Huerta EfraĂn
1914-2014
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
Rafael Tovar y de Teresa Presidente Saúl Juárez Vega Secretario Cultural y Artístico Francisco Cornejo Rodríguez Secretario Ejecutivo Ricardo Cayuela Gally Director General de Publicaciones
GOBIERNO DEL ESTADO DE MICHOACÁN DE OCAMPO
Fausto Vallejo Figueroa Gobernador Constitucional Marco Antonio Aguilar Cortés Secretario de Cultura María Catalina Patricia Díaz Vega Delegada Administrativa Paula Cristina Silva Torres Secretario Técnico Raúl Olmos Torres Director de Promoción y Fomento Cultural Héctor Borges Palacios Jefe del Departamento de Literatura y Fomento a la Lectura
Huerta Efraín
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Prólogo y selección de textos ERNESTO HERNÁNDEZ DOBLAS
Primera edición, 2014 dr
© Secretaría de Cultura de Michoacán
© Secretaría de Cultura de Michoacán Isidro Huarte 545, Col. Cuauhtémoc, C.P. 58020, Morelia, Michoacán Tels. (443) 322-89-00 www.cultura.michoacan.gob.mx
dr
Antologador: Ernesto Hernádez Doblas Diseño de portada y editorial: Jorge Arriola Padilla ISBN: El contenido, la presentación y disposición en conjunto y de cada página de esta obra son propiedad del editor. Queda prohibida su reproducción parcial o total por cualquier sistema mecánico, electrónico u otro, sin autorización escrita. Impreso y hecho en México
Índice Presentación 9 Prólogo/carta: 13 ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS I 23 CIERTO 25 INMENSO DRAMA 26 SEXOGÉSIMO 27 MANDAMIENTO 27 AMOR 28 ¡ACCIÓN! 29 ASÍ ES 30 ¡ATENCIÓN! 31 DE PLANO 32 INÚTIL 33 ÚNICO 34 PREMIO . . . 35 LA VERDAD 36 ABSOLUTO AMOR 37 ABSOLUTO AMOR 39 EL POEMA DE AMOR 41 LOS RUIDOS DEL ALBA 45 VERDADERAMENTE 49 PRIMER CANTO DE ABANDONO 55
ÉSTE ES UN AMOR 58 PARA GOZAR TU PAZ 62 ÓRDENES DE AMOR 66 SIEMPRE MÍA 71 BORRADOR PARA UN TESTAMENTO 73 ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS II 79 PASEO II 81 TÓTEM 82 EH Y AA DICEN: 83 HANDICAP 84 MERCADOTECNIA 85 POETITOS 86 REVELACIÓN 87 CONCILIO 88 MANDAMIENTO EQUIS 89 AY POETA 90 EL BÁRBARO 91 PEQUEÑO LAROUSSE 92
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Presentación Marco Antonio Aguilar Cortés
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mpezaré recordando, en esta presentación, uno de los textos atractivos de Federico Nietzsche: "En algún punto perdido del universo, cuyo resplandor se extiende a innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro en el que unos animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquél el instante más mentiroso y arrogante de la historia universal". Quizá ese párrafo transcrito se encuentre lleno de la certidumbre de esa invención; pero acaso, también, quede corto de miras, cuando la invención de la poesía por parte de esos animales inteligentes nos ha conducido a los sublimes instantes extremadamente engañosos y soberbios en que nos envuelve el bello ritmo de la palabra humana, cuando es conceptuoso, sintético, y atrayente. Porque la poesía, al margen de la simple versificación, es la esencia del conocimiento, con un fondo de musicalidad que no se ve, ni se huele ni se toca ni se oye ni se paladea, y sin embargo se siente y se vive, y además se goza. Cien años ha que nació Efraín Huerta, y
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este libro está dedicado a su memoria. Ernesto Hernández Doblas, quien elaboró esta antología del poeta recordado, realizó una excelente selección y, con talentoso esmero, ha escrito el prólogo en forma de misiva. Reconocemos su trabajo. De los poemas que aquí encontrarás, estimado lector, observarás el "inmenso drama" en que vivió Don Efraín: "Todas Las mujeres Que amo Están casadas ¡Hasta la mía!" Roto ese drama inmenso, hasta en la gramática, Huerta nos entrega la inmensa comedia de la relación del hombre con la mujer, de manera tan sucinta como concisa. Todo fue así en él; y, en mi caso, sólo concluiré dejando libre tu mirada para que goces de esta poesía generada por uno de esos animales inteligentes que han fallecido, pero que como especie sigue viva en este planeta llamado Tierra, voluta de polvo insignificante en un universo al que no le hemos encontrado ni final, ni principio.
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Prólogo/carta:
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ti que pasas por aquí y detienes tu atención en estas líneas. A ti que llegas a este libro por medio del azar, que es uno de los muchos rostros del destino. A ti que vives convocado igual que todos a esta realidad que nos tocó vivir como una herencia terrible y hermosa y no solicitada. A ti que tienes entre tus manos esta Antología tejida con amor, como se tejen las cosas que valen la pena. La pena y el gozo, por supuesto. A ti, dedico estas palabras que llevan en su intención presentar-te humilde pero apasionadamente a un poeta que anduvo por este misterio que llamamos vida y que es Caja de Pandora mitad hecha de vida y mitad hecha de muerte. El poeta llevó por nombre Efraín Huerta y nació en Silao Guanajuato hace cien años. Anduvo por este mundo ofreciendo su poesía como se ofrece el pan y la sal en la mesa de todos, para todos. Parece que fue ayer. Pero con un poeta nunca se sabe si es el hoy o el mañana el que lo vive y hace vivir, el
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tiempo de la poesía no es de este reino sino el de la intensidad y la lectura, la intensidad de la lectura, la lectura de la intensidad. Es decir, que el tiempo de un poeta y su poesía, depende de su vuelo y de sus lectores. La lectura es un encuentro siempre afortunado y azaroso. Lectores, escritores y libros van formando al mundo con su amor, con su constancia, con sus señales de humo y sueño en el sueño del tiempo. Ahora digo, te digo, tú que ahora mismo lees estas líneas y que te dispones a ocuparte de los relámpagos en verso de nuestro poeta celebrado: tienes en tus manos, en tus ojos y en tu corazón, la tarea de hacer vivir una vez más la vida que palpita en cada verso. Sin poeta y sin lector no hay poesía. La poesía es un misterio que lo habita todo, pero sin nosotros es únicamente intuición en el pensamiento del infinito. La humanidad es la encarnación de lo invisible, que es también, de la poesía. Quiero decirte a ti, que la razón primera de este libro es la celebración del primer centenario de vida del llamado Cocodrilo/poeta, llamado por sí mismo Poeta Saurio. Anduvo por aquí y nos dejó la huella de su paso en las herencias de cada poema. Anduvo
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por aquí en tiempos difíciles y al mismo tiempo henchidos de una vertiginosa esperanza. Esos tiempos en los que era imposible para un poeta no sentirse tocado por la rabia y la esperanza y reflejarlas ambas en su palabra, con su palabra, como fiel testimonio de un país que al mismo tiempo era lleno de la gracia de un espíritu joven y de un espíritu maligno que amenazaba con hacerlo todo escombro y que en medio de esas dos fuerzas se jugó sus apuestas que ganó y perdió en un mismo volado de abismos. Pero además quiero decirte, que la razón de ser de mi humilde y apasionada participación como su antologador, no es otra sino la de ser uno más de sus lectores, que en este caso mío, tuvo la suerte de andar caminos autobiográficos de poesía, acompañado por don Efraín. Allá por años de mi adolescencia, entregado con ingenuidad al sueño de la poesía, tuve la fortuna de hallar frente a mi edad a este poeta de juventud eterna, de rebeldía sabia. Leer sus poemas fue y es desnudarse de bostezos para cantar y danzar la hermosa y terrible vida. Puedo decir sin rubor alguno que su poesía fue influencia en mi poesía y que lo primero y más importante que
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en aquellos años aprendí de él fue a vivir con intensidad (intensa edad) el oficio de tinieblas que el destino me tenía reservado. Ninguna palabra suya está de más ni de menos, porque su medida es la de la sangre que es ante todo río de manzanas en el edén de cada día. Hay razones del fuego que la quietud no entiende. Yo, como lector y suspirante a poeta, no pude menos que agradecer y arrodillar el corazón ante los altares de una poesía del gozo, ante el santo espíritu de la pasión, ante los templos del poema. No es que no haya heridas aquí, no es que solamente haya ebriedad iluminada; también en sus poemas hay la humana experiencia de la oscuridad, del lado moridor de la existencia: los crepúsculos que dan su golpe justo en donde más duele. Sin embargo, el amor aquí siempre salva todo naufragio, el amor es ave invencible, fuente de luz entre la sombra. Los poemas elegidos para esta Antología son una selección del tomo de su Poesía Completa, publicada por el Fondo de Cultura Económica en 1998 y compilada por Martí Soler. Los poemarios de donde hice la selección son -en orden cronológico-: Absoluto amor, Poemas prohibidos y de amor, Los hom-
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bres del alba, Estrella en alto, Poemas prohibidos y de amor IV, Responsos y Tranza poética. ¿Qué elegir de lo mucho digno de ser elegido? Mi decisión tuvo que ver con mi lectura personal de Huerta como un poeta que ante todo es amoroso con toda la complejidad y profundidad que esto implica. Todos los temas o estilos de nuestro poeta son trabajados desde los talleres del corazón. Seguramente cada lector tendrá a su Efraín y por lo mismo su Antología personal. Todo gran hombre y mujer son en realidad inabarcables. Para entenderlos, o para sentirnos más cerca de ellos, hacemos abstracción, inventamos palabras, los colocamos en ciertos lugares para tener la sensación de verlos mejor. Todo es inútil y sin embargo necesario. El misterio siempre nos desborda. Y es inabarcable y lejano porque misterio somos nosotros mismos que deseamos verlo/vernos. El arte es misterio mirándose a sí mismo: enamorado asombro. Desde mi punto de vista, desde el sitio en donde miro y admiro a nuestro festejado, veo al amor como al eje central que impulsa el hacer y el decir, el doler y el sangrar de su trabajo. Amó a la Mujer, como símbolo y realidad de lo más hermoso y apa-
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sionante de la vida. Amó a su país, como al vientre de paisajes en donde anduvo con los ojos y los oídos muy abiertos para renacer siempre una y otra vez como Fénix prometeico. Amó a la Libertad, como al concepto humano que más dolores de cabeza y corazón ha causado, pero sin el cual, parece a veces que no vale la pena respirar, ni levantarse cada día para resistir frente a todo aquello que busca encarcelar al aire. Amó a la poesía –por supuesto- Musa suprema de sus noches/días, Madre blanca que siempre tiene la palabra en la boca para darnos el alimento del cual vive nuestro espíritu. En resumiendo cuentas: amó a lo humano, a lo sencillo, al hombre y a la mujer de a pie que recorren y dejan huellas en el mundo. Siguiendo ese hilo de Ariadna en este laberinto de poesía llamado Efraín Huerta, decidí presentar ante ti los poemas amorosos, los sensuales, los que dan fe del palpitar de su amantísimo y rojo fruto hecho palabra. Además de ello, comparto contigo los llamados Poemínimos, que son juegos poéticos que sin duda caracterizaron el perfil literario de nuestro poeta. En estos breves relámpagos de carcajada franca, nos muestra que la poesía
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no siempre viene de traje, no siempre habla solemne, y no por ello deja de ser. A veces, hay demasiada seriedad en la poesía. A veces no se puede ni escuchar el zumbido de una mosca porque de inmediato carraspean los hombres de gris, encargados de cuidar que las cosas queden en su sitio para siempre como momias de Guanajuato en su vitrina de silencio. Al congreso de la poesía don Efraín llega para cargarse de risa a todos los solemnes, botella en mano y cigarro en labio suelta sus chispazos, hace chocar piedras de bilis para que pierda peso el mundo y pueda la sencillez tomar por asalto los palacios de lo demasiado grave para poder siquiera mover su metálico esqueleto. Amor y risa, risa y amor como dúo dinámico de la poesía. Más o menos estas son las razones por las que la presente y mínima antología está hecha de esta y no de otra forma. Estoy seguro de que otras y otros habrían elegido textos distintos e igual hubieran dado en el blanco, porque un escritor como Huerta es mucho poeta para intentar encerrarlo en una camisita de once varas. Mi deseo no es otro más que compartirte en primer lugar mis asomos a una obra de la que he
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bebido en más de un sentido y que considero más que digna de ser conocida por más personas, en segundo lugar, deseo compartirte algunos de los poemas que considero más emotivos, más cercanos a nosotros, más amables para quien gusta del gusto de la palabra poética, ya sea que se inicie en ella o que ya tenga camino recorrido. Pero sobre todo, deseo que esto sea solo la punta de una madeja en la cual tú seguirás buscando enredarte. Enredarte para entenderte, para gozarte de manera mejor y más profunda, para dejar que las palabras de Efraín sean las tuyas mismas, confundidas como se confunden los que se aman, y al confundirse se descubren como parte de un mismo Universo, de un mismo misterio, de un mismo eco de la palabra de Dios. Estimado lector(a), agradezco tu atención, te dejo ya en buenas manos. Disfruta con deleite estos poemas, con serenidad, con la paciencia de quien sabe que la prisa en el mundo es una trampa de la que nos puede salvar la poesía. Estoy seguro de que harás tuya esta breve antología, que la llevarás a tus ojos y a tu corazón, que dejarás que las palabras te digan, te mencionen, te dejen en la boca besos de silencio para
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que con ello el mundo sea algo digno de habitar, que la compartirás con otr@s para que siga su camino infinito. Para que mañana (que ya es hoy) el mundo sea el eco del amor, que no es sino el eco de la luz que nos inunda, lo sepamos o no.
Ernesto Hernández Doblas Morelia, Mich. 2014
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ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS I
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CIERTO Es La Ăşnica Verdad Amor A quien Amor Merece
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INMENSO DRAMA Todas Las mujeres Que amo Están casadas ¡Hasta la mía!
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SEXOGÉSIMO MANDAMIENTO No Desdeñarás La mujer De tu Prójimo
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AMOR Te BuscarĂŠ Lo menos Pronto Posible
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¡ACCIÓN! Voy A poner Manos A la obra Comenzaré Por el Muslo derecho
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ASÍ ES Todas Las cosas Se parecen A su Sueño
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¡ATENCIÓN! Cuidado Amigos: Las Experiencias Engañan.
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DE PLANO No hay Peor Poesía Que la Que no se Hace
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INร TIL No por Mucho Publicar Te consagras Mรกs Temprano
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ĂšNICO Un Lugar Para cada Verso Y cada Verso En su Lugar
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PREMIO . . . Premio Dado Ni Dios Lo Quita
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LA VERDAD Yo no soy Un poeta Serio Soy Un poeta Saurio
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ABSOLUTO AMOR
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ABSOLUTO AMOR Como una limpia mañana de besos morenos cuando las plumas de la aurora comenzaron a marcar iniciales en el cielo. Como recta caída y amanecer perfecto. Amada inmensa como una violeta de cobalto puro y la palabra clara del deseo. Gota de anís en el crepúsculo te amo con aquella esperanza del suicida poeta que se meció en el mar con la más grande de las perezas románticas. Te miro así como mirarían las violetas una mañana
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ahogada en un rocĂo de recuerdos. Es la primera vez que un absoluto amor de oro hace rumbo en mis venas. AsĂ lo creo te amo y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
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EL POEMA DE AMOR El poema de amor es el poema de cada día: la sombra de una hoja y este mirar al cielo en anhelante perseguir una flor, una sonrisa de solemne quietud, suave deseo. ¿El poema de amor? La más humilde y la más tierna lluvia, el sobresalto de una gota en la mano, como si una leve mirada tuya iluminase la selva en que se nutre el desconsuelo. ¿El poema de amor? El gran poema de caminar conforme van los ríos con un sollozo –nube- sobre el dorso, y vigilar, con un sonriente miedo, tu imagen de jazmín en el crepúsculo.
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El poema de amor es la palabra que ya se dijo ayer, que hoy no se dice. Porque de sol a sol, de amor a amor, reina un silencio fiel, como de mármol, que es el clima ideal de estar de acuerdo. El poema de amor bien puede ser un soñar escribirlo y declararlo. Y despertar, al fin, estremecido, abrazarte entre tibia y azorada como a rosa ceñida por la brisa. ¿El poema de amor? Viene del fuego y en el fuego perece, no sin darnos la maestría en el tacto, la sorpresa de imaginarnos vivos y con alas cuando el beso es un ave en agonía.
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Del poema de amor todo se dice y nada se recuerda. Pero es bueno señalar que se sabe y que se siente un hondo respirar cuando tu paso de adolescente ritmo llena mi alma. No quise decir alma, sino sangre y música de junio. Pero insisto en que tu paso enciende mi alegría como un poco de sol sobre los trigos. Y es como darle vueltas al poema. El poema de amor es darle vueltas a lo que por sabido ya es callado. Y volver a empezar como si nunca te hubiese visto así, lánguida y pura, desmenuzando mi habitual tristeza.
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¿El poema de amor? Discretamente habría sido resuelto en una frase. Por ejemplo, decir: “Amada mía. . . “ Pero aquí llegas tú, puntual, serena, a cerrarme la boca, dulcemente.
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LOS RUIDOS DEL ALBA I Te repito que descubrí el silencio aquella lenta tarde de tu nombre mordido, carbonizado y vivo en la gran llama de oro de tus diecinueve años. Mi amor se desligó de las auroras para entregarse todo a tu murmullo, a tu cristal murmullo de madera blanca incendiada.
Es una herida de alfiler sobre los labios tu recuerdo, y hoy escribí leyendas de tu vida sobre la superficie tierna de una manzana.
Y mientras todo eso, mis impulsos permanecen inquietos,
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esperando que se abra una ventana para seguirte o estrellarse en el cemento doloroso de las banquetas. Pero de las montañas viene un ruido tan frío que recordar es muerte y es agonía el sueño. Y el silencio se aparta, temeroso del cielo sin estrellas, de la prisa de nuestras bocas y de las camelias y claveles desfallecidos.
II Expliquemos al viento nuestros besos. Piensa que el alba nos entiende: ella sabe lo bien que saboreamos el rumor a limones de sus ojos, el agua blanca de sus brazos. (Parece que los dientes rasgan trozos de nieve. El frío es grande y siempre adolescente.
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El frío, el frío: ausencia sin olvido.)
Cantemos a las flores cerradas, a las mujeres sin senos y a los niños que no miran la luna. Cantemos sin mirarnos.
Mienten aquellos pájaros y esas cornisas. Nosotros no nos amamos ya. Realmente nunca nos amamos. Llegamos con el deseo y seguimos con él. Estamos en el ruido del alba, en el umbral de la sabiduría, en el seno de la locura.
Dos columnas en el atrio donde mendigan las pasiones. Perduramos, gozamos simplemente.
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Expliquemos al viento nuestros besos y el amargo sentido de lo que cantamos.
No es el amor de fuego ni de mรกrmol.
El amor es la piedad que nos tenemos.
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VERDADERAMENTE I Verdaderamente soy todo oído para ti cuando tu pecho en blanco torna lluvia mis manos, te duelen los hombros hasta el grito y te corren gladiolas enfermizas por las piernas. Verdaderamente. Con la certeza de lo que sentirían en el invierno una nube con festones de azúcar, en el otoño dos mujeres sin párpados o en el alba las rodillas desesperadas de una virgen. Ennoblecida verdad la del olvido, purísima verdad aquella de la ternura muerta. Verdaderamente muertos, encerrados en mármol, cristalizados en miserables corolas sin angustia
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y con asomos de fastidio, crucificados míos, petrificados en el filo de las espadas, en esa hora agradable de los barqueros blasfemando en los ríos y el duelo espejeante de los remos. En esta hora y en otras, tan bien soy todo oídos para ti, que tu sombra amanece en pleno día del mundo y mi amor impaciente se atreve sin error por tu vida.
II Aquella daga en que nacieron amarillos y desenfrenados destellos de violetas ahogadas, ese mismo jardín que nos espera tarde a tarde, esa espléndida voz de los árboles difuntos, aquellas chispas de tontería caídas en el musgo
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caliente de las banquetas, aquellas plumas líquidas que siempre nos golpearon en los hombros como crudas imágenes de un destierro, cuando escalábamos angustias invernales. Las mismas tibias bocas que mansamente arrullaron nuestro fastidio de los veinte años y esos lentos oídos desde niños sometidos a la esclavitud de suficiencias y vaciedades. Y nuestras propias manos, delgadas, amarillas del fuego triste del insomnio. Y nuestros ojos, nuestros ojos en donde nadan los escombros del alba. Y nuestra carne, esta maciza y blanda carne de nosotros en la que finos y desenfrenados destellos de violetas se ahogan,
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ahogándonos el tiempo que nos urge, hiriendo con astillas de roble aquella soberana soledad que ignoramos ahora.
III Toda la falsedad del alba redimida, todo ese ruido inmóvil de las estrellas, ese gemido caliente y apagado de las manos, toda esa robusta cantidad de índices que señalan al viento, que se desangran en el vacío cobarde de una plaza pública. En verdad, en verdad no nos alcanza el sentimiento para gritar debidamente en contra del recuerdo. Todo ese verde sucio que amanece en las manos de las estatuas, esa molestia de conocer el crecimiento de las orquídeas,
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esa tristeza de camelias de las adolescentes al ver caer la lluvia, esa terrible languidez de algunas horas y aquella recia y abominable castidad con que sueñan todavía algunos de los hombres que conocemos. En serio, en verdad no nos alcanza el sentido de la piedad, de la lástima prohibida tantas veces, para ese tierno gotear de cosas, de objetos blandos y cómodos, de infancias exprimidas con torpeza. Ese murmullo casi de pupilas de buey, de lámpara caída en un estanque suave, de cuando alguna rosa blanca se muere de cansancio.
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Toda esa variedad de crepúsculos que motivan toda suerte de insomnios, aquellas manos como lirios en bruto de indefinibles novias. Verdaderamente: en esa atrocidad impune de los pantanos, en esa pátina de las medallas y los poemas cívicos de los esclarecidos cuadros de los museos, de las espadañas, de las campanas, debían permanecer para siempre, hasta morir de sublime aburrimiento, tantas y tantas causas de suicidios, de irredentas perezas, de absurdas santidades.
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PRIMER CANTO DE ABANDONO 1 Si mi voz fuese nube, ira o silencio crecido con el llanto y el amor; si fuese luz, o solamente ave con las alas cargadas de tristeza; si el silencio viniese, si la muerte. . . ¿Adónde ir con ella, iluminada con fuego de gemidos y caricias y gérmenes de mustias esperanzas? Y una voz inhumana: -Donde no existan lágrimas de odio ni pantanos con rosas y claveles. Mi voz en la saliva del olvido, como pez en un agua de naufragio.
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2 (Pero yo amo el abandono por violeta y callado. Amo tu entrada al invierno sin mi cuerpo, admiro tu fealdad de dalia negra dolorida, adoro con ceguera tu pasión por la lluvia y el encanto de tus narices frías, amada razonable y sencilla.)
3 Ya mi voz no suplica ni lastima como la vieja música del mar a los marinos tímidos y al cielo. Si pudiera la haría tan suave como fino suspiro de muchacha, como brillo de dientes o poema. Oh, voz del abandono sin sollozos: oh, mi voz como luz desordenada, como gladiola fúnebre.
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Ella hace el canto primero del abandono en lo alto de risibles templos, en las manos vacías de millones de hombres, en las habitaciones donde el deseo es lodo y el desprecio un pan de cada noche. Ella es mi propio secreto, lo invisible de mí mismo: mi conducta en la carne de los jardines, en el alma de las playas cuando hacia ellas voy con las manos cantando. Mi voz es el resumen de todos los insomnios: mi adolescencia mediocre y sencilla como una ceniza palpitante. No lloraría por mi ternura finalmente enterrada ni por un sueño herido sentiría fina tristeza, pero sí por mi voz oculta para siempre, mi voz como una perla abandonada.
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ÉSTE ES UN AMOR A Rosaura Revueltas Éste es un amor que tuvo su origen y en un principio no era sino un poco de miedo y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto. Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos, un amor que tiene a su voz como ángel y bandera, un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo, un amor que no tiene remedio, ni salvación, ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía. Éste es un amor rodeado de jardines y de luces y de la nieve de una montaña de febrero
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y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe por qué llega el amor y luego las manos -esas terribles manos delgadas como el pensamientose entrelazan y un suave sudor de –otra vez- miedo brilla como las perlas abandonadas y sigue brillando aun cuando el beso, los besos los miles y millones de besos se parecen al fuego y se parecen a la derrota y al triunfo y a todo lo que parece poesía –y es poesía. Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes: vino como unas alas de paloma
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y la paloma no tenía ojos y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos y a lo ancho de los países y las distancias eran como inmensos océanos y tan breves como una sonrisa sin luz y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia y me sumergía en sus ojos en llamas y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado y entonces me olvidaba de mi nombre y del maldito nombre de las cosas y de las flores y quería gritar y gritarle al oído que la amaba y que yo ya no tenía corazón para amarla sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano. Y yo veía que todo estaba en sus ojos
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–otra vez ese mar-, ese mal, esa peligrosa bondad, ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros, hasta el alma y hasta los mustios labios. Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos, ya lo saben las fotografías y las calles y ya lo saben las palabras –y las palabras y las calles y las fotografías ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma y no llorar de amor.
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PARA GOZAR TU PAZ Como el viento agita las altas hierbas así mis dedos vuelan sobre tu cabellera de diamantes, y la noche de alcohol y los árboles de oro encierran para siempre un sollozo de triunfo, el ay de la alegría, el ah definitivo. Como el aire de junio en la colina mueve la dulce sombra de la nube, así mi corazón se sacrifica en el húmedo templo de tu pelo. Nave sin dueño, sombra de ardorosa violencia, esta mi mano canta bajo el murmullo alado de tu gloria. Porque tienes la luz y la belleza en el sereno estanque de tu rostro, así el negro laurel es tu corona
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y es mi fatiga y es la sangre del insomnio. Sólo cuando el pecado es la guirnalda y la atadura, la cadena infinita y el profundo latido; sólo cuando la hora ha llegado, y tú, joven de rosas y jazmines, miras al horizonte del deseo y dejas que el tesoro de seda y maravilla sea la noche en mis manos, sólo entonces, dorada, todo me pertenece; las hierbas agitadas y el viento corriendo como el agua entre mis dedos: agua de mi delirio, eterna fiebre, espejismo y violencia, dura espina, pedernal de la muerte, lento mármol, millón de espigas muertas.
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Donde nace la idea, donde tus pensamientos -aves en dulce selva sometidas-, donde mis labios buscan el milagro, ahí estará mi fuerza. Ahí estará el dolor de mi presencia: al pie de tu dominio y tu pureza, sin más aroma que el júbilo y una medalla de aire, palpitante, como el fuego de una lágrima viva. Crece la hierba, el río, y el ala de la garza es la mano de Dios que se despide. Crece el amor en invisible grito (quemante, activa espada), y el corazón despierta como herido de muerte. Doblo la lenta hoja del silencio
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y te apareces tú, página y perla, con el cabello al viento y una cierta sonrisa de alta luna. Suave y veloz, como el aire de junio, beso tu cabellera de diamantes, el tesoro escondido de tu sueño, y digo adiós a la violencia para gozar tu paz, tu dulce, tu gloriosa geografía, por siempre detenido, por siempre enamorado.
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ÓRDENES DE AMOR ¡Ten piedad de nuestro amor y cuídalo, oh Vida! CARLOS PELLICER
1 Amor mío, embellécete. Perfecto, bajo el cielo, lámpara de mil sueños, ilumíname. Orquídea de mil nubes, desnúdate, vuelve a tu origen, agua de mis vigilias, lluvia mía, amor mío. Hermoso seas por siempre en el eterno sueño de nuestro cielo, amor.
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2 Amor mío, ampárame. Una piedad sin sombra de piedad es la vida. Sombra de mi deseo, rosa de fuego. Voy a tu lado, amor, como un desconocido. Y tú me das la dicha y tú me das el pan, la claridad del alba y el frutal alimento, dulce amor.
3 Amor mío, obedéceme: ven despacio, así, lento, sereno y persuasivo: Sé dueño de mi alma, cuando en todo momento
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mi alma vive en tu piel. Vive despacio, amor, y déjame beber, muerto de ansia, dolorido y ardiente, el dulce vino, el vino de tu joven imperio, dueño mío.
4 Amor mío, justifícame, lléname de razón y de dolor. Río de nardos, lléname con tus aguas: ardor de ola, mátame. . . Amor mío. ahora sí, bendíceme con tus dedos ligeros, con tus labios de ala, con tus ojos de aire,
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con tu cuerpo invisible, oh, tú, dulce recinto de cristal y de espuma, verso mío tembloroso, amor definitivo.
5 Amor mío, encuéntrame. Aislado estoy, sediento. De tu virgen presencia, de tus dientes de hielo. Hállame, dócil fiera, bajo la breve sombra de tu pecho, y mírame morir, contémplame desnudo acechando tu danza, el vuelo de tu pie, y vuélveme a decir las sílabas antiguas del alba: Amor, amor-ternura,
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amor-infierno, desesperado amor.
6 Amor, despiértame a la hora bendita, alucinada, en que un hombre solloza víctima de sí mismo y ábreme las puertas de la vida. Yo entraré silencioso hasta tu corazón, manzana de oro, en busca de la paz para mi duelo. Entonces amor mío, joven mía, en ráfagas la dicha placentera será nuestro universo. Despiértame y espérame, amoroso amor mío.
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SIEMPRE MÍA Criatura irresistible, nube, voz de mi sueño, suave espejo nupcial, escúchame en tu vida, víveme con tu vida, ámame con tu amor y déjame a tus plantas como raíz despierta. Eres el árbol vivo de mi antiguo paisaje, criatura echa de amor, amorosa criatura; eres la estatua dócil y la violenta lluvia, y eres canto y silencio en mi templo de carne. Criatura, piel de mi alma y sangre de mis labios; deja que mi dolor se apoye en tu valiente y clara juventud; deja que mis deseos sean el vivo reflejo de tu propio deseo. Criatura hecha de besos, criatura siempre mía: una orquídea en tu cuerpo me llama desde siempre,
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y yo la bebo entera con mis labios-cuchillos y me muero de fiebre sobre tu pecho abierto. Eres diosa en mi sueĂąo, hembra de mi delirio, espejo de mi piel y azucena en mis brazos. DĂŠjame ser la espina nupcial y soberana de tu soberbia vida. DĂŠjame ser feliz.
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BORRADOR PARA UN TESTAMENTO A Octavio Paz
1 Así pues, tengo la piel dolorosamente ardida de medio siglo, el pelo negro y la tristeza más amarga que nunca. No soy una lágrima viva y no descanso y bebo lo mismo que durante el imperio de la Plaza Garibaldi y el rigor en los tatuajes y la tuberculosis de la muchacha ebria. Había un mundo para caerse muerto y sin tener con qué, había una soledad en cada esquina, en cada beso; teníamos un secreto y la juventud
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nos parecía algo dulcemente ruin; callábamos o cantábamos himnos de miseria. Teníamos pues la negra plata de los veinte años. Nos dividíamos en ebrios y sobrios, inteligentes e idiotas, ebrios e inteligentes, sobrios e idiotas. Nos juntaba una luz, algo semejante a la comunión, y una pobreza que nuestros padres no inventaron nos crecía tan alta como una torre de blasfemias. Las piedras nos calaban. No nos calentaba el sol. Una espiga nos parecía un templo y en un poema cabía el universo del amor. Dije “el amor” como quien nada dice o nada oye. Dije amor a la alondra y a la gacela, a la estatua o camelia que abría las alas
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y llenaba la noche de dulce espuma. He dicho siempre amor como quien todo lo ha dicho y escuchado. Amor como azucena. Todo brillaba entonces como el alma del alba. ¡Oh juventud, espada de dos filos! ¡Juventud medianoche, juventud mediodía, ardida juventud de especia diamantina!
2 Teníamos más de veinte años y menos de cien y nos dividíamos en vivos y suicidas. Nos desangraba el cuchillo-cristal de los vinos baratos. Así pues, flameaban las banderas como ruinas. Las estrellas tenían el espesor de la muerte. Bebíamos el amor en negras tazas de ceniza. ¡Ay ese amor, ese olor, ese dolor! Esa dolencia en pleno rostro, aquella fatiga de todos los días, todas las noches.
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Éramos como estrellas iracundas: llenos de libros, manifiestos, amores desolados, desoladamente tristes a la orilla del mundo, víctimas victorias de un severo y dulce látigo de aura crepuscular. Descubríamos pedernales-palabras, dolientes, adormecidos ojos de jade y llorábamos con alaridos de miedo por lo que vendría después cuando nuestra piel no fuera nuestra sino del poema hecho y maltrecho, del papel arrugado y su llama de intensas livideces.
3 Después, dimos venas y arterias, lo que se dicen anhelos, a redimir el mundo cada tibia mañana; vivimos
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una lluvia helada de bondad. Todo alado, musical, todo guitarras y declaraciones, murmullos del alba, vahos y estatuas, trajes raídos, desventuras. Estaban todos –y todos construían su poesía. Diría sus nombres si algunos de ellos no hubiesen vuelto ya a la dorada tierra, adorados, añorados cada minuto -el minutero es de piedra, sol y soledad-; entonces, no es a los vivos sino a mis muertos a quienes doy mi adiós, mi para siempre. A ellos y por ellos y por la piedad que profeso por el amor que me mata por la poesía como arena y los versos, los malditos versos que nunca pude terminar, dejo tranquilamente
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de escribir de maldecir de orar llorar amar.
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ESTAMPIDA DE POEMÍNIMOS II
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PASEO II No Me tardo Voy a dar Una vuelta Alrededor De mi muerte ......
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TĂ“TEM Siempre AmĂŠ Con la Furia Silenciosa De un Cocodrilo Aletargado
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EH Y AA DICEN: DespuĂŠs De todo Todas Han sido El amor De Mi Vida
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HANDICAP No puedo Dejar De Escribir Porque Si me Detengo Me alcanzo.
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MERCADOTECNIA Salido El poema No se Admite Reclamaci贸n
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POETITOS El que Esté libre De influencias Que tire La primera Metáfora
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REVELACIÓN Lo único Que ambiciono Con mis versos Es darle Al mundo Protección Con Sentido Humano
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CONCILIO Se Convoca A todos Los poetas Al primer Concilio Energuménico Condición Única: Saber amar Entre verso Y trago Y entre trago Y verso Amén
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MANDAMIENTO EQUIS No Desearás La Poesía De Tu Prójimo
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AY POETA Primero Que nada: Me complace EnormĂsimamente Ser Un buen Poeta De segunda Del Tercer Mundo
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EL Bร RBARO Siempre He procurado Descender Lo mรกs Alto Posible
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PEQUEÑO LAROUSSE “Nació En Silao. 1914. Autor De versos De contenido Social” Embustero Larousse. Yo sólo Escribo Versos De contenido Sexual.
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Se terminó de imprimir en junio de 2014 en los talleres gráficos de Impresora Gospa ubicados en Jesús Romero Flores no.1063, colonia Oviedo Mota, C.P.58060 en Morelia, Michoacán, México La edición consta de 1,000 ejemplares y estuvo al cuidado del Departamento de Literatura y fomento a la Lectura.