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Innovar: el camino para que las empresas pasen de la gestión al crecimiento sostenibles
Matías Bolis Wilson
Economista.
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Los empresarios argentinos suelen estar acostumbrados a moverse en un entorno hostil. Entre las dificultades que afectan el día a día, están las constantes volatilidades en los precios (y precios relativos), altas tasas de interés, inestabilidades macro (tipo de cambio, políticas públicas), etcétera. Esto, en términos macroeconómicos, afecta la inversión y, por lo tanto, el crecimiento a largo plazo. Los desafíos cotidianos que presenta este entorno hostil, la mayoría de las veces, hace que los empresarios dediquen muchas energías y recursos a la gestión del día a día, dificultando el horizonte de mediano y largo plazo que implica el crecimiento sostenible
En general, podría verse a una empresa como una “caja negra” en donde se combinan de tal forma los factores productivos que ingresan para se salgan bienes y servicios cuyo fin social es la -dando por ciertos algunos supuestos utilitaristas- de satisfacer necesidades. Esa combinación es la que llamamos tecnología, y que podría ser englobada por un concepto más amplio que es el empresariado. En términos macroeconómicos los economistas la llamamos “función de producción”, pero es asimilable a la empresa, en términos microeconómicos. La suposición de la existencia de rendimientos marginales decrecientes -incorporando más capital y más trabajo, el resultado es progresivamente menor-, hace pensar que la tasa de crecimiento -sea a nivel empresa o a nivel país- en algún momento será nula. Esto se subsana a través del progreso tecnológico o la innovación.
¿Es posible pasar de la gestión al crecimiento sostenible?
De los muchos economistas que trataron el tema de la innovación y el empresariado -entre los que están Smith, Coase, Keynes- se destaca Schumpeter. Joseph Schumpeter fue un economista austríaco que terminó su vida académica con un asiento en la Universidad de Harvard, en donde dirigió un centro de estudios empresariales. Los trabajos más trascendentes los escribió en el segundo cuarto del siglo pasado, cuando la teoría económica casi no se concentraba en el crecimiento ni de la innovación tecnológica. Alrededor de los setenta, su línea de investigación es retomada con mayor énfasis.
Muchos de los conceptos que aporta Schumpeter -y luego los continúa la línea de los neoschumpeterianos- son de una actualidad brutal y parecen haber sido escritos en estos días, en los que se habla de innovación, Economía del Conocimiento y progreso tecnológico, casi como si solo existieran producto de nuestra época. Algo de sentido tiene por la velocidad de la innovación tecnológica actual, pero que es esperable, porque la innovación se monta sobre innovaciones anteriores, al igual que el conocimiento científico y tecnológico, lo que hace que sea cada vez más veloz. “Si he visto más lejos, es poniéndome sobre hombros de gigantes”, diría Issac Newton, parafraseando a Bernardo de Chartres. En términos schumpeterianos, se diría que una innovación importante tiende a facilitar o a inducir otras innovaciones. El enfoque de Schumpeter se basa en la evolución capitalista como un proceso abierto de cambio cualitativo impulsado por la innovación.
La competencia tecnológica es, según él, la verdadera competencia capitalista, y no la competencia de precios. El beneficio económico de una innovación exitosa es transitorio y va desapareciendo con la aparición de imitadores. Esta interacción entre la partes innovadora e imitadora tiene efectos sobre el crecimiento a largo plazo.
Schumpeter considera a la innovación como una actividad o función social específica llevada a cabo dentro de la esfera económica y con un propósito comercial, a diferencia de las invenciones. Según Schumpeter, la función empresarial también debe distinguirse de los roles de otros actores en la empresa, como el capitalista o financista, o el propio gerente, que se asocia con más con la gestión. Así, Schumpeter se refiere a uno de los atributos centrales del empresario exitoso como “la voluntad de conquistar: el impulso de luchar, de demostrar que uno mismo es superior a los demás” y le agrega la “alegría de crear”. “Lo que importa es la disposición a actuar.”, dice finalmente. Un efecto de la depresión económica es el debilitamiento de la confianza pública en las viejas ideas, y la resistencia contra las nuevas, lo que supone la facilitación del surgimiento de un nuevo grupo de innovaciones que supera esa depresión económica. Schumpeter aportó claramente una visión de largo plazo. Comprendió la resistencia de muchos sectores afectados por los cambios producidos por las innovaciones, pero para él seguía siendo evidente que las innovaciones impulsaban economías, y que el progreso a largo plazo superaba ampliamente el conflicto por los desequilibrios a corto plazo generados por los cambios de paradigma tecnológico.
En alguna parte de su obra, también se refirió a la interacción necesaria entre lo público y lo privado. En este sentido señaló que la función de control sobre el poder asimétrico de las grandes corporaciones debería ser propiedad del Estado, pero que estuviera dotado de funcionarios inteligentes que no sofocaran el espíritu empresarial.
No hay que temer al cambio, que es algo inevitable y vertiginoso, sino que hay que subirse a él y aportar más cambio. La película “El niño que domó el viento” narra la historia real de William Kamkwamba, un chico de Malawi en 2001. Más allá de las diferentes interpretaciones que podrían hacerse, la película muestra claramente cómo, en muchas ocasiones, el entorno hostil puede generar motivaciones suficientes para la innovación, la creatividad y el hambre de progreso. Es posible pasar de la gestión al crecimiento sostenible con eso que Keynes llamó “animal spirits” para referirse a los empresarios. Argentina necesita de muchos más empresarios exitosos a través de la innovación, que tengan creatividad, que tengan hambre -como dijo Steve Jobs en su discurso en la Universidad de Standford, “stay hungry, stay foolish”- en un entorno difícil y volátil como tiene estructuralmente la Argentina. La dedicación de energías a observar el entorno -que suele ser complejo- y el fomento de la innovación empresarial tiene un impacto positivo y relevante en el largo plazo y en la sociedad en su conjunto.