Kate. Somos amigos y compañeros de trabajo y. ¿No habéis dormido juntos aún? El otro día... — No. —Lo interrumpió Lucern para callarle.— ¡Todavía no! ¡Todo lo que quiero es un maldito condón, no una conversación! — ¿Sí? Bien, todo lo quiero es dormir y no ver el daño de Kate, y tú... —hizo una pausa cuando un golpe sonó en la puerta de la suite. Cuando Lucern comenzó a marcharse, Chris agarró su brazo. — ¡Tú no abres la puerta así! ¿Qué ocurre si es una fan que logró seguirte la pista hasta aquí? —El editor apartó sus mantas y salió de la cama en un solo movimiento. Él estaba desnudo, con sólo unos boxers. Caminó por el cuarto sin perder el tiempo en buscar una bata. Lucern lo siguió a una distancia discreta, por si acaso fuese una fan en la puerta y no los condones que había pedido. — ¡Buenos días, señor! —Un uniformado mozo de hotel estaba de pie en la entrada, sonriendo ampliamente y sosteniendo varias cajas.— Creo que estos son para usted. A Chris se le salieron los ojos de las órbitas. Lucern no supo si fue por la cantidad o la variedad que se había horrorizado. Cuando el editor siguió de pie allí, Lucern perdió la paciencia y caminó a grandes zancadas. — Démelos. —Tomó las cajas del mozo de hotel ahora también boquiabierto, luego vaciló.— No tengo propina. Chris, ¿tienes propina ? — ¿Qué? —El editor lo contempló inexpresivamente. — Propina para el hombre. —Repitió Lucern con irritación. Él gesticuló hacia su desnudez.— No tengo nada. Te pagaré más tarde. — Oh —Chris palmeó sus boxers donde habrían estado los bolsillos de sus pantalones. Frunció ceño.— No, desde luego yo no...

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— Está bien. Usted me puede buscar más tarde. —Dijo el mozo del hotel rápidamente. Pareciendo inquieto, tendió un lápiz y un portapapeles con una hojita de papel.— Sólo firme, podrán ser cobrados a su cuarto, y me iré. Chris rápidamente firmó y devolvió el lápiz y el portapapeles. — Er, Gracias. — De nada, señor. Ustedes se podrán divertir ahora. —El mozo de hotel guiñó un ojo, luego cerró la puerta. Chris voló alrededor para confrontar a Lucern, con el horror sombreando su cara. — Él piensa que nosotros.. que tú y yo.. él... —Era casi incoherente por el horror. Lucern estaba demasiado impaciente por regresar con Kate, como para apaciguarlo. Tomó el acceso rápido del vampiro y entró en la mente del editor. Ve a la cama, Chris. Fue todo un sueño. Estás durmiendo. El hombre se calmó de inmediato. Comenzó a caminar hacia su puerta, mascullando. — Oh, sí. Duermo. Lucern observó la cercana puerta del dormitorio de Chris, luego volvió rápidamente a su cuarto. Casi chocó con Kate. Ella se había puesto su bata y venía aparentemente a buscarlo. — Oh. —Ella se quedó sin aliento y dio un paso hacia atrás por su repentino encuentro.— Creí oír un golpe en la puerta y voces. — Sí. La entrega del hotel. —Dijo Lucern. Notó el modo en que los ojos de Kate se abrieron cuando tomó las cajas que él sostenía, y se asustaba pensando que sería aplastada por el número de condones, cuando él agregó.— No estaba seguro de qué clase pedir, así es que ordené de todos ellos. — Ya veo. —Se sonrojó, pero logró sonreír.— Bien, esto es... er, previsión… o algo. Lucern suspiró interiormente. Este asunto del condón realmente podría poner algo incómodo el acto de hacer el amor. Disgustado por la incomodidad entre Kate y él, colocó las cajas en el tocador, cerró la puerta y la atrajo a sus brazos. La quiso caliente, mojada y dolorida para él otra vez. No había creado todo este problema para arruinar el momento. La besó con una pasión deliberada, pensada para alimentar los rescoldos del fuego que había construido antes, pero cuando Kate no se derritió inmediatamente contra de él, se le ocurrió otra vez que era una lástima que su mente estuviese cerrada para él. Habría sido más fácil simplemente hacerle saber su deseo y fundirla con él. En lugar de eso, tenía que hacerlo de la forma más difícil. Levantándola la giró para apoyarse contra el tocador, rompió su beso para apoyarse hacia atrás y desatar el cinturón de su bata. Se congeló cuando la tela se abrió. Maldición, ella tomó aliento. Él levantó sus manos para capturar sus pechos. Kate suspiro trémulamente cuando la acarició, y Lucern pensó que podría haber dicho algo por esta forma más difícil. Quiso oír más de esos suspiros. Quiso gemidos y

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gemidos, y que dijera su nombre con esa voz erótica suplicante. Quiso hundirse dentro de ella y volverla loca de placer. Y no quiso perder el tiempo moviéndose hacia la cama. Soltando sus pechos, Lucern apartó a codazos las cajas de condones, cogió a Kate bajo los brazos y la elevó para dejarla sentada sobre el tocador. Sacándole la bata por los hombros, la dejó caer, luego dio un paso entre sus piernas. La quería fogosa otra vez. La quiso sin discernimiento, toda suya. Cogiéndola por la nuca, la atrajo para otro beso. Su otra mano jugó sobre su cuerpo. Usando dedos y boca, planeó remontar cada línea de su cuerpo, no descuidando ni una pulgada. La quiso sobar, morder, acariciar y devorar. Kate tenía unas pocas demandas propias, sin embargo. Él sintió que su mano rodeaba y se deslizaba a lo largo de su longitud, y casi acabó con él. Logró refrenarse, pero su beso se hizo casi salvaje. Su mano inmediatamente se deslizó entre ellos para encontrar su clítoris. Kate se quedó sin aliento y casi saltó fuera del tocador. La caricia de Lucern sacudió su piel todavía sensible. Gimió y se escabulló más cerca, sus piernas se cerraron alrededor de sus caderas, su manos se movieron sobre su cuerpo. Él era duro y fuerte y un placer para tocar, y la enloquecía. Él ya la había empujado por el borde una vez antes y ansiaba la experiencia otra vez. Pero esta vez lo quería dentro de ella. Lucern gimió y estremeció cuando ella encontró su dureza y la tomó en su mano. Kate sonrió en contra de su boca, contenta al probar que también lo podía afectar; luego tanteó ciegamente hasta que tomó una de las cajas en el tocador. De alguna manera consiguió abrirla con una mano y sacó un condón. No tuvo idea de qué clase era y no pudo haberle importado menos. Sólo lo quería dentro de ella. Ahora. Lucern oyó un sonido vago de algo que se arrugaba, luego una rasgadura. Estaba a punto de romper el beso para echar un vistazo alrededor cuando sintió que algo apretaba contra su pene y comenzaba a deslizarse sobre su longitud. Ahora rompió el beso para mirar. Para su asombro, Kate deslizaba un condón en él. — Kate. —Dijo entre dientes.— Yo... — Te quiero. —Dijo, terminando su trabajo. Agarrándole por detrás, lo atrajo más cerca hacia ella.— Ahora. Eso fue todo lo que tuvo que decir. Lucern había pensado que llevaría más trabajo llevarla hacia ese punto, pero sus mejillas estaban sonrosadas por la excitación y su cuerpo palpitaba. Ella lo quiso. Sin tardar más, la cogió bajo las rodillas, la deslizó adelante en el tocador y presionó su boca con la de ella. Se zambulló en ella. Luego tuvo que detenerse inmediatamente. La percepción de su cierre caliente y mojado a su alrededor no se parecía a nada de lo que había experimentado alguna vez. Se sintió envuelto en su olor y sensación, era casi uno con ella en cuerpo y alma. Casi. Actuando instintivamente, deslizó su boca hasta su cuello, y parcialmente se retiró. Kate murmuró con placer, su cuerpo contoneándose en su contra. Su cabeza se echó hacia atrás para permitir su caricia. Lucern sintió que sus dientes se alargaban y se sumergían en su cuello cuando empujó de nuevo dentro de su cuerpo. Fue una acción

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puramente animal, como un gato macho dominante cogiendo a una hembra por el cuello, cuando entraba en ella. Kate C. Leever era suya, y la marcaba como tal. Kate gritó y se apretó contra Lucern cuando su mente se llenó de placer. Fue un torrente, una ola abrumadora cuando su mente se fusionó con la suya, con lo que él experimentaba. Sintió que el placer casi insoportable de antes era repentinamente doblado, y por un momento estuvo segura que su corazón no lo podría soportar. Entonces su cuerpo se estremeció y se contrajo, apretó sus piernas alrededor de las de él, sus uñas involuntariamente acariciaron su espalda, y las luces explotaron detrás de sus ojos fuertemente cerrados. Sintió las manos de Lucern en su trasero, que la apretaba más hacia él, y gimió. El movimiento trajo otra ola de placer a través de ella. Las ondas la derribaban a golpes, remontándose una encima de la otra cuando experimentó tanto su placer y el de ella. Ella agarró firmemente sus manos en su pelo, se agarró por su propia vida cuando la sobredosis de excitación se hizo vertiginosa. Tuvo miedo de abrir los ojos, de que el cuarto girara tan salvajemente como su mente. Los meros amantes mortales parecerían domesticados después de esta experiencia, se percató tristemente. Lucern la había arruinado para todos los otros, y temió mucho que fuese como una droga. Todo lo que Kate podía pensar era que quería más. Su corazón estaba oprimido, su cuerpo se retorcía, y quería más. Quiso ahogarse en eso. Se ahogaba en eso, se percató cuando comenzó a perder el conocimiento. Aún quiso más. Lucern sintió a Kate contra de él cuando su placer lo venció. La acunó contra su pecho cuando su cuerpo se estremeció, luego esperó otro momento para que su fuerza volviese. Apartando su espalda lo suficiente para mirar con atención su cara, vio que se había desmayado. No estaba demasiado sorprendido. No tuvo nada que ver con su mordisco. Mientras había hundido sus dientes en ella, su cuerpo en ese momento fue saciado y no había bebido. Este desmayo era sólo el resultado de lo que acababan de experimentar. Había ocurrido en el pasado, en las pocas ocasiones cuando había derramado todo su placer en la mente de su amante, y ninguna de esas veces había sido tan explosiva como ésta. Habría estado más sorprendido si no se hubiese desmayado. Sonriendo, le dio un beso en la frente, entonces la acunó otra vez contra su pecho. Tenía que recobrar su fuerza; la experiencia le había golpeado bastante fuerte, también. Lucern nunca se había sentido así, tan débil, pero tan satisfecho en su vida, y esta mujer en sus brazos era la razón. Acarició su espalda con una mano, pasando los dedos de su otra mano a través de su pelo. Finalmente, una vez que se sintió fuerte otra vez, la cogió de su trasero y la levantó del tocador. La llevó así hacia la cama, por sus piernas y brazos pero sus cuerpos todavía unidos. Pero cuando alcanzaron la cama, otra vez se endureció dentro de ella. Se sintió aliviado cuando ella murmuró y abrió sus ojos. Se arrodilló en la cama con ella, luego los colocó a ambos sobre ella. — ¿Luc?

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— Sí. —Alejó el pelo de su frente y le besó la punta de su nariz. — Eso fue... — Sí. —Él estuvo solemnemente de acuerdo. Acomodándose, movió un codo para quitar una parte de su peso de ella. Los ojos de Kate se abrieron ampliamente cuando lo sintió moverse dentro; luego se mostró decepcionada. Lucern no entendió por que hasta que dijo: — Tú no... — Sí, lo hice. —La interrumpió, para no dejarle pensar por un momento que, no le había complacido— Pero me embriagas, y te quiero otra vez. —Se retiró un poco y entró en ella mientras hablaba. Los párpados de Kate se entrecerraron, dejando su mirada somnolienta, erótica y con un centelleo travieso en sus ojos. — Oh, trato de mantener a mis escritores felices, Luc. —Dijo. Luego, antes de que él pudiera decir algo sobre su comentario, tomó su cabeza y la bajó para besarlo. Ella se arqueó contra él, atrayéndolo hacia su cuerpo. * * * * * — Luc, terminó. —Dijo Chris. — ¿Qué? ¿Ya? —Kate le volvió la espalda al modelo masculino de cubiertas al que le había estado hablando. El hombre era uno de los modelos más populares, su nombre y cara vendían libros tanto como el nombre de cualquier escritor. Él consideraba ser escritor también, para hacer más dinero con su nombre y su cara. Desafortunadamente, por los capítulos de muestra que le había enviado hace varias semanas, era obvio que no podría escribir ni una maldita cosa. Kate había estado tratando de convencerlo de que usara a un escritor anónimo durante las últimas dos horas. Ahora desistió de él y miró ceñudamente a Chris. Estaban en la Feria del Libro. No había sesión de hospitalidad hoy; la firma de libros estaba programada desde las diez de la mañana hasta las dos de la tarde y cada escritor que asistía estaba allí firmando libros y conversando con sus lectores. Kate y Lucern habían llegado a las 10:01. ¡Había sido un minuto tarde, pero habrían llegado aún más tarde si Chris no los hubiera acosado golpeando apresuradamente sus puertas a las 9:30 gritando, " ¡Levántate, levántate! Tenemos que irnos. " Por supuesto, Kate no había estado en su cuarto. Estaba agradecida que su compañero de trabajo no supiese eso. Lucern y ella habían hecho grandes incursiones al usar esos condones. Parecía que los vampiros tenían mucha más resistencia que el varón humano común. Fueron también terriblemente inventivos, aunque no supo si ese era un rasgo racial o sólo de Lucern. Supuso que después de seiscientos años un hombre aprendía bastantes trucos. Y había disfrutado de cada uno. — Sí. Ha estado muy ocupado y la muchedumbre cayó sobre él, agarrando sus libros como locos. — Explicó Chris.

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Kate echó un vistazo a su reloj de pulsera. Era sólo mediodía. Faltaban dos horas para terminar la firma de libros. — Trajimos cajas adicionales de libros. Son... — Se acabaron. —Anunció Chris.— Terminó todos esos, también. — Deberíamos haber traído más. —Suspiró Kate.— ¿Qué está haciendo ahora? — Simplemente está sentado allí, conversando con los lectores. Está bien, pero se quejó de que tanta amabilidad lo tenía cansado. Me envió a preguntarte si podría permitirse una siesta. ¿Quieres que lo acompañe arriba ? — No, yo voy... —Kate hizo una pausa. Había estado a punto de decir que lo vería arriba, pero ahora dudó un segundo. No tenía dudas de que Lucern estaba cansado. Había sido una noche muy agotadora, debido al ataque y su maratón de hacer el amor. Era temprano cuando se habían despertado primero, y habían bromeado durante horas antes de que Chris los hubiese interrumpido para recordarles la firma de libros. El pobre vampiro debía estar exhausto. Si iba arriba con él, sin embargo, entonces él podría sentirse inclinado a seguir donde habían quedado y Kate no estaba en absoluto segura si tendría la fuerza de voluntad para ser firme y negarse. — ¿Qué le pasó a tu cuello? —Preguntó Chris repentinamente. Ella se lo había estado frotando distraídamente. Kate sacó sus dedos. Tenía señales de mordidas en su cuello y en varios otros puntos de su cuerpo. Había esperado que Luc la mordiera, por supuesto. Había tenido la intención de ayudarlo a reabastecerle. Simplemente no había esperado que la mordiera tantas veces o en todos los lugares posibles. El hombre era un animal, y no podía conseguir bastante de él. Sobre todo cuando se sintió tan en plena forma. No había sufrido ninguna debilidad o mareo después de que se alimentó de ella. Bien, se había desmayado dos o tres veces al principio, pero parecía un pequeño precio que pagar por el placer que había disfrutado. Él realmente la había arruinado para todos los otros hombres. — Kate. ¿Qué le pasó a tu cuello ? —Repitió Chris. Ella contestó su pregunta. — Nada. Y sí, por favor. Apreciaría que lo acompañases hasta la suite. Por si acaso hay fans acechando que podrían molestarlo. Realmente, Lucern parecía manejar a los fans muy bien. Y ellos por su parte eran increíblemente agradables con él. Kate realmente estaba más preocupada por otro ataque de él, como el de la noche pasada. Pero Chris no sabía eso. Nadie lo sabía. — Bien. —Chris estuvo de acuerdo fácilmente.— Estaré de vuelta en un minuto, por si cualquiera de mis escritores necesita algo. — Gracias. Cuidaré de ellos hasta que tú regreses. —Le aseguró Kate.

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— Oh, ese es un hermoso disfraz. Lucern gruñó por el comentario de Jodi, apartando su fija mirada de Kate para mirar detenidamente a la pareja que se paseaba en el escenario. Este era el concurso de modelos de cubiertas de Sr. Romance y el Espectáculo Histórico de Moda. Que tradujo en ver a hombres en pantalones negros apretados y paseándose en camisas blancas sueltas, estilo pirata, con mujeres en vestidos pasados de moda. De verdad, Lucern realmente encontró los trajes que las mujeres llevaban puestos reproducciones bastante impresionantes de vestidos usados cuando era más joven. Y probablemente habría disfrutado más el espectáculo si Kate estuviera sentada con él. Estaba en lugar de eso en una mesa redonda con Chris y varios otros escritores. Kate se sentó en la primera de cuatro filas directamente delante del escenario. Ella era juez en esta competición. Lo cuál Luc entendió. No tenía ningún problema en estar solo el rato que ella se ocupaba de su trabajo. Lo que no le gustó fue que estaba sentaba al lado del modelo de pelo largo con el que había hablado en la firma de libros antes. Lucern realmente no había estado cansado en la firma de libros; había esperado atraer con engaño a Kate de regreso a su cuarto para hacer el amor. Pero Kate había estado demasiado ocupada con ese cabeza de músculo, el modelo melenudo que estaba de pie, demasiado cerca y que se cuidaba de recorrer con la mirada su parte superior demasiadas veces. A Lucern no le podría haber importado tanto si el tipo fuera un escritor y ella tuviese negocios con él, pero el tipo era un modelo. ¿De qué posiblemente podrían hablar? Frunció el ceño cuando el hombre se apoyó cerca de Kate y murmuró algo en su oído. Lucern nunca había pensado en sí mismo como un tipo celoso. Ahora sabía que lo era. Y no le agradó. — Oh, aquél es precioso, también. Lucern apartó su fija mirada de la pareja en el área de los jueces otra vez. Recorriendo con la mirada el escenario, inclinó la cabeza en tono grave de acuerdo con Jodi cuando vio el disfraz de Borgoña usado por la mujer allí. El vestido era precioso, un ejemplo perfecto de la ropa tardía del Renacimiento. Kate se habría visto preciosa con eso. La mirada fija de Luc le deslizó hacia ella, y miró con ceño fruncido cuando vio que no miraba al escenario, sino que hablaba intensamente con el modelo. Maldito hombre. ¿No sabía él que estaba ocupada? Aparentemente no. ¿Y de quién era la culpa? De Kate. Ella le debería haber avisado que no estaba disponible. ¿Y por qué no había querido acostarse con él esta tarde? ¿No le había dado placer repetidas veces esa mañana? Él ciertamente había disfrutado haciendo el amor. Y estaba tan seguro que ella lo había disfrutado. ¿No lo haría? — Katie está teniendo un pequeño problema con Robert. —Comentó Jodi. Lucern la recorrió con la mirada. — ¿Robert?

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Jodi inclinó la cabeza. — Él es el modelo masculino más popular. Su nombre es tan reconocido como la mayoría de los escritores. Quiere sacar ventaja de su nombre escribiendo romances él mismo y modelando para las cubiertas. Desafortunadamente, no puede escribir. Todos sus libros son intensos, suben y bajan. —Ella rió, entonces explicó:— Esa es la vista estereotipada de que todos los Romances son apasionados y que te dejan sin aliento. Lucern gruñó. No era apasionado, ni siquiera sus libros, pero eran considerados romances. — Kate ha estado tratando de convencer a Robert para que use a un escritor anónimo. —Siguió Jodi.— Pero se opone a eso. Piensa que es un escritor maravilloso. Lucern movió la cabeza solemnemente y refrescó sus ojos en Kate. Entonces el modelo era un escritor. Su cabeza estaba cerca de Kate otra vez. Cuando Luc miró, Kate se echó a reír. Luego tocó el hombro del hombre. Luc la había visto hacer eso con las escritoras, un roce, había advertido eso acerca de ella. Ella a menudo palmeaba su mano, su hombro o su brazo al dirigirle la palabra. La había visto hacérselo a los otros igualmente. Nunca le había molestado cuando vio que lo hacía con las mujeres. Pero no le gustó que toqueteara a Robert de ese modo. No le gustó en absoluto. Irritado por las tendencias celosas de las que no se había percatado que tenía, Lucern tomó su bebida y derramó el resto de ella, luego echó un vistazo alrededor cuándo todo el mundo estalló en aplauso. En el escenario, los jueces habían escogido al modelo románico ganador. El espectáculo había terminado. — Bueno. —Sugirió Chris al resto de la mesa cuando se puso de pie.— Tienen un poco de tiempo antes de la fiesta en Roundhouse. Por qué no van a buscar algo para comer y beber. Tengo que ir a ayudar a Kate y a los demás arriba. Jodi, ¿vigilarás a Luc, y te aseguras de que no tiene ningún problema ? — Seguro. —La escritora estuvo de acuerdo. Cuando vio el semblante ceñudo de Lucern, pasó su brazo a través del suyo y dijo— Chris tiene buenas intenciones, Luc. Tú eres nuevo en estos congresos, y sólo se preocupa por que podrías sentirte abrumado por todo. Lucern simplemente gruñó. No había estado mirando a Chris aunque sin embargo, era más bien molesto, había estado frunciendo el ceño por que Kate iba a estar en el trasfondo ocupada de la fiesta. No lograría hablar con ella. No le había dirigido la palabra desde que habían llegado a la Feria del libro esa mañana. Comenzaba a sentirse un poco abandonado, una sensación nueva, y que no disfrutó en absoluto. Se hacía dependiente de la mujer, su humor se veía afectado por su presencia. No le agradó. Su vida se estaba volviendo una serie de altos cuando ella estaba cerca, y bajos cuando no estaba. Le parecía a Lucern que el aburrimiento y la igualdad repetitiva de su vida antes de Kate era de lejos preferible. Más seguro. Quizá debería crear alguna distancia entre ellos. Después de todo, el congreso terminaría al día siguiente; volaría a casa, a Toronto, y ella regresaría a Nueva York. Y toda esa pasión y esa risa serían un recuerdo, pensó tristemente. Kate le había traído de regreso a la vida por poco tiempo. Lo había disfrutado, pero iba a ser

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doloroso volver a aquella vieja existencia vacía. No se había molestado en hacer amistades por mucho tiempo, ya que siempre morían o tuvo que abandonarlos cuando se mudaba. Acababa siendo más fácil no molestarse por ello. Casi deseó... — Ven, Luc. —Jodi se levantó y lo esperó al lado de su silla.— Vamos al pub del hotel para una cena rápida. Luego nos separaremos para prepararnos para la fiesta de Roundhouse. Lucern se quitó de encima la melancolía y se levantó. — ¿Y cuál es el tema para esta fiesta? — ¿No lo sabes? —Ella pareció asombrada. — ¿Debería saberlo? —Preguntó él. Sintió desconfianza. — Bien, eres un vampiro adulador. ¡Tú serás el atractivo protagonista! Lucern logró no estremecerse, pero no era un vampiro feliz. Había disfrutado del rock 'n' roll la noche anterior, pero realmente no estaba de humor para celebrar esta noche. Y ser el atractivo protagonista sonaba bastante alarmante.

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Capítulo 17

— Creo que lo tenemos todo listo. Kate asintió ante el comentario de Allison, cuando prestó atención a su trabajo ya terminado. Los manteles negros, las rosas rojas como la sangre sobre cada mesa y la sombría iluminación. Estaba listo. — Deberías ir a cambiarte. Los invitados empezaran a llegar dentro de media hora, y se supone que Luc y tú debéis estar en la puerta para recibirlos. —La avisó el editor jefe. Kate hizo una mueca, afirmando con la cabeza y gesticuló hacia Chris, indicándole que era hora de irse. Saliendo ella misma del salón de baile. Allison, Chuck, Tom y Deeana ya estarían vestidos; habían ido desapareciendo uno a uno para ir a ponerse sus disfraces, dejando que otros terminaran con la decoración. Kate y Chris fueron los únicos que no se marcharon. Kate se había quedado deliberadamente. No esperaba con ilusión el momento de decirle a Lucern que era la estrella principal de la fiesta. Sabía que no le iba a gustar, y después de la risa y la pasión que habían compartido, era terrible para ella volver a enfrentarse a un molesto y malhumorado Lucern. — Date prisa. —Le dijo Chris cuando salieron del ascensor.— Luc lleva arriba bastante tiempo. Seguro que nos lleva mucho adelanto. Kate consiguió la fuerza necesaria para lanzarle una sonrisa a su compañero. Solo esperaba que estuviera en lo cierto. Se sentía culpable por no habérselo contado a Lucern desde el principio, y haber sido una cobarde. La fiesta vampírica no había sido idea suya. Había sido idea de Chuck. Consideraba que era un brillante acto para promocionarle, y cuando Kate había intentado que cambiase de opinión, diciéndole que Lucern no era muy sociable y que podría sentirse agobiado, Chuck había pasado como una apisonadora sobre sus protestas. Incluso había ignorado el hecho de que los asistentes a la conferencia tendrían poco tiempo para prepararse y cambiar el disfraz, pues la fiesta había sido originalmente planeada para que fuera de espías. Kate se puso enferma solo de pensar que la mitad de los asistentes podían aparecer disfrazados de espías y la otra mitad con capas de vampiro. ¡Todo esto podía tornarse ridículo! Estas preocupaciones se desvanecieron de su mente cuando se detuvo a la entrada de la suite. Chris deslizó su tarjeta para abrir la puerta y entró en la habitación. Inmediatamente vio a Lucern. Estaba sentado en el sofá, mirando la televisión. Tenía el pelo mojado y llevaba puesta una bata. Obviamente, esperando para terminar de vestirse. Al principio no advirtió su entrada, en lugar de eso parecía muy interesado en lo que fuera que estuviera observando. Una mirada horrorizada se reflejaba en su cara. ¿Que estaba viendo? Kate echó una ojeada a la televisión, reconociendo una repetición de Buffy La Caza Vampiros.

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Repentinamente Lucern se irguió en su asiento, mientras un sonido de aversión salía de sus labios. Se pareció muchísimo a “perra”, pero no estaba segura. Consciente de que tenían muy poco tiempo para arreglarse para la fiesta, se aclaró la voz. — ¿Er, Luc? La recorrió con la mirada repentinamente, con un semblante ceñudo. — ¿Has visto eso? Buffy acaba de estacar a ese pobre vampiro. Ni si quiera había tenido tiempo de hacer nada malo, simplemente salió de su tumba y ella lo estacó. No hay derecho. Traslada los problemas que tiene con ese tipo, Ángel, y lo paga con los vampiros, eso es lo que hace. —Masculló Luc con una maldición cuando se volvió hacia la pantalla. Un pequeño estallido de risa se escapó de los labios de Chris, cuando se encaminó hacia su cuarto. — Urn, voy a prepararme. Kate se mordió los labios cuando le observó irse. — ¡Mira! —Luc chasqueó con la lengua mientras se relajaba otra vez en el sofá.— No es la primera vez que lo hace. Es feliz estacando. Lo va haciendo por todos lados. El personaje de Buffy es así. — ¿Luc? —Le interrumpió Kate. — ¿Hmm? —Preguntó. Su mirada permanecía todavía fija en la pantalla. — Tenemos que arreglarnos para marcharnos. — Si, ya me di una ducha y me afeité, solamente tengo que vestirme. Estaba esperando que vinieses para decirme que tengo que ponerme. No sabía si ibas a traer otro disfraz. ¡Oh, lo ha vuelto a hacer! —Dio una patada y lanzó una intensa y furiosa mirada a la pantalla.— ¿Quién escribe esta tontería? No nos convertimos en bestias babosas cuando mordemos, y ¿me convertí en una bocanada de humo cuando me clavaron una estaca? No. No, caracoles. Esta es una tontería vergonzosa. Simplemente ridícula. Debo escribir y... Kate no escuchó el resto. Dejó a Lucern agitando su puño hacia la televisión y huyó en desbandada hacia su cuarto, para recoger el disfraz que había alquilado para él. Así que, Lucern había descubierto la televisión. Realmente era una vergüenza. Y era culpa suya. Había insistido la primera noche en que viera la televisión. Todavía estaba vociferando acerca de escribir a quienquiera que estuviera a cargo de la serie de Buffy y ponerlos al orden, cuando Kate regresó. Se paró un momento a su lado y negó con la cabeza tristemente. — Supongo que debería de estar agradecida de que aún no hayas descubierto los deportes. Los hombres se vuelven imposibles cuando ven a fenómenos deportivos. — Comentó. Lucern arrancó la mirada de la TV y bufó.

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— Los deportes. Vi lo que vosotros los humanos llamáis deportes. Sheesh. Si quieres ver deporte, deberías ver una justa. Eso es deporte. Encuentros ganados, vidas perdidas, sangre derramada. —Su mirada descendió hacia la bolsa que ella sujetaba.— ¿Es para mí? — Si —Kate se lo entregó. Comenzó a marcharse dando media vuelta, pero se quedó sin aliento ante la sorpresa, cuando le atrapó la mano y tiró de ella. Aterrizó en su regazo con un plaf desgarbado. Antes de que tuviera tiempo de recobrarse, su boca cubrió la de ella y la sometió a un minucioso beso. — Oh —Suspiró cuando terminó. Su cabeza le daba vueltas. Sin saber como, sus brazos habían subido hasta su cuello, enlazándole y su cuerpo se pegaba al de él como una camisa mojada. — Hola. —Gruñó el vampiro. Deslizando la mano hacia arriba por el interior de su pierna, se detuvo un momento para acariciar la marca del mordisco que le había dejado en la parte superior de su muslo. Kate se puso rígida y se contoneó cuando un agudo dolor comenzó entre sus piernas. — ¿Te duele? —Le preguntó quedamente, frotando sus dedos sobre la marca. — No —Trató de detenerle, pero la estrecha falda de su traje de calle permaneció estrechamente sujeta por encima de sus piernas. No podría ponerle ningún obstáculo. Él comenzó a mordisquear su oreja, y sus dedos se deslizaron aún más arriba por su pierna. — Luc. —Protesto Kate, sonando de manera insegura. Intentó conseguir un tono más firme.— Tengo que arreglarme. Lucern gruñó y resbaló un dedo bajo el elástico de sus bragas. — Me sientes. — Oh —Se arqueó ligeramente bajo su caricia. Con su cuerpo ansioso por sentir un poco de la magia de esa misma mañana. Su mente, sin embargo, la sermoneaba. La fiesta. Lucern era el invitado de honor. Y Chris estaba precisamente al otro lado de la puerta. Este último pensamiento, más que cualquier otro, la hizo levantarse de su regazo y alejarse de su contacto. — Tengo que vestirme. —Dijo bruscamente. Entrando precipitadamente en su cuarto, cerró de un portazo impidiendo cualquier comentario que él pudiera haber hecho; luego se apoyó contra la puerta, con su mano en el pecho. Jadeaba como si hubiera corrido una maratón, con sus piernas temblando y con su piel hormigueante. Luchó contra sus instintos, que la pedían a gritos tomarle de la mano y arrastrarle hasta la cama. De hecho, le resultó muy duro no hacer precisamente eso. Pero el deber la llamó.

El deber. Suspiró. Todavía no le había dicho que era el protagonista de la fiesta de aquella noche. Ahora estaba contento, pero no lo estaría una vez que se enterara de en donde le había metido. Obligándose a no pensar en eso, se apartó de la puerta con esfuerzo. Tenía que arreglarse. Había traído de casa un vestido de noche, negro. Se vistió con la fina seda

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negra, luego usó maquillaje para darle a su piel un tono muy blanco, como de porcelana china, antes de añadir un color de labios rojo como la sangre. Y para terminar soltó el pelo que llevaba sujeto en un moño y lo cepilló hasta que cayó alrededor de sus hombros en suaves ondas. Decidiendo que no podía estar más preparada de lo que ya lo estaba, cogió los dos pares de colmillos que se había traído de Nueva York y salió de la habitación. Lucern estaba de pié en la sala de estar, vestido y preparado para salir. Kate sintió como se le escapaba un suspiro al verle. El hombre estaba absolutamente delicioso, con el esmoquin y la capa que le había traído. Era la fantasía de todas las mujeres. Realmente deseó no estar a punto de enfadarle con las noticias que le tenía que dar. — Estas bellísima. —Dijo Lucern con solemnidad. Kate forzó una sonrisa y caminó hacia adelante, tendiéndole una de las dentaduras. Lucern miró los colmillos de plástico barato que ella le ofrecía, y después se puso rígido. Su mirada se levantó hasta su cara. — Por favor, dime que bromeas. Kate se mordió los labios para reprimir la explosión de risa que sintió en esos momentos. Se veía horrorizado ante el pensamiento de llevar puestos los pegajosos colmillos. — Todo el mundo los llevará puestos. —Le informó.— Es una fiesta de vampiros. — Tengo mis dientes. —Dijo con dignidad. — Lo sé. Pero nadie espera eso. Por favor, simplemente póntelos. ¿Me haces el favor? —Le tocó el brazo. La mirada de él quedó fija en sus labios, distrayéndolo; después suspiró con exasperación. — Oh, muy bien. Le arrebató un par de colmillos y se los metió en la boca. Luego procedió a moverlos de un lado para otro, gesticulando y corrigiendo su situación para colocarlos de manera que no le molestaran. — Vees ore asrocious. Kate dejó de lado el hecho de que no se le entendía. Decírselo solo conseguiría que aumentaran sus protestas; se encogió de hombros y se metió el segundo par de colmillos en su propia boca, luego comprendió exactamente lo que la decía. Eran horrorosas. Eran condenadamente incómodos. Eran tan malos que consideró dejar en la habitación los dos pares. Chris entró vistiendo su esmoquin y su capa. — Estáis geniales. Les sonrió a ambos, revelando un par de colmillos increíblemente realistas. Inmediatamente Lucern frunció el ceño. — ¿Ouee? Es eeth ook eal. Uno un omorta-ul pastic amn ight

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Kate intentaba traducir sus palabras cuando Chris dijo sobresaltado: — Kate mujer, ¿dónde has conseguido esos colmillos? Sheesh. Esos son tan anticuados que no resultan graciosos. Kate se enfadó ante la traición de su amigo. Optando por ignorar a ambos hombres, se dirigió hacia la puerta, diciendo: — Vámonos, no quiero que lleguemos tarde. —Al menos trató de decir eso. Porque en realidad lo que dijo fue más o menos: et's o ah own an oo ee ate. Suspirando cuando Chris estalló en risas, abrió la puerta y salió fuera. Lucern se quitó los dientes en el ascensor, pero Kate logró convencerle para que se los pusiera de nuevo. Luego se quito los suyos y aclarándose la garganta dijo: — Luc, realmente debería haber mencionado esto antes, pero... — Yo un temor uh oco oin uh uh. — ¿Qué? —Chris le miró boquiabierto, luego dirigió su mirada a Kate —¿Qué ha dicho? — Ha dicho, “soy el invitado de honor en la fiesta”. —Le contestó distraídamente. A su vez le preguntó a Lucern.— ¿Cómo lo has sabido? Lucern escupió sus dientes antes de contestar. — Me lo dijo Jodi. — Oh —Kate se mordió el labio y examinó su cara, mientras intentaba deducir porque no estaba enojado.— No fue idea mía. —Le dijo quedamente. — Es verdad. Fue idea de Chuck. Kate intentó hacerle cambiar de opinión. Cuando Lucern se limitó a inclinar la cabeza, sin decir nada, Kate frunció el ceño. — ¿No estás enfadado? Se encogió de hombros. — Al principio estuve un poco molesto. Pero son solo un par de horas de mi vida. Tengo muchas horas para vivir, Kate. El congreso entero es apenas un latido de tiempo para mí. Chris se quedó perplejo, sin embargo Kate comprendió el significado de sus palabras, pues él había vivido cientos de años y sin duda viviría otros cientos más; estos pocos días eran a penas un granito de arena en la playa de su vida, por lo que se preguntó si sus palabras llevaban un mensaje especial para ella. Era una más de las centenares, quizá miles, de mujeres que habían pasado por su vida en esos cientos de años. La relación que disfrutaban ¿seria igual de poco importante que este congreso? ¿Era para él otro granito de arena? La idea la molestó, por lo acertada que era. ¿Qué más podía ser para él? En veinticuatro horas ella estaría de regreso a Nueva York, y el volvería a Toronto. La vida seguiría igual. Con el tiempo, encontraría algún buen hombre, se asentaría y tendría un par de niños, se haría vieja. Y Lucern seguiría joven, erótico, y continuaría llevando a alguna mujer a la cumbre del éxtasis. La idea, realmente, la molestó.

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Inspirando profundamente para tratar de disipar el dolor de su corazón, Kate se colocó de nuevo sus dientes en la boca y siguió a Chris, cuando este salió del ascensor. — ¡Ya estáis aquí! —Saludó Allison cuando llegaron. Estaba de pie, ante las puertas del salón de baile, con Lady Barrow y Chuck.— Llegáis justo a tiempo. Solo han llegado uno o dos invitados. — Bien, sería vergonzoso llegar tarde a mi propia fiesta. —Dijo Lucern secamente. Le echó una mirada al editor, que hizo que el hombre se moviera inquieto. — Si, es cierto. —Murmuró Chuck, pero Lucern se había vuelto ya, para saludar a Lady Barrow. Luc sonrió a la mujer, que lucía un precioso traje de noche, rojo intenso; tomó su mano y se inclinó hacia ella. — Lady Barrow. —Le dijo, dándole un beso en el dorso de su mano.— Se la ve y se la huele lo suficientemente bien como para comérsela. Lady Barrow soltó una amable risita ante ese gesto, pero Kate se puso tensa. Le alejó de ella, cuando casi estaba mordiéndola. Recordó que todavía tenía que abastecer su suministro de emergencia, pues hasta donde ella sabía, solo había tomado sangre esa misma mañana, mientras hacían el amor. Había tenido la intención de hacer un rápido viaje al banco de sangre, en algún momento de ese día, pero se le había olvidado. Y ahora Luc estaba muerto de hambre, y sin duda dolorido por la falta de sangre. Cálmate, no se le ve enfermo. Le miró fijamente mientras él charlaba y se reía con Allison y Lady Barrow. Se le veía un poco pálido, pero no gris, como había estado antes. Kate consideró el tema mientras le indicaba a Lucern que se volviera a poner los colmillos, y se colocaban en la puerta para saludar a los invitados de la fiesta. Decidió que tendrían que irse temprano y robar otra vez en el banco de sangre. Le repugnaba hacerlo. Los bancos de sangre siempre estaban escasos de suministro. Pero Lucern estaba tan necesitado como cualquier otro paciente, y no podía dejar que sufriera. Estuvieron en la puerta durante una hora, hasta que Allison les comunicó que era hora de circular. Kate se mantuvo cerca de Lucern, asustada ante el hecho de que se liara a mordiscos con uno de los invitados, si su hambre se volvía desesperada. No se hubiera preocupado tanto si las mujeres no siguieran acercándose, pidiéndole hacerse una foto con ellas y haciendo eso mismo. Solo podía imaginar la tortura que debía de estar sufriendo, mientras se imaginaba mordiendo sus cuellos. Era como pedirle a una mujer a dieta, que mantuviera un trozo de pastel de queso en la boca toda la noche y que no lo masticara. A parte de eso, sin embargo, todo se desarrolló bien. Perfectamente... excepto por los malditos colmillos que había comprado. Era terriblemente difícil hablar coherentemente con ellos dentro y a Lucern se le cayeron en la copa al menos tres veces cuando intentaba beber. A la cuarta vez que se le cayeron, Kate le agarró del brazo y le arrastró por mitad del salón de baile. Deslizándose entre los bastidores del

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escenario, le dirigió hacia la primera puerta que vio, encendió las luces y cerró la puerta detrás de ellos. Lucern miró atentamente su alrededor. La habitación era un vestidor, y arqueando sus cejas, dijo: — ¿Que...? — Dame tus colmillos. —Le interrumpió, tendiendo la mano. Lucern no se tomó la molestia de disimular su alivio al sacárselos de la boca. Cuando se los entregó le dio la espalda y se dirigió al tocador, donde lanzo los dos pares de falsos colmillos a la papelera. — Puedes usar tus verdaderos colmillos. Simplemente le diremos a todo el mundo que un buen admirador ha visto el problema que tenías y te ofreció un par de colmillos que tenía de repuesto. Se dio la vuelta, para dirigirse a la salida, cuando se dio cuenta que la había seguido y estaba detrás de ella. No le había oído moverse. Se las ingenió para sonreír a pesar de la brusca aceleración de su corazón y dijo: — A lo mejor deberíamos esperar unos minutos antes de regresar. No estoy segura de cuanto se tarda en colocarse los colmillos igual que Chris, pero imagino que el pegamento especial que se utiliza necesitará algunos minutos para secarse. — Hmm —Lucern movió su mano hacia arriba, por el brazo de ella, sonriendo cuando la notó temblar. Kate intentó no parecer preparada para lanzarse sobre él. El hombre solo tuvo que tocarla para que le necesitara al instante. Dios mío, sus piernas se estremecían. Aclarándose la garganta, se movió alejándose de él y sentándose en un precioso banco tapizado que se encontraba delante del tocador. Girándose para enfrentar al espejo, colocó el bolso en el suelo, sacó su lápiz de labios y se aplicó una fina capa de color. Sus ojos se alzaron hacia el hombre que tenía detrás, cuando este le colocó las manos en sus hombros. Luc no dijo nada, simplemente atrapó su mirada en el espejo. La boca de Kate se secó. Tragó al captar el fuego plateado que desprendía su mirada. La reconoció. Casi la había quemado viva esa mañana con esa misma mirada. La deseaba Sus manos se deslizaron de sus hombros hacia abajo, y la mirada de Kate las siguió hasta que se situaron encima de sus pechos. El vestido no tenía espalda, por lo que había tenido que privarse del sujetador: La negra seda era la única barrera entre sus manos y sus pechos. — Lucern... — Shhh —Colocó una rodilla sobre el banco, al lado de su cadera y con el codo la instó a que inclinara su cabeza. Tirando hacia atrás de su pelo, depositó un beso en su cuello. Kate se reclinó sobre él y le observó en el espejo. Un suspiro se le escapó de entre los labios cuando movió los pulgares sobre sus erectos pezones. Entonces desplazó una

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mano para sujetar su barbilla y volver su cabeza. La besó. Kate gimió, abriéndose para él, arqueándose ante la caricia, deslizando sus propias manos hacia sus hombros. Se sorprendió cuando repentinamente la puso de pié. — ¿Que? — Vamos. —Fue todo lo que dijo. Se encaminó fuera del cuarto tirando de ella. Kate pensó que la llevaba de regreso a la fiesta, pero la llevó hacia el escenario. Lo cruzaron rápidamente. Kate intentó permanecer callada, siendo consciente de que lo único que les separaba del salón de baile lleno de personas era la cortina cerrada, pero de sus zapatos de tacón alto salía un click-click-click cuando caminaba. Luc la dirigió hacia las escaleras que bajaban por el lado contrario y salieron por la puerta. — ¿Donde vamos? —Siseó Kate, mirando nerviosamente por el vestíbulo, hacia las puertas del salón de baile que dejaban atrás. Luc se detuvo delante de los ascensores y presionó el botón de llamada. — Se te ve cansada. —Le dijo— Hoy has trabajado demasiado. Necesitas descansar. Kate le contestó tajante. — Luc, tenemos que... Ohh. —Gritó cuando las puertas del ascensor se abrieron y la empujó dentro. — Luc. —Repitió. El presionó el botón de su planta, pero Kate se colocó entre el panel y él, golpeando el botón de abrir— Tenemos que... —Casi se tragó la lengua cuando él se presionó contra su espalda y deslizó las manos hacia arriba para acariciar sus pechos. Soltó el botón del ascensor para sujetar sus manos.— ¡Lucern! Él frotó la parte inferior de su cuerpo contra su trasero y cerró los ojos al sentir su dureza. Las puertas del ascensor se cerraron y comenzó a subir. — Una siesta, suena bien. —Inspiró. Luego negó con la cabeza.— No, tenemos que... Se tragó las palabras otra vez, cuando él se inclinó y posó las manos en sus piernas por encima de las rodillas. Sus manos acariciaron toda su piel hacia arriba, debajo de su falda, según se iba enderezando. Kate gimió y se abrió para él, que aprovechando su postura puso ambas manos entre sus piernas y la presionó hacia atrás, contra él. — Me deseas. — Te deseo. —Repitió Kate. Luego parpadeó.— ¡Oye! Soltándose con esfuerzo de su sujeción, se giró rápidamente, para mirarle con el ceño fruncido. — No utilices esa mierda de control de la mente conmigo. — ¿No me deseas? Kate simplemente le miró con el ceño más fruncido aún. Él sabía que le deseaba. No hubiera podido entrar en su mente si no lo hubiera hecho. Cálmate, eso no ha tenido importancia. Bastantes dificultades estaba teniendo para controlar sus deseos y el

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hecho de que él tomara el control de su mente para que cediera ante ellos, no ayudaba. ¡Y había entrado tan callada y fácilmente! El ascensor se detuvo, abriendo las puertas y Lucern agarró su mano y la sacó fuera. Kate trató de parar sus pies cuando el la arrastró por el pasillo. — Lucern. Solo una hora más en la fiesta. Una hora. Luego podemos ir a visitar el banco de sangre y atender tu pequeño problema. No podemos... Okey, media hora. — Dijo desesperadamente, cuando él paró ante su puerta y usó su tarjeta para abrirla.— ¡Media hora más en la fiesta! La llevó hacia el interior, empujando la puerta hasta cerrarla, luego caminó hacía el sofá. — O tal vez podríamos hacer una rápida visita al banco de sangre ahora, y luego regresar a la fiesta. —Imploró Kate. Luc se dejó caer para quedar sentado en el sofá, sosteniendo aún su mano.— Podemos atender tu necesidad de sangre y luego regresar... — Kate. —La interrumpió Lucern. — ¿Qué? —Preguntó cautelosa. — No necesito sangre. —Tiró de ella, haciéndola caer en su regazo— Solo te necesito a ti. Kate no tuvo oportunidad de responder; Lucern se lo impidió sellando sus labios con los de él. Al principio mantuvo su boca cerrada, ignorando la tentación de besarle completamente, luchó para mantener el control. Pero sus labios no eran lo único que movía..., uno de sus brazos fue hacia su espalda, sus dedos se deslizaron por el lateral del vestido acariciando suavemente la piel de debajo de su brazo y el exterior de su pecho. El otro trabajaba activamente en los nudos que tenía el vestido en los hombros. Kate gimió profundamente en su garganta, consiguiendo mantener los labios cerrados, entonces uno de los nudos de su vestido se deshizo y luego el otro. La tela cayó alrededor de su cintura y Lucern dejó el intento de besarla e inclinó la cabeza hacia sus pechos. — Maldición. —Kate inspiró cuando el chupó un pezón y luego el otro— Regresemos a la fiesta. Agarrándole por el pelo, le inclinó la cabeza hacia atrás y le besó insaciablemente. Esta noche era para estar juntos. Chuck y su trabajo podían irse al infierno. Iba a aprovechar bien la ocasión. Kate escuchó a Lucern gruñir en respuesta a su rendición. Luego se movió con pasión. Sus manos estaban en todas partes, acariciando sus pechos, su cintura, sus caderas, deslizándose hacia la parte superior de sus muslos. Kate no estaba satisfecha siendo simplemente receptora de su toque, y con su ayuda se colocó a horcajadas sobre él en el sofá, empujando la estrecha falda de su vestido por sus piernas hasta sus caderas. Quiso tocarle y saborearle por todas partes. Rompiendo su beso, se inclinó y se dispuso a quitarle la ropa. Le desabrochó la

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capa, empujándola fuera de sus hombros, también le desabotonó la chaqueta del esmoquin. Dejando ambas prendas en un montón detrás del sofá, se lanzó a por la camisa. Suspiró cuando por fin le tuvo desnudo de cintura para arriba. Deslizándose fuera de su regazo, se arrodilló en el suelo entre sus rodillas y prestó atención a sus pantalones. Cuando le desabotonó y le bajó la cremallera, Lucern hizo ademán de levantarse, pero Kate se inclinó hacia adelante, impidiéndoselo. Empujó sus pantalones hacia abajo, junto con los bóxers y tomó su erección. Lucern se sacudió con fuerza abriendo la boca, cuando ella lo tomó en su boca, gimió cuando sus labios recorrieron toda su longitud de arriba a bajo otra vez. — Kate. — Gruñó, metiendo las manos en su pelo. Parecía no poder decidirse sobre lo que iba a hacer. Sospechó que quería levantar su cabeza, pero que no podía hacerlo y que simplemente pudo agarrarse y permitirle a ella darle placer. La dejó hacerlo un minuto o dos, después presionó para separar su cabeza. Él gruñó de nuevo, con la cara tensa, y Kate supo que había despertado a la bestia. Cogiéndola de un brazo se levantó, llevándola con él; después le rozó apenas los labios en un beso, mientras sus manos le empujaban el vestido, caderas abajo. Apenas tocó el suelo cuando agarró la frágil tela de sus bragas y dio un tirón, desgarrándolas limpiamente. Kate se quedó sin aliento y tembló. Luego su mano estaba allí, sus dedos introduciéndose entre sus piernas. Cerró los ojos con fuerza ante su toque, consciente de que las piernas no la mantendrían de pie mucho tiempo más. Lucern pareció darse cuenta también, porque rompió el beso y la dio la vuelta hacia el sofá. Empujándola la colocó sobre las rodillas, situándose el mismo detrás, inclinó la espalda de Kate hacia adelante y se introdujo en ella rápidamente. Kate gritó y agarró el respaldo del sofá, cuando él se deslizó dentro de ella. Gritó otra vez cuando alzó sus brazos, uno se situó bajo sus pechos, para sujetarla y el otro se deslizó entre sus piernas, mientras continuaba moviéndose dentro y fuera de ella. Esta pasión fue apresurada y enérgica, abrumándoles rápidamente a ambos. Kate no sintió como Lucern la mordía, pero definitivamente sintió cuando extendió en su mente la pasión que le invadía. Balanceándose al borde de la culminación, Kate se zambulló en ella, gritando cuando llegó al éxtasis. El placer de Luc se unió al de ella en su mente. Pero el sonido pareció débil en sus oídos y Kate temió estar a punto de...

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Capítulo 18

Ella no había desfallecido. Había estado terriblemente cerca, sin embargo, Kate tuvo que admitírselo a sí misma la mañana siguiente. Era una buena cosa que fuera joven y sana; de otra manera, esos apasionados encuentros posiblemente la podrían haber casi matado. Sonriendo, se metió bajo el agua y dejó que le quitara el jabón. Lucern era mejor que el chocolate. Cuando era niña, Kate había preguntado una vez a su madre cómo podría saber cuándo estaba enamorada. Su madre le había dicho que sabría que estaba enamorada cuando estuviera dispuesta a olvidarse del chocolate para siempre con tal de estar con esa persona por una sola hora. Kate, una dedicada y desesperada chocoadicta, había decidido en ese mismo instante que nunca se enamoraría. Había estado segura de que ningún hombre merecería semejante privación. Por Lucern merecía la pena dejar el chocolate. El chocolate oscuro, el blanco, el chocolate con leche, ella dejaría a gusto todos por él. Pero su sonrisa rápidamente se desvaneció. Dudaba siquiera de poder elegir. Suspirando, apagó la ducha y dio un paso hacia la pequeña toalla que había tirado en el suelo. Cogió una de las grandes toallas de baño de la percha en la que se secaban y entonces se detuvo mientras se daba un vistazo a sí misma en el espejo. Dejando caer la toalla, miró fijamente su reflejo. Su cuerpo era un conjunto de mordiscos. Había pocos lugares que Lucern no hubiera marcado. Y cada mordisco había sido una dicha. En cada lugar en el que había una vena, y también en algunos en los que no había, su cuerpo había sido marcado. Esas marcas deberían doler ahora que no estaba cautiva por la pasión y que Lucern no estaba llenando su mente con su placer, pero no dolían. Kate pasó sus dedos sobre un rasguño en su hombro, y tembló mientras recordaba cómo la había mordido allí Lucern mientras entraba en su interior. Su cuerpo inmediatamente despertó a la vida, anhelando de nuevo a Lucern. — Por el amor de Dios, soy una yonki. —Exclamó, dejando caer su mano. Peor, era una yonki que estaba a punto de perder el control. Hoy era domingo, el último día del congreso. Había una merienda por la tarde y una fiesta de despedida a la noche, pero eran los únicos actos programados. No habría más reuniones de hospitalidad. La mayoría de los invitados se irían por la tarde o la noche. Algunos incluso volarían a casa esa misma mañana. Por culpa de su “alergia al sol”, Kate había reservado un vuelo a Lucern a las 16.30 para volver a Toronto, y otro a las 17.30 para que ella y Chris regresaran a Nueva York. De esa manera podrían verle despegar y aún tener tiempo de volver a sus

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respectivas casas lo suficientemente temprano como para deshacer las maletas y relajarse antes de volver a trabajar a la oficina a la mañana siguiente.

¿Cuánto tiempo le daba eso para estar con él?, se preguntaba. Se había levantado a las seis de la mañana, y había considerado lanzarse sobre Lucern, despertándole con una sonrisa, pero primero había vuelto allí para darse antes una ducha. Calculaba que eran sobre las seis y cuarto o seis y media de la mañana. Eso significaba que le quedaban unas diez horas. Su boca se secó. Diez horas. Diez horas y entonces… Sus ojos se nublaron de repente, sintió un dolor en el corazón. Kate sacudió sus lágrimas con un molesto golpe de sus dedos. Jesús, ¿qué pasaba con ella? Así que habían tenido buen sexo. No había hecho nada estúpido como enamorarse, o algo, se dijo a sí misma. Pero estaba mintiendo. No había sido sólo buen sexo. Se había caído con todo el equipo. Mierda. No era del tipo de las que rompían la ley y robaban un banco de sangre por cualquier escritor. Ella admiraba muchísimo a Jodi, pero no lo habría hecho por ella. Y tampoco habría ofrecido a Jodi su muñeca para un pequeño desayuno. Si, había caído por Lucern. Hasta adentro. ¿Cómo había ocurrido? ¿Cuándo había ocurrido? Obviamente antes del desayuno del miércoles. Quizá cuando Luc había demostrado ser un hombre de palabra cuando apareció en el congreso. No, más seguramente antes incluso de que ella dejara Toronto. Era lo suficientemente honesta como para admitir, al menos a sí misma, que no había sido capaz de sacar al hombre de su cabeza durante todo el mes después de haber conocido a Lucern y haberle visto de nuevo. Había sentido una gran alegría al reservarle la habitación, al registrarle en el congreso y al elegir y encargar sus trajes. Incluso había soñado con él, sueños húmedos y calientes como el que había disfrutado en su casa. Dios querido, ella era una idiota. Debería haberse dado cuenta. Debería haber reconocido sus sentimientos y haber permanecido alejada de él. Debería haberse sobrepuesto a él cuando todavía estaba a tiempo. No. Ahora ella había visto su lado suave, había visto como manejaba a sus fans con infinitivo paciencia y ternura, había sonreído y reído con él y había disfrutado del éxtasis que él podía darle... Kate empezó a llorar. Grandes lagrimones rodaron por sus mejillas. El reflejo de ellas en el espejo la aterró. Tenía miedo de reaccionar de la misma manera en el aeropuerto, llorando como un bebé cuando tuviera que decir adiós. Tendría el corazón en la manga, sangrando por él. Lucern se sentiría avergonzado y disgustado. Se suponía que las mujeres modernas eran capaces de manejar estas cosas. Se suponía que eran capaces de embarcarse en aventuras con despreocupación, para luego encogerse de hombros y seguir adelante cuando acababan. El corazón de Kate, siempre optimista, sugirió que quizá esto era algo más que una aventura para Lucern también. Y ella cruelmente espachurró esa esperanza. Luc nunca había hablado de sentimientos hacia ella, ni siquiera de cariño. Y, por doloroso que fuera admitirlo, ella temió ser simplemente una agradable comida para el hombre. Él no pudo controlar su mente al morderla, tuvo que apasionarla. Y la había apasionado. Y

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la razón para eso estuvo perfectamente clara. Él la había estado usando. Habían compartido apasionados momentos la noche que él llegó y la mañana siguiente, cuando él había necesitado sangre. Luego lo habían evitado de nuevo hasta el ataque del marido de una fan, cuando Lucern se había vuelto a encontrar en necesidad. Ella era simplemente la cena para Lucern. Lo que era humillante. Pero aún más vergonzante era el hecho de que si ése era el único valor que ella tenía para él, Kate no estaba segura de que no se ofrecería a sí misma en el menú para el resto de su vida, por estar cerca de él. Cerró los ojos y se abrazó a sí misma. No podría enfrentarse a Lucern de nuevo. No podría arriesgarse a avergonzarse a sí misma de esa manera. Y si él la rechazaba... No. No podría arriesgarse a verle de nuevo. * * * * * Lucern rodó sobre sí mismo y buscó alrededor a Kate, pero su mano encontró la cama vacía. Frunciendo el ceño, abrió un ojo y miró furioso hacia la oscuridad. No estaba allí. Forzándose a sentarse, miró con atención por la habitación. La maldita mujer se había levantado y le había dejado solo en la cama. Él no había acabado con ella aún. Tenía la intención de mantenerla ocupada en la cama todo el día. Le importaba un comino el programa del día. Ése era su último día juntos, y él planeaba aprovecharlo al máximo. Echando a un lado las sábanas salió de la cama y se dirigió hacia el baño. Kate no estaba allí. Miró hacia el reloj de al lado de la cama. Eran más de las 7.30. La única razón por la que el cuarto estaba a oscuras era por la sábana que él había colgado sobre las persianas de las ventanas. Volviendo la espalda a la cama, abrió con fuerza la puerta y acechó fuera de su cuarto. Chris estaba sentado en el sofá viendo dibujos animados. Miró por encima de su hombro y luego reaccionó con retraso. — ¡Oh, mierda! —El editor puso sus ojos en blanco ante la desnudez de Lucern y volvió de nuevo hacia la tele.— ¿Podrías ponerte alguna maldita ropa encima? ¡Hombre! Yo… ¿Por qué tengo una sensación de dejà viu ahora? Nunca te he visto desnudo antes. —Deslizó una mirada sospechosa en dirección a Lucern. — ¿O sí lo he hecho? Lucern ignoró la pregunta. Había limpiado la memoria de Chris la otra mañana, pero no tenía intención de contárselo al editor. De todas maneras, tampoco podría ir a la habitación de Kate de ese modo sin revelar la naturaleza de su relación con ella, lo que posiblemente haría que se enfadara mucho con él. A menos que controlara la mente de su amigo de nuevo.

Estás viendo la televisión, Chris. Tú no me ves. — No te veo. —Keyes se giró de nuevo hacia la tele. Lucern siguió hacia la puerta de Kate y la empujó para entrar. La habitación estaba ordenada y llena de la luz del sol. Las persianas estaban abiertas del todo. Lucern rápidamente cerró la puerta, luego simplemente se quedó allí. Había visto lo suficiente

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como para saber que el cuarto estaba vacío. El vistazo que había dado a su armario fue suficiente para hacer que el corazón se le cayera a los pies. Las puertas del armario estaban abiertas de par en par, revelando una barra vacía y ningún equipaje. Lucern volvió hacia el salón y caminó hacia Chris. Liberando la mente del hombre, ladró: — ¿Dónde está ella? Chris giró la cabeza lentamente. — ¿Por qué estás desnudo? — Maldita sea, Chris, ¿Dónde está Kate? Sus cosas no están. — Oh —La incomodidad titiló en la cara del editor— Tuvo una emergencia. Tuvo que irse. Me pidió que mantuviera un ojo en ti hoy y que te viera coger el vuelo esta noche. No era necesario ser un lector de mentes para saber que Chris estaba mintiendo; la manera en la que sus ojos miraban hacia otro lado para evitar la mirada de Lucern le delataba. Lucern se sintió como si hubiera sido apuñalado con un punzón. — ¿Kate se ha ido? — Sí, como he dicho, tuvo una emergencia. Chris se volvió hacia la televisión, pero el sonrojo aumentaba en su cuello. No se sentía cómodo mintiendo. La mente de Lucern voló. — ¿Hace cuánto tiempo que se fue? — Errr... bueno, alrededor de media hora, más o menos, creo. Me despertó. Su vuelo sale a las ocho y tenía que pasar los controles de seguridad y esas cosas. No estaba segura de llegar a tiempo. Lucern no estaba escuchando. Ya había empezado a correr hacia su habitación y había recogido la ropa de la noche anterior. Recolocándose sus pantalones usados y su camisa de vestir cerró de un golpe el armario y salió corriendo fuera del cuarto. Atravesó sin problemas la puerta de su dormitorio hacia el vestíbulo, evitando la pérdida de tiempo de cruzar la sala de estar común. Afortunadamente no había inquisidores fans esperándole, o hubiera pasado sobre ellos. Corrió hacia el ascensor, esperando impacientemente que llegara, y después esperó aún más impacientemente que descendiera las más de veinte plantas hasta la recepción. Todo estaba bañado de luz de sol cuando salió apresuradamente del ascensor. Lucern se sobresaltó y subió el cuello para proteger lo más posible de su piel, pero decidió ignorar el asunto y corrió al exterior hacia la fila de taxis que se alineaba en la parte delantera del hotel. Se introdujo a toda prisa en el primero que encontró e inmediatamente tomó el control de la mente del conductor, urgiéndole para ignorar el límite de velocidad e ir directamente al aeropuerto. Aun así, con el tráfico, eran las 7.56 cuando llegó. Todavía tenía que encontrar la puerta de embarque de su avión. Rezó para que el vuelo de Kate fuera con retraso. Solían hacerlo, recordó. Con un ojo en su reloj de pulsera se apresuró hacia el

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mostrador de información y en seguida tuvo a la mujer buscando por el nombre de Kate. Un pequeño toque mental hizo que ella ni siquiera dudara. Luego fue corriendo a través de todo el aeropuerto, empujando personas y apartándolas fuera de su camino, y dando golpes mentales a los guardas de seguridad. Eran las 8.02 cuando llegó a la puerta de Kate, justo a tiempo para ver su avión despegando. Luc se paró de golpe ante la puerta y se quedó de pie, mirando fijamente el aparato, con los hombros hundidos. — ¿Señor Amirault? Lucern se giró lentamente, fijando sus ojos en la cara sonriente de Lady Barrow. Las cejas de ella se alzaron ante su expresión desalentadora. — ¿Por qué, cualquiera que sea el asunto? —Preguntó con preocupación.— Parece como si justo acabara de perder a su mejor amigo en el mundo. Sus palabras se perdieron en el silencio mientras ella miraba desde Lucern hasta el avión que se elevaba lejos de la vista. — Oh, he visto a su editora antes de que se fuera. La expresión de Luc se agudizó. — ¿Lo hizo? Chris me dijo que ella tenía una urgencia que la hacía volver a Nueva York. — Hmmm... —Lady Barrow no parecía muy convencida.— Bueno, entonces, parece que hay muchas de esas ahora mismo. Nosotros también tuvimos una urgencia. Tuve que enviar al editor de mi revista a casa pronto para encargarse del problema. Ella también está en ese vuelo. Su mirada se desvió de nuevo hacia el avión, y Luc y ella le vieron sobrevolar el edificio y perderse fuera de la vista. La mujer suspiró. — Bueno, usted probablemente podría aprovechar el paseo. Le llevaré de vuelta a su hotel, así no tendrá que buscar un taxi. Lucern se tensó cuando ella deslizó el brazo a través del suyo. Realmente no quería volver con ella. No tenía ganas de hablar con nadie en ese momento, se sentía bastante hosco y rendido. Desafortunadamente, Kate no era la única mujer con una mente fuerte; los pensamientos que trataba de instalar en el cerebro de Lady Barrow obviamente no tenían efecto. En lugar de apartar su brazo y dejarle sólo en su miseria como él deseaba, ella comenzó a arrastrar a Luc a lo largo del pasillo hacia la salida. — ¿Ha disfrutado de su primer Congreso Romantic Times, señor Amirault? — Luc —Murmuró él, casi malhumoradamente. Entonces la miró ceñudo.— No. Sí. No. — Ajá —Ella no parecía para nada sorprendida ante su confusión. De hecho, tradujo sus pensamientos para él bastante bien.— Supongo que estaba un poco abrumado y, además, sobrecogido al principio. Comenzó a disfrutar después del primer día, más o menos, pero ahora está deseando que todos nosotros nos vayamos al infierno.

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Luc la miró alarmado, y ella le dirigió una sonrisa conocedora rociada con bastante comprensión. — Miro su cabeza. Él parpadeó ante esas palabras, y entonces se dio cuenta de que estaban de pie ante una limusina con cristales oscuros. Vio como ella se introducía en el interior, la siguió y cerró la puerta tras él con alivio. Por lo menos no tendría que preocuparse del sol en el regreso. — Parece un poco pálido hoy. —Comentó Lady Barrow, abriendo la puerta de una pequeña nevera para que él viera el contenido.— ¿Quiere algo de beber? La mirada de Lucern se deslizó sobre el agua embotellada, las latas de gaseosa y el zumo, luego hacia la garganta de Lady Barrow. El podría usar un estimulante, un pequeño aperitivo hasta que regresara al hotel y a su última bolsa de sangre. La estaba reservando para esta mañana, y ahora estaba contento de haberlo hecho. No debería de haber salido al sol. — ¿Luc? —Interrogó la mujer suavemente. Lucern suspiró y sacudió la cabeza. No podía morder a Lady Barrow sin permiso. Era demasiado agradable para eso. En cambio, mordería a Chris. El editor se lo merecía por haberle mentido y por no haberle contado de inmediato que Kate se había ido. Esos minutos extras le hubieran permitido llegar a tiempo al aeropuerto. — Bueno, creo que podría beber algo. —Dijo Lady Barrow. Oyó un tintineo y el sonido del líquido cayendo, y entonces empezó a ver a Kathryn Falk mezclando en dos vasos zumo de naranja y champán. Le tendió uno y preguntó: — ¿Tuvisteis una pelea, o es que ella se fue asustada? Lucern simplemente la miró atónito. Ella sonrió. — Las chispas han estado volando entre vosotros durante toda la semana. Y nadie pudo haber evitado notar lo protectora que ella era contigo, o lo protector que usted era con ella. Lucern aceptó el cóctel mañanero. Se lo bebió de un trago, entonces devolvió el vaso vacío. Lo que Kathryn Falk estaba diciendo era cierto, desgraciadamente. Pero lo que Lady Barrow no podía saber era que el afán de protección de Kate había sido puramente profesional, ya que ella había prometido cuidarle y lo había cumplido maravillosamente. Por lo que respecta a las chispas…

Oh, bueno, yo trato de mantener a mis escritores felices, Luc… Lucern apretó los dientes mientras las palabras de Kate llenaban su cabeza. Él no creía que ella hubiera fingido toda la pasión, o que lo hubiera hecho como parte de su trabajo, pero le había dejado esa mañana como si no importara nada. O como si temiera que él le diera más importancia de la que tenía y provocara una escena embarazosa, o algo así. Y se dio cuenta de que él lo hubiera hecho. Él podría haber hecho algo como cometer la locura de pedirle que fuera a Toronto con él, o…

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Su mente se retiró por miedo a ese “o”. Lucern no estaba preparado para admitir su posible deseo de pasar toda la eternidad con Kate. De reír y llorar y pelear y hacer el amor con semejante pasión durante siglos. No, no estaba listo para eso. Un vaso apareció delante de su cara, tras haberlo rellenado Lady Barrow para él. Cuando él vaciló, ella dijo: — Ella volverá en sí, Luc. Tú eres un hombre atractivo, dotado y con éxito. Kate volverá en sí. Sólo necesita tiempo. Lucern gruñó y aceptó la bebida. — Tiempo es algo de lo que dispongo mucho. * * * * * Ese comentario fue un gran fardo en la mente de Lucern durante las siguientes semanas. Volvió al hotel con Lady Barrow, pero no se quedó más tiempo que el que le llevó hacer sus maletas. Regresó de nuevo al aeropuerto y cogió el primer vuelo disponible a Toronto. Su casa, su paraíso seguro durante mucho tiempo, parecía fría y vacía cuando entró en ella. No había nada allí más que recuerdos. Kate sentada en su sofá, sermoneándole sobre la importancia de los lectores. Ella corriendo ansiosamente a la cocina a su lado para gritar por una herida en la cabeza que él no tenía. Riendo, haciendo un pequeño baile y chocando las manos con él en su despacho. Gimiendo y contorsionándose de pasión en la cama de su habitación de invitados, que él había ocupado patéticamente para dormir. Ella se había apoderado de su mente, llenándola prácticamente cada momento del día. Pero eso era todo lo que ella había hecho. Lucern se había hecho con el programa de chat de Internet que ella le había obligado a comprar, y solía intercambiar mensajes instantáneos con Lady Barrow, Jodi y algunos otros escritores que había conocido en el congreso, pero aunque tenía a Kate en su lista de contactos, ella nunca se había conectado online. Jodi pensaba que ella estaba bloqueando a todo el mundo. Él había considerado mandarle un e–mail, pero no podía pensar en qué decirle. En lugar de eso, se sentaba en su escritorio, escuchando el tic tac del reloj mientras lo miraba y esperaba que ella se conectara. Tiempo era algo de lo que tenía mucho. Pasaron casi dos semanas antes de que él se cansara de esperar y vigilar. Disgustado, una mañana cerró el programa de chat y abrió su procesador de textos. Pensó en hacer su primer intento en un trabajo de ficción. Y sin embargo, se encontró a sí mismo contando la historia de su primer encuentro con Kate, y luego de todo lo que siguió a ese encuentro. Escribir el libro fue una catarsis, como estar ahí y volver a revivir cada momento. Se rió de algunos de los acontecimientos que no había encontrado graciosos en el momento, como su trozo de bacalao atrapado en el mantel, o su frenético intento de encontrar condones. No se rió de la partida de ella, que fue donde acabó la historia que había titulado simplemente “Kate”.

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Introdujo la última entrada en la historia sólo algunas semanas después de haberla empezado, luego la empujo cansadamente a sus pies. Se sentía un poco más ligero que cuando dejó el congreso, pero no mucho más. Estaba agradecido de haber conocido y haber pasado tiempo con Kate Leever. Siempre la llevaría en su corazón. Pero se sentía a la vez triste y enfadado con ella por no haberles dado la opción de tener algo más. Apagó el ordenador, mirando coléricamente al contestador automático de su escritorio. Lissianna, que había insistido en que todos necesitaban uno ya que solían dormir durante el día, cuando la mayoría de los negocios tenían lugar, había comprado las máquinas para todos la última Navidad. Lucern no se había preocupado en el pasado de escuchar sus mensajes, pero lo había hecho desde que volvió a casa. Mantenía la esperanza de que Kate llamara, aunque sólo fuera para preguntar si tenía algún otro libro terminado. Pero no había llamado ni una vez. Y ninguno de los mensajes de la máquina de esa noche era de ella tampoco. Había un mensaje de su madre, y otros de Lissianna, Bastien y Etienne. Lucern había estado evitando a su familia desde su regreso del Congreso, y aunque sabía que estaban preocupados por él, no tenía ganas de charlar. En realidad, no tenía ganas de hablar con nadie, excepto con la gente del congreso. Los había conocido a todos con Kate. De alguna manera, chatear con ellos en el ordenador le hacía sentirse más cerca de ella. Y algunas veces Jodi o alguna de las otras mujeres tenía algún retazo de información sobre Kate que se había abierto paso bajo la vid de los escritores. Nada importante, sin embargo. Había rechazado el libro de ese modelo. Había cogido un resfriado. Se había curado. Lucern ignoró la luz parpadeante de su contestador y se dirigió al dormitorio. Su estómago rugía con hambre, y su cuerpo estaba dolorido por la necesidad de sangre, pero le parecía demasiado esfuerzo bajar las escaleras para llegar al frigorífico. Ni siquiera tenía energía para desvestirse. Simplemente caminó a su habitación y colapsó sobre la cama. Dormiría durante un rato, decidió. Un largo rato. Se alimentaría más tarde. * * * * * El sol estaba saliendo cuando Lucern se quedó dormido y hacía tiempo que se había ido cuando se despertó. Y el dolor que había sentido cuando se acostó era muchísimo peor. Tenía que comer. Rodando fuera de la cama, se abrió paso escaleras abajo hacia la cocina. Sacó dos bolsas de sangre mientras permanecía de pie ante la nevera. La bolsa estaba casi vacía cuando llegó a su despacho, lo que fue algo bueno, porque la vista de alguien sentado ante su escritorio lo sorprendió tanto como para dejar caer las últimas gotas al suelo. — Bastien —Miró fijamente a su hermano.— ¿Qué estás haciendo aquí? Dirigió su mirada hacia la pantalla de su ordenador, donde reconoció el último capítulo de Kate. Bastien cerró el procesador de textos con un click, luego compuso una expresión de disculpa.

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— Lo siento, Lucern. Estaba preocupado por ti. Sólo quería estar seguro de que estabas bien. Te has negado a devolvernos las llamadas a cualquiera de nosotros, y no has querido visitarnos ni permitir que te visitáramos. Todos estábamos preocupados, así que he venido a ver qué estabas haciendo. — ¿Cuándo has llegado? Bastien dudó, luego admitió: — He venido justo después de amanecer. — ¿Llevas aquí todo el día? ¿Qué...? —La pregunta murió en su garganta. Sabía exactamente qué había estado haciendo Bastien. Su hermano había leído toda la historia de Kate, había leído cada palabra hasta la última página. La mirada de Luc se entrecerró hacia el joven.— ¿Cómo has sabido que lo pondría por escrito? — Tú siempre has llevado un diario, Luc, al menos desde que el papel es fácil de conseguir. Siempre has puesto las cosas por escrito. A menudo me he preguntado si no lo harías como una manera de mantener las distancias entre tú y todo lo demás. Igual que haces al recluirte aquí dentro. Lucern abrió la boca para hablar, luego la cerró de nuevo. Ninguno de los dos creería su negativa, así que ¿para qué hacer el esfuerzo? Dando media vuelta, caminó unos pasos y se dejó caer en el sofá. Permaneció en silencio un momento, luego frunció el ceño y preguntó: — Entonces, ¿qué opinas de mi primera obra de ficción? Las cejas de Bastien se alzaron, pero no llamó la atención de Lucern ante la obvia mentira. En lugar de eso, dijo: — Creo que es un intento muy pobre de romance. Lucern se tensó, ofendido. — ¿Por qué? — Bueno... —Bastien comenzó a jugar con el ratón del ordenador de Lucern.— Por una razón, el tipo es idiota. — ¿Qué? —Lucern se sentó derecho. — Bueno, seguro —Los labios de Bastien se torcieron.— Quiero decir, aquí está el poderoso, atractivo y exitoso vampiro escritor, y no le dice a la chica que la ama. Caray, ni siquiera le dice que le gusta. Lucern frunció de nuevo el ceño. — Ella se fue antes de que él pudiera hacerlo. Además, ella tampoco le dijo nada a él. — Bueno, no. ¿Pero por qué debería hacerlo? La mayor parte del tiempo el tipo es un gilipollas auténtico, probablemente ella esté asustada. —Cuando Lucern simplemente le miró, Bastien abandonó toda pretensión.— Deberías de haberla seguido, Luc. — Ella no estaba interesada. Simplemente estaba haciendo su trabajo.

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— Estoy casi seguro de que la descripción de su trabajo no incluye dormir contigo. O dejarte alimentarte de ella. — Bastien tiene razón. —Dijo una nueva voz proveniente de la puerta. Los dos hombres se giraron sorprendidos. Marguerite Argeneau miró a sus hijos, luego entró en el cuarto y se movió para sentarse junto a Lucern. Cogió sus manos entre las de ella, le miró tristemente a los ojos y dijo: — Deberías haber ido tras ella, Luc. Has esperado seiscientos años por Kate. Pelea por ella. — No puedo pelear por ella. No hay nada por lo que pelear. No tiene dragones que matar. — No quería decir pelear en ese sentido. —Dijo Marguerite, impaciente.— Además, ¿alguna vez ha funcionado eso en el pasado? Ganar la atención de una mujer matando sus dragones sólo la hace dependiente. Eso no es amor, Lucern. Es por eso que nunca has conseguido a la chica en el pasado. Kate no necesita que mates sus dragones. Aunque podría agradecer tu ayuda de vez en cuando, es suficientemente fuerte para matarlos ella misma. — Entonces ella no me necesita, ¿no? —Señaló él, triste. — No. No te necesita. —Marguerite estuvo de acuerdo.— Lo que la deja libre para realmente amarte. Y ella te ama, Lucern. No la dejes marchar. Lucern sintió su corazón saltar con esperanza, luego preguntó precavidamente: — ¿Cómo puedes saber que me ama? — Ya estaba medio enamorada de ti antes de conocerte. Se enamoró del todo cuando estuvo aquí. — ¿Cómo lo sabes? —Insistió Lucern. Marguerite suspiró y admitió: — Leí su mente. Él sacudió su cabeza. — Su mente es demasiado fuerte. No pudiste haberla leído. Yo no pude. — Tú no pudiste leer su mente porque ella la estaba escondiendo de ti. Kate se sentía atraída por ti, y sentía miedo por eso. Como he dicho, estaba medio enamorada antes de conocerte. Eso la asustaba. Cerró su mente contra eso, y por consiguiente, contra ti. Luc sacudió de nuevo su cabeza. — ¿Cómo podía estar medio enamorada de mí? Ella ni siquiera me conocía. — Tus libros, Lucern. Él se encogió de hombros, impaciente. — Muchas mujeres creen que me aman por culpa de esos malditos libros, las he visto en el congreso. No me conocen para nada. Marguerite suspiró.

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— Esas mujeres se sentían atraídas por tus libros y tu éxito. Kate es diferente. Ella es tu editora. No creía en vampiros, y no estaba impactada por tu éxito. Cayó por tu auténtico yo. Lo reconoció por tu escritura. Cuando Luc empezó a dudar, su madre chasqueó la lengua. — ¿Cómo podría ella no hacerlo? Tú eres tan hosco y solitario en la vida real como lo fuiste contando la historia de Etienne y Rachel, o cualquiera de las de tus otros libros. Tu voz brilló a través. Fuiste completamente honesto en esos libros, mostrando lo bueno y lo malo. En realidad, has revelado más de ti mismo en tus escritos que lo que generalmente haces en persona, porque has revelado tus pensamientos, que normalmente mantienes ocultos. Lucern todavía no lo creyó. Marguerite cogió prestada una página de su libro y le miró con el ceño fruncido. — Soy tu madre, Lucern. Debes creerme en esto. Nunca te llevaría por el mal camino. — No deliberadamente. —Asintió él. Una sonrisa revoloteó en las comisuras de su boca. Las lágrimas se agolparon en los ojos de Marguerite, y Luc supo que su madre quería desvanecer la pérdida y la pena de su pasado. — Confía en mí, hijo. —Dijo.— Por favor. No dejes atrás tu felicidad tan fácilmente. Tu padre lo hizo. Se aburrió de la vida y se dejó ir, y nada de lo que yo podría decir o hacer puede devolver esa chispa. Estás demasiado cerca de seguir sus pasos. He estado preocupada por ti durante algún tiempo. Pero la llegada de Kate te sacudió y trajo la alegría de vuelta a tu vida. —Ella apretó su mano.— Lucern, fue como si hubieras renacido. Sonreías y reías de nuevo. Kate puede devolverte mucho de lo que has perdido, un hijo o una hija, una compañera, alegría. No dejes que tu orgullo te estorbe. Lucern miró fijamente a su madre, sus palabras dando vueltas en su cabeza junto a las de otra mujer. La psíquica del congreso había dicho algo muy parecido.

Habías comenzado a cansarte de la vida, había dicho. Todo parece demasiado duro, y las crueldades del hombre han empezado a cansarse. Pero algo, no, no algo, alguien, alguien te ha revigorizado. Te ha hecho sentir que merecía la pena vivir de nuevo. Que todavía hay alegría. Agárrate a ella. Tendrás que pelear por ella, pero no de la manera en la que estás acostumbrado. Es tu propio orgullo y miedo contra lo que deberás luchar. Si fracasas, tu corazón se arrugará en tu pecho, y morirás como un hombre solitario y amargado, lamentando lo que no hiciste. Lucern sintió erizarse la piel de su cuello. Su mirada se deslizó hacia su madre, y le preguntó: — Entonces, ¿cómo tengo que pelear por ella?

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Capítulo 19

Kate miró fijamente a Allison, confusa. La redactora se la había encontrado en el pasillo justo cuando salía de la oficina de Chris, para decirle que acababa de hablar por teléfono con Lucern. Él quería comentar la posibilidad de hacer un viaje para la firma de autógrafos de su libro, pero él quería que Kate volara hasta Toronto para ultimar todos los detalles. Kate no podía creerlo. Y no lo creyó. ¿Por qué deseaba él que ella fuera allí? Quizás el Banco de Sangre de Argeneau se había quedado sin suministros, pensó sarcásticamente, y se estremeció de dolor. No importaba por qué él quería que fuera a Toronto. No podía hacerlo. No sobreviviría a otro encuentro con él. Al menos no su corazón. Y no estaba del todo segura si sobreviviría a otra de sus conferencias. Todavía tenía que estar maltratado y sangriento. — Estoy terriblemente ocupada, Allison. ¿No podría Chris volar hacia allí en mi lugar? Tal vez él podría asumir el contrato de Lucern en su totalidad, de hecho. —Dijo esperanzada.— Probablemente sería lo mejor. No creo que pueda manejar a Lucern. — ¡Y un infierno no puedes! Kate se dio la vuelta cuando Chuck avanzó por el pasillo para unirse a ellas. — Si hay alguna posibilidad de que podamos conseguir a ese bastardo para hacer el viaje, te toca. El gasto del vuelo de ida y vuelta es pequeñísimo si lo comparamos con la cuenta que sacaremos por el libro, por lo que saca tiempo para realizar este viaje. Y la oportunidad para la publicidad es increíble. Esto significa artículos en los periódicos de cada ciudad en la que realice la visita, tal vez hasta entrevistas en la televisión. Si quieres mantener tu trabajo, ya puedes hacer cola para el próximo vuelo disponible y convence a Amirault para que realice este viaje. Kate no se molestó en corregir a Chuck sobre el verdadero nombre de Lucern. Estaba demasiado ocupada pensando. Lamentablemente, no podía permitirse que la despidieran. Tenía cuentas por pagar. Tomando su silencio como consentimiento, Chuck se retiró dándose la vuelta y recorriendo el pasillo hasta llegar a su oficina. — Estarás bien. —Le aseguro Allison apretando cariñosamente su brazo. Luego ella también entró en su oficina.

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— Entonces, Lucern finalmente desea que vayas. Kate se dio la vuelta para encontrar a Chris que estaba de pie en la entrada de su oficina, sonriendo. — Solamente para hablar de su viaje para la firma de su libro. — Dijo Kate despacio. Mientras se dirigía a su oficina. Chris resopló con incredulidad y la siguió. — Sí, claro. Que Lucern Argeneau hará un viaje por su libro. Como pude olvidar esto. Él te quiere a ti. Kate se sentó en su escritorio con un suspiro. — Cierra la puerta por favor, Chris. No quiero que todo el mundo conozca todos los detalles. —Ella esperó hasta que él hubo cerrado la puerta, entonces dijo— Él no me quiere. — ¿Estás de broma? El tipo esta loco por ti. — Sí. —Kate refunfuñó secamente.— Claro por eso él me ha llamando por teléfono y me ha enviado flores. Chris se sentó en la esquina del escritorio y se encogió de hombros. — ¡Eh!. Tú fuiste quien se movió por nuestra habitación como un ladrón. Tienes que pensar que el tipo puede vacilar un poco, tal vez piense que no estabas interesada. Kate se puso rígida. Aquel pensamiento no se le había pasado por la mente. La esperanza creció en su confusa cabeza. — ¿De verdad piensas eso? — Yo apostaría tu vida. Kate parpadeó, luego le dirigió una media sonrisa. — ¿Mi vida, huh? — Sí. —Él sonrió abiertamente y se levantó de su escritorio, andado hacia la puerta. — Bien, estoy un noventa y nueve por ciento seguro, pero no soy un suicida. Mejor que seas tú, por si me equivoco.

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Entonces se marchó. Kate miró la puerta cuando se cerró tras él, luego observo detenidamente todo el trabajo administrativo que había sobre su escritorio. La conferencia estaba puesta la ultima. Había intentado ponerse al día desde su regreso, pero estaba tan distraída que no avanzaba con nada. Tampoco iba a ponerse con ello ahora. No antes de que averiguara que relación tenía con Lucern. Agarró su bolso del escritorio, levantándose. Era hora de dejar de estar deprimida y sentirse miserable, y dejar todo claro. Sobre todo si había alguna posibilidad... no terminó este pensamiento. Ya tenía puestas demasiadas esperanzas. Chris estaba de pie en el pasillo, y alzó las cejas extrañado cuando ella abandonó su oficina. — ¿Dónde crees que vas? — A coger un avión. —Contestó Kate. — Oh. — Él miró como avanzaba por el pasillo, entonces dijo— Urn... ¿No deberías de llamar o escribir, haciéndole saber que vas de camino? — ¡Cómo él contestaría a una llamada de teléfono o leería la carta.! —Resopló Kate. — No. Es mejor que este de camino. Él me quiere en Toronto. Pues me tendrá. Solo espero que esté preparado. * * * * * — ¿Uh, señora? ¿Este es el lugar o no? Kate desplazó su fija mirada de la entrada de la casa de Lucern y dirigió una sonrisa algo nerviosa al taxista. El hombre se había girado en su asiento, mirándola con preocupación. Era muy paciente. Ella ya le había pagado hacia varios minutos, pero en vez de salir, había permanecido sentada mirando fijamente la fachada de la casa. — Lo siento. Yo... —Ella se encogió de hombros desvalida, incapaz de admitir que mientras la determinación la había llevado tan lejos, ésta comenzaba a decaer y el terror tomaba su lugar. — No, ¡Eh!, está bien, señora. Puedo llevarla a otra parte si quiere. Kate suspiró y alcanzó el picaporte.

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— No, gracias. Ella se escapó y cerró la puerta, ya caminaba por el camino de la entrada cuando el taxi dio marcha atrás. Ya que ella había cogido el vuelo directamente desde la oficina, no había echo las maletas, con nada más que su bolso. Ahora se agarró las manos y luchó por mantener su respiración regular. No podía creer que estuviera en realidad aquí. — Bueno, aquí estoy, cuantos antes termine mejor. —Se dijo a si misma. Su voz firme le dio algo más de valor, Kate se aproximó a la acera y cruzó la entrada. Levantó su mano para llamar a la puerta, entonces hizo una pausa cuando comprendió que aún no era ni mediodía. La luz del día brillaba todavía fuera. Lucern estaría durmiendo. Kate dejó caer la mano con incertidumbre. No quería despertarlo. Era realmente irritable si ella le despertaba. Podría conseguir que este encuentro empezara con el pie equivocado. Echó un vistazo a su reloj. 11:45. Faltaban unas buenas seis horas hasta que anocheciera. Pensó en sentarse en la entrada y esperar, pero seis horas era mucho tiempo. Además, estaba muy cansada. No había dormido una noche entera desde que acabara la conferencia. Se echaría una siesta. Así, ella estaría fresca y bien despierta para cuando se encontrara con él. Kate se giró y miró hacia la calle, suspirando. No tenía coche o ningún modo de llamar a un taxi, por lo que no podía ir a un hotel. Y no podía dormitar sobre la entrada como alguna persona sin techo. Se volvió hacia la puerta otra vez, vacilando, alcanzando el pomo de la puerta. Girándolo despacio, se sorprendió cuando la puerta se abrió. Él no la había cerrado. ¿Qué idiota dejaría su puerta abierta? Alguien podría pasar y golpearle con una estaca. Y ella ya había visto a alguien hacer esto, y él no podría demandar a nadie. Tendría que cantarle las cuarenta sobre esto. Mientras tanto, ella no podría alejarse y dejar su puerta abierta. Así que iría dentro, cerrando la puerta tras ella, y dormiría sobre su sofá. Era por su beneficio. Kate se rió por su razonamiento. Esto no podría ni sostenerse en el agua, pero le pareció lo suficiente razonable. Bueno casi. Kate había cerrado la puerta y estaba casi en la sala de estar cuando escuchó un sonido seco y metálico en la cocina. Se dio la vuelta bruscamente, disponiéndose a ir hacia la salida, y golpear la puerta, como si nada. Pero... ¿Qué pasaba si el ruido de la cocina no había sido hecho por Lucern? Él debería de estar durmiendo y él había dejado la puerta abierta solamente para que alguien pudiera andar y lo robara. Kate vivía en Nueva York; el nivel de criminalidad era alto allí. Toronto, como se suponía, era una ciudad grande. El crimen era probablemente también alto. Tuvo que pensar como había sido el ruido. Solamente echaría una ojeada por la puerta de la cocina. Si era

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Lucern, saldría fuera y llamaría. Si no era Lucern, saldría fuera y correría hasta la casa de un vecino para llamar a la policía. Se dio la vuelta, Kate se movió con cuidado a través del pasillo, tan rápida y silenciosamente como pudo. Una vez en la puerta de la cocina, hizo una pausa para tomar aliento, luego abrió la puerta solamente una rendijita.... y casi chilló por la sorpresa. Lucern no estaba en la cocina. Era una desconocida, una mujer, una señora de la limpieza, con una cofia en su cabeza y la fregona y cubo en la mano . Lo que la había alarmado era el hecho, era que la mujer estaba en el medio de la habitación cerca de la puerta de la cocina y se movía precipitadamente. A Kate no le daría tiempo de salir del pasillo y de la casa antes de que la mujer apareciera. Incapaz de pensar que más podía hacer, Kate dejó que la puerta se cerrara, pegándose a la pared. Cerró los ojos y contuvo el aliento rezando. La puerta crujió al abrirse. Kate esperó. Escuchó movimientos de unos pasos por delante, por el pasillo a poca distancia de ella; entonces abrió los ojos, apenas capaz de creerse que la habían pillado. Estaría allí de pie solo un momento; entonces, de repente la venció el miedo pensando que la mujer volvería y la descubriría después de todo, por lo que Kate se deslizó hacia la cocina. La puerta solamente se estaba cerrado cuando Kate vio que la señora de la limpieza se paraba fuera de la sala de estar, por lo que en un chasquear de dedos, se dio la vuelta. Casi hiperventilando por el pánico, Kate echó un vistazo desesperadamente alrededor de la cocina, dirigiéndose hacia la puerta del otro lado. Precipitándose hacia ella, ya que estaba abierta y era la escalera que conducía hacia el sótano. Vaciló solo un momento, pero los pasos eran ahora audibles desde donde estaba. La mujer volvía. Kate bajo otro escalón. La puerta casi se cerró, bajando y vislumbrando los escalones lo suficiente. Solo un momento más tarde, la puerta de la cocina se abrió y la señora de la limpieza entró en ella. Ella se movía hacia el fregadero, fuera de su vista, luego retrocedió y abandonó la cocina. Kate casi se apresuró para salir otra vez, pero se paró un momento, decidiendo esperar por si acaso. Ella estuvo de pie en medio de una oscuridad total, sintiendo que la negrura se cernía sobre ella, consciente de cada crujido de la casa durante aproximadamente treinta segundos antes de que su cobardía la impulsara a encontrar el interruptor de la luz. Este chasqueó cuando lo encendió, y al momento la oscuridad se desvaneció. Kate soltó el aliento aliviada. Esto era mucho mejor. Se encontraba de pie solamente en los escalones superiores del sótano. Su mente se congeló cuando echó un vistazo nervioso a la parte de debajo de la escalera. Sobre el brillante objeto de caoba que podía ver desde donde ella se encontraba.

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— Eso no puede ser un ataúd. —Se repetía Kate firmemente. Dando un paso hacia abajo, intentó ver algo más que la caja.— Solo es una especie cómoda para la ropa. Oh, pero esto no es un ataúd. Impelida a toda costa de bajar por las escaleras para ver que era, aunque supiera de ante mano que era de verdad un ataúd. El sentido de la traición la abrumó. Lucern le había dicho que él no estaba muerto y que no dormía en ataúdes. ¿O ella había asumido que él no dormía en ataúdes? Él había dicho que él no estaba muerto, aunque si él no estaba muerto, ¿para que era el ataúd? Tal vez solo no había querido molestarla, entonces también le había mentido sobre la parte de estar muerto. Él había tenido razón. Estaba molesta. — Oh, Dios Querido. —Respiró fuertemente.— Acostarme con un hombre seiscientos años más viejo que yo si lo puedo asumir, ¿pero con un tipo muerto? —Sus ojos se agrandaron ante el horror.— ¿Esto me hace una Necrófila? Reflexionó brevemente, entonces sacudió su cabeza. — No. Lucern no está muerto. A él le latía el corazón. Escuché el latido de su corazón cuando descansé mi cabeza sobre su pecho. Y su piel no era fría. Bueno, helada pero no fría. —Se contestaba ella misma. No podría decir que no lo había escuchado, por lo que es una prueba evidente. Hasta que escuchó a su voz decir— Mientes , el latido de su corazón también se paró una vez. Kate gimió al recordar la noche que Luc fue atacado. Entonces murmuró: — Seguramente los muertos no pueden conseguir las maravillosas erecciones que Luc tuvo. No habría ningún flujo sanguíneo. Ella que había estado bastante feliz mientras lo razonaba cuando su voz la traicionó otra vez. — Desde luego, hay siempre el rigor mortis por considerar. — Solamente ábrelo. —Murmuró Kate con algo de repugnancia. Avanzó despacio por el tramo hasta un lado del ataúd, distrayéndose ya que discutía consigo misma. Ella siguió hablando para distraerse cuando tendió la mano para abrirlo.— Hay probablemente una explicación lógica para todo esto. Luc probablemente almacena cosas dentro. Cosas como un violonchelo, o tal vez zapatos, o .... un cuerpo. —Esa ultima posibilidad se le ocurrió al escuchar el chirrido cuando finalmente levantó la tapa del ataúd... y vio al hombre dentro. Entonces sus ojos parpadearon al abridse, él se agarró a los lados del ataúd y comenzó a sentarse. Hay fue cuando las luces se apagaron. Kate comenzó a chillar.

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Lucern se sentó, con los ojos abiertos de par en par. Pensando que había oído gritar a una mujer. Cuando el sonido se escuchó otra vez, se catapultó de la cama, precipitándose hacia la puerta. Aquel grito había sido uno de puro terror. Él no podía imaginarse que podía pasar abajo. Sonaba como si alguien hubiera sido atacado. Él bajo por el pasillo, luego por la escalera, mirando detenidamente en la sala de estar donde el equipo de limpieza estaba de pie congelado. La mujer estaba pálida, con los sus ojos muy abiertos por el miedo. — ¿Qué pasa? ¿Por qué ha gritado? —Exigió él. Al parecer incapaz de hablar, la mujer simplemente sacudió su cabeza. Retirándose a cierta distancia, Lucern continuó por el pasillo. A pesar del aspecto asustado de la mujer, no había parecido que le hubiera pasado algo a ella. Además, el grito había parecido venir de la parte trasera de la casa mas que de la delantera. Otro grito perforó el silencio mientras él se precipitaba por la cocina, confirmando que había acertado. Pero esta vez podría contar que no acababa de venir de la parte de atrás, mas bien había venido del sótano. Maldición, Lucern estrelló la puerta de la cocina. Él expresamente había dicho a la empresa de limpieza que su sótano no había que limpiarlo. Que nadie debería de ir al sótano. — Jesús, ¿Cuánta gente hay aquí? —Lucern se paro cuando descubrió a la paralizada mujer desde la puerta del sótano. Ella miraba fijamente como si todo pudiera explotar en cualquier momento. — Dos de nosotros, señor. —La mujer contestó, entonces inmediatamente hubo otro grito.— Solo apague el interruptor de la luz. Eso es lo que hice. Vi la puerta abierta y la luz conectada. No se me ocurrió. Yo no sabía que alguien estaba allí. Lucern no le hizo caso y pasó por la puerta abierta, entonces dio al interruptor. El grito no paró, aunque cada vez se volviera más ronco. Lucern estaba ya a mitad de camino bajando la escalera cuando escuchó las palabras de Etienne. — Está bien. Solo soy yo. Realmente, estoy bien. Cuando Luc alcanzó el ultimo escalón, vio a su hermano de pie al lado de la escalera, sus manos la sostenían acallándola. — ¿Etienne? —Él ladró la pregunta y el hermano de Luc se dio la vuelta, con alivio en su cara.

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— Luc, Gracias a Dios. No pensé que la asustaría. Creo, que murmuraba algo sobre el rigor mortis y ataúdes, y sabía que ella iba a abrir la tapa, entonces cerré mis ojos para darle un pequeño susto, pero no pensé... Lucern realmente no escuchaba a su hermano. Su mirada estaba fija, con toda su atención, enfocada sobre la mujer que él ahora podía ver en su sótano. Kate. Su Kate. Su mirada estaba centrada solo en ella, estaba pálida y temblorosa, pero ya iba recuperando el color, con una chispa en sus ojos que él esperó que fuera de pasión y felicidad por verle. — Kate. —Dijo. Sonriéndole, ofreció sus brazos esperando que ella se precipitara hacia él, listo para darle la bienvenida en sus brazos y en su vida. Pero Kate exactamente no se precipitó a sus brazos. Ella más o menos le empujó precipitándose por delante de él, gimiendo. — Me dijiste que no dormías en ataúdes. —Ella comenzó a subir velozmente por la escalera. Hmm. Con una chispa de cólera, sin nada de pasión cuando la miró. Se apresuró a seguirla por las escaleras. — No lo hacemos. Tengo un dormitorio. —Le aseguró él. Se encontró con su pequeña cara en forma de corazón cuando se puso a su mismo nivel, incapaz de arrancar los ojos de los de ella. Realmente debería de tener más escaleras en mi casa y subirla encima en cada oportunidad, pensó él vagamente. Tenía una vista encantadora. — ¡Ajá! ¿Entonces que hacia él en aquel ataúd? ¿Pensando? —Preguntó sarcásticamente, llegando a la cocina. — Vale, sí. En realidad, así lo hacía. —Le dijo Etienne a Lucern cuando él los siguió. — Encuentro que permanecer en la oscuridad y en silencio dentro de un ataúd me permite resolver algunas dificultades que tengo con los programas de mis juegos. — ¿Ataúd? Todos ellos se dieron la vuelta para mirar fijamente a la limpiadora que todavía estaba de pie en la cocina. Lucern se debatía en dejar la mente en blanco a la mujer cuando Kate hizo un sonido apenado y se precipitó hacia el pasillo. Lucern dio un paso para seguirla, luego se paró y le dijo a su hermano. — ¿Qué le hiciste? Está furiosa.

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— Yo solamente.... Ella..... —Gimió alterado.— Escuché que bajada por la escalera y al principio estaba preocupado de que fuera una del personal de limpieza, pero entonces oí su conversación y reconocí su voz. — ¿A quien se dirigía? — A ella misma. —Etienne contestó cuidadosamente.— Ella intentaba convencerse a sí misma para abrir el ataúd y que no estuvieras dentro. — ¿Y que hiciste: cerrar los ojos, luego abrirlos, dándole el susto de su vida cuándo ella tuvo el coraje de abrir la tapa? —Preguntó Luc con repugnancia. Esta era una de las bromas que Etienne les había echo a todos en un momento u otro. Su hermano se estremeció, excusándose. Lucern maldijo por lo bajo y comenzó a darse la vuelta , pero Etienne cogió su brazo para pararlo. — No pensé que asustándola lo llevaría tan mal. Pensé, que ella medio esperaba encontrar a alguien allí de todos modos. No debería de haberse asustado, pero entonces las luces se apagaron. Ella solamente echó una ojeada para saber que no estabas en el ataúd, pero no consiguió echar una buena ojeada para reconocerme antes de que la Sra. Economizadora de Energía apagara las luces. Los dos hicieron una pausa para fulminar con la mirada a la limpiadora, quien se encogió hacia atrás asustada, dándose contra la pared con algo de irritación. La puerta de la calle se cerró de golpe. Lucern comenzó a apresurarse para salir de la habitación otra vez, pero Etienne lo paró. — Espera. No creo que toda su cólera se deba al ataúd, Luc. — ¿Por qué lo dices? ¿Qué más podría ser? — Bien, ella decía para sí algunas cosas bastantes extrañas mientras alzaba la tapa. — ¿Qué tipo de cosas? — Er.... bueno, pareció bastante contrariada por dormir con un tipo de seiscientos años de edad, pero la idea de dormir con uno muerto... La mujer de la limpieza jadeó. Lucern le frunció el ceño. — Fuera. —Dijo.

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La mujer de la limpieza salió al momento. Lucern suspiró y se volvió hacia su hermano. — No estoy muerto. — Pues claro, duh. —Etienne puso los ojos en blanco.— Yo se eso. Pero ella no. Y ella no lo comprendía, se preguntaba si esto la haría ser una Necrófila o algo parecido. Ella también se preguntó si tus maravillosas erecciones serían de rigor mortis. Lucern se sintió orgulloso por eso. — ¿Ella llamó a mis erecciones maravillosas? Etienne solamente bostezó, entonces levantó la mano para golpear en la frente de su hermano como si fuera una puerta. — ¡¡Hola!! ¡Tierra llama a Luc! Ella cree que se debe al rigor mortis. Lucern pestañeo confuso, mirándole con irritación. — ¿Y por quien se debe esto? Etienne, no sé por qué tienes que dormir en ese maldito ataúd, de todos modos. Tienes una afectuosa y cariñosa esposa en casa esperándote en una agradable y cómoda cama . De todos modos ¿qué haces en un ataúd en mi sótano? — Tengo problemas con Blood Lust III y tenía que pensar. Además, Rachel no está en casa. Tenía que atender personalmente un trabajo. — Vale, la próxima vez te sugiero que vayas a resolver esos problemas a otra parte, porque lo primero que voy a hacer es tirar ese ataúd. — Ah, venga ya, Luc. —Comenzó Etienne , pero Lucern se giró y abandonó la habitación. Él cruzó rápidamente el pasillo, refunfuñando consigo mismo. — ¿Rigor mortis? ¿Necrófila? ¿De dónde a sacado ella eso? Las dos mujeres del equipo de limpieza tenían sus cabezas juntas en la sala de estar y susurraban llenas de pánico. Se callaron cuando él pasó por la entrada, y Luc pudo sentir sus ojos temerosos sobre él. Él no les hizo caso y anduvo directamente hacia la puerta de la calle. Hizo una pausa allí, abriéndola, estremeciéndose cuando la brillante luz del sol golpeó sus ojos. Solo le tomó un minuto adaptarse al sol del

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mediodía. Al momento, descubriendo a Kate. Estaba de pie al lado de su entrada, mirando desesperadamente hacia el camino como un cachorro abandonado. Desde luego, ella había llegado en taxi, comprendió. Pero el taxi se había marchado mientras estaba en la casa, y ahora intentaba decidir que hacer. Obviamente, regresar a la casa para pedir otro taxi era algo que no quería hacer. Suspiró, dejando que las persianas volvieran a su lugar y colocándose cerca de la puerta abierta. — ¿Kate? Ella se puso rígida desde donde estaba de pie cerca de la entrada, pero no se dio la vuelta. Lucern suspiro de nuevo. — Kate. Vuelve dentro para que podemos hablar, por favor. — Va a ser que no. —Su voz salió agitada, todavía sin darse la vuelta para mirarlo. — De acuerdo. —Él abrió la puerta más ampliamente y traspasó la entrada.— Entonces iré donde estás tú. Kate lo miró con cautela cuando él se aproximó. — ¿Ahora vas a envejecer ante mis propios ojos e irrumpir en llamas? Él le dirigió una mirada algo molesta. — Sabes que no me convertiré en llamas por la luz del sol. — También pensaba que no dormías en ataúdes. — No lo hago. Etienne lo hace. Él es... bueno, él es el rarito de la familia. — Muchas gracias. Ellos se giraron para mirar fijamente a Etienne, quien estaba de pie a la sombra de la entrada donde había dejado la puerta abierta Luc.

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— Me voy a casa. Siento si te asusté, Kate. —Dijo solemnemente. Luego el hermano de Luc se dio vuelta y siguió.— Por favor aclárale lo del rigor mortis y la cuestión de la necrofilia. Estaré molesto hasta que lo hagas. Kate enrojeció, al parecer avergonzada de que sus palabras hubieran sido oídas por casualidad. Girándose hacia los dos, se retiró hacia un lado, al parecer esperando que Etienne se marchara por la entrada. Cuando él cerró la puerta, pero no paso por delante de ellos, echó un vistazo a su alrededor, mirando con sospecha la entrada cuando vio que él se había ido. — ¿Cómo lo hizo? ¿Convertirse en un murciélago y volar? — No, desde luego que no hizo eso. —Dijo Lucern con voz rota.— Él ha ido a través de la casa hasta el garaje. Así evita la luz del sol. — Hmmm. —Ella no le miró como si le creyera, entonces Lucern esperó. Después, los dos escucharon el sonido sordo del motor de un coche; de la puerta del garaje de Luc salió un pequeño deportivo y Etienne salió con él con sus ventanas tintadas. La puerta de garaje se cerraba automáticamente detrás suya, y Etienne pasó hasta la entrada y la calle. Lucern esperó solo un latido de corazón, entonces suspiró y dijo: — Kate, te lo dije. No te creas nada de todas esas tonterías que Bram Stoker ha escrito. No estamos relacionados con ellas y tampoco nos convertimos en murciélagos. No dormimos en ataúdes, excepto Etienne, quien jura que eso le ayuda para crear nuevas ideas para sus juegos. No estoy muerto. No eres una necrófila. El rigor mortis no causa mis erecciones. Lo haces tú. Ella enrojeció ante sus últimas palabras, aunque no sabía si era por la vergüenza o el placer de que él lo supiera. Él sospechó que era un poquito de ambas cosas. Su postura se hizo un poco menos rígida, sus hombros se aliviaron de su postura militar, pero ella también suspiró lamentablemente cuando se giró. — ¿Quieres que me crea que eres como todo el mundo? — Lo soy. —Aseguró él. Entonces, para ser escrupulosamente sincero, tuvo que agregar.— Bueno, como otro que toma sangre para alimentarse y vive cientos de años y nunca envejece o enferma... —Él hizo una mueca y se paró después de admitir eso. Esto no le iba hacer ganar puntos con ella. — Los hombres normales no controlan las mentes de otras personas, Lucern. —Le indicó Kate.

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— No. Bien... —Él suspiró— Mira, no es algún poder místico. Nuestra sangre infectada hace que nuestros cuerpos sean más sanos. Somos más fuertes y tenemos más resistencia que las personas normales. Puedo levantar diez veces el peso de un hombre de mi tamaño, correr más rápido, golpear mas fuerte. Nunca me he preguntado por mi capacidad de leer y controlar la mente de la gente, pero había asumido que esto era solamente otra característica más realzada. Todo el mundo dice que la gente no usa su cerebro en su totalidad. Bueno, parece que la sangre de mi raza si lo utiliza. O, al menos, lo usamos más que las persona normales. Será probablemente una necesidad por la supervivencia como los colmillos. Él dejo que lo asimilara todo, luego dijo: — ¿Pero todo esto en realidad importa, Kate? Este hecho me hace diferente de alguna manera. Por que te amo, Kate. Con todo mi corazón. ¿No podemos dejar esto a un lado y encontrar un modo para estar juntos? Me gustaría que te casaras conmigo. Y pasar los próximos cien años o mas contigo.

¡Ya esta! Lo he hecho, pensó Lucern. Él había luchado con sus propios dragones, colocando su orgullo y miedo aparte, diciéndole como se sentía. Ahora su corazón y su futuro estaban en sus manos. Y durante un momento él pensó que todo estaría resuelto. Lágrimas llenaron los ojos de Kate, dando alegría a su cara, y comenzó a acercarse hacia él. Entonces la puerta de la calle se abrió y las dos mujeres de la limpieza se movieron furtivamente. Ellas miraban a Lucern como si él fuera un asesino en serie. O un vampiro. Luc frunció el ceño en su dirección por interrumpir en un momento tan crítico, y las dos se estremecieron y avanzaron más despacio. Luego una de ellas agarró la muñeca de la otra y tiró. — ¡Nos marchamos! Ya hemos llamado a la empresa y les hemos dicho lo rarito que es usted. Cancelaran su contrato. Tendrá que buscar otra empresa de limpieza para este lugar. Lucern suspiró cuando ellas echaron a correr, pasando por su entrada, bajando por la acera, hasta su coche con el logo de la empresa, ya que ellas habían aparcado en la calle. Se marcharon con un chirrido del caucho que le hizo suspirar otra vez. Forzando una sonrisa de medio lado, Lucern se volvió hacia Kate. — Ves, tienes que casarte conmigo. Parece que espantó a todo el mundo. Kate rió ligeramente, entonces agachó la cabeza mirándose detenidamente los dedos. Los enlazaba y desenlazaba nerviosamente. Él sintió que la primera punzada del miedo le golpeaba.

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— ¿Kate? — Yo... ¿Cómo podremos estar juntos, Luc? Vivirás otros cien años o más, sin envejecer, y yo... — Yo podría convertirte, como Etienne hizo con Rachel y Lissianna con Greg. —Él interrumpió su silencio. Pensó que había entendido todo. Al parecer, ella no lo entendía. Tampoco ella había dicho que le amaba, advirtió. — ¿Convertirme? —Repitió ella, distraídamente.— Yo sería con tú, ¿Viviría para siempre? ¿Nunca envejecería? Lucern notó que él no había sido su primer pensamiento, sino vivir para siempre o no envejecer. Para muchas mujeres, estos dos últimos puntos eran una tentación bastante fuerte para mentir sobre el amor. — ¿En cuanto a mi familia? ¿Cómo le explicaría...? —Ella hizo una pausa cuando él atrapo sus manos. — Solo tendrías que desaparecer unos diez años más o menos. De hecho, así no se notaría cuando no envejecieras, y no podrías explicárselo sin arriesgar las vidas de mi familia. —Admitió él. Era algo que él había esperado mantener para si mismo hasta que él la hubiera convertido, atándola a su lado para toda la eternidad. — ¿Dejar a mi familia? —Susurró ella, obviamente no muy feliz con aquel punto. — Kate, ¿Ven dentro por favor? —Sus manos se deslizaban por encima de sus brazos, acariciándola. Él quería hacer el amor con ella, convencerla con su pasión. Él sabía lo embriagadora y seductora que podría ser. Ella no era la única que había experimentado ese doble placer. Él lo sabía, también. Incluso Luc compartió su excitación con ella, Kate se había abierto instintivamente y la había compartido con él. Esta era una rara experiencia, llena de la confianza y el amor que ellos habían compartido. Al menos eso había pensado. Nunca lo había experimentado con ninguna otra mujer. Pero ella todavía no le había dicho que lo amaba. No se preocuparía, decidió Lucern. La quería, la necesitaba, la amaba. Al infierno su orgullo, la tomaría de cualquier modo que él pudiera conseguirla, y usaría cada truco que conocía para lograrlo. Inclinó su barbilla, reclamando sus labios, besándola con toda la pasión que poseía, haciendo encajar sus cuerpos. Era como si ella hubiera sido hecha para él. Suave donde él era duro, dadivosa cuando él no lo era. Lucern la abrazó más fuertemente y gimieron cuando él amoldó aun más su cuerpo contra el suyo. Estaba perdido con su mera presencia, con su cuerpo dolorido, y añoraba sus sonrisas y su risa suave. No podía perderla ahora. Y menos en este momento, pensó que él ganaría.

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Kate cedió contra él con un suspiro, sus brazos se deslizaron por encima alrededor de su cuello, sujetándole tan desesperadamente como él la sostenía. Pequeños gemidos emitió su garganta cuando su mano encontró y ahuecó un pecho, pero entonces él la empujó rápidamente. Rompiendo el beso, él la cogió por su muñeca, retirándola de la puerta de la calle. — Vamos dentro. Kate se resistió, la pasión desapareció de su cara y algo semejante al temor lo substituyó. Sacudiendo la cabeza para despejarse. — No, No puedo. Tengo que pensar. — Puedes pensar dentro. —Insistió, guiándola hacia la puerta. — No. Harás el amor conmigo, me morderás y mi cerebro se hará papilla. —Ella retiró su mano hasta quedar libre y se sostuvo en el borde de la entrada.— Tengo que pensar, Luc. Me pides que deje todo lo que conozco, todo lo que amo. — ¿Todo lo que amas? —Preguntó él suavemente, con dolor en su cara. — No. Amo... Lucern contuvo su aliento. Si ella dijera que le amaba, nada sobre la tierra lo pararía hasta arrastrarla dentro de la casa, reclamarla para si e introducirse en ella. Pero a ella le faltó poco para admitirlo, su expresión fue cautelosa. Sacudiendo la cabeza, apoyándose en el marco de la entrada. — Tengo que ir a casa y pensar. Tengo que decidir.... Kate se dio la vuelta y comenzó a bajar por la escalera, pero él se apresuró para atrapar su brazo. Ella giró sus asustados ojos hacia él, y Lucern sabía que ella temía que le negara su voluntad de elección. Por un momento, se sintió tentado. Pero entonces él recordó las palabras que un psíquico había dicho, y sabía que él no podía luchar con este dragón por Kate. Él había luchado con sus propios dragones, dejando a un lado su orgullo y miedo, colocando su corazón en sus manos. Ahora él tuvo que confiar en que ella fuera lo bastante fuerte para mantenerlo resguardado. Por lo que dejó caer su brazo y dijo: — Llamaré un taxi para ti. —Kate se relajó, una sonrisa de agradecimiento se formó en sus labios.

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— Muchas gracias.

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Capítulo 20

Kate logró conseguir un vuelo de regreso a Nueva York para esa noche. Pasó el tiempo antes, durante y después del vuelo vacilando entre la felicidad y la desesperación. Lucern la amaba. Ella no era simplemente una fuente de alimento para él. No estaba muerto, no dormía en un ataúd, y él la amaba. Todo esto era maravilloso, maravilloso. Pero para estar con él, debía "convertirse". Tener que dejar a su familia y a sus amistades o arrojar diez años por la borda. Eso no era maravilloso. Kate lo consideró todo. Pensó que quizás podría vivir con él sin necesidad de convertirse, pero envejecería, su cuerpo y su mente se deteriorarían mientras que el cuerpo de Lucern se mantendría fuerte y su mente permanecería lúcida; era insoportable. Ella sospechaba que él se quedaría con ella si esa fuese su elección, pero ante la idea de sus manos jugando sobre su arrugada y flácida carne, y su cabeza gris apoyada sobre su firme pecho..... no, no podría soportar que eso ocurriera entre ellos. Por supuesto, ella simplemente podría tener un romance con Lucern, luego podría romper con él dentro de diez o veinte años cuando la gente empezara a confundirla con su madre. Pero si ella ahora no podía ni pensar en alejarse de él voluntariamente; hacerlo después de amarlo y compartir su vida con él durante diez o veinte años sería imposible. Lo que significaba que tenía dos opciones: Permitirle que la convirtiera y abandonar a todos los que ella había conocido y amado durante diez o veinte años, o marcharse ahora, mientras tuviera fuerzas. Ninguna opción parecía aceptable. A pesar de la distancia que los separaba desde que ella dejó Nebraska y se mudó a Nueva York, estaba muy unida a familia. Su madre y su padre a menudo viajaban a Nueva York para asistir a las funciones de teatro o ir de compras, y se quedaban con ella. Y sus hermanas hacían varios viajes al año a Nueva York, para hacerle una visita, ir de compras y principalmente quedarse con ella. Ellos eran su familia, la conocían y la amaban mejor que nadie. Habían fomentado que realizara su sueño de escribir, habían pensado que su intención de ser una editora en la ciudad era admirable. Eran su apoyo y la razón de su vida. Pero para tener a Lucern, ella tendría que abandonarlos. O para tenerlos, ella tendría que dejar a Lucern. Kate apenas durmió esa noche. Por la mañana, se dio una ducha, se vistió y salió a coger el metro para Roundhouse. Su mente había estado moviéndose en círculos toda la noche y todavía no había conseguido una solución para poder quedarse con Lucern y su familia. Eso la estaba volviendo loca. Estaba desesperada por escaparse de la preocupación un poco, y esperaba que el trabajo la distrajera completamente de su preocupación. Chris estaba en la oficina cuando ella llegó. A Kate no le había sorprendido. Los otros editores trabajan muchas horas y los fines de semana. Chris, en cambio, estaba enormemente sorprendido de verla.

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— Pensaba que estabas en Toronto ahora mismo, jugando a los besos con Luc. — Bromeó él, pero la preocupación se reflejó en sus ojos al darse cuenta de lo pálida y cansada que ella estaba. Esa preocupación resonó en su voz cuando él preguntó— Entonces, ¿estaba equivocado? ¿Él simplemente quería hablar del Tour? Kate negó con la cabeza y pasando al lado de él caminó por el vestíbulo hacia su oficina. — No estabas equivocado. No hablamos sólo del Tour. — Entonces, ¿de qué hablasteis? —Preguntó Chris, siguiéndola. Kate colocó su maletín encima de su escritorio. Ella se quedó mirando fijamente hacia abajo manteniéndose callada. Entonces, en vez de contestar, preguntó: — Chris, si te dieran la posibilidad de vivir eternamente, ¿aceptarías? Él comenzó a reírse a carcajadas. — ¡Mierda, no! ¿Vivir eternamente y tener a los escritores persiguiéndome toda la eternidad? Santo Dios, tendría pesadillas. Kate sonrió ante el exagerado horror que se reflejaba en su cara, pero dijo: — Lo digo en serio, C.K. Si no tuvieras que volver a tratar con los escritores. Si pudieras vivir en otro lugar, con alguien al que ames muchísimo. Si tuvieras dinero, amor, vivirías eternamente sin envejecer nunca. — ¿Cuál es el inconveniente? —Preguntó él con el cinismo que ella esperaba. — La pega sería esa, que no envejecerías, que tendrías que dejar a tu familia y a tus amigos y desaparecer de sus vidas para siempre. Para tener un apasionado, y casi irrefrenable amor. Definitivamente tendrías que abandonar a muchas de las personas que amas. Chris silbó suavemente. — Eso es algo duro. —Él lo pensó brevemente, entonces dijo:— Bueno, dependería de cuanto la amase a ella. Quiero decir, la familia es especial, pero ellos tienen su propia familia. Kate frunció el ceño. — ¿Qué quieres decir? Él se encogió de hombros. — Bueno, las parejas tiene hijos que crecen, se enamoran, abandonan el hogar y tienen hijos y crean una familia propia. La familia original es todavía importante para ellos, pero sus hijos se convierten en una prioridad. Cuando te encuentras en un problema, tu propia familia es lo primero. — Sí, pero.... — ¿De quien hablamos es un hombre o una mujer? —Interrumpió Chris. Kate parpadeó. — ¿Qué? — ¿El personaje? Supongo que estás tramando el argumento de un libro, ¿no?

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Kate vaciló, luego asintió con la cabeza. No podía comentarle que estaban hablando de un hecho real. Él pensaría que estaba loca. Utilizaría esa vía de escape. — Una Mujer. Chris asintió con la cabeza. — Entonces, eso facilita las cosas. — ¿Si? — Si. Las mujeres se han enfrentado con esta decisión desde hace siglos. Desde la Edad Media hasta la actualidad, han crecido, se han casado y se han mudado con su familias, lo suficientemente lejos para no poder verla otra vez. —Observó él.— Después de todo, no se podía coger un avión. — No. —Asintió Kate lentamente. — Caray, tú te encontraste en una situación similar cuando viniste a trabajar aquí. Dejaste a tu familia en Nebraska. Kate frunció el ceño. — Eso es diferente. Están allí cuando los necesito. No es como si nunca los volviera a ver. — Bueno, todavía estarán allí para este personaje, también. No es como si murieran cuando ella desaparece de sus vidas. Ella probablemente les podría ver desde lejos, mantendría contacto con ellos. Y si hubiera una emergencia, ella probablemente se podría acercar a ellos en un futuro. De alguna forma. Kate asintió lentamente con la cabeza. No había pensado en eso. No podría hablarles pero... — ¿Es un libro moderno o uno histórico como los primeros? —Preguntó Chris. Kate vaciló. Él obviamente pensaba que ella estaba preocupada por el último libro de Lucern. — Moderno. —Dijo ella al fin, dejándole creer en esa ilusión. — Hmm, eso lo hace un poco más difícil. —Decidió él. — ¿Por qué ? —Preguntó Kate. — Bueno... si fuera uno medieval como el primero, entonces la protagonista podría mudarse y mantener correspondencia con su familia. Nunca sabrían que ella no envejecía. Pero hoy en día, sería difícil mudarse a algún lugar donde no pudieras coger un avión. Eso podría funcionar, pensó Kate para sus adentros. Ella le sonrió. — Eres muy bueno tramando complots, amigo. — Por eso es por lo que me pagan tanto dinero. —Le dijo guiñándole un ojo. Kate se rió. Ninguno de ellos tenía un buen sueldo. Estaban mal pagados, trabajaban demasiado y estaban estresados la mayor parte del tiempo. Y ella se había mudado de todas formas desde Nebraska. Todos estaban locos, pensó ella negando con la cabeza. Pero amaban los libros. Ella recogió su portafolios y se apresuró hacia la puerta.

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— ¿A dónde vas ahora? —Preguntó Chris con interés. Él caminaba detrás de ella. — A casa para acostarme. Necesito dormir antes de que pueda considerar tus sugerencias correctamente. * * * * * Kate durmió larga y tendidamente, principalmente porque estaba segura de que había una respuesta a su problema en lo que había dicho Chris. Si sólo pudiera pensar claramente, entonces encontraría la solución. Esa creencia aliviaba el malestar que sentía en su corazón y le daba esperanzas para un posible futuro con Lucern. Era media tarde cuándo Kate despertó por el sonido de golpes en su puerta. Adormilada salió de la cama, arrastrando su bata rosa vellosa y sus alpargatas rosadas de conejitos delante sobre su camisón de franela con conejitos y se abrió paso hacia la sala de estar. — ¿Quién es? —Preguntó bostezando cuando llegó a la puerta. — Marguerite. Kate se desperezó, su cansancio desapareció en un pestañeo. ¿La madre de Lucern? Díos mío. La sonrisa que mostraba era cautelosa mientras habría la puerta. — Señora Argeneau. ¡Qué sorpresa!. — Imagino que si. —Marguerite mostraba una sonrisa divertida.— ¿Puedo pasar? — Por supuesto. —Kate retrocedió unos pasos para dejar entrar a la mujer, luego cerró la puerta y la siguió por el pequeño vestíbulo hasta la diminuta sala de estar.— ¿Le apetece algo de beber? ¿café, té o zumo? — No, gracias. —Marguerite se acomodó en el sofá, su mirada se fijó en el escrito que había sobre la mesa del café, luego en el ordenador colocado en la pequeña mesa.— Veo que tú eres escritora como Lucern. La mirada fija de Kate descendió automáticamente hacia los primeros diez capítulos de la historia que ella escribía. Los había impreso para editarlos, pero nunca había tenido oportunidad. — No es maravilloso que os dediquéis a lo mismo. Te pareces en muchas cosas, pero eres diferente en otras. Kate cambió de posición con inquietud. — Señora Argeneau. — Te pedí que me llamaras Marguerite, si no recuerdo bien. —La interrumpió serenamente. — Marguerite. —Se corrigió Kate.— Yo... — He venido a ayudarte. —La madre de Luc la interrumpió otra vez.— No para persuadirte o recriminarte, pero te ayudaré a tomar lo que probablemente será la decisión más dura de tu vida.

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Kate vaciló, luego preguntó. — ¿Puedes? ¿Me puedes ayudar realmente? Lucern es tu hijo. — Sí, lo es. Pero también tuve que tomar esta decisión cientos de años atrás. Y sé lo duro que es. Kate quedó sorprendida. — Quieres decir, que no eres... — Era humana como tú cuando conocí al padre de Luc, Claude. Él era moreno y erótico y me pareció muy fuerte en ese momento. Creí que le amaba. Creía que él me amaba. Pero él no me amaba. Su corazón había sido dado a otra mucho antes de que él me escogiera como pareja. Kate se recostó, sintiendo como si le hubieran dado puñetazos. Ella había dudado dejar a su familia por Lucern, pero nunca había cuestionado su amor por él. No desde que lo admitió en ese cuarto de baño del hotel en la conferencia. Pero qué ocurriría si ella realmente no le amaba, estaba completamente deslumbrada por su encanto y sus poderes y... Sus pensamientos murieron cuando Marguerite estalló de risa. — Lo siento, mi amor. —Se disculpó la mujer, cubriendo su boca un momento. Ella se explicó.— Es solo que tus pensamientos son realmente lo más tonto que he oído en mucho tiempo. ¿Deslumbrada por su encanto y sus poderes? Tú rechazas esos poderes que tontamente te asustan. Por lo que respecta a su encanto, Luc es mi hijo y yo le amo, pero debo admitir que tristemente carece de encanto. El hombre es tan hosco y gruñón como un oso quitándose una espina de su trasero hasta que tú apareciste en su vida. Kate se impresionó al oír como la mujer utilizaba expresiones modernas, pero estaba mas afectada con... — ¿Puedes leer mi mente? Marguerite asintió con la cabeza. — Pero, Lucern dijo que mi mente era demasiado fuerte para que él pudiera leerla. Él dijo... — Él no podría leer tu mente. —La tranquilizó Marguerite.— Tú eras cautelosa con él porque estabas ya medio enamorada. No te has molestado en ocultármelo a mí, sin embargo, y he leído tu mente y he reconocido tu renuente respeto y amor todo el tiempo. Nunca dudes de tu amor por él, Kate. Tú reconociste su verdadero carácter en sus libros, y que su comportamiento antipático escondía un alma sensible. as aprendido mucho más desde que lo conociste y empezaste a amarlo... a pesar de esas habilidades especiales que encuentras tan aborrecibles. Kate guardó silencio por un momento. — Pero tú no amabas a Claude. — No. No con la clase de amor que tú y Lucern compartís. Claude no era tan fuerte como nuestros hijos han llegado a ser. Él era un hombre esencialmente débil, creí que lo amaba mucho. Pero al final, era como un quinto hijo en vez de ser el compañero y

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amigo que debería ser un marido. Él parecía no tener esperanzas, pienso que eso fue lo que lo llevó a la bebida y hacerse adicto a las drogas y eso lo llevó a la muerte. —Ella suspiró. Luego, encogiéndose, dijo:— Pero eso no tiene importancia. Lo que importa es esto, el hecho de que nunca he lamentado mi decisión para unirme a él. Tengo cuatro hijos maravillosos y dos de ellos casados. He visto como ha cambiado el mundo de una forma que nunca hubiera podido imaginar. He hecho casi todo lo que he querido, pero cada día surgen más cosas que quiero hacer. — ¿Qué pasaría si no soy lo suficientemente fuerte? ¿Si me convierto en lo que fue Claude? — Tú eres lo suficientemente fuerte. La tranquilizó Marguerite— Lo he visto en tu mente. Tú, Lucern y todos mis hijos. Tienes esperanzas. No importa lo mala que sea la situación, o lo mal que te sientas, siempre te queda un pequeño grano de esperanza en tu corazón, y eso te hace fuerte. Te obliga a enjugar las lágrimas, liar un vendaje sobre tus heridas, y reiniciar tu vida. Serás una buena compañera para Luc. Kate estuvo de acuerdo. Pero todavía le quedaba una preocupación. — ¿Mi familia? La expresión de Marguerite se volvió triste. — Sí. Tu familia. Si te hubiéramos preguntado si abandonarías todo por estar con un hombre especial. Kate repentinamente contuvo el aliento mientras las palabras de Marguerite le hacían recordar: “Es especial, tu hombre. Pero para estar con él tendrás que tomar una decisión. Tendrás que abandonarlo todo. Si tienes valor, entonces todo lo que tú alguna vez quisiste será tuyo. Si no...” — Seríamos tu familia, Kate. —Dijo Marguerite suavemente.— Mientras estén vivos, podrás mantener contacto con tu otra familia. — Lucern dijo eso después de diez años... — Sí. —Interrumpió Marguerite.— Dentro de diez o veinte años, Kate C. Leever no debe ser vista por los que la conocen y la quieren... al menos los que no son de nuestra clase. Pero podrías escribirles. Ellos no deben ver que no estás envejeciendo. Tendrás que evitarlos y viajar, dar disculpas para no visitarlos o acudir a los entierros. Sería más fácil para Kate tener un accidente y hacer creer que está muerta, pero hay otras formas más intrincadas para resolver cosas. ¿Seguramente Lucern vale ese esfuerzo ? * * * * * — Gracias. —Murmuró Lucern mientras Bastien cerraba la puerta de la caravana donde habían metido el ataúd que él y Lucern acababan de trasladar desde el sótano. — Sin problemas. —Le aseguró Bastien.— Almacenaré eso en mi sótano hasta que Etienne pueda resignarse a separarse de él. Sólo le diré a mi ama de llaves que no se tome la molestia de limpiar el sótano por algún tiempo.

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Lucern metió las manos dentro de los bolsillos e inclinó la cabeza. Supuso que debería invitar a su hermano a entrar para tomar alguna bebida o algo por el estilo, pero a él no le apetecía hablar mucho en este momento. Su madre había ido esa mañana para ver como se encontraba, Etienne había mencionado que Kate había venido. Marguerite le había hecho decir lo que había sucedido entre ellos, luego le había dejado ensimismado en su pensamientos. Él sospechó que la visita de Bastien con la excusa de recoger el ataúd había sido una excusa para averiguar como se encontraba otra vez, y él esperaba completamente que Etienne y Lissianna encontrarían la manera de ir a su casa para comprobar como se encontraba. Supuso que debería estar agradecido por la distracción que le ofrecían. Él se había estado volviendo loco caminando de arriba a bajo por su casa, en espera de que Kate reconsiderara su propuesta.. — Bueno, debería... —Bastien hizo una pausa y recorrió con la mirada el camino de acceso mientras un coche se detenía en el camino.— Esa es la limusina de mamá. — Sí. —Lucern suspiró, pensando que tendría para poner buena cara y que no se estaba volviendo loco lentamente. Por otra parte, él nunca se había tomado la molestia de poner buena cara en otras cosas antes. ¿Por qué se tomaba la molestia ahora? — Hmm. Bien, será mejor que me vaya. Lucern miró sorprendido a su hermano. Por un momento, creyó que Bastien procuraba evitar a su madre, pero entonces él miró hacia la limusina y vio a una rubia salir del coche. — Kate. —Suspiró él. Él permaneció de pie allí mientras su hermano entraba en la caravana. La limusina se alejó del camino de acceso, dejando atrás a Kate; Después la caravana de Bastien la siguió. Inmóviles, él y Kate se quedaron de pie allí, mirándose el uno al otro. No fue hasta que ambos vehículos se fueron que Kate se acercó a él. Lucern se encontró acercándose también. Se encontraron a mitad de camino, se quedaron mirándose el uno al otro a los ojos. Luego Kate dijo: — ¿Podemos entrar? — Oh. —Lucern parpadeó. Esas no habían sido las primeras deseado oír. Pero estaban mejor que una patada en el culo. La estuvo allí, ella no había estado dispuesta a entrar en la casa. Esto señal. Pero él estaba impaciente por oír su decisión, así es que brazo, giró sobre sus talones y la apresuró a seguirlo.

palabras que había última vez que ella debía ser una buena él la agarró por el

Entrando en la casa, Lucern cerró la puerta detrás de ellos con un ruido sordo, se apoyó contra ella y devoró a Kate con la mirada. ¿Le haría ella el hombre más feliz de la Tierra o el más miserable que haya existido? Él tenía esperanza de que fuera la decisión de más feliz.. — Te amo. Ese era un buen principio, decidió Lucern. — Y, sí, me casaré contigo y compartiré mi vida contigo.

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Lucern empezó a acercarse a ella, luego se detuvo. — ¿Y tu familia? — No los puedo abandonar completamente, Luc. —Admitió ella apológicamente.— Los amo. Pero dejaré de verlos y sólo les escribiré cuando se haga evidente que no estoy envejeciendo. Lucern se apartó de la puerta y la arrastró a sus brazos. Su solución era maravillosa. Él la besó con todo el alivio, amor y gratitud que sentía, luego la levantó en brazos y subió las escaleras, dirigiéndose hacia su dormitorio. — Te amo, Kate. Te haré feliz. No lamentarás esto. —Le aseguró él mientras le besaba la cara. — Se que no. —Dijo ella suavemente, sus brazos le rodearon el cuello. — Y seremos felices.— Estaban cerca de la habitación cuando ella se aclaró la garganta y preguntó: — Umm, ¿Luc? — ¿Sí, amor? —Preguntó mientras abría la puerta. Ella finalmente vio su cuarto. Cualquier pensamientos que ella había tenido de que él dormía en un ataúd desapareció inmediatamente de su mente. No había ninguna duda de que esta era la habitación de Luc. Como el hombre mismo, era una mezcla magistral de plata negra y de alabastro. Las ventanas y la cama estaban cubiertas de cortinas negras que bloqueaba la entrada de cualquier rayo de sol. No fue hasta que Lucern la había colocado en medio de la cama y se había dejado caer encima sobre ella que recordó lo que ella le había querido preguntar. Colocando una mano sobre su hombro para detener sus besos, ella preguntó: — ¿Eso va a doler?. Lucern se quedó quieto, sus cejas se elevaron. — ¿La conversión? Kate asintió con la cabeza. — Bueno. —Él frunció el ceño.— No estoy seguro. Nunca he convertido a nadie antes. —Él vaciló, luego comenzó a ponerse derecho.— Telefonearé a mi madre y le preguntaré. Ella debería saberlo. — No. —Se incorporó, Kate abrazó sus hombros y presionó su cara contra su espalda, luego terminó.— No. No me importa si duele. Caminaría a través de los fuegos del infierno por ti. Ella sintió su espalda temblar de la risa. Luego le dijo: — Y robaría un banco de sangre y te lo ofrecería para alimentarme. Él se volvió en la cama y enmarcó su cara con las manos, luego agregó: — E incluso te permitiría mantener contacto ocasionalmente con tu familia. —Él inclinó su cabeza para darle un suave y reverente beso en sus labios.— Soy un hombre muy afortunado. Kate negó solemnemente. Entonces sus labios sonrieron traviesamente y ella dijo:

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— Espero que sigas diciendo eso dentro de cien años. Cuando te fastidie para sacar la basura y cambiar el pañal del bebé. Lucern reída ahogadamente y la hizo retroceder en la cama. — Será un placer. Todo contigo será placentero. Kate meramente negó con la cabeza y empujó la de él hacia abajo para darle un beso. Ella no era lo suficientemente tonta como para creer que nunca discutirían, aunque que el detalle de la basura fuese un placer para él, ella se sentía segura de que podrían capear las tormentas en los siguientes siglos. Después de todo, ellos tenían esperanza... y mientras tuvieran eso, cualquier cosa podría ser posible.

FIN

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