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Los nómadas digitales que dejan de recorrer el mundo: por qué este estilo de vida no es tan fácil como se piensa
Ellen Nguyen BBC Worklife
El nómada digital se ha convertido en un personaje emblemático de la era moderna del trabajo remoto.
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El término suele evocar la imagen de un escritor profesional o un trabajador tecnológico con una computadora, deambulando por las calles de una pintoresca ciudad extranjera o tecleando en un café frente al mar.
Ven mundo, conocen gente nueva, trabajan en su tiempo libre.
Los nómadas digitales son tipos diferentes de trabajadores. Algunos son autónomos o contratistas independientes; otros son emprendedores que crean su propia empresa; y otros trabajan en puestos remotos a tiempo completo para empresas de todo el mundo.
Algunos son asalariados, mientras que otros dependen de ingresos ad hoc. En general, dicen los expertos, muchos de estos trabajadores son de cuello blanco -aquellos que realizan actividades de oficina- y tienen una buena formación.
Tanto los datos de los expertos como las anécdotas demuestran que el número de nómadas digitales ha ido creciendo en los últimos años, con un enorme repunte tras la pandemia de covid-19.
Es difícil precisar el número exacto de este tipo de trabajadores, pero un informe de 2022 de la consultora estadounidense MBO Partners estima que el número de nómadas digitales estadounidenses ha experimentado un asombroso crecimiento del 131% desde 2019 y que son millones.
En otros países donde los datos están menos disponibles, abundan los recursos para ayudar a los trabajadores sin ataduras a abrirse camino por el mundo.
Sin embargo, un número cada vez mayor de trabajadores que han probado el estilo de vida nómada informan de que, detrás de los posts de Instagram llenos de pasión por los viajes y los blogs rebosantes de optimismo, la realidad de esta forma de vida no siempre es tan glamurosa.
Tiene sus ventajas, sí, pero muchos afirman también que la falta de ataduras les pasó factura en su salud mental y física, e incluso les hizo ser peores en su trabajo.
Como resultado, algunos nómadas han abandonado este estilo de vida y las vistas a la playa.
Ataques de pánico
En 2011, Lauren Juliff dejó su trabajo en un supermercado de Reino Unido para ver mundo. Creó un sitio web de viajes para financiar sus aventuras. Para su sorpresa, en un año empezó a ganar lo suficiente para ser una nómada digital.
“Me encantaba viajar. Mi sueño siempre fue ver el mundo en la mayor medida posible, así que cuando lo hice realidad, estaba decidida a no abandonarlo nunca. Explorar nuevos países me hacía sentir viva y aprendía mucho -sobre nuevas culturas y sobre mí misma- casi a diario”, cuenta.
Sin embargo, al cabo de cinco años, la emoción del estilo de vida nómada por todo el mundo empezó a decaer.
Juliff, que ahora tiene 34 años, describe su viaje -al principio idílico y de ensueñocomo un calvario agotador del que estaba desesperada por escapar.
Vivir y trabajar mudándose constantemente tuvo repercusiones imprevistas en su salud mental y física.
“Empecé a tener ataques de pánico a diario, que sólo cesaban cuando imaginaba que tenía un hogar”, dice.
La ausencia de una comunidad estable le hizo perder amistades duraderas, lo que le causó sentimientos de soledad y depresión. La salud de Juliff se resintió, ya que sufría intoxicaciones alimentarias e infecciones con frecuencia.
Sin acceso a una cocina ni a un gimnasio, su estilo de vida no era saludable, y durante años se alimentó a base de comidas de restaurante tres veces al día, todos los días.
Su vida personal también se resintió: “No tenía aficiones porque me resultaba muy difícil mantenerlas mientras vivía con una mochila”, añade.
Además, mantener la productividad durante los desplazamientos era todo un reto.
Intentar gestionar el trabajo, explorar nuevos lugares y hacer frente a conexiones a internet a menudo poco fiables se convirtió en una tarea demasiado desalentadora.
“Me costaba llevar mi negocio con eficacia... trabajaba tumbada en la cama porque rara vez tenía acceso a un escritorio”.
El punto de ruptura llegó cuando los ataques de pánico, que atribuye a su estilo de vida nómada, la empujaron a buscar un hogar.
Cuando se instaló en Portugal y firmó el contrato de alquiler de un apartamento, Juliff vio cómo sus ingresos se triplicaban en un año. Atribuye la mejora a la constancia de estar en un lugar y no viajar constantemente.
Sus ataques de pánico desaparecieron, se apuntó a un gimnasio, empezó a cocinar comidas sanas y creó una sólida comunidad de amigos.
Aspectos negativos
Romper con el estilo de vida nómada fue una decisión difícil para Juliff, ya que había construido su identidad en torno a ser una nómada digital a tiempo completo.
Todo lo que hacía giraba en torno a los viajes: tenía un blog de viajes, planeaba futuros viajes en su tiempo libre y tenía amigos viajeros.
“Tomar la decisión de dejarlo fue duro”, dice. “Me costó bastante saber quién era como persona si no viajaba a tiempo completo”.
Beverly Thompson, socióloga del Sienna College (EE.UU.) que investiga el nomadismo digital, afirma que muchas personas que eligieron el estilo de vida nómada digital no estaban preparadas para los inconvenientes, en parte porque su comunidad suele presentar una imagen idealizada a través de las redes sociales y los blogs, ocultando los aspectos negativos, como la soledad, los problemas de salud mental y las dificultades económicas.
Aunque a algunos trabajadores les resulta sostenible -especialmente, dice, a los que monetizan su estilo de vida en las redes sociales-, el nomadismo no funciona para todos los que lo practican.
“Estás totalmente atado al pasaporte que tengas. Tienes que tener un pasaporte fuerte”, dice Thompson, señalando que los pasaportes más débiles restringen el número de países a los que una persona puede viajar sin visado de turista.
Otra realidad
Para Darius Foroux, quien vivió un mundo idílico durante sus primeros meses como nómada digital disfrutando de un clima cálido y rodeado de palmeras en la playa, el cambio no resultó como esperaba.
En especial desde que se dio cuenta de que para tener una instalación remota adecuada necesitaba una casa.
Cuando empezó a buscar un apartamento donde radicarse, descubrió que el proceso no era tan fácil, con complicados trámites legales y un plazo de varios meses que no podía cumplir.
También tuvo que lidiar con el inflado mercado inmobiliario de destinos populares como Málaga y Marbella, en España.
El aumento de la demanda había disparado los alquileres, y no había normas que limitaran lo que podían cobrar las agencias de alquiler. También le sorprendieron los elevados requisitos de fianza y las comisiones de las agencias.
“No me lo esperaba”, dice. “Me vine a España pensando que el costo de la vida sería más bajo. Pero resultó ser tan caro como en los Países Bajos. En esencia, estaba pagando una prima por el buen tiempo”, explicó.
Tras menos de seis meses en España, Foroux regresó a los Países Bajos, planeando una vida más estable y enfocando de mejor manera el tiempo que necesitaba como escritor y empresario.
Por supuesto, hay mucha gente que sigue llevando una vida de nómada digital. Pero, como revelan algunos trabajadores, incluso los que están bien posicionados para triunfar se han enfrentado a los retos de mantener la productividad, la salud y las relaciones personales mientras están en constante movimiento.
Y aunque el número de nómadas digitales ha aumentado en los últimos años, según algunos datos, sigue siendo un pequeño porcentaje de los trabajadores de todo el mundo y tiende a concentrarse en unas pocas naciones con pasaportes ventajosos.
“No va a detenerse”, dice Thompson sobre esta tendencia. “Los más jóvenes quizá pasen unos años intentando ser nómadas digitales. Pero en general, cada vez más gente está viendo la realidad de este estilo de vida.
“También está el hecho que los empresarios quieren que sus empleados vuelvan a la oficina. Así que la tendencia seguirá creciendo, pero podría ralentizarse”, concluye.