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30 años de Waco: cómo fue el mortal asedio de 51 días del gobierno de EE.UU. a la secta de los davidianos (y cuál es su eco hoy)
Leire Ventas Corresponsal de BBC Mundo en Los Ángeles
Esta historia termina con 86 muertos y un edificio reducido a cenizas.
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Pero ese es el final, la culminación de 51 días de asedio de las fuerzas del orden a la sede de una pequeña comunidad religiosa en Texas hace 30 años; el trágico desenlace del que fue el mayor enfrentamiento entre estadounidenses desde la guerra de Secesión.
El inicio hay que fijarlo el 28 de febrero de 1993, cuando agentes de la Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés) emprendieron una misión que llevaban tiempo planeando.
Hacía meses que dicha agencia del Departamento de Justicia investigaba a la Asociación General de la Rama Davidiana de la Iglesia Adventista del Séptimo Día por sospechas de compraventa y modificación de armas ilegales.
A las 9 de la mañana de aquel domingo de febrero un convoy de 76 agentes con entrenamiento militar y órdenes de allanamiento y arresto se dirigió al rancho del grupo, situado a 15 minutos en coche de la localidad texana de Waco.
Mount Carmel se llamaba el complejo, como el bíblico monte Carmelo, y según los creyentes, de raíz cristiana, estaba destinado a convertirse en el centro de un nuevo reino divino una vez llegara el Apocalipsis.
A la cabeza iba a estar Koresh, un hombre de 34 años y autodenominado mesías, quien tenía numerosas esposas, algunas menores de edad, con las que había engendrado varios hijos.
Pero para cuando los agentes del orden arribaron al final de aquel camino de tierra, los davidianos ya conocían su plan y los esperaban, dispuestos para defenderse.
Aquello pronto desembocó en un fuego cruzado, un tiroteo que se alargó por 90 minutos.
Heather Jones, davidiana y sobrina del líder, se encontraba dentro del complejo, que tenía dos plantas y un edificio más alto, tipo torre, en el centro.
“Vi cómo los disparos alcanzaron a una de las esposas de Koresh. Recuerdo sus gritos, no los puedo olvidar. Esa fue la peor parte: oír cómo disparaban a la gente, escuchar sus voces, el cambio en su tono”, explica hoy Jones, que entonces tenía 9 años, en el reciente documental de Netflix Waco: American Apocalypse.
El enfrentamiento se saldó con cuatro miembros de la ATF y dos fieles muertos y decenas de heridos en ambos bandos, incluido Koresh, quien recibió dos tiros, uno en el costado y otro en la espalda.
A las 11:30 am se acordó un alto el fuego y el Buró de Federal de Investigaciones (FBI) tomó las riendas de la operación, que incluyó su equipo de rescate de rehenes (HRT) y refuerzos tácticos para establecer un cerco.
El conflicto pasaba a otra dimensión.
Así se veía el panorama fuera del complejo de Mount Carmel, según lo describiría el periodista Malcolm Gladwell en un crónica para la revista The New Yorker:
El FBI ha establecido la que es probablemente la mayor fuerza militar jamás reunida contra civiles sospechosos en la historia de Estados Unidos: 10 tanques Bradley, dos tanques Abrams, cuatro vehículos de ingeniería de combate, 668 agentes más seis de Aduanas, 15 personal del ejército, 13 miembros de la Guardia Nacional de Texas, 31 Texas Rangers, 131 agentes del Departamento de Seguridad Pública del estado, 17 de la Oficina del Alguacil del Condado de McLennan y 18 policías de Waco. En total, 899 personas.
También llegó al lugar un ejército de periodistas, con sus cámaras y unidades móviles para emitir en directo.
“Era como estar en el cine viendo una película bélica, solo que esta vez era la vida real”, confirma John McLemore, reportero de la televisora local KWTX que había acudido al lugar a cubrir la redada, en el documental de Netflix.
A partir de ese momento comenzó un asedio que duró 51 días en los que todo fue in crescendo: la tensión, los malentendidos, los errores, las consecuencias.
Las negociaciones fallidas Comenzaron las llamadas diarias del equipo negociador del FBI a Koresh para que se rindiera, mientras las fuerzas del orden aumentaban la presión fuera, todo en medio de una atención mediática que pronto pasó de ser local a nacional y mundial.
Las conversaciones empezaron a dar frutos. El líder de los davidianos se comprometió a dejar libres a los niños, de dos en dos, si emitían a diario un mensaje suyo en la radio.
“Recuerda que es Dios el que se sienta en el trono y que David te quiere”, cuenta Kathy Schroeder que le dijo a su hijo Scott, uno de los primeros menores en salir del complejo, antes de que cruzara la puerta. “Pero no sentía que estaba salvándolo”, aclara en el documental. “No me importaba vivir. Solo me importaba vivir en comunión con Dios”.
Los niños fueron llevados al hogar metodista de Waco y filmados con la esperanza de que al verlos, otros davidianos se animaran a abandonar su sede. Y lo hicieron, hasta 35 en total, incluidos 21 niños.
Eran momentos en los que el FBI vio el fin cerca, ya que Koresh se mostraba dispuesto a salir de forma pacífica. Pero la esperanza pronto se vio truncada con este anuncio del líder de los davidianos a los ne- gociadores y la conversación que le siguió:
Koresh: Dios me ha ordenado que espere.
FBI: ¿Confías en Dios?
El asedio de las fuerzas de seguridad para forzarlos a salir se intensificó, cortando la electricidad del complejo, iluminándolo con potentes focos día y noche, emitiendo sonidos estridentes como el de aviones despegando, conejos sacrificados, cantos budistas y música pop a todo volumen desde unos altavoces.
Con una cámara que el FBI permitió ingresar al complejo, Koresh se había hecho filmar junto a una serie de niños y mujeres jóvenes que presentó como sus hijos y esposas, tratando de dejar claro que no eran rehenes.
“¿Quién te cuida a ti?”, se le ve preguntándole a un niño en esas imágenes que salieron a la luz años después.
Schroeder, una de los 11 adultos que decidieron salir de Mount Carmel y acabaron detenidos —ella enfrentó la acusación de conspiración para asesinar—, explica hoy que se consideraba normal que su líder mantuviera relaciones sexuales con varias mujeres del grupo, incluso con menores de edad.
“En nuestro sistema de creencias todas esas niñas eran consideradas adultas con 12 años”, dice en el más reciente documental sobre el tema, y cuenta cómo ella misma se quedaba hasta tarde en las sesiones de estudio de la Biblia, rezando para que algún día el líder la eligiera.
“La primera vez que tuve sexo con él estuve sola con Dios a través de David”. Aquellas imágenes de Koresh con sus mujeres e hijos no llegaron a la prensa, pero sí hasta altos cargos del FBI, el Departamento de Justicia y la fiscal general Janet Reno, quienes durante la semana del 12 de abril de 1993 mantuvieron varias reuniones para discutir alternativas para levantar el sitio y poner fin a un conflicto que costaba millones de dólares al día al gobierno, además de perjudicar severamente su imagen. Recién nombrada en el cargo, Reno dio luz verde a la recomendación del equipo de rescate de rehenes de introducir un “agente antidisturbios” en el edificio.
Estos habían argumentado que dentro seguía habiendo menores, que estaban en peligro y que ya habían sufrido abusos. Así lo había publicado apenas unas semanas atrás un medio local, el Waco TribuneHerald, en una serie de artículos titulados The Sinful Messiah (“El mesías pecador”).
Así que hacia las 6 de la mañana del 19 de abril el negociador jefe Byron Sage llamó a los davidianos para informarles de que en breve se dispondrían a introducir gas lacrimógeno en el edificio, pero que no sería asaltado. Ese mismo mensaje fue repetido por megafonía, llamando a los que seguían en el interior a abandonar la estructura. “Casi de inmediato los davidianos empezaron a disparar a los vehículos del FBI”, se recoge en el informe que una comisión mixta del Congreso realizó en 1996 sobre los sucesos.
A pesar de las objeciones de los negociadores, en unos minutos el comandante del equipo de rescate de rehenes ordenó gasear todo el complejo simultáneamente.
Lo hicieron durante seis horas. Nadie abandonó el edificio. Hacia el mediodía el fuego brotó, casi de forma simultánea, en tres puntos distintos del complejo. En cuestión de minutos Mount Carmel quedó reducido a cenizas. Los bomberos no llegaron tiempo para sofocar un incendio cuyo origen no está claro. No sacaron a nadie con vida.
Aquella fue la tumba de quienes creyeron que algún día llegaría el Apocalipsis.
La responsabilidad y las dudas “No creo que el gobierno sea responsable del hecho de que un grupo de fanáticos decidiera darse muerte”, dijo al día siguiente el presidente Bill Clinton, quien apenas llevaba tres meses en el cargo.
Lo dijo sin ser quizá consciente de cuánto sacudiría esta tragedia el primer año de su gobierno y de cómo iba a contribuir a que el Partido Republicano retomara el control del Congreso en 1994.