Las pérdidas del COVID-19 que nadie ve. Un día de trabajo hoy, lo componen las llamadas de los acreedores para precisar cuando se les va a pagar, la notificación de la agencia del Estado para pagar el Seguro Social de los empleados o los impuestos atrasados de los últimos meses, negociar con los empleados una estrategia salarial, que le permita a la empresa conservarlos a cambio de poder pagarles un porcentaje de su sueldo, conseguir a crédito el alimento de los peces o camarones, ir a la oficina de la compañía de luz a suplicar que esta semana no corten el suministro de luz en la granja, y rematar una parte de la producción para pagarle al contador y que haga el papeleo para la devolución del IVA.
Cuando un micro, pequeño, o mediano empresario comienza a dedicar su día a día en administrar las pérdidas y las deudas de la empresa, en ese momento a quedado bloqueada la imaginación y el entusiasmo para el desarrollo de nuevas estrategias de producción, la generación de nuevos productos, el acceso a un nuevo mercado, y en general, para la innovación que produce el desarrollo y el crecimiento de la industria. La crisis económica que va a generarse cómo consecuencia de la crisis sanitaria del COVIC-19, no solo puede representar un aletargamiento del desarrollo de la acuicultura en América Latina, si no que puede tener consecuencias aún más profundas, si se considera que la mayoría de los productores pueden quedar en una situación de “sobrevivencia temporal”, en la que solo tienen posibilidades de mantener al día la producción, sin saber que va a pasar mañana. Todos los planes de mejorar los procesos, de capacitar y seleccionar de mejor manera al personal, de crecer la capacidad de producción, de llegar a nuevos mercados con nuevas presentaciones, han quedado archivados en cajones y gavetas de la oficina, en el mejor de los casos, y en la cabeza del dueño o del administrador, en los casos de empresas más pequeñas. Un día de trabajo hoy, lo componen las llamadas de los acreedores para precisar cuando se les va a pagar, la notificación de la agencia del Estado para pagar el Seguro Social de los empleados o los impuestos atrasados de los últimos meses, llamadas con el banco para que no disminuya el límite de crédito de las tarjetas empresariales y de las propias, negociar con los empleados una estrategia salarial, que le permita a la empresa conservarlos a cambio de poder pagarles un porcentaje de su sueldo, negociar con arrendatarios el pago postergado de las rentas de inmuebles que se tienen arrendados, hacer la gestión para diferir el pago de tarjetas de crédito y de créditos empresariales, gestionar la devolución de inventarios, conseguir a crédito el alimento de los peces o camarones, ir a la oficina de la compañía de luz a suplicar que esta semana no corten el suministro de luz en la granja, esto entre muchas otras actividades de esta naturaleza. El agobio, el desgaste y la desesperación, que pueden albergar los dueños de las empresas micro, pequeñas y medianas, y el personal que las componen, puede variar de empresa a empresa, en correlación directa con su situación financiera particular, pero ante una crisis económica de esta naturaleza, es difícil pensar que no se verán afectadas todas de una o de otra forma. Todo el tiempo que dedique el dueño o administrador de la empresa y sus empleados a la gestión de deudas y compromisos comerciales, a la negociación de salarios y despido de empleados y funcionarios, al cierre de oficinas y sucursales, a la clausura de planes y proyectos, y a la venta o remate de inventarios y bienes, es tiempo que se deja de invertir en el desarrollo, la innovación y el crecimiento de la empresa. Y si esto pasa en todas, o en la mayoría de las empresas que conforman una industria, entonces también deja de crecer la industria, la economía que esta genera, y la población que depende de ella.
Esta disminución de la “Tasa de crecimiento potencial” de la acuicultura latinoamericana, y en general de cualquier industria, en una crisis económica como la que pudiera generarse como consecuencia de la pandemia del COVID-19, es la mayor pérdida que vamos a tener todos, porque es un decremento proyectado en el mediano o largo plazo, que afecta no solo a la generación actual, si no a las generaciones futuras. ¿Qué agencia de gobierno miede ésta “Tasa de decremento potencial”? ¿En qué presupuesto están reflejadas las pérdidas de crecimiento del desarrollo e innovación de una industria cómo la acuícola, que podría alimentar a las generaciones futuras, según la FAO? ¿En donde se contabilizan los empleos no generados por un crecimiento de una de las “industrias del futuro”, como la acuicultura? ¿Cual va a ser el impacto futuro en el consumo de pescados y mariscos de la población mundial por este retraso en el desarrollo de tecnologías acuícolas? Estas perspectivas podrían mejorarse significativamente con la aplicación de programas enérgicos de apoyo a la producción acuícola, promovidos por el Estado, enfocados en los micro, pequeños y medianos productores, de manera que puedan pasar de la gestión de pérdidas y deudas, a la gestión de crecimiento, desarrollo e innovación. El resultado de cualquier decisión que se tome hoy, será la consecuencia de lo que vamos vivir en los próximos años.