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Parando la prosperidad

Escribe: Carlos Gálvez Pinillos (*)

Como ya sabemos, el Perú es un país privilegiado por sus características y potencial geológico. Permanentemente reportamos el importante portafolio de proyectos mineros por desarrollar, contamos con la tecnología, personal profesional y técnico debidamente calificado para acometer la construcción y operación de 18 proyectos “greenfield” de cobre de gran magnitud. Eso, que significaría mover nuestra economía con una inversión de más de US$ 40 mil millones en un horizonte de 10 a 15 años, generando prosperidad al país y particularmente a las localidades donde se desarrollan, no se está moviendo.

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Dicho esto, debemos resaltar que desde la culminación del proyecto Las Bambas, no hemos sido capaces de producir más de 2.4 millones de toneladas anuales, cayendo incluso a 2.2 millones de toneladas en el 2020.

En el corto plazo, el tope de producción se ha generado tanto por los sucesivos bloqueos a las vías de acceso a Las Bambas, paralización de Cuajone y Antamina en marzo 2022 y noviembre 2021, respectivamente, así como por el pésimo manejo del COVID 19 por parte del gobierno de Vizcarra.

Los impedimentos más importantes a nuestro crecimiento minero y en particular a la producción de cobre, comenzaron en el año 2012, cuando el gobierno de Humala, quien hizo campaña electoral con su mensaje ignorante pero efectista, “Agua si, mina no”, bloqueó la inversión de US$ 4.8 mil millones del proyecto Conga, incluso después de haberse invertido US$ 1.5 mil millones.

Otro proyecto paralizado desde el 2019 es el de Tía María, esta vez fue Vizcarra quien lo bloqueó por su inocultable falta de capacidad para liderar nuestro desarrollo, al punto de realizar, a espaldas de la ciudadanía, una inaceptable negociación con los alcaldes, incompatible con sus responsabilidades de presidente, particularmente porque su gobierno acababa de otorgar todos los permisos legales para su ejecución, incluyendo la licencia de construcción.

Nuestro más reciente y emblemático proyecto es Quellaveco y con él, es de esperar que en el 2023 podamos alcanzar una producción nacional de 2.7 millones de toneladas. Lo lamentable es que, la inestabilidad política creciente de esta última década, la incapacidad y mala fe con la que se ha conducido el gobierno de Castillo y, finalmente por la ausencia de objetivos y liderazgo de la Sra. Boluarte, no tenemos a la vista nuevos proyectos importantes para su construcción. Esta falta de liderazgo y modorra estatal para aprobar proyectos, es la consecuencia de la dañina infiltración de burócratas insensibles y de la multiplicación de entidades encargadas de otorgar tales permisos, al punto que el Ministerio de Energía y

Minas, ya no concentra estas funciones, ni lidera tales procesos. En resumen, un Estado infiltrado y trabado por funcionarios no calificados, que finalmente fueran sembrados por sucesivos gobiernos incapaces, sin visión de futuro. En estas condiciones, se convierte en todo un reto cumplir la meta de usar nuestra capacidad instalada a plenitud.

A diferencia del Perú, Chile, el primer productor mundial de cobre, quien ha mantenido un rango de producción de entre 5.2 y 5.7 millones de toneladas, cuenta con cerca de 17 proyectos “brownfield” con los que reafirmará su primer puesto. No sólo eso, sino que prevé la posibilidad de llegar a producir más de 7 millones de toneladas hacia el 2030 (en sólo 7 años). A diferencia nuestra, Chile tiene muy claro, que la producción creciente de cobre es de primordial importancia para dinamizar su economía, desarrollar “clusters” y generar un mercado industrial y de desarrollo tecnológico para el futuro.

En esta competencia por lograr preeminencia en el mercado del cobre, ha aparecido un competidor que ha avanzado silenciosamente, pues, debemos

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