El Dentista del S. XXI, número 108

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HISTORIA

La Real Academia y picadero de Ocaña Seguramente el primer centro de enseñanza de caballería moderno de Europa

Aunque la Caballería española no conseguiría centralizar y unificar su instrucción y adiestramiento hasta bien entrado el siglo XIX, cabe distinguir, en el siglo anterior, el intento del teniente general Antonio Ricardos y Carrillo de Albornoz, uno de los generales más destacados de la historia del Arma, de crear un centro de enseñanza de Caballería moderno. Lo organizó en el año 1775 en una casa de labor de un colegio, que los jesuitas, recientemente expulsados de España (1767), habían abandonado en Ocaña. Su nombre de Real Academia indicaba su trasfondo ilustrado y el propósito de que fuera un centro de enseñanza diseñado a partir de una concepción integral de la educación y con métodos de enseñanza modernos, basados en los estudios pedagógicos de Pestolazzi, que habían sido introducidos en España desde Suiza. Felipe V había instituido en 1722 la clase de “cadetes de cuerpo” en los regimientos de las armas generales (Infantería, Caballería y Dragones) para que, después de recibir la instrucción y la enseñanza adecuadas, pudieran ascender a oficial. Cada compañía de los regimientos de Caballería y Dragones sólo podía tener en plantilla un

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cadete, excepto la compañía de Carabineros que no acogería ninguno. Un maestro de cadetes (capitán), nombrado por el coronel jefe, se debía encargar de la enseñanza de los aspirantes a oficial reunidos en la plana mayor del regimiento. Cuando se produjera una vacante en la propia unidad, el cadete más antiguo, si tenía la edad exigida y había completado su formación, ascendería a oficial. Era la nueva forma de hacer oficiales y, además, muy barata. No era la única, pues los sargentos primeros también podían lograrlo. Desde luego, ni aquéllos ni éstos tenían fácil acceso a los empleos superiores. Si se pertenecía a la nobleza o se era hijo de persona influyente y, además, los padres eran ricos, se podía obtener el empleo de capitán directamente a cambio de proporcionar determinadas prestaciones al Ejército, como sufragar los gastos de creación de una nueva unidad, o la reorganización de una ya existente e incluso su remonta. En realidad, se buscaba con la clase de cadetes beneficiar a los hijos de la nobleza media o baja y de los oficiales. Según las ordenanzas de 1768, se obligaba a los cadetes no hijosdalgo a ser, al menos, hijos de capitán o nietos de teniente coronel.

El general Ricardos, que había sido nombrado Inspector General del Arma de Caballería en 1771, consideraba que la enseñanza impartida en los regimientos no era la adecuada y, desde su nuevo puesto, dirigió todos sus desvelos a crear, consolidar y apoyar la labor realizada en la Academia de Ocaña. Ricardos era muy amigo de su paisano el Conde de Aranda, y pertenecía, como éste último, al grupo de militares ilustrados; por supuesto, estaban decididos a favorecer todo lo nuevo que permitiera la mejora de la enseñanza militar.

La primera constitución del nuevo centro de enseñanza dividía su orgánica en dos compañías de 50 alumnos y un trompeta. El programa de estudios se articuló en tres partes. En una primera tendrían que conocer, poner, montar, gobernar y conservar el caballo; además, debían aprender el mecanismo práctico de las evoluciones y maniobras y todo lo que para ello se deberá enseñar a los soldados. La segunda estaba dedicada al estudio e inteligencia de las ordenanzas y sus aplicaciones a determinados casos; pero

Dibujo de A. Ubilla (Sucesión de Felipe V. Biblioteca Real Madrid.17)


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