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machista pero ...
Como niña no entenderías
Cuidado con ella porque es niña
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Cómo se va acasar si no sabe cocinar
Te enojas por todo, pareces vieja
No te quejes si te mantiene
¿Cómo no sabes cocinar si eres mujer?
¿Pantalón? ni que fueras niño
Llevaba falda muy corta, ¿qué esperaba?
Calladita te ves más bonita
A las mujeres no hay que entenderlas, hay que amarlas
Compórtate como señorita
De que te quejas, tu ni pagas en el antro
Dominas el balón mejor que yo y eres niña
Es que tu lo provocaste por cómo te vistes
Y si, esta lista podría continuar de palabras “en broma” o “sin sentido” que esconden el machismo, es una realidad que los micromachismos se encuentran al límite de la eviden cia. Nos quejamos de la conducta y consecuencias del ma chismo cuando se presenta de forma violenta, abuso, aco so, feminicidio o discriminación, pero esas expresiones sólo representan a aquellas expresiones que dejamos pasar por debajo de la mesa, bajo la manta del machismo normalizado.
Nadie estudia para ser machista, así como se estudia para ser abogado o doctor, sin embargo, la cultura reproduce ideas y valores que orientan a crear identidades huecas con comportamientos erróneos. La educación (en casa y en instituciones) se encarga de culminar el proceso en el que el niño y la niña aprenden a como ser o cómo no ser una mujer o un hombre el día de mañana. Aquí el error. Todo sistema de dominación elabora una ideología que lo explica y justifica. Los niños y niñas van absorbiendo e integrando en su psicología la tolerancia y el abuso masculino a través de mitos culturales que se encuentran repetidamente a lo largo de su vida. Tanto niños como niñas ya a una corta edad tienen roles establecidos que esconden la tolerancia a la violencia de género. Las niñas comienzan a identificarse en roles sumisos respecto a lo masculino, y los niños toman posiciones de su- premacía como género privilegiado. Y poco a poco, bajo una cultura con ideología machista, los niños y niñas irán aprendiendo a justificar sus privilegios y el abuso que conlleven.
Las expectativas sobre qué deben hacer los niños y qué deben hacer las niñas se construyen desde casa, y muchas veces, las prácticas machistas en casa son casi imperceptibles.
En una casa donde el padre y la madre se reparten las tareas de la casa sin distinción de género, los hijos entenderán que no existen actividades sólo para niñas o sólo para niños.
Ser niña o ser niño se aprende viviendo, es por ello que la educación es el principal instrumento de cambio. La deconstrucción y revolución del pensamiento social y cultural no comienza en las calles, comienza en las aulas y en las casas.