K z snow fugly

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Nota fugly Desde que supe por primera vez de este libro, llamo mi atención. No solo es el título, que ya te da una idea de su contenido, si no las sinopsis a las que tienes acceso en internet, que mostraban un tema algo fuera de lo normal…chicos lindos, feos. Gracias a mi amigo TRADUCTOR HOMOERÓTICO (jajajajja, me encanta ese nombre!) pude tener acceso al texto…y enloquecí completamente! Para aquellos que no gustan de libros extremadamente largos, este es perfecto, ya que en sus escasas 59 paginas lograran encontrar una historia original en su idea, pero al mismo tiempo clásica, conservando los aspectos que más nos gustan de nuestros chicos: la dulzura, timidez y erotismo que siempre los caracterizan. La autora, K.Z.Snow (o al menos creo es una chica), nos entrega un mundo fantasioso donde gracias a la magia, tres chicos descubrirán, que la apariencia no lo es todo, y que la persona perfecta para ti, puede estar justo a tu lado. Creo que hasta el momento, me lo he leído unas diez veces y seguramente no seré la única, gracias a TH!


Sinopsis ¿Qué pasa cuando un hombre joven que es la imagen de sí mismo, y de su vida sexual, se despierta una mañana y ve que su buen aspecto esta alterado de manera significativa a peor? Tres amigos de veintitantos años-un gay embalsamador, un entrenador de futbol, y un agente literario deben encontrar la respuesta cuando los tres están desfigurados tras pasar una noche en un club.

Todd, Fallon, y Jake, van a y a un conocido club al que llaman el Club de Caza, el calor dentro es agobiante. Como resultado, sus normas vale la pena pagar por una loca noche. Los hombres no son unos tarados totales, sino que sólo necesita un ajuste de perspectiva. Y lo consiguen, con creces, a partir de un misterioso extraño que está harto de ver a su hermosa pareja hermosa ser manoseada por todos.

No hay una explicación médica para las horribles erupciones que surgen en las caras del trío de amigos después de esa noche. Los médicos ni siquiera lo pueden detectar, y mucho menos curar. Sin embargo, los espejos del Club de Caza reflejan rostros devastados, y de tonos cetrinos, los que antes los veian apuestos ahora los evitan .


PRoLOGO

L

as únicas lecciones aprendidas yendo de fiesta,

son esas usualmente relacionadas, primero, a levantar un tipo para la noche y segundo, al contenido del alcohol en tu sangre cuando llegue el momento de conducir a casa. Pero una noche calurosa y aburrida de Marzo, en un lugar llamado Foxhole, tres de mis amigos se embarcaron en un viaje educacional completo… uno que les enseñaría algo con un valor mucho más grande que el tamaño del pene metido dentro de un par de pantalones de diseñador. Yo iba por mi tercer Snapple 1 y estaba metido en mis propios problemas cuando Fallon Tate lanzó la mierda que nos golpeó. Por supuesto, él no pensó en las consecuencias. Pensó que simplemente estaba adulando a un cierto hombre, dándole el típico agarre-de-nalgas. Después de todo, era una manera de mostrar admiración en un lugar ruidoso y repleto. El desastre completo empezó cuando ese cierto hombre entró en el bar. Era definitivamente llamativo. Jake Pelletier y Todd Heilman también lo notaron. Por supuesto que lo hicieron. Fallon, Jake y Todd se habían estado reuniendo para beber cada viernes desde tiempos inmemoriales, o por lo menos, los últimos dos años, así que cuando uno estaba en el Foxhole o Bent o Lady Dah, los otros dos probablemente también estarían allí. Yo solo era compañía ocasional. La verdad sea dicha, a todos ellos les hubiera gustado un pedazo de ese hermoso extraño. Tenían una especie de competencia que se centraba en anotar con el chico más caliente en cualquier bar, y este chico sería un triunfo 1

Snapple: marca de bebidas de té y zumos, propiedad de Dr. Pepper Group, con sede en Plano, Texas.


completo. Fácilmente, cien puntos en la escala de cien puntos y ninguno de ellos trataría de negarlo. Pero me estoy adelantando. La velada empezó bastante normal, con nosotros cuatro agrupados alrededor de una mesa en el Foxhole. La barra del bar, a la derecha de la entrada, tenía forma de una C suelta y alargada, que permitía el contacto visual desde todos lados. Directamente enfrente de la entrada, después del vasto espacio de la pista de baile, había un escenario donde estaba el DJ. Plataformas bajas llenas de mesas y sillas corrían a lo largo de las otras dos paredes. El Club de Caza-, como me refería a mis tres compañeros, habían decidido tomar posición en la plataforma posterior. Desde allí, podían revisar no solo a los clientes que ya estaban en el lugar sino también a los que iban entrando. Fallon, Jake y Todd primero se ponían al día. Siempre tenían historias interesantes, ya que tenían trabajos interesantes. Jake, el agente literario, mencionó un libro de inspiración que había producido un considerable adelanto. Era el prototipo del joven urbano, oscuro y casualmente elegante, con un vocabulario enorme y un humor seco. Fallon era mucho más colorido. El más charlatán y entretenido de los tres, era ágil, con pelo de punk y lleno de aretes. Fallon era un estilista versátil. Enseñaba a competidores de certámenes de belleza y a modelos en potencia como posar y pavonearse; ayudaba a cantantes y oradores a entregar sus mensajes tanto como con sus cuerpos como con sus palabras. Fallon conocía la belleza y gracia natural cuando la veía y tenía la inclinación de tratar de meter la belleza y gracia natural en su cama, eso sí venían con el paquete masculino incluido. —Me llegó otra princesa peewee 2 esta semana, — dijo—. La mamá modelo parecía Tweedledum 3 y la hija Alguien de baja estatura o tamaño. Aunque se usa de forma despectiva para hablar de las personas. 3 Tweedledum and Tweedledee (Patachunta y Patachún o Tararí y Tarará en la traducción española) son personajes del cuento Alicia a través del espejo y lo que 2


parecía Alicia después de haber mordido el lado de encoger del hongo mágico. —Palmeó un lado de la cara de Jack—. Eso fue para ti, cariño. No eres el único que lee libros. —Cierto, —dijo Jack—. Y tampoco soy el único que vi la película de Disney. Fal no tuvo la oportunidad de dejar que le hiciera mella, porque Todd preguntó, —¿era una mocosa? —Déjame ponerlo de esta manera, —dijo Fal—. Imagínate como hubiera actuado Alicia si esa oruga hubiera estado fumando crack en vez de marihuana y hubiera compartido algo con ella. —Rodó dramáticamente los ojos e hizo un gesto vagamente parecido a la cruz—. Necesito empezar a cargar Ritalina 4 . Todd, el de charla más suave de los tres, y con cinco pies con ocho 5 , el más bajo, tenía el trabajo más fascinante. Morbosamente fascinante, aclaremos. Era un embalsamador en la Casa Funeraria Sudburry—Bischoff. Y como para contrarrestar cualquier noción preconcebida de los hombres en su trabajo, que todos se veían como Ichabod Crane 6 en el día y como Pumpkinhead en la noche, mantenía su meticuloso cabello claro con un juvenil flequillo de medio lado y su cuerpo muy musculado. Nos contó sobre un hombre de veintidós años que falleció recientemente cuya hermana lo había encontrado amarrado como un puerco en su armario, colgado del perchero de la ropa, con una bolsa plástica en la cabeza… algo que aparentemente se había hecho a sí mismo. —Una chica que conozco y que me ayudó en la autopsia, estaba sorprendida por como logro llevar su cuerpo hasta esa posición, —dijo Todd—. El método del encontró al otro lado de Lewis Carroll y de una canción de cuna inglesa anónima. Los nombres fueron tomados de un poema de John Byrom y parece que provienen del hecho de enredar con los dedos o agitarlos sin ningún sentido práctico (tweedle). 4 El metilfenidato, comúnmente conocido como Ritalina, es una poderosa droga estimulante del sistema nervioso central. Desde la década de los sesenta se está utilizando para el tratamiento del Síndrome de Hiperactividad y Déficit de Atención. 5 1,73 centímetros. 6 Protagonista de la película “El jinete sin cabeza” interpretada por Johnny Depp.


amarrado era bastante elaborado. Sus brazos y piernas estaban torcidos de manera extraña. Requirió bastante planeación. —¡Jesús! —jadeó Fal—. Atado como un jamón. El resto de nosotros torcimos el gesto. —Pero, ¿por qué se mataría de esa manera? — preguntó Fal. —Dudo que esa fuera su intención, —dijo Jake, que miró hacia Todd en busca de confirmación—. Suena como un juego autoerótico que salió mal. El problema fue, que no planeó muy bien cómo salir de ello. Nuestro amigo el funerario asintió. —Pasa más a menudo de lo que creen, y en su mayoría a hombres. También en toda clase de grupos etarios 7 . Se corren con amarres combinados con hipoxia. Pero es como una adicción. Si vas muy lejos no puedes regresar. —Así que cuando lo viste, ¿estaba como hecho un nudo? —preguntó, lo que produjo una risa incómoda. —No estaba tan mal. El médico es el que tiene que lidiar con las contorciones. Yo solo tuve que hacer un trabajo ligero en sus miembros, masajear y flexionar. Para cuando nos llegó el sujeto, ya estaba saliendo del rigor. — Todd sonrió secamente—. Esa es una de las ventajas de la etapa de descomposición temprana. Ablanda y relaja las fibras musculares tensas. —Otro comentario trivial conversación decae, —dijo Jake.

para

decir

cuando

la

Yo temblé. Con la cara arrugada por el disgusto, Fallon miró fijamente a Todd. Luego chasqueó los dedos. El chasqueo de dedos de Fal se había convertido en la señal que indicaba era tiempo de cambiar de tema. 7

Dicho de varias personas: que tienen la misma edad.


El Club de Caza empezó a hacer lo que hacían mejor: escanear el área por una presa mientras hacían comentarios desagradables sobre los hombres que no llenaban sus estándares. Un grupo de cinco chicos entraron. Es decir, parecían chicos para mí, pero seguro que eran estudiantes universitarios. —Hay llega el comité de las técnicas chiquititas, —dijo Todd. —No tengo problema con el tamaño de bolsillo, — refutó Fal. —Entonces quizá debiera presentarte a Gabriel, —le dijo Todd—. Creo que está enamorado de mí. Me gustaría cortarlo de raíz. Gabriel era un empleado nuevo de Sudbury—Bischoff, un supuestamente bajo y estrafalario sujeto que se encargaba del maquillaje en la preparación. Todd prefería los hombres altos y apuestos. Los tres los preferían. Aunque ninguno de nosotros se lo diría a Todd, todos nos preguntábamos como se las arreglaba para mantener ‘cualquier’ levante después de que el levante se enteraba de lo que hacía para vivir. Era un prejuicio irracional, cierto, pero un prejuicio que teníamos problemas para superar. Una vez Fallon lo había dicho, «Se lo haría a Toddy en cualquier

momento… después de que hubiera pasado un día entero en desintoxicación por el uso de equipos de materiales peligrosos y otros veintinueve días en la ducha» Poco después que los jóvenes entraran, Jake malhumoradamente notó el glamazon que bailaba con el hombre que le había gustado. Fallon, posiblemente sintiéndose agraviado, le dijo que el glam 8 era mejor que la cara de manteca, que describía al compañero del glamazon. Glam: estilo de música de rock. Es este contexto se refiere al aspecto de los músicos, que incluye maquillaje y el cabello bastante alborotado. Glamazon puede tomarse como sujeto del glam 8


—Mierda, miren ese, —dijo Todd, señalando un sujeto que venía caminando de la plataforma del DJ hacia el bar. —Yowza, —dijo Jake desagradablemente. —El chico debió caerse de la punta del árbol de los feos, —dijo Fal—, y golpeó cada raspa de camino abajo. Mis compañeros solo estaban calentando. Conocía la rutina. Una vez que el alcohol y la risa hubieran lavado toda la tensión del trabajo, empezarían a circular. Aunque no aprobaba su sarcasmo, poco podía culpar al Club de Caza por cazar. Todos estábamos en nuestros veintes. Nos excitábamos bastante rápido. Fue justo antes que el Chico «Vaya» entrara, que noté un hombre solitario sentado en una mesa detrás y a la izquierda de la nuestra, los dedos de su mano curvados flojamente alrededor de un vaso pequeño de líquido ámbar con hielo. Se veía mayor que nosotros, en sus treinta quizás, y tenía una especie de intensidad oscura y provocativa transmitida por cada aspecto de su apariencia. Incluso su vello facial le daba un aire de encanto siniestro. Juzgándolo por sus piernas, que parecían más largas que las del mortal promedio, también era alto. Pensé que parecía un pirata, sexy como todo el maldito infierno y condenación, mi atención se hubiera concentrado solo en él si no me preocupara verme grosero. Me suponía que mis acompañantes, ya estaban siendo lo suficientemente groseros. Se sentaba en ángulo con la mesa, su tobillo izquierdo encima de su rodilla derecha, y me dio la leve impresión que había estado escuchando la conversación del Club de Caza. Nuestros ojos se encontraron por un breve momento antes que su mirada se moviera lánguidamente hacía la pista de baile. No se lo señalé al Club de Caza. Unos de los chicos probablemente se le hubiera insinuado y otro hubiera hecho algún comentario sobre su edad. Tenía la sensación que la cosa no saldría bien. Cuando el hombre se levantó y se


dirigió hacia el baño, era alto y muy bien formado, rogué más allá de toda esperanza que Todd, Fal y Jake no lo notaran. No lo hicieron. Porque segundos después el Sr. «Vaya» apareció. La gente había estado escurriéndose para un lado o al otro no muy lejos de nuestra mesa mientras entraban o salían de Foxhole. El vestíbulo estaba a diez o doce pasos de nosotros. Mr. Vaya se distinguía de la muchedumbre como una pieza de oro en un riachuelo de montaña. Se quedó de pie a un lado mirando el interior del club. Estaba cerca de los seis pies con uno 9 , estimé, con un cuerpo perfectamente proporcionado, un rostro hermoso pero no vacío, y exuberante cabello del color de alguna extraña, finamente, pulida madera. El azul de sus ojos era profundo y lleno de matices; el contorno de sus labios, pura fantasía erótica. —Ven con papá, —murmuró Jake mientras revisaba dos veces y los ojos de Todd se agrandaron.

Fal

Estaba impresionado con el recién llegado, pero no estaba particularmente interesado en él. Los hombres así de despampanantes eran usualmente tres cosas: completamente vanidosos, estúpidos o estaban pillados. Algunas veces eran las tres. —Ahí está mi bombón, —murmuró Todd. Fallon meneó un dedo frente a su rostro. –Uh, uhh. No se permite acaparar. Mientras el Sr. Vaya se movía en dirección al bar, Jack ya se estaba levantando de la mesa. Rehusando a que se le negara su oportunidad, Todd y Fal también se levantaron. Yo me quedé. El hombre alto que había estado sentado detrás de nosotros regresó del baño mientras mis compañeros se 9

1,84 centímetros.


lanzaron tras el rastro de testosterona. Ya no volvió a sentarse puesto que también, lanzó un vistazo… y su mirada fue directamente al mismo apuesto sujeto que el Club de Caza había marcado. Abruptamente empezó a levantarse de la mesa. Luego se congeló por un momento y volvió a sentarse. Su reacción me intrigó. No podía ver nada del Sr. Vaya desde ese punto excepto su espalda. Mientras me preguntaba sobre eso, lo lancé al alto sujeto otra mirada de reojo. Sonreía, mientras continuaba mirando hacia el bar. Mi intriga creció. Nada más sucedió. No por un tiempo, por lo menos. Ociosamente miré la pista de baile, preguntándome si debía molestarme en conseguir algo esta noche. Las luces manchaban los cuerpos torciéndose y hacían relucir los brillantes rostros húmedos. Me sentía como si estuviera viendo un acuario de sinuosos y exóticos peces. Había bastantes hombres disponibles, pero mi corazón no estaba disponible. Ya estaba tomado, maldito fuera. Además, no era exactamente lo que los clientes de Foxhole considerarían una belleza. Debí haber mantenido mi visión periférica en el bar, porque vi a Fallon y Todd hacer su movimiento casi simultáneamente. Jack ya había entablado conversación con el Sr. Vaya, un movimiento obvio ya que era excelente conversando. Todd, quien no tenía el don de la palabra, opto por una aproximación más directa. Colocó una mano sobre la mano del Sr. Vaya justo cuando el Sr. Vaya colocaba su vaso sobre el bar para que se lo volvieran a llenar. El gesto obviamente significaba «atraparé a este». Y por

cierto, me encantaría desnudarme contigo. Solo mira los músculos de mi antebrazo si necesitas persuasión» Y luego Fallon lanzó la mierda en el ventilador. Jack estaba de pie a la izquierda del Sr. Vaya, y Todd estaba sentado a su derecha. Fal estaba de pie justo detrás de él. Mientras la atención del hermoso hombre estaba dividida entre la charla de Jack y la mano de Todd, Fal


acarició y frotó ligeramente el trasero del sujeto. El Sr. Vaya se giró rápidamente. No se veía particularmente enojado, pero le dijo algo. Deseaba haber escuchado lo que fue. En ese momento, una silla chirrió a mi izquierda. El sujeto alto evidentemente había estado viendo a mis amigos predadores. Con los ojos entrecerrados y la mandíbula tensa, los miró con el ceño fruncido. Gracias a Dios que permaneció sentado. Gradualmente, su actitud se relajó. Mi curiosidad ahora estaba realmente encendida, así que moví mi silla cerca a la suya. —Disculpe, —le dije, sonando indiferentemente dudoso. Tal aproximación parecía sabia. Este hombre era el polo opuesto a un mariquita. No era el típico de ropa de cuero, pero si duro como una puntilla. Una muy grande. Cuando giró su cabeza para verme, se veía a la vez imperioso y extrañamente lo suficientemente receptivo. Inmediatamente tuve la impresión de que tenía una fuerte voluntad pero no malvada. Me moví un poco más cerca para que pudiéramos escucharnos mejor. —Por casualidad conoce al apuesto hombre del bar, ¿el que mis amigos están adulando? La esquina izquierda de su boca se elevó en una sonrisa. –Sí, lo conozco. El sujeto era incluso más cautivante de cerca. Empecé a sentirme un poco hechizado. Tenía una voz profunda con un toque de rudeza y sus ojos eran cautivadores. Los iris centellaban, la única manera en que puedo describirlos, y parecía que cambiaban de color mientras me miraba. Apostaría lo que sea a que era una tormenta en la cama. Me miró pacientemente, preguntándose cuál era mi punto.

probablemente


—Parece que tienes poca tolerancia para los perros caza, —dije, solo porque ese pensamiento estaba cerca la superficie de mi mente. Por supuesto que no diría principal pensamiento, que tenía algo que ver con poner mano entre sus piernas.

de de mi mi

Por un momento estuve a un paso de manchar mis pantalones u orinarme. Maldición. Casi me caigo de la silla cuando empezó a reírse. —Supongo que no lo escondo muy bien, —dijo. La siguiente sonrisa fue genial, pero no amortiguó su perforadora mirada. Me aclaré la garganta. —De todos modos, solo quería disculparme por el comportamiento de mis amigos. —No se necesitaba mayor explicación, ya que evidentemente nos había estado vigilando y escuchando a los cuatro. —No te corresponde a ti disculparte, —dijo—. No son niños y tú no eres su padre. No podía discutirle el punto. —Entonces, uh… si conoces al hombre del bar, ¿por qué no has ido con él? — me reí nerviosamente—. Te garantizo que tu presencia sería disuasiva. Su sonrisa se amplió por un momento, y luego su mirada se desvió hacia el apuesto hombre. Se veía nostálgico. —No suelo tener la oportunidad de hacerme a un lado y verlo interactuar con otros. Es… interesante. Y útil. Curiosa explicación. —¿Útil cómo? Me pareció que le fue difícil regresar su atención hacia mí. —Como inmunización—, se rió por lo bajo, miró hacia abajo y meneó la cabeza. No quería presionarlo. Sus motivos no eran mi asunto. —Solo no tomes muy en serio a mis amigos, —le dije—. Tú cita…


La mirada del hombre saltó enseguida hacia mi rostro. —No es solo una cita casual. —Lo siento. Tu compañero… —También es más que eso. No quise arriesgarme a enojarlo adivinando incorrectamente otra vez. —Solo iba a decir… es un hombre excepcionalmente hermoso y… El hombre me dejó asombrado y en silencio cuando giró los ojos. —¿Qué, no lo crees? —preguntó. —Por supuesto que lo creo. Solo estoy enfermo de escucharlo. Y estoy enfermo de que la gente siempre esté tratando de sacarle un pedazo. Uh, oh. Inadvertidamente hurgué en la llaga. —Eso es entendible, —le dije, tratando de aplacarlo—. Pero mis amigos solo son… Su rostro se contrajo. ¿Condescendientes? ¿Superficiales?

—¿Vanidosos?

Yo iba a decir que mis amigos eran hombres jóvenes, solteros y homosexuales no muy diferentes de otros hombres jóvenes, solteros y homosexuales, así que su interés en extraordinarios especimenes masculinos era completamente natural y no debería recriminárseles. En vez de eso, me encogí. El hombre alto no solo resentía contra el Club de Caza por olfatear alrededor de su amante; encontraba falla en sus caracteres. No estaba seguro de cómo contrarrestar sus afirmaciones. Eran certeras. Había tenido en cuenta todo lo que Fal, Jake y Todd habían dicho y sacado conclusiones lógicas. —Supongo que tu descripción es perfecta, —le dije—. Algo así. El hombre alto resopló. —Algo así, mi trasero. ¿Cómo puedes soportar toda esa mierda narcisista? Pareces un


chico decente. —Lanzó otra mirada hacia el bar. Lo que sea que viera no lo molestó, mucho, al menos, y por eso estuve profundamente agradecido—. Solo escuchar sus 10 comentarios snotty me hace querer golpearlos hasta el año que viene. No había ninguna duda en mi mente de que podría hacerlo. Traté de explicarle mi tolerancia. —Pienso en ellos como… víctimas. El hombre levantó las cejas y me lanzó una mirada incrédula. —Oh, por favor. Déjalo para Oprah. —Soy serio. —Está bien, ¿de qué son víctimas? —La pregunta era un desafío. En verdad ya había pensado un poco en el tema, así que al menos no tuve que inventarme una respuesta. Yo también, tenía problemas lidiando con el Club de Caza cuando estaban en modo perra. Pero también había estado a su alrededor cuando no lo estaban. —Quizá víctimas es muy melodramático, —le dije—. Quizá ‘productos’ es más apropiado. Productos de mierda sin resolver su pasado. Quizá productos de una sociedad que da más importancia a lo externo que al contenido. Con los ojos entrecerrados, el hombre me estudió mientras consideraba las posibilidades. —Me parece, —dijo conclusivamente—, que esos productos necesitan ser Hackeados. No tenía idea de a lo que se refería, pero era claro que su tolerancia para el mal comportamiento no había mejorado un poco. Lancé mi pase de Ave María. —Creo que mejoraran cuando terminen de sembrar sus lances sexuales y salvajes y se asienten. —¡Oh Cristo!, ahora sonaba como su abuelo. El sujeto dejó salir una única risa escéptica. —Amigo, eso no va a pasar hasta que el espejito, el espejito de la 10

Persona con un lenguaje crudo, grosero.


pared les dé un ajuste gigante de perspectiva 11 . —Terminó su bebida y se levantó—. Y digo ajuste, aunque ya espero demasiado. Puede que actúen como adolescentes, pero son adultos. Miró fijamente en la dirección de su otra mitad. En pocos segundos, sonrió y levantó la mano. Yo también miré hacia el bar. Con bastante certeza, el hombre quita alientos quien monopolizaba toda la atención también sonreía. Inmediatamente se separó del grupo y atravesó la multitud. Miré mientras los dos amantes separados se encontraban. Continuaban sonriendo y solo tenían ojos para el otro. El hermoso sujeto estaba extático. Virtualmente brillaba de placer. —Hola, bebé, —murmuró el hombre alto mientras enroscaba a su amante en sus brazos. Se besaron, lenta y cuidadosamente, mientras acariciaban el rostro y cabello del otro y viceversa. No podía dejar de mirarlos. Por supuesto había visto docenas de hombres besándose antes, pero aquí había una pasión tan abundante, que no permitía la menor traza de duda o vergüenza mientras se vertía por la habitación. La sentía susurrando contra mí… un amor con el que mayoría de personas solo podían soñar. Y aunque Jack, Todd y Fallon estaban a años luz de comprender tal lazo, se las arreglaron para degradarlo. —¿Cuánto tiempo llevas aquí? —preguntó el hombre hermoso cuando se separaron. —Lo suficiente para ver la nalgada. —El hombre alto toco tiernamente el rostro de su amante. —¿No te pareció divertido? A mi sí. —Tienes un extraño sentido del humor. —No vas a hacerlos nada, ¿cierto? 11

Metáfora, uno tiene que mirarse y reconocer sus propios errores o conceptos equivocados sobre el amor, sexo…


—Nada que provoque una escena o haga que me arresten. Soy un bárbaro reformado, lo sabes. El hermoso hombre se apartó otro par de centímetros. —No creo que estés reformado. Creo que aún estás en recuperación. El intercambio estaba lleno de cariñoso humor. Ninguno de los dos había dejado de sonreír. Era obvio que vivían el uno por el otro. —Entonces ¿qué vas a hacer? —Preguntó el hombre hermoso—. Porque puedo decir que tienes algo planeado. Una sonrisa astuta se extendió por el rostro del hombre alto. —Oh mierda, Jackson. No eso. —Oye, no lo he hecho en un tiempo. —El hombre llamado Jackson se inclinó para otro beso—. Ya conoces el dicho: úsalo o piérdelo. Además, beneficiara a todos los involucrados. Continué mirando mientras la pareja abandonaba la plataforma y se movían hacia la pista de baile. Luego miré hacia el Club de Caza. Ya no estaban en el bar, así que asumí que estaban entre la muchedumbre. Las luces se atenuaron. Chasing Cards de Snow Patrol salía del sistema de sonido. Capté un vistazo de los amantes bailando entre la mitad de la multitud. Aunque no se movían mucho, había un halo de espacio a su alrededor, un circulo encantado. Eran inviolables. Súbitamente Jack apareció sacándome de mi ensoñación.

en

la

plataforma,

—Parece que todos perdieron, —dije. —Lo que confirma una de mis ideas… que solo los hombres heterosexuales casados son seducibles. —¿Están casados?


—O así lo dijo Bella. —Jack miró por encima de su hombro—. ¿Quién era la Bestia? Te vi hablando con él. Sacudí mi cabeza y me encogí de hombros. —Así que tú también perdiste. —No. Ni siquiera me moleste en anotar. «Y me alegro de

no hacerlo. Porque creo que abrirá una lata de algo en sus traseros» Y diablos si sabía que o como planeaba hacerlo, pero el pensamiento todavía me daba escalofríos.


CAPITULO UNO Un mes más tarde.

A

ntes de que su primera sesión de entrenamiento

empezara, Fallon llamó a Jake desde el estacionamiento de la Academia Stage Right. No quería llamar a Todd porque probablemente estaría en la casa funeraria, metiendo químicos a través del sistema circulatorio de algún tieso. Además, Jake podía actualizarlo. —¿Estás con un cliente? —preguntó apenas Jake contestó. —No, pero tengo un editor en la línea. Espera un minuto. Fallon se inclinó a la derecha y se estiró para mirarse en el espejo retrovisor. Esos parches gruesos y rojos en su cara no se cubrían muy bien con base. Al menos había descubierto eso las últimas veces que había ido a un club. Para el final de cada velada, se sentía como el maldito Freddy Krueger con manicura. Lástima que ninguno de los hombres a los que les había pedido bailar se molestaron en mirarle las uñas. —¿Cómo están las escamas? inmediatamente cuando Jake regresó.

—preguntó

—Por favor no las llames así. Los peces tienen escamas, no la gente. —Sí, bueno, no apuestes por ello. ¿Has escuchado algo más de tu doctor? —La misma mierda, —dijo Jake—. Se escuchaba el sonido de papeles atrás. —No puede ver nada. Incluso si


coloco mi mano justo sobre los puntos, aún jura que no hay nada allí. Ahora me sugirió que vea un loquero. Fal se derrumbó contra el respaldo del asiento. —Al menos tu doctor no está tratando de sacarte dinero. El mío me dijo la misma línea de no veo o siento nada y después quería hacer una batería entera de pruebas. Creo que probablemente me abrieron una cuenta. Y no tengo seguro. —El seguro no es tan magnífico, —dijo Jack—. Me deducen miles y aun así la compañía aun me mangonea de un lado a otro como quieren. Por ese le dije enseguida a mi doctor, no me mande miles de exámenes si no tiene idea de lo que tengo. Entonces se tornó malhumorado y dijo que debería ver un psiquiatra. —¿Qué con Todd? —Preguntó Fallon—. Su doctor todavía piensa que puede ser una alergia al látex, ya que Todd usa esos guantes mucho tiempo. Pero no tiene sentido. La erupción no está en sus manos. Lo que es más, nunca ha tenido problemas con los condones. —Y no explica por qué nosotros tenemos la misma enfermedad de la piel. —O porque no hay evidencia visible de una reacción alérgica, —señaló Jack. Fallon suspiró. —No lo entiendo. Podemos ver esta mierda en nosotros mismos y en los otros. Los tipos a los que les caemos la ven. Pero nuestros doctores, familias y otras personas no. Jack le dijo —Ya voy, —a alguien en su oficina—. David piensa que estamos malditos. Por un momento Fallon pensó que el comentario no iba hacia él. No parecía relacionado con la conversación. Frunció el ceño pero no dijo nada. —¿Fal me escuchaste?


—Sí, uh… No pensé que hablabas conmigo. ¿Qué fue? —David Ocho piensa que estamos malditos. —¿Qué? Otra voz sonó en la oficina de Jake. —Lo siento, tengo que correr, —dijo Jake—. Te llamo después. Fallon miró fijamente su móvil por unos segundos antes de cerrarlo con fuerza y meterlo en el bolsillo de su chaqueta. Tenía que ir a trabajar. ***** Otro día, otro soñador. Fallon caminaba por el cuarto de pasarela número dos. Revisó el equipo de audio y video, la posición de las luces, todo estaba listo, luego se sentó en una silla plegable frente a una mesa que sostenía un pequeño panel de control. Cruzó los brazos sobre el pecho y sus piernas una sobre la otra e impacientemente empezó a sacudir la de arriba. —¿Tyler? —llamó, luego volvió a mirar el reloj. Aunque Tyler Burke pagaba por noventa minutos de entrenamiento, otra vez estaba perdiendo al menos treinta de esos minutos en el vestidor. Fallon aún no lo había visto en ropa de calle. Siempre llegaba a Stage Right antes que Fallon, y siempre se iba después que Fallon. Se levantó, caminó la longitud de la pasarela y fue hasta una de las dos puertas flanqueando el escenario. — Ty, sabes que no tienes que practicar con el vestuario. —Si… mierda… si tengo que hacerlo. Fallon apoyó una oreja contra la puerta. —¿Qué pasó? ¿Estás bien?


Otro, mierda está vez ahogado y silencioso. —Sí, estaré bien. Solo me clavé la maldita cornea con una de mis pestañas. —Obviamente se refería a las falsas. —Te digo, no tienes que usar el… —Solo vete y déjame prepararme. Cristo sabe que te pago lo suficiente. Meneando la cabeza, Fallon regresó a la consola. mayoría de los esperanzados que pagaban los servicios Stage Right eran causas perdidas, Tyler Burke era ejemplo perfecto, pero a los entrenadores e instructores se les permitía decirles eso.

La de el no

Otros cinco minutos pasaron. Por diezmilésima vez en el último mes, Fallon se tocó la cara. El brote, o lo que malditamente fuera, había dejado su estela en su vida sexual. Salir en su condición no le generaba nada excepto atención negativa. Lo había averiguado en Bent la semana pasada y en Lady Dah la semana antes de esa. Humillante, siendo tratado como un leproso. Un tentador sujeto al que había invitado a bailar incluso le había dicho, —lo siento hombre, no sé si tienes sarna o herpes o lo que sea, pero seguro como el infierno que yo no lo quiero. —Después de eso, Fallon había buscado en internet un nombre menos amenazante para llamar a su enfermedad. Ahora culpaba al eczema de sus parches. Todd escogió la alergia al látex y Jake decía que era una forma de dermatitis. Ninguna de las excusas ayudaba mucho. Él y sus amigos seguían siendo rechazados generalmente.

«David Ocho piensa que estamos malditos» Un escalofrió corrió por la espalda de Fallon. Qué cosa tan rara para decir. David Ocho no se veía como un fruto seco. Claro está, Fallon no conocía ningún escritor excepto él. Quizá todos eran un montón de chiflados.


Golpes y susurros ocasionales llegaron desde el vestidor y redirigieron los pensamientos de Fallon. Revisó la canción que Tyler había escogido para su lección. —Oh no, —gruñó por lo bajo.

«Dile a Mamá de Etta James» La puerta del vestuario se abrió y la Drag Queen Más Fea del Mundo se tambaleó y dudó en los escalones hacía el escenario. —¿Bueno? —Dijo Ty—. Enciende las luces. Su registro vocal estaba más cerca al de Paul Robeson 12 que al de Etta James 13 . Gracias a Dios que solo movería los labios. Fallon encendió las luces. Un brillo y reflejo cegador rodeaba la robusta forma de Ty. Fallon bizqueó por su causa. Pequeñas estrellas de lentejuelas, escarcha y cuentas se tornaban en novas cada vez que se movía. Fallon levantó una mano para cubrirse los ojos. —No crees que esa peluca es un poco… del tipo chica de las Vegas con parientes en una fábrica de cuentas —Al jefe le gusta el glamour. —Ty pasó sus grandes manos por su peluca platino, mostrando la delgada línea de cabello oscuro con la punta de sus dedos—. Además, esto me salió a precio de ganga porque un sujeto se está retirando del negocio y lo está liquidando todo. No puedo pagar vestidos nuevos. Fallon quería decirle, «Ty, por el amor de Dios, te ves como un

hombre piñata en una fiesta de cumpleaños para Cher. No estás hecho para esta línea de trabajo» 12

(1898‐1976) Cantante, artista, actor y deportista. Fue la primera estrella de conciertos del denominado genero negro espiritual y el primer actor negro del siglo XX en representar Otelo. Gran activista de los derechos civiles. 13 (1938‐ ) Cantante estadounidense de Soul y Rhythm and Blues.


—Te mostraré lo que he hecho hasta el momento, — dijo Ty—. Después puedes ayudarme a afinarlo. —Pero todavía no hemos terminado de afinar la canción de Nina Simone todavía. —¿Qué hay sospechosamente.

en

tu

mano?

—preguntó

Fallon

—La letra. Fallon se hundió. ¿Por qué sobre toda la tierra verde de Dios este hombre se había decidido por el entretenimiento? Ty estaba tornándose inquieto. Se movió inquieto. — Terminemos con esto, ¿sí? Está empezando a picarme todo. No había mucho que Fallon podía hacer excepto honrar los deseos de Ty. El cliente era el rey, o en este caso, una especie de híbrido bizarro de reina. Después de ajustar en nivel de luces, Fallon revisó el ángulo de la cámara de grabación y encendió la música. Con una especie de amplios espasmos del cuerpo, Tyles ’Burbujas’ Burke empezó su asalto a Etta James. Fallon caminó alrededor de la pasarela, estudiando a su estudiante. Se subió en el escenario y analizo a Ty desde atrás. Tenía un maldito excelente trasero, pero para nada el de una chica. Sus hombros eran muy anchos para tener algo de gracia. Y sus movimientos… —¡Alto! —Fallon apagó la música con el control que llevaba. Sobresaltado, Ty se giró. Sus pies temblaron, hasta casi doblarse los tobillos. —Estás bien, —dijo Fallon, caminado hasta estar detrás de él—. Para comenzar, necesitas tacones más bajos. O te matas tú o a alguien de la audiencia cuando te caigas del maldito escenario. Otra cosa, estás demasiado


enfocado en recordar la letra como para actuar. Ya lo discutimos antes. Deja que el ritmo de la canción y la historia determinen tus movimientos. Miró arriba a Ty. Diablos, el sujeto era alto. Con el alquitrán de maquillaje que se aplicaba, sus iris grises eran asombrosamente bonitos. Súbitamente deseo ver a este hombre en su estado natural, desnudo de toda la mugre y el brillo. —¿Estás seguro que eres homosexual? —le preguntó sin pensarlo. Ty colocó sus manos en sus estrechas caderas y apretó sus brillantes labios. —En verdad, no. Incluso aunque no he estado cerca de una vagina en los treinta y un años desde que salí del útero, todavía no estoy seguro. —Su sarcasmo se transformó en sospecha—. ¿A dónde quieres llegar? A lo que quería llegar golpeó a Fallon de una manera abrupta y desconcertante. «Me gustaría verte saliendo de ese vestidor viéndote como un boxeador en vez de como una perra» —Nada. No importa. Solo párate al final de la pasarela y obsérvame. Te mostraré a lo que me refiero y te enseñaré a hacerlo. Su reacción hacia Ty lo impresionó. Solo había estado atraído por un travesti una vez en el pasado, y eso fue seis años atrás en New Orleans. Pero ese hombre era físicamente perfecto, se movía como una gacela y se vestía para la noche del Mardi Gras 14 . Todo era por diversión, y lo hacía a la perfección. Sin embargo, Tyler Burke, quería que esto fuera su segunda carrera y lo que era peor, se veía y movía como un alíen habitando un cuerpo humano. Cuando Fallon se preguntó si Tyler podía ver su eczema, el surgimiento de la timidez lo impresionó incluso 14

Martes de carnaval en francés.


más. ¿Por qué debería importarle por como lo viera este sujeto? Volvió a colocar la canción desde el inicio. Ty tomó su posición de observador desde el final de la pasarela.

«Solo hazlo. Ignóralo y no pienses» No era difícil para Fallon dejar que la canción lo poseyera. Por tanto tiempo como podía recordar, su cuerpo había respondido a la música tan naturalmente como un planeta respondía a la fuerza de gravedad. Así, mientras la canción de Etta James sonaba, sus brazos hacían un movimiento florido aquí, sus caderas se movían para allá, sus manos y pies se elevaban y caían en pantomima, y su cuerpo superior se movía seductoramente. Se sentía grandioso. Mejor que nadar en un lago frío y limpio un día caliente y húmedo. Mejor que cualquier trance inducido por drogas o alcohol. Las personas que decían que no les gustaba bailar siempre lo dejaban incrédulo. —Repite por favor, —murmuró Ty cuando la canción terminó. Estaba de pie con sus brazos cruzados debajo de su busto falso. Fallon repitió la canción una segunda vez, explicando por qué ciertos movimientos y gestos encajaban en ciertas partes de la canción. Trató de mantener sus improvisaciones iguales a las de la primera ocasión para que su estudiante no se confundiera mucho.

«Dile a mamá», —le dijo zalameramente a su audiencia de uno—, «lo que quieras, lo que necesites» Ty no se veía confundido. Se veía hipnotizado. Y Fallon empezaba a sentirse un poco excitado. No sabía si se debía al baile, o al hecho de que tenía una audiencia tan atenta, o, que Dios lo prohibiera, el pensamiento de un gigante en un vestido de cantante sufriendo la agonía única de una erección. Un sostén para ocultar, diseñado para mantener el pene sujeto entre las piernas, no era un aparejo nada amistoso.


—Sabes, —dijo Ty cuando el reproductor de CD se calló—, eres muy bueno Fallon. Muy bueno.

El cumplido hizo que la temperatura de su cuerpo aumentara. Notó la línea de vello oscuro que asomaba por encima del escote de su vestido, los prominentes bíceps y marcados antebrazos que no estaban completamente escondidos por las largas mangas de mariposa que caían a los costados. —Podrías ser un bailarín, —agregó Ty. Fallon se pasó los dedos por su frente hasta su línea de cabello. —Lo era. Hasta hace tres años. Tuve que retirarme. —¿Por qué? —Tendinitis de Aquiles recurrente. El dolor seguía empeorando. —No pareces discapacitado. —Lo que acabo de hacer, —dijo—, no es ni de cerca parecido a bailar profesionalmente. Ty asistió. Se lamió los labios y miró hacia abajo. Cuando volvió a encontrar la mirada de Fallon, sus ojos estaban llenos de simpatía. —Lo siento mucho. Estas hecho para bailar. Podría mirarte todo el día. —Gracias. —La sinceridad de Ty formó un pequeño nudo en la garganta de Fallon. Nadie había expresado tristeza por su retiro forzado en un largo, muy largo tiempo. Incluso se había impedido a si mismo sentir esa tristeza. Ty se rió. —No es que yo sepa una mierda de bailar. Evidentemente. —Se balanceó incómodo de un pie entaconado al otro. Su vestido repiqueteaba delicadamente.


Una tensión no desagradable empezó a extenderse en el aire. —Te ayudaré a aprender, —dijo Fallon con suavidad. Su convicción y determinación lo sorprendieron—. Vamos. Trata otra vez. Me quedaré aquí arriba y te ayudaré a través de los pasos si quieres. Después de un momento de duda, Ty asistió. —Sí, está bien. Si crees que ayudará. Los dos caminaron enfrentaron la pasarela.

de

regreso

al

escenario

y

A través de tres canciones completas, Fallon entrenó y entrenó. Primero, hizo que Ty lo imitara. Luego él se colocó detrás de Ty. Con duda al principio, y luego con más confianza, colocó sus manos en las caderas de Ty para hacer que se soltaran, o levantaba los brazos de Ty para incentivar su participación en la actuación. —Oh—oh—oooh, escucha la música, —cantaba despacio cerca de la oreja de Ty, recordándole que se perdiera en la canción. Cuando Ty se tambaleaba, Fallon lo enderezaba. Cuando Fallon se reía, Ty se reía con él. A medida que la sesión llegaba a su fin, no eran exactamente compañeros de baile, pero habían erosionado entre el renuente mentor y el inepto aprendiz. Su pesimismo había mutado hacia un optimismo tan seguro como los postizos de Ty, es decir sus senos, había bajado hasta sus antebrazos. Después de cuarenta y cinco minutos, Fallon sugirió que tomaran un descanso. Se sentía vigorizado pero Ty sudaba como un corredor de maratón, gotas corriendo por el valle profundo de su pecho a través de su cabello. El vestido debía pesar media tonelada. Por primera vez en casi un mes, Fallon notó, no había estado obsesionado por el ‘Acertijo del Brote’. Simplemente había desaparecido de su mente. La había pasado bien.


Fallon sirvió dos vasos de agua del refrigerador junto a la puerta, tomó uno y pasó el otro a Ty, luego agarró un paquete de toallitas húmedas de un estante debajo de la consola. Guió a su pupilo estrella a uno de esos asientos pequeños paralelos a la pasarela. —Progreso, —dijo, cayendo en el asiento con un suspiro de felicidad. —¿Lo crees? —preguntó Ty con esperanza. Sacó una de las toallas húmedas y limpió su frente y cuello. —Sí, lo creo. —¿Cómo fue que no tratamos esto antes? —Ty acabó su vaso en tres tragos, su manzana de Adán moviéndose bajo un leve rastro de barba. Mientras Fallon lo miraba, la respuesta llegó y lo llenó de vergüenza. «Porque te descarte antes de siquiera darte una

oportunidad. Porque pensé que eras un grandísimo zoquete, un Shrek brillante, y ningún desecho de la Trilogía Torch Song merecería el beneficio de un experto entrenador de baile» —Porque soy un idiota, —dijo Fallon—. Tyler, de todos modos, ¿por qué haces esto? Sus ojos maquillados descendieron. —No soy bueno, lo sé. Si fuera tú, también me lo preguntaría. —Estás mejorando. Ty sonrió lánguidamente. —Lo hago porque necesito el dinero. Y porque hace que la gente sonría. Y porque pueda que conozca a alguien a quien le interese conocerme mejor. Sus razones y la forma en que las dijo, tocaron a Fallon. —¿No conoces personas cuando manejas el taxi? — Ese era el trabajo primario de Ty. Se lo había dicho en la primera sesión.


—Estoy cerca de mucha gente, pero no conozco a muchos. Se suben, viajan, se bajan. Además no soy muy de hablar con extraños. Esa es otra razón por la que hago espectáculos. Me sacan de mi mismo. Lentamente arrugó su vaso de papel. Fallon notó la leve curva de brillo en el borde. —Tyler, quítate la peluca. El pedido pareció asombrarlo. —¿Por qué? —Solo hazlo por favor. De todos modos para ahora debe ser muy incómoda. Renuentemente Ty se quitó la peluca de la cabeza, la colocó en su regazo y metió sus dedos vigorosamente a través de una onda de brillante cabello negro. Liberó la esencia de champú dulce. Motas de polvo de talco volaron por el aire. —Ahora cierra los ojos. Ty los estrechó pero no los cerró. –Estás empezando a asustarme. —No seas tonto. —Fallon sonrió—. Soy tu profesor. Debes confiar en mí. Riéndose bajo, Ty cerró los ojos. Con cuidado, Fallon le quitó las pestañas postizas. Suaves abanicos negros yacían debajo de estás, no tan largas por supuesto, pero mucho más suaves con una leve curva. —Ahora mantenlos cerrados. Fallon tomó unas cuantas toallas del paquete. Gentilmente frotó el maquillaje, primero los ojos, luego el rubor. Estaba a punto de limpiar los labios de Ty cuando se percató de que el jabón en las toallas sabría a mierda. Así


que en vez de eso, uso sus dedos y pulgares. Sintió el aliento de Ty contra su piel. —Espera, —le susurró, disfrutando esa limpieza improvisada, disfrutándola mucho. Parecía que estuviera desenvolviendo un regalo. Mientras trabajaba en la masa de base, las cejas de Ty empezaron a juntarse. Su rostro empezó a tensarse. En un momento, Fallon descubrió porque. El puente lívido de una cicatriz corría desde el lado izquierdo de la boca de Ty hasta el lóbulo de su oreja. —¿Qué te pasó? —Preguntó Fallon, tratando de que no se notara la impresión que le había causado. —Robo, —dijo Ty con una voz plana. Abrió los ojos. Su color era incluso más encantador cuando estaba bordeado por un marco natural de oscuras pestañas. Sus cejas también tenían una buena forma. Al igual que sus pómulos. Y su muy masculina, no aplastada o bulbosa nariz. Y sus rectos labios con esa leve hendidura. —¿Uno de tus pasajeros? —preguntó Fallon, empezando a sentirse de la manera en la que se sentía en New Orleans, solo que con más fuerza. —Sip. Hace cinco años. —Ty sonrió—. No era tan mal parecido hasta entonces. —Ahora no eres mal parecido. La mirada de Ty se desvió hacia un lado. Se pasó el dorso de la mano por la boca, de un lado al otro. Mientras agarraba una toalla para limpiarse la mano, revisó el reloj de la pared. Fallon deseo tener más agua a mano. Su garganta estaba seca. —Ty, has notado mi… ¿condición de la piel?


—¿Te refieres a esas áreas inflamadas? —Su mirada fue de una a la otra, y frunció el ceño levemente—. Sí. Más ahora que antes. En verdad, se han hecho más visibles desde que llegué. Es probablemente por el sudor. Listo, Tyler definitivamente las veía, pero a Fallon le sorprendía escuchar su descripción. Para Fallon, las lesiones se veían rojo-sangre y se sentían ligeramente escamosas, que era exactamente como se veían y sentían en Todd y Jake. Otros hombres también las veían de esa manera. Pero no todos los hombres. —Nunca les había puesto mayor atención, —dijo Tyler—. ¿Por qué? —¿No crees que soy repulsivo? —No. —Con una sonrisa tímida, Ty estudió el rostro de Fallon—. En verdad, pienso que eres muy atractivo. Incluso si tu cabello se ve como si hubieras metido la cabeza en la madriguera de un tejón. —Tomó la peluca de su regazo y se levantó—. Tengo que correr. Muchas gracias por tu ayuda. Lo digo en serio. Hasta hoy no creía que tuvieras algo de fe en mí. —No la tenía. —Fallon se levantó y tocó el brazo de Ty—. Usa tu ropa de calle la próxima vez, ¿sí? Ayudaría si pudiera verte fuera de tu disfraz, tener una mejor idea de tu constitución y tu manera natural de moverte. Ty colocó sus manos en sus caderas y se mordió la parte interna de la mejilla. —Parece que tienes un problema con eso. —Solo temo que pierdas la fe en mi otra vez. —¿Por qué? Ty se encogió de hombros, tímidamente. —Porque en verdad no tengo la constitución de una bailarina.


—No puedo esperar a verte. —Susurró Fallon y luego pensó— «Voy a hacer lo correcto con este hombre, maldición, así me tome

hasta el último vestigio de su energía y de la mía»


CAPITULO DOS T

ood levantó la mirada la mesa de acero donde la

Sra. Sally Morgan, edad 92 por siempre jamás, yacía ahora. Ya había retirado la etiqueta de identificación de su delgada muñeca, la bata de dormir, y se había asegurado que La Muerte en verdad la visitó en la Casa—hogar Shady Dale. Rigor, listo. Lividez en la piel, listo. Ojos opacos, listo. El rápido proceso de verificación de la muerte no era necesario en verdad, Todd podía decir con solo mirar un cuerpo si el alma ya no se encontraba en casa, pero encontraba el procedimiento confortable. Después de una rápida succión y limpieza de la nariz y boca de la Sra. Morgan, envolvió una toalla sobre su cabeza. Mientras alcanzaba una botella rociadora de solución germicida, se preguntó fugazmente si la sustancia ayudaría a eliminar ese brote tenaz que marcaba su rostro, cuello y antebrazos. Antes de que su desesperación le ganara a su mejor juicio, la puerta del cuarto de preparación se abrió y Gabriel entró. Gabe era la única persona en Sudbury—Bischoff que podía ver los parches rojos, o que admitía verlos, aunque decía que a duras penas se veían. —Buenos días, —dijo Gabe alegremente. Miró hacia la Sra. Morgan mientras se quitaba la chaqueta—. ¿Empezaste a desinfectarla? —Sip. —Todd roció algo de la solución en el pie y tobillo izquierdo de la anciana, untándolo gentilmente sobre su piel mientras masajeaba los tiesos músculos para que se relajaran—. Sabes que no tenías que venir hasta al menos dentro de una hora. —A menudo, Gabriel llegaba temprano


cuando era llamado para maquillar a un difunto, y Todd sabía por qué. Al chico de veintitrés le gustaba él. Y mucho. Gabriel sacó una bata verde de laboratorio, luego caminó hasta el grupo de armarios detrás de la mesa de embalsamar. Sacó un par de guantes de látex de un cajón justo por debajo de la mesa y se los colocó. —No tenía nada mejor que hacer, así que pensé en venir a ver si necesitabas una mano. —Sonriendo, levantó la mano derecha de la Sra. Morgan como ofreciéndosela a Todd. Sus dedos, delgados como un hueso, permanecían curvados hacia adentro—. Aquí la tienes. Todd no pudo evitar sonreír. En verdad, Gabe lo hacía reírse bastante. —Esa no me servirá de mucho. —No temas. Traje la mía propia. —Gabe empezó a masajear el lado derecho de la Sra. Morgan para quitarle el rigor. Trabajaron sin hablar, amasando con cuidado los músculos, doblando y flexionando las extremidades. Ocasionalmente, Todd le daba un vistazo a Gabriel, quien empezó a cantar bajamente. A menudo cantaba mientras estaba de pie junto a sus clientes, en verdad, les cantaba a ellos, o recitaba poesía o inventaba pequeñas historias sobre sus vidas. A pesar de sus excentricidades, era un cosmetólogo y peluquero excepcional. Abandonó el trabajo en un salón después de solo un año, porque según le dijo a Todd, los clientes vivos eran mucho más difíciles de complacer que los muertos. —¿Me atrevo a preguntarte otra vez? —dijo Gabe con esa suave y extrañamente melodiosa voz suya. Todd estaba bastante seguro de que la pregunta iba para él, pero fue la Sra. Morgan quien respondió. Súbitamente exhaló a través de su boca de delgados labios y sin dientes. El sonido fue bastante escalofriante, más como un siseo que un suspiro, incluso con la toalla en su cabeza. Así que Todd no se sorprendió cuando Gabriel brinco lejos de la mesa.


—Buena cosa que no estuviste aquí cuando dejó salir un flato, —le dijo Todd sonriendo. Con una mano en su pecho, Gabe soltó el aliento contenido. —Me alegra que ya estén bastante relajados y libres de gases cuando llega mi turno. —Ya deberías haberte acostumbrado. —Todd roció germicida cuidadosamente en unas pocas llagas en la piel de la Sra. Morgan. Al menos no eran profundas. —Dudo que algún día lo haga. Me gusta pensar que mis clientes están descansando, no en descanso perpetuo. —Gabe miró hacía Todd justo cuando este lo miraba. No podía ser la luz la que hacía que sus ojos avellana se vieran tan grandes y luminosos en ese momento. La luz del cuarto de preparación era una lámpara fluorescente simple que chupaba la vida de cada superficie. No, no era la luz. Gabriel tenía ojos expresivos. Aunque no era la primera vez que Todd se había cruzado con la mirada de su compañero, era la primera que conscientemente estaba tan atrapado en ella. Abruptamente apartó la vista. —¿Quieres escoger el colorante para la solución? Estoy a punto de empezar. —Sí, está bien. Veámosla. Gabriel no se quedaba para el embalsamamiento. Nunca lo hacía. Decía que el proceso, lo impactaba como una violación. Pero si le gustaba escoger el pigmento para la solución de embalsamar. Tenía la increíble capacidad de escoger el tinte correcto basado en la edad y color natural del difunto y en la condición del cuerpo. Todd retiró la toalla de la levemente elevada cabeza de la Sra. Morgan. Gabriel escaneó su rostro rápidamente. —Desearía que hubieras colocado las tapas de los ojos y le hubieras cerrado la boca, —murmuró.


—Lo siento, pero quería limpiarla lo más rápido posible. Los pacientes de las residencias de ancianos generalmente no son los más limpios. —Es una maldita vergüenza. Me enferma el pensar en ello. —Gabriel frotó ociosamente el brazo de la Sra. Morgan—. ¿Tienes una foto? Y pasó otra vez, ese cosquilleo en el interior del abdomen de Todd cuando su mirada se encontró con la de Gabriel. La debilidad súbita era inquietante. La explicación era obvia. No había sido capaz de anotar recientemente y esa considerable baja en su vida sexual estaba empezando a jugar con sus estándares. ¿Por qué otra cosa estaría súbitamente susceptible a los modestos encantos de su compañero? —Su foto está ahí, —dijo Todd—, junto a tu lugar de trabajo. Gabe no se movió. —No pude terminar de hacer mi pregunta antes. ¿Te gustaría salir algún día de esta semana? Todd no sabía que decir. Ya habían pasado por la misma rutina con anterioridad: Gabe le pedía una cita; el declinaba con alguna razón pobre y transparente. Ahora, sin embargo, se sentía más bloqueado que molesto. Casi se sentía tentado a aceptar pero se sentía extraño por hacerlo, por todo tipo de razones. —No importa, —dijo Gabe en voz baja. Su sonrisa rápida y lánguida reflejaba una perspicacia que dejó a Todd nervioso y avergonzado. Gabe fue a tomar la foto de la Sra Morgan. De pie junto a su mesa de trabajo de porcelana por un momento, escrudiñó la foto. Todd continúo mirándolo. Quizá Gabriel solo midiera cinco pies con cuatro 15 , pero era lindo de una manera descuidada. Sus rizos cortos, de un tono más 15

1,59 centímetros


oscuro que el rubio fresa y siempre en un estado de completo desorden, combinaban con el puñado de pecas a cada lado de su nariz. Sus generosos labios poseían un débil rubor natural. Y en verdad tenía unos ojos grandes y cautivadores. Todd sintió una corriente eléctrica en su caja torácica. Quizá los encantos de Gabe eran más fuertes de lo que Todd les había dado crédito. Quizá lo supo siempre pero había luchado en contra de la idea. Porque, mierda, no quería comprometerse con nadie que pudiera hacerlo sentirse como Toad 16 otra vez…no merecedor de atención de primera, la que solía venir de hombres hermosos con hermosos cuerpos. O por lo menos, trataba de convencerse de eso. Sosteniendo aún la foto, Gabe fue hasta un armario más bajo a la izquierda del gran drenaje directamente detrás de la mesa de embalsamar. —La número treinta y dos, —le dijo después de ver las botellas alineadas allí. En un color como durazno salmón. Sugirió la cantidad—. Eso se basa en una dilución de tres galones, —dijo—. De cualquier forma, trabájala con suavidad. —Gracias. —Impulsivamente, Todd depositó una mano en la parte superior del brazo de Gabe. Gabe asistió. De nuevo, miró la foto de la Sra. Morgan. —Es una Manhattan Transfer 17 , —pronunció, como si fuera una ley. Asintió de nuevo. —Definitivamente. Al principio pensé que podría ser Gershwin 18 , pero hay un toque de Swing 19 en ella. Sonriendo, Todd meneó su cabeza. Ahora Gabe se sentaría en la sala de espera y escucharía la música que le asignó a Sally Morgan mientras intimaba con su musa. Cuando llegara el tiempo de hacer su magia, estaría listo. 16

Sapo Grupo musical estadounidense, formado en 1976. 18 Estilo musical 19 Estilo musical 17


Para cuando terminara con ella, la Sra. Morgan se vería como un millón de dólares, al menos según los estándares de un cadáver. —Iré a avisarte cuando termine con ella, —le dijo Todd mientras Gabe se quitaba la bata de laboratorio. —Bien. Mis poderes psíquicos no están totalmente desarrollados, —Gabe usaba una sencilla camiseta verde. Tenía un físico bastante bueno. Una vez le había dicho a Todd que había sido gimnasta en la escuela. Todd lo observó abandonar la habitación. Definitivamente cada vez era más difícil desechar a Gabriel como un excéntrico tipo bajo en quien no tenía interés. Alistó la bomba del fluido, pero su mente no estaba enteramente en su trabajo. Mientras rellenaba los orificios corporales y aplicaba crema en la piel y le colocaba una capa de plástico sobre toda la longitud; mientras abría e intubaba la arteria carótida y la vena yugular, pensaba en Gabriel Archer, el joven al que había tomado por dado así como rechazado los pasados meses. Mientras la solución con base de formaldehído, etanol y metanol, reemplazaba la sangre estancada, y mientras varios amortiguadores, humectantes y productos plásticos contrarrestaban el daño de los químicos primarios, no podía decidir si en verdad lo avergonzaría que lo vieran con Gabe en público, o si en verdad encontraría imposible excitarse por lo que Fallon llamaba un amante de bolsillo. Es más, se preguntaba de donde había sacado esas ideas y por qué se aferraba a ellas.

«¿Qué me hace pensar que soy tan malditamente especial?» Retiró la capa plástica de la Sra. Morgan. Vagamente, observó como un toque de rubor se extendía debajo de su pálida y arrugada cubierta y el surfactante en la solución le daba un poco de suavidad. Nada.


Ahí estaba: nada, nunca lo había hecho especial. Así que adoptó una pretensión de superioridad anclado en cosas superficiales. Desangrada y rosada como un camarón congelado y cocido, la Sra. Morgan silenciosamente esperaba la siguiente fase de su preservación. Todd se apartó y la examinó. Gracias a Dios que no requeriría más que un toque aquí y otro allá. Todd no estaba de humor para pequeñeces. Realizó una pequeña incisión de una o dos pulgadas en el abdomen de la señora e insertó un catéter para aspirar su cavidad abdominal y torácica. Podía decir solo escuchando a los fluctuantes sonidos de la succión como iba el proceso de limpieza. Basura fuera, jugo de la eternidad dentro. Todd desconectó el mango del catéter y lo unió a una botella. Mientras hurgaba otra vez con la aguja tubular, la gravedad hizo el trabajo y llenó todos los órganos esponjosos y áreas en su totalidad, con el líquido de embalsamar. En la escuela primaria, los compañeros de Tood lo llamaban Toad. Era un acertado sobrenombre para el niño gordinflón con piel grasosa. No le importaba demasiado, hasta que llegó a la pubertad y descubrió que anhelaba a los chicos de la misma manera en que los chicos anhelaban una princesa. Así que a los trece, empezó a insistir que su nombre era Roca. Solo pegó por un tiempo, y solo esporádicamente. Los chicos ya no lo encontraban interesante. Ninguno de ellos quería convertir al sapo en el príncipe con un beso, y su tenaz acné no mejoró precisamente sus posibilidades. Un sapo con cualquier otro nombre seguía siendo Todd Heileman. El cuidado de la piel, fortalecimiento del cuerpo y arreglo de cabello empezó donde la Roca lo había dejado. Todd todavía media cinco pies con ocho, pero al menos se veía bien. Finalmente podía relacionarse con los chicos altos


y apuestos, o al menos con aquellos que no preguntaban o no les importaba su trabajo. Sin embargo, en las últimas semanas, los chicos altos y apuestos no habían querido nada con él, y cualquier mención de su carrera solo servía para alejarlos más. Si veían lo que Todd veía cada día en su espejo, no podía culparlos. Toad había regresado, y con ganas de venganza. Empezó a limpiar su área de trabajo y a la Sra. Morgan, suturando sus incisiones, lavándola con una solución de agua fría, jabón antibacteriano y blanqueador, aplicando solventes para remover cualquier escama. Gabe se encargaría de su cabello y uñas al igual que su maquillaje. Se llama a sí mismo un restaurador. Y en verdad merecía el título. Todd nunca había sido así de bueno en aplicar maquillaje mortuorio, pero era una parte integral de la preparación. La falta de circulación en el cuerpo no solo palidecía la piel. Privaba al rostro de profundidad y dimensiones. Los visitantes del velatorio realmente no apreciarían un rostro poco expresivo en el invitado de honor; nadie quería ver dentro de un ataúd y ver una máscara de Halloween saludándolos, sino la apariencia de dormido en paz que requería mucha más habilidad que la que poseían la mayoría de los cosmetólogos. Gabriel tenía un don, sin ninguna duda. Incluso sin ninguna foto para basarse, podía maquillar y darle forma a un rostro frío hasta un semblante cálido. Sus peinados le agregaban un toque de personalidad. Así era mejor dejarlo llamarse a si mismo restaurador. Dejarlo soñar con cualquier título de trabajo que escogiera. Después del lavado, Todd llamó a Larry Bischoff, el director de la funeraria, en la oficina de arriba. Aunque era un agente funerario licenciado, Larry ya no tenía mucho que ver con los cadáveres. Evadía arreglarlos al igual que embalsamarlos. No faltaba al trabajo de preparación, pero


solo lo hacía cuando era un caso complicado, o cuando había una cola de cuerpos esperando. Larry prefería ser el rostro público de Sudbury—Bischoff. —La Sra. Morgan está lista, —le dijo Todd—. Solo falta que Gabe la maquille. —Dile que no se extienda demasiado con ella, ¿si? — Dijo Larry con su voz de vendedor—. El velatorio solo será por cuatro horas así que sea rápido. —Puedo decírselo, pero no significa que me escuche. Larry suspiró. —Oh Cristo. Aprecio el talento del chico, pero en verdad debe aprender a coger el ritmo. Por amor a la mierda, está trabajando con gente muerta, no en el techo de la Capilla Sixtina. Todd sonrió. Gabriel era una especie de Miguel ángel mortuorio. —No te preocupes. Siempre se las arregla para terminar a tiempo. —Apenas, —dijo Larry—. Está bien, déjame saber cuando termine el artista, y ayudaré con la ropa y el ataúd. Hablaron un poco más acerca de cómo la Sra. Morgan debería ser iluminada ya que la iluminación jugaba un rol importante en la presentación. Luego Todd fue a buscar a su perfeccionista compañero. La sala de descanso del sótano era un espacio simple con un sofá y una mesa de café, un sofá reclinable y una mesa pequeña, una nevera tamaño apartamento y una mesa a un lado en la que estaba la cafetera y el microondas. Lámparas ocupaban el lugar de las fluorescentes en el techo. Quien fuera que diseñara el lugar había sido lo suficiente inteligente para saber que los empleados de la funeraria necesitaban su propio santuario, uno que estuviera a un mundo de distancia de la brillante esterilidad de los cuartos de depósito y preparación al igual que la estruendosa serenidad de las áreas públicas, donde las fotos de Elysian Fields murmuraban sobre paz eterna


desde paredes rosas. El cuarto de descanso era beige y sin adornos, limpio de promesas falsas, limpio de químicos y esencia de rosas, limpio de los accesorios de la mortalidad. Gabriel yacía en el sofá, leyendo y escuchando música de su iPod. —¿Tiempo para la belleza? —preguntó, quitándose los cascos y sentándose. Entonces sus cejas bajaron y miró fijamente a Todd. —¿Qué pasa? —Todd retrocedió un poco. —Los parches en tu piel. Están más oscuros, más ásperos. —¿En serio? —Todd se sintió mareado mientras se apresuraba hacia el único espejo de la habitación. No le mostró ninguna diferencia en su apariencia. De hecho, a sus ojos, el brote no había cambiado nada en el mes pasado. Fallon y Jake decían lo mismo de los de ellos. Las lesiones simplemente aparecieron una mañana, como parches ardientes en su cara, cuello y antebrazos. Nunca mejoraron, nunca empeoraron. Gabriel, por otro lado, apenas podía ver las lesiones al principio. Cuando se le hicieron más obvias, que fue cerca de la semana pasada, le dijo que el enrojecimiento no era más grave que el rubor de una puta vieja. Todd enfrentó a su compañero, quien aún estaba junto al sofá. —¿Te refieres a que están peor que cuando llegaste hoy temprano? —Sí. —La mirada curiosa y preocupada de Gabriel se movió por el rostro y brazos de Todd—. Quizá son los químicos, no el látex. ¿Tu doctor te mencionó la posibilidad? Todd sacudió la cabeza distraído. El punto era inútil, ya que su doctor no podía ni ver ni sentir el más ligero tinte de anormalidad. Y además estaba el hecho que Fallon y Jake, quienes nunca estuvieron cerca de soluciones de embalsamar, tenían la misma condición.


—¿Qué tan mal esta? —preguntó Todd, tocándose ligeramente un área afectada del cuello. —Tú deberías saberlo. Acabas de verte. —Lo sé, pero… «Probablemente no veo lo que tú ves» Solo quiero una opinión honesta. ¿Es muy desagradable? Es decir, ¿lo suficiente para hacer que la gente se estremezca cuando me acerco a ellos? Gabe se le acercó. Miró fijamente los ojos de Todd, no su lastimada piel. Después pasó las puntas de sus dedos, lentamente, por el antebrazo de Todd. —No puedo hablar por otras personas. Pero a mí no me molesta. El resuelto toque de su mano era más una caricia que un toque analítico. Todd se estremeció por dentro. —No te daría miedo… —No podía decirlo, no quería reconocer lo que pensaba y sentía con esas palabras. —No me daría miedo, —le dijo Gabe con suavidad. Su mano se separó del brazo de Todd. Todd se aclaró la garganta. —Bueno, entonces quizás si deberíamos salir. —¿Lo crees? —Sí. —Todd dejó salir una risa tensa—. Nadie ha querido tocarme en un mes. —La mera perspectiva de sexo después de su periodo de celibato forzado hizo que se le retorciera la ingle. El rostro de Gabe decayó. Observó a Todd por unos cuantos latidos más, en verdad, lo estudió, luego dijo, — Quizá después de todo no deberíamos. El giro abrupto de ciento ochenta grados lo hizo aterrizar sobre sus pies. —Uh…no entiendo. —Lo harás. entiendas.

Pregúntame

de

nuevo

cuando

lo


—¿Qué? Gabriel, me has estado invitando casi cada semana desde que empezaste a trabajar aquí. —Exacto, —dijo Gabe— Y me has rechazado cada semana desde que empecé a trabajar aquí. El calor que se extendió por el rostro de Todd no tenía nada que ver con sus lesiones. —Tenía razones para… Aparentemente sin haber terminado con su crítica, lo interrumpió. —Dime algo. ¿Has conseguido algo desde que empezaste a verte como un desastre de un salón de bronceado? Su pregunta, y especialmente su franca descripción, hicieron que Todd se retorciera desde adentro. La vergüenza abrasó su leve esperanza. —¿Qué diferencia hay? —Toda la diferencia. Si no has conseguido nada, explica por qué súbitamente estás interesado en mí. Gabriel no se veía o sonaba enojado. Aunque sus palabras implicaban indignación, su rostro y voz contenían una cierta postura de firmeza con orgullo. Todd se sintió como un imbécil. —No te culpo por querer algo de descanso sexual, —le dijo Gabe, otra vez como el mismo—, pero yo no puedo dártelo. —Su voz hizo una mueca breve de arrepentimiento antes de dirigirse hacia la puerta. —¿Por qué? —preguntó Todd abruptamente. Sonaba lamentable… pero supo que no por su desesperación. No sentía desesperación. Esta no era la única vez en su vida que había pasado semanas sin acostarse con alguien. Algún otro sentimiento había colocado ese tono en su voz. Gabe bajó su cabeza pareciendo mirar el cerrojo de la puerta. —Porque una vez que tú condición mejore, me veré forzado a entender que fui tú último recurso. Y ser plato de


segunda mesa de alguien nunca es un honor. ¿No lo sabes? —abrió la puerta. —¡Gabriel! Se detuvo y se giró. Todd tenía problemas para mantener su mirada. —Me gustas. En serio. —Ahora mismo, —le dijo Gabe con una sonrisa atribulada—, no es suficiente.


CAPITULO DOS

C

uando David entró, Jake no lo abrazó. Siempre

se saludaban con un corto y amistoso abrazo, y a menudo se despedían con una rápida y furiosa jodida, pero Jake se sentía demasiado consciente acerca de su terrible enfermedad de piel como para acercarse a nadie, incluso su compañero casual de cama. —Hoy te ves preocupado, —le dijo David sin acercársele. Un hombre brillante, David aparentemente tomó nota del lenguaje corporal de Jake. Jake se detuvo y permaneció de pie con la mirada puesta en la soleada mañana que se veía a través de la ventana de la oficina, con un enorme sobre de manila debajo de su brazo izquierdo. Jake le dio la espalda a la ventana y descansó su trasero en el alféizar. —Un poco, supongo. David sonrió. Curiosamente tenía una sonrisa confortante. —Supongo que eso viene en el paquete de ser un agente de motor alto. —El tener una oficina en la ciudad de New York viene con ser un agente de motor alto. Una oficina en Squares es para un agente de motor medio. Una oficina en el Parque Brookside Professional, —Jake inclinó su cabeza hacia la enorme ventana a su espalda, debajo de la cual se veían cinco pequeños acres de bosques suburbanos—, viene con ser… —casi dijo aspirante a Jake Pelletier, pero sonaba autocompasivo. —Oye, me gusta, —dijo David con un tono de ánimo— . Es mucho más agradable que una pretenciosa suite en algún alto rascacielos. —Estaba siendo agradable a su


propia manera. Era algo que hacía a menudo… y tan súbitamente, que Jake nunca lo notaba hasta después que David se las arreglaba para elevarle el espíritu. Apenas era la segunda vez que se juntaban en el último mes. David vivía cerca de cuarenta millas20 en las afueras de la ciudad, así que les era más conveniente mantenerse en contacto vía telefónica o por correo electrónico. Además, los editores no estaban exactamente pidiendo a gritos el trabajo de David Ocho. Y aún así, a Jake le gustaba verlo. En verdad, valoraba su compañía. No porque David fuera exactamente atractivo, desde su estatura promedio, hasta su cabello promedio, David no podía compararse con los hombres con los que andaba, pero extrañamente, era un respiro de esos hombres. David y Jake en verdad hablaban más de lo que jodían, incluso aunque el sexo era bastante bueno. —Todavía te ves distante, —dijo David—. ¿Preferirías que me fuera? —No, por supuesto que no. —Jake fue hasta su escritorio y se sentó. Típico de David ser tan considerado, incluso a expensas propias. —Hay otras cosas que puedo hacer en la ciudad. No sería un viaje en vano. —David, deja de ser tan malditamente desinteresado y siéntate. Continúo de pie. El leve destello de la luz de la primavera temprana sacaba hebras de persimmom 21 de su cabello marrón oscuro y tornaba sus ojos de un tinte más verde que café. —No estoy siendo desinteresado. Es solo

20

Aproximadamente 64 Km.

21

Es una fruta.


que no me gusta tratar con nadie, con cualquiera, cuya mente este en otro lado. —Mi mente está aquí. —Ya lo veremos. —David lanzó el sobre de manila sobre el escritorio de Jake. Aterrizó mitad sobre una agenda de compromisos y en mitad de un manuscrito lleno de papeles con notas. —¿Qué es esto? —preguntó Jake. Rescató un lápiz antes que rodara fuera del escritorio. —La historia que sugeriste que escribiera, —David finalmente se sentó. —No suenas muy entusiasmado al respecto. David se encogió de hombros. La chaqueta de ante estaba abierta, al igual que los dos primeros botones de la camisa debajo de esta. Tenía un buen cuerpo, delgado y firme. No estaba sobre musculado, pero a Jake le gustaba la sensación de su delgado contorno bajo sus manos las veces que se enredaban. Le gustaba incluso más lo que David era capaz de hacer con ese cuerpo. Cuando Jake notó que lo estaba mirando fijamente por encima de sus gafas, desvió abruptamente la mirada hacia el sobre. —No estés resentido. Un montón de escritores tienen que aumentar sus ingresos con trabajos en revistas. También lo habrás notado. —Arriesgó otra mirada por encima de las gafas—. Podrías ser la siguiente Annie Proulx 22 . —También podría ser el siguiente Poe 23 o Fitzgerald 24 y morir en la quiebra y en la inopia. 22

Edna Annie Proulx nació en Norwich, Connecticut (Estados Unidos) el 22 de agosto de 1935. Firma sus historias y libros como Annie Proulx. Su historia corta Brokeback Mountain, publicada en la revista The New Yorker el 13 de octubre de 1997, fue llevada al cine 23 24

Edgar Alan Poe

Francis Scott Key Fitzgerald (Saint Paul, Minnesota, 24 de septiembre de 1896 - Hollywood, California, 21 de diciembre de 1940), fue un novelista estadounidense de la época del jazz. Su obra es el reflejo de los problemas de la juventud de su país en los años que siguieron a la Primera Guerra Mundial.


Jake sonrió. —No olvides alcohólico. —Su mirada se encontró un momento con la de David. Incómodo, volvió su atención de regreso al sobre y empezó a abrirlo—. Fiztgerald hizo un buen dinero en Hollywood. Quizá debas empezar a escribir guiones de películas. —Y tengo un romance con un columnista de chismes. —David se estiró por encima del escritorio y le quitó el sobre de las manos—. No lo leas ahora. —¿Por qué? No me tomara mucho tiempo. —Si lo hará. Léelo en casa, ¿sí? Jake volvió a tomar el sobre de David pero no volvió a revisarlo. —Ahora es mi turno de preguntarte qué pasa contigo. —Nada pasa conmigo. ¿Qué pasó con tus lentes de contacto? Jake tenía cuatro pares de lentes de contacto de colores. David, Todd y Fallon lo molestaban sin piedad sobre esa indulgencia particular a su ego. «Ninguna criatura fuera del mundo de los reptiles, tiene los ojos así de verdes» —Fallon le dijo una vez. Y aún así Jake se adhería a sus lentes multicolores, ya que le servían particularmente bien cuando salía en busca de acción. La mayoría de tipos no podían diferenciar si eran falsos o un par de cautivadores iris. —Esta… mierda en mi cara los hace incómodos de usar, —le dijo Jake. Sus párpados estaban un poco inflamados. David, con el codo en el brazo de la silla, pasó un dedo por su labio superior mientras miraba a David. —Aún estas convencido de que tu piel está mal. —Como puedo no estar convencido Tengo que verlo en el espejo todos los días, David. Todavía no puedes verlo.


David se enderezó y giró sus manos hacía arriba. — Solo veo lo que vi la última vez… algo como una quemadura moderada por el invierno. Quizá hoy está un poco más roja, pero si no me la mencionas no le hubiera dado mayor importancia. Jake se quitó las gafas y se pasó la mano por el cabello. Esa sensación enfermiza estaba en su estómago otra vez. —La mayoría de las personas no lo ven. Ni siquiera el leve rubor que tú dices. —Pero Fallon y Todd y los otros sujetos en los bares… —Deben ver lo que yo veo. —Jake abrió el cajón del escritorio, sacó algunas fotos y las deslizó hasta donde David—. Saqué estas de internet. Son una buena aproximación de lo que tengo. O de lo que parezco tener. O lo que sea. Frunciendo el ceño, David miró las fotos. —¿Así es como te ves a ti mismo? ¿En serio? Era entendible que estuviera asombrado y un poco más que incrédulo. Las fotos mostraban personas que padecían de rosácea, psoriasis y otras condiciones que parecían haber tornado su piel en un río de lava. —Y como Todd y Fallon me ven, —dijo Jake—. Y como yo los veo. Y como debo verme para cada sujeto al que quiero ligar, juzgando por su reacción hacía mí. Las cejas de David aún estaban arriba. —¡Cristo!. — Dejó las fotos en el escritorio bocabajo—. No entiendo. Te ves perfectamente normal para mí. —Eso fue lo que me dijo el doctor. —Jake reunió las fotos y volvió a meterlas en el cajón—. ¿Qué quisiste decir con que los tres estábamos malditos? —Estaba siendo burlón. En su mayoría. Ahora… quizá no.


—Si tienes cualquier teoría, —le dijo Jake—, me encantaría escucharlas. No tienes ni idea de lo enloquecedor que ha sido esto. Justo cuando empiezo a pensar que soy un exagerado, hablo con Todd o Fallon, o trato de conseguir un tipo que me agrade, y me arrojan de nuevo a la Dimensión Desconocida. —Sacudió la cabeza y dejó salir una risa por lo bajo—. No me avergüenza decir que me estoy poniendo un poco desesperado. —Está bien, pensaré un poco en ello. —David se levantó. —No te vas todavía, ¿o sí? Me encontraré con Todd y Fallon en una hora y algo, y sería agradable si pudieras… —¿Hacer que te callaras? —David caminó alrededor del escritorio. Se detuvo junto a Jake y giró la silla. Inmediatamente la respiración de Jake empezó a salir al máximo de sus pulmones. Metió cuatro dedos por debajo de la cintura de los jeans de David y lo empujó hacia adelante. Con la boca abierta, respirando más pesadamente, acarició el creciente y cálido bulto a la izquierda de la cremallera de David. Los dedos de este se abrieron por su cabello, arreglándolo, produciendo un cosquilleo por el cuero cabelludo de Jake que complementaron el temblor de súbita excitación en su miembro. Esta oferta no podía ser rehusada. Raramente Jake podía resistirse a David, sin importar cuanta energía vertiera en convencerse que este no era el hombre que quería, no era el hombre cuyo rostro pertenecía a ensueños románticos. Cuyo cuerpo pertenecía a fantasías eróticas. Especialmente no podía resistirlo ahora. Esos hombres que Jake pensaba eran dignos de sueños húmedos no vendrían, en ambos sentidos de la palabra, ni un paso cerca de él. Vacío por mucho tiempo, las manos de Jake se deslizaron alrededor de las caderas de David y apretaron su trasero.


—Necesitas esto, —murmuró David, su encerrado y grueso pene presionando persuasivamente contra la boca de Jake. —Sí, —respiró Jake contra él. Debajo de su traje, empezó a sudar. Con desespero se tocó su propio miembro pulsante y miró hacia arriba. No tenía que decirlo, «necesito que me beses. Amo cuando me besas» Sus delgados labios e implorante mirada, ciertamente eran suficientes. Levemente pensó, que vergüenza, el tener tal necesidad escrita en su rostro. Pero a David no lo molestaba. David sin duda leía esa necesidad, habían sido amigos y compañeros de jodida en la oficina por casi dos años, pero David no decía lo que justificadamente podría decir: «Supongo que yo llevo las riendas para variar. Supongo que me

necesitas más de lo que te necesito yo para variar» David apenas se abrió el jeans y cayó arrodillado frente a Jake. Y Jake pensó cuan seductores se veían los ojos avellana detrás de sus pesadas pestañas, cuan llenos de invitación… y perdón. Jake se lanzó hacia adelante. Se sostuvieron los rostros mutuamente y presionaron juntos sus labios. El rastrojo de barba arañó a través de la piel. Las lenguas empujaban y se deslizaban. Incluso sus dedos tomaron parte en sus besos. Gloriosa, toda esta cercanía con todo su húmedo y ardiente abandono. Jake pensó que quizá se derretiría en la silla. —¿Cómo lo quieres? —preguntó David en un único respiro húmedo. Jake volvió a besarlo. David olía ligeramente al aire de Abril y sabía a ciruela. —Necesito que me jodas. ¿Te importa? Ambos eran agradablemente versátiles, así que Jake se sorprendió al escuchar la suave risa de David. —¿Qué pasa? —preguntó.


—Creo que nunca he escuchado una pregunta tan estúpida. —David se levantó—. Asegura la puerta, apaga tus teléfonos, saca lo que necesitamos del armario del baño y quítate toda la ropa menos la camisa y corbata. Jake levanto las cejas. —¿Piensas que podrías ser un poco más mandón? —Podría. —David le lanzó una sonrisa maliciosa—. ¿Por qué? ¿Quieres que lo sea? Él nunca sonreía así cuando estaban a punto de tener sexo. Jake lo miró jadeando por unos cuantos segundos y luego fue a hacer lo que le había dicho. Estaba demasiado excitado y agradecido como para confrontarlo. David se quitó los zapatos, bajó su jeans y ropa interior y los pateó a un lado. Su erección se elevaba debajo de su camiseta, lejos de su vientre. El sexo siempre era fácil entre los dos. Tan fácil como sus conversaciones y risas, su amor en común por los libros, música clásica y comedias. Áreas. Y aún así, Jake no parecía ser capaz de olvidar su búsqueda de jóvenes, fornidos y hermosos hombres. Trabajaba duro para hacerse atractivo para ellos. Ser un hombre apuesto que atraía hombres apuestos, lo había ayudado a abrir muchas puertas y ayudado a ignorar la gran y tenebrosa puerta que permanecía cerrada a sus espaldas, la de la casa de sus padres, y la puerta que no había sido capaz de encontrar, la que lo llevaba hacía el éxito. Apoyándose contra el escritorio con los brazos cruzados, David miro mientras Jake se desvestía hasta la camisa y corbata. Luego se inclinó, agarró la corbata y jaló a Jake hasta un beso y sus brazos. El pene de Jake tembló cuando David lo acarició. Sus bocas volvieron a jugar juntas. —Esta es mi fantasía favorita, —le dijo David—. Cuando te entregas a mí, sin pantalones, con la corbata floja, —bajo el nudo de la corbata hasta el esternón y besó su garganta—, y tu camisa abierta. —Deshizo la fila de


botones, de arriba hasta abajo, luego apartó los lados hacia sus costados y empujó la camisa por sus hombros para exponer su tórax. —¿En serio? —dijo Jake, encontrando difícil respirar. —Mm—hm. —David bajó para rozar sus manos y boca por el torso de Jake. —Tienes unas fantasías bastante sosas. —Soy feliz con ellas. David tenía un talento real para la estimulación oral, desde las orejas hasta la boca, desde pezones hasta su erección. Sabía cuando ser rudo como granizo, cuando ser suave como lluvia de Junio. Gimiendo por lo bajo, Jake sostuvo la cabeza de David y frotó su cara y sus labios separados, contra el corto y recientemente lavado cabello, su castaño rojizo tan rico y profundo que sería el color perfecto para un costosísimo auto. Luego David movió sus manos hacía la espalda de Jack, definiendo sus contornos por un momento antes de dejar que sus dedos siguieran el surco de su columna. Agarró las nalgas de Jake mientras sus dedos tanteaban la fisura. Su boca volvió a encontrar la de Jake. —Me masturbo cuando pienso en esto, tú, con tu maldito Armani o Versace o lo que sea ese traje de mierda… —D y G. —Jake frotó su lengua contra la de David. —Abierto y listo para caer de tus hombros, y tu maldita corbata de Gucci… —Vintage Hugo Boss. —Absorbiendo el sudor de tu pecho. —David molió sus caderas contra las de Jake.


—Si —Jake estaba sudando, y la confesión de David combinada con el bulto de carne dura lo hizo temblar. David se estiró hacia detrás de él. —Cambia de lugar conmigo, —le dijo en una voz gutural—. Inclínate sobre el escritorio. —No estoy seguro que sea lo suficientemente alto. Nunca hemos… —Solo hazlo, ¿sí? Jake lo hizo. David levantó la parte de atrás de su camisa para exponer su trasero. —¡Oh, Cristo!, esa es una bonita vista, —le dijo, como si la vista le produjera dolor. Amorosamente acarició las curvas. Súbitamente, una palmada reemplazó la caricia, el ardor acompañado de un sonido sordo. —¡Ow! —por reflejo, Jake empezó a enderezarse y girar, pero David mantuvo una mano en su espalda. Esa no había sido una palmada de carne—contra—carne. La maldita perra debió tomar la regla que yacía en la taza llena de lápices azules y rojos. —No me vengas con ow. Eso no dolió… mucho. Inclínate. —David, que demo… La regla volvió a golpear su nalga derecha, luego la izquierda. Las caderas de Jake se movían hacía adelante, golpeando sus caderas contra un costado del escritorio. — ¿Te convertiste en la Hermana María de la Perversión o algo así? —He estado ardiendo dos años por azotarte, tú estúpido desdeñoso. Supuse que podría hacer algo


emocionante de ello. —Otro golpe—. Tienes el trasero más pálido y suave que nunca he visto en un hombre. Es divertido darle algo de color. David acarició los globos por un momento, evidentemente disfrutando la sensación, luego apartó sus manos. Tanto como Jake odiaba admitirlo, el pequeño azote, o más, saber que el azotador se excitaba, hizo crecer su excitación. Cuando las manos de David regresaron, Jake tembló ante la súbita frialdad del lubricante en los dedos hábiles. La sustancia rápidamente se calentó con el contacto de David. Un leve toqueteo estaba bien. No siendo exactamente novatos en esto, podían elevar los niveles de deseo del otro lo suficientemente bien para no gastar tiempo en estúpidas preparaciones cuando no era necesario. Hoy, definitivamente no era necesario. —Gírate, —dijo David, su voz llena de deseo, sexy como el infierno. —Solo no golpees mi pene. —Jake se giró—. ¡Jesús!, no sabía que me odiabas tanto. —No te odio bastardo. Estoy loco por ti. Si odio a alguien, es a mí mismo. —David lo besó con tal pasión, al mismo tiempo gentil y salvaje, mientras corría sus pulgares por los pezones de Jake. Sus miembros se frotaban el uno contra el otro y acariciaban sus vellos púbicos—. Espera hasta que leas mi historia. —Esa que… —Sí, la que estará bajo tu espalda en dos segundos. Ahora acuéstate. Era demasiado para procesar. La estática de la excitación que recorría el cuerpo de Jake, había hecho cortocircuito en su cerebro. Se subió en el escritorio, deslizándose sobre papeles y carpetas, sintiendo un lápiz


ocasional rodar debajo de sus costillas o alguna goma pegarse a su piel húmeda. Mientras se acomodaba en una posición follable, algo golpeó el suelo. —No te preocupes, —le dijo David—. Solo es la grapadora. Buena escritorio.

cosa

que

el

ordenador

tenía

su

propio

David se inclinó y le dio una rápida y firme succión a su miembro. —Pon tus rodillas más atrás, le dijo, ayudando a posicionarlas donde obviamente las quería—. Eso, ahí está bien. Ahora tira de la piel de tu escroto. —Ya esta apretada. —Diablos, sus bolas se sentían estranguladas. —Entonces más. Quiero verte las bolas. Jake abrió la boca y cerró los ojos, y trató de estirar la piel de su escroto cómodamente sobre su contenido. —Está empezando a doler, —susurró. Ahora en verdad necesitaba un pene en su trasero. Nunca antes se sintió tan vulnerable durante el sexo, débil y dolorido del hambre; las piernas explayadas para un hombre con la intención de prolongar ese hambre y lograr su saciedad bajo sus términos; ansioso de tomar lo que le dieran. Demasiado tarde para arrepentirse ahora. Lo había pedido. Lo que era más, lo deseaba, vulnerable o no. Con las puntas de sus dedos, David trazó simultáneamente la forma de sus bolas y el camino de su deshonra. —Lo necesito, —dijo Jake—. Ahora. No puedes… hacerlo bien… conmigo acostado en el escritorio. —Rétame. —David agarró los costados de las caderas de Jake y empujó sus piernas hacia atrás.


En un instante, las rodillas de Jake estaban casi en sus orejas, y un duro miembro empujaba contra su trasero. Gimiendo, agarró su escritorio. La acalambrante congestión que llenada su abdomen bajo se incrementó mientras David se arrastró más profundo e imponía un ritmo lento y determinado. Jake no podía decir que lo rompió. Si fue su propia mano bombeando o el pene empujando de David, el orgasmo llegó en minutos, agarrándolo firmemente en su liberación tomando control de su cuerpo y haciendo que sus extremidades sufrieran espasmos. Y David se corrió también, su pene pulsando perceptiblemente mientras producía un grito sordo y se tornó rígido al mismo tiempo. La mente de Jake se aclaró a media que su clímax empezó a disminuir. Esa mierda que David había dicho, ¿de qué iba? «Estoy loco por ti» ¿Qué significaba eso? Especialmente en el contexto de esos epítetos. Nada tenía sentido. —Acabas de recordarme porque eres favorito, —dijo mientras David se retiraba.

mi

cliente

David se rió ligeramente y se quito el condón con cuidado. —Pura mierda. A duras penas te produzco algo de dinero. —Sí, bueno, el resto no me sacarían de mi celibato. — Jake se levantó del escritorio—. Ahora ¿quién usa el baño primero? —Su cariñosa sonrisa se desvaneció cuando notó que la expresión de David había cambiado—. ¿Por qué me miras de esa forma? —¡Jesús!. Los parches en tu piel, están peores. Incluso están un poco desiguales. —¿Desiguales? —Jake se sintió palidecer bajo los parches rosáceos—. Quizá… quizá es de la excitación. Ya sabes, la sangre bombeando, la temperatura elevándose y todo eso. —Su risa estaba quebrada—. Me calentaste.


—Quizá. —David no se oía convencido. Jake se tocó la cara con dedos temblorosos y se apresuró al pequeño baño de su oficina. David lo siguió y permaneció de pie a su lado, mientras miraba sin ver hacia el espejo. —Pero yo no me veo diferente, —le dijo, tratando de mantener el temblor por fuera de su voz. Grandes y confundidos ojos lo miraban de vuelta—. ¿Por qué súbitamente me vería diferente para ti? —Esperemos hasta encontrarnos con Todd y Fallon para hablar de ello. Me gustaría escuchar lo que ha estado pasando con ellos, antes de lanzar cualquier idea. —David quien ya había dispuesto del condón, se giró para dejar la habitación—. Apresúrate. También necesito limpiarme. —David Se detuvo justo afuera de la puerta. —Hm La boca de Jake se movió hasta una media sonrisa. — Gracias. Ninguno de los dos se había vuelto a colocar sus pantalones, y Jake por primera vez notó que tan fuertes se veían las piernas de David, montaba bastante en bicicleta, y cuan deliciosas se sintieron apretadas alrededor de su cuerpo, la perfecta sombra de vello oscuro ambos suave y áspero contra su piel. —Un placer, —susurró David, devolviéndole la mirada.


CAPITULO CUATRO Cinco semanas y contando.

N

inguno de nosotros había visto al hombre alto o

su presunto hermoso esposo desde la noche del agarrón de nalgas, así que había preguntado un poco. La pareja había sido vista antes pero no con regularidad. O preferían mantenerse solos, o eran visitantes ocasionales más que residentes de la ciudad. Había salido con las manos vacías. Esta sería la primera vez que salía con Jake, Fallon y Todd desde la Gran Catástrofe Dermatológica. Aún me preguntaba si en verdad había visto el fenómeno que creí ver en la oficina de Jake y lo que podía significar. Eso fue lo que lanzó mi teoría de la maldición desde el plano de la broma hasta el de la especulación, después de ver como la apariencia de Jake se alteró después de que tuvimos sexo o quizás, mientras lo hacíamos. Supe que era su deseo de mí, y no casualmente, no con su típico tómalo—o—déjalo, lo que me había dado un vistazo de los que otros hombres deberían estar viendo. Ahora, mientras nos aproximábamos hacía el cómodo y escasamente iluminado bar de un restaurante llamado Wassail, me detuvo fuera de la puerta. —David, ¿todavía quieres estar cerca de mí? ¿Aún me besarías? Nunca había visto a Jake Pelltier tan falto de confianza. Me retorció un poco por dentro, a pesar de que


siempre me había dado por sentado, tratándome como un compañero de juegos ocasional y conveniente. Solo podía imaginar lo que estaba pensando: que cualquier ilusión o desilusión que le había caído, gradualmente se estaba expandiendo a las personas con las que entraba en contacto. Odiaba verlo sufrir. Encontré su mirada directamente, y respondí sin duda o vacilación. —Sí. —Para probárselo, lo besé. Diablos, amaba besarlo. Sus labios temblaron levemente bajo los míos. Era entendible que no estaría completamente dispuesto, pero debería probarle cuanto lo quería todavía. Así que me aseguré que el beso contuviera al menos algo de la pasión que sentía. Era el mismo Jake para mí, el mismo divertido, inteligente, algunas veces cariñoso, y siempre enloquecedor agente-repartidor-de-semen del que me había enamorado mucho, para mi desgracia, un tiempo después de nuestro primer año juntos como autor y representante. No tenía ni idea de cómo me sentía por él, pero la obtendría cuando leyera la historia que acababa de entregarle. Se rió nerviosamente mientras nos separábamos. —Al menos no moriré con las pelotas azules contigo a mí alrededor. Mi sonrisa era débil. La respuesta de Jake no era precisamente una declaración de devoción sin medida. Pero aún así lo amaba. Más que nunca estaba determinado a encontrar una explicación para la misteriosa lesión. No importaba que tan descabellado sonara, mientras tuviera algo de lógica interna. Estos chicos estaban desesperados, y estúpidamente salí con la idea de la maldición antes de saber que tan desesperados estaban. Así que me encontré ingresando en un poderoso, extraño territorio, un mundo de causa y efecto súper natural en el que ninguno de


nosotros había pensado antes, mucho menos tomado en serio. ¿Y quién era yo para decir que ese mundo no existía? Todd y Fallon ya estaban sentados en una de las cabinas separadas cuando Jake y yo entramos. No podía ver ni una maldita cosa rara con ellos, lo que solo afianzaba mi rápidamente desarrollada teoría. Ordenamos otra jarra de margaritas y un plato de comida que podíamos picotear mientras el humor se aligeraba. Ninguno parecía terriblemente hambriento. Ninguno se veía inclinado a iniciar la conversación tampoco. Lo que en verdad me dejó con retortijones de estómago, eran las historias que Todd y Fal contaban sobre dos hombres con los que habían tenido contacto esa semana. Ambos habían visto el mismo tipo de cambio súbito que yo había visto en Jake. —¿Encuentran pregunté

a

estos

hombres

atractivos?

—les

A Todd enseguida empezó a guiñar sus ojos en un tic nervioso. Agarró su trago y se lo bebió de un sorbo. Fallon, con las alitas de búfalo en la boca, fue un poco más honesto. Se limpió la boca con una servilleta. —Uh… si, —dijo Fal—. Para mi gran sorpresa. Ty es un travesti espantoso… es decir, le daría pesadillas terribles a RuPaul… pero hay un hombre muy dulce y humilde debajo del brillo. Me gusta. Me gusta mucho. —¿Te acostarías con él? —pregunté. No había razón para andar melindrosos con el tema. —Mierda, no lo sé David. Nunca lo he visto bien. Me dio la impresión que había una base afirmativa en la respuesta de Fal. Estaba luchando contra ello, eso era todo. Quizá se sentía avergonzado por tener un enamoramiento por un travesti… especialmente uno torpe.


—¿Y qué con Gabriel? —le pregunté a Todd—. Suena como que estabas dispuesto a darle una oportunidad. Todd sonrió incómodo e indeciso. Podía ver que se resistía a admitir que encontraba atrayente a Gabriel. Había invertido una gran cantidad de tiempo y energía en convencerse a sí mismo de que no le gustaba. —Quizás. En verdad es algo lindo. Solía ser un gimnasta, así que probablemente tiene un buen cuerpo. — Todd sonrió con duda—. Uno de bolsillo, pero… —Oh por el amor de Dios, —dije, exasperado por su énfasis sin fin en la apariencia—. Sabes que no hay nada malo con sentirse atraído a un sujeto por su cerebro, o corazón, o su sentido de humor, o por cualquier mierda que no tenga nada que ver con abdominales, pectorales, trasero, paquete o estatura. Normalmente me hubieran dicho que era libre de escoger cualquier jabalí verrugoso que se me acercara, pero que debería ahorrarme el sermón de mierda y dejarlos ser tan superficiales como quisieran. Ahora sin embargo, con sus complejos de superioridad severamente afectados, ninguno de estos chicos podía reunir ni el impulso. Por el contrario, sorbieron de sus vasos y picotearon el plato de comida. —Está bien, —dije—, esto es lo que creo. Porque que me maldigan si puedo pensar en algo más, y porque había algo bastante diferente en el tipo del Foxhole el mes pasado. Inmediatamente, mis tres compañeros asumieron que me refería al hermoso de los dos. Les dije que no, me refería al que lo acompañaba… pero ya llegaré a esa parte. —Es perfectamente claro, —comencé—, que su condición de piel solo es visible para sujetos que les gusten. —Miré hacia Jake—. Después que nosotros, uh… nos encargáramos del asunto en tu oficina, te dije que los


parches de tu piel eran más notorios para mí. Y me refiero a considerablemente más notorios. Un rubor se extendió sobre las partes no afectadas del rostro de Jake y su manzana de Adan se movió de arriba hacia abajo mientras tragaba. —Bueno, ya sabes... —Las palabras apenas eran audibles. Se aclaró la garganta. Sonreí, tratando de aliviar su vergüenza. —Sí, lo sé. — Mientras bajaba sus ojos, me dirigí hacia Fal y Todd—. Y cuanto mejor esos chicos se veían para ustedes, —seguí—, peor se ven ustedes para ellos. Créanlo o no, así es. Solo se ven como carne picada a los insípidos, fortachones, bronceados tipejos que normalmente buscan. —Cuidado cariño, —dijo Fal—, ese agrio jugo de rencor te está corriendo por la barbilla. —Cállate Fallon. Sabes que estoy en lo correcto. Me lanzó una mirada ofendida de cejas elevadas, pero se calló. Satisfecho, continúe. —Es como si… el brote tuviera la intención específica de evitar que se enreden con su tipo favorito de hombre. Mis compañeros me miraron fijamente. Todd acababa de meterse una especie de rollo en la boca, y por un momento se vio como un actor porno principiante, que no supiera qué hacer con el pene entre los labios. —¿Intención? —me preguntó Jake. —Sí. —¿De quién? —Se los dije, llegaremos a eso después.


—¿Entonces por qué podemos ver esta mierda en nosotros? —Preguntó Fal—. No es como si compartiéramos algún tipo de ardiente grupo de fantasía de amigos de jodida. —Además, ya pasamos por eso, —dijo Jake, girando sus ojos hacia Fallon mientras deslizaba su dedo por la base de su vaso. —Tú y yo, me refiero. Todd miró de uno al otro. —¿En serio? ¿Cuándo? Jake meneo la mano descartando el asunto. —No lo sé. Hace mucho. —Me alegra haberte dado tan buena impresión, — gruñó Fallon. —Oh vamos Fal, sabes cómo fue. —¿Cómo fue? —pregunté por curiosidad. —Como dos primos tratando de pretender que no están emparentados, —dijo Jake con un toque de vergüenza—. Un desastre total. Llamando su orgullo, Fall se enderezó, alzando su cabeza y hombros. —No total. Jake arqueó una de las cejas, un poco de magia muscular-facial que me parecía sexy como el demonio y al tiempo increíblemente desconcertante, como ser capaz de menear una de las orejas. —Como recordarás —dijo—, no lo consumamos. —¿Dónde estaba yo? —preguntó Todd. Parecía que nuestro embalsamador favorito no fue invitado a la fiesta. No me sorprendía, dado como nos sentíamos todos con el empleo de Todd. Su expresión levemente herida, levemente lo-que-sea era al tiempo tierna y divertida.


Fallon miró a Todd como si hubiera preguntado en voz alta, porque los ocelotes no usaran tortas en sus cabezas. —¿Cómo diablos se supone que deberíamos saber dónde estabas? —No creo que estuviéramos seguros de nuestra propia localización, —murmuró Jake. A pesar de lo entretenida que encontraba esta conversación, trate de volver a encausarla. —¿Entonces cada uno honestamente puede decir que los otros dos no les interesa? —Estoy dispuesto a pasar por el polígrafo, —Jake tomó la jarra de margaritas, se sirvió un poco más, luego maldijo porque había olvidado la sal. —Sí, ya lo superé, —dijo Fallon. —¿Todd? —pregunté. Se encogió de hombros—. Jake tiene un punto. Lo de los primos también es un problema para mí. Pensé un poco al respecto. Está bien, entonces ¿por qué veían las lesiones de su enfermedad en los otros? —Quizá es la forma de recordarles que están juntos en esto, —dije, tratando de juntarlo con mi teoría mientras hablaba—. Todos comparten los mismos estándares y actitudes cuando se trata de hombres, y todos trataron de anotar con el sujeto apuesto en el Foxhole. Todos. Jake me veía a través de ojos entrecerrados. —¿Así que crees que su compañero está detrás de esto? —Sí. Los escuche hablando. No es como si el alto dijera que fuera a meter algún germen de moda en sus bebidas, pero el Señor Hermoso parecía preocupado por lo que su compañero planeaba. —Sabes, —dijo Todd—, un hongo o contaminante bacteriano no sería una idea tan descabellada si tuviéramos


lesiones que todos pudieran ver, y los médicos pudieran diagnosticar y tratar. Pero nuestra situación es tan… extraña. Es más como… como… —Vudú o algo así, —murmuró Fal, mirando hacia la mesa. Cuando levantó la mirada, se veía derrotado—. ¿Cómo se supone que lo rompamos? —¿Rompamos qué? —preguntó Jake con impaciencia. Podía decir que estaba tenso. Siempre se tornaba grosero cuando estaba cerca de estallar. —Este hechizo. —No hay ningún hechizo, Fallon. El vudú solo funciona en la gente que cree en eso, quienes piensan que les están haciendo algo. Además, ¿cuántos practicantes de vudú viven en Midwest superior? —Luego Jake formó lo que debía ser su voz con acento Minesota/Michigan superior—. ¿Yo, tu Lars, va’ a da’ una gallina pa’ la ceremonia? Todd resopló. Fal le lanzó una mirada irritada. —Entonces explícalo tú, sabelotodo, —Jake suspiró y giró hacía mi—. Tú fuiste el que lanzó la pelota. Explícalo. —No puedo, —admití—. No entiendo ese tipo de cosas. Un hechizo es lo único que se me ocurre. Y si alguien se veía capaz de lanzar alguna especie de maldición, era el hombre alto. Evidentemente no le gustaban los sabuesos. —Me detuve; en verdad no quería insultar mis amigos pero no tenía opción—. Especialmente los presuntuosos. Incluso dijo algo sobre que ustedes no iban a cambiar hasta que el espejito en la pared les ajustara las perspectivas. —Pero… ¿qué le importa? —preguntó Todd. —Cuestión de principios supongo. —Era todo lo que podía darles. Pero tenía la sensación que iba por buen camino—. El que los tres fueran contra su novio, pudo activar el encendido. Y los escuchó menospreciar a un


montón de sujetos que no conocen, solo porque les encontraban físicamente feos. Mis compañeros se veían atribulados mientras pensaban en mi teoría. Fallon cayó contra el respaldo de la cabina y cerró los ojos. —Entonces, ahora ¿qué hacemos? —Supongo que podemos tratar de encontrar a un ocultista, —dijo Todd—. Sabes que hay brujas en este área. Probablemente también haya otros tipos de paganos. —Esto es absurdo, —murmuró Jake, claramente frustrado—. Quizá solo deba volver con el doctor. Y no el de la variedad bruja. —Creo que lo que tienes que hacer, —dije—, todos ustedes, es ir a uno de los bares cuando se vayan y probar mi teoría. Acérquense a hombres que les agraden y a hombres que no. Vean si hay diferencia en sus reacciones. Diablos, incluso pregúntenles a los tipos que se vean disgustados cuál es el problema. Entonces podrán decidir cómo proceder. Los miembros miradas incómodas.

del

Club

de

Caza

intercambiaron

Levantando y dejando caer las manos, Fal suspiró. — ¿Por qué no? ¿Qué tenemos que perder? Jake vació su vaso. —Solo nuestra cordura. **** No fui con ellos. Me sentía cansado. Lo extraño no era más fácil para mí que para Jake, Fal y Todd. Independiente de todos sus desagradables comentarios y costumbres de salidas, no eran completos idiotas. Había visto destellos significativos de bondad y generosidad, al igual que vulnerabilidad en todos ellos. Si no fuera así, no les hubiera permitido ser mis amigos.


La cuenta ya estaba pagada, así que solo me senté en la cabina por un tiempo, rememorando las cosas y jugando con la comida. Bebí agua ya que tenía una larga distancia por recorrer. Todavía era bastante temprano cuando me marché. Supuse que podía hacer algo de investigación en línea sobre lanzar hechizos cuando llegara a casa. Todo el asunto me hacía sentir algo desorientado y desconectado de la realidad, como si estuviera tanteando otra dimensión con el pie, pero simplemente no podía imaginar una explicación científica para la condición de mis amigos. Para cuando dejé Wassail, el parking que se extendía frente al centro comercial estaba casi desierto. La humedad de la primavera temprana, más friolenta que bochornosa, golpeaba mi rostro. Me quedé de pie fuera del restaurante por varios minutos, preguntándome si debería dejarme vencer por mi deseo de cigarrillos. Luego el deseo y las preguntas pasaron. El aire estaba lleno de una mezcla popurrí: aceite de motores, comida cocida, tierra fresca y plantas verdes creciendo. Por alguna razón, pensé en Jake. Mientras me dirigía hacía el coche, pensé en todos nuestros efervescentes encuentros sexuales en su oficina y que tan seguido bromeábamos sobre ellos, y como cada vez mi risa era menos viva, despojada poco a poco de la verdadera diversión, cuanto más me importaba. Me preguntaba como reaccionaria a la historia que escribí e inmediatamente sentí un retortijón de ansiedad en el estómago. No te preocupes por ello. Lo hecho, hecho está. Tienes que dejarle saber. Mientras me acercaba a mi coche, bañado a medias en la luz de las farolas, vi una figura masculina hacia mi derecha, caminando en mi dirección. Una corriente de adrenalina surgió por mi cuerpo. Era posible que conociera al sujeto, pero era posible que no. Casualmente saqué la cadena de la llave de mi chaqueta y aseguré la punta de mi dedo en el tubo de rociador de protección personal que guardaba allí. Un hombre homosexual nunca podía ser muy


precavido. Especialmente en la noche. Y especialmente en lugares que servían alcohol. La oscura figura siguió avanzando hacía mi. Mi respiración era seca y superficial. El momento de huir o pelear estaba cerca. Y luego escuché un sorprendentemente apacible, — Hola. Espero no haberte asustado. Mi cabeza giró abruptamente a la derecha mientras mi mano se apretaba nuevamente sobre la cadena. Lo miré fijamente. En algún lugar cerca, un ping-ping-ping de humedad concordaba con el latir de mi corazón. Era el hombre alto, el que había estado buscando. Una palabra salió de mi boca. —Tú. —Sonaba rota en la mitad. —¿Qué conmigo? La alarma de un coche resonó por el aire desde el lado norte del parking. La mirada del hombre no titubeó de mi rostro por un momento. —Tuvimos que venir este fin de semana a la ciudad, —dijo, quizá dándome la oportunidad de recuperar mi inteligencia y encontrar mi voz—. Bueno, mi esposo. Está trabajando en un trabajo para el departamento de historia de la universidad. —Tan relajado como un viejo amigo, se apoyó contra mi coche y sonrió—. Vine solo porque supuse que querrías hablar conmigo. — Las sombras proyectadas por un árbol joven ralo bailaban sobre las llamativas facciones del hombre. Su nariz parecía haber estado rota al menos una vez—. ¿Qué te hizo pensar eso? —pregunté, casi hipnotizado. Sonrió, arrugando sus mejillas. —Sabes por qué. Lo que no sabes es cuanto simpatizo con tu preocupación. —¿Cómo… como supiste siquiera sabes mi nombre.

donde

encontrarme?

Ni

—Oh, lo siento. —Dio un paso al frente y extendió su mano—. Nunca nos presentamos. Soy Jackson Spey.


Solo vagamente me di cuenta que no había respondido a mi pregunta. Tomé su mano, era grande y fría y levemente rasposa, como el resto de él, y mientras su apretón se hacía más fuerte, un temblor tomó mi brazo. Suavemente, mi respiración se detuvo. —David Ocho, —me las arreglé para decirle—. ¿Qué le hiciste a mis amigos? Listo. Había lanzado la pregunta. Sin preliminares, sin bobadas delicadas para caerle mejor, sin aproximaciones cuidadosas de temas como vudú y hechicería. Simplemente, súbitamente, sabía que de alguna manera el empezó lo que había caído sobre el Club de Caza. —¿Qué es lo que crees que hice? —Jackson se apoyó contra mi coche, las manos en los bolsillos, las largas piernas cruzadas, mientras la brisa movía su cabello. Por un momento, mi mirada se movió hacia este. Tenía un notable hermoso cabello para tan intimidante hombre con una voz tan ruda. Era ondulado y largo hasta el cuello, con destellos sutiles regados en medio del cafébronce que dominaba. —Creo que tú…—me detuve. Una buena manera de determinar si en verdad estaba involucrado era dejarlo decirme si estaba equivocado—. No. —dije—. Quiero escucharlo de ti. Por lo que sé, el que estés aquí puede no ser más que una coincidencia. Quizá has visto a mis amigos en el último mes, o tu esposo, y así es como sabes lo que les ha pasado. Quizá cuando me detuviste, decidiste enredarme en alguna especie de viaje enfermizo para tu ego, pretendiendo que eres el responsable. —David, —dijo Jackson en una voz controlada. Después de estudiarme por un momento sacudió la cabeza despacio—. Esto no es un juego. No he visto a tus amigos. Nadie que conozca ha visto a tus amigos. Me imaginé que estaba invitando a la luz a colgarse de su chaqueta de cuero, como si su suave brillo quisiera que


le prestara máxima atención. —¿Por qué debería creerte? No te conozco para nada. Suspirando, se rascó la frente. —Porque te digo la verdad. No he visto el brote. Nadie me contó al respecto. — Volvió a meter la mano en su bolsillo—. Pero sé que está allí. Y sé que la mayoría de personas no pueden verlo. Y sé quiénes pueden verlo. El concreto pareció disolverse bajo mis pies. No me sentía exactamente mareado, pero mi cabeza se sentía más líquida que sólida. —¿Cómo? —susurré. —No hay asunto en como lo hice. No lo entenderías. No con el tiempo que contamos. Si en verdad estás interesado, contacta un hombre llamado Helmut Auerbach. Vive aquí. —Entonces al menos dime por qué hiciste lo que sea que hicieras. Y como puede revertirse. Jackson frunció los labios y miró fijamente sus zapatos mientras golpeaba los talones juntos. —¿Tiene que ver con mis amigos molestando a tu esposo? Un lado de su boca tembló, y se rió por lo bajo, sus hombros temblando. —No. Lo he visto siendo molestado por hombres y mujeres. Él ha tenido que ver lo mismo pasándome a mí. Ya estamos más o menos acostumbrados. —Más o menos. Desvió sus ojos hacia mi rostro. —Sí. Dependiendo en que tan agresivo sea o cuanta falta de respeto haya. —Pero seguro los dos pueden arreglárselas solos. La mayoría de personas entre los nueve y los noventa tiene que tratar con esa mierda alguna vez. —Por supuesto que podemos arreglárnoslas. Más que eso, nadie puede interponerse entre nosotros.


—Entonces ¿por qué reaccionaste de la manera que lo hiciste con Jake, Fallon y Todd? Jackson me estudió por un momento. —Quizás porque necesitaba una causa. He estado ridículamente feliz desde el último verano. Me hizo vago. Cuando escuché a tus amigos burlarse verbalmente de las personas, y luego cuando se fueron contra Adin, decidí que era tiempo de entregar algo de mi felicidad alrededor. Estiré el cuello hacía él. —¿Felicidad? ¡Repartiste miseria! —Golpeé mi mano contra mi frente. No solo porque no podía creer lo que decía, sino porque no podía creer que le estuviera dando a todo este enloquecedor asunto algo de credibilidad. Ahí estaba, de pie en un parking ordinario, tratando con un sujeto de contornos rudos como un maldito hacedor de maravillas. —La miseria esta sobreestimada, —dijo el sujeto de bordes rudos llamado Jackson—. Lo que cayó sobre esos hombres, no afectó su funcionamiento diario. No tienen ninguna infección. No sienten dolor. Y solo un puñado de personas puede ver lo que hay en sus pieles. —Una sonrisa, lenta y amplia y bastante atrayente cruzó su rostro—. Si, por supuesto, en verdad está allí. Abrí mi boca para decir algo, pero me cortó. — Además, todos se beneficiaran al final. O al menos, esa es mi intención. Ahí es donde viene la felicidad. —Se separó de mi coche. —Pero... no lo entiendo, —dije, jadeando hacía él—. Son miserables. Tienen que mirarse en el espejo cada día y ver lo que parecen ser quemaduras de tercer grado mirándolos de vuelta. Tienen que sufrir la humillación de que hombres a los que encuentran atractivos los traten como rarezas. Su sonrisa regresó por un momento. —Eso depende enteramente de a quienes encuentren atractivos.


No me molestaría tratando de descifrar algo más de su mierda enigmática. —Está bien, escucha. Con todo el respeto, solo quiero que esta prueba se acabe. Dime como podemos deshacer tú… lo que sea. Jackson sacó las manos y llaves de sus bolsillos. —De una manera similar a la que la Bella Durmiente fue despertada. Excepto que tus amigos no pueden ser tan pasivos como ella. Por cierto, te sugiero fuertemente que te guardes eso para ti. Si tratan de influenciar el resultado de este noble intento tratando de adivinar, en verdad podrían enredar las cosas para sí mismos. —Otra pequeña sonrisa apareció en el rostro de Jackson—. Fue agradable conocerte, David. Tengo que irme. Adin y yo vamos al cine esta noche. —¡Espera! —Apenas agarré su brazo mientras se giraba. El cuero raspado, que parecía encajarle perfectamente, se sentía resbaladizo y salvaje bajo mis dedos. Capté un vaho de su embriagador aroma. —La Bella Durmiente es un cuento de hadas. La pusieron a dormir por medio de… Jackson levantó su llavero y lo sacudió levemente. Pero no escuché el sonido de llaves chocando. Con una risa suave, se giró y alejó a través de parking. Todo lo que escuche fue la suave y combinada risa de Jake, Fallon y Todd.


CAPITULO CINCO

M

imi’s era más divertido que un barril lleno de

niños jugando en una cabaña. Pensó Fallon, quizá no. Era una forma diferente de diversión. Buscando las sombras, reclamó una pequeña mesa en la parte trasera del salón. Aquello probablemente no era necesario había solo un chico que apenas remotamente le resultaba atractivo, y ese era el gorila de la entrada pero no lastimaría el tomar precauciones. Además, no quería que Tyler lo viera. Como Fallon, junto con Todd y Jake, habían descubierto la noche anterior, la descabellada teoría de David Ocho no era tan descabellada después de todo. Esto al menos era seguro: solo los hombres que ellos encontraban atractivos los encontraban horribles. Nadie más los miraba diferente. Fallon se sentó mientras cuidaba dos bebidas diluidas. Actuaron cuatro drag y cada una hizo dos actuaciones. Había suficiente variedad en sus actuaciones para satisfacer a la multitud, y la mayoría de las parejas hetero eran fáciles de complacer. Fal se preguntó si Tyler actuaba en las noches de no-drag, que estaban destinadas a otras formas de entretenimiento trucos de magia, malabares y acrobacias, comedia normal. Pero Tyler nunca lo había mencionado. Su primera canción, la de Nina Simone, fue para la mayoría de los estándares patéticamente mala. Luego Fallon se dio cuenta que incluso cuando negaba con la cabeza con consternación, estaba sonriendo. Otra gente estaba sonriendo también. Se le ocurrió que el jefe de Tyler lo contrató y lo mantenía ahí solo por esa razón: un hombre musculoso tratando de escabullirse pavoneándose en el


escenario era bien divertido. Tyler Burke proporcionaba alivio cómico. ’Tell Mama’ fue mejor. Mucho mejor. Fallon miró con asombro y creciente orgullo como Ty se introducía en la canción e imitaba algunos de los movimientos que había obtenido de su entrenador. Él aún tenía toda la gracia de un búfalo en celo, pero había un poder espiritual en su actuación y, sin duda, una especie de chiflado sex appeal. Este no era un hombre que se sintiera más el mismo cuando se arreglaba para el escenario. Este era un hombre que amaba ser un hombre y estaba simplemente haciendo un trabajo hasta el límite de su habilidad. Cuando la actuación de Tyler terminó, un bien construido, bien vestido hombre de negocios de treinta y tantos se empujó hacia él mientras se dirigía hacia la puerta del escenario. Fallon estiró su cuello para ver que estaba pasando. En segundos, uno de los gorilas estaba ahí también. Cierta silenciosa negociación se llevó a cabo. El miembro de la audiencia le dio algo a Ty y regresó a su mesa, donde aparentemente había estado sentado solo. El gorila rápidamente acunó el cuello de Ty y regresó a su posición al final del bar. Mientras pasaba por donde el hombre solitario en la mesa, le dirigió una desagradable mirada. Así que, había más evidencia del beneficio de Tyler para el club: algunas personas veían un irresistible sex appeal en un hombre súper masculino disfrazado de mujer. Fallon se acomodó en su asiento, preocupado por el sentimiento que había sentido un poco en él. Celos. **** Nueve treinta. La Stage Right Academy había estado abierta por una hora… pero Tyler no estaba ahí. Fallon había revisado su horario de citas antes de dejar su apartamento. Era parte de su rutina, y nunca había errado


en registrar o chequear el orden de sus clientes en algún día dado. Hoy lunes, Tyler Burke se suponía iba a recibir la total atención y guía experta de Fallon de las nueve a las diez treinta. Normalmente, él estaría saliendo del vestidor a esta hora. Fallon dejó el Runway Room Two, trotó por los dos corredores hacia la entrada, y otra vez chequeo el estacionamiento. Ty no estaba ahí. Mientras Fallon volvía a entrar al edificio, sacó su teléfono móvil del bolsillo de los pantalones para llamar otra vez a Tyler.

«¡Fallon!» Maldiciendo, se volvió para desandar la esquina por la que había dado vuelta. Un hombre alto en vaqueros desteñidos y un simple suéter azul de cuello V se dirigió hacia él. Fallon frunció el ceño, tratando de ubicarlo. No era un amigo o cliente o colaborador, nadie de la oficina de enfrente. Se quedó quieto, mirando al tipo. Y pronto notó la vagamente familiar capa de cabello negro rizado, sin ningún producto y agitado en un caos con encanto por la brisa matinal, y luego notó los ojos gris perla delineados por oscuras pestañas… y luego vio la lívida marca de una cicatriz. —¿Tyler? Si, era Tyler. Y bendito infierno, se veía como un sueño hecho realidad. Con los labios aún abiertos, Fallon se lo quedó mirando. Ty puso una mano en el antebrazo de Fallon. —Hey, lo siento. No llamé desde casa porque me quedé dormido tuve algo de trabajo hasta tarde anoche y cuando estaba en el coche, me di cuenta que no había recargado mi móvil. —No te reconocí al principio.


Ty levantó sus brazos mientras se veía a sí mismo. — Me dijiste que usara ropa de calle. —Lanzó una risa tensa— . Supongo que es un cambio muy drástico. —Sí. —Fallon no pudo evitar comérselo con los ojos, no pudo ignorar la oscilante sensación en su sección media—. Uh… ¿quieres empezar? ¿O preferirías reprogramar? Indecisa, esa mirada suave pasó por el rostro de Fallon. —Me gustaría usar el tiempo que me queda. Si no te importa. —¡No! No, no me importa. Tú eres el jefe. —Fallon no solo se sintió aliviado, se sintió un poco mareado—. Estuve en Mimi’s la noche del sábado, —dijo mientras caminaban hacia el salón de pista—. Vi tus dos actos. El segundo fue realmente bueno, Ty. El cumplido logró un sonrojo. —Todo lo que hice fue aplicar lo que me enseñaste. —Él miró a Fallon—. ¿Por qué no pasaste tras el escenario para saludar? ¿Estabas con una cita o algo así? —No, estaba solo. No estoy viendo a nadie por el momento. —Fallon abrió la puerta al Runway Room Two y apresuró a Ty dentro. Maldición, él se veía bien moreno y fuerte y perfectamente compuesto. A Fallon le resultaba difícil respirar—. No quería que supieras que estaba ahí porque no quería ponerte nervioso. Y luego pasó algo raro entre tú y un cliente y uno de los gorilas. Ellos se sentaron en un par de sillas cerca del panel de control. Ty, normalmente ansioso de empezar a trabajar, no mencionó la práctica. Fallon no lo presionó. Él estaba más que feliz de pasar su tiempo de esa manera. Ty parecía inseguro. Repetidamente corrió una mano sobre su muslo derecho. —Sí, fue algo incómodo. Ese cliente ha estado buscándome las últimas tres semanas. Y Rick, el gorila, parece tener algún tipo de enamoramiento


conmigo también. —Le dirigió a Fallon una nerviosa sonrisa e inmediatamente la retiró. El corazón de Fallon se hundió —una reacción que lo dejó incluso más descolocado que su creciente atracción hacia esta reina—. ¿Has salido con alguno de ellos? — preguntó, esperando que su voz no traicionara su ansiedad. Ty negó con la cabeza. —No. Se supone que no debemos salir con clientes o colaboradores. Me refiero, todos lo hacen, pero se supone que no deberíamos. —¿Quieres hacerlo? Frotó su pierna más vigorosamente y negó otra vez con la cabeza. —Ninguno de ellos realmente me interesa. Rick es algo insistente y no muy brillante, y el otro tipo Les, creo que es su nombre no es para nada mi tipo. Además, me da escalofríos. Fallon tragó para poder hablar, pero su voz aún así salió débil. —¿Cuál es tu tipo? «Oh mierda», —pensó—, «¿Por

qué estoy haciendo esto? ¿A dónde voy con esto?» Ty se desplomó hacia adelante, sus brazos descansando sobre sus muslos y su manos entrelazadas entre sus piernas. Raspó cada uña del pulgar contra la otra. —¿Tyler? ¿Me escuchaste? —Sí. —¿Qué pasa contigo hoy? Pareces un poco perdido. Ty inclinó su silla para encarar a Fallon. —No te enojes conmigo. Sé que no querrás verme después de hoy, pero debo decir algo. —A que te refieres, no lo haré La preocupada mirada de Ty se dirigió a la cara de Fallon. —Solo quédate en silencio, ¿está bien? —


Sonrojándose otra vez, bajó la mirada—. Lo siento. No pretendía ladrarte. Mierda. —Por Dios santo, Tyler, ¡ve al grano! —Fallon no tenía idea de lo que estaba pasando. Suficientemente mal estaba batallando con sus propios inesperados y no bienvenidos sentimientos, pero ahora Tyler estaba todo enredado también. —Tú, —Ty dijo abruptamente, el color colándose por ambos lados de su cara como vino derramado—. Tú eres mi tipo. Creo que lo eres, al menos. Considerando que no he podido dejar de pensar en ti desde la semana pasada y ya estaba pensando demasiado en ti antes de eso. —Posó su cabeza en sus manos—. Demonios. Lo siento mucho, Fallon. Sé que ya es suficientemente difícil para ti lidiar conmigo como un cliente, y no te estoy invitando a salir ni nada, lo que sería realmente estúpido de mi parte, pero no podía seguir pretendiendo que soy todo propio y profesional cuando vengo aquí, porque las cosas pasando por mi mente no han sido propias o profesionales para nada, y me he estado sintiendo realmente culpable sobre no decirte, porque tienes el derecho de saber cuándo —¿Por qué? —Fallon preguntó, interrumpiendo la confesión. Aquello lo excitaba más que el más obvio avance del más fotogénico de sus amantes. Incluso cuando estaba sentado, sus piernas habían empezado a sentirse débiles e inútiles. —¿Qué? —Ty preguntó. —¿Por qué no me invitarías a salir? ¿Es… es por cómo me veo? —Él toco una rugosa porción de piel en su cuello, recordando que la erupción aparecía en su forma más vil ante los hombres que pensaba eran atractivos. Y Fallon encontraba a Tyler Burke en su estado natural realmente atractivo. Ty sonrió débilmente. —Párate. —Cuando Fallon se levantó, Ty lo hizo también—. Creo que eres maravilloso, — murmuró, mirando a los ojos a Fallon.


—¿De verdad? ¿Incluso ahora? —Ty era probablemente unas tres pulgadas más alto que él y con una constitución mucho más sólida. Fallon quería fundirse en sus brazos. —¿Por qué te sorprende? Si tienes una enfermedad de la piel. ¿Y qué? Te he visto sin ella. Pero no es eso lo que realmente importa. Fallon lo miró hacia arriba. —¿Qué importa? «Por favor

bésame». —Te admiro, —dijo Ty—. Eres talentoso, paciente y divertido. Me has ayudado y me has puesto objetivos. Y tú me… has dado a alguien con quien soñar. Lágrimas picaban en los ojos de Fallon. Él nunca había recibido tan ingenuos cumplidos sentidos de corazón. Al menos, no desde que había dejado el mundo de la danza. Había encontrado algunos aduladores, claro. Pero la adulación estaba a años luz de la genuina admiración y respeto. Fallon se había acostumbrado a rituales de apareamiento inarticulados, aquellos en los que los mensajes pasaban por medio de miradas y toques que significaban no más que un «hagámoslo» Ty comenzaba a parecer preocupado. —Fallon, ¿me he sobrepasado? Lo siento si yo… —No, lo siento. —Fallon ni siquiera sonaba como él mismo. Sonaba humilde, arrepentido—. Lamento no haber tenido más fe en ti. Lamento si parecía condescendiente. No tenía derecho. Eres un hombre maravilloso. «¿Me besarás

ya?». Ty sonrió. —Está bien. Debe ser frustrante para un bailarín entrenado el lidiar con un zoquete como yo. —No eres un zoquete. —Fallon sabía que no estaba siendo completamente franco, y la abierta mirada inocente de Ty de repente hizo a la honestidad ser imperativa—.


Excepto cuando estás en traje de noche y tacones altos. Pero estás incluso mejorando en ese modo. —¿En serio? —Sí. «Ahora demonios bésame» —Así que… ¿Qué pasara si te invito a salir? —Me gustarás más de lo que me gustas ahora. Y probablemente no seré capaz de quitarte las manos de encima. La sonrisa de Ty desapareció y sus párpados se entrecerraron. —¿Lo dices en serio? —Oh, lo digo en serio. —Fallon inspiró más profundo— . ¿Crees en los besos pre-cita? Ty acunó la cabeza de Fallon, su aliento cayendo en la boca de Fallon. —¿Por qué? ¿Quieres algunos? —Sí, quiero algunos. Ty flexionó sus labios contra los de Fallon, entonces se atrevió a pasar su lengua entre ellos. Fallon tembló hasta sus pies. La corriente se sentía densa y amplia en su ingle. —No juegues conmigo, —susurró. —No juego contigo, —Tyler le contestó en un susurro. Presionó sus labios más firmemente, pero solo un poco. Fallon cerró los ojos y regresó el beso. Sus manos parecían obtener vida propia en el pecho de Ty, en torno a su espalda, hasta su culo. Con un tentativo pinchazo, Fallon ofreció su lengua. Ty la tomó y la encontró con la suya, entregando un leve gusto a café azucarado. Conforme sus labios se sellaron, la tenue barba de Ty raspó gentilmente alrededor de la boca de Fallon.


—¿Te afeitas en algún lado? —Fallon preguntó entre besos—. Además de tu cara, me refiero. —No, demonios no. —Gracias a Dios. Sus caderas hicieron contacto. Demasiado contacto. La canasta de Tyler estaba completamente llena, y Fallon quería, mucho, examinar su contenido. Empezaba a olvidar donde estaba. —Terminarás con más que un beso de precita si esto continúa, —Ty murmuró con voz arenosa. Se retiro... y su entrecejo se hundió. Empañado, tenso y sudoroso, Fallon no pudo interpretar la mirada. Su mente estaba en otro sitio. De hecho, su mente estaba apenas funcionando. —¿Tyler? Parecía estupefacto. —Tu cara… Oh mierda, oh no. Instantáneamente, el encanto estaba roto. Las manos de Fallon volaron a sus mejillas. — ¿Qué paso? ¿Está peor? —Enfermo de miedo, se retiró del hombre que deseaba más, y en más formas por más razones, que lo que alguna vez había querido a alguien en más tiempo del que recordaba. Se dirigió al vestidor. Incluso Tyler Burke, para quien la apariencia era secundaria, no sería capaz de soportar la visión de él si esa condición avanzaba mucho más. —¡Fallon, espera! Él no podía esperar. Entró rápidamente al cuarto y casi cayó sobre la mesa del vestidor que estaba ante un largo espejo brillante. Una caja de pañuelos fue al suelo. Mientras miraba su reflejo, se congeló con desconcierto. Ty trotó entrando detrás de Fallon y tiernamente puso una mano en su espalda. —Traté de decírtelo.


La fantasmagórica silueta de un dedo pulgar se extendía desde la línea de la mandíbula de Fallon hasta el hueso de su mejilla; frente a su oreja y a lo largo de su cuello, las largas, huellas pálidas de dedos extendidos. Parecía el miembro de una tribu. Dentro de los bordes de esas líneas, su piel era suave. Su piel era normal. Boquiabierto, miró la imagen de Tyler en el espejo y vio un ángel guardián, deslumbrante pero carente de afectación, cerniéndose sobre su hombro. Ty lentamente levantó sus manos y las estudió. Fallon se volvió. —Toma mi cara como lo hiciste antes, —susurró. —Esto es... verdaderamente horripilante. —Manos temblando ligeramente, Ty puso sus dedos contra las áreas claras en la cara y cuello de Fallon. —Encajan, no es así. Con el ceño fruncido, Ty lamió sus labios y asintió. —Toca otro punto. Más vacilante, Ty rozó las puntas de sus dedos sobre la ceja izquierda de Fallon. Sus ojos se abrieron más, y retiró rápidamente la mano. —No lo entiendo. Esto es… quiero decir, ¿por qué está pasando esto? No soy Jesús, o nada parecido. La preocupación de Fallon tomó un nuevo giro. Tyler estaba espantándose. ¿Quién no lo haría? —Ty, escucha. No te alteres con esto. Mierda, debía salir con alguna lógica explicación médica o al menos alguna que sonase factible. Si no, podría perder al hombre. Oh la ironía. Nunca pensó Fallon que su apariencia normal podría apartar al hombre adecuado.


—Mi doctor acaba de darme una nueva prescripción. Él dijo… dijo que los efectos de la medicación podían ser… acelerados si me ponía en contacto con ciertas… sustancias.

«Oh demonios ¿Qué estoy diciendo?» Tyler lo miró con desconcierto total. Fallon siguió. —A lo que me refiero, es que la química de tu piel está probablemente, tú sabes, acelerando el proceso de curación. «Bien, detente ahí. Deja que lo absorba» — Aprensivamente, estudio la expresión de Ty buscando signos de aceptación. Ty se veía ligeramente más relajado. —Te refieres… —Sí. —¿Si que, idiota? —Me refiero, a que la bioquímica de cada persona es diferente es por eso que diferentes fragancias huelen diferente en personas diferentes así que la química particular de tu cuerpo debe estar trabajando muy bien con el… Ordanoxin. Tyler frunció el ceño. —¿El qué? —El Ord —Demonios, él ya había olvidado la palabra que se había inventado—. La medicación. Está ya corriendo en mi sistema. Es obviamente el por qué de que el eccema respondió tan rápidamente a tu toque. —Wow. —Tyler se hundió en una de las tres sillas frente a la mesa del vestidor. Miró hacia Fallon—. Esa es una mierda increíble. Fallon se sentó al lado de él y logró una sonrisa. —Las maravillas de la medicina moderna. —Sabes, te ves bastante tonto ahora. Como si te hubieras quedado demasiado tiempo al sol con guantes sobre tu cara.


—Entonces creo que deberás terminar lo que empezaste. —Fallon giró su silla y se puso tan cerca de Ty como pudo. Sarpullido o no, estaba listo para más toqueteo. Sarpullido o no, Tyler ’Bubbles’ Burke parecía un trabajador milagroso. En más de un sentido, Fallon se sintió renacer. ***** Después de que su cara y cuello fueron purgados de su aflicción y su corazón fue llenado con un brillo romántico, Fallon le dio a Tyler un beso de adiós. Ellos hicieron planes para reunirse después del show del Viernes en el Screaming Mimi’s, y Fallon fervientemente esperaba poder pasar todo el fin de semana con el más asombroso de los hombres simples. Por el resto del día, cuando su horario se lo permitió, telefoneó a Jake y Todd para darles las buenas noticias. Sus llamadas no fueron contestadas.


CAPITULO SEIS

E

l nombre del recién llegado era Caleb Stuart, y

era un hombre joven. Demasiado joven para estar muerto. Todd nunca se acostumbraría a esta parte de su profesión, la parte donde tenía que confrontar la más dura de las realidades de la muerte que no seguía ninguna regla, sino que era inevitable, y que no estaba obligada a dar ninguna advertencia a nadie. Anunciándose a gente en sus ochenta y noventa años no molestaba a Todd. Él sentía como si estuviera poniendo un punto al final de frase en el final de una novela completa. Pero los libros no deberían terminar tras unos pocos párrafos incompletos o capítulos prometidos; sus historias nunca habían tenido la oportunidad de ser contadas. —Sobredosis accidental, —pronunció Larry Bischoff mientras Todd entraba a la oficina del director de la funeraria. —¿Cómo determinó el ME que fue accidental? Larry se encogió de hombros. —No investigué. Somos empresarios no detectives. —Aun sentado detrás de su escritorio, miraba un papel que tenía en las manos—. Solo hablé con el padre. Él optó por clase económica. —Esa era la forma de Larry de decir cremación, no embalsamamiento, no visita, no servicio—. Tuve la impresión de que Caleb estaba alejado de su familia. —Cristo, —Todd murmuró—. Así que obtendrá una caja de zapatos, supongo. Larry golpeó sus labios. —Sí.


No pasaba a menudo, pero el hecho de que siquiera pasara apenaba a Todd. Las cenizas de Caleb Stuart estaban destinadas a un contenedor de plástico, no una urna o un cofre. Y eso significaba que la cuenta bancaria de Todd obtendría un avance pequeño. Él siempre pagaba por un apropiado recipiente cuando nadie más quería o tenía la posibilidad de hacerlo. —¿Entonces por qué esta él aquí? —Todd preguntó—. Porque ninguno de los crematorios lo recogió en la morgue. Larry vagamente ondeó una mano. —O hubo alguna confusión sobre la disposición en principio. No creo que la familia tuviera una pista de qué hacer cuando supieron sobre Caleb, viven al norte en algún lugar, así que parece que el Sr. Stuart pidió a la oficina del coronel los nombres de algunas agencias mortuorias… y de alguna manera nos escogieron. Es por eso que los llamé a ti y a Gabe. Todd inmediatamente sintió estómago. —¿Gabriel está aquí?

mariposas

en

el

—Sí, lo vi llegar. —Larry frunció el ceño hacia la puerta de la oficina, como si intentara ver a través de ella—. No he tenido oportunidad de decirle que no necesitaremos sus servicios hoy. —La mirada de Larry regresó al limpio arreglo de carpetas y folletos en su escritorio. Cuidadosamente, se movió sobre ellos. Sus movimientos eran siempre sutiles y sin prisa, un hábito que había adquirido al lidiar con los clientes—. De cualquier forma, no fue hasta que hablé con el padre que no supe que quería uno rápido y barato. Así que tan solo pusimos al chico en el refrigerador. Stearns lo recogerá en un par de horas. —Con una pequeña sonrisa, Larry le dio a Todd una carpeta. Esta mostraba el catálogo de urnas de Sudbury— Bischoff. —Decidiré abajo, —dijo Todd. —No tienes que quedarte. Buscaré a Gabe ahora y le diré que puede irse.


—Yo se lo diré. Necesito consultar algunas cosas de cualquier manera. Todd tomó la escalera trasera hacia el sótano. Cuando se asomó al cuarto de preparación y vio que Gabe no estaba ahí, inmediatamente fue al cuarto de descanso. La mesa de la cafetera estaba ladeada. Gabe sentado con las piernas cruzadas en el suelo, su espalda contra el sillón, su cabeza entre sus manos. Ningún libro frente a él. Ningún cable conectado de sus oídos a su iPod. Algo estaba mal. —¿Gabriel? —Todd cerró cuidadosamente la puerta tras él. Pesadamente, Gabe levantó la cabeza. Su cara estaba empapada en dolor. —No estoy seguro de que pueda hacerlo. No creo que pueda. —Sus ojos brillaron. —¿Hacer qué? —Todd se hundió a un lado de él—. Gabriel, ¿hacer qué? —puso el folleto de urnas a un lado y puso una mano en el muslo de Gabe. —Trabajar en Cal, —él dijo suavemente. Su aliento sostenido, y brevemente capturó sus labios entre los dientes—. Intenté… intenté decir el Kaddish para él, pero las palabras no me llegaron. —¿Intentaste qué? —Todd estaba muy sacudido para procesar esas declaraciones. Nunca había visto a Gabe sufriendo. Aquello lo molestó más de lo que hubiera esperado. —La oración del duelo, escuchado recitarla antes.

—dijo

Gabe—.

Me

has

—Oh sí. Lo siento, lo olvidé. —Gabe, quizá siempre, decía el Kaddish para los fallecidos que arreglaba. No importaba si ellos eran judíos o no. Todd se había acostumbrado tanto a los murmullos de Gabe, que se convirtieron en un adormecedor ruido sordo para él. El


hecho de que él no entendiera hebreo solo reforzaba el efecto—. Tan solo estoy tratando de entender que está pasando. No sé de quién estás hablando. —Caleb, —Gabe dijo con voz temblorosa—. Él esta… aquí. —¡Oh! Te refieres… —Todd se detuvo antes de decir algo insensible, «como el tipo que tenemos en hielo o el cadáver que se dirige al incinerador» No era que él, o la mayoría de los que se dedicaban a aquello, fueran monstruosos. Ellos solo tenían su propia marca de humor seco, lo que los ayudaba a aliviar algo el estrés del negocio. Las delicadas formalidades y eufemismos para decir en un funeral estaban reservados para los dolientes. Obviamente, eso era Gabriel. ¿Pero cómo, por qué? —Te refieres al hombre que Larry pensó necesitaba nuestros servicios, —dijo Todd finalmente. —¿Pensó? —La confusión se sobrepuso al dolor en la cara de Gabe. —Larry acaba de decirme que Stearns lo recogerá. No tenemos que hacer nada. —¿Qué… que pasará con él? ¿Tuvo una sobredosis? Solía preocuparme por todas las medicinas que estaba tomando. —Sí, —dijo Todd—. Supuestamente, Tomaré eso como que lo conocías.

accidental.

Gabe dudó y luego asintió. —Estuvimos viéndonos por un tiempo. Estaba en el límite de volverse serio cuando su viejo novio entró en la imagen. —Tras un callado sorbo, Gabe miró sus manos. Él seguía apretando la derecha con la izquierda. Todd las cubrió con su propia mano. —Lo siento mucho, Gabe.


Él se preguntó de repente si algunas de sus citas estarían tan profundamente afectadas por su muerte. La respuesta fue un tristemente y obvio no. La familia de Todd y sus amigos llorarían. Pero aquellos hombres con quienes había casualmente compartido su cuerpo, ¡mierda!, todos ellos probablemente habían olvidado quien era él. Con su mano libre, Todd gentilmente acunó la parte trasera de su cabeza gacha, sus dedos desapareciendo en la sorprendentemente suave tormenta que era el cabello de Gabe. Se sentía y olía maravilloso. Todd quería acariciarla, acercar a Gabe a sus brazos y enterrar su cara en esa nube. Aquello no hubiera sido apropiado, sin embargo, no solo por las circunstancias, sino que Gabriel lo había catalogado como un usuario. —Tengo que ir con él, —dijo Gabe. Movió su cabeza casi imperceptiblemente debajo de la mano de Todd, como un gato respondiendo perezosamente a una caricia. —Tú no puedes ir con él. Lo sabes. Solo los miembros de la familia pueden ver una cremación. Gabe parecía un poco desesperado cuando finalmente se encontró con la mirada de Todd. —Todo lo que él tiene son sus amigos, y ellos quizá ni siquiera sepan lo que le ha pasado. Su maldita familia lo desheredó cuando salió. Suspirando, Todd retiró sus manos de Gabe y cerró sus ojos. Una de ‘esas situaciones’. Él odiaba escuchar historias como esa. La aceptación de su propia familia no había llegado fácilmente, pero al menos había llegado. —Está bien, escucha. Veamos esto —Todd alcanzó el folleto de urnas y se lo dio a Gabe— y escoge algo para Caleb. Estás más cualificado para hacerlo que yo. Luego veré si puedo persuadir a Larry y a Al Stearns de entregarte las cenizas si ningún miembro de la familia las reclama después de cierta cantidad de tiempo. No podrás disponer de ellas, pero al menos podrás quedarte con ellas. Estoy seguro que Al conoce las leyes estatales de


disposición de cenizas, como cuánto tiempo tiene la familia para obtenerlas. Gabe se lo quedó mirando. —¿Harías eso por mí? —¿Por qué no? El chico significaba algo para ti. Es mucho más respetable entregar las cenizas de un difunto a un amigo o amante a dejar que permanezcan en un estante en un sótano crematorio. Gabe levantó su mano izquierda, en la que mantenía el folleto de urnas. —¿Por qué tienes esto? ¿Larry te pidió que escogieras un contenedor? —Sí, algo como eso. —¿Quién pagará por esto? ¿Uno de los familiares de Cal o alguien más? ¿O Sudbury—Bischoff? Todd se resistió a responder. Odiaba soplar su propio cuerno. Su modestia había sido arraigada durante sus días de sapo. Pero honestamente había sido arraigado incluso antes, por sus padres. —¿Todd? —Yo pagaré por eso. —Se sintió sonrojarse. —¿Por qué? Tú no conocías a Cal, ¿o sí? Todd negó con la cabeza. No podía encontrarse con la mirada de Gabriel, pero lo sintió moverse hacia él. —He comprado urnas antes. Tan solo parecía lo correcto cuando nadie más estaba cerca para hacerse cargo. —Eso es increíblemente generoso. —No es gran cosa, Gabe. —Sí lo es. No creí que tú… Algo dentro de Todd se quebró. Le envió una mirada a Gabe. Llevaba quince años de frustración y resentimiento y


desesperación, sobre aquella frágil fachada que él había construido para ocultar las deficiencias de su pasado; sobre la admiración de otros de su fachada, la cual nunca le dio genuina satisfacción; sobre el horrible sarpullido que ahora empañaba la fachada y ponía incluso la más superficial apreciación más allá de su alcance. Toda la mierda acumulada se vino abajo sobre su buena voluntad, porque él sabía que Gabriel estaba a punto de decir: «No creí que

fueras capaz de eso» —No soy insensible, —dijo, tratando duro de no gritar las palabras—. Sé lo que se siente cuando a nadie le importas un comino. Gabe se movió para encarar a Todd, y antes de que Todd pudiera seguir haciendo el tonto más grande al despotricar más, los brazos de Gabe estaban a su alrededor. Todd no se resistió. Él correspondió. El abrazo era inesperado y agradabemente cómodo. Todd cerró los ojos y absorbió el calor de Gabe, revelado en la cercanía de su sólido cuerpo, las sutiles flexiones de sus músculos. —No pretendía hacerte sentir mal, —dijo Gabe—. No puedo soportar hacer sentir mal a alguien, especialmente a alguien que me gusta. Ellos se aferraron con torpeza el uno al otro, las caras presionadas juntas, las piernas flexionadas para formar un flojo nudo, los pechos elevándose y tocándose en cada tenso respiro. —Necesito esto, —Todd dijo cerca del oído de Gabe—. Necesito calor. —Tan pronto como las palabras dejaron su huella, las manos de Gabe suavemente recorrieron su espalda hacia abajo, luego subieron, luego se deslizaron nuevamente hacia abajo. Ellos se acurrucaron más cerca.


—Es duro ¿no es así? siempre lidiando con el frío,— murmuró Gabe—. Estar aquí, tocando fría piel. Estando allá afuera, tratando de tocar corazones fríos. Eso era exactamente. Deja a Gabriel encontrar las palabras. Déjaselo al amante de canciones y oraciones y poesía. —Skylark, —susurró Gabe. Al principio Todd no supo a que se refería. Cuando Gabe comenzó a tararear, el significado de la palabra llego a él. Era el título de la canción favorita de Gabe, llena con un significado personal que Todd nunca se había molestado en entender. Ahora él quería entender. —Cántala para mí. Gabe se levantó y agarró su chaqueta, la cual había dejado colgada de un brazo del sillón. Sacó su iPod con el altavoz portátil de uno de los bolsillos. Todd lo miró conectarlo sobre la mesa cafetera. Era irónico, cuanto esfuerzo había puesto en hacerse el ciego sobre Gabriel. La miseria que había saturado la juventud de Todd había sido causada por la ceguera de otra gente hacia él. Seguro, él era notado ahora… ¿pero era para algo mejor? Difícilmente. Al cultivar su apariencia, él simplemente había adoptado otra forma de ceguera. Pocas personas veían debajo de su arreglada y esculpida superficie. Él se levantó y se sentó en el sofá, donde lo alcanzó Gabe. —Quizá deba tener la versión de Ella Fitzgerald o la de K.D. Lang, —dijo Gabe, su voz aún apagada con tristeza—, pero me gusta más la de Linda Ronstadt. Es más conmovedora que llamativa. La voz habitación.

de

la

cantante

floreció

a

través

de

la


Todd, con los ojos bajos, escuchó. Su brazo derecho cómodamente contra el izquierdo de Gabe. Él podría haber llegado a las lágrimas si se lo hubiera permitido, pero no se lo permitió. Tenía algo importante que decir. Cuando ’Skylark’ terminó, miró a Gabe. —Quizás, si nos damos el uno al otro una oportunidad, podemos hacer esa canción relevante. Me gustaría intentarlo. Y no porque seas mi último recurso. —¿No? —El tono de Gabe era neutral. Estaba aún a la defensiva, y entendiblemente. Él merecía una explicación. La mira de Todd se movió sin rumbo por el suelo, como si esperara arrancar aquella explicación del flojel 25 de la alfombra. Deseaba tener un mejor dominio de las palabras. Su solitaria profesión no requería mucha comunicación, y se le ocurrió que esa era una de las razones por la que la había escogido. Se forzó a mirar a Gabe. —Siempre he tenido miedo de decepcionarte. Ahí. Finalmente había admitido el miedo. Debajo de toda la desdeñosa tontería sobre la altura de Gabe, Todd había estado aterrorizado de quedarse corto. Era cuatro años más viejo que Gabe. No era tan extrovertido o abiertamente compasivo, tan inteligente o articulado o creativo. Había rechazado todas aquellas invitaciones porque le gustaba Gabe demasiado, no porque no le gustara lo suficiente, y podía prever solo rechazo en su futuro una vez que Gabe se cansara de él. Gabe no solo se encontró con la mirada de Todd, parecía estar buscando más profundamente, excavando más allá de toda la postura. —Nunca me has decepcionado. A excepción de rechazar el dejarme entrar en tu vida. 25

Pelusa de la alfombra.


—Siempre lo he querido, —Todd dijo ardientemente, determinado a componer su falsa indiferencia—. Me gustaría pasar más tiempo contigo, lejos de aquí. Pero no te culparía si cambiaras de parecer por cómo me veo ahora. Sin dudar, Gabe se inclinó hacia adelante y gentilmente tocó sus labios con los de Todd. Todd respiró fuerte. Tan ligero como fue, el beso mantenía más promesas que todos aquellos descuidados con roce de lenguas en los que se había enfrascado con sus ligues. —He escuchado cuando has hablado, —dijo Gabe—. Acerca de Toad, y tu perro Sparky, y la muerte de tu abuela, toda la esperanza que has despilfarrado en tus trucos. Sé cómo te sientes acerca de nuestro trabajo y la gente por la que lo hacemos. Tienes un corazón tierno, y si no pensara que tienes mucho que ofrecer, no te hubiera pedido salir en primer lugar. —Gabe se retiró un poco más. Él añadió con un resquicio de sonrisa—, como te ves es solo un extra. —No entiendo. —Todd estaba conmovido y locamente agradecido y desconcertado todo al mismo tiempo.

profundamente completamente

Gabe dio un ligero pase a lo largo de la cara interna del muslo de Todd. Su mano llegó a descansar más arriba, su dedo meñique apenas tocando la polla de Todd. —Tú reacción alérgica obviamente se está limpiando. Todd trató de ignorar la llamarada de excitación y de procesar lo que Gabe acababa de decir. —¿Quieres decir que se ha limpiado desde la última vez que nos vimos? —Me refiero a que se ha limpiado desde que entraste en esta habitación. De mala gana, porque aun temía lo que podría ver, Todd se levantó y fue hacia el espejo de pared. La cara que lo miraba era a la que estaba acostumbrado, al menos del lado derecho, y seguro como el infierno no había estado así cuando había dejado su casa.


Divertido, aquel era el lado de su cara que había acariciado contra la de Gabe. —Te gustaría ir a comer, —dijo Gabe—, ¿y ver a donde van las cosas desde ahí? Todd se alejó del espejo. La invitación hizo que su imagen reflejada perdiera importancia. —Sí, me gustaría. Me gustaría mucho. Simultáneamente, ellos sonrieron. Todd hubiera apostado que la funeraria nunca se había llenado con tal calor.


CAPITULO SIETE

J

ake no tenía idea de que iba a decir cuando se

abriera la puerta de su apartamento. Se detuvo casi ojo a ojo con David, quien olía deliciosamente a aquel triple blanqueado, jabón cítrico de cedro que era una de sus raras indulgencias, y de repente, Jake quería sostenerlo y besarlo como si fueran amantes largamente separados.

«¿Por qué me he estado resistiendo? ¿Qué he estado resistiendo?» David sonrió con incertidumbre. —Hola, —dijo Jake, tratando de ser casual. Por el bien de ambos, quería mantener el drama al mínimo—. Gracias por venir. —No hay problema. —David definitivamente no era el usual. Debía saber que algo estaba pasando. Ellos casi siempre se encontraban en la oficina. Después de que cerrara la puerta, Jake condujo a David a la agrupación de sillones y sillas frente a la chimenea. —Acabo de hacer limonada. Recién exprimida. ¿Quieres? —Una bandeja con una jarra y dos vasos estaban ya en la mesa de cóctel. —No tienes que tratarme como a un invitado, Jake. Puedo servirme yo mismo. —David se quitó su chaqueta y se sentó en uno de los sillones. Su mirada inmediatamente se dirigió al delgado fajo de páginas a un lado de la bandeja—. ¿Es esa mi historia? Jake aclaró su garganta y se sirvió un trago. —Sí. —¿La has leído?


—Sí. —¿Es por eso que estoy aquí? Los cubos de hielo tintineando en el vaso de Jake parecían imitar el golpeteo de su corazón. Él se sentó en la silla a un lado del sillón y tomó un rápido trago. —Es por eso que estás aquí. Tras un momento de total quietud, David se levantó y se sirvió también un poco de limonada. Cuando volvió a sentarse, bebió un sorbo y miró su vaso, acunado flojamente en ambas manos. —La historia es muy buena, —dijo Jake—. Claro. —Gracias. La tensión en la habitación se incrementó. —Por cierto, —dijo Jake—, ¿cómo se ve mi cara hoy? David, con las mejillas encendidas, le dio un vistazo. —Peor, de hecho. No quería decir nada. Sé que te molesta. —De acuerdo a tu teoría, entonces, debo estar deseándote. David rió. —Eso no es nada nuevo. Siempre me deseas cuando no has atrapado un pedazo de culo en un tiempo. —Sé que soy como un verano para tu corazón, y no las cuatro estaciones del año. —Tras tomar otro trago, Jake dejó su vaso en la mesa. Cuando volvió a sentarse, notó que la cara de David estaba casi tan roja como la suya—. Las historias cortas usualmente no vienen con epígrafes. No sabía que eras un fan de Edna St. Vincent Millay 26 . 26

Edna St. Vincent Millay (22 de febrero de 1892 – 19 de octubre de 1950) fue una poetisa lírica y dramaturga estadounidense y la primera mujer en recibir el Premio Pulitzer por poesía. También se la conoce por su estilo de vida bohemio y sus numerosas relaciones amorosas. Usaba el pseudónimo Nancy Boyd para su trabajo en prosa.


—No lo soy, —David murmuró—, particularmente. —Le habló al vaso en sus manos. —No sabía tampoco que escribieras autobiográficamente. Esos amigos de universidad en tu historia sonaban mucho como nosotros. —¿Por qué estás jugando este juego? —David le arrojó una mirada a Jake. La angustia en su cara era desgarradora. —Lo siento, —Jake susurró. ¿Qué le hizo pensar que podía mantenerlo? De repente, su garganta se sintió cerrada. Se estiró por su vaso y bebió, comprando tiempo aunque no tenía idea de cómo usarlo—. Quizá porque me siento de la forma en la que se sentía Neil Gaiman27 acerca del amor. Había sacado la Palabra. Estaba entre ambos ahora, como un niño necio que se negaba a ser ignorado. —No estoy familiarizado con sus puntos de vista, — dijo David a su zapato derecho. El pie que guardaba descansaba en su rodilla derecha. Curvo su grupo de dedos libre sobre sus ocultos dedos del pie. Obviamente esperando alguna explicación, finalmente miró a Jake. Jake estaba otra vez atrapado en los rayos apagados de musgo verde en el café de sus ojos. —Gaiman dijo que odiaba el amor. Toma rehenes y ponía astillas de vidrio en sus corazones. O algo así. Mierda, no podía recordar. No podía incluso pensar. Ese voluntarioso niño seguía silbando para atraer su atención y burlándose de él con una sonrisa. Peor aún, David seguía mirándolo.

27

Neil Richard Gaiman es un conocido autor de historietas y escritor de fantasía. Nació el 10 de noviembre de 1960 en Portchester, Reino Unido. Su creación más famosa es la serie de historietas The Sandman.


—Así que… ¿mi supuesto es correcto? —Jake apuntó al manuscrito sobre la mesa. Trató de mantener algún aspecto de autocontrol. —Es correcto. —Lo que significa que me estás diciendo… David se encogió de hombros. —Te amo. Es tiempo de que lo sepas. He estado enamorado de ti desde… probablemente desde la noche que fuimos a la feria estatal, y me besaste en una destartalada atracción en la mitad del camino. El recuerdo reapareció en la mente de Jake, tan fresco y completo como si la hubiera mantenido sellado al vacío. —Dos atracciones destartaladas, la casa de la risa y la casa embrujada y un paseo. Su corrección pareció impactar a David. —El Himalaya. Lo recuerdas. —Nunca lo olvidé. Jake se levantó de la silla, cruzó la estancia, y trotó escaleras arriba al cuarto principal. Agarró un juguete de felpa del perchero encima del espejo de su vestidor y regresó escalera abajo, donde le dio el juguete a David. —Estábamos hablando sobre nuestros placeres pecaminosos, —dijo Jake. Sintió el peso de lo inevitable sobre cada palabra—. Cuando te dije que estaba enganchado con Bob Esponja, gastaste once dólares para ganar esa cosa para mí. Once malditos dólares. —Los ojos de Jake comenzaron a arder—. Eso significó más para mí que si hubieras vuelto gay a Johnny Deep y me hubieras dado un Mercedes para mostrarme tu aprecio. David sostuvo el tonto muñeco y lo miró. Sonrió con nostalgia mientras sus delgadas piernas se balanceaban.


—Odiaba que me hicieras sentir de esa manera, —Jake murmuró. Él lo había odiado, bien. Primero, porque se imaginaba que era muy joven para entregarse a ese amarre llamado amor. Tenía una carrera que construir, lugares a donde ir, hombres que follar. Segundo, porque David Ocho vivía sin complicaciones y era demasiado maravilloso para ser la pareja perfecta para él. Así que Jake había tratado asiduamente de girar sus sentimientos hacia otra cosa: un platónico disfrute de la compañía de David, con una ocasional explosión de hambre sexual. No gran cosa. Nada amenazante. —Así que esfumaste el sentimiento. —David bajó el muñeco a su regazo. Ociosamente lo estrujaba mientras veía a Jake, quien no se había movido del pie de la escalera. —No, yo solo… lo reformé. —¿Por qué? Ahora Jake tenía razones algo diferentes para rehuir ese sentimiento. Sabía que el paciente, amor poco exigente de David había sido desperdiciado en un farsante que estaba maldito no solo con una cara desfigurada si no con una cabeza podrida por los negocios; desperdiciado en un pretencioso puto cuya agencia literaria no era más que un punto en el mapa de la industria editorial. —Tú deberías saberlo, —dijo Jake. No quería lanzarse en algo como No te merezco, waa—waa rollo de auto compasión. Tras mirarlo unos segundos más, David susurró, — mierda, —y miró hacia la cara de imbécil del Bob Esponja. Sintiéndose indefenso, Jake levantó y bajó sus brazos. Sus manos se sentían como peso muerto contra sus piernas.


David cuidadosamente puso a Bob Esponja en el cojín a un lado de él y se levantó. —Espero que puedas vender la historia, —dijo con una voz sin vida. Agarró su chaqueta. La realidad de que se iba lanzó a Jake hacia adelante. —David —Él se detuvo varios pies más allá. Aquella cara cautivante se volvió hacia él. David no parecía esperar nada. No tenía esperanzas. Jake se dio cuenta que ese siempre había sido el caso. David tomaba las cosas como venían, incluyendo las visitas de Jake de una noche con otros hombres, y nunca se sintió con derecho a nada. Se miraron a los ojos. Jake se preparó tanto como pudo antes de tirarse hacia aquella astilla de vidrio. Él tragó antes de hablar. —Te amo también. Aún. —Lamió sus labios y dio el paso final. La astilla se clavó claramente en él—. Siempre. El sentimiento en respuesta que se movió a través de la cara de David hizo que el empalamiento valiera la pena. —Sé que me veo como mierda bien frita, —dijo Jake— , pero realmente espero que vengas arriba conmigo. David sonrió. —Es mejor mirarse como mierda bien frita por fuera, —dijo—, que por dentro. —A la mierda con eso. —Tratando de adoptar un aire de despreocupación, Jake alcanzó la mano de David—. No me metas a Dorian Gray 28 . Tan solo vayamos arriba y seamos chicos sucios. Jake quería más que eso. Era la primera vez que era capaz de admitir aquello para él mismo. Mientras él y David caminaban de la mano hacia el dormitorio, él supo que tenía más de una declaración que hacer que el sácamelo. 28

El retrato de Dorian Gray (original en inglés: The Picture of Dorian Gray) es una novela que escribió el autor irlandés Oscar Wilde,


—Deja de sonreír, —dijo, mirando a David. —No puedo. —Entonces desnúdate y recuéstate. Sobre tu espalda. —Eso puedo hacerlo. Ver a David desnudo fue una sensación única para Jake. Ellos habían estado juntos en varios puntos de desnuded docenas de veces antes. Pero era una sensación, y el mejor preludio posible a la pasión, el verlo estirarse en la cama como una ofrenda. Sus entrecerrados párpados y su creciente polla invitaban a Jake a tomar ventaja. De alguna manera, David se veía diferente. Perfecto, de hecho. Jake nunca se había tomado el tiempo de estudiar su físico, el artístico arreglo de músculos y huesos, el fino cabello negro contra su piel leonada. Ahora, quería hacerlo. Necesitaba hacerlo. —Creo que es hora de apartarse del rápido y furioso, —dijo Jake. Usando una apasionada sonrisa, David extendió su brazo izquierdo. Ahí es exactamente a donde pertenezco, Jake pensó, arrastrándose a un lado de él, sintiendo la reflexiva curva del brazo de David alrededor de sus hombros mientras se recostaba mitad en el colchón y mitad sobre el cuerpo de David. Levantándose ligeramente, deslizó una mano sobre el pecho de David y detrás de su cabeza. Mientras David se inclinaba hacia Jake para sostener su cabeza, Jake puso una pierna sobre la pierna de su amante. La excitación inmediatamente crujió a través del aire, siempre lo hacía cuando ellos sentían el primer deslizamiento de piel desnuda sobre piel desnuda, pero no apresuraron su respuesta. Jake sabía que era tiempo de deleitarse en el largo y fuerte cuerpo de David y de largos y suaves besos. Esos eran regalos que había tenido por casi


dos años pero nunca se había tomado el tiempo de apreciarlos. Mientras hacían lentamente el amor, se movieron y enrollaron pero nunca por una vez rompieron el contacto, nunca dejaron al otro irse. —¿Es horrible, tocarme? —Jake preguntó mientras David acariciaba su cara con sus dedos. —Es horrible no tocarte. Esto —pasó su lengua desde la garganta de Jake hasta su pecho— es el paraíso. —Te amo, David. —Eso es todo lo que necesito. No maravilloso. Ha sido así desde el principio.

te

necesito

Su cara se movió hacia la de Jake. Se besaron con exquisito cuidado, repitiendo el mismo mensaje sin palabras. La languidez no podía durar para siempre. Urgencia, ahogados gemidos empezaron a formarse en la garganta de Jake mientras su calor y sudor se mezclaba con el de David. Sus duras pollas se golpeaban y rozaban una a la otra más agresivamente. La respiración de David se volvió dura entre sus húmedos labios abiertos, mientras los pasaba sobre el cuerpo de Jake, de los pezones a los abdominales a la ingle, succionando ahí y mordisqueando allá, cada vez más duro. Jake se tensó y estremeció, sus dedos enterrándose en los hombros de David, en sus bíceps, en su culo. Otro cambio de posición, su necesidad telegrafiada por su excitación, y estaban sobre sus costados, cara con ingle, manos agarrando su elevado muslo. La excitación de Jake viajaba en espirales mientras sus bocas encontraban las pollas, mientras imaginaba a David sintiendo exactamente lo que él estaba sintiendo, la explosión eléctrica que venía del calor húmedo y la tensión alrededor de la corona y del eje, del irresistible ritmo de la chupada.


Sus gemidos estrangulados empujados contra la gorda cabeza de David además de su lengua. Su control se derrumbó. El semen salió de él mientras más semen llegaba hacia él, y se hubiera reído si el placer paleando sus huesos no lo hubiera dejado mudo como una piedra de molino. —Dios, ¡te amo! —grito David mientras se giraba sobre su espalda. Finalmente, la risa llegó. «Me rendí» —Pensó Jake tumbándose sobre su vientre—, «y los cuatro jinetes no galoparon

sobre mí y me tiraron sobre la tierra. En su lugar, obtuve esto» Una polla feliz y un corazón lleno de alegría. ¿Qué más podría querer un hombre? Aun sonriendo, se impulsó hacia arriba y se sentó sobre sus ancas. David se inclinó sobre su costado. Su cabeza descansando sobre su mano, sonrió. Su sonrisa dio paso a una mirada de asombro cuando su mirada se movió sobre el rostro y los hombros de Jake. —¿Qué pasa? —Jake preguntó. ¿Se veía peor? Ahora que había profundizado su deseo por David y se había movido de ocasional a permanente, ¿su cara se veía más mutilada? Eso habría sido el más cruel cambio de curso. El más cruel de todos. —De hecho, no. —Lentamente, David se sentó—. No te ves más como un tomate aplastado. —¿No? —Para nada. —David alcanzó y tocó la cara de Jake—. Creo que la maldición ha sido levantada. El sarpullido se ha ido, Jake. Se ha ido completamente.

FIN


Creditos Coodinador de Proyecyos

Zicaruth Traduccion

Gysel

Correccion

Grupo The Dreame of Desire

Diseño

Dian


Traducciones Homoeroticas 2011


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