Barry Lowe Resumen Jason se encuentra inmerso en un nuevo mundo cuando lleva a su hija, Chloe, a dar un paseo durante su tiempo como canguro. En el parque local se hace amigo de un grupo insólito de hombres, papás que usan su nueva descendencia como cebo para atraer a mujeres jóvenes para satisfacer su frustración sexual. Pero Chloe tiene un secreto. Ella tiene dos mamás, y la participación de su papá en su concepción consistió en masturbarse en un frasco. Jason desarrolla un estrecho vínculo con algunos miembros del grupo y le preocupa que si sale del armario va a perder su amistad, así que guarda silencio. Pero la puerta del armario es abierta de par en par un día fatídico cuando es atrapado en el parque por un amigo bocazas. El grupo de nuevos papás no reaccionan de la manera que Jason espera cuando se enteran de la verdad.
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Capítulo único
—Te digo que te tratan como su esclavo personal y niñera, — dijo Karl cuando rechacé su invitación a la subasta de esclavos de ese domingo por la tarde. —Mierda, —gemí. Había tenido visiones de hacer una oferta o dos por Lincoln quién estaba tan caliente que sólo sus pies descalzos tocando el pavimento eran suficienten para fundir el hormigón. Él estaba entre novios y yo era simplemente perfecto para lo que necesitaba aunque él no lo sabía eso aún. —Apuesto a que ellas te la dejan cada fin de semana mientras ellas salen con sus amigos, pero tú no eres invitado a ninguno de los eventos especiales como cumpleaños o los primeros pasos del bebé. —Ella no ha tenido nada de eso todavía, —repliqué, admitiendo en secreto para mí mismo que él tenía razón. Las dos madres de Chloe nunca me invitaban a esas ocasiones especiales en las que tenían a todas sus amigas. Tal vez debería tener una fiesta un fin de semana para mostrar el resultado de soltar mi semen en un vaso de plástico. Chloe era la más dulce niña. Tenía el pelo rubio y los ojos azules, igual que yo, en lugar del cabello y los ojos oscuros de su madre. No era una gran dificultad ser su niñera mientras sus madres tenían un poco de descanso y recreación. Era hiriente que siempre
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me llamaran los fines de semana cuando tenía que estar fuera para encontrar un novio. No estaba esforzándome mucho en ese punto, estaba entrado en años gay y la flor de la juventud ya estaba derramándose por el lavabo y cayendo por el desagüe. Si no encuentra un novio pronto no habría esperanza para mí y me tendría que anunciar en Silver Daddies sólo para conseguir un polvo. Bueno, soy un poco reina del drama, pero Karl y yo éramos los únicos en nuestro grupo de amigos que no tenían pareja. Que más de la mitad de ellos estuviesen ya sea clandestina o abiertamente engañando a su pareja estaba fuera del punto. Sé que el amor puede ponerse rancio después de haber estado juntos por más de seis semanas y la hierba siempre es más verde al otro lado. Ahora la oportunidad se deslizaba entre mis dedos casi de la misma manera que los pañales de Chloe lo hacían porque el olor me hacía vomitar. Las madres de Chloe, Desiree y Georgia, me habían dejado a su hija, así como una bolsa llena de los pañales sucios para que los lavara, porque tenía una lavadora en mi edificio y ellas habrían tenido que ir a la lavandería. ¿Puede alguien decir, lesbianas perezosas? Sé que no ganaban mucho porque las empresas veían esclavos laborales cuando miraban a una mujer, pero no es como si yo tuviera mucho dinero tampoco. Yo ayudaba lo mejor que podía, pero al escuchar a Karl hablando por los codos de sus aventuras me di cuenta de la cantidad de interrupciones que un niño podía causar, sobre todo cuando ni siquiera era oficialmente mía. Mi nombre no figuraba en el certificado de nacimiento junto a los de sus dos
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mamás, lo cual me parecía mal. Yo quería que Chloe supiera quién era su padre donante incluso si eso me hacía sonar como un estúpido. —No digas que no te lo advertí, —repitió Karl. Pero entonces miraba a Chloe y mis entrañas se convertían en papilla y yo era como todos esos otros bastardos sensibleros con niños. No te golpeaba hasta que lo probabas. —Siempre y cuando tengas... eso... —Karl seguía teniendo dificultades para conseguir poner en sus labios el nombre de mi hija, a diferencia de su completa falta de dificultad para poner sus labios, lengua y garganta alrededor de la polla de cualquier extraño, por lo que sólo la llamaba ―eso‖ y la señalaba. —Su nombre es Chloe, — le dije. —Dilo después de mí, Chlo-ee. Chlo-ee. Él me golpeó detrás de la cabeza en broma.— Siempre y cuando tengas aquello que no debe ser nombrado, no tendrás una oportunidad en el infierno de conseguir un novio. Nadie quiere un papá soltero como novio. Sobre todo si saca la paja más corta para ser niñera cada fin de semana. Tendría que hablar de esto con las madres de Chloe. Se estaba transformando en algo poco conveniente. Mirando el lado positivo, confiaban en mí lo suficiente para dejar a su hija conmigo. Además de eso... Chloe soltó uno de sus ensordecedores aullidos.
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—En esa nota, es tiempo para que el tío Karl diga sus adioses. Esa es la alarma que señala que hay que sacar el ambientador y como tengo una nariz ultra-sensible creo que debo hacer mi salida. Le mande un beso a Karl por el aire antes de recoger a Chloe de su moisés, arrugando la nariz ante ese olor demasiado familiar. Me había convertido en experto de la vieja rutina del pañal y la había cambiado y abrigado en cuestión de minutos, a diferencia de mi primeros débiles esfuerzos que habían durado una eternidad, porque yo había tardado mucho en superar mi reflejo nauseoso, algo con lo que no había tenido problemas hasta esa experiencia. Chloe estaba inquieta, pero conocía la solución perfecta. A ella le encantaba cuando la llevaba a dar un paseo, y dado que necesitaba dirigirme a la oficina de correos para recoger el correo que el cartero había declarado demasiado grande para caber en mi buzón, esta era la oportunidad perfecta para que nosotros nos aventurásemos en el aire fresco. La vestí con su ropa para salir de paseo, incluyendo el sombrero de ala ancha para protegerle la cabeza y la cara del sol, y la deposité en el arnés de bebé que me puse en la espalda con su cabecita contra mis omóplatos. Ella balbuceó feliz al salir del apartamento. Estaba anticipando el ascensor y sus pequeños brazos se movían excitados, la voz mecánica contaba los pisos mientras descendíamos y el ping final cuando llegamos a la planta baja, la envió en unos balbuceos de placer que quería decir que ella probablemente me estaba babeando toda la espalda de la camisa.
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Era un día cálido y soleado mientras yo vagabundeaba por la calle principal hacia la intersección que me llevaría al centro comercial. En la esquina había un parque con el omnipresente monumento Lest We Forget por los hombres y mujeres que habían muerto luchando en varias guerras desde la Gran Guerra de 19141918. Estaba cubierto de guirnaldas de flores podridas que quedaron de algún homenaje hace largo tiempo olvidado, excepto por aquellos cuyos seres queridos habían fallecido. Trabajadores municipales los lanzaban sin ceremonias en una trituradora para reducir los desechos en abono. Este sería extendido mucho más tarde en los lechos de rosas y pequeñas plantas con flores como los pensamientos y peonías del parque, así como alrededor de los arbustos nativos que atraían a los insectos y aves. Encontré un asiento cómodo en una de las rutas menos utilizadas y desaté a Chloe para que ella pudiera a su manera infantil. Alargó la mano hacia todo lo que se movía, sin asustarse de los perros callejeros que pasaban que iban a olfatear esa extraña pequeña forma de vida, o mariposas que se cernían como si no supieran
si
ella
era
animal,
vegetal
o
mineral,
pero
lo
suficientemente inteligentes como para permanecer fuera de su pegajoso alcance baboso. Estos momentos compensaban por todas aquellas ocasiones en las que pensaba que estaba siendo abusado descaradamente aunque en el fondo me complacía que Desiree y Georgia no me excluyeran de la crianza de Chloe incluso si era principalmente sólo un esclavo. Compensaba todas aquellas noches que echaba de menos ver a mis
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amigos en los bares o clubes. En las ocasiones en que inevitablemente gastaba demasiado dinero, me iba solo a casa borracho como una cuba o, peor aún, me iba a casa borracho, y habiendo follado con algún hombre u hombres que no reconocería la mañana siguiente. Eso, si el contacto hubiese durado tanto tiempo. A menudo me encontraba en una calle aterradoramente poco familiar en las primeras horas de la mañana tratando de llamar a un inexistente taxi con la esperanza de que tuviese suficiente dinero en mi cartera para llegar a salvo a casa. A veces, cuando mi billetera y mi dinero para emergencias habían sido insuficientes para cubrir los gastos de un viaje a casa, pagaba con mi boca o mi culo. No estaba orgulloso de los niveles a los que me había rebajado pero hasta que el Señor Correcto llegase un polvo es un polvo es un polvo como Gertrude Stein habría dicho si hubiese sido un hombre gay. Lo mismo ocurre con una mamada. Yo había estado buscando el amor en todos los lugares equivocados. Por todas partes, en realidad. Todos habían resultado desastrosos: desde el pretencioso vendedor de corbatas que trabajaba para una boutique de lujo para hombres y le gustaba... —¡Qué lindo bebé! —gritó una voz, interrumpiendo mis sueños despierto. Abriendo un ojo me encontré con la cara de una mujer joven tan cerca de la mía propia que yo podía oler el sabor del chicle con el que hinchaba una pegajosa burbuja gigante para tentar a Chloe. —¿Cuál es su nombre?
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—Chloe, —le contesté moviendo a la niña para alejarla de la masa pegajosa que si quedaba el pelo de Chloe, enfurecería a Desiree. —Oh, es taaaan linda, —dijo la amiga de la joven. Ellas arrullaban y charlaban aparentemente reacias a marcharse. —¿Es tuya? —preguntó la chica más descarada. —Sí,—le contesté bruscamente, esperando que se fueran y nos dejaran a Chloe y a mí en paz. —Ooh, ella tiene tus ojos, —dijo efusivamente la otra. Sí, ella los tenía. Todo el mundo lo decía. No necesitaba que dos mujeres jóvenes y coquetas me lo dijeran. —Mira,— dijo la masticadora de chicle dirigiéndose a su amiga, —Te dije que no era gay, Tina. Mierda, realmente estaban coqueteando. Era hora de hacerles saber que me inclinaba por los penes. —Como cuestión de hecho, Tina tiene razón, soy gay. —Ves, te lo dije, —se enorgulleció Tina. Chica Chicle se retiró rápidamente, murmurando, —Pobre pequeñina. Ambas se alejaron maldiciéndome por su decepción. Cuando miré a mí alrededor para ver si alguien había sido testigo de nuestra conversación, divisé un guapo chico de mi edad sentado un poco
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más allá del camino pavimentado de ladrillo mirándome. Estaba cuidando a un niño que estaba chupando y babeando un pequeño tipo de dulce brillantemente coloreado por toda su cara. No tenía forma de saber si era un niño o una niña. Él sonrió, asintiendo con la cabeza en dirección a las dos jóvenes mujeres mientras ellas salían del parque.— Son escoria, — dijo.— Tenías razón en rechazarlas. Las mujeres lo habían ignorado con, lo que yo creía, una especie de desprecio, como si ya lo conociesen cuando pasaron a su lado. Obviamente, había una historia allí. Estaba lo suficientemente lejos como para no oírme decirles que yo era gay por lo que estaba agradecido, ya que la zona era sólidamente de clase obrera y no precisamente amistosa con lo gay, al menos no en esta parte del barrio. Recogió a su hijo y se acercó dónde yo estaba sentado, sus ojos preguntando si yo estaría dispuesto a sentarme con él. —Por favor, —le dije, moviéndome para darle espacio. —Neil, —dijo, ofreciéndome su mano.— Esta es Jenny. Yo nos presenté a mí y a Chloe. —¿Esta es tu primera vez? —Preguntó. —Uh huh. —Probablemente no te has tropezado con el secreto entonces, —sonrió.— O tal vez lo has hecho ya que estás sentado aquí en el parque de este modo.
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—Sólo de camino a las tiendas, —le dije. — A Chloe le gustan los colores y las plantas, de manera que pensé en tomar un breve descanso. No sabía que los bebés pudieran ser tan pesados. —Eso no es lo que son, —dijo riendo. —¿Ah? —Imanes para las mujeres, amigo. Eso es lo que son los bebés. —¿Qué quieres decir? —Esas mujeres con las que estabas charlando. —¿Qué pasa con ellas? —Locas por los penes, —dijo.— Han hecho proposiciones a casi todos los nuevos papás del parque. Si un hombre tiene un bebé con él, se ven atraídas como las moscas a la mierda. No son las únicas. Muchas mujeres lo están. Me hizo gracia su machismo informal aunque las mamás de Chloe tendrían sus pelotas por pendientes. —¿Hablas por experiencia? —Por supuesto. Tuve a esas dos escorias la primera semana después de que me uní al Club de los Nuevos Papás. —¿El Club de los Nuevos Papás? ¿Qué es eso? —Sólo un grupo de chicos que traemos a nuestros hijos al parque en un día fijado cada semana con el fin de dar a nuestras esposas un descanso.
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—¿Se conocen los unos a los otros? —No al principio, pero un par de nosotros seguíamos coincidiendo entre sí, descubrimos que éramos... ah... afines, y de algún modo formamos un grupo no oficial y empezamos desde allí. —¿Afines? —Sí, —susurró con complicidad, —descubrimos que nos gustan las mujeres y no sólo nuestras esposas. También descubrimos que llevar a un bebé atrae a todo tipo de mujeres que ooh y ahh sobre el bebé y muy a menudo están listas para darnos a los papás cariñosos un pequeño polvo gratis. Es por eso nuestra banda se juntó. Si eso sólo funcionara con los hombres homosexuales. Tal vez lo hacía, pero era improbable que lo hiciera en este parque suburbano. Necesitaba visitar la zona gay para probar las aguas. —¿Todos vosotros conseguís un polvo? —le pregunté. Él asintió con la cabeza. —Menos Greg. Su mujer murió en el parto. Una verdadera tragedia. Él no lo ha superado todavía. — —Mierda, eso es horrible. —¿Podemos contar contigo? Tu Chloe sería un verdadero imán para las mujeres. Creo que tener una cara nueva en el grupo reavivaría parte del interés que ha estado faltando últimamente. —Um...
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—No hay presión, amigo. Puedes llevarlo a tu propio ritmo. En caso de que estés preocupado, tenemos una política de no intervención hacia las esposas de los demás. —Déjame pensarlo.— Instalé a Chloe de nuevo en su arnés y me puse de pie para continuar nuestro viaje. —No te vas a arrepentir. Un tipo bien parecido como tú estará follando en cualquier momento que elija. Me sentía como para decirle que eso no iba a suceder y que su actitud no estaba rotundamente respaldando los estatutos del Club de los Nuevos Papás, pero me contuve la lengua. Yo no tenía necesidad de hacer enemigos en la brigada hetero local. Cuando me dirigía hacia la calle principal para el centro comercial, Neil me llamó, —El club tiene otras ventajas también. Compartimos el trabajo de niñera para cualquiera. ¿Por qué no te dejas caer por...?— Él dejo caer el día y la hora a la que los hombres se encontraban. Bueno, Neil era guapo y parecía tener un cuerpo duro como el suelo bajo mis pies, pero parecía que había pocas posibilidades de que fuese a apuntar su pene en mi dirección. Pronto me olvidé de nuestro encuentro mientras me concentraba en las tareas a realizar y no fue hasta que estaba caminando de regreso a mi apartamento, una vez más, atajando a través del parque, que vi a Neil y a otro hombre charlando amablemente que tome una decisión. Me gustaría formar parte del grupo. Estaba sentado solo en casa cuidando de Chloe mientras sus madres estaban lejos, así que siempre que la conversación no fuese
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del tipo hombre de las cavernas iba a estar bien. También podría ayudar a Chloe a socializar, si hubiese alguno de su edad del vecindario. Y...la mayor ventaja de todo... si el chico hablando con Neil era miembro entonces yo era definitivamente un aspirante. Tenía la esperanza de que el hombre nuevo fuese el presidente del club y que el requisito de entrada fuera chuparle el pene. ¡Ñam! Claro, Neil era un semental y sin duda me serviría para una o dos pajas, pero el otro era material matrimonio. Lástima que sostenía un bebé de aproximadamente la misma edad que Chloe. Eso significaba una esposa o una compañera de vida flotando en el fondo. Neil se inclinó para susurrarle al oído de su compañero mientras me veía aproximarme. Cuando estaba paralelo a ellos parecía descortés no parar. —Este es el tipo del que te hablé, —dijo Neil pero no estaba seguro si él estaba hablando conmigo o con el forastero. —Jason, Greg. Tomé la mano fuerte y masculina que me ofreció, me gustaba la calidez del agarre, ni demasiado fuerte ni demasiado flojo,– sólo correcto. Este era el hombre cuya esposa había muerto. Golpeé mi cerebro por inmediatamente etiquetarlo como disponible. Baboso. No podía evitarlo. Era adorable, todo lo que yo buscaba en un hombre. Caliente, peludo, con un buen paquete, si había que creer al bulto en sus pantalones y su sonrisa era como la miel. Sus ojos se
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arrugaban en las esquinas cuando sonreía. Le miré a los ojos para ver si había algún tipo de chispa, pero no había ninguna. Un poco avergonzado, me di cuenta de que todavía tenía su mano agarrada. La dejé ir, tratando de cubrir mi torpeza con una mentira,— creí que te conocía. Me resultabas familiar desde la distancia, pero ahora que te veo de cerca... —Sacudí la cabeza. Él sonrió. —Tengo una de esas caras genéricas que le recuerda a la gente a alguien que conocen. Cualquier cosa, menos genérico, pensé, pero no lo dije en voz alta. Neil lo dijo por mí.— Greg es nuestro chico guapo. Atrae a las mujeres como la suela de un zapato atrae el chicle. Nosotros cosechamos los beneficios . —¿Por qué no te unes a nosotros para tomar un café? — preguntó Greg.— Hay un café amigable con los niños al otro lado de la carretera. De ninguna manera iba a rechazar una invitación de este hombre. Además, yo no tenía prisa. Todo lo que había planeado era volver a un apartamento vacío. Chloe
estaba
profundamente
dormida,
así
que
podía
permitirme un poco de tiempo para ―mí‖. El café estaba bastante desierto a esta hora de la mañana, demasiado temprano para la multitud del almuerzo, así que pudimos acomodarnos. Tony, el anciano propietario, conocía a los chicos y nos recibió efusivamente incluyéndome en sus amables
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bromas. Fui presentado como el nuevo miembro del club y como bienvenida todas mis bebidas eran gratis. —Este es un lugar muy agradable, —dije cuando me relajé por primera vez ese día. El café se llamaba simplemente ―El sitio de Tony‖, esencialmente un escaparate con puertas plegables para permitir que las mesas y las sillas se derramaran hacia la calle cuando hacía calor. El menú era principalmente aperitivos fácilmente preparados con un puñado de platos principales para aquellos que querían cocina italiana sencilla. —Tony ha vivido en la zona desde que emigró aquí a principios de 1950, —me dijo Greg.— Él encontró que había demasiados peluqueros italianos cuando llegó así que abrió su café para servir comida casera. Los únicos espaguetis disponibles a nivel local en aquellos días venían en latas. Además, él sabía cómo colar café al estilo italiano. —Muchas de las personas mayores que se asentaron en la zona se han ido, —dijo Tony cuando nos entregó nuestros cafés. Tomé un sorbo y era maravilloso. Yo estaría volviendo aquí con o sin el club. Neil sacó una silla y asintió con la cabeza para que Tony se uniera a nosotros. —Cuando los italianos se asentaron en la zona, crearon huertas porque la tierra era barata y no podían encontrar los ingredientes frescos que utilizaban en su país de origen. Poco a poco, la influencia
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italiana se extendió a la comunidad en general hasta el día de hoy, cuando es una de las cocinas más importantes del país. Tony sacó un número de vasos no coincidentes y una botella de vino casero. Claro que sabía como si él simplemente hubiese raspado la grava de la carretera y la hubiese fundido antes de sellarlo en una botella, pero tenía un buen efecto y me quedé agradablemente suave mientras avanzaba la mañana. Chloe se despertó y le di de tomar el biberón que siempre llevaba conmigo para tales ocasiones, Tony amablemente lo calentó ligeramente en su cocina en miniatura. Cuando la gente comenzó a llegar para la hora de almuerzo, me di cuenta de que había estado sentado hablando por dos horas y estaba un poco ebrio. Neil había volado de la jaula tiempo atrás, pero estaba pasándola tan bien con Greg que no había mirado ni una vez el reloj. Él era un tipo realmente agradable y teníamos una serie de intereses comunes, incluyendo nuestro gusto por las películas de aventuras de Jason Statham. Sospechaba, sin embargo, que su gusto tenía menos que ver con cómo de caliente estaba el actor y como su cuerpo estaba cincelado, como en mi caso. Tenía la clara impresión que Greg tenía menos vida social que yo. Él vivía para su hijo, Kees, trabajando desde su casa en el diseño web y con poco tiempo libre para conocer gente. Noté que el Club de los Nuevos Papás era la suma total de la socialización que conseguía. Parecía tener un poco de apoyo en casa, pero sentí que en esa etapa inicial no era mi lugar para ser curioso. Para el momento en que nos separamos, yo estaba convencido de que había encontrado al hombre con el que quería pasar el resto de mi vida.
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Afortunadamente, el aire fresco en el camino de vuelta a mi apartamento golpeó la realidad de la situación en mi cabeza. ¿Qué demonios estaba pensando unirse a un grupo de grandes hombres heterosexuales que usaban a sus hijos para atraer a mujeres para tener sexo? Realmente tenía que pensar sobre esto antes de la semana que viene, cuando prometí que iba a volver una segunda vez. En algún momento durante esos siete días, mi conciencia se fue de vacaciones y mi sentido común se esfumó. Volví, Chloe en el carrito, para conocer algunos de los miembros rotatorios. Eran una pandilla indescriptible de hombres heteros cachondos cuya conversación escuché más que participé, especialmente cuando se trataba de deportes en los que yo no tenía ningún interés, y las estadísticas sexuales de las mujeres en las que tenía incluso menos. Un par de hombres eran francamente vulgares en sus apetitos sexuales por el sexo opuesto y Neandertales en sus actitudes. Me senté y escuché principalmente, comentando sólo lo suficiente acerca de ―mi esposa Georgia‖ para evitar que sospecharan mientras bromeaban acerca de sus conquistas. Ellos tenían razón en un aspecto, el número de mujeres que bajaban al parque en grupos o en solitario, mientras que los hombres descansaban en sus asientos con sus bebés. Un flujo constante de mujeres palmeaban y acariciaban, y subrepticiamente toqueteaban cuando pensaban que nadie estaba mirando. Greg evitaba cualquier familiaridad como hice yo después de un par de intentos que me tomaron por sorpresa.
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Los otros hombres lo tomaban tanto como lo daban, intercambiando números de teléfono y horarios en los que estaban disponibles. Sólo un pequeño grupo iba a Tony: normalmente Neil, Greg, Pat y yo. Neil y Pat hablaban acerca de sus conquistas mientras se burlaban sobre mi renuencia a participar en la gran variedad de ofertas sexuales. Era tácito, pero Greg estaba fuera de los límites cuando se trata de bromas acerca de las relaciones extramaritales. Disfrutaba mis mañanas con ―los chicos‖, especialmente uno de ellos. Sabía que tenía que dejar de asistir, ya que sólo me conduciría a la angustia o peor. Simplemente no podía evitarlo. —¿Tienes la intención de hacer qué? —Karl prácticamente gritó. Yo había cometido el error de decirle todo sobre el Club de los Nuevos Papás. Debo haberlo hecho sonar muy interesante porque él amenazó con pedir prestado un bebé y venir para revisar a los papás. Me las arreglé para convencerle de que no era una buena idea. Pero cuando le dije que me estaba enamorando de Greg, se jactó.— Tu problema es que has dejado que esas lesbianas se impongan durante mucho tiempo. El próximo fin de semana sin duda estas tomándote el tiempo para echar un polvo con el fin de desterrar esa idea ridícula de engancharte con un hombre hetero de tu cabeza. —Uh, —dijo cuando fui a protestar.— No te hace ningún bien. Estaré aquí el próximo sábado por la noche listo para ayudarte a ser follado totalmente. Si, por alguna extraño capricho del destino, todavía estás solo y sin follar al final de la noche, te voy a arrastrar a
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mi casa y follarte yo mismo. —Suspiró teatralmente.— Ah, las cosas que hago para mis amigos. —¿Y si tengo a Chloe conmigo? —Te juro, Jason, si tienes a ese bebé contigo cuando llegue, personalmente la llevaré de vuelta a sus madres lesbianas y se la meteré a sus madres por… —Supongo que no estaría de más tener un fin de semana libre. Desiree y Georgia fueron comprensivas sobre mis necesidades a pesar de que intentaron plantar la semilla de la culpa en mis planes. En el evento, Karl no tuvo que seguir adelante con su amenaza de acostarse conmigo porque me encontré con un hombre muy respetable con un trabajo muy respetable, él era contable y tenía un pene muy aceptable que utilizó aceptablemente bien. Por la mañana acepté su número de teléfono móvil y él aceptó el mío. A la hora del almuerzo, casi me había olvidado de él. Por la noche no pude recordar su nombre hasta que mi teléfono móvil sonó y su nombre apareció. Me tomó unos segundos preguntándome quién demonios era Nathan y cómo se había abierto camino en la lista de contactos de mi teléfono. No fue hasta que respondí con mi muy tentativo ―Jason al habla‖ que reconocí su nombre. — Quería darte las gracias de nuevo por lo de anoche. Fue maravilloso. Charlamos un rato más, pero supongo que oyó el desinterés en mi voz, porque en lugar de pedir otra cita lo cual yo sospechaba era el propósito de su llamada, él se limitó a reiterar, —Gracias de nuevo
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por una maravillosa noche. Llámame si quieres volver a hacerlo alguna vez. Yo no quería animarle, por lo que terminé con un débil, — Claro. Lo haré. No era su culpa, señor como se llame. Se trataba simplemente de que no podía conseguir sacar a Greg de mi mente. Incluso follando a otra persona, era Greg quien estaba en mi mente. Era su nombre el que quería gritar en medio de la pasión. Karl tenía razón, soy un tonto. Aun así, tenía la intención de seguir adelante con mi plan de todos modos. Karl obviamente tenía otras ideas. Fui al parque con Chloe para la usual ―reunión‖ del Club de los Nuevos Papás. Antes de entregarle a su hija, a las dos madres, Desiree en particular, me hizo saber que mi intransigencia en querer un fin de semana tenía seriamente inconvenientes para ellas.— No conseguimos mucho tiempo para estar juntas, ya sabes. ¿Seguro que los fines de semana y un día durante la semana no es demasiado pedir al padre de Chloe? Eso me molestó y respondí infantilmente.— Así que, ¿Ahora soy padre de Chloe? No es lo que dice el acta de nacimiento. Georgia era bastante despreocupada acerca de mis necesidades sexuales.— ¿Por qué no sientas la cabeza con alguien? Los gays sois tan promiscuos. —Si tuviera la oportunidad de conocer a alguien, yo podría sentar cabeza, pero como me veo obligado a quedarme en casa todos
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los viernes y sábados por la noche, las dos noches más importantes de la semana para los hombres gays, es muy poco probable. Nos separamos mal, a pesar de que Georgia y Desiree no se sentían tan mal como para no dejar a Chloe conmigo. Yo estaba agradecido por ello y pensé que, tal vez, había sido un poco petulante. Demasiado tarde ahora. Atando a Chloe en su arnés, nos dirigimos a encontrarnos con los chicos, nervioso ante lo que estaba a punto de hacer. Había cinco de nosotros ese día, y el tiempo que estaba nublado y ligeramente fresco había mantenido a otros padres, así como a muchas de las mujeres que rodeaban el parque como cuervos humanos en la distancia. Al menos Neil estaba allí. Por lo general, hablar con él estaba cargado de diversión, pero ese día estaba inquieto y nervioso, apenas capaz de permanecer sentado por más de unos pocos segundos. Debió haberme notado mirándole por su extraño comportamiento. —Bolas azules, amigo. Tengo que echar un polvo. Mi esposa tiene esa depresión post-parto de mierda. No puedo manejar eso. —Ella puede necesitar ayuda, Neil. ¿Ha visto a alguien? —Sí, la he enviado de vuelta a casa con sus amigos por una semana o dos. —Eso no es lo que quise decir. En realidad no era mi lugar para dar una conferencia a Neil sobre la salud mental de su esposa, pero yo también estaba en un ―estado de ánimo‖. Todo el mundo a mi alrededor parecía estarlo, Karl diciendo como vivir mi vida, justo como yo estaba interfiriendo
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con el matrimonio de Neil, al igual que las madres de Chloe estaban molestas conmigo por incomodarlas, así como... Mi vida estaba tan jodida como la de cualquiera. De repente, mi cabeza se sentía como que necesitaba explotar sólo para poder conseguir un poco de cordura de vuelta en mi vida. ¿Qué demonios estaba haciendo deseando a un hombre heterosexual cuya esposa había muerto sólo unos pocos meses antes? ¿Qué estaba haciendo mezclándome con una multitud de imbéciles sexistas que utilizaban a sus bebés como señuelo para follar mujeres? ¿Qué estaba haciendo usando a mi propia hija para mezclarme socialmente con estos hijos de puta? En algún lugar en los últimos meses, obviamente, había tomado un giro equivocado. Era el momento de volver al cruce e intentar un camino diferente. Eso era precisamente lo que tuviese que haber hecho si una serie de cosas no se hubiesen producido. En primer lugar, Neil se sentó en el banco del parque, arreglando a su hija, Jenny, en su regazo como si fuera un modelo de exposición y me susurró por un lado de la boca. —Si se detiene a hablar, da una excusa y lárgate. —¿Quién? Yo no necesitaba una respuesta porque en ese momento una voz susurró— ¡Oh dios mío!, no son los bebés más dulces. Levanté la vista hacia los ojos de una mujer joven muy atractiva, con mucho pelo rubio que debía haber usado todas las provisiones peróxido completo de un tercio de la población mundial.
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Ella estaba haciendo esos ojos que los adultos son propensos a poner en torno a los bebés y no sabía si saltar sobre Chloe o Jenny. Neil me dio un codazo fuerte, casi me empuja fuera del asiento. Recuperé el equilibrio y con mi mejor sonrisa, di una excusa que sonaba débil incluso para mí, y me levanté para irme. Neil y la rubia apenas notaron mi partida, ya que estaban poniéndose los ojos el uno al otro, Jenny casi ignorada. Era demasiado. Me enfurecí sin que nadie lo notase y me dirigí al Café de Tony. Yo estaba en la necesidad de uno de sus cafés y una torta italiana para sentirme mejor. Tony estaba limpiando las mesas cuando entré en su pequeño establecimiento. —¿Estás solo hoy? —Los otros pueden que vengan más tarde, —mentí. Me senté en una mesa mirando al parque mientras que Tony conseguía mi orden. Neil y su conquista rubia parecían enfrascados en una conversación, con la cabeza gacha, casi tocándose. Desde lejos parecía como si estuvieran admirando a Jenny. Sentí una tristeza repentina por la esposa de Neil. —Oh, aquí estás. La voz me arrancó de mi ensueño. Había estado tan absorto en el comportamiento de los habitantes del parque que no lo había notado. Mi corazón latía salvajemente, mi pulso se aceleró, mi cara enrojecida. Yo no podía creer que me hubiese permitido a mí mismo sentirme de este modo por Greg.
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—¿Qué estás haciendo aquí? —No podía soportar la idea del parque hoy. Toda esa testosterona me cansa a veces. Sonreí. —A mí también. Saqué una silla para él mientras sus brazos estaban llenos con Kees que estaba retorciéndose como una anguila. —Gracias. —Suspiró profundamente mientras se sentaba. —¿Mal día? —Pregunté. —Mala semana. —Yo también. —No puede dormir. —¿Kees interrumpió tus sueños? —Por supuesto.—Hizo una pausa como si contemplara revelar un secreto. —Pero es más que eso. —¿Algo sobre lo que quieras hablar? —Ojalá pudiera. Me encogí de hombros.— Siempre hay un hombro amigo disponible en mi número. Me miró a los ojos. — ¿Como de amigable, me pregunto? —¿Qué en la tierra….?
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¿Qué quiso decir? ¿Había caído en la cuenta de mi verdadera sexualidad? Me quedé sin preguntar un poco más porque Neil escogió ese momento para estrellarse nuestra pequeña fiesta. —Lo de siempre, Tony, —gritó mientras nos sonrió a Greg y a mi — No más bolas azules para mí. —¿Tienes su número? —le pregunté. —Pedazo de cachonda, —anunció con orgullo. —Una vez que vio a Jenny, estaba por todas partes. Greg hizo la pregunta que me había mordido antes de que pudiera preguntarla. No le importaba ser demasiado moral en torno a Neil.— Dime, ¿a ella no le importa que tengas esposa? Neil no pareció notar el tono de desaprobación en la voz de Greg. —Nah, ella no está detrás de nada serio. Sólo un buen polvo de vez en cuando. He mostrado mi virilidad de buena fe con Jenny, además ella sabe que no estoy disponible excepto para el placer. Sin ataduras. Se adapta para los dos. Vamos a salir el viernes por la noche, siempre que pueda conseguir una niñera. —Oh, no, no. No estoy durmiendo estos días. No necesito otro para cuidar incluso por unas pocas horas. Encuentra a otra persona. —¿Sabes cuál es tu problema, Greg? Necesitas tener sexo. — Neil era un hombre valiente aventurándose en un territorio que todos aceptábamos como demasiado personal.— Claro, amabas a tu esposa, pero se acabó. Puedes mantener su memoria viva de aquí. — Neil se tocó el corazón.— Y aquí. —Su cabeza.— Pero no te ayudará
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aquí, compañero.— Él se estiró para agarrar la entrepierna de Greg, pero retiró la mano cuando Greg pareció lanzarle dagas con la mirada. Para evitar una discusión, yo cambié de tema.— Noche del viernes, ¿no? No hace mucho para las bolas azules en este momento. —Maldita sea, Jason. ¿Crees que necesito un recordatorio? — Neil se ajustó los pantalones. —Estoy tan jodidamente cachondo que me conformaría con una mamada de uno de vosotros. Greg casi escupió el café al otro lado de la cafetería y la expresión de horror en su cara me dio un ataque de risa. Neil pronto se unió a Greg estaba tan rojo como un sarpullido en culo de un bebé. —Era una expresión, compañero,—dijo Neil.— Sólo una broma. Greg hizo un mohín. —A veces no puedo saberlo de ti. El ambiente entre nosotros tres de repente era tenso. Esto no estaba ayudándome con mi plan. Justo cuando pensaba que la situación no podía ponerse más bochornosa, oí una voz que me dio ganas de meterme debajo de la mesa. —Jason, he estado tratando de llamarte. ¿Por qué diablos no contestas tu teléfono? Gemí interiormente. Neil y Greg alzaron la vista para examinar la criatura que había interrumpido nuestro mal humor.
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Karl se quedó con la mano de manera espectacular en la cadera como si posara para algún calendario gay con pluma. Yo sabía que él lo estaba haciendo deliberadamente para provocarme, o a uno de mis compañeros, porque nunca Karl permanecía así en cualquier otro momento. —Oooh, —dijo midiendo sus palabras.— ¿Quiénes son estos dos hombres atractivos con los que estás? Eres un perro astuto. Soy Karl, el mejor amigo de Jason. —Tendió su mano, como si espera que los dos hombres se la besaran en lugar de apretarla. Tampoco lo hicieron, simplemente le sonrieron de una manera perpleja. No tuve otra opción.— Neil, Greg, este es un amigo mío, Karl. Por mucho que lo quería en ese momento, no estaba dispuesto a renegar de él. Karl no sabía cuándo mantener la boca cerrada.— Ustedes son los dos tipos de los que Jason siempre está hablando. Especialmente tú, Greg. —Karl hizo un gran espectáculo cuando ocupo el sitio vacante. Greg me miró con una mirada burlona. —Vosotros dos sois los chicos de ese Club de los Nuevos Papás que siempre menciona. —Karl golpeó sus párpados, cruzó las piernas, se lamió los labios y luego susurró— Estoy buscando un papá y cualquiera de los dos me iría bien. Greg, obviamente, no había perdonado la broma anterior de Neil porque, dijo, — Tienes que ir, Neil. Antes te quejabas de bolas azules. Estoy seguro de que Karl podría cuidar de ellas para ti.
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—Las bolas azules son mi especialidad, —se jactó Karl. El café estaba empezando a llenarse de clientes de la hora del almuerzo y los tres estábamos retorciéndonos, preguntándonos en qué dirección se dirigía la siguiente conversación. Karl me golpeó en el brazo. — ¿Se lo has preguntado ya? —¿Preguntarles qué? Karl resopló como si yo fuera totalmente inútil.— Pensé que ibas a invitarlos a tu apartamento hoy para el almuerzo. Traje todos los ingredientes, como me pediste. Yo había pedido tal cosa. Y era sólo Greg al que yo había pretendido invitar. —¿Dónde vives exactamente? —preguntó Neil. Karl no me dio la oportunidad de responder. —Tres manzanas en esa dirección, —él se agitaba, utilizando un tenedor de postre para apuntar, casi sacando los ojos a otro cliente.— Tienen que venir, estoy preparando la comida más increíble. —No tenía ni idea de que vivías por aquí —dijo Greg.— Todos venimos de más lejos. — —Así no nos encontramos con nadie que nos conozca, — admitió Neil tímidamente.— Puedo ver ahora por qué eras más circunspecto. Un hombre no debería cagar en su propio patio trasero.
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Karl se levantó, argumentando para que lo siguiéramos. — Asumo chicos calientes que ambos tenéis vuestros coches. Bueno, Greg, tu puedes llevar a Jason y yo iré con Neil. —Diciendo eso, envolvió su brazo alrededor de Neil y lo arrastró del café, apenas dándole tiempo en su cautiverio para agarrar a su hija.— Nos vemos en tu casa, Jason. —Realmente no tienes que venir, —le dije a Greg mientras pagábamos la factura. —Karl se ha inventado toda esa mierda de hacer el almuerzo. —No, me encantaría ir. Esto arroja una luz completamente diferente en tu persona. No estaba seguro de si era una buena o una mala cosa. El coche de Greg estaba en la esquina de una calle lateral. Decidí que era mejor aclarar las cosas ahora, antes de que me metiera en el coche de Greg. —¿Cuál era esa cosa antes sobre preguntarme lo amigable que era?— Greg se quedó en silencio por un rato.— No he sido completamente honesto contigo. ¿Qué podía decir? Yo no lo había sido igualmente con él. —Vale. —Hay una muy buena razón por la que no puedo dormir. Por la que he estado de mal humor por un par de semanas. Inaguantable —Parecen los mismos síntomas que tengo yo, —le dije.
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Greg se rio.— Sí, bueno, las causas son muy distintas, te le garantizo. —Sé lo de tu esposa, Greg. Y lo siento. —Ella no era mi esposa. —En estos tiempos no importa si estás casado. No comparto toda esa mierda moral. —No, no lo entiendes. Estábamos en el coche. El sistema de bloqueo sonó y ató a Kees en el asiento de protección infantil.— Vas a tener que sostener a Chloe hasta que lleguemos a tu casa. Soy un conductor muy cuidadoso. —Confío en ti, —le dije. Una vez que nos acomodamos todos en el coche, Greg se alejó lentamente. No hablamos mucho ya que lo estaba guiando a mi apartamento y eso tomó toda nuestra concentración. Mi plaza de aparcamiento del edificio estaba cerca de los ascensores y subimos en silencio, o tanto silencio como se puede tener cuando se tienen dos bebés balbuceando de satisfacción. Abrí la puerta de mi apartamento y les di paso a Greg y Kees. Greg parecía un animal atrapado frente los faros, pero un pequeño empujón y él estaba dentro. No sé por qué estaba tan nervioso. Puse a Chloe en su área de juegos y sugerí a Greg que pusiera a Kees con ella. Ellos eran más o menos la misma edad y yo
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esperaba que se llevasen bien. De hecho, era probable que ambos estuviesen dormidos en muy poco tiempo. Una vez que nos habíamos asegurado de que Chloe y Kees estaban acomodados, me dirigí a Greg. —Así que dime lo que no entiendo. Greg respiró hondo y cerró el breve espacio entre los dos, plantando sus labios en los míos antes de que yo hubiese tenido la oportunidad de abrir mi boca por la sorpresa. Sus labios eran dulces; sabían a café y magdalenas de chocolate y frambuesa que comía en el sitio de Tony. Tuve mi boca abierta y le di la bienvenida a su invasión, mientras envolvía mis brazos alrededor de su ancha y musculosa espalda. Supongo que no esperaba que yo le devolviera el beso porque noté que sus ojos parpadearon abriéndose por la sorpresa. Cuando tuvimos que separarnos para tomar aliento, me preguntó: —¿Es eso lo que te mantiene despierto últimamente? —Uh huh. —A mí también. —Por lo tanto, ¿Chloe? —Donante de espermatozoides. Greg se rio estruendosamente. —Pensé que eras tan hetero, hablando de tu esposa y todo eso. —¿Qué pasa contigo y tu esposa muerta?
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—Eso era cierto. Yo y mi boca grande. —Bueno, no era mi esposa. Mi mejor amiga. Yo nunca habría podido casarme con ella. Nunca hubiera podido follar con ella. Ella quería un bebé tan desesperadamente, así que la ayudé a tenerlo. Masturbándome en un vaso de plástico. El parto fue difícil y...— hizo una pausa para conseguir tener sus emociones bajo control. Terminé la frase por él. —¿Ella no lo superó? —Su último deseo fue que criara a Kees. Ha sido duro. —¿No hay vida social? —Ninguna en absoluto. A nadie le gusta un chico gay con un bebé. Me puse a coquetear. —Yo no estaría tan seguro de eso. —¿Qué hay de ti? —Doné para dos mujeres que conozco. Son una pareja. Me ocupo de Chloe un par de veces a la semana para darles un descanso. —También debe ser un poco cruel para tu vida social. —Sí. —¿Es por eso que te uniste al Club de los Nuevos Papás? —Eso fue un accidente. Neil me confundió con un padre hetero y era una compañía agradable al principio a pesar de que se me
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quedó grabado en mis tripas la forma en la que él y algunos de los otros tratan a las mujeres. Entonces... —¿Qué? —Supongo que no importa si te lo digo ahora. Empecé a enamorarme de ti. —¿Eres gay, bi o solo curioso?— —Definitivamente gay. Fuera y orgulloso, —admití. —Yo también.— —¿Entonces por qué…? —Espero que no decidas que el beso no era una buena idea cuando te lo diga. Me pasé un dedo sobre mis labios que seguían zumbando. — Nunca voy a pensar eso. —Alguien me habló de este grupo de chicos que tienden a congregarse en el parque y algunos de ellos estaban muy cachondos y no les importaba donde metían su pene. —¿Por ejemplo?, Neil, —le pregunté. Greg asintió. —¿Crees que no debemos esperar que Karl suba a corto plazo? —Eso sería una apuesta muy segura.
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—Mmm, en ese caso nos da más tiempo para llegar a conocernos mucho mejor. — Greg parecía incómodo. —No soy una puta. —No pensé que lo fueras. —De algún modo estoy buscando algo un poco más a largo plazo que un polvo de una sola noche. —Te escucho. —La única razón por la que volvía era que no podía dejar de pensar en ti... —Yo no podía dejar de pensar en ti... —Pensé que eras hetero. —Pensé que eras hetero. Chocamos una y otra vez sobre las frases del otro hasta que ambos nos derrumbamos de la risa. Me quedé mirando a ese bello hombre a quien yo había conocido escasos meses atrás. ¿Era demasiado pronto para empezar a estar enamorado? —Sé lo que estás pensando, —dijo mientras pasaba su mano por el costado de mi cara. —¿Sí? —Te preguntas si es demasiado pronto. Bueno, yo también. —Me gustas mucho, Greg.
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—Me gustas mucho, Jason. Pero tengo un bebé. No uno que se puede devolver al final del día. Él es para siempre, con todos sus problemas relacionados. —¿Te he dicho que me encantan los niños? —¿Te he dicho que podía llegar a estar muy acostumbrado a tenerte alrededor de un modo más permanente? Entramos en un abrazo que hubiese quemado la pintura de la pared, si Kees no hubiese empezado a llorar. —Creo que alguien necesita su pañal cambiado, —suspiró Greg. —Te voy a ayudar. Soy un experto en ello. Le tomó poco tiempo para cambiar al pequeño chico que se retorcía. —Tiene tus ojos. Será un pequeño mocoso guapo cuando crezca. Igual que su padre. Alcé a Kees y lo sostuve para mirarlo a la cara. Él extendió sus manos hacia mi nariz y le dio un buen tirón con sus pequeñas manos. —Kees, quiero obtener tu permiso antes de hacer algo. ¿Crees que tal vez podría pedirle a tu padre que salgamos en una cita? Hizo sonidos de gorgoteo, soplando burbujas de saliva entre los labios.
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—Tomaré eso como un sí. —Le di un beso en la frente. Me volví hacia Greg. —¿Qué te parece? —No puedo pensar en nada que me gustaría más. Greg puso los brazos alrededor de mí y de Kees. Yo no creo que ninguno de nosotros fuese a volver al Club de los nuevos Papás. Habíamos encontrado lo que habíamos estado buscando.
Fin.
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